The Project Gutenberg EBook of Comedias inéditas, by Lope de Vega

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Title: Comedias inéditas

Author: Lope de Vega

Compilers: José Sancho Rayón
           Feliciano Ramírez de Arellano, marqués de la Fuensanta del Valle

Release Date: April 24, 2018 [EBook #57035]

Language: Spanish

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Nota de transcripción

Índice

Comedias inéditas


Cubierta del libro

[p. i]

COLECCION
DE
LIBROS ESPAÑOLES
RAROS Ó CURIOSOS.


TOMO SEXTO.


[p. iii]

COMEDIAS INÉDITAS

DE

FREY LOPE FÉLIX

DE VEGA CARPIO.


TOMO PRIMERO.

Logotipo del editor

MADRID,
IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE M. RIVADENEYRA,
calle del Duque de Osuna, núm. 3.


1873.


[p. iv]Las Comedias y Relacion contenidas en el presente volúmen son propiedad de sus Editores, quienes perseguirán ante la ley á los que las reimpriman sin su licencia.


[p. v]

Adorno de principio de capítulo

ADVERTENCIA PRELIMINAR


El príncipe de nuestros poetas dramáticos, el escritor más fecundo en este género que ha existido en nacion alguna, no ha merecido todavía, aunque sea vergonzoso decirlo, una edicion completa de sus obras, por más que se hayan hecho esfuerzos laudables y acertados, publicando en diversos tiempos colecciones de las comedias de Lope de Vega[1];[p. vi] pero ninguna ha sido completa, y ni áun su vida, escrita con arreglo á documentos últimamente conocidos[2], ha visto tampoco la luz pública.

Los funestos efectos de esta incuria y apatía tradicionales en nosotros, pues que tampoco se ocupó mucho el mismo Lope de sus obras, no podian dejar de trascender desastrosamente al texto y conservacion de sus innumerables producciones; así es que de las mil y quinientas comedias que, segun el mismo Lope dice en su égloga á Claudio[3], habia escrito, ó de las mil y ochocientas que[p. vii] Montalvan[4] le atribuye, más de mil se han perdido por completo, hasta el pun[p. viii]to de no conocerse hoy ni áun sus títulos; y de aquellas, cuya lista inserta Lope en El Peregrino[5] citándolas como suyas, tambien han desaparecido más de ciento, quedando por lo tanto reducidas las obras dramáticas que del Fénix de los ingenios han llegado hasta nosotros, á cuatrocientas treinta y nueve, segun asegura el diligente bibliógrafo D. Cayetano de la Barrera[6]. Á evitar el que desaparezcan igualmente las que inéditas se conservan aún del gran escritor, es á lo que hoy se dirigen nuestros esfuerzos, dejando á personas más competentes y á plumas más hábiles el escribir la vida de Lope y editar sus obras completas.

Cuatro comedias inéditas contiene este primer tomo, cuya autenticidad irémos[p. ix] examinando por el mismo órden en que están impresas. En la parte veinte y dos de las comedias de Lope, impresa en Madrid, 1635, y en la veinte y cuatro apócrifa de Zaragoza, vió la luz pública una comedia como de este autor con el título de Amor, pleito y desafío, que era la de Ganar amigos, de Alarcon; y reivindicada por éste como suya, porque en efecto lo era, se creyó desde entónces que Lope no habia escrito ninguna con aquel título; siendo tan seguida y acreditada esta opinion, que hasta el mismo La Barrera, que expresa en su Catálogo existe autógrafo de Lope, de la comedia Amor, pleito y desafío, no esclarece esta cuestion; debiéndose al distinguido literato Sr. D. Luis Fernandez-Guerra[7] el haber puesto en claro, sin dejar lugar á dudas, el que si bien la comedia publicada por los poco escrupulosos editores del siglo XVII, con el título de Amor, pleito y desafío, es la misma que la de Ganar amigos, de Alarcon,[p. x] Lope escribió en efecto la comedia Amor, pleito y desafío, que se conserva inédita en la Biblioteca Nacional, y nosotros en ella la hemos buscado; y allí están escritos los tres actos de que consta, de mano de Lope y fechada y firmada de su puño y letra en 1621[8], conteniendo ademas la notable y concisa aprobacion y censura de Vargas Machuca, y la licencia para que se pudiese representar.

Pertenecia este apreciabilísimo autógrafo al Sr. D. Agustin Durán, y por su muerte lo adquirió por compra, con toda su librería, la ya citada Biblioteca Nacional, teniendo nosotros una verdadera satisfaccion en dar á la imprenta por vez primera esta comedia, tan original como interesante, á los doscientos cincuenta y un años de haberla escrito su autor.

Cinco años despues de haber compuesto Lope la anterior comedia, escribia la titulada Amor con vista, que no es acreedora ciertamente al desdeñoso [p. xi]olvido[9] en que se le ha dejado por todos los editores de nuestro gran dramático; pues, como verán nuestros lectores, no desmerece de otras comedias que escribió éste, y supera en mérito á muchas del mismo autor. El manuscrito, todo de su mano, y firmado tambien de su puño y letra, se conserva, con otras muchas del Fénix de los ingenios y de otros autores dramáticos, en la biblioteca del Excelentísimo Sr. Duque de Osuna, tan rica y abundante en esta clase de obras y en códices y manuscritos.

Si es exacta la fecha que, segun La Barrera[10], tiene el autógrafo que de La prueba de los amigos posee el señor don Salustiano Olózaga, y en el cual aparece que Lope la escribió en Toledo á 12 de Setiembre de 1602, debia esta comedia preceder á las dos anteriores; pero habiéndonos sido imposible verificar por nosotros mismos la exactitud de[p. xii] la cita, la publicamos en tercer lugar, pues no consta fecha alguna en la excelente copia que nos ha servido para la impresion, la cual fué del Sr. Durán y hoy pertenece á la Biblioteca Nacional.

Entre las comedias atribuidas á Lope, pero sin que pueda afirmarse con exactitud ser suya, se ha tenido hasta ahora la titulada Un pastoral albergue[11]. Nosotros, despues de haber examinado detenidamente el manuscrito, que procedente, como la anteriormente citada, de la librería del Sr. Durán, existe tambien en la Biblioteca Nacional, creemos que esta comedia es de tres ingenios, colaboracion bastante comun en aquel tiempo, y que uno de los coautores fué Lope de Vega; y en efecto, aunque no autógrafo el primer acto, tiene correcciones y enmiendas hechas por éste, notándose ademas que algunos claros que el copiante dejó sin escribir, ó por falta del original ó por no entenderlo, están escritos tambien de mano de Lope. No sucede lo[p. xiii] mismo con los dos actos siguientes, pues cada uno es de distinta letra, y en los que, á nuestro juicio, no se encuentra el debido enlace con el primero, advirtiéndose asimismo diferencias en el estilo y versificacion. De todos modos, siendo de Lope, como lo es, el primer acto, é inédita la comedia, hemos creido deberla incluir en nuestra coleccion.

Concluye el presente volúmen con una Relacion, tambien inédita, en que se describe con minuciosos detalles la representacion que tuvo lugar en Lerma el 3 de Noviembre de 1614, de la comedia de Lope, El premio de la hermosura, que se publicó en la parte diez y seis de las del mismo, impresa en Madrid en 1621, pero con notables é importantes variantes, como podrán ver nuestros lectores confrontando la comedia publicada con la explicacion que de su argumento se hace en la Relacion; y por esta circunstancia, y tambien por las curiosas noticias que en ella se contienen respecto á trajes, aparato escénico y personas que tomaron parte en la fiesta, nos ha parecido merece ver la luz pública. Forma parte esta Relacion, con[p. xiv] algunas otras, de un tomo manuscrito, propiedad nuestra.

Cumplimos con un deber de gratitud consignando aquí nuestro reconocimiento á los Sres. D. Juan Eugenio de Hartzenbusch y D. Mariano de Zabalburu: el primero, á quien tanto deben todos los que se dedican al estudio de nuestra literatura, no sólo nos concedió la debida autorizacion para copiar y confrontar, en la Biblioteca Nacional, los manuscritos de las comedias de Lope que hoy damos á luz, sino que ha estado siempre dispuesto á contestar á nuestras consultas y observaciones; y á nuestro buen amigo el Sr. de Zabalburu somos tambien deudores de igual deferencia y de haber copiado y confrontado la comedia Amor con vista, que, como hemos dicho, existe en la biblioteca de Osuna[12].

[p. xv]Sólo nos resta añadir que en el último volúmen de las comedias de Lope insertarémos un detenido juicio crítico de todas ellas, si las agitaciones que trabajan á nuestra infortunada patria permiten que el público siga favoreciendo, como hasta ahora, nuestra difícil y costosa empresa.

F. del V.

J. S. R.

Adorno de fin de capítulo

[p. 1]

AMOR, PLEITO Y DESAFÍO.


[p. 2]

PERSONAS.

D. ÁLVARO DE ROJAS.

D. JUAN DE PADILLA.

D. JUAN DE ARAGON.

EL REY DON ALFONSO.

DOÑA BEATRIZ.

DOÑA ANA.

D. ENRIQUE.

EL CONDE DE HARO.

D. PEDRO DE AVALOS.

MARTIN, escudero.

TELLO, criado.

FRANCISCO, criado.

SANCHO, criado.

LEONOR, criada.


[p. 3]

Adorno de principio de capítulo

AMOR, PLEITO Y DESAFÍO.


ACTO PRIMERO.

DON ÁLVARO, anciano con un báculo.—DON JUAN DE PADILLA.

Pad.

Advierta vusiñoría...

Álv.

Yo no tengo que advertir.

Pad.

Pues ¿por qué no me ha de oir,

Por su honor y en cortesía?

Álv.

¿Sabeis que esta casa es mia?

Pad.

Sí señor.

Álv.

¿Sabeis quién soy?

Pad.

Sé que tan léjos estoy

De hacerle agravio, que apelo

De vuestro engañado celo,

Y justas quejas os doy.

Álv.

La que yo tengo de vos,

Don Juan de Padilla, fuera

[p. 4]Ménos grave cuando hubiera

La misma edad en los dos.

Pad.

Mi inocencia sabe Dios.

Álv.

Si el báculo fuera espada,

Ya estuviera castigada,

Padilla, vuestra malicia.

Pad.

Á ser vara de justicia,

Yo sé que oyera informada.

Álv.

Yo soy Rojas tan büeno

Como cuantos Dios crió.

Pad.

Lo mismo defiendo yo.

Álv.

Por lo ménos ya condeno,

Siendo de mi casa ajeno,

El hallaros en mi casa.

Pad.

¿Qué ley el respeto pasa?

Álv.

La ley santa de tener

Hija, que puedo temer

Que por su gusto se casa.

Pad.

Si yo supe que tenía

Unas reliquias, que son

Para el mal de corazon,

Y á pedírselas venía,

¿Qué afrenta ó descortesía

Hallais en la buena fe

Con que en vuestra casa entré?

Álv.

¿Reliquias para esos males

En casas tan principales?

Pad.

Pues, señor, ¿qué agravio fué?

Álv.

Allá por los monesterios

Se buscan las cosas santas,

[p. 5]Que en mi casa no habrá tantas

Para tan altos misterios;

Afrentas y vituperios

Hácense en las casas viles.

Pad.

Que tú mismo la aniquiles

Me ha causado admiracion.

Álv.

¡Qué buen mal de corazon!

¡Qué disculpas tan sutiles!

Aquí no se ha de venir

Por reliquias para él,

Por corazon sí, que en él

Puedo valor infundir;

Aquí se pueden pedir

Lanzas, paveses y espadas

De tantas guerras pasadas,

Que áun las hay, gracias á Dios,

Para mozos como vos,

Á buena mano enseñadas.

Pad.

De suerte estais enojado,

Que pienso que mi razon

No os dará satisfaccion.

Álv.

Pues ¿qué razon me habeis dado?

Pad.

Soy yo caballero honrado.

Álv.

Sois Padilla.

Pad.

Soy igual

Á vuestra sangre.

Álv.

Sois tal

Que podeis honrarme.

Pad.

Oid

Un gran remedio.

[p. 6]Álv.

Decid.

Pad.

Si habeis presumido mal...

Álv.

Ya os escucho.

Pad.

Dadme luégo

Por mujer á mi señora

Doña Beatriz. Si ella agora

Quiere admitir lo que os ruego,

Quedará todo en sosiego,

Y yo con ella casado.

Álv.

¡Buen remedio habeis hallado

Para el mal de corazon,

Si éstas las reliquias son

Que en mi casa habeis buscado!

Siendo quien soy, ¿cómo puedo,

Sin la licencia del Rey,

Pues el ser tan noble es ley

Por quien obligado quedo?

Pedídsela, y yo concedo

En que Beatriz vuestra sea,

Porque se temple ó se crea

Vuestro mal de corazon.

Pad.

Yo sé que en esta ocasion

El Rey mi aumento desea,

Que no ha tenido soldado

Que le sirva como yo.

Álv.

Id á hablarle.

Pad.

El cielo dió

Dulce fin á mi cuidado;

Agora á esos piés echado...

Álv.

Teneos, don Juan, que no es justo

[p. 7]Sin saber del Rey el gusto.

Pad.

Dios os guarde hasta que os den

nietos mis nietos.

(Váyase.)

Álv.

Qué bien;

Quitado se me ha el disgusto.

Bien es verdad que el pedir

Que hable al Rey achaque ha sido,

Que aunque es don Juan bien nacido

Y no se puede decir

Que es mejor ningun fidalgo

Y caballero en la córte,

Voy por diferente norte

Y de otra excusa me valgo.

Es pobre, y es el menor

De su casa, y en la mia

Bajeza pareceria,

Y más sospechando amor.

DOÑA BEATRIZ, su hija, Y LEONOR.

Beat.

Parece que es ido ya.

Leon.

Sí, señora, ya se fué.

Beat.

¿Cómo, Leonor, le hablaré,

Si tan enojado está?

Leon.

Finge que lo estás con él.

Beat.

Quisiera en esta ocasion

Relevar mi sujecion

De tu término cruel.

No sé si tu entendimiento

[p. 8]Tiene el valor que solia,

Pues ya tu honra y la mia

Pone en tanto detrimento.

¿Era don Juan de Padilla

Tan vil, ya que quiso entrar,

Que aquí no pudo tomar

Honestamente una silla?

¿Hasle visto alguna vez

Ni pasear mi ventana?

Que de una cosa tan llana

Yo quïero hacerte juez.

Pues si es ésta la primera,

¿Cómo le has reñido ansí?

Que se ofendiera de tí,

Si quien es don Juan no fuera;

¿Es bien que hablen de los dos

En palacio de este modo?

Álv.

Yo tendré culpa de todo,

Ríñeme tú, bien, por Dios.

Beat.

¿Era mucho que viniera

Por unas cartas aquí,

Que hoy á mi prima escribí,

Y esta visita me hiciera?

Álv.

¿Por cartas vino?

Beat.

Leonor,

Dí tú en esto la verdad.

Leon.

Y con cuánta honestidad,

Que yo se las dí, señor.

Álv.

Santa serás á mi cuenta,

Beatriz, si esas cartas son

[p. 9]Para el mal de corazon

De que don Juan se lamenta;

Por reliquias me decia

Que vino para este mal,

Tú por cartas; ¡oh qué igual

Disculpa, por vida mia!

Concertaos en disculparos,

Aunque ya no habrá ocasion.

Beat.

Tan ciertas entrambas son,

Que son los efectos claros.

Cuando las cartas le dí,

Unas reliquias me vió,

Lo que eran me preguntó,

Y, reliquias, respondí.

Díxome que padecia

En el corazon dolor,

¿Fué dárselas mucho error,

Ó fué justa cortesía?

Álv.

Dejará el mar de tener

Agua, el campo hierba y flores,

Primero que en sus errores

Falte disculpa á mujer.

Ahora bien, él te pidió,

Y yo al Rey le remití,

Estas reliquias le dí,

Que tambien las tengo yo.

Mas como en esta ocasion

Sin esta licencia venga,

Aunque más reliquias tenga,

Tendrá mal de corazon.

(Váyase.)

[p. 10]Beat.

Cogido nos ha en la liga.

Leon.

¿Para qué te disculpabas?

Beat.

Corrida estoy.

Leon.

Ya que dabas

Disculpa, á que no te obliga,

Pintárasle tu valor,

Discrecion y honestidad.

Beat.

No sabe tratar verdad

Cuando es verdadero amor,

Pero si de haber errado

Nace casarnos los dos,

Nunca, Leonor, me dé Dios

Suceso más acertado.

Leon.

¿Podréte pedir aquí

Que si te casas me des

Á su escudero?

Beat.

Despues

Hablaré á don Juan en tí.

Leon.

Tambien yo tengo por él

Cierto mal de corazon.

Beat.

Reliquias del cielo son,

Y amor veneno cruel.

No hay corazon descontento

Que no salga consolado

En poniéndole en el lado

Reliquias de casamiento.

(Váyanse.)

[p. 11]DON JUAN DE PADILLA.—MARTIN, escudero suyo.

Pad.

Yo tiemblo de hablar al Rey

En materia de casar,

Viniendo de pelear.

Mart.

¿Pues hay en el mundo ley

Que te lo puede estorbar?

Pad.

Por la guerra quise honrarme,

De que Alfonso tantas tiene;

Si la opinion me conviene

De ser soldado, el casarme

Mal á propósito viene.

Mart.

Ántes muy bien.

Pad.

¿De qué modo?

Mart.

Porque guerra y casamiento

Es un propio pensamiento,

Todo es guerra, y si lo es todo,

No sales del mismo intento.

Pero si por ser soldado,

Y gallardo capitan,

Con la opinion que te dan

La batalla del Salado

Y la toma de Almazan,

No quieres darle ocasion

Á que entienda que la espada

Cuelgas cuando va á Granada,

Oye un consejo, en razon

De tu vergüenza engañada:

Don Juan de Aragon, que priva

Con el Rey, se lo dirá,

[p. 12]Licencia el Rey te dará,

Que no está agora tan viva

La guerra.

Pad.

Harto viva está,

Pero yo le serviré

Casado, si el Rey quisiere,

Donde la jornada hiciere.

Mart.

Él viene.

Pad.

Y yo le hablaré.

Mart.

¿Dónde quieres que te espere?

Pad.

Aquí te puedes estar.

Mart.

Tiene don Juan de Aragon

Justa fama y opinion;

No puedes hombre buscar

De mayor satisfaccion;

Es gallardo caballero.

Pad.

Espero con su favor

Gozar de Beatriz.

Mart.

Leonor

Me mata, á tu sombra quiero

Casarme tambien, señor;

Basta el tiempo que he traido

Las armas, pues no me han dado

Oficio que haya intentado.

Pad.

El haberle merecido,

Martin, te le habrá quitado.

DON JUAN DE ARAGON.

Arag.

Yo le hablaré despues con mucho gusto.

[p. 13]Pad.

Por buen agüero tomo la respuesta

De lo que áun no sabeis, puesto que es justo.

Arag.

Mi voluntad su afecto os manifiesta.

Pad.

Si no teneis acaso por disgusto

Hablar al Rey, aunque es la causa honesta,

Quiero decir que es fácil, hoy querria

Le hablásedes por mí y en cosa mia.

Arag.

Ya, don Juan de Padilla, estaréis cierto

Del deseo que tengo de serviros.

Pad.

Siempre me haceis merced, y así os advierto,

Sin que de nuevo intente persuadiros,

Que trato de casarme, y que el concierto,

Despues de muchas ánsias y suspiros,

Hoy hice con el padre de mi dama.

Arag.

No hay otro mayor bien para quien ama.

Pad.

Sois tan galan, que os hablo en mis congojas.

Finalmente licencia del Rey falta,

Esta pide don Álvaro de Rojas,

Mirad si es prenda generosa y alta.

Podréis decirme vos: ¿Tú, que despojas

Tanto moro andaluz, cuando se asalta

Fuerte ó ciudad, sin ánimo te hallas?

Ay, sí, que tiene amor flacas batallas;

No me atrevo del Rey á la grandeza,

Que le hablo pocas veces y muy poco,

Y aunque me dió valor naturaleza,

Solo en cosas marciales me provoco.

Habladle vos, que á mí, que la belleza

De mi esposa Beatriz me vuelve loco,

[p. 14]No me ha dejado amor entendimiento,

Y tal estoy que de sentir no siento.

Arag.

Yo os he entendido ya, decidme luégo

Si quereis otra cosa.

Pad.

Sólo os pido

Esta licencia.

Arag.

Adios.

Pad.

Al cielo ruego

Os dé lo que teneis tan merecido.

Mart.

¿Tan presto negociaste?

Pad.

Estoy tan ciego,

Que no tengo discurso conocido.

Mart.

Mira que en dulce fin de tus amores

Me has de dar á Leonor.

Pad.

Y mil Leonores.

(Váyanse.)

Arag.

¡Qué bien que deja puesta mi esperanza,

Amando yo á Beatriz tan tiernamente!

¿Quién pide con tan necia confianza

Que con el Rey su casamiento intente?

¡Oh milagro de amor, que cuando alcanza

Que de aquesta licencia se contente

Don Álvaro, me avisa el que la adora,

Para que para mí la pida agora!

No me obligué ni la palabra he dado,

Sólo le respondí, «yo os he entendido.»

Con que ni la quebré ni me ha obligado

Á cumplir lo que á nadie he prometido.

Mia serás; ¡oh sol de mí adorado,

Amanece en la noche de tu olvido,

[p. 15]Que no has de ser Padilla si yo puedo!

Viva Aragon, pues en amor le excedo;

Dos Juanes te pretenden, Beatriz bella,

El uno es Aragon, aunque en Castilla,

Padilla el otro, con mejor estrella,

Merézcate Aragon, y no Padilla.

¡Ay Dios! si tiene la licencia della

Navego en vano, moriré á la orilla,

Pero si tengo la del Rey, que espero,

Cayó la suerte en Aragon, primero.

EL REY DON ALFONSO, DON ÁLVARO y acompañamiento.

Alf.

Bien podeis publicar que mi jornada

Á Galicia ha de ser á coronarme,

Que la corona y la dichosa espada,

La imágen de su apóstol ha de darme:

Suspéndase la guerra de Granada,

Aunque salgan los moros á inquietarme,

Que de sus lanzas quemaré la selva

Cuando á Castilla de Galicia vuelva.

Álv.

Espero en Dios que las doradas cruces

Pondrás en las alfambras y alcazabas

Si las gentes á ejército reduces,

Con que el verano á Córdoba pasabas;

No presuman los moros andaluces

Que las empresas de tu gloria acabas

En tu mejor edad.

Alf.

No harán si puedo,

Aunque atrevidos bajan á Toledo.

[p. 16]Presto á Valladolid daré la vuelta,

Si quiere Dios y el capitan divino,

Que, con la capa militar revuelta,

Y levantado el temple diamantino,

Esta canalla, en polvo y sangre envuelta,

Por el tributo de nombrarle indigno,

Desterró para siempre desta tierra

Por quien le apellidamos en la guerra.

Arag.

Á solas quisiera hablarte

Si ocupaciones te dejan.

Alf.

Retiraos todos; ¿qué quieres?

Arag.

Respetando tu grandeza,

Nunca te dije, señor

(Desconfianza bien necia),

Cierto pensamiento mio.

Alf.

Tu culpa, don Juan, confiesas.

Arag.

He tratado de casarme.

Alf.

Es fuerza, dichosa empresa.

Arag.

¿Qué llamas fuerza?

Alf.

De amor,

Que las demas no son fuerzas.

Arag.

Todo se junta á obligarme,

Porque entran en competencia

Amor y comodidad.

Tan justa igualdad profesan.

Tu licencia es lo primero,

Y luégo, señor, con ella

Mandar que me dé su padre

(Que está aquí) mi amada prenda.

Alf.

De los que aquí están, don Juan,

[p. 17]No puede ser que otro sea

Que don Álvaro de Rojas,

Y si es él, en todo aciertas;

¿Callas? luego yo tambien

Acierto en lo que deseas.

¡Hermosa dama es Beatriz!

Don Álvaro.

Álv.

Señor.

Alf.

Llega.

Álv.

¿Qué mandas?

Alf.

Nunca los reyes

Largos prólogos emplean

En lo que mandan y es justo.

Álv.

Ni pudiera en mi obediencia

Haber resistencia alguna

Á cosa que tú quisieras.

Alf.

Dale á don Juan tu Beatriz.

Álv.

Su virtud y su nobleza

Lo merecen; pero es pobre

Y vuestra alteza pudiera

Honrarle de algun oficio,

Pues le ha servido en la guerra;

Que no está, como tú sabes,

Tan descansada mi hacienda

Que pueda yo sustentar

Á un yerno pobre con ella;

Es don Juan gran caballero,

En la venturosa empresa

Del Salado te sirvió

Con hazañas que hoy se cuentan,

[p. 18]Hazle merced.

Alf.

Dí, don Juan,

¿Tú eres pobre?

Arag.

Bien lo fuera

Para igualar á Beatriz

Por hermosura y nobleza;

Pero en lo demas yo tengo,

Como su mano merezca,

Con qué vivamos los dos.

Alf.

¿Pues qué tienes por pobreza?

Álv.

Señor, pensé que mandabas

Que mi hija Beatriz diera,

No á don Juan de Aragon,

Que está agora en tu presencia,

Sino á don Juan de Padilla,

Cuya nobleza es tan cierta

Como su necesidad,

Ni ha sido mucho que tengan

La culpa los mismos nombres.

Alf.

Yo me serviré que entiendas

Que es á don Juan de Aragon,

Y porque en provecho sea

El haberte equivocado,

Al de Padilla, haga cuenta

Que es memorial remitido

De mi consejo de Guerra,

Dile, don Juan, á don Juan

Me acompañe á Compostela,

Que le quiero hacer merced.

(Váyase el Rey con don Álvaro.)

[p. 19]Arag.

Está cierto que la emplea

Justamente en su valor;

¡Ay divina diligencia,

Madre de la buena dicha!

DON JUAN DE PADILLA Y MARTIN.

Pad.

Solo está.

Mart.

Si lo está, llega.

Pad.

¿Hablaste á su alteza?

Arag.

Hablé,

Don Juan, agora á su alteza,

Y dice que le acompañes

Á Galicia, que á la vuelta

Te dará, en Valladolid,

Con mil mercedes, licencia;

Que está muy agradecido

Á tus servicios, y en prueba

De esta verdad, dió tambien

Á don Álvaro en respuesta

Que aceptaba el memorial.

Pad.

Deja, Aragon noble, deja

Que ponga en tus piés la boca,

Que desde aquí, yo y mi prenda

Somos tus esclavos, somos

De tus estampas la tierra,

Que aunque es cielo para mí

Mi Beatriz hermosa y bella,

Por el amor que me tiene

Querrá que ansí lo encarezca.

Arag.

Ponte luégo de camino,

[p. 20]Padilla, para que entienda

El Rey mi señor el gusto

Que de acompañarle llevas,

Que allá le hablarás en todo.

Pad.

¿Vas tú allá para que pueda

Tener entrada á su gracia?

Arag.

Aquí me deja su alteza

Á prevenir la jornada

Que para Granada intenta,

Porque pienso que ha de ser

Luégo que la primavera

Temple la furia á los rios,

Seque la mojada tierra.

Pad.

Pésame de que no vayas.

Arag.

No has menester encomienda

Para la gracia del Rey,

Pues que ya quedas en ella.

(Váyase.)

Pad.

¿Qué dices tú de mi dicha,

Martin?

Mart.

Que tu dicha es cierta;

Y que ha sido discrecion

Mezclarla con esta ausencia,

Que los agrios que en palacio

Á las cosas dulces echan,

Es para templar el gusto.

Pad.

De ningun mal se me acuerda

Como tenga punto fijo

La esperanza que me queda.

Mart.

Dicha has tenido.

[p. 21]Pad.

Notable.

Demos á Beatriz las nuevas

Envueltas en la partida,

Para que no se enloquezca;

Pero entre aquestos cuidados,

Martin, déjame que sienta

El ver cuán mal puedo entrar

En obligacion como ésta;

Don Álvaro no ha de darme

Dote, pues toda su hacienda

Es de su hija.

Mart.

Es ansí,

Pero tendrás casa y mesa.

Pad.

No está la dificultad

En que casa y mesa tenga,

Sino en la primera entrada,

Las joyas y las libreas.

¡Ah, Dios, que un hombre tan noble

Tal necesidad padezca

Por ser tercero en su casa!

Mart.

No hay cosa, señor, más necia

Que la fortuna.

Pad.

Bien dices;

Por eso la pintan ciega.

Mart.

Señora parece en dar,

Porque siempre se desvelan

En dar á quien los engañe

Ó á quien no se lo agradezca;

Págase de la ignorancia,

No sabe estimar la ciencia,

[p. 22]De las lisonjas se agrada,

Y las virtudes desprecia.

¿Serviste? no tienes premio,

Pero en efeto le espera,

Que el buen don Juan de Aragon

Te ha puesto bien con su alteza.

Pintó un sabio á la fortuna

Sola la mano derecha,

Y todos los desdichados

Puestos á la mano izquierda,

Como era manca, á ninguno

Levantaba de la tierra,

Porque sólo á los dichosos

Les alargaba la diestra;

Y ésta la pintó tan larga,

Que alcanzaba en las escuelas

Al estudiante, en la paz,

Y al vil soldado, en la guerra.

El brazo de la fortuna

Don Juan de Aragon te enseña,

Ya te quiere levantar.

Pad.

Yo te juro que él lo emplea

En quien sabrá agradecerlo.

¿Mas qué harémos, cuando vuelva,

De dineros para joyas,

Mis galas, y las libreas

De pajes y de lacayos?

Mart.

Don Juan de Aragon comienza

Á hacer por tí, ya tú eres

Su hechura.

[p. 23]Pad.

Así lo confiesa,

Martin, mi agradecimiento.

Mart.

Dile tu mucha pobreza,

Que no hará mucho si agora

Dos mil ducados te presta;

Que es rico y te los dará

Á buen pagar, de la renta

De don Álvaro, tu suegro.

Pad.

Bien me animas y aconsejas.

Vamos, pondréme galan,

Y con mis botas y espuelas

Iré á decir á Beatriz

Su casamiento y mi ausencia.

Mart.

¿Y yo qué daré á Leonor

Si esta boda se concierta?

Pad.

Vende mi caballo y compra

Guarniciones á tu yegua.

(Éntrense.)

DOÑA ANA Y TELLO.

Tello.

Esto se dice, señora,

En toda Valladolid.

Ana.

¡Piadosos cielos! oid

Á quien sin remedio llora.

Tello.

¿Por qué no le has de tener

Con presuncion de olvidar?

Ana.

Porque es mi mano amar,

Y en el tiempo aborrecer.

Pasion tan presto adquirida

Como amor, despacio muere,

[p. 24]Que en poco tiempo se quiere,

Y en mucho tiempo se olvida.

Amé á mi primo don Juan,

Pensando que me queria;

Tal esperanza tenía,

Tales engaños me dan,

Nunca de Beatriz hermosa

Tuve celos; necia he sido,

Que no le hubiera querido

Con tanto estremo celosa.

Tello.

Nunca te quise decir,

Por verte tan satisfecha,

Que tuve alguna sospecha.

Ana.

Erraste en no me advertir,

Que los que juegan no ven

En el ajedrez de amor.

Tello.

Ello fué notable error.

Ana.

Y fué desdicha tambien;

Pero aunque pierda la vida

Y la honra, hoy he de hacer

Que no sea su mujer.

Tello.

¿Qué dices de honra perdida?

Ana.

Que me quiero levantar

Un testimonio.

Tello.

Es locura

De amor.

Ana.

Remedio procura,

Ó me tengo de matar.

Tello.

¿Qué remedio?

Ana.

Tráeme luégo

[p. 25]Á don Álvaro.

Tello.

No sé

Qué intentas.

Ana.

Parte ó haré

Que te abrases en mi fuego.

Tello.

Yo voy.

Ana.

No vengas sin él,

Que me ha de matar mi amor.

Tello.

Testimonios en tu honor

Es pensamiento cruel.

(Váyase.)

Ana.

Dulce enemigo mio,

¿Qué ingratitud es ésta,

Que alma y vida me cuesta

Con tanto desvarío?

Mas, pues está perdida,

Vuélveme el alma y quítame la vida.

Aquí me tienes loca,

Y en venturas ajenas

Un Tántalo de penas

Las glorias á la boca,

Que en infierno de celos

Dulces engaños me prometen cielos;

Mas ¿para qué me engaño

Con falsas esperanzas,

Cuando de tus mudanzas

Me llega el desengaño?

Que, con engaños tales,

Los falsos bienes crecerán los males.

[p. 26]TELLO Y DON ÁLVARO.

Álv.

Tuve dicha, que pasaba

Por vuestra puerta.

Ana.

¡Oh señor

Don Álvaro!

Álv.

Del amor

Que me debeis me acordaba,

Y en las rejas reparé.

Ana.

Olvidado estais de mí.

Álv.

Tan vuestro soy como fuí,

Nunca de vos me olvidé.

Ana.

Tello, déjanos y cierra.

Álv.

¿Qué teneis, que no solia

Ser así vuestra alegría?

Ana.

La tierna edad siempre yerra;

Mucho tengo que os decir.

Álv.

Ya me apercibo á escuchar.

Ana.

Puedo decir confesar

Porque me quiero morir.

Don Álvaro, pintaros los errores

De la edad juvenil y sus desvelos,

Era querer contar al campo flores,

Olas al mar y estrellas á los cielos;

Todos los más se fundan en amores

Y en desatinos á que obligan celos;

Oid, aunque de amor fábulas vanas

Escuchan mal las venerables canas.

Cuando la primavera de mis años,

[p. 27]De las primeras rosas guarnecia

El campo de mi edad y los engaños

De amor, ni amaba yo ni aborrecia,

Un caballero ilustre, de mis daños

Principio, como deudo entrar podia

Á todas horas para hablarme y verme,

Que la ocasion despierta honor que duerme.

No reparaba yo que me miraba,

Ó era muy tierna yo, ó era inocente;

Mas debo de mentir que reparaba,

Pues muchas veces la vergüenza miente;

Él mentia tan bien, que me alababa

De lo que en mí faltaba claramente;

Mas no sé qué de discrecion y brío

Debió de ser su amor y el daño mio.

El alba, por el mes de los amantes,

Poniendo estaba lirios y azucenas

Una mañana, pocos tiempos ántes

De la ocasion, principio de mis penas,

Cuando me dan mis padres ignorantes

(Tambien error) licencia á manos llenas

Para que salga al campo, en que primero

Tomé yerros de amor que anduve á acero.

Fuí al prado de la santa, que atrevida,

Á quien le dió los piés tomó las manos,

Y hallé á don Juan, que, con suave herida,

Rindió de amor mis pensamientos vanos;

Gallardo á la jineta y á la brida

Domaba dos caballos castellanos,

Que no siempre han de ser los andaluces,

[p. 28]De airosas manos y fogosas luces;

Vine á mi casa llena de deseos,

Que la imaginacion conmigo hacia

Los mismos caracoles y escarceos

Que en el campo don Juan formado habia;

Desde entónces juzgué que sus empleos

Á conquistar mi gusto reducia,

Miré si me miraba, hablé si hablaba,

Que amor, rendida yo, cerró el aljaba.

Concertamos los dos que en una huerta,

Saltando las paredes de mi casa,

Entrase cierta noche, que cubierta

De negras nubes, fué la luna escasa;

Mas ¡qué locuras el amor concierta!

¡Qué de doncellas con mentiras casa!

¡Qué de tormentas son despues espumas!

¡Qué de ánsias hielos y palabras plumas!

Turbámonos los dos, y parecia

Que se burlaban de los dos las flores,

El agua murmuraba que corria,

Y culpaba el silencio los amores,

Juntó las manos el temor del dia,

Que amando son valientes los temores,

Venciendo su cobarde atrevimiento

La poca resistencia de mi intento.

No sé qué fué de mí, ó él es fingido,

Ó yo soy en extremo desdichada,

Pues dicen que me tiene tal su olvido,

Que se casa y me deja despreciada;

Vuestra hija Beatriz la culpa ha sido,

[p. 29]Ó su hermosura justamente amada;

Que se casa con ella me han contado,

De mis obligaciones olvidado.

Si áun hay lugar, don Álvaro, yo os ruego

Que no pase adelante su locura,

Pues no es razon que en nombre de amor ciego

Me dé lugar á tanta desventura;

Iréme al Rey, y refiriendo luégo

Lo que advertido vuestro error procura,

Quedaréis deshonrado y yo vengada,

Que á quien tiene razon sobra la espada.

Álv.

Doña Ana, mi intento ha sido

Del vuestro tan diferente,

Que respondo brevemente

Que el Rey la culpa ha tenido.

Mi hija me mandó dar

Hoy á don Juan de Aragon,

Ignorando la ocasion

Que me acabais de contar,

Porque ni querrá su alteza

Ni yo querré...

Ana.

No paseis

Más adelante, que habeis

Animado mi tristeza;

¿Qué, no es don Juan de Padilla?

Álv.

No, que estos conciertos son

Con don Juan el de Aragon,

Hombre tan rico en Castilla.

Ana.

Pues sabed que yo, engañada

De las nuevas y de amor,

[p. 30]Hice este agravio á mi honor,

Celosa y desesperada,

Que ni él de noche me vió,

Ni en tal huerta me ha burlado.

Álv.

Á ser cortés obligado

Del crédito, nací yo,

Y de vuestra gran nobleza,

Os confieso que dudé

La historia, no dando fe

Tal virtud á tal bajeza.

Ana.

¿En fin, es el de Aragon?

Álv.

Como del Rey es Castilla.

Ana.

Pues yo adoro al de Padilla.

Álv.

Adios.

Ana.

Adios.

Álv.

¡Qué invencion!

(Váyanse.)

DOÑA BEATRIZ Y LEONOR.

Beat.

¿Con qué te podré pagar

Las nuevas?

Leon.

Con un vestido.

Beat.

En mi vida le he tenido

Como te le pienso dar.

En fin, ¿dió licencia?

Leon.

Dió

El Rey licencia á don Juan.

Beat.

Fin mis deseos tendrán.

Leon.

Esto Martin me contó.

[p. 31]Beat.

Poco á mi padre le vale

El achaque en la pobreza

De don Juan, mas ¿qué riqueza

Puede tener que le iguale?

Aquel talle y aquel brío

No tienen comparacion.

Leon.

Los dos sospecho que son.

DON JUAN de camino, y MARTIN con fieltro y botas.

Pad.

Mi Beatriz.

Beat.

Esposo mio.

Pad.

¿Qué, llegó el dia feliz

(Alma no te vuelvas loca)

Que oiga don Juan de tu boca

Tal nombre, hermosa Beatriz?

¿Es posible que en tu casa

Entre con tal libertad?

Beat.

Eso tiene la verdad

De amor que dos almas casa.

¿Mi padre hate visto?

Pad.

No,

Aunque de léjos le vi

Y no me habló, ya entendí

Que de mi bien le pesó,

Y la causa que le mueve.

Beat.

No sabe que tu valor

Es la calidad mayor.

Pad.

Poco mi valor le debe.

Beat.

¿Botas y espuelas? ¡ay Dios!

[p. 32]Pad.

Sí, mi bien, voy á Galicia

Con el Rey, que él me lo manda.

Beat.

Siempre está el bien de partida,

Siempre el placer por la posta.

Pad.

Excusad, estrellas mias,

Las perlas, que están abiertas

Las rosas de las mejillas;

Allá me ha de hacer merced,

Y nuestra boda apadrina

Volviendo á Valladolid.

Mart.

¡Ay! ¡ay! ¡ay!

Leon.

¿De qué relinchas?

Mart.

Todos se casan, y yo

No puedo alcanzar justicia.

Leon.

Maldito seas, amén.

Como se ven las mentiras

En el fieltro y las botazas,

Tú me quieres, tú me olvidas.

Mart.

Pues ¿puédome yo quedar?

Leon.

Fingieras, pues lo sabías,

Una calentura ó dos.

Mart.

Áun no son buenas fingidas;

Pues es verdad que quedára

En casa abundante y rica,

Porque, partido mi amo,

No hay más del ama que guisa,

Y de tal guisa la tal

Guisa las ollas que aliña,

Que pudieras sin espejo

Afeitarte en la escudilla,

[p. 33]Los garbanzos, por los viérnes,

Hacen con dulce armonía

Bailes de á cuatro en el caldo.

Leon.

Eso es ser pobre y ser limpia.

Mart.

¿Limpia? á un sábado te aguardo;

Con su perejil las tripas,

Las manos todas barbadas

Y las panzas con su almíbar.

Leon.

Á buena casa venis.

Mart.

¡Buena! que Dios la bendiga.

Leon.

Cuando sea tu mujer,

Tú verás qué de cositas

Con que te regalo yo.

Mart.

Cosas, cosas, Leonor mia,

Que salimos de la órden

Más estrecha y más ceñida

Que hay en la iglesia de Dios.

Leon.

Escucharte me lastima,

¿Tan pobre vive don Juan?

Mart.

Sustenta mucha familia

Con pequeños alimentos.

Leon.

Sí, porque es gente lucida.

Mart.

Todo lo que es por defuera

Se porta con bizarría,

En casa Dios lo perdone.

Leon.

¿Cómo?

Mart.

En la cama y comida.

Leon.

Pues ¿no teneis buena cama?

Mart.

La cama más esquisita

Que se ha escrito en la pobreza

[p. 34]Ni se ha visto en la avaricia;

Ella es un colchon redondo

Donde toda la familia

Al rededor se acomoda,

De manera que confinan

Todos los piés en el medio,

De la suerte que imaginas

Los rayos de alguna rueda.

Leon.

Es invencion nunca oida.

Mart.

Allí se juntan los piés,

Como en las carnicerías

Se suelen vender las manos

Que á los carneros se quitan;

Son los vientos tan contrarios,

Que, á ser velas las camisas,

Pajes se fueran á fondo.

Leon.

El cuento admite pastillas.

Pad.

Mi bien, yo me quiero ir,

Sabe Dios si me lastima

Tu ausencia el alma, no puedo

Escusarla aunque querria;

Volveré á Valladolid,

Dentro de un mes, de Galicia,

Que el Rey se va á coronar,

Cosa no vista en Castilla,

De las manos de la imágen

Del gran Apóstol, la insignia

Real, la corona de oro,

Quiere tomar.

Beat.

¡Qué desdicha!

[p. 35]Parte y presume que quedo

Muriendo.

Pad.

¡Y yo cómo voy!

Que sólo en pensar que soy

Tu marido, partir puedo,

Porque si no, ni dar paso

Pudiera con vida aquí.

Beat.

¿Acordaráste de mí?

Pad.

No respondo.

Beat.

Estraño caso,

Las lágrimas en los ojos

Se parte.

Mart.

Martin se va,

Leonor.

Leon.

Y se lleva allá

El alma toda.

Mart.

Qué enojos,

¡Ay, ay, ay!

(Váyanse Padilla y Martin.)

Leon.

¡Cuál quedo yo!

Beat.

¡Qué buen consuelo!

Leon.

¿Qué quieres?

¿Somos piedras las mujeres?

Beat.

Almas sí, que piedras no.

DON ÁLVARO.

Álv.

Darte el parabien es justo

De la ventura que tienes.

Beat.

Cuando tú con gusto vienes,

[p. 36]Claro está que tendré gusto.

Álv.

Dió el Rey licencia á don Juan.

Beat.

Y yo me rindo á tus piés.

Álv.

Por cierto, Beatriz, que él es

Rico, discreto y galan.

Beat.

¿Qué riqueza puede haber

Como el ingenio y valor?

Sanch.

Aquí ha llegado, señor,

Don Juan.

Álv.

Él te quiere ver,

¿Darás licencia?

Beat.

¿Pues no?

Álv.

Dí que entre.

Beat.

¡Qué gran ventura!

Quien ha amado sin locura

No puede decir que amó.

DON JUAN DE ARAGON.

Arag.

Si ha dado disculpa amor

Al mayor atrevimiento,

Añadiéndose el casarse,

Pienso que mayor la tengo;

Y pues que del desposorio

Solamente á vistas llego,

No repareis, dulce esposa,

En que esté turbado y necio.

Al Rey supliqué esta tarde

Que me dejase, partiendo

Á Galicia por no daros

[p. 37]Disgusto; pues ya soy vuestro,

Aquí me quedo á serviros,

Porque á nuestro casamiento

No se ponga dilacion.

¿Qué teneis?

Beat.

Señor, ¿qué es esto?

Álv.

Hija, que el Rey me ha mandado

Que os case, y yo le obedezco.

Beat.

¿Con quién?

Álv.

Con don Juan.

Beat.

Oid.

¿No es el de Padilla?

Álv.

Bueno:

Ese, aunque es noble, Beatriz,

Es un pobre caballero;

El de Aragon es muy rico,

Y está en su gracia.

Beat.

¡Qué presto

Sigue al placer el pesar!

Arag.

¿Qué es lo que le está diciendo?

¿Si pensó que era Padilla?

¿Si halló lugar en su pecho?

Pero en tanta honestidad,

Celos, mirad que sois necios;

Pero podréis responder

Que cuándo fuistes discretos.

Yo me caso por industria;

Que es imposible sospecho

Que me deje de costar

Pesar el atrevimiento.

[p. 38]Álv.

Hija, si teneis honor,

Hija, si teneis respeto

Á la sangre que os he dado,

Mirad que está de por medio

No ménos que un Rey.

Beat.

Señor...

Álv.

No respondais, que no quiero

Respuesta, sino obediencia;

Mirad que el Rey es tercero,

Y yo he dado la palabra.

Beat.

Ponedme en un monesterio.

Álv.

No hay que poner dilaciones;

Con el valor de este yerno

Y la privanza de Alfonso,

Toda mi casa ennoblezco;

Dalde la mano, ó ¡por Dios!...

Beat.

Ya, señor, que obedeceros

Es fuerza, dadme dos dias

Para llorar á lo ménos.

Álv.

¿Qué teneis vos que llorar

Si el cielo ha venido á veros

Con tan gallardo marido?

Beat.

Dadme un hora.

Álv.

Ni un momento;

No me afrenteis, hija mia.

Beat.

Venga esta noche y hablemos.

Álv.

Si alzo la voz, vive Dios...

Beat.

Ya, señor, os obedezco.

Arag.

Si está indispuesta mi esposa,

Mañana, señor, podrémos

[p. 39]Tratar de esto; el cielo os guarde.

(Váyase.)

Álv.

¿Es bien hecho lo que has hecho?

Beat.

¿Él no se fué cuando yo

Iba hablarle? pues ¿qué debo?

Álv.

¿Podréle llamar?

Beat.

Podrás.

¡Quitadme la vida, cielos!

Adorno de fin de capítulo

[p. 40]

Adorno de principio de capítulo

ACTO SEGUNDO.

DON JUAN DE PADILLA Y MARTIN, de camino.

Pad.

¿Hay cosa como llegar

Despues de ausencia, Martin,

Donde un hombre quiere?

Mart.

En fin,

No queda que desear;

El que sale de la mar,

De la guerra aborrecida,

Ó cautivo en triste vida,

Como lleguen á su casa,

Cuanto pasaron se pasa,

Todo con el fin se olvida.

Compone un libro el que sabe,

Y en el fin descansa y pide

Fama, porque no se olvide

Ni alguna envidia se alabe;

Descansa de noche el grave

De oir tanta variedad

De negocios, sin verdad:

[p. 41]Hasta el mar la furia amansa,

Y áun el que es necio descansa

Despues de una necedad.

Pad.

Y lo será si porfía,

Descanso, el que habláre en vos,

Quando yo veo que Dios

Descansó el séptimo dia

De aquella dulce armonía

De elementos y de cielos,

Á los humanos desvelos

Doy el fin por bien mayor,

Y más en quien tiene amor

Y descansa de sus celos;

¿Qué filósofo no habló

Del fin soberanamente?

En fin, quien ama no siente

Lo que amando padeció.

Llego al fin.

Mart.

Y llamo yo;

Pero ya te ha visto quien

Es mi descanso tambien.

Pad.

Bien haya lo padecido,

Que quien el mal no ha sufrido,

Martin, no merece el bien.

LEONOR, triste.

Pad.

Aurora del sol que adoro,

Iris de hermosos colores,

Mercurio de mis amores

[p. 42]Y llave de mi tesoro,

Luz, diamante, perlas, oro,

De aquel cielo de belleza,

¿Cómo con tanta tristeza

Abres puerta á mi alegría?

¿Son, por dicha, Leonor mia,

Efectos de mi pobreza?

Toma este anillo, que yo

En su círculo quisiera

Que todo el mundo estuviera.

Leon.

No son intereses, no;

Á quien tu bien intentó

No le mueve el interes.

Pad.

Pues, mi bien, dime lo que es,

¿Falta salud á mi esposa?

Leon.

Sí falta, aunque es otra cosa.

Pad.

Habla, y mátame despues.

Leon.

Tu esposa está desposada.

Pad.

No he dado á nadie poder.

Leon.

El poder lo pudo hacer.

Pad.

Conmigo está disculpada.

Leon.

De don Álvaro forzada,

Le dió á don Juan de Aragon

La mano.

Pad.

Si engaños son,

Para templarnos el bien,

Ofender suelen tambien

El bien de la posesion.

Leon.

Cuando pediste que hablase

Al Rey, para sí pidió

[p. 43]Á Beatriz, y el Rey mandó

Que con ella se casase.

Pad.

¡Que aquesto en el mundo pase!

Leon.

Resistió, lloró, tomó

Testigos que la forzó.

Pad.

¿Gozóla? ¡Responde presto,

Que sólo consiste en esto

Que muera ó que viva yo!

Mas no respondas, detente,

Viva hasta verla no más,

Que despues me matarás.

Leon.

¿Que es gozar, ni que él lo intente?

Ántes se fué brevemente,

Viendo su mucha aspereza.

Pad.

¡Alma, dejad la tristeza,

Que áun hay tiempo de morir!

Leon.

Seguro puedes vivir,

Padilla, de su firmeza:

Á acompañar al Rey fué.

Pad.

Es verdad, que allá le vi.

¿Y podré verla?

Leon.

No y sí,

Hasta que más sola esté;

Que aunque es casamiento, en fe

De que ha de ser tuya vienen

Mil damas que la entretienen

Con parabienes injustos,

Porque nunca los disgustos

Alegres visitas tienen.

Ellas vienen de colores,

[p. 44]Y ella, de negro vestida,

Hace exequias á su vida

En honra de tus amores.

Mart.

Señor, ¿qué haces? no llores;

¿Tú eres aquel gran Padilla

Que puso asombro á Sevilla,

Venciendo en Benamarin

Tantos moros?

Pad.

¡Ay Martin!

¿Verme ansí te maravilla?

¿Arrojo yo por ventura

Sombrero, capa y espada,

Estando el alma obligada

Á tan forzosa locura?

¡Vive Dios!

Mart.

Señor, procura

Componerte brevemente,

Que sale de adentro gente.

Pad.

Dile al alma esa razon,

Que mis sentidos no son

Quien sabe, si soy quien siente.

DOÑA ANA.

Ana.

¿Don Juan de Padilla vino?

Sí, que allí está; pues ¿qué aguardo?

Dadme, capitan gallardo.

Los brazos.

Pad.

¡Qué desatino!

Que eres mi muerte imagino;

[p. 45]Espero á Beatriz aquí,

Á quien cuando yo me fuí

Dejé con tan tiernos lazos,

Y sale á darme los brazos

Lo que más aborrecí.

¿Qué es esto? ¡Furia del cielo!

¿Soy demonio? ¿Qué soy yo?

Espero al sol, y salió

Toda una noche de hielo.

¿Cuál labrador sin recelo

De áspid, en él escondido,

Puso la mano en el nido,

Donde dejó ruiseñores,

Como yo, que dejé amores,

Y vine á topar olvido?

¿Cuál deudor, que huyó sutil,

En los acreedores dió?

¿Qué reo al alcalde vió?

¿Qué ladron al alguacil?

¿Cuál hombre cobarde y vil

Al valiente y arrogante?

¿Cuál siendo en todo ignorante,

Dió en el sabio y el discreto,

Como yo, pues, en efeto,

Tengo á doña Ana delante?

¡Válame Dios! ¿Esto más?

Ana.

¿Qué es esto que estás diciendo?

Pad.

Digo que vine creyendo

Que viera donde tú estás

Un ángel.

[p. 46]Ana.

Sí le verás;

Pero con ménos rigores,

Que á nadie obliga el amor

Á que sea descortés.

Mira, don Juan, que esto es

Más infamia que valor.

Pad.

Perdona, que estoy sin mí.

Ana.

Tambien yo pensé que viera

Un hombre en tí que me diera

Los brazos que le pedí;

Y un hombre inorante vi,

Un descortés, que se enfada

De una mujer lastimada;

Pues donde por maravilla

Pensé que hallára un Padilla,

Vine á topar una espada.

Mart.

Señora, tienes razon,

Mas don Juan está de modo,

Que has de perdonarlo todo,

Ó faltarte discrecion.

Ana.

Beatriz viene, y callaré

Por no darle mayor pena.

DOÑA BEATRIZ.

Beat.

De tantas lágrimas llena,

No sé si verte podré.

¡Ay mi don Juan!

Pad.

Ya quisiera

Que la vida me faltára.

[p. 47]Beat.

No acierto á mirar tu cara

Como si culpa tuviera.

Pad.

Déjame verte no más,

Que viéndote he vuelto en mí.

Beat.

Yo he dado un forzado sí,

Que no lo ha de ser jamas.

Las injurias que he pasado,

Los golpes que he padecido,

Dicen que el sí fué fingido,

Y que el no fué declarado.

El sí y el no á un tiempo dí,

Calló amor, temor habló,

Del de Aragon será el no,

Y del de Padilla el sí.

No hayas miedo que me vea

Eternamente en sus brazos,

Aunque me hiciese pedazos,

Quien mi desdicha desea,

Tuya soy y lo seré.

Pad.

Sí serás, que hay ocasion

Con que á don Juan de Aragon

Castigue quien tuyo fué.

Beat.

Eso no, porque es perderme,

Y la palabra has de darme

De pleitearme y ganarme,

Que perderme no es quererme.

Pad.

¿Quieres tú?

Beat.

Con tierno llanto

Te pido que su malicia

Castigues por la justicia,

[p. 48]Si puedo contigo tanto;

Que esto de sacar la espada

Es para matarme á mí.

Mira que forzado un sí,

Disculpa un alma forzada.

Pad.

¿Pleitear tengo, y matarme?

Beat.

Sí, mi bien, ó aborrecerme;

Pues con la espada es perderme,

Y con la pluma es ganarme.

Pad.

Yo lo haré.

Beat.

Pues no me engañes.

Pad.

Digo que lo haré por tí.

Ana.

No queda muy bien ansí,

Cuando á mí me desengañes,

Que yo le pondré á don Juan

Pleito, que él sabe y yo sé.

Pad.

Testimonios, ¿para qué?

Ana.

Verdades, traidor, serán.

Pad.

Vente conmigo, Martin,

Que yo no escucho locuras.

(Váyanse don Juan y Martin.)

Ana.

Yo sé que mis desventuras

Tendrán con el pleito fin,

Que yo tengo más accion,

Como la más ofendida.

(Váyase doña Ana.)

Beat.

¡En qué ha de parar, mi vida,

Pleito, amor y confusion!

[p. 49]DON ÁLVARO.

Álv.

Quiero pedirte albricias

De que vino tu esposo con su alteza.

Beat.

Si de mí las codicias,

Pídeselas, señor, á mi tristeza,

Que, pues la aumentas tanto,

Bien las mereces de mi pena y llanto.

Álv.

¿Búrlaste por ventura?

¿No sabes que me enojas? pero advierte

Cuanto tienes segura

En don Juan de Aragon la mayor suerte

Que mujer ha tenido:

¡Qué gentil-hombre viene y qué lucido!

¿Qué dama no tuviera

De haberle merecido tanta gloria

Que el alma enloqueciera

Desde la voluntad á la memoria?

Porque el entendimiento

No merece tan dulce sentimiento.

Alégrate.

Beat.

No puedo.

Álv.

¿Pues no es tu esposo?

Beat.

No.

Álv.

Ya estás casada.

Beat.

Con tanta fuerza y miedo,

Ni pude entónces ni quedé obligada;

Desto tengo testigos.

Álv.

¡Hijos, quién os llamó sino enemigos!

[p. 50]Beat.

Si yo respeto esposo,

Es don Juan de Padilla.

Álv.

¿Estás furiosa?

¡Cuando ves que es forzoso

Que don Juan de Aragon te llame esposa!

Beat.

Del Padilla te advierto

Que es de mi pecho, el otro del desierto.

(Vase.)

Álv.

¿Si tomaré venganza

Desta disolucion y atrevimiento?

Pues no ha de hacer mudanza,

Matarla quiero.

DON JUAN DE ARAGON, galan, de camino, y SANCHO, criado.

Arag.

¿Qué mayor contento

Que llegar como llego?

Sanch.

Toda ausencia en amor aumenta el fuego.

Álv.

Este es mi yerno, quiero

Disimular.

Arag.

Señor, seas bien hallado.

Álv.

Tú, bien venido.

Arag.

Espero

Que lo seré, señor, pues he llegado

Al centro del deseo

Donde pararse la esperanza veo.

¿Sabe mi dulce esposa

Que ha venido su alteza y que he venido?

Álv.

Será cosa forzosa.

[p. 51]Arag.

Pues ¿cómo tanto amor padece olvido?

Pues ¿cómo no la veo?

¿Áun esto no le debe mi deseo?

Álv.

Entra, Sancho, y advierte

Á Beatriz de su dicha, y pide albricias.

Arag.

Á mi dichosa suerte

Se las pide mejor, si las codicias.

Álv.

¿Llegastes muy cansado?

Arag.

Como lo puede estar quien ha llegado;

Si fuera á la partida,

Seguro estais que encarecer pudiera,

Hasta perder la vida,

Lo que sentí, como si eterna fuera

Una ausencia tan breve,

Tales ánsias de amor Beatriz me debe.

Llegué cuando se hacian

Fiestas en Compostela y con las luces

Del cielo competian

Luminarias de torres y de cruces;

Holgóse el Rey de verme,

Hízome la merced que suele hacerme,

Y aquellos caballeros

Quisieron que ayudase á una sortija

De veinte aventureros;

Yo, no sabiendo qué invencion elija,

Saqué el amor bizarro

De plumas de oro en un triunfante carro,

Y para testimonio

De mi dicha, le puse en una mano

El dulce matrimonio

[p. 52]En una imágen de oro, á quien en vano

Se atreven las pasiones

Que rinden los humanos corazones.

(Sancho vuelve.)

Sanch.

De manera me ha quitado

Tan desdichado suceso

El instrumento del alma,

Que no pienso que la tengo.

Doña Beatriz, mi señora,

Entra con pasos ligeros

Agora en un coche.

Álv.

¿Cómo?

Sanch.

No sé más de que dijeron

Los hombres que la llevaban,

Que eran notarios, y entre ellos

Pienso que iba un alguacil.

Álv.

¡Pleito intenta, vive el cielo!

Arag.

¿No viste algun hombre fuera

De los que en el coche fueron?

Sanch.

Un hombre medio embozado

Los hablaba desde léjos,

Y era don Juan de Padilla

Si no me engaño.

Álv.

Esto es hecho,

Pleito me pone don Juan.

Arag.

¿Qué importa? matarle luégo.

Sanch.

¡Qué presto lo has sentenciado!

Arag.

Lo que importa ha de ser presto.

Álv.

Si las armas intentais,

Bien veis que perdido quedo;

[p. 53]Ídos á palacio vos,

Iré yo á saber qué es esto.

Sanch.

Camina presto, señor.

Arag.

¡Qué bravo aborrecimiento!

Pues ¡vive Dios, enemiga,

Que no has de gozar, si puedo,

El caballero que adoras!

Dineros y favor tengo.

Sanch.

Favor y dineros son

piés y manos de los pleitos.

EL REY ALFONSO, con acompañamiento y EL CONDE DE HARO.

Alf.

Pienso que le tendré, Conde de Haro,

Muy de mi parte en todas mis acciones.

Cond.

Tu devocion, señor, pide su amparo,

Justa esperanza en el Apóstol pones.

Alf.

De pórfido, de bronce y mármol paro,

Con letras y doradas inscripciones,

Altar le haré labrar.

Cond.

Cristiano celo.

Alf.

¡Qué capitan de España tiene el cielo!

De mi hijo, don Pedro, pronostican,

Siendo agora tan niño, tan piadoso,

Tanta crueldad, que á la que espera aplican

Un Neron, un Maxencio riguroso;

Mas las cosas que al cielo se suplican,

Si no es por nuestras culpas, es forzoso

Que templen el rigor, y así querría

[p. 54]Llevársele al Apóstol algun dia.

Cond.

Cuando vuelvas, Alfonso, de Granada,

El Príncipe será de edad bastante

Para que tome de su altar la espada,

Rayo feroz del bárbaro arrogante.

DON JUAN PADILLA Y MARTIN.

Pad.

La ira es atrevida.

Mart.

Aquí templada.

Que es el respeto al Rey, ley de diamante.

Pad.

Déme tu Alteza para hablar licencia.

Alf.

¡Oh buen Padilla!

Pad.

Advierte...

Mart.

Ten prudencia.

Pad.

Generoso Rey Alfonso,

Á quien desde niño el cielo

Guardó de tantos peligros

Para bien de aquestos reinos,

En la casa de mis padres

(Tú sabes, señor, quién fueron),

En órden á mis hermanos

Ilustres, nací tercero.

Tomé á tu lado las armas,

De mis servicios no es tiempo

Que trate, bien pocos son,

Pues no merecieron premio;

Verdad es que culpa he sido

De que no te acuerdes dellos,

Pues no es ménos el pedir

[p. 55]Que del mismo Dios consejo.

En los ratos de la córte

Siempre ociosos, mis deseos

En doña Beatriz de Rojas

Sus esperanzas pusieron...

Perdona que ansí te hable,

Que no es perderte el respeto,

Pues estás como jüez,

Y es el principio del pleito.

Servíla sólo con alma,

Tan pobre soy... pero creo

Que ha estimado mis servicios

Cual suele el señor discreto.

Que de tus guerras le truje,

Muchos saben que no miento,

Los despojos de los moros

Por aquestas manos muertos,

Esclavas le truje algunas

Que en mi nombre la sirvieron,

Que fué dicha suya y mia

Tener tan hermoso dueño.

En su casa entré una tarde,

Entré con atrevimiento,

Á visitarla, y hallóme

Su viejo padre saliendo;

Con disculpas mentirosas

Vencer su sospecha intento,

No aprovecha, al fin le digo

Que por último remedio

Me dé á Beatriz por esposa;

[p. 56]Pues sabe que no es más bueno

Que yo, si bien es más rico.

Vino en aqueste concierto

Si tu licencia traia;

Contento á palacio vengo

Y á don Juan de Aragon pido...

¡Malhaya mi encogimiento!

Que te la pida en mi nombre:

Él, con injusto deseo,

Te la pidió para sí,

Juzga tú si fué bien hecho.

Á don Álvaro mandaste

Que se la diese, y él, ciego

De su riqueza y privanza,

Miéntras yo te voy sirviendo,

Se la dió contra su gusto,

Con tal violencia, que dejo

De encarecer la crueldad

Por no perderte el respeto.

Vine de Galicia, en fin,

Y cuando en su casa entro

Recíbenme en vez de brazos

Estos infames sucesos;

Remitílos á la espada,

Pero tu enojo temiendo,

Quiero probar mi justicia:

Pedirla por pleito quiero.

Ya queda depositada,

Y porque tu enojo temo

Por lo que amas á don Juan,

[p. 57]Á pedir licencia vengo,

Ya que no supe pedirla,

Señor, para el casamiento,

Para el pleito, si tú gustas,

Que si no, dejaré el pleito,

Que más me importa servirte

Que la vida que poseo,

Pues cuanto no fuere el alma,

Mi Rey y señor, te debo.

Alf.

Llamadme luégo á don Juan.

Cond.

Lo más ha escuchado atento

Detras de ese paño.

Alf.

Ansí

Tendré que decirle ménos.

DON JUAN DE ARAGON Y DON ENRIQUE.

Alf.

Don Juan, don Juan de Padilla

Me ha dicho... no os lo refiero,

Pues que ya lo habeis oido

Y sabeis que lo habeis hecho.

¿Cómo ó por qué le engañastes?

Arag.

Eso no, señor, primero

Me falte la vida á mí;

Verdad y lealtad profeso.

No le he prometido nada,

Y si el casarme fué cierto,

¿Qué obligacion le tenía

Para guardarle respeto?

Yo amé la bella Beatriz

[p. 58]Con tal fe como silencio;

Guerra es amor, y la guerra

Digna de reyes y imperios,

Allí todas son cautelas,

Estratagema les dieron

Por nombre sus capitanes,

De que ha sido Troya ejemplo;

Pues en ardides de amor

Juzga tú, señor, ¿qué pierdo

De mi opinion?

Alf.

Ahora bien,

Yo sé lo que es, yo lo entiendo;

Licencia á este pleito doy;

El que tuviere derecho

Le alcance, pero advertid

Que en tanto que dura el pleito

No habeis de sacar las armas,

Pena de traidores.

Pad.

Pienso

Que le perderé, señor,

Porque soy pobre y no tengo

Dineros para seguirle,

Que son menester dineros.

Alf.

Atento á vuestros servicios

Y á vuestra nobleza atento,

Caballero de la banda

Os hago, y en vuestro pecho

La quiero poner mañana,

Y daros, Padilla, quiero

Seis mil ducados de renta.

[p. 59]Pad.

Mil veces, Príncipe, beso

Los piés, que veais pisando

Todo el africano imperio.

(Váyase el Rey.)

Cond.

Muchos años los goceis,

Y con mayores aumentos.

Pad.

Cuantos yo tuviere, Conde,

Á vuestro servicio ofrezco.

Mart.

Señor, loco estoy de ver

Las mercedes que te ha hecho

Su alteza, mira la cara

Con que queda aquel soberbio.

¡Oh mudanzas de fortuna,

Ya levantais hasta el cielo,

Ya derribais al profundo!

¿No le miras?

Pad.

Ya le veo.

Mart.

Caballero de la banda,

Y seis mil...

Pad.

Habla más quedo.

Mart.

Musas, ministradme aquí,

Si no claro, dulce aliento;

Afectad emulacion

Al sol, y obstentando afectos,

Naufragar canoras plumas,

Por fulgores de concetos.

Pad.

Martin, deja desatinos,

Y demos principio al pleito,

Que remitido á las armas,

Gastáramos ménos tiempo

[p. 60]En letrados y notarios.

Mart.

Es engaño manifiesto.

Vamos, señor, y pleitea,

Pues que justicia tenemos,

Que es mejor que las consultas

De médicos y barberos;

Que allá se den los letrados

Con decisiones y testos.

(Váyanse.)

Enr.

Justamente quedas triste.

Arag.

Encarecerte no puedo

La tristeza y la razon

Que de estar quejoso tengo.

Enr.

Sospecho que mira bien

El Rey este hombre, y sospecho

que se ha cansado de tí.

Arag.

¿Con tan poco fundamento

Quieres que pierda su gracia?

Enr.

¡Ah don Juan! si eres discreto,

¿De la inconstancia del mundo

Para qué buscar ejemplos?

Cayóle en gracia á su alteza

Don Juan, así en los torneos

Y las justas de Galicia,

Que cierto es gran caballero,

Como en ver que en la sortija,

Donde tan ricos salieron

Tantos títulos y grandes,

Él con aquel escudero

De buen humor, que le sirve,

[p. 61]Y dos coseletes viejos

Salió, y dió al Rey esta letra:

Mirad qué extraño conceto.

Arag.

¿Qué?

Enr.

Don Juan y su criado.

Arag.

¿Y eso celebró?

Enr.

Con esto

Su pobreza y su valor

Notable aplauso tuvieron.

Arag.

Como yo gane á Beatriz

En este pleito, no quiero

Otra gracia ni otro bien,

Y esto lo tengo por cierto.

Que, en fin, desposado estoy.

Enr.

Pide fuerza.

Arag.

La que temo

Es de olvido, mas no importa,

Que todo lo vence el tiempo.

(Váyanse.)

DOÑA BEATRIZ Y DON PEDRO.

Ped.

Tengo á notable ventura

El depósito que ha hecho

Vuestro valor en mi pecho,

Mi casa en vuestra hermosura,

Sólo me ha dado cuidado

Que no os dejen visitar,

Y habeisme de perdonar

Si en esto soy limitado.

[p. 62]Beat.

Damas entraron, y, en fin,

Si alguna dispensacion

Hubiere en esta ocasion,

Será sólo de Martin.

Ped.

Sea con grande secreto,

Que si el de Aragon lo entiende

Por su parte y se ofende,

Quedo á su agravio sujeto.

Beat.

La ventura ha sido tal

De venir á vuestra casa,

Que de los límites pasa

De mi desdicha inmortal.

Que espero en vuestro favor,

Viendo que tengo justicia,

Que os cansará su malicia,

Y que os moverá mi honor.

Mi padre, á quien por la edad

Desagrada la pobreza,

Á la privanza y riqueza

Inclina la voluntad;

Amo á don Juan de Padilla,

Juzgad si tengo razon,

Y hame dado al de Aragon,

Gran caballero en Castilla,

Pero de mi gusto no,

Y con tan forzado sí,

Que el dolor con que le dí,

De lágrimas le formó.

Y estoy tan aborrecida,

Que cuando pudiera ser

[p. 63]Venir á ser su mujer,

Pienso quitarme la vida.

LEONOR.

Leon.

Doña Ana te viene á ver.

Beat.

Eso sólo me faltaba.

Leon.

Dentro de la puerta estaba

Cuando lo vine á entender.

Beat.

¿Qué me quiere á mí doña Ana,

Cuando me abrasa de celos?

Aspid que me dan los cielos

Para mi muerte inhumana.

En figura de visita

Viene á saber lo que intento.

Ped.

Ese ardid y pensamiento

Los cortesanos imita;

Cuando una visita pasa

De amistad y hacer placer,

Es sólo venir á ver

Lo que hace el otro en su casa.

Pero muestra cortesía,

Que con gusto y falsedad

Se vence la enemistad

De quien enfada y porfía.

DOÑA ANA.

Ana.

Con el sentimiento justo

Que tengo del que teneis,

[p. 64]Vengo, amiga, á que me deis

Parte de vuestro disgusto,

¿Como estais? que donde estais

Bien sé que os irá muy bien.

Beat.

Con ese favor tambien

Me honrais y me consolais.

Ped.

Por mi parte os agradezco

Que tengais satisfaccion

De lo que en esta ocasion

Á doña Beatriz ofrezco,

Pues á un mismo tiempo ha sido

La casa y la voluntad.

Ana.

La sangre en esa piedad

Mostrais con que habeis nacido.

¿Cómo va de pleitos?

Beat.

Bien.

Ana.

¿Qué hay de don Juan?

Beat.

¿Qué don Juan?

Ana.

Vuestro marido.

Beat.

Si dan,

Doña Ana, ese nombre á quien

Mi amor se le tiene dado,

Don Juan de Padilla tiene

Salud.

Ana.

Eso no conviene

Con el sí que le habeis dado

Al de Aragon, que es por quien

Os pregunto.

Beat.

El sí que dí

No fué sí, porque en el sí

[p. 65]Ha de ir el alma tambien,

Y toda el alma faltó;

De manera que si un sí

No la tiene, desde allí

Se va convirtiendo en no;

Si es forzado no me toca,

Doña Ana, su cumplimiento,

Que no es naipe el casamiento,

Donde hace juego la boca.

Y del Padilla repara,

Que de suerte vive en mí,

Que si allí dijera sí

Dentro de mí, me matára,

Y pues que no me mató

Cuando forzada le dí,

Claro está que no fué sí,

Pues llegó primero el no.

Ana.

Si un renegado de Argel

No lo fué de corazon,

¿Cumple con su obligacion?

Beat.

¡Qué réplica tan cruel!

Para ligar voluntades

Ha de haber consentimiento,

Que es de la fe fundamento

El morir por sus verdades,

Y allí ha de haber confesion;

Mas huélgome que haya hallado

El de Aragon un letrado

De tanta satisfaccion,

Con esto doy por vencido

[p. 66]El pleito desde este dia,

Porque tal abogacía

Ni se ha visto ni se ha oido;

Que estas leyes y desvelos,

Aunque oirlas me fastidia,

Todas son textos de envidia

Con sus párrafos de celos.

(Váyase.)

Ped.

El venir á visitar,

Bien lo debeis de saber,

Ha de ser á dar placer

No ha de ser á dar pesar,

Que aqueste pleito en rigor

Todo es alma y gusto es;

Si en él teneis interes,

Disimulalde mejor.

(Váyase.)

Leon.

Las damas cuerdas no vienen,

Con burlas y fingimientos,

Á sacar los pensamientos

De las amigas que tienen;

Mi señora tiene amor,

Vos no habeis de reducilla;

Si quereis bien á Padilla,

Disimulaldo mejor.

(Váyase.)

Ana.

¿Tú hablas? ¡qué es esto cielos!

Todos contra mí son ya.

¡Á qué de cosas está

Sujeto quien tiene celos!

[p. 67]DON ÁLVARO.

Álv.

Yo he de hacer lo que digo y justamente

Cuando el Rey me mandase lo contrario.

Ana.

¿Qué furia es ésta? aunque con tantas causas

Tendréis por necia la pregunta mia.

Álv.

Dícenme que Padilla se ha quejado

Á su alteza, de suerte que le ha dado

Crédito á cuanto ha dicho, y áun he oido

Que con mercedes le ha favorecido,

Que nos podian hacer guerra notable;

Mas ya tengo el remedio prevenido,

Quiero, doña Ana, yo, quiero casarme,

Quiero dar á mi hija este disgusto,

En esto vengo ya determinado;

Por ventura tendré (que áun tengo bríos)

Quien herede mi casa con mi hacienda;

Si me venciere el de Padilla, entienda

Que, pues aspira sólo á la riqueza,

Allá se ha de quedar con su pobreza.

Ana.

Con enojo no es mucho haber pensado

Dar á doña Beatriz ese cuidado,

Mas si quereis fingir el casamiento,

Como es razon, pues ya sois hombre de años

Y lo mismo ha de hacer el fingimiento,

Publicad que os quereis casar conmigo,

Que yo diré lo mismo.

Álv.

Daros quiero

Los brazos y hasta el alma quiero daros,

Que con esto por dicha, y será cierto,

[p. 68]Vendrá este pleito en el mejor concierto.

Ana.

Pues para que más presto se publique

Pedid licencia al Rey.

Álv.

Yo voy contento,

Y lo fuera mejor si verdad fuera.

(Váyase don Álvaro.)

Ana.

Áun se conoce en vos la valentía

Que os hizo tan famoso en paz y en guerra;

¡Oh remedio notable! ¡oh santos cielos!

¿Qué os hizo amor que le persiguen celos?

Mas bien hicistes, que si amor amára

Sin celos, ni áun del cielo se acordára.

DON PEDRO Y DON JUAN DE PADILLA.

Pad.

Ha sido grande favor

Y merced dejarme entrar.

Ped.

Aquí la podréis hablar.

Pad.

Estad seguro, señor,

De que ha de ser mi mujer.

Ped.

Así lo tengo creido,

Y della lo sé, que ha sido

Causa que os la deje ver.

Pad.

¡Doña Ana aquí!

Ped.

Ya os ha visto,

Engañalda, hablalda bien,

Que si se lo dice á quien

Sabeis, quedaré mal quisto,

Y en mala opinion los dos.

(Váyase don Pedro.)

[p. 69]Pad.

Yo lo haré por vos, que es cosa

Para mí dificultosa,

Tanto cuanto sabe Dios.

¿Señora, en aquesta casa?

Ana.

Vengo á ver vuestra mujer.

Pad.

¿Mia, como puede ser

Si veis el pleito que pasa?

Dí, Martin, lo que he sentido

Faltar á mi obligacion,

Por esta necia opinion

Que de soldado he tenido.

DOÑA BEATRIZ Y LEONOR.

Leon.

Digo que le he visto agora.

Beat.

Y yo por mi mal le veo.

Mart.

Querer pintar el deseo

Con que don Juan os adora,

Es disparate excusado,

Un ingenio como el mio.

Beat.

¡Don Juan con doña Ana aquí!

¿Á esto entró?

Leon.

Pienso que sí.

Beat.

¡Qué amor tan bien empleado!

Leon.

Escucha, que puede ser

Que, como ésta es bachillera,

Argüir con don Juan quiera

Que no has de ser su mujer.

Mart.

Las noches que mi señor

Faltó de veros no han sido

[p. 70]Por ingratitud y olvido,

Que no cabe en tanto amor,

Y éste, que nunca lo fuera,

Casamiento...

Leon.

¡Hay tal maldad!

Mart.

Es honra y comodidad,

Que amor no, ni ser pudiera,

Que á vos sola tiene amor.

Pad.

Eso es muy cierto y seguro,

Y que aquí sólo procuro

Satisfacer al honor;

Es una tema en que he dado

Porque el de Aragon no entienda

Que le han dejado la prenda

Por más bravo y más honrado,

Pues eso no puede ser.

Doña Beatriz se casó

En mi ausencia, ¿puedo yo

Querer ajena mujer?

Ana.

Don Juan, ya de tus engaños

Tengo justos escarmientos,

En amor con fingimientos

Más quiero yo desengaños,

Si te casas, yo tambien,

Que don Álvaro me ha dado

La palabra, y concertado

Las escrituras.

Pad.

¿Con quién?

Ana.

¿Qué, pensabas heredar

Su hacienda? pues no lo creas,

[p. 71]Ya es tarde si me deseas

Como primero engañar.

Esto sin duda has sabido,

Y porque yo no me case

Me engañas.

Beat.

¡Que aquesto pase!

Ana.

Pues no ingrato, no fingido,

Casarémonos los dos,

No he mudar de consejo

Y de una moza y un viejo,

Ya me has entendido, adios.

(Váyase doña Ana.)

Beat.

Estará vuesa merced

Muy contento del suceso,

Como quien tanto aborrece

Esa mujer que ha propuesto,

Esa que por tema sirve,

Que no por merecimiento,

Esa mujer de don Juan,

El de Aragon por lo ménos,

Porque no ha de ser más bravo...

Pad.

Mi bien, advierte primero...

Beat.

No hay que advertir.

Pad.

Oye.

Beat.

Calla.

Casóse, ausente, en efecto,

Dándole infinitos golpes

Su padre.

Mart.

Malo va esto.

Beat.

Y no le quiriendo hablar;

[p. 72]De suerte que por despecho

Se fué el tal novio.

Pad.

¿Qué dices?

Beatriz, mis ojos, mi dueño,

Mi primera voluntad.

Beat.

¿Qué digo?

Pad.

Desvia el lienzo;

Porque amortajar los ojos

Más vivos que Dios ha hecho,

Es decir que es muerto el sol

Siendo incorrutible el cielo.

Mira que en eterna sombra

Quedarán los elementos,

Y yo quedaré sin vida

Como soy dellos compuesto;

Mira no vuelvas el mundo

Á su principio primero,

Que si faltar luz no sientes

Y color á su ornamento,

Debes sentir que no sea

De los humanos deseos

Vista tu grande hermosura.

Beat.

Vanos encarecimientos;

Ya llegan tarde, don Juan.

Pad.

Pues llegue el matarme presto.

Leon.

Y el bellacon de Martin,

Que, desvergonzado y necio,

Le decia á la señora,

¿Cómo puedo encareceros

El amor de mi señor,

[p. 73]Que decir su sentimiento

Es disparate excusado?

Mart.

¿Yo he dicho tal?

Leon.

¿Niegas?

Mart.

Niego.

Leon.

Las noches que mi señor

Faltó, señora, de veros,

No fué ingratitud ni olvido,

Que este negro casamiento

Tuvo la culpa de todo.

Mart.

Leonor, mira que estos celos

No hallan materia de agravio;

Consejo fué de don Pedro

Engañar esta mujer.

Pad.

Vióme entrar, y yo temiendo

Que la justicia se enoje

Sabiendo que á verte vengo,

Y que el depósito mude,

Dije dos necios requiebros

De que estoy arrepentido.

Beat.

Creo el arrepentimiento,

Si dice que está casada

Con mi padre, por lo ménos

Con el melindre que dijo:

Y de una moza y un viejo,

Ya me has entendido, adios.

Pad.

¿No es mejor buscar remedio

Asegurándote yo,

Beatriz, con mil juramentos,

Que fué engaño?

[p. 74]Beat.

¿Cómo engaño?

¿Qué puedes, si no te creo,

Jurar que me importe á mí?

Pad.

Jurar por tus ojos puedo,

Que, si mintiese, presumo

Que el sol mismo y todo el cielo

Me matasen con mil rayos.

Mart.

Ya se viene enterneciendo.

Leon.

Tu padre vuelve, señora.

Pad.

Ay Beatriz, qué mal has hecho

En que te deje enojada.

Beat.

Y determinada quedo

De no te ver en mi vida.

Pad.

Hazme un placer.

Beat.

Dile presto.

Pad.

Es por tu bien.

Beat.

¿Por mi bien?

Pad.

Sí, que tu padre es soberbio,

Y por quitarte la hacienda

Ha de hacer el casamiento.

Beat.

¿Qué se te da á tí de mí,

Si, como estabas diciendo,

Soy de don Juan de Aragon?

Pues si yo mi hacienda pierdo,

Te vengas de tu enemigo.

Pad.

¿Y si mudas de consejo,

Tan mal te estará estorbar

La ejecucion de su intento?

Beat.

¿De suerte que tú pretendes

Que el casamiento estorbemos,

[p. 75]Por casarte con doña Ana,

Y con este fingimiento,

Quieres que te ayude yo?

Pad.

Mira, mi bien, que no quiero;

Seis mil ducados de renta

Me ha dado el Rey, no pretendo

Sino tu bien.

Beat.

Pues ¿qué haré

Si determinado veo

Á don Álvaro, mi padre?

Mart.

¡Oh, qué remedio!

Pad.

Dí presto.

Mart.

Diga Leonor que le dió

Palabra de casamiento,

Y que le debe su honra,

Quéxese al Rey, que con esto

Y probar que es hija de algo,

Y que viene su abolengo

Del conde Fernan Gonzalez,

Levantarémos un pleito,

Con veinte testigos falsos,

Pues los hay de todos precios,

Que no se acabe en diez años.

Pad.

¿Falsos los hay?

Mart.

Bueno es eso:

Habrá quien jure que ha visto

Andar un buey por los vientos,

Vender el vino por agua

Y ser dichoso un discreto;

Yo daré cuatro famosos.

[p. 76]Pad.

Tú, Leonor, ¿qué dices desto?

Leon.

Que si me enseña Martin...

Mart.

¿Cuánto dirás?

Leon.

Cuatro pliegos.

Mart.

Yo vendré á darte licion.

Beat.

Adios, que á mi padre siento.

Pad.

¿Al fin te vas enojada?

Beat.

Matarte de celos tengo.

Pad.

No harás, que te adoro yo.

Beat.

Pues, don Juan, yo te aborrezco.

Mart.

¿Cuánto dirás, mi Leonor?

Leon.

Yo, mi Martin, cuatro pliegos.

Adorno de fin de capítulo

[p. 77]

Adorno de principio de capítulo

ACTO TERCERO.

DOÑA ANA Y DON JUAN DE ARAGON.

Ana.

¿Pues vos me engañais á mí?

Arag.

Los sucesos os dirán

Si os engaño.

Ana.

Ya, don Juan,

Las esperanzas perdí.

Como la primer sentencia

Tiene Beatriz en favor,

Con celos de vuestro amor

Quereis probar mi paciencia.

Arag.

Mal entendeis la razon

Por que me inclino á casarme

Con vos.

Ana.

Si no es engañarme,

Celos presumo que son.

Arag.

Yo estoy del Rey en desgracia,

Así el casarme sintió,

[p. 78]Y al paso que caigo yo

Sube Padilla á su gracia;

Caballero de la Banda

Le ha hecho y la trae al pecho,

De su cámara le ha hecho,

Ya le acompañan, ya manda;

Cuanto me quitó le ha dado,

Y que lo merece os digo,

Que hablar bien del enemigo

Es honra del agraviado;

Quien tiene por valentía

Hablar mal del que está ausente,

Sepa que quien lo oye siente

Que es infamia y cobardía.

Yo, cuyas dichas están

Sin estimacion alguna,

Pienso mudar de fortuna

Diciendo bien de don Juan;

¿Sin esto, qué no ha de hacer

Por mí, si me ve casado,

Pues le dejo asegurado

De que es Beatriz su mujer?

Y como mi inclinacion

Á tus partes es notable,

No te espantes que te hable

Sin celos, pues no lo son,

Que ya no hay de que lo esté,

Pues Beatriz se ha de casar.

Ana.

No te puedes emplear

Que más contento les dé,

[p. 79]Porque Beatriz se asegura

De mí, que es lo más que siente,

Don Juan de tí; finalmente,

Si tu fortuna procura

Volver en gracia del Rey,

Y es el camino mejor

Que don Juan te tenga amor,

Hombre noble á toda ley,

Yo dejaré la locura

Y desigual casamiento

Que con don Álvaro intento.

Don Álvaro, que procura

Su venganza á costa mia,

Pues me sepultaba un viejo,

Y en manos de tu consejo

Rindo mi justa porfía;

Tuya soy, pero has de ser

Noble en cumplir lo que dices.

Arag.

Para que más autorices

La fe que puedes tener,

Y yo asegure á don Juan,

Haré que licencia pida

Al Rey.

Ana.

Ya voy advertida.

Arag.

Iré contigo.

Ana.

Aquí están

Mis criados, y es mejor

Que te quedes para hablalle.

Arag.

¿Hablaste al Rey?

Ana.

Quise dalle

[p. 80]Cuenta de mi necio error,

Pues me casaba tan mal,

Y como hablaste conmigo,

Dejé aquel intento, y sigo

El que es á mi gusto igual.

(Váyase doña Ana.)

Arag.

Por un álamo blanco que pomposo

De verdes hojas que aforraba en plata,

Un alcázar de pájaros retrata,

Subió una hiedra y le llamaba esposo;

Los ramos que de Alcídes vitorioso

Fueron corona, enlaza, prende y ata,

Y á los pimpollos últimos dilata,

Con débil paso, el círculo amoroso.

Villano labrador, del monte guerra,

La hiedra corta, que el humor no alcanza,

Seca los brazos y las hojas cierra;

No ménos levantada mi esperanza

En los brazos del Rey, cayó en la tierra,

Que no hay cosa segura de mudanza.

MARTIN Y DON JUAN.

Mart.

Bravamente los desmaya

Esta sentencia en favor.

Pad.

Aquí está don Juan.

Arag.

Señor,

Á nuevos aumentos vaya

El favor bien empleado

De su alteza, y sea tambien

[p. 81]La sentencia para bien.

Pad.

En el que aquí me habeis dado

Conozco vuestra nobleza.

Arag.

Pleitos y amores, señor,

Tratallos con este honor,

Que lo demas es bajeza;

Pero porque me volvais

Este parabien que os doy,

Sabed que casado estoy,

Que es justo que lo sepais.

Pad.

¿Casado? para bien sea.

Arag.

Con doña Ana me he casado.

Pad.

Habeis, don Juan, acertado,

Como quien tan bien se emplea;

Es lo mejor de Castilla

En calidad y en hacienda.

Arag.

Quiero que de vos lo entienda

El Rey.

Pad.

Á fe de Padilla,

De no sólo procurar

La licencia que es tan justa,

Pues el Rey de honraros gusta,

Pero tambien intentar

Que os haga mucha merced,

Que muy vuestro amigo soy;

Y la palabra que os doy

Por verdadera tened,

Que en mi vida prometí

Cosa que no la cumpliese

Como la dije, aunque fuese,

[p. 82]Señor don Juan, contra mí.

¿Qué importa la calidad

Ni otros títulos y nombres

Cuando falta entre los hombres

La palabra y la verdad?

Es la verdad un traslado

Del mismo Dios en el suelo,

Tan igual, que dice el cielo:

Bien y fielmente sacado,

Es la verdad un concierto

De la república humana;

La política tirana

Lleva su nombre encubierto,

Pero al que sigue las leyes

De la paz y la quietud

Conviene esta gran virtud,

Y más cerca de los reyes,

Que como por majestad

Ménos de las cosas ven,

Tanto más obliga á quien

Los trata, el tratar verdad.

Arag.

¿Es posible que he llegado

Á que éste me trate ansí?

Pero si causa le dí,

Yo solo he sido culpado;

Hablarle ha sido ignorancia,

Porque suele ser castigo

Del humilde, al enemigo

Darle ocasion de arrogancia;

Notables difiniciones

[p. 83]Ha hecho de la verdad,

Bien mereció mi humildad

Sus arrogantes razones.

Vive Dios que he de vengarme

Como honrado caballero,

Que de otra suerte no quiero

Castigarle ni ausentarme.

En fortunas semejantes

Pensé tenerle aficion,

¡Cuánto mudan la intencion

Las palabras arrogantes!

Señor don Juan, pues habeis

Mi pensamiento entendido,

Que hableis á su alteza os pido.

Pad.

Vos el efecto veréis.

Mart.

Mudado está de color.

Arag.

Esto tengo que deciros.

Pad.

Seguro podeis partiros

De mi verdad y mi amor,

Que no sólo en la licencia

Hablaré, que es justa paga,

Pero en que merced os haga.

Arag.

Pues no sea en mi presencia.

Adios.

Pad.

Confiad de mí;

Mas oid.

Arag.

Decid.

Pad.

Yo iré

Y al Rey se la pediré,

Y no será para mí.

(Váyase el de Aragon.)

[p. 84]Mart.

Corrido va.

Pad.

Deso gusto,

Que este es todo fingimiento.

Mart.

Bien le diste con el cuento.

Pad.

Con el hierro fuera justo.

EL CONDE DE HARO, DON ENRIQUE, DON PEDRO Y EL REY DON ALFONSO.

Conde.

La honra que le ha hecho vuestra alteza,

Justamente merece el de Padilla.

Enr.

Toda Valladolid, toda Castilla

Celebra el premio de servicios tales,

Que no se han visto en esta edad iguales.

Ped.

Sus partes son muy dignas, y tus premios

Realzan el valor con que le honraste,

Animando á servirte con su ejemplo.

Alf.

En las virtudes de don Juan contemplo

Las partes que han de dar á un hombre noble,

Fama inmortal, con gloria de su príncipe;

Pero dejando algunas, ¿qué os parece

Que ha de tener un noble caballero

Para que goce de este ilustre nombre?

Conde.

Señor, muchas convienen al que es hombre

De sangre y de valor.

Alf.

Don Juan, ¿no llegas?

Pad.

Pensé que con tan nobles caballeros

Trataba algun secreto vuestra alteza.

Alf.

Aunque lo fuera, en él tuvieras parte.

[p. 85]Pad.

Beso mil veces esos piés.

Alf.

Tratábamos

De las que un hombre noble tener debe,

Y en qué se ha de probar para saberse.

Pad.

¿Y qué dice, señor, el Conde de Haro?

Que fuera de tener ingenio claro,

Tiene, como sabeis, larga experiencia,

Que es en la guerra y paz la mejor ciencia.

Conde.

El probar un caballero,

Para saber si lo es,

Está en dos cosas ó tres,

Que á dos reducirlas quiero;

Que es el consejo y la espada.

Alf.

Bien decis, porque se aplique

Á guerra y paz, don Enrique

Diga en qué partes le agrada.

Enr.

Un caballero perfecto

Probára yo en la lealtad,

En una necesidad

Y en saber guardar secreto.

Alf.

¿Vos, don Pedro?

Ped.

Yo, señor,

Le probára en ser afable,

Humilde y comunicable

En la fortuna mayor.

Alf.

¿Y tú qué dices, don Juan?

Pad.

Yo, señor, con mi ignorancia,

¿Qué te diré de importancia,

Y más donde agora están

Personas de tal prudencia?

[p. 86]Pero puédese probar

Un alto en bajo lugar,

En la templanza y paciencia,

Así en las letras divinas

Probó Dios á un hombre.

Alf.

Bien.

Mart.

¡Que en cosas fáciles den

Personas tan peregrinas!

La prueba es fácil de hacer,

Pues sólo ha de consistir

En dar y no recibir,

En pagar y no deber.

Alf.

Aunque habeis dicho las cosas

En que se puede probar,

No fué mi intento llegar

Á virtudes generosas.

Y así por el voto mio,

Prueban de un noble el valor

Tres cosas.

Pad.

¿Cuáles, señor?

Alf.

Amor, pleito y desafío.

Pad.

Ya segun tu parecer,

De las tres tengo las dos,

Amor y pleito, y por Dios

Que á no tener que temer,

Que todas tres las tuviera.

Alf.

¿Y del pleito cómo os va?

Pad.

Pienso que acabado está

Con la sentencia primera;

Que don Juan por no cansarse

[p. 87]En cosa tan conocida,

Me pide, señor, que os pida

Licencia para casarse;

Que en doña Ana, á quien queria

Don Álvaro en tal edad,

Ha puesto la voluntad.

Alf.

Doile la licencia mia.

Pad.

Por él te beso los piés,

Y voy á darle las nuevas.

Alf.

De buena gana las llevas.

Pad.

Mi amigo y mi deudo es.

Alf.

Buen caballero es don Juan.

(Váyase don Juan y Martin.)

Conde.

Con justa causa te agrada.

Alf.

Tiene humildad bien fundada.

Ped.

Bien tus favores lo están.

Alf.

Creo que hacerse pudieran

Todas las pruebas en él.

Enr.

Es valiente y es fiel,

Y con justa causa esperan

Más premios servicios tales.

Conde.

Volvió el rostro la fortuna,

Que no hay firmeza ninguna

En condiciones mortales.

DON JUAN DE ARAGON.

Arag.

Aquí don Juan de Padilla

Me ha referido, señor,

La gran merced que me has hecho,

[p. 88]Por quien mil gracias te doy;

La licencia de casarme

Con Doña Ana, estimo yo

Por mi quietud y mi gusto,

Por mi aumento y por mi honor;

Pero es fuerza que te pida

Que ántes de la ejecucïon,

Me la des para partirme

Á Aragon, que me escribió

Mi padre que el rey don Pedro

Quiere verme en Aragon,

Y yo vivir en mi tierra,

Pues ya de mí se olvidó

La fortuna siempre vária,

Y tú de hacerme favor.

Alf.

Don Juan, no hay otra fortuna

Que la voluntad de Dios,

Esta dispone á los reyes,

Que los accidentes no.

Defectos en los vasallos.

Les mudan la condicion;

Éstos, yo estoy satisfecho

Que nunca los hubo en vos;

Linaje de ingratitud

Es quejaros de mi amor,

Porque os quiero como os quise,

Y os tengo en buena opinion;

Si el rey don Pedro os estima,

Licencia, don Juan, os doy,

Y os daré, si quereis, cartas

[p. 89]Que abonen vuestro valor.

Arag.

Quien ve la mar alterada

Y está á la orilla, señor,

No yerra en volverse á tierra,

Así los peligros son;

Á los principios del daño,

Vuelve la espalda el temor

Por no esperar los sucesos,

Que nunca fué discrecion.

Dadme á besar vuestra mano,

Que en vuestra gracia me voy

Donde os sirva sin envidia.

Alf.

Dios os guarde.

Arag.

Guárdeos Dios.

(Todos se entren.)

LEONOR Y MARTIN.

Mart.

Mira que no has de turbarte

En viendo al juez y al Rey.

Leon.

Es en las mujeres ley

Inviolable en cualquier parte,

No hay trabajo en que se vean

Donde les falte valor.

Mart.

Pues va de leccion, Leonor,

Tú verás cuán bien se emplean;

Haz cuenta que soy jüez.

Leon.

Pues no te pongas tan grave,

Que el ánimo se me acabe,

Y me turbe alguna vez.

[p. 90]Mart.

¿Cómo sucedió, decid,

Puntualmente este caso?

Leon.

Señor, mis padres, que fueron

Tan principales hidalgos,

Que por línea de varon,

Decienden de Arias Gonzalo,

Me trujeron á criar

Á su casa en tiernos años

De don Álvaro de Rojas.

Mart.

Todo lo llevas errado.

¿Á criar dices que entraste?

Pues si crias, ¿no está claro

Que has parido, y que no puedes

Pedir el doncellicato?

Leon.

Á criarme con Beatriz

Me trujeron, donde estando,

Pasados algunos tiempos...

Mart.

Adelante y sin turbaros.

Leon.

Una noche en mi aposento

Don Álvaro entró, y cerrando

La puerta, me dijo amores.

Mart.

Bien vas.

Leon.

Y me asió los brazos;

Resistíme.

Mart.

Llora agora.

Leon.

Resistíme, pero en vano,

Que en fin...

Mart.

Tápate los ojos

Con el delantal, llorando,

Y dí ansí, mírame acá;

[p. 91]En fin, el cruel tirano

Me rindió, venció, violó.

Leon.

Ese es terrible vocablo.

Mart.

Finalmente haz cuenta agora

Que yo soy el escribano,

Esto el papel y la pluma,

Y que voy haciendo rasgos.

Á la primera pregunta

Dijo que es de edad...

Leon.

Despacio.

Mart.

Pero no digas la edad,

Que aquí todas jurais falso;

Mas quítate diez ú doce,

Que yo conozco un retablo

De duelos, que con setenta

Juró antiyer treinta y cuatro.

Á la segunda pregunta,

Dijo que estando rezando,

En su aposento una noche,

La oracion de los finados,

Entró el dicho, y á la dicha

Asió de los dichos brazos,

Y con los dichos amores,

El dicho doncellicato

Desapareció de allí,

La dicha sin él quedando,

Y el dicho se fué.

Leon.

¿Qué dices

Tantos dichos?

Mart.

Son los tantos

[p. 92]Del juego de los procesos.

Y que en efecto, llorando

Esta confesante...

Leon.

¿Quién?

Mart.

Tú, Leonor; está en el caso:

Esta que declara dijo.

Leon.

¿Quién es ésa?

Mart.

Eres un mármol;

Siempre eres tú.

Leon.

Dí adelante.

Mart.

Confesando ó declarando,

Preguntada si sintió,

Algunos dias pasados,

Bulto ó hinchazon alguna,

Algun antojo ó desmayo,

Respondió que se le habian

Antojado unos gazapos,

Que estaban en un tapiz,

Y en torreznos lampreados,

Los cochinos que guardaba

El hijo pródigo, cuando...

Leon.

Nuestros amos.

Mart.

Echo polvos,

Y dejo el papel doblado.

DON JUAN DE PADILLA Y DOÑA BEATRIZ.

Pad.

Oye aunque no quieras.

Beat.

No quiero escucharte.

Pad.

Pues háblame tú.

[p. 93]Aunque aquí me mates,

Que si tú no quieres,

Mi vida, escucharme,

Yo te quiero oir

Y que tú me hables;

Dime, luz de esta alma,

Cuanto imaginares

En ofensa mia

Con tal que descanses;

Por mi sol te tengo,

No quiero guardarme,

Licencia te doy

Para que me abrases;

Abrasen, Beatriz,

Cuanto no te agrade,

Desde el alma al pecho

Tus ojos suaves;

Pero siendo nobles,

¿Cómo por vengarte,

Con ese capote

Villanos los haces?

¡Ay qué desatinos,

Quererme y matarme!

Malhayan los celos,

Bien hayan las paces.

Beat.

Pues que ya me obligas

Como necia á darte

Gusto en que te riña,

Oye y no te canses,

Verás si fué justo

[p. 94]Que de tí me agravie:

Cuando yo pensaba

Que supe obligarte,

Yo te amé, Padilla,

Como tú lo sabes,

Cuando tú eras pobre,

Pudiendo emplearme,

Yo no digo en hombre

De más noble sangre,

Pero con su gusto

De mi ilustre padre;

Porque en Aragon

Tuvo algun infante

Deseos que fueron

Principios de honrarme;

Fuístete á la guerra,

Y en ausencias tales,

Si mataste moros

Resistí galanes.

No fuiste valiente

Como yo en guardarme,

Que flaqueza y fuerza

Nunca son iguales;

Moras me trujiste,

Tocas y volantes,

De que hice galas

Que me murmurasen;

Cuando allá te herian,

¡Oh qué disparate!

Me sangraba luégo

[p. 95]Pensando igualarte.

En Valladolid,

Cuando tú llegaste,

Puse en contingencia

Mi honor por hablarte;

Don Juan de Aragon

No pudo obligarme,

Siendo caballero

De tan altas partes,

Á que una palabra

Ni áun cortés le hablase,

Cuando me forzó

Mi padre á casarme.

Esto, siendo pobre,

Hice por amarte,

Sufriendo entre golpes

Palabras infames;

Y tú cuando aspiras

Á riquezas grandes

Y alcanzan tus dichas

Mercedes reales,

Hablas á mis ojos,

Por desengañarme,

Mujer que te adora

Y que á mí me mate;

Requiebros la dices

Donde yo escuchase,

Conmigo mentiras,

Con ella verdades;

De suerte que pobre

[p. 96]Riqueza buscaste,

Y rico, hermosura,

Si puedes, bien haces;

Doña Ana de Lara

Merece que ensalces

Agora valido

Lo que en mí deshaces;

Con su hermano Enrique

Tratas amistades,

Con el de Aragon

Engaños y paces;

Decir que se casa

Con doña Ana es darme

Celos con los tuyos,

Pero llegas tarde;

Que aunque yo supiese

Morirme ó matarme,

No tengo de verte,

Ni áun imaginarte,

Que desde hoy, Padilla,

De mi alma sales,

Y si te resistes,

Yo haré que te saquen.

Pad.

Castigo notable es éste

De culpa que no he tenido,

¿Querras, Beatriz, que tu olvido,

Hasta la vida me cueste?

Paciencia el amor me preste

Para sufrir tantos daños,

Nacidos de tus engaños.

[p. 97]Beat.

Para los ojos, don Juan,

Tan difícilmente dan

Las mentiras desengaños.

¿Yo no te vi? pues ¿qué quieres?

¿Yo no te oí? pues ¿qué pides?

Si el agravio al amor mides,

Verás que la culpa eres.

Quejaisos de las mujeres

Todos los hombres, despues

Que vuestra inconstancia es

La que nos da la ocasion.

Pad.

¿Por ventura en Aragon

Tienes mayor interes?

¿Estarás arrepentida

De dejar su gran riqueza?

Beat.

Tu traicion, no tu pobreza,

Don Juan, de tu amor me olvida.

Ser solamente querida

Estimé, no regalada,

Y esta parte remediada

Con las mercedes del Rey,

Era contra toda ley

Olvidar enamorada.

Pad.

Don Juan de Aragon se ha ido,

Ya el pleito, Beatriz, cesó,

Pues á doña Ana le dió

La fe de ser su marido;

Yo propio, mi bien, he sido

El que pidió la licencia,

¿Qué temes ya de su ausencia

[p. 98]Que ofenda nuestra esperanza?

Beat.

El deseo de venganza

Hace al amor resistencia;

Cuando con mi padre viste

Que doña Ana se casaba,

Á quien tan necia te amaba,

Arrepentido volviste.

Agora tambien que fuiste

Por el de Aragon dejado,

Vuelves á mi amor pasado,

De manera que he de ser

Para desprecios mujer,

Y para olvidos sagrado.

No, don Juan, que un firme amor

Tambien se sabe mudar,

Si agravios le dan lugar,

Ó se ha de volver furor;

Que le digas, es mejor,

Á doña Ana estos concetos,

Quizá servirán de efetos,

Con que deje al de Aragon,

Que forzar la condicion

No son remedios discretos.

(Váyanse doña Beatriz y Leonor.)

Pad.

¿Qué sientes de esto, Martin?

Mart.

Que olvidar, señor, es fuerza;

Mas dí, ¿doña Ana se casa?

Pad.

Ó se casa ó se concierta.

Mart.

Luégo ya no irá Leonor

Á referir sus endechas.

[p. 99]Pad.

Yo las haré á mis desdichas,

Si se hicieron para ellas;

No tiene contento el mundo

Cabal.

Mart.

Es una tragedia.

Pad.

Cuando Beatriz me queria,

El Rey no escuchó mis quejas,

Y cuando me hace favor

El Rey, Beatriz me deprecia.

¿Qué haré, Martin?

Mart.

Olvidar.

Pad.

No podré.

Mart.

Fingir siquiera.

Pad.

Ni áun fingir podré.

Mart.

Si harás,

Para que rendida venga;

Todo lo que hace contigo

Son pruebas.

Pad.

¡Qué fuertes pruebas!

Mart.

Leonor me ha dicho que llora.

Pad.

¿Por mí?

Mart.

Por tí.

Pad.

¿Pues qué intenta?

TELLO, con un papel.

Tello.

¿Qué descuidado estás de lo que pasa?

Pad.

No estoy de mis cuidados descuidado,

Tello, que siempre estoy con más cuidado.

Tello.

Toda Valladolid está alterada,

[p. 100]Y tú ignorante en cosa semejante.

Pad.

¿Cuándo dejé de ser tan ignorante?

Tello.

Estos rétulos han amanecido

Por todas las esquinas de las calles,

Mira si es bien que tus agravios calles.

Pad.

¡Por Dios que el de Aragon me desafía

Para la raya suya y de Castilla!

Mart.

Agora has de mostrar que eres Padilla.

Pad.

Basta que al irse puso estos papeles,

No excuso el ir, pero si el Rey se queja,

Más deshonor que el desafío me deja.

Mart.

Pide licencia al Rey para seguirle.

Pad.

Dirán que la pedí para librarme;

Mejor es á perderme aventurarme.

Tello.

No lo hagas, señor, que es grave yerro,

Pues el Rey, que en efeto es rey tan sabio,

No ha de querer tu deshonor y agravio.

Pad.

Pues vamos á cumplir con lo que es justo,

Que no hay más honra, vida, ni más leyes

Que el gusto y la obediencia de los reyes.

(Váyanse.)

EL REY, EL CONDE DE HARO Y DON ÁLVARO.

Alf.

Admirado estoy de vos,

Que en tal edad os caseis.

Álv.

Gran señor, no os admireis,

Que no es flaqueza, por Dios,

Pues todo mi casamiento

Sólo en venganza se funda,

Si dél impedir redunda

[p. 101]Otro injusto pensamiento;

Tal es la desobediencia

De doña Beatriz.

Alf.

¿Qué ha sido

La causa por que ofendido

Estais de su resistencia?

Álv.

El tenerla yo casada

Con don Juan el de Aragon,

Por mandado vuestro.

Alf.

Son

Culpas que no importan nada;

Porque don Juan me engañó,

Y yo me enojé con él,

Y vos fuistes más cruel

De lo que ella os ofendió.

Fuera d’eso, ó se ha partido

Ó se parte, y no es razon

Que tengais en Aragon,

Siendo don Juan su marido,

Una hija que teneis

Y la casa que heredais;

Pero ¿con quién os casais?

Álv.

Bien la prenda conoceis.

Alf.

Si es doña Ana, ya doña Ana

Es del de Aragon mujer.

Álv.

No puede ser.

Alf.

Puede ser,

Y que acierta es cosa llana,

Mejor que en casar con vos,

Dad á Beatriz á Padilla,

[p. 102]Que no hallaréis en Castilla

Hombre más noble, por Dios.

DON JUAN Y MARTIN.

Pad.

Déme los piés vuestra alteza.

Alf.

¿Don Juan?

Pad.

Ya puedo, señor,

Decir que tengo valor,

Si es prueba de la nobleza,

Amor, pleito y desafío;

Desafío me faltaba,

Que pleito ya me sobraba

Despues de tanto amor mio;

Esta noche se han fijado

Estos carteles, señor,

En Valladolid.

Alf.

¿Su autor?

Pad.

Él mismo los ha firmado.

(Lea el Rey.)

Alf.

En la raya de Castilla,

Las armas á su eleccion,

Un mes don Juan de Aragon

Espera á Juan de Padilla.

Pad.

¿Qué decis del valor mio?

Alf.

Que áun no le teneis ganado,

Que no es haberle probado

Que os llamen al desafío.

Pad.

Teneis, gran señor, razon,

Y así con vuestra licencia

[p. 103]Haré luégo diligencia

Para partirme á Aragon.

Alf.

No podeis, en ley de hidalgo

Ni caballero, excusar

El desafío en lugar

Tan seguro.

Pad.

Al punto salgo,

Y mil veces, gran señor,

Os beso por la licencia

Los piés.

Alf.

Siento vuestra ausencia,

Y de vuestro gran valor,

Don Juan, la victoria fio.

Pad.

Que me habeis de honrar espero,

Si es prueba de un caballero

Amor, pleito y desafío.

(Váyase.)

Alf.

Conde.

Cond.

Señor.

Alf.

No he podido

Esta licencia excusar,

Aunque me pesa.

Cond.

Fué dar

Á don Juan lo que es debido

Á un noble por justa ley.

Alf.

El de Aragon me ha enojado,

Habiéndole yo mandado

Lo contrario.

Cond.

Sois su Rey;

Pero dirá que el amor

[p. 104]Ó el honor le dan disculpa.

Alf.

No le reservan de culpa,

Conde, el amor ni el honor;

Que no sacase la espada

Le mandé; si no es partido,

Prendelde.

Álv.

Si has concedido

Con voluntad declarada

Al de Padilla el salir,

¿Cómo pones en prision

Al de Aragon?

Alf.

La ocasion

Es muy fácil de advertir;

No cumpliera con su honor

Don Juan, si no se la diera,

Pero, pues al que le espera

Puse pena de traidor,

Puédole agora prender,

Y así volverá á Castilla

Con su honor el de Padilla.

Álv.

¿Quién como tú pudo ser

Árbitro en esta ocasion?

Cond.

¿Si estará en Valladolid?

Alf.

Conde, si es ido partid,

No se os éntre en Aragon.

(Váyanse.)

DON JUAN DE PADILLA Y MARTIN.

Pad.

No pensé que me la diera.

Mart.

¿Cómo pudiera negarla

[p. 105]Si debe estimar tu honor?

Pad.

Tócame escoger las armas,

Y es bien llevarlas de aquí.

Mart.

Elige las que te agradan,

Pues en todas eres diestro.

Pad.

Las de la capa y espada

Son buenas en desafíos,

Que se hacen de hoy á mañana,

Pero en cosas prevenidas,

Y que han de ser en la raya

De Castilla y Aragon,

Mas armas son necesarias.

Mart.

Sí, porque de entrambos reinos,

Yo te aseguro que salgan

Dos mil personas á veros;

No hay caballero en España

Que tenga más opinion

Del encuentro de la lanza,

Que ni cristiano en Castilla,

Ni moro andaluz se alaba

Que la pueda resistir.

Pad.

En ésta llevo fundada

La vitoria.

Mart.

Justamente;

Si bien no es ménos la fama

De don Juan el de Aragon.

Pad.

Despues de aquésta, la espada

Dará fin al desafío.

Mart.

Tú llevas justa esperanza,

Que Dios tu razon ayude.

[p. 106]Basta, señor, que dos damas

Se han apeado de un coche

Y te buscan rebozadas.

Pad.

¿Damas á mí?

Mart.

Y á buen tiempo.

LEONOR y DOÑA BEATRIZ, con mantos.

Pad.

Reinas, descubran las caras,

Que andamos de pesadumbre,

Y puede ser que las traigan

Más traidoras que leales.

Mart.

Bien puestas vienen de faldas,

Pero puede ser que arriba

Cubra el nublado la barba.

(Descúbre cada uno la suya.)

Beat.

¿Dónde de esta suerte vos?

Pad.

¡Señora!

Beat.

Yo soy, ¿qué miras?

Pad.

¿No he de mirar si me admiras,

Lo que no pensé jamas?

Beat.

Bien dices, no pude más,

Porque no hay fuerza de honor

Que se resista al rigor

De una tan breve partida.

Pad.

Quitádome habeis la vida

Con tales muestras de amor;

El partirme aborrecido

Por más ventura tuviera,

Pues es cierto que venciera

[p. 107]Quejoso de vuestro olvido;

La dicha de ser querido

Dará vitoria al contrario,

Y así fuera necesario

Partir en desgracia vuestra.

Beat.

Ésta, si bien de amor muestra,

Es ira del tiempo vário;

Forzando mi voluntad,

Don Juan, á verte he venido,

Si bien confieso que ha sido

Más locura que lealtad;

Pero tratando verdad,

Que lo demas es mentira,

Amor que te adora aspira

Á que entiendas, de qué suerte

Cuando he llegado á perderte,

Se trueca en piedad la ira.

Bien pudieron mis recelos,

De mis ojos dividirte,

Pero llegando á partirte,

Venció mi amor á mis celos.

Pad.

No lloreis, hermosos cielos,

Que me doblais los enojos,

Ó contadme por despojos

Del de Aragon, si llorais,

Mirad que muerte me dais,

Y le dais vida, mis ojos.

Beat.

Si no me llevas contigo,

Ya que es fuerza tu partida,

Hoy será el fin de mi vida.

[p. 108]Pad.

Si yo te llevo conmigo,

Doy por muerto á mi enemigo,

Pues le puedes abrasar

Solamente con mirar;

Pero no quieran los cielos

Que le mates con mis celos,

Pudiéndole yo matar.

Mart.

Cesa, Leonor, de sentir

Mi ausencia, por amor mio.

Leon.

Si sales al desafío,

Yo me tengo de morir.

Mart.

¿Puedo dejar de salir,

Donde sale mi señor?

Leon.

¿Y has de reñir?

Mart.

Sí, Leonor,

Que ya me ha desafiado

Del de Aragon un criado.

Leon.

Desmayaréme de amor;

Pero mientes, que yo sé

Que los dos solos serán.

Mart.

Yo he de ayudar á don Juan

Por justa lealtad y fe.

Leon.

Guárdate que no te dé

El caballo alguna coz,

Que herido estarás feroz.

Mart.

Basta que das en pensar

Que yo no he de pelear.

Leon.

Baja, mis ojos, la voz.

Pad.

Señora, en el ir conmigo

Hay grande dificultad.

[p. 109]Beat.

Si amor es facilidad,

Yo la tengo en ir contigo.

Pad.

Pues ¿cómo irás?

Beat.

Yo te digo,

Que no me falte ocasion.

Pad.

Ea, vamos á Aragon.

Beat.

Si una vez llega á querer,

¿Cuándo ha faltado á mujer

Para su gusto invencion?

Pad.

Martin.

Mart.

Señor.

Pad.

Mi partida

Apresta con brevedad.

Mart.

Ya no habrá dificultad,

Como Beatriz no te impida.

Pad.

Si la llevo, ¡ay de la vida

De don Juan!

Mart.

¡Qué dos espadas!

Pad.

Vén, pues de venir te agradas.

Beat.

Si voy, yo le mataré.

Pad.

Sí harás, mas dirá que fué

Con armas aventajadas.

(Váyanse.)

EL CONDE DE HARO, DON PEDRO y DON ENRIQUE, traen preso á DON JUAN DE ARAGON, con quien viene DOÑA ANA, disfrazada.

Conde.

Habeis de perdonarme,

Que fué mandado de su alteza.

Arag.

Creo

[p. 110]Que no podrá culparme

Quien sabe qué es honor.

Conde.

Mi buen deseo

Teneis tan conocido,

Que pienso que estaréis agradecido.

Ped.

Nadie como su alteza

Sabe lo que es honor de un caballero,

Fiad de su grandeza,

Que no os impida el castellano fuero

Si viere que hay agravio.

Arag.

Así lo espero yo de un rey tan sabio.

Enr.

¿Y á mí por qué me prende

Su alteza?

Conde.

Porque vais á compañarle.

Enr.

¿Pues esto en qué le ofende?

Conde.

Esa razon podeis agora darle,

Porque en tales sucesos

Es bien que áun los criados vengan presos.

DON JUAN DE PADILLA, MARTIN, de camino, y DOÑA BEATRIZ, disfrazada.

Mart.

En palacio han entrado.

Beat.

Y yo digo que el Conde le traia

Preso.

Mart.

El Rey lo ha mandado,

Por excusar alguna alevosía,

Pues era cierto el daño

De hacerte en el camino algun engaño.

Pad.

En tales caballeros,

[p. 111]Necio, no puede haber engaño ó fuerza,

Y él por los mismos fueros

De entrambos reinos la batalla esfuerza

De aqueste desafío.

Beat.

Parece que le impide el amor mio.

Pad.

Hasta ver lo que es esto

No me podré partir.

Mart.

Ya se partia

El de Aragon dispuesto

Á la batalla que contigo hacia,

Cuando llegó el de Haro.

Pad.

¿Si le quieren prender?

Mart.

Pues ¿no está claro?

Pad.

No, que me dió licencia.

Beat.

No disputeis de este milagro agora,

Que amor, en competencia

De mi temor, le ha hecho.

Pad.

Pues, señora,

¿Temeis que me venciera?

Beat.

Don Juan, si yo no amára no temiera.

DON ÁLVARO Y EL REY.

Álv.

Ya el Conde le trujo preso,

Que en Valladolid estaba

Previniendo la partida.

Alf.

Conde.

Cond.

Entre lanzas y espadas

Hallé á don Juan de Aragon

Y á don Enrique de Lara,

[p. 112]Con las postas á la puerta.

Arag.

Dicen que prenderme mandas;

Tu gusto es ley, pero yo,

Gran señor, no hallo causa

De ofensa en mi obligacion.

Alf.

Don Juan, quien de hacerlas trata,

Siempre alaba su inocencia

Y disculpa su arrogancia,

Que amor os diese ocasion

Al pleito, ya tiene tanta,

Que no os quiero poner culpa

Si en ley de amistad se engaña;

Pero á vos y al de Padilla,

Mandé no tomar las armas,

Pena de traicion; decid

Si tiene el prenderos causa,

Pues le habeis desafiado

Públicamente á la raya

De Castilla y Aragon,

Amaneciendo en las plazas

De toda Valladolid,

Siendo vos el que le agravia,

Carteles contra don Juan.

Arag.

Señor, cuando yo tomára

Las armas sin ocasion,

Mereciera tu desgracia,

La que tuve cuando fuese

Obligacion sabré darla,

Pues aunque en ausencia sean,

Son agravios las palabras,

[p. 113]Tú mandaste al de Padilla

Y á mí, no sacar las armas

Miéntras que durára el pleito,

Y así miéntras él duraba

Se cumplió tu mandamiento,

Luego la disculpa es clara,

Y que es justo el desafío,

Conforme el fuero de España.

Alf.

¿Cómo sabré yo que el pleito

Se acabó?

Arag.

Porque doña Ana

Es mi mujer, que no quiero,

Con desprecios y mudanzas,

Apelar de la sentencia.

Álv.

Señor, la disculpa es llana,

Y aunque yo quejarme puedo

De que doña Ana me agravia,

Ella sabe que eran burlas,

Entre los dos concertadas,

Por dar pesar á Beatriz.

Alf.

Para que yo no quedára

Con sospecha en las disculpas,

Que á veces sin parte engañan,

Quisiera que el de Padilla

Á conferirlas se hallára;

Pero pidióme licencia,

Y partióse esta mañana

Á la raya de Aragon.

Mart.

Llega, ¿de qué te acobardas?

Pad.

Déme su alteza los piés.

[p. 114]Alf.

¿Es don Juan?

Pad.

Cuando tomaba

Postas con licencia tuya

En defensa de mi fama,

Un caballero me dijo

Que el Conde de Haro llevaba

Preso á don Juan de Aragon;

Pues si tú prenderle mandas,

¿Cómo me mandas á mí

Que al desafío me parta?

¿Con quién le tengo de hacer?

Alf.

Mandéle que no sacára

Las armas durando el pleito

Que de su prision fué causa,

Dice que ya se acabó

Y se casa con doña Ana,

Con que yo estoy satisfecho.

Á lo que de vos se agravia,

Vos podeis satisfacer,

Que á su noble sangre y casa

Debeis dar satisfaccion.

Arag.

Palabras de ausencia engañan,

Diga don Juan si las dijo.

Pad.

Hombres como yo no hablan

De sus enemigos mal,

Que es propio de gente baja.

Alf.

Basta, don Juan de Padilla,

Que yo tomo en mi palabra

Real, el honor de entrambos;

Y á vos, porque entienda España

[p. 115]Que salis del desafío

Como es justo y en mi gracia,

Os doy título de Conde.

Pad.

Yo os beso por merced tanta

Los piés; pero si merezco

Vuestra gracia y hoy se acaban

Las enemistades nuestras,

Dalde á don Juan, pues se casa

Con mi prima, gran señor,

El título que me daban

Esas manos generosas.

Alf.

Yo se le doy si doña Ana

En el casamiento viene;

Traed, Enrique de Lara,

Á vuestra hermana.

Enr.

Yo voy.

Ana.

No vais, que aquí esta doña Ana

Y se tiene por dichosa.

Alf.

Don Álvaro, sólo falta

Que dejeis ya la porfía.

Álv.

Lo que vuestra alteza manda

Es justo, voy por Beatriz.

Beat.

No vais, que en esta jornada

Acompañaba á don Juan.

Mart.

Leonor, pues todos se casan,

Dame esa mano amorosa,

Y advierte que no sea falsa,

Aunque sabes jurar falso.

Leon.

¿Enséñasme y dasme vaya?

Alf.

Daos las manos y los brazos.

[p. 116]Pad.

Aquí, senado, se acaban

Amor, pleito y desafío,

Si perdonais nuestras faltas.

Laus Deo et V. M. inmaculatæ Concep.

En Madrid, á 23 de Noviembre de 1621.

Lope de Vega Carpio.

[p. 117]Véala Pedro de Vargas Machuca.==Hay una rúbrica.

Pocas veces tienen las comedias de Lope de Vega Carpio qué advertir, porque lo es él tanto en sus escritos, que no deja en qué reparar, y en esta de Amor, pleito y desafío, ha mostrado su ingenio y atencion.

Madrid, 14 de Enero de 1629.==Pedro de Vargas Machuca.==Puédese representar.==Hay una rúbrica.

Adorno de fin de capítulo

[p. 119]

Facsímil de documento

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[p. 121]

AMOR CON VISTA.


[p. 122]

PERSONAS.

EL CONDE OTAVIO.

CÉSAR.

EL CONDE FABRICIO, padre de Fénis.

EL VIREY DE NÁPOLES.

JULIO.

LEONARDO.

UN CAPITAN.

CELIA.

LISENA.

FÉNIS.

FLORA, criada.

TOMÉ, criado.

ALBANO, criado.


[p. 123]

Adorno de principio de capítulo

AMOR CON VISTA.


ACTO PRIMERO.

CELIA Y LISENA, damas.

Cel.

Escribióme que partia,

Ya no es posible tardar.

Lis.

Lo que tanto ha de durar

¿Sientes esperar un dia?

Cel.

No es la pena que resisto

Amor en todo rigor,

Porque nadie tiene amor

Á las cosas que no ha visto.

Lis.

Engéndrase amor del ver,

Tambien del imaginar,

Y quien se piensa casar

Ya sabe que ha de querer.

[p. 124]Cel.

Deseos de ver me dan

Si á la verdad corresponde,

Como me han pintado al Conde

Tan gentil hombre y galan.

Lis.

¿Quién duda que será ansí

Y que no te han engañado?

Cel.

Sin los ojos me he casado,

Quejosos están de mí,

Que por no tener enojos

Con lo que se ha de querer,

Les da el alma su poder

En causa propia á los ojos;

Que ellos los primeros son

En tanto que el bien se alcanza,

Los que van con la esperanza

Á tomar la posesion;

Mas cuando no me contente,

Yo te aseguro de ser,

Sólo en mudarme mujer,

Y no suya eternamente.

Lis.

La dicha, Celia, no estriba,

De una mujer, en que sea

Lindo el hombre en quien se emplea

Para que contenta viva;

Un discreto entendimiento

Y una dulce condicion,

Partes principales son

De un dichoso casamiento;

Ruega que las tenga el dueño

Que esperas, para que seas

[p. 125]Dichosa si en él te empleas.

Cel.

En esta jornada empeño

No más que haberlo tratado,

Aquí el Conde ha de venir

Y en ese cuarto vivir

Que le tengo aderezado;

Supliquéle que viniese

Solo y secreto.

Lis.

Y es justo,

Porque no siendo á tu gusto,

Como se vino se fuese;

Que á los que te han deseado

En Nápoles, no has de dar

Ocasion de murmurar,

Celia, el no haberte casado.

Y áun tuviera por mejor

Que no viviera en tu casa,

Que si despues no se casa,

No queda tan bien tu honor.

Cel.

Si él viene aquí disfrazado,

¿Quién ha de saber quién es?

Lis.

La pretension del Marqués,

Que dos años te ha mirado.

FLORA.

Flora.

No pido albricias, pues ya

Sabrás que el Conde ha venido,

Con decir que albricias pido.

Cel.

¿Venido?

[p. 126]Flora.

Á la puerta está.

Cel.

Confieso que me he turbado;

¿Mucha gente?

Flora.

Sólo un hombre.

Cel.

¿Y él qué traza?

Flora.

Gentil hombre

Y á lo virote emplumado;

¿Ha de subir luégo aquí,

Ó en su cuarto se ha de entrar?

Cel.

Eso le has de preguntar,

Flora, al Conde, que no á mí.

EL CONDE OTAVIO, TOMÉ, criado.

Otav.

Aunque atrevimiento sea,

Que claro está que lo es,

Turbado pido los piés

Que toda un alma desea;

Mal dije en haber pensado

Que turbado y necio estoy,

Si en entrambas cosas doy

Indicios de desposado,

Porque en el concierto nuestro

Es atrevimiento injusto,

No sabiendo vuestro gusto

Presumir del ser tan vuestro.

Mas como breve ocasion

No da lugar al consejo,

Cuanto callo y siento dejo,

Celia, á vuestra discrecion;

[p. 127]Que el estar necio y turbado

Justa disculpa ha tenido,

De mí, por recien venido,

Y de vos, por desposado;

Con esto quiero rendirme,

Que no es razon perdonarme,

Ni á mí por necio alargarme,

Ni á vos por turbado oirme.

Cel.

Entrambas cosas creyera

Trasladábades de mí,

Si lo que habeis dicho aquí

Esas dos faltas tuviera;

Vos seais muy bien venido,

Que con este desengaño

No podia llamarse á engaño

Ni la vista ni el oido.

Hable vuestra señoría

Á mi prima.

Otav.

Deslumbrado

Del sol, podré disculpado

Deciros que no la via;

No tengo qué os ofrecer,

Pedid de mi voluntad,

Á mi dueño la mitad,

Que la dí en llegando á ver.

Lis.

Quitársela no es razon

Á quien tan bien la merece,

Lo que la mia os ofrece

Es deuda y obligacion;

Que en fin, ya sabeis mi nombre,

[p. 128]Y cómo ménos turbada,

Pues no soy la desposada,

Digo que sois gentil hombre.

Otav.

Bésoos las manos, que ya

Con ese crédito puedo

Perder á mi dueño el miedo,

Que atenta mirando está

Las faltas que vos no veis,

Como no soy para vos.

Cel.

Si os hablais ansí los dos,

Que me turbe escusaréis,

Pero si no estais cansado

Entrad donde esteis mejor.

Otav.

En viendo vuestro valor

Descansé de mi cuidado.

(Con reverencia se entren los tres.)

TOMÉ, FLORA.

Tomé.

Detenga vuesa merced

El chapin por cortesía,

Si merece mi osadía

Locutorio por la red;

Y aunque no me ha preguntado

Quién soy, ni á lo que he venido,

Puesto que habrá presumido

Que soy del Conde criado,

Si el Conde se ha de llamar

Viniendo aquí de secreto,

Sepa que es al mismo efeto

[p. 129]Esto en que la quiero hablar.

Flora.

Atenta á la cara estoy

Más que al libre razonado.

Tomé.

¿Si la tengo de criado?

Pensó bien, el mismo soy.

Flora.

¿Qué me quiere, finalmente?

Tomé.

¿Esta ropa que he traido,

Tiene lugar conocido

Donde estar seguramente,

Ó ha de alojarse en posada?

Flora.

Si sabe que ésta ha de ser

La que el Conde ha de tener,

¿No es la pregunta excusada?

Aposento se le ha hecho

Que el Rey le puede ocupar.

Tomé.

¿Y al alma qué le han de dar?

Flora.

Daránle de Celia el pecho.

Tomé.

¿Hallaré yo quien me dé

Algun aposento á mí?

Flora.

Para que le sirva sí,

Y cerca del Conde esté.

Tomé.

¿Y para la voluntad?

Flora.

¿Tan presto quiere aposento?

Tomé.

Soy frágil, y luégo intento

No padecer soledad.

Flora.

¿El nombre?

Tomé.

Tomé.

Flora.

Buen nombre.

Tomé.

¿El suyo?

Flora.

Flora.

[p. 130]Tomé.

Convienes,

Flor, con el nombre que tienes.

Flora.

¿Es burla?

Tomé.

Dichoso el hombre

Que tuviera en su jardin...

Flora.

No lo digas; estas llaves

Son del cuarto.

Tomé.

¡Qué suaves

Ojos! hoy serás mi fin.

Flora.

Pon la ropa en él, y adios,

Y mira que desde aquí

Corre esa hacienda por tí.

Tomé.

¿Cuándo hablarémos los dos?

Flora.

Advierte lo que te digo

Y deja burlas.

Tomé.

Sí haré.

(Flora se entre.)

OTAVIO.

Otav.

Contento vengo, Tomé.

Tomé.

Del que tienes soy testigo,

Despues que vi la Condesa.

Otav.

¿No te ha parecido hermosa?

Tomé.

Cual suele salir la rosa

De su verde cárcel presa,

Ó la azucena esmaltada

De rayos de oro en marfil.

Otav.

Por mi vida que es gentil

Y digna de ser amada.

[p. 131]Tomé.

¿Cómo te va de deseo?

Otav.

Aunque he visto su valor,

En la cartilla de amor

Las primeras letras leo;

Quiérola, no hay qué tratar,

Es buena para mujer,

Y aunque es acabar de ver

Comenzar á desear,

No me ha sucedido ansí.

Tomé.

Tanto habrás imaginado,

Que es ménos lo que has hallado;

Las llaves me han dado aquí

Del aposento en que estés.

Otav.

Pienso que será excusado,

Que Celia á entender me ha dado

Que su pensamiento es

Que nos desposemos luégo.

Tomé.

¿Tan bien le pareces?

Otav.

Tanto,

Que de permitir me espanto

Que un hora tenga sosiego;

En obedecerla estoy,

Que aunque no estoy muy perdido,

Para amores de marido

Bastantes indicios doy,

Pero al fin el yugo es grave.

Tomé.

Agora debes de estar

Como quien mira la mar,

Cuando ha de entrar en la nave.

Yo imagino el casamiento

[p. 132]Como si ella se secase,

Y en las arenas dejase

Los hijos de su elemento,

Que como allí se verian

Tantas formas de pescados,

Se verian los cuidados

Que los casamientos crian;

Enojos, impertinencias,

Gastos, hijos, condiciones,

Celos, iras y áun traiciones,

Si se descuidan, ausencias;

Pero como se verian

Tambien perlas y corales

Y otros diversos metales

Que ó se pierden ó se crian,

Así se miran tambien,

Acertado un casamiento,

La honra, el gusto, el contento

Y el fin para el sumo bien.

FÉNIS, dama, huyendo.

Fén.

Si le corre obligacion

Á un hombre por hombre, el ser

Amparo de una mujer,

Aquí teneis la ocasion;

Caballero pareceis,

Confirmaldo en ampararme.

Otav.

No acierto á determinarme,

Tal confusion me poneis.

[p. 133]Fén.

Mirad que me han de matar,

Si no me escondeis.

Otav.

Tomé,

¿Qué haré?

Tomé.

Qué lindo qué haré;

Conmigo podeis entrar,

Que aquí hay aposento y llave

Donde segura estaréis.

Fén.

Alma y vida me daréis.

(Éntrense.)

Otav.

La mujer es bella y grave,

Algun suceso habrá sido

Entre honor y amor causado,

Ejemplos de desdichado

En vísperas de marido;

Mal principio, triste agüero,

Desdichas son prevenidas.

EL CONDE FABRICIO, viejo, con la espada desnuda.

Fabr.

Quitaréle dos mil vidas.

¿Habeis visto, caballero,

Una mujer por aquí?

Otav.

En este punto llegó

Una silla en que se entró,

Si es la mujer que yo vi;

Y no la sigais, que lleva

Cuatro valientes soldados.

Fabr.

¿Qué se cansan mis cuidados?

Aquí la traicion se prueba,

[p. 134]Todo estaba prevenido,

Silla y soldados de guarda;

¿Qué es lo que mi honor aguarda?

Traicion de Leonardo ha sido,

Á su casa voy, ¡ah cielos!

(Váyase.)

Otav.

Qué bien despachado va

Si es marido; sí será,

Que hablaba en traicion y celos.

CÉSAR Y ALBANO, criado.

Cés.

¡Qué tarde me has avisado!

Alb.

Por detener á Fabricio.

Cés.

Fué de poco seso indicio

El haberla amenazado.

Alb.

¿Qué llamas amenazar?

Y áun ejecutar su muerte.

Cés.

¡Que pudo salir de suerte

Que no la viese pasar

Estando esperando enfrente!

Alb.

Ya te he dicho cuanto pasa.

Cés.

¿Si se entró en alguna casa?

Otav.

Este es galan ó pariente.

Alb.

De Celia á la puerta está

Un gallardo forastero.

Cés.

¿Habeis visto, caballero,

Un hombre mayor que va

Desnuda la espada?

Otav.

Aquí

[p. 135]Sin color me preguntó

Por una mujer, y yo

Que la vi, le respondí,

Entrar en una bordada

Silla que dos turcos llevan,

Pero es error que se atrevan

Bríos de la edad pasada,

Á un caballero que allí

Ella Leonardo llamó,

Por cuyos brazos entró

Adonde os digo.

Cés.

¡Ay de mí!

Otav.

Porque lleva seis soldados,

Y áun españoles parecen.

Cés.

Aquí con mi honor fenecen

Mis amorosos cuidados,

De los dos concierto ha sido,

No tuve celos en vano.

Otav.

Aquel caballero anciano

¿Es su padre ó su marido?

Cés.

Su padre, que locamente

Por amenazarla dió

La causa, que la obligó

Á que su deshonra intente.

Otav.

¿Quién es?

Cés.

El conde Fabricio.

Otav.

¡Que es mujer tan principal!

Y este Leonardo, ¿es su igual?

Cés.

Llevársela no es indicio,

Vos, ¿quién sois?

[p. 136]Otav.

Un caballero

Milanés que en este punto

Llegó á Nápoles.

Cés.

Pregunto,

Haciendo salva primero

Al secreto y cortesía,

¿Sois el conde Otavio?

Otav.

Soy

Quien comienza desde hoy

Esta empresa ajena ó mia.

Cés.

El daros satisfaccion

Me toca de aquesta dama

Por mi honor y por su fama,

Pero no en esta ocasion,

Dadme licencia que luégo

Os vuelva á ver.

Otav.

Id con Dios.

(Váyanse.)

TOMÉ.

Tomé.

Aguardaba que estos dos

Se fuesen; muriendo llego

De risa por una parte,

Y por otra de pesar.

Otav.

No te acabaste de entrar,

Tanto que áun pudo toparte

Cuando el padre de esa dama,

Que nos ha pedido ayuda,

Vino, la espada desnuda,

Para defender su fama.

[p. 137]Díjele que la llevó

En una silla un galan,

Y que seis soldados van

En su escolta, y lo creyó,

Diciendo traicion ha sido

De Leonardo, y fuése airado;

Tras esto, el más agraviado

Si pensó ser su marido,

Y como viste gallardo,

Vino y de la misma suerte

Fuego por los ojos vierte

En busca del tal Leonardo,

Que seguro de su ofensa,

No sabrá qué responder;

¿Qué has hecho desta mujer?

Y ella ¿qué dice ó qué piensa?

Porque, vive Dios, que ha sido

Defenderla necio error,

Porque son cosas de honor

Donde hay padre y hay marido.

Tomé.

Señor, si tan cierto sabes

Que es aquesta noble dama

Hija del conde Fabricio,

¿Por qué te pesa de darla

Favor en esta ocasion?

Que un padre injusto la casa

Contra su gusto. ¿Es delito

Huir la desnuda espada

De un hombre que con la ira,

Cerca estuvo de matarla?

[p. 138]Y á tí, porque la defiendas,

¿Puede resultarte infamia?

Otav.

Nunca te he visto tan necio.

¿Parécete que es ganancia

Dar á Celia pesadumbre

Por esconderla en su casa,

Y á su padre y su galan

Para que se ofendan causa?

Que bien dicen, que ninguno

Sabe, cuando se levanta,

En qué ha de acabar el dia,

Porque ¿quién imaginára

Lo que nos ha sucedido?

Tomé.

Señor, tú puedes dejarla

Por los respetos que dices,

Puesto que es cosa inhumana;

Pero yo, si dos mil vidas

Me cuesta, no he de entregarla

Al tirano que la fuerza.

Otav.

Necio, ¿qué furor te engaña?

¿No es locura que á su padre

Escondas, sin irte nada,

Una mujer principal?

Tomé.

Yo sé que me disculpáras

Si la habláras ó la vieras.

Otav.

Si la viera, ó si la hablára,

La aconsejára su honor.

Tomé.

¡Ah señor! que en nuestras almas

Tiene gran juridicion

La hermosura en la desgracia;

[p. 139]Aquel mero mixto imperio

Que tiene una hermosa cara

Bañada en líquido aljófar

Sobre dos rosas de nácar,

¿Á qué bárbaro no rinde

De la más desierta Arabia?

¿Á qué fiera donde el Nilo

Las siete bocas desagua?

Parece que á las mujeres

Dió naturaleza sábia

Horca y cuchillo en los ojos,

Y más si lloran con gracia.

Si vieras tú como yo,

Dos estrellas animadas

Llover perlas en claveles

Por dos caminos de plata,

Si vieras entre suspiros,

Que con una mano blanca

Limpiaba soles un lienzo,

Que el dolor bañaba en agua,

Si vieras unos cabellos

Que descompuestos bajaban

Á servir de celosías,

Porque dos niñas se bañan,

Y que entre aquestos efetos,

Formaba tiernas palabras

El instrumento más dulce

De las acciones humanas,

Diciendo: ¡Ay padre cruel!

¿Por qué me fuerzas y casas

[p. 140]Con un hombre que aborrezo?

¿Qué dijeras, qué intentáras?

No es hombre quien esto sufre,

Aspid de la Scitia helada

Anima su ingrato pecho,

Pues que la deuda no paga

Á las mujeres debida,

Desde las primeras fajas,

Desde la primera cuna,

Y áun ántes que el hombre salga

Á la luz del sol, que allí

Como víbora los mata,

Con achaques, con antojos,

Y áun con la vida.

Otav.

No hagas

En su defensa, Tomé,

Conmigo oracion tan larga;

No tienen hombre en el mundo,

Que como yo satisfaga

La deuda á los nueve meses,

Pero en la presente causa,

¿Qué puedo yo hacer por ella?

Tomé.

Sólo hablarla y consolarla,

Ya que se valió de tí,

Que ella te dará la traza

Como tú la favorezcas.

Otav.

¿Á dónde está?

Tomé.

En esta sala.

Otav.

¿Viéronla entrar?

Tomé.

Fué ventura,

[p. 141]Que en corredor ni ventana

No estaba persona entónces.

Otav.

Abre, y pon luégo la aldaba.

FÉNIS.

Fén.

Si donde la belleza

Del exterior ornato y compostura

Confirma la nobleza,

Y las obligaciones asegura

De un noble caballero,

De vuestros piés favorecerme quiero.

Otav.

Tened, tened, señora.

Fén.

No juzgueis mi desgracia á culpa mia,

Pues oyéndome agora,

Culparéis de un tirano la porfía,

Cuyo acero desnudo,

Si no fuera por vos, matarme pudo.

Pensaréis que ha nacido

De ser liviana yo, la inobediencia

De que estará ofendido,

Pues sabed que es valor mi resistencia,

Y una virtud causada

Del mismo honor á que nací obligada.

Es el conde Fabricio

Mi padre, de alta sangre y de alto nombre;

Mas como el buen juïcio

Y la virtud hagan perfecto al hombre,

Entre gente que sabe

No hay alto nacimiento que se alabe

[p. 142]Dos nobles caballeros

Me han pretendido, en sangre y renta iguales;

Pero satisfaceros

Puedo segura yo que con ser tales,

Ninguno me ha inclinado

Á ser oido, cuanto más amado.

César llaman al uno,

Leonardo al otro; el César con el nombre

No sufre igual ninguno,

En el valor, en rico y gentil hombre;

Pero no le ha valido

Para ser á Leonardo preferido.

Pidiéndome arrogante,

Mi padre concertó mi casamiento,

Leonardo al mismo instante

Le declaró tambien su pensamiento,

Con que dudoso el viejo,

Si no la voluntad, mudó consejo.

César en esto airado,

Por quitar á Leonardo la esperanza,

Libre y desatinado,

Dijo, mintiendo extraña confianza,

Entre algunos señores,

Que tenía de mí falsos favores;

Y Leonardo presente

Á la conversacion de cierto dia,

Se alabó libremente

De que por prendas de mi amor tenía

Lo que puede la boca

Permitir de licencia al que la toca.

[p. 143]La honestidad consiste

En resistir los labios una dama,

Que si no los resiste,

Para su infamia abrió los de la fama;

Porque quien los entrega,

Confiesa más que con la lengua niega.

Melindre no os parezca

Que mis labios sintiesen sus agravios,

Que no es bien que merezca

La puerta del amor, que son los labios,

Quien ántes de tenellos,

Tan necio se alabó de merecellos.

Esta loca mentira

Me dijo visitándome Leonardo,

Para moverme á ira,

Y desde entónces esta afrenta guardo,

De suerte en mi sentido,

Que le aborrezco cuando no le olvido.

Mi padre, que debiera

Por la misma razon tenerle en poco,

En darme persevera

Á un hombre para mí tan necio y loco,

Que hoy quiere, hoy dice, hoy jura

Que tengo de firmalle la escritura.

Nuestros deudos se juntan,

Aunque él estaba ausente y recatado,

Luégo por mí preguntan,

Yo salgo, y miro con el rostro airado

Á mi padre, al notario,

Cual bravo con la espada á su contrario,

[p. 144]Tomo la pluma, escribo,

Al tiempo de otorgalla, que no quiero,

Ni admito, ni recibo

Á César por marido, y con severo

Rostro en la escrita suma,

Á espaldas vueltas arrojé la pluma.

No suele así cometa

Pasar resplandeciendo por el viento,

Y por senda imperfeta,

Correr para morir fuego violento,

Que yo partí encendida

De los agravios de que estoy corrida;

En leyendo lo escrito

Saca mi padre contra mí la espada,

La puerta solicito,

Todos le tienen, y salí turbada,

Donde me hubiera muerto,

Si no fuérades vos mi dulce puerto;

Á cuyos piés os ruego

Que miéntras pasa del rigor la furia

No permitais que ciego

Intente hacerme tan notable injuria,

Que como el alma os muestra,

Miéntras tuviere vida seré vuestra.

Tomé.

¡Vive Dios que me ha cogido!

Gusto de señora tienes,

Que yo esperaba un romance,

Y en verso grave procedes.

Otav.

Vuestra pena, y la ocasion

Me la ha dado de tal suerte,

[p. 145]Aunque otro intento tenía

Ántes, señora, que os viese,

Que determino, y es justo

Ser desde agora obediente

Á cuanto vos me mandeis,

Puesto que la causa es fuerte;

Que no sé qué he visto en vos

De aquello que no se entiende,

Que me ha mandado serviros,

Aunque la vida me cueste.

Yo soy en aquesta casa,

Desde esta mañana, huésped,

Que á tratar un casamiento,

Y que en su nombre concierte,

Por embajador me envia

Cierto amigo, que pretende

Á Celia, desde Milan;

Así porque no tuviese

Más segura voluntad,

En cuantos amigos tiene,

Como porque yo venía

Á negocios diferentes

Á Nápoles con el Duque,

Aquel Giron excelente,

Que de Sicilia ha venido

Habrá, señora, diez meses,

Donde sucedió al marqués

De Villena, su pariente,

Aquel Pacheco famoso,

Que de tan nobles Maestres

[p. 146]De Calatrava y Santiago,

Honor de España, desciende.

Esto quiso que tratase

Con esta dama, de suerte

Que hoy la he visto, y es señora

Que al conde Otavio merece;

Que aquéste es el apellido

Deste caballero ausente,

Soldado de buena fama

En Asti como en Verceli;

Entre el Alpe y Apenino

Caudaloso el Pó desciende,

Donde tiene algunas villas

Que le adoran y obedecen.

No perderá Celia nada

Cuando efetuado quede,

Aunque no me ha parecido,

Por algunos accidentes;

En este cuarto que veis,

Y que con vos se ennoblece

Aunque no lo imaginaba,

Me mandó que me aposente,

Porfié, no aprovechó,

Obedecí y acetéle;

Mi nombre es Cárlos, si acaso

En mi persona os parece

Que hay algo noble, eso soy,

Y para ser vuestro siempre.

Mirad agora qué traza

Dais en el rigor presente,

[p. 147]Que estoy tal de haberos visto,

Que me obliga á que os confiese

Que me pesará en el alma

Con envidia de que llegue

Otro alguno á mereceros.

Si á Celia quereis que os lleve,

Ella hará las amistades

Con vuestro padre y parientes;

Si quereis estar aquí

El tiempo que os pareciere,

Aposentos hay y llaves

Que os aseguren y cierren;

Esto será con secreto,

Porque Tomé solamente

Ha de acudir á serviros.

Tomé.

Y Tomé dice que puede

Entregarle esta alcaidía,

Porque desde Adan deciende

Por línea recta de alcaides,

Y la guardará fielmente,

Porque fué un agüelo suyo

Alcaide de los Donceles;

Que llevarla á Celia agora,

Es notable inconveniente,

Que no vive sin envidia

La hermosura en las mujeres.

Ea, pues, vusiñoría

Escoja aposento y éntre,

Que un huésped en casa honrada

Convidar puede otro huésped,

[p. 148]Y sálgase fuera Cárlos,

Que sólo se le concede

Que pueda ver esta dama

Los miércoles y los viérnes.

Otav.

Señora, Tomé es un loco,

Aquí no hay cosa que os fuerce

Si no es vuestra voluntad.

Fén.

Esa basta.

Otav.

Si lo fuese.

Fén.

No sé lo que puede ser.

Otav.

¿Cómo es vuestro nombre?

Fén.

Fénis.

(Éntrese.)

Otav.

¡Qué bien parecen las cosas

Que con los nombres convienen!

Tomé.

¿Qué quiéres concetear

Deste pájaro celeste

Si lo es de hermosura y gracia,

Y traer en cultos fuelles

Los céfiros orientales,

Con que sus llamas enciende,

Y que en canela y aromas

La purpúrea pluma envuelve

Para volver á nacer?

Otav.

¡Ay Tomé!

Tomé.

Pues bien, ¿qué tienes?

No hay borrico que suspire

En viendo los alcacéres,

Como tú por cualquier hembra.

Otav.

Mucho esta Fénis ofende,

[p. 149]No he visto cosa.

Tomé.

No más.

Otav.

Loco me deja.

Tomé.

Detente.

Otav.

¿Qué haré de Celia?

Tomé.

Casarte.

Otav.

¿Cómo casarme?

Tomé.

Ó volverte.

Otav.

¡Hay tal mudanza!

Tomé.

¿Qué dices?

Otav.

¡Qué confusion!

Tomé.

Ya no puedes

Hacer otra cosa.

Otav.

Calla,

Que el hombre que más entiende,

Adónde amanece sabe,

Pero no dónde anochece.

(Váyanse.)

LEONARDO, FABRICIO Y CÉSAR.

Leon.

Yo no soy hombre á quien hablar se puede

Con esa libertad.

Fabr.

No lo es la mia

Cuando el agravio á la prudencia excede.

Leon.

Para mí lo será vuestra porfía

Si en ese loco engaño persevera.

Cés.

Aquí la fe no estriba en cortesía,

Y hablando cuerdamente, no quisiera

Que el Conde en esto hubiera anticipado

Lo que deciros yo mejor pudiera.

[p. 150]Fabr.

De vos tambien me llamaré agraviado,

César, aunque conozco que es respeto

Á las muestras del tiempo que ha pasado,

Que llegando á poner en justo efeto

Lo que debo á quien soy, no ciño espada

Para que á ajena mano esté sujeto.

Cés.

Yo no respeto vuestra edad pasada,

Mas digo que me toca por la mia,

Como parte en su honor más agraviada.

Leon.

De alguno de los dos saber querria

En qué se funda engaño tan notable

Para satisfacer vuestra porfía.

Cés.

Déme licencia el Conde que yo hable.

Fabr.

Decid, pues todo tiene un mismo intento,

Y un mismo sentimiento inreparable.

Cés.

Yo le pedí, Leonardo, en casamiento

Al Conde, á Fénis, y con más ventura

Que vos sin oponer merecimientos,

El gusto de su parte me asegura,

Y para que quedase concluido,

Hoy habemos firmado la escritura;

No vino en esto Fénis, y sentido

El Conde amenazóla con la espada,

Del desprecio de entrambos ofendido,

La casa, en detenerle alborotada,

No vió salir á Fénis, que á sentilla,

No hubiera sido Troya desdichada,

Pues fué caballo griego cierta silla,

Incendio injusto que su casa espera

Si no puede el peligro reducilla;

[p. 151]No vino sola, puesto que pudiera,

Que con soldados españoles vino,

Que fuera mayor mal si se supiera

La causa de intentar un desatino.

Fénis como este inobediente al Conde,

Aunque no es en el mundo peregrino,

Dicen que sois, y que por vos se esconde,

Conociendo los turcos y criados,

Y que la voz comun señala adónde;

Agora no os admire que agraviados

Vengamos á pediros, como es justo,

Si obliga á caballeros tan honrados,

Excuseis la ocasion deste disgusto

Restituyendo á Fénis, que, en efeto,

No os está bien un caso tan injusto,

Y basta para un hombre tan discreto.

Leon.

Aunque reportado y sabio

Fundasteis vuestra razon,

De la injusta presuncion

Debo formar justo agravio,

Es verdad que yo he servido

Á Fénis, tan desdichado

Que para ser despreciado

Apénas dicha he tenido,

Tambien lo es que la pedí,

Y que el Conde se excusó,

Si de Fénis entendió

Cuán desestimado fuí;

Pues si César es testigo

De aqueste aborrecimiento,

[p. 152]¿Cómo tanto atrevimiento

Pudiera intentar conmigo?

¡Yo silla, yo turcos, yo,

Yo españoles, yo soldados!

De un hombre estais agraviados

Á quien siempre aborreció.

¿De tanto desprecio mio

Tanta ventura se infiere?

Digo que si un hombre hubiere

Que afirme tal desvarío,

Quiero quedar por infame.

Fabr.

¿Y si hay un hombre que os vió?

Leon.

¿Á mí?

Fabr.

Sí.

Leon.

Si fuere yo,

Que lo que he dicho me llame.

Fabr.

Venid conmigo.

Leon.

Yo iré,

Pero no ha de haber traicion,

Que con esa condicion

Solo y sin armas saldré.

Fabr.

¿Será de Celia segura

La casa?

Leon.

Ninguna habrá

Como ella.

Fabr.

Pues allí está.

Leon.

Mi inocencia me asegura.

Fabr.

Necia disculpa.

Cés.

Fingida,

Pero no le ha de valer,

[p. 153]Que á Fénis ha de volver

Ó le ha de costar la vida.

(Váyanse.)

FÉNIS Y EL CONDE OTAVIO.

Fén.

¿Qué crédito os puedo dar,

Cárlos, en tiempo tan breve?

Otav.

El que á sí misma se debe

La que me pudo matar.

Fén.

¿En dos horas puede amar

Un hombre con tal rigor?

Otav.

En años diréis mejor,

Y esta verdad asegura

Que al hacer vuestra hermosura

El cielo, nació mi amor;

Y ántes es muy cierta cosa,

Porque si el cielo sabía,

Como es cierto, que os habia

De hacer, Fénis, tan hermosa,

Mi voluntad amorosa,

Qu’es tan antigua recelo,

Y deste breve desvelo,

Puedo decir con verdad,

Que es amor y voluntad,

Desde que lo supo el cielo.

Luego viene á ser mi amor,

Cuando pensó fabricaros

El cielo, para obligaros

Á la antigüedad mayor;

Mirad si debeis favor

[p. 154]Á quien há tanto que os ama,

Y su dulce dueño os llama,

Pues desde el tiempo que fuistes,

Vos para Fénis nacistes,

Y yo para vuestra llama.

Cuantos siglos han pasado

Desde que pensaba haceros

Tiene mi amor en quereros,

Y me debeis de cuidado,

Y así cuantos han amado

Lo han aprendido de mí,

Que el primer amante fuí,

Pues cuando el cielo pensó

Haceros, amaba yo,

Pues ántes que fuese os vi;

De suerte que me han debido

Su principio los amores,

Y vos los mismos favores

Que si os hubiera servido,

Porque si yo hubiera sido,

Esto que os digo os dijera

En cualquier tiempo que os viera,

Pues es cierto de los dos,

Que ó no naciérades vos,

Ó que yo luégo os quisiera.

Fén.

Si como en burlas hablais

Con esas vanas quimeras,

Hablára el alma de véras,

Que vos decis que me dais,

No dudeis, si lo dudais,

[p. 155]Que estuviera agradecida,

Pero siéntome ofendida

De que finjais voluntad,

Que el amar con libertad

No es de voluntad rendida.

Buscar sutiles caminos

De decir altos concetos,

Bien puede ser de discretos,

Pero no de amantes finos;

Obligar con desatinos,

En las obras suele estar,

No en el estilo de hablar,

Que el más bajo entendimiento

Sabe hallar un pensamiento

Sutil, si quiere engañar.

Cárlos, yo estoy en estado,

Que podré hablaros y veros,

Pero no podré quereros,

Aunque me habeis obligado,

No por ajeno cuidado,

Sino por desdicha mia,

Sólo deciros querria,

Que ya con llana amistad,

Obliga mi voluntad

Vuestra mucha cortesía.

Discreto sois, bien me veis

En las desdichas que estoy,

Soy quien vos sabeis que soy,

Pues ya mis padres sabeis,

Y no porque me ampareis

[p. 156]Os digo, testigo es Dios,

Ni por saber de los dos,

Lo que hacer el tiempo quiere,

Que si algun hombre quisiere

En el mundo, seréis vos.

TOMÉ.

Tomé.

¡Que no le baste al amor

Ser ciego, sino que quiera

Hacerse sordo tambien!

Fén.

¡Ay triste si viene Celia!

Tomé.

¿No habés oido los golpes

Con que nos quiebran la puerta

Padre y marido de Fénis?

Otav.

Retírate como puedas,

Y abre tú.

Tomé.

Voy.

Fén.

¡Cielo santo!

No os parezca inobediencia.

(Éntrase.)

LEONARDO, FABRICIO Y CÉSAR.

Tomé.

Entrad, que aquí está don Cárlos.

Fabr.

Por Dios, señor, que me pesa

De inquietaros.

Otav.

Escribia

Ciertas cartas.

Fabr.

Hablad, César.

[p. 157]Cés.

Mejor es que vos digais

Lo que á la puerta de Celia

Os dijo el señor don Cárlos.

Fabr.

Señor don Cárlos, quisiera

Excusaros este enojo,

Pero por mi honor es fuerza;

¿Hoy no os pregunté si vistes

Una mujer á esta puerta?

Otav.

Es verdad, y respondí

Que dos turcos de librea,

Con seis soldados de escolta,

En una silla la llevan,

Y vos dijistes entónces:

Traicion de Leonardo es ésta.

Cés.

Lo mismo á mí me dijistes.

Leon.

Buena manera de prueba,

Para saber que soy yo

Dueño de tan loca impresa;

Decid, caballero noble,

¿Iba yo entónces con ella?

Otav.

Yo no os he visto en mi vida.

Leon.

¿Pues es razon que se infiera,

Que aborreciéndome Fénis,

Autor deste insulto sea,

Y que digais que la tengo?

¿No era cosa más discreta

Buscarla entre religiosas,

Donde estará con decencia,

Como se ha de presumir

De una señora que deja

[p. 158]Por altiva, ó por su gusto,

El casamiento de César?

Cés.

Dice bien, mucho se ha errado,

Que si luégo se siguiera,

Fuera el reducirla fácil.

Fabr.

Hija indiscreta, ¿qué intentas?

¿Por qué me quitas la vida?

(Vase.)

Cés.

Y á mí el alma, que me llevas

En el desden con que huyes,

Y en el dolor que me dejas;

Tengo yo de ser Apolo

Para pedir que te vuelvan,

Fénis, los dioses, laurel,

Ó como Anaxarte, piedra;

Arrepentido de amarte,

Buscar quisiera las hierbas

De los montes de Tesalia,

Para olvidar tu belleza.

(Vase.)

Leon.

Yo, caballero, no soy

Quien de Fénis se lamenta,

Mas soy quien en tal fortuna

De mi enemigo se venga;

Mirad el estado mio

Por aquella ingrata bella,

Que me alegro de que falte

Para que César la pierda.

(Vase.)

Otav.

Extraño suceso.

[p. 159]Tomé.

Extraño

Si las fábulas le cuentan.

Otav.

¿Dónde está escondida Fénis?

Tomé.

Ese pabellon de tela

Que está en el cuarto aposento,

Es del sol de su belleza

El ocaso en que se ha puesto,

Y la nube que le cerca.

Otav.

La noche baja, Tomé,

Y á Fénis no se le acuerda

Cómo ha de pasar la noche.

Tomé.

Si aquí nos bajan la cena,

De criados y criadas

Será imposible esconderla,

Y si por ventura subes,

Señor, á cenar con Celia,

¿Qué le darémos á Fénis?

Otav.

De la cena se te acuerda,

Y no de toda una noche.

Tomé.

Eso no te cause pena,

Conmigo podrá dormir.

Otav.

¡Qué burlas, Tomé, tan necias

Para tantas confusiones

Como esta noche me esperan!

Nunca la vieran mi ojos,

Nunca, Tomé, te dijera

Que la metieras aquí.

Tomé.

¿Quiéresla bien, bien de véras?

Otav.

¿Verá nadie su hermosura

Sin que por ella se pierda?

[p. 160]Yo aseguro que en el mundo

Sucedió cosa como ésta,

En término de dos horas,

Pues casándome con Celia,

En su misma casa tengo

Por quien el dejarla es fuerza.

Tomé.

Ten ánimo, que á la parte

Del corredor que á esa huerta

Mira, he visto un camarin,

Cifra sutil de Venecia;

De la mitad de tu cama

Haré á Fénis en qué pueda

Pasar esta noche, y cuantas

No sepan sus padres de ella;

Cerraráse por de dentro,

Que aldaba tiene la puerta,

Para que de tí segura,

Si no de sí misma, duerma;

Puesto que siendo quien es,

Aunque sin llave estuviera,

Yo sé que la respetáras

Por no infamar tu nobleza;

Pero en duda, porque amor

Cuando todos duermen vela,

Quitémosle la ocasion.

Otav.

Entro á despedirme della

Para ver á Celia. ¡Ay cielos!

¿Quién pensára que estuviera

La dulce gloria de Fénis

En el infierno de Celia?

Adorno de fin de capítulo

[p. 161]

Adorno de principio de capítulo

ACTO SEGUNDO.

CELIA Y LISENA.

Lis.

Con razon tu dicha alabas,

Pues á la fama responde.

Cel.

¿No es galan, Lisena, el Conde?

Lis.

Como tú le imaginabas,

Que á tus melindres no hubiera,

Con ménos gracia y valor,

Satisfaccion.

Cel.

Fué temor

Que ménos gallardo fuera;

Así suelen engañar

Los casamientos ausentes.

Lis.

No es poco que te contentes.

Cel.

No pudiera imaginar

Mayor dicha que he tenido,

Puesto que el temor no cesa.

Lis.

Cortés estuvo en la mesa,

[p. 162]Gracioso y entretenido.

Cel.

Sí, pero no me miró

Como quien tiene deseo,

Que no le enamoro creo,

Y que vengo á estarlo yo;

Si tuviera bien impresa

Mi voluntad, con mirar,

Más habia de cenar

En mis ojos que en la mesa.

No le veo con cuidado

De enamorado, Lisena,

Que más estuvo en la cena

Inquieto que enamorado:

¿Y cuál hombre con amor

Se despidiera tan presto?

Lis.

El que le tienes te ha puesto

Ese excusado temor,

Que el irse fué cortesía

Por no parecer cansado,

Ni ha de estar enamorado

Y tan perdido en un dia;

Ayer te vió, ¿qué le quieres?

Cel.

Que esa disculpa le des,

Lisena, es justo, despues

Que somos propias mujeres,

Pero no cuando nos miran,

Que es bien que atentos estén,

Miéntras esperando el bien

Con la esperanza suspiran;

No es tan cortés el amor.

[p. 163]Lis.

El irse presto lo es.

Cel.

No le quiero tan cortés,

Más necio fuera mejor;

Luégo que el Conde llegó,

Más atento me miraba,

Para volverse cenaba,

Segun la prisa se dió;

¿Y cuál hombre no me hubiera

Esta mañana enviado,

Por cumplimiento, un recado,

Cuando por amor no fuera?

Lis.

Á un hombre cansado quieres

Poner culpa.

Cel.

Si lo está,

De mí disculpa tendrá.

Lis.

Brava en los principios eres,

No comiences por celosa,

Que desenamoran celos.

FLORA.

Flora.

No han hecho dama los cielos

En casarse más dichosa.

Cel.

¿Qué hay, Flora? ¿está levantado

El Conde?

Flora.

Cuando llamé,

Agua le daba Tomé,

Entré y díle tu recado,

Recibió los buenos dias

Con mucho gusto y placer,

[p. 164]Que sabe muy bien hacer

Amorosas cortesías;

Dije que le suplicabas

De tu gente se sirviese,

Que de que sólo estuviese

Con notable pena estabas:

Respondióme que no habia

De servirle, hasta casarse,

Ninguno, por no obligarse

Despues á descortesía.

Tomó el almuerzo Tomé,

Con tanto me despedí.

Cel.

¿No te preguntó por mí?

Flora.

Eso muy despacio fué,

Y con un grande recado

Del deseo que tenía

De verte.

Cel.

¡Y dormido habia

Hasta las diez descuidado!

Flora.

¿Pues cansado, qué ha de hacer?

Cel.

¿Cómo no ha subido aquí?

Flora.

Por darte lugar ansí

Que te puedas componer,

Que fuera estilo grosero

Usar de esa libertad;

Merece tu voluntad,

Que es un galan caballero,

Bien hablado y entendido.

Cel.

¿Juzgasle tú enamorado?

Flora.

Si al espejo te has mirado,

[p. 165]Ociosa pregunta ha sido;

Las joyas que te ha de dar

Dijo que estaba esperando.

Cel.

Amor le pido, que cuando

Se ama es la mayor amar.

Flora.

Eso yo te lo aseguro,

Y que se muere por tí.

Cel.

¡Que yo trate de esto ansí!

Que me desconozco os juro.

Lis.

En lo justo no hay recato,

Licencia tiene quien ama.

Flora.

Como enfrente de su cama

Está puesto tu retrato,

Díjele yo si quisiera

Tener el original;

Y dijo que dicha igual

Pedir al cielo pudiera.

Cel.

Toma, Flora, aquel vestido

Que hice para la entrada

Del Virey, que ser amada

Deseo.

Flora.

Los piés te pido,

Y cree que lo serás.

Lis.

Perdida, Celia, te veo.

Cel.

Como es honesto el deseo,

Se atreven los ojos más.

(Váyanse.)

[p. 166]CONDE OTAVIO Y TOMÉ.

Otav.

Mala noche he pasado,

Conté las horas, no conté las penas.

Tomé.

¿De un hora enamorado?

Otav.

¿Qué importa si la sangre de las venas

Me abrasa aquel veneno?

Tomé.

Nunca duermo mejor que cuando ceno;

Cenó Fénis muy poco,

Ó fuese por melindre ó por cuidado,

Pero yo, como un loco,

Dejé un capon muy tierno y bien asado

En pura notomía,

Que así lloraba aunque cantar queria.

Cerró la puerta luégo,

Y trató de acostarse.

Otav.

¡Caso extraño

Y laberinto ciego,

Que Fénis sin temer humano engaño

En su casa amanezca,

Y entre dos extranjeros anochezca;

Y yo, que no pensaba

Verla en mi vida, esté como me veo!

Tomé.

Cuando ya se acostaba,

Hácia la puerta me llevó el deseo,

Permitiendo la llave

Entrar la vista á su persona grave.

Iban los alfileres

Quitando los marfiles de las manos,

[p. 167]Que son en las mujeres

Fácil prision de sus adornos vanos,

Porque en los rostros bellos

No hay hermosura como estar sin ellos;

Quitó luégo las joyas,

Ropa y jubon, al fin quedó en manteo,

Que abrasára mil Troyas,

Á no enfrenar respetos el deseo;

Que luégo manifiesta

Honra y valor una mujer honesta.

Bajó de los chapines

Fénis al suelo dos pequeñas basas

De ramos de jazmines,

Áun con estar á solas tan escasas,

Que apénas pude verlas,

Mas vi la honestidad vertiendo perlas,

Porque con el manteo

Hizo una rueda al desatar las cintas,

Y un muro á mi deseo.

Otav.

Agrádame el recato con que pintas

Esta hermosura honesta.

Tomé.

En fin, no sé cuál de las dos se acuesta,

Ó Fénis en la Holanda,

Ó la Holanda en su nieve, pero apénas

Que se sosiegue manda

Aquella blanca imágen de azucenas,

El fugitivo sueño,

Cuando su pena se revela al dueño.

¡Ay, dijo, Fénis triste!

¿Adónde estás sin padres y sin honra?

[p. 168]¿Por dónde me trujiste,

Fortuna, á padecer tanta deshonra?

Quitárasme la vida

Con darme muerte adonde fuí nacida,

Que aqueste caballero,

En sabiendo mis padres este engaño,

Ha de ser lo primero

Matarle á él, y tengo de su daño

Más pena que del mio;

Aquí dos tiernas lágrimas le envio:

Que por la misma llave

Presumieron los ojos que saldrian,

Y que á su pecho grave

Entre las alas de un suspiro irian.

Calló, quizá pensando

Que la estabas entónces escuchando.

Otav.

Ella se ha levantado.

¿Cerraste bien la puerta?

Tomé.

No imagines

Descuido en mi cuidado.

Otav.

Hácia esta cuadra suenan los chapines;

¡Por Dios que sale hermosa!

Tal suele el nácar descubrir la rosa.

FÉNIS.

Fénis.

Buenos dias, si es que yo

Buenos os los puedo dar.

Otav.

Vos los podeis comenzar,

Pues con vos el sol salió,

[p. 169]Y á quien á escuras vivia,

Mirad si darlos podeis,

Pues hasta agora no habeis

Traido á la tierra el dia.

Ya que os habeis levantado,

Parece que habeis traido

Flores en los piés, que ha sido

Volver esta sala en prado.

Daba en aquestos cristales

El sol, y en viéndoos salir

Fuése, porque á competir

No tiene rayos iguales.

Preguntaros cómo habeis

Dormido, no será justo,

Que si el sueño sigue al gusto,

Muchos disgustos teneis,

Y tal el sueño habrá sido;

Pues yo os prometo que yo

No he dormido.

Fén.

¿Por qué no?

Otav.

Porque vos no habeis querido.

Fén.

¿Yo os quito el sueño?

Otav.

¿Pues quién?

Fén.

Pues ya me dais ocasion,

Hablaros claro es razon;

Escuchad.

Otav.

Decis muy bien.

Fén.

¿Podré yo fiarme agora

De un hombre que me ha engañado?

Otav.

¿Yo á vos?

[p. 170]Fén.

Sí, que os he escuchado

Cuanto habeis hablado á Flora;

Que érades Cárlos fingiste,

Siendo vos el conde Otavio.

Otav.

¿Eso teneis por agravio?

Fén.

Mintiendo, agravio me hicistes,

Pero esto no importa nada;

Mas de venir á casaros

Con Celia, no hay disculparos

De haberme dado posada,

Que soy mujer principal

Y tan buena como vos,

Y posar juntos los dos,

Si os está bien, me está mal,

Porque, cuando hubiera sido

Mi desdicha hallarme aquí,

Era gran disculpa en mí

Qu’estaba con mi marido;

Pero, pues no puede ser,

Y á tanto peligro estoy,

Que vuestra mujer no soy

Y que vos teneis mujer,

Mire Tomé si parece

Gente en casa y yo me iré.

Otav.

¿Quereisme escuchar?

Fén.

Sí haré

Qu’el ser quien sois lo merece.

Otav.

Que soy el Conde es verdad,

Y que á Celia vine á ver;

Pero no que es mi mujer,

[p. 171]Que hay mucha dificultad,

Porque en duda si contenta,

Del ver al ejecutar,

Es jornada por la mar

Que suele correr tormenta;

Porque vine disfrazado,

Os dije que Cárlos fuí,

Y si ayer á Celia vi,

¿Cómo puedo estar casado?

Cuando de verla bajé

Os vi á vos, y aunque traia

La imágen que visto habia,

Vuestra mano entónces fué

Como pincel de pintor,

Que lo que otro pintó mal,

Borra con destreza igual

Para pintarlo mejor;

Vos, sobre aquello borrado,

Pintastes una figura,

Que de la misma hermosura

Fué peregrino traslado.

Mirad lo que me debeis,

Pues de lo que entónces vi,

No ha quedado más en mí

Del lienzo en que vos pinteis;

Luégo mudé pensamiento,

Y aquella imaginacion

No mudó la ejecucion,

Sino sólo el casamiento;

En la misma casa ha sido

[p. 172]Donde me vengo á casar,

Ni vos podeis excusar

El ser yo vuestro marido,

Si esto se viene á saber;

De suerte que no hay engaño,

Si al llegar el desengaño

Digo que sois mi mujer.

Fén.

El remedio está dudoso,

Conde, y el peligro cierto,

Que despues de descubierto,

Es mi deshonor forzoso,

Si vos, por la obligacion

De Celia, habeis de dejarme;

Y así es mejor no engañarme,

Que será baja traicion.

Yo me puedo agora ir:

Mira si hay gente, Tomé.

Otav.

Fénis, Fénis, si esta fe,

Si este amor llamais fingir,

¿Cuál ha sido verdadero?

Fén.

Dejadme.

Otav.

Señora, oid,

Que os han de ver advertid,

Mirad que soy caballero

Que sabe su obligacion.

Fén.

Y yo las que tengo sé.

Otav.

Tenla, detenla, Tomé.

Tomé.

Temo que dais ocasion

Para que os sientan en casa.

¿Dónde te vas á perder?

[p. 173]Fén.

Tomé, ¿qué tengo de hacer

Si el conde Otavio se casa?

Tomé.

No casará, vive el cielo.

Otav.

Júralo, Tomé, por mí.

Fén.

Ayer á entrambos os vi,

¿Qué os debo?

Tomé.

Un honesto celo,

Una piedad, un amor,

Una estimacion nacida

De un alma, Fénis, rendida

Á la fe de tu valor;

No pagues mal la posada

Del alma y del camarin,

La cena y cama, que en fin,

Estás por noble obligada;

¿Qué huésped, por vil que sea,

Fénis, se va sin pagar?

Fén.

Tomé, ¿quiéresme dejar?

Tomé.

¿Quieres que Celia te vea?

Mira aquel hombre, por Dios,

Qu’está en los huesos por tí.

Fén.

No pienso quedarme aquí,

Si no me matais los dos.

Tomé.

Plega á Dios, si se casáre

Mi amo, si no es contigo,

Que me mate el más amigo

De quien el alma fiáre;

Mira que de véras juro.

(Llaman.)

Otav.

Que llaman, Tomé.

[p. 174]Tomé.

Señora,

Éntrate siquiera agora,

Que por tu honor lo procuro.

Fén.

Más peligro es hoy tu engaño

Que mis desdichas ayer.

(Éntrese.)

Tomé.

Voy abrir.

Otav.

¿Quién puede ser

Que no pretenda mi daño?

CÉSAR.

Cés.

Desde ayer me prometí

Serviros, aficionado

Á vuestro ingenio y agrado,

Y á lo que hicistes por mí;

Y hoy que de cierto he sabido

Que sois persona tan grave,

Que ya en Nápoles se sabe,

Conde, á lo que habeis venido,

De que os doy el parabien,

Vengo á ofreceros persona,

Casa y vida.

Otav.

Si me abona

Lo que vos decis tan bien,

Y que ya sabeis de mí,

El no me haber descubierto

Me perdonad, que al concierto

Vine disfrazado ansí.

Ya me dicen que teneis

Á Fénis.

[p. 175]Cés.

Engaño ha sido,

Que Fénis no ha parecido.

Otav.

¿Qué decis?

Cés.

Que no penseis

Que soy tan dichoso yo;

Y pues que me habeis hablado

En cosa que me ha costado

La vida que me llevó,

Quiero descansar un poco

Con un hombre tan discreto,

Que quien ama está sujeto

Á hablar siempre como loco,

En la tema que porfía.

Otav.

Desde ayer que un ángel ví,

Os juro que estoy ansí,

Y que sólo hablar querria

En materias amorosas.

Cés.

Teneis razon de querer

Tan bien nacida mujer,

Y de partes tan hermosas.

Otav.

Perdido estoy como vos.

Cés.

Sí, pero más bien pagado,

Oid, Conde, mi cuidado:

Hija del conde Fabricio,

Otavio, es la bella Fénis,

Que sin conceptos del nombre,

Serlo de hermosura puede;

Si vos la hubiérades visto,

Fuera alabanza más breve,

Porque ninguno la vió

[p. 176]Que el alma no le rindiese;

De lo que conozco en vos,

Era mujer propiamente

Para vuestro entendimiento,

Porque divino le tiene.

Si la hubiérades tratado,

Dijérades claramente,

Porque los siglos pasados

Las Sibilas encarecen,

Que es menester que á Lucano,

Versos Argentaria enmiende,

Ni que las letras latinas

Á Carmenta se debiesen,

Que es menester que coronen

Filosóficos laureles

Á Telesila, y que Aspasia

Dulce retórica enseñe.

Quien oye á Fénis, escucha

El libro más elocuente,

Quien la ve, mira un jardin

De azucenas y claveles;

Que estoy loco por su amor,

Dirá, Conde, quien me oyere,

Pero cuerdo en su alabanza,

Que á toda alabanza excede,

Si soy dichoso en casarme

Y pasan estos desdenes,

Vos veréis que no os engaño,

Que áun de vos pienso valerme

Para que me honreis con Celia,

[p. 177]Si el cielo quiere que llegue

El dia de nuestras bodas,

Y que los enojos cesen,

De lo que os diré nacidos,

Que no porque me aborrece.

Hijo del príncipe Arnaldo,

Que hoy en Nápoles mantiene

La mayor casa, es Leonardo,

Aquel mozuelo insolente

Que ayer conmigo venía,

Y los dos, con poca suerte

De agradar sus bellos ojos,

Habemos servido á Fénis.

No es mejor que yo Leonardo,

Que pienso que cuando herede

Al Almirante, mi tio,

Puesto que no lo desee,

No habrá en Nápoles señor

Que me iguale; finalmente,

Las diligencias de entrambos,

Como entre amantes sucede,

Hicieron que con la envidia

Locos nuestros gastos fuesen;

Las justas y los torneos,

Cuyo espectáculo vence

Romanos amphiteatros,

Naves y fieras silvestres,

Con aplausos generales

Y con versos excelentes,

Ocuparon muchos dias

[p. 178]Las plumas y los pinceles;

Sólo quiero referiros

Una entrada que merece,

Por pensamiento y grandeza,

Que Nápoles la celebre:

Movíase por sí misma,

Sin que instrumento se viese,

Una máquina, retrato

De toda la Arabia feliz,

Iba esmaltada de flores

Y de árboles diferentes

De los que aromas producen,

Y para que olor tuviesen,

En fuego secreto el ámbar

Espiraba al aire ambiente

Olor divino, formando

Una primavera alegre;

De aquesta máquina en medio,

Se miraba un monte fértil,

Más que los huertos de Adónis,

Más que de Tesalia el tempe;

En la cumbre un Fénis de oro,

En vez de llamas, en nieve,

Y un sol que luciente en alto,

Solicitaba encenderle;

La letra de aquesta empresa

Solo decia: «No puede»,

Con siete letras tan grandes,

Que eran á todos patentes;

Leonardo, con justa envidia,

[p. 179]Quiso tambien disponerse

Á vencer esta invencion,

Para la fiesta siguiente.

Sacó la misma provincia,

Y las mirras y laureles,

Canelas y inciensos hizo,

De plata las hojas verdes,

Puso el Fénis en el monte,

Entre mil llamas ardientes,

Y haciendo un sol de cristal

Que el fuego en secreto ardiese;

La letra d’esta arrogancia

Era: «Yo haré que se queme»,

Fiando en árboles de oro

Que la nieve deshiciese;

Á este tiempo la pedimos

Juntos, y yo por valerme

De la industria y la venganza,

De que arrogante dijese

Que su sol abrasaria

Lo que yo pintaba en nieve,

En una conversacion,

Porque Leonardo me oyese,

Dije que el Conde Fabricio,

Octavio, me daba á Fénis,

Y para desconfiarle,

Y que no la pretendiese,

Me alabé de dos favores

Que á los marfiles se atreven

De sus manos, y á las rosas

[p. 180]De sus labios neciamente.

Súpolo Fénis, y es dama

Tan belicosa y tan fuerte

De condicion, y en su honor

Una deidad tan celeste,

Que al firmar las escrituras,

Deudos y amigos presentes,

Puso la pluma ¡ay de mí!

En la tinta de mi muerte.

Para firmar la sentencia

En que dice que no quiere,

Al tomar Fénis la pluma

Tres dedos fueron jüeces,

Quiere amor que me sentencien,

Lo demas ya lo sabeis;

Dichoso vos muchas veces,

Pues os casais donde os aman,

No yo, donde me aborrecen.

Otav.

Pésame de vuestro mal.

Tomé.

Señor, mi señora viene.

Cel.

Voyme; gozalda los años

Que vuestro valor merece.

(Vase.)

CELIA, LISENA Y FLORA.

Cel.

Pues ya vusiñoría no desea

Verme, justo será que yo le vea.

Otav.

Señora, ¿tal exceso?

Cel.

No es exceso,

[p. 181]Siendo mi dueño vos.

Otav.

Aquí confieso

Que erraron mi ignorante cortesía

Y mi encogida y necia cobardía;

Fuera d’eso, he tenido una cansada

Visita, aunque la doy por disculpada,

Por ser quejas, señora, de un amante;

Sobrino pienso que es del Almirante.

Cel.

El marido de Fénis, una necia,

Que cuanto ve desprecia.

Otav.

Una que dicen que se fué temiendo

La espada de su padre.

Cel.

Estando haciendo

Las escrituras, dijo, en vez de firma,

Con que su loca presuncion confirma,

Que á César no queria, y es un hombre

Rico, noble, galan y gentil hombre.

Otav.

Tal me lo ha parecido.

Cel.

Es una loca,

Que entiende que á sus méritos es poca

La majestad de un rey.

Otav.

Vusiñoría

Se siente, aunque es su casa, que no es mia.

Cel.

Quien eso dice cuando el alma enseño,

Señal es que no quiere ser su dueño.

(Siéntense.)

Otav.

La casa, señora mia,

Es donde yo vi mi bien,

Aunque temiendo el desden

Del bien que no conocia,

[p. 182]Ayer fué el dichoso dia

Que en aquesta casa hallé

El bien que nunca pensé;

Que no pude imaginar

Que tal grandeza de amar

Cupiera en tan breve fe,

Y tanta gloria me da

Ver que rendí su desden,

Que no tengo yo más bien

Que el que en esta casa está;

Aquí dentro vive ya

Mi dueño, mi amada esposa,

Tan entendida y hermosa,

Que me pesa de tener

Sola un alma que ofrecer

Á su deidad amorosa.

Mucho el veros me suspende,

Pero si me atrevo á hablar

Desta suerte, es por pensar

Que hablo con quien me entiende;

Temo que desto se ofende,

Pero tanta discrecion

Disculpará la ocasion,

Que á no estar nadie presente,

Trasladára tiernamente

Á la lengua el corazon.

Cel.

Bésoos las manos, Otavio,

Por la merced que me haceis,

Á quien sois correspondeis,

Y con ser noble, á ser sabio;

[p. 183]No tengo yo por agravio

Que no hableis más tiernamente,

Que si os detiene esta gente,

Tiempo queda á los casados

Para decir sus cuidados

Con afecto diferente.

Gustosa estoy de que aquí

Hallásedes vuestro bien,

Pues hallé yo en vos tambien

El mayor bien para mí;

Yo sola dichosa fuí

En que en mi casa tengais,

Conde, el bien que deseais,

Que siendo vos mi marido,

El mayor que al cielo pido,

Con daros á vos me dais;

Mas mirad que no os mudeis

D’ese firme pensamiento.

Otav.

Quien sabe mi sentimiento,

Siente lo que no sabeis;

Como el alma no me veis,

Lo que no entendeis juzgais.

Cel.

¿De qué tema os enojais?

Otav.

Vos no teneis qué temer,

Que quien es ya mi mujer

No duda lo que dudais.

Tomé.

Señor, el Duque.

Otav.

¿Qué Duque?

Tomé.

El Virey.

Cel.

Pues no me vea.

[p. 184]Abre, Flora, el camarin,

Abre, que esconderme es fuerza.

Flora.

Dame la llave, Tomé.

Tomé.

Espera.

Flora.

¡Qué linda flema!

Tomé.

Ya la busco, no me turbes.

Flora.

De la carroza se apea.

Tomé.

Vive Dios, que la tenía

En la faltriquera izquierda;

Pienso que se me ha caido.

Flora.

¿Hay tan gran descuido? muestra.

Tomé.

¿Qué quieres, que no la hallo?

Flora.

No la busques, que ya entra.

EL VIREY Y CRIADOS.

Tomé.

¡Qué bien he librado á Fénis

De que no la viese Celia!

Todo se pierde si doy

La llave.

Otav.

Vuestra excelencia

Nos dé sus piés á los dos.

Virey.

Á daros la norabuena,

Señora Celia, he venido,

Y para que el Conde sepa

Que aunque viene disfrazado

No se esconde la grandeza.

Otav.

Aquí teneis un esclavo.

Cel.

Sillas. ¡Hola!

(Siéntense el Virey, el Conde, y Celia en medio.)

[p. 185]Cel.

Si supiera

Que tal merced merecia,

Me amaneciera en la puerta.

Otav.

Yo estaba bien descuidado

D’esta merced, que, á saberla,

Fuera á hacer mi obligacion.

Virey.

De quien á Milan gobierna

Tuve carta esta mañana

En que me avisa por ella

Cómo á Nápoles venis

Para casaros con Celia.

Tanta amistad el Marqués

Con vuestro padre profesa,

Y por lo que vos con él

Habeis andado en la guerra

De España contra Saboya,

Que me ha mandado que os tenga

Prevenida la posada,

Y así os suplico que sea

La mia, para serviros.

Cel.

Puesto que el Conde merezca

Esa merced, no es razon

Que vos permitais su ausencia,

Que aunque es pobre, aquesta casa

Es suya, y ya vive en ella;

Ni es bien que vuestro favor

Á mí me desfavorezca.

Virey.

Si ha sido descortesía,

Perdonad, que si supiera

Que ya estaba en ese estado

[p. 186]Lo que tanto amor concierta,

No le ofreciera mi casa;

Mas no sirviéndose della,

Algo tengo de hacer yo

Que al Conde obligarle pueda,

Y que volviendo á Milan,

El Marqués me lo agradezca.

Otav.

Giron gallardo, por quien

El turco de Italia tiembla,

Y dos canales de Europa,

De Felipe las banderas,

Como honrar á sus vasallos

Fué siempre condicion vuestra,

Á mí por la misma causa,

Que no porque lo merezca,

Celia y yo reconocemos

Esta merced, que con ella

Dará blason á sus armas

La antigüedad que profesan.

Virey.

Por lo ménos yo he de ser

Padrino, y es bien que sepa

Cuándo será el desposorio.

Cel.

Esta noche.

Virey.

¿Tan apriesa?

Otav.

Esta noche no, señor,

Hasta que mi ropa venga,

Y las joyas que he traido.

Cel.

Galas y joyas no sean

Estorbo, yo tengo joyas.

Tomé.

¡Qué bravamente le aprieta!

[p. 187]Salga por delante dellos FÉNIS, cubierta con el manto, y éntrese por la otra puerta.

Virey.

¿Qué es esto?

Cel.

¿Mujer aquí?

¡Hola! ¿Qué mujer es ésta?

Lis.

De aquella cuadra salió.

Virey.

Agora creo que es cierta

La boda, que hay rebozadas.

Tomé.

¡Qué locura! voy tras ella.

(Levántense.)

Virey.

Y yo, señores, me voy,

Suplicándo’s se me advierta

La noche que esto ha de ser.

Otav.

Dios guarde á vuestra excelencia.

(Cumplimientos al salir y váyase el Virey.)

Cel.

No sé por dónde comience,

Otavio, tan justa queja,

¡Vos mujeres en mi casa!

¿Quien viene á casarse en ella,

De tal calidad las trae,

Que con tanta desvergüenza

Salen delante del Duque

Sólo por hacerme afrenta?

Otav.

Sosegad, señora, el pecho,

Que ésta es una amiga vuestra,

Mejor dijera enemiga,

Pues infamaros desea.

Entróse aquí libremente

[p. 188]Sin que le diesen licencia,

Porque avisarme queria

De algunas cosas secretas;

Como llamastes, no quise

Que os diese el hallarla pena,

Y escondiéndola Tomé,

Fué tan libre y tan resuelta,

Que salió como la vistes.

Cel.

¿Pues qué os dijo que pudiera

Ser en mi ofensa?

Otav.

No importa.

Cel.

Decildo si es en mi ofensa.

Otav.

¡Qué diré, qu’estoy sin alma!

Cel.

No lo calleis.

Otav.

Bien quisiera;

Díjome que era galan

Vuestro el Duque, y si suspensa

Tuve la imaginacion

D’esta su visita incierta,

Fué por haber confirmado

Lo que me dijo con ella.

Cel.

¡Hay tal maldad! ¿tú conoces

Aquesta mujer, Lisena?

Lis.

Una doña Ángela suele

Verte en misa algunas fiestas

Y murmurar de tus galas.

Flora.

Y ten por cierto que es ella,

Que yo la he visto envidiosa

Burlar de que vas compuesta,

Con otras amigas suyas.

[p. 189]Cel.

Otavio, si por la puerta

De mi casa entró el Virey,

Fuego del cielo me encienda;

¿Hay tal traicion, por quitarme,

De envidia y de celos muerta,

Que no me case? Pues no,

No ha de ser d’esa manera.

Pluma y papel, Flora, presto,

Yo la diré en pocas letras

Quién es ella y quién soy yo.

Otav.

No es razon, escucha.

Cel.

Suelta.

(Vanse todas.)

OTAVIO.

Otav.

No hay cosa que no alcance

Con la industria remedio,

Pero aunque estando en medio

De tan perdido lance,

Salga Celia sin celos,

Si pierdo á Fénis, ¿qué me importa? ¡ay, cielos!

El Virey, que en su vida

Vió á Celia, ha remediado,

Con haberle culpado,

Que Fénis atrevida

Resolucion tomase,

Que delante de todos me dejase.

¿De qué mujer se cuenta

Mayor atrevimiento?

[p. 190]Tratar mi casamiento,

Causa le dió violenta,

Creyó que me casaba,

Y que á peligro de su honor quedaba,

Porque si no se fuera,

Cuando yo no podia

Resistirla, temia

Que despues no pudiera:

¡Ay Fénis, cómo has hecho

De nieve el nido en mi abrasado pecho!

¿Adónde vas? no creas

Que con Celia me case,

Por más que me obligase,

Que quiero yo que veas,

Aunque era amor de un dia,

Que fué verdad del alma, Fénis mia.

TOMÉ.

Tomé.

¿Con ese descuido estás?

Otav.

¿Descuido te ha parecido

Estar muerto, estar perdido,

Y estar ausente, que es más?

Cuéntame, Tomé, sin vida,

¿Por dónde Fénis se fué?

Tomé.

Yo la seguí y la rogué,

Señor, que fuese servida

De oir la satisfaccion

De la boda que ha creido,

Y á todo me ha respondido

[p. 191]Que palabras de hombres son,

Y que haber salido ansí,

Fué temor que no pudiera

Despues.

Otav.

Si ella á mí me oyera,

Como te escuchaba á tí,

Yo la volviera, Tomé.

Tomé.

Pues no va léjos de aquí.

Otav.

Pues ¿puedo alcanzarla?

Tomé.

Sí,

Pero volverla no sé,

Aunque á forzarla te atrevas.

Otav.

Cierra, y donde fué me guía.

Tomé.

Ven por aquí.

Otav.

¡Fénis mia!

Mira que el alma me llevas.

FÉNIS, con manto.

Fén.

Ya no tiene mi fortuna

Más desdichas que me dar,

Ni más tormentas el mar,

Que levantaron los vientos

De mis locos pensamientos

Cuando mi casa dejé,

Y tan necia me olvidé

De tantas obligaciones,

Por escuchar las razones

De un hombre que me ha burlado;

Pero quédese casado,

[p. 192]Y no en peligro mi honor;

Principios tuve de amor,

Amor que yo no sabía,

Tanta novedad me hacia

Al verme rendir á un hombre,

Que apénas supe su nombre;

Mas mudó mi pensamiento

Su talle, su entendimiento,

Pero no para aguardar,

Fénis, á verle casar,

Y que el Virey le apadrine,

Que no hay amor que me incline

Para que pierda mi honor;

Deteniéndome va amor,

¡Qué pasos tan perezosos!

Pero hay hombres cautelosos,

Aunque si el Conde lo fuera,

La puerta anoche rompiera,

Ó por lo ménos llamára;

¡Ay Dios, quién imaginára

La desdicha en que me veo!

Irme y volverme deseo,

Pero un hombre viene aquí,

Leonardo es éste, ¡ay de mí,

Que me ha conocido creo!

LEONARDO Y JULIO.

Leon.

No hay sacarlos á los dos,

Julio, de que á Fénis tengo.

[p. 193]Jul.

De hablar con Fabricio vengo,

Y está quejoso de vos,

Creo que quiere quejarse

Al Virey.

Leon.

¿Por qué razon

Donde sola mi aficion

Puede, Julio, averiguarse?

Fénis no me quiso á mí,

Siempre de mí se burló,

Pues ¿cómo la tengo yo?

Jul.

Ellos lo dicen ansí.

Leon.

¡Qué buen talle de mujer!

Jul.

Á lo español va tapada.

Leon.

El aire español me agrada.

Dama, ¿no podrémos ver

El cielo donde esa estrella

Tuvo dichoso lugar,

Que me holgaré de embarcar

Mis pensamientos con ella?

¿No hablais? ¿no me respondeis?

¡Qué aspereza, qué rigor!

CÉSAR Y ALBANO.

Alb.

Matarle será mejor

Si esa sospecha teneis.

Cés.

Verme y burlarse de mí

Es señal, que á Fénis tiene.

Jul.

Leonardo.

Leon.

¿Qué?

[p. 194]Jul.

César viene.

Cés.

¿No es éste Leonardo?

Alb.

Sí.

Cés.

Vive Dios, que esa mujer

Es Fénis.

Alb.

Dichoso has sido

En hallarla.

Cés.

Él ha querido,

Como debe de saber

Que al Virey se han de quejar,

Ponerla en parte segura;

Pues en vano lo procura,

Que hoy se la pienso quitar.

¡Ah, caballero!

Leon.

¿Quién es?

Cés.

César soy, que cobrar quiere

Esa dama que traeis,

Ántes que el Virey lo intente,

Que en los pleitos del honor

Las armas son los jüeces.

Leon.

Yo no conozco esta dama,

Si ella descubrirse quiere,

Os podrá satisfacer

De lo que á Fénis parece;

Tapada la hallé, y sin darme

Lugar á que la requiebre,

Porque no he visto en mi vida,

Por señas, tantos desdenes;

Esto no es satisfaccion,

Que en lo demas, cuando fuere

[p. 195]Necesario, estoy aquí.

Cés.

Como la dama que viene

Con vos se descubra el rostro,

Yo me iré, no siendo Fénis.

Leon.

Eso es dar satisfaccion,

Porque yo sé claramente

Que no es Fénis, y no quiero,

Cuando esta dama quisiese,

Que porque vos lo quereis,

Se descubra, que no puede

Ser con mi honor descubrirse.

CONDE OTAVIO Y TOMÉ.

Tomé.

Aquella es Fénis.

Otav.

Detente,

César y Leonardo son

Los que en su poder la tienen.

Tomé.

Espera, que dos á dos

Parece que reñir quieren.

Cés.

Para mí fuera bastante

Que un hombre noble dijese

Que no es Fénis, si lo es;

Pero mi amor no consiente

Que deje en dudas los ojos,

Que desengañarse pueden.

Leon.

Ya he dicho que es honra mia,

Que nadie por fuerza piense

Que le doy satisfaccion.

Tomé.

Éstos riñen, no te alteres,

[p. 196]Estate escondido aquí.

Cés.

Pues cuando á mí se me diese

Satisfaccion, ¿no soy hombre,

Leonardo, que la merece?

Leon.

De mí no, que soy mejor

Que vos.

Cés.

Quien lo dice miente.

Leon.

Con la espada no hay agravio,

Decid que los dos nos dejen.

(Acuchillándose dos á dos se entren.)

Tomé.

Llega, que es buena ocasion.

Otav.

El amor me favorece;

Fénis mia.

Fén.

Traidor Conde.

Otav.

Oye, escucha.

Fén.

¿Qué me quieres?

Otav.

Que vuelvas á darme vida,

Que si conmigo no vuelves,

Serás de mi muerte causa;

Mira que si aquestos vienen,

Te has de ver en más peligro,

Pues primero que te lleven

Me han de quitar dos mil vidas.

Fén.

Pues cuando volver pudiese

Acabar con mi aficion

Tan loca y tan neciamente,

¿Para qué quieres que vea

Tus bodas, y tan alegres,

Que hay novios enamorados,

Y que hay padrinos vireyes?

[p. 197]Yo fuera por convidada,

Á ser hábito decente

El que me dan mis desdichas.

Otav.

Si Celia mi mujer fuere,

Que Dios me quite la vida.

Fén.

¿Pues ya qué has de hacer?

Otav.

Quererte.

Tomé.

Fénis, el Conde te adora,

Advierte que si no vuelves,

Le han de hacer aquí pedazos,

Y que ya se junta gente.

Fénis, vuelve al camarin

Á ser cristal trasparente,

Á ser búcaro dorado,

Á ser de barro celeste;

Mira que todos los vidros,

De llorar por verte ausente,

Fénis, están llenos de agua.

¿Qué hará el Conde si te pierde?

No seas mujer ingrata,

Tu buena dicha agradece,

Pues casarás con un hombre

Á quien visitan vireyes,

Á quien adora su patria

Por el hijo más valiente

Que ha honrado á Italia en mil siglos,

Aunque los Césares entren.

Ea, Fénis celestial,

Fénis de coral y nieve,

Fénis linda, Fénis joya,

[p. 198]Y si diamante no siempre,

Mira un pobre caballero

Que tu rigor enmudece,

Y como cielo nublado

Está entre llueve y no llueve.

Fén.

¿Que, en fin, he de ser tan necia?

No hay cosa, Tomé, más débil

Que, rogada, la mujer.

Tomé.

Ántes no hay cosa más fuerte,

Como una vez diga nones.

Otav.

Ven conmigo, hermosa Fénis,

Que tú serás mi mujer,

Y yo tuyo eternamente.

Adorno de fin de capítulo

[p. 199]

Adorno de principio de capítulo

ACTO TERCERO.

ALBANO Y CÉSAR.

Cés.

Dichas de las armas son.

Alb.

Por imposible he tenido

No salir ninguno herido

Entre tanta confusion;

Mas no saldrémos de presos.

Cés.

Todo fué desdicha mia.

Alb.

En las quistiones de dia

Son menores los sucesos.

Cés.

Volví neciamente á ver

La dama.

Alb.

¿En aquel lugar

Os habia de esperar?

Cés.

Amor no sabe tener

La rienda á ningun deseo,

[p. 200]Porque la imaginacion

Es la misma ejecucion.

Alb.

En vos el ejemplo veo.

Cés.

Del bien que espera y no alcanza,

Por engañar al temor,

Va siempre siguiendo amor

Los pasos de la esperanza.

Loco estoy; yo pienso, Albano,

Que me ha de acabar la vida

Fénis, si bien ofendida

Tanto de su ingrata mano.

¡Con qué crueldad escribió,

Cuando la escritura hacia

Fénis, que me aborrecia

Cuando la adoraba yo!

No corre cometa ardiente,

Como la mano cruel

Discurrió por el papel

Atrevida y diligente.

No sé qué rigor tan ciego

Á tanta furia la mueve,

Que de una mano de nieve

Saliesen letras de fuego.

Alb.

Vuestra locura mayor

Es pensar que una mujer,

Que á vos no os supo querer,

Á Leonardo tenga amor.

Cuanto á mí, sé claramente

Que algun deudo la escondió.

Cés.

Otavio nos engañó

[p. 201]Atrevido y imprudente.

¿Pero quién se ha entrado aquí?

JULIO.

Julio.

Yo soy, no os alboroteis,

Puesto que causa teneis

Para que lo esteis de mí.

Este papel os ha escrito

Leonardo.

Cés.

Mostrad.

Julio.

Tomad,

Que por antigua amistad,

César, su honor solicito.

(Vase.)

Cés.

Vos haceis lo que decis.

¡Papel á mí! ¿qué será?

Alb.

Desafío, claro está,

¿Ya os olvidais del mentís?

(Lee César.)

Porque la gente no impida mi satisfaccion, os aguardo en la playa, donde está una barca, en que los dos pasarémos á Pausilipo, y con espada y daga, solos, acabarémos en el campo lo que se comenzó en la calle.Leonardo.

Cés.

Notable satisfaccion

De sí mismo.

Alb.

Dame pena

Pensar que aquéste os ordena,

César, alguna traicion.

Cés.

No hará, que es buen caballero,

[p. 202]Pero aunque serlo promete,

Tengo á prueba de mosquete

Un peto fuerte de acero;

El pecho me ha de guardar,

Que el pecho basta cubrir,

Porque quien no piensa huir,

No ha menester espaldar;

En mi recámara entremos.

Alb.

Iré con vos á la mar.

Cés.

No me habeis de acompañar;

Mirad que ocasion darémos

Á que se pierda el honor.

Alb.

Yo os dejaré.

Cés.

¡Fénis mia,

Si ha de llegar algun dia

En que agradezcas mi amor!

(Vanse.)

TOMÉ Y FLORA.

Tomé.

Los cofres llegaron ya.

Flora.

Ya lo vi todo, Tomé,

Y áun más de lo que pensé.

Tomé.

No te entiendo.

Flora.

Claro está.

Tomé.

Declárate más conmigo.

Flora.

No me puedo declarar;

Pero dí, ¿qué me has de dar?

Tomé.

Seré liberal contigo:

No te daré yo diamantes,

[p. 203]Pero algunas niñerías

De vidro, al fin, como mias,

Pero son muy semejantes.

¿No has visto retrato?

Flora.

Sí.

Tomé.

No tienen estimacion,

Aunque los vivos no son,

Pues los vidros son ansí,

Porque en la luz semejantes,

Ya que no en naturaleza,

Imitando su belleza,

Son retratos de diamantes.

¿Pero cómo estoy contigo?

Flora.

Si cosas falsas me das,

¿Qué puedes esperar más

De lo que has hecho conmigo?

Tomé.

Y vosotras ¿qué nos dais

Que no sea falso tambien?

Flora.

Si nos enseñais, ¿de quién

Bárbaramente os quejais?

Tomé.

Falsedad es vuestro nombre.

Flora.

Voime, que tengo que hacer,

No hay cosa mala en mujer

Que no la aprenda del hombre.

Tomé.

Dame siquiera una mano;

Mas dirás, Flora gentil,

No doy por vidro marfil.

Flora.

¿Lisonjas conmigo, hermano?

(Vase.)

[p. 204]OTAVIO.

Otav.

¡Qué cansado que has estado!

Fénis, ya puedes salir.

FÉNIS.

Fén.

No sé si ha sido el venir,

Conde, á esta casa, acertado.

Tomé, ¿vióme alguno?

Tomé.

¿Quién?

Todo estuvo prevenido.

Otav.

Fénis, mi ropa ha venido.

Pon esas manos, mi bien,

En las joyas que traia

Para Celia, que han de ser

Para quien es mi mujer,

Que eres tú sola, luz mia.

Y créeme, que quisiera

Que cuanto el sol celestial

Cria en la India Oriental

En esos cofres viniera;

Pobreza fué para tí,

Pero, Fénis, tu belleza

No ha menester más riqueza

Que el alma que tiene en sí.

Fén.

Estoy, conde, divertida

De verte tan empeñado

En la palabra que has dado.

Otav.

No la cumpliré en mi vida.

[p. 205]Fén.

¿Pues cómo piensas vencer

Este imposible?

Otav.

Al amor

No hay dificultad mayor

Que llegarla á proponer;

Y aunque de Celia es verdad

Que las quejas considero,

Al Conde, tu padre, quiero

Pedirte con libertad.

Toma esas joyas en fe,

Señora, de que eres mia,

Que mañana será el dia

Que desengañada esté.

Fén.

Verélas por ser tu gusto.

Otav.

Parte á dárselas, Tomé.

Tomé.

Un aparador seré,

Y vendráme el nombre al justo:

Una cintura verás

De sirenas, que recelo

Que el más alto paralelo

Del sol no relumbra más;

Vienen cinco apretadores

Con esmaltes carmesíes

De diamantes, de rubíes

En clavellinas y flores;

Viene tambien un collar

Tan brillante, rico y bello,

Que sólo en tu hermoso cuello

Ó en el del sol, puede estar.

Vienen tambien arracadas

[p. 206]De tanta vária invencion,

Que exceden la estimacion,

Siendo en gran precio estimadas,

Y tienen tanta eminencia,

Que pueden estar seguras

Que no hay orejas tan duras

Que no les diesen audiencia;

Otras joyas y cadenas,

Con bandas y con sortijas,

Para que á tu gusto elijas,

Todas de diamantes llenas.

Pensarás que son enredos,

Y encarecimientos vanos,

Harán dos Indias tus manos,

Y rayos del sol tus dedos;

Pues rosetas con que des

Lazadas á los zapatos,

Aunque á diez puntos, ingratos,

Competirán con los piés.

Otav.

¿Estás loco?

Tomé.

Ven conmigo.

Fén.

Tomé, sin codicia voy

De las rosetas.

Tomé.

Estoy

Tal, que no sé lo que digo,

Perdona, pues vas segura,

Que en llegando á hablar en piés

Me enloquezco, y pienso que es

La cifra de la hermosura.

(Vanse.)

[p. 207]Otav.

Quien dice que al amor engendra el trato,

Débale al trato lo que amor no debe,

Que la hermosura que no mata en breve,

Sin alma y luz parecerá retrato.

En la imaginacion siglos dilato

Pocas horas de amor que el cielo mueve,

Que quien veneno tan hermoso bebe,

En no morir correspondiera ingrato.

El alma la belleza ilustra y dora,

Que aquésta el cielo, aquélla el sol retrata,

Y si á matar se juntan, basta un hora,

Que es hermosura la que luégo mata,

Y costumbre de ver la que enamora

Con largo tiempo á quien despues la trata.

LEONARDO, alterado.

Leon.

Perdonad haberme entrado

En vuestro aposento ansí.

Otav.

¿Pues estaba abierto?

Leon.

Sí.

Otav.

Para vos siempre lo ha estado.

¿Qué suceso causa os dió?

Leon.

Pienso que á César he muerto,

Y á estar, Otavio, encubierto,

Vuestra amistad me obligó.

Otav.

Bien hicistes en fiar

Vida y libertad de mí;

¿Cómo ha sido?

Leon.

Pasa ansí:

[p. 208]¿Hay quien me puede escudar?

Otav.

Ninguno, porque Tomé,

En mis cofres ocupado,

Tendrá diverso cuidado.

Leon.

Pues escudadme.

Otav.

Sí haré.

Leon.

Generoso Conde Otavio,

De quien tan altas hazañas

Las plumas de las historias

Trasladarán de la fama,

Ya sabeis mi calidad,

Y juntamente la causa

De la enemistad de César,

Por quien mejor me llamáran

Pompeyo que no Leonardo,

Pues como en la edad pasada

Por Roma, Pompeyo y César,

Y hoy César por una dama;

Pienso que sabeis que es Fénis

Hija de Fabricio y Laura,

Nobles condes de Armelina,

Villa no léjos de Mantua,

De que la hubiérades visto

Notablemente me holgára,

Así porque su belleza

Disculpára mi desgracia,

Como porque no confio

De mi ignorancia alabarla.

Hizo la naturaleza

El cuerpo, como si hallára

[p. 209]Con quién competir, ó el arte

Tuviera tanta arrogancia;

El alma, el cielo, mas tiene

Sola una potencia el alma,

Que es un grande entendimiento,

Que las otras dos le faltan.

Yo no sé que haya tenido

Voluntad, que acompañára

Memoria, pues no se acuerda,

Y á quien la quiere desama;

Finalmente, la servimos

César y yo en hora infausta,

Pues no ha estimado á ninguno

Si no es para ser ingrata.

Ya sabeis cómo y por qué

Dejó su padre y su casa,

Y cómo tan neciamente

Que la tengo me levantan;

Si la he visto, plega al cielo

Que no tenga dicha en nada,

Y que César goce á Fénis;

Maldicion, Conde, que basta,

Porque con esta ninguna

De cuantas lo son iguala,

Que españoles, silla y turcos

Han sido invenciones falsas;

El acuchillarme César

Por una mujer tapada,

Fué sospecha de sus celos,

Fénis son cuantas se tapan.

[p. 210]Una palabra me dijo,

Que me ha obligado á vengarla,

Que si el alma puede herirse,

Es con hierro de palabras;

Verdades que no lo son

Si está desnuda la espada,

Que sólo afrenta la lengua

Adonde la espada calla.

Con esto, y no mucho seso,

Á César esta mañana

Escribí con un amigo

Que le aguardaba en la playa;

Vino César luégo al punto,

Que quien en salir se tarda,

Parece que reconoce

En su contrario ventaja.

Guiéle al mar, cuya orilla

Tenía una barca atada

Por mi órden, y en su borde

Desde la tierra una plancha.

Entramos dentro los dos,

Guié yo propio la barca

Adonde suelen ir muchas

Á gustos, que no á desgracias;

Desembarcamos, y luégo

Que pisamos la campaña,

Detrás de una huerta, á quien

Jazmines y hiedra enlazan,

Le dije: Aquí estamos solos,

Donde quiero ver si hablan

[p. 211]Las manos como las lenguas.

Él, la color demudada,

Sacó la espada diciendo:

La razon á nadie agravia;

Yo soy César. Respondí:

Hoy seréis César y nada.

Animoso y diestro César

Me daba el pecho, y guardaba

La cabeza, que venía

Con ménos cuidado y armas,

Viendo yo que era imposible

Herirle, y que el pecho estaba

Defendido como el mio,

(Que nunca se deja en casa

La defensa el que es discreto),

Por no guardar mi venganza

Para mejor ocasion,

Como cobardes la guardan,

Saqué de la faltriquera

Una pistola cargada,

Que hizo el mejor ingenio

De los que tiene Alemania;

Toqué la llave, dió fuego,

Que para mal nunca falta,

Y de aquel infierno breve

El alma de plomo exhala;

Traidor dijo, y respondí:

No se fie quien agravia,

Que no hay traicion si hay agravio,

Que entónces todo es venganza.

[p. 212]Dejéle mirando el pecho,

Y arrojándome en la barca

Pasé la mar, y en la orilla

Puse la turbada planta,

Y acordándome de vos,

Y que nadie en esta casa

Tendrá sospecha que estoy,

Miéntras que mis padres tratan

Cómo á Flándes pueda irme,

Ó por más seguro, á España,

Á ponerme en vuestro amparo

Vine, que en aquestas cuadras

Podré estar con más secreto

Para saber lo que pasa,

Que de tales caballeros,

Amparar en las desgracias

Á quien les pide favor,

Es el blason de sus armas.

Otav.

Pésame, señor Leonardo,

Por vos, por César, por mí,

Y de que hayais muerto ansí

Caballero tan gallardo.

Ya es hecho, debo ofreceros

Cuanto soy, pues es razon

Cumplir con la obligacion,

Y morir por defenderos.

¿Tomé?

Tomé.

Señor.

Otav.

¿Has oido

Algo de lo que ha pasado?

[p. 213]Tomé.

Todo, señor, lo he escuchado,

Aunque estaba divertido.

Otav.

Aquí habemos de esconder

Á Leonardo.

Tomé.

¿Estás en tí?

Otav.

¿No hay allí una cuadra?

Tomé.

Sí.

Otav.

Pues ¿por qué no puede ser?

Entrad, Leonardo, que adonde

Os pondrá Tomé, yo sé

Que nadie disgusto os dé.

Leon.

Dadme vuestras manos, Conde.

Otav.

Dejad agradecimientos;

Tomé esta noche será

Vuestro huésped.

Tomé.

¿Quién dará

Alcance á tus pensamientos?

Irme quisiera entre moros.

Otav.

Á Celia me voy á ver.

Tomé.

Siempre tengo yo de ser

El que ha de encerrar los toros.

(Váyanse.)

EL CONDE FABRICIO Y EL VIREY.

Virey.

En eso, Conde, está la diferencia

De los mayores á los verdes años.

Fabr.

Mal informado está vuestra excelencia,

Que no soy yo la causa destos daños.

Virey.

Diréis que en Fénis fué desobediencia,

Y aquí se ven más claros los engaños,

[p. 214]Que no era bien casalla á su disgusto.

Fabr.

Y ¿cuándo aciertan por su propio gusto?

Virey.

Pues muerto agora César, ¿no os parece

Que dividirse en bandos es forzoso

Todo este reino?

Fabr.

Si morir merece

La causa, haced castigo riguroso,

Bástame á mí lo que mi honor padece.

CAPITAN.

Cap.

¡Por Dios que ha sido César venturoso!

Virey.

¿Qué es eso, Capitan?

Cap.

Que César vive.

Virey.

Pues ¿quién tan falsa informacion escribe?

Cap.

Yo fuí con los soldados que mandaste,

Y saliendo del mar le hallé en la orilla.

Virey.

¿Y á quien ó dónde, Arnaldo, le dejaste?

Que tu poco valor me maravilla;

¿Cómo no le prendiste y le llevaste

Á Castilnovo?

Cap.

Apénas la barquilla

En que salió del mar César dejaba,

Cuando sin armas y en prision estaba,

Y le traigo, señor, á tu presencia.

Virey.

En paz, Arnaldo, esta ciudad has puesto.

CÉSAR y soldados con arcabuces.

Cés.

Los piés, señor, me dé vuestra excelencia.

[p. 215]Virey.

César, á vos os dan la culpa desto;

En fin, en poca edad poca experiencia,

Fuera más justo con partido honesto

Tratar la paz, que no con locos bríos

Pasar el mar á injustos desafíos;

Pues, por vida del Rey, que quien tratáre

De alborotar el reino...

Cés.

Estéme atento

Vuestra excelencia y mi justicia ampare,

Pues sabe el Conde que la paz intento,

Y cuando airado en que salí repare,

Mire su generoso nacimiento,

Y que un hombre su igual le desafía

Y entónces culpe la disculpa mia;

Danme un papel, ¿qué excusa hallar pudiera

Que fuera con mi honor? al mar camino,

Y á Leonardo, que estaba en la ribera,

El ánimo y el paso á un tiempo inclino;

En una barca, aunque la mar se altera,

Entramos juntos, y volando el pino

Del edificio breve, el rejon muerde

La blanca orilla de la tierra verde.

Con la espada y la daga me provoca,

La mia entónces con la suya iguala

Diestro valor, pero en distancia poca

Leonardo entre los céspedes resbala,

De la lealtad el término revoca,

Y al fácil plomo de una ardiente bala

Remite la sentencia de mi muerte,

Resistida mejor de un peto fuerte.

[p. 216]Yo, con la turbacion, «traidor» diciendo,

Quedé á mirar el golpe, que dudoso

El corazon se estaba estremeciendo

Al eco del sonido riguroso,

Y Leonardo la playa discurriendo,

Vengado mal, aunque le fué forzoso,

Salió con vida y sin honor, de suerte

Que pudo publicar mi incierta muerte;

¿Pues es justo, señor, que á Fénis tenga,

Y á un hombre como el Conde el honor quite,

Y que alterar á Nápoles prevenga

Cuando toda la culpa me remite?

Si tan injusto agravio no se venga,

Y tanto atrevimiento se permite,

Que se ha de alborotar el reino crea

Vuestra excelencia, si la paz desea.

Virey.

César Gonzaga, y vos, conde Fabricio,

No replicando á lo que yo intentáre,

Que de Dios y del Rey será servicio,

Haréis que este alboroto se repare;

Si de que tiene á Fénis hay indicio,

Leonardo, donde quiera que se halláre,

La infamia pagará con la cabeza

De atreverse á ofender vuestra nobleza,

Pero si no, las paces son forzosas,

Sin replicar á la razon razones.

Fabr.

Mi honor pongo en tus manos generosas,

¡Oh gloria de los ínclitos Girones!

Cés.

¡Ay, Fénis, entre todas estas cosas,

Tu sola en tanto mal mi vida pones!

[p. 217]Si tú sabes de tí, yo te lo ofrezco,

Si Leonardo lo sabe, te aborrezco.

(Vanse.)

LISENA, CELIA Y FLORA.

Cel.

Esto le vengo á decir.

Lis.

Pienso que ha salido fuera.

Cel.

¡Quién pensára que mintiera!

Lis.

Los hombres saben mentir.

Cel.

Siempre la culpa nos dan

De lo que la tienen ellos.

Lis.

Querellos y no creellos.

Cel.

No ha parecido galan,

Sino marido, en mentir.

Lis.

¿Doña Ángela qué responde?

Cel.

Responde que miente el Conde,

Y que se lo ha de decir,

Que no le ha visto en su vida,

Ni en mi casa entró jamas,

Y arrogante añade más,

De mis palabras corrida,

Que ella tiene talle y años

Para no ser envidiosa,

Sino envidiada.

Lis.

No hay cosa

Más necia que desengaños.

Cel.

Ángela dirá verdad,

Y el Conde es un gran traidor,

Que ni agradece mi amor

[p. 218]Ni me tiene voluntad;

Mal al Conde parecí.

Lis.

Si ha traido esa mujer,

¿Cómo le has de parecer

Lo que él te parece á tí?

Flora.

Hasta agora, por no darte

Pesadumbres, no queria

Decirte lo que sabía

D’este nuestro Durandarte;

Pero ya será forzoso,

Porque fuera deslealtad

Encubrirte la verdad.

Cel.

¡Qué casamiento dichoso!

Flora.

Yo he visto entrar la mujer

Con estos ojos.

Cel.

¿Tú?

Flora.

Yo.

Cel.

¿Cuándo?

Flora.

No há un hora que entró;

Sin esto, llegando á hacer

La cama hallé la mitad.

Cel.

¿Y la otra mitad?

Flora.

Sería

Para esta señora mia.

Cel.

Partirla no es voluntad.

Flora.

¿No ves que es á lo señor,

Que siempre están divididos?

Lis.

Son enfermos los maridos

D’esto que llaman amor.

Cel.

Llama á Otavio.

[p. 219]Flora.

Él viene aquí.

OTAVIO Y TOMÉ.

Otav.

En este jardin estaba.

Cel.

¿Ya cuando la noche viene

Aguas y flores agradan?

Otav.

Hállanse los pensamientos

Mejor entre flores y aguas.

Cel.

No serán los de Milan,

Pues allá no dejais dama,

Que de mí segura estoy.

Otav.

Vuestros, que vos sois la causa;

Que no hay sin vos pensamientos.

Cel.

Cierto que estoy obligada

Á ser siempre esclava vuestra.

Otav.

Reina mia, que no esclava.

Cel.

¿Quereisme mucho?

Otav.

Esa duda,

Señora, fuera excusada,

No hay amor que iguale al mio,

Dulces deseos me abrasan

De verme en la posesion

De tan ricas esperanzas.

Cel.

Bien haceis, alzad la voz

Para que os oiga la dama

Que teneis, como hombre noble,

Dentro de mi propia casa,

¡Ah, traidor!

Otav.

Quedo, señora.

[p. 220]Cel.

Y el Tomé, diciendo gracias

Siendo tan grande alcahuete.

Tomé.

Agora entró mi semana,

Vive Dios, que no hay respuesta;

Cogido nos ha la trampa.

Otav.

Por cierto que vuestro enojo,

Hermosa Celia, excusára

Quien vió entrar á quien decis,

Yo perdono su ignorancia;

Si supiera lo que ha sido...

Cel.

¿Hay otra invencion armada,

Otra doña Ángela fea

Envidiosa de mis galas?

¿Hay otra vecina d’estas

Que acechando por ventanas,

Más en la de sus vecinos

Viven que en sus propias casas?

Otav.

Señora, pues no se excusa

Hacer de vos confianza

Y deciros la verdad...

Tomé.

Jesus, todo se declara.

Otav.

Sabed que Leonardo ha muerto

Á César, y en una carta

Me escribió todo el suceso

Y me pidió vuestra casa,

Hasta la puerta llegó

En una silla.

Cel.

¡Qué extraña

Mentira!

Otav.

Un manto traia

[p. 221]Por encubrirse á la guarda

Del Duque que anda á buscarle,

Y ésta habrá sido la causa

De engañarse quién le vió,

Que así los ojos se engañan.

Cel.

Vos debeis de pensar, Conde,

Será mi ignorancia tanta,

Que con haberos oido

Está la fiesta acabada;

Si no ven mis propios ojos

Á Leonardo y él me habla,

Y cuenta cómo es verdad

Que mató á César Gonzaga,

No he de quedar satisfecha.

Otav.

Pues abre, Tomé, esa cuadra.

Tomé.

Señor Leonardo, salid.

LEONARDO.

Leon.

No os espanteis que me valga

Del valor del señor Conde

Y el favor de vuestra casa,

En una ocasion tan grave.

Lis.

Si no es figura encantada,

Este es Leonardo, señora.

Cel.

Que el Conde mi señor haga

Su obligacion es muy justo;

Entraos, que la gente pasa

De casa y no es bien que os vea,

Flora, traigan luégo cama.

[p. 222]Leon.

Bésoos mil veces los piés.

(Éntrese.)

Cel.

Perdonad, Conde, que estaba

Enojada con razon.

Otav.

Dadme licencia que vaya

Á vuestro cuarto con vos.

Cel.

No tanta desconfianza

Que os obligue á cumplimientos.

Otav.

Valióme, Tomé, la traza.

Tomé.

Demonio debes de ser.

(Váyanse.)

¿Qué hay, Flora?

FLORA Y TOMÉ.

Flora.

¿Qué quiere?

Tomé.

Aguarda.

Flora.

Mas qué, ¿me quieres reñir?

Tomé.

Tu culpa pienso que habla.

Flora.

¿Qué querias? ¿que yo fuera,

Tomé, traidora á mi ama?

Tomé.

No, mas no ser habladora,

Pero esto os viene de casta.

Flora.

Vosotros sois el silencio.

Tomé.

En fin, como hombre se llama,

Y como mujer la lengua.

Flora.

¡Qué discreta semejanza!

Tambien es mujer la honra,

Y el agravio es hombre.

Tomé.

Basta,

[p. 223]Yo me rindo á tu elocuencia;

Mas por Dios qué es cosa extraña

Ver de qué suerte en dos dias

De amor Celia al Conde trata,

Que de enojos y temores

Todo es celos esta casa,

¿Este es cuarto ó calabozo?

Que ya solamente falta

Que nos venga á visitar

Á media noche tu ama,

Ó que diga que los vidros,

Búcaros, fuentes y tazas,

Con otras cosas curiosas

D’este camarin, son damas.

No serán buenos casados

Si la vista no me engaña.

Flora.

¿Qué querias? ¿que sufriese

Que entrasen aquí sus daifas?

Tomé, Tomé, la mujer

Que ve su marido, y calla,

Andar con otras, ó tiene

Algo que él calle, ó es santa.

(Vase.)

Tomé.

Brava fortuna nos corre

Comenzando en mar bonanza,

Ya me pesa de haber sido

D’esta tormenta la causa:

Notable ingenio el de Otavio,

No se levanta borrasca

Que no se aparezca lüégo,

[p. 224]Como San Telmo en la gabia.

Quiero ver lo que hace Fénis.

Vidro hermoso, porcelana

De la China ó azafate

De Portugal de oro y nácar,

Bandeja de seda y perlas,

Caja de pastillas de ámbar,

Escritorio de Carey

Con molduras de oro y plata,

¿Qué haces entre esos vidros?

FÉNIS.

Fén.

Tomé, divertida estaba.

Tomé.

¿Mirabas las joyas?

Fén.

Sí;

Y son tan ricas y hermosas,

Tan de buen gusto y lustrosas,

Que á su dueño en ellas vi.

Pero ¿ves resplandecer

Tantos diamantes en ellas,

Que brillando como estrellas,

Cuando quiere anochecer,

Ponen codicia á los ojos

Del más honesto recato,

Y cuando fueran retrato

Del sol y sus rayos rojos?

Pues no hay joya para mí

Como el Conde, mi señor.

Tomé.

Bien puede ser que el amor

[p. 225]Haga ese milagro en tí,

Mas para mí d’este efeto

Fueron causa los diamantes,

Porque nunca, ¡oh Fénis! ántes

Te pareció tan discreto,

Tan lindo ni tan galan.

Fén.

Necio, no me habia dado

La palabra que ha jurado,

Que entónces los hombres dan

La mayor joya en valor,

Que es el alma y voluntad.

Tomé.

Ruido siento.

Dentro OTAVIO.

Otavio.

Esperad

Que yo os haré abrir, señor.

Tomé.

El Conde es éste y gran gente.

Fén.

Aguarda y luégo abrirás.

(Vase Fénis.)

Otav.

Abre, Tomé, ¿dónde estás?

Tomé.

Señor.

Otav.

Abre, impertinente.

EL VIREY, CONDE FABRICIO, OTAVIO, ALBANO, JULIO, EL CAPITAN.

Tomé.

Tráesme tan desvelado

Que en una silla dormia.

Otav.

Con mi ropa ha sido el dia,

[p. 226]Como ocupados cansado.

Virey.

Conde, no ha sido mi intento

Inquietar vuestra posada,

Que para ser respetada

Dió Celia merecimiento,

Cuando no fuera por vos.

CELIA, LISENA Y FLORA.

Cel.

¿Con guarda aquí su excelencia?

Virey.

La guarda es vuestra licencia.

Cel.

Mil años os guarde Dios.

Virey.

Dos caballeros han sido

Los que me han dado ocasion

Con cierta honrada quistion

Á cuya paz he venido,

Que, como justicia, aquí

No viniera ni otro efecto

Me trujera.

Cel.

Ese respeto

Por mis padres merecí,

Cuyas puertas adornaron

Los militares blasones

Que muestran.

Virey.

Esas razones

Y otras muchas me obligaron

De lo que vos mereceis;

Pero á mí se me han de dar

Las llaves, para buscar

Un hombre que aquí teneis,

[p. 227]Por atajar la inquietud

D’este reino.

Cel.

Yo, señor,

Deseo por vuestro honor

Su paz, aumento y quietud,

Mirad, si quereis mirar,

Primero arriba.

Virey.

Aquí creo

Que está lo que hallar deseo.

Tomé.

Á Fénis viene á buscar.

Otav.

No viene sino á Leonardo.

Tomé.

No te faltarán enojos,

Que ha puesto el Duque los ojos

En el camarin.

Otav.

¿Qué aguardo?

Perdidos somos, Tomé.

Virey.

Entrad y mirad ahí.

Cap.

Una mujer está aquí.

Cel.

¿Cómo es posible que esté?

Cap.

Salid, que el Virey os llama.

FÉNIS tapada.

Virey.

¿Otra vez tapada?

Cel.

¡Ah, Conde!

Tomé.

El Conde, que las esconde.

Virey.

Descubríos y hablad, dama.

Fén.

Óigame vuestra excelencia

Primero aparte.

Virey.

Decid.

[p. 228]Fén.

Que soy Fénis advertid.

Virey.

¿Fénis?

Fén.

Á vuestra prudencia

Pido piedad y remedio,

No me descubrais os pido.

Virey.

No haré, que á vuestro marido,

Porque hay tanta gente en medio,

Os daré, y con él iréis

Donde despues lo sabrán.

Llama á César, Capitan.

Cap.

César.

CÉSAR.

Cés.

Aquí le teneis,

Que no quiero replicaros

En hacer esta amistad.

Virey.

Otra quiero hacer, llegad,

Llegad que quiero casaros.

Cés.

¿Cómo, señor?

Virey.

Aquí está

Fénis.

Cés.

Si aquí la tenía

Leonardo, no será mia

Si fué de Leonardo ya.

Virey.

¿Dónde está Leonardo?

Tomé.

Aquí.

LEONARDO.

Leon.

Señor, la muerte confieso,

[p. 229]Puesto que os parezca exceso

Hablar en público ansí,

Que quise vengar mi honor

De un caballero agraviado;

Si fué pensamiento honrado

Remito á vuestro valor.

Fiéme de quien pensé

Que secreto me tuviera,

Y, si es quien es, no pudiera

No ser lo que siempre fué.

Virey.

Quedo, Leonardo, que estais

En todo engañado; oid:

César vive, y advertid

Cómo en su presencia hablais,

Que le traigo yo conmigo.

Leon.

¿Que no es muerto César?

Virey.

No,

Y advertid que quiero yo,

Leonardo, haceros su amigo,

Que vos estais satisfecho,

Como caballero honrado;

Mas ya que el cielo ha guardado,

Como vuestro honor, su pecho,

Decidme, ¿por qué negais

Que á Fénis habeis tenido,

Si estando vos escondido

Está donde vos estais?

Leon.

¿Yo á Fénis? si della sé,

Me quite el cielo la vida.

Virey.

¿Cómo no, pues escondida

[p. 230]Donde vos estais la hallé?

Descubríos, porque diga

Celia cómo estaba aquí.

(Descúbrese Fénis.)

Cel.

Yo, señor, jamas la vi,

Ni fué ni será mi amiga,

Pues en mi afrenta y agravio

La tiene escondida el Conde.

Fabr.

¿Por qué Otavio no responde?

Otav.

Porque está sin culpa Otavio,

Que se entró, Fabricio, aquí

Fénis huyendo de vos.

Virey.

Disculpa tienen los dos.

Otav.

La que puede haber en mí,

Es haber honestamente

Mirado para mujer

Á Fénis.

Virey.

No puede ser,

Que está su esposo presente,

César es ya su marido,

Y de Celia lo será

El Conde.

Cel.

Obligado está

Á cumplir lo prometido.

Cés.

Celia, ¿quereisme escuchar

Aquí aparte dos palabras?

Cel.

¿Á vos, César, para qué,

Adonde todos me agravian?

Cés.

Hablemos aquí los dos.

(Aparte los dos.)

[p. 231]Cel.

Decid.

Cés.

Celia, aquí nos casan

Á vos y á mí, á mí con Fénis

Que tengo en medio del alma,

Y á vos con el conde Otavio,

Cuya pasion se declara

En lo que habeis hecho y dicho;

Hoy nuestras dos esperanzas

Llegan á ser posesion,

Hoy nuestras penas se acaban.

Pregunto yo, ¿por qué le pintan

Ciego al amor?

Cel.

Cosa es clara

Que porque hace el mismo efeto.

Cés.

Luego está ciego quien ama.

Cel.

Ciego está como los dos.

Cés.

¿Pues quereis, Celia, que haya

Agora un amor con vista?

Será novedad extraña.

Cel.

¿Cómo?

Cés.

Quitando la venda

Con que los ojos le tapan

Á los nuestros para ver

De Otavio y Fénis las faltas.

Cel.

Ya me he quitado la mia.

Cés.

¿Qué veis?

Cel.

Al Conde en mi casa

Diciéndome mil requiebros

Con alma fingida y falsa,

Que fué un hombre que en un hora

[p. 232]Hizo tan grande mudanza,

Que puso el amor en Fénis

Y que le dió la palabra

De ser suyo, y la escondió

Donde yo misma la hallaba,

Y él, como yo estaba ciega

Desde los ojos al alma,

Me hacia con invenciones

Entender que me engañaba,

Y veo que quien agora

Hace cosas tan extrañas,

Las hará despues conmigo

Más traidoras si se casa.

Cés.

¿Eso veis?

Cel.

Y áun otras cosas,

César, que el respeto calla.

Cés.

Pues oidme á mí, que ya

Tengo la venda quitada.

Cel.

¿Qué veis?

Cés.

Veo una mujer

Que cuando juntos estaban

Sus parientes y los mios,

Á tanto amor siempre ingrata,

Tomó desdeñosa y libre

La pluma, escribiendo airada

En mi afrenta sus desdenes,

Y con atrevidas plantas

Huyó de mí, de su padre,

De su honor y de su casa;

Veo una mujer por quien

[p. 233]Me dió en el pecho una bala,

Que de milagro estoy vivo;

Y aunque su belleza es tanta,

Que, con una mano sola,

Todos mis cuidados paga,

Considérome casado,

Y que aquel deseo pasa

De su rigor en las bodas,

Y que estoy por la mañana

Pensando que estuvo Fénis

En esta ó aquella cuadra

Toda una noche y dos dias,

Y que un hombre, que la amaba...

Pero quédese esto aquí,

Que en materia de honra y fama,

Para no vivir con gusto,

Imaginaciones bastan.

Cel.

¿Tanto mira amor con vista?

Cés.

Mucho más cuando se acaba.

Cel.

¿Qué harémos?

Cés.

Haz lo que yo,

Celia, pues partes tan altas

Te darán mejor marido

Y vivirás descansada;

Duque generoso, escucha.

Virey.

La consulta ha sido larga,

Veamos qué sale della.

Cés.

Fénis estuvo guardada

Del Conde, del Conde sea,

Mi amor con vista se halla,

[p. 234]Y se la da libremente.

Cel.

Yo tambien, desengañada,

Le doy á Fénis al Conde,

Y porque César me agrada,

Mi mano y mi hacienda es suya.

Virey.

Á Lisena, vuestra hermana,

Dad á Leonardo, con quien

Queda la paz confirmada.

Tomé.

Flora, ¿tienes vista?

Flora.

No.

Tomé.

Pues amor con vista acaba,

Si el senado que las mira

Suple á nuestro amor las faltas.

Laus Deo et Mat. Virg.

En Madrid, á 10 de Diciembre de 1626.

Lope de Vega Carpio.

[p. 235]Véala Pedro de Vargas Machuca.—Rúbrica.

Es de las muy buenas comedias que ha escrito Lope de Vega, la fábula ingeniosa, los versos muy poéticos, escogidos y sentenciosos, con discretos avisos para los sucesos de la vida humana, y toda digna del teatro de la córte.—Puede representarse.

Madrid, á 11 de Diciembre de 1627.Pedro de Vargas Machuca.

Esta comedia, intitulada Amor con vista, se puede representar reservando á la vista todo lo que no fuese de su lectura. Zaragoza y Febrero 13 de 1627.—El Dr. Luis Navarro Ordoñez.

[p. 236]Pódesse representar esta comedia vta. á informaçao do Cor. Gregorio de Ballaser en Lisboa, 12 Decembro de 1630.

Pódesse representar. Lisboa, 14 Decembro de 1630.—Rúbrica.

Adorno de fin de capítulo

[p. 237]

LA PRUEBA DE LOS AMIGOS.


[p. 238]

PERSONAS.

FABIO.

FABRICIO.

TANCREDO.

FULGENCIO.

FELICIANO.

GALINDO.

DON TELLO.

FAUSTINO, viejo.

CORNELIO.

FRISO.

LESINO.

ALBERTO.

JULIO.

LEONARDA.

DOROTEA.

CLARA.

OLIVERIO.

FERNANDO.

LISELO.

JUSTINO.

RICARDO.

LISENO.

UN CRIADO.

DOS MÚSICOS.

UN ALGUACIL.


[p. 239]

Adorno de principio de capítulo

LA PRUEBA DE LOS AMIGOS.


ACTO PRIMERO.

Entran FABIO, FABRICIO, TANCREDO, FULGENCIO y otros, de acompañamiento, y FELICIANO, con luto, y detras de todos GALINDO, lacayo, con otro luto á lo gracioso.

Fab.

Téngale Dios en el cielo,

Que juzgando por sus obras,

Mejor padre, muerto, cobras

Que le perdiste en el suelo:

Tales fueron sus costumbres,

Que pienso que desde aquí

Le puedes ver, como allí

Se ven las celestes lumbres.

Fulg.

En mi vida supe yo

Dar un pésame, Tancredo.

Tanc.

No me dió cosa más miedo,

[p. 240]Ni más vergüenza me dió,

¿Cómo diré que, en rigor,

De consuelo le aproveche;

Vuesa merced le deseche

Por otro padre mejor?

Fulg.

Eso fuera desatino;

Óyeme y imita luégo.

Tanc.

¿En fin vas?

Fulg.

Temblando llego;

Como el gran Padre divino

Lo es de todos inmortal,

Consuelo podréis tener

Que os ha de favorecer,

Feliciano, en tanto mal;

Su falta se recupera

Con poneros en su mano.

Fab.

No es posible, Feliciano,

Que en vos Everardo muera,

Quedando tan vivo en vos,

Que sois su traslado cierto,

Pero guárdeos Dios, y al muerto

Téngale en su gloria Dios.

Fulg.

¿Aún no llegas?

Tanc.

No he podido

Sujetar mi mal humor,

Dar el pésame es mejor

Á este hipócrita fingido,

Á este alcahuete bellaco,

Á este Parmeno fiel,

Que yo me avendré con él.

[p. 241]Fulg.

¿Va el pésame?

Tanc.

Ya le saco:

Señor Galindo, ya es muerto

Su padre de Feliciano,

Que vos quedais, es muy llano,

Por su padre...

Gal.

Sí por cierto.

Fulg.

Sacad del capuz la cara.

Gal.

Mejor está en el capuz,

Pues ha faltado salud,

Que hoy nos deja y desampara.

¡Ay, mi señor Everardo,

Dónde hallaré tal señor!

Tanc.

Su hijo tiene valor,

Y es caballero gallardo;

Mejor amparo teneis,

Buen dueño habeis heredado.

Gal.

Todo á todos ha faltado.

¡Triste de mí!

Tanc.

No lloreis.

Gal.

Yo lloro con gran razon,

El pan á llorar me mueve.

Tanc.

(Ap.) Mejor el diablo le lleve,

Que lo siente el bellacon.

Fab.

Quedad con Dios, Feliciano,

Y pues que sois tan discreto,

Con sentimiento secreto

Dad al público de mano:

Prudente sois, esto basta.

Fulg.

Adios, Feliciano.

[p. 242]Fab.

Adios.

Fel.

Con todos vaya.

Tanc.

Y con vos

Quede.

Gal.

Lindo humor se gasta.

(Vanse.)

Fel.

¿Fuéronse esos majaderos?

Gal.

Ya la escalera trasponen.

Fel.

Los hábitos me perdonen.

Gal.

Todos nacimos en cueros;

Estas son borracherías

Que el loco mundo ha inventado.

Fel.

El lutazo me he quitado.

Gal.

Yo las mortíferas chias,

Salgo de la negra tumba

Como espada de la vaina.

Fel.

Aquí la tristeza amaina.

Gal.

El retintin me retumba

De un poquito de chacona.

Fel.

No bailes, Galindo, tente,

Que no quiero que la gente

Murmure de mi persona.

Gal.

Calla, señor, ¡pesiamí!

¿Es la ventura que ves

Para que puedan los piés

Tener sufrimiento aquí?

Cuando tiene un enemigo

Un hombre, y se muere ó va,

¿No se alegra?

Fel.

Claro está.

[p. 243]Gal.

Pues si está claro, eso digo.

¿Qué enemigo capital

Como el viejo que hoy te falta?

Baila, brinca, tañe, salta.

Fel.

Fué padre, y hacemos mal.

Gal.

¿Qué más quieres que viviera?

¡Ojalá llegues allá!

Con cuatro sietes se va,

Mira si es mala primera.

Es bueno, yo lo confieso,

Pero que hoy vive imagina,

Y por tus gustos camina,

Verás lo que siente en eso;

Ni tendrás sólo un real,

Ni de libertad un hora,

Mira si truecas agora

En tanto bien tanto mal.

Treinta mil ducados deja,

Que si va á decir verdades,

Treinta mil necesidades

Te lastimaban la oreja,

Y éstas todas las remedias.

¿Era mejor, Feliciano,

Ser por puntos cirujano

De los puntos de tus medias?

¿Era mejor no tener

Qué gastar con Dorotea,

Para que quien la desea

La pueda á tus ojos ver,

Y áun gozalla, como sabes?

[p. 244]Fel.

Calla, no me digas eso,

Perderé, Galindo, el seso

Ántes que de hablar acabes.

Diez años ántes quisiera

Que fuera muerto el que ya,

Como tú dices, se va

Con tan hermosa primera.

Si un hijo del viento gasta,

Y no hay más que la comida.

En el juego desta vida

Á un padre rico bien basta,

Que á seis y siete entre un as;

Que es lástima envejecer

Un hijo mozo, y tener

Muchas veces treinta y más.

Pero gente suena, toma

El capuz. ¡Pesia mi mal!

Gal.

¡Otra vez tumba mortal!

Fel.

Son chapines.

Gal.

Manto asoma.

LEONARDA.

Leon.

Aunque no era, Feliciano,

Esta ocasion para verte,

Al pésame de la muerte

De un padre noble y anciano

Bien puede venir Leonarda,

Con la justa pretension,

Que más de tu obligacion

[p. 245]Que de sus prendas aguarda.

Cuanto á ser tu padre el muerto,

Dios sabe que me ha pesado,

No cuanto á haberle culpado

En nuestro justo concierto,

Del que sospecho que agora

Tendrás memoria, y de mí,

Que por darte gusto fuí

Á iguales padres traidora.

Que si él, como tú decias,

Tu casamiento estorbaba,

Cuando con él se trataba,

Y su aspereza temias,

Ya no podrás, Feliciano,

Huir el rostro á mi honor,

Muerto aquel cuyo rigor

Fuera combatido en vano.

Ya quedas libre, señor,

De tu hacienda y tu persona,

Mi causa quien soy te abona,

Tu deuda mi propio honor

Que en efeto...

Fel.

No prosigas:

¡Qué locas sois las mujeres!

¡Que agora me case quieres!

¡Aquí me fuerzas y obligas!

¡No está del muerto la cama

Fria del calor que tuvo

Cuando en ella enfermo estuvo,

Y ya á la boda me llama!

[p. 246]¡No está libre el aposento

Del humo de tanta cera,

Y ya quiere que la quiera

Para fiesta y casamiento!

¡Áun cantan kiries allí

Sobre tumbas y memorias,

Y ya quiere que haya glorias

De desposorios aquí!

¡Apénas allí tan triste,

Cesa de requiem la misa,

Y aquí con tal gusto y prisa

Á la de fiesta se viste!

¡Apénas lugar he dado

Á que el pésame me den,

Y ya me da el parabien

Del para mal de casado!

¡Veme de luto cubierto

Y ya me obliga á bailar!

Leon.

Siendo mujer fuera errar,

Mas no, siendo padre el muerto;

¿Qué importa que esté caliente

La cama en que no dormias,

Y en cuyas sábanas frias

Durmió un padre impertinente?

El humo de tanta cera

¿Qué importa? Mas estás ciego

Del humo, infame, del fuego

Que abrasar tu honor espera;

Que, segun van las historias

Que de Dorotea oí,

[p. 247]Cantarán kiries por tí,

Y ella en tu hacienda las glorias.

Ésta sí, será la misa

De requiem y de dolor,

Á la muerte de tu honor

De que ya el luto te avisa.

Sigue la vil Dorotea,

Vuelve á mi deuda la cara,

Pues ya tu amor no repara

En que de otros muchos sea;

Los hombres eso quereis,

Lo que es de otro siempre amais,

De lo que solos gozais

Poca estimacion haceis;

Celos os hacen querer,

Lágrimas mucho os enfadan,

Lo que las libres agradan

Cansa una honrada mujer.

Espero en Dios que ese luto

Traerán tus deudos por tí,

Para que yo coja ansí

Como la esperanza el fruto;

Que con sólo verte muerto

Podré yo quedar vengada,

Viuda sin ser casada,

Y tú, infame en el concierto,

Que de él y tus juramentos

Allá me pienso vengar,

Que á fe que irás á lugar

Donde juzgan pensamientos.

(Vase.)

[p. 248]Fel.

¿Fuése?

Gal.

Por las escaleras.

Fel.

Ojalá por las ventanas,

¡Qué de maldiciones vanas!

¡Qué de soñadas quimeras!

¡Qué de cansadas razones!

¡Qué de locas vanidades!

¡Cómo pondera verdades

Y cómo culpa traiciones!

Basta, que ya las mujeres,

Sólo que los labios abras,

Quieren trocar á palabras

Sus mal gozados placeres.

Dame medias de color,

Iréme á desenfadar.

Gal.

La noche dará lugar,

Vé, por tu vida, señor,

Á que el pésame te dé

La gallarda Dorotea.

Fel.

Cree que el pláceme sea

Del dinero que heredé,

De que ya se juzga dueño.

Gal.

Que ya le sabrá sacar.

Fel.

Yo me sabré reportar.

Gal.

¿Tú?

Fel.

¿Pues no?

Gal.

¡Cosa de sueño!

Pues, á fe, que te importára

Irte poco á poco en esto.

Fel.

Aconséjasme muy presto,

[p. 249]Lo de adelante repara,

Que agora, por Dios, que quiero

Gastar por un año ú dos

Pródigamente.

Gal.

Por Dios,

Que es lindo amigo el dinero,

Gasta, cobra amigos, da,

Sé liberal, noble, honrado;

Quien da sólo es estimado,

Cercado de amigos va,

Estos son mayor riqueza

Que el dinero.

Fel.

Ya verás

Mi virtud.

Gal.

¿Pues cuál tendrás?

Fel.

Contra avaricia largueza.

(Vanse.)

DOROTEA Y CLARA.

Dor.

¿Qué me cuentas?

Clara.

Lo que vi.

Dor.

¿Qu’es ya muerto?

Clara.

Está enterrado.

Dor.

¡Bravo suceso!

Clara.

Extremado.

Dor.

Y mucho más para mí.

Clara.

Bajaba de aquella calle

Que han hecho un palacio en fin,

[p. 250]Los monjes de San Martin,

Á darle el papel y hablalle,

Cuando veo á San Ginés

Acercarse un largo entierro,

Honra del final destierro,

Que de la tierra lo es;

Veo mil hachas ardiendo,

Pobres vestidos, contentos

Que heredan los avarientos,

Que no pudieron, viviendo;

Gozan el vestido y hacha

Que no les dió la virtud.

En fin, un negro ataud,

Seis de gerga y de capacha

Veo que en los hombros llevan,

Tras mil clérigos y cruces,

Frailes, cofradías, luces,

Cuantas á un noble se deban;

Miro el acompañamiento,

Hábitos y gente ilustre,

Y entre este adornado lustre,

Polvo en tierra y humo en viento,

Veo á nuestro Feliciano,

Entre un capuz y un sombrero,

Muy triste, porque el dinero

No estaba todo en su mano.

Tras él iba aquel bellaco

De Galindillo, fingiendo

Que lloraba, y componiendo

Su tumba; á un teñido saco

[p. 251]La falda llevaba, y creo

Que iba diciendo entre sí:

¡Oh si llevára yo aquí

Los escudos que deseo!

Fuera preguntar en vano

Quién era el muerto; ya ves,

Rico entierro en San Ginés,

Y enlutado á Feliciano.

Dor.

Por tu vida que te diera,

Si las hubieras pedido,

Albricias.

Clara.

Buenas han sido,

Del interes que me espera

No doy mi parte.

Dor.

Detente,

Que siento gente en la puerta,

Entraránse, que está abierta.

OLIVERIO Y FERNANDO.

Oliv.

Sí harán, que es segura gente,

Pero si estás ocupada,

Tambien atras volverán.

Dor.

Nunca estas sillas lo están

Para gente tan honrada.

¿Qué hay de nuevo en nuestra aldea?

Fern.

Así la puedes llamar;

Por acá comer y holgar,

Y juventud que pasea.

Si no es que tienes que hacer,

[p. 252]Tuyos somos este rato.

Dor.

Miéntras se tarda un ingrato

Me podeis entretener.

Oliv.

¿Qué, le quieres todavía?

Dor.

¿Es milagroso?

Oliv.

En tu mudanza...

Dor.

Pues hay mudanza que alcanza

Á quien de mudanzas fia.

Fern.

¿No te trata bien Ricardo?

Dor.

Sospecho que quiere bien.

Oliv.

Si no le muestras desden,

Mayor libertad aguardo.

Fern.

Dale celos.

Dor.

No aprovecha.

Fern.

¿Trágase estas balas?

Dor.

Sí.

Fern.

¿Es diestro?

Dor.

Cuanto lo fué.

Fern.

Bien hace, tu amor sospecha;

Un hombre no ha de saber

Que es querido.

Dor.

No es licion

Que puesta en ejecucion

Le está bien á una mujer,

Que tratalle sin amor

Mucho desdora.

Fern.

Templalle,

Y dalle para gozalle

Con recatado favor.

Oliv.

La puerta suena.

[p. 253]Dor.

¿No cierras?

LISELO, JUSTINO, OLIVERIO, FERNANDO, DOROTEA Y CLARA.

Lis.

En tiempo de tantas paces

No la cierres, que bien haces,

Y si bien haces, no yerras.

Dor.

Seais los dos bien venidos.

¿Dónde Ricardo quedó?

Just.

Aquí pensé hallarle yo.

Dor.

¿Ya soy centro de perdidos?

Lis.

Si lo están todos por tí,

Que aquí se busquen es bien.

Clara.

¿Quereis que naipes os den?

Just.

¿Hay algo que rifar?

Clara.

Sí.

Fern.

¿Qué, por tu vida?

Clara.

Unos guantes.

Oliv.

¿Son de olor?

Clara.

Como lo dices,

Favor para las narices.

Oliv.

¿Sabes por cuántos instantes?

Lis.

¿Son de ámbar ó perfumados?

¿Olerán hasta salir

De la calle?

Clara.

Eso es decir

Que estais de rifar cansados;

Pues ya por los naipes voy.

Dor.

¡Qué necia que estás, Clarilla!

Just.

Lo acuchillado acuchilla.

[p. 254]Oliv.

¿Teneis vos?

Fern.

Sin blanca estoy.

Oliv.

¡Qué fria es aquesta treta

De dar luégo que rifar!

Just.

Viejo modo de pescar

Es esta necia receta.

Fern.

¿Para sacar seis escudos

Qué sirven estas bajezas?

Repártanse por cabezas

Y hagamos señas de mudos.

Lis.

No perderán estas damas

Esta costumbre ó traicion,

Como el pedir colacion.

Oliv.

Pues es andar por las ramas.

Clara.

Una palabra al oido.

Oliv.

¿Hay vision? ¿hemos de huir?

Dor.

Acábalo de decir.

Clara.

Los guantes y naipes pido

Á la mulatilla, y ella

Me dice que Feliciano

Está á la puerta.

Dor.

Su mano

Me da amor, mato con ella.

¡Perdido mozo!

Clara.

¡Jesus!

Cuéntale por rematado.

Dor.

(Ap.) Despedirlos me es forzado

Miéntras que le llamas tú.

Clara.

(Ap.) Echa esa inútil caterva

En tanto que voy.

[p. 255]Dor.

Mis reyes

Ya sabrán de nuestras leyes,

Que este lugar se reserva

Para cosas de provecho;

Otra venta, abajo piquen.

Oliv.

¿Hay pesca?

Dor.

No me repliquen.

Lis.

Es mal hecho.

Just.

No es mal hecho,

Que aquí se ha de dar lugar.

Fern.

Con tal condicion se alquila.

Lis.

Vamos á ver á Drusila,

Que hoy acabó de llegar.

Oliv.

¿Adónde estaba?

Lis.

En Toledo.

Oliv.

¿Y no se vende el caudal?

Lis.

¿Cómo le ha de ir bien al mal?

Oliv.

Estoy por...

Fern.

Hablemos quedo.

Oliv.

Vive Dios, que le he de dar

Una matraca.

Fern.

Eso sí.

Oliv.

Callad y echad por aquí,

Oiréis á Fabia cantar.

(Vanse.)

CLARA, FELICIANO Y GALINDO, de noche, Y DOROTEA.

Fel.

¿Podré verte?

Dor.

Desemboza

[p. 256]Esa cara, que Dios guarde.

Fel.

No pude venir más tarde.

Clara.

Quedo, ¿él tambien me retoza?

Gal.

¿No puedo tocar la mano?

¡Aunque en aquesta ocasion

Fueras cuenta de perdon!

Clara.

Lo es siempre la mano, hermano.

Fel.

¿Quién son éstos que se van?

Dor.

No hay cosa que importe en ellos.

Fel.

¿Es acaso alguno de ellos

Ricardo?

Dor.

¿Quién?

Fel.

Tu galan.

Dor.

Donde tú vives, mi bien,

¿Qué Ricardo, ó qué riqueza

Mayor para mí?

Fel.

¡Oh belleza

Divina! ¿ya sin desden?

Dor.

¿Desden para tí, mis ojos,

Si eres la luz con que veo?

Ya me mataba el deseo

De celos, ánsias y antojos.

¿Dónde has estado? ¿en qué andas?

¡Desde ayer sin verme, ay cielos!

¿Por qué me matas con celos

Cuando servirte me mandas?

No estoy bien con tus ausencias,

Trazando vas mis disgustos,

Ó tienes allá otros gustos,

Ó acá pruebas mis paciencias.

[p. 257]Á fe que alguna dichosa

Esta noche tuvo el lado

Más discreto, más honrado,

Que ha visto esta alma envidiosa;

Muestra la mano, el color

Se te ha trocado, esto es cierto

Una noche, tú me has muerto.

Clara.

¡Qué extraña señal de amor!

Gal.

¿Desmayóse?

Fel.

¿No lo ves?

Gal.

¡Vive Dios que es de lo fino!

Ved qué de presto le vino

De la cabeza á los piés.

Fel.

Trae, por tu vida, Clara,

Un poco de agua de azahar,

Si no la puede tomar

Echarásela en la cara;

¡Hay tales celos!

Gal.

Por Dios

Que es lástima, está mortal.

Fel.

¿No vas?

Clara.

Voy.

(Vase.)

Gal.

Mala señal.

Fel.

¿Para quién?

Gal.

Para los dos.

Fel.

¿Cómo?

Gal.

Porque es mal agüero

Entrar aquí con azahar,

Y estas dos sotas hallar

[p. 258]En el encuentro primero.

Fel.

Necio, ¿este rostro no miras?

Gal.

Discreto, ya estoy mirando

El mismo rostro que cuando

De ver su color te admiras.

Fel.

¿No ves que es color fingida

Y no se puede mudar?

La que es suya has de mirar,

En tantas partes perdida.

Gal.

Cuanto aquí se ve es fingido,

¿Es raton éste?

Dor.

¡Ay de mí!

Gal.

¿Ves qué presto vuelve en sí?

Dor.

¡Qué necio, Galindo, has sido!

¡Qué alteracion me has causado!

Gal.

¿Pues no estabas desmayada?

Dor.

Algo estaba ya cobrada

Y era aquel susto pasado.

Fel.

Maldígate Dios, amén,

¡Qué costosas gracias tienes!

Gal.

Clara es ésta.

Fel.

Tarde vienes,

Mas toma el agua, mi bien.

Dor.

Muestra, que á fe que estoy tal,

Que apénas he vuelto en mí,

Ni sé cómo vivo aquí,

Segun me he visto mortal.

(Bebe.)

Gal.

Agradézcanlo al raton,

Que nuestro médico ha sido.

[p. 259]Fel.

Bebe más.

Dor.

Harto he bebido.

Gal.

¿Confortaste el corazon?

Fel.

¿Es posible que no sabes

Dónde he estado, ni has sabido

Qué es lo que me ha sucedido?

Dor.

Dime palabras suaves,

Regálame, por tu vida,

Que á fe que lo he menester.

Gal.

¡Qué diestra está la mujer!

Toda la pena es fingida.

Fel.

Mi bien, ayer se murió

Mi padre y hoy le enterré;

Si en aquesto me ocupé,

La muerte es quien te ofendió;

Con esta dama dormí,

Un capuz la cama fué,

Que esta noche me quité

Por no entrar á verte ansí.

Dor.

¡Tu padre es muerto!

Fel.

Ya es muerto.

Gal.

¿Ha de haber desmayo agora?

¡Oigan, vive Dios, que llora!

Fel.

Mi bien, que es mi bien te advierto,

Mira que eres hoy el dueño

De sus treinta mil ducados,

Ya no andarán empeñados

Tus desdenes y mis sueños;

Ten, mi señora, alegría.

Dor.

¿Puedo dejar de sentir

[p. 260]Que es tu sangre?

Gal.

¡Hay tal fingir!

Fel.

¿Has cenado?

Dor.

Ahora queria.

Fel.

¿Qué tienes?

Dor.

Poco ó nada,

Mas para entrambos habrá.

Fel.

¡Hola, Galindo! ¿tendrá

Algo aquel tu camarada?

Gal.

No faltará algun capon.

Fel.

Estos cuatro escudos toma,

Trae una gentil redoma

De aquel ramo del canton;

Y de camino Guzman

El luto puede traer,

Que aquí me ha de amanecer,

Y no he de salir galan.

Dor.

Por fuerza lo ha de salir

Quien como vos lo nació,

Si no le marchito yo.

Gal.

¡Qué bien lo sabe fingir!

Voy en un salto.

Fel.

Camina.

(Vase.)

Dor.

Pésame que haya heredado

Quien pobre me ha conquistado.

Fel.

No sé lo que ésta imagina,

Cuando pobre, nunca ví

Su rostro sereno y ledo,

Y agora que ve que heredo

[p. 261]Toda se trasforma en mí.

Pero, pues no lo sabia

Cuando la vi desmayar,

No es justo amor agraviar

Mujer que sin duda es mia.

No se canse más Leonarda,

Ni más me pida su honor,

Si con el mismo rigor

Trescientos años aguarda,

Que ya soy de Dorotea

Muy justamente perdido,

Pues que soy de ella querido,

Que es lo que el alma desea.

Dor.

No seas necia.

Clara.

Acaba ya.

Dor.

Déjame.

Fel.

¿Qués la cuestion?

Dor.

Locuras de Clara son.

Fel.

¿No lo sabré?

Dor.

Bien está;

Vos lo sabréis.

Fel.

¿Por qué no?

Dor.

Porque no puedo sufrir

Á quien quiero bien pedir,

Que doy á quien quiero yo.

Fel.

Daráme, por Dios, mohina;

Declaradme esas razones.

Dor.

Sacastes ciertos doblones,

Y cásase una vecina,

Y conjúrame que os pida

[p. 262]Para las arras.

Fel.

¿Pues eso

Teneis, mi bien, por exceso,

Siendo vos mi propia vida?

En este bolsillo van

Ciento, ménos el que dí;

Serán arras de que hoy fuí

De vuestro favor galan.

Dor.

¡No haréis tal por vida mia!

Fel.

Por la misma lo he jurado.

Dor.

Esta necia lo ha causado.

Clara.

Conozco yo su hidalguía,

Que de la misma manera

Que esas arras acomoda,

Te diera para la boda

Ropa y saya, ó saya entera:

Mal conoces lo que vale

Aquel hombre que está allí.

Fel.

¿Pues es la madrina?

Clara.

Sí,

Y con saya y ropa sale;

Hazle hacer por vida tuya,

Vestido de tu color,

Porque su gala y tu amor

Honran la belleza suya.

Que ella, como te ama tanto,

No te osa pedir aquello,

Que podrá por no tenello,

Darte algun celoso espanto.

Fel.

Eso no, por vida mia,

[p. 263]Mi sastre mañana venga,

Porque la medida tenga,

Que dél sólo el alma fia,

Y sacaráse la tela

De la color que la agrade.

Clara.

Los pasamanos añade.

Fel.

¿La guarnicion te desvela?

Del más ancho de Milan

Echen juntos cinco ó seis.

Clara.

¿Sin duda?

Fel.

Allá lo veréis.

Clara.

Éste, señora, es galan.

Mal haya Ricardo, amén.

Dor.

¡Ay Clara! á Ricardo adoro.

Clara.

Pues adora agora al oro

Para que el oro te den.

Dor.

¿Cuál oro, triste de mí,

Se puede igualar al gusto?

GALINDO.

Gal.

El dinero vino al justo,

Cuanto me pidió le dí,

Pero hay muy bien qué cenar,

Y mañana qué comer;

Clara, tú puedes hacer

Esos capones pelar,

Y asar aquellas perdices.

Clara.

Oye aparte, mentecato.

Gal.

¿Qué quieres?

[p. 264]Clara.

Óyeme un rato,

Necio, y no te escandalices.

¿Este tonto de tu amo

Ha heredado?

Gal.

Así es verdad;

El tonto y la cantidad

He visto.

Clara.

Aquí hay liga y ramo;

Este es pájaro que viene

Dando en ella, no seas loco,

Sino caiga poco á poco

Con el dinero que tiene.

¿No has leido á Celestina?

Gal.

Á Celestina leí.

Clara.

Pues mira á Sempronio allí,

Y por sus pasos camina,

Deja, Galindo, á las dos

Que este pájaro pelemos,

Y tu parte te darémos.

Gal.

Altamente hablais por Dios;

Armalde, que yo seré

El pájaro compañero:

Traeréle al lazo.

Clara.

Eso quiero.

Gal.

Como parte se me dé,

Y la que espero de tí.

Clara.

Digo que seré tu prenda.

Gal.

Pues quedo, y nadie lo entienda.

Dor.

¿Llamaron?

Clara.

Señora, sí.

[p. 265]Dor.

Mira quién es.

Clara.

En la voz

He conocido á tu hermano,

(Escóndase Feliciano.)

Que es un soldado feroz,

Y no hay hombre más celoso.

Dor.

Véte y vén despues, mi bien.

Fel.

¡Hermano!

Dor.

Y hombre tambien,

Que es un Orlando furioso.

Gal.

¡Clara!

Clara.

¡Galindo!

Gal.

¿Este hermano

No viniera enhorabuena

Ántes de traer la cena?

Clara.

Ya lo previenes en vano.

Gal.

Dame siquiera un capon

Y la redoma del vino.

Dor.

Detenerte es desatino.

Fel.

Así mis venturas son,

Dame esos brazos y adios.

Dor.

Por esta puerta te irás.

Gal.

¡Cena, que no os veré más!

Clara.

Por aquí saldréis los dos.

RICARDO.

Ric.

¿Han acaso ensordecido,

Dorotea, tus criadas,

Ó están acaso bañadas

En las aguas del olvido?

[p. 266]¿Cenaron adormideras?

¿Qué teneis que no me ois,

Y si me ois no me abris?

Dor.

¿Dirás que há un hora que esperas?

Ric.

Poco ménos.

Dor.

Ocupadas

En regalarte estarán.

Ric.

Más en echar al galan

Que hoy hablastes atapadas;

Bien he sentido el rüido.

Dor.

Tarde y celoso, ¡oh qué bien!

Ric.

Dí que de cenar me den,

Que vengo medio dormido.

(Éntrase.)

Clara.

¿Para qué quieres este hombre

Que te juega cuanto tienes,

Si hoy á ser rogada vienes

De un rico tan gentil hombre?

Dor.

Déjame con mi pasion:

Tirano es amor, no es rey,

Y así en el gusto no hay ley,

Ni en la mujer eleccion.

(Vanse.)

LEONARDA, en hábito de hombre, con espada y broquel, y un criado.

Leon.

Aquí me puedes dejar,

Ó espérame por ahí.

Criad.

Si hay necesidad de mí,

[p. 267]Allí me podrás hallar,

Que tengo cierto requiebro

De una platera de perlas,

Más firme que dos cañerlas,

Y más blanda que un enebro;

Silba y vendré por el aire,

Puesto á punto el hierro todo,

En diciéndole un apodo,

Y en oyéndole un donaire.

(Vase.)

Leon.

Escura y siempre triste y enlutada,

Gran viuda del sol, noche estupenda,

Cuya lustrosa toca reverenda

De holanda de la luna fué cortada.

Secretaria de amor, noche callada,

Haz que mis pasos ningun hombre entienda,

Y daréte una pieza por ofrenda

De la bayeta en mi dolor frisada.

Noche, aquí vengo en busca de un ingrato,

Ponme con él, hablalle te prometo,

Porque veas su injusto y mi buen trato.

Descanse mi cuidado en tu secreto,

Que es hijo de los dias el recato,

Y de la noche el amoroso efeto.

FELICIANO, GALINDO Y LEONARDA.

Fel.

Sospechas traigo.

Gal.

¿De qué?

Fel.

De que no es aquél su hermano.

[p. 268]Gal.

Pues fué tu sospecha en vano.

Fel.

¿Por qué?

Gal.

Porque no lo fué,

Y en las cosas que conciertas

No hay sospechas.

Fel.

¿Ciertas son?

Gal.

Conozco la condicion

De estas damas con dos puertas.

¡Lindo gatazo te han dado!

Fel.

Quien ama todo lo abona,

Ni es Dorotea persona

De tan vil y bajo estado:

Su hermano será sin duda.

Gal.

¿Su hermano?

Fel.

¿No puede ser?

Gal.

Conoces esta mujer;

Los hombres en bestias muda.

Fel.

En que es su hermano me fundo.

Gal.

Si es su hermano, Feliciano,

Yo sé que hoy no cena hermano

Mejor que él en todo el mundo.

¡Oh hermano el más bien cenado

Que se ha acostado jamas!

¡Qué contento dormirás

Con algun ángel al lado!

Fel.

¿Ángel? ¡Oh qué majadero!

¿Díceslo por Dorotea?

Gal.

No digo yo que ella sea.

Fel.

¿Pues quién?

Gal.

Explicarme quiero.

[p. 269]El que cena y duerme bien,

Ángeles suele soñar.

Fel.

Aquí hay gente.

Gal.

Aquí hay lugar

De tomar la calle, vén.

Fel.

¿Irme tengo?

Gal.

¿Por qué no?

¿Es fuerza el ir por allí

Si hay treinta calles aquí?

Fel.

¿Quién va allá?

Leon.

Yo.

Fel.

¿Quién es yo?

Leon.

(Ap.) Un hombre y una mujer,

Pudiera decir mejor.

Fel.

¿Qué quiere aquí?

Gal.

Qué rigor

Que muestras; habla á placer.

Leon.

¿Téngoos que dar cuenta á vos

De lo que en la calle quiero?

Fel.

Sí, porque lo que yo espero

No nos impida á los dos.

Leon.

No podréis vos esperar

Lo que yo.

Fel.

¿Por qué razon?

Leon.

Porque es libre mi aficion,

Que la puedo yo pagar,

Y aguardo á que de allá salga

Un Feliciano que entró,

Porque he de entrar luégo yo.

Gal.

Muy bien, así Dios me valga;

[p. 270]¡Más que es ésta Dorotea!

Leon.

La misma, y la que á Ricardo,

Un cierto alférez gallardo,

Que agora en Madrid pasea,

Da lo que á los otros quita;

Y agora espera quitar

Á cierto hombre del lugar

Que estas calles solicita,

Y está recien heredado;

Que jura que ha de pescalle

Cuanto pudiere pelalle,

Para este galan soldado.

Gal.

¿Tiene hermano esta mujer?

Leon.

Es flor eso del hermano.

Gal.

¿Qué te dice, Feliciano?

Fel.

Que no lo puedo creer.

Gal.

Pues lo que los ojos ven

Con los dedos se adivina.

Fel.

Grita suena en la cocina.

Gal.

Y cómo cenan muy bien...

¡Que ésta nos tenga al olor!

¡Hay tan gran mentecatía!

Fel.

Aguardar tengo hasta el dia.

Gal.

Vámonos de aquí, señor.

¡Oh bellaca desmayada!

¿Quién se la vió tan fingida,

Más lacia y carilamida

Que gata recien lavada?

¿Quién la vió tras el raton,

Y á tí en su engaño embebido?

[p. 271]Bebe más; harto he bebido.

Confórtasme el corazon.

Dime palabras suaves.

Fel.

Áun hay, Galindo, más mal.

Gal.

Bastará que sea igual,

¿Más mal dices?

Fel.

¿No lo sabes?

Los cien doblones le dí.

Gal.

¿Los de á cuatro?

Fel.

Los contados,

En el escritorio hallados,

Que aquesta mañana abrí.

Gal.

¿Qué me cuentas?

Fel.

Ya no cuento,

Pues ella los cuenta allá.

Gal.

¿Quién eso á una mujer da?

¿Á qué cuenta los asiento?

Fel.

Á la del amor.

Gal.

¡Buen fiador!

Cobrar tengo este dinero.

Fel.

Tente, Galindo, no quiero.

Gal.

¿Por qué?

Fel.

Porque tengo amor.

Gal.

¡Pesar del amor, amén!

Llama y dí si ha de salir,

Ó si nos hemos de ir.

Fel.

Bien dices.

Gal.

Tú no haces bien.

Fel.

¡Ah de casa!

Gal.

No responden.

[p. 272]¡Ah de arriba!... Están cenando;

Lo que yo estuve comprando

Entre espalda y pecho esconden,

Á pesar del moscatel.

¡Que aquesto pueda sufrir!

Fel.

Yo haré que vengan á abrir.

Gal.

Pasito, ménos cruel,

Oye un consejo.

Fel.

¿Cuál es?

Gal.

Tú tienes lindo dinero,

No aventures con un fiero

Lo que es de más interes.

Busquemos bravos, y vén

Á esta casa, y sin recelo

De tu vida, da en el suelo

Con cuantos en ella estén.

Fel.

Bien dices, vamos de aquí.

(Vanse.)

Leon.

Ya se fué, contenta quedo,

Que tengo á su vida miedo,

Que es alma que vive en mí.

Gente sale de la casa.

RICARDO, con la espada desnuda, y LEONARDA.

Ric.

¿Quién llama con tal furor?

Leon.

Yo soy un hombre, señor,

Que por estas calles pasa;

Los que llamaron se han ido.

Ric.

Vos sois, y seais cualquiera

[p. 273]Es mal hecho, sacad fuera

La espada.

Leon.

Que oigais os pido;

Advertid que yo no soy.

Ric.

¿Pues quién sois?

Leon.

Una mujer

Que aquí un galan vine á ver,

De quien hoy celosa estoy.

DOROTEA Y CLARA.

Dor.

Tenle, Clara, que estoy muerta

Como una espada se nombre.

Clara.

Hablando está con un hombre

Enfrente de nuestra puerta.

Leon.

Temo que si me halla ansí,

Con el enojo me dañe.

Ric.

¿Quereis que yo os acompañe?

Leon.

Sí.

Ric.

Pues echad por aquí.

(Vanse.)

Clara.

Sin duda, señora, van

Desafiados al Prado;

Por un fanfarron soldado

Pierdes un rico galan,

¿Qué has de hacer?

Dor.

Estoy turbada.

Clara.

Cuatro hombres vienen aquí.

[p. 274]FELICIANO, FULGENCIO, FABRICIO Y GALINDO.

Fel.

Luégo á los dos conocí.

Ful.

¿Y qué es la cuestion?

Fel.

No es nada.

Aquí en cas de Dorotea,

Cierto fanfarron soldado

Pienso que está acompañado,

Y que su respeto sea.

Fabr.

No pienso que piensas mal.

Gal.

Quedo; la puerta está abierta.

Ful.

Dorotea está á la puerta.

¿Qué gente?

Dor.

Cierra el portal.

Fel.

No cierres.

Dor.

¿Quién es?

Fel.

Yo soy.

Dor.

¿Es por dicha Feliciano?

Fel.

¿Está en casa aquel tu hermano?

Dor.

Ya es ido, al diablo le doy;

Entra y cenarás, mi bien.

Fel.

Señores, todos entrad,

Que se ha vuelto en amistad

Lo que imaginé desden.

Ful.

¿Habrá para todos?

Dor.

Sí.

Fel.

¿Ves cómo te has engañado?

Gal.

¡Oh hermano, el más mal cenado

De cuantos hermanos vi!

(Éntranse.)

[p. 275]Clara.

¿Qué haré si vuelve Ricardo?

Dor.

Hazte sorda porque vea

Que soy yo.

Clara.

¿Quién?

Dor.

Dorotea,

Que á ninguno el rostro guardo;

Aguarde hasta la mañana

Y quiébrese la cabeza,

Porque en tiniendo firmeza

Se pierde una cortesana.

Déjame pescar aquí

Donde pican estos peces,

Y ande el interes á veces,

Ya que amor lo quiere ansí:

Y en dar á Ricardo celos,

Yo sé que discreta he sido;

Que importa á un amor dormido

Irle poniendo desvelos.

Clara.

Bien haces, que este mancebo

Es liberal y heredado,

Dale cuerda, que ha llegado

Como pez simple á tu cebo;

Déjale que entre en las redes

Á este pájaro inocente,

Que si Ricardo lo siente,

Picar á Ricardo puedes.

Nunca trata el mercader

Solo un género, que quiere

Ganar si en aquél perdiere,

Y así ha de hacer la mujer.

[p. 276]Dor.

Entra y comienza á pelalle,

Hasta en los cañones velle.

Clara.

¿Y luégo?

Dor.

Entónces ponelle

De paticas en la calle.

Adorno de fin de capítulo

[p. 277]

Adorno de principio de capítulo

ACTO SEGUNDO.

RICARDO Y FULGENCIO.

Ric.

Tengo de conocerle gran deseo,

Aunque él me tiene á mí por enemigo.

Ful.

No tiene el mundo un hombre á lo que veo

Más digno de llamarse honrado amigo.

Ric.

Así lo dicen cuantos suyos veo.

Ful.

Ninguno más de esa verdad testigo,

Y me pesa que vos vivais tan fuera

De su amistad.

Ric.

Por Dios, que la tuviera,

Mas ya sabeis, Fulgencio, que he tratado

Esa mujer que Feliciano adora,

Celos y enojos muchas veces dado,

Que es lo que apartan la amistad agora.

El hombre que ama, al hombre que fué amado

[p. 278]Siempre aborrece, y receloso ignora

Si ha de volver aquél á verse un dia

En el estado mismo que solia.

Fuera de eso, Fulgencio, hay otro enredo

Que impide el amistad.

Ful.

¿De qué manera?

Ric.

Habrá tres meses (que deciros puedo

Á vos este secreto, aunque lo fuera)

Que vine aquí llamado de Tancredo,

Y pluguiera á Dios que no viniera,

Á cenar con la Circe, la Medea,

Que llaman la discreta Dorotea.

Era sin duda á costa, ó mal entiendo,

De Feliciano el gasto, y en entrando

Echáronle de casa, previniendo

La cena á que me estaban esperando;

Feliciano, por dicha, conociendo

Su engaño, vuelve al puesto, y derribando

Las puertas, á que salga con la espada

Me obliga, casa y cena alborotada.

Salgo y hallo no más de un hombre, quiero

Reñir con él, y que es mujer me dice;

Dejo la casa, cena y el acero

Envaino, á que ninguno contradice.

Acompañarla voy, aunque primero

De que no era traicion me satisfice,

Llego á su casa y háblola en la puerta,

Llena de amores y de celos muerta:

No es ménos de que adora en Feliciano,

Que está perdido aquí por Dorotea,

[p. 279]Yo, viendo el traje, ú de tocar su mano,

Ó por mi estrella, ó lo que fuere sea,

Así me pierdo, así me rindo, hermano,

Que no hay sol para mí, no hay luz que vea

Miéntras estoy ausente de su vista.

Ful.

¡Suceso extraño! ¿Y qué hay de la conquista?

Ric.

Que me aborrece al paso que la adoro.

Ful.

¿Y cómo lo ha llevado Dorotea?

Ric.

Queriendo bien ese mancebo de oro,

En quien agora su codicia emplea.

Ful.

Pues no lo dudes que le da un tesoro,

Y la adora de suerte que desea

Dorar cuanto ella toque, como Mídas

Oro comen y de oro van vestidas,

En oro duermen, y oro, finalmente,

Pienso que son sus gustos y favores.

Ric.

¡Pobre mancebo, rico y inocente

Pájaro simple entre esos dos azores!

Ful.

Es recien heredado, no lo siente.

Ric.

¡Oh Fulgencio! no hay género de amores

Más peligroso que una cortesana,

Lo que ella corta eternamente sana.

¡Qué enredos tienen! ¡qué palabras blandas!

¡Qué afeites de traiciones! todo es cebo.

¡Qué baños odoríferos! ¡qué holandas,

Mortaja vil de un moscatel mancebo!

Pues vellas como imágines en andas

En el estrado rico, limpio y nuevo,

Parecen las señoras más honestas;

[p. 280]Allí toman papeles, dan respuestas,

Llega el escritorillo, la esclavilla,

El tintero de plata la criada

Tiene en la mano, hincada la rodilla;

El paje está elevado, y todo es nada.

¡Pues ver en la almohada la almohadilla,

Y no hacer más labor que en la almohada,

Para fingir ocupacion!... es cosa

Insufrible en el mundo y vergonzosa.

¿Qué dirás si se juntan á consejo

Sobre pelar un hombre mentecato?

Celos si es mozo, tierno amor si es viejo;

Pedir la seda, el faldellin, el plato.

¡Si las vieses tocar al limpio espejo

Y quedar el bosquejo del retrato!

Mal año para mí si tú las vieses,

Que tantos ascos de[13] hicieses;

No saca algun pintor tantas colores,

Ni más ungüentos saca un cirujano.

Mira, por Dios, qué calidad de amores,

Y lo que aquí desprecia Feliciano,

No hay ramillete de diversas flores

Del alba pura en la divina mano,

Como el cuerpo y el rostro de Leonarda,

Discreta, hermosa, principal, gallarda.

Ful.

Es mozo, y va siguiendo su apetito,

Que á cada cual le rige su deseo,

Su amigo soy, su gusto solo imito.

[p. 281]Ric.

¿En qué entiende en faltando de este empleo?

Ful.

De la suerte que en número infinito

Al panal de la miel acudir veo

Las importunas moscas el verano,

Así mozos agora á Feliciano.

Todos andan con él, todos le siguen,

Acompáñanle todos noche y dia,

Juégase en casa, y tantos le persiguen,

Que en verlos te dará melancolía;

Gusta que á dar, ó que á prestar le obliguen

Con liberalidad y cortesía,

Porque es de suerte liberal y franco,

Que, al paso, presto ha de quedarse en blanco.

Ric.

¡Qué es tan gran gastador!

Ful.

Pródiga cosa,

Y amigo de hacer gasto por el cabo;

Esta es su casa, entrad.

Ric.

¡Qué sala hermosa!

Ful.

La casa es buena y la pintura alabo.

Ric.

Esta Lucrecia es singular.

Ful.

Famosa.

Ric.

Bueno, tras la cortina está el esclavo.

Ful.

De Urbino es la invencion.

Ric.

¡Está excelente!

Bueno es aquel Adonis que está enfrente;

Lindas telas son éstas.

Ful.

¡Extremadas!

Ric.

¡Qué buenos escritorios y bufetes!

¿Hay camas ricas?

[p. 282]Ful.

Camas hay bordadas.

Ric.

Espantosas grandezas me prometes.

Ful.

¡Qué es ver aquestas salas ocupadas

De músicos, de damas, de alcahuetes,

De jugadores, bravos y de ociosos,

Y áun de pobres que llaman vergonzosos!

Ric.

Acuden al dinero.

Ful.

¡Oh gran dinero!

Ric.

No dudes que el dinero es todo en todo;

Es príncipe, es hidalgo, es caballero,

Es alta sangre, es descendiente godo.

Ful.

Él sale, no te vayas.

Ric.

Aquí espero

Por sólo ver de este mancebo el modo.

Ful.

Haz cuenta que otro pródigo estás viendo.

Ric.

¡Cantan!

Ful.

¿No miras que se está vistiendo?

FELICIANO vistiéndose á un espejo que traerá un paje, y otro la espada y la capa. GALINDO con una escobilla limpiando el sombrero. Dos músicos cantando, miéntras se compone el cuello.

MÚSICOS.

Pidiéronle colacion

Unas damas á Belardo,

Paseándose en Sevilla

Entre unos verdes naranjos.

Fel.

Esperad, por vida mia.

[p. 283]Mús.

Ya lo que quieres aguardo.

Fel.

¿Qué, vive aquese Belardo?

Mús.

Aún es vivo.

Fel.

¿Todavía?

Mús.

Si das licencia que cante,

Sabrás su estado mejor.

Fel.

¿Qué, ése es vivo?

Mús.

Sí, señor.

Fel.

Cantad, pasad adelante.

MÚSICOS.

Él que á unos ojos azules

Estaba haciendo un retrato,

Que aunque no era desafío,

Los sacó en el alma al campo.

Fel.

Oid, ¿pues cómo sería,

Que amores pena le den?

¿Aún quiere Belardo bien?

Mús.

Dicen que sí.

Fel.

¿Todavía?

Tanto en él vienen y van,

Desde que yo me crié,

Que muchas veces pensé

Que era del tiempo de Adan.

Mús.

Lo que ha escrito da ocasion

Á juzgar de esa manera.

Gal.

Quedo, que hay gente de fuera.

Fel.

Gente de afuera, ¿quién son?

Ful.

Yo soy, y conmigo viene

[p. 284]Un hombre que ha deseado

Ser tu amigo, y tan honrado,

Que estos pensamientos tiene.

Fel.

¿Quién?

Ful.

El alférez Ricardo.

Fel.

Seais, señor, bien venido.

¡Jesus!

Ric.

Las manos os pido.

Fel.

Y yo esos brazos aguardo,

Que aquesta casa os merece.

¡Es posible que la honrais!

Ric.

Vos á todos nos la dais.

Ful.

Á ser muy vuestro se ofrece,

Que aquellos cuentos pasados

Ya pasaron en efeto.

Fel.

No trateis, pues sois discreto,

Eso entre amigos honrados;

El señor alférez tiene

Un gran servidor en mí.

Ric.

Si de vos siempre lo fuí,

Diga el que conmigo viene,

Pues le busqué por padrino.

Fel.

Traed sillas.

Ric.

Eso no

Miéntras os vestis, que yo

Soy muy vuestro y soy vecino.

Fel.

¿Vivis cerca?

Ric.

Aquí á la vuelta;

Bien me podré entretener

Con lo que hay aquí que ver.

[p. 285]Fel.

Está todo de revuelta.

Ric.

Estas divinas pinturas

Me han por extremo alegrado,

Que les soy aficionado,

Y hay mil gallardas figuras.

Fel.

¿Qué os agrada?

Ric.

Esta Lucrecia

Y este Adónis.

Fel.

Vuestros son,

Que yo buscaba ocasion

De echar de casa esta necia.

Ric.

No los alabé por eso,

Mas por ser de buena mano.

Fel.

En buena mano le gano

Al pintor.

Ric.

Yo os lo confieso;

Que él los pintó de mil veces,

Y vos en una los dais,

De lo que le aventajais,

Los presentes son jüeces:

Mas no los quiteis, por Dios,

Que las telas que hay aquí

Se podrán quejar de mí.

Fel.

Pues quéjense de los dos,

Y lleven tambien las telas.

Ric.

¿Las telas? no lo mandeis;

Fel.

Esta vez perdonaréis;

Quítalas tú.

Gal.

Quitarélas.

Ric.

¡Jesus, las telas tambien!

[p. 286]Mirad que no tengo yo

Donde quepan.

Fel.

¿Por qué no,

Si en los ojos caben bien?

Ya ménos caben aquí,

Que en ser vuestras son ajenas.

Ric.

Beso aquesas manos llenas

De grandeza.

Fel.

No hay en mí

Sino solo el buen deseo.

Ric.

¿Es loco este hombre?

Ful.

No sé:

No estima en más lo que ve,

Que yo aquello que no veo.

FABRICIO.

Fabr.

¿Está aquí el buen Feliciano?

Fel.

Aquí estoy, Fabricio amigo.

Fabr.

Oye aparte. Es Dios testigo

Que vengo perdido, hermano.

Llevan á mi padre agora

Preso por dos mil reales,

Si tú al remedio no sales

De un hijo que un padre adora,

Y sobre aquesta cadena...

Fel.

Quedo, no me digas más.

¿Prendas á mí prendas das?

¡Por Dios que la prenda es buena!

Fabr.

¿Pues no es bastante piedad

[p. 287]Dar sobre prenda el dinero?

Fel.

Al amigo, al compañero,

Con quien profeso amistad,

¿En qué le sirvo si doy

Oro sobre oro?

Ful.

No digas

Que en dármelo no me obligas,

Tómala y tu esclavo soy.

Fel.

El dármela te condena,

Aunque el buen término alabo,

Pues que te llamas mi esclavo,

Y te quitas la cadena.

Ten la cadena, Fabricio,

En muestra de obligacion,

Pues que las cadenas son

De los esclavos indicio.

Fabr.

Tendréla para mostrar

Que es tuya, y que tuyo soy,

Pues el oro en que la doy

Es hierro que puede atar.

Vivas mil años, y advierte

Que me acordaré de tí

Miéntras vive el alma en mí,

Y ella despues de mi muerte.

Fel.

¿Galindo?

Gal.

Señor.

Fel.

Da luégo

Dos mil reales á Fabricio.

Gal.

¿Qué dices?

Fel.

Este es mi oficio,

[p. 288]No repliques.

Gal.

¿Estás ciego?

Fel.

Camina.

Gal.

Vénte conmigo.

¡Con buen pié nos levantamos!

(Vanse Galindo y Fabricio.)

Fel.

¿Adónde quereis que vamos?

Ric.

Donde quiera iré contigo,

Aunque donde sabes sea.

Fel.

¿Darásme celos?

Ric.

Ya no,

Que ya sé que me perdió,

Por ganarte, Dorotea.

Fel.

¿Quiéresla bien?

Ric.

No te osára

Decir que la quiero bien,

Aunque á su hermoso desden

La voluntad inclinára,

Con temor que me la dieras

Como Alejandro á su amiga,

Si tal grandeza te obliga,

Que ser Alejandro esperas.

Fel.

Perdone Alejandro en eso,

No puede ser que yo sea

Liberal con Dorotea,

Ser inferior le confieso.

Piérdome cuando imagino

Que Alejandro se la dió,

Mas pienso que le cegó

Ser tan inclinado al vino.

[p. 289]Ric.

De eso le culpan historias.

Fel.

Si la dió fuera de sí,

Yo no, porque estoy en mí,

Y no quiero infames glorias.

¿Cómo no viene, Fulgencio,

Tancredo como solia,

Que esta nuestra compañía,

Sin su presencia es silencio?

Ful.

¿Pues eso dices? ¿no sabes

Que está preso?

Fel.

No por Dios.

Ful.

Habrá más de un mes, que dos

Mancebos bravos y graves

Le acuchillaron muy bien,

Defendióse, al uno hirió,

Prendiéronle, y concertó

La herida; aguarda que den

Á su tio unos dineros,

Y por esto se está allí.

Fel.

Agravio me han hecho á mí,

Que fuera de los primeros

Que á serville hubieran ido,

Que le soy aficionado.

¿La herida qué le ha costado?

Ful.

Cien escudos le han pedido.

Fel.

Vamos á misa, y de allí

Por la cárcel entrarémos

Y á comer nos le traerémos,

¿Quereis vos ir?

Ric.

Señor, sí.

[p. 290]Fel.

Pues hoy comerémos todos

En regocijo del preso;

No lo estuviera por eso,

Siendo tan fáciles modos

Solicitud y dinero

Para darle libertad;

Cierto que siento el agravio.

FELICIANO, FULGENCIO, RICARDO Y UN CRIADO.

Criado.

Aquí está un paje de Octavio.

Fel.

Lo que quiere preguntad.

Criado.

Aquel caballo de ayer.

Fel.

Si le pide cada dia,

Parece descortesía

No ver que le ha menester;

Dí que un lacayo le lleve

Y se le dé de mi parte.

(Vase el criado.)

Ric.

No siento cómo alabarte,

Puesto que mil veces pruebe.

Fel.

Tiniéndome por amigo,

Que es la mayor alabanza,

Que quien amigos alcanza

Tiene todo el bien que digo;

De todos procuro el gusto,

Que hacer bien nunca se pierde.

[p. 291]GALINDO Y MÚSICOS.

Mús.

¿No dices que se le acuerde

Del vestido?

Fel.

Y es muy justo;

Da, Galindo, dos vestidos

De color á estos galanes.

Gal.

¡Qué gentiles gavilanes!

¡Y qué ejemplo de perdidos!

¡Pobre seso y pobre hacienda!

Mús.

¡Ah seo Galindo famoso,

Camarero generoso!

Gal.

De este caballo sin rienda.

Mús.

De este Príncipe dirá;

¿Cómo no nos manda nada,

Pues la guitarra y la espada

Toda á su servicio está?

¿No hay alguna á quien nos lleve

De noche á cantar?

Gal.

Quisiera

Cantar á cierta platera

Más de carbon que de nieve,

Pero no sé si teneis

Letras que toquen historia.

Mús.

¡Historia!... ¿Qué más notoria,

[p. 292]Si de ellas gusto teneis,

Que aquesta del Condestable?

Diez y seis romances sé.

Gal.

Daldo al diablo, que no fué

La de Orlando tan notable;

¿Qué piensan estos poetas,

Pues que no hay semana alguna

Sin don Álvaro de Luna

Y otros cuarenta planetas?

Romances de tres en tres

Á un enfadoso sujeto;

Mas como es luna, en efeto,

Sale nueva cada mes.

Yo queria...

Mús.

¿Qué? ¿canciones,

Liras, sonetos, sextinas?...

Gal.

Más calabazas y andrinas,

Guindas, peras y melones;

Aquello de ir á Tambico

Ántes que te vuelvas mona.

Mús.

Ya lo entiendo: la chacona.

Gal.

Eso, por Dios, le suplico;

Y encajen tambien allí

Cómo se va poco á poco

Al hospital este loco

De mi amo.

Mús.

¿Cómo ansí?

Gal.

Dando y haciendo mercedes

Á damas, bravos, galanes,

Y vestidos á truhanes,

[p. 293]

Perdonen vuesas mercedes;

Vengan y tengan paciencia,

Que muy pronto querrá Dios

Que nos quedemos los dos

Á la luna de Valencia.

(Vanse.)

FAUSTINO, viejo, Y LEONARDA, con manto y escudero.

Faust.

Aunque te encuentre en la calle

Te he de hablar, Dios te bendiga,

Que áun sin conocerte obliga

Tu gracia, donaire y talle.

¿Dónde bueno por aquí,

Sobrina?

Leon.

De misa vengo.

Faust.

Iré contigo, que tengo

Que hablarte.

Leon.

¡Que hablarme!

Faust.

Sí.

Leon.

¿Sobre qué, por vida mia?

Faust.

Allá en casa lo sabrás.

Leon.

Á las mujeres jamas

Les digas esto querria;

Muero por saber lo que es,

No llegaré á casa viva.

Faust.

Yo quiero hacerte cautiva,

Lo demas sabrás despues.

Leon.

Sin duda que es casamiento.

Faust.

Un caballero te pide.

[p. 294]Leon.

Haz cuenta, señor, que mide

Las alas del pensamiento.

Faust.

Es muy rico y gentil hombre.

Leon.

Bastaba ser de tu mano.

¿Es acaso Feliciano?

Faust.

¿Cómo? no conozco ese hombre.

Leon.

Un mozo que há pocos dias

Que heredó.

Faust.

Ya sé quién es,

¡Jesus! Leonarda, no des

En tan locas fantasías,

Ese es un mozo perdido,

Fábula deste lugar;

Todo rameras, gastar,

Jugar y vestir lucido:

Allá es la conversacion,

Allá las fiestas y cenas,

Allá de vidas ajenas

La injusta murmuracion;

Allá verás el mozuelo

Que tiene bien que mirar

En su casa, murmurar

De las estrellas del cielo.

Es de valientes sagrado,

Es de amantes un asilo.

Leon.

¿Qué, tiene tan mal estilo?

Faust.

¡Ay de aquel su padre honrado

Que ganó tan poco á poco

Esta hacienda que él despende!

Como el trabajo no entiende,

[p. 295]Despréciala como loco.

Leon.

¡Ay de mí! que aunque os encubro,

Tio, mi pena y dolor,

Fiada en sangre y amor,

Hoy hasta el alma os descubro;

Sabed que en conversacion,

Ese mozo se ha alabado

De que á Leonarda ha gozado,

Y que por esta razon

Nadie será mi marido

Si no es que él mismo lo es.

Faust.

¡Cómo! ¿eso pasa, despues

Que anda ese loco perdido?

¡Vive Dios que aunque la espada,

Aunque en causa tan decente

Como es tu honra, sustente

Apénas la mano helada,

Que le tengo de buscar

Y decirle que has de ser,

Á su pesar, su mujer!

Leon.

Oye.

Faust.

No te acierto á hablar.

(Vase.)

Leon.

Señor... ya se fué... Eso quiero,

Y que mis deudos airados

Le obliguen á los cuidados

Con que me engañó primero,

Darle tengo en cuanto pueda

Pesadumbre, que mi honor

Da voces, y dice amor

[p. 296]

Que más agraviado queda.

¡Triste de mí, que aquí viene!

Quiero taparme.

FELICIANO, FULGENCIO, TANCREDO Y RICARDO.

Tanc.

No sé

Con qué pagaros podré

Si el alma caudal no tiene,

Y así en el que agora muestra,

Podrá decir con razon

Que yo salgo de prision

Y que ella ha entrado en la vuestra;

Porque aquellos grillos ya

Pasan de los piés á ella,

Porque obligalla es prendella

En cárcel que no se irá.

Fel.

Tancredo, mayor ventura

Es el dar que el recibir,

Y así puedo yo decir

Que es mi obligacion segura.

No trateis de esto jamas,

Que ser el preso os confieso,

Porque aquel está más preso

Que dió poco á quien es más.

Fulg.

No será aquí mal montante

Esta dama, por mi vida.

Fel.

¡Buena presencia!

Tanc.

¡Escogida!

[p. 297]Ric.

Quedo, que hay puente y gigante.

Tanc.

No temas el escudero,

Que es un caduco.

Fel.

Allá voy.

Buen talle, á fe de quien soy,

Bueno, á fe de caballero.

Leon.

Bueno ó malo, así le agrada

Á su dueño.

Fel.

Si lo fuera,

Estoy por decir que diera...

Pero todo el mundo es nada.

Leon.

¿Así sois vos aquel hombre

Que pintan muy liberal?

Fel.

Liberal en ser leal

Á quien merece este nombre.

Leon.

Vos os empleais muy bien,

Sino que os pagan muy mal,

Y para quien es leal

La deslealtad no está bien;

Huélgome de conoceros,

Hay talle mal empleado

En mujer que la han comprado

Tantos con pocos dineros.

Fel.

Pesada sois, por mi vida,

Y algo satírica estais,

Mal de mujeres hablais

Siéndolo.

Leon.

Estoy ofendida

De que á tal mujer os deis,

Que estoy contenta de vos.

[p. 298]Fel.

Queredme vos, y por Dios

Que de ese error me saqueis.

Leon.

No lo creais, que han probado

Otros de mucho valor,

Pero un deshonesto amor

Vence á todo amor honrado.

Los hombres apeteceis

Tiros, traiciones, desvelos,

Mentiras, cuentos y celos,

Que es la leña con que ardeis.

Yo sé de cierta Leonarda

Que está muriendo por vos...

Fel.

No me la menteis por Dios,

¡Mal fuego la encienda y arda!

Que es la cosa más pesada

Que en mi vida conocí.

Leon.

¿Qué tiene malo?

Fel.

Que á mí

En todo me desagrada.

Leon.

¿Es muy fea?

Fel.

No es muy fea.

Leon.

¿Es necia?

Fel.

Discreta es.

FELICIANO, FULGENCIO, TANCREDO, RICARDO, LEONARDA, Y DOROTEA Y CLARA, tapadas con sus mantos.

Clara.

¿Es él?

Dor.

El mismo que ves.

Clara.

Cúbrete bien, Dorotea.

[p. 299]Dor.

Con una mujer está.

Clara.

¡Buen talle! ¿Quién puede ser?

Ric.

Aquí viene otra mujer.

Ful.

Tras Feliciano vendrá,

Todos siguen su dinero.

Ric.

Son mosquitos de ese vino.

Dor.

Ya con celos desatino.

Clara.

Espera y calla.

Dor.

Ya espero.

Leon.

¿Por qué no amais á Leonarda,

Si esas partes confesais?

Fel.

Mucho de su parte estais.

Leon.

Vos me decis que es gallarda.

Fel.

Porque pide casamiento,

Que es capítulo terrible.

Leon.

¿Eso os parece imposible

Si tiene merecimiento?

Dor.

No me mandes esperar,

Llamar quiero. ¡Ah, caballero!

Fel.

¿Llamaisme á mí?

Dor.

Á vos, que os quiero

En cierto negocio hablar.

Leon.

Si son celos, por mi vida

Que de mí no los tengais.

Dor.

Celos no, aunque vos podais

Dar celos y ser querida.

Leon.

Pues decid lo que quereis.

Dor.

¿Aquí delante de vos?

Leon.

¿Por qué no?

Dor.

¡Bueno por Dios!

[p. 300]¿Luego vos celos teneis?

Leon.

Si vos los teneis de mí,

¿No es bien que de vos los tenga?

Ful.

¡Hay tal cosa! ¡Que esto venga

Á pasar aquí por tí!

Leon.

Cuando aqueste galan fuera

Muy mio, estad vos segura,

Que temiendo mi ventura,

Luégo al momento os le diera.

Soy cobarde para ser

Celosa de lo que quiero,

Á solas suspiro y muero,

Nunca lo doy á entender.

¿Ese hombre es vuestro galan?

Dor.

No, sino vuestro, y es justo,

Pues le hallé con vuestro gusto,

Y sin él todas se van;

Parado estaba con vos,

Hágaos, dama, buen provecho,

Que de lo visto sospecho

Que no os quereis mal los dos.

Fel.

Quedo, señoras, quedito,

No peloteen el hombre,

Que haré que alguna se asombre

Si la máscara me quito.

Una me saca, otra vuelve,

Ténganse que harán mil faltas,

Si á jugar pelotas altas,

Celos y amor se resuelve;

Digan de quién he de ser,

[p. 301]Y no me arrojen aquí.

Dor.

Ya os digo que os vais allí,

Que yo no os he menester.

Fel.

¿No las verémos las caras?

Quizá son algunas viejas

Que en la edad corren parejas.

Dor.

Si soy, la edad mido á varas,

Vaya por su vida allí.

Leon.

Ea, no sea melindrosa,

Quizá será alguna diosa

De estas de guadamecí,

Cuanto la que tiene alcoba

Con paramento delante,

Vieja y caballero andante.

Dor.

¿Quién se lo dijo á la boba?

Leon.

El talle y modo de hablar,

Con el manto á lo bellaco.

Dor.

¡Oiga, que desata el saco

La señora del pajar!

Leon.

Pues, Marquesa de San Sueña,

¿No puedo hablar siendo honrada?

Dor.

Si era la saya alquilada,

¿Por qué no alquiló una dueña?

Váyase por vida mia

Con este galan de alcorza,

Y tome en casa el alforza

Dos dedos por cortesía.

Leon.

Esta saya se cortó

Para quien puesta la tiene,

Si larga ó si corta viene,

[p. 302]No tengo la culpa yo;

Esa suya, podrá ser

Se la diese algun galan

De los que en el corro están.

Dor.

¡Á placer, ninfa, á placer!

Leon.

¿Cómo ninfa? De esa duda

Quiero que salga tambien,

Ántes le vendrá más bien,

Si vive, de andar desnuda.

Dor.

(Se descubre.) Yo soy honrada mujer,

Y donde quiera que sea

Puedo...

Fel.

Jesus, Dorotea,

¿Que es esto?

Dor.

¿Qué puede ser?

Tus damas, tus necios gustos

Que traes, porque á mis ojos

Me den iguales enojos.

Fel.

¿Yo soy parte en tus disgustos?

Dios me quite aquí la vida

Si sé quién es la mujer...

Leon.

Si lo pudieras saber,

Fuera de tí conocida,

Y siéndolo me estimáras;

Leonarda soy. (Se descubre.) ¿Qué te admiras?

¿Si no es que cuando me miras

En mis méritos reparas?

Yo soy á quien tanto debes,

Y mujer que no hallarás,

Quien te diga que jamas...

[p. 303]Fel.

¡Cómo aquí los labios mueves!

Leon.

¿Por qué no con honra tanta?

¿Hay acaso alguno aquí

Que pueda decir de mí

Lo que de esa que te encanta?

Vuelve y mira, que Ricardo,

Áun de los que están aquí,

Se está burlando de tí.

Fel.

¡Esto sufro! ¡Esto aguardo!

¡Véte, infame, donde calles!

(La da un bofeton.)

Ric.

Quedo, no tienes razon.

Leon.

¡En mi rostro un bofeton,

Y en las más públicas calles!

¡Esto sufre la justicia!

¡Esto el cielo!...

Fel.

Aquesta daga

Haré yo que lugar haga

Á tu alma y tu malicia.

Ric.

Tente, acaba, que estás loco.

Ful.

¿Qué es aquesto, Feliciano?

Dor.

Tenelde por Dios la mano.

Leon.

Para mi amor todo es poco.

Señores, no le culpeis,

Que yo he dado la ocasion,

Á todos pido perdon,

Suplícoos me perdoneis.

(Vase.)

Ric.

¡Si otro su rostro ofendiera

Con la daga ó con la mano,

Que no fuera Feliciano,

[p. 304]Aquí un desatino hiciera!

Vóyla á acompañar, y quiero

Que en tu vida me hables más.

Fel.

Ricardo, Ricardo.

Ric.

Estás

Ciego y loco, allá te espero.

(Vase.)

Fel.

Basta, que se va enojado;

Todo por servirte ha sido.

Dor.

Mas porque tu amor fingido

Con esto se ha declarado,

Pues tratas otra mujer,

Y engáñasme de esa suerte,

En mi vida pienso verte,

Ni en tu vida me has de ver.

Fel.

Oye, escucha, Dorotea,

Mira que há un año y áun más...

Dor.

Déjame.

Fel.

¿Dónde te vas?

Dor.

Donde ninguno me vea.

(Vase.)

Fel.

¡Ah, Clara, tenla por Dios!

Clara.

¿Á quién tengo de tener,

Si tienes esa mujer,

Y andas engañando á dos?

(Vase.)

Fel.

Fuése.

Ful.

No te espantes de eso,

Que es mujer y está celosa.

Tanc.

Tiene razon que es hermosa

Leonarda.

Fel.

Yo pierdo el seso,

Que á ninguna conocí.

[p. 305]FELICIANO, FULGENCIO, TANCREDO Y GALINDO.

Gal.

En el escritorio están

Fabio, Tribulcio y don Juan.

Fel.

¿Pues qué esperan?

Gal.

Sólo á tí,

Que la palabra les diste

De hacer aquella fianza,

Y están con la confianza

De que tú lo prometiste.

Fel.

¡Fiar en diez mil ducados,

Vive Dios que es grave cosa!

Mas tambien es vergonzosa

Dejar tres hombres burlados;

Todos tres son mis amigos.

¿Pues los amigos qué son?

¿No más de conversacion,

Ser de los gustos testigos,

Comer, cenar, murmurar,

Y en llegando el menester,

Acordarse del placer,

Y huir el rostro al pesar?

Fiarlos tengo: camina.

Ful.

Contigo irémos los dos.

(Vanse.)

Gal.

Loco es este hombre, por Dios.

Tanc.

Su buena sangre le inclina

Á ser amigo de véras,

Á profesar amistad;

[p. 306]¿Qué quieres? trata verdad...

Gal.

Quita allá, que son quimeras;

¡En siglo tan estragado

Se mete á ser buen amigo!

Tanc.

Del bien que ha usado conmigo

Estoy, Galindo, obligado.

Gal.

En esta edad es discreto

El que más al otro engaña,

El que vende, el que enmaraña,

El que no guarda secreto;

El cambiador, el logrero,

El que hace la mohatra,

El que el dinero idolatra,

El chismoso, el chocarrero,

El soplon, falso testigo,

El que murmura de todo,

El que habla á un mismo modo

Al amigo y enemigo;

El que espera en una esquina

Al que habla la mujer,

Y para hacerle prender,

Como otro Júdas camina,

El que envidiando los buenos,

Todo es envidia y mentira,

El que sus vicios no mira

Y murmura los ajenos;

Y así tengo para mí

Que se pierde Feliciano,

Que la llave de la mano

No se puso en balde allí;

[p. 307]Llamarla llave es decir

Que la mano esté con llave.

Cuando el dinero se acabe,

¿Qué ha de hacer? ¿dónde ha de ir?

Tanc.

Los amigos que ha ganado

Le darán favor.

Gal.

¿Favor?

¡Plega á Dios!

Tanc.

Deja el temor.

Gal.

Temo este reloj errado,

Que así llamaba un discreto

Al siglo.

Tanc.

Vén por aquí.

Gal.

Quien ama teme.

Tanc.

Es ansí,

Porque es del amor efeto.

(Vanse.)

LEONARDA Y RICARDO.

Ric.

Digo que si vos quereis,

Esta noche os le doy muerto.

Leon.

Aunque es vuestro valor cierto,

Y tal opinion teneis,

Os suplico lo contrario.

Ric.

Si lo negais por temor

Del daño de vuestro honor,

No es conmigo necesario.

¡Vive Dios que ha de morir

Al umbral de Dorotea,

[p. 308]Sin que parte el mundo sea

Para poderlo impedir!

Leon.

Si entendeis, señor Ricardo,

Que adoro en este mancebo,

No dudeis que no lo apruebo,

Porque en mi honor me acobardo;

Sin duda le quiero bien,

Y quiérole bien de suerte,

Que sólo pensar su muerte

No hay más muerte que me den.

Ric.

Pues bástame esta razon

Para quitarle la vida,

Siendo vos de mí querida,

Cuanto esos méritos son,

Que quitándole delante,

Y viendo que os obligué.

Si no mi talle, mi fe

Os dará ocasion bastante;

Que el bofeton que él os dió,

No os le dió á vos, sino á mí,

Que puse el alma que os dí

En el lugar que agravió,

Y son las pruebas mejores,

Que dándoos el golpe á vos,

Vieron en mí más de dos

La vergüenza y los colores.

Si yo no os hubiera hablado,

Aún era la obligacion

De vengar el bofeton,

Digno de un hidalgo honrado.

[p. 309]Quedad, señora, con Dios,

Y esta noche me esperad

Con las nuevas.

Leon.

Aguardad,

Que tengo que hablar con vos.

Ric.

Estoy ya determinado,

No hay que tratar.

(Vase.)

Leon.

Esto es hecho,

Que le ha de matar sospecho,

¡Oh injusto traidor soldado!

¡Ay, mi bien, que está tu vida

En gran peligro! ¿Qué haré?

Pero yo le avisaré,

Por más que el honor lo impida,

Donde quiera que estuviere,

Porque un verdadero amar

Sólo quiere conservar

La vida de lo que quiere.

(Vase.)

DOROTEA Y CLARA.

Dor.

¿Doblaste los mantos ya?

Clara.

Ya, señora, los doblé:

Triste estas.

Dor.

Tengo por qué;

Nuestro pájaro se va.

Clara.

Cuando se vaya te quedan

Mas de cuatro mil ducados,

[p. 310]Sin otros tantos gastados

De las plumas que se enredan.

Déjale, y vaya en buen hora,

Aunque si él ama la dama

Que hoy has visto, mucho infama

Su amor, y su honor desdora.

Dor.

¡Ay Clara! nunca los hombres

La mano y la daga ofrecen

Á las cosas que aborrecen,

Ni las dicen tales nombres.

Sé yo toda la cartilla

De esta escuela de querer,

Siempre el raso y la mujer

Ó se aprensa ó se acuchilla.

Ya estará el buen Feliciano

Poniendo con ánsia loca

Siete mil veces la boca

Donde una puso la mano;

¡Qué le dirá de regalos!

¡Qué pedirá de perdones!

Que hay hombres muy regalones

Despues de unos buenos palos.

¡Pues qué contenta estará

La buena de la mujer!

Echábasele de ver,

Porque le abonaba ya.

Clara.

No me puedo persuadir

Que afrentada quiera bien.

Dor.

Todas quieren que las den.

Clara.

De comer y de vestir.

[p. 311]Dor.

No sé, lo que dicen digo.

Clara.

Allá dijo un bachiller

Que era animal la mujer

Que gustaba del castigo.

Dor.

Paso, Clara, gente viene.

Clara.

¡Por Dios, señora, que es él!

Dor.

Costarále al moscatel.

Clara.

Mesúrate.

Dor.

Eso quisiere.

FELICIANO, FULGENCIO, TANCREDO, GALINDO.

Fel.

Estarás muy enojada.

¿No hablas? ¡Bueno por Dios!

Gal.

Más sesgas están las dos

Que una borrica embarcada.

Fel.

Alza los ojos del suelo,

No des luz en cosa indina,

Ni pongas al sol cortina,

Que dé venganza al del cielo;

Mira que estás obligada,

Y que no es razon, celosa.

Dor.

Tiéneme muy vergonzosa

La desvergüenza pasada.

¡Tú darme celos á mí,

Y fingir no conocerme

Para ver descomponerme!

Fel.

¡Yo, mi bien! ¡yo á tí!

Dor.

Tú á mí.

Y despues, porque yo viese

[p. 312]Que tenías muy sujeta

Una mujer tan discreta,

Si en no quererte lo fuese,

Haciendo muy del rufian,

Le das aquel bofeton.

¿Tú te haces el socarron?

¿Tú eres el tierno galan?

¿Tú el lloron, tú el obediente?

No fio de vos la cara,

Hermano, á la que repara

Que yo soy algo insolente.

Véte con Dios, Feliciano,

Sal de mi casa, no más,

Bofeton y celos das,

Pesada tienes la mano.

Fel.

Tan pesada, que compré,

De camino, para tí

La joya que traigo aquí,

Y que agora te daré.

Dor.

¡Jesus! de gastos excusa;

No quiero nada, no, no.

Clara.

Muestra, tomaréla yo.

¿Qué es esto?

Fel.

Lo que se usa,

Un brinco con cien diamantes:

Mil ducados me costó.

Gal.

Los ciento le diera yo

Á las dos disciplinantes,

Y los mil á un escritorio.

¡Ah, pobre seso hechizado!

[p. 313]Más que ha de darse el cuitado

Como los cuartos de Osorio.

Clara.

Ea, deja los enojos,

Mira que te quiere bien.

Dor.

¡Ay, Clara! ¿tú eres tambien

En engañarme á los ojos?

No te ciegue el interes,

Que más te importa mi vida,

Por este traidor perdida.

(Ap.) ¿Qué es eso?

Clara.

Una joya es.

Dor.

¿Es buena?

Clara.

De mil ducados.

Dor.

Ruégame más.

Clara.

Ea, señora,

Mira que llora y te adora,

Vuelve esos ojos airados;

Fulgencio, ruégale tú,

Ruégale tú, Tancredo,

Galindo, llega.

Gal.

No puedo.

Dor.

No me canseis, ¡ay Jesus!

Fulg.

Ea, que estás ya cansada.

Tanc.

Háblale, por vida mia.

Gal.

¡Hay mayor bellaquería!

¡Oh bellaca redomada!

¡Oh tahura de querer!

¡Oh guillota de fingir!

¡Que un hombre pueda sufrir

Engaños de una mujer!

[p. 314]Fel.

Háblame, mi bien, pues, ya,

Mira que me estoy muriendo.

Dor.

¿Qué te he de hablar?

Gal.

Sí, fingiendo,

Como hasta agora lo está.

Dor.

Ahora bien, con condicion

Que no me has de dar más celos.

Fel.

No me perdonen los cielos

Si más te diere ocasion.

(Se abrazan.)

Dor.

¡Qué bien sabes engañarme!

Gal.

Á la trocada lo dí.

Fel.

¿Qué hacemos todos aquí,

Que quiero desenfadarme?

Pero traigan de cenar,

Y entre tanto jugarémos.

Fulg.

Si hay mesa, naipes tenemos.

Fel.

Pues comienza á barajar.

(Se acercan á la mesa.)

Tú, toma aquesos doblones

Y trae cena bastante

Y llama á Arsindo que cante.

Tanc.

Al parar podeis jugar.

Fulg.

Estos juego: alce Tancredo.

Tanc.

En las faltriqueras puedo

Un arriero aposentar;

Sólo tengo estos papeles

De una dama, y que son tales;

Hago sobre ellos cien reales.

Fel.

¿Jugar los favores sueles?

[p. 315]¡Bizarro tahur de amor!

Guárdalos, porque estén mudos,

Y juega estos treinta escudos.

Fulg.

¿Quien da mano?

Tanc.

La mayor.

Clara.

Un gentil-hombre embozado,

Feliciano, quiere hablarte.

Fel.

¿No te ha dicho de qué parte?

Clara.

Ya está dentro, oye el recado.

Dichos, y LEONARDA, en hábito de hombre, embozada.

Leon.

Lee este papel.

Fel.

Sí haré.

(Lee.)

«Ricardo te está esperando

Para matarte.» ¿Pues cuándo

Le dí causa? ¿Á mí, por qué?

¿Queda este infame en la calle?

Leon.

Allí queda.

Fel.

Pues los dos

Venid conmigo.

Fulg.

Por Dios

Que has de afrentalle ó matalle.

(Vanse Feliciano, Fulgencio y Tancredo.)

Dor.

¿Esto es pendencia, galan?

Leon.

Pendencias dicen que son,

Sobre cierto bofeton.

Dor.

¿Y son más que los que van?

Leon.

Sólo es un hombre el que espera.

[p. 316]Dor.

¿Quién?

Leon.

El alférez Ricardo.

Dor.

No lo hará mal, que es gallardo.

Leon.

Que no lo fuera quisiera;

Mas ¿cómo estais tan sin pena

Cuando á acuchillarse van?

Dor.

Porque si no me la dan,

Estoy de sentirla ajena.

Leon.

Bendígaos el cielo, amén.

Dor.

Soy de aquesta condicion,

Y por la misma razon

Vos me pareceis muy bien.

Leon.

Y vos me agradais á mí,

Que sois discreta y hermosa.

Dor.

Galan mozo.

Clara.

Linda cosa.

Dor.

¿Quereis sentaros?

Leon.

Sí.

Dor.

Entrad y dadme la mano.

Leon.

Por Dios, que me he de esforzar

Por hacer salva al lugar

Donde vive Feliciano.

Adorno de fin de capítulo

[p. 317]

Adorno de principio de capítulo

ACTO TERCERO.

FABRICIO, DON TELLO, indiano, Y JULIO, criado.

Fabr.

Este, Don Tello, es Madrid,

Cuya alma, cuando espiró

Su cuerpo, se la llevó

El cielo á Valladolid.

Este lugar es aquel

Que te alababa en Sevilla

Por única maravilla.

Tello.

¡Qué majestad vive en él!

Desde Lima hasta la Habana,

Y desde Cádiz aquí,

Lugar más bello no vi.

¡Qué calle espaciosa y llana!

¡Qué edificios! ¡qué alegría!

Fabr.

Cuarenta años huésped fuí

De la córte.

[p. 318]Tello.

Bien se ve

Que aposentarla podia.

Fabr.

Por el camino te dije

Que entre el bien que le ha quedado,

Es cierto mozo heredado

Que por su gusto se rige;

Donde es la conversacion

De la gente del lugar,

Y que le has de visitar.

Tello.

Por eso y porque es razon,

Digo que le quiero ver,

Y le soy aficionado

Por lo que de él me has contado.

Fabr.

Si aquí te has de entretener

Miéntras á la córte vas,

No hay donde puedas mejor,

Porque fuera de su humor

Notables cosas verás.

Aquí hay juego, aquí comedias,

Aquí esgrima y valentía,

La música todo el dia

Y noches que llaman medias;

Aquí viene el alcahuete,

La dama busca al galan,

Aquí los celos se dan,

Aquí se muestra el billete;

Canonizan de discreta

Á la que está en buen concepto,

Aquí registra el soneto

El siempre pobre poeta;

[p. 319]Aquí se trata de Flándes,

Hay nuevas de todo el mundo,

Y dél y del mar profundo

Se cuentan mentiras grandes.

Aquí, en efeto, verás

Un oráculo de Apolo,

Y un mozo que gasta él solo

Por cuatro grandes, y áun más.

Sólo entiende en hacer gusto

Á cualquiera que conoce.

Tello.

Mil años el humor goce,

Y que los viva es muy justo;

Muchos amigos tendrá.

Fabr.

No falta un hombre en Madrid.

Tello.

¿Es noble?

Fabr.

Vendrá del Cid,

Miéntras gasta.

Tello.

Sí vendrá.

Fabr.

Si los que tienen dineros

Los dan en toda ocasion,

¿Quién no jurará que son

Hidalgos y caballeros?

Tello.

Dices bien, sólo el tener

Es la perfeta hidalguía:

¿Está muy léjos su casa?

Fabr.

Ántes estamos en ella.

Tello.

Hermosa portada.

Fabr.

Es bella;

Todo aqueste balcon pasa

Á la otra parte que ves;

[p. 320]Milagro es estar cerrada,

Porque es de todos posada

Y casa de todos es.

¡Válame Dios, á estas horas!

¿Si se ha mudado de aquí?

¡Ah de allá!

JULIO, FABRICIO, DON TELLO Y GALINDO, muy triste, en lo alto.

Gal.

¿Quién está ahí?

Tello.

Pienso que la casa ignoras,

Llama tú, Julio.

Jul.

Parece

De las ya desamparadas,

Responde á las aldabadas

Eco, y la casa estremece.

Gal.

¿Quién está ahí?

Jul.

Aquella voz

Debe de ser de algun düende.

Fabr.

Ya de más cerca se entiende.

Tello.

Torna á tocar.

Fabr.

Da una coz.

Gal.

¿Quién llama? ¿quién está ahí?

Fabr.

¿Es Galindo?

Gal.

El mismo soy.

Fabr.

¿Qué tienes?

Gal.

Enfermo estoy.

Fabr.

¿No vive tu amo aquí?

Gal.

Hay gran mal.

[p. 321]Fabr.

¿De qué manera?

Gal.

Luégo que á Sevilla fuiste,

Que pienso que me dijiste

Entónces que te ibas fuera,

Sobre dar un bofeton

Feliciano á una mujer,

Quiso Ricardo poner

La mano en él á traicion;

Mas súpolo Feliciano,

Y desde allí á pocos dias,

Poniendo á Ricardo espías,

Le asentó tan bien la mano,

Que se partió de esta vida

Para dárnosla tan mala,

Que solamente la iguala

Alguna en Argel sufrida.

Prendieron á mi señor,

Y apretáronle de suerte,

Que el escapar de la muerte

Fué del dinero favor;

Del cual tanto se ha gastado,

Que estamos los dos en cueros,

Porque en faltando dineros,

Los amigos han faltado.

Mas cuando salir queria

Por concierto de la parte,

Forzándola á que se aparte

Con lo que quedado habia,

Por no sé cuántas fianzas,

De gran suma, le embargaron,

[p. 322]Porque sus dueños quebraron,

Rompiendo sus esperanzas.

No le quedó de su hacienda

Cosa que no está perdida,

Embargada ó consumida,

Ó que á desprecio se venda;

Hasta la casa que ves,

Dicen que hoy han de tomar,

En acabando de echar

Un colchon, y dos ó tres

Sillas que nos han quedado,

Y la mesa del tinelo.

Fabr.

¡Desventurado mozuelo!

¡Jesus, en lo que ha parado!

¿Y está preso?

Gal.

Y de manera

Falto de todo favor,

Que del amigo mayor

Ni le tiene ni le espera.

Todos se le han retirado,

Un hombre no le visita,

Y el triste al pródigo imita,

Que áun no le falta el ganado,

Porque se le han atrevido

Chinches, mosquitos, pïojos,

Que le comen á los ojos

Las carnes desde el vestido.

Tello.

Movido me ha á compasion.

Fabr.

Quisiérale remediar,

Yo le veré si hay lugar,

[p. 323]Que es mi amigo y es razon.

Digo lugar, porque vengo

Con aqueste hidalgo indiano,

Que es en amistad hermano,

Y como huésped le tengo.

Galindo, adios.

Gal.

Si podeis,

Pues es de hombres principales,

Acordaos de dos mil reales

Que á buena cuenta teneis.

Fabr.

Yo haré lo más que pudiere,

Buen Galindo, adios.

Gal.

Adios.

(Vase.)

Tello.

¿Qué, éstos son aquellos dos?

¡Quién hay que en el mundo espere!

Fabr.

Por Dios, Don Tello, que es justo

Que así los castigue el cielo;

Bueno es que viva un mozuelo

Con las leyes de su gusto,

Que dé como un gran señor,

Que triunfe, gaste y que estrague

La juventud: muera, pague.

Tello.

Favorecelle es mejor.

Fabr.

Favorézcale el que puede,

Dejemos melancolías

Y pasemos estos dias,

Que el tiempo alegre concede,

Con buena conversacion.

¡Pesiatal, qué grande olvido!

[p. 324]Si éste está preso y perdido,

Habrá una linda ocasion.

Tello.

¿Cómo?

Fabr.

Sabed que servia

Una cierta Dorotea,

Que es naturaleza fea

Con ella, en la opinion mia,

Discreta, pícara, grave,

Decidora, limpia, vana,

Cuanto en una cortesana

De Plauto ó Terencio cabe:

Por Dios, que la habeis de ver,

Que está rica de este loco,

Y esto de indiano es un coco

Que espanta á cualquiera mujer.

Yo os quiero ser buen tercero.

Tello.

Y yo quiero regalalla,

Si es tal que pueda ocupalla

Un mes, mi gusto y dinero.

Fabr.

Á su casa hemos llegado,

Clarilla sale al portal.

Tello.

¿Qué es Clara?

Fabr.

Un claro cristal

De aquel ángel luminado.

FABRICIO, DON TELLO, JULIO Y CLARA.

Fabr.

¡Clara mia!

Clara.

¡Oh mi Fabricio!

Seas bien venido.

[p. 325]Fabr.

Creo

Que merece mi deseo

Ese cortesano indicio.

Clara.

¿De dó bueno?

Fabr.

De Sevilla.

Clara.

Gran tierra.

Fabr.

No tiene igual;

Diz que hay por acá gran mal.

Clara.

¿Mal, por tu vida, en la villa?

Fabr.

¿Tan olvidada estás ya

De Feliciano?

Clara.

Ya, hermano,

Murió en casa Feliciano;

Luégo muere el que no da.

Fabr.

¡Qué, está preso!

Clara.

Y tan perdido,

Que no hay hombre que le vea.

Fabr.

¿Y cómo está Dorotea?

Clara.

Quiero decir que has venido;

Pero dime tú primero,

¿Quién es quien viene contigo?

Fabr.

Es un indiano mi amigo,

Muy rico y muy caballero,

Á quien hemos de poner

Como queda Feliciano,

Que es una bestia el indiano

Y adora en cualquier mujer.

Clara.

Pues, Fabricio, si este pez

Nos trujeses hasta el cebo,

Porque parece algo nuevo

[p. 326]Quedará como una pez

Y tú no lo perderás;

Voy hablar con Dorotea.

(Vase.)

Tello.

Haz que esta Clara lo sea

Porque se declare más.

Fabr.

¿Qué claridad, pues afirma

Que está sin moros la costa?

Tello.

De que vengo por la posta,

Que el hábito lo confirma,

Porque no tome de asiento

Mi amor como escribanía.

Fabr.

En viendo su bizarría

Te dará extraño contento.

Tello.

¡Qué presto sale!

Fabr.

Es discreta

Y no es música en rogar.

Jul.

Ya Clara la fué á llamar.

Tello.

¿Qué hay, Julio?

Jul.

¡Linda estafeta!

FABRICIO, DON TELLO, JULIO, CLARA Y DOROTEA.

Dor.

Acá me obliga á salir

Clara; seais bien venidos.

Jul.

¡Qué de bajeles perdidos

Aquí se deben hundir!

Fabr.

Vos seais muy bien hallada,

Que ya con el bien que estais

En lo gallardo mostrais...

[p. 327]¿No es bizarra?

Tello.

(Ap.)Es extremada.

Fabr.

Partí, por acompañar

Al señor Don Tello.

Dor.

¿Á quién?

Tello.

Á quien os da el parabien

De la flor de este lugar.

Fabr.

De Sevilla habrá ocho dias;

Quiso ver aquesta villa,

Y á vos, que sois maravilla

Suya.

Jul.

¡Qué lindas arpías!

Dor.

¡Yo maravilla, Fabricio!

Maravíllome de tí,

Don Tello habrá visto en mí...

Jul.

Que le quitará el juicio

Despues de muchos doblones.

Dor.

¡Qué injustamente me estima

Vuestra opinion!

Tello.

Hasta en Lima,

En antárticas regiones,

Dicen que el tiempo no alcanza

Lima que pueda romper

Prisiones de tal mujer,

Si no la da su mudanza,

Y que sois de la hermosura

Reina y de la discrecion.

Dor.

¡Que allá tenga esa opinion!

¡Válame Dios, qué ventura!

Tello.

Harto más lo será mia

[p. 328]Si vos me quereis mandar.

Dor.

Ya es tarde, hay poco lugar,

Que es cerca del mediodia,

Venidme á la tarde á ver.

Fabr.

¿Para qué nos hemos de ir?

Dor.

¿Pues en qué os puedo servir?

Fabr.

Merced nos podeis hacer.

Cuando en cas de un gran señor

Se hallan...

Dor.

Quedo, ya entiendo.

Comida están previniendo

Y tendrélo á gran favor;

Pero no sé si es bastante.

Tello.

Julio, toma este dinero,

Serás hoy mi despensero.

Jul.

Traeré asado un elefante.

Dor.

Entrad entre tanto á ver

La casa.

Tello.

¡Qué limpia y fresca!

Dor.

¿Es de provecho esta pesca?

Fabr.

Un Feliciano ha de ser.

Dor.

¿De dónde es?

Fabr.

De este lugar,

Aunque desde niño falta;

Ten la caña firme y alta,

Que es barbo de allende el mar.

FELICIANO, en la cárcel, en hábito de pobre.

Fel.

Cárcel, prueba de amigos y venganza,

[p. 329]Como dicen, de tantos enemigos,

Que bastaba decir prueba de amigos,

Si un preso y pobre algun amigo alcanza.

Si es falsa hasta las trojes la esperanza,

Díganlo el tiempo y mis granados trigos,

Pues eran todos de mi bien testigos

Cuando estaban mis cosas en bonanza.

Como otro Job me veo perseguido,

Y áun mucho más, porque si Job vivia

En aquel muladar tan abatido,

No vió la cárcel, que de solo un dia

Que hubiera sus desdichas conocido,

Trocára su paciencia por la mia.

FELICIANO, GALINDO.

Gal.

Todo va de mal en mal,

Por no decir en peor.

Fel.

¡Galindo!

Gal.

Por Dios, señor,

Que es la desvergüenza igual;

Hablo á muchos á quien diste

Caballos, joyas, vestidos,

Y tápanse los oidos

Al eco de tu voz triste,

No hay hombre que dé un real,

Ni áun una buena respuesta.

Fel.

Prueba de amigos es ésta,

Pero todos prueban mal;

Cuando en mi casa tenía

[p. 330]Dineros, bullicio, juego,

¡Qué humilde que andaba el ruego

Y la adulacion servia!

¡Qué de amigos me sobraban!

¡Qué lisonjero tropel!

¡Qué de moscas á la miel

Del dinero se allegaban!

Entónces era yo bueno,

Entónces era yo honrado.

¡Qué truje de gente al lado!

¿Qué meson se vió más lleno?

Parecí meson en feria;

Ya la feria se acabó

Y solamente quedó

La casa con la miseria.

¿No responden esos hombres

Á mis papeles siquiera?

Gal.

Tres traigo, mas no quisiera

Que leyeras ni áun sus nombres,

Que son muy grandes...

Fel.

No digas

De nadie mal en ausencia.

Gal.

Hazte santo, ten paciencia.

Fel.

¿Qué quieres? han sido hormigas;

Á la parva se llegaron,

Lo que el Agosto duró

Cargaron de lo que yo

Les dí y en mi casa hallaron.

Murióse el fuego en la fragua,

Y entrando el invierno fiero,

[p. 331]Cada cual en su agujero

Se cerró, temiendo el agua.

Yo soy madera de toros,

Que estoy en el suelo echada

Porque es la fiesta pasada.

Gal.

Arrojabas flujes de oros

Como si fueras fullero;

Mas como el ganar cesó,

Todo miron se cogió

Con parte de tu dinero.

Ésta lee, que es de Evandro.

Fel.

Ésta leo, que es de quien

Recibió de mí harto bien.

Gal.

Tú fuiste, en necio, Alexandro.

(Lee.)

«Á nadie de los amigos de vuesa merced ha cabido tanta parte de su desgracia. Las que estos dias he tenido, no me han dado lugar de enviarle lo que pide, ni á visitalle mis ocupaciones; si me acudieren, lo haré como lo debo. Dios le dé libertad á vuesa merced.—Evandro.»

Fel.

¿Qué te parece?

Gal.

Muy mal;

Yo no tengo de mentir.

Fel.

¡Que aquesto pueda escribir

Un hombre tan principal!

Á éste dí cuanto tenía,

Regalé, estimé y amé,

[p. 332]Quien esto que pasa ve,

Necio será si confia.

Gal.

Lee aquesta de Tancredo,

Que de la cárcel sacaste

Cuando la vida salvaste.

Fel.

Tal estoy que apénas puedo.

(Lee.)

«Galindo me dió el de vuesa merced y representó su necesidad; pero es tanta la mia y están mis cosas en disposicion, que escribo esto mismo á personas que me deben, de quien en cobrando acudiré como es mi obligacion.—Tancredo.»

Fel.

¡Puédese aquesto sufrir!

¡Puédese en el mundo hacer!

Gal.

Muy bien se puede leer,

Pues que se pudo escribir.

Fel.

¡Que vine en persona yo

Á la cárcel y saqué

De ella este hombre, y que me ve

En ella y esto escribió!

Gal.

Par Dios, si ése no es tacaño,

Yo estoy agora hecho un cuero.

Fel.

Ya te he avisado primero

Que hables bien.

Gal.

No seas extraño

Ni te hagas santurron,

Que el perro muerde con rabia.

Fel.

Mal hace el que ausente agravia

[p. 333]Á los que tan buenos son.

Gal.

Por los pïojos yo sé

Que no lo dices, que es gente

Que siempre muerde al presente

Aunque á veces no lo ve.

Par Dios que estás hecho un santo:

Lee este papel.

Fel.

¿De quién?

Gal.

De Oliverio.

Fel.

¡Qué de bien

Me debe!

Gal.

Haráte otro tanto.

(Lee.)

«Bueno fuera haber guardado para las necesidades como ésta. Dios quiere que vuesa merced pague sus locuras, y que le sirva de escarmiento la prision y la necesidad, que son los dos verdugos de su justicia.

»Él quiera que se enmiende y le guarde para que imite el buen padre que tuvo.—Oliverio.»

Fel.

Éste, Galindo, confieso

Que casi, casi me obliga

Á que atrevido le diga...

Gal.

¿Quién tendrá con esto seso?

Habla, dí, quéjate al cielo

De estos amigos fingidos.

Fel.

Á sus divinos oidos

De estas sentencias apelo;

Y si no considerára

[p. 334]Que toma por instrumento

De mi castigo y tormento

Su desvergüenza tan clara,

Dijérale lo que he hecho

Por estos que me han dejado.

Gal.

¿El haberlos obligado

Te ha sido de este provecho?

¡Ah, traidores!

Fel.

Dios maldice

Al hombre que en hombre fia.

¡Que un hombre no entre aquí un dia

De muchos á quien bien hice!

¡Hay tal crueldad en el mundo!

¡Hay tan fiera ingratitud!

Gal.

¿Qué dirás de la virtud

De otro Bellido segundo,

De otro Aquila y más infame?

Fel.

¿De quién dices?

Gal.

De Fabricio,

Que tras tanto beneficio

No sé qué nombre le llame.

Fel.

¿Pues está aquí?

Gal.

De Sevilla

Ha venido.

Fel.

¿Cierto?

Gal.

Cierto,

Con un Don Tello ú Don Tuerto,

Indiano, aunque de esta villa;

Veníase á entretener

Á casa, contéle el cuento

[p. 335]De tu extraño perdimiento...

Fel.

¿Y ofrecióse?...

Gal.

Á no te ver.

Fel.

¡Válame Dios!

Gal.

¡Qué! ¿te espantas

Que los dos mil reales niega?

Fel.

Ó el tiempo conmigo juega,

Ó testimonios levantas.

Gal.

Yo te he dicho la verdad.

Fel.

Hombres, quien tiene un amigo

Bueno, mire lo que digo,

Conserve bien su amistad.

FELICIANO, GALINDO, ALBERTO, procurador.

Alb.

Albricias puedes darme.

Fel.

Buenas sean,

Que yo las mando tales.

Alb.

Ya la parte

Se ha concertado y se ha bajado.

Fel.

El cielo

Te pague, Alberto, beneficio tanto.

Gal.

Si algun procurador, si algun causídico

Merece estatua en bronce, en mármol paro,

Sois vos, Alberto, y miéntras tenga vida,

Galindo cantará vuestra alabanza.

Fel.

¿En cuánto este concierto habemos hecho?

Alb.

En quinientos ducados.

[p. 336]Gal.

¡Oste, puto!

Alb.

¿Esto te espanta? yo lo juzgo poco.

Gal.

Si fuera en aquel tiempo felicísimo

Que reinaba el dinero y la bambarria,

Y se daba á rameras y alcahuetas

Lo que agora lloramos en las cárceles,

No dices mal, Alberto, pero agora

¿Adónde se hallarán quinientos pesos?

¿Quién nos los ha de dar? que son al justo

Cinco mil y quinientos, niños todos

De á treinta y cuatro años.

Alb.

¡Eso dices!

Cómo, ¿no habrá de solos remanentes

De una hacienda tan grande más dinero?

Gal.

No le ha quedado cera en los oidos,

Están todas las cosas empeñadas,

Mil tercios recibidos sin cumplirse,

Todo hurtado, perdido y de manera

Que á las calzas parece nuestra hacienda

Del escudero de Alba, que al calzárselas,

Él solo y solo Dios las entendian.

Alb.

Pues remedio ha de haber.

Fel.

Vamos, Alberto,

Que quiero dar un tiento á Dorotea

Prometiéndole darle mil ducados

Porque me preste agora estos quinientos.

Alb.

Escríbele un papel.

Fel.

Tú tambien habla

De camino á Fabricio.

Gal.

¡Dios los mueva!

[p. 337]Mas cree que ara en viento y siembra en agua

Quien bien espera, advierte lo que digo,

De mujer baja y de fingido amigo.

(Vanse.)

FABRICIO, DON TELLO, DOROTEA Y CLARA, con mantos.

Dor.

Ésta es la calle Mayor.

Tello.

¿Es léjos la platería?

Dor.

No, mi señor.

Tello.

Reina mia,

Poco á poco el mi señor.

Fabr.

Gatazo le quiere dar

Al indiano Dorotea.

Clara.

Pues ántes que la posea

Dineros le ha de costar;

Pensó que tras la comida

Se le esperaba esta fiesta.

Fabr.

Calle de Amargura es ésta,

Tiembla aquí la cortesía.

Mirando va los manteos,

Alguno le ha de pedir.

Clara.

¡Oh qué mal sabes medir

Dos entendidos deseos!

Ella el suyo ha conocido,

Y él juega ya de picado,

En más estará empeñado,

[p. 338]Pasar tiene del vestido.

Yo te digo que le hable

En su lenguaje.

Fabr.

Eso ignoro.

Clara.

Pedirá al que trata en oro,

Oro.

Fabr.

El indiano es notable,

Porque se precia de agudo,

Y le han de dar por el filo.

Clara.

¿Ya no sabes tú el estilo

De este medusino escudo?

Transformarále en su gusto.

Fabr.

Será piedra si ella es piedra.

Clara.

Quien éstas sirve no medra,

Sino pobreza y disgusto.

Fabr.

¡Pues tú lo dices ansí!

Clara.

Sábeme bien murmurar.

Tello.

¿No acabamos de llegar?

Dor.

¿Es léjos?

Tello.

Señora, sí;

Grande es Madrid.

Dor.

Y espacioso.

Tello.

Despacio estaré yo en él

Si vos no me sois cruel,

Que soy tierno y soy celoso.

Dor.

Hay en las Indias amor

Mucho más que por acá,

Que hay mucha verdad allá

Y no hace poco calor,

Que, como es niño y desnudo

[p. 339]Y amigo de oro, he pensado

Que á las Indias se ha pasado.

FABRICIO, DON TELLO, DOROTEA, CLARA, Y GALINDO.

Gal.

Aquéstos son, ¿qué lo dudo?

Que habrán, despues de comer,

Bajado á la platería.

Basta que Fabricio es guía,

¿Qué queda ya que temer?

¡Oh traidor! ¿no te bastó

Negar la deuda debida

Á quien te diera la vida

Cuando la hacienda te dió,

Sino que á la misma dama

De tu amigo traes galan?

Fabr.

Hácia los plateros van.

Clara.

Hallarán joyas de fama,

Que áun eso tiene de córte.

Gal.

Quiérolos llegar á hablar,

Miéntras da el tiempo lugar

Que á este vil los pasos corte.

¡Oh señor Fabricio!

Fabr.

Clara,

Galindillo nos ha visto.

Clara.

¿Qué temes?

Fabr.

Quedar malquisto

Si esto á su señor declara.

Clara.

Jamas estimes perder

[p. 340]Hombre que esté tan perdido,

Ni temas al ofendido

Cuando no puede ofender.

Pues, Galindo, ¿dónde bueno?

Gal.

Vengo á pedir á Fabricio

La paga de un beneficio

De que pienso se está ajeno:

Suplícale mi señor

Le dé los dos mil reales

Que de ocasiones iguales

Le quedó una vez deudor,

Que á su padre le llevaban

Preso, y él por él los dió.

Fabr.

No pensaba entónces yo

Que dádivas se pagaban,

Y si lo dado de gracia

Se pide, págueme á mí

Lo que le ayudé y serví,

Si ya estoy en su desgracia;

Malas noches que pasé

En invierno y en verano

Tras su pensamiento vano.

Gal.

Basta, yo se lo diré.

Fabr.

¡Lo que da, muy caballero,

Para fama voladora

Lo pide en secreto agora!

¡Gentil treta de escudero!

Gal.

Paso, Fabricio leal,

Los presos presos estén,

Ya que no les hagas bien,

[p. 341]No es justo que digas mal.

Fabr.

¿No le daba una cadena,

Y por ser tan fanfarron

No la tomó?

Clara.

Cosas son,

Galindo, que el tiempo ordena;

Escote aquellos placeres.

Gal.

Demonios sois las mujeres.

Clara.

¡Demonios! alguna no.

Gal.

Que como él hace pecar

Y luégo culpa al que peca,

Así la mujer se trueca

Desde el placer al pesar.

Hablar quiero á Dorotea.

Clara.

No vas á buena ocasion.

Gal.

Si tiene luz de razon,

Cualquiera es bien que lo sea.

Á tu casa iba á buscarte,

Dorotea, este papel

De quien un tiempo con él

Quisiera el alma enviarte;

¡Así las cosas se mudan!

Dor.

¿Qué quiere aquí tu señor?

Gal.

Dirálo el papel mejor,

Ya que tus ojos lo dudan.

(Lee.)

«La parte se ha bajado de la querella por quinientos escudos; yo estoy tan pobre, que hoy no tengo que comer; ó ellos, ó parte de ellos te su[p. 342]plico me prestes para salir de la cárcel, que dentro de dos meses te ofrezco mil por ellos, por ésta firmada de mi nombre.—Feliciano.»

Dor.

¡Gracia tiene el papelillo!

Tello.

¿Quién es éste?

Dor.

Un cierto preso.

Tello.

¡Quinientos!

(Leyendo el papel.)

Dor.

Está sin seso.

Dile que me maravillo

Que tenga este atrevimiento,

Pero que cuando perdió

El seso, no le quedó

Vergüenza ni sentimiento;

Dile que no soy mujer

Que pecho á ningun galan,

Que otras mil se lo darán,

Si es que lo saben hacer;

Y no te burles, Galindo,

En venir con esto aquí,

No piense nadie de mí

Que á dar á nadie me rindo,

Que haré que te cueste caro.

Gal.

¿Es dar á quien tanto dió,

Género de afrenta?

Dor.

No,

Mas lo que es no lo declaro.

Gal.

¿Á quien te dió tanta hacienda

Tratas así?

Dor.

Dile, hermano,

[p. 343]Que te venda Feliciano,

Si ya no tiene otra prenda,

Pues te precias de leal.

Gal.

¡Pluguiera á Dios que pudiera,

Y que en tanto me vendiera

Que remediára su mal!

Dor.

Dinero dado á mujer

Es echar hacienda al mar,

Que él bien se puede aplacar,

Mas no la puede volver;

Teneis buen tiempo, y comeis

La mitad de lo que dais,

Y luégo entero cobrais

Lo mismo que dado habeis.

Vén, don Tello, por aquí;

Sígueme, Clara, tambien.

Tello.

(Ap.) Tú respondistes muy bien,

Y no muy bien para mí.

¡Yo os conoceré por Dios!

Dor.

¿Qué dices?

Tello.

Que voy contigo.

(Vanse.)

Gal.

¡Qué buena dama y amigo!

Para en uno son los dos.

¡Ah falsa! ¡Plega á los cielos

Que llegues á tal edad,

Con la misma liviandad,

Que mueras de rabia y celos,

Seas vieja enamorada

De un mozo tan socarron,

[p. 344]Que le pagues á doblon

La coz y la bofetada!

¡Plega al cielo que al espejo

Te mires un diente solo,

Y más que luces el polo,

Arrugas en el pellejo!

¡Plega á Dios que estés tan calva,

Que nadie te pueda asir,

Y que no puedas decir

Á nadie, la edad me salva!

¡Plega á Dios que aquel indiano

Sea algun fino ladron,

Que robe en esta ocasion

Cuanto te dió Feliciano!

(Vase.)

LEONARDA Y FAUSTINO.

Faust.

¿No me dirás á qué efeto

Tantas joyas has vendido?

Leon.

Para algun efeto ha sido,

Pero es agora secreto;

Id con Dios, tio, y callad,

Que á la noche lo sabréis.

Faust.

Mucho errais cuantos poneis

El gusto en la voluntad;

Si supiera que querias

Traerme por tu fiador,

Y que joyas de valor

Tan á desprecio vendias,

[p. 345]No dudes que no viniera

Contigo de ningun modo.

Leon.

Juzgáras que es poco todo

Cuando mi intencion supieras.

Véte con Dios.

Faust.

Plega á Dios

Que no resulte en tu daño.

Leon.

Vos veréis que no os engaño.

Faust.

Adios.

(Vase.)

Leon.

Él vaya con vos.

He visto á Galindo allí,

Y estábame deshaciendo;

Darle la caja pretendo

Con el papel que escribí.

Quiero taparme. ¡Ah, galan!

Gal.

¿Llamaisme?

Leon.

Sí.

Gal.

¿Qué quereis?

Leon.

Que á Feliciano le deis

Ciertas cosas que aquí van.

¿No sois su criado vos?

Gal.

El mismo.

Leon.

Dalde esa caja.

Gal.

Mucho pesa.

Leon.

No es de paja.

Galindo, adios.

(Vase.)

Gal.

Dama, adios.

¿Es aquesto encantamento?

[p. 346]Mucho el rostro me escondió,

¿Si veré lo que me dió?

Pero será atrevimiento,

Y viene la caja atada;

Mejor es llevarla presto.

¡Divinos cielos, qué es esto!

Mas era mujer, no es nada.

FELICIANO Y LISENO.

Fel.

Híceos llamar con este pensamiento,

Y que sobre ese juro me prestásedes

Los quinientos ducados que suplico,

Que si de la prision por vos saliese,

No lo dudeis de que en mayor os quedo.

Liseno.

Feliciano, si fuera en Madrid nuevo

Lo que yo suelo hacer por mis amigos,

Yo os diera aquí satisfacciones largas;

Pero como es notorio, las excuso.

Á Tancredo sacastes de la cárcel,

Á Rodulfo y Albano, ¿cómo os niegan

Lo que es tan justo al beneficio mismo?

Fel.

Por la misma razon pensé obligaros,

Que si no de la cárcel, de otras cosas,

Si la necesidad es harta cárcel,

Os he sacado yo cuando lo tuve.

Lis.

Y yo si lo tuviera os acudiera.

Fel.

Dadme doscientos reales solamente

Para el procurador que anda en mis pleitos,

[p. 347]Que he pagado estos dias tres fianzas.

Lis.

No los tengo por Dios, que estoy tan pobre,

Que me presta un amigo, y áun pariente,

Para lo que es el gasto de mi casa.

Fel.

Dadme un doblon siquiera, que yo os juro

Que desde ayer no ha entrado ni un bocado

De pan en esta boca, que en su vida

Negó cosa que nadie le pidiese.

Lis.

Aquí traia cosa de ocho reales,

Estos tomad, y el cielo, hermano, os libre,

Que sabe Dios lo que me pesa.

(Vase.)

Fel.

¡Ah cielos!

¡Á un hombre como yo dan ocho reales!

¡Ocho reales le faltan á quien tuvo

No há siete meses treinta mil ducados!

Ved que se cuenta más del mismo Pródigo,

De Comodo, Neron y de Eliogábalo.

¡Ay si sirviese mi lloroso ejemplo

De espejo á los mancebos que me miran,

Y se guardasen de mujeres tales

Y de tales amigos!...

FELICIANO, GALINDO.

Gal.

No lo digas de burlas.

Fel.

¡Oh Galindo! ¿aquí escuchabas?

Gal.

Oyendo estaba tus lamentaciones,

De que colijo que ninguna cosa

Hizo por tí Liseno.

[p. 348]Fel.

Sobre el juro

Le pedí los quinientos, pero mira

En qué se resolvió.

(Enseñándole los ocho reales.)

Gal.

¡Que esto te ha dado!

Guárdale, y clavarémosle á la puerta

Con una letra al rededor que diga:

«Barato que me ha dado la fortuna

De treinta mil ducados que he jugado

Con los amigos falsos que se usan.»

Fel.

Bien dices; pero dime, ¿qué responden

Fabricio y Dorotea?

Gal.

Entrambos dicen

Casi una misma cosa.

Fel.

¿Estaban juntos?

Gal.

Sí, que para pagarte el beneficio

De librar á su padre de la cárcel,

Sirve ya de llevar á Dorotea

Galanes que la sirvan, y han comido

Todos, que segun supe era un indiano;

Fabricio dice que le diste dados

Los dos mil reales, y que agora pides

Lo que le diste entónces por fanfarria.

Dorotea responde que los hombres

Quieren cobrar de las mujeres luégo

Aquello con que compran sus placeres;

Que no da nada, y que me guarde.

Fel.

Dice

Muy bien, guárdate de ella. ¡Á Dios pluguiera

Que me guardára yo!

Gal.

Luégo tras esto

[p. 349]Me dió cierta mujer aquesta caja,

Que pesa como plomo, aunque es pequeña;

Quísela abrir, y por llegar más presto

Ni sé lo que te envia ni yo traigo.

Fel.

¡Caja! ¿Qué dices?

Gal.

Ábrela y veráslo.

Fel.

Corto el cordel que la cubierta enlaza;

Quedo, por Dios, que todos son escudos.

Gal.

Salto, bailo, ¡Jesus!

Fel.

¡Suceso extraño!

Gal.

Déjamelos besar.

Fel.

¡Quedo, Galindo!

No se te quede alguno entre los labios,

Porque son pegajosos como obleas.

Gal.

Estos sí que podrán llamarse amigos.

Fel.

Aquéstos son amigos verdaderos.

¿Quién será esta mujer?

Gal.

Yo sospechára

Que era Leonarda, á estar mejor contigo,

Mas dicen que trataba de matarte.

Fel.

¡Leonarda! Necio, en eso piensa agora,

Que está amolando espadas, previniendo

Escopetas con pólvora secreta,

Conficionando hechizos y venenos

Para darme la muerte. Vén, contemos,

Donde nadie nos vea, estos escudos.

Gal.

¡Oh amigos verdaderos aunque mudos!

(Vanse.)

JULIO, FRISO, CORNELIO Y LESINO, ladrones.

[p. 350]Jul.

Las armas prevenid todos,

Pues ya la noche se cierra.

Friso.

Yo no sé bien de esta tierra,

Julio, las trazas y modos.

¿Hay ronda?

Jul.

Agora es temprano.

Les.

¿Y ésta es la casa?

Jul.

Sí.

Les.

¿Está el capitan aquí?

Jul.

Fingióse Marbuto indiano

Desde Sevilla á Madrid,

Y hizo amistad con un hombre,

Que apénas le acierto el nombre,

Y pasa á Valladolid.

Llevóle en cas de esta dama,

Que tiene seis mil en oro,

Ha echado el ojo al tesoro

Que está á los piés de la cama,

Y quiérele dar gatazo

Miéntras la cena apercibe.

Corn.

Si ese lance dél se escribe,

Quedárale dulce el brazo.

¿Cómo se ha llamado aquí?

Jul.

Don Tello.

Les.

Gracioso nombre.

Corn.

¿Y está acá tambien el hombre

Que ha venido con él?

[p. 351]Jul.

Sí.

Corn.

Eso es peligroso.

Jul.

No es,

Que piensa que es caballero,

Y hoy gasta lindo dinero.

DON TELLO.

Tello.

Julio.

Jul.

¿Qué hay?

Tello.

¿Quiénes son?

Jul.

Los tres.

Tello.

¿Cornelio, Friso y Lesino?

Jul.

Los mismos.

Tello.

Entro á sacar

El escritorio, aguardar

Podeis.

Jul.

¿Dónde?

Tello.

En el camino.

(Se entra.)

Jul.

Él ha entrado, ya es muy tarde,

Todo hombre advierta á la gura.

FELICIANO, GALINDO.

Fel.

Como hace la noche escura,

Voy, Galindo, algo cobarde,

Que há dias que no he pisado

Las calles.

Gal.

Gracias á Dios

[p. 352]Que ya nos vemos los dos

En esta esquina del Prado.

Presto trujo el mandamiento

Alberto.

Fel.

No hay tales piés

Como el dinero; al fin es

El primero movimiento.

Gal.

¿Cuánto la caja traia?

Fel.

Seiscientos escudos justos.

Corn.

Éstos me han dado mil sustos.

Jul.

Este hombre parece espía.

¡Vive Dios que son criados

De la justicia! Yo vuelo.

Friso.

Yo con el mismo recelo.

(Huyen todos.)

Gal.

Ciertos hombres embozados

Al umbral de Dorotea

Van huyendo de los dos.

Fel.

¿Ya espantamos? ¡Bien por Dios!

¡Qué habrá que un pobre no sea!

¿Parezco fantasma yo?

FELICIANO, GALINDO Y DON TELLO.

Tello.

Ce, ¿qué digo?...

Gal.

Allí nos llama

Un hombre en cas de tu dama.

Fel.

Lleguemos, si nos llamó.

Tello.

Tomad ese escritorillo

[p. 353]Miéntras por el otro voy.

Fel.

(Ap.) Bien, por vida de quien soy.

Tello.

Y nadie se atreva á abrillo.

Fel.

¿Conócenos el ladron?

Tello.

Por otros os he tenido,

Que me dejeis ir os pido.

(Se huye.)

Gal.

Vaya con la maldicion.

Señor, éste es el indiano

Que Fabricio trujo acá.

Fel.

Creo que el cielo me da

Este castigo en la mano;

Bien conozco el escritorio,

Más tiene de siete mil.

Gal.

¡Qué gentil ladron!

Fel.

Sutil.

Mi bien es claro y notorio,

Este es todo mi dinero,

Cuanto á Dorotea he dado;

Ved por dónde lo he cobrado.

Gal.

¿Qué has de hacer?

Fel.

Guardallo quiero.

Gal.

¿Y si nos encuentra alguno?

Fel.

¿Allí no vive Leonarda?

Gal.

Sí, señor.

Fel.

Pues llama.

Gal.

Aguarda.

Fel.

Mira no te oiga ninguno.

Gal.

¿Si querrá abrir?

Fel.

¡Plega á Dios!

[p. 354]Gal.

¿Quién está acá?

Leon.

¿Quién es?

Fel.

Creo

Que oye el cielo mi deseo;

Un preso, y dos hombres.

Leon.

¿Dos?

Á los dos no puedo abrir,

Al preso sí, gloria mia.

FELICIANO, GALINDO Y LEONARDA.

Fel.

Abrevia del alegría,

Que tengo qué te decir.

Leon.

Pues que tú vienes acá,

Alguien te habrá referido

Que mis joyas he vendido,

Ó lo adivinaste allá.

Perdona, que yo quisiera,

Como seiscientos le dí

Á Galindo...

Fel.

¿Tú?

Leon.

Yo fuí.

Fel.

¡Pero quién sino tú fuera!

Débote mi libertad,

El alma misma te debo,

Hoy me obligaste de nuevo,

Mas oye una novedad.

Gal.

Gritos dan, éntrate dentro.

[p. 355]FELICIANO, GALINDO, LEONARDA, y dentro DOROTEA.

Dor.

¡Traidor Fabricio, tu fuiste

Quien á casa le trujiste!

Leon.

¿Qué es esto?

Fel.

Un gracioso encuentro:

De la puerta de esa dama,

Que mi hacienda me robó,

Salió un ladron que le hurtó

El dinero, y no la fama.

Topó con nosotros dos,

Por compañeros nos tuvo,

Y éste nos dió, que no estuvo

En un instante, por Dios,

De dar con los verdaderos.

¡Mira por dónde he cobrado

Cuanto con ella he gastado!

Leon.

Sin duda son tus dineros;

Acá viene gran ruïdo,

Allá le voy á esconder.

Gal.

El dinero has de verter

En otro sin ser sentido,

Y échale luégo en el pozo.

Leon.

Voy; aquí á la puerta aguarda.

(Vase.)

Fel.

¡Qué contenta va Leonarda!

Yo estoy saltando de gozo.

[p. 356]FELICIANO, GALINDO, DOROTEA, CLARA, y un alguacil, y gente que traen asido á FABRICIO.

Fabr.

¿Pues á mí preso? ¿por qué?

Alg.

Porque es muy bastante indicio

Para prenderos, Fabricio.

Fabr.

Vive Dios que no lo sé.

Dor.

Trújole él propio á mi casa,

Y con él se concertó,

¿Y no le conoce?

Fabr.

¡Yo!

Gal.

Ved lo que en el mundo pasa.

Clara.

Yo juraré que es ladron,

Y que á don Tello encubria,

Que desde el Andalucía

Trujo para esta ocasion.

Él sabia del dinero,

Él le dijo dónde estaba.

Fabr.

¿Yo le truje?

Clara.

Y le abonaba

De indiano y de caballero.

Criad.

Gente hay en aquesta puerta.

¿Quién va?

Fel.

Un hombre que ha salido

De la cárcel.

Alg.

No habrá sido

El ladron.

Fel.

Cosa es bien cierta.

Alg.

¿Es el señor Feliciano?

[p. 357]Fel.

Yo soy.

Alg.

Por mil años sea.

Fel.

¿Qué es esto de Dorotea?

Dor.

¿Agora estais cortesano?

Vaya á la cárcel Fabricio.

Alg.

Que Fabricio le ha robado

Un escritorio, ó ha dado

De que fué complice indicio,

Porque él le trujo un indiano

Que ha sido el cierto ladron:

Siete mil escudos son.

Fel.

Esos son de Feliciano.

Alg.

¿Habeis visto esos ladrones?

Fel.

Solo á Galindo y á mí.

Alg.

Juraldo aquí.

Fel.

Juro aquí

Que he sentido esos doblones,

Y áun que los he visto, puedo

Jurar.

Dor.

Que éste se ha vengado.

Clara.

¡Cuál están amo y criado!

Fabr.

¡Yo soy ladron!... ¡Bueno quedo!

Diga Feliciano aquí

Si sabe que soy ladron.

Fel.

Quien paga amor con traicion,

Ladron es, digo que sí;

Quien niega deudas tan claras,

Y no paga el beneficio,

¿De ser ladron no da indicio?

¿Pues, ladron, en qué reparas?

[p. 358]Véte, que lo juro y digo,

Que en esta y toda ocasion

Sustentaré que es ladron

Quien es traidor al amigo.

Y que del dinero hurtado

Á Dorotea, quisiera

Que dos veces tanto fuera

Por la ingratitud que ha usado;

Y que á estar en mi poder,

No me diera más contento,

Y que de mi casamiento

Testigos os quiero hacer.

¿Leonarda?

Dichos y LEONARDA.

Leon.

Señor.

Fel.

Yo soy

Tu esposo, será testigo

Un ladron, infame amigo,

Á quien este ejemplo doy,

Una dama cortesana,

Y una criada fingida,

Que roban toda la vida

Con industria loca y vana,

Para que tras años mil

Vuelvan las aguas á donde

Solian ir, pues ya lo esconde

Cierta mano más sutil;

Y un alguacil tambien sea

[p. 359]Testigo de que me caso,

Y sepa que no hago caso

Del amor de Dorotea;

Porque si algun aire infame

Me quisiere hacer prender,

Sepa que tengo mujer,

Y que así á Leonarda llame.

Doile en dote siete mil

Ducados, que ha recibido,

Testigos, pues que lo han sido

El dueño y el alguacil;

Y á Galindo, por leal,

Toda mi hacienda le doy.

Gal.

Yo, señor, tu esclavo soy.

Fabr.

¡Paga de quien anda en mal!

Dor.

Llevalde á la cárcel luégo.

Alg.

Digo que os goceis mil años,

Pues ya de tantos engaños

Venis á tanto sosiego.

Fel.

Adios, señores testigos,

Aquí dió Belardo fin

Á una historia que es, en fin,

La prueba de los amigos.

Adorno de fin de capítulo

[p. 361]

UN PASTORAL ALBERGUE.


[p. 362]

PERSONAS.

ROLDAN.

REINALDO.

CARLO MAGNO.

ATALANTE, moro.

BRUNELO, moro.

ANACARINO, moro.

ARDILAN, moro.

OSMIR, moro.

PEYRON, villano.

GUARINO, villano.

OTROS DOS VILLANOS.

ANGÉLICA, mora.

FLOR DE LIS.

DOÑALDA.

MARTINELA, labradora.

MEDORO, moro.

ASTOLFO.


[p. 363]

Adorno de principio de capítulo

UN PASTORAL ALBERGUE.


ACTO PRIMERO.

Toquen chirimias y trompetas, y aparezca una nave que venga navegando al teatro, y en lo alto de un monte ARDILAN y OSMIR.

Ard.

En poco tiene el mar.

Osm.

Pavon la nave,

Círculos de zafir hace ligera.

Ard.

Ya las alas batió la veloz ave,

Que altiva fué lisonja de la esfera.

Osm.

Depósito es de Abril, adonde cabe

Á pedazos la verde primavera,

Ó pirámide hermosa de colores,

Que ofrece al sol repúblicas de flores.

Ard.

Ya da ferros al mar, y salta de ella

De multitud de gente venerada

[p. 364]Una dama gentil.

Osm.

Será la estrella,

Otra vez en las ondas engendrada.

Ard.

Ya los hombros le dan.

Osm.

Deciendo á vella.

Ard.

Con salva la recibe nuestra armada.

Osm.

¿Quién será esta mujer?

Ard.

Signo del Mayo.

Dent.

Viva la hermosa reina del Catayo.

Salga ANGÉLICA en los hombros de los moros, y todos cantando.

CANTEN.

Guárdese el frances

De los lilios de oro,

Que arrogante pisa

Soberanos solios.

Témala Roldan,

Y los Pares todos,

Y Reinaldos huya

Del sol de su rostro;

Que amor en sus ojos

Tantas flechas claba,

Que de muerte tan bella

Nadie se escapa.

Anac.

Ya pisas, hermosísima señora,

Los márgenes de Francia, cuya arena

De Júpiter la lluvia finge agora

[p. 365]Burlando á Ofir, en su amarilla vena;

La gente ha de pensar que eres la aurora,

Que en Francia nace de fragancias llena.

Ang.

Ántes ha de pensar que soy la muerte,

Que vengo disfrazada de esta suerte,

Cuando desprecie el campo de Agramante,

Derrotándole al mar infamemente;

Yo sola, Anacarino, soy bastante

Á atropellar su vencedora gente,

No he de embrazar de Pálas el diamante,

Espejo de los cielos trasparente,

Porque amor es deidad que en mi hermosura

Sus inmortales triunfos asegura.

Fiada en mi belleza y en mi anillo,

Rayo pretendo ser que oprima á Francia,

Mi esfuerzo está en querello ó en decillo,

Que me ha dado el amor esta arrogancia;

Yo, de todos desprecio, al mundo humillo,

Que ésta es la más gloriosa circunstancia,

Pues rendida jamas, por varios modos

Almas son de mi ley los hombres todos.

Esos Pares veréis dándome á pares

Por despojos las almas y las vidas,

Penetrando por mí en incultos mares,

Las provincias del sol no conocidas.

Su Dios me han de aclamar, y en mis altares

Á los cielos darán gomas ardidas,

Serpientes holocaustos siendo entre ellas,

Pastilla el sol, pebete las estrellas.

Sepa, soldados, Francia, que ha llegado

[p. 366]La circe del Catay á sus riberas,

Y el fuego en las espumas engendrado,

Que traduce el cristal en llamas fieras;

Al monte os atreved, medid el prado,

Huésped de estas corrientes lisonjeras,

Y traedme un frances que en miedo y llanto,

Si no muere de amor, muera de espanto.

Brun.

Siguiendo este arroyuelo cristalino,

Vulgo de agua, que al mar se precipita

Por peñas, sin aviso y sin camino,

Moros subieron ya que el sitio incita.

Ang.

Matar con mi hermosura determino

Gallardía de amor jamas escrita,

Que con mis ojos más vencer espero

Que Agramante, Gradaso ni Rujero.

Salga un MORO con PEYRON, atado.

Moro.

Sin despertar al militar estruendo,

Este frances dormia entre las peñas,

Donde estaba una fuente, aunque riendo,

Con muda voz llamándole por señas.

Peyr.

En tanta confusion morir entiendo.

Ang.

Vigilante desde hoy á ser te enseña.

Peyr.

Juro de no dormirme eternamente,

Advitrista he de ser. Extraña gente.

Ang.

¿Quién eres?

Peyr.

Preceptor de cien ovejas,

Tan rudas que la b sólo han sabido

[p. 367]En dos años y más.

Ang.

Buenas las dejas.

Peyr.

Soldados son de capitan dormido.

¡Ay, mis ovejas! ¡Ay!

Ang.

¿De quién te quejas,

Si tu prision por tu descuido ha sido?

Peyr.

Sólo tengo esta falta entre otras muchas,

Que todas las diré si aquí me escuchas.

So necio, so reordido y poridiado.

Ang.

Falta es cruel.

Peyr.

Mayor te la prevengo.

Ang.

¡Mayor!

Peyr.

Mayor.

Ang.

¿Qué falta?

Peyr.

So casado:

Y áun tengo otra mayor.

Ang.

¿Qué?

Peyr.

Suegra tengo

Que es inmortal.

Ang.

¿Has sido enamorado?

Peyr.

Jamas en circunstancias me detengo,

So corto de razones.

Ang.

¿Qué mujeres

Á tí te agradan más?

Peyr.

Matarme quieres;

Á la fraca aborrezco por la vida,

Aguja de ensalmar que cose al hombre;

La gorda por mujer descomedida,

Humana tempestad que es bien que asombre;

La larga por jornada mal medida,

[p. 368]Legua infernal, y cuádrale este nombre,

Donde el alma es correo eternamente

Descendiendo á los piés desde la frente.

Es la chica verruga de la tierra,

La blanca es nieve en paja conservada,

La morena es bochorno en quien se encierra

El estío y canícula abrasada,

Aspid es la bermeja y comun guerra.

Ang.

¿Y la hermosa?

Peyr.

Serpiente disfrazada.

Ang.

Basta, no digas más, calla, villano.

Peyr.

Ántes por decir mal soy cortesano.

Ang.

¡Que no haya reparado en mi hermosura!

Corrida estoy, villano, ¿si eres hombre?

Peyr.

Mi mujer lo dirá, y será ventura

Que pueda mi mujer darme ese nombre,

Por hombre me juntó con ella el cura,

No sé si ya lo soy, y no os asombre,

Que suele haber transformacion en esto;

Mirad en el peligro en que estoy puesto.

Ang.

Echalde al mar.

Peyr.

¿Al mar?

Ang.

Sí.

Peyr.

Nado poco

Y me podré ahogar.

Brun.

Gentil simpleza.

Ang.

Tirad con él.

Peyr.

Podré decir que toco

Mayor crueldad en la mayor belleza.

Ang.

¿Bella soy? aguardad.

[p. 369]Peyr.

Tornarás loco

Al más libre de amor; naturaleza

Tan soberana en tí se satisfizo,

Que haciendo una mujer, un ángel hizo.

Ang.

Eso vida te da.

Peyr.

Diré, señora,

Pues hoy con tu piedad me lo aconsejas,

Bien de toda mujer cristiana y mora,

Coronista desde hoy soy de las viejas,

Concetos son las flacas desde agora

Del ingenio más culto, y las bermejas

Oloroso azafran, las gordas lecho

Que para el apetito amor ha hecho.

Ang.

Basta, pues vivo estás.

Peyr.

Los piés te beso.

Ang.

Aguarda, ese vestido le desnuda

Y ese tuyo le da.

Peyr.

¿Qué haces en eso?

Ang.

No repliques.

Peyr.

Hoy moro soy sin duda,

De pena mi mujer perderá el seso.

Ang.

Mi copia lleva así para que muda

Dé á Francia admiracion y vea en ella

Que la viene á cercar muerte tan bella;

En París á los Pares la presenta,

Generosa ocasion de mi venida,

Que por la relacion amor se aumenta,

Siendo de las potencias homicida,

Y si no habla el pincel, mis partes cuenta,

No dejando á tu voz frances con vida.

[p. 370]Brun.

Si es de la vista objeto la belleza,

¿Quién tendrá en tu retrato fortaleza?

Atal.

Ya viene todo el campo á recibirte,

Alternando dulzainas y anacoras.

Ang.

Desnuda ese frances para vestirte,

Y mándale adornar de galas moras,

Libre, cristiano, así podrás partirte.

Peyr.

Cuentes eternidades en vez de horas.

Ang.

Véte en paz.

Peyr.

¿Quién diré, señora, que eres?

Ang.

La venganza de todas las mujeres.

(Váyanse, tocando.)

DOÑALDA Y FLOR DE LIS.

Doñ.

Ya, prima, llegó el dia

de la ventura mia,

Ya soy rica y dichosa,

De don Roldan esposa,

Pues hoy lograrse veo

En vínculo dichoso mi himeneo.

Flor.

Mérito es tu hermosura

De tan alta ventura,

Aunque tal vez en ella

Obra infeliz estrella,

Pension siempre tirana

Que paga al tiempo la hermosura humana.

Doñ.

Hoy flor de lis he sido;

Pues tal suerte he tenido

En la ventura fea,

[p. 371]Siempre en amor lo sea,

Si para ser dichosa,

Tanto vale con él no ser hermosa.

La priesa y el cuidado

Poco lugar me han dado.

Flor.

Danle á cuanto te pones

Tus divinas acciones

Tal agrado y belleza,

Que es ya el descuido en tí naturaleza.

ASTOLFO.

Ast.

Ya el emperador, Doñalda,

Acompañando á tu esposo

Sube con todos los grandes.

Doñ.

Perdida soy, duque Astolfo.

Ast.

Perdida ¿de qué?

Flor.

Las rosas

Que dando púrpura al rostro,

Se deshojan en él, dicen

Que es efeto vergonzoso.

Doñ.

Aunque me alegro, el recato

En tal accion es forzoso;

Y así si en mi amor me animo,

En mi honestidad me encojo.

Flor.

Tal belleza merecia

Tal valor.

Ast.

Ya el rumor oigo

De la guarda.

Doñ.

Estoy perdida.

[p. 372]Flor.

No te pierdas por tan poco.

CÁRLOS Y ROLDAN.

Rold.

¿Es posible, amor, que soy

Contigo una vez dichoso?

No lo creo, vive Dios,

Aunque lo veo y lo toco.

Flor.

Llega á mi padre.

Doñ.

¡Ay amiga!

Mil necedades propongo,

Turbada.

Flor.

Las necedades

Puedes dejar para el novio.

Doñ.

Déme vuestra majestad

Su mano.

Cárl.

Serán forzosos

Los celos en vuestro primo,

Si os doy la mano.

Rold.

Hoy mejoro

Mi fortuna, y hoy amigos,

Gustos y esperanzas logro.

¡Dichosas penas de amor!

Cárl.

En tan digno matrimonio

Estriba, Doñalda bella,

La paz de mi reino todo,

Pues se sosiegan en él

Los tumultos y alborotos,

Que han alterado estos dias

Mi quietud y mi reposo

[p. 373]Gozaos los años del ave

Que en holocausto oloroso,

Como la flor se renueva,

Bañada de nácar y oro.

Doñ.

Y vos dilateis, señor,

Á los climas más remotos

Vuestro imperio soberano.

Rold.

Pues vuestro desde hoy me nombro,

Yo cumpliré esa palabra,

Por vos haciendo los golfos

No conocidos, alfombras

De sus piés, y á sus heroicos

Renombres dando inmortales

Láminas, del tiempo oprobio,

Para que conozca el mundo

Con admiracion y asombro,

Que es por vos, el Magno Cárlos,

El señor más poderoso.

Cárl.

Basta teneros á vos

Por mi Atlante, en cuyos hombros

Estriba mi monarquía.

Doñ.

Los dos vuestra hechura somos.

Cárl.

Daos las manos.

Doñ.

Don Turpin

Falta.

Rold.

No faltan estorbos

Jamas en mi bien.

Cárl.

Llamaldo;

Conde, ¿no os juzgais dichoso

Con tal premio?

[p. 374]Rold.

Es el ingenio

Para encarecerle corto,

Que como es accion del alma,

Y el alma donde la copio

Es materia celestial,

Por incomprensibles modos,

Decirlo sin ofendella

Será tan dificultoso,

Cuanta distancia hay del alma

Al cuerpo grosero y tosco.

REINALDOS.

Rein.

¿En Francia tanto descuido,

En peligro tan notorio?

Aparta.

Cárl.

¿Quién habla así?

Rein.

De veros ansí me corro,

Agora saraos y fiestas,

Hijas de la infamia y ocio,

Agora galas y plumas,

Del aire civil adorno,

Agora bodas, agora...

Rold.

¿Vienes, don Reinaldos, loco?

Aquí está su majestad,

Y estoy yo.

Rein.

Ya te conozco.

Rold.

¿Sabes que soy don Roldan?

Rein.

Ya, conde, lo sé.

Rold.

Pues ¿cómo

[p. 375]Tan locos atrevimientos

Hablas cuando me desposo?

Yo con galas y con plumas

Más al imperio le importo,

Que tú con planchas de acero,

Todo orgullo y miedo todo.

Estas plumas que á los aires

En piramidal estorbo,

Tal vez son lisonjas suyas,

Y tal vez rayos de Apolo,

De las alas de la fama

Para el sombrero las corto,

Que yo sólo le doy plumas,

Y así mis plumas le tomo.

Rein.

Serán de las que desecho.

Cárl.

¿Así se pierde el decoro

Á mi majestad?

Rein.

Señor...

Rold.

Señor...

Cárl.

Basta, que me enojo;

¿Á vos os parecen mal

Galas y bodas?

Rein.

Los roncos

Ecos de trompas y cajas

Os respondan, y los moros

Que las riberas ocupan

Del Rhin, que en abismos hondos

Les dió por montes de plata,

Pasadizos luminosos.

Ya pisa á Francia Agramante,

[p. 376]Que como Jason en Cólcos,

Piensa atropellar en ella

Los dragones y los toros.

Cien mil soldados ocupan

Ya sus montañas y sotos,

Que parecen á la vista,

Entre los laureles y olmos,

Erizos, que coronados

De los silvestres madroños,

Sacuden por la campaña

Pedazos de coral rotos.

Yo los he visto, y pensé,

Con los colores vistosos,

Que eran escuadron de abejas,

Cuando en los piquillos corvos,

De diamante y de rubí

Desperdicios olorosos,

En escuadrones volantes,

Dan á los preñados corchos.

Muchos reyes le acompañan,

Que en el paganismo todo

No ha quedado hombre valiente

Ni príncipe poderoso;

Tambien mujeres le siguen,

Que en alfanas, como copos

De argentada y blanca espuma,

Ninfas parecen en rostros

De mármol, á quien dió el arte

Espíritu generoso;

Y en la mayor hermosura,

[p. 377]Que se vió en humano rostro,

Viene el desden más ingrato

Que pudo engendrar el ódio;

El milagro del Oriente,

Donde amor, jamas piadoso,

Leyes promulga en los labios,

Rayos divulga en los ojos,

La sirena del Catay,

Y el angélico tesoro

De sus Javas perlas hace

Cuanto sirte y cuanto escollo;

Que es, si perla en hermosura,

En crueldad peñasco sordo.

Amor y Marte nos cercan,

Cuando en sabrosos coloquios

Roldan está entretenido,

Y en discursos amorosos;

Opresa está Francia, Cárlos,

Evidente testimonio

Del ocio en que nos sepultas.

El peligro te propongo

Para que al paso le salgas,

Que cuando me lleves solo,

Yo les haré que al mar vuelvan

Con paso tan presuroso,

Que se maten y se aneguen,

Unos tropezando en otros.

Rold.

No coloquios del tálamo afeminan

Mi corazon gentil, mi heroico pecho,

Que estos ojos son montes que fulminan

[p. 378]Rayos de horror que en mi furor se han hecho,

Y aunque en los de Doñalda se iluminan,

Y en ellos vivo alegre y satisfecho,

No aniquilan mi sér sus ojos bellos,

Que ántes me ofrece espíritus en ellos.

Y si tú, don Reinaldos, bastas solo

Para oprimir la bárbara arrogancia,

Como del cielo es la deidad Apolo,

Ya sabes que soy yo el valor de Francia,

Á mi voz gime el mar y tiembla el polo,

Y esto en Roldan no es bárbara arrogancia,

Pues ya visto me habeis en paz y en guerra

Echar de un puntapié hasta el sol la tierra.

Y así para que el campo de Agramante,

Desbaratado al mar en tropas vuelva,

Una voz mia sobra, que es bastante,

Para que en polvo y nada se resuelva;

Yo haré que ese bellísimo diamante,

Que hoy con sus pinos se traduce en selva,

Desatado en las leyes de su orilla,

Átomos le dé al sol, astilla á astilla.

Y esto todo ha de ser con tanta priesa,

Que deshecho y vencido el africano,

Sin que el tálamo deje la Condesa,

He de volver á merecer su mano;

Éste es valor y cólera francesa,

Éste esfuerzo gentil y honor cristiano,

Ésta es lealtad que á las demas contrasta,

[p. 379]Y ésta es accion de don Roldan, que basta.

Perdonad, dulce esposa, que ya vuelvo,

Que sólo voy á echar de Francia al moro,

Que á empresa tan gloriosa me resuelvo,

Sólo porque os estimo y os adoro;

En vuestras perlas mi valor envuelvo,

Que esfuerzo le infundís con vuestro lloro,

Y una lágrima sólo hará en mi pecho

Más que la sangre ni el furor han hecho.

Vos, supremo señor, pues me adelanto,

Puesto que don Reinaldos tanto vale,

Dulce y tranquila paz gozad en tanto,

Que en mí todo el poder de Francia sale;

Que porque como el sol despues del llanto,

Doñalda entre mis brazos se regale,

Voy de presto á expulsar sus gentes todas

Para volver á celebrar mis bodas.

Cárl.

Conde, aguardad.

Rold.

Señor, decir haciendo

Sabe el Conde no más.

Rein.

Loca arrogancia.

Rold.

Temeridades son cuantas emprendo,

Y así por temerario me honra Francia,

Quédese el reportado, previniendo

Juntas la libertad con la ganancia.

Rein.

Reinaldos soy.

Rold.

Yo don Roldan.

Cárl.

¿Qué es esto?

Rein.

Tú impides mi furor.

Rold.

Tú ley me has puesto.

[p. 380]Rein.

Yo te sabré buscar.

Rold.

Y yo aguardarte.

Rein.

Quién eres veré allí.

Rold.

Y veré quién eres.

Rein.

Decírtelo sabré.

Rold.

Y sabré matarte.

Rein.

Y yo hacerte pedazos.

Rold.

Si pudieres.

Rein.

Frances Júpiter soy.

Rold.

Yo frances Marte.

Rein.

Pues espérame.

Rold.

Mira que me esperes.

Rein.

Ya te voy á buscar.

Rold.

Pues vén.

Cárl.

¿Qué es esto?

Rein.

Tú impides mi furor.

Rold.

Tú ley me has puesto.

Cárl.

Dejaldo y quedaos conmigo,

Mirad que me enojaré.

Rein.

Siempre ocasionado fué

Don Roldan.

Cárl.

Es vuestro amigo.

Doñ.

Siempre, Flor de Lis, temí

En mi amor este suceso,

Poco siento, pues el seso

No vengo á perder aquí;

Que á estorbar mi casamiento

Viniese el moro.

Cárl.

Ofendido

Estoy de que haya tenido

[p. 381]Tan bárbaro atrevimiento.

¡Á mí Agramante se atreve!

¿No sabe que Cárlos soy?

Aunque coronado estoy

De rica y peinada nieve,

Tiemble á Carlo Magno el moro;

Sean por los aires claros

Mis soberanos labaros,

Pensiles de lilios de oro,

Salga en soberbio escuadron

La franca caballería

Dándole espejos al dia

Y al bárbaro confusion.

Ast.

Vil sacrificio han de ser

De los peces, con notable

Afrenta y triunfo admirable

De tu invencible poder.

Cárl.

Toda Francia se convoque

Y mi majestad se vea.

Rein.

Tu fortuna en tí pelea

Cuando el moro te provoque.

Cárl.

Hoy he de salir de aquí.

Ast.

Y hoy te espera la vitoria.

Cárl.

Todo triunfo y toda gloria

Á Dios se debe, y no á mí.

Doñ.

¿Qué he de hacer yo?

Flor.

Consolarte.

Doñ.

Morir dijeras mejor.

Cárl.

Doñalda lo que fué amor

Ya se ha convertido en Marte;

[p. 382]Todo es guerra.

Doñ.

Y todo es lloro.

Rein.

Sin causa ese sol se esconde,

Ya vuelve, Doñalda, el Conde,

Que fué á castigar al moro.

Doñ.

Como lo dice lo hará.

Rein.

Si lo hace como lo dice

El llanto se contradice.

Doñ.

Don Reinaldos, bueno está,

Si es envidia.

Cárl.

Al moro espante

Mi poder en su arrogancia.

Rein.

Viva Cárlos.

Todos.

Viva Francia.

Cárl.

Dios viva.

Todos.

Y muera Agramante.

(Váyanse.)

MARTINELA Y VILLANOS, armados.

1.º

Venimos bien.

2.º

Quedo, paso,

Que nos podria sentir.

3.º

¿Moro?

1.º

Yo le vi venir

Por el monte.

2.º

Extraño caso.

3.º

¿Moro de la morería?

Mart.

Y se metió en la cabaña,

Cuya catadura extraña

Espanto y miedo ponia.

[p. 383]3.º

¿Moro amorado?

1.º

Tan moro

Como mi rocin.

2.º

Muy ruin,

Si es como vuestro rocin,

Será el moro.

1.º

Con decoro

Dél hablad, que aunque está flaco,

Fué el rocin gran corredor.

2.º

Si no es el moro mejor

Que el rocin, es muy bellaco.

3.º

¿Cómo son los moros?

2.º

Son

Como alimañas.

1.º

¿Y en pié

Se tienen y andan?

3.º

Á fe.

2.º

Dijo el cura en un sermon

Que los moros no creian

En Dios, ni que eran cristianos.

3.º

¡Oh ladrones luterianos!

2.º

Y dijo que no comian

Tocino.

1.º

¡Qué desatino!

Yo por eso los quemára,

¿Y cómo tienen la cara?

2.º

De hombres que no beben vino.

3.º

¿Que vino no beben?

2.º

No,

Agua piden que les den.

[p. 384]3.º

No puede un hombre de bien

Ser moro.

1.º

Á lo ménos yo

No lo fuera, aunque me hicieran

Rey.

Mart.

¿No vamos á matar

Al moro?

3.º

¿Y quién ha de entrar

Primero?

2.º

Yo, mas ¿si fueran

Dos los moros?

1.º

¿Temes ya?

2.º

Tener el moro presente

Espanta.

3.º

Siempre es valiente

El que léjos de él está,

Cuantos matamoros son

En su patria léjos de ellos,

Que si llegáran á vellos,

Fueran de tu condicion.

2.º

Lleguemos en tropa así.

3.º

Dice bien, todos lleguemos.

2.º

¡Ay!

1.º

¡Ay!

3.º

¡Ay! dos moros vemos.

2.º

Yo más de ochenta vi.

1.º

Toca á rebato, Guarino.

3.º

Lo peor es el temelle;

Voto al soto, que he de velle,

Ya que el moro á Francia vino.

[p. 385]Entrad callando tras mí,

Tened el resuello más.

2.º

Poneos, Guarino, detras

Si habemos de entrar así.

Mart.

Llegad, que durmiendo está.

1.º

Pues el moro está dormido,

Echémosle el lazo y muera.

2.º

Ya está en el lazo.

Mart.

Guarino,

Tiremos agora.

Tiren y saquen á PEYRON, arrastrando, de moro.

Peyr.

¡Cielos!

¿Qué es esto?

3.º

Vuestro castigo.

Peyr.

¿Por qué delito?

2.º

¿Os parece

Ser moro poco delito?

Peyr.

No soy moro, Peyron soy.

3.º

Oh hi de puta. Peyron dijo.

Mart.

Apretalde.

Peyr.

Martinela,

¿No me conoces?

2.º

¡Qué hocico

Tiene el bellaco!

Peyr.

Que soy

Peyron, vive Jesucristo.

1.º

Tened, que dice verdad.

2.º

Peyron es; Peyron amigo.

[p. 386]3.º

Que lo quise decir yo.

Peyr.

Á tardaros en decillo

Algo más, ya mi pescuezo

Un palmo hubiera crecido.

¿Por qué me dabas la muerte?

Mart.

Por moro.

Peyr.

¿Y á tu marido,

Perra, apretabas así

Conociéndole?

Mart.

Es lo mismo

Ser marido que ser moro.

Peyr.

Mucho me he holgado de oillo,

Y así yo os cautivaré

Y os daré el mismo castigo.

1.º

Peyron, ¿quién te vistió así?

3.º

Pardios que es el traje rico.

Peyr.

No me parece muy bien.

1.º

Estás muy galan.

Peyr.

Judío

Parezco de la pasion.

Mart.

Tienes cara de un Longínos.

Peyr.

Con un moro, que durmiendo

Está entre aquellos alisos,

Estos hábitos troqué,

Y él se puso mi vestido,

Que así encubierto á París

Camina con un hechizo

Del mundo, con una mora,

Un milagro y un prodigio

De los hombres, que en un lienzo

[p. 387]Sin alma parece vivo;

Al fin es una mujer

Que habra sin habrar, que ha sido

La primer mujer del mundo

Que habrando callando he visto.

1.º

No se parece á la mia,

Porque habra por veinte y cinco.

Peyr.

Ni á la mia, que habra siempre,

Y habrando siempre habra á gritos.

Mart.

Vos queríades que fuera

Muda yo para sufriros,

Malos años y mal mes;

Basta que os regalo y sirvo.

Peyr.

Este es su quedo, que así

Habra cuando habra pasito.

2.º

¿Y adónde ese mostro lleva?

Peyr.

De hermosura, bien has dicho:

Á cazar con él los hombres,

Y ha sido muy necio albitrio,

Que á ser médico pudiera

Matar con ménos peligro

Y con más certeza.

BRUNELO, con un retrato.

Brun.

Aquí,

Por la hermosura del sitio

Y lo espeso de los olmos,

Del valle penachos ricos,

El retrato he de poner,

[p. 388]Pues marchar el campo miro

De Cárlos y de Agramante.

Peyr.

Este es el moro que digo,

Y aquel lienzo es la mujer.

3.º

Gran bien fuera si contino

Estuvieran las mujeres

Así arrolladas.

Peyr.

Los siglos

Andan tales, que lo están

Despues que han dado en ser lindos

Los hombres, poniendo sólo

Todo el amor en sí mismos.

2.º

Yo los quemára, por Dios.

Peyr.

Lleguemos á recibillo.

Brun.

Oh amigo, huelgo de hallarte,

Que el estruendo y el ruido

De los campos me despiertan.

Peyr.

Aquí en cimientos pajizos

Está mi edificio pobre,

Riendo los edificios

De pórfidos y alabastros,

Donde entre toscos pellicos

Tendréis quietud y sosiego,

Y agora, amigo, os suplico

Que nos enseñeis á todos

Ese milagro.

Brun.

Serviros

Quiero, y para que os espante,

En este tronco le fijo.

3.º

¡Válgame Dios!

[p. 389]1.º

Hinca en tierra

Las rodillas.

3.º

Ya las hinco.

Peyr.

Daos en los pechos.

2.º

¿Es santo?

3.º

Siempre has de habrar desatinos,

Santo es, pues está pintado.

Mart.

¿Tambien hay santos moriscos?

3.º

¿Pues no?

Peyr.

¿No veis que es mujer,

Mentecatos?

2.º

So un pollino.

3.º

Que lo quise decir yo.

MEDORO, galan, Y DOS MOROS.

1.º

Él es rostro peregrino.

Med.

Soberbio el campo de Cárlos,

Dando al sol cruces y lilios,

Atemoriza y espanta

Y la rüina colijo

De Agramante, al mar me vuelvo

Por este incierto camino,

Que el peligro es manifiesto.

M. 1.º

Los dos tambien te seguimos,

Que locos y temerarios

Solicitan los peligros;

Pero ¿qué deidad es ésta,

Que absortos y sin jüicio

Éstos están venerando?

[p. 390]Peyr.

Moros son, yo soy perdido.

1.º

Y yo.

2.º

Huyamos.

Mart.

Peyron.

Peyr.

Corre.

Mart.

¿Ese es amor?

Peyr.

Es lo mismo

Ser marido que ser moro,

Y así á los moros os fio.

(Váyanse.)

Med.

¿Dejáronnos los villanos?

M. 2.º

El temor alas les hizo,

Uno se quedó.

Med.

Será

Del retrato el paraninfo.

M. 2.º

Lleguemos, Medoro, á vello.

Med.

Pararnos es desatino

Á admirar lisonjas cuando

De tan gran peligro huimos.

M. 1.º

Llega: ¡belleza admirable!

Med.

¿Quién es esta mora?

Brun.

Escrito

En su deidad tiene el nombre.

Med.

Los pinceles y los libros

Encarecen lo que quieren.

M. 2.º

Rara belleza, excesivo

Valor de pincel notable.

Med.

Pues á mí me ha parecido

Más arrogante que bella.

M. 1.º

Eres, Medoro, un Narciso,

[p. 391]Y sólo en tí te contentas.

Brun.

Mal gusto tiene el que altivo

Esta admiracion desprecia.

Med.

Quede por mal gusto el mio,

¿Quién es ésta?

Brun.

Este epitafio,

Ya que su aspecto divino

No os lo dice, os lo dirá,

Que éste es sol á quien los indios

En sus dos Javas veneran.

Med.

Indios al fin.

Brun.

Oye.

Med.

Dilo.

Brun.

(Lee.) La bella Angélica soy,

Reina del Catay nací,

Amor no triunfa de mí,

Y de amor triunfando estoy.

ROLDAN, armado.

Rold.

Al africano escuadron,

Para no ser conocido,

Me acerco de aquesta suerte.

Med.

Miren si con causa digo

Mal de esta arrogancia hermosa,

De amor dice que es martirio

Y que ella no le conoce.

Rold.

Sin duda es el paraíso

Este valle, pues sus plantas

Dan ángeles.

[p. 392]Med.

Dí, ¿qué quiso

Esta bárbara cataya

Decir en esto?

Rold.

Escondido

En estos árboles quiero,

Pues los moros no me han visto,

Admirar esta belleza.

Brun.

Quiso decir á los riscos,

Á las plantas, á las fieras

Y á los hombres, el aviso

Y estudio particular,

Excediéndose á sí mismo,

Que puso en tan alta forma

El cielo para advertirnos,

En su belleza inefable,

Su omnipotencia.

Med.

Maldigo

La soberbia y el retrato

Y el original, que ha sido

Ocasion de detenernos,

Probaré el alfanje limpio

En ella, pues el retrato

Dices que es tan parecido.

M. 1.º

Tente.

Med.

Compasion no tengas

De esta arrogante.

Rold.

Sufrillo

No puedo. Bárbaro moro,

Vil, cobarde, mal nacido,

Que noble no puede ser

[p. 393]Ni valiente el que por vicio

Emprende locas empresas.

¿Dí qué ocasion te ha movido

Á profanar la belleza

Que le da espíritu altivo?

¿Para una mujer pintada

El alfanje empuñas?

Med.

¿Vino

Este frances de las nubes?

Huyamos.

M. 2.º

Ha de seguirnos.

Med.

Muerto soy.

Rold.

Véte, cobarde,

Que enojado no te miro

Y no te mato esta vez

Por no estrenarme contigo,

Que fuera á mi vencimiento

Darle cobarde principio;

Véte, y déjame el alfanje,

Vil accion del sacrificio

Que á tu inadvertencia hacias.

Med.

Á tus piés, frances, le rindo.

Rold.

¿Cómo es tu nombre?

Med.

Medoro.

Rold.

¿Medoro?

Med.

Medoro.

Rold.

Escribo

En la memoria el Medoro

Para afear el delito;

¿Eres soldado?

[p. 394]Med.

Del campo

De Agramante entretenido.

Rold.

Si son tales los soldados,

Vitorioso le imajino.

No te quiero preguntar

La calidad, que ya has dicho

Quién eres, que de la sangre

Son las obras los testigos;

Véte, Medoro adamado,

Y á Agramante le da aviso,

Y á Gradaso y Rodamonte,

De que has estado conmigo.

Med.

¿Con quién diré?

Rold.

Con Orlando.

M. 2.º

¿Orlando? somos perdidos.

Rold.

Véte y mira que te acuerdes,

Moro, de este beneficio.

Med.

Sepultaréme en las naves.

Rold.

Id sin temor, que no os sigo.

(Váyanse.)

Brun.

¿Por qué no le diste muerte

Al bárbaro presumido?

Rold.

Soy como el rayo, que doy

En los sacros obeliscos,

Y las cabañas perdono.

Brun.

Es para el intento mio

Esta famosa ocasion,

Que si á este frances incito,

Y se le dejo, será

Un hermoso basilisco

[p. 395]De los Pares.

Rold.

¿Dónde llevas

Esa copia?

Brun.

Peregrino,

Aunque vengo disfrazado,

Soy en el pincel, y elijo

Bellezas en que excederme.

Rold.

¿Vives de eso?

Brun.

De esto vivo.

Rold.

Desdicha tienes, que ya

El ser ingenio es castigo.

¿De quién es este retrato?

Brun.

De la tirana Calipso

De Oriente, de la mujer

Que trae, señor, perdidos

Seis reyes.

Rold.

Buen gusto tienen.

Toma para ella este anillo,

Cárcel de aqueste diamante,

Piedra rica, y que la estimo

Por ser prenda de una dama

Á quien las potencias rindo.

Brun.

¿Y á quién diré que lo dejo,

Que así mi nombre acredito?

Rold.

Á Orlando, señor de Anglante.

Brun.

Ya por el nombre te admiro.

Rold.

Véte en paz.

Brun.

Bien negocié.

(Vase.)

Rold.

¡Que haya en mi pecho infundido

[p. 396]Un lienzo tan grande fuego!

Mas de la camisa se hizo

Del Centauro, pues me abrasa

Tan infernal apetito.

La bella Angélica soy,

Del ángel de mi albedrío;

Reina del Catay nací,

Y por mi mal has nacido;

Amor no triunfa de mí,

¿Cómo ha de triunfar, si el niño

Por tí es soberano Dios

En los rayos del Olimpo?

Y de amor triunfando estoy,

No es mucho, pues has podido

Sacar del pecho á Doñalda,

Y ocupar su lugar mismo.

Rara y divina belleza,

En tí ciego y muerto en él,

No sé si admire el pincel,

Ó admire á naturaleza,

Porque es tanta la grandeza

Que llega á perfeccionarte,

Que imagino que copiarte

Tan valiente no pudiera,

Si gentil no se valiera

Naturaleza del arte.

Mas si admiracion igual

Causa en mí la estampa propia,

Que me detengo en la copia

Sin ver el original,

[p. 397]Angélica celestial,

El alma en tu esencia pura,

Satisfacerse procura,

Constante, amorosa y fiel,

Viendo en tí si es del pincel,

Ú del cielo esta hermosura.

ATALANTE, viejo, y ANGÉLICA.

Atal.

Ya los dos escuadrones

Iris al sol le dan en sus pendones,

Y plantados se miran

Con tanta majestad que al mundo admiran.

Ang.

Miserable cristiano,

Hoy perderás el nombre soberano,

Que no hay valor bastante

Que á Angélica resista ni á Atalante.

Atal.

La vitoria asegura

África en mí, y el triunfo en tu hermosura;

Yo alterando los vientos,

Por ellos sembraré monstros sangrientos,

Y en esos horizontes

Haré juntar ejércitos de montes.

Ang.

Tu poder, Atalante,

El mundo reconoce.

Atal.

No te espante

Cosa que veas.

Ang.

Digo

Que segura, Atalante, estoy contigo,

Pues tu conjuro eterno,

Ley es del mar, y cetro del infierno.

[p. 398]Atal.

Más puede tu belleza,

Pues contigo gentil naturaleza,

Con poder tan profundo

Quiso formar la confusion del mundo,

Y puesto que me excedes,

Y en tu figura vas, desde aquí puedes

Registrar reclinada

El campo del cristiano, cuya espada

Tiembla al alfanje moro;

Que en prueba que te estimo y que te adoro,

Mi encantado castillo

Aquí he de fabricarte sin decillo.

Pero mira el cometa,

Que en la media region se hace planeta,

Que del cristiano ciego,

Dice la confusion con voz de fuego.

(Aparece una serpiente.)

Ang.

Parece que se abrasa

El aire con sus rayos; ¿mas qué casa,

De dórica hermosura

Levanta al sol gigante arquitectura?

¡Atalante! ¡Atalante!

Piedras son, ¿quien vió encanto semejante?

No es imágen del viento,

Ni liviana ilusion del pensamiento;

Puerta es ésta, y aquéllas

Ventanas en que el sol ve las estrellas;

Quiero aquí reclinarme,

Pues puede este castillo asegurarme.

(Duérmase.)

[p. 399]ROLDAN.

Rold.

Despues que buscando voy

Al bárbaro Rodamonte,

De todo aqueste horizonte

Lince impenetrable soy;

Monstro arrogante, aquí estoy

Acreditando tu fama,

Vén y sabrás quién te llama,

Un frances soy, mas ¿qué es esto?

¿Cuando le espero, en el puesto

Por él se ofrece una dama?

El ángel debe de ser

De este soberbio castillo,

Mas ¿quién podrá combatillo

Si le sale á defender?

Pero ¿no es esta mujer

El objeto celestial

De mi bien y de mi mal?

Mostrarme el cielo ha querido

Que humana la copia ha sido,

Y suyo el original.

No quieras, mujer, mayor

Arrogancia en tu hermosura,

Pues matas de amor, pintura,

Y muerta, matas de amor;

Mas si morir es mejor,

De una vez dame el veneno,

Con que á morir me condeno,

[p. 400]Que es morir de desdichado,

Beber en vaso penado

Que está de tósigo lleno.

Despierta.

Ang.

¡Ay de mí! ¿Quién eres?

Rold.

Soy, escucha y no te asombres,

El planeta de los hombres,

Si tú el sol de las mujeres;

Y esto, si advertirlo quieres,

Por tí en mí lo puedes ver,

Pues como el cielo en tu sér

Se agradó y se satisfizo,

Hacer en mí otro sér quiso,

Que te pueda merecer.

Ang.

¡Hombre merecerme á mí!

Más arrogante es mi estrella,

Porque desde que soy bella,

Ingrata y soberbia fuí:

Suelta.

Rold.

Es imposible; aquí

Si el cielo con su poder

Iguales nos pudo hacer,

Y pues somos un sér ya,

El dividirnos será

Partir la esencia del sér.

Ang.

¿Sabes quién soy?

Rold.

Sin sabello

Lo sé, porque el inclinarme

Á tí, pudo declararme

Lo que yo dudaba en ello.

[p. 401]Yo el más fuerte, y tú el más bello

Objeto que el cielo hacer

Pudo, venimos á ser,

Y así en lazo superior

Nos quiso juntar amor

Para dárnoslo á entender.

Ang.

¿Quién eres?

Rold.

El que atropella

El mundo.

Ang.

Corrida estoy;

¿Sabes que Angélica soy,

Que llama el mundo la bella?

Rold.

Sé que eres deidad y estrella,

Mas sabe...

Ang.

Ya estoy temblando.

Rold.

Que yo soy el Conde Orlando.

Ang.

¡Ay de mí!

Rold.

¿Qué hay que te espante?

Tu esclavo soy.

Ang.

¡Atalante!

(Saque el brazo y arrebátela, y escóndese.)

Atal.

Contigo estoy.

(Váyanse.)

Rold.

¿Cómo ó cuándo

De mis brazos se escapó?

¿Por dónde, Amor, se me fué?

El castillo postraré,

Si en el castillo se entró.

Corintias molduras, yo

Soy el alma de la bella,

[p. 402]Perdonad que entro por ella,

Sin respeto y sin decoro

Á los artesones de oro.

Dent.

Frances loco, no has de vella.

Rold.

¿Cómo, si no están seguros

Los muros de mi furor?

Orlando soy con amor,

Postraré diamantes duros;

Mas ¡ay de mí! que los muros

Se desvanecen, y veo

Un abismo horrible y feo;

Mas, pues en esta ocasion

No logré la posesion,

Acabe con el deseo.

Adorno de fin de capítulo

[p. 403]

Adorno de principio de capítulo

ACTO SEGUNDO.

Tocan chirimías y salgan REINALDOS, con espada y rodela, armado, y despues ROLDAN.

(Dentro.) ¡Victoria, Francia, victoria!

Rein.

¿Así os retirais, cobardes?

¿Para huir rompeis abismos

De cristal, surcando mares

No conocidos? salid,

Y cuerpo á cuerpo se acabe,

En vuestra soberbia loca,

Empresa tan arrogante.

Rey de España, Ferraguto,

Si el Bétis te dió en su márgen

El valor con que sus hijos

Nacen fuego y rayos nacen,

Sal á batalla conmigo,

Y ansí la deidad no agravies

Española; pero tienes

[p. 404]Más que de español, de alarbe.

Sal, tigre con alma, monstruo

De la Libia inhabitable,

Que felpas de brutos vistes,

Y conchas de peces traes.

Á tí, Mandricardo, digo,

Á tí, membrudo gigante,

Rey de Sarza, Rodamonte,

Á tí, Gradaso, que sabes

Forjar rayos de los fresnos,

De los abetos y sauces,

Reinaldos soy; salí, moros.

Nadie espera, nadie sale,

Nadie á Reinaldos se atreve,

Nadie viene, no oye nadie;

¿No hay quien se mate conmigo?

Rold.

Habrá, al ménos, quien te mate.

Rein.

¿Quién?

Rold.

Yo.

Rein.

¿Tú?

Rold.

Yo, que te busco

Todo hoy, mas no te hallo tarde,

Pues darte, Reinaldos, muerte

Para mí es cosa tan fácil;

Ya á morir te apercibe,

Que no quiero que me aguarden

Los moros que matar pienso,

Que soy cortés y agradable.

Déjate luégo morir

Para que pase adelante;

[p. 405]Que cuando tal prisa tengo,

No es justo que en tí repare.

Muérete luégo.

Rein.

¿Quién puede,

Si áun el cielo no es bastante,

Matarme á mí?

Rold.

Roldan solo.

Rein.

¿Cómo?

Rold.

Con sólo mirarte.

Rein.

¿Eres basilisco?

Rold.

Infierno

Soy cuando llego á enojarme.

Rein.

Ya me miras, y estoy vivo.

Rold.

Es la compasion tan grande

Que te tengo, que me obliga,

De lástima, á perdonarte;

Que si con rigor la vista

Desatára de la cárcel

De los ojos, ya te hubiera

Traducido en tantas partes,

Cuantos átomos el sol

Hace lisonja del aire.

Rein.

Yo la amistad te agradezco,

Pero ya, arrogante, sabes

Que puedo con una voz,

Si me enojo, hacer que bajes

Al infierno.

Rold.

¿Son tus voces

Como pecados mortales?

Rein.

Bueno está, que éste no es tiempo

[p. 406]De locuras y donaires.

Rold.

¿Yo donaires? ¡Vive Dios,

Que de un reves te levante

Tan alto, que cuando vuelvas,

Tan trocado el mundo halles,

Que no viendo en él memoria,

Reinaldos, de tu linaje,

Halles nueva gente en él!

Rein.

¿Tan alto has de levantarme?

Rold.

Tan alto, que descendiendo

Como un rayo, un siglo tardes.

Rein.

Eso lo harás porque cuando

Descienda no pueda hallarte

Ni matarte; que tu miedo

Busca arbitrio semejante.

Rold.

Pues en el campo nos vemos,

Solos los aceros hablen.

Salga ANGÉLICA huyendo.

Ang.

Del victorioso frances,

Desbaratado Agramante,

Se retira infamemente,

¿Quién vió afrenta más notable?

Al Catay quiero volverme,

Sembrando en los Pares ántes

Cevil confusion.

Rold.

¿No es ésta

(¿Aún vives?) la hermosa imágen

Del cielo?

Rein.

Mucho, Roldan,

[p. 407]Te detienes en matarme.

Rold.

¿Que áun vives? ¿No es éste el sol

Que por lucientes celajes

De rosas y manotisas

Rayos de púrpura esparce?

Rein.

Muere, arrogante.

Rold.

Si tengo

Entre las manos el ángel

De mis potencias, ¿qué espero?

Ang.

Deste hombre quiero escaparme,

Que es el que más aborrezco;

Dame tu ayuda, Atalante.

Rein.

¿Ya te retiras?

Rold.

Reinaldos,

Cese por hoy el combate,

Que amor, para defenderte,

Desta hermosura se vale.

Si esta beldad te defiende,

¿Qué triunfo habrá que no alcances?

¿Qué imposible que no venzas?

¿Qué encanto que no contrastes?

Como delincuente has sido,

Que en la torre te retraes

Con un niño, porque así

Por su inocencia te ampare;

Matarte quise soberbio,

Mas pusísteme delante

Este espejo en que me viera

Y la cólera templase.

Angélica hermosa y bella,

[p. 408]Aguarda.

Rein.

Con semejantes

Mentiras el miedo encubres.

Rold.

Reinaldos, perdone Marte,

Que amor es mas poderoso

Cuando se atreven deidades.

Rein.

¿Por qué la espalda me vuelves?

Rold.

Por amor.

Rein.

Dí por cobarde.

Rold.

En irme sin responderte,

Puedes ver que soy amante.

(Vase.)

Rein.

¡Que sean deste dios niño

Los efetos tan notables,

Que en los invencibles pechos

Causan mudanza tan grande!

Dan voces, y sale CÁRLOS, ASTOLFO, FLOR DE LIS, DOÑALDA, de corto.

(Dent. á voces.) ¡Viva el Magno Cárlos, viva!

Cárl.

Á Dios la gloria ha de darse,

Que, pues de Dios la recibo,

Es bien que á Dios se le pague.

Rein.

Hoy al David vencedor

Elogios Micol le cante,

Pues ha librado á Israel

De la servidumbre grave

En que se juzgaba opresa,

[p. 409]Y sean sus estandartes

Láminas en San Dionís.

Cárl.

Reinaldos, el cielo os guarde

Pues en la vitoria de hoy

Teneis vos la mayor parte.

Rein.

Amigos de este valor

Han podido acreditarme,

Porque en los soldados siempre

Se admiran los capitanes.

Doñ.

Cosas don Roldan ha hecho

Tan famosas y admirables,

Que es agravio encarecellas.

Cárl.

Amor lisonjero es grande;

Hoy con la vitoria pueden

Vuestras bodas celebrarse,

Que como Marte en las guerras,

Triunfa Cupido en las paces.

Rein.

Mucho ha tardado en volver

El Conde al tálamo.

Doñ.

Ántes,

Si quisiera, hubiera vuelto,

Porque el Conde dice y hace,

Que en sus triunfos y en sus glorias

Están las dificultades,

Hasta llegar á emprendellas,

Pero emprendidas, son tales

Sus hazañas y sus hechos,

Que no hay defensa que baste.

Rein.

Con todo, ha tardado mucho.

Flor.

Hace siglos los instantes

[p. 410]Amor, y habrán con él sido

Las horas eternidades.

Rein.

No hay amor donde hay descuido.

Doñ.

El amor puro y constante

No aspira á correspondencias,

Porque en sí se satisface;

Y el amor que pide amor,

No es justo que amor se llame,

Sino villano apetito,

Hijo de bárbaros padres.

Yo amo en mí al Conde y no pido,

Reinaldos, que el Conde me ame,

Porque en sí mismo mi amor

Se contenta.

ROLDAN.

Rold.

Como el áspid

Se revolvió entre las flores

Aquel desden arrogante,

Risa del mundo y desprecio

De imperios y majestades;

Pero sólo con saber

Que no la merece nadie

Me consuelo; pero ¡cielos!

Si hombre mortal la gozase,

¿Qué fuera del mundo?

Cárl.

Conde.

Rold.

Gran señor.

[p. 411]Cárl.

Luégo se trate

De vuestras bodas.

Doñ.

Esposo,

Señor.

Rold.

¡Que á mi voz se ablanden

Los montes, y que una fiera

Más se endurezca y se encante!

Bárbaras leyes de amor,

Donde la razon no vale.

Cárl.

Venga luégo el Arzobispo.

Doñ.

Plega á Dios que no se tarde,

Porque divertido veo

Al Conde.

Flor.

Llega á abrazarle,

No quieras que su tibieza

Algunos recelos cause.

Doñ.

Aquí la resolucion,

Flor de Lis, es importante;

El decoro me perdone:

Dejad, mi bien, que os abrace.

Rold.

¿Quién sois?

Doñ.

¿Tan desconocida

Estoy?

Rold.

¡Que se me escapase

De los brazos! Prima hermosa.

Doñ.

¿No me abrazais?

Rold.

Perdonadme,

Que vengo fiero y sangriento,

Y os mancharéis con la sangre.

Cárl.

¿Dónde vais, Conde?

[p. 412]Rold.

Señor,

Si es que tengo de casarme,

Á traer el alma voy,

Que la tengo en otra parte.

Doñ.

Corrida estoy.

Rold.

Bella ingrata,

Aunque pensamientos calces,

Te he de seguir invencible,

Burlando montes y mares.

Cárl.

¿Qué es esto? ¿ha perdido el seso

El Conde?

Flor.

Por no casarse

Ha fingido estos extremos.

Doñ.

Todas las dificultades

En un punto han consistido,

Si le dejan que se pase;

Pasóse el punto aquel dia,

Que vi en el tálamo grave

Malograrse mis deseos,

Y mis glorias malograrse.

Corrida estoy, Flor de Lis,

De que así mi amor se agravie;

¡Ay hombres! ¿vuestra fe es ésta?

Flor.

Fementidos, inconstantes

Son todos.

Rein.

Condena aquellos,

Flor de Lis, que son mudables.

Flor.

El mejor maldigo.

Cárl.

Yo

Haré que os cumpla y que os guarde

[p. 413]La palabra, pues la mia

Es imposible que falte:

Préndanle luégo.

Ast.

Señor,

Si es mio el honor aquí

De mi hermana, hoy en rigor,

Volviendo por ella en mí,

Vuelvo en ella por mi honor.

Y pues en Doñalda bella

Me aniquila y atropella,

Y al justo furor me obligo,

Ha de matarse conmigo,

Ó ha de casarse con ella.

(Vase.)

Cárl.

Reinaldos, haced prender

Al Conde para evitar

Lo que puede suceder,

Ya que ha querido causar

Tal disgusto en tal placer.

Rein.

Es temerario.

Cárl.

Prudente

Le hará el rigor y obediente,

Haced que le prendan hoy,

Que si es valiente, rey soy

Y mi cetro es más valiente.

(Vase.)

Rein.

Doñalda, para que veas

La inconstancia de los hombres

Á quien obligar deseas,

Escúchame y no te asombres,

[p. 414]Y en mí el primero no creas.

Sabrás... mas no quiero agora

Afligirte más.

Doñ.

Detente.

Rein.

Llora este desprecio, y llora

Á amor que te engaña y miente,

Y un loco imposible adora.

Doñ.

Con la suspension me das

Más muerte.

Rein.

Buscando vas

Para tu pecho el veneno.

Doñ.

Tanta suspension condeno,

Muera luégo, y habla más.

Rein.

El Conde, Doñalda, adora

Á una Circe.

Doñ.

Este exceso

¿Quién le duda, y quién le ignora?

Rein.

Sin valor, sin honra y seso

Sirve...

Doñ.

¿Á quién?

Rein.

Sirve á una mora.

Doñ.

¿Qué dices?

Rein.

Que ésta es violencia

De amor en tan breve ausencia,

Y aunque es bárbaro el rigor,

Lo que te niega el amor

Lo restaura la paciencia.

Doñ.

¿Paciencia en celos pides?

¿Leyes pones al mar, y al viento mides?

¡Ay perdida esperanza,

[p. 415]Quién creyera en tal fe tan gran mudanza!

Mas no hay de qué me asombre

Si desdichada soy y el Conde es hombre:

¿Si es esta mora aquella

Que tiraniza el título de bella?

Ella será sin duda,

Que es mora del Catay, que formas muda.

¡Oh cruel furia tirana,

Arrogancia inmortal, deidad humana!

Fueras en el Leampo

Cándida perla, espíritu del campo,

Siempre líquida y neta,

Y en el Cerdan pedazo de planeta,

Y á Francia no vinieras,

Rayo de las antárticas riberas,

Á ser mujer hermosa,

Que es la perla y la prenda más hermosa.

Pero ¿qué me detengo?

¿Cómo alivio á mis celos no prevengo?

Pues el rigor me obliga,

Buscaré por el campo esta enemiga.

Perdóneme el decoro,

Que un hombre me aborrece, y yo le adoro.

(Vanse.)

CLARIDANO Y MEDORO.

Clar.

Necia es tanta piedad.

Med.

¿Quién no es piadoso

[p. 416]En tan justa ocasion? ¡ay Claridano!

Darle á mi rey depósito es forzoso,

Es digna obligacion de un pecho humano.

Clar.

El hallarle ha de ser dificultoso,

Queste, que valle fué profundo y llano,

Es pirámide ya de cuerpos muertos,

De las sombras apénas descubiertos;

Afecto es de tu amor, mas ¿cómo ú dónde

Le podemos hallar en cuerpos tantos,

Y más cuando la luna el rostro asconde

En abismos de horrores y de espantos?

Med.

Á mi amor este exceso corresponde,

Cuerpo á cuerpo he de ver, hermano, cuántos

De púrpura ó coral la muerte viste,

Que en esto sola mi piedad consiste.

Prosigue tu camino con secreto,

Para que al rosicler del alba hermosa

Pueda tener nuestra intencion efeto,

Distinguiendo la luz dificultosa.

Clar.

¿Cuándo, Medoro, fué el amor secreto?

¿Cuándo tuvo razon?

Med.

Surto reposa

El frances escuadron; llega callando.

Clar.

Ya voy en cuerpos muertos tropezando.

¡Válgame Alá!

Med.

¿Qué ha sido?

Clar.

Pisé un hombre.

Dent.

¡Arma! ¡traicion!

Clar.

Si ha sido centinela,

[p. 417]Sentidos somos ya.

Med.

¿Sabes el nombre?

Nos podría ayudar tan gran cautela.

Clar.

Siempre temí este daño.

Med.

No te asombre.

CERBRIS Y SOLDADOS.

Cerb.

Perdoname, hermosísima Isabela,

Que he de ver si es Rugero ó Rodamonte.

Clar.

Esta selva me ampare.

Med.

Á mí este monte.

Cerb.

No te podrá amparar, bárbaro moro,

Que cien soldados cercan la campaña.

Sol. 1.º

Matalde.

Med.

Si las lágrimas que lloro

Suelen vencer la furia más extraña,

Suspended el rigor, porque el decoro

Que procuro á mi rey diga esta hazaña

Tan llena de piedad y de clemencia,

Que luégo yo me ofrezco á la sentencia.

No es mi intento vivir, sólo es mi intento,

De este monte de cuerpos africanos

Darle á mi Rey glorioso monumento.

Á quien malogran cenotafios vanos,

Honrarle solicito, y sólo siento,

Sin hacerlo, morir á vuestras manos;

Dejadme ser frances, agradecido,

Y hecha tan tierna accion la muerte os pido.

[p. 418]Cerb.

Tened, no le ofendais; dime quién eres,

Y dime la ocasion que á esto te incita.

Med.

Un moro humilde soy, de quien ponderes

Noble piedad, de bárbaro no escrita;

Si mi nombre y mi patria saber quieres,

Él es Medoro, y ella es Tolomita,

Que entre muchos dejé mi patrio suelo,

Siguiendo al Rey de Almonte, Dardinelo,

Mi hermano, que en la caza le servía.

Al elegir yo el monte y él la selva,

Que deshace el temor la compañía,

Si no hay pecho ó valor que se resuelva

Conmigo solo á sepultar venía,

En obelisco de menuda hierba,

Su mal lograda edad, cuando saliste,

Y acto tan generoso suspendiste.

Y así, ilustre frances, pues siempre todos

Os preciais de piadosos, te suplico

Que al que le decia Almonte en sacros codos

Pirámide inmortal, soberbio y rico,

Sin los ritos alarbes, ni los moros,

Con que la heroica majestad publico,

Me des lugar que ocaso le dé agora,

Pues ya me da sus lágrimas la aurora.

Cerb.

Despues del tierno llanto, el real decoro

Que á tu rey solicitas me suspende,

Y tu rostro gentil, que en rios de oro

Por bruñido marfil sierpes extiende.

1.º

¿Á un bárbaro piedad?

2.º

¿Clemencia á un moro,

[p. 419]Que afeminado y vil Cerbris pretende

Parecernos mujer?

1.º

Muera.

Cerb.

¿Qué has hecho?

1.º

La punta por la espalda saqué al pecho.

Med.

¡Ay villano frances!

Cerb.

Por Isabela,

Que te he de hacer pedazos.

Med.

¿Claridano?

Clar.

De Medoro es la voz.

(Entra Claridano.)

Med.

Ven y consuela

En tan tierna ocasion tu muerto hermano.

Clar.

No en vano el corazon el mal recela,

Mas vengaré su muerte en el cristiano.

Cerb.

Escapóle el caballo, mas yo juro

Que en Francia no ha de estar de mí seguro.

Corrido, moro, estoy.

Clar.

Y yo dispuesto

Á matar y á morir.

Cerb.

¿Quién eres, loco?

Clar.

Quien con la vida dejará este puesto,

Que sin mi hermano ya la estimo en poco.

Cerb.

No le mates.

Clar.

Matadme.

2.º

Mucho es esto.

Cerb.

Detente.

Clar.

Esto es morir.

Cerb.

Ya me provoco

Á cólera y furor, muera el villano.

[p. 420]Clar.

Pues Medoro murió, muera su hermano.

(Llévanlo á cuchilladas.)

Med.

Recibe, generoso Dardinelo,

Mi tierna voluntad, pues no he podido

Darle, con religion y limpio celo,

Á tu cuerpo el depósito debido.

ANGÉLICA.

Ang.

Esta verde melena, que del cielo

Tiene este hermoso sitio redimido,

Clausura es de esta ninfa trasparente,

Que se cuaja en cristal por no ser fuente.

Pisando estoy los campos de la aurora,

Alma del sol y aliento de las flores,

Vituperio de amor, parezco agora

La diosa celestial de los amores;

Todo el mundo me estima y me decora,

Á quien pago desdenes y favores.

Dichosa yo que en dos opuestas leyes

Desprecio soy de príncipes y reyes;

Mas ¿hay hombre mortal que me merezca?

Med.

Medoro solamente hacer podia

Tan generosa accion.

Ang.

De amor padezca

La gente toda en la tibieza mia.

Med.

No tu brío gentil te desvanezca,

Pues ya llegó de tu castigo el dia.

Ang.

¿Quién á cuanto repito me responde?

[p. 421]Med.

Tu muerte á tu piedad no corresponde.

¡Ay, Medoro infeliz!

Ang.

Allí está un moro,

Trasladando corales á la hierba:

¡Qué gallardo y gentil!

Med.

Triunfe Medoro,

Desta cruel que á nadie no reserva,

Hoy con la eternidad.

Ang.

Perfiles de oro.

Que en orbes de jazmin, al sol conserva

En su rostro gentil, hace el cabello,

¿Quién osó malograr Abril tan bello?

Púrpura edad le baña las mejillas

En blanca flor y en soñolienta rosa,

Que procura la mente traducillas,

Cárdeno lilio y viola amorosa;

Grandes son del amor las maravillas.

Compasiva le miro, y amorosa

En mí el rigor ser ya piedad desea,

Pero si Vénus soy, Adónis sea:

¿Qué mostruo Calidonio ingrato pudo

Atreverse á su vida, cuando apénas

Si eres deidad ó si eres mortal dudo,

Aunque el prado rubís, roba azucenas?

Med.

Haga amor de los dos inmortal nudo

Para glorioso alivio de mis penas.

¡Ay Claridano mio! ¡Ay dulce hermano!

Ang.

Estos lazos le debo al Claridano.

Med.

Mas ¡ay de mí! ¿quién eres?

Ang.

Quien pretende

[p. 422]Reparo á tus heridas peligrosas,

Puesto que á mis cristales amor tiene

Libradas sus saetas ponzoñosas,

Hierbas te aplicaré cuantas contiene

Esta selva en sus fuentes sonorosas;

Que tal vez consulté la medicina

En la Java del alba más vecina,

Y podrás alabarte de haber sido

El primero del mundo que has hallado

Piedad en mí, que aquí la has merecido,

Si por tu estrella no, por desdichado.

Med.

Que me dejes morir, ántes te pido,

Que no quiero ponerte en tal cuidado.

Véte con Dios, mujer.

Ang.

Tambien en eso

Que tú has sido el primero te confieso;

El primero desprecio es el que agora

He visto en tí, tu solo entre los hombres

Como el Fénix has sido.

Med.

Véte, mora,

Y aquí con arrogancia no me asombres.

Ang.

¡Questo puede un desden! ¡que ansí enamora

Un rigor! pero aquí sus mismos nombres

Me dan claro á entender que en nieve fria

Tiene fundado amor su monarquía.

Sangriento y solo estás, deja curarte,

Que todo con la vida se restaura;

Aquí está un palafren en que llevarte,

Donde puedas bañarte en vital aura,

Várias hierbas conozco que aplicarte,

[p. 423]Desde la celidonia á la centaura:

Dame la mano y ven.

Med.

No podré hacello.

Ang.

Llégate á mí, suspéndete en mi cuello.

¿Que es esto, loco amor? ¿este castigo

Previenes á mi bárbara arrogancia?

Med.

Imposible ha de ser el ir contigo,

Y así la prevencion no es de importancia.

Ang.

Allí viene un pastor: amigo, amigo,

Si el cielo la piedad reduce á Francia,

Corta á la yegua el paso presuroso,

Y muéstrala en peligro tan forzoso.

Peyr.

¿Sois mujer?

Ang.

Mujer soy.

Peyr.

Pues ya me apeo;

¡Ay de mí! moros son.

Ang.

Espera, aguarda.

Peyr.

Espere Bercebú.

Ang.

Mostrar deseo

En mi llanto que el miedo te acobarda.

Moros somos de paz.

Peyr.

¿No es la que veo

La reina del Catay, bella y gallarda?

¿Sois Angélica?

Ang.

Sí.

Peyr.

Señora mia,

Perdonad, que Peyron no os conocia.

Ang.

¡Oh amigo! en esta ocasion

El cielo aquí te ha traido,

Deste jóven malferido

[p. 424]Te mueva la compasion.

Peyr.

¡Oh qué lástima! porque es

El morico como un oro.

¿Quién le hirió?

Ang.

La causa ignoro.

Med.

De mí la sabréis despues.

Ang.

¿Hay por aquí en qué se albergue?

Peyr.

Cerca de aquí, al rey igual,

Tendrá un alcázar real

En un pastoral albergue;

Mi yegua más bien que un carro

Le llevará.

Ang.

Peyron, guia,

Mira, aquí tiene mi dia

Los ojos con mucha noche,

Aunque desto no te asombres,

Camina.

Med.

Apénas podré.

Ang.

Y esto muestra lo que fué

Vida y muerte de los hombres.

(Vanse.)

ROLDAN Y DOÑALDA, de mora, bizarra con espada, de corto.

Rold.

Ya, Angélica, es imposible

Escaparte.

Doñ.

Si el vestido,

Conde, la ocasion ha sido

[p. 425]Desta mudanza increible,

Amoroso y apacible,

Bien puedes, amante fiel,

Favorecerme por él;

Y pues en su traje estoy,

Pensar que Angélica soy

Más amante y ménos cruel.

Yo soy tu Angélica hermosa,

Que amor quiso que lo fuera

Para que en el mundo hubiera

Una Angélica piadosa;

Ya apacible y amorosa

Aquí tu Angélica tienes,

Mas como della previenes

Siempre bárbaros rigores,

Desestima los favores

Porque esperabas desdenes.

Rold.

No sé cómo responderte,

Porque confuso he quedado

En el traje tan burlado

Como ofendido de verte.

Tú, vestida de esta suerte,

Angélica te has fingido,

Nuevo arbitrio has elegido

Aquí para ser la bella,

Porque adoro el alma en ella

Como aborrezco el vestido.

Efecto más soberano

En mis potencias hicieras,

Si el alma mora tuvieras

[p. 426]En el hábito cristiano:

Salióte el intento en vano,

Sólo el alma le enamoro

Y el traje infamo y desdoro;

Mas, como ignorante estás,

Lo que aborrezco me das,

Y me niegas lo que adoro.

Alma fuiste en tiempo, en mí,

Cristiana, pero ocupar

Pudo tu mismo lugar

La mora deidad que vi;

Y pues la fe la rendí

Y la fe que te guardé

En el alma; mora, ve

Que me anima y me enamora,

Y pues tengo el alma mora,

No hagas caso de mi fe.

Doñ.

¿Siguiendo á una mora vas?

Rold.

Tan loco imposible adoro.

Doñ.

¿Eres moro?

Rold.

En ella moro,

Digno apellido me das.

Doñ.

Oye.

Rold.

No me apures más,

Que amor me enciende y me enfria.

Doñ.

¿Hay tan vil descortesía?

¿Por qué me vuelves la espalda?

Rold.

Porque te alcancé Doñalda,

Y á Angélica la seguia.

(Detiénele Astolfo.)

[p. 427]Ast.

Detente.

Rold.

Si aquí contigo

Más ejércitos vinieran

Que en pirámides se vieran

Lágrimas del rubio trigo;

Corto he andado, poco digo,

Si vinieran á tu lado

Cuantos el cielo ha formado

Ni ha imaginado el poder,

No pudieran detener

El camino comenzado,

Que es querer encarcelar

Del sol los rayos eternos,

Y en montes de vidrios tiernos

Querer los rios parar,

Atar el viento y atar

El fuego preso en su abismo,

Y al mar que en su crematismo

Soberbio sale de sí,

Querer detenerme á mí,

Porque vengo á ser lo mismo.

Ast.

Pues yo, culpando mi suerte,

Quisiera dejar de ser

Lo que soy, que es mucho ser

Mi ser para detenerte;

Cuanto has dicho en mí lo advierte,

Y porque en tal desatino

Tu perdicion imagino,

Te detengo el paso así

Porque vuelvas por allí,

[p. 428]Que es el más cierto camino.

Rold.

Éste eligen mis antojos,

Y el que me ofrecen condeno,

Qu’éste está de flores lleno,

Y ése está lleno de abrojos,

Y en sólo volver los ojos,

Espanto y temor me da,

Que, aunque al parecer, está

Fingiendo un deleite eterno.

Ast.

Sofístico estás.

Rold.

Tú estás cansado.

Ast.

Vamos al caso, yo así

Te defiendo el caso.

Rold.

Y yo así doy paso atras;

Duque, guardándome vas

Por detenerme cruel.

Doñ.

Ten lástima de mí y dél.

Rold.

Mujer, no vengas tras mí,

Porque por huir de tí

Tengo de correr tras él.

Doñ.

Bárbaro enemigo

Que en tal error estribas,

Aborrecido vivas,

Que es el mayor castigo;

Mas cuando te maldigo,

Bendiciones te doy, pues gusto tienes

En el fiero rigor de los desdenes.

Dejaréte ofendido

Aunque de mí te alejes,

Porque á mi hermano dejes

[p. 429]Sin que pierda la vida,

Ya sangriento homicida

Te dejo y no te sigo, que ansí gano,

Muriendo yo, la vida de un hermano.

(Vanse.)

ANGÉLICA.

Ang.

Yo sola venturosa,

Amor, llamarme puedo en tus engaños,

Pues de Medoro esposa,

Logro mi juventud, medro mis años,

Tan dulces desengaños,

Tan bien ganados y tan mal perdidos,

Que entran por la amistad de los sentidos,

Y padeceré inmortales,

Para un bien que me das, eternos males;

¡Qué engañada vivia

Cuando tus generosos desconciertos,

Amor, no conocia!

Viva, tenía los sentidos muertos,

Y en errores tan ciertos,

Desvanecida, loca y arrogante,

En el mundo viví sin semejante,

Cuando no vive cosa

Que en él no tenga semejanza hermosa:

Mas él es el que viene,

Que amor epitalamios le previene.

[p. 430]MEDORO, con un báculo y un cuchillo escribiendo en los árboles, y PASTORES cantando.

Med.

Ya porque mis glorias

Lisonjeros cuenten,

Sus cortezas hago

Láminas silvestres.

Ang.

Dulce dueño mio,

Locas estas fuentes,

Perlas me tiraban

Con risa de verte;

¿Qué escribes?

Med.

Escribo

Los gustos presentes,

Porque al paso crezcan

Qu’estos olmos crecen,

Eternos ansí

Nuestros nombres queden,

Que para callada

No es tan alta suerte;

Álamo ninguno

De decir la deje,

Sepan que Medoro

Tu deidad merece.

Ang.

¿Cómo dice?

Med.

Todos

Hablan de esta suerte,

Formando una firma

Las aes y emes.

[p. 431]Ang.

La M y la A

Que en un lazo tienes

¿Qué dicen?

Med.

Sentidos

Les doy diferentes:

La M por sí

Mi nombre refiere,

Y el tuyo la A,

Y juntas se entienden,

Nuestros nombres juntos

Hicieron dos veces.

En la A dirá

Ama, se advierte

Tambien por los dos,

Pues tan dulcemente

Ama cada cual.

Ang.

Deja que celebre

Tu ingenio en mis brazos.

Med.

Y que yo te bese

Las estrellas, si hay

Estrellas de nieve,

Pues tus blancas manos

Dos copos desmienten.

Peyr.

En la M ya

Tambien decir puede

Marta, manta, mona,

Maliciosamente,

Maldita, malhayas,

Martinela.

Mart.

Siempre

[p. 432]Has de ser en todo,

Peyron, maldiciente.

Ang.

¿Y abajo qué dicen?

Med.

Mas dejo entenderme:

Gozó aquí Medoro.

Ang.

¿Quién mis glorias cree?

Med.

Su Angélica envidian

Su triunfo los reyes,

Y denle los hombres

Dulces parabienes.

Mi exceso perdona.

Ang.

Mi soberana corona

Ciudad hace vuestra frente

Porqu’es símbolo del muro.

Med.

Aunque la cerques, confieso

Que en sus murallas el seso

Por tí no ha destar seguro.

Ang.

Repartir las prendas quiero

De tantos locos amantes,

Que en acciones semejantes,

Medoro, vencerte espero:

Este brazalete de oro,

Que fué de Orlando, te doy

Por el hospedaje.

Guar.

Soy

Tu esclavo.

Med.

Tu gusto adoro,

Porque á este Orlando aborrezco.

Ang.

Suyo es tambien este anillo,

Toma, y este cabestrillo

[p. 433]Tú.

Peyr.

¿Yo cabestro merezco?

Confirmado en bestia estoy,

Mas, pues me has hecho borrico,

Ya estó en vísperas de rico.

Ang.

Aquí á vosotros os doy

Esta caja, repartid

Las joyas que en ella van,

Que hay lisonjas del Ceilan.

1.º

Danos esos piés.

Peyr.

Vivid

Más años que un campanario.

Med.

Partirnos luégo, es forzoso,

Á las naos.

Ang.

Vén, dulce esposo.

Peyr.

Él vendrá á ser herbolario,

Si un año vive con vos.

Med.

¿Quién si el mismo amor no fuera

Tal milagro hacer pudiera?

Ang.

Es niño.

Med.

Es ciego.

Ang.

Y es Dios.

Guar.

Hasta que al valle salgais

Acompañaros queremos

Cantando y haciendo extremos.

Peyr.

Pues ¿cómo no comenzais?

(Éntranse cantando.)

[p. 434]ROLDAN.

Rold.

Todo aquello que Angélica no sea,

Da muerte al pensamiento, al gusto enojos,

Que amor hace en mis ojos

Divino objeto y celestial idea;

En todo quiere el alma que la vea,

Y engañando el deseo,

En todo la imagino y no la veo.

Esta hermosa y bellísima alameda,

Arrogancia soberbia deste valle,

Que en alfombrada calle

Con los rayos del sol hojas enreda,

Treguas á mis sentidos le conceda.

(Siéntese.)

Si puede haber sosiego

Cuando es amor espíritu de fuego,

Que nadie te merezca, ingrata bella,

Está puesto en razon, y es justa cosa

Que á mujer tan hermosa

Hombre mortal no puede merecella;

Sólo yo puedo amalla, yo querella,

Y ella á mí amarme puede,

Sin que excedido amor en los dos quede,

¿Dónde está la verdad, plantas hermosas?

¿Dónde la ingratitud, dónde el agravio?

¿Qué hizo la madre eterna de las cosas?

Mas la selva en cadencias sonorosas,

Diciendo que la esconde,

[p. 435]En mis dudas parece que responde.

Cantan dentro.

Son aquellas blancas manos

Que quitaron tantas vidas,

Curando Angélica estaba

De Medoro las heridas.

Rold.

¡Válgame Dios! acordadas

Voces, y voces que digan:

Curando Angélica estaba

De Medoro las heridas;

¿Qué puede ser? ¿qué será?

¿Angélica enternecida?

Curando Angélica estaba

De Medoro las heridas;

¡En Angélica piedad!

Pero será fantasía

En voces imaginarias,

Si en todo amor la imagina.

Curando Angélica estaba,

Dice, con sus manos mismas

Las heridas de Medoro;

De Medoro, ¿hay tal desdicha?

Medoro, ¿quién es Medoro?

Del nombre tengo noticia;

Medoro, sí, ya me acuerdo,

Este es un moro que un dia

Pienso que en este lugar

La copia hermosa y divina

[p. 436]De Angélica profanaba,

Y á quien yo con bizarría

Maltraté y quité el alfanje,

Y es bajeza que se diga

Esto de un moro tan vil,

Ni que della se colija

Tal liviandad, si no es

Que amor soberbio castiga.

Mas, ¡Angélica piadosa,

Angélica agradecida!

¡Cielos! las canciones mienten,

Mienten las voces malditas;

Mas pastores son los que bajan

En lisonjera capilla

Del monte, dellos sabré

Si ésta es del amor envidia.

Decienden PASTORES por dos partes, cantando los unos y los otros.

Peyr.

En un pastoral albergue,

Que la guerra entre unos robles

Le dejó por escondido,

Ó lo perdonó por pobre,

Do la paz viste pellico,

Y conducen tres pastores

Ovejas del monte al llano

Y cabras del llano al monte,

Mal herido y bien curado

Se alberga un hermoso jóven,

[p. 437]Que sin tirarle amor flechas

Le coronó de favores.

Las venas con poca sangre,

Los ojos con mucha noche,

Le halló en el campo aquella

Vida y muerte de los hombres.

Del palafren se derriba,

No porque al moro conoce,

Sino por ver que á la hierba

Tanta sangre pasa en flores.

Hierbas aplica á las llagas,

Que si no sanan entónces,

En virtud de tales manos

Lisonjean los colores.

(Vanse.)

ROLDAN.

Rold.

No prosigais, callad.

Peyr.

¡Ay!

1.º

¡Ay!

2.º

¡Ay!

Peyr.

Martinela, corre.

Rold.

Aguardad, que amigo soy

Y no hay en mí qué os asombre.

Peyr.

No, si una vez nos derriba.

Rold.

No es mucho, si vuestras voces

Á mí me han muerto tambien.

Peyr.

Cantan como ruin señores

Estos dos; porque son ruines

[p. 438]Su ignorancia los abone.

Rold.

Esta letra y la primera

Son en el caso conformes.

Guar.

Sí señor, y verdaderas.

Peyr.

¿Y cómo?

Rold.

Bueno me ponen.

Peyr.

La primera por Belardo,

Que habló al uso de córte

Porque se ha criado en ella,

Y con dulzura compone

Divinidades, y hay tantas,

Que en volúmenes no cogen;

La segunda hizo Lisardo,

Tan levantado y tan noble

Espíritu, que la gente

Por deidad le reconoce;

Estos dos, pues, compusieron

Al tálamo más conforme

Que han celebrado jamas

Mármol blanco y rubio bronce,

Estas letras, porque fueron

Testigos de sus amores,

Halló Angélica la bella,

Como Vénus halló á Adónis,

Á Medoro mal herido.

Rold.

¡Medoro! ¿qué dices, hombre?

Guar.

Medoro, sí, muy bien dice.

Rold.

¿Qué dices?

1.º

Su propio nombre

Es Medoro.

[p. 439]Peyr.

Y es, por Dios,

Muy principal, aunque es pobre.

Mart.

Como es pobre, ella quiere

Que en el Catay le coronen.

Peyr.

Pardiez, puede el Medorillo

Ser señor de los dos orbes.

1.º

Ellos se juntarán bien.

Guar.

En mi cabaña diez noches

Han estado, que los dias

Estos álamos sin órden

Los hurtaban.

Peyr.

Y áun si habláran...

Rold.

¿Qu’estos así me provoquen?

¡Diez noches!...

Guar.

Y en las seis, ella

Tanta diligencia pone

En curarle con las hierbas

Cuyos secretos conoce,

Que se levantó el Medoro

Sano y fuerte como un robre.

Peyr.

Tal priesa tenía ella

Por lograllo.

Guar.

Desposóse

Con él á la usanza suya.

2.º

Hola, las uñas se come.

1.º

Si es poeta.

Rold.

¿Y luégo qué hubo?

Peyr.

Á los discretos lectores

Eso en silencio se deja.

Guar.

Traspontines y colchones

[p. 440]De plumas desestimando,

Y á los bálsamos y olores,

Hicieron el heno campo

De batalla.

Peyr.

Y á las doce

Se levantaron.

Guar.

Al fin

Hoy se han despedido.

Rold.

¿Y dónde

Agora están?

Guar.

En las naves.

Rold.

¿Y no os regalaron?

Guar.

Dióme

Ella aqueste brazalete,

Que dijo que era del Conde

Don Roldan, y él...

Rold.

¿Quién?

Guar.

Medoro.

Con él enojado entónces,

Le dijo que me le diera.

Rold.

Basta ya, villanos torpes,

Que desatan vuestras lenguas

El infierno sus rigores;

Ídos luégo, ¿mas no os vais?

Si aquí no quereis que corte

Las voces por la garganta.

Peyr.

Por esa parte se come.

Vill.

Guarda la gola.

Peyr.

Oste, puto.

Rold.

¡Oh cabaña vil, oh bosque,

[p. 441]De mis agravios testigos!

¡Oh viles encubridores

De mis celos, oh villanos!

Peyr.

San Gil.

Mart.

San Braulio.

Guar.

San Cosme.

Rold.

Pero no puedo creer

Que tal beldad se malogre

Con moro tan vil, mas siempre

Son tales las elecciones

De las mujeres ó mostma,

Como la luna biforme.

Peyr.

Yo me escurro.

Rold.

Infame, espera.

Mart.

Tras el álamo te esconde.

Peyr.

Él me ampare.

Rold.

Mas ¿qué es esto?

En las cortezas los nombres

De Angélica y de Medoro

Están dando mudas voces:

Aquí Medoro gozó...

Guar.

Ramas quiebra y troncos rompe.

Rold.

Á su Angélica, los reyes

Los envidien, y los hombres

Le den parabien. Ya

Los celos me descomponen;

No ha de quedar en el valle

Álamo que no destronque,

Ni hombre que no mate.

2.º

Huyamos.

[p. 442]Peyr.

Yo aquí, por más que se enoje,

Estoy seguro, que el tronco

En su pecho me socorre.

(Escóndese en el hueco de un árbol, donde está un dominguillo como Peyron.)

Todos.

Guarda el loco.

Rold.

No ha de haber

Rayo que ceniza os torne,

Tan fiero como mi espada;

Caed, tálamos inormes

(Da cuchilladas á los robles.)

De tórtolas y palomas;

Pero cuando aquí os despoje

Del verdor que os enloquece,

Abril volverá que os borde.

Arrancaros con los brazos

Quiero, ¡oh vil! ¿aquí te pones

Para apurar mi paciencia?

Estrellaréte en los montes.

(Arranca el árbol y topa el dominguillo; pensando era Peyron, le echa en el tablado.)

Peyr.

¡Ay! que me ha descalabrado;

De véras fué, levantóme

Como testimonio, ¡ay! ¡ay!

¿No hay quien la sangre me tome?

Rold.

¡Oh villano, áun estás vivo!

Aguarda, que de otro bote

Te he de echar á las estrellas.

Peyr.

¡Ay! ¡ay!

[p. 443]Toquen, y sale MEDORO y ANGÉLICA.

Med.

Los aires rompen

Los clarines, y las naves

Los blandos limos descosen;

Mas ¡ay triste!

Rold.

La venganza

Dios en las manos me pone:

Vil mujer, beldad tirana,

Que elegiste el más vil hombre

Del mundo, aquí entre mis brazos...

Med.

Del anillo te socorre.

Rold.

Habeis de morir.

Ang.

No temas, dame la mano.

(Vuelan de las manos.)

Rold.

Veloces

Pensamientos sean deshechos

Entre las manos, ¡oh enormes

Encantos! mas no ha de haber

Quien la venganza me estorbe.

(Vase.)

Peyr.

¡Ay! ¡ay! ¡ay! que mis gregüescos

Toda la sangre recogen,

¡Ay! ¡ay! y pues huelo mal,

Sin duda que se corrompe.

Adorno de fin de capítulo

[p. 444]

Adorno de principio de capítulo

ACTO TERCERO.

CÁRLOS, DOÑALDA, FLOR DE LIS, ASTOLFO, REINALDOS.

Cárl.

Infelice suceso.

Rein.

Tanto pudo

Un loco amor en él.

Flor.

¿Trairá esa mora

Espejos del Oriente?

Cárl.

No lo dudo,

Que consulta las hierbas de la aurora.

Rein.

Sin humana razon solo y desnudo

Las grutas vive y los desiertos mora,

Que así en la soledad hallar procura,

Filósofo de amor, mental locura.

Vió esta mora beldad, dando alma hermosa

Á un rubio palafren que parecia

Espuma, con espíritu ó vistosa

Garza, que opuesta al sol puntas hacia;

Sus clines eran nieve, que en copiosa

[p. 445]Y blanca inundacion se derretia,

Y la cola, torrente de cristales,

Que se quebraba en hondas desiguales.

Á la ley de la rienda el cuello embebe,

En quien la testa se termina apénas,

Donde por ojos dos jacintos mueve,

Anegados en limpias azucenas.

En este monstruo, en fin, mosqueta ó nieve,

Que, gentil, vientos calza y burla arenas,

Venía este prodigio de amor luégo,

Que quiso con la nieve unir el fuego.

Acompañaba á la cruel el moro

Que eligió por esposo, en una alfana,

Que bañada en marfil, ébano y oro,

Crepúsculo dió al sol y á la mañana.

El Dios me pareció metido en toro,

Bello ladron de Europa soberana,

Que anegado en su espuma el mar rompia,

Tales corbetas por la hierba hacia.

Y como alarbe tigre, que en su cueva

Los hijuelos no halló, ó como leona

Cuando el cachorro el cazador le lleva,

Que á las fieras que encuentra no perdona,

Dando de su pesar bastante prueba,

Tras ellos va sin perdonar persona,

Hora sea cristiano, ó moro sea,

Hija solo de amor, accion tan fea.

Quedárase en el mar á no ofrecerle,

Piadoso un pescador, vida en su astilla,

Breve concha, que pudo socorrerle,

[p. 446]Sacándole en sus brazos á la orilla;

Así muerto en la arena llegué á verle,

Donde fiero me embiste y me acuchilla,

Y así teniendo al mar y al mundo en poco,

Por los montes se entró desnudo y loco.

Cárl.

Grave desdicha.

Doñ.

Afecto miserable

De mi poca ventura.

Cárl.

Yo, sobrina,

Al Conde os ofrecí cuerdo y afable,

Mas es mayor la voluntad divina.

Doñ.

Permitid que se busque y que se entable,

Si quiere obedecer la medicina

Su salud, que aunque amor causó este exceso,

El mismo es poderoso á darle el seso.

Cárl.

Si es el Conde, Doñalda, vuestro esposo,

Bien le podeis buscar.

Rein.

Y acompañaros,

Me toca á mí, en peligro tan forzoso,

Que fuera descortés aquí en dejaros.

Ast.

Yo, César soberano y poderoso,

No pienso perdonar los vientos claros,

Las turbias aguas, los soberbios montes,

Desmintiendo la sierra en horizontes.

Cárl.

Malograr la victoria de Agramante

Este suceso solamente pudo.

Rein.

Yo le traeré á París, aunque arrogante

Se quiera defender, loco y desnudo.

Doñ.

Tu amparo y tu favor será bastante

Para triunfar del Conde, no lo dudo,

[p. 447]Que es Reinaldos, en caso de importancia,

La gloria de París y el sol de Francia.

(Váyanse.)

GUARINO, MARTINELA Y VILLANOS.

1.º

Soberbio moro.

Mart.

Arrogante.

1.º

Temiéndole estoy aquí.

Guar.

¿Este es Rodamonte?

2.º

Sí.

Mart.

Bien lo publica el semblante.

Guar.

Francia está de locos llena;

Si el mundo es jaula de locos,

En él los cuerdos son pocos,

Y á éstos tambien los condena.

3.º

¿Qué os mueve á defender

Este paso?

Guar.

La cautela

De la muerte de Isabela.

Mart.

Ella fué honrada mujer.

Guar.

Despues que le dió á Cerbris,

Jóven, valiente y gallardo,

El bárbaro Mandricardo

Tan triste y mísero fin,

Su esposa tiranizó

Este bárbaro y queria

Burlar su honor, mas un dia

[p. 448]Que la violencia intentó,

Ella le engañó pidiendo

Ciertas hierbas que le dieron

Vida inmortal, pues le hicieron

Triunfar del rigor, muriendo.

Mart.

¿Matóse con ellas?

Guar.

Sí.

Mart.

Ella fué mujer honrada.

1.º

Venganza fué muy pesada.

Mart.

Triunfó del tirano así.

Guar.

Sepultóla enternecido

Donde esta puente fundó,

Cuyo tránsito juró

Tener siempre defendido,

Y así arrogante pelea

Con cuantos pasan por él.

Mart.

Él es soberbio y cruel.

1.º

Hasta que el Conde lo vea

Tiene de vida.

Mart.

Es verdad,

Esa verdad os confieso.

Guar.

Á estar el Conde con seso,

Su loca temeridad

Ha de postrar tu arrogancia.

Mart.

¡Que el seso venga á perder

Por una mala mujer

El mejor hombre de Francia!

Guar.

Lástima grande.

[p. 449]PEYRON.

Peyr.

Durmiendo

Le he de hallar.

Guar.

¡Peyron!

Peyr.

¡Guarino!

Guar.

¿Qué es eso?

Peyr.

Ser imagino

Rico.

Mart.

¿Rico?

Peyr.

Sí, prendiendo

Al Conde.

Mart.

¿Tú al Conde?

Peyr.

Sí.

1.º

¿Y para esto te has armado?

Guar.

En París han pregonado,

Está el Conde por aquí.

1.º

Pues, ¿cómo le has de prender

Si le temes?

Peyr.

¿Yo temello?

Voto á san, que he de prendello,

Pero durmiendo ha de ser,

Que han pregonado en París

Que mil doblas le darán

Al que prenda á don Roldan,

Y si vosotros venis

Conmigo, lo prenderémos.

2.º

¿Cómo?

Peyr.

Hallándole dormido,

[p. 450]Que sin estruendo y rüido

Echarle un lazo podemos.

Mart.

No me parece acertado.

Peyr.

¿No me enlazasteis ansí

Vos, mala mujer, á mí?

Mart.

No eres tú tan esforzado

Como el Conde.

Peyr.

Y más, par Dios.

Mart.

¿Más?

Peyr.

Más temerario anduve.

Mart.

¿Tú?

Peyr.

Yo, pues ánimo tuve

Para casarme con vos.

Mart.

¿Valentía es ser mi esposo?

Peyr.

Y muy grande...

Mart.

¿Hay tal traicion?

Peyr.

Heroicidad.

2.º

Con todo, Peyron,

No sois vos tan valeroso

Como el Conde.

Peyr.

Es verdad,

Mas... ¿en qué iba?

Guar.

En tener miedo.

Peyr.

¿Y ser valiente no puedo

Con él?

3.º

Con dificultad.

Peyr.

Pues ¿cómo conozco yo

Muchos que espantan las gentes

Y tienen miedo?

2.º

Valientes

[p. 451]Son de mentira, que halló

En su devergüenza el miedo

Disculpas.

Peyr.

Que son diré

Esos valientes por fe,

Y en su número estar puedo;

Mas ¿cómo ganar podemos

Las doblas?

Guar.

Eso ha de ser

Vistiéndote de mujer.

Peyr.

¿Yo mujer?

Guar.

No hagas extremos.

Peyr.

¿Mujer?

Guar.

Prenderse podria

Así, aunque fiero y terrible,

Pues vencer es imposible,

Como hombre, su valentía.

Peyr.

¿Como mujer yo? oste puto.

2.º

Su prision así esta clara.

Peyr.

¡Mujer yo, y que me estrupára,

Riguroso y presoluto!

Guarda la gamba, eso no;

No quiero doblas.

Guar.

Aguarda,

Que desta industria gallarda

Nos valemos.

Peyr.

¿Mujer yo?

Guar.

El Conde sin alma y seso

Sigue á Angélica la bella,

Y tú, fingiendo ser ella...

[p. 452]Peyr.

No me hableis, Guarino, en eso,

Que aunque vuestro yerno soy,

Perderé á la sogrería

El respeto y cortesía.

Guar.

Con la industria que te doy,

Sin peligro prenderás

Á Roldan, y ganarémos

Las doblas.

Peyr.

¿Cómo podemos?

Guar.

Escúchame y lo sabrás:

Tú has de vestirte de mora.

Peyr.

¿Yo de mora?

Mart.

Industria es rara.

Peyr.

¿De mora y con esta cara?

Guar.

El Conde á Angélica adora,

Y fingiendo su beldad,

Vestido así...

Peyr.

Estais sin seso.

1.º

¿Qué puedes perder en eso?

Peyr.

Mi honor y virginidad;

Que es temerario un antojo

De un loco.

Guar.

Estando contigo

¿Qué temes?

Peyr.

Guarino, amigo,

Temo morir de mal de ojo.

Guar.

Como Angélica vestido,

Todos, Peyron, le diremos

Que á Angélica le traemos

Del Catay, donde se ha ido,

[p. 453]Y cuando á darte los brazos

Llegue el loco, por detras

Echarle un lazo verás

Que le dé más fuertes lazos,

Y prendiéndole ganamos

Las mil doblas.

Peyr.

No quisiera

Que algun disparate hiciera

Conmigo.

2.º

¿Cómo, si estamos

Contigo?

Peyr.

Suele jugar

Á la pelota con todos,

Y saca de tales modos,

Que de un boleo parar

Sobre un monte me habeis visto.

Guar.

¿Atado, qué hay que temer?

Peyr.

Si ello es fuerza que he ser

Angélica, yo me visto;

Mas ¿qué dirá si me ve

Tan vellosa y tan barbada?

3.º

No hay que reparar en nada,

Que está loco.

Peyr.

Ya lo sé,

Mas podria...

Mart.

El loco viene.

Peyr.

Ya tiemblo.

Guar.

Véte á vestir.

Peyr.

Hoy Peyron ha de morir

De Angélica.

(Vase.)

[p. 454]ROLDAN.

Rold.

Hola, ¿quién tiene

Mis alas? hola.

Mart.

Recelo

Que aquí nos ha de estrujar.

Rold.

Mi aderezo de volar

Me dad, veré si en el cielo

Está la hermosura infiel

Que desta suerte me trata,

Mas si es hermosura ingrata,

No puede caber en él,

No es bien que el cielo la albergue:

Pero en vano me desvelo

Si halla gloria y halla cielo

En un pastoral albergue.

¿Quién está aquí?

Guar.

Almas del rico

Cielo que á Angélica encierra.

Rold.

¿Cómo puede estar la guerra

Do la paz viste el pellico?

1.º

Con Medoro está.

Rold.

¡Oh, villanos!

¿Con Medoro?

Guar.

Yo soy muerto.

Rold.

¿Con Angélica, Medoro?

¿Un moro vil en el cielo?

¿Angélica en gloria, y yo

Por su ocasion padeciendo?

[p. 455]2.º

Ántes está condenada

Por tan bárbaro desprecio

Al infierno, qu’el amor

Esta maravilla ha hecho,

En su ingratitud, por dar

Tan soberano escarmiento.

Rold.

¿Qué decis?

Guar.

Lo que es verdad.

Aquí á Angélica tenemos

Llorando sus sinrazones

Y culpando sus deseos.

Rold.

Y vosotros, ¿quién sois?

1.º

Somos...

Almas en pena que en estos

Cóncavos tristes estamos

Penando.

Rold.

¿Luego el infierno

Es este valle?

Guar.

¿No ves

Aquellos álamos negros?

Pues del humo están así.

Rold.

¿Luego yo en alma y en cuerpo

Estoy en él?

2.º

Sí.

Rold.

¿Por qué?

2.º

¿Por qué? por amante necio.

Rold.

¿Luego es ser constante y firme

Necedad?

Mart.

En estos tiempos,

Tan grande, que así se paga

[p. 456]Con pena y tormento eterno.

Rold.

¿Quién hizo ley tan infame?

3.º

El uso.

Rold.

¿Luego uso nuevo

Hay en amor, concordancia

Del mundo, cuyo alimento

Son espíritus que informan

Por los ojos en los pechos

Otra vida y otro sér?

Guar.

Templado estais á lo viejo:

Que lo que fué puro amor

Es ya engaño y fingimiento.

Rold.

Mentis, almas maliciosas;

Mas sin duda estais, por serlo,

En este lugar; ¿fingidas

Pueden, en ángeles bellos,

Ser las lágrimas que salen

Formando en el rostro espejos

Donde las almas se miran

Con recíprocos alientos?

2.º

¿Ves los átomos divinos

De cristal, que lisonjeros

Diluvios rizan al alma

Garzotas de cristal tierno?

¿Ves la Angélica hermosura

Y la púrpura atreviendo,

Descompuestas manos que hacen

Rayos de marfil los dedos?

Pues todo es mentido y falso,

[p. 457]Que amor vive de embelecos.

Guar.

Hasta que venga Peyron

Importa así entretenerlo.

2.º

Si las mil doblas ganamos,

Guarino, ¿á cómo cabemos?

Guar.

Despues harémos la cuenta.

2.º

Rico con mi parte quedo.

Rold.

Pues en el infierno estoy,

Ver aquella ingrata quiero.

¿Cuál es su cuarto?

Mart.

El que está

Cerca del de Júdas.

PEYRON, de mora.

Peyr.

¿Vengo

Bueno?

Mart.

Sí.

Peyr.

Ved con cuidado

Si á Angélica me parezco.

Guar.

Pareces la misma mora.

Peyr.

¿Tengo buen rostro? ¿qu’es esto?

2.º

El loco; aquí te retira,

Y sal cuando te llamemos.

Peyr.

Talle tiene de estruparme,

Mi arrabal os encomiendo.

(Vase.)

Rold.

¡Oh moro vil! ¿á mis ojos?

Guar.

¿Qué ves?

Rold.

Á Medoro veo,

Con mi Angélica abrazado

[p. 458]En nudo y vínculo estrecho

En un pastoral albergue,

Campo de envidias y celos.

Guar.

Repórtate, que en tus manos

Á Angélica te pondrémos.

Rold.

¡Oh almas santas!

2.º

Congregados

Dirás, pues lo parecemos

Cuando en el infierno estamos;

Pero ya llegado habemos

Al cuarto donde te aguarda

Angélica.

Rold.

Entremos dentro.

1.º

No, mejor será llamarla,

Que hace gran bochorno y fuego

Allá.

Rold.

Angélica, señora.

Peyr.

¿Quién me llama?

Rold.

El que siguiendo

Va tu ingratitud, el conde

Orlando.

Peyr.

Ya me arrepiento

Del rigor que os he mostrado,

Y el amor os agradezco.

Rold.

¿Hay tal suerte, hay tal ventura?

¿Dónde estais?

Peyr.

Aquí.

Rold.

No os veo.

Peyr.

Aquí estoy.

Rold.

¿Dónde?

[p. 459]Peyr.

Aquí.

Rold.

¿Dónde?

Peyr.

Aquí, aquí.

Rold.

Salid.

Peyr.

No puedo

Sin licencia.

Rold.

¿Qué es licencia,

Sabiendo que yo la tengo

En cualquier parte? La mano,

Que en el alma reverencio,

Me dad.

Peyr.

Veisla aquí.

Rold.

¡Oh cristal

Limpio transparente y terso!

¡Oh jazmin, que en cinco puntas

Estrella del firmamento

Te finges! ¡oh nieve en copos!

¡Oh algodon en los maternos

Brazos de su planta hermosa,

Cuyos bellísimos crespos,

Desperdiciando bedijos,

Garzas son peinando vientos,

Y cisnes remando espumas,

Dejen mis labios impresos

En vuestro marfil corales,

Y en los corales extremos!

¿Como está tan percudida?

Peyr.

Há dos años que la llevo

Sin guantes y jabatillos,

Y esta cuaresma la hicieron

[p. 460]Mano de matar candelas,

Y el carnal mano de puerco,

Y hoy es mano de almirez:

Soltad.

Rold.

Dejaré primero

La vida.

Peyr.

Soltad la mano,

No seais tan deshonesto

Y libidinoso.

Guar.

Agora

Le abraza porque le echemos

El lazo.

Peyr.

Soltad mi mano.

Rold.

Ántes con ella pretendo,

Á pesar de sus ministros,

Redimiros del infierno.

Peyr.

¡Ay! que me ha arrancado el brazo;

Vil caballero, ¿que has hecho?

Rold.

De abrazar á tu Medoro

Estaba manido y tierno,

No tengo la culpa yo.

Peyr.

¡Ay Dios, que me fino!

¡Ay Dios, que muero!

¿Cómo no tocan y tañen á fuego?

Rold.

Angélica de mi vida;

Pero, villanos, ¿qué es esto?

¿Una Angélica con barbas

Me dais? vuestro atrevimiento

Pagaréis.

Peyr.

¡Ay de mi brazo!

[p. 461]Rold.

Con él aquí pienso haceros

Mil pedazos.

Peyr.

Desbrazado de mí.

Mart.

Escaparme pretendo.

Guar.

Y yo.

(Vanse.)

Rold.

Villanos, cobardes,

Escondidos en el centro

No estais seguros de mí;

Todos morid, pues yo muero

En un pastoral albergue,

Que ha de ser troyano incendio.

(Vase.)

Peyr.

¡Ay que me lleva mi brazo!

Pobre y desbrazado quedo.

Con mi brazo les va dando

Á todos su pan de perro;

En la puente se ha parado,

Ay Dios, que le arrojó en medio

Del rio, y el moro agora

Sale atrevido y soberbio

Para defenderle el paso.

¡Oh, qué puñetes tan recios

Se están pegando los dos!

Mas á los brazos viniendo,

Como son valientes ambos,

En medio el rio cayeron.

Á ser bribon me acomodo

Con el traje soldadesco,

Diciendo que de un reves

Me lo cortó un moro izquierdo.

[p. 462]¿Quién me metió á ser curioso?

¿Quién en procurar dineros,

Si un desdichado al contallos

Se ha de hallar el brazo ménos?

Buscar quiero quien me ensalme

Y quien me dé algun remedio,

Que va corriendo de mí

Más sangre que de un torrezno.

¡Ay Dios, que me fino!

¡Ay Dios, que me muero!

¿Cómo no tocan y tañen á fuego?

(Vanse.)

REINALDOS Y DOÑALDA.

Rein.

En tanto que los caballos,

Desperdiciando colores,

Beben viento y pacen flores

De que podemos pensallos,

En esta ribera verde,

En quien soberbia é ingrata

Se despeña tanta plata,

Y tanto cristal se pierde,

Doñalda, engañar podemos

El sol.

Doñ.

Del calor terrible

Nos salva el sitio apacible,

Diciendo que descansemos

En sus verdes laberintos,

Cuyos álamos traviesos,

[p. 463]Con grillos, tiene abril presos,

De esmeraldas y jacintos.

Rein.

Voy á hacer que los criados

Se recojan, que hoy perdidos

Buscan, del sol ofendidos,

Los arroyos despeñados,

Que á dar tributo á este rio

Descienden con tanta prisa,

Mostrando en su eterna risa

Su inocente desvarío.

Doñ.

Yo, don Reinaldos, en tanto,

Entretenida en mis penas,

Mares haré estas arenas,

Mezclando la risa al llanto.

Rold.

Dentro. Acabe el agua mi fuego.

Doñ.

Voces en el rio suenan.

Rold.

Hoy al agua te condenan

Mis celos, Medoro fiero.

Doñ.

Luchando en el rio están

Dos hombres, ¿hay tal locura?

Rold.

Aquí tendrás sepultura,

Y mis celos la tendrán.

Doñ.

El uno al fondo se fué,

Y el otro nadando sale.

ROLDAN sale mojado.

Rold.

Sin Angélica ¿qué vale

La vida? pero mi fe,

Sin ella tiene el valor

[p. 464]Que no tendrá semejante

Jamas en mortal amante,

Porqu’es inmortal mi amor.

Doñ.

Espiró, sin duda, y quiero

Verle el rostro.

Rold.

Ingrata bella.

Doñ.

No está muerto.

Rold.

¿Sois aquella

Por quien vivo y por quien muero?

Doñ.

El Conde es.

Rold.

¿Sois vos la ingrata?

Doñ.

¿Hay tal suerte, hay tal ventura?

Rold.

¿Sois vos la fiera hermosura

Que me da vida y me mata?

¿Sois vos la que en el infierno

Padeciendo me teneis?

¿Y sois la que padeceis

Conmigo un tormento eterno?

¿Sois quien me teneis aquí?

¿Sois Angélica?

Doñ.

Sí soy.

Rold.

Con vos condenado estoy,

Con vos precito, y así

En el infierno los dos

Gloria habemos de tener;

Vos en verme padecer,

Y yo en saber que es por vos.

Doñ.

Conde de mis ojos,

Dueño de mi vida,

Á quien huí halagos

[p. 465]Y negué caricias,

Juventud con quien

Amor se eterniza,

Pues tal vencimiento

Su imperio acredita,

Ya cesó el rigor

Coronado de iras,

Armado de celos,

Calzado de envidias;

Ya murió Medoro,

Que amor facilita,

Imposibles tales

Con fuerzas divinas.

Ya salió del pecho

Para que en él vivas,

Espirando el cuerpo

Como el alma misma,

Ya amor quiere al fin

Que á tus piés se rinda

La que fué del orbe

Mayor tiranía.

Vén á mis imperios,

Donde te aperciban

Vasallos sus Javas,

Tesoros sus minas;

Lograrémos dulces

Horas mal perdidas,

Ya en sabrosas paces,

Ya en honestas riñas;

Que en paces y en guerras

[p. 466]Tierno amor se cria,

Pues de los halagos

Los disgustos libran.

Así al fin serémos,

Dos almas unidas,

Palomas constantes,

Castas tortolillas;

Vén, porque mis moros,

Conde, te reciban

Por alma que pone

Leyes en la mia.

Rold.

Circe del Oriente,

Belleza que imita

Al sol en los rayos,

Y al cielo en la vista,

Dame ese alabastro,

Donde el alma imprima

Clavos de rubíes

Que mi nombre digan;

Dulce esclavitud,

Donde desestiman

Libertad las almas

Por vivir cautivas,

Luégo me desposen,

De moro me vistan,

Que si es mora el alma,

El traje lo diga.

Tráiganme una aljuba

De púrpura tiria,

Y de finas hojas,

[p. 467]Un monte me ciñan;

Dadme un corvo alfanje,

Y aunque su cuchilla

De damasco sea,

De coral se finja.

Ya es Orlando moro,

Lloren su ruina

Cruzados pendones,

Cristianas provincias.

REINALDO Y VILLANOS.

Rein.

Estos labradores

Darte solicitan,

Émulas del sol,

Soberbias, pajizas,

Que en robles y fresnos

Al cielo obeliscan,

De juncos y cañas

Fábricas egipcias,

Cuyas rubias pajas

Mármoles no envidian,

Aunque hay vientos locos

Que las desperdician.

Rold.

Mi escuadron se junte,

Y al frances embista:

Toca al arma, toca,

Tierra y viento giman,

Crucen los jinetes

Y la infantería,

[p. 468]Muera Cárlos, muera,

Y Angélica viva.

Rein.

¿Qu’es esto?

Doñ.

Reinaldos,

Celebra mis dichas,

Y deja que al Conde

Gane con mentiras.

Guar.

Con el loco dimos.

Peyr.

Aquí me destripa,

Pues me ha desbrazado.

Doñ.

Á esa gente anima.

Rein.

¿Quién le trujo?

Doñ.

El cielo

Para darme vida;

Finge como yo,

Que en mi engaño estriba

Llevarle á París,

Y aquéstos le sigan

El humor tambien.

Rein.

Traza es peregrina.

Rold.

De escucharme sólo,

Cárlos se retira,

Sigan el alcance,

Pues se atemoriza.

¿Quién sois vos?

Doñ.

El moro

De quien más se fia

Mi padre, el Gran Can;

Postra las rodillas

Á tu nuevo dueño.

[p. 469]Rein.

Dame esas invictas

Y reales manos.

Rold.

Levantad.

Rein.

Rendidas

Del Catayo tienes

Ya las monarquías.

Rold.

Buen talle de moro,

Mis legiones rija;

Pues de San Dionís

Estamos dos millas,

Guiemos allá.

Rein.

Ya, con alegrías,

Va marchando el campo.

Rold.

Pues decid que vivan

Orlando y la bella,

Reyes de la India.

Rein.

Viva el rey Orlando,

Todo el campo grita.

Peyr.

Y el loco mayor

De la loquería.

(Váyanse.)

CÁRLOS Y FLOR DE LIS.

Cárl.

Las banderas africanas,

Ántes de entrar en París,

Se ofrezcan á San Dionís

En sus aras soberanas.

Láminas del triunfo sean

Sus tafetanes vencidos,

[p. 470]Que, afrentados y corridos,

Apénas al viento ondean.

Flor.

En bronce, y no en tafetan,

Guardará el tiempo tus glorias,

Que tan célebres victorias

Asiento á los siglos dan.

(Pasa volando Astolfo con la redoma.)

Pero ¿qué cometa impreso

Se ve en la media region?

Cárl.

Prodigios del aire son.

Ast.

Ya traigo á Roldan el seso.

Flor.

Astolfo en un mostro alado

Y una ampolla de cristal,

Pasó con presteza igual.

Cárl.

El seso sin duda ha hallado

Del Conde su primo.

Flor.

¿Dónde

Vió medicina tan sábia,

Que, como el Fénix de Arabia,

De los mortales se asconde?

Que si se pudiera hallar,

Ménos locuras hubiera

Y el mundo en paz estuviera.

REINALDOS.

Rein.

Vengan, señor, á escuchar

El caso más peregrino

Que en el mundo sucedió,

[p. 471]Astolfo á tiempo llegó

Por el viento cristalino,

Que con engaño habia entrado

Don Roldan en San Dionís.

Flor.

¿Qué dices?

Rein.

Ya, Flor de Lis,

El Conde el seso ha cobrado.

Cárl.

¿Cómo vino y cómo fué?

Rein.

Trujímosle por engaño,

Cuya industria y modo extraño

Despues, señor, te diré;

Llegó Astolfo á esta ocasion,

Que en una ampolla traia

Del monte, en que siempre hay dia,

La más alta confeccion,

Y en boca y narices puesta,

Oler quiso y beber quiso,

Y aprehendiendo de improviso

Materia tan bien dispuesta,

Cayó en tierra medio muerto,

Y á tu cuarto le llevamos,

Donde volviendo pensamos

Que será el remedio cierto,

Y olvidado de la mora

Y de todo lo pasado,

Confuso y avergonzado,

Dirá que á Doñalda adora.

Flor.

Vamos á ver el suceso

De su próspera fortuna.

Rein.

Ya del monte de la Luna

[p. 472]Astolfo le trujo el seso.

(Vanse.)

ROLDAN, desnudo.

Rold.

¿Qué es esto? ¡Válgame Dios!

¿Qué torres y capiteles

Son éstas, que en obeliscos

Gigantes al sol se atreven?

¿Qué cuarto es éste en que el arte,

Inmortal como valiente,

Se excede en molduras de oro,

Anagrifos y relieves?

¿Son brocados los que admiro?

¿Son los que toco paredes?

Paredes son y brocados,

Que en más dudas me suspenden.

¡Cielos! ¿quién me trujo aquí

Desnudo y de aquesta suerte?

¡Yo, tan descompuesto y pobre!

¡Yo, en traje tan indecente!

¡Yo, sin saber dónde estoy!

¡Yo, roto y entre doseles!

No lo entiendo, vive Dios,

Ni áun el alma en mí se entiende.

¿Dónde mis armas están?

¿Dónde el invencible temple

De aquel diamante forjado

De sí mismo, como el Fénix?

Todo está callado y surto,

[p. 473]Rumor ninguno se siente,

Si no es del silencio cuarto,

Cuarto encantado parece;

Quiero pedir de vestir,

Y echaré de ver si hay gente.

Hola, de vestir me dad.

TRES CRIADOS.

1.º

Aquí los vestidos tienes.

Rold.

¿Por dónde entrastes?

2.º

¿Por dónde?

Por la puerta.

Rold.

Dos mil veces

Me santiguo, ¿sois demonios?

Porque, si lo sois, no teme

Roldan demonios ni encantos;

Apénas dije traedme

De vestir, cuando os vi á todos

Con los vestidos presentes.

Teneos y decid quién sois.

3.º

Franceses somos.

Rold.

¿Franceses?

2.º

Y camareros de Cárlos.

Rold.

Si es ansí, preso me tiene

En París.

ASTOLFO.

Ast.

En San Dionís

[p. 474]Estás.

Rold.

¿Astolfo no es éste?

¿Él tan gallardo y yo así?

Cárlos quiere que me afrenten:

Corrido estoy y ofendido,

Este honor guardan los reyes.

Dí que si ésta ha sido burla,

Ha sido burla solemne.

Mas, ¡vive Dios!

Ast.

Léjos fueron,

Conde, las que ya aborreces.

Rold.

¿Quién me ha puesto así?

Ast.

Tú propio,

Y ya que saberlo quieres,

De Angélica los encantos

En tal bajeza te tienen;

Hoy contigo se desposa,

Burlando bárbaros reyes,

Y en el tálamo te aguarda,

Donde las bodas celebres.

Rold.

¿Yo conozco aquesa mora?

¿Á mí á decirme te atreves

Tal bajeza? ¿Á mí me casas

Con una ramera aleve,

Como lo dice la fama,

Si no es que la fama miente?

¿Á mí, sabiendo que soy

Roldan? ¿á mí?

Ast.

No te alteres.

Rold.

Mas por quitarme á Doñalda,

[p. 475]Aquí á Angélica me ofreces.

Doñ.

No hace tal, que á ser tu esclava,

Conde, me tienes presente.

Rold.

Avergonzado y confuso

Estoy, señora, de verme

Tan descompuesto en tus ojos.

Doñ.

De la suerte que estás eres

Mi dueño.

REINALDOS.

Rein.

Pues bien, ¿qué falta?

Rold.

Falta que no te avergüences,

Reinaldos, de verme así.

Rein.

El llegar, Roldan, á verte,

Agradécelo á tu esposa,

Y á Astolfo se lo agradece.

Rold.

¿Cómo desta suerte estoy?

Rein.

Escucha... mas que lo cuente

No quiere el Emperador.

Rold.

Porque así á verme no llegue,

Cubridme.

CÁRLOS Y FLOR DE LIS.

Cárl.

Conde.

Rold.

Señor.

Cárl.

¿Qué es eso, y qué traje es ése?

Rold.

No sabré, señor, decillo.

Cárl.

Tan afrentoso fin tienen

[p. 476]Siempre los principios viles,

Para que el mundo escarmiente.

Rold.

No os entiendo, vive Dios.

Cárl.

Entended sin entenderme.

Flor.

Angélica os tiene así,

Vil hechizo del Oriente.

Rold.

Sólo es Doñalda mi hechizo,

Que vive en el alma siempre.

Flor.

Portentosa maravilla.

Cárl.

Pues tanta aficion se premie

Con su mano; tarde el Conde

Vuelve del campo.

Doñ.

Pues vuelve,

Es milagro.

Rold.

Ésta es mi mano.

Cárl.

Saraos y fiestas se ordenen,

Que en ellos quiero asistir,

Y en ellas ser juntamente

El padrino, pues ya el moro

Al mar las banderas vuelve,

Acobardado y vencido.

1.º

Dejadme entrar.

(Entran los villanos.)

Peyr.

Dejad que entre.

Mart.

Y á mí tambien.

Cárl.

Hoy la entrada

Á ninguno se le niegue.

Guar.

Dadnos los piés.

Peyr.

Y á mí y todo,

Rey del cántaro.

[p. 477]

Rold.

¿Qué quieren

Estos rústicos?

Peyr.

Yo un brazo,

Que en conciencia me le debe,

Que no le parió mi madre

Para ser carne de peces;

De plata me le mandó.

Doñ.

Un brazo de plata tienes.

Rold.

No entiendo esta confusion.

Peyr.

Un escritorio he de hacerle,

Que si le llevo conmigo,

Llevo en el brazo mi muerte.

Guar.

Y á nosotros ¿qué nos mandan

Por ayudar á traerle?

Cárl.

Las mil doblas prometidas.

Mart.

Más años que hay necios cuentes.

Cárl.

Vamos, y el Conde se vista,

Porque en sus bodas comience

Su sosiego, y tenga en ellas

Fin el Pastoral albergue.

FIN.

Esta comedia se hizo 18 dias, en Sevilla.—Hay una rúbrica.

Adorno de fin de capítulo

[p. 479]

Adorno de principio de capítulo

RELACION
DE LA FAMOSA COMEDIA
DEL PREMIO DE LA HERMOSURA
Y AMOR ENAMORADO,

que el Príncipe, nuestro señor, la cristianísima Reina de Francia y serenísimos infantes don Cárlos y doña María, sus hermanos, y algunas de las señoras damas representaron en el Parque de Lerma, lúnes 3 de Noviembre de 1614 años.


Hallándose Su Majestad en Lerma muy entretenido, en compañía del Príncipe nuestro señor, de la cristianísima reina de Francia, y serenísimos infantes don Cárlos y doña María, sus muy caros y amados hijos, y con gran cuidado el Duque de tener fiestas para ello, entre algunas de toros, cañas y extraordinarias invenciones de regocijado y vistosísimo fuego, en diferentes dias, noches y puestos, hubo resolucion que se representase la famosa comedia de El Premio de la hermosura y Amor enamorado,[p. 480] que teniéndola estudiada los cuatro serenísimos hermanos y algunas señoras damas, estuvo determinada para otras ocasiones, y por festejar en ésta á su padre, quiso el Príncipe nuestro señor, acompañado de su ayo en el mismo deseo, reconociendo el amor recíproco que deben, declararse por autor de esta gran representacion ayudándole sus hermanos y damas, con mucho gusto.

Para ejecucion de este pensamiento, se escogieron por teatro el sitio llano que hay entre la bajada del castillo y palacio, y el primer brazo del rio Arlanza, que sangrado en algunos, fertiliza y hermosea el amenísimo parque, teniéndole todo el año verde y en extremo apacible.

Aquí se hizo un tablado, igual con el suelo, de ciento y cincuenta piés en largo y ochenta en ancho, y atajándole por la parte del Occidente, en un apartamiento de cincuenta, se hizo el vestuario, y en él cuatro aposentos, que, colgados de tapicería, quedaron fuertes, abrigados y capaces para que en cualquiera se vistiese una de las cuatro personas reales; detras de ellos se armó una gran tienda, con su contratela, todo de hermosa vista, en la cual hubo disposicion para vestirse las damas y asistir á ello sus criadas, sin ocasion de mezclarse ni inquietar la fiesta, que no fué lo ménos admirable de ello.

En medio de los cuatro aposentos hubo otro para oficiales de los tornos y otros ministerios de las apariencias, sin embarazarse ni poder ver los personajes, ni llegar á sus estancias, y en esta forma para los mismos efectos hubo dos altos de corredores, pasadizos y aposentos.

Por el Oriente y Mediodía dividian el tablado dos vallas iguales y consecutivas cubiertas de alfombras; delante de la primera, cerca del mediodía de ella, estuvo la silla de Su Majestad, y á las espaldas apartamientos para caballeros y personas graves; de aquí se levantaba un tablado con gradas en que estuvieron criados de la casa real y otras personas, y entre él y el rio se armó[p. 481] otra tienda correspondiente á la del vestuario, que servia de entrada á todo el teatro.

Delante de la valla del Mediodía tuvieron lugar las señoras duquesa de Peñaranda, condesas de Castro y Barajas, dueñas y damas que no representaron, y detras, en un tablado algo eminente, mujeres de criados de Su Majestad y criadas de damas; y estos dos lados estaban colgados de tapicería.

Por el del Norte tenía el brazo del rio, donde se hizo un muelle en que pudieron caber los grandes, títulos, gentiles hombres de cámara, mayordomos, caballerizos, meninos, pajes y caballeros que se hallaron en Lerma, que fueron muchos.

La fachada del vestuario parecia en forma de media luna, y en la parte del Norte, sobre el rio, se fabricó una montaña de siete estados en alto, y en proporcion de la circunferencia, pintados en ella riscos y aspereza, ceñida de algunos caminos y torcidas sendas de aparente rusticidad; llamábase monte Iman. Parecia tan natural, por esto y por el sitio en que estaba, que apénas se podia determinar con la vista. Al pié de este monte se levantaba dentro del rio un peñasco, donde con mucha propiedad se hizo apariencia de romperse una nave; en lo bajo de la montaña, mirando al teatro, se mostraba una cueva de oscura y pavorosa entrada, y pegado á ella estaba el templo de Diana, á quien adoraban los bárbaros que la habitaban; era catorce piés de ancho y veinte y cuatro en alto, y movíase todo con tanta facilidad como si fuera una pequeña rueda, sustentándose en un perno solo que tenía en la esquina de la parte del Norte, puesto con tanto artificio que se extendia á la mitad del tablado, cuando habia de manifestar su apariencia: estaba pintado con imitacion de edificio brutesco.

Del lado derecho de este monte salia un corredor de buena perspectiva para músicos, ministriles y otros instrumentos, y por donde hombres armados, banderas,[p. 482] tambores y otras insignias de guerra hicieron diversas muestras en diferentes ocasiones.

Cerca del Mediodía del teatro se veia el palacio de la emperatriz Aurora, hermoseado con várias pinturas, torreones, castillos, chapiteles y rejas, y al pié un jardin compuesto de flores y hierbas naturales, y en medio una fuente que levantaba el agua un estado.

En medio del frontispicio, junto á este palacio, estaba el templo de Cupido, con dos puertas grandes cubiertas de ramas y cosas verdes, á modo de ramada ó selva, con que se cubria gran parte de la fachada del teatro, y cuando se abrian parecian detras las del templo, pintadas de oro y azul.

En la esquina de mano derecha del mismo frontispicio, se levantaba un castillo encantado de un sabio llamado Ardano, con pinturas á manera de canterías troneras, torres y mucho almenaje; subíase á él por unas gradas que se encubrian con un lienzo pintado de cosas rústicas, como peñas y hierbas diferentes, y al correrse este paño se mostraba una cueva que guardaban dos salvajes con sus mazas: rematábase la punta del Mediodía en un peñasco que correspondia al monte Iman, y opuesto á él, con muchos derrumbaderos y muy bien imitada, la aspereza, y en la mitad de su altura la casa de la maga Circea, á modo de cueva oscura y rústica.

Sobre el rio algo apartado del monte Iman, habia un torno que se movia velocísimamente sobre las aguas, y encima una tabla en que podia vivir una persona; y este lado estaba todo colgado de telas de diferentes colores, que servian de cortina para encubrir y dar vista al rio en algunos pasos de la comedia, en el cual detras del vestuario habia una nave con todas sus jarcias y demas aparejos para navegar, llevando treinta personas.

Á los dos lados del templo de Cupido, cuatro estados en alto, estaban dos nubes, y en medio otra superior que[p. 483] las cubria y acompañaba hasta el suelo, y dejándolas en él se volvia á lo alto, y tornaba á acompañarlas cuando se habian de levantar á su lugar.

En lo alto del monte Iman estaba otra nube muy grande, y todas eran de hechuras diferentes, y tan bien pintadas al natural, que lo parecian mucho. Tenía el vestuario dos puertas para entrar al teatro, una cerca del templo de Diana, otra debajo del castillo encantado, y habia otras entradas por las cuevas, peñascos y montañas.

En esta forma se terminaba el teatro, cubierto todo de toldos y coronado de luces, y habia muchas en las escaleras y torres de los castillos, y diez y ocho blandones en el suelo; todos se encendieron de dia, con que no pudo conocerse la noche cuando vino.

Aderezado todo en esta forma, parecia la más extraordinaria y agradable vista que imaginarse puede, porque en ella no se hacian imposibles los castillos encantados, los palacios grandiosos, los espaciosísimos salones, y los tronos más encarecidos y alabados en los imaginarios libros de caballerías, ántes parecia que cuanto en ellos se ha fingido hicieron aquí la naturaleza y el arte tan propiamente, que quedaron cortos los coronistas de aquellas hazañas fabulosas, y que la verdad que aquí se miraba facilitaba la fe de cuanto ellos dicen.

Todo estaba con tan gran arte, proporcion y seguridad, que parecia, al verse, ordenado para eternizarse en aquel lugar en memoria de la heroica y suntuosa fiesta que en él se representó.

Era la comedia de Lope de Vega; la eminencia de los versos, decencia y decoro de ellos lo mostraban, que sólo su ingenio podia darlos propios á tales recitantes.

Tomó el sujeto del libro de su Angélica, y como allí, introdujo tantos reyes y reinas que vinieron á Sevilla á merecer y ocupar el reino que su rey, cuando moria, mandó se diese al hombre ó mujer más hermosa que se hallase, y allí daba el premio á Angélica, en esta come[p. 484]dia á la emperatriz Aurora; y de juntarse los reyes y reinas que introduce en ella á la competencia del premio de la hermosura se enamoran variamente, encontrándose algunos en la eleccion, y otros conformándose en la correspondencia, y cuando se acabó esta junta se dividieron en diferentes partes, acompañando algunos á las reinas en las jornadas y navegaciones á sus reinos, y variándose los acaecimientos vino á ser de mucho enredo, y muy apacible, toda con grandes alusiones á historias, fábulas poéticas y libros de caballerías, aventajando por esto á todas cuantas ha hecho su autor.

El lúnes 3 de Noviembre fué el dedicado para este solemnísimo regocijo, y estando todo dispuesto á las cuatro de la tarde, como se apeaban de los coches, empezaron á entrar en diferentes cuadrillas los personajes que habian de representar, y recogiéndose en el vestuario criados y personas de este ejercicio, llevaban plumas y otros aderezos como recogiéndolos para la farsa, que no faltó esta accion para imitar los cómicos más ejercitados.

El dia fué pardo y apacible, y estando todos en un admirable y quieto silencio (que la novedad de tantas maravillas suspendia mucho), entrando Su Majestad, Dios le guarde, con sonoroso ruido de chirimías y otros instrumentos, se hizo una demostrativa salva desta entrada. Fué por la tienda del Oriente, y habiéndose entretenido con sus hijos hasta que los vistieron, salió á su silla con otra regocijadísima salva.

Representaron los papeles de la comedia:

Cupido, el Príncipe nuestro señor.

Aurora, la cristianísima reina de Francia.

El Agradecimiento, deidad, el serenísimo infante don Cárlos.

La Correspondencia, deidad, la serenísima infanta María.

Liriodoro, rey de Grecia, la señora doña Isabel de Aragon.

[p. 485]Leuridemo, rey de Numidia, la señora doña Catalina de Acuña.

Rolando, rey de Hungría, la señora doña Catalina de la Cerda.

Alizarán, rey de Catay, la señora doña Mariana de Córdoba.

Cardiloro, rey de Tánger y Rosélida, la señora doña Ana María de Acuña.

Lindabella, reina de Tartaria, la señora doña Juana de Aragon.

Mitilene, reina de Argenes, la señora doña Estefanía de Mendoza.

Tisbe, reina de Epiro, la señora doña Luisa Osorio.

Gonforrosto, emperador salvaje, la señora doña Juana de Noroña.

Solmarin y Bramarante, capitanes salvajes y dos jueces de Oriente; doña María Jordan y doña Leonor de Quirós, de la cámara.

Mandricardo, vision y Circea, maga, doña María Marañon, de la cámara.

Ninfa Doris, Fabio, jardinero, y un ciudadano, doña Vicenta de Castro.

Celio, paje, doña Estefanía Gomiz de la Reguera.

Figura de Diana, en un altar, doña Francisca de Páramo, todas de la cámara.

Cintio, capitan, Andres de Alcocer.

El traje en que se representaron los papeles de hombres, era de baqueros cortos y basquiñas, aderezos de espadas, dagas, sombreros, tocados á lo africano, algunos cuellos y puños blancos llanos.

El Príncipe, nuestro señor, salió á echar la loa con baquero, calzones y ferreruelo frances de tabi de oro azul, guarnicion de plata, cuello y puños blancos con puntas pequeñas, sombrero negro de fieltro, falda larga, terciada, bordada, y la toquilla con muchas plumas; botas blancas, tan galan y airoso, y recitóla tan bien,[p. 486] que, cuando este dia no tuviera otra cosa que admirára, ésta pudiera sobre cuantas ha tenido el mundo, porque no se juntaron jamas gentileza, hermosura, desenfado, gala y propiedad en tan pocos años y tanta majestad.

Empezó la comedia Cardiloro con baquero y basquiña azul y plata, tocado moro, manto de velillo de plata encarnado, y queriendo arrojarse con desesperacion en el rio por habérsele muerto su dama, corriéndose una cortina, apareció sobre el agua una vision vestida con saco de raso negro, cubierto el rostro con un velo leonado, venía sobre la tabla ó invencion que se movia velocísimamente; era Mandricardo, su padre, que le venía á defender la desesperacion, y habiéndole reprendido el intento, desapareció con la mesma velocidad, y cerrándose la vista al rio, quedó Cardiloro espantado de haber visto á su padre. Salió el sabio Ardano á consolarle y ofrecerle su castillo para que reposase, le llevó á él, y corriendo el lienzo que le encubria, parecieron los salvajes y la entrada, recogiéndole allí; y dejándole durmiendo, le encantó para que estuviese así hasta cierto tiempo en que luciesen sus hazañas. Cerróse el castillo.

Salieron cuatro reyes por puertas diferentes fingiendo venir de diversas partes á hallarse á la competencia del premio de la hermosura.

Liriodoro con baquero y basquiña de tabi de plata encarnado, bordado de cañutillos de vidrio negro, sombrero de falda grande, terciada, bordada, y la toquilla con una rosa grande de diamantes.

Leuridemo, con baquero y basquiña de tabi de oro encarnado, guarnicion de plata, sombrero de falda larga terciada, con rosa y cintillo de diamantes.

Rolando, con baquero de tabi encarnado, bordado todo de lentejuelas de plata, y la basquiña de la mesma tela, bordada de labores grandes de relieve de cañutillo y hojuela de plata, sombrero de falda corta, trencillo de[p. 487] diamantes y una puntilla de pluma blanca con sus rizos.

Alizarán, con baquero de terciopelo negro guarnecido de plata, basquiña de tabi de oro encarnado y de la misma guarnicion, manto de velillo de plata encarnado, tocado de muchas plumas y rizos, á lo africano.

Hablando los cuatro en la competencia, salió un ciudadano á darles cuenta de las Reinas que habian concurrido á ella y cómo venian los jueces á sentenciar.

Entraron dos con garnachas de encarnado y plata, coronas y varas doradas, y llamando las Reinas para hacer el juicio, entraron cuatro.

Lindabella, con baquero y basquiña de encarnado y oro, muchas plumas en el tocado, manto de velillo de plata.

Tisbe, con baquero á lo romano y basquiña de tabi azul de oro, manto de velillo de plata, tocado de plumas y rizos.

Rosélida, reina de Persia, baquero y basquiña de tabi encarnado, guarnicion de plata, tocado de plumas y toca de colores y manto blanco.

Informando cada uno de su justicia, los jueces se pusieron en oracion delante del templo de Cupido para que les declarase la mayor hermosura, abriéronse las puertas á este tiempo, y primero la selva que estaba delante, causando admiracion el movimiento de tanta máquina y la multitud de estrellas, espejos y adorno de florones de oro que pareció despues de abierto; estaba sobre el altar la figura de Cupido con todas sus insignias, y puestos todos en oracion con mucha música, bajaron las dos nubes de los lados del templo, y la superior que las acompañaba, y llegando al suelo, se abrió la de mano derecha y en medio pareció sentado Cupido, y á sus lados el Agradecimiento y Correspondencia.

Cupido, con arco, carcax y venda en la frente, plumas en ella, en cuerpo, con el mismo vestido que echó la loa, el Agradecimiento con montera y baquero de tabi[p. 488] verde, una banda encarnada, guarnicion de plata y botas blancas.

La Correspondencia, con baquero y basquiña de tabi azul, guarnecido de oro, tocado de plumas y rizos.

Para abrirse la nube tendió muchas alas y volantes, pareciendo dentro muchas estrellas y córtes de velillos de colores, y los tres bellísimos hermanos parecian, no las deidades fingidas que representaban, sino verdaderos celestiales espíritus que bajaban para la perfeccion y complemento de la fiesta.

En otra nube venía la emperatriz Aurora, con baquero y basquiña de tabi encarnado de oro y guarnicion de plata, puntas de lo mesmo en los faldones del baquero, tocado de plumas de colores y tocas blancas y manto de velillo blanco con muchos diamantes. Tendió la nube diversas ruedas y volantes cuando se abrió, mostrándose muy rica por lo interior; pareció la Reina tan hermosa y resplandeciente, que turbó la vista á cuantos la miraban, y no sólo parecia aurora, mas el mesmo sol acompañado de todas las estrellas.

Salieron todos los hermanos de las nubes, y dió Cupido la corona á Aurora, diciendo que sólo á su hermosura era debida, de que quedaron todos muy contentos y le dieron gracias, y diciendo él que la habia traido del cielo para ello, se metió en su nube y con mucha música se empezaron á levantar todas tres hasta su lugar, quedando Aurora que llevó en su compañía á Lindabella, para estar juntas en su palacio.

El Agradecimiento y Correspondencia, los dos serenísimos Infantes, se fueron á sentar junto á su padre, habiendo representado sus papeles tan bien, que no se puede encarecer su gracia: Dios los guarde.

Las demas reinas se fueron á sus provincias, por la mar, acompañando á Tisbe y á Rosélida, Liriodoro y Alizarán enamorados de sus hermosuras, y en el reino de Aurora se quedaron Leuridemo y Rolando enamo[p. 489]rados de Lindabella, y Mitilene de Leuridemo, con que se acabó la primera jornada.

Por intermedio salió á danzar el Príncipe, nuestro señor, con la señora doña Sofía, vestida basquiña y baquero verde, guarnecido de plata, abanino y verdugado; danzaron Galería de amor y Canario, su Alteza con extremado aire y gracia, y la señora doña Sofía tan diestramente, que el ver tanta perfeccion en tan pequeños cuerpos, sobre la novedad y grandeza de cuanto se miraba, metió á muchos en sospecha que todo era encantado.

En la segunda jornada, despues de haber representado diferentes personas, estando en el tablado Gonforrosto, vestido un sayo largo de tabi blanco bordado todo de florones verdes y encarnados, los cabellos sueltos y con baston de general y guirnaldas en la cabeza, y con él dos capitanes, Solmarino y Bramarante, vestidos sayos de raso verde y oro, cabellos sueltos y mazas; hablando los tres, de la parte del rio se oyeron grandes voces y ruido como de navegantes que se perdian, acudieron los salvajes á las peñas para reconocer lo que era, y corriéndose las cortinas que encubrian el rio, pareció en él una nave que muy furiosa iba á embestir con la roca, venian en ella Tisbe, Rosélida, Alizarán, Liriodoro y marineros con muchas luces; con ellas las personas que traian las joyas, vestidos y plumas. Fué la más agradable y nueva apariencia que puede imaginarse, causando igualmente alegría y lástima, porque representaban con tanta propiedad su perdicion, que parecia cierto el peligro de que se lamentaban.

Sonando la nave como rompida, cerró la vista al rio, y saliendo al teatro por diferentes partes algunos, como escapados de la tormenta, fué el primero Liriodoro, á quien los capitanes salvajes captivaron, y tambien á Rosélida, llevándolos á su Emperador, que á él le mandó sacrificar á Diana y de ella se enamoró.

Tisbe se escondió en una cueva, y Alizarán por lo[p. 490] alto del monte, lamentándose todos de no saber unos de otros.

Mitilene, hija de la sábia Circea, andaba enamorada de Leuridemo, el cual, por estarlo de Lindabella, no la admitia; fué Mitilene á pedir favor á su madre, que salió vestida de raso negro y plata, manto de velillo de plata negro, y entendido el caso, ofreciendo ayudarla, se fueron á su cueva, con que se acabó la segunda jornada.

En el intermedio salió á bailar la Reina, la Condesa de Medellin, las señoras doña Mariana de Córdoba, doña Estefanía de Mendoza, doña Luisa Osorio, doña Isabel de la Cueva, doña Ana María de Acuña, con los mesmos vestidos de la farsa; bailaron la Españoleta, y la Reina tan airosamente y con tanta destreza, que guiando á todas, hizo que se pusiese en olvido lo que habia pasado: pareció coro de ninfas de los que celebran los poetas festejando á su Diana.

En la tercera jornada, tratando Circea con Rolando que ella haria una nave muy rica y la pondria en el puerto, y él publicaria que se la enviaban de su reino para que se fuese él en ella, y que sería tal su riqueza y fábrica, que obligaria á Aurora y á Lindabella á que entrasen á verla, pidiendo él que por maravillosa le hiciesen ese favor, y que teniéndolas en la nave, haria que con mucha ligereza navegase, llevándolas á Hungría donde se casaria él con Lindabella, y que sabiéndolo Leuridemo, recibiria por mujer á Mitilene; y habiéndolas embarcado con este engaño, se hizo relacion de todo y de la huida de la nave, contándoselo á Leuridemo, que estaba en el jardin de Aurora con Fabio su jardinero, Belisa, dama, que muy lastimada vino á darle cuenta, y diciendo que ya parecia en el mar, se corrieron todas las cortinas desocupando la vista al rio, quedando descubierto gran parte de él.

Echando Leuridemo maldiciones á la sábia y á la nave, pasó á vista de todos con velocidad, pero de suerte[p. 491] que duró el poder verla por medio cuarto de hora; llevaba á Aurora, Lindabella, Mitilene, Circea, Rolando, su paje Celio y gentes de mar, con muchas luces, gallardetes, flámulas, estandartes y banderolas de diferentes colores, velas tendidas, que con la variedad de joyas, plumas, tocas y galas de los que en ella iban, fué la más bella y alegre vista que en las aguas pudo esperarse, y parecia que las fabulosas córtes de Neptuno eran verdaderas y que el mismo Júpiter y las demas fingidas diosas se habian juntado en el globo de la nave, queriendo mostrar á porfía el poder de su hermosura y deidad. Cerróse la vista al rio, y Leuridemo prosiguió en sus execraciones con tan viva voz y lastimado sentimiento, que si la nave llevára hombres-fieras ó mármoles, los enterneciera y obligára con sus quejas á detenerse y á escucharlas, sin reparar en que eran lágrimas de comedia; entróse Leuridemo y cerróse la vista al rio.

Gonforrosto mandó á sus capitanes sacrificasen á Liriodoro, y habiéndolo hecho, salió Tisbe preguntándoles por él y se le enseñaron, abriendo el templo movido sobre el perno en que estaba fabricado, para que se pudiese gozar de su vista, pareció lleno de luces, velillos y chapas de plata, y sobre el ara la figura de Diana, vestida de raso blanco, guarnicion de plata, cabello suelto y un venablo en la mano. Viendo Tisbe muerto á Liriodoro sobre la última grada del altar, tomando un puñal á Gonforrosto, se mató dejándose caer sobre el cuerpo; cerróse el templo, y fuéronse los salvajes admirados retirándose á su lugar.

Salió Leuridemo con Cintio, capitan, que le representó Andres de Alcocer, señor de Tovilla, á quien por sus gracias singulares quiso su alteza repartir papel en esta comedia, porque no le faltase entremes; traia Leuridemo gente de guerra y armada de mar en seguimiento de la nave, y él y los que en ella iban y los que andaban por la montaña, se hallaron juntos al pié de ella,[p. 492] por tormentas y otros sucesos; y dándose cuenta de ellos unos á otros, salió Doris, ninfa de Diana, con jubon y basquiña de raso blanco y guarnicion de oro, baquero de velo de plata y muchas plumas y tocas, con dos guirnaldas de flores en un cestillo, que de parte de la diosa traia para los dos amantes muertos, y contando á todos el caso, se abrió el templo y parecieron los dos tendidos en las gradas; coronólos Doris, todos les dijeron singulares elogios, y pidieron á Leuridemo les cantase una elegía, y tomando la guitarra, la señora doña Catalina de Acuña se la cantó con tanta suavidad y propiedad de fúnebres y lastimosos acentos y quiebros enamorados, que resucitáran los muertos, si lo fueran, para oirlas.

Bajo la nube que estaba sobre el monte Iman, y en medio de la bajada se abrió, con admirable vista de la hermosura de su fábrica y majestad interior, mostrando muchas alas doradas de lucidísimo adorno, y extendiendo muchos círculos, que se extendian unos en otros á modo de esfera; venía dentro Cupido á casarse con Aurora, y en llegando al suelo salió á darla la mano, y llevándola á la derecha, se sentaron en la nube, y cerrándose se levantó á su lugar. Los demas se casaron con quien cada uno queria, que la facultad general de dispensar en esto sólo la tienen los poetas.

Así tuvo fin esta gran comedia, gobernando el Príncipe nuestro señor cuanto en ella se representó, y salidas y entradas de todos, con gran puntualidad y cuidado, advirtiendo lo que habian de hacer, sin que en alguna hubiese falta.

La admiracion que puede causar lo que se ha dicho de su Alteza, y la verdad de lo que pasó, que fué mucho mayor, pondérenlo sus reinos y los del mundo, para esperar los efectos que pueden prometer de estas muestras de su gran caudal en tan tiernos años: muchos guarde Dios á su Alteza. Acabada la farsa, tomó fer[p. 493]reruelo y sombrero, y se fué á sentar junto á su padre para ver la máscara en que se remató la fiesta.

Acabada la comedia, quitaron los oficiales el templo de Cupido tan sordamente, que no pudo percibirlo el auditorio, quedando solas las puertas que hacian la superficie á la fachada del vestuario.

Despues de haber tañido los violones, lo que bastó para dar lugar á que se vistiesen las de máscaras, abriéndose la selva, se presentaron parejas á la vista, cuatro damas con máscaras negras rajadas, baqueros y basquiñas de raso encarnado, guarnecido de oro, verdugados, mantos de velillo de plata, abaninos y tocados de argentería, hachas en las manos. Eran la serenísima Reina, las señoras doña Isabel de la Cueva, doña Ana María de Acuña, doña Estefanía de Mendoza: salieron al teatro iguales, y habiendo danzado un rato airosísimamente, en la mesma igualdad, vueltos los rostros al vestuario, pareció la segunda cuadrilla, baqueros y basquiñas de raso blanco, guarnicion de plata, mantos de velillo blanco y negros, y plumas de los mismos colores y conformes en lo demas con la primera cuadrilla; eran las señoras doña Juana de Castro, doña Catalina de la Cerda, doña Mariana de Córdoba, doña Catalina de Acuña, y habiéndose recibido, y juntas danzado con algunas vueltas y mudanzas mirando al vestuario, una cuadrilla delante otra, hallándose cerca de Su Majestad, se mostró la tercera, vestida de raso azul, guarnicion de oro, mantos de velillo de plata encarnado, tocas de plata y conformes en lo demas; eran las señoras doña Juana Portocarrero, doña Luisa Osorio, doña Juana de Noroña, doña Isabel de Aragon. Habiéndose recibido iguales, danzaron media hora con muchas vueltas y lazos, que con dificultad se percibian, mas anduvieron con tanta destreza en todo, que cuanto más confusa se hallaba la vista de cuantos lo miraban, salian más concertadas en sus puestos. Guió la máscara la Reina dies[p. 494]trísimamente y con tal cuidado, que cuando le faltára á quien la seguia, no pudiera perderse; mas todas anduvieron con tanta cuenta y arte, que pudieron acompañar tan gran Reina, en presencia de tan alta majestad.

Para hablar de la representacion, aire, gala y bizarría de la cristianísima Reina, no hay palabras, y así se quede á la contemplacion de los que conocen su divina hermosura y participan la comunicacion de su soberano entendimiento, y para los que se hallaron presentes este dia, que por lo ménos venerarán con silencio y éxtasis la parte que pudieron comprender.

Decir en particular la perfeccion con que cada una hizo lo que le tocaba, y declarar las galas, joyas y costosísimos aderezos que sacaron, no es posible, porque ningunas relaciones bastan ni pudo percibirse cuanto se vió, ni empezándose á tratar de ellos puede poner fin á lo que se dijese, porque es ofenderlo todo y temeridad hablar en ello, ni yo me atreviera á hacer este borron si no me lo mandáran; ocasion tienen los célebres ingenios de estos tiempos para eternizarse con tan gran sujeto de sus historias y poesías.

FIN.

Adorno de fin de capítulo

[p. 495]

ÍNDICE.

  Páginas.
Advertencia preliminar. V
Amor, pleito y desafío. 1
Fac-símil. 119
Amor con vista. 121
La Prueba de los amigos. 237
Un pastoral albergue. 361
Relacion de la comedia El premio de la hermosura. 479
Adorno de fin de capítulo

NOTAS

[1] Con el título de Las comedias de Lope de Vega Carpio se publicó, desde 1609 á 1647, una coleccion de sus obras dramáticas, que consta de veinte y cinco partes ó tomos en 4.º, de alguno de los cuales hay várias ediciones. Lope no reconoció como legítimas más que las publicadas desde la parte novena, pues las anteriores, dice, estaban tan adulteradas, que era imposible llamarlas suyas. Sueltas ó reunidas se han publicado ademas otras muchas comedias de Lope, pero la mejor coleccion hasta ahora publicada es la que el Excmo. Sr. D. Juan Eugenio de Hartzenbusch dió á luz en la Biblioteca de Autores Españoles, con el título de Comedias escogidas de frey Lope Félix de Vega Carpio, cuatro tomos en 4.º mayor, que comprenden ciento doce comedias.

[2] Entre otros, la correspondencia de Lope de Vega con el Duque de Sesa, la cual nos da á conocer al poeta bajo un punto de vista completamente distinto del que le han presentado hasta aquí todos sus biógrafos.

[3] La égloga á Claudio, áun cuando escrita en 1632, se publicó, despues de muerto Lope, en La Vega del Parnaso por el Fénix de España frey Lope Félix de Vega Carpio, del hábito de San Juan, procurador fiscal de la cámara apostólica, dirigida al Excmo. Sr. D. Luis Fernandez de Córdova Cardona y Aragon, duque de Sesa, etc. En Madrid, en la imprenta del reino, año de 1637. Aludimos á los conocidos versos que dicen:

Mil y quinientas fábulas admira,

Que la mayor el número parece;

Verdad que desmerece,

Por parecer mentira;

Pues más de ciento, en horas veinte y cuatro,

Pasaron de las Musas al teatro.

Ademas de este dato, hay otros muchos que lo confirman, pudiendo seguir paso á paso la prodigiosa fecundidad del poeta. En las listas de sus comedias que acompañó al Peregrino, se cuentan doscientas diez y nueve; en el Arte de hacer comedias dice llevaba concluidas cuatrocientas ochenta y tres; en la Oncena parte de sus Comedias, llegan ya éstas al número de ochocientas, y al de novecientas en la Parte catorce de las mismas, y por último, en el prólogo de la Parte veinte se expresa así: «Las almas cándidas tendrán esperanza de que, como he vivido bastante para escribir mil y setenta comedias, tendré tambien vida para imprimirlas.»

[4] «Escribió él solo más en número y en calidad que todos los poetas antiguos y modernos, y sino, pónganse sus obras (que no es dificultoso, pues todos las tenemos en las librerías) y las de Lope en una balanza, y se verá la ventaja con la experiencia. Las comedias representadas llegan á mil ochocientas. Los autos sacramentales pasan de cuatrocientos.» Fama póstuma á la vida y muerte del doctor frey Lope Félix de Vega Carpio, y elogios panegíricos á la inmortalidad de su nombre, escritos por los más esclarecidos ingenios, solicitados por el doctor Juan Perez de Montalban. Madrid, 1639. Fólio 11 vuelto y 12.

[5] El Peregrino en su patria, dedicado á D. Pedro Fernandez de Córdova, marqués de Priego, señor de la casa de Aguilar. Sevilla, 1604, en 4.º En esta edicion, que es la primera, publicó Lope una lista de las comedias que habia compuesto hasta entónces, y comprende doscientas diez y nueve; en otra edicion de la misma obra, hecha en Madrid, 1618, añade á la lista anterior ciento catorce comedias más.

[6] Catálogo bibliográfico y biográfico del Teatro Antiguo Español, desde sus orígenes hasta mediados del siglo XVIII, por D. Cayetano Alberto de la Barrera y Leirado. Madrid, 1860, pág. 425.

[7] Don Juan de Alarcon y Mendoza, por D. Luis Fernandez-Guerra y Orbe, obra premiada en público certámen de la Real Academia Española, y publicada á sus expensas. Madrid, 1871, pág. 234.

[8] Véase en la página 119 el facsimil que publicamos.

[9] No sucedió así en su tiempo, pues la comedia se representó, que sepamos, en Madrid, Zaragoza y Lisboa; véanse las páginas 235 y 236 del presente volúmen.

[10] La Barrera y Leirado, obra ántes citada, páginas 433 y 436.

[11] La Barrera y Leirado, ibid., pág. 436. Memoria remitida al Excmo. Sr. Ministro de Fomento, Instruccion y Obras públicas, por el Director de la Biblioteca Nacional. Madrid, 1865, pág. 111.

[12] Debemos subsanar aquí, á propósito de las personas á quienes debemos gratitud y favor por lo que nos han ayudado en nuestra publicacion, un olvido involuntario padecido en la advertencia que precede al Cancionero de Stúñiga, dejando allí de consignar la parte que tuvo en que le diésemos á luz el entendido bibliófilo Sr. D. Joaquin de Azpiazu y Cuenca.

[13] Hay un claro en el MS.


Nota de transcripción







End of the Project Gutenberg EBook of Comedias inéditas, by Lope de Vega

*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK COMEDIAS INÉDITAS ***

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