The Project Gutenberg eBook of Ausías March y su época

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Title: Ausías March y su época

Author: Joaquín Rubió y Ors

Release date: August 4, 2021 [eBook #65988]

Language: Spanish

Credits: Nahum Maso i Carcases and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive)

*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK AUSÍAS MARCH Y SU ÉPOCA ***

Notas del Transcriptor

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[1]

AUSÍAS MARCH
Y SU ÉPOCA.

MONOGRAFÍA ESCRITA

POR

D. JOAQUÍN RUBIÓ Y ORS,

PRESIDENTE DE LA ACADEMIA DE BUENAS LETRAS DE BARCELONA, CORRESPONDIENTE DE LA DE LA HISTORIA, ETC.,

Y PREMIADA EN LOS JUEGOS FLORALES

DE VALENCIA DE 1879.

Ilustración

BARCELONA.

IMPRENTA DE LA VIUDA É HIJOS DE J. SUBIRANA

CALLE DE LA PUERTA FERRISA, NÚM. 16

1882.


[2]

ES PROPIEDAD DEL AUTOR.


[3]

Ilustración

AUSÍAS MARCH Y SU ÉPOCA.

Ilustración

INTRODUCCIÓN.

S

Sorpresa no escasa debe causar á quien, al hojear por vez primera la historia de nuestra patria literatura, se encuentra de repente, si es que abre por acaso sus páginas por aquellas en que éste se describe, con el asombroso florecimiento que alcanzó en el período que abraza los dos dilatados reinados de Alfonso V y de Juan II de Aragón, en el cual descuella, á manera de astro de primera magnitud en medio de numeroso grupo de estrellas de luz menos viva, el que fué apellidado por el más fecundo y docto en literarias disciplinas de su época, el marqués de Santillana, «gran trovador y varón de esclarecido ingenio»; el llamado por la mayor parte de los críticos de aquellos y de más cercanos tiempos Petrarca valenciano; el estrenuo y animoso caballero y elegantísimo y por todo extremo sutil poeta Ausías March. ¿De dónde deriva el tal florecimiento, preguntaráse sin duda á sí mismo, si es de los que se placen en remontarse á las causas de los hechos? ¿De qué punto arrancan las raíces que comunicaron su fecundante savia al majestuoso árbol poético, cuyas frondosas ramas se dilatan, embelleciéndolas y ofreciéndoles regalados frutos, por las dos provincias hermanas, Cataluña y Valencia, y en especial, y por más de media centuria, por esta última comarca?

No somos de los que creen que existen en los vastos campos del arte florecimientos aislados, cual en el desierto hállanse oasis completamente rodeados, á modo de islas de verdura,[4] de mares de tostadas é infecundas arenas, por más que reconozcamos la posibilidad, por la historia demostrada, de que á deshora aparezcan, á impulsos de una suprema voluntad creadora, ingenios sobresalientes, en torno de los cuales, y en virtud de la vida que les comunican, brotan y florecen otros, como retoños de un tronco fecundo. Dando de mano á las excepciones, y ateniéndonos á lo común y á lo que puede considerarse casi como ley histórica, es innegable que do quier que se muestra lozana y fecunda, en cualquiera de las ramas del árbol de la belleza, una manifestación, sea cual fuere, del arte, es, no tan sólo porque son á su desenvolvimiento favorables el suelo donde arraiga, y las auras que la mecen, y el calor que la vivifica, sinó porque llegan hasta ella en mayor ó menor abundancia y por más ó menos conocidos canales, y á manera de hilos de fertilizadoras aguas, las influencias de otros florecimientos, ó anteriores ó coetáneos suyos, ya del propio, ya de extraños países. Por esto y porque es poco menos que imposible valorar en su justo precio, ni determinar el carácter verdadero de un período notable ó de una escuela literaria, sin conocer, además del medio ambiente, por decirlo así, bajo cuya más inmediata y directa acción se ha formado, las influencias que más ó menos han contribuido á darle vida é imprimirle el propio sello y especial fisonomía que de las demás escuelas ó períodos literarios le distingue, hemos creido que debíamos, antes de ocuparnos en el que es, con razón, llamado Príncipe de nuestros poetas, y el primero en mérito entre los que versificaron en lengua catalana, bosquejar á grandes rasgos,—y ojalá acertáramos en el desempeño,—los hechos que prepararon el florecimiento en el siglo XV de nuestra poesía, de que fué aquél el más ilustre representante y el más acabado modelo, y las extrañas influencias que más contribuyeron, sin perjudicar en nada su nativa originalidad, á dar á él y á la poesía de su época sello y carácter especiales.


Á principios del siglo XIV fórmase y se desenvuelve allende la cordillera Pirenaica,—que no era entonces, cual lo es ahora, línea divisoria de dos Estados,—más por transformación lenta que por brusco y no esperado nacimiento, una escuela poética que por el lugar donde tuvo su asiento principal, y por[5] la lengua de que se sirve, toma el nombre de tolosano-catalana. Sus nuevos adeptos, que se dan á sí propios el dictado de cultivadores de la muy noble y excelente dama la gaya ciencia, apellidan ya antiguos, anticz[1], á los trovadores, sin embargo que algunos, y entre ellos Guiraldo Riquier de Narbona, cuyas obras, como observa nuestro amigo el señor Milá, señalan la transición entre la anterior poesía feudal y cortesana y la nueva escuela, y que murió en 1294, alcanzan los tiempos inmediatos al establecimiento del gay consistorio tolosano.

No es la ocasión esta de investigar las causas que contribuyeron á que fuesen extinguiéndose sucesivamente, á la manera que se pierden en el espacio las últimas vibraciones de un eco que se aleja, las voces poéticas que por espacio de cerca de dos centurias habían hecho de la Provenza el país del amor y de los cantores, y que prepararon el renacimiento poético de este lado de acá de los Pirineos, que debía subsistir, bien que no siempre con igual esplendor, por espacio de otros dos siglos.

No faltan quienes, obedeciendo á preocupaciones políticas, ó dejándose llevar de manías anticatólicas, atribuyan casi por entero aquel primer hecho á la cruzada contra los albigenses, en la cual no aciertan á ver más que una guerra de religión, y de donde toman pretexto para lanzar sobre la Roma pontificia más groseros insultos y desentonados anatemas que contra la misma arrojó el cínico y licencioso[2] Guillermo Figuera. Al [6]igual de los pájaros que huyen á bandadas de una comarca desolada por repentina inundación, ó de un bosque presa del incendio, abandonaron, según ellos, para siempre los trovadores las antes risueñas campiñas, las florecientes ciudades y las ricas y hospitalarias cortes feudales del Mediodía de Francia, huérfanas éstas de sus antiguos señores, y aquéllas, inundadas de sangre, puestas por la fuerza de las armas bajo el odiado yugo de los Capetos, para ir á exhalar sus tristes desconorts y sus atrevidos serventesios en comarcas más felices y tranquilas. Pero sin desconocer ni negar la parte que en la desaparición en los países de la lengua de oc de la poesía de los trovadores ambulantes y feudales tuvo aquel lamentable suceso, fuerza es reconocer que antes que se sintiesen los efectos de aquella desastrosa guerra, notábanse los síntomas de una próxima decadencia de dicha poesía, por no pocos mirada ya, según el testimonio de Ramon Vidal, con indiferencia; en cuyas producciones había entrado por más el artificio que el arte verdadero; que en algunos de sus géneros había pecado por exceso de monotonía; que había agotado en casi todos, á fuerza de acudir con sobrada frecuencia á ellas, las fuentes de la inspiración, y que habíase hasta cierto punto vulgarizado á puro de ser cultivada por tan crecido número de trovadores, algunos no más que de mediano ingenio, y por muchedumbres de juglares que habían hecho de ella uno como á manera de oficio mecánico y objeto de grangería.

Como quiera que sea, es indudable que la guerra contra los albigenses, sembrando divisiones y odios y siendo ocasión de persecuciones, lo fué en gran parte de que algunos trovadores, más hostiles á la cruzada por lo que de francesa tenía que por lo que tenía de religiosa, y más adictos al bando de los herejes por perversión del sentido moral que por error de la inteligencia, se dispersaran por Aragón y Castilla, en cuyas cortes recibieron no menos generoso é ilustrado hospedaje que lo habían logrado antes en los castillos de los nobles señores de Provenza; siendo esto causa de que se conservara en uno y otro reino como un eco de la antigua poesía trovadoresca; la cual debía ir perdiendo algo de su primitivo carácter, bien que sin desprenderse del todo de ciertos rasgos, que eran como el sello de su viejo abolengo, á medida que iba modificándose bajo la influencia de la nueva escuela nacida á la sombra de los verjeles[7] y al amparo de los magistrados municipales de Tolosa; escuela que era á su vez una derivación, ó por mejor decir, una continuación, aunque algún tanto alterada, de la tradición poética que se conservaba aún, bien que de cada día menos viva, en los países de Occitania.

Sería tomar las cosas de demasiado lejos ocuparnos, en un escrito destinado á dar á conocer á Ausías March y su siglo, en los trovadores que brillaron en la corte de nuestros monarcas-condes de Aragón y Cataluña, en el tiempo que medió entre Alfonso II, el hijo de Berenguer IV y doña Petronila, y don Pedro el Ceremonioso. Los Guillermo de Bergadan, los Hugo de Mataplana, los R. Vidal de Bezalú, los Guillermo de Cervera, los Serverí de Girona y otros deben ser considerados como poetas provenzales, ya que en la lengua y en las formas métricas de éstos escribieron sus versos, por más que hubiesen abierto los ojos á la luz en Cataluña y compuesto aquí sus serventesios, canciones y tenzones. No hay que buscar todavía en sus obras el bell catalanesch de nuestra tierra, que estimaba el buen Muntaner sobre el que se hablaba en los demás dominios de nuestros condes-reyes.

La verdadera poesía catalana debía nacer algo más tarde; y aunque no ha de renegar de su antiguo origen, antes por el contrario se envanecerá en engalanarse con algunas de las más estimadas preseas con que se adornaron los viejos trovadores; y tendrá á orgullo que se le conozca el aire de familia que traerá de aquéllos, es indudable que la influencia á que más ceda, el dejo que más se le pegue, el sello con que más hondamente marque los frutos de su primerizo ingenio, cuando llegue á sazón de producirlos, serán los que reciba de la escuela tolosana, más acomodada, fuerza es decirlo, á su carácter grave y á la índole de su especial juicio;—más inclinado éste á producir los sazonados frutos de la razón que las vistosas flores de la fantasía;—y á su espíritu mucho más práctico que lo fué el de la antigua poesía trovadoresca.

No es aventurado poner el nacimiento de esta nueva escuela, por lo que á Cataluña se refiere, ya que desde ella fué de donde se dilató por las demás comarcas ganadas en el siglo anterior á los musulmanes por la espada del invicto don Jaime el Conquistador, á principios del siglo XIV[3], por más que el período [8]de su mayor florecimiento, en dicha centuria, fuese el del reinado de don Pedro el Ceremonioso, en cuya corte resplandecieron y de cuyos favores disfrutaron poetas de tan alto renombre, entre los nuestros, como Jaime March, el vizconde de Rocaberti y Lorenzo Mallol, que son considerados como maestros en el arte de trovar, y durante cuyo reinado se escribieron algunos de los tratados[4], que fueron como los códigos á cuyas leyes debían someterse y según las cuales eran á la sazón con extremado rigor, bien que con estrecho criterio, juzgados los productos del ingenio. Cábele, sin embargo, á la escuela poética catalana la gloria,—y lo decimos muy alto en honra de nuestra patria y de nuestras letras por los modernos críticos castellanos[5] menos conocidas y estudiadas de lo que debieran serlo,—de que, aunque hija, ó hermana menor, si se quiere, como la llama Milá, de la tolosana, tanto creció y se adelantó pronto á ésta, que en lugar de seguir considerándola como á su maestra, parece que fué á su vez objeto de estudio y de la imitación de sus poetas, sobre todo cuando llegó á su apogeo y brilló en todo su esplendor en el reinado de Alfonso V el Sabio.

No sin fundamento, dado caso que se advierten rasgos especiales y asaz distintos en cada una de ellos, divide el señor Milá en tres períodos la historia de la escuela poética catalana; es á saber, en el que va desde el reinado del Ceremonioso hasta los tiempos en que comenzó á trovar Ausías March; en el que abraza la existencia poética de éste, ó sea en los treinta ó cuarenta años de mediados del siglo XV, que coinciden con el reinado del citado Alfonso V; y por fin, en el que corre entre los últimos tiempos del poeta amante de Teresa y los primeros años de la siguiente centuria.

[9]

Distínguese el primero, sobre todo durante una gran parte del siglo XIV, por el más frecuente uso de palabras y formas gramaticales provenzales, especialmente en las obras poéticas, ya que en las prosaicas aparece el catalanesch ó romans más puro y exento de resabios de la lengua de oc; uso que va disminuyendo,—bien que sin desaparecer del todo ni áun en el segundo período, puesto que no es difícil encontrar dejos de provenzalismo hasta en Ausías March,—á medida que se van modificando las formas antiguas, é introduciéndose y generalizándose otras nuevas; y se emplea ya más para las obras en verso la lengua catalana, bajo la influencia de los tratados didácticos acerca del arte de trovar; y empiezan á hacer ley los fallos de nuestro consistorio, más atento por ventura á apuntar los defectos de forma, que al mérito intrínseco de la obra poética. Así, por ejemplo, el mismo Muntaner, dechado en su Crónica del bell catalanesch, de que tan prendado se muestra, provenzaliza cuanto le es dado hacerlo su lenguaje en su Sermó; así se advierte también en aquellos tan conocidos versos de don Pedro:

Vetlan el lit suy 'n un penser cazut, etc.,

en los cuales son poco menos que provenzales la forma métrica y el idioma; y así aparecen, en suma, abundantemente salpicadas de provenzalismo las esparsas de los dos March, Jaime y Pedro, y en especial del primero, de Rocaberti, de Mallol, etc.

Consérvanse también en gran parte de este primer período muchas de las formas métricas más usadas en la antigua escuela trovadoresca. Adviértese, no obstante, en él, á nuestro entender, cierto desvío, no nos atrevemos á afirmar si intencionado ó casual, de las formas de corte más lírico y de mayor artificio á que tan aficionada se mostró la generalidad de los antiguos poetas provenzales, á par que el más común empleo de las coplas, en sus diferentes variedades de croadas, encadenadas, capcaudadas, unissonants, etc., de versos de once sílabas con el acento y pausa en la cuarta. En este mismo período comienza el uso de los endecasílabos libres (estramps), usados más adelante por Ausías March, con más frecuencia quizás que por ninguno de sus contemporáneos, con[10] muy marcada cadencia yámbica, en lo cual cree descubrir nuestro conspicuo crítico, señor Milá, un efecto de la influencia italiana.

Este escritor, que á un sano juicio y á un ojo certero para apreciar las condiciones de una obra artística, reune una gran desconfianza de sí propio, y un temor, muy poco común en literatos de su valer, y en ciertas ocasiones excesivo, de dar fallos que parezcan demasiado absolutos, no atreviéndose á afirmar que existen en el período en que nos ocupamos diferencias literarias entre nuestra escuela y la de los poetas occitánicos, se limita á decir que tal vez podría hallarse alguna distinción literaria entre una y otra. Por de poco peso que sea nuestra autoridad al lado de la suya, no tendríamos inconveniente en dar por cierto que hasta literariamente, y dejando á un lado las diferencias de forma que dejamos apuntadas, se distingue bastante una escuela de la otra, ya en la manera especial de tratar los asuntos, por lo general en la nuestra más grave, más filosófica, permítasenos el vocablo, aunque con ribetes de pedantería, que en la de los trovadores; ya por la mayor pureza de los afectos y el modo de expresarlos, más conforme con los preceptos éticos y con las prescripciones del libro de Las leys d' amor[6], y ora por último por el mayor y más puro sentimiento religioso que se advierte en las obras de este género y hasta en las amorosas de nuestros poetas, que en las de los occitánicos, por más que no se hayan elevado, sinó con rarísimas excepciones, al ideal del mismo.

Como, según dejamos apuntado, es Ausías March, como poeta, el tipo más acabado, la más cabal y genuina representación del carácter distintivo del segundo período, excusamos detenernos en notar las diferencias que le separan del anterior y del que le sigue, ya que se desprenderán,—y allí podrán verlas nuestros lectores,—del estudio y juicio crítico que más adelante hemos de hacer de sus obras.

Por fin, el período tercero y último «se singulariza, añade el mencionado crítico, por la adopción del verso castellano [11]de doce sílabas, la reduplicación de las rimas en las coplas de ocho versos, á la manera de la octava de arte mayor castellana, mostrando además marcados efectos del renacimiento italiano, que se conocen hasta en el compás más yámbico, según queda ya dicho más arriba, del verso de once sílabas, y en una manera de expresarse más culta y latinizada.» Encuéntranse muchas de las obras versificadas en ese último período, después del cual entra la poesía catalana en una época de decadencia que en Valencia, tan fértil en poetas en el anterior, llegó casi hasta la muerte de la misma, en la modesta colección, sin pretensiones de cancionero, titulada Jardinet d' Orats, pequeña ontología de rimadores y prosistas catalanes y valencianos que se guarda en la Biblioteca provincial de Barcelona, y en los libros estampados á últimos del siglo XV y principios del XVI en la ciudad del Cid.

No hemos de poner fin á esta introducción sin advertir á los doctos jurados del tribunal que ha de juzgar este nuestro pobre y desaliñado trabajo, y al público ilustrado á quien por ventura algún día le ofrezcamos, que apartándonos de la costumbre, en Cataluña bastante común, y en Valencia constantemente y casi sin excepción usada, de apellidar lemosina el habla en que escribieron nuestros antiguos poetas, sobre todo los de allende el Ebro, y valenciana y lemosino-valenciana, como lo hace el Sr. Ferrer y Bigué[7], la escuela á que pertenecen los trovadores de la XV centuria, designamos constante y sistemáticamente con el vocablo de catalanas, así la lengua en que nuestros poetas de Cataluña, Mallorca y Valencia compusieron sus trovas, como la escuela á que pertenecen, por todo extremo distinta, como acabamos de ver de la antigua provenzal; ó sea la escuela que floreció en la parte de acá de los Pirineos, nacida y por breve espacio de tiempo educada al calor y en el regazo de la tolosana, y que se desenvolvió bajo la influencia de los tratados sobre el arte de trovar[8], de que dejamos hecha mención, obras en su mayor parte de escritores tolosanos y catalanes; y en no escasa parte por efecto del establecimiento[12] en Barcelona, á imitación del que había sido fundado á principios del siglo XIV en Tolosa, del Consistorio del Gay saber, en el reinado y por órden de don Juan II, el Amador de gentileza.

Y no se crea que nos lleve á usar aquella denominación un mezquino sentimiento de estrecho provincialismo: muévenos por el contrario á hacerlo el amor á la verdad y el deseo de poner las cosas en su verdadero punto y estado. Nosotros que hace un momento decíamos que deben ser considerados como poetas provenzales los trovadores que florecieron en esta nuestra tierra en los tiempos que median desde Alfonso II hasta el reinado de Pedro el del Puñalet, pero que escribieron en provenzal, y que por la forma y el espíritu de sus obras poéticas pertenecen á la escuela trovadoresca, creemos tener derecho á llamar poetas catalanes á los que escribieron al calor de las influencias que dejamos señaladas, en la lengua que fué llevada por la conquista á Mallorca y á Valencia, y tal como en esta parte de la corona aragonesa se hablaba; como nos creemos igualmente autorizados á dar el nombre de escuela tolosano-catalana dentro de cierto período, y de catalana en otro, sin el aditamento del primer calificativo, á la que, acomodándose á nuevas y más locales influencias, se sirvió, depurándolo cada vez más de antiguos resabios de provenzalismo, de aquel idioma.

Sabemos cuándo, por quién y con qué motivo se introdujo aquí la denominación de lemosí para designar el idioma catalán. ¿Mas son razones bastantes para adoptar esta denominación, que ninguna relación tiene ni con el origen, ni con las causas que pudieron modificar nuestra lengua, que aparece ya formada antes que se dejara sentir en nuestras tierras la influencia de la poesía de los trovadores, ni mucho menos con el nombre de ninguna localidad de la patria catalana ni aragonesa, el que Vidal de Besalú la usara por vez primera acaso por respeto á los dos famosos trovadores Bertran de Born y Guillermo de Borneil, llamado este último por Dante antonomásticamente el Lemosí; el que imitando á Vidal la emplearan, á veces obligados por la ley de la rima, algunos de los autores[9] de los nuevos [13]tratados que se compusieron á ejemplo de sus Razós de trobar; que se valieran casi tan sólo de aquel vocablo para designar la lengua catalana Santillana y Villena, á quienes no creemos hacer agravio negándoles que sean autoridades dignas de respeto en estas materias, ya que, en especial el primero, casi únicamente de oidas conocía las obras de los poetas provenzales, franceses ó catalanes que cita[10]; y por último que Jaime Roig aplicara aquel nombre hasta á la tierra de donde era hijo:

Criat en la patria que s' diu limosina
No vol aquest libre mudar son lenguatje?

Mucho dudamos que los de Valencia, por más que estimen al autor del Libre de consells como poeta, por igual manera que se placen en trocar por el nombre de lemosina el de la lengua que con su independencia de la dominación musulmana les llevó el rey don Jaime, se conformaran hoy con aplicar á su patria, á la rica y fértil tierra que riega el Turia, y cuyas playas platea el mar con sus espumas, el dictado que le daba aquel poeta de patria lemosina; ó lo que es lo mismo, el nombre de una de las más insignificantes comarcas donde se hablaba la lengua de oc, la más apartada de Cataluña, y la que menos derecho tenía á que se designase con su nombre la lengua de los poetas provenzales y catalanes, ya que por espacio de dos centurias,—las del mayor florecimiento de la poesía trovadoresca,—estuvo sometida, como formando parte del riquísimo patrimonio de los Plantagenets, á Inglaterra[11].

El Sr. Milá advierte que el nombre de lemosí fué más usado por las provincias no catalanas, para las cuales debió ser más grato que el de catalán. Si así fuese, si por causas que no queremos averiguar, pero que fácilmente se adivinan, no sonara bien á los oidos de los mallorquines y valencianos, ya que no siempre fueron hermanos nuestros, la denominación de catalana [14]dada á su lengua escrita,—que es en la que aquí únicamente nos ocupamos—, sobre todo refiriéndose á los siglos de su mayor florecimiento, ó sea á los en que el más experto y diligente filólogo no sabría encontrar diferencias verdaderamente léxicas ó gramaticales en el idioma usado por los poetas ó escritores en prosa de Cataluña, Mallorca y Valencia, ¿por qué en vez de la denominación lemosina, sin duda la más impropia que podía adoptarse para significar nuestra lengua, no aceptan la de provenzal-valenciana, ó la de lenguadociano-valenciana, que al menos indicaría, por más que fuese de una manera remota, su filiación de aquella lengua?

Permítannos los escritores y poetas de Valencia que usan el calificativo de escuela lemosino-valenciana que les recordemos que no hubo jamás ninguna escuela poética propia y exclusivamente lemosina; que cuantos críticos dentro y fuera de España se ocupan en la literatura provenzal y en la nuestra, hablan de la escuela de los trovadores, de la tolosana y de la catalano-tolosana, y algunos de la valenciana, pero nunca de aquélla; como también que, rectificando denominaciones impropias, hoy que un más profundo estudio de los hechos y de las cosas tiende á dar á los nombres técnicos su propio y verdadero valor, rechacemos, limitándonos al sujeto que nos ocupa, la calificación de dialectos dada al catalán y valenciano[12], no ya tan sólo por el vulgo de las gentes y por autores hueros y adocenados, sinó hasta por escritores tan eminentes, y por tan graves y discretos críticos como, por ejemplo, el señor don José Amador de los Ríos, y esto en una obra de tanta importancia y valor como lo es su Historia de la literatura española.

Concluiremos protestando una y cien veces más que al hacer esta declaración no ha sido en manera alguna nuestro ánimo herir en lo más mínimo susceptibilidades personales ni locales, sinó tan sólo salir al encuentro á los que extrañasen que no designáramos jamás en este escrito con el nombre de lemosín nuestro idioma, ni de valenciana la escuela de los trovadores que florecieron tanto en Valencia como en Cataluña en la XV centuria, explicándoles los motivos que nos han inducido á obrar de esta suerte. Nuestra divisa como escritores es, según [15]indicamos ya en otro trabajo, el amicus Plauto, sed magis amica veritas. Podremos errar tomando por verdad lo que no es más que su apariencia; pero en este caso podrá decirse de nosotros que rompemos lanzas por un fantasma; jamás que faltamos á sabiendas á las reglas de la justa, ni mucho menos que nos batimos para que ande nuestro humilde nombre en boca de las gentes.


POETAS ANTERIORES Á AUSÍAS MARCH.

Á la manera que el temprano florecimiento de los almendros y la aparición en el mes de Abril de algunas flores primerizas anuncian la llegada de Mayo, y son como el preludio del reinado de las flores que en este afortunado mes cubren los campos con sus perfumados mantos de gayos y bellísimos matices, de igual modo á últimos del siglo XIV y en los albores del XV aparece un buen número de poetas á quienes parecía entrarles, según el dicho de uno de los suyos, deseo de soltar la voz al canto;

Lis prenia talent de cantar,

siendo como anticipado anuncio de la aparición en el cielo de las catalanas letras del estrenuo caballero y elegantísimo poeta Ausías March, y de la muchedumbre de cantores que debían formar su brillante cortejo.

No habría de sernos difícil hallar las causas de aquel dispertamiento de la musa catalana y florecimiento poético, que llega, en el reinado de Alfonso V de Aragón, á emular el de la poesía provenzal en los mejores tiempos de su existencia, y que dejó muy atrás, según en otra parte ya indicábamos, el de su hermana y maestra la escuela tolosana. El ejemplo del Dante y del Petrarca estimulando á nuestros ingenios, si no á igualarles, que esto era empresa por demás difícil, á seguir, siquiera fuese de lejos, sus pisadas; la nueva luz con que bañaban las inteligencias, al paso que adelantaban la hora del nuevo dispertar de su actividad creadora, los albores del renacimiento,[16] que nos venían de Italia por medio de aquellos dos grandes poetas, los cuales parecía como que se proponían satisfacernos por tan generoso modo, como herederos que éramos de los trovadores, las deudas que tenía con ellos contraida su patria, por haber sido cuna de Sordelo, de Alberto de Malespina, de Bonifacio Calvo y otros varios poetas italiano-provenzales[13]; el establecimiento en Barcelona del Consistorio del Gay saber, quien, dando la norma de los certámenes ó justas poéticas que con frecuencia continuaron celebrándose, así en esta ciudad como en Valencia durante el siglo XV, y con menos acierto en sus fallos y menos provecho del arte, ya degenerado, en la siguiente centuria, sirvió, ora por el aparato de que se les rodeaba[14], ora por los públicos honores con que se festejaba á los vencedores[15], de poderoso incentivo á los poetas para consagrarse al culto de la gaya ciencia; y por último, la protección, tan generosa como ilustrada, y no á precio de bajas adulaciones adquirida, con que alentaron nuestros monarcas, desde don Pedro IV hasta don Alfonso V, á los cultivadores de aquella ciencia, habían de ser motivos poderosísimos para que, así como el aire se puebla de alegres golondrinas al retorno del buen tiempo, se poblaran por igual modo de poetas las comarcas donde más se dejaban sentir las bienhechoras influencias de tan potentes estímulos.

Por más que no nos reconozcamos obligados á mencionar, para mejor hacer resaltar la importancia del florecimiento poético de la época que historiamos, los poetas todos pertenecientes á la misma, cuyos nombres, salvándose del olvido, han llegado hasta nosotros, ya porque no cabría tarea tan extensa en [17]los límites estrechos de un trabajo de la índole del nuestro, ya porque no podríamos hacer más que repetir por cuarta ó quinta vez lo que han dicho Balaguer en su Historia de Cataluña, al dar á conocer el famoso Cancionero de Zaragoza, nuestro amigo Milá y Fontanals en su erudita Resenya histórico-crítica dels antichs poetas catalans, y Ferrer y Bigué en su Estudio histórico-crítico de los poetas valencianos en los siglos XIII, XIV y XV[16]; creemos, sin embargo, conveniente á nuestro principal propósito, que es dar á conocer á Ausías March y sus obras; éstas no tan sólo en sí mismas, sinó en relación con las de los poetas de la época en que fueron escritas, apuntar algunas ligeras indicaciones acerca los más notables trovadores que en ella florecieron, unos como precursores ó maestros suyos; como sus compañeros ó discípulos otros que unieron á los de él sus cantos, bien que sin poder levantar, ni de mucho, su voz hasta donde llegó la suya; no pocos, en suma, como sus imitadores después de su fallecimiento. La palmera que luce su gallardo y erguido tronco cuando se la contempla sola y aislada en medio de las arenas del desierto, osténtase más altiva y airosa cuando, mecida por los aires en el bellísimo mar de verdura salpicado de frutos de oro que forma la huerta valenciana, eleva su cabellera por cima de los modestos árboles frutales que crecen á sus plantas. Así aparece también más grande el ingenio de Ausías March, y se le admira más como hombre y como poeta, cuando se le compara con la muchedumbre de éstos, que prepararon, por decirlo así, sus caminos, formaron su cortejo en vida y cantaron aún después de su muerte, á la mayor parte de los cuales, y hasta á los de más ingenio, hubiera podido decir él de su laud lo que Roldán á los paladines de su tiempo de sus armas:

Nessun le muova
Che star non possa con Roldan a pruova.

Sin que podamos precisar el tiempo en que floreció cada uno de los poetas que vamos á nombrar, aparecen en los últimos años del siglo XIV y primeros del XV, entre otros trovadores de menos fama, Mossen Jordi de Sant Jordi, Luis de Vilarasa, [18]Andrés Febrer y los tres March, Jaime, Pedro y Arnaldo, pariente también por ventura este último, y tío y padre los dos primeros de Ausías.

Si bien debió el de Sent Jordi, en no escasa parte, la reputación de que goza al error, harto generalizado entre muchos de los críticos que antes de nuestros tiempos se ocuparon en la historia de las letras catalanas[17], de que hubo tres poetas de aquel apellido, y que aquél, llamado del Rey, fué imitado y hasta en alguno de sus versos traducido por el Petrarca[18], y á los elogios que de él hizo en su famoso Proemio el Marqués de Santillana[19], quien además compuso con motivo de su muerte una obra titulada Coronación[20], merece sin embargo en justicia ocupar, si no el primero, uno de los más preferentes asientos entre los precursores y maestros del amante de Teresa, á quien unas veces se parece y con el cual otras se iguala, aventajándole en la claridad del concepto y acaso en la mayor belleza de la forma poética. Entre las varias composiciones que de este poeta se conocen, que no bajan de quince á diez y seis[21], puede citarse la canción de opósitos (contrastes), mencionada por el citado Marqués de Santillana, y que pudiera creerse haber imitado en más de una ocasión el mismo Ausías March, si no fuera la afición á los antítesis uno de los rasgos característicos de nuestros antiguos trovadores; y la compuesta en estramps, que empieza:

Pus lo front port vostra bella semblança, etc.,

que podría ponerse al lado de las de aquel poeta, sin que el ojo [19]más experto y versado en la lectura de sus esparsas pudiese adivinar que no era obra suya. Véase como muestra la última de sus estancias:

Axi 'm te pres e' liatz en son carçre
Amors ardens com si stes en un coffre,
Tancat jus claus e' tot mon cor fos dintre,
On no pugués mover per null encontre,
Car tant es grans l' amor que us ai è ferme
Que lo meu cor no 's part punt per angoxa,
Bella, de vos, ans esay ferm com torres
En sol amar á vos, blan xa colomba, etc.....

Aunque es poco lo que de Vilarasa conocemos[22], puede colocársele entre los precursores de Ausías, á quien se asemeja igualmente, bien que sin igualarle, en alguna de las estancias de sus cinco baladas, que tenemos por las mejores de sus obras. Merecen citarse la primera copla de su cuarta balada, que es como sigue:

Si com lo flach qui 'n brega no 's estat
Se feng ardit crehent que sia tal,
Mes quant s' i veu en un punt es torbat,
Tal que fugir no 'l sembla cosa mal,
Me pren á mí qu' ans que tal don' amás
Me fou semblant que le-y gosás ben dir,
Mes quant e (es?) loch que la pusch requerir
Li parle d' al è call-me de mon cas.

y algunas de la balada segunda:

Sobres d' amor m' a tret de llibertat, etc.

Sin detenernos á hablar de Lorenzo Mallol, en cuyas obras, no tan ajustadas al carácter que imprimió á las suyas Ausías March, se advierte más el estilo de la poesía trovadoresca, y en cuya lengua, como dijimos en otra parte, se notan más resabios de provenzalismo que en las de otras de sus contemporáneos; ni de Andrés Febrer, de quien únicamente por la [20]autoridad de Santillana, que quizás le confundió con otro poeta de su nombre, real ó supuesto, sabemos «que fizo obras nobles», y al cual sólo citamos y ponemos entre los más distinguidos poetas de su tiempo por su traducción, dada recientemente á la estampa[23], de la Divina Comedia del Dante; ni de Arnau March, de quien no conocemos más que una copla de amores, nos fijaremos en los otros dos trovadores de este apellido, Jaime[24] y Pedro, ya mencionados.

Prescindiendo, para dejársela á la paciente investigación de los eruditos, de la cuestión de si la familia de los March es oriunda de Jaca, según opinan los escritores valencianos, ó de si procede de Cataluña, como, á nuestro entender con más fundamento, suponen algunos biógrafos catalanes de Ausías, á cuya opinión parece inclinarse el docto autor tantas veces citado de la Resenya histórica[25]; de si tuvo ó no su habitual residencia en la capital de Valencia, en lo cual pueden caber algunas dudas respecto de los dos Mossen Pedro y Jaime; y de si este[21] último, autor del Libre de las concordances, dispuesto en 1371 por orden de don Pedro el Ceremonioso[26], y que contribuyó con don Luís de Aversó á la fundación del consistorio del Gay saber de Barcelona, es el mismo, como creemos nosotros, que el miles y diputado general de Cataluña y oficial en la casa del rey que figura en el documento á que hacemos referencia en la nota segunda de la página anterior, y en los que citan Torres Amat en su diccionario[27] y Ferrer en su estudio histórico-crítico[28]; cuestiones de escasísimo interés bajo el punto de vista de la historia literaria para los que opinamos que no existe en la época que reseñamos una escuela valenciana distinta de la catalana; y por los que creemos que la historia de una literatura, cuando en ella no reinan más que un solo gusto, una misma lengua é idéntico carácter, no debe fraccionarse en tantos capítulos como son las comarcas ó ciudades donde florecieron grupos más ó menos numerosos de escritores: prescindiendo, repetimos, de dichas cuestiones, hijas las más veces de un amor propio de localidad exagerado, ó que sirven á lo más para fingir lindes ó fronteras donde ni la geografía ni la historia las han levantado, veamos si cabe señalar la parte de influencia que pudieron ejercer los dos March, padre y tío, en el desenvolvimiento del ingenio poético y en el espíritu y carácter que dominan en las obras de Ausías.

Que la atmósfera de poesía que debió respirar éste desde su infancia en el seno de su propia familia, donde tan ardoroso culto se daba á la ciencia gaya, debía preparar su mente y su fantasía á recibir las inspiraciones de ésta y abrir su corazón á los puros goces de la belleza; que el renombre que como poetas gozaban, y las honrosas distinciones que de sus monarcas y de las damas y demás trovadores de su corte habían de recibir aquéllos debían ser eficacísimos estímulos que le excitasen á seguir sus pasos para por ellos llegar al logro de parecidos honores, ni hay por qué advertirlo ni por qué encarecerlo. Inteligencia asaz menguada, fantasía por demás pobre, corazón por todo extremo frío hubiera debido tener el niño Ausías, si el recuerdo de su tío y el ejemplo y la memoria de su padre, sobrado reciente [22]la de este último en la época en que debió arrojarse á balbucir su primeros versos, no hubiesen encendido en su alma la celeste llama y en su pecho el fuego sagrado de la poesía.

Ello no obstante, si debiésemos señalar la parte de influencia que en el especial sabor y en el carácter de las esparsas del que debía ser el príncipe de nuestros poetas ejercieron las obras poéticas de Jaime y de Pedro, no vacilaríamos en atribuir la mayor y más visible, si vale decirlo así, al segundo. En las escasas muestras de las poesías del primero que han llegado á nosotros, y más que en otra alguna en la Questió sobre lo departiment del estiu e del ivern, nos parece advertir más resabios de la escuela trovadoresca que de la tolosana; sin que por otro lado resalte en la amorosa que pone en boca de una dama que había perdido á su amante, de quien dice:

La qual no crey en lo mon n' agues par,

la suave melancolía, ó si se quiere la tristeza religiosa que se advierte en los cantos de muerte del apasionado amador de Teresa.

Respecto de Pedro, á quien apellida Santillana valiente y noble caballero, ora porque hubo de sobrevivir[29] á su hermano Mossen Jaime, muerto, según se presume, por los años de 1400, ora por el carácter de sus versos, más parecidos á los de su hijo, no vacilamos un punto en considerarle como maestro de éste.

Hé aquí la primera estancia de una de sus obras morales, que como para confirmar el dicho del mencionado Santillana, de que Pedro March «fizo asaz fermosas cosas», copia íntegra el señor Milá[30]:

Al punt c' om naix comence de morir
E morint creix e creixent mor tot dia,
[23]
E un pauch moment no cessa de far via,
Ne per menjar ne jaser ne dormir,
Tro per edat more descreix amassa (?)
Tan qu' aysi vay al terme ordenat
Ab dol, ab guaig, ab mal, ab sanitat,
Mas pus avan del terme null hom passa.

COETÁNEOS DE AUSÍAS MARCH

En el transcurso de breves años, ó por ventura en los mismos días, lamentábase Ausías March de que era escaso el número de poetas:

En gran desfals es lo mon de poetes
Per embellir los fets dels que be obren[31],

y declaraba Sors sentirse embarazado por tener que hablar ante la corte poética de Alfonso V,

Car veig m' entorn tan gentil trovador[32].

Si entendía el amante de Teresa hablar de la escasez de los que consagrasen especialmente su numen á divulgar y poner por encima de las nubes los hechos gloriosos de los hombres de su tiempo, por todo extremo justa, mal que nos pese confesarlo, era su queja. Si tan sólo pretendió afirmar que en comparación de otras épocas era la en que él floreció pobre en trovadores, en este caso, más que al dictamen suyo, por de peso que sea, nos inclinamos al del trovador de la corte del conquistador de Nápoles; y á su ejemplo y cual él nos sentimos embarazados, puestos en presencia de la muchedumbre de vates que por aquellos tiempos florecían, para escoger, ya que [24]no sea posible ni necesario á nuestro propósito hablar de todos, los más granados de entre ellos y los que mejor caracterizan la escuela poético-catalana en el que es el segundo y, sin duda alguna, el más fecundo y brillante período de los tres en que dividíamos hace poco dicha escuela.

Y al llegar á este punto, y antes de hablar de dichos poetas y del que es sin disputa el primero y más original de los de la XV centuria, no ya únicamente en nuestro particular Parnaso, sinó hasta en el más fecundo y rico en ingenios de Castilla, parécenos oportuno y á nuestro propósito casi necesario, antes de ocuparnos en Ausías March, y de deducir del estudio y crítica de sus obras el carácter de la escuela á que pertenece y de la cual es la expresión más genuina y el más perfecto representante, según más arriba dejamos indicado, apuntar en breve resumen la naturaleza y principales rasgos de aquella escuela, más que en ninguno de sus períodos, visibles y hondamente marcados, en el que va por pocos momentos á ocuparnos. Y como con más acierto que pudiéramos nosotros lo ha hecho el que es consumado maestro en literarias disciplinas, y en lo que se refiere á las catalanas letras sobresaliente, nuestro estimado amigo el autor de la Breve resenya, tantas veces aludida, nos limitaremos á trasladar aquí, vertido al castellano, el pasaje de ésta que se refiere al sujeto que nos ocupa, seguros de que nos lo han de agradecer nuestros lectores y que ha de ganar no poco en ello esta parte de nuestro trabajo.

«Si hubiésemos de dar una respuesta meditada á quien nos preguntase qué opinamos de la naturaleza y mérito de dicha escuela poética, deberíamos en primer lugar advertir que no era aquella una poesía popular ó natural, sinó una poesía verdaderamente artística, es á saber, que atendía no poco á la habilidad ó maestría de los poetas, ó sea á los primores y á la dificultad en la ejecución y á evitar toda falta, fuese grave ó de escasa monta; por manera que los méritos de las composiciones han de buscarse principalmente en las bellezas de lenguaje y de versificación. Ni pretendemos decir con esto que el lenguaje poético de nuestros trovadores tenga aquella delicadeza del de los provenzales, que le daba muchas veces cierto aire de obra musical, ya que el de aquéllos era, si cabe decirlo así, más tirante (perdónesenos el vocablo) y dispuesto de una manera casi mecánica; pero también es verdad que estaba muy[25] bien ordenado, sujeto á determinado compás y que sabía expresar lo que el poeta quería.»

«Nuestra poesía era más obra de estudio y de cabeza que de corazón y de fantasía; lo cual provenía de su propia naturaleza, de la atmósfera en que vivía, del genio pensativo y poco aficionado á flores de los hijos de este país. Han de exceptuarse, sin embargo, de esta regla general muchas composiciones, pues sucedía no pocas veces que la fuerza de los efectos rompía las trabas con que los sujetaban las prácticas de la escuela.»

«Y pasando á ocuparnos, continúa diciendo, en la materia ó argumento de las obras, échase de ver desde luégo, y así en la nuestra como en otras muchas escuelas, que no pocas veces (sobre todo en las amorosas) ocupa el lugar de los verdaderos afectos cierta gentileza cortesana. Y en este punto debemos advertir que si bien doctos escritores han creido, no sin razón, que era preferible aquella gentileza á la expresión de groseros apetitos, propia de los antiguos poetas paganos; y si bien es cierto que los nuestros muéstranse más limpios que los viejos trovadores provenzales, no hay que figurarse por eso que los usos cortesanos anduviesen siempre por el más recto camino, sinó que por el contrario, poco de lo que recogen los historiadores de nuestra literatura puede ofrecerse como modelo á los jóvenes que desean adelantar en el estudio de la gaya ciencia. Por lo que respecta á la parte literaria, no puede negarse que semejante gentileza produjo más abundancia de obras, y muchas asaz elegantes y primorosas; pero también es cierto que multiplicó las de escasa importancia, y los que la ciencia de los retóricos apellida lugares comunes


«Por lo que hasta aquí llevamos expuesto, termina diciendo después de haberse ocupado en las especies de poesías más usadas en aquellos tiempos, no es difícil conocer cuál es nuestra opinión acerca de sus méritos, y que ahora más paladinamente manifestaremos. Nuestra escuela tenía los defectos de todas las escuelas de trovadores, y esos defectos procedían del equivocado concepto que se habían formado de la poesía, cuyas fuentes buscaban más bien en una mal entendida ciencia, en ciertas ideas convencionales y en un arte material, que en el peculiar ingenio de cada poeta y en el amor de la natural belleza.[26] Sin embargo, la misma escuela nos ofrece en abundante copia en muchas de sus obras toda clase de primores; juiciosas y graves sentencias; pensamientos con gran maestría expresados; arranques de vivo afecto, lenguaje gentil y elegante y bellezas de ejecución que nos traen á la memoria que era aquella la época del gótico más florido y del comienzo del renacimiento artístico. Y por más que con exceso abundasen ciertos géneros y determinadas materias, y que á causa de leerse juntas muchas obras del mismo tiempo se advierta á veces en algunas sobrada uniformidad, nótase en otras bastante variedad y riqueza. Así es que, tomadas en cuenta todas las circunstancias, no trocaríamos nuestra escuela por ninguna otra de trovadores; y si bien no podemos enorgullecernos de poseer ningún Dante, podemos proclamar algunos nombres, no tan sólo de diestros é ingeniosos versificadores, como Valmanya, Sors, Romeu Lull, Gazull y otros, sinó de verdaderos poetas, tales como Pedro March, maestro en poesía moral, Jordi, autor de algún canto de no escaso precio, Corella, que es quien más se aproxima al estilo de la moderna poesía, y sobre todo Ausías March y Jaime Roig, que nos exigen más detenido estudio[33]

Que además de los caracteres especiales y de los rasgos fisonómicos que dan determinada y propia vida á la poesía catalana en aquel su segundo período, se revela también en ella, al igual que en el período anterior, la influencia de extrañas literaturas, en especial de la italiana y de la clásica, una y otra más conocidas y estudiadas desde que, á consecuencia de la conquista del reino de Nápoles por Alfonso V, se hicieron más frecuentes las relaciones políticas y literarias entre las comarcas orientales del reino aragonés y la Italia, no hay necesidad de apuntarlo. Y si bien va disminuyendo la influencia de la literatura provenzal y no es tan visible cual en la anterior centuria la de la literatura francesa, en cambio adviértese, sobre todo después de la muerte de Ausías March, ó sea desde la segunda mitad de su siglo, la de la poesía castellana, resultado natural del advenimiento al trono de Aragón de la dinastía de Trastamara y del frecuente trato, en la corte de aquel soberano, de los trovadores de Castilla y catalanes, á quienes por igual prodigaba sus favores, y más adelante de la unión de las dos coronas, [27]aragonesa y castellana, al heredar los estados de su padre D. Juan, Fernando II.

Indicábamos hace un momento lo embarazados que debíamos hallarnos para escoger entre la muchedumbre de poetas de aquel tiempo, de que se conservan obras en los antiguos cancioneros de Paris y Zaragoza, los más notables y que mejor y más claramente caracterizan nuestra escuela poética en el mencionado período. ¿Á quiénes, en efecto, conceder los primeros asientos alrededor de Ausías en el coro de poetas que éste preside y por encima de los cuales tan alto brilla, entre el fecundo Torrella, el grande admirador del amante de Teresa; Leonardo de Sors, en una de cuyas más importantes obras no puede menos de reconocerse la influencia del Dante; los dos Masdovellas; el laureado Antonio Valmanya, en alguna de cuyas rimas se revela no menos conocimiento de las producciones de los grandes maestros de las letras italianas, que de los más señalados poetas de la literatura latina; Johan Fogassot, apasionado admirador del desgraciado príncipe de Viana, en cuya muerte escribió una sentidísima elegía; Fr. Rocaberti, que fué de los poetas de su tiempo el que en su Gloria de amor más de cerca siguió las huellas del autor de la Divina Comedia, imitándole, no ya tan sólo en el carácter alegórico que imprimió á aquella obra, sinó hasta en la forma de sus versos; el fecundísimo Romeu Lull, en quien se ve patente la influencia de Ausías March; Mossen Juan Roig de Corella; Mossen Bernardo Fenollar, Miguel Estela, y otros menos conocidos, y quizás más dignos de serlo, pero cuyas rimas dejaron perderse en el olvido la excesiva modestia de sus autores, ó la ninguna diligencia de sus contemporáneos en recogerlas y trasladarlas á la posteridad?

Aun á riesgo, sin embargo, de que desde el fondo de las ignoradas sepulturas donde yacen, al dispensar, sin quererlo, más honra á unos que á otros y á las obras de aquéllos mayor estima que á la de éstos, nos den voces los agraviados, protestando de la ligereza ó injusticia de nuestros fallos, hemos de hacer especial mención de los que, á nuestro juicio, sean dignos, no ya de compartir con Ausías su fama, ya que á este punto no llegó ninguno de ellos, sinó de que se les saque de la oscuridad ú olvido á que se les ha tenido por los extraños y hasta por los propios, vergüenza causa tener que confesarlo, condenados.

[28]

Y empezando por Romeu Lull, sin que se entienda que respecto de él y de los que vayamos sucesivamente citando nos propongamos someternos al orden cronológico, ni menos aún al de su respectivo mérito, imposible aquél hoy por la falta de datos biográficos, y éste, por lo poco que de sus obras sabemos, dificilísimo de fijar; y empezando, repetimos, por Romeu Lull, apenas conocido hasta que el Sr. Milá divulgó los títulos de sus composiciones en su Resenya y que dió á la estampa el Sr. Briz algunas de ellas, religiosas y de amor[34], desde luégo podemos decir en su elogio, que le tenemos, á juzgar por las que de él nos quedan, por uno de los más abundantes poetas y diestros rimadores de su tiempo; y si bien en las poesías de aquel primer género nos parece que se le puede poner por debajo de Corella y de otros poetas de menos renombre, le tenemos por uno de los más afortunados y discretos imitadores de Ausías en las eróticas, y en especial en la que llora la muerte de su amada, á quien apellida alguna vez Arxiu de seny y casi siempre Par e sens par, á la manera que aquél Lir entre carts á la suya: en lo cual y en la afición que muestra á versificar en estramps es imposible no ver claros indicios de haber tomado por modelo al trovador amante de Teresa. Hé aquí como muestra de ello la siguiente estancia:

Vingut es temps que 'n amor daré terme
E mon parlar mudará novell lay
Puys que l'a mort ab s' aspasa tan ferma
Ha convertit tot mon delit en guay.
Mon cant será per tot temps cridar ay
Fins aurá fi ma dolorosa vida;
Ja tarda molt la dolça departida
Que desig tant que no-m par vinga may.

Una composición suya en la cual, desmintiendo que hubiese hablado mal de su querida, pide que caigan sobre él, si no es verdad lo que dice, todo linaje de males, es, según el Sr. Milá, después de otras iguales ó parecidas de Bertran de Born, Petrarca y Mallol, la cuarta y última de su género. Véase su principio:

[29]

Si us he mal dit en pensar ni per obre
No 'm do Deu be ni lo que li deman;
Si us he mal dit la casa 'm caigue á sobre;
Si us he mal dit muyra com á dampnat;
Si us he mal dit veurem puga orat
En l' ospital que ja mes lo seny cobre[35].

Bien que separándose á veces del género y del estilo de las obras del príncipe de nuestros poetas, de quien debió ser, sin embargo, grande admirador, dado caso que tiene una llamada Complanta de amor compuesta de trozos suyos, merece citarse entre los que más fama hubieron de lograr en su tiempo, no menos por sus versos que por ser de la servidumbre del príncipe de Viana, á Pedro Torroella, de quien existen varias composiciones en el Cancionero de Paris y hasta veinte y dos en el de Zaragoza. Su obra más notable, y que no carece de importancia literaria, es su Codolada, según la llama Milá, que empieza:

Tant mon voler se 's dat (a) amors,

bastante parecida en su forma al Conhort de F.R. Ferrer, y en la cual introduce como interlocutores hasta veinte y ocho poetas provenzales, castellanos y catalanes. Reservándonos para cuando hablemos de Jaime Roig ocuparnos en este linaje de composiciones, debidas á la influencia de la poesía occitánica, nos limitaremos á advertir aquí que por esta composición, bastante extensa[36], por la obra satírica que empieza:

Doleuvos enamorats
E vestius tots vos de negre
Car jo pens que us pendra febre
Escoltant mes veritats, etc.

[30]

y por su poesía castellana, titulada Condició de las donas:

Quien bien amando persigue
Dueny así mesmo destruye, etc.,

es por lo que dejamos de colocarle entre los poetas de la escuela de Ausías, aunque le tengamos por uno de los más notables de su época.

Entre los que de más alto renombre en ella disfrutaron, y á quien uno de sus contemporáneos se adelantó á comparar no menos que á Virgilio, ocupa por ventura el primer lugar el valenciano Mossen Juan Roig de Corella. Si es cierto, como afirma el Sr. Ferrer y Bigué, que sostuvo amistosa correspondencia con el desafortunado príncipe de Viana, quien sobrevivió dos años al que lo fué de nuestros trovadores, bien puede colocársele entre los contemporáneos de éste, por más que alcanzase á ver los albores de la XVI centuria. Maestro en sagrada teología, aunque se revela su afición á las letras clásicas en las obras en prosa, por demás culta y limada, en que trató asuntos mitológicos[37], y que alguna vez como poeta empleara su lira en sujetos profanos, como lo prueban, entre otros, los versos en estramps con que termina la llamada Tragedia de Caldesa[38], no indignos algunos de ellos de figurar al lado de los mejores de Ausías March, fué sin embargo la poesía religiosa la de su especial predilección y en la que dejó la mejor muestra de su ingenio, al par que la más acabada y tierna composición que en dicho género nos ha legado la escuela poética catalana del siglo XV. Nos referimos á la intitulada: Oració á la Senyora Nostra tenint son fill Jesus á la falda devallat de la creu, y de la cual ponemos como muestra su primera estancia:

Ab dolor gran que nostres pits abeura,
E greu dolor qu' el nostre cor esquinsa
[31]
Venim á Vos, filla de Deu é mare,
Que nostra carn dels ossos se arranca,
Hi 'l sperit desija l' esser perdre,
Pensant que, mort per nostres grans delictes,
Ver Deu é hom lo fill de Deu é vostre,
Jau tot estés en vostres castes faldes.

No conocemos, fuera de los versos ya citados, ni los demás de que hace mención en su artículo sobre este poeta el señor Ferrer, ni la traducción de la Vida de Jesús, escrita por el Cartujano, ni la de los Salmos, titulada Epsalteri trelladat del llatí en romanç, de que hace mención dicho crítico. Sin embargo, aunque no hubiese escrito más que aquella tan tierna como inspirada oración, que está muy por encima de las muchas poesías que de asunto religioso se escribieron en aquel siglo, nos asociaríamos al parecer de aquel escritor de que «no debe confundirse á Corella con la generalidad de los versificadores, sinó que merece especial mención entre los poetas del siglo de oro de la literatura valenciana.»

Otros varios poetas pudiéramos citar, como Fogassot, Valmanya, que siguieron con más ó menos fortuna el camino trazado por Ausías March, en particular en sus poesías amorosas,—no en su espíritu, que en esto no tuvo quien se le pareciese—sinó en la forma y giro especiales que dió á sus esparsas, y que por lo tanto contribuyeron con su ingenio algunos de ellos, con su numen todos, á dar esplendor y más marcada fisonomía á la escuela poética catalana. Sin embargo, como ni ésta se ofrece bajo un solo aspecto, ni es únicamente la influencia de March la que en ella domina, ya que, según dejamos indicado, muéstrase en la misma la de otras literaturas y la de otros géneros, dejaríamos sin terminar y sólo en una de sus partes bosquejado el cuadro que de aquel período literario estamos con mejor buen deseo que fortuna reseñando, si en otros de sus especiales y también característicos aspectos no nos ocupáramos. Pero como los poetas que más contribuyeron con sus producciones á imprimírselo ó que son la más genuina representación de los mismos, tales como Gazull, Fenollar, y sobre todo Jaime Roig, aunque alcanzaron los tiempos de Ausías, escribieron casi todos en la segunda mitad del siglo XV, y por consiguiente después de la muerte de aquel poeta, hemos[32] creido deber interrumpir aquí por algunos momentos nuestra tarea, para proseguirla en ocasión que consideraremos más oportuna, á fin de ocuparnos ya en la vida y en las obras del inmortal amante y cantor de Teresa.


VIDA Y OBRAS DE AUSÍAS MARCH
Y JUICIO DE ÉSTAS

De pocos ingenios que hayan alcanzado viviendo aún, el renombre del que es objeto de este nuestro estudio, habrá que lamentar más escasez de datos biográficos. Ni los contemporáneos suyos, que le tomaron por guía y modelo como poeta; ni los que después de su muerte le admiraron y reconocieron como maestro; ni los que más tarde, pero en tiempos en que vivían todavía en la memoria de las gentes los recuerdos de los sucesos de su vida, le tradujeron ó le comentaron, nos han dejado más que escasísimos datos acerca de su persona y de sus actos; ni él mismo, cual si creyese que, bastando para inmortalizarle sus poesías, no tenía necesidad para pasar á la posteridad más que de revelar su nombre,

Yo som aquell que 'm dich Ausías March,

se dignó hablar de su persona ni de los hechos de su vida, muy al contrario de lo que acostumbran hacer en nuestros tiempos muchos de los que se dan á sí mismos el nombre de poetas, quienes, atentos en demasía á que las generaciones venideras no ignoren las más insignificantes circunstancias de su existencia, revelan hasta aquellas cosas que, que para honra suya y respeto á la moral, hubieran debido permanecer ocultas. Lo único que en limpio sacamos de la lectura de las melancólicas estancias de Ausías es que, combatido su corazón por dos afectos, como el mar por dos encontrados vientos, acabó por elegir

..... per haber d' amor vida,

aquella en quien cifró todos sus deseos:

Si com la mar se plany greument è crida
Com dos forts vents la baten egualment
[33]
Hu de levant é l' altre de ponent
E dura tants fins l' un vent l' ha jaquida
Sa forsa grant per lo mes poderos;
Dos grans desitjs han combatut ma pensa,
Mas lo voler vers un seguir dispensa,
Y yo 'l vos publich amar dretament vos;
(Canto II de amor.—Aixi com cell.)

aquella que, siendo para él cual lirio entre cardos, fué por él amada como no lo ha sido mujer ninguna por otro hombre, y que habiéndole sido arrebatada por la muerte, la lloró con lágrimas cuya amargura templaba á veces la esperanza, no exenta sin embargo de duda, de que en el cielo, donde esperaba reunirse de nuevo con ella, gozaba más puros y duraderos amores.

Omitimos por impertinente y ya gastada la cuestión del origen, de la familia y de la patria de nuestro poeta. Tenemos al abolengo de los Marchs por de origen catalán; pero opinamos que se estableció, aunque por ventura no en todas sus ramas, en Valencia, donde logró heredamientos que le otorgaron don Jaime en tiempo de la conquista, y más tarde y por especial favor otros condes-reyes de Aragón; y por natural de aquel reino, por más que no podamos fijar el lugar de su nacimiento, á Ausías. ¿Cabe, en efecto, disputar la patria que le vió nacer, á quien por tan evidente manera la revela él mismo en sus obras?

La velletat en valencians mal proba,
E no sé com yo fassa obra nova.
(Canto VIII de muerte.—Obrir no puch.)

y si hubiese todavía algún catalán que, por exagerado y mal entendido amor patrio, se empeñara en sostener que lo es de aquel poeta Cataluña, le recordaríamos que Serra y Postius (1671-1748), á quien pocos de los que hoy viven podrán igualar en el amor y entusiasmo por las cosas de su tierra, escribió una disertacioncita encaminada á probar que Ausías no fué hijo de Cervera, ni de Barcelona, sinó que era, aunque de abolengo catalán, valenciano de nacimiento.

Declarábamos hace un momento quién fué su padre. Como hijo suyo le nombra Pedro March en el testamento de que dejamos hecho mérito al hablar de este trovador insigne. Mas ¿en[34] qué año, poco más ó menos, vino al mundo? La mayor parte de sus biógrafos[39] fijan su nacimiento en los primeros años del siglo XV, y á este dictamen parece inclinarse el Sr. Ferrer y Bigné, que es de entre los que conocemos el que más noticias ha logrado reunir acerca de nuestro poeta. Sin embargo, atendida la edad avanzada á que debía haber llegado su progenitor, Mossen Pedro, al tiempo de su muerte, ó sea en 1413 ó 1414, ya que, según se desprende del documento que hace poco citamos, debió haber nacido en el primer tercio del siglo anterior, nos inclinamos á creer que más bien debe colocarse el nacimiento de Ausías en los últimos años del siglo XIV que en los principios del XV. Del primer verso de los dos hace poco citados deducen con razón sus biógrafos que llegó hasta la vejez. ¿Mas quién les ha dicho que aquellos versos fueron escritos en los últimos años de su vida, único caso en que, áun exagerando el significado de aquel vocablo, pudiese Ausías ser tenido como viejo, si en realidad hubiese abierto los ojos á la luz en los albores de la XV centuria? Y si aquellos versos fueron escritos en años anteriores, como cabe suponerlo, encontrándose como se encuentran en uno de sus cantos de muerte, ¿no nos veríamos obligados en este caso á adelantar algunos más la fecha de su nacimiento?

No queda duda que Ausías March siguió la carrera de las armas, y hasta se sospechaba por sus biógrafos que había tomado parte en las guerras de Alfonso V para la conquista del reino de Nápoles. De estrenuo caballero se le califica en el título de sus obras; con Apolo, en sus versos, y con Marte en el ejercicio de las armas se le iguala por Gil Polo en su Canto del Turia:

Ya veo al gran varón que celebrado
Será con clara fama en toda parte,
[35]
Que en verso al rojo Apolo está igualado
Y en armas está al par del fiero Marte.
Ausías March, etc.,

y él mismo en sus rimas hace frecuentes alusiones á la vida del soldado y al arte de la guerra. De haber peleado bajo las banderas de aquel insigne monarca tenemos hoy una prueba, á nuestro parecer irrecusable, en un documento que sale también por vez primera á luz en este nuestro trabajo (Apéndice 3), y es una carta dirigida á aquel rey por sus enviados ó embajadores, como á sí mismos se llaman, según parece, á Valencia, á fin de invitar á los nobles de este reino á tomar parte en su expedición contra Nápoles, en la cual escriben que, «habiendo estado en Gandía, no han encontrado quien se haya ofrecido á servirle, más que Mossen Luís de Aragón y Ausías March.» La carta, como puede verse, no lleva fecha y por lo tanto no es dado señalar desde luégo y con certeza en cuál de las expediciones realizadas por aquel monarca tomó nuestro poeta parte. Sin embargo, el estar firmada en Valencia en 1.º de Julio, la indicación que en ella se hace de que debían hallarse á últimos de dicho mes en aquella ciudad los que se comprometiesen á servir en aquella jornada á su soberano, da lugar á sospechar que la expedición para la cual se invitaba á los nobles valencianos á tomar las armas era la que salió en un buen golpe de naves del puerto de Barcelona el 21 de Agosto 1424, cuyas banderas habían sido solemnemente bendecidas en esta ciudad el 4 de Junio, y en celebridad de cuya expedición tuvieron lugar en la plaza del Borne de Barcelona unas justas reales en que tomó parte, como principal mantenedor del campo, el mismo monarca[40].

Mas si tan sólo por congetura, aunque á nuestro entender asaz fundada, se colige del mencionado documento que Ausías March tomó parte en aquella hazaña, en cambio puede deducirse de él con fundamento que debía ser Gandía la residencia habitual de los March, por ventura desde que el Mossen Pedro fué nombrado para desempeñar el cargo de tesorero del duque de aquel título. En dicha ciudad otorgó, como recordarán nuestros lectores, su testamento el citado Mossen Pedro, y ¿quién [36]sabe si en ella ejercía el hijo, después de la muerte del padre, el mismo cargo que había desempeñado éste en la casa de aquel magnate? Ignoramos si los eruditos valencianos han examinado los archivos civil y eclesiástico de aquella ciudad; pero se nos figura que un paciente y concienzudo examen de los mismos había de revelarnos no pocos de los sucesos hasta aquí ignorados de la vida del estrueno caballero y elegantísimo poeta valenciano.

Plácenos figurarnos á Ausías March asistiendo á las mencionadas justas de Barcelona, embarcarse aquí en la flota real, pelear en Napóles á la sombra de las barras aragonesas, acostumbradas entonces á reflejarse triunfantes y á manera de ondulantes listas de oro y rojo en las plateadas olas del Mediterráneo, y tomar parte y ganar fama de animoso en los gloriosos hechos de armas que terminaron con la conquista de la poderosa ciudad reina del Mediodía de Italia. Mas ¿cuánto tiempo permaneció el trovador soldado en aquel bello país de las artes y de las ciencias y en la corte del ilustrado y generoso monarca, donde por espacio de muchos años hallaron espléndido hospedaje toda clase de cultura y los hombres doctos en todo linaje de humanas disciplinas, y que fué uno de los primeros y más brillantes focos del renacimiento; del monarca egregio y valiente, como ninguno de los de su tiempo y cual pocos de las edades pasadas loado en vida y llorado en muerte por la numerosa pleyáde de poetas que á su lado florecieron, y de quien Ausías, en cuyo pecho no había al parecer lugar sinó para el amor de Teresa y para el dolor después que la hubo perdido, escribió que no temía al ensalzarle pecar por exceso en su alabanza:

Pahor no sent que sobre laus me vença
Llohant aquell qui totes lengues llohent,

para celebrar cuyas hazañas le pareció que escaseaban poetas

En gran defals es lo mon de poetes
Per embellir los fets dels que be obren,

y al cual, en suma, consagraba uno de sus cantos, no sabemos si escrito en la corte misma del rey ó después de su vuelta de Italia?

¿Su amor á Teresa prendió en su corazón, mal guardado contra[37] sus tiros, por creer que le sería escudo la santidad del día en que fué herido:

Amor, Amor, lo jorn que l' ignocent
Per be de tots fou posat en lo pal
Vos me ferís, car jo am guardaba mal
Pensant qu' el jorn me fora deffenent,

antes de trocar su lira de trovador por la espada de caballero, ó después que depuesta ésta tornó á descolgar de los venerados muros del paterno hogar el viejo instrumento cuyas cuerdas habían vibrado ya bajo las manos de sus progenitores? Ausías se llevó á su sepulcro, tan ignorado como lo fué su cuna, este otro secreto de la historia de sus amores.

Se ha dicho que Ausías fué amigo, en cuanto pueden serlo quienes han nacido en regio tálamo el uno y de noble alcurnia el otro, de Carlos de Viana, y que éste fué grande admirador del inspirado trovador valenciano. Que pudieron existir cordiales relaciones entre el que fué el rey de los poetas de su siglo y el que, no habiendo logrado ninguna de las dos coronas que llevó su padre y á las cuales su nacimiento le daba derecho, mereció ceñir la de cultivador de las letras ó protector de los ingenios de su tiempo, cosa es por todo extremo creible. Mas si realmente existieron, en ninguna de las obras suyas que han llegado hasta nosotros ha tenido á bien revelárnoslo. ¿En dónde y cuándo nació esa amistad, dado caso, que no negamos ni admitimos como un hecho cierto, que hubiese existido? Si en Nápoles, como por lo general se cree, deberíamos suponer un viaje de Ausías, ya anciano, á la corte de Alfonso el Magnánimo, ó á Sicilia, ó á Mallorca, y en cualquiera de esos supuestos debió ser brevísimo el tiempo que pudo gozar del trato personal y de la estimación del docto y desventurado príncipe, pues éste no pasó á aquel reino hasta 1456, y á las dos islas citadas hasta el 1458 y 1459, que era el mismo en que cerraba Ausías los ojos á la luz en su casa de Valencia.

Como la demasiada claridad perjudica al efecto de ciertos cuadros, cuyo principal mérito consiste en la vaguedad de las líneas y en la delicadeza y suavidad de las tintas, por idéntica manera ofende á veces la fama de ciertos personajes históricos, que parecían más bellos y grandes en medio de las penumbras[38] donde se destacaban y al través de la neblina en que parecían como envueltos, la luz sobrado viva que arrojan sobre ellos y sobre sus hechos los documentos históricos. Tal ha sucedido con nuestro poeta. Mientras no le conocíamos más que por sus sentidísimas esparsas, impregnadas de cierto perfume de melancolía cual el que se exhala de los cipreses que rodean un sepulcro, creimos ver al cantor más apasionado, al par que el más cristiano y casto de los amadores, rodeado, como las figuras de las tablas de la escuela del Angélico, de un nimbo esplendoroso y místico; al cantor que había hecho de su corazón una ara y un incensario de su lira; al trovador que no había visto nunca del amor sinó el espíritu donde reside, jamás la corteza, más ó menos bella, donde está éste encerrado; al vate que, salvos tres ó cuatro cantos en que, cediendo acaso á influencias nada sanas, se había permitido decir mal de las mujeres, no había visto á éstas sinó transfiguradas, por decirlo así, en su amada Teresa. Mas hé aquí que una mano escudriñadora saca de entre el polvo de un archivo documentos hasta ahora ignorados, y muéstrase por ellos el hombre con todas las debilidades, con todas las miserias que son patrimonio de nuestra flaca naturaleza, y al proyectarse la sombra de éste sobre la imagen y el nimbo del poeta, que tan bellos y tan brillantes mostrábanse antes á nuestra vista, pierden parte de su hermosura aquélla, parte de su esplendor el segundo.

¿Fué tan casto el amante de Teresa como de sus cantos parece desprenderse haberlo sido? ¿Las lágrimas de dolor con que riega la sepultura de su amada fueron siempre ofrenda digna de aquella á quien las dedicaba? Por el erudito anotador del Canto del Turia sabíamos ya que Ausías había contraido dos veces matrimonio; la primera con doña Isabel Martorell, de quien enviudó antes de 1437, y la segunda con doña Juana Escorna, que murió también antes que él, aunque se ignora en qué año[41]. De ninguna de las dos logró, según parece, sucesión. ¿En qué época de su vida tuvieron, pues, lugar sus amores con Teresa, en la cual, por platónicos que los supongamos, no fuesen ofensa, si no á la santidad del matrimonio, por lo menos al exclusivo cariño que se deben mutuamente los esposos, ó en que éste no perjudicase á la sinceridad de los [39]sentimientos que en sus versos se revela? Sin embargo, no es esto lo que más daño hace al buen nombre de Ausías como amante y como poeta, dado caso que aquellos amores, aunque llorados, al parecer, toda su vida, pudieron ser una pasión de sus juveniles años; sinó sus relaciones ilícitas con otras mujeres, y entre éstas con una antigua esclava suya (olim sclava mia, dice en su testamento), llamada Marta, de las cuales tuvo cuatro hijos bastardos, tres varones, Juan, Pedro y Felipe, y una hembra, Juana[42].

Después de las escasas noticias que hemos logrado reunir del príncipe de nuestros trovadores, nada más sabemos de él, sinó que fué señor de Benierjó, título que parece haberle sido concedido por Alfonso V; que debió tener su residencia habitual y por ventura su casa solariega en Gandía; que figuró en las Cortes de Valencia de 1446, y en suma que murió en esta ciudad, en la parroquia de Santo Tomás, en la cual poseía también dos casas, un sábado, 3 de Marzo de 1459. Hubo de ser enterrado, según ordenó en su testamento, en lo cimenteri de la Seu de Valencia en lo vas ó capella dels March, en lo claustre de la Seu prop lo capítol; «pero los restos de varón tan insigne, dice el señor Ferrer y Bigné, difícilmente podrían ser hoy encontrados para ocupar el lugar que les corresponde en un panteón de hombres célebres.» Para honra de la bella ciudad que baña el Turia sería de desear que sus hijos pusiesen el mayor empeño posible en descubrir las cenizas del gran poeta y de su padre, que deben hallarse confundidas en un mismo sepulcro, y que les levantaran un monumento en la ciudad donde exhaló aquél su último suspiro.

Como otros muchos ingenios castellanos y catalanes de su tiempo y de los siglos siguientes, Ausías supo unir en amistoso maridaje el ejercicio de las armas y de las letras, y añadir al dictado de «gran trovador,» con que le honra Santillana, el de «valeroso y estrenuo caballero» que le ha dado la posteridad. Despréndese de la lectura de sus obras que debió ser muy versado en filosóficas disciplinas y en humanas letras; que hubo [40]de tener frecuente trato con los poetas latinos, y en especial con Ovidio y Virgilio; que le eran familiares los troveros y los trovadores provenzales y catalanes; que conocía á fondo á los poetas italianos, y entre ellos al Dante, á quien recuerda con frecuencia por la severa concisión y adusta rigidez de su frase, y al Petrarca, á quien, como veremos más adelante, imita en varios pasajes de sus cantos.

Al igual que Horacio pudo Ausías, al legar á la posteridad el volumen de sus estancias, exclamar: Exegi monumentum ære perennius. Hemos acompañado hasta su sepulcro á su autor; detengámonos al pié de ese monumento, que al igual que al erigido por el Venusino ha de vencer en duración el bronce, no tan sólo para admirarlo como poetas, sinó para estudiarlo y examinarlo como críticos, en la seguridad de que subirá de punto nuestro entusiasmo por él, como resaltará más la grandeza y hermosura del mismo cuanto más adentro en su examen y estudio penetremos.


En cuatro grupos han distribuido los editores de March, sin duda acomodando su división á la que hallaron establecida en los más antiguos códices, sus diferentes esparsas, á saber: en cantos de amor, morales, uno espiritual y otros de muerte.

Forman los primeros la parte más extensa é importante de sus obras.

No es fácil tarea juzgar las poesías del eximio vate valenciano, ya que, dominando en ellas por igual manera, y casi podríamos añadir que en idéntica medida, la pasión y la razón, el ardor arrebatado del amante y el frío análisis del filósofo, aquél dando calor, éste adelgazando y como envolviendo en nebulosidades metafísicas sus conceptos, con dificultad puede el crítico dar su fallo sobre el valor de sus versos, sin poner su propio corazón en estado de sentir lo que el autor de éstos sentía, sin preparar su inteligencia para disponerla á comprender lo que la suya pensaba. De no hacerlo así córrese grave riesgo de ver en muchos de sus pensamientos, más que las ideas de un alma que, replegada en sí misma, estudia, escudriña y analiza sus propios afectos, las exageraciones y excentricidades de una mente enferma: porque, como dice él mismo de los primores que amor le revela, son

[41]

Tals que 'ls sabents no basten á compendre,
E quan ho dich de mos dits me desmenten
Dant a parer que folles coses parle.
Cant XXL.—Fantasiant, etc.

Así, pues, no perdiendo nunca de vista que sus amorosos conceptos fueron

Sens algun art exits d' hom fora seny,

deponga el que pretenda juzgarlos la inflexible regla y el riguroso compás de la común crítica literaria, útiles á los más para poder apreciar los lunares de expresión ó de forma métrica que deslucen alguna que otra vez sus esparsas; tenga principalmente en cuenta que, alejando, al igual de Horacio, al profano vulgo, ó sea á las ignorantes muchedumbres que pasean los ojos indiferentes sobre los versos de los poetas, como los niños sobre las flores de un jardín, tan sólo para gozar un instante de sus perfumes y olvidarlos en seguida, nuestro trovador invitaba únicamente á la lectura de sus cantos á los que estaban tristes ó á los que hubiesen en algún tiempo experimentado los graves deleites de la tristeza;

Qui no es trist de mos dictats no cur,
O 'n algun temps que sia trist estat;

ó bien á los que, sintiéndose enfermos de alguna pasión, buscasen en dicha lectura su remedio:

E lo qui es de mals passionat
Per ferse trist no cerque loc secur;
Lisca mos dits mostrant pensa torbada.
Cant I.—Qui no es trist, etc.

Hase comparado Ausías March á Petrarca, y no han sido pocos los que han creido haberle juzgado con añadir al nombre del amante de Laura el epíteto de valenciano. Como es más fácil estimar las personas y las cosas por su valor relativo que por el absoluto: como es por punto general más claro y exacto todo juicio que resulta de la comparación por semejanza ó por contraste de un objeto con otros de igual índole, creemos que[42] han de ganar nuestros lectores con que nos aventuremos á formular el juicio que hagamos acerca del que es considerado como el príncipe de nuestros trovadores, comparándole en algunos de sus aspectos con el que lo fué de los líricos italianos.

Que existen algunas semejanzas entre nuestro poeta y Petrarca es un hecho á todas luces evidente. Que se encuentran en las obras del primero pensamientos y versos que hacen que sin querer se vengan á la memoria otros parecidos del segundo, no hay quien, habiendo recorrido las páginas de uno y otro, lo ignore. Pero que el trovador valenciano, aprovechando la circunstancia casual de haberse enamorado, como el italiano, en una iglesia el Viernes Santo, haya celebrado esta circunstancia por igual manera y con palabras muy parecidas á las de éste[43]; que haya destinado nuestro poeta algunos cantos á llorar la pérdida de su amada, cual consagró aquél multitud de sonetos á la muerte de la suya; y que un observador erudito y diligente versado en la lectura de las obras de ambos ingenios pueda apuntar, como con gran diligencia lo hizo el que fué nuestro amigo, señor Amador de los Ríos, varios versos de March que pueden creerse inspirados por otros del amante de Laura, no son, á nuestro parecer, fundamentos bastantes para sobre ellos establecer la semejanza entre uno y otro ingenio, ni deducir que fué el nuestro imitador del italiano.

Cuando de los pormenores en algunos hechos, puramente fortuitos, relativos á la existencia de uno y otro poeta, y de algunas semejanzas, que pueden ser las más de las veces casuales, que se encuentran en el modo de manifestar idénticos afectos, pasamos á examinar cómo uno y otro sintieron el amor y lo expresaron en sus versos, preséntanse á la vista dos amantes, cada uno de los cuales se ha hecho de aquél un ídolo [43]especial y con diferentes atributos, y dos poetas que lo han expresado por muy distinta manera y venerado con diverso culto.

Se ha calificado de platónico el amor puro, casto y respetuoso de Petrarca á la esposa fiel y cariñosa de Hugo de Sade. El honor de caballero y el respeto á la santidad del matrimonio por su parte, y por parte de su querida sus deberes sagrados de esposa y su dignidad altiva de mujer no le permitían tener otro. ¿Sería profanar los calificativos llamar al de Ausías amor cristiano, ó si se quiere, y hasta cierto punto, amor místico? Hé aquí cómo hablaba de él nuestro poeta:

Fantasiant amor á mi descobre
Los grans secrets qu' als pus subtils amaga,
E mon jorn clar al homes es nit fosca,
E visch d' açó que persones no tastan.
Tant en amor l' esperit meu contempla
Que par del tot fora del cos se aparte,
Car mes desigs no son trobats en home,
Si no en tal que la carn punt no 'l torbe.

Y de una manera más clara y expresiva en la siguiente esparsa:

Si com los sants sentints la lum divina
La lum del mon conegueren per ficta,
E menyspreant la gloria mundana
Puig major part de gloria sentien;
Tot en aixi tinch en menyspreu e fástig
Aquells desigs que complits amor minva,
Prenent aquells qui del esperit mouen
Qui no 's lassat ans tot jorn multiplica.
Cant XXI.—Fantasiant, etc.

Hé aquí por cuán discreta manera, hablando de las diferencias que existen entre el lírico italiano y el valenciano, en quienes tanto como dos hombres distintos cree ver dos muy diversos principios, caracteriza Quadrado á uno y otro. «Petrarca, dice, considera el amor en sus efectos; Ausías en su esencia y origen: el uno, distinguiéndolo con dificultad de su amada, sólo lo considera encarnado en sus gentiles miembros; el otro fija en él sus ojos de águila, sorprendiéndolo cara á cara, sin[44] forma alguna, en toda su abstracción: el nombre de Laura se halla en cada verso de su poeta; Ausías una vez sola nombra á Teresa, y áun se ignoraría que fuera ésta su dama, si no viniera á apoyarlo la tradición: el amor de Petrarca tiene arco, venda y saetas; es todavía el amor de Anacreonte, menos sus miradas lúbricas y lo voluble de sus alas; no es el elemento de vida ó muerte, el sol resplandeciente ó la llama infernal que alternativamente ilumina á nuestro trovador[44].» Tan sólo una vez hace aparecer aquel amor Ausías en sus versos para recordar que tiene flechas de oro, plata y plomo, y que después de haber disparado en otros tiempos todas las de aquel primer metal, se quedó una con que le hirió á él:

En aquell temps que primer d' aquest fou Les fletxes d'or amor totes lançá E desmembrat una s'en aturá Ab que 'm ferí.....
Cant LXXII.—O vos mesquins, etc.

En suma, el amor de Petrarca, aunque puro, parece detenerse en las cualidades exteriores de su amada, tal es el placer que halla en describirlas; mientras que el de Ausías sólo aspira á la voluntad

.....qui es en l'arma infinida,

lo cual hace que pueda jactarse de que

.....ço que 'm fa vos amar
No m'entra pas solament per la vista;

y decir á su querida,

Vostre esperit es aquell qui 'm conquista;

y exclamar en suma, ponderando acaso con exceso la pureza de su amor:

Si com Sant Pau Deu li sostregué l'arma
Del cors per que ves divinals misteris,
Car es lo cors del esperit lo carcer,
[45]
E tant com viu ab ell es en tenebra,
Axi amor l'esperit meu arrapa
E no hi acull gens maculada pensa,
E per ço sent lo delit que no's cansa,
Si que ma carn lo ver amor no'm torba.
Fantasiant, etc.

De esta diversa manera de comprender y sentir el amor los dos poetas italiano y valenciano ha debido seguirse el diferente modo de describirlo y expresarlo. Abrid por donde queráis las rimas del Petrarca, y encontraréis apenas un soneto en que no os hable de

.....i capei d'oro a l' aura sparsi
Che 'n mille dolci nodi gli avolgea;

ó de

il lampeggiar del angelico viso,

ó bien

.....di quei begli occhi
(ove) il vago lume oltra misura ardea:

que no os diga una y otra vez que,

Non era l' andar suo cosa mortale,
Ma d' angelica forma, e le parole
Sonavan altro che pur voce humana:

que no os pondere por exagerado modo el tormento que le causa su velo, más cruel para el que

Nebbia che 'l ciel cobra e 'l mondo bagni,

y que

.....due begli occhi adombra
E par che dica: Hor ti consuma et pagni;

ó que no recuerde

.....l'aura..... antica, e i dolci colli,

y las

vedove herbe..... et le torbide acque
E il voto e freddo nido in ch' ella giaque;

[46]

ó por último en que, confundiendo como en un sér, por la analogía de los vocablos, el laurel (Lauro) y Laura, no ensalce á aquel árbol cual pudiera ensalzar á su propia amada.

¡Si al menos se hubiese contentado con ponderar las cualidades físicas de su ídolo; con cantar hasta las más insignificantes circunstancias y pormenores de la historia de su amor, que duró de quince á veinte años; con recordar los favores que de ella logró, y que fueron, á lo más, hoy una palabra de amistad, otro día una mirada menos severa, el de más allá un movimiento de ternura al separarse de ella! Pero Petrarca, bien así como los artistas griegos que se complacían en levantar los simulacros de sus dioses en el fondo de un solitario y frondoso valle, ó en medio de una fértil y verde llanura limitada por encantadoras perspectivas, ó en lo alto de un promontorio, á fin de que la hermosura y grandiosidad del paisaje diese mayor realce á las de la estatua, por igual manera gózase el amante de Laura en evocar á cada paso, como para mejor describir las perfecciones de ésta, las más bellas imágenes del mundo físico, ó sea las esplendentes auroras, las puestas de sol de mil matices, los ríos que se deslizan suavemente murmurando entre los álamos, los frondosos bosques, los escondidos y misteriosos valles, lugares todos los más á propósito para murmurarse al oido palabras de cariño los enamorados, y cuanto, en una palabra, parecía poder servir de fondo al cuadro de sus amores, ó de expresión ó eco á los suspiros suyos ó de su querida. Fijad, por el contrario, vuestros ojos en cualquiera de las páginas de las obras del trovador valenciano, y de seguro, aunque leáis todos sus versos no lograréis trazar en vuestra fantasía ni siquiera la más vaga imagen de la mujer con tanta pasión por él amada; ni acertaréis á adivinar si era en la ciudad ó en el campo donde la veía y le pintaba el estado de su alma, tranquila y placentera cuando en amoroso éxtasis contemplaba sus perfecciones morales; agitada como mar tempestuoso cuando tenía que echarle en cara ingratitudes ó desdenes.

No sabemos de ningún poeta que más reservado se haya mostrado en alabar la hermosura del objeto de su amor. En una página de sus obras cabrían los versos en que más ó menos indirectamente alude á las cualidades físicas de aquella á quien, sin embargo, llamaba bella ab bon seny, y lir entre carts en muchas de las tornadas de sus cantos.

[47]

Hé aquí de cuán distinta manera que Petrarca alaba los ojos, el ademán y la voz de la que ama:

Yo viu uns ulls haver tan gran potença
De dar dolor e prometre plaher,
Y esmaginant viu sus mi tal poder
Que 'n mon castell era esclau de remença.
Yo viu un gest é sentí una veu
D' un feble cos, e cuydara jurar
Qu' un home armat yo 'l fera congoxar
Sens romprem pel yo 'm so retut per seu.
Cant IV.—Lo viscahí, etc.

En cambio, y en esto se diferencia por todo extremo del amante de Laura, loa repetidísimas veces, ya pondere su amor y celebre esperanzas, ya llore olvidos ó lamente desprecios, el entendimiento de aquella á quien llama con frecuencia plena de seny, como que era esta la cualidad que en ella más estimaba.

Ausías March, que cree que nadie cual él conoce los secretos del amor, y que afirma que éste se eclipsará cuando él muera,

Dels grans secrets puch ser Apocalipsi:
Yo defallint Amor fará eclipsi,
Cant XCII.—Tot entenent, etc.

pretende y repite en multitud de sus esparsas que nadie en el mundo ha sentido como él, ni cual él ha amado:

Callen aquells qui d' amor han parlat
E dels passats delint tots llurs escrits,
En mi pensant metenlos en oblits:
En mon esguart nengu es namorat;

ya que es de tal índole y tan sin esperanza el dolor que le atormenta, que Dios lo reservó tan sólo para los condenados y para los que mueren sin esperanza:

Per als damnats nostre Deu la (passió) retench,
Sols per aquells qui moren sens esper;
Cant XLII.—Callen aquells, etc.

[48]

y tales son sus tormentos que los que sufren los demás amadores ni le infunden miedo, ni son para él siquiera una amenaza:

Aquells affanys que 'ls amadors acacen
E sons comun é quasi manifests,
No son en mi, ni de semblans d' aquests,
No 'm fan pahor, ni sol mi no menacen.

Por esto cree que sería mejor para él no pensar ó pasar la vida durmiendo:

Plagués á Deu que mon pensar fos mort
Y que passás la vida en durment.
Cant XXX.—Açi com cell, etc.

ó bien, como dice en otro canto,

Lo mills de mi es com en res no pens;
Tot quant yo puch de pensar me defens.

Y es que, según confesión propia, habiendo buscado la vida por el camino de la muerte:

Per lo camí de mort he cercat vida;

le aconteció

Si co 'l malvat que 'n paradis vol cabre
E ver l' infern ab cuytat pas camina,
Y axi com cell que de mitgjorn les terres
Va encercant per vent de tremuntana.
Cant LXXXIII.—Per lo camí, etc.

Y en realidad si hemos de juzgar al amante de Teresa por sus obras, por idéntica manera que pocos amadores le igualan en la pureza de su pasión, pocos, ó por ventura ninguno puede comparársele en el ardor de la misma. Y si bien en sus esparsas se advierten apenas, ó encuéntranse muy de tarde en tarde los fogosos arrebatos y las impías imprecaciones de que están llenas las endechas de los poetas de pálido semblante, mustia y afeitada frente, negra y rizada melena de cierto moderno bando, para quienes no había compañía más grata que la de la luna, ni rumores á sus oidos más dulces que el de los cipreses balanceándose al leve soplo de las auras[49] nocturnas, ni más poético placer que ir á maldecir de la vida entre lujosos panteones de mármol, y á cuyos dolores, para que nada les faltase de pomposo y teatral, era de ley que les acompañase la apoteosis del suicidio; en cambio ¿quién trocaría esas románticas tristezas, esos dolores de aparato, por los de nuestro poeta, viviendo siempre á solas con ellos, como el ermitaño con los recuerdos de su vida pasada, como el que en la desgracia se alimenta únicamente de las memorias amargas de las perdidas felicidades, meditando sobre ellos, analizándolos con más minuciosidad y detenimiento que el anatómico el corazón que tiembla y como que palpita aún bajo su escalpelo, y gozándose á veces en contraponerlos, á fin de que sea más acerba la pena y la punzada más aguda, con las ajenas alegrías?

Colguen les gents ab alegria festes,
Loant á Deu, entremesclant deports;
Plasses, carrers e delitables orts
Sien cercals ab recont de grans gestes;
E vaja yo los sepulcres cercant
Interrogant ánimes infernades.
Cant. XXV.—Colguen les gents, etc.
Yo som aquell que 'n lo temps de tempesta
Quant les mes gents festejen prop los fochs,
E puch haver ab ells los propris jochs
Vaig sobre neu descalç ab nua testa.
Cant. X.—No 'm pren aixi, etc.

Las esparsas de Ausías son como un largo monólogo de su corazón ó de su mente, cuyos únicos testigos y oyentes son el dolor y el amor, en quienes y para quienes parece que únicamente vive. Ningún poeta ha podido con más razón que él llamar al llanto su amigo y enemiga suya la risa:

Amich de plor é desamich de riure.

«Entrégase á la tristeza, ha dicho Quadrado, como á su señora querida; le da culto en la soledad y jamás la nombra sin que un epíteto de dulzura venga á templar su acíbar; jamás termina un canto sin haber hablado de las lágrimas, de los secretos atractivos del sufrimiento.»

[50]

Creemos excusado advertir á los que no hayan leido ú hojeado siquiera las obras del gran trovador, del más original y verdadero de los poetas eróticos, que aquella constante meditación sobre sí mismo, aquel concentrarse siempre y apoyarse, por decirlo así, en una misma idea, debía producir desvanecimientos en su inteligencia y vértigos en su voluntad: debía causar, al igual que al monómamo la idea fija en que vive, al par que la aparición en todos sus escritos de un pensamiento constante y en armonía con el estado permanente de su espíritu, un gran desorden en sentimientos é ideas. Y esto es lo que realmente pasó á nuestro poeta y lo que se revela en todos sus cantos, así en los de amor como en los de muerte; y esto es lo que ha hecho que pudiese decir el señor Milá de algunos de ellos, con su acostumbrada concisión y gráfica manera, «que per eix costat fan de mal llegir[45].» Por este motivo, si bien no es difícil indicar, como lo hemos hecho hasta aquí, los rasgos más salientes y característicos de los versos amorosos del príncipe de nuestros poetas, cual no lo es señalar el tono dominante en cualquiera de las óperas del tierno y melancólico Bellini, si pretendiésemos además dar á conocer los encontrados afectos que nacen de la pasión cuya cadena, como esclavo suyo, arrastra, sería preciso transcribir la mayor parte de sus libros.

Ábrase el de sus esparsas de amor por el Canto XL, y allí se le ve dudando de si le ha de ser más grata la muerte ó ha de encontrar más dulce la vida:

Si com l' hom flach qui l' es forçat triar
Ab qual de dos homens forts sa combatre
No sab pensar ab qual dega debatre,
Espaordit sos comptes no sab far;
Ne pren á mi qui lo viure m' espanta
E lo morir me será gran despit;
Com viure vull la mort prench en delit,
Com vull morir la vida tinch per santa.
Cant. XL.—Sobres dolor, etc.

Otras veces, desvanecida toda duda, y desesperanzado de hallar consuelo á los males que le aquejan, se arroja en los brazos de la muerte, á la cual, en la más atrevida personificación [51]que haya ideado jamás ningún poeta, presenta saliéndole al encuentro y llamándole con delicioso canto, mientras que la vida, igualmente personificada, le brinda con sus bienes.

Quins tan segurs concells vas encercant,
Cor malestruch, enfastijat de viure,
Amich de plor e desamich de riure,
Com soferras los mals qui son davant.
Acuitat donchs á la mort que t'espera
E per tos mals te allongues los jorns,
Aytant es luny ton delitós sojorns
Com vols fugir á la mort falaguera.
Braços uberts es exida 'n carrera,
Plorant sos ulls per sobres de gran goig:
Melodiós cantar de sa veu hoig,
Dient: amich, ix de casa 'strangera.
En delit prench donarte ma favor
Que per null temps home nat l' a sentida,
Car yo defuig á tot home que'm crida,
Prenent aquell que fuig de ma rigor.
Ab ulls plorant é cara de terror,
Cabells rompent ab grans hudulaments,
La vida 'm vol donar heretaments
E d'aquets dons vol que sia senyor.
Cridant ab veu horrible y dolorosa
Tal com la mort crid' al ben hauirat;
Car si l'hom es á mals aparellat
La veu de mort li es melodiosa.
Cant XXXII.—Quins tan segurs, etc.

Abierto el pecho á la esperanza de que el de su amada no se cerrará á su consuelo, cree otras veces que debe alargarse su vida siquiera porque mientras ésta dure han de durar las alabanzas de aquélla.

Aytant com puch iré vida allargant
Perque l'estrem de tots mals es la mort;
No'm trob esforç per haverne conort..... etc.
La donchs morré com parlá no'm volreu,
E tinch per foll qui de mort no's defen:
Aquella es darrer dan é turment,
No meresch yo que los meus jorns fineu..... etc.[52]
Plena de seny, no'm abreujeu lo viure,
Car mentre visch vostre lahor s'allarga;
E vos lohant no'm trob la boca amarga
Ne tard' la má com de vos vull escriure.
Cant. XXII.—Tal só com cell, etc.

Perdida otras veces aquella misma esperanza, renuncia á toda consolación y hasta llega á creer que es para él un gran mal que pueda hallar defensa contra la tristeza;

Hont es lo loch hont ma pensa repose?
Hont será hom que mon voler contente?
Ab escandall jo cerch tot fons e tente
E port no trob hont aturar me gose.
Lo que d'abans de tot vent me guardava
Ara es en mi cruel platja deserta:
Vagabunt vaig la casa qui m'es certa;
Treball es gran en part hont yo vagava.....
Ya res del mon dolor no'm pot defendre;
Perdut es ja tot lo goig de mon viure;
Á mos amichs de tristor puch escriure,
No'm basta temps á poder m' en rependre.
Tant la tristor afalaga ma pensa
Que tot m'es trist quant puch hoir ne veure,
Tant que'm es greu que yo vinga á creure
Que á tristor yo puch haver defensa.
Cant LVII.—Hont es lo loch, etc.

En suma, y para poner fin á esa breve pintura de la constante y fiera batalla que se dan dentro de su corazón los más opuestos afectos, y que con tanta verdad se halla en sus versos expresada, también alguna que otra vez se escapan de aquel triste corazón que, queriendo huir del dolor, tropieza con un dolor más grande:

Fugint dolor en major dolor munt,

gritos de angustia como aquel en que, recordando al atribulado patriarca de Hus, maldice su existencia:

Malehit lo jorn que'm fou donada vida;

[53]

ó este otro en que, creyendo que debía renunciar á toda felicidad, exclamaba:

Malventurós no deu cercar ventura;
Creuhar se deu la front com la hi nomenan.
Cant XXXIII.—Malventurós, etc.

ó en fin aquella imprecación que, más ya que el ay de un corazón apenado, es el grito de un alma enloquecida por el sufrimiento:

Foch crem ma carn é lo fum per encens
Vaja als damnats per condigne perfum;
Mon esperit traspás de Lethe 'l flum
Perque de res d' aquest mon no pens.
Cant LXXIII.—Qual será aquell, etc.

Sin embargo, fuerza es convenir, y en esto se distingue nuestro poeta de los modernos eróticos escépticos, que esos arranques de desesperación son como los involuntarios gritos que hace exhalar al enfermo la vehemencia del dolor, y que se encuentran, como rumores perdidos, en la atmósfera de resignación en que procura anegarse, acordándose siempre que es cristiana su alma, enamorada de otra igualmente cristiana, y que el amor que la profesa ha de sobrevivir á su cuerpo y á los deleites, como á las tristezas de este mundo; idea que si no es bastante poderosa para impedir que salgan fuera sus quejas, por más que su voluntad así lo quiera, es por lo menos bastante dueño de él para mandar al corazón que se conforme al querer de Aquel que todo lo gobierna y ordena:

Clamar no 's deu qui mal cerca si 'l troba;
Donchs vos, mon cor, no us senta pus clamar.
Vostres gemechs no 's poden comportar,
E vostres colps se mostren sus ma roba.
Hajau esfors, car lo pijor es mort;
Puig á Deu plau, preneuhi paciencia:
Ell es aquell qui fa de vos sentencia;
Creurer debeu que no us fa ningun tort.
Cant LXXVII.—Clamar no 's deu, etc.

[54]

Permítasenos al llegar á este punto que, dando por terminada esta parte de nuestro trabajo, pongamos fin á ella con las oportunas reflexiones y elocuentísimas palabras con que concluye el análisis de los cantos de amor el ya citado eminente literato y publicista mallorquín, señor Quadrado, que fué el primero en nuestros tiempos que se ocupó en trazar por discreta manera y superior acierto el juicio crítico de nuestro insigne poeta. «Ignoro, escribe, si al analizar una por una las fibras de aquel corazón, al recorrer los gritos que de él arrancan las más fuertes y encontradas pasiones, y que sin enlace ni comentario apenas acaban de presentarse, asaltará á los lectores la misma reflexión que me ocupa tristemente al transcribirlos. ¡Se comprende bien lo que debía ser una vida concentrada siempre y apoyada en una idea, como el anacoreta en su columna, elevada sobre la tierra sólo lo bastante para producir vértigo y aislamiento! ¡Lo que debía ser aquel vuelo del alma, cerniéndose en los aires y sostenida siempre sobre sus alas, sin nido donde guarecerse, sin otro contacto que el impalpable de la atmósfera en que vivía, sin divisar más que confusamente y á vista de pájaro los intereses y vida de los demás hombres! ¡Lo que debía ser aquel quietismo del dolor, aquella vista íntima abierta y vigilante siempre hacia dentro, cerrada á todo objeto por fuera..... aquel océano de deseos sintiendo siempre su vacío y sin esperanza de llenarlo, en el cual venían á chocarse todos los vientos con súbitas y violentas embestidas!..... ¡Se concibe lo que hubo de ser la vida é historia de aquel hombre! Y no vengan á decirnos los hombres fríos y maduros que los versos no pasan de un honesto entretenimiento, que la poesía no es más que un vestido de gala: no son, no, aquellas ideas de las que reposan con la pluma ó se evaporan fuera del aposento; ni hay en ellas únicamente más ó menos enérgicas declamaciones, imágenes más ó menos ricas; hay allí un curso completo de la ciencia del corazón, el fruto del estudio y observación de una vida entera, y áun ésta aparecerá corta para los que, en vez de detenerse como nosotros, poetas más bien que metafísicos, en apreciar las bellezas literarias y de expresión, sigan á Ausías, tras el hilo de su vasto sistema, por las profundidades del pensamiento[46]».

[55]


Si bien en las ediciones de Ausías tienen el último lugar los cantos de muerte, hemos creido, alterando el orden establecido, deber ocuparnos en aquéllos después de hacerlo en los de amor, porque los consideramos como la lógica y natural continuación de los mismos; porque son como el desenlace de un drama de amores que, habiendo empezado bajo la oscura bóveda de un templo en los días en que recuerda la Iglesia las divinas tristezas de Ghetsemaní y los acerbísimos dolores del Calvario, termina en una tumba detrás de la cual el amor se transfigura en la muerte que da vida eterna, y el dolor en esperanzas del paraíso.

Después de haberla amado como no había poeta alguno amado á su dama, la flor terrestre, aquel lirio entre cardos, en cuya contemplacion estática, pero no exenta de amarguras, había nuestro trovador vivido, fué, convertida en perfumes, á exhalarse ante el trono del Bien eterno. Los dedos de Ausías no hacen más que cambiar de cuerda en su melancólica lira, y, ¡cosa extraña, si no la explicara la fe que ardía viva en su alma! los sones que de ella arranca no son tan tristes, por más que sean también muy dolorosos, como los que sacaban de la cuerda en que lloraba las penas del amor. Pronto nos dirá él mismo lo que adivinará cualquiera que sepa en qué parte del sér querido había puesto su afecto, y qué es lo que pensaba acerca de los futuros destinos de los espíritus.

El primer afecto que experimenta al recordar que

Aquelles mans que jamés perdonaren
Han ja romput lo fil tenint la vida

de la que fué su querida; al ver á su alma envuelta como en un manto de dolor, y al pensar cómo es ida para no volver aquella á quien amó cual aman los santos:

En sa dolor m' arma es envolcada...
· · · · · · · · · · · · · · · · ·
Com sens tornar la qu' am es anada;

[56]

cuando recuerda que se han interrumpido para siempre los amorosos coloquios, y separado para no juntarse nunca más dos voluntades antes unidas,

Quant imagin les voluntats unides
Y 'l conversar separats pera sempre;

y ve flotar sus pensamientos á impulsos de sus voluntades (perdónennos los metafísicos el plural), como van y vienen las nubes en alas de los vientos;

Mes voluntats mes pensaments aporten
Avall y amunt si com los núvols l' ayre;

por más que contemple el espíritu de su amada libre del barro que lo envolvía, con igual deleite que experimenta el devoto en el templo;

Son esperit sens lo cors jo contemple,
Tant delit sent com l' hom devot al temple;

por más que no tema la muerte, y sí sólo que le falte el cielo, y ponga igual rostro al próspero como al adverso caso:

La Mort no tem que lo mon damnifica,
Sino que tem que 'l cel me desfallesca.
Tot cas jo mir ab una egual cara;

y que sea su amor como el horno que purifica el metal y convierte lo demás en humo;

Tot ver amich á son ver amich ama
De tal amor que Mort no la menyscaba:
Ans el fornal qu' apura l' or y acaba
Dexant l' or fi, els als en fum derrama;
Cant de mort I.—Aquelles mans, etc.

no puede asegurar, sin embargo, que no encuentre su espíritu desierto de todo deleite, y no se espante él mismo de verse vivo, llegando hasta figurarse que su fantasía le engaña al representársela muerta:

[57]

Yo no puch dir que no sia desert
De tot delit quant morta la imagin;
De mi mateix m' espant com no 'm afin;
Pensant sa mort empar que no 'n so cert....
Cant III.—Qui será aquell, etc.

Mas ya que no puede dudar que realmente la perdió para siempre, ruega á Dios, como especial merced, que le acoja donde está ella, y puesto que con una sola herida llagaron sus dos corazones el Amor y la Muerte, una ésta lo que ella separó.

A Deu mercé mes no se de que 't pregue
Si no que mi en lo seu loch aculles:
No tardes molt que d' elle á mi no vulles
Puig l' esperit hont es lo seu aplegue.
E lo meu cors ans que la vida fine
Sobre lo seu abraçat vull que jaga;
Amor é Mort ferils de una plaga;
Separals Mort, dret es qu' ella 'ls vehine.
Cant I.—Aquelles mans, etc.

Y es que, si bien el amor de Ausías no es de los que acaban, sinó antes bien de los que crecen con la pérdida de la persona querida,

Amor se pert entre gens per absença
E per la Mort la mi' Amor no fina:
Ans molt més am á vos en mort qu' en vida.
· · · · · · · · · · · · · · · · ·
D' aquella que la mort al mon l' a tolta
Honest voler en mi roman sens mescla;

la fantasía le trae á veces el recuerdo del tiempo y de los lugares donde experimentó tristezas ó gozó alegrías, y con él el dolor que acompaña siempre las pasadas memorias, siquiera sean melancólicas;

Si res jo veig d' ella dolor me dona,
E si'm defuig par que d'ella m' aparte:
Lo temps e 'l loch ab lo dit la 'm senyalen
Segons en ells dolors é delits foren;
Cant IV.—Puig me trob sol, etc.

[58]

ó le representa la imagen de sus últimos instantes,

Quant l'esperit del cors li viu partir
E li doni lo derrer besar fret;
Cant V.—Que val delit, etc.

ó le murmura al oido las tristes palabras que le dijo antes de su partida:

Dient plorant, no vullau mi leixar:
Hajau dolor de la dolor de mí;

y en tales momentos, ¡cómo no sentirse hombre! ¡Cómo no admirarse de que su corazón no hubiese estallado de pena!

O cor malvat del qui 's veu en tal pas,
Com pecejat é sens sanch no roman?

¡Cómo no soltar la voz al dolor y arrancar á la lira, cuando se presentan á la fantasía tan tristes recuerdos, y llaman á la puerta del corazón tan acerbos pesares, versos como éstos:

Car tant com puch jo'm dolch e dolre 'm vull,
E com no'm dolch assats pas desplaher,
Car jo desitg que perdés tot plaher,
E que jamés cessás plorar mon ull!
Cant VI.—Si per null temps, etc.

Pero Ausías March era un gran poeta y como tal capaz de sentir, con más fuerza que los corazones vulgares, los grandes dolores, á la manera que lo es el Océano de ser sacudido y turbado hasta en sus más hondos senos por tempestades, que apenas podrían desplegarse en toda su imponente majestad en pequeños mares: Ausías March era también un gran cristiano, y por lo mismo, no tanto era el dolor de la separación de los cuerpos el que más tormento le daba, como la duda de si debía ó no ser eterna la de sus espíritus. Nuestro trovador tenía bastante temple de alma como hombre, y como cristiano fe sobrada, para despreciar esos amores teatrales que sólo se exhiben ante testigos y buscan para desahogarse lugares sombríos, pero dispuestos á manera de decoración escénica, si en su tiempo hubiesen estado de moda, como lo estuvieron en los[59] nuestros; y para saber que todo acaba para los cuerpos con la muerte, hasta el día en que sean llamados á gozar ó á sufrir con las almas, según contribuyeron á su salvación ó á su condenación eterna. Él sabe que los difuntos no piensan en los vivos, y que por lo tanto no agradecen los dolores que éstos sufren;

Quant pens dels morts que res del vius no pensen
E los dolors que pas sens grat se perden:
Cant I.—Aquelles mans, etc.

sabe también que los muertos no vuelven al mundo;

Si be los morts en lo mon no retornen,

y por esto no piensa en ir al sepulcro donde yace su amada, ni para esparcir flores sobre ella como pagano, ni para llorar sobre sus restos cual mujer de corazón flaco.

Ni le preocupa si el cuerpo del que fué su ídolo es pasto de gusanos, ni si los transeuntes huellan indiferentes la losa que cubre sus cenizas: el único pensamiento que le aflige, la única espina que la muerte, al arrebatarle su amiga, ha dejado clavada en su corazón, es saber en qué compañía se encuentra en la otra vida, ó como dice él mismo:

Quins esperits á tu de prop te son.

Para averiguarlo se dirige al de su amada, diciéndole:

Tu, esperit, si res no te'n deffen
Romp lo costum que dels morts es comú:
Torna en lo mon é mostram qu' es de tu;
Lo teu esguart no'm donará espaven:
Cant VII.—Lo gran dolor, etc.

y como no tiene, cual Dante respecto de Beatriz, la seguridad de encontrarla, para vivir amándola eternamente, en los celestes prados donde sestea el divino Esposo de las almas, se estremece al pensar que pueda por culpa suya estar en el infierno ó en el purgatorio, y ruega á la Virgen que, no tomando en cuenta de dónde vienen las oraciones que le dirige, no sean en daño de ella sus pecados;

[60]

Mare de Deu, si es en purgatori
Son esperit per no purgats delits,
A ton Fill prech no guard los prechs d'hon venen,
Mes llá hon van mos peccats no li noguen.
Cant IV.—Puig me trob sol, etc.

Por lo demás tan poco egoista y carnal es su pasión, á diferencia de la de los amadores vulgares, que si pudiese echar de sí aquella duda, que es su tormento; si de cierto supiera que estuviese su amada gozando de la compañía de los bienaventurados, ya no sentiría que hubiese sido herida por los dardos de la muerte:

E si cert fos qu'entre los sants fos mesa,
Non volgra jo que de Mort fos defesa.
Cant I.—Aquelles mans, etc.

La duda, sin embargo, subsistía. Aquel nuevo Job, que con perderlo todo, al perder lo que era su único supremo bien aquí bajo, no había podido siquiera guardar dentro de su alma la esperanza de hallar en otro mundo mejor el espíritu á quien en vida había unido el suyo; aquel nuevo Job que, como el patriarca árabe, en un momento de desesperación había maldecido también su existencia, debía como aquél llevar hasta el heroismo su resignación: y hé aquí que en medio de los males que se desploman sobre su corazón, anegándole en amarguras, á manera de las olas que, cayendo sobre ella, cubren de salobres espumas la combatida roca que irgue su cabeza en solitaria playa, impone silencio á aquél recordándole que

.....Tot es bó puig es obra de Deu.

«Admirable, sublime Ausías, exclama al llegar á este punto nuestro amigo Quadrado; después de oir de tu boca este verso, ¿qué más pudiéramos añadir acerca de tí ni como hombre ni como poeta?»


Habiéndonos detenido tanto, menos sin embargo de lo que hubiéramos deseado, en los cantos de Amor y de Muerte, difícilmente[61] podríamos, sin caer en repeticiones y pecar por difusos, extendernos en los Morales y en el Espiritual, escritos por ventura por nuestro trovador para buscar en la filosofía cristiana y en el amor divino un bálsamo á las penas que tan hondamente le afligían. En ellos, sin dejar de mostrarse elegante y á momentos sublime poeta, aparece menos la fecundidad de su ingenio, por efecto sin duda del tono didáctico que con frecuencia en los mismos domina, y de que la materia se presta más á las severas bellezas de la razón que á las brillantes galas de la fantasía. Como árbol que tiene echadas sus raíces en el campo de la ética cristiana, produce más frutos que flores, ó únicamente se reviste de éstas en cuanto sirven para atraer hacia los primeros las voluntades y á excitarlas á alimentarse de ellos.

Es excusado decir que la moral de Ausías es elevada y no menos que su pasión pura. «Fundando, dice el crítico á quien acabamos de citar, la dignidad del hombre en su perfeccionamiento incesante, su felicidad y grandeza en el cumplimiento de su fin, levanta sobre estos pilares su noble cuanto sólido edificio.» Aplicando continuamente tan fecundo principio, no reconoce en el hombre otra libertad que la que conserva respecto de sus mismos deseos, otra paz que conciliar su voluntad con su deber, otra sabiduría que la de mejorarse y atender á su fin, ni otro privilegio en el sabio que el de su inmensa responsabilidad sobre los que no conocen sinó los goces y tareas materiales; no considera otro bien en la nobleza y opulencia que el de servir de instrumentos para el bien, otra ceguedad en la fortuna que la ceguedad de nuestras pasiones, que piden á sus favores lo que ellas no alcanzan á dar, otra ocasión de valor que la de morir por un gran bien ó en provecho de muchos, otra mayor cobardía que la del suicida, que escapa de los males, como el bisoño ante el enemigo..... Moralista austero, desearía establecer una severa censura que arrancase la máscara á los hipócritas, que los castigase en la opinión misma á que aspiran por recompensa, que desterrase esa moral cómoda, ficticia, de pomposa apariencia, estéril en virtudes y en frutos de verdad, sin los cuales

«L' hom qui n' es menys es arbre menys de fruit;
Oms en bell ort son los homens del mon.»
Cant moral XI.—Lo tot es poch, etc.

[62]

Como todos los hombres que, reconociéndose superiores á los espíritus comunes que les rodean, creen que el mundo, á la manera de un campo cansado de dar frutos, no puede producir ya más que generaciones de mente flaca y enteco corazón en cuerpo raquítico, y vuelven por lo tanto la vista á los tiempos que fueron, que tienen por mejores que los en que ellos viven, Ausías deseaba haber nacido cien ó más años atrás, porque creía que las generaciones presentes eran peores que las pasadas:

Volgra ser nat cent anys ó pus atrás
Perqué som cert, que 's pijorat lo mon.
Cant moral VI.—Volgra ser nat, etc.

Imagínase que

Bondat, virtut han perduda sa rassa,
Cossos humans han molt disminuit:
Deu es per nos mal honrat é servit
E ja la mort pus estret nos abrassa;

y deduce de ello que

Foll es aquell que no imaginava
Que fallirem, puig fall ço per que som,
Si com decau la rama é lo pom
Si la rahel del arbre hom tallava.
Cant moral V.—Yo crit lo bé, etc.

¡Qué extraño, pues, que al presentarse ante sus ojos el triste cuadro de enfermedades morales que ofrecía la sociedad de su tiempo, y no viendo remedio á ellos en lo humano, rompiese indignado en este enérgico y doloroso apóstrofe!

Yo 'sguart lo cel é no veig venir flames
Per abrasar la sodomita secta.
Hon es lo temps que tu prenias venja
De tots aquells que natura greujaven?
Mire lo cel quant plourá la justicia
Que 'n temps passat entre nos habitava,
E no veig res que d' aquest loch devalle;
En té roman tot quant de tu s' espera.
O senyor Deu, e quant será que 't mostres?
Ja tarda molt com del mal hom no 't venges.[63]
Yo so ben cert qu' aprés la mort l' esperes,
Mes en lo mon be 'm sembla que 't mostrasses.
Vulles haver pietat del teu poble;
Puneix aquells sehents alts en cadira
Qui del Anyell volen la carn e lana
E son contents que feres lo devoren.
Cant moral X.—Qui de per si, etc.

¡Qué extraño que al ver tan extendida la corrupción de costumbres, hasta el punto de que no haya quien tenga derecho de censurar á los demás, crea que si hay alguno que sea excepción á lo que los otros practican, éste no rompa la regla general, de la misma manera que

Un oronel l'estiu no denuncia!

Permítasenos que además de estas citas, y á fin de que nuestros lectores puedan formarse un más cabal y exacto concepto del carácter y del tono que reinan en los cantos en que nos ocupamos, transcribamos algunas estancias de aquel en que trata de la fuerza de la voluntad y del menosprecio de la muerte, que, con ser de los más cortos, es sin disputa, á juicio de nuestro amigo el Sr. Milá, uno de los más notables de esta parte de sus obras:

Por de pijor á molts fa pendre mort
Per'esquivar mal esdevenidor,
Si bé la mort resembla cas pijor,
Cell qui la pren la té per bona sort:
E de'açó Cató mostra camí
E li mes nom us de la libertat,
Car de tots als pot esser l'hom forçat
Sino en morir qu'es en nostre juhi.
Algú la pren e reb nom de mesquí
Fugint perill qui l'es devant posat;
Altre será de cor nobl' animat
Que vol morir per la valor de sí.
Venint en mans d'enemich seu potent
Sobrat lo cors guerrej' ab lo voler;
De vencedor encara 's veu poder
Vol perdre 'l cors per l'esperit vencent...
· · · · · · · · · · · · · · · · ·[64]
Alguns passats que voluntat iniqua
Los feu morir ó l'opinió vana,
Aquets no llou, mes les de pensa sana
Volent morir per fer llur arma rica.
Perdent un poch per l' infinit atendre,
Guanyant lo goig qu' al Fill de Deu acosta;
Gran es lo bé segons aquesta costa
Que per la mort de tal hom s' hagues vendre.
Cant VII.—Por de pijor, etc.

Renunciamos á analizar el canto espiritual. Pretender hacerlo valdría tanto, á nuestro modo de ver, como querer contar los granos de incienso que entraran á formar parte de cada uno de los tenues retazos de vapor de que se compone la ligera nube que sale de un incensario, y analizar el perfume que de ella se exhala. No sabríamos cómo dar una idea aproximada de él, sinó comparándolo con la guirnalda de escogidas flores con que ciñe la devoción la imagen de un santo. Por la energía y grandeza de sus conceptos, por el sabor verdaderamente religioso y hasta místico, que en él reina á trechos y por la espontaneidad de la expresión, más feliz por ventura que en ningún otro de los cantos en estramps que tiene nuestro poeta, consideramos el espiritual como su obra más bella é inspirada. Hé aquí algunas de sus más notables estancias:

Puig que sens tu algú á tu no basta
Dónam la má ó pels cabells me lleva,
Sino estench la mia vers la tua
Quasi forçat á tu mateix me tira.
Yo vull anar envers tu al encontre:
No sé perqué no faç lo que volría,
E no sé qué aquest voler empacha
Puig yo so cert haver voluntat franca.
Llevar mi vull e prou no mi esforçe;
Çó fá lo pes de mas terribles colpes;
Ans que la mort lo procés á mi cloga
Placia't Deu, puig teu vull ser, que'm vullas.
Fer que ta sanch mon cor dur amollexca,
De semblant mal guarí ella molts altres;
Ya lo tardar ta ira 'm denuncia;
Ta pietat no trob en mi que obre.[65]
No te repós qui en altra fi guarda
Car en res als lo voler no reposa;
Çó fent cascú, é no hi cal subtilesa,
Que fora tu lo voler no s' atura.
Si com los rius á la mar tots acorren,
Aixis les fins totes en tu se'n entren;
Puig te conech esforçam que yo t'ame;
Vença l'amor á la port que yo't porte.
Qual será 'l jorn que la mort yo no tema
E será quant de t'amor yo m' inflame,
E no 's pot fer sens menyspreu de la vida,
E que per tu aquella jo menysprehe.
Llá donchs serán jus mi totes les coses
Que de present me veig sobre los muscles:
Lo qui no tem del fer leó les ungles
Molt menys tembrá lo fibló de la vespa.
O quant será que regaré les galtes
D'aigua de plor ab les llágrimes dolses:
Contrició es la font d'hont emanen,
Aquell es clau que 'l cel tancat nos obre.
D'atricció parteixen les amargues
Perqué en temor més qu'en amor se funden,
Mas tals quals son d'aquestes m'abunda,
Puig son camí é via per les altres.
Cant espiritual.

Después de lo que llevamos dicho de Ausías como hombre y como poeta; después de los muchos versos suyos que hemos transcrito, ¿qué podríamos añadir acerca de las cualidades artísticas de que estaba aquél tan ricamente dotado, y que tan bella y ostensiblemente se revelan en éstos? El señor Milá, á quien nadie acusará de que se deje llevar en sus juicios críticos ni por entusiasmos ni por antipatías convencionales, ni por las corrientes de las modas,—que las hay por desgracia en los gustos y en las teorías estéticas, como en los trajes;—el señor Milá, que califica á March de notable personalidad poética, dice de él «que le singulariza el especial acento de verdad que se manifiesta en sus obras, las cuales nos revelan con viveza grande y sin fingimiento cuanto él sentía, fuese bueno ó malo... Era, añade, muy hijo de su tiempo, pero á la manera que serlo[66] suelen los grandes hombres, es á saber, como norma y excepción del mismo. No es un poeta completo, pero sí grande, y pocos habrá de quienes puedan recordarse pasajes tan bellos y tan elevados conceptos. Sobresaliente en la parte intelectual y afectiva, fáltale únicamente,—nosotros nos atreveríamos á limitar algún tanto lo demasiado absoluto de este juicio,—la fantasía inventiva, que convierte en un nuevo sér poético cada objeto representado ó cada situación del ánimo, sin que deje por esto de acercarse mucho á aquella soberana perfección que únicamente alcanzan del todo la natural inspiración ó el arte más exquisito. Ni mengua su valor el que como obra poética deje algo que desear la suya, ya que cuando hace que se exhalen ciertas voces de lo íntimo de su corazón, no le es dado entonces al lector acordarse de nada más y queda como preso y esclavo suyo.»

No se le escapa al señor Milá el defecto de la oscuridad que en sus versos se nota, y que fué considerado como primor de no escaso valer por sus antiguos admiradores; «oscuridad que procede en parte, dice, de que quería adelgazar demasiado la materia, pensar por sí mismo, y decir lo que otros no habían sentido ni expresado;» y en parte, añadiremos nosotros, además de lo arcaico del lenguaje, de lo violento y desusado de sus giros, efecto de la dificultad que al parecer experimentaba á veces en encerrar el concepto en el estrecho molde de su estilo, por demás conciso y epigramático, y en la forma harto difícil de sus estancias. Y esa oscuridad es, á nuestro juicio, la principal causa de que no sea hoy Ausías tan leido y estimado como merece serlo. Sin embargo, cuando se ha logrado rasgar el velo que por las indicadas causas envuelve á veces con sus pliegues algunos de sus versos, entonces aparece tal cual es, ó sea verdadero poeta, y el trabajo que se ha empleado en desenmarañar el sentido de su frase queda con creces compensado con el placer que se experimenta al comprenderle.

Mucho dudamos que pueda hallarse un poeta más subjetivo; un poeta que, siendo menos plástico, haya sido no obstante más que él aficionado á convertir sus ideas en imágenes, y por lo tanto á personificaciones y semejanzas. ¿Sería que se sintiese como obligado, más que otros, á acudir á ellas por la necesidad de explicar sus conceptos, por lo común abstractos y de suyo oscuros? Así lo creemos. Mas ora fuese éste el motivo, ora efecto[67] de riqueza de imaginación, ello es que sus estancias están como matizadas de comparaciones, unas veces, y son las menos, sacadas de los objetos de la naturaleza, y otras, y con más frecuencia, de las ocupaciones y de los mismos afectos humanos, cual si creyese,—como discretamente observa el señor Quadrado,—que sólo el hombre puede explicar al hombre. Fácil nos sería formar un escogido y primoroso ramillete de ellas con trasladar aquí algunas de las que se encuentran esparcidas en sus cantos; mas creemos que con las que se leen en los fragmentos citados las tendrán nuestros lectores de sobras para apreciar la índole y riqueza de las mismas, á las cuales dan, á nuestro modo de ver, más realce y mayor energía la manera especial y casi siempre idéntica de expresarlas. Dejemos á los descontentadizos y severos Aristarcos, que para andar á caza de defectos pasan no pocas veces distraídos ó mal humorados por delante de grandes bellezas, la poco grata tarea de ir apuntando uno á uno los lunares que afean de vez en cuando las obras de nuestro gran trovador, acá sorprendiendo un verso duro y poco armonioso; señalando más allá alguna estancia prosaica; en un punto notando un giro violento y que no disculpa la libertad de la hipérbaton, en otros indicando algunas rimas imperfectas y poco variadas. Nosotros preferimos gozar en la blancura del lirio y en la fragancia del clavel, más que detenernos en señalar el grano de sucio polvo que habrá arrojado sobre ellos al pasar el viento. No todos los corazones son capaces de comprender, ni todas las inteligencias de apreciar las bellezas de sentimiento ó de concepto que derrama el artista en su obra, y es deber del crítico hacerlas resaltar para que sean más estimadas, por igual modo que el inteligente en pinturas pone á buena luz los cuadros de los grandes maestros para que brillen más y mejor se pueda gozar de sus primores. Bastan para descubrir los lunares de forma que puedan afear una obra del humano ingenio la vista menos ejercitada y una mente no educada en las enseñanzas estéticas; para poder juzgar con acierto á poetas como Ausías March, lo hemos dicho antes de ahora, es preciso ser capaz de sentir lo que habían ellos sentido y comprender lo que habían pensado.


[68]

SUCESORES DE AUSÍAS MARCH

Ausías es el astro más esplendente, lo hemos dicho antes de ahora, de la literatura catalana en los tres períodos en que al principio de este trabajo la dividimos. Al bajar al sepulcro va á su ocaso aquella poesía y comienza su crepúsculo vespertino; crepúsculo brillante aún mientras aquel astro ha traspuesto apenas los luminosos linderos del horizonte, pero cuyas esplendentes tintas van oscureciéndose á medida que se va hundiendo más en ellos.

Dejamos apuntados algunos de los caracteres que distinguen de los anteriores el último período de nuestra escuela poética. Ahora que vamos á ocuparnos más detenidamente en él, ¿no nos será dado indicar otros que, más que á la forma exterior, como los que entonces señalábamos, se refieren al espíritu que anima á los asuntos mismos, que son especial objeto de dicha escuela, al mismo tiempo que nos ocupemos en los principales de sus numerosos cultivadores que en ellos se inspiraron?

Hemos advertido más de una vez la dificultad de señalar, careciendo como carecemos de exactas noticias biográficas de un crecidísimo número de ellos, cuáles son los poetas que florecieron después de la muerte de Ausías; pero no tememos mencionar como tales, por más que algunos de ellos alcanzasen los días de este poeta y hasta compusiesen alguna de sus obras en los en que él exhalaba sus tristes ayes en los cantos de muerte, al mayor número de los que tomaron parte en el certamen valenciano de 1474, y sobre todo los concurrentes á las justas poético-religiosas de 1482, 1486 y 1488, algunos de los cuales por haber escrito sus obras en la segunda mitad de aquella centuria y por el carácter especial de las mismas, muy distinto del de las melancólicas y filosóficas esparsas del amante de Teresa, pertenecen en alma y cuerpo, permítasenos la expresión, á la nueva faz que ofrece la catalana escuela poética.

No creemos ofender la susceptibilidad literaria, ni el amor á sus respectivos países de nuestros poetas contemporáneos[69] valencianos y catalanes, ni oscurecer la merecida, pero menos brillante fama de los muchos ingenios que, así en las fértiles llanuras de allende, como en las agrestes comarcas de aquende el Ebro, cultivaron en el mencionado período la gaya ciencia, si les decimos que, á nuestro parecer, que es también el de críticos de más valía que nosotros, aquel período lo fué de decadencia para nuestras patrias letras.

No somos de los que medimos los grados de cultura, ni la importancia literaria de una época dada, por el mayor ó menor número de hombres doctos, poetas y artistas, siquiera sean medianos, que en ella florecieron, ó de los congresos científicos y justas poéticas que se celebraron en la misma, ó por el ruido y aparato de que unos y otras se rodearon. Sin salir de nuestra casa ó con sólo asomarnos á la puerta de la de nuestros vecinos, los provenzales, podríamos hallar un doble testimonio en favor de nuestra opinión en este particular asunto. Mireya y la Atlántida, obras de verdadero ingenio, fueron concebidas y por ventura en parte escritas en el apacible retiro de una casa de campo la primera, y en las vastas soledades del Océano la segunda. Por lo demás, y puestos á un lado y en el alto lugar que merecen aquellas dos producciones, en esta como en la otra parte de los Pirineos no hay más que una sola voz para proclamar que la poesía envejece y decae en medio de los felibrejados de los provenzales y de los innumerables certámenes con que la festejan los catalanes. Copiosísima es la miés que en una y otra comarca, Provenza y Cataluña, se produce; pero raquíticas y de escasa substancia no pocas veces, hueras las más, las espigas que en ellas se cosechan. Mucho el ruido que en ambas se produce; pero es el que hace el viento pasando por espesos cañaverales; no el majestuoso rumor que despide la robusta y solitaria encina al sacudirla la brisa.

Fácil es colegir de lo dicho que estimando como un dato literario, digno de tomarse en cuenta al hacer la reseña del último período de nuestra literatura, sobre todo en la parte que á Valencia le corresponde, la muchedumbre de certámenes que á últimos del siglo XV se celebraron en dicha ciudad, y el número verdaderamente considerable de poetas que á ellos concurrieron; y apreciando al propio tiempo y alabando como es justo los esfuerzos que para el mayor florecimiento de la[70] poesía, y en especial de la religiosa, hiciéronse, con mejor buena voluntad que acierto, por algunas personas influyentes, promoviendo aquellas justas de ingenio, no creemos, sin embargo, que debamos detenernos á hablar uno por uno de todos los poetas, en su mayor parte meros metrificadores, que en ellas figuraron como vencedores ó como vencidos, y de muchos de los cuales apenas se conocen más versos que los impresos en las colecciones que de sus poesías se formaron. Así, pues, dejando para los eruditos y bibliógrafos, que tienen la envidiable suerte de poseer algún ejemplar de los hoy por todo extremo raros libros dados á la estampa en el último tercio del siglo XV y primero del XVI, en que aquéllas se encuentran, el que saquen de la oscuridad en que yacen nombres tan del común de los críticos ignorados como los de Alcañiz, Nájera, Cardona, Gamizo, Llansol, Fira, Sent Climent, Villalba, Balaguer, Ausías de San Juan y otros; ó algunos fragmentos todavía menos conocidos, de escasísimo interés como obras de arte, hablaremos tan sólo, al igual que lo hemos hecho en las anteriores reseñas, de los que, siendo tenidos por más notables, caracterizan mejor aquel período literario en sus principales manifestaciones religiosas y satíricas, ya porque son sin disputa las que en él más dominan ó mayor importancia tienen, ya porque en la expresión de los sentimientos amorosos, los que tales asuntos trataron siguieron por lo común, con más ó menos fortuna, las huellas de su modelo y maestro Ausías.

Figuran entre los primeros, ó sea entre los que trataron con preferencia asuntos religiosos, Mossen Bernat Fenollar y el comendador Mossen Juan Scribá, á quienes citamos juntos, como autores que fueron de una composición de carácter místico, llena en ciertos trozos de verdadero sentimiento, titulada: Cobles de la passió de Jesuxristh, fetes per Mossen Fenollar é per Mossen Johan Scrivá, cavaller, contemplant en Jesus crucificat. Es una obra poética de cuarenta y seis estancias, de diez versos, dos de ellos quebrados, de las cuales corresponden veinte y tres á cada uno de sus dos autores, llena de notables conceptos y de elevadas y bellas imágenes con sencillez y verdad expresados, en la cual tropieza á veces el lector con pasajes no indignos de vates de más renombre que los nuestros. Sirvan de muestra de su estilo y valor poético las siguientes estancias:

[71]

Mossen Johan Scrivá.
O quant desecorda ab goig sens mesura
De robes stranyes la via cobrir,
Y tolreus ab ira aquell sens tristura
Tan digne vestir.
Per sorts declarant á qui deu venir!
O quant desacordent les flors y espines,
Y creu molt feixuga ab rams molt florits!
O quant desacordent sponja y metzines
Scarns y despits,
Aprés de grans festes, lionors y convits!
Mossen Fenollar.
O quant fonch deixeble inich ab ultratje
Qui 'l Mestre vené per un tant baix for!
O quant fonch injust, cruel y salvatje
Qui sols per gran por
A mort jutjá 'l Rey qui nos dé son cor!
O trists y perversos! y com no pensaven
Punits de tal crim serían tots temps,
Quant per vos matar així navegaven
A veles é rems,
Que us feren de mort sentir los estrems.
Mossen Fenollar.
O font abundant de tota bonea,
Qui pot sens dolor la mare pensar
Qui participant de vostre pobrea,
Res no us pogué dar,
Quant nu ab gran fret vos feu fort penar,
Majorment pensant lo quant vos podíeu
Usar de riquea é are us defuig;
Per darla á nosaltres rey pobre moríau,
Y aquella d'enuig
Tant richa y tant trista que tot be li fuig.
Mossen Johan Scrivá.
De nostres pecats oh quanta esperansa
Nos causa, Senyor, lo gest que mostrau;
Lo cap inclinat es vera semblança
Que vos perdonau
Los mals que morint en creu reparau;[72]
Los brasos teniu oberts que 'ns abrassen,
Las mans foradades per grans donatius,
Obert lo costat per tal qu' us portassen
Los morts é los vius
Amor que d' infern deslliura l's catius[47].

Permítasenos indicar de paso, y como una prueba de la influencia que iba ejerciendo en la nuestra la poesía castellana, á la cual se franqueaba ya por entonces la entrada en los certámenes antes mencionados, que Fenollar, al igual que otros poetas de su tiempo, escribió algunas composiciones en el habla de Castilla.

Aunque nacido en Barcelona, por las relaciones amistosas que hubo de tener con algunos poetas valencianos, nos permitiremos citar entre los más notables cultivadores de la poesía religiosa al comendador Miguel Stela, autor, entre otras obras de este género, de una que titula: Oració á Deu lo Pare, narrant tots los torments que Jesuchrist te devant, y de otra que denomina: Comedia de la sagrada passió de Jesuchrist. La primera, en que va citando uno por uno todos los objetos de la pasión del Señor, acompañado cada uno de ellos de numerosos calificativos, las más de las veces sobrado ingeniosos, no pocos rebuscados y traidos de muy lejos, adolece de falta de sentimiento y de sobra de estudio. Sin embargo, no creeríamos equivocarnos suponiendo que debió ser de las más estimadas de sus contemporáneos, por todo extremo aficionados á los conceptos sutiles, que preferían á los afectos tiernos, y que más estimaban al poeta por lo que con trabajo pensaba que por lo que con verdad sentía. Hé aquí la invocacion que hace á la Santa Cruz:

Nau de Nohé hont se salvá natura,
Leny arborat en lo baix paradís,
Temple de pau, divinal alogís,
Sant estandart de la eternal pastura,
Fust adorat de latria complida,
Pal hont penjá la serp lo gran Juheu,
Lit sangonós hont penjá home-Deu,
Fértil palmer, famós arbre de vida,
Salveu á mí sant porxe Siloé
Tu que salvist mos besavi Nohé.

[73]

En la que titula: A la cara de Judas com besá á Jesús, y en la dirigida Al gall, la exageración de aquellos defectos llega hasta los límites del ridículo[48].

La segunda de las composiciones citadas está llena de unción religiosa, y á no ser por los nombres mitológicos de Apolo, Febo, Diana y Plutón que, si bien prueban la erudición mitológica del autor y la influencia clásica que iba invadiendo, para después desviarlas de su natural camino, las literaturas nacionales, están allí fuera de su sitio, podría, dentro de las exigencias del gusto á la sazón dominante, citarse como modelo entre las de su tiempo. Baste como muestra de su estilo la siguiente estancia:

Rey est dels reys lançat á tota pena,
Sols, sens remey, d'espines coronat,
De cedre te un jou sobre la squena,
Desert d'amichs, dels seus desamparat,
Sceptre portant de amarga sepultura,
Lo rey Jesus nafrat de greu tristor,
A la mort vá ab la mortal dolor,
Dihent als seus lur gran desaventura
Filiæ Jerusalem, nolite flere super me, etc.[49].

Por los versos que cita el señor Ferrer de las varias composiciones religiosas de Narciso Vinyoles, se nos figura que debió ocupar este poeta uno de los primeros puestos entre los de su siglo que cultivaron ese género, al par que por su fecundidad, por el mérito de sus obras. Mas no habiendo podido disfrutar de la lectura de la inestimable joya bibliográfica de Les obres y les troves, que fué el primer fruto que, según la opinión más generalmente seguida, dió el invento de Gutenberg, al tomar carta de naturaleza en España, nos hemos de referir al juicio que de ellas han hecho los que han sido en esto más afortunados que nosotros, y sobre todo al que hace dicho señor Ferrer y Bigné en su curiosa Reseña tantas veces mencionada.

Aunque reconocemos y confesamos con el señor Milá que la poesía religiosa no se elevó en nuestra literatura al ideal del género, ¿no podríamos gloriarnos, dada la bondad de alguna [74]de las composiciones antes citadas de Corella y de Romeu Llull, de las obras que acabamos de indicar, de muchas otras de igual índole de un gran número de poetas valencianos y catalanes, que dejamos de mencionar por no pecar de difusos; y sobre todo, tomando en cuenta el sobresaliente mérito del canto espiritual de Ausías March, no podríamos gloriarnos, repetiremos, que nuestra poesía sagrada, si no está por cima, compite por lo menos en abundancia y en precio con la de igual género de la literatura castellana?

Más que la poesía religiosa sirven, no obstante, para caracterizar y dar especial sello á la escuela poética catalana de la segunda mitad del siglo XV las composiciones satíricas, ó por mejor decir, las que, inspirándose en asuntos baladíes, y que no son ni podrán ser jamás fuentes de elevada inspiración, verdaderos juegos de concepto, no menos que los de palabra desprovistos de valor estético, tienden naturalmente y casi diríamos por necesidad á la sátira, como elemento que contribuye á darle el interés y la importancia de que por sí mismas carecen. Por la mucha que, sobre todo en Valencia, se dió á ese linaje de composiciones, fué principalmente por lo que calificamos de período de decadencia el que estamos reseñando.

Los poetas ya citados, á los cuales debemos añadir Jaime Gazull, Mossen Johan Vidal, Moreno, Verdanja, Vilaespinosa y el más renombrado de todos, Jaime Roig, son los principales cultivadores de dicho género. La mayor parte de las veces toman sus composiciones la forma de coloquio ó cuestión, y en este caso recuerdan las tenzos ó jochs partits de la poesía provenzal, indicio y nueva prueba de que estaba todavía vivo, siquiera en la memoria de los poetas, el recuerdo de aquella poesía. De este número son la Questió sobre el Beure, Grat, Entendre et Voluntat, moguda per Mossen Fenollar, prebere, á Mossen Johan Vidal, prebere, á en Verdanja é á en Vilaespinosa, notaris, la qual questió es disputada per tots per Miguel Stela, que puede leerse en el ya citado fragmento publicado por el señor Briz del Jardinet d'orats; otra obra de autor no conocido, que se halla en la parte no dada á luz de aquel códice, que tiene por título: Colloqui ó rahonament fet entre dues dames, la una dama casada y l'altra de condició beata, al qual colloqui se aplica un altra dama vidua, etc., escrita contra las[75] mujeres; y el Procés de les olives é disputa dels joves é dels vells, en el cual entran como interlocutores los ya citados Moreno y Gazull, los cuales toman la defensa de los viejos, y Fenollar, que se constituye en patrono de los jóvenes, composición esta última de carácter marcadamente satírico.

Forman, en fin, un grupo aparte, por todo extremo importante por la mayor fama de que gozan sus obras, sobre todo la última de ellas, la titulada: La brama dels llauradors del orta de Valencia, Lo somni de Johan, ambas del mencionado Jaime Gazull, y Lo llibre de les dones ó dels concells de Jaime Roig. La primera de dichas obras tiene importancia bajo el punto de vista filológico, en cuanto se refiere á la viciosa manera de hablar de los labradores, con palabras algún tanto equívocas. Considérase la segunda con razón como una continuación ó complemento del Procés de les olives, después del cual se encuentra por lo común impreso, y es también, al igual que éste, una especie de proceso donde las mujeres, blanco de las burlas del poeta, descontentas de la preferencia dada en el Proceso á los viejos sobre los jóvenes, nombran por abogado y procurador á los poetas de aquel tiempo Micer Artés y Despí, y por juez á la diosa Venus. Está escrita igualmente en la forma llamada codolada[50], ó sean versos de nueve sílabas con piés quebrados de cinco, que es la comunmente usada en las composiciones de aquel género, como puede verse en la siguiente muestra sacada de dicha obra:

Puig sabeu quant es cosa certa
Elles ab elles
Y mes si son totes femelles,
Tantost hi son
Volen parlar de tot lo mon:
En tot se meten;
Y si callau, vos acometen
Per traure noves,
Y tost temps fant contras y probes
Sobre tothom, etc.[51].

[76]

Si los poetas de que llevamos hecha mención hasta ahora se contentaron con asestar algunos alfilerazos á las mujeres,—no pocos de los cuales, sin embargo, debían penetrar muy adentro en sus carnes, tan pesada era su mano,—al llegar su turno á Roig, de quien vamos á tratar brevemente, ya no fueron pinchazos de alfiler, sinó heridas de flechas, y de flechas envenenadas, las que hubieron de sufrir en su honra y en su fama.

No sabemos de culto alguno en el cual la deidad que es objeto de él no reciba exclusivamente de sus adoradores, ó el humo de las víctimas quemadas en sus aras, ó los olores del incienso; nunca sus insultos. Únicamente á la mujer ofrecen los poetas encomiadores suyos con harta frecuencia el perfume de la alabanza con una mano y con otra el sucio vapor de la calumnia, y si la ponen un día sobre las estrellas, la arrastran otro por el barro. ¿Cuántos de sus más entusiastas adoradores pudiéramos citar que, después de haber sembrado de flores el camino de la existencia de la que había sido su dama, y de haberla tejido esplendentísima guirnalda de encomios, han escupido luégo su semblante y manchado su fama por el más leve motivo á veces, sin causa las más y acaso por seguir las corrientes de la moda?

Y sin salirnos del campo de nuestras literaturas, ¿quién podría contar las poesías, y en cada una de ellas los denuestos contra la más interesante y hermosa porción del linaje humano, que se han escrito desde que el provenzal Marcabrús, á quien su biógrafo califica de «maldicens e que dis mal de las femnas e de amor», y Serverí de Gerona y el Monje de Montaudón y otros cien trovadores lanzaron contra ellas sus violentos y libres serventesios, hasta que Pedro Serafí, el último de los poetas de la antigua escuela catalana, las puso en ridículo en su sátira contra el matrimonio; sin que podamos presentar como una honrosa excepción de la común costumbre de ofenderlas en su reputación, ni siquiera al amante de Teresa, ya que en tres ó cuatro cantos suyos, apartándose de sus usados tema y estilo, les echa en cara sus habituales infidelidades, y llega á tratar á alguna de ellas con sobrado duros y poco decentes calificativos?

Y volviendo, después de esta ligera digresión, á nuestro asunto, sálenos al paso el ya citado Jaime Roig, quien en la[77] desnudez de la expresión deja atrás á todos sus contemporáneos en decir mal de las mujeres.

Son muy conocidas las noticias biográficas que acerca del primero de nuestros satíricos y famoso médico de doña María, la discreta y prudente esposa de Alfonso V de Aragón, han visto la luz pública, para que debamos reproducirlas en este trabajo. Que llegó á una edad avanzadísima, más de la que se necesita para tener experiencia sobrada de los hombres y de las cosas y para llevar al sepulcro copiosísimos desengaños; que pasó por todos los estados de la vida y pudo conocerlos muy bien todos para describirlos; que le llamaba su natural inclinación á ver las cosas por su aspecto risible más que por el grave, lo saben cuantos han oido hablar de él y de la principal de sus obras.

Lo llibre de les dones ó dels concells es la de más extensión de las de su género que posee nuestra literatura, pues se cuentan en ella más de doce mil versos; y si bien éstos son tan sólo de cinco sílabas, resulta no obstante sobrado difusa por la excesiva abundancia de aquéllos, y por su disposición en pareados por demás monótona.

Partiendo de la cristiana y provechosa máxima de que la mejor de las obras de misericordia es enseñar y dar buenos ejemplos á la inexperta y poco avisada juventud, él, que se reconoce ya viejo y que además vive alejado del mundo, cree deber emprender la composición de su obra, si bien principalmente para uso de su amado sobrino Baltasar Bou, con el deseo también de que los jóvenes y hasta no pocos viejos no se abrasen como incautas mariposas en la amorosa llama. Roig finge ser él mismo el héroe de su poema satírico, que divide en un prefacio y cuatro libros, y aquél y éstos á su vez en cuatro partes. De aquella circunstancia saca el señor Milá motivo para considerar dicho poema como la obra que dió el plan y abrió camino á una nueva especie de ellas, que lograron después excesiva boga en las letras castellanas, ó sea, á la novela picaresca, género de suyo harto escabroso y expuesto á caidas, en que ejercitaron no obstante su pluma ingenios tan sobresalientes como Mendoza, Cervantes y Quevedo.

«Roig, ha dicho de él nuestro eminente crítico, es poeta satírico de mucho valer y uno de los pocos que acertó á percibir con claridad y apropiarse nuevos aspectos de la naturaleza,[78] y que supo además usar con provecho de esa cualidad, gracias al donaire y abundancia de su expresión. Hásele acusado de exceso de erudición; mas este defecto, que es común á todos los poetas de su tiempo, no se repara ó se repara muy poco en su libro, y los que se han tomado por vocablos eruditos son palabras muy familiares y muy hijas de la tierra, que salen como á chorro de su pluma, cuando se propone calificar ó describir.» El principal y más reprensible defecto de su libro es la sobrada desnudez de los cuadros y la libertad de expresión que lo afean, y que recuerdan en más de un pasaje las que reinan en muchos fabliaux franceses; defecto que no bastan á cohonestar el fin que, como hemos indicado, se propuso al escribirlo, y ni siquiera el que hubiese puesto como epígrafe al mismo aquel versículo del Cantar de los Cantares: Sicut lilium inter spinas, sic amica mea inter filias, como para dar á entender que quería que refluyesen en honra y loa de la Virgen la malicia y las malas artes que denunciaba de las demás mujeres.

Como una muestra de su estilo y de la naturalidad y gracia de sus descripciones trasladaremos el siguiente pasaje en que pinta una tertulia de su tiempo:

En casa mia
Sino junyien
O no corrien
Toros per festa,
Cascuna sesta
Fins llums enceses
Moltes enteses
(O s'ho cuidaven)
Les que filaven,
Com diu la gent,
Ab fust d'argent,
S' hi ajustaven.
També y cridaven
Jovens sabits
Ben escaltrits;
Llansats entr'elles
A coceguelles
Ells comensaven;
Puig salmejaven
De ses endresses,
Teles é peces
Que fan ordir
Ab bell mentir;
Puig una clama
L'altre disfama,
L'altre despita,
L'altre sospita,
Altre flastoma;
Conten prou broma,
Tot de mal dien
E y afegien
Ab molts envits
Dels llurs marits
E s'en burlaven.
Aprés jugaven:
«Voleu palleta?
Daume man dreta.
Qui te l'anell?
Do us est ramell.
Capsa 'b comandes,[79]
Ab ses demandes,
Un arbre y cant
Ocell donant.»
Mes dir rahons
Desvarions
E marevelles
De cent novelles
E facecies
Filosofíes
Del gran Plató,
Tulli, Cató,
Dant, poesíes
E tragedies.
Tots altercaven
E disputaven;
Qui menys sabia
Mes hi mentia;
E tots parlaven
No s'escoltaven.

Aquellos acentos en que los poetas nombrados y otros de inferior renombre habían exhalado con expresión más ó menos afortunada sus sentimientos religiosos, ó dado acaso con sobrada libertad rienda suelta á sus instintos satíricos; aquellas voces con las cuales se mezclaban á veces los cantos impregnados de tristeza con que algunos imitadores de March, y hasta los mismos poetas citados, cuando se proponían seguir las huellas de éste, celebraban sus amores reales ó fingidos; aquellas obras serias ó de burlas por cima de las cuales asoman, por desgracia para las letras con escasa frecuencia,—ya que nunca fué la patria, con perdón sea dicho, del señor Ferrer y Bigné[52] fuente preferente de inspiración para nuestros [80]antiguos trovadores,—algún canto más varonil y digno de loa, por ser patriótico, con que llora ó celebra algún otro poeta, ora la muerte del príncipe de Viana[53], ora el sitio de Rodas[54], ya la toma de Constantinopla[55], ya los hechos de armas del animoso Alfonso V; aquellos acentos, aquellas voces, aquellos cantos, que se prolongan, aunque perdiéndose de día en día, como ya en otra ocasión decíamos, hasta principios del siglo XVI, son los postreros que exhala la escuela catalana, discípula de la de Tolosa, hasta en las comarcas donde se había ostentado más fecunda, ó sea en el reino de Valencia. Allí, mucho más pronto que en nuestras tierras, la lengua de Castilla pasó á ser la de los trovadores[56]; de tal suerte se adelantó en su cultivo, en daño del habla catalana,—que fué alterándose allí más que en Cataluña y Mallorca,—que ya al promediar aquella misma centuria, casi al propio tiempo en que Lope de Rueda echaba los fundamentos del teatro nacional en Sevilla, hacía Timoneda en Valencia sus primeros ensayos en el arte dramático, que debían enriquecer pronto con sus obras el canónigo Tárrega, Aguilar y otros ingenios contemporáneos del gran Lope de Vega; y que ya en los mismos días en que florecía el poeta-librero, Almudevar, al editar las obras de Roig y el Procés de les olives, lamentábase, en un lenguaje que no distinguiría del que aquí en las tierras catalanas se hablaba el gramático más perspicaz, de la ingratitud de los que, olvidados de la leche que habían mamado, miraban con desprecio las antiguas riquezas literarias de su patria, y salía á la defensa de su idioma contra los que lo acusaban de pobre y frío, siendo así, decía de él, que es muy abundante y muy gallardo[57].

[81]

Por fortuna, á aquellos acentos y á aquellos cantos, hoy de pocos conocidos y de menos estudiados, sobrevivieron los de Ausías March, que fueron para los poetas valencianos de los pasados siglos, como lo son para los del presente, cual la sagrada llama que, viviendo, hace que viva y arda en el pecho de aquéllos y de éstos el amor á su antigua poesía.

Ausías March sobrevivió á la antigua escuela catalana, como sobrevivirá á la desaparición,—que retarde Dios muchos siglos,—de la lengua catalana como lengua hablada, al igual que han sobrevivido Virgilio y Horacio al rico idioma de los habitantes del antiguo Lacio. Los que habían sido sus compañeros ó sus discípulos en vida y que habían gozado del privilegio de leer sus valientes estramps y sus melancólicas esparsas, en copias sueltas, que debían multiplicarse prodigiosamente al pasar de mano en mano, al cabo de pocos años podían disfrutar ya del placer de verlas reunidas en más ó menos lujosos manuscritos. Dudamos que de ningún otro poeta se hicieran más colecciones de sus versos que de los del amante de Teresa. De ellos, que sepamos, existen códices en la biblioteca del Rey, del duque de Medinaceli, de Valencia; dos copias más modernas, hechas en 1541 y 1542 por Pedro Vilasaló, una de las cuales existía en poder de Mr. Tastú, de quien sabemos por su hijo que tenía reunido abundantes materiales para hacer una nueva edición de sus poesías, y otra, según Perez Bayer, en la biblioteca Escurialense[58]. Hállanse además continuadas sus obras poéticas, en todo ó en parte, en los Cancioneros de Paris, en el de Zaragoza, y en el que posee entre sus preciosas curiosidades bibliográficas el señor don Mariano Aguiló. Más tarde, 1546, fueron otra vez compiladas las obras de Ausías March en un manuscrito, ordenado, según advierte don Luís Carroz en un prólogo puesto al frente del mismo, en vista de varios antiguos códices y de las dos ediciones hechas en Barcelona en 1543 y 1545.

Existen varias versiones de nuestro poeta, unas que han visto la luz pública, si bien son rarísimas las ediciones donde se encuentran, otras dos que permanecen todavía inéditas, y algunas de las cuales ignórase el paradero. Es para nosotros la primera la del famosísimo humanista valenciano Vicente Mariner, quien transformó los cantos de amor de Ausías en elegantes y fáciles elegías latinas[59]. Esta versión fué dada á la [82]estampa en Tournay en 1633 en 8.º por Luís Pillhet, con otras obras en prosa y verso del mismo traductor. El original de dicha versión, junto con otros escritos del citado humanista, existe en la Biblioteca Nacional de Madrid, rotulado con la signatura F. f. 59. Como la edición de la traducción de Mariner es por todo extremo rara, hemos creido que nos agradecerían nuestros lectores que les diésemos, como en efecto lo hacemos, alguna muestra de ella. Véase el apéndice núm. 4.

Trasladaron, aunque no con grande acierto, los versos de Ausías á la lengua de Castilla Baltasar de Romaní, y más adelante el conocido poeta y novelista Jorge de Montemayor. La versión del primero, que contiene los cantos de muerte y los morales y el espiritual, y únicamente veinte y seis de los de amor, sin duda porque no contenía más el códice que, según él mismo dice, halló entre los papeles de su casa, fué impresa en Valencia por Juan Navarro en 1539. Si bien es una de las cuatro ediciones que tenemos á la vista al escribir este trabajo, excusamos dar su descripción, por cuanto pueden hallarla nuestros lectores, con grande inteligencia y exactitud hecha, en el Catálogo de la Biblioteca Salvá. Considérase con razón la traducción de Romaní muy inferior á la del autor de la Diana, ya por no haber comprendido siempre el sentido del original, ya por haberse querido ajustar demasiado á él cuando le pareció posible hacerlo, con grave perjuicio de la armonía de los versos y especial medida de la lengua de Castilla. La traducción de Montemayor, que únicamente contiene la que él llamó primera parte, ó sea los cantos de amor, debió darse á la estampa en 1560. Si bien ésta es más estimada por los inteligentes que la de Romaní, peca en algunas ocasiones de sobrado libre y en otras de inexacta.

Juan Pujol, presbítero de Mataró, poeta que floreció á últimos del siglo XVI, que compuso un poema A la batalla de Lepant, y á quien debemos colocar entre los admiradores é imitadores de Ausías March, como lo prueban las Glosas que compuso á varios de los cantos de éste, escribió, con el título de Visió en somni, una composición en que supone que se le aparece aquel poeta, quien con grande enojo y por muy áspera manera se queja de los que le han traducido sin comprenderle,[83] y por lo tanto de Montemayor y de Romaní; pero mucho más ásperamente de éste, ya que como valenciano estaba más en situación de interpretar sus pensamientos; haciendo en cambio grandes elogios del catalán Luís Juan Vileta, traductor también de Ramon Llull, del cual dice que «solo entre ciento es quien

Reny lo qui reny y grunya lo qui grunya
Qui sens dubtar ell vuy en Catalunya
Mos dits entent del tot y sens fallir[60]

Si no fuesen apasionadas las alabanzas de Pujol, mucho sería de sentir la pérdida de esta versión, que es una de las dos á que antes nos referíamos, que no fueron dadas á la estampa. Es la otra la que cita Mayans, escrita en octava rima por el doctor don Narciso Arañó y Oñate, beneficiado en la iglesia de San Miguel de Valencia, y que poseyó en su rica y escogida librería aquel diligente y docto investigador de nuestras riquezas literarias.

Respecto á las ediciones de las obras de nuestro poeta, nos limitaremos á indicarlas, remitiendo para mayores datos á nuestros lectores al citado Catálogo de Salvá y á los biógrafos Rodríguez, Fuster y Jimeno; y son la ya mencionada de 1539[61] en los llamados caracteres góticos; otra del mismo año y de la misma ciudad, citada por Rodríguez en su Biblioteca valenciana, pero de cuya existencia dudan Salvá y otros bibliófilos, no menos que él renombrados y eruditos; dos de Barcelona, salidas de las prensas de Carlos Amorós, una de 1543 y la segunda de 1545; otra de Valladolid del año 1555; otra impresa por Claudio Bornat, también de Barcelona, en 1560, que pasa por la más correcta; la que se tiene por la primera edición de la versión de Montemayor, dada á la estampa, según cree el señor Salvá, en el mismo año de 1560; á la cual sigue, según algunos bibliófilos, otra de Zaragoza de 1562; y por fin la de Madrid[84] de 1579, en la cual se dieron por segunda vez á luz las versiones en ella reunidas de aquel poeta y de Romaní. En 1864 el señor Briz, á quien tanto deben las letras y la poesía catalanas, dió á la estampa en Barcelona una nueva edición de las obras del elegantísimo y sutil poeta, con variantes sacadas de las diferentes ediciones que para editarla tuvo á la vista, enriquecida con un fragmento que contiene varios cantos de la versión de Jorge de Montemayor y el Vocabulario de voces oscuras, publicado en la edición de Valladolid por Juan de Besa.


Hemos llegado al término de nuestra tarea. Al Jurado que ha de juzgarnos y después de él al público, si es que algún día damos á la imprenta este trabajo, que ha de confirmar su fallo, corresponden resolver si le hemos desempeñado ó no con acierto. Acaso al acometerlo contamos sobrado con nuestras fuerzas, ó nos hicimos la ilusión de que no sería de tan difícil ejecución como vimos que en efecto lo era, una vez pusimos en él nuestra mente y nuestra mano. Mas si pudimos engañarnos en eso, no nos aconteció lo mismo respecto del tiempo que se nos daba para llevarlo á cabo, que le tuvimos desde luégo por muy escaso, si el mérito de la labor había de corresponder á la alteza y á lo difícil del sujeto. Y sin embargo, de mucho menos aún del que se nos concedía hemos podido disfrutar para componerlo: y si bien ya sabemos que esta circunstancia, puramente personal, no ha de ser tomada en cuenta para atenuar la severidad del fallo y hacer que se incline en nuestro favor la vara de la justicia, la invocamos aquí y la hacemos pública para tranquilizar nuestra conciencia, y para descargo ante el público de nuestra pobre reputación como escritores.

Mucho desconfiamos de que nuestro humilde escrito alcance la joya ofrecida como premio. Pero de todas maneras tendremos motivo de felicitarnos de haberlo emprendido, porque á medida que íbamos adelantando en él, íbamos al propio tiempo estimando más al poeta y las obras objeto del mismo. Antes amábamos ya á Ausías March y le teníamos por el Príncipe de nuestros trovadores: hoy sentimos por él un verdadero entusiasmo y le ponemos por cima de todos los poetas líricos, propios y extraños, que florecieron en el siglo XV. Por esto,[85] si tuviésemos esperanza de que nuestra voz, á la cual sentimos en este momento que le falte la autoridad que da un preclaro ingenio, ó un nacimiento menos humilde que el nuestro, pudiese ser oida de los poetas valencianos, les pediríamos la realización de dos grandes hechos que enaltecería por todo extremo á su patria y á ellos, á saber: primero que interpusieran su poderoso valimiento para lograr de sus corporaciones populares la realización del laudable propósito que se concibió hace algunos años, y que ignoramos por qué motivo no se llevó á cabo, de hacer una edición monumental de las obras de su gran trovador; y en segundo lugar, y para honrar dignamente por su parte la memoria de éste, que restaurasen su habla literaria, purificándola y templándola en las abundantes y cristalinas fuentes del idioma de Ausías y de sus mejores poetas de los siglos XV y parte del XVI; única manera, á nuestro modo de ver, de evitar que llegue más pronto de lo que ellos quisieran el triste día en que digan los hijos de su país: «no leemos las obras de nuestro gran poeta, porque están escritas en una lengua para nosotros muerta.» La edición de las poesías de Ausías March sería un monumento destinado á dilatar su fama; la restauración de la lengua literaria en que escribió él sus versos sería el medio de que jamás desapareciese de la memoria de los hombres.


NOTAS A PIE DE PÁGINA

[1] Per so qu' el sabers de trovar, lo qual havian tengut rescost li anticz trovador..... e civotas doctrinas, las quals degus dels anticz trovadors non han pauzadas..... et en ayssó gran re dels anticz trovadors si son peccat, etc. Leys d' amor, Milá, Los trovadores en España, pág. 41, nota 21.

[2] Ya porque para no pocos es autoridad de grave peso este trovador en sus rencorosas sátiras contra la Santa Sede, causante, según ellos, de todas las calamidades que cayeron por efecto de aquella guerra sobre Provenza; ya porque no se crea que le calumniamos para rebajarle á los ojos de los que le conocen sólo por sus serventesios, nos ha parecido conveniente trasladar aquí el retrato que hace de él el biógrafo provenzal, para quien tanto abundan, como observa el que fué nuestro amigo Sr. Coll y Vehí[A], los buenos caballeros, los buenos trovadores y las bonas domnas: «Non fo hom, dice, que saubés caber entre los barós ni entre la bona gent; mas mout se fe grazir als arlots et als putans et als hostes et als taverners. E s'el vesia bon home de cort venir lai on el estava, el era tristz e dolens; et ades se percassava de abaissar e de levar los arlots.»

[A] De la sátira Provenzal, pág. 160.

[3] En él florecieron todavía Ramon Lull (muerto en 1315), Ramon Bruguera (1228-1315), que compuso una Biblia rimada en romans, y Ramon Muntaner, que empezó á escribir su crónica en 1330.

[4] Milá, Resenya histórica y crítica dels antichs poetas catalans, páginas 118 y siguientes. Esta obra, que fué premiada en los Juegos Florales del año 1865 con la medalla de oro ofrecida por el Ateneo Catalán, y á la cual hacemos con frecuencia referencia en este nuestro trabajo, es la mejor fuente á donde se puede acudir para el conocimiento de nuestra literatura poética en los siglos XIV, XV y XVI.

[5] Es honrosa excepción entre ellos el Sr. Amador de los Ríos, quien en su Historia general de la literatura española dió grandísima importancia á la de las antiguas letras catalanas.

[6] Léese en ellas que «li aymador deuhen anar fujin et esquivan tot avol desirier et causa dezonesta.»—Cit. por Milá, Los Trovadores en España, pág 478, nota.—Y en otra parte, hablando de la falta de castidad: «Et en ayssó,—dice,—gran re dels anticz trovadors si son peccás.»

[7] En su Estudio histórico-crítico sobre los poetas valencianos de los siglos XIII, XIV y XV.

[8] La influencia de dichos tratados dejóse sentir, como sería fácil demostrar, sobre los poetas aragoneses, y, por confesión del marqués de Santillana, hasta sobre los de Castilla.

[9]

Sobre totz razonars parlars
Parladura lemoyzina
Es mays avinens é fina.

[10] «Extendiéronse creo de aquellas tierras ó comarcas de los lemosines estas artes á los gállicos,» etc. Proemio, pág. 8, edic. del Sr. Amador de los Ríos.

[11] Formó parte de la dote que llevó á Enrique II de Inglaterra (1182) Leonor de Aquitania. Ganada más tarde (1203) por Felipe Augusto, fué devuelta (1259) por San Luis á los ingleses, quienes la poseyeron hasta que fué de nuevo incorporada á la corona de Francia en tiempo de Carlos V, en 1369.

[12] «Gran número de cultivadores, dice, logró durante este período (siglo XV) la poesía que tiene por instrumentos los dialectos catalán y valenciano.»

[13] Fueron varios, y no de segundo orden, los poetas italianos, además de los citados, que versificaron en lengua provenzal. El mismo Dante, que en su Vulgare eloquio se queja de los malos italianos (así los llama) que seguían aún en su tiempo prefiriendo á la suya la lengua de los trovadores, pone, como es sabido, en boca de Arnaldo Daniel, en el canto XXVI del Purgatorio, algunos versos en dicha lengua.

[14] D. Martín el Humano asignó al Consistorio de Barcelona cuarenta florines de oro de Aragón para premios.

[15] D. Enrique de Villena, que fué presidente de nuestro Consistorio, nos dejó una extensa relación de las ceremonias con que procedía éste en la adjudicación de los premios y de los obsequios con que honraba á los que eran considerados dignos de ellos, que por haberla publicado ya en otro trabajo nuestro, en la Revista titulada El Arte, y más adelante Milá en su Resenya histórica y crítica, y por ser muy conocida, nos creemos dispensados de reproducir.

[16] También este último trabajo fué premiado con una abeja de oro ofrecida por la Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia.

[17] Tales como Beuter y Escolano, y siguiendo á éstos, Argote de Molina, Nicolás Antonio, Quadrio, Bastero, Torres Amat, etc.

[18] Véase el Diccionario de Autores catalanes, de este último, página 332, en las notas á la composición que empieza:

Tots jorns aprench é desaprench ensemps, etc.,

donde pone los versos que se supone haber traducido de él el cantor de Laura.

[19] «En estos nuestros tiempos floreció Mossen Jorde de San Jorde, caballero prudente: el cual ciertamente compuso asaz fermosas cosas, las cuales el mismo asonaba: ca fué músico excelente é fizo entre otras una cancion de opósitos que comienza: «Tots jorns aprench é desaprench ensemps».»

[20] Véase la colección de sus obras por don José Amador de los Ríos, página 332, y la nota referente al mismo poeta en las páginas 618 y 619.

[21] Se encuentran siete de ellas en el Cancionero de Zaragoza.

[22] Véase Torres Amat, páginas 666 y 667, y Milá, Resenya histórica, páginas 142 y 143.

[23] En Barcelona en el año de 1878, que era el en que escribíamos esta memoria, por nuestro estimado amigo y compañero de claustro don Cayetano Vidal y Valenciano, quien se valió para ello de una copia sacada por su propia mano del códice existente en la biblioteca del Escorial.

[24] Nos inclinamos á creer á Jaime hermano, más bien que padre, de Pedro, y por consiguiente tío y no abuelo, como opinan algunos, de Ausías, primeramente porque siendo autor el Jaime de la Copla equivocada, dirigida á Mossen Pere March, á la cual sigue la Resposta feta per Moss. P. March á Moss. Jac. March, cuyo epígrafe deja de copiar el señor Torres Amat por su cinismo, no es de suponer que se tomara aquel poeta libertades que repugnasen á la moral en una obra dirigida á su padre; y en segundo lugar, porque en un documento que tenemos á la vista, fechado en Valencia en 1361 (véase el Apéndice núm. 1), aparece Pedro March reconociendo á Jaime March, de quien se dice que era «de casa d' aquell mateix Senyor» (el citado don Pedro IV), una deuda que con él tenía la corte desde el año 1334; y como en aquella fecha, por joven que supongamos al Moss. Pedro, hemos de concederle por lo menos, en atención á la importancia del cargo que desempeñaba, unos treinta años de edad, resultaría que habiendo muerto el Moss. Jaime después del año 1400[B] si hubiese sido padre y no hermano del citado don Pedro, no tan sólo hubiera debido vivir hasta una edad por extremo adelantada, sinó estar en disposición de ejercer en ella el cargo de diputado general de Cataluña, cuyo título le da en el documento á que se alude en la nota[B].

[B] Es una escritura de creación de un censal inserta en el libro de protocolos del notario público de Barcelona, fechada en 18 de Marzo de 1398, en la cual se leen estas palabras: Jacobus Marchi mile deputatus Generalis Cathaloniæ, residens Barchinone, etc. Existe otra escritura del mismo, de 11 de Febrero de 1400, en que se le designa con el mismo título.

[25] Pág. 127, donde se hallan reunidas las escasas noticias que nos quedan de Jaime March.

[26] Véase el título en Milá, loc. cit.

[27] Pág. 366 y 370.

[28] Pág. 24 del Boletin, etc.

[29] El Sr. Ferrer dice en su discurso que Pedro March otorgó su testamento en Játiva en 1413. Del documento señalado en los Apéndices con el n. 2, que por vez primera sale á luz pública en este trabajo, se desprende que debió morir quizás en dicho año ó á principios del siguiente en la ciudad de Balaguer, á cuyo sitio asistió sin duda como criado que era de la casa de Alfonso de Aragón, duque de Gandía, que estuvo al servicio de Fernando de Antequera en aquella jornada, de triste recordación para los catalanes.

[30] Op. cit. Vide además acerca de los dos March, Jaime y Pedro, á Torres Amat, Dic. de AA. catalanes, y á Ferrer en el Discurso citado.

[31] Obras morals; Stramps, pág. 136, ed. de 1540.

[32] Citado por el Sr. Milá, pág. 156.

[33] Pág. 135 y siguientes.

[34] Al publicar en 1868 en esta ciudad varios fragmentos de la ya citada ontología, hasta entonces de pocos leida, rotulada con el extraño título de Jardinet d' Orats.

[35] Jardinet d' Orats, pág. 49.

[36] Lo publicó por vez primera, que sepamos, copiado del Cancionero de Zaragoza, el Sr. Balaguer en su Historia de Cataluña, tomo III, pág. 722 y siguientes.

[37] Tales como las producciones tituladas: Lo Rahonament de Telamó é de Ulises sobre las armes de Achiles; Lo plant dolorós de la reine Hecuba sobre la mort de Priam; La Istoria de Leander; La lamentació de Mirra filia de Sinara, etc.—Jardinet d' Orats, pág. 93 y siguientes.

[38]

Mourás corrent la tremuntana ferma
E tots ensemp los cels caurán en trossos[C], etc.

[C] Jardinet d' Orats, pág. 119 y 120.

[39] Los más antiguos de que tenemos noticia fueron Diego de Fuentes y Vicente Mariner; pero uno y otro son sumamente pobres de datos en sus biografías. En uno de los ejemplares, en el de la edición de Valladolid de 1555, perteneciente á la escogida biblioteca de D. Manuel de Bofarull, que tenemos á la vista, se lee manuscrita la siguiente interesante nota: «Francesch Jharoni Ramo á demanda de serta senyora noble valenciana escrigué molt difusament la vida del magnífich y strenuo caballer Mossen Ausías March.» El señor Salvá, que vió dicho ejemplar y que copia esta nota en el Catálogo de su biblioteca, dice que han sido inútiles cuantas diligencias se han practicado para averiguar el paradero de esta biografía.

[40] Campmany. Apéndice al tomo II de las Memorias históricas, página 30 y siguientes.

[41] Notas al Canto del Turia, pág. 242.

[42] Así los nombra, en calidad de heredero al primero y de legatarios á los demás, en su testamento y codicilo, existentes en el Archivo general del reino de Valencia, de cuya lectura no hemos podido disfrutar, y que únicamente nos son conocidos por lo que de ellos dice el señor Ferrer y Bigné en su Reseña ya citada, Apéndice número 1, pág. 93.

[43] Recuérdense los versos que acerca de aquel hecho citamos hace poco de Ausías, y compáreseles con los siguientes con que refiere el principio de sus amores Petrarca:

Era 'l giorno ch' al sol si scoloraro Per la pietá del suo Fattore i rai; Quant' i fui presso et non me ne guardai Que i be' vostri occhi Donna mi legaro, Tempo non mi parea da por riparo Contra colpi d' Amor, pero m' audai Secur senza sospetto!.....
Soneto II.

[44] Ausías March.—Museo Balear, 15 de Marzo de 1875; pág. 135.

[45] Ressenya, pág. 149.

[46] Ausías March. Museo Balear, pág. 204.

[47] Jardinet d' Orats, pág. 18 y siguientes.

[48] Jardinet d' Orats, pág. 36 y siguientes.

[49] Ibid., pág. 44 y sigs.

[50] Acerca del origen y significado de esta palabra y de las varias composiciones que llevan este nombre, en especial en nuestra literatura, véase la erudita monografía publicada por el señor Milá en la Revista de lenguas romanas, titulada Poetas catalans, etc.

[51] Milá. Ibid., pág. 56.

[52] Termina este señor su erudita Reseña histórico-crítica sobre los poetas valencianos de los siglos XIII, XIV y XV, con estas palabras: «.... podría deducirse (de su escrito) con algún fundamento que el siglo XIII, época de conquista personificada por el rey don Jaime, es el siglo en que los poetas se inspiraron en la Patria; el siglo XIV, que termina con San Vicente, es el siglo de la Fe; y finalmente el siglo XV, edad de oro de la literatura valenciana, enaltecida por Ausías March, es el que completa el famoso y antiguo lema Patria, Fides, Amor.» Prescindiendo de esta división, que hallamos por demás sistemática y no muy ajustada á la verdad histórica, nos ha de permitir el señor Ferrer que le advirtamos que aquel lema no es antiguo, como él le llama, ni histórico, como con menos fundamento todavía le apellida el señor Balaguer en su Historia política y literaria de los Trovadores (Tom. I, pág. 99). Y como pudiera acontecer que, apoyándose en la autoridad suya y en la de este último, una y otra muy respetables, otros escritores siguiesen calificándole de igual suerte, y fuese generalizándose la equivocada opinión,—que así es como nacen y se perpetúan los errores en historia,—de que aquel lema fué el de los Consistorios de Tolosa ó Barcelona, no creemos que tomen á mal ellos y cuantos han calificado de antiguo y de histórico dicho lema, que les digamos que éste fué ideado y por vez primera usado, junto con su sello, por los Mantenedores del año de la restauración de los Juegos Florales, al tener que inventar uno y otro para aquella naciente institución, de la que tiene á grande honra haber sido uno de los principales promovedores,—otro fué D. Antonio de Bofarull,—el autor de este escrito.

[53] Fogassot y Guillén Gibert: Diccionario de Autores catalanes.

[54] Francesch Farrer ó Ferrer.—Milá: Resenya, pág. 158.

[55] Un poeta desconocido—Ibid.

[56] El señor Ferrer se ve obligado á confesar, hablando de Vinyoles, que se nota en él cierto desvío de la lengua materna. Otro tanto podría decirse de algunos otros poetas de su tiempo.

[57] Epístola proemial als lectors, de la edición de 1561 de las citadas obras, copiada por el señor Cerdá y Rico en sus Notas al Canto del Turia, pág. 423 y siguientes.

[58] Lo menciona Torres Amat en su Diccionario de Autores catalanes, artículo March (Ausías).

[59] El señor don Marcelino Menéndez Pelayo asegura en el Discurso que pronunció en el ejercicio 2.º de sus oposiciones, que el Brocense tuvo el pensamiento de traducir á Ausías March. Ignoramos de dónde tomó este dato.

[60] Diccionario de Autores catalanes, artículo Pujol (Juan).

[61] Del documento antes de ahora no publicado que trasladamos de una copia que nos ha sido comunicada por don Manuel de Bofarull en el apéndice núm. 5, se colige que se proyectó por un tal Luís Pedrol hacer una edición de las obras de Ausías March, que hubiera sido, si se hubiese realizado, la primera de todas y por lo tanto anterior á la de 1539.


[87]

APÉNDICES.

Núm. 1, pág. 20.—1361 (20 de Febrero). «Jaume March miles, ápoca á Bernardo de Ulsinelles, caballero y doctor en leyes, á la vez que tesorero real de 300 sólidos, resto de aquellos 5,000 que se le debían segun el siguiente albará.» «Jo en P. March, maestre racional de la córt del Senyor Rey atorch á vos en Jaume March, de casa daquell mateix Senyor, que per la dita córt vos son deguts quinque mille sólidos barcinonenses los quals lo Senyor infant en P. de Ribagorza é d'Ampurias compte vos ha donats graciosament en ajuda de las messions que faes en vostre matrimoni é los quals jo per manament del Senyor Rey á mí fet de paraula, é de voluntat del dit Senyor infant li he fets escriure per abatuts en lo dors de un albará á ell fet per mí que fo escrit en Valencie III dies del present mes de fabrer, ab lo qual era deguda per la córt del Senyor Rey major quantitat al dit Senyor Infant per les rahons en lo dit alberá contengudas. En testimoni de la qual cosa vos he fet lo present alberá segellat ab lo del dit meu offici. Scrit en Valencie XX dias del mes ffebrer anno Domini MCCCCXXX Quarto.»

Núm. 2, p. 22.—En Ferrando per la gracia de Deu Rey d'Aragó, de Sicilia, etc., als nobles, amats é feels nostres Mossen Ramon Dempuries, procurador en lo Comptat Durgell ó son lochtinent, Veguer et altres officials de la ciutat de Balaguer et al curats Vicariis et altres ecclesiastichs de la dita Ciutat salut et dilecció. Com los parents et amichs del amat nostre Mossen Pere March quondam, vullan et antenan apostar la ossa del dit Mossen P. en la Ciutat ó Regne de Valencia, á vos dits nostres officials manam et á vosaltres dits ecclesiastichs monestam que encontinent com ne serets request per los parents et amichs del dit deffunt ó altre per ells los liurets la dita ossa la qual es en aquexa Ciutat soterrada per ço que aquella puxan portar en lo dit Regne ó Ciutat de Valencia é ferne aquella solemnitat que 's pertany et açó per res no mudets ó dilatets en alguna manera sins entenets servir et complaure. Dada en la Vila de Morella sots nostre segell secret lo primer dia de Agost en lany de la Nativitat de Nostre Senyor mil-CCCCXIV. Rex Ferdinandus, etc.—Archivo de la corona de Aragón, fól. 81, quinto del registro, núm. 2381.

[88]

Núm. 3, pág. 35.—Al molt alt é molt excellent Senyor lo Senyor Rey.—Molt alt é molt excellent Senyor:—No ha molts jorns passats scrivim á vostra Senyoría de ço que dins aquesta Ciutat havíem fet per vostre manament segons lo cárrech que havíem en nostres memorials. Apres Senyor som stats á Gandía, hon solament avem trobat que á vos se sien proferts mossen Lois Daragó et Ausías March. Es ver que mossen Bernat de Vilarig hi mostrá gran voluntat pero no pot per la via del duch. Apres Senyor som stats á Xátiva, de hont solament avem aut hun dels fills de mossen Bernat deçPuig. Es ver Senyor que tot hom ha gran voluntat en servir vostra Senyoría, mas los huns no poden et los altres han faenes. Mas de la major part dels queus han respost ha hom algun sentiment que en cas que vostra Senyoría ne donás guatje hi hirien molts donantlos algun acorriment. Car en veritat Senyor lo mils dispost haurá prou afer ates que noy pot hom trovar hun roçí. E jatsia Senyor que per nostres memorials no es manat que tornem aquí, pero atenent vostra presta partida á nosaltres Senyor seria imposible anar aquí et esser prets á la fy del juriol et la principal rahó per los roçins é per tal Senyor segons trametem á vostra Senyoría los memorials ab les respostes de cascuns, suplicant vos Senyor segons avem en altra letra queus placia donar nos licencia que no ajam anar aquí. Car los dits memorials va tot ço que poriem dir. Altres coses á present Senyor molt excellent noy ha que scriurer dejam á vostra Senyoría sino quens man com á humils vasalls lo qual Nostre Senyor aja en sa continua guarda donant vos ço quel vostre cor desiga. Scrita en Valencie lo primer de juliol.—Senyor molt excellent.—Los indignes embaxadors vostres qui besant vostres peus et mans se recomanen humilment en gracia et mercé de vostra Senyoría.—Archivo de la corona de Aragón. Cartas reales sin fecha del reinado de Alfonso IV de Cataluña, V de Aragón.

Núm. 4, pág. 82. Como muestras de las traducciones hasta ahora conocidas de Ausías March damos la del primer canto de amor, «Qui no es trist de mos dictats no cur», y la del canto que empieza, «Cervo ferit no desija la font» una y otra en latín, por Vicente Mariner, y las dos castellanas de este último, hechas por Baltasar Romaní y Jorge Montemayor.

TRADUCCIÓN DE VICENTE MARINER.

Elegía I
Qui non tristis adest nunquam mea carmina curet,
Aut cui non pressit pectora mœror atrox,[89]
Quiquæ malis tritos vexantibus artus,
Non ad tristitiam quærat acerba loca.
Carmina nostra legat, mentem quatiatque tumulto.
Arte carent stulti mente renata viri
Ad causam impellit quæ in tot mea corde dolores
Novit amor pœna quæ mihi causa fuit.
Pars quædam e non parva quidem reperitur
Lætitiæ magnæ tristis in ingenis amœnæ
At si me pressum cuncti videre dolore
Magnis lætitiis mens fuit acta mea.
Utque meo simplex persistit corde Cupido,
Sic lætor vicem videre in orbe nihil.
Et quia gesta sua intento vel publica nosse
Tum mea vel mixto corde dolore levat.
Jam veniet tempus deserto ut pectore vivam
Ut possim melius cernere amoris opus.
Vitæ hujus miseræ jam sit vel nemo miserius.
Me nam sæpe suis ædibus arcet amor.
Ast ego per se ipsum qui tantum diligo amorem
Nec dare quæ ipsæ potest munera magna nego.
Tristitiæ nunc corda suæ mea tradere tento,
Et toto mecum tempore tristis ero.
Ingenioque meo vix tandem educere possum
Donum esse eximiis majus ubique bonis.
Mœrorem potius quam tot sua guadia adire,
Illi nam languor dulcis ubique subest.
Delitiæ nostræ magnæ pars maxima substat,
Hæc quam vel quisquis jam sibi tristis habet
Dum luget, præbent illi nam gaudia luctus,
Lætaque sub toto pectore corda ferunt.
Sic est asiduis quasi subgemat obrupta tellus
Planctibus, inque illum ferveat orbe dolor.
A multis studeo reprimi, cogoque vicissim
Tantum non tristi pondere vita noscet.
At qui oculis ego sæpe meis sua commoda vidi,
Jam sua damna peto, gaudia namque licent.
Nemo sciet, fuerit si non expertus et acer
Quot secum gestet gaudia solus amor:
Ejus qui vero Paphiæ tenet ulcere tela
Ac si se tali cernat amore premi.

[90]

EPIGRAMMA.
Flor inter spinas, faciat Deus undique poscas
Per te me vitæ dura subire mala.
Robore namque meo in lapsus me amor injicit atrox
Absque suo cui ingens vis sine fine subest.
LIBER SECUNDUS.—ELEGIA TERTIA.
Concursus cervus non sic fontem appetit ipsam,
Ceu ego jam cupio semper adesse tibi.
Et requiem ingentem ducunt quam gaudia summa,
Hoc solum possum ponte subire mihi.
Tarda est illa dies quam tantis viribus opto,
Emi quam multo sæpe dolore meo.
Et cito vel tarde venturam hanc arbitror esse;
Si mors fortasse non secat ipsa viam.
Spe labi aut possum certumque relinquere donum
Nam te sic cupio majus ut omne bonum.
Te peto nam nullis, in me te concito telis,
Dum tua donentur pectora chara mihi.
Mens si vel parvo secedit tempore nostra
Pectus vel nobis credere adesse tuum.
Hoc sine non possum desumere gaudia læta,
Si vivit adhuc jam cito morte ruet.
Ante oculos video pœnarum culmina montis,
Cassibus et nostris munera firma fero.
Et meus altus amor poterit depellere cuncta,
Si tuus estque meus, nec mihi mons ut adest.
Ille ut descendet, noster labetur et idem
Si cadit ex alto, vulnera magna feret.
Extremum quoniam extremo dum traditur ipsi,
Sorti infœlici non bona dat miseri.
Sæpe Deum quodcumque die precor indigne summe,
Cujus causa quidem vel tibi major adest:
Solum ut forte meo sensus tuus ardet amor,
Et precor ut vires jam tibi donet amor.
Extremisque adero si præstitit ista Cupido,
Si quo in te sedeat invenit ille locum.[91]
Multa sede quidem in nobis furor assidet ejus,
Pugna etiam prestat: nolumus arma tamen.
Atque tuos casus timeo vel noscere quosdam,
Nam dubito ne illis stet tuus altus amor.
Hæc quoniam ignoro, multo est mea vita dolore,
Nescio quod servem semper ab igne latus.
In te non equidem mea gaudia plena supersunt,
Etsi plena velis protinus esse mihi.
Consilium invitum tua corda Cupidinis urgent,
Inque illo et tecum stant mea tuta bona.
Ne timeas nostram cuncta hæc depellere mentem,
Et varium nostri cogere cordis opus;
Servitiis etenim committent robora firma,
Tales nam servos maximus optat amor.
Si invidiam tantis sentis sermonibus ullam,
Semper amore cares quod velit et dubitas.
Hic quem morbus agit stabili non sede vagatur,
Atque putas motus esse tibi requiem.
Si tibi non fidis vel quantum pectore polles,
Hunc zelum rigidum dat mihi tantus amor.
Corporis atque tui haud timeo, vel denique vires,
Ne in me quid facerent quod daret inde necem.
Pectus amo saltem quod vel mea pectora tangat,
Nam timeo te altum semper amare Deum.
Delitiisque tuis crescunt mea damna vicissim,
Si ipso doles, damno laberer ipse tuo.
EPIGRAMMA
Præcipuum ut donum finem a te spero nostrum,
Præsenti nimium lætor ut ipse die.
Si vel præsenti fortunæ mæreo casu,
In me jam casus denique nullus erit.

TRADUCCIÓN DE BALTASAR ROMANÍ.

Ciervo herido no desea la fuente
Con tal deseo qual yo de veros siento:
El gran reposo de mi contentamiento
Hallar no puedo sinó por esta puente:
Más tarde viene dia tan desseado,[92]
Mercado caro con mucho suspirar;
Tarde ó temprano yo sé que ha de llegar
Si mi camino por muerte no es cerrado.
De esta esperanza no puedo ser echado
Pues mi desseo de honesto bien me viene,
Y cosa al mundo se que no detiene
Sinó el querer que nunca me habeys dado:
Mi pensamiento no pierde solo un punto
De contemplar cómo podría ser;
Mas no es possible: fáltame el merecer
Bivo en vos, y para mí defunto.
Un alto cerro de males me detiene
Y al otro cabo tengo el contentamiento;
Menoscabar podrá el querer que siento
Si el vuestro mueve y no muestra que viene:
Mi fantasía subir á lo alto piensa
Por donde yo su gran caida temo,
Que á todo extremo es dado un otro extremo,
Y en baxo estado no es grave la ofensa.
De cada hora estoy rogando á Dios
De lo que en vos está la mayor parte,
Que mi querer haya en el vuestro parte
Y que amor ponga el suyo todo en vos;
Haciendo esto sabríades dextremos;
Mas yo no veo en vos donde estén puestos;
Su pasion entra en lugares dispuestos
Y contrastarles se puede y no queremos.
Nuevas de vos más que la muerte temo,
Que por un cabo dudo de vuestro olvido,
De otro el desseo de saber ma vencido;
De cada parte ay fuego do me quemo:
No es en vos complir lo que yo pido,
Nunca queráis á vos mismo forzaros,
Porqués forzado con amor consejaros
Que en los dos puntos está mi bien cumplido.
No harán cosa en vuestro desservicio
Mis pensamientos ni dél se mudarán;
Mas á firmeza sujetos estarán,
Que assí los quiere amor en su servicio:
Destas razones si algun pesar habéis
Sin amor sois ó no sabéys que quiere;
No seréis firme si este mal hos hiere;
Lo que es movible por seguro ternéis.
Si quanto debo de vos yo no confío[93]
Mi gran querer me trae en este zelo,
No porque temo vuestra virtud un pelo,
Mas sois tan alta que de mi desconfío:
Ved que locura es la que tengo en esto
De vuestro espejo soy tan envidioso
Que de vos mismo me hace ser zeloso
Sin pensamiento de acto deshonesto.

TRADUCCIÓN DE JORGE DE MONTEMAYOR.

Con sed el caminante no desea
Lo medio que yo á vos la clara fuente,
Al bien que el alma y cuerpo señorea,
Jamas podré pasar por otra puente;
El día tarda mucho aun que así sea,
Y cómprolo á mi costa caramente,
Mas él ha de llegar tarde ó temprano
Si muerte no le estorba y va á la mano.
No puedo de esperanza ser privado,
Pues como el mayor bien á vos deseo,
Y cosa no os estorba haberme dado
Vuestro querer, el cual jamas poseo;
Si yo en mi pensamiento os he alojado,
Imaginando ver lo que no veo,
Sin él no puede haber deleite junto,
Y todo, si no es él, será difunto.
Delante de mí está un monte de dolores
En ver que nadie basta á contentarme;
Menoscabar podría mis amores,
Los vuestros no queriendo remediarme:
Yo bajo si ellos bajan á menores
Y si de alto caen no hay curarme;
Así que cierto su caida temo,
Que á todo extremo es dado otro extremo.
Mil veces me veréis á Dios rogando,
La cosa que está en vos muy grande parte
Y el gran poder de amor está invocando
Que alcance mi querer del vuestro parte:
Y entónces iréis su extremo experimentando,
Si en vos hallan lugar por algun arte,[94]
Porque en el más dispuesto entrarse vemos,
Pudiendo contrastalle no queremos.
Por una parte con temor de olvido
Saber nuevas de vos, señora, temo,
Por otra por sabello estoy perdido:
¿A cuál iré si en ambas ardo y quemo?
Mas nunca hallo en vos cosa que pido,
Aunque queráis hacello por extremo:
Amor os debe aconsejar forzado,
Y si lo hace soy resucitado.
Y no temáis en ver que va pasando
Por tanta variedad mi pensamiento,
Que seros servidor me va afirmando
Y de los tales vive amor contento:
Si de esto os enojáis que estoy hablando,
El corazon tenéis de amor exento,
Y el más movible por lugar seguro;
Y no hay en vos firmeza ni amor puro.
Si en vuestro gran valor no me he fiado,
Mi gran querer lo hace y me deshace:
Tener yo á vuestro cuerpo, es excusado,
Pues ningun mal me puede hacer ni hace:
Querría vuestro amor verle ocupado
Del todo en mí, y áun no me satisface,
Que si algun mal pasáis os doláis de ello
Sin yo propio también hallarme en ello.

Núm. 5, pág. 83.—Sa. Ce. y Ca. Mag.—Luis Pedrol, de muchos días á esta parte á procurado de aver á su mano y juntar todas las obras de Ausías March poeta catalán que en muchas partes derramadas y casi perdidas se hallavan nunca hasta agora impresas y aquellas corregir de muchos vicios que por descuido de los escriptores en ellas avía á fin de que assí correctas, juntas y reduzidas á su devida forma se imprimiessen y la memoria de tan digno varon jamás se perdiesse, y porque en ello á sostenido muchas vigilias costos y trabaios suplica por tanto á V. Mag. sea de su merced concederle privilegio que las pueda hacer imprimir y que nadie en los reinos y señoríos de V. Mag. sin su expresso consentimiento las imprima ni á ellos se traigan vendibles de otras partes dentro de tres años so las penas en los tales privilegios solitas y acostumbradas que en ello el dicho Luis Pedrol recibirá merced muy singular[95] de V. Mag. Quam Deus, etc. Reverso.—Luis Pedrol supplica lo el Almirante de Nápoles.—Supplica por privilegio para poder imprimir las obras de Ausías March poeta catalán que las ha recopilado y enmendado con gran trabajo por tres años que otro no las pueda vender en vuestros reinos de Mag.—fiat.—Que se vea primero por alguna persona que...—Archivo de la Corona de Aragón: Colección de Cartas y Memoriales.

FIN.