The Project Gutenberg EBook of Fábulas, by Félix Samaniego

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Title: Fábulas

Author: Félix Samaniego

Release Date: July 26, 2017 [EBook #55206]

Language: Spanish

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{1}

FÁBULAS
DE
SAMANIEGO

NOVÍSIMA EDICIÓN ILUSTRADA

CON NOTAS GRAMATICALES, LITERARIAS, ETC.
UN VOCABULARIO DE LOS NOMBRES HISTÓRICOS Y GEOGRÁFICOS
Y UN RETRATO DEL AUTOR

POR

MIGUEL DE TORO GÓMEZ

Licenciado en Filosofía y Letras
Oficial de Academia
y Autor del Nuevo Diccionario enciclopédico ilustrado

[Imagen no disponible.]

PARÍS

LIBRERÍA ARMAND COLIN 5, RUE DE MÉZIÈRES, 5

1902

Los derechos reservados.

{2}

Al Índice

ABREVIATURAS

aument. aumentativo. incorr. incorrección ó incorrecto.
ant. anticuado. J. C. Jesucristo.
DERIV. derivado, derivados. kil. kilómetro.
desp. despectivo. m. adv. modo adverbial.
dim. diminutivo. pág. página.
ej.: ejemplo ó ejemplos. p. a. participio activo.
expr. expresión. p. p. participio pasivo.
fam. familiar. pron. pronombre.
fem. femenino. refr. refrán.
fr. frase. SINÓN. sinónimos.
hab. habitante ó habitantes.    v. véase.

{3}

INTRODUCCIÓN

Uno de los más recientes biógrafos de Samaniego decía no hace mucho (agosto de 1901), hablando de sus obras: «Sus Fábulas, que han alcanzado cientos de ediciones, corren de mano en mano, siendo obligado libro de lectura en todas las escuelas de primera enseñanza.»

Pues bien, no obstante la popularidad de estas fábulas, es tal la fuerza de la rutina, la mezquindad de ciertos editores y hasta, si se quiere, la indiferencia de los autores, que nadie ha pensado en hacer ediciones convenientemente anotadas, como las hay en Francia, muy numerosas y esmeradas, de las Fábulas de La Fontaine. Y sin embargo, pocos libros habrá que tanto lo necesiten. Los niños repiten como papagayos multitud de nombres de personas y cosas de que no se dan cuenta. He aquí en prueba de ello algunos pasajes escogidos entre mil:

¡Oh jóvenes amables
Que en vuestros tiernos años
Al templo de Minerva...
. . . . . . . . . . . . . . . .
De doradas espigas
Como Ceres rodeado.
. . . . . . . . . . . . . . . .
Pues, escuchad á Esopo,
Mis jóvenes amados.
. . . . . . . . . . . . . . . .
Júpiter que se vió con tal basura...
. . . . . . . . . . . . . . . .
No á pares, á docenas encontraba
Las monas en Tetuán....
. . . . . . . . . . . . . . . .
{4} Simónides en Asia se enriquece....
. . . . . . . . . . . . . . . .
Ó tal vez como Ulises has corrido...
. . . . . . . . . . . . . . . .
Si con sus serenatas
El mismo Farinello....
. . . . . . . . . . . . . . . .
Que perdió las suyas
Allá en Campo Santo....

¿Qué sabe el niño quiénes fueron ó qué significan las palabras Minerva, Ceres, Esopo, Júpiter, Tetuán, Simónides, Asia, Ulises, Farinello y Campo Santo?

Y esto, dado caso que la edición sea correcta; pues tenemos á la vista dos ediciones de estas Fábulas, hechas por una de las librerías más antiguas de París (en materia de libros españoles) y en ellas faltan hasta versos enteros, lo cual hace incomprensible el texto.

Á esto se agrega la necesidad de explicar ciertas formas y palabras, ya arcaicas, ya neológicas, y ciertos giros poco usuales ó que contravienen, en parte, á las leyes corrientes del lenguaje.

Hemos creído, pues, prestar un servicio, lo mismo á los alumnos que á los profesores, ofreciéndoles una edición correcta y cuidadosamente anotada, á la que hemos agregado un Vocabulario completo de nombres mitológicos, geográficos é históricos. No dudamos que la ilustrada clase de Profesores y Directores de colegios se apresurará á adoptarla, desterrando de las aulas esas ediciones cojas, incorrectas, descuidadas, que son una afrenta para los libreros que las dan á luz, una falta de consideración á los profesores, y un ultraje á la memoria del insigne Samaniego.

M. de T. G.

Paris, 1º de diciembre de 1901. {5}

[Imagen no disponible.]

SAMANIEGO

El ilustre fabulista, llamado con justicia por Príncipe y por otros el La Fontaine español, nació en 1745 y murió en la villa de Laguardia en 1801, después de emplear su vida en el fomento de los intereses de su país natal. Fué uno de los primeros que se alistaron en aquellas famosas Sociedades de Amigos del País, iniciadas y fomentadas en tiempo de Carlos III y á las que tanto debe nuestra patria. Miembro de la Sociedad Vascongada, establecida en 1645, consagró todos sus esfuerzos y energía á promover y mejorar la educación popular y á este fin compuso[1] su notable colección de Fábulas destinadas, como reza el título, Á los caballeros alumnos del Real Seminario Patriótico vascongado, fundado por la indicada sociedad. Según Ticknor en su Historia de la literatura española, «la primera parte (de las Fábulas) publicada en 1781 y por lo tanto un año antes que la colección de Iriarte, habla de éste como de su{6} modelo[2], sin dejar duda, por lo mismo, de que había visto sus fábulas. Publicóse la segunda en 1784, cuando ya la de su rival había sido aplaudida por el público, de donde se originó la ruptura de sus buenas relaciones, mediando entre ambos cuestiones y folletos que les hacen poco honor... Las fábulas de Samaniego no están seguramente tan bien escritas como las de Iriarte, ni aplicadas con tanta exactitud y originalidad; pero son más sencillas, más naturales y más á propósito para el común de los lectores.»

El eminente crítico Sr. Menéndez y Pelayo, en su obra Los Heterodoxos, habla largamente acerca de otros trabajos de Samaniego y de sus tendencias filosóficas.

Sin embargo, cualquiera que sea el juicio que pueda formarse sobre sus demás escritos, no puede negarse que sus fábulas tuvieron y siguen teniendo la mayor aceptación entre maestros y discípulos, y que constituyen una obra indispensable en las escuelas.

Mi ilustre amigo y maestro, el eximio literato Don Juan Valera, á quien daba cuenta no ha mucho de mi propósito de publicar la presente edición, me decía en fecha reciente (31 de diciembre de 1901): «Mucho celebro que publique Ud. ahí una bonita edición de las fábulas de Samaniego, anotada por Ud. Estas fábulas, en mi sentir, son preciosas y bien pueden entrar en competencia con las de La Fontaine, que se ponen tan por las nubes.»

En 11 de agosto del año pasado hizo justamente un siglo que falleció el insigne fabulista[3], y el 11 de septiembre del mismo año organizó la ilustre Sociedad Económica Vascongada de Amigos del País, en honor suyo, una solemne fiesta en el Palacio de Bellas Artes de San Sebastián,{7} con motivo del centenario de su muerte[4]. De este modo procuraba corresponder al cariño de su hijo predilecto, que había hecho inmortal su nombre, inscribiéndole al frente de la 1ª edición de sus Fábulas.

La junta de Gobierno de dicha Sociedad, que tiene por presidente á D. Leonardo Moyúa y por secretario general á D. Tomás Berminghan, no perdonó medio para dar el mayor brillo y realce á tan patriótica ceremonia, en la que figuraba, presidiendo la escena, el notable busto de Samaniego debido al cincel del escultor bilbaino Sr. Larrea[5]. En un inspirado discurso, cuyos elocuentes párrafos arrancaron frecuentes aplausos, trazó un animado cuadro de la vida y trabajos de nuestro poeta, el elegante escritor, profesor y erudito polígrafo D. Ricardo Becerro de Bengoa[6].

Puso término á la patriótica ceremonia con sentida, al par que elocuente peroración, el Excmo. Sr. Duque de Almodóvar del Río, Ministro de Estado, que hizo notar con mucha oportunidad que «en las Fábulas morales del insigne hijo de Laguardia, no sólo gustamos las primicias del arte literario, sino que aprendimos los preceptos morales, que más tarde en nuestra vida habían de guiarnos, con más gusto, con mayor placer que cuando esos mismos preceptos eran expuestos con la severidad de la ciencia en los tratados áridos de la Filosofía Moral.»

Para terminar, agregaremos las siguientes notas que consignan los biógrafos de Samaniego: «era de estatura pequeña, pelo negro, cara un poco larga y expresiva; y en cuanto á lo moral, algo escéptico, socarrón y alegre.»{8}

Con motivo de la celebración de su centenario, casi todos los periódicos españoles han honrado la memoria de Samaniego, lo cual demuestra, bien á las claras, que, lejos de irse amortiguando su gloria y fama, no han hecho sino crecer y consolidarse.

Miguel de Toro Gómez.

París, 7 de enero de 1902.

[Imagen no disponible.]

{9}

PRÓLOGO DEL AUTOR

Muchos son los sabios de diferentes siglos y naciones que han aspirado al renombre de fabulistas; pero muy pocos los que han hecho esta carrera felizmente. Este conocimiento debiera haberme retraído del arduo empeño de meterme á contar fábulas en verso castellano. Así hubiera sido; pero permítame el público protestar con sinceridad en mi abono, que en esta empresa no ha tenido parte mi elección. Es puramente obra de mi pronta obediencia, debida á una persona, en quien respeto unidas las calidades de tío, maestro y jefe.

En efecto, el director de la real Sociedad Vascongada, mirando la educación como á basa en que estriba la felicidad pública, emplea la mayor parte de su celo patriótico en el cuidado de proporcionar á los jóvenes alumnos del real Seminario Vascongado cuanto conduce á su instrucción; y siendo, por decirlo así, el primer pasto conque se debe nutrir el espíritu de los niños, las máximas morales disfrazadas en el agradable artificio de la fábula, me destinó á poner una colección de ellas en verso castellano, con el objeto de que recibiesen esta enseñanza, ya que no mamándola con la leche, según deseó Platón, á lo menos antes de llegar á estado de poder entender el latín.

Desde luego di principio á mi obrilla. Apenas pillaban los jóvenes seminaristas alguno de mis primeros ensayos, cuando los leían y estudiaban á porfía con indecible placer y facilidad; mostrando en esto el deleite que les causa un cuentecillo adornado con la dulzura y armonía poética, y libre para ellos de las espinas de la traducción, que tan desagradablemente les punzan en los principios de su enseñanza.

Aunque esta primera prueba me asegura en parte de la utilidad de mi empresa, que es la verdadera recomendación de un escrito, no se contenta con ella mi{10} amor propio. Siguiendo éste su ambiciosa condición, desea que respectivamente logren mis fábulas igual acogida que en los niños, en los mayores, y aun, si es posible, entre los doctos; pero á la verdad esto no es tan fácil. Las espinas que dejan de encontrar en ellas los niños, las hallarán los que no lo son en los repetidos defectos de la obra. Quizá no parecerán éstos tan de marca, dando aquí una breve noticia del método que he observado en la ejecución de mi asunto, y de las razones que he tenido para seguirlo.

Después de haber repasado los preceptos de la fábula, formé mi pequeña librería de fabulistas: examiné, comparé y elegí para mis modelos entre todos ellos, después de Esopo, á Fedro y La Fontaine; no tardé en hallar mi desengaño. El primero, más para admirado que para seguido, tuve que abandonarle á los primeros pasos. Si la unión de la elegancia y laconismo sólo está concedida á este poeta en este género, ¿cómo podrá aspirar á ella quien escribe en lengua castellana, y palpa los grados que á ésta le faltan para igualar á la latina en concisión y energía? Este conocimiento, en que me aseguró más y más la práctica, me obligó á separarme de Fedro.

Empecé á aprovecharme del segundo, como se deja ver en las fábulas de La Cigarra y la Hormiga, El Cuervo y el Zorro y alguna otra; pero reconocí que no podía, sin ridiculizarme, trasladar á mis versos aquellas delicadas nuevas gracias y sales, que tan fácil y naturalmente derrama este ingenioso fabulista en su narración.

No obstante, en el estudio que hice de este autor, hallé no solamente que la mayor parte de sus argumentos son tomados de Locmano, Esopo[7] y otros de los antiguos, sino que no tuvo reparo en entregarse á seguir su propio carácter tan francamente, que me atrevo á asegurar que apenas tuvo presente otro precepto, en la narración, que la regla general que él mismo asienta en el prólogo de sus fábulas en boca de Quintiliano: Por mucho gracejo que se dé á la narración, nunca será demasiado.

Con las dificultades que toqué al seguir, en la formación de mi obrita, á estos dos fabulistas, y con el ejemplo que hallé en el último, me resolví á escribir tomando en cerro los argumentos de Esopo, entresacando{11} tal cual de algún moderno, y entregándome con libertad á mi genio, no sólo en el estilo y gusto de la narración, sino aun en el variar rara vez algún tanto ya del argumento, ya de la aplicación de la moralidad, quitando, añadiendo ó mudando alguna cosa que, sin tocar al cuerpo principal del apólogo, contribuya á darle cierto aire de novedad y gracia.

En verdad que, según mi conciencia, más de cuatro veces se peca en este método contra los preceptos de la fábula; pero esta práctica licenciosa es tan corriente entre los fabulistas, que cualquiera que se ponga á cotejar una misma fábula en diferentes versiones, la hallará tan transformada en cada una de ellas respecto del original que, degenerando por grados de una en otra versión, vendrá á parecerle diferente en cada una de ellas. Pues si con todas estas licencias ó pecados contra las leyes de la fábula, ha habido fabulistas que han hecho su carrera hasta llegar al tempo de la inmortalidad, ¿á qué meterme yo en escrúpulos que ellos no tuvieron?

Si en algo he empleado casi nimiamente mi atención, ha sido en hacer versos fáciles, hasta acomodarlos, según mi entender, á la comprensión de los muchachos. Que alguna vez parezca mi estilo no sólo humilde, sino aun bajo, malo es; mas ¿no sería muchísimo peor que, haciéndolo incomprensible á los niños, ocupasen éstos su memoria con inútiles coplas?

Á pesar de mi desvelo en esta parte, desconfío de conseguir mi fin. Un autor moderno, en su Tratado de Educación, dice que en toda la colección de La Fontaine no conoce sino cinco ó seis fábulas, en que brilla con eminencia la sencillez pueril; y aun, haciendo análisis de alguna de ellas, encuentra pasajes desproporcionados á la inteligencia de los niños.

Esta crítica ha sido para mí una lección. Confesaré sinceramente que no he acertado á aprovecharme de ella, si en mi colección no se halla más de la mitad de fábulas que, en la claridad y sencillez del estilo, no pueda apostárselas á la prosa más trivial. Éste me ha parecido el solo medio de acercarme al lenguaje en que debemos enseñar á los muchachos; pero ¿quién tendrá bastante filosofía para acertar á ponerse en el lugar de éstos, y medir así los grados á que llega la comprensión de un niño?{12}

En cuanto al metro, no guardo uniformidad: no es esencial á la fábula, como no lo es al epigrama y á la lira, que admiten infinita variedad de metros. En los apólogos hay tanta inconexión de uno á otro, como en las liras y epigramas. Con la variedad de metros he procurado huír de aquel monotonismo[8] que adormece los sentidos y se opone á la varia armonía, que tanto deleita el ánimo y aviva la atención. Los jóvenes que tomen de memoria estos versos, adquirirán con la repetición de ellos alguna facilidad en hacerlos arreglados á las diversas medidas, á que por este medio acostumbren su oído.

Verdad es que se hallará en mis versos gran copia de endecasílabos pareados con la alternativa de pies quebrados ó de siete sílabas; pero me he acomodado á preferir su frecuente uso al de otros metros, por la ventaja que no tienen los de estancias más largas, en las cuales, por acomodar una sola voz que falte para la clara explicación de la sentencia, ó queda confuso y como estrujado el pensamiento, ó demasiadamente holgado y lleno de ripio.

En conclusión, puede perdonárseme bastante por haber sido el primero en la nación que ha abierto el paso á esta carrera, en que he caminado sin guía, por no haber tenido á bien entrar en ella nuestros célebres poetas castellanos. Dichoso yo si logro que, con la ocasión de corregir mis defectos, dediquen ciertos genios poéticos sus tareas á cultivar este y otros importantes ramos de instrucción y provecho. Mientras así no lo hagan, habremos de contentarnos con leer sus excelentes églogas, y sacar de sus dulcísimos versos casi tanta melodía como de la mejor música del divino Haydn, aunque tal vez no mayor enseñanza ni utilidad.

ADVERTENCIA.

A excepción de un corto número de argumentos sacados de Esopo, Fedro y La Fontaine, todos los asuntos contenidos en los apólogos de los libros VI, VII y VIII, pertenecen al fabulista inglés Gay. El libro IX es original.{13}

[Imagen no disponible.]

LIBRO PRIMERO

FÁBULA PRIMERA

El Asno y el Cochino

Á LOS CABALLEROS ALUMNOS

DEL REAL SEMINARIO PATRIÓTICO VASCONGADO

       Oh jóvenes amables
     Que, en vuestros tiernos años,
     Al templo de Minerva
     Dirigís vuestros pasos;
     Seguid, seguid la senda
     En que marcháis, guiados
     Á la luz de las ciencias
     Por profesores sabios.
     Aunque el camino sea
     Ya difícil, ya largo,
     Lo allana y facilita[9]
     El tiempo y el trabajo.
     Rompiendo el duro suelo,
     Con la esteva agobiado,
     El labrador sus bueyes
     Guía con paso tardo;
     Mas al fin llega á verse
     En medio del verano{14}
     De doradas espigas,
     Como Ceres[10], rodeado.
     Á mayores tareas,
     Á más graves cuidados
     Es mayor y más dulce
     El premio y el descanso.
     Tras penosas fatigas,
     La labradora mano
     ¡Con qué gusto recoge
     Los racimos de Baco[11]!
     Ea, jóvenes, ea,
     Seguid, seguid marchando
     Al templo de Minerva
     Á recibir el lauro.
     Mas yo sé, caballeros,
     Que un joven entre tantos
     Responderá á mis voces:
     No puedo, que me canso.
     Descanse en hora buena,
     ¿Digo yo lo contrario?
     Tan lejos estoy de eso,
     Que en estos versos trato
     De daros un asunto
     Que instruya deleitando.
     Los perros y los lobos,
     Los ratones y gatos,
     Las zorras y las monas,
     Los ciervos y caballos
     Os han de hablar en verso,
     Pero con juicio tanto,
     Que sus máximas sean
     Los consejos más sanos.
     Deleitaos en ello,
     Y con este descanso
     Á las serias tareas
     Volved más alentados.
     Ea, jóvenes, ea,
     Seguid, seguid marchando
     Al templo de Minerva
     Á recibir el lauro.{15}
     Pero ¡qué! ¿os detiene[12]
     El ocio y el regalo?
     Pues escuchad á Esopo,
     Mis jóvenes amados.
     Envidiando la suerte del Cochino[13]
Un Asno maldecía su destino.
Yo, decía, trabajo y como paja;
Él come harina y berza, y no trabaja.
Á mí me dan de palos cada día;
Á él le rascan y halagan á porfía.
Así se lamentaba de su suerte;
Pero luego que advierte
Que á la pocilga alguna gente avanza
En guisa de matanza[14],
Armada de cuchillo y de caldera,
Y que con maña fiera
Dan al gordo Cochino fin sangriento,
Dijo entre sí el Jumento:
Si en esto para el ocio y los regalos,
Al trabajo me atengo y á los palos.

FÁBULA II

[Imagen no disponible.]

La Cigarra y la Hormiga

    Cantando la Cigarra,
  Pasó el verano entero
  Sin hacer provisiones{16}
  Allá para el invierno.
  Los fríos la obligaron
  Á guardar el silencio,
  Y á acogerse al abrigo
  De su estrecho aposento.
  Vióse desproveída[15]
  Del preciso sustento,
  Sin mosca, sin gusano,
  Sin trigo, sin centeno.
  Habitaba la Hormiga
  Allí tabique en medio[16],
  Y con mil expresiones
  De atención y respeto
  La dijo:—Doña Hormiga,
  Pues que en vuestros graneros
  Sobran las provisiones
  Para vuestro alimento,
  Prestad alguna cosa
  Con que viva este invierno
  Esta triste Cigarra,
  Que alegre en otro tiempo,
  Nunca conoció el daño,
  Nunca supo temerlo.
  No dudéis en prestarme,
  Que fielmente prometo
  Pagaros con ganancias,
  Por el nombre que tengo.—
  La codiciosa Hormiga
  Respondió con denuedo,
  Ocultando á la espalda
Las llaves del granero:
—¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Díme pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?
—Yo, dijo la Cigarra,
Á todo pasajero
Cantaba alegremente
Sin cesar ni un momento.
—¡Hola! ¿conque cantabas{17}
Cuando yo andaba al remo[17]?
Pues ahora que yo como,
Baila ¡pese á tu cuerpo!

FÁBULA III

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El Muchacho y la Fortuna.

  Á la orilla de un pozo,
Sobre la fresca hierba,
Un incauto mancebo[18]
Dormía á pierna suelta.
Gritóle la Fortuna:
—Insensato, despierta;
¿No ves que ahogarte puedes
Á poco que te muevas?
Por ti y otros canallas
Á veces me motejan,
Los unos de inconstante,
Y los otros de adversa.
  Reveses de fortuna
Llamáis á las miserias:
¿Por qué, si son reveses
De la conducta necia?

{18}

FÁBULA IV

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La Codorniz.

  Presa en estrecho lazo
La Codorniz sencilla
Daba quejas al aire,
Ya tarde arrepentida.
—¡Ay de mí miserable,
Infeliz avecilla[19],
Que antes cantaba libre,
Y ya lloro cautiva!
Perdí mi nido amado,
Perdí en él mis delicias;
Al fin perdílo todo,
Pues que perdí la vida.
¿Por qué desgracia tanta?
¿Por qué tanta desdicha?
Por un grano de trigo:
¡Oh cara golosina!
¡El apetito ciego
Á cuántos precipita
Que, por lograr un nada,
Un todo sacrifican!

{19}

FÁBULA V

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El Águila y el Escarabajo.

«¡Qué me matan! favor»: así clamaba
Una Liebre infeliz, que se miraba
En las garras de un Águila sangrienta.
Á las voces, según Esopo cuenta,
Acudió un compasivo Escarabajo;
Y viendo á la cuitada en tal trabajo,
    Por libertarla de tan cruda muerte,
    Lleno de horror exclama de esta suerte:
    —Oh reina de las aves escogida,
    ¿Por qué quitas la vida
    Á este pobre animal, manso y cobarde?
    ¿No sería mejor hacer alarde
    De devorar á dañadoras fieras:
    Ó ya que resistencia hallar no quieras,
    Cebar tus uñas y tu corvo pico
    En el frío cadáver de un borrico?—
    Cuando el Escarabajo así decía,
    El Águila con desprecio se reía;
    Y sin usar de más atenta frase,
    Mata, trincha, devora, pilla y vase.
    El pequeño animal así burlado,
    Quiere verse vengado.
    En la ocasión primera
    Vuela al nido del Águila altanera:
    Halla solos los huevos y, arrastrando,
    Uno por uno fuélos[20] despeñando.{20}
    Mas como nada alcanza
    Á dejar satisfecha una venganza,
    Cuantos huevos ponía en adelante
    Se los hizo tortilla en el instante.
    La reina de las aves sin consuelo,
    Remontando su vuelo,
    Á Júpiter excelso humilde llega,
    Expone su dolor, pídele, ruega
    Remedie tanto mal. El dios propicio,
    Por un incomparable beneficio,
    En su regazo hizo que pusiese
    El Águila sus huevos, y se fuese;
    Que á la vuelta, colmada de consuelos[21],
    Encontraría hermosos sus polluelos[22].
    Supo el Escarabajo el caso todo;
    Astuto é ingenioso, hace de modo,
    Que una bola fabrica diestramente
    De la materia en que continuamente
    Trabajando se halla,
    Cuyo nombre se sabe, aunque se calla;
    Y que, según yo pienso,
    Para los dioses no es muy buen incienso.
    Carga con ella, vuela, y atrevido
    Pone su bola en el sagrado nido.
    Júpiter que se vió con tal basura,
    Al punto sacudió su vestidura,
    Haciendo, al arrojar la albondiguilla,
    Con la bola y los huevos su tortilla.
    Del trágico suceso noticiosa,
    Arrepentida el Águila y llorosa,
    Aprendió esta lección á mucho precio:
    Á nadie se le trate con desprecio,
    Como al Escarabajo;
    Porque al más miserable, vil y bajo,
    Para tomar venganza, si se irrita,
    ¿Le faltará siquiera una bolita?[23]

{21}

FÁBULA VI

  Cierto artífice pintó[24]
Una lucha, en que valiente,
Un Hombre tan solamente
Á un horrible León venció.
Otro León que el cuadro vió,
Sin preguntar por su autor,
En tono despreciador
Dijo: Bien se deja ver
Que es pintar como querer;
Y no fué león el pintor.

FÁBULA VII

[Imagen no disponible.]

La Zorra y el Busto.

  Dijo la Zorra al Busto,
Después de olerlo:
Tu cabeza es hermosa,
Pero sin seso[25].
  Como éste hay muchos
Que, aunque parecen hombres,
Sólo son bustos.

{22}

FÁBULA VIII

[Imagen no disponible.]

El Ratón de la corte y el del campo.

  Un Ratón cortesano
Convidó con un modo muy urbano
Á un Ratón campesino.
Dióle gordo tocino,
Queso fresco de Holanda;
Y una despensa llena de vianda
Era su alojamiento;
Pues no pudiera haber un aposento
Tan magníficamente preparado,
Aunque fuese en Ratópolis[26] buscado
Con el mayor esmero,
Para alojar á Roepán[27] primero.
Sus sentidos allí se recreaban:
Las paredes y techos adornaban,
Entre mil ratonescas[28] golosinas,
Salchichones, perniles y cecinas.
Saltaban de placer, ¡oh qué embeleso!
De pernil en pernil, de queso en queso.
En esta situación tan lisonjera
Llega la despensera:
Oyen el ruido, corren, se agazapan,
Pierden el tino; mas al fin se escapan
Atropelladamente
Por cierto pasadizo abierto á diente.
—¡Esto tenemos[29]! dijo el campesino;
Reniego yo del queso, del tocino,
Y de quien busca gustos
Entre los sobresaltos y los sustos.{23}
Volvióse á su campaña en el instante,
Y estimó mucho más de allí adelante,
Sin zozobra, temor, ni pesadumbres,
Su casita de tierra y sus legumbres.

FÁBULA IX

[Imagen no disponible.]

El Herrero y el Perro.

Un Herrero tenía
Un Perro, que no hacía
Sino comer, dormir y estarse echado.
De la casa jamás tuvo cuidado;
Levantábase sólo á mesa puesta:
Entonces con gran fiesta
Al dueño se acercaba,
Con perrunas[30] caricias le halagaba,
Mostrando de cariño mil excesos
Por pillar las piltrafas y los huesos.
—He llegado á notar, le dijo el amo
Que aunque nunca te llamo,
Á la mesa te llegas prontamente:
En la fragua jamás te vi presente;
Y yo me maravillo
De que, no despertándote el martillo,
Te desveles al ruido de mis dientes.
Anda, anda, poltrón; no es bien que cuentes
Que el amo, hecho un gañán y sin reposo,
Te mantiene á lo conde muy ocioso.{24}
El Perro le responde:
—¿Qué más tiene que yo cualquiera conde?
Para no trabajar debo al destino
Haber nacido perro y no pollino.
—Pues, señor conde, fuera de mi casa;
Verás en las demás lo que te pasa.
En efecto salió á probar fortuna,
Y las casas anduvo de una en una:
Allí le hacen servir de centinela,
Y que pase la noche toda en vela;
Acá de lazarillo[31] y de danzante;
Allá, dentro de un torno, á cada instante
Asa la carne que comer no espera.
Al cabo conoció de esta manera,
Que el destino, y no es cuento,
Á todos nos cargó, como al jumento.

FÁBULA X

[Imagen no disponible.]

La Zorra y la Cigüeña.

  Una Zorra[32] se empeña
En dar una comida á la Cigüeña.
La convidó con tales expresiones,
Que anunciaban sin duda provisiones
De lo más excelente y exquisito.
Acepta alegre, va con apetito;{25}
Pero encontró en la mesa solamente
Jigote[33] claro sobre chata fuente.
En vano á la comida picoteaba,
Pues era para el guiso que miraba
Inútil tenedor su largo pico.
La Zorra con la lengua y el hocico
Limpió tan bien su fuente, que pudiera
Servir de fregatriz, si á Holanda[34] fuera.
Mas, de allí á poco tiempo convidada
De la Cigüeña, halla preparada
Una redoma de jigote llena:
Allí fué su aflicción, allí su pena.
El hocico goloso al punto asoma
Al cuello de la hidrópica[35] redoma:
Mas en vano, pues era tan estrecho,
Cual si por la Cigüeña fuese hecho.
Envidiosa de ver que, á conveniencia,
Chupaba la del pico[36] á su presencia.
Vuelve, tienta, discurre,
Huele, se desatina; en fin, se aburre.
Marchó rabo entre piernas, tan corrida,
Que ni aun tuvo siquiera la salida
De decir: Están verdes, como antaño.
También hay para pícaros engaño.[37]

{26}

FÁBULA XI

[Imagen no disponible.]

Las Moscas.

  Á un panal de rica miel
Dos mil Moscas acudieron,
Que, por golosas, murieron
Presas de patas en él.
Otras[38] dentro de un pastel
Enterró su golosina.
  Así, si bien se examina,
Los humanos corazones
Perecen en las prisiones
Del vicio que los domina.

FÁBULA XII

[Imagen no disponible.]

El Leopardo y las Monas.

  No á pares, á docenas encontraba
Las Monas[39] en Tetuán, cuando cazaba,
Un Leopardo: apenas lo veían,
Á los árboles todas se subían,{27}
Quedando del contrario tan seguras,
Que pudiera decir: No están maduras[40].
El cazador astuto se hace el muerto
Tan vivamente, que parece cierto;
Hasta las viejas Monas[41],
Alegres en el caso y juguetonas,
Empiezan á saltar: la más osada
Baja, arrímase al muerto de callada;
Mira, huele, y aun tienta,
Y grita muy contenta:
«Llegad, que muerto está de todo punto,
Tanto que empieza á oler el tal difunto».
Bajan todas con bulla y algazara:
Ya le tocan la cara,
Ya le saltan encima;
Aquella se le arrima,
Y haciendo mimos á su lado queda;
Otra se finge muerta, y lo remeda.
Mas luego que las siente fatigadas
De correr, de saltar y hacer monadas[42],
Levántase ligero,
Y más que nunca fiero,
Pilla, mata, devora, de manera
Que parecía la sangrienta fiera,
Cubriendo con los muertos la campaña[43],
Al Cid matando Moros en España.
  Es el peor enemigo el que aparenta
No poder causar daño; porque intenta,
Inspirando confianza,
Asegurar su golpe de venganza.

{28}

FÁBULA XIII

[Imagen no disponible.]

El Ciervo en la fuente.

  Un Ciervo se miraba
En una hermosa cristalina fuente:
Placentero admiraba
Los enramados cuernos de su frente
Pero, al ver sus delgadas largas piernas,
Al alto cielo daba quejas tiernas.
«¡Oh dioses! ¿á qué intento[44],
Á esta fábrica hermosa de cabeza
Construís su cimiento,
Sin guardar proporción en la belleza?
¡Oh qué pesar! ¡oh qué dolor profundo,
No haber gloria cumplida en este mundo!
  Hablando de esta suerte
El Ciervo vió venir á un lebrel fiero.
Por evitar su muerte
Parte al espeso bosque muy ligero;
Pero el cuerno retarda su salida
Con una y otra rama entretejida.
  Mas libre del apuro
Á duras penas, dijo con espanto:
«Si me veo seguro,
Pese á mis cuernos, fué por correr tanto.
Lleve el diablo lo hermoso de mis cuernos;
Haga mis feos pies[45] el cielo eternos».{29}
  Así frecuentemente
El hombre se deslumbra con lo hermoso:
Elige lo aparente,
Abrazando tal vez lo más dañoso;
Pero escarmiente ahora en tal cabeza[46].
El útil bien es la mejor belleza.

FÁBULA XIV

El León y la Zorra[47].

  Un León, en otro tiempo poderoso,
Ya viejo y achacoso,
En vano perseguía hambriento y fiero
Al mamón[48] becerrillo y al cordero,
Que trepando por la áspera montaña
Huían libremente de su saña.
Afligido del hambre á par de muerte,
Discurrió su remedio de esta suerte:
Hace correr la voz de que se hallaba
Enfermo en su palacio, y deseaba
Ser de los animales visitado.
Acudieron algunos de contado;
Mas, como el grave mal que lo postraba
Era una hambre voraz, tan sólo usaba
La receta exquisita
De engullirse al Monsieur[49] de la visita.
Acércase la Zorra de callada,
Y á la puerta asomada,
Atisba muy de espacio
La entrada de aquel cóncavo palacio.
El León la divisó, y en el momento
La dice:—Ven acá, pues que me siento
En el último instante de mi vida:
Visítame como otros, mi querida.{30}
—¿Cómo otros? ¡ah, Señor! he conocido
Que entraron, sí, pero que no han salido.
Mirad, mirad la huella,
Bien claro lo dice ella;
Y no es bien el entrar do[50] no se sale.
La prudente cautela mucho vale.

FÁBULA XV

[Imagen no disponible.]

La Cierva y el Cervato.

  Á una Cierva decía[51]
Su tierno Cervatillo:—Madre mía,
¿Es posible que un perro solamente
Al bosque te haga huir cobardemente,
Siendo él mucho menor, menos pujante?
¿Por qué no has de ser tú más arrogante?
—Todo es cierto, hijo mío;
Y cuando así lo pienso, desafío
Á mis solas á veinte perros juntos:
Figúrome luchando, y que difuntos
Dejo á los unos; que otros falleciendo,
Pisándose las tripas, van huyendo
En vano de la muerte;
Y á todos venzo de gallarda suerte.{31}
Mas, si embebida en este pensamiento,
Á un perro ladrar siento,
Escapo más ligera que un venablo[52],
Y mi victoria se la lleva el diablo.
  Á quien no sea de ánimo esforzado,
No armarle de soldado;
Pues por más que, al mirarse la armadura,
Piense, en tiempo de paz, que su bravura
Herirá, matará cuanto acometa;
En oyendo en campaña la trompeta,
Hará lo que la corza[53] de la historia,
Mas que[54] el diablo se lleve la victoria.

FÁBULA XVI

[Imagen no disponible.]

El Labrador y la Cigüeña.

  Un Labrador miraba
Con duelo su sembrado,
Porque gansos y grullas
De su trigo solían hacer pasto.
Armó sin más tardanza
Diestramente sus lazos,
Y cayeron en ellos
La Cigüeña[55], las grullas y los gansos.{32}
—Señor rústico[56], dijo
La Cigüeña temblando,
Quíteme las prisiones,
Pues no merezco pena de culpados.
La diosa Ceres sabe,
Que lejos de hacer daño,
Limpio de sabandijas,
De culebras y víboras los campos.
—Nada me satisface,
Respondió el Hombre airado:
Te hallé con delincuentes,
Con ellos morirás entre mis manos.
  La inocente Cigüeña
Tuvo el fin desgraciado
Que pueden prometerse
Los buenos que se juntan con los malos.

FÁBULA XVII

[Imagen no disponible.]

La Serpiente y la Lima.

  En casa de un cerrajero[57]
Entró la serpiente un día,
Y la insensata mordía{33}
En una Lima de acero.
Díjole la Lima[58]:—El mal,
Necia, será para ti:
¿Cómo has de hacer mella en mí,
Que hago polvos el metal?
  Quien pretende, sin razón,
Al más fuerte derribar,
No consigue sino dar
Coces contra el aguijón.

FÁBULA XVIII

[Imagen no disponible.]

El Calvo y la Mosca.

  Picaba impertinente
En la espaciosa calva de un anciano
Una Mosca insolente.
Quiso matarla, levantó la mano,
Tiró un cachete, pero fuese salva,
Hiriendo el golpe la redonda calva.
  Con risa desmedida
La mosca prorrumpió:—Calvo maldito[59],
Si quitarme la vida
Intentaste por un leve delito,
¿Á qué pena condenas á tu brazo,
Bárbaro ejecutor de tal porrazo?
  —Al que obra con malicia,
La respondió el varón[60] prudentemente,
  Rigurosa[61] justicia{34}
Debe dar el castigo conveniente;
Y es bien ejercitarse la clemencia
En el que peca por inadvertencia.
  Sabe, Mosca villana,
Que coteja el agravio recibido
La condición humana
Según la mano de donde ha venido:
Que el grado de la ofensa á tanto asciende,
Cuanto sea más vil aquel que ofende.

FÁBULA XIX

[Imagen no disponible.]

Los dos Amigos y el Oso[62].

  Á dos Amigos se aparece un Oso:
El uno muy medroso,
En las ramas de un árbol se asegura:
El otro, abandonado á la ventura[63],
Se finge muerto repentinamente.
El Oso se le acerca lentamente;
Mas como este animal, según se cuenta[64],
De cadáveres nunca se alimenta,
Sin ofenderle le registra y toca,
Huélele las narices y la boca;
No le siente el aliento,{35}
Ni el menor movimiento;
Y así se fué diciendo sin recelo:
«Éste tan muerto está como mi abuelo.»
Entonces el cobarde,
De su grande amistad haciendo alarde,
Del árbol se desprende muy ligero,
Corre, llega y abraza al compañero:
Pondera la fortuna
De haberle hallado sin lesión alguna;
Y al fin le dice:—Sepas que he notado
Que el Oso te decía algún recado.
¿Qué pudo ser?—Direte lo que ha sido[65]:
  Estas dos palabritas al oído:
Aparta tu amistad de la persona
Que, si te ve en el riesgo, te abandona.

FÁBULA XX

[Imagen no disponible.]

El Águila, la Gata y la Jabalina.

  Un Águila anidó sobre una encina.
Al pie criaba cierta Jabalina;
Y era un hueco del tronco corpulento
De una Gata y sus crías aposento.
Esta gran marrullera
Sube al nido del Águila altanera,{36}
Y con fingidas lágrimas la[66] dice:
—¡Ay mísera de mí! ¡ay infelice!
Éste sí que es trabajo:
La vecina que habita el cuarto bajo,
Como tú misma ves, el día pasa
Hozando los cimientos de la casa:
La arruinará; y en viendo la traidora
Por tierra á nuestros hijos, los devora[67].
Después que dejó al Águila asustada,
Á la cueva se baja de callada[68],
Y dice á la cerdosa:—Buena amiga,
Has de saber que el Águila enemiga,
Cuando saques tus crías hacia el monte,
Las ha de devorar: así disponte.
La Gata, aparentando que temía,
Se retiró á su cuarto, y no salía
Sino de noche, que con maña astuta[69]
Abastecía su pequeña gruta[70].
La Jabalina, con tan triste nueva,
No salió de su cueva.
La Águila[71] en el ramaje temerosa,
Haciendo centinela no reposa.
En fin, á ambas familias la hambre mata[72],
Y de ellas hizo víveres la gata.
  ¡Jóvenes, ojo alerta, gran cuidado!
Que un chismoso[73] en amigo disfrazado,
Con capa de amistad cubre sus trazas,
Y así causan el mal sus añagazas.
[Imagen no disponible.]

{37}

[Imagen no disponible.]

LIBRO SEGUNDO

FÁBULA PRIMERA

El León con su ejército.

Á DON JAVIER MARÍA DE MUNIVE É IDIÁQUEZ

CONDE DE PEÑAFLORIDA, DIRECTOR PERPETUO DE LA REAL SOCIEDAD VASCONGADA DE LOS AMIGOS DEL PAÍS.

  Mientras que con la espada, en mar y tierra,
Los ilustres varones
Engrandecen su fama por la guerra
Sojuzgando naciones;
Tú, conde, con la pluma y el arado[74]
Ya enriqueces la patria, ya la instruyes;
Y haciendo venturosos, has ganado
El bien que buscas, y el laurel que huyes.
Con darte todo al bien de los humanos
No contento tu celo,
Supo unir á los nobles ciudadanos
Para felicidad del patrio suelo.{38}
La hormiga codiciosa
Trabaja en sociedad[75] fructuosamente;
Y la abeja oficiosa
Labra siempre ayudada de su gente.
Así unes á los hombres laboriosos,
Para hacer sus trabajos más fructuosos.
Aquél viaja observando
Por las naciones cultas;
Éste con experiencias va mostrando
Las útiles verdades más ocultas:
Cuál cultiva los campos, cuál las ciencias;
Y de diversos modos,
Juntando estudios, viajes y experiencias,
Resulta el bien en que trabajan todos.
¡En que trabajan todos! ya lo dije,
Por más que yo también sea contado;
El sabio presidente que nos rige,
Tiene aun al más inútil ocupado.
Darme, conde, querías un destino
Al contemplarme ocioso é ignorante:
Era difícil; mas al fin tu tino
Encontró un genio en mí versificante[76].
Á Fedro y La Fontaine por modelos
Me pusiste á la vista,
Y hallaron tus desvelos
Que pudiera ensayarme á fabulista.
Y pues viene al intento,
Pasemos al ensayo: va de cuento.
  El León, rey de los bosques poderoso,
Quiso armar un ejército famoso.
Juntó sus animales al instante:
Empezó por cargar al Elefante
Un castillo con útiles[77], y encima
Rabiosos Lobos que pusiesen grima.
Al Oso lo encargó de los asaltos:
Al Mono con sus gestos y sus saltos
Mandó que al enemigo entretuviese:{39}
A la Zorra que diese
Ingeniosos ardides al intento.
Uno gritó:—La Liebre y el Jumento,
Éste por tardo, aquélla por medrosa,
De estorbo servirán, no de otra cosa.
—¿De estorbo? dijo el rey, yo no lo creo:
En la Liebre tendremos un correo,
Y en el Asno mis tropas un trompeta.
Así quedó la armada bien completa.
  Tu retrato es el León, conde prudente.
Y si á tu imitación, según deseo,
Examinan los jefes á su gente,
A todos han de dar útil empleo.
¿Por qué no lo han de hacer? ¿Habrá cucaña
Como no hallar ociosos en España?

FÁBULA II

[Imagen no disponible.]

La Lechera.

  Llevaba en la cabeza
Una Lechera el cántaro[78] al mercado,
Con aquella presteza,
Aquel aire sencillo, aquel agrado,
Que va diciendo á todo el que lo advierte:
¡Yo si que estoy contenta con mi suerte!
Porque no apetecía{40}
Más compañía que su pensamiento,
Que alegre la ofrecía
Inocentes ideas de contento.
Marchaba sola la feliz Lechera,
Y decía entre sí de esta manera:
  —Esta leche vendida,
En limpio[79] me dará tanto dinero;
Y con esta partida
Un canasto[80] de huevos comprar quiero,
Para sacar cien pollos, que al estío
Me rodeen cantando el pío, pío.
  Del importe logrado
De tanto pollo, mercaré[81] un cochino;
Con bellota, salvado,
Berza, castaña engordará sin tino,
Tanto que puede ser que yo consiga
Ver como se le arrastra la barriga[82].
  Llevaréle[83] al mercado,
Sacaré de él sin duda buen dinero[84]
Compraré de contado
Una robusta vaca y un ternero
Que salte y corra toda la compaña[85]
Hasta el monte cercano á la cabaña.
  Con este pensamiento
Enajenada brinca de manera,
Que á su salto violento
El cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
¡Qué compasión! Á Dios[86] leche, dinero,
Huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
  ¡Oh loca fantasía,
Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría,
No sea que, saltando de contento,
Al contemplar dichosa tu mudanza,
Quiebre su[87] cantarillo la esperanza.{41}
  No seas ambiciosa
De mejor ó más próspera fortuna,
Que vivirás ansiosa,
Sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro,
Mira que ni el presente está seguro.

FÁBULA III

[Imagen no disponible.]

El Asno sesudo.

  Cierto Burro pacía
En la fresca y hermosa pradería[88]
Con tanta paz, como si aquella tierra
No fuese entonces teatro de la guerra.
Su dueño, que con miedo le guardaba,
De centinela en la ribera estaba:
Divisa al enemigo en la llanura;
Baja, y al buen Borrico le conjura[89]
Que huya precipitado.
El asno muy sesudo y reposado
Empieza á andar á paso perezoso.
Impaciente su dueño y temeroso
Con el marcial ruido
De bélicas trompetas al oído,
Le exhorta con fervor á la carrera.
—¡Yo correr! dijo el Asno, ¡bueno fuera!{42}
Que llegue en hora buena Marte[90] fiero:
Me rindo, y él me lleva prisionero.
Servir aquí ó allí ¿no es todo uno?
¿Me pondrán dos albardas? no, ninguno[91].
Pues nada pierdo, nada me acobarda,
Siempre seré un esclavo con albarda.
  No estuvo más en sí, ni más entero
Que el buen Pollino[92], Amiclas el barquero,
Cuando en su humilde choza le despierta
César con sus soldados á la puerta,
Para que á la Calabria los guiase.
¿Se podría encontrar quién no temblase,
Entre los poderosos,
De insultos[93] militares horrorosos
De la guerra enemiga?
No hay sino la pobreza que consiga
Esta grande exención; de aquí proviene[94]:
Nada teme perder quien nada tiene.

FÁBULA IV

[Imagen no disponible.]

El Zagal y las Ovejas.

  Apacentando un joven su ganado,
Gritó desde la cima de un collado[95]:{43}
¡Favor, que viene el lobo, labradores!
Éstos, abandonando sus labores,
Acuden prontamente,
Y hallan que es una chanza[96] solamente.
Vuelve á clamar, y temen la desgracia:
Segunda vez los burla: ¡linda gracia!
¿Pero qué sucedió la vez tercera?
Que vino en realidad la hambrienta fiera:
Entonces el Zagal se desgañita;
Y por más que patea, llora y grita,
No se mueve la gente escarmentada,
Y el lobo le devora la manada.
  ¡Cuántas veces resulta de un engaño
Contra el engañador el mayor daño!

FÁBULA V

[Imagen no disponible.]

El Águila, la Corneja y la Tortuga.

  Á una Tortuga un Águila arrebata:
La ladrona se apura y desbarata
Por hacerla pedazos,
Ya que no con la garra, á picotazos[97].
Viéndola una Corneja en tal faena,
La dice[98]:—En vano tomas tanta pena:
¿No ves que es la Tortuga, cuya casa
Diente, cuerno ni pico la traspasa[99];
Y si siente que llaman á su puerta,
Se finge la dormida, sorda ó muerta?—
¿Pues qué he de hacer?—Remontarás tu vuelo
Y en mirándote allá cerca del cielo,
La dejarás caer sobre un peñasco{44}
Y se hará una tortilla el duro casco.
La Águila[100], porque diestra lo ejecuta,
Y la Corneja astuta,
Por autora de aquella maravilla,
Juntamente comieron la tortilla.
  ¿Qué podrá resistirse á un poderoso
Guiado de un consejo malicioso?
De éstos tales se aparta el que es prudente;
Y así por escaparse de esta gente,
Las descendientes de la tal Tortuga
Á cuevas ignoradas hacen fuga[101].

FÁBULA VI

[Imagen no disponible.]

El Lobo y la Cigüeña.

  Sin duda alguna que se hubiera ahogado
Un Lobo con un hueso atragantado,
Si á la sazón no pasa una Cigüeña.
El paciente la ve, hácela seña[102];
Llega, y ejecutiva
Con su pico, jeringa primitiva,
Cual diestro cirujano,
Hizo la operación, y quedó sano.
Su salario pedía,
Pero el ingrato lobo respondía[103]:
—¿Tu salario? ¿pues qué más recompensa
Que el no haberte causado leve ofensa,{45}
Y dejarte vivir para que cuentes
Que pusiste tu vida entre mis dientes?
Marchó, por evitar una desdicha,
Sin decir tus ni mus[104] la susodicha.
  Haz bien, dice el proverbio castellano,
Y no sepas á quién; pero es muy llano
Que no tiene razón ni por asomo:
Es menester saber á quién y cómo.
El ejemplo siguiente
Nos hará esta verdad más evidente.

FÁBULA VII

El Hombre y la Culebra.

  Á una Culebra, que de frío yerta[105]
En el suelo yacía medio muerta,
Un Labrador cogió; mas fué tan bueno,
Que incautamente la abrigó en su seno.
Apenas revivió, cuando la ingrata
Á su gran bienhechor traidora mata.

FÁBULA VIII

[Imagen no disponible.]

El Pájaro herido de una flecha.

  Un Pájaro inocente
Herido de una flecha,{46}
Guarnecida de acero
Y de plumas ligeras,
Decía en su lenguaje
Con amargas querellas
«¡Oh crueles humanos,
Más crueles que fieras
Con nuestras propias alas,
Que la naturaleza
Nos dió, sin otras armas
Para propia defensa,
Forjáis el instrumento
De la desdicha nuestra,
Haciendo que inocentes
Prestemos la materia.
Pero no, no es extraño
Que así bárbaros sean
Aquellos que, en su ruina,
Trabajan, y no cesan.
Los unos y otros fraguan[106]
Armas para la guerra;
Y es dar contra sus vidas
Plumas para las flechas.»

FÁBULA IX

[Imagen no disponible.]

El Pescador[107] y el Pez.

  Recoge un Pescador su red tendida,
Y saca un pececillo.—Por tu vida,
Exclamó el inocente prisionero,{47}
Dame la libertad: sólo la quiero,
Mira que no te engaño,
Porque ahora soy ruin[108]; dentro de un año
Sin duda lograrás el gran consuelo
De pescarme más grande que mi abuelo.
¡Qué! ¿te burlas? ¿te ríes de mi llanto?
Sólo por otro tanto
Á un hermanito mío
Un señor Pescador lo tiró al río.—
¡Por otro tanto al río? ¡qué manía!
Replicó el Pescador; ¿pues no sabía
Que el refrán castellano
Dice: Más vale pájaro en la mano...[109]?
Á sartén te condeno, que mi panza
No se llena jamás con la esperanza.

FÁBULA X

[Imagen no disponible.]

El Gorrión y la Liebre.

  Un maldito[110] Gorrión así decía
Á una Liebre, que un Águila oprimía:
—¿No eres tú tan ligera,
Que si el perro te sigue en la carrera,
Le acarician y alaban como al cabo
Acerque sus narices á tu rabo?
Pues empieza á correr ¿qué te detiene?—
De este modo la insulta, cuando viene
El diestro Gavilán y le arrebata.
El preso chilla, el prendedor le mata;
Y la Liebre exclamó: Bien merecido:{48}
¿Quién te mandó insultar al afligido?
¿Y á más, á más meterte á consejero[111],
No sabiendo mirar por ti primero?

FÁBULA XI

[Imagen no disponible.]

Júpiter y la Tortuga.

  Á las bodas de Júpiter estaban
Todos los animales convidados:
Unos y otros llegaban
Á la fiesta nupcial apresurados[112].
No faltaba á tan grande concurrencia
Ni aun la reptil y más lejana oruga,
Cuando llega muy tarde y con paciencia[113]
Á paso perezoso la Tortuga.
Su tardanza reprende el dios airado;
Y ella le respondió sencillamente:
—Si es mi casita mi retiro amado,
¿Cómo podré dejarla prontamente?
Por tal disculpa Júpiter Tonante,
Olvidando el indulto de las fiestas,
La ley del caracol le echó al instante,
Que es andar con la casa siempre á cuestas.
  Gentes machuchas hay que hacen alarde[114]
{49} De que aman su retiro con exceso;
Pero á su obligación acuden tarde:
Viven como el ratón dentro del queso.

FÁBULA XII

[Imagen no disponible.]

El Charlatán.

  «Si cualquiera de ustedes
Se da por las paredes,
Ó arroja de un tejado,
Y queda á buen librar descostillado,
Yo me reiré muy bien: importa un pito[115],
Como tenga mi bálsamo exquisito».
Con esta relación un chacharero[116]
Gana mucha opinión y más dinero;
Pues el vulgo, pendiente de sus labios,
Más quiere á un charlatán que á veinte sabios.
Por esta conveniencia
Los hay el día de hoy en toda ciencia,
Que ocupan igualmente acreditados
Cátedras, academias y tablados.
Prueba de esta verdad será un famoso
Doctor en elocuencia, tan copioso
En charlatanería,{50}
Que ofreció enseñaría
Á hablar discreto, con fecundo pico,
En diez años de término á un borrico.
Sábelo el rey, le llama, y al momento
Le manda dé lecciones á un jumento;
Pero bien entendido.
Que sería, cumpliendo lo ofrecido,
Ricamente premiado;
Mas cuando no, que moriría ahorcado.
El doctor asegura nuevamente
Sacar un orador asno elocuente.
Dícele callandito[117] un cortesano:
—Escuche, buen hermano,
Su frescura me espanta:
Á cáñamo me huele su garganta.
—No temáis, señor mío,
Respondió el Charlatán, pues yo me río.
¿En diez años de plazo que tenemos,
El rey, el asno ó yo no moriremos?
  Nadie encuentra embarazo
En dar un largo plazo
Á importantes negocios; mas no advierte
Que ajusta mal su cuenta sin la muerte.

FÁBULA XIII

[Imagen no disponible.]

El Milano y las Palomas.

  Á las tristes Palomas un Milano,
Sin poderlas pillar, seguía en vano;
Mas él á todas horas
Servía de lacayo á estas señoras.
Un día, en fin, hambriento é ingenioso,{51}
Así las dice:—¿Amáis vuestro reposo,
Vuestra seguridad y conveniencia?
Pues creedme en mi conciencia:
En lugar de ser yo vuestro enemigo,
Desde ahora me obligo,
Si la banda por rey me aclama luego,
A tenerla en sosiego,
Sin que de garra ó pico tema agravio;
Pues tocante á la paz seré un Octavio[118].—
Las sencillas Palomas consintieron:
Aclámanlo por rey: ¡Viva, dijeron,
Nuestro rey el Milano!
Sin esperar á más, este tirano[119]
Sobre un vasallo mísero se planta:
Déjale con el viva[120] en la garganta;
Y continuando así sus tiranías,
Acabó con el reino en cuatro días.
  Quien al poder se acoja de un malvado,
Será, en vez de feliz, un desdichado.

FÁBULA XIV

[Imagen no disponible.]

Las dos Ranas.

  Tenían dos Ranas
Sus pastos[121] vecinos;{52}
Una en un estanque,
Otra en un camino.
Cierto día á ésta
Aquélla le dijo:
—¿Es creíble, amiga,
De tu mucho juicio,
Que vivas contenta
Entre los peligros,
Donde te amenazan,
Al paso preciso,
Los pies y las ruedas,
Riesgos infinitos?
Deja tal vivienda[122],
Muda de destino:
Sigue mi dictamen,
Y vente conmigo.—
En tono de mofa,
Haciendo mil mimos[123],
Respondió á su amiga:
—¡Excelente aviso!
¡Á mí novedades!
¡Vaya, qué delirio!
Eso si que fuera
Darme el diablo ruido.
¡Yo dejar la casa,
Que fué domicilio
De padres, abuelos
Y todos los míos,
Sin que haya memoria
De haber sucedido
La menor desgracia
Desde luengos[124] siglos!
—Allá te compongas:
Mas ten entendido,
Que tal vez suceda
Lo que no se ha visto.—
Llegó una carreta
Á este tiempo mismo,{53}
Y á la triste Rana
Tortilla la hizo.
  Por hombres de seso
Muchos hay tenidos,
Que á nuevas razones
Cierran los oídos.
Recibir consejos
Es un desvarío:
La rancia costumbre
Suele ser su libro.

FÁBULA XV

[Imagen no disponible.]

El parto de los Montes.

  Con varios ademanes[125] horrorosos
Los Montes de parir dieron señales:
Consintieron los hombres temerosos
Ver nacer los abortos más fatales.
Después que con bramidos espantosos
Infundieron pavor á los mortales,
Estos Montes, que al mundo estremecieron,
Un ratoncillo fué lo que parieron.
  Hay autores que, en voces misteriosas,
Estilo fanfarrón[126] y campanudo,
Nos anuncian ideas portentosas;
Pero suele á menudo
Ser el gran parto de su pensamiento,
Después de tanto ruido, sólo viento.

{54}

FÁBULA XVI

[Imagen no disponible.]

Las Ranas pidiendo rey.

  Sin rey vivía libre, independiente,
El pueblo de las Ranas felizmente.
La amable libertad sólo reinaba
En la inmensa laguna que habitaba.
Mas las Ranas al fin un rey quisieron:
Á Júpiter excelso lo pidieron.
Conoce el Dios la súplica importuna,
Y arroja un rey de palo á la laguna:
Debió de ser sin duda buen pedazo,
Pues dió su Majestad tan gran porrazo
Que el ruido atemoriza al reino todo:
Cada cual se zambulle en agua ó lodo[127];
Y quedan en silencio tan profundo,
Cual si no hubiese Ranas en el mundo.
Una de ellas asoma la cabeza,
Y viendo á la real pieza,
Publica que el monarca es un zoquete.
Congrégase la turba y, por juguete,
Lo desprecian, lo ensucian con el cieno[128],
Y piden otro rey, que aquel no es bueno.
El padre de los dioses irritado,
Envía á un culebrón, que á diente airado
Muerde, traga, castiga,
Y á la mísera grey al punto obliga{55}
Á recurrir al dios humildemente.
Padeced, les responde, eternamente:
Que así castigo á aquel que no examina
Si su solicitud será su ruina.

FÁBULA XVII

[Imagen no disponible.]

El Asno y el Caballo.

  —¡Ah! ¡quien fuese Caballo!
Un Asno melancólico decía:
«Entonces sí que nadie me vería
Flaco, triste y fatal[129] como me hallo.
  Tal vez un caballero
Me mantendría ocioso y bien comido;
Dándose su merced por muy servido
Con corvetas y saltos de carnero.
  Trátanme ahora como vil y bajo,
De risa sirve mi contraria suerte:
Quien me apalea más, más se divierte,
Y menos como, cuando más trabajo.
  No es posible encontrar sobre la tierra
Infeliz como yo.» Tal se juzgaba,
Cuando al Caballo ve como pasaba
Con su jinete y armas á la guerra.
  Entonces conoció su desatino;
Rióse de corvetas y regalos,
Y dijo: Que trabaje y lluevan palos;
No me saquen los dioses de Pollino.

{56}

FÁBULA XVIII

El Cordero y el Lobo.

  Uno de los Corderos mamantones[130],
Que para los glotones[131]
Se crían sin salir jamás al prado,
Estando en la cabaña muy cerrado,
Vió por una rendija de la puerta
Que el caballero Lobo estaba alerta,
En silencio esperando astutamente
Una calva ocasión[132] de echarle el diente.
Mas él, que bien seguro se miraba,
Así le provocaba:
—Sepa usted, seor[133] Lobo, que estoy preso,
Porque sabe el pastor que soy travieso;
Mas si él no fuese bobo,
No habría ya en el mundo ningún Lobo;
Pues yo corriendo libre por los cerros[134],
Sin pastores ni perros,
Con sola mi pujanza y valentía
Contigo y con tu raza acabaría.
—¡Á Dios, exclamó el Lobo, mi esperanza
De regalar á mi vacía panza!
Cuando este miserable me provoca,
Es señal de que se halla de mi boca
Tan libre como el cielo de ladrones.
  Así son los cobardes fanfarrones[135],
Que se hacen en los puestos ventajosos
Más valentones, cuanto más medrosos.

{57}

FÁBULA XIX

[Imagen no disponible.]

Las Cabras y los Chivos.

  Desde antaño en el mundo
Reina el vano deseo
De parecer iguales
Á los grandes señores los plebeyos.
  Las Cabras alcanzaron
Que Júpiter excelso
Les diese barba[136] larga
Para su autoridad y su respeto.
  Indignados los Chivos[137]
De que su privilegio
Se extendiese á las Cabras,
Lampiñas con razón en aquel tiempo;
  Sucedió[138] la discordia
Y los amargos celos
Á la paz octaviana[139],
Con que fué gobernado el barbón pueblo.
  Júpiter dijo entonces,
Acudiendo al remedio:
—¿Qué importa que las Cabras
Disfruten un adorno propio vuestro,
  Si es mayor ignominia
De su vano deseo,
Siempre que no igualaren{58}
En fuerzas y valor á vuestro cuerpo?
  El mérito aparente
Es digno de desprecio;
La virtud solamente
Es del hombre el ornato verdadero.

FÁBULA XX

[Imagen no disponible.]

El Caballo y el Ciervo.

  Perseguía un Caballo vengativo
Á un Ciervo que le hizo leve ofensa:
Mas hallaba segura la defensa
En su veloz carrera el fugitivo.
  El vengador, perdida la esperanza
De alcanzarle y lograr así su intento,
Al hombre le pidió su valimiento
Para tomar del ofensor venganza.
  Consiente el hombre; y el Caballo airado
Sale con su jinete[140] á la campaña,
Corre con dirección, sigue con maña[141],
Y queda al fin del ofensor vengado.
  Muéstrase al bienhechor agradecido,
Quiere marcharse libre de su peso;
Mas desde entonces mismo quedó preso
Y eternamente al hombre sometido.
  El Caballo, que suelto y rozagante,{59}
En el frondoso bosque y prado ameno
Su libertad gozaba tan de lleno,
Padece sujeción desde ese instante.
  Oprimido del yugo ara la tierra;
Pasa tal vez la vida más amarga;
Sufre la silla, freno, espuela, carga,
Y aguanta los horrores de la guerra.
  En fin, perdió la libertad amable
Por vengar una ofensa solamente.
Tales los frutos son que ciertamente[142]
Produce la venganza detestable.
[Imagen no disponible.]

{60}

[Imagen no disponible.]

LIBRO TERCERO

FÁBULA PRIMERA

El Águila y el Cuervo.

Á DON TOMÁS DE IRIARTE

  En mis versos, Iriarte,
Ya no quiero más arte,
Que poner á los tuyos por modelo.
Á competir anhelo
Con tu numen, que el sabio mundo admira,
Si me prestas tu lira,
Aquella en que tocaron dulcemente
Música[143] y poesía juntamente.
Esto no puede ser: ordena Apolo
Que digno solo tú[144], la pulses solo.
¿Y por qué solo tú? ¿Pues cuando menos
No he de hacer versos fáciles, amenos,
Sin ambicioso ornato?
¿Gastas otro poético aparato?
Si tú sobre el Parnaso[145] te empinases,{61}
Y desde allí cantases:
Risco tramonto de época altanera,
Góngora[146] que te siga, te dijera;
Pero si vas marchando por el llano,
Cantándonos en verso castellano
Cosas claras, sencillas, naturales,
Y todas ellas tales,
Que aun aquel que no entiende poesía
Dice: Eso yo también me lo diría[147];
¿Por qué no he de imitarte, y aun acaso
Antes que tú trepar por el Parnaso?
No imploras las Sirenas, ni las Musas
Ni de númenes usas,
Ni aun siquiera confías en Apolo.
Á la naturaleza imploras sólo:
Y ella sabia te dicta sus verdades.
Yo te imito: no invoco á las deidades;
Y por mejor consejo,
Sea mi sacro numen cierto viejo;
Esopo digo. Díctame, machucho[148],
Una de tus patrañas, que te escucho.
  Una Águila rapante,
Con vista perspicaz, rápido vuelo,
Descendiendo veloz de junto al cielo,
Arrebató un Cordero en un instante.
Quiere un Cuervo imitarla: de un Carnero
En el vellón sus uñas hacen presa:
Queda enredado entre la lana espesa,
Como pájaro en liga prisionero.
  Hacen de él los pastores vil juguete[149],
Para castigo de su intento necio.
Bien merece la burla y el desprecio
El Cuervo que á ser Águila se mete.
  El Viejo me ha dictado esta patraña,
Y astutamente así me desengaña.
Esa facilidad, esa destreza
Con que arrebató el Águila su pieza,
Fué la que engañó al Cuervo, pues creía{62}
Que otro tanto, á lo menos, él haría.
Mas ¿qué logró? servirle[150] de escarmiento.
  Ojalá que sirviese á más de ciento
Poetas de mal gusto inficionados:
Y dijesen, cual yo desengañados,
El Águila eres tú, divino Iriarte;
Yo no pretendo más sino admirarte:
Sea tuyo el laurel, tuya la gloria,
Y no sea yo el Cuervo de la historia.

FÁBULA II

[Imagen no disponible.]

Los Animales con peste.

  En los montes, los valles y collados[151]
De animales poblados,
Se introdujo la peste[152] de tal modo,
Que en un momento lo inficiona todo.
Allí donde su corte el León tenía,
Mirando cada día
Las cacerías, luchas y carreras
De mansos brutos y de bestias fieras,
Se veían los campos ya cubiertos
De enfermos miserables y de muertos.
—Mis amados hermanos,
Exclamó el triste rey, mis cortesanos,
Ya véis que el justo cielo nos obliga{63}
Á implorar su piedad, pues nos castiga
Con tan horrenda plaga:
Tal vez se aplacará con que se le haga
Sacrificio de aquel más delincuente,
Y muera el pecador, no el inocente.
Confiese todo el mundo su pecado:
Yo cruel, sanguinario, he devorado
Inocentes corderos[153];
Ya vacas, ya terneros;
Y he sido á fuerza de delito tanto[154]
De la selva terror, del bosque espanto.
—Señor, dijo la Zorra, en todo eso
No se halla más exceso
Que el de vuestra bondad, pues que se digna
De teñir en la sangre ruin, indigna
De los viles cornudos animales,
Los sacros dientes, y las uñas reales.—
Trató la corte al rey de escrupuloso:
Allí del Tigre, de la Onza y Oso
Se oyeron confesiones
De robos y de muerte á millones;
Mas entre la grandeza, sin lisonja,
Pasaron por escrúpulos de monja[155].
El Asno, sin embargo, muy confuso
Prorrumpió:—Yo me acuso
Que al pasar por un trigo este verano,
Yo hambriento y él lozano,
Sin guarda, ni testigo,
Caí en la tentación, comí del trigo.
—¡Del trigo! y ¡un Jumento!
Gritó la Zorra, ¡horrible atrevimiento!
Los cortesanos claman:—Éste, éste
Irrita al cielo, que nos da la peste.
Pronuncia el rey de muerte la sentencia,
Y ejecutóla el Lobo á su presencia.
  Te juzgarán virtuoso,
Si eres, aunque perverso, poderoso;{64}
Y aunque bueno, por malo detestable
Cuando te miran pobre y miserable.[156]
Esto hallará en la corte[157], quien la vea;
Y aun el mundo todo ¡Pobre Astrea!

FÁBULA III

El Milano enfermo.

  Un Milano, después de haber vivido
Con la conciencia peor que un forajido,
Enfermó gravemente.
Supuesto que[158] el paciente
Ni á Galeno ni á Hipócrates leía,
Á bulto conoció que se moría.
Á los dioses desea ver[159] propicios,
Y ofrecerles entonces sacrificios
Por medio de su madre, que afligida
Rogaría sin duda por su vida.
Mas ésta le responde:—Desdichado,
¿Cómo podré alcanzar para un malvado
De los dioses clemencia,
Si, en vez de darles culto y reverencia,
Ni aun perdonaste á víctima sagrada
En las aras divinas inmolada?
  Así queremos, irritando al cielo,
Que en la tribulación nos dé consuelo.

{65}

FÁBULA IV

[Imagen no disponible.]

El León envejecido.

  Al miserable estado
  De una cercana muerte reducido,
  Estaba ya postrado
  Un viejo León del tiempo consumido:
  Tanto más infeliz y lastimoso,
  Cuanto había vivido más dichoso[160].
  Los que cuando valiente,
Humildes le rendían vasallaje,
Al verlo decadente,
Acuden á tratarle con ultraje;
Que, como la experiencia nos enseña,
Del árbol caído todos hacen leña.
  Cebados á porfía,
Le sitiaban sangrientos y feroces.
El Lobo le mordía;
Tirábale el Caballo fuertes coces;
Luego le daba el Toro una cornada[161];
Después el Jabalí su dentellada.
  Sufrió constantemente
Estos insultos; pero reparando
Que hasta el Asno insolente
Iba á ultrajarle, falleció clamando:
—Esto es doble morir: no hay sufrimiento,{66}
Porque muero injuriado de un Jumento[162].
  Si en su mudable vida
Al hombre la Fortuna ha derribado
Con misera caída
Desde donde lo había ella encumbrado;[163]
¿Qué ventura en el mundo se promete,
Si aun de los viles llega á ser juguete?

FÁBULA V

[Imagen no disponible.]

La Zorra y la Gallina.

  Una Zorra cazando,
De corral en corral iba saltando
Á favor de la noche en una aldea.
Oye al Gallo cantar: «¡maldito sea!»
Agachada, y sin ruido,
Á merced del olfato y del oído,
Marcha, llega, y oliendo á un agujero[164],
«Éste es», dice; y se cuela al gallinero[165].
Las aves se alborotan, menos una,
Que estaba en cesta como niño en cuna,
Enferma gravemente.
Mirándola la Zorra astutamente,
La pregunta:—¿Qué es eso, pobrecita?
¿Cuál es tu enfermedad? ¿tienes pepita[166]?{67}
Habla: ¿cómo lo pasas, desdichada?
La enferma le responde apresurada:
—Muy mal me va, señora, en este instante;
Muy bien, si usted se quita de delante.
  ¡Cuántas veces se vende un enemigo,
Como gato por liebre,[167] por amigo!
Al oír su fingido cumplimiento,
Respondiérale yo para escarmiento:
Muy mal me va, señor, en este instante;
Muy bien, si usted se quita de delante.

FÁBULA VI

La Cierva y el León.

  Más ligera que el viento[168]
Precipitada huía
Una inocente Cierva
De un cazador seguida.
En una obscura gruta,
Entre espesas encinas,
Atropelladamente
Entró la fugitiva.
Mas ¡ay! que un León sañudo,
Que allí mismo tenía
Su albergue, y era susto[169]
De la selva vecina,
Cogiendo entre sus garras
Á la res fugitiva,
Dió con cruel fiereza
Fin sangriento á su vida.
  Si al evitar los riesgos
La razón no nos guía,
Por huir de un tropiezo
Damos mortal caída.

{68}

FÁBULA VII

[Imagen no disponible.]

El León enamorado.

  Amaba un León á una Zagala hermosa:
Pidióla por esposa
Á su padre pastor urbanamente.
  El hombre temeroso, mas prudente,
Le respondió:—Señor, en mi conciencia[170],
Que la muchacha logra conveniencia;
Pero la pobrecita[171], acostumbrada
Á no salir del prado y la majada,
Entre la mansa oveja y el cordero,
Recelará tal vez, que seas fiero.
No obstante, bien podremos, si consientes,
Cortar tus uñas, y limar tus dientes;
Y así verá que tiene tu grandeza
Cosas de majestad, no de fiereza.
Consiente el manso León enamorado,
Y el buen hombre le deja desarmado.
Da luego su silbido:
Llegan el Matalobos y Atrevido,
Perros de su cabaña; de esta suerte
Al indefenso León dieron la muerte.
  Un cuarto[172] apostaré á que en este instante
Dice, hablando del León, algún amante,{69}
Que de la misma muerte haría gala,
Con tal que se la diese la zagala.
Deja, Fabio, el amor, déjalo luego;
Mas hablo en vano, porque siempre ciego,
No ves el desengaño,
Y así te entregas á tu propio daño.

FÁBULA VIII

[Imagen no disponible.]

Congreso de los Ratones[173].

  Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,
Que, después de las aguas del diluvio,
Fué padre universal de todo gato,
Ha sido Miauragato[174]
Quien más sangrientamente
Persiguió á la infeliz ratona gente[175].
Lo cierto es, que obligada
De su persecución la desdichada,
En Ratópolis[176] tuvo su congreso.
Propuso el elocuente Roequeso[177]
Echarle un cascabel, y de esa suerte
Al ruido escaparían de la muerte.
El proyecto aprobaron uno á uno.
¿Quién lo ha de ejecutar? eso ninguno.
—Yo soy corto de vista, yo muy viejo,{70}
Yo gotoso, decían. El consejo
Se acabó como muchos en el mundo.
  Proponen un proyecto sin segundo:
Lo aprueban. Hacen otro: ¡qué portento!
¿Pero la ejecución? ahí está el cuento.

FÁBULA IX

[Imagen no disponible.]

El Lobo y la Oveja.

  Cruzando montes y trepando cerros,
Aquí mato, allí robo,
Andaba cierto Lobo,
Hasta que dió en las manos de los perros.
  Mordido y arrastrado
Fué de sus enemigos cruelmente:
Quedó con vida milagrosamente,
Mas inválido al fin y derrotado.
  Iba el tiempo curando su dolencia,
El hambre al mismo paso le afligía;
Pero, como cazar aun no podía,
Con las hierbas hacía penitencia.
  Una Oveja pasaba, y él la[178] dice:
—Amiga, ven acá: llega al momento:
Enfermo estoy, y muero de sediento[179]:
Socorre con el agua á este infelice[180].
  —¿Agua quieres que yo vaya á llevarte?
Le responde la Oveja recelosa;
Díme pues una cosa:
¿Sin duda que será para enjuagarte,{71}
  Limpiar bien el garguero,
Abrir el apetito,
Y tragarme después como á un pollito?
¡Anda, que te conozco, marrullero!
Así dijo, y se fué; si no, la mata.
¡Cuánto importa saber con quien se trata!

FÁBULA X

El Hombre y la Pulga.

  —Oye, Júpiter sumo[181], mis querellas,
Y haz, disparando rayos y centellas,
Que muera este animal vil y tirano,
Plaga fatal para el linaje humano;
Y si vos no lo hacéis, Hércules sea
Quien acabe con él y su ralea[182].
  Éste es un Hombre que á los dioses clama,
Porque una Pulga le picó en la cama,
Y es justo, ya que el pobre se fatiga,
Que de Júpiter y Hércules consiga,
De éste, que viva despulgando sayos;
De aquél, matando pulgas con sus rayos.
  Tenemos en el cielo los mortales
Recurso en las desdichas y los males;
Mas se suele abusar frecuentemente,
Por lograr un antojo impertinente.

{72}

FÁBULA XI

[Imagen no disponible.]

El Cuervo y la Serpiente.

  Pilló el Cuervo dormida á la Serpiente,
Y al quererse cebar en ella hambriento,
Le mordió venenosa. Sepa el cuento
Quien sigue á su apetito[183] incautamente.

FÁBULA XII

El Asno y las Ranas.

  Muy cargado de leña un Burro viejo,
Triste armazón de huesos y pellejo,
Pensativo, según lo cabizbajo,
Caminaba, llevando con trabajo
Su débil fuerza la pesada carga.
El paso tardo, la carrera larga,
Todo al fin contra el mísero se empeña,
El camino, los años y la leña.
Entra en una laguna el desdichado,
Queda profundamente empantanado[184].
Viéndose de aquel modo,
Cubierto de agua y lodo,
Trocando lo sufrido[185] en impaciente,
Contra el destino dijo neciamente
Expresiones ajenas de sus canas.
Mas las vecinas Ranas,
Al oír sus lamentos y quejidos[186],{73}
Las unas se tapaban los oídos,
Las otras, que prudentes lo escuchaban,
Reprendíanle así, y aconsejaban:
«—Aprenda el mal Jumento
Á tener sufrimiento,
Que entre las que habitamos la laguna,
Ha de encontrar lección muy oportuna.
Por Júpiter estamos condenadas
Á vivir sin remedio encenagadas
En agua detenida[187], lodo espeso;
Y á más de todo eso,
Aquí perpetuamente nos encierra,
Sin esperanza de correr la tierra,
Cruzar el anchuroso mar profundo,
Ni aun saber lo que pasa por el mundo.
Mas llevamos á bien nuestro destino,
Y así nos premia Júpiter divino,
Repartiendo entre todas cada día
La salud, el sustento y alegría.»
  Es de suma importancia
Tener en los trabajos tolerancia;
Pues la impaciencia, en la contraria suerte,
Es un mal más amargo que la muerte.

FÁBULA XIII

[Imagen no disponible.]

El Asno y el Perro.

  Un Perro y un Borrico caminaban
Sirviendo á un mismo dueño.{74}
Rendido éste del sueño,
Se tendió sobre[188] el prado que pasaban.
  El Borrico entre tanto aprovechado,
Descansa y pace; mas el Perro hambriento,
—Bájate, le decía, buen Jumento,
Pillaré de la alforja algún bocado.
  El Asno se le aparta como en chanza:
El Perro sigue al lado del Borrico,
Levantando las manos y el hocico,
Como perro de ciego cuando danza.
  —No seas bobo, el Asno le decía:
Espera á que nuestro amo se despierte,
Y será de esa suerte
El hambre más, mejor la compañía.
  Desde el bosque entre tanto sale un lobo:
Pide el Asno favor al compañero:
En lugar de ladrar el marrullero,
Con fisga respondió:—No seas bobo[189],
  Espera á que nuestro amo se despierte,
Que pues me aconsejaste la paciencia,
Yo la sabré tener en mi conciencia,
Al ver al Lobo que te da la muerte.
  El Pollino murió: no hay que dudarlo;
Mas si resucitara,
Corriendo el mundo á todos predicara:
Prestad auxilio, si queréis hallarlo.

{75}

FÁBULA XIV

[Imagen no disponible.]

El León y el Asno cazando.

  Su Majestad leonesa, en compañía
De un Borrico, se sale á montería[190].
En la parte al intento acomodada,
Formando el mismo León una enramada,
Mandó al Asno que en ella se ocultase,
Y que de tiempo en tiempo rebuznase
Como trompa de caza en el ojeo.
Logró el rey su deseo;
Pues apenas se vió bien apostado,
Cuando al son del rebuzno destemplado,
Que los montes y valles repetían,
  su selvoso albergue se volvían
Precipitadamente
Las fieras enemigas juntamente;
Y en su cobarde huída
En las garras del León pierden la vida.
Cuando el Asno sé halló con los despojos
De devoradas fieras á sus ojos,
Dijo:—Pardiez[191], si llego más temprano,
Á ningún muerto dejo hueso sano.
Á tal fanfarronada
Soltó el rey una grande carcajada:
  Y es que jamás convino
Hacer del andaluz[192] al vizcaíno.

{76}

FÁBULA XV

El Charlatán y el Rústico.

  —Lo que jamás se ha visto, ni se ha oído
Verán ustedes: atención les pido.
Así decía un Charlatán famoso,
Cercado de un concurso numeroso.
En efecto: quedando todo el mundo
En silencio profundo,
Remedó á un cochinillo de tal modo,
Que el auditorio todo,
Creyendo que le tiene y que le tapa,
Atumultuado grita—¡fuera capa!
Descubrióse, y al ver que nada había,
Con vítores le aclaman á porfía.
—Pardiez, dijo un Patán, que yo prometo
Para mañana, hablando con respeto,
Hacer el puerco[193] más perfectamente;
Si no, que me lo claven en la frente.
Con risa prometió la concurrencia,
Á burlarse del Payo, su asistencia.
Llegó la hora, todos acudieron:
No bien al Charlatán gruñir oyeron
Gentes á su favor preocupadas,
¡Viva! dicen, al son de las palmadas.
Sube después el Rústico al tablado
Con un bulto en la capa, y embozado,
Imita al Charlatán en la postura
De fingir que un lechón tapar procura;
Mas estaba la gracia en que era el bulto
Un marranillo que tenía oculto.
Tírale callandito de la oreja:
Gruñendo en tiple, el animal se queja;
Pero, al creer que es remedo el tal gruñido,
Aquí se oía un ¡fuera! allí un silbido,
Y todo el mundo queda
En que es el otro quien mejor remeda.{77}
El Rústico descubre su marrano;
Al público lo enseña, y dice ufano[194]:
—¿Así juzgan ustedes?
¡Oh preocupación, y cuánto puedes[195]!
[Imagen no disponible.]

{78}

[Imagen no disponible.]

LIBRO CUARTO

FÁBULA PRIMERA.

La Mona corrida.

EL AUTOR Á SUS VERSOS.

  Fieras, aves y peces
Corren, vuelan y nadan,
Porque Júpiter sumo[196]
Á general congreso á todos llama.
  Con sus hijos se acercan,
Y es que un premio señala
Para aquel, cuya prole
En hermosura lleve la ventaja.
  El alto regio trono
La multitud cercaba,
Cuando en la concurrencia
Se sentía decir:—La mona falta.
  —Ya llega, dijo entonces
Una habladora Urraca,
Que como centinela,
En la alta punta de un ciprés estaba.
Entra rompiendo filas,
  Con su cachorro[197] ufana,{79}
Y ante el excelso trono
El premio pide de hermosura tanta.
  El dios Júpiter quiso,
Al ver tan fea traza,
Disimular la risa,
Pero se le soltó la carcajada.
  Armóse en el concurso
Tal bulla y algazara,
Que corrida la Mona
Á Tetuán se volvió desengañada.
  ¿Es creíble, señores,
Que yo mismo pensara
En consagrar á Apolo
Mis versos, como dignos de su gracia?
  Cuando por mi fortuna
Me encontré esta mañana,
Continuando mi obrilla,
Este cuento moral, esta patraña,
  Yo dije á mi capote[198]:
¡Con qué chiste, qué gracia,
Y qué vivos colores
El jorobado Esopo me retrata!
  Mas ya mis producciones
Miro con desconfianza,
Porque aprendo en la Mona
Cuánto el ciego amor propio nos engaña.

{80}

FÁBULA II

[Imagen no disponible.]

El Asno y Júpiter.

  «—No sé como hay jumento,
Que teniendo un adarme[199] de talento,
Quiera meterse á burro de hortelano.
Llevo á la plaza desde muy temprano
Cada día cien cargas de verdura:
Vuelvo con otras tantas de basura;
Y para minorar mi pesadumbre,
Un criado me azota por costumbre.
Mi vida es ésta: ¿qué será mi muerte,
Como no mude Júpiter mi suerte?»
  Un Asno de este modo se quejaba.
El dios, que sus lamentos escuchaba,
Al dominio lo entrega de un tejero.
—Esta vida, decía, no la quiero:
Del peso de las tejas oprimido,
Bien azotado, pero mal comido.
Á Júpiter me voy con el empeño
De lograr nuevo dueño.
Envióle á un curtidor. Entonces dice:
—Aun con este amo soy más infelice[200]:
Cargado de pellejos de difunto,{81}
Me hace correr sin sosegar un punto,
Para matarme sin llegar á viejo,
Y curtir al instante mi pellejo.
Júpiter, por no oir tan largas quejas,
Se tapó lindamente las orejas,
Y á nadie escucha desde el tal Pollino,
Si le habla de mudanza de destino.
  Sólo en verso se encuentran los dichosos,
Que viven ni envidiados, ni envidiosos.
La espada por feliz tiene al arado,
Como el remo á la pluma y al cayado;
Mas se tienen por míseros en suma
Remo, espada, cayado, esteva y pluma[201].
¿Pues á qué estado el hombre llama bueno?
Al propio nunca, pero sí al ajeno[202].

FÁBULA III

El Cazador y la Perdiz.

  Una Perdiz, en celo reclamada,
Vino á ser en la red aprisionada.
Al Cazador la mísera decía:
—Si me das libertad, en este día
Te he de proporcionar un gran consuelo;
Por ese campo extenderé mi vuelo:
Juntaré á mis amigas en bandada,
Que guiaré á tus redes engañada,
Y tendrás, sin costarte dos ochavos[203],
Doce perdices como doce pavos.
—¡Engañar y vender á tus amigas!
¿Y así crees que me obligas?
Respondió el Cazador; pues no, señora:
Muere y paga la pena de traidora.
  La perdiz fué bien muerta, no es dudable:
La traición, aun soñada, es detestable.

{82}

FÁBULA IV

[Imagen no disponible.]

El Viejo y la Muerte.

  Entre montes por áspero camino,
Tropezando con una y otra peña,
Iba un Viejo cargado con su leña[204]
Maldiciendo su mísero destino.
  Al fin cayó, y viéndose de suerte
Que apenas levantarse ya podía,
Llamaba con colérica porfia
Una, dos y tres veces á la muerte.
  Armada de guadaña en esqueleto,
La Parca se le ofrece en aquel punto;
Pero el Viejo, temiendo ser difunto,
Lleno más de terror que de respeto,
  Trémulo la decía, y balbuciente:
—Yo... señora... os llamé desesperado;
Pero...—Acaba: ¿qué quieres desdichado?
—Que me carguéis[205] la leña solamente.
  Tenga paciencia quien se cree infelice,
Que aun en la situación más lamentable,
Es la vida del hombre siempre amable:
El Viejo de la leña nos lo dice.

{83}

FÁBULA V

[Imagen no disponible.]

El Enfermo y el Médico.

  Un miserable enfermo se moría,
Y el Médico importuno le decía:
—Usted se muere, yo se lo confieso,
Pero por la alta ciencia que profeso,
Conozco, y le aseguro firmemente,
Que ya estuviera sano,
Si se hubiese acudido más temprano
Con el benigno clíster[206] detergente.
El triste enfermo, que lo estaba oyendo,
Volvió la espalda al Médico diciendo:
—Señor Galeno[207], su consejo alabo:
Al asno muerto la cebada al rabo[208].
  Todo varón prudente
Aconseja en el tiempo conveniente;
Que es hacer de la ciencia vano alarde,
Dar el consejo cuando llega tarde.

FÁBULA VI

La Zorra y las Uvas.

  Es voz común que á más del medio día
En ayunas la Zorra iba cazando:
Halla una parra, quédase mirando{84}
De la alta vid el fruto que pendía[209].
  Causábale mil ansias y congojas
No alcanzar á las uvas con la garra,
Al mostrar á sus dientes la alta parra
Negros racimos entre verdes hojas.
  Miró, saltó, y anduvo en probaduras;
Pero vió el imposible ya de fijo.
Entonces fué cuando la Zorra dijo:
«No las quiero comer; no están maduras».
  No por eso te muestres impaciente,
Si se te[210] frustra, Fabio, algún intento.
Aplica bien el cuento,
Y dí, No están maduras, frescamente.[211]

FÁBULA VII

[Imagen no disponible.]

La Cierva y la Viña.

  Huyendo de enemigos cazadores
Una Cierva ligera
Siente, ya fatigada en la carrera,
Más cercanos los perros y ojeadores.
  No viendo la infeliz algún seguro
Y vecino paraje
De gruta ó de ramaje,
Crece su timidez, crece su apuro.
  Al fin, sacando fuerzas de flaqueza,{85}
Continúa la fuga presurosa:
Halla al paso una Viña muy frondosa,
Y en lo espeso se oculta con presteza.
  Cambia el susto y pesar en alegría,
Viéndose á paz y salvo[212] en tan buen hora;
Olvida el bien, y de su defensora
Los frescos verdes pámpanos comía.
  Mas ¡ay! que de esta suerte,
Quitando ella las hojas de delante,
Abrió puerta á la flecha penetrante,
Y el listo[213] cazador le dió la muerte.
  Castigó con la pena merecida
El justo cielo á la Cierva ingrata.
  Mas ¿qué puede esperar el que maltrata
Al mismo que le está dando la vida?

FÁBULA VIII

El Asno cargado de Reliquias[214].

  De reliquias cargado
Un Asno recibía adoraciones,
Como si á él se hubiesen consagrado
Reverencias, inciensos y oraciones.
  En lo vano, lo grave y lo severo
Que se manifestaba,
Hubo quien conoció que se engañaba,
Y le dijo:—Yo infiero
De vuestra vanidad vuestra locura.
El reverente culto que procura[215]
Tributar cada cual este momento[216],
No es dirigido á vos, señor Jumento;
Que sólo va en honor, aunque lo sientas,
De la sagrada carga que sustentas.
  Cuando un hombre sin mérito estuviere
En elevado empleo ó gran riqueza,{86}
Y se ensoberbeciere
Porque todos le bajan la cabeza;
Para que su locura no prosiga,
Tema encontrar tal vez con quien le diga:
—Señor jumento, no se engría tanto,
Que si besan la peana, es por el santo.

FÁBULA IX

Los dos Machos[217].

  Dos Machos caminaban: el primero,
Cargado de dinero,
Mostrando su penacho envanecido,
Iba marchando erguido
Al son de los redondos cascabeles.
El segundo, desnudo de oropeles,
Con un pobre aparejo solamente,
Alargando el pescuezo eternamente,
Seguía de reata su jornada
Cargado de costales de cebada.
Salen unos ladrones, y al instante
Asieron de la rienda al arrogante:
Él se defiende, ellos le maltratan;
Y después que el dinero le arrebatan,
Huyen, y dice entonces el segundo:
  —Si á estos riesgos exponen en el mundo
Las riquezas, no quiero, á fe de Macho,
Dinero, cascabeles ni penacho.

{87}

FÁBULA X

[Imagen no disponible.]

El Cazador y el Perro.

  Mustafá (Perro viejo,
Lebrel en montería[218] ejercitado,
Y de antiguas heridas señalado
Á colmillo y á cuerno su pellejo)
  Seguía á un Jabalí sin esperanza
De poderle alcanzar; pero no obstante,
Azuzándole su amo á cada instante,
Á duras penas Mustafá le alcanza.
  El cerdoso valiente
No escuchaba recados á la oreja;
Y así su resistencia no le deja
Cebar al Perro su cansado diente:
  Con airado colmillo le rechaza,
Y bufando se marcha victorioso.
El cazador furioso
Reniega del Lebrel y de su raza.
  —Viejo estoy, le responde, ya lo veo;
Mas dí, sin Mustafá ¿cuándo tuvieras
Las pieles y cabezas de las fieras
En tu casa de abrigo y de trofeo?
  Miras á lo que soy, no á lo que he sido.
¡Oh suerte desgraciada!
Presente tienes mi vejez cansada,
Y mis robustos años en olvido.
  Mas ¿para que me mato[219],
Si no he de conseguir cosa ninguna?
Es ladrar á la luna
El alegar servicios al ingrato.

{88}

FÁBULA XI

La Tortuga y el Águila.

  Una Tortuga á una Águila rogaba
La enseñase á volar; así la hablaba:
—Con sólo que me des cuatro lecciones,
Ligera volaré por las regiones:
Ya remontado el vuelo,
Por medio de los aires, hasta el cielo,
Veré cercano al sol y las estrellas,
Y otras cien cosas bellas:
Ya rápida bajando,
De ciudad en ciudad iré pasando;
Y de este fácil delicioso modo
Lograré en pocos días verlo todo.
El Águila se rió del desatino:
La[1] aconseja que siga su destino,
Cazando torpemente con paciencia,
Pues lo dispuso así la Providencia.
Ella insiste en su antojo ciegamente:
La reina de las aves prontamente
La arrebata, la lleva por las nubes:
—Mira, la[220] dice, mira cómo subes.
Y al remontarla[221], dijo—¿Vas contenta?
Se la deja caer, y se revienta.
  Para que así escarmiente
Quien desprecia el consejo del prudente.

FÁBULA XII

El León y el Ratón.

  Estaba un Ratoncillo aprisionado
En las garras de un León: el desdichado
En la tal ratonera no fué preso
Por ladrón de tocino ni de queso,{89}
Sino porque con otros molestaba
Al León que en su retiro descansaba.
Pide perdón llorando su insolencia;
Al oír implorar la real clemencia,
Responde el rey en majestuoso tono:
(No dijera más Tito)—Te perdono.
Poco después, cazando el León, tropieza
En una red oculta en la maleza;
Quiere salir, mas queda prisionero:
Atronando la selva, ruge fiero.
El libre Ratoncillo, que lo siente,
Corriendo llega, roe[222] diligente
Los nudos de la red, de tal manera,
Que al fin rompió los grillos de la fiera.
  Conviene al poderoso
Para[223] los infelices ser piadoso:
Tal vez se puede[224] ver necesitado
Del auxilio de aquel más desdichado.

FÁBULA XIII

[Imagen no disponible.]

Las Liebres y las Ranas.

  Asustadas las Liebres de un estruendo,
Echaron á correr todas diciendo:
«Á quien la vida cuesta tanto susto,{90}
La muerte causará menos disgusto.»
Llegan á una laguna de esta suerte
Á dar en lo profundo con la muerte.
Al ver á tanta Rana, que asustada
Á las aguas se arroja á su llegada:
«—¡Hola! dijo una Liebre[225] ¿con que hay otras
Tan tímidas que aun tiemblan de nosotras?
Pues suframos como ellas el destino»:
Conocieron sin más su desatino.
  Así la suerte adversa es tolerable,
Comparada con otra miserable[226].

FÁBULA XIV

[Imagen no disponible.]

El Gallo y el Zorro.

    Un Gallo muy maduro
  De edad provecta, duros espolones,
  Pacífico y seguro,
  Sobre un árbol oía las razones
  De un Zorro muy cortés y muy atento,
  Más elocuente cuanto más hambriento.
  —Hermano, le decía,
Ya cesó entre nosotros una guerra,
Que cruel repartía{91}
Sangre y plumas al viento y á la tierra:
Baja, daré para perpetuo sello
Mis amorosos brazos á tu cuello.
  —Amigo de mi alma,
Responde el Gallo, ¡qué placer inmenso
  En deliciosa calma
  Deja esta vez mi espíritu suspenso!
  Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
  Á gozar en tu seno mi reposo;
    Pero aguarda un instante
  Porque vienen ligeros como el viento[227],
  Y ya están adelante
  Dos correos que llegan al momento,
  De esta noticia portadores fieles,
  Y son, según la traza, dos lebreles.
    —Á Dios, á Dios, amigo,
  Dijo el Zorro, que estoy muy ocupado;
  Luego hablaré contigo
  Para finalizar este tratado.
  El Gallo se quedó lleno de gloria,
  Cantando en esta letra su victoria:
    Siempre trabaja en su daño
  El astuto engañador:
  Á un engaño hay otro engaño,
  Á un pícaro otro mayor[228].

FÁBULA XV

[Imagen no disponible.]

El León y la Cabra.

  Un señor León andaba como un perro
Del valle al monte, de la selva al cerro,{92}
Á caza, sin hallar pelo ni lana[229],
Perdiendo la paciencia y la mañana.
Por un risco escarpado
Ve trepar á una Cabra á lo encumbrado,
De modo que parece que se empeña
En hacer creer al León que se despeña.
El pretender seguirla fuera en vano:
El cazador entonces cortesano[230]
La dice:—Baja, baja, mi querida,
No busques precipicios á tu vida:
En el valle frondoso
Pacerás á mi lado con reposo.
—¿Desde cuándo, señor, la real persona
Cuida con tanto amor de la barbona[231]?
Esos halagos tiernos
No son por bien, apostaré los cuernos.
Así le respondió la astuta Cabra;
Y él se fué sin replicar palabra.
  Lo paga la infeliz con el pellejo,
Si toma sin examen el consejo.

FÁBULA XVI

[Imagen no disponible.]

La Hacha y el Mango.

  Un hombre, que en el bosque se miraba[232]
Con una Hacha sin Mango, suplicaba{93}
Á los árboles diesen la madera[233]
Que más sólida fuera,
Para hacerle uno fuerte y muy durable.
Al punto la arboleda[234] innumerable
Le cedió el acebuche. Y él contento,
Perfeccionando luego su instrumento,
De rama en rama va cortando á gusto
Del alto roble el brazo más robusto.
Ya los árboles todos recorría,
Y mientras los mejores elegía,
Dijo la triste Encina al Fresno: «Amigo,
¡Infeliz del que ayuda á su enemigo!»

FÁBULA XVII

La Onza y los Pastores.

  En una trampa una Onza inadvertida
Dió mísera caída.
Al verla sin defensa,
Corrieron á la ofensa
Los vecinos Pastores,
No valerosos, pero sí traidores.
Cada cual por su lado
La maltrataba airado,
Hasta dejar sus fuerzas desmayadas,
Unos á palos, otros á pedradas:
Al fin la abandonaron por perdida.
Pero viéndola dar muestras de vida,
Cierto Pastor, dolido de su suerte,
Por evitar su muerte,
Le arrojó la mitad de su alimento,
Con que pudiese recobrar aliento.
Llega la noche, témplase la saña,
Marchan á descansar á la cabaña,
Todos con esperanza muy fundada{94}
De hallarla muerta por la madrugada[235].
Mas la fiera entre tanto,
Volviendo poco á poco del quebranto,
Toma nuevo valor y fuerza nueva;
Salta, deja la trampa, va á su cueva,
Y al sentirse del todo reforzada,
Sale ligera, pero más airada.
Ya destruye ganados,
Ya deja á los Pastores destrozados;
Nada aplaca su cólera violenta,
Todo lo tala, en todo se ensangrienta;
El buen Pastor, por quien tal vez vivía,
Lleno de horror, la vida le pedía.
—No serás maltratado,
Dijo la Onza, vive descuidado;
Que yo sólo persigo á los traidores
Que me ofendieron, no á mis bienhechores.
Quien hace agravios, tema la venganza:
Quien hace bien, al fin el premio alcanza.

FÁBULA XVIII

[Imagen no disponible.]

El Grajo vano[236].

  Con las plumas de un Pavo
Un Grajo se vistió: pomposo y bravo[237]
En medio de los pavos se pasea.{95}
La manada lo advierte, lo rodea,
Todos le pican, burlan y lo envían,
¿Dónde, si ni los grajos lo querían?
  ¿Cuánto ha que repetimos este cuento,
Sin que haya en los plagiarios escarmiento[238]?

FÁBULA XIX

El Hombre y la Comadreja.

  Así decía cierta Comadreja
Á un Hombre que la había aprisionado:
—¿Por qué no me dejáis[239]? ¿Os he yo dado
Motivo de disgusto ni de queja?
  ¿No soy la que desvanes y rincones,
Tu casa toda, cual si fuese mía,
Cuidadosa registro noche y día,
Para que vivas libre de ratones?—
—¡Gran fineza por cierto!
El Hombre respondió: pues di, ladrona,
Si tu glotonería no perdona
Ni á ratón vivo, ni á cochino muerto,
  Ni á cuanto guardan ruines despenseras,
¿Cómo he de creer que tu cuidado apura
Por mi bien los ratones? ¡Qué locura!
No tendría yo malas tragaderas[240]:
  Morirás. Y el astuto que pretenda
Vender como fineza lo que ha hecho
Sin mirar á más fin que á su provecho,
Sabra que hay en el mundo quien lo entienda.

FÁBULA XX

Batalla de las Comadrejas y los Ratones.

  Vencidos los Ratones,
Huían con presteza
De una atroz, enemiga{96}
Tropa de Comadrejas.
Marchaban con desorden,
Que, cuando el miedo reina,
Es la confusión sola
El jefe que gobierna.
Llegaron presurosos
Á sus angostas cuevas,
Logrando los soldados
Entrar á duras penas;
Pero los capitanes[241],
Que en las estrechas puertas
Quedaron atascados
Sin ninguna defensa,
Á causa de unos cuernos
Puestos en las cabezas,
Para ser de sus tropas
Vistos en la refriega,
Fueron las desdichadas
Víctimas de la guerra;
Haciendo de sus cuerpos
Pasto las Comadrejas.
  ¡Cuántas veces los hombres
Distinciones anhelan,
Y suelen ser la causa
De sus desdichas ellas[242]!
Si Júpiter dispara
Sus rayos á la tierra,
Antes que á las cabañas,
Á los palacios y á las torres llegan.

FÁBULA XXI

El León y la Rana.

  Una lóbrega noche silenciosa,
Iba un León horroroso,
Con mesurado paso majestuoso
Por una selva: oyó una voz ruidosa,{97}
Que con tono molesto y continuado
Llamaba la atención, y aun el cuidado
Del reinante[243] animal, que no sabía
De qué bestia feroz quizá saldría
Aquella voz, que tanto más sonaba
Cuanto más en silencio todo estaba.
Su Majestad leonesa
La selva toda registrar procura;
Mas nada encuentra con la noche obscura,
Hasta que pudo ver, ¡oh qué sorpresa!
Que sale de un estanque, á la mañana,
La tal bestia feroz, y era una Rana.
  Llamará la atención de mucha gente
El charlatán con su manía loca;
Mas ¿qué logra, si al fin verá el prudente
Que no es sino una Rana, todo boca[244]?

FÁBULA XXII

El Ciervo y los Bueyes.

  Con inminente riesgo de la vida
Un ciervo se escapó de la batida,
Y en la quinta cercana de repente
Se metió en el establo incautamente.
Dícele un Buey:—¿Ignoras, desdichado,
Que aquí viven los hombres? ¡ah cuidado!
Detente, y hallarás tanto reposo,
Como perdiz en boca de raposo.
El Ciervo respondió:—Pero, no obstante,
Dejadme descansar algún instante,
Y en la ocasión primera
Al bosque espeso emprendo mi carrera.
Oculto en el ramaje permanece:
Á la noche el boyero se aparece,
Al ganado reparte el alimento:
Nada divisa; sálese al momento.{98}
El mayoral y los criados entran,
Y tampoco lo encuentran.
Libre de aquel apuro,
El Ciervo se contaba por seguro;
Pero el Buey más anciano
Le dice:—Qué ¿te alegras tan temprano?
Si el amo llega, lo perdiste todo:
Yo le llamo Cienojos[245] por apodo;
Mas chitón, que ya viene.—
Entra Cienojos, todo lo previene;
Á los rústicos dice:—No hay consuelo:
Las colleras tiradas por el suelo,
Limpio el pesebre, pero muy de paso,
El ramaje muy seco y más escaso;
Seor[246] mayoral, ¿es éste buen gobierno?
En esto mira al enramado cuerno
Del triste Ciervo: grita, acuden todos
Contra el pobre animal de varios modos;
Y á la rústica usanza
Se celebró la fiesta de matanza.
  Esto quiere decir que el amo bueno
No se debe fiar del ojo ajeno[247].

FÁBULA XXIII

Los Navegantes.

  Lloraban unos tristes pasajeros,
Viendo su pobre nave combatida
De recias olas y de vientos fieros,
Ya casi sumergida;
  Cuando súbitamente
El viento calma, el cielo se serena,
Y la afligida gente
Convierte en risa la pasada pena.
  Mas el piloto estuvo muy sereno,{99}
Tanto en la tempestad como en bonanza;
Pues sabe que lo malo y que lo bueno
Está sujeto á súbita mudanza
[248].

FÁBULA XXIV

[Imagen no disponible.]

El Torrente y el Río.

  Despeñado un Torrente
  De un encumbrado cerro[249],
  Caía en una peña,
  Y atronaba el recinto con su estruendo.
  Seguido de ladrones
  Un triste pasajero,
  Despreciando el ruido,
  Atravesó el raudal sin desaliento;
  Que es común en los hombres
  Poseídos del miedo,
  Para salvar la vida,
  Exponerla tal vez á mayor riesgo.
  Llegaron los bandidos,
  Practicaron lo mesmo[250]
  Que antes el caminante,
  Y fueron en su alcance y seguimiento.
  Encontró el miserable
  De allí á muy poco trecho
  Un río caudaloso[251],{100}
  Que corría apacible y con silencio.
  Con tan buenas señales,
  Y el próspero suceso
  Del raudal bullicioso,
  Determinó vadearle sin recelo;
  Mas apenas dió un paso,
  Pagó su desacuerdo[252],
  Quedando sepultado
  En las aleves aguas sin remedio
    Temamos los peligros
  De designios secretos;
Que el ruidoso aparato,
Si no se desvanece, anuncia el riesgo[253].

FÁBULA XXV

[Imagen no disponible.]

El León, el Lobo y la Zorra.

  Trémulo y achacoso[254]
Á fuerza de años un León estaba:
Hizo venir los médicos ansioso,
Por ver si alguno de ellos le curaba.
De todas las especies y regiones
Profesores llegaban á millones.
Todos conocen incurable el daño,
Ninguno al rey propone el desengaño;{101}
Cada cual sus remedios le procura,
Como si la vejez tuviese cura.
Un Lobo cortesano,
Con tono adulador y fin torcido,
Dijo á su soberano:
—He notado, señor, que no ha asistido
La Zorra, como médico, al congreso;
Y pudiera esperarse buen suceso
De su dictamen en tan grave asunto.—
Quiso su Majestad que luego al punto
Por la posta viniese:
Llega, sube á palacio; y como viese
Al Lobo su enemigo, ya instruída
De que él era el autor de su venida,
Que ella excusaba cautelosamente,
Inclinándose al rey[255] profundamente,
Dijo:—Quizá[256], señor, no habrá faltado
Quien haya mi tardanza acriminado;
Mas será porque ignora
Que vengo de cumplir un voto ahora,
Que por vuestra salud tenía hecho;
Y para más provecho,
En mi viaje traté gentes[257] de ciencia
Sobre vuestra dolencia.
Convienen pues los grandes profesores
En que no tenéis vicio en los humores;
En que sólo los años han dejado
El calor natural algo apagado;
Pero éste se recobra y vivifica,
Sin fastidio, sin drogas de botica,
Con un remedio simple, liso y llano,
Que vuestra Majestad tiene en la mano.
Á un Lobo vivo arránquenle el pellejo;
Haced que os lo apliquen al instante,
Y por más que estéis débil, flaco, viejo,
Os sentiréis robusto y rozagante,
Con apetito tal, que sin esfuerzo,
El mismo Lobo os servirá de almuerzo.
Convino el rey, y, entre el furor y el hierro,{102}
Murió el infeliz Lobo como un perro.
  Así viven y mueren cada día
En su guerra interior los palaciegos[258],
Que con la emulación rabiosa ciegos,
Al degüello se tiran á porfia.
Tomen esta lección muy oportuna:
Lleguen á la privanza, en hora buena;
Mas labren su fortuna
Sin cimentarla en la desgracia ajena.
[Imagen no disponible.]

{103}

[Imagen no disponible.]

LIBRO QUINTO

FÁBULA PRIMERA

Los Ratones y el Gato.

  Marramaquiz, gran Gato,
De nariz roma, pero largo olfato,
Se metió en una casa de Ratones.
En uno de sus lóbregos rincones
Puso su alojamiento:
Por delante de sí de ciento en ciento
Les dejaba por gusto libre el paso,
Como hace el bebedor que mira al vaso;
Y ensanchando así más sus tragaderas[259],
Al fin los elegía como peras.
Éste fué su ejercicio cotidiano;
Pero tarde ó temprano
Al fin ya los Ratones conocían
Que por instantes se disminuían.
Don Roepán[260], cacique el más prudente[261]
De la ratona[262] gente,
Con los suyos formó pleno consejo,
Y dijo así con natural despejo:
Supuesto, hermanos, que el sangriento bruto
Que metidos nos tiene en llanto y luto,
Habita el cuarto bajo,{104}
Sin que pueda subir ni aun con trabajo
Hasta nuestra vivienda, es evidente
Que se atajará el daño solamente
Con no bajar allá de modo alguno.
El medio pareció muy oportuno:
Y fué tan observado,
Que ya Marramaquiz, el muy taimado,
Metido por el hambre en calzas prietas[263],
Discurrió entre mil tretas
La de colgarse por los pies de un palo
Haciendo el muerto[264]: no era el ardid malo.
Pero don Roepán luego que advierte
Que su enemigo estaba de tal suerte,
Asomando el hocico á su agujero:
—¡Hola!, dice; ¿qué es eso, caballero?
¿Estás muerto de burlas, ó de veras?
Si es lo que yo recelo, en vano esperas:
Pues no nos contaremos ya seguros,
Aun sabiendo de cierto
Que eres, á más á más de gato muerto,
Gato relleno ya de pesos duros[265].
  Si alguno llega con astuta maña,
Y una vez nos engaña,
Es cosa muy sabida
Que puede, algunas veces,
El huir de sus trazas y dobleces
Valernos nada menos que la vida.

FÁBULA II

El Asno y el Lobo.

  Un Burro cojo vió que le seguía
Un Lobo cazador, y no pudiendo
Huir de su enemigo, le decía:
—Amigo Lobo, yo me estoy muriendo:
  Me acaban por instantes los dolores{105}
De este maldito pie de que cojeo:
Si yo no me valiese de herradores,
No me vería así como me veo;
  Y pues fallezco, sé caritativo:
Sácame con los dientes este clavo,
Muera yo sin dolor tan excesivo,
Y cómeme después de cabo á rabo.
  —¡Oh! dijo el cazador con ironía,
Contando con la presa ya en la mano,
No solamente sé la anatomía,
Sino que soy perfecto cirujano.
  El caso es para mí una patarata[266];
La operación no más que de un momento:
Alargue bien la pata,
Y no se me acobarde, buen Jumento.
  Con su estuche molar desenvainado
El nuevo profesor llega al doliente;
Mas éste le dispara de contado
Una coz que le deja sin un diente.
  Escapa el cojo; pero el triste herido
Llorando se quedó su desventura.
«¡Ay infeliz de mí! bien merecido
El pago tengo de mi gran locura.
  Yo siempre me llevé el mejor bocado
En mi oficio de Lobo carnicero;
  Pues si pude vivir tan regalado,
Á qué meterme ahora á curandero[267]
  Hablemos en razón: no tiene juicio
Quien deja el propio por ajeno oficio.

FÁBULA III

El Asno y el Caballo.

  Iban, mas no sé á dónde ciertamente,
Un Caballo y un Asno juntamente:
Éste cargado, pero aquél sin carga.
El grave peso, la carrera larga,{106}
Causaron al Borrico tal fatiga,
Que la necesidad misma le obliga
Á dar en tierra.—Amigo compañero,
No puedo más, decía; yo me muero:
Repartamos la carga, y será poca;
Si no, se me va el alma por la boca.
Dice el otro:—Revienta en hora buena;
¿Por eso he de sufrir la carga ajena?
Gran bestia seré yo, si tal hiciere.
Miren, y ¡qué Borrico se me muere!
Tan justamente se quejó el Jumento,
Que expiró[268] el infeliz en el momento.
El Caballo conoce su pecado,
Pues tuvo que llevar mal de su grado
Los fardos y aparejos todo junto;
Ítem más, el pellejo del difunto.
  Juan, alivia en sus penas al vecino;
Y él, cuando tú las tengas, déte ayuda.
Si no lo hacéis así, temed sin duda
Que seréis el Caballo y el Pollino.

FÁBULA IV

[Imagen no disponible.]

El Labrador y la Providencia.

  Un labrador cansado
En el ardiente estío[269]
{107}
Debajo de una encina
Reposaba pacífico y tranquilo.
  Desde su dulce estancia
Miraba agradecido
El bien con que la tierra
Premiaba sus penosos ejercicios[270].
  Entre mil producciones,
Hijas de su cultivo,
Veía calabazas,
Melones por los suelos esparcidos.
  —«¿Por qué la Providencia,
Decía entre sí mismo,
Puso á la ruin bellota
En elevado preeminente sitio?
  ¿Cuánto mejor sería,
Que trocando el destino,
Pendiesen de las ramas
Calabazas, melones y pepinos?»
  Bien oportunamente,
Al tiempo que esto dijo,
Cayendo una bellota,
Le pegó en las narices de improviso.
  —«Pardiez, prorrumpió entonces
El Labrador sencillo,
Si lo que fué bellota,
Algún gordo melón hubiera sido,
  Desde luego pudiera
Tomar á buen partido,
En caso semejante
Quedar desnarigado, pero vivo.
  Aquí la Providencia
Manifestarle quiso
Que supo á cada cosa
Señalar sabiamente su destino.
  Á mayor[271] bien del hombre
Todo está repartido;
Preso el pez en su concha[272],
Y libre por el aire el pajarillo.

{108}

FÁBULA V

El Asno vestido de León[273].

  Un Asno disfrazado
Con una grande piel[274] de León andaba;
Por su temible aspecto casi estaba
Desierto el bosque, solitario el prado.
Pero quiso el destino,
Que le llagase á ver desde el molino
La punta de una oreja el molinero.
Armado entonces de un garrote fiero,
Dale de palos, llévalo á su casa;
Divúlgase al contorno[275] lo que pasa;
Llegan todos á ver en el instante
Al que habían temido León reinante;
Y haciendo mofa de su idea necia,
Quien más le respetó, más le desprecia.
  Desde que oi del Asno contar esto,
Dos ochavos apuesto,
Si es que Pedro Fernández[276] no se deja
De andar con el disfraz de caballero,
A vueltas del vestido y el sombrero[277],
Que le han de ver la punta de la oreja.

{109}

FÁBULA VI

[Imagen no disponible.]

La Gallina de los Huevos de oro.

  Érase[278] una Gallina que ponía
Un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia mal contento,
Quiso el rico avariento
Descubrir de una vez la mina de oro,
Y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla, abrióla[279] el vientre de contado;
Pero después de haberla registrado,
¿Qué sucedió? que muerta la Gallina,
Perdió su huevo de oro y no halló mina.
  ¡Cuántos hay que teniendo lo bastante,
Enriquecerse quieren al instante,
Abrazando proyectos,
A veces de tan rápidos efectos,
Que sólo en pocos meses,
Cuando se contemplaban ya marqueses,
Contando sus millones,
Se vieron en la calle sin calzones[280]!

{110}

FÁBULA VII

[Imagen no disponible.]

Los Cangrejos.

  Los más autorizados, los más viejos
De todos los Cangrejos,
Una gran asamblea celebraron.
Entre los graves puntos que trataron,
Á propuesta de un docto presidente,
Como resolución la más urgente,
Tomaron la que sigue:—pues que al mundo
Estamos dando ejemplo sin segundo
El más vil y grosero
En andar hacia atrás como el soguero[281];
Siendo cierto también que los ancianos,
Duros de pies y manos,
Causándonos los años pesadumbre,
No podemos vencer nuestra costumbre:
Toda madre, desde este mismo instante,
Ha de enseñar á andar hacia adelante
Á sus hijos; y dure la enseñanza
Hasta quitar del mundo tal usanza.
—«Garras á la obra[282], dicen las maestras
Que se creían diestras»;
Y sin dejar ninguno,
Ordenan á sus hijos uno á uno
Que muevan sus patitas blandamente
Hacia adelante sucesivamente.{111}
Pasito á paso, al modo que podían,
Ellos obedecían;
Pero, al ver á sus madres, que marchaban
Al revés de lo que ellas enseñaban,
Olvidando los nuevos documentos[283],
Imitaban sus pasos más contentos.
Repetían las madres sus lecciones;
Mas no bastaban teóricas razones,
Porque obraba en los jóvenes Cangrejos
Sólo un ejemplo más que mil consejos.
Cada maestra[284] se aflige y desconsuela,
No pudiendo hacer práctica su escuela.
De modo que en efecto
Abandonaron todas el proyecto.
Los magistrados saben el suceso,
Y en su pleno congreso
La nueva ley al punto derogaron,
Porque se aseguraron
De que en vano intentaban la reforma,
Cuando ellos no sabían ser la norma.
  Y es así, que la fuerza de las leyes
Suele ser el ejemplo de los reyes.

FÁBULA VIII

Las Ranas sedientas.

  Dos Ranas que vivían juntamente,
En un verano ardiente
Se quedaron en seco en su laguna:
Saltando aquí y allí, llegó la una
Á la orilla de un pozo.
Llena entonces de gozo,
Gritó á su compañera:
—Ven y salta ligera.
Llegó, y estando entrambas á la orilla,
Notando como grande maravilla
Entre los agostados[285] juncos y heno{112}
El fresco pozo casi de agua lleno,
Prorrumpió la primera:—¿Á qué esperamos,
Que no nos arrojamos
Al agua que apacible nos convida?
La segunda responde:—Inadvertida,
Yo tengo igual deseo;
Pero pienso y preveo
Que, aunque es fácil al pozo nuestra entrada,
La agua[286], con los calores exhalada,
Según vaya faltando,
Nos irá dulcemente sepultando;
Y al tiempo que salir solicitemos,
En la Estigia laguna nos veremos.
  Por consultar al gusto solamente,
Entra en la nasa el pez incautamente;
El pájaro sencillo en la red queda;
¡Y en qué lazos el hombre no se enreda!

FÁBULA IX

[Imagen no disponible.]

El Cuervo y el Zorro.

  En la rama de un árbol,
Bien ufano y contento,
Con un queso en el pico
Estaba el señor Cuervo.
Del olor atraído
Un Zorro muy maestro,
Le dijo estas palabras{113}
Á poco más ó menos:
—Tenga usted buenos días[287],
Señor Cuervo, mi dueño:
¡Vaya! que estáis donoso,
Mono, lindo en extremo.
Yo no gasto lisonjas,
Y digo lo que siento,
Que si á tu bella traza
Corresponde el gorjeo,
Juro á la diosa Ceres,
Siendo testigo el cielo,
Que tú serás el fénix[288]
De sus vastos imperios.
  Al oír un discurso
Tan dulce y halagüeño,
De vanidad llevado
Quiso cantar el Cuervo.
Abrió su negro pico,—
Dejó caer el queso.
El muy astuto Zorro,
Después de haberlo preso[289],
Le dijo:—Señor bobo,
Pues sin otro alimento
Quedáis con alabanzas
Tan hinchado y repleto,
Digerid las lisonjas,
Mientras digiero el queso.
  Quien oye aduladores,
Nunca espere otro premio.

FÁBULA X

Un Cojo y un Picarón[290].

  Á un buen Cojo un descortés
Insultó atrevidamente:{114}
Oyólo pacientemente
Continuando su carrera,
Cuando al son de la cojera
Dijo el otro: Una, dos, tres,
Cojo es.
  Oyólo el Cojo; aquí fué[291]
Donde el buen hombre perdió
Los estribos, pues le dió
Tanta cólera y tal ira,
Que la muleta le tira,
Quedándose, ya se ve,
Sobre un pie.
  —Sólo el no poder correr
Para darte el escarmiento,
Dijo el Cojo, es lo que siento,
Que este mal no me atormenta:
Porque al hombre sólo afrenta,
Lo que supo merecer,
Padecer.

FÁBULA XI

[Imagen no disponible.]

El Carretero y Hércules.

  En un atolladero
El carro se atascó de Juan Regaña[292];
Él á nada se mueve ni se amaña,{115}
Pero jura muy bien: ¡gran carretero!
  Á Hércules invocó y el dios le dice:
—Aligera la carga, ceja un tanto;
Quita ahora ese canto;
¿Está?—Sí, le responde, ya lo hice.
  —Pues enarbola el látigo, y con eso
Puedes ya caminar.—De esta manera,
Arreando á la Mohina y la Roncera,
Salió Juan con su carro del suceso[293].
  Si haces lo que estuviere de tu parte,
Pide al cielo favor: ha de ayudarte[294].

FÁBULA XII

[Imagen no disponible.]

La Zorra y el Chivo.

  Una Zorra cazaba;
Y al seguir á un gazapo,
Entre aquí se escabulle, allí lo atrapo,
En un pozo cayó que al paso estaba.
  Cuando más la afligía su tristeza,
Por no hallar la infeliz salida alguna,
Vió asomarse al brocal por su fortuna
Del Chivo padre la gentil cabeza.
  —¿Qué tal? dijo el barbón, ¿la agua[295] es salada?
—Es tan dulce, tan fresca y deliciosa,
Respondió la Raposa,
Que en el tal pozo estoy como encantada.{116}
  Al agua el Chivo se arrojó sediento:
Monta sobre él la Zorra, de manera
Que, haciendo de sus cuernos escalera,
Pilla el brocal y sale en el momento.
  Quedó el pobre atollado ¡cosa dura!
¿Mas quién podrá á la Zorra dar castigo
Cuando el hombre, aun á costa de su amigo,
Del peligro mayor salir procura?

FÁBULA XIII

[Imagen no disponible.]

El Lobo, la Zorra y el Mono juez.

  Un Lobo se quejó criminalmente
De que una Zorra astuta le robase.
El Mono juez, como ella lo negase,
Dejólos alegar prolijamente.
  Enterado, pronuncia la sentencia:
—No consta que te falte nada, Lobo;
Y tú, Raposa, tú tienes el robo:—
Dijo, y los despidió de su presencia.
  Esta contradicción es cosa buena,
La dijo el docto Mono con malicia.
Al perverso su fama le condena,
Aun cuando alguna vez pida justicia.

{117}

FÁBULA XIV

[Imagen no disponible.]

Los dos Gallos.

  Habiendo á su rival vencido un Gallo,
Quedó entre sus gallinas victorioso,
Más grave, más pomposo
Que el mismo Gran Sultán en su serrallo[296].
  Desde un alto pregona vocinglero
Su gran hazaña: el gavilán lo advierte,
Le pilla, le arrebata y por su muerte,
Quedó el rival señor del gallinero.
  Consuele al abatido tal mudanza:
Sirva también de ejemplo[297] á los mortales
Que se juzgan exentos de los males,
Cuando se ven en próspera bonanza.

FÁBULA XV

La Mona y la Zorra.

  En visita una Mona
Con una Zorra estaba cierto día,
Y así ni más ni menos la[298] decía:
—Por mi fe que tenéis bella persona[299],
  Gallardo talle, cara placentera,
Airosa en el andar, como vos sola:{118}
Y á no ser tan disforme vuestra cola,
Seríais en lo hermoso la primera.
  Escuchad un consejo,
Que ha de ser á las dos muy importante:
Yo os la he de cortar, y lo restante
Me lo acomodaré por zagalejo[300].
  Abrenuncio[301], la Zorra le responde:
Es cosa para mí menos amarga
Barrer el suelo con mi cola larga,
Que verla por pañal bien sé yo donde.
  Por ingenioso que el necesitado
Sea para pedir al avariento,
Este será de superior talento
Para negarse á dar de lo sobrado.

FÁBULA XVI

La Gata mujer[302].

  Zapaquilda la bella
Era Gata doncella
Muy recatada, no menos hermosa:
Queríala su dueño por esposa
Si Venus consintiese,
Y en mujer á la Gata convirtiese.
De agradable manera
Vino en ello la diosa placentera;
Y ved á Zapaquilda en un instante
Hecha moza gallarda, rozagante.
Celébrase la boda;
Estaba ya la sala nupcial toda
De un lucido concurso coronada;
La novia relamida, almidonada
Junto al novio galán enamorado;
Todo brillantemente preparado;
Cuando quiso la diosa
Que cerca de la esposa{119}
Pasase un ratoncillo de repente.
Al punto que le ve, violentamente,
Á pesar del concurso y de su amante,
Salta, corre tras él, y échale el guante.
  Aunque del valle humilde á la alta cumbre
Inconstante nos mude la Fortuna,
La propensión del natural es una
En todo estado, y más con la costumbre.[303]

FÁBULA XVII

[Imagen no disponible.]

La Leona y el Oso.

  Dentro de un bosque obscuro y silencioso,
Con un rugir continuo y espantoso,
Que en medio de la noche resonaba,
Una Leona á las fieras inquietaba.
Dícela[304] un Oso:—Escúchame una cosa:
¿Qué tragedia horrorosa,
Ó qué sangrienta guerra,
Qué rayos, ó qué plagas á la tierra
Anuncia tu clamor desesperado
En el nombre de Júpiter airado?
—¡Ah! mayor causa tienen mis rugidos.
Yo, la más infeliz de los nacidos,
¿Cómo no moriré desesperada
Si me han robado el hijo? ¡ay desdichada!{120}
—¡Hola! ¿conque eso es todo?
Pues si se lamentasen de ese modo
Las madres de los muchos que devoras,
Buena música hubiera á todas horas.
¡Vaya! ¡vaya! consuélate como ellas,
No nos quiten el sueño tus querellas.
  Á desdichas y males
Vivimos condenados los mortales.
Á cada cual no obstante le parece,
Que de esta ley una excepción merece.
Así nos conformamos con la pena,
No cuando es propia, si cuando es ajena.[305]

FÁBULA XVIII

El Lobo y el Perro flaco.

    Distante de la aldea
  Iba cazando un Perro
  Flaco, que parecía
  Un andante esqueleto.
  Cuando menos lo piensa,
  Un Lobo le hizo preso.
  Aquí de sus clamores,
  De sus llantos y ruegos.
  —Decidme, señor Lobo,
  ¿Qué queréis de mi cuerpo,
  Si no tiene otra cosa
  Que huesos y pellejo?
  Dentro de quince días
  Casa á su hija mi dueño
  Y ha de haber para todos
  Arroz y gallo muerto[306].
  Dejadme[307] ahora libre,
  Que, pasado este tiempo,
  Podrás comerme á gusto,
  Lucio, gordo y relleno.—{121}
  Quedaron convenidos,
  Y apenas se cumplieron
  Los días señalados,
  El Lobo buscó al Perro.
  Estábase[308] en su casa
  Con otro compañero,
  Llamado Matalobos[309],
  Mastín de los más fieros:
  Salen á recibirle
  Al punto que le vieron;
  Matalobos bajaba
  Con corbatín de hierro.
  No era el Lobo persona
  De tantos cumplimientos,
  Y así por no gastarlos,
  Cedió de su derecho.
  Huía, y le llamaban;
  Mas él iba diciendo
  Con el rabo entre piernas:
  Pies, ¿para qué os quiero?
    Hasta los niños saben
  Que es de mayor aprecio
Un pájaro en la mano,
Que por el aire ciento.[310]

FÁBULA XIX

La Oveja y el Ciervo.

  Un celemín[311] de trigo
Pidió á la Oveja el Ciervo, y la decía:
—Si es que usted de mi paga desconfía,
Á presentar me obligo
  Un fiador desde luego,
Que no dará lugar á tener queja.
—¿Y quién es éste? preguntó la Oveja.
—Es un lobo abonado, llano y lego.{122}
  —¡Un lobo! ya; mas hallo un embarazo:
Si no tenéis más fincas que él sus dientes,
Y tú los pies para escapar valientes,
¿Á quién acudiré cumplido el plazo?
  Si, quién es el que pide y sus fiadores,
Antes de dar prestado se examina,
Será menor, sin otra medicina,
La peste de los malos pagadores.

FÁBULA XX

[Imagen no disponible.]

La Alforja.

  En una Alforja al hombro
Llevo los vicios;
Los ajenos delante,
Detrás los míos.
  Esto hacen todos;
Así ven los ajenos,
Mas no los propios.

FÁBULA XXI

El Asno infeliz.

  Yo conocí un Jumento[312]
Que murió muy contento,{123}
Por creer (y no iba fuera de camino)
Que así cesaba su fatal destino.
Pero la adversa suerte,
Aun después de su muerte,
Le persiguió: dispuso que al difunto
Le arrancasen el cuero[313] luego al punto
Para hacer tamboriles
Y que en los regocijos pastoriles
Bailasen las zagalas en el prado
Al son de su pellejo vaqueteado.
  Quien por su mala estrella es infelice,
Aun muerto lo será: Fedro lo dice.

FÁBULA XXII

[Imagen no disponible.]

El Jabalí y la Zorra.

  Sus horribles colmillos aguzaba
Un Jabalí en el tronco de una encina.
La Zorra, que vecina
Del animal cerdoso se miraba,
  Le dice:—Extraño el verte,
Siendo tú en paz señor de la bellota,
Cuando ningún contrario te alborota,
Que tus armas afiles de esa suerte.
  La fiera le responde:—Tengo oído
Que en la paz se prepara el buen guerrero,
Así como en la calma el marinero,
  Y que vale por dos el prevenido[314].

{124}

FÁBULA XXIII

[Imagen no disponible.]

El Perro y el Cocodrilo.

  Bebiendo un Perro en el Nilo,
Al mismo tiempo corría.
—Bebe quieto, le decía
Un taimado Cocodrilo.
Díjole el Perro prudente:
—Dañoso es beber y andar,
Pero ¿es sano el aguardar
Á que me claves el diente?
  Oh ¡qué docto Perro viejo!
Yo venero su sentir
En esto de no seguir
Del enemigo el consejo.

FÁBULA XXIV

La Comadreja y los Ratones.

  Débil y flaca cierta Comadreja,
No pudiendo ya más de puro[315] vieja,
Ni cazaba, ni hacía provisiones
De abundantes Ratones,
Como en tiempos pasados,
Que elegía los tiernos regalados
Para cubrir su mesa.
Sólo de tarde en tarde hacía presa
En tal cual, que pasaba muy cercano,
Gotoso, paralítico ó anciano.{125}
Obligada del hambre cierto día,
Urdió el modo mejor con que saldría
De aquella pobre situación hambrienta[316]
Pues la necesidad todo lo inventa[317].
Esta vieja taimada
Métese entre la harina amontonada.
Alerta y con cautela,
Cual suele en la garita el centinela,
Espera ansiosa su feliz momento
Para la ejecución del pensamiento.
Llega el Ratón sin conocer su ruina,
Y mete el hociquillo entre la harina.
Entonces ella le echa de repente
La garra al cuello y al hocico el diente.
Con este nuevo ardid tan oportuno
Se los iba embuchando de uno en uno;
Y á merced de discurso tan extraño
Logró sacar su tripa de mal año.
  Es un feliz ingenio interesante:
Él nos ayuda, si el poder nos deja;
Y al ver lo que pasó á la Comadreja,
¿Quién no aguzará el suyo en adelante?

FÁBULA XXV

[Imagen no disponible.]

El Lobo y el Perro.

  En busca de alimento
Iba un Lobo muy flaco y muy hambriento.{126}
Encontró con un Perro tan relleno,
Tan lucio, sano y bueno,
Que le dijo:—Yo extraño
Que estés de tan buen año,
Como se deja ver por tu semblante;
Cuando á mí, más pujante,
Más osado y sagaz, mi triste suerte
Me tiene hecho retrato de la muerte.
El Perro respondió:—Sin duda alguna
Lograrás, si tú quieres, mi fortuna.
Deja el bosque y el prado,
Retírate á poblado;
Servirás de portero
Á un rico caballero,
Sin otro afán ni más ocupaciones
Que defender la casa de ladrones.
—Acepto desde luego tu partido
Que para mucho más estoy curtido.
Así me libraré de la fatiga,
Á que el hambre me obliga,
De andar por montes sendereando peñas,
Trepando riscos y rompiendo breñas,
Sufriendo de los tiempos los rigores,
Lluvias, nieves, escarchas y calores.—
Á paso diligente
Marchaban juntos amigablemente,
Tratando varios puntos de confianza
Pertenecientes á llenar la panza[318].
En esto el Lobo por algún recelo,
Que comenzó á turbarle su consuelo,
Mirando al Perro dijo:—He reparado[319]
Que tienes el pescuezo algo pelado.
Díme, ¿qué es eso?—Nada.
—Dímelo por tu vida, camarada.—
No es más que la señal de la cadena;
Pero no me da pena,
Pues, aunque por inquieto,
Á ella estoy sujeto,
Me sueltan cuando comen mis señores.
Recíbenme á sus pies de mil amores:{127}
Ya me tiran el pan, ya la tajada,
Y todo aquello que les desagrada:
Éste lo mal asado,
Aquél un hueso poco descarnado;
Y aun un glotón que todo se lo traga,
A lo menos me halaga,
Pasándome lo mano por el lomo;
Yo meneo la cola, callo y como.
—Todo eso es bueno, yo te lo confieso;
Pero por fin y postre tú estás preso,
Jamás sales de casa,
No puedes ver lo que en el pueblo pasa.
¿Es así? pues, amigo,
La amada libertad que yo consigo,
No he de trocarla de manera alguna
Por tu abundante y próspera fortuna.
Marcha, marcha á vivir encarcelado;
No serás envidiado
De quien pasea el campo libremente,
Aunque tú comas tan glotonamente,
Pan, tajadas y huesos, porque al cabo
No hay bocado en sazón para un esclavo[320].
[Imagen no disponible.]

{128}

[Imagen no disponible.]

LIBRO SEXTO

PRÓLOGO

FÁBULA PRIMERA

El Pastor y el Filósofo.

  De los confusos pueblos apartado,
Un anciano Pastor vivió en su choza,
En el feliz estado en que se goza,
Existir ni envidioso, ni envidiado[321].
No turbó con cuidados la riqueza
Á su tranquila vida[322];
Ni la extremada mísera pobreza
Fué del dichoso anciano conocida.
Empleado en su labor gustosamente
Envejeció: sus canas, su experiencia
Y su virtud le hicieron finalmente
Respetable varón, hombre de ciencia.
  Voló su grande fama por el mundo,
Y llevado de nueva tan extraña,
Acercóse un Filósofo profundo
Á la humilde cabaña,
Y preguntó al Pastor:—Díme, ¿en qué escuela
Te hiciste sabio? ¿Acaso te ocupaste{129}
Largas noches leyendo á la candela?
¿Á Grecia y Roma sabias observaste?
¿Sócrates refinó tu entendimiento?
¿La ciencia de Platón has tú medido[323]?
¿Ó pesaste de Tulio el gran talento?
¿Ó tal vez como Ulises has corrido
Por ignorados pueblos y confusos,
Observando costumbres, leyes y usos?
  —Ni las letras seguí, ni como Ulises
(Humildemente respondió el anciano)
Discurrí por incógnitos países.
Sé que el género humano,
En la escuela del mundo linsonjero,
Se instruye en el[324] doblez y en la patraña;
Con la ciencia que engaña
¿Quién podrá hacerse sabio verdadero?
Lo poco que yo sé me lo ha enseñado
Naturaleza en fáciles lecciones:
Un odio firme al vicio me ha inspirado;
Ejemplos de virtud da á mis acciones.
Aprendí de la abeja lo industrioso,
Y de la hormiga, que en guardar se afana,
Á pensar en el día de mañana;
Mi mastín, el hermoso,
Y fiel sin semejante,
De gratitud y lealtad constante
Es el mejor modelo,
Y, si acierto á copiarle, me consuelo.
Si mi nupcial[325] amor lecciones toma,
Las encuentra en la Cándida paloma.
La gallina á sus pollos abrigando
Con sus piadosas alas como madre,
Y las sencillas aves aun volando,
Me prestan reglas para ser buen padre.
  Sabia naturaleza, mi maestra,
Lo malo y lo ridículo me muestra
Para hacérmelo odioso.
Jamás hablo á las gentes{130}
Con aire grave, tono jactancioso;
Pues saben los prudentes
Que, lejos de ser sabio, el que así hable
Será un buho solemne, despreciable.
Un hablar moderado,
Un silencio oportuno
En mis conversaciones he guardado:
El hablador molesto é importuno
Es digno de desprecio.
Quien escuche á la Urraca, será un necio.
  Á los que usan la fuerza y el engaño
Para el ajeno daño,
Y usurpan á los otros su derecho,
Los debe aborrecer un noble pecho.
Únanse con los lobos en la caza,
Con milanos y halcones,
Con la maldita serpentina raza,
Caterva de carnívoros ladrones.
Mas ¿qué dije? Los hombres tan malvados
Ni aun merecen tener estos aliados.
No hay daño ni animal tan peligroso
Como el usurpador y el envidioso.
Por último en el libro interminable
De la naturaleza yo medito:
En todo lo creado es admirable:
Del ente más sencillo y pequeñito
Una contemplación profunda alcanza
Los más preciosos frutos de enseñanza.
  —Tu virtud acredita, buen anciano,
(El Filósofo exclama)
Tu ciencia verdadera y justa fama.
Vierte el género humano
En sus libros y escuelas sus errores:
En preceptos mejores
Nos da naturaleza su doctrina.
  Así quien sus verdades examina
Con la meditación y la experiencia,
Llegará á conocer virtud y ciencia.

{131}

FÁBULA II

El Hombre y la Fantasma.

  Un Joven licencioso
Se hallaba en un estado vergonzoso
Con sus males secretos retirado:
En soledad, doliente, exasperado,
Cavila, llora, canta, jura, reza,
Como quien ha perdido la cabeza.
—¿Te falta la salud? Pues, caballero,
De todo tu dinero,
Nobleza, juventud y poderío
Sábete[326] que me río:
Trata de recobrarla, pues perdida,
¿De qué sirven los bienes de la vida?—
Todo esto una Fantasma[327] le previno,
Y al instante se fué como se vino.
El enfermo se cuida, se repone,
Un nuevo plan de vida se propone.
En efecto se casa;
Cércanle los cuidados de la casa,
Que se van aumentando de hora en hora.
La mujer (Dios nos libre), gastadora,
Aun mucho más que rica,
Los hijos y las deudas multiplica;
De modo que el marido,
Más que nunca aburrido,
Se puso sobre un pie de economía,
Que, estrechándola más de día en día,
Al fin se enriqueció con opulencia.
La Fantasma le dice:—En mi conciencia
Que te veo amarillo como el oro:
Tienes tu corazón en el tesoro[328];
Miras sobre tu pecho acongojado
El puñal del ladrón enarbolado[329];{132}
Las noches pasas en mortal desvelo,
Y ¿así, quieres vivir?... ¡qué desconsuelo!—
El hombre, como caso milagroso,
Se transformó de avaro en ambicioso.
Llegó dentro de poco á la privanza:
¡El señor don Dinero qué no alcanza[330]!
La Fantasma le muestra claramente
Un falso confidente,
Cien traidores amigos,
Que quieren ser autores y testigos
De su pronta caída.
Resuélvese á dejar aquella vida,
Y ya desengañado,
En los campos se mira retirado.
Buscaba los placeres inocentes
En las flores y frutas diferentes.
¿Quieren ustedes creer (esto me pasma)
Que aun allí le persigue la Fantasma?
—Los insectos, los hielos y los vientos,
Todos los elementos
Y las plagas de todas estaciones
Han de ser en el campo tus ladrones.
¿Pues adónde irá el pobre caballero?...
  Digo que es un solemne majadero
Todo aquel que pretende
Vivir en este mundo sin su duende.

FÁBULA III

El Jabalí y el Carnero.

  De la rama de un árbol un Carnero
Degollado pendía;
En él á sangre fría
Cortaba el remangado carnicero.
  El rebaño inocente,
Que el trágico espectáculo miraba,
De miedo ni pacía, ni balaba.{133}
Un Jabalí gritó:—Cobarde gente,
  Que miráis la carnívora matanza[331],
¿Cómo no os vengáis del enemigo?
—Tendrá (dijo un Carnero) su castigo;
Mas no de nuestra parte la venganza.
  La piel, que arranca con sus propias manos,
Sirve para los pleitos y la guerra,
Las dos mayores plagas de la tierra,
Que afligen á los míseros humanos.
  Apenas nos desuellan, se destina
Para hacer pergaminos[332] y tambores:
Mira cómo los hombres malhechores
Labran en su maldad su propia ruina.

FÁBULA IV

El Raposo, la Mujer y el Gallo.

  Con las orejas gachas
Y la cola entre piernas,
Se llevaba un Raposo
Un Gallo de la aldea.
Muchas gracias al alba,
Que pudo ver la fiesta,
Al salir de su casa,
Juana la madruguera[333].
Como una loca grita:
—Vecinos, que le lleva;
Que es el mío, vecinos.
Oye el Gallo las quejas,
Y le dice al Raposo:
—Díle que no nos mienta,
Que soy tuyo y muy tuyo.
Volviendo la cabeza
Le responde el Raposo:
—¿Oyes, gran embustera?{134}
No es tuyo, sino mío;
Él mismo lo confiesa.
Mientras esto decía,
El Gallo libre vuela,
Y en la copa de un árbol
Canta que se las pela.
El Raposo burlado
Huyó ¡quién lo creyera!
  Yo, pues, á más de cuatro
Muy zorros en sus tretas,
Por hablar á destiempo,
Los ví perder la presa.

FÁBULA V

[Imagen no disponible.]

El Filósofo y el Rústico.

  La del alba sería
La hora en que un Filósofo salía
Á meditar al campo solitario,
En lo hermoso y lo vario
Que á la luz de la aurora nos enseña
Naturaleza, entonces más risueña.
Distraído, sin senda caminaba,
Cuando llegó á un cortijo, donde estaba
Con un martillo el Rústico en la mano,
En la otra un milano,
Y sobre una portátil escalera.
—¿Qué haces de esa manera?
El Filósofo dijo.{135}
—Castigar á un ladrón de mi cortijo,
Que en mi corral ha hecho más destrozos,
Que todos los ladrones en Torozos.
Le clavo en la pared... ya estoy contento...
Sirve á toda tu raza de escarmiento.
  —El matador es digno de la muerte,
El Sabio dijo: mas si de esa suerte
El milano merece ser tratado,
¿De qué modo será bien castigado
El hombre sanguinario, cuyos dientes
Devoran á infinitos inocentes,
Y cuenta como mísera su vida,
Si no hace de cadáveres comida?
Y aun tú, que así castigas los delitos,
Cenarías anoche tus pollitos[334].
  —Al mundo le encontramos de este modo,
Dijo airado el patán[335]; y sobre todo,
Si lo mismo son hombres que milanos,
Guárdese no le pille entre mis manos.
El Sabio se dejó de reflexiones.
  Al tirano le ofenden las razones,
Que demuestran su orgullo y tiranía:
Mientras por su sentencia cada día
Muere (viviendo él mismo impunemente)
Por menores delitos otra gente.

FÁBULA VI

La Pava y la Hormiga.

  Al salir con las yuntas
Los criados de Pedro,
El corral se dejaron
De par en par abierto.
Todos los pavipollos
Con su madre se fueron,
Aquí y allí picando{136}
Hasta el cercano otero[336].
Muy contenta la Pava
Decía á sus polluelos[337]:
—Mirad, hijos, el rastro
De un copioso hormiguero.
Ea, comed hormigas,
Y no tengáis recelo,
Que yo también las como:
Es un sabroso cebo.
Picad, queridos míos:
¡Oh qué días los nuestros,
Si no hubiese en el mundo
Malditos cocineros!
Los hombres nos devoran,
Y todos nuestros cuerpos
Humean en las mesas
De nobles y plebeyos.
Á cualquier fiestecilla
Ha de haber pavos muertos.
¡Qué pocas Navidades[338]
Contaron mis abuelos!
¡Oh glotones humanos,
Crueles carniceros!—
Mientras tanto una Hormiga
Se puso en salvamento
Sobre un árbol vecino,
Y gritó con denuedo:
—¡Hola! ¿con que los hombres
Son crueles, perversos?
Y ¿qué seréis los Pavos?
¡Ay de mí! ya lo veo:
Á mis tristes parientes,
¿Qué digo? á todo el pueblo,
Sólo por desayuno
Os le vais engullendo.—
No respondió la Pava
Por no saber un cuento,
Que era entonces del caso{137}
Y ahora viene á pelo.
  Un gusano roía
Un grano de centeno;
Viéronle las Hormigas:
¡Qué gritos! ¡qué aspavientos!
—Aquí fué Troya[339] (dicen):
Muere, pícaro perro.
Y ellas ¿qué hacían? Nada:
Robar todo el granero.
  Hombres, Pavos, Hormigas,
Según estos ejemplos,
Cada cual en su libro
Esta moral tenemos.
La falta leve en otro
Es un pecado horrendo;
Pero el delito propio
No más que pasatiempo.

FÁBULA VII

[Imagen no disponible.]

El Enfermo y la Vision

  —«¡Con que de tus recetas exquisitas
(Un enfermo exclamó) ninguna alcanza!
El médico se fué sin esperanza,
Contando por los dedos sus visitas.»
  Así desengañado,
Y creciendo por horas su dolencia,
De este modo examina su conciencia:{138}
—«En todos mis contratos he logrado
  (No lo niego) ganancia muy segura:
Trabajé en calcular mis intereses.
Aumenté mi caudal en pocos meses,
Más por felicidad que por usura.
  Sin rencor ni malicia
Hice que á mi deudor pusiesen preso:
Murió pobre en la cárcel, lo confieso;
Mas en fin es un hecho de justicia.
  Si por cierto instrumento[340]
Reduje una familia muy honrada
Á pobreza extremada,
Algún día leerán mi testamento.
  Entonces, muerto yo, se hará patente
En la tierra, lo mismo que en el cielo,
Para alivio de pobres y consuelo,
Mi caridad ardiente.»
  Una Visión se acerca, y dice:—Hermano,
La esperanza condeno
Del que aguarda á morir para ser bueno:
Una acción de piedad está en tu mano.
  Tus prójimos, según sus oraciones,
Están necesitados:
Para ser remediados
Han menester siquiera cien doblones[341].
  —¡Cien doblones! ¡No es nada!
Y si, porque Dios quiera, no me muero,
Y después me hace falta ese dinero,
¿Sería caridad bien ordenada?
  —Avaro ¿te resistes? Pues al cabo
Te anuncio que tu muerte está cercana.
—¿Me muero?... Pues que esperen á mañana.
La Visión se volvió sin un ochavo[342].

{139}

FÁBULA VIII

[Imagen no disponible.]

El Camello y la Pulga.

  Al que ostenta valimiento,
Cuando su poder es tal
Que ni influye en bien ni en mal,
Le quiero contar un cuento.
      En una larga jornada
    Un Camello[343] muy cargado
    Exclamó, ya fatigado:
    «¡Oh qué carga tan pesada!»
    Doña Pulga, que montada
    Iba sobre él, al instante
    Se apea, y dice arrogante:
    —Del peso te libro yo.
    El Camello respondió:
    —Gracias, señor elefante.

{140}

FÁBULA IX

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El Cerdo, el Carnero y la Cabra.

  Poco antes de morir, el corderillo
Lame alegre la mano y el cuchillo
Que han de ser de su muerte el instrumento,
Y es feliz hasta el último momento.
Así, cuando es el mal inevitable,
Es quien menos prevé, más envidiable.
Bien oportunamente mi memoria
Me presenta al Lechón de cierta historia.
  Al mercado llevaba un Carretero
Un Marrano, una Cabra y un Carnero.
Con perdón[344], el Cochino
Clamaba sin cesar en el camino:
—¡Ésta sí que es miseria!
Perdido soy, me llevan á la feria.—
Así gritaba, ¡mas con qué gruñidos!
No dió en su esclavitud tales gemidos
Hécuba la infelice.
El Carretero al gruñidor le dice:
—¿No miras al Carnero y á la Cabra,
Que vienen sin hablar una palabra?
—¡Ay, señor, le responde: ya lo veo!
Son tontos y no piensan: yo preveo
Nuestra muerte cercana.
Á los dos, por la leche y por la lana,{141}
Quizá no matarán tan prontamente;
Pero á mí, que soy bueno solamente
Para pasto del hombre... no lo dudo,
Mañana comerán de mi menudo[345].
Á Dios, pocilga, á Dios, gamella mía.
Sutilmente su muerte preveía;
¿Mas, qué lograba el pensador Marrano?
Nada, sino sentirla de antemano.
  El dolor ni los ayes es seguro
Que no remediarán el mal futuro.

FÁBULA X

El León, el Tigre y el Caminante.

  Entre sus fieras garras oprimía
Un Tigre á un Caminante.
Á los tristes quejidos al instante
Un León acudió: con bizarría
Lucha, vence á la fiera y lleva al hombre
Á su regia caverna.—Toma aliento,
(Le decía el León) nada te asombre,
Soy tu libertador, estáme atento:
  ¿Habrá bestia sañuda y enemiga
Que se atreva á mi fuerza incomparable?
Tú puedes responder; ó que lo diga
Esa pintada fiera[346] despreciable.
Yo, yo solo, monarca poderoso,
Domino en todo el bosque dilatado.
¡Cuántas veces la onza, y aun el oso
Con su sangre el tributo me han pagado!
Los despojos de pieles y cabezas,
Los huesos que blanquean este piso,
Dan el más claro aviso
De mi valor sin par y mis proezas.
  —Es verdad, dijo el hombre, soy testigo;
Los triunfos miro de tu fuerza airada,
Contemplo á tu nación amedrentada.{142}
Al librarme venciste á mi enemigo.
En todo esto, señor (con tu licencia),
Sólo es digna del trono tu clemencia.
Sé benéfico, amable,
En lugar de despótico tirano;
Porque, señor, es llano,
Que el monarca será más venturoso
Cuanto hiciere á su pueblo más dichoso.
  —Con razón has hablado;
Y ya me causa pena
El haber yo buscado
Mi propia gloria en la desdicha ajena.
En mis jóvenes años
El orgullo produjo mil errores,
Que me los ha encubierto con engaños
Una corte servil de aduladores.
  Ellos me aseguraban, de concierto,
Que por el mundo todo
No reinan los humanos de otro modo:
Tú lo sabrás mejor, dime, ¿y es cierto?

FÁBULA XI

La Muerte.

Pensaba en elegir la reina Muerte
Un ministro de Estado[347].
Le quería de suerte
Que hiciese floreciente su reinado.
—El Tabardillo, Gota, Pulmonía,
Y todas las demás enfermedades,
Yo conozco, decía,
Que tienen excelentes calidades.
Mas ¿qué importa? La Peste[348], por ejemplo,
Un ministro sería sin segundo;
Pero ya por inútil la contemplo
Habiendo tanto médico en el mundo.{143}
Uno de estos elijo... Mas no quiero,
Que están muy bien premiados sus servicios
Sin otra recompensa que el dinero[349].—
Pretendieron la plaza algunos vicios,
Alegando en su abono mil razones.
Consideró la reina su importancia,
Y, después de maduras reflexiones,
El empleo ocupó la Intemperancia.

FÁBULA XII

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El Amor y la Locura.

  Habiendo la Locura
Con el Amor reñido,
Dejó ciego de un golpe
Al miserable niño.
Venganza pide al cielo
Venus, ¡mas con qué gritos!
Era madre y esposa,
Con esto queda dicho.
Queréllase á los dioses
Presentando á su hijo:
—¿De qué sirven las flechas,
De qué el arco á Cupido,
Faltándole la vista,
Para asestar sus tiros?
Quítensele las alas,
Y aquel ardiente cirio,
Si á su luz ser no pueden
Sus vuelos dirigidos.—
  Atendiendo á que el Ciego
Siguiese su ejercicio,{144}
Y á que la delincuente
Tuviese su castigo,
Júpiter, presidente
De la asamblea, dijo:
Ordeno á la locura
Desde este instante mismo,
Que eternamente sea
De Amor el lazarillo[350].
[Imagen no disponible.]

{145}

[Imagen no disponible.]

LIBRO SÉPTIMO

FÁBULA PRIMERA

El Raposo enfermo.

  El tiempo, que consume de hora en hora
Los fuertes murallones elevados,
Y lo mismo devora
Montes agigantados,
  Á un Raposo quitó de día en día
Dientes, fuerza, valor, salud, de suerte
Que él mismo conocía
Que se hallaba en las garras de la muerte.
Cercado de parientes y de amigos,
Dijo en trémula voz y lastimera:
—¡Oh vosotros, testigos
De mi hora postrera,
Atentos escuchad un desengaño!
Mis ya pasadas culpas me atormentan,
Ahora conjuradas en mi daño.
¿No véis cómo á mi lado se presentan?
  Mirad, mirad los gansos inocentes,
Con su sangre teñidos,
Y los pavos en partes diferentes
Al furor de[351] mis garras divididos.
  Apartad esas aves que aquí veo,{146}
Y me piden sus pollos devorados;
Su infernal cacareo[352]
Me tiene los oídos penetrados.—
  Los Raposos le afirman con tristeza
(No sin lamerse labios y narices)
—Tienes debilitada la cabeza,
Ni una pluma se ve de cuanto dices.
  Y bien lo puedes creer que si se viese...
—¡Oh glotones! callad: ya os entiendo,
El enfermo exclamó: ¡si yo pudiese
Corregir las costumbres cual pretendo!
  ¿No sentís que los gustos,
Si son contra la paz de la conciencia,
Se cambian en disgustos?
Tengo de esta verdad gran experiencia.
Expuestos á las trampas y á los perros,
Matáis y perseguís á todo trapo[353]
En la aldea gallinas, y en los cerros
Los inocentes lomos del gazapo[354].
Moderad, hijos míos, las pasiones,
Observad vida quieta y arreglada,
Y con buenas acciones
Ganaréis opinión muy estimada.
—Aunque nos convirtamos en corderos,
Le respondió un oyente sentencioso,
Otros han de robar los gallineros[355]
Á costa de la fama del Raposo.
Jamás se cobra la opinión perdida:
Esto es lo uno; á más, ¿usted pretende
Que mudemos de vida?
Quien malas mañas ha... ya usted me entiende.
—Sin embargo, hermanito, crea, crea...
El enfermo le dijo. ¡Mas qué siento!...
¿No oís que una gallina cacarea?
Esto sí que no es cuento.—
  Á Dios, sermón; escápase la gente.{147}
El enfermo orador esfuerza el grito:
—¿Os váis, hermanos? Pues tened presente
Que no me haría daño algún pollito.

FÁBULA II

[Imagen no disponible.]

Las Exequias de la Leona.

  En su regia caverna, inconsolable,
El rey León yacía[356],
Porque en el mismo día
Murió (¡cruel dolor!) su esposa amable.
Á palacio la corte toda llega,
Y en fúnebre aparato se congrega.
En la cóncava gruta resonaba
Del triste rey el doloroso llanto.
Allí los cortesanos entre tanto
También gemían, porque el rey lloraba;
Que si el viudo monarca se riera,
La corte lisonjera
Trocara en risa el lamentable paso.
Perdone la difunta, voy al caso.
Entre tanto sollozo
El Ciervo no lloraba (yo lo creo),
Porque lleno de gozo
Miraba ya cumplido su deseo.
La tal reina le había devorado
Un hijo y la mujer al desdichado.
El Ciervo, en fin, no llora;{148}
El concurso lo advierte,
El monarca lo sabe, y en la hora
Ordena con furor darle la muerte.
—¿Cómo podré llorar, el Ciervo dijo,
Si apenas puedo hablar de regocijo?
Ya disfruta, gran rey, más venturosa
Los elíseos campos vuestra esposa:
Me lo ha revelado á la venida,
Muy cerca de la gruta, aparecida:
Me mandó lo callase algún momento[357],
Porque gusta mostréis el sentimiento.—
Dijo así, y el concurso cortesano
Aclamó por milagro la patraña[358].
El Ciervo consiguió que el soberano
Cambiase en amistad su fiera saña.
  Los que en la indignación han incurrido
De los grandes señores,
Á veces su favor han conseguido
Con ser aduladores.
Mas no por esto advierto
Que el medio sea justo; pues es cierto
Que á más príncipes vicia
La adulación servil, que la malicia.

FÁBULA III

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El Poeta y la Rosa.

  Una fresca mañana
En el florido campo{149}
Un Poeta buscaba
Las delicias de mayo.
Al peso de las flores
Se inclinaban los ramos,
Como para ofrecerse
Al huésped solitario.
Una Rosa lozana,
Movida al aire blando,
Le llama, y él se acerca;
La toma, y dice ufano:
—Quiero, Rosa, que vayas
No más que por un rato
Á que la hermosa Clori[359]
Te reciba en su mano.
Mas no, no, pobrecita[360],
Que si vas á su lado,
Tendrás de su hermosura
Unos celos amargos.
Tu süave fragancia,
Tu color delicado,
El verdor de tus hojas,
Y tus pimpollos caros
Entre estas florecillas
Pueden ser alabados;
Mas junto á Clori bella
Es locura pensarlo.
Marchita, cabizbaja
Te irías deshojando,
Hasta parar tu vida
En un desnudo cabo.
  La Rosa, que hasta entonces
No despegó sus labios,
Le dijo resentida:
—Poeta chabacano,
Cuando á un héroe quieras
Coronar con el lauro,
Del jardín de sus hechos
Has de cortar los ramos.
Por labrar su corona,[361]
{150}
No es justo que tus manos
Desnuden otras sienes
Que la virtud y el mérito adornaron.

FÁBULA IV

[Imagen no disponible.]

El Buho y el Hombre.

    Vivía en un granero retirado
  Un reverendo Buho, dedicado
  Á sus meditaciones,
  Sin olvidar la caza de ratones.
  Se dejaba ver poco, mas con arte:
  Al Gran Turco imitaba en esta parte.
  El dueño del granero
  Por azar advirtió que en un madero
  El pájaro nocturno
Con gravedad estaba taciturno.
El Hombre le miraba, se reía:
—¡Qué carita de pascua! le decía.
¿Puede haber más ridículo visaje?
Vaya, que eres un raro personaje.
¿Por qué no has de vivir alegremente
Con la pájara gente[362],
Seguir desde la aurora
Á la turba canora
De jilgueros, calandrias, ruiseñores,
Por valles, fuentes, árboles y flores?
—Piensas á lo vulgar: eres un necio,
Dijo el solemne Buho con desprecio:{151}
—Mira, mira ignorante,
Á la sabiduría en mi semblante;
Mi aspecto, mi silencio, mi retiro
Aun yo mismo lo admiro.
Si rara vez me digno, como sabes,
De visitar la luz, todas las aves
Me siguen y rodean; desde luego
Mi mérito conocen: no lo niego.
—¡Ah, tonto, presumido!
(El hombre dijo así) ten entendido
Que las aves, muy lejos de admirarte,
Te siguen y rodean por burlarte.
De ignorante orgulloso te motejan,
Como yo á aquellos hombres que se alejan
Del trato de las gentes,
Y con extravagancias diferentes
Han llegado á doctores en la ciencia
De ser sabios no más que en la apariencia.
  De esta suerte de locos
Hay hombres como buhos, y no pocos.

FÁBULA V

[Imagen no disponible.]

La Mona.

  Subió una Mona á un nogal
Y cogiendo una nuez verde,
En la cáscara la muerde;
Con que la[363] supo muy mal.
Arrojóla el animal,
Y se quedó sin comer.{152}
  Así suele suceder
Á quien su empresa abandona,
Porque halla, como la Mona,
Al principio que vencer.

FÁBULA VI

[Imagen no disponible.]

Esopo y un Ateniense.

  Cercado de muchachos,
Y jugando á las nueces,
Estaba el viejo Esopo
Más que todos alegre.
—¡Ah pobre! ¡ya chochea!
Le dijo un Ateniense.
En respuesta el Anciano
Coge un arco que tiene
La cuerda floja, y dice:
—Ea, si es que lo entiendes,
Dime, ¿qué significa
El arco de esta suerte?—
Lo examina el de Atenas,
Piensa, cavila, vuelve,
Y se fatiga en vano,
Pues que no lo comprende.
El Frigio[364] victorioso
Le dijo:—Amigo, advierte,
Que romperás el arco
Si está tirante siempre:
Si flojo, ha de servirte,{153}
Cuando tú lo quisieres.
  Si al ánimo estudioso
Algún recreo dieren,
Volverá á sus tareas
Mucho más útilmente.

FÁBULA VII

Demetrio y Menandro.

  Si te falta el buen nombre,
Fabio en vano presumes
Que en el mundo te tengan por grande[365] hombre
Si más que por tus galas y perfumes.
  Demetrio el faleriano[366] se apodera
De Atenas; y aunque fué con tiranía,
De agradable manera
Los del vulgo le aclaman á porfía.
Los grandes y los nobles distinguidos
Con fingido placer la mano besan
Que los tiene oprimidos.
Aun á los que en el ocio se embelesan,
Y á la poltrona gente
Los arrastra el temor al cumplimiento:
Con ellos va Menandro juntamente,
Dramático escritor de gran talento,
Cuyas obras leyó, sin conocerle,
Demetrio. Con perfumes olorosos
Y pasos afectados entra: al verle
Llegar entre los tardos perezosos,
El nuevo arconte[367] prorrumpió enojado:
—¿Con qué valor se pone en mi presencia
Ese hombre afeminado?
—Señor, le respondió la concurrencia,
Es Menandro, el autor.—Al punto muda
De semblante el tirano:
Al escritor saluda,
Y con grata expresión le da la mano.

{154}

FÁBULA VIII

[Imagen no disponible.]

Las Hormigas.

  Lo que hoy las hormigas son,
Eran los hombres antaño:
De lo propio y de lo extraño
Hacían su provisión.
Júpiter, que tal pasión
Notó de siglos atrás,
No pudiendo aguantar más,
En Hormigas los transforma.
Ellos mudaron de forma.
¿Y de costumbres? Jamás.

FÁBULA IX

Los Gatos escrupulosos.

  Á las once, y aun más de la mañana,
La cocinera Juana,
Con pretexto de hablar á la vecina,
Se sale, cierra, y deja en la cocina
Á Micifuf y Zapirón hambrientos.
  Al punto (pues no gastan cumplimientos
Gatos enhambrecidos)
Se avanzan á probar de los cocidos.
—¡Fú, dijo Zapirón, maldita olla!
¡Cómo abrasa! Veamos esa polla
Que está en el asador lejos del fuego.—
Ya también escaldado, desde luego
Se arrima Micifuf, y en un instante
Muestra cada trinchante[368]
Que en el arte cisoria[369], sin gran pena,{155}
Pudiera dar lecciones á Villena.
Concluído el asunto,
El señor Micifuf tocó este punto:
Utrum[370], si se podía ó no en conciencia
Comer el asador.—¡Oh qué demencia!
(Exclamó Zapirón en altos gritos)
¡Cometer el mayor de los delitos!
¿No sabes que el herrero
Ha llevado por él mucho dinero,
Y que, si bien la cosa se examina,
Entre la batería de cocina[371]
No hay un mueble más serio y respetable?
Tu pasión te ha engañado, miserable.—
Micifuf en efecto
Abandonó el proyecto;
Pues eran los dos Gatos
De suerte timoratos
Que si el diablo, tentando sus pasiones,
Les pusiese asadores á millones,
(No hablo yo de las pollas) ó me engaño,
Ó no comieran uno en todo el año.

De otro modo.

  ¡Qué dolor! por un descuido
Micifuf y Zapirón
Se comieron un capón
En un asador metido.
Después de haberse lamido,
Trataron en conferencia
Si obrarían con prudencia
En comerse el asador.
¿Lo comieron? No señor;
Era caso de conciencia.

{156}

FÁBULA X

El Águila y la Asamblea de los animales.

  Todos los Animales cada instante
Se quejaban á Júpiter tonante
De la misma manera
Que si fuese un alcalde de montera[372].
El dios (y con razón) amostazado,
Viéndose importunado,
Por dar fin de una vez á las querellas,
En lugar de sus rayos y centellas,
De recetor[373] envia desde el cielo
Al águila rapante, que de un vuelo
En la tierra juntó los animales,
Y expusieron en suma cosas tales[374]:
Pidió el León la astucia del Raposo,
Éste de aquél lo fuerte y valeroso;
Envidia la Paloma al Gallo fiero;
El Gallo á la Paloma en lo ligero;
Quiere el Sabueso patas más felices,
Y cuenta como nada sus narices.
El Galgo lo contrario solicita;
Y en fin (¡cosa inaudita!)
Los peces, de las ondas ya cansados,
Quieren poblar los bosques y los prados;
Y las bestias, dejando sus lugares,
Surcar las olas de los anchos mares.
  Después de oírlo todo,
El Águila concluye de este modo:
—«¿Ves, maldita caterva impertinente,
Que entre tanto viviente
De uno y otro elemento,
Pues nadie está contento,
No se encuentra feliz ningún destino?
¿Pues para qué envidiar el del vecino[375]
Con solo este discurso{157}
Aun el bruto mayor de aquel concurso
Se dió por convencido.
  De modo que es sabido
Que ya sólo se matan los humanos
En[376] envidiar la suerte á sus hermanos.

FÁBULA XI

[Imagen no disponible.]

La Paloma.

  Un pozo pintado vió
Una paloma sedienta[377]:
Tiróse á él tan violenta,
Que contra la tabla dió:
Del golpe al suelo cayó,
Y allí muere de contado.
  De su apetito guiado.
Por no consultar al juicio,
Así vuela al precipicio
El hombre desenfrenado.

FÁBULA XII

El Chivo afeitado.

  —Vaya una quisicosa:
Si aciertas, Juana hermosa,
Cuál es el animal más presumido,
Que rabia por hacerse distinguido{158}
Entre sus semejantes,
Te he de regalar un par de guantes.
No es el pavón[378], ni el gallo,
Ni el león, ni el caballo,
Y así no me fatigues con demandas.—
¿Será tal vez... el mono?—Cerca le andas.—
¿El mico?—Que te quemas:
Pero no acertarás; no, no lo temas:
Déjalo, no te canses el caletre
Yo te diré cuál es: el Petimetre[379].
Este vano orgulloso
Pierde tiempo, doblones y reposo
En hacer distinguida su figura.
No para en los adornos su locura:
Hace estudio de gestos y de acciones
Á costa de violentas contorsiones.
De perfumes va siempre prevenido:
No quiere oler á hombre ni en descuido[380].
Que mire, marche ó hable,
En todo busca hacerse remarcable.[381]
Y ¿qué consigue? Lo que todo necio:
Cuanto más se distingue, más desprecio.
En la historia siguiente yo me fundo:
  Un Chivo, como muchos en el mundo,
Vano extremadamente,
Se miraba al espejo de una fuente.
—«¡Qué lástima, decía,
Que esté mi juventud y lozanía
Por siempre disfrazada
Debajo de esta barba tan poblada!
Y ¿cuándo? cuando en todas las naciones
No tienen ni aun bigotes los varones;
Pues ya cuentan que son los moscovitas[382],
Si barbones ayer, hoy señoritas.
¡Qué cabrunos estilos tan groseros!
Á bien que estoy en tierra de barberos.»—
La historia fué en Tetuán, y todo el día
La barberil guitarra se sentía.{159}
El Chivo fué guiado de su tono[383]
Á la tienda de un mono,
Barberillo afamado,
Que afeitó al señorito de contado.
Sale barbilampiño[384] á la campaña;
Al ver una figura tan extraña,
No hubo perro ni gato
Que no le hiciera burla al mentecato.
Los chivos le desprecian, de manera
Que no hay más que decir (¡quién lo creyera!)
Un respetable Macho
Dicen que se rió como un muchacho.

{160}

LIBRO OCTAVO

FÁBULA PRIMERA

El Naufragio de Simónides.

Á ELISA

En tanto que tus vanas compañeras,
Cercadas de galanes seductores,
Escuchan placenteras
En la escuela de Venus los amores;
Elisa, retirada te contemplo
De la diosa Minerva al sacro templo[385].
Ni eres menos donosa,
Ni menos agraciada,
Que Clori, ponderada
De gentil y de hermosa;
Pues, Elisa divina, ¿por qué quieres
Huir en tu retiro los placeres?
¡Oh sabia, qué bien haces
En estimar en poco la hermosura,
Los placeres fugaces,
El bien que sólo dura
Como rosa que el ábrego marchita!
Tu prudencia infinita
Busca el sólido bien y permanente
En la virtud y ciencia solamente.
Cuando el tiempo implacable, con presteza,{161}
Ó los males tal vez inopinados,
Se lleven la hermosura y gentileza,
Con lágrimas estériles llorados
Serán aquellos días que se fueron,
Y á juegos vanos tus amigas dieron;
Pero á tu bien[386] estable
No hay tiempo ni accidente que consuma:
Siempre serás feliz, siempre estimable.
Eres sabia, y en suma
Este bien de la ciencia no perece:
Oye cómo esta fábula lo explica,
Que mi respeto á tu virtud dedica.
  Simónides en Asia se enriquece
Cantando á justo precio los loores
De algunos generosos vencedores.
Este sabio poeta, con deseo
De volver á su amada patria, Ceo,
Se embarca, y en la mar embravecida
Fué la mísera nave sumergida.
De la gente á las ondas arrojada
Sale quien diestro nada;
Y el que nadar no sabe,
Fluctúa en las reliquias[387] de la nave.
Pocos llegan á tierra afortunados
Con las náufragas tablas abrazados.
Todos cuantos el oro recogieron,
Con el peso abrumados perecieron.
Á Clezémone van: allí vivía
Un varón literato, que leía
Las obras de Simónides, de suerte
Que, al conversar los náufragos, advierte
Que Simónides habla, y en su estilo
Le conoce, le presta todo asilo[388],
De vestidos, criados y dineros;
Pero á sus compañeros
Les quedó solamente por sufragio
Mendigar con la tabla del naufragio.

{162}

FÁBULA II

El Filósofo y la Pulga.

Meditando á sus solas cierto día,
Un pensador Filósofo, decía:
«—El jardín adornado de mil flores,
Y diferentes árboles mayores,
Con su fruta sabrosa enriquecidos,
Tal vez entretejidos
Con la frondosa vid que se derrama
Por una y otra rama,
Mostrando á todos lados
Las peras y racimos desgajados,
Es cosa destinada solamente
Para que la disfruten libremente
La oruga, el caracol, la mariposa:
No se persuaden ellos otra cosa.
  Los pájaros sin cuento,
Burlándose del viento,
Por los aires sin dueño van girando.
El milano cazando
Saca la consecuencia:
Para mí los crió la Providencia.
El cangrejo, en la playa envanecido,
Mira los anchos mares, persuadido[389]
Á que las olas tienen por empleo
Sólo satisfacerle su deseo;
Pues cree que van y vienen tantas veces
Por dejarle en la orilla ciertos peces.
No hay, prosigue el Filósofo profundo,
Animal sin orgullo en este mundo:
El hombre solamente
Puede en esto alabarse justamente.
  Cuando yo me contemplo colocado
En la cima de un risco agigantado,
Imagino que sirve á mi persona
Todo el cóncavo cielo de corona.
Veo á mis pies los mares espaciosos,
Y los bosques umbrosos{163}
Poblados de animales diferentes:
Las escamosas gentes[390],
Los brutos, y las fieras
Y las aves ligeras,
Y cuanto tiene aliento
En la tierra, en el agua y en el viento;
Y digo finalmente: todo es mío;
¡Oh grandeza del hombre y poderío!»
  Una Pulga que oyó con gran cachaza
Al Filósofo maza[391]
Dijo:—Cuando me miro en tus narices,
Como tú sobre el risco que nos dices,
Y contemplo á mis pies aquel instante[392]
Nada menos que al hombre dominante,
Que manda en cuanto encierra
El agua, viento y tierra,
Y que el tal poderoso caballero
De alimento me sirve cuando quiero,
Concluyo finalmente: todo es mío;
¡Oh grandeza de Pulga y poderío!
Así dijo, y saltando, se le ausenta[393].
  De este modo se afrenta
Aun al más poderoso,
Cuando se muestra vano y orgulloso.

{164}

FÁBULA III

[Imagen no disponible.]

El Cazador y los Conejos.

  Poco antes que esparciese
Sus cabellos en hebras
El rubicundo Apolo[394]
Por la faz de la tierra,
De cazador armado
Al soto Fabio llega.
Por el nudoso tronco
De cierta encina vieja
Sube, para ocultarse
En las ramas espesas.
Los incautos Conejos
Alegres se le acercan:
Uno del verde prado
Igualaba la hierba;
Otro, cual jardinero,
Las florecillas riega:
El tomillo y romero
Éste y aquél cercenan.
Entre tanto, al más gordo
Fabio su tiro asesta:
Dispara, y al estruendo
Se meten en sus cuevas[395]
Tan repentinamente,
Que á muchos pareciera
Que, salvo el muerto, á todos{165}
Se los tragó la tierra.
¿Después de tal espanto
Habrá alguno que crea
Que de allí á poco rato
La tímida caterva,
Olvidando el peligro,
Al riesgo se presenta?
  Cosa extraña parece,
Mas no se admiren de ella:
¿Acaso los humanos
Obran de otra manera?

FÁBULA IV

[Imagen no disponible.]

El Filósofo y el Faisán.

  Llevado de la dulce melodía
Del cántico variado y delicioso,
Que en un bosque frondoso
Las aves forman saludando al día,
Entró cierta mañana
Un Sabio en los dominios de Diana.
Sus pasos esparcieron el espanto
En la agradable estancia:
Interrúmpese el canto;
Las aves vuelan á mayor distancia;
Todos los animales, asustados,
Huyen delante de él precipitados;
Y el Filósofo queda
Con un triste silencio en la arboleda.
Marcha con cauto paso ocultamente,
Descubre sobre un árbol eminente
Á un Faisán rodeado de su cría,
Que con amor materno la[396] decía:{166}
—Hijos míos, pues ya que en mis lecciones
Largamente os hablé de los milanos,
De los buitres y halcones,
Hoy hemos de tratar de los humanos.
La oveja en leche y lana
Da abrigo y alimento
Para la raza humana;
Y en agradecimiento
Á tan gran bienhechora,
La mata el hombre mismo y la devora.
A la abeja, que labra sus panales
Artificiosamente,
La[397] roba, come, vende sus caudales,
Y la[398] mata en ejércitos su gente.
¿Qué recompensa en suma
Consigue al fin el ganso miserable
Por el precioso bien incomparable
De ayudar á las ciencias con su pluma[399]?
Le da muerte temprana el hombre ingrato
Y hace de su cadáver un gran plato.
Y pues que los humanos son peores
Que milanos y azores,
Y que toda perversa criatura,
Huiréis con horror de su figura.—
Así charló[400], y el hombre se presenta.
—Ése es, grita la madre; y al instante
La familia volante
Se desprende del árbol y se ausenta.
¡Oh cómo habló el Faisán! ¡Mas, que dijera,
El filósofo exclama, si supiera
Que en sus propios hermanos
La ingratitud ejercen los humanos!

{167}

FÁBULA V

[Imagen no disponible.]

El Zapatero médico.

  Un inhábil y hambriento Zapatero
En la corte por médico corría;
Con un contraveneno que fingía,
Ganó fama y dinero.
Estaba el rey postrado en una cama
De una grave dolencia:
Para hacer experiencia
Del talento del médico, le llama.
El antídoto pide, y en un vaso
Finge el rey que le mezcla con veneno;
Se lo manda beber: el tal Galeno[401]
Teme morir: confiesa todo el caso,
Y dice que, sin ciencia,
Logró hacerse doctor de grande precio
Por la credulidad del vulgo necio.
Convoca el rey al pueblo:—¡Qué demencia
Es la vuestra, exclamó, que habéis fiado
La salud francamente
De un hombre á quien la gente
Ni aun quería fiarle su calzado!—
  Esto para los crédulos se cuenta
En quienes tiene el charlatán su renta.[402]

{168}

FÁBULA VI

[Imagen no disponible.]

El Murciélago y la Comadreja.

  Cayó sin saber cómo
Un Murciélago á tierra,
Al instante le atrapa
La lista Comadreja.
Clamaba el desdichado
Viendo su muerte cerca,
Ella le dice:—Muere,
Que por naturaleza
Soy mortal enemiga
De todo cuanto vuela.—
El avechucho[403] grita,
Y mil veces protesta
Que él es ratón, cual todos
Los de su descendencia.
Con esto (¡qué fortuna!)
El preso se liberta.
Pasado cierto tiempo,
No sé de qué manera,
Segunda vez le pilla:
Él nuevamente ruega;
Mas ella le responde
Que Júpiter la ordena
Tenga paz con las aves,
Con los ratones guerra.
—¿Soy yo ratón acaso?
Yo creo que estás ciega.
¿Quieres ver cómo vuelo?—
En efecto, le deja,
Y á merced de su ingenio,{169}
Libre el pájaro[404] vuela.
  Aquí aprendió de Esopo.
La gente marinera,
Murciélagos que fingen
Pasaporte y bandera.
No importa que haya pocos
Ingleses comadrejas:
Tal vez puede de un riesgo
Sacarnos una treta.

FÁBULA VII

[Imagen no disponible.]

La Mariposa y el Caracol.

  Aunque te haya elevado la fortuna
Desde el polvo á los cuernos de luna,
Si hablas, Fabio, al humilde con desprecio,
Tanto como eres grande, serás necio,
¡Qué! ¿te irritas? ¿te ofende mi lenguaje?
—No se habla de ese modo á un personaje.
—Pues haz cuenta, señor, que no me oiste,
Y escucha á un Caracol: vaya de chiste.
  En un bello jardín cierta mañana,
Se puso muy ufana
Sobre la blanca rosa
Una recién nacida Mariposa.
El sol resplandeciente
Desde su claro oriente{170}
Los rayos esparcía:
Ella á su luz las alas extendía,
Sólo por que envidiasen sus colores
Manchadas aves y pintadas flores[405].
Esta vana, preciada de belleza,
Al volver la cabeza
Vió muy cerca de sí sobre una rama
Á un pardo Caracol. La bella dama
Irritada exclamó:—¿Cómo, grosero,
Á mi lado te acercas? Jardinero,
¿De qué sirve que tengas con cuidado
El jardín cultivado,
Y guarde tu desvelo
La rica fruta del rigor del hielo,
Y los tiernos botones de las plantas,
Si ensucia y come todo cuanto plantas,
Este vil Caracol de baja esfera?
Ó mátale al instante, ó vaya fuera.
  —Quien ahora te oyese,
Si no te conociese,
Respondió el Caracol, en mi conciencia
Que pudiera temblar en tu presencia.
Mas díme, miserable criatura,
Que acabas de salir de la basura,
¿Puedes negar que aun no hace cuatro días
Que gustosa solías,
Como humilde reptil andar conmigo,
Y yo te hacía honor en ser tu amigo?
¿No es también evidente,
Que eres por línea recta descendiente
De las Orugas[406], pobres hilanderos[407],
Que mirándose en cueros,
De sus tripas hilaban y tejían
Un fardo en que el invierno se metían,
Como tú te has metido,
Y aun no hace cuatro días que has salido.
Pues si éste fué tu origen y tu casa,{171}
Por qué tu ventolera se propasa
Á despreciar á un Caracol honrado?—
  ¿El que tiene de vidrio su tejado[408]
Esto logra de bueno
Con tirar las pedradas al ajeno.

FÁBULA VIII

Los dos Titiriteros[409].

  Todo el pueblo admirado
Estaba en una plaza amontonado,
Y en medio se empinaba un Titerero
Enseñando una bolsa sin dinero;
—Pase de mano en mano, les decía:
Señores, no hay engaño, está vacía.—
Se la vuelven, la sopla, y al momento
Derrama pesos duros, ¡qué portento!
Levántase un murmullo de repente,
Cuando ven por encima de la gente
Otro Titiritero á competencia.
Queda en expectación la concurrencia
Con silencio profundo;
Cesó el primero, y empezó el segundo.
Presenta de licor unas botellas:
Algunos se arrojaron hacia ellas,
Y al punto las hallaron transformadas
En sangrientas espadas.
Muestra un par de bolsillos de doblones:
Dos personas, sin duda dos ladrones,
Les echaron la garra muy ufanos,
Y se ven dos cordeles en sus manos.
Á un relator cargado de procesos
Una letra le enseña de mil pesos.
Sople usted: sopla el hombre apresurado,
Y le cierra los labios un candado.
Á un abate[410] arrimado á su cortejo
Le presenta un espejo,{172}
Y al mirar su retrato peregrino,
Se vió con las orejas de pollino.
Á un santero[411] le manda
Que se acerque: le pilla la demanda[412],
Y allá, con sus hechizos,
La convirtió en merienda de chorizos.
Á un joven desenvuelto y rozagante
Le regala un diamante:
Éste le dió á su dama, y en el punto
Pálido se quedó como un difunto,
Item más, sin narices y sin dientes;
Allí fué la rechifla de las gentes,
La burla y la chacota.
El primer Titerero se alborota.
Dice por el segundo con denuedo:
—Ese hombre tiene un diablo en cada dedo,
Pues no encierran virtud tan peregrina
Los polvos de la madre Celestina[413];
Que declare su nombre.—
El concurso lo pide, y el buen hombre
Entonces, más modesto que un novicio,
Dijo: No soy el diablo, sino el vicio.

FÁBULA IX

[Imagen no disponible.]

El Raposo y el Perro.

  De un modo muy afable y amistoso,
El Mastín de un pastor con un Raposo
Se solía juntar algunos ratos,{173}
Como tal vez los perros y los gatos[414]
Con amistad se tratan. Cierto día
El Zorro á su compadre[415] le decía:
Estoy muy irritado:
Los hombres por el mundo han divulgado
Que mi raza inocente (¡qué injusticia!)
Les anda circumcirca[416] en la malicia.
¡Ah maldita canalla!
Si yo pudiera...—En esto el Zorro calla,
Y erizado se agacha.—Soy perdido,
Dice, los cazadores he oído.
¿Qué me sucede?—Nada:
No temas, le responde el camarada;
Son las gentes[417] que pasan al mercado.
Mira, mira, cuitado,
Marchar haldas en cinta á mis vecinas
Coronadas con cestas de gallinas.
—No estoy, dijo el Raposo, para fiestas;
Vete con tus gallinas y tus cestas,
Y satiriza á otro. Porque sabes
Que robaron anoche algunas aves,
¿He de ser yo el ladrón?—En mi conciencia
Que hablé, dijo el Mastín, con inocencia.
¿Yo pensar que has robado el gallinero,
Cuando siempre te vi como un cordero?
—¡Cordero! exclama el Zorro; no hay aguante
Que cordero me vuelva en el instante,
Si he hurtado el que falta en tu majada.
—Hola, concluye el Perro, camarada,
El ladrón es Ud.[418] según se explica.—
El estuche[419] molar al punto aplica
Al mísero Raposo,
Para que así escarmiente el cosquilloso[420],
Que de las fabulillas se resiente.
«Si no estás inocente,
Dime, ¿por qué no bajas las orejas?
Y si acaso lo estás, ¿de qué te quejas?»

{174}

LIBRO NONO

FÁBULA PRIMERA

El Gato y las Aves.

  Charlatanes se ven por todos lados
En plazas y en estrados,
Que ofrecen sus servicios (¡cosa rara!)
Á todo el mundo por su linda cara[421].
Éste, químico y médico excelente,
Cura á todo doliente,
Pero gratis: no se hable de dinero.
El otro petimetre[422] caballero
Canta, toca, dibuja, borda, danza,
Y ofrece la enseñanza
Gratis por afición á cierta gente.
Veremos en la fábula siguiente
Si puede haber en esto algún engaño:
La prudente cautela no hace daño.
  Dejando los desvanes y rincones
El señor Mirrimiz, Gato de maña,
Se salió de la villa á la campaña.
En paraje sombrío
Á la orilla de un río
De sauces coronado,
En unas matas se quedó agachado.
El Gatazo[423] callaba como un muerto{175}
Escuchando el concierto
De dos mil avecillas,
Que en las ramas cantaban maravillas.
Pero callaba en vano,
Mientras no se acercaban á su mano
Los músicos volantes, pues quería
Mirrimiz arreglar la sinfonía.
  Cansado de esperar, prorrumpe al cabo,
Sacando la cabeza: ¡Bravo, bravo!
La turba calla: cada cual procura
Alejarse ó meterse en la espesura;
Mas él les[424] persuadió con buenos modos,
Y al fin logró que le escuchasen todos.
  —No soy Gato montés ó campesino;
Soy honrado vecino
De la cercana villa;
Fuí Gato de un maestro de capilla;
La música aprendí y aun, si me empeño,
Veréis como os la enseño;
Pero gratis y en menos de una hora.
¡Qué cosa tan sonora
Será el oír un coro de cantores,
Verbigracia, calandrias, ruiseñores!
Con estas y otras cosas diferentes,
Algunas de las aves inocentes
Con manso vuelo á Mirrimiz llegaron:
Todos en torno de él se colocaron;
Entonces con más gracia
Y más diestro que el Músico de Tracia[425],
Echando su compás hacia el más gordo,
Consigue gratis merendarse un tordo.

FÁBULA II

La Danza pastoril.

  Á la sombra que ofrece
Un gran peñón tajado,{176}
Por cuyo pie corría
Un arroyuelo manso,
Se formaba en estío
Un delicioso prado.
Los árboles silvestres
Aquí y allí plantados,
El suelo siempre verde
De mil flores sembrado,
Más agradable hacían
El lugar solitario.
Contento en él pasaba
La siesta, recostado
Debajo de una encina,
Con el albogue, Bato[426].
Al son de sus tonadas
Los pastores cercanos,
Sin olvidar algunos
La guarda del ganado,
Descendían ligeros[427]
Desde la sierra al llano.
  Las honestas zagalas,
Según iban llegando,
Bailaban lindamente,
Asidas de las manos,
En torno de la encina
Donde tocaba Bato.
De las espesas ramas
Se veía colgando
Una guirnalda bella
De rosas y amaranto.
La fiesta presidía
Un mayoral anciano:
Y ya que el regocijo
Bastó para descanso,
Antes que se volviesen
Alegres al rebaño,
El viejo presidente
Con su corvo, cayado
Alcanzó la guirnalda,{177}
Que pendía del árbol,
Y coronó con ella
Los cabellos dorados
De la gentil zagala,
Que con sencillo agrado
Supo ganar á todas
En modestia y recato.
  Si la virtud premiaran
Algunos cortesanos,
Yo sé que no huiría
Desde la corte al campo.

FÁBULA III

[Imagen no disponible.]

Los dos Perros.

  Procure ser en todo lo posible
El que ha de reprender irreprensible.
  Sultán, perro goloso y atrevido,
En su casa robó, por un descuido,
Una pierna excelente de carnero.
Pinto, gran tragador, su compañero,
Le encuentra con la presa encarnizado,
Ojo al través, colmillo acicalado,
Fruncidas las narices y gruñendo.
  —¿Qué cosa estás naciendo,
Desgraciado Sultán? Pinto le dice.
¿No sabes, infelice[428],{178}
Que un perro infiel, ingrato,
No merece ser perro, sino gato?
¡Al amo, que nos fía
La custodia de casa noche y día,
Nos halaga, nos cuida y alimenta,
Le das tan buena cuenta[429],
Que le robas goloso
La pierna del carnero más jugoso!
Como amigo te ruego
No la maltrates más: déjala luego.
—Hablas, dijo Sultán, perfectamente.
Una duda me queda solamente
Para seguir al punto tu consejo:
Di, ¿te la comerás si yo la dejo?

FÁBULA IV

La Moda.

  Después de haber corrido
Cierto danzante Mono
Por cantones y plazas
De ciudad en ciudad el mundo todo,
  Logró (dice la historia,
Aunque no cuenta el cómo)
Volverse libremente
Á los campos del África orgulloso.
  Los Monos al viajero
Reciben con más gozo
Que á Pedro, el czar, los rusos,
Que los griegos á Ulises generoso.
  De leyes, de costumbres
Ni él habló, ni algún otro[430]
Le preguntó palabra;
Pero de trajes y de modas todos.
  En cierta jerigonza,
Con extranjero tono,
Les hizo un gran detalle[431]
{179}
De lo más remarcable[432] á los curiosos.
  «Empecemos, decían,
Aunque sea por poco.»
Hiciéronse zapatos
Con cáscaras de nueces por lo pronto.
  Toda la raza mona
Andaba con sus choclos[433],
Y el no traerlos era
Faltar á la decencia y al decoro.
  Un leopardo hambriento
Trepa para los Monos;
Ellos huir intentan
Á salvarse en los árboles del soto[434].
  Las chinelas[435] lo estorban,
Y de muy fácil modo
Aquí y allí mataba,
Haciendo á su placer dos mil destrozos.
  En Tetuán desde entonces
Manda el senado docto,
Que cualquier uso ó moda
De países cercanos ó remotos,
  Antes que llegue el caso
De adoptarse en el propio,
Haya de examinarse
En junta de políticos á fondo.
  Con tan justo decreto,
Y el suceso horroroso
¿Dejaron tales modas?
Primero dejarían de ser Monos.

FÁBULA V

El Lobo y el Mastín.

  Trampas, redes y perros
Los celosos pastores disponían
En lo oculto del bosque y de los cerros,
Porque matar querían{180}
Á un Lobo por el bárbaro delito
De no dejar á vida ni un cabrito.
Hallóse cara á cara
Un Mastín con el Lobo de repente,
Y cada cual se para,
Tal como en Zama estaban frente á frente
Antes de la batalla, muy serenos,
Aníbal y Escipión, ni más ni menos.
En esta suspensión treguas propone
El Lobo á su enemigo.
El Mastín no se opone,
Antes le dice:—Amigo,
Es cosa bien extraña por mi vida
Meterse un señor Lobo á cabricida[436].
Ese cuerpo brioso
Y de pujanza fuerte,
Que mate al jabalí, que venza al oso.
Mas ¿qué dirán al verte
Que lo valiente y fiero
Empleas en la sangre de un cordero?
El Lobo le responde:—Camarada,
Tienes mucha razón; en adelante
Propongo no comer sino ensalada.—
Se despiden y toman el portante.
Informados del hecho
Los pastores se apuran y patean:
Agarran al Mastín y le apalean.
Digo que fué bien hecho;
Pues, en vez de ensalada, en aquel año
Se fué comiendo el Lobo su rebaño.
  ¿Con una reprensión, con un consejo
Se pretende quitar un vicio añejo?

{181}

FÁBULA VI

[Imagen no disponible.]

La Hermosa y el Espejo.

  Anarda la bella
Tenía un amigo
Con quien consultaba
Todos sus caprichos:
Colores de moda,
Más ó menos vivos,
Plumas, sombreretes[437],
Lunares y rizos
Jamás en su adorno
Fueron admitidos,
Si él no la[438] decía:
«Gracioso, bonito».
Cuando su hermosura
Llena de atractivo,
En sus verdes años
Tenía más brillo,
Traidoras la roban
(Ni acierto á decirlo)
Las negras viruelas
Sus gracias y hechizos.
Llegóse al espejo:
Éste era su amigo,
Y como se jacta
De fiel y sencillo,
Lisa y llanamente{182}
La verdad la dijo.
Anarda furiosa,
Casi sin sentido,
Le vuelve la espalda
Dando mil quejidos.
Desde aquel instante
Cuentan que no quiso
Volver á consultas
Con el señor mío[439].
  Escúchame Anarda:
«Si buscas amigos
Que te representen
Tus gracias y hechizos,
Mas que no te adviertan
Defectos, y aun vicios
De aquellos que nadie
Conoce en sí mismo;
Díme ¿de qué modo
Podrás corregirlos?»

FÁBULA VII

El Viejo y el Chalán.

  Fabio está, no lo niego, muy notado
De una cierta pasión que le domina;
¿Mas qué importa, señor? si se examina
Se verá que es un mozo muy honrado,
  Generoso, cortés, hábil, activo,
Y que de todo entiende
Cuanto pide el empleo que pretende.
Y qué, ¿no se le dan?... ¿por qué motivo?...
  Trataba un Viejo de comprar un perro
Para que le guardase los doblones.
Le decía el Chalán estas razones:
—Con un collar de hierro
  Que tenga el animal, échenle gente:
Es hermoso, pujante,{183}
Leal, bravo, arrogante;
Y aunque tiene la falta solamente
  De ser algo goloso...
—¿Goloso? dice el Rico; no le quiero.
—No es para marmitón[440], ni despensero,
Continúa el Chalán muy presuroso,
  Sino para valiente centinela.
—Menos, concluye el Viejo:
Dejará que me quiten el pellejo
Por lamer entre tanto la cazuela.

FÁBULA VIII

La Gata con Cascabeles.

  Salió cierta mañana
Zapaquilda al tejado
Con un collar de grana,
De pelo y cascabeles adornado.
Al ver tal maravilla,
Del alto corredor y la guardilla[441]
Van saltando los Gatos de uno en uno;
Congrégase al instante
Tal concurso gatuno[442]
En torno de la dama rozagante,
Que entre flexibles colas arboladas
Apenas divisarla se podía.
Ella con mil monadas
El cascabel parlero sacudía;
Pero cesando al fin el sonsonete,
Dijo, que por juguete,
Quitó el collar al perro su señora,
Y se lo puso á ella.
Cierto que Zapaquilda estaba bella:
Á todos enamora,
Tanto que en la gatesca compañía,{184}
Cuál dice su atrevido pensamiento,
Cuál se encrespa celoso;
Riñen éste y aquél con ardimiento,
Pues con ansia quería
Cada Gato soltero ser su esposo.
Entre los arañazos y maullidos
Levántase Garraf, Gato prudente,
Y á los enfurecidos
Les grita:—Noble gente,
¡Gata con cascabeles por esposa!
¿Quién pretende tal cosa?
¿No veis que el cascabel la caza ahuyenta
Y que la dama hambrienta
Necesita sin duda que el marido,
Ausente y aburrido,
Busque la provisión en los desvanes,
Mientras ella cercada de galanes,
Porque el mundo la vea,
De tejado en tejado se pasea?—
Marchóse Zapaquilda convencida,
Y lo mismo quedó la concurrencia.
  ¡Cuántos chascos se llevan en la vida
Los que no miran más que la apariencia!

FÁBULA IX

El Ruiseñor y el Mochuelo.

  Una noche de mayo,
Dentro de un bosque espeso,
Donde según reinaba
La triste obscuridad con el silencio,
  Parece que tenía
Su habitación Morfeo;
Cuando todo viviente
Disfrutaba del dulce y blando sueño,
  Pendiente de una rama
Un Ruiseñor parlero[443]
{185}
Empezó con sus ayes
Á publicar sus dolorosos celos.
  Después de mil querellas,
Que llegaron al cielo,
Á cantar empezaba
La antigua historia del infiel Teseo,
  Cuando, sin saber como,
Un cazador Mochuelo
Al músico arrebata
Entre las corvas uñas prisionero.
  Jamás Pan con la flauta
Igualó sus gorjeos,
Ni resonó tan grata
La dulce lira del divino Orfeo.
  No obstante, cuando daba[444]
Sus últimos lamentos,
Los vecinos del bosque
Aplaudían su muerte: yo lo creo.
  Si con sus serenatas
El mismo Farinelo
Viniese á despertarme,
Mientras que yo dormía[445] en blando lecho;
  En lugar de los bravos,
Diría: Caballero,
¡Que no viniese ahora
Para tal Ruiseñor algún Mochuelo!
  Clori tiene mil gracias:
Y ¿qué logra con eso?
Hacerse fastidiosa
Por no querer usarlas á su tiempo.

{186}

FÁBULA X

[Imagen no disponible.]

El Amo y el Perro.

  —Callen todos los perros de este mundo
Donde está mi Palomo:
Es fiel, decía el Amo, sin segundo
Y me guarda la casa... pero ¿cómo?
  Con la despensa abierta
Le dejé cierto día;
En medio de la puerta
De guardia se plantó con bizarría.
  Un formidable gato,
En vez de perseguir á los ratones,
Se venía guiado del olfato
Á visitar chorizos y jamones.
  Palomo le despide buenamente;
El gatazo[446] se encrespa y acalora:
Riñen sangrientamente,
Y mi Guardajamones[447] le devora.—
  Esto contaba el Amo á sus amigos,
Y después á su casa se los lleva
Á que fuesen testigos
De tal fidelidad en otra prueba.
  Tenía al buen Palomo prisionero
Entre manidas pollas y perdices:
Los sebosos riñones de un carnero
Casi casi le untaban las narices.{187}
  Dentro de este retiro á penitencia[448]
El triste fué metido
Después de algunos días de abstinencia.
Al fin, ya su Señor compadecido
  Abre con sus amigos el encierro;
Sale rabo entre piernas agachado:
Al Amo se acercaba el pobre Perro,
Lamiéndose el hocico ensangrentado.
  El Dueño se alborota y enfurece
Con tan fatales nuevas.
Yo le preguntaría ¿Y qué merece
Quien la virtud expone á tales pruebas?

FÁBULA XI

Los dos Cazadores.

  Que en una marcial función,
Ó cuando el caso lo pida,
Arriesgue un hombre su vida,
Digo que es mucha razón.
  Pero el que por diversión
Exponer su vida quiera
Á juguete de una fiera,
Ó peligros no menores,
Sepa de dos Cazadores
Una historia verdadera.
  Pedro Ponce, el valeroso,
Y Juan Carranza, el prudente,
Vieron venir frente á frente
Al lobo más horroroso.
El prudente, temeroso,
Á una encina se abalanza,
Y cual otro Sancho Panza,
En las ramas se salvó.
Pedro Ponce allí murió:
Imitemos á Carranza.

{188}

FÁBULA XII

[Imagen no disponible.]

El Gato y el Cazador.

  Cierto Gato en poblado descontento,
Por mejorar sin duda de destino
(Qué no sería Gato de convento)
Pasó de ciudadano á campesino.
Metióse santamente
Dentro de una covacha, mas no lejos
De un gran soto poblado de conejos.
Considere el lector piadosamente
Si este noble ermitaño
Probaría la hierba en todo el año.
Lo mejor de la caza devoraba,
Haciendo mil excesos;
Mas al fin por el rastro que dejaba
De plumas y de huesos,
Un Cazador lo advierte: le persigue,
Arma trampas y redes con tal maña,
Que al instante consigue
Atrapar la carnívora alimaña.
Llégase el Cazador al prisionero,
Quiere darle la muerte.
El animal le dice:—Caballero,
Duélase de la suerte
De un triste pobrecito[449],
Metido en la prisión y sin delito.
—¿Sin delito, me dices,
Cuando sé que tus uñas y tus dientes
Devoran infinitos inocentes?{189}
—Señor, eran conejos y perdices;
Y yo no hacía más, á fe de Gato,
Que lo que ustedes hacen en el plato.
—Ea, pícaro, muere,
Que tu mala razón no satisface.
Con que sea[450] la cosa que se fuere,
¿La podrá usted hacer, si otro la hace?

FÁBULA XIII

El Pastor.

  Salicio[451] usaba tañer
La zampoña todo el año,
Y, por oírle, el rebaño
Se olvidaba de pacer.
  Mejor sería romper
La zampoña al tal Salicio;
Porque si causa perjuicio
En lugar de utilidad,
La mayor habilidad,
En vez de virtud, es vicio.

FÁBULA XIV

[Imagen no disponible.]

El Tordo Flautista.

  Era un gusto el oír, era un encanto,
Á un tordo gran flautista, pero tanto,
Que en la gaita gallega,{190}
Ó la pasión me ciega,
Ó á Misón le llevaba mil ventajas.
  Cuando todas las aves se hacen rajas[452]
Saludando á la aurora,
Y la turba confusa charladora[453]
La[454] canta sin compás y con destreza
Todo cuanto la viene á la cabeza,
El flautista empezó: cesó el concierto.
Los pájaros con tanto pico abierto
Oyeron en un tono soberano
Las folías[455] la gaita y el villano[456].
  Al escuchar las aves tales cosas,
Quedaron admiradas y envidiosas;
Los jilgueros preciados de cantores,
Los vanos ruiseñores,
Unos y otros corridos,
Callan entre las hojas escondidos.
Ufano el Tordo grita:—Camaradas,
Ni saben, ni sabrán estas tonadas
Los pájaros ociosos,
Sino los retirados estudiosos.
  Sabed, que con un hábil zapatero
Estudié un año entero:
Él dale que le das á sus zapatos,
Y alternando, silbábamos á ratos.
En fin, viéndome diestro,
—Vuela al campo, me dice mi maestro,
  Y harás ver á las aves de mi parte
  Lo que gana el ingenio con el arte.

FÁBULA XV

El Raposo y el Lobo.

    Un triste Raposo
  Por medio del llano
  Marchaba sin piernas,
  Cual otro soldado,{191}
  Que perdió las suyas
  Allá en Campo Santo.
  Un Lobo le dijo:
  —Hola, buen hermano,
  Diga, ¿en qué refriega
  Quedó tan lisiado?
  —¡Ay de mí! responde;
  Un maldito rastro
  Me llevó á una trampa,
  Donde por milagro,
  Dejando una pierna,
  Salí con trabajo.
  Después de algún tiempo
  Iba yo cazando[457],
  Y en la trampa misma
  Dejé pierna y rabo.—
  El Lobo le dice[457]
 —Creíble es el caso:
  Yo estoy tuerto, cojo
  Y desorejado
  Por ciertos mastines,
  Guardas de un rebaño.
  Soy de estas montañas
  El Lobo decano,
  Y como conozco
  Las mañas de entrambos,
  Temo que acabemos,
  No digo enmendados,
  Sino tú en la trampa,
  Y yo en el rebaño.
  Que el ciego apetito
Pueda arrastrar tanto
Á los brutos, pase,
¡Pero á los humanos!

{192}

FÁBULA XVI

[Imagen no disponible.]

El Ciudadano Pastor.

  Cierto joven leía
En versos excelentes
Las dulces pastorelas[458]
Con el mayor deleite.
Tenía la cabeza
Llena de prados, fuentes,
Pastores y zagalas,
Zampoñas y rabeles.
Al fin, cierta mañana
Prorrumpe de esta suerte:
—¡Yo he de estar prisionero
Cercado de paredes,
Esclavo de los hombres,
Y sujeto á las leyes,
Pudiendo, entre pastores,
Grata y sencillamente
Disfrutar desde ahora
La libertad campestre!
De la ciudad al bosque
Me marcho para siempre:
Allí naturaleza
Me brinda con sus bienes;
Los árboles y ríos
Con frutas y con peces;
Los ganados y abejas
Con la miel y la leche;{193}
Hasta las duras rocas
Habitación me ofrecen
En grutas coronadas
De pámpanos silvestres.
Desde tan bella estancia,
¡Cuántas y cuántas veces,
Al son de dulces flautas,
Y sonoros rabeles,
Oiré á los pastores,
Que discretos contienden,
Publicando en sus versos
Amores inocentes!
Como que ya diviso
Entre el ramaje verde
Á la pastora Nise[459],
Que al lado de una fuente,
Sentada al pie de un olmo,
Una guirnalda teje.
¿Si será para Mopso[460]?...—
  Tanto el joven enciende
Su loca fantasía,
Que ya en fin se resuelve,
Y en zagal disfrazado,
En los bosques se mete.
Á un rabadán[461] encuentra,
Y le pregunta alegre:
Díme, ¿es de Melibeo
Ese ganado[462]?—Miente,
Que es mío; y sobre todo,
Sea de quien se fuere.
—No respondió el buen hombre
Muy poéticamente.
El Joven temeroso
De que tal vez le diese
Con el fiero garrote
Que por cayado tiene,
Sin chistar más palabra[463],
Huyó bonitamente.{194}
Marchaba pensativo,
Cuando quiso la suerte
Que cogiendo bellotas
Á la pastora viese.
  —¡Oh Nise fementida!
Exclama: ¡cuántas veces,
Siendo niña, querías
Que yo te recogiese
La fruta con rocío
De mis manzanos verdes!—
Diciendo así, se acerca:
La moza se revuelve,
Y dándole un bufido
En las breñas se mete.
Sorprendido el Mancebo,
Dice: «¿Qué me sucede?
¿Son éstos los pastores
Discretos, inocentes,
Que pintan los poetas
Tan delicadamente?
Á nuevos desengaños
Ya no quiero exponerme.»
Rendido, caviloso
Á la ciudad se vuelve.
  Yo siento á par del alma
Que no se detuviese
Á disfrutar un poco
De la vida campestre.
Por mi fe que las migas,
El pastoril albergue,
El rigor del verano,
Los hielos y las nieves,
Le hubieran persuadido
Mucho más vivamente,
Que es un solemne loco[464]
Todo aquel que creyere
Hallar en la experiencia
Cuanto el hombre nos pinta por deleite.

{195}

FÁBULA XVII

[Imagen no disponible.]

El Ladrón.

Por catar[465] una colmena
Cierto goloso Ladrón,
Del venenoso aguijón[466]
Tuvo que sufrir la pena.
  «—La miel, dice, está muy buena,
Es un bocado exquisito:
Por el aguijón maldito
No volveré al colmenar.—
¡Lo que tiene el encontrar
La pena tras el delito!

FÁBULA XVIII

El Joven filósofo y sus Compañeros.

  Un joven educado
Con el mayor cuidado
Por un viejo filósofo profundo,
Salió por fin á visitar el mundo.{196}
Concurrió cierto día
Entro civil[467] y alegre compañía,
Á una mesa abundante y primorosa.
«¡Espectáculo horrendo! ¡fiera cosa!
¡La mesa de cadáveres cubierta
Á la vista del hombre!... ¡Y éste acierta
Á comer los despojos de la muerte!»
El Joven declamaba de esta suerte.
  Al son de filosóficas razones,
Devorando perdices y pichones,
Le responden algunos concurrentes:
—Si usted ha de vivir entre las gentes[468],
Deberá hacerse á todo.—
Con un gracioso modo,
Alabando el bocado de exquisito,
Le presentan un gordo pajarito.
—Cuanto usted ha exclamado, será cierto
Mas en fin, le decían, ya está muerto:
Pruébelo por su vida... Considere
Que otro le comerá, si no le quiere.—
  La ocasión, las palabras, el ejemplo,
Y según yo contemplo,
Yo no sé qué olorcillo,
Que exhalaba el caliente pajarillo,
Al Joven persuadieron de manera,
Que al fin se le comió[469]. ¡Quién lo dijera!
—¡Haber yo devorado un inocente!—
Así clamaba, pero fríamente.
Lo cierto es, que llevado de aquel cebo,
Con más facilidad cayó de nuevo.
La ocasión se repite
De uno en otro convite
Y de una codorniz á una becada,
Llegó el Joven al fin de la jornada,
Olvidando sus máximas primeras,
Á ser devorador como las fieras.
  De esta suerte los vicios se insinúan,
Crecen, se perpetúan
Dentro del corazón de los humanos,{197}
Hasta ser sus señores y tiranos.
Pues ¿qué remedio?... Incautos jovencitos,
¡Cuenta con los primeros pajaritos!

FÁBULA XIX

[Imagen no disponible.]

El Elefante, el Toro, el Asno y los demás animales.

  Los mansos y los fieros animales,
Á que se remediasen ciertos males,
Desde los bosques llegan,
Y en la rasa campaña[470] se congregan.
Desde la más pelada y alta roca
Un Asno trompetero los convoca.
El concurso ya junto,
Instruído también en el asunto,
(Pues á todos por Júpiter previno
Con cédula ante diem[471] el Pollino)
Imponiendo silencio el Elefante,
Así dijo:—Señores, es constante
En todo el vasto mundo
Que yo soy en lo fuerte sin segundo:
Los árboles arranco con la mano[472],
Venzo al León, y es llano
Que un golpe de mi cuerpo en la muralla
Abre sin duda brecha. Á la batalla
Llevo todo un castillo guarnecido[473];
En la paz y en la guerra soy tenido{198}
Por un bruto invencible,
No sólo[474] por mi fuerza irresistible,
Por mi gordo coleto[475] y grave masa,
Que hace temblar la tierra donde pasa.
Mas, señores, con todo lo que cuento,
Sólo de vegetales me alimento;
Y como á nadie daño, soy querido,
Mucho más respetado que temido.
Aprended pues de mí, crueles fieras,
Las que hacéis profesión de carniceras,
Y no hagáis, por comer, atroces muertes,
Puesto que no seréis ni menos fuertes,
Ni menos respetadas,
Sino muy estimadas
De grandes y pequeños animales,
Viviendo como yo de vegetales.—
Gran pensamiento, dicen, gran discurso;
Y nadie se le opone del concurso.
  Habló después un Toro de Jarama:
Escarba el polvo, cabecea, brama.
—Vengan, dice, los Lobos y los Osos,
Si son tan poderosos,
Y en el circo verán con qué donaire
Les haré que volteen por el aire[476].
¡Qué! ¿son menos gallardos y valientes
Mis cuernos que sus garras y sus dientes?
Pues ¿por qué los villanos carniceros
Han de comer mis Vacas y Terneros?
Y si no se contentan
Con las hojas y hierbas[477] que alimentan
En los bosques y prados
Á los más generosos y esforzados,
Que muerdan de mis cuernos al instante,
Ó si no de la trompa al Elefante.—
La asamblea aprobó cuanto decía
El Toro con razón y valentía.{199}
  Seguíase á los dos en el asiento,
Por falta de buen orden, el Jumento,
Y con rubor expuso sus razones.
—Los Milanos, prorrumpe, y los Halcones[478]
(No ofendo á los presentes, ni quisiera),
Sin esperar tampoco á que me muera,
Hallan para sus uñas y su pico
Estuche[479] entre los lomos del Borrico.
Ellos querrán ahora, como bobos,
Comer la hierba los señores Lobos.
Nada menos: aprendan los malditos
De las Chochaperdices ó Chorlitos,
Que, sin hacer á los Jumentos guerra,
Envainan sus picotes[480] en la tierra:
Y viva todo el mundo santamente,
Sin picar ni morder en lo viviente.—
  —¡Necedad, disparate, impertinencia!
Gritaba aquí y allí la concurrencia:
¡Haya silencio, claman, haya modo!
Alborótase todo:
Crece la confusión, la grita crece;
Por más que el Elefante se enfurece,
Se deshizo en desorden la asamblea.
Á Dios, gran pensamiento: á Dios[481] idea.
  —Señores animales, yo pregunto,
¿Habló el asno tan mal en el asunto?
¿Discurrieron tal vez con más acierto
El Elefante y Toro? No por cierto.
¿Pues por qué solamente al buen Pollino
Le gritan:—Disparate, desatino?—
Porque nadie en razones se paraba[482],
Sino en la calidad de quien hablaba[483].
—Pues, amigo Elefante, no te asombres:
Por la misma razón entre los hombres
Se desprecia una idea ventajosa.
¡Qué preocupación tan peligrosa!

{200}

[Imagen no disponible.]

APÉNDICE

Hemos creído oportuno agregar, por vía de apéndice, algunas fábulas que hemos encontrado en varios de nuestros clásicos, como Alarcón, Tirso de Molina y Lope de Vega, y que son precisamente versiones más ó menos ingeniosas de algunas fábulas esópicas, que han sido igualmente versificadas por Samaniego.

El León y la Zorra.

Fábula XIV.—Libro I (pág. 29).

Hame dado una lección
La fábula del león;
Ya tú, señor, la sabrás.
Estaba viejo una vez
Y tullido; que no es nuevo
Quien anda mucho mancebo
Estar cojo á la vejez.
Como no podía cazar,
Y andaba solo y hambriento,
Remitió al entendimiento
Los pies que solían volar;
Y llamando á cortes reales,
Mandó por edicto y ley
Que, atendiendo que era rey
De todos los animales,
Acudiesen á su cueva.
Fueron todos, y asentados{201}
Dijo:—¡Vasallos honrados,
Á mí me han dado nueva
Extraña, y que me provoca
Á pesadumbre y pasión,
Y es que dicen que al león
Le huele muy mal la boca:
No es bien que un supuesto real
De tantos brutos señor,
En vez de dar buen olor,
Á todos huela tan mal;
Y así, buscando el remedio,
Hallo que á todos os toca
Que, llegándoos á mi boca,
Veáis si al principio ó medio
Alguna muela podrida
Huele mal, porque se saque,
Y de esta suerte se aplaque
Afrenta tan conocida.—
Metióse con esto adentro,
Y entrando de uno en uno,
No vieron salir ninguno.
La raposa, que es el centro
De malicias, olió el poste,
Y convidándole á entrar
Para ver y visitar
Al león, respondió:—Oste.
Y asomando la cabeza
Dijo:—Por no ser tenida
Por tosca y descomedida
No entro á ver á vuestra alteza;
Que, como paso trabajos,
Unos ajos he almorzado,
Y para un rey no hay enfado
Como el olor de los ajos;
Por aquesta cerbatana
Vuestra alteza eche el aliento,
Que si yo por ella siento
El mal olor, cosa es llana
Que hay muela con agujero,
Y el sacalla está á otra cuenta,
Que yo estoy sin herramienta
Y en mi vida fui barbero.
       (Tirso de Molina, El Pretendiente al revés).

{202}

El Asno vestido de León.

Fábula V.—Libro V (pág. 108).

—Nunca aspira á ser león
El cordero.
          —¡Qué discreto!
—El bruto que con su piel
Una vez se disfrazó,
Causa de su afrenta dió
Á los que burlaron de él.
La ocasión de estar perdido
El mundo, es porque cualquiera,
No contento con su esfera,
Se eleva desvanecido.
Viste seda el oficial
Porque anhela á ciudadano:
Y éste con la hacienda vano,
Ser quiere al hidalgo igual;
El hidalgo, caballero,
Y el caballero, marqués;
Éste príncipe, y después
El príncipe, rey severo:
El rey, hasta emperador
No para siempre anhelando,
Y así se van despeñando,
Desde el esclavo al señor.
Si el hijo del jornalero
En la hacienda se ocupara,
El oficial trabajara,
Y, contento el caballero
Con lo que el cielo le ha dado,
No saliera de compás
Pretendiendo valer más,
Todo anduviera ordenado.
Yo, en fin, que en mi esfera estoy,
Ansí mi oficio entretuve,
Padre que fué sastre tuve,
Sastre nací, y sastre soy.
       (Tirso de Molina, Santo y Sastre).

{203}

El Asno cargado de reliquias.

Fábula VIII.—Libro IV (pág. 85).

  En un librillo he leído
Que en un jumento llevaban
Una diosa que adoraban
Con el respeto debido,
Los que la oían pasar,
Hincándose de rodillas;
Cuyas altas maravillas
Pudo el jumento pensar
(Como en fin era jumento)
Que eran por él, y paróse.
Viéndolo el dueño, enfadóse
Del soberbio pensamiento,
Y pegándole muy bien,
Le dijo con voz furiosa:
—No es á ti, sino á la diosa.
       (Lope de Vega, Los Tellos de Meneses).

La Gata mujer.

Fábula XVI.—Libro V (pág. 118).

Conocí un hombre en Atenas
Que pidió á Venus le hiciese
Mujer, con ruegos y ofrendas,
Una gata dominica,
Quiero decir, blanca y negra.
Estando en su estrado un día,
Con moño y naguas de tela,
Vió pasar un animal
De aquestos, como poetas,
Que andan royendo papeles;
Y dando un salto ligera
De la tarima al ratón
Mostró que, en naturaleza,
La que es gata será gata,
La que es perra será perra.
       (Lope de Vega, El Castigo sin venganza).

{204}

Congreso de los Ratones.

Fábula VIII.—Libro III (pág. 69).

Juntáronse los ratones
Para librarse del gato
Y, después de un largo rato
De disputas y opiniones,
Dijeron que acertarían
En ponerle un cascabel;
Que andando el gato con él
Guardarse mejor podían.
Salió un ratón barbicano,
Colilargo, hociquirromo,
Y encrespando el grueso lomo,
Dijo al senado romano,
Después de hablar culto un rato:
—¿Quién de todos ha de ser
El que se atreva á poner
Ese cascabel al gato?
       (Lope de Vega, La Esclava de su Galán).

La Corneja y el Águila.

Es variante de la Fábula, El Grajo vano (pág. 94).

Asistir quiso á la boda
Del águila, mas se halló
La corneja tan sin galas,
Que adornó el cuerpo y las alas
De varias plumas que hurtó
Á otras aves; de manera
Que apenas llegó á las bodas,
Cuando conocieron todas
Sus plumas, y la primera
El águila la embistió
Á cobrarlas con tal furia,
Que para la misma injuria
Ejemplo á las otras dió.
—Detente: ¿qué rabia es ésta?

{205}

(Dijo la corneja) advierte
Que sólo por complacerte
Y por venir á la fiesta
Más brillante, las hurté.
Y el águila respondió:
—Necia, ¿por ventura yo
Pudiera culpar tu fe,
Siendo tu fortuna escasa?
Cuando galas no trujeras,
Ó con las tuyas vinieras
Ó estuviéraste en tu casa.
       (Alarcón, No hay mal que por bien no venga).
[Imagen no disponible.]

{206}

LÉXICO

Abril (Pedro Simón). Notable humanista español que publicó, entre otras obras, las fábulas llamadas de Esopo (1575-1647).

África. Una de las cinco partes del mundo. Tiene 29 millones de kil. cuadrados y 20 millones de habitantes.

Alcázar (Baltasar de). Célebre poeta, natural de Sevilla (1530-1606).

Amiclas. Pescador obscuro que se hizo célebre por haber transportado á César en su barca.

Aníbal. Ilustre general cartaginés, que destruyó á Sagunto y tuvo en jaque, durante largo tiempo, á los romanos. Fué vencido por Escipión, y se envenenó para no caer en manos de sus mortales enemigos, los romanos (247-183 antes de J.C.).

Apolo Hijo de Jupiter y Latona y hermano de Diana. Es el dios de los oráculos, de la medicina, de la poesía, de las artes, del sol y de los ganados. Como personificación del sol, se llama Febo. Tenía su principal santuario en Delfos. Como dios de la poesía é inspirador de los poetas, se le representa con una lira.

Araucana (La). Célebre poema de D. Alonso de Ercilla; tiene por objeto cantar la conquista de Arauco en Chile.

Arcipreste de Hita. V. Ruiz.

Arconte. Magistrado supremo en Atenas, después de abolida la monarquía.

Arte Cisoria. Obra famosa del Marqués de Villena, impresa por vez primera en Madrid, en 1671.

Asia. Una de las cinco partes del mundo. Se considera como el origen y cuna de la humanidad y de la civilización. Tiene 44 millones de kil. cuad. y 800 millones de habitantes.

Astrea. Hija de Júpiter y de Temis, diosa de la justicia. Su reino en la tierra coincide con la llamada edad de oro.

Atenas. Capital y ciudad principal de la antigua Grecia. Era emporio de las artes, de las ciencias y de la civilización griega.

Baco. Dios del vino; hijo de Júpiter y de Semele. En griego se llamaba Dionisio.

Bidpai ó Pilpai. Personaje novelesco, que interviene en la narración oriental Calila y Dimna. Hasta hoy los tratados de literatura y los diccionarios biográficos le han tomado erróneamente como autor del citado libro de apólogos.

Bretón de los Herreros (Manuel). Célebre escritor y poeta dramático y satírico (1796-1873).

Buffón. Célebre naturalista francés, autor de la Historia natural de los cuadrúpedos (1707-1788).

Calabria. País del sudoeste de Italia—dividido en tres provincias. En 1783 hubo un terremoto que destruyó 300 poblaciones y quitó la vida á 40 000 personas.

Calderón de la Barca (D. Pedro). Inmortal dramaturgo español (1601-1681).

Calila y Dimna. V. Pantcha-Tantra.

Campoamor (D. Ramón). Célebre poeta español contemporáneo, autor de las Doloras y Pequeños Poemas (1817-1901).

Campo Santo. Lugar de Italia á unos 22 kilóm. de Módena. Allí dieron los españoles una batalla célebre en 1743.

Campos Elíseos. V. Elíseos.

Celestina. Nombre genérico que se da á las brujas y á las que hacen oficio de zurcir voluntades, pretendiendo valerse de filtros, polvos y hechizos. Debe venir este nombre de la famosa Celestina, personaje importante de la comedia así llamada, atribuída á Fernando de Rojas.{207}

Ceo ó Ceos (hoy Zea). Una de las islas Cícladas en el mar Egeo, y patria del poeta Simónides.

Ceres. Hija de Saturno y de Cibeles, diosa de la agricultura. Ha dado su nombre á los cereales, tan útiles al hombre. La palabra Ceres, según la moderna filología, tiene el mismo origen y raíz que la palabra creador.

Cervantes Saavedra (Miguel de). Insigne escritor español, autor de la inimitable é inmortal obra Don Quijote de la Mancha. Es llamado el Manco de Lepanto, porque fué herido en dicha célebre batalla (1547-1613).

Cicerón (Marco Tulio). Famoso orador y filósofo romano. Entre sus mejores obras figuran las Catilinarias y las Filípicas. Fué asesinado por los esbirros de Antonio (106-43 ant. de J. C.)

Cid (en árabe señor). Es el nombre que daban los moros á Don Rodrigo Díaz de Vivar, célebre por sus hazañas. También se llama Cid Campeador (1049-1099).

Clazomenia. Geogr. V. Clezémone.

Clezémone. Ciudad de la Jonia en el Asia Menor. Hoy se llama Vurla. Hay autores que escriben Clazomenia.

Cupido. Dios del amor, hijo de Marte y de Venus. Lo representan como un niño alado, con flechas y un arco. En griego se llama Eros.

Demetrio Falerio ó el Faleriano. Célebre orador y político griego. Desempeñó el mando supremo durante 10 años. Escribió unas cincuenta obras sobre diversas materias y, entre ellas, una colección de Fábulas Esópicas, de que se sirvió más tarde el monje Planudio (345-283 ant. de J. C.).

Diana. Hija de Júpiter y Latona y hermana de Apolo. Era la diosa de los cazadores. Tiene diversos nombres: Diana en los bosques; Hécate en el Infierno y Luna en el cielo.

Disciplina Clericalis. Notable obra del judío español Pedro Alfonso de Huesca. Está sacada en gran parte de la obra Calila y Dimna, y fué traducida varias veces en francés.

El Conde Lucanor. Colección de cuarenta y nueve cuentos, anécdotas y apólogos, compuesta por el Infante D. Juan Manuel. Parece sacado de Disciplina Clericalis.

Elíseos (Campos). Mansión de las almas virtuosas; eran el Paraíso de los griegos y romanos. Virgilio hace de ellos una descripción magnífica en el libro VI de la Eneida.

Eneida. Célebre poema de Virgilio en doce cantos. Tiene por objeto cantar el origen de la nación romana como descendiente del troyano Eneas.

Ercilla y Zúñiga (D. Alonso de). Ilustre capitán y poeta español, autor del poema la Araucana (1533-1596).

Eros. V. Cupido.

Escipión Africano (Publio Cornelio). Célebre general romano, vencedor de Aníbal en la batalla de Zama, que puso fin á la segunda guerra púnica (234-183 ant. de J. C.).

Esopetes. Nombre dado en la Edad Media á ciertas colecciones de las fábulas esópicas en lengua vulgar. De ellas se valieron el Arcipreste de Hita y otros escritores.

Esopo. Supuesto fabulista griego del siglo VI. Le representan jorobado y contrahecho. Fué esclavo del famoso Creso. Las fábulas que se le atribuyen fueron escritas mucho tiempo después de su muerte. V. Demetrio Faleriano.—Las fábulas llamadas de Esopo fueron traducidas y publicadas en castellano por el humanista Pedro Simón Abril.

Estigia (Laguna). Laguna y según otros, río del infierno. Tenía la propiedad de hacer invulnerable al que se bañaba en ella.

Eurípides. Ilustre poeta trágico de Grecia (480-406). Entre sus tragedias figura como una de las más notables Hécuba.

Farinelo y mejor Farinelli (Carlos Boschi). Célebre cantante italiano, natural de Nápoles y que vivió largo tiempo en Madrid (1705-1782).

Fedro. Famoso fabulista latino de la época de Augusto. Nació 30 años antes de J. C. y murió 10 después de J. C. Sus obras se perdieron por completo y sólo se publicaron en Europa en 1596, gracias al descubrimiento de un manuscrito del siglo X. El español Sebastián Mey publicó en 1614 un Fabulario, en que se hallan traducidas casi todas las Fábulas de Fedro.

Fénix. Ave fabulosa que los poetas suponían que no tenía igual y renacía de sus cenizas.

Fígaro. V. Larra.

Fortuna. Divinidad alegórica del politeísmo grecoromano, ciega y caprichosa dispensadora de sus dones. Aun en nuestros tiempos no falta quien crea en ella. Á este propósito dice Ercilla, en su Araucana:

Creer en la Fortuna es gran simpleza,
La fortuna es la fuerza de los brazos.

Galeno (Claudio). Famoso médico y anatómico griego (131-201).

Garcilaso de la Vega. Ilustre poeta español (1504-1546).{208}

Gay (Juan). Célebre poeta y fabulista inglés. Fué muy amigo de Pope (1688-1732).

Góngora y Argote (D. Luis). Insigne poeta español, considerado como el fundador de la escuela que lleva su nombre. Escribió obras como Las Soledades, en estilo conceptuoso y enrevesado; pero al mismo tiempo escribió romances, letrillas y otras poesías, tan hermosos y brillantes, que le asignan un puesto eminente entre los poetas españoles (1561-1627).

Gran Sultán. El emperador de los turcos. De sultán se ha formado en castellano soldán, palabra con que se designaba á los soberanos de Persia y Egipto.

Gran Turco. V. Gran Sultán.

Grecia. Península de la Europa Meridional. En lo antiguo desempeñó un papel político muy importante, siendo el centro del saber, de las artes, de las ciencias y del comercio. Hoy es una monarquía constitucional con unos dos millones de hab.

Haydn (José). Inspirado músico alemán, célebre por sus sinfonías (1732-1809).

Hécate. V. Diana.

Hécuba. Esposa de Príamo. Durante la guerra de Troya vió perecer sucesivamente á casi todos sus 19 hijos, á su esposo, á su hija Polixena y á su nieto Astianax. Es la protagonista de una hermosa tragedia de Eurípides.

Hércules. Hijo de Júpiter y de Alcmena y el más famoso de los héroes de la mitología griega.

Herrera (Fernando de), llamado el Divino; insigne poeta español (1534-1597).

Hipócrates. El médico más famoso de la antigüedad. Nació en la isla de Cos hacia el año 460 ant. de J. C.

Hojeda (Padre Diego de). Célebre poeta español, autor de un hermoso poema en 12 cantos, titulado la Cristiada. Floreció en el siglo XVII.

Holanda ó Neerlanda. País de Europa. Tiene 4 400 000 habitantes. Es famosa en la historia por sus guerras con Inglaterra, Francia y España. Es país muy agrícola é industrial; tienen fama sus quesos y mantecas y sus tejidos. Cap. Amsterdam.

Iriarte (D. Tomás). Célebre literato, crítico y fabulista, natural de Canarias (1750-1795).

Jarama. Río de Castilla que pasa por Aranjuez. En sus vegas se crían los toros más bravos que se conocen. Moratín padre, en su romance Función de toros dice:

No en las vegas de Jarama
Pacieron la verde grama
Nunca animales tan fieros...

Vargas Ponce, en su sátira Proclama del Solterón, dice también á este propósito:

Antes que necia, venga un maleficio,
Y antes que docta, un toro jarameño.

Juan Manuel (El Infante D.). Uno de los magnates más turbulentos de España, sobrino de Alfonso el Sabio. Á pesar de su ambición y su agitada vida, figura como uno de los patriarcas de las letras españolas. Compuso, entre otras muchas obras notables, la Crónica de España y El Conde Lucanor (1282-1347).

Júpiter. Padre y señor de los dioses, en la mitología griega y romana.

La Fontaine (Juan de). Insigne fabulista y cuentista francés (1621-1695).

Laguna Estigia. V. Estigia.

Larra (D. Luis Mariano de). Famoso escritor, conocido con el sobrenombre de Fígaro (1809-1837).

León (Fray Luis de). Insigne poeta español (1527-1591).

Locmano ó Lokmán. Personaje ficticio de la literatura árabe á quien hasta hoy se ha supuesto autor de fábulas. V. Bidpai.

Marte. Hijo de Júpiter y de Juno, dios de la guerra. Los romanos pretendían descender de él.

Menandro. Célebre poeta cómico griego, discípulo de Teofrasto (342-290 ant. de J. C.).

Mey (Sebastián). Escritor español que floreció á fines del siglo XVI y principios del XVII. Publicó, en 1614, un Fabulario que contiene casi todas las fábulas de Fedro.

Minerva. Hija de Júpiter, diosa de la sabiduría y de las artes. En griego se llamaba Palas y Atenea. Herrera dice en su magnífica oda á Don Juan de Austria:

        De Palas Atenea
El gorgóneo terror, la ardiente lanza...

Misón (Luis). Famoso flautista y compositor musical, autor de las obras: Eco y Narciso y Píramo y Tisbe. Era natural de Barcelona y murió en 1866.

Moisés Sephardi. V. Pedro Alfonso.

Moratín (D. Nicolás Fernández de). Célebre poeta y autor dramático español (1737-1780).

Morfeo. Hijo del Sueño y de la Noche. Era el dios de los ensueños. Se le confunde con el sueño mismo.{209}

Moros. Nombre que se da en general á los africanos que, procedentes de la Mauritania, penetraron en España por el Estrecho de Gibraltar y conquistaron la península en 711, después de la famosa batalla del Guadalete. En aquel mismo punto empezó D. Pelayo la reconquista, que se terminó con la toma de Granada en 2 de enero de 1492.

Munive é Idiáquez (D. Fran.ᶜᵒ Javier de), Conde de Peñaflorida. Ilustre prócer vascongado, tío y protector de Samaniego, y fundador de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. Falleció en 1765. En 1866, en las juntas forales celebradas en Azcoitia se votó la erección de una estatua á tan insigne patricio; pero la cosa no ha pasado de proyecto.

Musas. Hijas de Júpiter y de Nemósine. Eran nueve y tenían por misión presidir á las bellas artes y á la poesía. Habitaban el Parnaso ó el Helicón y estaban, á su vez, presididas por Apolo.

Nilo. Célebre río de Egipto, cuyas llanuras fecunda con sus desbordamientos periódicos.

Octavio. Nombre que llevaba Augusto, sobrino de César, antes de ser emperador.

Orfeo. Hijo de Eagro, rey de Tracia y de la Musa Calíope, y según otros de Apolo y de Clío. Fué el músico más célebre de la antigüedad. Su música melodiosa amansaba á las fieras.

Pan. Dios de los rebaños. Representaba la naturaleza entera. Su vista inspiraba terror pánico. Inventó la flauta pastoril.

Pantcha-Tantra (Los cinco capítulos). Libro de apólogos, compuesto en sánscrito cuatro siglos antes de. J. C. En el siglo VI de nuestra era fué traducido en lengua Pelvi, y en el VIII apareció una versión árabe de dicha traducción, con el título de Calila y Dimna (Según el Sr. Menéndez y Pelayo, Calila y Dina), y con el segundo título de Fábulas de Bidpai. Fué traducido en español en el siglo XIII por orden de D. Alfonso el Sabio. Muchos de estos apólogos se encuentran en la obra Disciplina Clericalis y en El Conde Lucanor. (Menéndez y Pelayo. Historia de las ideas estéticas en España), verdadero monumento de la erudición española.

Parcas. Eran llamadas así por antífrasis; es decir las que perdonan (puesto que no perdonan á nadie). Eran Cloto, Laquesis y Atropos. La primera hilaba el hilo de la vida, la segunda lo devanaba y la tercera lo cortaba.

Parnaso. Monte de la antigua Grecia, consagrado á Apolo y á las Musas.

Pedro Alfonso. Judío español converso, natural de Huesca, llamado Moisés Sephardi. Es autor de la obra Disciplina Clericalis. Floreció en los siglos XI y XII y se convirtió en 1106, siendo su padrino D. Alfonso V de Aragón.

Pedro I el Grande ó el Zar. Fué el verdadero creador del moderno imperio ruso. Viajó por Europa y trabajó como simple obrero para poder introducir reformas en su país con conocimiento de causa (1682-1725).

Pirro. Célebre rey de Epiro, que venció á los romanos. Su última victoria contra éstos le costó tan cara como la más terrible derrota. De aquí la frase: victoria á lo Pirro. Murió en 272 ant. de J. C.

Planudio. Monje de Constantinopla, del siglo XIV. Escribió una biografía apócrifa de Esopo, y publicó, atribuyéndolas al mismo, unas fábulas en prosa.

Platón. Inmortal filósofo griego, discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles. Es el gran fundador de la escuela idealista (429-347 ant. de J. C.).

Príncipe (Miguel Agustín). Distinguido escritor y fabulista contemporáneo.

Quevedo (D. Franᶜᵒ de). Famoso poeta satírico español (1580-1645).

Quintiliano (Marco Fabio). Famoso retórico español de Calahorra. Su obra más notable se titula: De la institución oratoria (42-120).

Rollin (Charles). Ilustre profesor y autor francés de varias obras notables, entre otras del libro: Traité des études (1661-1741).

Roma. Ciudad que fué por largo tiempo metrópoli y señora del mundo, Hoy es capital del reino de Italia. Está llena de monumentos y recuerdos artísticos.

Ruiz (Juan). Insigne poeta español del siglo XIV.

Sancho Panza. Personaje popular de la novela Don Quijote. Es la personificación del sentido práctico y el símbolo de los que llevan siempre la cabeza inclinada hacia las cosas de la tierra—como los rumiantes.

Simónides. Célebre poeta lírico de Grecia (566-446 ant. de J. C.).

Sirenas. Monstruos fabulosos, mitad mujeres y mitad peces. Atraían á los navegantes con la dulzura de su canto.

Sócrates. Insigne filósofo, hijo del escultor Sofronisco. Vivía en la soledad,{210} no enseñaba con regularidad, ni escribió ningún libro. Sus sarcasmos y burlas lo acarrearon multitud de enemigos. Acusado de impiedad, fué condenado á beber la cicuta (408-399 ant. J. C.).

Teseo. Héroe griego, célebre por sus hazañas. Salió del famoso Laberinto de Creta, gracias al hilo que le facilitó Ariadna. La mitología le suponía condenado en el infierno á estar perpetuamente sentado.

Tetuán. Ciudad de Marruecos, célebre por la batalla ganada por los españoles en 1860. 50 000 hab.

Tito. Hijo de Vespasiano y emperador romano. Por su bondad fué llamado Delicias del género humano. En su tiempo fué tomada y destruída Jerusalén (40-81).

Torozos. Monte de España, famoso por las fechorías de los bandidos antes de la institución de la guardia civil.

Tracia. Antigua comarca al norte de Grecia. Hoy forma la Bulgaria y Rumelia.

Tratado de Educación. La obra á que se refiere el autor con este título es sin duda la obra del célebre profesor Rollin: Traité des études.

Troya, Ilión, ó Pérgamo. Ciudad de Asia Menor. Sostuvo contra todos los príncipes griegos un sitio de 10 años, inmortalizado por Homero en su famosa Iliada.

Tulio. V. Cicerón (Marco Tulio).

Ulises. Personaje griego, rey de Ítaca, hijo de Laertes, esposo de Penélope y padre de Telémaco. Fué uno de los principales héroes del sitio de Troya, donde se distinguió por su prudencia.

Vargas Ponce (D. José de). Marino, poeta y erudito español natural de Cádiz. Entre sus obras poéticas merece citarse La Proclama del Solterón (1760-1821).

Vega (Félix Lope de). Inmortal poeta dramático español, llamado por su prodigiosa fecundidad El Fénix de los ingenios (1562-1635).

Venus. Diosa de la belleza, que se suponía nacida de la espuma del mar. Era adorada especialmente en Pafo y Cnido.

Villena (Marqués de). D. Enrique de Aragón. Sabio y poeta, fué acusado de hechicería y, después de su muerte, fueron quemadas sus obras. Sólo se conserva La gaya ciencia, especie de arte poética y el Arte Cisoria (1384-1434).

Virgilio. El más famoso de los poetas latinos, nacido cerca de Mantua. Compuso la Eneida, las Geórgicas y las Bucólicas (70-1 antes de J. C.).

Vurla. Geog. V. Clezémone.

Zama. Antigua ciudad de África, donde Escipión Africano venció á Aníbal en el año 202 ant. de J. C.

Zea. V. Ceo.

[Imagen no disponible.]

{211}

ÍNDICE

Introducción3
Samaniego5
Prólogo del autor9
LIBRO PRIMERO
I.El Asno y el Cochino13
II.La Cigarra y la Hormiga15
III.El Muchacho y la Fortuna17
IV.La Codorniz18
V.El Águila y el Escarabajo19
VI.El León vencido por el Hombre21
VII.La Zorra y el Busto21
VIII.El Ratón de la corte y el del campo22
IX.El Herrero y el Perro23
X.La Zorra y la Cigüeña24
XI.Las Moscas26
XII.El Leopardo y las Monas26
XIII.El Ciervo en la fuente28
XIV.El León y la Zorra29
XV.La Cierva y el Cervato30
XVI.El Labrador y la Cigüeña31
XVII.La Serpiente y la Lima32
XVIII.El Calvo y la Mosca33
XIX.Los dos Amigos y el Oso34
XX.El Águila, la Gata y la Jabalina35
LIBRO SEGUNDO
I.El León con su ejército37
II.La Lechera39
III.El Asno sesudo41
IV.El Zagal y las Ovejas42
V.El Águila, la Corneja y la Tortuga43
VI.El Lobo y la Cigüeña44
VII.El Hombre y la Culebra45
VIII.El Pájaro herido de una flecha45
IX.El Pescador y el Pez46
X.El Gorrión y la Liebre47
XI.Júpiter y la Tortuga48
XII.El Charlatán49
XIII.El Milano y las Palomas50
XIV.Las dos Ranas51
XV.El Parto de los montes53
XVI.Las Ranas pidiendo rey54
XVII.El Asno y el Caballo55
XVIII.El Cordero y el Lobo56
XIX.Las Cabras y los Chivos57
XX.El Caballo y el Ciervo58
LIBRO TERCERO
I.El Águila y el Cuervo60
II.Los Animales con peste62
III.El Milano enfermo64
IV.El León envejecido{212}65
V.La Zorra y la Gallina66
VI.La Cierva y el León67
VII.El León enamorado68
VIII.Congreso de los Ratones69
IX.El Lobo y la Oveja70
X.El Hombre y la Pulga71
XI.El Cuervo y la Serpiente72
XII.El Asno y las Ranas72
XIII.El Asno y el Perro73
XIV.El León y el Asno cazando75
XV.El Charlatán y el Rústico76
LIBRO CUARTO
I.La Mona corrida78
II.El Asno y Júpiter80
III.El Cazador y la Perdiz81
IV.El Viejo y la Muerte82
V.El Enfermo y el Médico83
VI.La Zorra y las Uvas83
VII.La Cierva y la Viña84
VIII.El Asno cargado de reliquias85
IX.Los dos Machos86
X.El Cazador y el Perro87
XI.La Tortuga y el Águila88
XII.El León y el Ratón88
XIII.Las Liebres y las Ranas89
XIV.El Gallo y el Zorro90
XV.El León y la Cabra91
XVI.La Hacha y el Mango92
XVII.La Onza y los Pastores93
XVIII.El Grajo vano94
XIX.El Hombre y la Comadreja95
XX.Batalla de las Comadrejas y los Ratones95
XXI.El León y la Rana96
XXII.El Ciervo y los Bueyes97
XXIII.Los Navegantes98
XXIV.El Torrente y el Río99
XXV.El León, el Lobo y la Zorra100
LIBRO QUINTO
I.Los Ratones y el Gato103
II.El Asno y el Lobo101
III.El Asno y el Caballo105
IV.El Labrador y la Providencia106
V.El Asno vestido de León108
VI.La Gallina de los huevosde oro109
VII.Los Cangrejos110
VIII.Las Ranas sedientas111
IX.El Cuervo y el Zorro112
X.Un Cojo y un Picarón113
XI.El Carretero y Hércules114
XII.La Zorra y el Chivo115
XIII.El Lobo, la Zorra y el Mono juez116
XIV.Los dos Gallos117
XV.La Mona y la Zorra117
XVI.La Gata mujer118
XVII.La Leona y el Oso119
XVIII.El Lobo y el Perro flaco120
XIX.La Oveja y el Ciervo121
XX.La Alforja122
XXI.El Asno infeliz122
XXII.El Jabalí y la Zorra123
XXIII.El Perro y el Cocodrilo124
XXIV.La Comadreja y los Ratones124
XXV.El Lobo y el Perro125
LIBRO SEXTO
I.El Pastor y el Filósofo128
II.El Hombre y la Fantasma131
III.El Jabalí y el Carnero132
IV.El Raposo, la Mujer y el Gallo133
V.El Filósofo y el Rústico134
VI.La Pava y la Hormiga135
VII.El Enfermo y la Visión137
VIII.El Camello y la Pulga139
IX.El Cerdo, el Carnero y la Cabra140
X.El León, el Tigre y el Caminante141
XI.La Muerte142
XII.El Amor y la Locura142
LIBRO SÉPTIMO
I.El Raposo enfermo145
II.Las Exequias de la Leona147
III.El Poeta y la Rosa148
IV.El Buho y el Hombre150
V.La Mona151
VI.Esopo y un Ateniense152
VII.Demetrio y Menandro153
VIII.Las Hormigas154
IX.Los Gatos escrupulosos154
X.El Águila y la asamblea de los Animales156
XI.La Paloma157
XII.El Chivo afeitado157
LIBRO OCTAVO
I.El Naufragio de Simónides160
II.El Filósofo y la Pulga162
III.El Cazador y los Conejos164
IV.El Filósofo y el Faisán165
V.El Zapatero médico167
VI.El Murciélago y la Comadreja168
VII.La Mariposa y el Caracol169
VIII.Los dos Titiriteros171
IX.El Raposo y el Perro172
LIBRO NONO
I.El Gato y las Aves174
II.La Danza pastoril175
III.Los dos Perros177
IV.La Moda178
V.El Lobo y el Mastín179
VI.La Hermosa y el Espejo181
VII.El Viejo y el Chalán182
VIII.La Gata con cascabeles183
IX.El Ruiseñor y el Mochuelo184
X.El Amo y el Perro186
XI.Los dos Cazadores187
XII.El Gato y el Cazador188
XIII.El Pastor189
XIV.El Tordo flautista189
XV.El Raposo y el Lobo190
XVI.El Ciudadano Pastor192
XVII.El Ladrón195
XVIII.El Joven filósofo y sus Compañeros195
XIX.El Elefante, el Toro, el Asno y los demás Animales197
Apéndice200
Léxico206
[Imagen no disponible.]

Imprenta y Librería ARMAND COLIN.—Paris.{214}


LIBRERÍA ARMAND COLIN, Paris.


PUBLICACIONES ESPAÑOLAS

EXTRACTADAS

DEL CATÁLOGO DE LA MISMA LIBRERÍA

Novísimo Método de Escritura, racional y práctico, con modelos graduados y trazados en negro y azul; consta de 8 cuadernos.

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Colección de Mapas murales

POR

P. VIDAL DE LA BLACHE

Profesor de geografía en la Universidad de París Miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid

Y

TORRES CAMPOS

Profesor de la Escuela normal central de Maestras y de la Escuela de Institutrices de Madrid.

LISTA DE LOS MAPAS

1.Europa física.10.América del Sur política.
2.Europa política.11.España física.
3.Asia física.12.España política.
4.Asia política.13.Estados-Unidos Mexicanos, mapa físico.
5.África física.14.Estados-Unidos Mexicanos, mapa político.
6.África política.15.Planisferio escrito.
7.América física.16.Planisferio mudo.
8.Oceania.
9.América del Norte política.

Impresos en color, en papel simili japón (1ᵐ, 20×1ᵐ).


Nueva Colección de Cuadros murales, en el mismo tamaño de los Mapas murales Vidal-Lablache (1ᵐ, 20×1ᵐ).

Cuadros murales del Sistema métrico, por León Vaquez.

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Cuadros de Enseñanza científica: EL CUERPO HUMANO, por el Doctor Galtier-Boissière.

2 cuadros impresos en color, en papel simili japón.{217}

[Illustration]

NOTAS:

[1] Según confesión del mismo fabulista, compuso las fábulas á instancias de su pariente y protector el benemérito patricio D. Javier María de Munive é Idiáquez, conde de Peñaflorida.

[2]

En mis versos, Iriarte,
Ya no quiero más arte
Que poner á los tuyos por modelo.
       (Fábula, 1ª, libro III, pág. 60.)

[3] Samaniego, según hemos indicado al anotar alguna de sus fábulas, no tenía en gran predicamento á los médicos, á imitación de Molière, que decía un día á Luis XIV: «Mi médico me receta medicinas, yo no las tomo, y me pongo bueno.» Acerca de la muerte de nuestro fabulista dice el Sr. Becerro de Bengoa en el discurso que pronunció en la fiesta del centenario: «Samaniego, rebelde por temperamento á toda autoridad y disciplina, no quiso someterse á la de los médicos. Se trató á su modo, entregándose con libertad á su genio, como hizo al escribir sus fábulas, y la libertad y el genio, á una con el mal, dieron con su cuerpo en tierra el 11 de agosto de 1801.»

[4] En Laguardia se conservan: la casa palacio de Arraya, en que vivió, la cama imperial en que murió, y varios muebles y cuadros que le pertenecieron y que son hoy propiedad de la ilustre casa bilbaina de Cortázar y Manso, heredera del fabulista.

[5] En 1883, la villa de Laguardia, pueblo natal de nuestro fabulista, le consagró un elegante monumento, coronado por el busto del regocijado Mentor de la infancia hispanoamericana.

[6] Estando en prensa este libro, hemos tenido noticia de la muerte prematura del Sr. Becerro de Bengoa, ocurrida el 2 de febrero del presente año.

[7] Véase lo que dice el Vocabulario acerca de estos supuestos autores.

[8] Es neologismo por monotonía.

[9] Debería decirse lo allanan y facilitan, por ser dos los sujetos; pero entonces no habría verso.

[10] De Ceres viene cereales. Á su vez Ceres viene de la misma raíz aria que la voz creador.

[11] De Baco, se han formado las palabras: bacanal y bacante.

[12] El verbo debería estar en plural sin que el verso perdiese nada. Véase nota 1 pág. 11.

[13] Sinón.: Cochino, Cerdo, puerco, marrano, cocho y gocho. Estos dos últimos son provincialismos de Asturias y Galicia.

[14] Se dice mejor Á guisa.

[15] Se dice mejor desprovista, en prosa.

[16] No se dice tabique en medio (que debe ser cuando más, provincialismo) sino: pared en ó por medio.

[17] Andar al remo; frase tomada de la antigua pena de galeras. Los condenados á esta pena se llamaban galeotes, á los que consagra un hermoso capítulo Cervantes en su inmortal Quijote.

[18] La palabra mancebo es de poco uso.

[19] Avecilla, dim. de ave. Otros deriv.: avechucho, avería, averío, avestruz.

[20] Fuélos. Los pronombres enclíticos me, te, se, la, lo, los, les, etc., se unen al verbo siempre, en el gerundio, infinitivo é imperativo. En los demás tiempos puede unirse ó no, según convenga.

[21] De consuelos, es galic. Se dice mejor en singular.

[22] Polluelo, dim. de pollo. Hay también: empollar, pollada, pollera, pollería, pollero, pollez, pollito, pollico, pollastre, pollancón, pollarancón, pollastrón y pollino; este último es prov. de Asturias.

[23] Bolita, diminutivo de bola. Otros deriv.: boliche, bolichero, embolar, etc.

[24] La palabra artífice es impropia; es preferible artista.

[25] Seso. Cuando se habla de la masa encefálica, tanto del hombre como de los animales, se usa generalmente en plural. Así decimos romperle á uno los sesos; comer sesos de ternera. Cuando se habla en sentido figurado, suele usarse el singular: Ej.: Ser hombre de seso, perder el seso, obrar con seso, etc. Sin embargo, se dice: Devanarse los sesos. Tener los sesos en los calcañales.

[26] Ratópolis, palabra caprichosa formada de Rato, ratón, y polis, ciudad; es decir ciudad de los ratones.

[27] Roepán, nombre caprichoso, calificativo del ratón. Está compuesto por analogia con quitamotas, portafusil, tronchapinos, cagatinta, etc.

[28] Ratonesco, deriv. de ratón; es más usado ratonil. Otros deriv.: ratonar, ratonera, arratonado, ratonero.

[29] ¡Esto tenemos! La verdadera frase castellana es: ¡esas tenemos!

[30] Perruno; los adjetivos en uno indican semejanza, pertenencia; además se refieren generalmente á animales y envuelven cierta idea de desprecio, como asnuno, boyuno, cabruno, chotuno, gatuno, etc.

[31] Lazarillo, dim. de Lázaro. Lazarillo de Tormes era el héroe de una famosa novela atribuida á Hurtado de Mendoza, y ha venido á ser nombre común, en el sentido de: guía ó conductor de ciego.

[32] Zorra. Sinón.: Raposa y vulpeja esta última voz se usa en el refrán. El lobo y la vulpeja ambos son de una conseja.

[33] Jigote. Algunos toman erróneamente esta palabra por pierna de carnero (en francés gigot). Este galicismo es antiguo, pues lo usa el famoso Mira de Mescua, contemporáneo de Cervantes, en el siguiente pasaje:

—Un gigote de carnero,
—Si está manido, no es malo.
       (La Fénix de Salamanca, comedia).

[34] Las casas de Holanda son célebres por la limpieza que reina en ellas.

[35] La hidropesía produce sed insaciable é hinchazón. Por eso aplica el autor este epíteto á la redoma, muy ancha por abajo.

[36] La del pico; es muy común este empleo del artículo en castellano: las de la esquina, las de Gómez, lo de marras.

[37] El refrán castellano dice: Á pícaro, pícaro y medio.

[38] Otras, por Á otras.

[39] Monas. Además de la palabra mona, y el masculino mono, existen el adjetivo familiar mono, na, pulido, gracioso, y los deriv. monada, monería, monigote.

[40] Alude á la fábula de La Zorra y las uvas. En castellano se dice: ¡están verdes! Véase la fábula X, al final.

[41] Viejas monas. Transposición que debe evitarse en estilo vulgar ó llano, por ser galicismo. Así decimos en castellano: mi sombrero nuevo y no mi nuevo sombrero, mi capa vieja y no mi vieja capa, á esto hay que agregar que no es indiferente la colocación del adjetivo. Así no es lo mismo decir hombre pobre que pobre hombre; hombre valiente que ¡valiente hombre! varón santo que santo varón, etc.

[42] Monada. Véase la nota 2, pág. 26.

[43] Campaña sólo se usa hoy en sentido militar: la campaña de África.

[44] ¿Á qué intento? Es decir para, con qué objeto.

[45] Féos pies véase nota 2, pág. 27.

[46] En tal cabeza. La frase corriente es: escarmentar en cabeza ajena.

[47] Véase Apéndice, pág. 200.

[48] Mamón. La terminación on, propia de los aumentativos, indica algunas veces además: privación, como pelón, rabón; otras designa un diminutivo, como carretón, callejón, y otras, por último, seres que no han llegado á su completo desarrollo, como, lechón; que empiezan á ejecutar algo, como volantón (que empieza á volar) ó que repiten con frecuencia una acción, como corretón, juguetón, etc.

[49] Monsieur. Pal. francesa que significa señor.

[50] Do por donde; en prosa debería decirse: no es bien entrar en sitio de donde no se sale.

[51] De ciervo, va, vienen cervato, cervatillo, cerval, cervuno y cervario. Miedo cerval es miedo invencible, como el de los ciervos. Cierva viene del latín cerva, reforzándose la e en el diptongo ie bajo la influencia del acento. Al desaparecer éste de dicha sílaba, desparece el refuerzo, como se ve en los derivados.

[52] En otra fábula dice: Más ligera que el viento. También se dice: más ligero que una flecha, que un galgo.

[53] Corza. Es un error, porque la corza no es una cierva.

[54] Mas que, forma vulgar y poco recomendable, por aunque.

[55] De cigüeña se forman cigoñal, cigoñino, cigoñuela y cigüeñal.

[56] Señor rústico. Hoy no se suele emplear la palabra rústico como substantivo. De rústico se derivan: rusticación, rustical, rusticano, rusticar, rusticidad, rustiquez y rustiqueza. Rústico viene á su vez del latino rus (el campo) del que se derivan también rural y ruralmente.

[57] Cerrajero. Los nombres en ero suelen indicar oficio, como carpintero, carnicero, etc. En nombres de objetos, esta terminación significa uso ó destino de los mismos, como babero, candelero, cenicero, cucharero, etc. En los adjetivos significa propensión, facilidad, contingencia, etc., como abridero, acontecedero, hacedero, cumplidero, exigidero, duradero, pagadero, temporero y otros.

[58] De lima se forman limadura, limalla, limatón (lima gruesa), limar y limero.

[59] Maldito, participio irregular de maldecir. Parece más bien un adjetivo verbal. Á veces se emplea para negar con intensidad. Ej.: Maldita la falta que me hace (no me hace ninguna falta); maldito lo que me importa (no me importa nada).

[60] Varón, por hombre prudente; se dice á veces santo varón, para indicar un hombre de bien, sencillo y sin malicia. Bretón de los Herreros dice:

¿Quién será el santo varón
Que diga con juramento:
Veinticinco abuelos cuento
Y ninguno fué ladrón?

[61] Riguroso. Se dice también, aunque con menos frecuencia, rigoroso.

[62] De oso se forma el dim. osezno.

[63] Algunas ediciones incorrectas dicen á la aventura, lo cual es barbarismo.

[64] Se cuenta; también se pone el verbo en plural, en la forma impersonal, cuando es uno de los verbos contar, decir, hablar referir, etc.

Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba...
            (Calderón.)

[65] Direte por te diré. Esta forma es muy usada en poesía:

Mas direte Inés la cosa
Más brava de él que has oído.
            (Alcázar).

Véase además la nota 1, pág. 19.

[66] La dice. El autor usa constantemente la por le en el dativo femenino. La Academia recomienda el uso de le para el dativo singular de los dos géneros.

[67] Devora por devorará.

[68] De callada, m. adv. deriv. del substantivo callada, que entra en la frase: Dar la callada por respuesta. En el mismo caso se encuentran: de paso, de vista, de noche, etc.

[69] Que con maña astuta, incorr. por en que con maña astuta.

[70] Gruta es palabra impropia, pues se trata de un árbol, y la gruta es cavidad abierta en las rocas ó peñascos.

[71] La Águila. En muchas ediciones hechas por gente indocta se haya sustituido el articulo la por el, con lo cual desaparece el verso.

[72] La hambre. Véase la nota 6.

[73] Chismoso, viene de chisme, que tiene el mismo origen que cisma. Otros deriv.: chismear, chismería, chismero y chismografía. Sinón.: Enredo, hablilla, habladuría, cuento, murmuración.

[74] Con la pluma y el arado. El Mariscal Bugeaud, conquistador de la Argelia, tenía por divisa: ense et aratro, con la espada y el arado.

[75] Sociedad, viene de socio. Otros derivados: sociabilidad, sociable, sociología, asociar, asociación, socialismo, socialista, etc. Sinón.: Compañía, asociación, reunión, junta, tertulia.

[76] Versificante. Es más propio versificador y no está tampoco bien aplicada la palabra genio. Aquí significa capacidad, facultad, aptitud.

[77] La palabra útiles es impropia, pues se aplica especialmente á los utensilios domésticos y á las herramientas de las artes y oficios.

[78] Cántaro. Generalmente los de la leche se llaman cántaras, porque son más achatados y anchos de boca. Además, la cántara es medida que contiene ocho azumbres. De cántaro vienen cantarera, cantarero, cantarería, encantarar, cantarillo y cantarito.

[79] En limpio, es decir, deducidos todos los gastos.

[80] Un canasto. El canasto se distingue de la canasta en que tiene la boca más recogida. La misma diferencia hay entre sus sinónimos cesto y cesta.

[81] Mercaré. Es palabra vulgar y anticuada. Deriv.: mercado, mercader, mercadería.

[82] Ver como se le arrastra; sería más correcto: ver como le arrastra.

[83] Llevaréle. No se debe abusar de la unión de los pronombres con el verbo, cosa que hoy se hace mucho y mal, sobre todo cuando el verbo no es principio de frase. Nada hay tan violento y feo como decir: Cuando díjele lo que ocurría. Véase la nota 1, pág. 19.

[84] Buen dinero por mucho dinero.

[85] Campaña. Véase la nota 4, pág. 27.

[86] Á Dios; también se escribe: Adiós.

[87] Su, leemos en todas las ediciones; pero tal vez debiera decir tu.

[88] Pradería, deriv. de prado. Otros derivados: pradal, pradeño, pradera, pradial, praderoso.

[89] Le conjura que. El régimen perfecto exige que se diga: le conjura á que huya, etc.

[90] De Marte se derivan: marcial, marcialidad y marzo.

[91] Ninguno. Es como vulgarmente se dice, concordancia vizcaína, pues albarda es femenino. La palabra albarda entra en las frases: Albarda sobre albarda; como ahora llueven albardas; coser y hacer albardas todo es dar puntadas, etc.

[92] Pollino es dim. de pollo en Asturias, véase nota 2, pág. 20.

[93] De insultos. La frase está incompleta. Debería decirse: ¿Se podria encontrar quien no temblase por temor de, ó ante, los insultos, etc.

[94] En otras ediciones se lee: de aquí le viene, frase incorrecta.

[95] Collado. Sinón.: Alcor, colina, loma, otero.

[96] Chanza. De chanza se derivan chancearse, chancero y chanzoneta. Sinón.: Broma, burla, guasa, vaya, cordelejo.

[97] Picotazos. La terminación azo, hablando de instrumentos ó herramientas, significa generalmente golpe, herida, como: navajazo, azadonazo, bastonazo, sablazo, etc.

[98] La dice. Véase la nota 1, pág. 36.

[99] La traspasa. Para que la frase fuese correcta, debería decir: cuya casa no la traspasa diente, cuerno ni pico.

[100] La Águila. Véase la nota 6, pág. 36.

[101] Hacen fuga, por huyen. Es lo que se llama un ripio.

[102] Hácela. Es incorr. por hácele. Véase nota 1, pág. 36.

[103] Respondía por respondió.

[104] Sin decir tus ni mus, esto es, sin decir palabra. También se emplean las frases análogas: sin decir oxte ni moxte, sin decir esta boca es mía, etc.

[105] Yerta es adjetivo. Antiguamente se usó como p. p. de erguir. Así dice Herrera:

El árbol que más yerto se sublima.

[106] Fraguan, derivado de fragua. Sinón.: Forjar, maquinar, tramar, urdir.

[107] Pez, pescador, pescadería y pescar vienen de la misma raíz latina.

[108] Ruin, en este caso significa pequeño, endeble, insignificante. En el mismo sentido se emplea en los siguientes refranes: Brazo ruin no quiebra; el buey ruin holgando se descuerna, etc.

[109] Más vale pájaro... El refrán exacto dice: Más vale pájaro en mano que buitre volando.

[110] Maldito está en el sentido de perverso. Véase además la nota 2, pág. 33.

[111] Meterse á consejero. En sentido análogo se dice meterse á redentor. También se dice: meterse en camisa de once varas y meterse en la renta del excusado.

[112] Apresurados por presurosos.

[113] Paciencia, está en el sentido de calma, cachaza, pachorra. Deriv.: pacienzudo, impacientarse, impaciente.

[114] Alarde, en lo antiguo, era revista de tropas. Hoy significa ostentación. De alarde se derivan alardear y alardoso.

[115] Importa un pito. La frase corriente es: No dársele á uno un pito (ó también un bledo) de una cosa.

[116] Chacharero. Sinón.: Charlatán, embaidor, saltimbanco, titiritero, etc.

[117] Callandito, dim. de un gerundio.

[118] De Octavio, que dió la paz al mundo, viene la frase paz octaviana.

[119] Tirano. Deriv.: Tiranía, tiranizar, tiranicida, etc.

[120] Viva, tercera persona de imperativo del verbo vivir, usada como substantivo. En el mismo caso se encuentran muera, y el adjetivo alto. También se usan como interjecciones: ¡víva! ¡muera! ¡alto!

[121] Pastos es incorrecto; sólo se aplica á los animales que pacen.

[122] Vivienda. Sinón.: Casa, hogar, albergue, morada.

[123] Mimo, viene de un verbo griego que significa imitar. Deriv.: Mímar, mímica, mímico, mimosa, mimoso.

[124] Luengos, por largos. Se emplea aún hablando de años, siglos y también de la barba.

[125] Ademán aquí es término improprio, pues viene de mano. Antiguamente, se empleó la frase: con ademán, para significar con soltura.

Y siendo pobre el galán,
Respondió con ademán...
       (Lope de Vega.)

[126] Fanfarrón; Deriv.: fanfarronada, fanfarronear, fanfarronería. Sinón.: Baladrón, matamoros, rajabroqueles.

[127] Lodo. La palabra lodo no está empleada con propiedad; es preferible cieno, usada más abajo. De lodo se derivan lodazal, enlodarse; y de cieno: cenagal, ciénaga, encenagarse.

[128] Cieno. Véase la nota anterior.

[129] Fatal, significa aquí: en muy mal estado. Deriv.: Fatalidad, fatalismo, fatalista.

[130] Véase nota 3, pág. 29.

[131] Glotón, que come mucho. Véase nota 2, pág. 29.

[132] Calva ocasión. Se dice: la ocasión es calva y mejor: la ocasión la pintan calva; también se dice: Asir, coger ó tomar la ocasión por el copete, por la melena, por los cabellos.

[133] Seor, forma anticuada y familiar de señor.

[134] Cerros. Esta palabra entra en las frases: Echar uno por esos cerros, ir fuera de camino; y Echar por los cerros de Úbeda, ir muy extraviado, hablar muy fuera de propósito.

[135] Fanfarrones, presuntuosos, que se las echan de valientes. Véase la nota 2, pág. 29.

[136] Barba, generalmente femenino, toma el género masculino, cuando designa el autor que hace papeles de anciano.

[137] Es error escribir chibo. De chivo se forman chival, chivata, chivato, chivatero, chivital y chivitil.

[138] Sucedió. Debería decir sucedieron porque hay dos sujetos.

[139] Octaviana. Véase la nota 1 pág. 51

[140] Jinete, viene del árabe zenete. Deriv.: jineta y jinetear. Es un error escribir esta palabra con g, como hacen muchos. Gineta, es el nombre de un animal y nada tiene que ver con jineta y jinete.

[141] Maña, viene de mano y significa agilidad de manos. Deriv.: Mañear, mañero, mañoso, desmañado.

[142] Tales los frutos son. Ésta es una transposición inadmisible en prosa. Debería decirse: Tales son ciertamente los frutos...

[143] Música. Se refiere al poema de La Música, del mismo Iriarte.

[144] Que digno solo tú, es decir que: Siendo tú solo digno de ello...

[145] De Parnaso se derivan parnasiano y parnasillo. Véase esta palabra en el Vocabulario.

[146] De Góngora vienen: gongorino, gongorismo y gongorizar.

[147] Eso yo también me lo diría. Éste es un españolismo muy frecuente. Recuérdense las frases: Tú te lo quieres, fraile mostén: comerse los codos de hambre, etc.

[148] Machucho. Sinón.: Juicioso, sesudo, maduro.

[149] Juguete, viene de jugar, y lo mismo jugada, jugador, juego, jugarreta. De juguete se derivan: juguetear, juguetería, juguetón.

[150] Servirle. Hay ediciones en que se lee servirme.

[151] Collados. Sinón.: Véase nota 6, pág. 42.

[152] De peste se derivan: apestado, apestar, pestífero, pestilencia, pestilencial, pestilencioso y pestilente.

[153] Inocentes corderos. Debería decir: Ya inocentes corderos... para que la frase fuese correcta; de otro modo parece que los inocentes corderos son ya vacas, ya terneros, cosa que no quiso decir el autor.

[154] Delito tanto. Esta inversión sólo se admite en poesía. Nótese además que, para mayor elegancia, está empleado el singular por el plural.

[155] Escrúpulos de monja. En sentido idéntico se emplea la frase: repulgos de empanada. Este verso falta por completo en algunas ediciones de París.

[156] Miserable. Viene á ser lo mismo que dice el antiguo refrán: Para los desgraciados se hizo la horca.

[157] Corte, del bajo latín curtis, residencia regia. Deriv.: Cortejador, cortejar, cortejo, cortés, cortesanía, cortesano, cortesía, descortés, etc.

[158] Supuesto que no está aquí empleado en su verdadero sentido: dado que, puesto que, sino con la significación de aunque.

[159] Ver, por tener.

[160] Más dichoso. Un antiguo poeta dice:

La mayor cuita que haber
Puede ningún amador
Es membrarse[*] del placer
En el tiempo del dolor.

[*] Membrarse, acordarse.

[161] Cornada. La terminación ada designa, con frecuencia, las heridas hechas con instrumento punzante, como lanzada, estocada, etc. Véase además la nota 2, pág. 43.

[162] Jumento. Sinón.: Asno, borrico, burro, pollino.

[163] Ella encumbrado. Ella es aquí pleonasmo.

[164] Oliendo á un agujero. Debería decir: oliendo un agujero.

[165] Se cuela al gallinero. El régimen de colarse sería mejor en; aquí es por licencia poética. Respecto á la palabra gallinero, véase la nota 2, pág. 32.

[166] Existe el refrán: viva la gallina y viva con su pepita. Pepita es también el diminutivo de Pepa, forma familiar de Josefa; el nombre de las semillas de ciertas plantas (melón, manzana, etc.) y el que se da á los pedacitos de oro virgen ó en estado natural.

[167] Gato por liebre. Existe la frase: Dar gato por liebre, engañar dando una cosa de peor calidad.

[168] Más ligera que el viento. Véase la nota 1, pág. 31.

[169] Susto no está empleado con propiedad; debería decirse mejor espanto, pavor. El susto es impresión repentina y no duradera.

[170] En mi conciencia. Se sobreentiende el verbo creo.

[171] Pobrecita, dim. fem. de pobre; hay además los dim.: pobrecillo, pobrecilla, pobrete, pobreta, de los que se forman los aument.: pobretón, pobretona y los derivados: pobretear, pobretería, etc.

[172] Cuarto, antigua moneda española de vellón, que valía próximamente 3 céntimos de peseta. Entra en las frases siguientes: Cuarto á cuarto; dar un cuarto al pregonero; de tres al cuarto; echar uno su cuarto á espadas, etc.

[173] Véase Apéndice, pág. 204.

[174] Miauragato, nombre onomatopéyico formado de miau, voz del gato.

[175] Ratona gente. El autor emplea ratona como adjetivo femenino, contra el uso común de la gramática. Es reminiscencia de su modelo La Fontaine.

[176] Ratópolis. Véase la nota 1, pág. 22.

[177] Roequeso. Véase la nota 2, pág. 22.

[178] La incorr. por le, pues se trata del dativo. Véase nota 1, pág. 36.

[179] Muero de sediento, por muero de sed.

[180] Infelice por infeliz, en virtud de una paragoge.

[181] Sumo, superlativo tomado del latín; significa lo más grande, elevado, magnífico, etc. Sólo se aplica á cosas de orden moral, intelectual ó metafísico: el sumo bien, la suma belleza, el sumo Hacedor, etc. Un poeta moderno dice:

De tal renombre la grandeza suma
Apenas se otorgaba en otra era
Al audaz vencedor de Moctezuma.
      (Bretón de los Herreros).

[182] Ralea. Sinón.: Casta, linaje, raza. De ralea se derivan: ralear y raleón.

[183] Seguir á su apetito. Sería más correcto: seguir su apetito, como se dice: seguir la moda, seguir su vocación, seguir los pasos ó las huellas de uno, etc. La prep. á sólo se antepone á los complementos de persona.

[184] Empantanado viene de pantano, especie de laguna. Sinón.: Atascado, atollado, embarrancado.

[185] Lo sufrido. Lo, unido á un substantivo, le da carácter de adjetivo, y unido á un adjetivo, lo substantivo. Así dice un poeta:

... á lo terco y lo mujer
Se le junta lo andaluz.

Á veces se une lo con un adjetivo femenino: me gusta su hermana por LO risueña (por lo que tiene de risueña).

[186] Lamentos y quejidos es pleonasmo para llenar el verso.

[187] Agua detenida por agua estancada.

[188] Se tendió sobre. Mejor se diría se tendió en.

[189] De bobo se der. bobada, bobear, bobería, bobalicón, bobalias, embobar.

[190] Montería, caza mayor. Se deriva de monte, y lo mismo: montea, montear, montero, montés, montesino, desmontar, etc.

[191] Es un error escribir: Par diez en dos palabras.

[192] Hacer del andaluz, por echárselas de andaluz.

[193] Hacer el puerco por imitar al puerco. Véase la nota 2, pág. 15.

[194] De ufano vienen ufania, ufanarse. Sinón.: Altivo, orgulloso.

[195] Esta misma fábula ha sido puesta en verso también por Iriarte, pero no con tanta gracia.

[196] Sumo, Véase la nota 1, pág. 71. Sinón.: Supremo.

[197] Cachorro, está empleado impropiamente. En realidad es el perrillo muy joven y, por extensión, el hijo pequeño de ciertos mamíferos, como el oso, el lobo, león, etc.

[198] Dije á mi capote. La verdadera frase es: decir para su capote ó para su sayo.

[199] El adarme equivale á 179 centigramos. Recuérdese el refrán: Los males entran por arrobas y salen por adarmes.

[200] Infelice por infeliz, en virtud de la figura paragoge.

[201] Remo, espada, cayado, etc., están empleados, en virtud de la figura sinécdoque, por marino, militar, pastor, etc.

[202] El insigne Fígaro decía en una de sus famosas crónicas: «cuando veo... la felicidad siempre en casa del vecino, á juicio de cada uno.»

[203] Ochavo, viene de ocho; es la mitad de un cuarto. Haber nacido para ochavo fr. fig. Estar condenado á no salir de una condición humilde, subalterna.

[204] Cargado con su leña es construcción algo francesa. Es muy común decir en francés: metió la mano en su bolsillo; pierde su tiempo, etc. No conviene abusar de los posesivos en castellano. En otra Fábula dice el autor:

Muy cargado de leña un burro viejo.

[205] Ciertas ediciones tienen cargues, lo cual es evidentemente erróneo, pues acaba de decir: Yo, Señora, os llamé...

[206] Clister. La Academia trae esta palabra como aguda. Deriv.: clisterizar.

[207] Galeno es substantivo común y equivale á médico.

[208] Al asno muerto... También se dice, con el mismo sentido: El conejo ido, el consejo venido; Después de la liebre ida palos en la cama.

[209] Transposición, por: el fruto que pendía de la alta vid.

[210] Es un solecismo muy común decir te se.

[211] Frescamente, es decir con frescura y serenidad.

[212] Viéndose á paz y salvo. La frase verdadera es: Sacar á paz y á salvo. No es correcto decir: verse á paz, etc. sino verse en paz y en salvo.

[213] Listo; Deriv.: alistarse, listeza. Sinón.: despierto, vivo.

[214] Véase otra versión de esta misma fábula en el Apéndice, pág. 203.

[215] El reverente culto que procura: Este verso falta en ciertas ediciones de París.

[216] Este momento, por en este momento.

[217] Macho, sinónimo de mulo. También significa, en general, animal de sexo masculino.

[218] Montería, de monte. Véase la nota 1, pág. 75.

[219] Matarse, es decir apurarse, poner gran empeño, hacer vivos esfuerzos.

[220] La, uso incorrecto por le. Véase nota 1, pág. 36.

[221] Al remontarla. Otras ediciones dicen: al preguntarla, lo cual es un pleonasmo injustificado.

[222] Roer hace en el presente: roo, roigo y royo. Esta última forma sólo se usa en el refr.: Cuando nace la escoba, nace el asno que la roya.

[223] Para. Estaría mejor la preposición con.

[224] Tal vez se puede. Así se lee en todas las ediciones; pero el sentido exige que se diga más bien tal vez se pueda.

[225] De liebre se forman lebrada, lebrato, lebratón, lebrel, lebrero, lebrón, lebruno y alebrarse. Coger una liebre, fr. Dar una caída sin gran daño.

[226] Calderón en La Vida es Sueño, emplea el mismo argumento, aunque atenuado, diciendo por boca de Rosaura:

     ..... á esta parte
Hoy el cielo me ha guiado
Para haberme consolado,
Si consuelo puede ser
Del que es desdichado, ver
Otro que es más desdichado
.

Recuérdese también el refrán: Mal de muchos consuelo de tontos.

[227] Véase nota 1, pág. 31.

[228] Esto mismo vienen á significar los refranes: Al maestro cuchilada, y Hallar la horma de su zapato.

[229] Pelo ni lana. Es decir ninguna clase de caza. Recuérdese el refrán: Cual más, cual menos, toda la lana es pelo.

[230] Cortesano viene de corte. Véase la nota 2, pág. 64.

[231] Barbona, que tiene gran barba.

[232] Se miraba, por se veía ó se encontraba.

[233] Madera, viene del latín materia; es la parte de los árboles que se emplea en la industria y en los oficios. Leña es la que se destina á la lumbre. De madera vienen maderamen, maderero y maderaje.

[234] Arboleda. Los nombres de esta terminación indican generalmente colección ó conjunto de árboles, como aliseda, conjunto de alisos, fresneda, conjunto de fresnos, sauceda, de sauces, etc.

[235] Madrugada, viene de madrugar y lo mismo madrugador, madruguero, madrugón. La frase ó modo adverbial que se usa generalmente es: De madrugada.

[236] Véase Apéndice, pág. 204.

[237] Bravo por orgulloso. De bravo se derivan: bravata, braveador, bravear, braveza, bravio, bravonel, bravucón, bravura, desbravar y embravecer.

[238] Hay un refrán que dice: Al que de ajeno se viste en la calle lo desnudan.

[239] Dejáis, segunda persona de plural. Inmediatamente emplea la segunda de singular, tuteándole. Es una incorrección.

[240] Tragaderas, facilidad de tragar; en el mismo sentido hay absolvederas, creederas, despachaderas, etc.

[241] Capitán viene del latín cápite, cabeza. De capitán se derivan: capitana, capitanear, capitanía. Sinón.: Caudillo, jefe.

[242] Ellas es una redundancia, un ripio para llenar el verso y formar asonancia.

[243] Reinante, p. a. de reinar. La mayor parte de estos participios son verdaderos adjetivos, como: amante, entrante, saliente, litigante, transeunte, etc.

[244] Todo boca. Se diría mejor toda boca. El adjetivo todo debe concertar con el substantivo á quien califica. Ej.: Toda Roma; es un hombre todo bondad.

[245] Cienojos, compuesto formado por el autor; tiene analogía con cienpiés.

[246] Seor, anticuado por señor.

[247] En otros términos: El ojo del amo engorda al caballo.

[248] Recuérdense los refranes: De hora en hora Dios mejora sus horas; No hay mal ni bien que cien años dure.

[249] Encumbrado se usa generalmente en sentido figurado por elevado.

[250] Mesmo es vulgar y anticuado; se dice mismo.

[251] Caudaloso, se deriva de caudal; se dice de ríos y manantiales. De un hombre rico se dice que es acaudalado.

[252] Desacuerdo. Generalmente significa: desavenencia, falta de acuerdo. Aquí significa: error.

[253] Dice el refrán: Del agua mansa me libre Dios; que de la brava me libraré yo.

[254] Achacoso, viene de achaque. Sinón. doliente, enfermizo.

[255] Al rey por ante el rey.

[256] Quizá ó quizás.

[257] Gentes. El uso del plural es un galicismo que se oye con frecuencia. Debe decirse: gente de paz, gente de orden, etc. Sólo se usa el plural en las frases: don de gentes, derecho de gentes y el Apóstol de las gentes (por San Pablo).

[258] Palaciego. Es terminación poco común en castellano. No pasan de 23 los adjetivos así terminados. Entre ellos la mayor parte significan condición, ocupación, calidad, como: piariego, vinariego, alíjariego, asperiego, palaciego, etc. y dos, afición desmedida á algo: mujeriego, paniego. Sólo la palabra pasiego indica localidad.

[259] Véase la nota 3, pág. 95.

[260] Roepán, Véase nota 3, pág. 22.

[261] Cacique, voz indígena de la América, jefe de indios. Hoy se aplica generalmente al jefe de un bando político en un pueblo.

[262] Ratona, Véase la nota 2, pág. 69. Significa sólo la hembra del ratón.

[263] Se dice: En calzas bermejas ó prietas.

[264] Haciendo el muerto. Según la Academia, en la última edición del Diccionario (1899) esta forma es incorrecta. Puede decirse: hacer del muerto, hacerse el muerto, y hacerse muerto, pero no hacer el muerto.

[265] Una de las acepciones de la palabra gato es la de: bolso ó talego en que se guarda el dinero.

[266] Patarata. Synon.: Bagatela, frusería, nonada.

[267] Curandero. Las palabras terminadas en ero suelen indicar oficio, ocupación: carnicero, pajarero, etc. Véase además la nota 2, pág. 32.

[268] Expiró. En ciertas ediciones se lee espiró, lo cual es un disparate, pues espirar significa: exhalar buen ó mal olor, alentar, soplar el viento blandamente, etc., pero nunca morir.

[269] Estío. La palabra más usual es verano. Estío es más bien palabra poética. De estío se derivan: estiaje, estival y estivo.

[270] Ejercicios: es término impropio hablando de trabajos agrícolas.

[271] Á mayor, en vez de: para mayor.

[272] Preso el pez. Es impropio, pues el pez no tiene concha.

[273] Véase Apéndice, pág. 202.

[274] Grande piel, está empleado por licencia poética. En lenguaje ordinario se apocopa delante del substantivo en singular y, se dice: gran piel.

[275] Al contorno, es un galicismo. Debe decirse: por los contornos. También se usa la frase en contorno en el sentido de: alrededor.

[276] Pedro Fernández, indica aquí un nombre indeterminado, un Don Nadie (como se dice vulgarmente), que quiere darse importancia.

[277] Á vueltas del, etc. Hay una transposición, por causa de la rima. Debería decir:

Que le han de ver la punta de la oreja
Á vueltas del vestido y del sombrero.

[278] Érase, es la palabra con que generalmente empiezan los cuentos.

[279] Abrióla, incorr. por abrióle, por ser aquí el pron. dativo ó complemento indirecto. Véase la nota 1, pág. 36.

[280] Sin calzones. En lenguaje ordinario se expresa la misma idea con las frases: sin camisa, en cueros.

[281] Como el soguero. Véase la nota, 2, pág. 32. Es error antiguo el suponer que los cangrejos andan hacia atrás.

[282] Garras á la obra. La frase corriente es: manos á la obra.

[283] Documentos por enseñanzas.

[284] Maestra, en este caso, forma sólo dos sílabas, en virtud de la figura sinéresis que reúne en una sola las dos sílabas ma-es.

[285] Agostados, p. p. de agostar y adjetivo. Se deriva de agosto, y lo mismo agostadero, agostador, agostamiento, agostizo y agostero. Sinón.: Marchito, seco.

[286] La agua, en vez de: el agua, por licencia poética.

[287] Tenga usted... Vaya que estáis... Es incorrecto usar tan pronto la segunda persona como la tercera, hablando del mismo sujeto.

[288] Fénix, cosa rara, sin ejemplo. Así Lope de Vega le llamaban el Fénix de los ingenios. (V. el Vocabulario.)

[289] Haberlo preso, licencia poética, por haberlo cogido. Los participios irregulares preso, bendito, absorto, y otros son verdaderos adjetivos y no se emplean como participios, excepto frito, pues se dice: ha freído ó ha frito.

[290] Picarón, aumentativo de pícaro; también se emplea el doble aumentativo picaronazo.

[291] Aquí fué. El adverbio de lugar aquí está empleado como adverbio de tiempo.

[292] Juan Regaña, nombre inventado por el autor.

[293] Suceso, por apuro, lance, trance.

[294] Recuérdese el refrán: Á Dios rogando y con el mazo dando.

[295] La agua. Véase la nota 1, pág. 112.

[296] Serrallo, lugar en que los musulmanes encierran á sus mujeres. Sinón.: Harén.

[297] En muchas ediciones se lee: Sirva también EL ejemplo..., etc., con lo cual queda destruido el verso.

[298] La decía. Véase la nota 1, pág. 36.

[299] Bella persona, galicismo por buena presencia.

[300] Zagalejo. En este caso no es diminutivo de zagal. Sinón.: Guardapiés.

[301] Abrenuncio, voz tomada del ritual del bautismo: significa renuncio á. La Academia escribe Abrenuntio.

[302] Véase otra versión de la misma fábula, Apéndice, pág. 203.

[303] Lo mismo que indican los refranes: La cabra siempre tira al monte, y Genio y figura hasta la sepultura.

[304] Dícela, incorr. por dícele. Véase nota 1, pág. 36.

[305] Por eso dice el refrán: Mal ajeno de pelo cuelga.

[306] Arroz y gallo muerto, expr. fam. con que se pondera lo abundante y opíparo de un banquete, comida, etc. Se usa con los verbos haber ó tener.

[307] Dejadme... podrás... Véase lo dicho en la nota 1, pág. 131.

[308] Hoy se dice mejor hallábase.

[309] Matalobos. Véase la nota 2, pág. 22.

[310] Que por el aire ciento. Véase la nota 2, pág. 47.

[311] Celemín, antigua medida de Castilla, equivalente á cuatro cuartillos ó sea á 4 litros y 625 mililitros.

[312] Jumento. Véase la nota 1, pág. 66.

[313] Cuero. Sinón.: Pellejo, piel.

[314] También hay otro refrán que dice: Hombre apercibido, medio combatido.

[315] De puro, m. adv. y también á puro.

[316] Hambrienta (que tiene hambre) está mal aplicado á la situación.

[317] Pues la necesidad todo lo inventa...

Dice el refrán: Más discurre un hambriento que cien letrados.

[318] Panza. Sinón: Andorga, bandullo, barriga, tripa, vientre, y abdomen (término científico).

[319] Reparar, observar, mirar con atención. De aquí viene reparón, reparona, que mira mucho, que se fija en todo.

[320] Recuérdese el refrán que dice: Más vale comer grama y abrojo que traer capirote en el ojo.

[321] Fray Luis de León ha dicho:

Dichoso el humilde estado
Del sabio que se retira
De aqueste mundo malvado,
Y con pobre mesa y casa
En el campo deleitoso
Con sólo Dios se compasa,
Y á solas la vida pasa
Ni envidiado ni envidioso.

[322] Á su tranquila vida. Sobra la proposición á, que sólo se pone delante de los complementos de persona.

[323] ¿Has tú medido? Tú es palabra inútil. Además entre el verbo auxiliar y el participio no se interpone nada.

[324] Doblez, significando disimulo, falsía, aunque, según la Academia, es ambiguo, se usa más como femenino.

[325] Nupcial, relativo á las bodas, no es muy propio aquí, y sólo se explica por la necesidad del verso. La palabra propia sería: conyugal.

[326] Sábete, hispanismo para has de saber ó ten por sabido. Se dice con frecuencia me sé la lección; eso me lo sé de memoria. La Academia no menciona esta forma en el verbo saber; pero incluye la frase: Sabérselo todo.

[327] El substantivo fantasma sólo es femenino cuando significa: espantajo para la gente sencilla.

[328] El Evangelio dice: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón.

[329] Enarbolado se dice de una bandera, estandarte, etc., pero no de un puñal.

[330] La filosofía popular dice: Poderoso caballero es Don Dinero; El dinero hace al hombre entero; Quien tiene dineros pinta panderos; Dineros son calidad.

[331] Se dice animal carnívoro (que devora carne), hombre carnívoro, pero no matanza carnívora.

[332] Pergamino, viene de la ciudad de Pérgamo, donde se empezaron á preparar las pieles de cordero para escribir en ellas. En plural pergaminos significa lo mismo que títulos ó ejecutoria de nobleza.

[333] Madruguera es anticuado; hoy se dice madrugador, ra. Véase la nota 1. pág. 94.

[334] Pollito, dimin. de pollo, lo mismo que pollico, polluelo. También se da hoy el nombre de pollo y pollito á un adolescente. Para los demás derivados, véase la nota 2, pág. 20.

[335] Patán. Sinón.: Rústico, zafio, grosero.

[336] Otero, cerro que domina un llano. Se deriva de otear, verbo muy antiguo usado ya por el Arcipreste de Hita: Toda mujer que mucho otea y es risueña... Sinón.: Alcor, collado.

[337] Polluelo. Véase la nota 2, pág. 20, y la nota 1, pág. 135.

[338] Navidades, por años. También se emplea la palabra abriles, hablando de jóvenes.

[339] ¡Aquí fué Troya! fr. con que se indica un gran desastre, un acontecimiento funesto. El adverbio de lugar aquí está usado como adverbio de tiempo.

[340] Instrumento por escritura, documento judicial.

[341] Doblones. El doblón valía, á partir del siglo XVII, cuatro duros. Hubo diversas especies de doblones. Forma esta palabra la frase escupir doblones, hacer ostentación de riqueza.

[342] Ochavo. Véase nota 3, pág. 81.

[343] El camello, por su sobriedad y resistencia, es la providencia de los que viajan por los desiertos africanos.

[344] Con perdón. Se usa esta fórmula cortés, cuando se cita alguna palabra ó cosa desagradables, malsonantes, etc.

[345] Menudo. Despojos de los cuadrúpedos y también de las aves; pero en este caso se dice mejor: menudillos.

[346] Esa pintada fiera. Se refiere al tigre, por las manchas que adornan su piel.

[347] Ministro de Estado, es el encargado de las relaciones de una nación con las demás potencias.

[348] Peste, enfermedad terrible y contagiosa, que es hoy ventajosamente combatida merced al suero descubierto por el Dr. Yersin, del Instituto Pasteur. Para los derivados de peste, véase la nota 3, pág. 62.

[349] Es curioso observar que casi todos los escritores y poetas de nuestro siglo de oro, y posteriores han ridiculizado á los médicos. No han sido mejor tratados en Francia, como lo demuestran, para no citar otros, las obras de Molière y Voltaire. Véase la nota 2, pág.

[350] Lazarillo, véase la nota 1, pág. 24.

[351] Al furor de, en vez de por el furor de...

[352] Cacareo, derivado de cacarear. En el mismo caso están: gorgeo, tarareo, espurreo, etc.

[353] Á todo trapo. Es frase tomada de la marina y significa lo mismo que á toda vela.

[354] Gazapo, conejo nuevo. Generalmente existe una palabra especial para designar los pequeñuelos ó individuos jóvenes de las especies animales. Ej.: lebrato, cachorro, osezno, lobato y lobezno, etc.

[355] La terminación ero, aplicada á cosas, según hemos dicho en la nota 2, pág. 32, indica su destino ó empleo, como cenicero, azucarero, cucharero, florero, etc. También es común en este caso la terminación era, como cokera, vinajera, salsera, vidriera, etc.

[356] Yacer, verbo irregular, hace en el presente de indicativo, yazgo, pero también se encuentra la forma yago.

[357] Algún momento obedece á la fuerza del consonante. Más propia sería la expresión algún tiempo.

[358] Patraña. Sinón.: Bola, filfa, infundio, invención, mentira.

[359] Clori, nombre de capricho, usado en poesía, como Flérida, Nise, Tirsis, etc.

[360] Pobrecita, dim. de pobre. Véase la nota 2, pág. 68.

[361] En muchas ediciones se lee: Para labrar su corona, con lo cual se destruye el verso.

[362] Pájara es el femenino de pájaro y no está bien usado como adjetivo.

[363] La en lugar de le. Véase nota 1, pág. 36.

[364] Esopo era oriundo de Frigia.

[365] Grande. Véase la nota 2, pág. 108.

[366] Faleriano, natural de Falera. Aunque de formación regular, no está en el Diccionario de la Academia.

[367] Arconte. Algunos autores usan la forma incorrecta arconta.

[368] Trinchante. Según la Academia, el que corta y separa las piezas de la vianda en la mesa.

[369] Arte cisoria, ó arte de trinchar.

[370] Utrum, palabra latina, usada en la dialéctica; significa: si acaso ó por ventura.

[371] Batería de cocina. La batería de cocina sólo comprende los utensilios de metal y no las vasijas de barro, loza, etc.

[372] Alcalde de montera ó de monterilla, alcalde de un pueblo pequeño.

[373] Recetor, y mejor receptor, escribano comisionado por un tribunal para recibir pruebas y para otros actos judiciales.

[374] Cosas tales, expresión poco correcta pues tal exige en seguida uno de los correlativos cual, como, que.

[375] El del vecino. Véase la nota 2 pág. 81.

[376] No se dice matarse en sino matarse por.

[377] Sedienta. Las terminaciones ó sufijos ento, enta indican generalmente matiz predominante, como ceniciento, sanguinolento, amarillento; composición ó carácter distintivo, como grunujiento, pulverulento; intensidad, como sangriento, avariento, polvoriento, sediento, etc.

[378] Pavón ó pavo real.

[379] Petimetre, del francés petit-maître, pequeño señor, señorito. Sinón.: Currutaco, lechuguino, paquete, dandy, gomoso, silbante.

[380] Ni en descuido. Es régimen incorrecto en vez de: ni por descuido.

[381] Remarcable, notable. Es galicismo usado de intento é irónicamente por el autor.

[382] Moscovita, habitante de Moscú. Aquí está usado por ruso.

[383] De su tono, no es propio; debería decir por su sonido.

[384] Barbilampiño. En sentido análogo tenemos: barbilucio, barbitaheño, barbiponiente, pelinegro, pelirrojo, etc. Es pues error craso emplear otra desinencia, en los compuestos, diciendo, por ejemplo, á la francesa, labiodental por labidental.

[385] Al sacro templo, licencia poética por en el sacro templo.

[386] Á tu bien. Sobra la preposición á en este caso. Véase nota 2, pág. 128.

[387] Reliquias por restos. Hay en nuestra lengua una palabra, poco conocida, pecio (fragmento de una nave náufraga) equivalente, como se ve al francés épave, que muchos juzgan intraducible.

[388] Asilo está impropiamente empleado por auxilio, socorro.

[389] Persuadido á. Sería mejor persuadido de que.

[390] Las escamosas gentes. No es muy propio decir las gentes hablando de los peces. Pudiera pasar en singular pues ya dijo el autor en otra ocasión: la pájara gente. El uso del plural gentes es un galicismo. Véase la nota 3, pág. 101.

[391] Al Filósofo maza, por filósofo pesado, fastidioso.

[392] Aquel instante, licencia poética por en aquel instante.

[393] Se le ausenta. Puede pasar sólo con licencia. Se dice: se le escapa, se le escabulle; pero no: se le desaparece ni se le ausenta.

[394] Es decir: el sol.

[395] Cuevas no es la verdadera palabra. Debería decirse vivares, madrigueras y aun conejeras.

[396] La incorr. Véase nota 1, pág. 36.

[397] La. Véase nota 1, pág. 36.

[398] La. Véase nota 1, pág. 36.

[399] Con su pluma. Sabido es que, hasta hace algunos años, se escribía con pluma de ave. El uso de la pluma de acero es moderno. La pluma de acero fué inventada en 1803 por el inglés Wise. Los franceses atribuyen esta invención á un mecánico francés llamado Arnoux, acerca del cual no hemos encontrado datos.

[400] Charló está empleado impropiamente. Charlar significa hablar mucho y sin substancia ó por pasatiempo. Sinón.: Garlar, garrulear.

[401] Véase nota 2, pág. 83.

[402] El fabulista Miguel A. Príncipe tiene también una graciosa fábula por el mismo estilo.

[403] Avechucho, desp. de ave.

[404] Pájaro. Es término impropio, aplicado al murciélago.

[405] Pintadas flores. Véase la nota 2, pág. 141.

[406] Campoamor narra con una pincelada las transformaciones de los insectos, en su poema Los buenos y los sabios:

Pues siempre, como ley de la existencia,
Las cosas sucediéndose á las cosas.

Las flores crían granos,
Los granos van á rosas.

Las larvas se convierten en gusanos.
Los gusanos se vuelven mariposas.

[407] hilanderos. Debería decir hilanderas. Véase, respecto á la terminación ero, la nota 2, pág. 32.

[408] El refrán dice: Quien tiene tejado de vidrio, no tire piedras al de su vecino.

[409] Titiritero. Sinón.: Titerero, titerista, saltabanco, saltimbanco, saltimbanqui, volatín, volatinero.

[410] Abate, galic. muy usado en tiempo del autor para indicar un clérigo galante ó cortesano. Vargas Ponce, en la Proclama del Solterón dice:

Primo no tenga capitán ni abate.

[411] Terminación ero. Véase nota 2, pág. 32.

[412] La demanda. En este caso demanda significa: la tablilla ó imagen con que piden limosna los santeros.

[413] Los polvos de la madre Celestina, expr. fig. Modo secreto y maravilloso con que se hace algo. V. Vocabulario.

[414] Los perros y los gatos... Tan poco usual es esto que se emplea la frase: Andar como perros y gatos para indicar el aborrecimiento que se tienen ciertas personas.

[415] Compadre, por amigo, camarada.

[416] Palabra latina usada para significar cerca, sobre poco más ó menos.

[417] Gentes. Véase la nota 3, pág. 101.

[418] Ud., abreviatura de Usted. También se emplea la abreviatura V., pero es un error escribir Vd.

[419] Estuche, caja ó bolsa para guardar varios objetos (joyas, instrumentos, etc.). Aquí está en sentido figurado.

[420] Cosquilloso. Se usan más los sinónimos cojijoso y quisquilloso, especialmente el ultimo.

[421] También se dice: por su bella cara.

[422] Véase la nota 2, pág. 158.

[423] Gatazo. Gato no admite otro aumentativo. Deriv.: los dim. gatera, gatillo, gatito, gatuelo y las palabras: gatesco, gatuno, engatusar.

[424] Les corresponde al régimen indirecto. Aquí debe decir los.

[425] Orfeo. Conocido es el famoso epigrama:

Al infierno el tracio Orfeo
Su mujer bajó á buscar,
Que no pudo á peor lugar
Llevarle su mal deseo.

[426] Bato, Batilo, etc., son nombres usados en la poesía pastoril. También sirven como de mote á los poetas que forman parte de los Árcades de Roma. Meléndez es conocido por Batilo.

[427] Descendían no es muy propio. Sería preferible bajaban.

[428] Infelice por infeliz, en virtud de la figura paragoge.

[429] ¿Le das tan buena cuenta? Se sobreentiende: de tu persona. La frase corriente es: dar uno buena, ó mala cuenta de su persona.

[430] Ni algún otro, por ni ningún otro.

[431] Gran detalle. Galicismo usado irónicamente por el autor.

[432] Remarcable. Véase nota 4, pág. 158.

[433] Choclos ó chanclos. Sinón.: Almadreñas, madreñas, zuecos.

[434] La verdadera acepción de soto es la de arboleda junto á un río, pero también se emplea como sinónimo de monte.

[435] La chinela ó chapín era una especie de chanclo con planta de corcho.

[436] Cabricida, del lat. capra y cædo (que mata cabras); es palabra formada á imitación de homicida.

[437] Sombrerete, dim. de sombrero. Hoy se usan sombrerito y sombrerillo y más corrientemente sombrero

[438] Véase nota 1, pág. 36.

[439] Recuérdense los graciosos versos de Quevedo, acerca de la vieja que arrojó el espejillo por encontrarse muy fea:

Señoras, si aquesto mismo
Os llegare á suceder,
Arrojar la cara importa,
Que el espejo no hay por qué.

[440] Marmitón, derivado de marmita. Se llama también galopín de cocina, pinche y hasta catasalsas. Este último no lo tiene la Academia, y parece galicismo formado del francés gâte-sauce.

[441] Hoy se dice mejor buharda y buhardilla.

[442] Véase nota 1, pág. 23. Ciertos derivados en uno, como chotuno, perruno, gatuno, etc., suelen aplicarse al olor fuerte y desagradable de estos animales.

[443] Parlero. Algunas veces la terminación ó sufijo ero significa carácter ó calidad predominantes como chacharero, que habla mucho y sin substancia; pinturero, que es muy dado á pintarla; jaranero, muy amigo de jaranas; parlero, que habla, ó canta mucho. Esto último se dice de las aves. Véase además la nota 2, pág. 32.

[444] Cuando daba, y mejor mientras daba.

[445] Dormía. Sería más correcto: mientras que yo durmiera.

[446] Véase nota 3, pág. 174.

[447] Palabra formada caprichosamente, del mismo modo que existen: guardalodo, guardabarrera, guardamontes, etc.

[448] Á penitencia. Se dice más correctamente: en penitencia.

[449] Pobrecito, dim. de pobre. Véase la nota 2, pág. 68.

[450] Con que sea... no os la forma propia. Debe decirse: Aunque sea.

[451] Salicio, nombre pastoril y poético. Garcilaso dice:

El dulce lamentar de dos pastores
Salicio juntamente y Nemoroso.

[452] Se dice también Hacerse pedazos, y en Andalucía: hacerse tiestos.

[453] Charladora. Sinón.: parlera, gárrula.

[454] La incorr. Véase nota 1. pág. 36.

[455] Folías, aire y baile españoles antiguos.

[456] Villano, antiguo baile español.

[457] Iba yo cazando... Cuando se trata de una acción continuada, es muy común el uso del gerundio con los verbos andar, estar, ir, venir, etc. Véase además el ejemplo siguiente:

Iba cogiendo flores
Y guardando en la falda,
Mi ninfa para hacer una guirnalda.
       (Luis Martín.)

[458] Pastorela es sonido ó música alegre propia de pastores. Así, se llama á la misa de Navidad ó del gallo, misa de pastorela. Aquí está empleado en el sentido de poesía pastoril.

[459] Véase la nota 1, pág. 119

[460] Véase la nota 1, pág. 176.

[461] Rabadán, sinónimo de mayoral. Hay un refrán que dice: Junta de rabadanes, oveja muerta.

[462] Son palabras de las églogas de Virgilio.

[463] Sin chistar más palabra no es correcto, pues chistar es verbo neutro y no admite complemento.

[464] Solemne loco. Se dice también un solemne tonto, y tonto ó loco rematado. Se dice en sentido análogo pobre de solemnidad.

[465] Catar, lo mismo que probar, gustar. Los que venden melones, los suelen dar á cata y cala. De catar vienen catadura, acatamiento, percatarse, etc.

[466] Aguijón viene de aguijar y de él se forman: aguijonazo, aguijoneador y aguijonear.

[467] Civil, en este caso significa cortés. De civil vienen civilidad, civilización, civilizar, incivil.

[468] Las gentes. Véase la nota 3, pág. 101.

[469] Se le comió. Hoy se diría mejor se lo comió. Le se emplea de preferencia con las personas y lo con las cosas.

[470] Se dice generalmente en campo raso, dormir al raso, soldado raso. De raso vienen enrasar, rasero, etc.

[471] Ante diem, loc. lat. que significa antes del día.

[472] Buffón en la Historia natural, artículo del Elefante, llama así á la trompa de este animal. (Nota del Autor.)

[473] Un castillo... La primera vez que Pirro luchó con los romanos, éstos quedaron asombrados á la vista de los elefantes que llevaban encima torres llenas de guerreros.

[474] No sólo, en este caso, es incorrecto, pues exige, en el segundo miembro de la frase, el correlativo sino también, ó por lo menos, sino.

[475] Por mi gordo coleto... Coleto era una prenda antigua, especie de jubón de cuero. Aquí está empleado por metáfora. En sentido figurado suele aplicarse al cuerpo del hombre; de aquí la frase: Echarse algo al coleto.

[476] Por el aire. En efecto, el toro es tan valiente que no retrocede ante el león ni ante ningún otro animal.

[477] Hierbas. Antiguamente se escribía con más frecuencia yerba; hoy la Academia recomienda la forma hierba; de hierba se derivan herbario, herbolario, etc.

[478] En muchas ediciones se encuentra escrito sin h.

[479] Véase la nota 6, pág. 173.

[480] Picote aum. de pico; sus dim. son piquillo y piquito; de pico vienen picar, picotear, picotero.

[481] Á Dios. Véase la nota 8, pág. 40.

[482] Se paraba. Se dice pararse en razones y también: no pararse en barras, no pararse en pelillos.

[483] De quien hablaba. Por eso dice uno de nuestros antiguos refranes: Quien no aprieta en vallejo no aprieta en concejo. Véase además la nota 1, pág. 132.

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THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE
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To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free
distribution of electronic works, by using or distributing this work
(or any other work associated in any way with the phrase "Project
Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project
Gutenberg-tm License (available with this file or online at
http://gutenberg.org/license).


Section 1.  General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm
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1.A.  By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm
electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to
and accept all the terms of this license and intellectual property
(trademark/copyright) agreement.  If you do not agree to abide by all
the terms of this agreement, you must cease using and return or destroy
all copies of Project Gutenberg-tm electronic works in your possession.
If you paid a fee for obtaining a copy of or access to a Project
Gutenberg-tm electronic work and you do not agree to be bound by the
terms of this agreement, you may obtain a refund from the person or
entity to whom you paid the fee as set forth in paragraph 1.E.8.

1.B.  "Project Gutenberg" is a registered trademark.  It may only be
used on or associated in any way with an electronic work by people who
agree to be bound by the terms of this agreement.  There are a few
things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works
even without complying with the full terms of this agreement.  See
paragraph 1.C below.  There are a lot of things you can do with Project
Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this agreement
and help preserve free future access to Project Gutenberg-tm electronic
works.  See paragraph 1.E below.

1.C.  The Project Gutenberg Literary Archive Foundation ("the Foundation"
or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection of Project
Gutenberg-tm electronic works.  Nearly all the individual works in the
collection are in the public domain in the United States.  If an
individual work is in the public domain in the United States and you are
located in the United States, we do not claim a right to prevent you from
copying, distributing, performing, displaying or creating derivative
works based on the work as long as all references to Project Gutenberg
are removed.  Of course, we hope that you will support the Project
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freely sharing Project Gutenberg-tm works in compliance with the terms of
this agreement for keeping the Project Gutenberg-tm name associated with
the work.  You can easily comply with the terms of this agreement by
keeping this work in the same format with its attached full Project
Gutenberg-tm License when you share it without charge with others.

1.D.  The copyright laws of the place where you are located also govern
what you can do with this work.  Copyright laws in most countries are in
a constant state of change.  If you are outside the United States, check
the laws of your country in addition to the terms of this agreement
before downloading, copying, displaying, performing, distributing or
creating derivative works based on this work or any other Project
Gutenberg-tm work.  The Foundation makes no representations concerning
the copyright status of any work in any country outside the United
States.

1.E.  Unless you have removed all references to Project Gutenberg:

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access to, the full Project Gutenberg-tm License must appear prominently
whenever any copy of a Project Gutenberg-tm work (any work on which the
phrase "Project Gutenberg" appears, or with which the phrase "Project
Gutenberg" is associated) is accessed, displayed, performed, viewed,
copied or distributed:

This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
almost no restrictions whatsoever.  You may copy it, give it away or
re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
with this eBook or online at www.gutenberg.org/license

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from the public domain (does not contain a notice indicating that it is
posted with permission of the copyright holder), the work can be copied
and distributed to anyone in the United States without paying any fees
or charges.  If you are redistributing or providing access to a work
with the phrase "Project Gutenberg" associated with or appearing on the
work, you must comply either with the requirements of paragraphs 1.E.1
through 1.E.7 or obtain permission for the use of the work and the
Project Gutenberg-tm trademark as set forth in paragraphs 1.E.8 or
1.E.9.

1.E.3.  If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is posted
with the permission of the copyright holder, your use and distribution
must comply with both paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 and any additional
terms imposed by the copyright holder.  Additional terms will be linked
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permission of the copyright holder found at the beginning of this work.

1.E.4.  Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg-tm
License terms from this work, or any files containing a part of this
work or any other work associated with Project Gutenberg-tm.

1.E.5.  Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this
electronic work, or any part of this electronic work, without
prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with
active links or immediate access to the full terms of the Project
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"Plain Vanilla ASCII" or other format used in the official version
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you must, at no additional cost, fee or expense to the user, provide a
copy, a means of exporting a copy, or a means of obtaining a copy upon
request, of the work in its original "Plain Vanilla ASCII" or other
form.  Any alternate format must include the full Project Gutenberg-tm
License as specified in paragraph 1.E.1.

1.E.7.  Do not charge a fee for access to, viewing, displaying,
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unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9.

1.E.8.  You may charge a reasonable fee for copies of or providing
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that

- You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from
     the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method
     you already use to calculate your applicable taxes.  The fee is
     owed to the owner of the Project Gutenberg-tm trademark, but he
     has agreed to donate royalties under this paragraph to the
     Project Gutenberg Literary Archive Foundation.  Royalty payments
     must be paid within 60 days following each date on which you
     prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax
     returns.  Royalty payments should be clearly marked as such and
     sent to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation at the
     address specified in Section 4, "Information about donations to
     the Project Gutenberg Literary Archive Foundation."

- You provide a full refund of any money paid by a user who notifies
     you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he
     does not agree to the terms of the full Project Gutenberg-tm
     License.  You must require such a user to return or
     destroy all copies of the works possessed in a physical medium
     and discontinue all use of and all access to other copies of
     Project Gutenberg-tm works.

- You provide, in accordance with paragraph 1.F.3, a full refund of any
     money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the
     electronic work is discovered and reported to you within 90 days
     of receipt of the work.

- You comply with all other terms of this agreement for free
     distribution of Project Gutenberg-tm works.

1.E.9.  If you wish to charge a fee or distribute a Project Gutenberg-tm
electronic work or group of works on different terms than are set
forth in this agreement, you must obtain permission in writing from
both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and Michael
Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark.  Contact the
Foundation as set forth in Section 3 below.

1.F.

1.F.1.  Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable
effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread
public domain works in creating the Project Gutenberg-tm
collection.  Despite these efforts, Project Gutenberg-tm electronic
works, and the medium on which they may be stored, may contain
"Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate or
corrupt data, transcription errors, a copyright or other intellectual
property infringement, a defective or damaged disk or other medium, a
computer virus, or computer codes that damage or cannot be read by
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Gutenberg-tm trademark, and any other party distributing a Project
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liability to you for damages, costs and expenses, including legal
fees.  YOU AGREE THAT YOU HAVE NO REMEDIES FOR NEGLIGENCE, STRICT
LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE
PROVIDED IN PARAGRAPH 1.F.3.  YOU AGREE THAT THE FOUNDATION, THE
TRADEMARK OWNER, AND ANY DISTRIBUTOR UNDER THIS AGREEMENT WILL NOT BE
LIABLE TO YOU FOR ACTUAL, DIRECT, INDIRECT, CONSEQUENTIAL, PUNITIVE OR
INCIDENTAL DAMAGES EVEN IF YOU GIVE NOTICE OF THE POSSIBILITY OF SUCH
DAMAGE.

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written explanation to the person you received the work from.  If you
received the work on a physical medium, you must return the medium with
your written explanation.  The person or entity that provided you with
the defective work may elect to provide a replacement copy in lieu of a
refund.  If you received the work electronically, the person or entity
providing it to you may choose to give you a second opportunity to
receive the work electronically in lieu of a refund.  If the second copy
is also defective, you may demand a refund in writing without further
opportunities to fix the problem.

1.F.4.  Except for the limited right of replacement or refund set forth
in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS' WITH NO OTHER
WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT LIMITED TO
WARRANTIES OF MERCHANTABILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE.

1.F.5.  Some states do not allow disclaimers of certain implied
warranties or the exclusion or limitation of certain types of damages.
If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the
law of the state applicable to this agreement, the agreement shall be
interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by
the applicable state law.  The invalidity or unenforceability of any
provision of this agreement shall not void the remaining provisions.

1.F.6.  INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the
trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone
providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in accordance
with this agreement, and any volunteers associated with the production,
promotion and distribution of Project Gutenberg-tm electronic works,
harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees,
that arise directly or indirectly from any of the following which you do
or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.


Section  2.  Information about the Mission of Project Gutenberg-tm

Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
electronic works in formats readable by the widest variety of computers
including obsolete, old, middle-aged and new computers.  It exists
because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
people in all walks of life.

Volunteers and financial support to provide volunteers with the
assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
remain freely available for generations to come.  In 2001, the Project
Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.


Section 3.  Information about the Project Gutenberg Literary Archive
Foundation

The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
Revenue Service.  The Foundation's EIN or federal tax identification
number is 64-6221541.  Its 501(c)(3) letter is posted at
http://pglaf.org/fundraising.  Contributions to the Project Gutenberg
Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
permitted by U.S. federal laws and your state's laws.

The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
throughout numerous locations.  Its business office is located at
809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
business@pglaf.org.  Email contact links and up to date contact
information can be found at the Foundation's web site and official
page at http://pglaf.org

For additional contact information:
     Dr. Gregory B. Newby
     Chief Executive and Director
     gbnewby@pglaf.org


Section 4.  Information about Donations to the Project Gutenberg
Literary Archive Foundation

Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
spread public support and donations to carry out its mission of
increasing the number of public domain and licensed works that can be
freely distributed in machine readable form accessible by the widest
array of equipment including outdated equipment.  Many small donations
($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
status with the IRS.

The Foundation is committed to complying with the laws regulating
charities and charitable donations in all 50 states of the United
States.  Compliance requirements are not uniform and it takes a
considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
with these requirements.  We do not solicit donations in locations
where we have not received written confirmation of compliance.  To
SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
particular state visit http://pglaf.org

While we cannot and do not solicit contributions from states where we
have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
against accepting unsolicited donations from donors in such states who
approach us with offers to donate.

International donations are gratefully accepted, but we cannot make
any statements concerning tax treatment of donations received from
outside the United States.  U.S. laws alone swamp our small staff.

Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
methods and addresses.  Donations are accepted in a number of other
ways including checks, online payments and credit card donations.
To donate, please visit: http://pglaf.org/donate


Section 5.  General Information About Project Gutenberg-tm electronic
works.

Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
concept of a library of electronic works that could be freely shared
with anyone.  For thirty years, he produced and distributed Project
Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.


Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
unless a copyright notice is included.  Thus, we do not necessarily
keep eBooks in compliance with any particular paper edition.


Most people start at our Web site which has the main PG search facility:

     http://www.gutenberg.org

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