Title: I. Origen de los indios de América. II. Origen y civilizaciones de los indígenas del Perú.
Author: Carlos Prince
Release date: December 21, 2017 [eBook #56219]
Language: Spanish
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(nota del transcriptor)
I
ORIGEN DE LOS INDIOS DE AMÉRICA
II
ORIGEN Y CIVILIZACIONES DE LOS INDIGENAS DEL PERÚ
CARLOS PRINCE
LIMA
IMPRESO EN CASA DEL AUTOR
CALLE DE POLVOS AZULES No. 173
1915
Á MIS HIJAS
Isabel Carolina y Elisa Silvia.
A vosotras, queridas hijas,
os dedico este libro,
en el que hallaréis algo que aprender.
Vuestro padre
Carlos Prince.
Lima, 1º de Enero de 1915.
Antes de entrar en materia sobre la antropogenia del Hombre, es oportuno formarse una idea de las causas creadoras ó productoras del Universo, para lo cual precisa exponer algunas hipótesis formuladas por los sabios, siendo las principales la de Mr. Laplace y la de Mr. Faye, que trascribimos en seguida.
El notable y profundo astrónomo y físico Mr. Laplace en su obra Exposition du Monde, establece la teoría de la formación del sistema planetario, y lo resume en los siguientes términos:
"En un principio la materia del Sol y de todos los cuerpos del sistema planetario, estaba difundida y extendida en un estado gaseoso, llenando todo el espacio que ahora ocupan esos cuerpos, y tomando la forma y condiciones de una nebulosa, sometida á un movimiento de rotación. Este movimiento había de producir una condensación de la materia hacia el centro, formándose así un núcleo que es el origen del Sol. Continuando la condensación de la materia, el movimiento de rotación hubo de ser cada vez más rápido, y la nebulosa se aplanó fuertemente por los polos y se extendió en el plano del Ecuador, separándose varias zonas de vapor á diferentes distancias del centro. En estas zonas se formaron núcleos secundarios, que participaban del movi[2]miento general de la nebulosa, y fueron el origen de los planetas, uno de ellos la Tierra. Estos núcleos planetarios se convirtieron así en centro de nebulosas secundarias, separándose de ellos, de la misma manera, la materia que había de formar los satélites. Aislada y separada la nebulosa solar, la materia de la Tierra ocupaba, por su estado gaseoso, un espacio inmenso que se extendía millares de leguas. Pero sometida al mismo movimiento de rotación, después del desprendimiento de la Luna, debió de irse condensando sin cesar, y adquiriendo, cada vez, más pronunciado el carácter luminoso y las demás condiciones que distinguen al Sol. Era entonces la Tierra un astro brillante por sí mismo, en cuyo estado hubo de permanecer el inmenso lapso de tiempo necesario para que, por la condensación constante de la materia, se redujese próximamente á sus dimensiones actuales de 60° que tienen los espacios interplanetarios en que gira; se enfriase lentamente su superficie y perdiese poco á poco su carácter luminoso, hasta quedar completamente apagada por el enfriamiento y solidificación a de una película ténue exterior, quedando su centro en ignición. La Tierra pasó de esta manera á ser un cuerpo opaco, en cuyo estado entra plenamente su estudio en el dominio de la Geología."
Posteriormente el sabio Mr. Faye ha rebatido la teoría de Mr. Laplace, sustituyéndola por otra más en conformidad con los recientes descubrimientos astronómicos, y condensando su opinión al respecto, dice:
"El Universo, en su origen, se reducía á un caos completo, excesivamente enrarecido, constituído por todos los elementos de la química terrestre, más ó menos revueltos y confundidos. Estos materiales, sometidos entonces á sus mútuas atracciones, se hallaban desde un principio animados de movimientos que provocaron su separación en lienzos ó nubes. Estas conservan un movimiento de traslación rápido y revoluciones intestinas extremadamente lentas. Estas miriadas de nubes caóticas han dado nacimiento, por[3] vía de condensación progresiva, á los distintos Mundos que forman el Universo."
Cada uno de estos Mundos tiene su especial y propia atmósfera. El Globo ó la Tierra que habitamos se halla rodeada por dos fluídos sútiles y elásticos: el aire puro ó gas oxígeno y el gas ázoe; siendo ambos fluídos, según el notable geógrafo Malte-Brun: "El inmenso laboratorio exterior de la Naturaleza, que reune los diferentes gases que exhala el Globo, los destila, satura, descompone y volatiliza, ó los condensa y precipita por medio de operaciones y leyes físicas." El aire se compone de 79 partes de gas ázoe, 21 de gas oxígeno, algunas milésimas partes de ácido carbónico y una pequeñísima parte de agua en estado de vapor, que varía con la temperatura de la atmósfera. Entre estos gases, el oxígeno es el indispensable para la respiración; el gas carbónico alimenta los vegetales, que lo absorben, y derrama el oxígeno. La altura de la atmósfera varía en los diferentes climas, siendo menos elevada cuanto más se aproxima á los polos, y más elevada en los climas tropicales, donde suele alcanzar hasta la altura de catorce leguas.
Los geólogos dividen la Creación en cinco grandes Períodos ó Edades geológicas: Primordial, Primaria, Segundaria, Terciaria y Cuaternaria, correspondiendo á estas cinco Edades, cinco capas de terreno diferentes.
En la Edad Primordial se enfrió lentamente el Globo Terrestre, formando cortezas delgadas que los geólogos denominan terrenos plutónicos ó primitivos, ó sean capas de roca granítica.
En la Edad Primaria se formaron cuatro capas denominadas: terreno silúrico, terreno devoniano, terreno carbonífero y terreno permiano. En el primero apareció la vegetación en estado embrionario (algunas algas mari[4]nas); en el segundo, los fósiles de vegetales y animales (zoófitos, moluscos); en el tercero, fósiles de animales vertebrados (peces); y en el cuarto, vegetación en su completo desenvolvimiento, en cuya época se formó también el último terreno, en el que desarrolló y perfeccionó la vegetación y los seres animales.
En la Edad Segundaria los terrenos están divididos en tres capas: el triaco, el jurídico y el cretáceo. En el primero, se encuentran reptiles fosilizados, principalmente los grandes lagartos y enormes ranas; en el segundo, grandes y desproporcionados reptiles anfibios; y en el tercero, aparecieron los mamíferos vivíperos.
En la Edad Terciaria los terrenos están también divididos en tres capas: el eoceno, (comienzo de la vida); el mioceno (mitad de la vida), y el plioceno (vida completa). En este último Período vivieron los grandes paquidermos, como el mammouth, el oso de las cavernas y otros; y en los terrenos de ese mismo Período se han encontrado restos humanos, objetos de pedernal y otros análogos, lo que prueba que al lado de los paquidermos vivía también el Hombre.
En la Edad Cuaternaria los terrenos se dividen en dos capas: postplioceno y reciente, caracterizados como el Período de grandes diluvios, á la vez que de un notable descenso de la temperatura. Ya en este mismo Período, la existencia del Hombre está fuera de duda, pues es un hecho comprobado.
Los geólogos confirman que el Hombre ha existido desde el período Plioceno, que es el llamado Glacial ó de transición entre la Edad Terciaria y la Cuaternaria. Pero esta teoría no está del todo confirmada, porque algunos paleontólogos sostienen que en ese mismo Período no existía el Hombre perfecto, sino el antropóide homínido, es decir, un ser antropomorfo semejante al Hombre pero que carecía del[5] uso de la palabra[90]. Sólo con el transcurso de un lapso muy largo de tiempo, dicen esos mismos paleontólogos, ese ser antropóide-homínido fué gradualmente evolucionando y modificándose progresivamente, hasta que apareció el Hombre en estado relativamente perfecto. Este perfeccionamiento, dicen, aconteció en la Edad Cuaternaria.
Si pretendiéramos investigar las muchas opiniones que se han suscitado acerca del origen del Hombre, esta inquisición nos conduciría demasiado lejos; por consiguiente, nos limitaremos, tan sólo, á reproducir lo asentado por algunos sabios acerca de este enmarañado esquema.
Darwin, Quatrefages, Huxley, Hækel, Taylor, Flourens, Paniagua y otros, sientan la teoría de que el Hombre procede directamente del mono (antropomorfo) por efecto de la evolución sintética ó desarrollo progresivo de los órganos en sus formas internas y externas.
Hækel cree que ha existido un ser intermedio entre el mono y el Hombre, ser que él denomina phitecanthropus ó mono-hombre, (alalus, es decir, sin habla), predecesor del tipo humano, que vivió, supone él, en el período Plioceno. Pero, esta hipótesis no ha tenido plena confirmación, hasta que el profesor de geología de la Universidad de Amsterdam, Mr. Dubois, hiciera el descubrimiento, en 1894, en las orillas del río Bangawan (isla de Java), de restos antiquísimos correspondientes á una época intermediaria entre[6] las Edades Terciaria y Cuaternaria (Pliocena). Este descubrimiento de Mr. Dubois produjo calurosas discusiones entre los sabios geólogos, pues mientras unos aseguraban que esos restos pertenecían al tipo antropóide, otros opinaban que eran vestigios del Hombre, y algunos sostenían que pertenecían al tipo intermedio señalado por Hækel.
"Se ha querido encontrar el punto preciso de yuxtaposición entre el mono y el Hombre,—dice A. de Paniagua en su obra La Genèse de l'Homme,—pero este punto probablemente no existe. La evolución se ha producido por diferencias progresivas: para tomar la filiación, no se debe considerar dos individuos más ó menos aproximados, sino la serie de los intermediarios. Entre el mono y el Hombre faltan los puntos de sucesión exacta, pero algunos restos de los grandes antropóides y los homínidos fósiles, son tantas normas (raras, es cierto), que facilitan el camino á seguir y acercan las distancias, haciendo ver, de una parte, que los antropóides estaban ya dotados de órganos perfectos, y, de otra parte, que los homínidos primitivos eran seres casi simios...... La evolución humana, en un principio, se ha producido con una extrema lentitud, y antes de la aparición del Hombre en estado relativamente perfecto, ha sucedido una larga serie de homínidos primitivos, menos acabados, pero que se han ido sucediendo, mejorándose progresivamente." En seguida este naturalista hace una larga disertación sobre las semejanzas y similitudes de los órganos de los grandes antropóides y los homínidos, y concluye formulando con Hækel, la conclusión de que "en el cuerpo del Hombre no hay un solo órgano que no provenga del mono y por el mono, y que el Hombre posée los mismos órganos que aquel, apesar de presentar algunas desemejanzas, las que, precisamente, establecen la diferencia que existe entre ambos seres, pues si esas desemejanzas no existieran, el Hombre sería mono ó el mono sería Hombre."
En concordancia con esta teoría, conviene declarar, se[7]gún opinan los naturalistas, que el Hombre es un animal racional. El gran botánico Linneo, en su Amœnitates Academicæ, no separa genéricamente al Hombre de los monos antropóides, como el orangután, el chipanzé, el gorila y el gibón, con los cuales le confunde en un mismo grupo bajo la denominación común de homo est animal rationale (como ha dicho Aristóteles), haciendo de él una especie caracterizada, dándole el nombre de homo sapiens ó sea hombre sabio, pensador.
No es nuestro ánimo el combatir las opiniones de los sabios que hemos citado, tocante al origen del Hombre; pero al profundizar los arcanos de la Creación, haremos, no obstante, la ligera observación que sigue:
Si esos sabios presentan al Hombre como un animal y lo designan con el epíteto de animal racional, creemos que ese epíteto no es justificado en un todo, porque el Hombre no raciocina en todas las épocas de su vida y sólo adquiere el raciocinio cultivando con esmero sus facultades intelectuales; por lo mismo, débesele dar el calificativo de animal susceptible de razón. Y para ser más precisos en esa definición, suponemos que el Hombre no es simplemente un animal racional, sino un ser mixto ó medio, colocado entre la materia y el espíritu, y que raciocina llegando á la edad en que se desarrollan todas sus facultades mentales. El Hombre, por la inteligencia que puede adquirir, es considerado «el rey de los animales y el agente de la Creación,» porque él domina á los animales más salvajes, sometiendo á su ley no solamente los seres más corpulentos como la ballena, el elefante, sino también los más fieros como el león, el tigre y todos los demás animales, haciéndolos servir para todas sus necesidades; la tierra igualmente le paga contribución, pues que la despoja de los productos de su seno; domina el aire y los mares; no escapando, en fin, nada á su penetración y perspicacia, cualidades que sólo dependen de su razón. Por consiguiente, nos parece que para estar en lo justo, debe ca[8]lificarse al Hombre como un ser animal, mixto, susceptible de razón.
M. de Quatrefages, en su Phisiologie comparée: Metamorphoses de l'Homme et des Animaux, reconoce asímismo, que bajo el punto de vista de la organización física, el Hombre es un verdadero animal dotado de los mismos aparatos, órganos y elementos que los antropóides, estableciendo, definitivamente, que la raza originaria de la especie humana ha debido ser un hombre prognato, de piel amarilla y cabello rojo.
Huxley[2], Lubbock[3], Taylor[4], Vogt[5], Shaffhausen[6], Flourens[7], Cleuzion[8], Filippi[9] y todos los naturalistas que han estudiado los restos humanos de las Edades Terciaria y Cuaternaria, han concluído, unánimemente, que la raza más antigua de que se han encontrado restos, eran de seres repugnantes, prognatos y dolicocéfalos, que llevaban al rededor de las órbitas un reborde saliente semejante á los monos, y tenían los senos frontales muy desarrollados.
El aspecto grosero de sus circunvalaciones indica que esa raza era de inteligencia rudimentaria y obscura. La región posterior, sitio del centro visual, era de gran desarrollo; por el contrario, los lóbulos frontales, que no pueden atrofiarse en el hombre racional, sin que el resultado sea una alteración profunda de las facultades intelectuales, eran muy reducidas. La conformación de la circunvalación fron[9]tal, relacionada con el lenguaje articulado, era tan reducida que la facultad de la palabra tenía que ser muy restringida.
Los naturalistas opinan que desde los comienzos hubieron varias especies humanas derivadas de padres distintos. Desde el punto de las estructuras de los cuerpos, los lemurios, los cuadrumanos, los monos y los hombres reunieron caracteres análogos en gran número, defiriendo esencialmente por el volumen del cerebro.
Ch. Darwin, en su obra De l'Origine des Espèces, es de opinión que: "Las innumerables especies de animales, entre ellas el Hombre y plantas que pueblan la superficie del Globo, proceden todas de algunos tipos orgánicos ó de un solo tipo primordial creado en un principio para llegar á ser la estirpe común de todos los seres vivos. Los orígenes naturales de la Humanidad se pierden en el mundo indivisible de los vivientes."
Desde luego, según opinión de este notable naturalista, no existe entre el Hombre y el animal sino la diferencia de grado, pues el nacimiento y la muerte son iguales en el Hombre como en el animal; ambos tienen los mismos órganos y aparatos, las mismas funciones, los mismos elementos y los mismos fenómenos se suceden en la muerte del uno y del otro: el corazón cesa de latir, todos los órganos pierden sus propiedades y las materias componentes del Hombre son idénticas que las del animal. "Todo esto—dice Darwin—es una prueba palpable de que no existe un abismo infranqueable entre el Hombre y el animal."
Huxley, en su Doctrine de l'Évolution, ha probado que todos los huesos del esqueleto del Hombre son iguales á los huesos del mono, como también sus músculos, nervios, vasos sanguíneos y vísceras internas; que el cerebro, el más importante de todos los órganos, sigue la misma ley, pues que cada hendidura y cada repliegue del cerebro humano son iguales á los del orangután: empero, establece también, que el cerebro del Hombre y el del mono no concuerdan del[10] todo en ningún período de su evolución, concordancia que no puede esperarse, porque de verificarse, serían iguales las facultades mentales del Hombre y del mono. "Los monos—añade Darwin—están sujetos á muchas de nuestras enfermedades no contagiosas: padecen catarros, con sus ordinarios síntomas, terminando, cuando con demasiada frecuencia se repiten, con la tisis; sufren también apoplegías, inflamaciones y cataratas. Los remedios producen en ellos los mismos efectos que en el Hombre...... Muchas especies de monos tienen muy pronunciado gusto por el té, el café y las bebidas espirituosas; fuman también el tabaco con placer." Aunque estos hechos son de poca importancia, prueban, empero, cuán semejantes son los nervios del gusto en el Hombre y los monos, y que, en ambos, puede ser afectado del mismo modo el sistema nervioso.
El naturalista Arturo Mangin, en su obra L'Homme et l'Animal, establece una diferencia entre el Hombre y el mono, diciendo: "Zoológicamente hablando, el Hombre se distingue de los grandes monos por caracteres anatómicos y fisiológicos, y se diferencia psicológicamente de todos los demás animales por facultades mentales, de las que varias le son exclusivamente propias, al paso que otras están sólo más desarrolladas en él que en el animal."
En las remotas primitivas Edades, en que se operó la evolución progresiva, por la cual el mono antropóide se perfeccionó gradualmente hasta llegar el Hombre al estado de su completo desarrollo, hay que tener en cuenta que la Naturaleza evolucionaba vertiginosamente: la fauna y la flora sufrieron sucesivas transformaciones, hasta perderse esas especies extraordinarias desconocidas hoy, á la vez que las grandes perturbaciones climatéricas, en la sucesión de los siglos, determinando el Período Cuaternario, en que apareció el Homo sapiens, que es el ser más perfecto de la Creación.
Volviendo, ahora, á la debatida cuestión de si el Hombre apareció en la Edad Terciaria ó en la Cuaternaria, (que ha sido el tópico de algunos paleontólogos y geólogos) en apoyo de esta cuestión; basta recordar que se ha descubierto en el condado de Norfolk (al Este de Inglaterra), el esqueleto de un hombre que, se dice, ha pertenecido á una raza anterior á la llamada de Neanderthal[10] enterrado bajo una capa geológica que hace remontar su origen más allá de la raza hiperbórica que data de la Edad Terciaria. Admitiendo tal supuesto, este descubrimiento sería de grande importancia bajo el aspecto científico, y por eso ha llamado la atención de los sabios modernos dedicados á esta clase de problemas, principalmente de Alfonso Favre, que en su obra Éxistence de l'Homme á l'Époque Tertiaire, trata de sostener esta misma opinión.
La existencia del Hombre en la Epoca Terciaria se ha justificado últimamente, en 1911, con el hallazgo en un depósito de arcilla de Pilt-Down Common, cerca de Uckfield (Sussex, Inglaterra), de un fragmento de quijada y de una[12] porción de cráneo del Hombre fósil que, se dice, es un exponente fiel del eslabón de conexión con los monos, pues parece que es incontrovertible la interpretación que los sabios Dawson de Lewes y Smith Woodward le han dado. Suponen estos sabios, que este Hombre fósil ha existido hace ya algunos centenares de miles de años, ó sea, durante los primeros tiempos de la Epoca Pleistocena, anterior al Período Plioceno, y calculan que era un hombre de baja estatura, pletórico de músculos y que no había llegado á obtener la figura airosa del cuerpo característico del ser humano de nuestros días: en una palabra, estos sabios opinan que los fragmentos del Hombre de Sussex, como los de los hombres fósiles de Java, Heildelberg, Gibraltar, Constadt, Uckfield, Spy, Saint Acheul, Moustier, Dussel y otros, llevan señales ineludibles de las relaciones de descendencia del Hombre con el mono.
Los paleontólogos, que han especificado los rasgos característicos de las razas humanas primitivas, opinan que el esqueleto descubierto en Neanderthal (Prusia Renana), es del Período Glacial ó de transición entre la Edad Terciaria y la Cuaternaria: es raza contemporánea del gran oso de las cavernas y del elefante fósil; estaba dotado de fuerza hercúlea y tenía una fisonomía bestial; no poseía sino un lenguaje articulado completamente rudimentario; sus costumbres eran las del salvaje, nutriéndose tan sólo de raíces, frutas silvestres, caza y pesca.
Después de la raza Neanderthal, se ha encontrado esqueletos de razas posteriores ó sea de la Edad Cuaternaria.
En Canstadt (valle del Rhin), en Naulette (orilla izquierda del Lesse, en Bélgica), en Brux (Bohemia), en Olino (Italia) y en otros lugares de Francia, se han descubierto esqueletos fósiles de razas y costumbres idénticas á la de Neanderthal.
En Chapelle-aux-Saints (Capilla de los Santos) al Sud de Francia, en una gruta descubierta en 1908 por los abates[13] Bouyssnie y Bardon encontraron una cantidad de osamentos humanos fosilizados cuyo conjunto constituía un esqueleto casi completo. El notable paleontólogo Mr. Boule, ha hecho un estudio detenido del cráneo de ese ser prehistórico, y en su magistral obra publicada recientemente, en 1913, con el título de L'Homme fossile de la Chapelle-aux-Saints, este sabio profesor enumera hasta veintiocho caracteres que ofrecen las diversas partes de ese cráneo y que son comunes á los del mono.
Los esqueletos trógloditas ú hombres fósiles que se han hallado en el asilo ó refugio de Cro-Magnon (Périgord, Francia), son ya de raza más adelantada que las anteriores, tanto en su constitución física cuanto en sus costumbres, pues los objetos que junto á ellos se han encontrado y de que se servían, eran mejor labrados y más á propósito para los usos á que los destinaban. Según opinión del sabio Quatrefages, esa raza era algo inteligente.
Los esqueletos trógloditas de Furfooz (Bélgica), última raza primitiva de los tiempos prehistóricos, manifiestan haber sido seres aún de mayor inteligencia que los de Cro-Magnon, pues conocían el medio de fabricar una loza grosera.
De todo lo referido, cierto parece, que no el Hombre perfecto, sino el antropóide homínido existía ya en el Período Plioceno ó sea á fines de la Edad Terciaria, como lo comprueban las investigaciones de los geólogos Riviere de Klaatsh y Hauser, Seleucka y Carthaus, Lartet y Leffikwell, practicadas, respectivamente, en Moustier, Trimel, Eyzies y en la isla ártica de Bater. Nada menos que el hallazgo de una docena de esqueletos fósiles referentes á la raza del Hombre primitivo, convencen que esa misma raza constituye una especie aparte, diferente del Homo sapiens al que tenemos el honor de pertenecer.
Difícil es precisar cuál podía ser la vida social de esos hombres primitivos; pero es de suponer que vivían brutalmente y como animales, con sólo el instinto de la nutrición,[14] de la defensa contra la inclemencia del clima y contra las bestias feroces que podían ofenderlos.
Se ha observado que el Hombre primitivo vivía generalmente en las orillas de los ríos; es allí donde se encuentran sus restos, como así mismo en las cavernas naturales abiertas por la erosión de las aguas de los valles. Natural es, que sea difícil descubrir sus osamentos, porque están casi siempre enterrados de cuatro á seis metros de profundidad en el suelo de las cavernas, debido á que las aguas surabundantes las llenaban de detritus, de arena y de limo arrastrados por ellas. Por eso, muchas cavernas están tan llenas de limo, que parece imposible, á primera vista, que pudieran existir allí, bajo una espesa capa de tierra, muchos restos de osamentos, y solamente practicando escavaciones profundas, es que se han descubierto vestigios de huesos que han pertenecido al Hombre primitivo, como así mismo osamentos de corpulentos animales.
Cuanto al desarrollo del Género Humano, según opinión de algunos paleontólogos, éste se realizó paulatinamente en el trascurso de tan inmensos períodos de tiempo, que apenas se concibe, ni aún se puede formar la más lejana idea, datando, suponen algunos, de más de veinte mil años. Hækel va aún más lejos, pues opina que desde la Creación del Mundo, no solamente han trascurrido cien mil años, sino probablemente muchos centenares de miles de años. En fin, otros paleontólogos infieren que la Tierra tiene una edad que se escapa á todo cálculo numérico, y que hace muchos millones de años que su superficie está habitada por el Hombre[11].
El Dr. Thomas C. Chamberlain, jefe del departamento de geología de la Universidad de Chicago, declaró en una conferencia pública, tenida en el local del Museo Municipal, ante los miembros de la Sociedad Geográfica de aquella ciudad, que, á su juicio, "el planeta tenía ya cien millones de años, y que por sus fenómenos climatológicos y sus condiciones atmosféricas subsistirá aún otros millones de años."
Si los cálculos de los paleontólogos nombrados parecen enormemente exagerados, debemos citar la opinión de un sabio geólogo inglés, Mr. R. T. Strutt, que pretende haber determinado por un método muy preciso, la edad de algunas rocas eruptivas, buscando la cantidad de helium que contienen. Por el análisis que hizo de algunas muestras de circo[12], ha encontrado que los basaltos de Auvernia, de la Edad Terciaria, tenían 6.270,000 años de existencia; que los de Noruega excedían de 54.000,000 de años; y que las tierras azules diamantíferas de Kimberley, en el Africa Central, alcanzan la respetable edad de 320.000,000 de años. Además recogió, dice, en la provincia de Ontario, en el Canadá, una roca arcáica que cuenta, por lo menos, 622.000,000 de años; y aún, añade que, á su juicio, las cifras que él indica son inferiores á la realidad, pues cree que el Globo Terráqueo cuenta por lo menos 700.000,000 de años.
En este segundo parágrafo es del caso ocuparnos especialmente del origen del Hombre en el Continente Americano.
El sabio Hamy, en su obra L'Homme tertiaire en Amérique, opina, entre otros geólogos, que no solamente en los Antiguos continentes sino también en el Nuevo, ha existido el Hombre desde el Período Plioceno, pues asevera que se han descubierto esqueletos de ese mismo Período en Nueva Orleans y en Jacksonville (Estados Unidos de Norte América), y en Mercedes (Argentina), deduciendo que pertenecían á una raza dolicocéfala y platicéfala ó sea de cabeza larga y estrecha, y aplanada la bóveda del cráneo, de capacidad cerebral pequeña, de órbitas grandes y algo circulares, de pómulos salientes y de maxilar superior prognato inclinado hacia adelante, de estatura baja, de huesos fuertes y de constitución vigorosa. Este Hombre primitivo vivía de la caza y de la pezca; pues sus armas que se encontraron junto á sus osamentos, eran de piedra, de varias formas y pequeñas dimensiones, con las que atacaba á los corpulentos paquidermos que, en América, abundaban en aquellos remotos tiempos.
Ultimamente, en 1912, una comisión científica de la Universidad de Yale (Estados Unidos de Norte América), presidida por el sabio arqueólogo Mr. Hiram Bingham, recorrió parte del Sur del Perú, haciendo importantes estudios geológicos. Entre los resultados más notables de esta comisión, se halla el descubrimiento de huesos interestraficados del Hombre prehistórico que, se supone, anterior al Período Glacial, como también el hallazgo de huesos de bizonte americano, que los hombres de ciencia no han creído que pudiera haber existido en Sud América. Asimismo, esta comisión encontró cerca del Cuzco un hueso de un animal[18] extinto que tiene, en opinión de los investigadores, cuando menos 70,000 años. Los trabajos de esta comisión han sido de tanto interés, que despertaron la atención de los círculos científicos, pues además de los hallazgos anotados, hizo igualmente el descubrimiento, en el Perú, de ciudades misteriosas, antiquísimas y desconocidas, de las que nos ocuparemos con algún detenimiento en la segunda parte de esta obra.
Otros etnógrafos han establecido la teoría de que en los Antiguos continentes y aún en América, se han encontrado huellas de la raza etiópica, y que la Humanidad entera tiene un origen común africano. A este propósito, el notable antropólogo Zayas Enriquez, en un artículo titulado ¿Cuál es la raza primitiva? (publicado en la revista mensual "América," de Nueva York, correspondiente al mes de Junio de 1910) al ocuparse de la raza originaria de América, dice: "En el Continente americano las huellas de la raza etiópica, aunque más escasas, no son menos visibles, y todavía existen varios girones de esas razas de negros, que tengo como primeras pobladoras del Nuevo Mundo, tales son: los Caracolos, de Haití; los Califurnams, de las islas Caribes; los Aguahos, de Cutara; los Aroras ó Yaruras, del Orinoco; los Chaymas, de Guayana; los Maujipos, Porcijis y Matayos, del Brasil; los Nigritas, Chuanas ó Guanas, del Istmo de Darién; los Manabis, de Popayán; los Guabos y Jaras ó Zambos, de Honduras; los Esteros, de la Nueva California; los Indios Negros, encontrados por los españoles en Luisiana; y los Ojos de Luna y Albinos, descubiertos en Panamá."
Según opinión de doctos y renombrados etnógrafos y etnólogos, el suelo americano fué habitado desde los tiempos antediluvianos: confirma este parecer, la exposición de sabios paleontólogos que aseveran haberse encontrado en este[19] continente numerosos fósiles de mamíferos antediluvianos de las Epocas Siluriana, Devoniana y Carbonífera, que lo habitaban, como el mammouth, el mastodonte, el icthyosauro, el milidonte, el megaterio, el machairodo, el brontosaurio, el ceratosaurio, el macranchenia, el glyptodonto, el moncsaurio, el mylodon-magaterio, el macroynato, el halytherio, el diphococus[13], el dinosaurio[14] y otros paquidermos de corpulencia extraordinaria[15]. Junto con esos restos de[20] mamíferos se han encontrado también osamentos, cráneos y esqueletos humanos de los primitivos habitantes de aquellas épocas lejanísimas, á la vez que herramientas y otros utensilios de piedra del uso de esos mismos habitantes. Efectivamente, en las Montañas Pedregosas, en Wyoming, Colorado, Nueva Jersey, Massachusets, Nebrasca, Missuri, Luisiana, Nueva Orleans, Illinois, Ohio, Pensilvania, Indiana[16], Delaware, Kentucky, California, Oregón, Sierra Nevada, México, Guatemala, Nicaragua, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Brasil, Guayanas y otros lugares más, se han encontrado restos animales y humanos, artefactos, utensilios de silex y otros objetos rústicos que prueban, del modo más evidente, la existencia del Hombre en toda la América, durante y después de las Epocas Terciaria (arqueolítica ó paleolítica)[17] y Cuaternaria (neolítica)[18], probando, además, que tan[21]to en las regiones del norte como en las del sud, vivía el Hombre mezclado con los animales, á los que cazaba y mataba con sus toscas armas de pedernal, para proveer á su subsistencia y conservación, pues la carne le servía de alimento y con las pieles hacía sus vestiduras, utilizando las demás partes en otras cosas de su uso[19].
Para corroborar esta afirmación, expondremos lo asentado por algunos autorizados paleontólos que han hecho descubrimientos de restos humanos y animales, como también de objetos de silex y otras materias, de las Epocas Terciaria y Cuaternaria, tanto en la América Septentrional, cuanto en la Meridional.
De la América del Norte se citan los siguientes hallazgos:
Mr A. Bamps, en su excelente Memoria titulada Le Synchronisme préhistorique, dice: "Las excavaciones ejecutadas en América y especialmente en California, han revelado la existencia del Hombre en la Epoca Terciaria; estas trazas han sido reconocidas en los Depósitos de San Lorenzo, de Gasconade-County, de Vermillon-Bay, en los arrecifes de la Florida, en los de Natchez y de Nueva Orleans."
En las capas auríferas de la falda oeste de Sierra Nevada se han extraído grandes cantidades de huesos de mammouth, mastodonte, león y caballo, mezclados con productos de la labor del Hombre.
En las orillas del Riviere Bourbeuse, en el Gasconade-County del Estado de Missouri, el Dr. Korh extrajo el esqueleto completo de un mammouth, acribillado de flechas y lanzas de pedernal.
En Wyoming (Colorado) y en la región del Pacífico de Estados Unidos, á más de los mamíferos antediluvianos, como el diphococus y el dinosaurio, se han encontrado armas, herramientas, morteros, cazuelas de piedra, etc., que son vestigios indubitables de la estancia del Hombre en aquellas comarcas.
También el Dr. Korh descubrió en County-Benton, en Missouri, un fragmento parecido al femur de un mastodonte con una punta de pedernal rosa clavada, y otras cuatro flechas sueltas, que sin duda habían sido disparadas contra el terrible animal.
En la isla llamada Petit Anse, del río Mississipi, Mr. Desnoyers halló el esqueleto de un mammouth, y debajo de él restos de tejidos de esparto y cestas enteras hechas de caña.
Mr. Scott desenterró en Pike's Peak, instrumentos de silex.
Mr. Blake encontró también en Toulomne otros instrumentos y objetos de silex.
En Yowa y Nebrasca se han hallado huesos de mastodonte juntamente con muchas puntas de lanza de pedernal, que habían sido asestadas contra aquel animal poderoso.
En los lechos arenosos del pequeño río Miami (Ohío), en los yacimientos de Jackson-County (Indiana), en las cercanías de Claymont (Delaware) y en los aluviones de Creek de Naaman (Delaware), se han hallado primitivas herramientas del Hombre prehistórico.
Cráneos de hombres de la época antediluviana se han encontrado en Placerville (California), en Table-Mountains (Condado de Toulumne) y en Bald-Hills (California).
En 1866 fué hallado en Rock-Bluff (Illinois River) otro cráneo humano y la mandíbula inferior de un esqueleto de hombre, que se supone era del Período Terciario, ó sea al final de la Epoca Glacial.
Ultimamente, el Dr. Abbott descubrió en los yacimientos areniscos del río Delaware (New-Jersey) útiles de pedernal toscamente labrados, cuyas cortantes esquinas servían al Hombre prehistórico, para cortar, raspar y aserrar, útiles primitivos, que manifiestan que quienes los habían labrado se hallaban aún en el ínfimo grado de cultura, ó sea, en la Epoca Glacial.
Algunos otros descubrimientos hechos en la América del Norte, como flechas de silex, encontradas en Missouri, debajo del esqueleto de un mastodonte; el cráneo hallado en el Condado de Calaveras, á 130 pies debajo de la superficie del suelo; los martillos y otros utensilios de piedra extraídos junto al río Ontonagón, á una gran profundidad, y muchas otras herramientas toscas de pedernal desenterradas en otros lugares de la América Septentrional, son otros tantos testimonios de la antiquísima existencia del Hombre en este Nuevo Continente.
Tampoco han escaseado en la América Meridional, los descubrimientos de restos humanos y objetos de épocas prehistóricas.
En las formaciones terciarias posteriores de las Pampas Argentinas, descubrió el Dr. Seguín, á las orillas del río Carcaraña, revueltos con huesos de animales antediluvianos, huesos humanos, como cráneos, mandíbulas, costillas, etc., y varias herramientas de piedra.
El naturalista Mr. Lund, que tanto estudió la fauna fósil del Brasil, encontró en una cueva de piedra caliza, á la orilla del lago Lagoa do Sumidairo, los huesos de más de[24] treinta individuos humanos, junto con más de cuarenta especies de animales antediluvianos.
El Dr. Ameghino refiere que, á orillas del río Frías, á veinte leguas de Buenos Aires, encontró gran cantidad de huesos humanos, abundante carbón vegetal y tierra tostada, é infinidad de huesos de animales prehistóricos; asímismo halló puntas de flechas, cuchillos de pedernal y herramientas para afilar, objetos todos fabricados de silex.
Mr. J. Hutchinson, en su obra Two years in Peru, refiere el siguiente hallazgo: "El ídolo de piedra y las vajillas para agua encontrados en las Islas de Chincha á 72 pies debajo de la superficie, indican una gran antigüedad, millares de años; también se ha hallado ídolos de madera á 35 y 38 pies de profundidad del mismo depósito de huano."
En Coracora se encontró, á 30 metros de profundidad, un esqueleto fósil que el profesor Huxley clasificó como un tipo medio entre el camello y la llama, que denominó machruchenia.
En la región andina del Perú, en la altura de Yantac, á 4,500 metros de la Sierra de la Viuda, provincia de Yauli, se desenterró restos fósiles del megaterio.
En el Huallaga, en las cercanías de Chota, el sabio Raimondi halló huesos de mastodonte.
En una cueva de Cerro de Pasco se encontró el esqueleto del seclidotherio.
El Conde de Pourtalis descubrió fósiles humanos en las cercanías del lago Lagra-Santa, en un conglomerado calcáreo, en el Brasil, atribuyéndoles una antigüedad de más de 10,000 años.
Mr. Brulant, que ha residido muchos años en Tucumán, ha descubierto en Santa María, unas catacumbas de la época prehistórica, que ocupan la extensión de dos leguas, de las que extrajo varias urnas con maiz tostado y medallones con geroglíficos, que corresponden á una época remotísima.
Mr. Joly, en su importante estudio publicado en la "Revue Scientifique" No 40, correspondiente al 7 de Junio de 1879, refiere que "en Mercedes, en los alrededores de Buenos Aires, han sido encontrados osamentos humanos, acompañados de objetos de silex, groseramente tallados, y de restos de animales extinguidos," que, indudablemente, son de épocas prehistóricas.
En 1847 el Sr. Rodríguez Ferrer descubrió en un cayo al Sur de Puerto Príncipe (Isla de Cuba) una mandíbula humana, fósil.
En Tarija han encontrado los esqueletos del mylidón y del megaterio, como también grandes colmillos del mastodonte.
En Punín, cerca de Riobamba, en el Ecuador, el sabio Mr. W. Branco descubrió, en 1883, los esqueletos del mastodonte y del protonchemia, animal que es un tipo entre el tigre y la hiena, con colmillos formidables.
En el río Daule se halló los restos de un animal grande, idéntico al mylidonte.
En 1866, Mr. Dicleby ha encontrado, en el territorio de los Natchezes (Norte América), muchos osamentos humanos, fósiles, mezclados con otros de mammouth y de mastodonte.
En el mismo año Mr. Matson, prolongando un pozo de mina en California, á una profundidad de 130 pies, encontró un cráneo humano, fósil, enterrado bajo cuatro capas de cenizas volcánicas, solidificadas.
El capitán Peck halló cerca del río Ontonagon (California), á una profundidad de 25 pies, huesos fósiles, junto con instrumentos toscos de silex, de la primitiva industria humana.
Otra prueba evidente de la estancia del Hombre en América, desde las Epocas Terciaria y Cuaternaria, son la formación de enormes depósitos de conchas que se encuentran en muchas costas marítimas y orillas de ríos de este Nuevo Continente, principalmente á lo largo de las costas de Cali[26]fornia, de las islas de Vancouver, Terranova y en las orillas de los ríos de Maine, Massachusetts, Georgia, Florida, Alabama, Luisiana, en Norte América; en la Isla de Casceiro, en el Brasil; y en las orillas de las Bahías de Paranagua, San Paulo y Río de La Plata, en la América del Sur: todos depósitos conchíferos en los que se han encontrado muchos objetos pertenecientes al servicio del Hombre prehistórico.
De gran importancia son, también, los bloques de toba del antiguo volcán, ya extinguido, llamado Tizcapa, en Nicaragua, en los cuales se han hallado estampados las huellas de dos pies humanos; toba que se encontró en una superficie de arena conchífera, cubierta por catorce capas distintas de piedras: estas huellas de pies humanos tienen tres centímetros de profundidad, veinticuatro de longitud y once de ancho, y la distancia ó paso, de un pie á otro, es de treintiseis y medio centímetros, demostrando que esas huellas fueron impresas en la toba, cuando ésta estaba aún blanda. Incalculable es poder imaginar los miles de años de existencia que tendrían esas huellas impresas en aquellos bloques de toba, ya que se hallaban cubiertas por catorce capas distintas de piedras; pero es evidente que ellos son de una época inmemorial.
Todos los hallazgos que hemos referido, manifiestan, inequívocadamente, que el Hombre ha habitado el suelo americano cuando todavía no existían los pueblos más antiguos y adelantados de que se conserva memoria.
A este propósito, el Dr. Rodríguez Dulanto, en su científica tésis[20] leída ante la Facultad de Ciencias de la Universidad de San Marcos de Lima, ha dicho: "El Continente americano ha sido, desde los más remotos tiempos, la pa[27]tria de un gran pueblo, el pueblo americano, cuyo origen se remonta más allá de los principios de la Civilización y de la Historia."
Al admitir que la América haya sido habitada desde los tiempos prehistóricos ó antediluvianos, lógico es suponer que su habitabilidad haya sido contemporánea del Antiguo Mundo.
El sabio Alejandro de Humboldt, en la introducción de su obra Vues des Cordillères, opina que "nada prueba que la existencia del Hombre sea más reciente en América que en los otros Continentes."
C. Darwin, en su Voyage of a naturalist round the World, afirma, á su vez, que "debemos admitir que el Hombre ha habitado la América desde un tiempo inmensamente dilatado."
El naturalista Mr. Joly, en su estudio ya citado, ratifica que "en América como en Europa, el Hombre ha sido contemporáneo de especies desde largo tiempo extinguidas, y que, por consiguiente, allí también su existencia remonta á los tiempos geológicos."
El sabio etnógrafo Juan Engling, autor de un trabajo titulado L'ancienneté de l'Homme attestée par les silex[21], ha hecho en él un estudio comparativo de las armas y utensilios de piedra encontrados en el Antiguo y en el Nuevo Hemisferio, y de la comparación de ellos establece: 1o la antigüedad del Hombre; 2o la dispersión del Hombre primitivo y de sus razas sobre diversos puntos del Nuevo Mundo; y 3o la contemporáneidad del desenvolvimiento del Hombre en ambos Mundos. Del hecho de haber encontrado pedernales labrados en toda la extensión del suelo ameri[28]cano, deduce el Sr. Engling, que la diseminación del Hombre primitivo y su desenvolvimiento ha sido á un tiempo, tanto en el Nuevo Mundo como en el Antiguo, deduciéndose de allí la contemporáneidad de los habitantes primitivos de ambos Hemisferios.
El notable antropólogo Burmeister, en su Historia de la Creación, es de la misma opinión, pues sostiene que "la especie humana existía simultáneamente sobre los dos Continentes, oriental y occidental, y no se posee razón plausible para hacerla emigrar del uno al otro."
También en apoyo del hecho de la estancia del Hombre en el Continente americano en los tiempos prehistóricos ó Epoca de Piedra ó Terciaria y Cuaternaria, pudiéramos reproducir los juicios emitidos por muchos otros autores, antiguos y modernos, que están acordes sobre este mismo punto; pero aquello nos conduciría más lejos de los límites del presente trabajo.
Los antiguos han presentido ó profetizado la existencia de otro Mundo desconocido en la región occidental de la Tierra: este presentimiento estaba arraigado en la imaginación de algunos filósofos y sabios de aquella época lejana.
Estrabón[22] en su Geographia, que consta de diezisiete libros, se ocupa extensamente de las opiniones asentadas por Platón[23], Aristóteles[24], Eratóste[30]nes[25], Hiparco[26] y Ptolomeo[27], acerca de la forma del Globo Terráqueo. Citando á Eratóstenes, que en los años 270 á 290 antes de Cristo, coleccionó los tesoros geográficos de la célebre biblioteca de Alejandría, reuniendo en tres[31] libros los descubrimientos realizados hasta entonces en el campo de la geografía física, matemática y política, reproduce el siguiente pasaje de este sabio filósofo africano, que en su Geographicorum dice: "Si no fuere un obstáculo la colosal extensión del Océano Atlántico, podría llegarse fácilmente por mar, siguiendo el mismo grado de latitud, desde la península Ibérica hasta las Indias. La parte medida de este grado comprende más de una tercera parte de la circunferencia terrestre." Añadiendo Estrabón: "Sería muy probable que en esta extensión se hallase mayor número de partes habitadas del Mundo."
Herodoto[28] en sus Historias, que constan de nueve libros (á los que la justa admiración de la antigüedad ha impuesto el nombre de las nueve Musas), asevera que "no habría inconveniente en atravesar el Océano Atlántico en descubierto de otros habitantes desconocidos."
Fedón, filósofo griego, que fué discípulo de Sócrates y que después de la muerte de su maestro fundó una escuela, que dió origen á la secta eleática, habla de un Mundo oculto, que más tarde debe aparecer á las miradas de las naciones conmovidas.
Según Theopompo[29] en su Diatriba contra Platón,[32] Sileno probó á Midas, rey de los Frigios, que "más allá de Asia, de Europa y de Africa, existía un verdadero continente habitado por los Meropios," continente al que Theopompo dió el nombre de Meropis, por ser gobernado por Meropi, hijo de Atlas, rey de Libia, y contemporáneo de Hércules, Theseo y Laomedonte (50 años antes de la toma de Troya). Sileno refirió también á Midas, que aquel continente tenía grandes ciudades, animales, usos y costumbres, como así mismo abundancia de oro y plata.
Cuarenta y cinco años antes de la presente era, Diodoro de Sicilia[30], que escribió sobre los diversos pueblos del Mundo, llama isla á la América, ignorando su configuración y extensión, y dice: "Está distante de la Libia (Africa) muchos días de navegación, y situada al occidente; su suelo es fertil, de gran belleza y regado por ríos navegables. Allí se ven casas suntuosamente construidas." En seguida hace una descripción de la zona montañosa, los frutos de ésta, el clima, etc., y termina diciendo: "Los Fenicios se habían hecho á la vela para explorar el litoral situado más allá de las Columnas de Hércules[31], y cuando costeaban las playas de la Libia, fueron arrojados por vientos demasiado fuertes adentro del Océano, siendo juguete, por muchos días, de la tempestad; llegaron al fin á la isla de que hablamos."
Virgilio[32], en su Eneida, se detiene también en esa idea y salva con el pensamiento, los movedizos espacios del Océano, para ir á sentarse en una tierra lejana y venturosa.
Pero no eran tan sólo los filósofos y sabios de la antigüedad los que tenían presentimiento de la existencia de uno ó de varios países en medio del Océano Atlántico, sino que también algunos navegantes intrépidos, de aquella época lejana, trataron de descubrir aquellos países, pues según nos refiere Hornius, "los Fenicios, 1000 años antes de la era de Cristo, traspasaron las Columnas de Hércules y con audacia sin ejemplo, hasta entonces, emprendieron tres viajes dilatados, siendo indudable que descubrieron la Insula Fortunata ó Archipiélago de las Canarias, ó, quizá, algún otro país situado más al occidente del Atlántico, (ó sea la América). Estos tres viajes los efectuaron los Fenicios,—dice Hornius,—el primero bajo las órdenes de Atlas, hijo de Neptuno; el segundo, cuando fueron lanzados por una violenta tempestad lejos de las costas de Africa; y el tercero, en tiempo de Salomón, cuando los Tirios, descen[34]dientes de los Fenicios, fueron á buscar el oro de Ophir y Tarsdchisch.
A los Fenicios siguieron más tarde (año 500 antes de J. C., según unos, y 600, según otros) los Cartagineses, que emprendieron desde Cartago una gran expedición á órdenes del almirante Hannón, compuesta de sesenta naves de á cincuenta remos cada una y con más de 30,000 personas de ambos sexos, cuya expedición, con el objeto de descubrir nuevos países y poblarlos con colonias cartaginesas, navegó más allá del Senegal y costas de Guinea hasta el Cabo Bojador, en la Africa Occidental, que fué entonces el punto extremo de la Tierra conocido. Hannón dejó una relación escrita en lengua Púnica del itinerario de su viaje[33].
Más tarde, 340 años antes de J. C., Pythias, astrónomo, geógrafo y navegante galo, emprendió también una expedición marítima, desde el puerto de Marsilia (Marsella), en cuya navegación por los mares del Norte, fué llevado hasta una isla que se cree sea la antigua y misteriosa Thule ó actual Islandia.
En igual época, Euthimenes navegaba á lo largo de la costa oeste de Africa hasta el Senegal.
Más tarde aún (62 años antes de J. C.) ha sido arrojado sobre las costas de Alemania, entre los ríos Weser y Elba, un bote tripulado por hombres pertenecientes á una raza hasta entonces desconocida en Europa, los que fueron recogidos por un jefe germano, que los obsequió después al Cónsul galo, Cancilio Metelo Celer, acontecimiento del que hacen referencia los historiadores Pomponio Melo, en el tomo III, págs 5 á 8 de su De Chorographia, y Cayo Plinio, en el tomo II, pág 67 de su Historia Natural.
Quizá este extraordinario acontecimiento inspirase á[36] Séneca[34], las palabras que pone en boca del coro que figura en su bella tragedia Medea; ó si no, fundándose este filósofo en la noticia que de las islas del mar Atlántico dió Platón por tradición; ó bien en la especulación de sus predecesores, los filósofos antiguos, sobre la figura del Globo terráqueo; ha vaticinado con espíritu profético la existencia de un rico Continente; ó, por mejor decir, el convencimiento que este sabio tenía de los secretos de la Naturaleza y de la Historia, le hicieron prever que no era imposible que, al fin, se descubriera un país que se suponía ya conocido de los Fenicios y Cartagineses, pues en su referida tragedia Medea, al fin del acto segundo, el coro exclama:
Que traducido libremente al castellano dice:
Son verdaderamente maravillosas las palabras de Séneca, quien, cediendo á una inspiración profética, á una intuición precisa, hace vislumbrar la conquista de un rico Continente desconocido entonces: no solamente anuncia el descubrimiento, en lo futuro, de ese nuevo Continente, sino que parece que vé lo que predice.
Séneca, como Eratóstenes, tenía el conocimiento de la[38] configuración de la Tierra, pues en otro lugar de su citada tragedia exclama: "La Tierra que os repartís tan ávidamente por medio de la espada y del fuego, es un punto insignificante en el Universo." Y luego pregunta: "¿Cuánta distancia hay desde las costas limítrofes de España hasta las de la India?" Y contesta: "Sólo algunos días de navegación á la vela con viento favorable."
La feliz y conocida predicción del filósofo Séneca es la más notable de que hay memoria en los anales de la antigüedad, porque no anuncia una simple extensión de las partes del Globo terrestre conocido, sino la existencia de un nuevo Mundo que se descubrirá más allá de los mares, en los siglos venideros.
Interesante es el relato del origen de la náutica que Séneca hace preceder á su célebre predicción; relato del que insertamos en seguida la traducción de algunos pasajes que figuran en el segundo acto de su Medea: este gran filósofo se expresa, al intento, en los siguientes términos:
"Bien osado fué el primer navegante que se atrevió á surcar las pérfidas ondas en una frágil navecilla, dejando tras sí su tierra natal, á confiar su vida al capricho ó soplo de los vientos, y á proseguir en los mares su carrera de aventuras, sin otra barrera entre la vida y la muerte que el grueso de un delgado y ligero leño. No se conocía entonces el curso de los astros, ni aún se sabía cómo gobernarse por la posición de las estrellas que brillan en el espacio:......
"Tiflis[36] fué el primero que se atrevió á desplegar velas en el grande abismo, y á dictar á los vientos nuevas leyes. Tan pronto supo soltar enteramente las velas, tan pronto recogerlas y bajarlas para recibir el viento de lado,[39] abatir con prudencia las entenas hasta medio palo, ó levantarlas hasta el tope cuando el ardor de los marineros llama toda la fuerza de los vientos y la banderola de púrpura se agita con viveza al pie de la nave......
"La nave de Tesalia aproximó los mundos que sábiamente separó la naturaleza; sometió el mar á la presión de sus remos, y agregó á nuestras miserias los peligros de un elemento extraño. La desgraciada embarcación pagó caro su imprudencia en aquella larga serie de riesgos que tuvo que correr entre las dos montañas que cerraban la entrada del Euxino, y que chocaban una contra otra con el estruendo del rayo, mientras que el mar, preso entre ellas, lanzaba hasta las nubes sus espumosas olas. El animoso Tiflis se puso pálido al verlo, y dejó escapar el timón de su desfallecida mano. Calló Orfeo y enmudeció la lira entre sus dedos. El mismo Argos perdió el uso de la palabra, y cuando la virgen del Peloro de la Sicilia, rodeada de sus perros furiosos, les hizo ladrar á todos á la vez, ¿á cuál de los navegantes no le temblaban todos los miembros, al escuchar aquellos gritos dados por un solo mónstruo? ¿cuál debió ser también su terror, á los armoniosos cantos de las crueles sirenas, que se oyen en el mar de Ausonia, y que acostumbradas á detener las naves con el encanto de su voz, casi se dejaron arrastrar de los dulces sonidos de la lira de Orfeo, luego que éste la hizo vibrar convenientemente?
"¿Cuál fué, sin embargo, el precio de tan atrevido viaje? Un vellocino de oro, y Medea: Medea, más cruel que las mismas sirenas, y digna recompensa de los primeros navegantes.
"Ahora la mar está sometida, doblégase á nuestras leyes, y ya no hay necesidad de una nave construida por Minerva y montada por reyes. La menor barca puede arriesgarse en las ondas; derribados yacen los linderos antiguos, y los pueblos van á construir ciudades en las nuevas tierras. Abierto está el mundo, recorrido está en todas direc[40]ciones, por dó quiera está impreso el movimiento, y por todas partes vagan nuestros deseos.
"El indio bebe la helada agua del Araxes, y el Persa apaga su sed en las del Albis y el Rin. Tiempo vendrá, con el trascurso de los siglos, en que el Océano ensanche el cerco del Globo para descubrir al hombre una tierra inmensa y desconocida: el mar nos revelará nuevos mundos, y Thule[37] dejará de ser el límite del Universo."
Posteriormente y como para confirmar las opiniones emitidas por los filósofos y sabios citados, San Clemente, romano y discípulo de los Apóstoles, que murió el año 99 de la era cristiana, asegura en su célebre Carta á los Corintios, "que más allá del Océano habían otros Mundos."
También Ælianus, en su Variæ Historiæ, lib. III, cap. XVIII, obra que escribió el año 136 de la era de Cristo, asegura que "un extenso Continente existía más allá del Océano; que los habitantes de ese Continente son de mayor altura que los del Antiguo Mundo, con leyes y costumbres distintas de las de los demás pueblos;" agregando este autor, que "en ese Continente hay tal cantidad de oro y plata, que estos metales son menos estimados que el hierro."
Pausanias, insigne geógrafo griego, que vivió en el siglo II de la era cristiana, en su Itinerario de Grecia, cuenta que un tal Euphemus descubrió en el año 150, algunas islas cuyos habitantes, de piel roja, tenían largas colas como los caballos, los que no serían otros, según el P. Lafiteau, que los Caribes, dueños entonces de las Antillas: estos indios cuando se hallaban en guerra, entre otros adornos horrorosos, se ponían largas colas postizas.
R. Festo Avieno, que vivía en el siglo IV de la era vul[41]gar, asegura que: "más allá del Océano, hay tierras y márgenes de otro Mundo."
Y más posteriormente aún, el franciscano inglés, Rogerio Bacón, apellidado el "Doctor Admirable"[38], y con él el domínico alemán Alberto el Grande[39], ambos florecidos en el siglo XIII, creían que del otro lado del Océano habían países desconocidos, supuesto que se decía que en tiempos lejanos los navegantes Fenicios habían atravesado el Océano Atlántico, que habían poblado las islas Canarias y habían continuado navegando hasta abordar á la costa de la Florida, cerca de Cuba.
Según testimonio de autorizados historiadores, el Atlántico ha sido cruzado frecuentemente por los antiguos: de allí surge la probabilidad de que América era conocida desde época remota por los pueblos antiguos que surcaban los mares cuando había facilidad de comunicación entre los Continentes del Antiguo y Nuevo Mundo, que en aquellos remotos tiempos se hallaban casi unidos por la gran isla Atlántida.
En resumen, el presentimiento y casi la convicción que algunos antiguos sabios tenían de la existencia de otros países desconocidos, situados en las regiones occidentales de la Tierra, que suponían habitados, están confirmados por las diversas expediciones que, desde el siglo IX hasta el XII, realizaron los escandinavos á las costas de la América Septentrional; expediciones que, desgraciadamente, no han producido ningún resultado favorable para América, siendo preciso que trascurrieran tres siglos más para que Cristobal Colón legara un Nuevo Mundo á la Corona de España.
Debe agregarse, que las diversas expediciones marítimas que en tiempos antiguos se efectuaron en el Océano Atlántico, se realizaron sin el uso de la brújula, que aún no era conocida, pues se guiaban, de día, por la marcha del sol, y de noche, por la de la luna y las estrellas, principalmente por la observación de las constelaciones de Canope, Hélice ó Grande Osa, y por Cynocura ó Pequeña Osa. Empero, este instrumento tan necesario para las largas navegaciones, fué conocido de los Chinos, que lo inventaron, se dice, 2697 años antes de la era cristiana, ó sea, bajo el reinado del emperador Hoang-Ti; pero, por el extracto que Leroux y De Guignes hicieron de los anales de ese Imperio, parece que solamente fué inventado 1115 años antes de nuestra era. Marco Polo, en su libro Las Maravillas del Mundo, confirma este hecho.
Cierto es, que los Fenicios, los Griegos y los Arabes, según opinión de algunos autores, han conocido, antes de la invención de la brújula, la aguja imantada ó hierro magnético; pero no la han aplicado á la navegación.
Juan Clopinel[40], en su Román de la Rose, y Guyot de[43] Provins en su poema Biblia Guyot, dicen que desde el siglo XII se usaba en Francia un instrumento algo parecido á la brújula llamado marinette ó calamite, que arreglaba la marcha de las embarcaciones en los tiempos nebulosos; otros autores creen que la brújula fué descubierta por un napolitano llamado Flavio de Gioja, de Amalfi, que vivió en el siglo XIII; algunos otros autores dicen que es de origen inglés ó, á lo menos, que en Inglaterra se ha perfeccionado la manera de suspender la caja en que se halla la aguja imantada. Lo cierto es, que es difícil, si no imposible, decir de una manera absoluta cuál sea el verdadero origen de la brújula.
Lo único que consta al respecto, es que Vasco de Gama fué el primero que en 1497 hizo uso de la brújula en su viaje al cabo de Buena Esperanza, y hacia el año 1500 se generalizó en Europa el uso de este instrumento nautico.
El origen de los aborígenes del Nuevo Mundo ha sido cuestión, desde hace más de cuatro siglos, de múltiples y profundos estudios de los etnógrafos, arqueólogos y língüistas, que se han propuesto escudriñar los tiempos prehistóricos mediante las tradiciones seculares de los indios, la arqueología y la lingüística; pero este punto histórico no ha sido aún resuelto de una manera clara, terminante y decisiva.
Hubert Bancroft en su obra The native races of the Pacific States of North America, y, con él Brasseur de Bourbourg, en la Revue d'Édimbourg (1876), opinan que sería quimérico el pretender determinar con precisión la manera como el Hombre ha hecho su aparición en América. Aunque el primero de estos escritores cree que el Hombre ha sido creado sobre diversos puntos del globo, y que la América habría sido uno de esos centros de creación, muchos sociólogos opinan que la especie humana desciende de una pareja única, fundándose en que las tradiciones están de acuerdo sobre este punto, y, sobre todo, que es un hecho revelado en la Sagrada Escritura y un dogma de fe recibido por la Iglesia.
Pero antes que Bancroft, Lord Kames, en el "Discurso preliminar" de su obra Sketches of the history of Man, impresa en Edimburgo en 1788, expone su parecer al respecto de esta manera: "Dios ha creado varias parejas de seres humanos diferentes las unas de las otras, interior y exteriormente; cada una de estas parejas fué colocada en el cli[46]ma apropiado á su organización. El carácter original se conservó intacto entre sus descendientes, los que, no teniendo otra asistencia que sus medios naturales, por experiencia han debido adquirir progresivamente ciertos conocimientos y formarse cada tribu un idioma particular......... Para creer que todas las razas, tal como existen hoy, descienden de una pareja única, sería preciso admitir la idea del milagro."
Voltaire, en apoyo de lo opinado por Lord Kames, en su Essai sur les mœurs et l'esprit des nations, dice: "Si se pregunta dónde han venido los Americanos, se debe también preguntar dónde han venido los habitantes de las tierras australes, y se debe contestar, que la Providencia que ha poblado la Noruega ha poblado también la América.
Al mismo respecto, Bernardo Romans, en las págs. 38-39 de su obra A concise natural History of east and west Floride, expone: "No creo absolutamente que los hombres de raza roja de América desciendan de pueblos situados en las partes orientales ú occidentales de Asia. Creo firmemente que Dios ha creado una raza de hombres originarios de este país, diferentes de los otros pueblos."
También Isaac de La Peyrère, monje francés, en su obra titulada Prædamitas, publicada en 1655, (la que fué condenada al fuego por el Parlamento de París), afirma que "Dios, el sexto día de la Creación del Mundo, formó varones y hembras en diversas regiones del Orbe, como también muchas plantas y animales de cada especie en varios parajes de la Tierra; que después creó á Adán y Eva, cuya creación es la que expresa el segundo capítulo del Génesis; y, por último, que Adán no es cabeza ó progenitor de todos los hombres, sino tan sólo del pueblo judáico."
El sabio antropólogo Burmeister, tratando de esta misma cuestión, se expresa así: "Basta fijarse con alguna atención en el color de los individuos que constituyen las diferen[47]tes naciones, para comprender que las actuales razas humanas descienden de varias y distintas parejas...... Para sostener el aserto bíblico de que todos los hombres descienden de una sola pareja, es preciso dar explicación cumplida á los milagrosos hechos y portentosos acontecimientos que indispensablemente debieron tener lugar para que, en sólo 4,000 años mil millones de hombres procedentes de un mismo punto y descendientes de una sola pareja, poblaran toda la Tierra."
El célebre anatómico Alejo Littré, en sus Memorias relativas á la anatomía patológica, opina que: "Diversas preocupaciones teológicas y la tendencia á la inquisición absoluta de las causas primeras, son las que han hecho admitir la derivación de todas las especies de una pareja única, rechazando las diferencias específicas de los hombres, en vez de recibirlas tales como la observación las demuestra."
Finalmente, el ilustre general colombiano D. Tomás C. de Mosquera, en su Cosmogonía ó Estudio sobre los diversos sistemas de la Creación del Universo, asienta que: "El Hombre lo crió Dios en varios puntos de la Tierra á un tiempo, cuando las condiciones necesarias á su nacimiento aparecieron en los medios físicos de toda especie, que obraron determinando y produciendo ese nacimiento, es decir, cuando la fuerza general que se llama vida animal, que ha obrado y obra perpétuamente sobre nuestro planeta, llegó á una época en que aparecieron en juego las varias influencias y condiciones que obrando necesariamente, debieron producir por modo inevitable esta manifiestación de la vida, de la cual hizo Dios al Hombre."
No obstante, desde la iniciación de los estudios arqueológicos americanos, los etnógrafos se han dividido en dos grupos. El uno, de los poliphiletes ó poligenistas, formado por los que sostienen que la adelantada civilización de los antiguos habitantes de América es debida al desenvolvimiento natural y sucesivo de una raza aborígene ó autócto[48]na, afirmando que los antiguos pueblos del Nuevo Mundo tienen su origen en este Continente, y que las civilizaciones cuyas antiguas grandezas se admiran hoy, son resultado del desenvolvimiento gradual de esa raza primitiva. El otro grupo, de los monophyletes ó monogenistas, es compuesto por los que creen que las civilizaciones de los antiguos pueblos americanos tienen su origen en las numerosas emigraciones posteriores al Diluvio Universal, estableciendo que la población primitiva se componía de varias razas diferentes las unas de las otras; que la forma del Continente americano no siempre ha sido la que es actualmente, pudiendo, con las trasformaciones sucesivas de la Tierra, haber hecho parte ó haber sido próximo á otro Continente; concluyendo, en resumen, que esas emigraciones á América han sido diversas: de Asia, los Hebreos, Fenicios, Troyanos, Chinos y Tártaros; de Africa, los Egipcios, Cartagineses y Etiopes; y de Europa, los Griegos, Frisios, Romanos, Curlandeses, Noruegos, Dinamarqueses, é Islandeses. En esta hipótesis, los aborígenes americanos pertenecerían á razas diversas venidas de distintos puntos de Asia, de Africa y de Europa.
Sin detenernos, por ahora, en la teoría sostenida por ambos grupos, veremos más adelante las opiniones formuladas por los etnógrafos y paleontógrafos.
Acudiendo á las fuentes de consulta que tenemos á nuestro alcance, vemos que todos los pueblos de la antigüedad, ó sea de la época postdiluviana, han sido considerados por sabios americanistas, como los progenitores de la raza americana, principalmente los asiáticos, no solamente porque estos pueblos han tenido más probable comunicación con la América, por el antiguo estrecho de Annian, (hoy Behring, que tiene ochenta kilómetros en la parte más ancha y sirve de canal de comunicación entre el Mar Glacial y el Mar Pacífico); sino, también, porque los usos, carácter, instituciones, costumbres y hasta el lenguaje de algunos[49] americanos con otros de la raza asiática, guardan algunas analogías.
El objetivo primordial de los estudios llevados á cabo en este sentido por dichos sabios, ha sido indagar si los indígenas americanos son descendientes de una sola ó de varias razas; investigaciones que hasta ahora no han tenido completa solución, prevaleciendo, sin embargo, las opiniones á favor de la pluralidad de razas, basadas en que las muchas y diversas tribus aborígenes esparcidas por todo el Continente americano difieren en sus usos, creencias, lenguajes, costumbres y demás condiciones etnogenéticas.
Luis Moreri, en su Grand Dictionnaire Historique, tomo I, pág. 353 (París, 1732), sin determinar con fijeza su parecer al respecto, observa: "Los Americanos deben su origen á los europeos ó á los asiáticos, y quizá la deben á los unos y los otros." Francisco Javier Clavijero, en la "Disertación primera" de su Historia antigua de México, tomo II, pág. 138, es algo más explícito, pues formula su opinión en este sentido: "Los americanos descienden de diversas naciones, ó, más bien, de diferentes familias dispersas después de la confusión de las lenguas;" y en apoyo de su aserto trae á colación, en primer lugar, la variedad y diferencia de las lenguas americanas; y prosigue: "Puedo asegurar, sin riesgo de engañarme, que entre las lenguas vivas y muertas de Europa, no se hallan dos más diferentes entre sí, que lo son la Otomita, la Tarasca, la Maya y la Misteca, que son las dominantes en diversas provincias de México;" agregando nosotros, la Puquina y la Quechua, en el Perú.
Pero, tratándose de averiguar á qué raza ó razas pertenecen los habitantes de América, el abate Juan Andrés opina en su obra, en lengua toscana, titulada Origen, progresos y estado actual de toda la Literatura, que "la Geografía y la Cronología se llaman, y son realmente, los dos ojos de la Historia; porque valiéndose de la tradición constante de la historia y del estudio de los lugares, esos trabajos propen[50]derían, talvez, á resolver, en gran parte, el problema de la población del Nuevo Mundo."
También el Sr. Tulio Febres Cordero, en su selecto Estudio sobre Etnografía americana, que presentó en 1892 al Congreso Internacional de Americanistas, reunido en el histórico convento de la Rábida, para conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo, asienta juiciosas observaciones sobre la onomatología geográfica de América, probando la semejanza de muchas voces, en varias lenguas indígenas, correspondientes á pueblos ó comarcas de distintos Continentes, para lo cual llama, en apoyo de su teoría, las opiniones de los notables publicistas Humboldt, Prescott, Restrepo, Rojas, Castro, Calcaño y Graty.
A las opiniones que al respecto emiten el abate Andrés y el señor Febres Cordero, podemos agregar, que también la antropología, la etnografía y aún la craneología, son las ciencias que con igual acierto podrían conducir al conocimiento de las antiguas razas indígenas que primitivamente han habitado el Continente del Nuevo Mundo.
Finalmente, haciendo abstracción de las opiniones de los etnógrafos que están, unos por la autoctonia de una sola raza, y otros por la pluralidad de ellas, creemos que la tan debatida cuestión de la población de América está por resolverse, pues aún no se ha podido dar una explicación satisfactoria de su origen.
En el presente trabajo no pretendemos solucionar este problema tan árduo, tan intrincado y de tan difícil investigación, sobre el cual, desde la época del descubrimiento de Colón hasta nuestras días, se han escrito muchísimas disertaciones; pero, sí, trataremos de exponer los diversos juicios de los autores que han tratado esta materia, y del cotejo de esas opiniones diversas y aún contradictorias, trasluciremos, talvez, alguna conclusión, sino definitiva, á lo menos algo problemática. Suplicamos, por tanto, al lector, que[51] disculpe cualquiera deficiencia que notare en este trabajo, en gracia del propósito que nos anima.
Habríamos podido darle mayor extensión de la que tiene, contemplando la importancia de este asunto; pero una obra en estas condiciones, aunque de mucha utilidad é interés científico, sería leída tan sólo por hombres consagrados al estudio, no por la generalidad, y no habría llenado el propósito que tenemos en mira, cual es, que nuestra obra sea leída por un público extenso.
Escritores españoles[41] han tratado ya este asunto con más amplitud que nosotros y, más tarde, vendrán otros que llenen el vacío que hemos dejado, llevando más adelante sus investigaciones sobre materia de tanta entraña que ahora imperfectamente diseñamos.
Por último, debemos confesar ingénuamente, que no tenemos la pretensión de titularnos etnogenítico, ni paleontógrafo, ni etnógrafo, ni arqueólogo, sino simplemente nos consideramos como un humilde factor para la formación de[52] la historia antigua, pues que comprobamos, identificamos y valorizamos los hechos del pasado: en una palabra, somos un auxiliar modesto que hace el paciente trabajo de la hormiga, acumulando con prolijidad el material histórico adecuado á la presente obra, porque en el Perú poco se conoce el pasado, y mucho menos algo de las épocas pre-incáica y pre-hispánica, ó sea de las grandes y heróicas civilizaciones indianas de esas mismas épocas.
Antes de abordar el asunto del presente trabajo, debemos indicar, de preferencia, cuáles fueron los habitantes del Continente de América cuando Cristóbal Colón hizo el descubrimiento de él, á fines del siglo XV.
Tanto el Hemisferio Norte como el Hemisferio Sur, estaban habitados por naciones y pueblos indianos, algunos de carácter belicoso y guerrero, otros de genio dócil y humano, viviendo casi todos en pleno estado de barbarie. No obstante, algunos habían alcanzado un grado de civiliza[54]ción relativamente tan avanzado, que formaban Estados regularmente constituídos, entre otros el de México y el del Perú.
La totalidad de esta colectividad indiana se dividía en dos grandes ramas distintas: Rama Septentrional (América del Norte) y Rama Meridional (América del Sur), teniendo ambas, caracteres ó rasgos generales que permitían distinguir la una de la otra; se calcula que entre las dos ramas habría cerca de 4,000 tribus distintas, que formarían, se colije, una población de más de 50.000,000 de habitantes.
Va en seguida, la relación de las principales tribus, de las que omitimos las del territorio actual del Perú, para enumerarlas al principiar la Segunda Parte de esta obra.
Crecido era el número de las tribus de esta rama; pero citaremos tan sólo las más notables, por orden alfabético:
APACHES, nómades por las fronteras de la California, en el Alto México. Esta familia estaba dividida en varias parcialidades: Apaches-Mescaleros, Apaches-Mimbreños, Apaches-Gilenos y Apaches-Tontos; todos estos indios tenían la tendencia del robo y el crimen.
APALACHES ó ALEGAMIOS, del Sur de la Georgia y de la bahía de Mobila, hacia la embocadura del Mississipí.
ARICARIS, del río Missouri, antes de la desembocadura del Mississipí.
ARKANZAS, del territorio de Ohio.
ASSINOBOINS, de las comarcas del Bajo Canadá.
ATHABASCANAS, del norte de las Montañas Rocosas ó Rocallosas, y de las llanuras y bahía de Hudson.
CARIBES, numerosa é inhumana tribu de las Antillas.
CHACTAS, del territorio bañado por el Mississipí, en el Es[55]tado de la Florida, que eran más apacibles que las demás tribus septentrionales.
CHEROKEES, de los territorios de Carolina del Sur, Alabama y Yowa: formaban y forman aún una república, cuyo poder ejecutivo se ejerce por un jefe principal, al que asisten tres consejeros elegidos por el legislativo: cuenta este gobierno con dos cámaras que, reunidas, tienen el título de Asamblea General de la nación Cherokee: el poder judicial lo ejerce una Corte Suprema; tienen imprenta y un periódico titulado El Fénix, redactado en las lenguas cherokee é inglesa, que sale á luz desde 1828.
CHICACHAWS, del territorio de Nueva Orleans.
CHICHIMECOS, del Estado de Durango, en México.
CHINNOCKES, tribu numerosa que formaba una monarquía, la cual subsistió durante 500 años, y perdió su autonomía con la conquista: después ha estado errante por la embocadura del Oregón, en la costa occidental del Pacífico.
CHIPPEWAIS, ó ALGONQUINES, del Lago Superior y otros lagos hacia las cabeceras del Mississipí: familia que se subdividía en varias tribus, entre las cuales se contaban como principales los Saltadores, los Zorros y los Ayomas.
CHOCHONIS, errantes por la zona de las Montañas Rocallosas.
CHOCTAWS, de la comarca situada al este del río Mississipí.
COMANCHES, de las praderas del Arkansas.
CREEKS, del oeste de la Georgia y parte de Alabama, entre los ríos Chatahorkee, Tallapoosa y Coosa: formaban, en unión de los Siminoles, una confederación que era la más fuerte de la América Septentrional.
DELAWARES, de los territorios de Pensylvania y Ohio: otra parcialidad había en el extenso territorio compren[56]dido desde el río San Lorenzo hasta el interior de las Montañas Rocallosas: de esta familia dependían las tribus de los Knistenos, Miamis é Illinois.
HURONES, del Alto Canadá, entre los lagos Erie, Hurón y Ontario: eran gobernados por jefes hereditarios.
IROQUESES, del Alto Canadá y Estado de Michigán: era familia entonces muy poderosa, que se componía de seis tribus: Mohawks, Ousides, Onondages, Senaas y Cayugas, constituídas en una especie de república salvaje, y que se daban el título de Onquehouwe, es decir, más grande que los demás.
KACHAQUIS, de los bosques de Guatemala.
KANSAS, de las llanuras entre el Arkansas y el Río-Rojo.
KOLIONGES, del territorio de Nueva Norfolk y Nueva Cornwall.
MENOMEDES, de los alrededores del lago Michigán.
MINATARES, del río Missouri.
MISSOURIS, del río de su propio nombre.
MIXTECAS, del Estado de Oajaca, en México.
MOHICANOS, del río Connecticut, en los territorios del Vermont y Nueva Hampshire y del Bajo Canadá.
MOQUIS, del territorio del Estado de Arizona.
MOSKITOS, de los bosques regados por el río San Juan, en Nicaragua.
MUSCOMULGOS, del oeste de la Georgia y parte de Alabama.
NAHUALTS ó AZTECAS, que se extendían desde el lago de Nicaragua hasta el Río del Norte, y constituían el Imperio Anahuac ó México, que llegó á un grado de civilización bastante adelantado, pues era el único pueblo que entonces poseía una literatura propia, debido al empleo de una escritura simbólica particular: habían subyugado á las tribus Oajacas, Mixtecas y otras.
NATCHEZES, del territorio regado por el Mississipí, en la[57] Florida, que se distinguían por signos característicos apacibles.
NAVAJOS, del Sur del territorio de Colorado.
NIQUIZAS, del territorio de Nicaragua.
NUALTECAS, de la meseta de Anahuac, en México.
OLMECOS, del extenso país de Anahuac, algo civilizados, que dejaron en México y Centro América monumentos ciclópeos, como los de Mitla y Palenque, cuyas ruinas subsisten aún: los Olmecos emigraron más tarde hasta el lago de Nicaragua.
OMAHAS, del Alto Missouri.
OSAJES, de los parajes entre el Mississipí y el Missouri.
ONANDOGAS, de las comarcas de Nueva York.
OTOGAMIS, de los tupidos bosques regados por el río Missouri.
OTOMITAS, del territorio de Mechoacán, en México: de esta familia son las tribus de los Mayas y Leucas, situadas entre los Istmos de Panamá y Tehuatepec.
PAWNEES, de las riberas del río Mississipí.
PAKIS, de las orillas del río Missouri.
PIELES ROJAS, numerosa tribu que ocupó los dilatados territorios de Tennessee, las Carolinas, la Virginia, el Maryland, la Pensilvania y una parte del Estado de Nueva York, replegándose después en los bosques del Arkansas.
PIPILES, de los territorios de Guatemala y San Salvador.
POCOMANES, de los bosques de Guatemala.
PONCAS, de la ribera izquierda del Missouri.
POYAS, del territorio de Honduras.
QUICHEES, del territorio de Guatemala.
SAKIS, de las orillas del río Mississipí.
SHAWNESSES, del Lago Hurón.
SEMINOLES, del interior del territorio de la Florida.
SIOUX, de la comarca de la Luisiana: tenían dominio sobre todas las tribus esparcidas en el territorio situa[58]do entre los ríos Missouri y Mississipí, entre los cuales se hallaban los Dakotas, Vinebagos, Osajes, Kansas, Mandanes, Mitures, Otoes y Omahos.
TARASCOS, de la comarca de Mechoacán, en México.
TEPANECAS, del territorio de Guatemala.
TLASCALES, de las comarcas de Veracruz y Oajaca, en la costa del Pacífico: componían una república independiente, que los emperadores de México jamás pudieron subyugar.
TOLTECOS, de México: tribus cuya civilización era algo adelantada, pues fueron ellos los que erijieron en México las pirámides, dividieron el año solar é inventaron los geroglíficos: más tarde, emigraron á la parte meridional de América.
TULARENAS, del territorio de California.
WAKISHES ó NOOTKANES, de la Isla de Nootka y costas inmediatas.
WALKASKI, del territorio de la Nueva Georgia.
ZAPOTECAS, del territorio de Oajaca, en México.
ZUNIS, de la región de Puebla, en México.
ZUTUGILES, de los bosques de Guatemala.
Y muchas otras tribus de segundo orden, diseminadas en el resto del Continente de la América Septentrional, como las denominadas:
CATAWAS ó CHICOAS
CHICASAWS
MANADANES
MIAMIS
MOKAWKS
MUSKEJOS
OJIBBEWAYS
OTAWWAWS
SENECAS
TUSCARORAS
UCHEES, y otras.
Cuando los colonos ingleses se lanzaron sobre el territorio de la América del Norte, vivían allí muchas tribus[59] diversas[42]. Todos estos indios desposeídos, primero, del suelo que ocupaban desde tiempo inmemorial, y en seguida, diezmados por las cruentas guerras con que los provocaran los sajones, no tuvieron ya asilo en sus propios tupidos bosques, en los que, antes, no sospechaban que llegarían á ser sacrificados por los inhumanos invasores, quienes so pretexto de llevar allí la civilización, aniquilaron casi completamente la raza indiana. Este aniquilamiento ha tenido que ser obra de algún tiempo, pues los ingleses, primero, y los yankees, después, exterminaron todas estas tribus indígenas, organizando con la sangre fría que los caracteriza, sistemadas cacerías, en que los perseguían tenazmente á balazos, como á fieras, hasta conseguir hacerse dueños de toda la extensión del Atlántico al Pacífico, esto es, del vastísimo territorio que hoy constituye los Estados Unidos de Norte América.
Los indianos de la Rama Meridional, que habitaban la parte Sur del Continente de América, cuando Cristóbal Colón descubrió el Nuevo Mundo, eran entonces mucho más numerosos que los de la Rama Septentrional. Muchas de estas tribus aborígenes existen todavía, principalmente aquellas que viven en los bosques, ríos y montañas que todavía no han sido explorados ni conquistados, y cuyos habitadores, por consiguiente, se hallan hasta hoy, en un estado de completo atraso.
Enumeraremos en seguida, siempre por orden alfabético, las principales de estas tribus, á excepción de las del[60] actual territorio del Perú, de las que, como hemos dicho ya, nos ocuparemos en la segunda parte de esta obra.
ABIPONES, del Río de la Plata, junto al Paraná, en la Argentina.
ACHAGUAS, de los ríos Guachira y Casahuara, en Colombia.
AGACES, del río Paraguay, en la Argentina.
ALLENTIACS, de las cordilleras de Cuyo del Collingast y de las provincias de San Juan y Mendoza, en la Argentina.
AMARIZANOS, del río Casanare, en Venezuela.
ANDOQUIS, del territorio de Mocoa, bañado por los ríos Caquetá y Putumayo, en Colombia.
ANGAMARCAS, del río San Felipe, en el Ecuador.
APIACAS, de la cuenca del río Ainos, en el Brasil.
AQUILOTAS, del río Bermejo, en el Paraguay.
ARAUCANOS, del territorio situado entre los ríos Bío-Bío y Valdivia y entre los Andes y el Pacífico: es familia cuyas tribus componen una especie de confederación con los Puelches y Pehuenches, que no reconocen ningún jefe, pues todos los negocios se deciden en un Consejo compuesto de los hombres más ancianos de cada tribu. Son los únicos indios de la América Meridional que, hasta ahora, han conservado su independencia como Estado, pues ni los españoles, durante el coloniaje, por más esfuerzos que hicieron para dominarlos, ni los chilenos, con los que colindan, han podido ni pueden sojuzgarlos.
ARROWANKS, del río Surinam, en la Guayana holandesa.
ARUACAS, de la Sierra Nevada de Santa Marta y de los ríos Jalambó y Nulpe, en Colombia.
ATACAMAS ó CUNZAS, de la región hidrográfica del Gran Salar, en el desierto de Atacama, en Bolivia.
ATACAMES, de los ríos Esmeraldas y Mir, en el Ecuador.
AZUEROS, de la península de su nombre, hasta el golfo de Parita, en el Istmo de Panamá.
BARBACOAS, de la embocadura de los ríos Telembí y Patía, en Colombia: con los Telembís y los Iscuandés componían una república gobernada por Régulos, que eran nueve ancianos que constituían una especie de Senado.
BETOYAS, de las faldas de los Nevados de Chita, en Colombia.
BONDAS, de las comarcas de Santa Marta, en Colombia.
BORRORES, de la provincia de Matto-Grosso, en el Brasil.
BOTOCUDOS, de las montañas de Minas-Geraes, en el Brasil.
BRACAMOROS, del río Chichipa y sus afluentes y en las selvas de Jaen, en el Ecuador.
CALCHAQUIS, del río Salado, de la región del Tucumán, en la Argentina.
CALOTOS, de las comarcas de Popayán, en Colombia.
CALLAGUAYOS ó JUNQUENOS, de la provincia de Muñecas, en Bolivia: en tiempo del Imperio Incáico, fueron designados para contraerse á la curación de las enfermedades, pues tenían profundo conocimiento de las propiedades de las plantas y hierbas: hoy mismo son los únicos indígenas curanderos que recorren todos los ámbitos de la América del Sur, con sus cargas de vegetales al hombro.
CAÑARIS, de los ríos Pauta y Naranjal, en el Ecuador.
CARACARÁS, del río Paraná, en la Argentina.
CARANQUIS, de las comarcas bañadas por los ríos Angel, Pisco, Tahuando, en el Ecuador.
CARES ó CARIOS, de los ríos Tosagua y Chono, en el Ecuador.
CARIBES ó CANÍBALES, de las Antillas Menores y costas de la América del Sur, desde Cabo de la Vela hasta la embocadura del Surinam, en la Guayana.
CAUCAÚS, del Estrecho de Magallanes.
CAUQUENAS, del río Maule, en Chile.
CAUXICUNAS, de la embocadura del río Tocantin, en el Brasil.
CAYAMPAS, de la falda del Nevado Cayambi, en el Ecuador.
CAYAPÚS, de la provincia de Goyas, en el Brasil.
CAYMANOS, del río de su nombre, que desagüa en el Darién, en el Istmo de Panamá.
CAYUBABAS, de los ríos Mamoré y Jamaná, en Bolivia.
COFANES, de las comarcas de Quito, en las cabeceras del río Aguarico, en el Ecuador.
COPIAPOS, de la provincia de su nombre, en Chile.
COQUIMBOS, de las islas Coquimbanas, en Chile.
COMECHINGONAS, de la comarca de Córdoba del Tucumán, en la Argentina.
CUMÁNAGOTOS, de la provincia de Cumaná, en Venezuela.
CUNAS ó CUNACUNAS, del río Chagres hasta la bahía del Chocó, en el Istmo de Panamá.
CUNCOS ó CUNCHOS, del canal de Chiloé y archipiélago de los Chonos, en Chile.
CHAYMAS, de los llanos y montañas de Colombia.
CHARCAS, de la comarca de Chuquisaca, en Bolivia.
CHARRÚAS, de la comarca comprendida desde Maldonado hasta cerca de la boca del río Uruguay y de los ríos Negro é Ibicuy, en la Argentina.
CHAYMAS, de los ríos Guarapiche y Colorado, en Venezuela.
CHIBCHAS ó MUYSCAS, de toda la extensión comprendida por las sabanas de Bogotá, Zipaquirá, Ubabé y los valles de Fusagusagú, Caquetá, Pacho y Tunza, inclusive las circunscripciones de Guatavitá, Tunja, Tundama y Sogomoso, de Colombia. La familia Chibcha estaba dividida en dos monarquías: la nación de los Zaques y la de los Zipas. Después de México y el Perú, la nación de los Chibchas fué la tercera en civilización americana.
CHIMBOS ó CHIMBORAZOS, de la cordillera occidental de los Andes del Ecuador.
CHIQUITOS, de la región de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia: esta familia comprendía la tribu de los Chiquitos propiamente dichos y las de los Samucas, Sarabecas, Otoquis, Curuminacas, Cobarecas, Tupis, Paiconecas y Corobecas.
CHIRICOAS, del río Capanapuro, en Venezuela.
CHIRIGUANOS ó CUMBAS, de la cuenca de los ríos Guapay y Parapati, y de los ríos Pilcomayo y Bermejo, en el Chaco boliviano.
CHIRIQUÍS, de la Serranía de las Cruces, en el Istmo de Panamá.
CHOLOS ó CHOCOS, del Darien del Sud, en el Istmo de Panamá.
CHONGONES, de la ensenada de Charapoto hasta Chongón, en el Ecuador.
CHONOS, del archipiélago de su nombre, en Chile.
CHUCHUMAQUES, del río de su nombre, en el Istmo de Panamá.
CHUMULAS, de la laguna de Chiriquí, en el Istmo de Panamá.
CHUNCHOS, del río Anarumaya ó Madre de Dios, en Bolivia.
FUEGUINOS, del archipiélago que está separado por el Estrecho de Magallanes, entre los Océanos Atlántico y Pacífico australes.
GALIBIS, de los ríos Sinnamary, Iracoubo, Organabo y Mana, de la Guayana francesa.
GOAGIRAS, de la península de su nombre, entre el golfo de Maracaibo y el Mar de las Antillas, en Venezuela.
GUACHICOS, del río Tacuari, en el Paraguay.
GUAHIBOS, errantes sobre los ríos Vechado y Meta, en Venezuela.
GUANAS, de la comarca de Chuquisaca, en Bolivia.
GUAQUERIS ó GUARUNAS, de la comarca de Cumaná, en Colombia, é Isla Margarita, en Venezuela.
GUARANIS ó TUPIS, de la inmensa región que abraza los límites de los territorios del Brasil, Uruguay, Río de La Plata y Paraguay: algunas parcialidades se extienden hasta las Guayanas y el Mar de las Antillas: consta esta familia de los Guaranís propiamente dichos y de los Botocudos, estos últimos del Brasil.
GUARAÚNAS, del río Guarapiche, en Venezuela.
GUARAYOS, del río Mamoré, en Bolivia.
GUASARAPAS, del río de su mismo nombre, en el Paraguay.
GUAYCURUS, de la comarca de Matto-Grosso, en el Brasil.
HAMBATOS, del río de su mismo nombre y del de San Fernando, en el Ecuador.
HATUNTAQUIS, de los ríos Peguche y Blanco, en el Ecuador.
HUAMBOYAS, de la Cordillera de Cubillín, en el Ecuador.
HUANCAVILCAS, de la ensenada de Charapoto hasta Chongón ó Punta de Santa Elena, en el Ecuador: los Huancavilcas formaban una confederación compuesta de quince tribus, cada una con su respectivo Cacique.
HUILLICHES, del territorio que separa el río Valdivia del archipiélago de Chiloé, en Chile.
INGANAS, de la comarca de Mocoa, en Colombia.
ITONAMAS, de los ríos Nonama y Machupe, en Bolivia.
LACHAS, de las comarcas de San Juan de los Llanos y de Tunja, en Colombia.
LAPUNÁS, de la Isla Puná del golfo de Guayaquil, en el Ecuador.
LECOS, de los bosques de Caupolicán, en Bolivia.
LULÉS, de los ríos Salado y Tibibiri, en la Argentina.
LUPACAS, de la altiplanicie de los Andes de Bolivia.
MACARINAS, de los ríos Beni y Tumapasa, en Bolivia.
MACAS, de los ríos Ulpano y Mauguasua, en el Ecuador.
MACURITARES, del río Ventuari y sus tributarios, en Venezuela.
MACHICUYS, del río Paraguay, en la Argentina.
MACKUERANDAS, del río Paraná, en la Argentina.
MALBALÉS, del Río Grande, en la Argentina.
MANAOS, de la Guayana portuguesa.
MANDRACOS, del río Amazonas ó Solimoes, en el Brasil.
MANTAS, de la Punta de Santa Elena hasta la ensenada de Charapoto, en el Ecuador.
MAPOCHOS, del río de su nombre, en Chile.
MARCANIS, de los ríos Beni y Tuanapasa, en Bolivia.
MATAGUAYOS, del río Pilcomayo, en la Argentina.
MAYAS, del Estado de Yucatán, en México.
MAYNAS, del río Amazonas ó Solimoes, en el Brasil.
MAXURUNAS, de las selvas de Tabatinga, en el Brasil.
MAYPUROS, del Alto Orinoco y de los ríos Atabapo y Negro, en Colombia.
MBAYAS, de las pampas del Paraguay.
MEPENES, del río Paraná, en la Argentina.
MIRANHEROS, de los bosques bañados por el Yapurá, en el Brasil.
MOBIMAS, del río Beni y comarca de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia.
MOCOBIS, del río Paraná, en la Argentina.
MOCHAS, del río Pachaulica y sus afluentes, en el Ecuador.
MOLUCHES, de la comarca de Valdivia, en Chile.
MOSETENES, de los ríos Beni y Mamoré, en Bolivia.
MOTILONES, de los ríos Muchiche y San Faustino, hasta el valle de Cuenca, en Colombia.
MOXOS, de los ríos Mamoré y Mashupo, en Bolivia.
MUZOS, del río Apoparis, al Sud de Popayán, en el Cauca, en Colombia.
OMAGUAS ó ENAGUAS, del río Napo, en el Ecuador.
ONÁS, de la parte septentrional de la Isla Southland, en la Tierra del Fuego.
OTÁVALOS, de los ríos Peguche y Blanco, en el Ecuador.
OTOMACOS, de la región que se extiende desde el Casanare hasta el Orinoco, en Colombia.
PACAMOROS, del río Chichipa, en el Ecuador.
PALTAS, de los ríos Colán y Amarillo, en el Ecuador.
PAMPAS, de las extensas pampas de la provincia del Río de La Plata, en la Argentina.
PANAS, de la Cordillera de los Andes, en Bolivia.
PANCHES, del río Magdalena, en Colombia.
PATACHES, de la comarca de Minas-Geraes, en el Brasil.
PATAGONES, del territorio austral de la Patagonia.
PAYAGUAS, de la comarca de la Asunción y del río Paraguay hasta su unión con el Paraná, en el Paraguay.
PEHUENCHES, de la región de los Andes de la Araucanía y Patagonia.
PIJAOS, de las serranías de Barragán, en Colombia.
PINAMPIRAS, del río Pisco, en el Ecuador.
PROMAUCAS, del río Maule, en Chile.
PUELCHES, de los valles de la Cordillera de Chile.
PURACATIS, del país de Piagui, en Colombia.
PURIS, del río Paraiba, en el Brasil.
PURUHUAS, del río Chambó hasta el Nevado de Tungurahua, en el Ecuador.
QUERANDIS, del río Paraná, en el Brasil.
QUITUS, de la Cordillera occidental del Ecuador, hasta Quito: su gobierno era una especie de confederación establecida entre los Quitus y las tribus de los Imbayas, Latacungas, Puruhuas y Cañares.
SALIVAS ó CABORÉS, de los ríos Guaviare y Meta, en Colombia.
SARABECAS, del río Itenes, en Bolivia.
SUCUMBIOS, del río San Miguel, en el Ecuador.
TABOGAS ó URABÉS, del archipiélago de las Perlas, en el Istmo de Panamá.
TAIRES, de la Guayana holandesa.
TAYRONAS, del valle de Santa Marta, en Colombia.
TEHUELCHES, del territorio comprendido entre el Río Negro y el Río Colorado, de la Isla de Tehuel, al Oriente de la Patagonia.
TICUNAS, del río Madera, en Bolivia.
TIJANAS, de los ríos Chambó y Paute, en el Ecuador.
TIMBIRAS, de los espesos bosques situados entre el Río dos Balsas y el Itapiraras, en el Brasil, bosques que todavía, se dice, no ha podido penetrar en ellos ningún blanco.
TIMBOS, del Río de La Plata, en la Argentina.
TIPUNABAS, del territorio situado entre los ríos Muny y el Pará, en el Brasil.
TOBAS, del río Pilcomayo, en el Chaco argentino.
TONOCOTÉS, del lago cerca del río Bermejo, en el Paraguay.
TUCUMANOS, de la comarca de su propio nombre, en la Argentina.
TUMEBAS, de los Nevados de Chita y Guicán, en Colombia.
TUMUPASAS, de los ríos Apolobamba y Beni, en Bolivia.
TUPIS, de las provincias orientales del Brasil: son oriundos de ese Estado.
USAQUES, de las provincias de Guatavita, Guasca, Zipaquirá, Ebaté, Sutagasugá y Ebaqué, en Colombia.
WARRANS, del río Masaroni, en la Guayana inglesa.
XARAYAS, del río Paraguay, en la Argentina.
YAGUARZONGAS, del río Zamora y sus afluentes, en el Ecuador.
YAHGANS, del Canal Beagle hasta el Cabo de Hornos, en la Tierra del Fuego.
YAMEOS, del río Yavarí, que desemboca en el Marañón.
YAROS, del río Uruguay, en el Uruguay.
YARURAS, del río Casanare, en Colombia.
YARACARAS, de la Cordillera de los Andes de Bolivia.
YURIS, del río Marañón.
ZAMUCAS, del Chaco paraguayo.
ZARZAS, de los ríos Guacamaná, Colán y Amarillo, en el Ecuador.
ZURÍES, de la Serranía de las Cruces, en el Istmo de Panamá.
Y muchas otras tribus inferiores á las citadas.
Además, en la América Meridional, existían y existen todavía un sinnúmero de tribus salvajes, cuyos territorios no están aún explorados, como las que habitan el Gran Chaco, que contiene gran número de familias distintas, todas por clasificarse; las de las comarcas del caudaloso Marañón y sus tributarios, que cuentan con muchas familias nómades; las de la región del gran río Amazonas, donde viven también gran número de indianos de diferentes familias; las de las selvas del Orinoco y sus afluentes, en que se alberga un regular número de indígenas; y las de la Araucanía, Patagonia y Tierra del Fuego.
Todas estas parcialidades indígenas ofrecían desde la conquista, diversas especies y modificaciones de gobierno, desde el despotismo paternal de los Incas, hasta la más absoluta independencia, donde cada individuo sólo dependía de sí mismo. El mayor número de esas parcialidades aborígenes estaban sumidas en la mayor ignorancia y vegetaban en el estado más netamente selvático, y, aún hoy día, algunas son refactarias á los progresos de la civilización del siglo actual.
Los españoles, digámoslo con franqueza, han sido más humanitarios que los anglo-americanos, pues en lugar de exterminar á los indios de sus colonias, como lo hicieron los ingleses y los yankees, los catequizaron é instruyeron en los preceptos de la religión cristiana. Sin embargo, los castellanos no dejaron de tener gran parte de culpa en la disminución de la población indígena de sus colonias, porque si bien no los cazaron á balazos, como á fieras, al igual que[69] los sajones, en los extensos dominios que les quitaron á viva fuerza, no dejaron esos mismos castellanos de causar la muerte de gran número de los indios que habían subyugado, empleando, para ello, otros medios proditorios. En efecto, desde el principio de la conquista, los españoles llevaron á la raza indígena al sacrificio, obligándola á tomar las armas en las guerras civiles que entre ellos mismos sostenían, y aún en sus luchas en las tribus que pretendían someter. Consideraban á esos indios como esclavos, condenándolos á trabajos forzados y abrumadores en los obrajes y en las minas, é infiriéndoles maltratos inhumanos; pero no fué esto todo: los agobiaron con tributos, mitas y fuertes cargos; los emplearon como acémilas en las expediciones de la conquista de nuevos países; y, en fin, les fomentaron el vicio de las bebidas alcohólicas, para embrutecerlos. Las epidemias de la viruela, sarampión y otras enfermedades, desconocidas para ellos antes, diezmáronlos también, de tal manera, que en muchas ocasiones hubieron de desaparecer tribus enteras. Con causas de abatimiento y de despoblación todas las expuestas, contribuyeron á la degeneración de la raza indígena en proporcionalidad tan monstruosa, que de 20.000,000 de indios de ambos sexos que poblaban el Continente sometido á la férula de los españoles, de esa primitiva, enorme cifra, al finalizar el Coloniaje, apenas se contaban 4.000,000.
Entremos en materia.
Al realizarse el descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón, en 1492, este gran Continente se hallaba poblado, como hemos dicho, por sinnúmero de tribus, unas bárbaras, otras semi-salvajes, y varias completamente salvajes, esparcidas en toda su estensión. Algunas de estas tribus eran (y pocas son todavía) de antropófagos, pues[70] se comen la carne de sus enemigos para satisfacer el repugnante placer de la venganza.
La diversidad de tipos, costumbres, trajes, vida, cultura é idiomas de estas tribus indianas (que sería muy difícil de caracterizar de una manera absoluta, pues que no ofrecen ningún carácter general), induce á creer que los primeros pobladores de América[43] son originarios de nacio[71]nes diversas que habían llegado á este Hemisferio en distintas épocas lejanas; pero no solamente lo manifiesta así la variedad de razas, hábitos y lenguas, sino también las tradiciones que se conservan, de haber habido invasiones sucesivas á este Continente, después del Diluvio Universal.
No obstante, apesar de los importantes datos suministrados por los hombres científicos que han hecho un profundo estudio sobre el origen de los indios de América, esta cuestión no está aún dilucidada ni definida, conservándose tan sólo á este respecto algunas noticias vagas y no muy[73] exactas, ó tradiciones que han venido trasmitiendo de generación en generación.
Una de las teorías más extravagantes y quiméricas de algunos autores, entre ellos Isaac de La Peyrère en su obra Prædamitas, y Tomás Burnet en su libro Telluris theoria sacra, fué la de asentar con toda gravedad, que los habitantes de América no descendían de la especie humana, sino que, por sus rasgos particulares, pertenecían á una raza distinta, á la de los irracionales, negándoles en lo absoluto el título de hombres; siendo necesario que un breve pontificio los declarase de la misma especie que los demás que forman el Género Humano, reconociéndolos, por consiguiente, aptos para recibir el bautismo[44].
Aún algunos otros autores, entre ellos Avicena, en su tratado De Conglutinatione, han caído en el absurdo de decir, que los primeros pobladores de América se engendrarían de alguna putrefacción, ayudada del calor del Sol, á semejanza de los animales llamados imperfectos ó insectos, como moscas, gusanos, ranas y otros de este género.
Otros autores han pretendido que los indios descienden directamente de la familia de Noé, salvada del Diluvio Universal, y consideran á las tribus groseras y salvajes, dispersas sobre el Continente americano, como la raza más antigua de hombres que existe sobre la Tierra. A este respecto, el docto abate Lorenzo Hervas y Panduro, en el tomo I, pág. 113 de su Catálogo de lenguas de las naciones conocidas, opina que "la sola observación de no hallarse palabras de los idiomas europeos, asiáticos y africanos, en las lenguas americanas, basta para que se conozca claramente que las naciones de estas últimas comarcas, sin[75] mezclarse ni tratar con las de otros Continentes, pasaron á América prontamente, al suceder la dispersión del linaje humano, después de la confusión de las lenguas en Babel"[45].
Algunos escritores han supuesto que en los tiempos heróicos, los Judíos, los Cananeos, los Cartagineses, los Fenicios, los Troyanos, los Griegos, los Egipcios y los Escitas, habían desembarcado á las playas americanas, fundándose en ciertas analogías que se han notado entre aquellas diversas razas y las de América.
Asímismo, varios otros autores han asentado que las primeras inmigraciones al Nuevo Mundo habían venido de la Atlántida, grande isla que, se dice, existió en tiempos remotos entre el Africa y la América, y que fué sumergida en el Océano Atlántico por un gran cataclismo.
Y aún no faltan autores que han querido probar que los originarios de América descienden de los Iberos del tiempo de Tubal, nieto de Noé, que había mandado expediciones á las playas americanas.
En fin, hay un sinnúmero de teorías acerca del origen y[76] la descendencia de los habitantes aborígenes de América; pero todas ellas son hipótesis que carecen de fundamento, porque no descansan en hechos históricos y auténticos que los acrediten.
Sin embargo, parece ser cuestión averiguada, si nos atenemos á las indagaciones perseverantes practicadas por los sabios modernos, que la América antes de su descubrimiento por Colón, fué conocida de los antiguos; tanto porque así lo testifican muchos autores de la antigüedad, cuanto porque las instituciones de los dos grandes imperios americanos, México y Perú, bajo el gobierno de sus respectivos monarcas, conservan el recuerdo de comunicaciones lejanas con el Mundo Antiguo.
Además, las indagaciones de los sabios modernos se basan en inducciones procedentes de la cultura, religión, costumbres, constitución física é idiomas de los pueblos de América, que algunas analogías guardan con otros de Europa, Asia y Africa, como así mismo, en hechos históricos contemporáneos, que han venido á comprobar que, efectivamente, la América fué conocida desde la más remota antigüedad.
Por otro lado, si nos ceñimos á la opinión emitida por doctos y renombrados etnógrafos y etnologistas, es de creer que la América no solamente fué conocida desde muchos siglos antes de la era cristiana, sino habitada desde los tiempos antediluvianos.
Y si nos atenemos á la tradición hebráica, esos habitantes antediluvianos perecerían en la catástrofe del Diluvio Universal, acontecido, según los Setenta Intérpretes, 2242 años después de la Creación, trascurriendo en seguida, se supone, más de cinco siglos hasta que se efectuara nuevamente la repoblación de América, ó sea, más de siglo y medio después de la confusión de las lenguas en Babel, que tuvo lugar 255 años después del Diluvio, es decir, en el año 2497 de la[77] Creación, acontecimiento que originó la dispersión del linaje humano.
Si la repoblación de América ha tenido lugar más de cinco siglos después del Diluvio, es evidente, dicen los etnógrafos, que los nuevos habitantes de este Continente han debido proceder del Antiguo Mundo conocido entonces, sea de Europa, de Asia, de Africa, ó talvez de estos tres Continentes.
Al efecto, vamos á exponer las diversas opiniones de los escritores que se han ocupado del origen de los indios del Nuevo Mundo, en lo que podemos llamar segunda época de América, ó época postdiluviana.
Alejo Vanegas, en el lib. II, cap. XXII de su Enciso in Suma Geographiæ, afirma que los indios de América proceden de Cartagineses, fundándose en la autoridad de Aristóteles, gran filósofo griego, quien en su libro Mirabilibus Auscultationibus, fol. 53, dice: "que unos mercaderes cartagineses navegaron desde las columnas de Hércules, y que al cabo de muchos días de navegación hallaron una isla desierta, que distaba de la costa de Berbería y en la que había toda clase de maderas, y ríos que se podía navegar por ellos, por lo cual acordaron quedarse allí y poblar la isla. Más, habiendo llegado á noticia del Senado de Cartago la susodicha navegación, y temiendo que la fama de las riquezas de aquella tierra llegase á ser conocida por otras naciones, ó temeroso de que muchos de sus conciudadanos, atraídos por la belleza del nuevo país, fugaran de su patria, ordenó que se matase, á su regreso, á todos aquellos que habían ido á poblar aquella isla, y decretó también pena de muerte contra los que en lo sucesivo intentaran dirigirse allí, guiado por el temor de que los colonos sacudieran el yugo cartaginés y perjudicaran al comercio de la[78] metrópoli." Aristóteles, al aludir á la mencionada isla, se refería talvez á la conocida Española ó de Santo Domingo, desde la cual los Cartagineses pasarían después á la de Cuba y á las otras de aquellos parajes, y de allí á la Tierra Firme de América, y sucesivamente á Nombre de Dios, Panamá, México y Perú. Esta opinión ha sido sostenida por algunos otros autores, entre ellos Solórzano, Torquemada, Calancha y el P. Mariana, los que, para probar que los indios americanos son descendientes de Cartagineses, se han apoyado en los siguientes fundamentos: 1o Que éstos, en aquellos tiempos, como los Mexicanos, usaron de pinturas ó geroglíficos en lugar de letras. 2o Que en América existen edificios antiguos de igual arquitectura que los de los Cartagineses, como en Yucatán, Tabasco, Teotilmacán y otras partes de México; Tiahuanacu y Huamanga, en el Perú; edificios todos anteriores á la fundación de los imperios de México y del Perú. 3o Que muchas costumbres de los Americanos eran semejantes á las de los Cartagineses, como los sacrificios de víctimas humanas, la conservación del fuego sagrado, la veneración de las fuentes y ríos, el vestirse de pieles y plumas, el uso de sortijas en las orejas, el de envenenar las puntas de las flechas con que combatían, y muchas otras costumbres y ceremonias, idénticas entre Cartagineses y Americanos. Alejo Vanegas, para sustentar su opinión y darle más fuerza, se funda también en la autoridad de varios otros autores antiguos, como Hornio, Pausanias, Plinio, Estrabón, Vossio, Ariano y Layet, los que citan varias largas navegaciones efectuadas por los Cartagineses en tiempos remotos, siendo una de ellas la que emprendió el almirante Hannón, que navegó desde Gibraltar, costeando la mar, hasta lo último de la Arabia, y pasando dos veces debajo de la línea del Ecuador, bordeando así las costas del Continente americano.
Onffroy de Torón, que ha hecho pacientes é interesantes investigaciones sobre los primeros habitantes de América,[79] dice, también, en su selecta obra Antigüedad de la navegación por el Océano, que "es evidente el aserto de que los Cartagineses fundaron colonias en América."
Gilberto Genebrardo, en el lib. I de su Chronologia, pág. 162, asevera que: "En la isla de San Miguel, una de las del archipiélago de los Azores, se hallaron sepulcros debajo de tierra con letras hebreas muy antiguas;" á lo que agrega, y con él algunos historiadores posteriores, que "los Americanos proceden de los Hebreos de las diez tribus que se perdieron en el cautiverio de Salmanazar, rey de Asiria[46], los que se dirigieron primero á la China y de allí, por mar, á las costas de otro Continente, por el estrecho que separa la China del reino de Annián, pasando en seguida al reino de Quivirá, y poblando así México, Panamá, Perú é islas de Barlovento ó Hespérides." Los autores que sostienen ese parecer se fundan en el pasaje del cap. XIII, vers. 4 á 49 del lib. IV de Esdras ó de los Reyes[47], que al hablar de las tribus que se perdieron en el cautiverio de Salmanazar, dice:[80] "Ellas tuvieron entre sí el acuerdo y determinación de dejar la multitud de los gentiles y de pasarse á otra región más apartada, donde nunca habitó el Género Humano, para guardar siquiera allí su ley, la cual no habían guardado en su tierra;" de cuyas palabras coligen algunos autores antiguos, como Plaucio, en su Mapa Mundi, Alangren, en su Globo, y Hornio, en su Origen de los Americanos, que estas diez tribus hicieron el viaje por el derrotero indicado y fueron á poblar la América. También esos mismos autores se fundan en la semejanza del carácter y costumbres de los Hebreos é Indios, pues tanto los unos como los otros, dicen, son inconstantes, desleales, ingratos, tímidos, medrosos, incrédulos, supersticiosos y poco caritativos; las costumbres de los unos, agregan, de enterrarse en los montes, sacrificar niños á sus dioses é ídolos, abstenerse de comer carne de puerco, untarse de aceites aromáticos, celebrar ciertas fiestas y observar algunas leyes, son idénticas á las de los otros; y, por fin, algunos vocablos son iguales, tanto en la lengua hebrea como en algunas de los indígenas.
A esto agrega el P. Hennequin, en su Descripción de la Luisiana (París, 1688): "No se puede dudar que los indios son originarios de los Judíos, pues tienen con ellos ciertas analogías, como construir sus cabañas en pabellones, untarse de aceite, creer con superstición en sueños, enterrar sus muertos con horribles lamentaciones, llevar las mujeres el duelo de sus parientes durante un año entero, absteniéndose de danzas y festines, y creer, como los Judíos, que están maldecidos de Dios."
La secta de los Mormones, en los Estados Unidos de Norte América, creen, también, que los aborígenes de América descienden de Hebreos.
Es evidente que las tribus de Cashivos, Sitibos, Piros y Shipibos de las márgenes del Ucayali, practican, como los Judíos, la circuncisión, como también los Salivas, Guaúros, Otomaques y Calchaquis de la América del Sur, y los Mayas de Yucatán.
Diodoro de Sicilia, en su Biblioteca Histórica y Lactancio Firmano, en sus Instituciones divinas, refieren que en el sepulcro de Osiris se encontró un epitafio, en el que se lee que su imperio llegó á los confines de las Indias Oriental y Occidental, de cuyo hecho algunos historiadores posteriores han hecho remontar el origen de los Indios á la fundación del reino de Iberia, en tiempo de Osiris, época que, según alegan, comenzaron á venir á América, por la isla Atlántida, muchos Iberos. Y para apoyar sus opiniones con fundamentos sólidos, dicen que en aquellos tiempos se acostumbraba poner á los lugares de América los nombres de los reyes Iberos, sacando, en consecuencia, que del rey Brigo, cuarto de Iberia, hubieron muchos lugares como Lacobriga, Mirobriga, Volubriga, Augustobriga, Flaviobriga y otros; del rey Gorgor, se puso su nombre á un pueblo cerca de Huancavelica, en el Perú; del rey Hespero, se denominaron las islas Hespérides ó de Barlovento, según lo asevera Ambrosio Calepino en su Thesaurus Lingua Latinam, diciendo: "Las Hespérides se llamaron así, del nombre de Hespero, hermano de Atlante."
Pero el autor que más se empeña en hacer descender los Americanos de la raza ibérica, es el erudito Dr. Diego Andrés Rocha, Oidor de la Real Audiencia de Lima, y autor de un Tratado único y singular del Origen de los Indios del Pe[82]rú, México, Santa Fe y Chile, quien, después de analizar las opiniones emitidas por varios escritores sobre el origen de los Indios, desarrolla su modo de pensar á este respecto, sosteniendo que los primitivos Iberos, de la época de Osiris, Tubal, Hespero y otros reyes, fueron los primeros habitantes del Continente Americano, fundándose en la analogía de las costumbres de éstos con los Indios de América; en las armas y usos de la guerra de aquellos con éstos; en la concordancia de muchos lugares, ríos, montes y aún vocablos de ambos pueblos, y en la mayor vecindad de la Iberia con la isla Atlántida. Para sostener su teoría, el Dr. Rocha, hace una larga disertación, apelando al testimonio de más de setenta autores, entre antiguos y modernos, de su tiempo, pretendiendo probar con ello que la conclusión que sostiene, de ser los Iberos los primeros que poblaron la América, es la opinión que debe prevalecer.
Otros autores, sin remontarse á una época tan remota como la citada por los anteriores, sostienen, también, que los Españoles, mucho tiempo antes del descubrimiento de Colón, aportaron á las playas de América. Uno de ellos, el Dr. Juan de Solórzano Pereyra, en el tomo I, lib. I, cap. V, No 9 de su Política Indiana, pág. 17, dice: "No quiero pasar en silencio lo que trae Gomara y otros, de los Españoles que, huyendo de la guerra y servidumbre de los Moros, en tiempo del rey Don Rodrigo, se embarcaron en el Océano y aportaron á las provincias de Cozumel y Yucatán; y viviendo y muriendo en ellas, pusieron sobre sus sepulcros, y en otras partes, cruces, que se las enseñaron á reverenciar á los Indios, las cuales se hallaron allí por los nuestros, cuando se descubrieron estas provincias." A lo que agrega el sabio José Eusebio de Llano Zapata, en sus Memorias Histórico-Físicas, Apologéticas de la América Meridional, pág. 520: "Es muy creíble lo que afirman los alegados autores, que huyendo de la opresión de los Moros, aportaron á aquellas tierras; y aunque se dice que la navegación se hizo á[83] Cozumel y Yucatán, que es la parte septentrional de nuestras Indias, hay evidencia más que probable que algunos de los Españoles que allí aportaron, penetraron en las tierras meridionales, hasta la metrópoli del Collao."
Parece ser un hecho innegable, que en los túmulos de Grave-Creek, en Virginia, se ha encontrado una piedra con una inscripción en caracteres alfabéticos, de gran interés etnográfico, que, según Jomard, era ibérica, lo que se presta á creer que los Iberos fueron, quizá, unos de los primeros pobladores de América.
Sin embargo, el P. Román y Zamora, fraile agustino, en sus Repúblicas de Indias, alega que "es otro desatino suponer que los Indios de América son de origen español, sólo por haber algunas analogías entre ciertos vocablos quechuas y otros castellanos.
Algunos otros escritores opinan que los Americanos descienden de los Griegos, fundándose en que habiendo tenido los Atenienses guerra con los Atlantes, tuvieron noticias de las islas Hespérides y de la Tierra Firme de América, y fueron á esas comarcas, siendo los Griegos el pueblo que primero tuvo conocimiento de la navegación después de los nietos de Noé. También apoyan sus opiniones en que en algunos lugares de América, según refiere el P. Fr. Gregorio García, en su Origen de los Indios, pág. 189, se han encontrado inscripciones griegas trazadas en peñas, como cerca de Loja, en el Ecuador, donde hay una piedra alta en la que están esculpidos cuatro renglones, cada uno de vara y media de largo, cuyas letras parecen griegas; cerca de Huamanga, á orillas del río Vinaque, en el Perú, según lo indica Cieza de León, en su Crónica del Perú, cap. LXXXVII, pág. 160, se encontró una loza que tenía ciertas letras parecidas á las griegas; en unos pueblos de la provincia de Chiapa, en[84] México, según el mismo P. García, en su obra citada, pág. 190, existen unos antiguos edificios, en cuyos pilares hay trazadas letras que también parecen griegas. Igualmente, estos autores se fundan en las analogías de ciertos vocablos griegos con los de algunos lugares indígenas, habladas en México, Guatemala y el Perú.
Otros autores conjeturan que los Indios de América son originarios de los Fenicios, fundándose en la opinión de Aristóteles, que en su libro Mirabilibus Auscultationibus, lib. II, cap. IV, dice: "Unos Fenicios navegaron cuatro días hacia el occidente, con el viento oeste, y aportaron á unas islas incultas que estaban en continuo movimiento, subiéndolas y cubriéndolas el mar, dejando en seco gran cantidad de atunes, que comerciaban trayéndolos salados, con ganancia considerable;" islas que se cree sean las del archipiélago de los Azores; opinando algunos que de allí pasaron á las islas Hespérides y después á Tierra Firme de América, viaje, que, según cálculos, efectuaron los Fenicios en la Olimpiada 110, pues al decir de Dionisio Halicarnaso, en su Vita Aristoteles, Aristóteles nació en la Olimpiada 99 de la Creación del Mundo (3670, ó sean, 1293 años antes de J. C.) De este viaje discurren varios autores, entre ellos Juan de Solórzano, en su Política Indiana, lib. I, cap. V, fol. 20, que unos de los primeros pobladores de América fueron Fenicios, fundándose, igualmente, en la semejanza de las costumbres y ceremonias de éstos y de aquellos. Además, invocan dichos autores, en apoyo de su aserto, que á los Fenicios se les atribuye ser los primeros en el arte de la navegación, en dar batallas marítimas, en someter á los pueblos sus vecinos, como dice el historiador judío, Claudio Josefo, en su Autobiographia; el geógrafo prusiano, Felipe Cluvier,[85] en su Universam Geographiam, y el religioso servita, Felipe Ferrari, en su Lexicon Geographiam.
Además, la opinión de los autores citados se funda también en la semejanza de lengua, religión y costumbres de los Fenicios con las de los Indios americanos, pues muchas voces de la lengua fenicia (que es la hebrea antigua y que después fué dialecto de ésta), son iguales en significado que la de los Indios. Los Fenicios, como los Americanos, practicaban, dicen, la circuncisión; y la idolatría de unos y otros en sacrificar niños y mujeres, se observaba en ambas razas, pues, según el P. Cogolludo, en su Historia de Yucatán, lib. IX, cap. 403: "Por singular diré un modo de sacrificar que tienen (los de Yucatán) semejante al que se hacía al ídolo Moloch (de los Fenicios), que siendo de bronce ó metal, de hechura de un hombre hueco y abierto por la espalda, tendidos los brazos, ponían en ellos la miserable víctima racional que sacrificaban, y dándola fuego, quedaba allí abrasada." "¿Quién pudo llevar á Yucatán sacrificio tan particular, añade el P. Fr. Gregorio García, en su Origen de los Indios, lib. IV, parágrafo VII, pág. 236, sino los mismos Fenicios que poblaron á Nueva España?" agregando "que no sólo sacrificaban los enemigos, sino que estos sacrificios eran en tan gran número, que de los sacrificados podía volverse á poblar el Nuevo Mundo."
Posteriormente, el Dr. Amend, en su obra Los Fenicios descubridores de América, para sostener su opinión de ser éstos originarios de los Indios Americanos, dice, también, que las creencias religiosas de los Aztecas guardan una extraordinaria semejanza con las de los Fenicios, pues adoraban un ídolo medio hombre, medio animal, al que ofrecían en abundancia sacrificios humanos, y era análogo al Baal ó Moloch de los Fenicios." Además, agrega este autor, por las tradiciones de los Aztecas sobre su origen y los monumentos pictóricos que han escapado del furor de destrucción de los Españoles, se colije que la civilización primitiva[86] de la América Central procede del Yucatán y de los distritos vecinos. Al efecto, dice, es tradición que mil años antes de la era cristiana, Votán y su pueblo vinieron del oeste en siete embarcaciones; que en la costa americana, desde el Estrecho de Darién hasta California, encontraron habitantes sumidos en la mayor abyección; que Votán hizo cuatro viajes á su país y que en uno de ellos visitó la ciudad de las tres serpientes (Benares, sobre el Ganges) y las ruinas de la Torre de Babel; que después de estos cuatro viajes se estableció en la América Central, fundando allí la ciudad de Palenque, que es la más antigua de América, siendo por consiguiente Votán el primer legislador americano. El Dr. Amend deduce de allí la conformidad entre el arte arquitectónico de los Aztecas y de los Fenicios ó sea el arte egipcio (siendo los Fenicios el único pueblo que en aquellos tiempos pudo residir en Egipto). Empero, los ornamentos arquitectónicos de los monumentos de Centro América y México guardan cierta analogía con los de los Asirios, Persas, Griegos y Egipcios, debido, según opinión del Dr. Amend, á que los Fenicios por su comercio entraron en relaciones con estos pueblos, apropiándose de un gran número de estilos para su arte y arquitectura, y por eso, dice, se hallan, sobre todo en México, donde más claramente se presentan las señales de la civilización fenicia: esas combinaciones de ornamentos empleados por los Fenicios, proceden del arte de aquellos diversos pueblos. Después de estas conjeturas, concluye el Dr. Amend diciendo que los Aztecas (con cuyo nombre designa en general á los habitantes de la América Central y México), son productos de la civilización fenicia, pues cree que los buques de éstos, tanto por su tamaño y construcción, cuanto por su tripulación, eran capaces de emprender tales expediciones, y que las familias transportadas en esos buques eran bastante numerosas para poblar las islas del mar del Sur, así como una parte del Continente[87] americano, para ejercer una influencia entre los abyectos aborígenes del país.
Sobre este mismo punto, el Dr. Pablo Félix Cabrera, de Guatemala, publicó en Londres, en 1822, un Examen Crítico de la Historia de América, en el que afirma que todos los que desde principios del siglo XIX han escrito sobre el origen de los Americanos, deben acusarse de negligentes, por haber pasado en silencio la «Constitución Diocesana del Obispo de Chiapa,» Dr. Francisco de Vega, impresa en Roma, en 1702, en la que este prelado hace referencia á un pequeño tratado histórico escrito en lengua índica por Votán, señor de Tapanahuasec, el que vió la gran casa (probablemente la Torre de Babel), que se elevaba desde la Tierra hasta el Cielo. Según tradición de los Indios, los preciosos documentos de su historia fueron colocados por el mismo Votán en la Casa Lóbrega ó subterránea construida por él, confiando su custodia á una mujer distinguida y á cierto número de indios plebeyos que debían ser designados anualmente á este efecto: sus órdenes fueron respetuosamente observadas durante varios siglos por los habitantes de Tacoaloya, en la provincia de Soconuzco; documentos que fueron destruídos por el Obispo Vega, cuando este prelado hizo su visita episcopal á Tacoaloya, en 1691[48].
En fin, parece haber evidencia que los Fenicios visitaron el Continente del Nuevo Mundo en tiempos remotos, pues el sabio Humboldt refiere que un misionero franciscano encontró en una caverna de la orilla occidental del Cauca, cerca de Uruana, una roca de granito que tenía esculpidos caracteres semejantes al alfabeto fenicio, caracteres que han confirmado, en parte, la probabilidad de que los Fenicios[88] hayan sido unos de los primeros pobladores de esta sección de América.
También en la embocadura del río Tantón, en Massachussetts, se encontró otra roca con caracteres fenicios. En 1873, se halló en el Brasil otra piedra con una inscripción fenicia en ocho renglones, que, según su traducción, inducen á creer que en el reinado de Hiram, una expedición de Fenicios de Sidonia salió del puerto de Aziongabar (hoy Akaba), en el Mar Rojo, la que navegó durante doce meses lunares á lo largo de la costa de Egipto, y que, extraviada de su derrotero por un fuerte temporal, aportó á las costas del Nuevo Continente. Esa piedra con esa inscripción fenicia, es, se dice, una de las más antiguas y la más notable constancia de que los Fenicios ocuparon, primero, las regiones orientales, y pasaron de allí á las regiones occidentales de América.
No han faltado autores entre ellos Kircher, en su Œdipus Ægiptiacus que hayan alegado que los Egipcios sacaron de su tierra numerosas colonias con las que poblaron la China, el Japón y las Indias Occidentales, pues, dicen, eran muy diestros en la navegación y hábiles en las guerras navales: agregan que los indios mexicanos no solamente heredaron sus costumbres, sino que se asemejaban en sus prácticas, observando que la división del tiempo era semejante en unos y otros, pues partían el año en dieziocho meses, cada uno de veinte días ó sean trescientos setenta al año, dejando cinco días fuera de él, que los Mexicanos denominaban Nemontemi y los Egipcios Nisi ó Epagomenos. En las pirámides de ambas razas, dicen también, se reconoce igualmente semejanza, porque si los reyes de Egipto las fabricaban con tanto gusto y solidez, en Teotihuacan de México, existen también algunas que tienen más de sesenta varas de ancho y ciento cincuenta de alto, en cuyas cimas colocaban[89] los Indios las imágenes del Sol y la Luna, junto á las cuales hay otras pequeñas en que se enterraban los caciques; pirámides que, según opinión del insigne cosmógrafo mexicano Carlos de Sigüenza[49], en su obra Mercurius volans et novum Mexicam restauratum præ se ferens, deben haber sido hechas algunos siglos después del Diluvio Universal. Igual semejanza, dicen los mismos autores, se nota entre los laberintos de Tezcuco en México y el de Heracleópolis en Egipto; y también traen á colación la similitud en la superstición é idolatría de unos y otros, pues que ambos adoraban el Sol, la Luna, las estrellas y los animales; como asimismo los dos pueblos usaban la poligamía y creían en la trasmigración de las almas.
Por otro lado, el abate Brasseur de Bourbourg y últimamente Mr. Jorge Meikleyson, afirman que las ruinas de los antiguos monumentos de Yucatán tienen mucha semejanza en su arquitectura con los antiguos monumentos de Egipto, á excepción de los geroglíficos, que en ambos países no guardan ninguna analogía. También, según estos últimos autores, en los idiomas egipcio y mexicano existen ciertas analogías lingüísticas. Empero, nada se puede confirmar al respecto, mientras un futuro Champillión no descubra la llave de los geroglíficos que se ostentaban en las antiquísimas murallas de los monumentos de México y de la América Central. Otros autores opinan, que tanto en los geroglíficos de los monumentos egipcios, cuanto en el anti[90]guo idioma griego, se hallan muchas voces quechuas, como lo confirma el egiptólogo Bunsen en su obra Misión del Egipto en la historia del Mundo, y con él otros sabios, lo que induciría á creer que los Mexicanos fueron descendientes de los Egipcios.
Otra versión es, que los Troyanos, por los años 2806 de la Creación del Mundo, ó sea 2164 años antes de la era de Cristo, navegaron á las Indias Occidentales y poblaron aquellas comarcas, pues así lo asevera el P. Simón de Vasconcelos en su Noticia del Brasil, libro X, No 90, diciendo: "Otros dijeron que estos primeros pobladores fueron de naciones Troyanas y compañeros de Eneas, que, después de derrotados por los Griegos, en la famosa destrucción de Troya, se dividieron, buscando tierras en que habitasen, como hombres avergonzados del mundo y del suceso de las armas, algunos de los cuales se engolfaron en el largo Océano y pasaron á las partes de América." Vasconcelos, para sostener ese fundamento, se apoya en un pasaje del lib. III, de la Eneida de Virgilio, que al referirse al sitio de Troya, dice que después de la destrucción de esa antigua ciudad, "los Troyanos se dispersaron, peregrinando por varias tierras lejanas y desiertas."
Los Chinos, por su parte, conservan tradición de ser progenitores de los Indios Orientales y Occidentales, y que ellos, en unión de los Tártaros, Japoneses y Coreanos, atravesaron el estrecho marítimo de Annián, vinieron en seguida por tierra al reino de Quivirá y poblaron México, Panamá, Perú y las demás provincias y reinos de las Indias Occidentales. A este respecto, Bartolomé Leonardo de Ar[91]gensola en su Historia de la Conquista de las Molucas, lib. I, fols. 11 y 12, asevera lo mismo y se funda para ello en la coincidencia de tener los Chinos é Indios el mismo color, flojedad, superstición y poca caridad. En conformidad con lo referido, se citan nombres de pueblos del Perú, México y otras partes de América, iguales á los de poblaciones de la China, del Japón y de Corea. Otras razones alegan algunos escritores para suponer que los Indios de América descienden de los Chinos y Tártaros, y es, á más de la conformidad de color, la semejanza de las facciones y disposición del cuerpo, el usar las trenzas del pelo, el aplastarse la cabeza los Conibos y los pies los Chinos, el canto de los Campas idéntico en el tono al de los Chinos; los dibujos de los Indios representando letras chinas; los muchos vocablos idénticos en el idioma de los aborígenes á los de los Chinos y que expresan la misma idea; como también ciertas costumbres y creencias, como adorar al Sol por Dios, reconocer un Dios superior á las otras divinidades, contar los meses por lunaciones, sepultarse con sus criados y riquezas, juzgando que hacían un viaje á la otra vida, y algunos otros usos y costumbres, semejantes entre ambas razas.
Autorizados autores sostienen, también, el hecho de ser los Chinos los progenitores de los Indios de América. Mr. Alejandro Darley, sacerdote que ha pasado muchos años realizando investigaciones históricas en Oriente, dice que el Continente de la América del Norte lo descubrió (diezisiete siglos antes de emprender Colón su descubrimiento) un marino de la China, llamado Hi-Li, el que desembarcó en la costa del Pacífico, el día 10 de Junio del año 207, antes de Cristo, cerca del punto donde hoy se alza la ciudad de Monterrey en California. Es tradición que el capitán Hi-Li volvió á su país con la noticia del descubrimiento que había efectuado, y, durante más de cien años, los barcos hicieron innumerables expediciones á la costa del Pacífico, sin inten[92]tar siquiera colonizar el nuevo país, y al fin suspendieron sus expediciones.
En apoyo del tiempo remotísimo en que los Chinos abordaron las playas de América, es notable el hecho del hallazgo que, últimamente, se ha hecho en las costas de Alasca, de una moneda acuñada hace más de mil años en el Celeste Imperio, la que posee, junto con otras monedas orientales, el que fué cónsul chino en Washington[50]. En la misma región hallaron los indios una antiquísima tumba en la que se lee en caracteres chinos, el nombre de Li-Lei-Lau. Además, se han encontrado otras reliquias que demuestran, de un modo evidente, que los Chinos vivieron en Alasca, muchos años antes de la Era Cristiana.
Cerca de San Miguel Amantla, en México, se descubrió recientemente una figura ó estatuita de tierra cocida, de unas siete pulgadas de alto, representando un chino, con ojos oblícuos, pantalón bombado y vestidos amplios, con grandes aros en las orejas, y en la cabeza el casquete con un botón en el medio, tal como lo llevan los mandarines. Junto á esa estatuita, que se calcula tenía ya más de 1500 años de enterrada allí, se halló el esqueleto de un hombre que representaba el tipo mongol, y que conservaba aún, al rededor del cuello, un collar de bolitas de una masa verde que jamás se encontró en México. Estos y otros hallazgos parecen comprobar que la antigua civilización de la América del Norte fué de origen chino ó mongol.
Algunos sabios del Celeste Imperio suponen, también, que los Indios de Norte América descienden de los tripulantes de algún barco chino, que hace más de veinte siglos fué[93] arrojado por los temporales á las costas norte-americanas, y que, no pudiendo regresar á su país, se establecieron en aquella región, donde fueron extendiéndose.
Y, para corroborar aún más la existencia de Chinos en el suelo americano, en tiempos remotísimos, el Encargado de Negocios de China en México, Tun-Pul-Shun, hombre erudito y de vastos conocimientos en materia de antigüedades, ha manifestado, con pruebas abrumadoras, ante los miembros del Congreso de Americanistas, reunido en México, en 1910, que en las ruinas de San Juan Teotahuacan observó, con gran sorpresa, en uno de los artefactos desenterrados, una inscripción de uso corriente en su patria; artefacto que enseñó á los mismos miembros de ese Congreso, opinando que México fué en parte descubierto por sus paisanos. Y para afirmar más la veracidad de su dicho, Tun-Pul-Shun explicó que, efectivamente, es tradición en China, que en tiempo del reinado de Chun-Shi-Woo, una expedición compuesta de tres mil personas, entre las que iban bellísimas mujeres, salió á órdenes de un eminente sabio, de Pekin, á descubrir é invadir el Japón. Dicha expedición se hizo á la mar en pequeños bajeles, de los que nunca se volvío á tener noticias. Trascurrido algún tiempo, se descubrió la tumba del caudillo expedicionario en tierras japonesas, pero no se encontró indicios del resto de los tripulantes, creyéndose que algunos barcos hayan sido arrastrados á costas mexicanas, en donde desembarcaron, mezclándose con indios Toltecos, á quienes legaron sus costumbres y creencias.
El sabio barón Alejandro de Humboldt, en su obra titulada Monumentos de América, dice: "Por poco que se reflexione sobre la época de las primeras emigraciones Toltecas, sobre las instituciones monásticas, los ritos del culto, el calendario, la forma de los monumentos de Cholula, Sogomoso y Cuzco, se infiere que no fué del norte de Europa de[94] donde los Quetzalcoath[51], Bochica[52] y Manco Capác[53] han sacado el código de sus leyes: todo parece conducirnos mas bien hacia el Asia y á los pueblos que han tenido contacto con los Tibetinos, Tártaros, Samnistas y Ainos barbudos de las islas de Fesso y Sachalin." El mismo Humboldt, agrega, que analogías en la conformación de la cabeza, como también analogías del idioma, hacen presumir que individuos de la raza china arribaron á la costa nordeste de América, y de allí al sud y al este de los ríos Gila y Missouri, no siendo extraño encontrar, entre los pueblos americanos, ídolos y monumentos arquitectónicos de un mismo carácter geroglífico, una noción exacta de la duración del año y algunas tradiciones referentes al primitivo estado del Mundo, que recuerdan los conocimientos, las artes y las opiniones religiosas de los pueblos asiáticos.
Juan Ranking, en su libro Conquistas del Perú, México, Bogotá, Natchez y Tolomeca por los Mongoles, para probar, á su juicio, que los Indios americanos descienden de raza asiática, dice: "Timoudgyn, hijo de Pikoutaï, jefe de una[95] tribu de los Mongoles[54] residentes á las orillas del lago Baikal, en Siberia, fué proclamado Gran Khan, con el título[96] de Genghis, el año 1205. Antes de la muerte de su nieto Kublai, el continente de Asia fué casi subyugado: la Europa se puso en consternación; el Japón fué invadido, y por los efectos de un temporal, el Perú y México fueron destinados para recibir á los generales y tropas que escaparon de esa poderosa expedición. Cuando estos Mongoles llegaron á América, la encontraron en un estado de completa ignorancia; pero, repentinamente, se fundaron dos imperios con la pompa, ceremonias y grandezas de los soberanos asiáticos: la arquitectura, que compite con los admirables trabajos de los Romanos; la elegancia de las obras de los plateros, que sorprenden aún á la vista de las más delicadas de los Europeos; el orden, la justicia, subordinación, leyes, instituciones civiles y militares, religión y costumbres, son tan idénticas á las de la familia Tschingis-Khan, que no puede dudarse por un momento su descendencia." El mismo autor, en un rapto de extravagante desvarío, agrega que "Manco-Capác[55] fué hijo del gran Khan-Kublai, que gobernó los Mongoles hasta el año 1257, y murió en el sitio de Hochen, en China, y por consiguiente nieto de Tschingis-Khan; que el abuelo de Montezuma fué un noble Mongol de Tangut." Ranking, pretende, además, fijar el origen de los Toltecos y Guatemaltecos, por las emigraciones tártaras que han tenido lugar hacia mediados del siglo vi, opinión que también es sostenida por Humboldt.
Mariano Eduardo de Rivero, en su Estudio general de América, y junto con él otros historiadores, opinan "que á consecuencia de las guerras entre los Brahmanes y Budhistas, que terminó con la expulsión de estos últimos al norte de Asia, una parte pasó el estrecho de Behring, y fueron esos los jefes que fundaron les imperios de América." Tchudi y Ribero, en sus Antigüedades Peruanas, dicen tam[97]bién "No admite duda que Quetzalcolt, Bochica, Manco-Capác y demás reformadores de la América Septentrional, Central y Meridional, eran sacerdotes budhistas que por su doctrina superior y civilizatriz, consiguieron señorear los ánimos de los indígenas y elevarse á la supremacia política." Al aceptar, á este respecto, la apreciación de Humboldt, Ranking, Tschudi y demás escritores, de presumir es, que el número de esos invasores haya sido muy considerable[56].
El anticuario inglés Mr. Brerewood pretende también que la América ha sido poblada originariamente por pueblos tártaros.
Mr. de Guignes, que ha compulsado los anales del Celeste Imperio, asegura que los Chinos comerciaban con América hacia el año 458 de la era actual, y que remontaron hasta la costa frente al Kamtchatka, siendo positivo que los Chinos poseían, en aquella época, flotas capaces de arribar á las Indias Occidentales.
Vásquez de Coronado, en su expedición (1539) vió en las costas de México, cuatro navíos con proas adornadas de oro y plata, cuyos capitanes le dijeron que acababan de navegar treinta días en viaje de la China.
Según Pedro Menéndez de Avilés, hallóse en las costas del Mar del Norte los cascos de varios bajeles chinos, y también se asegura que en el puerto de Guatusco, en México, se vió negociantes vestidos de seda, que se supone eran Chinos. Notable es, dice este último autor, que el hermoso monu[98]mento piramidal de los alrededores de Guatusco, llamado el «Castillo,» es uno de los que tiene más semejanza con la arquitectura china.
En fin, muchos autores creen que el Asia septentrional ha poblado el norte de la América.
Tocante á las lenguas, se asevera que el dialecto de los indios Mohawks es casi semejante en un todo al idioma tártaro.
Mr. Duponceau, en una disertación latina escrita por un sabio Mexicano sobre las lenguas indígenas de Anahuac, prueba la grande analogía de estas lenguas con el idioma chino, principalmente la Otomi, que no solamente tiene similitudes de palabras, sino similitudes gramaticales, cuyas formas de construcción son las mismas que el idioma chino; lo que prueba, dice este autor, la comunicación más ó menos directa que ha habido entre los Chinos y los Anahuacos.
En los tiempos más cercanos á nosotros, algunas otras relaciones entre la América y los Chinos ó Mongoles han sido señaladas.
No solamente los autores citados, sino la mayoría de los historiadores, atribuyen á los asiáticos el mérito de haber introducido la civilización primitiva en América, trazando, al efecto, muchos paralelos entre éstos y las primeras razas del Continente Americano, en sus tradiciones, costumbres, y, sobre todo, en la similitud de sus rasgos fisionómicos.
La opinión de algunos autores antiguos y modernos al origen de los Indios Americanos, es que éstos proceden del linaje de Ophir, nieto de Heber é hijo de Lactan, quien pobló á México y al Perú, á cuyo efecto, dicen, que Ophir, de la quinta generación de la rama de Noé, pobló las costas del Océano de la India Oriental, pasando, después, estos pobladores á las Indias Occidentales, para extenderse por México,[99] Centro América y todo el Perú hasta el estrecho de Magallanes. Los autores que sostienen esta opinión, son Benito Arias Montano, en el tom. VI de su libro Phalesus, pág. 99; Gilberto Genebrardo, en el lib. I de su Chronologia, págs. 15 y 118; Hornio, en su obra De Origen Americanum, cap. II, fols. 16 y 17; Antonio Bosio, en el lib. II, cap. III de su Signis Ecclesiastes; Pomario, en su Lexicon; Posevino, en el libro II, cap. V de su Bibliotheca; el P. Manuel de Sá, jesuita, en el tom. III de su Regum; el P. Maluenda, en el lib. III, cap. XIX de su Anticristo; Joao de Pineda, en su obra De Rebus Salomonis; y Montesinos, en sus Memorias Antiguas del Perú; los que afirman que en tiempo de Salomón se designaba con el nombre de Ophir los dos reinos de México y el Perú, y que después de pasado algún tiempo se traspusieron las letras, y de Ophir se compuso Piro[57]. Además, Arias Montano, autor también de la Biblia Regia y hombre muy versado en idiomas, dice en su obra ya citada, que "ambas regiones (México y Perú) se llamaban Piruaim ó Peruaim, que en latín quiere decir Duplex Piru y en espa[100]ñol región que es dos veces Perú, ó sea que ambas regiones tuvieron el mismo nombre Perú." En apoyo de lo aseverado por Montano, el P. Fr. Gregorio García en su obra Origen de los Indios, lib. IV, cap. VI, parágrafo 3, pág. 140, dice: "Hallamos en la Escritura Divina una grandísima conjetura para creer que el nombre de Piru fué muy antiguo apellido, no sólo del reino del Perú, sino también de la Nueva España, porque en el Paralipomenon lib. I, cap. 3, se dice que Salomón cubrió el templo con láminas de oro muy fino, el cual oro se dice en hebreo aurum peruaim, que quiere decir claramente oro de la Tierra llamada dos veces Piru, porque aquella terminación ain es número dual en la gramática hebrea, lo cual cuadra y conviene á las dos regiones de este Piru y México, y así donde la Vulgata dice, en el Libro del Paralipomenon: Porro autem aurum erat probatissimum, traslada San Spagnino Aurum autem erat ex locu Parvaim; Vatablo pone Aurum vero erat ex auru Parvaim; Arias Montano lee Et aurum erat ex locu Parvaim; Cayetano lee Et aurum, aurum Parvaim; por lo cual Vatablo, Arias Montano y Genebrardo convienen en que Parvaim es el Perú y Nueva España.
Otros autores, para sostener que el Perú fué el Ophir de Salomón, señalan aún los límites de esa región, y dicen que se hallaba situada entre los territorios colombianos y brasileños, por las montañas de Popayán y Cundinamarca, hasta el lago Yumaguari, cuyas aguas alimentaban á uno de los afluentes del río Orinoco; de otro lado, por el río Ikiari, hasta el cerro aurífero donde nace este río; y en el último costado, por el río Yapurá. En la región superior del río Amazonas, dicen, se encontraba plata y otros objetos preciosos que las naves de Salomón conducían á Joppe (Jaffa) con destino á Jerusalem. Fué esta región superior la que recibió el nombre de Tarsdchisch (vocablo quechua), pues Tar es descubrir y chichiy es oro nativo ó en polvo.[101] Luego, según Onffroy de Torón[58], Tarsdchisch es: el lugar donde se descubre y recoje el oro nativo ó en polvo. Dice la Biblia, que para dirigirse á Tarsdchisch el profeta Jonás, se embarcaba en Joppe, haciendo el viaje por el Atlántico. "En el mar (vers. 22, cap. X del Libro de los Reyes), había para Salomón una flota: cada tres años venían los navíos de Tarsdchisch trayendo oro, plata, marfil[59], monos y pavos reales," versión confirmada en el libro II, cap IX, vers. 21 de los Paralipomenos: "Los navíos iban de Tarsdchisch, para el rey Salomón, con los siervos de Hiram: Una vez cada tres años venían los navíos de Tarsdchisch."—En el cap. IX del Libro I de Los Reyes, se dice que en cada viaje á Ophir traían los navíos de Salomón "cuatrocientos talentos de[102] oro"[60]; y en el cap. IX, vers. 10 del Libro II de los Paralipomenos se dice: "Los siervos de Hiram y de Salomón traían de Ophir el oro, maderas y piedras preciosas." En el Libro I, cap. IX, vers. 11 del Libro de Los Reyes, se dice: "Y también la flota de Hiram traía oro de Ophir y gran cantidad de árboles llamados almug, y piedras preciosas." Tarsdchisch se hallaba al oeste de Ophir y en la parte más rica de la región amazónica.
Onffroy de Torón juzga también haber descubierto, después de largas investigaciones, los lugares en que estuvieron ubicados Ophir, Parvaim y Tarsdchisch, nombres que, según infiere este autor, son tomados del quechua, como trata de probarlo en seguida. Como en el Libro II de los Paralipomenos, cap. III, vers. IV, se dice: "Salomón adornó su casa con piedras preciosas y oro que eran de Parvaim," deduce Onffroy de Torón que Parvaim es una alteración ó corrupción del Paruim, porque en el antiguo alfabeto latino se confundía la v con la u: por esta razón, en el texto hebreo de la Biblia, al referirse al oro de Paruim se halla escrito Zab-Paruim.": la terminación im que indica el plural hebreo se agregó á Paru, porque en la parte superior del Amazonas (territorio oriental del Perú) existen dos ríos auríferos, el Paru y el Apu-Paru ó Rico-Paru, que unen sus aguas á los 10° 30′ de latitud meridional, para vaciarlas luego en el Ucayali, que es uno de los ríos que forman el Amazonas: estos dos ríos que llevan el nombre de Paru, forman precisamente el plural y dan Paruim de los Hebreos. En este caso, Paruim es uno de los lugares bíblicos designados con toda exactitud. "Se debe advertir que el Paru y el Apu-Paru, agrega el mismo autor, nacen en la provincia de Carabaya, que es la más rica de oro en el Perú."
Sabido es que tanto en México cuanto en el Perú, se encontraba abundancia de oro y plata, riquísimas maderas y[103] piedras preciosas, de donde colijen también Vatablo, Montano y Genebrardo, refiriéndose á la Biblia (Génesis, cap. X), que aquellos metales, maderas y piedras preciosas se sacaban de Ophir ó del Perú para la construcción y adorno del templo de Salomón[61], pues si se debe atener al texto[104] sagrado, Salomón mandó construir en Esiongabar, sobre el Mar-Rojo, las naves destinadas á Ophir, cuya flota era impulsada por expertos pilotos y marineros que le proporcionó Hiram, rey de Tiro (con el que celebró alianza) quienes doblaron el Cabo de Buena Esperanza y se unieron con la flota aliada para dirigirse á Ophir, denominada Terra Aurea (Tierra de Oro).
Juan Goropio en sus Origenes Antuerpianæ, y Guillermo Portel en su Orbis Concordia, dice también que Ophir es el Perú, y que los bajeles de la flota de Salomón trasportaban el oro, maderas y piedras preciosas del Perú hasta el Istmo de Panamá (en el Pacífico) y que de allá otros bajeles partían del mismo Istmo (en el Atlántico), haciendo escala en las islas de Cuba y Santo Domingo, doblando en seguida el Cabo de Buena-Esperanza y rastreando, en fin, las costas orientales de Africa, entraban en el Mar-Rojo.
Arias Montano, en su obra ya citada, describe otro itinerario, pues dice: "Las naves que el rey Salomón mandaba á Ophir en busca de oro, pasaban por las Molucas, y luego por México para llegar al Perú; y de vuelta, costeando á Chile, atravesaban el Estrecho de Magallanes, y doblando el Cabo de Buena-Esperanza, entraban al Mar-Bermejo, empleando tres años en el viaje."
Para confirmar aún más las opiniones emitidas por los autores anteriormente citados, el P. Fr. Gregorio García, en el lib. IV, cap. II de su Origen de los Indios, pág. 132, dice: "Salomón fué sapientísimo, y entre puras criaturas ninguno hubo que supiese tanto como él, y como tal nos le vende la Divina Escritura, y que no hubo cosa natural, arte ó ciencia, que no la supiese ó conociese, y consiguientemente, supo la geografía y cosmografía, y con ella lo que incluían las Indias Occidentales tan llenas de portentosas novedades. Y así él mismo daría noticia, instrucciones y orden á los pilotos y marineros, enseñándoles como, por donde y á donde habían de ir con la flota."
Pero, algunos otros escritores han puesto en duda el viaje de las flotas de Salomón á Ophir ó Perú y, entre éstos, citaremos tan sólo dos, que son de bastante crédito. Juan de Solórzano Pereyra se manifiesta abiertamente en contra de las opiniones de los anteriores autores, pues en el lib. I, cap. VI de su Política Indiana, asevera que "Salomón no era tan imprudente, que desde Asiongabar, que cae en el Mar-Rojo, y tenía tan cerca la Arabia y otras provincias de la India Oriental, había de enviar sus armadas á partes tan remotas y por mares tan dilatados y poco cursados, para cuya navegación era menester muchos años." Luego prosigue: "Y así constituyen el Ophir en Sófala ó en Ormiz, ó lo que es más cierto, en algunas de las ricas provincias de la India Oriental, y especialmente en su célebre isla que solía llamar Trapobana ó Sumatra, y hoy se dice Malaca y los reinos del Pegú[62], sus confines, donde se halla todo lo que se llevaba á Salomón en grande abundancia, tanto que se solía llamar Terra de Oro ó la Aurea Chersonese, y su oro se tenía por el más perfecto y de mayores quilates; de donde el de esta calidad tenía el nombre de Ophirizo, y de allí corrompido el vocablo, los latinos le llamaban Obrizo." Y por fin, agrega: "Y no obsta en contrario lo que se ha dicho del nombre del Perú, que es parecido al de Ophir ó Opiro." El historiador William Robertson, en su Historia de América, lib. I, pág. 9, refiriéndose á la navegación entre los antiguos, parece estar, también, en contra de los autores citados, pues dice: "Salomón equipó flotas que, conducidas por pilotos fenicios, navegaron del Mar-Rojo á[106] Tarsdchisch[63] y á Ophir[64], que probablemente eran puertos de la India ó del Africa: estas flotas volvieron tan preciosamente cargadas, que introdujeron repentinamente la riqueza y la magnificencia en el reino de Israel."
En resumen, Ophir ha dado lugar á varios alegatos sobre su situación: distintas opiniones hay á este respecto, pues mientras unos la colocan en Asia, otros la ponen en Africa, y otros en América; dividiéndose cada una de estas opiniones en varias otras.
Cuanto á Nihusio, Volaterán y otros portugueses, quieren que Ophir sea Melinda ó Sófala, en la costa de Etiopia, y Concelio pretende que sea Angola, sobre la costa occidental de Africa.
Aquellos que pretenden que Ophir estaba en América, la colocan en la isla de Santo Domingo, á la entrada del golfo de México. Genebrardo y Vatablo son los que la ponen en la isla de Santo Domingo, asegurando que Cristóbal Colón al descubrir esta isla, en 1492, acostumbraba decir que había hallado la Ophir de Salomón, porque allí había encontrado oro en cierta abundancia.
Los que suponen que Ophir se hallaba en Asia, entre otros Francisco Ribero, Torniel, Adrichomio, Massé y varios otros, la colocan en las Indias. En apoyo de la opinión de estos autores, citan á Diodoro de Sicilia y á Filistrato, quienes dicen que en todo tiempo los Etiopes hacían un gran comercio por mar en las Indias; á Estrabón, que refiere que los mercaderes de Alejandría enviaban sus mercaderías á las Indias por el golfo Arábigo; y á Plinio, que ase[107]gura que en su tiempo, y desde algunos siglos antes, se hacía un gran comercio de Egipto á las Indias por el Mar-Rojo, siendo probable que la flota de Salomón iba á aquel lado, en cuyas comarcas se encontraban todas las mercaderías que cargaban los navíos de Salomón.
Samuel Bochart, por su parte, en su Geografía Sagrada, (Caen, 1646), pretende que hay dos Ophires: la una, en la Arabia, donde David hacía venir una gran cantidad de oro; la otra, en la India, donde Salomón enviaba su flota, ó sea la Trapobana de los antiguos (hoy isla de Ceylan), donde hay un puerto llamado Hippor, que los Fenicios llamaban Ophir.
Massi asegura que Ophir es el Pegú, que tenía ricas minas de oro y plata; Peresio dice que es Malaca, sobre el estrecho del mismo nombre, al oriente de la isla de Sumatra; Juan Tzerges es de parecer que es la misma isla de Sumatra, que tenía minas de oro.
Flavio Josefo[65], y con él otros autores, sostienen que Salomón tenía dos flotas, una en Aziongabar, que negociaba en las Indias, y la otra en Tarsdchisch, en las Indias Orientales, opinando algunos que este Tarsdchisch es el Perú, donde la flota de Salomón llegaba por el Gran Mar (el Pacífico) y hacía el viaje en tres años.
Por fin, la opinión que ha sido considerada más aceptable por algunos escritores, sobre la situación de Ophir, es la emitida por Lipenio, que ha escrito expresamente un[108] Tratado sobre Ophir. Se apoya este autor sobre el dicho de San Gerónimo, que dice, que un nieto de Heber, hijo de Noé, llamado Ophir, dió su nombre á la parte de la India situada más allá del Ganges, comprendiendo así bajo el nombre de la "Tierra de Ophir," no solamente la Chersonese de Oro, que el historiador Josefo llama "Tierra de Oro" (hoy Malaca), sino también las islas de Java y Sumatra y los reinos de Siam, del Pegú y de Bengala, comarcas donde se encontraban todos los efectos que la flota de Salomón llevaba á Jerusalem, viaje que podía durar tres años, pues los navíos al salir del Mar-Rojo costeaban la Arabia, la Persia y el Mongol, en seguida daban vuelta á la península, más allá del golfo de Bengala, tomando diamantes en Golgonda y géneros preciosos en Pegú, y de allí á Sumatra, remontando á lo largo de Chersonese de Oro ó Malaca hasta Siam, donde encontraban no solamente marfil, sino también oro.
Varios autores, entre ellos Giraldo Cambrense, en su Topographia Historica, lib. X, cap. II; Antonio de Herrera, en su Historia General de los hechos de los Castellanos, déc. III, lib. X, cap. X; y La Peyrère, en su Relación de Islandia, art. XX, opinan que los Noruegos y Dinamarqueses, después de haber ocupado la Islandia y Groenlandia, fueron los primeros que poblaron las Indias, desembarcando en las costas de México, primero, y extendiéndose, después, hasta el Istmo de Panamá, allá por el año 820 de la era vulgar. Estos autores apoyan sus opiniones á este respecto en ciertos usos y costumbres de los Escandinavos, idénticas á las de los Indios americanos. Admitiendo esta idea tan sólo en abstracto, es un hecho confirmado por documentos que posteriormente se han encontrado en Copenhague, que los Escandinavos atravesaron el Océano y desembarcaron en playas de América, desde el siglo IX y du[109]rante el curso de los siguientes; pero no por eso se les debe considerar como los primeros pobladores del suelo americano, como lo suponen los autores citados.
El historiador Pedro Sufrido, en su obra De Frisior Antiquitates, impresa en 1698, pretende probar que los Indios de Chile y aún los del Perú descienden de los Frisios, pueblos germanos que habitaban, según se cree, la isla de los Bátavos; al efecto, dice que los Frisios, siendo muy diestros en la navegación, intentaron en el año 1000 recorrer el Océano en descubrimiento de nuevas tierras; "que llegaron á las islas Orcadas y desde allí á Islandia, y navegando muchos días penetraron hasta el Polo Norte, de donde fueron arrojados por una furiosa tempestad hasta una isla distante rodeada de escollos, donde desembarcaron y hallaron gente escondida en cuevas, y delante de ellos, gran cantidad de vasos de oro y plata, de que tomaron cuanto pudieron." Añadiendo la Crónica de Dinamarca "que este país estaba lleno de riquezas y que es la isla donde Saturno escondió sus tesoros." Boxhornio, en su Apologia pro Navigationes, págs. 258 y 259, sostiene la opinión de Pedro Sufrido, citando en apoyo de ella un pasaje del poema de Alonso Ercilla, La Araucana, en que este poeta hace aparecer á Glaura, hija del cacique Quilacura, y á Fresolano, mozo valiente, como descendientes de sangre de Frisios.
Algunos autores, entre ellos Marineo, en su Rerum Hispanorum, lib. XIX, cap. XVI, alega que los Romanos poblaron las Indias cuando este imperio estaba en su apogeo, ó sea, cuando Roma era dueña y señora de Europa y de Africa, fundándose en que los moradores de la Isla Atlánti[110]da habían dado, en su tiempo, á los Romanos, noticias de las Indias; que éstos poblaron sucesivamente las islas de Canarias, las de Barlovento, la Tierra Firme, México, Perú y demás comarcas de la América. También se fundan estos autores en las analogías entre Romanos é Indios, como pintar el rostro de sus divinidades con vermellón; la superstición de consultar las entrañas de los animales para inquirir ciertos hechos; contar en sus convites las hazañas de sus mayores. El convento de las Vestales de Roma, agregan, es igual al de las Vírgenes del Sol en el Perú y México; el templo del Sol en el Cuzco, semejante al Panteón de Roma; los grandes caminos y calzadas de los Incas también parecidos á los de los Romanos, y varios otros usos y costumbres análogos en ambos pueblos.
La aserción de haber los Romanos pisado el territorio americano en la época de su apogeo, parece algo acertada, pues se afirma ser un hecho que posteriormente hallóse en este territorio algunos vestigios de la existencia, allí, de los Romanos de aquella época; llamando mucho la atención el que, en las ruinas de Peten, en Guatemala, se haya encontrado monedas del tiempo de los Romanos y herraduras de caballos de mayor alzada que los comunes, en las orillas del mar que baña aquella parte del Continente; existiendo ambos objetos en el Museo Nacional de Guatemala.
Empero, el hecho de que los Atlánticos dieran noticias á los Romanos, de la existencia del Continente americano, es de todo punto inverosimil, porque de haber existido aquella isla, su hundimiento dataría de una época mucho más remota de la del Imperio Romano.
Varios escritores afirman que los Escitas (que en tiempos remotos fueron la nación más numerosa del Orbe, pues se extendieron desde la Germania hasta los confines del[111] mundo conocidos de los antiguos, ó sea, desde Europa hasta el Asia), pasaron en dos ocasiones y en gran número, desde el Mongol á Indias, diseminándose por diversas comarcas del Nuevo Mundo, pues dicen que en todo el Continente americano, como en Estados Unidos del Norte, Canadá, México, Guatemala, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Brasil y otras regiones, se han encontrado usos y costumbres semejantes entre Escitas é Indios, y que eran tan bárbaros unos como otros; no dudando esos mismos escritores, que los Escitas fueron unos de los primitivos pobladores de América.
Enrique Martínez, en su Repertorio Mexicano, cap. II, pág. 204, supone que los Indios de México eran descendientes de los Curlandeses, provincia antigua de la Livonia, alegando que, situada esa provincia en la costa del Mar Báltico, pudieron pasar sus moradores á las Indias, y aduce como fundamento de su parecer, 'que la gente de esa provincia es de la misma traza, condición y brío de los Indios de Nueva España...... y—añade—lo que más me obliga á creer que aquella gente y ésta es toda una, es la cercanía de las tierras, que es menos de lo que ponen los mapas."
También es opinión admitida por algunos autores, que los Etiopes pasaron á Indias con los Fenicios y Cartagineses, pues suponen que los Moros fueron indios venidos á Africa con Hércules Tyrio, que venció á Anteón, rey del mismo Africa y jigante de sesenta codos, de cuyo escudo hace mención Melo en su Situ Orbis, Lib. VI, cap. IV, sabiéndose que su cadáver fué mandado enterrar por Sertorio. Algunos otros autores afirman que no queriendo estos Etiopes sufrir el yugo de los Cartagineses, se lanzaron por los mares en[112] dirección á tierras remotas, tocando primero en las islas Canarias, y de allí en las Indias, para establecerse en Yucatán. También opinan que los usos y costumbres de estos Africanos eran semejantes á los indios Chichimecas, Chiriguanes y otras tribus bárbaras de América.
Han pretendido otros autores que los Francos fueron los descubridores de América. Marcos Lescarbot en su Histoire de la Nouvelle France, dice que los Galos se hicieron dueños del mar desde los primeros siglos después del Diluvio. Guillermo Postel en su Origine des Américains, sostiene que esos mismos Galos visitaban con frecuencia las costas de la América Septentrional aún antes de la era cristiana, opinión que también es apoyada por Mr. Murtrie en sus Sketches of Louisville, pues asevera que en tiempos remotos una colonia de Francos habitaba los bosques de América, mezclándose con una ó varias tribus de salvajes, á los que enseñaron algunas artes más necesarias á su bienestar; pero que mas tarde surgieron desavenencias y guerras entre ambas razas, en las que los salvajes, por su superioridad numérica, exterminaron á los llamados «Indios blancos,» quienes, desde entonces, desaparecieron para siempre, como también las artes que ellos cultivaban. Y por fin, Jacobo Charron, en su Histoire Universelle, asienta que hace más de mil años que los Celtas, gente numerosísima, pasaron á América, unos por el Oriente, desde Tenduc, atravesando la Tartaria hasta el reino de Annian; otros por el norte, desde Islandia hasta el Salvador, internándose á Tierra Firme.
En fin, es opinión de algunos historiadores, que los Ingleses é Irlandeses fueron los primeros pobladores de la costa septentrional de América, y, al efecto, dicen que Madoc[113] Cambro, príncipe de Cambria ó Inglaterra Occidental, cansado de las guerras civiles que sostenía con sus hermanos sobre la sucesión del reino de su padre, Owen Guyueto, rey de Gales, determinó en 1170 (otros dicen 1190) dejar su patria y buscar nuevas tierras donde vivir en paz, con cuyo propósito emprendió una larga navegación hasta dar en comarcas desconocidas (que se presume sean las costas del Canadá y Terranova), en las que encontró cosas maravillosas. Después del descubrimiento de aquellas tierras, regresó á su patria, para contar á sus vasallos la felicidad que allí reinaba, y armando muchas naves, se llevó gran número de familias, con las que fué á poblar tan desiertos parajes, dando origen con ellas á formar una población importante; regresó nuevamente á Gales por más gente, y cargando diez navíos, se hizo á la vela, aumentando con este nuevo contingente de habitantes, la población de esos extensos países.
Pero toda esa diversidad de opiniones de los autores que acabamos de mencionar, tocante al origen de los Indios americanos, ya sean ciertas ó dudosas, fundadas ó aventuradas, el hecho es, que carecen de autenticidad, porque no descansan sobre ningún dato de fuente histórica que las pueda servir de apoyo; por consiguiente, todas ellas son basadas únicamente en cálculos expuestos á resultar fallidos, y no pasan de la categoría de meras conjeturas sobre un asunto aún obscuro. No obstante, si esas diferentes opiniones disienten en los detalles, en el fondo admiten que los primeros pobladores de América, ó sea, de la época postdiluviana, proceden de los habitantes del Antiguo Mundo conocido entonces.
Un erudito etnógrafo francés, Moreau de Jonnes, en su notable obra Statistique des peuples de l'antiquité, ha di[114]cho: "De toutes les parties de l'Histoire, la plus féconde en erreurs est la recherche de l'origine des peuples." En verdad, refiriéndose tan sólo al Continente americano, el origen de las diversas razas de los Indios es uno de los problemas más difíciles de resolver, pues es casi imposible determinar, con exactitud, la procedencia de cada una de ellas, porque su origen se pierde entre la confusa sucesión de los siglos. El P. José de Acosta, en su Historia natural y moral de las Indias, califica de "arrojado y temerario al que pretendiera determinar la procedencia de los Indios." Apesar de haberse buscado las semejanzas entre las razas americanas y las europeas, africanas y asiáticas, las similitudes entre las lenguas del Antiguo Mundo y el Nuevo, y aún comparada la arqueología americana con la de Europa, la del Africa y la del Asia, no se ha podido aún decir la última palabra acerca de este problema sociológico.
Apesar de ello, la opinión que parece merecer alguna atención, es la expuesta por el erudito P. Fr. Gregorio Garcia en su ya citada obra Origen de los Indios en el Nuevo Mundo, religioso que, después de examinar las controversias de los muchos autores que han escrito sobre el mismo tema y de analizarlas una por una, termina por dar su parecer sobre la materia. He aquí lo que á este respecto opina este autor en el libro IV, cap. XXV de su referida obra: "Unos indios proceden de Cartagineses, que poblaron la Española ó Isla de Santo Domingo, Cuba, etc; otros, proceden de aquellas diez tribus que se perdieron, de quien hace mención Esdras; otros, proceden de la gente que pobló ó mandó poblar Ophir en la Nueva España y Perú; otros, proceden de la gente que vivía en la Isla Atlántida de Platón; otros, de algunos que partieron de las partes próximas y más cercanas á la sobredicha isla, pasaron por ella á las de Barlovento, que está bien cerca de donde ella estaba, y de aquellas á la Tierra Firme; otros, proceden de Griegos;[115] otros, de Fenicianos; otros, de Chinos, Tártaros y otras naciones."—En seguida, agrega el mismo autor: "La primera razón y fundamento que para esto tengo, es hallar en estos indios tanta variedad y diversidad de lenguas, de leyes, de ceremonias, de ritos, costumbres y trajes; el segundo fundamento es, la dificultad que tiene creer que todos los indios proceden de gente que fuese á aquel Nuevo Mundo de sólo una parte del Viejo y con sólo un modo y manera de viaje; el tercer fundamento es, que se hallan en aquellas partes costumbres, leyes, ritos, ceremonias, vocablos y otras cosas de Cartagineses, de Hebreos, de Atlánticos, de Españoles, de Romanos, de Griegos, de Fenicianos, de Chinos y de Tártaros, argumento de mucha fuerza para probar que los Indios por su comunicación y trato amigable y por vía de conquista y guerra, se fueron mezclando de tal manera, que el linaje, costumbres, lenguas y leyes, han escapado mestizos de diversas naciones, cuales son las sobredichas. Esto es mi parecer y lo que siento acerca del origen de los Indios."
Participamos, no del todo, de la opinión del P. Gregorio García: en cuanto á lo referente al reino de Ophir y á la Isla Atlántida, lo primero, lo consideramos como una opinión aún incierta y no dilucidada del todo; y lo segundo, creemos que fué en época remota una porción de la misma América. Cuanto á lo demás, hasta cierto punto convenimos en ello, porque la diversidad de lenguas, leyes, ritos, ceremonias, costumbres, trajes y otras particularidades que en aquella época distante distinguían á las agrupaciones indígenas y que aún existen en diversas comarcas del Continente americano, puede ser una prueba aceptable ó evidente de que los Indios postdiluvianos de América son de origen diverso y proceden de razas distintas.
Además, la opinión del P. Fr. Gregorio García está robustecida por la del abnegado misionero P. Domeneck, que en su obra Desiertos del Nuevo Mundo, se expresa en los siguientes términos: "Nuestra convicción, en este intere[116]sante asunto, es que la América ha sido poblada por emigraciones voluntarias ó accidentales, de diversas naciones; que estas diversas naciones, después de multiplicarse, se encontraron, se mezclaron, y que, por el cruzamiento de las razas, la diferencia de los climas, los cambios de vida y muchas otras razones de la misma naturaleza, perdieron su carácter primitivo, para formar otra combinación heterogénea de color, de costumbres, de gustos, de lengua y de religión, que desvía la ciencia y la investigación del anticuario."
Por consiguiente, admitiendo, en parte, la opinión de los PP. García y Domeneck, trataremos de ampliar y robustecer este punto tan debatido; empresa bastante escabrosa, teniendo que atenernos, en muchos casos, á lo dicho por historiadores antiguos y modernos, que no siempre están en concordancia unos con otros.
Veamos ahora las opiniones emitidas por los antiguos y modernos historiadores, referente á la grande isla Atlántida, cuya existencia en época remotísima ha sido puesta en duda por algunos autores; viendo ciertos etnógrafos, en ella, el camino por el cual vinieron las primeras emigraciones á América.
Platón fué el autor más antiguo que dió noticia de la existencia de la Atlántida, pues en su Timeo ó la Naturaleza, que escribió 430 años antes de la era cristiana, se expresa así, dirigiéndose á los Atenienses: "Se tiene por cierto que en tiempos remotos vuestra virtud resistió á innumerables enemigos que salieron del Mar Atlántico; habían tomado y ocupado casi toda Europa y Asia...... pues existía á la boca del estrecho y casi á su puerta, una isla que comenzaba desde cerca de las columnas de Hércules, y que dicen fué mayor que el Asia y la Libia: dicha isla mantenía relaciones y co[117]mercio con otras islas y por ellas se comunicaba con un continente, situado en la frontera, y el cual era vecino del verdadero mar."[66].
Plutarco, en su Symposiacon; Séneca el Trágico, en su Medea, acto II: Tertuliano, en Hermógenes, cáp. XXII y en De Pallio, cap. II; Luciano, en Hermotino; Orígenes, en Periarcon, lib. II, cap. III; Pamelias, en Pallio, cap. II; Vossio, en Mathematicas, cap. XLII, § X; Aristóteles, en su libro Del Mundo; Rodigino, en sus Lecturas antiguas, lib. I, cap. XXII y lib. XVII, cap. XXXV; San Clemente, en su Epístola; San Jerónimo, en Ad Ephesios, lib. I, cap. II; y algunos otros autores notables de la antigüedad, como Crantor, Porfirio, Proclo, Marcilio, Ficio, Diodoro de Sicilia y tantos otros concuerdan en que "después de la Isla Atlántida se navegaba á otras islas vecinas á la tierra Continente y que después de ella se seguía el verdadero mar." Se colije de allí que las islas vecinas á la tierra Continente, son las conocidas de Cuba, Puerto Rico, Jamáica y otras; la tierra Continente, es México y el Perú; y el verdadero mar, el Pacífico.
Cuanto á la gran Tierra ó Isla Atlántida que se cree haya dado su nombre al Océano Atlántico[67], es conocida hoy únicamente por las controversias suscitadas entre los escritores antiguos y modernos sobre su existencia y el pun[118]to que ocupó, pues opinan que se hallaba extendido desde las Canarias hasta las Azores, y que estos dos grupos de islas denominadas antiguamente Islas Afortunadas (quizá por haber escapado del gran cataclismo que hundió la Atlántida), son los restos de aquella tierra, que, en una noche, fué sumergida, dicen, por un gran cataclismo ó fuertes conmociones volcánicas[68]. Y al atenernos á la opinión de autores antiguos, parece que habría existido esa gran isla y podido sus habitantes trasladarse fácilmente al Continente americano.
Muchos son los escritores, tanto antiguos como modernos, que, además de Platón, dan cuenta de la Atlántida, entre otros, Homero, en su Odisea y en su Iliada; Solón, en su Tratado de las Leyes; Hesiodo, en su poema Caja de Pandora; Eurípides, en su tragedia Electra; Plinio, en su Historia Natural; Aristóteles, en su Mirandis Naturæ; Lippio, en su Phisiologia Stoicæ; Pamelio, en su Apologotico de Tertuliano; Crantor, en sus Comentarios de Crisias; Diodoro de Sicilia, en su Bibliotheca Historica; Plutarco, en su Vida de Sertorio; Arnobio, en su obra Contra los Gentiles; Becano, en su Original de Autuerpia; Turnebo, en su Adversus; Vivas, en sus Notas sobre San Agustín; Bosio, en su obra De Signis Eclesiastes; Gomara, en su Historia Indiana; Zárate, en el prólogo de su Historia del Perú; Solórzano, en su Política Indiana; Luis de León, en su Abdias; Meseia, en su Silva; Maluendo, en su Antechristi; Pineda,[119] en su obra De rebus Salomone; Maydo, en sus Días Caniculares; Hervas, en su Catálogo de Lenguas; y otros más, concordando todos en que la Atlántida existió en tiempos muy remotos, para desaparecer, en el espacio de una noche, por efecto de un gran cataclismo geológico. Opinan también que "los Indios americanos tienen su origen de la gente que vivía en la Isla Atlántida, que de allí pasaron primero á las islas de Barlovento ó Hespérides, cerca de la Atlántida, y de aquellas á la Tierra Firme de América, pues según afirma Platón en su Timeo, y con él Hesiodo, Eurípides y Solón, "la Isla Atlántica era una isla de tanta grandeza, que era mayor que Africa y Asia juntas, desde la cual había contratación y comercio á otras islas, y de estas islas había comunicación y trato á la Tierra Firme y Continente que estaba frontero de ellas, vecino del verdadero mar;" añadiendo además, Platón: "que los habitantes de la isla Atlántica tenían conocimientos de la navegación y arte de hacer navíos y que tenían grande suma y copia de navíos y aún puertos hechos para conservación de ellos."
Estas noticias dadas por Platón en su Timeo, son, lo repetimos, las más antiguas y circunstanciadas sobre la isla Atlántida ó Atlántica, sobre su situación y extensión[69]; empero, á juicio de algunos críticos, ellas no bastan ni dan fundamento para haber asegurado la existencia, en aquellos tiempos, de la vastísima isla de la Atlántida, que algunos autores creen que haya sido parte de la misma América.
El hecho real es, que la existencia de la pretendida Isla Atlántida se halla aún envuelta en el mayor misterio. Se supone que en época remotísima haya habido comunicación por tierra unida entre la América y la Africa, y que esa mis[120]ma porción de tierra fuera la desaparecida con el cataclismo á que aluden Platón y demás autores antiguos.
Kircher, en su Mundus subterraneus, lib. III, cap. XII, dice: "Las Canarias y las Azores, islas del Océano Atlántico, ¿no podrían ser los restos de la tierra conocida con el nombre de Atlántida? Estas islas tienen montañas muy sólidas y elevadas, y los valles intermediarios quedaron sumergidos cuando por efecto del temblor de tierra y del diluvio, este Continente desapareció de las aguas del mar."
Otro escritor contemporáneo, Feliciano Cajaravilla, en sus Consideraciones histórico-críticas sobre los antiguos habitantes del Perú, asienta también al respecto, que "es presumible que en el decurso de muchos años ó siglos talvez, el estudio constante y los adelantos siempre crecientes de las ciencias geológicas y experimentales, lleguen á evidenciar lo que hasta hoy no es más que una conjetura, con todos los caracteres de probabilidad, esto es que el Continente Americano estuvo unido haciendo parte del Antiguo Mundo y que fué separado por algún cataclismo terráqueo á manera de aquel que en 1309 (según aseveran Gerardo Mercator en su Colección de Mapas, de 1595, y J. Hundy en su obra Das Neue Tief oder Schiffart, de 1630), separó la isla de Ruggen, de las costas de Meklemburgo, de la isla de Ruden."
Algunos escritores modernos sostienen que la geología prueba la imposibilidad completa de la Atlántida, de la que serían restos las islas que subsisten en el Océano Atlántico. Joaquín M. Bartrina, en la conferencia que sustentó en el Ateneo Barcelonés el 22 de Abril de 1878, sobre el tema La América precolombiana, opina que: "Talvez leyendo con más atención el debatido texto de Platón veríamos que no en el Océano Atlántico, sino en otro mar, como por ejemplo, el Negro, podríamos situar su Atlántida, que al fin era una isla cuya extensión, tan exagerada fija Platón...... La hipótesis de la Atlántida, por lo fantástica y teatral, puede ahora admitirse en las creaciones de la imaginación."
Este juicio de Bartrina tocante á la Atlántida, lo hallamos demasiadamente lijero y poco acorde con la opinión emitida al respecto por tantos sabios de la antigüedad.
Empero, quizá sea una hipérbole la existencia de la pretendida Isla Atlántida emitida por Platón y demás autores citados, pues algunos historiadores más modernos, entre ellos Francisco López de Gomara, en su Historia General de América, cap. CCXX, es de opinión que "la gran Isla Atlántida, mayor que Asia y Africa juntas, según lo ha dicho Platón, existió en realidad y existe todavía, porque no es otra que la misma América;" asentando en apoyo de sus conjeturas, que el Océano Atlántico no es de bastante extensión para haber contenido en su seno una isla ó continente igual á Asia y Africa conjuntamente[70].
Y no solamente Gomara opina que la antigua Atlántida haya formado parte del Continente Americano, sino también varios otros historiadores y geógrafos contemporáneos, como Malte-Brun, en su Géographie Universelle; Letronne, en su Essai sur les Andes cosmographiques; Gosselin, en su Géographie de l'Amérique; Martín, en sus Études sur la terre de Platon; Postel, en su Cosmogonie descriptive; y Welflict, en su Histoire Universelle des Indes Orientales; reconociendo todos, la misma afirmación asentada al respecto por Gomara.
El presbítero Juan de Velasco, en el tomo I, de su Historia del Reino de Quito, pág. 151, robustece aún más la opi[122]nión de Gomara, pues dice: "El que hubiese habido antiguamente comunicación por tierra unida entre la América y la Africa, es asunto que puede llamarse no sólo verosímil, sino también demostrado en el día. Lo persuaden así las observaciones y cartas del bajo fondo que Mr. Buache presentó á la Academia de París en el año 1737, las cuales, examinadas después, demuestran la dirección de montes subaqueos, puestos como sobre una cordillera, desde el cabo Tagrin de Africa hasta la costa del Brasil en América."
Cuanto á la opinión de los mismos autores antiguos, de haberse sumergido la Atlántida con un gran cataclismo producido por lluvias torrenciales, ó irrupciones volcánicas que grandes terremotos produjeran, el predicho Gomara supone que aquel funesto acontecimiento pudo haber tenido lugar sólo en la parte que quizá antiguamente unía la Africa con la América; en cuyo caso Platón habría sufrido involuntariamente un error, sin haber querido inventar una fábula, como lo pretenden algunos, entre otros el P. José de Acosta, que en su Historia Natural, cap. XXII, dice: "Todo lo referido por Platón en su Timeo, respecto de la pretendida Isla Atlántida, es fábula." Este mismo concepto del P. Acosta ha sido combatido por algunos escritores contemporáneos suyos, entre ellos, el P. Fr. Gregorio García, en su obra ya citada, desde la pág. 146 hasta la 151, probando que los intérpretes de Platón, como Crantor, Marcilio, Ficino y Plotino, en la antigüedad, Juan Serrano, posteriormente, tienen por verídico lo referido por el filósofo de Atenas en su Diálogo de Timeo. Además, Platón ha sido tenido en todo tiempo en tan grande estima y reputación en materia de filosofía, de historia y aún de teología, que su gran saber le ha merecido el epíteto de «Divino.» Sietecientos y cincuenta años antes de que Platón escribiera su Timeo, según él mismo lo asevera, "sucedió la guerra entre los Atenienses y los Atlantes, y después hubieron espantosos terremotos y extraordinarias lluvias que inundaron[123] completamente la isla, desapareciendo de la superficie del Océano." Según lo refiere el mismo Platón, si la guerra entre los Atenienses y Atlantes tuvo lugar en el siglo trigésimo de la Creación del Mundo, según la cronología hebráica, sobreviniendo en seguida la espantosa catástrofe á que alude el gran filósofo griego, evidente es, que la América (ó sea la misma Atlántida, á juicio de Gomara), pudo haber sido habitada desde tiempos inmemoriales, como lo comprueban los esqueletos humanos que, junto con osamentas de mamíferos de las épocas Terciaria y Cuaternaria se han encontrado en el suelo de este Continente, restos que, hipotéticamente hablando, se remontan á una época antediluviana.
En resumen, eminentes hombres de ciencia de la actual época, después de largas investigaciones practicadas últimamente tocante á la Atlántida, han llegado á la conclusión de que esta famosa isla existió en verdad, como lo demuestran en las publicaciones que en estos últimos tiempos se han hecho en Berlín, corroborando, también, que la isla Atlántida formaba parte de un vasto Continente, que no pudo ser otro que el de Africa ó de América, hace ya como unos quince mil años, habiendo desaparecido á raiz de un colosal fenómeno sísmico, que la borró del Mundo para siempre. En tal virtud, las conclusiones emitidas por esos hombres de ciencia, parecen confirmar la obscura tradición que dejara Platón.
Volviendo á los primitivos habitantes de América, al atenernos á la tradición hebráica, tanto ellos como todos los de la Tierra entera, (salvo Noé y su familia), habrían perecido en la catástrofe del Diluvio Universal[71],[124] acaecido, según algunos cronologistas, 1656 años después de la Creación (ó 2348 antes de la era cristiana). Desde[125] esta catástrofe universal trascurrió mucho tiempo para que el Nuevo Mundo volviera á repoblarse, pues los hijos[126] de Noé llamados Sem, Cam y Jafet, vivieron en las llanuras de Senaar, entre el Tigris y el Eufrates, y tuvieron gran[127] descendencia, multiplicándose extraordinariamente en el decurso de los cuatrocientos años que, se supone, mediaron[128] desde el Diluvio hasta la construcción de la Torre de Babel, monumento que los descendientes de Noé intentaron elevar en muestra de su poder y orgullo; pero este intento desagradó tanto al Criador, que, en castigo de la osadía de esos hombres, hizo que se confundiera la lengua de tal modo, que no entendiéndose los unos con los otros, se separaron, quedando la torre sin concluirse: á la confusión de las lenguas en Babel, sucedió la dispersión del linaje humano, formándose, desde entonces, todos los reinos de la Tierra.
Los descendientes de Sem (cuyos hijos fueron Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aran) fueron los que menos se extendieron por el mundo, pues permanecieron en la Asia Occidental, cuna del Género Humano, después del Diluvio.
Los descendientes de Cam (cuyos hijos fueron Cus, Misraim, Fut y Canaán), se propagaron por el Occidente de Asia y por el norte y oriente de Africa; y los descendientes de Jafet[72], cuyos hijos fueron Goomer, Magog, Madai,[129] Javán, Tubal, Mosoc y Tiras), ocuparon en Europa y Asia dilatadas regiones, dominando países poblados antes por los de Sem, y sometiendo á los de Cam, siendo estos descendientes de Jafet los que formaron las dos razas más numerosas y difundidas por todo el mundo, cuales son, la Turania, que desde el centro de Asia se extendió hasta la cuenca del Danubio, en Europa, y la llamada Indo-Europea, que se dilató desde la India hasta el occidente de Europa, y después hasta el hemisferio de América y de Oceanía[73]. Estas tres grandes razas apesar de su separación han conservado siempre la semejanza de su origen.
Fracciones de alguna de esas razas (probablemente la de Jafet) atravezarían talvez la gran isla de la Atlántida (quizá parte de la misma América), cuya existencia en aquellos remotos tiempos, como lo hemos dicho ya, es testificada por numerosos autores antiguos, y de ahí, según opinión de esos mismos autores, pasarían á las playas del Nuevo Continente, estableciéndose allí y repoblando ese Hemisferio.
Posteriormente, con el trascurso de los tiempos, de presumir es, que varias otras inmigraciones se dirigirían al Nuevo Mundo, antes del funesto hundimiento de la Isla Atlántida, cuya fecha exacta no conserva la tradición, si bien Platón da á entender que esa catástrofe aconteció por el año 3163 de la Creación.
Si se tratara de averiguar cuáles serían las causas primordiales de esas inmigraciones en aquellos tiempos lejanos, podrían atribuirse, en parte, y quizá sin equivocarse, á las no interrumpidas guerras que entonces devastaban y diezmaban las diversas nacionalidades del Antiguo Mundo, entre las cuales figuraban ya grandes Estados.
Para que se juzgue cuán fundada puede ser nuestra hipótesis, citaremos algunas de esas numerosas guerras de exterminio, ciertos de que, por su relación, no será aventurado, lo repetimos, colegir que ellas han podido, en parte, influir en las diversas inmigraciones que tanto de Europa, de Africa y de Asia han aportado á las playas americanas, en esas épocas remotas, en busca de un país al abrigo de esas guerras vandálicas que en los Antiguos Continentes causaran la desaparición de tantos reinos é imperios.
El Egipto es la nación civilizada más antigua de la Tierra, pues se remonta á una época en que todos los demás pueblos estaban aún en completa barbarie: era ya floreciente en tiempo de Abraham (2296 años antes de la era cristiana), pues su dinastía de reyes, según Manethon, sacerdote egipcio y autor de la Historia Universal de Egipto (que vivió en el reinado de Ptolomeo Filadelfo, 263 años antes de J. C. y encargado de custodiar los archivos sagrados en el templo de Hierópolis), se remonta al quincuagésimo primer siglo y aún más lejos, siendo, sin disputa, una de las monarquías más antiguas del Mundo, y, con razón, señalados sus habitantes, por algunos egiptólogos, como unos de los primeros pobladores de América.
Los Egipcios tuvieron guerras durante muchos siglos consecutivos. Primero, contra los Hyksos de la Caldea ó reyes pastores, que invadieron ese reino, y contra los cuales[131] lucharon durante ciento cincuenta años, lucha que al fin terminó con la expulsión de los invasores, consumada por el rey de Tebas, Ahmes ó Amosis I, recobrando entonces el Egipto su anterior esplendor. Mas, en la larga lucha contra los Hyksos, los soberanos de Egipto se hicieron conquistadores, pues invadieron sucesivamente la Etiopia, la Escitia, la Tracia, la Siria, la India, la China y el Japón, sosteniendo guerras que duraron el largo espacio de cinco siglos. Años más tarde, lucharon nuevamente los Egipcios contra los Etiopes, que se desbordaron sobre ese reino y se aliaron con Oseas, rey de Judea, para resistir á Salmanazar, rey de Asiria. Por fin, Cambises, rey de Persia, invadió también este reino y lo sometió á su vez á su dominio, hasta que, con la muerte de Cleopatra, cayó bajo la tutela de los Romanos, quienes lo redujeron á provincia de su imperio, en el año 29 antes de J. C.
De suponer es, que en tantos siglos de luchas sostenidas por los Egipcios, algunas colonias huyeran de las devastaciones que aniquilaban su país, dirigiéndose á América, pues, como dice la Historia, ellos fueron muy diestros en la navegación.
La Grecia fué la primera nación en el arte de navegar, (después de los nietos de Noé, por la sucesión de Jafet) pues la navegación de Argos, en tiempo de Fineo, rey de Bitinia, es la más remota de todas las conocidas.
La Grecia sostuvo también, desde tiempo inmemorial, largas guerras y luchas intestinas. La expedición de los Argonautas, que tuvo por objeto defender á la Grecia de las invasiones de los piratas de la Cólquida, en la que tomaron parte Jasón, Castor y Polux, Peleo, Orfeo, Esculapio, Linceo, Tifis, Teseo y Hércules; la sangrienta guerra fratricida de Tebas ó de los Epigones, en la que se manifestó la ferocidad de la época; la famosa guerra de Troya, efectuada con una flota de mil velas y un ejército de cien mil[132] hombres, en la que tomaron parte Ulises, Nestor, Idomeneo, Aquiles, los dos Ayax, Diómedes y Filóctetes, guerra que duró diez años, hasta que Troya cayó en poder de los Griegos y fué reducida á cenizas; la invasión de los Dorios; la guerra Sagrada, llamada así porque se hizo en defensa del templo de Delfos, la que duró diez años, entre Atenienses y Crisos, resultando éstos vencidos; las tres guerras de Mesenia, la primera que alcanzó veinte años, la segunda cuarenta años después, y la tercera dos siglos más tarde, contiendas en las que al fin fueron dominados los Mesenios por los Espartanos, que los obligaron á emigrar á Sicilia; la batalla de Lade, entre Persas y Miletos, en que éstos fueron derrotados; la batalla de Maratón, también contra los Persas, en la que éstos, á su vez, fueron vencidos; las tres famosas guerras Médicas, que duraron treintiseis años, principiando con la expedición de Jerges contra la Grecia, compuesta de un formidable ejército de cinco millones de hombres y una flota de mil doscientas naves, las que terminaron con la batalla de Salamina, en Chipre (479 años antes de J. C.), y destrucción de Atenas; la batalla de la Platea, entre los Persas y los Atenienses y Espartanos, que dió por resultado la segunda destrucción de Atenas; la batalla de las Termópilas y la de Tespias; la guerra del Peloponeso (431 años antes de J. C.), entre Espartanos y Atenienses, que duró veintiseis años, cuyo desenlace fué favorable á los primeros; la expedición á Sicilia y á Siracusa, que fué adversa á los Atenienses; el combate de Micale, en la Asia Menor, entre los Persas y los Griegos y Jonios, alcanzando estos últimos una completa victoria; la batalla de Cunaxa, que terminó con la portentosa retirada del ejército de Jenofonte; la conquista de Bizancio por los Griegos; la expedición de Agesilao, que se apoderó de la Misia, Lidia y Caria, deshaciendo el ejército persa; la batalla de Tegira, en la que fueron vencidos los Espartanos por los Tebanos; las batallas de Delio y Anfípolis, entre Atenienses y Boecios, que terminó con la paz de[133] Nicea; la batalla de Leuctres y la de Arbeles, en que fueron derrotados los Lacedemonios; la victoria de los Atenienses contra los Espartanos en Helesponte; la batalla de Mantinea, en la que murió Epaminondas, entre Tebanos y Espartanos, triunfando los primeros; la batalla de Conorea ó Quenorea, en la que sucumbió la libertad griega; el sitio y toma de Tebas por Alejandro el Grande, en que seis mil griegos fueron pasados á cuchillo, treinta mil vendidos como esclavos y la ciudad arrasada; la expedición á la India llevada á cabo por el mismo Alejandro, en la que tuvo lugar la batalla de los Elefantes entre Atenienses y Macedonios; la guerra de Lamiaca; la invasión de los Galos, que talaron la Macedonia, la Tesalia y entregaron al pillaje la Grecia central; la dominación de los Etolianos; la batalla de Selacia, en la que sucumbió el ejército espartano; la guerra de las dos Ligas, que duró tres años; la batalla de Cinocéfalos, de cuyo resultado la Macedonia fué reducida á provincia romana; y, finalmente, la reducción de la Grecia á provincia romana bajo el nombre de Acaya.
En estas numerosas y no interrumpidas guerras y batallas que Grecia tuvo que sostener durante más de doce siglos, y que por fin terminaron con la nacionalidad de este antiguo Estado, ¿no es de suponer que algunas fracciones de pueblos, agoviados por tantas y tantas calamidades, trataran de buscar albergue en algunas comarcas donde estuvieran al abrigo de esas devastaciones, y que, con tal motivo, arribarían á las playas de América?
La República de Fenicia, aunque reducida en territorio, fué una de las naciones más civilizadas del Asia, atribuyéndosele ser la cuna de las letras, de la escritura y de los libros, pues así lo asevera el poeta latino Anneo Marco Lucano, en el lib. III de su Pharsalia, y el ser también los Fenicios unos de los primeros que emplearon el arte de la navegación y enseñaron á dar batallas navales. Ellos, de[134] cuenta y orden del Faraon Nekohó ó Nechao, traspasaron las columnas de Hércules, que hasta entonces habían sido consideradas como el límite oeste de la Tierra y navegaron á lo largo de la costa africana por su parte occidental, siendo indudable, según opinión de algunos autores antiguos, que conocieron la existencia del archipiélago de Canarias, refiriéndolo así Aristóteles, en su obra Mirabilibus Auscultationibus, lib. II, cap. IV. Séneca, en sus Controversias, opina también que los Fenicios tuvieron algún conocimiento de América, pues dice que "ellos habían conocido unas tierras ignoradas que estaban situadas más allá de lo que fué la Atlántida." Diodoro de Sicilia, en su Bibliotheca Historica, afirma igualmente que "habiendo pasado las columnas de Hércules fueron llevados por furiosas tempestades hacia tierras muy distantes del Océano y que desembarcaron al lado opuesto de Africa, en una isla muy fértil, regada por ríos navegables." Esa pretendida isla pudo ser la América, atenta su situación geográfica con respecto de Africa. Pablo Félix de Cabrera, de Guatemala, se esfuerza en demostrar, fundado en inscripciones geroglíficas mexicanas, que la primera inmigración de Fenicios en América tuvo lugar en la época de la primera guerra Púnica, (266 años antes de J. C.).
Cuanto á las guerras sostenidas por los Fenicios, como cruentas y continuas, al fin diezmaron sus provincias. El rey Elulio sostuvo un sitio de cinco años contra Salmanazar, rey de Asiria, sitio que ningún resultado produjo, porque no pudo el invasor apoderarse de la ciudad marítima de Tiro. Nabucodonosor II, más afortunado que Salmanazar, invadió la Fenicia, atacó á Tiro y la destruyó después de un sitio de trece años. Fué, también, sometida la Fenicia por Ciro, rey de Persia, que la conservó bajo su poder, hasta que Alejandro el Grande, después de la batalla de Iso, la tomó al cabo de un largo sitio, y, como vencedor, hizo crucificar á dos mil de sus habitantes, con implacable fiereza.
¿No es presumible que en ese intérvalo de guerras encarnizadas algunas colonias de Fenicios, huyendo de tantos desastres, arribaran á las playas americanas, tanto más, que, debido al genio emprendedor de este pueblo, había estendido su navegación á las más apartadas regiones, llevando con sus bajeles, sus costumbres, sus instituciones, sus artes, todos sus conocimientos, en fin?
Se supone que 500 años antes de la era cristiana, los Cartagineses invadieron también el continente americano. La República de Cartago, fundada 878 años antes de J. C., fué una de las naciones más adelantadas de la antigüedad, llegando á ser dueña del mar durante más de seis siglos, y por ende, muy temida por su marina, muy poderosa por sus ejércitos, muy opulenta por su riquísimo comercio. Es opinión de varios historiadores antiguos que los Cartagineses en la época de su gran poder en el mar, colonizaron las islas Canarias, de donde es probable pasarían á las Antillas, pues si hemos de dar crédito á la autoridad de Aristóteles, ellos armaron numerosas galeras y navegaron desde las Columnas de Hércules hasta una isla distante de la costa de Berberia, en la que se quedaron, arraigándose. Se supone que la referida isla sea la conocida de Santo Domingo, desde la cual, según otros autores antiguos, pasarían á las de Cuba y algunas más de las Antillas, y de estas islas á la Tierra Firme de América, poblando sucesivamente Nombre de Dios, Panamá y el Perú. Es de presumir que los Cartagineses se hubieran realmente aventurado á atravesar el anchuroso mar que divide el Antiguo Mundo del Nuevo, pues que ellos fueron los iniciadores en armar galeras de vela. La República africana de Cartago, para sostener su autonomía, tuvo que soportar largas luchas. Afortunada en un principio, con reiteradas invasiones completó la conquista de la Sicilia. Mas, no pudiendo los Romanos ver de buen grado el engrandecimiento de los Cartagineses, abrie[136]ron la primera guerra Púnica so pretexto de protejer á los Mamertinos, guerra que duró veintisiete años, terminando con la derrota de los Cartagineses en las islas Eguses. La segunda guerra Púnica (219 años antes de J. C.), fué originada por la ruina de Sagunto, aliada de Roma, poniendo á Roma al borde del abismo. Por fin, la tercera y última, circunscrita al asedio, toma é incendio de Cartago, duró sólo tres años, dando por resultado la reducción de su territorio á provincia romana.
Durante las guerras Púnicas, que fueron para los Cartagineses tan desastrosas, natural es suponer que ellos teniendo conocimiento del Continente americano, (por haber anteriormente arribado á sus playas, cuando esa República se encontraba en su apogeo marítimo), tratarían de refugiarse nuevamente en este hemisferio que les brindaba la paz y quietud desaparecidas de su suelo.
Hay también fundadas probabilidades de que partidas de Hebreos inmigraran á América. Los Hebreos, según sus auténticos textos, fueron víctimas de frecuentes guerras y luchas intestinas, hasta ofrecer al mundo entero el triste espectáculo de su destrucción y servidumbre.
Las largas contiendas que los Hebreos sostuvieron durante dieziseis siglos, desde los tiempos patriarcales hasta la venida de Jesucristo, fueron: la batalla de Rafidin contra los Analecitas, en la que éstos fueron derrotados por Josué; el castigo del pueblo hebreo, ordenado por Moisés, consistente en la inmolación de 23,000 hombres en un día; las tomas de las ciudades de Jericó y Hay por Josué; la batalla de Gaban contra los Cananeos; la batalla de los Madianitas, ganada por Gedeón; el combate contra los Amonitas y Filisteos, tras del cual fueron estos últimos vencidos por Jefthé; la lucha contra Samsón, que produjo 4,000 víctimas; el combate contra los Filisteos, durante el cual quedaron en el campo de batalla 30,000 hombres; el com[137]bate contra los Amonitas, en el que éstos fueron vencidos por Samuel; el combate contra los Idumeos, Moabitas y Amonitas, que terminó con el triunfo de Samuel; el combate contra los Amalecitas, en el que 1,000 combatientes fueron pasados á cuchillo por orden de Saul; el combate entre las fuerzas de David y Goliath, que dió como resultado la muerte de este gigante con sus 10,000 Filisteos; la batalla de Gelboe, en la que fueron derrotados los Israelitas por los Filisteos; la encarnizada guerra civil entre las fuerzas de David y las de Isboseth; la toma de Rabba por el ejército de Joab y Abisai, en la que todos los vencidos murieron en los mayores tormentos; la batalla de Efraim, en la cual fué derrotado Absolón; la guerra contra los Filisteos y Árabes, entrando estos últimos á saco en Jerusalem; el sitio de Jerusalem por Hazael, rey de Siria; la batalla contra los Idumeos, en que éstos fueron derrotados; las batallas libradas por Osías contra los Idumeos, Filisteos, Árabes y Amonitas, que fueron sucesivamente vencidos por este príncipe judío; las batallas libradas contra la Siria, ganada por Tegla-Falasar; las batallas entre las fuerzas de Ezequías y los Filisteos; el sitio de Jerusalem sostenido por Senaquerib, durante el cual murieron 185,000 hombres; las batallas sostenidas por Manasés contra los Asirios; las sangrientas batallas de Majedo, entre las fuerzas de Josías y las del rey de Egipto, Necas, que terminó con la toma de Jerusalem por este último; la segunda toma de Jerusalem por Nabucodonosor II, rey de Babilonia; el sitio de Bethulia; la invasión de la Judea por Holofernes; el sitio de Babilonia por el ejército medo-persa mandado por Ciro; el largo cautiverio de los Judíos; la persecución de los Judíos por Antioco Epifanes, en la que fueron degollados 40,000 Israelitas; la sublevación de los Judíos á órdenes de Mathatías; las guerras entre las tropas de Judas Macabeo y las de los generales Apolonio, Serón, Lisias y otros, que terminaron con las victorias que éste obtuvo sobre los generales sirios Ti[138]moteo y Nicanor; las victorias obtenidas por Jonathás sobre los generales sirios Baquidis y Apolonio; los disturbios promovidos en la Judea por los Fariseos, Saducos y Esenianos; la victoria obtenida por Hircano sobre los Idumeos; la guerra sostenida por Alejandro Janeo con los Egipcios, en la que vencieron éstos; la intervención de los Romanos, que se apoderaron de Jerusalem, pasando los Judíos á la dominación de éstos; el segundo asalto de Jerusalem por las legiones romanas mandadas por Herodes; la toma de Jerusalem por Tito, en la que perecieron 1.300,000 Judíos; y por fin, la sublevación de los Judíos encabezados por Barcoquebas, en la que 500,000 Judíos fueron pasados á cuchillo, y con cuya carniceria terminó la nacionalidad judía, á principios de la era cristiana, esparciéndose por el Mundo los pocos que sobrevivieron á esa massacre.
Cansados los Hebreos de sufrir tantas luchas y del prolongado yugo de los extranjeros que los tenían reducidos á la condición de esclavos, es lógico creer que muchos de ellos se determinaran á abandonar su suelo natal para dirigirse á regiones distantes ó apartadas, siendo probable que una de esas regiones fuera, talvez, el suelo americano.
Además, retrocediendo á época anterior y según el lib. IV de Esdras, las diez tribus que se perdieron en el cautiverio de Salmanazar, rey de Asiria (721 años antes de la era cristiana), "pasaron á una región donde nunca habitó el Género Humano, para guardar siquiera allí su ley, la cual no habían guardado en su tierra; entraron por unas angosturas del río Eufrates y llegaron á la región llamada Arsareth." Gilberto Genebrardo, al interpretar lo dicho por Esdras, opina que Arsareth es la Tartaria y añade: "Como si dijera Esdras, que pasado el río Eufrates vinieron á los desiertos de Tartaria, y de allí hacia la isla de Groenlandia, territorio de América." El P. Maluenda, en su obra De Antiquitates, cap. XXVIII, cree que Arsareth, donde llegaron las diez tribus, es aquel promontorio que está en la[139] última Escitia ó Tartaria, del cual está dividida la América por sólo el Estrecho de Annian. Esta afirmación es apoyada por varios autores antiguos, los que afirman que estas diez tribus vinieron á poblar el Continente americano. Posteriormente, el rabbí Manassés Ben Israel, en su obra La Esperanza de Israel (Amsterdam, 1650), trató también esta materia con alguna extensión, asegurando, que en las cordilleras de la América Meridional vivía un número considerable de indios descendientes de Israelitas. Adair, que vivió cuarenta años entre los indios, observa en su History of the American Nations, pág. 15, que el origen de los indios es israelita, fundándose, principalmente, en los ritos de éstos, que son casi semejantes á los del pueblo hebreo. También Heckewelder, Beltrani, Laet, Moraez, Bealty, Stanhop, Smith y otros autores, en sus respectivas obras, concuerdan en la opinión de ser los indios descendientes de Hebreos. El P. Fr. Juan de Torquemada, en su Monarquía Indiana, tom. I, lib. V, cap. II, y Jorge Jones en su voluminosa obra Identity of the aborigines of America with the people of Tyrus and Israel, se declaran también defensores de esta teoría. Lord Kingsborough, en su extensa obra, en nueve volúmenes, hace igualmente numerosas deducciones para probar la colonización de América por los Hebreos. Además, Gilberto Genebrardo, en el libro I de su Chronologia, pág. 162, refiere que en una de las islas del archipiélago de las Azores, se encontraron sepulcros debajo de tierra, con inscripciones hebreas muy antiguas.
Los autores citados que atribuyen una estirpe hebrea á las razas indianas de América, no están contextos siempre en lo tocante á la venida de los Israelitas al Nuevo Mundo, pues unos opinan que llegaron de Oriente á Occidente, estableciéndose en el centro y sud de este Continente; pero la mayoría es de parecer que atravesaron la Persia, la frontera de la China, y en seguida el estrecho de Annian, en el Continente occidental.
La opinión emitida á este respecto por los autores antiguos y modernos, nos induce á creer que, quizá, parte de los Americanos han procedido de los Hebreos de las diez tribus que se perdieron en el cautiverio de Salmanazar, las que probablemente se dirigirían á la Tartaria y de allí á la Mongolia, pasando en seguida por el reino de Annian, luego por el de Quivirá, poblando por fin México, y sucesivamente Panamá y el Perú.
Hay fundamento para creer que algunas colonias de los Romanos emigraron al Nuevo Mundo, en época anterior á la del Cristianismo. Los Romanos, desde la fundación de su capital (753 años antes de J. C.) hasta la decadencia y término total de su imperio (año 476 de la era cristiano), tuvieron que sostener numerosas sucesivas guerras externas y disturbios internos que diezmaron grandemente sus provincias.
Tanto durante la República, como durante el Imperio, las constantes luchas en que los Romanos estuvieron empeñados, dieron por resultado la conquista de casi todo el Mundo conocido por los antiguos: la España, la Galia, la Italia, la Bretaña, los países del Danubio y los situados sobre el mar Egeo y el mar Negro, como también la Asia Menor y la Siria, é igualmente el Egipto, la Libia, la Numidia y la Mauritania. Todas estas naciones cayeron sucesivamente bajo el dominio de los Romanos.
Durante la República, que abraza un período de cerca de cinco siglos, que puede calificarse de "época de las conquistas," los Romanos, cual ningún otro pueblo, lucharon temeraria y heróicamente en sinnúmero de guerras y batallas, obteniendo siempre la victoria sobre las huestes enemigas. Las principales de estas acciones militares fueron: las guerras contra los Tarquinos, Veyenses, Equos, Volscos, Samnitas y Latinos; la contra Pirro; las tres llamadas Púnicas; la contra los Cartagineses; las contra Filipo III[141] de Macedonia y Antioco III, de Siria; las de Yugurta y Marsica; la contra Mario, Sila, Mitridates y Sertorio; las de los Esclavos y contra los Piratas; la conspiración de Catilina; la conquista de las Galias, por César, que duró diez años y en la que el vencedor tomó ochocientes ciudades, sometió trescientos pueblos, derrotó 3.000,000 de enemigos y mató 1.000,000 en los campos de batalla; las guerras contra Pompeyo y los Triumviros; las batallas de Regila, de Filipo y de Accio; las invasiones de los Galos, Cimbos y Teutones; la conquista de la Macedonia y Grecia; y, por fin, la sumisión de España. En todos estos hechos de armas los Romanos desplegaron un valor extraordinario.
Durante el Imperio, que abarca un espacio de tiempo de cerca de cuatro siglos, las legiones romanas se hicieron igualmente notables por su pericia y valor en los combates. Las principales acciones militares que tuvieron lugar en ese período, fueron: la invasión de los Partos, que terminó con la destrucción de Seleucia, donde fueron degollados 300,000 habitantes; la sublevación de España; la batalla de Vedriac y la de Cremona; la sublevación de los Batavos; la guerra de exterminio de la Judea, en la que fué destruida Jerusalem (cumpliéndose la profecía de Jesucristo) y en la que murieron 1.500,000 israelitas; las luchas contra los Bretones y los Dacios; las tomas de Babilonia, Seleucia y Ctesifonte; la reducción de Armenia, Asiria y Mesopotamia; el sometimiento de la Arabia; la guerra contra los Marcomanes; las acciones contra Cizico, Nizzea é Iso; la guerra contra los Persas y la contra los Francos; las batallas de Verona y contra los bárbaros Godos y Alemanes; las revueltas de los Treinta Tiranos; la batalla de Naiso y la de Edesa; las luchas repetidas contra los Batavos, Alemanes, Moros y Persas, vencidos por Dioclesiano; la batalla de Andrinópolis, la de Calcedonia, la de Mursa y la de Aquilea; la guerra contra los Visigodos; las invasiones de los Ostrogodos, Pictos, Ecotos, Vándalos, Borgoñones, Suecos y[142] Alanos; la terrible invasión de los Hunos; la toma y saqueo de Roma; la nueva guerra civil, en la que Roma fué saqueada por tercera vez, y, por fin, la caída y disolución del gran Imperio Romano.
Reconociéndose en los Romanos arraigadas tendencias á las conquistas y un genio aguerrido, sacado de las luchas y los combates, quizá al tener conocimiento de la existencia del Continente americano, se aventurarían algunas colonias á atravesar los mares en busca de ese Nuevo Mundo. Y aunque algunos autores, entre ellos Lucas Marineo en su obra Rerum Hispanorum, lib. XIX, cap. XVI, afirma que los Romanos poblaron las Indias, fundándose en que los moradores de la Isla Atlántida les habían dado las noticias de este nuevo país, aquello debe considerarse como una quimera, porque dado el caso de que esa isla hubiera realmente existido, su desaparición habría tenido lugar muchos siglos antes de la época de los Romanos. Algunos otros historiadores, que alegan que los Romanos poblaron algunos territorios de América, dicen que en la época del mayor apogeo del Imperio Romano, tuvieron noticia de la existencia del Nuevo Mundo y que poblaron sucesivamente las islas de Barlovento, Tierra Firme, México, Perú y algunas otras comarcas.
Réstanos indicar las batallas ó acciones bélicas habidas en otras nacionalidades de segundo orden, cuya política no dejó de influir grandemente, en épocas remotas, en los destinos del Antiguo Mundo.
La Asiria soportó los siguientes flagelos: la invasión de los Arabes, cuya dominación duró tres siglos; las conquistas de la Armenia y la Media, hasta la Bactriana, llevada á cabo por Nino ó Ninus con su ejército de 2.000,000 de hombres; la expedición de la India por Semiramis (2034 años antes de J. C.), al frente de 3.000,000 de soldados, con éxito[143] adverso para esta emperatriz; la sublevación y combates de los Sátrapas; las conquistas de la Siria, Israel y Judá, las de Chipre, Armenia y parte de la Media por Sargónidas; la invasión de Egipto por Sennacherib; la toma de Nínive, y, en seguida, la de Babilonia; la conquista de la Fenicia, Siria y Judá, por Nabucodonosor; el combate contra los Medos; y el sitio y toma de Babilonia, por los Persas.
Citaremos otros grupos de acciones de armas:
La larga guerra á que tuvo que hacer frente la Lidia contra las colonias griegas del Asia Menor, apoderándose, á la postre, de Colofonte y de la Troade; la invasión de los Cimerianos; la conquista de Esmirna y la de Efeso, por Creso; la invasión de Ciro, rey de Persia, que terminó con la derrota de Timbrea y el reyno de la Lidia.
La sublevación de los Medos, que la Media sostuvo para sacudirse de la dominación de Nínive; la conquista de la Persia; el combate contra los Asirios, en que éstos quedaron vencedores, pero, á su vez, fueron vencidos por los Medos en otra batalla posterior; el sitio de Nínive é invasión de los Escitas; la toma de Nínive y el combate contra los Lidios.
La Siria tuvo también que sostener luchas en defensa de su integridad, como: el combate contra los Hebreos, que salieron vencidos; las victorias obtenidas por las tropas de Ben-Abad I y Ben-Abad II; la derrota de Ben-Abad III, que perdió las conquistas de sus antecesores; la toma de Damasco, por el rey de Asiria Teglath Falusar; el yugo de los Babilonios, Medos y Persas, que sufrió la Siria; y, últimamente, el yugo de Alejandro, que terminó con la autonomía de la Siria.
En fin, la Tartaria tuvo también sus días de gloria, pues sometió una parte de la Europa y de la Asia Menor, domi[144]nando unos y otros territorios durante veinte años; asímismo sostuvo luchas contra los conquistadores Ciro, Dario y Alejandro, sin que éstos lograran someterla.
Por las anteriores relaciones de las innumerables guerras y batallas de exterminio que diezmaron y arruinaron los diversos imperios y reinos del Antiguo Mundo, y ocasionaron también la pérdida de la autonomía de algunos de ellos, hemos tratado de probar, á nuestro entender, que las inmigraciones venidas á América de los antiguos Continentes, después de la catástrofe del Diluvio Universal, fueron: de Asia, las de los Chinos, Mongoles y Hebreos; de Africa, las de los Egipcios, Fenicios y Cartagineses; y de Europa, las de los Griegos y Romanos; razas que algunos historiadores suponen ser los progenitores de los Indios americanos. Pero estas suposiciones no pasan de conjeturas, ciertas ó dudosas, fundadas ó aventuradas, porque el asunto permanece aún obscuro, apesar de haber sido tratado por muchos hombres científicos desde hace más de cuatro siglos—tiempo trascurrido desde el descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón—sin que hasta ahora se haya llegado á pronunciar la última, definitiva palabra.
Emitiremos, en seguida, algunas otras apreciaciones.
No hay duda que las grandes diferencias que presentan las diversas agrupaciones indígenas, son el resultado de numerosos y diversos cruzamientos. La existencia en muchas partes de América, de ruinas que denuncian una civilización avanzada, y que los Indios que habitan este Continente no tienen ningún recuerdo, es prueba bastante para testificar que hombres civilizados se introdujeron en América desde tiempo inmemorial, encontrando aquí una ó varias razas menos aptas á la civilización, las que en parte sometieron á su poder y se mezclaron con ellas.
Si se trata de averiguar á cuál raza pertenecían aquellos hombres civilizados, bien se puede conocer que los Indios de América se acercan más, en general, á la raza amarilla que á la blanca y la negra; á lo menos, esta es la opinión de Topinard, que en su Antropología observa que "el Americano tiene en su conjunto muchos puntos de contacto con el tipo de la raza amarilla, relativo á caracteres de primer orden." Sin embargo, la forma de los Indios del nordeste, sus ritos, ceremonias, costumbres y otras particularidades, han hecho suponer también que entre sus antepasados contaban hombres blancos; suposición que parece tanto más admisible, por haberse probado que los Escandinavos (sin remontarnos á épocas más lejanas), tuvieron relaciones con la América del Norte desde el siglo X de la era cristiana.
Debemos recordar, á este respecto, la debatida cuestión iniciada por algunos etnógrafos y antropólogos, tocante á que, según pretenden, los primitivos habitantes de América habían pertenecido á la raza blanca. Si frente á este supuesto presentamos la tradición que prevalece entre los Indios del sud de Colorado, de Nuevo México y Arizona, no hay duda que una raza antiquísima de hombres blancos, superiores á ellos, habrían sido sus antepasados[74]. Dicha tra[146]dición—para mejor explicarla—se relaciona con el hecho siguiente: Un cazador llamado John Teix, de Nuevo México, ha descubierto últimamente, en la cueva de un barranco de Río Grande del Norte, cerca de las llanuras de San Agustín, en el Condado de Socorro, la momia de un hombre de muchos siglos de existencia, perteneciente á la raza blanca: excabando el suelo de dicha cueva, encontró un lecho de cemento; perforando aquel, halló una capa de huesos humanos, trozos de armas y utensilios de una época remotísima; debajo de esta capa halló otro lecho de cemento; luego otro estrato de residuos heterogéneos; en fin, una tercera capa de cemento; debajo de ésta, protejida por una obra de alfarería, una momia sentada, de raza blanca, de más de seis pies de estatura, de pelo rojo y abundante, envuelta en tres mantas y con los brazos cruzados sobre el pecho. En vista de este hallazgo, ¿sería verdaderamente fundada la existencia de una raza blanca aborígene de las comarcas de América y probatoria de que los Españoles de los siglos XV y XVI encontraron éstas ya pobladas de habitantes de raza roja?
Pero esto, se objetará, es un caso aislado que si permite suponer que en tiempos remotos existiera en América una raza de hombres superiores en casta é inteligencia, ello no prueba plenamente que los primitivos pobladores de este Continente pertenecieran á la raza blanca.
Empero, el sabio barón Alejandro de Humboldt opina que, en tiempos lejanos, los pobladores de toda la América fueron de raza blanca, y á este respecto dice: "Hombres[147] blancos, barbudos y de mejor complexión que los naturales de Anahuac, Cundinamarca y Cuzco, aparecidos sin ninguna indicación del lugar de su nacimiento, no pudieron menos de ser sacerdotes, legisladores, amigos de la paz y de las artes, y de operar un cambio repentino en la política del país, por cuyo poderoso motivo los recibieron con veneración. Así, Quetzaltoal, Bochica y Manco-Cápacc son los sagrados nombres de estos misteriosos sacerdotes."
Admitiendo ahora la opinión emitida por otros etnógrafos tocante á la raza roja originaria de América, habría que convenir en que ella fuera descendiente de alguna raza prehistórica perteneciente á una ó varias razas inferiores y diferentes de aquellas que existen ahora en las demás partes de la Tierra, cuyos tipos, á su vez, habrían tenido, también, gran tendencia á modificarse con el contacto de otras razas superiores.
Ambas hipótesis son admisibles, pero es lo cierto, que sólo descansan sobre conjeturas, como se ve, meramente probables y de ninguna manera evidentes ni efectivas, porque no existe fuente de información que acredite la realidad de esos hechos, los cuales, por lo demás, se pierden en la obscuridad de los tiempos lejanos en que se supone ocurrieron.
Cuanto á la dificultad de inquirir las épocas fijas en que las diversas inmigraciones llegaron al Continente americano, la generalidad de los etnógrafos juzgan, como se ha dicho, que fué habitado desde remota antigüedad. Si suponemos que los pueblos del Asia Menor, que es la cuna del Género Humano, fueron los primeros que las playas del Nuevo Mundo pisaron, su contacto con este Continente pudo haber tenido lugar durante la época Cuaternaria, porque la identidad de las hachas y otros utensilios de piedra tosca y pulimentada encontrados en ambos Mundos, induce á[148] creer que la inmigración principal del Asia Menor se produjo en la época anterior al Período Neolítico. Y al atenernos á los historiadores antiguos, los pueblos del Asia Mayor ó del Extremo Oriente habían aportado á las playas americanas siete siglos después que los del Asia Menor. Ambas hipótesis, de suyo problemáticas, admiten únicamente que los aborígenes americanos fueron encastados con razas diversas, venidas, primero, de Asia, y después, de Europa y de África.
Respecto de la otra dificultad, de inquirir también por dónde pasaron los primeros pobladores de América, varios autores presumen que por dos grandes caminos. Si admitimos con Gomara y otros historiadores, que en tiempos remotos hubo comunicación por tierra unida entre la Africa ó la Europa y la América, mediante la Atlántida, sería indudable que por esa ruta vinieran al que es hoy el Nuevo Continente, en primer lugar, los Egipcios, Fenicios y Cartagineses (de Africa), y también los Griegos (de Europa).
Cuanto á los pueblos asiáticos, tales como los Hebreos, Chinos, Mongoles y demás, últimamente ha surgido una nueva hipótesis sobre la base de una expedición de sabios ingleses, que salió de Inglaterra á fines del año 1911, con el objeto de estudiar el problema de los gigantescos restos prehistóricos de la Isla de Pascuas; expedición que, á su vez, ha planteado la fórmula de ser esa Isla el último pináculo de un continente sumergido, que ocupaba la mayor parte del que es hoy Océano Pacífico, y que unía, talvez, la Asia con la América[75]. Admitiendo esa nueva hipótesis[149] que no pasa de una presunción problemática, factible sería que por esa misma ruta, ó por la del corto estrecho de Annian, ó también por la cadena de las islas Aleutianas, hubieran podido esos pueblos asiáticos arribar á las playas de América.
Estas son las grandes rutas que se consideran más probables para haber servido de curso á aquellas primeras expediciones que el suelo americano poblaron. No obstante, para aclarar en lo posible este punto, vamos á exponer las opiniones que al respecto opinan algunos otros publicistas.
Citaremos entre éstos, primero, á Hugo de Grocio, que en su obra titulada Disertatio de Origine gentium Americanarum, asienta: "los primeros habitantes (post-diluvianos) de la América Septentrional han venido de Noruega; los de Yucatán, de la Etiopia; los del Perú, de la India y de la China; y aquellos que son más al sud hasta el Estrecho de Magallanes, han venido del oriente por las tierras australes." Y agrega: "Es un hecho evidente, que tanto de Europa por la Groenlandia, cuanto de Asia por algún estrecho de poca extensión, se ha podido pasar á América: también se ha podido pasar á este Continente por el Estrecho de Magallanes, que sólo tiene dos ó tres leguas de largo, ó por el de Le Maire, más al Sud, suponiendo que esa tierra austral haya sido habitada."
El Dr. Pickering, en su obra Races of Men, pág. 299, observa que "existen dos vías por las cuales los inmigrantes á las Indias Occidentales ganaron los confines del Océa[150]no Pacífico: la una es por la Micronesia (una de las cuatro grandes divisiones de la Oceanía, entre la Polinesia al este, la Melanesia al sud y la Malesia al oeste; sus principales grupos ó archipiélagos son las Marianas, las Carolinas, Marshal y Gilbert); la otra es por los archipiélagos de la Papuasia (ó Nueva Guinea, grupo de dos grandes islas de la Oceanía, en la Melanesia, al norte de la Australia)."
El Dr. Hyde Clarke, en su obra Researches in prehistoric and protohistoric comparative philology, in connection with the origin of culture in America, pág. 41, opina que "en atención á las condiciones geográficas, es probable que los inmigrantes á las Indias Occidentales hayan tomado dos rutas: la una, por las corrientes y las islas del norte; la otra, por las corrientes y las islas del sud." En otro lugar, pág. 19, opina el mismo autor: "Se puede colegir que las primeras inmigraciones (las de las razas Caribes) han pasado por el Estrecho de Berhing, y las últimas (las de la raza Súmera) han pasado por el Pacífico y la isla de Pascuas." Más adelante, págs. 19-20, intenta establecer, por aproximación, la cronología de las inmigraciones á América, diciendo: "Hace tres mil años que la raza Súmera chocó en Asia contra la raza Semítica; sietecientos años más tarde este choque habría tenido lugar contra la raza Ariana...... Si el establecimiento de los Súmeros en Babilonia remonta á cuatro mil años (véase la cronología de la Biblia por Bunsen)[76], su establecimiento en la India habría sido en esa[151] misma época, en el supuesto de que las dos inmigraciones hayan tenido un mismo punto de partida en el Alto Asia, lo que parece indicar la división en Súmero oriental y en Súmero occidental. La ocupación de Indo-China tuvo lugar en seguida, luego la de Java y la de las islas."
El hecho probable, á juicio de los diversos autores ya citados, es que se debe admitir, en atención á las divergencias lingüísticas, que América ha sido poblada desde una época antiquísima, suponiendo que el contacto de la Asia con este Continente, debió tener lugar durante la época del progreso humano caracterizado por el empleo del bronce, á la vez que la ignorancia del uso del hierro. De la identidad de los utensilios de piedra pulida encontrados en ambas secciones del Continente americano, se puede inferir que la inmigración principal se produjo en la época en que la Asia no había aún sobrepasado el Período Neolítico. De allí, que esos autores resumen su opinión con las siguientes conclusiones: 1a Los Americanos, á excepción de las razas esquimal y mongólica, habitaron el Nuevo Mundo durante un lapso bastante largo para cimentar allí varias lenguas y[152] una civilización particular. 2a Por intérvalos de tiempo, nuevos inmigrantes vinieron de Asia, probablemente por mar, trayendo consigo el conocimiento de las artes y ciencias que constituían la civilización de los pueblos de aquella parte del Mundo. 3a No hay prueba alguna que las tres civilizaciones de México, Centro América y Perú se hubieran puesto en contacto con la civilización del Mundo Antiguo, con posterioridad á la Edad de Bronce. Y 4a La corriente de las inmigraciones se dirigió generalmente de la Asia á la América, y en esta última parte la marcha de las tribus se efectuó, las más veces, del norte al sud.
Estas conclusiones nos traen nuevamente á la teoría que venimos sustentando, de que los primitivos habitantes de América son de raza autóctona.
Bastando al respecto las opiniones de los autores citados anteriormente, réstanos agregar, que estamos en vísperas de importantes descubrimientos en el campo de la arqueología americana, pues los científicos trabajos iniciados ya en este sentido por los sabios exploradores Humboldt, Waldeck, Brasseur de Bourbourg, Stephens, Wilson, Schoolcraft, Bollaert, Bingham y otros, no han sido estériles; ni las investigaciones filológicas de los lingüistas Latham, Gallatin y Clark, tampoco han sido infructuosas.
Haciendo, ahora, abstracción de los juicios asentados sobre los primeros habitantes postdiluvianos de América, nos concretaremos á escudriñar los hechos que son más fundados y apoyados en documentos fehacientes.
De las remotas edades prehistóricas y de aquellas que siguieron á éstas hasta cerca de la Era Cristiana, no existe, como lo hemos dicho ya, ninguna fuente de información sobre los primeros habitantes del Continente americano, pues cuanto han supuesto los escritores á este respecto, no pasa[153] de ser meras conjeturas: la historia de esas épocas se ha perdido con el trascurso de los siglos, y todo queda envuelto en la obscuridad y el misterio insondable del tiempo.
El hecho más antiguo que encontramos sobre la llegada de hombres del Viejo Mundo al Continente del Nuevo, data de cuatro siglos antes de la era cristiana. Ultimamente, á principios del siglo XIX, un labriego del pueblo de Dolores, situado á dos leguas de la ciudad de Montevideo, hizo, de un modo casual, un descubrimiento de objetos antiguos de la época del conquistador Alejandro el Magno, rey de Macedonia: efectuando una excavación para trasplantar un arbusto, encontró una piedra sepulcral con inscripciones desconocidas para él, y al alzar esa piedra, vió que ella cubría una bóveda de ladrillos que contenía dos espadas, un casco y un broquel muy oxidados, y también una gran ánfora. Tratando de descifrar la inscripción incompleta de esta piedra y los vestigios que ella cubría, un sabio llegó á leer las siguientes palabras: Alejandro, hijo de Filipo, fué rey de Macedonia, allá en la sexagésima olimpiada de Ptolomeo...... (falta lo que sigue). Sobre los puños de las espadas se hallaba grabado un retrato al parecer de Alejandro, y sobre el casco se veía cincelado á Aquiles arrastrando el cadáver de Héctor, al rededor de los muros de Troya. ¿Débese conjeturar de allí, que algunos contemporáneos de Aristóteles ó de Arquímedes hubieran hollado el suelo que es hoy del Uruguay? En este caso, algunos súbditos de Ptolomeo-Sóter ó de su hijo Ptolomeo-Filadelfo habrían sido llevados, por una tempestad, al medio del Océano y arrojados sobre las costas uruguayas. Admitiendo esta conjetura, sería probable que hubieran sido súbditos de Ptolomeo-Filadelfo, porque el padre de éste empleó sus navíos en la conquista de la Asia Menor, la Grecia, la Fenicia y las islas de Chipre y Salamina, mientras que Ptolomeo-Filadelfo las ocupó en hacer viajes de descubrimientos, siendo posible que[154] en una de esas correrías marítimas algunos bajeles fueran arrastrados á playas desconocidas entonces.
Casi en la misma época (siglo IV antes de la era vulgar ó durante la República Romana), parece que una expedición arribó á las playas de América, pues, como lo hemos dicho antes, en las ruinas de Petén, en Centro América, se encontró ahora años, monedas del tiempo de los Romanos y herraduras de caballos de mayor alzada que los comunes, objetos que se hallan depositados en el Museo de Guatemala.
Marineo, en su obra Rerum Hispanorum, lib. XXIX, cap. XXVI, refiere que "en cierta parte de Tierra Firme de América, donde era Obispo Fr. Juan Quevedo, de la Orden de San Francisco, hallaron unos hombres mineros, estando cabando y desmontando una mina de oro, una moneda con la imagen y nombre de César Augusto (que gobernó el Imperio Romano un siglo antes de la era vulgar), la cual, habiendo venido á manos de D. Juan Rufo, Arzobispo consentino, la envió como cosa admirable al Sumo Pontífice."
El P. Fr. Gregorio García, en su obra ya citada, pág. 174, en apoyo de lo referido por Marineo, dice también que "en la Imperial, ciudad del reino de Chile, se hallaron medallas con águilas de dos cabezas, timbre del Imperio Romano, las cuales fueron siempre insignias que usaron en sus ejércitos, y por ellas se entendían sus legiones, y se llamaban triunfadoras, cifrando en su nombre el poder y la gloria del Imperio."
Si estos objetos, que datan unos de la época de Alejandro y otros de la de César, han sido encontrados, los primeros en un extremo, y los segundos en otro extremo de la América española, quizá podría colegirse que este territorio hubiera sido ocupado por los Griegos y los Romanos, durante más de dos siglos, ó sea, desde el reinado de Alejandro (300 años antes de la era cristiana) hasta el de César (100 años antes de la misma era). Y también podríase in[155]ferir, talvez, que esos Griegos y Romanos fueron los hombres de raza blanca que algunos etnógrafos suponen hayan sido los primeros habitadores de América.
Avanzando algunos siglos, ó sea, á fines del V de la era cristiana, una inmigración de Mongoles atravesó el Pacífico, desbordándose sobre las playas de México: este hecho no sólo se ha trasmitido por tradiciones populares, sino que se ha confirmado últimamente, como lo hemos dicho antes, con motivo de la guerra que la China sostuvo en 1900 contra los aliados Europeos, pues al ocupar estos últimos la capital de Pekin, descubrieron en los antiguos archivos de aquella capital, documentos que comprueban, con toda evidencia, que los Mongoles desembarcaron en el Continente americano en el año 499, es decir, 993 años antes que Colón. En dichos documentos se asevera que "cruzaron el Pacífico y desembarcaron en las playas de México, en la parte opuesta á Yucatán, y allí levantaron templos." Y este hecho parece algo verosímil, si se toma en cuenta que, hace tiempo, se encontró en las ruinas de los templos descubiertos en el Estado de Sonora, en la costa del Pacífico, una piedra, con caracteres chinos, que indican que los Mongoles habían visitado el Continente hacía muchísimos años.
Parece también evidente que en el siglo VI, según tradición de aquella época, los Hileriones, Gutos, Siuones y Sitones, piratas escandinavos de la gran isla situada al norte de Europa, cruzaron el Atlántico y desembarcaron en las playas septentrionales del Hemisferio Americano (hoy Estados Unidos de la América del Norte), quedándose algunos allí y cruzando otros todo aquel territorio hasta llegar á la meseta de Anahuac: estos últimos se establecieron en esa comarca, uniéndose con los Mongoles, y formándose de la mezcla de ambas razas, las aguerridas tribus conocidas con los nombres de Toltecos, Chichimecos, Nualtecas y Aztecas.
El historiador sueco, Mr. Folsom, encontró en algunas rocas situadas en el distrito de Assonett, cerca del río Taun[156]tón, en el Estado de Massachussets, algunas inscripciones trazadas con caracteres escandinavos (rúnicos), conteniendo los nombres de guerreros Islandeses y Noruegos que habían formado su campamento en esa región; pero aunque estas inscripciones no llevan fecha alguna, la forma de sus caracteres prueba incontestablemente, según lo asevera Mr. Folsom, que ellos remontan á una época que aproximadamente se puede referir al siglo X. Mr. Folsom, para esclarecer esta cuestión, fué á Islandia, donde obtuvo varios manuscritos del dicho siglo, en los que constaba que dos navegantes Islandeses, Bjarne Herjulfson y Leif Erickson, habían sido unos de los primeros descubridores de América, á fines de ese siglo, el primero, y á principios del siglo XI, el segundo, manuscritos que encierran una descripción de los dos cabos llamados Cod y Santa Marta, conocidos hoy por Nueva-Bretaña y Nueva-Escosia, y de algunas otras islas de la bahía de Narraganssett, en las que estos navegantes y compañeros de viaje habían residido cerca de tres años. Empero, Mr. Folsom no se dió por satisfecho y quiso constatar la existencia de las antiguas relaciones entre el Nuevo Mundo y el Antiguo, y se dirigió á América. Allí encontró, como se ha dicho, sobre rocas del distrito de Assonett, las inscripciones trazadas con caracteres escandinavos á que hemos hecho referencia.
Posteriormente, según antiguos manuscritos escandinavos dejados en el siglo XII por el Obispo islandés Thorlak Runolfson[77], sobre los primeros viajes de los Escandinavos al Continente americano, y encontrados en Copenhague, en 1838, por Carlos Christian Rafn, Secretario de la Sociedad de Anticuarios de esa ciudad, y descritos por él en los Antiquitates Americanæ, los Suecos, los Noruegos y los[157] Dinamarqueses, que son los que siempre se han distinguido por la audacia de sus excursiones marítimas, emprendieron viajes á la América en el trascurso de los siglos IX, X, XI y XII, y cita los siguientes:
1o El de Gunnbjoern, que el año 876 descubrió la Groenlandia (más de 600 años antes que Cristóbal Colón descubriera la América), vasta comarca de la América Septentrional, situada á los 74° de latitud norte y entre los 14° y 74° de longitud oeste[78], ignorándose, entonces, que formara parte del Nuevo Mundo.
2o El del Islandés Schnaebjorngalti, que desde el año 970 al de 980 permaneció en Groenlandia.
3o El de Eirickhinn Raudi (Erick el Rojo), descendiente de una noble estirpe de Islandia, (que fué desterrado por tres años de su patria á causa de un homicidio), decidió, en el año 982 ó 983, establecerse en Groenlandia, que había divisado Gunnbjoern, y en cuyo territorio encontró viviendas, restos de embarcaciones y herramientas de pedernal, lo que prueba que esos lugares habían sido habitados desde más de cien años antes. Erick el Rojo volvió á Islandia cumplidos los tres años de su condena, pero en 986 regresó á Groenlandia con 35 buques, de los cuales sólo 14 llegaron á aquel país, pues de los demás, unos se fueron á pique y[158] otros, regresaron á las costas islándicas. Erick el Rojo fijó definitivamente su residencia en Brattalid del Ericsfiord, fundando allí colonias islandesas que aumentaban por modo notable y estableciendo el cristianismo: en 999 llegó á sus playas el primer misionero procedente de Islandia, conducido por Leif, hijo de Erick. Entre las muchas personas que acompañaban á Erick el Rojo, en ese segundo viaje, iba Heriulf, (bisnieto de Ingolf, primer colono de Islandia) quien se estableció en Heriulfsnes, parte meridional de la Groenlandia, donde lo alcanzó su hijo Biarne, después de una navegación llena de penalidades y zozobras.
4o El de Are Marsen de Reykjanes, que en el año 983 llegó también á Groenlandia, estableciéndose con sus compañeros en una comarca que denominaron Huitramannaland y que se extendía á lo largo de la bahía de Chesapeak hasta más allá de la Carolina; permaneciendo en tal comarca, porque los Esquimales, vecinos de ella, les impidieron el regreso á su patria. Este hecho ha sido conservado por tradiciones entre los mismos Esquimales, que á la tierra de Huitramannaland llamaban «país de hombres blancos,» por el vestido que éstos llevaban, infiriendo, con su criterio razonable, que, por sus procesiones, cantos, estandartes, pertenecían á una comunidad católica.[79]
5o El de Bjarne Herjulfson, que en el año 986 (el mismo año que Erick el Rojo emprendió su segundo viaje á Groenlandia) descubrió los territorios conocidos actual[159]mente por Nueva Bretaña, Nueva Escocia y Nueva Finlandia ó Terranova[80].
6o El de Bjoern Asbrandson, que en el año 999 llegó, asímismo, á Groenlandia, á consecuencia de un violento huracán que le hizo perder el rumbo de su navegación, arrojándolo á una costa desconocida para él, y cuyos indígenas lo prendieron inmediatamente al desembarcar; acudiendo luego una procesión de hombres vestidos de blanco, precedidos de un estandarte y dirigidos por un venerable anciano á caballo, el que, dirigiéndole la palabra en lengua islandesa, le preguntó quién era y de dónde venía; y contestándole Bjoern Asbrandson ser natural de Islandia, el anciano dióles libertad, á él y á sus compañeros, no sin aconsejarles que se alejaran, cuanto antes, de tan inhospitalario país. El sitio donde Bjoern Asbrandson desembarcó, no fué otro que Huitramannaland, y los hombres blancos, Are Marsen de Reykjanes y sus compañeros, que diezisiete años antes se vieron obligados por los Esquimales á permanecer en la expresada comarca.
7o El de Leif Erickson[81], hijo mayor de Erick el Rojo, que en el año 1000 realizó un viaje de Groenlandia hasta una costa que denominó Helluland (conocida hoy por New-Foundland); después siguió navegando al medio día y arribó á otra costa que nombró Markland (actualmente New-Scotland, New-Brunswich y Canadá); en seguida llegó á un litoral muy ameno, entre el Cabo-Sable y Cabo-Code, al que dió el nombre de Vinland, por haber hallado en él uvas silvestres en abundancia[82].
8o El de Thornwald Erickson, hermano del anterior, que en el año 1002 estableció su residencia en Massachussets; pero en 1004 expedicionó hacia el Cabo Pedregoso, donde fué herido, en el sobaco, de un flechazo que le asestara uno de los indígenas de ese lugar, de cuya herida murió al poco tiempo, siendo enterrado en un lugar llamado hoy Garnet-Point, del cual se le desenterró hace unos cuarenta y tantos años, vestido aún con su armadura. Pocos instantes antes de morir, había encargado que se le enterrase en su residencia de Massachussets, y se le pusieran cruces en la cabecera y á los pies de su sepulcro, órdenes que fueron cumplidas por sus compañeros.
9o El de Thornstein Erickson, tercer hijo de Erick el Rojo, que en 1006 expedicionó desde Groenlandia á las costas de Nueva-Inglaterra y Nueva-Escocia. Su barco iba equipado con 25 hombres y llevó consigo á su mujer Gudrida. Al poco tiempo murió en su establecimiento de Lysufiord, al oeste de Groenlandia, por lo cual en la primavera próxima, su mujer regresó á Ericsfiord.
10o El de los ricos Groenlandeses Thorsfrin Karlsefné y Suorré Thornbrandson, que en 1007 armaron una flota de tres buques tripulados por 160 hombres, y haciéndose á la vela con rumbo á la costa norte-americana, tocaron primero en la isla de Marthas Vineyard, para dirigirse de allí á Mount-Hope-Bay, donde permanecieron durante dos inviernos. Su exploración á aquellas comarcas duró cuatro años, regresando á Groenlandia en 1611.
11o El de los hermanos Helge y Finnboge, que en 1012 abordaron las costas de Massachussets, pasando en ellas el invierno.
12o El de Gudleif Gudlengsen, quien en 1029, después de una navegación de muchos días, desembarcó en las costas de Finlandia, en las cuales encontró á sus compatriotas Are Marsen Reykjanes.
13o El de un sacerdote islandés llamado John, que en 1059 se trasladó de Islandia á Terranova con el objeto de predicar allí la fe cristiana; pero al poco tiempo murió á manos de los indígenas del lugar.
14o Los de varias otras expediciones groenlandesas que se efectuaron entre los años 1060 á 1121, y que se establecieron en las costas meridionales de Connecticut, New-York, New-Jersey y Delaware.
15o Y, por fin, el del Obispo de Groenlandia, Erick Gnupron, que en 1121 hizo una visita pastoral por aquellos países en que estaban establecidas diversas colonias de Groenlandeses.
A más de estos viajes auténticos de los Escandinavos, hay tradición de que algunos otros se efectuaron en aquellos tiempos, no pudiendo garantizar la autenticidad de ellos, por no existir comprobantes en apoyo de esas expediciones marítimas.
En antiguos manuscritos que se conservan en las abadías de Conway y Strat-Flur, consta también que en el año 1170 el sueco Gwynedd, príncipe de Madave ó Madoc, salió del puerto de Abergwilly y se hizo á la már, navegando en dirección al oeste, hasta llegar á una comarca que se supone ser la Florida ó la Virginia: dejó allí ciento y veinte colonos, y regresando á su país, vituperó la conducta de sus hermanos y sobrinos que se disputaban una tierra pobre y árida, cuando existia una región tan extensa y tan fértil sin habitantes. Pero, por ese tiempo invadió la peste negra los países escandinavos, siendo, según se dice, tales sus estragos, que la población de esos países, calculada en doce millones de habitantes, se redujo á tres millones. Calamidad tan horrible puso naturalmente término á la vida aventu[162]rera de una parte de los navegantes de esas naciones y no volvieron á intentarse descubrimientos marítimos.
Es evidente que desde el siglo IX en que los Escandinavos descubrieron la Groenlandia, formaron allí extensas colonias, cuyos habitantes pasaban con frecuencia al Continente europeo, llevando toda clase de mercaderías, principalmente maderas y pieles. Esas colonias llegaron á contar en el siglo XIV como doscientas poblaciones con iglesias y una catedral, y la grey católica estaba gobernada por diezisiete Obispos, cuyos nombres y fundaciones se encuentran en documentos auténticos.
En el trascurso de los siglos XIII y XIV sólo efectúose por los Escandinavos y otros, uno que otro viaje marítimo á las costas septentrionales del Continente americano, y, por consiguiente, á principios del siglo XV quedó casi completamente interrumpido el tráfico entre estos países y las costas americanas, á causa de la piratería que en aquellas aguas y por aquellos tiempos ejercían los ingleses: una vez cortada la comunicación entre estos países, probable es que los colonizadores de Groenlandia y demás lugares de la costa septentrional americana se mezclaran con los Esquimales, hasta confundirse con ellos por completo. Lo mismo sucedería con las colonias europeas, establecidas en otros lugares de ese mismo Continente.
Ahora, veamos los pocos viajes marítimos que aún se emprendieron, antes de los realizados por Cristóbal Colón.
Las Sagas ó crónicas de Islandia, hacen mención de una expedición salida de aquel país, cuyas naves fueron arrojadas sobre una costa meridional de la América del Norte, que se presume sea la Florida ó la Carolina del Sur. Esas mismas crónicas hablan de una comarca americana llamada "Tierra de los hombres blancos ó Grande Islandia," país en el cual se fijaron algunos Islandeses, no siendo posible precisar, con exactitud, su posición.
En el siglo XIV los hermanos Nicoló y Antonio Zeni, ve[163]necianos, descubrieron en 1390, la Tierra de Forcec, en la parte norte del Océano Atlántico, y de allí se dirigieron al oeste á una comarca que denominaron Drogno, conocida hoy con el nombre de Nueva Escocia ó Canadá.
Según los Anales de Baronius, continuados por Odorico Raynaldi, algunos Franceses de la Baja Bretaña descubrieron Terranova y el Canadá, un siglo antes de los viajes de Colón; y los primeros que hicieron este descubrimiento, á su regreso á Europa, comunicáronlo á Juan I, rey de Portugal.
Se dice que en los años 1463 y 1464 el portugués Juan Costa Vas Corterreal llegó también á Terranova; pero las noticias que se tienen acerca de este viaje son muy confusas.
En 1476, según afirman los cronistas antiguos Wytfliet, Pontanus y Horn, el rey Christian I de Dinamarca encargó al polaco Juan Scolnus ó Kolno, que hiciera un viaje á Groenlandia, á fin de reanudar las relaciones que, desde largo tiempo, se hallaban interrumpidas entre este territorio y Dinamarca, viaje que realmente se efectuó por ese marino, pues está señalado en la carta geográfica que Miguel Lok dió á luz en 1582, con el nombre de Jac. Scolnus Groetland, que es más ó menos la misma región conocida hoy por el territorio de Labrador. También el cronista Gomara, en su Historia General de las Indias, publicada en Madrid en 1553, y Herrera, en su Historia General de los hechos de los Castellanos, publicada también en la misma ciudad, en 1601, hacen, igualmente, mención de Juan Scolnus.
El P. Fournier, en su Hydrographie (París, 1679), asevera que los Normandos y Bretones sostienen haber descubierto el Brasil antes que Albérico Vespuzio y Cabral, pues de allí llevaban palo brazil, que servía para teñir.
En 1488, ó sea cuatro años antes que Colón descubriera el Nuevo Mundo, se pretende que el francés Juan Cousin salió del puerto de Dieppe, con rumbo hacia las Indias. Este viaje de Cousin ha sido tema de muchas controversias é in[164]vestigaciones entre los críticos, pues unos creen que realmente se verificó esta navegación, y otros sostienen que no tuvo lugar. Al primer grupo de estos críticos pertenece el profesor Geleich, quien afirma que tal viaje es verosímil, fundándose en que el puerto de Dieppe, en esa época, era uno de los más comerciales de Europa. Se asegura que existía en los archivos de Dieppe comprobantes del viaje de Juan Cousin; pero, desgraciadamente, este archivo fué quemado por los Ingleses cuando bombardearon y se apoderaron de esa ciudad.
En fin, en esa misma época, según crónicas vascuenses, parece que Juan de Echaide descubrió algunas nuevas regiones americanas, y que este navegante fué el que participó á Cristóbal Colón la existencia del Nuevo Continente: los archivos á que se podría recurrir para la confirmación de este viaje, han desaparecido, por desgracia, á consecuencia de las guerras por las que pasara la Gascuña.
Si no se tenía un conocimiento cabal de América en los tiempos anteriores al descubrimiento de Colón, lo cierto es, que en algunos mapas geográficos de aquella época se encuentran consignadas algunas islas situadas en medio del Océano Atlántico ó próximas al Nuevo Mundo, como lo vamos á exponer en seguida.
En una carta del Atlas de Mediceano, del año 1351, se halla anotada la Is. de Brazil, y en mapas posteriores del siglo XIV, aparece el mismo nombre con las variaciones de Braxil, Brazylle ó Brasile[83], isla que probablemente se en[165]contraría cerca de la costa del territorio conocido hoy por Brasil.
En la carta de los hermanos Pizzigani, venecianos, de 1367, aparece marcado el archipiélago de las Canarias, con algunas islas cuyos nombres no han variado hasta hoy, como la de la Palma y la de Forte-Ventura (Fortunata).
En las cartas marítimas catalanas del año 1376 (anónimas), que formaban parte de la biblioteca de Carlos V, figuran también los archipiélagos de Canarias y Azores y la isla de Madera, con curiosas leyendas algunas de ellas. La de las islas Afortunadas dice: "......... Estas islas se llaman Afortunadas, porque abundan en todo lo bueno: trigo, frutos y árboles. Los paganos suponen que allí está el Paraíso, á causa del poco calor que se siente y la fertilidad del suelo...... Así, los paganos de la India creen que sus almas, después de la muerte, van á habitar esas islas, y continúan viviendo allí eternamente del perfume de esos frutos. Piensan que en aquellas islas está el Paraíso; pero, en verdad, esto no pasa de una fábula."
En 1424 apareció en un atlas italiano que se conserva aún en la biblioteca de Weimar, la Is. Antilia. Mucho se ha hablado de esta isla, situada hacia al norte del trópico de Cancer, no lejos de las Azores: se pretende que en el año 734, cuando la España se vió invadida por los Moros de Africa, esta isla fué habitada por un Arzobispo de Porto en Portugal, y seis Obispos, con gran número de cristianos, hombres y mujeres, que habían ido allá con sus animales y sus bienes. Esta isla se encuentra reproducida en los mapas que el ge[166]novés Bedacio ó Bedrazio dibujó en 1434 y Andrés Biancho reprodujo en 1436.
El mismo Andrés Biancho dibujó en 1439 otro mapa en pergamino, que existe en la Biblioteca de San Marcos de Venecia, en el que está señalado, además de las Islas de Brazil y Antilia, otra situada hacía el cabo de San Agustín, en la Florida, designada con el nombre de Is. de la man. de Satanaxio (Isla de la mano de Satanás)[84].
En 1476 Andrés Benicasa dibujó un mapa en el que también figura la Is. Antilia, la misma que aparece igualmente en los mapas de Bartolomé Pareto, Fray Mauro, Ostelius, Mercator y Toscanelli, que, á la vez dan á esa misma isla el nombre de Sette Citades, (Isla de las Siete Ciudades).
En fin, en el célebre «Globo Terráqueo» de Martín Behaim[85], del año 1492, que se conserva en Nuremberg, aparece también la Insula Antilia llamada Septa Citade, con la siguiente anotación: "En el año 734, según se cuenta desde el nacimiento de Cristo, cuando toda Hispania estaba con[167]quistada por los herejes de Africa, fué habitada esta isla por un Arzobispo de Porto-Portugal, con seis Obispos más y otros cristianos, hombres y mujeres, que habían huído de Hispania con su ganado y toda su hacienda. En el año 1414 pasó cerca de ella un buque venido de Hispania." Además, en el mismo «Globo Terráqueo» de Behaim, á los 50° Oeste del meridiano de la costa portuguesa, en medio del Océano, está señalada la Is. de San Brandano con la siguiente inscripción: "565 años después de Jesucristo llegó San Brandano á esta isla, vió en ella muchas maravillas, y siete años después se volvió á su país."
Algunos historiadores han negado la existencia de todas estas islas, tachándolas de fabulosas; pero al figurar ellas en los diversos mapas antiguos que hemos citado, es indudable que fueron exploradas antes del descubrimiento de Colón por atrevidos navegantes. Posible es, por lo demás, que los primitivos nombres de esas islas hayan ido desapareciendo de los mapas á medida que se alcanzaban conocimientos más exactos del Océano Atlántico, y que hubieran sido sustituidos por otros nombres indicados hoy en los mapas modernos[86].
Los hechos, crónicas y mapas que acabamos de citar tienen una autenticidad indiscutible, y los más renombrados geólogos modernos, sobre todo Alejandro de Humboldt, afirman que la América ha sido frecuentemente visitada por los Escandinavos desde el siglo IX al XIV. Desgraciadamente, estos viajes, apesar de su trascendencia, no han producido resultado alguno favorable para la América, por haber quedado interrumpida desde el último siglo citado la comunicación del Atlántico, ya por lo larga y peligrosa que se hacía la navegación á través de los mares que separan el Continente de Europa del de América, ya por las piraterías de los Ingleses en aquellos mares, ó ya, en fin, por la poca experiencia que en aquellos tiempos se tenía del arte náutico. Pero sea de ello lo que fuere, el hecho es, que quedó abandonada ó á lo menos fuera desatendida esa ruta durante el trascurso de cerca de doscientos años, llegando así á quedar olvidada la América, hasta que, en 1492, el navegante genovés Cristóbal Colón añadió este nuevo é incomparable florón á la Corona de España.
Para terminar esta primera parte del presente trabajo, nos concretamos á emitir nuestra humilde opinión tocante al origen de los Indios de América, con las siguientes conclusiones que apoyamos en testimonios ó con citas de respetables autores.
La cosmogonía de América se halla envuelta en tinieblas; pero es indudable que este Continente, durante su período prehistórico, ha tenido, como los demás del Antiguo Mundo, dos épocas: antediluviana y postdiluviana.
Creemos que la raza primitiva ó antediluviana fué autóctona, formada en este mismo Continente, cuando las condiciones de calor y humedad en que se encontraba el Planeta Terrestre fueron propicias para su creación y su reproducción, dando comienzo á la Edad Humana, posterior y resultante de la Edad de los Mamíferos. El desenvolvimiento de esta primitiva raza marca el origen antediluviano de los habitantes del Continente americano, y así como la flora y la fauna, la monogenia de la raza humana, en ese mismo Continente no ha permanecido inmutable, sino sujeta también á alteraciones. Por consiguiente, no es admisible[170] que esa raza primitiva haya descendido de una pareja única, como lo enseña la Sagrada Escritura[87].
Además, según opinión de algunos etnógrafos, esa raza primitiva se remonta á las Épocas Terciaria y Cuaternaria, por los numerosos hallazgos que se han hecho en el suelo americano, no solamente de fósiles de corpulentos paquidermos antediluvianos, sino también de esqueletos humanos, herramientas y utensilios de pedernal ó silex, que indudablemente datan de la misma época antediluviana. Por consiguiente, el desarrollo de esa raza primitiva ha obedecido á un acrecentamiento lento, natural y gradual, calculándose que ha sido menester el trascurso de una larga serie de siglos para alcanzarla. El estudio de la antropología, de la etnología y de la craneología, ciencias que son la base de la historia de un pueblo, puede demostrar que el Género Humano no procede de un tronco común, y que el Continente americano ha sido poblado, en un principio, sin intervención de ninguna inmigración. Por lo tanto, la pura raza roja ó cobriza de América es indudablemente autóctona.
Lo que también nos induce á creer en esta condición autóctona de la raza roja, es el hecho de la diversidad de las razas humanas, que se dividen en cinco agrupaciones, ó sea: la raza blanca (caucasiana) ó europea; la raza amarilla (mongólica) ó asiática; la raza[171] cobriza (indiana) ó americana; la raza morena (malaya) ó indostana; la raza negra (etiópica) ó africana. ¿Será posible, preguntamos, que Adán y Eva, que, se dice, son los padres del Género Humano, hayan sido los progenitores de razas tan diversas en color y facciones?
Tocante á las razas blanca y negra, tan diametralmente opuestas, como el día y la noche, ó sea, la luz y las tinieblas, declaramos que es un grave error suponer que ambas sean igualmente descendientes de Adán y Eva. Este tópico ha suscitado algunas controversias entre los hombres de ciencia, sin que hayan llegado á una conclusión acertada y definitiva, como lo vamos á probar.
La versión de algunos escritores consiste en atribuir el color negro de los Etiopes, á Caín, hijo de Adan y Eva, á quien Dios, en castigo de su crimen, le puso la cútis de ese color para que fuera señalado y distinguido, siendo natural que los descendientes de éste heredaran el mismo color.
Otros escritores alegan que el color negro de los Etiopes les viene de su ascendiente Cus ó Chus, hijo de Cam y nieto de Noé, que, dicen, fué de este color; pero muy extraño es, que los que emiten tal opinión, confiesan que Cam, padre de Cus, fué de color blanco.
Otros doctos escritores, para definir el mismo problema, dicen que el color negro de Cus le provino de la maldición que Noé echó á su hijo Cam por la burla que de él hiciera al encontrarle embriagado y desnudo, y que tal anatema alcanzó á los descendientes del mal[172]dito. Además, siendo verosímil que Cam hubiera tenido cuatro hijos, Cus, Misraim, Fut y Canaán, no se explica cómo el primero adquiriera el color negro, en lugar del último que, según la Sagrada Escritura, fué el maldecido en la persona de su padre.
Otros, que también han tratado en la materia, suponen que la negrura de los Etiopes proviene del violentísimo calor del sol en aquella tierra, que los tuesta y abrasa; sin reflexionar que, en Africa, existen regiones tan templadas como en otros Continentes, y que en América hay lugares tan ardientes como los de la Etiopía, sin que, por eso, los habitantes de esas últimas latitudes tengan la cútis negra.
En fin, otro erudito autor, Fray Gerónimo Feijoó que ha terciado en esta cuestión, opina también que la negrura de los Africanos tiene por origen la influencia climatérica del país que habitan.
Todas las erróneas opiniones que preceden deben desecharse por no estar fundadas en la razón. A nuestro humilde juicio, el color negro de la piel de los Africanos, proviene de la existencia, en esos individuos, de una sustancia negra en la red celulosa que se halla debajo de la piel ó epidermis, y se conoce, entre los anatómicos, con el nombre de tejido reticular ó cuticular: esta membrana es inorgánica; carece enteramente de fibras, vasos y nervios, y se considera como un producto de secreción del dermis, ó una parte del cuerpo mucoso, desecado por la acción del aire, que sirve como de barniz á toda la piel. Esta sustancia negra no existe, consiguientemente, en el tejido ó red[173] celulosa que se halla bajo la piel de los hombres blancos.
Por lo tanto, los despropósitos emitidos, tocante á los negros, por los escritores citados, nos conducen á emitir nuestra opinión al respecto, en el sentido de que Dios ha creado, para cada raza, lo repetimos, su respectiva pareja en diferentes puntos del Globo, siendo la América uno de esos puntos de creación; de donde resulta que sus primitivos habitantes fueron autóctonos, como lo fueron también los de la raza blanca de Europa, los de la raza amarilla de Asia, los de la raza morena del Indostán, y los de la raza negra de Africa. Debemos establecer aquí un principio que tiene razón de ser y que es incuestionable.
Según nos enseña la Sagrada Escritura, el Criador del Universo mandó el Diluvio Universal para castigo del Género Humano, por la perversidad de sus costumbres, ordenando préviamente á Noé que construyera una arca para salvarse él con su familia y los animales destinados á repoblar la Tierra.
Si Dios, que es Omnipotente y Todopoderoso, quiso que se salvara del cataclismo universal una ó más parejas de la raza blanca (suponiendo que Noé y su familia fueran descendientes de Adán y Eva), pudo hacer, del mismo modo, con su gran poder, que se salvara también del Diluvio, una ó más parejas de cada una de las demás razas, ó sea, la amarilla, la roja, la morena y la negra, á fin de que no solamente la raza blanca, sino también las demás, pudieran repoblar la Tierra después del Diluvio.[174] Tocante á la habitabilidad antediluviana del Nuevo Mundo, hay que fijarse en otra consideración. No hay duda de que el Criador, al formar el Planeta Terrestre, tuvo la mira de que todo él fuese habitado: en tal virtud, no es lógico ni verosímil suponer que el Continente americano, que forma una extensa porción de la superficie de ese mismo Planeta, lo hubiese dejado Dios inhabitado durante 1656 años que, según la cronología del texto hebráico del Génesis, trascurrieron desde la Creación del Mundo hasta el Diluvio Universal[88], pues ese texto bíblico, en su cap. IX es tan explícito al respecto, que dice: Creced y multiplicaos y poblad la Tierra. En cumplimiento de este precepto divino, incuestionable es, que la América como los demás continentes terrestres, fuera habitada desde la Creación del Mundo; supuesto, que nos permite retroceder, nuevamente, á la cuestión de la autoctonía de los primitivos habitantes del Continente americano, que, según opinión de algunos poliphiletes, es indudable que descendieron de una pareja distinta de la de Adán y Eva[89].
Otra prueba que, sin contradicción, se puede también aducir en apoyo de la autoctonía del Hombre an[176]tediluviano en el privilegiado Continente americano, además de los corpulentos paquidermos, esqueletos humanos y herramientas de pedernal encontrados en su suelo, es que este mismo Continente tiene un sinnúmero de producciones especiales y propias de los tres reinos de la Naturaleza, que muchas de éstas no se encuentran en los Antiguos Continentes, y que el Supremo Hacedor del Universo no habría puesto aquellas con tanta explendidez en América, si este suelo hubiere permanecido inhabitado.
En efecto, maravilloso es todo lo creado en el Continente americano, que supera en extensión á cada uno de los otros cuatro, pues por sí solo, representa una tercera parte del Globo habitado[1].
Sus cadenas inmensas de cordilleras son las más gigantescas del Orbe, pues abrazan toda la longitud[177] del Continente, desde el Mar Glacial hasta la Tierra del Fuego, habiendo algunas montañas que tienen más de 20,000 piés de elevación y cuyas cimas están perpetuamente coronadas de nieve; sus ríos son también los más extensos y caudalosos, y los de corriente más torrentosa y formidable que se conocen, teniendo algunos de ellos más de mil leguas de extensión; sus numerosos volcanes elevadísimos, que son fanales encendidos por la Naturaleza, hacen erupciones tremendas que se oyen á más de doscientas leguas de distancia; cuyos extragos causan la ruina de grandes poblaciones; en sus frondosas é impenetrables selvas vírgenes y en sus espesos bosques jamás penetran los rayos del sol, por la tupidez de su follaje y su lujurienta belleza desordenada y grandiosa; sus extensos valles son profundos y deliciosos, designándose con el nombre de sabanas ó praderas; sus desiertos ó pampas inmensas de arena movediza, desprovistas de vejetación y moradores, pueden compararse á los de Africa y Asia; sus lagos mayores, algunos de ellos muy elevados, como el Titicaca, que se halla situado en una meseta de la Cordillera de los Andes, á 12,000 pies de elevación sobre el nivel del mar, y otros lagos de más de 25 á 30,000 millas cuadradas y más de cien leguas de longitud, pueden considerarse como mares interiores; sus archipiélagos estupendos, que constan de las más grandes y ricas islas del Mundo; sus numerosas aguas termales que brotan del seno de la tierra en una elevada temperatura, son tan benéficas y maravillosas para la curación de gran número de enfermedades; sus golfos[178] y bahías, que son los mayores que se conocen; sus diversos climas, que comprenden las producciones de todas las zonas y son propicios al cultivo de casi todas las plantas de otros Continentes, á más de una multitud de otras producciones que le son peculiares; sus abundantes minas de ricos minerales, cual no las posee ningún otro continente, porque la riqueza de sus innumerables é inagotables depósitos mineralógicos son fabulosos, habiendo producido, desde la conquista hasta hoy, más de siete mil millones de pesos y sigue produciendo enormes cantidades, constatándose que á fines del siglo XVIII se contaban, tan sólo en el Perú, 770 minas de oro y plata en labor, y 578 prontas á ser trabajadas, sin incluir los lavaderos de oro y minas de azogue, siendo una de estas últimas la reputada de Huancavelica, que ha rendido inmensos productos; su magnificencia, galanura, exuberancia y lujosísima vegetación, que es asombrosa en tantas especies de plantas propias de este Continente; su zoología variada y diversa de la de otros países; todo, en una palabra, es más grandioso, más sublime y más majestuoso en el Continente americano, que lo es en los demás. La obra de la Creación se presenta allí con todo su imponente aspecto, y en medio de esta salvaje y virgen vegetación, el naturalista experimenta puros y suaves goces, que no se pueden comparar con los que proporcionan las agitadas y bulliciosas capitales.
"En América—ha dicho un viajero eminente—la Naturaleza entera, animada é inanimada, tiene el sello de la grandiosidad y reviste un carácter de majes[179]tad y formas tan colosales, que sería en vano buscarlas en cualquiera otra parte del Globo."
Valiéndonos también de la expresión de otro escritor contemporáneo: "Parece que el Autor de la Naturaleza quiso hacer gala de su grandeza y poderío al dejar salir de sus manos el Continente de América."
Por lo tanto, no es concebible que semejante prodigalidad y munificencia divina, lo volvemos á repetir, hubiera sido concedida por el Omnipotente para que ese suelo privilegiado permaneciera inhabitado la larga serie de siglos que trascurrieron desde la Creación hasta el Diluvio; por eso mismo, debemos creer que los hombres que habitaron ese paradisíaco Hemisferio en tan dilatado trascurso de tiempo, fueron de raza autóctona.
Para patentizar los inmensos tesoros que la América encierra en su suelo, señalamos en seguida, si no todas, á lo menos gran parte de las producciones, que, con mano pródiga donó el mismo Criador al Continente americano, para provecho del Hombre; pues si fuéramos á enumerarlas todas, habría necesidad de hacer un abultado volumen. No dudamos que la siguiente nomenclatura sea de algún interés, pues por ella se puede apreciar la riqueza fabulosa del Nuevo Mundo en sus tres reinos de la Naturaleza.
Bien sabido es que en el Reino Mineral, ningún otro Continente es tan rico como el de América, pues[180] todos los metales, principalmente el oro y la plata, se encuentran en suma abundancia encerrados en el seno de sus montañas. Las grandes cantidades de oro, plata y otros metales que se han extraido de América, tanto por los indígenas, antes de su descubrimiento, cuanto durante la conquista y el largo período del coloniaje, y las muchas cantidades que se síguen extrayendo hasta el día, se elevan á una suma extraordinariamente crecida, que se puede estimar en incalculables millones de pesos, sin que por eso se hayan agotado las minas de esos preciosos metales. «El afanoso minero no ha logrado más que deshojar la superficie de cuantos veneros están guardados dentro de la colosal muralla del Nuevo Mundo.»[91]
Para formarse una idea de la riqueza de América, en su Reino Mineral, citamos en seguida, por orden alfabético, algunos de esos productos, la mayor parte nativos, para luego enumerar los del Reino Vegetal y del Reino Animal:
Alabastro, piedra de yeso, blanca, poco dura, trasparente, y de textura fibrosa y quebradiza.
Albayalde, parecido al yeso mate, aunque más azul y pesado: se obtiene del plomo reducido por los vapores del vinagre.
Alcali, mineral vitriolado que se llama también Sal Mirable.
Alumbre, que se encuentra en cristales, parecido á las rocas por su figura.
Aluminium, sustancia metálica que se produce bajo la forma de un polvo gris, en el que hay mezcladas algunas piedrecitas relucientes.
Amalgamados, son algo abundantes los minerales amalgamados como: Arseniatos de fierro, de plata y de plomo; Carbonatos de fierro, de plomo, de magnesia, de sosa y de arsénico ú oro pimiento; Cloruros de plata y de plomo; Hidrosilicato de cobre; Oxidos de cobre, de fierro, de antimonio y de manganeso; Oxígenos de plata y de plomo; Jamesonitas ó sulfatos de antimonio y de plata; Peróxidos de fierro y de manganeso; Protóxido de manganeso; Sulfatos de plata, de cobre, de fierro, de plomo, de sosa, de antimonio, de magnesia, de zinc, de manganeso y de arsénico; y muchos otros minerales amalgamados.
Ambar gris ó Betún líquido, sustancia aromática, dotada de un olor suave y penetrante.
Amianto, mineral de hilos delgados en filamentos prolongados, finos, flexibles y elásticos.
Antimonio, cuerpo metálico, de color grisado muy brillante, de textura laminosa, medianamente duro y demasiado frágil.
Arcilla, greda, tierra que los alfareros usan para fabricar las vasijas de barro; es pesada, grasienta, compacta, tenaz y dúctil cuando está humedecida.
Arsénico, metal de color gris de acero, muy quebradizo y fácilmente pulverizable, muy propenso á oxidarse.
Asfalto ó Betún de Judea, masa compacta, betuminosa, inflamable, sólida y lustrosa, comunmente negra ó pardo-oscuro; en América existen lagos de esa sustancia.
Azogue ó Mercurio, especie de metal blanco-argentino, ponderoso, extraordinariamente voluble, versátil ó movible en estado líquido y que se mantiene naturalmente fluído; muy usado para beneficiar la plata amalgamada; es nativo solo del Perú y de México.
Azufre, sustancia mineral de color amarillo, que se halla en masa ó cristalizado con distintas formas, quebradizo, lijero y algo craso al tacto.
Bismut ó Bismuto, metal de color blanco plateado algo tirante á rojo, cuya superficie presenta á veces cambiante de azul y rojo, es poco duro y muy pesado.
Cal, tierra alcalina que generalmente se encuentra combinada con algunos ácidos, especialmente con el carbónico.
Calamina, masas compactas, concretas ó terrosas, á veces celulares y formadas en gran parte de silicato de zinc, casi siempre mezcladas de carbonato del mismo metal y que constituyen el mineral de zinc más importante por la facilidad de su explotación.
Cinabrio ó Vermellón en bruto, mineral precioso combinado de azufre y de mercurio; también se llama Mercurio Sulfurado.
Cobalto, metal de color blanco-argentino, ligeramente dúctil, poco fusible y algo magnético, que comunmente se encuentra mineralizado en el arsénico y otros metales.
Cobre, metal más duro que el oro y la plata, algo menos dúctil que estos dos metales, de color que tira á rojo; es nativamente sólido, brillante, muy maleable, más duro y elástico que la plata, más fusible que el oro. Hay minas de ese metal en México, Chile, Brasil y Estados Unidos del Norte, principalmente en el Perú.
Espato calcáreo, piedra calcinada, más ó menos trasparente, que se llama también Carbonato de Cal.
Estaño, metal considerablemente más duro, dúctil y brillante que el plomo, de color semejante al de la plata, aunque más oscuro; es nativo de México.
Feldespato, piedra cristalizada blanquecina ó de color de carne.
Galena, metal compuesto de plomo, de azufre, más algunas materias terrosas, y que tiene un brillo metálico semejante al del plomo recién cortado.
Greda, mineral que se presenta en varios colores: amarilla, blanca y negra y que sirve para pinturas.
Grafito ó Plombajina, mineral también llamado Lápiz-plomo, de la naturaleza del Talco.
Granito, roca ó piedra berroqueña, formada por la reunión de pedacitos de tres ó cuatro especies heterogéneas, que suelen ser el feldespato, el cuarzo y la mica.
Hierro, cuerpo simple metálico, que se halla combinado con el oxígeno, con el azufre, con varios ácidos, ó en fin en el estado puro ó nativo; es tenaz, dúctil y maleable, de color gris que tira á negro, por el exterior, y en el interior, de color gris claro metálico, inclinado á blanco de plata; es abundante en toda la América.
Hulla ó Carbón de piedra, sustancia bituminosa, terrea, dura é inflamable, de color oscuro y casi negro; hay minas de este combustible en el Perú y Estados Unidos de Norte América.
Imán ó Hierro oxidado magnético, de color gris oscuro y que tiene la propiedad de dirigirse hácia el Norte, de atraer el hierro, y de comunicarle su facultad atractiva; en México hay montes enteros de este mineral.
Itztli ó Piedra de pavos, es semi-diáfana, de contextura vítrea y color generalmente negro, á veces blanco y azul. Los indios Mexicanos la apreciaban mucho, pues hacían con ella, espejos, cuchillos, lancetas, navajas de afeitar y aún espadas.
Kaolin, tierra para porcelana, entremezclada con unos cuerpecillos resplandecientes y como cristalizados.
Magnesio, metal parecido á la plata, blanco, sólido y más pesado que el agua.
Manganesa, de color ceniciento, muy duro y quebradizo.
Mármol, piedra calcárea, muy dura y compacta; en América hay innumerables especies de diversos colores y jaspes; es nativa y se encuentra en masas inmensas y compactas, llegando á formar montañas enteras.
Monazita, mineral del que se extrae el Mesotorio, sustancia muy eficaz para la cura del cáncer, y que está destinada á ser el rival del radio, por ser de un precio algo más bajo que éste.
Nafta, especie de betún líquido, trasparente, lijero y muy inflamable, de un color amarillento, que se encuentra sobrenadando en el agua.
Niquel, metal muy duro, de un color parecido al de la plata y al del estaño, que tiene propiedades magnéticas como el hierro, aunque en menos grado.
Oro, es el más rico metal, y es tan abundante en América, principalmente en el Perú y en México, que en algunas minas se han sacado pepas de oro nativo que han pesado más de una arroba: los cronistas antiguos cuentan como un caso extraordinario, que en la Isla Española ó de Santo Domingo se encontró, al principio deja Conquista, en el río Hayna, una pepa de oro que pesaba más de 3,000 castellanos, que es más de arroba y media; más común ha sido encontrar pepitas de 100, 200 y 300 castellanos: también hay en América abundantes lavaderos de este precioso metal, en los lechos de los ríos ó de los arroyos, lavaderos de los que se sacan pepitas en cantidad bastante considerable; pero, generalmente, el oro se encuentra, casi siempre, en las minas aleado con otros metales, con la plata y la mayor parte de las piritas: es el metal más dúctil y más tenaz que todos los demás, presentando un color amarillo más ó menos puro, tirando algunas veces al blanco amarillento, al verde ó al rojo, y es el más pesado de todos los metales, si se exceptúa el platino.
Petróleo, betún líquido, negruzco, craso, de olor resinoso fuerte, que se halla en el seno de la tierra; en América hay ricas minas de este producto, principalmente en la costa del Perú y en Estados Unidos de Norte América.
Piedra pomez, sustancia calcárea, esponjosa y liviana.
Piedra de Berenguela ó de Huamanga, casi tan blanca como el alabastro: es originaria del Perú.
Pizarra, sustancia de color negruzco, opaco, muy poco reluciente, medianamente duro, que se rompe fácilmente, segregándose en hojas, no pesado y algo frío al tacto.
Plata, en algunas minas de América se encuentra la plata nativa ó pura, en ramas divergentes, en filamentos, en láminas y en masas más ó menos considerables; además, el mineral de plata se encuentra en diferentes formas y amalgamada con otros minerales, como plata mercuriada, iodurada y antimoniada, arsenicada, sulfurada, bromurada, carbonatada, y con otras sustancias: la plata es blanca, sonora, dúctil, y es el metal más precioso después del oro y de la platina. Los principales minerales de plata se encuentran en México y en el Perú, habiéndose sacado de este último territorio, barras de plata maciza del peso de 25 kilógramos. La cantidad de plata que se extrae anualmente del Continente de América, es más ó menos de 34 á 35.000,000 de pesos. El valor de la plata sacada en solo el Perú, desde 1630 hasta 1803, se ha computado en un billón doscientos treinta y dos millones de pesos. La Historia refiere que hasta el siglo XVII era tan abundante la plata en el Perú, que en las grandes festividades religiosas de la capital de Lima, las calles por donde tenía que pasar la procesión de las comunidades monásticas, estaban cubiertas de barras de plata por valor de setenta y cinco millones.
Platina, metal blanco tan duro como el oro, y el más pesado de todos, llamado también Oro Blanco, muy agudo, resistente á la acción de todos los ácidos simples; es nativo de Colombia y del Brasil.
Plomo, metal que más pesa, después del oro y la platina; es dúctil, maleable, blando, fusible, de color gris lijeramente tirante á una especie de azul, que en combinación con[186] los ácidos forma diversos sales venenosos; es nativo de México, Perú, Brasil y Estados Unidos septentrionales.
Sal común ó Sal gema, sustancia dura, soluble en el agua, de sabor penetrante, compuesta de ácido hidroclórico y de sosa; aunque generalmente se extrae del agua del mar por evaporación, se encuentra en estado consistente en algunos terrenos, principalmente en la América del Sur, donde las salineras son muy abundantes.
Salitre, sal compuesta de ácido nítrico y de potasa, que se encuentra en forma de agujas y de polvillo blanquinoso, de color algo gris, de sabor fresco, amargo y desagradable: en el sud del Perú existen grandes salitreras inagotables que ocupan pampas enteras y que han dado grandes rendimientos, primero al Perú, y actualmente á Chile.
Talco, sustancia térrea, flexible, untuosa al tacto, que se presenta generalmente en forma de hojuelas sobrepuestas, de color blanco y fácilmente separables.
Uranio, mineral del que se extrae el radio, tan eficaz para la cura del cáncer. El radio es una sustancia de muy alto precio, pues la onza importa más de ochenta mil pesos.
Vanadium, mineral descubierto en el Perú por el sabio Raimondi, que tiene las cualidades de aumentar la resistencia y la ductilidad del acero y del hierro, y otras aplicaciones, propio para las construcciones navales y la fabricación de armas.
Vitriolo líquido, sustancia mineral que siempre conserva su estado líquido, sin poderse coagular.
Yeso ó Gypse, especie de piedra no muy dura, la cual propiamente se llama así después de quemada y dispuesta, como la cal, pero con la cualidad contraria á ella, pues se endurece y cuaja con el agua, mientras que la cal se deshace con ese líquido; es muy abundante en muchos lugares del Perú.
Zinc, sustancia metálica de color blanquizco, que se extrae[187] de la calamina y otros minerales; es lustroso, algo azulado, menos fusible que el estaño ó el plomo.
Tampoco faltan en América, piedras preciosas, encontrándose en las minas las siguientes:
Amatista, piedra trasparente de color violado: hay en el Brasil.
Azabache, el más compacto y sólido de los carbones, de un negro lustroso, bastante duro.
Berilio, especie de esmeralda, llamada también Agua Oriental, cuyo color es azul hermoso, sin mezcla de verde.
Calcedonia ó Agata: casi trasparente, de apariencia vidriosa, á veces clara y lustrosa, con protuberancias en su interior, y otras con vetas de diversos colores.
Cornalina, especie de ágata calcedonia, silicosa, de color encarnado y trasparencia córnea.
Crisólito, piedra preciosa, menos dura que el topacio, de color amarillo bajo verdoso.
Cristal de roca, piedra vistosísima, especie de cuarzo blanco y trasparente, que se halla en América en estado nativo.
Chalchicuite, piedra preciosa de varios colores, que sólo se encuentra en las minas de América.
Diamante, piedra en extremo preciosa y rica, tersa, lúcida, brillante, diáfana y tan sumamente compacta ó imporosa, tan fuerte y dura, que raya todas las otras piedras finas, entre las cuales descuella como la más preciada, codiciada y costosa, después de abrillantada. Entre los diamantes, que son piedras en las que la Naturaleza parece haber querido reunir todas las perfecciones, hay de matices diversos, amarillos, rojos, verdes, azules, pardos y aún negros traslúcidos. Los diamantes abrillantados tienen un precio elevadísimo en joyería, y para computar su valor, basta decir, que cada brillante del[188] peso de 3 granos vale de 161 á 216 francos, según su calidad; uno de 4 granos ó un carat, se estima de 240 hasta 288 francos; pasando de un carat, el precio aumenta mucho; por ejemplo, una piedra de 6 granos vale de 312 á 336 francos; una de 6 granos, de 400 á 480 francos; una de 12 granos ó 3 carats, de 1680 á 1950 francos; una de 16 granos, de 2450 á 3120 francos, y pasando un sólo grano más, puede llegar su precio á 3800 francos. Los diamantes de 5 á 6 carats son ya piedras muy hermosas; los de 12 á 20 carats son muy escasos, y con mayor razón los de peso más alto. Tan solamente algunos pasan de 100 carats[92].
Esmeralda, piedra preciosa de color verde intenso, que labrada y pulimentada, despide un resplandor muy agra[190]dable á la vista: es propia de Estados Unidos de Norte América y de Colombia.
Especularia, piedra negra, muy fina y trasparente, que solo se halla en las minas de América.
Galastite, llamada Piedra de Leche, que solo se halla en América.
Girasol, piedra preciosa, especie de ópalo ó silex cuya trasparencia se sombrea por una nubecilla láctea que refleja una luz de aurora cuando la hieren los rayos del sol.
Granate, especie de rubí ordinario, de un color análogo al de la semilla de la granada en su estado de sazón.
Hematite, piedra color rojo que tira á negro, que solo se halla en América.
Hystherica, piedra negra, muy lisa y muy pesada, que tiene la virtud, se dice, de curar la histericia, colocándola sobre el ombligo.
Icapinca ó Piedra del Inca, color de acero bruñido, que los emperadores del Perú usaban como espejo: es propia del Perú.
Jacinto, piedra preciosa de color amarillento, más ó menos tirante al rojo, y á veces también al pardo ó blanco verdoso, diáfana ó trasparente, dura y bastante estimada.
Jade, piedra muy dura, de color verde oscuro, susceptible de un hermoso pulimento. En América, los indios se sirven de esa piedra en lugar de hierro, para hacer sus armas y varios otros instrumentos de su uso.
Jaspe, piedra fina, dura y opaca, de la naturaleza del ágata, matizada de varias colores: es susceptible de tomar un hermoso pulimento.
Lapizlazuli, piedra opaca más dura que el mármol, de un fondo azul matizado de diferentes colores, con vetas y manchas blancas, y salpicada de marquesitas doradas.
Malaquita, especie de piedra cobriza, cuyo color varía del verde manzana al verde esmeralda, con ciertos dibujos[191] por lo regular anulares; es susceptible de pulirse como el jaspe.
Nefrita, especie de jaspe, de color ceniciente, verde gris y celeste.
Opalo, piedra preciosa que goza la propiedad de reflejar en todos colores los rayos delumínicos que la penetran, por efecto de su diafanidad, si bien su aspecto á primera vista ofrece un color blanco lechoso algo azulado; es propia de México y Guatemala.
Pantaura, piedra preciosa de color rosa, con diversos matices: es originaria de Colombia, donde sólo se encuentra.
Rubí, piedra preciosa, muy dura, lustrosa y no muy pesada, de color por lo común rojo de rosa ó de carmín; es una de las piedras más estimadas; en América se encuentra en las minas en pequeños fragmentos ó bolas, y á veces en figuras regulares de diferentes planos: se hallan particularmente Rubíes en el Brasil.
Sanguinaria, piedra semejante al ágata, de color de sangre, á la que se le atribuye la virtud de contener los flujos de sangre.
Sardónica, especie de ágata, piedra bastante fina, con fajas amarillas ó listas rojas.
Serpentina, piedra verdosa con puntos negros, compacta, poco dura, suave al tacto, y, á semejanza del marmol, susceptible de hermoso pulimento.
Topacio, piedra preciosa, trasparente, brillante, muy dura, de color comunmente amarillo rojizo ó de oro, aunque los hay de otros matices: se hallan Topacios en el Brasil.
Turquesa, piedra preciosa, de color anaranjado, sin trasparencia, lustrosa, medianamente dura y capaz de recibir un hermoso pulimento: es propia de México y del Brasil.
Venturina, especie de piedra color de café tostado y llena de pintas doradas.
Zafir ó Zafiro, piedra preciosa de color cerúleo, que algunas[192] veces tiene varios puntillos dorados, y otras inclínanse algo á purpúreo.
La América tiene también la planta marina llamada Coral, rojo y blanco, que se encuentra en Portobelo y en aquella costa donde estuvo la antigua ciudad de Nombre de Dios. Es estimado para elaborar collares, pulseras, aretes y otros vistosos adornos de las mujeres.
Es tan rico, tan variado, soberbio y maravilloso el Reino Vegetal, que se puede decir que la América, principalmente la Meridional, es el jardín botánico más proveído del Orbe entero, pues su suelo tan privilegiado por la mano del Supremo Hacedor, tiene muchas plantas medicinales, aromáticas y de otras especies, desconocidas en los Continentes del Antiguo Mundo. También es riquísima por las maderas que encierran sus zonas forestales, ofreciendo, todo, en una palabra, un panorama estupendo, desordenado y grandioso, cuya vigorosa vegetación causa una admiración profunda.
Un sabio peruano contemporáneo, ha dicho: «El botánico y el zoologista se han limitado sólo á recorrer, por caminos trillados, esos espaciosos bosques impenetrables hasta para los rayos del sol que los vivifica, y seguras guaridas de animales é insectos.»
A lo que nosotros agregamos: Por lo inmenso de las riquezas del Reino Vegetal, sensible es, que no se haya dedicado una pequeña parte de los grandes tesoros que se han sacado de América, para fundar academias de naturalistas botánicos que se hubieran de[193]dicado al estudio y descripción de esas mismas riquezas derramadas con tanta liberalidad, por la mano del Criador, en tantos vírgenes y tupidos bosques; porque la ciencia de la botánica estaría hoy en posesión de las virtudes, propiedades y aplicaciones de muchas nuevas plantas, que permanecen desconocidas aún.
Entre los árboles y plantas medicinales de América, que son muy numerosas, se hallan las siguientes:
Aberenotemo, árbol cuya corteza es eficaz para curar las úlceras de mal carácter.
Acacia catecú, llamada también Mimosa, es muy estringente y antisifilítica.
Acioca, planta cuyas hojas son estomacales y eficaces contra la gota y la nefritis.
Adormidera, cuyas cápsulas contienen un principio narcótico.
Agave, planta activa para curar el mal venereo.
Ajacanalca ó Ají silvestre, planta estimulante para la impotencia.
Aljosucha, planta preventiva contra las tercianas.
Aloes, planta de la que se saca el Acíbar, especialmente purgante.
Altamisa ó Ambrosía silvestre, estimulante para la impotencia.
Arbol de Sangre, llamada así porque contiene la sangre de las narices ó de cualquier herida, en el momento que se aplica á la parte por donde mana.
Ayaguacha, planta cuyas hojas son pectorales, sudoríficas y dulcificantes.
Balsamullaca, planta que cura la ictericia.
Benaco, árbol cuya raiz sirve para las quebraduras y la ictericia.
Berro acuático, planta para las enfermedades del hígado.
Cabalhau, planta cuya raíz sirve de remedio para las heridas emponzoñadas.
Calahuala, planta febrífuga depurativa, para la sífilis.
Canchalagua, se usa para purificar la sangre.
Canime, árbol cuya resina es un bálsamo para toda clase de heridas.
Cañafístula, árbol cuya pulpa sirve para diferentes usos medicinales.
Caryophylato, planta aromática, estomacal y fortificante.
Cascarilla ó Quina Calisaya, árbol cuya corteza amarga es aromática y eficaz para combatir las fiebres palúdicas y periódicas; es propia del Perú.[93]
Casia, planta especialmente purgante.
Catacata, planta estomacal y espasmódica.
Cedrón, planta cuyas hojas son un antídoto contra el veneno de las serpientes.
Coa-ataja, planta emanagoga, diurética y purgante.
Coa-etimay, arbusto cuyas hojas curan la sarna.
Coa-guitaria, planta cuyas hojas cauterizan las úlceras.
Coa-opia, planta cuya propiedad es ser purgante.
Coa-roboa, arbusto cuya madera cura las enfermedades sifilíticas. Esta última planta y las cuatro anteriores, son propias del Brasil.
Chala, planta que es un específico contra el dolor de muelas.
Chatalhuic, febrífuga, para las fiebre intermitentes.
Chilca, árbol cuya raíz es eficaz para soldar roturas de huesos.
Chilchil, planta estomacal, corroborante y restauradora de la digestión.
Chimi, planta cuya raíz cura el cálculo ó mal de piedra.
Chinchircuma ó Sabia brillante, contra-estimulante para las enfermedades del corazón.
Cicuta, planta parecida al perejil, que se emplea por gotas para curar la tísis y las escrófulas; su jugo es un veneno activo, cuando se toma mayor dosis de lo prescrito.
Cinchunchulli, cuya raíz molida y puesta en vino es remedio para la cura radical de la lepra.
Colpache, árbol cuyas hojas son febrífugas y estomacales.
Comaca, árbol cuya goma cura el flujo de sangre y las heridas.
Contra-hechizo, mezclada con triaca, es un amuleto contra las enfermedades.
Contrayerba ó Lengua de sierpe, contra las picaduras de las serpientes.
Copaíba, cuyo estimado bálsamo cura las blenorreas, leucorreas y catarros pulmonares crónicos.
Cruceiro, planta cuya corteza y raíz tienen las propiedades de la Quina.
Culantro, estimulante y excitante para los partos penosos.
Culen, yerba propia de Chile, cuyas virtudes estomacales sudoríficas, son especialmente favorable para las dolencias de las mujeres que padecen retenciones periódicas, flatos y otros accidentes histéricos.
Cunturíri ó Contrayerba, astringente para curar la disentería y las picaduras de insectos.
Digital purpúrea, planta diurética empleada en las enfermedades del corazón.
Eléboro, es planta importante para el tratamiento y curación de la locura.
Endamo, planta que cura las úlceras, el escorbuto y los males cutáneos.
Estoraque ó goma nopal, empleada con frecuencia en la farmacopea.
Estricno, planta que se emplea para combatir la parálisis.
Frailecillo, cuyas hojas son especialmente un purgante eficaz, y tiene además la propiedad de ser bueno para la fecundidad en las mujeres estériles: es propia de la isla de Cuba.
Genciana, planta cuya raíz es un febrífugo tónico.
Gengibre, planta de cuya raíz se saca un aceite esencial que es un excelente digestivo.
Guachi ó Bejuco de Yungas, calmante para el reumatismo.
Guaco, para las mordeduras de las serpientes de cascabel y otros animales venenosos.
Guanaco, árbol cuya resina cura las afecciones reumáticas y gotosas, como también la asiática.
Guayaco ó Guayacan, árbol cuya madera resinosa es medicinal.
Guayusa ó Huayusa, árbol cuyas hojas prolíficas y afrodisiacas, en infusión, sirven para dar fecundidad aún á las personas estériles.
Hedionda, arbusto cuya madera es remedio para matar las lombrices.
Helecho macho, para combatir la tenia ó solitaria.
Higuerón, árbol cuyo jugo viscoso parecido á la leche, cura las quebraduras del ombligo.
Hoja de la vida, estimulante, afrodisiaco contra la esterilidad.
Hoja Redonda, estimulante, para las afecciones del hígado.
Hojé, antídoto contra las lombrices.
Huallhua, planta que cura en pocos días las mataduras de las bestias.
Huipini, planta eficaz contra las picaduras de víboras.
Huira-huira, tónico contra las fiebres malignas.
Ipecacuana, de raíz especialmente emética; es propia del Brasil.
Jalapa, purgante enérgico; es originaria de México.
Janukcara ó Mastuerzo de cementerio, antiséptico y antiescorbútico, contra la gangrena y el escorbuto.
Jaruna, árbol cuyas hojas sanan las llagas.
Leche de espino, árbol cuyo jugo cura el dolor de muelas.
Lombriguera, arbusto cuyas semillas hacen arrojar en un minuto todas las lombrices.
Machicui-Huasca, planta de olor fuerte y aromático, como el alcanfor, muy amarga, que se usa contra las fiebres intermitentes.
Maná, materia blanca y azucarada que se emplea como purgante; es el jugo lechoso del fresno.
Mandrágora, planta que tiene la virtud, se dice, de prolongar la vida en los ancianos y renovarla en los que padecen achaques.
Manioc, arbusto medicinal, empleada en las farmacias; es propia de los trópicos.
Manzano silvestre, arbolillo cuyas hojas aplicadas á las almorranas más rebeldes, las curan por completo.
Maripenda, planta cuyos tallos tiernos y sin fruto, cocido en agua, produce un bálsamo propio para la curación de toda clase de heridas.
Mastuerzo, planta que tiene la propiedad de curar las almorranas.
Matapalo, planta cuya raíz es eficaz para soldar las relajaduras y quebraduras de la ingle.
Matico, cuyas hojas reducidas en polvo curan las heridas y úlceras, y bebidas, en infusión, como té, cortan y curan también el dolor de costado y las pulmonías.
Mimosa arábiga, árbol del que se extrae la goma arábiga tan usada en medicina.
Nacazol, planta propia de México, para curar las fracturas de huesos.
Nanalmapati, planta eficaz para curar las úlceras.
Nuñu-Huactana, caña agria cuyo jugo corta las tercianas y cura las enfermedades del pecho.
Nuñu-Quehua, yerba que tiene la propiedad de hacer venir leche á los pechos de las mujeres, que escasean de ella.
Ocozotle, árbol que, por incisión, produce la resina llamada Liquidambar, y cuyas hojas curan toda clase de heridas; es originario de México.
Ocuje, árbol cuya resina mezclada con polvo de mate, cura las relajaduras y las suelda enteramente.
Palosanto, cuya madera aromática cura las afecciones venereas.
Papiru, planta cuya raiz tuberosa es purgante.
Pichurin, árbol cuya resina es un bálsamo que cura las heridas.
Pucheri, cuyo fruto cura la disentería.
Puicucillo, planta especialmente purgante.
Quinquina ó Quinaquina, árbol que tiene propiedades febrífugas y tónicas, y de cuyo tronco se extrae el Bálsamo del Perú.
Ricino, ó Palmacristi, cuyas semillas contienen un aceite purgante.
Ruibarbo, cuya resina es especialmente purgante.
Sacha ó Isates, planta que cura la disentería.
Sanangú, bejuco cuyas hojas curan el reumatismo, pues tomado en infusión, quita las frialdades de los nervios y huesos.
Sangre de drago, sustancia resinosa muy astringente.
Shilinto, bejuco cuyo sumo cura la sarna más rebelde.
Sinarruga, planta amarga antifebrífuga.
Shinvillo, árbol cuya madera en decocción fortifica los huesos y suelda prontamente las quebraduras de los mismos.
Suelda con suelda, arbusto para curar quebraduras de los miembros y hemoragias.
Tabaco cimarrón, calmante para el reumatismo.
Taintani ó Caña agria, planta que, mascada, cura las calenturas.
Takarcaya ó Casia, astringente para la estomatitis; es propia del Perú.
Tamarindo, cuya pulpa ácida es refrescante.
Tártago ó Palma-christi, planta especialmente purgante.
Tinta-Huina, planta cuyas hojas curan la tiña.
Tucuache ó Michoacan, cuya raiz reducida á polvo es un eficaz purgante.
Tuma-Sunga, planta que cura las afecciones de los riñones.
Vainilla, planta aromática cuyas virtudes medicinales son sialogógicas.
Valeriana, planta que tiene las cualidades de ser excitante, antíespasmódica, cudorífica y vermífuga.
Villca-villca ó Zumaque, estimulante afrodisiaco para la esterilidad.
Viperina, que sirve para librar á las mujeres de malas resultas después del parto, y también para purificar la sangre.
Yerba de Mataduras ó Huallhua, que cura y cicatriza toda clase de llagas.
Yerba de Santa María, vermífuga.
Zábida ó Zábila, planta lilíacea, cuyo sumo exprimido y espesado constituye el acibar, que se emplea en la farmacopea como tónico, purgante y dráctico: las mujeres lo usan para untarse los pezones cuando quieren destetar á los niños.
Zarzaparrilla, se usa para purificar la sangre: es originaria de América.
Zozoyatic, eficaz para excitar el estornudo.
Y algunas otras plantas aromáticas y de virtudes medicinales, que se encuentran en el suelo americano, como Altea, Borraja, etc., etc.
Así como hay en América tantas plantas benéficas en medicina, también hay algunas nocivas, como las que mencionamos en seguida:
Aguapar, árbol que produce leche casi semejante á la de la vaca, pero perniciosa, pues sus solas emanaciones produce enfermedades á la persona que las reciba; es propia de los alrededores de Bogotá, en Colombia.
Barbasco, planta enredadera de cuya raiz se extrae un jugo que es un veneno activo.
Carapucha, planta cuya semilla produce embriaguez y delirio.
Caspi-Caracha, árbol cuyo efluvio venenoso se produce contra el hombre, pues basta que una persona pase debajo de él ó su cercanía, para que contraiga una especie de sarna tan pertinaz que es muy difícil de curarla.
Chamico, planta cuya semilla es un terrible narcótico, cuyos efectos producen el idiotismo.
Guau-guau ó Guao, arbusto cuyo veneno es tan activo que sólo con su contacto hace hinchar la parte del cuerpo que lo toque.
Huantuc, arbusto cuyas flores son un poderoso narcótico que usan los indios para fingir que ven visiones.
Manioque, planta cuyo jugo es venenoso.
Manzanilla, arbusto que destila un jugo lechoso muy cáustico, y sumamente venenoso, con el cual los indios envenenan sus flechas, y se cree que aún su sombra es nociva, pues que hincha á los que se acojan á él contra los fuertes calóres, á la vez que su fruto, parecido á una manzana, es también venenoso, pues el que lo coma sucumbe á las pocas horas en medio de los más terribles dolores.
Maracura, bejuco del que los indios sacan el veneno llama[201]do «Curare», con el que envenenan sus flechas, en grado tal, que al herir, ocasionan la muerte instantáneamente.
Piri-pirí, planta cuya hoja es un narcótico terrible; es originaria de Bolivia.
La América es igualmente muy rica en corpulentos árboles de tantas especies, cual no los hay en ninguna otra región, y sus maderas finas son propias para obras delicadas de ebanistería, para construcciones de edificios, buques, muelles y muchísimas obras usuales. Enumeramos en seguida algunas especies:
Abedul, especie de álamo cuya corteza se rompe en hojas delgadas como el papel.
Abeto, árbol que produce la trementina.
Acebo, árbol armado de aguijones, que se aprovecha en los sotos ó cercados.
Acoma, cuya madera es apropiada para la construcción de buques.
Achurú, cuya madera es muy estimada para la construcción de edificios.
Alcornoque, cuya corteza constituye el corcho.
Alerce, cuya madera es aparente para las obras de ebanistería.
Algarrobo, árbol que según los botánicos, vive más de doscientos años.
Arce, árbol del que mana una sustancia resinosa ó sea la trementina.
Astrágalo, árbol que produce la goma tragacanto.
Boj, cuya madera es tan compacta, que sirve para gravar en ella, obteniéndose grabados muy finos.
Boygle, árbol que tiene la corteza semejante á la canela; es un árbol sagrado para los Araucanos.
Caimitero, cuya madera es muy dura é incorruptible.
Caoba ó Cayoiba, madera compacta y muy estimada en ebanistería.
Cápa, cuya madera es excelente para construcciones de buques.
Capirona, madera que tiene la propiedad de petrificarse en el agua.
Caucho, árbol cuyo jugo, condensado, suministra la resina llamada goma elástica, que hoy se consume en gran cantidad en la industria para tan diverso objetos; es originaria de América.
Cedro, madera inmejorable para obras de ebanistería.
Cimarruba, árbol muy elevado, propio de las Antillas, las Guayanas y el Brasil.
Ciprés, árbol de varias clases, sirviendo su madera para la confección de vihuelas y otros instrumentos.
Chilca-brava, madera color parduzco, que no admite polilla.
Chonta, madera negra muy pesada, lisa y compacta, con la que los indios de América fabrican sus arcos, lanzas y macanas.
Ebano, madera negra, dura y compacta, muy apreciada para embutidos de ebanistería.
Enebro, madera aromática muy apreciada para la fabricación de la ginebra, licor muy fuerte y estimulante.
Fresno, cuya madera es blanca y se emplea en diferentes usos en la industria.
Guachapeli, madera fuerte y sólida que se emplea para la construcción de buques.
Guapurú, arbusto cuya madera es incombustible.
Guarango, árbol cuya madera es inmejorable para construcción de buques; es originario del Ecuador.
Guayacan, madera muy dura y olorosa.
Haya, árbol que rivaliza con el roble por su belleza y utilidad, siendo muy tenaz y flexible; de sus frutos se extrae un aceite estimado.
Higueron gigantesco, madera correosa y fuerte que se usa en la construcción de canoas.
Humiro, árbol notable por sus grandes frutos cuyas semillas tienen un albumen análogo al marfil.
Jacarandá, madera dura y muy compacta que se emplea en enchapados y embutidos de muebles.
Manchiga, árbol cuya madera es tan dura que hace oficios de piedra de batán.
Mangle, madera resinosa y fuerte que es apropiada para diversos usos.
Mimosa arábiga, árbol del que se extrae la goma arábiga.
Molle, árbol frondoso y corpulento; es propio de Quito.
Nogal, árbol cuya madera es pesada, dura y de un hermoso color oscuro.
Olmo, cuya madera es fuerte, sólida y fácil de labrar.
Palisandro, madera empleada en obras finas de ebanistería.
Palmeras, árboles de diversas clases, originarias de América; hay gigantescas, como: Palma Real, Palma de Cera, Palma Pischuayo, Palma Aguajo, Palma Christi, Palma Chiquechique, Palma Melocotón, etc., contándose en América más de trescientas especies diferentes, algunas muy elevadas y esbeltas, como el Cocotero Datilero, el Palmito Abanico, la Palma Ceroxylin de los Andes, etc.
Palo de rosa, madera excelente para ebanistería de lujo.
Pelmen ó Pino de Chile, que produce una fruta parecida á la castaña, y una resina que tiene el olor de incienso.
Pino, hay varias especies, y uno de ellos llamado Teberinto, produce una sustancia resinosa llamada trementina.
Pisonay, árbol originario del Perú; es gigantesco, muy coposo, y era simbólico en tiempo de los Incas, pues adornaban con él las alamedas que circundaban los palacios.
Quebracho, madera blanca y á veces morada.
Sándalo, preciosa madera muy apreciada en el comercio por el aroma que despide.
Siple, madera que se semeja al pino y sirve para muchos usos.
Y otros muchos árboles y arbustos cuyas maderas preciosas son muy apreciadas en las industrias y en las artes.
También hay en América Arboles gigantes, y existen aún Arboles históricos vetustos.
De los primeros, algunos, por sus proporciones, pasan del tamaño natural de los vegetales, como por ejemplo: en Chile, el llamado Pehuen, que alcanza á tener hasta 300 pies de altura; en California, varios hay que llegan á más de 150 pies de elevación y 80 de circunferencia en su tronco; en Colombia, el Juria, se eleva de 100 á 120 pies. Además, algunos árboles cuentan una longevidad asombrosa, citándose como un caso extraordinario, el Ciprés de Chapultepec, en México, que tiene 40 metros de circunferencia, al que sabios botánicos atribuyen una edad de 6200 años, teniendo en cuenta las capas que constituyen el tronco; el Pisonay, del Perú, árbol que era simbólico en tiempo de los Incas, del que subsisten aún algunos ejemplares en la capital del Cuzco, á través de 400 años que han trascurrido desde la caída del Imperio Incáico. Como curiosidad única, se cita que en el bosque del distrito de Mariposa, cerca de California, hay un árbol gigantesco que tiene 30 metros de circunferencia en su base, en el que se ha abierto un verdadero túnel por el cual puede pasar con toda comodidad una diligencia tirada por cuatro caballos, quedando á cada lado del tronco bastante madera para sostener el árbol sobre sus raíces.
De los Arboles históricos, que son depositarios de recuerdos y hechos lejanos, existen todavía unos pocos, como: en México, en el que debajo de su sombra descansó el conquistador Hernán Cortez á lamentar los desastres de la batalla de la "noche triste"; en la Habana, el Ceiba, bajo el cual se celebró el primer cabildo y la primera misa.
También hay en América otros árboles y plantas[205] que tienen diversas propiedades ó productos útiles para la aplicación en industrias, verbi gracia:
Agave ó Ramié, planta de cuyos filamentos se hace la pita y otros cordeles; es originaria de México.
Algodonero, arbusto, con cuyo copo, hilado, se tejen telas finas.
Arbol candela, que produce una materia como sebo y sirve para el alumbrado; es propio de Venezuela.
Ayac-Mullaca, arbusto cuyas hojas y fruto sirven de jabón para lavar.
Bababusi, árbol cuyas hojas sirven para pulir la madera.
Bejuco, planta sarmentosa para hacer todos los objetos que se hacen con el mimbre.
Bibao, planta cuyas hojas anchas y gruesas sirven en algunos lugares para cubrir los techos de las casas.
Bombonaje, árbol cuyas bellas hojas en forma de abanico, sirven para preparar la paja fina para tejer sombreros.
Cáñamo, que produce el hilo para tejer telas, cordones y sogas de mucha resistencia.
Caraguata, planta fibrosa que es una especie de cáñamo.
Ceiba, árbol cuyo fruto se semeja á la lana de los animales y sirve para muchos usos.
Cerda vegetal ó Barba Española, árbol cuyos filamentos semejantes á la cerda, sirve para rellenar colchones.
Cerón, planta que produce una cera muy blanca, de la que se hace velas que dan una luz brillante.
Congó, árbol que produce la goma arábiga.
Curupali, árbol cuya madera sirve para curtir pieles.
Chambira, arbusto cuyas hojas producen un hilo tenaz para fabricar hamacas.
Damajuhato, árbol cuyo corteza es un tejido ductil que sirve á los indígenas para hacer mantas para su uso.
Estoraque, arbusto ramoso que produce la resina olorosa del mismo nombre.
Guinoba, árbol que produce la seda vegetal.
Huacán, árbol cuyas semillas hervidas dan buena cera.
Huamirisi, árbol del que nace un finísimo algodón blanco, más suave y fino que la seda, cuyo hilado es propio para tejer telas finas.
Humiro, especie de palmera cuyas hojas sirven para la construcción de los techos de las casas, y las pepitas de sus frutos sustituyen el marfil en la fabricación de varios pequeños objetos.
Lino, planta de la que se saca el hilo para tejer muchas telas.
Llaú-chama, árbol cuya corteza machacada se asemeja á un tejido y sirve de abrigo de cama á los indios de Loreto, en el Perú.
Llaú-Samora, árbol de corteza fibrosa como el cáñamo.
Lloque, árbol cuya corteza y fruto sirven para curtir cueros; también es madera muy estimada para bastones.
Mapujo, cuyos capullos suministran la seda vegetal.
Myrica, especie de laurel que produce una cera vegetal.
Palmera Mataqui, cuyas grandes hojas sirven para cubrir los techos de las casas.
Palo de Cruz, muy duro, de color pajizo, con manchas negras, madera muy estimada en la ebanistería.
Palo de Leche, árbol del que se extrae una leche blanca y muy espesa, que mezclada con la resina del payaro, produce un buen lacre, y con el copal y cera, forma una brea que los indios usan para calafatear sus canoas.
Peumo, árbol cuya fruta produce la manteca vegetal.
Pichicaspi, árbol cuya madera es muy dura é incorruptible, propia para construcciones.
Poma, árbol cuya madera fibrosa es tan fuerte como el hierro.
Puca-varilla, cuyas ramas del grueso de la muñeca de la mano, son tan elásticas, que se pueden juntar sus dos extremidades sin romperse.
Quillay ó Tarsana, árbol cuya corteza remojada en agua, sirve como jabón; es propio de Chile.
Sapaja, árbol de cuyas hojas muy duras, los indios hacen peines, pues su color es amarillo, opaco, semejante al carey.
Sebo de Mocoa, árbol cuyo fruto produce un sebo blanco y sin olor, del que se hacen velas para alumbrado.
Uritoquiro ó Diente de loro, árbol de madera tan dura que el hacha no abre brecha en él.
Vilca, árbol que produce una goma semejante á la arábiga.
Y muchos otros árboles y plantas filamentosas, de gomas y resinas, que tienen aplicación en las industrias.
Hay en América otros árboles y plantas tintóreas, como:
Aira, arbolito cuya madera sirve para teñir de color morado; es originario de las Guayanas.
Añil ó Indigo, planta cuyas hojas puestas en maceración, producen la pasta usada para teñir de color azul oscuro.
Ayrampu, especie de tuna, cuyas semillas de color púrpura sirven para teñir de ese color.
Campeche, madera que se emplea mucho en tintorería y en otros usos industriales.
Cariazú, planta cuyas hojas suministran un color carmezí muy apreciado en tintorería.
Culantrillo de pozo, planta que sirve para teñir de color azul.
Cúrcuma, que produce una tintura amarilla.
Chichango, planta que produce un hermoso color amarillo.
Chinchivilla, yerba que los indios emplean para teñir de azul; es originaria de la América del Sud.
Chipi, planta que produce un color rojo.
Churisique, arbusto cuya madera sirve para teñir de amarillo.
Granadillo, árbol de madera compacta empleada para teñir de encarnado subido.
Huantura, arbusto cuya semilla sirve para teñir de color rojo.
Huito ó Jagua, árbol que produce una fruta del porte de un durazno, cuyo corazón sirve para teñir de negro.
Kupu ó Telefio, planta cuyas hojas sirven para teñir de color verde; es planta de Bolivia, que echa sus vástagos tendidos por el suelo.
Llangua, arbusto cuyas hojas se emplean para teñir de azul.
Mizuca, palo que sirve para teñir de color amarillo.
Mullí ó Turbinto, que sirve para teñir de color verde; es planta propia de Bolivia.
Nopal, penca en la que se cría la cochinilla, insecto del tamaño de un chinche, el que secado al sol se vuelve duro, empleándose beneficiosamente para dar á la seda, lana y otras materias el color de grana y otros varios por combinación.
Palo Brazil, árbol cuya madera color acarminado, es tan útil en la tintoreria: es propio del Brasil.
Parinari, árbol cuyo fruto cocido dá un hermoso tinte azul.
Puca-Tupana, arbusto cuyas hojas sirven para teñir de colorado.
Quilioyuyo, arbusto para teñir de amarillo.
Raicilla, árbol cuya raíz sirve para teñir de color rojo.
Rijari, arbusto cuyas hojas tiñen de negro.
Rubia, arbusto cuyas hojas tiñen también de negro.
Sami, arbusto cuyas hojas tiñen de color azul.
Santa María, yerba que sirve para teñir de color azul.
Sañi, arbusto para teñir de color morado.
Tara, árbol cuyas hojas sirven para teñir de negro.
Cuanto á los árboles y plantas frutales, además de muchas exóticas, hay originarias y especiales de América. Citaremos algunas clases de estas últimas:
Acamelt, que produce un licor vinoso muy agradable.
Aceituno, especial y originario de América; produce una oliva negra, y en el Perú hay en abundancia, siendo las de Moquegua muy renombradas.
Acra, fruta que es apetecida por su exquisito sabor.
Aguacata ó Palta, del tamaño de una pera grande y muy apetitosa, es fruta que sin ser dulce ni ácida, se come con sal; es propia de América.
Capulí, que tiene un gusto suave, muy agradable.
Ciruelas, frutas silvestres, denominadas, una del fraile, con carnosidad de color rojo subido, y otra, que es agri-dulce y color amarilla.
Coco, fruta de gran tamaño, que es muy estimada, pues su pulpa tiene el gusto de la almendra, y el agua que en su concavidad contiene, es muy fresca y saludable; los indios aprovechan su cáscara entera para hacer porongos y envases para sus diversos usos.
Chirimoya, muy estimada por su agradable y exquisito sabor.
Chicozapote, con pulpa blanca con visos de color de rosa; es fruta de las mas exquisitas, y, según muchos europeos, superior á todas las del Antiguo Mundo. En México hay bosques enteros que crecen sin cultivo, en una extensión de diez á doce millas.
Granada, fruta redonda, cuyo interior está lleno de granos á guisa de mashorca, de color carmesí y de sabor dulce, unas, y ácidas, otras.
Granadilla, fruta del tamaño y forma de un huevo de ganzo, cuyo contenido es gelatinoso, dulce, lleno de pepitas y de sabor agradable.
Guaba ó Pacae, vaina que contiene pepitas negras como habas, cubiertas con una pelucilla blanca y carnosa, de grato gusto.
Guahabana, especie de Chirimoya grande, de sabor algo agri-dulce, pero no desagradable.
Guayaba, fruta más ó menos dulce, con la carnosidad llena de semillas pequeñas.
Lima ó Bergamota, especie de limón real, pero dulce, de cuya corteza se extrae una esencia que sirve para preparar el Agua de Colonia.
Limón ceuti, es ácido, más vehemente y más fragante que el limón real de Europa; hay varias especies en América.
Lucuma, redonda, de carnosidad amarilla-anaranjada, poco dulce y seca, pero de sabor agradable; es oriunda del Perú.
Mamey ó Mamai, del tamaño de un huevo de pavo y con el gusto del durazno.
Níspero, especie de ciruela, pero con dos, tres y hasta cuatro pepas lustrosas.
Papaya, del tamaño de la cabeza de un hombre, redonda, lisa, de carnosidad amarillo-anaranjado, muy agradable al paladar.
Pepino, fruta cilíndrica ó ovalada, verde-claro por fuera y blanca por dentro, con semillas puntiagudas, aplanadas y pequeñas; es originario de América.
Piña ó Anana, de gran tamaño, de gasto exquisito, de carnosidad amarilla, dulce y poco ácida, de olor suave, llegando á pesar hasta diez y ocho libras; es originaria de América.
Plátano ó Banana, de varias especies, teniendo todos un gusto suave, delicado y un sabor exquisito, especialmente el llamado de seda, que es muy fragante. Hay algunas especies gigantes, como el Zapalote, que tiene de 15 á 20 pulgadas de largo, y hasta 3 de diámetro. Hay bosques enteros de plátanos en América.
Sandía ó Melón de agua, de pulpa aguanosa, encarnada ó amarilla, muy refrigerante.
Toronja, especie de naranja, que tiene la corteza gruesa y llena de tubérculos; es fruta aparente para ser confitada.
Tuna, fruta que crece sobre la penca llamada nopal, con es[211]pinitas en el exterior y muchas semillas en el interior; es más conocida con los nombres de Higo chumbo, Higo de pala é Higo de tuna, y es de gusto agradable y dulce.
Zamboa, cierta especie de toronja.
Zapote, de corteza verde, pulpa negra, carnuda y sabor dulce; cocido, con azúcar y canela, es de un sabor delicadísimo. Hay Zapote blanco, que es aún más delicado que el negro.
A más de otras frutas especiales y silvestres, se han aclimatado perfectamente en América, muchas clases de frutas de Europa, como Albérchigo, Prisco, Durazno, Melocotón, Cidra, Membrillo, Albericoque, Naranja, Higo blanco y negro, Manzana, Pera, Ciruela, Melon, Uva blanca y negra, y algunas otras.
De las plantas alimenticias, tónicas y confortativas, las más son originarias y propias de América, habiendo sido algunas introducidas en Europa, donde se han aclimatado maravillosamente. Entre estas plantas se cuentan las que siguen:
Arracacha, planta tuberculosa, que es uno de los principales alimentos de los indígenas.
Arroz, planta graminea, que crece en los lugares ya húmedos, ya cálidos, y se cultiva con esmero, por ser un cereal que se reproduce copiosamente. Aunque originario de la China y la India, se ha aclimatado perfectamente en América, principalmente en el Perú.
Atchera, planta cuyas hojas se parecen á las del plátano y de cuya raíz se extrae una fécula semejante al sagú, la que es muy alimenticia; es planta propia del Ecuador.
Batata ó Papa, cuyos bulbos de color castaño claro por la parte exterior y amarillo claro por dentro, son de gusto muy agradable, y constituyen uno de los principales alimentos no solo en el Nuevo Continente, sino también en[212] los Antiguos, donde ha sido introducida y aclimatada por modo maravilloso; es bulbo originario del Perú. En las serranías del Perú los indígenas convierten la Batata en «Chuño ó Papa seca»: la cuecen con corteza en pailas enormes, le quitan la película, la depositan por algunos días al aire libre y al sereno, cuidando que no reciba sol ni lluvia, y queda recia y seca, conservándose en ese estado muchos años; entra en el guisado llamado «Carapulca», en el Perú.
Batata ó Papa amarilla, más fina que la anterior, cuyos bulbos son de color amarillo anaranjado por dentro, y de gusto exquisito; es también originaria del Perú.
Cacahuate ó Maní, planta cuyo bulbo de la forma de un capullo de seda, se come generalmente tostado, y también se mezcla con algunos guisos.
Cacao, árbol cuyo simiente es el principal ingrediente que entra en la confección del chocolate, bebida nutritiva y de sabor agradable; es originario de América, y se produce en México, Perú, Ecuador y Guatemala.
Caconite, planta cuya raíz da una harina nutritiva.
Café, con cuyo fruto tostado y molido se hace una bebida agradable, que se consume mucho en todas partes del mundo. Aunque esta planta es originaria de Arabia, se ha aclimatado perfectamente en América, que produce calidades que compiten con el de Moka.
Calabaza comestible, con la que los indígenas confeccionan algunos guisos.
Camote ó Moniato, especie de Batata dulce que se produce en temperamento cálido; los hay de tres especies: blanco, amarillo y morado.
Carlocar, planta que destila un aceite espeso que reemplaza á la manteca y sirve para condimentar los guisos.
Coca, arbusto originario del Perú, cuyas hojas parecidas al naranjo, son predilectas para los indios, que acostumbran mascarlas mezcladas con la tierra llamada[213] llipta y ceniza de la mazorca del maiz, siendo el sumo de esas hojas, para los indígenas, el mayor corroborante y un alimento increíble, pues ellos se alimentan con el jugo de dichas hojas, que con la boca largas horas trituran, hallándose cada día más robustos, apesar de desempeñar labores bastantes rudas; de las hojas se extra la cocaina, alcaloide de preparación oficinal.
Cullen, arbusto cuyas hojas se parecen á las del té y tienen casi la misma propiedad que las de éste.
Maiz, planta graminea, cuyo fruto en forma de mazorca, es farineo y muy nutritivo como alimento sano, tanto para el hombre como para los animales; hay diversas especies: amarillo, blanco, azulado, morado, rojo y negro. De él, molido, se hace en América una especie de tortas delgadas y redondas, tostadas en un tiesto de barro, y sirven de pan á los indígenas; es grano originario de América.
Magu, especie de centeno, bastante nutritivo.
Maguey ó Melto, planta de hojas gruesas y grandes, utilísimas para muchos usos, pues si las cuecen, dan miel; si las purifican, azúcar; si las destemplan, vinagre; si las echan ocpatli, vino; y de esas mismas hojas se hacen conservas, se fabrica papel, y sus troncos sirven de vigas, y sus hojas, como tejas, para cubrir los techos de las casas; del árbol se hace alpargatas, esteras, mantas de vestir, calzado, cinchas, jáquimas, cabestros, y se saca cáñamo para hilar. Además, la raíz es eficaz para curar los males de la orina.
Mandioca, especie de granos con cuya harina se hace pan en algunos pueblos de América.
Mate ó Hierba del Paraguay, de cuyas hojas se hace una infusión teiforme en una cáscara de coco, calabaza ó jícara, que se absorbe mediante una bombilla de mimbre ó de plata, siendo una bebida estimulante, estomacal y tónica, usada principalmente por los indígenas del Pa[214]raguay, Chile, la Argentina y otros lugares inmediatos; contiene los mismos principios activos que el té y el café y produce iguales efectos.
Oca, planta tuberculosa indígena, de las regiones frías y templadas, cuyo tubérculo lustroso, amarillo, muy dulce, es del particular gusto y sabor de la castaña, con el que se hace conservas muy estimadas; también se come fresca, ó sea, cruda ó cocida.
Olluco ó Melloco, planta tuberculosa, cuyo fruto es redondo y blanquizco, que se come cocido, siendo un alimento que tiene propiedades analépticas, y es muy apetitoso, sobre todo, para los indios.
Quinoa, planta cuya semilla semejante á la lenteja, es muy usada como alimento, en América, de donde es originaria también.
Tapioca, fécula del Manioc, que es muy nutritiva y conveniente en la convalescencia de cualquiera enfermedad.
Trigo, de Europa; fué introducido á América, cultivándose con éxito en Chile, California y todo otro temperamento templado.
Yuca ó Manioc, planta cuya raíz sirve de alimento, por contener elementos nutritivos; rayada, produce un excelente almidón; también es la base de la bebida llamada masate, tan generalizada entre los indios de la América Meridional, donde es originaria.
No faltan en América, árboles y plantas aromáticas, que sirven para condimentar comidas, como:
Achiote, arbolito cuyas semillas cubiertas de bastante materia oleosa roja, de buen gusto, sirve para dar color á los guisos.
Ají ó Chile, pimiento del que hay varias especies en tamaño, figura y fuerza del picante; es propio de América, donde hay en abundancia.
Azafrán, planta que crece formando hebras; se usa también para dar color á los manjares.
Canela, planta más fragante que la renombrada de Ceylan, y de la que hay bosques enteros en América.
Clavo de olor, de color pardo oscuro, de olor muy aromático y agradable, de sabor acre algo picante, que se usa como especería en diferentes condimentos.
Laurel, árbol cuyas hojas sirven para aromatizar los manjares.
Nuez Moscada, que es producida por la planta llamada Mirística, de gusto aromático.
Orégano, planta herbacea, de hojas y flores reunidas en espigas, muy aromático, usado como condimento.
Pimienta, baya redonda, de color rojizo, pardo oscuro ó negro cuando seca, y rugosa; es acre, aromática, ardiente y de sabor picante, y se usa con especialidad para condimentar fuertes excitativos.
Sasafrás, especie de laurel aromático.
Vainilla, cuyo fruto es una cápsula prolongada que contiene una pulpa sumamente olorosa, y sirve generalmente como ingrediente para el chocolate y dulces en jalea; es originaria de América, y tan abundante, que nace sin cultivo en las tierras calientes.
Y otras clases de especerías que lisonjean el olfato y el gusto.
Los ejemplares de la flora de América son en número incalculable, tanto las propias del Nuevo Continente, cuanto las en él aclimatadas y provenientes del Mundo Antiguo. Como la enumeración de esas flores sería sumamente extensa, nos limitamos tan solo á citar algunas de ellas:
Acacia, cuya planta ha sido importada de Asia á América, donde se ha desarrollado con lozanía en la zona ecuatorial.
Amapola, flor de varias especies; es indígena de América.
Ambarina, flor que nace de la planta de la familia de las quenópodeas; es de agradable perfume.
Azahar ó flor del Naranjo, tan olorosa que embalsama el ambiente.
Azucena, flor abigarrada de rojo, amarillo, blanco y negro; es originaria de las comarcas de la Argentina.
Balsamina, flor cuyo arbusto fué importado de la India, y que se aclimató perfectamente en América.
Clavel, de varios colores y exquisita fragancia; sus plantas han sido importadas á América, donde sus variadas especies se han aclimatado y se ostentan con lozanía.
Crisántemo ó Flor de Oro, de la familia de las compuestas, cuyo arbusto originario de Europa ha sido importado á América, donde se han aclimatado con esplendidez.
Dalia, hermosa flor de varios colores; sus plantas han sido dedicadas al célebre botanista inglés Dale; son originarias de México.
Flor del Corazón, sumamente fragante, pues basta una sola flor para perfumar una casa; esa planta es propia de América.
Floripondio, cuya flor á manera de embudo es muy olorosa; es planta originaria del Perú.
Heliotropo, flor de suavísimo perfume, pequeña, de color azulado y está dispuesta en espigas enroscadas; es originaria del Perú.
Hortensia, flor de color de rosa, que nace en corimbos; es planta propia de la China y del Japón, pero se aclimató perfectamente en América.
Jazmín, flor blanca y vistosa, que exhala un suavísimo y agradable olor; es planta originaria de la América Septentrional.
Heliconia, hermosa flor que nace en panículo; es planta originaria del Perú.
Lila, el arbusto que produce esta bella flor, es originario de la América Septentrional.
Lirio, de hojas esplendorosas y flores de infinitos matices y colores, que exhalan un fino y delicado perfume.
Magnolia, cuya flor es muy fragante; su planta es originaria de los países australes de América.
Narciso, bella flor de suave y exquisito olor.
Orquídea, cuya flor es bellísima; en el Perú hay varias especies.
Rosa, las hay de varias formas, distinguiéndose la llamada «Rosa de las cuatro estaciones», propia de la América Central y de la isla de Haití ó Santo Domingo.
Victoria regia ó Lirio acuático, cuya flor es la más grande y hermosa que se conoce, y cuyas hojas tienen dos metros de diámetro, siendo tan resistentes, que un hombre puede pararse en ellas sin que se hundan en el agua; su olor es parecido al de la Magnolia; es originaria de uno de los afluentes del río Amazonas. La hermosura de esta flor causó tanta admiración al célebre naturalista Tadeo Haenke, que hincándose de rodillas, expresó su entusiasmo con acaloradas exclamaciones hacia el Supremo Hacedor de tanta belleza.
Y muchas otras flores de brillantes hechuras y delicados perfumes, cuya variedad de matices se disputan los colores del arco-iris.
Por último, hay otras plantas notables, propias de América, que se deben mencionar, como:
Algodón, planta originaria del Perú, cuyo fruto es un copo sedoso, blanco y esponjoso que cubre la semilla, siendo su hilaza una de las materias más útiles y finas, que con la seda, el lino y la lana, viene á ser necesaria é indispensable para la fabricación de los géneros ó telas.
Arbol de la cera, cuyas semillas en forma de racimos, produce una cera tan buena como la de las abejas.
Arbol de la leche ó Palo de Vaca, del que se extrae un jugo de bastante cuerpo muy semejante á la leche de la vaca, que se consume para todos los usos domésticos; es originario de Colombia y de Venezuela.
Arce azucarada, árbol cuya sabia está muy cargada de azúcar, que se obtiene por medio de la ebullición, y sus calidades son idénticas á la de la caña y de remolache; es propia del Canadá.
Beldoco, árbol que produce la lana vegetal.
Cacto ó Cactus, planta portulácea de la que hay en América una gran variedad de más de 450 especies, de distintas formas y calidades; es planta que crece extraordinariamente en las áridas llanuras, cuyos troncos, á manera de columnas, semejan á unos candelabros.
Caña de azúcar, planta parecida á la caña común, pero de cuyo jugo dulce se extrae el azúcar.
Fraylejón, planta cuyo tamaño y figura se parece á un fraile vestido de blanco.
Girasol, especie de hongo, blanco, pequeño, del que se extrae un aceite; se le llama así, porque casi siempre está inclinado hacia el lado del sol; es originario del Perú.
Huanirú ó Pullipunto, planta que produce el marfil vegetal.
Tabaco, planta que debe su nombre á la isla de Tabago, una de las Antillas, y cuyas hojas preparadas de diferentes maneras, se ha hecho de tan general uso para fumarlo ó aspirarlo en polvo por las narices.
Tagua, fruto de una palmera llamada Cadi, que produce el marfil vegetal.
Sin especificar las diversas especies de corpulentos paquidermos que han existido en América duran[219]te la época antediluviana, nos limitaremos á enumerar algunos animales de este suelo, posteriores al Diluvio, muchos de ellos originarios y especiales, tanto cuadrúpedos cuanto volátiles, acuáticos é inséctiles.
Entre los principales cuadrúpedos de diversas especies, que son los más numerosos, se cuentan los siguientes:
Acuti, especie de conejo originario del Brasil y del Paraguay.
Alpaca ó Alpaga, mamífero cuya lana es sumamente fina y larga, muy parecida á la de Cachemira; es una especie de cabra, que vive en la más elevada región de los Andes del Perú.
Alco, semejante al perro, cuadrúpedo mudo, cuya carne es excelente.
Anta ó Gran Bestia, especie de tapir, propio del Perú; los indios tienen mil preocupaciones sobre las propiedades medicinales de las uñas de la Gran Bestia, las que miran como una panacea universal.
Añaz ó Añango, zorro del tamaño de un gato, cuya arma, para defenderse de otros animales, es la orina, que arroja tan pestilente que hace huir á las gentes; pero es buscado con interés por su hígado, el cual seco, en peso de un adarme, es un específico milagroso contra el dolor de costado.
Ardilla, animalito vivísimo y lijero, que vive en los bosques y que tiene la particularidad de comer como los monos, valiéndose de las manos; en los bosques de la América del Norte hay en abundancia.
Armiño, cuya piel es muy estimada y preciosa por su suavidad y su blancura como la nieve, y tan buscada en peletería.
Bisonte ó Búfalo, especie de toro indígena, con jiba en el lomo; es originario de la América Septentrional.
Buey mosqueado ó almizclado, de las comarcas boreales de América.
Cacomiztle, especie de fuina, propia de México.
Capivardo, semi-anfibio, propio de la América Meridional.
Carcajú, mamífero carnívoro, propio del Canadá.
Caribú, especie de reno, propio de la América del Norte y del Canadá.
Castor, mamífero del orden de los roedores, del tamaño de un perro mediano y de pelo generalmente castaño; es propio del Canadá y de Norte América, donde vive en sociedad, en habitaciones que construye á orillas de los ríos.
Ciboro ó Toro silvestre, rumiante, abundante en las pampas de la Argentina y de México, que se diferencia del toro común, en tener sus astas echadas hacia atrás y tener una lana fina, rizada y corta, en lugar de pelo.
Cochinillo de Indias, semejante al puerco y al conejo.
Comadreja, especie de rata grande que hace sus invasiones en los corrales, matando cuantas gallinas puede cojer.
Corzo, semejante al siervo, casi sin cola, de color ceniciento y cuernos pequeños; es muy lijero y tímido.
Couguar, fiera manchada como el tigre, muy feroz; es propio de América.
Coyote, especie de mastín que ataca al hombre; es propio de México y de California.
Coypú, especie de nutria, propia del Ecuador.
Cuati, género de mamífero carnívoro, del tamaño de un gato.
Cuchichí ó Huanusi, hormiguero con rabo muy esponjado que le sirve para cubrirse, y con su trompa larguísima la envaina en los agujeros de las hormigas para atraerlas y comerlas.
Cui, especie de pequeño conejo, muy apreciado por los indígenas que lo crían en sus casas, pues su carne es delicada y sabrosa; es originario del Perú y Ecuador.
Charapa, tortuga grande que puede vivir meses enteros sin tomar alimento alguno.
Chillihueque, especie de huanaco, propio de Chile.
Chinchilla, especie de ardilla, propia de la América del Sud; su piel es muy estimada en pelletería.
Fichiciago, animal del tamaño del topo, que tiene una coraza de láminas corneas y cuadradas, cuya flexibilidad se presta á toda clase de movimientos; es propio de Chile.
Filandra, semejante á la marmota.
Gamo, especie de corzo, de color leonado y cuernos anillados y encorbados hacia adelante.
Gato-tigre ó montés, de los bosques; es una especie de leopardo, que se halla tanto en la América del Norte como en la del Sud.
Glotón, especie de tejón carnívoro, de las regiones frías del Canadá, cuya piel es muy estimada por su finura.
Guangana, puerco montés que siempre anda en tropas de más de cien con su capitán, y si son atacados, nunca huyen, hasta que muere el capitán.
Guanque, especie de raton campestre, de color azul; es propio de Chile.
Guamul ó Huemul, especie de asno, originario de las partes inaccesibles de la cordillera de los Andes de Chile.
Hatau-Viringo, especie de perro galgo, desnudo de lana, que se supone sea originario de la China, pero algunos zoólogos creen que es propio de América.
Huanaco ó Guanaco, especie de llama originaria del Perú y del Ecuador, de color rojo por encima, blanquecino por debajo y con la cola levantada.
Huegue, especie de vicuña, propia de la Araucañia.
Iguana, especie de lagartija, que tiene debajo de la mandíbula inferior una bolsa ó papo con una línea de púas; su carne y huevos son muy apreciados por los indios, como alimentos.
Intuti ó Guanchaco, especie de zorra, algo mayor que un ga[222]to y de la figura de una rata, que vé poco de día y cría á sus hijos en una bolsa que abre y cierra en la barriga, dentro de la cual se ven las dos hileras de los pechos.
Izcuintepotzath, perro jorobado, originario de México.
Jaguar ó Tigre americano, propio del Perú y del Paraguay.
Kanguroo, del orden de los marsupiales, propio de las Guayanas.
Lobo del Marañón, de piernas muy cortas, que anda más á brincos que á pasos; es propio del Perú.
Llama ó Llacma, especie de camello sin joroba, llamado por los españoles carnero peruano, por la lana y alguna semejanza de la cabeza, pues su figura es parecida á un camello, no solamente en el cuerpo, sino también en las propiedades; es animal originario del Perú, y muy útil á los indios de ese territorio, para transportar sus cargas ó mercaderías.
Margai, especie de gato-tigre, propio del Paraguay.
Marta, carnívora, cuya piel es muy hermosa; despide un olor infecto, que proviene de una materia particular, segregada por unas glándulas que tiene situadas cerca del ano.
Mixtli, león sin melena, propio de México.
Monos—En América, principalmente en el Ecuador, hay una gran variedad de monos, tales como:—Aluato, de faz desnuda de pelo, nariz aplastada, de gran cola sin pelo, que tiene mucha fuerza.—Caparro, mono grande, grueso y forzudo, con cara semejante á la humana; es propio de Venezuela.—Cararayada, mono nocturno, que no puede soportar la luz del día.—Chichico, el más pequeño de los monos, pues es del tamaño de un ratón y se esconde dentro de una mano; es propio de los bosques del Ecuador, y los hay de varios colores, como negros, pardos, blancos, verdes y colorados oscuros.—Horro-cercopítero, mono grande propio del Ecuador y de México, de color negro y collar blanco, que parado es de la estatura de un[223] hombre, y es opinión vulgar que si coje una mujer á solas, usa de ella con violencia.—Miquito, que tiene una cola larga, en la cual reside especialmente el tacto y la fuerza y que le sirve para enroscarla en las ramas de los árboles y suspenderse de ellas.—Omeco, mono grande, pardo y muy feo, que tiene una gran papera en el pescuezo.—Tití, mono pequeño, con una mancha negra en la cabeza á modo de gorra.—Ushñaga, mono nocturno que nunca se deja ver de dia y se parece algo á la lechuza por sus ojos saltados y grandes. Y muchas otros monos, tales como los Achumi, Aullador, Capuchino, Cotomono, Choco, Frailecito, Macaquito, Marimonda, Nictipiteco, Oki, Miquito, Pinchecito, Sapis, Uistití, Zorrillo, Marikina, Pinchis, Saimiri, Sai, Saki, Safú, Tamarino, Sapajou, Saguin y otros más.
Mirmecófago, género de mamífero destatado, hormiguívoro.
Muca, especie de zorro, que se ocupa en desvastar los gallineros.
Mucamuca, rata de los bosques.
Nutria, cuya piel es muy apreciada para varios objetos de lujo y adorno.
Ocelotl, tigre originario de México.
Ondatra, rata almizclada, propia del Canadá.
Onza, gato carnívoro de la Cordillera de los Andes del Perú.
Oso hormiguero, cuyo instinto es perseguir los nidos de hormigas para destruirlos.
Paca, cuyo pelo y gruñido es semejante al cerdo, y la cabeza parecida al conejo.
Pagi, especie de león, propio del Perú.
Perezoso, mamífero llamado así, porque pasa la vida en un árbol, hasta que el hambre lo obliga á buscar algún alimento.
Pecavis americano, especie de jabalí de los bosques de Chanchamayo, en el Perú.
Pichus, especie de zorro grande, originario de América.
Pilori, rata muzcada, propio de las Antillas.
Puca-puma, especie de leopardo de los bosques del Ecuador.
Puerco-espín, animal parecido al erizo, cubierto de unas púas de dos á tres pulgadas, de la calidad de las astas, con vetas negras y blancas.
Puma, especie de león, originario de Chile.
Quinza-ñahui, especie de zorro que tiene tres ojos, los dos en su sitio natural, y el tercero en la frente, el que le sirve de farol para ver de noche, porque abierto reluce á oscuras como una estrella.
Quirquincho, especie de tatú, propio del Perú, de México y del Paraguay; es cubierto de una concha, de dieciocho fajas, coraza que le defiende de los ataques de otros animales.
Rengífero ó Caribú, especie de ciervo de la región frígida del Canadá, donde hay numerosos rebaños.
Rucco-lluicho, especie de ciervo de poca cornamenta, de color atabacado oscuro, que es el que cria las piedras bozoares más estimadas.
Saino, especie de jabalí que tiene en el lomo un botón lleno de materia hedionda, que apesta toda la carne si no se corta luego.
Salamanquesa, especie de lagartija de varias regiones de América, cuya picadura es mortal.
Saricovienna, nutria particular del Paraguay, Brasil y Guayana.
Sartinajo, especie de conejo.
Siguairo, también especie de conejo.
Suaicato, especie de hiena, propia de América.
Taplti, especie de conejo; es propio del Paraguay.
Tarac, especie de venado.
Tato ó Tatu, cuadrúpedo que tiene los pies con cuatro ó cinco uñas, con conchas que llegan hasta el vientre, con púas como las del erizo, y que gruñe como el puerco; es[225] originario de América; á pesar de su armadora posee una flexibilidad tal, que en caso de peligro, se enrosca en forma de bola.
Ucumari, especie de oso, diverso de los que se ven en Europa, que vive en los climas fríos de la América Septentrional.
Urón, especie de perro con la cabeza y hocico de puerco, piés y manos de perro, con solo tres dedos y uñas largas y gruesas, que vive bajo la tierra y la taladra en poco tiempo en la extensión de muchos metros.
Uturunco, especie de tigrillo.
Vaca-mocha, especie de vaca que tiene una trompilla como elefante.
Vicuña, animal de la familia de las llamas, que habita las crestas de las más altas cordilleras del Perú y cuya lana finísima es muy apreciada para la confección de paños, sombreros, medias y otras telas.
Vizcacha, especie de conejo con cola larga y pelo esponjoso semejante al del castor; es originario del Perú.
Yaguar, especie de tigre, de la Cordillera de los Andes.
Yuray-tarujo, especie de ciervo blanco, animal muy hermoso por su blancura como la nieve y su gran cornamenta dividida en muchas ramas, con ojos encendidos como coral, y de veloz carrera, que vive en las montañas más elevadas de la Cordillera de los Andes.
Zachin, animal pequeño que acomete al hombre, á las culebras y á cualquier otro animal.
Entre las muchísimas aves de América, de varias especies, notables unas por su armonioso canto, otras por su hermoso plumaje multicolor, y otras por sus especiales propiedades, se pueden citar las siguientes:
Agami, señalado por el sonido especial de su canto y su rara inteligencia.
Aguila coronada, ave de rapiña que se empleaba en la cetrería.
Aguila de dos cabezas, originaria de México, asegurando algunos historiadores, que en 1741 se llevó una á España.
Alcatraz ó Pelícano, pájaro acuático del tamaño del cisne, de color blanco, que con los años degenera en rubio; debajo del pico tiene una especie de saco en que deposita la pesca que coje para comérsela después con toda comodidad. La manera de abrir este saco, para dar alimento á sus polluelos, ha dado pié á la fábula de que se abría el pecho con el pico, sin otro objeto que sustentarlos con su propia sangre ó á costa de su propia vida. En las islas de la costa de la América del Sud hay innumerables de estos pájaros.
Alcón, ave de rapiña propio de las Cordilleras.
Arcotras, ave de hermoso plumaje encarnado, dorado y azul.
Arrandajo, especie de tordo, que imita el canto de todas las aves con suma facilidad.
Buitre ó Gallinazo, ave de rapiña, especie de cuervo, bastante numerosos en América; viven en cuadrillas con las de su especie, y son las que hacen la policía de las grandes ciudades, pues se alimentan de caroña.
Cacico moñudo, cuyas plumas del cuerpo son de color chocolate, las alas verde-oscuro y la cola amarillo-brillante; sobre la cabeza tiene un moño puntiagudo.
Camichi, curiosa ave que por su voz hace retemblar.
Carpintero, de pico grueso y fuerte, con el que taladra los árboles más duros para hacer su habitación.
Casoar, especie de avestruz; es propio de la Argentina.
Cereba azulada, notable por las resplandecientes tintes de su plumaje matizado admirablemente, y separado por bandas de un negro aterciopelado, en la cabeza brilla un moño de plumas de un azul-verdoso y de reflejos metálicos; canta silbando algunas palabras con claridad; es propio del Brasil.
Cigüeña, especie de grulla, de color blanco, mayor que la gallina, con el cuello, pico, cola y pies largos, de color rojo sanguíneo y las alas surcadas de plumas negras; se mantiene de sabandijas.
Colibrí, pájaro pequeño, de hermosas y esbeltas formas, de brillante plumaje tornasolado; es propio de los parajes cálidos de América.
Condor, el coloso de los buitres, ave de rapiña, propia de las gigantescas cimas de la Cordillera de los Andes de Chile, de plumaje negro con un collar ó faja blanca al cuello; alcanza alturas que á ningún hombre le es dable vencer.
Cotinga, lindo pájaro de plumaje azul, con garganta morada.
Cotorra, especie de papagallo muy hablador, que abunda en los bosques del Ecuador.
Curiquingui ó Ave del Inca, originaria del Perú, que es mayor que una gallina, con cola y alas muy largas, de color pardo claro con vetas ondeadas de amarillo color oro; es ave tan domesticada como las gallinas.
Chogray, pájaro de plumaje amarillo, domesticable, y muy inteligente para aprender cuanto se le enseña.
Flamenco, ave muy hermosa, algo mayor que la cigüeña, con las alas color de fuego que llama mucho la atención; es originario de Chile.
Grajo, ave celebrada por la belleza y matices de su brillante plumaje.
Guacamayo, ave también de muy vistoso plumaje.
Jabirú, ave cuya propiedad es tendente á destruir los reptiles.
Jujuy, ave que imita perfectamente la voz del hombre, dando lugar á que los cazadores se equivoquen, creyendo que son compañeros que los llaman.
Mochuelo, ave nocturna, de color amarillento salpicado de gris y pardo por el lomo, con puntos cenicientos en las extremidades de las alas.
Murciélago Sanguinario, de dedos largos reunidos por unas membranas que le sirve de alas para volar, su cuerpo cubierto de un pelo fino y de color negro; sólo vuela por la noche y se mantiene chupando la sangre á otros animales; es propio de América. En el Brasil hay una especie denominada Vampiro, que son de un tamaño extraordinario.
Nandú, especie de avestruz, de los desiertos de la América del Sud, de plumas muy estimadas.
Ninfa, de los bosques, es notable por la belleza de su plumaje de magnífico color azul.
Orbig, ave de aceradas garras más temibles que las del mismo tigre.
Oropéndola, ave muy hermosa, que tiene el pico encarnado, el cuerpo manchado de amarillo y de verde, negras las alas y la cola, y amarillas las extremidades de las plumas.
Pájaro loco, muy astuto, que hace su nido de manera de no ser ofendido por ningún otro animal.
Pájaro mosca, de plumaje brillante color púrpura-oscuro, la espalda brilla con reflejos verdes y el cuello y vientre de color verde esmeralda, su canto es dulce y agradable; es propio de Venezuela y del Brasil.
Pájaro nocturno, que solo sale cuando se pone el sol; es propio del Darién.
Papagayo, ave de hermoso plumaje; es propio y común en los bosques del Ecuador.
Pardillo, ave de lomo ceniciento, cabeza, cola y alas negras, que se domestica con facilidad y aprende á imitar el canto de otras aves y aún la voz del hombre.
Pavo real, ave originaria de México, de donde se llevó á España, propagándose en seguida por toda Europa; es la ave más hermosa que se conoce por su brillante plumaje.
Pavo de Indias, de la familia de las gallinaceas, algo más[229] pequeño que el pavo real, con plumaje color ceniciento; es originario de México, de donde se llevó á España.
Pechicolorado, especie de pardillo que tiene el pecho colorado.
Peróxito ú organito, ave cuyo canto armonioso parece entonar todos los acordes é intérvalos armoniosos del diapasón; es propio de los bosques de la Cordillera de los Andes.
Picado, que tiene su pico más pesado que todo su cuerpo.
Pinza, cuyo pico es más largo que todo su cuerpo.
Polatuca, especie de ratón que vuela.
Quezal, ave de México, adornada de un hermoso plumaje verde.
Rabihorcado, ave grande de rapiña cuyas alas desplegadas ocupan el espacio de catorce pies, y es de mucho vuelo, pues apesar de ser terrestre, extiende su vuelo hasta treinta leguas y más, dentro del mar.
Rabo de junco, ave terrestre muy grande, que tiene la cola larga y muy delgada, que también vuela en el mar á grandes distancias.
Sinsonte, ave de canto tan armonioso que se le considera como el rey de las aves, por su canto y trinos que embelezan.
Tángara, especie de gorrión, propio de los países equinocciales de América.
Tucán, especie de picazo; es ave propia del Brasil.
Tinamón, gallinacea, exclusivamente propia de la América Meridional.
Turpian, cuyo canto es muy agradable y entretenido.
Toro-Pisco, de lindo color, con un moño en forma de plumero.
Trompetero, que tiene la particularidad de cantar por el ano.
Tijeras-Chupa, cuya cola está en forma de tijeras.
Tunqui, ave muy rara, de los espesos bosques de la Cordille[230]ra de los Andes, cuya cabeza está adornada de un copete de plumaje vistoso color fuego vivo y encendido.
Yunatunqui, hermoso pájaro que tiene una especie de quitasol sobre la cabeza.
Y otros tantísimos pájaros y aves más hermosos y abundantes que en cualquiera otra parte del mundo. Además el interior y las costas de todas las zonas se hallan pobladas de variedad de perdices, buhos, ocas, ánades, piches, sarapicos, chorlitos, becacinas, patos reales, garzas, gaviotas, palomas torcaces, perdices, jilgueros, gorriones, golondrinas, ruiseñores, chirotes, etc., etc., y otra infinidad de aves acuáticas.
De los insecticidas, hay en América un bullir incesante de multicolores; pero solo señalamos algunos que tienen cierta particularidad que merece ser anotada:
Alacrán ó Escorpión, muy común en las regiones cálidas de América; su cabeza forma con el cuerpo una sola pieza, y tiene una cola movediza y armada de una punta corva ó uña, con la cual picando, introduce el humor venenoso.
Animal rojo, especie de cangrejo microscópico, que se introduce en la cútis de todo el cuerpo, produciendo mortificantes dolores.
Calóptero, insecto de la familia de los carábicos, notable por sus lindos colores; es propio del Brasil, de Cayena y de Chile.
Cienpiés, insecto venenoso, de cuerpo cilíndrico, compuesto de muchos anillos unidos por medio de una membrana muy delgada, cada uno de los cuales está provisto de dos patas, de labio inferior armado de dos prolongaciones articulares y duras hacia adentro en forma de tenacillas, que le sirven de arma ofensiva.
Cínife ó mosquito de trompetilla: es carnívoro y su picadura produce un dolor intenso.
Cucuyo, especie de luciérnaga, con la diferencia que es cucaracha en lugar de guzano como aquella: tiene cuatro depósitos que despiden luz ó materia fosforosa, dos en medio de la barriga y dos en la cabeza en donde corresponden los ojos; son comunes en la isla de Cuba.
Garrapata, del monte, insecto casi imperceptible, que se pega tenazmente á cualquiera parte del cuerpo.
Hormigones ó Chacos, hormigas que tienen una particularidad muy notable, pues andan por los campos en bandadas numerosas, trepando en los árboles y persiguiendo en tierra toda clase de sabandijas, como culebras, cienpiés, alacranes, sapos, lagartijas, arañas y muchos otros bichos, para devorarlos, ó se apoderan también de las casas esparcidas por las orillas de los ríos, y subiendo por las paredes, no dejan rincón que no registran en caza de cuantos bichos encuentren; luego que la casa queda limpia, la abandonan, continuando su marcha por otros parajes donde haya igual pasto para su alimento: andan en partidas de tan crecido número que cargan sobre cualquier animal sin dejarle sitio por donde escapar y lo devoran al mismo tiempo que hace esfuerzos para desembarazarse de la persecución. Cuando estas hormigas se presentan, las gentes salen de sus casas, y no vuelven á ocuparlas hasta que hayan salido después de haberlas limpiado de sabandijas incómodas y peligrosas por el veneno que encierran. Estos hormigones se encuentran en las campiñas del Cuzco, en el Perú, donde precisamente abundan más las sabandijas.
Luciérnaga, insecto fantástico, con élitros crustáceos, cuya parte posterior es fosforecente y luce por la noche.
Mariposas, de las que hay una inmensa variedad en América, notables por su gran tamaño y vistosos colores,[232] principalmente en los bosques de la parte Sud del Continente, donde se hallan las más bellas que se conoce.
Nigua ó Pique, insecto microscópico, que se introduce generalmente en la cútis de los dedos de los pies, donde forma su huevera; es algo peligroso extraerlo, si no se toman las precauciones debidas.
Sustillo, insecto que hace un tejido semejante al papel.
Tarántula, araña de proporciones gigantescas, de color ceniciente con pintas negras y verdes, el cuerpo grueso y velludo, y su picadura es venenosa.
En fin, en América hay un enjambre de innumerables insectos, benéficos unos, y dañinos otros, como: Abispas, Arañas, Cucarachas, Garrapatas, Grillos, Gusanos, Hormigas, Moscas, Mosquitos, Moscones, Távanos, Zancudos, etc.
De los animales anfibios y acuáticos hay también gran número en América, de los que señalaremos tan sólo los cetáceos del mar y de los ríos, más notables por sus diversas particularidades, como:
Aligador ó Caimán, propio de la América del Sud, animal anfibio.
Ballena, cetáceo bastante común en los mares australes de América.
Cocodril ó Lagarto cornudo, animal anfibio, algo común en los ríos de América; es cubierto de escamas á manera de escudos, tan fuertes que no las penetra una bala: algunos llegan hasta diez varas de largo, y pueden pasar hasta seis meses en el lodo sin comer ni beber, y despiertan muy voraces.
Chacalote ó Fisetero, cetáceo blanco, soplador, que vive en los ríos de América.
Charapa, tortuga marina que puede vivir meses enteros sin tomar alimento alguno.
Chinchimén ó Gato marino, animal anfibio; es propio de las costas de Chile.
Elefante de mar ó Foca mayor, que se halla en las playas australes del Río de La Plata.
Esturión, cetáceo de color azul-gris sembrado de pintas pardas ó negras, de cabeza obtusa y cuerpo con cinco ó seis órdenes de escamas.
Foca ó Becerro marino, mamífero carnívoro, que vive en los mares australes.
Gimnoto, cetáceo entomostráceo, muy común en América, de cinco ó seis pies de longitud, que tiene la propiedad de atentar contra los otros animales á cierta distancia, produciendo el mismo efecto que si sobre ellos se descargara una batería eléctrica.
Guagua, pequeño perro anfibio, especie de nutria finísima y de grandes orejas, cuyo nombre le viene de que al ladrar parece que pronunciara la palabra «guagua.»
Lame ó Puerco marino, especie de foca cuadrúpedo y anfibio, de las costas de Chile.
Lamentín ó Vaca acuática, peje de los ríos Amazonas y Marañón, de doce pies de largo y que suele pesar hasta ochocientas libras.
León marino ó Foca menor, de los mares de la extremidad austral de la América del Sur.
Lobo marino, también de los mares australes de la América Meridional.
Manatí ó Amantín, anfibio con cabeza de buey, que se halla en los grandes lagos de América.
Narval ó Pez-espada, cetáceo de escamas imperceptibles, con una aleta en el lomo, con la mandíbula muy fuerte y la superior prolongada en forma de espada de dos filos.
Paiche ó Piracucu, peje grande que generalmente tiene un peso de trescientas libras, que se encuentra en el río Amazonas.
Pinguín ó Pájaro-bobo, ave marina que no tiene plumas, pero está cubierto su cuerpo con un plumón espeso; en el mar nada con velocidad y en tierra camina ayudado por las alas; es abundante en la costa de la Patagonia.
Tiburón, peje voraz, veloz, de fuerza y gran tamaño; suele acompañar á los buques á grandes distancias, dando vueltas al rededor, para aprovecharse de todos los desperdicios que se echan al mar y de los cadáveres que se sepultan en el Océano. Los hay también en los grandes ríos de América.
Yacu-atuci, lobo marino, alto y delgado, con lana áspera entre pardo y blanco.
Yacu-cuchi, cerdo anfibio con dos colmillos arqueados y orejas casi redondas, que sube mucho por los ríos que desaguan en el mar y se internan en los bosques en busca de raíces y frutas.
Yacu-puma, especie de león anfibio que habita tanto las orillas como las selvas del Ecuador.
Zaramagullón, anfibio propio del Perú.
Además, en los mares y los ríos de América hay gran número de pescados de todas clases, como las especies de Arenque, Atún, Anguilas, Anchovetas, Bacalao, Besugo, Bagre, Barbudo, Chuto, Corbina, Carpa, Lenguado, Pejerey, Salmonete, Trucha, Tui, Langosta, Camarón, etc., y muchos moluscos y crustáceos.
De los animales anélidos ó invertebrados, de América, se cuenta un gran número de ellos, principalmente innumerables serpientes que infunden espanto por su enorme grosor y la sutileza de su ponzoña; sólo citamos unos pocos:
Acosto, género de anélido afrodisiaco, propio de las Antillas.
Boa constrictor ó Aboma, serpiente que es la de mayor tamaño que le conoce, y cuya longitud suele llegar hasta[235] unos treinta y cinco á cuarenta pies, teniendo tal fuerza que sujeta hasta á los toros y tigres.
Crótalo, serpiente cascabel que habita los espesos bosques de América.
Cucurucú, culebra muy venenosa, de la América Meridional.
Culebra Saetilla, serpiente también venenosa, que de los altos de los árboles se arroja sobre los caminantes.
Graja, culebra cuyo veneno es activísimo.
Jacumama, gigantesca serpiente que, apesar de no ser venenosa, es temible por su prodigiosa fuerza.
Machaqui, culebra de 15 á 20 varas de largo, con dos cabezas.
Serpiente Congo, especie de cascabel cuya mordedura es mortal.
Uritu, culebra cuya cabeza se parece al pico de loro: es muy venenosa.
También hay en América muchas Víboras y Corales ponzoñosos, y tantas otras clases de anélidos, entre ellos la notable serpiente Papagayo, que es colosal y habita en los bosques del Ecuador y del Perú, y también Culebrones inofensivos, que domesticados, hacen la policía de las casas, devorando los insectos.
Quédanos por registrar, dos producciones importantísimas, aunque no animales propiamente dichas, que provienen, una, de las aves marinas, y otra, de la concha madreperla; son:
1.o Huano ó Guano, sustancia considerada como producto animal, pues es el resultado de la acumulación del excremento que las aves marinas depositan en las islas desiertas cercanas á las costas del Perú, principalmente en las Islas de Chincha, cerca de Pisco, y en los islotes y costa de Ica, Ilo y Arica; es una sustancia sólida, pulverulenta, amarillo-oscuro, de olor amoniacal fuerte, que se[236] halla en capas ó depósitos formados de dichos excrementos de diversos pájaros marinos, que son tan numerosos en aquellos parajes; depósitos que han alcanzado, en el término de muchos siglos, más de sesenta pies de espesor en la extensión de algunas leguas[94]. El Huano es reconocido como el abono más precioso empleado en la agricultura para fertilizar las tierras pobres, por el amoniaco, fosfato y potasa que contiene. Desde 1836 el Huano llegó á ser una enorme riqueza para el Perú, pues que ha rendido al Gobierno de veinte á veinticinco millones de pesos anualmente. El producto del Huano ha sido mal administrado de parte de las autoridades peruanas, pues se ha podido sacar mucho más provecho de ese precioso abono, que ha enriquecido á los consignatarios de Inglaterra, Norte América y otros países.
2.o Perla, sustancia que también es considerada como producto animal, pues es una especie de concreción preciadísima que se forma en el interior de la concha denominada madreperla, por la extravasación de la sustancia conocida con el nombre de nácar. Se encuentra criaderos de perlas en varias islas de Colombia, y también en las costas de Cubagua y Cumaná, en el golfo de San Miguel, cerca del Istmo de Panamá, donde se pescó una perla del[237] tamaño de un huevo grande de paloma, la que, apreciada en cien mil ducados, fué obsequiada al rey de España Don Felipe II. También hay criaderos de perlas en las costas de la Baja California y del Estado de Sonora, en México, que pueden compararse con los del Golfo de Ceylán y el Pérsico.
Hecha esta suscinta relación, repetimos lo que hemos dicho ya: ¿Será posible que el Hacedor Supremo haya concedido al Continente Americano tantas y tantas riquezas en los tres reinos de la Naturaleza, para que este mismo Continente haya permanecido inhabitado durante el largo tiempo trascurrido desde la Creación del Mundo hasta el Diluvio Universal?
No, ello es materialmente imposible; y, por lo tanto, es innegable que los habitantes de la época antediluviana han sido autóctonos, contemporáneos de los corpulentos paquidermos de la Edad Cuaternaria, época de la que, á no dudarlo, arranca el origen del Hombre.
La Historia y la Tradición no nos han legado dato alguno acerca de los primitivos habitantes del Hemisferio Americano; todo lo concerniente á este punto, yace oculto en el misterio más impenetrable, no siendo posible seguir con certidumbre la marcha del Género Humano en la infancia de las sociedades del Nuevo Mundo; lo poco que hasta hoy se ha podido saber, está diseminado, por decirlo así, en diferentes obras, Acosta, Avicena, López, Holtón, Kames, Ro[238]mans, La Peyrère, Burnet, Humboldt, Bancroft, Brasseur de Bourbourg, Hervas, Zerda, Mosquera y otros, traen algo al respecto, pero ese algo es incompleto las más veces, y tan sólo problemático en algunos casos.
De estos autores, unos son del grupo de los poliphyletes ó poligenistas, y otros del grupo de los monophyletes ó monogenistas; conjeturando algunos, que el Hombre primitivo de América tuvo que ser algo superior á la bestia, pero algo inferior al salvaje de hoy, desde el punto de vista físico é intelectual, y tuvo que ser también más corpulento, más musculoso, y más ágil que el Hombre civilizado de nuestros días, pues que la fuerza bruta era su principal atributo: desnudo y estimulado por el hambre, cubría su desnudez con las plantas fibrosas y las pieles de los animales que lograba matar, alimentábase con los frutos de la Naturaleza y con la carne de esos mismos animales[95], y se albergaba en las cuevas naturales para ponerse al abrigo de la intemperie; para eso ponía en acción los recursos de que le permitía disponer su escasa actividad cerebral y la disposición mecánica de sus demás órganos. Después, su instinto se fué desarrollando[239] paulatinamente hasta cobrar la suficiente inteligencia por el mismo desenvolvimiento gradual y la adaptación de sus órganos cerebrales, comprendiendo entónces, que estímulos superiores al de la conservación personal le dominaron, como fueron el amor que tenía á su compañera y las caricias que recibía de sus hijos: esa relación de familia fué estrechada y complementada con el paulatino perfeccionamiento del lenguaje. Luego, como es de suponer, elevando su espíritu á la contemplación de los fenómenos naturales que se ofrecían á su vista, como la influencia benéfica del sol; la caída del rayo de la nube tempestuosa, que le pareció una emanación del mismo astro; el calor de las lavas incandescentes, que los volcanes arrojan en su erupción destruyendo todo en su rápido curso; llegó á comprender que estos hechos eran, en sí mismo, el fuego, y tales fenómenos naturales le sugirieron la posesión del secreto de ese elemento, mediante la frotación de dos leños de dureza diferente, descubrimiento que le permitió realizar casos prácticos en su vida doméstica; pasando entonces el hogar á ser el verdadero centro de la familia. La organización de la familia tuvo lugar, según esto, en la Época Primaria, que prácticamente se denominó Edad de Oro.
Después de este período, que fué de larga duración, vino el de la vida de relaciones entre las diversas familias esparcidas en el Continente Americano, principiando así el verdadero estado social, que siguió á la simple asociación de familia. La infancia del estado social fué también de larga duración, y en el trascur[240]so de él el conocimiento de los hombres, aparte del culto y servicio del fuego, se redujo á la fabricación de toscas vasijas de tierra cocida para sus usos domésticos, á los instrumentos de madera ó de piedra bruta necesarios á sus demás empleos, á la construcción de chozas ó cabañas para su albergue, y á la confección de armas para la caza de animales ó para la guerra, pues no tardó en suscitarse entre las diferentes familias, desacuerdos, disputas y aún riñas que prontamente degeneraron en desavenencias graves y hasta en lucha á muerte entre ellas. En un concepto poético, la Época Segundaria, se denominó Edad de Plata.
A este último período siguió la época del perfeccionamiento de los instrumentos de tosca piedra ó silex, época que los antropologistas llaman Edad de Piedra, y que se subdivide en dos épocas diferentes: la Época Terciaria ó Paleolítica, de instrumentos de piedra toscamente tallada, y la Época Cuaternaria ó Neolítica, de instrumentos de piedra pulimentada.
Vino en seguida el período en que se perfeccionaron los instrumentos, reemplazando los de silex por los de cobre; se mejoró el arte de la alfarería y se principió la extracción y fundición de metales múltiples, tales como el oro, la plata, el cobre, el estaño y otros. Esta época fué llamada Edad de Bronce ó de los Metales, porque el cobre que entra en esa liga, fué el metal más común que reemplazó á la madera y la piedra en la fabricación de instrumentos de guerra y agrícolas, reservando el oro y la plata para varias[241] aplicaciones, ya industriales, ya artísticas. En esta misma Epoca, las tribus nómadas ó errantes, diseminadas, reuniéronse en cuerpos de pueblos ó naciones, formados por el paulatino dominio que adquirieron unas tribus sobre otras. Las asociaciones de las familias relacionadas entre sí por sus costumbres, sus creencias, sus lenguas y sus tradiciones, se constituyeron, así, en Estados civiles, políticos y religiosos, gobernados por jefes que mantuvieron su independencia y autonomía. Debido á esa asociación de familias y su constitución en Estados, fué que se inició un notable adelanto en los pueblos, pues desde entonces se principió á fabricar toscos tejidos, se adoptó la cremación de los cadáveres y se comenzó á tributar el culto religioso.
Cuanto á la Edad de Fierro, sólo está marcada en los Continentes Antiguos, por la adquisición de este utilísimo metal, completamente desconocido su uso, se supone, en el Nuevo Mundo basta la conquista española, apesar de ser muy abundante el fierro en el Continente Americano.
Si se trata de resolver la cuestión de la condición intelectual en que se encontró la Humanidad primitiva, hay que recurrir al examen de los útiles y armas de que los hombres se sirvieron en aquellas épocas lejanísimas; elementos que dan la debida luz sobre esa civilización, pues su exámen enseña, que á las hachas y objetos de piedra, de hueso, de concha y de madera, para los usos domésticos, sucedieron los instrumentos de metal. "Esta historia del Hombre,—ha dicho Mr.[242] Edward Burnet Taylor,—que nos revela el estudio de los instrumentos de que él ha hecho uso, es la historia de un progreso ascencional y sin duda inconstante é interrumpido en cada tribu ó en cada raza, pero un progreso general, en el que vemos que crece y se desarrolla la industria humana." Pero lo dicho por Mr. Burnet Taylor es tan sólo el medio de comprobar, en parte, el grado intelectual á que habían llegado las primitivas generaciones humanas, sin tener en cuenta otros medios importantísimos de llegar al conocimiento de la condición intelectual del Hombre en esas edades primitivas, medios que complementan el estudio etnológico de estas razas, y son: á más del movimiento de su progreso en las artes manuales, sus costumbres, sus ritos, creencias, y su sistema de gobierno.
Debe colegirse de lo dicho, que ha debido trascurrir muy larga serie de siglos antes que los primitivos pueblos de ese mismo Continente adquirieran cierto grado de adelanto; siendo un hecho indudable, que su iniciada civilización fué avanzando gradual y lentamente en el camino del progreso, hasta lograr formar pequeños núcleos y centros sociales.
Aunque la historia de los primitivos habitantes de América está aún envuelta en un cáos que ha sido imposible aclarar hasta ahora, creemos que después del trascurso de varios siglos, el Hemisferio Americano fué también habitado por los Atlantes, los Antis,[243] los Chinos y talvez los Egipcios, los Fenicios y los Hebreos, razas que forzosamente se mezclaron con esos primitivos habitantes autóctonos, asimilándose á ellos en el trascurso del tiempo. Fundamos esta conjetura en los hechos relatados por los antiguos historiadores, quienes refieren que la navegación en los Océanos Atlántico y Pacífico se remonta á una época anterior al Diluvio; lo cual probaría que los pueblos del Antiguo y del Nuevo Mundo se conocieron y tuvieron relaciones desde aquella misma época.
De suponer es, que en aquellos tiempos antiquísimos, la Atlántida (que creemos sólo ocupaba una parte de la extensión del Océano Atlántico) fuera una nación que alcanzó el mayor grado de apogeo, pues Platón recuerda tradiciones egipcias que se remontan á la invasión de los Atlantes á los Continentes del Antiguo Mundo, extendiéndose por toda la Europa, parte de la Africa y de la Asia Menor. Solón, que fué uno de los siete sabios de Grecia, supo también, por los Egipcios, todos los pormenores que se referían al poder marítimo de los Atlantes, cuya escuadra estaba compuesta de miles de navíos. Además, la Atlántida era célebre por su fértil y benigno clima, habitada por hombres indomables, robustos, audaces y de talla gigantesca[96]; gente fuerte é invasora que hacía repentinas irrupciones, cayendo, de improviso, para gue[244]rrear toscamente, hasta poner á sus enemigos en cuitas y peligros. Por lo demás, no hay memoria de la época en que aconteció el hundimiento de esta grande isla, ni tampoco hay recuerdo de la existencia de ella en la época postdiluviana.[97]
Los Antis, pueblo asiático, hicieron, se dice, una invasión á la América ecuatorial, antes del Diluvio, y se establecieron en la Cordillera de los Andes, en la región superior del Amazonas: de estos Antis se deriva, talvez, el nombre de la extensa cadena de montañas que atraviesa toda la América del Sud. Los pobladores de la Cordillera de los Andes ecuatoriales conservan todavía el nombre de Antis, que fueron los que, se supone, introdujeron en América el idioma Quechua, y usaban en lugar de escritura, los quipos ó cordoncillos con nudos, presumiéndose que ellos fueron los inventores de ese sistema, y que también lo habían propagado entre los Tibetanos y los Chinos hasta el tiempo del emperador Tohi (600 años antes del Diluvio). Algunos historiadores de la conquista[245] pretenden que los descendientes de los Antis son los Campas ó Chunchos esparcidos en las selvas del Alto Ucayali y otras regiones del Perú.
Los Egipcios son señalados por algunos egiptólogos como unos de los primeros pobladores de la América, antes del Diluvio. Sabido es que Egipto fué la nación civilizada más antigua de la Tierra, pues se remonta á una época inmemorial en que todos los demás pueblos se hallaban aún sumidos en la más completa barbarie; por eso es considerada como la cuna de las artes y las ciencias del Género Humano: sus habitantes eran muy diestros en la navegación y hábiles en las guerras navales, de donde se conjetura que, desde épocas lejanísimas, sus naves surcaron el Océano Atlántico, abordando á las playas americanas. Y no solamente eran diestros en la náutica, sino también expertos en las armas, pues sus legiones establecieron colonias en Asia, poblando la China y el Japón.
Los Chinos, que componen el imperio más vasto del Mundo y cuyo país ha sido una de las primeras naciones en organizarse, pues que su gobierno y civilización arrancan de una época evidentemente muy remota (á más de 4000 años antes de la era cristiana), conservan tradición de haber enviado algunas inmigraciones de ellos al suelo de la América oriental y occidental antes del Diluvio, unas por la ruta del estrecho marítimo de Annián, y otras por la cadena de islas que en aquel tiempo existía en el mar Pacífico, pudiendo así aportar al territorio americano y poblar[246] sucesivamente las comarcas de México, Panamá y el Perú.
Además de los pueblos citados, posible es que también recalaran á América algunos navegantes aventureros ó náufragos procedentes de la Fenicia y la Judea.
Es opinión generalmente sentada, que los hombres de aquellos tiempos que abordaron las playas del Nuevo Mundo, (sea accidentalmente ó de un modo deliberado, impulsados por los vientos y corrientes constantemente favorables que reinan tanto en el Atlántico como en el Pacífico hacia el Hemisferio austral), tuvieron que permanecer allí, sin poder volver á sus respectivos países, por los vientos y las corrientes contrarias, pues no poseían el manejo de las velas, ni el conocimiento de las estrellas, ni el curso de los astros, ni las luces de la astronomía, ni estaban, en fin, imbuidos de la ciencia náutica, condiciones tan precisas para hacer rumbos contrarios á la impulsión de los vientos.
Atajados por todos lados, para restituirse á los países de donde habían salido, determinaron establecerse en el Continente Americano, los unos habitando las partes montuosas de los bosques, en cuyos parages se volvieron rústicos y bárbaros, y los otros estableciéndose en los valles y en las costas, en cuyos lugares se conservaron más dóciles y sociables.
Por esta razón, la América permaneció ignorada durante tantos siglos; siendo preciso, al fin, que Cristóbal Colón, en cuyo tiempo se conocía ya el modo de[247] tomar la altura de las estrellas y las reglas náuticas necesarias para encaminar las naves hacia donde habían partido, pudiera legar al Mundo el descubrimiento de un Nuevo Continente.
Creemos también, ateniéndonos á la tradición hebráica, que los primitivos habitantes de la América perecieron en el cataclismo universal y que, después de tan fatal acontecimiento, fué este Continente repoblado por los descendientes de esos primitivos habitantes que, por voluntad del Criador, pudieron salvar de tal catástrofe[98]. Mucho tiempo después, otras razas de los Antiguos Continentes hicieron diversas y continuas invasiones al suelo americano; razas, sin duda, de hombres semi-civilizados, que aportaron al Nuevo Continente sus peculiares usos y costumbres.
Sabido es que el Asia ha sido la cuna de la Humanidad: por consiguiente, creemos que de allí salieron las primeras expediciones que repoblaron el Nuevo[248] Continente. Estos inmigrantes tendrían que luchar contínuamente por la existencia, perdiendo al fin las primeras nociones de la civilización de sus respectivos países. Las causales que originaron este retroceso fueron: los usos nuevos apropiados al género de vida errante á que se vieron expuestos, inspiradas más por instinto que por inteligencia; el decaimiento de su propia lengua; el ser invariables á sus ojos los fenómenos de la Naturaleza, engendrando en ellos nuevas creencias; el aislamiento á que se hallaban reducidos, al extremo de sumirse, con el trascurso del tiempo, en un estado de completa ignorancia. Más tarde, cuando aportaron á las comarcas americanas inmigraciones más avanzadas en civilización, de hombres enérgicos y de mayores facultades intelectuales, fué cuando se establecieron al Norte, Centro y Sur de América, naciones relativamente florecientes.
Las primeras inmigraciones venidas de Europa á América, en los primeros tiempos postdiluvianos, creemos que probablemente fueron de Griegos, Iberos y Romanos, y, mucho más tarde, de Islandeses, Noruegos y Dinamarqueses; las provenientes de Africa, consistieron en Egipcios y Cartagineses; las originarias de Asia, quizá se formaron de Fenicios, Carios[99], Troyanos, Hebreos, Chinos y Tártaros.
A nuestro humilde juicio, esas diversas inmigraciones fueron realizadas, unas por los caminos terrestres que en aquellos tiempos unían los Antiguos Continentes con el Nuevo; otras, posteriormente, verificaríanse de un modo casual, por tempestades que desviaran á los navegantes de su rumbo, arrojándolos á las playas americanas; y otras, en fin, de esa accidental manera, habrían sido efectuadas con deliberado intento, huyendo del flajelo de las contínuas guerras que, en esas épocas, devastaban y diezmaban las diferentes nacionalidades del Antiguo Mundo. De estas tan diversas inmigraciones proviene, sin duda, la diversidad de razas que vinieron aclimatándose en el suelo americano, cada una con sus peculiares usos, hábitos y costumbres, y aún con sus respectivas distintas lenguas.
Algunos autores opinan que el Nuevo Mundo principió á repoblarse, después del Diluvio, con la pareja ó parejas que en ese Continente salvaron de tal catástrofe; y otros pretenden que lo fué con los primeros inmigrantes que á ese Continente aportaron casual ó deliberadamente. Sea cual fuera la repoblación de América, es un hecho innegable que algunos indígenas conservan la tradición de que, efectivamente, sus antepasados vinieron de otros países y conservan aún los nombres verdaderos ó falsos de sus progenitores.
Además, según opinión de algunos etnógrafos, parece que la parte oriental del Continente Americano fué también repoblada por una raza autóctona, salida de las vertientes de los montes Allegany y de los[250] Apalaches; raza que pasó la Florida y ocupó las Antillas, las riberas orientales de la región de México, la Tierra Firme, las Guayanas, y, por último, el Perú, hasta los confines australes de la América Meridional. A esta raza pertenecieron los numerosos indios denominados Pieles-Rojas, que ocupaban los territorios de Tennessee, las Carolinas, la Virginia, el Maryland, la Pensilvania, y una parte del Estado de Nueva York; como asímismo los indígenas del Canadá, los de Yucatán y de Honduras, y los Caribes y Galibís.
Cuanto á la variada raza indígena meridional, algunos antropologistas conjeturan que poblaron la hoya superior del Orinoco, la hoya del Amazonas, el Brasil, el Paraguay y la Araucanía, suponiéndose que estos últimos, por sus caracteres, hayan sido originarios de la raza China.
Creemos, asímismo, que dos son las rutas principales que en las épocas antediluviana y postdiluviana, tomaron las primeras expediciones de los Antiguos Continentes, para arribar á las playas de América.
Probable es, que una de esas rutas fuera la pretendida desaparecida Isla Atlántida, que, se cree, extendíase desde las islas del mar Caribe (en las Antillas) hasta las islas Azores y Madera (en las cercanias de las costas de Portugal y de Africa, respectivamente), y casi unida quizá al Continente Europeo ó al Africano, cuya ruta habría sido, en aquellos tiempos lejanos, un[251] puente de unión entre los Continentes Antiguos con el Nuevo, y por la cual ruta habrían venido las sucesivas expediciones europeas ó africanas á las costas septentrionales americanas.[100]
Es probable que la otra ruta fuera el Estrecho de Annian (hoy Behring)[101], ó las islas Aleutianas ó Aleutas[102], que, se puede decir, unían el Continente Asiático con el Americano, como suponen algunos geólogos, ó por la cadena de islas eslabonadas en medio del[252] Océano Pacífico[103], que en estos últimos siglos existían aún, entre ambos Continentes, lo que denotaría, así mismo, que en tiempos remotos esa unión de los Continentes Asiático y Americano era también un hecho.
Por ambas rutas habrían podido venir á las costas meridionales de América sucesivas expediciones asiáticas.
A más de ambas rutas principales, creemos también, que algunas expediciones á América pudieron venir por la ruta de la Polinesia, cuyas islas Sandwich y Pascuas (tan célebres por las antigüedades ciclópeas que encierran) son las más cercanas de la América del Norte y del Sud, pues que, respectivamente, están situadas en las latitudes de México y del Cuzco (los dos centros de la civilización americana); teniéndose en cuenta, que las corrientes y los vientos dominantes en esta parte del Océano Pacífico, se dirigen á la costa norte-americana, unas, y hacia la costa sud-americana, otras.
No hay duda (á lo menos es lo que opinamos) que en la época que siguió al Diluvio Universal, pudieron pasar por las rutas que hemos señalado, de los Antiguos Continentes al Nuevo, no solamente los hombres, sino[253] también algunos animales mansos, es decir, aquellos de climas calurosos, por la zona tórrida, y aquellos de climas fríos, por la zona frígida, suponiendo, siempre, la proximidad ó unión de los Antiguos Continentes con el Nuevo; salvo los animales propios del suelo americano, pues así como Dios crió al Hombre autóctono de América, así también crió animales y plantas propios de ese mismo Continente; y tanto es así, que muchos animales originarios de América no son conocidos en los Antiguos Continentes, y, por lo tanto, no pudieron ser encerrados en la arca que Noé construyó por mandato del Criador.
Sabido es, por otra parte, que desde la Creación del Mundo, el Planeta Terrestre ha sufrido grandes trasformaciones geológicas, originadas por terremotos provenientes de erupciones volcánicas y submarinas, y que, debido á esos sacudimientos sísmicos, unas partes de los continentes y numerosas islas, se han hundido en el mar, y otras han surgido de él. El mar, estrechándose en unos lugares y desbordándose en otros, ha aumentado ó disminuido las tierras, separando países unidos desde su origen, formando nuevos estrechos y golfos. Por consiguiente, ¿qué dificultad pudo haber habido, de que así como existe hoy el Estrecho de Annian ó Behring, hayan también existido, en aquellos tiempos, otros estrechos, unidos á partes más septentrionales de Europa, Asia y Africa, y que de puente sirvieran para pasar de un Continente á otro? Presumible es, que en el trascurso de tantos siglos, después de repetidos terremotos, hayan desaparecido estrechos,[254] porque invadiera el mar lo que antes era tierra firme.
A este respecto, citaremos, de paso, la opinión que, sobre este tema, desenvuelve Francisco J. Clavigero, en la Disertación 1a de su Historia antigua de México, tom. II, pag. 147, autor que, acojiéndose á los textos bíblicos, opina que todos los animales, incluso los cuadrúpedos feroces y reptiles de América, pasaron por tierra, de los Continentes del Antiguo Mundo al Nuevo; y, concretando sus juicios, dice: «Estoy obligado á creer que los cuadrúpedos y reptiles del Nuevo Mundo descienden de aquellos individuos que se salvaron del Diluvio Universal en el arca de Noé....... y me persuado que su tránsito se hizo por tierra y por diversas partes del Nuevo Continente.»
Objetando esta opinión emitida por Clavigero, debemos preguntar otra vez: ¿Logró Noé encerrar en su arca á algunos animales feroces, propios de América, como leones, tigres, rinocerontes, bisontes, búfalos, coyotes y demás; los mansos huanacos, llamas, vicuñas, alpacas, vizcachas, y otras; los cocodriles, lagartos, serpientes, culebras y demás animales y sabandijas, animales, estos últimos, notoriamente nocivos al Género Humano, y que en tan diversa cantidad existen en el Nuevo Mundo? Es de suponer que aquello no sucedió.
Desde luego, abstracción hecha de los textos de los libros bíblicos, débese admitir que los animales feroces y dañinos de América son originarios de ese mismo suelo, como también son originarios los animales feroces y dañinos que pertenecen á los Continen[255]tes Antiguos, porque Dios, en su alta sabiduría, no solamente crió varias razas de hombres, sino también especiales y propios animales y plantas en cada Continente.
En fin, ocioso nos parece investigar el rumbo seguido por los primeros hombres y animales del Continente Americano, porque en los tiempos remotos anteriores y posteriores al Diluvio Universal, la superficie del Globo Terráqueo era muy diferente de lo que es hoy.[104]
Es un hecho efectivo, que la civilización indiana del período postdiluviano data de muchos siglos antes[257] del descubrimiento de Colón, pues á más de ochenta años de establecido el coloniaje español, vínose á descubrir (en 1576) las famosas ruinas de Copán, que, en tiempos muy remotos, fué la capital del reino Tolteca, tronco perteneciente á la gran familia de los Nahuatls que se diseminaron por toda la América Central, desde el siglo VII hasta el XIV, siendo los fundadores verdaderos de la antigua cultura mexicana. Esa misma cultura se extendió á las demás comarcas de México, Centro y Sud-América, que han sido los tres antiguos emporios de la civilización americana, como lo manifiestan los descubrimientos hechos posteriormente de ruinas de antiguas ciudades, á más de la de Copán, como las de Uxmal, Haba, Labué, Moyapan, Izamal y Chanchen-Itza, en el Yucatán; Mitla ó Miguit[258]lan, en el país de los Zapotecas; Palenque, Petén, Chicken, Tayalal, Tical, Xochicalco, Chulula y Tula, en la América Central; y Tiahuanaco, Machu-Picchu, Huánuco-Viejo, Pachacamacc, Ollantaitambo, Chitabamba, Chuquillusca, Tarmatambo, Vinaque, Chavin de Huantar, Chimu y otras, en la América Meridional; ruinas todas que acusan una remotísima y floreciente civilización de pueblos enérgicos y de notables facultades intelectuales.
No solamente por los monumentos ciclópeos se comprueban las huellas de las tribus prehistóricas, sino también por las toscas herramientas y utensilios de pedernal encontrados en capas subterráneas, entre huesos humanos, de fósiles y vestigios de la fauna y la flora de esa remota época, de la cual los sabios, como Cuvier y otros, se hicieron intérpretes eruditos en nuestros tiempos, reconstruyendo aquel pasado lejanísimo.[105]
Concluíremos con unas últimas apreciaciones:
Sabios, que han hecho observaciones y estudios arqueológicos en el Nuevo Continente, son de opinión que la Pompeya de América está aún por descubrirse, y suponen que las ruinas de esa gran ciudad se hallan debajo de las extensas y espesas capas de lava fria que circundan alguno de los volcanes de la América Central. El descubrimiento de esas ruinas sería otra prueba incontestable (aportada á las aludidas respecto de las de Copán, Palenque, Petén, Mitla, Tiahuanaco y demás citadas de la América del Norte, del Centro y[260] del Sud), de la adelantada civilización indiana, que se remonta, según opinión de muchos historiadores, á una larga serie de siglos anteriores al descubrimiento hecho por Cristóbal Colón.
Es del caso indicar aquí las opiniones de algunos sabios sobre las similitudes arquitectónicas de los monumentos ciclópeos de América con los de otros Continentes.
Isaac Taylor, en su juiciosa obra titulada Etruscan Researches, pag. 33, dice: «El arte de la construcción suministra indicaciones del más alto valor sobre las afinidades etnológicas: los templos, los palacios y los túmulos funerarios pueden ser considerados como otras tantas petrificaciones de las aspiraciones, de los pensamientos y de los sentimientos de los pueblos; son la expresión expontánea é inconsciente de particularidades mentales hereditarias.»
A este propósito, el doctor Hyde Clark, en su conceptuosa obra Researches in prehistoric and prohistoric comparative phylology, mythology, in connection with the origin of culture in America, para probar la similitud de los primeros pueblos del Nuevo Mundo con los Turanianos, emite la siguiente conclusión: «Las analogías de la arquitectura de los Mexicanos y de los Peruanos con la de los Egipcios y de los Pelasgos (de la Arcadia) son numerosas; debe repararse que todos los constructores de edificios ciclópeos han sido Turanianos (del imperio de Annam).»
Según Mr. Hardy, la semejanza que ofrecen los edificios de Chicken; antigua ciudad de la América Central, con los Topes ó Dagobas de los Budhistas, es[262] bastante sorprendente: en la pág. 122 de su Indian Monarchism, este misionero dice: «La forma de la cúpula, su altura aparente, la torre pequeña colocada en su altura, los árboles que han crecido en sus costados, el aspecto de la albañilería; la configuración de los ornamentos, la pequeña puerta de entrada en la base, todo; en una palabra, se asemeja muchísimo á lo que he visto en Amarajapura, antigua capital de Ceylan.»
También en la isla de Java, del archipiélago de la Sonda, y en la Malesia, se hallan restos de una antigua civilización, y al efecto ha dicho un antiguo escritor: «El gran templo de Palenque corresponde tan exactamente, en sus principales detalles, al de Boro-Bodo, situado en la provincia de Kedah, que no es posible dudar del origen y destinación común de ambos monumentos.»
Algunos autores han aseverado que las grandes construcciones y las esculturas prehistóricas americanas, como pirámides, murallas, fortalezas y estátuas, se encontraron, originariamente, en los espesos bosques del Indostán y de Ceylan (Asia Meridional), en el Indo-China (Asia Oriental), en Tahití, islas Marianas, islas Sandwich y de Pascuas (Oceanía); lo que denota que, durante el período prehistórico, una gran raza de constructores, que no pudo ser otra que la Turaniana, emigrara del Continente Antiguo á las playas americanas; emigración de la que las tradiciones de la Asia sud-oriental conservan memoria.
Terminamos:
Todas las ruinas encontradas, posteriormente, en el extenso Continente Americano, son testigos mudos de naciones que se alzaron y florecieron en tiempos remotísimos, por su adelantada cultura y civilización, para caer después en el olvido del tiempo, sumergidas en la soledad del desierto; ruinas que han resurgido después de una larga sucesión de centurias.
Si se trata de buscar el origen de las naciones de América que culminaron por sus adelantos, en las épocas antediluviana y postdiluviana, es muy difícil encontrarlo, aunque de suponer es, que fueron las primeras de raza autóctona, y las segundas provenientes de distintas razas, á juzgar por las similitudes que ellas ofrecían con las de los Antiguos Continentes. A nuestro humilde juicio, volvemos á decirlo, la antropología, la etnografía y aún la craneología, son las ciencias que por más autorizadas, podrían con más acierto conducir al conocimiento de las primitivas razas indianas del Continente Americano. Talvez más tarde, los naturalistas antropólogos lleguen á resolver este árduo problema, que hace mucho tiempo viene preocupando, y con justicia, la atención de los sabios modernos. Mientras tanto, repetímoslo, apesar de las numerosas investigaciones hechas sobre el origen de los primeros habitantes de América; no se ha podido aún dar un juicio satisfactorio. Entre tantas opiniones diversas como las que sobre este particular se han emitido, todas, en general, carecen de pruebas fehacientes, y algunas no tienen ni siquiera el mérito de la probabili[264]dad: todas estas opiniones son, tan obscuras unas, tan contradictorias otras, y algunas tan fantásticas é infladas de fábulas, que no solamente hacen la materia de muy difícil solución, sino que al tratar de dilucidarla, la obscurecen tanto, que parece imposible poder llegar, por medio de ellas, á la posesión de la verdad.
Finalmente, resumiendo cuanto han dicho todos los autores citados en el curso de esta obra, y expuestas sus respectivas opiniones sobre el orígen de los Indios de América, como también la opinión nuestra que acabamos de formular, nuestra última palabra sobre este tópico se condensa en las siguientes conclusiones:
1a El hombre habitó, simultáneamente, todo el Planeta Terrestre, desde los tiempos geológicos; por consiguiente, los primeros aborígenes antediluvianos del Continente Americano son autóctonos, es decir, originarios de ese mismo Continente; pues así como el Hacedor Supremo creó una pareja de la raza blanca, del mismo modo creó parejas de las demás razas, consiguientemente la de la raza roja ó americana. Inconcebible é inadmisible es, que tan diferentes razas humanas procedan de una sola y única pareja, como opinan los monogenistas.
2a Más tarde, en el período postdiluviano, cuando algunas invasiones extranjeras arribaron á las playas americanas, que se suponía cuna de los Atlantes, Antis, Chinos, y quizá de Egipcios, Fenicios, Cartagi[265]neses, Hebreos, y algunas otras, entónces los autóctonos de América cesaron de ser una raza única y homogénea, siendo, mas bien, producto de cruzamientos de razas diversas, las que; con el trascurso del tiempo formaron, sin duda, una civilización tan adelantada; que, cuando los Antiguos Continentes estaban aún sumidos en la ignorancia, en América había ya pueblos civilizados que vivian en grandes ciudades, poseedores de monumentos grandiosos, como por ejemplo Palenque, Copán, Mixtla, Chicken, Petén, Chulula, etc., en la América Septentrional, y Tiahuanaco, Choqquequirau, Macchu-Picchu, Tipón, Huánuco-Viejo, Chavin de Huantar, Chimu, etc., en la América Meridional; civilizaciones que han desaparecido del suelo americano, por una de aquellas revoluciones de la Naturaleza con que las naciones más adelantadas se eleminan de la faz de la Tierra. Pero, indudable es, que por las ruinas de los ciclópeos monumentos que aún subsisten, esas mismas civilizaciones fueron razas de hombres muy superiores, que dejaron huellas de su estancia y poderío por este suelo.
3a En tiempos remotísimos los más antiguos pueblos de Europa, Asia y Africa estaban en comunicación con América, pues entónces esa comunicación era facilitada por tierras hoy desaparecidas; porque así como actualmente subsiste el estrecho de Behring, pudiendo atravesárselo á pié, cuando ese brazo de mar se halla congelado, así mismo habrían, sin duda, estrechos que unian el Nuevo Continente con los Antiguos, y cuya desaparición debió ser producida por las[266] convulsiones volcánicas terrestres y submarinas ocurridas en épocas lejanas.
4a De suponer es, que las invasiones á América cesaron durante el lapso de una larga serie de siglos, ó sea, hasta las incursiones de los Normandos y Escandinavos, á fines del siglo X y principios del XI de la era actual, incursiones realizadas sin ninguna ventaja ni provecho para la Humanidad; siendo necesario que trascurrieran aún cuatro siglos más, para que Cristóbal Colón, en 1492, agregara un florón más á la Corona de España, con el descubrimiento del Nuevo Mundo.
5a En muchas comarcas de América se han descubierto los vestigios de una civilización más adelantada que la que encontraron los Españoles, lo que prueba que desde tiempos inmemoriales pueblos de una alta cultura estuvieron establecidos en aquel Continente.
6a La civilización que habían alcanzado los Mexicanos y Peruanos, contemporáneos del descubrimiento de Colón, demuestra, inequivocadamente, que estos pueblos constituían Estados florecientes.
7a Los Españoles, al pisar el suelo americano, encontraron en él, tribus que representaban razas de los Antiguos Continentes, pero cuya base de población presentaba diferencias notables.
8a Realizada la conquista del vasto Continente de América por los neo-latinos y los anglo-sajones, grandes corrientes emigratorias llegaron al Nuevo Mundo. Los estranjeros se apoderaron del suelo á viva fuerza, rechazaron á los indianos hacia el interior, y se apro[267]vecharon de los fabulosos rendimientos de las minas y las riquezas forestales, estableciendo, entónces, comunicaciones periodísticas con las regiones del Mundo Antiguo.
9a A pesar de las numerosas víctimas sacrificadas en la conquista, no solamente de indígenas, sino también de los mismos conquistadores, es incuestionable que el descubrimiento de ese Nuevo Continente y su consiguiente usurpación, tuvieron grandísima influencia en los destinos de la Humanidad, pues no hay en la historia de la civilización ningún acontecimiento que pueda entrar en parangón con el descubrimiento de América.
Con todo, las conclusiones que acabamos de emitir, no las consideramos definitivas, sino algo problemáticas, porque no pretendemos haber solucionado este problema de tan intrincada investigación y sobre el cual, lo repetimos, se han escrito tantas y tan divergentes disertaciones.
Tampoco nos lisonjeamos de haber compuesto una obra perfecta, porque nos consideramos destituido de las dotes de ingenio, erudición y pureza de estilo que se requiere en un buen escritor; pero, á lo menos, confesamos que hemos puesto la mayor diligencia en nuestras investigaciones, presentando, en conjunto, y comentándolo, lo de mayor interés que se halla espar[268]cido en los trabajos de los diversos autores que han tratado, mas ó menos bien, de esta embrollada y dificultosa materia.
Empero, como ya hemos dicho en el folleto que publicamos en 1913 titulado Mi estancia de medio siglo en Lima: «No faltarán algunos espíritus dispuestos á calificar ligeramente y sin fundamento la tésis que el presente estudio encierra, y á censurar como deficientes nuestras apreciaciones respecto del origen de los Indios de América. Tampoco dudamos de que, en vista de las conclusiones nuestras, nos salgan al encuentro algunos adversarios que las combatan, tildándonos talvez de visionario. Cada uno puede hacer de su capa un sayo: lo que nadie podrá, es desconocer el gran esfuerzo perseverante y desinteresado, por sólo amor á la ciencia, que esta modesta obra comporta y que en todas sus páginas y lineamentos palpita; sería de desear que esos mismos adversarios expusieran su opinión sobre esta materia, para probarnos que son capaces de desenmarañar tan confuso y complejo problema.»
FIN DE LA PRIMERA PARTE.
Al iniciar el estudio de la materia que forma esta Segunda Parte, debemos indicar, como lo hemos hecho en la Parte Primera, cuáles eran las tribus indianas que, en la época de la conquista española, ocupaban lo que es hoy el territorio del Perú propiamente dicho, tribus que, en aquel tiempo, eran muy numerosas y de las cuales muchas se han extinguido, subsistiendo aún actualmente algunas de ellas.
El número de estas tribus era tan elevado, que no es posible enumerarlas todas, limitándonos tan solo á señalar, en seguida, las principales, por orden alfabético:
AGUARUNAS, de la orilla del Marañón y sus afluentes hasta el Imaza.
AIKEAMBEANAS ó AMAZONAS de la comarca regada por el rio Nhamunda (frontera del Perú con el Brasil), que desemboca en el gran río Amazonas. Era una república de mugeres gobernada por una reina. Los Españoles las denominaron Amazonas, por ser ellas muy adiestradas en los combates; pero en el país se las llamaba Coniapuyares (grandes señoras ó excelentes guerreras).
ARDAS, de la comarca situada entre los ríos Napo y Marañón.
AYMARÁS, de la altiplanicie de los Andes, ó sea, de las estensas mesetas del Collao hasta las comarcas de Arequipa y Paucartambo del Cuzco. Otra parcialidad era del extenso territorio abarcado desde La Paz y Oruro, en Bolivia, hasta los confines de Chile. La civilización de la preincáica familia de los Aymarás, precedió á la de los Quechuas, quienes, después, derrocaron el reino de los Aymarás y adoptaron mucho de su cultura, religión y tradiciones.
CAMPAS ó ANTIS, de la cuenca del Amazonas. Ocupaban las extensas llanuras de la Pampa del Sacramento, del Gran Pajonal y del Cerro de la Sal.
CANAS, de la cordillera del Cuzco.
CARAPACHES, de la Pampa del Sacramento y orillas de los ríos Pachitea, Ucayali y Aguaitía.
CASHIBOS, de las orillas del río Sipiria y cabeceras de los ríos Aguaitía y Pichis, afluentes del Ucayali.
COCAMAS, de los márgenes del río Huallaga.
CONIBOS, de las orillas del Alto y Bajo Ucayali.
CUISMANCUS, de los valles de Supe, Huaura, Chillón, Rimac, Lurín, Chancay y Barranca, cuya capital era Pachacamac.
CHACHAPOYAS, de las riberas del Huallaga y Marañón.
CHANCOS, del valle de Andahuaylas hasta el Nudo de Pasco y valle de Jauja.
CHIMUS, dominaban desde los confines de Chancay hasta el pueblo de Tumbez, abrazando los valles de Pativilca, Santa, Guañape, Trujillo y las poblaciones de Pacasmayo, San Pedro, Sama, Chungala y Paramonga. Esta familia confederada, que formaba un reinado, estaba gobernada por mandatarios llamados Régulos, cuyo gobierno duró algunos siglos, terminando con la definitiva anexión al Imperio de los Incas.
CHINCHAS, que dominaban la extensión de los valles de Cañete, Chincha y Lunahuaná. Formaban una especie de reinado, también gobernado por Régulos, hasta su anexión al Imperio Incáico.
CHONTAQUIROS, de las montañas del Cuzco.
CHUNCHUS ó CHUNCHOS, del valle de Paucartambo, bañado por el río Madre de Dios.
ENCABELLADOS, de las orillas del Putumayo.
HUACHIPAIRIS, de los márgenes de los ríos Tono, Ccoñipata, Qqueros, Pilcopata y Alto Madre de Dios, hasta el estrecho de Ccoñecc.
HUANCAS, de las comarcas de Azángaro, Ancohuallú, Vilcas y Urumarca.
HUANUCOS, de la región de su propio nombre.
HUAYTARÁS, de las orillas de los ríos Mantaro y Mayumarca.
JÍBAROS, de los márgenes del Marañón, entre el Pongo de Manseriche y la desembocadura del río Pastasa y Montañas de Quijos y Canelos.
MACHIGANGAS, de las riberas de los ríos Pilcopata y Teno, hasta el Ucayali.
MAYORUNAS, de la orilla derecha del Ucayali y margen izquierda del Yavarí.
MOENES, de las márgenes del Alto Madre de Dios.
MOXOS, de las orillas del río Mamoré y parte central del Bení, en los confines de Bolivia, del Perú y del Brasil. Esta familia se componía de los Moxos propios, y de las tribus de los Chapacuras, Itenamas, Canichanas, Mobimas, Cayubabas, Pacaguaras é Itenes.
NAHUMEDES, de las orillas del Amazonas, en la frontera del Brasil.
PANOS, de la región bañada por el río Sarayacú, y de las riberas y bosques del Ucayali y del Huallaga.
PIROS, de las orillas del Ucayali.
POCRAS, de la comarca de Quinua, en el valle de Huanchu y alturas de Pumacahua.
PURIS ó PURUS, de las márgenes del río de su mismo nombre.
QUECHUAS, diseminados por los territorios del Ecuador, Perú y Bolivia, hasta la Argentina. La numerosa familia Quechua fué la principal del Imperio de los Incas, y á ella estaban subyugadas las tribus de los Aymarás, Atacamas y Changos: forman en la actualidad, cerca de la mitad de la población de la América Meridional. El Imperio de los Incas llegó á ser el Estado más floreciente de todo el Continente americano, y su civilización sobrepasó la de México. Su gobierno, aunque autocrático, fué á la vez paternal. Nación asombrosamente organizada, sus sabias leyes merecieron la admiración de los historiadores, porque adelantándose á la época, sus monarcas atendieron á la felicidad de cada individuo, á la vez que á la de toda la sociedad, mediante un sistema de gobierno extrictamente socialista.
REMOS, de la comarca bañada por el Ucayali, entre los cerros de Canchahuasy y Cashiboya.
SHIPIBOS, del Bajo Ucayali y embocadura de los ríos Pachitea, Pisques y Aguaitía.
UROS, de las orillas del río Desaguadero é Islas del Lago Titicaca. Existe aún un fragmento de esta familia, que hasta ahora permanece rebelde á los adelantos de la civilización actual.
YUNGAS, de los valles de Trujillo, Zenia, Piura, Catamarca, Lunahuaná y Cajamarca.
YURACARAS, de los bosques de la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes.
YURIMAGUAS, de las orillas del Huallaga y regiones bañadas por el Yurúa.
Y muchas otras tribus cuyos territorios no han sido explorados aún, como las de las selvas del Marañón y del Amazonas, las de la Montaña, las de los Andes, etc.
Un velo de obscuridad cubre los tiempos primitivos del Perú, como el resto de las demás secciones de América. J. H. Herrera, en su Historia Antigua del Perú, pág. 18, dice: «Las relaciones que adquirieron los primeros investigadores sobre el origen y establecimiento de las diferentes tribus que poblaban el país, están fundadas en fábulas más ó menos absurdas.»[106]
Se ha constatado, según las investigaciones practicadas en estos últimos años, que el territorio del Perú fué habitado, en tiempos antediluvianos, desde las Épocas Paleolítica y Megalítica (llamadas comunmente Edad de Piedra), por aborígenes autóctonos; pues tanto los utensilios de piedra groseramente tallados, como los instrumentos de silex pulimentados, encontrados en diversos lugares del suelo peruano, revelan que ellos pertenecen á esas épocas, y denotan ser de los primitivos aborígenes del Perú, que, en el interior del territorio, formaban tribus dispersas, rudas, salvajes y aún antropófagas, siendo las de la costa exclusivamente pescadoras.
Y es tan evidente que el Perú fué desde los tiempos antediluvianos habitado, que los muchos hallazgos hechos en su suelo, no solamente de utensilios de silex, sino también de esqueletos de animales de aquella época, junto con huesos humanos, atestiguan plenamente que el Hombre existía ya en el Perú en aquellas primitivas épocas, y que, así en la región del Norte como en la del Sud, vivía mezclado con los paquidermos. Cuanto al régimen de vida de esos hombres primitivos, está fuera de duda que en la costa tuvieron por ocupación la pesca y la caza, siendo en el interior del país, nómadas que persiguían á los animales salvajes para sustentarse con su carne, aprovechar sus huesos, pieles y otras partes útiles para su uso personal, y se albergaban en cavernas ó grutas.
Algunos autores pretenden que en el Perú no se ha encontrado aún el hombre fósil, negando así el autóctonismo de la raza peruana; pero este punto es refutable, porque sabido es, que, últimamente, la Comisión Científica de la Universidad de Yale (Estados Unidos de Norte América) ha hecho importantes estudios geológicos en el Sud del Perú, con tal éxito, que entre sus resultados se halla el descubrimiento de huesos interestratificados del Hombre prehistórico, el cual, según suponen esos sabios, son aún anteriores al Período Plioceno ó Glacial. Indudablemente, el descubrimiento de esos huesos es otra prueba de la habitabilidad del Hombre autóctono en el Perú, durante la época antediluviana.
Para tener un conocimiento pleno de la autóctonia del Hombre en el Perú, vamos á sentar una hipótesis que no admite contradicción alguna.
Si en este suelo se han encontrado algunos fósiles de mamíferos antediluvianos, ó sea, de la Epoca Cuaternaria, como el Megatherio, el Mastodonte y el Seclitotherio, y junto á esos fósiles, toscas armas de perdernal y otros objetos rústicos, evidente es, que desde esa Época Neolítica vivía el Hombre mezclado con los animales, pues que, para proveer á su subsistencia y conservación, tenía que luchar con esos paquidermos, porque la carne le servía de alimento, y con las pieles cubría su desnudez. Por consiguiente, es efectivo y fuera de toda duda, que el Hombre en el Perú ha sido autóctono, pues no era posible que en esa primitiva época de la formación del Mundo, hubiera habido inmigraciones á este territorio.
Y también viene al caso, el volver á citar el descubrimiento hecho por Mr. Hutchinson, en la Isla de Chincha, de un ídolo de piedra y algunas vajillas, enterrados en el huano de los pájaros marinos, á más de sesenta piés de la superficie, objetos que, á su juicio, tienen una antigüedad de miles de años.
Para robustecer aún más nuestra afirmación, repetire[276]mos aquí lo que ya hemos dicho en otro lugar de esta obra: "El Hacedor Supremo, en su alta sabiduría, al iniciar su grandiosa obra de la Creación del Mundo, tuvo el propósito de que el Orbe entero fuese habitado, y con este mismo propósito crió en distintos centros de la Tierra, parejas de razas diversas, cual la blanca, la amarilla, la roja, la morena y la negra; no siendo aceptable que Adán y Era sean progenitores de todo el Género Humano, sino únicamente de los descendientes de la secta hebráica."
Otra prueba que también se puede aducir sobre la antiquísima estancia del Hombre en el Perú, son los enormes depósitos conchíferos que se han encontrado en las costas marítimas, como en Supe, Chancay, Ancón, Chala y Arica, entre los cuales halláronse infinidad de huesos y restos de animales de aquellas remotas épocas, como así mismo fragmentos de carbón y capas de ceniza y otros residuos estratificados. Esas enormes capas de residuos, producto de la cocina de aquellos tiempos (kjoekkenmoeddings, como los denominaban los Escandinavos), son otros tantos vestigios de la estancia del Hombre allí, por espacio de largo lapso de tiempo, y del modo de vivir de aquellas ignotas generaciones.
Además, salvo los paquidermos de las Epocas Paleolítica y Neolítica, el Perú presenta sus animales particulares, propios y originarios, que tan solo se encuentran en su territorio, y que vivían junto con el Hombre primitivo. Entre estos animales originarios se cuentan las especies de vicuña, llama, paco, huanaco y alpaca, como también las especies de vizcacha y aña, de la familia de los zorros, y la anta llamado comunmente la gran bestia, animales que no se encuentran en ninguno de los otros Continentes. La existencia de estos cuadrúpedos, que tampoco hay noticia de que hubieran sido encerrados en la Arca de Noé, prueban, evidentemente, que ellos son de la época antediluviana, y que salvarían del Diluvio por voluntad del Hacedor Supremo, propa[277]gándose nuevamente después de ese enorme ó colosal cataclismo.
Vislumbrando, bajo otro aspecto, la autóctonia de los peruanos, evidente es, que durante la Epoca Cuaternaria, los habitantes del Continente del Nuevo Mundo no tuvieron contacto alguno con los de los antiguos Hemisferios, razón, también poderosa, para no negar á aquellos la autóctonia que legalmente se les atribuye.
En resúmen, así como está probado que los indígenas primitivos del resto del Continente Americano son autóctonos, consiguientemente lo son los del territorio peruano.
Con referencia á los primeros tiempos del período postdiluviano, espinosa y ardua tarea es la de resolver el problema de las primeras inmigraciones al Perú, acerca de las cuales no hay nada evidenciado, sino conjeturas más ó menos verosímiles. Se supone, generalmente, que fueron descendientes de la posteridad de Noé. Unos los reputan procedentes de la rama de Cam, fundados en la semejanza de su idolatria y lenguaje; otros los derivan de la rama de Sem, fundándose en la similitud del idioma, idolatría y otras señales muy débiles. Los que más se acercan á la probabilidad, según se cree, son los que los hacen originarios de la rama de Jafet.
Se conjetura que, en época remota, vinieron al Perú sucesivas razas, siendo probable que, primero se establecieran en las costas del Perú, grupos de tribus pescadores, de los cuales nada se sabe con evidencia, cuya estancia constatóse por restos de cerámica y groceros tejidos encontrados en la costa, bajo profundas capas del suelo.
En el interior del país, vagaban hordas de salvajes erran[278]tes, que se establecían por algún tiempo en determinados puntos, para en seguida, alejarse á otros parajes, por otro término de tiempo: esas hordas nómades eran esencialmente cazadores, pues se ocupaban en ese ejercicio, por la necesidad de subvenir á su alimentación.
Tiempo después, nuevas invasiones de cultura algo avanzada, arribaron al territorio del Perú y se separaron por diversos lugares, operando en larga y progresiva evolución de los seres, una marcada existencia de pueblos florecientes, que dió lugar á cambios en la civilización de los mismos. Esa época fué caracterizada por la construcción de monumentos monolíticos de bloques de piedra de dimensiones extraordinarias, levantándose, durante ella, las construcciones gigantescas y estupendas de Tiahuanaco[107] (en las cercanías del lago de Titicaca), las de Cuelap (en la provincia de Luya)[108], las de Chavin (en la provincia de Trujillo), las de Huánuco Viejo (en la provincia de este nombre), y algunas otras más en otras provincias. La principal de esas invasiones, fué la Quechua, que se estableció en Tiahuanaco, en la altaplanicie de la laguna de Titicaca, formando un imperio teocrático, que llegó á extender su dominación y len[279]gua hasta la costa, y á tener sojuzgadas las tribus que ocupaban los territorios conocidos hoy por provincias de Cotabambas, Aymarás, Chumbivilcas y Andahuaylas.
Trascurrido algún tiempo, los Collas ó Aymarás arrojaron á los Quechuas de sus dominios de la altaplanicie del Titicaca; teniendo éstos que refugiarse en los valles del Cuzco, principalmente en la región del Urubamba. Con la caída del Imperio de Tiahuanaco y consiguiente pérdida de la influencia de los Quechuas teocráticos, el Perú entró en una anarquía y decadencia general, que dió lugar á que las demás tribus del territorio se constituyeran en gobiernos, unos más civilizados que otros, y regidos todos por jefes denominados Curacas ó Caciques.
En los tiempos preincáicos, las principales de estas nuevas entidades sociales y políticas, eran:
Los Chimús, que fueron una agrupación respetable, cuyos Curacas ó Régulos extendieron su dominación desde Chancay hasta Tumbes. Era, se puede decir, un imperio floreciente, cuya civilización se reflejaba, principalmente, en su alfarería, en sus tejidos, en su arte de beneficiar los metales, y demás obras que elaboraban.
Los Chinchas, extendidos más al Sud, ocupaban los valles de Ica, Chincha, Camaná, Arequipa, Moquegua, Arica y Pisagua. Aunque desde un principio carecían de organización, pues no obedecían á ningún Curaca, después formaron la confederación "Chincha-Yunga", que reconocía el gobierno de los Régulos Cuis-Mancu y Chuqui-Mancu, abrazando, el primero, los valles de Supe, Huaura, Chillan, Rimac, Lurín, Chancay y Barranca; y el segundo, los de Lunahuaná, Mala y Chilca.
Los Changos, que habitaban más al Sud, desde el río Loa hasta Aconcagua eran belicosos, feroces y aún antro[280]pófagos, que lograron ensanchar sus dominios mediante alianzas con las tribus vecinas, y reducir, también, á los Parinacochas, Rucanos, Amancayes y Cotapampas.
Los Collas ó Aymarás, que después de haber arrojado de la altaplanicie del Titicaca á los Quechuas del Imperio Teocrático de Tiahuanaco, se establecieron en la meseta del Collao, extendiéndose á los valles inmediatos del Cuzco y de la actual Bolivia, desde el nudo de Porco hasta el nudo del Cuzco, entre las cordilleras oriental y occidental, en una extensión de 300 millas de largo sobre 50 á 116 de ancho: se dividian en dos fracciones, gobernadas, la una, por el Cacique Carí de Chucuito, y la otra, por el Zapana de Antuncolla. Además, se hallaban sometidos á los Collas, las tribus de los Canchis, Coras, Chumpihuillpas, Cushunas y Collaguas, que, respectivamente, habitaban las actuales provincias de Canchis, Chumbivilcas y Cailloma.
Los Quechuas, que después de ser arrojados del Collao, se refugiaron en los valles de Urubamba y Pachachaca: ellos constituían la tribu más numerosa, y su cultura se había extendido por toda la Sierra y la Costa, durante el período del Imperio de Tiahuanaco, del que fueron ellos, dicen algunos, los constructores de los grandiosos monumentos de esa ciudad: más tarde, algunas de estas parcialidades fueron los fundadores del nuevo Imperio de los Incas. Según opinión de ciertos autores, no es aventurado afirmar el hecho de que ellos fueron los constructores de los ciclópeos monumentos de Tiahuanaco, cuando en Urubamba, donde se refugiaron después de ser arrojados de la altiplanicie del Titicaca por los Collas, se han descubierto también, últimamente, monumentos semejantes á los de Tiahuanaco, como la maravillosa ciudad de Macchu-Picchu y otras.
Los Uros ó Urus, que ocupaban parte de la altaplanicie[281] y la región de los lagos, desde Titicaca hasta Lipez, y aunque vecinos de los Aymarás, eran distintos de éstos, tanto en sus costumbres como en su lengua.[109]
Los Pocras, que habitaban la comarca de Quinua ó Huamanguillo y el valle de Huanchuy y alturas de Pumacahuanca, tenían la credulidad de haber nacidos en el lago de Castrovirreyna.
Los Canas, que moraban en el extremo territorio que se extiende desde el Collasuyo al río Pachachaca, y desde la Montaña á las cabeceras de Areqquepay.
Los Cahuinas, que vivían en el Collasuyo, al Mediodía del Cuzco: acostumbraban horadarse las orejas y traer enormes pendientes, antes que eso fuese un distintivo de los nobles Incas. Creían que sus almas habían salido del gran lago de Titicaca, al que volverían después de su muerte, para animar de nuevo á otros cuerpos.
Los Canchis ó Tintas, que eran sometidos á los Collas, y se extendían desde el Cuzco hasta las cabeceras de Areqquepay.
Los Coras, que habitaban la actual provincia de Canchis.
Los Huallas ó Guallas, los Guanaypatas y los Sausaseros, que formaban un pequeño curacazgo del territorio de Huaráz.
Los Huanucuyos, que se extendían en las márgenes de los ríos Pozuzo, Huancabamba y Mayro, en la parte alta del Marañón y del Huallaga, vivían dispersos, y solo se reunían para celebrar sus fiestas en templos que tenían erigidos en las alturas: eran indios más blancos y más robustos que los demás.
Los Atacamas ó Cunzas, que habitaban la puna de Atacama en la Cordillera, y el valle de Huasco, eran especialmente de raza cazadora. Posteriormente, las regiones que ocupaban los Atacamas, fueron invadidas por razas intrusas, llamadas Llipes ó Olipes.
Los Tarmas, que ocupaban los valles de su mismo nombre, es decir, el de Tarma y sus inmediatos.
Los Yungas, Mochicas y Tallangas, que formaban una especie de confederación, habitaban desde los linderos de Tumbes y se extendían por las orillas del Huancabamba y valles de Jequetepeque y Huailas, hasta cerca de las riberas del Marañón.
Los Huancas ó Guancas, que vivían en las comarcas situadas al Norte del Pachachaca hasta los orígenes del Marañón, y la quebrada de Jauja hasta la meseta de Junín; sostenían contínuas luchas con las tribus limítrofes, y aun entre ellos mismos, pues vivían en la mayor anarquía, sin reconocer jefe alguno.
Los Caxamallcas, curacazgo que extendía su dominio en casi toda la Sierra del Norte, en Cajamarca, Hualgayoc, Celendín, Pataz, Cajabamba y Contumazá: como todo ese territorio era muy fragoso, no pudieron congregarse en pueblos concentrados, por cuya razón su cultura no fué tan marcada como la de las tribus de la costa y del centro.
Los Chachapuyas ó Llavantus, que constituían un cacicazgo aislado, y residían en las riberas y valles del Huallaga y del Marañón, en la hoy provincia de Luya: su capital era Quelap, y apesar de que su cultura era algo adelantada, no llegó á ensancharse á otras regiones.
Los Huaccrachucos, que vivían en el valle de Pátaz, entre el Huallaga y el Marañón.
Los Chotas, que residían en la comarca de su propio nombre, en las márgenes del Jequetepeque, hasta el Marañón y cabeceras de la costa.
Los Conchucos, que moraban en la provincia de Pallasca, también hasta el Marañón y cabeceras de la costa.
Los Pimpús ó Pimpás, que vivían en la falda de la helada meseta de Junín.
Algunas otras tribus habitadoras de los bosques de la Montaña, y conocidas con el nombre de Chunchos, son también de la época pre-incáica, cuya descendencia subsiste aún, refractaria á los adelantos de la civilización actual.
Casi todas estas razas distintas, que se adueñaron sucesivamente del territorio del Perú, con intérvalos entre unas de otras, gobernaron cada cual, en sus respectivos dominios, durante un largo período de tiempo. Algunas de ellas empleaban, como escritura, los geroglíficos, cuyo uso se perdió durante el período de los Incas.
Lo que dá márgen para creer en la larga estancia de esas diversas razas en el Perú, en aquellos lejanos tiempos, es la diferencia que se observa en los estilos arquitectónicos de los monumentos que han dejado, pues por dichos estilos se comprueba que los edificios levantados en la costa, como los de Chan-Chan (Chimú), Huaca del Sol (Mocha), y Pachakamacc (Lurín), son de carácter diverso á los de Huánuco-Viejo (Sierra), no teniendo éstos tampoco semejanza con los ciclópeos de Tiahuanaco y Urubamba, cuyo estilo arquitéctico es muy distinto y especial.
Es opinión admitida por los historiadores, que el desarrollo de la antigua civilización pre-incáica ha tenido cuatro períodos bien marcados.
En el primer período, los pobladores fueron hombres salvajes, nómades, que llevaron una existencia miserable, pues su ignorancia no les permitió hacer uso de las cosas útiles á la vida, y, por eso, andaban desnudos, sin abrigo, sin fuego y sin alimento conveniente, en fin, sin leyes y sin gobierno.
En el segundo período, los indígenas diseminados y[284] errantes, se reunieron en tribus ó pueblos, gobernados por jefes y caciques que mantuvieron su independencia y autonomía, y en cuyo tiempo se perfeccionaron los instrumentos de silex y útiles de alfarería y se inició la extracción y fundición de metales.
El tercer y cuarto períodos se distinguen por la civilización de la costa, por el Sur, descollando los indios Nazquenses é Iqueños, y por el Norte, los indígenas Chimús; civilizaciones sorprendentes, que, en ninguna otra tribu se hallaban tan desarrolladas. Empero, creemos que desde los referidos tercer y cuarto períodos, hasta la fundación del Imperio Incáica, trascurrió un largo espacio de tiempo, quizá unas larga serie de siglos, durante los cuales las antiguas civilizaciones se perdieron del todo, pues la mayoría de los historiadores están de acuerdo en que, al fundar Manco-Capacc la dinastía de los Incas, en compañía de su muger Mama-Oklla[110], el país estaba habitado por algunas tribus salvajes sumidas en la última condición del hombre en el estado social, ignorando el origen de los portentosos monumentos monolíticos dejados por sus antecesores, y sin poder descifrar sus inscripciones geroglíficas, ni tener idea, ni recuerdo, de la pasada grandeza y explendor de sus ascendientes.
Más tarde, cuando los Españoles verificaron la conquista del extenso Imperio de los Incas, esos mismos indios no tenían ningún recuerdo de sus antepasados, pues unos se suponían descendientes de las fuentes, de los ríos ó de las lagunas; otros creían que sus padres habían salido de las cuevas ó de los cerros; no faltando algunos que se preciaban de ser nietos de leones, de cóndores ó de otras fieras ó aves.
Diversas opiniones se han formulado tocante á las primeras invasiones ó inmigraciones al territorio del Perú.
Varios autores opinan que los primeros inmigrantes á este país fueron los Fenicios, intrépidos navegantes, que, en época muy remota, visitaron las costas peruanas y fueron los fundadores de su civilización. Para ello, se fundan en la semejanza que hay entre éstos y los Aymarás, en las inscripciones encontradas en las ruinas de Tiahuanaco y en las identidades fisiológicas.
Algunos etnógrafos son de parecer, que los Egipcios fueron los primeros colonos venidos al Perú, fijándose en la misma configuración de los cráneos de ambas razas, en la semejanza de las construcciones ciclópeas de Egipto y del Perú, en el mismo orden artístico manifestado en las figuras cerámicas de ambos pueblos, y, por fin, en sus ideas sobre la existencia futura, que los incitaba á dar tanta importancia á la conservación de los cuerpos.
Otros doctos escritores discurren que los indios del Perú descienden del Hindostan, por inclinarse á creer que la religión de los Peruanos ha debido tener su nacimiento en la Asia Meridional, y atendiendo á su división en castas, su adoración á los cuerpos celestes y á los elementos de la Naturaleza, y su conocimiento de los principios científicos de la agricultura, que reputan otros tantos puntos de contacto entre ambas razas.
Para otros escritores, entre ellos Fernando Montesinos, el Perú ha sido el país de Ophir, la morada del oro, de que habla la Biblia y de donde, se dice, que Salomón sacó el oro y las piedras preciosas con que adornó su soberbio templo[286] de Jerusalém, buscando así, esos autores, como descubrir relaciones entre los Hebreos y los Peruanos.
No faltan opiniones que dan por cierto, el que los Toltecos, raza mexicana, huyendo de la peste que asolaba su país, vinieran al Perú.
Tampoco han escaseado historiadores que aseveraran que los indios Peruanos son descendientes de Suecos, Noruegos, Gaulos é Iberos, suponiendo que estas naciones habían enviado á las costas del Perú, colonias, en varias circunstancias y en distintas épocas.
Muchos escritores pretenden que los indios Peruanos derivan de los Chinos y Tártaros, entre ellos el sabio Alejandro de Humboldt y Juan Ranking, por el notable parecido de fisionomías y cuerpos, y por las similitudes filológicas que permiten que éstos puedan entenderse con los indios de Eten y los del Huallaga, como lo asevera Vicente F. López, en su obra Las Razas Arianas del Perú, siendo los Chinos, á juicio de varias otras notabilidades científicas, los que tienen más títulos á ser considerados como los progenitores de los Peruanos.
Veamos, tocante á los Chinos, la opinión de algunas de esas notabilidades científicas.
Mac Carthy, en el tom. II de su Historia de los Indios Occidentales, dice: «La civilización del Perú viene de la China, por dos analogías de costumbres. La primera, que los Peruanos, en tiempo de los Incas, tenían cuatro grandes fiestas en las épocas de los equinoxios y solsticios, en una de las cuales el Inca, en persona, araba un campo sagrado; observándose en la China las mismas fiestas, y en una de ellas el Emperador con un arado de plata abre surcos en un campo sagrado, ejemplo que es imitado por los demás mandarines en sus respectivas provincias[111]. La segunda analo[287]gía, en la China lo mismo que en el Perú, es que se acostumbraban el uso de los quipus, llamados allá "Koua". Agrega el mismo autor: "Se cree que á consecuencia de una convulsión política surgida en la China en tiempos muy remotos, el partido arrojado de aquel país fué el que vino á América y fundó los imperios de México, Perú, etc.
El doctor Hyde Clarke, en su excelente obra Researches in prehistoric and protohistoric comparative phylology, mythology, in connection with the origin of culture in America, pag. 36, trae también á colación estas analogías entre los Peruanos y los Chinos: el mismo despotismo que usaban los Incas y los Emperadores del Celeste Imperio; el uso del parasol en señal de dignidad; la costumbre de los Peruanos de mascar hojas de coca mezcladas con ceniza, igual á la de los Asiáticos de mascar una mezcla de cal con[288] hojas de betel[112]; el empleo de los quipus en ambos países; el uso de la trenza, peculiar á los Aymarás y á los Chinos.
Vater, en sus Archivos generales de etnografía, y Humboldt en su obra Los monumentos de América, opinan, también, que la prolongada lucha de los Brahmanas y Budhistas terminó con la emigración de los Chamanes del Tibet en la Mongolia, la China y el Japón, siendo posible que éstos pasaran al Perú. Según las inquisiciones etimológicas de tan autorizados autores, esas inmigraciones al suelo peruano tuvieron lugar quinientos años antes de la era cristiana.
Prescott, en su Conquista del Perú, hace notar, igualmente, ciertas analogías entre Chinos y Peruanos, afirmando: "Los Chinos se parecían á los Peruanos en su obediencia implícita á la autoridad, en su carácter suave aunque algo tanto terco, en la cuidadosa observancia de las formas, en su respeto á los usos antiguos, en su destreza en los pequeños trabajos, en su tendencia más bien á la imitación que á la invención, y en su invencible paciencia que suplia en ellos la falta de un espíritu más audaz para la ejecución de grandes empresas".
El conde Carli, en sus Lettres Américaines, señala, también, diferentes puntos de semejanza que existen entre los Chinos y los Peruanos, precisando, entre otros, que el Emperador de la China se llama hijo del Cielo ó del Sol, y que los Chinos señalaban, como los Peruanos, los solsticios y equinoxios para determinar los períodos de las festividades religiosas, agregando "que son muy curiosas esas coincidencias."
Además, positivo es, que en el territorio peruano han sido desenterrados, en estos últimos años, algunos objetos[289] que evidentemente prueban que los Chinos habitaron la costa meridional de la América del Sud en una época remota, descollando, entre esos objetos, uno de un valor histórico inestimable, encontrado en una huaca de la costa del Norte: es un ídolo de plata maciza, de diezinueve centímetros de alto por trece de ancho, que representa una figura humana desnuda, sentada con las piernas cruzadas sobre un conjunto de culebras, y los brazos abiertos; sostiene, en cada mano, una placa paralelogramática, siendo ambas placas iguales en tamaño, teniendo trazados, en relieve, gruesos caracteres ó letras chinas, también iguales de ambas placas: sobre la parte posterior de la cabeza, lleva un sol en forma de diadema con siete rayos de luz, sostenidos, los dos últimos, sobre los homóplatos del ídolo. Este raro ídolo se ha hecho reconocer por persona ilustrada de la China, y, según su parecer, es una divinidad que pertenece á la antigua teogonía de las Indias, introducida en la China hace más de mil quinientos años.
Otro ídolo, en su conjunto algo semejante al anterior, se encontró, en 1885 en Trujillo, en un pozo, junto con otros objetos interesantes, ídolo que representa una figura humana con las piernas cruzadas, sentada sobre una tortuga enroscada con una culebra: lleva en la cabeza un sol también con siete rayos, y adornado el cuello con un collar del que penden tres dijes en forma de huevo: sostiene, en cada mano, una tabla con caracteres chinos, al parecer, pues son muy mal trazados, siendo ambas tablas de igual hechura, aunque la sostenida por la mano derecha es un poco menos alta que la sostenida por la mano izquierda: el conjunto de esta figura tiene una fisonomía que no se asemeja á los ídolos peruanos.
En la hacienda "Las Trancas", en el distrito de Nazca, (Ica) se ha encontrado un vaso de arcilla muy fina y de pulido esmalte, de 12 centímetros de alto por 14 de ancho; la cara exterior está dividida en tres fajas; en la superior, que[290] es la más ancha, se halla una especie de figura polícroma, llevando en la entrepierna la letra china Tien; la segunda faja, que está separada de la superior por una línea ancha, presenta un cerro con escalas que tiene en su centro un paralelógramo; la tercera faja, es uniforme y lleva cerca de su borde superior una línea blanca.
En la misma región de Nazca se ha encontrado otra vasija en forma de taza, con el asiento redondeado, y cuya cara exterior está dividida en dos fajas: la primera figura, al parecer, una serie de especie de animales con rabo corto, entrelazados unos con otros; en la segunda, se vé una cara que tiene los ojos pretillados, oblícuos, parecidos á los peculiares de los Chinos.
Para apoyar aún más la opinión de que los Peruanos derivan de raza asiática, según se cree, reproduciremos los juicios que, al intento, emiten algunos escritores.
El conde Carli, en sus Lettres Américaines ya citadas, tom. II, carta XIV, asevera que "los primeros habitantes del Perú habían venido del Asia por las grandes continuadas islas que hubo en el Mar Pacífico, las que después han desaparecido, muchas de ellas, por cataclismos provenientes de los volcanes, terremotos y otras causas"[113].
Bravo Sarabia, en sus Antigüedades del Perú, después de prolijas investigaciones sobre las tradicciones de los indígenas, asegura ser "cierto que los Peruanos eran ultramarinos, que vinieron á establecerse en las costas de la América Meridional."
Cieza de León, en su Crónica del Perú, cap. LII, también dice: "He oído referir á muchos indios la uniforme tradición de la navegación que sus antecesores habían efectuado, desembarcando cerca de Guayaquil."
El P. Acosta, en su Historia natural general de las Indias, lib. I, cap. XVI, fundándose igualmente en varias tradiciones de los indios de Pisco y de Arica, dice "que solían navegar á unas islas hacia el poniente, muy lejos y la navegación era en unos cueros de lobos marinos hinchados."
Seguiremos expresando las opiniones de otros escritores, relativas á los habitantes de las primeras épocas postdiluvianas del Perú.
Algunos autores son de parecer que los Peruanos serían directamente originarios de la Mesopotamia y de Babilonia, por las analogías sorprendentes que existen entre las lenguas de algunas del Perú y las del Armeno-Caucaso Paropamiso.
El Dr. Schmidt de Gerelsberg, en una Memoria que leyó en la sesión del Congreso Internacional de Orientalistas, habido en San Petersburgo, en 1876, dice que "estas analogías son demasiadamente íntimas, numerosas y características, para pretender explicarlas por la hipótesis de una similitud accidental."
El sabio Mr. Beaumont afirma, en el periódico de Londres The Times, que la costa occidental de la América del Sud fué habitada, en tiempos muy remotos, por una raza estrechamente emparentada con los primeros Babilonios, y que "los hombres hiperbóreos, moradores del Norte, al ser obligados, por el intenso frío, á emigrar hasta el Sud, en una época en que todavía era inhabitable el territorio actualmente ocupado por los Estados Unidos, al llegar á Centro y Sud América, encontraron que los Turanios del Perú habían pasado ya el cenit de su grandeza." Y prosigue Mr. Beaumont preguntando: "¿Cuántos milenarios han necesitado estos Turanios para perfeccionar la civilización cuyos restos se hallan todavía en el Perú? La gloriosa civilización—agrega—que fué la primera en desarrollarse sobre la faz de la Tierra, dejó sus huellas indelebles en el Perú."
El Dr. Hyde Clarke, considera "que las lenguas egipcia, china, tibetina, accadiana y peguana, son estrechamente ligadas á las de México y del Perú, teniendo todas estas lenguas un centro común en la Alta Asia, que es la cuna de la primitiva Humanidad. El idioma madre, del que derivan todas aquellas lenguas, se llama Súmero, y el pueblo que lo hablaba se denomina también Súmero (ó Accadio ó Babilonio)." El Dr. Hyde Clarke divide los Súmeros en dos grupos, y los supone emigrados á un centro común: el primer grupo comprende los Accadios, Monses, Cambogianos, Aymarás, Mayas (y Toltecos?); el segundo grupo se compone de los Georginos, Etruscos, Siameses, Quechuas y Aztecas.
Posteriormente, el Dr. Pablo Patrón (peruano) hizo también un prolijo estudio del origen del idioma Quechua,[293] llegando á la deducción de haber descubierto la perfecta analogía que existe entre este idioma y el Súmero de los Caldeos, é infiriendo de esa misma analogía, que una parte de los primeros pobladores postdiluvianos del Perú fueron originarios de Mesopotamia de Babilonia. En apoyo de su aserto, expone que "los Quechas y Aymarás, pobladores principales del Tahuantinsuyo, vinieron en época remota de los reinos del Eufrates y del Tigris. Esta afirmación descansa en un hecho científico: los idiomas Quechua y Aymará provienen del Súmero y del Asirio. Patentizado el estrecho parentesco de ambos grupos lingüísticos, el asiático y el americano, un reguero de luz disipa las obscuras brumas del pasado."
No ponemos en duda la teoría sostenida por los etnógrafos citados, y talvez no sería aventurado el conjeturar que en tiempo de la célebre Semiramis, tuvieran lugar algunas inmigraciones al Perú provenientes de la Caldea, pues es un hecho histórico, que esta reina de Asiria extendió sus conquistas á la Arabia, al Egipto, á parte de la Etiopía y la Lidia, á la Mesopotamia, á la Babilonia y á casi toda la Asia hasta el Indo, siendo tanto más lógica esta suposición, si se tiene en cuenta que esta reina gobernó la Asiria y sus dependencias desde 1916 á 1874 años antes de la Era Cristiana; fechas que concuerdan, más ó menos, con la época en que, según Montesinos, tuvo lugar la primera invasión que asoló las costas del Perú.
Por consiguiente, admitiendo que una parte de las primeras inmigraciones al Perú hayan sido de Caldeos, como lo deducen el Dr. Hyde Clarke y el Dr. Pablo Patrón, (que no citan, con precisión, la fecha en que esa invasión pudo efectuarse), de suponer es, que esta inmigración se realizara en el siglo XIX antes de la Era Cristiana, ó sea, durante el reinado de la célebre Semiramis, cuando las guerras de la Asiria contra la Caldea y demás comarcas limítrofes obligaron á muchos habitantes de esas comarcas, á abandonar[294] sus países natales, huyendo de la persecución de los vencedores. En tal hipótesis, los emigrantes de esa sección de la Asia Menor habrían llegado á América siete siglos antes que los Chinos y Tártaros, que, según Ranking y otros escritores, aportaron á las playas americanas en el siglo XII antes de la Era Vulgar.
Y quizá, también, esos mismos Caldeos fueron los que fundaron el antiquísimo Imperio de los Pirhuas, del que nos habla Montesinos, cuya dinastía, según él, duró cerca de dos mil años, desde el año 2145 antes de la Era Cristiana hasta el año 83 de la Era actual. Pero hay que tener en cuenta, que, por la cronología establecida por el mismo Montesinos, la fundación de ese Imperio dataría de tres siglos anteriores á la pretendida invasión de los Caldeos al Perú, lo que haría presumir que ese mismo Imperio habría sido fundado por habitantes originarios de América.
Si, por otra parte, se admite que los Caldeos fueron los primeros inmigrantes que pisaron las playas peruanas, sería, quizá, admisible también, que ellos hayan sido los hábiles artífices que construyeron algunos de los soberbios monumentos muy anteriores á la fundación del Imperio Incáico, ruinas que dan evidentemente una idea de la alta cultura de las razas anteriores á las de las conquistas de los Incas, y que aún permanecen mudas para la etnografía. Estas ruinas, que todavía perduran, causan la admiración de los arqueólogos que las visitan.
Condensando las opiniones de los autores citados en los párrafos anteriores, es un hecho positivo é incontestable, que, en vista de las antiguas ruinas que aún subsisten, diseminadas en el territorio, del Perú, han existido, en ese mismo territorio, razas que formaron brillantes centros de civilización, los mismos que, con el trascurso del tiempo, han ido desapareciendo totalmente.
Muchas son las opiniones emitidas sobre las invasiones al Perú por los pueblos de los antiguos Continentes, que lograron formar, en este territorio, en los tiempos preincáicos, no solamente centros de civilización, sino, algunos, grandes imperios.
Según una leyenda antiquísima, se refiere de un legendario Imperio llamado Inin, que limitaba al Sud con los ríos Beni y Parú, al Este con el río Cayari ó Madera, y al Oeste con el río Apú-Parú; Imperio del que no se sabe, con fijeza, el tiempo que subsistió, suponiéndose tan sólo que duró una larga serie de años.
Fray Buenaventura Salinas, en su Memorial de las historias del Nuevo Mundo, dice que "han habido en el Perú dinastías más antiguas que el Imperio Pirhua." A este respecto, refiere la tradición de cuatro épocas ó dinastías antiquísimas, en las que gobernaron insignes Caciques, y fueron:
1a Epoca, que duró más de mil años, en la que gobernó la dinastía de Huari-Huiraccocha Runa.
2a Epoca, que duró más de quinientos años, en la que gobernó la dinastía de Huari Runa.
3a Epoca, que duró mil años, en la que gobernó la dinastía de Purum-Runa.
4a Epoca, que duró mil y cien años, en la que gobernó la dinastía de Auka-Runa.
Como se vé, estas cuatro épocas forman, en conjunto, un largo período de más de tres mil seiscientos años. Si se ha de dar crédito á lo opinado á este respecto por Fray Buenaventura Salinas, estas dinastías habrían tenido su[296] origen en el siglo XLI, ó más ó menos tres mil y tantos años antes de la Era Cristiana, que correspondería, aproximadamente, á la época en que, ateniéndonos á la Sagrada Escritura, vivían Cain y Abel, hijos de Adán y Eva, ó sea, según ese mismo texto bíblico, más de mil quinientos años anteriores al Diluvio; prolongándose esas mismas dinastías hasta el siglo XIX antes de la Era Vulgar.
El licenciado Fernando Montesinos, en su Estudio general de las Colonias Españolas en Occidente, dice que "el Perú fué poblado por Armenios seiscientos años después del Diluvio Universal, (fecha precisamente que corresponde al siglo XIX, antes de J. C., ó sea, después haber caducado la dinastía citada por Fray Buenaventura Salinas), cuando quizá esta nación fué avasallada por la Asiria." Esta fecha correspondería, á no dudarlo, al interregno de la dinastía citada anteriormente y la de Tiahuanaco. Tal vez, sea algo verosímil esta opinión de Montesinos, porque la Armenia[114], región asiática, es una de las naciones más antiguas del Mundo, y los Armenios creen ser descendientes de Haig, biznieto de Noé. Estos Armenios, según Montesinos, vinieron á las costas del Perú, unos por la vía de Chile, otros trasmontando los Andes, y otros por la vía de Tierra Firme y la Mar del Sud.
El mismo Montesinos, en sus Memorias historiales y políticas del Perú, cita también varias invasiones realizadas, algunas, siglos antes de la Era Cristiana: la primera, en el siglo XIX (que debe ser la de los Armenios); la segunda, en el[297] XVI; la tercera, en el XII; la cuarta, en el II; la quinta, en el año 55 de la Era de Cristo; y la sexta, en el siglo VIII de la misma, que concluyó con el decadente Imperio Pirhua, anterior al de los Incas, pues Montesinos hace subir su origen cerca de dos mil años antes de Jesucristo.
Pero haciendo abstracción de tradiciones y leyendas, que pueden ser ciertas ó inciertas, veamos lo que algunos investigadores establecen tocante las civilizaciones proto y prehistórica del Perú.
Según las estudios practicados por esos investigadores, se infiere que, de las civilizaciones que florecían en el Perú durante la larga serie de centurias que forma las épocas proto y prehistórica, cinco fueron las principales: 1a la de Nazca é Ica; 2a, la del Imperio de Tiahuanaco; 3a, la del Señorío de los Chimús; 4a, la de los Emperadores Pirhuas; y 5a, la del Imperio Incáico, cuya época final se considera ya como período histórico.
La civilización de Nazca, de la que también participó Ica, data de una época muy distante, y llegó á la costa del Perú, se cree, procedente de la América Central, donde se ha descubierto una civilización semejante á ésta, y cuyos emigrantes debieron venir por mar. Su dominio se extendió, por el Sud, desde Pisco hasta Acari, y por el Norte, hasta Supe, ocupando los valles de Chincha, Cañete, Lurín, Huática, Rimac y Chancay.
La civilización de los Nazquenses é Iqueños se caracteriza por diversos adelantos, principalmente, por su arte de cerámica y alfarería, muy acabada y notable por la finura y elegancia de sus dibujos y el pulido de sus pinturas, predominando en esos artefactos las figuras de animales viví[298]paros, anfibios, y otros marinos[115]; por el tejido de sus telas, que resaltan por sus brillantes é inalterables colores, y que destinaban para ponchos, fajas y otras prendas de vestir; por la agricultura, á la que se dedicaron en gran escala, cosechando los vejetales propios á su alimentación; por sus trabajos hidráulicos, consistentes en canales de riego, aprovechando las aguas de los ríos para la fertilización de las pampas de sus valles; por la construcción de sus edificios, teniendo algunos de ellos más de trescientos metros de largo, construídos con bolas de barro, adheridas unas á otras con cemento, pues desconocían el empleo de los ladrillos y adobes; y, por último, por su naciente arte de beneficiar el oro y el cobre, fabricando con el primero, diversos objetos, como diademas, brazaletes, anillos, vasos para el culto, artículos para su propio uso y adorno, y máscaras para las momias que enterraban envueltas en tejidos y ligadas con cordeles trenzados, imitando la figura humana. Con el cobre hacían herramientas para la agricultura y para la pesca (pues eran especialmente pescadores), cuchillos, agujas y otros menesteres de su uso.
La civilización protonazca no solamente se ciñó á la costa, sino que se extendió aún más al interior, hasta Huamachuco, Huátara y Chosica; también se encuentran vestigios de ella en la piedra del castillo de Chavín de Huantar, de la actual provincia de Huari, cuyo trabajo en relieve es característico de los artefactos que elaboraban los Nazquenses é Iqueños.[116]
Por el relato de Cabello de Balboa, en su Historia del Perú, y por las excavaciones llevadas á cabo más tarde en la costa Norte del Perú, se ha podido indagar que, en la misma época en que florecía la civilización de Nazca, florecía también en el territorio que después fué conquistado por los Chimús, otra nación poderosa que, se supone, no solamente tuvo analogía con la adelantada civilización de Tiahuanaco, sino que fué predecesora de ésta. El jefe de esa nación, hábil y valiente, denominado Naymlap, arribó á las playas de Lambayeque en una numerosa flota de balsas, trayendo consigo una gran escolta, entre ella muchas concubinas; desembarcó en la desembocadura del río Taquislanga, y construyó en un lugar llamado Chof, un templo en el que depositó el ídolo Llampallac. Este jefe tuvo varios sucesores, cuya autoridad alcanzó á más de doscientos años, hasta que la nación cayó en tal estado de decadencia, que fué conquistada por los valerosos Chimús.
Hay diversas tradiciones indígenas sobre el orígen de la civilización de Tiahuanaco.
Una basada en referencias mitológicas, supone que en remotísimos tiempos, apareció allí, una raza megalítica procedente de otras regiones y compuesta de Huiraccochos (caballeros blancos y con barba), cuyo jefe se llamaba Pacha-Manchachecc.
Otra tradición, se refiere á otras invasiones de pueblos de desconocida procedencia, que dominaron temporalmente en Tiahuanaco.
Una tercera tradición, recuerda que hubo allí dos creaciones sucesivas, representadas por un hombre de facultades extraordinarias llamado Kon-Tito-Huiraccocha.
Pero, se debe prescindir de tradiciones, que no siempre merecen tomarse en consideración.
Los historiadores antiguos del Perú tampoco traen noticias de la civilización de la altiplanicie del Titicaca, porque después del derrumbamiento de aquel Imperio, trascurrió un período larguísimo de tiempo, en que los indios perdieron todo recuerdo de la raza y constructores de Tiahuanaco; tan sucedió así, que al iniciarse la era del Imperio Incáico, los mismos indios del Cuzco "vivían—según dice el P. Cobo en su Hístoria General de las Indias—sin cabeza, ni orden, ni policía, derramados en pequeñas poblaciones y rancherías, con pocas más muestras de razón y entendimiento que los brutos."
Sin embargo, según indagaciones históricas hechas posteriormente, se cree que el hecho más verosímil es, que los fundadores de aquel Imperio fueron los Quechuas, que establecieron allí una monarquía teocrática: en tal concepto, Tiahuanaco habría sido la cuna protohistórica de esa raza, que deriva, se dice, de los Toltecas-Nahuatl, originarios de[301] México. Mr. L. Angrand, sabio mexicanista francés, que ha hecho profundos estudios sobre esta materia, opina, en su Lettre sur les antiquités de Tiahuanaco et l'origine présumable de la plus ancienne civilisation du Haut-Pérou, que el "pueblo que levantó los monumentos de Tiahuanaco era una rama de la gran familia Tolteca Occidental, de origen Nahuatl," de cuya rama, dice, descienden los Quechuas.
Quizá no sea hiperbólica la opinión de Mr. L. Angrand, y en todo caso, débese confesar, que los fundadores del Imperio de Tiahuanaco fueron hombres extraordinarios, de una raza superior y civilización adelantada, que esparcieron su influencia y cultura no solamente en las orillas de los ríos tributarios del Amazonas y en parte del antiguo Perú, como en Mocha, Huaraz, Pachacamacc y Ancón, sinó también hasta el Ecuador, y al territorio de los Calchaquis de Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy, lugares donde se hallaron artefactos semejantes á los del altiplano del Titicaca.
Además, el origen Quechua de Tiahuanaco se manifiesta en el culto del dios Huiraccocha, cuya figura se halla grabada en la gran portada de Huaccapana, del santuario inconcluso y en ruinas, de esa misteriosa ciudad.
Desde su fundación y durante todo el período de su duración, el Imperio de Tiahuanaco estuvo gobernado por varias dinastías, que se sucedieron, las más veces, por causa de trastornos internos, en los que se empeñaron luchas encarnizadas para disputarse la preponderancia y predominio de unas sobre otras, luchas que naturalmente, debilitaron el poder á tal extremo, que al fin ocasionaron su caída.
Por eso, la monarquía teocrática de los Quechuas fué relativamente de corta duración, y su civilización no llegó á su término natural, quedando inconclusas las grandiosas obras que habían emprendido, entre ellas las del soberbio santuario ya enunciado.
¿Cómo se explica la caída de ese Imperio, que marca una etapa de floreciente cultura en los anales de la historia[302] del antiguo Perú? Quizá esa caída se realizó á consecuencia, se presume, de los abusos del poder de las diversas dinastías que reinaron en aquel territorio, y cuyos abusos trajeron por corolario, el descontento de los pueblos y la consiguiente desmembración de éstos, dando ello lugar á que una irrupción de invasores bárbaros, los Aymarás ó Ccollas, cayera sobre la altiplanicie, causando la más espantosa de las convulsiones, y con ésta, el abandono que los Quechuas, hicieron de esa metrópoli, refugiéndose en las escabrosas soledades de la región del Urubamba.[118].
Se presume que los Aymarás ó Ccollas de Cari, procedieron del Este de Bolivia y del Norte de Chile. Algunos historiadores antiguos suponen que esos mismos Aymarás fueron los constructores de la misteriosa metrópoli de Tiahuanaco; otros historiadores fueron de parecer, que no se debe atribuirles tal preeminencia, porque está históricamente probado, en cuanto al antagonismo de los Aymarás con los Quechuas, que más bien aquellos, después que lograron vencer y expulsar á éstos del territorio de la altiplanicie andina, fueron los que destruyeron todas las obras hechas allí por los Quechuas, siendo esos mismos Aymarás, también los autores de la destrucción de la protocivilización de Tiahuanaco, cuyos monumentos quedaron inconclusos. Volveremos á dilucidar este punto más adelante.
Conquistado por los Chimús el territorio que anteriormente habían ocupado los sucesores de Naymlap, el poderío del Señorío del Gran Chimú se extendió desde Chancay hasta Tumbes, y aún hasta Puerto Viejo, según afirman algunos, y abrazaba los valles de Trujillo, Guañape, Santa, Huarmey, Pativilca, y las poblaciones de Paramonga, Chungala, Saña, San Pedro, Pacasmayo y Chan-Chan, que era la capital del Señorío, y que se hallaba situada en las cercanías de la que es hoy ciudad de Trujillo. Tenía Chan-Chan de doce á quince millas de largo por cinco á seis de ancho, con edificios de estructura soberbia y notable, tanto por sus diversas formas cuanto por los adornos plásticos y las arabescas de pinturas brillantes que revestían. Además, toda la ciudad estaba circundada por una gran muralla de dos metros de espesor y veinte metros de altura, adornada con bajos-relieves, y con su respectivo parapeto que coronaba su cima, para su mayor defensa contra ataques ó asaltos posibles. Su imponente fortaleza de Paramunca, en la desembocadura del río Barranca, edificada sobre un cerro de trescientos piés de elevación, revela gran talento de parte de sus constructores, que supieron aprovechar todas las condiciones topográficas del lugar en que se halla edificada. Admirables eran sus grandes obras de irrigación, pues los acueductos, represas y canales distribuía el agua en la ciudad y en los alrededores. La ciudad de Chan-Chan podía considerarse, en ese tiempo, como la más bella de la América Meridional.
Los Curacas ó Régulos del Señorío de los Chimús ejercían un poder absoluto, autocrático. Como los Nazquenses, su civilización se reflejaba en la confección de su artística alfarería, pues contaban para sus trabajos, con artífices muy hábiles.
No eran menos diestros en el tejido de sus telas, las que fabricaban con dibujos caprichosos y con vistosos colores. En su arte de beneficiar los metales, sabían preparar el bronce ligando el cobre con el estaño, metal que utilizaban para fabricar herramientas, lanzas, espadas, mazas de armas y puntas de flechas; y con los metales finos, como el oro y la plata, hacían vasijas primorosamente adornadas con piedras preciosas[119].
El reinado de estos Curacas ó Régulos del Señorío de los Chimús imperó, al parecer, durante varios siglos, hasta que después de muchos reñidos y sangrientos combates, fueron vencidos por las valerosas legiones de los Incas, que, al invadir este territorio, destruyeron completamente la hermosa capital de Chan-Chan.
Según la cronología establecida por el historiador Fernando de Montesinos, el Imperio de los Pirhuas duró cerca de dos mil años y se dividió en cinco épocas, en las cuales gobernaron 95 Emperadores. La cronología de estos Emperadores, expuesta por Montesinos, es la que sigue en esta forma:
1a Epoca.—Fundación del Imperio Pirhua, en cuyo espacio de 305 años hubieron nueve Emperadores, desde el año[306] 2045 hasta el 1740 antes de la Era Cristiana. En esta primera época reinaron los siguientes Emperadores:
2a Epoca.—Apogeo del Imperio Pirhua, que abraza diez y ocho siglos, desde 1740 antes de Cristo hasta el año 59 de la Era Vulgar, gobernando en este dilatado tiempo cincuenta y seis Emperadores, en la forma siguiente:
3a Epoca.—Imperio de Tampu-Tacco, ó sea la época en que los bárbaros invadieron el país y vencieron á los Pirhuas; bárbaros que reinaron allí durante más de cuatro siglos, desde el año 59 hasta el 450 de la Era actual: en ese lapso de tiempo gobernaron catorce Emperadores nombrados por esos mismos bárbaros, que son:
4a Epoca.—Restauración del Imperio Pirhua, en cuyo tiempo gobernaron cuatro Emperadores, desde el año 450 hasta el de 501 de la presente Era, que fueron los siguientes:
5a Epoca.—Decadencia del Imperio Pirhua, desde el año 501 hasta el de 833, ó sea, 332 años, gobernaron diez Emperadores, extingiéndose en es época el larguísimo período del Imperio de los Pirhuas.
En el reinado de Titu-Yupanqui-Pachacuti, décimoséptimo Emperador, una irrupción de bárbaros procedentes del Brasil y de los Andes, taló los campos; pero fortificado el monarca en las montañas de Pucará, trabó con los invasores un sangriento combate, en el que, después de una espantosa carnicería, pereció dicho monarca de un flechazo.
En el reinado de Huillcanota-Amauta, quincuaoctavo Emperador, tuvo lugar la segunda invasión de hordas extranjeras procedentes del Tucumán.
En el reinado de Toco-Cozque, octogésimosegundo Emperador, invadieron simultáneamente el Perú hordas de salvajes procedentes, en partes, de Panamá, de los Andes, y del puerto de Buena-Esperanza[120].
En el último período de los monarcas Pirhuas, el Imperio fué decayendo, hasta llegar á su estado de destrucción y ruina, tan grandes, que con su último Emperador, Inti-Maita-Ccapacc, se derrumbó totalmente, contribuyendo á esta catástrofe la corrupción de los pueblos, que llegó á tal extremo, que los gobernados no daban ninguna obediencia al soberano, y no dándola tenían que venir, para esos pueblos, el obscurantismo, la decadencia, el caos. A la caída del Imperio Pirhua, siguió un interregno de más de doscientos años, durante el cual la mayor parte de esos pueblos, por carecer de gobierno, vivieron en la anarquía, sin culto y sin ningún vínculo de familia y de sociedad, errantes por las vertientes de los Andes, alimentándose de raíces y plantas[309] silvestres, desnudos unos y cubiertos otros con cortezas ó con pieles, sin más albergue que las cuevas y cavernas.
Los cacicazgos y las confederaciones que no cayeron en completa decadencia y permanecieron en un relativo estado semi-social, dedicándose á algunas labores agrícolas, fueron los Collas, de raza Aymará; los Chancas, de raza Quechua; los Sausaseras, Antasayaccos, Huallas, Tampus y Orejones, del Valle del Cuzco; y los Quechuas, de la región del Urubamba, perseverando estos últimos en sostener la adelantada cultura que iniciaron en Tiahuanaco. En la costa andina del Pacífico, varios pueblos conservaron también el grado de civilización que habían adquirido, y fueron, los señoríos de los Chimús, Yungas, Cuis-Manco, Chiquiz-Manco, Chincha, y algunas otras confederaciones de poca extención é importancia, como: los Chachapoyas, Cajamarquinos, Huanuqueños, Huamanguinos, Vilcohuamanos, y Andahuaylas. Pero, estos cacicazgos y estas confederaciones cayeron, más tarde, bajo el dominio de las armas victoriosas de los Incas, los que, mediante las tantas conquistas que realizaron, lograron establecer el más grande Imperio que ha existido en el Continente Americano, Imperio que, á su vez, se aniquiló con la conquista española. ¡Destino inescrutable de las naciones!......
Con la repentina aparición de Manco-Ccapacc[121] y Mama Occlla, en el año 1021, principia á disiparse algo la bruma de los tiempos prehistóricos, para iniciarse, al fin del gobierno de los Incas, el período histórico del Perú.
Pasaremos por alto el origen de los Incas, relatado ya por los antiguos cronistas Garcilazo de la Vega, Cieza de León, Betanzos, Polo de Ondegardo, Sarmiento de Gam[310]boa, Cabello de Balboa, Santa Cruz Pachacuti, Montesinos y otros, cuyas relaciones discrepan en varios puntos y carecen de verosimilitud, algunas.
Manco-Ccapacc y Mama-Occlla se presentaron como enviados del Sol, para sacar á los indígenas de la barbarie en que vivían, libertarlos de la tiranía de los Curacas, y señalarles, él, á los hombres, á labrar la tierra para darles alimento, á la vez que el culto del Sol, dispensador de bienes; y ella, á las mugeres, para enseñarles á hilar y tejer, como medio para cubrir la desnudez de sus familias. Con tan saludables propósitos, aquellas gentes se persuadieron que era conveniente obedecerlos y someterse sumisos á sus mandatos, reconociéndolos como verdaderos hijos del Sol ó Pachaccamacc, que fué como ellos se proclamaron.
Para asegurar su autoridad y la de su descendencia, Manco-Ccapacc se tituló Inca ó Soberano de Tahuantinsuyo.
Algunos escritores han considerado á este personaje como un ser misterioso ó mitológico; empero, es reconocido por la mayoría de los historiadores, no solamente como un apóstol y reformador, sino también como el verdadero tronco de la estirpe imperial y el fundador de la dinastía incáica. Apóstol y reformador, porque enseñó á su pueblo la religión de un Supremo Dios invisible, Criador del Universo, instituyendo el culto del Sol, imagen visible de ese Dios, que por sus rayos vivificantes dá vida á todo lo criado. Y tronco de la estirpe incáica, porque fundó una monarquía basada sobre el régimen del comunismo, aunque algo restringido, proveyendo el Estado á todas las necesidades de la vida de sus súbditos. También dió Manco Ccapacc á su nuevo pueblo leyes naturales dictadas por la recta razón, pues eran llenas de sabiduría y de prudencia, imponiendo penas corporales contra los delitos de adulterio, hurto, homicidio y blasfemia contra el Sol y el Emperador, delitos que eran castigados con la pena de muerte, nombró Curacas ó Caciques[311] para el gobierno civil de sus súbditos, escogiendo para esas funciones los de mayor honradez y aptitud para el mando. Además, dividió la tierra en tres partes, asegurando la propiedad de éstas al culto, al trono y al pueblo; instituyó las principales fiestas y ritos religiosos, y fundó una orden de vírgenes y otra de sacerdotes para el cuidado de los templos. En fin, dejó fundada la capital del Cuzco, organizado varias provincias bien administradas, y constituídos pueblos gobernados con equidad y justicia.
Por estos grandes beneficios que Manco-Ccapacc hizo á sus súbditos, es considerado como uno de los primeros legisladores del mundo, y muy distinguido entre los grandes bienhechores de la Humanidad, pues fué, para los Peruanos, lo que Solón y Licurgo para los Griegos, Numa para los Romanos, Mahoma para los Arabes, y Confucio para los Chinos.
Aunque la cronología de los Incas es algo obscura,[122] suministrando noticias vagas, no muy exactas, algunos historiadores, entre ellos Gonzáles de la Rosa, y Dr. Cárlos Wiesse, la dividen en dos períodos, feudal y unificado, siendo el[312] primero, de la dinastía de Huaray-Sayacc, y el segundo de la dinastía de Hanay-Sayacc. Nosotros seguiremos también este orden, que está en conformidad con los relatos de los cronistas de la conquista.
La dinastía de Huaray-Sayacc (con la que principió el período feudal), gobernó durante más de un siglo y medio (1021 á 1197), y tuvo cinco Emperadores, que por sus conquistas extendieron los límites de su Imperio, y son:
1o. Manco-Capacc.—Que fundó su pequeño Imperio con las tribus del Cuzco, á las que agregó las de los Canchis y Quispicanchis, cuyos Régulos redujo en calidad de vasallos ó amigables confederados: su reinado duró cuarenta años (1021 á 1061).
2o. Sinchi-Rocca.—Consolidó la obra de su padre, extendió algo los límites del Imperio mediante solo la persuación, acrecentando por este medio su dominación hasta Chuncara: á este Inca se le atribuye el haber dividido el Imperio en cuatro regiones, bajo las denominaciones de Ccollasuyo, Antisuyo, Ccuntisuyo y Chinchaysuyo, que corresponden á los cuatro puntos cardinales, dando á todo el Imperio el nombre de Tahuantinsuyo[123].
3o. Lloccque-Yupanqui.—Con él empezaron las expediciones guerreras, echando así los cimientos del régimen militar, pues en dos expediciones que llevó á cabo, ensanchó aún más los límites del Imperio hasta los Canas, en la primera, y hasta el Desaguadero, en la segunda. Gobernó treinticinco años (1091 á 1126).
4o. Mayta-Ccapacc.—Se distinguió por su génio aguerrido y conquistador: emprendió dos expediciones, en las cuales conquistó varias provincias, entre ellas, la de los Collas y la de los Huallccavizos. Su reinado duró treinta años (1126 á 1156).
5o. Ccapacc-Yupanqui.—Siguió las conquistas de sus antecesores, y se hizo dueño de las provincias de los Aymarás, Pucarás, Hatunrucanas y otras, extendiendo su influencia hasta Nazca, en la costa. El hizo construír canales de riego y fundó una orden de caballería. Su gobierno fué de cuarentaiun años (1156 á 1197).
Con este Inca terminó la dinastía de Huaray-Sayacc, sucediéndole la de Hanay-Sayacc, que gobernó cerca de un siglo y medio, contando tan sólo tres monarcas, que fueron:
1o. Inca-Rocca.—Sometió á los Chancas y á los Charcas, ensanchando sus dominios por más de cincuenta leguas de Norte á Sud, y otras tantas de Este á Oeste. Este Inca fundó en el Cuzco escuelas para la enseñanza de la nobleza, é impuso á todos sus súbditos la obligación de aprender la lengua quechua. Su reinado duró cincuentaidos años (1197 á 1249).
2o. Yahuar Huaccacc.—Soberano pusilánime, no aspiró, como sus antecesores, á extender sus dominios; empero, trascurridos nueve ó diez años de su reinado, por no ser calificado de cobarde, confió á su hermano Inca-Mayta, el mando de un crecido ejército, el cual conquistó el territorio que se estiende desde Arreqquepay hasta Atacama. Su hijo segundogénito, Inca-Tupacc (algunos historiadores le llaman Cusi[314]Inca-Yupanqui), de carácter opuesto á su padre, se distinguía por su valor extraordinario, y no pudiendo el monarca congeniar con él, lo apartó de su compañía, enviándole á una hermosa dehesa á cuidar el ganado del Sol. Estando allí, tuvo en sueños la famosa visión del dios Huiraccocha, que le anunció la rebelión que tenían dispuesta los Chancas, de Uscovilca, que, en número de 40,000 hombres al mando de Asto-Huaracc y Tomay-Huaracc, marchaban sobre la capital. Noticiado de ello el Inca Yahuar-Huaccacc, abandonó su corte, lo cual, sabido por Inca-Tupacc, le determinó á encaminarse á la capital, resuelto á defenderla ó morir. Reunió inmediatamente un ejército de 28,000 hombres, con el que libró una batalla sangrienta, en Ichu-Pampa, quedando vencidos los rebeldes. Con este brillante hecho de armas, Yahuar-Huaccacc abdicó la mascaypaycha ó borla colorada, en su hijo vencedor, y se retiró á la vida privada, sobreviviendo siete años más, hasta que murió en Chita, habiendo gobernado cuarentaisiete años (1249 á 1296).
3o. Huiraccocha.—A su exaltación al trono, permutó su nombre de Inca-Ripacc con el de Huiraccocha (adoptando así el de la visión que se le había aparecido en la dehesa). Los primeros años de su reinado los ocupó en dictar leyes para la buena administración de su Imperio. En seguida, emprendió dos expediciones, son las que agregó á su Imperio varias provincias, incluso la tierra de Tucumán. Este Inca predijo la invasión al Perú de hombres desconocidos y la destrucción del Imperio. Su glorioso reinado duró cuarentaicuatro años (1296 á 1340), terminando en él la dinastía de Hanay-Sayacc.
Después de esta dinastía se inició el segundo período llamado período unificado, en el que reinaron seis Incas, porque Inca Urco, que sucedió á Huiraccocha, fué depuesto á los once días de su exaltación, en un movimiento operado por los príncipes y grandes de la sangre real, que, no pudiendo tolerar su suma estolidez, le obligaron á abdicar en favor de[315] su hermano Pacha-Cutecc-Yupanqui. Estos seis Incas reinaron en el orden siguiente:
1o. Pacha-Cutecc-Yupanqui.—Más se dedicó á reformar y administrar sus reinos, desde el Cuzco, que salir á campañas; por eso, las cuatro expediciones que organizó, las encomendó á los príncipes de la familia, logrando someter á crecido número de pueblos, entre otros, á los Huancas, Puntus, Huaillas, Conchucos, hasta Caxamallca, y á su regreso, Chachapoyas, Palltas, Cañaris, y la extensa provincia del Gran Chimú, acrecentando notablemente las fronteras de los dominios del Imperio. Su reinado fué de larga duración, pues gobernó sesenta años (1340 á 1400).
2o. Amaru-Inca Yupanqui.—En sus conquistas fué desgraciado. La de Chile terminó con el descalabro de su ejército, que fué vencido por los feroces Purumancas ó Promancas, quienes no le permitieron avanzar más adelante del río Maule. En su reinado también hubo una formidable sublevación de los Collas, que alborotó tanto á la Corte, que le obligó á renunciar el mando, siendo su reinado de solo treintainueve años (1400 á 1439).
3o. Tupácc-Inca-Yupanqui.—Extendió los límites de sus dominios por el Sud y por el Norte: por el Sud, llegó su ejército á Chile, hasta Cachapoal y naciones salvajes; por el Norte, fué el que principió la conquista del reino de los Shyris ó Quitús, en el Ecuador; á él se debe la construcción de grandes acueductos. Su reinado fué de treintaiun años (1439 á 1470).
4o. Huayna-Capacc.—Para celebrar el nacimiento de su hijo primogénito Titi-Cusy-Huallpa-Inti-Illapa (Huáscar), hizo fabricar la célebre cadena de oro que, según Garcilaso, Inca, «tenía trescientos pasos de largo y del grueso de una muñeca». Este Inca elevó el Imperio á la cumbre de la grandeza, consumiendo la sumisión del reino de Quitú, iniciada por su antecesor, venciendo á los Huancavilcas, Cayambis, Caranques, Pastos y Quitús. Después de su triunfo en la[316] batalla de Hatuntaqui, en la que murió el Shyri Cacha-Duchisela, eligió la capital de ese reino para su residencia, pues estaba sumamente apasionado de la bella Shyri-Paccha, hija del ex-rey, á la que tomó por concubina y tuvo en ella á Atahuallpa. Estando en su palacio de Tumipampa, en la provincia de Cañaris, le llegó la noticia de la aparición en la costa de gente estraña, lo cual le preocupó bastante, acordándose entonces de la funesta predicción de Huiraccocha; acontecimiento que, efectivamente, originó luego la pérdida de la autonomía del gran Imperio Incáico. Antes de morir, Huayna-Ccapacc dividió su Imperio entre sus dos hijos, dejando la parte del Cuzco á Huáscar, (su hijo legítimo), y la de Quitú á Atahuallpa (su hijo bastardo), sin imaginarse que esa división sería, más tarde, motivo de desavenencias entre sus dos herederos, y ocasionaría hasta la caída del Imperio. Desde el Inca Huayna-Ccapacc se aclara la confusión de la historia de los Incas, entrando de lleno en el período histórico del Perú. Huayna-Ccapacc reinó cincuentaicinco años (1470 á 1525), los doce primeros en solo el Imperio, y los restantes en el reino de Quitú que había conquistado.
5o. Huáscar-Inca.—Entró en posesión del trono en los tiempos más funestos, pues Atahuallpa aspiró á la corona imperial, estimulado por la poca voluntad que Huáscar manifestaba en reconocerlo rey de Quito. Éste le envió una embajada exigiéndole obediencia; el astuto Atahuallpa le respondió que estaba pronto á obedecerle, y, con tal objeto, pasaría al Cuzco á hacer las exequias de su padre; pero su intención era otra, y al efecto, juntó un poderoso ejército cuyo mando confió á sus aguerridos generales quiteños Calcuchima y Quisquiz. Cuando Huáscar advirtió la traición de su hermano, no tuvo tiempo de juntar otro ejército numeroso para contrarestarle; sin embargo, á tres leguas de distancia, en el sitio llamado Quipaypampa, se libró una sangrienta batalla, en la que quedó vencido el ejército de Huás[317]car, cayendo éste prisionero y asegurado en la fortaleza de Sausa (Jauja). Al poco tiempo fué muerto Huáscar-Inca por insinuación de Atahuallpa, quien, temiendo que escapara y recobrara su cetro, ordenó á su general Calcuchima, que le quitara la vida y arrojara su cadáver al río Yanamaru. El gobierno de Huáscar fué de solo siete años (1525 á 1532).
6o. Atahuallpa.—(De rama bastarda, y último Inca que reinó). Después del atroz regicidio que ordenó cometer en la persona de su hermano paterno, se encontró dueño de todo el Imperio peruano; pero su gobierno fué también de corta duración, porque ya Francisco Pizarro, con su hueste, había llegado á Cajamarca, donde luego se desarrolló el lúgubre drama que dió lugar á que Atahuallpa cayera prisionero de los Españoles. Apesar de haber ofrecido, por su rescate, llenar de oro y plata el cuarto donde se encontraba cautivo, ansiaron los Castellanos ser dueños y señores absolutos de todo el Perú, y, al efecto, tramaron contra el Inca el pérfido proyecto de darle muerte, culpándole de supuestos planos de conspiración. Un tribunal inícuo le acusó de crímenes imaginarios, condenándole á ser quemado vivo en la plaza de Cajamarca. Cerca ya de la pira en que debía ser inmolado, por insinuación del P. Vicente Valverde, consintió en hacerse cristiano, afin de que se le conmutara el suplicio de la hoguera por el del garrote; al bautizársele, se le puso el nombre de Juan, por ser ese día el del Evangelista. Momentos después, Atahuallpa, el descendiente de Manco-Ccapacc y último Emperador del extenso Imperio del Perú, exhalaba el postrimer suspiro después de nueve meses y medio de cautiverio...... La ejecución se realizó en la noche del 29 de Agosto de 1533, implicando ella, no solamente la extinción de la dinastía de los Incas, sino también la destrucción completa del extenso Imperio Incáico. Su reinado, como el de su hermano Huáscar, fué breve, pues solo duró siete años (1525 á 1532).
Con la muerte de Huáscar, la descendencia legítima de los Incas desapareció, quedando sólo dos hijos legítimos de Huayna Ccapacc, Paullu-Tupacc y Manco-Inca, que fueron perseguidos con el vil intento de estirpar del todo la dinastía Incáica[124].
Solo con procedimientos tan injustos, villanos y pérfidos, pudieron los españoles extinguir el último vástago de la familia incáica. La inmensa riqueza de este suelo privilegiado, y la nobleza, hospitalidad, mansedumbre y buena fe de sus habitantes, dieron mérito á que sus inhumanos y oscuros conquistadores afianzasen su poder en tan dilatados dominios, validos de la astucia, el dolo, y de una creencia religiosa de la que ellos mismos renegaban á cada paso, no contando sino con la fe del ignorante y sin tener la convicción del catequista[125].
Las mas admirables de las ruinas diseminadas en el vasto territorio del Perú, son las de Tiahuanaco[126], en las inmediaciones del lago Titicaca, cuyo centro, se cree, fué el más antiguo foco de la civilización peruana y americana; empero, algunos historiadores piensan que los soberbios monumentos cuyas ruinas subsisten aún en Mocha, y los sorprendentes trabajos hidráulicos que se ven todavía en Nazca, consistentes en largos socabones subterráneos, con el objeto de buscar el agua de infiltración en el cauce del río y traerla sobre los terrenos cultivados, son obras que demuestran civilizaciones anteriores al período de Tiahuanaco.
Estas ruinas de Tiahuanaco han llamado la atención de todos los arqueólogos y sabios que han tenido oportunidad de visitarlas y estudiarlas. Gigantescos túmulos, rodeados de pilastras que descansan sobre grandes cimientos de piedra; murallas, cuyas piedras son de tal magnitud y tan enormes dimensiones, que no se concibe como fuerzas humanas han podido ponerlas en su sitio, teniendo algunas de[321] ellas treinta piés de largo, dieziocho de ancho y ocho de espesor, extraídas de las canteras de Yunguyo, situadas á más de cuarenta millas de distancia, siendo verdaderamente admirable que sin bestias de tiro, sin vehiculos apropiados, sin ninguna máquina poderosa, hayan podido traer tan enormes masas desde tan larga distancia[127]; templos de ciento[322] á ciento cuarenta varas de largo, con columnas angulares; pórticos monolíticos en proporciones colosales, todo esculpido con figuras humanas de regular ejecución; estátuas de basalto é ídolos de piedra, gigantescos, artísticamente tallados. Tales son las sorprendentes obras que yacen en ruinas en Tiahuanaco y que pertenecen á un orden arquitectural especial, pues no tienen semejanza con las construcciones y esculturas de alguna otra nación.
Un historiador moderno hace la siguiente descripción de las ruinas de Tiahuanaco: «Estas ruinas, situadas á veinte kilómetros al Sud del lago Titicaca, son de antigüedad desconocida, muy anteriores al período incáico. Son de grandes moles de pórfido, predominando los colosales bloques, todos simétricamente labrados y artísticamente pulidos. Una serie de aposentos con esculturas uniformes se nota á primera vista después de una colina artificial sobre cimientos hechos de grandes rocas cortadas á escuadra, que tiene cincuenta piés de altura, seiscientos veinte de largo, cuatrocien[323]tos de ancho, formando tres terrazas superpuestas concéntricamente. Más adelante de esta cúspide artificial están dos grandes ídolos de forma humana con largas vestimentas y adornos y ornamentos en la cabeza. Una serie de largas columnatas ofrecen el aspecto de un monumento druídico, y resaltando sobre todo este conjunto, se destaca una colosal portada hecha en una sola piedra con rigorismo geométrico y adornada primorosamente con relieves, cornizas, geroglíficos, imágenes coronadas y emblemas de irreprochable elegancia. El templo es un rectángulo de cuatrocientos cuarentaicinco piés de largo sobre trescientos ochenta de ancho; una columnata adorna uno de sus costados y en su base se han encontrado grandes excavaciones. Este edificio parece el más antiguo de todos los que forman las ruinas. Entre todas estas obras, y esparcidas al acaso, se ven cornizas, bases de pirámides, pedestales, zócalos, molduras y diversos tallados que han quedado inconclusos.»
Otro escritor hace también la descripción de los principales monumentos megalíticos de Tiahuanaco, diciendo:
«Akapana ó la fortaleza, es un hermoso mound builder de unos cincuenta metros de altura, que consta de terraplenes concéntricos sostenidos por macizos muros de contención; fué destinado indudablemente al rito religioso á los muertos: Akapana tiene un canal escalonado á sus terrazas, presumiéndose que ha sido el sitio donde se enterraba á los de estirpe real ó principal. Kalosaya ó la sala de justicia, tiene su entrada por medio de una hermosa escalinata; en uno de sus ángulos se ostenta la famosa puerta del Sol, llena de figuras simbólicas, y se cree que fué monumento de la segunda civilización de Tiahuanaco. El llamado templo, al norte de Akapana, es rectangular y perteneció al Tiahuanaco primitivo. Tuncapunca, al sudeste, es también una notable construcción que denota haber sido un gran tribunal de justicia, por los enormes bloques que se semejan á asientos ó sillones de magistrados: constituye cuatro plataformas de gigantes[324]cas proporciones puestas en línea, conteniendo diez umbrales que corresponden á diez puertas que soportarían portadas magníficas. El muelle prehistórico ocupa la parte norte de la región de las ruinas: es la construcción que prueba que las riberas del lago Titicaca vinieron á contornear todo el frente de la grande metrópoli, sirviendo para el desembarque de las canoas, balsas, que eran el medio de navegación lacustre. Aparte de estos principales monumentos, existen varios grupos aislados y dispersos de bloques, monolitos y otros fragmentos correspondientes á períodos diversos de la civilización de Tiahuanaco, esa mansión del misterio, pasmoso testimonio de la primera civilización, donde yacen olvidados los esplendores de una actividad intelectual que no ha sido imitada por las naciones que siguieron á la vida, en las edades que se sucedieron.»
Y se preguntará: ¿Quiénes fueron los ingeniosos y atrevidos artífices que llevaron á cabo la construcción de esas obras titánicas sin iguales? No hay duda que serían hombres dotados de una fuerza hercúlea y de una inteligencia superior, cuyo grado de civilización se encontraba á una altura muy elevada. Algunos autores creen que no sería aventurado el suponer que esos hombres fueron los mismos Caldeos cuyo idioma Súmero, según el Dr. Hyde Clarke y el Dr. Pablo Patrón, guarda tanta analogía con el Aymará y el Quechua, ó talvez, los mismos hombres de raza blanca que, se cree, sean los fundadores de los antiguos imperios mexicanos; porque, si debemos dar crédito al historiador Cieza de León, en el Perú ha habido también, en época lejana, una raza de hombres blancos, como lo asevera este historiador en el cap. I de la parte II. de su Crónica del Perú, donde dice: «En la isla de Titicaca, en los siglos pasados, hubo unas gentes barbadas, blancas como nosotros, y que saliendo del valle de Coquimbo un capitán que había por nombre Cara, llegó donde ahora es Chucuito, de donde, después de haber hecho algunas nuevas poblaciones, pasó con su[325] gente á la isla, y dió tal guerra á esta gente, que digo que los mató á todos.»
Pero, veamos lo que á este respecto opinan varios antiguos historiadores, tocante á los artífices que construyeron estos colosales y magestuosos monumentos.
Según lo refieren Gomara, Cieza de León, Garcilaso, Acosta, Torquemada, Herrera, y, posteriormente, el presbítero Velasco, en sus respectivas historias, la construcción de esos grandiosos monumentos fué debida á una inmigración de hombres gigantes[128] cuya estatura no bajaba de ocho varas[129]. En apoyo de sus aserciones, citan el hecho de haberse encontrado, después de la conquista española, sepulcros huecos, hechos de piedra, conteniendo esqueletos enteros que tenían esa misma dimensión[130]; raza de gigantes que, según presumen aquellos mismos historiadores, fueron los artífices que labraron esos ciclópeos monumentos cuyos vestigios se encuentran, aún, en Tiahuanaco, Manta, Punta de Santa Elena é Islas de Pascuas[131], y cuyas medidas y proporciones, especialmente de las puertas, manifiestan, de un modo evidente, que esas obras no fueron hechas con las fuerzas de hombres de estatura natural, sino con las de aquellos hombres de talle extraordinaria, para cuyo uso y servicio eran únicamente proporcionados estos monumentos[132]. [326]Además, Montesinos en sus Memorias antiguas historiales y políticas del Perú, asevera también que durante el reinado del emperador pirhua Ayar-Taco (1588 á 1563 antes de la Era Cristiana, ó sea, en el lapso de veinticinco años), invadieron el Perú multitud de gigantes, que poblaron prin[327]cipalmente la costa desde Puerto Viejo hasta Chincha, y se extendieron hasta el interior del país.
Garcilaso refiere que Cieza de León le dijo haber oído en la provincia donde habían llegado los gigantes, «que éstos desembarcaron en la Punta de Santa Elena, cerca de la villa de Puerto Viejo, y que por las tradiciones de padres á hijos se sabía que habían venido por mar, en balsas de junco hechas como unos barcos, y eran tan altos que de la rodilla para abajo parecían hombres de talla regular; que tenían barba; que llevaban pelo que les colgaba sobre los hombros; que algunos iban desnudos y otros cubiertos con pieles de bestias salvajes; y que no trajeron mugeres con ellos.»
Acosta dice que él mismo midió esqueletos de gigantes cuya talla era más de tres tantos mayores que los indios.
Gomara infiere que el conquistador Francisco Pizarro, al llegar á Puerto Viejo, halló allí estátuas de piedra hechas por los gigantes á semejanza de sus personas, de más de ocho varas de altura.
M. Pagador, en su Historia de América, impresa en Lima en 1872, también dice: «Que se han hallado cadáveres de gigantes en diversas partes, desde la conquista hasta los tiempos contemporáneos, no con cráneos y huesos truncados que puedan producir duda y atribuirse á otros animales, sino los esqueletos enteros, sin faltarles parte alguna, no sepultados bajo la tierra, sino en sepulcros hechos á propósito para este fin.»
Toranzos, escabando una huaca de los indios, encontró una calavera y una canilla enormes que correspondían á un hombre de estatura gigantesca.
Y este juicio de los historiadores y escritores citados, parece que fuera algo fundado, máxime cuando la magestuosa grandeza de esos monumentos antiquísimos, que han resistido á los embates de tantos siglos y cuyos restos amontonados en ruinas asombran el espíritu de los hombres de la actual generación, hacen suponer que fueron obras de una raza titánica, de poderosa fuerza muscular, y cuyo desarrollo floreciente marca una etapa de sobresaliente actividad humana y de primitiva civilización tan adelantada que ha dejado una luminosa huella de su actuación y su saber.
La época en que esos gigantes aparecieron en América es aún obscura é incierta, pues algunos los suponen de remota antigüedad, anteriores al Diluvio universal; y otros, al contrario, los creen casi coetáneos de los Incas, por haberse encontrado todos sus cadáveres sólidos y consistentes.
El presbítero Velasco, en su Historia del Reino de Quito, opina que «esos gigantes fueron muy posteriores á todas las demás naciones americanas, no pudiendo exceder su antigüedad los principios de la Era Cristiana. Cuanto á la procedencia de esos gigantes, también es incierta: lo único que se infiere, es que arribaron á las playas del Pacífico en grandes embarcaciones de junco, sin traer consigo ninguna mujer de su raza, por cuya causa se colije que su estadía en estas comarcas fué de corta duración, extinguiéndose esa raza al cabo de algunos años, porque, según aseveran los historiadores Cieza de León en el cap. III de su Crónica del Perú, y el P. Acosta en el cap. XIX de su Historia Natural y Moral: «Pasados algunos años, no pudiendo tener otro desfogo de la naturaleza, se entregaron al vicio nefando mútuamente, en público y sin rubor alguno; finalmente, estando una vez muchos de ellos en ese enorme pecado, bajó fuego del cielo y[329] fueron consumidos por ese elemento en castigo de sus horribles pecados.»
Condensando las opiniones de los diversos autores citados, el hecho positivo é incontestable es, que hay razones para creer que han existido en el Perú razas civilizadas antes de la época de los Incas; pero, cuáles eran esas razas y de dónde provinieron, son cuestiones que solo los anticuarios pueden solucionar con sus investigaciones, tanto mas cuanto que existe tal conflicto de contradicciones sobre este particular, que el criterio se pierde y se convierte en conjeturas. Lo único definitivo, y ello, ateniéndonos al resultado de las investigaciones antropológicas y paleontológicas, es que la raza genuinamente tiahuanacota ha sido dolicocéfala, opuesta esencialmente á los Aymarás braquiocéfalos.
Pero, dejando á un lado lo que á esos gigantes se refiere, sigamos inquiriendo lo relativo á los constructores de los monumentos ciclópeos de Tiahuanaco, cuyo origen es aún problema no resuelto del todo.
El P. Anello Oliva, jesuita, en su Historia del Perú, pág. 38, trae á colación una tradición de los Collas de la altiplanicie del Titicaca, tocante á Tiahuanaco, según la cual este sitio sería el más antiguo en su fundación en la Tierra, y tanto por su nombre original «Chucara»,[133] ignorándose su primitiva historia, menos el que allí moraba el gran jefe Huyustus, que era el señor del Mundo, jefe de una raza de hombres blancos y barbudos, que al fin fueron exterminados por los indígenas.
El sabio enciclopédico Antonio de León Pinelo, en su Paraíso en el Nuevo Mundo (Madrid, 1658), afirma, á este respecto, lo siguiente: «De lo de Tiahuanaco dijeron los más antiguos á los primeros Españoles, que no sabían de sus autores y que eran obras que excedían la memoria de sus pasados; y para significarlo á su modo, añadían haberse levantado antes que hubiese Sol en el Cielo, que es la frase con que dan á entender que totalmente ignoran el principio.»
Otro autor, Felipe Pomanes, en su manuscrito inédito del siglo XVII titulado Los notables del Perú, dice, refiriéndose al mismo asunto: «No hay memoria en el Perú, quienes hayan sido los autores de esta obra, ni yo pude jamás hallar noticia de ellos, aunque lo pregunté en muchas partes; y más me hizo creer que todo esto hubiese sido reliquia antigua de alguna cosa memorable.»
A lo alegado por estos dos últimos autores, el sabio y erudito José Eusebio de Llano Zapata objeta diciendo: "Aunque Pinelo y Pomanes afirman que los indios ignoraban los autores de estas construcciones, no se prueba la falta de noticias de éstos, para atribuír á otras naciones imaginarias el origen de estas fábricas, fuera de que cuando el primero hizo sus investigaciones ya había pasado más de medio siglo de la conquista y habían perecido los quipocamayos,[331] que eran los que guardaban en los quipos las historias del Imperio. Y cuando escribió el segundo, había corrido más de siglo y medio, en que precisamente había de ser mayor la confusión de las antigüedades en aquellos reinos. Esto supuesto, no hallo motivo para asentir á la vana presunción de los autores citados, y negar á los indios la construcción de las fábricas que poseían en sus mismas tierras y dominios, no habiéndose hasta ahora encontrado noticia que favorezca lo contrario, sino unas conjeturas de razón que más oscurecen la Historia que ilustran los hechos."
El Dr. Pablo Patrón opina en igual sentido, pues en el Congreso de Americanistas tenido en Stuttgart en el mes de agosto de 1904, sustentó el hecho de que "no ha habido en el Perú, en los tiempos primitivos, ninguna raza especial diversa de las actuales y constructora de obras ciclópeas; que todas las existentes en el Perú, han sido hechas por los mismos Aimaraes y Keshuas, en la época de su mayor cultura: las más notables de todas, las de Tiahuanako, así lo comprueban." Opina el Dr. Patrón, que "las ruinas que hoy contemplamos son las del templo levantado por los Aimaraes en honor de Huirakocha, en recuerdo de la creación del Mundo hecha por él, según sus creencias cosmogónicas, en el lago Titikaka;" y agrega que "no es necesario recurrir á argumentos indirectos para demostrarlo." Según su parecer, "en la portada monolítica de Akapana, aparece en medio Huirakocha con un pez de cara humana esculpido en su busto, por ser este supremo dios de los andinos el abismo de las aguas, como lo era Ea entre los Caldeos. Por último, repetidas veces está esculpido el nombre de Huirakocha en la misma portada, según el sistema iconofónico de la escritura general de América"[134].
No nos compite ni nos hallamos capacitado para juzgar las opiniones contradictorias que al respecto formulan los escritores á quienes hemos aludido, siendo ésta una cuestión que, quizá con el tiempo, pueda ser dilucidada por los antropólogos. Empero, expondremos una breve indicación al respecto. Es de suponer que los sabios Llano Zapata y Dr. Patrón están en un error al aseverar que ninguna raza especial fué la constructora de los colosales monumentos de Tiahuanaco.
No solamente los sabios Llano Zapata y Dr. Patrón, sino, con ellos, algunos otros autores, han supuesto que los Aymarás fueron los constructores de la misteriosa ciudad de Tiahuanaco; pero creemos que es también un lamentable error atribuirles tal preeminencia. Al contrario, celosos los Aymarás, de que antes hubiera habido una raza superior á la suya, de presumir es, que ellos mismos fueran los destructores de aquella ciudad, por el antagonismo de razas que existía, pues la dolicocéfala (primitiva), era opuesta esencialmente á la raza braquicéfala (aymará, posterior) del altiplano de los Andes.[135] ¿De qué medios se valdrían los Aymarás para conseguir la destrucción de esa portentosa ciudad? Es lo que vamos á tratar de dilucidar.
Se opina que Tiahuanaco estaba situado entonces en las riberas del lago Titicaca, elevado en esa misma época á 34 m. 75 c. sobre su nivel actual. Las aguas de este lago azotarían los muros de los diques y calzadas de esa ciudad. Á superior nivel que el lago Titicaca se hallaban las lagu[333]nas de Arapa y Silustani, Azángaro (Puno), Lagunillas (Lampa) y los torrentes Itapayuni (Puno), cuyas hoyadas y relieves de la Cordillera se habían rellenado en el último período glacial del hemisferio austral. Se presume que los Aymarás, previendo que en un tiempo no lejano podía desbordar de sus causes esas grandes masas de agua, desviaron el natural curso de éstas en dirección de la región Tiahuanacota, siendo natural que esa inmensa avalancha inundara y revolviera la mayor parte de los edificios. En efecto, parece que esta catástrofe sucedió así, quedando la ciudad sepultada entre el aluvión: Cuando se retiraron las aguas al gran depósito de Titicaca, Tiahuanaco quedó medio cubierto de pantanos, y, por fin, convertida en una llanura estéril, ostentando, de su pasada grandeza, sólo los restos de sus admirables monumentos que han podido resistir á los embates de tan enorme inundación, y son los que aún quedan en pié.
Otra prueba convincente de que los Aymarás no fueron los constructores de Tiahuanaco, es, que posteriormente se han sacado de allí objetos de una alfarería que no se asemeja absolutamente á la de ellos.
Entonces cabe preguntar: ¿Cuál fué la raza primitiva genuinamente Tíanahuanacota? Es pregunta difícil de absolver de un modo exacto y afirmativo. Unos autores suponen que fueron los primitivos Quechuas que formaron un imperio teocrático en la altiplanicie del Titicaca; otros, dicen que fueron los Antis, pueblo asiático que invadió la América Meridional antes del Diluvio universal; otros, afirman que fueron los Caldeos, antiguo pueblo de la Mesopotamia; otros, alegan que fueron los Uros, nación poderosa en otro tiempo y cuyos pocos descendientes constituyen hoy una raza dejenerada á tal extremo, que, apesar de los adelantos del siglo actual, permanecen aún en el estado más brutal y salvaje; por consiguiente, siendo inadmisible que esos Uros estuvieron ahora 10,000 años (según el ingeniero Posnausky) en un grado de civilización tal que les permitiera formar una ciu[334]dad de la magnitud é importancia de Tiahuanaco; y otros, en fin, presumen que fueron los mismos Aymarás ó Collas, los fundadores de esa portentosa ciudad.
Pero, sean los unos ó los otros los famosos constructores de las gigantescas obras de Tiahuanaco, es un hecho irrefutable que fueron hombres de una raza superior, de fuerzas hercúleas, y que tuvieron á su disposición recursos de grandes poderes mecánicos para haber trasportado, de canteras que distan hasta de 64 á 65 kilómetros, bloques enormes de piedra de granito, cuya medida era, para unos, de 7 m. 44 de largo por 4 m. 66 de ancho, y para otros, aún de 12 m. de largo por 2 m. 50 de ancho, y cuyo peso, algunos de ellos, ha sido calculado en 200 toneladas. Lo que no puede concebirse es, de que medios se valieron aquellos antiguos constructores para elevar á tan grandes alturas aquellas pesadas moles de granito; medios que hoy mismo, apesar de las poderosas maquinarias que se posean, los aparatos modernos serían insuficientes para elevarlas á alturas en que se encuentran las que se ven colocadas en los gigantescos monumentos de Tiahuanaco.
A juicio nuestro, esas ruinas son restos de una floreciente ciudad edificada por hombres de fuerza hercúlea, que se establecieron en el Perú en tiempos protohistóricos. Esos hombres han podido ser de dos razas distintas: ó de la de la Nueva Zelandia, del archipielago de la Polinesia, según algunos historiadores, ó de la de los Caldeos, antiguo pueblo de la embocadura del Tigris y del Eufrates.
Nuestra humilde opinión puede basarse en que, la raza de los primeros fueron los que vinieron á las playas del Perú por la ruta de la Polinesia, en el Océano Pacífico del Sur, y que al penetrar al interior del país, pudieron edificar la ciudad de Tiahuanaco, que guarda tanta semejanza, en la dimensión de sus monumentos ciclópeos, con los que existen en la Isla de Pascuas. Cuanto á los de la raza de los segundos, bien sabido es la influencia que su adelantada civiliza[335]ción tuvo entre los habitantes de la altiplanicie de los Andes peruanos, legándoles no solamente sus costumbres y su filología, sino también su arte arquitectónico, pues se asegura que los monumentos de Tiahuanaco guardan cierta analogía con los de la Caldea Babilónica. El hecho es, que en medio de todo, no es posible precisar con exactitud quienes fueron los edificadores de esos grandiosos monumentos, los más notables del Mundo, por las piedras colosales empleadas en su construcción; pero lo cierto es, también, que esos famosos monumentos son hechura de una raza especial, y si se quiere, hasta extraordinaria.
Los antropólogos niegan, en lo absoluto, la existencia en el Perú de una raza de gigantes constructora de portentosos monumentos monolíticos; pero el hecho es, que todos los antiguos historiadores están acordes en un punto: que en el Perú hubo, en tiempos remotísimos, una civilización bastante avanzada, que desapareció totalmente, al extremo de que, cuando aparecieron Manco-Ccapacc y Mama Oclla en la cumbre del Huanancauri á regenerar la sociedad, el país estaba habitado por tribus algo civilizadas, algunas, y salvajes las más, que no sabían siquiera explicar el origen de las importantes ruinas de Tiahuanaco. Sin embargo, no solamente es presumible, sino hecho que no tiene lugar á duda, que los hombres de esa civilización antiquísima debieron poseer algún medio mecánico de grandísimo poder, no tanto para arrastrar á largas distancias las pesadísimas moles de piedra de granito de esos soberbios edificios ciclópeos, sino, sobre todo, para colocarlas en los elevados sitios en que se hallan. Es posible que los hombres extraordinarios de esa civilización antiquísima se remonten á la época antediluviana, ó, á lo menos, á los principios de la post-diluviana.
Réstanos, para terminar este punto, manifestar la opinión de un viajero alemán, que, últimamente, ha hecho exploraciones científicas en Tiahuanaco, el que supone que este lugar, en la época de su mayor apogeo, fué una gran ciudad[336] de más de un millón de habitantes, cuya extensión abrazaba un perímetro de ocho ó nueve millas, fundándose en ese cálculo, por haber encontrado en toda esa extensión grandes capas de ceniza.
Indudable es, que en el extenso territorio del Perú hay un vastísimo campo de investigaciones para los arqueólogos, los naturalistas, los anatómicos y aún los filólogos, cuyos estudios podrían arrojar importantes revelaciones. Los hombres científicos peruanos deberían interesarse, algo más, por las muchas y grandes curiosidades que ofrecen las tantas ruinas de monumentos antiquísimos diseminadas en todo el territorio, porque, estudiadas debidamente esas ruinas, se llegaría á obtener importantes conocimientos, relativos á las misteriosas condiciones que rodeaban á los hombres y pueblos de esas épocas lejanísimas. En vista de la casi desentendencia de los sabios peruanos modernos, á este respecto, un escritor contemporáneo exclamó: «¿Es posible que la ciencia peruana no se preocupe de estudiar estos anticuarios restos, en sus propios yacimientos, para que sean sometidos al análisis de la ciencia prehistórica?»
Esas investigaciones, que deberían ser practicadas, preferentemente, por peruanos, son más bien llevadas á cabo, generalmente, por extrangeros, que se interesan más por los estudios arqueológicos, que los mismos hijos del país, quienes permiten que los forasteros les arrebaten los triunfos que ellos podrían obtener con esos descubrimientos. Sin remontarse á época distante, últimamente el sabio arqueólogo norteamericano Mr. Hiram Bingham, director de la expedición científica enviada al Perú, en 1911, por la Universidad[337] de Yale y repetida en 1912 (cuya segunda expedición fué costeada por la misma Universidad y la Sociedad Geográfica de Washington), ha hecho interesantes descubrimientos en los casi desconocidos distritos montañosos de Vilcabamba, situados al noreste del Cuzco. En el valle de Urubamba esa expedición ha descubierto numerosas ruinas importantísimas de ciudades y fortalezas preincáicas, de las que anteriores expediciones no habían tenido noticia, por existir solamente muy vagos y escasos informes sobre la existencia de monumentos históricos en las regiones apartadas en que se encuentran.
Mr. Bingham ha dado últimamente una conferencia científica, de alto interés, en la Sociedad Geográfica de Washington, ocupándose en dicha actuación, de los estudios que en su expedición practicara en las ruinas de esos monumentos, que datan de épocas sumamente lejanas. En dicha conferencia explanó, extensamente, la importancia de las siguientes ruinas:
Macchu-Picchu, que es una ciudad situada en la cima de un cerro casi inexpugnable, de dos mil pies de altura, sobre el río Urubamba, y que está completamente ocultada por la exhuberante y asombrosa vegetación que cubre los precipicios profundos que la circundan; por estas dificultades los Españoles jamás habrían podido encontrarla, á menos de ser guiados al lugar. Esa ciudad está llena de monumentos de alto valor histórico, muy superiores á los existentes en otros lugares del Perú. Su situación sobre peligrosos abismos, se debe que los antiguos y modernos exploradores no la hubieran encontrado, porque la falta de caminos los obligaba á evitar en su travesía, rodeándola, esta parte del Urubamba. Macchu-Picchu, según opina Mr. Bingham, fué fundada, probablemente, por la raza megalítica: sus ruinas son de gran belleza y magnificencia, con fortaleza, palacios, baños, templos y trescientas casas, todo construído con bloques de granito blanco hasta de doce pies de largo: el templo[338] de Yuracraim contiene un monolito tallado de ciento ochenta pies de circunferencia.
La ciudad de Viteos, fué la capital donde se encuentra el palacio que el último Inca Manco II ocupó después de haber sido derrotado por el ejército de Francisco Pizarro.
Tipón, que es otro pueblo situado en la eminencia de un cerro, donde hay muchas ruinas preincáicas, llamando la atención su gran fortaleza, más inexpugnable que las de Ollantaytambo y Sacsahuaman; está rodeada de un alto muro de más de tres kilómetros de largo.
Existen, además, en aquellos solitarios parajes de Vilcabamba y Urubamba, otras ruinas de ciudades y pueblos que, se supone, deben también ser de época preincáica, como Ñustac-Hesppanan, donde se encontraba el santuario llamado Yurah-Rumi, lugar sagrado en que se hacían los sacrificios; Pucyura, donde existen los restos de una fundición de metales en grande escala; Uncapampa, donde subsisten las ruinas de una gran muralla, de una sola casa, que mide 1,665 pies de largo por 33 de ancho; Rosaspata, con ruinas de un soberbio palacio de 245 pies de largo y 43 de ancho, con quince puertas en su frente y otras quince en su espalda, todo de granito blanco; Chuquepalpa, que ostenta aún las ruinas de una casa del Sol, que en su tiempo ha debido ser de suma magnificencia; siendo también notables las ruinas de Rumicolca, Piquillacta, Choquepujio, Piteos, Paltaytambo, Llactapata y otras.
Todas estas ruinas, abandonadas, manifiestan, tácitamente, ser huellas de una civilización remotísima, que indudablemente perteneció á una raza anterior en mucho á la de los Incas; ruinas que deben excitar el celo patriótico de las autoridades para inducirlas á tomar todas las medidas que sean conducentes á su conservación, y que sugieren la necesidad de una comisión científica de peruanos para estudiarlas detenidamente, ya que la casualidad las ha deparado al Perú moderno. Desgraciadamente para el Perú, las autori[339]dades muy poco se han preocupado de la conservación de sus reliquias antiquísimas, porque la malhadada política absorbió siempre la atención.
Ya que tocamos este punto, debemos decir algo sobre las ruinas de Choqquequirau, también ciudad prehistórica. Aunque descubierta ésta hace ya como cuarenticinco años, las autoridades de los últimos tiempos no han dado paso alguno, tendiente á su conservación ni al estudio de los muchos monumentos de inestimable valor arqueológico que encierra.
Choqquequirau (que significa cuna de oro), es una ciudad más extensa que la del Cuzco, situada á poca distancia de la boca de la gran península formada por los ríos Apurimac, Ené y Tambo, y es limitada, por un lado, con la cadena de la Cordillera de los Andes, y por otro, por el caudaloso río Apurímac: es construída toda de piedra labrada, con suntuosos palacios que tienen salones de más de cuarenta metros de largo por diez ó doce de ancho; además, posee hermosas construcciones, baños admirables y templos magníficos. Se cree que esa ciudad era una morada de recreo de los Incas, y fué, según se asevera, el último baluarte de los pocos miembros de la familia imperial, que escaparon á la persecución de los Españoles, después de la sublevación de Manco II, y que allí enterraron la cuna de oro en que se meció Huaynahuantinsuyo[136].
De todo lo dicho hasta aquí se desprende que, efectivamente, en el Perú hubo pueblos civilizados antes de los Incas, como lo manifiestan también los geroglíficos grabados que se ven en diferentes lugares de este territorio, principalmente en las ruinas preincáicas.
En el sitio llamado Corralones, á ocho leguas de Arequipa, se encuentran grabados hechos á cincel, sobre unas ma[341]sas de granito, representando figuras de hombres y de llamas, círculos, paralelógramos, cifras semejantes á las letras R y O, y aún restos de un sistema planetario.
En los espesos bosques que ciñen las márgenes del Marañón y del Huallaga, se ven todavía antiguos geroglíficos trazados en durísimas rocas.
En Huamanga, en Huaráz, y junto al pueblo de Huáitara, existen ruinas de fortalezas en cuyas paredes estaban esculpidas muchas figuras de hombres, animales, flores y otros dibujos, obra ó todo, de una raza destruída en otra época.
En fin, en Yonán, en Chavín de Huantar, en Huari, en Calango, en Huarochirí, en Locumba, en Tarapacá, en Paipai, en la Quebrada Honda, en Callancas, en la Caldera, en Chucuito, en la isla de Coatí del lago Titicaca, y otros sitios más del Perú, subsisten aun fragmentos de ruinas en que se hallan dibujados algunos signos pictográficos, mudos pero elocuentes testimonios de que en épocas lejanas existieron en aquellos lugares pueblos dotados de una civilización no poco adelantada.
Aunque el tiempo ha ido borrando la mayor parte de esos geroglíficos, no se les puede despojar del valor que tienen como signos de una cultura antiquísima muy anterior á la de los Incas. Todas estas manifestaciones de signos ideográficos se deben considerar como un sistema de escritura pictográfica, pues esos mismos signos eran la representación de ideas tendientes á ser trasmitidas y recordar el pensamiento de sucesos realizados. Estos signos pictográficos que revelan los principios de una escritura ideográfica, expresan una sucesión de ideas, y los indios dibujaban esos signos en las rocas, en las paredes de los monumentos, en las cortezas de árboles, en las pieles, armas, conchas, cántaros y otras vasijas de alfarería, en telas y demás objetos, para recordar y perpetuar hechos trascurridos, en esa época.
Al advenimiento de los Amautas se perdió la escritura pictórica é ideográfica, conocida hasta fines de la época de los Pirhuas, y fué sustituída por los quipus, cuyo uso perduró durante todo el período del Imperio Incáico.
Las antiguas naciones y tribus de indígenas Peruanos fueron decayendo, con el trascurso del tiempo, hasta llegar á ser conquistados por la raza Quechua. De las primeras, en la época de su apogeo, hállase aún algunas ruinas que testifican su pasado de grandeza: de las últimas, solo quedan las huellas del recuerdo confuso de su insignificante dominación: y las que aún subsisten al través de tantos siglos, en el seno de la Montaña del Perú y en el confin austral del Continente americano, no ofrecen interés alguno, ni se manifiestan por su cultura progresiva.
Resumiendo las opiniones de los varios autores que hemos citado en el curso de este trabajo sobre el Perú, cabe, en lo posible, que parte de los primeros habitadores del Perú (prescindiendo de los autóctonos de la época antediluviana) fueran originarios de los Caldeos, como lo pretenden el Dr. Hyde-Clarke, el Dr. Pablo Patrón y otros; que otra parte se derive de los Chinos y Tártaros, como lo testifican Vater, Humboldt y Mac Carthy; y, por último, que algunos desciendan de los Fenicios, Suecos, Noruegos, Gaulos é Iberos, como lo sostienen otros escritores. Pero lo evidente es, que todas estas opiniones son más ó menos fundadas, por el origen de la población peruana, como el de toda la América, y no se halla aún perfectamente dilucidado, siendo pocas las pruebas que hoy existen en confirmación de estas mismas opiniones, que sólo revisten carácter problemático.
Pero sea lo que fuere, es un hecho evidente que no tiene lugar á duda, que las diversas inmigraciones llegaron á este suelo por diversas rutas y en diferentes períodos. Algunas debieron venir por tierra, después de haber desembarcado en ciertas regiones de América más en contacto con otros Continentes, como lo hacen creer las analogías de varias voces de las tribus de la Montaña con las del Brasil; de las de los antiguos habitantes de los valles del Norte con las del Chaco y la América Central; de las de los indios de la Sierra con las de las mesetas del Ecuador y de Nueva Granada. Algunas de las otras inmigraciones pudieron venir por mar, lo cual se infiere por la semejanza que se nota entre varios isleños de la Polinesia y los indios de Tumbes, Ica, Arica y otros pueblos costeños.
Sebastián Lorente, en su importante estudio sobre la Civilización de los primitivos Peruanos, asienta las siguientes conclusiones: «El Perú no fué poblado de una sola vez y por una sola nación: en diversos tiempos recibió pobladores de los Antiguos Continentes, sea por la parte oriental, sea del lado del Pacífico: el mayor número de colonizadores hubo de venir por tierra; los que llegaron por mar, ó habían estado antes en otra región de América, ó procedieron de la Polinesia; pocos llegaron directamente del Asía.»
Históricamente hablando, es un hecho incontestable y que no admite duda alguna, que el Perú ha sido visitado y habitado, como el resto de América, desde tiempos remotísimos: esos primeros habitantes post-diluvianos pertenecían á razas muy adelantadas y poderosas, indudablemente superiores á la de los Incas, porque los magestuosos restos de monumentos arquitectónicos que aún subsisten, anteriores al siglo XI, ó sea, á la fundación del Imperio Incáico, testifican el grado de cultura en que se encontraban esas razas. En efecto, repetímoslo, á inmediaciones del lago Titicaca, y en algunos valles del Norte, se encuentran vestigios de construcciones ciclópeas erigidas por las grandes na[344]ciones preincáicas, construcciones que causan la admiración de nuestros contemporáneos, quienes no atinan á determinar los medios que estos constructores emplearon para trasportar desde lejanas canteras esos inmensos trozos de pórfido, ni los instrumentos que usaron para tallarlos y pulimentarlos, coligiéndose que debían tener á su disposición recursos de grandes fuerzas mecánicas[137].
Quédanos por exponer algunas cortas consideraciones.
Por los estudios que varios frenólogos (entre ellos Mercator, y después de él, Tschudi) han hecho de los rasgos típicos y craneológicos de los antiguos habitantes preincáicos del Perú, éstos, según Juan Diego de Tschudi, se dividirían en tres razas: 1a La de los Aymarás, ocupantes de las dilatadas alturas perú-bolivianas, tenían el cráneo ovalado, afectando la forma de una bóveda bastante regular y algo alargada, la cara grande, las órbitas cuadrangulares y la quijada superior sesgada. 2a La de los Chinchas, que ocupaban el litoral desde el valle de su nombre hasta el desierto de Atacama y desde el Océano hasta las Cordilleras, tenían el cráneo de forma piramidal truncada, con la base vuelta hacia arriba, la cara pequeña, las órbitas transversalmente ovaladas, y la quijada superior casi perpendicular. 3a La de los Huancas, ocupantes de la extensión comprendida entre las Cordilleras, desde el grado 9 al 14 de latitud austral,[345] tenían el cráneo cuadrado, alargado de abajo y adelante, hacia atrás y arriba, la cara muy pronunciada, pero más corta que la de los Aymarás, y las órbitas algo ovaladas[138].
Empero, esta clasificación etnográfica de las tres razas peruanas, hecha por los frenólogos citados, ha sido rebatida por el Dr. Rodríguez Dulanto, quien en su tésis publicada en los Anales de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, tom. XXV, págs. 404 y 405, declara «que si la separación de estas tres razas piensa fundarse sobre caracteres craneológicos, su existencia es de todo punto problemática;» alegando en seguida, «que pueden ser efecto de una deformación artificial,» trayendo á colación el hecho de que «los Chinchas usaron la deformación occipital mediante una contrapresión frontal casi insensible; que los Aymarás usaron esa misma deformación mediante la presión sub-occipital; que los Huancas usaron la deformación macrocéfala, ó sea, la presión dirigida de adelante á atrás.» Concluye el Dr. Dulanto manifestando «que las deformaciones artificiales explican perfectamente los caracteres atribuídos á esas pretendidas tres razas peruanas.»
Cuanto á los idiomas y dialectos de los Peruanos preincaicos, éstos eran numerosos, pues en cada provincia y en cada pueblo eran distintos, y los de unas provincias ó pue[347]blos que se comprendían entre sí eran amigos, y los que no se entendían eran enemigos, y sostenían continuas guerras unos con otros, según lo refiere Garcilaso en la pág. 16 de sus Comentarios Reales. Posteriormente, para evitar esa confusión de lenguas y dialectos, es que los Incas trataron de generalizar el idioma Quechua.
La religión que profesaban esos Peruanos preincáincos se reducía á prácticas supersticiosas[139], pues en cada provincia, pueblo, barrio y aún en cada casa, adoraban konopas ó ídolos del lugar, diferentes unos de otros, pareciéndoles que el ídolo ageno no podía favorecerles, sino el suyo propio, según lo dice el mismo Garcilaso en el libro I, cap. IX, pág. 12 de su obra citada. Con posterioridad, para combatir y desterrar el politeismo y unificar las diversas creencias, los Incas establecieron, entre sus súbditos, el culto general del Sol, denominado Inti, construyendo, al efecto, en los valles principales de sus dominios, templos suntuosos dedicados al culto de ese astro, que se adoraba como divinidad tutelar del Imperio. Asi es, si en las edades preincáicas pro[348]fesaban los Peruanos el politeismo, bajo el Imperio predominó el panteísmo.
En conclusión, es reconocido que las naciones de los Quechas y Aymarás fueron las más adelantadas de la América del Sud, las que descollaron como las primeras por su cultura. La nación de los Nahuas de México, y las de los Mayas y Quichés de Centro América, figuran en segunda línea. La nación de los Muyscas ó Chibchas, de Colombia, también algo civilizada, es reputada como la tercera en cultura. Cuanto á los Caribes, Guaranis, Araucanos, Patagones, Fueguinos, como asímismo las numerosas tribus de la Montaña peruana, del Gran Chaco Argentino-Paraguayo-Boliviano, y algunas otras, son naciones ó tribus que permanecieron y permanecen aún en la barbarie, en estado más ó menos salvaje, y, algunas de ellas, refractarias á los adelantos de la moderna civilización, completamente.
Para terminar este bosquejo sobre el origen de los Indios del Perú, nos permitimos emitir también nuestra humilde opinión á este respecto, condensándola en pocos renglones.
Los primitivos habitantes antediluvianos del territorio conocido hoy por el Perú, fueron, como los demás del Continente americano, autóctonos, ó sea, originarios de este mismo territorio, ratificando nuestro parecer en este sentido, los juicios que al final de la primera parte, hemos ya expresado.
Por los estudios llevados á cabo en estos últimos tiempos por sabios etnógrafos, arqueólogos y paleon[349]tólogos, se ha llegado á importantes descubrimientos en las ciencias etnogeníticas, de cuyos descubrimientos deducimos, que las diversas invasiones que arribaron á las costas del Perú, en las primeras épocas postdiluvianas, fueron de colonias procedentes de los siguientes puntos:
1.o De la Nueva Zelandia, isla del archipiélago de la Polinesia; cuya irrupción de gran número de emigrantes llegó, según parece, por el camino del Océano Pacífico del Sud, deteniéndose algún tiempo en la Isla de Pascuas. Después, desde esta isla, invadieron, presumimos, la América Meridional, desembarcando en Manta, Punta de Santa Elena y Puerto Viejo, internándose, parte de ellos, al interior, trayendo á estos puntos, sus costumbres, usos y cultura. Aún creemos que esos inmigrantes fueron hombres considerados como gigantes por su elevada estatura, y, quizá, los constructores de los monumentos ciclópeos é ídolos de piedra que se hallan diseminados entre las ruinas de Tiahuanaco, ciudad que llegó á ser el más antiguo foco de la civilización peruana, y ruinas que tanta semejanza tienen con las estátuas monolíticas que se hallan en la Isla de Pascuas. Además, la evolución religiosa de los Quicho-Aymarás es una prueba evidente de la estrecha relación que existía entre los antiguos Peruanos y los naturales de la Nueva Zelandia.
2.o De la comarca asiática de los Antis, pueblo guerrero y valeroso cuyo origen es desconocido por su atrasada existencia en época proto-histórica, el que, se dice, emigró en masa de su país, antes del Diluvio[350] Universal, estableciéndose en los valles orientales de los Andes, en la sección que es hoy Bolivia y Ecuador.
3.o De Egipto, en el Africa Septentrional, cuyas invasiones á América se realizaron, quizá, mediante el camino de la Atlántida, estableciéndose algunas de ellas en el territorio del Perú, donde también cimentaron sus costumbres, ritos y aún su idioma, existiendo pronunciadas semejanzas entre los Quicho-Aymarás del Norte del Perú y los Egipcios del Nilo, pues se ha descubierto no solamente datos filológicos semejantes entre ambos pueblos en sus tres formas (geroglífica, hierática y demótica), sino también artefactos de cerámica y tejidos de dibujos simbólicos, y, sobre todo, monumentos arqueológicos que denotan curiosas analogías entre estos dos pueblos.
4.o De la Caldea, en el Asia Menor, cuyos inmigrantes llegarían á América quizá por la ruta del Estrecho de Annian, pasando por México, Centro América ó Istmo de Panamá, hasta llegar al territorio del Perú, donde, se cruzaron con la raza del país: por consiguiente, son considerados como uno de los progenitores de los Quicho-Aymarás. Al llegar al territorio peruano, los Caldeos desenvolvieron en él su lengua, la que se fué infiltrando y arraigando en este suelo, y cuya adaptación explica que la lengua Súmera y la Quicho-Aymará guardan tantas analogías entre sí. A la vez, los Caldeos legaron su adelantada cultura, la cual, al extenderse, se fué también asimilando algo entre los antiguos Peruanos, sin haberse, sin embargo, estacionado ni fijado entre los naturales del país.
5.o De la China, vasto imperio al Sudeste de Asia, que á consecuencia de la prolongada lucha de los Brahmanes y Budhistas, que terminó con la emigración de los Chamanes, se pueda presumir que éstos pudieron venir con facilidad á las costas del Perú por las grandes continuadas islas que entonces existían eslabanadas en el Océano Pacífico. Es de suponer que la civilización del Perú viene, en parte, de la China, por las muchas semejanzas de costumbres que existen entre estos dos pueblos, y aún por las similitudes filológicas que permiten que algunos habitantes del Perú puedan entenderse con los Chinos.
A más de las invasiones de los Zelandeses, Antis, Egipcios, Caldeos y Chinos, es probable que hayan habido otras de distintas partes del Antiguo Mundo, sin que podamos determinarlas con exactitud, aunque algunos autores citan las de los Fenicios, Cartagineses, Hebreos, Armenios, y aún Suecos, Noruegos é Iberos. Pero es un hecho incontestable, y hay pruebas suficientes para afirmarlo, que existieron en el Perú, antes del período Incáico, varias razas de relativa adelantada civilización, las que establecieron sus propios gobiernos; dinastías antiguas y poderosas, que sucesivamente fueron desapareciendo con el trascurso de una larga serie de siglos. Quedan, hasta la fecha, algunos recuerdos de esas razas y de esos centros de civilización, que testifican su pasado de grandeza, tanto en las ruinas de soberbios y gigantescos monumentos que se hallan aún diseminados en el territorio peruano, cuanto en los tantos artefactos de alfarería, te[352]jidos y otros objetos que han sido descubiertos en los túmulos funerarios de los primitivos colonos establecidos en el territorio del Perú.
Tal es, en síntesis, nuestra humilde opinión tocante al orígen de los primitivos habitantes del Perú y posteriores inmigraciones que á este territorio arribaron.
Reasumiendo en pocas palabras lo relacionado en el curso de esta obra, diremos, que cuando el Hombre primitivo contemplaba la Naturaleza á la luz del día, el mundo tenía para él un significado muy diverso que el que tiene hoy para el Hombre civilizado de nuestros días.
Las necesidades obligaban al Hombre de los primitivos tiempos á luchar con las fuerzas que le rodeaban, con las fuerzas de las fieras y con las fuerzas de la Naturaleza; obstáculos que solamente con el largo trascurso de los siglos pudieron, sino ser dominados del todo, modificados, á lo menos, en gran parte por el Hombre.
Pero la marcha progresiva del Género Humano ha sido inconmensurablemente lenta, y el tiempo que ha empleado para ello inconmensurablemente largo. En la cruenta lucha por la existencia, el Hombre fué[353] conquistando paulatinamente su dominio, después de una continuada sucesión de miles de siglos, debido á su superior inteligencia y á su suma habilidad para utilizar y subordinar á sus necesidades los medios que compensaron sus fuerzas físicas relativamente débiles.
Hoy día, el Hombre es dueño de toda la Tierra. Aunque su adelanto intelectual ha llegado, según parece, á su punto culminante, no es todavía el sumun de lo que puede alcanzar porque le quedan aún conquistas por hacer que sobrepasarán todo lo que ha obtenido hasta ahora.
En una palabra, entre el Hombre primitivo y el de la actual generación, hay una inconmensurable distancia.
Al referirnos á la riqueza mineral de América, debe agregarse al pié de la página 180 de esta obra, los siguientes datos:
En la representación que hizo, en 1731, D. Miguel de Zavala al rey Felipe V, consta, que desde el año 1492, que se descubrió el Continente de América, hasta el año 1708, se exportó á España, en oro y plata, más de cien mil novecientos noventa millones. Pero, como desde el referido año 1708 hasta el final de la época colonial á principios del siglo XIX, trascurrieron aún más de cien años, no es aventurado el calcular que España, durante su dominación en el Nuevo Mundo, sacó de este Continente, en oro y plata, la fabulosa cantidad de más ó menos dos mil doscientos quince millones de pesos.
En 1557, según lo asevera el sabio limeño D. José Eusebio Llano Zapata, en la página 25 de los Preliminares de su obra Memorias Histórico-Físicas Apologéticas de la América Meridional (impresa en Cádiz, en 1759), se halló en una mina, un arbolillo de casi una vara, todo él de plata virgen, y muy parecido al ciprés en sus ramas, hojas y raices. Esto hizo decir al Padre Pineda, «que sólo en el Perú se cría la plata en árboles,» lo que confirmó también Antonio de León[356] Pinelo, que asentó: «La plata en minerales ricos es un arbol, y asímismo el oro.»
En Huantajaya, mineral cerca de Arica, se sacó, en 1741, una pepa de plata pura, tan grande, que pesó treintitres quintales (nos parece demasiado exagerado este guarismo), según lo asevera el Dr. D. Ventura Traverso en su obra titulada El suelo de Arequipa convertido en cielo.
En el siglo XVII se halló en una mina de oro situada á una legua de la ciudad de La Paz, en el Alto Perú, una gran pepita de oro, que fué comprada por el virrey Conde de Salvatierra, en once mil doscientos sesenta y nueve pesos, para remitirla al Gabinete de Historia Natural de Madrid, donde existe aún.
Tan abundantes son las minas en sólo el Perú, que á fines del siglo XVII, se encontraban en él setecientas setenta de oro y plata en labor, y quinientas setentiocho propias á ser trabajadas, sin incluir los lavaderos de oro y las minas de azogue, entre las cuales se hacía notar la de Huancavelica por sus inmensos productos.
Al pié de la página 185, corresponde la nota que insertamos en seguida:
La primera vez que se empedró la calle de Mercaderes, una de las principales de la capital de Lima, con barras de plata, fué en la solemne fiesta de la inauguración de la Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados, el 2 de Febrero de 1671. El Padre Buendía, en su obra Vida del Padre Castilla, dice, en el capítulo X, lib. III: «Todo el sitio que el claro del arco dejó para tránsito de la soberana imagen, se empedró con más de mil barras de plata, que por su magnitud y ley importaron dos millones de pesos.»
Un año después, en 1672, un historiador antiguo, al referirse á las suntuosísimas fiestas que se celebraron en Lima, con ocasión de la halagüeña noticia de la canonización de Santa Rosa, nacida y florecida en este privilegiado suelo, dice: «Esta noticia se recibió en Lima en la mañana del 31 de Enero de 1672, y las fiestas que se prepararon en esta capital con tan fausto acontecimiento, no se han visto en todo el Orbe. Basta decir, que entonces el pavimento de la calle de Mercaderes estaba cubierto de barras de plata, y otras se colgaron de costosas alhajas, calculándose el valor de toda la riqueza que en este día botó Lima á sus calles, en más de diez millones de pesos.»
Y, sin embargo, apesar de tantas riquezas, y de las tantas que España sacó de América, pudiendo haber sido y ser la potencia más rica de Europa, es hoy una de las más pobres de ese Continente. ¡Destino inescrutable de las naciones!......
En la página 276, antepenúltima línea, en que se hacé referencia á los animales propios del Perú, que no se tiene noticia hubieran sido encerrados en la Arca de Noé, corresponde la curiosa nota siguiente:
Salvo que se haya realizado el cuento que refiere el Diccionario Infernal, de Mr. Collin de Plancy, quien en el tomo II, página 195, artículo titulado «Maravillas,» dice textualmente: «Léese en el «Lexicon Talmúdico,» que como la Arca de Noé no podía contener sino un cierto número de animales, el patriarca no encerró en ella sino las principales especies, de las cuales todas las demás se han originado. Cuando se hubo secado la Tierra de las aguas del Diluvio, estas especies se multiplicaron del siguiente modo: salió el elefante; Noé le pegó con su varilla un golpecito en la trompa, y el[358] animal estornudó y parió por la boca un cerdo; echóse éste á correr en seguida, y á revolcarse en el lodo; Noé le tocó con su varilla en el hocico, y estornudó un ratón; y así sucesivamente los demás.» Los pretendidos Talmudistas, en la colección de sus tradiciones rabínicas, se olvidaron en decir, que Noé, mediante su mágica varilla, hizo arrojar de la boca del león, tigre, leopardo y otros animales de esa especie, á la vicuña, llama, huanaco, vizcacha y demás animales originarios del Perú(!).
Hubiéramos deseado que la presente edición saliera más esmerada, es decir, compuesta con tipos nuevos é impresa en papel fino; pero, hemos tenido que ceñirnos á nuestros escasos recursos, y si pudimos dar cima á nuestra tarea, ha sido, tan sólo, á costa de grandes sacrificios.
Cierto es, que la H. Cámara de Diputados, en la penúltima Legislatura (de 1913), nos concedió, en su última sesión de clausura, un subsidio para la impresión de la presente obra; pero, nos hemos adelantado en publicarla, por el deseo de darla á luz cuanto antes, y porque si hubiéramos esperado que nuestro expediente se tramitara y resolviera en revisión en la H. Cámara de Senadores (lo que no ha acontecido hasta hoy), habría pasado quizá mucho tiempo antes de poder proceder á la impresión de ella, y consiguientemente, antes de que nos fuera posible darla á la luz pública.
Empero, ya que no hemos podido aplicar el referido subsidio á la impresión de esta obra, él nos servirá (si acaso llegamos á percibirlo) para atender al gasto de imprenta de uno ó de los dos trabajos que tenemos aún inéditos y que son todavía más voluminosos que el presente, titulados, el uno, Tribus índianas del Continente hispano-Sud-americano, con la nómina y procedencia de ellas en cada uno de los territorios en que actualmente está dividida la América Meri[360]dional: idiomas, dialectos y costumbres de esas mismas tribus; y el otro, Los Incunables Peruanos ó Historia de los primeros libros impresos en Lima; obligándonos, entonces, á darlas á luz con tipos nuevos y papel satinado. Ojalá nos sea posible realizar este anhelo respecto de ambas obras, pues con ello quedarán colmadas nuestras aspiraciones.
Réstanos por hacer una pequeña aclaración.
Nunca hemos presumido de literatos, ni de historiadores, ni menos de científicos; prueba de ello es, que, siempre que ocasión hemos tenido, hemos declarado con toda franqueza, que nuestros escritos no son para que los lean los sabios, sino el vulgo, el pueblo: esta misma declaración hacemos al principio de esta obra, sabedores de que las personas ilustradas no necesitan que se les enseñe, sino los ignorantes, los que carecen de letras y noticias. Hacemos nuevamente esta confesión, impulsados por el testimonio de nuestra conciencia, y para desvanecer el erróneo juicio que algún gratuito crítico ha emitido de nuestros escritos (en la entrega I del tomo V de la Revísta Histórica), juicio que podríamos refutar, punto por punto; pero nos abstenemos de ello, por no entrar en una polémica desagradable que, á la postre, no conduciría á nada práctico. Dejamos, por lo demás, á nuestro exaltado Zoilo, en libertad para juzgar nuestros trabajos como buenamente le parezca; pero teniendo por norte, repetimos, la sincera declaración que queda hecha, y no olvidando esta oportuna remembranza:
«El sexto de los pecados capitales, es el gusano roedor que carcome el corazón de algunos hombres.» Ya nuestro oficioso crítico, en su alta inteligencia, comprenderá el sentido de esta metáfora.
Cuanto á nos, volvemos á repetir, que todos nuestros[361] escritos tienden especialmente á dar luz y conocimientos á los ignorantes, á la masa del vulgo: para esta masa del vulgo, es que escribimos, y no para los eruditos. Sépalo así nuestro talentoso émulo, que también es amigo nuestro y á quien tampoco pretendemos ofender con estas líneas.
Por lo demás, las impugnaciones que nuestro censor hace de nuestros estudios, no nos arredran, porque, como ya lo dijimos, asístenos la conciencia de que al habernos dedicado modestamente á la tarea de escribir algunas obritas, no ha sido con la pretensión de conseguir fama de literatos, ni menos de científicos y sabios, sino que hemos sido impulsados á ello, únicamente, por el justo deseo de ser útil, en alguna manera, á la clase desintelectualizada, y, principalmente, contribuír, con nuestro humilde contingente, á la ilustración de la masa inculta de este país, en obsequio de la inmensa gratitud nuestra por la hospitalidad que hemos recibido en el privilegiado suelo del Perú. Y decimos esto, porque, apenas lo pisamos y comenzamos á estudiarlo, nos cautivó de tal manera su interesante historia antigua, que nos dedicamos á investigar sus hechos culminantes y memorables, con el exclusivo propósito de difundirlos entre la masa del pueblo. Al efecto, no solamente nos hemos limitado á arreglar calendarios y vidas de los santos que florecieron en este bendecido suelo, sino numerosas obras de distintos géneros, costeando todas ellas de nuestro propio peculio; mientras que otros no han podido publicar nada sino á expensas del Erario nacional. Creemos que este desprendimiento de nuestra parte es bastante loable, ya que hemos sacrificado alguna suma, no despreciable, tan solo en beneficio de la clase ignorante, que, felizmente, ha correspondido á nuestros deseos, pues que de casi todos nuestros estudios publicados, se han agotado las ediciones por entero.
El aprobar ó reprobar algún escrito es arbitrio del entendimiento de cada uno, pues así como no hay ningún manjar que sea del gusto de todos los paladares, asímismo no[362] hay escrito alguno que sea del gusto de todos los lectores. Ningún autor, por más erudito y esclarecido que sea, puede lisonjearse que sus producciones han de agradar á todo el mundo. Si las nuestras no son del gusto de nuestro crítico, no por eso desesperamos, pues el consuelo nos queda de que detrás de él hay millares de personas que con su demanda las aprueban y á su preparación nos alientan.
PÁGS. | LÍNEA | DICE | DÉDE DÉCIR |
5 | 12 | Floureus | Flourens |
12 | 29 | En Constadt | En Canstadt |
24 | 20 | Sierra de la Viudad | Sierra de la Viuda |
35 | 4 | los Cartagines | los Cartagineses |
62 | 17 | río Chagras | río Chagres |
» | 26 | en Venzuela | en Venezuela |
65 | 13 | (suprimir esta línea, que debe pasar á la pág. 56, entre las líneas 15 y 16) | |
75 | 12 | primeras emigraciones | primeras inmigraciones |
» | 31 | las emigraciones | las inmigraciones |
83 | 4 | del Colloa | del Collao |
104 | 8 | Origenes Autuerpianæ | Origenes Antuerpianæ |
» | 9 | Guillermo mo Portel | Guillermo Postel |
114 | 1a | Des toutes les partíes | De toutes les parties |
121 | 19 | Letrone | Letronne |
124 | 14 | é hizo á todos | é hizo perecer á todos |
126 | 15 | valle de Bogatá | valle de Bogotá |
165 | 23 | en el año 711 | en el año 734 |
200 | 30 | contra los fuertes colores | contra los fuertes calóres |
204 | 6 | Arboles hitóricos vetustos | Árboles históricos vetustos |
207 | 17 | plantas cuyas hoyas | plantas cuyas hojas |
248 | 28 | (ver el final de la nota, que se trascribe al pié de estas erratas). | |
280 | 31 | semejantes á los de Tiahuanco | semejantes á los de Tiahuanaco |
285 | 1a | (en lugar del parágrafo II). | (debe ser parágrafo III). |
289 | 13 | sosteniendo, los dos últimos, | sostenidos, los dos últimos, |
320 | 31 | eitmología sería Titihuanacu | etimología sería Titihuanacu |
321 | 29 | grandes bloques andecíticos | grandes bloques antecíticos |
La nota de la página 248 aparece inconclusa: el final de ella ha debido pasar al pié de la página siguiente, pero no sucedió tal cosa, por el descuido del cajista. Esta nota termina así:
y embellecimiento de algunos edificios, que, aún hoy, son la admiración de los modernos. Los Carios establecidos en las Cíclades y otras islas del Mediterráneo asiático, salían de allí para navegar en el Atlántico; siendo esa la razón que Diodoro de Sicilia tuvo para decir «que los Cartagineses siguieron las huellas de los Carios en los mares del Oeste.» Los Carios dejaron en la región ecuatorial de América, á más de su nombre, algunos signos arqueológicos; y, por último, una dinastía de su raza, que en otro tiempo imperó en el reino de Quito, uno de los tres distritos en que hoy está dividida la República del Ecuador.
Errores corregidos por el etext transcriptor:
Pág. {11} Pilk-Down Common ==> Pilt-Down Common
Pág. {12} (Prusia Reana) ==> (Prusia Renana)
Pág. {15} subisistirá aún ==> subsistirá aún
Pág. {16} Kinberley ==> Kimberley
Pág. {19} ictyhosauro ==> icthyosauro
Pág. {22} mammoutk ==> mammouth
Pág. {22} Misssissipi ==> Mississipi
Pág. {22} Pikee's Peak ==> Pike's Peak
Pág. {22} Creeck de Naaman ==> Creek de Naaman
Pág. {26} Mainas, Massachusset ==> Maine, Massachusetts
Pág. {30} colecccionó ==> coleccionó
Pág. {34 Nota} hacia el oste ==> hacia el oeste
Pág. {41} apelllidado ==> apellidado
Pág. {55} teritorios ==> territorios
Pág. {58} territorrio ==> territorio
Pág. {59} ni arquólogo ==> ni arqueólogo
Pág. {59 Nota} tres grandes familas: ==> tres grandes familias:
Pág. {64} archipliélago ==> archipiélago
Pág. {69} Concausas de abatimiento ==> Con causas de abatimiento
Pág. {75 Nota} playas americans ==> playas americanas
Pág. {75 Nota} diyersos Continentes ==> diversos Continentes
Pág. {79 Nota} Salmanzar ==> Salmanazar
Pág. {81} Mayoas ==> Mayas
Pág. {85} idolaería ==> idolatría
Pág. {90} Japoneses y Correanos ==> Japoneses y Coreanos
Pág. {96} que gogernó ==> que gobernó
Pág. {110} del timpo de los Romanos ==> del tiempo de los Romanos
Pág. {114} Des toutes les parties ==> De toutes les parties
Pág. {131} anterior explendor ==> anterior esplendor
Pág. {135} la autoridud de Aristóteles ==> la autoridad de Aristóteles
Pág. {135} Cartagigeneses ==> Cartagineses
Pág. {137} la persecucióu ==> la persecución
Pág. {139} (Amsterdan, 1650) ==> (Amsterdam, 1650)
Pág. {139} the aborigenes of America ==> the aborigines of America
Pág. {143} la toma de Nívive ==> la toma de Nínive
Pág. {143} Ben-Habad I ==> Ben-Abad I
Pág. {149 Nota} los arqueólos y etnólogos ==> los arqueólogos y etnólogos
Pág. {150} with the origen of ==> with the origin of
Pág. {155} archivos de de aquella ==> archivos de aquella
Pág. {157} más de cien anos antes ==> más de cien años antes
Pág. {167} sido sostituidos ==> sido sustituidos
Pág. {174 Nota} correspondiente á á la cumbre ==> correspondiente á la cumbre
Pág. {176} los corpulentos paquidernos ==> los corpulentos paquidermos
Pág. {185} mediamente duro ==> medianamente duro
Pág. {203} madera corroosa ==> madera correosa
Pág. {207} otros árbolos ==> otros árboles
Pág. {238} congeturando ==> conjeturando
Pág. {240} cabañas pasa su albergue ==> cabañas para su albergue
Pág. {261} mithology, in connection with the origen ==> mythology, in connection with the origin
Pág. {287} mithology, in connection with the origine ==> mythology, in connection with the origin
Pág. {293} Mosopotamia ==> Mesopotamia
Pág. {294} huyendo de la persecusión ==> huyendo de la persecución
Pág. {300} aitiplanicie ==> altiplanicie
Pág. {302} convulciones ==> convulsiones
Pág. {304 Nota} las pesonas ==> las personas
Pág. {313} las de los Collas ==> la de los Collas
Pág. {320 Nota} eitmología sería ==> etimología sería
Pág. {344} inmesos trozos ==> inmensos trozos
Pág. {345 Nota} Mesaticéfalos entre 77 y 77·9 ==> Mesaticéfalos entre 77·6 y 77·9 (se desprende del contexto)
Pág. {348} alguas otras ==> algunas otras
Pág. {350} sus costubres, ritos ==> sus costumbres, ritos
Pág. {362} esclarceido que sea ==> esclarecido que sea
Pág. {366} los Continennentes ==> los Continentes
Imprimióse este libro
en Lima
(Capital del Perú),
en casa del autor,
Calle de Polvos Azules No. 173.
Acabóse
el 25 de Diciembre de
MCMXIV
NOTAS:
[1] Un hecho curioso es el siguiente: últimamente los doctores Furness y Witmer, de Filadelfia, han tratado de enseñar á dos monos orangutanes que tienen, á razonar y á articular algunas palabras, mediante la influencia que el contacto con los seres humanos produce en estos animales: lo han logrado, consiguiendo que esos orangutanes pronuncien con toda claridad palabras de dos sílabas, como v.g. pápa, cópá., etc., y tienen esperanza de enseñarles á hablar frases completas, á medida que logren que su cerebro é inteligencia se perfeccionen.
[2] «La doctrine de l'Évolutíon.»
[3] «Condition primitive de l'Homme et origine de la civilisation.»
[4] «Condition intelectuelle de l'Homme dans les âges primitifs.»
[5] «Histoire primitive de l'Homme.»
[6] «Les questions anthropologiques de notre temps.»
[7] «Histoire naturelle de l'Homme.»
[8] «La création de l'Homme et les premiers âges de l'Humanité.»
[9] «L'Homme et les Singes.»
[10] El profesor T. A. Lucas, presidente de la Sociedad Biológica de Washington, invitado por el Schmitsonian Institute, á dar su opinión al respecto, expuso en un largo estudio efectuado después del examen de los datos relativos á los esqueletos ú osamentos humanos exhumados en el valle de Dussel (en Aurignac), en Spy (en Bélgica), y en Mauer (cerca de Heildelberg), que el Hombre hallado en el condado de Norfolk, probablemente es posterior á los de Neanderthal, y que sin duda formaría parte de una emigración venida del Asia Central y transportada al Norte de Europa y á Inglaterra, cuando las islas británicas eran todavía una península y la ciudad de Tamise tributaria del Rhin. La envoltura en capas de una edad anterior á la Edad Cuaternaria, agrega este sabio, resulta simplemente efecto de un hundimiento cuyas ruinas se amontonaron sobre el esqueleto en referencia.
[11] Sin contradecir lo opinado por los paleontólogos citados, creemos que es imposible y hasta temerario fijar la época en que fué creado el Universo: ni la ciencia ha podido conseguirlo, ni la Iglesia ha determinado cuál de los diversos sistemas deba seguirse para precisar esa época.
Hé aquí las fechas en que los cronologistas colocan la Creación del Mundo, contando por años solares, antes de Jesucristo:
Rabbi Nasón | 3740 |
Rabbi Gersón | 3754 |
Rabbi Levi | 3754 |
Los Judíos modernos | 3761 |
Benito Arias | 3849 |
Santiago Gordón | 3880 |
San Gerónimo | 3941 |
Julián Carrión | 3944 |
Escalígero | 3950 |
Cornelio | 3951 |
Hernán Beda | 3952 |
Lansperg | 3958 |
Juan Pic | 3959 |
Gerardo Mercator | 3966 |
El P. Petuvio | 3983 |
El P. Petau | 3984 |
Usserio | 3999 |
Mario Antonio | 4000 |
Usher y Ulsio, á quienes han seguido Bossuet, Rollín y otros, que es la más generalmente aceptada | 4004 |
Guillermo Languis | 4040 |
El P. Torniel | 4052 |
El Abate Müller | 4053 |
El P. Labbé | 4053 |
Rabbi Moses | 4058 |
Lorenzo Codoman | 4140 |
Clintón | 4138 |
Adán, Arzobispo de Viena | 4632 |
Caffiodoro | 4697 |
El Texto de la «Biblia» | 4700 |
Rabbi Nahassa | 4740 |
Los Benedictinos en su «Arte de verificar las fechas» | 4639 |
Metradoro | 5000 |
San Epifanio | 5049 |
Filón, el Judío | 5196 |
Sigiberto | 5196 |
Felipe de Bergamo | 5198 |
Eusebio | 5200 |
El «Martirologio Romano» | 5200 |
Raban | 5296 |
Abumazar | 5328 |
Isidro de Peluza | 5336 |
Pedro Dalliaco | 5344 |
Isidoro de Sevilla | 5344 |
San Agustín | 5351 |
Teófano | 5500 |
Teófilo de Antioquía | 5515 |
Isaac Vossio | 5590 |
Clemente Alejandrino | 5624 |
Riccioli | 5634 |
Nicéforo de Constantinopla | 5700 |
Lactancio | 5801 |
Según los Septantes | 5872 |
Pezrón | 5872 |
Suidas | 6000 |
Onufro Pauvino | 6310 |
Las «Tablas Alfonsinas» | 6984 |
Como se vé, los cronologistas no están acordes sobre la duración del Mundo desde la Creación hasta la venida de Jesucristo. No creemos, tampoco, que ninguno de estos guarismos sea exacto en mayor ó menor grado, tanto más que los paleontólogos opinan que la Creación del Mundo data de millones de años.
[12] Mineral que se compone de 64 partes de circonio, 33 de sílice y 2 de óxido de hierro.
[13] Ultimamente se encontró en Wyoming (Estados Unidos de Norte América), á poca profundidad del suelo, un diphococus de gigantescas proporciones, que se calcula vivía hace más ó menos 8.000,000 de años: mide 20 metros de largo, por 4 metros 50 centímetros de altura y debía pesar, según cálculos, de 25 á 30 toneladas. Parece ser uno de los mayores esqueletos conocidos.
[14] Igualmente en estos últimos tiempos, en 1912, se ha descubierto en las canteras de Jensen, en Rock-Spring (también en Wyoming), el esqueleto de un desmesurado dinosaurio que tenía 75 pies de largo. El profesor Earl Douglas, que ha estado á cargo de las excavaciones, declara que ese animal antediluviano es uno de los de mayor tamaño que se ha encontrado hasta ahora, pues tiene cinco pies más, de largo, que el diphococus encontrado anteriormente en ese mismo lugar.
[15] Se pretende que aún actualmente existen algunos raros ejemplares de los animales mónstruos, tan comunes en las Edades Terciaria y Cuaternaria, y se cita que, en los lagos y ríos del fondo de la Patagonia, se encuentra un monstruo anfibio llamado generalmente yemisch ó pterodáctilo, que es un sobreviviente de la casta del milidonte: se calcula que tiene una longitud de 20 metros; camina en tierra con la misma facilidad con que nada en el agua; es de hábitos nocturnos y tan fuerte que se prende con sus garras de las mulas y caballos y los arrastra al fondo de las aguas; es de cabeza corta, con grandes colmillos y orejas en pabellón; pies cortos y aplastados (plantigrados) con tres dedos en los anteriores y cuatro en los posteriores, unidos por una membrana rotatoria, á la vez que armados de formidables garras; la cola es larga y depresiva; el cuerpo está cubierto con pelo corto, duro y rígido, de color bayo uniforme. También se supone que en las lagunas y ríos de la América Meridional existen otros animales de corpulencia extraordinaria, entre ellos el yaguaró, que también es anfibio y arrastra igualmente, al fondo del agua, á las mulas y caballos que vadean los ríos.
[16] Últimamente, en el mes de Noviembre de 1906, un tal Robert S. Gilder, encontró de un modo casual, en las montañas de Indiana, un gigantesco esqueleto, que sometió al estudio del naturalista Dr. Henry Osborn, profesor de la Universidad de Columbia, el que, en unión de otros sabios ha declarado que dicho esqueleto pertenece á uno de los moradores de esa tierra, hace más de 200,000 años, ó sea de los tiempos en que la América era poblada por raza de gigantes, antes de la Edad Glacial. Este hallazgo impulsó á estos sabios á practicar nuevas excavaciones en ese mismo lugar, encontrando también el esqueleto de un búfalo tan antiguo como el gigante, y que es dos veces más alto que el búfalo que existe hoy en ese país. Ambos esqueletos, según opinión de dichos sabios, son considerados como los más antiguos encontrados hasta la fecha, pues los otros que se han hallado anteriormente han sido declarados no tener más de 150,000 años.
[17] Época en que el hombre principió á fabricar instrumentos de piedra, tallándolos toscamente, mediante la percusión, pero no pulimentándolos.
[18] Época en que el Hombre principió á pulimentar los instrumentos de piedra que fabricaba. Es el período de la piedra pulida, que termina la Edad de Piedra y alcanza hasta la Edad de Bronce. La Edad de Piedra coincide con el estado social del Hombre, ya muy diferente; el perro se halla á su lado, haciéndose pastor; está acompañado de varios herbívoros y se dedica á la agricultura. Es el principio de una nueva Era que se acrecienta más y más, para señalarse con más precisión en la Edad de los Metales.
Las épocas Terciaria y Cuaternaria son también períodos en que las tierras y las aguas estaban distribuídas de una manera muy distinta de la actual y en que prevalecía un clima diferente.
[19] Diodoro de Sicilia describe así el origen de la Humanidad: «Los primeros hombres, en su ignorancia de las cosas útiles á la vida, llevaban una existencia miserable; estaban desnudos, sin abrigo, sin fuego y sin tener idea alguna de alimentación conveniente. No se preocupaban de coger los frutos silvestres y hacer de ellos una provisión para la mala estación. Pero, después, la experiencia los indujo á refugiarse en las cavernas durante el invierno y á almacenar los frutos que podían conservarse. En todas partes la necesidad ha sido el maestro del Hombre.»
[20] «Reflexiones antropológicas relativas al Hombre universal, al americano y al peruano,» publicado en el tomo XXV de los «Anales de la Universidad de San Marcos de Lima,» págs. 339 á 432, correspondiente al año de 1897.
[21] Este trabajo del Sr. Engling ha sido presentado al Congreso Internacional de Americanistas tenido en Luxemburgo, en 1877, haciéndose referencia á él en el tomo II de los «Anales» de dicho Congreso, en las págs. 341 y 342.
[22] Estrabón, célebre geógrafo griego, que nació en Capadocia, 50 años antes de J. C., viajó por Asia, Egipto, Grecia é Italia, y murió en Roma, á fines del reinado del emperador Tiberio.
[23] Platón, ilustre filósofo griego, que nació en Eguia, 430 años antes de J. C., fundó en Atenas, en 388, una célebre escuela ó academia que ha llevado su nombre, en la que enseñó durante veinte años y de la que salieron multitud de discípulos, culminando unos en filosofía y otros en elocuencia, entre ellos Aristóteles, Demóstenes, Licurgo, Spensipo, Xenócrates, Isócrates, Hipérides y otros. La filosofía de Platón resume toda la sabiduría antigua de los griegos y abraza y armoniza los sistemas opuestos de Heráclito, Parménides, Pitágoras y Sócrates: comprende todos los ramos del saber, como la Psicología, la Lógica, la Metafísica, la Teología, la Moral, la Política y la Estética.
[24] Aristóteles, célebre filósofo griego, que nació en Estajira, 384 años antes de J. C., fué preceptor de Alejandro el Grande, quien favoreció con todo su poder, sus investigaciones. Gran observador, génio analítico, talento universal, Aristóteles organizó el sistema entero de los conocimientos humanos. La Lógica, la Psicología, la Retórica y la Poética recibieron de él, por primera vez, forma científica; la Fisiología y la Zoología son creaciones suyas; fundador de la Filosofía experimental y del Silogismo, por su método y clasificaciones, facilitó el molde en que se ha vaciado, hasta los tiempos modernos, todo el sistema filosófico y científico de la Humanidad.
[25] Eratóstenes, nacido en Cirene, ciudad de la Africa septentrional y que vivió 270 años antes de J. C., según unos, ó 190 de la misma era, según otros, fué un notable filósofo, geómetro astrónomo, geógrafo, gramático y poeta, que desempeñó el cargo de bibliotecario en la famosa Biblioteca de Alejandría en tiempo de Ptolomeo-Evergetes: fué el primero que encontró el medio de medir un grado del meridiano y determinar la dimensión de la Tierra; resolvió la oblicuidad de la elíptica; inventó la esfera armilar y construyó el primer observatorio; dejó un mapa general que fué durante mucho tiempo después la única base de la Geografía; dió al arco del meridiano comprendido entre dos trópicos, 47 grados 42 minutos, medida que veinte siglos después fué confirmada por la Academia de Ciencias de París, que encontró en ese mismo arco, 47 grados 40 minutos, ó sea sólo 2 minutos menos que lo calculado por Eratóstenes.
[26] Hiparco, astrónomo y matemático griego, que nació en Nicea, 150 años antes de J. C., fué uno de los más ilustres maestros de la escuela de Alejandría: inventó la Trigonometría, calculó la duración del año trópico, construyó los primeros estrolabios, publicó una teoría de los movimientos de la luna y determinó la paraleja de este astro, tratando de deducir por ella la del sol; se le debe también un catálogo de estrellas, y, sobre todo, el gran descubrimiento de la precisión de los equinoccios.
[27] Ptolomeo, astrónomo, geógrafo y matemático griego ó egipcio, que floreció en Alejandría por los años 125 de la era de Cristo, dió su nombre al sistema astronómico que supone la Tierra inmóvil en el centro del Universo; su importante «Geografía,» en ocho libros, era mirada por los sabios como una obra múltiple, que reunía la suma de conocimientos geográficos que se han tenido hasta el siglo xv. Fué autor, también, de muchos libros de astrología judiciaria, entre otros, de una «Hipótesis y épocas de los planetas» y del «Tetrabiblo ó Quadripartitum.»
[28] Herodoto, célebre historiador griego, llamado el «Padre de la Historia,» nació en Halicarnaso de la Caria, el año 484 de la era cristiana. Hizo largos viajes por Europa, Asia y Africa, estudiando en todas partes, con un cuidado escrupuloso, la historia, tradiciones, leyes, costumbres y conocimiento de los pueblos que visitaba. De vuelta de sus numerosos viajes, se radicó en Atenas, en cuya ciudad escribió sus «Historias,» que le merecieron de los atenienses un premio de 10 talentos áticos, ó sea, el equivalente de más de 600,000 reales de la moneda española.
[29] Theopompo, orador é historiador, nació en Chio, isla de la costa oeste del Asia Menor, en el año 378 antes de la era de Cristo; fué discípulo de Isócrates. Desterrado de su patria, recorrió las ciudades de Grecia, haciéndose notar por su elocuencia. Volvió á su país cuando Alejandro amnistió á los desterrados; pero á la muerte de aquel pasó á Egipto, donde vivió en el más completo retiro. Es autor de una «Historia de Grecia» en 12 libros, que alcanza hasta la batalla de Leuctra; escribió también una «Historia de Filipo de Macedonia» en 58 libros, y una «Diatriba contra Platón.»
[30] Diodoro de Sicilia fué un historiador griego, contemporáneo de César. Después de viajar por Asia, Africa y por varias partes de Europa, se radicó en Roma, donde escribió una «Historia Universal,» dividida en 40 libros, empezando en los tiempos fabulosos y terminando el año 60, antes de J. C., obra de la que sólo nos quedan 15 libros enteros y fragmentos de otros.
[31] Nombre que los antiguos geógrafos é historiadores han dado á las dos montañas Calpe y Abyla, que forman el famoso estrecho de Cádiz ó Gibraltar; la una, del lado de Europa, en Andalucía; y la otra, del lado de Africa, en Tanger de Berbería.
[32] Publio Virgilio Marón, joven aún, ávido de conocimientos, abrazó todo género de estudios, letras latinas y griegas, historia y mitología, matemáticas y astronomía. Poeta inspirado, principió escribiendo composiciones ligeras, como: «Culex,» «Ciris,» «Copa,» «Moretum,» «Hortelus,» «Catalecta» y «Prispeia.» Después se dedicó á trabajos más serios y de mayor aliento: sus diez eglogas tituladas «Bucólicas,» tienen elegancia en la forma y son de exquisita pureza de estilo; su poema didáctico «Georgicas,» es rico y brillante en descripciones, y su gran poema «La Eneida,» que cuenta las aventuras de Eneas huyendo de las ruinas de Troya, es una obra maestra que ha sido el manantial más fecundo de las creaciones poéticas, y además magnífica, sublime por lo patética, incomparable por su estilo y admirable como poesía. Virgilio nació en Andes (Piétola) cerca de Mantua, el año 70 antes de J. C., y falleció en Brindis en el año 19, antes de J. C., á la edad de 51 años.
[33] Esta relación fué traducida al griego por Gelenius, bajo el título de «Periplo de Hannón,» é impresa por primera vez en Basilea, en 1533. Gesner la tradujo al latín y la publicó en 1559. Enrique Becker la reprodujo en 1661, al griego y latín. Esteban de Brisancio la reimprimió en esos mismos idiomas, en Leyde, en 1674. Últimamente fué vertida al francés, primero por Gosselin, que la insertó en sus «Investigaciones acerca de los conocimientos de los antiguos á lo largo de las costas de Africa,» y después por Mr. de Chateaubriand, que la incluyó en su «Ensayo sobre las revoluciones.» También fué traducida al alemán por Loewenberg, que la insertó en su «Historia de los Viajes de exploración.»
El itinerario de la expedición de Hannón es el siguiente: Saliendo de Gades (Cádiz) alzó velas en dirección del sur, y después de dos días de viaje abordó al cabo Mollabut para echar las fundaciones de la ciudad que más tarde se denominó Tanger; continuando la excursión hacia el oeste, encontró un promontorio llamado cabo Espartel, donde elevó un altar á Neptuno; de allí navegó día y medio, haciendo estadía en la bahía de San Gerónimo para fundar ahí otra ciudad; se hizo nuevamente al mar, hasta pasar por la embocadura del río Luco; en seguida encontró un golfo en el que se hallaba una isla, la que denominó Fedal, estableciendo en ella una colonia; continuando su derrotero, pasó por la embocadura de un gran río llamado Cheretis; llegó en seguida á un extenso estanque, en el que habían tres islas mayores que la de Fedal, habitadas por hombres vestidos de pieles de animales, los que lo atacaron con piedras; pasó luego la embocadura de otro río en el que habían muchos cocodriles é hipopótamos; regresó á la isla Fedal para continuar su navegación al sur, á lo largo de la costa, en cuyo trayecto de doce días, los habitantes de esas comarcas huyeron á su aparición; bogó otros cinco días al rededor del gran golfo de Santacruz; continuando su camino llegó á otro golfo llamado Cuerno del Poniente, descendiendo á una isla de dicho golfo, cuyos ríos de fuego se precipitaban en el Océano y cuya tierra estaba embrazada con relámpagos y rayos retumbantes que turbaban la vista, y en la que los naturales del país vivían en cuevas para abrigarse del intenso calor, saliendo tan sólo de noche con antorchas; abandonó estos parajes inhospitalarios, y después de cuatro dias de navegación, en los que distinguió un altísimo cerro llamado Carro de los Dioses, llegó á otro cabo llamado Cuerno del Mediodía, donde el río Bamboto ó Nun formaba una entrada y donde se hallaba una isla habitada por unos gorilas que se defendieron de sus asaltantes á pedradas, logrando tomar á tres de estos animales, los que mataron llevando sus pieles á Cartago, para colocarlas en el templo de Juno. Después de tantas peripecias, faltando á Hannón provisiones, tuvo que regresar á Cartago.
[34] Lucio Anneo Séneca, célebre filósofo, nació en Córdoba hacia el año 13 de la era crístiana. Fué maestro de retórica y poética en Roma, y preceptor del tirano Nerón, quien con las instrucciones de su maestro se distinguió como un modelo de monarca durante los cinco primeros años de su reinado; pero después se entregó á crímenes abominables, que han hecho de él la vergüenza del género humano; Séneca lo censuró continuamente, atrayéndose el odio de su antiguo discípulo, al extremo de que éste le condenó á muerte, concediéndole tan sólo la gracia de escoger él mismo la manera como debía morir. La muerte que Séneca escogió fué la de picarse las venas; durante sus últimos instantes de vida se entretuvo con sus amigos que le rodeaban y lloraban su trágico fin, tratando de consolar á unos con su dulzura, y á otros con su severidad. Molestado por la tardanza de su muerte, suplicó á su médico y antiguo amigo, Estacio Anneo, de suministrarle un veneno, lo que éste no halló oportuno, pues agotada la sangre de sus venas y sus miembros ya helados, el veneno no produciría ningún efecto, siendo necesario ahogarle con el vapor de un baño de agua caliente, para abreviar así su fin. Su mujer, Paulina, se hizo á la vez picar las venas para morir junto con su esposo. ¡Abnegado y sublime sacrificio de amor conyugal! Murió Séneca, junto con su mujer, en el año 65 de la era actual, en el duodécimo del reinado del pérfido y bárbaro Nerón, á los 52 años de edad.
[35] Traducción del P. José de Acosta en su «Historia Natural de las Indias,» lib. I, cap. II, impresa en Colonia, en 1596.—Otra traducción, en octava, de autor desconocido es:
[36] Tiflis fué el piloto de los Argonautas, que en número de cincuenta eran todos hijos de reyes: todas las familias reales de la Grecia tuvieron parte en la expedición de los Argonautas, y su título de origen y de gloria les viene de la primera nave construida por Minerva.
[37] Thule era una isla de la Islandia, que los antiguos consideraron como el límite del Mundo.
[38] Rogerio Bacón, fué uno de los sabios más ilustres de su tiempo. Él ha sido, se puede decir, el precursor de la aviación, cuestión que tanto preocupa hoy la atención del mundo, pues profetizó la navegación aerea con motor. Escribió, al respecto, en una de sus numerosas obras las siguientes líneas: «Se fabricarán instrumentos para volar, por medio de los cuales el hombre, sentado ó suspendido del centro, hará mover algún resorte ó manivela, para producir la agitación en las alas artificiales, como las aves.» El proyecto de máquina voladora que ideó, mediante sus especiales conocimientos de física y química, es hoy tenido como base del aparato que construyó otro inventor, Blanchard, cuyas experiencias se verificaron en 1782. Rogerio Bacón presentía juiciosamente que el piloto debía volar sentado, para actuar sobre el mecanismo, motor de las alas; su resorte se ha convertido en motor á vapor, gasolina, eléctrico, etc.
[39] El célebre domínico Alberto el Grande, vulgarizador incansable de las doctrinas aristotélicas, que estudió con igual lucidez la filosofía, la física, la metafísica y todas las lenguas y dialectos de su época, ha dejado, en sus obras, principios que hoy se aceptan como base de la aerostación.
[40] Juan Clopinel, poeta francés, que nació en 1279 ó 1280, cerca de Orleans, en el pequeño pueblo de Meung-Sur-Loire, de padres ricos y considerados, adquirió bastante celebridad á fines del siglo XIII. El poema «Roman de la Rose» obtuvo en aquel tiempo un éxito extraordinario, y posteriormente, descubierta la Imprenta, se hizo de él muchas ediciones: esta obra fué empezada por Guillermo de Lorris, y continuada, á instancias del rey de Francia, Felipe el Hermoso, por Juan Clopinel, que suprimió los ochentidos últimos versos del desenlace, para dar á esta producción un plan mucho más vasto, pues le agregó unos dieziocho mil versos. Este poema fué el primer libro que en Francia excitó un entusiasmo extraordinario durante más de doscientos años, ó sea, hasta el siglo XVI, siendo su reputación tal, que hasta hoy perdura, por ser considerado como uno de los monumentos más importantes y más antiguos de la literatura francesa: le mereció á Juan Clopinel de Meung el justo título de «padre é inventor de la elocuencia.» Esteban Pasquier iguala su autor al Dante, y Lenglet-Dufresnoy no trepidó en compararlo con Homero. El héroe del poema es Falso Semblante, símbolo de la Hipocresía y abuelo de Tartufo, y los demás personajes de la obra son Peligro, Felonía, Bajeza, Odio y Avaricia; su asunto se desarrolla en los siglos XIII y XIV (1226 á 1314), con su ciencia, su corrupción, sus prácticas supersticiosas y sus prejuzgadas preocupaciones.
Juan Clopinel murió hacia 1318, á la temprana edad de 38 años. Es autor de un «Testamento» y «Lettres d'Éloïse et Abélard,» y de una traducción de «Boecio.» Méon, en 1814, ha dado una buena edición del poema «Román de la Rose,» en cuatro tomos en 8o, impresa en París.
[41] Los autores españoles que han escrito extensamente sobre la materia á que nos contraemos, son: el domínico Fr. Gregorio García y el Oidor de la Real Audiencia de Lima Dr. D. Diego Andrés Rocha. El primero tituló su obra «Origen de los Indios del Nuevo Mundo é Indias Occidentales, averiguado en discursos de opiniones,» impresa en Valencia, en 1607. La obra del segundo se intitula «Tratado único y singular del origen de los Indios Occidentales del Perú, México, Santafé y Chile,» impresa en Lima, en 1681. Ambas obras, á nuestro humilde juicio, no llenan del todo el objeto que se propusieron sus autores. La del P. García está escrita en estilo antiguo y es un hacinamiento de apreciaciones confusas y sin hilación alguna. El Dr. Rocha se empeña en probar que los indios americanos descienden de la raza ibérica del tiempo de Osiris, Tubal, Hespero y otros reyes, cuyos súbditos, dice, fueron los primeros habitantes del Continente americano. Cerca de dos y media centurias han trascurrido hasta la fecha, en cuyo lapso de tiempo algunos escritores se han ocupado incidentalmente de este tópico; pero ninguno lo ha hecho con extensión: por eso nos hemos decidido á emprender esa árdua tarea, bajo un plan muy distinto de aquel que siguieron el P. García y el Dr. Rocha, como podrán observar los lectores.
[42] El Dr. Morse divide estos indianos en tres grandes familias: 1a la del Este del Mississipí, que contaba con 120,625 individuos; 2a la que vivía entre el Mississipí y las Montañas Rocallosas, y que se componía de 179,592; y la 3a la del Oeste de las Montañas Rocallosas, que ascendían á 171,200; formando un total de 471,417 indigenas.
[43] El nombre de América dado al Continente descubierto por Colón, trae, se dice, su origen del navegante florentino de aquella época, Amérigo ó Américo Vespucio, que entonces se encontraba al servicio de España, como proveedor de los buques destinados al descubrimiento de nuevas tierras en el Nuevo Mundo. Vespucio no pudo resistir al deseo de participar de los peligros y glorias del célebre genovés, y, al efecto, solicitó acompañar á Alonso Ojeda en una expedición, en calidad de piloto y cosmógrafo; expedición que, compuesta de cuatro naves, se dió á la vela, en 1494. De regreso á España, Américo publicó algunas cartas marítimas á las que puso al pie su nombre, como autor de ellas; razón por la cual esas cartas fueron llamadas Américas por los pilotos de ese tiempo; y extendiéndose este calificativo al Continente á que se referían, lo denominaron América, costumbre que ha autorizado el tiempo, privando así de esta gloria á Colón, que es el único merecedor de haber dado su nombre al Continente descubierto por él. Por este hecho se infiere que Vespucio arrebató á Colón la gloria de su descubrimiento, suplantando el nombre de este célebre navegante con el suyo. Y resulta tanto más injusta y temeraria esta usurpación, si se considera que Colón, para lograr la realización de sus proyectos, tuvo que combatir las preocupaciones de sus contemporáneos y sostener sus teorías contra los rechazos de varios monarcas. Su país natal, Génova, le trató de visionario; Enrique VII, rey de Inglaterra, no dió oídos á su solicitud; Juan II, rey de Portugal, desechó sus proposiciones; Carlos VIII, rey de Francia, no prestó atención á sus proyectos; el emperador Maximiliano, de Alemania, rechazó también sus pretensiones: sólo le quedó á Colón la esperanza de ser acogido en España, por los reyes Fernando é Isabel. En efecto, después de ocho meses de esperas, se resolvió, al fin, armarle á Colón una expedición, en 1492, la que salió del puerto de Palos, en tres pequeñas carabelas.
Empero, otros historiadores pretenden que el nombre de América no se deriva de el del piloto y cosmógrafo florentino Vespucio, cuyo nombre y apelativo verdaderos son Albérico Vespuzio, según está comprobado por infinidad de documentos italianos y españoles auténticos. Las mismas cartas marítimas publicadas en España por Vespuzio, relativas á sus dos primeros viajes, llevan su propio nombre de Albérico, y solamente la carta de su tercer viaje, la que levantó precisamente al pie de la montaña denominada Amérriqua, es la única que firmó «Américus.» En 1507, Martín Waldzeemüller publicó en Saint-Dié un libro titulado «Cosmographiæ introductio,» en el cual propone para el nuevo Continente el nombre de Amérriqua, basándose en que, cuando en 1499 Alonso de Ojeda descubrió lo que hoy se conoce con el nombre de Centro América, los indios de la costa de Cumaná designaban el Continente entero con la palabra Amérriqua. Además, en un mapa náutico publicado en Lyon en 1522 por Ptolomée, titulado «Orbystypus universallis juxta hydrographorum tradictionem exactissime depicta,» el autor dice que Amérriqua es lo que comprendía todo el territorio del Continente del Sud, y que la parte que hoy es conocida por el Brasil se llamaba entonces Terra Sancta Crucis, abarcando todo el Continente Sud. La denominación propia de Amérriqua, agrega el autor, que posteriormente se alteró en Améric ó América, se deriva de la Cordillera de los Andes y, en especial, de todas las montañas que en Nicaragua existen entre Juijalpa y Libertad, cerca de la costa de Mosquitos. Según opinión de varios otros autores, entre éllos el antiguo y notable geógrafo Schoner, en 1515 ya era conocido el nombre de Amérriqua en Europa. «Por consiguiente, parece probado,—dice éste—que en vez de ser Albérico Vespuzio el que dió su nombre á América, fuese él el que haya tomado este nombre modificando así el suyo gloriosamente, con el propósito de arrebatar á Colón la justa é incuestionable gloria de su descubrimiento.»
Apesar de lo asentado por algunos autores, el sabio brasileño F. A. de Varnhagen, pretenden reivindicar la gloria del florentino Vespuzio, apoyándose en la opinión que el mismo Martín Waldzeemüller (bajo el seudónimo «Hylacomylus») emite en su ya citado libro, cap. IX, foja 15, verso, y, apesar de haber indicado anteriormente que el Nuevo Continente debe llamarse Amérriqua, «no hay motivo, dice, para no dar á la cuarta parte nueva, el nombre de América, de aquel de su inventor Amérigo Vespucci, cuando la Europa y la Asia han recibido sus nombres de dos mujeres.» [«& alia quarta pars per Americum Vesputium (vt in sequentibus audietur) inuenta est—quam non video cur quis iure vetet ab Americo inuentore sagacis ingenii viro Amerigen quasi Americi terram, siue Americam dicendam: cum & Europa & Asia a mulieribus sua sortita sint nomina.»]
Finalmente, el historiador italiano Sr. Campagnoni, que ha escrito y publicado, en Milán, una extensa «Historia de América» en veintinueve volúmenes, dice que: «El Brasil fué denominado, en su origen, América, en honor de Vespucio, que fué su descubridor, denominación que, más tarde, se extendió á todo el Continente del Nuevo Mundo. Algunos historiadores califican de poco noble la conducta de Américo Vespucio al dar su nombre al Continente; pero, en vindicación del buen propósito del florentino, cabe hacer una rectificación. Sabido es, que cincuenta años después del descubrimiento de este Hemisferio, en casi todos los mapas publicados en Europa figuraba el Nuevo Mundo como si fuese un grupo de islas, siendo pocas las porciones exploradas hasta entonces: á esta porción de islas pintadas en los mapas, pertenecían la Florida, Cuba, la Española, Venezuela y el Brasil, con el nombre de América. Como, sucesivamente, se tuvo conocimiento que este Continente se extendía, sin interrupción, hacia el Sur de esta región llamada América, los mapas posteriores fueron aumentando en tamaño, y de ahí que, al tiempo de estar bien conocida la real existencia de ese Continente, dichos mapas siguieron conservando el nombre de América, que habían adquirido accidentalmente. Todo aquello aconteció sin que Vespucio tuviese parte alguna y sin la menor intención de arrebatar á Colón su justo título de descubridor. Aún más, se asevera que Vespucio mantuvo siempre relaciones cordiales é íntimas con Colón, y que muy distante estuvo de contribuir á causar semejante daño á su amigo. Por consiguiente, es un acto de justicia el tener presentes estos hechos, para no poner en duda la integridad de Vespucio.»
Como curiosidad histórica, un periódico español de Huelva, dió últimamente la noticia interesante de lo que costó á España el descubrimiento de América:
«Se acaba de descubrir en Palos (Huelva)—dice este periódico—los libros de contabilidad del armador Pinzon, quien, como es sabido, suministró á Cristóbal Colón los medios materiales que pedía el navegante genovés para su empresa.
«En sus cuentas se encuentran inscritos, hasta en sus menores detalles, todos los gastos ocasionados en el descubrimiento de América.
«Cristóbal Colón, jefe de la expedición, figuraba con el sueldo de 6,400 reales al año; sus segundos, tenían cada uno 3,600 reales anuales; y cada hombre de la tripulación, 50 reales.
«El aparejar la reducida flota, compuesta de tres carabelas, costó 50,000 reales.
«La alimentación costaba por cabeza 24 reales mensuales.
«La indemnización de viaje, para los jefes y tripulación, fué pagada por Colón mismo, á quien, para el efecto, se le dieron 80,000 reales.
«En todo, el descubrimiento de América costó 144,000 reales, equivalentes á 18,000 pesos.»
[44] La doctrina de la condición inferior y servil de los indígenas americanos, llegó á generalizarse tanto y á ser tan aceptada, que el Papa Paulo III se creyó obligado á condenarla, como lo hizo por un Breve expedido en Roma, á 10 de Junio de 1537, en el cual decidió: «Que es malicioso y procedido de codicia infernal y diabólica el pretexto que se ha querido tomar para molestar y despojar á los indios y hacerlos esclavos, diciendo que son como animales brutos é incapaces de reducirse al gremio y la fe de la Iglesia católica; y que él, por autoridad apostólica, después de haber sido bien informado, dice y declara lo contrario, y manda que así los descubiertos, como los que en adelante se descubrieran, sean tenidos por verdaderos hombres, capaces de la fe y religión cristiana, y que por buenos y blandos medios sean atraídos á ella, sin que se les haga molestias, ni vejaciones, ni sean puestos en servidumbre, ni privados del libre y lícito uso de sus bienes y haciendas, con pena de excomunión latæ sententiæ, ipso facto incurrenda (y reservada la absolución á la Santa Sede Apostólica) á los que lo contrario hicieren, y que esa aún no se les puede dar ni en el artículo de muerte, y procediendo bastante satisfacción.»
Sin embargo, á pesar de que este Breve declara á los indios iguales á los demás hombres, y á pesar de que las leyes de España los declaraban iguales á los demás súbditos de la Corona, es lo cierto que en los períodos de la conquista, del coloniaje y aún de la independencia, esos indios siempre han sido considerados verdaderos esclavos de los conquistadores, de los encomenderos, y aún de los gamonales de la presente época, que los han tenido y tienen en la condición de siervos. Durante la época colonial, siempre han sido considerados como esclavos, no pudiendo contraer ninguna obligación que excediese de cinco pesos, si no la firmaba un blanco, y era tanta la opresión que los indios sufrían de los encomenderos, que muchos de ellos, exasperados de tantos padecimientos, se extrangulaban para no caer en manos de los españoles y verse reducidos á la esclavitud.
[45] Acatando la opinión del sabio filólogo Hervas y Panduro, de no haber palabras de los idiomas europeos, asiáticos y africanos en las lenguas americanas de los indios primitivos de América, tal hecho prueba, evidentemente, que después de la confusión de las lenguas en Babel, cada pueblo ó tribu tuvo que formar su lengua propia, no teniendo para ello más maestro que la Naturaleza, la que se las dictó, según las circunstancias propias del clima, de los animales, de las flores y de los frutos de la localidad donde residía cada pueblo ó tribu: todo lo que se movía estaba dotado de vida para el Hombre primitivo; para él, todos los sonidos eran voces, ya fuera el bramido de la fiera ó el ruído del viento y del agua. Después del trascurso del tiempo, y con las emigraciones que de otros Continentes abordaron sucesivamente á las playas americanas, las lenguas sufrieron notables modificaciones, proviniendo de allí que, al cabo de millares de años, esas mismas lenguas habían adoptado muchas voces de los pueblos ó comarcas de esos diversos Continentes.
[46] Salmanazar reinó en Asiria cuarenta y un años, subiendo al trono en 1981 de la Creación del Mundo, (según la cronología hebráica), ó sea, 2054 años antes de la era cristiana: hizo tres expediciones á Armenia, combatió á los reyes de Hamath y de Damasco, en Siria, é hizo tributarios suyos al rey de Judá, Jehú, y á los príncipes de Caldea y de Fenicia.
[47] En este texto hebreo se dice: "Salmanazar, rey de los Asirios, sacó las diez tribus de Samaria y las repartió por la tierra de los Medos." De allí, según autores antiguos, muchos de los miembros que las formaban se unieron y fugaron pasando una tierra muy distante llamada Arzaret ó Arfaret, situada al oriente de la Tartaria, junto al reino de Annian, que tiene el estrecho de su mismo nombre. Pasando aquel estrecho, llegaron al reino de Quivirá, ya en territorio de América, diseminándose por México. Más tarde, los descendientes de estas diez tribus israelitas pasaron, sucesivamente, por la América Central, Panamá, y demás comarcas del Continente sud-americano, Genebrardo les hace dar otra ruta, desde los desiertos de Tartaria hasta la isla de Groenlandia.—Esdras fué un escriba ó doctor de la ley, entre los Judíos, que obtuvo del rey de Persia, Artajerjes el Magnífico, el permiso de llevarse de su país los Hebreos cautivos que no habían seguido á Zorobabel: á su vuelta á Jerusalem, ofreció un sacrificio de expiación, organizó el culto y arrojó de allí á las mujeres paganas con quienes se habían casado los Judíos.
[48] Estos documentos consistían en algunos grandes vasos de tierra, de una sola pieza, cerrados con tapas de la misma materia, vasijas en que eran representados, en piedra, las figuras de los antiguos emperadores de Tulteca y otras figuras supersticiosas.
[49] Carlos de Sigüenza y Góngora fué un afamado poeta y matemático que nació en México, en 1645: abrazó la carrera eclesiástica y fué catedrático en la Universidad de esa ciudad, durante veinte años. Hombre muy docto, escribió varios tratados sobre los caracteres geroglíficos de los antiguos monumentos índicos mexicanos. Sus demás importantes escritos, en latín, se perdieron en el incendio que hubo en la capital de México en 1692. Falleció este ilustre mexicano en esa misma capital en 1700, á la temprana edad de 55 años.
[50] La moneda que posee dicho Cónsul es de cobre, del tamaño y grueso de un peso español; tiene en el centro un agujero cuadrado y en ambas caras ostenta geroglíficos indescifrables aún para los Chinos prácticos en antigüedades.
[51] Según tradición de los antiguos Mexicanos, Quetzalcoatl, hombre misterioso, fué legislador y civilizador de Anahuac; enseñó muchas cosas, entre otras, el arte de fundir los metales; arregló las intercalaciones del calendario; exitó á las tribus para que guardasen la paz, y les enseñó á que ofrendasen á la divinidad las primicias de las cosechas: cuando juzgó terminada su alta misión, se dirigió á la embocadura del río Huassacoalco y desapareció.
[52] Según tradición de los Chibchas, Bochica, hombre misterioso, como hijo enviado del Sol, fué un sabio legislador y bienhechor de los Muiscas; era de raza diferente de la de los demás hombres indígenas, pues era blanco y tenía barba larga: enseñó, también, muchas cosas á sus pueblos, como las artes, el culto al Sol y la construcción de templos y ciudades.
[53] Manco-Capác, fundador de la monarquía de los Incas, se tituló hijo del Sol, y como tal, tomó gran ascendiente entre los Peruanos, á quienes civilizó: es considerado entre los primeros legisladores del Mundo.
[54] La Mongolia fué una parte del gran imperio fundado por Genghis-Khan, hoy tributaria de la China. Genghis-Khan nació el año 1183, en la Mongolia, estensa región situada entre la Rusia asiática y el Imperio Chino: fué hijo del jefe Pikoutaï, que comandaba á cuarenta mil familias, y recibió el nombre de Timoudgyn, de un Khan que su padre había vencido: su educación no fué tan descuidada, como se podía suponer de un pueblo bárbaro, pues sus disposiciones guerreras y su talento prematuro le permitieron, á la edad de 13 años, tomar las riendas de la pequeña soberanía que la muerte de su padre dejó vacante. Los jefes de las tribus de su dependencia se imaginaron que les sería fácil despojarle de su autoridad, mediante una sublevación que contra él llevaron á cabo; pero el joven Timoudgyn, al frente de 30,000 hombres los venció, en dos cruentos combates, reduciendo á los unos á la esclavitud, y arrojando á los otros en setenta calderas de agua hirviente, preludio de la mortandad con que Timoudgyn debía ensangrentar el suelo de Asia. Después de este horroroso castigo todas las tribus se sometieron á su yugo, proclamándole Genghis-Khan ó Gran Khan, que significa rey de los reyes. Dueño de toda la Mongolia, hasta la gran muralla de la China, franqueó ésta, atacando este antiguo Imperio, que entonces se llamaba Cathay ó Khilaï: Cambalú (hoy Pekin) fué tomada por asalto y saqueada por él, en 1205, haciéndose dueño de todo el Imperio, inclusive del reino de Corea. Prosiguiendo sus conquistas, logró, en el término de dieziocho años, sujetar á su poder la mitad de la China, la mitad del Indostán, con toda la Persia, hasta el Eufrates, las fronteras de la Rusia, Kazan, Astrakan y la Tartaria. Después de tantas conquistas, Genghis-Khan murió en 1226, á la edad de 42 años y después de haber ejercido el poder durante 29 años, tranquilo y sin remordimientos, no obstante haber ocasionado por sus armas y sus crueldades la muerte de cerca de 6.000,000 de hombres. Antes de su muerte, repartió sus dominios entre sus cuatro hijos, habidos en su primera mujer, que fueron: Octaï, Gengis, Touli y Zagataï. Al primero, cedió la Gran Mongolia; al segundo, el Turkestán, la Bactriana, el reino de Astrakan y el país de Usbecks; al tercero, la Persia; y al cuarto, la Transaxiana, el Kandahar, y la India Septentrional; logrando cada uno de ellos ensanchar sus respectivos dominios con nuevas conquistas posteriores. Los demás hijos que tuvo Genghis-Khan, en sus 500 concubinas, no obtuvieron parte alguna en su sucesión. Los Tártaros salieron de sus desiertos hacia el año 1202, y habían conquistado la mitad del hemisferio hacia 1236. He ahí toda su historia.
[55] Manco ó Mango es nombre mongol, según Ranking.
[56] No participamos de la opinión de Ranking, Humboldt, Tschudi y Rivero y demás escritores que suponen que los legisladores Quetzalcolt, Bochica y Manco-Capác, fueron extranjeros que llevaron la civilización á los Aztecas, Muyscas y Peruanos; porque no es concebible que extranjeros que no conocían los idiomas, las costumbres y el carácter de los habitantes de los países que se proponían regenerar, pudieran subyugar á esos pueblos.
[57] La sílaba Phi, en hebreo, se pronuncia Pi, y trasponiendo la R antes de la O, dice Piro: aquella O final la convirtieron en U, por ser más acomodada á su pronunciación, de donde resulta la palabra Peru, substituida por la de Ophir. Otros autores, entre ellos Onffroy de Torón, dan otras definiciones de la palabra Ophir, y dicen que se escribe de dos maneras, Apir y Aypir, según consta en el cap. X, vers. 11 del lib. I de Los Reyes. En el cap. IX, vers. 28 del mismo libro se escribe Aypira, que, suponen, es el nombre mal pronunciado del río Yapurá, uno de los afluentes del Amazonas ó sea el Solimán ó Solimoes de los brasileños. El vocablo Ophir ó Apir en hebreo, agregan, pertenece al quechua, pues á los mineros de la Cordillera de los Andes y de la parte superior del Amazonas se les denomina Apir ó Apiri, y en algunos lugares Yapiri. Además, el río Yapurá tiene su nacimiento en las montañas de Popayán (Colombia) y tiene por uno de sus afluentes auríferos, el río Masai ó Masahi, nombre derivado del hebreo masar (río), al que se le agregó el vocablo indígena i (agua) de lo que resulta agua rica.
[58] Últimamente, en 1869, Onffroy de Torón publicó en la revista geográfica «El Globo,» de Génova, un extenso y bien meditado trabajo titulado «Antigüedades de la navegación por el Océano: Viajes de los navíos de Salomón al Río de las Amazonas, Ophir, Tarsdchisch y Parvaim.» Este trabajo fué traducido después al portugués, y la Municipalidad de Manaos, capital de la provincia de Amazonas, lo hizo imprimir en esa ciudad, en 1876, en un folleto de 51 páginas, que se reprodujo en 1905, en los «Anales de la Biblioteca y Archivo Público del Pará.» Del mismo autor existe un libro sobre el mismo tema, publicado en Lovaina, en 1889, que, desgraciadamente, nos es desconocido y que, según el autor, es el más completo en esta materia.—Onffroy de Torón vivió doce años en la América ecuatorial, y se dedicó á viajes, expediciones y operaciones geométricas, las que le permitieron levantar el mapa de la misma zona americana, que publicó en París poco después de haber dado á luz su obra impresa en Lovaina. Durante su residencia en la América Meridional, estudió el idioma quechua que se habla en el Ecuador y el Perú, es decir, en la parte andina de estos países, y según afirma, formó un vocabulario, aseverando que dicho idioma contiene muchísimos vocablos de las lenguas muertas de Asia, de Egipto y de Grecia.
[59] Aunque algunos autores niegan el hecho de haber habido elefantes en el territorio de América, es un hecho que hasta el día se han descubierto seis variedades de elefantes fósiles, ignorándose si todos fueron extinguidos antes por un cataclismo ó si existían en tiempo de Salomón.
[60] Más ó menos 600.000,000 de reales de la moneda española.
[61] El gran rey Salomón hizo construir su grandioso templo en el Monte Moriah, y la construcción de él duró ocho años y medio. En su construcción se emplearon 3600 sobrestantes, 80,000 hombres para la explotación de canteras y labrado de la piedra y 70,000 para la conducción de materiales. Hiram, rey de Tiro, proporcionó artífices, y se encargó del corte de maderas del Líbano, enviándolas hasta Joppe. El oro puro de que se hizo pródigo uso en la ornamentación interior del templo, procedía, se dice, de Peruaim. Según refiere el historiador judío Flavio Josefo, en su «Historia antigua de los Judíos,» el Templo de Salomón estaba circundado de una muralla y se dividía en cuatro partes: el vestíbulo de los Gentiles, el de los Judíos, el de los Sacerdotes y el Sancto Sanctorum.—El vestíbulo de los Gentiles tenía 300 pies de circuito y en su circunferencia habia una galería sostenida por muchas columnas de mármol, con cuatro puertas hacia las cuatro partes del Mundo. El vestíbulo de los Judios estaba rodeado también con primorosas galerías: su pavimento era de mármol de diversos colores, las paredes estaban cubiertas de oro finísimo y las puertas con planchas de plata. El de los Sacerdotes tenía 40 codos de largo por 20 de ancho, en cuyo centro estaba el altar de los holocaustos, todo de bronce, cuya altura era de 10 codos, y á sus costados, 10 vasos grandes de bronce adornados de figuras, y, además, al lado derecho había otro gran vaso sostenido por 12 bueyes, todo del mismo metal. En seguida estaba el pórtico, que tenía 20 codos de largo por 10 de ancho, desde el cual se entraba en el Templo sin techumbre, que tenía 60 codos de largo y 20 de ancho, en cuyos lados había 10 candelabros grandes de bronce, otras tantas lámparas y 10 mesas de oro. El Sancto Sanctorum tenía de largo 20 codos, otros tantos de ancho é igual altura, cuya mitad estaba cubierta de oro y otra mitad de oro y piedras preciosas. Además, encerraba los tesoros siguientes: 10,000 candelabros de oro; 10,000 mesas cubiertas de oro y una muy grande toda de oro; 20,000 copas de oro; 100,000 copas de plata; 100,000 redomas de plata; 80,000 fuentes de oro; 100,000 fuentes de plata; 50,000 palanganas de oro; 100,000 palanganas de plata; 20,000 vasos de oro; 40,000 vasos de plata; 20,000 incensarios grandes de oro; 50,000 incensarios pequeños de plata; 1,000 ornamentos pontificales guarnecidos de piedras preciosas; 200,000 trompas de plata; 200,000 instrumentos de oro y plata.
[62] Pegú ó Begú es desde 1855 la capital del Imperio Anglo-Indiano y fué antigua capital del Imperio Birman.
[63] Tarsdchisch, según geógrafos modernos, estaba situada sobre la costa de Zanguebar.
[64] La situación de Ophir, dicen algunos, es desconocida hoy, y creen que con esa denominación se abrazaba todo el litoral de la Arabia, de la India y del Africa.
[65] Flavio Josefo, historiador judío, nació en Jerusalem en el año 37 de la era cristiana. Entre sus obras se conocen su «Historia de los Judíos contra los Romanos, y ruina de Jerusalem» en 7 libros, escrita en hebreo y luego en griego; su «Historia antigua de los Judíos,» en 20 libros; su «Autobiografía,» en 1 libro; «Contra-Apion,» defendiendo á los Judíos, sus costumbres y creencias, en 2 libros; y su «Discurso sobre el martirio de los Macabeos.» Sus obras completas fueron publicadas por primera vez en Basilea, en 1544, en folio.
[66] Platón, al principio de su Timeo, dice que su tío Solón le informó de todos los detalles referentes á la Atlántida, y que éste obtuvo de los sacerdotes de Saïs la relación de la historia de la Atlántida. Crantor, célebre académico y primer comentador de Platón, asegura que esta historia es verídica, pues está confirmada por el historiador Marcellus, que probó que en el Océano Atlántico existían entonces siete islas consagradas á Proserpina, otra á Plutón, otra á Ammón y otra á Neptuno, ejerciendo esta última una autoridad absoluta sobre las demás.
[67] El Océano Atlántico, según Platón, en la primera parte de su diálogo Crisias, recibió este nombre de Atlante, rey de la Isla Atlántica.
[68] Un escritor contemporáneo describe en pocas palabras esta terrible catástrofe: "Una noche se hinchó el Océano hasta tocar á las nubes; un maremoto apocalíptico preñó el seno de los mares, y el fantástico continente se sumergió trágica y silenciosamente en las profundidades del abismo líquido, quedando apenas, cuando la furia del agua fué calmada, uno que otro pico aquí y allá, en la desolada extensión marítima, picos correspondientes á los más alto de sus empinadas cordilleras." (Aludiendo, sin duda, á las Islas Canarias y Azores).
[69] La Atlántida, se dice, tenía tres mil stades de largo sobre dos mil de ancho, ó sea, más ó menos, ciento cincuenta leguas sobre cien. Según Balby, la stade corresponde á cincuentiuna toesas, un pie y noventidos centésimos de pulgada.
[70] Estudios practicados por sabios expedicionarios sobre hidrología marina ó oceanografía, han demostrado que la extensión del Océano Atlántico es de 35.000,000 de millas cuadradas ó sean aproximadamente 11.666,666 leguas cuadradas. Asia y Africa juntas, según los geográfos, tienen 13,120,000 leguas cuadradas, ó sean, 1.453,354 leguas más de extensión que el Océano Atlántico; lo que prueba, evidentemente, que la apreciación de Gomara, hasta cierto punto es fundada, y que la pretendida isla Atlántida no era tan extensa como lo ha afirmado Platón.
[71] Algunos sabios pretenden que han habido varios diluvios parciales; que el de Noé, que aconteció 2987 años antes de Cristo, no fué castigo del Hacedor Supremo, pareciéndolo, porque los Sacerdotes primitivos del Catolicismo tenían interés en hacer intervenir la Divinidad en este cataclismo, para herir é impresionar la imaginación de los pueblos; y bajo tal forma mística la afirmación histórica de ese hecho natural ha llegado hasta nosotros á través de las edades.
En apoyo de su opinión refieren el hecho de varios diluvios: como el de Ogyges, que según Herodote, tuvo lugar 1796 años antes de J. C., y el de Deucaleon, en Tesalia, 1580 años de la misma era; según las tradiciones arianas, se conserva la historia del rey Vaïswata y los siete sabios que escaparon de una inundación que cubrió los valles del Hindu-Kuch, y en seguida pudieron perpetuar la raza. También se cita el diluvio del rey Tchmonras, que inundó y destruyó la Armenia. Los Celtas, señalaban el desborde del lago Llion, que sumergió su territorio é hizo perecer á todos los seres humanos, menos á Dwyhan y Dwybach, que repoblaron la isla de Bretaña. Los Escandinavos tenían la leyenda de Belgemer y su mujer, que solo sobrevivieron al desastre diluviano y repoblaron su comarca. Los Griegos contaban cinco diluvios, según Xenophora, y tres, según el poeta Nonnus. Los Egipcios, apesar de tener conocimiento del Diluvio universal, afirman, que Egipto nunca ha sido inundado, porque su país se halla distanciado de los grandes centros glaciales.
Empero, si esos sabios alegan la pluralidad de diluvios parciales, la generalidad de los historiadores admiten la universalidad del de Noé. Algunos pretenden que la América se ha librado de ese mismo Diluvio; pero las tradiciones generales de los indios sobre este mismo acontecimiento fatal, admiten que éste fué universal: si es verdad que estas tradiciones han sido envueltas en fábulas y aún desatinos, lo cierto es que, en sustancia, manifiestan la realidad de un cataclismo, del que sus progenitores han tenido noticia: estas mismas tradiciones no solamente han sido constantes y generales, sino también circunstanciadas, concordando en ellas los historiadores Clavijero, Gomara, Herrera, Nizza, Acosta, Humboldt y otros más, que afirman que todas las naciones indianas que vivían en sociedad, conservaban en sus pinturas, cánticos y relaciones de padres á hijos, la memoria de aquella catástrofe.
Los Indios de la isla de Cuba, según Francisco Javier Clavijero, en su «Storia del Messico», tom. I, foj. 15, dijeron á los conquistadores españoles, que «habían entendido de sus antepasados, que Dios crió el cielo, la Tierra y todas las cosas; que previendo un viejo una grande inundación, con la cual quería Dios castigar los pecados de los hombres, fabricó una canoa cerrada y se embarcó en ella con toda su familia y muchos animales; que habiéndose disminuido las aguas, soltó el cuervo, el cual no volvió por estarse comiendo los cadáveres; que echó á la paloma y volvió con un ramo verde de hobos; que desembarcó el viejo, y hallando uvas silvestres hizo chicha, con la cual quedó ébrio y dormido; que uno de sus hijos hizo burla de su desnudez, y el otro lo cubrió; que sabiendo el viejo lo que había pasado, maldijo al primero y bendijo al segundo; que ellos descendían de aquel hijo maldito, puesto que se hallaban desastrados y desnudos, y que los Españoles tendrían sin duda su origen del bendito, puesto que se hallaban bien vestidos y con mejor fortuna.»
El mismo Clavijero, en su citada obra, tom. I, lib. II, y tom. II, disert. 1-3, dice: «Entre los Indios de la América Septentrional no sólo era general la noticia del Diluvio, con la expresión de la barca, hombres, animales, cuervo y paloma, sino también circunstanciada con la Torre de Babel, confusión de lenguas y dispersión de las gentes.» Los Mexicanos según Mr. Ernesto Desjardins en su historia «Le Pérou avant la Conquête Espagnole», admiten también el Diluvio universal, que aniquiló la raza humana, en cuya catástrofe los hombres quedaron transformados en peces; pero su Noé (Coxcox) y su muger, se salvaron en un tronco de árbol que flotaba sobre las aguas, y se volvió á poblar la Tierra.
El manuscrito mexicano copiado por el Padre domínico Pedro de los Ríos, en 1566, y conservado en la Biblioteca del Vaticano, bajo los números 3,738 y 3,776, representa por signos simbólicos y figuras que no tienen nada de incomprensible, las cuatro edades del Mundo. La tercera edad, que había durado 4008 años, fué terminada por un diluvio.
Los habitantes de Teochiapan, en Guatemala, según el sabio Alejandro de Humboldt, en su obra «Vues des Cordillères,» conservan tradiciones que se remontan al tiempo de un gran Diluvio, después del cual, sus ascendientes, bajo el mando de un jefe llamado Votan, vinieron de un país situado hacia el Norte. En la aldea de Teopixca existían todavía en el siglo XVI descendientes de la familia de Votan, siendo admirable cosa encontrar en la América un nombre que recuerda al de Votan, cuyo progenitor reinó entre los Escitas y cuya raza dió reyes á un gran número de pueblos.
Antonio de Herrera, en su década IV, lib. I, cap. XI, refiere que «los Indios de Tierra Firme conservaban la memoria de haberse salvado sus progenitores con algunos animales en una barca; de haber largado primero un pájaro por ver si habían cesado las aguas, y después otro, el cual volvió con un ramo verde, y de haber con eso salido á poblar, por segunda vez, la Tierra».
Los Muyscas, en sus tradiciones, conservan el recuerdo de un diluvio, pues refieren que en los tiempos más remotos, antes que la luna fuese creada, los habitantes de la meseta de Bogotá vivían en estado de barbarie; que de repente se les apareció un viejo desconocido, perteneciente á una raza diferente á los indígenas, de barba larga y espesa, que se llamaba Bochica ó Boquica, que traía una compañera llamada Huytaca, que era de carácter tan descontadizo, que contrariaba á su esposo en todo lo que él emprendía: ella hizo hinchar el río Fungha, cuyas aguas cubrieron todo el valle de Bogotá é hizo perecer casi todos los habitantes, por cuyo delito Bochica la persiguió y la condenó á alumbrar la Tierra durante la noche, creyendo los Muyscas que la tal Huytaca es la Luna. Después de haber retirado las aguas, Bochica prosiguió su obra civilizadora.
Fr. Marcos de Nizza, en su obra «Ritos y Ceremonias de los Indios de Quito,» asegura que esos indianos «conservan aún la memoria de un antiquísimo general naufragio proveniente de que el primer hombre ó dios llamado Pacha, no teniendo con quien hacer guerra, la mantuvo con una gran serpiente á la que hirió con sus flechas, la que vomitó tanta agua que anegó toda la Tierra; que se salvó Pacha con sus tres hijos y mugeres, fabricando una casa sobre la cumbre del Pichincha, donde metió animales y víveres; que pasados muchos días largó el allaguanga, ave semejante al cuervo, y no volvió por comer los cadáveres de los animales muertos; que echando otro pájaro, volvió con hojas verdes; que bajó entonces Pacha con su familia hasta el plan, donde es la ciudad de Quito, y que al tiempo de hacer allí la casa para vivir todos juntos, ninguno pudo entender lo que hablaba el otro; que separados por eso, con sus mugeres, se habían establecido los tres hermanos y el viejo en diversas partes de la comarca, donde estaban todavía sus descendientes.»
El P. José de Acosta, en su «Historia Natural y Moral,» lib. I, cap. XXV, expone que «Los Peruanos convenían todos en que se habian ahogado todos los hombres, á excepción de muy pocos, á los cuales escondió el Sol en una pequeña isla del lago Titicaca, según unos, ó en la cueva de Pacaritambo, según otros; que saliendo con el tiempo un Viracocha ó personaje con su familia, después de haber hecho asiento en Tiahuanacu, se fué al Cuzco y volvió á multiplicarse el Género Humano.»
Francisco Gómez de Gomara, en su «Historia General de América,» cap. CXXII, al ocuparse de los indios de la Provincia de Pachacamac y sus confinantes, dice «Muchos mantuvieron la tradición de que en tiempos antiquísimos había llovido tanto, que se anegó toda la Tierra, á excepción de la elevada cumbre de un monte, donde unos pocos fabricaron una casa con ventanas altas y bien cerradas, y metiendo dentro muchos animales y otros comestibles, salvaron ellos solos sus vidas; que dejando de llover por bastante tiempo, echaron por las ventanas dos perros, y volvieron bañados y sin lodo, conocieron que aún no se habían disminuido las aguas; que pasado más tiempo echaron otros dos perros, y como éstos volvieron secos y con sólo el lodo á las patas, conocieron que había cesado el diluvio; que esperando algunos días más, salieron y volvieron á poblar el Mundo».
Algunos pueblos de la América del Norte conservan igualmente la memoria de una antigua inundación llamada el Diluvio de los Apalaches.
Hasta los Groenlandeses cuentan que el primer hombre creado fué Kallak, y que de su dedo pulgar salió la primera mujer, después de lo cual, el mundo se anegó y no pudo salvar más que un hombre y una mujer.
Basta lo citado sobre las tradiciones de los indígenas respecto al Diluvio, para convencerse que tanto en el Continente del Nuevo Mundo, como en los del Antiguo, se conserva siquiera una idea, un recuerdo de que el Mundo fué sumergido por ese cataclismo universal; tradición que se ha venido conservando entre los Indios desde las primitivas generaciones, pues en su sucesión no interrumpida, han venido comunicándola de padres á hijos.
Como se ve, todas estas tradiciones y muchas otras que no anotamos, porque ello sería demasiado extenso, prueban incontestablemente que el Diluvio de Noé se extendió también al Continente americano; y lo prueba tanto más el derrumbo que el año 1763 tuvo lugar de la mitad del cerro de Coconuco, en el Ecuador, descubriéndose en la otra mitad que quedó en pie, las diversas capas ó listas paralelas de que poco á poco se fué formando dicho cerro, siendo unas de diversos colores de tierra, otras de arenas, otras de piedras; en fin, otras formadas de innumerables especies de caracoles, conchas y otros testáceos, petrificados unos y no petrificados otros. Y aún en el suelo peruano tenemos pruebas evidentes de haberse realizado este cataclismo en el Continente americano pues en las inmediaciones de Palta se han encontrado depósitos de conchas marinas á 300 pies de altura sobre el nivel del mar; Darwin halló iguales conchas en Chile á 1300 pies; Loomis, las halló en las pampas de Iquique á 2500 pies; en Caracoles se han hallado también á 5000 pies de altura; en la mina de Hualgayoc, en Cajamarca situada á 12,000 pies sobre el nivel del mar, encontróse igualmente conchas petrificadas, hecho que fué constatado por el sabio Alejandro de Humboldt; y por último, un joven cateador de minas, llamado Raúl Pérez, encontró el 8 de Diciembre de 1890, en el cerro de Vilque, en la Provincia dé Puno, á más de 12,000 pies sobre el nivel del mar, un caracol de 12 centímetros de longitud por 7 de altura y del peso de 822 gramos, hallazgo que llamó sumamente la atención de las personas que lo vieron.
En conclusión, es un hecho indudable, que la memoria del Diluvio se encuentra en las tradiciones de todos los pueblos de la Tierra, y la ciencia moderna, á este respecto, está también conforme con la Biblia; que es la más antigua historia de aquella catástrofe.
[72] Jafet significa en hebreo, el que se ha difundido por muchas partes.
[73] Ambas razas se han diferenciado siempre en idioma, ilustración y hábitos, pues en tanto que la Turania fué y es aún semi-bárbara, la Indo-Europea ha florecido en todas épocas, por el superior grado de su civilización, por la perfección de sus idiomas y por la riqueza de sus literaturas, teniendo el primer lugar del Género Humano y siendo la raza noble por excelencia, que ha tenido la misión de llevar las artes, las ciencias y la filosofía á un grado de perfección inusitado en los demás pueblos, y llegado á ser, no sólo la más numerosa y difundida de todas, sino la señora del Mundo entero.
[74] Estos indios, que son los Apaches, Navajos, Zunis, Moquis y otros de las comarcas indicadas, conservaban, en tiempo de la conquista española, la tradición de haber habido entre sus antecesores, grandes tribus de hombres blancos, superiores á ellos en civilización. "Hace muchas, muchísimas vides, decían, vivía en este país una raza blanca muy numerosa y muy belicosa: hacían expediciones lejanas, conquistaban muchas tribus y traían muchos esclavos: de éstos procedemos nosotros los Apaches. Los esclavos eran los que excavaban las ciudades subterráneas y cultivaban el maiz. Llegó un tiempo en que los blancos se vieron empeñados en una guerra muy lejos, en el norte, y unos tras otros, todos los guerreros tuvieron que marchar á la pelea; quedaron sólo las mujeres, los ancianos y los niños. Entonces los esclavos vieron que era llegada la hora de recobrar su libertad: concertaron todos, y en un día determinado se alzaron, destruyeron cuanto se oponía á su independencia y huyeron hacia el sud, ocultándose en las fragosidades de la Sierra Madre. Allí formaron pueblo, vivieron largo tiempo generaciones tras generaciones, hasta que otros hombres blancos, los Españoles, vinieron de tierra más al sud todavía, hicieron la guerra á nuestros antepasados y los vencieron. Además, lanzaron contra ellos otras tribus de indios, y después de porfiadas luchas, los Apaches y tribus congéneres tuvieron que emigrar hacia Arizona y Nuevo México."
[75] Otros autores modernos apoyan esa misma hipótesis. Reginal Enock, en su libro intitulado The secret of the Pacific, opina que «los asiáticos prehistóricos llegaron hasta el Continente americano por sobre una tierra que después desapareció bajo las aguas del Pacífico.» Sayas Enriquez dice textualmente: «Cada vez estoy más convencido de que la Pacífida (nombre que él dá al Continente desaparecido en el Océano Pacífico) fué el puente que unió el Antiguo Mundo (Asia) con el Nuevo (América), y de que las razas que poblaron lo que he llamado Región Istmica, en la que conglobo Guatemala, Honduras, Chiapas, Campeche y Yucatán, vinieron del Sud y no del Norte, como se afanan en repetirlo inconcientemente los arqueólogos y etnólogos. Pero como esta hipótesis no está aún plenamente confirmada, hay que dejarla en cuarentena, hasta que su aserto sea reconocido como cierto, evidente é innegable.»
[76] Los Súmeros ó Sumeres, uno de los pueblos presemitas, se mezclaron con los Accadios, pueblo Turanio que era, desde el punto de vista antropológico (ó fisiológico), una mezcla de dos razas, blanca y amarilla. Más tarde, de la mezcla de los Súmeros con los Accadios, resultaron la formación de la nación Susiana y del reino de Elam, al oeste del Tigris, y al oeste de este río, la nación Caldea, que con varios otros pueblos semíticos, componía el gran imperio de Babilonia, remontado á cosa de 5,000 años antes de la era cristiana. Los Súmeros como los Caldeos, usaban la escritura cuneiforme derivada de la primitiva escritura geroglífica, y les servía, como hoy nos sirve la nuestra, para emitir sus ideas, redactar su historia sobre los muros de sus monumentos, sobre grandes ladrillos de tierra cocida y sobre lápidas de piedra negra, escritura que desapareció, por completo, el año 2,000 antes de nuestra era, con la invasión y conquista semítica; legando, empero, á los Asirios, á los Fenicios y especialmente á los Judíos, tradiciones copiosas que desarrollaron la literatura de estos pueblos. De estas tradiciones, los Judíos copiaron y redactaron la cosmogonía ó génesis del Universo; la formación del Género Humano; la ingratitud de los hombres al corromperse y volverse malos; la cólera del Omnipotente, que destruyó todo lo que había criado, y, como resultado de la ira divina, el gran cataclismo del Diluvio Universal; el arca salvador, para que no se extinguieran las especies buenas; la construcción de la Torre de Babel, muestra del orgullo de los hombres, y, consiguientemente, la confusión de las lenguas; y, por fin, la fundación de la primera dinastía babilónica.
[77] Este Obispo fué el autor del más antiguo Derecho Eclesiástico de Islandia.
[78] La Groenlandia ó Tierra Helada, cuya superficie se calcula en más de 70,000 leguas cuadradas, presenta el aspecto más imponente: su clima es sumamente frío y el invierno dura allí ocho meses, en los cuales llega á congelarse el mercurio; en verano, que dura tan sólo cuatro meses, el termómetro Réaumur sube á 24°. El sol desaparece completamente del horizonte, á fines de Noviembre, y no vuelve á verse hasta mediados de Enero, interrumpiendo sólo tan larga noche, la viva luz de las auroras boreales. Los naturales de Groenlandia son Esquimales que viven en una completa independencia, diseminados por las costas de ese territorio. El interior de este país es totalmente desconocido, pues es inhabitable, porque el frío tan intenso que existe constantemente en sus parages, motiva el que éstos no ofrezcan ningún abrigo al hombre.
[79] Por las tradiciones de Finlandia (hoy Estados de Nueva York y Pensilvania) se conserva también recuerdos de colonias islandesas que vivían en la misma región de Huitramannalandia, y cuyos colonos vestían de blanco, cantaban y rezaban en alta voz, creyéndose, por esto, que eran frailes que en el año 983 habían ido á esas comarcas con Are Marsen Reykjanes, siendo muy atendidos y considerados por los indígenas del lugar, quienes prohibiéronles terminantemente abandonar el país.
[80] Este Bjarne Herjulfson es el mismo citado por Mr. Folsom.
[81] Este Leif Erikson es, también, al que se refiere M. Folsom.
[82] El 4 de Julio de 1876, una comisión de Noruegos distinguidos y ciudadanos de los Estados Unidos de Norte América, erigieron un monumento conmemorativo en Madison, capital del Estado de Visconsin, en honor de Leif Erickson, como uno de los descubridores del Continente americano y por la circunstancia, grata para la comisión; de haber sido colonizado aquel territorio por Escandinavos.
[83] Es de advertir que el nombre primitivo del Brasil fué el de Sancta Crucis, y sólo se llamó Brasil por el mucho palo de ese nombre que en él había. El palo brazil se conocía ya en Europa, en el año 1198, según lo refiere Luis Muratori en el tom. II, disert. 3a, col. 898 de sus Antiquitates Italicæ, en folio impreso en Mediolani en 1783, y se le dió este nombre por el gran uso que se hacía de él para teñir. El palo brazil que se encuentra en esta parte del Nuevo Mundo y á que debe su nombre el vasto país colonizado por los portugueses, es una especie del género llamado cæsalpinia echinata. El nombre de este palo no es, pues, posterior al descubrimiento de América, como lo han creído algunos historiadores.
[84] La mencionada «Isla de la mano de Satanás» aparece con frecuencia en leyendas italianas, las cuales dicen que diariamente salía de entre las olas del Océano una mano de tamaño colosal y arrastraba barcos y habitantes á los profundos abismos.
[85] Algunos historiadores pretenden que Martín Behaim ha sido el descubridor del Nuevo Mundo, entre ellos Federico Estuvenio, que en su disertación impresa en 1714 con el título De vero novi Orbis inventore, afirma que la gloria de este descubrimiento corresponde á este cosmógrafo, que obtuvo de Isabel, hija del rey de Portugal y viuda de Felipe el Bueno, que á la sazón gobernaba en Flandes, un bajel con el cual navegó hasta las islas Azores, y de allí, surcando el mar, llegó á las costas de la América y pasó hasta el estrecho de Magallanes; que hizo un Globo y un Mapa de sus viajes, mapa que fué presentado á Alonso V, rey de Portugal y que pasó después á manos de Colón, á quien sirvió de guía para hacer su primera navegación, en pos del descubrimiento del Nuevo Mundo.—Martín Behaim, natural de Nuremberg, hizo, se dice el descubrimiento de la América, ocho años antes de la primera expedición de Colón. Muy instruido en geografía y astronomía, después de haber obtenido, en 1459, de Isabel de Portugal, un bajel para hacer descubrimientos, en 1484 obtuvo también del rey de Portugal Don Juan II, algunos navíos con el mismo propósito. Retirado á su país natal, trazó un Globo Terrestre en el que figuraba una tierra occidental, como igualmente las otras tierras reconocidas anteriormente por Marco Polo y por Maundeville. Behaim, murió en Lisboa en 1506.
[86] El primer mapa de América fué hecho en 1500 por Juan de la Cosa, célebre cosmógrafo y navegante español y piloto con Cristóbal Colón en su segundo viaje. Este mapa está trazado en una gran hoja de pergamino de forma ovalada y artísticamente iluminado, cuyas dimensiones son de dos metros de alto por uno de ancho: señala los países de América conocidos hasta 1500, así, como los territorios de Europa, Asia y Africa. Ultimatamente, se ha hecho en España un facsímil de este mapa, en la misma escala y colores que su original, reproducción que fué premiada en la Exposición Histórica-Europea-Americana, de Madrid. Pero el mapa más antiguo que apareció con el nombre de América, es el de Martín Waldzeemüller (Hilacomylus), que se publicó en 1507, ó sea, siete años después del de Juan de la Cosa.
[87] El eminente zoólogo Agassíz es el que con mayor autoridad ha sostenido la teoría poligenista, admitiendo hasta ocho diversos centros de creación, en uno de los cuales hace aparecer al Hombre Americano.
[88] Esto es, según el Génesis; pero, según opinión de algunos sabios etnógrafos, la Creación del Mundo data de millones de años antes del Diluvio Universal.
[89] El Rev. Padre Fr. Pedro Simón, historiador, que apesar de su estado sacerdotal, es imparcial en esta materia, opina también que la América fué poblada antes del Diluvio Universal; al efecto, refiere un hecho que si fuere cierto, no dejaría duda alguna sobre tal teoría. Pero, como este hecho no deja de ser alguna patraña de las muchas que ciertos escritores han derramado sobre el Nuevo Mundo, y, en este caso, para probar que en el Perú hubo hombres antes del Diluvio, advertiremos que solo por mera curiosidad informativa vamos á trascribir el pasaje que al respecto se refiere el P. Pedro Simón:
En el tomo I, cap. X, pág. 21 de sus «Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales,» dice: "Lo que más alumbra á que nos inclinemos á este parecer de que fueron habitadas estas tierras antes del Diluvio, son las señales y rastros de que en ella se han hallado tan eficaces, que no dan lugar á que se imagine otra cosa; porque junto al Callao, que es el puerto de la ciudad de Lima, en el Perú, á los primeros principios que se descubrió aquel Reino, buscando en unas montañas, por unos rastros que se descubrieron, unas minas, trastornando tierra y metiéndose por el socabón debajo del cerro, se encontraron con un navío que tenía encima la gran máquina del cerro, y no convenía con su hechura y traza con los nuestros, por lo cual se juzgó que en el Diluvio había quedado encerrado debajo de aquella inmensidad de tierra que trajo allí la fuerza de las aguas." Y prosigue el Rev. P. Fr. Pedro Simón: "Otra cosa al modo de ésta se halló el año de mil y seiscientos y cuatro, cerca de la ciudad de México, en Nueva España, trasminando un cerro tan alto que tiene de subida más de una buena legua, y otro tanto de bajada, para por allí desaguar la laguna en que está fundada la ciudad, por no verse en los peligros que poco antes había tenido con crecidas é inundaciones. Yendo los gastadores prosiguiendo en su mina (que se hacía por la traza é ingenio de Enrique Martín, gran matemático y astrólogo, y por orden de don Luis de Velasco, Virey de aquella ciudad), cuando llegaron como á la mitad de ella, que casi venía á ser, estando perpendicular, correspondiente á la cumbre del cerro, hallaron un colmillo ó diente de elefante, enterrado en tierra blanda; el cual, con los muchos días que había estado allí el marfil, lo tenía comido por algunas partes y quebrado por dos; de manera que estuvo hecho tres pedazos, y juntos, de suerte que se echaba de ver haber sido todo uno y tener de largo seis cuartas. Este colmillo ó diente se sacó y mostró á todos, juzgando había quedado allí enterrado el animal que lo crió, cuando el Diluvio ahogó á los demás y á él; de la cual especie de elefantes debió de haber habido allí entonces, porque después, acá no se hallan, ni aún rastro de ellos en toda la Nueva España, ni en todas las Indias Occidentales."
Este último hecho referido por el Padre Pedro Simón, quizá tenga algún viso de verdad, y á este propósito, disiparemos la duda de haber existido en América el elefante en tiempos antediluvianos. En efecto, últimamente, en Agosto de 1912, el cuerpo de profesores de la Universidad del Cuzco hizo una excursión científica, y logró descubrir en Ayusbamba, provincia de Paruro, dos colmillos de elefante, fosilizados, de una vara de largo, como también cuatro costillas en estado de completa fosilización, y muchos otros huesos del mismo animal.
[90] La América se extiende desde los 56° 58′ Sud hasta los 70° de latitud Norte. Se divide en dos grandes penínsulas que se juntan hacia los 8° de latitud Norte por el Istmo de Panamá ó de Darién. Sus costas son bañadas por los dos más grandes mares: el Océano Atlántico, que la separa de Europa y de Africa, y el Océano Pacífico que la separa de Asia y Oceanía, haciendo de este Continente la parte más favorable del Globo para el comercio y para la navegación. La extensión de América, según los geógrafos, es de 15.000,000 de millas cuadradas, equivalente á 5.000,000 de leguas.
[91] Mariano E. de Rivero: Colección de Memorias Científicas, tomo I, pág. IV del «Prólogo.»
[92] Hay algunos diamantes históricos de mucho valor, que por su notabilidad merecen ser mencionados, pues las tradiciones que se refieren á ellos son fielmente guardadas.
El famoso é incomparable Diamante Rey, pesa 1730 carats; es del tamaño de un huevo de gallina, oblongo, proveniente de las minas del Brasil, pertenece á la Corona de Portugal: es estimado en la crecida cantidad de 23.000,000 de francos.
El Diamante Pitt ó Regente, de 136 carats, que pertenece á la Corona de Francia, es notable por su forma graciosa, por sus hermosas proporciones y por su perfecta limpieza incolora; pasa por ser el más bello diamante de Europa, pues está estimado en 5.000,000 de francos.
El Diamante Sancy, que pesa 106 carats, primero perteneció á Jacobo II de Inglaterra, despues á Luis XIV de Francia, en seguida á Luis XV y finalmente al Emperador de Rusia, está avaluado en 3.125,000 francos.
El Diamante Emperador de Austria, que pesa 139 carats, presenta un tinte amarillento, está tallado en rosa y de mala forma, y justipreciado en 2.600,000 francos.
El Diamante Orloff, de 193 carats, fué extraído y robado por un soldado francés, de uno de los dos ojos del ídolo de Seringham, del templo de la diosa Brahma, en Pondichery (Indostán) y adquirido por la Imperatriz de Rusia, en 2.160,000 francos.
El Diamante Rojo de rubí, de 160 carats, adquirido por el Emperador de Rusia Pablo I, es de forma perfecta, y está avalorado en 2.160,000 francos.
El Diamante Gran Mongol, que pesa 123½ carats, primero perteneció al Tesoro de Delhi, y en seguida al de Lahore: en 1850 las tropas inglesas, por derecho de conquista, se posesionaron de esta valiosa piedra y la obsequiaron al Rey de Inglaterra; su valor está estimado en 2.080,800 francos.
El Diamante Shah, que el príncipe Cosrhoés, hijo del Shah de Persia Abbas-Miza, regaló al Emperador de Rusia, es apreciado en 1.125,000 francos.
El Diamante Rajah, de Mátan, de 367 carats, que perteneció al Rajah de Borneo, está estimado en 735,000 francos.
El Diamante Pacha, que ha pertenecido al Pacha de Egipto, está tasado en 700,000 francos.
El Diamante Estrella del Sud, proveniente de las minas del Brasil, fué estimado en 120,000 francos.
El Diamante Nassah, está avalorado en 75,000 francos.
El Diamante Imperatriz, extraído de las minas del Brasil, perteneció á la Emperatriz Eugenia de Montijo, mujer de Napoleón III: es estimado en 50,000 francos.
El Diamante Duque de Toscana, de 139 carats, perteneció, primero, á Carlos el Temerario, que lo perdió en la batalla de Granzón; encontrado por un suizo, éste lo vendió á Ludovico Sforza, y por último llegó á poder de la Corona de Austria: está avaluado en 30,000 francos.
El Diamante Florentino, perteneció á los Grandes Duques de Toscana, y ahora pertenece á la Corona de Austria: está también tasado en 30,000 francos.
Algunos otros diamantes de mucho valor, son los siguientes:
Uno que perteneció á Napoleón I, que lo perdió en la derrota de Waterloo, cuyo importe era de varios millones de francos, y que recogido por un soldado prusiano, pertenece hoy á la Corona de Prusia.
Otro, de color verde esmeralda, de 540 carats, que forma parte de las alhajas de la Corona de Sajonia.
Otro, de color záfiro, de 680 carats, comprado para la colección de Mr. Hope, tasado en más de 1.500,000 francos.
Otro, perteneciente al Virrey de Egipto, estimado en 760,000 francos.
Otro, encontrado en el Brasil por un esclavo, cerca de Bogagem, avalorado en 176,250 francos.
Y algunos otros más, de altos precios, que no han llegado á nuestro conocimiento.
[93] La Cascarilla Calisaya tiene su historia. Refiere la tradición, que habiéndose enfermado gravemente Doña Francisca Enriquez de Rivera, esposa del Virrey del Perú Don Luis Gerónimo Fernández Cabrera Conde de Chinchón, una india sirvienta suya, secretamente le suministró los polvos de Cascarilla; que sorprendida la india, se trató de quemarla viva, por haber creído que trataba de envenenar á la Virreyna; más, hallándose ya en el cadalso, se le perdonó la vida en vista de la maravillosa curación de la enferma, reconociéndose entonces que el específico suministrado era el descubrimiento para la curación radical contra las fiebras malignas. En 1640, el Virrey Conde de Chinchón y su esposa volvieron á España, y el médico que los acompañó llevó á España una porción de Quina Calisaya, la cual vendió en Sevilla á 100 escudos la libra.
[94] Se calcula que las capas de Guano que cubrían el suelo de las Islas Chinchas tenían un espesor de más de 60 pies, y es tan exacto este cálculo, que lo demuestra el hecho de haberse descubierto á 62 pies de profundidad, un ídolo de piedra y tres vasos para agua. También á 33 y 35 pies, respectivamente, se han hallado otros ídolos de madera, que indudablemente datan de un período de tiempo más atrasado como el anterior hallazgo. El sabio Alejandro de Humboldt comprobó, en 1804, el hecho de que durante 300 años que trascurrieron desde la conquista española hasta el fin de la época colonial, sólo se habrían formado unas pocas líneas de guano; por consiguiente se pregunta: ¿Cuántos miles de años se han necesitado para formar esas capas de más de 60 pies de espesor de ese mismo Guano? Los geólogos calculan que se ha requerido á lo menos 864,000 años.
[95] Diodoro de Sicilia en su Historia Universal, describe así el origen de la Humanidad: «Los primeros hombres, en su ignorancia de las cosas útiles á la vida, llevaban una existencia miserable; estaban desnudos, sin abrigo, sin fuego y sin tener idea alguna de alimentación conveniente; no se preocupaban de coger los frutos silvestres y hacer de ellos una provisión para la mala estación, y por eso muchos morían de frío y falta de sustento. Pero, después, la experiencia los indujo á refugiarse en las cavernas, durante el invierno, y á almacenar los frutos que podían conservarse. En todas partes la necesidad ha sido el maestro del Hombre.»
[96] Quizá los habitantes de la Atlántida serían aquellos gigantes á que se refiere la Sagrada Escritura: «En aquel tiempo había gigantes sobre la tierra.» («Gigantes erant super terram in diebus illis»—dice el Génesis en su cap. VI).
[97] Después de incalculables centurias trascurridas desde la espantosa catástrofe de la Atlántida, el periódico «The Standard,» que es uno de los órganos más serios de Londres, anuncia la formación de una expedición de capitalistas, encabezada por un rico lord inglés, y que se embarcó en Liverpool con el propósito de hacer estudios para el descubrimiento de la sumergida Atlántida, y una vez conseguido, extraer los valiosísimos tesoros que encierra esa desaparecida, grande isla. Con tal intento, esos aventureros capitalistas llevaron varios submarinos y barcos-buzos, instrumentos, herramientas y demás implementos indispensables para la realización de sus proyectos. Semejantes aventuras prueban, evidentemente, que los capitalistas ingleses pueden llegar á engolfarse en empresas famosas para la ciencia, cuando el punto de mira es buscar tesoros inaccesibles...
[98] Algunos autores niegan que el Diluvio haya sido universal, y dicen, que aunque la Tierra hubiera sido cubierta de agua hasta la altura de algunas toesas ó brazas, las cimas de los más elevados montes y cordilleras quedaron descubiertas, salvándose allí muchos más hombres y animales que los que se salvaron en el Arca de Noé: de este principio deducen esos mismos autores que, aunque murieron la mayor parte de los vivientes, no todos fueron igualmente ahogados. Empero, aunque esta deducción parezca algo probable, no es posible afirmarla ni negarla del todo, porque carece de fundamento en qué apoyarla.
[99] Los Carios ó Cares, de cuya presencia en América hay bastantes vestigios, pudieron realizar en este Continente, se supone, la construcción y embellecimiento de algunos edificios, que, aún hoy, son la admiración de los modernos. Los Carios establecidos en las Cíclades y otras islas del Mediterráneo asiático, salían de allí para navegar en el Atlántico; siendo esa la razón que Diodoro de Sicilia tuvo para decir «que los Cartagineses siguieron las huellas de los Carios en los mares del Oeste.» Los Carios dejaron en la región ecuatorial de América, á más de su nombre, algunos signos arqueológicos; y, por último, una dinastía de su raza, que en otro tiempo imperó en el reino de Quito, uno de los tres distritos en que hoy está dividida la República del Ecuador.
[100] Mr. Buache, de la Academia de Ciencias de París, descubrió una cadena de montañas submarinas que se extienden desde el Cabo de Buena Esperanza hasta el Brasil, suponiendo el mismo autor que en tiempos anteriores esa cadena unía el Continente de Africa con el de América.
[101] El estrecho de Annian ó Behring está situado entre el Océano Glacial Artico y el Grande Océano (Pacífico), separa el cabo oriental al nordeste de Asia, del cabo del Príncipe de Gales, al nordeste de América. Tiene este Estrecho doscientos kilómetros de largo por ochenta en su parte más ancha. Lo descubrió, en 1728, el navegante dinamarqués Vitus Behring, que se hallaba al servicio de Rusia, en tiempo de Pedro el Grande. Por eso le dió su nombre, como también al mar de la parte septentrional del Pacífico, que se extiende entre el Kamtchatka, al oeste, la América al este, y las islas Aleutianas, al sud.
[102] Las islas Aleutianas ó Aleutas describen entre el Kamtchatka y la península de Alaska un arco de círculo que une casi el Asia y la América. Estas islas están divididas en varios grupos: las Aleutianas propiamente dichas, que son Atu, Agatu, Semitok; las Andreanoff, que comprenden veinte islas de sesenta ó ochenta kilómetros de largo; Krissió, isla de la Rata, Tanaga, Kanaga, la isla de los Siete Cráteres, Adahk, Tagilak, Atka; las Ostrova-Lisii ó islas de los Zorros, que son las más próximas de la América, Chumaghina, Unalachka, Unimak, Semidas, islas volcánicas y estériles; y Kodiak, que es la isla más grande de todas. Vitus Behring fué el que descubrió todas estas islas, en 1741, en su segunda expedición al Océano Glacial Artico.
[103] Esos geólogos afirman que en siglos remotos el Continente de Asia estaba unido con el de América por ese eslabonamiento de islas; pero la furia del elemento acuoso, puesto en acción por el del fuego subterráneo, ha trastornado esta extensión de islas encadenadas y diseminadas de trecho en trecho, de las que hoy existen, tan sólo, las denominadas de los Galápagos, á algunas leguas de la costa del Ecuador.
[104] Para dar una ligera idea de las transformaciones sufridas por el Planeta Terráqueo en la sucesión de tantos siglos, expondremos unos pocos hechos en apoyo de lo expuesto, no sin traer á colación los relatos de autores antiguos.
Ante todo, diremos, que la mayoría de los geólogos admiten, que los Continentes sufrieron, en las épocas que corresponden á la infancia de nuestro Planeta, grandes modificaciones, pues los actuales Océanos deben considerarse como antiguos Continentes desmoronados, y una parte de los Continentes actuales, como restos de pasados océanos; modificaciones que experimentaran, ya por la violencia de los terremotos y fuegos subterráneos, ya por el ímpetu de las olas marinas, ya por los muchos montones de arena y cieno acumulados por el mar, ya por el amontonamiento lapidífico que está extendido por toda la Tierra, ya, en fin, por las otras muchas causas ocultas, que han levantado el suelo en unas partes y deprimídolo en otras.
«Sabemos, dice Apuleyo, en su obra De Dogmate Platonis de Mundo, que Continentes han sido convertidos en islas, y que por la retirada del mar estas islas han sido unidas á Continentes.»
Según Séneca, en su Medea, «la isla de Tarasia surgió súbitamente sobre la superficie del mar, como también las islas de Sabrina y Julia, que desaparecieron poco tiempo después.»
El poeta Ovidio, en sus Metamórfosis, lib. XV, pone en boca de Pitágoras: «He visto lo que era anteriormente tierra firme trocarse repentinamente en mar; he visto, al contrario, tierras salidas del seno de las aguas.»
Plinio, en la Historia Natural, lib. II, caps. LXXX, XC y XCI, hace una larga descripción de las tierras abandonadas por el mar y de aquellas que han sido unidas al Continente; supone que el Mar Mediterráneo era, en otro tiempo, un país habitado, y que un violento desbordamiento del Océano, rompió esta comunicación y formó este mar.
Según tradición de los habitantes de Ceylan, esta isla fué separada de la costa de Coromandel por una irrupción del mar.
Las ciudades de Pirrha y Antusa también fueron sumergidas, y hoy la laguna Meotis cubre sus ruinas. Lo mismo aconteció con las ciudades de Helice y Bura, en el seno de Corinto.
Conste, igualmente, según la relación de antiguos escritores, que en un tiempo estuvieron unidas la Euboca (Negroponte) á la Boecia, la isla de Chipre á la Siria, la Leucosia al promontorio de las Sirenas.
También hay recuerdo del hundimiento de gran parte de la extensa isla de Ceos (hoy Cia ó Zea), una de las que forman el grupo de las Ciclades, en el mar Egeo.
Los habitantes de Malabar afirman que también fueron separadas las islas Malvinas y Sumatra, que en otra época hacían parte del Continente Asiático.
Parece probable que, en tiempos lejanos, la Inglaterra estuvo unida á Francia, y la Isla de Sicilia á Italia.
Algunos geólogos suponen que la configuración de las costas del Océano Glacial Artico ha variado considerablemente; que la altura de las más grandes montañas de la Tierra han disminuída, como las de la Asia Central, y que la Cordillera de los Andes surgió de las aguas y formó la costa del Pacífico.
Sin remontarnos á épocas tan lejanas, vemos que en los tiempos más avanzados, el Globo Terráqueo ha sufrido también mutaciones en su superficie.
En 1446 fueron sumergidos, por la irrupción del mar, más de doscientos pueblos de la Frisia y la Zelandia.
En 1663 un fuerte terremoto habido en el Canadá, desquició más de cuatrocientas leguas de terreno; en esa catástrofe chocaron unas montañas con otras; algunas, arrancadas totalmente de su sitio, fueron precipitadas en el gran río San Lorenzo; otras, se sepultaron en el seno de la Tierra, y una montaña de rocas de más de cien leguas de extensión, se hundió enteramente, dejando en su lugar una dilatada planicie. Después de este formidable terremoto han surgido ríos y lagos en puntos donde antes no había sino montes inaccesibles.
En fin, últimamente, en Enero de 1907, una inundación del mar hizo desaparecer la isla de Simalu, distante ciento veinte kilómetros de la costa de Sumatra y que tenía dos mil cien kilómetros cuadrados de superficie con unos ocho mil habitantes malayos.
El sabio naturalista Cuvier y los eminentes geólogos Maltebrun, Balbi, Reclus y Flammarióu, demuestran con argumentos científicos de valor, que la superficie del Globo Terráqueo ha experimentado frecuentes contrastes y variaciones producidas por el elemento acuoso, en combinación con el fuego central de nuestro Planeta, originándose, así, hundimientos y solevantamientos en su costra. Incuestionable es, suponer que la disposición exterior del Globo Terráqueo fué distinta, en tiempos remotos, de lo que ofrece hoy, pudiendo colegirse que entonces el Nuevo Mundo se hallaba unido á los Antiguos Continentes de Europa, Africa y Asia.
[105] Haremos una descripción sucinta de sólo dos principales ruinas ciclópeas de la América Septentrional, á fin de que se tenga una pequeña idea de lo que fueron esos antiquísimos monumentos prehistóricos. Cuanto á las ruinas que se hallan aún diseminadas en la América Meridional, nos ocuparemos de ellas en la segunda parte de esta obra.
Los arqueólogos que han visitado las ruinas de Mitla, cerca del pueblo de San Pablo. Mitla, en la provincia de Oaxaca, al extremo meridional de México, dicen que son de las más grandiosas que se conocen, y calculan que los cuatro palacios que existen allí fueron edificados en los siglos VII á XIII de la era actual, midiendo en conjunto una área superficial de 500 metros de Norte á Sur y 300 de Este á Oeste, superficie que equivale á 150,000 metros cuadrados: la ornamentación es uniforme y el material empleado, de piedra traquita, ó sea, roca volcánica, unida con cemento, ó mezcla de cal y arena, cuyo trabajo de albañilería es calificado como muy superior. Las columnas de esos palacios son monolíticas, cónicas, del diámetro de 80 á 90 centímetros en la base y 3 metros y 30 centímetros de altura: el adorno consiste en pinturas, mosáicas y esculturas, que causan la admiración de los viajeros. Al occidente de Mitla se encuentra, sobre la cima de un peñasco escarpado, una fortaleza que mide media legua de extensión, con varios ángulos salientes y entrantes y cortinas intermedias; en su frente, considerado accesible, hay doble muralla, de las que la una es curva elíptica y la otra, más elevada, en forma de tenaza: varios ingenieros que han visitado esta fortaleza, declaran no ser inferior á las europeas del siglo XII.
En el No 16 del tom. I del Magasin Universel, impreso en París y correspondiente al 6 de Febrero de 1834, encontramos los siguientes datos sobre el descubrimiento de las ruinas de Palenque: «En 1786 Carlos III, rey de España, mandó una expedición á México con el objeto de hacer investigaciones de las antigüedades mexicanas anteriores al descubrimiento de la América, principalmente de las de Palenque, investigaciones que entonces fueron infructuosas. Algunos años más tarde, una segunda expedición salió de España con el propósito de reconocer, con exactitud, los lugares explorados anteriormente; expedición que fué dirigida por el coronel Dupaix, secundado por Castañeda, encargado de la ejecución de los dibujos. Al llegar á la provincia de Tzendales, constataron la existencia de una ciudad desierta y en ruinas, de seis leguas de extensión, con edificios sólidos de una magnificencia sorprendente, con antiguos ídolos de granito y pérfido, pirámides, sepulcros subterráneos, hiladas de piedras labradas de seis pies de espesor, bajo-relieves colosales escultados sobre granito ó modelados en estuque, zodiacos, y, en fin, geroglíficos diferentes á los de Egipto, apesar de su similitud original; todo lo que atestigua la remota antigüedad de Palenque. Esta metrópoli, oculta durante siglos en medio de un extenso desierto, ha quedado desconocida hasta 1750, época en que el Gobierno español concibió la primera idea de la expedición científica que fué llevada á cabo en 1786, y luego seguida de otras dos. Estas tres expediciones costaron al Gobierno español la suma de 100,000 pesos fuertes, gasto que, empero, no ha resultado estéril para la ciencia. Ante la vista de tan maravillosas obras, salidas de las manos de los hombres, cabe preguntar: ¿de dónde vinieron esos hombres y quiénes fueron los que ejecutaron esas obras? La contestación es obvia, porque existen numerosísimas pruebas que manifiestan, evidentemente, que el Nuevo Mundo fué visitado por habitantes del Antiguo, algunos siglos antes de la expedición de Colón.» En 1750, cuando los Españoles descubrieron Palenque, quedaron asombrados al ver las ruinas de una ciudad, en otro tiempo tan extensa y magnífica, que tenía templos, altares, divinidades, esculturas y piedras monumentales que atestiguaban su alta antigüedad: los geroglíficos, los símbolos y los emblemas descubiertos en los templos, ofrecían tal semejanza con los de los Egipcios, que se supone que una colonia de esta nación fué la que fundó la ciudad de Palenque ó Culhuacan.
Empero, según varios historiadores, unos de los primeros habitadores del país de Anahuac ó México, fueron los Olmecos, que dejaron allí algunos monumentos ciclópeos, entre los cuales se citan los de Mitla y los de Palenque. Después, cuando estos Olmecos emigraron al Sud hasta el lago de Nicaragua, llegaron, en el año 544 de nuestra era, los Toltecos, que fundaron allí las pirámides, dieron al año solar una división más perfecta que la de los Romanos é imaginaron los signos geroglíficos. En 1051 emigraron los Toltecos á la parte meridional de América. En 1070 llegaron los Chichimecos, y en 1091 los Aztecas, que edificaron el Teocallí ó Casa de Dios y fundaron la ciudad de México, bajo el gobierno de nuevos reyes que fueron sucesivamente gobernando.
[106] En efecto, según tradición de los antiguos indígenas, el origen de las primitivas razas del Perú, aparece mezclada con la fábula.—"Al secarse las aguas del Diluvio, cuatro hermanos, llamados Aiarmanco, Ariarcachi, Ariarcucho y Ariarsanca, salieron de Pacaritambo (posada que amanece). Envidiosos de Ariarcucho, sus hermanos lo encerraron en una cueva; pero, los Andes se estremecieron, y el prisionero, hundida su cárcel, echó á volar con alas de brillantes colores; perdonó á los fratricidas y les ordenó proseguir en la fundación de una ciudad."
La tradición de los Kechuas también está fundada con la fábula, "Huirakocha, después de crear los Cielos y la Tierra, formó los primeros hombres, que en castigo de sus maldádes, fueron convertidos en piedras; como en todo el Universo apenas había algo de luz, Huirakocha hizo el sol y las estrellas, modeló unas estátuas en las que inspiró la vida, y comenzaron á caminar hacia el Perú, cuyo país se repartieron."
[107] El primitivo nombre de Tiahuanaco, al parecer de algunos historiadores antiguos (Betanzos y P.P. Cobo y Oliva), sería «Chucará», «Taipikalá» y «Huañaymarca», respectivamente. Pero el verdadero nombre de este lugar, tal como lo pronuncian los aborígenes, sería «Titihuahuanacu». El hecho cierto es, que la denominación primitiva, la verdadera denominación que tuvo la ciudad prehistórica, há quedado perdida por siempre.
[108] Lás ruinas de Quelap, que se suponen una fortaleza, deben haber sido un monumento grandioso, á juzgar por su extraordinaria extensión: situádas en el departamento de Amázonas, á 2699 metros sobre el nivel del már y á 6°25′ de latitud Sud y 8°8′ de longitud Oeste de París, esas ruinas constan de una extensa muralla de gránito de 1008 metros de largo, 156 de ancho y 142 de alto, sobre lá que hay otra muralla de 168 metros de largo, 140 de ancho y 42 de álto: ambas murallas son de piedra labrada y tienen varias puertas.
[109] Hoy sobreviven aún algunos fragmentos de esa raza, que permanecen en la mayor ignorancia y embrutecimiento, completamente indiferentes á los adelantos de la civilización actual.
[110] Oklla y no Okllo, como escribe la mayoría de los autores, porque Mama-Oklla, en quechua, significa «madre cariñosa, que abraza en su seno» ó «regazo de madre.»
[111] El Emperador de la China, con un ceremonial patético, no desdeñaba (hasta ayer no más, en que el Imperio transformóse en República) labrar la tierra con sus propias manos: cada año al celebrarse una fiesta señalada, daba á sus súbditos, este hermoso ejemplo. Al efecto, en el templo más grande de Pekín, ofrecía préviamente un sacrificio al dios de la Madre Tierra, en seguida, revestíase de un traje de labrador, y conduciendo una yunta de bueyes con las astas doradas y atádos á un arado de plata pintado de carmesí con filetes dorados, abría surcos en una pequeña extensión de terreno del recinto de ese mismo templo. Durante su trabajo, la Emperatriz, acompañada de sus damas de honor, en un departamento inmediato, preparaba una frugal colación, que le llevaba y tomaba en su compañía. Los antiguos Chinos instituyeron esta ceremonia para recordar á sus monarcas, que las rentas públicas sobre las que se funda su poder, provienen del trabajo y sudor del pueblo, y que no deben ser invertidas en el fausto y el despilfarro, sino aplicadas á las necesidades del Estado.
Llama mucho la atención la analogía de ese ceremonial con el celebrado por los Emperadores Peruanos; hecho que dá fundado márgen para suponer que la civilización incáica deribabá de la China, y que los Incas practicaban ese ceremonial con idéntico fin que los monarcas del Celeste Imperio, es decir, tanto para dar á sus súbditos el ejemplo de que deben dedicarse al trabajo de la agricultura, cuanto para simbolizar que el producto de ese trabajo debe emplearse en las necesidades de la comunidad únicamente.
[112] Planta enredadera y trepadora cultivada en algunos parajes de la China, cuyas hojas mascan habitualmente los naturales del país.
[113] Lo que prueba la existencia, en la antigüedad, de las continuadas islas á que hace referencia el conde Carli, es que los mismos conquistadores españoles, al arribar á las costas del Pacífico se cercionaron por las relaciones uniformes de las diversas tribus situadas desde Guayaquil hasta Arica, que sus antecesores habían venido desde lejanas tierras por las innumerables islas que existían en todo ese mar, y que desde esas costas remotas habían navegado á esas numerosas islas, cuyos vestigios, se presume, sean las que quedan hoy conocidas con el nombre de Galápagos, distantes como unas cien legues de Guayaquil, islas que, según asevera el almirante inglés David Dampier—se dilataban desde un grado de latitud septentrional hasta cinco de latitud meridional, contando, algunas de ellas, de ocho, diez y más leguas de longitud; unas altas y otras bajas, unas con ríos de agua dulce y otras sin ésta, unas estériles y otras fecundas; formando todas ellas un inmenso archipiélago.» A lo cual, agrega el mismo almirante en su relación publicada en la «Gazzetta Americana», que, «según han ido pasando los años, se han ido perdiendo y desapareciendo muchas de aquellas islas, quedando de ellas solo catorce.» Todas estas islas diseminadas ántes en el Océano Pacífico, inducen á creer que sirvieron de escala, en épocas remotas, á los originarios del Asia para arribar á las costas meridionales del Contínente Sud-americano.
[114] Armenia, en el Asia Occidental, es la vasta región montañosa de las elevadas mesetas que comprenden las cuencas superiores del Anaxes, del Eufrates, del Tigris y del Tchorcuk: confina, al Norte, con la Georgia y la Mingrelia, al Oeste con el Eufrates, al Sud y al Este con el Kourdistan y el Aderbijan. Se considera la Armenia como uno de los países más bellos de la Tierra, y, en tal concepto, los geólogos antiguos colocaron en ella el Paraíso Terrenal.
[115] Los ejemplares de esos artefactos de cerámica que han llegado hasta nosotros, son tan perfectos y tan bien conservados, que parecen recién elaborados, razón por la cual son muy apreciados por los anticuarios.
[116] Esta piedra, que es una obra de arte de la extinguida civilización de los Chimús, cuyo mérito artístico fué reconocido por el señor José Toribio Polo, que la encontró en Chavín de Huantar, en 1874, se halla actualmente en Lima, traída á esta capital por el Gobierno, quizá á indicación de este sabio arqueólogo, donde se halla en exhibición pública en el vestíbulo del Palacio de la Exposición. La piedra mide 1 metro 95 centímetros de largo por 76 centímetros en su parte más ancha, siendo su espesor de 17 centímetros y el relieve del dibujo de 5 milímetros, representa un hombre ó ídolo deforme, rodeado con muchas culebras: el todo es muy notable por la finura, regularidad y simetría del dibujo, cuyo artista la exculpió sin hacer uso de herramientas de hierro, pues que en aquel tiempo los indios no conocían el uso de este metal.
[117] La etimología de Tiahuanaco, según algunos autores, que refieren que un Inca que llegó á ese lugar, llamado entonces Chucagua (ciudad de piedra), recibió un correo á pié (chasque), el cual llegó mucho antes de lo que se le esperaba. Asombrado el Inca, le dijo: Tihuai,—guanaco (siéntate, guanaco) comparándole con el cuadrúpedo más veloz que conocían los peruanos.
[118] Es casi inverosímil, que la protocivilización de Tiahuanaco, que era en esa época lejana, el foco de la cultura peruana y americana, se hubiera dejado avasallar por los bárbaros Aymarás. Pero toda hipótesis cabe en el destino de las naciones, pues la Historia, en sus páginas innúmeras, ofrece algunos ejemplos de grandes imperios y reinos que, después de haber sido florecientes ó poderosos, se derrumbaron trágicamente. Los hechos que han acontecido posteriormente en el mismo Perú y en México, con la conquista española, parecen en sí mismos fabulosos, pues no se concibe como un puñado de aventureros lograran conquistar esos dos grandes imperios.
[119] La gran revista mexicana «Revista de Revistas,» con el rubro de Valioso descubrimiento en el Perú, trae el siguiente suelto:—«El anticuario inglés Mr. Hewit Myring hizo recientemente uno de los descubrimientos más valiosos, relativos á la historia del Perú. Colectó en un antiguo cementerio de indios, más de dos mil especímenes de obras de barro y armas de los antiguos peruanos. Mr. Myring encontró debajo de una huaca de Incas, en una de las exploraciones que hizo en los montes á una distancia de doscientas millas al interior de Lima (valle de Chicama), restos y reliquias de la raza de los Chimús, objetos que, según los arqueólogos, datan de seis á siete mil años antes de Jesucristo. Cada tumba contenía restos de alimentos en jarras vidriadas de arcilla. La parte más valiosa de este descubrimiento de antigüedades, se compone de grandes urnas, algunas de las cuales tienen hasta seis piés de alto y son tan pesadas que requieren tres hombres para llevarlas en peso. Se las encontró sepultadas al lado de las momias, y la mayor párte de ellas llevaban esculpido el rostro del muerto ó de la muerta, tallado con suma destreza, ya en la parte superior de la urna, ya en un macizo pedestal inferior.»
Todos estos objetos, en número de setecientos, han sido incorporados al Museo Británico de Londres; los notables arqueólogos ingleses Mr. Clemente Markham y Mr. C. Read, han declarado que esos hallazgos, en su calidad de obras de arte, son superiores á las antigüedades asirias y egipcias, y su estilo llega á la perfección del gusto griego arcáico. Estas interesantes reliquias de los Chimús acreditan, y así se dice, que les era desconocido el caballo, pues las personas van montadas sobre el ancho lomo de un animal cuya cabeza es parecida á la de un ciervo, asemejándose el cuerpo al de un tapir. También se nota que las armas que usaban eran, la azagaya ó pequeña lanza arrojadiza, la maza y el escudo. Asímismo se colija que eran aficionados á la música, como lo demuestran los muchos instrumentos musicales encontrados. La moda, igualmente, había llegado en este pueblo á la alta perfección, á juzgar por la gran variedad de tocados y peinados que llevaban las figuras de las vasijas. Eran aficionados á los animales, como las aves y cuadrúpedos, antílopes, mochuelos, zapos, grullas y cigüeñas, según se nota en la ornamentación de las figuras halladas. En la plástica alcanzaron la perfección, pues se notan cabezas con los ojos semicerrados y la boca torcida por grotesca sonrisa ó verdadero dolor; otras tienen ojos grandes, inteligentes, que miran debajo de cejas pobladas, la nariz bien proporcionada, y la boca de corte expresivo. Pero, lo más extraordinario de todas estas figuras, es la representación más antigua que se conoce, de la leyenda de Prometeo, representada por una figura humana, atada á una roca, y en cuyos intestinos hunde su pico un águila».
Todos estos objetos son de un valor inapreciable, y lástima grande es, que esa valiosa colección, en lugar de figurar en el Museo Británico de Londres, no figure en el Museo de Lima. Por eso, y á fin de evitar en lo sucesivo semejantes escandalosos despojos, el Gobierno del Presidente don Augusto B. Leguía, en 1911, expidió un decreto, prohibiendo, en adelante, la extracción de antigüedades peruanas.
[120] Los relatos de Montesinos han sido acogidos, hasta ahora, con cierta desconfianza; pero tienden á rehabilitarse con las indagaciones practicadas últimamente por los sabios. Al terminar sus Memorias antiguas historiáles y políticas del Perú, protesta que en su obra «no hay cosa fingida, sino datos sacados de quipus y de memorias antiquísimas que me he dado el trabajo de examinar instruyéndome de todo.»
[121] Ccapacc, en lengua Quechua, significa grande, poderoso.
[122] Los antiguos cronistas y modernos historiadores están en desacuerdo sobre la duración del período del Imperio de los Incas, aún del reinado de cada uno de ellos. Uno de estos cronistas, cree que el Imperio duró tan solo 200 años otros, de 300 á 400; otro, 350; otro, 362; otro, de 500 á 600; en fin, otro, 565 años. Nosotros, según la generalmente admitida cronología del reinado de cada uno de los Incas, creemos que la duración del Imperio Incáico fué de 511 años, desde 1021 hasta 1532, año en que dejaron de reinar los dos últimos monarcas, Huáscar y Atahualpa, muriendo el primero en ese mismo año, y el segundo al año siguiente. Cuanto á la duración del reinado de cada Inca, también los cronologistas caen en discrepancias, no faltando alguno (Sarmiento de Gamboa), que dá á algunos soberanos una vida de centenarios, como Manco-Ccapac, que, dice él, murió de 144 años, después de un reinado de 100.—También hay discordancia entre los historiadores antiguos tocante al orden en que gobernaron los Incas, y aún introducen cambios en los nombres de esos monarcas. Todos estos diferentes pareceres producen lamentable confusión en la historia de esos soberanos.
[123] La extensión territorial del Imperio, debido á las muchas conquistas realizadas por los Incas, llegó á ser mayor que la que tuvieron los Romanos en su mayor apogeo. Por el Ccollasuyo, ocupaba desde la parte meridional del Cuzco y la altiplanicie del Calloa, hasta las tierras denomidas hoy San Miguel de Tucumán y Santiago del Estero, y toda la región andina de Jujuy, Salta, Catamarca, Rioja, San Juan de Mendoza, hasta el río Maule. Por el Antisuyo el poder incáico llegó hasta Laracaja y Carabaya, la cuenca del río Toro y los valles longetudinales en más de cuarenta leguas. Por el Ccuntisuyo, comprendía las tierras entre el Apurimac y el Pachachaca, hasta Pampas, y lá cadena occidental hasta la costa marítima. Por el Chinchaysuyo, solo llegó el poder de los Incas hasta Huánuco y por la sierra hasta Pasto. Se calcula que la población de Tahuantinsuya, cuando la conquista española, llegaría á más de 10.000,00 de indígenas, población que fué disminuyendo casi en sus dos terceras partes durante la época colonial.
[124] Paullu-Tupacc, convertido á la religión cristiana y bautizado con el nombre de Cristóbal, murió en el pueblo de Ccollccampata, cerca de Cuzco, en 1549. Manco-Inca fué investido honoríficamente por Francisco Pizarro con la dignidad imperial, en 1534; pero viéndose engañado, se retiró al pueblo de Yucay, tramando allí una sublevación, en la que la existencia de los conquistadores estuvo en inminente peligro, cuya sublevación fué al fin, adversa á los Peruanos, teniendo Manco que huír á las montañas de Huillcapampa (en 1557), donde fué muerto traidoramente de un balazo, por un soldado español á quien él había colmado de beneficios.
Su hijo Sayri-Tupacc, se coronó en Huillcapampa: á instancias del Virrey don Andrés Hurtado de Mendóza, salió de las montañas, á Lima, á donde le hicieron una grande recepción, presentándole las mercedes que el Rey de España le concedía, á lo que Sayri-Tupacc hizo una demostración sugestiva ante todos los asistentes. Arrancó un hilo de la sobremesa y dijo: «Si toda esa sobremesa es mía, ¿qué merced es la que se me hace dándome este hilo?» Sin embargo, le obligaron á abdicar sus derechos al Imperio, en favor de la Corona de Castilla (1560), otorgándole, para su mantenimiento, la provincia de Urubamba y el valle de Yucay. Sayri-Tupacc se retiró á este último punto, habiendo recibido préviamente el bautismo, con el nombre de Diego. Murió á los tres años, apesadumbrado por la abdicación que había hecho, y dejó una hija, doña Beatriz Ñuzta, que casó con Martín Loyóla, sobrino de San Ignacio de Loyola.
Gabriel Tupacc-Amaru, hermano de Sayri-Tupácc, se coronó en Huillcapampa. El Virrey don Francisco Toledo le llamó con engaños al Cuzco, prometiéndole las mercedes que se habían concedido á su hermano; pero se negó á aceptarlas. Viendo el Virrey que Tupacc-Amaru se resistía á sus falsas promesas, mandó hacia él una partida de soldados, capitaneados por Martín Loyola, quien apresó al Inca y su familia. En el Cuzco fué encarcelado, cargado de grillos y cadenas, y se le formó proceso criminal, acusándole de delitos que no había cometido, porque el ánimo del Virrey era estirpar, del todo, la dinastía incáica: Gabriel Tupacc-Amaru fué condenado á ser descuartizado, cuya ejecución se llevó á cabo el 17 de Mayo de 1579, en la plaza del Cuzco, del modo más inhumano y bárbaro: á la vez fueron también ejecutados, ese mismo día, su esposa, Micaela Bastidas, sus hijos Dámaso é Hipólito, sus cuñados Antonio y Miguel Bastidas y diez otros jefes ó consejeros suyos. Mariano Tupacc-Amaru y Diego Tupacc-Amaru, hijo, el primero, y hermano, el segundo, de Gabriel, fueron fingidamente embarcados para España, pero en alta mar, asesinados, y sepultados en el abismo.
Así terminó, con los Tupacc-Amáru, la dinastía incáica en el Perú, después de conservar aun ésta, su dominio, en aquellas apartadas regiones, durante cuarenta y cinco años (desde la finjida coronación de Manco-Capacc, en 1534, hasta la ejecución de Gabriel Tupacc-Amaru, en 1579).
[125] El vasto Imperio Incáico se extendía, por la costa, desde el 2° grado de latitud Norte hasta el 37° de latitud Sud, es decir, desde el río Angusmayu, que separa la provincia de Quito de la de Pasto, hasta el río Maule, que forma el límite de Chile, ó sea una extensión de 1300 leguas de longitud; y por el interior, se dilataba al otro lado de la Cordillera de los Andes, hasta los confines de las tribus salvajes, teniendo en su parte más ancha, 120 leguas, desde el río Juanambica hasta el Pilcomayo, y contando, así con regiones dilatadas y muy ricas, que abrazaban todos los territorios de las actuales repúblicas del Ecuador, Perú, Bolivia y la parte Norte de Chile, hasta el Tucumán.
Estaba dividido el Imperio Incáico en cuatro partes ó regiones, y se denominaba Tahuantinsuya, designación que los Españoles suplantaron por la del Perú, quizá por el nombre de un pequeño río del Norte. Las cuatro regiones del Imperio eran: Antisuyu, al Este; Continsuyu, al Oeste; Collasuyu, al Sud; y Chinchasuyu, al Norte. Cada una de estas regiones tenía un camino estenso que partía desde la capital, Cuzco, y atravesaba los cuatro puntos cardinales. Estas regiones se dividían en provincias, y éstas, á su vez, se subdividían en porciones de á 10,000 habitantes, bajo el mando de un jefe ó gobernador.
[126] Las famosas ruinas de Tiahuanaco están situadas á 12,200 piés de elevación sobre el nivel del mar, ó sea, á 36 piés más elevados que la laguna de Titicaca, que es considerada la más alta del Globo, con la particularidad de que nunca se congela apesar de su extraordinaria altura. Tanto la ciudad emplazada á tan gran altura, y que ofrece al mismo tiempo las construcciones antiguas más imponentes de toda la América, cuanto la laguna de Titicaca, que igualmente se halla á tan gran altura, son hechos que llaman mucho la atención de los arqueólogos y geólogos. El nombre primitivo que tuvo esta ciudad misteriosa de Tiahuanaco, ha quedado perdido. Los Aymarás, después, le han puesto el nombre de Tiahuanaco, cuya etimología sería Titihuahuanacu, que significa «los hijos del jaguar ó Titi».
[127] Varios historiadores y algunos otros autores hablan de la traslacion de esas piedras desde las canteras hasta Tiahuanaco. Cieza de León, en el cap. CV. de su «Crónica del Perú», dice que «esas piedras debían haber sido traídas de grandes distancias y con muchas dificultades;» sin especificar esas circunstancias.—El Licenciado Polo de Ondegardo, en la pág. 171 de sus «Relaciones de Antigüedades Peruanas,» afirma que «esas piedras se encontraban á distancia de cien leguas.» Alcides D'Orbigny, en el tom. III, cap. 1, pág. 346 de su Voyage á l'Amérique du Sud, infiere que «los grandes bloques antecíticos dispersos entre las ruinas y la orilla del lago Titicaca, demuestran el camino por el que fueron traídas como material de construcción de Tiahuanaco.»—Jorge Squier, en su obra Incidents, travels and explorations in the land of the Incas, participa de la misma opinión de D'Orbigny.—Juan Diego Tschudi, en la pág. 65 de su obra Raisen in Sud America, asienta que «esas piedras han sido extraídas del volcán Kaijappia y que fueron trasportadas por tierra por la vía de Zepita y el Desaguadero.»—Posteriormente, el señor Arturo Posnausky, en su interesante trabajo «Petrografía de Tiahuanaco,» publicado en el tom. V de la «Revista de la Sociedad Geográfica de la Paz», cree haber comprobado que esas piedras proceden efectivamente del volcán apagado Kaijappia, situado en el istmo de Yunguyo, á 1648 metros de elevación sobre el nivel del lago Titicaca, volcan cuyas cumbres están hoy cubiertas de nieve perpétua y que hacen muchos siglos formaban dos cráteres que arrojaban desde las entrañas de la tierra cenizas, lavas y grandes bloques antecíticos.» El señor Posnausky dice que en las cumbres de dicho volcán, cuyo cráter principal tiene un diámetro de trescientos metros, se ven aún las señales del trabajo plutónico que ejecutaron los antiguos Tiahuanaquenses para extraer dichas piedras; que hoy este cráter está convertido en una laguna profunda que recibe las aguas de las nieves derretidas de las alturas; que en dicho cráter se encuentra una boca-mina abandonada cuya entrada fué trabajada sólidamente, en ese tiempo, por esos mismos Tiahuanaquenses; y que ese cerro contiene casi todo el material de que se han servido éstos para sus construcciones ciclópeas. Después de ocuparse el señor Posnausky de la procedencia de esas piedras, describe la manerá como se han trasportado desde el volcán Kaijappia hasta Tiahuanaco, opinando que indudablemente, en aquella época, se estendía un brazo de agua en todo el trayecto que media entre el lago Titicaca y Tiahuanaco; que aún se encuentran en este último lugar el muelle y desembarcadero, y á cincuenta pasos de éste, las piedras desembarcadas que los constructores referidos comenzaron á labrar. Se han trasportado dichas piedras, según asevera el señor Posnausky, mediante grandes balsas de totora construídas con ochroma picatoria (palo de balsa) que se encuentra en los Yungus, necesitándose, para la construcción de ellas, más de tres mil kilos de ese palo ó sean setenta troncos de diez metros de largo y veinte de espesor. El trayecto de Kaijappia á Tiahuanaco, dice, es de cuarentaicinco kilómetros, que se pudo haber recorrido en veinticuatro horas. Cuanto á las moles de que hablan D'Orbigny y Squier, le parece al señor Posnausky, que procedían de balsas que naufragaron, hundiéndose con su pesada carga, «Las piedras desparramadas entre la orilla del lago y las minas, no son, en ningún caso, piedras cansadas, cual las califica Garcilaso, porque su peso es comparativamente muy pequeño para que fueran abandonadas por no tener como trasportarlas.»
[128] La existencia de estos gigantes, en tiempos remotos, es también testificada por las tradiciones indígenas
[129] Estos gigantes eran de talla tan extraordinaria, que, según Cieza de León en la primera parte de su «Crónica del Perú», cap. III, «los indíanos de talle común les llegaban á las rodillas.»—El P. Acosta en su «Historia Natural», cap. XIX, dice: «aquellos gigantes eran tres tantos mayores que los indianos de ahora.»—Gomara en su «Historia general de América», cap. CXCIV dice también: «que las estátuas de piedra hechas por ellos, halladas por Francisco Pizarro en Puerto-Viejo, tenían la medida de algo más de ocho varas, que es la que corresponde á todos los esqueletos hallados en los sepulcros de la provincia de Guayaquil, y los esqueletos que se hallaron más tarde en las cercanías de Trujillo, correspondían al mismo tamaño, siendo cada diente tres dedos de grueso y cuatro de largo.»
[130] El presbítero Velasco, en su «Historiá del Reino de Quito», lib IV, párraf. VI, pág. 159, refiere el hecho, que él mismo presenció, del desentierro de un esqueleto gigante, en Ríobamba, aseverando que «al fabricar uná casa, en 1735, los albañiles encontraron un grandísimo sepulcro de muy remota antigüedad, tardando todos los trabajadores algunos días en ir sacando las osamentas, que se reputó de más de 4000 cuerpos de los gentiles indianos que debieron morir en alguna guerra de las que mantenía siempre la nación de los Pirhuayos con las de las costas del mar. Entre aquellos esqueletos se descubrió uno todo entero, cuyas canillas tenían dos varas cumplidas y cuyo cuerpo todo fué reputado en más de treintidos palmos ó más de ocho varas.»
Últimamente, haciendo unas excavaciones para descubrir una antigua ciudad azteca, en México, se han encontrado en el distrito de Tlaplum, el esqueleto de un gigante prehistórico, al que los sabios mexicanos le asignan doce piés de alto. Se cree que el esqueleto de este gigante corresponde al legendario Quetzacoallto, uno de los progenitores de la raza Azteca; pero esta creencia no pasa de ser una hipótesis ó mera suposición, algo aventurada, porque ningún dato histórico la comprueba.
[131] El célebre navegante Cook, que ha visitado la Isla de Pascuas ó Vai-Hu, también llamada Rapanui ó de Davis, que se halla á 27° grados de latitud meridional, y 112° de longitud Este, distante como cien leguas de las costás del Perú, dice:
«Esta isla tiene apenas cuatro leguas de largo y tenía en otro tiempo una población de tres mil habitantes, encontrándose en ella huellas de una civilización prehistórica casi grandiosa. Hay en ella, agrega, innumerables estátuas gigantescas de piedra perfectamente labrada, de veintisiete piés de altura, colocadas sobre sus respectivos pedestales, é idénticas á las que se hallaron en Manta, en el Ecuador, suponiéndose que fueron obras de los gigantes que vivieron allí, y que han dejado otros monumentos y estátuas aún más sorprendentes y soberbias que se encuentran en Tiahuanaco, que indudablemente fueron también obras de esos mismos gigantes.» Dicha isla fué descubierta por el célebre navegante inglés Juan Davis, en 1686, reconocido por el almirante holandés Roggewein el día de Pascuas, en 1722, y visitada por Cook en 1774 y por La Pérouse en 1785.
[132] Parece que también en las provincias de Córdova y Rioja han habido gigantes, pues en esos lugares se han encontrado algunos huesos y cráneos de proporciones extraordinarias.
[133] Betanzos en su «Suma y narración de los Incas Capacunas,» le dá el nombre de Taipikala, y Posnauski el de Huiñuymarca. Pero sea el nombre que fuere, esa divergencia de interpretaciones no tiene importancia alguna, siendo estéril entrar en discusión á este respecto, porque nadie sabe cuál fué el idioma de los constructores de estas ruinas; de consiguiente, el primitivo y verdadero nombre que tuvo la ciudad prehistórica ha quedado para siempre perdido.
Empero, no queda duda que el nombre de Titihuahuanaco, (que se supone de origen aymará), como lo pronuncian los indios Aymarás, significa «los hijos del jaguar.»
Además, como lo ha dicho el señor Belisario Díaz Romero (en el diario «La Nacion» de Lima del 17 de diciembre de 1913) es probable que la palabra Tiahuanaco tenga su origen del idioma anti ó andino, que es anterior al Aymará, como también la raza Anti lo es de la Aymará.
[134] «Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima», tom. XV, págs. 280 y 281, correspondiente al 30 de setiembre de 1904.
[135] En los cráneos dolicocéfalos, la cabeza presenta desde arriba la forma oval, truncado por delante, longitud aumentada posteriormente por una protuberancia occipital saliente; su mayor anchura se encuentra algo delante de las fosas parietales que se hallan en la base del cráneo. En los cráneos braquicéfalos, la cabeza, en vez de ser redonda, parece cuadrada, con los ángulos redondeados y la extremidad anterior más pequeña que la posterior.
[136] Desde el siglo XV ha permanecido esa ciudad completamente oculta, por hallarse cubierta de bosques; en ella no ha posado la planta del conquistador, y, por consiguiente, no fué objeto de profanación, destrucción y especulación de la codicia de los aventureros del tiempo de la conquista, ni aún de los especuladores de la larga época del coloniaje. Empero, la existencia de Choqquequirau fué conocida desde algún tiempo á la fecha, pues es notorio que por los años 1870 á 1874, el señor José Benigno Samanez, al frente de una expedición, se propuso llegar á ese sitio; pero su proposito le salió frustrado, porque entonces no pudo abordar á él por las dificultades de los caminos inaccesibles. Posteriormente, el doctor don Julio Césár de Piérolá, prefecto de Apurímac en los anos 1897-98, concibió también la idea de llegar á esas tierras, y, al efecto, hizo abrir un camino y construír una oroya sobre el Apurímac (especie de puente de un solo alambre con una canasta que puede contener tres personas), la que facilitaba el tráfico; pero los acontecimientos revolucionarios de esa época y su separación de la prefectura, ahogó la empresa cuando faltaba poco para tocar á su término. Últimamente, el señor Jorge Alejandro Ballón, formando al efecto una sociedad exploradora, fué quien obtuvo el éxito deseado, pues vencidas las innumerables dificultades que se presentaron, se pudo descubrir esta misteriosa ciudad, y se logró pisarla, quedando deslumbrados todos ante la magneficencia de las construcciones, como, asímismo, por el elegantísimo mobiliario que decoraba sus habitaciones, y con el cual formaban contraste los cadáveres hallados en las actitudes que se encuentran generalmente los de la época incáica. El descubrimiento de esta ciudad antiquísima ha despertado el más vivo interés entre los hombres científicos, por los datos históricos que puede suministrar y por los estudios arqueológicos que en ella sea dable efectuar.
Felizmente, el estudio de las antigüedades peruanas van adquiriendo cada día mayor importancia. Las muchas ruinas diseminadas en los territorios del Perú y de Bolivia, són considerados como verdaderos tesoros de riqueza artística, y quizá, más tarde, esos dos territorios reservan á los exploradores aún mayores sorpresas arqueológicas, que las que se han descubierto hasta el día.
[137] Estas construcciones ciclópeas van destruyéndose poco á poco, por la incuria de las autoridades, quienes no tienen en cuenta que aquellos monumentos son patrimonio de la Historia peruána, y que la civilización universal, por su solidaridad en el arte y en la ciencia, las reclama.
[138] Los etnógrafos opinan que las razas americanas esparcidas en todo el Nuevo Continente pueden dividirse en secciones diferentes.
Así, la parte oriental de este Continente fué poblada por una raza que, según Bory de Saint-Vincent, probablemente salió de las vertientes de los montes Allegany y de los Apaches de la hoya del río San Lorenzo: las emigraciones de estos pueblos pasarían á las Floridas, y de allí al mediodía, ocupando las regiones de México, Antillas, Tierra-Firme, Guayanas, y el territorio de Cumana: esta raza es originaria de los Pieles-Rojas, que se han extinguido por el poder absorbente de los Yankees. Los indígenas de Yucatán y de Honduras, los Caribes y los Galibis tienen analogías marcadas con esta raza oriental, pues como ella, son de cuerpo bien formado, y ágiles; su cabeza prolongada es bien conformada; su cara es ovalada (dolicocéfala), que son los cráneos cuyo diámetro antero-posterior es notablemente mayor que el transversal; la frente deprimida; los cabellos negros, gruesos y lucientes; y el color de la piel cobrizo.
La raza meridional de una parte sud del Contínente Americano, como la hoya superior del Orinoco, la hoya del Amazonas, el Brasil, el Paraguay y la Araucania, tienen, según Augusto de Saint-Hilaire, caracteres que recuerdan la raza china: la cabeza redonda (braquiocéfala), que son los cráneos cuyo diámetro antero-posterior difiere muy poco del transversal, muy voluminosa, hundida en las espaldas por ser el cuello corto, y pesada y aplanada por el vértice; la frente ancha, muy deprimida; los pómulos salientes; los ojos pequeños; la nariz achatada; los labios gruesos; la boca grande; los cabellos negros, lisos y rígidos; y la piel de color de cuero curtido. Los indígenas de las costas occidentales eran diferentes á los del resto del Continente, no solamente por sus caracteres orgánicos, sino también por sus costumbres, y su avanzada civilización, como lo comprueban las naciones de México, del Perú y de los Chibchas, que eran pueblos muy adelantados.
Por consiguiente, según las observaciones craneoscópicas de los etnógrafos citados, éstos demuestran que el tipo originario y común de la América del Norte fué el dolicocéfalo, y en la América del Sud el braquiocéfalo. Aunque esos caracteres craneoscopicos no tienen valor absoluto en las clasificaciones de las razas, son de una grande importancia en el estudio de éstas, unidos á los demás elementos étnicos que las caracterizan.
El doctor Retzius hace de los cráneos humanos la siguiente división:
Dilococéfálos | { | Puros | índice menor que 75 | por 100. |
Subdolicocéfalos, | entre 75 y 77·5 | por 100. | ||
Mesaticéfalos | entre 77·6 y 77·9 | por 100. | ||
Braquiocéfalos | { | Subdolicocéfalos, | entre 80 y 84·9 | por 100. |
Puros | entre 85 y más | por 100. |
[139] La religión de los indios peruanos preincáicos consistía en reconocer una triada ó trinidad de dioses, que eran:
Con ó Kon.—En los tiempos primitivos del Perú creían los indígenas en un dios, al que dieron el nombre de Con ó Kon, que era la personificación del Trueno, del Temblor, de las Tempestades, pues se manifiesta por los sacudimientos de la costra terrestre, á la vez que por las erupciones volcánicas: por consiguiente era, para esos indígenas, un dios malo, que tan solo veneraban para aplacar su ira.
Pachaccamak.—Los indíos de la costa rendían culto á Pachaccamak, que en la mitología peruana fué considerado como un dios misterioso que animaba y fecundizaba la tierra: el templo de este dios, que era considerado como un oráculo, estaba situado en el valle de Lurín, cerca de Lima, y el culto que se le rendía era algo cruento, pues se le hacía sacrificios humanos.
Huirakocha.—Para los indios, era el dios del Agua, y autor de todo lo creado, como el Sol, la Luna, las Estrellas, el Orbe todo, los Hombres y demás séres mitológicos indianos.