The Project Gutenberg EBook of El Gaucho Martín Fierro, by José Hernández This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org Title: El Gaucho Martín Fierro Author: José Hernández Release Date: January 23, 2005 [EBook #14765] Language: Spanish Character set encoding: ISO-8859-1 *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL GAUCHO MARTIN FIERRO *** Produced by La Biblioteca Digital Argentina, formatted by Mariano Cecowski Palacio. El Gaucho Martín Fierro de José Hernández Buenos Aires, Imprenta de La Pampa, Victoria 79. 1872. Carta del Autor a don José Zoilo Miguens Querido amigo: Al fin me he decidido a que mi pobre "MARTÍN FIERRO", que me ha ayudado algunos momentos a alejar al fastidio de la vida del hotel, salga a conocer el mundo, y allá va acogido al amparo de su nombre. No le niegue su protección, Ud. que conoce bien todos los abusos y todas las desgracias de que es víctima esa clase desheredada de nuestro país. Es un pobre gaucho, con todas las imperfecciones de forma que el arte tiene todavía entre ellos, y con toda la falta de enlace en sus ideas, en las que no existe siempre una sucesión lógica, descubriéndose frecuentemente entre ellas apenas una relación oculta y remota. Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en presentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse, que les es peculiar, dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y de colorido, con todos los arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y arrebatos, hijos de una naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado. Cuantos conozcan con propiedad el original podrán juzgar si hay o no semejanza en la copia. Quizá la empresa habría sido para mí más fácil, y de mejor éxito, si sólo me hubiera propuesto hacer reír a costa de su ignorancia, como se halla autorizado por el uso en este género de composiciones; pero mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes; ese conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía moral, y los accidentes de su existencia llena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de agitaciones constantes. Y he deseado todo esto, empeñándome en imitar ese estilo abundante en metáforas, que el gaucho usa sin conocer y sin valorar, y su empleo constante de comparaciones tan extrañas como frecuentes; en copiar sus reflexiones con el sello de la originalidad que las distingue y el tinte sombrío de que jamás carecen, revelándose en ellas esa especie de filosofía propia que, sin estudiar, aprende en la misma naturaleza, en respetar la superstición y sus preocupaciones, nacidas y fomentadas por su misma ignorancia; en dibujar el orden de sus impresiones y de sus afectos, que él encubre y disimula estudiosamente, sus desencantos, producidos por su misma condición social, y esa indolencia que le es habitual, hasta llegar a constituir una de las condiciones de su espíritu; en retratar, en fin, lo más fielmente que me fuera posible, con todas sus especialidades propias, ese tipo original de nuestras pampas, tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces, y que, al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo. Sin duda que todo esto ha sido demasiado desear para tan pocas páginas, pero no se me puede hacer un cargo por el deseo sino por no haberlo conseguido. Una palabra más, destinada a disculpar sus defectos. Páselos Ud. por alto, porque quizá no lo sean todos los que, a primera vista, puedan parecerlo, pues no pocos se encuentran allí como copia o imitación de los que lo son realmente. Por lo demás, espero, mi amigo, que Ud. lo juzgará con benignidad, siquiera sea porque MARTÍN FIERRO no va de la ciudad a referir a sus compañeros lo que ha visto y admirado en un 25 de Mayo u otra función semejante, referencias algunas de las cuales, como en Fausto y varias otras, son de mucho mérito ciertamente, sino que cuenta sus trabajos, sus desgracias, los azares de su vida de gaucho, y Ud. no desconoce que el asunto es más difícil de lo que muchos se lo imaginarán. Y con lo dicho basta para preámbulo, pues ni MARTÍN FIERRO exige más, ni Ud. gusta mucho de ellos, ni son de la predilección del público, ni se avienen con el carácter de Su verdadero amigo JOSÉ HERNÁNDEZ Buenos Aires, diciembre de 1872. El Gaucho Martín Fierro I - Cantor y Gaucho. 1 Aquí me pongo a cantar Al compás de la vigüela, Que el hombre que lo desvela Una pena estraordinaria Como la ave solitaria Con el cantar se consuela. 2 Pido a los Santos del Cielo Que ayuden mi pensamiento; Les pido en este momento Que voy a cantar mi historia Me refresquen la memoria Y aclaren mi entendimiento. 3 Vengan Santos milagrosos, Vengan todos en mi ayuda, Que la lengua se me añuda Y se me turba la vista; Pido a Dios que me asista En una ocasión tan ruda. 4 Yo he visto muchos cantores, Con famas bien obtenidas, Y que después de adquiridas No las quieren sustentar Parece que sin largar se cansaron en partidas 5 Mas ande otro criollo pasa Martín Fierro ha de pasar; nada lo hace recular ni los fantasmas lo espantan, y dende que todos cantan yo también quiero cantar. 6 Cantando me he de morir Cantando me han de enterrar, Y cantando he de llegar Al pie del eterno padre: Dende el vientre de mi madre Vine a este mundo a cantar. 7 Que no se trabe mi lengua Ni me falte la palabra: El cantar mi gloria labra Y poniéndome a cantar, Cantando me han de encontrar Aunque la tierra se abra. 8 Me siento en el plan de un bajo A cantar un argumento: Como si soplara el viento Hago tiritar los pastos; Con oros, copas y bastos Juega allí mi pensamiento. 9 Yo no soy cantor letrao, Mas si me pongo a cantar No tengo cuándo acabar Y me envejezco cantando: Las coplas me van brotando Como agua de manantial. 10 Con la guitarra en la mano Ni las moscas se me arriman, Naides me pone el pie encima, Y cuando el pecho se entona, Hago gemir a la prima Y llorar a la bordona. 11 Yo soy toro en mi rodeo Y torazo en rodeo ajeno; Siempre me tuve por güeno Y si me quieren probar, Salgan otros a cantar Y veremos quién es menos. 12 No me hago al lao de la güeya Aunque vengan degollando, Con los blandos yo soy blando Y soy duro con los duros, Y ninguno en un apuro Me ha visto andar tutubiando. 13 En el peligro, ¡qué Cristos! El corazón se me enancha, Pues toda la tierra es cancha, Y de eso naides se asombre: El que se tiene por hombre Ande quiere hace pata ancha. 14 Soy gaucho, y entiendaló Como mi lengua lo esplica: Para mí la tierra es chica Y pudiera ser mayor; Ni la víbora me pica Ni quema mi frente el sol 15 Nací como nace el peje En el fondo de la mar; Naides me puede quitar Aquello que Dios me dio Lo que al mundo truje yo Del mundo lo he de llevar. 16 Mi gloria es vivir tan libre Como el pájaro del cielo: No hago nido en este suelo Ande hay tanto que sufrir, Y naides me ha de seguir Cuando yo remuento el vuelo. 17 Yo no tengo en el amor Quien me venga con querellas; Como esas aves tan bellas Que saltan de rama en rama, Yo hago en el trébol mi cama, Y me cubren las estrellas. 18 Y sepan cuantos escuchan De mis penas el relato, Que nunca peleo ni mato Sino por necesidá, Y que a tanta alversidá Sólo me arrojó el mal trato 19 Y atiendan la relación que hace un gaucho perseguido, que padre y marido ha sido empeñoso y diligente, y sin embargo la gente lo tiene por un bandido II - Ayer y hoy. 20 Ninguno me hable de penas, porque yo penado vivo, y naides se muestre altivo aunque en el estribo esté: que suele quedarse a pie el gaucho mas alvertido. 21 Junta esperencia en la vida hasta pa dar y prestar quien la tiene que pasar entre sufrimiento y llanto, porque nada enseña tanto como el sufrir y el llorar. 22 Viene el hombre ciego al mundo, cuartiándolo la esperanza, y a poco andar ya lo alcanzan las desgracias a empujones, ¡la pucha, que trae liciones el tiempo con sus mudanzas! 23 Yo he conocido esta tierra en que el paisano vivía y su ranchito tenía y sus hijos y mujer... era una delicia el ver como pasaba sus días. 24 Entonces... cuando el lucero brillaba en el cielo santo, y los gallos con su canto nos decían que el día llegaba, a la cocina rumbiaba el gaucho... que un encanto. 25 Y sentao junto al jogón a esperar que venga el día, al cimarrón le prendía hasta ponerse rechoncho, mientras su china dormía tapadita con su poncho. 26 Y apenas la madrugada empezaba coloriar, los pájaros a cantar, y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse cada cual a trabajar. 27 Este se ata las espuelas, se sale el otro cantando, uno busca un pellón blando, este un lazo, otro un rebenque, y los pingos relinchando los llaman dende el palenque. 28 El que era pion domador enderezaba al corral, ande estaba el animal bufidos que se las pela... y más malo que su agüela, se hacia astillas el bagual. 29 Y allí el gaucho inteligente, en cuanto el potro enriendó, los cueros le acomodó y se le sentó en seguida, que el hombre muestra en la vida la astucia que Dios le dio. 30 Y en las playas corcoviando pedazos se hacía el sotreta mientras él por las paletas le jugaba las lloronas, y al ruido de las caronas salía haciendo gambetas. 31 ¡Ah, tiempos!... ¡Si era un orgullo ver jinetear un paisano! Cuando era gaucho baquiano, aunque el potro se boliase, no había uno que no parese con el cabresto en la mano. 32 Y mientras domaban unos, otros al campo salían y la hacienda recogían, las manadas repuntaban, y ansí sin sentir pasaban entretenidos el día. 33 Y verlos al cair la tarde en la cocina riunidos, con el juego bien prendido y mil cosas que contar, platicar muy divertidos hasta después de cenar. 34 Y con el buche bien lleno era cosa superior irse en brazos del amor a dormir como la gente, pa empezar el día siguiente las fainas del día anterior. 35 Ricuerdo ¡qué maravilla! Cómo andaba la gauchada siempre alegre y bien montada y dispuesta pa el trabajo... pero hoy en día... ¡barajo! No se la ve de aporriada. 36 El gaucho más infeliz tenía tropilla de un pelo, no le faltaba un consuelo y andaba la gente lista... teniendo al campo la vista, sólo vía hacienda y cielo. 37 Cuando llegaban las yerras, ¡cosa que daba calor! Tanto gaucho pialador y tironiador sin yel. ¡Ah, tiempos... pero si en él se ha visto tanto primor! 38 Aquello no era trabajo, mas bien era una junción, y después de un güen tirón en que uno se daba mana, pa darle un trago de cana solía llamarlo el patrón. 39 Pues vivía la mamajuana siempre bajo la carreta, y aquel que no era chancleta, en cuanto el goyete vía, sin miedo se le prendía como güérfano a la teta. 40 ¡Y qué jugadas se armaban cuando estábamos riunidos! Siempre íbamos prevenidos, pues en tales ocasiones a ayudarle a los piones caiban muchos comedidos. 41 Eran los días del apuro y alboroto pa el hembraje, pa preparar los potajes y osequiar bien a la gente, y así, pues, muy grandemente, pasaba siempre el gauchaje. 42 Vení, a la carne con cuero, la sabrosa carbonada, mazamorra pien pisada, los pasteles y el güen vino... pero ha querido el destino que todo aquello acabara. 43 Estaba el gaucho en su pago con toda siguridá, pero aura... ¡barbaridá!, La cosa anda tan fruncida, que gasta el pobre la vida en juir de la autoridá. 44 Pues si usté pisa en su rancho y si el alcalde lo sabe, lo caza lo mesmo que ave aunque su mujer aborte... ¡no hay tiempo que no se acabe ni tiento que no se corte!. 45 Y al punto dese por muerto si el alcalde lo bolea, pues ahí nomás se le apea con una felpa de palos; Y después dicen que es malo el gaucho si los pelea. 46 Y el lomo le hinchan a golpes, y le rompen la cabeza, y luego con ligereza, ansí lastimao y todo, lo amarran codo a codo y pa el cepo lo enderiezan. 47 Áhi comienzan sus desgracias, áhi principia el pericón, porque ya no hay salvación, y que usté quiera o no quiera, lo mandan a la frontera o lo echan a un batallón. 48 Ansí empezaron mis males lo mesmo que los de tantos; si gustan... en otros cantos les diré lo que he sufrido, después que uno está... perdido no lo salvan ni los santos. III - Sirviendo en la frontera. 49 tuve en mi pago en un tiempo hijos, hacienda y mujer, pero empecé a padecer, me echaron a la frontera, ¡y qué iba a hallar al volver! Tan sólo hallé la tapera. 50 Sosegao vivía en mi rancho como el pájaro en su nido, allí mis hijos queridos iban creciendo a mi lao... sólo queda al desgraciao lamentar el bien perdido. 51 Mi gala en las pulperías era, en habiendo más gente, ponerme medio caliente, pues cuando puntiao me encuentro me salen coplas de adentro como agua de la virtiente. 52 Cantando estaba una vez en una gran diversión, y aprovecho la ocasión como quiso el juez de paz... se presentó, y ahi nomás hizo arriada en montón. 53 Juyeron los más matreros y lograron escapar: yo no quise disparar, soy manso y no había porqué, muy tranquilo me quedé y ansí me dejé agarrar 54 allí un gringo con un órgano y una mona que bailaba, haciéndonos rair estaba, cuanto le tocó el arreo, ¡tan grande el gringo y tan feo, lo viera cómo lloraba!. 55 Hasta un inglés zanjiador que decía en la última guerra que él era de incalaperra y que no quería servir, también tuvo que juir a guarecerse en la sierra. 56 Ni los mirones salvaron de esa arriada de mi flor, fue acoyarao el cantor con el gringo de la mona, a uno solo, por favor, logró salvar la patrona. 57 Formaron un contingente con los que del baile arriaron, con otros nos mesturaron, que habían agarrao también, las cosas que aquí se ven ni los diablos las pensaron. 58 A mí el juez me tomó entre ojos en la ultima votación: me le había hecho el remolón y no me arrimé ese día, y él dijo que yo servía a los de la esposición. 59 Y ansí sufrí ese castigo tal vez por culpas ajenas, que sean malas o sean güenas las listas, siempre me escondo: yo soy un gaucho redondo y esas cosas no me enllenan. 60 Al mandarnos nos hicieron más promesas que a un altar, el juez nos jue a proclamar y nos dijo muchas veces: muchachos, a los seis meses los van a ir a relevar. 61 Yo llevé un moro de número ¡sobresaliente el matucho! Con él gané en ayacucho más plata que agua bendita: siempre el gaucho necesita un pingo pa fiarle un pucho. 62 Y cargué sin dar mas güeltas con las prendas que tenía: jergas, ponchos, todo cuanto había en casa, tuito lo alcé: a mi china la dejé medio desnuda ese día. 63 No me falta una guasca, esa ocasión eché el resto, bozal, maniador, cabresto, lazo, bolas y manea... ¡el que hoy tan pobre me vea tal vez no creerá todo esto!. 64 Ansí en mi moro, escarciando, enderecé a la frontera. ¡Aparcero si usté viera lo que se llama cantón!... Ni envidia tengo al ratón en aquella ratonera. 65 De los pobres que allí había a ninguno lo largaron, los más viejos rezongaron, pero a uno que se quejó en seguida lo estaquiaron, y la cosa se acabó. 66 En la lista de la tarde el jefe nos cantó el punto diciendo: quinientos juntos llevará el que se resierte; lo haremos pitar del juerte, mas bien dese por dijunto. 67 A naides le dieron armas, pues toditas las que había el coronel las tenía, sigún dijo esa ocasión, pa repartirlas el día en que hubiera una invasión. 68 Al principio nos dejaron de haraganes criando sebo, pero después... no me atrevo a decir lo que pasaba... ¡barajo!... Si nos trataban como se trata a malevos. 69 Porque todo era jugarle por los lomos con la espada, y aunque usté no hiciera nada, lo mesmito que en palermo, le daban cada cepiada que lo dejaban enfermo. 70 ¡Y qué indios, ni qué servicio; si allí no había ni cuartel! Nos mandaba el coronel a trabajar en sus chacras, y dejábamos las vacas que las llevara el infiel. 71 Yo primero sembré trigo y después hice un corral, corté adobe pa un tapial, hice un quincho, corté paja... ¡la pucha que se trabaja sin que le larguen un rial!. 72 Y es lo pior de aquel enriedo que si uno anda hinchando el lomo se le apean como un plomo... ¡quién aguanta aquel infierno! si eso es servir al gobierno, a mí no me gusta el cómo. 73 Más de un año nos tuvieron en esos trabajos duros; y los indios, le asiguro dentraban cuando querían: como no los perseguían, siempre andaban sin apuro. 74 A veces decía al volver del campo la descubierta que estuviéramos alerta, que andaba adentro la indiada, porque había una rastrillada o estaba una yegua muerta. 75 Recién entonces salía la orden de hacer la riunión, y caíbamos al cantón en pelos y hasta enancaos, sin armas, cuatro pelaos que íbamos a hacer jabón. 76 Ahi empezaba el afán -se entiende, de puro vicio- de enseñarle el ejercicio a tanto gaucho recluta, con un estrutor... ¡qué... Bruta! que nunca sabía su oficio. 77 Daban entonces las armas pa defender los cantones, que eran lanzas y latones con ataduras de tiento... las de juego no las cuento porque no había municiones. 78 Y un sargento chamuscao me contó que las tenían pero que ellos la vendían para cazar avestruces; y así andaban noche y día dele bala a los ñanduces. 79 Y cuando se iban los indios con lo que habían manotiao, salíamos muy apuraos a perseguirlos de atrás; si no se llevaban más es porque no habían hallao. 80 Allí sí, se ven desgracias y lágrimas y afliciones; naides le pida perdones al indio: pues donde dentra, roba y mata cuanto encuentra y quema las poblaciones. 81 No salvan de su juror ni los pobres angelitos; viejos, mozos y chiquitos los mata del mesmo modo: que el indio lo arregla todo con la lanza y con gritos. 82 Tiemblan las carnes al verlo volando al viento la cerda, la rienda en la mano izquierda y la lanza en la derecha; ande enderieza abre brecha pues no hay lanzazo que pierda. 83 Hace trotiadas tremendas desde el fondo del desierto; ansí llega medio muerto de hambre, de sé y de fatiga; pero el indio es una hormiga que día y noche está despierto. 84 Sabe manejar las bolas como naides las maneja; cuanto el contrario se aleja, manda una bola perdida, y si lo alcanza, sin vida es siguro que lo deja. 85 Y el indio es como tortuga de duro para espichar; si lo llega a destripar ni siquiera se le encoge; luego sus tripas recoge, y se agacha a disparar. 86 Hacían el robo a su gusto y después se iban de arriba; se llevaban las cautivas, y nos contaban que a veces les descarnaban los pieses, a las pobrecitas, vivas. 87 ¡Ah! ¡si partía el corazón ver tantos males, canejo! los perseguíamos de lejos sin poder ni galopiar; ¡y qué habíamos de alcanzar en unos vichocos viejos! 88 Nos volvíamos al cantón a las dos o tres jornadas, sembrando las caballadas; y pa que alguno la venda, rejuntábamos la hacienda que habían dejao rezagada. 89 Una vez entre otras muchas, tanto salir al botón, nos pegaron un malón los indios y una lanciada, que la gente acobardada quedó dende esa ocasión. 90 Habían estao escondidos aguaitando atrás de un cerro... ¡lo viera a su amigo Fierro aflojar como un blandito! salieron como maíz frito en cuanto sonó un cencerro. 91 Al punto nos dispusimos aunque ellos eran bastantes; la formamos al instante nuestra gente, que era poca, y golpiándose en la boca hicieron fila adelante. 92 Se vinieron en tropel haciendo temblar la tierra. no soy manco pa la guerra pero tuve mi jabón, pues iba en un redomón que había boleao en la sierra. 93 ¡Qué vocerío! ¡qué barullo! ¡qué apurar esa carrera! la indiada todita entera dando alaridos cargó, ¡jue pucha!... Y ya nos sacó como yeguada matrera. 94 ¡Qué fletes traiban los bárbaros! ¡como una luz de ligeros! hicieron el entrevero y en aquella mezcolanza, este quiero, éste no quiero, nos escogían con la lanza. 95 Al que le daban un chuzazo, dificultoso es que sane. en fin, para no echar panes, salimos por esas lomas, lo mesmo que las palomas al juir de los gavilanes. 96 ¡Es de almirar la destreza con que la lanza manejan! de perseguir nunca dejan, y nos traiban apretaos. ¡si queríamos, de apuraos, salirnos por las orejas! 97 Y pa mejor de la fiesta en esa aflición tan suma, vino un indio echando espuma, y con la lanza en la mano, gritando: acabáu cristiano, metau el lanza hasta el pluma. 98 Tendido en el costillar, cimbrando por sobre el brazo una lanza como un lazo, me atropelló dando gritos: si me descuido... El maldito me levanta de un lanzazo. 99 Si me atribulo o me encojo, siguro que no me escapo: siempre he sido medio guapo, pero en aquella ocasión me hacía buya el corazón como la garganta al sapo. 100 Dios le perdone al salvaje las ganas que me tenía... desaté las tres marías y lo engatusé a cabriolas... ¡pucha...! Si no traigo bolas me achura el indio ese día. 101 Era el hijo de un cacique, sigún yo lo averigüé; la verdá del caso jue que me tuvo apuradazo, hasta que por fin de un bolazo del caballo lo bajé. 102 Ahi no más me tiré al suelo y lo pisé en las paletas; empezó a hacer morisquetas y a mezquinar la garganta... pero yo hice la obra santa de hacerlo estirar la jeta. 103 Allí quedó de mojón y en su caballo salté; de la indiada disparé, pues si me alcanza me mata, y al fin me les escapé, con el hilo de una pata. IV - El pulpero. A buena cuenta. 104 seguiré esta relación, aunque pa chorizo es largo: el que pueda hágase cargo cómo andaría de matrero, después de salvar el cuero de aquel trance tan amargo. 105 Del sueldo nada les cuento, porque andaba disparando; nosotros de cuando en cuando solíamos ladrar de pobres: nunca llegaban los cobres que se estaban aguardando. 106 Y andábamos de mugrientos que el mirarnos daba horror; les juro que era un dolor ver esos hombres, ¡por cristo! En mi perra vida he visto una miseria mayor. 107 Yo no tenía ni camisa ni cosa que se parezca; mis trapos sólo pa yesca me podían servir al fin... no hay plaga como un fortín para que el hombre padezca. 108 Poncho, jergas, el apero, las prenditas, los botones, todo, amigo, en los cantones jue quedando poco a poco; ya me tenían medio loco la pobreza y los ratones. 109 Sólo una manta peluda era cuanto me quedaba la había agenciao a la tabla y ella me tapaba el bulto; yaguané que allí ganaba no salía- ni con indulto. 110 Y pa mejor hasta el moro se me jue de entre las manos; no soy lerdo pero, hermano, vino el comendante un día diciendo que lo quería pa enseñarle a comer grano. 111 Afigúrese cualquiera la suerte de este su amigo, a pie y mostrando el umbligo, estropiao, pobre y desnudo; ni por castigo se pudo hacerse más mal conmigo. 112 Ansí pasaron los meses, y vino el año siguiente, y las cosas igualmente siguieron del mesmo modo: adrede parece todo pa atormentar a la gente. 113 No teníamos más permiso, ni otro alivio la gauchada, que salir de madrugada, cuando no había indio ninguno, campo ajuera a hacer boliadas desocando los reyunos. 114 Y cáibamos al cantón con los fletes aplastaos, pero a veces medio aviaos con plumas y algunos cueros, que pronto con el pulpero los teníamos negociaos. 115 Era un amigo del jefe que con un boliche estaba; yerba y tabaco nos daba por la pluma de avestruz, y hasta le hacía ver la luz al que un cuero le llevaba. 116 Sólo tenía cuatro frascos y unas barricas vacías, y a la gente le vendía todo cuanto precisaba... algunos creiban que estaba allí la proveduría. 117 ¡Ah, pulpero habilidoso! Nada le solía faltar. ¡Ahijuna!, Para tragar tenía un buche de ñandú; la gente le dio en llamar el boliche de virtú. 118 Aunque es justo que quien vende algún poquito muerda, tiraba tanto la cuerda que, con sus cuatro limetas él cargaba las carretas de plumas, cueros y cerda. 119 Nos tenía apuntaos a todos con más cuentas que un rosario, cuando se anunció un salario que iban a dar, o un socorro; pero sabe Dios qué zorro se lo comió al comisario; 120 pues nunca lo vi llegar, y al cabo de muchos días en la mesma pulpería dieron una güena cuenta, que la gente muy contenta de tan pobre recibía. 121 Sacaron unos sus prendas, que las tenían empeñadas; por sus deudas atrasadas dieron otros el dinero; al fin de fiesta el pulpero se quedó con la mascada. 122 Yo me arrescosté a un horcón dando tiempo a que pagaran, y poniendo güena cara estuve haciéndome el poyo, a esperar que me llamaran para recibir mi boyo. 123 Pero ahi me puede quedar pegao pa siempre al horcón, ya era casi la oración y ninguno me llamaba; la cosa se me ñublaba y me dentró comezón. 124 Pa sacarme el entripao vi al mayor, y lo fi a hablar; yo me lo empecé a atracar, y como con poca gana le dije: tal vez mañana acabarán de pagar. 125 ¡Que mañana ni otro día!, Al punto me contestó: la paga ya se acabó; ¡siempre has de ser animal! Me raí y le dije: yo... no he recebido ni un rial. 126 Se le pusieron los ojos que se le querían salir, y ahi no más volvió a decir comiéndome con la vista: ¿y qué querés recibir si no has dentrao en la lista? 127 Esto sí que es amolar, dije yo pa mis adentros; van dos años que me encuentro y hasta aura he visto ni un grullo; dentro en todos los barullos pero en las listas no dentro. 128 Vide el pleito mal parao y no quise aguardar más... es güeno vivir en paz con quien nos ha de mandar; y reculando pa atrás me le empecé a retirar. 129 Supo todo el comendante y me llamó al otro día, diciéndome que quería aviriguar bien las cosas... que no era el tiempo de rosas, que aura a naides se debía. 130 Llamó al cabo y al sargento y empezó la indagación: si había venido al cantón en tal tiempo o en tal otro... y si había venido en potro, en reyuno o redomón. 131 Y todo era alborotar al ñudo, y hacer papel; conocí que era pastel pa engordar con mi guayaca; mas si voy al coronel me hacen bramar en la estaca. 132 ¡Ah, hijos de una...! ¡La codicia ojalá les ruempa el saco! Ni un pedazo de tabaco le dan al pobre soldao, y lo tienen, de delgao, más ligero que un guanaco. 133 Pero qué iba a hacerles yo, charabón en el desierto; más bien me daba por muerto pa no verme más fundido: y me les hacía el dormido aunque soy medio despierto. V - Gringos en la frontera. La estaquiada. 134 Yo andaba desesperao, aguardando una ocasión que los indios un malón nos dieran, y entre el estrago hacérmeles cimarrón y volverme pa mi pago. 135 Aquello no era servicio ni defender la frontera; aquello era ratonera en que sólo gana el juerte: era jugar a la suerte con una taba culera. 136 Allí tuito va al revés; los milicos son los piones, y andan en las poblaciones emprestaos pa trabajar; los rejuntan pa peliar cuando entran indios ladrones. 137 Yo he visto en esa milonga muchos jefes con estancia, y piones en abundancia, y majadas y rodeos; he visto negocios feos a pesar de mi inorancia. 138 Y colijo que no quieren la barunda componer; para eso no ha de tener, el jefe que esté de estable, más que su poncho y su sable, su caballo y su deber. 139 Ansina, pues, conociendo que aquel mal no tiene cura, que tal vez mi sepoltura si me quedo iba a encontrar, pensé mandarme mudar como cosa más sigura. 140 Y pa mejor, una noche ¡qué estaquiada me pegaron! Casi me descoyuntaron por motivo de una gresca: ¡ahijuna, si me estiraron lo mesmo que guasca fresca! 141 Jamás me puedo olvidar lo que esa vez me pasó; dentrando una noche yo al fortín, un enganchao, que estaba medio mamao, allí me desconoció. 142 Era un gringo tan bozal, que nada se le entendía, ¡quién sabe de ande sería! Tal vez no juera cristiano, pues lo único que decía es que era papolitano. 143 Estaba de centinela y por causa del peludo verme más claro no pudo, y esa jue la culpa toda: el bruto se asustó al ñudo y fi el pavo de la boda. 144 Cuando me vido acercar: quién vivore-? Preguntó; ¿qué víboras?, Dije yo. ¡Ha garto!, Me pegó el grito, y yo dije despacito: ¡más lagarto serás vos! 145 Ahi no más, ¡cristo me valga!, Rastrillar el jusil siento: me agaché, y en el momento el bruto me largó un chumbo; mamao, me tiró sin rumbo, que si no, no cuento el cuento. 146 Por de contao, con el tiro se alborotó el avispero; los oficiales salieron y se empezó la junción; quedó en su puesto el nación, y yo fi al estaquiadero. 147 Entre cuatro bayonetas me tendieron en el suelo; vino el mayor medio en pedo y allí se puso a gritar: ¡pícaro, te he de enseñar andar reclamando sueldos! 148 De las manos y las patas me ataron cuatro cinchones; les aguanté los tirones sin que ni un ¡ay! Se me oyera, y al gringo la noche entera lo harté con mis maldiciones. 149 Yo no sé porqué el gobierno nos manda aquí a la frontera gringada que ni siquiera se sabe atracar a un pingo. ¡Si creerá al mandar un gringo que nos manda alguna fiera! 150 No hacen más que dar trabajo, pues no saben ni ensillar; no sirven ni pa carniar: y yo he visto muchas veces que ni voltiadas las reses se les querían arrimar. 151 Y lo pasan sus mercedes lengüetiando pico a pico hasta que viene un milico a servirles al asao- y eso sí, en lo delicaos, parecen hijos de rico. 152 Si hay calor, ya no son gente; si yela, todos tiritan; si usté no les da, no pitan por no gastar en tabaco, y cuando pescan un naco uno al otro se lo quitan. 153 Cuando llueve se acoquinan como perro que oye truenos. ¡Que diablos!, Sólo son güenos pa vivir entre maricas, y nunca se andan con chicas para alzar ponchos ajenos. 154 Pa vichar son como ciegos; no hay ejemplo de que entiendan, ni hay uno solo que aprienda, al ver un bulto que cruza, a saber si es avestruza, o si es jinete, o hacienda. 155 Si salen a perseguir después de mucho aparato, tuitos se pelan al rato y va quedando el tendal: esto es como en un nidal echarle güevos a un gato. VI - Desertor. Las ruinas del rancho. 156 vamos dentrando recién a la parte mas sentida, aunque es todita mi vida de males una cadena: a cada alma dolorida le gusta cantar sus penas. 157 Se empezó en aquel entonces a rejuntar caballada, y riunir la milicada teniéndola en el cantón, para una despedición a sorprender a la indiada. 158 Nos anunciaban que iríamos sin carretas ni bagajes a golpiar a los salvajes en sus mesmas tolderías; que a la güelta pagarían licenciándolo al gauchaje; 159 que en esta despedición tuviéramos la esperanza; que iba a venir sin tardanza, según el jefe contó, un menistro o qué sé yo- que le llamaban don ganza; 160 que iba a riunir el ejército y tuitos los batallones, y que traiba unos cañones con más rayas que un cotín; ¡pucha!- Las conversaciones por allá no tenían fin. 161 Pero esas trampas no enriedan a los zorros de mi laya; que esa ganza venga o vaya, poco le importa a un matrero. Yo también dejé las rayas- en los libros del pulpero. 162 Nunca juí gaucho dormido; siempre pronto, siempre listo, yo soy un hombre, ¡qué cristo!, Que nada me ha acobardao, y siempre salí parao en los trances que me he visto. 163 Dende chiquito gané la vida con mi trabajo, y aunque siempre estuve abajo y no sé lo que es subir también el mucho sufrir suele cansarnos, ¡barajo! 164 En medio de mi inorancia conozco que nada valgo: soy la liebre o soy el galgo asigún los tiempos andan; pero también los que mandan debieran cuidarnos algo. 165 Una noche que riunidos estaban en la carpeta empinando una limeta el jefe y el juez de paz, yo no quise aguardar más, y me hice humo en un sotreta. 166 Me parece el campo orégano dende que libre me veo; donde me lleva el deseo allí mis pasos dirijo, y hasta en las sombras de fijo que donde quiera rumbeo. 167 Entro y salgo del peligro sin que me espante el estrago, no aflojo al primer amago ni jamás fi gaucho lerdo: soy pa rumbiar como el cerdo, y pronto caí a mi pago. 168 Volvía al cabo de tres años de tanto sufrir al ñudo resertor, pobre y desnudo, a procurar suerte nueva; y lo mesmo que el peludo enderecé pa mi cueva. 169 No hallé ni rastro del rancho: ¡sólo estaba la tapera! ¡Por cristo si aquello era pa enlutar el corazón! ¡Yo juré en esa ocasión ser mas malo que una fiera! 170 ¡Quién no sentirá lo mesmo cuando ansí padece tanto! Puedo asigurar que el llanto como una mujer largué: ¡ay, mi Dios: si me quedé más triste que jueves santo! 171 Sólo se oíban los aullidos de un gato que se salvó; el pobre se guareció cerca, en una vizcachera: venía como si supiera que estaba de güelta yo. 172 Al dirme dejé la hacienda que era todito mi haber; pronto debíamos volver, sigún el juez prometía, y hasta entonces cuidaría de los bienes, la mujer. 173 Después me contó un vecino que el campo se lo pidieron; la hacienda se la vendieron pa pagar arrendamientos, y qué sé yo cuantos cuentos; pero todo lo fundieron, 174 los pobrecitos muchachos, entre tantas afliciones, se conchabaron de piones; ¡mas qué iban a trabajar, si eran como los pichones sin acabar de emplumar! 175 Por ahi andarán sufriendo de nuestra suerte el rigor: me han contao que el mayor nunca dejaba a su hermano; puede ser que algún cristiano los recoja por favor. 176 ¡Y la pobre mi mujer, Dios sabe cuánto sufrió! Me dicen que se voló con no sé qué gavilán: sin duda a buscar el pan que no podía darle yo. 177 No es raro que a uno le falte lo que a algún otro le sobre si no le quedó ni un cobre sino de hijos un enjambre. Que más iba a hacer la pobre para no morirse de hambre? 178 ¡Tal vez no te vuelva a ver, prienda de mi corazón! Dios te dé su proteción ya que no me la dio a mí, y a mis hijos dende aquí les echo mi bendición. 179 Como hijitos de la cuna andarán por ahi sin madre; ya se quedaron sin padre, y ansí la suerte los deja sin naides que los proteja y sin perro que les ladre. 180 Los pobrecitos tal vez no tengan ande abrigarse, ni ramada ande ganarse, ni rincón ande meterse, ni camisa que ponerse, ni poncho con que taparse. 181 Tal vez los verán sufrir sin tenerles compasión; puede que alguna ocasión, aunque los vean tiritando, los echen de algún jogón pa que no estén estorbando. 182 Y al verse ansina espantaos como se espanta a los perros, irán los hijos de Fierro, con la cola entre las piernas, a buscar almas más tiernas o esconderse en algún cerro. 183 Mas también en este juego voy a pedir mi bolada; a naides le debo nada, ni pido cuartel ni doy: y ninguno dende hoy ha de llevarme en la armada. 184 Yo he sido manso primero, y seré gaucho matrero; en mi triste circunstancia, aunque es mi mal tan projundo, nací y me he criado en estancia. Pero ya conozco el mundo. 185 Ya les conozco sus mañas, le conozco sus cucañas; sé como hacen la partida, la enriedan y la manejan; deshaceré la madeja aunque me cueste la vida. 186 Y aguante el que no se anime a meterse en tanto engorro o si no aprétese el gorro y para otra tierra emigre; pero yo ando como el tigre que le roban los cachorros. 187 Aunque muchos creen que el gaucho tiene alma de reyuno, no se encontrará a ninguno que no le dueblen las penas; mas no debe aflojar uno mientras hay sangre en las venas VII - Pelea con el moreno. 188 De carta de más me vía sin saber a donde dirme; mas dijeron que era vago y entraron a perseguirme. 189 Nunca se achican los males, van poco a poco creciendo, y ansina me vide pronto obligado a andar juyendo. 190 No tenía mujer ni rancho y a más, era resertor; no tenía una prenda güena ni un peso en el tirador 191 a mis hijos infelices pensé volverlos a hallar, y andaba de un lao al otro sin tener ni qué pitar. 192 Supe una vez por desgracia que había un baile por allí, y medio desesperao a ver la milonga fui. 193 Riunidos al pericón tantos amigos hallé, que alegre de verme entre ellos esa noche me apedé. 194 Como nunca, en la ocasión por peliar me dio la tranca. Y la emprendí con un negro que trujo una negra en ancas. 195 Al ver llegar la morena, que no hacía caso de naides, le dije con la mamúa: va-ca-yendo gente al baile. 196 La negra entendió la cosa y no tardó en contestarme, mirándome como a un perro: más vaca será su madre. 197 Y dentró al baile muy tiesa con más cola que una zorra, haciendo blanquiar los dientes lo mesmo que mazamorra. 198 !Negra linda!- Dije yo. Me gusta- pa la carona; y me puse a champurriar esta coplita fregona: 199 a los blancos hizo Dios, a los mulatos san pedro, a los negros hizo el diablo para tizón del infierno. 200 Había estao juntando rabia el moreno dende ajuera; en lo escuro le brillaban los ojos como linterna. 201 Lo conocí retobao, me acerqué y le dije presto: po-r-rudo que un hombre sea nunca se enoja por esto. 202 Corcovió el de los tamangos y creyéndose muy fijo: ¡más porrudo serás vos, gaucho rotoso!, Me dijo. 203 Y ya se me vino al humo como a buscarme la hebra, y un golpe le acomodé con el porrón de ginebra. 204 Ahi nomás pegó el de hollín mas gruñidos que un chanchito, y pelando el envenao me atropelló dando gritos. 205 Pegué un brinco y abrí cancha diciéndoles: caballeros, dejen venir ese toro. Solo nací- solo muero. 206 El negro, después del golpe, se había el poncho refalao y dijo: vas a saber si es solo o acompañado. 207 Y mientras se arremangó, yo me saqué las espuelas, pues malicié que aquel tío no era de arriar con las riendas. 208 No hay cosa como el peligro pa refrescar un mamao; hasta la vista se aclara por mucho que haiga chupao. 209 El negro me atropelló como a quererme comer; me hizo dos tiros seguidos y los dos le abarajé. 210 Yo tenía un facón con s, que era de lima de acero; le hice un tiro, lo quitó y vino ciego el moreno; 211 y en el medio de las aspas un planazo le asenté, que lo largué culebriando lo mesmo que buscapié. 212 Le coloriaron las motas con la sangre de la herida, y volvió a venir jurioso como una tigra parida. 213 Y ya me hizo relumbrar por los ojos el cuchillo, alcanzando con la punta a cortarme en un carrillo. 214 Me hirvió la sangre en las venas y me le afirmé al moreno, dándole de punta y hacha pa dejar un diablo menos. 215 Por fin en una topada en el cuchillo lo alcé, y como un saco de güesos contra un cerco lo largué. 216 Tiró unas cuantas patadas y ya cantó pal carnero: nunca me puedo olvidar de la agonía de aquel negro. 217 En esto la negra vino con los ojos como ají y empezó la pobre allí a bramar como una loba. Yo quise darle una soba a ver si la hacía callar, mas pude reflesionar que era malo en aquel punto, y por respeto al dijunto no la quise castigar. 218 Limpié el facón en los pastos, desaté mi redomón, monté despacio y salí al tranco pa el cañadón. 219 Después supe que al finao ni siquiera lo velaron, y retobao en un cuero, sin rezarle lo enterraron. 220 Y dicen que dende entonces, cuando es la noche serena suele verse una luz mala como de alma que anda en pena. 221 Yo tengo intención a veces, para que no pene tanto, de sacar de allí los güesos y echarlos al camposanto. VIII - El ser gaucho es un delito. 222 otra vez en un boliche estaba haciendo la tarde; cayó un gaucho que hacia alarde de guapo y peliador; a la llegada metió el pingo hasta la ramada, y yo sin decirle nada me quedé en el mostrador. 223 Era un terne de aquel pago que naides lo reprendía, que sus enriedos tenía con el señor comendante; y como era protegido, andaba muy entonao, y a cualquier desgraciao lo llevaba por delante. 224 ¡Ah pobre! Si él mismo creiba que la vida le sobraba; ninguno diría que andaba aguaitándolo la muerte. Pero ansí pasa en el mundo, es ansí la triste vida: pa todos está escondida la güena o la mala suerte. 225 Se tiró al suelo; al dentrar le dio un empellón a un vasco, y me alargó un medio frasco diciendo: beba cuñao. Por su hermana, contesté. Que por la mía no hay cuidao. 226 ¡Ah, gaucho!, Me respondió; ¿de que pago será crioyo? ¿Lo andará buscando el hoyo? Deberá tener güen cuero; pero ande bala este toro no bala ningún ternero. 227 Y ya salimos trenzaos porque el hombre no era lerdo, mas como el tino no pierdo, y soy medio ligerón, le dejé mostrando el sebo de un revés con el facón. 228 Y como con la justicia no andaba bien por allí, cuanto pataliar lo vi, y el pulpero pegó el grito, ya pa el palenque salí como haciéndome chiquito. 229 Monté y me encomendé a Dios, rumbiando para otro pago, que el gaucho que llaman vago no puede tener querencia, y ansí de estrago en estrago vive llorando la ausencia. 230 éL andaba siempre juyendo, siempre pobre y perseguido, no tiene cueva ni nido como si juera maldito; porque el ser gaucho- ¡barajo!, El ser gaucho es un delito. 231 Es como el patrio de posta; lo larga éste, aquél lo toma, nunca se acaba la broma; dende chico se parece al arbolito que crece desamparao en la loma. 232 Le echan la agua del bautismo aquél que nació en la selva; busca madre que te envuelva, le dice el fraire y lo larga. Y dentra a cruzar el mundo como burro con la carga. 233 Y se cría viviendo al viento como oveja sin trasquila; mientras su padre en las filas anda sirviendo al gobierno, aunque tirite en invierno, naides lo ampara ni asila. 234 Le llaman gaucho mamao si lo pillan divertido, y que es mal entretenido si en un baile lo sorprienden; hace mal si se defiende y si no, se ve- fundido. 235 No tiene hijos ni mujer, ni amigos ni protetores, pues todos son sus señores sin que ninguno lo ampare: tiene la suerte del güey, y ¿donde irá el güey que no are? 236 Su casa es el pajonal, su guarida es el desierto; y si de hambre medio muerto le echa el lazo a algún mamón, lo persiguen como a plaito, porque es un gaucho ladrón. 237 Y si de un golpe por ahi lo dan güelta panza arriba, no hay un alma compasiva que le rece una oración; tal vez como cimarrón en una cueva lo tiran. 238 Él nada gana en la paz y es el primero en la guerra; no le perdonan si yerra, que no saben perdonar, porque el gaucho en esta tierra sólo sirve pa votar. 239 Para el son los calabozos, para el las duras prisiones, en su boca no hay razones aunque la razón le sobre; que son campanas de palo las razones de los pobres. 240 Si uno aguanta, es gaucho bruto; si no aguanta es gaucho malo. ¡Dele azote, dele palo, porque es lo que él necesita! De todo el que nació gaucho ésta es la suerte maldita. 241 Vamos suerte, vamos juntos dende que juntos nacimos; y ya que juntos vivimos sin podernos dividir- yo abriré con mi cuchillo el camino pa seguir IX - Matreriando. La lucha con la partida. 242 matreriando lo pasaba ya a las casas no venía; solía arrimarme de día, mas, lo mesmos que el carancho, siempre estaba sobre el rancho espiando a la polecía. 243 Viva el gaucho que ande mal, como zorro perseguido, hasta que al menor descuido se lo atarasquen los perros, pues nunca le falta un yerro al hombre más alvertido. 244 Y en esa hora de la tarde en que tuito se adormece, que el mundo dentrar parece a vivir en pura calma, con las tristezas del alma al pajonal enderiece. 245 Bala el tierno corderito al lao de la blanca oveja, y a la vaca que se aleja llama el ternero amarrao; pero el gaucho desgraciao no tiene a quien dar su oveja. 246 Ansí es que al venir la noche iba a buscar mi guarida, pues ande el tigre se anida también el hombre lo pasa, y no quería que en las casas me rodiara la partida. 247 Pues aun cuando vengan ellos cumpliendo con su deberes, yo tengo otros pareceres, y en esa conduta vivo: que no debe un gaucho altivo peliar entre las mujeres. 248 Y al campo me iba solito, más matrero que el venao, como perro abandonao a buscar una tapera, o en alguna vizcachera pasar la noche tirao. 249 Sin punto ni rumbo fijo en aquella inmensidá, entre tanta escuridá anda el gaucho como duende; allí jamás lo sorpriende dormido, la autoridá. 250 Su esperanza es el coraje, su guardia es la precaución, su pingo es la salvación, y pasa uno en su desvelo, sin más amparo que el cielo ni otro amigo que el facón. 251 Ansí me hallaba una noche contemplando las estrellas, que le parecen más bellas cuanto uno es más desgraciao, y que Dios las haiga criao para consolarse en ellas. 252 Les tiene el hombre cariño y siempre con alegría ve salir las tres marías; que si llueve, cuanto escampa, las estrellas son la guía que el gaucho tiene en la pampa. 253 Aquí no valen dotores, sólo vale la esperiencia; aquí verían su inocencia ésos que todo lo saben, porque esto tiene otra llave y el gaucho tiene su cencia. 254 Es triste en medio del campo pasarse noches enteras contemplando en sus carreras las estrellas que Dios cría, sin tener más compañía que su delito y las fieras. 255 Me encontraba como digo, en aquella soledá, entre tanta escuridá, echando al viento mis quejas, cuando el grito del chajá me hizo parar las orejas. 256 Como lumbriz me pegué al suelo para escuchar; pronto sentí retumbar las pisadas de los fletes, y que eran muchos jinetes conocí sin vacilar. 257 Cuando el hombre está en peligro no debe tener confianza; ansí tendido de panza puse toda mi atención y ya escuché sin tardanza como el ruido de un latón. 258 Se venían tan calladitos que yo me puse en cuidao; tal vez me hubieran bombiao y ya me venían a buscar; mas no quise disparar, que eso es de gaucho morao. 259 Al punto me santigüé y eché de giñebra un taco; lo mesmito que el mataco me arroyé con el porrón; si han de darme pa tabaco, dije, ésta es güena ocasión. 260 Me refalé las espuelas, para no peliar con grillos; me arremangué el calzoncillo, y me ajusté bien la faja, y en una mata de paja probé el filo del cuchillo. 261 Para tenerlo a la mano el flete en el pasto até, la cincha le acomodé, y, en un trance como aquél, haciendo espaldas en él quietito los aguardé. 262 Cuando cerca los sentí, y que ahi no más se pararon, los pelos se me erizaron y, aunque nada vían mis ojos, no se han de morir de antojo, les dije, cuando llegaron. 263 Yo quise hacerles saber que allí se hallaba un varón; les conocí la intención y solamente por eso es que les gané el tirón, sin aguardar voz de preso. 264 Vos sos un gaucho matrero, dijo uno, haciéndose el güeno. Vos mataste un moreno y otro en una pulpería, y aquí está la polecía que viene a ajustar tus cuentas; te va alzar por las cuarenta si te resistís hoy día. 265 No me vengan, contesté, con relación de dijuntos; ésos son otros asuntos; vean si me pueden llevar, que yo no me he de entregar, aunque vengan todos juntos. 266 Pero no aguardaron más y se apiaron en montón; como a perro cimarrón me rodiaron entre tantos; ya me encomendé a los santos, y eché mano a mi facón. 267 Y ya vide el fogonazo de un tiro de garabina, mas quiso la suerte indina de aquel maula, que me errase, y ahi no más lo levantase lo mesmo que una sardina. 268 A otro que estaba apurao acomodando una bola, le hice una dentrada sola y le hice sentir el Fierro, y ya salió como el perro cuando le pisan la cola. 269 Era tanta la aflición y la angurria que venían, que tuitos se me venían, donde yo los esperaba; uno al otro se estorbaba y con las ganas no vían. 270 Dos de ellos que traiban sables más garifos y resueltos, en las hilachas envueltos enfrente se me pararon, y a un tiempo me atropellaron lo mesmo que perros sueltos. 271 Me fui reculando en falso y el poncho adelante eché, y en cuanto le puso el pie uno medio chapetón, de pronto le di un tirón y de espaldas lo largué 272 al verse sin compañero el otro se sofrenó; entonces le dentré yo, sin dejarlo resollar, pero ya empezó a aflojar y a la pu-n-ta disparó. 273 Uno que en una tacuara había atao una tijera, se vino como si juera palenque de atar terneros, pero en dos tiros certeros salió aullando campo ajuera. 274 Por suerte en aquel momento venía coloriando el alba y yo dije: si me salva la virgen en este apuro, en adelante le juro ser más güeno que una malva. 275 Pegué un brinco y entre todos sin miedo me entreveré; hecho ovillo me quedé y ya me cargó una yunta, y por el suelo la punta de mi facón les jugué. 276 El más engolosinao se me apió con un hachazo; se lo quité con el brazo; de no, me mata los piojos; y antes de que diera un paso le eché tierra en los dos ojos. 277 Y mientras se sacudía refregándose la vista, yo me le fui como lista y ahi no más me le afirmé, diciéndole: Dios te asista, y de un revés lo voltié. 278 Pero en ese punto mesmo sentí que por las costillas un sable me hacía cosquillas y la sangre me heló; dende ese momento yo me salí de mis casillas. 279 Di para atrás unos pasos hasta que pude hacer pie; por delante me lo eché de punta y tajos a un criollo; metió la pata en un hoyo, y yo al hoyo lo mandé. 280 Tal vez en el corazón le tocó un santo bendito a un gaucho, que pegó el grito y dijo: ¡Cruz no consiente que se cometa el delito de matar a un valiente! 281 Y ahi no más se me aparió, dentrándole a la partida; yo les hice otra embestida pues entre dos era robo; y el Cruz era como lobo que defiende su guarida. 282 Uno despachó al infierno de dos que lo atropellaron; los demás remoliniaron, pues íbamos a la fija, y a poco andar dispararon lo mesmo que sabandija. 283 Ahí quedaron largo a largo los que estiaron la jeta; otro iba como maleta, y Cruz de atrás les decía: que venga otra polecía a llevarlos en carreta. 284 Yo junté las osamentas, me hinqué y les recé un bendito, hice una cruz de un palito y pedí a mi Dios clemente me perdonara el delito de haber muerto tanta gente. 285 Dejamos amotonaos a los pobres que murieron; no sé si los recogieron, porque nos fuimos a un rancho, o si tal vez los caranchos ahi no más se los comieron. 286 Lo agarramos mano a mano entre los dos al porrón: en semejante ocasión un trago a cualquiera encanta; y Cruz no era remolón ni pijotiaba garganta. 287 Calentamos los gargueros y nos largamos muy tiesos, siguiendo siempre los besos al pichel, y por mas señas, íbamos como cigüeñas estirando los pescuezos. 288 Yo me voy, le dije, amigo, donde la suerte me lleve, y si es que alguno se atreve, a ponerse en mi camino, yo seguiré mi destino, que el hombre hace lo que debe. 289 Soy un gaucho desgraciao, no tengo donde ampararme, ni un palo donde rascarme, ni un árbol que me cubije: pero ni aun esto me aflige porque yo sé manejarme. 290 Antes de cair al servicio, tenia familia y hacienda; cuando volví, ni la prenda me la habían dejao ya. Dios sabe en lo que vendrá a parar esta contienda. X - Por culpa de una mujer. 291 amigazo, pa sufrir han nacido los varones; estas son las ocasiones de mostrarse un hombre juerte, hasta que venga la muerte y lo agarre a coscorrones. 292 El andar tan despilchao ningún mérito me quita; sin ser un alma bendita me duelo del mal ajeno: soy un pastel con relleno que parece torta frita. 293 Tampoco me faltan males y desgracias, le prevengo; también mis desdichas tengo, aunque esto poco me aflige: yo sé hacerme el chango rengo cuando la cosa lo esige. 294 Y con algunos ardiles voy viviendo, aunque rotoso; a veces me hago el sarnoso y no tengo ni un granito, pero al chifle voy ganoso como panzón al maíz frito. 295 A mí no me matan penas mientras tenga el cuero sano; venga el sol en el verano y la escarcha en el invierno ¿por qué afligirse el cristiano? 296 Hagámosle cara fiera a los males, compañero, porque el zorro más matrero suele cair como un chorlito; viene por un corderito y en la estaca deja el cuero. 297 Hoy tenemos que sufrir males que no tienen nombre, pero esto a nadies lo asombre porque ansina es el pastel, y tiene que dar el hombre mas güeltas que un carretel. 298 Yo nunca me he de entregar a los brazos de la muerte; arrastro mi triste suerte paso a paso y como pueda, que donde el débil se queda se suele escapar el juerte. 299 Y ricuerde cada cual lo que cada cual sufrió, que lo que es, amigo, yo, hago ansí la cuenta mía: ya lo pasado pasó; mañana será otro día. 300 Yo también tuve una pilcha que me enllenó el corazón, y si en aquella ocasión alguien me hubiera buscao, siguro que me había hallao más prendido que un botón. 301 En la güeya del querer no hay animal que se pierda- las mujeres no son lerdas, y todo gaucho es dotor si pa cantarle al amor tiene que templar las cuerdas. 302 ¡Quién es de una alma tan dura que no quiera una mujer! Lo alivia en su padecer: si no sale calavera es la mejor compañera que el hombre puede tener. 303 Si es güena, no lo abandona cuando lo ve desgraciao, lo asiste con su cuidao, y con afán cariñoso, y usté tal vez ni un rebozo ni una pollera le ha dao. 304 ¡Grandemente lo pasaba con aquella prenda mía, viviendo con alegría como la mosca en la miel! ¡Amigo, qué tiempo aquel! ¡La pucha, que la quería! 305 Era la águila que a un árbol dende las nubes bajó; era más linda que el alba cuando va rayando el sol; era la flor deliciosa que entre el trebolar creció. 306 Pero, amigo, el comendante que mandaba la milicia, como que no desperdicia se fue refalando a casa; yo le conocí en la traza que el hombre traiba malicia. 307 Él me daba voz de amigo, pero no le tenía fe; era el jefe, y ya se ve, no podía competir yo; en mi rancho se pegó lo mesmo que un saguaipé. 308 A poco andar, conocí que ya me había desbancao, y él siempre muy entonao, aunque sin darme ni un cobre, me tenía de lao a lao como encomienda de pobre. 309 A cada rato, de chasque me hacía dir a gran distancia; ya me mandaba a una estancia, ya al pueblo, ya a la frontera; pero él en la comendancia no ponía los pies siquiera. 310 Es triste a no poder más el hombre en su padecer, si no tiene una mujer que lo ampare y lo consuele: mas pa que otro se la pele lo mejor es no tener. 311 No me gusta que otro gallo le cacaree a mi gallina; yo andaba ya con la espina, hasta que en una ocasión lo pille junto al jogón abrazándome a la china. 312 Tenía el viejito una cara de ternero mal lamido, y al verle tan atrevido le dije: ¡que le aproveche!- Que había sido pa el amor como gaucho pa la leche. 313 Peló la espalda y se vino como a quererme ensartar, pero yo sin tutubiar le volví al punto a decir: ¡cuidado!, No te vas a per-tigo; poné cuarta pa salir. 314 Un puntazo me largó, pero el cuerpo le saqué, y en cuanto se lo quité, para no matar un viejo, con cuidado, medio de lejos un palazo le asenté. 315 Y como nunca al que manda le falta algún adulón, uno que en esa ocasión se encontraba allí presente, vino apretando los dientes como perrito mamón. 316 Me hizo un tiro de revuélver que el hombre creyó siguro; era confiado y le juro que cerquita se arrimaba, pero, siempre en un apuro se desentumen mis tabas. 317 Él me siguió menudiando mas sin poderme acertar, y yo, dele culebriar, hasta que al fin le dentré y ahi no más lo despaché sin dejarlo resollar. 318 Dentré a campiar en seguida al viejito enamorao- el pobre se había ganao en un noque de lejía. ¡Quién sabe cómo estaría del susto que había llevao! 319 ¡Es zonzo el cristiano macho cuando el amor lo domina! Él la miraba a la indina, y una cosa tan jedionda sentí yo, que ni en la fonda he visto tal jedentina 320 Y le dije: pa su agüela han de ser esas perdices. Yo me tapé las narices, y me salí esternudando, y el viejo quedó olfatiando como chico con lumbrices. 321 Cuando la mula recula, señal que quiere cociar, ansí se suele portar aunque ella lo disimula; recula como la mula la mujer, para olvidar. 322 Alcé mis ponchos y mis prendas y me largué a padecer por culpa de una mujer que quiso engañar a dos; al rancho le dije adiós, para nunca más volver. 323 Las mujeres, dende entonces, conocí a todas en una; ya no he de probar fortuna con carta tan conocida: mujer y perra parida, ¡no se me acerca ninguna!. XI - A bailar un pericón. 324 a otros les brotan las coplas como agua de manantial; pues a mí me pasa igual; aunque las mías nada valen, de la boca se me salen como ovejas de corral. 325 Que en puertiando la primera, ya la siguen los demás, y en montones las de atrás contra los palos se estrellan, y saltan y se atropellan sin que se corten jamás. 326 Y aunque yo por mi inorancia con gran trabajo me esplico, cuando llego a abrir el pico, tengaló por cosa cierta, sale un verso y en la puerta ya asoma el otro el hocico. 327 Y emprésteme su atención; me oirá relatar las penas de que traigo la alma llena; porque en toda circustancia, paga el gaucho su inorancia con la sangre de sus venas. 328 Después de aquella desgracia me refugié en los pajales; anduve entre los cardales como bicho sin guarida; pero, amigo, es esa vida como vida de animales. 329 Y son tantas las miserias en que me he salido ver, que con tanto padecer y sufrir tanta aflición, malicio que he de tener un callo en el corazón. 330 Ansí andaba como guacho cuando pasa el temporal; supe una vez por mi mal de una milonga que había, y ya pa la pulpería enderecé mi bagual. 331 Era la casa del baile un rancho de mala muerte, y se enllenó de tal suerte que andábamos a empujones: nunca faltan encontrones cuando un pobre se divierte. 332 Yo tenía unas medias botas con tamaños verdugones; me pusieron los talones con crestas como gallos: ¡si viera mis afliciones pensando yo que eran callos! 333 Con gato y con fandanguillo había empezado el changango, y para ver el fandango me colé haciendomé bola, mas metió el diablo la cola, y todo se volvió pango. 334 Había sido el guitarrero un gaucho duro de boca: yo tengo paciencia poca pa aguantar cuando no debo; a ninguno me le atrevo, pero me halla el que me toca. 335 A bailar un pericón con una moza salí, y cuanto me vido allí sin duda me conoció; y estas coplitas cantó como por raírse de mí: 336 las mujeres son todas como las mulas; yo no digo que todas, pero hay algunas que a las aves que vuelan les sacan plumas. 337 Hay gauchos que presumen de tener damas; no digo que presumen, pero se alaban, y a lo mejor los dejan tocando tablas. 338 Se secretiaron las hembras, y yo ya me encocoré; volié la anca y le grité: ¡dejá de cantar- chicharra! Y de un tajo a la guitarra tuitas las cuerdas corté. 339 Al punto salió de adentro un gringo con un jusil; pero nunca he sido vil, poco el peligro me espanta; yo me refalé la manta y la eché sobre el candil. 340 Gané en seguida la puerta gritando: ¡nadies me ataje! Y alborotado el hembraje, lo que todo quedo escuro, empezó a verse en apuro mesturao con el gauchaje. 341 El primero que salió fue el cantor, y se me vino; pero yo no pierdo el tino aunque haiga tomao un trago, y hay algunos por mi pago que me tienen por ladino. 342 No ha de haber achocao otro: le salió cara la broma; a su amigo cuando toma se le despeja el sentido, y el pobrecito había sido como carne de paloma. 343 Para prestar un socorro las mujeres no son lerdas: antes que la sangre pierda lo arrimaron a unas pipas; ahi lo dejé con las tripas como pa que hiciera cuerdas. 344 Monté y me largué a los campos más libre que el pensamiento, como las nubes al viento a vivir sin paradero, que no tiene el que es matrero nido, ni rancho, ni asiento. 345 No hay juerza contra el destino que le ha señalao el cielo, y aunque no tenga consuelo, ¡aguante el que está en trabajo! ¡Nadies se rasca pa abajo, ni se lonjea contra el pelo! 346 Con el gaucho desgraciao no hay uno que no se entone ¡la menor falta lo espone a andar con los avestruces faltan otros con más luces y siempre hay quien los perdone. XII - Ansí estuve en la partida. 347 Yo no sé qué tantos meses esta vida me duró; a veces nos obligó la miseria a comer potro: me había acompañao con otros tan desgraciaos como yo 348 Mas ¿para qué platicar sobre esos males, canejos? Nace el gaucho y se hace viejo, sin que mejore su suerte, hasta que por ahi la muerte sale a cobrarle el pellejo. 349 Pero como no hay desgracia que no acabe alguna vez, me aconteció que después de sufrir tanto rigor, un amigo, por favor, me compuso con el juez. 350 Le alvertiré que en mi pago ya no va quedando un criollo: se los ha tragao el hoyo, o juido o muerto en la guerra; porque, amigo, en esta tierra nunca se acaba el embrollo. 351 Colijo que jué por eso que me llamó el juez un día, y me dijo que quería hacerme a su lao venir, y que dentrase a servir de soldao de polecía. 352 Y me largó una proclama tratándome de valiente; que yo era un hombre decente, y que dende aquel momento me nombraba de sargento pa que mandara la gente. 353 Ansí estuve en la partida, pero ¿qué había de mandar? Anoche al irlo a tomar vide güena coyontura, y a mí no me gusta andar con la lata a la cintura. 354 Ya conoce, pues, quién soy; tenga confianza conmigo: Cruz le dio mano de amigo, y no lo ha de abandonar; juntos podemos buscar pa los dos un mesmo abrigo. 355 Andaremos de matreros si es preciso pa salvar; nunca nos ha de faltar ni un güen pingo pa juir, ni un pajal ande dormir, ni un matambre que ensartar. 356 Y cuando sin trapo alguno nos haiga el tiempo dejao, yo le pediré emprestao el cuero a cualquiera lobo, y hago un poncho, si lo sobo, mejor que poncho engomao. 357 Para mí la cola es pecho y el espinazo es cadera hago mi nido ande quiera y de lo que encuentro como; me echo tierra sobre el lomo y me apeo en cualquier tranquera. 358 Y dejo rodar la bola, que algún día se ha de parar- tiene el gaucho que aguantar hasta que lo trague el hoyo, o hasta que venga algún criollo en esta tierra a mandar. 362 Todos se güelven proyetos de colonias y carriles, y tirar la plata a miles en los gringos enganchaos, mientras al pobre soldao le pelan la cucha- ¡ah, viles! 363 Pero si siguen las cosas como van hasta el presente, puede ser que redepente veamos el campo disierto, y blanquiando solamente los güesos de los que han muerto. 359 Lo miran al pobre gaucho como carne de cogote: lo tratan al estricote y si ansí las cosas andan, porque quieren los que mandan, aguantemos los azotes. 360 ¡Pucha! Si usté los oyera, como yo en una ocasión tuita la conversación que con otro tuvo el juez; le asiguro que esa vez se me achicó el corazón. 361 Hablaban de hacerse ricos con campos en la fronteras, de sacarla más ajuera, donde había campos baldidos y llevar de los partidos gente que la defendiera. 364 Hace mucho que sufrimos la suerte reculativa trabaja el gaucho y no arriba porque a lo mejor del caso, lo levantan de un sogazo sin dejarle ni saliva. 365 De los males que sufrimos hablan mucho los puebleros, pero hacen como los teros para esconder sus niditos: en un lao pegan los gritos y en otro tienen los güevos. 366 Y se hacen los que no aciertan a dar con la coyontura: mientras al gaucho lo apura con rigor la autoridá, ellos a la enfermedá le están errando la cura. XIII. A los indios me refalo 367 ya veo que somos los dos astillas del mesmo palo: yo paso por gaucho malo y usté anda del mesmo modo; y yo, pa acabarlo todo, a los indios me refalo. 368 Pido perdón a mi Dios que tantos bienes me hizo, pero dende que es preciso que viva entre los infeles, yo seré cruel con los crueles: ansí mi suerte lo quiso. 369 Dios formó lindas las flores, delicadas como son; le dio toda perfeción y cuanto él era capaz, pero al hombre le dio más cuando le dio el corazón. 370 Le dio claridá a la luz, juerza en su carrera al viento, le dio vida y movimiento dende la águila al gusano; pero más le dio al cristiano al darle el entendimiento. 371 Y aunque a las aves les dio, con otras cosas que inoro, esos piquitos como oro y un plumaje como tabla le dio al hombre más tesoro al darle una lengua que habla. 372 Y dende que dio a las fieras esa juria tan inmensa, que no hay poder que las venza ni nada que las asombre, ¿qué menos le daría al hombre que el valor pa su defensa? 373 Pero tantos bienes juntos al darle, malicio yo que en sus adentros pensó que el hombre los precisaba que los bienes igualaba con las penas que le dio. 374 Y yo empujao por las mías quiero salir de este infierno: ya no soy pichón muy tierno y sé manejar la lanza, y hasta los indios no alcanza la facultá de gobierno 375 yo sé que allá los caciques amparan a los cristianos, y que los tratan de cuando se van por su gusto. ¡A qué andar pasando sustos-! Alcemos el poncho y vamos. 376 En la cruzada hay peligros, pero ni aun esto me aterra: yo ruedo sobre la tierra arrastrao por mi destino; y si erramos el camino- no es el primero que lo erra. 377 Si hemos de salvar o no, de esto naides nos responde; derecho ande el sol se esconde tierra adentro hay que tirar; algún día hemos de llegar- después sabremos a dónde. 378 No hemos de perder el rumbo: los dos somos güena yunta. El que es gaucho ve ande apunta aunque inora ande se encuentra; pa el lao en que el sol se dentra dueblan los pastos la punta. 379 De hambre no pereceremos, pues, sigún otros me han dicho, en los campos se hallan bichos de los que uno necesita- gamas, matacos, mulitas avestruces y quirquinchos. 380 Cuando se anda en el desierto se come uno hasta las colas; lo han cruzao mujeres solas llegando al fin con salú, y ha de ser gaucho el ñandú que se escape de mis bolas. 381 Tampoco a la sé le temo; yo la aguanto muy contento; busco agua olfatiando el viento y, dende que no soy manco, ande hay duraznillo blanco cavo, y la saco al momento. 382 Allá habrá siguridá ya que aquí no la tenemos; menos males pasaremos y ha de haber grande alegría el día que nos descolguemos en alguna toldería. 383 Fabricaremos un toldo, como lo hacen tantos otros, con unos cueros de potro, que sea sala y sea cocina. ¡Tal vez no falte una china que se apiade de nosotros! 384 Allá no hay que trabajar, vive uno como un señor; de cuando en cuando un malón, y si de él sale con vida, lo pasa echao panza arriba mirando dar güelta el sol 385 Y ya que a juerza de golpes la suerte nos dejó aflús puede que allá veamos luz y se acaben nuestras penas: todas las tierras son güenas; vamonós, amigo Cruz. 386 El que maneja las bolas, el que sabe echar un pial y sentársele a un bagual sin miedo de que lo baje, entre los mesmos salvajes no puede pasarlo mal. 387 El amor como la guerra lo hace el criollo con canciones; a más de eso en los malones podemos aviarnos de algo; en fin amigo, yo salgo de estas pelegrinaciones. 388 En este punto el cantor buscó un porrón pa consuelo, echó un trago como un cielo, dando fin a su argumento; y de un golpe el instrumento lo hizo astillas contra el suelo. 389 Ruempo, dijo, la guitarra, pa no volverme a tentar; ninguno la ha de tocar, por siguro tengaló; pues naides ha de cantar cuando este gaucho cantó. 390 Y daré fin a mis coplas con aire de relación; nunca falta un preguntón más curioso que mujer, y tal vez quiera saber como jué la conclusión. 391 Cruz y Fierro de una estancia una tropilla se arriaron; por delante se la echaron como criollos entendidos, y pronto sin ser sentidos por la frontera cruzaron. 392 Y cuando la habían pasao, una madrugada clara le dijo Cruz que mirara las últimas poblaciones, y a Fierro dos lagrimones le rodaron por la cara. 393 Y siguiendo el fiel del rumbo se entraron en el desierto, no sé si los habrán muerto en alguna correría, pero espero que algún día sabré de ellos algo cierto. 394 Y ya con estas noticias mi relación acabé; por ser ciertas las conté, todas la desgracias dichas: es un telar de desdichas cada gaucho que usté ve. 395 Pero ponga su esperanza en el Dios que lo formó; y aquí me despido yo que he relatao a mi modo MALES QUE CONOCEN TODOS, PERO QUE NAIDES CONTÓ. End of Project Gutenberg's El Gaucho Martín Fierro, by José Hernández *** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL GAUCHO MARTIN FIERRO *** ***** This file should be named 14765-8.txt or 14765-8.zip ***** This and all associated files of various formats will be found in: https://www.gutenberg.org/1/4/7/6/14765/ Produced by La Biblioteca Digital Argentina, formatted by Mariano Cecowski Palacio. Updated editions will replace the previous one--the old editions will be renamed. Creating the works from public domain print editions means that no one owns a United States copyright in these works, so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United States without permission and without paying copyright royalties. Special rules, set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. 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