The Project Gutenberg EBook of Teatro selecto, tomo 3 de 4, by 
Pedro Calderón de la Barca

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Title: Teatro selecto, tomo 3 de 4

Author: Pedro Calderón de la Barca

Editor: Marcelino Menéndez Pelayo

Release Date: January 7, 2019 [EBook #58643]

Language: Spanish

Character set encoding: UTF-8

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Nota de transcripción

Índice

Teatro selecto de Calderón de la Barca (tomo 3 de 4)


Cubierta del libro

[p. i]

TEATRO SELECTO
DE
CALDERÓN DE LA BARCA.



[p. ii]

ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO «SUCESORES DE RIVADENEYRA»,

Paseo de San Vicente, 20.



[p. iii]

TEATRO SELECTO
DE
CALDERÓN DE LA BARCA

PRECEDIDO DE UN ESTUDIO CRÍTICO

DE

D. MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO


TOMO III
COMEDIAS DE CAPA Y ESPADA

CASA CON DOS PUERTAS MALA ES DE GUARDAR.
LA DAMA DUENDE.
NO HAY BURLAS CON EL AMOR.
MAÑANAS DE ABRIL Y MAYO.

MADRID

LIBRERÍA DE LA VIUDA DE HERNANDO Y C.ª

CALLE DEL ARENAL, NÚM. 11

1887


[p. 1]

CASA CON DOS PUERTAS
MALA ES DE GUARDAR.


[p. 2]

PERSONAS.


D. Félix, galan.

Lisardo, galan.

Fabio, viejo.

Calabazas, lacayo.

Herrera, escudero.

Laura, dama.

Marcela, dama.

Silvia, criada.

Celia, criada.

Lelio, criado.

Criados.

La escena pasa en Ocaña.


[p. 3]

JORNADA PRIMERA.


Campo á la entrada de la villa.

ESCENA PRIMERA.

MARCELA y SILVIA, con mantos, como recelándose; detras LISARDO, CALABAZAS.

Marcela.

¿Vienen tras nosotras?

Silvia.

Sí.

Marcela.

Pues párate.—Caballeros,

Desde aquí habeis de volveros,

No habeis de pasar de aquí;

Porque si intentais así

Saber quién soy, intentais

Que no vuelva donde estais

Otra vez; y si esto no

Basta, volveos porque yo

Os suplico que os volvais.

Lisardo.

Difícilmente pudiera

Conseguir, señora, el sol

Que la flor del girasol

Su resplandor no siguiera:

Difícilmente quisiera

[p. 4]El norte, fija luz clara,

Que el iman no le mirara;

Y el iman difícilmente

Intentara que obediente

El acero le dejara.

Si sol es vuestro esplendor,

Girasol la dicha mia;

Si norte vuestra porfía,

Piedra iman es mi dolor;

Si es iman vuestro rigor,

Acero mi ardor severo;

Pues ¿cómo quedarme espero,

Cuando veo que se van

Mi sol, mi norte y mi iman,

Siendo flor, piedra y acero?

Marcela.

A esa flor hermosa y bella

Términos el dia concede,

Bien como á esa piedra puede

Concederlos una estrella:

Y pues él se ausenta y ella,

No culpeis la ausencia mia;

Decid á vuestra porfía,

Piedra, acero ó girasol,

Que es de noche para el sol,

Para la estrella de dia.

Y quedaos aquí, porqué

Si este secreto apurais,

Y á saber quién soy llegais.

Nunca á veros volveré

A aqueste sitio, que fué

Campaña de nuestro duelo;

Y puesto que mi desvelo

Me trae á veros aquí,

Crêd de mí que importa así.

[p. 5]Lisardo.

De vuestro recato apelo,

Señora, á mi voluntad;

Y supuesto que sería

No seguiros cortesía,

Tambien será necedad.

Necio ó descortés, mirad

Cuál mayor defecto es;

Vereis que el de necio, pues

No se enmienda; y así, á precio

De no ser, señora, necio,

Tengo de ser descortés.

Seis auroras esta aurora

Hace que en este camino

Ciego el amor os previno,

Para ser mi salteadora:

Tantas há que á aquella hora

Os hallo á la luz primera,

Oculto sol de su esfera,

De su campo rebozada

Ninfa, deidad ignorada

De su hermosa primavera.

Vos me llamasteis, primero

Que á hablaros llegara yo;

Que no me atreviera, no,

Tan de paso y forastero.

Con estilo lisonjero,

Aspid ya de sus verdores,

No deidad de sus primores,

Desde entónces fuisteis; pues

Aspid, que no deidad, es

Quien da muerte entre las flores.

Dijísteisme que volviera

Otra mañana á este prado,

Y puntual mi cuidado

[p. 6]Me trajo como á mi esfera.

No adelanté la primera

Ocasion; porque bastante

No fué mi ruego constante

A que corriese la fe

(Que adora lo que no ve)

Ese velo de delante.

Viendo, pues, que siempre es nuevo

El riesgo, y el favor no,

Quiero á mí deberme yo

Lo que á vuestra luz no debo;

Y así á seguiros me atrevo,

Que hoy he de veros ó ver

Quién sois.

Marcela.

Hoy no puede ser,

Y así dejadme por hoy;

Que yo mi palabra os doy

De que muy presto saber

Podais mi casa, y entrar

A verme en ella.

Calab.

(A Silvia.)¿Y á ella,

Doncella de esa doncella

(La verdad en su lugar,

Que yo no quiero infernar

Mi alma), hay cosa que la obligue

A taparse?

Silvia.

Y si me sigue,

Tenga por muy cierto...

Calab.

¿Qué?

Silvia.

Que me persigue; porqué

Quien me sigue, me persigue.

Calab.

¡Ya sé el caso, vive Dios!

Silvia.

¿Qué va que no le declaras?

Calab.

Muy malditísimas caras

[p. 7]Debeis de tener las dos.

Silvia.

Mucho mejores que vos.

Calab.

Y está bien encarecido,

Porque yo soy un Cupido.

Silvia.

Cupido somos yo y tú.

Calab.

¿Cómo?

Silvia.

Yo el pido y tú el cu.

Calab.

No me está bien el partido.

Marcela.

(A Lisardo.) Esto os vuelvo á asegurar

Otra vez.

Lisardo.

Pues ¿qué fianza

Le dejais á mi esperanza

De las dos que he de lograr?

Marcela.

(Descúbrese.) La de dejarme mirar.

Lisardo.

Usar de esa alevosía,

Para turbar mi osadía,

Ha sido traicion, pues ya

Viéndôs, ¿cómo os dejará,

Quien sin veros os seguia?

Marcela.

Quedad, pues, de mí seguro

Que en breve tiempo sabreis

Mi casa, y entendereis

Cuánto serviros procuro.

Esto otra vez aseguro.

Lisardo.

Ya en seguiros soy de hielo.

Marcela.

Y yo sin algun recelo,

De que agradecida estoy,

Por esta calle me voy.

Lisardo.

Id con Dios.

Marcela.

Guárdeos el cielo.

(Vanse las dos.)

[p. 8]ESCENA II.

LISARDO, CALABAZAS.

Calab.

¡Linda tramoya, señor!

Sigámosla, hasta saber

Quién ha sido una mujer

Tan embustera.

Lisardo.

Es error,

Calabazas, si en rigor

Ella se recata así,

Seguirla.

Calab.

¿Eso dices?

Lisardo.

Sí.

Calab.

Vive Dios, que la siguiera

Yo, aunque hasta el infierno fuera.

Lisardo.

¿Qué me debe, necio, dí,

De haber cuatro dias hablado

Conmigo en este lugar,

Para darla yo un pesar,

De quien ella se ha guardado?

Calab.

Debe el haber madrugado

Estos dias.

Lisardo.

Ya que estamos

Solos, y que así quedamos,

Sobre lo que podrá ser

Tan recatada mujer,

Discurramos.

Calab.

Discurramos.

Díme tú, ¿qué has presumido,

De lo que has visto y notado?

Lisardo.

De estilo tan bien hablado,

[p. 9]De traje tan bien vestido,

Lo que he pensado y creido

Es, que esta debe de ser

Alguna noble mujer,

Que, donde no es conocida,

Disimulada y fingida

Gusta de hablar y de ver,

Y por forastero á mí

Para este efecto eligió.

Calab.

Mucho mejor pienso yo.

Lisardo.

Pues no te detengas, dí.

Calab.

Mujer que se viene así

A hablar con quien no la vea,

Donde ostentarse desea

Bachillera é importuna,

Que me maten si no es una

Muy discretísima fea,

Que por el pico ha querido

Pescarnos.

Lisardo.

¿Y si la hubiera

Visto yo, y un ángel fuera?

Calab.

¡Vive Dios, que me has cogido!

La Dama Duende habrá sido,

Que volver á vivir quiere.

Lisardo.

Aun bien, sea lo que fuere,

Que mañana se sabrá.

Calab.

¿Luego crees que vendrá

Mañana?

Lisardo.

Si no viniere,

Poco ó nada habrá perdido

La necia esperanza mia.

Calab.

El madrugar otro dia

¿Poca pérdida habrá sido?

Lisardo.

El negocio á que he venido

[p. 10]A madrugar me ha obligado;

No lo debo á este cuidado.

(Vanse.)


Sala en casa de Don Félix.

ESCENA III.

LISARDO, CALABAZAS; y luego DON FÉLIX, HERRERA.

Calab.

Cerca de casa vivió,

Pues de vista se perdió

Cuando á casa hemos llegado.

Lisardo.

Y tarde debe de ser.

Calab.

Sí, pues vistiéndose sale

Quien á los dos nos mantiene,

Sin ser los dos justas reales.

(Salen Don Félix y Herrera.)

Lisardo.

Don Félix, bésôs las manos.

D. Félix.

El cielo, Lisardo, os guarde.

Lisardo.

¿Tan de mañana vestido?

D. Félix.

Un cuidado, que me trae

Desvelado, no permite

Que sosiegue ni descanse.

Pero vos, que os admirais

De que á esta hora me levante,

¿No me dijisteis anoche

Que á dar unos memoriales

Habiais de ir á Aranjuez?

¿Pues cómo á Ocaña os tornasteis

Desde el camino?

Lisardo.

Si bien

Me acuerdo, regla es del arte

Que la pregunta y respuesta

[p. 11]Siempre un mismo caso guarden;

Y puesto que á mi pregunta

Fué la respuesta más fácil

Un cuidado, de la vuestra

Otro cuidado me saque,

Que es quien á Ocaña me vuelve.

D. Félix.

¿Apénas ayer llegasteis,

Y hoy teneis cuidado?

Lisardo.

Sí.

D. Félix.

Pues por obligaros ántes

Que me obligueis á decirle,

Este es el mio: escuchadme.

Calab.

En tanto que ellos se pegan

Dos grandísimos romances

¿Tendreis, Herrera, algo que

Se atreva á desayunarme?

Herrer.

Vamos hácia mi aposento,

Calabazas; que al instante

Que hayais vos entrado en él,

No faltará algo fiambre.

(Vanse.)

ESCENA IV.

DON FÉLIX, LISARDO.

D. Félix.

Bien os acordais de aquellas

Felicísimas edades

Nuestras, cuando los dos fuimos

En Salamanca estudiantes.

Bien os acordais tambien

Del libre, el glorioso ultraje

Con que de Vénus y Amor

Traté las vanas deidades,

[p. 12]De su hermosura y sus flechas

Tan á su pesar triunfante,

Que de rayos y de plumas

Coroné mis libertades.

¡Oh nunca hubieran, Lisardo,

Luchado tan desiguales

Fuerzas, porque nunca hubieran

Podido los dos vengarse,

O hubiera sido su golpe,

Puesto que á todos alcance,

Por costumbre solamente,

Flecha disparada al aire,

Y no por venganza flecha

Bañada en venenos tales,

Que salió del arco pluma,

Corrió por el viento ave,

Llegó rayo al corazon,

Donde se alimenta áspid!

La primer vez que sentí

Este golpe penetrante,

Que sabe herir sin matar

(Y áun esto es lo más que sabe),

En la juventud del año,

Una tarde fué agradable

Del abril; pero mal dije,

Al alba fué. No os espante

Ser por la tarde y al alba;

Que con prestados celajes,

Si bien me acuerdo, aquel dia

Amaneció por la tarde.

Este, pues, como otros muchos,

Por divertirme y holgarme

Salí á caza, y empeñado

Llegué de un lance á otro lance

[p. 13]Al real sitio de Aranjuez,

Que, como poco distante

Está de Ocaña, él es siempre

Nuestro prado y nuestro parque.

Quise entrar á sus jardines,

Sin saber qué me llevase

A ver lo que tantas veces

Habia visto; que esto es fácil

Todo el tiempo que no asisten

Al sitio sus Majestades.

En el de la Isla entré...

¡Oh cómo, Lisardo, sabe

La desdicha prevenirse,

El daño facilitarse!

Pues como la mariposa,

Que halagüeñamente hace

Tornos á su muerte, cuando

Sobre la llama flamante

Las alas de vidrio mueve,

Las hojas de carmin bate;

Así el infeliz, llevado

De su desdicha al exámen,

Ronda el peligro, sin ver

Quien al peligro le trae.

Estaba en la primer fuente

(Que es un peñasco agradable

Donde, temiendo el diluvio

De sus cruzados cristales,

Parece que van viniendo

A él todos los animales)

Una mujer recostada

En la siempre verde márgen

De murta, que la guarnece

Como cenefa ó engaste

[p. 14]De esmeralda, á cuyo anillo

Es toda el agua diamante.

Tan divertida en mirar

Su hermosura en el estanque

Estaba, que puse duda

Sobre si es mujer ó imágen;

Porque como ninfas bellas

De plata bruñida hacen

Guarda á la fuente, tan vivas,

Que hay quien espere que hablen;

Y ella miraba tan muerta,

Que no pudo esperar nadie

Que se pudiese mover,

La naturaleza al arte

Me pareció que decia:

«No blasones, no te alabes

De que lo muerto desmientes

Con más fuerza en esta parte

Que yo desmiento lo vivo;

Pues en lo contrario iguales,

Sé hacer una estatua yo,

Si hacer tú una mujer sabes,

O mira un alma sin vida,

Donde está con vida un jaspe.»

Al ruido que entre las hojas

Hice (¡ay de mí!), por llegarme

A mirarla de más cerca,

Del éxtasis agradable

(¡No fuese de amor!) volvió

Con algun susto á mirarme.

No me acuerdo si la dije

Que ufana no contemplase

Tanta beldad, por el riesgo

De ser de sí misma amante;

[p. 15]Que donde hubo ninfa y fuente,

No fué posible escaparme

Del concepto de Narciso.

Ella, honestamente grave,

Sin responderme volvió

La espalda, y siguió el alcance

De una tropa de mujeres

Que andaba más adelante

Midiendo de los jardines

Ya los cuadros, ya las calles,

Hasta que su pié llegó

A hacer á todos iguales;

Porque al pequeño contacto,

Flores produjo fragantes

Tantas la arena, que ya

No pudo determinarse

Si era calles, ó era cuadros

El jardin por todas partes;

Pues fueron rosas despues,

Las que eran veredas ántes.

El traje que se vestia

Era un bien mezclado traje,

Ni bien de corte, ni bien

De aldea, sino á mitades,

De señora en el aliño,

De aldeana en el donaire.

En un airoso sombrero

Llevaba un rizo plumaje,

A quien tuvieron accion

La tierra despues y el aire

Por el matiz ó la pluma,

Sobre si era flor ó ave.

Seguíla hasta que llegó

A la cuadrilla, que errante

[p. 16]Coro tejido de ninfas,

A los templados compases

De hojas, pájaros y fuentes,

Sonoramente süaves,

Cada paso era un festin,

Cada descuido era un baile.

A todas las conocia,

En fin, como naturales

De Ocaña, y sólo ignoré

Quién era de mis pesares

La ocasion; que ya lo era,

Porque desde el mismo instante

Que la ví, sentí en el alma

Todo lo que hoy siento. Nadie

Diga que quiso dos veces;

Que aunque aquí mire, allí hable,

Aquí festeje, allí escriba,

Aquí pierda y allí alcance,

No ha de querer más que una;

Que no pueden ser iguales

En el mundo dos efectos,

Si de una causa no nacen.

De algunas de las que iban

Con ella, pude informarme

De quién era, y hallé en ella

Más calidad por su sangre,

Que por su beldad. La causa

De no haberla visto ántes,

Fué por haberse criado

En la corte con su padre,

Hasta que á Ocaña se vino,

Porque viva donde mate.

No os digo que la serví

Feliz y dichoso amante,

[p. 17]Porque dichas que se pierden

Son las desdichas más grandes;

Sólo digo que obligada

A mis finezas constantes,

A mis servicios corteses

Y á mis afectos leales,

Merecí que alguna noche

Por una reja me hablase

De un jardin, donde testigos

Fueron de venturas tales

La noche y jardin; que sólo

A los dos quise fiarme:

Porque al jardin y á la noche,

Que son el vistoso alarde,

Ya de flores, ya de estrellas,

Hiciera mal de negarles,

A las unas lo que influyen,

Y á las otras lo que saben;

Puesto que estrellas y flores

Siempre en amorosas paces,

Enlazadas unas de otras

Eran terceras de amantes.

Desta suerte, pues, teniendo

La fortuna de mi parte,

Viento en popa, del amor

Corrí los inciertos mares,

Hasta que el viento mudado

Levantaron huracanes

De una tormenta de celos,

Montes de dificultades.

Tormenta de celos dije:

Ved, si alguna vez amasteis,

¿Qué esperanza hay del piloto?

¿Qué seguro de la nave?

[p. 18]Bien crêréis, Lisardo, bien,

Cuando así escucheis quejarme

De los celos, que soy yo

Quien los tiene: no os engañe

El afecto de sentirlos

Desta suerte; porque ántes

Soy quien los he dado, y ellos

Son en sus efectos tales,

Que me matan dados, como

Tenidos pueden matarme.

¡Oh! ¿A qué nacen los que á ser

Dados ni tenidos nacen?

Hay una dama en Ocaña,

A quien yo rendido amante

Festejé un tiempo; ésta, pues,

Por darme muerte y vengarse,

Se ha declarado con ella,

Fingiendo finezas grandes

Que á mi amor debe. ¡Ay Lisardo,

Qué prontamente, qué fácil

En los celos las mentiras

Sientan plaza de verdades!

Con esto se ha retirado

Tal, que áun para disculparme

No permite que la vea,

No me deja que la hable.

Mirad, pues, si este cuidado

Consentirá que descanse,

Cercado de tantas penas,

Cargado de tantos males,

Muerto de tantos disgustos,

Lleno de tantos pesares;

Y finalmente teniendo

Sin culpa ofendido á un ángel,

[p. 19]Pues el padecer sin culpa,

Es la desdicha más grande.

Lisardo.

Don Félix, aunque los celos,

De quien así os quejais, basten

A dar pesadumbre dados,

En no ser tenidos traen

Anticipado el consuelo;

Que el dolor es tan distante

Desde darlos á tenerlos,

Cuanto hay de ser un amante

La persona que padece,

O la persona que hace.

Con lástima empecé á oiros

Cuando los celos nombrasteis;

Mas cuando dijisteis que eran

Engaños y no verdades,

La lástima se hizo envidia;

Porque no hay gusto tan grande

Cuando hay desengaño, como

Hacer damas y galanes,

O paces para reñir,

O reñir para hacer paces.

Id á ver á vuestra dama,

Que yo sé, aunque más se guarde,

Pues ella tiene los celos,

Que ella está en aqueste instante,

Más que vos desengañarla,

Deseando desengañarse.

[p. 20]ESCENA V.

MARCELA y SILVIA, abriendo una puerta, que estará cubierta con una antepuerta, y quedándose detras de ella. — LISARDO, DON FÉLIX.

Marcela.

(Ap. á Silvia.)

Por esta puerta, que al cuarto

De mi hermano, Silvia, sale

Desde el mio, á verle vengo;

Porque aunque él esté ignorante

De que he salido hoy de casa,

Con esto he de asegurarle.

Silvia.

Detente, que está con él

El tal huésped, y ya sabes

Que no quiere mi señor

Que llegue á verte ni hablarte.

Marcela.

Y áun esa fué mi desdicha.

Oigamos desde esta parte.

Lisardo.

Y si en tanto que este gusto

Llega, quereis que yo trate

De divertiros, pues fué

Concierto que os escuchase

Un cuidado, y que os dijese

El mio, oidme, escuchadme.

Marcela.

Oye.

Lisardo.

Despues que troqué

El hábito de estudiante

Al de soldado, la pluma

A la espada, la süave

Tranquila paz de Minerva

Al sangriento horror de Marte,

[p. 21]La escuela de Salamanca

A la campaña de Flándes,

Y despues, en fin, que hube

(Sin valedor que me ampare)

Merecido una jineta,

Premio á mis servicios grande,

Por haberme reformado

Entre otros capitanes,

Ya la campaña acabada

(Que no me viniera ántes),

Pedí licencia, y partí

A España, por ver si honrarme

Merezco el pecho con una

De las cruces militares,

Que sobre el oro del alma,

Son el más noble realce.

Con esta pretension vine,

Y su Majestad, que guarde

El cielo para que sea

Fénix de nuestras edades,

Remitió mi memorial,

A tiempo que á desahogarse

De molestias cortesanas

Vino á Aranjuez, admirable

Dosel de la primavera.

Mas ¿qué mucho que se alabe

De serlo, si la más bella,

Las más pura, más fragante

Flor, la flor de lis, la reina

De las flores, tras sí trae

Cuantas á envidia del sol

Rayos brillan, luz esparcen?

Seguí la corte, traido

Más de mi afecto constante

[p. 22]Que de mi necesidad;

Porque de ministros tales

Hoy el Rey se sirve, que

No es al mérito importante

La asistencia, porque todos

Acudir á todo saben;

Gracias al celo de aquel,

Con quien el peso reparte

De tanta máquina, bien

Como Alcides con Atlante,

Llegué en efecto á Aranjuez,

Donde vos me visitasteis

En una posada, y viendo

Tan incómodo hospedaje,

Como tienen en los bosques

Escuderos y pleiteantes,

Que me viniese con vos

A Ocaña me aconsejasteis;

Pues los dias de la audiencia,

Dos leguas era tan fácil

Andarlas por la mañana,

Y volverlas por la tarde.

Yo, por vuestro gusto, mas

Que por mis comodidades,

Obebecí. Todo esto

Ya vuestra amistad lo sabe;

Pero importa haberlo dicho,

Para que de aquí se enlace

La más extraña novela

De amor, que escribió Cervantes.

Marcela.

(Ap.) Aquí entro yo ahora.

Lisardo.

Un dia,

Que madrugué vigilante,

Por llegar ántes que el sol

[p. 23]Nuestro horizonte rayase,

Junto á un convento, que está

De Ocaña poco distante,

Entre unos álamos verdes

Ví una mujer de buen aire.

Saludéla cortésmente,

Y ella, ántes que yo pasase,

Por mi nombre me llamó.

Volví en oyendo nombrarme,

Y diciendo á Calabazas

Que con el rocin me aguarde,

Llegué diciendo: «¡Dichoso

El forastero, á quien saben

Su nombre las damas!» Y ella,

Con más cuidado en taparse,

Me respondió á media voz:

«Caballero de esas partes

No es forastero en ninguna;»

Y añadió favores tales,

Que me obliga la vergüenza,

Por mí mismo, á que los calle;

Porque no sé cómo hay hombres

Tan vanos, tan arrogantes,

Que de que ha habido mujeres

Que los buscaron, se alaben.

Silvia.

(Ap.) Él cuenta nuestro suceso.

Marcela.

¡Oh quién pudiera estorbarle,

Antes que en Félix las señas

Alguna malicia causen!

D. Félix.

Proseguid.

Lisardo.

Ella, en efecto,

Siempre embozado el semblante,

Me despidió con decirme

Que como no examinase

[p. 24]Quién era, ni la siguiese,

Otro dia estaria á hablarme.

Seis veces, pues, corrió al sol

Las cortinas orientales

Sumiller el alba, y seis

Tapada hallé entre unos sauces

Esta mujer. Yo, enfadado

De recato semejante,

Determiné de seguirla

Hoy cuando á Ocaña tornase;

Pero no pude, porque

Volviendo ella por instantes,

Me vió y no quiso pasar

De la vuelta desta calle.

D. Félix.

¿Desta calle?

Lisardo.

Y á la cuenta

Vive hácia aquí, que al instante

La perdí de vista. Aquí

Me dijo que la dejase

Otra vez, porque su vida

Aventuraba mi exámen.

D. Félix.

¡Extraña mujer!

Marcela.

(Ap.)Ya es fuerza

Que las señas me declaren.

D. Félix.

Proseguid.

Lisardo.

Yo, pues...

ESCENA VI.

CELIA, con manto. — Dichos.

Celia.

Don Félix,

¿Podrá una mujer aparte

[p. 25]Hablaros?

D. Félix.

¿Pues por qué no?

Marcela.

(Ap.) ¡Oh á qué buen tiempo llegaste,

Mujer ó ángel, para mí!

D. Félix.

Luégo irá el cuento adelante:

Permitid ahora, por Dios,

Que con esta mujer hable,

Que es criada de la dama

Que os dije.

Lisardo.

Pues que me maten,

Si ello no es lo que yo he dicho.

Ved el recado que os trae,

Y adios; porque para estotro

No importa que tiempo falte.

(Vase.)

D. Félix.

¿Era hora de vernos, Celia?

Celia.

No te admires ni te espantes

Que no me atreva á venir

A verte; porque si sabe

Mi señora que te he visto,

No habrá duda que me mate.

D. Félix.

¿Tan cruel conmigo está?

Celia.

Viniendo yo hácia esta parte

A un recado, no he querido

Dejar de verte y hablarte.

D. Félix.

¿Y qué hace tu hermoso dueño?

Celia.

Sentir, es lo más que hace,

Tu ingratitud.

D. Félix.

¡Plegue á Dios,

Si la ofendí, que él me falte!

Celia.

¿Por qué á ella no se lo dices?

D. Félix.

Porque no quiere escucharme.

Celia.

Si tú hubieras de callar,

Yo me atreviera á llevarte

Donde la hablaras.

[p. 26]D. Félix.

¡Ay Celia,

No habrá mármol que así calle!

Celia.

Pues vente agora conmigo:

Yo haré una señal si sale

Mi señor, y dejaré

La puerta abierta; tú entrarte

Hasta su cuarto podrás.

D. Félix.

Dasme nuevo aliento, dasme

Nueva vida.

Celia.

Aquesta es

La hora mejor; mas no aguardes,

Vénte tras mí.

D. Félix.

Tras tí voy.

Celia.

(Ap.) ¡Ay bobillos, y qué fácil,

A la casa de su dama,

Es de llevar un amante!

(Vanse D. Félix y Celia.)

Marcela.

¡Yo salí de lindo susto!

Silvia.

Pues ¿cómo afirmas que sales,

Si luégo han de verse, luégo

Proseguirá el cuento?

Marcela.

Antes

Lo habré remediado.

Silvia.

¿Cómo?

Marcela.

Escribiéndole que calle

Hasta que se vea conmigo;

Y esto ha de ser esta tarde.

Silvia.

¿Declarada por quién eres?

Marcela.

¡Jesus, el cielo me guarde!

Silvia.

Pues ¿qué has de hacer?

Marcela.

¿No es mi hermano

De Laura, mi amiga, amante?

¿No sabe lo que es amor?

Pues hoy he de declararme

[p. 27]Con ella, y hoy has de ver,

Silvia, el más extraño lance

De amor, porque yo fingida...

Pero no quiero contarle;

Que no tendrá despues gusto

El paso, contado ántes.

(Vanse.)


Casa de Fabio.

ESCENA VII.

LAURA, FABIO.

Fabio.

Notable es la tristeza,

Que el rosicler turbó de tu belleza.

¿Qué tienes estos dias,

Que entregada (¡ay de mí!) á melancolías

Tales, á todas horas

Triste suspiras y rendida lloras?

Laura.

Si yo, señor, supiera

La causa de mi mal (Ap. A Dios pluguiera

No la supiera tanto),

El consuelo mayor, menor el llanto

Fuera, pues fuera entónces el sabella

El primer aforismo de vencella.

Pero la pena mia

Es, señor, natural melancolía,

Y así el efecto hace,

Sin que llegue á saber de lo que nace;

Que esta distancia dió naturaleza

En la melancolía y la tristeza.

Fabio.

No sé lo que te diga,

[p. 28]Sino que á tanto tu dolor obliga,

Que rigoroso y fuerte

Padeces tú el dolor, y yo la muerte;

Pues ya vivir no espero,

Miéntras tan triste á tí te considero.

(Vase.)

ESCENA VIII.

LAURA.

¿Qué haré yo, que rendida,

A pesar de mi vida,

Vivo? ¿Qué es esto, cielos?

Mas bien se deja ver que estos son celos

Porque una ardiente rabia

Que el sentimiento agravia,

Una rabiosa ira

Que la razon admira,

Un compuesto veneno

De que el pecho está lleno,

Una templada furia

Que el corazon injuria;

¿Qué áspid, qué monstruo, qué animal, qué fiera,

Fuera ¡ay Dios! que no fuera,

Compuesta de tan varios desconsuelos

La hidra de los celos?

Pues ellos solos son á quien los mira,

Furia, rabia, veneno, injuria y ira.

¡Oh quién ántes supiera

Aquella voluntad, Félix, primera

Tuya, que no empeñara

Tanto la mia, que hasta el fin llegara!

Pues aunque no sabía

[p. 29]De amor, cuando tan libre (¡ay Dios!) vivia,

Tampoco no ignoraba

Que tarde ó nunca el que lo fué se acaba.

Quiere á Nise en buen hora,

Pero déjame á mí morir.

ESCENA IX.

CELIA. — LAURA.

Celia.

Señora.

Laura.

Celia, ¿qué hay?

Celia.

Que he hecho

Mi papel, y sospecho

Que no muy mal, ¡así tu beldad viva!

Entré en su casa, díjele que iba

A un recado, y que acaso

Pasando por su calle, aunque de paso

Le quise ver. Con un suspiro entónces,

Que ablandara los mármoles y bronces,

Me preguntó por tí, turbado y ciego.

Encarecíle luego

Tu enojo, y que si acaso tú supieras

Que le habia ido á ver, muerte me dieras;

Y como que salia

De mí, le dije: ¿por qué no venía

Por instantes á darte

Satisfacciones y desenojarte?

Dijo, que porque estabas

Tal, que no le escuchabas:

Díjele, que viniera,

Que yo aunque á tanto riesgo me pusiera,

Hasta tu mismo cuarto lo entraria,

[p. 30]Con tal que no dijese en algun dia

Que yo le habia traido.

Juró el secreto, y muy agradecido

El caso se concierta,

Y está esperando enfrente de la puerta

La seña; voyla á hacer, pues no está en casa

Mi señor. Esto es todo lo que pasa.

Laura.

Llámale pues; que aunque de Nise creo

Los celos que me da, tanto deseo

Ver cómo se disculpa,

Que quiero hacerle espaldas á la culpa:

(Vase Celia.)

Pues la que más celosa

Se muestra, más colérica y furiosa,

Más entónces desea

Satisfacciones, aunque no las crea;

Que es dolor el de celos tan extraño,

Que se deja curar áun del engaño:

Pues cuando el desengaño no consiga,

Conseguiré á lo ménos que él lo diga.

ESCENA X.

CELIA, DON FÉLIX. — LAURA.

Celia.

(Ap. á D. Félix.) Fuera está de casa Fabio,

Mi señor; el tiempo es este

Mejor para entrar á hablarla.

D. Félix.

Vida y ventura me ofreces.

Celia.

Disimula que llamado

De mí á entrar aquí te atreves.—

¿Señor Don Félix, qué es esto?

¿Cómo os entrais...

[p. 31]D. Félix.

Celia, tente.

Celia.

Hasta aquí?

D. Félix.

Celia, por Dios,

Que calles.

Laura.

¿Qué ruido es ese?

Celia.

¿Qué ha de ser? Que hasta esta sala

Se ha entrado el señor Don Félix,

Sin mirar, sin advertir,

Que si acaso ahora viniese

Mi señor, tú...

Laura.

¿Caballero,

Pues qué atrevimiento es este?

¿Cómo en mi casa, en mi cuarto,

Os entrais de aquesta suerte?

D. Félix.

Como quien morir desea

Nada mira, nada teme;

Y si mi muerte ha de ser

Venganza de tus desdenes,

Quiero morir á tus ojos,

Por hacer feliz mi muerte.

Laura.

(A Celia.) Tú tienes la culpa desto.

Celia.

¿Yo, señora?

Laura.

Si tuvieses

Cerrada esa puerta tú...

Celia.

Cerrada estaba.

D. Félix.

No tienes

Que reñir á Celia, que ella

De mi error ¿qué culpa adquiere?

Yo sólo tengo la culpa;

Ríñeme á mí solamente;

Castígame solo á mí,

Sino es ya que á reñir llegues

A Celia, por la costumbre

Con que la inocencia ofendes.

[p. 32]Laura.

Dices bien; error es mio

De que me he dejado siempre

Llevar, pues no habiendo tú

Escrito á Nise papeles,

No habiendo entrado en su casa,

Y no habiendo ella ido á verte

A la tuya, yo cruel,

Colérica é impaciente,

Inocente te persigo,

Que eres tú muy inocente.

Y siendo así, que yo soy

Tan desigual, tan aleve,

Tan injusta, tan mudable,

¿Qué me buscas? ¿qué me quieres?

D. Félix.

Sólo quiero persuadirte

Al engaño que padeces

De tus celos.

Laura.

¿Quién te ha dicho

Que yo tengo celos, Félix?

D. Félix.

Tú misma te contradices.

Laura.

¿De qué suerte?

D. Félix.

Desta suerte.

O tienes celos, ó no:

Si dices que no los tienes,

¿Para qué finges enojos,

Laura, de lo que no sientes?

Si los tienes, ¿por qué, Laura,

Desengañarte no quieres,

Pues ninguno al desengaño

Celoso la espalda vuelve?

Luego para disculparme,

O para satisfacerte,

Si los tienes, has de oirme,

O hablarme si no los tienes.

[p. 33]Laura.

Si fuera argumento tal,

Que negarse no pudiese,

Quien está enojada está

Celosa, muy sutilmente

Arguyeras; mas si no

Se sigue precisamente,

Pues puedo estar enojada

Sin que á estar celosa llegue,

Ni yo tengo que escucharte,

Ni tú que decirme tienes.

D. Félix.

Pues, vive Dios, que has de oirme

Antes que de aquí me ausente,

Celosa ó quejosa.

Laura.

¿Iráste

Si te oigo?

D. Félix.

Sí.

Laura.

Pues dí, y véte.

D. Félix.

Negarte que yo he querido,

Laura, á Nise...

Laura.

Oye, detente.

¿Y es estilo de obligarme,

Modo de satisfacerme,

Decirme, cuando aguardaba

Mil rendimientos corteses,

Mil finezas amorosas,

Fuesen verdad ó no fuesen,

Que hay duelos de amor, adonde

Queda bien puesto el que miente,

Decirme en mi misma cara

Que á Nise has querido? Advierte

Que con lo mismo que piensas

Que desenojas, ofendes.

D. Félix.

Si no me oyes hasta el fin...

Laura.

¿Desto disculparte puedes?

[p. 34]D. Félix.

Sí.

Laura.

(Ap.) ¡Plegue á amor!

D. Félix.

Oye pues.

Laura.

¿Iráste?

D. Félix.

Sí.

Laura.

Pues dí, y véte.

D. Félix.

Negarte que yo he querido,

Laura, á Nise, fuera error;

Mas pensar tú que este amor

Es como el que te he tenido,

Mayor error, Laura, ha sido;

Pues si á Nise un tiempo amé,

No fué amor, ensayo fué

De amar tu luz singular,

Que, para saber amar

A Laura, en Nise estudié.

Laura.

A ciencias de voluntad

Las hace el estudio agravio;

Pues amor, para ser sabio,

No va á la universidad;

Porque es de tal calidad,

Que tiene sus libros llenos

De errores propios y ajenos;

Y así en su ciencia verás

Que los que la cursan más

Son los que la saben ménos.

D. Félix.

Pues explíqueme mejor

Otro ejemplo: nace ciego

Un hombre, y discurre luego

Cómo será el resplandor

Del sol, planeta mayor,

Que rumbos de zafir gira;

Y cuando por fe le admira,

Cobra en una noche bella

[p. 35]La vista; y es una estrella

La primer cosa que mira.

Admirando el tornasol

De la estrella, dice: «Sí,

Este es el sol; que yo así

Tengo imaginado al sol;»

Pero cuando su arrebol

Tanta admiracion le ofrece,

Sale el sol y le oscurece.

Pregunto yo: ¿ofenderá

Una estrella, que se va,

A todo un sol que amanece?

Yo así que ciego vivia

De amor, cuando no te amaba,

Como ciego imaginaba

Cómo aquel amor sería:

Adoraba lo que via,

Presumiendo que era así

El amor; mas ¡ay de mí!

Que no ví al sol, ví una estrella,

Y entretúveme con ella

Hasta que el sol mismo ví.

Laura.

Eso no: pues si me doy

Por entendida contigo,

Que Nise fué mi sol digo,

Y que yo su estrella soy.

Pruébolo: pues si yo estoy

Contigo la noche fria,

Y ella de dia te envía

A llamar, y estás con ella,

¿Quién será el sol ó la estrella?

¿Cúya es la noche ó el dia?

D. Félix.

¡Vive Dios, Laura, que son

Engaños tuyos, y plegue

[p. 36]Al cielo, que si la he visto,

Que un rayo me dé la muerte,

Desde que á Ocaña viniste!

¿Qué más desengaños quieres

De lo que cuenta de mí,

Que escuchar que ella lo cuente;

Pues es el mayor desaire

Del duelo de las mujeres,

Confesar sus celos, donde

Lo escucha de quien los tiene?

Laura.

Yo sé que han sido verdades,

Y no engaños aparentes.

D. Félix.

¿De qué lo sabes?

Laura.

De que

Es mal que á mí me sucede,

Y no puede ser mentira:

Porque de los males suele

Decirse, Félix, que fueron

Astrólogos excelentes,

Porque siempre adivinaron,

Y dijeron verdad siempre.

D. Félix.

Por lo ménos ya confiesas

Que son celos, y los sientes.

Laura.

¿Si me estás dando tormento,

Es mucho que los confiese?

D. Félix.

Si tanto aprietan fingidos,

Ciertos, ¿qué...?

Celia.

Mi señor viene.

Laura.

Véte por aquesta puerta

De esotro cuarto; pues tiene

Puerta á la calle.

D. Félix.

Dí, ¿cómo

Quedamos?

Laura.

Como quisieres.

[p. 37]D. Félix.

Yo querré desenojada...

Laura.

A verme esta noche vuelve,

Que quiero verte esta noche,

Aunque de Nise me acuerde.

D. Félix.

¡Ay, Laura, cuánto te engañas!

Laura.

¡Ay, cuánto me agravias, Félix!

Celia.

¡Ay, cuánto no sirve una

Casa que dos puertas tiene!


[p. 38]

JORNADA SEGUNDA.


ESCENA PRIMERA.

LAURA, CELIA por una puerta, y por otra MARCELA y SILVIA con mantos, HERRERA.

Laura.

Tú seas muy bien venida

A esta casa.

Marcela.

Y tú seas,

Amiga, muy bien hallada.

Laura.

Con tal visita, ya es fuerza

Que lo esté.

Marcela.

Yo pienso ántes,

Que te has de hallar mal con ella;

Que vengo á darte cuidado.

Laura.

Yo le tengo, hasta que sepa

En qué te puedo servir.—

Llega aquesas sillas, Celia,

Que aquí estaremos mejor

Que en el estrado.

Herrer.

Quisiera

Saber á qué hora vendré.

Marcela.

Al anochecer, Herrera,

Podrá venir.

Herrer.

El sereno

A esa hora tiene más fuerza.

(Vase.)

[p. 39]Marcela.

Mi amiga eres, Laura hermosa,

A quien dió naturaleza

Noble sangre, claro ingenio;

¿Pues de quién con más certeza

Me fiaré, que de quien es

Mi amiga, noble y discreta?

Laura.

Con tan grandes prevenciones

La proposicion empiezas,

Que ya, más que tú decirla,

Estoy deseando saberla.

Marcela.

¿Estamos solas?

Laura.

Sí estamos.—

Celia, salte tú allá fuera.

Marcela.

No importa que Celia lo oiga.

Laura.

Prosigue pues.

Marcela.

Oye atenta.

Mi hermano Don Félix, Laura,

Por amistad que profesan

Él y un noble caballero

Desde sus edades tiernas,

Le trajo á casa estos dias,

Que Aranjuez, sagrada esfera

Del cuarto Felipe, cifra

La luz del cuarto planeta.

Este hospedaje en efecto

Fué con tan vana advertencia,

Que para traerle á casa,

La primer cosa que ordena

Es, que retirada yo

A un cuarto pequeño della,

Les deje á los dos el mio,

Y que tal recato tenga,

Que escondida siempre dél,

Ni alcance, Laura, ni entienda

[p. 40]Que vivo en casa; que así

(¡Mas qué accion tan poco atenta!)

Pensó sanear la malicia

De que Ocaña no dijera

Que traia á casa un huésped

Tan mozo, teniendo en ella

Una hermana por casar:

Y fué aquesto de manera,

Que retirada á este cuarto

Que te he dicho, áun una puerta

Que sale al cuarto de Félix

(Porque nunca presumiera

Que habia mas casa), la hizo

Cubrir con una antepuerta,

Y por ella á aderezarle

Sola Silvia sale y entra.

Dejemos, pues, á Lisardo,

Que, sin que jamás entienda

Que hay mujer en casa, vive

Con este descuido en ella;

Dejemos tambien á Félix,

Que con esto sólo piensa

Que curó en salud el daño

De que me hable y que me vea;

Y vamos á mí, que viendo

La prevencion con que intenta

Mi hermano ocultarme, hice

De la prevencion ofensa;

Porque no hay cosa que tanto

Desespere á la más cuerda,

Como la desconfianza.

¡Cuánto ignora, cuánto yerra

En esta parte el honor!

Que es como el que olvidar piensa

[p. 41]Una cosa, que el cuidado

De olvidarla es quien la acuerda;

Es como el que desvelado

Se quiere dormir por fuerza,

Que llamando al sueño, es

El sueño quien le despierta;

Y es como el que halla en un libro

Borradas algunas letras,

Que por sólo estar borradas,

Le da más gana de lêrlas.

Este recato, en efecto,

En Félix mi hermano, esta

Curiosidad, Laura, en mí,

O este destino en mi estrella,

Despertaron un deseo

De saber si el huésped era,

Como gallardo entendido,

Cosa que quizá no hiciera

A no habérmelo vedado;

Que en fin la culpa primera

De la primera mujer,

Esto nos dejó en herencia.

Y para poder mejor

Hablarle, sin que supiera

Quién era la que le hablaba,

Fuí una mañana á esas huertas,

Paso de Aranjuez, por donde

Habia de pasar por fuerza.

Llaméle pensando, Laura,

Que el hablarle no tuviera

Mayor empeño que hablarle

Por curiosidad ó tema.

Mas ¡ay, que es fácil la entrada,

Cuanto difícil la vuelta

[p. 42]Del más hermoso peligro!

Dígalo el mar desde afuera,

Convidando con la paz

A cuantos á verle llegan,

Cuando jugando las ondas

Unas con otras se encuentran;

Pues el que más confiado

Pisó su inconstante selva

Ese lloró más perdido

La saña de sus ofensas.

Yo así apacible juzgué

El mar de amor; pero apénas

Reconocí sus halagos,

Cuando sentí sus violencias.

Pensarás que este cuidado

Sólo alcanza, sólo llega

A hallarme hoy enamorada;

Pues más mal hay que el que piensas

Porque de amor y de honor

Estoy corriendo tormenta.

Hoy, pues, Lisardo á Don Félix

(Que yo detras de la puerta,

Que te he dicho, lo escuchaba)

De todo le daba cuenta,

Si (no importa declararme)

No se lo estorbara Celia.

Doblada quedó la hoja,

Y temo que por las señas

Del rostro, que ya me vió

Lisardo, ó por la cautela

Con que le hablé, ó por haber

Seguídome hasta tan cerca

De casa, puedan en Félix

Moverse algunas sospechas;

[p. 43]Y así, ántes que el discurso

A enlazarse, Laura, vuelva,

Me importa hablar á Lisardo,

Para cuyo efecto queda

Silvia ya con un papel,

En que le digo que venga

A verme á esta casa, donde

Yo he de estar...

Laura.

Detente, espera;

Que has usado neciamente,

Marcela, de la licencia

De la amistad: pues primero

Que á ese Lisardo escribieras,

Ni á mi casa le llamaras,

Debieras mirar, debieras

Advertir desde la tuya,

Los inconvenientes desta.

Marcela.

Ya, Laura, los he mirado,

Sin que corran por tu cuenta.

Laura.

¿De qué manera? Si yo...

Marcela.

Escucha de qué manera.

Tu casa tiene dos cuartos,

Y del uno cae la puerta

A otra calle: á Silvia dije

Que le trajese por ella;

De suerte que entrando, Laura,

Por donde saber no pueda,

En fin, como forastero,

Si es casa tuya, ¿qué arriesgas?

Laura.

Arriesgo el que lo pregunte,

Y lo que hoy no sabe, sepa

Mañana, y piense que yo

Soy la tapada.

Marcela.

Que adviertas,

[p. 44]Te pido, que yo he de estar

De visita y descubierta,

Como si fuera mi casa,

Dentro de la tuya mesma.

Laura.

Cuando el verte á tí me libre

A mí con esa cautela,

¿Cómo me podré librar

Del peligro de que venga

Mi padre, y halle aquí un hombre?

Marcela.

¿Luego ha de venir por fuerza

Hoy, y luego han de cogernos

En el primer hurto? Esta

Fineza has de hacer por mí,

Pues es tan digna fineza

De tu sangre y mi amistad.

Laura.

(Ap.) ¡Oh quién decirla pudiera

El tercer inconveniente,

Pues no es el de menor pena

Que acierte á venir Don Félix,

Y me halle á mi hecha tercera

De su hermana y de su amigo!

ESCENA II.

SILVIA, con manto. — Dichas.

Silvia.

A Ocaña he dado mil vueltas

Hasta hallarle.

Marcela.

Silvia, ¿qué hay?

Silvia.

Que dí tu papel, y apénas

Le leyó, cuando tras mí

Vino, y queda ya á la puerta

Que me dijiste.

[p. 45]Marcela.

Ya, Laura,

No hay como excusarte puedas.

Laura.

De mala gana te sirvo

En esto.

Marcela.

Quítame, Celia,

Este manto: llama, Silvia,

Tú á Lisardo, y tú no quieras

(Vase Silvia.)

Verle, que eres muy hermosa

Para criada.

Laura.

Ya quedas

Hecha dueña de mi casa,

Marcela: mira por ella.—

(Ap. ¡Oh, á qué de cosas se obliga

Quien tiene una amiga necia!)

(Vase.)

ESCENA III.

SILVIA, LISARDO. — MARCELA.

Silvia.

Esta es la casa, señor,

De aquella dama encubierta,

Que ya descubierta veis.

Lisardo.

¿Quién vió dicha como esta?

Marcela.

Estaríades, señor

Lisardo, muy olvidado

De que iria mi cuidado

A buscaros.

Lisardo.

Mi temor

Confieso, y que la esperanza

Desta ventura perdí;

Que siempre andar juntos ví

Fortuna y desconfianza.

Marcela.

Aunque es verdad que pudiera

[p. 46]Hoy, por el gusto de hablaros,

Señor Lisardo, llamaros

A mi casa, no lo hiciera,

A no tener que reñiros

Un descuido contra mí.

Lisardo.

¿Descuido contra vos?

Marcela.

Sí,

De que me importa advertiros.

Lisardo.

Si vos misma disculpais

Mi ignorancia, con que ha sido

Descuido mal advertido,

Ya importa que le digais,

Porque no vuelva á incurrir

En lo que ignorante estoy.

Marcela.

¿A quién empezasteis hoy

Nuestro suceso á decir,

Que os estorbó una criada

La relacion?

Lisardo.

Ya os entiendo,

Y aunque pueda, no pretendo

Satisfaceros en nada;

Porque mujer que de mí,

Donde no soy conocido,

Tanta noticia ha tenido;

Mujer que se guarda así

De un hombre de quién yo soy

Amigo; mujer que tiene

Criada en su casa, que viene

Con las nuevas que le doy...

Harto callando la digo,

Harto con irme la muestro,

Porque ántes que galan vuestro

Fuí de Don Félix amigo.

Marcela.

Habeis sin duda pensado,

[p. 47]Por las nuevas que yo os doy,

Que dama de Félix soy;

Pues estais muy engañado;

Y esto me habeis de creer,

Si algo crê quien dice que ama,

Que no sólo soy su dama,

Mas que no lo puedo ser.

Lisardo.

Si los principios negais,

Mal argumento teneis.

¿De quién mi nombre sabeis,

Y de mí informada estais?

¿De quién, pues, habeis sabido

(Decir puedo en un momento)

Lo que en su mismo aposento

A los dos ha sucedido?

Marcela.

Para que aquí se concluya

Lo que á dudar os obliga,

Sabed que yo soy amiga

De una hermosa dama suya.

Esta, hablando, pues, conmigo

En Félix, nuevas me dió

De vos, porque en vos habló

Como de Félix amigo;

Y aunque él es tan caballero,

En nadie un secreto cupo

Mejor, que en quien no le supo;

Y así suplicaros quiero

Que á Don Félix no le deis,

Señor, más señas de mí,

Ni le digais que yo os ví,

Ni que mi casa sabeis;

Porque me van en rigor,

A una sospecha creida,

Hoy por lo ménos la vida,

[p. 48]Y por lo más el honor.

Lisardo.

Bien pensaréis que ha cesado

De mis dudas la razon,

Y ántes mayor confusion

Es la que me habeis dejado:

Porque si no sois...

ESCENA IV.

CELIA, despues LAURA. — Dichos.

Celia.

Señora.

Marcela.

¿Qué hay, Celia?

Celia.

Que mi señor

Viene por el corredor.

Marcela.

(A Celia.) Esto me faltaba ahora.

¿Podrá salir?

Celia.

No, que viene

Por la puerta que él entró,

Y saber que hay otra no

Es posible, ni conviene.

Hasta aquí entra ya.

Lisardo.

¿Qué haré?

Celia.

Esconderos es forzoso

En esta cuadra.

Lisardo.

Dudoso

Estoy.

Marcela.

Presto, que si os ve...

Lisardo.

¡Vive Dios, que estoy perdido!

(Escóndese en un aposento. — Sale Laura.)

Marcela.

Cercada de penas muero.

Laura.

¿Ves, Marcela? En el primero

Hurto al fin nos han cogido.

[p. 49]¡En buena ocasion me has puesto!

Marcela.

¿Quién pudiera prevenir

Que ahora hubiese de venir

Tu padre?

ESCENA V.

FABIO. — Dichos.

Fabio.

Celia, ¿qué es esto?

Esta puerta, ¿cuándo abierta

Sueles, por dicha, tener?

Laura.

Vínome Marcela á ver,

Y por estar esa puerta

La más cerca de una casa

Adonde ella estaba, yo

La hice abrir; por ella entró,

Y quedóse así: esto pasa.

Fabio.

Perdonad, bella Marcela;

Que como la luz del dia

Ya se va á poner, no os via.

Laura.

(Ap.) ¡Gran daño el alma recela!

Celia.

(Ap.) ¡Qué confusion!

(Vase.)

Silvia.

(Ap.)¡Qué temor!

Marcela.

Yo, habiendo ahora sabido

La tristeza que ha tenido

Laura, me trajo mi amor

A verla, y ver si merezco

De sus penas consolar

La tristeza y el pesar.

Laura.

Son tantas las que padezco,

Que me añade más dolor

El remedio prevenido,

[p. 50]Y ántes pienso que has venido

A hacérmele tú mayor;

Que crece con el remedio

Este accidente.

Fabio.

No sé

Qué te diga, ni sabré

Hallar á tus males medio.—

Hola, traed luces aquí.

ESCENA VI.

CELIA, con luces, que pone sobre un bufete; HERRERA. — Dichos.

Celia.

Ya aquí las luces están.

Herrer.

Las ocho y media serán,

¿Habemos de irnos de aquí

Esta noche, pues que ya

Ha anochecido, señora?

¿No es de recogernos hora?

Marcela.

Pena el dejarte me da,

Laura, con este cuidado; (Ap. á ella.)

Pero excusarle no puedo.

Laura.

Yo, en fin, á pagar me quedo

Las culpas que no he pecado.

Marcela.

¿Qué puedo hacer? (¡Ay de mí!)

Dame licencia.

Fabio.

Yo iré

Sirviéndôs.

Marcela.

No hay para qué

Me trateis, señor, así.

Quedad con Dios.

Laura.

(Ap. á Marcela.)Mejor es

[p. 51]Dejarle ir, para que pueda

Irse este hombre que aquí queda.

Fabio.

Yo tengo de ir con vos.

Marcela.

Pues

Me honrais tanto, replicar

A vuestra gran cortesía,

Pareciera grosería.

Fabio.

La mano me habeis de dar.

Marcela.

Sois tan galan, que no puedo

Negaros ese favor.

(Vanse Fabio, Marcela, Herrera y Silvia.)

Laura.

¿Hay, Celia, pena mayor

Que la pena con que quedo?

¿Quién crêrá que yo encerrado

Aquí tengo un hombre que

No conozco? Y si me ve,

¿Quedará desengañado

De que Marcela no ha sido

El dueño de aquesta casa?

Celia.

Todo cuanto aquí nos pasa,

Fácil enmienda ha tenido

Con irse ahora mi señor.

Retírate tú de aquí:

Yo le sacaré de allí

Sin que pueda del error

En que está, desengañarse;

Pues él sin veros se irá,

Ni á tí ni á Marcela.

Laura.

Ya

Sólo falta efectuarse.

La puerta abre; mas detente,

Que parece que he sentido

En esta sala rüido.

Celia.

Ya es otro el inconveniente.

[p. 52]ESCENA VII.

DON FÉLIX. — LAURA, CELIA.

D. Félix.

Apénas la sombra fria

Tendió, Laura, el manto negro

Capa de noche que viste

Para disfrazarse el cielo,

Cuando á tu puerta me hallaron

Las estrellas; que el deseo

Tanto anticipa las horas,

Que á verte á estas horas vengo

Haciendo el tiempo en tu calle,

Porque no se pierda el tiempo.

Ví que mi hermana salia

De tu casa, y advirtiendo

Que tu padre la acompaña,

A entrar hasta aquí me atrevo;

Porque las paces de hoy

Me tienen con tal contento,

Que no quise dilatar

Sólo un instante, un momento

El verte desenojada.

Laura.

Pues no haces bien, si es que advierto,

Que un enojo apénas quitas,

Cuando otro vas disponiendo.

¿Tanto podia tardar

(Ap. Apénas á hablarle acierto.)

En recogerse la casa,

Que temerario y resuelto

Te entras aquí, sin mirar

Que ha de volver al momento

[p. 53]Mi padre?

D. Félix.

Sólo he querido

Que sepas, Laura, que espero

En la calle á que sea hora

Para hablarte; porque luégo

No digas que de otra parte

Vengo, cuando á verte vengo.

En la calle pues estoy.

Laura.

Eso sí; vuélvete presto,

Que al punto que se recoja

Mi padre, hablarnos podremos

Más despacio. No me tengas

Con tanto susto, que creo

Que sospechoso (¡ay de mí!)

Está ya del amor nuestro;

Tanto, que á esa puerta falsa

La llave ha quitado, (Ap. Esto

Digo por asegurar

El paso al que está acá dentro.)

Y anda todos estos dias

A casa yendo y viniendo.

D. Félix.

Por quitarte ese temor,

Me voy, y en la calle espero.

Fabio.

(Dentro.) Hola, bajad una luz.

Laura.

Él viene ya.

Celia.

Dicho y hecho.

(Toma Celia una luz y vase.)

D. Félix.

Si de esotra puerta dices

Que quitó la llave, es cierto

Que no hay por donde salir;

Y así, en aqueste aposento

Me esconderé.

(Va á entrar donde está Lisardo, y se pone delante Laura.)

Laura.

Aguarda, espera;

[p. 54]Que no has de entrar aquí dentro.

D. Félix.

¿Por qué?

Laura.

Porque siempre aquí

Está mi padre escribiendo

Mucha parte de la noche.

D. Félix.

¡Vive Dios, que no es por eso!

Porque al entreabrir la puerta

He visto un bulto allá dentro.

Laura.

Mira...

D. Félix.

Aquí, ¿qué hay que mirar?

Laura.

Advierte...

D. Félix.

Ya nada temo.

Laura.

Que entra ya mi padre.

D. Félix.

¡Ay triste,

En qué gran duda estoy puesto!

Si aquí hago alboroto, á Fabio

De sus ofensas advierto;

Si callo, sufro las mias.

ESCENA VIII.

FABIO. — Dichos.

Fabio.

¡Vos aquí, Félix! ¿qué es esto?

Laura.

(Ap. á Don Félix.)

Mira, por Dios, lo que haces;

Pues en quien es caballero,

El honor de las mujeres

Siempre ha de ser lo primero.

D. Félix.

(Ap. Es verdad; disimular

Tomo por mejor acuerdo,

Si celos se disimulan.)

Buscando á mi hermana vengo. (A Fabio.)

[p. 55]Que me dijeron que aquí

Estaba.

Fabio.

Ya yo la dejo

En su casa, y vengo ahora

De servirla de escudero.

Laura.

Eso es lo mismo que yo

Le estaba, señor, diciendo.

D. Félix.

Dios os guarde por la honra

Que á mi hermana la habeis hecho.

Fabio.

Ella os espera ya en casa.

D. Félix.

(Ap. No sé (¡ay Dios!) lo que hacer debo.

Estarme aquí, es necedad;

Irme, si aquí un hombre dejo,

Es desaire; alborotar

Aquesta casa, desprecio;

Pues esperarle en la calle,

Si hay dos puertas, ¿cómo puedo

Yo solo? ¡Oh, quién á Lisardo,

Que es mi amigo verdadero,

Consigo hubiera traido!

Mas ya he pensado el remedio.)

Quedad con Dios.

Fabio.

Él os guarde.

D. Félix.

(Ap.) Hoy he de ver, ¡vive el cielo!

Si es verdad que la fortuna

Ayuda al atrevimiento.

(Don Félix se va muy aprisa, Fabio llega hasta la puerta con él, y Celia despues toma una luz y se va; Fabio toma otra luz.)

Fabio.

Alumbra, Celia, á Don Félix.

Laura, éntrate tú acá dentro,

Que tengo que hablar á solas

Contigo.

Laura.

(Ap.)Otro susto, ¡cielos!

[p. 56]Mi padre ¿qué me querrá?

Laura, ¿en qué ha de parar esto?

(Vanse.)

ESCENA IX.

CELIA, que vuelve con la luz; despues LISARDO.

Celia.

Sin esperar que bajara

A alumbrarle, en un momento

Se me despareció Félix.

Bien se deja ver su intento,

Que es de dar presto la vuelta

A la calle; mas primero

Que él llegue, ya habrá salido

Estotro; que en su aposento

Está mi señor con Laura.

No hay que esperar. Caballero, (A Lisardo.)

En gran confusion estamos

Por vos.

(Sale Lisardo.)

Lisardo.

Ya sé lo que os debo;

Que aunque he entendido muy poco

Del caso, porque aquí dentro

Llegaban muertas las voces,

He entendido por lo ménos

Los empeños desta casa.

Celia.

Vamos de aquí.

Lisardo.

Vamos presto.

Celia.

(Ap.) Salga él una vez de casa,

Y más que sucedan luégo

Muertes de hombres en la calle.

(Apaga la luz y vase con él.)

[p. 57]ESCENA X.

DON FÉLIX; despues LAURA.

D. Félix.

En un esconce pequeño

Que hace la escalera, ántes

Que la luz bajara, muerto

De celos y de desdichas,

Pude quedarme encubierto.

Poco lugar han tenido

De echar á este hombre, y no creo

Que, sabiendo que en la calle

Estoy, se atrevan á hacerlo.

El fin con que me he quedado,

A mis desdichas atento,

Es de sacarle conmigo

Hasta la calle, fingiendo

Que soy criado de casa,

Y que sé todo el suceso.

(Llégase á la puerta.)

Esta es la puerta, y está

Abierta. Ce, caballero,

Seguidme: seguro soy.

¿No me respondeis? ¿Qué es esto?

Obligaréisme callando,

¡Vive Dios! á que éntre dentro.

(Entra.)

(Sale Laura con luz.)

Laura.

Nada me queria mi padre

Que fuese de más momento,

Que decirme que mañana

Ha de ir á un cercano pueblo,

Adonde su hacienda tiene,

[p. 58]Y yo á mis desdichas vuelvo.

Celia, Celia, ¿dónde estás?

Pondré que se han ido huyendo

Todos, y que me han dejado

En el peligro. Y es cierto;

Pues nadie parece. ¡Ay triste!

¿Qué he de hacer en tanto aprieto?

Félix estará en la calle,

Cuando estotro está aquí dentro.

Pero aunque todo lo arriesgue,

Esto ha de ser; que primero

Soy yo. Perdone Marcela,

Esta vez. Ce, caballero,

A quien necia una mujer

En tanto peligro ha puesto,

No os espanteis de mirarme.

(Sale Don Félix embozado.)

D. Félix.

¿Cómo puedo, cómo puedo

Dejar de espantarme, Laura,

De mirarte...

Laura.

¡Ay Dios! ¡qué veo!

D. Félix.

Tan mudable...

Laura.

¡Ay infelice!

D. Félix.

Y tan falsa?

Laura.

¡Ay Dios! ¿qué es esto?

D. Félix.

Esto es, Laura, esto es

(Si es que yo á decirlo acierto)

El desengaño mayor

Que á un hombre han dado los celos.

Pero miento, que no son

Celos, sino agravios estos.

(Paséase y ella tras él.)

Laura.

(Ap. ¡Yo estoy muerta!) Félix mio,

Mi bien, mi señor, mi dueño.

[p. 59]D. Félix.

Mi mal, mi muerte, mi ofensa,

¿Qué me quieres?

Laura.

Que te quiero;

Te quiero, no más.

D. Félix.

Y yo,

Pues tú lo dices, lo creo;

Porque no habiendo tenido

Un hombre en este aposento;

No habiendo dicho que estaba

Cerrado el paso por esto;

No habiendo venido tú

A hablarme por él; no habiendo

Visto yo... ¿Qué he de haber visto?

Nada digo, nada entiendo.

¡Mal haya yo, porque estuve

Antes á tu honor atento,

Y no...! Adios, Laura; adios, Laura.

Laura.

Detente, porque primero

Que te vayas, has de oirme.

D. Félix.

¿Puede ser mentira esto?

Laura.

Sí, bien puede ser mentira.

D. Félix.

¿Mentira lo que estoy viendo?

Laura.

¿Qué viste?

D. Félix.

El bulto de un hombre

Que estaba en este aposento.

Laura.

Algun criado sería.

ESCENA XI.

CELIA, muy alborozada. — Dichos.

Celia.

Señora, ya por lo ménos

Nada sucederá en casa,

[p. 60]Que ya en la calle los dejo.

(Ve á Don Félix, y túrbase.)

D. Félix.

Mira, si era algun criado.

Celia.

¿Pues esto agora tenemos?

¿Cómo aquí?... No puedo hablar.

Laura.

¿Ves, Félix, con cuánto aprieto

Se eslabonan mis desdichas?

Pues culpa ninguna tengo.

D. Félix.

Pues yo la culpa tendré.

Laura.

Tanto te estimo y te quiero,

Que áun no quiero yo decirlo,

Porque te está mal saberlo.

D. Félix.

¡Qué antiguo sagrado es ese

De un culpado, en no teniendo

Que responder! Esto en fin

Se acabó, Laura, esto es hecho.

Adios, adios.

Laura.

Mira...

D. Félix.

Suelta...

Laura.

No has de irte así.

D. Félix.

¡Vive el cielo,

Que dé voces que despierten

A tu padre, al mundo entero,

Diciendo quién eres!

Laura.

¡Félix!

D. Félix.

Harás que pierda el respeto

A tu hermosura, porque

Nadie le tuvo con celos.

(Vase.)

Laura.

Tenle, Celia.

Celia.

¿Yo tenerle?

Laura.

Pues aunque vayas huyendo,

Yo te buscaré. ¡Ay, Marcela,

En qué de dudas me has puesto!

(Vanse.)


[p. 61]Cuarto de Lisardo en casa de D. Félix.

ESCENA XII.

LISARDO, CALABAZAS.

Calab.

Señor, ¿qué es lo que tienes?

¿De dónde ó cómo á tales horas vienes?

Lisardo.

Ni sé de dónde vengo,

Calabazas, ni sé lo que me tengo.

Calab.

Despues de haberte ido

Sin mí (cosa que nunca ha sucedido,

Ni héchose con lacayo

De bien), vuelves á casa como un rayo,

Casi al amanecer, descolorido,

Colérico, furioso, acontecido.

Airado...

Lisardo.

No me mates,

Ni empieces á decirme disparates,

Sino pon las maletas; porque luégo

Me tengo de ir, y en tanto que á esto llego,

A esotra cuadra pasa,

Mira si hablar á Félix puedo.

Calab.

En casa

Él no está; que aunque ya ha amanecido,

Creo que no ha venido

A acostarse hasta agora.

Lisardo.

¡Feliz él, que habrá estado (¿quién lo ignora?)

Celebrando las paces con su dama;

Que es la felicidad del que bien ama!

¡Y yo, infeliz, á quien han sucedido

Tantas cosas!...

Calab.

¿Qué han sido?

[p. 62]Lisardo.

Oye, porque me dejes,

Con condicion que luégo no aconsejes.

Llamóme por un papel

Aquella dama tapada,

A que en su casa la viese.

A verla fuí, y la criada

Por un jardin me guió,

Hasta que llegué á una sala

De estrado, donde la misma

Que ví en las huertas, estaba

Tan bella como entendida:

Esto, que te diga, basta.

Muy á los primeros lances,

Me dió á entender enojada

No sé bien qué quejas, cuando

Su padre á la puerta llama.

Métenme en un aposento,

Donde, despues de pasadas

Algunas conversaciones,

De quien poco entendí ó nada

(Porque como retirado

Estaba á puerta cerrada,

Llegaban á mí confusas

Las voces sin las palabras),

La puerta un hombre entreabrió;

La capa tercié y la espada

Empuñé, y al mismo instante

Me volvieron á cerrarla

Por defuera, sin poder

Ver el talle ni la cara

Del hombre. De allí á otro rato,

Triste, confusa y turbada,

Otra moza me sacó

Hasta la calle, con várias

[p. 63]Prevenciones de que Félix

No supiera desto nada.

Yo pues, cercado de dudas

Y de sospechas contrarias,

Estoy sin saber qué hacerme

En confusion tan extraña;

Porque si á Félix le callo

El lance, ya acreditada

La sospecha de que ha sido

Dama suya, será ingrata

Correspondencia, que él tenga

A su enemigo en su casa;

Si se lo digo, y no es

Su dama, sino otra dama

Que de mí se fía, el decirlo

Es de mi nobleza infamia.

Y así entre hablar y callar,

La opinion más acertada

Es, pues dos daños me embisten,

Volver á los dos la espalda.

Así con esto á Don Félix

No ofende lo que se calla,

Ni lo que se dice, ofende

A la mujer. Luego trata

De poner toda la ropa,

Que ántes que amanezca el alba,

Con ocasion de que ya

Hecha mi consulta baja,

De Ocaña me tengo de ir,

Aunque me deje en Ocaña

En un ingenio la vida,

Y en una hermosura el alma.

Calab.

¡Honrada resolucion!

Lisardo.

Porque apruebas y no cansas,

[p. 64]Toma aquel vestido que hice

De camino, Calabazas.

Calab.

Tus manos, señor, te beso

De resultas de las plantas,

No tanto por el vestido,

Aunque es dádiva extremada,

Como por dármele hecho;

Y en tanto que se levanta

Quien la ropa me ha de dar,

Escúchame en dos palabras

Lo que hecho un vestido ahorra.

(Mudando voces.)

—Señor maestro, ¿cuántas varas

De paño son menester

Para mí?—Siete y tres cuartas.

—Con seis y media le hace

Quiñones.—Pues que le haga;

Mas si él saliere cumplido,

Yo me pelaré las barbas.

—¿Qué tafetan?—Ocho.—Siete

Han de ser.—No quite nada

De siete y media.—¿Ruan?

—Cuatro.—No—Si un dedo falta,

No puede salir.—¿De seda?

—Dos onzas, treinta de lana.

—¿Bocací á los bebederos?

—Media vara.—¿Angeo?—Otra tanta.

—¿Botones?—Treinta docenas.

—¿Treinta?—¿Habrá más de contarlas?

Cintas, faltriqueras, hilo:

Vamos con todo esto á casa.

Junte vuesarced los piés,

Ponga derecha la cara,

Tienda el brazo.—¿Seor maestro,

[p. 65]Son matachines?—¡Qué gracia

Hará el calzon!—Oye usted,

La ropilla ancha de espaldas,

Derribadica de hombros,

Y redondita de falda.

—Frisa para las faldillas

Haber sacado nos falta.

Póngala usted.—Que me place.

—¡Ah! sí; esto se me olvidaba:

Entretelas.—Deste viejo

Ferreruelo me las haga.

—Voy á cortarlo al momento.

—¿Cuándo vendrá esto?—Mañana

A las nueve.—La una es:

¡Oh cuánto este sastre tarda!

—Seor maestro, todo el dia

Me ha tenido usted en casa.

—No he podido más, que he estado

Acabando unas enaguas,

Que, como mil paños llevan,

No fué posible acabarlas.

—¡Ah! caballero, muy seca

Está esta obra.—Remojarla.

—Angosto vino el calzon.

—De paño es, no importa nada,

Que luego dará de sí.

—Esta ropilla está ancha.

—No importa nada, es de paño,

Que ella embeberá (así basta,

Que los paños dan y embeben

Como el sastre se lo manda.)

—El ferreruelo está corto.

—Más de media liga tapa,

Y ahora no se usan largos.

[p. 66]—¿Qué se debe?—Poco ó nada:

Veinte del calzon, y veinte

De la ropilla y sus mangas,

Diez del ferreruelo, treinta

De los ojales... y tantas

Impertinencias, que en fin,

Que me venga ó que me vaya,

Quien me da un vestido hecho,

Me da la mejor alhaja.

A componer voy las tuyas;

Aquí gloria y despues gracia.

(Vase.)

Lisardo.

¡Qué locuras! ¡Quién tuviera

Tu alegría, y no llegara

Hoy á sentir los extremos

De tantas penas, de tantas

Confusiones y sospechas!

¡Válgate Dios por tapada,

Toda misterios y toda

Prevenciones, sin que haya

Nunca visto la verdad!

(Vuelve Calabazas.)

Calab.

Ya la dije á una criada

Que me sacase la ropa;

Porque hoy nos vamos á Irlanda.

Lisardo.

En efecto, me destierran,

Antes de tiempo de Ocaña,

Tramoyas de una mujer.

[p. 67]ESCENA XIII.

MARCELA, con manto, SILVIA, sin él, y quedan á la puerta. — Dichos.

Silvia.

Mira á qué te atreves.

Marcela.

Nada

Me digas, porque no estoy

Para escucharte palabra.

¿Que hoy se va, no dices?

Silvia.

Sí.

Marcela.

¿Pues, Silvia, de qué le espantas

Que haga locuras mi amor?

Sin duda le dijo Laura

Quién soy, y de mí va huyendo.

Silvia.

¿Pues si esto temes, qué tratas?

Marcela.

Hablarle ya claramente;

Que puesto que á esta hora falta

Mi hermano, ya no vendrá,

Hasta que le lleven capa

Y valona, ó sea de noche.

Tú, Silvia, á esa puerta aguarda.

(Vase Silvia.)

Lisardo.

Mira si ha venido Félix.

Calab.

Félix no, pero la dama

Tapada sí que ha venido.

Lisardo.

¿Qué dices?

Calab.

Ecce quam amas.

Marcela.

Señor Lisardo, no sé

Que sea accion cortesana

El iros sin despediros

Hoy de una mujer que os ama.

[p. 68]Lisardo.

¿Tan presto tuvisteis nueva

De mi partida?

Marcela.

Las malas

Vuelan mucho.

Calab.

(Ap.)¡Vive Dios,

Que con los demonios habla!

¿Si es Catalina de Acosta,

Que anda buscando su estatua?

Marcela.

En fin, ¿os vais?

Lisardo.

Sí, y huyendo

De vos, que vos sois la causa.

Marcela.

De eso infiero que sabeis

Ya quién soy (¡estoy turbada!);

Y si el haberlo sabido

Anticipa la jornada,

Id con Dios; pero advirtiendo

Que fué en mí y en vos la causa

Imposible de decirla,

Y imposible de callarla.

Lisardo.

No os entiendo, pues no sé

De vos (esta es verdad clara)

Más de lo que sé de vos:

Y ántes la desconfianza

Que haceis de mí, es quien me mueve

A irme.

(Mira Calabazas adentro.)

Calab.

Ce: por la sala

Entra Don Félix.

Marcela.

¡Ay triste!

Lisardo.

¿Qué os turba? ¿Qué os embaraza?

Conmigo estais.

Marcela.

Es verdad;

Mas puesto que mis desgracias

Unas con otras tropiezan,

[p. 69]Y tan en mi alcance andan,

Sabed, que yo soy... No puedo,

No puedo hablar más palabra,

Que entra ya. Mi vida está

En vuestras manos, guardadla;

Que yo aquí me escondo.

(Escóndese.)

Lisardo.

¡Cielos,

Sacadme de dudas tantas!

Ella es su dama sin duda.

Pues que tanto dél se guarda.

ESCENA XIV.

DON FÉLIX. — LISARDO; MARCELA, escondida.

D. Félix.

Lisardo.

Lisardo.

¿Qué hay, qué traeis,

Don Félix?

D. Félix.

Traigo un pesar,

Y véngole á consolar

Con vos, que me aconsejeis.

Lisardo.

Cuando por haber faltado

De casa... Véte de aquí.

(A Calabazas. Vase.)

Toda la noche, creí

Que habíades celebrado

Las paces con vuestra dama,

¿Al amanecer venís

Con el pesar que decís?

D. Félix.

Sí, que un mal á otro mal llama.

¡Ay Lisardo! bien dijisteis,

Cuando hablasteis de los celos,

Que sus mortales desvelos,

[p. 70]Y que sus efectos tristes,

Eran tan otros tenidos

Que dados, cuanto se ofrece

Entre quien hace y padece;

Pues padecen mis sentidos

El daño que ántes hicieron.

¡Oh quién un siglo los diera,

Y un punto no los tuviera!

Lisardo.

Pues ¿cómo ó de qué nacieron?

(Ap. ¡Vive Dios! que él ha seguido

Esta dama, y que sus celos

Son de mí y della.)

Marcela.

(Ap.)Los cielos

Den mis penas á partido.

D. Félix.

Muy rendido ayer llegué,

Donde (¡ay de mí!) satisfice

Con los extremos que hice,

Las lágrimas que lloré,

Las mal fundadas sospechas

Que de mí (¡ay cielos!) tenía

La hermosa enemiga mia;

Y cuando ya satisfechas

Estaban, y yo esperaba

De los sembrados rigores

Coger el fruto en favores,

De la calle en que aguardaba

Entré á verla muy contento;

Y porque fué fuerza así

Un aposento entreabrí

(Mal haya mi sufrimiento),

Y en él (¡qué torpes desvelos!)

El bulto de un hombre ví.

Lisardo.

(Ap.) ¡Esto es lo que anoche á mí

Me pasó, viven los cielos!

[p. 71]D. Félix.

¡Oh mal haya yo, porque,

Aunque su padre viniera,

Y aunque su honor se perdiera,

A darle muerte no entré!

Quedarme pude escondido,

Con ánimo de volver

A buscar el hombre, y ver

Quién era.

Lisardo.

¿Habeislo sabido?

D. Félix.

No, porque ya una criada

Le habia sacado de allí.

Tras él al punto salí;

Pero no pude hallar nada.

Así hasta el mediodía

Toda la mañana he estado

(¡Mirad qué necio cuidado!)

Pensando que volveria.

Ved si habrá en el mundo quien

Tenga el dolor que yo tengo,

Pues hoy aquí á tener vengo

Celos, sin saber de quién.

Lisardo.

(Ap.) En este punto creí

Todo cuanto imaginé;

La dama esta dama fué,

Y yo el encerrado fuí.

Las señas son; mas supuesto

Que él no sabe que fuí yo,

Ni que ella aquí se ocultó,

Ponga fin á todo esto

Mi ausencia, puesto que así

Todo el silencio lo sella;

Pues no sabrá agravios della.

Ni tendrá quejas de mí.

D. Félix.

¿Agora suspenso estais?

[p. 72]¿Cómo no me respondeis?

Lisardo.

Como admirado me habeis,

Aun más de lo que pensais.

D. Félix.

¿Qué puedo hacer?

Lisardo.

Olvidar.

D. Félix.

¡Ay, Lisardo, quién pudiera!

Calab.

(A la puerta.) Señor, una dama ahí fuera

Dice que te quiere hablar.

D. Félix.

Ella es, que habrá venido

A verme. Yo no he de vella.

Lisardo.

Mirad primero si es ella.

ESCENA XV.

LAURA, tapada. — Dichos.

D. Félix.

¿No he de haberla conocido?

Ella es, que en conclusion,

Querrá agora que yo crea

Que todo mentira sea.

Lisardo.

(Ap.) Ya es otra mi confusion:

Si esta es la que Félix ama,

Y dentro en su casa vió

Un hombre, y éste fuí yo,

¿Quién es, quién, estotra dama?

Laura.

Lisardo, por caballero

Os ruego que os ausenteis,

Y con Félix me dejeis,

Porque hablar con Félix quiero.

D. Félix.

¿Quién te ha dicho que querrá

El Félix hablarte á tí?

Laura.

Dejadnos solos.

Lisardo.

Por mí

[p. 73]Obedecida estais ya.

(Ap. Fuerza es dejar encerrada

La otra dama hasta despues,

Y estar á la vista. Nada

Tengo ya que temer, pues

No es su dama mi tapada.)

(Vanse Calabazas y Lisardo.)

ESCENA XVI.

LAURA y DON FÉLIX; MARCELA, escondida.

Laura.

Ya que estamos los dos solos,

Don Félix, y que podré

Decir á lo que he venido,

Escúchame.

D. Félix.

¿Para qué?

Ya sé que quieres decirme

Que ilusion, que engaño fué

Cuanto allí ví y cuanto oí;

Y si esto en fin ha de ser,

Ni tú tienes qué decir,

Ni yo tengo qué saber.

Laura.

¿Y si nada de eso fuese,

Sino todo eso al revés?

D. Félix.

¿Cómo?

Laura.

Escucha, oiráslo.

D. Félix.

¿Iráste

Si te escucho?

Laura.

Sí.

D. Félix.

Dí pues.

(Asoma Marcela.)

Laura.

Negarte que estaba un hombre

[p. 74]En mi aposento...

D. Félix.

Deten.

¿Y es estilo de obligar,

Modo de satisfacer,

Decirme, cuando esperaba

Un rendimiento cortés,

Una disculpa amorosa,

Confesar la ofensa? ¿Ves

Cómo otra vez la repites,

Porque la sienta otra vez?

Laura.

Si no me oyes hasta el fin...

Marcela.

(Ap.) ¡Quién vió lance más cruel!

D. Félix.

¿Qué he de escuchar?

Laura.

Mucho.

D. Félix.

¿Iráste

Si te escucho?

Laura.

Sí.

D. Félix.

Dí pues.

Laura.

Negarte que estaba un hombre

En mi aposento, y tambien

Que Celia le abrió la puerta,

No fuera justo; porque

Negarle á un hombre en su cara

Lo mismo que escucha y ve,

Es darle á un desesperado,

Para consuelo un cordel;

Mas pensar tú que fué agravio

De tu amor y de mi fe,

Es pensar que cupo mancha

En el puro rosicler

Del sol, porque con mi honor

Aun es sombra todo él.

D. Félix.

¿Pues quién aquél hombre era?

Laura.

No puedo decirte quién.

[p. 75]Marcela.

(Ap.) ¡Quién vió confusion igual!

D. Félix.

¿Por qué?

Laura.

Porque no lo sé.

D. Félix.

¿Qué hacía escondido allí?

Laura.

No lo sé tampoco.

D. Félix.

¿Pues

Dónde la satisfaccion

Está?

Laura.

En no saberlo.

D. Félix.

¡Bien!

No saberlo es la disculpa,

La culpa el saberlo es:

¿Pues cómo quieres que venza

Lo que sé á lo que no sé?

Laura, Laura, no hay disculpa.

Laura.

Félix, Félix, déjame;

Que, aunque lo puedo decir,

Tú no lo puedes saber.

D. Félix.

Otra vez me has dicho ya

(Baldon ó despecho fué)

Eso mismo, y ¡vive Dios!

De no escucharlo otra vez;

Porque aquí me has de decir

La verdad desto...

Marcela.

(Ap.)¿Qué haré?

¡Que, por disculparse á sí,

Me ha de echar á mí á perder!

D. Félix.

Que nada me está peor

Que el pensarlo.

Laura.

Sí diré.

Marcela.

(Ap. No dirás; porque primero,

Tus voces estorbaré

Con esta resolucion.

Amor ventura me dé,

[p. 76]Como me da atrevimiento.)

(Pasa por delante tapada, como jurándosela á Don Félix; él quiere seguirla, y Laura le detiene.)

Sólo esto he querido ver.

D. Félix.

¿Qué mujer es esta?

Laura.

Hazte

De nuevas.

D. Félix.

Déjame que

La siga y la reconozca.

Laura.

¡Eso querias tú, porque

Pudieras desenojarla,

Diciéndola á ella despues

Que me dejaste por ir

Tras ella! Pues no ha de ser.

D. Félix.

Laura mia, mi señora,

El cielo me falte, amén,

Si sé qué mujer es ésta.

Laura.

Yo sí; yo te lo diré:

Nise era, que al pasar

Yo la conocí muy bien.

D. Félix.

Ni era Nise, ni sé yo

Cómo estaba aquí.

Laura.

Muy bien;

¡La disculpa es no saberlo,

La culpa el saberlo es!

¿Pues cómo quieres que venza

Lo que sé á lo que no sé?

Adios, Félix.

D. Félix.

Si no basta

El desengaño que ves,

¿Cómo quieres que yo crea

Lo que tú, Laura, no crês?

Laura.

Porque yo digo verdad,

Y soy quién soy.

[p. 77]D. Félix.

Yo tambien,

Y ví en tu aposento un hombre.

Laura.

Yo en el tuyo una mujer.

D. Félix.

No sé quien fué.

Laura.

Yo tampoco.

D. Félix.

Sí supiste, Laura; pues

Ya me lo ibas á decir.

Laura.

Ya, sin decirlo me iré,

Por no dar satisfacciones

A un hombre tan descortés.

D. Félix.

Mira, Laura...

Laura.

Suelta, Félix.

D. Félix.

Véte, que es cosa cruel,

Haber de rogar quejoso.

Laura.

Quédate; que es rabia haber

De llevar traiciones, cuando

Finezas vine á traer.

D. Félix.

Yo bien disculpado estoy.

Laura.

Si á eso vamos, yo tambien.

D. Félix.

Pues ví en tu aposento un hombre.

Laura.

Yo en el tuyo una mujer.

D. Félix.

Si esto, cielos, es amar...

Laura.

Si esto, fortuna, es querer...

Los dos.

¡Fuego de Dios en el querer bien!

Amén. Amén.


[p. 78]

JORNADA TERCERA.


Cuarto de Marcela.

ESCENA PRIMERA.

MARCELA, SILVIA.

Silvia.

Grande atrevimiento fué.

Marcela.

Como perdida me ví,

Cuando ya á Laura escuché,

Que iba á descubrir allí

Cuanto en su casa pasé,

Estorbar la relacion

Quise con tan loca accion;

Que, ya preciso un pesar,

Algo se ha de aventurar.

Silvia.

Así es verdad.

Marcela.

La razon

Que me animó más, fué ver

A Lisardo, que esperaba

Más afuera, al parecer,

En qué el suceso paraba

De su encerrada mujer;

Y como yo lo sabía,

No temí la empresa mia:

Pues, á no suceder bien,

[p. 79]Ya en Lisardo al ménos quien

Me defendiese tenía:

Y en fin, ello sucedió

Mejor que esperaba yo;

Pues yo á mi cuarto pasé,

Y en los celos que dejé

El lance se barajó

De suerte, que ni Lisardo

Se empeñó por mí gallardo,

Ni Laura el caso contó,

Ni Félix me conoció.

Ni yo mayor susto aguardo.

Silvia.

Digo que fué extraño cuento,

Y si escarmiento ha dejado.

Será de más fundamento.

Marcela.

¿Pues cuándo dejó escarmiento,

Silvia, un peligro pasado?

Antes el haber salido

Deste tan bien me ha movido

A pensar cómo pudiera

Ser que Lisardo volviera

A verme.

Silvia.

Oye, que hacen ruido.

ESCENA II.

DON FÉLIX, por la puerta escondida. — Dichas.

D. Félix.

Marcela.

Marcela.

¿Qué novedad

Es entrar tú en mi aposento?

D. Félix.

Es venir mi voluntad

Por luz á tu entendimiento,

[p. 80]Por consuelo á tu piedad.

Anoche, cuando saliste

De ver á Laura, yo entré

En su casa (¡Ay de mí triste!)

Y ví en su casa, y hallé...

Marcela.

Dí, ¿qué hallaste? dí, ¿qué viste?

D. Félix.

Un hombre.

Marcela.

¿Tal pudo ser?

D. Félix.

Vínome á satisfacer;

Una mujer, que salió

De mi alcoba, lo estorbó...

Marcela.

¡Miren la mala mujer!

D. Félix.

Que con Lisardo debia

De estar. Él, cuerdo y discreto,

Presumiendo que ofendia

De mi casa así el respeto,

Dice que tal no sabía.

En fin, sea lo que fuere

(Que no hay nadie que lo diga),

Celosa Laura, no quiere

Que desengaños consiga,

Ni que disculpas espere.

Yo, por no dar á torcer

Tampoco mi sentimiento,

No la quiero hablar ni ver;

Pero quisiera saber

Hasta el menor pensamiento

Suyo. Para esto ha pensado

Una industria mi cuidado.

Marcela.

¿Y es, si me la has de decir?

D. Félix.

Que tú, hermana, has de fingir

Que un gran disgusto, un enfado

Conmigo has tenido, y que

En tanto que esto se pasa,

[p. 81]Te quieres ir á su casa:

Y así una espía tendré

Para el fuego que me abrasa;

Pues tú á la mira estarás,

Y á pocos lances verás,

Quién este embozado es,

Y con secreto despues

De todo me avisarás.

Marcela.

Aunque hay bien que replicar,

Hoy me iré á su casa.

D. Félix.

No

Puede hoy ser; que por mostrar

Cuán poco mi mal sintió,

O por darme este pesar,

Hoy de su casa ha salido,

Y al mar de Antígola ha ido.

Marcela.

Pues digo que iré mañana.

D. Félix.

La vida me das, hermana;

Tuya desde hoy habrá sido.

(Vase.)

Marcela.

¿Hay cosa, como llegar

Rogándome lo que yo

Puedo, Silvia, desear?

Pero mira quién se entró

En el cuarto sin llamar.

Silvia.

Laura y Celia son, señora.

ESCENA III.

LAURA, CELIA. — MARCELA, SILVIA.

Marcela.

Laura mia, ¡á aquesta hora!

Laura.

No te espantes desto, amiga;

Que á tanto una pena obliga.

[p. 82]Marcela.

¿Quién lo duda? ¿Quién lo ignora?

Laura.

De la suerte que de mí

Te fuiste ayer á valer,

Vengo á valerme de tí.

Celia.

Aprended, damas, de aquí,

Lo que va desde hoy á ayer.

Laura.

Aquel hombre que dejaste

Cerrado, Marcela mia,

En mi casa, vió Don Félix.

Marcela.

¡Jesus!

Laura.

No importa que diga

El cómo ó el cuándo, puesto

Que bastaba ser desdicha,

Para que ella se estuviese

Desde luego sucedida.

Quísele satisfacer,

Y vine á tu casa, amiga,

Sin mirar á los respetos

A que el ser quien soy me obliga.

Entré en su aposento, y cuando

A representarle iba

Disculpas, que no tocasen

En tu opinion ni en la mia,

Una mujer, que detras

De su aposento tenía,

Y que era sin duda Nise...

Marcela.

¿Quién duda que ella sería?

Laura.

Salió á dar celos por celos.

Marcela.

¡Hay tan gran bellaquería!

¿Y qué hizo Félix á eso?

Laura.

Él, aunque quiso seguirla,

Yo no lo dejé. En efecto,

Las dos quejas repetidas,

Ni las suyas quise oir,

[p. 83]Ni él saber quiso las mias.

Por mostrar que estaba (¡ay cielos!)

Gustosa y entretenida,

(¡Oh cuán á costa del alma,

Marcela, un triste se anima!)

Al mar de Antígola hoy

Salí con unas amigas,

Donde, aunque debió alegrarme

Su hermosa apacible vista,

No pudo, que para mí

Ya se murió la alegría;

Tanto, que ni el ver la Reina,

Que infinitos siglos viva,

Para que flores de Francia

Nos den el fruto en Castilla

Cómo en su verde carroza,

Que caballos del sol tiran,

Varado bajel de tierra

Llegó á abordar á la orilla:

Ni el ver tan ufano entónces

Ese breve mar, que imita

Del Océano las ondas

Encrespadas y movidas

De los céfiros süaves,

Cuando al mirar quien las pisa

Como plata las entorcha,

Y como vidrio las riza:

Ni el ver que ya el bergantin,

Coche del mar, pues le guian,

Como caballos, los remos,

A quien el freno registra

De un timon, abrió el estribo

De su hermosa barandilla,

Para que su popa ocupe,

[p. 84]Para que su esfera admita

Un sol, á quien hizo guarda

No ménos que el alba misma:

Ni el ver las hermosas damas,

Que como flores seguian

La rosa, bien así como

Tejido coro de ninfas,

En las selvas de Diana

Profanas fábulas pintan:

Ni el ver, en fin, que tan bello

Ya el bajel bogando iba

El piélago de cristal,

Que al acercarse á la isla

Del cenador, que con tantas

Flores el estanque habita,

No pudo determinar

Desde aparte, no, la vista,

Cuál el bergantin, ó cuál

Era el cenador; pues via

Flores en cualquiera tantas,

Que unas á otras competidas,

Naval batalla de flores

Se dieron muertas y vivas,

Me pudo aliviar; pues toda

Esta pompa hermosa y rica,

En los cristales bullicio,

En las flores alegría,

En los vientos suavidad,

En las hojas armonía,

En las damas hermosura

Y en todos los campos risa,

Llanto fué, llanto en mis ojos

Celosa de Félix. Mira,

Si á quien esto no divierte,

[p. 85]Bastantemente peligra.

Yo no he de hablarle; porque

Es triste cosa, es indigna

Accion darle yo á torcer

Mis celos; y así querria

De una industria aquí valerme,

Si es que mi amistad codicias;

Y es, que para que yo vea

Si Nise en su cuarto habita,

Le he de acechar esta noche

Por aquella puerta, amiga,

Que dijiste, y que á su cuarto

Cae y él tiene escondida.

¿Cómo faltar de mi casa

Podré? es fuerza que aquí digas;

Y responderéte yo

Que hoy mi padre fué á una villa,

Adonde su hacienda tiene,

Y no vendrá en cuatro dias.

Así que estas noches puedo

Ser tu huéspeda, si obliga

Mi amistad á esta fineza,

Pues es fineza de amiga

Tan principal, tan discreta,

Tan noble y tan entendida.

Marcela.

¿Cómo te podré negar,

Laura, lo que solicitas,

Si con mi razon me arguyes,

Si con mi dolor me obligas?

Sólo hay un inconveniente;

Mas si tú lo facilitas,

Ven desde luego á mi casa;

Mal dije, á la tuya misma.

Laura.

¿Cuál es el inconveniente?

[p. 86]Marcela.

Tanto mi hermano te imita

En el dolor y en la causa

(No importa que te lo diga;

Primero somos nosotras),

Que hoy me ha pedido que finja

Con él un enojo, y vaya

A ser por algunos dias

Tu huéspeda; porque yo

Allá de adalid le sirva.

Pues si no voy á tu casa

Yo, porque estás tú en la mia,

Dirá...

Laura.

Escucha; ántes mejor

Es que desde luégo finjas

Tú el enojo, y que te vayas;

Pues con aquesto le obligas

A que él esté más seguro

De que yo en su casa asista.

Marcela.

Dices bien, que con mi ausencia

Se sanea esta malicia.

Laura.

¿Cómo se ha de hacer?

Marcela.

Así:

Dame el manto, y dirás Silvia,

Que fuí en casa de Laura;

Que para hacer más creida

La causa, quise ir de noche.

(Pónese el manto.)

Y despues (aparte mira)

Busca á Lisardo, y dirásle

Como mi afecto le avisa

Que á verme vaya esta noche;

Y quédate donde sirvas

A Laura. Tú, Celia, ven

Conmigo; pues nos obliga

[p. 87]Esto á trocar con las causas

Las criadas.

Laura.

¿Tan aprisa?

Marcela.

Estas cosas más se aciertan,

Miéntras ménos se imaginan.

Laura.

Marcela, á mi casa vas;

Por ella y por mi honor mira.

Marcela.

Por ella mira y mi honor,

Pues te quedas tú en la mia.

¿En qué ha de parar aqueste

Trueco?

Celia.

¿Quieres que lo diga?

En algun lance que á todas,

O nos case, ó nos aflija.

(Vanse por una parte Celia y Marcela, y por otra Silvia y Laura.)


Cuarto de Lisardo.

ESCENA IV.

LISARDO, CALABAZAS.

Lisardo.

¿Qué papel es ese?

Calab.

Es

El que ha de ser, es y ha sido

Del tiempo que te he servido,

Cuenta estrecha.

Lisardo.

Díme pues,

¿A qué propósito agora...?

Calab.

A propósito de que hoy

De tu servicio me voy.

[p. 88]Lisardo.

¿Por qué causa?

Calab.

¿Quién lo ignora?

Porque andas aquestos dias

Muy discreto.

Lisardo.

¿Qué has querido

Decir?

Calab.

Que andas divertido.

Lisardo.

Tales son las penas mias.

Calab.

Y no ha de ser tan discreto

El amo, que ha de pensar

Que no le puede guardar

Calabazas el secreto.

Tú te andas sólo contigo,

Contigo solo te estás,

Contigo vienes y vas,

Y en fin, contigo y sin migo

En cualquier parte te ven;

Que parecemos, señor,

El dinero y el amor:

Mirad ¡con quién, y sin quién!

Si alguna tapada viene

A verte, salte allá fuera;

Si vas á verla, aquí espera,

Porque ir allá no conviene.

¿Pues esto ha de ser así?

¡Pesar de quien me parió!

¿Para qué te sirvo yo?

Y así quiero desde aquí

Buscar amo más humano;

Porque para mí, en rigor,

Ninguno será peor,

Aunque sea un luterano,

Aunque sea un presumido

De docto, siendo menguado,

[p. 89]Con ingenio un desdichado,

Sin él un entremetido,

Un poeta que hace trazas

De comedias, y seamos

Los criados y los amos

Todo en casa Calabazas,

Aunque sea un lindo compuesto,

Que hable melifluo y despacio,

Y aunque galantee en palacio,

Que es peor que todo esto.

Lisardo.

Las cosas que me han pasado

Tan públicas han venido,

Calabazas, que no ha sido

Forzoso haberlas contado

Para que las sepas: pues

Hablar á aquella tapada

En el campo, tan guardada

Verla en su casa despues,

Adonde me sucedió

Aquel lance parecido

Al de Félix, que escondido

En su casa me pasó;

Venir á verme á la mia.

Adonde desengañado

De que es otra me ha dejado.

La que Don Félix queria;

Salir de allí tan veloz;

Irse, en fin, como se fué:

Ello se dice y se ve,

Sin que aquí tenga mi voz

Que contar; pues aunque quiera

No te puedo decir más

De lo que tú viendo estás.

Calab.

Ella es gentil embustera.

[p. 90]Lisardo.

En cuanto á que estoy pensando

Qué es lo que me ha sucedido,

Es verdad, y estoy corrido

De estar creyendo y dudando,

Qué mujer es esta; pues

Cuando yo ser presumia

Dama de Félix, vivia

Sin discurrir: mas despues

Que estando conmigo ella,

De Félix la dama entró,

Y que me desengañó

De que era otra dama aquella,

Mayor deseo me ha dado

De saber quién es; pues puedo

Perder á su honor el miedo,

Que por Félix le he guardado.

Calab.

Yo bien pudiera decir

Quién es.

Lisardo.

¿Tú?

Calab.

Yo.

Lisardo.

Dílo pues.

Calab.

¡Vive Dios, que sé quién es!

Lisardo.

Pues no me hagas discurrir.

Calab.

¿Ella no es enredadora?

Quien es sé. ¿No es embustera?

Quien es sé. ¿No es bachillera?

Quien es sé. ¿No es habladora?

La misma razon lo enseña

Quien es, sí, jurado á Dios.

Lisardo.

Dílo.

Calab.

Aquí para los dos...

Lisardo.

Prosigue.

Calab.

Es alguna dueña.

Lisardo.

¡Qué disparate!

[p. 91]ESCENA V.

SILVIA. — Dichos; poco despues DON FÉLIX.

Silvia.

Lisardo,

Que aquí me escucheis os pido.

Calab.

¡Mujer! ¿de dónde has caido?

Lisardo.

Ya lo que quieres aguardo.

Silvia.

Una dama, de quien vos

La casa, señor, sabeis,

Que á su ventana llameis

Esta noche os pide. Adios.

(Vase.)

Calab.

Tapada de las tapadas,

Oye.

Lisardo.

Tente; ¿dónde vas?

Calab.

Deja, que no quiero más

De darla dos bofetadas,

Que las lleve á su señora...

Lisardo.

¿Hay quién tus locuras crea?

Calab.

Porque otra vez no me sea

Dueña engerta.

Lisardo.

Escucha agora:

Pues que ya la noche fria,

En mal distinto arrebol,

Da priesa diciendo al sol

Que se vaya con el dia,

Y á mí esperándome están,

Dame un broquel, y tú aquí

Me espera.

Calab.

¿Yo esperar?

Lisardo.

Sí.

Calab.

Espere un judío de Oran;

[p. 92]Que á casa donde encerrado

Estuviste, y áun corrido,

Y hay padre de conocido

Y galan de imaginado,

No has de ir solo.

Lisardo.

Sí he de ir.

(Sale Don Félix.)

D. Félix.

¿Dónde, Lisardo?

Lisardo.

No sé

Cómo callaros podré,

Ni cómo os podré decir

Lo que en Ocaña me pasa.

¿Teneis que hacer ahora?

D. Félix.

¿Yo?

Ni en toda esta noche.

Lisardo.

¿No?

D. Félix.

No, que el fuego que me abrasa,

Por acrecentar su ardor,

Treguas por ahora ha dado.

Lisardo.

Pues yo quiero mi cuidado

Fiaros ya sin temor;

Que si hasta aquí he suspendido

La relacion que empecé,

Respeto que os tuve fué;

Pero habiendo ya sabido

Que nada os puede tocar

Y sois quien sois en efeto,

De mi amor todo el secreto

Hoy os tengo de fiar.

Venid conmigo, y sabreis,

Porque el tiempo no perdamos,

Extraños sucesos.

D. Félix.

Vamos;

Que mucha merced me hareis

[p. 93]En divertir el dolor,

De que mi pecho está lleno;

Porque de amor el veneno

Cure triaca de amor.

Calab.

Yo ¿qué he de hacer?

Lisardo.

Esperar

Aquí en casa á que vengamos.

(Vanse Don Félix y Lisardo.)

ESCENA VI.

CALABAZAS.

¡Buenos, paciencia, quedamos,

Sin ver ni oir, á callar!

Cuando no tiene el servir

Otro gusto, otro placer,

Que escuchar para saber,

Y saber para decir,

Aun deste gusto me priva

El recatarse de mí.

Pues no ha de pasar así;

Así Calabazas viva,

Que por aquel mismo caso

Que aquí de mí se guardó

Tengo de seguirle yo.

Tras ellos, paso entre paso,

Tengo de irme rebozado;

Porque si yo, cual sospecho,

No le murmuro y acecho,

¿Para qué soy su criado?

(Vase.)


[p. 94]Camino de Ocaña.

ESCENA VII.

FABIO, LELIO.

Lelio.

Aliéntate, que ya estás

Cerca de Ocaña, señor.

Fabio.

Es tan notable el dolor,

Lelio, que no puedo más;

Que aunque yo, por descansar,

De la yegua me apeé,

Y quise venir á pié

Este rato, por dejar

Con ejercicio vencido

El dolor de la caida,

Te confieso que en mi vida

No me he visto tan rendido.

Lelio.

Ello fué dicha, señor;

Pues apénas una legua

Andada, cayó la yegua,

Porque pudieras mejor

Volverte á tu casa, donde

Con más cuidado podrás

Curarte.

Fabio.

A esta pierna más

Todo el dolor corresponde,

Que fué la que me cogió

Debajo.

Lelio.

Súbete, pues

Irás ántes.

Fabio.

Mejor es

Andar otro poco, y no

[p. 95]Dejar, Lelio, resfriar

La caida.

Lelio.

Dices bien;

Mas considero tambien

Que ya ha empezado á cerrar

La noche, y que lo que andado

En tal parte se mejora,

Se llega más á deshora

A tu casa, y quizás, cuando

Ya recogida, no habrá

Modo de curarte.

Fabio.

Bien

Dices: la yegua preven,

Que atada á ese tronco está,

Y vamos, si esto restaura

Mi salud; aunque yo creo

Que ir á casa no deseo,

Por no dar cuidado á Laura,

Que me quiere de manera,

Que temo que hoy ha de ser

Su fin, si me ve volver

Con una pena tan fiera.

Lelio.

Como hija, claro está

Que lo sienta mi señora.

Fabio.

Pondré que aquesta es la hora

Que está recogida ya.

Lelio.

¿Quién lo duda?

Fabio.

¡Oh cuánto siento

Haberla de despertar!

Mas no lo puedo excusar.

Lo que haré será, que atento

A su quietud, llamaré

Por la puerta principal;

Pues con prevencion igual

[p. 96]Podrá ser, pues que se ve

De su cuarto más distante,

No oirme.

Lelio.

Dispon agora

Tu salud, que mi señora

Lo estimará.

Fabio.

No te espante

Verme con tanta fineza;

Que soy en mi senectud,

Amante de su virtud,

Como otros de su belleza.

(Vanse.)


Calle próxima á la casa de Fabio.

ESCENA VIII.

LISARDO, DON FÉLIX; despues CALABAZAS.

D. Félix.

Mucho me he holgado de oiros,

Por ser la novela extraña.

Lisardo.

Esto es por mayor; que dejo

De contar mil circunstancias,

Por no cansaros, Don Félix;

Y pues sabeis que me aguarda,

Idos con Dios, que ya es la hora.

D. Félix.

Decirme á mí que una dama

Vais á ver, y haberme dicho

Que tuvisteis en su casa

Riesgo, y decir que me quede,

Son dos cosas muy contrarias;

Pues no soy de los amigos

[p. 97]Yo, con quien solo se hablan

Las cosas; que precio más

Las obras, que las palabras.

Id á lograr vuestro amor

Norabuena, que hasta el alba

Yo sabré estar en la calle.

Lisardo.

A amistad, Don Félix, tanta,

Mal hiciera en resistirme.

(Sale Calabazas acechando.)

Calab.

(Ap.) Si cual veo lo que andan,

Lo que hablan viera, yo viera

Lo que andan y lo que hablan.

Llegarme quiero.

Lisardo.

¿Qué es esto?

D. Félix.

Un hombre, si no me engaña

La vista, que tras nosotros

Viene.

Lisardo.

Pues sacad la espada.

D. Félix.

¿Quién va?

Calab.

Nadie ya; porque

No diz que va el que se pára.

D. Félix.

¿Quién sois?

Calab.

Un hombre de bien.

Lisardo.

Pues pase, si acaso pasa.

Calab.

No paso, que me hago hombre.

D. Félix.

Pues jugaré yo de espadas.

Lisardo.

Dadle la muerte.

Calab.

¡Detente!

¡Ay, ay! Señor, que me matas;

Que soy Calabazas.

D. Félix.

¿Quién?

Calab.

Calabazas.

Lisardo.

Calabazas,

¿Qué es esto?

[p. 98]Calab.

Es venir á ver

Dónde vais.

(Danle los dos.)

D. Félix.

¡Por Dios...!

Calab.

Ya basta.

Lisardo.

Dejadle; no alboroteis,

Porque está cerca la casa

Que buscamos.

D. Félix.

¿Hácia aquí

Vive, Lisardo, la dama

Que venís á ver?

Lisardo.

Sí, Félix.

D. Félix.

¿Y es bizarra?

Lisardo.

Muy bizarra.

D. Félix.

¿Tiene padre?

Lisardo.

Sí.

D. Félix.

¿Y aquí

Os cerrasteis en la cuadra?

Lisardo.

Sí.

D. Félix.

¿Y estando ella con vos,

Entró la que me buscaba?

Lisardo.

Sí.

D. Félix.

Ved que como la noche

Llena está de sombras pardas,

Más oscura que otras veces,

Pues áun la luna la falta,

Podrá ser que os engañeis.

Lisardo.

No me engaño. A esta ventana

He de llamar, y esta puerta

Han de abrir.

Calab.

(Ap.)Ya sé la casa.

D. Félix.

(Ap.) ¿Esta ventana? ¿Esta puerta?

¡Ay de mí, el cielo me valga,

Que estas las de Laura son,

Para mí dos veces falsas!

[p. 99]Lisardo.

Retiraos, porque yo

La seña, que es esta, haga.

(Hace la seña á la reja.)

D. Félix.

Si mal no me acuerdo (¡ay triste!)

En la relacion pasada

Dijisteis que la mujer,

Que para hablaros aguarda,

Es la que hoy escondida

Dentro de mi cuarto estaba.

Lisardo.

Es verdad.

D. Félix.

Y que la otra

Que vino...

ESCENA IX.

CELIA. — Dichos.

Celia.

(En la ventana.) Ce.

Lisardo.

Ya me llaman.

Celia.

¿Es Lisardo?

Lisardo.

Sí, yo soy.

D. Félix.

(Ap.) Celia es ésta.

Celia.

Pues aguarda,

Abriré la puerta.

Lisardo.

Ya

Conmigo habló la criada,

Y dice que viene á abrirme

La puerta.

D. Félix.

Antes que la abra,

Decid...

(Abre la puerta Celia.)

Lisardo.

No puede ser ántes.

D. Félix.

Si es...

Lisardo.

Adios, porque me aguarda.

[p. 100]D. Félix.

La dama...

Celia.

Entrad presto.

Lisardo.

Luégo

Hablarémos. (Éntrase.)

(Al entrar Lisardo, quiere entrar Don Félix, y Celia cierra la puerta.)

ESCENA X.

DON FÉLIX, CALABAZAS.

D. Félix.

¡Y en la cara

Con la puerta me dió Celia!

Calab.

Con cerradura no agravia

Una puerta, aunque es de palo;

Que el tener hierro la salva.

D. Félix.

(Ap.) ¿Qué es lo que pasa por mí?

¿Quién vió confusiones tantas?

¿En casa de Laura, ¡cielos!

Viene buscando la dama

Que hoy de mi cuarto salió

Cuando entró en mi cuarto Laura?

Luego ella no puede ser.

Mas ¿quién ser puede en su casa?

¡Oh quién no la hubiera dicho

A Marcela que dejara

Para mañana el venir

Aquí; que ella lo apurara!

Pero miéntras más discurro,

Más lugar doy á mi infamia.

Pues no discurramos, celos,

Sino á ver la verdad clara

Caminemos más aprisa;

[p. 101]Pues ella es Laura, ó no es Laura:

Si no es ella, ¿qué se pierde

En desengañar mis ánsias?

¿Y qué se pierde, si es ella,

En perder la vida y alma,

Despues de Laura perdida?

La puerta en el suelo caiga.

Pero ¿cómo á esto me atrevo,

Si á Lisardo la palabra

Le he dado? ¿Pero qué importa

La amistad, la confianza,

El respeto, ni el decoro?

Que donde hay celos se acaba

Todo, porque no hay honor

Ni amistad que tanto valga.

(Da golpes á la puerta, para derribarla, y al mismo tiempo; más léjos, dan tambien golpes dentro.)

Calab.

¿Qué haces, señor?

D. Félix.

Darte muerte...

Calab.

Si es posible, no lo hagas.

D. Félix.

Mas ¿qué golpes son aquellos?

Calab.

¿De qué te admiras y espantas?

Otro será en otra parte

Que le habrá dado otra rabia,

Y da golpes á otra puerta.

Fabio.

(Dentro.) Abre aquí, Celia, abre, Laura.

Celia.

(Dentro.) Mi señor es, ¡ay de mí!

D. Félix.

Fabio es aquel.

(Cuchilladas dentro.)

Fabio.

(Dentro.)¡Esta infamia

Llego á ver!

Calab.

Por Dios, que allá

Ya han llegado á las espadas.

D. Félix.

¡Mal haya la puerta!

Calab.

Amén.

(Vanse.)


[p. 102]Sala en casa de Fabio. — La escena está á oscuras.

ESCENA XI.

LISARDO, con MARCELA en los brazos; despues FÉLIX y CALABAZAS.

Lisardo.

No temais, señora, nada;

Que, aunque llaman á esta puerta,

Seguro es quien á ella llama.

Marcela.

Con vos, Lisardo, he de ir;

Que como yo á vuestra casa

Llegue, nada hay que temer,

Si es que ella una vez me ampara.

Lisardo.

Venid, y no os receleis

De un hombre que me acompaña.

Marcela.

¿Es Félix?

Lisardo.

Sí.

Marcela.

Pues mirad

Que es Félix...

Lisardo.

¿En qué reparas?

Ya no es tiempo de recatos.—

(Salen Don Félix y Calabazas.)

¿Félix?

D. Félix.

¿Quién va?

Lisardo.

Mis desgracias.

D. Félix.

¿Qué ha sido aquesto?

Lisardo.

Que estando

Hablando con esta dama,

Vino su padre de fuera,

Llamó, y viendo que tardaban

En abrirle, derribó

La puerta y sacó la espada.

[p. 103]Porque se apagó la luz

Tuve lugar de librarla.

Llevadla; que yo me quedo

A guardaros las espaldas,

Para que ninguno os siga;

Que conmigo Calabazas

Quedará.

Calab.

No quedará.

D. Félix.

Mejor es con ella vaya,

Y nos quedemos los dos.

Lisardo.

¿Tan sola hemos de dejarla?

No es razon; pues la primera

Obligacion es la dama

En todo trance; así, Félix,

Vos solo habeis de llevarla,

Y ponerla en salvo.

D. Félix.

Es justo.

¿En fin, has venido, Laura, (A Marcela.)

A mi poder?

Marcela.

(Ap.)¡Ay de mí!

D. Félix.

(Ap.) Yo estoy muerto.

Marcela.

(Ap.)Estoy turbada.

D. Félix.

Ven conmigo; que aunque no

Mereces finezas tantas,

Soy quien soy, y he de librarte.

Marcela.

¡Hay mujer más desdichada!

D. Félix.

¡Hay hombre más infelice!

(Vanse Don Félix y Marcela.)

[p. 104]ESCENA XII.

FABIO, LELIO, con luz, y criados con las espadas desnudas. — LISARDO, CALABAZAS.

Fabio.

Aunque las fuerzas me faltan,

No las fuerzas del honor

Para tomar mil venganzas.

Lisardo.

Deteneos, que ninguno

De aquí ha de pasar.

Fabio.

Mi espada

Hará paso por el pecho

Vuestro.

(Riñen todos.)

Calab.

¡Infeliz Calabazas!

¿Quién te metió en acechar?

Lisardo.

(Ap.) Pues que ya Félix se alarga,

Antes que aquí me conozcan

Mejor es volver la espalda;

Esto es valor, no temor.

(Vase.)

Fabio.

Espera, cobarde, aguarda.

Calab.

(Ap.) ¿Quién creyera que Lisardo

En la ocasion me dejara?

Lelio.

Aquí se quedó uno dellos.

Fabio.

Pues muera, Lelio. ¿Qué aguardas?

Calab.

Deteneos, ¡por Dios!

Fabio.

¿Quién sois?

Calab.

Si es que el miedo no me engaña,

Un curioso impertinente.

Fabio.

Dejad la espada.

Calab.

La espada

Es poca cosa; el sombrero,

La daga, el broquel, la capa,

[p. 105]La ropilla y los calzones.

Fabio.

¿Sois criado del que agravia

Esta casa?

Calab.

Sí señor;

Porque es un agravia-casas,

Que no se puede sufrir.

Fabio.

¿Quién es, y cómo se llama?

Calab.

Lisardo se llama, y es

Un soldado, camarada

De Félix.

Fabio.

Porque no empiece

Por la menor mi venganza,

No te doy muerte.

Calab.

Haces bien.

Fabio.

Y pues alguna luz hallan

Mis desdichas, á buscar

Iré á Félix. ¡Oh, mal haya

Casa con dos puertas, pues

Tan mal el honor se guarda!

(Vanse.)


Casa de Don Félix.

ESCENA XIII.

DON FÉLIX y MARCELA, á oscuras; despues HERRERA, LAURA y SILVIA.

D. Félix.

(Dentro.) ¡Hola! traed aquí una luz.

Herrer.

(Dentro.) Ya la llevo, si es que hallan

Luz unos ojos dormidos.

(Salen al paño Laura y Silvia.)

Laura.

(A Silvia.) Ya dentro del cuarto andan:

[p. 106]Escuchemos desde aquí.

D. Félix.

Ya por lo ménos, ingrata,

Ya por lo ménos no puedes

Negarme...

Laura.

(Ap.)Con mujer habla.

D. Félix.

En este lance, que eres

Mudable, inconstante, falsa,

Cruel, aleve, engañosa;

Pues á nadie desengañan

Más cara á cara sus celos.

Marcela.

(Ap.) Aquí mi vida se acaba.

D. Félix.

¿Para esto viniste hoy

A mi casa?

Laura.

(Ap.)La que estaba

Tapada hoy es, pues la dice

Que hoy ha venido á su casa.

D. Félix.

En mi poder estás, mira

Si habrá disculpa. ¡Mal haya

Cuanto tiempo te he querido,

Cuantas penas, cuantas ánsias

Padecí, y cuantas finezas

Hizo mi amor por tu causa!

Laura.

¿No escuchas cómo confiesa

Que la ha querido? ¿Qué aguarda

Mi paciencia?

Silvia.

¿Dónde vas?

Laura.

No sé. (¡Ay Silvia, estoy turbada!)

A escucharle de más cerca.

D. Félix.

¡Oh cuánto con la luz tardas!

Herrer.

(Dentro.) Ya va la luz.

Marcela.

(Ap.)¿Qué he de hacer,

Si la trae?

D. Félix.

¿No dices nada?

Pero si estás convencida,

[p. 107]¿Qué has de decir?

(Suéltala de la mano, vase retirando Marcela; y Laura viene á ponerse en medio de las dos; él la coge la mano, entendiendo que es Marcela.)

Marcela.

(Ap.)¡Oh si hallara

Por donde irme; que á lo ménos

La vida así asegurara!

D. Félix.

Detente, no huyas, no huyas;

Que no quiero más venganza

De tí, que sepas que sé

Esto.

Laura.

(Ap.)Por otra me habla,

Y he de callar mis agravios

Hasta que las luces traigan,

Y vea que yo soy con quien

Está.

Marcela.

(Ap.)Confusa y turbada,

La puerta hallé de mi cuarto;

Este sagrado me valga,

Pues fué dicha estar abierta.

Silvia.

¿Eres Laura?

Marcela.

No soy Laura.

¿Eres tú Silvia?

Silvia.

Yo soy.

¿Qué es esto?

Marcela.

Fortunas várias.

Cierra esa puerta, y conmigo

Ven, Silvia, aprisa. ¿Qué aguardas?

(Vanse, cerrando tras sí la puerta.)

[p. 108]ESCENA XIV.

DON FÉLIX, LAURA; HERRERA, que saca luz.

Herrer.

Ya están las luces aquí.

D. Félix.

Déjalas, y afuera aguarda.

(Vase Herrera, y cierra la puerta Don Félix.)

Laura.

(Ap.) ¡Aquí es ello, cuando vuelva

A verme!

D. Félix.

En efecto, Laura,

Yo soy quien solo guardó

A sus celos las espaldas.

Laura.

(Ap.) ¿Qué es esto? ¿Cómo de verme

Ni se turba ni embaraza?

D. Félix.

Sólo yo en el mundo traje

Para otro galan su dama.

Dí agora que yo te ofendo.

Laura.

¡No está la deshecha mala!

¡Bien te alientas á fingir

La razon con que me agravias;

Pues viéndote convencido,

Cuando en tus brazos me hallas,

De haberme hablado por otra

A quien traes á tu casa,

Prosigues las quejas della

Conmigo!

D. Félix.

Sólo eso falta

A mi paciencia ofendida,

Que tú agora creer me hagas

Que hablaba con otra yo.

Laura.

¿Pues de qué, Félix, te espantas,

Si es verdad?

[p. 109]D. Félix.

¿Pues dónde está

La mujer con quien yo hablaba?

Laura.

Si una casa con dos puertas

Mala es de guardar, repara

Que peor de guardar será,

Con dos puertas una sala.

Ya se fué.

D. Félix.

Laura, por Dios,

Que me dejes. Véte, Laura,

Que me harás perder el juicio,

Si quieres que yo no haya

Traídote aquí, porque

Estando (la voz me falta)

Tu padre fuera, Lisardo...

No puedo hablar.

Laura.

Tú te engañas;

Que yo escondida esta noche

En el cuarto de tu hermana

He estado, por sólo ver

Esto que á los dos nos pasa;

Y ella...

D. Félix.

Detente, que ahora

Lo veré.—¡Marcela, hermana!

ESCENA XV.

MARCELA, SILVIA. — DON FÉLIX, LAURA.

Marcela.

¿Qué quieres? (Ap. Disimular

Importa, pues informada

Estoy de todo.)

D. Félix.

Dí, ¿ha estado

Contigo esta noche Laura?

[p. 110]Marcela.

¿Laura conmigo, señor.

A qué efecto? Yo mañana

Habia de ir á estar con ella;

Pero ¡ella conmigo!

Laura.

Aguarda.

¿No vine esta tarde yo

A pedirte que en tu casa

Me tuvieras? ¿Y á la mia

Tú...?

Marcela.

No prosigas, que nada

De eso es verdad.

D. Félix.

Laura, ¿ves

Qué mal te salió la traza?

¿Estáse esotra en su cuarto

Recogida y retirada,

Y dices que estás con ella?

Laura.

Pues tú, Marcela, me agravias.

Marcela.

(Ap. á Laura.) Sí, que soy primero yo.

Laura.

Pues tanto me apuras, salgan

Verdades á luz. Marcela

Ha sido...

(Llaman dentro.)

Silvia.

A la puerta llaman.

Lisardo.

(Dentro.) Abrid, Don Félix.

D. Félix.

Agora

Verás que todo se acaba;

Pues tu galan, Laura, viene.

Laura.

Ahí tengo yo mi esperanza.

Marcela.

(Ap.) Aquí se deshace todo.

¡Quién á Lisardo avisara

De mi peligro!

(Retírase á un lado.)

[p. 111]ESCENA XVI.

LISARDO. — Dichos.

Lisardo.

Don Félix,

Porque ninguno llegara

A seguirme, tardé. ¿Dónde

Habeis puesto aquella dama?

D. Félix.

Veisla aquí; pero primero

Que acabe con mi esperanza

El verla en vuestro poder,

Me habeis de sacar el alma.

Lisardo.

Hasta agora no creí

Que caballeros engañan

De vuestras obligaciones

A los que dellos se amparan.

La dama que os entregué,

Os pido.

D. Félix.

¿No es esta dama

La que me entregasteis?

Lisardo.

No.

D. Félix.

¡Sólo aquesto me faltaba

Para acabar de perder

La paciencia!

Marcela.

(Ap.)¡Ay desdichada!

Lisardo.

Si esta suponeis, Don Félix,

Porque os obliga otra causa,

Hablad más claro conmigo.

Laura.

Yo de confusiones tantas

Os sacaré.—Dí, Lisardo,

¿Es ésta á quien buscas y amas?

Lisardo.

Esta es. Sí, aquí la teneis.

[p. 112]¿Qué os ha obligado á ocultarla?

Laura.

(A Don Félix.) ¡Mira si estaba en su cuarto,

Recogida y retirada!

Primero soy yo, Marcela. (Ap. á ella.)

D. Félix.

Corrido estoy; esta daga

Dé á una vil hermana muerte.

Marcela.

Lisardo, mi vida ampara.

Lisardo.

(Poniéndose delante.)

¿Hermana de Félix sois?

D. Félix.

Y en quien tomaré venganza.

Lisardo.

Sabeis quién soy, y es preciso

Defenderla y ampararla

Por mujer.

D. Félix.

Tambien sabeis

Quién yo soy, y que en mi casa

Ménos que quien sea su esposo,

No ha de atreverse á mirarla.

Lisardo.

Luego con serlo quedamos

Bien los dos.

ESCENA XVII.

FABIO, CALABAZAS, criados. — Dichos.

Fabio.

Esta es la casa,

Entrad.

D. Félix.

¿Qué es esto?

Fabio.

Esto, Félix,

Es honor.

Calab.

(Ap.)¡Qué linda danza

Se va urdiendo!

Fabio.

¿Dónde está

Un Lisardo, camarada

[p. 113]Vuestro?

Lisardo.

Yo soy; porque nunca

A nadie escondí la cara.

Calab.

(Ap.) Nunca la cara escondió,

Pero volvió las espaldas.

Fabio.

¡Oh traidor!

D. Félix.

Fabio, teneos;

(Pónense los dos á un lado.)

Que la cólera os engaña.

El enojo que traeis,

Si ha sido la ocasion Laura,

Es conmigo, y me ha tocado

Como á mi esposa guardarla.

Fabio.

No tengo qué responderos.

Si Laura con vos se casa.

D. Félix.

Pues para que veais si es cierto,

Aquesta es mi mano, Laura.

Y pues el haber tenido

Dos puertas esta y tu casa,

Causa fué de los engaños

Que á mí y Lisardo nos pasan,

De la Casa con dos puertas,

Aquí la comedia acaba.


[p. 115]

LA DAMA DUENDE.


[p. 116]

PERSONAS.


Don Manuel.

Don Luis.

Don Juan.

Cosme, gracioso.

Rodrigo, criado.

Doña Ángela.

Doña Beatriz.

Clara, criada.

Isabel, criada.

Criados.

Gente.

La escena pasa en Madrid.


[p. 117]

JORNADA PRIMERA.


Calle.

ESCENA PRIMERA.

DON MANUEL, COSME, vestidos de camino.

D. Man.

Por una hora no llegamos

A tiempo de ver las fiestas,

Con que Madrid generosa

Hoy el bautismo celebra

Del primero Baltasar[1].

Cosme.

Como esas cosas se aciertan,

O se yerran por un hora.

Por una hora que fuera

Antes Píramo á la fuente,

No hallara á su Tisbe muerta:

Y las moras no mancharan;

Porque dicen los poetas

Que con arrope de moras

Se escribió aquella tragedia.

Por un hora, que tardara

Tarquino hallara á Lucrecia

[p. 118]Recogida; con lo cual

Los autores no anduvieran,

Sin ser vicarios, llevando

A salas de competencias

La causa, sobre saber

Si hizo fuerza, ó no hizo fuerza.

Por un hora que pensara

Si era bien hecho ó no era,

Echarse Hero de la torre,

No se echara, es cosa cierta;

Con que se hubiera excusado

El doctor Mira de Méscua

De haber dado á los teatros

Tan bien escrita comedia;

Y haberla representado

Amarílis tan de véras,

Que volatin del carnal

(Si otros son de la cuaresma),

Sacó más de alguna vez

Las manos en la cabeza.

Y puesto que hemos perdido

Por un hora tan gran fiesta,

No por un hora perdamos

La posada; que si llega

Tarde Abindarraez, es ley

Que haya de quedarse afuera;

Y estoy rabiando por ver

Este amigo que te espera,

Como si fueras galan

Al uso, con cama y mesa,

Sin saber cómo ó por dónde

Tan grande dicha nos venga;

Pues, sin ser los dos torneos,

Hoy á los dos nos sustenta.

[p. 119]D. Man.

Don Juan de Toledo es, Cosme,

El hombre que más profesa

Mi amistad, siendo los dos

Envidia, ya que no afrenta

De cuantos la antigüedad

Por tantos siglos celebra.

Los dos estudiamos juntos,

Y pasando de las letras

A las armas, los dos fuimos

Camaradas en la guerra.

En las de Piamonte, cuando

El señor duque de Feria

Con la jineta me honró,

Le dí, Cosme, mi bandera.

Fué mi alférez; y despues,

Sacando de una refriega

Una penetrante herida,

Le curé en mi cama mesma.

La vida, despues de Dios,

Me debe: dejo otras deudas

De menores intereses,

Que entre nobles es bajeza

Referirlas; pues por eso

Pintó la docta academia

Al galardon, una dama

Rica, y las espaldas vueltas;

Dando á entender, que, en haciendo

El beneficio, es discreta

Accion olvidarse dél;

Que no le hace el que le acuerda.

En fin, Don Juan obligado

De amistades y finezas,

Viendo que su Majestad

Con este gobierno premia

[p. 120]Mis servicios, y que vengo

De paso á la corte, intenta

Hoy hospedarme en su casa

Por pagarme con las mesmas;

Y aunque á Búrgos me escribió

De casa y calle las señas,

No quise andar preguntando

A caballo dónde era;

Y así dejé en la posada

Las mulas y las maletas,

Yendo hácia donde me dice.

Ví las galas y libreas,

E informado de la causa,

Quise, aunque de paso, verlas.

Llegamos tarde en efecto,

Porque...

ESCENA II.

DOÑA ÁNGELA, ISABEL, tapadas. — Dichos.

D.ª Áng.

Si, como lo muestra

El traje, sois caballero

De obligaciones y prendas,

Amparad á una mujer

Que á valerse de vos llega.

Honor y vida me importa

Que aquel hidalgo no sepa

Quién soy, y que no me siga.

Estorbad, por vida vuestra,

A una mujer principal

Una desdicha, una afrenta;

Que podrá ser que algun dia...

[p. 121]¡Adios, adios, que voy muerta!

(Vanse las dos muy aprisa.)

Cosme.

¿Es dama, ó es torbellino?

D. Man.

¡Hay tal suceso!

Cosme.

¿Qué piensas

Hacer?

D. Man.

¿Eso me preguntas?

¿Cómo puede mi nobleza

Excusarse de estorbar

Una desdicha, una afrenta?

Que, segun muestra, sin duda

En su marido.

Cosme.

¿Y qué intentas?

D. Man.

Detenerle con alguna

Industria; mas, si con ella

No puedo, será forzoso

El valerme de la fuerza,

Sin que él entienda la causa.

Cosme.

Si industria buscas, espera,

Que á mí se me ofrece una.

Esta carta, que encomienda

Es de un amigo, me valga.

ESCENA III.

DON LUIS, RODRIGO. — DON MANUEL, COSME.

D. Luis.

Yo tengo de conocerla,

No más de por el cuidado

Con que de mí se recela.

Rodrigo.

Síguela, y sabrás quién es.

(Llega Cosme, y retírase Don Manuel.)

Cosme.

Señor, aunque con vergüenza

[p. 122]Llego: vuesarced me haga

Tan gran merced, que me lea

A quién esta carta dice.

D. Luis.

No voy agora con flema.

(Detiénele Cosme.)

Cosme.

Pues si flema sólo os falta,

Yo tengo cantidad de ella,

Y podré partir con vos.

D. Luis.

Apartad.

D. Man.

(Ap.)¡Oh qué derecha

Es la calle! Aun no se pierden

De vista.

Cosme.

Por vida vuestra...

D. Luis.

¡Vive Dios, que sois pesado,

Y os romperé la cabeza,

Si mucho me haceis...!

Cosme.

Por eso

Os haré poco.

D. Luis.

Paciencia

Me falta para sufriros.

¡Apartad de aquí!

(Empújale.)

D. Man.

(Ap.Ya es fuerza

Llegar. Acabe el valor

Lo que empezó la cautela.)

Caballero, ese criado (Llega.)

Es mio, y no sé que pueda

Haberos hoy ofendido,

Para que de esa manera

Le atropelleis.

D. Luis.

No respondo

A la duda ó á la queja,

Porque nunca satisfice

A nadie. Adios.

D. Man.

Si tuviera

Necesidad mi valor

[p. 123]De satisfacciones, crea

Vuestra arrogancia de mí,

Que no me fuera sin ella.

Preguntar en qué os ofende,

En qué os agravia ó molesta,

Merece más cortesía:

Y pues la corte la enseña,

No la pongais el mal nombre,

De que un forastero venga

A enseñarla á los que tienen

Obligacion de saberla.

D. Luis.

Quien pensare que no puedo

Enseñarla yo...

D. Man.

La lengua

Suspended, y hable el acero.

D. Luis.

Decís bien.

(Sacan las espadas, y riñen.)

Cosme.

¡Oh quién tuviera

Gana de reñir!

Rodrigo.

Sacad

La espada vos.

Cosme.

Es doncella,

Y sin cédula ó palabra,

No puedo sacarla.

ESCENA IV.

DOÑA BEATRIZ, CLARA, con mantos. — DON JUAN y gente. — Dichos.

D. Juan.

Suelta,

Beatriz.

D.ª Beat.

No has de ir.

D. Juan.

Mira que es

[p. 124]Con mi hermano la pendencia.

D.ª Beat.

¡Ay de mí triste!

D. Juan.

A tu lado (A Don Luis.)

Estoy.

D. Luis.

Don Juan, tente, espera;

Que, más que á darme valor,

A hacerme cobarde llegas.

Caballero forastero,

Quien no excusó la pendencia

Solo, estando acompañado,

Bien se ve que no la deja

De cobarde. Idos con Dios;

Que no sabe mi nobleza

Reñir mal, y más con quien

Tanto brío y valor muestra.

Idos con Dios.

D. Man.

Yo os estimo

Bizarría y gentileza;

Pero si de mí, por dicha,

Algun escrúpulo os queda,

Me hallareis donde quisiereis.

D. Luis.

Norabuena.

D. Man.

Norabuena.

D. Juan.

¡Qué es lo que miro y escucho!

¡Don Manuel!

D. Man.

¡Don Juan!

D. Juan.

Suspensa

El alma no determina

Qué hacer, cuando considera

Un hermano y un amigo

(Que es lo mismo) en diferencia

Tal, y hasta saber la causa,

Dudaré.

D. Luis.

La causa es esta:

[p. 125]Volver por ese criado

Este caballero intenta,

Que necio me ocasionó

A hablarle mal. Todo cesa

Con esto.

D. Juan.

Pues siendo así,

Cortés me darás licencia,

Para que llegue á abrazarle.

El noble huésped, que espera

Nuestra casa, es el señor

Don Manuel. Hermano, llega;

Que dos, que han reñido iguales,

Desde aquel instante quedan

Más amigos; pues ya hicieron

De su valor experiencia.

Dadme los brazos.

D. Man.

Primero

Que á vos os los dé, me lleva

El valor que he visto en él,

A que al servicio me ofrezca

Del señor Don Luis.

D. Luis.

Yo soy

Vuestro amigo, y ya me pesa

De no haberos conocido,

Pues vuestro valor pudiera

Haberme informado.

D. Man.

El vuestro

Escarmentado me deja.

Una herida en esta mano

He sacado.

D. Luis.

Más quisiera

Tenerla mil veces yo.

Cosme.

¡Qué cortesana pendencia!

D. Juan.

Venid al punto á curaros.

[p. 126]Tú, Don Luis, aquí te queda

Hasta que tome su coche

Doña Beatriz, que me espera;

Y desta descortesía

Me disculparás con ella.—

Venid, señor, á mi casa,

Mejor dijera á la vuestra,

Donde os cureis.

D. Man.

Que no es nada.

D. Juan.

Venid presto.

D. Man.

(Ap.)¡Qué tristeza

Me ha dado que me reciba

Con sangre Madrid!

D. Luis.

(Ap.)¡Qué pena

Tengo de no haber podido

Saber qué dama era aquella!

Cosme.

(Ap.) ¡Qué bien merecido tiene

Mi amo lo que se lleva,

Porque no se meta á ser

Don Quijote de la legua!

(Vanse Don Manuel, Don Juan y Cosme.)

ESCENA V.

DON LUIS, DOÑA BEATRIZ, CLARA, RODRIGO.

D. Luis.

Ya la tormenta pasó.

Otra vez, señora, vuelva

A restituir las flores,

Que agora marchita y seca,

De vuestra hermosura el hielo

De un desmayo.

D.ª Beat.

¿Dónde queda

[p. 127]Don Juan?

D. Luis.

Que le perdoneis

Os pide; porque le llevan

Forzosas obligaciones,

Y el cuidar con diligencia

De la salud de un amigo

Que va herido.

D.ª Beat.

¡Ay de mí! ¡Muerta

Estoy! ¿Es Don Juan?

D. Luis.

Señora,

No es Don Juan; que no estuviera,

Estando herido mi hermano,

Yo con tan grande paciencia.

No os asusteis; que no es justo

Que sin que él la herida tenga,

Tengamos entre los dos,

Yo el dolor y vos la pena:

Digo dolor, el de veros

Tan postrada, tan sujeta

A un pesar imaginado,

Que hiere con mayor fuerza.

D.ª Beat.

Señor Don Luis, ya sabeis

Que estimo vuestras finezas,

Supuesto que lo merecen

Por amorosas y vuestras;

Pero no puedo pagarlas;

Que esto han de hacer las estrellas

Y no hay de lo que no hacen,

Quien las tome residencia.

Si lo que ménos se halla,

Es hoy lo que más se precia

En la corte, agradeced

El desengaño, siquiera

Por ser cosa que se halla

[p. 128]Con dificultad en ella.

Quedad con Dios.

(Vanse Doña Beatriz y Clara.)

ESCENA VI.

DON LUIS, RODRIGO.

D. Luis.

Id con Dios.—

No hay accion que me suceda

Bien, Rodrigo. Si una dama

Veo airosa, y conocerla

Solicito, me detienen

Un necio y una pendencia;

Que no sé cuál es peor:

Si riño, y mi hermano llega,

Es mi enemigo su amigo:

Si por disculpa me deja

De una dama, es una dama

Que mil pesares me cuesta:

De suerte que una tapada

Me huye, un necio me atormenta,

Un forastero me mata,

Y un hermano me le lleva

A ser mi huésped á casa,

Y otra dama me desprecia.

¡De mal anda mi fortuna!

Rodrigo.

De todas aquesas penas

¿Qué sé la que sientes más?

D. Luis.

No sabes.

Rodrigo.

¿Que la que llegas

A sentir más, son los celos

De tu hermano y Beatriz bella?

[p. 129]D. Luis.

Engáñaste.

Rodrigo.

¿Pues cuál es?

D. Luis.

Si tengo de hablar de véras,

(De tí sólo me fiara)

Lo que más siento es que sea

Mi hermano tan poco atento,

Que llevar á casa quiera

Un hombre mozo, teniendo,

Rodrigo, una hermana bella,

Viuda y moza, y como sabes,

Tan de secreto, que apénas

Sabe el sol que vive en casa;

Porque, Beatriz, por ser deuda,

Solamente la visita.

Rodrigo.

Ya sé que su esposo era

Administrador en puerto

De mar de unas reales rentas

Y quedó debiendo al Rey

Grande cantidad de hacienda,

Y ella á la corte se vino

De secreto, donde intenta,

Escondida y retirada,

Componer mejor sus deudas:

Y esto disculpa á tu hermano;

Pues, si mejor consideras

Que su estado no la da

Ni permision, ni licencia

De que nadie la visite,

Y que, aunque tu huésped sea

Don Manuel, no ha de saber

Que en casa, señor, se encierra

Tal mujer, ¿qué inconveniente

Hay en admitirle en ella?

Y más habiendo tenido

[p. 130]Tal recato y advertencia,

Que para su cuarto ha dado

Por otra calle la puerta,

Y la que salia á la casa,

Por desmentir la sospecha,

De que el cuidado la habia

Cerrado, ó porque pudiera

Con facilidad abrirse

Otra vez, fabricó en ella

Una alacena de vidrios,

Labrada de tal manera,

Que parece que jamás

En tal parte ha habido puerta.

D. Luis.

¿Ves con lo que me aseguras?

Pues con eso mismo intentas

Darme muerte; pues ya dices

Que no ha puesto por defensa

De su honor más que unos vidrios,

Que al primer golpe se quiebran.

(Vanse.)


Habitacion de Doña Ángela en casa de Don Juan.

ESCENA VII.

DOÑA ÁNGELA, ISABEL.

D.ª Áng.

Vuélveme á dar, Isabel,

Esas tocas (¡pena esquiva!),

Vuelve á amortajarme viva,

Ya que mi suerte cruel

Lo quiere así.

[p. 131]Isabel.

Toma presto;

Porque si tu hermano viene

Y alguna sospecha tiene,

No la confirme con esto,

De hallarte de la manera

Que hoy en Palacio te vió.

D.ª Áng.

¡Válgame el cielo! Que yo

Entre dos paredes muera,

Donde apénas el sol sabe

Quién soy, pues la pena mia

En el término del dia

Ni se contiene, ni cabe:

Donde inconstante la luna,

Que aprende influjos de mí,

No puede decir: «Ya ví

Que lloraba su fortuna.»

Donde en efecto encerrada

Sin libertad he vivido,

Porque enviudé de un marido,

Con dos hermanos casada:

¡Y luego delito sea,

Sin que toque en liviandad,

Depuesta la autoridad,

Ir donde tapada vea

Un teatro en quien la fama,

Para su aplauso inmortal,

Con acentos de metal

A voces de bronce llama!

¡Suerte injusta, dura estrella!

Isabel.

Señora, no tiene duda

El que mirándote viuda,

Tan moza, bizarra y bella,

Tus hermanos cuidadosos

Te celen; porque este estado

[p. 132]Es el más ocasionado

A delitos amorosos;

Y más en la corte hoy,

Donde se han dado en usar

Unas viuditas de azar,

Que al cielo mil gracias doy

Cuando en la calle las veo

Tan honestas, tan fruncidas,

Tan beatas, y aturdidas;

Y en quedándose en manteo

Es el mirarlas contento;

Pues sin toca y devocion,

Saltan más á cualquier són,

Que una pelota de viento.

Y este discurso doblado

Para otro tiempo, señora,

¿Cómo no habemos agora

En el forastero hablado,

A quien tu honor encargaste,

Y tu galan hoy le hiciste?

D.ª Áng.

Parece que me leiste

El alma en eso que hablaste.

Cuidadosa me ha tenido,

No por él, sino por mí;

Porque despues, cuando oí

De las cuchilladas ruido,

Me puse (mas son quimeras),

Isabel, á imaginar

Que él habia de tomar

Mi disgusto tan de véras,

Que habia de sacar la espada

En mi defensa. Yo fuí

Necia en empeñarle así;

Mas una mujer turbada

[p. 133]¿Qué mira ó qué considera?

Isabel.

Yo no sé si lo estorbó;

Mas sé que no nos siguió

Tu hermano más.

D.ª Áng.

Oye, espera.

ESCENA VIII.

DON LUIS. — DOÑA ÁNGELA, ISABEL.

D. Luis.

¡Ángela!

D.ª Áng.

Hermano y señor,

Turbado y confuso vienes.

¿Qué ha sucedido, qué tienes?

D. Luis.

Harto tengo, tengo honor.

D.ª Áng.

(Ap.) ¡Ay de mí! sin duda es

Que Don Luis me conoció.

D. Luis.

Y así siento mucho yo

Que te estimen poco.

D.ª Áng.

Pues

¿Has tenido algun disgusto?

D. Luis.

Lo peor es que cuando vengo

A verte, el disgusto tengo

Que tuve, Ángela.

Isabel.

(Ap.)¿Otro susto?

D.ª Áng.

Pues yo, ¿en qué te puedo dar,

Hermano, disgusto? Advierte...

D. Luis.

Tú eres la causa; y el verte...

D.ª Áng.

¡Ay de mí!

D. Luis.

Ángela, estimar

Tan poco de nuestro hermano...

D.ª Áng.

(Ap.) Eso sí.

D. Luis.

Pues cuando vienes

[p. 134]Con los disgustos que tienes,

Cuidado te da. No en vano

El enojo que tenía

Con él, el huésped pagó;

Pues sin conocerle yo,

Hoy le he herido en profecía.

D.ª Áng.

Pues ¿cómo fué?

D. Luis.

Entré en la plaza

De Palacio, hermana, á pié,

Hasta el palenque; porqué

Toda la desembaraza

De coches y caballeros

La guardia. A un corro me fuí

De amigos, adonde ví

Que alegres y lisonjeros

Los tenía una tapada,

A quien todos celebraron

Lo que dijo, y alabaron

De entendida y sazonada.

Desde el punto que llegué,

Otra palabra no habló,

Tanto que á alguno obligó

A preguntarla por qué

Porque yo llegaba, habia

Con tanto extremo callado.

Todo me puso en cuidado.

Miré si la conocia,

Y no pude; porque ella

Le puso más en taparse,

En esconderse y guardarse.

Viendo que no pude vella,

Seguirla determiné:

Ella siempre atras volvia

A ver si yo la seguia,

[p. 135]Cuyo gran cuidado fué

Espuela de mi cuidado.

Yendo desta suerte pues,

Llegó un hidalgo, que es

De nuestro huésped criado,

A decir que le leyese

Una carta; respondí

Que iba de prisa, y creí

Que detenerme quisiese

Con este intento, porqué

La mujer le habló al pasar;

Y tanto dió en porfiar,

Que le dije no sé qué.

Llegó en aquella ocasion,

En defensa del criado,

Nuestro huésped, muy soldado.

Sacamos en conclusion

Las espadas. Todo es esto;

Pero más pudiera ser.

D.ª Áng.

¡Miren la mala mujer

En qué ocasion te habia puesto!

Que hay mujeres tramoyeras.

Pondré, que no conocia

Quién eras y que lo hacía

Sólo porque la siguieras.

Por eso estoy harta yo

De decir (si bien te acuerdas)

Que mires que no te pierdas

Por mujercillas, que no

Saben más que aventurar

Los hombres.

D. Luis.

¿En qué has pasado

La tarde?

D.ª Áng.

En casa me he estado,

[p. 136]Entretenida en llorar.

D. Luis.

¿Hate nuestro hermano visto?

D.ª Áng.

Desde esta mañana no

Ha entrado aquí.

D. Luis.

¡Qué mal yo

Estos descuidos resisto!

D.ª Áng.

Pues deja los sentimientos;

Que al fin sufrirle es mejor;

Que es nuestro hermano mayor,

Y comemos de alimentos.

D. Luis.

Si tú estás tan consolada,

Yo tambien; que yo por tí

Lo sentia. Y porque así

Veas no dárseme nada,

A verle voy, y áun con él

Haré una galantería.

(Vase.)

ESCENA IX.

DOÑA ÁNGELA, ISABEL.

Isabel.

¿Qué dirás, señora mia,

Despues del susto cruel,

De lo que en casa nos pasa?

Pues el que hoy ha defendido

Tu vida, huésped y herido

Le tienes dentro de casa.

D.ª Áng.

Yo, Isabel, lo sospeché

Cuando de mi hermano oí

La pendencia, y cuando ví

Que el herido el huésped fué.

Pero áun bien no lo he creido;

Porque caso extraño fuera

[p. 137]Que un hombre á Madrid viniera,

Y hallase recien venido,

Una dama que rogase

Que su vida defendiese,

Un hermano que le hiriese

Y otro que le aposentase.

Fuera notable suceso;

Y aunque todo puede ser,

No lo tengo de creer

Sin verlo.

Isabel.

Y si para eso

Te dispones, yo bien sé

Por dónde verle podrás,

Y áun más que verle.

D.ª Áng.

Tú estás

Loca. ¿Cómo, si se ve

De mi cuarto tan distante,

El suyo?

Isabel.

Parte hay por donde

Este cuarto corresponde

Al otro: esto no te espante.

D.ª Áng.

No porque verlo deseo,

Sino sólo por saber,

Díme, ¿cómo puede ser?

Que lo escucho y no lo creo.

Isabel.

¿No has oido que labró

En la puerta una alacena

Tu hermano?

D.ª Áng.

Ya lo que ordena

Tu ingenio he entendido yo.

Dirás que pues es de tabla,

Algun agujero hagamos

Por donde al huésped veamos.

Isabel.

Más que eso mi ingenio entabla.

[p. 138]D.ª Áng.

Dí.

Isabel.

Por cerrar y encubrir

La puerta que se tenía,

Y que á este jardin salia,

Y poder volverla á abrir,

Hizo tu hermano poner

Portátil una alacena.

Esta (aunque de vidrios llena)

Se puede muy bien mover.

Yo lo sé bien; porque, cuando

La alacena aderecé,

La escalera la arrimé,

Y ella se fué desclavando

Poco á poco: de manera,

Que todo junto cayó,

Y dimos en tierra yo,

Alacena y escalera;

De suerte, que en falso agora

La tal alacena está,

Y, apartándose, podrá

Cualquiera pasar, señora.

D.ª Áng.

Esto no es determinar,

Sino prevenir primero.

Ves aquí, Isabel, que quiero

A esotro cuarto pasar,

Y he quitado la alacena.

Por allá, ¿no se podrá

Quitar tambien?

Isabel.

Claro está;

Y para hacerla más buena,

En falso se han de poner

Dos clavos, para advertir

Que sólo la sepa abrir

El que lo llega á saber.

[p. 139]D.ª Áng.

Al criado que viniere

Por luz y por ropa, dí

Que vuelva á avisarte á tí,

Si acaso el huésped saliere

De casa; que, segun creo,

No le obligará la herida

A hacer cama.

Isabel.

¿Y, por tu vida,

Irás?

D.ª Áng.

Un necio deseo

Tengo de saber si es él

El que mi vida guardó:

Porque, si le cuesto yo

Sangre y cuidado, Isabel,

Es bien mirar por su herida,

Si es que segura del miedo

De ser conocida, puedo

Ser con él agradecida.

Vamos, que tengo de ver

La alacena; y si pasar

Puedo al cuarto, he de cuidar,

Sin que él lo llegue á entender,

Desde aquí de su regalo.

Isabel.

Notable cuento será.

Mas ¿si lo cuenta?

D.ª Áng.

No hará,

Que hombre, que su esfuerzo igualo

A su gala y discrecion,

Puesto que de todo ha hecho

Noble experiencia en mi pecho

En la primera ocasion,

De valiente en lo arrestado,

De galan en lo lucido,

En el modo de entendido,

[p. 140]No me ha de causar cuidado

Que diga suceso igual;

Que fuera notable mengua

Que echara una mala lengua

Tan buenas partes á mal.

(Vanse.)


Cuarto de Don Manuel. — Una alacena movible, hecha con anaqueles; vidrios en ella. Un brasero, etc.

ESCENA X.

DON JUAN, DON MANUEL, un criado con luz; despues DON LUIS, y otro criado.

D. Juan.

Acostaos, por mi vida.

D. Man.

Es tan poca la herida,

Que ántes, Don Juan, sospecho

Que parece melindre el haber hecho

Caso ninguno della.

D. Juan.

Harta ventura ha sido de mi estrella;

Que no me consolara

Jamás, si este contento me costara

El pesar de teneros

En mi casa indispuesto, y el de veros

Herido por la mano

(Si bien no ha sido culpa) de mi hermano.

D. Man.

Él es buen caballero,

Y me tiene envidioso de su acero,

De su estilo admirado,

Y he de ser muy su amigo y su criado.

(Llega Don Luis y un criado con un azafate cubierto, y en él un aderezo de espada.)

[p. 141]D. Luis.

Yo, señor, lo soy vuestro,

Como en la pena que recibo muestro,

Ofreciéndôs mi vida;

Y porque el instrumento de la herida

En mi poder no quede,

Pues ya agradarme ni servirme puede,

Bien como aquel criado

Que á su señor algun disgusto ha dado,

Hoy de mí lo despido.

Esta es, señor, la espada que os ha herido;

A vuestras plantas viene

A pediros perdon, si culpa tiene.

Tome vuestra querella

Con ella en mí venganza de mí y della.

D. Man.

Sois valiente y discreto:

En todo me venceis. La espada aceto,

Porque siempre á mi lado

Me enseñe á ser valiente. Confiado

Desde hoy vivir procuro;

Porque ¿de quién no vivirá seguro

Quien vuestro acero ciñe generoso?

Que él solo me tuviera temeroso.

D. Juan.

Pues Don Luis me ha enseñado

A lo que estoy por huésped obligado,

Otro regalo quiero

Que recibais de mí.

D. Man.

¡Qué tarde espero

Pagar tantos favores!

Los dos os competís en darme honores.

[p. 142]ESCENA XI.

COSME, cargado de maletas y cojines. — Dichos.

Cosme.

Docientos mil demonios

De su furia infernal den testimonios,

Volviéndose inclementes

Docientas mil serpientes,

Que, asiéndome, de un vuelo

Den conmigo de patas en el cielo,

Del mandato oprimidos

De Dios, por justos juicios compelidos;

Si vivir no quisiera sin injurias

En Galicia ó Asturias,

Antes que en esta corte.

D. Man.

Reporta...

Cosme.

El repertorio se reporte.

D. Juan.

¿Qué dices?

Cosme.

Lo que digo;

Que es traidor quien da paso á su enemigo.

D. Luis.

¿Qué enemigo? Detente.

Cosme.

El agua de una fuente y otra fuente.

D. Man.

¿Y por eso te inquietas?

Cosme.

Venía de cojines y maletas

Por la calle cargado,

Y en una zanja de una fuente he dado,

Y así lo traigo todo

(Como dice el refran) puesto de lodo.

¿Quién esto en casa mete?

D. Man.

Véte de aquí, que estás borracho. Véte.

Cosme.

Si borracho estuviera,

Ménos mi enojo con el agua fuera.

Cuando en un libro leo de mil fuentes

Que vuelven várias cosas sus corrientes,

[p. 143]No me espanto, si aquí ver determino,

Que nace el agua á convertirse en vino.

D. Man.

Si él empieza, en un año

No acabará.

D. Juan.

Él tiene humor extraño.

D. Luis.

Sólo de tí queria

Saber (si sabes lêr, como este dia

En el libro citado

Muestras) ¿por qué pediste tan pesado

Que una carta leyese? ¿Qué te apartas?

Cosme.

Porque sé lêr en libros y no en cartas.

D. Luis.

Está bien respondido.

D. Man.

Que no hagais caso dél, por Dios os pido.

Ya le ireis conociendo,

Y sabreis que es burlon.

Cosme.

Hacer pretendo

De mis burlas alarde.

Para alguna os convido.

D. Man.

Pues no es tarde,

Porque me importa, hoy quiero

Hacer una visita.

D. Juan.

Yo os espero

Para cenar.

D. Man.

Tú, Cosme, esas maletas

Abre, y saca la ropa; no las metas

Hasta limpiarlas harto.

D. Juan.

Si quisieres cerrar, esta es del cuarto

La llave; que aunque tengo

Llave maestra, por si acaso vengo

Tarde, más que las dos, otra no tiene,

Ni otra puerta tampoco, (Ap. Así conviene.)

Y en el cuarto la deja, y cada dia

Vendrán á aderezarle.

(Vanse todos, ménos Cosme.)

[p. 144]ESCENA XII.

COSME.

Hacienda mia,

Ven acá; que yo quiero

Visitarte primero;

Porque ver determino

Cuánto habemos sisado en el camino;

Que, como en las posadas

No se hilan las cuentas tan delgadas

Como en casa, que vive en sus porfías

La cuenta y la razon por lacerías,

Hay mayor aparejo de provecho,

Para meter la mano, no en mi pecho,

Sino en la bolsa ajena.

(Abre la maleta, y saca una bolsa.)

Hallé la propia; buena está y rebuena,

Pues aquesta jornada

Subió doncella, y se apeó preñada.

Contarlo quiero, aunque es tiempo perdido,

Porque yo ¿qué borregos he vendido

A mi señor para que mire y vea

Si está cabal? Lo que ello fuere sea.

Su maleta es aquesta:

Ropa quiero sacar, por si se acuesta

Tan presto; que él mandó que hiciese esto.

¿Mas porque él lo mandó, se ha de hacer presto?

Por haberlo él mandado

Antes no lo he de hacer, que soy criado.

Salirme un rato es justo

[p. 145]A rezar á una ermita. ¿Tendrás gusto

Desto, Cosme?—Tendré.—Pues, Cosme, vamos

Que ántes son nuestros gustos que los amos.

(Vase.)

ESCENA XIII.

DOÑA ÁNGELA, ISABEL, que salen por la puerta disimulada con la alacena.

Isabel.

Que está el cuarto solo dijo

Rodrigo, porque el tal huésped

Y tus hermanos se fueron.

D.ª Áng.

Por eso pude atreverme

A hacer sola esta experiencia.

Isabel.

¿Ves que no hay inconveniente

Para pasar hasta aquí?

D.ª Áng.

Antes, Isabel, parece

Que todo cuanto previne

Yo, fué muy impertinente,

Pues con ninguno encontramos;

Que la puerta fácilmente

Se abre y se vuelve á cerrar,

Sin ser posible que se eche

De ver.

Isabel.

¿Y á qué hemos venido?

D.ª Áng.

A volvernos solamente;

Que, para hacer sola una

Travesura dos mujeres,

Basta haberla imaginado;

Porque al fin esto no tiene

Más fundamento que haber

Hablado en ello dos veces,

[p. 146]Y estar yo determinada

(Siendo verdad que es aqueste

Caballero el que por mí

Se empeñó osado y valiente,

Como te he dicho) á mirar

Por su regalo.

Isabel.

Aquí tiene

El que le trajo tu hermano,

Y una espada en un bufete.

D.ª Áng.

Ven acá. ¿Mi escribanía

Trajeron aquí?

Isabel.

Dió en ese

Desvarío mi señor.

Dijo que aquí la pusiese

Con recado de escribir,

Y mil libros diferentes.

D.ª Áng.

En el suelo hay dos maletas.

Isabel.

Y abiertas. Señora, ¿quieres

Que veamos lo que hay en ellas?

D.ª Áng.

Sí, que quiero neciamente

Mirar qué ropas y alhajas

Trae.

Isabel.

Soldado y pretendiente,

Vendrá muy mal alhajado.

(Sacan todo cuanto van diciendo, y lo esparcen por la sala.)

D.ª Áng.

¿Qué es eso?

Isabel.

Muchos papeles.

D.ª Áng.

¿Son de mujer?

Isabel.

No, señora,

Sino procesos que vienen

Cosidos, y pesan mucho.

D.ª Áng.

Pues si fueran de mujeres,

Ellos fueran más livianos.

Mal en eso te detienes.

[p. 147]Isabel.

Ropa blanca hay aquí alguna.

D.ª Áng.

¿Huele bien?

Isabel.

Sí, á limpia huele.

D.ª Áng.

Ese es el mejor perfume.

Isabel.

Las tres calidades tiene

De blanca, blanda y delgada.

Mas, señora, ¿qué es aqueste

Pellejo con unos hierros

De herramientas diferentes?

D.ª Áng.

Muestra á ver. Hasta aquí hierro

De sacamuelas parece;

Mas estas son tenacillas,

Y el alzador del copete

Y los bigotes esotras.

Isabel.

Item, escobilla y peine.

Oye, que, más prevenido,

No le faltará al tal huésped

La horma de su zapato.

D.ª Áng.

¿Por qué?

Isabel.

Porque aquí la tiene.

D.ª Áng.

¿Hay más?

Isabel.

Sí, señora. Item,

Como á forma de billetes,

Legajo segundo.

D.ª Áng.

Muestra.

De mujer son, y contienen

Más que papel. Un retrato

Está aquí.

Isabel.

¿Qué te suspende?

D.ª Áng.

El verle; que una hermosura,

Si está pintada, divierte.

Isabel.

Parece que te ha pesado

De hallarle.

D.ª Áng.

¡Qué necia eres!

[p. 148]No mires más.

Isabel.

¿Y qué intentas?

D.ª Áng.

Dejarle escrito un billete.

Toma el retrato.

(Pónese á escribir.)

Isabel.

Entre tanto

La maleta del sirviente

He de ver. Esto es dinero;

Cuartazos son insolentes,

Que en la república donde

Son los príncipes y reyes

Las doblas y patacones,

Ellos son la comun plebe.

Una burla le he de hacer,

Y ha de ser de aquesta suerte:

Quitarle de aquí el dinero

Al tal lacayo, y ponerle

Unos carbones. Dirán:

¿Dónde demonios los tiene

Esta mujer? no advirtiendo

Que esto sucedió en Noviembre,

Y que hay brasero en el cuarto.

(Quita el dinero de la bolsa, y pone carbon.)

D.ª Áng.

Ya escribí. ¿Qué te parece

Adónde deje el papel,

Porque, si mi hermano viene,

No le vea?

Isabel.

Allí, debajo

De la toalla que tienen

Las almohadas; que al quitarla,

Se verá forzosamente,

Y no es parte que hasta entónces

Se ha de andar.

D.ª Áng.

Muy bien adviertes.

Ponle allí, y ve recogiendo

[p. 149]Todo esto.

Isabel.

Mira que tuercen

Ya la llave.

D.ª Áng.

Pues dejallo

Todo, esté como estuviere,

Y á escondernos, Isabel,

Ven.

Isabel.

Alacena me fecit.

(Vanse por la alacena.)

ESCENA XIV.

COSME.

Ya que me he servido á mí,

De barato quiero hacerle

A mi amo otro servicio.—

Mas ¿quién nuestra hacienda vende

Que así hace almoneda della?

¡Vive Cristo, que parece

Plazuela de la Cebada

La sala con nuestros bienes!

¿Quién está aquí? No está nadie,

Por Dios; y si está, no quiere

Responder. No me responda,

Que me huelgo de que eche

De ver que soy enemigo

De respondones. Con este

Humor, sea bueno, ó sea malo

(Si he de hablar discretamente),

Estoy temblando de miedo:

Pero como á mí me deje

El revoltoso de alhajas

Libre mi dinero, llegue

[p. 150]Y revuelva las maletas

Una y cuatrocientas veces.

Mas ¿qué veo? ¡Vive Dios,

(Registra la bolsa.)

Que en carbones lo convierten!

Duendecillo, duendecillo,

Quienquiera que seas ó fueres,

El dinero que tú das

En lo que mandares vuelve,

¿Mas lo que yo hurto, por qué?

ESCENA XV.

DON MANUEL, DON JUAN, DON LUIS. — COSME.

D. Juan.

¿De qué das voces?

D. Luis.

¿Qué tienes?

D. Man.

¿Qué te ha sucedido? Habla.

Cosme.

¡Lindo desenfado es ese!

Si tienes por inquilino,

Señor, en tu casa un duende,

¿Para qué nos recebiste

En ella? Un instante breve

Que falté de aquí, la ropa

De tal modo y de tal suerte

Hallé, que, toda esparcida,

Una almoneda parece.

D. Juan.

¿Falta algo?

Cosme.

No falta nada.

El dinero solamente

Que en esta bolsa tenía,

Que era mio, me convierte

En carbones.

D. Luis.

Sí, ya entiendo.

[p. 151]D. Man.

¡Qué necia burla previenes!

¡Qué fria y qué sin donaire!

D. Juan.

¡Qué mala y qué impertinente!

Cosme.

No es burla esta, ¡vive Dios!

D. Man.

Calla, que estás como sueles.

Cosme.

Es verdad; mas suelo estar

En mi juicio algunas veces.

D. Juan.

Quedaos con Dios, y acostaos,

Don Manuel, sin que os desvele

El duende de la posada;

Y aconsejadle que intente

Otras burlas, al criado.

(Vase.)

D. Luis.

No en vano sois tan valiente

Como sois, si habeis de andar,

Desnuda la espada siempre,

Saliendo de los disgustos

El que este loco os pusiere.

(Vase.)

ESCENA XVI.

DON MANUEL, COSME.

D. Man.

¿Ves cuál me tratan por tí?

Todos por loco me tienen

Porque te sufro. A cualquiera

Parte que voy, me suceden

Mil desaires por tu causa.

Cosme.

Ya estás solo, y no he de hacerte

Burla mano á mano yo;

Porque sólo en tercio puede

Tirarse uno con su padre.

Dos mil demonios me lleven

Si no es verdad que salí;

[p. 152]Y álguien, fuese quien se fuese,

Hizo este estrago.

D. Man.

Con eso

Ahora disculparte quieres

De la necedad. Recoge

Esto que esparcido tienes,

Y entra á acostarte.

Cosme.

Señor,

En una galera reme...

D. Man.

Calla, calla, ó vive Dios

Que la cabeza te quiebre.

(Entra en la alcoba.)

Cosme.

Pesárame con extremo

Que lo tal me sucediese.

Ahora bien, vuelvo á envasar

Otra vez los adherentes

De mis maletas. ¡Oh cielos,

Quién la trompeta tuviese

Del juicio de las alhajas,

Porque á una voz solamente

Viniesen todas!

(Vuelve Don Manuel con un papel.)

D. Man.

Alumbra,

Cosme.

Cosme.

Pues ¿qué te sucede,

Señor? ¿Has hallado acaso

Allá dentro alguna gente?

D. Man.

Descubrí la cama, Cosme,

Para acostarme, y halléme

Debajo de la toalla

De la cama, este billete

Cerrado; y ya el sobrescrito

Me admira más.

Cosme.

¿A quién viene?

[p. 153]D. Man.

A mí; mas de modo extraño.

Cosme.

¿Cómo dice?

D. Man.

Desta suerte.

(Lee.) «Nadie me abra, porque soy

»De Don Manuel solamente.»

Cosme.

¡Plegue á Dios, que no me creas

Por fuerza! No le abras, tente,

Sin conjurarle primero.

D. Man.

Cosme, lo que me suspende

Es la novedad, no el miedo;

Que quien admira no teme.

(Lee.) «Con cuidado me tiene vuestra salud, como á quien fué la causa de su riesgo. Y así, agradecida y lastimada, os suplico me aviseis della, y os sirvais de mí; que para lo uno y lo otro habrá ocasion, dejando la respuesta donde hallasteis éste: advirtiendo que el secreto importa, porque el dia que lo sepa alguno de los amigos, perderé yo el honor y la vida.»

Cosme.

¡Extraño caso!

D. Man.

¿Qué extraño?

Cosme.

¿Eso no te admira?

D. Man.

No;

Antes con esto llegó

A mi vista el desengaño.

Cosme.

¿Cómo?

D. Man.

Bien claro se ve

Que aquella dama tapada,

Que tan ciega y tan turbada

De Don Luis huyendo fué,

Era su dama, supuesto,

Cosme, que no puede ser,

Si es soltero, su mujer.

[p. 154]Y dando por cierto esto,

¿Qué dificultad tendrá

Que en la casa de su amante,

Tenga ella mano bastante

Para entrar?

Cosme.

Muy bien está

Pensado; mas mi temor

Pasa adelante. Confieso

Que es su dama, y el suceso

Te doy por bueno, señor;

¿Pero ella cómo podia

Desde la calle, saber

Lo que habia de suceder,

Para tener este dia

Ya prevenido el papel?

D. Man.

Despues de haberme pasado,

Pudo dársele á un criado.

Cosme.

Y aunque se le diera, ¿él

Cómo aquí ha de haberle puesto?

Pues nadie en el cuarto entró

Desde que en él quedé yo.

D. Man.

Bien pudo ser ántes de esto.

Cosme.

Sí; mas hallar trabucadas

Las maletas y la ropa,

Y el papel escrito, topa

En más.

D. Man.

Mira si cerradas

Esas ventanas están.

Cosme.

Y con aldabas y rejas.

D. Man.

Con mayor duda me dejas,

Y mil sospechas me dan.

Cosme.

¿De qué?

D. Man.

No sabré explicallo.

Cosme.

En efecto, ¿qué has de hacer?

[p. 155]D. Man.

Escribir y responder

Pretendo, hasta averiguallo,

Con estilo que parezca

Que no ha hallado en mi valor,

Ni admiracion ni temor;

Que no dudo que se ofrezca

Una ocasion en que demos,

Viendo que papeles hay,

Con quien los lleva y los tray.

Cosme.

¿Y de aquesto no daremos

Cuenta á los huéspedes?

D. Man.

No,

Porque no tengo de hacer

Mal alguno á una mujer,

Que así de mí se fió.

Cosme.

¿Luego ya ofendes á quien

Su galan juzgas?

D. Man.

No tal,

Pues sin hacerla á ella mal,

Puedo yo proceder bien.

Cosme.

No, señor; más hay aquí

De lo que á tí te parece:

Con cada discurso crece

Mi sospecha.

D. Man.

¿Cómo así?

Cosme.

Ves aquí que van y vienen

Papeles, y que jamás

Aunque lo examines más,

Ciertos desengaños tienen:

¿Qué crêrás?

D. Man.

Que ingenio y arte

Hay para entrar y salir,

Para cerrar, para abrir,

Y que el cuarto tiene parte

[p. 156]Por dónde. Y en duda tal,

El juicio podré perder:

Pero no, Cosme, creer

Cosa sobrenatural.

Cosme.

¿No hay duendes?

D. Man.

Nadie los vió.

Cosme.

¿Familiares?

D. Man.

Son quimeras.

Cosme.

¿Brujas?

D. Man.

Ménos.

Cosme.

¿Hechiceras?

D. Man.

¡Qué error!

Cosme.

¿Hay súcubos?

D. Man.

No.

Cosme.

¿Encantadoras?

D. Man.

Tampoco.

Cosme.

¿Mágicas?

D. Man.

Es necedad.

Cosme.

¿Nigromantes?

D. Man.

Liviandad.

Cosme.

¿Energúmenos?

D. Man.

¡Qué loco!

Cosme.

¡Vive Dios que te cogí!

¿Diablos?

D. Man.

Sin poder notorio.

Cosme.

¿Hay almas del purgatorio?

D. Man.

¿Que me enamoren á mí?

¡Hay más necia bobería!

Déjame; que estás cansado.

Cosme.

En fin, ¿qué has determinado?

D. Man.

Asistir de noche y dia

Con cuidados singulares

(Aquí el desengaño fundo)

Sin creer que hay en el mundo

[p. 157]Ni duendes ni familiares.

Cosme.

Pues yo en efecto presumo

Que algun demonio los tray,

Que esto y más habrá, donde hay

Quien tome tabaco de humo.


[p. 158]

JORNADA SEGUNDA.


Habitacion de Doña Ángela.

ESCENA PRIMERA.

DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, ISABEL.

D.ª Beat.

Notables cosas me cuentas.

D.ª Áng.

No te parezcan notables,

Hasta que sepas el fin.

¿En qué quedamos?

D.ª Beat.

Quedaste

En que por el alacena

Hasta su cuarto pasastes,

Que es tan difícil de verse

Como fué de abrirse fácil;

Que le escribiste un papel,

Y que al otro dia hallaste

La respuesta.

D.ª Áng.

Digo pues

Que tan cortés y galante

Estilo no ví jamás,

Mezclando entre lo admirable

Del suceso, lo gracioso,

Imitando los andantes

[p. 159]Caballeros, á quien pasan

Aventuras semejantes.

El papel, Beatriz, es éste:

Holgaréme que te agrade.

(Lee.) «Fermosa dueña, cualquier que vos seais la condolida deste afanado caballero, y asaz piadosa minorais sus cuitas, ruégovos me querais facer sabidor del follon mezquino, ó pagano malandrin, que en este encanto vos amancilla, para que segunda vegada en vueso nombre, sano ya de las pasadas feridas, éntre en descomunal batalla, magüer que finque muerto en ella; que non es la vida de más pro que la muerte, tenudo á su deber un caballero. El dador de la luz vos mampare, é á mí non olvide.

»El caballero de la Dama Duende.»

D.ª Beat.

¡Buen estilo por mi vida,

Y á propósito el lenguaje,

Del encanto y la aventura!

D.ª Áng.

Cuando esperé que con graves

Admiraciones viniera

El papel, ví semejante

Desenfado, cuyo estilo

Quise llevar adelante,

Y respondiéndole así,

Pasé...

Isabel.

Detente, no pases,

Que viene D. Juan, tu hermano.

D.ª Áng.

Vendrá muy firme y amante

A agradecerte la dicha

De verte, Beatriz, y hablarte

En su casa.

[p. 160]D.ª Beat.

No me pesa,

Si hemos de decir verdades.

ESCENA II.

DON JUAN. — Dichas.

D. Juan.

No hay mal que por bien no venga,

Dicen adagios vulgares,

Y en mí se ve, pues que vienen

Por mis bienes vuestros males.

He sabido, Beatriz bella,

Que un pesar, que vuestro padre

Con vos tuvo, á nuestra casa

Sin gusto y contento os trae.

Pésame que hayan de ser

Lisonjeros y agradables,

Como para vos mis gustos,

Para mí vuestros pesares;

Pues es fuerza que no sienta

Desdichas que han sido parte

De veros: porque hoy amor

Diversos efectos hace,

En vos de pena, y en mí

De gloria, bien como el áspid,

De quien, si sale el veneno,

Tambien la triaca sale.

Vos seais muy bien venida;

Que aunque es corto el hospedaje,

Bien se podrá hallar un sol

En compañía de un ángel.

D.ª Beat.

Pésames y parabienes

Tan cortésmente mezclasteis,

[p. 161]Que no sé á qué responderos.

Disgustada con mi padre

Vengo: la culpa tuvisteis;

Pues aunque el galan no sabe,

Sabe que por el balcon

Hablé anoche, y miéntras pase

El enojo, con mi prima

Quiere que esté, porque hace

De su virtud confianza.

Sólo os diré, y esto baste,

Que los disgustos estimo;

Porque tambien en mí cause

Amor efectos diversos,

Bien como el sol, cuando esparce

Bellos rayos, que una flor

Se marchita y otra nace.

Hiere el amor en mi pecho,

Y es sólo un rayo bastante

A que se muera el pesar,

Y nazca el gusto de hallarme

En vuestra casa, que ha sido

Una esfera de diamante,

Hermosa envidia de un sol,

Y capaz dosel de un ángel.

D.ª Áng.

Bien se ve que de ganancia

Andais hoy los dos amantes,

Pues que me dais de barato

Tantos favores.

D. Juan.

¿No sabes,

Hermana, lo que he pensado?

Que tú sola, por vengarte

Del cuidado que te da

Mi huésped, cuerda buscaste

Huéspeda, que á mí me ponga

[p. 162]En cuidado semejante.

D.ª Áng.

Dices bien, y yo lo he hecho

Sólo porque la regales.

D. Juan.

Yo me doy por muy contento

De la venganza.

(Quiere irse.)

D.ª Beat.

¿Qué haces,

Don Juan? ¿dónde vas?

D. Juan.

Beatriz,

A servirte; que dejarte,

Sólo á tí por tí pudiera.

D.ª Áng.

Déjale ir.

D. Juan.

Dios os guarde.

ESCENA III.

DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, ISABEL.

D.ª Áng.

Sí, cuidado con su huésped

Me dió, y cuidado tan grande,

Que apénas sé de mi vida,

Y él de la suya no sabe.

Viéndote á tí, con el mismo

Cuidado he de desquitarme;

Porque de huésped á huésped

Estemos los dos iguales.

D.ª Beat.

El deseo de saber

Tu suceso, fuera parte

Solamente á no sentir

Su ausencia.

D.ª Áng.

Por no cansarte,

Papeles suyos y mios

Fueron y vinieron, tales

(Los suyos digo) que pueden

[p. 163]Admitirse y celebrarse;

Porque mezclando las véras

Y las burlas, no ví iguales

Discursos.

D.ª Beat.

Y él, en efecto,

¿Qué es á lo que se persuade?

D.ª Áng.

A que debo de ser dama

De Don Luis, juntando partes

De haberme escondido dél

Y de tener otra llave

Del cuarto.

D.ª Beat.

Sola una cosa

Dificultad se me hace.

D.ª Áng.

¿Dí cuál es?

D.ª Beat.

¿Cómo este hombre

Viendo que hay quien lleva y trae

Papeles, no te ha espiado,

Y te ha cogido en el lance?

D.ª Áng.

No está eso por prevenir;

Porque tengo á sus umbrales

Un hombre yo, que me avisa

De quién entra y de quién sale;

Y así no pasa Isabel

Hasta saber que no hay nadie.

Que ya ha sucedido, amiga,

Un dia entero quedarse

Un criado para verlo,

Y haberle salido en balde

La diligencia y cuidado.

Y porque no se me pase

De la memoria, Isabel,

Llévate aquel azafate

En siendo tiempo.

D.ª Beat.

Otra duda.

[p. 164]¿Cómo es posible que alabes

De tan entendido, un hombre

Que no ha dado en casos tales

En el secreto comun

De la alacena?

D.ª Áng.

¿Ahora sabes

Lo del huevo de Juanelo,

Que los ingenios más grandes

Trabajaron en hacer

Que en un bufete de jaspe

Se tuviese en pié, y Juanelo

Con sólo llegar y darle

Un golpecito, le tuvo?

Las grandes dificultades,

Hasta saberse lo son;

Que sabido, todo es fácil.

D.ª Beat.

Otra pregunta.

D.ª Áng.

Dí cuál.

D.ª Beat.

¿De tan locos disparates

Qué piensas sacar?

D.ª Áng.

No sé.

Dijérate que mostrarme

Agradecida, y pasar

Mis penas y soledades,

Si ya no fuera más que esto,

Porque necia y ignorante,

He llegado á tener celos

De ver que el retrato guarde

De una dama, y áun estoy

Dispuesta á entrar y tomarle

En la primera ocasion;

Y no sé cómo declare

Que estoy ya determinada

A que me vea y me hable.

[p. 165]D.ª Beat.

¿Descubierta por quién eres?

D.ª Áng.

¡Jesus, el cielo me guarde!

Ni él, pienso yo, que á un amigo

Y huésped traicion tan grande

Hiciera; pues el pensar

Que soy dama suya, hace

Que me escriba temeroso,

Cortés, turbado y cobarde;

Y en efecto, yo no tengo

De ponerme á ese desaire.

D.ª Beat.

¿Pues cómo ha de verte?

D.ª Áng.

Escucha,

Y sabrás la más notable

Traza, sin que yo al peligro

De verme en su cuarto pase,

Y él venga, sin saber dónde.

Isabel.

Pon otro hermano á la márgen,

Que viene Don Luis.

D.ª Áng.

Despues

Lo sabrás.

D.ª Beat.

¡Qué desiguales

Son los influjos! ¡Que el cielo

En igual mérito y partes

Ponga tantas diferencias

Y tantas distancias halle,

Que, con un mismo deseo,

Uno obligue y otro canse!

Vamos de aquí, que no quiero

Que llegue Don Luis á hablarme.

(Quiere irse.)

[p. 166]ESCENA IV.

DON LUIS. — Dichas.

D. Luis.

¿Por qué os ausentais así?

D.ª Beat.

Sólo porque vos llegasteis.

D. Luis.

La luz más hermosura y pura,

De quien el sol la aprendió,

¿Huye porque llego yo?

¿Soy la noche por ventura?

Pues perdone tu hermosura

Si atrevido y descortés

En detenerte me ves;

Que yo, en esta contingencia,

No quiero pedir licencia,

Porque tú no me la des.

Que, estimando tu rigor,

No quiere la suerte mia

Que áun esto, que es cortesía,

Tenga nombre de favor.

Ya sé que mi loco amor

En tus desprecios no alcanza

Un átomo de esperanza;

Pero yo, viendo tan fuerte

Rigor, tengo que quererte,

Por sólo tomar venganza.

Mayor gloria me darás,

Cuando más penas me ofrezcas;

Pues cuando más me aborrezcas,

Tengo de quererte más.

Si desto quejosa estás,

Porque con solo un querer

[p. 167]Los dos vengamos á ser,

Entre el placer y el pesar,

Extremos, aprende á amar

O enséñame á aborrecer;

Enséñame tú rigores,

Yo te enseñaré finezas;

Enséñame tú asperezas,

Yo te enseñaré favores;

Tú desprecios, y yo amores;

Tú olvido, y yo firme fe;

Aunque es mejor, porque dé

Gloria al amor, siendo dios,

Que olvides tú por los dos;

Que yo por los dos querré.

D.ª Beat.

Tan cortésmente os quejais,

Que, aunque agradecer quisiera

Vuestras penas, no lo hiciera,

Sólo porque las digais.

D. Luis.

Como tan mal me tratais,

El idioma del desden

Aprendí.

D.ª Beat.

Pues ese es bien

Que sigais; que en caso tal,

Hará soledad el mal

A quien le dice tan bien.

(Quiere irse, y detiénela Don Luis.)

D. Luis.

Oye, si acaso te vengas,

Y padezcamos los dos.

D.ª Beat.

No he de escucharos. Por Dios,

Amiga, que le detengas.

(Vase.)

D.ª Áng.

¡Que tan poco valor tengas

Que esto quieras oir y ver!

D. Luis.

¡Ay hermana! ¿qué he de hacer?

D.ª Áng.

Dar tus penas al olvido;

[p. 168]Que querer aborrecido

Es morir, y no querer.

D. Luis.

Quejoso, ¿cómo podré

Olvidarla? ¡Que es error!

Díla que me haga un favor,

Y obligado olvidaré;

Ofendido no; porqué

El más prudente, el más sabio

Da su sentimiento al labio;

Si olvidarse el favor suele,

Es porque el favor no duele

De la suerte que el agravio.

(Vanse.)

ESCENA V.

RODRIGO. — DON LUIS.

Rodrigo.

¿De dónde vienes?

D. Luis.

No sé.

Rodrigo.

Triste parece que estás:

¿La causa no me dirás?

D. Luis.

Con Doña Beatriz hablé.

Rodrigo.

No digas más; ya se ve

En tí lo que respondió.

Pero ¿dónde está, que yo

No la he visto?

D. Luis.

La tirana

Es huéspeda de mi hermana

Unos dias, porque no

Me falte un enfado así

De un huésped; que cada dia

Mis hermanos á porfía

Se conjuran contra mí;

[p. 169]Pues cualquiera tiene aquí

Uno que pesar me dé:

De Don Manuel, ya se ve,

Y de Beatriz; pues los cielos,

Me traen á casa mis celos,

Porque sin ellos no esté.

Rodrigo.

Mira que Don Manuel puede

Oirte, que viene allí.

ESCENA VI.

DON MANUEL. — Dichos.

D. Man.

(Ap.) ¡Sólo en el mundo por mí

Tan gran prodigio sucede!

¿Qué haré, cielos, con que quede

Desengañado, y saber

De una vez si esta mujer

Dama de Don Luis ha sido,

O cómo mano ha tenido

Y cautela, para hacer

Tantos engaños?

D. Luis.

Señor

Don Manuel.

D. Man.

Señor Don Luis.

D. Luis.

¿De dónde bueno venís?

D. Man.

De Palacio.

D. Luis.

Grande error

El mio fué en preguntar,

A quien pretensiones tiene,

Dónde va, ni dónde viene;

Porque es fuerza que ha de dar

Cualquiera línea en Palacio,

[p. 170]Como centro de su esfera.

D. Man.

Si sólo á Palacio fuera,

Estuviera más despacio;

Pero mi afan inmortal

Mayor término ha pedido.

Su Majestad ha salido

Esta tarde al Escorial,

Y es fuerza esta noche ir

Con mis despachos allá,

Que de importancia será.

D. Luis.

Si ayudaros á servir

Puedo en algo, ya sabeis

Que soy, en cualquier suceso,

Vuestro.

D. Man.

Las manos os beso

Por la merced que me haceis.

D. Luis.

Ved, que no es lisonja esto.

D. Man.

Ya veo que es voluntad

De mi aumento.

D. Luis.

(Ap.)Así es verdad,

Porque negocies más presto.

D. Man.

Pero á un galan cortesano

Tanto como vos, no es justo

Divertirle de su gusto;

Porque yo tengo por llano

Que estareis entretenido,

Y gran desacuerdo fuera

Que ausentaros pretendiera.

D. Luis.

Aunque hubiérades oido

Lo que con Rodrigo hablaba,

No respondiérais así.

D. Man.

¿Luego bien he dicho?

D. Luis.

Sí,

Que aunque es verdad que lloraba

[p. 171]De una hermosura el rigor,

A la firme voluntad,

La hace tanta soledad

El desden como el favor.

D. Man.

¡Qué desvalido os pintais!

D. Luis.

Amo una grande hermosura

Sin estrella y sin ventura.

D. Man.

¿Conmigo disimulais

Agora?

D. Luis.

¡Pluguiera al cielo!

Mas tan infeliz nací,

Que huye esta beldad de mí

Como de la noche el velo

De la hermosa luz del dia,

A cuyos rayos me quemo.

¿Quereis ver con cuánto extremo

Es la triste suerte mia?

Pues porque no la siguiera

Amante y celoso yo,

A una persona pidió

Que mis pasos detuviera.

Ved si hay rigores más fieros,

Pues todos suelen buscar

Terceros para alcanzar,

Y ella huye por terceros.

(Vanse Don Luis y Rodrigo.)

ESCENA VII.

DON MANUEL.

¿Qué más se ha de declarar?

¡Mujer que su vista huyó,

[p. 172]Y á otra persona pidió

Que le llegase á estorbar!

Por mí lo dice y por ella.

Ya por lo ménos vencí

Una duda, pues ya ví

Que, aunque es verdad que es aquella,

No es su dama; porque él

Despreciado no viviera,

Si en su casa la tuviera.

Ya es mi duda más cruel,

Si no es su dama, ni vive

En su casa, ¿cómo así

Escribe y responde? Aquí

Muere un engaño, y concibe

Otro engaño. ¿Qué he de hacer?

Que soy en mis opiniones

Confusion de confusiones.

¡Válgate Dios por mujer!

ESCENA VIII.

COSME. — DON MANUEL.

Cosme.

Señor, ¿qué hay de duende? ¿acaso

Hasle visto por acá?

Que de saber que no está

Allá, me holgaré.

D. Man.

Habla paso.

Cosme.

Que tengo mucho que hacer

En nuestro cuarto, y no puedo

Entrar.

D. Man.

Pues ¿qué tienes?

Cosme.

Miedo.

[p. 173]D. Man.

¿Miedo un hombre ha de tener?

Cosme.

No le ha de tener, señor.

Pero ve aquí que le tiene,

Porque al suceso conviene.

D. Man.

Deja aquese necio humor,

Y lleva luz, porque tengo

Que disponer y escribir,

Y esta noche he de salir

De Madrid.

Cosme.

A eso me atengo,

Pues dices con eso aquí

Que tienes miedo al suceso.

D. Man.

Antes te he dicho con eso

Que no hago caso de tí;

Pues de otras cosas me acuerdo,

Que son diferentes, cuando

En estas me estás hablando.

El tiempo en efecto pierdo.

En tanto que me despido

De Don Juan, ten luz.

(Vase.)

Cosme.

Sí haré.

Luz al duende llevaré,

Que es hora que sea servido,

Y no esté á escuras. Aquí

Ha de haber una cerilla;

En aquella lamparilla,

Que se está muriendo allí,

Encenderla agora puedo.

¡Oh qué prevenido soy!

Y entre estas y estotras voy

Titiritando de miedo.

(Vase.)


[p. 174]Cuarto de Don Manuel

ESCENA IX.

ISABEL, que sale por la alacena con un azafate cubierto.

Fuera están, que así el criado

Me lo dijo. Agora es tiempo

De poner este azafate

De ropa blanca en el puesto

Señalado.—¡Ay de mí triste!

Que como es de noche, tengo,

Con la grande oscuridad,

De mí misma, asombro y miedo.

¡Válgame Dios, que temblando

Estoy! El duende primero

Soy que se encomienda á Dios.

No hallo el bufete. ¿Qué es esto?

Con la turbacion y espanto

Perdí de la sala el tiento.

No sé dónde estoy, ni hallo

La mesa. ¿Qué he de hacer? ¡Cielos!

Si no acertase á salir,

Y me hallasen aquí dentro,

Dábamos con todo el caso

Al traste. Gran temor tengo,

Y más agora, que abrir

La puerta del cuarto siento,

Y trae luz el que la abre.

Aquí dió fin el suceso;

Que ya ni puedo esconderme,

Ni volver á salir puedo.

[p. 175]ESCENA X.

COSME, con luz. — ISABEL.

Cosme.

Duende, mi señor, si acaso

Obligan los rendimientos

A los duendes bien nacidos,

Humildemente le ruego

Que no se acuerde de mí

En sus muchos embelecos,

Y esto por cuatro razones:

La primera, yo me entiendo;

(Va andando, é Isabel detras de él, huyendo de que la vea.)

La segunda, usted lo sabe.

La tercera, por aquello

De que al buen entendedor...

La cuarta, por estos versos:

Señora Dama Duende,

Duélase de mí,

Que soy niño y solo,

Y nunca en tal me ví.

Isabel.

(Ap.) Ya con la luz he cobrado

El tino del aposento,

Y él no me ha visto; si aquí

Se la mato, será cierto

Que, miéntras la va á encender,

Salir á mi cuarto puedo;

Que cuando sienta el rüido,

No me verá por lo ménos,

Y á dos daños el menor.

Cosme.

¡Qué gran músico es el miedo!

Isabel.

(Ap.) Esto ha de ser desta suerte.

(Dale un golpe, y mátale la luz.)

[p. 176]Cosme.

¡Ay infeliz que me han muerto!

¡Confesion!

Isabel.

Ahora podré

Escaparme.

ESCENA XI.

DON MANUEL. — ISABEL, COSME.

D. Man.

¿Qué es aquesto,

Cosme? ¿cómo estás sin luz?

Cosme.

Como á los dos nos ha muerto

El duende: á la luz, de un soplo,

Y á mí de un golpe.

D. Man.

Tu miedo

Te hará creer esas cosas.

Cosme.

Bien á mi costa las creo.

Isabel.

(Ap.) ¡Oh si la puerta encontrase!

D. Man.

¿Quién está aquí?

(Encuentra Isabel con Don Manuel, y él la tiene del azafate.)

Isabel.

(Ap.)Peor es esto;

Que con el amo he encontrado.

D. Man.

Trae luz, Cosme, que ya tengo

A quien es.

Cosme.

Pues no le sueltes.

D. Man.

No haré; ve por ella presto.

Cosme.

Tenle bien.

(Vase.)

Isabel.

(Ap.)Del azafate

Asió; en sus manos le dejo.

Hallé la alacena. ¡Adios!

(Vase, dejándole el azafate en la mano.)

D. Man.

Cualquiera que es, se esté quedo

[p. 177]Hasta que traigan la luz;

Porque si no, ¡vive el cielo,

Que le dé de puñaladas!—

Pero sólo abrazo el viento,

Y encuentro sólo una cosa

De ropa y de poco peso.

¿Qué será? ¡Válgame Dios,

Que en más confusion me ha puesto!

ESCENA XII.

COSME, con la luz. — DON MANUEL.

Cosme.

Téngase el duende á la luz.

Pues ¿qué es dél? ¿no estaba preso?

¿Qué es esto, señor?

D. Man.

No acierto

A responder. Esta ropa

Me ha dejado, y se fué huyendo.

Cosme.

¿Y qué dices deste lance?

Aun bien, que agora tú mesmo

Dijiste que le tenías,

Y se te fué por el viento.

D. Man.

Diré que aquesta persona,

Que con arte y con ingenio

Entra y sale aquí, esta noche

Estaba encerrada dentro;

Que, para poder salir,

Te mató la luz, y luego

Me dejó á mí el azafate,

Y se me ha escapado huyendo.

Cosme.

¿Por dónde?

D. Man.

Por esa puerta.

[p. 178]Cosme.

Harásme que pierda el seso.

¡Vive Dios, que yo le ví

A los últimos reflejos,

Que la pavesa dejó

De la luz, que me habia muerto!

D. Man.

¿Qué forma tenía?

Cosme.

Era un fraile

Tamañito, y tenía puesto

Un cucurucho tamaño;

Que por estas señas creo

Que era duende capuchino.

D. Man.

¡Qué de cosas hace el miedo!

Alumbra aquí, y lo que trajo

El frailecito veremos.

Ten este azafate tú.

Cosme.

¿Yo azafates del infierno?

D. Man.

Tenle pues.

Cosme.

Tengo las manos

Sucias, señor, con el sebo

De la vela, y mancharé

El tafetan que cubierto

Le tiene; mejor será

Que le pongas en el suelo.

D. Man.

Ropa blanca es, y un papel.

Veamos si el fraile es discreto.

(Lee.) «En el poco tiempo que ha que vivís en esa casa, no se ha podido hacer más ropa; como se fuere haciendo, se irá llevando. A lo que decís del amigo, persuadido á que soy dama de D. Luis, os aseguro que no sólo no lo soy, pero que no puedo serlo; y esto dejo para la vista que será presto. Dios os guarde.»

Bautizado está este duende,

[p. 179]Pues de Dios se acuerda.

Cosme.

¿Veslo,

Cómo hay duende religioso?

D. Man.

Muy tarde es; ve componiendo

Las maletas y cojines,

Y en una bolsa pon estos

Papeles, que son el todo

A que vamos; que yo entiendo

En tanto dejar respuesta

A mi duende.

(Da unos papeles á Cosme, pónelos él sobre una silla, y Don Manuel escribe.)

Cosme.

Aquí yo quiero,

Para que no se me olviden

Y estén á mano, ponerlos,

Miéntras me detengo un rato,

Solamente á decir esto:

¿Has creido ya que hay duendes?

D. Man.

¡Qué disparate tan necio!

Cosme.

¿Esto es disparate? ¿Ves

Tú mismo tantos efectos,

Como venirse á tus manos

Un regalo por el viento,

Y áun dudas? Pero bien haces

Si á tí te va bien con eso;

Mas déjame á mí, que yo,

Que peor partido tengo,

Lo crea.

D. Man.

¿De qué manera?

Cosme.

Desta manera lo pruebo:

Si nos revuelven la ropa,

Te ries mucho de verlo;

Y yo soy quien la compone,

Que no es trabajo pequeño.

[p. 180]Si á tí te dejan papeles,

Y te llevan los conceptos;

A mí me dejan carbones,

Y se llevan mi dinero.

Si traen dulces, tú te huelgas

Como un padre de comerlos;

Y yo ayuno como un puto,

Pues ni los toco ni veo.

Si á tí te dan las camisas,

Las valonas y pañuelos;

A mí los sustos me dan

De escucharlo y de saberlo.

Si, cuando los dos venimos

Aquí, casi á un mismo tiempo,

Te dan á tí un azafate

Tan aseado y compuesto;

A mí un mojicon me dan

En aquestos pestorejos,

Tan descomunal, tan grande,

Que me hace escupir los sesos.

Para tí sólo, señor,

Es el gusto y el provecho,

Para mí el susto y el daño;

Y tiene el duende en efecto,

Para tí mano de lana,

Para mí mano de hierro.

Pues déjame que lo crea;

Que se apura el sufrimiento,

Queriendo negarle á un hombre

lo que está pasando y viendo.

D. Man.

Haz las maletas, y vamos;

Que allá en el cuarto te espero

De Don Juan.

Cosme.

¿Pues qué hay que hacer

[p. 181]Si allá vestido de negro

Has de andar, y esto se hace

Con tomar un ferreruelo?

D. Man.

Deja cerrado, y la llave

Lleva; que si en este tiempo

Hiciera falta, otra tiene

Don Juan.—Confuso me ausento

Por no llevar ya sabido

Esto, que ha de ser tan presto

Pero uno importa al honor

De mi casa y de mi aumento,

Y otro solamente á un gusto;

Y así entre los dos extremos,

Donde el honor es lo más,

Todo lo demas es ménos.

(Vanse.)


Cuarto de Doña Ángela.

ESCENA XIII.

DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, ISABEL.

D.ª Áng.

¿Eso te ha sucedido?

Isabel.

Ya todo el embeleco ví perdido,

Porque, si allí me viera,

Fuerza, señora, fuera

El descubrirse todo;

Pero en efecto, me escapé del modo

Que te dije.

D.ª Áng.

Fué extraño

Suceso.

D.ª Beat.

Y ha de dar fuerza al engaño,

[p. 182]Sin haber visto gente,

Ver que dé un azafate, y que se ausente.

D.ª Áng.

Si tras desto consigo

Que me vea del modo que te digo,

Ni dudo de que pierda

El juicio.

D.ª Beat.

La atencion más grave y cuerda

Es fuerza que se espante,

Ángela, con suceso semejante;

Porque querer llamalle

Sin saber donde viene, y que se halle

Luego con una dama

Tan hermosa, tan rica y de tal fama,

Sin que sepa quién es, ni dónde vive

(Que esto es lo que tu ingenio le apercibe)

Y haya, vendado y ciego,

De volver á salir y dudar luego,

¿A quién no ha de admirar?

D.ª Áng.

Todo advertido

Está ya, y por estar tú aquí no ha sido

Hoy la noche primera

Que ha de venir á verme.

D.ª Beat.

¿No supiera

Yo callar el suceso

De tu amor?

D.ª Áng.

Que no, prima, no es por eso

Sino que estando en casa

Tú, como á mis hermanos les abrasa

Tu amor, no salen della,

Adorando los rayos de tu estrella;

Y fuera aventurarme,

No ausentándose ellos, empeñarme.

[p. 183]ESCENA XIV.

DON LUIS, al paño. — Dichos.

D. Luis.

(Ap.) ¡Oh cielos, quién pudiera

Disimular su afecto, quién pusiera

Límite al pensamiento,

Freno á la voz y ley al sentimiento!

Pero ya que conmigo

Tan poco puedo, que esto no consigo,

Desde aquí he de ensayarme

A vencer mi pasion, y reportarme.

D.ª Beat.

Yo diré de qué suerte

Se podrá disponer, para no hacerte

Mal tercio, y para hallarme

Aquí; porque sintiera el ausentarme,

Sin que el efecto viera

Que deseo.

D.ª Áng.

Pues dí de qué manera.

D. Luis.

(Ap.) ¿Qué es lo que las dos tratan,

Que de su mismo aliento se recatan?

D.ª Beat.

Las dos publicaremos

Que mi padre envió por mí, y haremos

La deshecha con modos,

Que creyendo que estoy ya ausente todos

Vuelva á quedarme en casa...

D. Luis.

(Ap.) ¿Qué es esto, cielos, que en mi agravio pasa?

D.ª Beat.

Y oculta con secreto

Sin estorbos podré ver el efeto...

D. Luis.

(Ap.) ¿Qué es lo que oigo, hado injusto?

D.ª Beat.

Que ha de ser para mí de tanto gusto.

D.ª Áng.

Y luégo, ¿qué diremos

[p. 184]De verte aquí otra vez?

D.ª Beat.

¿Pues no tendremos

(¡Qué mal eso te admira!)

Ingenio para hacer otra mentira?

D. Luis.

(Ap.) Sí tendreis. ¡Que esto escucho!

Con nuevas penas y tormentos lucho.

D.ª Beat.

Con esto, sin testigos y en secreto,

Deste notable amor veré el efeto;

Pues estando escondida

Yo, y estando la casa recogida,

Sin escándalo arguyo

Que pasar pueda de su cuarto al tuyo.

D. Luis.

(Ap.) Bien claramente infiero

(Cobarde vivo, y atrevido muero)

Su intencion. Mas dichoso

Mi hermano la merece: ¡estoy celoso!

A darle se prefiere

La ocasion que desea; y así quiere

Que de su cuarto pase

Sin que nadie lo sepa, y yo me abrase;

Y porque sin testigos

Se logren (¡oh enemigos!)

Mintiendo mi sospecha,

Hacer quiere conmigo la deshecha.

Pues si esto es así, cielo,

Para el estorbo de su amor apelo:

Y cuando esté escondida,

Buscando otra ocasion, con atrevida

Resolucion veré toda la casa,

Hasta hallarle; que el fuego que me abrasa,

Ya no tiene otro medio;

Que el estorbar es último remedio

De un celoso. Valedme, ¡santos cielos!

Que abrasado de amor, muero de celos.

(Vase.)

[p. 185]D.ª Áng.

Está bien prevenido,

Y mañana diremos que te has ido.

ESCENA XV.

DON JUAN. — DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, ISABEL.

D. Juan.

¡Hermana! ¡Beatriz bella!

D.ª Beat.

Ya te echábamos ménos.

D. Juan.

Si mi estrella

Tantas dichas mejora,

Que me eche ménos vuestro sol, señora,

De mí mismo envidioso,

Tendré mi mismo bien por sospechoso

Que posible no ha sido

Que os haya merecido

Mi amor ese cuidado;

Y así, de mí envidioso y envidiado

Tendré en tan dulce abismo

Yo lástima y envidia de mí mismo.

D.ª Beat.

Contradecir no quiero

Argumento, Don Juan, tan lisonjero,

Que quien ha dilatado

Tanto el venirme á ver, y me ha olvidado

¿Quién duda que estaria

Bien divertido, sí, y allí tendría

Envidia á su ventura

Y lástima, perdiendo la hermosura

Que tanto le divierte?

Luego claro se prueba desta suerte

Con cierto silogismo

La lástima y envidia de sí mismo.

[p. 186]D. Juan.

Si no fuera ofenderme y ofenderos,

Intentara, Beatriz, satisfaceros

Con deciros que he estado

Con Don Manuel, mi huésped, ocupado

Agora en su partida,

Porque se fué esta noche.

D.ª Áng.

¡Ay de mi vida!

D. Juan.

¿De qué, hermana, es el susto?

D.ª Áng.

Sobresalta un placer como un disgusto.

D. Juan.

Pésame que no sea

Placer cumplido el que tu pecho vea;

Pues volverá mañana.

D.ª Áng.

(Ap. Vuelva á vivir una esperanza vana.)

Ya yo me habia espantado,

Que tan de paso nos venía el enfado,

Que fué siempre importuno.

D. Juan.

Yo no sospecho que te dé ninguno,

Sino que tú y Don Luis mostrais disgusto,

Por ser cosa en que yo he tenido gusto.

D.ª Áng.

No quiero responderte,

Aunque tengo bien qué; y es por no hacerte

Mal juego, siendo agora

Tercero de tu amor, pues nadie ignora

Que ejerce amor las flores de fullero

Mano á mano, mejor que con tercero.—

Vénte, Isabel, conmigo; (Ap. á ella.)

Que aquesta noche misma á traer me obligo

El retrato; pues puedo

Pasar con más espacio y ménos miedo.

Tenme tú prevenida

Una luz, y en que pueda ir escondida;

Porque no ha de tener, contra mi fama,

Quien me escribe, retrato de otra dama.

(Vanse Doña Ángela é Isabel.)

[p. 187]ESCENA XVI.

DOÑA BEATRIZ, DON JUAN.

D.ª Beat.

No creo que te debo

Tantas finezas.

D. Juan.

Los quilates pruebo

De mi fe (porque es mucha)

En un discurso.

D.ª Beat.

Díle.

D. Juan.

Pues escucha.

Bella Beatriz, mi fe es tan verdadera,

Mi amor tan firme, mi aficion tan rara,

Que, aunque yo no quererte deseara,

Contra mi mismo afecto te quisiera.

Estímate mi vida de manera,

Que, á poder olvidarte, te olvidara,

Porque despues por eleccion te amara:

Fuera gusto mi amor, y no ley fuera.

Quien quiere á una mujer, porque no puede

Olvidalla, no obliga con querella,

Pues nada el albedrío le concede.

Yo no puedo olvidarte, Beatriz bella,

Y siento el ver que tan ufana quede,

Con la victoria de tu amor mi estrella.

D.ª Beat.

Si la eleccion se debe al albedrío,

Y la fuerza al impulso de una estrella,

Voluntad más segura será aquella

Que no vive sujeta á un desvarío.

Y así de tus finezas desconfío,

Pues mi fe, que imposibles atropella,

Si viera á mi albedrío andar sin ella,

[p. 188]Negara, vive el cielo, que era mio.

Pues aquel breve instante que gastara

En olvidar, para volver á amarte,

Sintiera que mi afecto me faltara.

Y huélgome de ver que no soy parte

Para olvidarte, pues que no te amara

El rato que tratara de olvidarte.

(Vanse.)


Calle.

ESCENA XVII.

COSME, huyendo de DON MANUEL, que le sigue.

D. Man.

¡Vive Dios, si no mirara...

Cosme.

Por eso miras.

D. Man.

Que fuera

Infamia mia, que hiciera

Un desatino!

Cosme.

Repara

En que te he servido bien,

Y un descuido no está en mano,

De un católico cristiano.

D. Man.

¿Quién ha de sufrirte, quién,

Si lo que más importó,

Y lo que más te he encargado

Es lo que más se ha olvidado?

Cosme.

Pues por eso se olvidó,

Por ser lo que me importaba;

Que si importante no fuera,

¿En olvidarse, qué hiciera?

¡Viven los cielos! que estaba

[p. 189]Tan cuidadoso en traer

Los papeles, que por eso

Los puse aparte, y confieso

Que el cuidado vino á ser

El mismo que me dañó;

Pues si aparte no estuvieran,

Con los demas se vinieran.

D. Man.

Harto es que se te acordó

En la mitad del camino.

Cosme.

Un gran cuidado llevaba,

Sin saber qué le causaba;

Que le juzgué desatino,

Hasta que en el caso dí,

Y supe que era el cuidado

El habérseme olvidado

Los papeles.

D. Man.

Dí que allí

El mozo espere, teniendo

Las mulas; porque tambien

Llegar con ruido no es bien,

Despertando á quien durmiendo

Está ya; pues puedo entrar,

Supuesto que llave tengo,

Y el despacho, por quien vengo,

Sin ser sentido sacar.

(Vase Cosme, y vuelve.)

Cosme.

Ya el mozo queda advertido,

Mas considera, señor,

Que sin luz es grande error

Querer hallarlos, y el ruido

Excusarse no es posible;

Porque si luz no nos dan

En el cuarto de Don Juan,

¿Cómo hemos de ver?

D. Man.

¡Terrible

[p. 190]Es tu enfado! ¿Agora quieres

Que le alborote y le llame?

¿Pues no sabrás (díme, infame,

Que causa de todo eres)

Por el tiento, dónde fué

Dónde quedaron?

Cosme.

No es esa

La duda; que yo á la mesa,

Donde sé que los dejé,

Iré á ciegas.

D. Man.

Abre presto.

Cosme.

Lo que á mi temor responde

Es que no sabré yo adónde

El duende los habrá puesto;

Porque ¿qué cosa he dejado,

Que haya vuelto á hallarla yo

En la parte que quedó?

D. Man.

Si los hubiere mudado,

Luz entónces pediremos;

Pero hasta verlo, no es bien

Que alborotemos, á quien

Buen hospedaje debemos.

(Vanse.)


Cuarto de Don Manuel.

ESCENA XVIII.

DOÑA ÁNGELA é ISABEL, que salen de la alacena.

D.ª Áng.

Isabel, pues recogida

Está la casa, y es dueño

De los sentidos el sueño,

[p. 191]Ladron de la media vida,

Y sé que el huésped se ha ido,

Robarle el retrato quiero

Que ví en el lance primero.

Isabel.

Entra quedo, y no hagas ruido.

D.ª Áng.

Cierra tú por allá fuera,

Y hasta venirme á avisar

No saldré yo, por no dar

En más riesgo.

Isabel.

Aquí me espera.

(Vase Isabel, cerrando la alacena.)

ESCENA XIX.

DON MANUEL, COSME, á oscuras. — DOÑA ÁNGELA.

Cosme.

(Hablando bajo con su amo junto á la puerta.)

Ya está abierto.

D. Man.

Pisa quedo;

Que, si aquí sienten rumor,

Será alboroto mayor.

Cosme.

¿Crêrásme que tengo miedo?

Este duende bien pudiera

Tenernos luz encendida.

D.ª Áng.

La luz que traje escondida,

Porque de aquesta manera

No se viese, es tiempo ya

De descubrir.

(Saca una luz que trajo encubierta en una linterna.)

Cosme.

(Ap. á su amo.) Nunca ha andado

El duende tan bien mandado.

¡Qué presto la luz nos da!

Considera agora aquí

[p. 192]Si te quiere bien el duende,

Pues que para tí la enciende,

Y la apaga para mí.

D. Man.

¡Válgame el cielo! Ya es

Esto sobrenatural;

Que traer con priesa tal

Luz, no es obra humana.

Cosme.

¿Ves

Como á confesar viniste

Que es verdad?

D. Man.

¡De mármol soy!

Por volver atras estoy.

Cosme.

Mortal eres: ya temiste.

D.ª Áng.

Hácia aquí la mesa veo,

Y con papeles está.

Cosme.

Hácia la mesa se va.

D. Man.

¡Vive Dios, que dudo y creo

Una admiracion tan nueva!

Cosme.

¿Ves cómo nos va guiando,

Lo que venimos buscando,

Sin que veamos quién la lleva?

(Doña Ángela pone la luz en un candelero que habrá en la mesa, y toma una silla y siéntase de espaldas á los dos.)

D.ª Áng.

Pongo aquí la luz, y agora

La escribanía veré.

D. Man.

Aguarda, que á los reflejos

De la luz todo se ve;

Y no ví en toda mi vida

Tan soberana mujer.

¡Válgame el cielo! ¿qué es esto?

Hidras á mi parecer,

Son los prodigios, pues de uno

Nacen mil. ¡Cielos! ¿qué haré?

Cosme.

Despacio lo va tomando.

[p. 193]Silla arrastra.

D. Man.

Imágen es

De la más rara beldad,

Que el soberano pincel

Ha obrado.

Cosme.

Así es verdad;

Porque solo la hizo él.

D. Man.

Más que la luz resplandecen

Sus ojos.

Cosme.

Lo cierto es,

Que son sus ojos luceros

Del cielo de Lucifer.

D. Man.

Cada cabello es un rayo

Del sol.

Cosme.

Hurtáronlos dél.

D. Man.

Una estrella es cada rizo.

Cosme.

Sí será; porque tambien

Se las trajeron acá,

O una parte de las tres.

D. Man.

¡No ví más rara hermosura!

Cosme.

No dijeras eso á fe,

Si el pié la vieras; porque estos

Son malditos por el pié.

D. Man.

¡Un asombro de belleza,

Un ángel hermoso es!

Cosme.

Es verdad, pero patudo.

D. Man.

¿Qué es esto, qué intenta hacer

Con mis papeles?

Cosme.

Yo apuesto

Que querrá mirar y ver

Lo que buscas, porque aquí

Tengamos ménos que hacer;

Que es duende muy servicial.

D. Man.

¡Válgame el cielo! ¿qué haré?

[p. 194]Nunca me he visto cobarde,

Sino solo aquesta vez.

Cosme.

Yo sí, muchas.

D. Man.

Y calzado

De prision de hielo el pié,

Tengo el cabello erizado,

Y cada suspiro es,

Para mi pecho un puñal,

Para mi cuello un cordel.

Mas ¿yo he de tener temor?

¡Vive el cielo que he de ver

Si sé vencer un encanto!

(Llega, y cógela de un brazo.)

Ángel, demonio, ó mujer,

A fe que no has de librarte

De mis manos esta vez.

D.ª Áng.

(Ap.) ¡Ay infeliz de mí!

Fingida su ausencia fué:

Más ha sabido que yo.

Cosme.

De parte de Dios (aquí es

Troya del diablo) nos dí...

D.ª Áng.

(Ap.) Mas yo disimularé.

Cosme.

¿Quién eres, y qué nos quieres?

D.ª Áng.

Generoso Don Manuel

Enriquez, á quien está

Guardado un inmenso bien,

No me toques, no me llegues

Que llegarás á perder

La mayor dicha que el cielo

Te previno, por merced

Del hado que te apadrina

Por decretos de su ley.

Yo te escribí aquesta tarde

En el último papel,

[p. 195]Que nos veríamos presto,

Y anteviendo aquesto fué.

Y pues cumplí mi palabra

Supuesto que ya me ves,

En la más humana forma

Que he podido elegir, ve

En paz, y déjame aquí;

Porque aun cumplido no es

El tiempo en que mis sucesos

Has de alcanzar y saber.

Mañana lo sabrás todo;

Y mira, que á nadie des

Parte desto, si no quieres

Una gran suerte perder.

Ve en paz.

Cosme.

Pues que con la paz

Nos convida, señor, ¿qué

Esperamos?

D. Man.

(Ap.¡Vive Dios,

Que corrido de temer

Vanos asombros estoy!

Y puesto que no los crê

Mi valor, he de apurar

Todo el caso de una vez.)

Mujer, quien quiera que seas,

(Que no tengo de creer

Que eres otra cosa nunca)

Vive Dios, que he de saber

Quién eres, cómo has entrado

Aquí, con qué fin, y á qué.

Sin esperar á mañana

Esta dicha gozaré;

Si demonio, por demonio,

Y si mujer, por mujer;

[p. 196]Que á mi esfuerzo no le da

Que recelar ni temer

Tu amenaza, cuando fueras

Demonio; aunque yo bien sé

Que teniendo cuerpo tú,

Demonio no puedes ser,

Sino mujer.

Cosme.

Todo es uno.

D.ª Áng.

No me toques, que á perder

Echas una dicha.

Cosme.

Dice

El señor diablo muy bien;

No la toques, pues no ha sido

Arpa, laúd ni rabel.

D. Man.

Si eres espíritu agora

Con la espada lo veré;

(Saca la espada.)

Pues aunque te hiera aquí,

No he de poderte ofender.

D.ª Áng.

¡Ay de mí! ¡deten la espada,

Sangriento el brazo deten!

Que no es bien que des la muerte

A una infelice mujer.

Yo confieso que lo soy;

Y aunque es delito el querer,

No delito que merezca

Morir mal, por querer bien.

No manches pues, no desdores

Con mi sangre el rosicler

De ese acero.

D. Man.

Dí, ¿quién eres?

D.ª Áng.

Fuerza el decirlo ha de ser;

Porque no puedo llevar

Tan al fin como pensé

Este amor, este deseo.

[p. 197]Esta verdad, esta fe.

Pero estamos á peligro,

Si nos oyen, ó nos ven,

De la muerte; porque soy

Mucho más de lo que ves;

Y así es fuerza, por quitar

Estorbos que puede haber,

Cerrar, señor, esa puerta,

Y áun la del portal tambien;

Porque no puedan ver luz,

Si acaso vienen á ver

Quién anda aquí.

D. Man.

Alumbra, Cosme,

Cerremos las puertas. ¿Ves

Cómo es mujer, y no duende?

Cosme.

Yo ¿no lo dije tambien?

(Vanse los dos.)

ESCENA XX.

DOÑA ÁNGELA, y luego ISABEL.

D.ª Áng.

Cerrada estoy por defuera.

Ya ¡cielos! fuerza ha de ser

Decir la verdad, supuesto

Que me ha cerrado Isabel,

Y que el huésped me ha cogido

Aquí.

(Sale Isabel por la alacena.)

Isabel.

Ce, señora, ce.

Tu hermano por tí pregunta.

D.ª Áng.

Bien sucede. Echa el cancel

De la alacena. ¡Ay amor!

La duda se queda en pié.

(Vanse y cierran la alacena.)

[p. 198]ESCENA XXI.

DON MANUEL, COSME.

D. Man.

Ya están cerradas las puertas,

Proseguid, señora; haced

Relacion... pero, ¿qué es esto?

¿Dónde está?

Cosme.

Pues yo ¿qué sé?

D. Man.

¿Si se ha entrado en el alcoba?

Ve delante.

Cosme.

Yendo á pié,

Es, señor, descortesía

Ir yo delante.

D. Man.

Veré

Todo el cuarto. Suelta, digo.

Cosme.

Digo que suelto.

(Quítale Don Manuel la luz, entra en el cuarto y vuelve á salir.)

D. Man.

¡Cruel

Es mi suerte!

Cosme.

Aun bien que agora

Por la puerta no se fué.

D. Man.

¿Pues por dónde pudo irse?

Cosme.

Eso no alcanzo yo. ¿Ves

(Siempre te lo he dicho yo)

Cómo es diablo, y no mujer?

D. Man.

¡Vive Dios, que he de mirar

Todo este cuarto, hasta ver

Si debajo de los cuadros

[p. 199]Rota está alguna pared,

Si encubren estas alfombras

Alguna cueva, y tambien

Las bovedillas del techo!

Cosme.

Solamente aquí se ve

Esta alacena.

D. Man.

Por ella

No hay que dudar ni temer,

Siempre compuesta de vidrios.

A mirar lo demas ven.

Cosme.

Yo no soy nada miron.

D. Man.

Pues no tengo de creer

Que es fantástica su forma,

Puesto que llegó á temer

La muerte.

Cosme.

Tambien llegó

A adivinar y saber

Que, á sólo verla esta noche,

Habíamos de volver.

D. Man.

Como sombra se mostró,

Fantástica su luz fué;

Pero como cosa humana,

Se dejó tocar y ver:

Como mortal se temió,

Receló como mujer,

Como ilusion se deshizo,

Como fantasma se fué.

Si doy la rienda al discurso,

No sé, ¡vive Dios! no sé,

Ni qué tengo de dudar,

Ni qué tengo de creer.

Cosme.

Yo sí.

D. Man.

¿Qué?

Cosme.

Que es mujer-diablo;

[p. 200]Pues que novedad no es,

Si la mujer es demonio

Todo el año, que una vez,

Por desquitarse de tantas,

Sea el demonio mujer.


[p. 201]

JORNADA TERCERA.


Cuarto de Doña Ángela.

ESCENA PRIMERA.

DON MANUEL, á oscuras; ISABEL, guiándole.

Isabel.

Espérame en esta sala:

Luégo saldrá á verte aquí

Mi señora.

(Vase, cerrando.)

D. Man.

No está mala

La tramoya. ¿Cerró? Sí.

¡Qué pena á mi pena iguala!

Yo volví del Escorial,

Y este encanto peregrino,

Este pasmo celestial

Que á traerme la luz vino

Y me deja en duda igual,

Me tiene escrito un papel,

Diciendo muy tierna en él:

«Si os atreveis á venir

A verme, habeis de salir

Esta noche con aquel

Criado que os acompaña.

Dos hombres esperarán

En el cementerio (¡extraña

[p. 202]Parte!) de San Sebastian,

Y una silla.» Y no me engaña.

En ella entré y discurrí,

Hasta que el tino perdí.

Y al fin á un portal de horror

Lleno, de sombra y temor,

Solo y á oscuras salí.

Aquí llegó una mujer,

(Al oir y al parecer)

Y á oscuras y por el tiento,

De aposento en aposento,

Sin oir, hablar, ni ver,

Me guió. Pero ya veo

Luz; por el resquicio es

De una puerta. Tu deseo

Lograste, amor, pues ya ves

La dama; aventuras creo.

(Acecha por la cerradura.)

¡Qué casa tan alhajada!

¡Qué mujeres tan lucidas!

¡Qué sala tan adornada!

¡Qué damas tan bien prendidas!

¡Qué beldad tan extremada!

(Abren la puerta, y salen várias criadas trayendo toallas, conservas y agua, haciendo reverencias todas al pasar, y detras de todas, Doña Ángela, ricamente vestida.)

ESCENA II.

DOÑA ÁNGELA, criadas, DOÑA BEATRIZ. — DON MANUEL.

D.ª Áng.

(Ap. á Doña Beatriz.)

Pues presumen que eres ida

[p. 203]A tu casa mis hermanos,

Quedándote aquí escondida,

Los recelos serán vanos;

Porque una vez recogida,

Ya no habrá que temer nada.

D.ª Beat.

¿Y qué ha de ser mi papel?

D.ª Áng.

Agora el de mi criada;

Luego el de ver, retirada,

Lo que me pasa con él.—

¿Estareis muy disgustado (A Don Manuel.)

De esperarme?

D. Man.

No, señora;

Que quien espera la aurora,

Bien sabe que su cuidado,

En las sombras sepultado

De la noche oscura y fria,

Ha de tener; y así hacía

Gusto el pesar que pasaba;

Pues cuanto más se alargaba,

Tanto más llamaba al dia.

Si bien no era menester

Pasar noche tan oscura,

Si el sol de vuestra hermosura

Me habia de amanecer;

Que para resplandecer

Vos, soberano arrebol,

La sombra ni el tornasol

De la noche no os habia

De estorbar; que sois el dia

Que amanece sin el sol.

Huye la noche, señora,

Y pasa á la dulce salva

La risa bella del alba,

Que ilumina, mas no dora;

[p. 204]Despues del alba la aurora,

De rayos y luz escasa,

Dora, mas no abrasa. Pasa

La aurora, y tras su arrebol

Pasa el sol; y sólo el sol

Dora, ilumina y abrasa.

El alba, para brillar,

Quiso á la noche seguir;

La aurora, para lucir,

Al alba quiso imitar;

El sol, deidad singular,

A la aurora desafía,

Vos al sol: luego la fria

Noche no era menester,

Si podeis amanecer

Sol del sol despues del dia.

D.ª Áng.

Aunque agradecer debiera

Discurso tan cortesano,

Quejarme quiero (no en vano),

De ofensa tan lisonjera;

Pues no siendo esta la esfera,

A cuyo noble ardimiento

Fatigas padece el viento,

Sino un albergue piadoso,

Os viene á hacer sospechoso

El mismo encarecimiento.

No soy alba, pues la risa

Me falta en contento tanto;

Ni aurora, pues que mi llanto

De mi dolor no os avisa;

No soy sol, pues no divisa

Mi luz la verdad que adoro,

Y así lo que soy ignoro;

Que sólo sé que no soy

[p. 205]Alba, aurora ó sol; pues hoy

No alumbro, rio, ni lloro.

Y así os ruego que digais,

Señor Don Manuel, de mí

Que una mujer soy y fuí,

A quien vos sólo obligais

Al extremo que mirais.

D. Man.

Muy poco debe de ser;

Pues aunque me llego á ver

Aquí, os pudiera argüir

Que tengo más que sentir,

Señora, que agradecer.

Y así, me doy por sentido.

D.ª Áng.

¿Vos de mí sentido?

D. Man.

Sí,

Pues que no fiais de mí

Quién sois.

D.ª Áng.

Solamente os pido

Que eso no mandeis; que ha sido

Imposible de contar.

Si quereis venirme á hablar,

Con calidad ha de ser

Que no lo habeis de saber,

Ni lo habeis de preguntar;

Porque para con vos hoy

Un enigma á ser me ofrezco,

Que ni soy lo que parezco,

Ni parezco lo que soy.

Miéntras encubierta estoy,

Podreis verme y podré veros;

Porque si á satisfaceros

Llegais, y quien soy sabeis,

Vos quererme no querreis,

Aunque yo quiera quereros.

[p. 206]Pincel que lo muerto informa,

Tal vez un cuadro previene,

Que una forma á una luz tiene,

Y á otra luz tiene otra forma.

Amor, que es pintor, conforma

Dos luces, que en mí teneis;

Si hoy á aquesta luz me veis,

Y por eso me estimais,

Cuando á otra luz me veais,

Quizá me aborrecereis.

Lo que deciros me importa

Es en cuanto á haber creido

Que de Don Luis dama he sido;

Que esta sospecha reporta

Mi juramento, y la acorta.

D. Man.

¿Pues qué, señora, os moviera

A encubriros dél?

D.ª Áng.

Pudiera

Ser tan principal mujer,

Que tuviera que perder,

Si Don Luis me conociera.

D. Man.

Pues decidme solamente,

¿Cómo á mi casa pasais?

D.ª Áng.

Ni eso es tiempo que sepais;

Que es el mismo inconveniente.

D.ª Beat.

(Ap. Aquí entro yo lindamente.)

Ya el agua y dulce está aquí;

Vuexcelencia mire si...

(Llegan todas con las toallas, agua y algunas cajas de dulce.)

D.ª Áng.

¡Qué error y qué impertinencia!

Necia, ¿quién es excelencia?

¿Quieres engañar así

Ahora al señor Don Manuel,

[p. 207]Para que con eso crea

Que yo gran señora sea?

D.ª Beat.

Advierte...

D. Man.

(Ap.)De mi cruel

Duda salí con aquel

Descuido; agora he creido

Que una gran señora ha sido,

Que, por serlo, se encubrió,

Y que con el oro vió

Su secreto conseguido.

ESCENA III.

DON JUAN. — Dichos.

D. Juan.

(Dentro.) Abre, Isabel, esta puerta.

D.ª Áng.

(Ap.) ¡Ay cielos! ¿qué ruido es este?

Isabel.

¡Yo soy muerta!

D.ª Beat.

(Ap.)¡Helada estoy!

D. Man.

(Ap.) ¿Aun no cesan mis crueles

Fortunas? ¡Válgame el cielo!

D.ª Áng.

Señor, mi padre es aqueste.

D. Man.

¿Qué he de hacer?

D.ª Áng.

Fuerza es que vais

A esconderos á un retrete.

Isabel, llévale tú,

Hasta que oculto le dejes

En aquel cuarto que sabes,

Apartado; ya me entiendes.

Isabel.

Vamos presto.

D. Juan.

(Dentro.)¿No acabais

De abrir la puerta?

D. Man.

¡Valedme,

[p. 208]Cielos, que vida y honor

Van jugadas á una suerte!

(Vase Don Manuel con Isabel.)

D. Juan.

(Dentro.) La puerta echaré en el suelo.

D.ª Áng.

Retírate tú, pues puedes,

En esa cuadra, Beatriz;

No te hallen aquí.

(Vase Doña Beatriz, y sale Don Juan.)

D.ª Áng.

¿Qué quieres

A estas horas en mi cuarto,

Que así á alborotarnos vienes?

D. Juan.

Respóndeme tú primero,

Ángela, ¿qué traje es ese?

D.ª Áng.

De mis penas y tristezas

Es causa el mirarme siempre

Llena de luto, y vestíme,

Por ver si hay con qué me alegre

Estas galas.

D. Juan.

No lo dudo;

Que tristezas de mujeres

Bien con galas se remedian,

Bien con joyas convalecen;

Si bien me parece que es

Tu cuidado impertinente.

D.ª Áng.

¿Qué importa el vestirme así,

Donde nadie llegue á verme?

D. Juan.

Díme, ¿volvióse Beatriz

A su casa?

D.ª Áng.

Y cuerdamente

Su padre, por mejor medio,

En paz su enojo convierte.

D. Juan.

Yo no quise saber más,

Para ir á ver si pudiese

Verla y hablarla esta noche.

[p. 209]Quédate con Dios, y advierte

Que ya no es tuyo ese traje.

(Vase.)

D.ª Áng.

Vaya Dios contigo, y véte.

(Vase Don Juan, y vuelve Doña Beatriz.)

D.ª Áng.

Cierra esa puerta, Beatriz.

D.ª Beat.

Bien hemos salido deste

Susto. A buscarme tu hermano

Va.

D.ª Áng.

Ya hasta que se sosiegue

Más la casa, y Don Manuel

Vuelva de su cuarto á verme,

Para ser ménos sentidas,

Entremos á este retrete.

D.ª Beat.

Si eso te sucede bien,

Te llaman la Dama Duende.

(Vanse.)


Cuarto de Don Manuel.

ESCENA IV.

DON MANUEL é ISABEL, que salen á oscuras de la alacena.

Isabel.

Aquí has de quedarte, y mira

Que no hagas ruido; que pueden

Sentirte.

D. Man.

Un mármol seré.

Isabel.

Quieran los cielos que acierte

A cerrar, que estoy turbada.

(Vase.)

D. Man.

¡Oh, á cuánto, cielos, se atreve

Quien se atreve á entrar en parte

Donde ni alcanza ni entiende

[p. 210]Qué daños se le aperciben,

Qué riesgos se le previenen!

Véme aquí á mí en una casa,

Que dueño tan noble tiene

(De excelencia por lo ménos),

Lleno de asombros crueles,

Y tan léjos de la mia.

Pero ¿qué es esto? Parece

Que á esta parte alguna puerta

Abren. Sí, y ha entrado gente.

ESCENA V.

COSME. — DON MANUEL.

Cosme.

Gracias á Dios que esta noche

Entrar podré libremente (A tientas.)

En mi aposento sin miedo,

Aunque sin luz salga y entre;

Porque el duende mi señor

Puesto que á mi amo tiene,

¿Para qué me quiere á mí?

(Encuentra con Don Manuel.)

Pero para algo me quiere.

¿Quién va? ¿quién es?

D. Man.

Calle, digo,

Quienquiera que es, si no quiere

Que le mate á puñaladas.

Cosme.

No hablaré más que un pariente

Pobre en la casa de un rico.

D. Man.

(Ap. Criado sin duda es este,

Que acaso ha entrado hasta aquí.

Dél informarme conviene

[p. 211]Dónde estoy.) Díme, ¿qué casa

Es esta, y qué dueño tiene?

Cosme.

Señor, el dueño y la casa

Son del diablo que me lleve;

Porque aquí vive una dama,

Que llaman la Dama Duende,

Que es un demonio en figura

De mujer.

D. Man.

Y tú, ¿quién eres?

Cosme.

Soy un fámulo ó criado,

Soy un súbdito, un sirviente,

Que, sin qué ni para qué,

Estos encantos padece.

D. Man.

Y ¿quién es tu amo?

Cosme.

Es

Un loco, un impertinente,

Un tonto, un simple, un menguado,

Que por tal dama se pierde.

D. Man.

Y ¿es su nombre?

Cosme.

Don Manuel

Enriquez.

D. Man.

¡Jesus mil veces!

Cosme.

Yo Cosme Catiboratos

Me llamo.

D. Man.

Cosme, ¿tú eres?

¿Pues cómo has entrado aquí?

Tu señor soy. Díme, ¿vienes

Siguiéndome tras la silla?

¿Entraste tras mí á esconderte

Tambien en este aposento?

Cosme.

¡Lindo desenfado es ese!

Díme, ¿cómo estás aquí?

¿No te fuiste muy valiente,

Solo, donde te esperaban?

[p. 212]Pues ¿cómo tan presto vuelves?

¿Y cómo, en fin, has entrado

Aquí, trayendo yo siempre

La llave de aqueste cuarto?

D. Man.

Pues díme, ¿qué cuarto es este?

Cosme.

El tuyo, ó el del demonio.

D. Man.

¡Viven los cielos, que mientes!

Porque léjos de mi casa,

Y en otra bien diferente

Estaba en aqueste instante.

Cosme.

Pues cosas serán del duende,

Sin duda; porque te he dicho

La verdad pura.

D. Man.

Tú quieres

Que pierda el juicio.

Cosme.

¿Hay más

De desengañarte? Véte

Por esa puerta, y saldrás

Al portal, adonde puedes

Desengañarte.

D. Man.

Bien dices;

Iré á examinarle y verle.

(Vase.)

Cosme.

Señores, ¿cuándo saldremos

De tanto embuste aparente?

(Sale Isabel por la alacena.)

ESCENA VI.

ISABEL. — COSME; despues DON MANUEL.

Isabel.

(Ap. Volvióse á salir Don Juan,

Y porque á saber no llegue

Don Manuel adónde está,

[p. 213]Sacarle de aquí conviene.)

Ce, señor, ce.

Cosme.

(Ap.)Esto es peor;

Ceáticas son estas cees.

Isabel.

Ya mi señor recogido

Queda.

Cosme.

(Ap.)¿Qué señor es este?

(Vuelve Don Manuel.)

D. Man.

Este es mi cuarto en efecto.

Isabel.

¿Eres tú?

Cosme.

Sí, yo soy.

Isabel.

Vénte

Conmigo.

D. Man.

Tú dices bien.

Isabel.

No hay que temer; nada esperes.

Cosme.

¡Señor, que el duende me lleva!

(Toma Isabel á Cosme de la mano, y llévale por la alacena.)

ESCENA VII.

DON MANUEL.

¿No sabremos finalmente

De dónde nace este engaño?

¿No respondes? ¡Qué necio eres!

¡Cosme, Cosme!—¡Vive el cielo,

Que toco con las paredes!

¿Yo no hablaba aquí con él?

¿Dónde se desaparece

Tan presto? ¿No estaba aquí?

Yo he de perder dignamente

El juicio. Mas pues es fuerza

Que aquí otro cualquiera entre,

[p. 214]He de averiguar por dónde;

Porque tengo de esconderme

En esta alcoba, y estar

Esperando atentamente,

Hasta averiguar quién es

Esta hermosa Dama Duende.

(Vase.)


Sala de Doña Ángela.

ESCENA VIII.

DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, criadas; despues COSME, ISABEL.

D.ª Áng.

Pues á buscarte ha salido

(A Doña Beatriz.)

Mi hermano, y pues Isabel

A su mismo cuarto ha ido

A traer á Don Manuel,

Esté todo apercibido:

Halle, cuando llegue aquí,

La colacion prevenida.

Todas le esperad así.

D.ª Beat.

No he visto en toda mi vida

Igual cuento.

D.ª Áng.

¿Viene?

Criada.

Sí,

Que ya siento sus pisadas.

(Sale Isabel, trayendo de la mano á Cosme.)

Cosme.

¡Triste de mí! ¿dónde voy?

Ya estas son burlas pesadas.

Mas no, pues mirando estoy

[p. 215]Bellezas tan extremadas.

¿Yo soy Cosme, ó Amadis?

¿Soy Cosmillo, ó Belianis?

Isabel.

Ya viene aquí. Mas ¿qué veo?

¡Señor!...

Cosme.

(Ap.)Ya mi engaño creo,

Pues tengo el alma en un tris.

D.ª Áng.

¿Qué es esto, Isabel?

Isabel.

(Ap. á su ama.)Señora,

Donde á Don Manuel dejé,

Volviendo por él agora,

A su criado encontré.

D.ª Beat.

Mal tu descuido se dora.

Isabel.

Está sin luz.

D.ª Áng.

¡Ay de mí!

Todo está ya declarado.

D.ª Beat.

(Ap. Más vale engañarle así.)

Cosme.

Cosme.

Damiana.

D.ª Beat.

A este lado

Llegad.

Cosme.

Bien estoy aquí.

D.ª Áng.

Llegad; no tengais temor.

Cosme.

¿Un hombre de mi valor,

Temor?

D.ª Áng.

¿Pues qué es no llegar?

(Llégase á ellas.)

Cosme.

(Ap. Ya no se puede excusar,

En llegando al pundonor.)

Respeto no puede ser

Sin ser espanto ni miedo,

Porque al mismo Lucifer,

Temerle muy poco puedo

En hábito de mujer.

[p. 216]Alguna vez lo intentó,

Y para el ardid que fragua,

Cota y nagua se vistió;

Que esto de cotilla y nagua

El demonio lo inventó.

En forma de una doncella

Aseada, rica y bella

A un pastor se apareció;

Y él, así como la vió,

Se encendió en amores della.

Gozó á la diabla, y despues

Con su forma horrible y fea

Le dijo á voces: «¿No ves,

Mísero de tí, cuál sea,

Desde el copete á los piés,

La hermosura que has amado?

Desespera, pues has sido

Agresor de tal pecado.»

Y él, ménos arrepentido

Que ántes de haberla gozado,

La dijo: «Si pretendiste,

Oh sombra fingida y vana,

Que desesperase un triste,

Vénte por acá mañana

En la forma que trajiste;

Verásme amante y cortés

No ménos que ántes despues;

Y aguárdate, en testimonio

De que áun horrible no es

En traje de hembra, un demonio.»

D.ª Áng.

Volved en vos, y tomad

Una conserva y bebed;

Que los sustos causan sed.

Cosme.

Yo no la tengo.

[p. 217]D.ª Beat.

Llegad;

Que habeis de volver, mirad,

Doscientas leguas de aquí.

Cosme.

¡Cielos! ¿qué oigo?

(Llaman.)

D.ª Áng.

¿Llaman?

D.ª Beat.

Sí.

Isabel.

(Ap.) ¡Hay tormento más cruel!

D.ª Áng.

(Ap.) ¡Ay de mí triste!

ESCENA IX.

DON LUIS. — Dichos.

D. Luis.

(Dentro.)Isabel.

D.ª Beat.

(Ap.) ¡Válgame el cielo!

D. Luis.

(Dentro.)Abre aquí.

D.ª Áng.

(Ap.) Para cada susto tengo

Un hermano.

Isabel.

¡Trance fuerte!

D.ª Beat.

Yo me escondo.

(Vase.)

Cosme.

(Ap.)Este sin duda

Es el verdadero duende.

Isabel.

(A Cosme.) Vénte conmigo.

Cosme.

Sí haré.

(Vanse.)

(Abren la puerta, y sale Don Luis.)

D.ª Áng.

¿Qué es lo que en mi cuarto quieres?

D. Luis.

Pesares mios me traen

A estorbar otros placeres.

Ví ya tarde en ese cuarto

Una silla, donde vuelve

Beatriz, y ví que mi hermano

Entró.

D.ª Áng.

Y en fin, ¿qué pretendes?

[p. 218]D. Luis.

Como pisa sobre el mio,

Me pareció que habia gente,

Y para desengañarme

Solo he de mirarle y verle.

(Alza una antepuerta, y encuentra á Doña Beatriz.)

Beatriz, ¿aquí estás?

(Sale Doña Beatriz.)

D.ª Beat.

Aquí

Estoy: que hube de volverme,

Porque al disgusto volvió

Mi padre, enojado siempre.

D. Luis.

Turbadas estais las dos.

¿Qué notable estrago es este

De platos, dulces y vidrios?

D.ª Áng.

¿Para qué informarte quieres

De lo en que, en estando solas,

Se entretienen las mujeres?

(Hacen ruido en la alacena Isabel y Cosme.)

D. Luis.

Y aquel ruido, ¿qué es?

D.ª Áng.

(Ap.)¡Yo muero!

D. Luis.

¡Vive Dios, que allí anda gente!

Ya no puede ser mi hermano

Quien se guarda desta suerte.

(Toma una luz.)

¡Ay de mí! ¡Cielos piadosos,

Que queriendo neciamente

Estorbar aquí los celos

Que amor en mi pecho enciende,

Celos de honor averiguo!

Luz tomaré, aunque imprudente,

Pues todo se halla con luz,

Y el honor con luz se pierde.

(Vase.)

[p. 219]ESCENA X.

DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, criados.

D.ª Áng.

¡Ay, Beatriz, perdidas somos,

Si le encuentra!

D.ª Beat.

Si le tiene

En su cuarto ya Isabel,

En vano dudas y temes,

Pues te asegura el secreto

De la alacena.

D.ª Áng.

¿Y si fuese

Tal mi desdicha, que allí,

Con la turbacion, no hubiese

Cerrado bien Isabel,

Y él entrase allá?

D.ª Beat.

Ponerte

En salvo será importante.

D.ª Áng.

De tu padre iré á valerme

Como él se valió de mí;

Porque trocada la suerte,

Si á tí te trajo un pesar,

A mí otro pesar me lleve.

(Vanse.)


Cuarto de Don Manuel.

ESCENA XI.

ISABEL, COSME, DON MANUEL; despues DON LUIS.

Isabel.

Entra presto.

(Vase.)

D. Man.

Ya otra vez

[p. 220]En la cuadra siento gente.

(Sale Don Luis con luz.)

D. Luis.

(Ap.) Yo ví un hombre ¡vive Dios!

Cosme.

Malo es esto.

D. Luis.

¿Cómo tienen

Desviada esta alacena?

Cosme.

Ya se ve luz; un bufete,

Que he encontrado aquí, me valga.

(Escóndese debajo del bufete.)

D. Man.

Esto ha de ser desta suerte.

(Mete mano á la espada.)

D. Luis.

¡Don Manuel!

D. Man.

¡Don Luis! ¿qué es esto?

¿Quién vió confusion más fuerte?

Cosme.

(Ap.) ¡Oigan por donde se entró!

Decirlo quise mil veces.

D. Luis.

Mal caballero, villano,

Traidor, fementido huésped,

Que al honor de quien te estima,

Te ampara y te favorece,

Sin recato te aventuras,

(Saca la espada.)

Y sin decoro te atreves,

Esgrime ese infame acero.

D. Man.

Sólo para defenderme

Le esgrimiré, tan confuso

De oirte, escucharte y verte,

De oirme, verme y escucharme,

Que, aunque á matarme te ofreces,

No podrás, porque mi vida,

Hecha á prueba de crueles

Fortunas, es inmortal;

Ni podrás, aunque lo intentes,

Darme la muerte, supuesto

Que el dolor no me da muerte;

[p. 221]Que, aunque eres valiente tú,

Es el dolor más valiente.

D. Luis.

No con razones me venzas,

Sino con obras.

D. Man.

Detente,

Sólo hasta pensar si puedo

Yo, Don Luis, satisfacerte.

D. Luis.

¿Qué satisfacciones hay,

Si así agraviarme pretendes?

Si en el cuarto de esa fiera

Por esa puerta que tiene

Entras, ¿hay satisfacciones

A tanto agravio?

D. Man.

Mil veces

Rompa esa espada mi pecho,

Don Luis, si yo eternamente

Supe desta puerta, ó supe

Que paso á otro cuarto tiene.

D. Luis.

¿Pues qué haces aquí encerrado

Sin luz?

D. Man.

(Ap. ¿Qué he de responderle?)

Al criado espero.

D. Luis.

Cuando

Yo te he visto esconder, ¿quieres

Que mientan mis ojos?

D. Man.

Sí,

Que ellos engaño padecen

Más que otro sentido.

D. Luis.

Y cuando

Los ojos mientan, ¿pretendes

Que tambien mienta el oido?

D. Man.

Tambien.

D. Luis.

Todos al fin mienten;

Tú sólo dices verdad,

[p. 222]Y eres tú solo el que...

D. Man.

Tente,

Porque áun ántes que lo digas,

Que lo imagines y pienses,

Te habré quitado la vida;

Y, ya arrestada la suerte,

Primero soy yo. Perdonen

De amistad honrosas leyes.

Y pues ya es fuerza reñir,

Riñamos como se debe:

Parte entre los dos la luz,

Que nos alumbre igualmente;

Cierra despues esa puerta,

Por donde entraste imprudente,

Miéntras que yo cierro estotra;

Y agora en el suelo se eche

La llave, para que salga

El que con la vida quede.

D. Luis.

Yo cerraré la alacena

Por aquí con un bufete,

Porque no puedan abrirla

Por allá cuando lo intenten.

(Levanta el bufete y halla á Cosme.)

Cosme.

(Ap.) Descubrióse la tramoya.

D. Luis.

¿Quién está aquí?

D. Man.

¡Dura suerte

Es la mia!

Cosme.

No está nadie.

D. Luis.

Díme, Don Manuel, ¿no es éste

El criado que esperabas?

D. Man.

Ya no es tiempo de hablar este.

Yo sé que tengo razon;

Crêd de mí lo que quisiereis,

Que, con la espada en la mano,

[p. 223]Sólo ha de vivir quien vence.

D. Luis.

Ea pues, reñid los dos.

¿Qué esperais?

D. Man.

Mucho me ofendes,

Si eso presumes de mí.

Pensando estoy qué ha de hacerse

Del criado, porque echarle

Es enviar quien lo cuente,

Y tenerle aquí, ventaja,

Pues es cierto ha de ponerse

A mi lado.

Cosme.

No haré tal,

Si ese es el inconveniente.

D. Luis.

Puerta tiene aquesa alcoba

A ese pequeño retrete;

Ciérrale en él, y estaremos

Así iguales.

D. Man.

Bien adviertes.

Cosme.

Para que yo riña, haced

Diligencias tan urgentes;

Que para que yo no riña,

Ocioso cuidado es ese.

(Vase.)

ESCENA XII.

DON MANUEL, DON LUIS.

D. Man.

Ya estamos solos los dos.

D. Luis.

Pues nuestro duelo comience.

(Riñen.)

D. Man.

¡No ví más templado pulso!

D. Luis.

¡No ví pujanza más fuerte!

(Desguarnécesele la espada.)

Sin armas estoy; mi espada

[p. 224]Se desarma y desguarnece.

D. Man.

No es defecto del valor;

De la fortuna accidente

Sí: busca otra espada pues.

D. Luis.

Eres cortés y valiente.

(Ap. Fortuna, ¿qué debo hacer

En una ocasion tan fuerte,

Pues cuando el honor me quita

Me da la vida y me vence?

Yo he de buscar ocasion,

Verdadera ó aparente,

Para que pueda en tal duda

Pensar lo que debe hacerse.)

D. Man.

¿No vas por la espada?

D. Luis.

Sí,

Y como á que venga esperes,

Presto volveré con ella.

D. Man.

Presto ó tarde, aquí estoy siempre.

D. Luis.

Adios, Don Manuel, que os guarde.

D. Man.

Adios, que con bien os lleve.

(Vase Don Luis.)

ESCENA XIII.

DON MANUEL; COSME, encerrado.

D. Man.

Cierro la puerta, y la llave

Quito porque no se eche

De ver que está gente aquí.

¡Qué confusos pareceres

Mi pensamiento combaten,

Y mi discurso revuelven!

¡Qué bien predije que habia

[p. 225]Puerta que paso la hiciese,

Y que era de Don Luis dama!

Todo, en efecto, sucede

Como yo lo imaginé.

¿Mas cuándo desdichas mienten?

Cosme.

(Dentro.) ¡Ah señor! por vida tuya,

Que lo que solo estuvieres,

Me eches allá, porque temo

Que venga á buscarme el duende

Con sus dares y tomares,

Con sus dimes y diretes,

En un retrete que apénas

Se divisan las paredes.

D. Man.

Yo te abriré, porque estoy

Tan rendido á los desdenes

Del discurso, que no hay

Cosa que más me atormente.

(Entra Don Manuel donde entró Cosme.)

ESCENA XIV.

DOÑA ÁNGELA, con manto; DON JUAN, que se queda á la puerta del cuarto. — DON MANUEL, COSME, dentro.

D. Juan.

Aquí quedarás en tanto

Que me informe y me aconseje

De la causa que á estas horas

Te ha sacado de esta suerte

De casa; porque no quiero

Que en tu cuarto, ingrata, entres,

Por informarme sin tí

De lo que á tí te sucede.

[p. 226](Ap. De Don Manuel en el cuarto

La dejo, y por si él viniere,

Pondré á la puerta un criado

Que le diga que no éntre.)

(Vase.)

D.ª Áng.

¡Ay infelice de mí!

Unas á otras suceden

Mis desdichas. ¡Muerta soy!

(Salen Don Manuel y Cosme.)

Cosme.

Salgamos presto.

D. Man.

¿Qué temes?

Cosme.

Que es demonio esta mujer,

Y que áun allí no me deje.

D. Man.

Si ya sabemos quién es,

Y en una puerta un bufete

Y en otra la llave está,

¿Por dónde quieres que éntre?

Cosme.

Por donde se le antojare.

D. Man.

Necio estás.

(Ve Cosme á Doña Ángela.)

Cosme.

¡Jesus mil veces!

D. Man.

¿Pues qué es eso?

Cosme.

El verbi gratia

Encaja aquí lindamente.

D. Man.

¿Eres ilusion ó sombra,

Mujer, que á matarme vienes?

Dí, ¿cómo has entrado aquí?

D.ª Áng.

Don Manuel...

D. Man.

Dí.

D.ª Áng.

Escucha, atiende.

Llamó Don Luis turbado,

Entró atrevido, reportóse osado,

Prevínose prudente,

Pensó discreto y resistió valiente;

Miró la casa ciego,

[p. 227]Recorrióla advertido, hallóte, y luégo

Ruido de cuchilladas

Habló, siendo las lenguas las espadas.

Yo, viendo que era fuerza

Que dos hombres cerrados, á quien fuerza

Su valor y su agravio,

Retórico el acero, mudo el labio,

No acaban de otra suerte

Que con sola una vida y una muerte;

Sin ser vida ni alma,

Mi casa dejo, y á la oscura calma

De la tiniebla fria,

Pálida imágen de la dicha mia,

A caminar empiezo:

Aquí yerro, allí caigo, aquí tropiezo;

Y torpes mis sentidos,

Prision hallan de seda en mis vestidos.

Sola, triste y turbada,

Llego de mi discurso mal guiada

Al umbral de una esfera,

Que fué mi cárcel cuando ser debiera

Mi puerto ó mi sagrado.

¿Mas dónde le ha de hallar un desdichado?

Estaba á sus umbrales

(¡Cómo eslabona el cielo nuestros males!)

Don Juan, Don Juan mi hermano...

Que ya resisto, ya defiendo en vano

Decir quien soy, supuesto

Que el haberlo callado nos ha puesto

En riesgo tan extraño.

¿Quién crêrá que el callarme haya hecho daño

Siendo mujer? Y es cierto,

Siendo mujer, que por callar me he muerto.

En fin, él esperando

[p. 228]A esta puerta estaba ¡ay cielo! cuando

Yo á sus umbrales llego,

Hecha volcan de nieve, Alpe de fuego.

Él á la luz escasa

Con que la luna mansamente abrasa,

Vió brillar los adornos de mi pecho,

(No es la primera traicion que nos han hecho)

Y escuchó de las ropas el ruido,

(No es la primera que nos han vendido.)

Pensó que era su dama,

Y llegó mariposa de su llama,

Para abrasarse en ella,

Y hallóme á mí por sombra de su estrella.

¿Quién de un galan creyera

Que, buscando sus celos, conociera

Tan contrarios los cielos,

Que ya se contentara con sus celos?

Quiso hablarme, y no pudo;

Que siempre ha sido el sentimiento mudo.

En fin, en tristes voces,

Que mal formadas anegó veloces

Desde la lengua al labio,

La causa solicita de su agravio.

Yo responderle intento,

(Ya he dicho como es mudo el sentimiento.)

Y aunque quise, no pude;

Que mal al miedo la razon acude,

Si bien busqué colores á mi culpa;

Mas cuando anda á buscarse la disculpa,

O tarde ó nunca llega;

Más el delito afirma que le niega.

«Ven, dijo, hermana fiera,

De nuestro antiguo honor mancha primera;

Dejaréte encerrada

[p. 229]Donde segura estés y retirada,

Hasta que cuerdo y sabio

De la ocasion me informe de mi agravio.»

Entré donde los cielos

Mejoraron, con verte, mis desvelos.

Por haberte querido,

Fingida sombra de mi casa he sido;

Por haberte estimado,

Sepulcro vivo fuí de mi cuidado;

Porque no te quisiera

Quien el respeto á tu valor perdiera;

Porque no te estimara

Quien su pasion dijera cara á cara.

Mi intento fué el quererte,

Mi fin amarte, mi temor perderte,

Mi miedo asegurarte,

Mi vida obedecerte, mi alma hallarte,

Mi deseo servirte,

Y mi llanto en efecto persuadirte

Que mi daño repares,

Que me valgas, me ayudes y me ampares.

D. Man.

(Ap. Hidras parecen las desdichas mias

Al renacer de sus cenizas frias.

¿Qué haré en tan ciego abismo,

Humano laberinto de mí mismo?

Hermana es de Don Luis, cuando creia

Que era dama. Si tanto (¡ay Dios!) sentia

Ofenderle en el gusto,

¿Qué será en el honor? ¡Tormento injusto!

Su hermana es: si pretendo

Librarla, y con mi sangre la defiendo,

Remitiendo á mi acero su disculpa,

Es ya mayor mi culpa,

Pues es decir que he sido

[p. 230]Traidor, y que á su casa he ofendido,

Pues en ella me halla.

Pues querer disculparme con culpalla,

Es decir que ella tiene

La culpa, y á mi honor no le conviene.

¿Pues qué es lo que pretendo,

Si es hacerme traidor si la defiendo;

Si la dejo, villano;

Si la guardo, mal huésped; inhumano,

Si á su hermano la entrego?

Soy mal amigo si á guardarla llego;

Ingrato, si la libro, á un noble trato;

Si no la libro, á un noble amor ingrato.

Pues de cualquier manera

Mal puesto he de quedar, matando muera.)

No receles, señora; (A Doña Ángela.)

Noble soy, y conmigo estás agora.

(Llaman á la puerta.)

Cosme.

Que llaman, señor.

D. Man.

Don Luis

Será, que fué por espada.

Abre pues.

D.ª Áng.

¡Ay de mí triste!

Mi hermano es.

D. Man.

No temas nada,

Pues mi valor te defiende.

Ponte luego á mis espaldas.

(Pónese Doña Ángela detras de Don Manuel, y abre la puerta Cosme.)

[p. 231]ESCENA XV.

DON LUIS. — DOÑA ÁNGELA, DON MANUEL, COSME.

D. Luis.

Ya vuelvo.—¿Pero qué miro?

¡Traidora!...

(Ve á Doña Ángela, y saca la espada.)

D. Man.

Tened la espada,

Señor Don Luis. Yo os he estado

Esperando en esta sala

Desde que os fuisteis; y aquí

(Sin saber cómo) esta dama

Entró, que es hermana vuestra,

Segun dice; que palabra

Os doy, como caballero,

Que no la conozco; y basta

Decir que engañado pude,

Sin saber á quién hablarla.

Yo la he de poner en salvo

A riesgo de vida y alma:

De suerte que nuestro duelo,

Que habia á puerta cerrada

De acabarse entre los dos,

A ser escándalo pasa.

En habiéndola librado,

Yo volveré á la demanda

De nuestra pendencia; y pues

En quien sustenta su fama,

Espada y honor han sido

Armas de más importancia,

Dejadme ir vos por honor,

Pues yo os dejé ir por espada.

[p. 232]D. Luis.

Yo fuí por ella; mas sólo

Para volver á postrarla

A vuestros piés; y cumpliendo

Con la obligacion pasada

En que entónces me pusisteis,

Pues que me dais nueva causa,

Puedo ya reñir de nuevo.

Esa mujer es mi hermana:

No la ha de llevar ninguno

A mis ojos de su casa,

Sin ser su marido; así,

Si os empeñais á llevarla,

Con la mano podrá ser;

Pues con aquesa palabra

Podeis llevarla y volver,

Si quereis, á la demanda.

D. Man.

Volveré; pero advertido

De tu prudencia y constancia,

A sólo echarme á esos piés.

D. Luis.

Alza del suelo; levanta.

D. Man.

Y para cumplir mejor

Con la obligacion jurada,

A tu hermana doy la mano.

ESCENA XVI.

DOÑA BEATRIZ, ISABEL, DON JUAN. — Dichos.

D. Juan.

Si sólo el padrino falta,

Aquí estoy yo; que viniendo

Adonde dejé á mi hermana,

El oiros me detuvo

No salir á las desgracias,

[p. 233]Como he salido á los gustos.

D.ª Beat.

Y pues con ellos se acaban,

No se acaben sin terceros.

D. Juan.

¿Pues tú, Beatriz, en mi casa?

D.ª Beat.

Nunca salí della; luégo

Te podré decir la causa.

D. Juan.

Logremos esta ocasion,

Pues tan á voces nos llama.

Cosme.

¡Gracias á Dios que ya el duende

Se declaró!—Díme, ¿estaba

Borracho? (A Don Manuel.)

D. Man.

Si no lo estás,

Hoy con Isabel te casas.

Cosme.

Para estarlo fuera eso;

Mas no puedo.

Isabel.

¿Por qué causa?

Cosme.

Por no malograr el tiempo

Que en estas cosas se gasta,

Pudiéndolo aprovechar

En pedir de nuestras faltas

Perdon; y humilde el autor

Os le pide á vuestras plantas.


[p. 235]

NO HAY BURLAS CON EL AMOR.


[p. 236]

PERSONAS.


D. Alonso de Luna.

D. Juan de Mendoza.

D. Luis Osorio.

D. Diego.

Moscatel, gracioso.

D. Pedro Enriquez, viejo.

Doña Beatriz, dama.

Doña Leonor, dama.

Inés, criada.

La accion pasa en Madrid.


[p. 237]

JORNADA PRIMERA.


Sala en casa de Don Alonso.

ESCENA PRIMERA.

DON ALONSO; MOSCATEL, muy triste.

D. Alon.

¡Válgate el diablo! ¿qué tienes,

Que andas todos estos dias

Con mil necias fantasías?

Ni á tiempo á servirme vienes,

Ni á propósito respondes;

Y por errarlo dos veces,

Si no te llamo, pareces,

Y si te llamo, te escondes.

¿Qué es esto? Dílo.

Moscat.

¡Ay de mí!

Suspiros que el alma debe.

D. Alon.

¿Pues un pícaro se atreve

A suspirar hoy así?

Moscat.

Los pícaros ¿no tenemos

Alma?

D. Alon.

Sí, para sentir,

Y con rudeza decir

De su pena los extremos;

[p. 238]Mas no para suspirar;

Que suspirar es accion

Digna de noble pasion.

Moscat.

¿Y quién me puede quitar

La noble pasion á mí?

D. Alon.

¡Qué locuras!

Moscat.

¿Hay, señor

Más noble pasion que amor?

D. Alon.

Pudiera decir que sí;

Mas para ahorrar la cuestion,

Que no, digo.

Moscat.

¿Que no? Luego

Si yo á tener amor llego,

Noble será mi pasion.

D. Alon.

¿Tú amor?

Moscat.

Yo amor.

D. Alon.

Bien podia,

Si aquí tu locura empieza,

Reirme hoy de tu tristeza

Más que ayer de tu alegría.

Moscat.

Como tú nunca has sabido

Qué es estar enamorado;

Como siempre has estimado

La libertad que has tenido

Tanto, que á los dulces nombres

De amor, fueron tus placeres

Burlarte de las mujeres

Y reirte de los hombres,

De mí te ries, que estoy

De véras enamorado.

D. Alon.

Pues yo no quiero criado

Tan afectüoso. Hoy

De casa te has de ir.

Moscat.

Advierte...

[p. 239]D. Alon.

No hay ahora que advertir.

Moscat.

Mira...

D. Alon.

¿Qué querrás decir?

Moscat.

Que se ha trocado la suerte

Al paso, pues siempre dió

El teatro, enamorado

Al amo, y libre al criado.

No tengo la culpa yo

Desta mudanza; y así,

Deja que hoy el mundo vea

Esta novedad, y sea

Yo el galan, tú el libre.

D. Alon.

Aquí

Hoy no has de quedar.

Moscat.

¿Tan presto,

Que áun de buscar, no me das,

Otro amo, tiempo?

D. Alon.

No hay más

De irte al instante.

ESCENA II.

DON JUAN. — DON ALONSO, MOSCATEL.

D. Juan.

¿Qué es esto?

D. Alon.

Es un pícaro, que ha hecho

La mayor bellaquería,

Bajeza y alevosía

Que cupo en humano pecho,

La más enorme traicion,

Que haber pudo imaginado.

D. Juan.

¿Qué ha sido?

D. Alon.

Hase enamorado.

[p. 240]Mirad si tengo razon

De darle tan bajo nombre;

Pues no hace alevosía,

Traicion ni bellaquería

Como enamorarse, un hombre.

D. Juan.

Amor es quien da valor

Y hace al hombre liberal,

Cuerdo y galan.

D. Alon.

¡Pese á tal!

De Los milagros de amor

La comedia me habeis hecho,

Que fué un engaño culpable;

Pues nadie hizo miserable,

De avaro y cobarde pecho

Al hombre, sino el amor.

D. Juan.

¿Qué es lo que decís?

D. Alon.

Oid,

Y este discurso advertid:

Vereis cuál prueba mejor.

El hombre que enamorado

Está, todo cuanto adquiere,

Para su dama lo quiere,

Sin que á amigo ni criado

Acuda, por acudir

A su gusto: luego es

Miserable amando, pues

No es ni se puede decir

Virtud, la que no es igual:

Y miserable no ha habido

Mayor, que el que solo ha sido

Con su gusto liberal.

D. Juan.

A vuestra sofistería

Nada quiero responder,

Don Alonso, por no hacer

[p. 241]Agravio á la pena mia,

Que es de amor; y si en su historia

Discurro, temo quedar

Vencido, y no quiero dar

Yo contra mí la victoria.

A buscaros he venido

Para consultar con vos

Un pesar; mas viendo (¡ay Dios!)

Que de mi amor ha nacido,

Le callaré, porque quien

Da á un criado tal castigo,

Mal escuchará á un amigo.

D. Alon.

No escuchará sino bien;

Que no es todo uno, Don Juan,

Ser vos el enamorado,

O el bergante de un criado;

Que vos sois noble, galan,

Rico, discreto, y en fin,

Vuestro es amar y querer;

Mas ¿por qué ha de encarecer

El amor la gente ruin?

Y porque sepais de mí

Que trato de un mismo modo

Burlas y véras, á todo

Me teneis, Don Juan, aquí.—

Salte allá fuera.

D. Juan.

Dejad

Que me oiga Moscatel;

Que á vos os busco y á él.

D. Alon.

Pues proseguid.

D. Juan.

Escuchad.

Ya, Don Alonso, sabeis

Cuán rendido prisionero

De la coyunda de amor,

[p. 242]El carro tiré de Vénus:

Tan fácil victoria suya,

Que no sé cuál fué primero,

Querer vencer ó vencerme;

Que un tiempo sobró á otro tiempo.

Ya sabeis que la disculpa

De tan noble rendimiento

Fué la beldad soberana,

Fué el soberano sujeto

De Doña Leonor Enriquez,

Hija del noble Don Pedro

Enriquez, de quien mi padre

Amigo fué muy estrecho.

Este, pues, milagro hermoso,

Este, pues, prodigio bello,

Es la dicha que conquisto,

Es la gloria que deseo.

No os digo que venturoso

Amante (¡ay de mí!) merezco

Favores suyos; que fuera

Descortés atrevimiento

Que los merezco decir:

Que aunque es verdad que los tengo,

Tenerlos es una cosa,

Y otra cosa merecerlos:

Y así, que los tengo, digo,

Que los merezco, no puedo;

Que es conseguir lo imposible,

Dicha, y no merecimiento.

Con este engaño, llevado

En las alas del deseo,

Lisonjeado de la noche,

Aplaudido del silencio,

Festejado de las sombras,

[p. 243]A quien más favores debo

Que al sol, que á la luz, que al dia,

Vivo de saber que muero,

Hasta que más declarado

Pueda á rostro descubierto

Pedirla á su noble padre,

De quien no dudo, ni temo

Que me la dé, porque iguales

Haciendas y nacimientos,

No hay que esperar, donde amor

Tiene hechos los conciertos.

La causa de no pedirla

Y casarme desde luego

Con ella, es (aquí entra ahora

La pension deste contento,

El subsidio desta dicha

Y el azar de aqueste encuentro)

Tener Leonor una hermana

Mayor; y como no es cuerdo

Discurso querer que case

A la segunda primero,

No me declaro con él:

Porque si á pedirle llego

Alguna de sus dos hijas

(Que claro está que no tengo

De decir á la que adoro),

Por ser la mayor, es cierto

Que me ha de dar á Beatriz;

Y si digo que no quiero

Sino á Leonor, es hacer

Sospechoso mi deseo,

Despertando la malicia

Que hoy yace en profundo sueño,

Y quizá perder la entrada

[p. 244]Que ahora en su casa tengo...

Si no es ya que está perdida

Con el más triste suceso

De amor, que me pasó anoche;

Pues la pena con que vengo

Buscándôs... Oidme, que aquí

Os he menester atento.

Beatriz, de Leonor hermana,

Es el más raro sujeto

Que vió Madrid, porque en él,

Siendo bellísima y siendo

Entendida, están echados

A perder, por los extremos

De una extraña condicion,

Belleza y entendimiento.

Es Doña Beatriz tan vana

De su persona, que creo

Que jamás á ningun hombre

Miró á la cara, teniendo

Por cierto que allí no hay más

De verle ella y caerse muerto.

De su ingenio es tan amante,

Que por galantear su ingenio,

Estudió latinidad

Y hizo castellanos versos.

Tan afectada en vestirse,

Que en todos los usos nuevos

Entra, y de ninguno sale.

Cada dia por lo ménos

Se riza dos ó tres veces,

Y ninguna á su contento.

Los melindres de Belisa,

Que fingió con tanto acierto

Lope de Vega, con ella

[p. 245]Son melindres muy pequeños;

Y con ser tan enfadosa

En estas cosas, no es esto

Lo peor, sino el hablar

Con tan estudiado afecto,

Que, crítica impertinente,

Varios poetas leyendo,

No habla palabra jamás

Sin frases y sin rodeos,

Tanto, que ninguno puede

Entenderla sin comento.

La lisonja y el aplauso

Que la dan algunos necios,

Tan soberbia, tan ufana

La tienen, que con desprecio

De la deidad del Amor,

Comunera es de su imperio.

Esta tema á todas horas,

Este enfado á todos tiempos,

Aborrecible la hacen

Tanto, que no hay dos opuestos

Tan contrarios, como son

Las dos hermanas, haciendo

Por instantes el estrado

La campaña de su duelo.

Ha dado pues (yo no sé

Si es necia envidia ó si celo)

En asistir á Leonor

De suerte, que no hay momento

Que no ande en alcance suyo

Sus acciones inquiriendo,

Tanto que al sol de sus ojos

Es la sombra de su cuerpo.

Anoche pues, en su calle

[p. 246]Entré embozado y secreto;

Y haciendo al balcon la seña,

Donde hablar con Leonor suelo,

La ventana abrió Leonor,

Y yo á la ocasion atento,

Llegué á hablarla; pero apénas

La voz explicó el concepto

Que estudiado y no sabido

No me cabia en el pecho,

Cuando tras ella Beatriz

Salió, y con notable estruendo

La quitó de la ventana,

Dos mil locuras diciendo,

Que si yo entendí el estilo

Con que las dijo, sospecho

Que fueron que ella á su padre

Diria el atrevimiento.

No sé si me conoció;

Y así, cuidadoso, temo

El saber ó no saber

En qué ha parado el suceso,

Por cuya causa no voy

A visitarla, temiendo

Su enojo; pero tampoco

A dejar de ir me resuelvo,

Porque si acaso ha llegado

A su noticia mi intento,

La vida del dueño mio

No dudo que corra riesgo.

Y así, porque en ir ó estarme

Hay peligro, elijo un medio,

Que es enviar este papel

Disimulado y secreto,

Que áun no va de letra mia:

[p. 247]Para cuyo efecto quiero

A Moscatel, que le lleve,

Valiéndose de su ingenio,

Y se le dé á Inés, criada

De Leonor; porque no siendo

Conocido por criado

Mio, no hay que tener miedo.

Y así, que le deis licencia,

Don Alonso, es lo que os ruego,

Y que conmigo en la calle

Os halleis; porque si llego

A saber que está Leonor

En peligro, estoy resuelto

A sacarla de su casa,

Aunque todo el mundo entero

Lo estorbe; y para esta accion

He elegido el valor vuestro.

Mi amigo sois, Don Alonso,

Y bien conocido tengo

Que las burlas del buen gusto

Son las véras del acero.

D. Alon.

Moscatel, ese papel

Toma; en casa de Don Pedro

Enriquez, con la invencion

Que te ofreciere tu ingenio,

Entra, y dale á esa criada

Que dice Don Juan.

D. Juan.

¿Tan presto

Lo disponeis?

D. Alon.

Si ha de ser,

¿Cuánto es mejor que sea luego?—

Toma el papel, con nosotros

Ven.

Moscat.

(Ap.) Aunque temer no puedo

[p. 248]El peligro, pues Inés,

Que es de mis sentidos dueño,

Es la que voy á buscar,

Amor me dé atrevimiento.

D. Alon.

Guiad ahora hácia la calle.

D. Juan.

¡Qué amigo tan verdadero!

D. Alon.

¡Qué amores tan enfadosos!

Si me oyeron, no me oyeron...

¡Bien haya yo, que en mi vida

He enamorado con riesgo

Sino dama á todo trance,

Sino moza á todo ruedo,

Que á la primera visita

Llamo recio y hablo recio!

Y el haber en mí ó no haber,

Ó temor ó atrevimiento,

No consiste en otra cosa

Que haber ó no haber dinero.

(Vanse.)


Calle.

ESCENA III.

DON ALONSO, DON JUAN, MOSCATEL; y despues, DON LUIS y DON DIEGO.

D. Juan.

Esta es la calle. Porque

No nos vean, estaremos

En algun portal metidos.

D. Alon.

Decís bien.

(Salen Don Luis y Don Diego, y cruzan la calle, quitándose los sombreros.)

[p. 249]Mas ¿quién son éstos

Que parece que á la casa

De Leonor miran atentos?

D. Juan.

Este es un Don Luis Osorio,

A quien muy continuo veo

En la calle aquestos dias,

Y ha dado, viven los cielos,

En cansarme.

D. Alon.

Pues ¿hay más

De que tambien le cansemos

Nosotros á él?

D. Juan.

Dejadlo,

Que no es destas cosas tiempo.

Pasemos de largo, y no

Demos qué decir.

D. Alon.

Pasemos,

Aunque con tantas figuras,

Pueda ser hombre.

D. Juan.

(A Moscatel.)Tú luego

Darás la vuelta, y darás

El papel á Inés.

Moscat.

Me temo...

D. Juan.

No hay que temer. Aquí estamos

A la vista: éntrate presto.

(Vanse.)

ESCENA IV.

DON LUIS, DON DIEGO.

D. Luis.

Esta es la capaz esfera,

Este el abreviado cielo

De la más bella deidad

Y del planeta más bello

[p. 250]Que vió el sol desde que nace

En jóven golfo de fuego,

Hasta que abrasado muere

En canas ondas de hielo;

Y con ser tal su hermosura

En ella ha sido lo ménos,

Porque pudiera ser fea,

En fe de su entendimiento.

D. Diego.

Y en fin, ¿mujer tan discreta

Servís para casamiento?

D. Luis.

Por conveniencia y amor

La sirvo y la galanteo,

Para cuyo efecto, ya

Han de tratarlo mis deudos.

D. Diego.

Pues no sé si lo acertais.

D. Luis.

¿Por qué no, si en ella veo

Virtud, nobleza y hacienda,

Gran beldad y grande ingenio?

D. Diego.

Porque el ingenio la sobra;

Que yo no quisiera, es cierto,

Que supiera mi mujer

Más que yo, sino ántes ménos.

D. Luis.

Pues ¿cuándo el saber es malo?

D. Diego.

Cuando fué el saber sin tiempo.

Sepa una mujer hilar,

Coser y echar un remiendo;

Que no ha menester saber

Gramática ni hacer versos.

D. Luis.

No es ejercicio culpable,

Donde es tan noble el exceso,

Que no tiene inconveniente.

D. Diego.

Ni yo que le tenga creo;

Pues ántes sé lo contrario

Del rigor y del desprecio

[p. 251]Con que os trata.

D. Luis.

Ese desden

Adoro. La vuelta demos

A la calle: no otra vez

Pasen estos caballeros,

Que ya miro con cuidado.

D. Diego.

Vamos, pues.

D. Luis.

¡Hermoso centro

De la ingratitud que adoro,

Presto á tus umbrales vuelvo!

(Vanse.)


Sala en casa de Don Pedro.

ESCENA V.

DOÑA LEONOR, INÉS.

D.ª Leon.

¿Está mi hermana vestida?

Inés.

Tocándose ahora quedó;

Y por no pudrirme yo

De ver cuán desvanecida

Pide uno y otro consejo

A su espejo, la dejé.

D.ª Leon.

Tan necio es como ella fué

A todas horas, su espejo.

Inés.

¿Cómo necio?

D.ª Leon.

¿No lo es

Quien á gusto, en un pesar,

No sabe un consejo dar

A quien se le pide, Inés?

Pues si á Beatriz la he pedido

Mil consejos cada dia,

[p. 252]Y á tan continua porfía

Nunca á gusto ha respondido,

Muy necia es.

Inés.

Ahora reparo

La causa.

D.ª Leon.

¿Cuál puede ser?

Inés.

Que no os debeis de entender;

Que ella habla culto, tú claro,

Y así os estais todo el dia

Porfiando las dos.

D.ª Leon.

¡Quién fuera

Tan feliz que no tuviera

Más cuidado! ¡Ay, Inés mia!

¡Con cuánto temor estoy

De que aquesta melindrosa,

Esta crítica enfadosa,

A mi padre cuente hoy

Lo que anoche me escuchó

Al balcon hablar!

Inés.

Supuesto

Que haber salido tan presto

Mi señor de casa, dió

Lugar para prevenir

El lance, y que no ha tenido

Tiempo de haberlo sabido,

Procuremos desmentir

Su malicia con alguna

Invencion.

D.ª Leon.

Ya he imaginado,

Y digo que no he hallado

A propósito ninguna;

Porque ¿cómo la he de hallar,

Si ella misma quien vió, fué,

A Don Juan?

[p. 253]Inés.

Lo que se ve,

Es lo que se ha de negar

Con brío y con desenfado,

Procurando deshacello;

Lo que no llegan á vello,

Señora, se está negado.

D.ª Leon.

El medio (¡ay de mí!) mejor

Que me ofrece el pensamiento,

Es, Inés, con rendimiento

Dueño hacerla de mi amor,

De mi empleo y mi esperanza;

Pues es hacer en efeto

Puerta de hierro á un secreto

El hacer dél confianza.

¿Qué puedo hacer (¡ay de mí!),

Inés, si esta industria sola

Es la que me queda?

ESCENA VI.

DOÑA BEATRIZ. — DOÑA LEONOR, INÉS.

D.ª Beat.

(Dentro.)¡Hola!

¿No hay una fámula aquí?

(Sale con un espejo en la mano, mirándose en él.)

Inés.

¿Qué es lo que mandas?

D.ª Beat.

Que abstraigas

De mi diestra liberal

Este hechizo de cristal,

Y las quirotecas traigas.

Inés.

¿Qué son quirotecas?

D.ª Beat.

¿Qué?

Los guantes. ¡Que haya de hablar

[p. 254]Por fuerza en frase vulgar!

Inés.

Para otra vez lo sabré.

Ya están aquí.

D.ª Beat.

¡Cuánto lidio

Con la ignorancia que hay!

Hola, Inés.

Inés.

Señora.

D.ª Beat.

Tray

De mi biblioteca á Ovidio:

No el Metamorfosis, no,

Ni el Arte Amandi pedí;

El Remedio Amoris, sí,

Que es el que investigo yo.

Inés.

Pues ¿cómo he de conocer

Libro (si es que eso has pedido),

Si áun el cartel no he sabido

De una comedia leer?

D.ª Beat.

Oscura, idïota y lega,

¿No te medra cada dia

La concomitancia mia?

D.ª Leon.

(Ap. Ahora mi papel llega.)

Hermana...

D.ª Beat.

¿Quién me habla así?

D.ª Leon.

Quien á tus piés obediente

Viene á arrojarse.

D.ª Beat.

Detente:

No te apropincues á mí;

Que empañarás el candor

De mi castísimo bulto,

Y profanarás el culto

De las aras de mi honor.

Porque mujer que fió

Del caos de la sombra fria,

Y en descrédito del dia

[p. 255]Nocturno amor aceptó,

No mirar consiga atento

Mi semblante á voz profana,

Pues víbora será humana,

Que con su, inficione, aliento.

D.ª Leon.

Beatriz discreta y hermosa,

Mi hermana eres.

D.ª Beat.

Eso no;

Que tener no puedo yo

Hermana libidinosa.

D.ª Leon.

¿Qué es libidinosa, hermana?

D.ª Beat.

Una hermana, que al farol

Trémulo, virey del sol,

Osa abrir una ventana,

Y susurrando por ella

A voz media y labio entero,

Da que decir á un lucero,

Da que callar á una estrella.

Pero yo minoraré

El escándalo que has hecho,

Diciendo al paterno pecho

Sacrilegios de tu fe.

Un devoto anoche ví...

D.ª Leon.

¿Y conocístele?

D.ª Beat.

No,

Ni pudo ser, porque yo

¿Qué másculo conocí?

D.ª Leon.

Pues yo te quiero decir

Quién era, y con el intento

Que me habló.

D.ª Beat.

¡Qué atrevimiento!

¿Tal insulto habia de oir?

D.ª Leon.

Pues aunque oirlo no quieras,

Lo has de oir; porque tambien

[p. 256]No está á mi decoro bien

Que tú con locas quimeras

Te persuadas á que ha sido

Liviandad lo que honor fué.

D.ª Beat.

¿Honor?

D.ª Leon.

Oye.

D.ª Beat.

No daré

Directo á tu voz mi oido.

D.ª Leon.

Pues directo ó no dirêto,

Todo has de escucharlo ya.

D.ª Beat.

Oido por fuerza, será

Clandestino tu secreto,

Y no puedo error tan mucho

Cometer.

D.ª Leon.

Si hablando estoy...

D.ª Beat.

Aspid al conjuro soy:

No lo escucho, no lo escucho.

(Vase.)

D.ª Leon.

Oye. Mas ¿quién ahí ha entrado?

Inés.

A mi señor buscará.

D.ª Leon.

Mira quién es, miéntras va

Mi desdicha y mi cuidado

Siguiendo una fiera.

(Vase.)

ESCENA VII.

MOSCATEL. — INÉS.

Moscat.

(Ap.)Amor,

¡Qué cobarde eres conmigo,

Pues áun no valen contigo

Las leyes de embajador!

Inés.

¿Es posible que has tenido,

Moscatel, atrevimiento

[p. 257]De entrar hasta este aposento?

Moscat.

Sin saber qué me ha movido

A haber entrado hasta aquí,

Rigor es anticipado...

Inés.

Pues ¿no basta haber entrado?

Moscat.

Sí y no.

Inés.

Pues ¿cómo no y sí?

Moscat.

No, pues no sabes á qué;

Sí, pues enojada estás;

No, pues presto lo sabrás;

Sí, pues tarde lo diré.

Y aunque pude haber venido

De tu hermosura llamado,

Traido de mi cuidado

Y del tuyo distraido;

A darte aqueste papel

Vengo, que Don Juan envía,

Que de mi cuidado fía

Lo que á Leonor dice en él.

Que por no ser conocido

Por criado suyo yo,

Con el papel me envió;

Si ya la causa no ha sido

Conocer de mi dolor,

Saber de mi mal severo,

Que de amor no es buen tercero

El que no sabe de amor.

Inés.

Pues dí que el papel me diste,

Y que á Leonor le daré:

Y véte presto, porque

Temerosa (¡ay de mí triste!)

De que Beatriz...

Moscat.

Yo me iré;

Que aunque adoro tu presencia,

[p. 258]Las leyes de tu obediencia

Tan constante observaré,

Que á precio de tu rigor

Compraré el desprecio mio,

Y á costa de tu desvío

Mereceré tu favor.

Inés.

Bien pudiera responderte

Que tan ingrata no he sido

Como te habré parecido;

Pero tiéneme de suerte

El temor de verte aquí,

Que dejo para despues

La respuesta. Véte, pues;

Que tiempo... Mas ¡ay de mí!

Mi señor por la escalera

Sube. Aquí no me ha de hallar,

Viéndote contigo hablar.

(Vase.)

Moscat.

Oye, aguarda, escucha, espera.

ESCENA VIII.

DON PEDRO. — MOSCATEL.

D. Ped.

¿Quién ha de esperar y oir?

¿Quién aguardar y escuchar?

Moscat.

Quien me tuviere que hablar,

O yo tenga que decir.

D. Ped.

¿Qué haceis aquí?

Moscat.

¿Qué he de hacer?

¿Ya vos no lo estais mirando?

D. Ped.

¿No hablais?

Moscat.

Estaba pensando

Lo que os he de responder.

D. Ped.

¿Qué buscais?

[p. 259]Moscat.

(Ap.¿Que aquesto pase?)

A quien sea mi homicida.

D. Ped.

¿Por qué?

Moscat.

Porque yo en mi vida

Hallé cosa que buscase.

D. Ped.

¿Quién sois?

Moscat.

Habeis preguntado

En propios términos. Soy

Un criado honrado, si hoy

Hay un honrado criado.

D. Ped.

¿A quién servís?

Moscat.

No serví,

Aunque criado me llamo.

D. Ped.

¿Cómo no?

Moscat.

Como mi amo

Es el que me sirve á mí.

D. Ped.

Ya es mucha bellaquería

Hablarme desa manera,

Y ya más plazo no espera

La justa cólera mia.

Moscat.

(Ap.) ¡Malo va esto, vive Dios!

Si me da con algo aquí,

¡Miren qué se me da á mí

Que en la calle estén los dos!

D. Ped.

Quién sois me habeis de decir,

Qué quereis y qué buscais,

Y á qué en esta casa entrais,

O en ella habeis de morir

A mis manos.

Moscat.

Si firmado

Habeis la sentencia ciego

Con «ejecútese luégo»,

Yo soy Moscatel, criado

De un Don Alonso de Luna...

[p. 260]ESCENA IX.

DON JUAN, DON ALONSO. — DON PEDRO, MOSCATEL.

D. Juan.

(Ap. á Don Alonso á la puerta.)

Pues está aquí Moscatel,

Y vimos entrar tras de él

A Don Pedro, mi fortuna

No espera más.

D. Alon.

Yo dispuesto

A cuanto suceda estoy.

A tomar la puerta voy.

(Vase.)

D. Ped.

(A Moscatel.)

Proseguid.

(Llega Don Juan.)

D. Juan.

Señor, ¿qué es esto?

Moscat.

(Ap.) Eso sí.

D. Ped.

(Ap.Forzoso es ya

Reportarme.) Este hombre hallé

Aquí: qué busca, no sé.

D. Juan.

¿No? Pues él nos lo dirá,

O á aqueste acero rendido

Morirá. (Ap. á Moscatel. Miente algo aquí,

Moscatel, que importa así.)

Moscat.

(Ap. ¡Buen socorro me ha venido!)

Un hombre busco; y no hallando

Nadie que me respondiera,

De escalera en escalera

Me fuí poco á poco entrando,

Sin ver á quién preguntar.

Hasta esta parte llegué,

Donde una doncella hallé,

(La verdad en su lugar).

[p. 261]Pensando que era ladron,

Huyó de mí; y á ella era

El «escucha, aguarda, espera».

D. Juan.

Bien puede tener razon.

D. Ped.

(Ap. Aunque no estoy satisfecho

De que me diga verdad,

Fuera necia liviandad

De mi espada y de mi pecho

Saber Don Juan que he tenido

Otra sospecha; y así

Fingir me conviene aquí

Que su disculpa he creido,

Porque ménos recatado

Le pueda despues seguir,

Saber quién es, y salir

De una vez deste cuidado.)

Pues si venís á buscar

Un hombre, ¿por qué os turbais

De verme á mí?

Moscat.

Porque dais,

Y soy fácil de turbar.

D. Juan.

Id con Dios.

Moscat.

Que á los dos guarde.

D. Juan.

(Ap. á Moscatel.) A Don Alonso le di

Se quite luego de ahí.

(Vase Moscatel.)

D. Ped.

Luégo vuelvo. Adios, que es tarde.

D. Juan.

¿Dónde vais?

D. Ped.

Vuelvo á buscar

Unas cartas que perdí.

D. Juan.

No habeis de salir de aquí,

U os tengo de acompañar.

D. Ped.

(Ap. Algo sin duda ha entendido

De mi enojo: fuerza es

Deslumbrarle.) Venid, pues.

[p. 262]D. Juan.

(Ap.) Bien hasta aquí ha sucedido,

Pues sin sospechar en mí

Asistirle á todo puedo.

(Vanse.)

ESCENA X.

INÉS, y luego, DOÑA LEONOR.

Inés.

Confusa de mirar quedo

Lo que ha sucedido aquí.

Informarse tan severo,

Cobrarse tan recatado,

Hablar con él tan pesado,

Y seguirle tan ligero,

Muchos efectos han sido.

No sé qué ha de suceder.

(Sale Doña Leonor.)

D.ª Leon.

¡Válgate Dios por mujer,

Qué temeraria has nacido!

Inés.

Señora, ¿qué te ha pasado,

Que tan colérica vienes?

D.ª Leon.

Que no me escuchó Beatriz,

Porque ha estado impertinente,

Con más soberbia que nunca,

Tan cansada como siempre.

Dice que dirá á mi padre

El suceso.

Inés.

Cuando vienen

Los pesares, nunca (¡ay triste!)

Vienen solos; pues de suerte

Se eslabonan unos de otros,

Que enredándose crueles,

Es víspera del segundo

[p. 263]El primero que sucede.

Aquel hombre que dejaste

Aquí, para que supiese

Yo quién era, te buscaba

A tí, señora, con este

Papel; que Don Juan no quiso,

Por el riesgo, que viniese

Criado suyo. El papel

Me dió apénas, cuando quiere

El cielo que éntre tu padre,

Y que con el hombre encuentre.

Llegó al empeño Don Juan,

Y hizo que el hombre le diese

No sé qué necias disculpas.

Pero aunque quiso prudente

Disimular mi señor,

No pudo, y tras él se vuelve.

D.ª Leon.

¡Qué bien dicen que los males

Son, si hay uno, como el fénix,

Pues cuna es en que uno nace,

La tumba donde otro muere!

Dame el papel, porque quiero

Al instante responderle

A Don Juan, en el peligro

Que estoy.

Inés.

No le guardes, lêle;

Que quizá advertirá algo

Que en tu cuidado aproveche.

D.ª Leon.

Dices bien, abrirle quiero;

Que nada en ello se pierde.

(Lee.) ¡Qué mal podré, hermoso dueño,

Decirte ni encarecerte...!

Inés.

Tu hermana viene.

D.ª Leon.

¡Ay de mí!

[p. 264]ESCENA XI.

BEATRIZ. — LEONOR, INÉS.

D.ª Beat.

¿Qué misivo idioma es ese

Que, ajado, ocultas?

D.ª Leon.

¿Yo?

D.ª Beat.

Sí.

D.ª Leon.

No entiendo lo que me quieres

Decir.

D.ª Beat.

Con vulgar disculpa

Me has obstinado dos veces.

Ese manchado papel

En quien cifró líneas breves

Cálamo ansarino, dando

Cornerino vaso débil

El etíope licor,

Ver tengo.

D.ª Leon.

En vano pretendes

Ver el papel, porque fuera

Tambien ser necia dos veces

No querer saber de mí,

Cuando de oirme te ofendes,

Lo que yo quiero decir,

Y querer saber aleve

Lo que pretendo callarte.

D.ª Beat.

Mi fraternidad no atiende

A tu lengua, sí á tu accion,

Porque aquella mentir puede,

Y esta ha de decir verdad:

Y así, en la ocasion urgente,

Si oir lo que quieres no quiero,

[p. 265]Saber sí lo que no quieres.

D.ª Leon.

¿De qué suerte, si no quiero,

Lo has de saber?

D.ª Beat.

Desta suerte.

(Ase del papel, y porfían las dos.)

Suelta la epístola.

Inés.

No es

Sino evangelio.

D.ª Leon.

Aunque intentes

Por fuerza verle, tirana,

Poco podré, ó no has de verle.

D.ª Beat.

Deja el papel.

(Sale Don Pedro á tiempo que rompen el papel, quedándose con la mitad cada una.)

ESCENA XII.

DON PEDRO. — DOÑA BEATRIZ, DOÑA LEONOR, INÉS.

D. Ped.

¿Qué papel

Es? ¿Por qué reñís, aleves?

Inés.

(Ap.) Cayóse la casa, como

Dice el fullero que pierde.

D. Ped.

Suelta ese pedazo tú,

Y tú suelta esotro.

D.ª Leon.

(Ap.)Déme

Ingenio amor.

D.ª Beat.

El que abstraes

Fragmento á mi mano débil,

Te referirá baldones

Que tu pundonor padece.

D.ª Leon.

El papel, señor, que miras,

[p. 266]Yo no sé lo que contiene;

Y pues que Beatriz lo sabe,

¿Quién duda que suyo fuese?

Leyéndole estaba, cuando

Llegué...

D.ª Beat.

¿Yo?

D. Ped.

(A Doña Beatriz.)

Calla.

D.ª Leon.

Y al verme,

Le ocultó con tal cuidado,

Que me le puso de verle.

Quise quitársele, y ella

Me le defendió. No pienses

Que fué atrevimiento en mí,

Que despues que sé que tiene

Beatriz quien la escriba, y quien

La hable de noche por ese

Balcon, mi virtud me ha dado

Disculpa para atreverme,

Aunque soy menor hermana,

A tratarla desta suerte.

Inés.

(Ap.) De mano gana Leonor,

Cuando un mismo punto tienen.

D. Ped.

¡Por cierto, Beatriz!...

D.ª Beat.

Ignoro,

Atónita, responderte;

Que me construyó su acento

Estatua de fuego y nieve;

Porque cuanto me acumula

Delito es suyo in specie.

D.ª Leon.

¿Pues aquí no estaba Inés,

Que decir la verdad puede?

D.ª Beat.

¿Pues Inés no estaba aquí,

Que dirá lo que sucede?

Inés.

(Ap.) Yo soy, en fin, la presencia

[p. 267]De todo el hecho presente.

D. Ped.

(Ap. ¡Ay de mí, que combatido

De uno y otro mal tan fuerte,

Ambos me están mal, pues ambos

Armados contra mí vienen!

Que al averiguar (¡ay triste!)

Cúya es la culpa evidente,

No es excusarme la pena;

Pues cuando á saberla llegue,

Tan sitiado mi dolor,

Tan acosado mi suerte,

Tan cercado mi desdicha

En este lance me tienen,

Que habiendo (¡ay de mí!), que habiendo

De morir precisamente,

Quien me dé muerte sabré,

Mas no excusaré la muerte.)

Véte tú, Beatriz, de aquí;

Y tú, Leonor, de aquí véte.

D.ª Beat.

Señor, yo...

D. Ped.

Nada digais.

D.ª Leon.

(Ap.) Quiera amor que no confiese

El papel lo que yo niego.

(Vase.)

D.ª Beat.

Tú, mentil hermana, tienes

La culpa de todo.

(Vase.)

ESCENA XIII.

DON PEDRO, INÉS.

D. Ped.

Inés.

Inés.

(Ap.) Aquí entro ahora.

D. Ped.

Detente.

[p. 268]

Inés.

(Ap.) Honor, con quien vengo, vengo.

D. Ped.

Pues sola el testigo eres,

¿Quién leia el papel?

Inés.

(Ap.)Yo

Ni quito ni pongo leyes;

Pero hago lo que debo...

D. Ped.

¿Qué es lo que dudas, qué temes?

Inés.

(Ap. Al oficio de criada

Es ayudar á quien miente.)

Señor, poco ántes que tú

Llegué yo, sin que pudiese

De la accion ni de las voces

Saber cúyo el papel fuese.

Esta es la verdad, so cargo

Del juramento que tiene

Fecho cualquiera criada

En el pleito que refiere.

D. Ped.

¡Aun este pequeño alivio

Del desengaño, no quiere

Darme el dolor!—Véte, Inés...

Inés.

(Ap.) Viva á toda ley quien vence.

(Vase.)

ESCENA XIV.

DON PEDRO.

Que el papel confesará

Cuanto tú y ellas me nieguen.

Juntar quiero los pedazos

De esta víbora, esta sierpe,

Que dividido el veneno

En dos mitades contiene.

(Lee.) ¡Qué mal podré, hermoso dueño,

[p. 269]Decirte ni encarecerte

El cuidado con que estoy

De que anoche nos oyese

Tu hermana! Avísame, al punto

Que á tu padre se lo cuente,

Para que te ponga en salvo.

A entrambas á dos conviene

El papel, para que sea

Hoy mi desdicha más fuerte,

Pues si supiera de una

Que con liviandad procede,

Supiera tambien de otra

La virtud; y desta suerte,

Templado estuviera el daño.

Mas para que no se temple,

Quiere el cielo que á ninguna

Crea, y que en las dos sospeche.

Hallar un criado aquí,

Turbarse (¡ay de mí!) de verme,

Llegar Don Juan y dejarle,

Salir tras él y perderle,

Volver á casa y hallar

La confusion que me vence,

Cosas son que han menester

Atenciones más prudentes.

Y así, pues sé que el criado

Es, si su temor no miente,

De Don Alonso de Luna,

Saber quién es me conviene,

Y atender á sus acciones;

Y hasta que á mis manos llegue,

Ó desengaño ó venganza,

¡Valedme, cielos, valedme!


[p. 270]

JORNADA SEGUNDA.


Calle.

ESCENA PRIMERA.

DON ALONSO, DON JUAN, MOSCATEL.

D. Alon.

De buena salimos.

Moscat.

Yo

Soy el que salí de buena

Y entré en mala, pues me ví

Ya de la muerte tan cerca.

D. Juan.

Determinarme yo á entrar

(Viendo la ocasion tan cerca)

Tras Don Pedro, fué tu dicha.

Moscat.

Y áun la tuya, pues si dejas

De entrar, confieso de plano.

D. Alon.

¿Eso dices?

Moscat.

Y áun lo hiciera

Mejor que lo digo.

D. Alon.

Mira,

Don Juan, si amando, hay quien tema.

D. Juan.

Pues ¿un amante es cobarde?

Moscat.

Mucho más, por ver que arriesga

Una vida que no es suya,

Sino de su hermosa prenda.

Y si es deuda de un amante

[p. 271]En su servicio perderla,

Ya es de amor estelionato

Hipotecarla á otra deuda.

ESCENA II.

INÉS, tapada. — Dichos.

Inés.

Señor Don Juan.

D. Juan.

¿Quién me llama?

Inés.

Yo soy.

D. Juan.

Vengas norabuena,

Inés.

Inés.

Para haberte hallado

He dado á Madrid mil vueltas.

D. Juan.

¿Qué ha sucedido, que así

Vienes?

Moscat.

(Ap.)Inesilla es esta.

¡Quiera el cielo que mi amo

Ni la atisbe ni la vea!

Inés.

A darte aqueste papel

He venido. Adios.

D. Juan.

Espera,

Le lêré.

(Lee Don Juan, y entre tanto se pone Moscatel en medio de Don Alonso y de Inés.)

D. Alon.

No tiene, á fe,

Mala cara la mozuela.

Moscat.

(Ap.) Vióla: no daré un ochavo

Por mi honra toda entera.

D. Alon.

Oye, Moscatel. (Ap. á él.)

Moscat.

Señor.

D. Alon.

Si como esta moza, fuera

[p. 272]La tuya, te disculpara,

Si hay disculpa que amor tenga.

Moscat.

(Ap. Celos, vamos poco á poco,

No mateis con tal violencia.)

¿Esta te parece bien?

D. Alon.

Pues ¿no es bien hermosa esta

Para fregona?

Moscat.

No es

Sino muy mala y muy fea.

Si vieras, señor, la mia,

Pondré un brazo que dijeras

Que era pecado nefando

Si entraba en su competencia.

D. Alon.

Viven los cielos, que mientes.

D. Juan.

Ya he leido.

D. Alon.

¿Y qué hay?

D. Juan.

Mil quejas

De Leonor; y en fin, me avisa

Que bien puedo ir á verla,

Que no hay sospecha de mí,

Por una industria: cuál sea

No dice. Despues, de todo

Yo volveré á daros cuenta.—

Vamos, Inés.

(Vase.)

D. Alon.

Moscatel,

No la dejes ir, detenla.

Moscat.

(Ap.) ¡Esto más, celos!

D. Alon.

¡Ah, hermosa!

Inés.

¿Qué quereis?

D. Alon.

Veros quisiera

Esa buena cara.

Moscat.

(Ap.)¡Ay cielos!

Inés.

Hay mucho que ver en ella,

Y no vengo tan despacio.

[p. 273]D. Alon.

Yo la sabré ver apriesa.

Moscat.

(Ap.) Y áun dejar de verla y todo.

ESCENA III.

DON LUIS, DON DIEGO. — DON ALONSO, INÉS, MOSCATEL.

D. Diego.

(Ap. á Don Luis.) La criada suya es esta.

D. Luis.

(Ap. á Don Diego.) Desde su casa la he visto

Salir, y vengo tras ella,

Por ver si para Beatriz

Darla un recado pudiera.

Inés.

(Ap.) No sé lo que Moscatel

Me quiere decir por señas.

D. Diego.

Con Don Alonso de Luna

Habla.

D. Luis.

Cierta es mi sospecha;

Que venir una criada

De Beatriz desta manera

A buscarle, estar él siempre

En su calle y á su reja

Con el otro amigo suyo,

Mirar que cuando se aleja

Se quedan los dos hablando,

No es posible que no sean

Lances de amor.

D. Diego.

¿Qué quereis

Hacer?

D. Luis.

Que aquí no me vea;

Que no tengo yo favores

Para que empeñarme pueda:

Y reñir un desvalido

[p. 274]Es valentía muy necia.

D. Diego.

Decís bien... y quizá mienten

Los viles celos que os cercan.

D. Luis.

Nunca son viles los celos,

Don Diego.

D. Diego.

Opinion es nueva.

D. Luis.

¿Hay más nobleza que hablar

Verdad? Pues esta nobleza

Solos los celos la tienen,

Porque no hay celos que mientan.

(Vanse Don Luis y Don Diego.)

ESCENA IV.

DON ALONSO, MOSCATEL, INÉS.

Inés.

Bien está. Adios, que es muy tarde.

D. Alon.

Dejad que vaya siquiera

Con vos aqueste criado:

No vais sola.

Inés.

Norabuena,

Venga el criado conmigo.

Moscat.

(Ap.) ¿Que esto escuche? ¿Que esto vea?

D. Alon.

Moscatel.

Moscat.

Señor.

D. Alon.

Escucha.

Inés me ha dado licencia

Para que en mi nombre vayas

Hasta su casa con ella:

Ve, y dirásla en el camino

Que como tal vez se venga

A casa, no faltará

Algun regalo que hacerla.

[p. 275]Moscat.

¿Es posible que tal dices?

D. Alon.

Sí, que si en su amor ya es fuerza

Acompañar á Don Juan,

No es muy mala conveniencia

Tener quien aquel instante

Tambien á mí me entretenga.

Moscat.

Yo se lo diré.

D. Alon.

En los trucos

Te aguardo con la respuesta.

(Vase.)

Moscat.

(Ap.) ¡Quedamos buenos, honor!

Inés.

Moscatel, vamos. ¿Qué esperas?

Moscat.

Vamos, Inés.

(Vanse.)


Otra calle.

ESCENA V.

MOSCATEL, INÉS.

Inés.

Pues ¡tan triste

Conmigo vas, que áun apénas

Alzas á verme la cara!

¿Qué es aquesto?

Moscat.

¡Ay, Inés bella!

¡Ay dulce hechizo del alma,

Qué de cuidados me cuestas!

Inés.

¿Qué tienes?

Moscat.

Amor y honor.

Quiero y sirvo, y hoy es fuerza

Entre mi dama y mi amo,

Que no sirva ó que no quiera.

Inés.

No entiendo tus disparates.

[p. 276]Moscat.

Pues yo haré que los entiendas.

Don Alonso mi señor

Te vió Inés... y ¡á Dios pluguiera,

Que ántes cegase, aunque yo

El mozo del ciego fuera!

Vióte, Inés ¡ay Dios! y al verte,

Fué precisa consecuencia

Quererte; no tanto, Inés,

Por tu infinita belleza,

Como por su amor finito,

Que eres en fin cara nueva.

Conmigo á decir te envía...

—Aquí se turba mi lengua.—

Dice que si vas, Inés,

A verle, tendrás (¡qué pena!)

Si es por la mañana, almuerzo;

Si es por la tarde, merienda.

Inés.

Grosero, descortés, loco,

Suspende la aleve lengua;

Que no sé, no sé qué has visto

En mí para que te atrevas

A hablar con tal libertad

A una mujer de mis prendas.

Díle á tu amo, villano,

Que soy quien soy, y no tenga

Prevenciones para mí;

Que de cualquiera manera

Iré á servirle á su casa,

Porque yo no soy de aquellas

Mujercillas que se pagan

De almuerzos y de meriendas;

Que soy moza de capricho,

Y esto le doy por respuesta.

Moscat.

¿Eso dices?

[p. 277]Inés.

Esto digo,

Y presto de aquí te ausenta,

No te vean en mi casa:

Mira que ya estamos cerca.

Moscat.

En fin, ¿te vas enojada?

Inés.

No me sigas, no me veas.

Moscat.

Obedecerte es forzoso.

Pues tan triste Inés me deja,

Bien podeis, ojos, llorar,

No lo dejeis de vergüenza.

(Vase.)

Inés.

Aquesta es mi casa. El manto

Me he de quitar á la puerta;

Que para esto solamente

Creo que en las faldas nuestras

Usamos los guardainfantes.

Ahora, aunque mi ama la necia

Me haya echado un rato ménos,

No sabrá que he estado fuera.

Nadie de ustedes lo diga,

Que les cargo la conciencia.

(Vase.)


Sala en casa de Don Pedro.

ESCENA VI.

DON JUAN, DOÑA LEONOR.

D.ª Leon.

Esta mentira ha sido

La que nuestro cuidado ha divertido.

D. Juan.

Fué del ingenio tuyo,

Que con eso que fué sutil arguyo.

D.ª Leon.

Ya del todo perdida

[p. 278]La vida, restauré en parte la vida;

Que lo que era evidencia,

Puse con el engaño en contingencia;

Que no es pequeño aviso

Saber hacer dudoso lo preciso.

D. Juan.

Tu padre en fin, ¿de entrambas sospechoso

Quedó?

D.ª Leon.

Tanto, que anda cuidadoso,

Yendo á casa y viniendo,

Escuchando á la una, á la otra oyendo;

Que hasta aquí no ha sabido

Cúyo el papel ni para quién ha sido:

Porque Inés, que tenía

Sola noticia de la culpa mia,

Sin que á decirlo acuda,

Dejó en su fuerza la primera duda.

Inés.

Yo no dije que era

El papel de Beatriz, porque pudiera

El papel desmentirme;

Y así en lo que dijiste estuve firme.

D. Juan.

Dicha fué que viniera

El papel de manera

Que á entrambas convenia;

Que bien se acuerda la memoria mia

De que no te nombraba

Y de que escrito de otra letra estaba.

Pero díme, ¿qué ha hecho

Beatriz al testimonio?

D.ª Leon.

Yo sospecho

Que, sujeta al indicio,

Si juicio tiene, ha de perder el juicio.

Pues, sobre su melindre y su locura,

Tan vana de su ingenio y hermosura,

Verse indiciada tanto

[p. 279]De una sospecha, la convierte en llanto.

Y estoy, Don Juan, gustosa de manera

De verla así, que diera

Porque fuera verdad y no fingido

El amor que en su culpa he introducido,

La vida.

Inés.

Piensa tú, señor, qué haremos

Por llevar adelante sus extremos.

D.ª Leon.

De nuestro amor industria lisonjera

El divertirla y el culparla fuera,

Pues con eso dejara

De perseguirme á mí, y ella callara.

D. Juan.

Ahora bien, pues yo quiero

Desta venganza tuya ser tercero,

Y trayendo conmigo

Para que la entretenga, un cierto amigo,

Haré... Pero ella viene.

Despues lo oirás, que aquí callar conviene.

D.ª Leon.

Pues véte, no te vea;

Que aunque aquesta sospecha en tí no sea

A toda ley, bien creo

Que es mejor desvelar nuestro deseo.

D. Juan.

Pues adios, Leonor bella.

Inés.

¡Santiago, cierra España! ¡A ella, á ella!

(Vanse Don Juan é Inés.)

ESCENA VII.

DOÑA BEATRIZ. — DOÑA LEONOR.

D.ª Beat.

(Para sí.) Aquí, que fénix estoy

(Porque al fin la fantasía

Hace y no hace compañía),

[p. 280]

Soliloquiar quiero hoy

Por qué tan infeliz soy,

Y en qué horóscopo nací;

Pues siendo mi honor en mí

Sol que el dia iluminó,

El eclipse padeció,

Y yo el efecto sentí.

Entre mi luz y mi ardor,

Con epiciclo confuso

El cuerpo opaco me puso

La mentira de Leonor.

D.ª Leon.

¿Qué me quieres?

D.ª Beat.

Es error,

Aunque á solas te he nombrado,

Fantasiar que te he llamado;

Que si el nombrar es llamar,

Hoy desvia con llamar,

Al contrario, mi cuidado.

D.ª Leon.

Pues ¿por qué, cruel conmigo,

Tu voz á solas se emplea?

D.ª Beat.

Pues que me interrogas, sea

Tu mendacio tu castigo.

¿Tú no fuiste, amor testigo,

La escrita?

D.ª Leon.

Sí.

D.ª Beat.

¿Tú no fuiste

La que, al paterno, dijiste,

Orden, que era para mí

El lineado papel?

D.ª Leon.

Sí.

D.ª Beat.

¿Tú no fuiste quien hiciste

Tan válida la mentira,

Que embelecó la verdad,

Acuada su puridad?

[p. 281]D.ª Leon.

Sí, Beatriz.

D.ª Beat.

Pues ¿qué te admira

Lamentar tu fraude?

D.ª Leon.

Mira

Lo que tu enfado causó;

Que no lo intentara, no,

Si tú ayudaras mi engaño;

Mas ya sucedido el daño,

Beatriz, primero era yo.

Negarte á solas no quiero

Que mia la culpa fué;

Pero tampoco querré

Confesársela á un tercero.—

Yo amo, yo adoro, yo muero

De amor...

(Sale Don Pedro al paño á espaldas de Doña Beatriz, y de cara á Doña Leonor: esta le ve y él se recata.)

ESCENA VIII.

DON PEDRO. — Dichas.

D.ª Leon.

(Ap.)Mi padre. ¡Ay de mí!

D. Ped.

(Ap.) «Yo muero de amor» oí

A Leonor.

D.ª Leon.

(Ap.Cure mi error

Mi voz.) ¡Yo muero de amor,

Dices delante de mí!

¡Yo quiero!

D. Ped.

(Ap.)¿Esto llego á ver?

D.ª Leon.

¡Yo amo!

D. Ped.

(Ap.)¿Aquesto llego á oir?

D.ª Leon.

¡De amor muero, ha de decir

[p. 282]Una principal mujer!

Mi padre lo ha de saber;

Que aunque tú me has dicho aquí

Que á él no, pero á mí sí

Lo confiesas, brevemente

Lo sabrá.

D.ª Beat.

¿Qué dices?

D.ª Leon.

Tente,

No te apropincues á mí.

D.ª Beat.

El concepto dificulto

De tus extremos, Leonor.

D.ª Leon.

No me empañes el candor

De mi castísimo bulto.

D.ª Beat.

¿Qué mudanza?...

D.ª Leon.

¿Tal insulto

Pronunciar tu lengua osa?

D. Ped.

(Ap.) Leonor es la virtüosa.

D.ª Beat.

Oye, hermana.

D.ª Leon.

Aqueso no,

Que tener no puedo yo

Hermana libidinosa.

(Vase.)

ESCENA IX.

DON PEDRO, DOÑA BEATRIZ.

D.ª Beat.

¿Quién tales extremos vió?

¿Quién vió tales sentimientos?

¿Quién vió tales fingimientos

De un instante á otro?

D. Ped.

Yo,

Yo los ví, Beatriz, y no

En vano el cuidado ha sido

[p. 283]Que con las dos he tenido.

D.ª Beat.

Señor, ¿tú estabas aquí?

D. Ped.

Sí, sí, Beatriz, aquí estaba.

D.ª Beat.

¿Oiste á Leonor lo que hablaba?

D. Ped.

Lo que habló Leonor oí.

D.ª Beat.

¿Luego ya estarás de mí

Desengañado?

D. Ped.

Sí estoy,

Pues he llegado á ver hoy

Que una hermana menor pueda

Reñirte.

D.ª Beat.

¡Que tal suceda!

Infausta y crinita soy.

D. Ped.

¿Qué crinita, ni qué infausta?

D.ª Beat.

Señor...

D. Ped.

Beatriz, bueno está;

Basta lo afectado ya,

Lo enfadoso basta, basta;

Que es lo que más te contrasta

Para que vencida quede

Tu opinion: bien verse puede,

Si á hablar así te acomodas,

Que quien no habla como todas,

No como todas procede.

Yo sé que el cuidado ha sido

Y el papel de un caballero,

Bachiller y chocarrero,

Libre y mal entretenido:

Y que le quieres he oido,

Cuando Leonor te reñia.

Culpa ha sido tuya y mia;

Mas remediarélo yo.

Aquí el estudio acabó,

Aquí dió fin la poesía.

[p. 284]Libro en casa no ha de haber

De latin, que yo le alcance.

Unas Horas en romance

Le bastan á una mujer.

Bordar, labrar y coser

Sepa sólo: deje al hombre

El estudio... Y no te asombre

Esto; que te he de matar,

Si algo te escucho nombrar

Que no sea por su nombre.

D.ª Beat.

Subordinaba al respeto,

Girasol de tu semblante,

En estilo relevante

No frasificar prometo.

Deja empero á tu conceto

Desvanecer la apariencia,

Que el engaño hizo evidencia,

Que hizo caso la malicia,

Queriendo con su injusticia

Captar tu benevolencia.

D. Ped.

¡Beatriz!

D.ª Beat.

Ausculta propicio...

D. Ped.

¡Bien enmendada te veo!

D.ª Beat.

Por tu anticipata...

D. Ped.

Creo

Que hoy me has de quitar el juicio.

(Vanse.)


[p. 285]Sala en casa de Don Alonso.

ESCENA X.

DON ALONSO, MOSCATEL.

D. Alon.

¿Eso la pícara dijo?

Moscat.

De tu amor tan ofendida,

Como si fuera hija Inés

Del Preste Juan de las Indias:

«Decid, dijo, á vuestro dueño

Que mi valor no conquista,

Que soy grande para dama,

Y para esposa soy chica».

D. Alon.

Eso á reyes de comedia

No hay condesa que no diga

De Amalfi, Mantua ó Milan,

Mas no las de Picardía.

¡Válgate el diablo, picaña!

¿Cómo no tienes á dicha

Que te hable un hombre que al fin

Una camisa trae limpia?

Moscat.

Señor, cada ropa blanca

Su semejante codicia.

D. Alon.

¿Y qué te pasó con Celia?

Moscat.

Estaba á su celosía

Asomada, y áun borracha,

Pues dijo, ¿por qué no ibas

A verla? Y esto, señor,

En juicio no lo diria,

Porque ¿cómo has de ir á verla,

Si ya la viste ha tres dias?

D. Alon.

Mi firmeza me destruye;

[p. 286]Porque todas imaginan,

Siendo galan al quitar,

Que lo he de ser de por vida.

Pues ¡mejor es lo que á mi

Me ha pasado! Como iba

En un coche Doña Clara,

Llamóme, lleguéme á oirla,

Y díjome que á la tarde

(Ahí es una niñería)

La enviase veinte varas

De lana, porque queria

Hacer en mi nombre una

Pollera. Y á media risa

Pregunté de qué color:

Respondió que de la mia,

Y así al propósito hice

De repente esta quintilla:

«De mi color, bien mi amor

Dar la pollera quisiera;

Mas es tanto mi temor,

Que no me dejas color

De que hacerte la pollera.»

Con esto me descarté

De la lama.

Moscat.

Linda finca

Es un desenfado.

D. Alon.

¿Cómo?

Moscat.

Como paga á chanza vista.

D. Alon.

¿No sabes lo que en aquesto

Más me mata, más me admira?

Que usándose hombres que nieguen,

Se usen mujeres que pidan.

Moscat.

Piden por su devocion.

(Ap. ¡Qué presto de Inés se olvida!

[p. 287]Celos, adios.)

D. Alon.

Moscatel.

Moscat.

Señor.

D. Alon.

¿Quieres que te diga

Una verdad?

Moscat.

Si contigo

Lo puedes acabar, díla.

D. Alon.

La Inesilla me ha picado.

Moscat.

¿Tan aguda es la Inesilla?

D. Alon.

Y por hacer burla della

Solamente, he de rendilla.

Allá has de volver.

Moscat.

¿Yo?

D. Alon.

Sí.

Moscat.

(Ap.) Celos, no adios tan aprisa.

D. Alon.

La dirás...

ESCENA XI.

DON JUAN. — DON ALONSO, MOSCATEL.

D. Juan.

¡Gracias al cielo

Que os traigo nuevas un dia

De contento! porque amor

No siempre ha de ser desdichas.

Ya cesaron sus disgustos,

Sus pesares, sus rencillas;

Que como es niño, el semblante

Que ayer fué llanto, hoy es risa.

Ayer de vuestro valor

Me valí, cuando tenía

Empeños de honor; y ahora

Que han mejorado de dicha,

[p. 288]Me he de valer, Don Alonso,

De vuestra cortesanía,

Buen gusto y sutil ingenio,

Porque en dos iguales líneas

Los dos extremos toqueis

Del pesar y la alegría.

D. Alon.

Pues bien, ¿qué os ha sucedido?

D. Juan.

De cuanta culpa tenía

Leonor, hizo á Beatriz dueño,

Cautelosa y prevenida.

Dudó el padre entre las dos

Cúya fuese la malicia,

Y quedó por fe dudosa

La que era culpa precisa.

Para ayudar este engaño

Con Beatriz y divertirla

(Que si hay envidia entre hermanos

Es la más cruel envidia),

Me ha pedido que con ella

Algun nuevo amante finja,

Porque la importa en extremo,

O culparla ó divertirla.

Y aqueste habeis de ser vos,

Ayudandôs ella misma

A la entrada de su casa;

Y así, desde aqueste dia

La habeis de asistir, pasear,

Adorar su celosía.

Solicitar sus criadas.

Donde saliere seguirla,

Escribirla...

D. Alon.

Deteneos;

Que ni hablarla ni servirla,

Ni pasearla ni mirarla

[p. 289]Sabré yo hacer en mi vida.

¿Yo mirar á una ventana

Embobado todo el dia,

Haciendo el amor ardiente

A un cántaro de agua fria?

¿Yo sobornar á una moza,

Porque mis penas la diga?

¿Yo abrazar un escudero

Con la barba hasta la cinta?

¿Yo seguir á una mujer,

Ni saber dónde va á misa

Ni si la oye? (Que al fin yo,

Don Juan, en toda mi vida

He averiguado á mi dama

Si tiene ó no tiene crisma:

Y ellas se alegran, pues todas

Niegan donde se bautizan.)

¿Yo escribir papel tan cuerdo

Que mil locuras no diga,

Donde ande el razonamiento

Entre el afecto y la dicha?

¿Yo parlar á una ventana,

Dos horas de noche fria,

Para pedir una mano

A quien siempre que la pida

Me responda, «es de mi esposo»,

Y con aquesta porfía

Me ande con su doncellez

Dando en rostro cada dia?

Vive Dios, que ántes me deje

Morir, que á una mujer siga,

Ni solicite ni ronde,

Ni mire ni hable ni escriba.

Porque en no teniendo yo

[p. 290]Libre entrada á mis visitas,

Donde tome mi despejo

A la primera vez silla,

La segunda taburete,

Y la tercera tarima,

Siendo mi lecho el estrado,

Y mi almohada una rodilla,

Y haciendo así que me rasquen

La cabeza, si me pica;

No daré por cuanto amor

Hay en el mundo, dos higas.

Y ¡mirad, pues, qué mujer

Tan chistosa y entendida

Traeis! sino una mujer

Que habla siempre algarabía,

Y sin calepino no

Puede un hombre entrar á oirla.

Y así, mirad si teneis

Algun disgusto en que os sirva;

Que, vive Dios, que primero

Con diez hombres legos riña,

Que con una mujer culta;

Que ha de ser la dama mia,

Como fianza, abonada,

Sobre lega, llana y lisa.

D. Juan.

En la corte, D. Alonso,

¿Cada dia no se mira

Por hacer tercio á un amigo,

Enamorar á una amiga?

D. Alon.

Tambien se mira, Don Juan,

En la corte cada dia

Perder uno su dinero

Por hacer tercio á una rifa.

D. Juan.

Yo no quiero que tu amor

[p. 291]Sea, sino que lo finjas;

Que esto todo ha de ser burla.

D. Alon.

Mucho lo fingido obliga,

Y ¡hacer burla de una loca

Tan vana y tan presumida!...

Moscat.

(Ap.) ¡Qué presto hizo la razon

A la ocasion que le brinda!

Tan loco nos venga el año.

D. Alon.

Cuanto sea engaño y mentira,

Vaya; mas pensar que tengo

De obligarla ni sufrirla,

Es pensar un imposible.

D. Juan.

Ni nadie á aqueso os obliga.

D. Alon.

Desde aquí empezaré á hablarla.

D. Juan.

Vamos á su casa misma,

Y en el camino os diré

Destas cosas conocidas

Que importan, y haré que entreis

A hablarla.

D. Alon.

Vamos aprisa;

Que ya de pensar, Don Juan,

Lo que hoy á las burlas mias

Han de responder sus véras,

Me estoy muriendo de risa.

Moscat.

Quiera amor no pare en llanto.

D. Alon.

¿Qué llanto, necio, si miras

Que todo es burla? pues solo

Mi libertad solicita

Hacer buen tercio á Don Juan,

Vengar á Leonor divina,

Burlar á Beatriz hermosa,

Y retozar á Inesilla.

Moscat.

(Ap.) No será, no, sino echarse

Con la carga de mis dichas.


[p. 292]Cuarto de Beatriz con una alacena.

ESCENA XII.

BEATRIZ, INÉS.

Inés.

Grande, señora, es tu melancolía.

D.ª Beat.

¿Cómo no ha de ser grande, siendo mia?

Y ¿harta razon no tengo?

Pues por Leonor, con mi ascendente vengo[2]

A padecer calumnias de que amo,

Cuando la misma ingratitud me llamo.

¡Yo, pensar que he escuchado á un hombre amores,

Que un papel admití, que dí favores,

Que entró en mi cuarto abriendo una fenestra,

Que fué el tacto la nube de mi diestra!

Cosas son, que el escrúpulo más leve,

Dentro de mí ni áun á pensar se atreve.

Y así, aqueste retiro

Donde la luz del sol apénas miro,

Lúgubre será esfera,

Donde equívoca yo que vivo, muera:

Estancia será esquiva,

En que burlando lo que muero, viva.

El sol, Narciso de jazmin y grana,

Desde el primer fulgor de la mañana

Al parasismo de la noche fria

Adonde espera el parangon del dia,

No me ha de ver la cara;

Si ya con luz no penetrase avara

[p. 293]A esta mansion, en donde

Mi profanado pundonor se esconde.

Lloren aquí mis ojos

Sinónomos neutrales... digo, enojos

De torpes desvaríos,

Que son ajenos, y parecen mios.

—Inés, ¿no me he quejado

En bien humilde estilo, en bien templado?

Si mi padre me oyera,

¡Oh cuánta enmienda en mis discursos viera!

Inés.

Mucha, bien que del tema reformado

Algunas palabrillas te han sobrado.

D.ª Beat.

Díme, ¿cuáles han sido?

Inés.

Lúgubres y crepúsculos he oido,

Equívocos, sinónomos neutrales,

Fenestras, parasismos, y otras tales

De que yo no me acuerdo.

D.ª Beat.

Con la estulticia que hay, el juicio pierdo.

Pues esas ¿no son voces de cartilla,

Que un portero las sabe de la villa?

Mas desde aquí prometo

Que calce mi conceto,

A pesar de Saturno,

Vil zueco, en vez de trágico coturno.

Inés.

(Ap.) Enmendándose va.

D.ª Beat.

Y si tú me oyeres

Frase negada á bárbaras mujeres,

Por ver si en esto topa,

Tírame de la manga de la ropa.

Inés.

La concesion aceto,

Y ser fiscala de tu voz prometo.

[p. 294]ESCENA XIII.

DOÑA LEONOR, DON ALONSO, MOSCATEL. — DOÑA BEATRIZ, INÉS.

D.ª Leon.

(Ap. á Don Alonso.)

Esta es Beatriz, y puesto que has venido

A divertirla, su galan fingido,

Hablarla aquí podrás seguramente:

Yo atenta á que no haya inconveniente,

Con Don Juan allí hablando,

Hoy las espaldas te estaré guardando.

(Vase.)

D. Alon.

(Ap.) ¿Quién crêrá que he tenido

Mudo el amor, áun siendo amor fingido?

Inés.

Moscatel, ¿qué es aquesto? (Ap. á él.)

Moscat.

La droga introducir, que se ha dispuesto.

Inés.

¿Por qué entras acá tú?

Moscat.

Porque te amo,

Y no has de estar á tiro de mi amo

Sin escucha.

D.ª Beat.

(Viendo á Don Alonso.)

¿Qué es esto?

Inés.

Un hombre osado,

Que hasta aquí se ha entrado.

D.ª Beat.

¡Un hombre en mi cubículo!...

...[3]

... (Ap. á Inés.)¿Qué haces?

Inés.

Tirarte de la manga.

D.ª Beat.

¡Necio intento!

[p. 295]Deten, que sólo digo en mi aposento.

D. Alon.

Hermosa Beatriz, la voz

No des al aire, no des

Al cielo quejas, huidas

De la prision de clavel.

Oye piadosa mi pena

Sin enojarte, porque

No siempre fué de lo hermoso

Patrimonio lo cruel.

D.ª Beat.

¡Andas por antonomasia!

Inés.

(Ap. á su ama.)

Dos veces tiro.

D.ª Beat.

Está bien.

Atrevido caballero,

(Que has sido osado á romper

La clausura, donde el sol,

Que fénix y hoguera es,

Si tal vez entra atrevido,

Sale cobarde tal vez;

Y á no traer por disculpa

Que me viene el dia á traer,

No osara donde yo estoy

A entrar en átomos él),

¿Qué atrevimiento, qué audacia

Rige tu alevoso pié?

Inés.

(Ap.) Aquí empiezan sus engaños.

Moscat.

(Ap.) Él mismo vaya con él.

D. Alon.

Peritísima Beatriz,

Beatriz, dulce enigma, en quien

Vive de más el hablar

Ó de más el parecer:

Yo soy aquel que dos años

Viviente girasol fué

De la luz de tu beldad,

Fragrante al llegarte á ver,

[p. 296]Cuanto mustio al ausentarte,

Que entre el morir y el nacer,

No hubo más distancia, que entre

Si se ve, ó si no se ve.

Inés.

(Ap.) Atencion, señoras mias;

Entre mentir ó querer,

¿Cuál será lo verdadero,

Si esto lo fingido es?

D. Alon.

La causa hoy de tanto absurdo

Es haber hallado ayer

Tu padre el criado mio,

Que te traia un papel;

Y viendo la obligacion

Que tengo á quien soy, osé,

Temeroso de tu riesgo,

Ahora que ocasion hallé,

Entrar hasta aquí.

D.ª Beat.

Detente,

Que ya me incumbe saber,

Aunque mi riesgo derogue

La más inviolable ley,

Qué papel, ó qué criado,

Aquese que dices fué.

D. Alon.

El criado, este criado;

El papel, aquel papel

Que abrió Leonor, siendo tuyo,

Porque á ella se le dió Inés.

Inés.

Yo no se le dí, que ella

Me le quitó sin querer.

D.ª Beat.

¿Tuyo era el criado?

D. Alon.

Sí.

D.ª Beat.

¿Y tuyo el papel?

D. Alon.

Tambien.

D.ª Beat.

¿Y para mí?

[p. 297]D. Alon.

Pues ¿qué dudas?

D.ª Beat.

Antes no dudo, pues sé

Que mi muerte y homicida

Fuiste de mi paz, cruel,

Tirano, que introdujiste

Escrúpulos en mi fe.

Vuelve, vuelve las espaldas

De piadoso y de cortés;

Que solicitas mi muerte

Si aquí mi hermana te ve,

Porque hará verdades hoy

Los fingimientos de ayer.

Inés.

(Ap.) ¡Qué fácilmente creyó

Lo que él contó y yo afirmé!

Moscat.

(Ap.) En fin, no hay cosa más fácil

Que engañar una mujer.

D.ª Beat.

Y no quieras más victoria

De mi vanidad, que ver

Que por tí lloran mis ojos;

Que puede en efecto hacer

Costar lágrimas un hombre,

Sin quererle una mujer;

Que no las lágrimas siempre

Señas son de querer bien.

Véte.

D. Alon.

(Ap.)Más lo deseo yo;

Que estoy ya para perder

El juicio, buscando modos

Para responder.

D.ª Beat.

No des

Más escándalo en mi casa;

Que basta el primero ser

Que concupiscible oí.—

(Tírale Inés de la manga.)

[p. 298]No tires más, déjame;

Que tienes traza, por Dios,

De dejarme manca.

D. Alon.

En fe

De amante humilde, será

Opuesto planeta quien

Ausentándose, sabrá

Obedeceros cortés;

Pero en sabiendo mi amor.

D.ª Beat.

Pues adios, que ya lo sé.

D. Alon.

(Ap. á Moscatel.)

No se ha empezado muy mal.

Moscat.

Ni se ha acabado muy bien,

Que viene gente.

Inés.

¡Ay, señora!

Ir no le dejes.

D.ª Beat.

¿Por qué?

Inés.

Porque al paso están hablando

Leonor, Don Juan, y tambien

Tu padre.

Moscat.

El padre es el diablo

Destos enemigos tres.

D.ª Beat.

Mi climatérico dia

Es hoy (¡ay de mí!) si os ven,

Porque contra mí los cielos

Han sabido disponer

Evidencias que acrediten

Culpas, que no imaginé.

Para el cuarto de mi padre

El paso esta cuadra es:

No podeis salir de aquí,

Ni allá dentro entrar podeis;

Y así, ántes que aquí entren,

Fuerza el esconderos es.

D. Alon.

¿Es comedia de Don Pedro

[p. 299]Calderon, donde ha de haber

Por fuerza amante escondido,

O rebozada mujer?

D.ª Beat.

Esto conviene á mi honor.

D. Alon.

¿Yo me tengo de esconder?

Moscat.

Inés, mala burla es esta. (Ap. á ella.)

Inés.

Y muy mala, Moscatel.

D.ª Beat.

Esto he de deberos.

D. Alon.

(Ap.)¡Cielos!

Considerad que no es bien

Darme tan fino el pesar,

Siendo tan falso el placer.

D.ª Beat.

¿Qué esperais?

D. Alon.

¿Qué he de esperar?

Saber adónde ha de ser

Donde tengo de esconderme.

Inés.

Donde estar mejor podeis,

Es en aquella alacena

De vidrios.

D.ª Beat.

Has dicho bien.

D. Alon.

¡Lindo búcaro del Duque,

O de la Maya seré!

¿Yo en alacena de vidrios?

¡Vive Dios!...

D.ª Beat.

Preciso es.

Inés.

Entrad.

D. Alon.

Sin un calzador,

No es posible.

Inés.

Entra tambien.

Moscat.

¿Es alacena de dos,

Como mula de alquier?

(Al entrar en la alacena, quiébranse vidrios.)

Inés.

Mirad que quebrais los vidrios.

[p. 300]ESCENA XIV.

DON PEDRO, DOÑA LEONOR, DON JUAN. — DOÑA BEATRIZ, INÉS.

D. Ped.

Hola, unas luces traed

A esta sala.

D. Juan.

(Ap.)¡Vive Dios,

Que no sé lo que he de hacer,

Si halla á Don Alonso aquí

Don Pedro! que yo bien sé

Que no tiene el cuarto puerta

Por donde salir; y en fe

De haberle empeñado yo,

Y ser mi amigo tambien,

No sé, como llegue á verle,

Qué remedio puede haber.

D.ª Leon.

(Ap.) ¡Oh nunca hubiera inventado

La venganza que busqué,

Pues empezando de burlas,

Tan de véras viene á ser!

D. Ped.

Aquestas noches, Don Juan,

¿A qué hora os recogeis?

D. Juan.

Temprano. (Ap. Aquesto es decirme

Que me vaya, y fuerza es.

En grande peligro dejo

A Don Alonso, por ser

Mi amigo. El estarme aquí

No es posible. Lo que haré,

Será estar siempre á la mira

De lo que ha de suceder.)

Queda adios.

[p. 301]D. Ped.

Adios.—Alumbra

Al señor Don Juan, Inés.

D. Juan.

No habeis de salir de aquí.

D. Ped.

Yo sé bien lo que he de hacer.

(Va Inés alumbrando, y Don Pedro acompañando á Don Juan.)

D.ª Leon.

(Ap.) ¿Adónde Beatriz habrá,

Pues yo no lo puedo ver,

A Don Alonso escondido?

D.ª Beat.

(Ap.) ¡Que tantos sustos me dé

Un hombre que no conozco!

(Vuelve Don Pedro, y Inés con la luz.)

D. Ped.

Entra aquesa luz, Inés,

En mi cuarto.

D.ª Leon.

(Ap.)Ahora sin duda

Da en su aposento con él.

D. Ped.

Entrad conmigo las dos,

Que os tengo que hablar.

(Suenan en la alacena vidrios rotos; Inés, al oirlo, deja caer la luz.)

Mas ¿qué

Es aquello?

Inés.

El candelero

Se me cayó.

D. Ped.

¡Que no estés

Nunca, Inés, en lo que haces!

Inés.

Sí estoy, señor.

(Vanse Don Pedro y Doña Leonor.)

ESCENA XV.

BEATRIZ, INÉS.

D.ª Beat.

Oye, Inés.

Pues mi padre se recoge

[p. 302]Tan presto, haz al punto que

Salgan de ahí aquesos hombres,

Sin que lo llegue á entender

Leonor.

Inés.

No lo entenderá.

Mas díme, ¿cómo ha de ser?

Que mi señor no bajó

Con Don Juan por ser cortés,

Tanto como por cerrar

Las puertas.

D.ª Beat.

Procura hacer

Que salgan como pudieren.

(Vase.)

Inés.

Ya por donde salgan sé.

(Abre la alacena.)

Mis aprensados señores,

Bien desdoblaros podeis.

ESCENA XVI.

DON ALONSO, MOSCATEL. — INÉS.

D. Alon.

¡Vive Dios, que si no fuera,

Pícaro, por no sé qué,

Que te matara!

Moscat.

No pude

Más, si los vidrios quebré,

Que eran vidrios en efecto.

Inés.

Venid conmigo.

D. Alon.

¡Ay, Inés!

Si fuera el susto por tí,

Fuera empleado más bien.

Moscat.

No fuera sino muy mal.

¿Que ahora de humor estés?

D. Alon.

No puedo conmigo más.

[p. 303]Vamos... Mas por no perder

Ocasion, toma un abrazo.

Moscat.

(Ap.) Cordero en brazos de Inés,

El hombre le vió mil veces;

Pero sola aquesta vez

Es el abrazado el hombre,

Y el cordero el que lo ve.

Inés.

Salgamos presto de aquí.

D. Alon.

¿Quién dice que no?

Inés.

Que aunque

Mi señor cerró las puertas,

Bien salir los dos podeis.

Arrojáos, sin que os sientan,

Por este balcon. Ea, pues.

D. Alon.

¿Eso tenemos ahora,

Inés? ¡Balconear, despues

De una alacena!

Inés.

Es forzoso.

Moscat.

Y diga la tal Inés,

¿Es muy alto?

Inés.

Del segundo

Cuarto no más. No aguardeis.

D. Alon.

¿Mas que me quiebro una pierna?

Hombres que enamorais, ved,

Si estos lances en quien ama

Se dejan aborrecer,

En quien no ama, ¿qué será?

¡Mal haya quien quiere bien!


[p. 304]

JORNADA TERCERA.


ESCENA PRIMERA.

DOÑA BEATRIZ. — INÉS.

D.ª Beat.

¿Qué dices?

Inés.

Digo que habiendo...

D.ª Beat.

¡Ay Dios! ¿Cómo, Inés, ha sido?

Inés.

Los dos Luzbeles caido,

Llegaron con mucho estruendo

Unos hombres, pretendiendo

Conocerlos; y despues

Repararon (tanta es

De amo y mozo la destreza)

El uno con la cabeza

Lo que el otro con los piés.

D.ª Beat.

¿Quién, Inés, te lo contó?

Inés.

Relacion es de un criado

Del galan de pié quebrado

Cuanto he referido yo;

Que como cojo partió

Del salto del balcon, fuí

A verle á su casa.

D.ª Beat.

Y dí,

¿Quién le vulneró, ó le ha herido?

Inés.

Aqueso no se ha sabido.

[p. 305]D.ª Beat.

¿Doliente, en fin, yace?

Inés.

Sí.

Pierna y cabeza llevó

Quebradas; aunque ya está

Mucho mejor.

D.ª Beat.

¿Quedará

Claudicante?

Inés.

¿Qué sé yo

Que es claudicante? ¡Que no

Has de perder vicio tal!

D.ª Beat.

¿Hay demencia? ¿Hay tosca igual?

El claudicante no es

Hombre de alternados piés,

Sí el que ambula desigual.

Inés.

No sé lo que es, ni qué no;

Solo sé, de temor llena,

Que ha estado herido.

D.ª Beat.

Su pena,

¡Ay de mí! padezco yo.

Un hombre en mi cuarto entró,

De mis ánsias informado,

Resuelto y determinado:

Accion fué que me obligó

Al compas que me ofendió;

Pues si ofensa el amor piensa

Ser, la accion en mi defensa

La construye obligacion:

Luego compatibles son

La obligacion y la ofensa.

Vino mi padre; y aquí

Trágica mi historia fuera,

Si cortés no obedeciera

Los preceptos que le dí.

Por mí escondido, por mí

[p. 306]Precipitado y caido,

De otra mano quedó herido:

Pues si iguales llego á ver

Qué sentir y agradecer,

¿Cuál será lo preferido?

Inés.

Pues ¿qué pena es esta ahora?

¿Qué tienes, que triste estás?

D.ª Beat.

¿Qué quieres que tenga más?

Inés.

No le gastes á la aurora

Las blancas perlas ahora

Que ha de echar ménos despues.

D.ª Beat.

¡Ay, Inés mia! ¡Ay, Inés!

Si tú guardarme quisieras

Un secreto, tú supieras

Mi tormento.

Inés.

Díle pues,

Que aunque siempre en mi lugar

San Secreto esclarecido

Dia de trabajo ha sido,

Le quiero canonizar

Y hacer fiesta de guardar.

D.ª Beat.

Pues si eso ha de ser así,

Yo he de fiarme de tí.

A este galan caballero

Agradecer, Inés, quiero

Lo que ha pasado por mí;

Pero no quisiera que él

Sepa que lo siento yo,

Porque ser piadosa hoy, no

Es dejar de ser cruel.

A mi obligacion fïel

Y fiel á mi honor, que intente

Saber dél mi fe consiente,

No por él, sino por mí.

[p. 307]Inés.

Claro está que será así.

(Ap. ¡Ay, señores! que ya siente.)

D.ª Beat.

Quisiera que te llegaras,

Como que de tí salia,

A visitarle, Inés mia,

Y de su mal te informaras.

Inés.

¿Y qué más?

D.ª Beat.

Que le llevaras

Una banda, y le dijeras

Que tú la ladrona eras

Del favor.

Inés.

Está muy bien,

Y haré este papel tan bien,

Como tú misma le hicieras.

Dame la banda, y verás

Cuál mi chinelita anda.

D.ª Beat.

Yo voy, Inés, por la banda,

Pero mira que jamás

Nada á Leonor le dirás.

Inés.

Nada le diré á Leonor.

(Vase Beatriz.)

ESCENA II.

DOÑA LEONOR. — INÉS.

Inés.

¡Victoria por el amor!

D.ª Leon.

¿De qué es el contento, Inés?

Inés.

Yo te lo diré despues...

Pero primero es mejor,

Que reviento (te prometo),

Porque en Dios y mi conciencia

Que hizo nuestra diligencia

En Beatriz un grande efeto.

[p. 308]D.ª Leon.

¿Qué fué?

Inés.

Encargóme un secreto,

Y fué haberme encomendado

Que le cuente de contado:

Claro es, pues cuando no fuera

Por decirlo, lo dijera

Por habérmelo encargado.

De Beatriz la fantasía

Ya Don Alonso rindió:

En tal lenguaje la habló,

Que á pesar de su porfía,

Conmigo una banda envía.

En fin, en fin ha de ser

Mujer cualquiera mujer.

Por la banda quiero ir...—

Y aunque te lo he de decir

Yo, tú no lo has de saber.

D.ª Leon.

Digo que no lo sabré.

(Vase Inés.)

ESCENA III.

DON JUAN. — DOÑA LEONOR.

D. Juan.

Pues ya yo lo tengo oido:

Con esto quedo advertido

De cuán en vano esperé

La firmeza de tu fe.

Ahora veo que en amor

Número hay; pues en rigor,

Por no dejarte infeliz,

Crece un afecto en Beatriz,

Cuando ha faltado en Leonor.

D.ª Leon.

Pues ¿en mí ha faltado? dí.

[p. 309]D. Juan.

En tí, Leonor, ha faltado;

Que aunque he sufrido y callado

Mis desdichas hasta aquí,

Fué porque pensé hoy de tí

Que averiguarlas pudiera,

Sin que á tí te lo dijera;

Mas siendo fuerza sentirlas,

No muera yo sin decirlas,

Ya que sin vengarlas muera.

Don Alonso, por tu gusto,

A hablar á Beatriz entró.

Ni arguyo ni pruebo yo

Si fué justo ó no fué justo.

Por excusar su disgusto

A costa de su opinion,

Se arrojó por un balcon,

Cuando yo en la calle estaba

A esperar en qué paraba

Su empeño. Fué en ocasion

El bajar, que habian entrado

Dos hombres en ella; y yo

Me desvié, porque no

Les diese el verme cuidado.

Estando pues apartado,

Las cuchilladas oí,

Y á ellas al punto acudí;

Y por presto que llegué,

Ya los dos hombres no hallé,

Y herido á mi amigo ví.

Mira si de mis recelos

Puede haber causa mayor,

Pues en su fingido amor

Ví mis verdaderos celos.

Testigos hago á los cielos

[p. 310]Del dolor que sentí allí.

Quien acuchilla (¡ay de mí!)

A quien sale de tu casa,

Bien dice que en ella pasa

Mi agravio. Por tí y por mí

Disimular he querido,

Como he dicho, hasta llegar

(¡Ay Leonor!) á averiguar

Quién ese galan ha sido:

Y viendo que no he podido

Y que son intentos vanos,

Porque mis celos villanos

No murmuren en mi mengua

Quiero que diga la lengua

Lo que no han hecho las manos.

Quédate, ingrata, que no,

Pues que ya me he declarado,

Me has de ver desengañado.

D.ª Leon.

¿No tengo una hermana yo

Que pueda ser causa?...

D. Juan.

No,

Que si tú hermana tuvieras

De quien amores supieras,

No culparla procuraras,

Pues no era bien la acusaras

Ni de burlas ni de véras.

Y supuesto que has querido

Fingirla un galan, infiero

Que á tenerle verdadero,

No se le dieras fingido.

D.ª Leon.

Plegue al cielo...

D. Juan.

No te pido

Satisfacciones, Leonor.

D.ª Leon.

Ni estas lo son, que es error,

[p. 311]Cuando nunca te he ofendido.

D. Juan.

Pues que tú la causa has sido,

Deja que muera mi amor.

(Vanse.)


Sala en casa de Don Alonso.

ESCENA IV.

DON ALONSO, MOSCATEL.

Moscat.

Señor, ¿qué tienes? ¿Qué es eso?

¿En qué piensas? ¿En qué tratas?

¿En qué discurres? ¿En qué

Imaginas? Dí, ¿en qué andas?

¡Tú melancólico! ¡Tú

Divertido! ¿Qué mudanza

Es aquesta? ¿Tan válida

Ha sido una cuchillada

Contigo, tanto consigue

Una herida, tanto alcanza

Un balcon, que han acabado

Contigo no hablar de chanza?

D. Alon.

¡Ay de mí! que no sé, no,

Qué es lo que siento en el alma,

Que es bien y parece mal,

Que es gusto y parece ánsia.

Moscat.

¿Tú, señor, no me dijiste

Que no era tan afectada,

Como Don Juan te habia dicho?

D. Alon.

Es verdad.

Moscat.

¿Tú no la alabas

De hermosa?

[p. 312]D. Alon.

Sí.

Moscat.

¿Tú no sientes

Que hombres en su calle haya

Que acuchillen?

D. Alon.

No lo niego;

Pero tal tengo la causa.

Moscat.

Luego son celos.

D. Alon.

No son,

Que no se me diera nada

Que hubiera hombres, como dieran

Celos, y no cuchilladas.

Fuera de que si yo fuí

A verla, fué por burlarla,

De Don Juan apadrinado;

Y fuera historia muy mala

Haberme llevado á ser

El burlado yo.

Moscat.

En la plaza

Un toricantano un dia

Entró á dar una lanzada,

De un su amigo apadrinado.

Airoso terció la capa,

Galan requirió el sombrero,

Y osado tomó la lanza

Veinte pasos del toril.

Salió un toro, y cara á cara

Hácia el caballo se vino,

Aunque pareció anca á anca,

Porque el caballo y el toro,

Murmurando á las espaldas

Se echaron dos melecinas

Con el cuerpo y con el asta.

Cayó el caballero encima

Del toro, sacó la espada

[p. 313]El tal padrino, y por dar

Al toro una cuchillada,

A su ahijado se la dió;

Y siendo de buena marca,

Levantóse el caballero,

Preguntando en voces altas:

«¿Saben ustedes á quién

Este hidalgo apadrinaba?

¿A mí, ó al toro?» Y ninguno

Le supo decir palabra.

Aplica ahora: apadrinado

De Don Juan, fuiste á la casa

De Beatriz, la suerte erraste,

Y nadie á saber alcanza

Si era Don Juan tu padrino,

U de Beatriz.

D. Alon.

Calla, calla.

¡Qué mal aplicado cuento!

Moscat.

Bien ó mal, á Dios doy gracias

De que ya no reñirás

Mi amor; pues que ya en la danza

Entras tambien.

D. Alon.

Si es así,

Díme, ya que desta dama

Esté un hombre enamorado,

¿De qué servicio es guardarla?

Moscat.

Eso no, que no se pierde

Tan presto una mala maña.

(Llaman dentro.)

D. Alon.

Mira quién llama á esa puerta.

Moscat.

¿Quién es?

[p. 314]ESCENA V.

INÉS. — DON ALONSO, MOSCATEL.

Inés.

¿Está tu amo en casa,

Moscatel?

Moscat.

(Ap.¡Cielos! ¿qué miro?

Inés es ésta.) ¡Ay ingrata!

(Hablan los dos junto á la puerta.)

¡Viven los cielos, que vienes

A verle!

Inés.

Pues ¿qué pensabas?

(Ap. Quiero decir que es verdad,

Porque lo que más me agrada

Es dar celos de poquito.)

Sí, que le importa á mi fama

Que Don Alonso conozca

Que sé cumplir mi palabra.

Moscat.

¡Bien honrado pundonor!

Inés.

Quita.

Moscat.

No has de entrar.

Inés.

Aparta.

D. Alon.

¿Quién habla contigo?

Moscat.

Nadie.

Inés.

Mientes, que álguien es quien habla.

D. Alon.

Y muy álguien. ¡Inés mia!

Una y mil veces me abraza.

Inés.

Mil veces te abrazo y una,

Por pagarte en otras tantas.

(Pellízcala Moscatel.)

¡Ay!

D. Alon.

¿Qué es eso?

[p. 315]Inés.

Dióme un golpe

La guarnicion de tu daga.

D. Alon.

No dudo que tu venida

Sea á darme vida y alma;

Que aunque tú con Moscatel

Me respondiste enojada,

En fin, sabes que te quiero,

Y no has de ser siempre ingrata.

Inés.

Nunca lo fuí yo contigo;

Que á la primera palabra

Dije que á verte vendria.

D. Alon.

¡Pícaro! ¿Pues tú me engañas?

Moscat.

¿Yo, señor?

D. Alon.

¡Viven los cielos,

Que he de matarte á patadas!

Moscat.

(Ap.) Cumplióse el refran; mas no,

Que mandarme bailar falta.

Inés.

(Ap.) En sabiendo á lo que vengo,

Moscatel se desengaña.

Duren los celos un poco.

Moscat.

¡Vive Dios! ¿De una picaña?...

Inés.

Pícaro, hablad con respeto:

Mirad que soy vuestra ama.—

A solas quisiera hablarte. (A Don Alonso.)

Moscat.

(Ap.) ¡A solas!

D. Alon.

Salte allá, y guarda

Esa puerta.

Moscat.

(Ap.)¡Yo la puerta!

¡Viven los cielos!

D. Alon.

¿Qué hablas?

Moscat.

Que soy leal, y no tengo

De consentir tal infamia,

Que por una picarona

Exceso ninguno hagas,

[p. 316]Y se aventure tu vida.

D. Alon.

¿De cuándo acá tanto guardas

Mi salud? Salte allá fuera.

Moscat.

No me saldré, si me matas;

Que esto conviene á tu vida.

D. Alon.

Nunca te he visto con tanta

Lealtad.

Moscat.

Guardéla otras veces

Para esta ocasion.

D. Alon.

Ya basta.

(Échale á empellones.)

ESCENA VI.

DON ALONSO. — INÉS.

D. Alon.

Ya estás sola: vuelve, Inés,

A abrazarme.

Inés.

Aunque culpada

Me has hecho en venir á verte,

Por la opinion de mi ama

Ha sido, no porque vengo,

Como dije, por tu causa.

D. Alon.

No sé qué quieras decirme.

Inés.

Dirélo en breves palabras.

Beatriz, habiendo sabido

Como hubo unas cuchilladas,

De donde herido saliste,

A la puerta de su casa;

De tu herida condolida,

De tu término obligada,

Y de tu salud dudosa,

Te envía toda esa banda.

[p. 317]Favor es suyo, aunque ella

Me mandó que no llegaras

A saber que te la envía.

Con esto, adios.

D. Alon.

Oye, aguarda.

¿Beatriz se acuerda de mí?

¿Beatriz siente mis desgracias?

¿Beatriz me envía favores?

Novedad se me hace extraña.

Inés.

A mí no, porque en sabiendo

Que era tu voluntad falsa,

Supe que sería dichosa;

Que por no acertar en nada,

Más con nosotras merece

Quien finge, que no quien ama.

ESCENA VII.

MOSCATEL. — Dichos.

Moscat.

(Ap. al paño.) ¡Qué mal descansa un celoso!

¡Qué mal un triste descansa!

Mis penas veré; que ménos

Es verlas, que imaginarlas.

D. Alon.

Inés bella, pues Beatriz

Hoy de extremo á extremo pasa,

Pase yo de extremo á extremo;

Que aunque fineza no haga

De enamorado, de noble

La he de hacer. Aquí te aguarda

A que la escriba un papel.

(Vase.)

Moscat.

(Ap. Él se entra en esotra cuadra:

Descanse mi corazon.)

[p. 318]Tigre fregatriz de Hircania,

Vil cocodrilo de Egipto,

Sierpe vil, leon de Albania,

¿Tendrá mi lengua razones,

Tendrán mis labios palabras

Para quejarse de tí?

Inés.

No.

Moscat.

Pues si voces me faltan,

Tenga mi mano licencia

De darte de bofetadas

Siquiera.

Inés.

No quiera hacer

Tu mano tal; que ya bastan

Las burlas, que todo ha sido

Por sólo tomar venganza.

Picon fué.

Moscat.

Pues los picones

Si juegan, muden baraja

O truequen la suerte. Dame

Los brazos.

Inés.

De buena gana.

(Sale Don Alonso.)

D. Alon.

¿Qué es esto?

Inés.

Esto es abrazar

En mi tierra.

Moscat.

Ha sido tanta

La alegría de haber visto

Que ya esa fiera se ablanda

(La curiosidad perdona,

Si he escuchado cuanto hablas),

Que le dí á Inés este abrazo,

En albricias de la banda.

D. Alon.

Toma, Inés, este papel

Que le has de dar á tu ama,

[p. 319]Y para tí este diamante.

Inés.

Vivas edades más largas

Que claro está que es el fénix

Suegra mentira de Arabia.

(Vase.)

Moscat.

Ea, hagamos, señor, cuentas,

Que no he de quedar en casa.

D. Alon.

¿Por qué, Moscatel?

Moscat.

Porque

Amo no quiero que ama,

Y que no me acude á mí

Por acudir á su dama.

D. Alon.

¡Bien el haberte sufrido

Tantas locuras, me pagas!

Moscat.

Esto ha de ser.

ESCENA VIII.

DON JUAN. — DON ALONSO, MOSCATEL.

D. Juan.

¿Qué ha de ser?

D. Alon.

Irse quiere de mi casa.

D. Juan.

¿Por qué, Moscatel?

Moscat.

Porque

Ha hecho la mayor infamia,

La mayor ruindad, mayor

Bajeza, mayor...

D. Juan.

Acaba,

¿Qué ha sido?

Moscat.

Hase enamorado.

Mira si tengo harta causa.

D. Alon.

En esta locura ha dado,

Por haber visto con cuánta

Fineza sirvo á Beatriz

[p. 320]Por vos.

D. Juan.

Al amor doy gracias

Que ese cuidado dió fin,

Y han cesado ya mis ánsias.

D. Alon.

Pues ¿cómo de aquese empeño

Libre estais?

D. Juan.

Como se acaba

Hoy mi amor.

D. Alon.

Pues ¿y Leonor?

D. Juan.

Leonor de mi pecho falta;

Que como amor es fortuna,

Sujeto vive á mudanzas.

D. Alon.

Habeis de ir allá conmigo.

D. Juan.

Yo no he verla ni hablarla

En mi vida.

D. Alon.

Por Beatriz

He de volver á su casa,

Y á su calle á hablarla y verla

Por la tarde y la mañana,

Siendo yo el descalabrado,

Y vos la cabeza sana;

¿Y no ireis?

D. Juan.

No, porque herida

Más penetrante y tirana

Son mis celos, porque son

Mortal herida del alma.

D. Alon.

Pues troquemos las heridas;

Que yo primero tomara

Sea mortal ó venial,

Tener hoy descalabrada

El alma, que la cabeza.

Y esto bien claro se saca

Del efecto, pues si curan

En falso una herida, mata;

[p. 321]Y á los celosos da vida

Cualquier cura, aunque sea falsa.

D. Juan.

En fin, Don Alfonso, sea

Con poca ó con mucha causa,

No he de volver á poneros

En la confusion pasada.

D. Alon.

Ni por mí habeis de dejarlo,

Que á mí no se me da nada.

D. Juan.

Por mí lo dejo y por vos,

Porque vuestra herida basta.

D. Alon.

De una herida no escarmientan

Caballos de buena casta.

D. Juan.

Yo no he de volver allá,

Ni á su calle, ni á su casa.

D. Alon.

Pues cuando por vos no sea,

Por ver si á saber se alcanza

Quién me ha herido, he de volver.

D. Juan.

Cuando importe á vuestra fama,

Desde acá fuera podremos

Hacer diligencias várias.

D. Alon.

Yo más pretendo, Don Juan,

Buena opinion con las damas

Que con los hombres; y no

Es bien que mujer tan vana

Como Beatriz, de mí piense...

D. Juan.

Yo sabré desengañarla

De todo.

D. Alon.

Don Juan, Don Juan,

Hablemos verdades claras.

Yo he de ir á ver á Beatriz.

Moscat.

(Ap.) ¡Hablara para mañana!

Y dirá que miento yo.

D. Juan.

Si eso os importa, ¿qué os falta?

Id vos muy en hora buena.

[p. 322]D. Alon.

¿Cómo, sin que las espaldas

Me guardeis vos y Leonor?

D. Juan.

Yo no he de volver á hablarla.

D. Alon.

Esto habeis de hacer por mí;

Que no es cosa tan extraña,

Por hacer tercio á un amigo,

Volver á hablar una dama.

D. Juan.

Por vos, Don Alonso, haré

Lo que en mi vida pensaba.

Ahora bien, por vos iré,

Mas mirad ántes que vaya,

Que hay alacena.

D. Alon.

¿Qué importa?

Moscat.

Que hay balconazo.

D. Alon.

Que haya.

Moscat.

Que hay cuchillada.

D. Alon.

Eso no:

Fuera de que si amor traza

Que por sola una mentira

Me sucedan cosas tantas,

Vengan ya, por ser verdades,

Alacena y cuchilladas.

(Vanse.)


Calle.

ESCENA IX.

DON DIEGO, DON LUIS.

D. Diego.

Ya sabeis la voluntad

Con que siempre os he servido.

D. Luis.

Conozco vuestra amistad

[p. 323]Y sé, Don Diego, que ha sido

Con fineza y con verdad.

D. Diego.

Pues no me tengais á exceso

Una reprension.

D. Luis.

No haré.

D. Diego.

Aquel pasado suceso...

D. Luis.

¿Quereisme decir que fué

Locura? Yo lo confieso;

Porque haber á un hombre herido,

Que conmigo no ha tenido

Lances de competidor,

No trae disculpa mejor.

Fuerza es remediarlo, pues

Quien lleva ya en sus recelos

Perdido el miedo á los celos,

No se le tendrá despues.

D. Diego.

Y ahora ¿qué habeis de hacer

De lo que ya se trató?

Pues es cierto que á saber

Vuestros intentos llegó

Don Pedro.

D. Luis.

¿Qué hay que temer?

Deshácese un casamiento,

Siendo santo sacramento,

Despues que se efectuó,

¿Y no le desharé yo,

Sin efectuarle?

ESCENA X.

DON PEDRO. — DON DIEGO, DON LUIS.

D. Ped.

(Ap.)Atento

A este hielo que me abrasa,

[p. 324]A este, que me hiela, ardor,

A lo que en mi agravio pasa

Y al respeto de mi honor,

Tan tarde salgo de casa.

A Don Luis pretendo hablar;

Que mejor es acabar

De una vez con mi recelo,

Que no esperar que un mozuelo,

Que es fábula del lugar,

Se me atreva. Él viene aquí.

¡Cuánto de verle me alegro

Galan y noble! Este sí.

D. Diego.

Vuestro suegro viene allí.

D. Luis.

Pues huyamos de mi suegro.

D. Ped.

Señor Don Luis, informado

De vuestros deudos he estado

De que honrar habeis querido

Mi casa; y agradecido,

Como es justo, os he buscado

Para mostrar cuánto estoy

Ufano de merecer...

D. Luis.

Señor Don Pedro, yo soy

El que las dichas de ayer

Tiene por disculpas hoy.

Confieso que me atreví

A tanto empeño, y que fuí

Venturoso en tanto empeño,

Pues ser destas honras dueño

Por lo ménos merecí.

Pero fuí tan desdichado

En estas dichas, señor,

Que para tomar estado,

Un nuevo empeño de honor

Lo ha deshecho y lo ha estorbado.

[p. 325]D. Ped.

¿De honor empeño (Ap. ¡Ay de mí!)

Os retira desto?

D. Luis.

Sí.

D. Ped.

Pues ¿cómo? ¿En qué (Ap. Estoy mortal.)

Puede á Beatriz estar mal?

D. Luis.

Que no lo entendeis así;

Que de vuestro enojo, no

De mis disculpas ha sido

El honor bien entendido.

D. Ped.

¿De qué suerte?

D. Luis.

Porque yo,

Señor, habiendo sabido

Que su Majestad (que el cielo

Guarde por sol desta esfera,

Por planeta deste suelo)

Con su católico celo

Sale aquesta primavera;

Y sabiendo como hacía

Gente un señor, de quien fuí

Deudo por ventura mia;

Que me honrase le pedí

Con alguna compañía.

Hámela dado: este ha sido

El empeño que he tenido

Para no tomar estado;

Que el que es marido y soldado,

No es soldado ó no es marido.

Si yo volviere, señor,

Entónces con más valor

Me podeis hacer feliz;

Porque hoy casar con Beatriz

No le está bien á mi honor.

(Vanse Don Luis y Don Diego.)

[p. 326]ESCENA XI.

DON PEDRO.

«¡Porque hoy casar con Beatriz

No le está bien á mi honor!»

¡Válgame el cielo! ¿Qué ha sido

Lo que he visto y lo que he oido?

Poco siento (¡ay infeliz!)...

—Pero afligirme es error:

Si en aquel caso consiste

Su honor, miente mi temor.

¿Que en fin, cuanto piense un triste,

Siempre ha de ser lo peor?

(Vase.)


Sala en casa de Don Pedro.

ESCENA XII.

BEATRIZ, INÉS.

D.ª Beat.

Inés, ¿cómo el papel tomaste?

Inés.

Como

Todo cuanto me dan, señora, tomo.

D.ª Beat.

¡Sin duda le dirias

Que de mi parte ibas!

Inés.

Desconfías

De mí sin causa, porque yo he callado

Que era tuya la banda, y el recado

Callé por tu respeto,

[p. 327]Como suelo callar cualquier secreto.

D.ª Beat.

Pues Inés, ¿á qué efeto,

Si es así, me has traido

Papel?

Inés.

(Ap.¡Vive el Señor, que me ha cogido!

Mas yo me soltaré.) Que le trajera,

Me dijo, y que si acaso hallar pudiera

Ocasion, te le diese.

Yo le tomé, porque de mí creyese

Cuán de su parte estaba;

Que puesto que una banda le llevaba

Hurtada, que era tuya, bien crêria

Que un papel, que es más fácil, te traeria.

D.ª Beat.

Esa satisfaccion algo me agrada.

Inés.

Aquesto es dar satisfaccion honrada.

Leonor, señora, viene.

D.ª Beat.

Pues que el papel me vea no conviene.

ESCENA XIII.

DOÑA LEONOR. — DOÑA BEATRIZ, INÉS.

D.ª Leon.

Bien pudiera yo ahora

Decir con mayor causa (¿quién lo ignora?)

«¿Qué idioma fué misivo el que en lineado

Papel ocultas en tu manga ajado?»

D.ª Beat.

Y yo tambien pudiera

Decir que en vano preguntarlo fuera:

Pues quien saber no quiere

Lo que quiero decir, saber no espere

Lo que callarle quiero.

(Retírase, quedándose oculta detras de una puerta.)

D.ª Leon.

Inés, ¿qué es esto?

[p. 328]Inés.

Por hablarte muero.

D.ª Leon.

Díme presto, ¿qué ha sido

Este papel?

Inés.

¡Qué poco te he debido!

¿No aguardaras siquiera

A que sin preguntar te lo dijera?

Que se me hace conciencia, te prometo,

La pregunta llevar por un secreto.

(Entreabre la puerta Doña Beatriz.)

D.ª Beat.

(Ap.) Mal segura, escuchar desde aquí quiero

Qué hablan las dos.

Inés.

Fuí á verle, y lo primero

Le dije que Beatriz me lo mandaba.

D.ª Leon.

Bien hiciste.

D.ª Beat.

(Ap.)Y yo mal, pues me fiaba

De quien con Leonor en chismes anda.

Inés.

Lo segundo, en su nombre dí la banda.

D.ª Beat.

(Ap.) ¡Ay infeliz! ¡Qué he oido!

D.ª Leon.

En esa cuadra hay ruido.

Inés.

Don Juan es el que ha entrado.

D.ª Leon.

Pues ¿cómo, si de aquí se fué enojado,

Diciendo que en su vida no me habia

De ver?

Inés.

¿Que estés tan nueva todavía,

Que no sepas que cuando está un amante

Diciendo, más furioso y arrogante:

«No he de volver á verte, ingrata bella»,

Es cuando muere por volver á vella?

D.ª Beat.

(Ap.)

Ya que á escuchar mis penas he empezado,

Acabe de escucharlas mi cuidado.

[p. 329]ESCENA XIV.

DON JUAN, DON ALONSO, MOSCATEL. — DOÑA LEONOR, INÉS; DOÑA BEATRIZ, oculta.

D. Juan.

Pensarás que me han traido

A verte, Leonor, y hablarte

Mis celos, porque los celos

(Perdona el civil lenguaje)

Son ordinarios de amor,

Que así llevan como traen.

Pues no, Leonor, no he venido

Para que me desengañes;

Porque el desaire de amor

Es hablar en el desaire.

Con otra ocasion he vuelto

A pisar estos umbrales,

Porque nunca les faltó

Ocasion á los pesares.

Don Alonso, á quien tú hiciste

De Beatriz fingido amante,

Sucediéndole en tu casa

Con desaire el primer lance;

Pero atento á que no piensen

De Beatriz las vanidades

Que el no volver aquí es

De escarmentado y cobarde,

Me ha pedido que le traiga

A verla. ¿Cómo negarle

Puedo yo lo mismo á él,

Que él no me negó á mí ántes?

D.ª Leon.

En notable obligacion

[p. 330]Le estais: forzoso es pagarle.

D. Juan.

Él viene, Leonor, á esto;

Y porque en aquesta parte

Nunca piensen mis desdichas,

Nunca sospechen mis males,

Nunca imaginen mis penas

Que fué gana de buscarte,

En la calle me estaré

En tanto que á Beatriz hable,

Y deste escrúpulo leve,

Y desta materia fácil

Desempeñe su opinion,

Su crédito desengañe.—

Don Alonso, entrad; y pues

Ya el sol, helado cadáver,

Agonizando entre sombras,

De la noche en brazos yace,

Hablad á Beatriz, y ved

Que aquí Don Pedro no os halle.

D.ª Leon.

Aguarda, Don Juan, espera.

D. Juan.

¿Qué quieres, Leonor, que aguarde?

D.ª Leon.

Disculpas.

D. Juan.

Serán en vano.

D.ª Leon.

Desengaños.

D. Juan.

Son en balde.

(Vase.)

D.ª Leon.

Tras él iré.—Don Alonso,

Luégo vuelvo. Perdonadme,

Que Don Juan está celoso,

Y es fuerza desengañarle.

(Vase.)

D. Alon.

¿Mas que me voy sin hablar

A Beatriz?

Moscat.

No dirás ántes:

¿Mas que entramos en aprieto

Al pasado semejante?

[p. 331]D. Alon.

Inés, díme, ¿donde está,

Para que en tanto la hable,

Beatriz?

ESCENA XV.

DOÑA BEATRIZ. — DON ALONSO, MOSCATEL, INÉS.

D.ª Beat.

Aquí está Beatriz,

Escuchando los ultrajes

De una vil hermana, de un

Falso amigo, de un infame

Criado, una criada aleve,

Y de un cauteloso amante.

¡Que entre Leonor y Don Juan,

Inés y Moscatel, no halle,

Si no consuelo á mis penas,

Disculpa á mis disparates!

Sólo en esta parte intento,

Sólo quiero en esta parte,

Como quejosa ofenderme,

Como ofendida quejarme

Del mayor de mis agravios,

Y no el menor de mis males.

¿Tan pocas las partes son

De mi hacienda y de mi sangre,

Tan pocas de mi persona

(Decirlo tengo) las partes

Que hay, que si un hombre hubiera

Que atrevido me mirase,

Fuese, con fingido amor,

Quererme á mí por burlarme?

¡A mí por...!

[p. 332]D. Alon.

Beatriz hermosa,

Si de tus pesares sales

Tan airosa como ahora,

Con pagar finezas tales,

Fácil es el desengaño.

D.ª Beat.

¿Cómo el desengaño es fácil,

Cuando el quererme es por burla?

D. Alon.

Si atiendes, con escucharme.

Tal vez por burla se atreve

Uno al mar, sin que presuma

(Viéndole jardin de espuma,

Viéndole selva de nieve)

Que hay peligro en él; y en breve

Selva y jardin con horror

Le anegan; y así es amor:

Luego en placer y pesar,

Si no hay burlas con el mar,

No hay burlas con el amor.

Tal vez por burla ó ensayo

Polvorista artificial

Hace un rayo material,

Y forja contra sí el rayo,

Cuando con mortal desmayo

Muere á su violento ardor.

Rayo es amor en rigor

Contra su artífice: luego,

Si no hay burlas con el fuego,

No hay burlas con el amor.

Tal vez desnuda un amigo

La espada para esgrimir

Con otro, y le viene á herir

Como si fuera enemigo.

Su destreza es su castigo;

Y así, usar della es error.

[p. 333]Espada amor en rigor

Es: luego desenvainada,

Si no hay burlas con la espada,

No hay burlas con el amor.

Tal vez por burla, mirando

Doméstica y mansa ya

Una fiera, un hombre está

Con ella, Beatriz, jugando.

Cuando más la halaga blando,

Volver suele á su furor.

Fiera es amor en rigor:

Luego si, ya lisonjera,

No hay burlas con una fiera,

No hay burlas con el amor.

Por burla al mar me entregué,

Por burla el rayo encendí,

Con blanca espada esgrimí,

Con brava fiera jugué;

Y así, en el mar me anegué,

Del rayo sentí el ardor,

De acero y fiera el furor:

Luego si saben matar

Fiera, acero, rayo y mar,

No hay burlas con el amor.

D.ª Beat.

A ese argumento...

ESCENA XVI.

DOÑA LEONOR, alborotada. — DOÑA BEATRIZ, INÉS, MOSCATEL.

D.ª Leon.

¡Ay de mí!

Huyendo salió á la calle

[p. 334]Don Juan: y miéntras le daba

Voces, ví entrar á mi padre.

Esconder importa ahora...

D.ª Beat.

No, Leonor, porque ya es tarde...

D.ª Leon.

A Don Alonso...

D.ª Beat.

Que hoy

Ha de saber cuanto pase,

Mi padre, aquí, y tus engaños

Se han de saber.

D.ª Leon.

Cuando trates

Tú decirlo, yo sabré

Culparte á tí y disculparme.

Y así, puesto que las dos

Corremos el riesgo iguales,

Iguales, Beatriz, busquemos

El remedio.

D.ª Beat.

Por mostrarte

A proceder bien, lo haré;

Que es fuerza estar de tu parte.

Moscat.

Alacena como iglesia

Pido.

D. Alon.

Eso no haré yo, que ántes...

Inés.

Él entra ya.

D.ª Beat.

Este aposento

Hoy de su vista te guarde.

Moscat.

Y á mí me guarde tambien.

D. Alon.

(Ap.) ¡Qué pesados son los lances

De amor hijo de familias!

Moscat.

Inés, avisa en la calle

Que ya estamos escondidos:

Que haya quien nos descalabre.

(Escóndense los dos.)

[p. 335]ESCENA XVII.

DON PEDRO. — DOÑA BEATRIZ, DOÑA LEONOR, INÉS; DON ALONSO y MOSCATEL, ocultos.

D. Ped.

¡Tan tarde, y no han encendido!

Haz tú que unas luces saquen.

Inés.

Ya las tengo prevenidas.

D. Ped.

(Ap.) ¡En mi cara tal desaire!

¡A mis ojos tal afrenta!

Cielos piadosos, ó dadme

Paciencia, ó dadme la muerte.

D.ª Beat.

Señor, ¿qué tienes?

D.ª Leon.

¿Qué traes?

D. Ped.

Tengo honor, y traigo agravios...

Aunque miento en esta parte;

Que yo no soy quien los traigo:

Ellos vienen á buscarme

Dentro de mi casa misma.

D.ª Leon.

(Ap.) ¡Ay de mí! todo se sabe.

D.ª Beat.

Pues ¿no me dirás, señor,

De qué esos extremos nacen?

D. Ped.

De tus locuras, Beatriz;

Que ya es fuerza declararme,

Viendo que por tí se atreve

Hoy un mozuelo arrogante

Al honor de aquesta casa.

D.ª Leon.

(Ap.) Ya no hay cosa que no alcance.

D.ª Beat.

¿Yo, señor?

Moscat.

(Ap. al paño.)Malo va esto.

D. Ped.

Sí, pues por tí Don Luis hace

Desprecios della y de mí.

[p. 336]D.ª Beat.

(Ap.) Convaleciendo va el lance.

D.ª Leon.

(Ap.) Eso sí, cobre mi aliento.

ESCENA XVIII.

DON JUAN. — DON PEDRO, DOÑA BEATRIZ, DOÑA LEONOR, INÉS; DON ALONSO y MOSCATEL, ocultos.

D. Juan.

(Ap. Un caso bien puede errarse

De una vez; pero de dos

La una, no le yerra nadie.

No he de esperar á que cierren

Las puertas, y despues baje

Por el balcon Don Alonso:

Remediarlo pienso ántes.)

Señor Don Pedro, si en vos

Hoy la amistad de mis padres

Hereda la obligacion

De mi casa y de mi sangre...

D.ª Leon.

(Ap.) ¿Qué es lo que intenta Don Juan?

D.ª Beat.

(Ap.) Muerta estoy hasta escucharle.

D. Juan.

Os obliga en un aprieto

A valerme y ampararme.

De vuestra casa á las puertas

Me ha sucedido un desaire

Con tres hombres, y me importa

No volver solo á buscarles.

Muy bien sé que puedo á vos

Atreverme y declararme,

Porque sé que es vuestro pecho

El Etna, que dentro arde,

Aunque cubierto de nieve.

D. Ped.

No paseis más adelante;

[p. 337]Que ya sé que es ley precisa

De mi honor y de mi sangre

En esta edad, no dejar

A hombre que de mí se vale.

Vamos.

D. Juan.

En fin, sois quien sois.—

En llevando yo á tu padre,

Leonor, echa á Don Alonso. (Ap. á ella.)

D. Alon.

(Ap. asomándose á la puerta del cuarto donde entró.)

Estos son los que matarme

Quisieron. No me está bien

Ir con ellos ni quedarme.

D. Ped.

Esperad, pues ya es de noche,

Que de aquesta sala saque

Un broquel, prenda olvidada

De mi mocedad.

D. Juan.

Sacadle

Presto.

(Don Pedro entra en el cuarto donde está Don Alonso.)

D.ª Beat.

Él se ha empeñado más,

Por donde pensó librarse.

D. Ped.

(Dentro.) ¿Quién está aquí dentro?

D. Alon.

(Dentro.)Un hombre.

(Salen del cuarto Don Pedro, Don Alonso y Moscatel.)

Moscat.

Dice bien, porque no es nadie

El otro que está con él.

D. Ped.

Don Juan, pues que yo á ayudarte

Iba contra tu enemigo,

Obligacion es más grande

El ayudarme tú á mí,

Cuando la causa es más grave.

Este hombre ofende mi honor,

Y á mí me importa matarle.

[p. 338]D. Alon.

Don Juan, en tan grande empeño

La obligacion tuya sabes.

Mi vida y la destas damas

Es preciso que yo ampare.

D.ª Leon.

¡Ay de mí!

D.ª Beat.

¡Infelice soy!

D. Juan.

(Ap.) ¿Quién vió empeño semejante?

D. Ped.

(A Don Juan.) ¿Te suspendes?

D. Alon.

(A Don Juan.)¿Ahora dudas?

D. Ped.

Mas soy bastante á vengarme

Sin tí.

(Riñen, y Don Juan se pone en medio.)

D. Juan.

Tente, Don Alonso.—

Tente, señor.

D. Ped.

Pues ¿tú paces

Pones?

D. Alon.

Pues ¿tú contra mí

Tan viles extremos haces?

ESCENA XIX.

DON LUIS, DON DIEGO. — Dichos.

D. Luis.

(Dentro.) Cuchilladas hay en casa

De Don Pedro.

D. Diego.

(Dentro.)Más no aguardes.

Entremos, Don Luis.

D. Luis.

(Dentro.)Tenéos.

D. Ped.

Gente viene.

D. Alon.

¡Duro trance!

(Salen Don Luis y Don Diego.)

D. Luis.

¿Qué es esto?

D. Ped.

Esto es, Don Luis,

[p. 339]Satisfacer el ultraje

Que te oí; pues si no está

Bien á tu honor el casarte

Con Beatriz, al mio está bien

Satisfacer y vengarme.

D. Luis.

Ahí verás que no sin causa

Traté yo de disculparme,

Quizá por haber tenido

Algun empeño en la calle.

D. Alon.

Sin duda, que tú me heriste.

D. Luis.

Es verdad.

D. Alon.

Yo he de vengarme.

D. Juan.

Pues quiere el cielo que así

Hoy mis celos desengañe,

Viva Leonor en mi pecho:

Ya es forzoso que la guarde

Contra tí.

D. Ped.

Don Juan, Don Juan,

En aquesta casa nadie

Ha de defender mis hijas,

Sino quien con ellas case.

D. Alon.

Esa palabra te tomo.

D. Juan.

Pues el remedio es tan fácil,

Yo soy de Leonor.

D. Alon.

Y yo

De Beatriz.

D. Ped.

Fuerza es que calle;

Que ya sucedido el daño,

Nada puede remediarse.

Moscat.

En fin, el hombre más libre,

De las burlas de amor sale

Herido, cojo, y casado,

Que es el mayor de sus males.

Inés.

En fin, la mujer más loca,

[p. 340]Más vana y más arrogante,

De las burlas del amor,

Contra gusto suyo sale

Enamorada, y rendida,

Que es lo peor.

Moscat.

Inés, dame

Esa mano: si ha de ser,

No lo pensemos, y acaben

Burlas de amor, que son véras.

D. Alon.

No se burle con él nadie,

Sino escarmentad en mí.

Todos del amor se guarden,

Y perdonad al poeta,

Que humilde á esas plantas yace.


[p. 341]

MAÑANAS DE ABRIL Y MAYO.


[p. 342]

PERSONAS.


Don Juan.

Don Pedro.

Don Hipólito.

Don Luis.

Arceo, gracioso.

Pernía, escudero vejete.

Doña Clara.

Doña Ana.

Doña Lucía, dueña.

Inés, criada.

La escena pasa en Madrid.


[p. 343]

JORNADA PRIMERA.


Sala en casa de Don Pedro.

ESCENA PRIMERA.

DON JUAN embozado; ARCEO, con una luz en un candelero.

Arceo.

Ya he dicho que no está en casa

Mi señor, y es, caballero

O fantasma, ó lo que sois,

En vano esperarle, puesto

Que no sé á qué hora vendrá

A acostarse.

D. Juan.

Yo no puedo

Irme de aquí sin hablarle.

Arceo.

Pues en el portal, sospecho

Que estareis mucho mejor.

D. Juan.

Mejor estaré aquí dentro.

Arceo.

Muerto de capa y espada,

Que tan pesado y tan necio

Has dado en andar tras mí

Rebozado y encubierto,

Agradécele al Señor

Que te tengo mucho miedo;

Que si no, yo te pusiera

[p. 344]A cuchilladas muy presto

En la calle.

D. Juan.

No lo dudo;

Mas no os turbeis: de paz vengo.

De Don Pedro soy amigo,

Sosegaos...

Arceo.

¡Lindo sosiego!

D. Juan.

Y sentaos aquí.

Arceo.

Yo estoy

En mi casa, y si yo quiero

Me sentaré.

D. Juan.

Pues estad

Como quisiéredes.

Arceo.

Cierto

Que sois fantasma apacible

Y que teneis mil respetos

Del Convidado de piedra.

D. Juan.

Decidme, ¿qué hace Don Pedro

Fuera de casa á estas horas?

¿Diviértele amor ó juego?

Arceo.

Juego ó amor le divierte.

D. Juan.

Todo es uno, á lo que pienso,

Pues amor y juego, en fin,

Son de la fortuna imperios.

¿Anda de ganancia ahora?

Arceo.

Yo de pérdida me veo.

D. Juan.

¿Está desfavorecido?

Arceo.

No lo sé.

D. Juan.

¿Pues sus secretos

No fía de vos?

Arceo.

No fía,

Sino presta algunos dellos.

(Ap. ¿No bastaba entremetido

Sino pregunton?)

[p. 345]ESCENA II.

DON PEDRO. — DON JUAN, ARCEO.

D. Ped.

¿Qué es esto?

Arceo.

(A D. Juan.) Esperad en hora mala

En la calle ó el infierno,

Si no quereis...

D. Ped.

Díme, loco,

¿Qué ha sido?

Arceo.

Vienes á tiempo;

Que si un poco más tardaras,

A ese embozado, sospecho

Que le echo por la ventana

Tan alto, que deste vuelo,

Ya que no siete-durmiente,

Uno-volante, primero

Que volviera, se mudaran

Los trajes y los dineros,

Y se hablaran otras lenguas.

D. Ped.

¿Quién es?

Arceo.

No lo sé; mas pienso

Que es algun hombre casado

Que viene á verte encubierto,

Pues no se ha dejado ver

La cara.

D. Ped.

Pues, caballero,

¿A quién buscais así?

D. Juan.

A vos.

D. Ped.

Decid, ¿qué quereis?

D. Juan.

Dirélo

En quedando solos.

[p. 346]Arceo.

¿Ves,

Si digo bien?

D. Ped.

Majadero,

Salte allá fuera.

Arceo.

En buen hora.

(Ap. Porque aunque ir á parlar tengo

Con Doña Lucía, la dueña

De mi vecina, más quiero

Ser hoy criado que amante,

Y he de estarme aquí, por serlo,

Escuchando cuanto digan.) (Vase.)

ESCENA III.

DON JUAN, DON PEDRO.

D. Ped.

Ya estoy solo, y sólo espero

Que me digais, qué quereis.

D. Juan.

Cerrad la puerta.

D. Ped.

Suspenso

Me teneis. Ya está cerrada.

D. Juan.

(Desembózase.)

Pues ahora, á esos piés puesto,

Me dad, Don Pedro, los brazos.

D. Ped.

¡Don Juan, amigo! ¿Qué es esto?

¿Cómo os atreveis á entrar

Así en Madrid, sin que el riesgo

De vuestra vida mireis?

D. Juan.

Como la muerte no temo:

Así no guardo la vida;

Que ya, de tratarlas, tengo

Con la compañía perdido

A mis desdichas el miedo.

[p. 347]Ya sabeis (como quien fué

Por la vecindad, tercero

De mi desdichado amor)

Aquel venturoso tiempo

Que amé á Doña Ana de Lara,

Cuyo divino sujeto

Se coronó de hermosura,

Se laureó de entendimiento.

Ufano con mi esperanza,

Y con su favor soberbio,

Viví. En esto no me alabo,

Antes me desluzco en esto;

Que en materias de favores

Es tan desdichado el premio.

Que es el que los goza más,

El que los merece ménos.

Ya sabeis que viento en popa

Este amor, este deseo,

En el mar de la fortuna

Tuvo de su parte al cielo,

Hasta que, alterado el mar,

El bajel del pensamiento

En piélagos de desdichas

Corrió tormenta de celos.

Una noche... Ciegamente

Lo que vos sabeis os cuento;

Pero dejad que lo diga,

Ya que es el pesar tan necio,

Que repetirle el dolor

Es repetirle el consuelo.

Una noche pues salí

De su casa yo, creyendo

Que para mí solo estaba

El falso postigo abierto

[p. 348]De un jardin, cuando, llegando

A abrirle (¡ay Dios!) por de dentro,

Hácia la parte de afuera

Torcer otra llave siento.

Suspendo la accion, y á un lado

Me retiro, por si puedo

Mis celos averiguar,

Si es que han menester los celos,

Para estar averiguados,

Más diligencia que serlo.

Entreabrieron el postigo,

Y á la poca luz que dieron

Las estrellas en la calle,

Entrar solo un hombre veo

Que sin luz y sin razon,

Andaba dos veces ciego.

Bien le pudiera matar

A mi salvo entónces; pero

Quise apurar la malicia

A mis desdichas, y quedo

Me estuve un rato. ¡Mal haya

Tan curioso sufrimiento!

Él, tentando las paredes

(Que no estaba, no, tan diestro

Como yo en ellas, que habia

Estudiádolas más tiempo),

Llegó á tropezar en mí;

Y desalumbrado, viendo

Que habia gente en el portal,

Dijo atrevido y resuelto:

«No puede haber aquí nadie,

Que matarlo ó conocerlo

No me importe: otro no tenga

Las dichas que yo no tengo».

[p. 349]No sé qué le respondí,

Y los dos con un esfuerzo

Hasta la calle salimos,

Donde los dos cuerpo á cuerpo

Reñimos, hasta que igual

Partió la fortuna el duelo

Entre los dos (¡ay de mí!);

Pues á quien me dió primero

Celos, le dí yo la muerte,

Como quien dice: «Hoy intento

Que sea paz de nuestra lid,

O morir, ó tener celos;»

Y dándome lo peor,

Quedé celoso, y él muerto.

Al ruido de las espadas

Llegó la justicia luégo,

Y yo, apelando á los piés

De la ejecucion que hicieron

Las manos, me puse en salvo;

Mas no tanto, que cogiendo

Un criado, que esperaba

Con un rocin en el puesto,

No dijese á la justicia

Quién era. Sólo por esto

Son señores los señores,

Que al fin se sirven de buenos.

Con esta declaracion

Me ausenté; mas no pudiendo

Vivir ausente y celoso,

Desta manera me he vuelto

A Madrid, y confiado

En vuestra amistad, me atrevo

A venirme á vuestra casa;

Y escarmentado en efecto

[p. 350]De la lengua de un criado,

Me he recatado del vuestro.

Aquí estaré algunos dias,

Sólo hasta saber si puedo

Ver á Doña Ana, por quien

Tantas desdichas padezco;

Que aunque es verdad que ofendido

Estoy, la estimo y la quiero

Tanto, que sólo á quejarme

Hoy á la corte me vuelvo,

Por ver si acaso (¡ay de mí!)

Se disculpa; que si llego

(Hablándola alguna noche,

Siendo vos sólo el tercero)

A oir satisfaccion (que ántes

Que ella la diga, la creo),

Me iré á Flándes, consolado

De que sus disculpas llevo,

Que haciendo amistades, sean

Camaradas de mis celos.

Porque así estaré seguro,

Que ni el pesar ni el contento

Me maten: bien como aquel

Que está herido de un veneno,

Y otro veneno le cura;

Que este es el último extremo

De un hombre celoso, pues

No puede, ni yo lo creo,

Hacer de su parte más

Que decir: «Quejoso vengo

A creer cuanto digais;

Y pues que vivir no puedo,

Hacer que muera del gozo,

Si he de morir del tormento.»

[p. 351]D. Ped.

En dos empeños me pone

La merced que me habeis hecho

De valeros desta casa

Y de mí, y es el primero

El ampararos en ella;

Y así cortésmente ofrezco

Casa, hacienda, honor y vida,

Don Juan, al servicio vuestro.

El segundo es ayudaros

En vuestro amor. Para esto

Y para todo, es forzoso

(Supuesto que él ha de veros)

Fiaros dese criado;

Que aunque ha poco que le tengo,

Tengo dél satisfaccion.

No hablo ahora en vuestro pleito;

Que ya sabeis que un Don Luis

De Medrano, que era deudo

Del muerto, es quien se ha mostrado

Parte.

D. Juan.

Ya nos conocemos

Los dos.

D. Ped.

Pues esto dejado

(Porque en efecto no quiero

Hablaros en penas hoy),

De Doña Ana lo que puedo

Deciros es que ni el rostro

La he visto desde el suceso

Desa noche, ni en ventana,

Ni en iglesia, ni en paseo

De Prado y calle Mayor;

Que es mucho para mí, siendo,

Como soy, vecino suyo.

D. Juan.

Fineza es, Don Pedro. Pero

[p. 352]¿Quién puede á mí asegurarme

Que es por mí, y no por el muerto

Ese luto que ha vestido

Su hermosura?

D. Ped.

Mas ¡qué presto

A lo que le está peor

Discurre el entendimiento!

D. Juan.

¿Qué quereis? Es más honrado

El mal que el bien.

D. Ped.

No lo entiendo.

D. Juan.

Yo sí, pues dudo del bien

Cuanto dice, y del mal creo

Cuanto imagina; y mirad

Cuál es más honrado, puesto

Que uno siempre está tratando

Verdad, y otro está mintiendo.

Pero lo que de la noche

Restaba al nocturno velo

Se ha desvanecido ya,

De la hermosa luz huyendo

Del sol. Recogeos, y haced

Del dia noche.

D. Ped.

No puedo,

Porque tengo á aquestas horas

Que hacer, y ántes agradezco

Haberme hallado vestido.

D. Juan.

Desvelado galanteo

Teneis, pues os recogeis

Tan tarde y volveis tan presto.

D. Ped.

Ando por averiguar,

Don Juan amigo, unos celos,

Por dejar desengañada

Una pretension que tengo;

Y he de ir al Parque, porque

[p. 353]Su apacible sitio ameno

De las flores y las damas

Es el cortesano imperio

Estas mañanas de Abril

Y Mayo, y he de ir siguiendo

Esta dama. Vos podeis

Descansar en tanto.—Arceo.

ESCENA IV.

ARCEO. — DON JUAN, DON PEDRO.

Arceo.

Señor.

D. Ped.

Haz que luego al punto

Se haga en aqueste aposento

Una cama, y esto sea

Con recato y con silencio;

Que importa que nadie sepa

Que al señor Don Juan tenemos

En casa: y de tí lo fío

Solamente.—Adios.

(Vase.)

Arceo.

Tú has hecho

Conmigo lo que se suele

Con los galeotes; y es cierto,

Pues dellos nada hay seguro

Sino lo que se fía dellos.

D. Juan.

Yo me recaté de vos,

Arceo, hasta conoceros.

(Vanse.)


[p. 354]Calle.

ESCENA V.

DOÑA CLARA é INÉS, con mantos y sombreros.

Inés.

¿En fin, has dado en que has de ir

Al Parque?

D.ª Clar.

¿Quieres saber

Si puede dejar de ser,

Inés? Pues has de advertir

Que me ha dicho que no vaya

A él Don Hipólito; y creo

Que fué alentar mi deseo

Para que más presto le haya;

Pues si ayer, cuando me habló,

Que viniera me dijera,

Presumo que no viniera;

Y sólo porque llegó

A persuadirse que habia

De obedecerle, me ha dado

Tal gana, que he madrugado

Dos horas ántes del dia.

Inés.

No es en nosotras hoy nueva

Esa culpa, ese pecado;

Que pecar en lo vedado

Es el patrimonio de Eva.

Pero no sé lo que diga

Deste amor, deste deseo

De los dos, porque no creo

Lo que á los dos os obliga.

Don Hipólito es un hombre,

Por loco y por maldiciente

[p. 355]Conocido de la gente

Más que por su propio nombre;

Tú (perdona que lo diga),

Mujer, en justo ó injusto

Muy amiga de tu gusto,

De tu libertad amiga.

Él á todos quiso bien,

Tú á todos quisiste mal:

Díme, ¿amor tan desigual,

Cómo ha de parar en bien?

D.ª Clar.

Pensarás que me he enojado,

Inés, por haberme dicho

Su capricho y mi capricho,

Y ántes gran gusto me has dado;

Porque no hay para mí cosa

Como hombres de extraños modos;

Y que al fin me tengan todos

Por vana y por caprichosa.

¡Qué! ¿quisieras que estuviera

Muy firme yo y muy constante,

Sujeta sólo á un amante,

Que mil desaires me hiciera

Porque se viera querido?

Eso no: el que he de querer,

Con sobresalto ha de ser,

Miéntras que no es mi marido.

Y así por dársele hoy

A Don Hipólito, quiero

Ir al Parque, donde espero,

Porque disfrazada voy,

Pasear, hablar, reir,

Preguntar y responder,

Ser vista en efecto y ver;

Porque no se ha de admitir

[p. 356]Al amante más fïel

Por el gusto que ha de dar...

Inés.

Pues ¿por qué?

D.ª Clar.

Por el pesar

Que yo le he de dar á él.

Inés.

Y tienes mucha razon;

Con lo cual hemos llegado

A la calle, que fué prado,

En virtud del azadon.

D.ª Clar.

Pues bajemos por aquí

A la de Álamos, que es

Arrendajo del Pajés.

Inés.

Parece que cantan.

D.ª Clar.

Sí.

(Cantan dentro.)

Mañanicas floridas

De Abril y Mayo,

Despertad á mi niña,

No duerma tanto.


Parque del palacio de Madrid.

ESCENA VI.

DON LUIS, DON HIPÓLITO.

D. Luis.

Sólo haceros compañía,

Don Hipólito, pudiera

Vencer de mi pena fiera

La grave melancolía.

D. Hipól.

Por divertiros yo á vos

[p. 357]De vuestro primo en la muerte,

Os traigo de aquesta suerte

Al Parque, donde los dos

Divirtamos la mañana.

D. Luis.

Más hermoso el sol parece,

Porque embozado amanece

Entre nubes de oro y grana.

D. Hipól.

Desde aquí podemos ver

La gente que va bajando.

¡Qué tierno va enamorando

Don Sancho allí á la mujer

De aquel letrado, su amigo!

D. Luis.

Que es amistad, no se ignore,

Porque otro no la enamore.

D. Hipól.

A un pleito está aquí, y yo digo

Que parecer tomará

De los dos, pues le conviene

Verla á ella por el que tiene,

Como á él por el que dará.

D. Luis.

Maldiciente estais. ¿Que no

Os reduzca yo?

D. Hipól.

Advertid

Que no hay hombre hoy en Madrid

De mejor lengua que yo.

Aquella ¿no es Flora?

D. Luis.

Sí.

D. Hipól.

Harto es que á fiesta de á pié

Haya venido.

D. Luis.

¿Por qué?

D. Hipól.

Porque en mi vida la ví

Sino en coche. Por aquesta

Fué por quien se ha presumido

Que le dijo á su marido:

«Con lo que la casa cuesta

[p. 358]De alquiler, echemos coche.»

Y volviéndola á decir:

«¿Pues dónde hemos de vivir

Y estar el dia y la noche?»

Dijo: «Si el coche tuviera,

Sin casa vivir podia,

En el coche todo el dia,

Y de noche en la cochera.»

D. Luis.

Eso es como lo que pasa

A Doña Clara de Ovalle;

Pues viviendo hácia la calle,

La sobra toda la casa.

D. Hipól.

Es verdad; y cierto dia,

Cumpliendo el plazo, el casero

Vino á pedirle el dinero

De la casa en que vivia.

Y ella dijo: «¿Hay tal traicion?

¿Esta desvergüenza pasa?

Aunque yo alquilo la casa,

No vivo sino el balcon.»

D. Luis.

¡Qué diera porque os oyera!

D. Hipól.

Por eso no lo oirá, no;

Que anoche la dije yo

Que de casa no saliera.

ESCENA VII.

DOÑA CLARA, INÉS. — DON LUIS, DON HIPÓLITO.

D.ª Clar.

Mejor mañana no ví

En mi vida.

Inés.

Ni yo, á fe.

Pero tápate.

[p. 359]D.ª Clar.

¿Por qué?

Inés.

Don Hipólito está allí.

D. Luis.

¿Habeis visto en vuestra vida

Mujer más airosa?

D. Hipól.

No,

Ni al Parque jamás salió

Más aseada y bien prendida.

D. Luis.

Pues la donada, por Dios,

Que no es muy mala.

D. Hipól.

Embistamos

Esta empresa, pues estamos

En el campo dos á dos.

Inés.

(Ap. á su ama.) Don Hipólito y Don Luis

Llegan á hablarnos.

D.ª Clar.

Repara

En que de ninguna suerte

Respondas una palabra;

Que no quiero que los dos

Me conozcan.

Inés.

Si tapadas

Estamos, y en este traje,

Que es en el que todas andan,

¿Cómo te han de conocer?

D.ª Clar.

Si le respondo, en el habla;

Que persuadirse que puede

Estar segura una dama

Solamente con taparse,

Es bueno para la farsa,

Mas no para sucedido.

D. Hipól.

(A Doña Clara.) Señora Doña tapada,

Que á honrar el festin alegre

Que hoy la primavera traza

En este verde salon

(Donde vivas flores danzan

[p. 360]Al són del agua en las piedras

Y al són del viento en las ramas)

De rebozo habeis venido,

Dad licencia cortesana

A un hombre para que os diga

Que ha sido accion excusada

Madrugar tanto, supuesto

Que árbitro del sol y el alba

Esa negra sutil nube

Trae consigo la mañana;

Y á cualquier hora que vos

Descubriérades la llama,

Amaneciera, y tuviera

Luz el dia, aliento el aura.

¿No me respondeis? ¡Por señas

Me hablais! No me desagrada.

¿Ni áun para pedir no hablais?

¿No? Pues sois la mejor dama

Que he visto en toda mi vida.

Albricias me pide el alma

De que me ha deparado una

Mujer que no pide, y calla.

D. Luis.

(A Inés.) ¿Y vos tambien profesais

La religion cartujana?

¡Linda cosa! ¡Vive Dios,

Que ha dos mil años que andaba

Buscándôs! Mas que seais

Tuerta, zurda, coja ó manca,

Pedigüeña, melindrosa,

Contrahecha, roma ó calva,

Desde aquí por vos me muero.

D. Hipól.

(A D.ª Clara.) Ya que me negais el habla,

Como si hubiera reñido

Con vos, mostradme la cara.

[p. 361]¿Ni eso tampoco? Mirad

Que dais á entender que es mala.

¿Es verdad? Yo no lo dudo:

Mas mujer tan extremada

No ha menester perfeccion

Mayor, que no hablar palabra.

Mas si yo no entiendo mal,

Eso es decir que me vaya.

Pero veis aquí que yo

No quiero entenderos nada;

Que en mi vida he sido mudo,

Y muy poco se me alcanza

Desto de hablar por la mano.

¿Qué haceis? ¡Volverme la espalda!

Arte de enseñar á hablar

A los mudos, oye, aguarda.

(Vanse las dos.)

D. Luis.

No ví mujer en mi vida

De mejor gusto.

D. Hipól.

Su casa

Sepamos; que vive el cielo,

Que he de verla y he de hablarla

Hoy en ella, hasta saber

En qué este embeleco pára.

D. Luis.

Sigámosla pues.

D. Hipól.

Sigamos;

Que ya veis cuánto me arrastra

Una mujer tramoyera,

Pues el serlo sólo es causa

De que á Doña Clara ame;

Y aquesta, si no me engaña

La pinta, lo es mucho más

Que la misma Doña Clara.

(Vanse.)


[p. 362]Sala en casa de Doña Ana.

ESCENA VIII.

ARCEO, DOÑA LUCÍA.

D.ª Luc.

No me tienes que decir;

Que no te has de disculpar

De hacerme anoche esperar.

Arceo.

No pude anoche venir,

Vive Dios, Doña Lucía.

D.ª Luc.

Pues ¿qué tuviste que hacer?

Arceo.

Si eso pudieras saber,

Supieras que la fe mia

Te trata verdad.

D.ª Luc.

¿Pues qué es,

Que yo saberlo no puedo?

Arceo.

No es nada.

D.ª Luc.

Ofendida quedo

Dos veces de tí, porque

No venir anoche á verme,

Hoy venir y no fiarme

Un secreto, es agraviarme,

Arceo.

Arceo.

No sé qué hacerme.

¡Eh! no haya secreto entero,

Que eres dueña y soy criado.

Anoche entró rebozado

En mi casa un caballero,

Por mi señor preguntando

(Mas que has de callar advierte).

Éste pues, por una muerte

Ausente está, y aguardando

[p. 363]A mi señor, me detuvo

(Nadie en fin lo ha de saber),

Pues hasta el amanecer

Hablando con él estuvo.

Luégo en casa se quedó,

Donde dice que ha de estar

(Mira que lo has de callar)

Escondido, y sólo yo

Lo sé; que en fin soy secreto.

Don Juan de Guzman se llama.

De la casa de una dama

(Que esto no oí bien en efeto),

Saliendo una noche, dió

A un caballero la muerte.

Y en fin está desta suerte

Retirado, donde no

Lo saben más que los dos.

Y pues me fío de tí,

Esto no salga de aquí.

¡Bendito sea mi Dios,

Que salí deste cuidado!

D.ª Luc.

Y yo por él, darte quiero

Los brazos.

(Abrázale.)

Arceo.

Más bien espero.

ESCENA IX.

PERNÍA. — DOÑA LUCÍA, ARCEO.

Pernía.

(Ap.) A muy mal tiempo he llegado.

¿Hay tan gran bellaquería?

Arceo.

Pernía á los dos nos vió.

D.ª Luc.

Poco importa, porque no

[p. 364]Es muy celoso Pernía.

Mas véte de aquí.

Arceo.

Sí haré,

Y corriendo como un potro.

(Vase.)

Pernía.

Doña Lucía, si otro

Entrara, como yo entré,

¡Estaba bueno el honor

Desta casa! A mi señora

He de contar cuanto ahora

Pasa, pues de tu rigor

Vengarme, ingrata, hoy espero.

Hecho estoy un fuego, un rayo.

¿De cuándo acá así un lacayo

Se prefiere á un escudero?

D.ª Luc.

Unas cartas me ha traido

Este hombre de un hermano

Que está en las Indias; y es llano

Que el abrazo el porte ha sido,

Pues sólo te quiero á tí.

Pernía.

Pues trueca el modo, cruel,

Y desde hoy quiérele á él,

Y dame el abrazo á mí.

D.ª Luc.

(Abrazándole.)

Sí abrazaré (Ap. Procurando

Hacer que calles.) supuesto...

Mas ¡mi señora!

ESCENA X.

DOÑA ANA, con manto. — DOÑA LUCÍA, PERNÍA.

D.ª Ana.

¿Qué es esto?

Pernía.

Es que andan aquí abrazando.

[p. 365]D.ª Luc.

Hame traido Pernía

Nuevas de un hermano mio,

Y gozoso mi albedrío

Tales extremos hacía.

Pernía.

Es, señora, caso llano,

Y creerla te conviene.

(Ap. Para cada abrazo tiene

Doña Lucía un hermano.)

D.ª Ana.

(A Pernía.) Salga, y mire si está puesto

El coche; que es hora ya

(Vase á espacio Pernía.)

De ir á misa. ¿Pues no va

Presto?

Pernía.

Aquesto ¿no es ir presto?

(Vase.)

ESCENA XI.

DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA.

D.ª Luc.

¿Tú, señora, tan dejada

Del aliño y la belleza,

Que, fuera de la tristeza,

Vives de tí descuidada?

D.ª Ana.

No hay consuelo para mí,

Ni me has de ver en tu vida

Sino triste y afligida.

D.ª Luc.

Pues ¿qué remedias así?

D.ª Ana.

¿Quién te ha dicho que yo quiero

Remediar, sino sentir?

Aunque si llego á advertir

Que es el remedio primero

Del mal el sentir el mal;

Por sentirle más, no sé

[p. 366]Si el sentirle dejaré;

Pues es mi desdicha tal.

Que apeteciendo el morir

Sin pretender resistirle,

Por no dejar de sentirle

Le dejara de sentir.

Desde el dia que á Don Juan

En mi casa sucedió

Aquella desdicha (y yo

Veo que todos me dan

La culpa sin merecella),

Tan muerta y tan otra estoy,

Que áun sombra mia no soy.

D.ª Luc.

Si tan noble como bella,

Tu perfeccion me asegura

De callarlo, yo diré

Que adónde está Don Juan, sé.

D.ª Ana.

¡Qué neciamente procura

Tu lisonja divertir

Mi mal!

D.ª Luc.

Yo sé dónde está;

Y aunque tú no lo oigas, ya

Lo tengo yo de decir.

Don Juan á Madrid llegó

(Mas que lo calles te pido),

Y está en la casa escondido

De nuestro vecino. Yo

Lo sé, porque una criada

Me lo ha dicho ahora á mí.

Pero no salga de aquí:

Ya ves que es cosa pesada.

D.ª Ana.

¡Qué dices!

D.ª Luc.

Lo que es verdad.

D.ª Ana.

Siendo dicha mia, no sé

[p. 367]

Si algun crédito la dé,

Siendo esa temeridad.

ESCENA XII.

DOÑA CLARA é INÉS, con mantos y sombreros. — DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA.

Inés.

(Hablando aparte con su ama á la puerta.)

¿Qué es lo que tu pasion hacer procura?

D.ª Clar.

¿Qué? Llevar adelante una locura;

Que aunque nada importara

El verme Don Hipólito de Lara,

Por lo que se ha picado,

No ha de salir hoy, no, deste cuidado.

Inés.

Que hay aquí gente, mira.

D.ª Clar.

¿Faltará á una mujer una mentira

Que la saque de otra?—Dama hermosa,

(A Doña Ana.)

Si quien dice mujer, dice piadosa,

Un rato (mal mi pena significo)

Que me dejeis entrar aquí, os suplico,

Miéntras un hombre pasa

Esa calle: sagrado vuestra casa

Sea de mi cuidado,

Pues casa de deidad siempre es sagrado.

D.ª Ana.

Holgaréme por cierto

Que sea, no sagrado, sino puerto,

Pues la congoja vuestra

Bien que os importa el ocultaros muestra.

D.ª Luc.

Un hombre aquí se ha entrado.

D.ª Clar.

¡Ay Dios, que es mi marido! Y pues me ha dado

Vuestra piedad licencia,

[p. 368]Aquí he de retirarme. Con prudencia

Haced que una criada le despida,

Porque me va la fama, honor y vida.

D.ª Ana.

Pues decid...

D.ª Clar.

Nada espero.

(Éntranse Doña Clara é Inés, dejando aquella su sombrero á Doña Ana.)

D.ª Ana.

Turbada me dejó con su sombrero.

D.ª Luc.

Yo voy tras ella, porque no sea ganga,

Y se eche alguna sábana en la manga.

(Vase.)

ESCENA XIII.

DON HIPÓLITO. — DOÑA ANA.

D. Hipól.

Perdonad que la esfera,

Dosel florido de la primavera,

Donde son vuestros bellos resplandores

La primera oficina de las flores,

Pisar mi pié presuma,

Calzado más de plomo que de pluma.

D.ª Ana.

(Ap. Disimular, fingiendo enojo, intento.)

¿Quién os dió para tanto atrevimiento,

Caballero, osadía?

D. Hipól.

Yo la tomé de la ventura mia;

Que hasta veros, divina

Deidad, vencer la nube que, cortina

De humo, ocultaba el fuego,

Descanso no tuviera; y así ciego

Con el humo pasado,

Y ahora desos rayos abrasado,

Llorar y arder presumo:

[p. 369]Arder del fuego, pues lloré del humo.

D.ª Ana.

No entiendo, caballero,

Estilo tan cortés y lisonjero,

Ni sé qué causa he dado

Para que desta suerte hayais entrado

En mi casa. Si esfera

La llamais de la hermosa primavera,

No introduzcais en ella tal desmayo,

Que espire su esplendor ántes del rayo.

Si humo seguís, que en sombras se resuelve,

No lo espereis; que el humo nunca vuelve.

Y si buscais el fuego,

No os acerqueis á él, y volveos luego;

Que no vive enseñado á acciones tales

El antiguo blason destos umbrales.

D. Hipól.

Vos, ni veros ni oiros

En el Parque dejasteis, y el seguiros

A riesgo de ofenderos,

Tambien fué por oiros y por veros.

Y ahora advierto que fuera accion piadosa

Oiros discreta, cuando os miro hermosa;

Porque si allí, sin veros os oyera,

A la dulce armonía suspendiera

El alma y el sentido

Desa voz, que es veneno del oído;

Y si hermosa os mirara

Sin oiros discreta, aquí postrara

Alma y vida en despojos

Desa luz, que es veneno de los ojos.

Y así, porque no muera al advertiros

Tan hermosa, me da la vida oiros;

Y así, porque no muera al conoceros

Tan discreta, me da la vida el veros:

De suerte que mi vida

[p. 370]

Está de un daño en otro defendida.

Quedad con Dios, en fin; porque no quiero,

Ya que he sido atrevido, ser grosero;

Pues ser grosero culpa mia habrá sido,

Y vuestra lo ha de ser ser atrevido.

(Vase.)

D.ª Ana.

¿Hay cosa semejante?

¡Que éntre un hombre marido y salga amante,

Y de sus mismas penas descuidado,

Llegue celoso y vuelva enamorado!

ESCENA XIV.

DOÑA LUCÍA, DOÑA CLARA, INÉS. — DOÑA ANA.

D.ª Clar.

¿Fuése?

D.ª Ana.

Sí.

D.ª Clar.

Tus piés pido.

D.ª Ana.

Vos teneis un finísimo marido.

D.ª Clar.

Harto á Dios lo que paso en eso ofrezco,

Pues sabe Dios lo que con él padezco.

D.ª Ana.

Creyó en fin que era yo (¡raro suceso!)

La dama que siguió; que áun para eso

Sirvió el sombrero y el estar con manto,

Y el ser los trajes parecidos tanto;

Que, como en los conceptos repetidos,

Se encuentran tambien dos en los vestidos.

ESCENA XV.

PERNÍA. — Dichas.

Pernía.

Ya está el coche esperándote, señora.

D.ª Ana.

Lucía, mira ahora

[p. 371]La calle.

D.ª Luc.

Bien podrás seguramente

Salir.

D.ª Clar.

Aquesa vida el cielo aumente.

D.ª Ana.

Ved si serviros puedo

En otra cosa.

D.ª Clar.

Yo obligada quedo...

(Ap. á Inés. Y no sé si ofendida,

Pues lo que no pensé en toda mi vida

Que suceder pudiera,

Que es tener celos yo (¿quién tal creyera?),

Acaso ha sucedido.)

Inés.

Pues díme, ¿qué has sentido?

D.ª Clar.

Que haya este hombre á otra parte enamorado,

Y en mi misma presencia requebrado.

(Vanse Doña Clara é Inés.)

D.ª Ana.

Nada oigo, nada miro, nada siento

Que para mí no sea otro tormento.

D.ª Luc.

¿Pues qué tienes ahora?

D.ª Ana.

Ver que en todos la suerte se mejora,

En todos convalece,

Y sólo en mí de cualquier mal fallece.

Cuando es culpada, halla esta la salida;

Así inocente pierdo yo la vida;

Porque no está la culpa en que la culpa

Se cometa, sino en no hallar disculpa.

(Vanse.)


[p. 372]Sala en casa de Don Pedro.

ESCENA XVI.

DON PEDRO, por la puerta derecha, y DON JUAN por la izquierda, que es la de su aposento.

D. Ped.

Seais, Don Juan, bien hallado.

D. Juan.

Vos, Don Pedro, bien venido.

¿Cómo en el Parque os ha ido?

D. Ped.

Mal.

D. Juan.

¿Cómo?

D. Ped.

Como no he hallado

La dama que iba á buscar;

Y creo que son desvelos

De otro amante, cuyos celos

Ando por averiguar,

Para que desengañado

Cure con dolor al pecho;

Que es mi amigo el que sospecho

Y está ya desconfiado.

D. Juan.

¿Es Doña Clara la dama?

D. Ped.

Sí.

D. Juan.

¿Y el galan?

D. Ped.

Es un hombre

De buena opinion y nombre:

Don Hipólito se llama.

Y, esto para otro lugar,

Vos, ¿qué habeis hecho?

D. Juan.

Sentir,

Desesperarme, morir,

Sin poderlo remediar.

Decid, ¿qué traza daremos

[p. 373]Para que logre mi fe

Ver á Doña Ana?

D. Ped.

No sé;

Que no hay verla. Mas pensemos

Si habrá por dónde.

ESCENA XVII.

ARCEO. — DON JUAN, DON PEDRO.

Arceo.

Señor,

Don Hipólito, un tu amigo,

Te busca ahí fuera. Testigo

No puede venir peor,

Que él dirá cuanto supiere.

D. Juan.

Por lo que puede pasar,

Presente tengo de estar

A cuanto aquí sucediere,

A vuestro lado.

D. Ped.

No es justo

Que os vea: á vuestro aposento

Os retirad.

D. Juan.

Mucho siento...

D. Ped.

Don Juan, hacedme este gusto.

(Retíranse Don Juan y Arceo.)

ESCENA XVIII.

DON HIPÓLITO. — DON PEDRO; despues DON JUAN y ARCEO.

D. Hipól.

¿Qué hay, Don Pedro? ¿Cómo estais?

D. Ped.

A vuestro servicio. ¿Y vos?

[p. 374]D. Hipól.

Al vuestro.

D. Ped.

Pues ¿qué mirais?

D. Hipól.

Si hay aquí más que los dos.

D. Ped.

No. ¿Qué quereis?

D. Hipól.

Que me oigais.

Esta mañana salí

A ese verde hermoso sitio,

A esa divina maleza,

A ese ameno paraíso,

A ese Parque, rica alfombra

Del más supremo edificio,

Dosel del cuarto planeta,

Con privilegios de quinto,

Esfera en fin de los rayos

De Isabel y de Filipo;

Desde cuyo heroico asiento,

Siempre bella, siempre invicto

Están, católicas luces,

Dando resplandor al indio,

Siendo en el jardin del aire

Ramilletes fugitivos.

D. Ped.

(Ap.) ¿En qué parará el venir

A contar lo que yo he visto?

(Salen Don Juan y Arceo al paño.)

D. Juan.

(Ap.) Sin duda sabe que allí

Hoy á su dama ha seguido,

Y viene quejoso dél.

De todo estaré advertido.

D. Hipól.

De cuantas al alba dieron

Envidia, en varios corrillos

Tejiendo corros sin órden,

Dando vueltas sin aviso,

Una embozada hermosura

Tal ventaja á todas hizo,

[p. 375]Que oscureció con su sombra

Las demas luces. Yo he visto

Salir al campo á traer rosas

De sus jardines floridos,

Pero á dejar rosas, no,

Sino hoy, que al desperdicio

De un pié debió el campo cuantas

Fueron al contacto activo,

Quedando blancos jazmines,

Quedando marchitos lirios.

Bajaba por una cuesta

Una mujer (¡qué mal digo!),

Un encanto, sí, embozado,

Disfrazado, sí, un hechizo.

El sutil manto en celajes,

Ya oscuros y ya distintos,

O negaba ó concedia

El rostro. ¿Cuándo ha salido

Más hermosa el alba, cuándo

Se mostró el sol más lucido,

Que cuando el alba entre sombras,

Que cuando el sol entre visos

Da recateada la luz,

Y anda dudoso el sentido,

Haciendo apuesta entre sí,

Si lo ha visto ó no lo ha visto?

D. Ped.

(Ap.) Todo esto vendrá á parar

En que Doña Clara ha sido,

Por venir á hablar en ella.

D. Juan.

(Ap.) ¡Oh qué cansados estilos!

D. Hipól.

Coronaba sobre el manto

Los bien descuidados rizos

Airoso un blanco sombrero,

Por una parte prendido

[p. 376]De un corchete de diamantes

Sobre un penacho, que hizo

Lisonja al aire, diciendo

A sus halagos rendido:

«Pues inclinada la frente,

Sí á cuanto me dicen digo,

Mejor que mi dueño, yo

Sé obligarme de suspiros.»

El talle era bien sacado,

Y de buen gusto el vestido

Más que rico; pero si era

De buen gusto, ¿qué más rico?

Dejo aquí, por no cansaros,

Lo que en el Parque tuvimos,

Y voy á que la seguí

A su casa, que atrevido

Entré en ella, que ví al sol

Cara á cara, que rendido,

Lo que ántes diera por verla,

Diera por no haberla visto

Despues; porque de sus rayos

Mariposa mi albedrío,

Entró enamorando el riesgo,

Salió halagando el peligro.

Esta pues mal lisonjeada

Beldad... Turbado lo digo.

Arceo.

(Ap.) ¡Aquí es ello!

D. Juan.

(Ap. á Arceo.)Escucha.

D. Ped.

(Ap.)Ahora

Se va á declarar conmigo.

D. Hipól.

Es una vecina vuestra.

Esa pared sola ha sido

La que su esfera divide;

Y pues que, como vecino,

[p. 377]Es fuerza...

D. Juan.

(Ap.)¡Ay de mí! ¿Qué escucho?

D. Ped.

(Ap.) ¿Qué haré, si Don Juan lo ha oido?

D. Hipól.

Que sepais quién es, decidme

Su nombre; porque atrevido

Pienso adorar su belleza,

Y para todo es arbitrio

Entrar, Don Pedro, informado,

Y más de tan buen amigo.

D. Juan.

(Ap. á Arceo.) Estaba por responderle

Yo...

Arceo.

Detente.

D. Ped.

(Ap. ¿Quién se ha visto

En igual duda? ¿Qué haré?

Si es quién es, aquí le digo,

Será alentar su esperanza;

Si lo niego, es desvarío,

Pues podrá saberlo de otro:

Si el amor le significo

De Don Juan, su honor ofendo.

Mas queden con buen estilo

Un amor desengañado,

Un honor seguro y limpio

Y atajados unos celos

Con la verdad, sin peligro

De no decir la verdad.

Mucho haré si lo consigo.)

Don Hipólito, pues ya

Vuestra relacion he oido,

Oidme á mí, y agradeced

De que tan á los principios

Os halle este desengaño.

La dama que habeis seguido,

Doña Ana de Lara es,

[p. 378]Y más que por su apellido,

Ilustre por su virtud;

Que esa casa que habeis dicho,

Es el templo de la fama.

Paréceme desvarío

Seguir este galanteo;

Que os aseguro, os afirmo

Que intentais un imposible.

D. Hipól.

Yo noticia os he pedido,

No consejo; y pues la llevo,

Quedad con Dios; que si altivo

Muriere mi pensamiento,

Osado y desvanecido

De atrevimiento tan noble,

¿Qué más premio que el castigo?

(Vase.)

ESCENA XIX.

DON JUAN. — DON PEDRO.

D. Juan.

Decidme ahora, Don Pedro,

Que el sol apénas ha visto

En esta ausencia á Doña Ana.

Mas direis bien, si ha salido

De su casa ántes que el sol,

A ser del Parque prodigio.

D. Ped.

No sé qué os diga.

D. Juan.

Yo sí.

D. Ped.

¿Qué?

D. Juan.

Que huyamos el peligro.

Ya la he perdido dos veces,

Ya verla ni hablarla estimo.

Haced que me busquen postas;

[p. 379]Que esta noche (¡ah cielo impío!)

He de volver de una vez

La espalda.

D. Ped.

Mirad...

D. Juan.

Ya miro

Que en mi presencia hallo á otro

En su casa (¡estoy sin juicio!),

Y que en mi ausencia despues

Sale (con razon me aflijo)

A ser vista (¡qué rigor!),

De donde trae (¡qué martirio!)

Nuevo amor. ¡Oh quién quitara

Del año este mes florido!

Mas no tiene la culpa él;

Yo sí, que una sombra sigo,

Yo sí, que un áspid adoro,

Yo sí, que amo un basilisco.

Mañanas de Abril y Mayo,

Noches para mí habeis sido.


[p. 380]

JORNADA SEGUNDA.


Sala en casa de Doña Clara.

ESCENA PRIMERA.

DOÑA CLARA, afligida; INÉS.

Inés.

¡Tú triste, tú pensativa,

Melancólica y suspensa,

Tan bien perdida, y tan mal

Hallada contigo mesma!

¿Dónde, señora, está el brío,

El buen gusto, la belleza

Y el despejo?

D.ª Clar.

No lo sé,

Y no es mucho (¡ay Dios!) que, necia,

Pues que no sé de mi vida,

De mis acciones no sepa.

¿Quién crêrá de mí (¡ay de mí!)

Que yo llore y que yo sienta

Desaires de un hombre? Yo,

Que tan altiva y soberbia

Me llamé la vengadora

De las mujeres, ¡sujeta

Tanto á un desaire me veo!

Inés.

Yo no sé qué razon tengas

[p. 381]Para tanto sentimiento;

Pues si bien se considera,

Él te siguió á tí, y tú fuiste

La causa de la fineza.

Luego si estás ofendida

Y obligada tambien, sea

Tu mal consuelo de otro,

Supuesto que representas,

Despreciada y pretendida,

La celosa de tí mesma.

Ya fué el cuidado por tí,

Pues por tí en la casa entra

De la otra; y si se halla

Tan empeñado con ella,

¿Cómo se puede excusar

De andar galan? Considera

Que si has de olvidar á un hombre

Porque á una hable y á otra vea,

No hay que querer á ninguno;

Que maldito de Dios sea,

Señora, el que hay que no diga

Lo mismo á cuantas encuentra.

D.ª Clar.

Con todo eso, ya llegué

(Confieso que anduve necia)

A darme por entendida

Deste agravio con mis penas,

Y me tengo de vengar.

Inés.

¿De qué suerte?

D.ª Clar.

Escucha atenta.

Un papel le he de escribir

(Disfrazándole mi letra,

Y escribiéndomele tú)

En nombre de la encubierta

Dama, diciéndole en él

[p. 382]Cuán obligada me deja

Su cortesía, y que quiero

Hablarle á solas, que tenga

Una silla prevenida,

Y una casa donde pueda

Verle esta tarde. Él, muy vano,

Creido de su soberbia,

Pensará que tiene lance,

Y para que no le tenga,

Iré yo, y será buen paso

Lo que hará cuando me vea.

Inés.

¿Y qué consigues con eso?

D.ª Clar.

Dos cosas: es la primera

Burlarme dél; la segunda

Desengañarle, y que sepa

Que fuí la tapada yo.

Porque no se desvanezca

Presumiendo que la otra

Le dió ocasion de que fuera

Tras ella, y su galanteo

Prosiga.

Inés.

Esta diligencia

¿No pudiera hacerse en casa?

D.ª Clar.

Con venganza no pudiera.

Inés.

No sé si aciertas en eso.

D.ª Clar.

¿Cómo?

Inés.

Yo te lo dijera,

Si él y aquel Don Luis no entraran.

D.ª Clar.

Pues disimula: no entiendan,

Hasta este lance, que fuimos

Las tapadas.

[p. 383]ESCENA II.

DON HIPÓLITO, DON LUIS. — DOÑA CLARA, INÉS.

D. Hipól.

Considera,

Don Luis, que importa sacarme

Presto de aquí.

D. Luis.

(Ap. á él.)Sí haré.

D.ª Clar.

¿Era,

Señor Don Hipólito, hora

De veros? ¡Tan larga ausencia!

Desde ayer no me habeis visto.

D. Hipól.

Sólo pudiera esa queja

Hacer mi ausencia feliz;

Que es sutil estratagema

De amor, que una pena misma

Hacerse lisonja sepa.

Mas no vine esta mañana,

Presumiendo que estuvieras

En el Parque, como anoche

Dijiste.

D.ª Clar.

Deten la lengua;

Pues si anoche me dijiste

Que de casa no saliera,

¿Habia de salir de casa?

¡Jesus! de mí no se crea

Tal desenvoltura, tal

Liviandad de mi obediencia.

D. Luis.

Harto le encarezco yo

A Don Hipólito esa

Verdad, y cuán obligado

Debe estar desa fineza;

[p. 384]Y áun él la conoce bien,

Pues la paga con la mesma.

D.ª Clar.

¿Luego él al Parque no fué?

D. Hipól.

¡Jesus! ¿Pues tal de mí piensas,

Sabiendo que para mí

No hay, Clara, holgura ni fiesta

Donde tú no estás?

D.ª Clar.

Y yo

Lo creo como si lo viera;

Pues si tú hubieras estado

Hoy en el Parque, hoy hubiera

Estado en el Parque yo,

Claro está, y es cosa cierta;

Pues si yo en tu pecho vivo,

Y tú en el pecho me llevas,

Contigo hubiera yo estado

Disfrazada y encubierta.

D. Hipól.

(Ap.) ¡Qué fácil es engañar

A la mujer más discreta!

D.ª Clar.

(Ap.) ¿Que sea bobo el más bellaco

De los hombres?

Inés.

(Ap.)Hombres y hembras

Así unos á otros se engañan,

Cuando que se quieren piensan.

(Hace señas Don Luis á Don Hipólito.)

D. Luis.

Aunque es el primer precepto

De amor no estorbar, licencia

Me dareis para que os diga

Que unos amigos me esperan,

Donde es preciso llevar

A Don Hipólito. Esta

Ausencia os deba el ser yo

Tan vuestro criado.

D.ª Clar.

Cesa,

[p. 385]Don Luis; que no es esta sala

Donde hablar la parte es fuerza

Por procurador. Si él quiere

Hablar, hable, y no por señas.—

Id, Don Hipólito, adios;

Que esta casa es siempre vuestra

Para iros y para estaros,

Pues siempre de la manera

Que abierta para que entreis,

Para que os vais está abierta.—

Pon esos hombres, Inés,

En la calle, y luego cierra

Las puertas.

D. Hipól.

Escucha.

D.ª Clar.

¿Yo

Escucharte?

D. Luis.

Considera

Que si yo tuve la culpa,

No ha de tener él la pena.

D.ª Clar.

Yo no me enojo con él

Ni con vos: doy la licencia

Que me pedís. (Ap. Mucho hago

En no declarar mis quejas,

Porque estoy muy enfadada

En verlos hablar por señas.)

(Vanse Doña Clara é Inés.)

ESCENA III.

DON HIPÓLITO, DON LUIS.

D. Hipól.

¿Qué os parece, Don Luis,

Deste amor, desta fineza?

[p. 386]D. Luis.

Que vos habeis reducido

A precepto y obediencia

La condicion más rebelde

De una mujer. ¿Quién creyera

Que Doña Clara llegara

Nunca á verse tan sujeta,

Que no saliera de casa,

Por decir que no saliera?

En fin, vos lo rendís todo.

D. Hipól.

Yo tengo notable estrella

Con mujeres.

D. Luis.

Bien se ve,

Pues habeis triunfado desta.

Pero decidme, ¿á qué efecto

Ha sido toda la priesa

De que salgamos de aquí?

D. Hipól.

¿Tan mal mi dolor lo muestra,

Que há menester explicarlo

Más que el efecto la lengua?

¿No os dije que la tapada

Ví en su casa descubierta,

Donde, porque entrara yo,

Os quedasteis á la puerta?

¿No os dije como la hablé,

Y que es entendida y bella,

Sin que subsidios de hermosa

Den excusados de necia?

¿No os dije como informado

De Don Pedro, dijo que era

Rica y noble?

D. Luis.

Sí.

D. Hipól.

¿Pues cómo

Dudais dónde voy? ¿No es fuerza

Que vaya á estarme en su calle,

[p. 387](No digo bien) en la esfera

Luciente del mejor sol,

A cuya dulce violencia

Arde abrasada la pluma

Y derretida la cera?

D. Luis.

¿No creeis al desengaño

De decir Don Pedro que era

La pretension imposible

Por su virtud y sus prendas?

D. Hipól.

Si es esa otra parte más

Para ser amada, esa

Es hoy la que más me anima,

Es hoy la que más me alienta.

D. Luis.

Pues ¿y la comodidad?

D. Hipól.

Pues ¿no es comodidad esta,

Si es rica, noble y hermosa,

De buena opinion y honesta,

Y puedo dentro de un mes

Estar casado con ella?

(Vanse.)


Calle en que están las casas de Doña Ana y Don Pedro.

ESCENA IV.

INÉS, con manto; despues, DON HIPÓLITO y DON LUIS.

Inés.

Apriesa escribió mi ama

El papel, y más apriesa

Yo tras ellos me he venido,

Y cogiéndoles las vueltas,

Hasta la calle he llegado

De la madama... y áun esta

[p. 388]Es su casa: allí se paran.

Yo no quiero que me vean

Tras ellos, porque no echen

De ver que los seguí: sea

Otra vez, de mi delito,

Sagrado su casa mesma.

(Entra en el portal de Doña Ana. Aparece en la calle Don Hipólito y Don Luis.)

D. Hipól.

Esta es la calle feliz...

¿Pero quién dudar pudiera

Que habia de vivir Flora

En la calle de las Huertas?

Este es el balcon por donde,

En tornasoles envuelta,

Sale el alba á todas horas,

De jazmines y azucenas

Coronada, pues el dia

En sus umbrales despierta.

Inés.

(Ap. Saliendo del portal.)

Ya de que los he seguido,

Desmentida la sospecha

Está: daréle el papel

Como mi ama lo ordena.

Vuelvo á penar en lo mudo.

D. Luis.

Una mujer encubierta

Ha salido de su casa.

D. Hipól.

Y hácia nosotros se acerca.

D. Luis.

De las dos debe de ser,

Pues que vuelve á hablar por señas.

D. Hipól.

Estas mujeres sin duda

En casa el hablar se dejan

Cuando salen della, pues

Sólo hablan dentro della.—

¿Es á mí? ¿Sí? Pues ya estoy (A Inés.)

[p. 389]Aquí: ¿qué quieres? Espera,

Mujer.

(Da Inés un papel á Don Hipólito, y vase.)

ESCENA V.

DON HIPÓLITO, DON LUIS.

D. Luis.

Aquello es decir

Que no la sigais.

D. Hipól.

Ligera

Volvió la espalda, avisando

Que calle, y el papel lea.

(Lee.) El mayor argumento de la nobleza fué siempre la cortesía. La vuestra me asegura la verdad de todo; y así os he menester para fiar de vos un secreto. Tened una silla para luego en San Sebastian, y una casa donde pueda hablaros. Dios os guarde.La dama muda.

¿Qué decís deste papel?

Decid ahora que crea

A Don Pedro, y que desista

De la pretension.

D. Luis.

Empresa

Notable seguís.

D. Hipól.

¿No os digo

Que yo tengo linda estrella

Con mujeres?

D. Luis.

¿Y qué habeis

De hacer?

D. Hipól.

Todo cuanto ordena.

Y así entre los dos partamos

[p. 390]Ahora las diligencias;

Que este es oficio de amigo.

Id, Don Luis, por vida vuestra,

Pues venimos sin cuidado,

Por la silla, y esté puesta

Al punto en San Sebastian,

Como dice. Y cuando venga,

Le direis que por no dar

De aquesto á un criado cuenta,

Os la dí á vos, porque hagamos

La necesidad fineza;

Que yo os espero en mi casa.

D. Luis.

¿Y si Doña Clara acierta

A ir allá?

D. Hipól.

Habeis reparado

Bien; que gran disgusto fuera

Que ella llegara á saberlo.

¿Qué haremos?

D. Luis.

Pues que es tan cerca

La casa deste Don Pedro,

Mejor es llevarla á ella.

D. Hipól.

Es verdad; prevenid vos

La silla, por vida vuestra,

Miéntras prevengo la casa.

D. Luis.

Oid: de la suya mesma

Otras dos salen.

D. Hipól.

Mirad

Si lo han tomado de véras.

No malogremos la dicha.

Vámonos sin que nos vean;

Que estando aquí, podrá ser

Que ir á otra parte no quieran.

D. Luis.

Voy á prevenir la silla.

(Vanse.)

[p. 391]ESCENA VI.

PERNÍA, DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA.

D.ª Luc.

¿Qué es, señora, lo que intentas?

¿En este traje, de casa

Sales?

D.ª Ana.

A esto amor me fuerza.

En la casa de Don Pedro

He de entrar, ya estoy resuelta,

Hasta saber si Don Juan

En ella se oculta ó cierra.

D.ª Luc.

Pues ¿dónde vas? Esta es

La casa.

D.ª Ana.

¿No eres más necia?

Pasa de largo, porque

Deslumbremos las sospechas,

Si acaso me ha visto alguno

Salir de casa; no entienda

Que á esotra voy.—¡Ay Don Juan!

¡Ay, amor, lo que me cuestas!

(Vanse.)


Sala en casa de Don Pedro.

ESCENA VII.

DON JUAN, DON PEDRO.

D. Ped.

Notable sois, por cierto.

D. Juan.

¿No lo he de ser, Don Pedro, si estoy muerto

[p. 392]De celos y de agravios,

Las manos sin accion, la voz sin labios?

D. Ped.

Si yo de vuestros celos

Hoy traigo averiguados los recelos

Y deshecho el engaño,

¿Qué os quejais?

D. Juan.

Para mí no hay desengaño.

D. Ped.

Pues yo puedo deciros

Que solo por serviros,

Ahora cauteloso

Y con vuestro poder, Don Juan, celoso,

De uno y otro criado

En casa de Doña Ana me he informado

Si salió esta mañana

Al Parque, y dicen todos que Doña Ana

Sólo á misa ha salido

En su coche á las once, y nadie ha habido

Que lo contrario diga.

D. Juan.

¿Pues quién á Don Hipólito le obliga,

Don Pedro, á haber mentido?

D. Ped.

Asegurad vos bien vuestro partido;

Pero no averigüeis tan neciamente,

Puesto que mienta el otro, por qué miente.

D. Juan.

¿Quereis ver cuán atento

Estoy á mi dolor y mi tormento?

Pues con creer el daño como daño,

Me ha sosegado en parte el desengaño.

Y así, aunque no queria

Ver á Doña Ana, al espirar el dia

Verla y hablarla quiero

Y decir, ya que muero, por qué muero,

Quejándome de todo.

D. Ped.

Pues yo os diré, ya que así estais, el modo

Que me parece que hay de prevenilla.

[p. 393]Vos habeis de escribilla

Un papel que ha de darle ese criado...

—Mas luego lo diré, porque han llamado.

ESCENA VIII.

ARCEO. — DON JUAN, DON PEDRO.

Arceo.

Hasta aquí Don Hipólito se entra.

D. Ped.

Ya veis lo que perdeis si aquí os encuentra.

Yo saldré á recibille.

D. Juan.

Eso no, porque yo tengo de oille.

D. Ped.

Pues ¿no os fiais de mí?

D. Juan.

Yo sí me fío;

Mas es desconfiado el amor mio.

D. Ped.

Yo estoy tan satisfecho

Del honor de Doña Ana, que sospecho

Que viene á retractarse;

Y así muy poco llega á aventurarse.

Retiraos.

D. Juan.

Piedad ¡cielos!

Escuche dichas quien escucha celos.

(Retírase.)

ESCENA IX.

DON HIPÓLITO. — DON PEDRO, ARCEO; DON JUAN, en su cuarto.

D. Hipól.

Don Pedro, siempre vengo

A vos, ó con el mal ó el bien que tengo.

Ya que de vos me fío,

[p. 394]Amparadme, pues sois amigo mio.

Doña Ana...

D. Ped.

(Ap.¿Hay semejante

Confusion?) No paseis más adelante:

No teneis que decirme

Que á vuestra pretension constante y firme

Está, que yo lo creo, como es justo.

D. Hipól.

Léjos dais de mi dicha y de mi gusto;

Que es lo contrario lo que hablaros quiero.

D. Ped.

(Ap.) ¡Cielos! ¡qué es esto!

D. Juan.

(Ap. al paño.)

Hasta escucharle espero.

D. Ped.

(Ap.) ¿Qué he de hacer? Porque temo

Que pase este negocio á más extremo.

D. Hipól.

Doña Ana, en fin...

D. Juan.

(Ap.)¿Quién mi desdicha ignora?

D. Ped.

Esperad un instante.

(Cierra la puerta del aposento donde está Don Juan.)

Hablad ahora.

D. Hipól.

¿Por qué cerrais?

D. Ped.

No quiero que esa puerta,

Cuando fuera me voy, se quede abierta.

(Ap. Con esto he asegurado

Aquí, de dos cuidados, un cuidado.

Celos y riesgo le han buscado: ¡cielos!

Estorbe el riesgo, ya que no los celos.)

D. Hipól.

Doña Ana pues, este papel me escribe.

Que busque donde hablarla me apercibe

Y pues mi dicha pasa

Tan adelante, dadme vuestra casa,

Adonde pueda vella:

Tapada vendrá á ella.

Yo he menester á Arceo

Que se venga conmigo; que deseo

Miéntras llega, advertido,

[p. 395]Tener algun regalo prevenido.

Y pues que la respuesta

Ha de ser ayudar dicha como esta,

Quedad con Dios; que con el bien que toco,

Loco debo de estar, si no voy loco.

D. Ped.

Oid, mirad.

D. Hipól.

No me deja mi deseo,

Ni lo espereis; que me llevo á Arceo.

(Vase con Arceo.)

D. Ped.

¿Qué haré de dos amigos empeñado,

Si uno me busca, y otro está encerrado,

Y ambos de mí se fían? Triste llego

A abrir las puertas, y en las dudas ciego.

(Abre.)

ESCENA X.

DON JUAN, que sale de donde estaba. — DON PEDRO.

D. Ped.

Don Juan, viendo que aquí (¡confusion brava!)

Una desdicha y otra acá os buscaba

En deshecha fortuna,

Quise de dos embarazar la una,

Y porque no saliérades restado,

Ya que celoso...

D. Juan.

Todo fué excusado;

Que oyendo lo que oí, aunque estuviera,

Abierto, no saliera;

Pues á tal desengaño, cosa es clara

Que esperara hasta verle cara á cara:

Necedad en el mundo introducida,

Solicitar lo que quitó la vida.

[p. 396]D. Ped.

Esa ahora es mi duda;

Yo no sé como á tanto empeño acuda.

Don Hipólito (¡ay cielos!) este dia

De mí su gusto y vuestra pena fía.

Mi obligacion en vuestras manos dejo.

¿Qué hiciérades? ¡Ay Dios! Dadme consejo.

D. Juan.

Yo no sé lo que hiciera,

Si vos, Don Pedro, fuera,

En un caso tan nuevo;

Mas siendo yo, bien sé lo que hacer debo;

Que es, aunque el alma en celos se me abrasa,

El respeto guardar á vuestra casa.

Mas fuera della le daré la muerte,

Ya que el duelo de amor es ley tan fuerte,

Que dispone severa

Que ofenda la mujer, y el hombre muera.

D. Ped.

Vos no habeis de salir de aquí.

D. Juan.

Es en vano,

Que he de salir.

D. Ped.

Vuestro peligro es llano.

D. Juan.

Y esotro ¿no lo es? ¿Quereis que vea

Hoy mis desdichas yo? Pues así sea.

Que aquí me estaré, digo,

Y que de mi dolor seré testigo.

Venga Doña Ana, de otro enamorada,

Y... Mucho iba á decir; no digo nada.

D. Ped.

Eso tampoco es justo.

D. Juan.

Pues ni irme ni quedarme no os da gusto,

(¡Estoy perdido y loco!)

¿Qué quereis?

D. Ped.

No lo sé.

D. Juan.

Ni yo tampoco.

D. Ped.

Sólo deciros quiero

Que, aunque como desdichas las espero,

[p. 397]Estoy tan confiado

Del honor de Doña Ana, que he pensado

Que este se desvanece,

O que su amor algun error padece.

D. Juan.

Confianza tan vana

¿De qué os nace?

D. Ped.

De ser quien es Doña Ana,

Que es mujer principal.

D. Juan.

Necio anduvisteis,

Si ántes que principal, mujer dijisteis,

Y ved si engaño habrá, que ya han entrado

Dos mujeres.

D. Ped.

Yo estoy desesperado,

Pues consultando extremos,

Tratando mucho, nada resolvemos,

Y ya el lance llegó. No sé qué hacerme.

Escondeos.

D. Juan.

Yo no tengo de esconderme.

D. Ped.

¿Pues quereis que aquí os vean?

D. Juan.

¿Habrá desdichas que mayores sean?

D. Ped.

Haced esto por mí, hasta que sepamos

La verdad, y despues los dos muramos

En la defensa del agravio vuestro.

D. Juan.

Mi amistad así os muestro;

Pero con condicion (¡desdicha grave!)

Que á aquesta puerta he de quitar la llave,

Y ha de estar siempre abierta.

(Vase.)

[p. 398]ESCENA XI.

DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA y PERNÍA. — DON PEDRO; DON JUAN, en su cuarto.

D.ª Luc.

Oye, Pernía, quédese á la puerta.

(Vase Pernía.)

D.ª Ana.

Señor Don Pedro Giron,

Muy admirado estareis

De ver hoy en vuestra casa

Entrarse así una mujer.

Galan y discreto sois,

Y como todo, sabeis

Que extremos de amor obligan

A más extremos; y pues

De alguno se han de fiar,

¿De quién, Don Pedro, de quién

Mejor que de vos, que sois

Noble, entendido y cortés?

(Descúbrese.)

D. Ped.

(Ap.) Ya no me queda esperanza:

Doña Ana, vive Dios, es.

D. Juan.

(Ap. entreabriendo la puerta del cuarto donde está.)

¡Y querrán que calle yo!

Mas puesto que así ha de ser,

Arded, corazon, arded,

Que yo no os puedo valer.

D.ª Ana.

Ya que con vos declarada

Estoy, Don Pedro, sabed

En lágrimas y suspiros

Mis desdichas de una vez.

Y pues sabeis que he venido

[p. 399]A vuestra casa, entended

(¡Cuánta vergüenza me cuesta!)

Ya, señor Don Pedro, á qué.

Un hombre vengo á buscar,

Porque de muy cierto sé

Que le puedo hallar en ella.

(Sale Don Juan.)

D. Juan.

Adios, Don Pedro; porque

Darme tormento de celos,

Y querer que calle, es

Nuevo rigor. Yo confieso

Que es mi delito querer,

Si eso pretendeis de mí...

D.ª Ana.

¡Don Juan, mi señor, mi bien!...

D. Juan.

¡Doña Ana, mi mal, mi muerte!

D.ª Ana.

Dame los brazos.

D. Juan.

Deten,

No con los brazos añadas

Al tormento otro cordel,

Pues ya he dicho la verdad.

D. Ped.

(Ap.) No sé, vive Dios, qué hacer.

Mas porque ni uno éntre, ni otro

Salga, el paso cerraré.

D. Juan.

No cerreis, porque he de irme.

D.ª Ana.

No has de irte.—Sí cerreis.—

¿Pues cómo tan rigoroso,

Cómo tan tirano, pues

Agradeces desa suerte

Haberte venido á ver?

D. Juan.

¿A quién?

D.ª Ana.

A tí, porque supe

Que aquí estabas.

D. Juan.

¡Bien á fe!

Buena disculpa has hallado.

[p. 400]¡Ah fiera! ¡ah ingrata! ¡ah cruel!

¡Qué pronto vive á mentir

El ingenio en la mujer!

D.ª Ana.

Don Juan, si de las pasadas

Ofensas (al parecer

Justas) te dura el enojo,

Y huyes de mí (¡ay Dios!) porque

Estás engañado, ya

Te vengo á satisfacer.

Aquel hombre, á quien le diste

La muerte...

D. Juan.

Yo no hablo dél

¡Mira, mira tus engaños,

Cuáles han llegado á ser,

Pues quejándome de uno,

A otro respondes! Y pues

Son tantos que unos á otros

Se embarazan, no me des

Satisfaccion de ninguno;

Que mejor será tener

Queja de todos; que al fin

Está mejor puesto aquel

Que, ántes que mal satisfecho,

Se queda quejoso bien.

D.ª Ana.

No te entiendo; y si es la causa

Que yo imagino que es

La que tú sientes, señor,

¿De qué te quejas? ¿de qué?

¿Qué nueva causa te he dado?

Pero si no puede ser

Darla yo, ¿qué nueva causa

Te ha dado mi estrella? Ten

El paso, y díme, ¿qué es esto?

D. Juan.

Traiciones tuyas; si bien

[p. 401]No siento que sean traiciones,

Porque te llego á perder;

Pues lo que llego á sentir,

Sólo (he de decirlo) es

Que otro merezca en un dia

Lo que en siglos no alcancé

A merecer yo. Y en fin

Me consuela en parte, que

Él no te ha llegado á amar,

Pues te llega á merecer.

D.ª Ana.

Si mi desdicha, Don Juan,

Te ha sabido disponer

Otra evidencia aparente

Que yo no alcanzo ni sé,

¿Cómo he de desengañarte?

¿Cómo te he de responder?

¡Vive Dios, que te han mentido!

D. Juan.

No, que es verdad cuanto hablé.

D.ª Ana.

¿Quién te lo dijo?

D. Juan.

El galan

A quien tú vienes á ver.

D.ª Ana.

Yo á verte á tí, Don Juan, vengo...

D. Juan.

¡Es verdad, dices muy bien!

D.ª Ana.

Porque supe que aquí estabas.

D. Juan.

¿De quién pudiste? ¿de quién?

D.ª Ana.

Desta criada.

D. Juan.

¡Por cuánto

Llegara el testigo á ser,

Que no fuera tu criada!

Que criadas y amas teneis

Pacto explícito á mentir.

D.ª Ana.

Esta es verdad.

D. Juan.

¿Quién tal crê?

D.ª Ana.

Quien quiere bien.

[p. 402]D. Juan.

Pues yo quiero

Muy mal por aquesta vez.

D.ª Ana.

Pues muera de desdichada.

D. Juan.

Y yo de infeliz tambien.

ESCENA XII.

ARCEO. — Dichos.

Arceo.

(Dentro.) Abran aquí.

D. Ped.

(Ap.)Esto es peor.

No sé ¡vive Dios! qué hacer,

Que Don Hipólito viene.

D. Juan.

¿Quieres, ingrata, saber

Si me han mentido? Pues éste

El galan que buscas es.

D.ª Ana.

Yo me huelgo de que sea,

Puesto que no puede ser

El que busco, el que imaginas

Abrid, Don Pedro. Entre pues,

Y sepa Don Juan que miente

El que contra mi altivez

Bajo concepto ha formado.

D. Juan.

¡Plegue á Dios! Y aquesta vez,

O por vivir ó morir,

Escuchándote estaré,

Supuesto que es ya mi vida

El juego del esconder.

(Escóndese Don Juan y abre Don Pedro; sale Arceo con una fuente de dulces.)

Arceo.

¿Tanto tardan en abrir

A quien llama con los piés,

Que es señal que trae algo

[p. 403]En las manos? ¡Vive diez,

Que queda saqueada toda

La tienda del Portugues!—

Ya Don Hipólito viene, (A doña Ana.)

Señora.—¿Pero qué ven

Mis ojos? ¿Doña Lucía

En mi casa?

D.ª Luc.

(Ap.)Aquesta vez,

Por el chisme de una dueña,

Muertes de hombres ha de haber.

ESCENA XIII.

DON HIPÓLITO. — Dichos.

D. Hipól.

(Ap. ¿Si habrá ya Don Luis llegado

Con la silla? Sí, pues ver

Puedo la dama. ¡Ay amor!

Todo ha sucedido bien.)

Seais, señora, bien venida

A este, aunque humilde dosel

Del mayo y el sol, ya esfera

De verdor y rosicler.

D.ª Ana.

(Ap.) ¡Cielos! ¿Qué pasa por mí?

¿Este el marido no es

De la que hoy se entró en mi casa?

D. Juan.

(Ap. entreabriendo la puerta.)

¡Quién vió lance más cruel!

D. Ped.

(Ap.) Mal se va poniendo todo.

Lo que resuelva no sé.

D. Hipól.

Don Pedro, no tan penada

Tengais á esta dama: ved

Que por vos no se descubre.

[p. 404]D. Ped.

Yo, por no estorbar, me iré.

(Ap. Mas será á estar á la mira.)

D.ª Ana.

Don Pedro, no os ausenteis,

Porque habeis de ser aquí,

De cuanto pasare, juez.—

Caballero, á quien apénas

Ví, pues si os ví, á penas fué,

(A Don Hipólito.)

Ya que por vos las padezco,

¿Conoceisme?

D. Hipól.

No y sí, pues

En este instante os conozco,

Y os desconozco tambien.

Conózcôs, pues que quien sois,

Muy bien informado, sé;

Y desconózcôs, señora,

Porque desa suerte hableis.

Si os ví en el Parque primero,

Y en vuestra casa despues;

Si para venir á hablaros

Llamado fuí de un papel;

Y si habeis venido adonde

Yo os traigo, ¿cómo ó por qué

Así os extrañais de verme

Donde me venís á ver?

D. Juan.

(Ap.) ¿Querrán Doña Ana y Don Pedro

Que esto llegue á oir y ver,

Y no salga? ¡Vive Dios,

Que infamia del amor es!

D.ª Ana.

¡Yo á veros á vos! Mirad

Lo que decís: no busqueis

Desengaños, que á vos solo

Mal el saberlos esté.

Yo en mi vida al Parque fuí;

[p. 405]Ni en él os ví ni os hablé.

Si os entrasteis en mi casa,

No me pregunteis á qué;

Que aunque lo puedo decir,

Vos no lo podeis saber;

Que habeis de ser el postrero

Que el desengaño toqueis.

Basta decir que engañado

Estais, y que me dejeis;

Que puede ser sea causa

De todo vuestra mujer.

D. Hipól.

¡Mi mujer! Ahora conozco

De qué ha podido nacer

Vuestro enojo. Yo hice mal

En traeros aquí: haced

La deshecha norabuena;

Pero no me acumuleis

Que soy casado, que es susto

De que jamás sanaré.

D. Ped.

(Ap.) Ya ni áun á mentir acierta

Doña Ana.

D. Juan.

(Ap.)Ni yo á tener

Paciencia; pero si salgo,

Rompo de amistad la ley,

A Doña Ana la destruyo,

Y á mí me pierdo tambien

Sin efecto, pues en medio

Han de estar su criado y él,

Y es hacer ruido no más,

Dejando la duda en pié.

Pues sufrirlo, es imposible;

Que ¿quién ha podido, quién,

Oir requebrar á su dama?

Haya un medio entre los tres,

[p. 406]Como yo solo me pierda,

Donde... Pero esto despues

Ha de decir el suceso.

Ya he visto cómo ha de ser.

(Vase.)

D.ª Ana.

Dejadme, señor, por Dios:

Y porque mejor mireis

Que huyo de vos, y lo más

A que se puede atrever

Una mujer como yo,

A voces digo que quien

En este aposento está,

Mi dueño y mi amante es.

Y es á quien vine á buscar,

Y es á quien yo quiero bien;

Porque á vos no os escribí,

Ni os ví en mi vida, ni hablé,

Desmintiendo desta suerte

Su peligro y mi desden.

(Éntrase donde estaba Don Juan; Doña Lucía la sigue.)

D. Hipól.

Cerró la puerta. ¿Quién vió

Mas tramoyera mujer?

Desde el punto que la ví,

Enredadora la hallé.

D. Ped.

(Ap.) Bien cuerda resolucion

Tomó Doña Ana porque

Con esto estorba que salga

Don Juan, que es lo que á temer

Llegué siempre.

D. Hipól.

Estoy confuso

Y qué he de decir no sé.

[p. 407]ESCENA XIV.

DON LUIS. — DON HIPÓLITO, DON PEDRO.

D. Luis.

Yo llego á muy buena hora.

Don Hipólito, ahí está

Aquella señora ya

En la silla.

D. Hipól.

¿Qué señora?

D. Luis.

La que esperais.

D. Hipól.

¿Qué decís?

D. Luis.

Que tomó en San Sebastian

La silla, y que ahí fuera están.

D. Hipól.

Engañado estais, Don Luis;

Porque la dama, á quien yo

Vengo á ver, ya estaba aquí

Cuando vine.

D. Luis.

¿Cómo así,

Si ahora conmigo llegó

En la silla la mujer

Que hoy en el Parque encontramos

A quien seguimos y hablamos?

D. Hipól.

Eso ¿cómo puede ser,

Si la misma, destapada,

Aquí la he visto y hablado,

Y en este aposento ha entrado?

D. Luis.

No quiero deciros nada,

Sino que entra ya.

D. Hipól.

¡Por Dios,

Que es rigorosa mi estrella!

[p. 408]ESCENA XV.

DOÑA CLARA é INÉS, tapadas. — DON HIPÓLITO, DON PEDRO, DON LUIS.

D. Luis.

Ahora decid si es aquella.

D. Hipól.

O es ella, ó ellas son dos.

D. Ped.

¿Veis, Don Hipólito, veis

Cómo la dama que estaba

Hoy aquí, á vos no os buscaba?

D. Hipól.

Quitarme el juicio quereis.—

Mujer, dos veces tapada, (A doña Clara.)

Que á mi deshecha fortuna,

Por si se me pierde una,

Se me envía duplicada,

¿No me hablaste en el Parque hoy?

¿No eres tú la que seguí,

Y la que en tu casa ví?

(Hasta aquí á todas las preguntas ha respondido Doña Clara por señas, y ahora se descubre.)

Confuso otra vez estoy.

D.ª Clar.

Yo soy, el mi caballero,

Ya que descubierta os hablo,

Aquella habladora muda,

Por las lecciones de un manto;

Que viendo que era muy poca

Victoria, muy poco aplauso

De toda aquesta mujer

Un hombre no más, buscando

Ocasion de que alcanzara

Sola una parte del lauro,

Le quise dar de ventaja

[p. 409]La discrecion á mi garbo.

Bien pensó vuesa merced

Muy necio y muy confiado

Que tenía muerta al vuelo

La hermosura de los campos;

Pues no, señor Para-todas,

Y conozca escarmentando

Que ha dado vuesa merced,

Por lo entendido ó lo raro,

Mala cuenta de su amor,

Pues deja este desengaño

Vengada á la hermosa Filis

De los desdenes de Fabio.

Pues cuando fuera verdad

Que yo le amara; pues cuando

Fuera verdad que celosa

Aquí le hubiera buscado,

El verme vengada sólo

Me hubiera el amor quitado.

Yo lo estoy con que haya visto

Que los celos que me ha dado,

Han sido conmigo misma;

Pues nadie pudiera darlos

A este talle, que no fuera

Su mismo desembarazo.

Envaine vuesa merced

Todo ese grande aparato

De dulces de Portugal,

Que le han salido tan agrios;

Que no es la boda por hoy.

Pero agradezca el cuidado

Que en ella ha puesto el señor

Casamentero del diablo;

Que cierto que de su parte

[p. 410]Nada faltó, porque ha estado

Con mucha puntualidad

Con la tal silla esperando,

Y hizo muy bien el papel,

Encareciendo el recato;

Porque es amigo muy fino

Del que es amante muy falso.

Con esto adios, y ninguno

Me siga; que si echo el manto,

Si vuelvo la calle, si otro

Embeleco desenvaino,

Les haré creer que soy

Otra dama, aunque al estrado

Me entre de una mesurada,

Como esta mañana, cuando

Le hizo creer que era otra

Sólo un sombrerillo blanco.

(Vase.)

D. Hipól.

Oye, aguarda, espera, escucha.

D. Luis.

¡En toda mi vida he hallado

Hombre de tan buena estrella

Con mujeres!

D. Hipól.

¿Que burlando

Esteis, cuando estoy muriendo?—

Detente, Inés.

Inés.

Será en vano;

Que vamos muy enojadas.

(Vase.)

D. Hipól.

No sé qué hacer en tal caso.

Mas sí sé, que es apelar

De todo al desembarazo,

Desengañando hoy la una,

Y la otra despues amando.

(Vanse Don Hipólito y Don Luis.)

D. Ped.

¡Gracias á Dios, que con esto

Ya los celos se acabaron

[p. 411]De Doña Ana y de Don Juan,

Pues todo lo han escuchado,

Y mi amor, pues Doña Clara

Viene á Hipólito buscando!

¡Cielos! sin querer, he visto

Mis celos averiguados.

Arceo.

Y si el galan y la dama

Están ya desengañados,

Aquí acaba la comedia.

D. Ped.

¿Oiste ya el desengaño,

Don Juan?

(Llegándose á la puerta del cuarto donde estuvo.)

ESCENA XVI.

DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA. — DON PEDRO, ARCEO.

D.ª Ana.

No soy tan dichosa

Yo.

D. Ped.

¿Cómo así?

D.ª Ana.

Como cuando

Yo entré, sólo ví un hombre,

Que atrevido y temerario

Se echaba por la ventana,

Que hay, señor, á esos tejados.

Arceo.

Pues no acaba la comedia.

D. Ped.

¡Qué rigoroso, qué extraño

Afecto de amor y celos!

(Ap. Él iba á salir al paso:

Seguir á los dos importa,

No suceda algun fracaso.)

(Vase.)

D.ª Ana.

Grande desdicha es la mia,

Pues cuando vengo buscando

[p. 412]Hoy, Don Juan, finezas tuyas,

Solas mis desdichas hallo.

Cuando te siguen sospechas,

Tú las estás esperando

Firme, ¡y vuelves las espaldas

Si te siguen desengaños!

¿Qué mujer es esta ¡cielos!

Que hoy en mi casa se ha entrado?

¿Qué hombre es este que asegura

Que yo le vengo buscando?

¡Oh nunca en el tiempo hubiera,

Oh nunca hubiera en el año,

Si es que la culpa han tenido

De enredos y enojos tantos,

Las mañanas floridas

De Abril y Mayo!


[p. 413]

JORNADA TERCERA.


Sala en casa de Doña Ana.

ESCENA PRIMERA.

DON JUAN, á oscuras.

Nada me sucede bien.

¿Qué roca habrá que contraste

Tanta avenida de penas,

Tantos golpes de pesares?

Del aposento en que estaba

Por testigo de mis males,

Imposible de sufrirlos,

E imposible de vengarme,

Celoso y desesperado

Salir pretendo á la calle

A esperar aquel galan

Tan feliz, que coronarse

Pudo de tantos favores,

De dichas que son tan grandes.

Echéme por la ventana

(Porque allí no me estorbasen

La venganza de mis celos),

Presumiendo que era fácil,

Ganando desde el tejado

[p. 414]De la puerta los umbrales;

Y saltando dél á un patio,

Donde la ventana sale,

Perdí el tino, y dí á otra casa.

Pero parece que abren

Una puerta, y entra gente...

Y con las luces que traen

Percibo mejor las señas.

¿Hay suceso semejante?

¡Vive Dios, que esta es la casa

De Doña Ana! ¡Si tomase

Hoy puerto en el mismo golfo

Esta derrotada nave!

Ella es. ¿Qué he de hacer, cielos?

Que no es bien que aquí me halle,

Y presuma que he venido

Cobardemente á quejarme

De mis celos, sin vengarlos.

¿Hay confusion más notable?

¿Qué haré? Que no me está bien

Ya ni el irme ni el quedarme.

(Escóndese.)

ESCENA II.

DOÑA ANA y DOÑA LUCÍA, con luz. — DON JUAN, escondido.

D.ª Ana.

Quítame este manto. ¡Gracias

A mi fortuna inconstante

Que me ha dado (¡ay infelice!)

Un solo punto, un instante

De tiempo para llorar,

De lugar para quejarme!

[p. 415]Y así, ya que estoy á solas,

Sean tormentas, sean mares

Mis lágrimas y mis quejas

Entre la tierra y el aire.

D.ª Luc.

Señora, si dese modo

Tan justos extremos haces,

Triunfará de amor la muerte.

Consuelo tus penas hallen;

Que para todo hay consuelo.

Que si Don Juan (por guardarle

A Don Pedro aquel decoro

Que debió á sus amistades)

Se arrojó por la ventana,

Ya en su seguimiento parten

Don Pedro, Arceo y Pernía,

Porque los dos no se maten.

D.ª Ana.

Y cuando remedie (¡ay triste!)

Mi temor, ¿para adelante

Puede ya dejar de ser

Lo que fué? ¿Pueden borrarse

De la memoria los celos

En que yo no tuve parte?

D. Juan.

(Ap. al paño.) De cuanto yo desde aquí

Puedo á las dos escucharles,

Nada entiendo; y sólo entiendo

Que temo que me declaren

Mis congojas, mis desdichas,

Mis recelos, mis pesares;

Porque no es posible, no,

Que un celoso sufra y calle.

D.ª Luc.

Acuéstate, por tu vida,

Porque en la cama descanses.

D.ª Ana.

No hay descanso para mí.

Fuera de que he de esperarle

[p. 416]A Don Pedro; que le dije

Que con lo que le pasase

En alcance de Don Juan

(Pues todos van á buscarle),

Viniese á avisarme; y ya

Parece que llaman. Abre.

ESCENA III.

DON PEDRO, ARCEO, PERNÍA. — Dichos.

D.ª Ana.

Señor Don Pedro, ¿qué hay?

D. Ped.

Que todo ha salido en balde.

D.ª Ana.

¿Cómo?

D. Ped.

No habemos hallado

A Don Juan, y es bien notable

Suceso, porque de aquella

Ventana, que al patio cae,

Para salir al portal

Hay una puerta, y la llave

Está echada, de manera

Que ha sido imposible hallarle,

Cuando ni en mi casa está,

Ni salir pudo á la calle.

Arceo.

No le hemos buscado bien,

Si va á decir las verdades;

Porque á un celoso, señora,

Le ha de buscar el que hallarle

Quisiere, ahogado por los pozos,

O ahorcado por los desvanes.

Pernía.

Ya le he dicho que se meta

En juntar sus consonantes.

No hable palabra donde

[p. 417]Yo estoy.

Arceo.

Quínola pasante,

Tambien yo le tengo dicho

Que de dar lanzadas trate,

Y sacar, no para el toro,

Para el lacayo el alfanje,

Y no más.

D.ª Luc.

Entre dos ruines

Sea mi mano el montante.

D. Ped.

No es posible hallarle, en fin.

D.ª Ana.

Son mis penas, no os espante,

Y bien dicen que son mias.

Pues ellas disponer saben

Tantas falsas apariencias,

Que me culpen y le agravien.

¡Plegue á Dios, señor Don Pedro,

Que él me destruya y me falte,

Si á aquel hombre ví en mi vida,

Sino hoy, que pudo entrarse

Aquí tras una mujer,

A quien siguió desde el Parque,

Y vióme á mí! ¿Mas por qué

Lo digo ¡ay Dios! si escucharme

No puede Don Juan, y doy

Satisfacciones al aire?

D. Ped.

Quedad, señora, con Dios;

Que por si vuelve á buscarme

A mi casa, vuelvo á ella.

¿Qué mandais?

D.ª Ana.

No es bien que os mande,

Que os ruegue sí, que volvais

A la mañana á contarme

Lo que hubiere sucedido.

D. Ped.

Quedad con Dios.

(Vase.)

[p. 418]D.ª Ana.

Él os guarde.—

Lucía, cierra esas puertas,

Y entra despues á acostarme;

Que he de madrugar mañana,

Porque he de salir al Parque

A hacer una diligencia.—

¡Oh si á este vivo cadáver

Hoy ese lecho de pluma

Sepulcro fuera de jaspe!

(Vase.)

ESCENA IV.

DON JUAN, al paño; ARCEO, DOÑA LUCÍA.

D. Juan.

(Ap.) ¿Al Parque mañana? ¡Ay cielos!

No estos desengaños basten:

Vuelvan atras mis desdichas,

Pues pasa el riesgo adelante.

Arceo.

De todos estos enredos,

De todos estos debates,

Vos teneis, Doña Lucía,

La culpa, pues vos contasteis

A vuestra ama que en mi casa

Estaba Don Juan.

D.ª Luc.

De tales

Sucesos, quien me lo dijo

A mí, tiene mayor parte;

Que ya sabe quien me cuenta

A mí el suceso que sabe,

Que es decirme que lo diga

El decirme que lo calle.

Arceo.

Eres tan dueña, que puedes

Servir desde aquí adelante

[p. 419]De molde de vaciar dueñas.

D.ª Luc.

Tú escudero vergonzante.

Arceo.

Eres dueña.

D.ª Luc.

Tú eres loco.

Arceo.

Eres dueña.

D.ª Luc.

Tú un bergante.

Arceo.

Eres dueña.

D.ª Luc.

Tú un bufon.

Arceo.

Eres dueña.

D.ª Luc.

Tú un infame.

Arceo.

Eres dueña.

D.ª Luc.

Tú un bribon.

Arceo.

Item más, dueña; y no trates

De desquitarte, porque

No has de poder desquitarte.

D.ª Luc.

¿Cómo no? Eres un...

Arceo.

Dí, dí.

D.ª Luc.

Mal poeta.

Arceo.

¡Tate, tate!

¿Poeta, dijiste? Adios, dueña;

Que ya quedamos iguales.

D.ª Luc.

¿Desa manera te vas?

Arceo.

Pues ¿qué quieres?

D.ª Luc.

Que te aguardes

Aquí, miéntras que mi ama

Acaba de desnudarse,

Y volveré á hablar contigo

Un rato.

Arceo.

Aquí espero.

(Vase Doña Lucía, llevándose la luz.)

[p. 420]ESCENA V.

DON JUAN, al paño; ARCEO.

Arceo.

Madres

Las que á los hijos parísteis

Para nocturnos amantes

De viejas, mirad en mí

Las desdichas á que nacen.

Esperando una estantigua

Estoy, confuso y cobarde,

Aquí donde mis suspiros

Pueblan estas soledades.

(Sale Don Juan del cuarto en que estaba.)

D. Juan.

(Ap.) Ahora, desconfianzas,

Es tiempo de aconsejarme,

Si esto que pasa por mí

Son mentiras ó verdades.

El recatarme me importa

De Doña Ana: ella no sabe

Que la escucho, y en suspiros

Que mal pronunciados salen

Desde el corazon al labio,

Me ha dado ciertas señales

De que mi desdicha llora,

De que siente mis pesares.

Estos criados no pueden

Engañarse ni engañarme,

Puesto que Arceo á Lucía

La contó cómo ocultarme

Pude en casa de Don Pedro,

Y ella á Doña Ana: bastante

[p. 421]Desengaño de que fué

Entónces ella á buscarme.

Mas ¡ay de mí! si es aquesto

Como dicen señas tales,

¿Don Hipólito á qué efecto

Dijo que á él iba á buscarle?

¿O qué mujer es aquesta?

Y en fin, ¿para qué ir al Parque

Mañana quiere Doña Ana,

Para que á mí no me falte

Cuidado? ¡Pues vive Dios,

Que tengo de averiguarle!

Si aquí estoy, es imposible

Que disimule y que calle;

E imposible, si me ven,

De que la ida del Parque

Averigüe: luego irme

Será lo más importante.

Este criado á Lucía

Espera: miéntras no sale,

Pues no ha cerrado la puerta,

Salir pretendo á la calle,

Por seguirla donde fuere.

Que me prendan ó me maten,

Todo, todo importa ménos

Que no que me desengañe.

Arceo.

Ya siento pasos.—Lucía,

Seas bien venida, dame

Los brazos.

(Abraza á Don Juan.)

¡Barbada vienes!

¿Quién es?

D. Juan.

Callad, que no es nadie.

Arceo.

¿Cómo no es nadie? Yo soy

Tan cortés y tan galante,

[p. 422]Que ántes crêré que sois muchos.

¡Ay, ay!

D. Juan.

¡Vive Dios, que os mate,

Si no callais!

ESCENA VI.

DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA. — DON JUAN, ARCEO.

D.ª Ana.

(Dentro.)¿Que rüido

Es aquél?

(Sale Doña Lucía á oscuras y encuentra con Don Juan.)

D.ª Luc.

(Bajo á Don Juan.)

¡Eres notable!

¿Es posible que tu miedo

Tan grandes extremos hace,

Que des voces? Salte presto,

Para que aquí no te hallen.

Vénte tras mí.

D. Juan.

(Bajo á ella.Vamos.) (Ap. ¡Cielos!

Hasta que me desengañe

He de callar; que esta es

Propia condicion de amantes.)

(Vanse Doña Lucía y Don Juan, que al entrarse, encuentra con Arceo.)

Arceo.

¿Otro diablo? ¡Vive Dios,

Que tienen aquestos lances

Cosas de la Dama Duende!

[p. 423]ESCENA VII.

DOÑA ANA, medio desnuda, con luz. — ARCEO; despues, DOÑA LUCÍA.

D.ª Ana.

¡Hola! ¿No responde nadie?

Mas ¡ay de mí!

Arceo.

(Ap.)Yo me embozo,

Por ver si puedo excusarme

De que me conozcan.

(Sale Doña Lucía.)

D.ª Luc.

(Ap.)Ya

No hay peligro que me espante,

Pues ya en la calle está Arceo.

¿Mas no es el que está delante?

¿Quién era, si él está aquí,

El que yo puse en la calle?

Arceo.

(Ap.) ¡Aquí muero!

D.ª Ana.

Caballero,

Que, recatado el semblante,

La noble clausura rompes

Destos sagrados umbrales,

Si necesidad acaso

Te ha obligado á extremos tales,

De mis joyas y vestidos

Francas te daré las llaves:

Ceba tu hidrópica sed

En sus telas y diamantes.

Pero si, más codicioso

De honor que de hacienda, haces

Estos extremos, te ruego

(Estoy muerta) que no trates

Con tal desprecio (¡ay de mí!)

El honor (estoy cobarde)

[p. 424]De una mujer infelice,

Sujeta á desdichas tales.

Porque si para mi afrenta

A aqueste cuarto llegaste,

Vive Dios, que ántes que intentes

Hablarme palabra, y ántes

Que ofenda al dueño que adoro,

Yo con mis manos me mate;

Porque si lágrimas solas

No enternecen un diamante,

Rompiéndome el pecho yo,

Le sabré labrar con sangre.

Arceo.

No labraréis, si yo puedo;

Que fuera mucho desaire

Ser pelícana una dama,

Y ser labradora un ángel.

Grandes casos de fortuna

A vuestra casa me traen.

No á hacer mella en vuestras joyas,

Ni á vuestra opinion ultraje.

Y porque os asegureis

De mi término galante,

Segura quedais de mí.

A Dios, señora, que os guarde.

(Vase.)

D.ª Luc.

¡Qué miro!

D.ª Ana.

¿Fuése ya?

D.ª Luc.

Sí.

D.ª Ana.

Echa á esa puerta la llave;

Y pues ya la blanca aurora

Venciendo las sombras sale,

No me quiero desnudar.

¡Ay, Don Juan, si esto mirases!...

¿Quién de que no es culpa mia

Pudiera desengañarte?

(Vanse.)


[p. 425]El Parque.

ESCENA VIII.

DOÑA CLARA é INÉS, en el traje corto, como primero.

Inés.

¿Al Parque vuelves?

D.ª Clar.

Rendida,

Sin ley, razon ni sentido,

Donde la vida he perdido,

Vuelvo, Inés, á hallar la vida.

Inés.

Bastante está lo sentido,

Y si yo no me he engañado,

Toda la gloria ha parado

En que has, señora, advertido

De ayer el raro suceso.

D.ª Clar.

¿De que sirviera negar

Con la lengua mi pesar,

Si con llanto lo confieso?

Vana de que hallarse habia

Don Hipólito burlado,

Le llamé; y su desenfado

Burló de la industria mia.

Que aunque es verdad que me dió

Satisfacciones que allí

Por mi respeto creí,

Inés, por mi gusto no;

Pues no me pudo negar

Que fué donde otra mujer

Le llamaba, y mi placer

Se convirtió en mi pesar.

Yo misma (¡ay de mí!) encendí

El fuego en que triste peno,

[p. 426]Yo conficioné el veneno

Que yo misma me bebí,

Yo misma desperté, yo,

La fiera que me ha deshecho,

Yo crié dentro del pecho

El áspid que me mordió.

Arda, gima, pene y muera

Quien sopló, conficionó,

Alimentó, despertó,

Veneno, ardor, áspid, fiera.

Inés.

Bien en tantos pareceres

Hoy dirán cuantos te ven,

Que sólo queremos bien,

Tratadas mal, las mujeres.

¿Para qué habemos venido

Al Parque con tal cruel

Pena?

D.ª Clar.

A ver si viene á él

Don Hipólito.

Inés.

Él ha sido,

Por cierto, muy lindo ensayo.

D.ª Clar.

Si hoy doy tregua á mis temores,

Yo os coronaré de flores,

Mañanas de Abril y Mayo.

(Vanse.)

ESCENA IX.

DON HIPÓLITO, DON LUIS.

D. Hipól.

En efecto, hasta su casa

A Doña Clara seguí

Como visteis, y la dí

Del engaño que me pasa

[p. 427]Satisfacciones, diciendo

¿Qué ofensa era ir á ver,

Llamado de una mujer,

Lo que mandaba? Y haciendo

Extremos de enamorado,

Que supe fingir muy bien

(Porque ya no hay, Don Luis, quien

No haga el papel estudiado),

La dejé desenojada,

Atenta á mi desengaño;

Y al fin, con su mismo daño

Vino ella á ser la engañada,

Pues mis extremos creyó;

Siendo así, Don Luis, verdad

Que alma, vida y voluntad

La Doña Ana me robó;

Porque una vez persuadido

De que me llamaba á mí

Y hallarla despues allí,

Me empeñó en haber creido

Que ella fué quien me llamó.

D. Luis.

Vos teneis lindo despejo.

D. Hipól.

¿Fuera más cuerdo consejo

Darme por vencido?

D. Luis.

No.

Mas á haberme sucedido

A mí lo que á vos con ellas,

Jamás volviera yo á vellas

De turbado y de corrido.

D. Hipól.

Fuera linda necedad.

Puntualidades teneis

Tan necias, que pareceis

Caballero de ciudad.

Mira, si aquesta fortuna

[p. 428]A corrella te acomodas,

Querer por tu gusto á todas,

Por tu pesar á ninguna.

ESCENA X.

DOÑA ANA y DOÑA LUCÍA, vestidas como Doña Clara. — DON HIPÓLITO, DON LUIS.

D.ª Luc.

Ya estás en el Parque, ya (Ap. las dos.)

Decirme, señora, puedes

Con qué intento deste modo

A su hermoso sitio vienes.

D.ª Ana.

Si has de verlo, ¿para qué

Ahora que lo diga quieres?

Que es retórica excusada

Decir las cosas dos veces,

Y más cuando están tan cerca

De suceder, que presente

Está el que vengo buscando.

D.ª Luc.

(Ap. á ella.) El hombre, señora, es este

De los engaños de ayer,

Si mis ojos no me mienten.

D.ª Ana.

Por él lo digo; pues solo

He salido á hablarle y verle,

Donde por la obligacion

Que á ser caballero tiene,

Desengañe mi opinion;

Pues los que son más corteses

Caballeros, siempre amparan

El honor de las mujeres.

D.ª Luc.

¿Para aquesto de tu casa

Al Parque, señora, vienes,

[p. 429]Donde es una culpa más

Si aquí acertaran á verte?

D.ª Ana.

Don Juan está retraido

Donde quiera que estuviere,

Y solo, á este sitio, donde

Hay tal concurso de gente,

No se atreverá á venir.

Y así más seguramente

Es donde le puedo hablar.

D.ª Luc.

¡Plegue á Dios que no lo yerres!

D.ª Ana.

Tápate, y llega á llamarle.

Dí que una mujer pretende

Hablarle: que se retire

Del amigo con quien viene.

D.ª Luc.

(A Don Hipólito.) Caballero, una tapada

A solas hablaros quiere,

Que es la que mirais. Seguidnos.

D. Hipól.

(Ap. Doña Clara es, claramente

Lo dice el traje. Otra vez

Al engaño de ayer vuelve;

Mas hoy no lo ha de lograr.)

(Llégase, y habla á Doña Ana.)

Notable, vive Dios, eres,

Pues que tan mal te aseguras

De quien te estima y no ofende.

Si buscas satisfacciones

Mayores de las que tienes,

No es menester que me sigas,

Pues en el alma estás siempre.

D.ª Ana.

Por otra me habeis tenido:

En vuestras voces se infiere,

Y quiero desengañaros

Desde luego. ¿Conoceisme?

(Descúbrese.)

D. Hipól.

Otra vez me preguntasteis

[p. 430]En otra ocasion más fuerte

Eso mismo, y respondí

Que sí y que no; y me parece,

Pues siempre es una la duda,

Dar una respuesta siempre.

Sí os conozco, pues que os miro;

No os conozco, porque suelen

Los bienes pasarse á males,

Y hoy al revés me sucede.

D.ª Ana.

Seguidme hácia la Florida,

Porque hablaros me conviene

Donde estéis solo; y decidle

A ese amigo que se quede.

(Vanse las dos.)

D. Hipól.

Don Luis, de nueva aventura

Podeis darme parabienes.

Doña Ana es esta tapada.

Ahora no puedo hacerme

Engaño, que yo la he visto

Con mis ojos claramente.

¿Veis cómo fué la de ayer

Esta misma? ¿Veis si vuelve

A buscarme? Aquí os quedad,

Y murmurad, si os parece,

El haber dicho que tengo

Buena estrella con mujeres.

[p. 431]ESCENA XI.

DOÑA CLARA é INÉS, tapadas. — DON HIPÓLITO, DON LUIS.

Inés.

(Ap. á D.ª Clara.) Don Hipólito está aquí.

D.ª Clar.

Pues no andemos más, detente.

(Quédanse paradas Doña Clara é Inés; Don Hipólito, engañado por el traje, cree que son Doña Ana y Lucía, que esperan á que las siga, y se acerca y las habla.)

D. Hipól.

Ya os sigo. Guiad, señora

Doña Ana, donde quisiereis;

Que yendo con vos, hermosa

Deidad de estos campos verdes,

Cualquiera sitio será

La Florida; que le deben

A vuestros ojos de fuego

Y á vuestra planta de nieve

Púrpura y verde las flores,

Cristal y aljófar las fuentes.

D.ª Clar.

(Ap. Doña Ana dijo: ¡ay de mí!

Mas ¿qué nuevo engaño es este?

Mas no tarde en discurrillo

Quien averiguarlo puede.

La Florida es el lugar

Citado, y á él me conviene

Llevarle.) Venid.

D. Hipól.

(Ap.)Fortuna,

¡Oh cuánto mi amor le debe,

Pues seguro de los celos

De Doña Clara, me ofreces

[p. 432]A Doña Ana! Triunfo hermoso

De tu gran deidad es este.

(Vanse todos, y queda solo Don Luis.)

ESCENA XII.

DON JUAN. — DON LUIS.

D. Juan.

Hácia esta parte bajó

Doña Ana; que entre la gente

Que venía, la perdí

De vista. Pero no puede

Esconderse. Y es verdad;

Pues cuando á mí me mintiesen

Tantas señas, me dijera

Verdad mi infelice suerte.

Con Don Hipólito va

Hablando. Ya no hay que espere.

Muera de cólera y rabia

Quien de amor y celos muere.

D. Luis.

(Ap. ¡Válgame el cielo! ¡qué miro!

Don Juan de Guzman ¿no es este?)

¡Señor Don Juan de Guzman!

D. Juan.

¿Quién llama? (Ap. ¿Quién vió más fuerte

Confusion? Este es Don Luis.)

D. Luis.

Donde quiera que yo viere

A quien agravia mi sangre

Y á quien mi opinion ofende,

Primero que con la lengua,

Sin ceremonias corteses

Le saludo con la espada,

Voz de honor más elocuente.

Sacad la vuestra; porque

[p. 433]Con más opinion me vengue.

D. Juan.

Yo no he rehusado en mi vida

Con la mia responderle

A quien me habla con la suya.

Y si matarme os conviene,

Daos priesa; que si os tardais,

Os podrá quitar la suerte

Otra herida, y no es capaz

Una vida de dos muertes.

D. Luis.

No os respondo, porque ya

Hablar el acero debe.

(Riñen.)

D. Juan.

(Ap.) Con Doña Ana entró en la huerta

Don Hipólito. ¡Oh aleve

Pena! ¿Quién crêrá que allí

Me agravien, y aquí se venguen?

D. Luis.

Desguarnecióse la espada.

D. Juan.

Daros pudiera la muerte;

Pero porque echeis de ver

Cómo mi valor procede,

Y como debí de darla

A vuestro primo igualmente

(Pues el que fuera una vez

Traidor, lo fuera dos veces;

Porque ser uno cobarde

No es defecto que se pierde),

Id por espada, que aquí

Os espero.

D. Luis.

(Ap.¡Trance fuerte,

Pues quien me agravia me obliga,

Pues me halaga quien me ofende!

Mas ya sé qué debo hacer.)

Esperad, que brevemente

Volveré.

D. Juan.

Ya veis el riesgo

[p. 434]A que estoy, si aquí me viesen.

Y por quitarme del paso,

Puesto que veis que lo es este,

Dentro estoy de la Florida.

D. Luis.

Antes de un instante breve

A ella volveré á buscaros.

(Vase.)

ESCENA XIII.

DON JUAN.

¿Qué haré en penas tan crueles,

Que un inconveniente es

Sombra de otro inconveniente?

Cuando sigo un daño, otro

En mi seguimiento viene;

Uno busco y otro hallo,

Y en todos no sé qué hacerme;

Que soy en un caso mismo

Persona que hace y padece.

Si á Don Hipólito sigo,

Falto á Don Luis neciamente;

Y si espero á Don Luis, falto

A mis celos. ¿Mas qué teme

Mi valor? ¿No es morir todo?

Máteme el que ántes pudiere,

Don Hipólito ó Don Luis:

Pues cosa justa parece,

Si me busca al que yo ofendo,

Que busque yo el que me ofende.

(Vase.)


[p. 435]La Florida.

ESCENA XIV.

DOÑA CLARA, DON HIPÓLITO.

D. Hipól.

En aqueste hermoso márgen,

En este florido albergue,

Que la hermosa primavera

A tanto estudio guarnece,

Podeis decirme, señora

Doña Ana, lo que á esto os mueve

(Pues ya sabeis que he de estar

A vuestro servicio siempre),

Y no esa grosera nube

Tan bellos rayos afrente.

Amanezca vuestro sol,

Pues ya el del cielo amanece.

D.ª Clar.

Yo haré lo que me mandais;

Que á conceptos tan corteses,

Que á discursos tan galantes,

Hace mal quien no obedece.

(Descúbrese.)

D. Hipól.

(Ap.) ¡Doña Clara es, vive Dios!

D.ª Clar.

¿Qué os admira? ¿Qué os suspende?

Yo soy: proseguid, que va

El discursillo excelente.

D. Hipól.

Ni me suspendo ni admiro,

Sino sólo de que pienses

Que no te habia conocido,

Y sabido que tú eres.

Pero quíseme vengar

De que salgas desta suerte

De casa, trocando el nombre.

[p. 436]D.ª Clar.

¡Oh qué anciano chiste es ese!

D. Hipól.

¡Vive Dios, que cuando dije

A Don Luis que no viniese

Tras mí, le dije quién eras!

Venga él, y si no dijere

Que es verdad, castiga entónces

Mis culpas con tus desdenes.

Yo voy por él, y dirá...

D.ª Clar.

Todo cuanto tú quisieres.

No le llames.

D. Hipól.

Pues ¿por qué?

D.ª Clar.

Porque es el «Muñoz, que miente

Más que vos» del refrancillo.

D. Hipól.

No, no: mejor es que éntre

A desengañarte. (Ap. No es

Sino que yo busco este

Desahogo, con que pueda

Admirarme y suspenderme

De que de una mano á otra

Así una mujer se trueque.)

(Vase.)

ESCENA XV.

DON JUAN. — DOÑA CLARA, que al verle se echa el manto.

D. Juan.

(Ap. De toda la Florida

La esfera, de matices guarnecida,

Celoso he discurrido,

Y hallar en ella ¡ay cielos! no he podido,

Mis celos. ¿Cuándo ¡cielos!

Se hicieron de rogar tanto los celos,

Que se esconden buscados?

[p. 437]Mas huyen porque están ya declarados.

¿No es aquella Doña Ana?

Vano es mi enojo, y mi venganza vana,

Pues sola la he encontrado.

¿Quién crêrá que es tan necio mi cuidado,

Que me pesa de vella,

No estando Don Hipólito con ella?

Volverme quiero. Pero ¿cómo ¡cielos!

Podré? que son mis rémoras los celos.)

Fiera enemiga mia, (A ella.)

Falsa sirena y engañosa arpía,

Esfinge mentirosa,

Aspid de nieve y rosa,

¿Dónde está aquel amante

Que tan firme te adora, tan constante,

Porque me vengue en él de tí mi acero,

Y no en tí dél mi lengua?

D.ª Clar.

Caballero,

Vos venís engañado

Con tanta pena y tanto desenfado;

Pues ocasion no ha habido,

(Descúbrese.)

Para que á mí, tan necio y atrevido

Me hableis, sin conocerme, con desprecio.

D. Juan.

Decís bien: atrevido anduve y necio.

Por otra dama os tuve;

Que como á luna y sol guarda una nube,

Con embozo de sol hallé una luna.

Perdonad, mi señora,

Que no hablaba con vos.

[p. 438]ESCENA XVI.

DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA. — DOÑA CLARA, DON JUAN.

D.ª Ana.

Yo puedo ahora

Serviros de testigo,

Pues no hablaba con vos, sino conmigo.

D.ª Clar.

Pues si con vos hablaba,

Hable con vos, que aquí mi enojo acaba.

(Vase.)

ESCENA XVII.

DOÑA ANA, DON JUAN, DOÑA LUCÍA.

D.ª Ana.

Mucho me alegro, Don Juan,

De que hayais llegado á tiempo

Que os desengañen y engañen

A vos vuestros ojos mesmos;

Porque si vos padeceis

A un mismo instante esos yerros,

Ya es fuerza que lo creais,

Como quien pasa por ellos;

Pues pensar que lo que vos

Crêis, no puede otro creerlo,

Es hacer más advertido

Al otro, y á vos más necio;

Y no hay ninguno que quiera

Tan mal á su entendimiento.

D. Juan.

¡Oh, qué necio desengaño,

[p. 439]Doña Ana, pues cuando veo

Que es verdad que me engañaron

Mis ojos, tambien advierto

Que el desengaño me ofende,

Pues tú le traes á este puesto!

Luego engaño y desengaño

Todo ha sido engaño: luego

No te puedes excusar

Del agravio de mis celos;

Pues hoy, como del engaño,

Del desengaño me ofendo;

Pues el engaño era agravio,

Y el desengaño desprecio.

D.ª Ana.

En haber venido aquí,

Ni te engaño ni te ofendo;

Pues por tí sólo he venido.

D. Juan.

¿Pues pudiste tú saberlo?

D.ª Ana.

No; mas pude adivinarlo,

Desta manera viniendo

Para hacer que te buscara

Don Hipólito.

D. Juan.

¿A qué efecto?

D.ª Ana.

A efecto de que te diese

La satisfaccion él mesmo.

D. Juan.

¡Oh qué necia prevencion!

Porque cuando da muy necio

El que fué segundo amante

Al que fué amante primero,

De celos satisfacciones,

Es cuando le da más celos.

D.ª Ana.

No hagas graduacion de amores;

Que no soy mujer que puedo

Tener primero y segundo.

D. Juan.

Calla, calla, que me acuerdo

[p. 440]De una noche... Pero aquí,

Más que yo, dice el silencio.

D.ª Ana.

¡Pluguiera á Dios, las disculpas

Que yo desa noche tengo,

Pudiera significarte!

Pero puedo, si no puedo,

Con decir que soy quien soy.

D. Juan.

¡Ojalá bastara eso!

D.ª Ana.

Sí bastara, si me amaras.

D. Juan.

Porque te amo, no te creo.

D.ª Ana.

Pues ves aquí que en mi casa

Anoche un hombre encubierto

Estaba, que allí se entró...

D. Juan.

Dí.

D.ª Ana.

De la justicia huyendo.

Y en efecto, enternecido

A mi llanto ó á su esfuerzo,

Se fué. Y si le vieras tú

Salir de mi casa, es cierto

Que pagara yo la pena

De la culpa que no tengo.

D. Juan.

No hiciera, cuando aquel hombre

Fuera un hombre como Arceo,

Que es el que anoche en tu casa

Escondido y encubierto

Le tuvo Doña Lucía.

D.ª Luc.

(Ap.) ¡Por Dios, que me ven el juego!

D.ª Ana.

¿Qué dices?

D. Juan.

Lo que es verdad.

D.ª Ana.

¿Hay tan grande atrevimiento?

D. Juan.

Pero siendo un hombre noble

El que entónces quedó muerto,

Y abriendo con llave, ¿no

Entraba?... Pero no quiero

[p. 441]Pronunciarlo, por no ser

Víbora yo de mi aliento.

Quédate á Dios, que le guarde,

Doña Ana, para otro dueño;

Que son muchos desengaños

Para un hombre que va huyendo.

(Ap. Por esperar á Don Luis

Solo me voy y me quedo.)

(Vase.)

D.ª Ana.

¡Tente, espera, escucha, aguarda!

¿Quién crêrá mis sentimientos?

ESCENA XVIII.

DON HIPÓLITO, y tras él DOÑA CLARA, siguiéndole. — DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA.

D. Hipól.

(A Doña Ana.) No pude hallar á Don Luis

En todo el Parque...

D.ª Clar.

(Ap.)Yo vuelvo

Tras Don Hipólito, á ver

En qué paran sus enredos.

D.ª Luc.

(Ap.) ¡Que hubiese tan mala lengua!

D. Hipól.

(A D.ª Ana.) Pero, vive Dios, que es cierto,

Clara, que te conocí

Desde el instante primero.

D.ª Ana.

No hicisteis, porque si hubierais

Conocídome, sospecho

Que no os debiera mi honor,

Don Hipólito, estos riesgos:

Advertid que hablais conmigo.

(Descúbrese.)

D. Hipól.

(Ap.) ¿Qué tramoya es esta, cielos?

D.ª Clar.

No hablaba sino conmigo,

Como vos dijisteis, puedo

[p. 442]Decir yo; que yo tambien

Quien hable conmigo tengo.

(Descúbrese.)

D. Hipól.

(Ap.) ¡Vive Dios, que me han cogido

Por hambre las dos en medio!

D.ª Ana.

Pues aunque vos me imitais

A mí, imitaros no puedo

Yo á vos; que no he de dejaros

Sin averiguar primero

Un engaño con los dos.

D.ª Luc.

(Ap.) ¡Que haya en el mundo parleros!

D. Hipól.

Pues ¿qué esperais?

D.ª Ana.

Un testigo

Que ha de oirlo y ha de verlo...

Y él viene ya; que esta sola

Piedad al cielo le debo.

ESCENA XIX.

DON PEDRO, DON JUAN, ARCEO. — Dichos.

D. Ped.

No habeis de ir desa suerte,

Ya que en el Parque os encuentro,

Despues que toda la noche

Os busqué.

D. Juan.

Mirad que tengo

Que hacer, y me va el honor.

D. Ped.

Oid á Doña Ana primero.

Arceo.

¿Qué hay, Lucía? (Ap. á ella.)

D.ª Luc.

Parlerías.

Ya todo se sabe, Arceo.

D.ª Ana.

¡Gracias á Dios que llegais,

Don Juan, una vez á tiempo

Que mi verdad conozcais!—

Decid, Doña Clara, ¿es cierto

[p. 443]Que ayer fuisteis á mi casa,

De Don Hipólito huyendo,

Y que él creyó que yo fuí

La tapada?

D.ª Clar.

Sí, y queriendo

Cortesanamente hacerle

Una burla, escribí luégo

Un papel en vuestro nombre.

Y en la casa de Don Pedro

Le fuí á ver, donde pasó

Lo que proseguirá él mesmo.

D.ª Ana.

Con esto, Don Juan, he dado

Los desengaños que puedo.

El cielo en los otros hable,

Pues solo los sabe el cielo.

ESCENA XX.

DON LUIS. — Dichos.

D. Luis.

¡Señor Don Juan de Guzman!

D. Ped.

(Ap.) Peor se va poniendo esto.

Arceo.

(Ap.) ¡Por Dios que le ha conocido

Don Luis, el primo del muerto!

D. Hipól.

(A Don Luis.) ¿Este es Don Juan de Guzman?

El no conocerlo siento,

Para haber en vuestra ausencia

Hecho...

D. Luis.

Esperad, deteneos;

Que este duelo ha de vencer

La hidalguía, y no el acero.

D. Juan.

Pudiérades esperar

[p. 444]A verme solo en el puesto.

D. Luis.

Importa que haya testigos

Para lo que hacer intento.

A que fuese por espada,

Que se me quebró riñendo

Con vos, me disteis lugar:

Si tardo, disculpa tengo,

Pues por haberos escrito

Este papel me detengo.

De la causa en que soy parte,

Este es el apartamiento;

Que si deudor de una vida

Erais mio, y noble y cuerdo

Me la disteis, contra vos

Derecho ninguno tengo.

Y si entónces no lo hice,

Fué porque allí, no teniendo

Espada, no presumierais

Que os daba el perdon de miedo;

Y así os le entrego, Don Juan,

Cuando en la cinta la tengo.

D. Juan.

No sólo me dais la vida,

Sino el honor; y pues viendo

Estais la dama que fué

La ocasion deste suceso,

Ella os pague con los brazos

Lo que con almas no puedo.

D.ª Ana.

Pues con vuestras amistades

Todas las nuestras hacemos.

D.ª Clar.

No hacemos; porque si ya

No tengo quien me dé celos,

No tengo á quien quiera bien.

D. Hipól.

Pues ¿hay más de no quereros?

D.ª Ana.

Arceo y Doña Lucía

[p. 445]Se casen luégo al momento.

Arceo.

¿Mas que nace el Ante-Cristo

De Lucías y de Arceos?

D. Juan.

Mañanas de Abril y Mayo

Dan fin: perdonad sus yerros.


[p. 447]

ÍNDICE.


  Págs.
Casa con dos puertas mala es de guardar 1
La dama duende 115
No hay burlas con el amor 235
Mañanas de Abril y Mayo 341

NOTAS

[1] El príncipe Don Baltasar Cárlos, hijo de Felipe IV, nació á 17 de Octubre de 1629.

[2] Mi padre.

[3] El sentido y el verso están cabales uniendo las palabras ¿Qué haces? con las anteriores; pero el consonante falta, quizá por efecto de alguna breve supresion.


Nota de transcripción







End of the Project Gutenberg EBook of Teatro selecto, tomo 3 de 4, by 
Pedro Calderón de la Barca

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