The Project Gutenberg EBook of Compendio de la historia general de América, by 
Carlos Navarro y Lamarca

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Title: Compendio de la historia general de América
       Tomo I

Author: Carlos Navarro y Lamarca

Contributor: Eduardo de Hinojosa

Release Date: December 25, 2017 [EBook #56251]

Language: Spanish

Character set encoding: UTF-8

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COMPENDIO
DE LA
HISTORIA GENERAL
DE
AMÉRICA

POR

CARLOS NAVARRO Y LAMARCA

Doctor en Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, y en Ciencias Históricas de la Universidad Central de Madrid.

PRÓLOGO DE

D. EDUARDO DE HINOJOSA

Catedrático de Historia Americana en la Universidad Central de Madrid.

ANGEL  ESTRADA Y COMP.ª
EDITORES
BOLÍVAR, 470, BUENOS AIRES
1910


A la República Argentina
en el Centenario de su Independencia

1810≈1910


MAPAMUNDI DE JUAN DE LA COSA.

[v]

El presente libro es fruto sazonado de una consagración perseverante de muchos años al estudio de la historia de América. El Dr. D. Carlos Navarro Lamarca tuvo á su cargo muy joven aún la enseñanza de esta materia en el Colegio Nacional de Buenos Aires, y escribió por entonces un estimable compendio de ella. Desde entonces ha continuado dedicando á este estudio intensa y fecunda labor, bien reflejada en el tomo I de su nueva obra de historia de América, que ahora ve la luz pública. Revélase en ella gran conocimiento de las fuentes literarias y de las monumentales y dominio de la inmensa bibliografía antigua y moderna relativa al asunto. Con diligencia laudabilísima, ha procurado y conseguido el autor allegar los copiosísimos materiales dispersos en monografías, revistas y publicaciones de Sociedades científicas. La obra es fruto de inmensas lecturas.

El Sr. Navarro Lamarca ha llevado á término felizmente una revisión concienzuda y amplia de las investigaciones relativas á la América precolombiana, mediante el estudio detenido de las fuentes y de los trabajos modernos, procurando contrastar éstos con aquéllas y utilizando en ocasiones fuentes inéditas antes no aprovechadas. En esta difícil tarea da muestra de una competencia y un discernimiento dignos de toda alabanza.

[vi] Manifiéstase el concepto amplio y orgánico que tiene de la historia en la atención que consagra á los diversos períodos y aspectos de la vida del pueblo y á mostrar su recíproca influencia. La prehistoria y la etnografía, el estado social y político, la cultura religiosa, moral é intelectual, la vida material, las costumbres, son tratados con gran riqueza de detalles. El espíritu sereno é imparcial del autor se revela en el retrato que hace del hombre americano, repartiendo equitativamente en el cuadro la luz y la sombra.

Los escritores que primeramente describieron las instituciones y las costumbres de los pueblos americanos, no procedieron generalmente con el rigor de método que ahora prevalece en los estudios de etnografía, psicología y mitología comparadas. Por esto hay que someter á detenido examen los datos que proporcionan, si han de ser utilizados convenientemente. Es indudable que hay ciertas instituciones peculiares de un determinado grado de cultura, y que, dado éste, aparecen bajo una ú otra forma en todos los pueblos. De aquí el interés de la historia comparada de las instituciones, así para ilustrar y completar la propia de cada pueblo ó grupo de pueblos, como para enseñar lo que ofrecen de idéntico, análogo ó característico las de los varios países. Una de las excelencias de la presente obra es el uso frecuente y discreto que se hace en ella del método comparativo en aquellas partes donde, como en la prehistoria y la sociología, tiene más adecuada y fecunda aplicación. Guárdase bien el autor del afán de generalizar excesivamente en que suele incurrirse al tratar estas materias, suponiendo vigentes entre todas ó las más de las agrupaciones humanas del continente americano las creencias, instituciones y costumbres, vigentes solo, se[vii]gún el testimonio de las fuentes, en alguna ó algunas de ellas.

El mismo criterio imparcial y seguro que en esta primera parte, resplandece en la relativa á la historia del descubrimiento.

No obstante reservar para el tomo segundo la reseña de la conquista y de la colonización, el autor empieza á tratar ya en el primero, como inseparable de la historia de los primeros descubrimientos, de la conducta de los españoles para con los indígenas, punto el más discutido de la historia de nuestra dominación en América. Expone y juzga imparcialmente los hechos y nota la reacción favorable á la política colonial de España que se ha verificado en los últimos tiempos, principalmente por obra de escritores norteamericanos, en especial de Lea (1898) y de Bourke (1904), como resultado de un estudio más atento, completo y desinteresado de los documentos coetáneos.

La estructura de la obra, la proporción entre sus varias partes, el orden en la distribución de las materias, el arte para distinguir lo principal de lo secundario, lo general de lo particular y la claridad y propiedad del estilo merecen los mayores elogios. El cuestionario que hay al final de cada capítulo y las "referencias", bajo cuyo epígrafe se comprenden las indicaciones de las fuentes y de los trabajos modernos, acrecientan notablemente la utilidad pedagógica y científica de la obra.

No ha perdonado el autor medio ni diligencia alguno para prepararse al mejor desempeño de la ardua tarea que se había propuesto. Ha recorrido los lugares que describe, conoce maravillosamente la geografía americana y ha visitado los monumentos que se conservan en el continente americano y en los Museos de Europa. Así, [viii]ha procedido con el mayor acierto en la elección de las ilustraciones, complemento tan necesario de las obras de esta índole.

De desear es que el Sr. Navarro Lamarca lleve en breve á feliz término con el mismo espíritu y método el segundo tomo de su obra, llamada á prestar inapreciables servicios.

Eduardo de Hinojosa.


[ix]

ÍNDICE

Páginas.
Prólogo de D. Eduardo de Hinojosa V
A los Maestros XIII
Capítulo Preliminar XIX
TÍTULO PRIMERO
ANTIGÜEDAD DEL HOMBRE EN AMÉRICA
CAPÍTULO PRIMERO.El hombre cuaternario ó paleolítico. 1.—Lo Prehistórico. 2.—Materiales para su estudio. 3.—Las edades geológicas. 4.—Los períodos glaciales. 5.—La Ley de Asociación. 6.—Los criterios arqueológicos. 7.—Útiles paleolíticos en América. 8.—El hombre cuaternario en América del Sur. 9.—En América del Norte. 10.—Insuficiencia cronológica de estas investigaciones. 1
CAPÍTULO II.El hombre neolítico. 1.—Culturas neolíticas. 2.—"Kiokkenmodingos", "Sambaquis" y "Paraderos". 3.—Las Cavernas. 4.—Los "Mounds" ó "Montículos". 5.—Recintos y Talleres. 6.—Útiles y adornos. 7.—Antigüedad de los "Mound-builders". 8.—Los "Cliff-dwellers". 9.—Los "Cave-dwellers". 10.—"Los Pueblos". 11.—Antigüedad de estas Ruinas. 12.—Conclusiones generales. 25
TÍTULO II
EL HOMBRE AMERICANO
CAPÍTULO PRIMERO.Orígenes y caracteres étnicos. 1.—Origen de los Americanos. 2.—Evolución cultural. 3.—Inmigraciones primitivas. 4.—Caracteres físicos. 5.—Caracteres Psicológicos. 6.—Grado de cultura. 7.—Caracteres Lingüísticos: el lenguaje de gestos. 8.—Estructura de las lenguas Americanas. 9.—Su gran número. 10.—Objetos mnemónicos: "Wampum". 11.—Pictografías. 49
CAPÍTULO II.Caracteres sociológicos. 1.—El Matrimonio. 2.—Matriarcado. 3.—Poligamia y Matrimonio. Monogamia. 4.—Condición de la mujer. 5.—Educación de los hijos. 6.—Las costumbres mortuorias. 7.—Organización política. El "clan" y la "gens". 8.—Totemismo. 9.—La "fratria" y la tribu. 10.—Consejo tribal. 11.—Jefes tribales. 12.—La Confederación. 13.—Organización económica. La propiedad. 14.—Los Gobiernos despóticos. 15.—Relaciones inter-tribales. El Comercio. 16.—La guerra. 17.—Armas ofensivas y defensivas. 81
CAPÍTULO III.La vida material. 1.—Alimentación. 2.—Canibalismo. 3.—El fuego y sus usos. 4.—Preparación de los alimentos. 5.—Alfarerías. 6.—Bebidas y estimulantes. 7.—Habitación. Los tipos primitivos. 8.—Las viviendas comunales. 9.—Aldeas y su número. 10.—Adorno personal. 11.—Vestido. 12.—Industrias textiles. 13.—La caza y la pesca. 14.—Horticultura. 15.—Medios de transporte. 111
CAPÍTULO IV.[x]La vida psíquica. 1.—Juegos y deportes. 2.—Espectáculos. 3.—La danza. 4.—Música y cantos. 5.—Pintura y escultura. 6.—Metalurgia 7.—Nociones científicas 8.—La religión indígena: Sus elementos. 9.—Las creencias: El Animismo. 10.—Los sueños. 11.—La vida futura: Manismo. 12.—Los Dioses supremos. 141
CAPÍTULO V.La vida psíquica (continuación). 1.—La expresión religiosa en la palabra. 2.—La Mitología. 3.—La expresión religiosa en el objeto. 4.—Astrolatría. 5.—Los elementos 6.—Arboles y plantas. 7.—El culto de la piedra. 8.—Zoolatría. 9.—Fetiches. 10.—El Ritual. 11.—Los sacrificios. 12.—Lugares de culto. 13.—La magia y sus efectos. 14.—Sacerdotes y hechiceros. 15.—La Medicina. 16.—Religión y cultura. 173
CAPÍTULO VI.Tribus de la América del Norte. 1.—Clasificaciones. 2.—Los esquimales. 3.—Los Athapascos. 4.—Algonquinos. 5.—Iroqueses. 6.—Muskokis. 7.—Natchez. 8.—Dakotas ó Sioux. 9.—Tlinkits, Haidahs y Yumas. 10.—Las tribus de la Región de los Pueblos. 207
CAPÍTULO VII.Tribus de Méjico y América Central. 1.—La familia Uto-Azteca. 2.—Shoshoneanos. 3.—Sonoras. 4.—La Confederación Azteca. 5.—La guerra. 6.—Tributos y modo de recolectarlos. 7.—El derecho á las tierras y su distribución. 8.—Gobierno y organización social. 9.—La esclavitud. 10.—La familia. 11.—Los mercados. 12.—Tribus de Michoacan, Nicaragua, etc. 13.—Los Mayas. 14.—Los calendarios. 15.—Agricultura. 16.—Artes mecánicas. 17.—Pintura y escultura. 18.—La escritura simbólica. 19.—La Arquitectura. 20.—Religión y Magia. 21.—El Sacerdocio y su influencia.—22. 22.—Conclusiones generales. 240
CAPÍTULO VIII.Tribus de la América del Sur (División del Atlántico). 1.—Observaciones generales. 2.—La región Amazónica. 3.—La familia Tupi-Guarani. 4.—Los Tapuyas. 5.—Arawaks. 6.—Caribes ó Karinas. 7.—Las tribus del alto Orinoco y alto Amazonas. 8.—Las de las mesetas Bolivianas. 9.—La región Pampeana. 10.—Las tribus del Gran Chaco. 11.—Pampeanos y Araucanos. 12.—Patagones y Fueguinos. 13.—Los Calchaquies. 283
CAPÍTULO IX.Tribus de la América del Sur (Sección del Pacífico). 1.—La región Colombiana. 2.—Tribus del Itsmo y costas adyacentes. 3.—Los Chibchas. 4.—Tribus Sudcolombianas y Ecuatorianas. 5.—La región Peruana. 6.—Principales tribus. 7.—Los Quechuas. 8.—Culturas Pre-Incásicas. 9.—El Imperio de los Incas. 10.—La Religión Incásica. 11.—El Sacerdocio y el culto. 12.—Los Amautas. 13.—El Gobierno Incásico. 14.—Organización social. 15.—Repartición de los productos. 16.—Reglamentación del trabajo. 17.—Arquitectura. 18.—Agricultura y ganadería. 19.—Medios de comunicación. 20.—Colonias y guarniciones. 21.—Artes mecánicas. 22.—Consideraciones generales. 313
SEGUNDA ÉPOCA
TÍTULO PRIMERO
ANTECEDENTES DEL DESCUBRIMIENTO
CAPÍTULO PRIMERO.Exploraciones Pre-Colombianas. 1.—Viajes dudosos. 2.—Islandia y sus Vikingos. 3.—Las Sagas. 4.—Vinlandia. 5.—Importancia de estos viajes. 6.—El Este y el Oeste. 7.—Las rutas medioevales. [xi]8.—Los Turcos Otomanos. 9.—La Geografía Medioeval. 10.—Viajes italianos. 11.—Los Portolanos. 12.—La brújula y el Astrolabio.—13 Enrique el Navegante. 14.—El Cabo Bojador. 15.—El Cabo de Buena Esperanza. 16.—Resultados de estos viajes. 363
CAPÍTULO II.España en el siglo XV. 1.—Los Reyes Católicos. 2.—Pacificación del Reino. 3.—La Santa Hermandad. 4.—Los Consejos. 5.—Los Corregidores. 6.—Medidas financieras. 7.—Las Órdenes Militares. 8.—La Guerra de Granada. 9.—Judaizantes y Conversos. 10.—La Inquisición. 11.—Expulsión de los Judíos. 12.—Mudéjares y moriscos. 13.—Conclusiones generales. 391
TÍTULO II
EL DESCUBRIMIENTO
CAPÍTULO I.Cristóbal Colón (1446-1494). 1.—Juventud del descubridor de América. 2.—Lecturas. 3.—Portugal. 4.—Colón y Toscanelli. 5.—Don Juan II. 6.—Colón en España. 7.—Juntas de Córdoba y Salamanca. 8.—Las Capitulaciones. 9.—Preparativos. 10.—El Primer viaje. 11.—Exploraciones. 12.—Regreso á España. 13.—La Bula de Alejandro VI y el Tratado de Tordesillas. 411
CAPÍTULO II.Cristóbal Colón (1493-1500). 1.—El Segundo viaje. 2.—La Isabela. 3.—El Memorial á los Reyes. 4.—Disturbios en la Colonia. 5.—Exploraciones. 6.—Bartolomé Colón. 7.—Guerra contra los indígenas. 8.—Juan de Aguado. 9.—El tercer viaje. 10.—Sublevación de Roldán. 11.—Colón y Bobadilla. 12.—Actitud de los Reyes Católicos. 13.—Viajes de los Cabots. 14.—Viajes de los Corte Real. 425
CAPÍTULO III.La línea de la Costa (1499-1508). 1.—Alonso de Ojeda. 2.—Viajes de Alonso Niño y Vicente Yáñez Pinzón. 3.—Viajes de Lepe y de Bastidas. Segundo viaje de Ojeda. 4.—Vasco de Gama. 5.—Pedro Alvarez Cabral. 6.—El cuarto viaje de Colón. 7.—Santo Domingo. 8.—El Continente. 9.—Jamaica. 10.—Últimos años de Colón y su muerte. 11.—Américo Vespucio. 12.—Sus viajes. 13.—Sus escritos. 14.—El nombre de América. 447
CAPÍTULO IV.El primer centro de colonización española. Fray Bartolomé de Las Casas (1495-1522). 1.—Ovando en La Española. 2.—Los repartimientos y las encomiendas. 3.—Rápida disminución de los indios. 4.—Descubrimientos y nuevas poblaciones. 5.—D. Diego de Colón. 6.—Las Prédicas de Montesinos. 7.—Fray Bartolomé de Las Casas. 8.—Las Casas y el Cardenal Cisneros. 9.—Los negros Africanos. 10.—La colonia de Tierra Firme. 11.—La Conquista de Cuba. 12.—Ponce de León y el descubrimiento de La Florida.—13 Lucas Vázquez de Aillón. 14.—Expediciones de Hernández de Córdoba y Grijalva. 472
CAPÍTULO V.En demanda del Estrecho (1508-1522). 1.—Concesión á Ojeda y Nicuesa. 2.—Último viaje de Ojeda. 3.—Expedición desgraciada de Nicuesa. 4.—Enciso y Vasco Núñez de Balboa. 5.—Alianzas de Balboa con los Indios. 6.—El descubrimiento del Mar del Sur. 7.—Pedrarias Dávila. 8.—Expediciones en el Itsmo. 9.—Ejecución de Vasco Núñez de Balboa. 10.—Juan Díaz de Solís y el descubrimiento del Río de la Plata. 11.—Hernando de Magallanes. 12.—Su viaje y su muerte. 13.—Sebastián del Cano. 14.—Conclusiones generales. 499

[xiii]

A LOS MAESTROS

Los adelantos modernos en el campo de la investigación histórica Americana y sus disciplinas auxiliares, las exigencias de la metodología y la crítica y las nuevas y sabias orientaciones pedagógicas que los trabajos de Channing Hart, Barnes, Macé, Langlois, Bernhein, Seignobos, Hinojosa, etc., señalan á todo aquel que quiera cultivar con fruto el estudio del pasado de los pueblos, me han determinado á escribir un nuevo Compendio de la Historia General del Continente Americano, que adaptándose á las necesidades de la Educación Argentina, sintetice en forma clara y científica los resultados y conclusiones á que, después de pacientísimos trabajos de crítica externa é interna, han llegado los etnólogos é historiadores que al Estudio del Continente Americano han dedicado sus valiosos esfuerzos.

Los manuales de Historia Americana hoy existentes, son anticuados en sus afirmaciones y métodos; adolecen de gravísimos errores de concepto, ó de aquella perniciosa enfermedad de la inexactitud, convertida por el caso típico del célebre historiador Frowde en interesante entidad nosológica. No pueden menos, pues, tales libros que extraviar el juicio de la juventud Americana sobre muchos é importantes sucesos, á más de recargar inútilmente sus inteligencias con detalles múltiples y de poco interés educativo, que mortifican al estudiante, sacrificando las más de las veces sus facultades críticas para recargar su memoria inútil y fatigosamente.

La generosidad y patriótico entusiasmo del Sr. D. Tomás de Estrada, jefe de la Casa Editora de este libro, me ha permitido [xiv]confeccionarlo en forma que compita ventajosamente con los usados en la actualidad en las principales Universidades y Colegios Norte Americanos y Europeos, tanto en lo que se refiere al texto y metodología, como en lo referente á su factura material, á sus copiosas ilustraciones en negro, á sus láminas y mapas á tres ó más tintas, y á su cartografía histórica.

Antiguo catedrático de esta materia en el Colegio Nacional de la Capital de la República, he dedicado largos años de incesantes estudios en las Universidades y Bibliotecas Europeas, á la investigación de los problemas históricos Americanos, para poder ofrecer á mis dignos compañeros de cátedra algo digno de ellos y de sus constantes esfuerzos por el progreso y engrandecimiento Argentinos.

Siguiendo instrucciones expresas de mis Editores, he procurado recoger en los Archivos Españoles y en la colosal Biblioteca del Museo Británico, todas las noticias y documentos referentes á América, que he considerado útiles para el conocimiento cierto de su historia.

Ansioso de evitar las relaciones de tercera ó cuarta mano, siempre que la considerable extensión de mi campo histórico me lo ha permitido, he acudido á las fuentes primarias ó secundarias, al documento mismo, ó á aquellos libros consagrados por la sana crítica histórica como fundamentales y fidedignos en las materias de que tratan, por ser á veces más conveniente referirse á ellos que á las fuentes mismas que examinaron.

Los estudios de Bandelier, por ejemplo, sobre la Confederación Azteca, que me han servido de guía para confeccionar el capítulo á ellas referente, son una fuente secundaria, pero es indudable que aunque hubiera consagrado mi vida entera á ese solo punto de la Historia Americana estudiando las fuentes primarias, no hubiera podido conseguir hacer nada mejor ni más perfecto.

Como no existe, ó al menos no conozco, un libro español ó extranjero en que estén seleccionadas las fuentes principales (primarias ó secundarias, especiales ó generales) de las cuatro épocas de la Historia General de América, he querido hacer en [xv]este libro una tentativa de Bibliografía General Americana, documentado ampliamente en las notas las afirmaciones del texto, poniendo una lista de referencias al fin de cada capítulo, y procurando ahorrar al Maestro y aun al erudito, el minucioso trabajo de selección de fuentes, necesario para dilucidar los variadísimos problemas de la Historia de América.

El justo criterio pedagógico de los Maestros Argentinos, elegirá entre las obras que en mis Bibliografías selecciono, las que más convenientes crean para sus futuras Monografías y para desarrollar el espíritu investigador de los alumnos. De la cantidad de lectura y trabajo crítico que estas Bibliografías representan, serán jueces los Maestros mismos. Ellos saben como yo, que no es posible hoy escribir un texto de Historia sin indicar en él sus referencias Bibliográficas, y que todo libro que no las tenga, no pasará nunca de ser un manual de cuarta ó quinta mano, peligroso ó inservible.

La Moderna Metodología Histórica exige narraciones depuradas y comprobables en las fuentes. Los alumnos de los Colegios Americanos no pueden, pues, limitarse á memorizar lo que otros escribieron sobre su historia: deben acostumbrarse á investigar con paciencia y á juzgar por sí mismos sobre la veracidad de los hechos sometidos á su estudio.

Fiel á este criterio pedagógico, he puesto en los capítulos de mi libro, además de títulos é indicaciones marginales, sencillos cuestionarios que, sin los graves inconvenientes de los resúmenes abreviados, facilitan la tarea del estudiante y sus Maestros. Las preguntas de dichos cuestionarios, formuladas neta y claramente, tienen por principal objeto desarrollar el espíritu crítico de los alumnos, que al contestarlas, podrán sintetizar sin esfuerzo las explicaciones y doctrinas de la cátedra.

Aprovechando, principalmente, los admirables trabajos de los sabios investigadores y arqueólogos de la Oficina Etnológica de Washington, sobre la vida, lenguas y costumbres de las razas primitivas del Norte de América, los no menos importantes de los historiadores, filólogos y arqueólogos Sudamericanos y Europeos, y las conclusiones de los más recien[xvi]tes Congresos Científicos, he consagrado varios capítulos de mi Compendio al estudio de la vida física, psicológica, etc., de los aborígenes americanos, procurando desvanecer antiguos errores y leyendas sin fundamento serio y científico, aclarar cuestiones obscuras y fijar á la luz de los descubrimientos modernos los caracteres esenciales de las agrupaciones indígenas que poblaron el Continente Americano.

El conocimiento sistemático de la vida aborigen es parte, á mi entender, importantísima de la Historia Americana y fuente de fructíferas enseñanzas. Dedicar á la Raza Indígena cuatro vaguedades superficiales, como hasta ahora se ha hecho en los textos de Historia Americana, dejar de estudiarla con la extensión necesaria, es tronchar la Historia del Continente, es escribir una tragedia prescindiendo de sus personajes principales, es borrar de un golpe, y sin razón alguna, páginas evolutivas de interés palpitante y hondo.

Hay en la primitiva Raza Americana, en sus luchas, en su vida física y moral y en su triste fenecimiento, lecciones intensamente trágicas, interesantísimos esfuerzos sociológicos y profundas enseñanzas éticas. Sin conocerlas á fondo, mal puede el alumno estudiar con provecho y orden crítico la luctuosa epopeya de la Conquista y la Colonización Europeas.

La necesaria extensión de mi Compendio, la abundancia de sus grabados, mapas, etc., y el espacio que las notas, bibliografías y referencias requieren, me fuerzan á dividirlo en dos tomos. Dedico el primero al Estudio de la Raza Indígena y al del Descubrimiento, y el segundo (ya en prensa) al de las épocas de la Conquista, Colonización é Independencia.

Al estudiar estas últimas épocas de la Historia Americana, he procurado huir de minucias y detalles narrativos impropios de un libro elemental, limitándome en lo posible y sin detrimento de la claridad, á determinar los rumbos que siguieron los conquistadores y misioneros, á estudiar los motivos principales que impulsaron sus empresas, el carácter peculiar de las instituciones Europeas que informaron las nacientes Colonias, la vida social y política de los Virreinatos y demás organismos [xvii]coloniales y las causas internas y externas que produjeron su independencia de las respectivas Metrópolis.

Los abnegados y patrióticos esfuerzos de los Americanos para conseguir su vida independiente, las augustas figuras de sus Libertadores y Estadistas, las admirables campañas de sus Generales y las sabias disposiciones de sus Asambleas Libres tienen naturalmente lugar preferentísimo en mi Compendio, cuyo primordial objeto pedagógico es y debe ser el avivar en la juventud Americana el fuego sagrado del patriotismo.

Las evidentes dificultades científicas y materiales de la confección de una obra de esta índole, el tiempo indispensable para coleccionar y reproducir con justedad sus numerosas ilustraciones gráficas, me han obligado, muy á mi pesar, á demorar su publicación más de lo que hubiera deseado. Los Maestros sabrán disculparme.

Ellos, mejor que nadie, al recorrer las páginas de mi libro, se darán cuenta exacta de la cantidad de trabajo intelectual y material que representan.

He aquí mi obra. En ella he puesto todo lo que soy y todo lo que valgo, todo el fruto de mis meditaciones y lecturas históricas, todos los resultados de mis investigaciones críticas. Confieso que al lanzarla á la publicidad siento como si me desprendiera de algo que forma parte de mi alma, de mi ser íntimo. Ha sido para mí durante años sereno refugio de dolores, asilo de entusiasmos y añoranzas.

Héla aquí ...

Pobre ó rica, útil ó inútil, la ofrezco como es á los Maestros Argentinos.

Si de otra cosa no sirve, les recordará al menos que, á pesar del tiempo y la distancia, estoy siempre con ellos y conservo vivo en mi espíritu el amor á la brillante juventud Argentina, que con sus ejemplos supieron inculcarme.

Carlos Navarro Lamarca.

Madrid, Diciembre 1.º 1910.


CAPÍTULO PRELIMINAR.

[xxi]

CAPÍTULO PRELIMINAR
LA HISTORIA GENERAL DE AMÉRICA

1.—Definición. 2.—Extensión y Objetos. 3.—Divisiones. 4.—Las Fuentes 5.—Archivos y Museos.—6 Colecciones de documentos. 7.—Las Autoridades. 8.—Bibliotecas y Bibliografías. 9.—Mapas y estudios fisiográficos. 10.—Metodología.

Definiciones.

1.—Entendemos por Historia General de América, la relación coordenada y auténtica, de la acción progresiva de las Sociedades Americanas á través del tiempo. El arqueólogo que estudia los templos Aztecas ó las Alfarerías Incásicas; el filólogo que desentraña las analogías lingüísticas de las tribus del Sur ó del Norte; el fisiógrafo que determina las influencias del medio ambiente en la formación de las agrupaciones indígenas; el sociólogo que describe las organizaciones coloniales y el paleógrafo que descifra documentos obscuros, manejan hechos históricos, pero no hacen historia. No basta, por ejemplo, saber qué espíritus veneraron los Iroqueses, cómo estaba organizada su Confederación, qué comieron, cómo se vistieron y qué lengua hablaron; necesitamos saber, además, lo que hicieron, la historia de sus trabajos, de sus luchas, de sus heroísmos, de sus crueldades, de su aniquilamiento, de sus acciones, en fin, y de la continuidad de sus efectos y sus causas. La Arqueología, la Filología, la Ciencia política y demás auxiliares de la Historia, dejan de lado aquellos acontecimientos que importan acción, esa cualidad peculiarísima del hombre que usa el lenguaje, el arte, el gobierno, las creencias, etc., como instrumentos para edificar organismos sociales, para darles [xxii]carácter y sello propio, para producir sus cambios continuos y decidir su progreso ó decadencia[1].

Los especialistas proporcionan los materiales, la piedra, el hierro, la madera para construir el edificio. El historiador lo construye, recoge los estudios de Filología Americana, de Arte Americano, de Etnología, etc.; los reúne en un todo artístico proporcionado y continuo, les da unidad y vida, y hace, en una palabra, Historia de América.

Extensión y objeto.

2.—La Historia, no puede confundirse con la Sociología. Estudia esta última la sociedad en general, su evolución y desarrollo, y el verdadero objeto de la Historia, es el estudio de la unidad social, del desenvolvimiento progresivo de la personalidad de un pueblo, raza ó conjunto de pueblos que se desarrollan por el medio y la acción, hasta perecer, ó constituir agrupaciones sociales definidas y resistentes.

Tampoco puede limitarse el estudio de la Historia General de América, á la del Continente Norte Americano, como han querido algunos historiadores. Sud América tiene en la historia de la civilización humana tanta ó más importancia que Norte América, y la Raza Latina que puebla el Continente Sur, nada tiene que envidiar á la Sajona, que en general ocupa el Continente Norte. Las agrupaciones indígenas más cultas y definidas, se formaron por otra parte en la América del Sur. Prescindir del Continente Sud Americano al estudiar la Historia General de América y llamar así á la Historia Particular de los Estados Unidos, es tan ridículo como estudiar, por ejemplo, la Historia de la llamada Edad Antigua, prescindiendo de Roma ó de Grecia[2].

[xxiii] Consideraremos, pues, la Historia de América, en general, estudiando la formación progresiva de las unidades sociales de sus dos Continentes, procurando relacionarlas entre sí y comparar en forma sintética las notas características de su respectivo desarrollo.

Divisiones.

3.—Para sistematizar en lo posible nuestro estudio, y sin pretensión alguna dogmática, podemos dividir la Historia General de América en cinco grandes Épocas.

1.ª América Indígena.—Abraza la Pre-historia y la historia de la Raza Americana Primitiva hasta el Descubrimiento Colombino.

2.ª Descubrimiento.—Abraza desde el primer viaje al Continente Americano de Cristóbal Colón, hasta la vuelta á España de Sebastián del Cano, después de su viaje de Circunnavegación (1492-1518).

3.ª Conquista.—Estudia el conflicto de la Raza Indígena con los Europeos, hasta su dominación por éstos y formación definitiva de las diversas Colonias.

4.ª América Colonial.—Estudia el desarrollo cultural y político de tales Colonias hasta los primeros síntomas de su Independencia.

5.ª La Independencia.—Comprende desde estos síntomas de Independencia hasta la formación de las diversas Nacionalidades Americanas[3].

Las Fuentes.

4.—Los materiales originales que sirven á los historiadores para construir sus relaciones, se llaman fuentes. Corresponden [xxiv]á los fósiles en geología, á los casos en los estudios legales, á las palabras en filología, etc., etc. Son restos del pasado, de donde se deriva el conocimiento del mismo. Consisten en la masa de tradiciones, manuscritos, impresos, monumentos, restos, útiles, instituciones, literaturas, etc., en las que una generación, pueblo ó raza se exterioriza tangible y visiblemente. Todo lo que nuestros antepasados nos legaron, sus instituciones, sus creencias, sus leyes, su lengua, sus edificios, sus industrias, etcétera, son fuentes de su historia, que no pueden confundirse con la historia misma que con ellos formaron sus cronistas, omitiendo á veces ó exagerando, lo que creían dañoso ó conveniente para mantener su punto de vista religioso, social ó político. La Historia encuentra en las fuentes, materiales de toda especie siempre utilizables. El contenido y la dirección de la historia, cambian con las generaciones; las fuentes permanecen y perduran. Tienen vividez, sello propio y particular encanto. Son las progenitoras de la historia. Ellas deben resolver toda controversia, y en ellas deben fundarse todas las crónicas.

Archivos y Museos.

5.—Así como para estudiar la Botánica, la Zoología, etc., debe acudirse á los Museos de Ciencias Naturales, donde se han reunido ejemplares diversos para estudiar la civilización de las sociedades humanas, es convenientísimo visitar los Museos Etnológicos, Arqueológicos, Históricos, etc., en los que se guardan cuidadosamente clasificados los restos, reliquias, útiles, herramientas, orfebrerías, ornamentos, etc., que juntamente con los monumentos arquitectónicos (edificios, caminos, acueductos, templos, ruinas, etc.), nos dan á veces clarísima idea del vivir cultural de pasados pueblos. Los repositorios más ricos en Antigüedades Americanas son, entre otros, el Peabody Museum, de Cambridge, Mass. (E. U.), las colecciones de la Smithsonian Institution, y de la Oficina de Etnología de Washington (E. U.), el Museo Nacional de Washington, las colecciones Etnológicas del Museo Británico, del Königliche Museum, de Berlín, y del Museo Etnográfico, de San Petersburgo; el Museo Arqueológico, de Madrid; el Museo Nacional, de México; el [xxv] Museo de la Plata, el Museo Nacional, de Buenos Aires; el de Río Janeiro, Santiago de Chile, etc., etc. Casi todos estos Museos han publicado, y siguen publicando en sus anales, revistas y catálogos, reproducciones artísticas y fieles de sus tesoros Arqueológicos[4].

Las fuentes manuscritas, y en especial las de carácter oficial, se guardan cuidadosamente en sus Archivos por todas las naciones cultas. Estando la Historia Americana íntimamente relacionada con la Europea, apenas hay Archivo importante en Europa que no contenga fuentes manuscritas interesantes para el Historiador de América.

Claro es que los Archivos Españoles, Portugueses, Ingleses y Franceses, son los más ricos de Europa en documentación Americana. Toda la Historia Colonial de las actuales Repúblicas Hispano-Americanas, por ejemplo, puede y debe estudiarse en los Archivos Españoles.

En las Referencias de este Compendio se mencionan especialmente los Archivos que contienen las principales fuentes manuscritas de cada una de sus materias y capítulos[5].

Colecciones de documentos.

6.—Para que las fuentes manuscritas de la Historia se conozcan sin necesidad de visitar los distintos Archivos, y para hacerlas además fácilmente inteligibles para los profanos en las disciplinas paleográficas, deben coleccionarse y publicarse.

Desde el principio del siglo xviii, todas las naciones Europeas han procurado coleccionar, y han coleccionado y publicado casi todas las fuentes de su historia. Como gran parte de estas colecciones son sólo accesibles en las grandes Bibliotecas, [xxvi]para mayor facilidad del estudioso se han empezado también á publicar en estos últimos años en muchas naciones de Europa y en algunas de las Americanas, colecciones populares de fuentes, clasificadas según su importancia y sus épocas. La utilidad de estos elementales instrumentos de investigación histórica es grandísima, tanto por la facilidad de su adquisición como por la sencillez de su manejo.

El cuidadoso estudio de las fuentes ha dado además origen á disciplinas científicas nuevas (Filología, Paleografía, Eurística, Diplomática, etc.), que exigen á su vez nuevas escuelas y aparatos científicos. El modelo de estas nuevas escuelas ó talleres históricos es el Seminarium alemán, cuyos únicos materiales de trabajo son las fuentes, y en el que los estudiantes investigan por sí mismos, construyendo con las referidas fuentes trabajos históricos originales. Algunas Universidades Norte-Americanas; la Ecole de Cartes, de París; el Centro Arabista, de Madrid y otras instituciones de investigación histórica, han adoptado el acertadísimo sistema del Seminarium, de Alemania, ampliando un tanto su criterio[6].

Las Autoridades.

7.—Entendemos por Autoridades, las monografías, tratados ó libros de historia, basados en las fuentes. Si no se hubiera escrito, por ejemplo, ninguna historia del General San Martín, tendría que recurrir el que la escribiera, á los diversos Archivos, para buscar las fuentes originales de información; más aún, debería mencionarlas en su obra, porque no hay autoridad histórica digna de tal nombre, si no se refiere á las fuentes. Exis[xxvii]tiendo la obra del General Mitre, escrita en presencia de las fuentes originales, su cuidadosa lectura ahorra al estudioso el ímprobo trabajo de clasificar, depurar y extractar las fuentes originales, bastándole la autoridad histórica mencionada, para conocer con justedad la augusta figura del heroico Libertador de América. Toda autoridad histórica, propiamente dicha, debe relacionar críticamente sus fuentes, añadiendo notas, apéndices ó referencias que permitan al investigador ensanchar su campo de estudio. De la exactitud, sentido crítico, orientación, etc., de estas notas, referencias y Apéndices, depende el valor histórico y autoridad de la obra.

Bibliotecas y Bibliografías.

8.—Las autoridades mencionadas son herramientas indispensables para el estudioso; pero le serían inútiles si no tuviesen medios rápidos de conocer su existencia. De nada serviría amontonar libros en las Bibliotecas, si no pudiera saberse fácilmente de qué trataban y dónde estaban. El historiador necesita, antes de escribir sobre determinada época ó cuestión histórica, saber cuáles son los libros que de ella se ocupan directa ó indirectamente, qué autoridades debe consultar, y qué medios de información puede ofrecerle la enorme Biblioteca acumulada por los escritores de todos los tiempos y todos los países, es decir, el patrimonio científico y literario que la humanidad le ha venido legando durante siglos.

De aquí la necesidad de las Bibliografías, repertorios ordenados donde se mencionan el conjunto de libros antiguos y modernos, nacionales ó extranjeros que se han escrito y publicado sobre las diferentes épocas y cuestiones históricas. Además de los Catálogos de las grandes Bibliotecas (Museo Británico, Nacional de París, etc., etc.), las Bibliografías Nacionales, las Bibliografías de Bibliografías y otros instrumentos de Bibliografía General, existen numerosos repertorios de Bibliografía Histórica, en los que se indican las fuentes originales y los trabajos modernos que deben consultarse sobre una época ó punto históricos, (Bibliografía Retrospectiva), ó sólo los trabajos modernos (Bibliografía Corriente), clasificándose estos últimos según comprendan la Historia Uni[xxviii]versal, la Nacional, la Regional, ó alguna rama especial de la Historia.

Desgraciadamente, no existe un Repertorio General Bibliográfico de la Historia Americana. Los publicados en los Estados Unidos, por todos conceptos notables y útiles, tienen un carácter netamente nacional. El historiador de Sud América tiene necesariamente que formar su propio Repertorio Bibliográfico, y recurrir para ello á los meritorios trabajos aislados de algunos eruditos, que en su lugar se mencionarán, á las antiguas Bibliografías Retrospectivas, á los Catálogos de las Bibliotecas Públicas Sud-Americanas, á los generales de las grandes Bibliotecas Europeas (Museo Británico, Nacional de París, etcétera), á los de las Bibliotecas Españolas (Nacional, Colombina, de Palacio, Escorialense, de la Academia de la Historia, del Museo de Ultramar, etc.), á las publicaciones, Repertorios, Enciclopedias, Boletines y Revistas Históricas y Bibliográficas, etc, etc. A falta de algo mejor y más completo, el conjunto de las "Referencias" de mi Compendio puede servir de Manual ó Guía elementalísima, de la Bibliografía General del Continente Americano[7].

Mapas y estudios fisiográficos.

9.—Parece inútil acentuar la íntima y necesaria relación de la Geografía con la Historia. Mal pueden estudiarse el desarrollo y formación de las nacionalidades y pueblos Sud-Americanos, sin conocer exactamente las regiones y lugares que sucesi[xxix]vamente fueron ocupando. La Cartografía Histórica de América, es elemento indispensable para el estudio de su historia. Las relaciones de los primeros exploradores, conquistadores y misioneros, los mapas de los antiguos cartógrafos, las concesiones de las diversas naciones Europeas para fundar colonias, los tratados de límites, las decisiones internacionales sobre límites disputados, las divisiones políticas de los Estados y Naciones, etc., etc., fijan é ilustran los acontecimientos históricos, y son importantísimas fuentes para su conocimiento. De aquí la necesidad de los Atlas y Mapas de Geografía Histórica, de la reproducción de las antiguas cartas corográficas, y del uso constante de mapas mudos ó de contornos para marcar en forma gráfica y patente el resultado de las investigaciones históricas sobre viajes, conquistas, batallas, etc. No hay obra moderna de Historia que no reconozca tal necesidad multiplicando los mapas ilustrativos en su texto, y los de carácter diagramático para dar fijeza y justedad crítica á los acontecimientos históricos que estudia.

Los estudios fisiográficos son también indispensables para el conocimiento claro de la Historia. Es innegable que las condiciones económicas de un pueblo, especialmente en sus principios y antes que el aumento de población, comercio é industria impongan adaptaciones artificiales, están en gran parte determinadas por el medio físico en que se desarrolla. El medio reacciona también sobre la constitución física y mental de los habitantes de un país é influye decisivamente en su cultura. El clima, el suelo, el contorno geográfico que favorece ú obstaculiza las emigraciones y consiguiente contacto de los distintos grupos, afecta también el desarrollo cultural de los pueblos primitivos, cuyas instituciones tienden ó no, según los casos, á evolucionar aislada é independientemente.

La suerte política misma de los pueblos de superior cultura, depende á veces de la fisiografía de su territorio. La Historia General del Continente Americano, debe, pues, basarse en el conocimiento exacto de los variados rasgos fisiográficos de las regiones del Norte y Sur de América. La mayor ó menor cul[xxx]tura de sus primitivas agrupaciones indígenas, el desarrollo de los viajes, exploraciones y conquistas Europeas, la mayor ó menor prosperidad de los organismos Coloniales y la formación misma de las Naciones Independientes, dependen en gran parte de las condiciones del medio. Los caminos, las sendas, los pasos entre montañas, los ríos y lagos, las producciones forestales y agrícolas, la fauna y la flora Americana, han influenciado decididamente su evolución histórica. El estudio de dichos rasgos fisiográficos nos da las más de las veces la clave y la causa de acontecimientos históricos á primera vista casuales ó inexplicables[8].

Metodología.

10.—De lo anteriormente expresado puede fácilmente deducirse los Métodos que deben adoptarse para el estudio de la Historia General de América. Entiéndese por método, el orden que se sigue en las diversas ciencias para hallar y enseñar la verdad. Dependiendo la verdad histórica de la evidencia humana, claro es que para hallarla deben observarse las reglas lógicas que depuran y acrisolan semejante evidencia. El historiador es una especie de Juez de Instrucción, que reúne pruebas documentales, etc., de los hechos que examina. Debe verificar, por tanto, el texto de sus documentos probatorios (Crítica de restitución), saber de dónde proceden, (Crítica de origen), clasificarlos, relacionarlos con otros, y con las autoridades, interpretarlos, y ejercer su sentido crítico para averiguar la sinceridad ó insinceridad de sus autores (Crítica interna). Realizadas estas operaciones analíticas, debe sintetizar sus resultados, agrupar los hechos, llenar las lagunas que dejaren, según su sano razonar crítico, y construir, por fin, su informe ó relación histórica, huyendo de toda parcialidad y filosófico prejuicio.

[xxxi] No es posible establecer reglas generales de interpretación. Depende del sentido crítico de los historiadores, de su erudición, de sus condiciones intelectuales, de su concentración ó de su esfuerzo. Con idénticos métodos pueden llegarse á interpretaciones distintas. El método y las fuentes son para todos iguales; la interpretación es personalísima. "El Criterio", de Balmes, y el "Tratado de las Pruebas", de Jeremías Bentham, son (á mi juicio) normas inapreciables de Metodología. Su atenta lectura basta para enseñarnos la técnica histórica, el modo de investigar y apreciar evidencias. No pueden enseñarnos, sin embargo, á hacer la historia, á componer con brillantez y hondura una monografía ó un libro. Reside tal facultad en el historiador mismo. Si es, por ejemplo, un Parkman, coleccionará primero todas las Relaciones de los Misioneros Jesuítas, elegirá las que al antiguo Canadá se refieren, entre éstas las de los misioneros más celosos, más observadores y que más tiempo estuvieron en aquellas tierras, y depurándolas, relacionándolas é interpretándolas con sinceridad y elevado espíritu, legará al mundo moderno ese modelo de autoridades históricas, esa epopeya de abnegaciones y heroísmos que se llama "Los Jesuítas en Norte América".

La Historia no está ya destinada á dormir, mientras los manuales de cuarta ó quinta mano y los maestros superficiales y dogmáticos cuentan hechos aprendidos de memoria á sus alumnos inatentos. Debe despertar y entrar á la vida. El pasado vive en el presente. Observando con atención lo actual y vivido, discerniremos más fácilmente las formas, ideas é instituciones de lo pretérito. Así como las Ciencias Naturales han salido de los estrechos límites del libro de texto para entrar al mundo de los fenómenos, de los Laboratorios y de los Museos, así la Historia debe independizarse de memorizaciones y viejas disciplinas escolares, entrar al mundo de la naturaleza humana, y abandonar las antiguas aulas por Seminarios especiales, dotados de mapas, colecciones de fuentes, autoridades, etc., etc., en los que cada estudiante, guiado por un Maestro que con él trabaje, interprete por sí mismo los materiales históricos [xxxii]y ejercite su espíritu crítico. Así y sólo así, podrá alcanzarse el ideal de la enseñanza histórica y podrá inculcarse en los alumnos el deseo de ver, sentir y verificar con su inteligencia y su trabajo, lo ético y luminoso de la VERDAD y el PATRIOTISMO[9].


ÉPOCA PRIMERA
AMÉRICA INDÍGENA


[1]

ÉPOCA PRIMERA.
AMÉRICA INDÍGENA.

TÍTULO PRIMERO.
Antigüedad del hombre en América.

CAPÍTULO I.
EL HOMBRE CUATERNARIO Ó PALEOLÍTICO

1.—Lo Prehistórico. 2.—Materiales para su estudio. 3.—Las edades geológicas. 4.—Los períodos glaciales. 5.—La ley de Asociación 6.—Los criterios arqueológicos 7.—Útiles paleolíticos en América. 8.—El hombre cuaternario en América del Sur. 9.—En América del Norte.—10 Insuficiencia cronológica de estas investigaciones.

Lo Prehistórico.

1.—Desde la creación del hombre[10] hasta el primer testimonio escrito de su vivir histórico, hay un período obscuro y de duración variable, que designar podemos con el nombre de Prehistórico[11].

Fig. 1.—Corte estratigráfico. Hancock (Virginia E. U.)

No existe crónica alguna de lo acaecido en América antes de ser descubierta por Colón. Las inscripciones y códices indígenas que han llegado hasta nosotros, no han podido todavía descifrarse con certeza. La historia del Continente Americano empie[2]za, pues, al finalizar el siglo xv. Todo lo anterior á dicha fecha pertenece en América al campo de lo prehistórico[12].

Hay un hecho cierto que sirve de punto de partida para investigar tan obscuras épocas. Al llegar los conquistadores europeos á las costas de América encontraron en ellas hombres que creyeron distintos de los del Continente Antiguo, pueblos extraños de organización peculiarísima. ¿De dónde venían? ¿Cuál fué su origen y cuál su antigüedad? Los guerreros del siglo xv y xvi no pudieron averiguarlo. Los datos obtenidos hasta hoy por la ciencia son también insuficientes para esclarecer el enigma.

Fig. 2.—Formación glacial. Isla Sebree (Alaska).

Nos limitaremos, pues, á plantear tan obscuros problemas sin pretender resolverlos, y á relacionar sumariamente los datos ó [3]fragmentos de dato que la Arqueología y la Etnología[13] pueden proporcionarnos.

Materiales para su estudio.

2.—La fuente principal para el estudio de lo prehistórico está en los monumentos, útiles y objetos paleográficos que de los primitivos Americanos han llegado hasta nosotros. Como productos indiscutibles de sus actividades nos ayudan á conocer sus ideas, costumbres y cultura. El estudio y comparación de las lenguas y dialectos Americanos nos permite también determinar la afinidad de tribus separadas geográficamente y trazar el probable curso de sus emigraciones y movimientos. Las tradiciones y leyendas nos proporcionan, por último, valiosos datos que corroboran conclusiones dudosas ó aniquilan teorías inciertas.

Fig. 3.—Precipicios y glaciares del Aconcagua (Chile).

Las edades geológicas.

3.—Los materiales que componen la corteza terrestre no están amontonados en caprichoso desorden, sino dispuestos en lechos ó estratos sucesivos colocados en el orden en que se fueron formando.

[4] Basados en esta ley de superposición estratigráfica, aplicable á todas las regiones del globo[14], han dividido los geólogos el proceso de formación de la tierra en edades y períodos de duración cronológica incierta, caracterizados por la estructura de las rocas que componen los estratos superpuestos[15].

Los períodos glaciales.

4.—El más interesante de los episodios geológicos de la edad cuaternaria, única que interesa á nuestro estudio, es el avance y retroceso de las enormes sábanas de hielo que en períodos sucesivos, llamados glaciales, invadieron las regiones septentrionales de Europa y América[16], allanando los montes, transformando los valles, arrastrando, estriando ó pulimentando las rocas y acarreando piedras y arenas, para amontonarlas al retroceder en depósitos geológicos de estructuras [5]complejas y formas características[17]. Acumuláronse tales depósitos en algunos ríos á manera de bancos, y convirtieron en extensos lagos los primitivos valles. Desviaron otros ríos su curso, buscando nuevos cauces y formando gargantas profundas. La humedad atmosférica, el descenso de la temperatura y la acción misma de los glaciales, ocasionaron también extraordinarios cambios en la faz de la vida orgánica, haciendo desaparecer algunas especies animales y vegetales y emigrar á otras á regiones diversas.

Fig. 4.—Formaciones fósiles (Pentacrinus Hiemeri) Museo Británico (Nat. Hist.)

Las causas[18], fecha y duración de los períodos glaciales, no se conoce con certeza. Parece, sin embargo, demostrado, que el principio y fin de los mismos es relativamente reciente[19] (cuaternario-pleistoceno), y que el avance de los hielos sobrevino en dos épocas distintas y separadas por [6]largos intervalos de más alta temperatura que estacionaron los glaciales en las altas mesetas y en las regiones árticas y antárticas[20].

Fig. 5.—Formación fósil carbonífera de Iowa (E. U.) Museo Británico (Nat. Hist.)

Fig. 6.—Esqueleto fósil del Jetiosauro marino (Ichthyosaurian termirostris). Museo Británico (Nat. Hist.)

La ley de Asociación.

5.—La sucesión, emigración y evolución de los organismos animales fósiles ha podido asociarse con las edades geológicas en que predominaron y en general caracterizan, llegando al convencimiento de que el conjunto de fósiles de un estrato geológico dado, difiere del de los estratos inferiores ó más antiguos y superiores ó más modernos. En tales principios científicos se funda la llamada Ley de Asociación.[21]

[7]

Fig. 7.--El dinosauro unicornio (Triceratops-Prorsus de _Marsh_).

Limitándonos á los fósiles cuaternarios[22], podemos en general afirmar que en la misma edad geológica en que vivieron el oso y el león de las cavernas, el mastodonte, etc., en el continente Europeo, existieron en el Americano el megaterio, el mylodon, el glyptodon, el megalonix[23] y demás especies ani[8]males gigantescas, ya extinguidas[24], cuyos esqueletos reconstruídos admiramos en los Museos[25].

Criterios arqueológicos.

6.—El hombre, ser dotado de razón y libertad, aparece sobre la tierra en la edad geológica cuaternaria[26]. Para satisfacer las necesidades físicas y defenderse de las fieras é inclemencias atmosféricas[27], necesitó valerse de herramientas y útiles y buscar ó construir refugios más ó menos invulnerables.

Fig. 8.—El Allosaurus (Reconstrucción C. R. Knight) American Museum (U. S.)

La observación del estilo y forma de estas herramientas, útiles y refugios, concordada con la de los estratos [10]geológicos en que se encuentren (superposición), y los restos humanos y de animales extinguidos que en dichos estratos les acompañen, (asociación), son los únicos cánones que pueden conducirnos á esclarecer en lo posible el intrincado problema de la antigüedad del hombre en América[28].

Situación geográfica actual de las diferentes ruinas prehistóricas de los Estados Unidos de la América del Norte.

Fig. 9.—Esqueleto reconstruído del Allosaurus sobre el del Brontosaurus (Am. Mus. U. S.)

Los arqueólogos Europeos,[29] basados en el estilo y material de los restos arqueológicos, distinguen en los tiempos prehistóricos las tres célebres edades de la piedra, del bronce y del hierro[30], subdividiendo la primera, ó lítica, en varias épocas. Eolítica, ó de la piedra cortada, paleolítica, ó de la tallada y neolítica, ó de la pulimentada, según el grado de perfección que alcanzaron en las diversas localidades los referidos útiles líticos.

[11]

Fig. 10.--Reptil Dinosaurio (Diplodocus carnegii de Wyoming U. S. A.) (Museo Británico).

La ausencia del hierro y en general del bronce entre los indígenas Americanos, excluyen hasta hoy de su prehistoria las dos últimas edades. América no conoció el hierro hasta la llegada de Colón. Los indios de América del Norte y gran parte de los de la del Sur no conocieron el bronce[31], y la edad del [12]cobre que algunos arqueólogos han querido equiparar en América á la del bronce Europea, no ha podido determinarse con certeza[32].

Fig. 11.—Dinosauro Acorazado (Stegosaurus ungulatus) O. C. Marsh. (Universidad de Yale. E. U.)

Por otra parte, aun existiendo en el Continente Americano pruebas abundantes de las culturas líticas, no es posible aplicar estrictamente la división en épocas paleolíticas y neolíticas. Aceptaremos, pues, tales términos sólo como descriptivos, procurando alejar de nuestra mente toda idea de tiempo para sustituirla con la de sucesión ó progreso[33].

[13]

Útiles paleolíticos.

7.—Llamaremos útiles paleolíticos, á aquellos objetos rudos de piedra de variados tamaños y grosera talla que hayan sido encontrados en lechos geológicos indudablemente pleistocenos ó cuaternarios[34]. En tales depósitos, generalmente de gran espesor, al lado de tan rudimentarios productos de la industria humana, suelen encontrarse fósiles de varias especies animales extinguidas. Semejantes descubrimientos pueden establecer la convivencia del hombre con las referidas especies, única prueba de su antigüedad, universalmente aceptada por los científicos. A estos hombres que tales útiles emplearon y en tales épocas existieron, los designaremos con el término genérico de cuaternarios ó paleolíticos.

Fig. 12.—Esqueleto del Glyptodon Clavipes (Formación pampeana). Rep. Arg. (Mus. Brit.)

Fig. 13.—Piel de oso hormiguero (Grypotherium Listai). Patagonia (Rep. Argent.) (Mus. Brit.)

El hombre cuaternario en la América del Sur.

8.—Las investigaciones modernas nos permiten afirmar la coexistencia del hombre en América del Sur con el megaterio, el mylodon, el megalonix y demás especies animales que corresponden en la Zoología fósil Americana á los grandes mamíferos extinguidos del antiguo Continente.

En las cavernas de Lagoa Santa y Sumidero (Dep. Minas Geraes), el sabio Lund, que dedicó muchos años de su vida á estos estudios, pudo reunir hasta 115 especies de animales fó[14]siles, asociados con restos humanos y numerosos útiles paleolíticos[35].

Fig. 14.—El "Toxodon Platensis" (Buenos Aires. Formación pampeana). Mus. Brit.

A las orillas del Carcarañá recogió Seguin, en 1872, osamentas fósiles de megaterio asociadas con restos humanos[36]. En 1875 Ameghino descubría cerca de Mercedes, á orillas del Arroyo Frías y en formaciones geológicas cuaternarias, gran cantidad de osamentas de animales fósiles asociados con restos humanos, y más tarde y en formaciones geológicas también pleistocenas[37] (Pampeanas), encontró la concha gigantesca de un glyptodon[38], acompañada de instrumentos de silex y [15]dientes de toxodon y mylodon trabajados por la mano del hombre[39]. Los hallazgos de Moreno en Patagonia, los de Burmeister, Carles, etc., etc.,[40] confirmaron los de Lund y Ameghino, estableciendo científicamente la existencia del hombre cuaternario ó paleolítico en América del Sur y especialmente en la República Argentina[41].

Fig. 15.—Cráneo supuesto terciario. (Ameghino). Rep. Argentina.

Fig. 16.—El mismo visto de frente. (Rep. Arg.)

El hombre cuaternario en América del Norte.

9.—No obstante los numerosos trabajos de los Arqueólogos Norte-Americanos, los vestigios del hombre cuaternario en América del Norte no son tan claros como los de la América del Sur. Si Haynes[42] considera innegables las conclusiones [16]de Abbot[43] sobre sus hallazgos en los barrancos del Río Delaware (Trenton Gravels), otros investigadores eximios[44] niegan su importancia científica. Son aún más discutibles las pruebas de la existencia del hombre glacial y cuaternario en el Ohio[45], en Minnesota[46] ó Kansas[47] aceptadas por algunos autores sin mayor examen crítico[48], y las caprichosas elucubraciones de Whitney sobre el pretendido cráneo plioceno de California (Calaveras County), rechazadas hoy definitivamente por la ciencia[49]. Debemos, pues, suspender nuestro juicio sobre estos hallazgos, hasta no verlos confirmados por pruebas más convincentes[50].

Fig. 17.—Punta de flecha márgenes río Delaware (E. U.)

Fig. 18.—Instrumento de silex (Col. Ameghino) Río Lujan Rep. Argent.

[17]

Insuficiencia cronológica de estas investigaciones.

10.—La indudable coexistencia del hombre en América del Sur con las especies animales cuaternarias, única afirmación aceptable en el estado actual de la ciencia, si bien importa un verdadero progreso arqueológico, de poco ó de nada nos sirve para determinar cronológicamente la antigüedad del hombre en América.

Para resolver tan obscuro problema, sería necesario conocer la época de la constitución de los terrenos cuaternarios en América, el siglo en que acaecieron los aluviones glaciales y su duración aproximada; sería necesario saber la fecha y las causas de la desaparición de las especies extinguidas; tener, en fin, una base, un punto de partida, datos fijos en qué fundar nuestros cálculos.

Fig. 19.—Tibia de Mylodon con incisiones hechas por el hombre cuaternario. Río Lujan (Rep. Argent.) Col. Ameghino.

Hasta ahora la cuestión sólo tiene incógnitas. La ciencia ha encontrado una relación de estratos, animales, hombre; pero dicha relación no basta.

Fig. 20.—Hacha paleolítica. Aluviones río Yuchipila (Méjico).

El geólogo[51], no conoce fechas, sino sucesión de cosas. Los fenómenos geológicos que exigen para algunos cientos de miles de años de duración[52] han podido producirse por circunstancias excep[18]cionales en pocos siglos[53]. "Todo lo que la geología puede probarnos, decía Huxley hablando de los períodos geológicos, es el orden local de sucesión; pero si hay que investigar grandes zonas ó estaciones y depósitos separados, la maliciosa confusión (mischief) de la homotaxis, ó semejanza de colocación que puede demostrarse, con el sincronismo ó identidad de fecha sobre el cual no hay ni sombra de prueba, conduce á incalculables equivocaciones y especulaciones sin fundamento".[54]. La verdad es que la ciencia no ha conquistado todavía un cronómetro capaz de medir los períodos de formación de la tierra.

Fig. 21.—Instrumento cortante (paleolítico) y probable modo de usarlo (Mus. Brit.)


[19]

CUESTIONARIO

1.—¿Qué se entiende por períodos prehistóricos?

2.—¿Qué por períodos históricos?

3.—¿De qué materiales disponemos para estudiar lo Prehistórico Americano?

4.—¿Qué se entiende por superposición geológica?

5.—¿Cuáles son las edades geológicas?

6.—¿Qué fenómenos ocurrieron en los períodos llamados glaciales?

7.—¿Qué se sabe sobre su duración y causas?

8.—¿Qué se entiende por asociación paleontológica?

9.—¿Cuáles son los animales extinguidos más notables que hubo en América?

10.—¿Conocemos sus fósiles?

11.—¿Cuáles son los criterios arqueológicos?

12.—¿Qué nos enseñan estos criterios?

13.—¿Cuáles son las edades arqueológicas?

14.—¿Cómo se subdividen las líticas?

15.—¿Son aplicables estas divisiones á lo Prehistórico Americano?

16.—¿Cómo podemos aceptar los términos paleolítico y neolítico?

[20] 17.—¿Qué se entiende por útiles paleolíticos?

18.—¿Qué se entiende por útiles y culturas neolíticas?

19.—¿Está probada la coexistencia del hombre en Sud América con las especies animales cuaternarias?

20.—¿Cuáles son las principales pruebas?

21.—¿Hay pruebas indiscutibles de la existencia del hombre cuaternario en América del Norte?

22.—¿Es posible fijar cronológicamente la fecha de la aparición del hombre en América?

23.—¿Qué necesitaríamos conocer con certeza para resolver semejante problema?

24.—¿Hay sincronismo en las edades geológicas?

25.—¿Cuál es la opinión de Huxley al respecto?


[21]

REFERENCIAS

Generales.V. H. Haynes en Winsor Narr. & Crit. Hist. of Amca. Vol. I, chap. VI, con las notas críticas y bibliográficas de Winsor (Norte y Sur América). Cyrus Thomas (Int. to the Study of N. Am. Archeology-1903. "Hand Book of American Indians North of Mexico" (Bulletin 30th Bureau of Am. Etnology-1907)), en sus artículos "Archeology", "Antiquity", "Calaveras man", etc. Fiske en su "Discovery of America", vol. I. A. H. Keane, Etnology (Cap. V-VI-X-XII) y "Man Past & Present" (Cap. X y sigtes.). Norte y Sud América. Deniker, Races of Man. Cap. XIII. Marquis de Nadaillac, "L'Amerique Prehistorique" (Norte y Sud América, París-1883). L. Farrand, "Basis of American History", Cap. V. N. York-1904. Schoolcraft, History, condition & prospects of the Ind. Tribes of the U. S.-(Bur. Ind. Affairs. Ley Congso. 1847. Pub. Ofcial.). Vols. I-IV-VI.—Los manuales más conocidos son el de Baldwin-Ancient Amca. 1871, y el de, J. F. Short. North. Amcans. of Yesterday. Barros Arana, Hist. Gral. de Chile, (Vol. I), dedica á la materia extenso capítulo. Lo propio Lavisse y Rambaud, Histoire Generale. (Vol. IV, Cap. XXIII). Son de utilísima consulta. Sir John Lubock, Prehistoric Times. E. T. Stevens, Flint Chips. Vigouroux, Les livres saints, etc. (Vol. III-1884), y los artículos de la New International Encyclopedia. (Dodd Mead x C.º, 1902-1904), "Geology", "Paleontology", "Archeology", "American", "Man", "Glaciers", "Glacial Age", "History American", etc., etc.

Especiales.—Entre los innumerables trabajos especiales sobre la materia (Véase Bibliografías), mencionaremos sólo los siguientes: C. C. Abbot, Primitive Industry. J. W. Foster, Prehist. Races of America. Prestwich, On the geolog. position [22]& age of flint implements bearing beds. Fno. Ameghino, Antigüedad del hombre en el Plata. Agassiz, Voyage au Bresil. G. F. Wright, The Ice Age. Southall, "Recent Origin of Man" y Epoch of the Mammoth. Howorth, Mammoth & the Flood. Lydekker, Geolcal. Distribution of Mammals. Burmeister, Phisicalische Beschreibung der Argentinischen Rep. Moreno, Notas sobre Antropología Argna. Ambrosetti, El bronce en la región Calchaquie. Huxley, Distribution of Races in relation with the Antiquity of Man. Moorehead, Primitive Man in Ohio. Holmes, Glacial Man in Ohio. Lacerda y Peixoto, Contribuçao ao Estado Antropco. das Razas Indgnas. do Brasil. Foster Haven, Arch. of the U. S. (Smithnian. Inst. Vol. VIII) etc. etc.

Fuentes.Génesis, Lib, I, Cap I-II-X. British Museum, Guides to "Stone Age". Fossil Mammals, Fossil Reptiles, Fossil invertebrates (Department. Geology & Paleontology, 1904-1905-1907) también Colecciones Depósito Etnológico (sin catálogo publicado). Königliche Museum,(Berlin) Depto. Etnology, sus publicaciones en especial, Bastian, Culturlanden del Alten America (1886). Memorias del American Museum, Natural History. (Washington). Museo Arqueológico Nacional (Madrid), Sección Americana (catálogo no publicado). Congreso Internacional Americanista, (Comptes Rendus). París, 1876-78-79; (Bruselas), 1881; (Madrid) 1884; (Copenhague), etc., etc. Archives Société Americaine de France, (Anuario 1873-1903, y Actas 1865-84). Bureau of Etnology, Catálogo de sus colecciones. (Reports 3.º, 9.º, 13.º, 17.º, etc.), y las monografías de Moore, Holmes, Thomas, etc., (1889-1890-1898-1891). Reports del United States Geological Survey, en especial 1895. (Walcott), 1883. (Powell), 1877. (Winchel), 1873. (Hayden). Los Reports del Peabody Museum of Am. Arch. & Etnology (1 á 24-1868-90, Harvard University). Proceedings Am. Ass. for Advanc. of Science, Washington. Trabajos de Chamberlin, (Volumen XXXV). Abbot, (Vol. XXXVII) y Miss F. E. Babbit, (Vol. XXXII). Boston Socty. of Nat. Hist., Paleolithic Man in Eastern & Central North America (Cambridge, 1888). American Naturalist, Trabajos de Abbot (1873-Vol. VII). Babbit, (Volumen XVIII-1884). Cope, (Vol. XXI-1887), etc.

Especiales para Sud América.—Boletín Inst. Geog. Argentino. (Trabajos Ambrosetti, Zeballos, Lafone Quevedo, Moreno, etc.). Anales Museo Público B. Aires (Trabajos Berg, Burmeister, Ameghino, etc.). Anales Museo de la Plata. (Sección Arqgía), (Ptes. I-III). Antropología, (Ptes. I-II). Paleontología Argna. (Ptes. I-V), en especial trabajos Ten Kate, Lafone Quevedo, [23]Burchhart, Moreno, Lydekker, Roth, Mercerat, etc. Revta. Museo de la Plata (Fco. Moreno, 1890-1905). Archivos do Museu. Nac. Río Janeiro, en especial Vol. VI. (Antrop. Bras. 1882) y Vol. VII. (White, Contrib. a Paleontología do Brasil), Memorias Museo Paraense, Hist. Nat. y Etgfía. (Museu Goeldi), I. II. Pará. 1900. Anales Museo Nacnal. Chile, en especial 1902-1903. (Ent. 15-16). Guevara, Hist. Civilizción. Araucania. (Vol. I, Antropología Araucana). Philippi. Los fósiles terciarios y cuaternarios de Chile.

Bibliografía.Winsor, (Op. cit. Vol. I. 415-17). (Apéndice. II, Vol. I, pág. 368 y sigtes.). Hand Book of American Indians (B. of Etgy.), en los artículos citados. New International Encyclopedia. (Dodd Mead), artículos citados. J. N. Larned, Boston. 1902. The Literature of Amcan. Hist. A Bibliographical Guide. Hart, Guide to American Hist. (Archeology). Dorsey, Bibliography of the Antrop. of Perú. Las notas de Nadaillac, op. cit. íd. Farrand, op. cit. Sabin, Dictionary of books relating to America (1868-1892), y algunos catálogos de los anticuarios Quaritch (Londres) y Hierseman (Leipzig).


Grupo ilustrativo del modo de trabajar los útiles líticos en un taller prehistórico. (Presentado por el ilustre arqueólogo W. H. Holmes á la Exposición Universal de Chicago).


[25]

CAPÍTULO II.
EL HOMBRE NEOLÍTICO

1.—Culturas neolíticas. 2.—"Kiokkenmodingos", "Sambaquis" y "Paraderos". 3.—Las Cavernas. 4.—Los "Mounds" ó "Montículos". 5.—Recintos y Talleres. 6.—Útiles y adornos. 7.—Antigüedad de los "Mound-builders". 8.—Los "Cliff-dwellers". 9.—Los "Cave-dwellers". 10.—"Los Pueblos". 11.—Antigüedad de estas Ruinas. 12.—Conclusiones generales.

Culturas neolíticas.

1.—Entre el hombre cuaternario ó paleolítico y sus sucesores en América, existe un vasto abismo imposible de llenar hasta el presente[55].

Fig. 22.—Cráneo neolítico (California).

Desaparecen para siempre los Americanos primitivos, los contemporáneos de los grandes mamíferos, los que asistieron acaso á las convulsiones glaciales. Con distinta condición de cosas, con especies animales semejantes á las de hoy y con una conformación de tierras y mares no alterada en lo esencial hasta el presente[56], aparecen otros hombres y otras razas que designaremos con el nombre de "neolíticos". Es tan abrupta la transición entre unos y otros, que no puede menos de pensarse [26]en alguna dislocación ó cataclismo violento que trastornó su evolución progresiva[57].

Las culturas neolíticas se extienden en América hasta los tiempos históricos. Pertenecen á ellas, desde los más rudimentarios "Paraderos" Patagónicos y las hachas del Ohio, hasta las soberbias construcciones de Mitla ó Tiahuanaco y las cerámicas Incásicas.

Fig. 23.—Útiles neolíticos (puntas de flecha). Estados Unidos.

Dejando para más adelante la enumeración de los monumentos y restos arqueológicos de Méjico, Perú, y América Central, relacionaremos brevemente los más característicos de otras regiones, fijando especialmente nuestra atención en aquellos que por su extraña construcción ó peculiar estilo han sido fuente de dudas y aventuradas hipótesis sobre el origen y antigüedad de sus constructores.

Fig. 24.—Resto de alfarerías neolíticas. (Shell Heaps-Luisiana).

"Kiokkenmodingos", "Sambaquis" y "Paraderos".

2.—En todas partes del mundo han observado los naturalistas y arqueólogos, en las costas del mar y de los ríos, acumulaciones extensas de conchas y otros desperdicios de la vida [27]diaria de algunos pueblos primitivos. Bajo el limo que generalmente les cubre, se han encontrado conchas de moluscos alimenticios, útiles, armas adornos vasijas, etc., que claramente demuestran la permanencia prolongada del hombre en aquellos lugares. Los arqueólogos Europeos dieron á tales montículos el nombre de "Kjœkkenmœddinger" (desperdicios de cocina), describiendo después de investigarlos el rudimentario vivir de sus moradores prehistóricos[58].

Abundan semejantes depósitos (Shell-Heaps) en el Continente Americano. Se extienden á través de sus costas, desde Terranova, Nueva Escocia, California, Luisiana y Nicaragua, hasta las Guayanas, el Brasil, la República Argentina y Tierra del Fuego[59].

También se han observado en las orillas de algunos ríos. Hart[60] nos describe los de "Marajo Island" (Pará); Whitte[61], los del Missisipí y el Misouri; Wyman[62], los del Río San Juan y el Lago George; Ameghino[63], los de los ríos Argentinos.

Fig. 25.—Instrumento punzante (neolítico)

Los "sambaquis" están formados por desperdicios de alimentos, etc., de una raza ó razas que habitaron largo tiempo en las costas del Brasil (Orillas del Amazonas y Pcia. del Paraná especialmente). Son muy numerosos y alcan[28]zan algunos considerable altura. En todos los investigados se han hallado curiosos vestigios de la industria humana, asociados con cráneos que algunos comparan con los célebres de Lagoa-Santa[64].

En la República Argentina se han investigado depósitos parecidos á los anteriores, conocidos con el nombre de "Paraderos". Como en los de América del Norte (Shell Heaps), se han encontrado en ellos huesos estriados, cráneos, puntas de flechas y fragmentos de groseras cerámicas[65].

Fig. 26.—Hacha neolítica (M. B.)

De formación análoga á los Paraderos y Sambaquis, son los depósitos de guano de las Islas Chinchas. Se ha extraído de ellos curiosas laminillas de oro y plata, ídolos groseros y fragmentos de vasijas, etc., que demuestran la permanencia del hombre en aquellas islas al acumularse las capas de guano que en gran extensión las cubren[66].

[29]

Fig. 27.--Hacha neolítica (California).

Admiten en general los Arqueólogos que el hombre de los Kiokkenmodingos, en el Continente Antiguo, fué contemporáneo ó sucesor inmediato del cuaternario de las cavernas[67]. No puede decirse otro tanto de los ictiófagos del Continente Nuevo. A pesar de las afirmaciones de Reclus[68], tan vagas al respecto como las tradiciones de los indios Californianos (Athapascos) sobre sus antepasados misteriosos[69], la ausencia en los depósitos conchíferos de América de todo resto de animales cuaternarios, y la presencia de los de especies zoológicas actuales, unidas al estilo generalmente neolítico de los útiles y cerámicas descubiertas, nos permiten deducir con certeza que el hombre de los Kiokkenmodingos Americanos fué varios siglos posterior al cuaternario[70].

Fig. 28.—Ornamento neolítico de piedra serpentina. (Nueva Jersey, E. U.)

Las Cavernas.

3.—Las cavernas prehistóricas exploradas en Europa, proporcionan al Arqueólogo abundantes y claras pruebas de la antigüedad cuaternaria de sus habitantes[71]. No sucede lo mismo con las de América. Exceptuando las descritas [30]por Lund en el Brasil[72], todas excavadas hasta hoy en el Continente Americano patentizan la poca antigüedad de sus moradores[73]. Los fósiles animales encontrados en ellas asociados con restos humanos, pertenecen á las faunas actuales[74]. En las cavernas del Yucatán no se encontró vestigio alguno que indicase culturas distintas de las de las razas indígenas del siglo xv[75]; en las de Kentucky (Gerson Springs, Short Cave), se encontraron sandalias y tejidos indios, unidos á otros restos y útiles, que demuestran haber habitado tales cavernas agrupaciones humanas sedentarias, acaso agrícolas, en nada parecidas á las cuaternarias[76]. Como más adelante veremos, los aborígenes de América destinaban las cavernas á usos ceremoniales, sepulcrales ó de refugio y defensa[77].

Fig. 29.—Cuevas del Oak-Creek. (E. U.)

[31]

"Mounds" ó Montículos.

4.—En la parte oriental y central del Continente Norte-Americano, al Sur del círculo polar ártico[78], se observan gran cantidad de restos del trabajo humano que, aun distintos en el detalle, demuestran semejanza de origen. Se han dividido tales vestigios por su carácter en fijos (monumentos), y movibles (útiles y adornos), subdividiéndose los fijos en montículos propiamente dichos (mounds), recintos fortificados, minas, talleres, etcétera[79].

Fig. 30.—Plano de un grupo de montículos según Thomas. (Wisconsin, E. U.)

Los montículos propiamente dichos (mounds) son cerros artificiales de variadas formas (cónicas, alargadas, piramidales ó de efigie), cuyo tamaño varía entre 25 y 30 metros de altura y 10 á 90 metros de diámetro[80]. Aseméjanse los alargados á grandes murallas. Los piramidales difieren de los cónicos por su cima generalmente plana y á manera de plataforma y sus caras cortadas por terrazas ó rampas[81]. Los llamados de efigie (effigi mounds) imitan groseramente formas animales, acaso emblemáticas ó simbólicas[82]. Los mounds cónicos son [32]comúnmente sepulcrales; los demás fueron probablemente sitios de culto, lugares del Consejo tribal ó habitaciones del jefe ó jefes[83].

Recintos y talleres.

Fig. 31.—Sección de un montículo sepulcral. Illinois (E. U.)

5.—Otro importante grupo de monumentos de esta misma región arqueológica toma el nombre genérico de "recintos" (inclosures). Son espacios más ó menos extensos, limitados por groseras murallas ó cercos de tierra y piedras. Se observan por regla general en los cerros y lugares altos y en las costas escarpadas de ríos y lagos. Su objeto defensivo es en la mayoría de los casos evidente[84]. En algunos de estos recintos se perciben huellas de habitaciones circulares ó cuadradas, que sugieren culturas de las épocas históricas[85].

Fig. 32.—Montículo con terrazas (Arkansas).

En muchos lugares se encuentran ruinas y canteras, y en [33]sus inmediaciones gran cantidad de útiles rotos ó imperfectos que denuncian la existencia de "talleres" primitivos donde se fabricaban tales herramientas[86].

La cuidadosa observación de estos depósitos, ha venido á demostrar que muchos objetos de piedra, considerados antes como cuaternarios, no son en realidad sino desechos ó útiles inacabados ó imperfectos procedentes de los talleres neolíticos.

Fig. 33.—Montículo ceremonial, según De Bry.

Útiles y adornos.

6.—En las repetidas excavaciones practicadas en los montículos sepulcrales, se han encontrado al lado de esqueletos en diversas posturas[87] numerosísimos artefactos y adornos, cerá[34]micas groseras y á veces grotescas[88], pipas de efigies extrañas, objetos simbólicos de concha y cobre[89], variadísimos objetos de piedra (armas, herramientas, mazas ceremoniales, idolillos de forma humana, etcétera), que evidencian culturas análogas á las de las razas indígenas que habitaban aquellas regiones á la llegada de los blancos[90]. Algunos de los objetos encontrados demuestran el indudable contacto de sus artífices con los Europeos, y ninguno es superior en factura á los que podía hacer y hacía el indio de las épocas históricas[91].

Fig. 34.—Posición de los esqueletos en un mound sepulcral. (Thomas).

Antigüedad de los "Mounds Builders".

Fig. 35.—Medallas católicas encontradas en un montículo. (Hale, E. U.)

7.—A pesar de estos hechos y de varios otros que patentizan conclusiones idénticas, se ha sostenido hasta hace poco por muchos arqueólogos, que los constructores de los túmulos (Mounds) pertenecieron á un pueblo más ó menos antiguo ó legendario, y de muy superior cultura á la de los indígenas que los exploradores Europeos encontraron en aquellas regiones[92].

[35] Las científicas y repetidas excavaciones practicadas en estos últimos años han demostrado la insubsistencia de semejantes hipótesis[93], comprobando la exactitud de las relaciones de los Conquistadores Españoles del siglo xvi[94], que atribuyeron á los indios la construcción de los montículos que observaron, y hasta describieron los artificios de que se valían para edificarlos[95].

Fig. 36—Pipa de esteatita. (Grave-Creek, E. U.).

Fig. 37.—Pedazo de tejido de fibras encontrado en un montículo sepulcral. (Ohio, E. U.).

[36]

Cliff-Dwellers.

8.—En la parte Occidental de Norte América, desde Panamá al territorio de Alaska[96], hay además de la Mejicana varias zonas geográficas cuyos monumentos son distintos de los de las regiones Orientales[97].

Fig. 38.—Olla encontrada en un montículo de Arkansas. (Thomas).

Fig. 39.—Concha grabada descubierta en el Mound Etowa (Georgia).

La más curiosa de estas zonas culturales es la llamada "Región de los Pueblos". Se extiende desde el estado de Tejas al de California, y desde la parte central del de Utah á las inmediaciones del trópico de Cáncer[98].

Su aspecto físico es peculiarísimo. Es un país desolado, de valles escondidos y escasos, rocas enormes, alturas pedregosas y hondonadas profundas. Cortan las llanuras numerosas gargantas que, ahondadas por los arrastres de ríos torrentosos, accidentan el terreno con altiplanicies escuetas y barrancos hondísimos (Cañons)[99].

[37] En las más altas laderas y escarpados taludes (Cliffs) de tan gigantescos barrancos, hoy secos, despoblados y aridísimos, se han descubierto ruinas casi inaccesibles de edificios de uno ó más pisos, conteniendo desde una sola habitación á más de ciento, verdaderas colmenas humanas colgadas en las grietas de las rocas, falansterios de piedra que albergaron á las tribus ó fragmentos de tribu, conocidas con el nombre genérico de cliff dwellers (Moradores de los cliffs)[100].

Fig. 40.—Plancha de cobre grabada. Etowa Mounds (Georgia).

Abundan en especial tales ruinas en la región de la "Mesa Verde" (Márgenes del Río Mancos), en muchas de las gargantas cercanas (cañons) de la orilla Oeste del Río Colorado y en el Norte de Méjico[101]. Como están protegidas por los [38]salientes del barranco, no sólo se conservan hasta hoy parte de las paredes de piedra, sino también algunas de las vigas de madera de los varios pisos. En todos ellos se observa una habitación circular (kiva ó estufa), característica de las antiguas y modernas tribus de Arizona y Nuevo Méjico, y destinada á sus asambleas ó ritos[102].

Fig. 41.—Idolillo de piedra de los montículos de Tennessee. (U. S.)

Al excavar estas ruinas se han encontrado gran cantidad de interesantes objetos de piedra, hueso, madera, lienzo, etc., varias alfarerías y algunas momias y esqueletos[103].

Fig. 42.—Las ruinas de "Casa Grande" (Mindeleff).

Cave-dwellers.

9.—Además de las habitaciones descritas edificadas en las laderas ó escarpes, se encuentran también cuevas naturales ó artificiales en la parte baja de las paredes del barranco y á poca distancia del talud pendiente que baja hasta su fondo. Abun[39]dan principalmente estas cuevas, parecidas á celdas de ermitaños en la margen Oeste de Río Grande, y en el valle alto del Río San Juan. Su objeto defensivo ó de refugio, aparece confirmado por las ruinas de torres ó atalayas observadas en las altas mesetas que inmediatamente las dominan[104].

Fig. 43.—Gran Cañón (Río Colorado).

Los pueblos.

10.—En las mesetas y los valles del Sud-Oeste, hasta el meridiano 113º abundan las ruinas de edificios de piedra[105]. Las más grandes, más características, y mejor estudiadas son acaso las inmediatas al Río San Juan, muchas de las cuales estaban habitadas al llegar los exploradores del siglo xvi[106]. Las habitaciones de la conocida con el nombre de "Pueblo Bonito", por ejemplo (Cañon Chaco), están colocadas alrededor de un patio central y en varias filas de uno, dos, tres y hasta cuatro pisos como pilas de cajones ó hilera de estantes, forma típica de la vivienda "comunal", de los indígenas de estas regiones. Al comparar estas ruinas con [40]los "cliffs-dwellings" del Río Mancos, notamos semejanzas indudables. En ambas partes estaban las viviendas defendidas contra posibles ataques de enemigos; en Mancos por su situación en precipicios inaccesibles, en el "Chaco Cañon", por sus altas murallas sin salida; la construcción en ambas localidades era uniforme; las cerámicas encontradas, idénticas[107]. Puede, pues, afirmarse la afinidad etnológica de sus constructores, que por otra parte esclarece la observación de la célebre "Casa Grande"[108], y otras estructuras similares de adobe, observadas en los valles del Río Gila[109], en la provincia de Sonora[110], y en el curso del Río Salado[111].

Fig. 44.—Cave Dwellings en el Río Grande (E. U.) Mindeleff (B. A. E.)

[41] En el Norte de Méjico, en la parte Oeste del estado de Chihuahua, se encuentran las notables ruinas, llamadas "Casas Grandes"[112] en todo semejantes á las anteriores. En otros lugares del territorio Mejicano, existen también parecidas viviendas ocupadas hasta hoy por los indígenas de aquellas regiones[113].

Fig. 45.—"Cliff Dwelling" en Arizona (Fewkes).

Antigüedad de estas ruinas.

11.—¿Quiénes fueron los constructores de estos monumentos?

Respecto á los "cliff-dwellers" en particular, se han lanzado numerosas hipótesis, atribuyéndolos á misteriosas y antiquísimas razas[114]. Tales afirmaciones son erróneas. No hay prueba alguna seria de haber existido semejantes razas, y todo evidencia, en cambio, que las discutidas construcciones de los "cliff-dwellers" son una simple variación de las de los "Pueblos" de los valles, hechas como estas por las tribus indígenas [42]de aquella sección del Continente[115]. Los indios Hopis, sostienen haber vivido en los barrancos del Chelly[116]. La reclamación de los Acomas á la "Mesa Encantada" (Meseta Katzimo-Acoma), fundada en la posesión que de ella tuvieron sus antepasados, se justificó plenamente[117]. La "Casa Grande", fué indudablemente construída por los indios, acaso por las mismas tribus Pimas, que todavía habitan sus inmediaciones[118]. Estas y otras palpables pruebas nos permiten en definitiva afirmar, que si bien las más antiguas de estas ruinas parecen ser anteriores al siglo xvi[119], ninguna ultrapasa el límite de las edades históricas.

Fig. 46.—Ruinas de un "Pueblo" (Arizona).

[43]

Conclusiones generales.

Fig. 47.—En la Kiva ó estufa. (Walpi).—(B. A. E.)

12.—Teniendo en cuenta los datos y observaciones anteriores, podemos sintetizar los resultados actuales de los estudios sobre la antigüedad del hombre en América, en las conclusiones siguientes:

1.ª El hombre paleolítico del Continente Sud-Americano, fué contemporáneo de los mamíferos extinguidos.

2.ª Ya fuese por transformaciones geológicas graduales ó por repentinos cataclismos, desaparecieron éstos hombres de la faz de la tierra al par de las grandes faunas fósiles.

3.ª Ni el período ó períodos glaciales, ni los cuaternarios de duración y fecha incierta, tienen la remotísima antigüedad que algunos geólogos han querido atribuirles.

4.ª Las culturas de los "Mound-builders", "Cliff-dwellers", etc., son indígenas, neolíticas y de antigüedad relativamente reciente.

5.ª Todas las teorías é hipótesis sobre la fecha cierta de la aparición del hombre en América, son especulaciones caprichosas y prejuicios insubsistentes.

Debemos, pues, confesar nuestra ignorancia; abstenernos [44]humildemente de fijar fechas históricas á lo acaecido fuera de la historia, y guardarnos de medir por años ó siglos la ignota antigüedad de nuestra especie[120].


[45]

CUESTIONARIO

1.—¿Existe solución de continuidad entre el hombre llamado paleolítico y el neolítico?

2.—¿Hasta qué época se extienden las culturas neolíticas en América?

3.—¿Qué son y á qué edad pertenecen los Kiokkenmodingos?

4.—¿Qué son y á qué edad pertenecen los Sambaquis?

5.—¿Qué son y á qué edad pertenecen los Paraderos?

6.—¿A qué resultados han conducido las investigaciones en las Cavernas de Norte y Sud América?

7.—¿Se diferencian en algo de las Cavernas Prehistóricas Europeas?

8.—¿Qué se entiende por "mounds" ó montículos?

9.—¿Cómo se han clasificado estos monumentos?

10.—¿Cuáles son los más conocidos y notables?

11.—¿En qué parte del Continente Norte Americano abundan?

12.—¿Qué se entiende por "recintos" y "talleres"?

13.—¿Qué nos enseña su observación?

14.—¿Qué restos movibles (útiles y adornos) se han encontrado al excavar los mounds sepulcrales?

15.—¿Qué nos enseñan estos restos sobre la antigüedad y cultura de sus artífices?

[46] 16.—¿Qué se sabe sobre la antigüedad de los "mound-builders"?

17.—¿Ha existido alguna raza de "mound-builders" distinta de las razas indígenas Americanas?

18.—¿Cuál es la opinión de Thomas al respecto?

19.—¿Qué se entiende por "cliff-dwellings" y "cave-dwellings"?

20.—¿En qué parte del Continente Americano abundan estos monumentos?

21.—¿Cuáles son los más conocidos y notables?

22.—¿Qué se entiende en Arqueología Americana por "Pueblos"?

23.—¿Ha existido alguna raza especial de constructores de "cliff-dwellings", "cave-dwellings" ó "Pueblos", distinta de las razas indígenas del siglo xvi?

24.—¿Qué se sabe de la antigüedad de estos monumentos?

25.—¿Qué conclusiones generales podemos establecer respecto al problema de la antigüedad del Hombre Americano?


[47]

REFERENCIAS

Generales.—Las mencionadas en el Capítulo I. Además Keary. Dawn of History. Reclus. Earth & its inhabitants, Vol. (III-IV-V). Bancroft. Native Races of the U. S. Joly. Man before the metals. Conant. Foot-prints of Vanished Races. Keane. Compendium of Geography North America, (Vol II). Dodge. Advanced Geography. Redway & Hindman. Advanced Geography. Dellenbaugh. The North Americans of Yesterday.

Especiales.Shaler en Winsor. op. cit. Vol IV. I. J. Worsae. Prehistory of the North. (Trad. Ingsa. 1886). Dawkins. Researches on the Evidences on Caves. Hovey. Celebrated American Caves. Mercer. The Hill Caves of Yucatan. Nordeuskiold. The Cliff-dwellers of the Mesa Verde. Lumholtz. Unknown Mexico, (Vol I). Fiske. History of the U. S. Otis F. Mason. Origins of Invention. Woodburry Lowery. Spanish. Stments. Utd. Sts. (1513-1561).

Fuentes.—Narración de Castañeda. Coronado Expedition, eda. por Winship (14 Rep. B. of Etgy.), íd. íd. Relación postrera de Cibola, íd. íd. Carta Coronado á Mendoza (Agosto 1540). Pacheco y Cárdenas. Doc. Indias. Vol. XIX, p. 529. (Descto, de Cibola) y Vol. III, p. 511. (Relación Alvarado). Garcilaso de la Vega. La Florida del Inca. (Edción. Madrid. CIƆIƆCCXXIII). Descto. y Conqta. Tierra Florida, por Hdo. de Soto, escrita por un Caballero de Elvas. (1557). Ed. Hakluyt Society Londres 1851. Bureau of Etnology. An. Reports, en especial los trabajos de Thomas (Rep. 5.º 12.º) C. y V. Mindeleff (13.º-8.º-16.º-17.º). Fewkes (17 y 22). Yarrow (1.º). Holmes (2.º-16.º-115.º). Powell (5.º-4.º-7.º, etc.) Stevenson (2.º-3.º). Cushing (4.º). Mac Gee (17.º). J. J. Navarro. Expción. Islas Chinchas, 1863. Ms. Exploraciones P. Kino (S. J.). en Apostólicos Afanes S. J., escritos por un Padre de su Pcia. [48](Méjico). Barcelona 1754. Peabody Museum. Reports. 1873-1872-1874 (Jef. Wyman). 1875 (Putnam). American Naturalist 1868 (Jef. Wyman). Hewet. Explor. New Mexico (Pajarito Park). Amcan. Nnal. Archgy. Anual Rep. (1906-1907). Arch. Inst. of America. Papers. Am. Series IV. (Bandelier). Am. Asstion. Science Mayne, 1873. (White). Socté. Antrophologique, París. Vol. II. Memoires (1875-1882). Revista Museu Paulista. Vol. I, p. 95. San Pablo 1895. Moreno. Cimet, et "Paraderos", etc. (L'Antropgie. 1874). Verneau. (Id. 1894). Packard. Cave Fauna of N. A. (Mem. Nat. Acad. Sciences 1888). Putnam. Serpent Mound (Century Magne. Abril 1890). Poovell. Colorado River, etc. Hutton. Tertiary Hist. of G. Cañon Colorado (U. S. Geol. Survey, 1882, P. II). Birdsall. The Cliff-dwellings of Cañon "Mesa Verde". (Bull. Am. Geogcal. Soc. XXII). Hodge. Enchanted Mesa. (Natnal. Geogcal. Magne. VIII). Las Colecciones Arqueológicas de los Museos citados en el Capítulo I, y las del Bureau de Etnology (U. S.) (Vse. Rep. 5.º-4.º-7.º, etc.)

Bibliografía.—Las relacionadas en el Cap. I, y en especial las del "Hand Book Am. Indians. North of Mexico" Artículos. "Cliff-dwellings", "Mound Builders", "Acoma", "Katzimo", "Casa Grande", "Arizona", "Caves", etc., etcétera; las de la New Intnal. Encyclopedia. ("Mounds", "Cliff-dwellings", "Colorado", etc.), y las de Nadaillac y Farrand, op. citdas. Son también de utilísima consulta las recopiladas por Mac Gee(17 Rep. B. of. Et.), p. 50 á 122; por Winship (14 Rep. B. of Et.), p. 599; por Woodburry Lowery, op. cit., Cap. II y III, y por Icazbalceta, Bibliografía Mexicana del siglo xvi, (Mexico 1886); Colección Doctos. para la Historia de Mexico, etc.


[49]

TÍTULO II
El hombre Americano.

CAPÍTULO I
ORÍGENES Y CARACTERES ÉTNICOS.

1.—Origen de los Americanos. 2.—Evolución cultural. 3.—Inmigraciones primitivas. 4.—Caracteres físicos. 5.—Caracteres Psicológicos. 6.—Grado de cultura. 7.—Caracteres Lingüísticos: el lenguaje de gestos. 8.—Estructura de las lenguas Americanas. 9.—Su gran número. 10.—Objetos mnemónicos: "Wampum". 11.—Pictografías.

Origen de los Americanos.

1.—Tan obscuro y complejo como el problema de la antigüedad del hombre en América son los de su origen, evolución é inmigraciones primitivas. Averiguando el primero, quedarían resueltos los segundos; dilucidados éstos, aquél surgiría clarísimo. Aquí como allí confesamos nuestra ignorancia, indicando sólo puntos de partida y probables sendas que acaso algún día conduzcan á la solución deseada.

Comprobada la coexistencia del hombre Americano, con las extinguidas faunas cuaternarias y siendo innegable la unidad de la especie humana[121], de no suponer caprichosamente que la [50]cuna del linaje humano estuvo en América[122], parece lógico afirmar que los primitivos Americanos no son indígenas en el sentido estricto de la palabra, sino procedentes del hemisferio asiático de donde vinieron al Americano, antes que las convulsiones cuaternarias interrumpieran la comunicación entre los dos Continentes.

Fig. 48. Indio Tehuelche (Tipo Patagónico).

Fig. 49. Indio Caribe (Tipo de las Guayanas).

Por otra parte los modernos etnólogos, si bien confirman las antiguas clasificaciones de Linneo[123], considerando á los Americanos como rama independiente, homogénea y especializada del humano linaje; reconocen también sus afinidades étnicas con el "Hombre Mongólico."

No hay, por tanto, inconveniente en aceptar como científicamente [51]probable, la fórmula de Keane[124], y otros eminentes antropólogos, á saber: "La raza Americana emanó de la Mongólica, separándose en absoluto del referido tronco etnológico en la edad cuaternaria, sin que desde entonces hasta el siglo xº, haya testimonio históricamente cierto que demuestre la presencia en el Nuevo Mundo de pueblo alguno culto del antiguo"[125].

Fig. 50.—Tipo Esquimal (Estrecho de Behring).

Evolución cultural.

2.—Empiezan, pues, su vida los Americanos prehistóricos, completamente aislados de los pueblos del antiguo hemisferio. Sea, por consiguiente, cual fuere el grado de cultura á que en algunas regiones alcanzaron[126], estas culturas son autóc[52]tonas, independientes, netamente Americanas, y resultado exclusive de evoluciones locales, agenas á toda influencia extraña[127].

Los únicos argumentos que podrían oponerse á estas conclusiones serían los basados en hechos futuros que evidenciaran científicamente la comunicación entre el mundo antiguo y el nuevo en las edades históricas.

Fig. 51. Canoa Norte Americana.

Tales hechos, á todas luces improbables, podrían ser, por ejemplo, la presencia en alguna región Americana, de lenguas clara y etimológicamente reducibles á otras del Continente Europeo ó Asiático[128], de edificios antiguos indiscutiblemente levantados de acuerdo con prototipos Egipcios, Asirios[129], etc., [53]de inscripciones ó pictografías en las que existan caracteres cuyo origen extranjero no pueda negarse[130], ó de esculturas de buques indudablemente construídos como los triremes griegos, las galeras fenicias, ó los veleros chinescos[131].

Fig. 52.—Indio Crec. (Bahía de Hudson).

Nada de esto se ha demostrado hasta el presente, y las innumerables hipótesis de los que hacen á los Americanos descendientes directos de los Fenicios, Griegos, Cartagineses, etc., son tan caprichosas y quiméricas, como las que los suponen herederos de los habitantes fabulosos de la ensoñada Atlantida, ó las de los poligenistas que zanjan toda dificultad [54]declarándolos autóctonos[132]. Todas estas fantasías son agenas á la historia, y sería ocioso refutarlas.

Fig. 53.—Guerrero Zuñi (Pueblos).

Hasta hoy, no se conoce testimonio alguno en bronce, piedra ó material durable que enlace ambos Océanos, anillo alguno tangible que una las culturas históricas de ambos Continentes, eslabón ó arqueológica coincidencia que no pueda explicarse por las analogías culturales de los hombres de las edades líticas[133], ó por la unidad de [55]los motivos en las actividades productoras del humano linaje[134].

Fig. 54.—Modelo de "Umiak" Esquimal con su vela textil (Estrecho de Behring).

Inmigraciones primitivas.

3.—Ignoramos también la ruta ó rutas que siguieron los hombres cuaternarios en sus inmigraciones al Nuevo Continente. Vinieron indudablemente por tierra, porque las navegaciones de altura eran impracticables en aquellos remotos tiempos. La proximidad del Asia y de América por el estrecho de Behring, así como la de Islandia y la Groenlandia, ha hecho suponer á muchos historiadores y etnólogos, que en los tiempos cuaternarios no existía solución marítima de continuidad entre los referidos continentes, siendo, por tanto, probable que fueran estos los caminos seguidos por los primitivos pobladores de América[135]. Encuentran otros escritores inaceptable esta hipótesis, y sostienen, en cambio, con graves razones, que si bien la población de Norte-América, pudo haber venido por el hoy estrecho de Behring, (no por la Groenlandia), la pobla[56]ción de Sud América debió llegar por derroteros distintos[136].

La discusión de estas opiniones es estéril por carecer de base científica. Nadie conoce con certeza geográfica la conformación de tierras y mares en las edades cuaternarias; ni puede describir con exactitud los violentos cambios que las invasiones glaciales produjeron en la superficie terrestre.

Fig. 55.—Indio Ojibwa de los bosques.

Es inútil, pues, buscar en los actuales mapas, el sitio por donde los pobladores de América pasaron á sus regiones. Es evidente que existió el paso ó pasos terrestres entre ambos hemisferios. ¿Dónde?.... Ni lo sabemos, ni tal vez lleguemos á saberlo[137].

Caracteres físicos.

4.—Más interesante que averiguar los orígenes del Indio Americano es investigar su estado en la época del descubrimiento.

Disponemos para ello de gran número de materiales dispersos en las crónicas y relaciones de los primitivos historiadores y viajeros, que debemos depurar juiciosamente, comparando las observaciones á menudo parciales y erróneas de tan meritorios cronistas, con los modernos estudios etnológicos de tribus todavía existentes[138].

[57] Para proceder con orden, consideraremos primero, en general, los caracteres físicos, psicológicos, sociológicos, etc., de los Americanos, tratando de fijar un criterio de clasificación de sus numerosas tribus, y estudiando luego, en particular, las más conocidas ó de mayor interés para el historiador de América.

Fig. 56.—Indio Shanapaptiano.

El indio, en general, era ágil, bien proporcionado y de estatura media[139]: de pelo áspero, negro, y tan abundante en la cabeza como escaso ó nulo en la cara y demás partes del cuerpo[140]. El color de su piel, era cobrizo, variando en matices desde el parduzco obscuro al ligeramente amarillento[141]: Su cráneo, salvo algunas excepciones, (Esquimales, Quechuas, Calchaquies) mesocefálico y bien conformado[142]; sus pómulos prominentes; su nariz larga y aguilina en algunas tribus, y corta y chata en otras: sus ojos muy negros y casi siempre pequeños, notándose en los niños y en algunas tribus del Noroeste (E. U.) la peculiar oblicuidad del tipo Mongólico[143].

[58] Eran por lo común de constitución débil[144], muy parcos en su alimentación, fríos é indiferentes en sus relaciones sexuales, y poco resistentes á la fatiga de un trabajo rudo y constante[145]. Tenían pocas enfermedades, aunque violentas y funestas. Las deformidades físicas eran en ellos rarísimas. Su vida media más corta que la de los Europeos, su vejez más prematura é inerme[146].

Fig. 57.—Indio del Río San Juan (Región Pueblos).

Caracteres psíquicos.

5.—La exageración y la parcialidad en uno ú otro sentido ha sido hasta hace poco la nota peculiar de los juicios históricos sobre las condiciones intelectuales y morales del Indio Americano. Sólo en estos últimos años se han estudiado científicamente las razas indígenas apreciando imparcialmente sus cualidades y [59]defectos. Ni el indio fué el ser degradado y apático, ó el sanguinario demonio de algunos viajeros y cronistas[147], ni tampoco el paciente y virtuoso varón que nos pintan Palafox, Las Casas, ó sus maliciosos copistas de posteriores siglos[148]. El Indio Americano, como nosotros mismos, representa simplemente una etapa del progreso humano. La nuestra es más avanzada en su cultura pero dista mucho de ser perfecta. La capacidad mental de la raza Americana, aun siendo superior á la Africana, es inferior á la de las razas Mongólicas y Europeas[149].

Fig. 58. Cinturón ceremonial.

La iniciativa innovadora está en ella mucho menos desarrollada que el poder de conservar lo adquirido[150].

El indio, (especialmente el Norte-Americano), en su vida tribal ordinaria es alegre, decidor y sociable; pero su vanidad y convenciones sociales, le hacen en público reservado y [60]solemne. Sus entrevistas con los blancos fueron las más de las veces actos de esta clase, y de aquí el error aún persistente de concebirle siempre como un ser taciturno[151].

Fig. 59.—Pesca con flecha (Schoolcraft).

El indio, en general apático, imprevisor, indolente y enemigo del trabajo asiduo, se hace astuto y activísimo en sus crueles guerras, y sutil é infatigable en sus expediciones de caza[152]. Su estoicismo ante el dolor y la muerte tan celebrado por los historiadores, depende como su aparente gravedad de su educación y preocupaciones tribales. En la privacía de su hogar, el indio se conduce como un niño ante sus más insignificantes padecimientos físicos; pero delante de extraños, es capaz de sufrir increíbles torturas y suplicios, sin exhalar [61]una queja ni traicionar su dolor con el más mínimo gesto[153].

Es histérico y fácilmente sugestionable, curioso y extremadamente crédulo, salvo para las ideas religiosas distintas de las suyas. Su inteligencia, como la de los niños, ávida para interrogar, es perezosa para pensar é inquirir, y se contenta con la primer respuesta que obtiene, aunque sea fantástica ó absurda.

Fig. 60.—Nadowagua (Iroqueses). Prototipo indígena del amor filial.

De aquí la influencia que sobre él ejercen los embustes y hechicerías de sus "shamanes" y la facilidad con que su fortaleza sucumbe ante la enfermedad ó la desgracia[154].

[62] La más alta ambición del indio era, en general, el respeto de los demás, la buena opinión pública, el rango y distinción entre los suyos; sus principales temores, el deshonor tribal, el ostracismo ó el ridículo. Por ello guardaba fidelidad á su tribu, miraba con recelosa enemiga á las extrañas, y aborrecía ó despreciaba al extranjero á cuya civilización fué casi siempre refractario[155].

Fig. 61.—Instrumento cortante (N. A.)

Grados de cultura.

6.—Conocidos los principales rasgos etnológicos del "Hombre Americano", y teniendo en cuenta la influencia del medio y de la situación geográfica, podremos formarnos idea del grado ó grados de cultura, alcanzados por su discutida raza. No fueron los mismos en las diversas partes del Continente. La escasez de la población en algunas regiones, y las condiciones del terreno obstaculizaban todo adelanto, la agrupación en otras de numerosas gentes, y sus favorables rasgos fisiográficos determinaban la formación de zonas culturales de organización más ó menos compleja. Dejando de lado las antiguas distinciones entre pueblos salvajes, civilizados, nómadas, pastores, etc.[156], inapli[63]cables á las tribus indígenas de América, adoptaremos para fijar los términos, la notable clasificación de Morgan[157], de los grados culturales de las sociedades humanas[158].

Distingue dicho autor en los pueblos antes de llegar á la civilización, dos etapas de cultura sucesivas: el salvajismo y el barbarismo, que subdivide en tres estados subordinados ó períodos étnicos, el inferior, el medio y el superior.

Fig. 62.—Indio Guayaqui (Ríos Mondary y Acay).

Termina el estado inferior de salvajismo con la invención del fuego, y el medio con la del arco y la flecha[159]. La transición del estado superior de salvajismo al inferior de barbarismo, se caracteriza en el Continente Antiguo por la domesticación de los animales[160], y [64]en el Nuevo por la construcción de vasijas de barro.[161]

Fig. 63.—Petroglifo simbólico.

Empieza el período medio de barbarismo en América con la labranza é irrigación regular de los campos, el empleo del adobe y la piedra en los edificios, el hábil pulimento de los útiles líticos, el uso de los metales (oro, plata, cobre, bronce)[162], y el de las escrituras simbólicas y jeroglíficas.

Al período superior de barbarismo, caracterizado por el uso del hierro, no llegaron los Americanos, sino después del descubrimiento; ni mucho menos al principio de la civilización, propiamente dicha, que empieza con las escrituras fonéticas[163].

Las tribus Americanas no pasaron, pues, del período medio de barbarismo. Sus más avanzadas culturas (Incásica, Azteca, [65]Calchaqui, etc.), eran inferiores en grado á las Egipcias de los Faraones, ó á las cantadas en los poemas Homéricos[164].

No fueron tampoco tales culturas patrimonio exclusivo de determinadas tribus ó pueblos. En una misma familia lingüística había á veces tribus en estado medio de salvajismo, al lado de otras relativamente cultas, y viceversa, en todo centro cultural Americano, solían agruparse tribus de distinta lengua ó dialecto[165].

Fig 64.—Indios Timbues (Según Schmidel).

Conviene también hacer notar que estas diferencias de grado entre las culturas indígenas no son tan grandes como generalmente se ha supuesto. Si prescindimos de algunas invenciones, las culturas Incásicas ó Aztecas no distaban tanto de las Calchaquis, Zuñis ó Algonquinas, como pensaron los antiguos cronistas. Basadas en elementos esenciales comunes, tenían to[66]das semejanzas palmarias y había entre ellas una especie de aire de familia que los investigadores modernos se han encargado de evidenciar, destruyendo errores antiguos[166].

Fig. 65.—Flecha Sioux (U. S. Nat. Mus).

Caracteres lingüísticos.—El lenguaje de gestos.

7.—Hechas estas ligeras observaciones sobre los diversos grados de cultura del hombre Americano, pasemos á estudiar sus caracteres lingüísticos.

Fig. 66.—Indios Hupa (California E. U.)

Los medios usados por el Indio para transmitir sus ideas, pueden clasificarse en dos grupos: I. Medios de comunicarse entre presentes (gestos, señales, palabras), y II. Medios de comunicarse entre ausentes (objetos mnemónicos, pictografías, escritura)[167]. El Indio, en especial el Norte Americano, usó de los gestos y señales con gran amplitud é ingeniosa perfección. Los tesoros de este lenguaje peculiar, hoy en desuso, han sido recogidos por algunos etnólogos y cuidadosamente agrupados en preciosos y ricos vocabula[67]rios[168]. El Indio podía expresar con gestos, no sólo nombres propios y comunes, sino también verbos, pronombres, etc.; podía construir largos discursos, combinando los movimientos de la cabeza, el cuerpo y los brazos, y hasta introducir abreviaturas como en las escrituras pictográficas. Amplificando suficientemente estos gestos para que fueran divisados á distancia, hacía señales ópticas que sustituían á veces á los célebres fuegos anunciadores de la cercanía del enemigo, del triunfo ó derrota de sus guerreros, del éxito en las expediciones de caza, etc., etc.[169]. La gran diversidad de las lenguas Americanas contribuyó sin duda al mayor desarrollo de este lenguaje de gestos, medio de comunicación más general y á veces único entre distintas tribus ó gentes[170].

Fig. 67.—Lenguaje de gestos (1st Rep. B. A. E.) (¿Quién eres?... Pani!...)

Con la única excepción del Indio Americano, los gestos son únicamente auxiliares del lenguaje hablado, patrimonio exclusivo del hombre y señal de su origen altísimo. Compuesto este lenguaje de un número relativamente pequeño de sonidos [68]articulados, presenta, sin embargo, tan inmensa variedad de combinaciones, que á primera vista la inteligencia se pierde en el intrincadísimo laberinto de lenguas, dialectos, idiomas, formas vernaculares, etc., que en el mundo se hablaron ó se hablan.

Estructura de las lenguas Americanas.

Fig. 68.—Lenguaje de gestos (Signo Tribal de los Dakotas).

8.—Afortunadamente, los filólogos han podido referir los dialectos á las lenguas, agrupar las lenguas en familias, y éstas en los tres grupos universalmente aceptados, de las lenguas monosilábicas, aglutinantes y de inflexión[171]. Entre las aglutinantes se destaca una clase especial formada exclusivamente por las lenguas Americanas, que se conoce con los nombres de Holofrástica ó polisintética. Este tipo glotológico, peculiar al Indio Americano y desconocido en otras partes del mundo, es una forma muy especializada de aglutinación, en la cual todas las partes de la oración tienden á amalgamarse con el verbo. Su característica general es, pues, la expresión del mayor número de ideas, de frases enteras, en una sola palabra polisilábica. En tanto que el griego y el latín se valen de sus inflexiones; el copto, el hebreo y las lenguas semíticas de sus afijos y sufijos, y el chino de la unión de partículas significativas, las lenguas Ame[69]ricanas, intercalando sílabas y aun uniendo simples letras procedentes de las expresiones que han de sumarse al tema ó raiz, forman una oración en un solo vocablo. Así, por ejemplo, en el dialecto Algonquino, la palabra "nadholiniu" que significa "tráenos la canoa" está formada por los vocablos "natem" trae, "amochol" canoa y "niu" á nosotros, elididos y reducidos á uno solo con la letra "i" como elemento eufónico[172].

Fig. 69.—Interior de una "Kiva" ó Estufa (Indios Pueblos).

Su gran número.

9.—Asombra á historiadores y filólogos el gran número de lenguas extinguidas ó en uso que se hablaban en el Nuevo Continente, así como sus hondas diferencias fonéticas dentro de la uniformidad de su estructura holofrástica. El "Bureau of Etnology" de Washington ha clasificado al Norte de Méjico 59 [70]familias lingüísticas (stocks), comprendiendo cada una 30 á 50 lenguas distintas y buen número de dialectos, mutuamente ininteligibles aun para las tribus á veces muy cercanas á que respectivamente pertenecían[173]. El número y variedades fonéticas de las lenguas de la América Central y del Sur, es acaso mayor que en América del Norte y su clasificación dificilísima, á pesar de los valiosos trabajos aislados que sobre ellas existen[174]. Keane en su Mapa Etnológico de Sud América, enumera cerca de 50 familias lingüísticas. El Conde de la Viñaza cataloga cerca de mil lenguas de vocabulario y gramática conocidos. Markham, sólo para las tribus del Amazonas, nos habla de 905 dialectos[175]. Algunas tribus tenían dos lenguas, una hierática, é inteligible sólo para los iniciados, y otra vulgar y de uso corriente[176]. [71]En algunas regiones el continuo contacto comercial del Europeo y el Indio, dió lugar además á jergas especiales (jargon)[177] compuestas con palabras Europeas é Indígenas. En medio de esta curiosa Babel lingüística, no es extraño que los misioneros sufrieran desencantos amargos al ver que después de estudiar durante años una lengua ó dialecto Americano, no podían catequizar con ella sino á una sola tribu ó á reducido número de Indios[178].

Fig. 70.—Guerrero Seri (Isla Tiburón) 17. An. Rep. B. A. E.

Objetos mnemónicos: Wampum.

Fig. 71.—Wampum.

10.—El primitivo y simplicísimo método de comunicación entre ausentes, que consistía en el uso de "objetos simbólicos" ó "marcas mnemónicas", alcanza acaso su mayor perfección en los "quipus" ó cuerdas con nudos de los Incas, que en su lugar estudiaremos, y en el "wampum" de los Indios de Norte América. El "wampum" empleado por las tribus indígenas del N. E. de los Estados Unidos, y en especial por los Iroqueses, era unas veces á manera de rosarios de conchas de diversos colores, y otras bordados especiales hechos en cinturones anchos con las referidas conchas. Recordaban estos objetos tratados, hechos históricos, alianzas tribales, etc., cuya memoria perpetuaba el Indio asociándola en cada caso con una forma particular de dibujo, colorido y bordado de las conchas. Claro [72]es que el "wampum" sólo tenía significado para los que conocían el acontecimiento particular que simbolizaba. Estos hechos debían recordarse á la tribu, para lo cual se exhibían de cuando en cuando los cinturones simbólicos[179]. Además de estos usos mnemónicos, el "wampum" en conchas sueltas se usó como moneda ó intermediario de cambios por la mayor parte de las tribus de la costa Atlántica de América del Norte, antes de la llegada de los Europeos[180].

Pictografías.

Fig. 72.—Petroglifo en California.

11.—Los métodos mencionados son los precursores de la escritura simbólica propiamente dicha, que empieza á manifestarse rudimentariamente en aquellas pictografías ó dibujos de imperfectas líneas y variados colores, que expresan sucesión de ideas y no simples representaciones de objetos[181]. El número de estas pictografías (que acaso emanaron del lenguaje de gestos) es enorme entre las tribus Americanas. Desde Alaska hasta Patagonia, apenas hay región del Nuevo Continente donde no se hayan encontrado algunos ejemplares. Expresan mensajes, historias de caza, costumbres, cantos, ritos religiosos ó mágicos, y á veces son verdaderos cómputos de años, recordados por la representación gráfica del hecho más notable acaecido en sus inviernos (Winter-tales)[182]. La factura artística de estas [73]pictografías es ruda, infantil, y muchas veces grotesca. Algunas son de simbolismo ingeniosísimo; llegando hasta representar sólo una parte del objeto para significar el todo (la cabeza ó las huellas de un animal por el animal mismo); ó expresando con dibujos convencionales ideas generales y complejas[183]. Los materiales de estas pictografías eran variadísimos. Se dibujaban en las rocas y piedras, en pedazos de madera ó de corteza de árbol, en las pieles y cubiertas de las chozas, en las armas, conchas y vasijas, mantas y demás objetos de uso, y hasta en el cuerpo humano mismo, donde tatuaba el indio con perfección extraña sus distintivos tribales ó totémicos[184].

Fig. 73.—Petroglifo del Cajón de los Cipreses (República de Chile).

Las pictografías más notables son, sin duda, las de los Algonquinos, cuyo sistema simbólico, extensamente empleado para preservar su historia y los ritos de sus sociedades secretas[185], se acerca mucho á las escrituras jeroglíficas de los Aztecas y los Mayas.

[74] Si se exceptúan estas escrituras y los silabarios "_Micmac_"[186] ó "Cherokees"[187], relativamente modernos é influenciados evidentemente por los alfabetos Europeos, los objetos mnemónicos y las pictografías descritas fueron los únicos medios de que dispuso el Indio Americano para comunicar sus ideas á través del tiempo y el espacio.


[75]

CUESTIONARIO

1.—¿Qué se sabe del origen de los Americanos?

2.—¿Son autóctonos, ó vinieron del Continente Asiático?

3.—¿La raza Americana, es uniforme?

4.—¿Tiene relación con la Mongólica?

5.—¿Las culturas Americanas, son indígenas?

6.—¿Por dónde vinieron á América sus pobladores?

7.—¿Cuáles son los principales rasgos físicos del indígena Americano?

8.—¿Cuáles sus principales rasgos psíquicos?

9.—¿Deben aceptarse sin examen crítico las observaciones de los antiguos cronistas?

10.—¿Cómo clasifica Morgan los grados de cultura de los pueblos?

11.—¿Cuándo pasa el hombre del período superior de salvajismo al inferior, y al medio de barbarismo?

12.—¿Cómo se caracteriza en América el período medio de barbarismo?

13.—¿Llegaron los Americanos al grado superior de barbarismo antes del descubrimiento?

14.—¿Eran las culturas Americanas patrimonio de determinadas tribus?

15.—¿Era muy grande la diferencia entre las culturas Americanas?

[76] 16.—¿Usaba mucho el indio Americano de los gestos y señales?

17.—¿Cuál es la característica glotológica de las lenguas Americanas?

18.—¿Eran muchas estas lenguas?

19.—¿Cuáles son las principales tentativas de su clasificación en familias lingüísticas?

20.—¿Usaba el indio Americano de objetos mnemónicos?

21.—¿Qué es el "wampum" y cuáles fueron sus principales usos en la América indígena?

22.—¿Cuáles son las primeras manifestaciones en la América indígena de las escrituras simbólicas?

23.—¿Eran muy abundantes en América las pictografías?

24.—¿Cuáles eran sus formas, objetos, materiales, etc.?

25.—Exceptuando los silabarios Micmac y Cherokees ¿cuáles fueron los únicos medios de que dispuso el Indio Americano para comunicar sus ideas entre ausentes?


[77]

REFERENCIAS

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Bibliografías.—Las relacionadas en el Título I, Caps. I y II. Vse. también Winsor. Op. cit. Vol. I, pág. 317 y Apéndices I, III y IV, y Vol. IV, pág. 216-317. Channing & Hart. Guide to Am. Hist. pág. 232. Farrand. Op. cit., pág. 378. Pilling. Op. cit. Conde de la Viñaza. Op. cit. Intción. y Cuadro pág. 231. Parkmann, Bandelier, Powell, en las notas de sus mencionadas obras. D. G. Brinton. Abnal. American Authors. H. Book. Am. Ind. North of Mexico. Artículos "Indians", "Languages", "Cherokees", "Missions", etc. New International Cyclopedia. Artículos "Indians", "Man", etc. Larned. Literature of American Hist., pág. 38 (600-692) Th. Hughes S. I. Hist. of the Society of Jesus in North America. Cap. I-II, páginas 1 á 29. H. E. Ludewig-The Lit. of Aborig. Lang. (Edit. Trubner & C.º Londres MDCCCLVIII) I. García Icalbazceta. Apuntes p.ª un catálogo de escritores en lenguas Indígenas de América. Méjico-1866, etc., etc.


[80]

Mapa Etnológico y Filológico de Sud América demostrativo de la probable posición geográfica de las distintas familias lingüísticas (Keane—South-America).


[81]

CAPÍTULO II
CARACTERES SOCIOLÓGICOS

1.—El Matrimonio. 2.—Matriarcado. 3.—Poligamia y Monogamia. 4.—Condición de la mujer. 5.—Educación de los hijos. 6.—Las costumbres mortuorias. 7.—Organización política. El "clan" y la "gens". 8.—Totemismo. 9.—La "fratria" y la tribu. 10.—Consejo tribal. 11.—Jefes tribales. 12.—La Confederación. 13.—Organización Económica. La propiedad. 14.—Los Gobiernos despóticos. 15.—Relaciones inter-tribales. El Comercio. 16.—La guerra. 17.—Armas ofensivas y defensivas.

El matrimonio.

1.—El estado de naturaleza en que todas las mujeres pertenecen á todos los hombres, y éstos á todas las mujeres, sólo ha existido en la imaginación de poetas y filósofos. La teoría de la promiscuidad primitiva ha sido rechazada por la ciencia. Aun entre las tribus más salvajes de América, la unión entre el hombre y la mujer tenía ciertos derechos reconocidos y estaba sujeta á ciertas reglas. Entre éstas, la más característica y acaso la más extendida é invariable, era la llamada "ley de exogamia", ó matrimonio fuera del clan ó linaje en contraposición á la endogamia ó matrimonio dentro del referido grupo. En América, los miembros de un mismo "clan" ó "gens" no podían contraer matrimonio, y la violación de esta regla se castigaba severísimamente.

El matrimonio se realizaba usualmente por compra en especie, dádivas ó prestación de servicios[188] á la familia de la mu[82]jer, y la elección de ésta solía corresponder antes que al individuo á su familia ó grupo.

Matriarcado.

2.—Ahora bien, desde que los progenitores del indio no podían pertenecer al mismo clan, para determinar su filiación debía forzosamente prescindirse de uno de ellos. Salvo contadas excepciones, se prescindía del padre y se asignaban los hijos al linaje materno.

Esta costumbre de los pueblos salvajes, que los etnólogos designan con el nombre de matriarcado, impedía generalmente el incesto y las alianzas entre cercanos parientes.

Fig. 74. En el hogar indígena (Pueblos).

Poligamia y monogamia.

3.—La forma del matrimonio Americano estaba principalmente determinada por consideraciones económicas. En las regiones en que la vida era ruda y difícil, se contentaba el Indio con una sola mujer; en los climas calientes y tierras fértiles, la facilidad misma de la vida le inclinaba á la poligamia.

Importaba casi siempre esta última un cambio de sistema de filiación. El protector nato de los hijos, no era como en el matriarcado su tío paterno, sino su propio padre (patriarcado) que disponía de ellos á su antojo y podía hasta regalarlos ó venderlos.

En América del Norte prevalecía la monogamia, en la del Sur la poligamia, pero en ambas regiones la duración del ma[83]trimonio era precaria, dependiendo las más de las veces de la voluntad ó el capricho de los contrayentes[189].

Condición de la mujer.

4.—Las costumbres matrimoniales y la condición de la mujer variaban mucho. Mientras en las tribus en que predominaba la monogamia y el matriarcado, la mujer era dueña en el hogar y tenía tanto ó mas valor que el hombre, al que podía hasta expulsar de su tienda, en las poligamas, la mujer era considerada como una esclava, como cosa del patrimonio del marido, simple objeto de brutales placeres, ó bestia de labor y de carga. De aquí la escasa fecundidad del hogar salvaje, el abandono de los hijos y los infanticidios[190].

Fig. 75.—Una familia indígena.

Educación de los hijos.

5.—Decidida sin embargo por los padres indios, la vida y crecimiento del niño, protegían su infancia cuidadosamente. Los ritos, costumbres y ceremonias natales para defender la criatura de los malos espíritus y propiciar en su favor los [84] tutelares de su grupo ó tribu, eran muchos y curiosísimos[191]. La lactancia duraba tres, cuatro, y á veces diez y doce años.

Al llegar á la pubertad, y después de someterse á pruebas especiales de iniciación, en ceremonias solemnes y públicas, el niño recibía su nombre cuya imposición y cambio, eran para el Indio materias de capital importancia.

Fig. 76.—Acarreando agua.

Solo podía adquirirlo en los mencionados ritos iniciatorios, á los que generalmente concurría toda la tribu, ó por especial habilidad en la caza y la guerra. Como se suponía mágicamente enlazado con las divinidades tutelares, no se usaba nunca en las relaciones con los extranjeros. El nombre, en suma, era una verdadera propiedad que podía perderse por deshonra, enfermedad ó desgracia, cambiarse por motivos especiales y hasta enajenarse ó darse en prenda. El indio, una vez declarado adulto, era dueño absoluto de sus acciones é independiente de sus progenitores. Si seguía viviendo con ellos, más bien que padres é hijos parecían extraños reunidos casualmente. Olvidaba pronto los beneficios recibidos, miraba á sus padres con perfecta indife[85]rencia, ó, considerándose superior á ellos, les trataba con crueldad y desprecio[192].

Costumbres mortuorias.

6.—La suerte de los ancianos no era por tanto envidiable. Salvo los shamanes, adivinos, etc., los demás indios viejos, débiles ó inútiles para la caza ó la guerra, eran considerados por su tribu como pesada carga y desaparecían natural ó violentamente.

Las costumbres mortuorias estaban basadas en la creencia constante en la inmortalidad de las almas. Concebía el indígena la vida de ultratumba como un estado feliz, en que los guerreros después de muertos gozaban en regiones fertilísimas de todos los bienes que ansiaron en la tierra.

Fig. 77.—Sepultura de piedra (Illinois).

Esta concepción material de la vida futura, originó acaso la costumbre de enterrar los cadáveres con sus armas, vestidos, utensilios, etc., generalmente quebrados, para indicar que también acompañaba al muerto el alma de las cosas en su viaje por las regiones desconocidas, á las que no debía partir sin medios de defensa.

Fig. 78.—Momia descubierta en una cueva de Alaska.

En algunas tribus se enterraban con los jefes militares sus caballos y hasta sus esclavos y mujeres, para que el muerto pudiera presentarse en la vida futura con la misma dignidad y rango que gozó en la tierra. En otras se creía al individuo animado de varios espíritus que desempeñaban oficios distintos [86]después de su muerte. Uno, por ejemplo, quedaba con el cuerpo, otro vagaba como fantasma por la aldea; y otro acompañaba al guerrero á los "dichosos prados de abundante caza y pesca"...

Las formas de sepultura eran variadísimas. Se colocaban los cadáveres en cisternas, sepulcros, urnas funerarias, bajo montículos, en grutas y cavernas, etc. En algunas tribus los embalsamaban y momificaban; en otras se cremaban guardando ó aventando las cenizas, ó se exponían colocándolos en los árboles ó en elevadas plataformas, á la voracidad de las aves carniceras.

Fig. 79.—Sepultura Dakota (Yarrow).

Fig. 80.—Sepultura arbórea (Yarrow).

Las manifestaciones de duelo consistían en gritos, lamentos, orgías especiales de dolor, vestiduras desgarradas, mutilaciones y crueles heridas, con el fin general de aplacar la cólera del alma vagabunda del muerto[193].

[87]

Organización política. El "clan" y la "gens".

7.—La profunda diversidad de las estructuras sociales de los Aborígenes Americanos y la carencia de datos sobre muchas de ellas, hacen imposibles las generalizaciones al respecto.

Podemos, sin embargo, afirmar, por vía de síntesis, que la base fundamental de las organizaciones políticas conocidas de los Indios del Norte y Sur de América era el parentesco, y que el factor más importante de sus rudimentarias sociedades era el "clan" ó linaje (gens); es decir, el grupo ó grupos de parientes más ó menos cercanos, maternos ó paternos, reales ó ficticios, que convivían en determinada vivienda, con obligación de ayudarse mutuamente[194].

El indio se debía al clan antes que á su propia familia. Si el interés de sus deudos estaba en oposición con el de su clan, debía prevalecer este último. En los delitos de sangre correspondía al clan de la víctima exigir compensación al clan del victimario.

Fig. 81.—Elevando el cadáver (Yarrow).

Las funciones civiles del clan eran importantes. Elegía sus jefes y podía destituirlos. Eran éstos jefes civiles (sachems) ó militares (caciques, etc.), dependiendo la elección de estos últimos de sus condiciones é influencia.

[88] En tiempo de guerra, los jefes militares tenían autoridad omnímoda en la tribu; pero concluída ésta perdían dicha autoridad, quedando sometidos al "Sachem" como cualquier otro de los miembros de su grupo.

Los jefes civiles dirimían las disputas entre los individuos de su clan ó linaje, y cuando no podían resolverlas las elevaban al Consejo del mismo, que resolvía también las cuestiones de interés general para el grupo en deliberaciones libres y decisiones incuestionables.

Fig. 82.—Manifestaciones de dolor (Mujeres Sioux).

Creía en general el indio que el clan estaba dotado de cierto poder mágico que aumentaba ó disminuía con el número. Para evitar, pues, la disminución de la vitalidad del clan ocasionada por la pérdida de vidas en las incesantes guerras indígenas, era costumbre establecida adoptar individuos de otros clanes, y á veces clanes y tribus enteras, que venían ipso-facto á formar parte integrante del clan que les adoptaba. En los casos de adopción por com[89]pensación de delitos de sangre, el victimario, previa aceptación de la madre de la víctima, asumía en el clan adoptante las obligaciones y prerrogativas del hijo muerto[195].

Totemismo.

8.—Las ideas de parentesco entre los miembros de un mismo clan ó linaje, enlazadas en la mente del indio con las de poder mágico á dicho clan inherente, se sintetizaban casi siempre en el "totem", institución social y religiosa de origen ignoto y carácter extraño, común á casi todas las sociedades primitivas y muy especialmente á los aborígenes de América.

Fig. 83.—En el Consejo.

El "totem", para el indio Americano, era una clase cualquiera de objetos, generalmente animales ó plantas, considerados las más de las veces como divinidades tutelares por los miem[90]bros de un mismo clan ó linaje, que se creían relacionados con dicha especie de animales ó plantas por descendencia mítica ó misterioso parentesco. Los clanes se distinguían de ordinario con el nombre genérico de su totem. Los animales y plantas de la especie totémica eran para el indio sagrados é intangibles (taboo); prodigaba sus imágenes en pictografías y esculturas, y las reproducía sobre toda clase de objetos con fines supersticiosos y simbólicos (amuleto, defensa), ó representativos y heráldicos (nombre del clan, etc.)[196].

Fig. 84—Entre los "Cliff Dwellers".

La fratria y la tribu.

9.—Los distintos clanes y gentes se agrupaban de ordinario en dos ó más grupos intermedios, también exogámicos, llamados por los Etnólogos "fratrias". La base de estos grupos era mitológica, y sus funciones más bien ceremoniales que políticas[197]. El conjunto de clanes, gentes y fratrias de un territorio [91] determinado y de la misma lengua ó dialecto, formaban en general la agrupación indígena conocida con el nombre de "tribu". Difería este conglomerado social de sus componentes (clan, gens, fratria), no sólo por el número de sus individuos, sino por el carácter mismo del vínculo que los mantenía unidos entre sí y separados de las demás tribus ó pueblos.

La nota característica y distintiva de la tribu, no era únicamente el parentesco entre sus miembros, sino la comunidad de nombre, de gobierno, de territorio, y principalmente de lengua ó dialecto[198].

Fig. 85.—Expulsados de su clan.

Consejo Tribal.

10.—El rasgo más interesante de la organización de las tribus era su Consejo, formado por los principales jefes y los delegados de los clanes ó gentes. Tenía este Consejo autoridad suprema en los asuntos tribales, hacía la paz, las alianzas ó la [92] guerra, y decidía sin apelación las diferencias entre los diversos linajes.

Fig. 86.—El "Calumet" ó Pipa ceremonial.

El espíritu de tan peculiar asamblea, era esencialmente democrático; podía opinar en sus reuniones cualquier varón adulto, y hasta las mujeres mismas por medio de los oradores que eligieran al efecto[199].

Jefes Tribales.

11.—En general, las tribus no tenían jefe supremo, aunque en ciertos casos se reconocía mayor rango y autoridad en un sachem ó cacique cualquiera, dándole facultades extraordinarias para representar la tribu en los casos en que el Consejo no había podido convocarse. Su gestión, sin embargo, estaba sujeta á la ratificación posterior de dicho Consejo, dependiendo además su autoridad de sus condiciones personales y de su influencia en los diversos clanes ó gentes.

Fig 87.—Tambor ceremonial.

Designar estos jefes temporales con el nombre de reyes, soberanos, emperadores, etc., como lo hicieron los antiguos conquistadores y cronistas, es en absoluto erróneo. Si alguno de los referidos jefes por la fuerza de las circunstancias adquiría en un momento dado excepcio[93]nal relieve, no dejaba por ello de ser, dentro de su tribu, un simple jefe electivo y temporal que nada tenía de monarca[200].

Las Confederaciones.

12.—Cuando por segmentación de una tribu se formaban otras nuevas, la relación entre las tribus así formadas y las primitivas se reconocía comúnmente por sus individuos, aunque fuera tradicional y remota.

Fig. 88.—Distintivos de Jefes.

Esta idea de relación ó parentesco originario, y el constante temor de agresiones armadas de las tribus extrañas, hizo naturales y frecuentes las uniones entre tribus afines para mutua protección y defensa.

[94] Tal fué indudablemente el origen de las Confederaciones Tribales, institución también característica de los aborígenes de América.

Fig. 89.—Postes Totémicos (Museo Británico).

Las Confederaciones más conocidas y curiosas son la Azteca y la Iroquesa. Las de los Mokis, y los Dakotas, tuvieron también duración considerable. Otras no pasaron de alianzas ocasionales y efímeras[201].

Organización económica. La propiedad.

13.—En la sociedad indígena, el nombre, el rango, los derechos ceremoniales y los objetos de uso personalísimo (armas, vestido, etc.), era lo único que pertenecía al individuo; la tierra, el bosque, la casa, etc., eran propiedad común del clan ó la tribu, que tenían derecho de excluir de ellos á todas las demás tribus ó bandas.

"La tierra, como el agua y el fuego, no puede venderse", decía un indio Omaha.

Los mismos que la labraban tenían solo sobre ella un relativo usufructo.

Si los indios se reunían para determinadas expediciones de caza ó pesca; si los del Misouri, por ejemplo, se combinaban en bandas para cazar el búfalo, ó los Esquimales juntaban sus [95] "kayaks" en flotilla para pescar ballenas, el búfalo ó la ballena así adquiridos eran propiedad común. Todos tomaban de todo el botín lo necesario para su subsistencia.

En el clan residía ordinariamente el derecho hereditario. Cuando el indio moría, los objetos de uso personalísimo acompañaban al cadáver, y el resto de sus útiles pasaba en propiedad común al clan, y sólo en uso á los parientes más próximos.

En general, la repartición de los bienes comunes era equitativa, dependiendo, naturalmente, del modo de su producción, base económica de los sistemas distributivos tribales.

Fig. 90.—Armadura Tlinkit (Alaska).

El concepto moderno del derecho de propiedad, fué completamente extraño á los grupos sociales de América. Ni entre los Aztecas y los Incas, cuya curiosa organización económica estudiaremos más adelante, existieron desigualdades sociales, basadas en la mayor ó menor riqueza. Las palabras rico y pobre no tenían equivalente en sus lenguas[202].

[96]

Los gobiernos despóticos.

14.—Claro es que las organizaciones sociales descritas son, por decirlo así, el tipo ideal de la mayoría de los gobiernos indígenas de América, y que sería, por tanto, un grave error el suponer que los elementos todos del sistema se respetaban en todo el Continente.

El indio Americano, aun refrenado por las obligaciones para con su clan ó su tribu, amaba sobre todo su libertad salvaje y odiaba todo privilegio.

Fig. 91.—Trofeo de victoria.

Si obedecía á sus sachems y jefes militares, era por considerarlos como representantes de su grupo; pero conservaba siempre las ideas de igualdad é independencia, características de la vida indígena. Fuera, sin embargo, debido á las influencias enervantes de un clima cálido, á la mayor aglomeración de gentes en territorios fértiles y consiguiente desarrollo de la agricultura, á la introducción del patriarcado y la poligamia, ó á cualquier otra causa, el indio abdicó en algunas regiones su carácter independiente é indómito, para someterse servilmente á la voluntad de sus mandatarios.

La idea religiosa debió sin duda influir decisivamente en esta curiosa transformación política. Desde que el indio empezó á mirar á sus jefes como profetas, augures ó predilectos confidentes de sus divinidades tutelares, se convirtieron para él en seres superiores y les rindió homenajes reverentes. Si se creía á los jefes parientes cercanos del sol ú otra divinidad cual[97]quiera, el mando supremo debía permanecer en su familia y la autoridad electiva hacerse hereditaria y despótica.

Así surgieron en América los degradantes absolutismos de los gobiernos Incásicos, Chibchas, etc., cuya constitución especial estudiaremos en los Capítulos siguientes[203].

Fig. 92.—Jefe de los Minatarees (Cattlin).

Relaciones Intertribales. El Comercio.

15.—En general las relaciones entre los pueblos son de tres clases, simpáticas, neutrales ú hostiles. Las primeras propias de los civilizados (fiestas internacionales, exposiciones, etc.), eran completamente desconocidas en la América Indígena. Las relaciones neutrales (Comercio) estaban bastante desarrolladas. Ciertos artículos abundantes en determinadas regiones (cobre, mica, piedras [98] pintadas, conchas, etc.), tenían en otras gran demanda y eran objeto de frecuentes tratos. Los Esquimales comerciaban entre sí y con las tribus Algonquinas. El "wampum" de los Iroqueses se aceptaba en general como moneda en la región de los grandes lagos. Las tribus del Missisipí suministraban pieles á los Pueblos, en cambio de alfarerías, mantas, cuentas, algodón, etc. Las pipas adornadas de los Haidas (Vancouver), se han encontrado en tumbas de las márgenes del Río Delaware. Los Aguas y Curuziraris (Brasil), proveían á sus vecinos de vasijas y tejidos. Los Arecunas pagaban en algodón las alfarerías de los Caribes, y en general, puede afirmarse que fueron raros en América, los grupos tribales que vivieron en completo aislamiento[204].

Fig. 93.—Jefe de los Mandanes (Cattlin).

La guerra.

16.—Las relaciones neutrales eran, sin embargo, la excepción y no la regla en el vivir intertribal de los Aborígenes de América. De no existir entre dos tribus un tratado expreso de paz, se consideraban siempre como hostiles y en estado de guerra. Las virtudes militares eran las más honrosas. El marchar por [99] la senda de la guerra era voluntario para el indio, pero ninguno dejaba de hacerlo por temor de que su tribu le despreciara como cobarde. Amaban la lucha desde niños, sus juguetes preferidos eran las armas, las batallas su ambición única.

El indígena peleaba para conseguir provisiones, tierras de caza, bosques y prados fértiles, esclavos ó mujeres y principalmente para vengar ofensas, asesinatos ó ataques de las tribus extrañas.

Fig. 94.—Jefe Cheyenne.

La muerte natural de un individuo atribuída por su tribu á maleficios de las hostiles, bastaba á veces para emprender una guerra. Si un caudillo influyente decidía una expedición guerrera nunca le faltaban compañeros.

A veces las hostilidades se reducían á simulacros y danzas guerreras para inspirar terror á los enemigos. Otras veces eran simples algaradas ocasionales y violentas.

Iniciada la guerra, terminaba difícilmente. El implacable talion indígena reclamaba satisfacción de sangre por cada gue[100]rrero herido ó muerto, y por consiguiente, si no se formulaba un tratado de paz, solo cesaban las hostilidades con la extinción de las tribus en lucha.

El arte militar apenas se conocía. Prescindiendo de las ventajas naturales, las fortificaciones indígenas consistían en cercos, empalizadas ó rudos baluartes de tierra defendidos por fosos.

Fig. 95.—Jefe Sauk (Cattlin).

La sorpresa y la emboscada eran los únicos ardides tácticos del Indio. Algunas tribus se pintaban de colores parduzcos para confundirse con la yerba al avanzar arrastrándose. No daban cuartel; mataban sin remisión á sus enemigos y saqueaban é incendiaban sus chozas ó tiendas. Si conservaban algunos prisioneros era para luego sacrificarlos, esclavizarlos, y en casos excepcionales adoptarlos. El arrancar la cabellera del guerrero muerto (escalpe), era costumbre general en Norte América. Las cabelleras enemigas fueron los trofeos favoritos del indio, ya por creer que poseyéndolas tenía cierto poder sobre el alma de su víctima ó simplemente por atestiguar su valentía y hazañas.

A veces se notificaba al enemigo la declaración de guerra en[101]viándole objetos simbólicos. Antes de emprender la campaña celebraban los guerreros ritos y danzas especiales para avivar su luctuoso entusiasmo. Si volvían victoriosos, se embriagaban hasta el delirio en otras danzas y ceremonias de triunfo, rivalizando los hombres, las mujeres y hasta los niños, en atormentar cruelmente á los prisioneros, sin otro límite á su furor que el miedo de abreviar la duración de su sanguinaria venganza.

Fig. 96.—Formas del arco.

Fig. 97.—Transportes terrestres (Laffitau).

En medio de sus espantosos sufrimientos, las víctimas entonaban sus cánticos guerreros, é irritaban hasta espirar con despreciativos insultos, la vengativa rabia de sus verdugos, que excitados y sedientos de sangre, acababan por despedazar al cautivo, devorando sus carnes en repugnante y canibalística zambra.

[102]

Fig. 98.—Hacha.

El más brillante triunfo del guerrero cautivo, era su valor y resistencia en el tormento. Abreviarlo suicidándose, era considerado como un acto de cobardía y castigado con la infamia.

Fig. 99.—Cuchillos.

El torturado que daba señales de debilidad era muerto inmediatamente y con desprecio, pues se consideraba indigno de ser tratado como hombre, al que no sabía sufrir como valiente.

Armas defensivas y ofensivas.

17.—Siendo en definitiva las guerras indígenas una especie de "caza de hombres" las armas ofensivas y defensivas del cazador no se diferenciaban mucho de las del guerrero. Sería interminable detallarlas. Sus clases, materia y formas, variaban con las regiones y grado de cultura de las distintas tribus, que como ya dijimos, no alcanzaron á conocer el hierro. Las principales armas ofensivas eran la lanza, el hacha, (tomahawk), la maza, el palo arrojadizo, la cervatana, las bolas y en especial el arco y la flecha de punta de piedra lanceolada, ó en zig-zag imitando al rayo, caña de diferente longitud y adornos de plumas ó pelo.

[103] Algunas tribus envenenaban sus saetas con una pócima, (yerba) que hacían echando dentro de una olla diversos venenos, y haciéndolos hervir para darles punto. El herido de yerba, por maravilla escapaba de la muerte y hasta las mujeres mismas que fabricaban el tósigo, solían acabar emponzoñadas por sus vapores deletéreos.

Fig. 100.—El Escalpe.

Como armas defensivas, usaban los indígenas escudos de madera ó cuero, adornados con pictografías simbólicas, armaduras de construcción ingeniosa y variadas materias, corazas de algodón, pita, etc., yelmos y máscaras de madera de formas grotescas coronadas de plumas emblemáticas. Llevaban tam[104]bién como defensa fetiches y amuletos de todo género (saquitos májicos de los Navajos, ghost-shirt de los Dakotas, etc.), en cuyas virtudes confiaban supersticiosamente. Claro es, que si bien la venganza comunal fué uno de los principales incentivos de la guerra india antes del descubrimiento, á la llegada de los Europeos las cosas cambiaron de aspecto. El enemigo común determinó alianzas inter-tribales antes no soñadas; las guerras se hicieron defensivas y mas crueles con el uso del hierro; algunas tribus buscaron para destruir á sus enemigos, el auxilio de los blancos; se trastornó en fin en ab[105]soluto, la vida de las tribus indias y se inició la dolorosa historia, la tragedia magna y todavía no escrita, de sus desesperadas luchas con los blancos, de la extinción paulatina de sus guerreros, de la fusión de su raza en la raza del conquistador y del fuerte[205].

Fig. 101.—Danza Guerrera (Schoolcraft).

Fig. 102.—Torturando el prisionero (Lafitau).


[106]

CUESTIONARIO

1.¿Existió en la América Aborigen el llamado estado de naturaleza?

2.¿En qué consiste la Ley de Exogamia?

3.¿Qué se entiende por Matriarcado?

4.¿Existía en América la Poligamia y la Monogamia?

5.¿Cómo influían estas dos formas de matrimonio en la condición de la mujer India?

6.¿Cómo educaba el Indio á sus hijos?

7.¿Qué importancia tenía entre los Indios el nombre?

8.¿Cuándo y cómo se adquiría ó perdía?

9.¿En qué relaciones estaba el Indio adulto con sus padres?

10.¿Cuáles eran las principales costumbres mortuorias en la América Indígena? ¿Con qué creencias se vinculaban?

11.¿Cómo estaba organizado y qué importancia social tenían los "clanes" ó "gentes" indígenas?

12.¿En qué estaba basada la costumbre de la adopción?

13.¿Qué era el Totem? ¿En qué consistía el Totemismo?

14.¿Qué funciones y carácter tenían los fratrias en América?

15.¿Cómo estaba organizada la tribu Americana?

16.¿Qué importancia tenía el Consejo Tribal?

17.¿Cómo se elegían, y de cuántas clases eran los Jefes Tribales? Errores de los antiguos cronistas al respecto.

18.¿Cómo se formaron las Confederaciones indígenas, y cuáles son las más conocidas?

19.¿Tenían los Americanos ideas de propiedad privada?

[107] 20.¿Qué causas influyeron en la formación de los gobiernos despóticos en América?

21.¿Comerciaban entre sí las tribus indígenas?

22.¿Predominaban en América las relaciones hostiles entre las diversas tribus?

23.¿Cuál era el carácter y peculiaridades de la guerra indígena?

24.¿Cuáles eran las armas defensivas y ofensivas del Indio Americano?

25.¿Se transformaron las costumbres guerreras y sociales del Indio después de la llegada de los Europeos?


[108]

REFERENCIAS

Generales.—Las mencionadas en el Capítulo anterior. Además: Mac Lennan. Studies in Ancient History. Baschofen. Das Muterrecht. Spencer. Principles of Sociology. Heckenwelder. History of the manners & customs of American Indians. Westermarck. Origin of Human Marriage (1890). Irko Hirn. Origins of Art. Mayne. Early History of Institutions. Vargas Machuca. Milicia Indiana (Ed. Suárez, 1892). Windsor. Narr. & Critic History of America, I. Apéndice III, pág. 417.

Especiales.Morgan. Systems of Consanguinity (1871). Powell. Wyandot Governement (B. A. E. 1rst An. Rep.). Dorsey. Omaha Sociology (3rd An. Rep. B. A. E.) y Siouan Sociology. (15 An. Rep. B. A. E.). Letourneau. Evolution of Marriage. Arriaga. Extirpación de la Idolatría en el Perú. Jenks. Childhood of Jishib, the Ojibwa. Fewkes. Hopi Katcinas (21 Rep. B. A. E.). Matilda Stevenson. Religious Life of the Zuñi Child (15th Rep. B. A. E.). Yarrow. A further contribution to the Study of Mortuary Customs American Indians (1st Rep. B. A. E.) y sus preciosas bibliografías. Galanti. S. J. Compdio. Historia do Brazil. I. Miss Fletcher. Import of Totem (Amcan. Asstion. Detroit. 1897). Frazer. Totemism (London 1897). Morgan. League of the Iroquois. Edición Dodd-Mead, 1904. Markham. Narrative Hist. of King Phillip War. Meléndez. Tesoros Verdaderos. Giliii. Nachreis y Lande Guiana. Hoffmann. Menomini Indians (14 Rep. B. A. E.). Mac Cawley. Seminole Indians (5th An. Rep. B. A. E.). Cassani. Hist. Nvo. Reino de Granada. Rau. Smithsonian Report. (1872). Thurn. British Guiana. Letourneau. L'Evolution du Commerce. Mason. Bows, Arrows & Quivers N. American Indians (Smithsonian Rep. 1893). Hough. Primitive Amcan. Armour (Rep. U. S. Nat. Mus. 1893). Mooney. Ghost Dance Religion (14th Rep. B. A. E.). Colden. History Five Nations.

[109] Fuentes.—Las relacionadas en el Capítulo anterior, exceptuando las lingüísticas especiales, y Bernal Díaz del Castillo. Hist. Verdadera Conqta. Nva. España. Castañeda. Relación de la Jornada de Cibola. Expedición de Coronado á Nuevo Mexico. (15th An. Rep. B. A. E. Winship). Hakluyt. Principal Navigations. III. Academia de la Historia. Colección Muñoz. Pacheco y Cárdenas. Colección Documentos. Vol. I á XVI. De Bry. Grandes et petits voyages. Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Naufragios y Comentarios (Ed. Suárez), etc., etc.

Bibliografías.—Las mencionadas en el Capítulo anterior, exceptuando las especiales lingüísticas y las relacionadas en el H. Book American Indians North of Mexico. Artículos "Marriage". "Exogamy". "Laws". "Governement". "Family". "Child Life". "Clan". "Confederation". "Chiefs". "Name". "Council". "Mortuary Customs". "Gens". "Adoption". "Commerce". "Arms & weapons". "Implements", etc., etc. Larned Literature Am. History. Tít. 596-692 y 3.916-4.145.


[110]

Vasija de barro con figuras simbólicas. Precioso ejemplar encontrado en el Arizona. E. U. (17 Rep. B. A. E.)


[111]

CAPÍTULO III
LA VIDA MATERIAL

1.—Alimentación. 2.—Canibalismo. 3.—El fuego y sus usos. 4.—Preparación de los alimentos. 5.—Alfarerías. 6.—Bebidas y estimulantes. 7.—Habitación. Los tipos primitivos. 8.—Las viviendas comunales. 9.—Aldeas y su número. 10.—Adorno personal. 11.—Vestido. 12.—Industrias textiles. 13.—La caza y la pesca. 14.—Horticultura. 15.—Medios de transporte.

Alimentación.

1.—«Oye las palabras del Gran Espíritu, exclama el héroe Hiawatha, de los mitos Iroqueses, te he dado tierras para que caces, te he dado el oso, el bisonte y el ciervo; he llenado tus pantanos de patos silvestres y tus ríos de abundante pesca»[206]... El Indio Americano era, en efecto, único y exclusivo señor de un Continente inmenso, y su alimentación era tan variada como sus climas, sus regiones, su flora ó su fauna.

Fig. 103.—Arpón de dos puntas (Vancouver).

En los países cálidos y fértiles la Naturaleza le proporcionaba pródigamente y sin esfuerzo alguno frutos suculentos; en los fríos y estériles tenía que arrancar al reino animal y al vegetal lo necesario para su sustento. Si la necesidad era grande, ó la pereza invencible, el indio comía hasta arañas, gusanos, lagartijas, culebras ó víboras[207], pero, en general, las bases [112]esenciales de su alimentación eran las mismas que las de los Americanos modernos[208].

En América no existían pueblos exclusivamente cazadores. Salvo aquellos que se alimentaban de las producciones espontáneas de la Naturaleza, todos trabajaban la tierra en forma más ó menos rudimentaria.

Fig. 104.—Preparación de los alimentos (Lafitau).

De aquí que, lejos de ser preferentemente animal la alimentación del Indio, predominaban en ella las materias vegetales, dependiendo la proporción entre ellas y las materias animales, de las diversas latitudes, del mayor ó menor desarrollo agrícola, de las épocas del año ó de preocupaciones supersticiosas.

Los alimentos vegetales más comunes del Indio eran, además de aquellos que la Naturaleza producía sin ayuda alguna, como el plátano, los frutos del agave ó pita, los de las diversas liliáceas, etc., aquellos que sólo necesitaban elementales cultivos, como el maíz, la patata, la yuca, la mandioca, el arroz salvaje, la calabaza, el pimiento (axi), etc., etc.

[113] La alimentación animal variaba naturalmente con la fauna de las diversas zonas geográficas. Los indígenas de la América del Norte se mantenían principalmente del walrus, lobo marino, ciervo, antílope ó bisonte, mientras la abundante y delicada pesca de los ríos de la América del Sur y los sabrosos mariscos de sus costas y sus islas sostenían con amplitud á muchas de las tribus ribereñas[209].

Fig. 105.—Haciendo pemmican (Sioux).

El reino mineral proporcionaba al indígena el más apreciado de los condimentos, la sal, que extraía de depósitos naturales ó por evaporación de lagos y ríos. Algunas tribus comían una especie de tierra ó kaolin (geofagia), bien sola (Bolivia) ó [114] mezclada con algunas raíces para suavizarlas[210] ó molerlas.

Canibalismo.

2.—La antropofagia ó canibalismo, estaba generalmente extendida en el Norte y el Sur de América, aunque lo contrario afirmen autores respetables[211].

El indio Americano comía carne humana, á veces por necesidad, las más por espíritu de superstición ó venganza, y las menos por glotonería ó degradante aberración psicológica.

Fig. 106.—Encendiendo fuego. Pictografía Mexicana (U. S. Nat. Mus.)

La antropofagia por necesidad, aunque fué practicada por algunas tribus, (Hurones, Micmac, Chipewa, etc., en América del Norte, Botocudos, Aravaques, Araucanos, etc., en la del Sur), no fué la característica del Indio Americano. Las afirmaciones de soldados ó viajeros á este respecto son casi siempre ligeras, exageradas ó maliciosas[212].

[115] En cambio, lo fué el canibalismo, por superstición ó espíritu de de venganza. Para los Iroqueses el comer carne humana era un deber religioso. Los indios Mohawk, Tonkava y otras tribus de Tejas eran designados por sus vecinos con el nombre de "comedores de hombres" (man eaters). Las mitologías y tradiciones Americanas están llenas de referencias de gigantes antropófagos y de dioses cuya cólera se aplacaba con ritos sangrientos.

Fig. 107.—Shaman Kwakintf. Oficiando en las ceremonias canibalísticas.

El indio Americano creía en general que el valor, la astucia y demás condiciones guerreras del pariente (endo-canibalismo) ó el enemigo muerto (exo-canibalismo) pasaban al que comía su carne. El corazón de la víctima, supuesto sitio de tales facultades era el más apreciado, sin que por ello despreciara el indio el resto del cuerpo de su enemigo en sus odiosas bacanales antropófagas. Las ceremonias de estos repugnantes banquetes variaban con las mitologías y ritos. En algunas tribus (Canadá, Nva. York), el vengativo ensañamiento del Indio llegaba hasta hacer tragar al cautivo pedazos de su propia carne. En otros se contentaban con empaparse ó beber su sangre. Entre los Guaranis se repartían en menudas piezas las carnes del difunto, y si no alcanzaba para [116] todos, cocían en agua algún trozo hasta liquidarle y repartían el caldo para que todos pudieran decir que habían probado "la carne de su contrario".

El canibalismo por glotonería de los Mayorunas del alto Amazonas, los Tapuyos, y Cocomas del Marañón y aun el de los Iroqueses y Hurones, es tan bestial y repulsivo, que la pluma se resiste á describirlo[213].

El fuego y sus usos.

3.—El hombre conoció los principales usos del fuego desde remotísimos tiempos. Apenas hay tribu Americana que no supiera usarlo y preservarlo, apenas mitología indígena que no le atribuya antigüedad y origen fabulosos.

Fig. 108.—Fuego por fricción simple (Hupa).

Los medios de producir el fuego de los aborígenes Americanos fueron muchos y diversos. El método más extendido era el llamado por los etnólogos de fricción, y consistía simplemente en barrenar rápidamente con un trozo cilíndrico de madera dura y aguzada [117] punta, otro pedazo de madera más blanda. También usaron muchas tribus (Esquimales, Fueguinos) el conocido método de percusión, hiriendo sus pedernales con piritas ú otras piedras que contuvieran hierro. En la fiesta del Raymi, los Incas sacaban el fuego nuevo del sol por reflexión, "con un brazalete grande (chipaba), del que colgaba un vaso cóncavo como media naranja, muy bruñido, poníanlo contra el sol y á un cierto punto donde los rayos que del vaso salían, daban en junto, ponían un poco de algodón carmenado el cual se encendía en breve espacio... y si no, le hacían (el fuego) con dos palillos barrenando"...[214]

Fig. 109.—Interior de un hogar Comunal Zuñi (B. A. E.)

[118]

Preparación de los alimentos.

4.—Una vez adquirido el fuego gozó el indio del calor, de la luz, y aprendió á preparar sus alimentos para hacerlos digestibles, sustituyendo una base artificial de subsistencia á la ruda y natural de sus etapas inferiores de salvajismo.

Salvo en aquellas latitudes en que el hielo puede sustituir al fuego conservando los alimentos, hasta los pueblos más abyectos de América, usaron del segundo para modificarlos. El indio prefirió siempre los manjares cocidos ó asados á los crudos, en especial si eran vegetales. Para cocerlos echaba generalmente piedras calientes, en receptáculos llenos de agua. Sabía conservar los pescados y carnes ahumándolos, secándolos al sol, reduciéndolos á tiras (jerking), ó á polvo (charqui) mezclándolos con tocino (pemmican) y aderezándolos á veces en platos sabrosos.

Fig. 110.—Poniendo las piedras calientes en la cesta para cocer los alimentos (California).

Preparaba el maíz y la mandioca en panes ó tortas, (cazabe) mezclándolo con agua y otras substancias y hasta haciéndolo fermentar y servir de levadura.

Los granos se almacenaban y secaban en graneros, se tostaban y trituraban, se molían en morteros cóncavos con mazas, ó en piedras planas (metates) con rodillos, para convertirlos en harina. La mujer india, á la que privativamente correspondían estas tareas, llegó á ser en ellas habilísima[215].

El Indio Americano usó también del fuego para calentarse [119] y alumbrarse. La hoguera, elemento principalísimo de la vida indígena, medio de señales en tiempo de guerra y centro de reunión en el de paz, fué en muchas regiones la única iluminación que conoció el indígena. Algunas tribus iluminaban sus chozas con gusanos de luz; otras atravesaban una mecha de corteza de cedro á través del cuerpo de peces grasientos, (candle fish) ó usaban antorchas siempre toscas, hechas de nudos de pino, fibras, corteza ú otros materiales inflamables. Les servían para la caza ó pesca nocturna y como símbolo de paz cuando enviaban mensajeros de un campamento á otro. Los Esquimales fueron las únicos aborígenes que conocieron las lámparas[216].

Alfarerías.

Fig. 111.—Alfarerías Alto Amazonas.

5.—En cuanto el indio Americano conoció el fuego salió de su primitivo salvajismo y fabricó las primeras ollas. El uso mismo de este elemento en las regiones frías determinó la invención del puchero de barro. Después de los ladrillos de adobe, comunes á todos los pueblos primitivos del globo que habitaron regiones poco lluviosas y abundantes en arcilla, acaso la lámpara del Esquimal fué en el Nuevo Continente la más antigua de las cerámicas.

Una de las mejores regiones para estudiar la evolución de [120] las vasijas Americanas es la de los Pueblos. El alfarero Zuñi, Moki, etc., fué muy hábil y fecundo. Como el agua escaseaba ó distaba mucho de sus aldeas, su primera preocupación y necesidad era el conservarla y transportarla. Al principio usó canastos calafateados con bitumen; después aprovechó la arcilla, la mezcló con arena y la endureció al fuego. En esta región geográfica como en las demás del Continente, la clase y consistencia de las cerámicas dependía mucho de la calidad de las tierras.

Fig. 112.—Fabricando ollas (Walpi).

El procedimiento de fabricación más extendido en América era el del modelado á mano. Muy pocas tribus conocieron la antiquísima rueda de alfarero. En muchas regiones se usaban moldes textiles que la mujer india recubría de barro para conformar la olla antes de pulimentarla.

Fig. 113.—Pipa de arcilla (Dakota).

Los colores de las alfarerías Americanas, así como sus formas, ornamentación y estilos son variadísimos, y por decirlo así, caracterizan la región de su procedencia. Pertenece su estudio á la Arqueología más bien que á la Historia. Los Mu[121]seos y colecciones Americanas abundan en antiguas cerámicas. Las de las regiones del Itsmo de Panamá hasta Nicaragua, y las del Perú, son acaso las más perfectas[217].

Bebidas y estimulantes.

6.—Aunque la embriaguez del Indio Americano se ha exajerado mucho por algunos autores, no puede negarse su decidida inclinación á tan degradante y funesto vicio.

En casi todas las regiones de América se conocía el arte de extraer bebidas embriagadoras del maíz, el agave ó la yuca, por fermentación simple ó ayudada masticando el grano (acción de la saliva sobre el almidón). El "pulque" (Méjico), el "aca" (Perú), la "chicha" Guaranis (S. A.), Mokis, Zuñis (N. A.), el caju-i (Brasil) etc., eran bebidas de este género.

Fig. 114.—Alfarerías Incásicas (Período primitivo).

Las tribus que no supieron obtenerlas se embriagaban por otros medios. Los Otomaques, por ejemplo, (Orinoco) tomaban como rapé, polvos de una semilla (yuapa) mezcla[122]da con conchas calcinadas que les emborrachaba fuertemente.

Conoció también la América aborigen otras bebidas estimulantes no fermentadas, como el "mate" (Ilex Paraguayensis), la "coca", que tomada en infusión producía efectos semejantes al opio, y el "Assi" ó té Carolino (Black-drink), que bebían los Seminolas para excitarse y "pensar bien" antes de entrar á sus Consejos[218].

Fig. 115.—Restos de habitación con poste tetémico (Vancouver).

El tabaco, originario de América, fué usado moderadamente por el Indio. Fumaba generalmente cigarrillos, mezclando el tabaco con otras yerbas y aun con corteza de árbol. El "calumet" ó "pipa de paz" de los Indios de la América del Norte, era para ellos un objeto sagrado, ó amuleto propiciatorio y solo se usaba en ciertas ceremonias religiosas, (danza del Calumet, ritos de adopción, etc.), ó en ocasiones solemnes (ratificación de tratados de paz, Consejo tribal, etc.). Sus colores y adornos emblemáticos variaban con [123] la mitología de las tribus; eran de tubos sencillos como los representados en las esculturas mejicanas, ó recargados como los usados por los Omahas de cabezas, colas, y plumas de preciosos pájaros[219].

Fig. 116.—Vasija chimu (?) (Valle Chincana).

La habitación. Tipos primitivos.

7.—La forma y construcción de la vivienda indígena dependía del clima, de la situación geográfica y hasta del sistema social de sus moradores, y por ello encontramos en América habitaciones de todo género, desde las rancherías "como aduares de alarbes montaraces" que nos pintan antiguas crónicas, hasta las enormes y adornadas fábricas de piedra y mezcla de los Aztecas y los Incas.

Fig. 117.—Pipa de barro (Mandanes).

Las habitaciones Americanas eran fijas ó movibles. El prototipo de las primeras es la cabaña (wigham), derivación más ó menos perfecta de la enramada ó defensa natural contra las fieras, é inclemencias del tiempo. Se construían de mil maneras y formas (rectangulares, cónicas, etc.), según la clase y curvatura de los materiales empleados en ellas; se cubrían con techos de paja, pasto, barro ó corteza de árbol; eran [124] rudas y selváticas como las de los Wikirups, Guaranis y Botocudos, ó perfeccionadas como las de los Haidas, Cadoanos, etc. Los habitantes de las llanuras inundables solían hacerlas sobre bases elevadas, defendiéndose así de las avenidas frecuentes.

De estos tipos primitivos se derivaron las casas semi subterráneas de los Pawnees, Navajos, etc. (earth-lodge), de cubierta redondeada que descansa sobre cuatro postes centrales relacionados con el culto de las estrellas, (matutina, vespertina, norte, y sur) y con una abertura en el techo emblemática del zenith, donde moraba el "Tirawa" ó ser invisible. Entre estas construcciones, las casas Esquimales semi-esféricas (iglu) hechas con bloques de nieve colocados en espiral son acaso las más ingeniosas y perfectas.

Fig. 118.—Bolsa de tabaco (Iroqueses).

El prototipo de las habitaciones movibles era la tienda (tipi) de los Sioux, Comanches, Kiowas, etc., armada sobre postes colocados circularmente ó en filas paralelas y cubiertos de pieles generalmente de bisonte, adornadas con pictografías simbólicas.

Fig. 119.—Wikiups de los Pai Utés (Arizona Norte).

En la región de los bosques predominaba, naturalmente, la madera en los materiales de construcción; en las grandes llanuras (Norte y Sur América) y regiones sin arbolado predominaba el barro, el adobe ó la piedra. Las construcciones de adobe de la región de los Pueblos (Vse. Cap. II) y las de [125] piedra y mortero Mejicanas y Peruanas representan el más alto grado de la arquitectura indígena.

Debemos, sin embargo, observar, aun penetrando en el campo de la Arqueología, que la magnificencia y perfección de aquellos enormes edificios (Méjico-Perú) se ha exagerado extraordinariamente por conquistadores y cronistas. El arquitecto indio no conoció el compás, la plomada ni la escuadra, ni alcanzó nunca la idea del arco, base arquitectónica de la regularidad y la belleza.

Fig. 120.—El Calumet (Omaha).

Viviendas Comunales.

8.—Las más características de las habitaciones Americanas son las comunales. Entre ellas las más conocidas y típicas son las rectangulares (long-house) de los Iroqueses (Ho-de-sau-nee, "hombres de la casa larga"), especies de largos trojes ó galpones armados sobre troncos gruesos y techados con corteza de olmo, con un recinto ceremonial (kiva) en el medio, y un agujero para dar salida á los humos en el techo; las de los Maudanes (circular-house), construídas con análogos materiales en forma circular y con techumbre cónica, las de Guayana, Sacramento, Florida y muy especialmente las de la región de los Pueblos. La vida interior de estos curiosos falansterios dependía de la organización y costumbres del grupo ó grupos de parientes que convivían en ellos.

Aldeas y su número.

9.—El carácter más sedentario que nómade del Indio Americano le hizo reunir sus cabañas ó tiendas en aldeas (rancherías, tabas, etc.,) más ó menos extensas y ubicadas en territorios favorables. Estas aldeas fueron permanentes, aunque las necesidades alimenticias y consiguientes cambios de residencia las hicieran á primera vista parecer inestables. La disposición de sus habitaciones dependía de [126] consideraciones religiosas ó tribales (casas de jefes, templos, etc.), y se rodeaban comúnmente de empalizadas para su protección y defensa.

Fig. 121.—Tienda Omaha (Tipi).

Esparcidos en general tales villorrios á lo largo de las costas de los mares, ríos y lagos, no es extraño que los conquistadores Europeos que naturalmente siguieron en sus exploraciones el curso de los ríos, al encontrar en todos ellos grupos tribales, supusieran también habitadas las zonas mediterráneas y exajeraran en sus relaciones el número é importancia de las poblaciones indígenas del Continente[220].

Adorno personal.

10.—Aunque parezca paradógico, la desnudez no es sinónimo de salvajismo, ni puede decirse que un hombre es tanto más salvaje cuanto menos cubra su cuerpo. Todo es cuestión de clima [127] y convenciones sociales. La emoción de la modestia no es innata, ni natural al hombre; es más bien hija de la moda y el adorno.

Es un hecho etnográfico indiscutible que el adorno personal, precedió al vestido, aunque sea dificilísimo establecer una línea clara de separación entre ambos.

Las pinturas y tatuajes en el cuerpo mismo, universalmente practicadas por el Indio Americano, fueron acaso la forma más primitiva de su adorno. Los colores más usados eran el rojo, amarillo, negro y blanco, que fabricaban con ocres, cal, carbón y jugos de diversas plantas. Algunas tribus (Amazonas) pegaban á su piel varias plumas, con una substancia ó barniz resinoso. Tatuaban los más sus cuerpos con incisiones más ó menos profundas y deformaban algunos intencionalmente y desde la cuna, las cabezas de los niños hasta dejarlas "como mitras de obispos mal formadas", que decían los antiguos cronistas. Las pinturas, tatuajes y deformaciones descritas, eran para el Indio medios de identificación, propiciación y protección mágica, ó simples manifestaciones de vanidad guerrera[221].

Fig. 122.—Jefe Oha (Tierra del fuego).

Otro tanto sucedía con los dijes, joyeles, piedras, etc., con que atravesaba el salvaje sus [128] labios (Botocudos, Esquimales), nariz, orejas ó mejillas, con perforación más ó menos cruenta.

El pelo servía también de adorno. Algunas tribus lo usaban suelto y flotante (Apaches, etc.), otras se lo afeitaban en caprichosa forma (Seminolas, etc.) con filos de pedernal ó conchas marinas.

Fig. 123.—Planta de un Iglu (casa de nieve) Esquimal.

Los ornamentos sin mutilación, fueron variadísimos. Colgaba el Indio de sus muñecas, tobillos, cuello y cintura, tiras de piel, plumas y conchas brillantes, garras y dientes de animales ó humanos, como trofeos de caza y guerra[222].

Vestido.

11.—Acaso estas últimas formas de ornato personal dieron origen al vestido. La piel suspendida al cuello fué transformándose en túnica, los cinturones se recargaron de apéndices convirtiéndose en faldas. Del brazalete vino la manga, el mocassin del adorno del tobillo. Las piedras preciosas, aligerando las preseas indígenas, cambiaron radicalmente los adornos.

Fig. 124.—Sección vertical del mismo.

Las pieles de animales (lobo marino, búfalo, ciervo, etc.,) se usaron al principio como abrigo, limitándose á secarlas, perfeccionándose luego su manipulación hasta hacerlas extraordinariamente suaves y flexibles, lo que en general conseguía la mujer india raspando cuidadosamente con pedernal la piel hasta darle un grueso uniforme, y cosiéndola luego con tiras también de cuero ú otras materias que pasaban por agujeros hechos previamente en sus bordes.

Alfarerías de los "Pueblos"
(Arizona, E. U.)

[129]

Fig. 125.—Jefe Arapaho con adorno guerrero.

Podrían escribirse volúmenes enteros estudiando los progresos del vestido en América, desde la mezquina piel de los Fueguinos "que hacían girar según la dirección del viento", hasta las mantas de los Navajos, los finísimos paños de la América Central ó del Sur, las capas y tejidos de plumas de los Aztecas ó aquellas frezadas de lana de vicuña "tan finas y tan regaladas que entre otras cosas de aquellas tierras (Perú) se las han traído para la cama del Rey Don Felipe II"[223]. Tal estudio, así como el de las diversas formas ceremoniales, simbólicas, guerreras, etcétera, que abigarraban la indumentaria indígena, excede los límites del presente libro.

Fig. 126.—Collar de dientes de animales.

Industrias textiles.

12.—Los tejidos de todas clases y en especial los de fibras vegetales, (cestos, canastos, etc.), son característicos de la industria primitiva de América. Los Apaches llamaban "arañas" á sus vecinos los hábiles tejedores Navajos. Los objetos textiles abundan en colecciones y Museos, variando en forma y perfección según las tribus, [130] desde los sencillos de las Yroquesas y Algonquinas, hasta los artísticos de las del Norte de Sud América. La descripción y estudio de los usos, formas, colores, trama, etc., de estos productos textiles, pertenece también á la Arqueología. Bástenos, pues, afirmar que el arte de tejer fibras vegetales, algodón, lana, etc., para vestidos, mantas, cubiertas, etc., era conocido por los Indígenas Americanos, cuyos rudimentarios telares, á pesar de su sencillo artificio, produjeron preciosos lienzos. El telar y su trabajo que importa ya separación de fibras, hilado, etc., se usó en América mucho antes de la conquista Europea. En los Códices Mejicanos, por ejemplo, está representada una madre que instruye en el tejido á su hija. Los vistosos paños de las sutiles tejedoras Aguas (Brasil), son justamente célebres.

Fig. 127.—Casas en Walpi. Aldea de los Mokis (Arizona).

Fig. 128.—Joven Pai Ute (Río Colorado).

Usó también el Indio tintes diversos que extraía de substancias orgánicas é inorgánicas, no sólo para adornar su cuerpo y dar brillantes matices á sus tejidos é hilados, sino para sus simbólicos adornos de plumas, comunes en toda América y preferidos por el guerrero Indio á todas sus preseas y ornamentos. Algunos de estos trabajos en plumas multicolores (Méjico) son verdaderas maravillas de [131] preciosismo, comparables por su paciente y delicada factura con los mosaicos italianos más perfectos[224].

La caza y la pesca.

13.—La caza y la pesca eran para el indio Americano ocupación principalísima. Casi ninguno de los métodos inventados por los hombres para apoderarse y destruir los animales eran desconocidos en América. El cazador indio podía dar al Europeo lecciones de astucia, habilidad, ingenio y paciencia.

Fig. 129.—Tatuajes Haydahs (B. A. E.)

Podemos clasificar en dos grupos los variadísimos métodos de caza y pesca peculiares al Indio Americano: el uso de trampas, lazos ú otros artificios, y el de armas arrojadizas ó de otra clase, que corresponden en lo militar á la estrategia y la táctica.

Incluiremos en el primer grupo los arbitrios de todo género (redes, lazos, presas, almadrabas, etc.,) los venenos vegetales usados para axfisiar [132] el pescado en ríos y lagos, como la raiz de nogal (N. A.) ó el "tingui" y hojas de "timbó" de los Indios del Brasil, los disfraces de pieles, etc., para engañar la caza, el empleo de antorchas para atraer el pescado y aun los primitivos métodos de acorralar al animal en bandas y sin armas de ninguna especie.

Fig. 130.—Telar Navajo.

Pertenecen al segundo las armas afiladas ó punzantes desde la rudimentaria maza de las tribus del Pacífico (Norte) y las curiosas cerbatanas del alto Amazonas, hasta las lanzas é ingeniosos arpones y aparejos de los Esquimales.

Fig. 131.—Método fabricación adornos de plumas.

El cazador indio no sólo debía manejar hábilmente estas armas y artificios, sino que debía conocer las épocas del año y terrenos propicios para cada caza, la dirección de la misma [133] por sus huellas, gritos de aves y movimientos del coyote y demás carnívoros, los trajes y máscaras especiales á cada expedición, la caza vedada por sus creencias totemísticas, los cantos, leyes, ceremonias y fetiches especiales, etc. De aquí la estimación y dignidad del buen cazador entre los individuos de su tribu[225].

Fig. 132.—Camiseta ceremonial (Chilkat).

Fig. 133.—Útiles de labranza (N. A.)

Horticultura.

14.—El Indio Americano no conoció la agricultura propiamente dicha, que presupone el uso del arado y de los animales domésticos, pero practicó extensamente la horticultura, y sacó de sus campos pingües cosechas. La estaca puntiaguda y la azada, eran útiles familiares en América antes de la conquista. Los métodos de irrigación de Nuevo Méjico, Perú, etc., sorprendieron á viajeros y cronistas. El cultivo del maíz era común á numerosas tribus; los fréjoles, zapallos, yuca, man[134]dioca, algodón, tabaco, etc., se cultivaban también extensamente. La mayoría de las tribus sabían conservar en graneros lo necesario para mantenerse en invierno.

Fig. 134.—Joven Hopi.

Fué una verdadera rémora para la cultura indígena que la fauna Americana no tuviera especies animales fácilmente domesticables. Parece indudable que el caballo fué contemporáneo del hombre glacial, pero por causas desconocidas su especie se extinguió en América mucho antes del descubrimiento Colombino. Prescindiendo de los monos, cotorras, gatos, etc., que convivieron como comensales en algunos hogares indígenas, (Campas del Perú, Zuñis, etcétera) el perro es el único animal que ayudó al Indio en la caza ó en los arrastres (Esquimales). La llama del Perú, se utilizó principalmente por su lana y á veces como bestia de carga. No hubo en América animales cuya leche ó engorde pudiera utilizarse, el búfalo y el cerdo eran indomables y selváticos[226].

Fig. 135.—Peine de madera.

Las herramientas agrícolas, así como los de[135]más útiles, utensilios y enseres necesarios para la vida indígena, fueron en general, los peculiares á las culturas líticas. Su estudio pertenece á la Tecnología ó ciencia de las industrias[227].

Medios de transporte.

15.—Los primeros medios de transporte en el Continente Americano fueron las espaldas de la madre india. Llevaba á cuestas á sus criaturas en la diaria faena, y andaba con ellas largas distancias. El indio sólo viajaba por necesidad. Andaba casi siempre por sendas estrechas, que sabía practicables, en filas de á uno, y sujetando la carga en su cabeza ó espalda, ó en la de sus mujeres, por medio de artificios diversos.

Usaba en general calzado que variaba de forma con la naturaleza de las regiones geográficas, desde el zapato de cuero del Esquimal, hasta la grosera bota de los Apaches, y las Sandalias Mejicanas é Incásicas.

Fig. 136.—Manta de los Navajos (E. U.)

Algunas tribus construían groseras angarillas, en especial, para transportar los cadáveres.

Supo también el Indio hacer canoas, balsas, jangadas, piraguas, etc., y aprovecharlas en sus ríos y mares. El "Uniak" ó canoa abierta para mar suave, y el "Kayak" cerrado, (Esquimales) para mares recios, construídos en piel, sobre armazones ó [136] cuadernas de huesos de ballena, fueron sin duda los más marineros. Los "dongouts" adornados y "pintados como Indios", del Norte del Pacífico, son el tipo general de las embarcaciones indígenas construídas en madera ó corteza de árbol. Los Esquimales fueron los únicos que conocieron el remo. Las demás tribus manejaron sus embarcaciones únicamente con palas.

Fig. 137.—Cazador Chia (Patagonia).

Tenían algunas de ellas velas fijas de estera ó de corteza de cedro tejida. Eran casi siempre ligerísimas, para facilitar su transporte á brazo por las sendas interfluviales (portages). Las canoas ó piraguas guerreras de los habitantes de las Islas (Cuba, Sto. Domingo, etc.,) eran de gran tamaño, y llevaban á veces hasta 25 bancos[228].


[137]

CUESTIONARIO

1.—¿Qué alimentos proporcionaba al Indio el reino vegetal?

2.—¿Qué alimentos le proporcionaba el reino animal?

3.—¿Qué clase de alimentación prefería?

4.—¿Qué condimentos usaba?

5.—¿Eran los Americanos antropófagos? ¿Por qué motivos?

6.—¿Cómo producían los Aborígenes el fuego?

7.—¿Cuáles eran los principales usos de este elemento?

8.—¿Cómo se preparaban los alimentos?

9.—¿Cuáles fueron las primeras alfarerías Americanas?

10.—¿Qué formas y colores se usaban en ellas?

11.—¿Qué bebidas espirituosas y estimulantes conocía el Indio Americano?

12.—¿Cómo usaba el tabaco y qué importancia religiosa y social tenía el calumet ó pipa de paz?

13.—¿Cuáles fueron los dos tipos primitivos de la habitación Indígena?

14.—¿Qué se entiende por viviendas comunales y cuáles fueron las más características de esta clase en América?

15.—¿Eran muy numerosas las aldeas Indígenas?

16.—¿Cuáles fueron los adornos personales más usados por los Aborígenes?

17.—¿Qué vestidos usaba y cuál fué su probable evolución?

[138] 18.—¿Qué importancia tenían en América las industrias textiles y cuáles fueren sus principales productos?

19.—¿Conocía el Indio los tintes?

20.—¿Cómo trabajaba las pieles?

21.—¿Qué importancia tenían para el Indio la caza y la pesca?

22.—¿Qué artificios, armas, etc., usaba en ellas?

23.—¿Conoció el Indio la Agricultura propiamente dicha?

24.—¿Aprovechó en sus trabajos de animales domésticos? Influencia de la falta de los mismos en la evolución cultural Americana.

25.—¿Cuáles fueron los principales medios de transporte del Indígena?


[139]

REFERENCIAS

Generales.—Las mencionadas en los dos capítulos anteriores. Gomara. Hist. General. Bunge. Lehrbuch Physiol. Chemie. Markham. List of tribes (Journal Anthropological Inst. 1895). Mason. Migration & the Food Quest. (Smithsonian Report. 1894. I). Ulloa. Noticias Secretas de América. (Trad. Adams. Londres. 1758). Torquemada. Monarquía Indiana. Steinen. Unter der Naturvolken. Russell Sturges. Dictionary of Architecture. 3 vols. N. I. 1901.

Especiales.Barrere. Relation France Equinox. Gautier. Sur un certaine argile, etc. (Actes Soc. Scient. Chile. Vol. V. 1895). Powell. (1st An. Rep. B. A. E). Steinnetz. Endo kanibalismus. Mooney. Our last cannibal tribe. Letourneau. (Bull. Antropol. París. 1887-1888). Nájera. Desengaño Guerra de Chile. Barber. Moqui food preparation (Am. Nat. XIII). Hough. Development of Illumination (Smithnian. Report. 1901-1902). Cushing. Pueblo Pottery (4 Rep. B. A. E.). Holmes. Pottery of Ancient Pueblos (4 Rep. B. A. E.). Gatschet. Creek Migrations Legends. Hardlicka. Tesvino among Apaches (Am. Anthrop. VI). Lesueur. La dance du Calumet. P. Diego Rosales. Hist. General. Brinton. Essays of an Americanist. Wilson. Account of Guiana (Purchass Pilgrims. Vol. IV). Cosmos Mindeleff. 17 Rep. (B. A. E.). Delisle. Deformation Craneane (Cong. Americanistes. París. 1892). Heirot. Travels through Canada. Thurn. Ind. Guiana. Dobrishoffer. Abiponibus. I. Zelia Nuttall. (Peabody Museum Papers). Squier. Nicaragua. Mathews. Navajo Weavers (3rd An. Rep. B. A. E.). Rau. Prehistoric fishing (Smithsonian Inst. Rep. XXV. 1884). Hahn. Die Haus thiere (Leipzig. 1896). I. I. Von Tschudi. "Das Lama" (Zeitschrift für Ethnologie. 1885). Sagard. History of Canada, etc., etc.

[140] Fuentes.O. T. Mason. Woman's share in Primitive Culture (1894). Morgan. Houses & house life American Indians. Putnam. Conventionalism in Ancient American Art (Essex Instit. Bul. 1886). Holmes. Origin & Develop. of form & ornament in Ceramic Art (4 An. Rep. B. A. E.), y otros estudios del mismo autor (Reports y Bulletins B. A. E.). Boas. Decorative Art of the Indians of North Pacific (Am. Museum Nat. Hist. Bull. IX. 1897). Hough. Fire Methods (Proceedings U. S. Nat. Museum. Depto. Etgy. 1888-1890). Fewkes. Arch. Expedition to Arizona (17 Rep. B. A. E.) y Two summers in the Pueblo Ruins (22th Rep. B. A. E.). Stevenson. Zuñi Indians (23 An. Rep. B. A. E.). Collinson. H. M. S. "Enterprise" (Jour. Roy. Socty. London. 1855). Jenks. Wild rice gatherers (19 Rep. B. A. E.). Museo Arqueológico, Madrid. Colecciones Incásicas. Ambrosetti. Civilización Calchaquie (XIII Cong. Amer. París). Outes. Los Querandies. Ambrosetti. Alfarerías Calchaquies. (Rev. Mus. Plata, Vol. III). Museo Nac. Méjico. Breve Guía Descriptiva. (Traducción Branch). British Museum. Colecciones "Ethnological Department". Colecciones Stevenson. Zuñi, Wolpi, Arizona (Rep. II y III B. A. E.). Colecciones Seller. Mseo. Arqco. de Berlín. (Bull. XXVIII B. A. E.). Macguire. Am. Abor. pipes. (Report Nat. Mus. 1887) (N. I.) Revista Insto. Geogco. Brasilero. Vol. II. Powell. Implements. Technology (20th An. Rep. B. A. E.), etc., y las mencionadas en los capítulos anteriores.

Bibliografía.—Las mencionadas en los capítulos anteriores, exceptuando las especiales lingüísticas, las relacionadas en el "H. Book Am. Ind. North of Mexico". Artículos "Food", "Cannibalism", "Fire", "Houses", "Architecture", "Ornament", "Dress", "Hair Dress", "Basketry", "Ceramic Art", "Canoes", "Transportation", "Hunting", "Fishing", etc., y las generales en los mismos artículos de la New Int. Encyclopedia (Dodd-Mead & C.º).


[141]

CAPÍTULO IV
LA VIDA PSÍQUICA

1.—Juegos y deportes. 2.—Espectáculos. 3.—La danza. 4.—Música y cantos. 5.—Pintura y Escultura. 6.—Metalurgia. 7.—Nociones Científicas. 8.—La Religión indígena: Sus elementos. 9.—Las creencias: El Animismo. 10.—Los sueños. 11.—La Vida futura: Manismo. 12.—Los Dioses Supremos.

Juegos y deportes.

1.—En los intervalos de paz, cuando las necesidades materiales y urgentes de la tribu estaban satisfechas, ó la estación del año no era propicia para la caza ó la pesca, empleaba el Indio su tiempo en juegos y deportes diversos, expresando exteriormente sus emociones estéticas en danzas, cantos, esculturas, pinturas ó relatos romancescos.

Fig. 138.—Juegos atléticos (Región de los Pueblos).

Eran los indígenas aficionadísimos á los juegos de azar. Jugaban sus pieles, sus vestidos, sus armas, su libertad personal y hasta sus propias mujeres. Entre las tribus de California el perdidoso era víctima voluntaria del que ganaba. Las del Sud Oeste de los Estados Unidos eran dadas á juegos de adivinación de diversas clases. Los juegos de azar las más de las veces tenían carácter ceremonial y religioso. Las decisiones de la suerte eran para el indígena oráculos de sus dioses. Los In[142]dios Zuñis, disparaban flechas á los cuatro puntos cardinales con fines adivinatorios: sus dados y billas de madera, llevaban siempre marcas simbólicas.

Fig. 139.—Dados de hueso.

El juego de pelota, era común á casi todas las tribus. En Arizona y Sonora se jugaba una especie de "foot ball" con fines propiciatorios. Entre los Tarahumares existía un deporte análogo como invocación para el éxito de la caza. En otras tribus se ejercitaban los guerreros y hasta las mujeres en carreras á pie, que á más de ser pruebas de resistencia y destreza, tenían carácter de augurios. Una de las páginas más sangrientas al par que características, de la historia indígena, es el célebre asalto de los Ojibwas, al fuerte de Michillimackinac (Junio 1763), distrayendo su guarnición con un excitante partido de pelota (baggattaway)[229].

Espectáculos.

2.—Además de estos juegos y deportes, los espectáculos favoritos del indígena eran sus danzas religiosas, guerreras, etc., y sus solemnes ritos y ceremonias. Los relatos fantásticos y las ilusiones de la prestidigitación, amenizaban también sus momentos de ocio. Los Pawnees eran hábiles ilusionistas. Los juglares de las aldeas Querés, (Pueblos) representaban comedias en los intervalos de las danzas.

En muchas tribus, las ceremonias religiosas tenían carácter de representaciones dramáticas, casi siempre trágicas, interrumpidas algunas veces por notas cómicas, apayasadas y grotescas.

Fuese, pues, con objetos informativos, religiosos, mágicos ó [143] puramente estéticos, el arte dramático en el sentido amplio de la palabra, fué una de las primeras manifestaciones exteriores del impulso artístico y emocional de la raza india.

Los Navajos eran excelentes actores. Los Hopis, representaban sus leyendas, (luchas de serpientes con semi-dioses, etc.) armando en sus "kivas" ó "estufas" una especie de escenario delante de la hoguera, que tapaban con mantas en los cambios para obscurecer el recinto y dar mayor realce á los efectos escénicos. El "Ollantay" de los Incas, tiene muy poco que envidiar á los primitivos dramas literarios.

Fig. 140.—Danza ceremonial de los Acomas (New-México).

Las representaciones que conmemoraban triunfos guerreros, tenían entre los Mayas y los Quechuas, gran importancia. Para ellos la historia era hija del orgullo, y tales espectáculos tenían por objeto avivarlo. En algunas tribus, el drama era un medio de exponer doctrinas religiosas. Los episodios fragmen[144]tarios, por ejemplo, que figuraban la muerte y resurrección del hechicero, (Shaman) sugerían la regeneración espiritual de los iniciados, é inspiraban un temor reverencial á los oyentes[230].

Fig. 141.—Juego de pelota Ojibwa (Cattlin).

Danzas.

3.—La danza es universal é instintiva y entre los salvajes tiene siempre significado simbólico. En América las danzas eran elemento principalísimo, y á veces base de todo rito, festival ó ceremonia religiosa. Recordaban algunas (Walpi) tradiciones tribales, eran otras (Mokis) formas activas de propiciación á los tutelares de la lluvia, ó expedientes mágicos para producir por imitación, determinados efectos (Apaches).

Las clases y formas de estas danzas eran innumerables. Las [145] había personales, de clan, tribales, inter-tribales, propiciatorias, de caza y guerreras. Avivaban estas últimas el valor y la sed de matanza del Indio cuando emprendía una campaña. Eran siempre mímicas, simulaban el ataque, la lucha y el grito de triunfo, y excitaban hasta el frenesí á los danzantes, degenerando casi siempre en orgías de caníbales.

Fig. 142.—Danza ceremonial.

Fig. 143.—Pandereta Indios Menominees (V-S.)

Había danzas de hombres ó mujeres solas, y otras en que tomaban parte los dos sexos. Los movimientos de los bailarines eran rítmicos y poco graciosos, sus cambios de actitud casi siempre violentos. Usaban trajes especiales y máscaras de formas grotescas ó terribles y colores simbólicos, que servían por lo general para intensificar la idea de la presencia en la ceremonia del animal ó ser mitológico, en cuyo honor se celebraba la danza. Los [146] golpes del tambor simbolizaban sus pasos, y el ruido de los sonajeros sus movimientos[231].

Fig. 144.—Danza de Espíritu (Sioux).

Música y Cantos.

4.—El atambor, los tamboretes, sonajeros y chirimías, de variadas formas y tipos, los silbatos de madera ó hueso, cuyo sonido solía simbolizar la voz del espíritu, la flauta de caña, la "syringa de Pan" (Sud-América) y hasta el arco y la cuerda [147] en algunas tribus, eran los instrumentos musicales que usaba el indio en sus complicadas y emblemáticas danzas[232].

A cada ceremonia correspondía un ritmo distinto y cantos especiales de frases melódicas cortas, que se repetían hasta el cansancio. Los temas eran vagos, fantásticos y apropiados al objeto especial de cada danza.

Algunos cantos no tenían letra. En otros era esencialísimo el pronunciar exactamente las palabras consagradas. Cualquier equivocación al respecto, destruía según el indio, el mágico conjuro, y podía producir consecuencias funestas.

Fig. 145.—Máscara ceremonial (Estrecho de Behring).

El canto era, en fin, un vehículo para llegar á los seres invisibles. De aquí que, el indio cantara con toda su voz, y como la emoción religiosa la hacía entrecortada, áspera y discordante, y el tambor y el sonajero no solían marcar la misma medida del canto, los ritmos se entrechocaban [148] con los ritmos, y el ruido atronador de instrumentos y voces, impedía distinguir la melodía bárbara. Estas melodías y estos extraños ritmos, forman, sin embargo, en la Historia de la Música Primitiva un interesantísimo capítulo.

Fig. 146.—Danza del Escalpe (Dakotas).

Pintura y Escultura.

5.—La nota característica del Arte Americano, es su complicado simbolismo. El motivo religioso determinaba siempre las emociones artísticas del Indio, y si las exteriorizaba en colores ó formas, lo hacía con fines supersticiosos ó mágicos.

Fig. 147.—Dibujo propiciatorio (Pueblos).

En casi todas las tribus los cuatro puntos cardinales se simbolizaban por colores distintos usados á manera de invocaciones ó vehículo propiciatorio, á los tutelares del fuego, del aire, del agua ó del viento. El color rojo era, además, emblema de la fuerza y la guerra; el blanco, de la paz, y el negro, de la nocturnidad y del llanto. Los Navajos en sus pictografías unían el simbolismo de los puntos cardi[149]nales con el del sexo. Así el azul, ó color del Sur, era emblema de lo femenino, y de lo masculino, el negro, ó color del Norte. El apacible y azulado Río Grande, era llamado el "agua hembra", para distinguirlo del Río San Juan (agua macho), siempre parduzco y turbulento[233].

Por lo demás, y si exceptuamos los ingenuos bosquejos de los Esquimales, Tlinkits, etc., los aborígenes americanos consagraron al arte decorativo casi todas sus actividades estéticas.

Fig. 148.—Sonajero Moki.

El rasgo peculiar de este arte fué la imitación de objetos reales. En las innumerables muestras que han llegado hasta nosotros, no se encuentran líneas puramente ornamentales, ni mucho menos ideas geométricas. Los diseños más frecuentes se derivan de las formas animales (zoomorfos), humanas (antropomorfos), de objetos usuales (skeumorfos), y algunas veces de flores y plantas (filomorfos). En las vasijas "Chiriquis", por ejemplo, la figura del aligator se va transformando hasta desfigurarse. Las tribus "Bakairis" del Brasil Central imitan en pedazos de corteza decorados la forma triangular del atavío (uluri) de sus mujeres.

Otro tanto puede decirse de las esculturas indígenas. Si re[150]corriendo el continente de Norte á Sur nos fijamos en las más perfectas; si observamos, por ejemplo, los postes y canoas talladas de los Haidas y Esquimales, los idolillos Chibchas y Chiriquis, los calendarios en piedra, ó el "Indio triste" de los Aztecas, las ponderadas losas y monolitos de los Mayas, los bronces Calchaquies, ó las cerámicas Quechuas, encontramos siempre la misma rigidez de líneas, la misma tosquedad de factura, el mismo afán de imitación grosera, la misma falta de espontaneidad é idealismo[234]. Como el Indio sólo esculpía ó pintaba para invocar á sus Dioses, ó producir determinados [151] hechizos, no se preocupó nunca de la perfección objetiva de sus instrumentos ó vehículos. La lámpara de la belleza no llegó nunca á iluminar sus representaciones ó su plástica[235].

Fig. 149.—Dibujos zooformorfos. Pájaros y plumas (Arizona U. S.).

Fig. 150.—Dibujos simbólicos (Sol, Puntos cardinales, etc.)—(Pueblos).

Metalurgia.

6.—El uso de los metales, frecuente en América del Sur, era poco común en la del Norte. En los montículos (mounds) de Etowah, Georgia y Ohio, se han encontrado, sin embargo, numerosos objetos de cobre trabajado á martillo. Los Navajos son, hasta hoy, hábiles plateros, aunque muy inferiores á los Mayas y Aztecas, cuyas vasijas, joyeles, ornamentos, etc., en plata y oro tanto maravillaron á sus conquistadores. Imitaban, en general, formas animales; incrustaban en ellos piedras preciosas y los usaban principalmente para su adorno personal ó en sus templos y ceremonias. Los restos metalúrgicos de los Chibchas, Peruanos y Calchaquies, son los más notables [152] y acabados de todo el continente. Supieron estas tribus amalgamar el cobre y el plomo y obtener un bronce de consistencia y brillo. Si prescindiendo, en fin, de la parte estética, estudiamos algunos de los productos del arte metalúrgico americano, y tenemos en cuenta la imperfección de las rudas herramientas con que se trabajaron, no podrá menos de sorprendernos la habilidad y preciosismo de tan primitivos orfebres[236].

Fig. 151.—Dibujo antropomorfo (Alfarerías Mokis).

Nociones científicas.

7.—Tampoco ignoraron los Americanos los conceptos del número, la distancia y el tiempo, ni carecieron en absoluto de rudimentos astronómicos y geográficos. Aunque en muchas de las lenguas indígenas no hay palabras especiales más que para denotar los tres primeros números, no puede decirse por ello que desconocieran los demás[237].

Fig. 152.—Escultura mejicana (Honduras-Santa Rita).

Contaban como la generalidad de los primitivos, por los dedos de las manos y los pies, que fueron sustituyendo en las agrupaciones más adelantadas por piedreci[153]llas, granos, conchas, etc.[238]. Los "quipus" Peruanos, perfeccionando estos sistemas de contabilidad, recordaban por el número de sus nudos, el de los linajes ó gentes que debían tributar en el Imperio.

Ciertos números eran sagrados, en casi todas las tribus. El cuatro, sin duda por su relación con los puntos cardinales, se consideró comúnmente como ceremonial y simbólico. Los Aztecas, por ejemplo, dividían sus poblaciones en cuatro cuarteles ó fratrias militares; el título oficial del Inca, era el de "Señor de las cuatro partes de la tierra" (Anti, Cunti, Chincha y Colla). Algunas tribus de la costa del Pacífico (N. A.) consideraban como sagrado el número cinco; otras (Zuñis, Mayas, etc.), tenían por tal el número trece[239].

Fig. 153.—Alfarerías Peruanas (Valle Chimcana).

Solo el hombre civilizado puede apreciar el valor del tiempo; en la vida salvaje es casi siempre indiferente su división y su transcurso.

Con excepción de los calendarios Aztecas y Mayas, que más [154] adelante estudiaremos, la sucesión de los días y las noches, los cambios de la luna, y los de las estaciones, fueron las naturales bases de los sistemas Americanos de computar y medir el tiempo. Los años, se contaban en general por sus inviernos, los días se dividían en cuatro períodos (amanecer, mediodía, atardecer y media noche) marcados, á veces los tres primeros con la sombra proyectada por postes ó pilares especiales colocados á la puerta de las cabañas.

Los meses empezaban con la luna nueva. Entre los Zuñis, los seis primeros del año, llamado "pasaje de tiempo" tenían nombres apropiados, y los seis últimos eran "meses sin nombre" designándose ritualísticamente con los colores representativos de los dioses del Zenith, el Nadir, el Norte, el Sur, el Este y el Oeste[240].

Fig. 154.—Escultura en las minas de Copau.

La orientación, según los puntos cardinales, era conocida hasta por las tribus más salvajes. Los Esquimales, llegaron hasta representar gráficamente con pedazos de madera irregularmente dentados, las islas, bahías, cabos, etc., de sus accidentadas costas. Los antiguos Mejicanos tenían mapas Topográficos, cartas marítimas, y hasta planos catastrales mucho más perfectos que los de los antiguos Egipcios[241].

La Religión indígena.

8.—El rasgo más saliente de la psicología indígena es el íntimo enlace de la sociedad, el arte, y la vida entera del individuo y el grupo, con la Religión; la Mitología y la Magia. Es [155] imposible estudiar con provecho los anteriores aspectos raciales si prescindimos del religioso. De aquí la ineludible necesidad de conocer claramente el verdadero carácter de las creencias y los ritos del Indio, para penetrar con paso firme en las vicisitudes de su historia.

Presenta esta investigación dificultades especialísimas. Las relaciones de los antiguos misioneros y cronistas, adolecen de errores, tergiversaciones y prejuicios que obligan al historiador á perder un tiempo precioso separando en ellas lo observado y positivo, de lo especulativo y erróneo. La modernísima Ciencia de las Religiones no merece todavía el nombre que presuntuosamente se atribuye[242].

Fig. 155.—El Oso madre (Escultura Haidá) (N. O. de N. América).

Fig. 156.—Alfarerías Peruanas (Valle Chimcana).

Se ha afirmado en primer lugar que los Americanos concibieron la idea de un Dios creador y eterno, demasiado vasta para las inteligencias paganas. Tal afirmación es absurda. El más alto concepto de la divinidad alcanzado por el indígena, fué tal vez semejante al Panteista de los Orientales, pero inferior y distinto al cristiano del Dios único. El indio Americano reconociendo y adorando á un Ser Supremo é [156] infinito, á un Dios de amor y de justicia, es una simple fantasía de algunos entusiastas[243].

Fig. 157.—Tallas en madera de los Kwahiult (N. O. de N. América).

Fundados otros en observaciones inexactas, ó dejándose arrastrar por sus filosóficos prejuicios, han sostenido la existencia de tribus sin religión de ninguna especie. Nada más lejos de la verdad histórica. La religiosidad es parte de nuestro ser psíquico, y por consiguiente, no se ha encontrado aún, ni podrá encontrarse pueblo alguno en el mundo desprovisto de religiosas ideas. La universalidad, la permanencia y la identidad fundamental del fenómeno religioso son hoy indiscutibles axiomas etnológicos. El ateísmo llamado regional ó endémico no existe, ni ha existido nunca. Hasta aquéllos Charruas que "parecían semi-capros ó faunos", ó aquéllos Guayaquies que se cazaban como fieras, con palo y soga, creían como todo ser humano en la existencia de una Voluntad consciente, sobrenatural é invisible, fuente última de [157] toda vida, y en la posibilidad de comunicarse con ella[244].

Todas las religiones de la tierra, incluso las Americanas, tienen los mismos elementos primordiales. No se conoce en la Historia pueblo alguno sin creencias religiosas más ó menos elevadas, sin ideas morales más ó menos erróneas, sin cultos y ritos, más ó menos conscientes.

Partiremos, pues, de esta firme base para estudiar la religiosidad del indio Americano, y los errores y aberraciones de su desaviada mente, y procuraremos fijar las notas principales y comunes á todas sus religiones, sin exceptuar los Aztecas, Incásicas y Mayas, idénticas en el fondo á las del resto del Continente.

Fig. 158.—El Indio Triste. Escultura Azteca.

Las creencias: El animismo.

9.—El indio Americano consideraba al cuerpo como simple envoltura de otro ser más sutil ó espíritu generalmente invisible, especie de [158] vapor, compuesto de respiración, reflexión ó sombra, esencia de la vida, dotado de facultades misteriosas, y común como perteneciente al alma cósmica, á los animales, las piedras y las plantas[245].

Fig. 159.—Sonajero ceremonial (Linuboltz).

Para el indígena todo el mundo material era inteligente y sensible; los pájaros y los reptiles oían los ruegos de los hombres; el lago tenía alma, como la catarata y el torrente; en los rumorosos silencios del bosque y en las profundidades del barranco, había seres indefinidos y terribles. Todo lo extraño é inusitado era para el indio misterio. Los "manitous" y "ockis" de los Algonquinos, los "cenis" de las Antillas, el "pillan" y el "huecuver" de los Araucanos, los "teotes" de Nicaragua, las "macacheras" y "caaporas" de los indígenas del Brasil, el wakan de los Dakotas, y los "huacas" Incásicos, no [159] eran sino palabras distintas para conceptos similares, expresiones vagas é indefinidas del "sensus numinis". Virgiliano, del poder inescrutable y deífico que el salvaje creía presente en todos los seres, movimientos y formas[246].

La naturaleza entera le enseñaba la existencia de este desconocido divino. El salvaje lo veía en todas partes, al observar los grandes fenómenos físicos, en la sucesión de la luz y las tinieblas[247], al contemplar el Océano, y todo lo extraordinariamente vasto, al admirar el huracán, la tempestad y todo lo extraordinariamente fuerte[248]. Pero además de estas grandes impresiones que avivaban la pálida y sub-consciente vislumbre [160] de lo sobrenatural, escondida en las profundidades de su espíritu, tenía el indio otros estímulos, también universales y poderosos, que por su decisiva influencia en las religiones Americanas estudiaremos especialmente. Me refiero á los sueños y estados análogos, y á las ideas sobre la vida y la muerte.

Fig. 160.—Las Cataratas del Niágara.

Los sueños.

10.—Para los Americanos, en general, los sueños (naturales ó provocados) eran realidades, y tenían carácter profético, oracular é inexorable. El indio creía ver y oir en sus sueños [161] como oía y veía en sus vigilias. Los sueños eran medios infalibles para ponerse en comunicación directa con los Dioses, y las imágenes entrevistas por el dormido ó alucinado[249], se consideraban como atisbos del mundo supra-sensible é ignoto, donde moraban los tipos genéricos de todas las cosas y estaban prefigurados todos los acontecimientos.

Fig. 161.—Invocando á las estrellas.

Esta antiquísima y perniciosa creencia en la realidad de los sueños, originó innumerables desvaríos; hizo que la vida del salvaje asumiese un carácter irreal y como ensoñado, y fué en las agrupa[162]ciones indígenas manantial inagotable de abominaciones y trastornos[250].

Fig. 162.—Chozas de los Manes (Dakotas).

La vida futura. Manismo.

11.—La creencia en la vida futura era tan universal, y estaba tan arraigada en el ánimo del salvaje, que para él no existía la [163] muerte sino como tránsito ó continuación de vida. El alma humana, ese algo que les mantenía vivos, tenía vida ultraterrena. Las lenguas indígenas no tenían palabras equivalentes á "morir", sino á "matar ó ser matado". Lo que perecía era la sombra humana, la "forma corporis", pero la parte esencial del alma, lo que constituía propiamente hablando la personalidad, la individualidad, sobrevivía á la disolución del cuerpo y la forma, y pasaba á un mundo astral, helado y sombrío, á donde llevaba sus pasiones, sus odios, sus rencores, sus necesidades y sus preferencias. Estas almas desencarnadas (manes), en especial las de los sacerdotes y jefes, seguían interesándose en las andanzas terrenales de sus allegados, participaban de sus fiestas tribales, vagaban alrededor de sus chozas, se manifestaban en sus sueños, recibían sus homenajes, y hasta tomaban posesión de sus cuerpos.

Fig. 163.—En oración.

Este concepto de la vida de ultratumba originó innumerables ritos y creencias, (Manismo) tan solemnes y significativos que muchos escritores desde Euhemerus á Spencer y sus discípulos, han sostenido que el origen, fin, y esencia de toda religión, están comprendidos en la propiciación de las almas de los muertos, en el culto de los antepasados, y en la posibilidad de comunicarse con ellos.

[164] Sin incurrir en semejante exageración, diremos, sin embargo, que desde Alaska á Patagonia, la creencia en la vida de ultratumba, es el rasgo más marcado de las religiones indígenas, y que el sepulcro en las agrupaciones Americanas fué las más de las veces cuna del altar y del templo.

Fig. 164.—En comunicación con el espíritu nocturno.

De aquí los extraños fenómenos y desvaríos del espiritismo indígena, la diversidad é importancia de los usos mortuorios, los cruentos sacrificios Aztecas al "Tezcatlipoca", el árbol frondoso y triste que colocaban los Timbues, en el sepulcro de sus padres, ó la gota de leche que dejaba caer la madre India en los labios del hijo muerto[251].

[165]

Los Dioses Supremos.

Fig. 165.--Propiciando al espíritu del río.

12.—Siempre que el hombre piensa claro y siente hondo, ha dicho un sabio etnólogo[252], concibe á Dios como unidad consciente. Así como en las páginas de los poetas paganos encontramos á veces un Zeus, distinto del Júpiter Olímpico, que existe lejos, solo, é indiferente á las luchas y pasiones de los demás Dioses[253], así entre las tribus Americanas relativamente cultas descubrimos la creencia en un Dios inmaterial, [166] desconocido y supremo que no exige oraciones ni sacrificios, y que no se preocupa de los afanes terrenales[254].

Prescindiendo, sin embargo, de la concepción Iroquesa del "Gran Espíritu" indudablemente influida por los Misioneros Europeos[255], sólo encontramos en América dos pueblos (Quechuas y Nahuas) en los que el culto de este "Ser Supremo" é inmaterial, estuviera claramente instituido.

Fig. 166.—Cementerio esquimal.

El Inca Yupanqui concibió la existencia de un "Hacedor Supremo", superior al Sol[256]. Llamóle simbólicamente Illa tici Viracocha Pachacamac (vaso de la tempestad, espuma del mar, animando al mundo), y construyó en un valle cercano al [167] Callao un templo dedicado á su culto. Atribulado Nezanuait, Señor de Tezcuco, dedicó también otro templo al "Dios desconocido".

Claro es que en ninguno de estos dos casos se pretendió sustituir en absoluto el culto de este "Ser Supremo" al de las demás divinidades indígenas. Ni el Inca Yupanqui, dejó de llamarse "hermano del Sol" ni el Jefe Tezcucano, dejó de sacrificar cautivos en los altares del dios de la guerra. Ya dijimos que el monoteísmo propiamente dicho no existió jamás en América. El "Dios ignoto" Tezcucano, y el Viracocha Incásico no son sino expresiones de la tendencia intuitiva del sentir religioso, hacia la unidad divina, que en la entenebrecidamente salvaje, no se oponían al pensar idolátrico[257].


[168]

CUESTIONARIO

1.—¿Qué carácter tenían los juegos y deportes indios?

2.—¿Cuáles fueron sus principales espectáculos?

3.—¿Conocieron los rudimentos del arte dramático?

4.—¿Qué importancia tenían las danzas en la vida india?

5.—¿Qué instrumentos musicales conoció el indio?

6.—¿Qué peculiaridades tenían sus cantos?

7.—¿Cuáles son las notas más salientes del arte Americano?

8.—¿Qué diseños imitó en el arte decorativo?

9.—¿Fueron bellas las esculturas indígenas?

10.—¿Tuvieron los Americanos noción del número?

11.—¿La tuvieron del tiempo y la distancia?

12.—¿Cuál es el rasgo más saliente de la psicología del hombre Americano?

13.—¿Existió en América alguna tribu monoteísta?

14.—¿Existió alguna desprovista en absoluto de ideas religiosas?

[169] 15.—¿Cuáles son los elementos primordiales de las religiones Americanas?

16.—¿Tienen estas religiones algo en común con las del resto del Universo?

17.—¿Qué concepto tenía el indio del alma humana?

18.—¿Cómo concebía la naturaleza?

19.—¿Qué se entiende por Animismo, y qué importancia tiene en las creencias Americanas?

20.—¿Cómo influyeron los sueños en las creencias y en la vida social de los Americanos?

21.—¿Qué ideas tenía el Indio sobre la vida futura?

22.—¿Qué se entiende por Manismo?

23.—¿Concibió alguna vez el indio la existencia de un Dios Supremo?

24.—¿Cuáles fueron las tribus Americanas que le reconocieron y rindieron culto?

25.—¿Dejaron por ello de ser politeístas?


[170]

REFERENCIAS

Generales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores. Eduard. B. Tylor. Primitive Culture, 2 vols. (Londres 1871). Brinton. Religion of Primitive Peoples. (American Lectures on the History of Religions. Second Series 1896-1897). Morris Jastrow. The Study of Religion. (New York 1908). Lichtenberger. Encyclopedie de Sciences Religieuses (París 1877-83). Tiele, C. P. Outlines of the History of Religions (Londres 1877). Reville, Albert. Prolegomènes de l'Histoire des Religions (París 1881). Hastings. Encyclopedia of Religion & Ethics. Vol. I. Londres 1908. (En curso de publicación). Jevons. (F. B.) An Introduction to the History of Religion. (Londres 1896). Lang. The Making of Religion (Londres 1898). Rudolf Eucken. Der Wahreits gehalt der Religion (Leipzig 1901). H. Spencer. The Principles of Sociology (Londres 1876-1882). Frazer. The Golden Bough (Londres 1890). Reville. The Native Religions of Mexico & Peru (N. S. 1884). íd. Religions des Peuples non Civilises (París 1883). H. Book Am. Ind. North of Mexico. (Art. Games, Dramatic, Ceremonies, etc.) Mgr. Le Roy. La Religion des Primitifs. (París 1909). P. de Broglie. Problemas et Conclusions de L'Histoire de Religions. (París 1886).

[171] Especiales.Groos. Die Spiele der Menschen (Jena 1899). Bandelier. Delight Makers. Rivero & Tschudi. Ant. Peruanas. Von Tschudi. Die Kechua Sprache. B. A. E. Reports. 5-16-19. (Fewkes) 19. (Powell) 23. (Stevenson) 9th. (Bourke) 3. (Dall) 5.º (Mooney)-Bourke-Snake Dance of Mokis (N. York). Mooney-Ghost Dance Religion (14. Rep. B. A. E). Spencer. Origin of Music (Essays-London 1891). Wallaschek. Primitive Music (London 1893). Curtis. Songs of Ancient America. Hoffmann. Mide Wiowin Ojibwa (T. Rep. B. A. E.) Mathews. The basket drum. (Am. Anthrop. Abril 1894). Stevenson. Mythical Land Painting (8 Rep. B. A. E.) Th. Wilson. Swastica, the Earliest Known Symbol. Von den Steinen. Unt Natürvolk. Zent. Brasil. Murdoch. Eskimos (9. Rep. B. A. E.) Bandelier. Archeological Tour in Mexico. Holmes. Origin & Development of form in Ceramic Art. (4 Rep. B. A. E.) Wiener. Perou & Bolivie. Restreppo. Los Chibchas antes de la Conquista Española. Mac Gee. Primitive Numbers (19 Rep. B. A. E.) Trumbull. Numerals in Am. Ind. Languages (Trans. Am. Philol. Association-1874). Para las referencias especiales de las Religiones Indígenas véanse las relacionadas en el Capítulo siguiente.

Fuentes.—Las mencionadas en los dos capítulos anteriores, y en cuanto á las religiones indígenas las relacionadas en el Capítulo siguiente. Consúltense además. Baessler. Ancient Peruvian Art. (Trad. Keane-1890-91). Waitz. Anthrop der Naturvölker III. p.te 1.ª (Leipzig). Boas. Kwakuilt Indians (Rep. Nat. Mus. 1895). Bandelier. Final Report. Cushing. Study of Pueblo Pottery (4. Rep. B. A. E.) Holmes. Ancient Art. of Chiriquis. (6. Rep. B. A. E.) Filmore. Harmonic Structure Ind. Music. (Am. Antrop. New Series. Abril 1899). Dorsey. Ponca Sun Dance (Field. Columb. Museum VII. Dec. 1905). Sloane. Nat. Hist. Jamaica. Bartolomé Mitre. Ollantay (B. A. 1881. H. R. B. A.) Culin. American Indian Games (24. Rep. B. A. E.) Castellanos. Hist. Nuevo Reino de Granada (Ed. Paz y Melia-Madrid-1887). Putnam. Conventionalism in Ancient American Art. (Essex Hist. Bulletin 1886). A. L. Kroeber. "Decorative Symbolism of the Arapaho." (American Anthropologist III. 308 [172] 1901). Outes. Alfarerías Noroeste Argentinas (An. Museo de la Plata-2.ª serie I. 1908) etc.

Bibliografías.—Las relacionadas en el H. Book Am. Ind. North. of Mexico. "Arts" "Color Symbolism" "Engraving" "Dry Painting" "Music" "Drum" Eskimo "Measurements" etc., etc. Carter Brown. Catalogue, vol. I. (1493-1600) vol. II. (1601-1700) vol. III. (1701-1800). Brinton. Aboriginal American Authors. Winsor. Narr. & Crit. Hist. of America I. Ap.ces I. II. III. Consúltese en especial Irko Hirn. Op. cit. pág. 307 y sig. y Bancroft. Native Races, vol. I. Para la Bibliografía de las Religiones Indígenas véanse las referencias del Capítulo siguiente.


[173]

CAPÍTULO V
LA VIDA PSÍQUICA (Continuación).

1.—La expresión religiosa en la palabra. 2.—La Mitología. 3.—La expresión religiosa en el objeto. 4.—Astrolatría. 5.—Los elementos. 6.—Arboles y plantas. 7.—El culto de la piedra. 8.—Zoolatría. 9.—Fetiches. 10.—El Ritual. 11.—Los sacrificios. 12.—Lugares de culto. 13.—La magia y sus efectos. 14.—Sacerdotes y hechiceros. 15.—La Medicina. 16.—Religión y cultura.

La expresión religiosa: la palabra.

1.—La importancia mística de la palabra, es común á todas las religiones del mundo. Entre los Americanos, tenían ciertas palabras un poder mágico y misterioso al que obedecían los espíritus[258]. La maldición mataba como una maza. Cuando el hechicero indígena "concentraba su medicina" y lanzaba un anatema vibrante, no había salvación para su enemigo. Las fórmulas mágicas, cantos, encantos y conjuros del ritual indígena, eran casi siempre una sucesión de palabras ó sílabas sin sentido alguno. Se suponía que los Dioses entendían lo que no alcanzaban los hombres. Ya vimos anteriormente que el nombre propio tenía para el Indio excepcional importancia. Con más razón la tenía él de sus Dioses, considerado como inefable y sacratísimo. Lo esencial en la palabra era, en fin, para los Americanos, su poder, de relacionar al hombre con la Divinidad, y por ello la palabra á los Dioses (Oración), la palabra de los Dioses (Revelación), y la [174] palabra respecto á los Dioses (Mitología), fueron formas de expresión religiosa usadas en todo el Continente[259].

Fig. 167.—Idolo Peruano.

La oración es un elemento universal en las religiones indígenas. Fuese en forma de acción de gracias, de petición, ó de penitencia, el salvaje procuraba constantemente aplacar con sus ruegos la supuesta cólera de los dioses y pedirles protección y ayuda. La vida del Indio era una plegaria perpetua[260].

La palabra de los Dioses (Revelación), la "prima veritas indicendo" de los teólogos, es la base y raiz de los cultos. Toda religión para sus secuaces es siempre revelada. No hubo ninguna en América, de las conocidas, que no aceptase como artículos de fé los preceptos y predicciones de sus dioses[261].

Fig. 168.—Símbolos de los Dioses (Dakotas).

La supuesta ley divina, impuesta al indio por sus sacerdotes y videntes, era siempre prohibitiva, y sus ridículos y multifor[175]mes preceptos conocidos por los etnólogos con el nombre genérico de "taboo" ó "tabu", penetraban en todas las manifestaciones de la vida indígena, impedían las más triviales acciones, y eran, en fin, para el salvaje una constante y abrumadora pesadilla. La más mínima infracción del "taboo" determinaba la cólera de los Dioses, que se exteriorizaba casi siempre en castigos durísimos[262].

Las predicciones ó profecías, también forjadas ó pervertidas por los hechiceros indios, eran comunes á todas las tribus del Continente. La investigación de sus curiosas é innumerables formas (adivinación, augurios, oráculos, clarovidencia, etc.), excedería los límites de nuestro estudio. Nos limitaremos, pues, á mencionar algunas cuando hablemos del sacerdocio y de la magia[263].

Fig. 169.—Propiciando al Sol.

La Mitología.

2.—Tampoco hemos de detenernos á estudiar los extraños y múltiples mitos, [176] forjados acerca de sus dioses, por la exaltada imaginación del Indio, y perpetuados por su credulidad característica. Desde el momento en que el salvaje reconoció la existencia de seres superiores, dijo mitos á su respecto. La palabra es el artesano de los ídolos[264]. Debemos buscar, pues, el origen remoto de los mitos en la religiosidad misma del Indio, en la débil lumbre de lo sobrenatural, que iluminaba su sér psíquico; su origen próximo lo encontraremos casi siempre en el lenguaje, en la semejanza fonética (paronimia) de algunas palabras, considerada por el salvaje como divino indicio[265].

Fig. 170.—Manitou.

Así se explica el fenómeno etnológico de la extraordinaria semejanza de ciertos ciclos míticos fundamentales, en todos los pueblos del mundo, el hecho histórico indudable de que las ideas religiosas sobre los puntos cardinales, sobre los números sagrados[266], sobre la creación y el [177] diluvio[267], sobre el Paraíso terrenal[268], sobre el conflicto de la luz y las tinieblas[269], sobre el viaje de las almas desencarnadas[270], y, principalmente, las firmes y consoladoras creencias en el Héroe Dios y Redentor, que había de volver para salvar á los suyos[271], se encuentran en todas las Mitologías de la raza Americana con símbolos é imágenes similares á las de todas las de la tierra[272].

Fig. 171.—Altar en una Kiva (Arizona).

La expresión religiosa en el objeto.

3.—La expresión objetiva del sentir religioso común á todos los primitivos, toma los nombres de fetichismo ó idolatría, términos esencialmente idénticos, si se tiene en [178] cuenta que el hombre, aun en sus etapas inferiores de salvajismo, jamás ha adorado los objetos (ídolos, fetiches, etc.) como tales, sino como medios, envolturas ó agentes de la Voluntad trascendental, en cuyo reconocimiento se basan todas las religiones del mundo[273].

Fig. 172.—Torturando á una cautiva (Pawnees).

Ahora bien, aunque para el Indio todos los seres y formas de la naturaleza eran manifestaciones de lo divino é ignoto, había ciertos seres, objetos, ó grupos de objetos, adorados especialmente en todas las tribus, sin duda por herir con más [179] fuerza ó frecuencia los sentidos del indígena. Mencionaremos los más importantes[274].

Fig. 173.—Idolo Mejicano.

Astrolatría.

4.—Llama, en primer lugar, la atención del historiador el culto de los cuerpos celestes (Astrolatría), tan universal y frecuente que se ha llegado á sostener que las religiones Americanas fueron siempre y principalmente astrolátricas. Lo fueron por lo menos las de las tribus más adelantadas. Los Aztecas, Chibchas, Natchez, etc., adoraban al sol como padre y origen de toda alegría, fecundidad y existencia. Los Incas relacionaron los cultos del sol, la luna y las estrellas con la aparición de sus héroes míticos, y en casi to[180]das las tribus la consolidación de tales cultos, dulcificó paulatinamente los sacrificios y afirmó el sacerdocio y el templo.

Fig. 174.—Propiciando los espíritus del torrente.

Los elementos.

5.—Sigue en importancia al culto de los astros, el de los elementos. Para los Chibchas, era sagrada el agua de los ríos y lagos; los Peruanos de la costa temían al mar Pacífico, como divinidad suprema. "Tlaloc", el Dios de la lluvia, ocupaba lugar conspicuo en el panteón de los Aztecas, que como los Moxos de Bolivia se decían á sí mismos "hijos de las aguas".

El fuego era sagrado en casi todas las tribus. Entre los Incas, su culto relacionado con el del Sol, era objeto de especiales ceremonias. Para los Mejicanos el "Xiuhteculli" (Dios del fuego) era divinidad temible[275].

[181] Los _vientos_ de los cuatro rumbos ó cuarteles en que se creía dividida la tierra, inspiraron también al Indio peculiar reverencia. Los Aztecas adoraban al huracanado del Sur; los Iroqueses, á los del Norte, Sur, Este y Oeste. Como el Eolo Virgiliano, el "Sillam Unna" de los Esquimales, regía la "mansión ó caverna de los vientos" (Sillan-Eipane). En América Central, el pájaro "Voc", de simbolismo análogo al del águila de Zeus, era mensajero del "Huracán", ó dios de las tempestades, y otro tanto sucedía en América del Norte, donde el maravilloso "pájaro del trueno" (thunder-bird) se veneraba como encarnación del gran "Manitou"[276].

Fig. 175.—Altar Walpi.

La maternidad de la tierra se tuvo por artículo de fé en casi toda América. El Indio concebía la tierra animada y amable, y [182] ya fuese bajo la forma del "Tonantzi" Azteca, ó del "Mama-cocha" Incásico, la veneraba con filial acatamiento. Creían los Chibchas, por ejemplo, que se irritaba con el continuo pasar de animales y hombres, ó sufría cuando se clavaban en ella estacas ó postes para sostener las viviendas[277].

Fig. 176.—En oración.

Arboles y plantas.

6.—Los espíritus de las plantas, como vinculados á la madre tierra, fueron también tenidos por divinidades benéficas (Filolatría). Los mitos de los Cherokees, les suponían inventores de la medicina para contrarrestar los rencorosos designios de los animales causantes de las enfermedades y la muer[183]te. La "saramama" ó "maíz madre" se veneraba por los Quichuas en forma de muñeca de hermosas mazorcas. El tabaco en las tribus que lo conocieron (Iroqueses, Mandanes, etc.), hacía las veces de ceremonial incienso[278].

Fig. 177.—Propiciando en un altar á los espíritus de la lluvia (Pueblos).

Más universales, sin embargo, que los cultos filolátricos, naturalmente limitados á las tribus horticulturas y sedentarias, fueron en América los dendrolátricos. El murmullo del viento entre las hojas, el crujir angustioso de las ramas, y los extraños ruidos de los troncos, fueron siempre para el salvaje voces misteriosas del espíritu que moraba en los árboles. Los Ojibways é Hidatsas no los cortaban nunca para no causarles dolores. Si los Mandanes hachaban algún poste lo envolvían al punto con vendas. Ciertas especies estaban en muchas tribus protejidas por el "taboo" y relacionadas con sus clanes con vínculos de ascendencia mítica ó totémica. Los árboles solita[184]rios ó gigantes inspiraban respeto especialísimo. Los Mejicanos tuvieron al "Tota" como protector de sus cosechas. El héroe Dios de los Yurucarés de Bolivia hizo, según sus mitos, nacer de un árbol á todas las tribus de la tierra[279].

El culto de la piedra.

Fig. 178.—Idolo Zoolatrico (Méjico).

Fig. 179.—Danza del Espíritu (El círculo).

7.—El antiquísimo culto de la piedra, fué también universalmente practicado por los primitivos habitantes de América. Los Dakotas, pintaban de rojo las piedras sagradas, ofreciéndolas sacrificios. Los indígenas de Guatemala, colocaban piedras en la boca de los moribundos para que entrara en ellas el alma desencarnada. Los Incas recogían devotos las que Cupac Iupanqui declaró habían sido "hombres barbudos", llevándolas á las guerras. Los Nahuas hacían proceder de los aereolitos á todos los hombres. El jade verdoso y [185] semi transparente de los Aztecas se consideraba dotado de virtudes ocultas. Creían también los Peruanos que los aereolitos eran emanaciones del fuego celeste, cuyos ardores conservaban siempre. Los hechiceros Mayas, como los modernos astrólogos, usaban los cristales de cuarzo con fines oraculares y proféticos.

En general, si el Indio, de cualquier tribu que fuera, encontraba piedras de formas, colores ó propiedades para él extrañas, las conservaba reverente, bien convirtiéndolas en fetiches, bien conservándolas como mágica medicina de determinadas dolencias[280].

Fig. 180.—Idolo en Honduras.

Zoolatría.

8.—Los sistemas zoolátricos de América, comparables sólo á los Egipcios, eran acaso los más completos de los conocidos en la historia. Apenas hubo animal en la riquísima fauna del Nuevo Continente, cuyo espíritu tutelar ó maligno no fuese venerado por las tribus de las respectivas regiones geográficas[281].

En muchas de ellas se creía intercambiable el alma del hombre y los animales. El tigre, por ejemplo, no era sólo adorado por su fiereza, sino por creer que contenía el espíritu de algún guerrero muerto. El Zootheismo americano estaba, además, [186] íntimamente unido con el Totemismo, y ambas creencias tuvieron capitalísima importancia social y religiosa en todas las tribus indígenas. De todos los animales sagrados, la serpiente recibió, en dichas tribus más solemne y universal homenaje. La silenciosa sinuosidad de la marcha de este ofidio, más sutil, según el Génesis, que ninguna bestia de los campos, su brillante colorido, la atracción de su mirada y su acción letal y rapidísima[282], fueron tal vez la causa de que la generalidad de las agrupaciones primitivas, y aun algunas relativamente cultas, la consideraran como receptáculo ó mediador favorito de los espíritus (Ophiolatría).

Fetiches.

Fig. 181.—Fetiche (N. A.)

9.—La exaltada imaginación del Indio y su credulidad ilimitada é ingénua, no se contentaba con sentir lo sobrenatural y rendirle culto, en innumerables formas y grotescos ídolos; necesitaba para satisfacer su ardor religioso, tocar y poseer á su Dios, llevarlo consigo, incorporarlo á cualquier objeto tangible. [187] De aquí el fetichismo Americano análogo en su esencia al Africano y al Asiático.

Fetiche, para el Indio americano era cualquier objeto grande ó pequeño, natural ó artificial, que independientemente de su valor intrínseco se consideraba dotado de conciencia, volición, vida inmortal, y, especialmente, de poder sobrenatural ó mágico, que le permitía producir efectos anormales en forma más ó menos fantástica. La posesión de esta misteriosa facultad hacía al fetiche indispensable para su poseedor, quien lo adquiría para proporcionarse bienandanzas, y le rendía en cambio acatamiento, adoración y sacrificios, llevándolo consigo en sus empresas, hablándole, rezándole, mimándole ó maltratándole, según su comportamiento pasado ó el que de él esperaba en lo futuro.

Fig. 182.—Danza del Espíritu (Vidente).

Una persona podía tener varios fetiches, objeto también de compra, cambio, y trato comercial entre tribus distintas. En todos los casos, la naturaleza, númen ó misterio origen del [188] fetiche ó conjunto de fetiches eran secretos personales del propietario ó constructor de los mismos, y sólo se transmitían al elegido como heredero en su posesión mística. Las almas desencarnadas de los guerreros ó shamanes muertos, se suponían capaces de morar en los fetiches, que en definitiva eran para sus poseedores un medio de vincularse estrechamente con los poderes ocultos.

Todo fetiche era para el indio un verdadero ídolo, y recíprocamente, todo ídolo tenía algunas de las características de los fetiches. De aquí la peligrosa inutilidad científica de las distinciones entre la idolatría y el fetichismo y la imposibilidad de fijar, en la historia de los Americanos primitivos, una línea divisoria entre estas dos formas de religioso objetivismo[283].

El ritual.

10.—Hemos estudiado la expresión religiosa de los Americanos en la palabra y en el objeto; debemos ahora considerarla en los actos, es decir, en el conjunto de prácticas y ceremonias designadas con el nombre de ritual ó culto.

Los fines primordiales de los ritos indígenas pueden reducirse á dos: elevar el hombre hacia los dioses y atraer los dioses hacia el hombre. Culminaron los primeros en la apoteosis[284], y los últimos en la aparición, manifestación ó epifanía.

Dividiremos sintéticamente los ritos en comunales ó benefi[189]ciosos para el clan ó tribu, y personales ó beneficiosos para el individuo, y dejando á los etnólogos el estudio de los personales[285], diremos algo de los comunales, que tan decididamente contribuyeron á la formación y cohesión de muchas de las tribus de América.

Casi todas estas tribus reconocieron, por ejemplo, como eficacísima la práctica de la oración en común de la congregación con fines religiosos. Los Dakotas y Chipewas, se reunían á millares en sus ceremonias. Los misioneros y conquistadores de Méjico y el Perú, nos relatan como espectáculo frecuente la reunión de ocho y nueve mil indígenas en las solemnidades de sus cultos. La nota característica de estos cultos era, como ya dijimos, las danzas rituales más ó menos largas, desenfrenadas y antiestéticas. La sugestión colectiva en estas danzas de la multitud animada por sentimientos idénticos, la intercomunicación de los espíritus, la monótona repetición de los mismos cantos (anafora), y el exceso de brevajes estimulantes, excitaban la nerviosidad del indio y convertían á menudo aquellas ceremonias religiosas en aquelarre de gritos histéricos, delirios tumultuosos, colapsos estáticos y entusiasmos frenéticos[286].

Fig. 183.—Instrumento Ceremonial.

No tenían, sin embargo, todos los cultos indígenas este aspecto sombrío y báquico. En muchos de ellos la calma sustituía al frenesí y la violencia; los cantos perdían su carácter bárbaro, decían ritmos suaves y alegres, y los movimientos de los devotos se hacían pausados y hasta gráciles. Como en los ritos griegos de Dionysios, el "huaca" divino, el sagrado "manitou" de la tribu, era llevado á través de los campos en [190] procesión jubilosa y solemne, amenizada por las pantomimas grotescas ó dramáticas de los juglares, y terminando casi siempre con un festival ó bullicioso banquete, de que el supuesto comensal divino participaba místicamente[287].

Fig. 184.—Danza del Espíritu (Inspirados).

Los sacrificios.

11.—Esta costumbre de ofrecer á las divinidades una porción selecta de alimento, fué tal vez el origen de los sacrificios que tuvieron al principio carácter de voluntaria oferta, ó acción de gracias á los dioses rendida en alegre é incruenta comensalidad con ellos.

Más tarde, y por creer el Indio que sus calamidades y desgracias eran causadas por la ira ó indiferencia de los espíritus, perdieron tales sacrificios su primitivo carácter honorífico, convirtiéndose en piaculares ó expiatorios. Toda violación del "tabou" voluntaria ó involuntaria, debía, en efecto, expiarse [191] con algún acto doloroso que aplacara la vengativa cólera de las ofendidas divinidades. Naturalmente, el sacrificio era tanto más eficaz y meritorio cuanto más cruel y mortificante[288], razón por la cual, los penitentes salvajes, que á menudo llegaban en su exaltación mística hasta macerarse y mutilarse con increíble saña, no reconocieron límites para infligir á sus semejantes los más horribles suplicios, y torturaron hasta la muerte á los esclavos y cautivos dedicados á sus dioses.

De aquí la frecuencia y extensión de los sacrificios humanos en todas las tribus de América, y en especial en las grandes agrupaciones sedentarias (Aztecas, Incas, Chibchas, etc.), donde se sacrificaban anualmente millares y millares de víctimas. No sabía el indio—dicen los antiguos cronistas—, que pudiera haber sacrificio sin matar á alguno.

No sólo se sacrificaban cautivos ó enemigos, sino hasta los más cercanos parientes, los más jóvenes, los de rango más alto en la tribu, las mujeres, los hijos mismos, dispuestos siempre á morir en las aras de sus sanguinarios ídolos, impotentes, según el indio, para resistir al poder mágico de semejantes sacrificios, que les obligaban á acceder á los deseos de sus salvajes devotos[289].

[192] El corazón del sacrificado, que se arrancaba palpitante, se ofrecía generalmente á la divinidad y los demás miembros de la víctima, sagrada en virtud del sacrificio (sacrum facere), se devoraban por las multitudes fanáticas, creyendo que por este medio entraban en íntima comunión (cum unio, cum unire) con sus dioses y se hacían uno con ellos.

Los indios de Nicaragua, por ejemplo, al cosechar el maíz extendían algunos granos en sus altares, regándolos con su propia sangre y comiéndolos después como manjar sagrado.

Las vírgenes Peruanas mezclaban con harina la sangre de los sacrificados, cociendo en panes la repugnante mezcla para que los devoraran en los diversos templos del imperio. La sangre fresca del mancebo Azteca, que se sacrificaba anualmente al dios "Tezcatlipoca", se amasaba también con harina, para que de ella participaran los celebrantes.

Fig. 185.—Símbolos de danzas Mágicas. (Pictografía N. A.)

La continuidad y frecuencia de los sacrificios humanos contribuyeron indudablemente á la desaparición ó extinción de muchas y numerosas tribus[290].

Lugares de culto.

12.—Todas estas ceremonias y ritos se celebraban al principio al aire libre, alrededor de las tumbas de los antepasados [193] ó en determinados lugares considerados como favorita morada de poderosos espíritus (cuevas, grandes piedras, lugares altos). Algunas veces se erigían altares más ó menos groseros y efímeros en los sitios escarpados ó recónditos.

Poco á poco, con el aumento y consolidación en determinados territorios de las tribus horticulturas y sedentarias, fueron perfeccionándose dichos altares y lugares de culto, hasta llegar á convertirse en las imponentes fábricas de los templos Mejicanos é Incásicos, que con su sacerdocio, vestales y complicado ritualismo caracterizan, como más adelante veremos, la cultura social y religiosa de las agrupaciones Aztecas, Mayas y Quechuas[291].

La magia y sus efectos.

13.—La magia salvaje era el arte de conocer y dominar la naturaleza y sus espíritus, y se basaba principalmente en la misteriosa conexión que el indio suponía existente entre todas las cosas (magia contagionista), en el convencimiento íntimo de que "lo semejante afecta á lo semejante", de que la relación casual de las ideas equivale á la relación causativa de los hechos (magia homeopática), y sobre todo, en la soberbia é ilusoria pretensión de subyugar los poderes naturales y sobrenaturales con encantos, evocaciones y sortilegios (magia sobrenatural)[292].

Esta degeneración del sentir religioso, tan antigua como el [194] hombre, y acaso la más duradera y fatal de las ilusiones de su orgullo, formaba parte integrante de la vida salvaje, penetraba en la familia, en la sociedad y en el culto, y lo mancillaba todo con su deletéreo contacto.

La magia para el Indio Americano era medio, llave, medicina, religión y ciencia. Se practicaba en todas las tribus y tenía en todas sus iniciados, sus sociedades secretas, sus ceremonias, talismanes, filtros, prestigios y presagios.

Su moral era egoísta y brutalmente utilitaria. Sus prácticas extrañas y crueles. Tiranizaba y sacrificaba á los débiles, emponzoñaba á los fuertes, adulaba las más bajas pasiones y favorecía el canibalismo y los vicios sexuales más abyectos[293].

Fig. 186.—Sacerdote Peruano (Alfarerías Incásicas).

Más que las enfermedades y la guerra contribuyó la magia á la despoblación de la primitiva América. Sus sociedades secretas ejercían en las tribus un efecto depresivo y terrorífico, y formaban en aquellas agrupaciones como una atmósfera de desconfianza general, que impedía todo progreso. La debilidad era un crimen. Sólo los más fuertes, los que se consideraban iniciados ó poseedores de poderes mágicos (orenda), el jefe militar cruelísimo ó el hechicero tenebroso, se destaca[195]ban entre sus semejantes. Los demás debían permanecer durante siglos en la desoladora igualdad de una barbarie misérrima.

Fig. 187.—Iniciación de un adivino Caribe (Laffittau).

Y este importantísimo hecho de la historia de las tribus indígenas surje con mayor claridad entre los de más avanzada cultura (Aztecas, Chibchas, Incas, etc.), que fueron precisamente las más inficionadas por el venenoso virus mágico, las más entregadas á la antropofagia, al infanticidio y á las prácticas nefandas, las más dominadas por estas misteriosas aberraciones del espíritu humano, que determinaron el fin de su evolución cultural, su desfallecimiento y su suicidio[294].

Sacerdotes y hechiceros.

14.—Antes de abandonar esta interesante materia, diremos algunas palabras sobre los sacerdotes y hechiceros indígenas[295], intermediarios obligados entre el hombre y los [196] espíritus, agentes de sus soñados dioses y terribles intérpretes de sus preceptos. En todas las tribus Americanas pululaban estos supuestos taumaturgos, conocidos, según las regiones, con los nombres de "shamanes", "angakuks", "piayes", "alexis", "mohanes", "pagés", etc., etc. Combinaban muchos de ellos el fervor del convencido con la astucia del hipócrita; eran los más prestidigitadores y charlatanes (jongleurs) habilísimos, y los individuos de sus respectivas tribus les consideraban capaces, "per se", ó por medio de su númen, pithon ó manitou, de regir los fenómenos atmosféricos, transformarse ó hacerse invisibles, predecir lo futuro, curar enfermedades ó producirlas con maleficios, y de realizar, en fin, como los magos antiguos ó los brujos medioevales, toda clase de portentos y prestigios. Eran, en general, para el indígena seres extraordinarios y sin limitación espiritual alguna, que gozaban en la tierra de todos los atributos y facultades sobrenaturales de las divinidades míticas.

Fig. 188.—Extasis en la Danza.

Tenían, por consiguiente, en las tribus poderosísima in[197]fluencia, de la que usaban y abusaban con fines casi siempre perversos. Fueron los representantes genuinos de su raza, los depositarios de sus tradiciones, los inspiradores de su fanatismo. Enemigos naturales del Europeo, y en especial del catequista, obstaculizaron tenaz y ferozmente la propagación del Cristianismo en América.

Como los fakires de la India, hacían, en general, los adivinos Americanos vida de mortificación y retraimiento. Sin motivos especiales, ningún profano podía penetrar en sus chozas, consideradas sagradas, como su persona y pertenencias.

Los poderes mágicos y secretos medicinales del "shaman" ó nigromante, pasaban en general á sus hijos ó discípulos, cuya iniciación mágica era objeto de complicadas ceremonias simbólicas (ritos de paso).

Se organizaban en hermandades secretas, siempre temidas, misteriosas é influyentes, que decían cábalas, fabricaban bebedizos y filtros mágicos, sabían de tremendos maleficios y usaban un lenguaje especial y esotérico[296].

La medicina.

15.—Los sacerdotes y hechiceros fueron los primeros médicos Americanos. Si prescindimos del uso indígena de algunas [198] yerbas especiales prescritas por curanderos rutinarios ó sociedades medicinales más ó menos empíricas, la noble ciencia de la medicina estuvo involucrada con las ideas y prácticas mágico-religiosas del Indio. En virtud del dominio que el hechicero decía tener sobre los espíritus, podía expulsarlos del cuerpo del enfermo, haciendo con ello desaparecer la dolencia. Danzaba el mago ante el paciente al son del atambor y la flauta mágicos; cantaba sus medicinales conjuros y mortificaba al dolorido con toda clase de manipulaciones, untos, brujerías y pócimas.

Si el enfermo curaba, fuese por causas naturales ó por efecto de la sugestión hipnótica, el shaman crecía en su predicamento é importancia; si se moría, fácil era para el médico-brujo disculpar el fracaso de sus ensalmos, bien alegando la enemiga de su númen con otros espíritus, bien suponiendo maleficios de magos adversos y de "medicina" más potente[297]. Como ya dijimos, la credulidad del indígena no tenía límites, y sus hechiceros eran hábiles para explotarla.

Fig. 189.—Sacerdote Mejicano (Escultura Azteca).

Muchos de los pretendidos portentos de los hechiceros Indios pueden atribuirse á supercherías más ó menos hábiles, ó expli[199]carse por la fascinación que ejercían sobre sus crédulos espectadores ó víctimas; pero hubo algunos hechos, históricamente comprobados, verdaderamente extraordinarios é inexplicables[298].

Religión y cultura.

16.—Los límites de nuestro estudio no nos permiten detenernos á examinar extensamente el complejo y difícil problema histórico de la influencia de las religiones de América en la evolución cultural de sus tribus. Afirman muchos etnólogos que las religiones llamadas primitivas obstaculizan en absoluto todo progreso. Los antiguos misioneros y cronistas anatematizan como demoniacos los elementos todos de las religiones indígenas.

Fig. 190.—Un Shaman.

Si no observamos tales cultos más que en sus aspectos brutales y lúgubres, si atendemos únicamente á los repugnantes cuadros de la antropofagia ritual, de la magia negra, de las ceremonias licenciosas y los sacrificios cruentos, claro es que también nosotros debemos condenarlos; pero si procuramos separar en ellos lo religioso de lo mágico, lo espiritual y perfectible de lo material y disolvente; si recordamos, por ejemplo, los mitos de Quetzaltcoatl, Bochica, Viracocha, etc., semi-dioses, augustos blancos, puros, [200] piadosos, sabios en sus consejos, amantes de la paz, de la música, de las flores, de los colores brillantes y adversos á todo rito sangriento[299], no es posible desconocer la civilizadora influencia ejercida en América por tales modelos divinos, ni negar que estos ideales del Indio, símbolos de sus inconscientes aspiraciones hacia la Verdad, la Justicia y la Belleza, elevaron el nivel moral de ciertos grupos y suavizaron sus costumbres bárbaras.

Fig. 191.—Recitando ensalmos medicinales.

Si leemos, además, algunas de las plegarias indígenas, las desgarradoras de los Algonquinos[300], las filosóficas de Nezahuatlcoyotl y, sobre todo, los inspirados himnos Quechuas al Viracocha[301], [201] no podemos menos de encontrar en ellas una clara vislumbre de lo mejor y lo más alto, una mística sospecha de la hermosura del dolor y el sacrificio, un destello fulgente de la Verdad inmarcesible y Eterna.

Fig. 192.—Sacerdotes en procesión (Pueblos).

Por otra parte, las tentativas más ambiciosas del arte indígena, las pirámides de Cholula ó los templos Incásicos, fueron producto del fervor religioso, y su construcción apartó á las multitudes de la senda de la guerra y favoreció la vida sedentaria. Los jeroglíficos, calendarios y, en general, toda la rudimentaria ciencia y literatura indígenas nacieron á la sombra del templo. El tráfico de amuletos, talismanes, etc., y las peregrinaciones á determinados lugares sagrados suavizaron las relaciones inter-tribales.

El templo de Cozumel, por ejemplo, era visitado anualmente por multitud de fieles; en las aldeas Muiscas había caminos [202] especiales y trillados, que seguían las numerosas peregrinaciones al templo del lago Guatavita. A los altares de Pachacamac, Rimac, etc., venían peregrinos de 300 leguas á la redonda, y en todos los caminos había sitios especiales para hospedarlos[302].

En presencia, pues, de estos hechos y de otros mil que podrían citarse, debemos abstenernos de condenar, sin distingos y en nombre de la civilización, todos los complicadísimos aspectos de la religiosidad indígena, y estudiarlos sin apasionamiento ni prejuicios, si queremos alcanzar ideas claras sobre la vida psíquica del Indio Americano y esclarecer el enigma histórico de sus tristes destinos[303].


[203]

CUESTIONARIO

1.—¿Qué importancia tenía la palabra en las religiones indígenas?

2.—¿Cómo se comunicaba el indio con sus dioses?

3.—¿Qué es el taboo?

4.—¿Cuál es el origen probable de los Mitos indígenas?

5.—¿Cuáles son los ciclos míticos comunes á todas las religiones americanas?

6.—¿Qué diferencia hay entre el Fetichismo y la Idolatría?

7.—¿Qué seres ú objetos principales adoraba el Indio Americano?

8.—¿Fueron comunes los cultos Astrolátricos?

9.—¿Qué animales (Zoolatría) veneraba el indio?

10.—¿Qué importancia social tuvo el Zootheismo Americano?

11.—¿Qué se entiende por fetiche?

12.—¿En qué consistía su supuesto poder sobrenatural?

13.—¿Cuáles eran los fines primordiales de los ritos indígenas?

14.—¿Se congregaban los Americanos primitivos para sus cultos?

15.—¿Cuál es el origen probable de los sacrificios?

16.—¿Predominaron en América los piaculares y cruentos?

[204] 17.—¿Eran numerosos y frecuentes?

18.—¿Favorecían la antropofagia ritual?

19.—¿Erigieron los indígenas altares y templos?

20.—¿Qué objeto tenía la Magia salvaje?

21.—¿Cómo influyó en la aniquilación y envilecimiento de las agrupaciones indígenas?

22.—¿Qué influencia tenía el sacerdote ó hechicero?

23.—¿Por qué causas gozaba de tanta veneración?

24.—¿Quiénes fueron los primeros médicos Americanos?

25.—¿En qué forma influyeron las religiones Americanas en la evolución cultural de las tribus?... Opiniones al respecto.


[205]

REFERENCIAS

Generales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores y Goblet d'Alviella. Introd. á l'histoire generale des Religions (1887). Lang. Mith. Ritual & Religión (1899). W. Mannhard. Wald und Fedculte (3 Vols., 1875-77) y Mythologische Forschungen (1884). Max-Muller. Int. to the Science of Religion (1875). J. Ralzél. Volkerkunde (2 Ed., 1894). Reinach. Orpheus (1909). Id. Cultes, mythes et Religions (3 Vols., 1904-1908). Sabatier. Esquisse d'une philosophie de la Religion (1897). M. Hebert. Le Divin (1907). H. Schurtz. Urgeschichte der Kultur (1900). Frazer. Totemism & Exogamy (4 Vol., 1910). I. H. King. The Supernatural (N. York, 1892). Dr. W. Schneider. Die Naturvolker, Missverständnisse, etc. (Padderborn, 1885). C. Pesch. S. I. Gott und Götter (Friburgo, 1890). Id. Der Gottesbegrifft in den Leidsnischen Religionen, etc. A. Borchert. Der Animismus (Friburgo, 1900). H. Schell. Apologie des Christentums (Paderborc, 1901). Nicolay. Histoire des Croyanes superstitions, etc. (3 Vols., 1899). Los artículos y monografías de la Revista "Anthropos" (P. W. Schmidt, Fundador). El artículo "Religions", en la Encyc. Británica (9.ª Ed.). El Manual de Chantepie de la Saussage. Manuel d'Histoire des Religions (Trad. Francesa. Hubert et Levy, 1904), etc., etc.

Especiales.Brinton. American Hero. Myths. Bancroft. Native Races, Vol. III. Squier. Serpent Symbol in America (N. Y., 1851). Muller. Geschichte der Americanischen Urreligionen (Bassle, 1855). Dormau. Origin of Primitive Superstition Among the Aborigines of America (Philadelphia 1881). Bastian. Die Culturlander des Alten America. Klemm. Culturgeschichte, etc. Haddon. Magic & Fetishism. Hubert & Mauss. [206] Le Sacrifice. Id. Theorie de la Magie (Année Sociologique, 1899-1904). Karsh. Unanismus Päderastie und Tribadie del Naturvolken, etc. (1901). De Maistre. Eclaircissement in des Sacrifices (Euvres Choissis. Ed. Roger). Ehrenreich y Northcote Thomas, en Hasting's, Cyclopedia. Cogolludo. Hist. del Yucatan, etc., etc. (Véanse mis notas al presente Capítulo).

Fuentes.—Las antiguas Crónicas y Relaciones de Misioneros, en especial Grijalva. Crón. de N. P. S. Agustín en Nva. España. Calancha (A.). Crón. Moralizada las Jesuit Relations (Ed. Twaites). Torquemada. Monarquía Ind. Venegas. Hist. California. Gomara. Conq. Mexico. Lozano. Op. citadas. Garcilaso de la Vega. Com. Reales. Herrera. Décdas. Sahagún. Hist. General, etc. Las Casas. Apologética. Oviedo. Hist. General. Jarque. Ruiz Montoya en Indias. Charlevoix. Nouv. France, etc. Arriaga. Estirpación de la Idolatría. Gumilla. Hist. del Orinoco. Figueroa. Misión de los Mainas. Dobrizhoffer. Abiponibus, etc., etc. (Véanse las notas de este Capítulo). Las Memorias Anuales de la Oficina de Etnología de Washington (B. A. E.), citadas en las Referencias del Capítulo anterior y notas del presente; las publicaciones del Archiv für Religions-wirsenchaft, Globus (Berlín), Man (Londres), Le Museon (Lovaína), American Antropologist (Washington), Anales Museo Mexicano (Mexico), Anales Universidad de Chile (Santiago), Museo Río Janeiro (Río de Janeiro), Museo de La Plata (La Plata), Inst. Geogco, etc. (B. Aires), Rev. Inst. Histórico del Perú, etc., etc.; la Colección de documentos Arch. de Indias (Información de las Idolatrías de Incas é Indios, etc.); los preciosos manuscritos de la Bca Escorialense (Ritos de Mechoacan, etc.), citados en las notas, y las fuentes especiales y generales citadas en los cuatro Capítulos siguientes.

Bibliografías.—Vse. Bancroft. Op. cit., vol. III. Chantepie de la Saussage. Op. cit. Hasting's. Cyclopedia. Winsor. Op. cit., apce V, vol. I. Mgr. Le Roy. Op. cit., cap. I y II. Brinton. Rel. Prim. Peop., cap. I y II. Reinach. Orpheus, cap. I. H. Book Am. Indian N. of Mexico (B. A. E.), palabras "Altar", "Fetichism", "Magic", "Missions", "Marriage", "Dances", etc., etc. Tiele. Op. cit. en sus notas. Encyc. Británica ("Religión"), 9.ª Edición. Jastrow. Op. cit., cap. I y II. Chamberlain. Journal Am^{can} Folk Lore, etc., etc.


[207]

CAPÍTULO VI
TRIBUS DE LA AMÉRICA DEL NORTE

1.—Clasificaciones. 2.—Los Esquimales. 3.—Los Athapascos. 4.—Algonquinos. 5.—Iroqueses. 6.—Muskokis. 7.—Natchez. 8.—Dakotas ó Sioux. 9.—Tlinkits, Haidahs y Yumas.—10 Las tribus de la Región de los Pueblos.

Clasificaciones.

1.—No existe clasificación alguna universalmente aceptada de las tribus Indias de la América del Norte. Los antropólogos fundan sus clasificaciones en criterios físicos, lingüísticos, culturales y geográficos. Los dos primeros criterios son los más exactos, y el lingüístico se considera hasta el presente como el único satisfactorio[304]. Tomando, pues, como base la admirable clasificación lingüística de la Oficina Etnológica de Washington[305], elegiremos entre sus numerosas familias las que consideramos mejor estudiadas, más características y de mayor interés cultural é histórico, á saber: 1.º, Esquimales; 2.º, Athapascos, etc.; 3.º, Algonquinos; 4.º, Iroqueses; 5.º, Muskokis; 6.º, Natchez; 7.º, Dakotas ó [208] Sioux; 8.º, Tlinkits, Haydahs y Yumas; 9.º, Tribus de la Región de los «Pueblos».

Fig. 193.—Mujer esquimal.

Esquimales.

2.—La palabra Esquimal (Eskimo), propiamente Eskimwhan, significa en el dialecto Algonquino "comedor de carne cruda". Se llaman asimismo "Innuit" (pueblo ó gente). Ocupan desde tiempos antiguos las regiones árticas y marítimas de la América Septentrional, desde el estrecho de Belle-Isle, en el Atlántico, hasta el pie del monte St Elías, en el Pacífico, extendiéndose á veces hasta el Smith-Sound (80° latitud Norte). Es probable que algunos de sus grupos hayan llegado y hasta cruzado en épocas remotas el estrecho de Behring. El problema del origen de estas tribus se ha discutido largamente. Algunos autores las hacen descender de los Asiáticos y hasta de los Europeos cuaternarios. La mayoría de los etnólogos é historiadores modernos rechazan estas hipótesis y consideran á los Esquimales en sus rasgos físicos, psíquicos, etcétera, y en sus orígenes mismos como esencialmente Americanos[306].

Fig. 194.—Tipo esquimal (Alaska).

Ofrecen estas tribus Esquimales notable ejemplo de la influencia en la cultura del medio geográfico. Privados por los rigores de su clima de los vegetales y animales terrestres, [209] dependen del mar para su vestido, subsistencia, etc.[307].

Altar de "A'hayuta", Dios de la guerra de los Indios Zuñí
(23. An. Rep. B. A. E., pág. 116.)

Eran los Esquimales muy imaginativos y aficionados á la música. En sus peculiares cantos y baladas melancólicas rimaban los ruidos de la Naturaleza con las palabras. Sus cantores dormían á menudo en las márgenes de los arroyos, para imitar el ritmo de sus murmullos. Como los "payadores" gauchos, decidían á veces sus disputas cantando por turno estrofas poéticas ante espectadores atentos, que otorgaban al más hábil el triunfo y daban así por terminada la querella.

Fig. 195.—Pictografía simbólica.

La organización social de los Esquimales se basaba en la familia y no en el clan. Predominaba la monogamia y el patriarcado. Las familias se agrupan hasta hoy en aldeas muy pequeñas (10 á 15 chozas), separadas por grandes distancias. A pesar de ello, es tan notable la homogeneidad de esta familia Esquimal, que, á pesar del tiempo necesario para la dispersión geográfica de sus miembros, las diferencias dialectales entre ellos son mucho menores que las que existen entre las tribus de cualquier otra familia lingüística del Continente.

La religión de los Esquimales es animista, y en especial manista. Los sacerdotes y hechiceros (angekoks), numerosos y temidos, presidían las danzas rituales, etc., y ejercían los minis[210]terios mágicos y medicinales ya descritos al hablar del sacerdocio y la magia indígenas[308].

Las tribus Esquimales, aun aquellas que no están ni han estado en contacto con el blanco, disminuyen y tienden á extinguirse, debido principalmente á la escasa fecundidad de sus mujeres y á la terrible mortalidad de la infancia[309].

Fig. 196.—Cazando con arpón (Esquimo).

Athapascos.

3.—Pocas familias lingüísticas del Norte de América pueden rivalizar en extensión geográfica con la conocida con los nombres de Athapascos, Chippewas, Tinné, etc. Poblaron casi sin interrupción las regiones comprendidas entre el Mar Ártico [211] y las fronteras de Durango (Méjico), desde la Bahía de Hudson al Mar Pacífico. Estaban divididos en multitud de grupos y bandas incoherentes y de dialectos muy distintos. Pertenecen á esta familia lingüística de los Athapascos los célebres Navajos y los temibles Apaches, que extendieron hasta Méjico sus salvajes guazavaras, destruyendo la incipiente civilización de las márgenes del Río Gila y sus tributarios. Fueron los Apaches guerreros nómadas tenaces y cruelísimos, dando mucho que hacer hasta fines del pasado siglo á los ejércitos Norteamericanos y Mejicanos. El único resto de los Apaches (Mejicanos) hoy existente es el de los Janos ó Janeros de Chihuahua[310].

Fig. 197.—Shaman Tribu Navajos (Athapascos).

El nivel cultural de los dispersos grupos de la familia de los Athapascos es mucho más bajo que el de sus vecinos los Esquimales. La habilidad mecánica de los plateros y tejedores Navajos, parece debida á la captura y adopción de individuos de otras tribus más cultas. En general, los Athapascos son desconfiados, astutos, taciturnos y muy propensos á terrores, alucinaciones, neurosis y manías epidémicas. No se ha encontrado entre ellos forma definida de gobierno. Entre los Navajos y Apaches predominaba el matriarcado, los "totems" animales y la ley de exogamia. Cambiaban mujeres entre las tribus en señal de amistad, siendo la posición de la mujer inferior y abyecta su suerte. Sus expediciones guerreras eran simples [212] algaradas rapidísimas y violentas. Excepto en algunas tribus, la horticultura era desconocida y el canibalismo frecuente. Los Navajos, sin embargo, cultivaban la tierra con fruto. Cuando los Españoles los encontraron por primera vez (1541), eran ya labradores, construían graneros, regaban con acequias sus campos y vivían en chozas fijas. La Religión de los Athapascos en general era animista, con numerosísimas supersticiones mágicas. Los shamanes y hechiceros presidían los Consejos tribales. Los dialectos Athapascos eran duros y dificilísimos. Su Mitología abundante. El "pájaro del trueno" (thunder bird), identificado á menudo con el cuervo, fué el principal de sus mitos[311].

Fig. 198.—Danza del Antílope y la Serpiente (Orabi) U. S.

[213]

Algonquinos.

4.—Pueden considerarse los miembros de la familia Algonquina como ejemplares típicos del Indio Norteamericano. Ocupaban en la época del descubrimiento toda la costa del Norte del Atlántico, desde el mar de Hudson al cabo Hatteras, con excepción de los territorios de los Dakotas ó Sioux. Eran altos, bien formados, de labios finos, color cobrizo, pelo negro y recio, manos y pies pequeños y gran longevidad y resistencia física. Prevalecía entre ellos el matriarcado y el totemismo. Habitaban, en general, chozas redondas cubiertas con hojas de maíz y rodeadas de empalizadas. Sus jefes de paz y guerra, se elegían normalmente de un clan determinado. Cultivaban los Algonquinos el maíz, tabaco, etc.; fabricaban ollas, curtían pieles y hacían útiles y ornamentos de cobre golpeado (no fundido), que sacaban de los ricos filones de N. Jersey. Extendieron estas tribus su comercio á grandes distancias. Desde los bosques y praderas del Canadá llevaban á veces sus pipas de piedra hasta las costas del Mar Atlántico[312].

Fig. 199.—Danza ceremonial.

Las pictografías Algonquinas (Lennapés, Chipewas, etc.), siempre simbólicas y empleadas para preservar las tradiciones tribales y los ritos y procedimientos ceremoniales de sus sociedades secretas, que tenían entre ellos especialísimo predominio[313], fueron superiores en factura artística, etc., á todas las del Norte de Méjico. En otro lugar hicimos ligera mención de [214] algunas de las más notables ("Wallum-Ollum", de los Lennapés)[314]. Los principales cultos Algonquinos eran el de la luz, representada por el sol y el fuego; el de los cuatro vientos ó rumbos, como productores de lluvias; el de los muertos y sus espíritus, y el fetichista de los animales totémicos. Su héroe-dios, el "Manibozho" ó "Michabo" de sus mitos, redentor y maestro de las tribus, inauguró, por decirlo así, la edad de oro de su nebulosa historia. Las enseñanzas y carácter del "Manibozho" eran muy semejantes á las del Quetzacoalt, Azteca, etc.[315].

Fig. 200.—Jefe y su banda (Clanes Totémicos) Pictografía Algonquina.

Algunas tribus Algonquinas (Ojibwas, etc.) dependían únicamente para su subsistencia de la caza, la pesca y las abundantes cosechas de arroz salvaje[316] (wild-rice); pero, por regla general, todas las de esta familia eran horticultoras y sedentarias. Los miembros de la de los "Lennapés", de las orillas del Río Delaware (New Jersey), se llamaban á sí mismos "los genuinos", y eran considerados por las demás tribus como los progenitores de la raza[317]. Su dialecto era relativamente suave y armonioso. Los jefes indígenas Norteamericanos más notables, [215] los que, como el astuto "Pontiac"[318], el ambicioso "King Phillip"[319] y el noble "Tecumseh"[320], lucharon con más habilidad y energía con sus dominadores, pertenecían á la familia Algonquina. La actuación de estos guerreros en Norteamérica forma un luctuoso é interesantísimo episodio de su historia. Los restos de las tribus Algonquinas viven hoy repartidas entre el Canadá (40.000) y las reservas indias de Wisconsin, Manitoba, Oklahoma, etc.[321].

Fig. 201.—Indio Chipewa.

Los Iroqueses.

5.—Las tribus de la familia Iroquesa, que interrumpían la extensa continuidad de los territorios Algonquinos, son, bajo muchos puntos de vista, el grupo más notable y estudiado del Norte de América. En cultura general no se diferenciaban mucho de sus vecinos, pero [216] en su desarrollo social y político pueden sólo compararse á las tribus de la familia Uto-Azteca. Ocupaban principalmente las orillas del Río San Lorenzo y el actual estado de Nueva York, en cuyo territorio, las llamadas Cinco Naciones (Mohawk, Onondaga, Oneida, Cayuga y Séneca), formaban poderosa barrera á la influencia y movimientos de la familia Algonquina.

Fig. 202.—King Phillip.

El rasgo característico de los Iroqueses fué la organización, á principios del siglo xv, de su famosa Confederación ó Liga para objetos defensivos y ofensivos[322], que tan importante papel desempeñó en la Conquista y Colonización de Norte-América.

Se atribuyó tradicionalmente la formación de esta Liga al héroe mítico "Hiawata"[323], ayudado por un prestigioso jefe de los "Onondagas". Formaban la Confederación cinco tribus, á las que se unió más tarde, con ciertas reservas, la de los Tuscaroras (1715), formando así un grupo confederado de seis naciones. Cada una de ellas permaneció autonómica en materias de su gobierno local, delegando todas su autoridad para asuntos de importancia general en un Consejo Federal ó Senado de "Sachems" ó jefes civiles, elegidos entre las tribus constituyentes. Los miembros de este Consejo Federal eran limitados en número é iguales en autoridad, derechos y rango, ejerciendo también en sus respectivas tribus el cargo de "sachems" y for[217]mando con el resto de los jefes tribales el Consejo Tribal, de autoridad omnímoda en los negocios particulares de la tribu.

Requería el Consejo Federal la unanimidad para sus decisiones, y como los "sachems" votaban por tribus, cada una de éstas venía á tener una especie de veto sobre las demás. El Consejo Federal sólo podía convocarse á instancia de alguno de los Consejos Tribales. Todos los individuos de las tribus Confederadas tenían en el mencionado Consejo voz y libertad para exponer sus opiniones. El voto y decisión de los asuntos era, sin embargo, privativo de los "sachems", que formaban dicho Consejo, previa investidura solemne.

Fig. 203.—Bolsa de caza.

Fig. 204.—Bolsa de caza (Athapascos).

La Confederación no tenía jefe ó poder ejecutivo. Las decisiones del Consejo Federal se cumplían sin discusión ni resistencias. En las grandes operaciones militares contra las tribus vecinas ó contra el Europeo, considerados igualmente como enemigos, el Consejo Federal nombraba dos jefes militares, iguales en el mando, que dirigían la campaña, ayudados por los jefes secundarios de cada tribu.

Las guerras Iroquesas eran crueles, tenaces y frecuentísimas. Al Consejo Federal correspondía también terminarlas, fuese por tratados de paz ó precarias tre[218]guas, fuese decidiendo la total destrucción de las tribus hostiles.

Los límites de este Compendio no nos permiten detenernos á estudiar á fondo la índole é importancia política de la admirable Confederación Iroquesa, el carácter y elocuencia de sus oradores, el astuto Maquiavelismo de los "sachems", el funcionamiento interno de los Consejos, las intrigas ambiciosas de algunos de sus miembros para constituir una verdadera oligarquía con apariencias y disfraz igualitario y las causas generales que determinaron en las agrupaciones Iroquesas, el amor al territorio y á la tribu y la perfecta fusión de la vida individual en la nacional, tan admirada en la antigua Esparta.

Debemos, sin embargo, observar que esta curiosa fábrica política se componía en definitiva de antiguos usos é ideas tribales cristalizados en formas permanentes. Sus elementos esenciales son los mismos que los de las demás tribus de América. Los Iroqueses no hicieron más que organizar un pasado caótico, en forma concreta y ajustada al carácter general de su raza.

Fig. 205.—Jefe Sioux.

Este indudable progreso político acaso no hubiera podido consolidarse sin que las condiciones especiales de la vida social Iroquesa le hubieran servido de base lógica. Los rasgos peculiares de este sistema social, más complejo y cohesivo que el de los demás grupos del Continente, fueron la vida en común y la preponderante influencia de las mujeres, que desempeñaban en casi todas las tribus (Cherokees, Iroqueses, Hurones, etc.) importantes funciones de gobierno. Hemos hablado ya de las célebres habitaciones comunales de los Iroqueses (Long Houses), trojes rectangulares [219] de 20 ó 30 metros de largo, divididos en pequeños compartimentos[324]. En ellas vivían generalmente las familias del mismo clan totémico, observando estrictamente las leyes del matriarcado exogámico. Todos los jefes se elegían y mantenían en el mando por los sufragios de las matronas de su grupo, á quienes pertenecía exclusivamente la casa y la tierra. La elección debía confirmarse por el Consejo Federal ó los tribales. La autoridad de las mujeres, dentro de su clan y casa, era simplemente autocrática. El hombre que por su conducta alteraba la buena armonía del hogar común, era expulsado sumariamente.

Fig. 206.—Pueblo de Taos (Nuevo México).

La Confederación Iroquesa cambió por completo el aspecto político de un vastísimo territorio. Los Iroqueses, arrojados por los Algonquinos de las márgenes del San Lorenzo, consiguieron, paulatinamente, vencer á sus enemigos de Norte y Sur, convirtiéndose, merced á su Confederación, en dueños virtuales del territorio comprendido entre la Bahía de Hudson y la Carolina del Norte[325].

Fig. 207.—El primer _Sachem_ Iroques (Pictografía indígena).

[220] Por lo demás, los Iroqueses no se diferenciaban mucho de las demás tribus bárbaras y sedentarias del Norte de América. Los cultos religiosos y mágicos, la influencia de los shamanes y hechiceros, los sacrificios humanos, el canibalismo, la crueldad y la perversión de costumbres eran, con ligeras variantes, las descritas en general para todos los pueblos de América[326]. Eran fuertes, imaginativos, orgullosos y muy sobrios. Fabricaban alfarerías, cultivaban el maíz, tabaco, etc.; fortificaban sus aldeas de calles, comparativamente limpias, con empalizadas y otras defensas; construían excelentes canoas y sepultaban á veces en grandes montículos (Mounds) á sus venerados muertos. Tenían numerosas tradiciones y arengas que, recordadas con el "wampum", pasaban de generación en generación con extraordinaria fijeza. Los mitos personificaban, en una ú otra forma, la lucha constante de la luz con las tinieblas. Los actua[221]les Iroqueses (con excepción de los Cherokees), reducidos á unas 15.000 almas, habitan parte en el Canadá y parte en las Reservas Indias, de Nueva York, Wincousin y Ontario. Los Cherokees, con algunos miembros de distintas familias lingüísticas, forman parte de las llamadas tribus civilizadas de los "Territorios Indios" (Indian Territories) de los Estados Unidos de Norte-América[327].

Fig. 208.—La danza del Espíritu (Pictografía en piel).

Fig. 209.--Manibozho (Algonquinos).

[222]

Los Muskokis.

6.—Las varias tribus de la familia Muskoheana ó Muskoki ocupaban los placenteros valles que se extienden desde las estribaciones inferiores de las montañas Apalaches hasta el golfo de Méjico, y desde las márgenes del Missisipí hasta el Océano Atlántico. Las tribus de esta familia vivían en aldeas ó poblados, donde cada linaje tenía su propio territorio, su cementerio y su montículo (mound) para depositar después de limpios los restos venerados de sus muertos. Predominaba también entre los Muskokis el matriarcado, aunque la posición de la mujer, en la familia y el clan, era muy inferior á la que tenía en la familia Iroquesa. Los jefes civiles de los Muskokis (mikos) eran vitalicios y virtualmente hereditarios. Los jefes militares se nombraban de acuerdo con los Consejos de las tribus.

[223] En el año 1540 cultivaban ya los Muskokis extensos campos, vivían en aldeas permanentes, tenían habitaciones de madera peculiarmente construídas, extraían y aprovechaban las arenas auríferas de sus ríos y usaban alfarerías y útiles líticos de curiosa perfección y pulimento. Las investigaciones arqueológicas modernas han venido á confirmar como exactas las descripciones de la cultura de los Muskokis que hicieron sus descubridores en el siglo xv[328]. Las tribus Creeks fueron las más fuertes, numerosas y preponderantes de esta familia lingüística.

Fig. 210.—Símbolos mágicos (Wabernó).

Rodeadas de vecinos hostiles y poderosos, prestaron preferente atención á su organismo militar y dieron á sus guerreros grandes preeminencias. La iniciación, educación, grados y [224] predicamento social de dichos guerreros tienen muchos puntos de contacto con las de los combatientes Aztecas. Los ritos, cultos y fiestas ceremoniales (puskita) de los Creeks[329], sus estimulantes simbólicos (Black-Drink), la disposición topográfica de sus aldeas y la construcción de sus "Casas del Consejo", "Casa Grande", etc., tienen gran interés etnológico. Formaron también los Creeks una Liga parecida á la de los Iroqueses (Creek Confederacy), aunque solamente defensiva, y de su organización laxa y efímera. Las tribus Creeks y sus desmembraciones los Seminolas (Florida) opusieron luctuosa y tenaz resistencia en la primera mitad del siglo pasado (1830-1842) á las tropas de los Estados Unidos, que sólo á fuerza de sangre se consiguió dominarlas para trasladarlas á los Territorios Indios, donde viven hasta hoy con relativa prosperidad é independencia.

Fig. 211.—Pipas ceremoniales.

[225]

Yuchis, Natchez, etc.

7.—En el territorio de los Muskokis había algunas tribus de lenguas y dialectos completamente distintos. Entre ellas las más interesantes eran las de los Yuchis, Timaquanos y Natchez. Los Yuchis (Río Savanah) se llamaban á sí propios "hijos del sol", considerando al astro como femenino y madre de sus linajes.

Eran "gente muy limpia y muy polida, y naturalmente bien acondicionada". Tenían á las mujeres en gran estima. Cuando Hernando de Soto les visitó por primera vez, "la caçica, Señora de aquella tierra... moça y de buen gesto", le recibió con grandes agasajos. (Abril, 1540)[330].

Fig. 212.—Indio Cherokee.

Los Timaquanos, que ocupaban los valles del Río San Juan (Florida) y la costa del Océano Atlántico hasta el Río Santa María, se extinguieron hace más de un siglo. Conocemos su lengua por las obras de los Misioneros. Los célebres Natchez, cuyo recuerdo preservaron los colonizadores franceses de Luisiana, vivían cerca de la actual ciudad de su nombre, en las márgenes del Missisipí. Se consideraban como representantes del sol, á quien adoraban preferentemente, sacrificándole cautivos y conservando en su honor el [226] fuego perpetuo. Construyeron "mounds" artificiales, sobre los que edificaron casas y templos; fueron habilísimos en tejer fibras vejetales y en la fabricación de alfarerías y adornos. Sus caciques, considerados "hijos del Sol", eran reverenciados como tales. Su oficio fué hereditario y su gobierno absoluto y despótico[331].

Dakotas ó Sioux.

8.—En la historia de los Estados Unidos las bandas ó grupos de la familia de los Dakotas ó Sioux son tan interesantes acaso como las tribus Algonquinas ó Iroquesas. Fuertes, activísimos, libres é indómitos, se les considera también por los etnólogos como ejemplares arrogantes y típicos de la raza india.

Fig. 213.—Apache.

Vivían los Sioux en la región de las grandes llanuras, al Oeste del Missisipí, desde el Río Saskatchewan, en el Norte, al Arkansas, en el Sur, llegando á veces hasta Virginia y el golfo de Méjico.

Estaban divididos en siete grupos principales ("los Siete fuegos del Consejo"), subdivididos á su vez en numerosas bandas y sub-bandas locales. Prevalecía el patriarcado y la poligamia. Los jefes eran electivos y su autoridad estaba limitada por los Consejos de las bandas ó sub-bandas. Los ancianos en sagacidad y experiencia eran muy respetados en tiempos de paz, cediendo, sin embargo, toda su autoridad á los jefes militares en tiempo de guerra.

[227] El factor principal que modeló la vida, creencias, artes, industrias y gobierno de estas tribus ó bandas Sioux fué la caza del bisonte, descrito por primera vez en 1530 por los conquistadores españoles y sus cronistas[332]. De aquí la ausencia de agricultura y la vida nómada de los ágiles y errabundos Siouanos, que perduró siglos después del descubrimiento, aumentando con la llegada del caballo, que facilitó grandemente sus expediciones de caza y guerra.

Antes de conocer el caballo, usaban los Sioux el perro para su alimento, arrastres y hasta para sus ceremonias y rituales sacrificios. Los Sioux fabricaban armas y útiles de piedra, madera, cuerno y hueso, rudas alfarerías y utensilios domésticos de madera y pieles de bisonte. Su habitación característica era el movible «tipi», ya descrito en anteriores capítulos.

Fig. 214.—Indio Creek.

Las tribus Mandanes, pertenecientes á esta familia, fueron los constructores de las casas comunales circulares (circular-houses), también descritas, que rodeaban de empalizadas, prácticamente infranqueables para los guerreros indígenas.

Fig. 215.—Preparando el Blaek-Dimk.

Las pictografías de los Sioux, en pieles de bisonte, sus pipas simbólicas («calumet»), de arcilla roja y tubo largo y adornado de plumas, y sus preciosas y abigarradas aljabas han servido para esclarecer muchos problemas relativos á la evolución del arte Americano.

Las concepciones religiosas de estas bandas ó tribus fueron, [228] en general, animistas y basadas en la creencia en el «Wakanda» ó misterio primitivo y omnipresente, diferenciado en innumerables seres, espíritus y formas. Predominaban los cultos de carácter mágico, tenebroso y violento. En las célebres fiestas anuales de invocación al sol (sun-dance), peculiares de estas bandas indígenas, todos los individuos del grupo, presididos por sus hechiceros é iniciados en las sociedades secretas de la «gran medicina» se reunían en la cabaña ceremonial y danzaban días enteros, pintarrajeados, desnudos, y al son de destemplados atambores y silbatos de hueso, alrededor de los postes sagrados, de donde pendían misteriosos amuletos. Los últimos días de estas ceremonias se dedicaban generalmente á las más cruentas torturas penitenciales ó propiciatorias. Algunos devotos se traspasaban las capas musculares del pecho y los hombros con palos de madera, y se hacían colgar con ellos de las vigas de la cabaña hasta que, desgarradas brutalmente sus carnes, caían desangrándose en tierra.

Fig. 216.—Indio de las Montañas.

Las bandas Sioux han dado también mucho que hacer á los ejércitos Norteamericanos. En su célebre sublevación de Minnesota (1862), dirigida por el sanguinario jefe «Little Crow»[333], más de 100 soldados y 700 colonos perdieron sus vidas entre cruelísimos tormentos. Actualmente, los Dakotas ó Sioux viven dispersos y pacíficos en diversas Agencias y Superintendencias [229] escolares de los Estados Unidos. Su número alcanzaba en 1904 á 29.000, pero tienden, paulatinamente, á extinguirse[334].

Tlinkits, Haydahs y Yumas.

9.—La escarpada cadena de las montañas Roquizas se extiende de Norte á Sur, dejando una estrecha línea de costa desde el Monte San Elías al Golfo de California, á lo largo del mar Pacífico, sembrada de valles fértiles y profundos. Habitaban en ellos numerosas tribus, distintas entre sí por sus lenguas, pero muy semejantes por sus caracteres físicos y psíquicos, que las diferenciaban de las tribus de las costas del mar Atlántico.

Fig. 217.—Indio de las Llanuras.

Las más notables familias lingüísticas de esta región son la de los Tlinkits, de Alasca y costas adyacentes, la de los Haydahs y similares (Islas Queen Charlotte, Columbia Británica, etc.) y la de los Yumas, que poblaban la península de California hasta los [230] valles del Río Colorado, colindantes con el Estado de Arizona y el Norte de Méjico.

Los Tlinkits eran acaso las tribus más inteligentes de la costa Norte del Pacífico. Tenían ideas definidas sobre el derecho de propiedad privada, desconocido en la mayoría de las tribus salvajes. Basaban en tal concepto la elección de sus jefes. Los más ricos ocupaban los puestos más altos. El resto del sistema social de esta curiosa plutocracia Americana reposaba en el matriarcado y los linajes exogámicos. Ocupaban los Haidahs casas sólidas de madera, á cuyas puertas erigían postes altísimos cuajados de esculturas totémicas. Fabricaban admirables canoas de cedro rojo, lámparas, morteros y utensilios de piedra y preciosos adornos de plata y cobre. Eran comerciantes activísimos. Los primeros navegantes Europeos que los visitaron (1741) encontraron en su poder cuchillos de hierro, obtenidos acaso en sus expediciones hacia el Sur. Usaban conchas como moneda y compraban esclavos á las tribus vecinas. Formaban estos esclavos clase aparte, y eran tratados por sus compradores con crueldad y profundo desprecio. El principal personaje mitológico de los Tlinkits era el cuervo, considerado como raptor del fuego sagrado y libertador del sol, la luna y las estrellas.

Fig. 218.—Pictografía simbólica.

Los usos y costumbres de los Haidahs son semejantes á los de sus vecinos. Tienen en mucho aprecio la riqueza personal, considerando como fin único y primordial de su vida el adquirirla y acumularla. Honran á las mujeres por su castidad é industria y á los hombres por su astucia y comercial ingenio. [231] Prevalece entre ellos el patriarcado, dividen sus comunidades en estratificaciones sociales distintas y sus cultos son en general zoolátricos y totémicos. La lengua general de toda esta costa es una de las jergas comerciales (Chinook jargon), mencionadas en otro capítulo.

Los Yumas de Arizona y Norte de Méjico fueron, en su mayor parte, tribus salvajes, errabundas y tenazmente rebeldes. Algunas de ellas, sin embargo, fueron horticultoras y sedentarias, y acaso construyeron en tiempos lejanos fuertes estructuras de adobe y de piedra[335].

Fig. 219.—El bisonte según Gomara.

Las tribus de los Pueblos.

10.—Describimos en otro lugar las habitaciones y restos arqueológicos (Cliff Houses, etc.) de la región de los Pueblos, y procuramos demostrar que las varias tribus allí encontradas por los soldados españoles del siglo xvi, fueron sus constructores [232] indiscutibles. Concuerda esta opinión científica con las tradiciones de dichas tribus y las descripciones que de sus usos y costumbres hicieron los primitivos cronistas.

Fig. 220.—Ceremonia religiosa (Dakotas).

La llamada región de los Pueblos se extendía desde los límites Occidentales del estado de Tejas hasta California, y desde el centro del estado de Utah hasta el de Zacatecas, en Méjico, y estaba poblada, á mediados del siglo xvi, por cuatro grupos lingüísticos principales (Hopis, Zuñis, Querés y Tehuas), dispersos, aproximadamente, en 65 aldeas ó pueblos, distantes entre sí de 30 á 100 kilómetros[336].

Las casas de estas aldeas eran todas del mismo tipo, ya descrito en otro lugar, y de tres ó cuatro altos. Había algunas de siete pisos ó altos que servían de fortalezas y salían por encima [233] de las otras como torres, con sus troneras y saeteras, para defenderse en caso de ataque.

Las mujeres preparaban la comida, acarreaban agua, las más de las veces de muy lejos, y labraban en común las habitaciones mencionadas, haciendo y secando las pellas y la mezcla de cenizas y arcilla de las paredes, mientras los hombres traían y asentaban las traviesas y los postes. Fabricaban también las mujeres aquellas "ollas y lozas muy hermosas, vidriadas y de extremadas labores y hechuras", que tanto sorprendió á los Conquistadores Españoles y han hecho arqueológicamente famosas las alfarerías de la región de los Pueblos[337].

Fig. 221.—Jefe Sioux.

Los hombres cultivaban los campos, tejían mantas y arreos en telares más ó menos primitivos, discutían los intereses de [234] su aldea en tiempo de paz y preparaban sus expediciones militares en caso de guerra. Las casas comunales de los Pueblos, en general muy limpias y bien repartidas, tenían todas su estufa ó kiva, donde dormían los mancebos y se reunían los ancianos y sacerdotes. Se excavaban estas estufas en los patios ó lugares de fácil acceso, eran redondas ó cuadradas, bajo tierra, con pilares de pino y suelo de losas grandes y lisas, donde se encendía un fogón para que sustentara el calor del recinto y se pudiera estar dentro como en un baño caliente. El techo, visible sobre la superficie de la tierra, tenía un agujero de entrada y otro más pequeño para que salieran los humos. En las murallas estaban pintados animales y seres legendarios, con colores brillantes y simbólicos.

Fig. 222.—Jefe Sioux.

Los habitantes de los Pueblos eran monógamos. Los jóvenes, antes de contraer matrimonio, servían á la Comunidad, y sólo tomaban mujer cuando así lo disponía el Consejo de ancianos en discusión solemne. Las mujeres casadas se cubrían con capotes de cuero pulidos y mantas anudadas en el hombro izquierdo y atadas con cinturones de algodón y hebilla de turquesas. Los hijos pertenecían al clan ó linaje de la madre (matriarcado) y las hijas heredaban sus efectos personales. Los linajes eran muy numerosos y estaban reunidos por aldeas y no por tribus. En cada aldea había un jefe de paz ó gobernador, al que asesoraba el Consejo de ancianos, y un jefe militar, nombrado por sus proezas. No se conocía la propiedad privada de la tierra, aunque se respetaba mientras duraba, la ocupación individual ó familiar de las parcelas cultivables.

Cultivaban cuidadosamente estas tribus el maíz, el algodón, el [235] tabaco, las judías, etc., y regaban sus campos con acequias bien construídas, que también utilizaban para los servicios domésticos.

Fig. 223.—Indio de los Pueblos (Cochiti).

Fig. 224.—Mujer Seri (Isla Tiburón) con su pintura característica.

Eran excesivamente religiosos. Los sacerdotes y hechiceros, agrupados casi siempre en sociedades secretas, tenían á su cargo todas las ceremonias y ritos. Los cultos religiosos ó mágicos eran largos y complicados. Entre los Hopis, por ejemplo, se dedicaban mensualmente 10 y hasta 15 días á las prácticas religiosas, dirigidas por una ó por otra de las sociedades rituales. La parte secreta de estas ceremonias se celebraba en las estufas ó kivas, construyendo en ellas altares, semejantes á los Navajos, de arenas multicolores, y la parte pública de las mismas terminaba casi siempre con un regocijo espectacular y ruidoso, en el que los juglares (koshare ó delight-makers) exhibían sus habilidades dramáticas y lanzaban como dardos sus chanzas intencionadas y malévolas. En algunas ceremonias, y para hacer más eficaces las oraciones á los antepasados de los clanes ó linajes (katcinas), se personificaban sus espíritus con trajes y máscaras simbólicas. El principal objeto de todos estos ritos religiosos era el atraer la lluvia [236] para obtener buenas cosechas. Dada la aridez de las regiones en que estas tribus vivían[338], la lluvia para ellas era cuestión de vida ó muerte.

Fig. 225.—Black Hawk. Jefe de la tribu Sauk.

En general, las tribus de los Pueblos eran pacíficas, ordenadas y relativamente morales y cultas. Castigaban severísimamente las brujerías y vicios nefandos y estaban exentos del canibalismo y los sacrificios humanos, que tan negra mancha arrojan sobre las culturas Aztecas y Chibchas[339].


[237]

CUESTIONARIO

1.—¿Existe alguna clasificación etnológica cierta de las tribus Indias de la América del Norte?

2.—¿Cuál es la más aproximada á la verdad histórica?

3.—¿Dónde habitaban las tribus de la familia Esquimal?

4.—¿Cuáles fueron sus costumbres peculiares?

5.—¿Dónde habitaban las tribus de la familia lingüística Athapasca?

6.—¿Qué arte cultivaron preferente los Navajos, etc.?

7.—¿Qué territorios ocupaban las tribus Algonquinas?

8.—¿Qué tuvieron de notable en sus notas culturales?

9.—¿Dónde habitaban las tribus Iroquesas?

10.—¿Qué Naciones ó gentes formaban la Confederación Iroquesa?

11.—¿Cuál fué la organización social y política de la referida Confederación?

12.—¿Qué importancia histórica y social tuvo la Confederación Iroquesa?

13.—¿Cuáles fueron los rasgos peculiares de la vida social de los Iroqueses?

14.—¿Cuáles fueron las tribus principales de la familia Iroquesa y qué territorios ocupan actualmente?

15.—¿Qué peculiaridades etnológicas distinguen á las tribus Muskokis?

[238] 16.—¿Quiénes eran los Natchez?

17.—¿Qué territorios habitaban las tribus Dakotas ó Sioux?

18.—¿Cuáles fueron los rasgos característicos de su vida social é historia?

19.—¿Cuál fué el factor principal de su vida, creencias, etc.?

20.—¿Quiénes fueron los Mandanes?

21.—¿Dónde habitaban las tribus Tlinkits, Haydahs, etc.?

22.—¿Qué límites probables tenía la Región de los Pueblos?

23.—¿Qué costumbres peculiares caracterizan á las tribus de esta Región?

24.—¿A qué grado cultural alcanzaron?

25.—¿Cuáles fueron sus ritos y creencias religiosas características y cuáles los productos de sus actividades estéticas?


[239]

REFERENCIAS

Generales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores. Winsor, op. cit., vol. I, chap. V (George E. Ellis). Higginson, Larger History, I-26. Bancroft, op. cit., vols. I-IV, etc., etc.

Especiales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores y en las notas del presente.

Fuentes.—Los antiguos cronistas Españoles (Oviedo, Herrera, etc.); los Documentos Inéditos, (Pacheco y Cárdenas); las Memorias y Descripciones de Misioneros (Champlain, Lebeuf, etc.); las Jesuit Relations; los exploradores y colonizadores ingleses, en especial Cap. John Smith, True Relation; Carver, Travels through North America; Jones, Antiquities of the Southern Indians; Loskiel, Mission of the United Brethren among the Indians; De Bry, Grands et petits voyages; Hakluyt, Principal Navigations, etc., etc.; las Memorias anuales de la Oficina de Etnología de Washington (B. A. E.); de la Smithsonian Institution, Peabody Museum, etc.; las citadas en los capítulos anteriores, y las mencionadas en las notas del presente.

Bibliografía.Hand Book Am. Ind. North of Mexico, I (B. A. E.). Winsor, op. cit., caps. III-V y apces I á VI, vol. I. Bancroft, Nat. Races, vols. I á IV. Brinton, Aboriginal American Authors. Farrand, op. cit., pág. 273 y sig. Reports (B. A. E.) citados; Channing & Hart, Guide to Am. History, y las mencionadas en los anteriores capítulos.


[240]

CAPÍTULO VII
TRIBUS DE MÉJICO Y AMÉRICA CENTRAL

1.—La familia Uto-Azteca. 2.—Shoshoneanos. 3.—Sonoras. 4.—La Confederación Azteca. 5.—La guerra. 6.—Tributos y modo de recolectarlos. 7.—El derecho á las tierras y su distribución. 8.—Gobierno y organización social. 9.—La esclavitud. 10.—La familia. 11.—Los mercados. 12.—Tribus de Michoacan Nicaragua, etc. 13.—Los Mayas. 14.—Los calendarios. 15.—Agricultura. 16.—Artes mecánicas. 17.—Pintura y Escultura. 18.—La escritura simbólica. 19.—La Arquitectura. 20.—Religión y Magia. 21.—El Sacerdocio y su influencia. 22.—Conclusiones generales.

La familia Uto-Azteca.

1.—De todas las familias lingüísticas del Norte de América, la llamada Uto-Azteca es acaso la más interesante para nuestra historia, no sólo por su gran extensión territorial y su luctuosa resistencia á los Conquistadores Españoles, sino por la singular cultura á que alcanzaron muchos de sus miembros.

Fig. 226.—Ruinas del Templo de Chichen-Itza.

Se hablaban dialectos Uto-Aztecas desde el Itsmo de Panamá hasta las orillas del Río Colombia en el Estado de Oregón (E. U.), y desde las costas del Océano Pacífico hasta el Golfo de Méjico[340].

Las principales tribus de esta familia lingüística eran las Shos-honeanas, en el Norte, las de Sonora, Chihuahua, etc., en [241] el Centro, y las de los Nahuas ó Aztecas, en el Sur. La lengua de estas últimas tribus (Nahuatl) predominó sobre las demás. Sin perder su carácter aglutinante é incorporativo, llegó á tener formas fijas, sonidos relativamente armoniosos y aun principios de inflexión. La unidad de origen lingüístico de las tribus de la familia Uto-Azteca es hoy para los filólogos un hecho indiscutible[341].

Fig. 227.—El Lago de Méjico, según Clavijero.

Shoshoneanos.

2.—Los Shoshoneanos, con sus numerosas bandas, ocupaban hasta el siglo pasado el territorio que se extiende desde [242] el Río Columbia hasta el Estado de Durango, en Méjico. Pertenecen á este grupo lingüístico los formidables Comanches, de cultura y costumbres muy semejantes á las de los Sioux ó Dakotas y los Hopis ó Moquis, de la región de los Pueblos (Arizona), cuya superior cultura describimos en los capítulos anteriores[342].

Sonoras.

3.—Las tribus más interesantes de la rama de los Sonoras fueron los Pimas (Valles del Río Gila, etc.) y los "Tarahumares" y "Huichols" de las cercanías de la Sierra Madre. Merecen los Pimas especial atención, no sólo por ser ellos ó sus antepasados inmediatos los constructores de los hoy ruinosos monumentos conocidos con el nombre de "Casas Grandes" (Chihuahua), sino por sus adecuadas viviendas de adobe y extensa irrigación de sus campos.

La cultura de estas tribus es muy semejante á la descrita de la región de los Pueblos. La evangelización de las aldeas de los Pimas (Pimería alta y baja) por el extraordinario y apostólico P. Kino es uno de los episodios más brillantes de la historia de la Compañía de Jesús en América[343].

Los "Tarahumares" y "Huichols" fueron tribus tranquilas, laboriosas y sedentarias, que conservan hasta hoy la mayoría de los ritos, costumbres y creencias mágicorreligiosas que es[243]tudiaron en sus rancherías los misioneros de los siglos xvii y xviii[344].

Fig. 228.—Ruinas del Palacio de Chichen Itza (Yucatán).

La Confederación Azteca.

4.—Entendemos por tribus Aztecas, Nahuatl ó Mejicanas los de la familia Uto-Azteca, que hablaban la lengua Nahualt. Ocupaban estas tribus la cuenca del Océano Pacífico y regiones montañosas adyacentes, desde el Río del Fuerte, en Sinaloa (26° lat. Norte), á las fronteras actuales de Guatemala, excepto una pequeña parte del Itsmo de Tehuantepec Las agrupaciones más poderosas de esta familia lingüística formaron en la meseta del Anahuac, la célebre Liga ó Confederación Azteca, llamada comúnmente Imperio de Montezuma ó Mejicano. Componían esta Confederación las tres poblaciones de Tenochtitlan ó Méjico, Tlacopan y Tezcuco, con sus territorios propios y los de sus tributarios. La capital de la Confederación y el asiento de su Gobierno estaban en Tenochtitlan, situado estratégi[244]camente en el centro de uno de los lagos (Tezcuco), del estupendo valle de Méjico, que circundan las elevadísimas y volcánicas cumbres del "Popocatepetl" ó "montaña que humea" y el "Ixtaccihuatl" ó "mujer que duerme"[345]. A semejanza de los Confederados Iroqueses, los Mejicanos tenían obligación de ayudarse mutuamente en sus guerras, de cuyo botín pertenecía una quinta parte á Tlacopan y cuatro quintas á Méjico y Tezcuco.

Fig. 229.—Ruinas de Mitla.

Reducida al principio la Confederación á los límites del valle de Méjico, traspasó bien pronto sus escarpados baluartes, y al principio del siglo xvi, años antes de la Conquista Española, alcanzaban sus dominios hasta Nicaragua por el Sur y desde el Mar Pacífico hasta el Atlántico[346].

[245] No corresponde á nuestro elemental estudio el dilucidar críticamente las incertidumbres y oscuridades del origen é historia precolombiana de los Aztecas, ni mucho menos la de sus antepasados, Toltecas, Chichimecas, etc., cuya existencia misma es discutible y cuyo pasado se esfuma entre las nieblas prehistóricas.

Fig. 230.—Bajo relieve del Santuario de Chichen Itza.

Prescindiremos, pues, de tales investigaciones, limitándonos á exponer el verdadero carácter histórico de la Confederación Azteca y las principales causas y elementos sociales, etc., que contribuyeron á elevar la cultura de sus tribus[347].

La guerra.

5.—Los Mejicanos propiamente dichos pertenecían al orden más elevado de las tribus Americanas sedentarias. Su principal ocupación no fué, sin embargo, la Agricultura, sino la guerra. No haciéndola se consideraban "ociosos". No tenían ejércitos permanentes. Todos los hombres hábiles de la tribu se consideraban como guerreros, y desde su niñez se les educaba para la lucha. Las armas se guardaban en almacenes públicos (tlacochalco), adjuntos al templo principal (teo-calli), pertenecían á la comunidad y se repartían á los jefes y guerreros cuando así lo ordenaba el Consejo. No había nobleza de ninguna especie. Los capitanejos eran tales, mientras se les consideraba dignos de serlo. Había entre ellos categorías y grados militares, según fueran simples jefes de clan ó linaje, ó jefes distinguidos de las cuatro secciones (calpulli) en que estaba dividido Méjico. [246] Sobre todos estos jefes secundarios estaba el "tlacalecuhli" ó "jefe de hombres", llamado "emperador ó rey" por los antiguos cronistas[348]. Este jefe superior no fué absoluto ni autocrático. Su autoridad y posible despotismo estaba limitado por el Consejo Supremo (Tlacopan) y por el jefe civil superior que con él alternaba en el mando. Su cargo era electivo dentro de determinado clan ó linaje, vitalicio, y gozaba, mediante su solemne consagración, de privilegios y poderes sacerdotales[349]. Podía también ser desposeído del cargo, como lo fué el desgraciado "Motezuma" en las luchas con los Españoles. Cubríase el "jefe de hombres" de arreos brillantes y multicolores enjalmas, y sólo él y su asociado civil ó "cihuacohuatl", de que más adelante hablaremos, podían llevar aquellas "calaveras de plumería con sus penachos verdes y rodelas de lo mismo" y aquellas "ajorcas y pulseras de oro y plumas en la nariz, los brazos y los tobillos", de que nos dan aproximada idea los hermosos relieves de la llamada "Cruz de Palenque"[350].

Fig. 231.—Tipos Mayas (actuales).

La guerra se hacía con cualquier pretexto, las más de las veces sin ninguno, y tenía en primer lugar por objeto procurarse subsistencias, y en segundo obtener víctimas humanas para satisfacer las exigencias de un culto que exigía sacrificios sangrientos por lo menos veinte veces en el año.

[247] Las campañas se decidían por el Consejo y se proclamaban en los "teo-callis" con enormes atambores de tañido triste y solemne[351]. Se movilizaban en seguida jefes y guerreros, se convocaban los tributarios, se repartían armas y provisiones y hasta se formaba un convoy auxiliar, necesariamente limitado por la corta duración de las expediciones y por la falta de animales de arrastre.

Fig. 232.—Ruinas del Templo de Xochicalco.

Una vez reunidos los guerreros y sus auxiliares, emprendían juntos la marcha hacia el territorio enemigo, ó mejor dicho, hacia la zona desierta que separaba entre sí las diversas tribus. Allí se detenían, lanzaban sus gritos de guerra, que el enemigo contestaba á lo lejos, y tomaban después en silencio sus posiciones estratégicas, sin turbar hasta que amanecía la traidora serenidad de la terrible noche que precede á todo ataque indio.

Apenas rayaba el alba, avanzaban entre fieros aullidos, ini[248]ciando con furia la salvaje lucha de retiradas aparentes, emboscadas felinas y refriegas largas y sangrientas, que no cesaba hasta que uno ú otro de los combatientes cedía el campo[352] é iniciaba la retirada hacia las cabañas ó defensas. Si los vencidos conseguían detener á sus perseguidores con algún obstáculo natural (declives de montaña, barrancos, ríos, etc.) ó artificial (albarradas, murallones, cercas de piedra, etcétera)[353], contentábanse los Mejicanos con el botín del campo de batalla, aseguraban los cautivos con yugos de madera, ó cortándoles los tendones de los pies si hacían resistencia, y los llevaban á Méjico para sacrificarlos.

Fig. 233.—Sacerdote Hopi (Danza de la Serpiente).

Si los vencidos no podían refugiarse convenientemente, entraban los Mejicanos á sangre y fuego en sus aldeas, hasta que hacían Señales de paz, [249] se declaraban sometidos y pagaban por adelantado un año de tributo. A veces los Mejicanos atacaban de noche y sin previo aviso. La escena de estas sorpresas nocturnas, verdaderos asaltos de tigres entre tinieblas, puede acaso imaginarse, pero no se describe fácilmente.

Fig. 234.—Página del Códice Cortesiano.

Claro es que las tribus más poderosas y audaces eran aquellas cuya situación defensiva, natural ó artificial, era menos vulnerable. El pueblo de «Tenochtitlan», rodeado por todas partes de agua, merced á sus calzadas y sus acequias[354], ocupaba una posición prácticamente inexpugnable para los guerreros indios del siglo xv. Como más adelante veremos, su extraordinaria resistencia al heroico asedio de los Conquistadores españoles del siglo xvi, es una de las más hermosas páginas de la historia militar de la desgraciada raza indígena.

Fig. 235.--Teocalli en Palenque.

[250]

Tributos y modo de recolectarlos.

6.—Los Confederados Aztecas no ocupaban nunca con carácter permanente los pueblos conquistados, ni dejaban en ellos guarniciones de ningún género. Se limitaban á imponer á los vencidos pesadas cargas personales y á exigirles tributos diversos. Los tributarios estaban, por ejemplo, obligados á proporcionar á sus dominadores contingentes de hombres y armas para sus expediciones guerreras y á sostener las huestes de sus tiranos, si decidían acampar en su territorio[355]. La más [251] insignificante resistencia de los tributarios al cumplimiento de sus pesadas cargas, se castigaba por los Confederados incendiando la aldea rehacia, saqueando sus graneros y sacrificando á sus habitantes, sin distinción de edades ni sexos. Los Consejos de las tribus Confederadas nombraban agentes especiales («calpixqui», recolectores de cosechas) para recolectar de los pueblos vencidos la parte de tributo que correspondía á cada uno de ellos.

Fig. 236.—Parte del llamado Palacio de Labna (Yucatán).

La seguridad personal de estos odiados mandatarios estaba sólo garantizada por la reputación de ferocidad de que gozaban los Confederados Aztecas. Los tributos propiamente dichos consistían principalmente en maíz, pero podían también exigir alfarerías, tejidos, ornamentos diversos, esclavos, mujeres, etcétera. Eran llevados á Méjico por correos especiales, que al llegar á su destino informaban, verbalmente ó con pictografías simbólicas, al "jefe de hombres" de lo visto y oído entre los tributarios. Los soldados de Cortés tomaron estos correos indígenas por embajadores, y en tal sentido hablan de ellos sus relaciones y crónicas[356].

El derecho á las tierras y su distribución.

7.—A principios del siglo xvi estaba el pueblo de Méjico dividido en cuatro partes ó barrios, en los que vivían en común los miembros de cada clan, linaje ó grupo de parientes (calpulli), [252] con derecho de usufructo del territorio que ocupaban (calpullalli). Los «calpullis» no podían cambiar, enagenar, ó de otra manera, disponer de sus «calpullallis». Ciertas parcelas de tierra se destinaban á los jefes, pero ni ellos ni sus familias tenían sobre tales tierras derecho alguno de dominio, y debían, por tanto, reintegrarlas al «calpulli» cuando por cualquier motivo cesaban en sus cargos. El conjunto de estos «calpullallis» formaban el territorio tribal (tlaepetlalli), en el que había un area más ó menos feraz y extensa, cuyas cosechas se destinaban privativamente á las necesidades gubernamentales, al mantenimiento de los templos y demás edificios tribales ó á la formación del tributo en los pueblos tributarios.

Fig. 237.—Relieve de Chiapas.

[253] Los calpullallis» estaban divididos en parcelas cultivables («tlalmilli»), que se asignaban por las autoridades del clan ó «calpulli» á los jefes de familia del mismo (patriarcado) para que los cultivaran en beneficio de los suyos. Si dejaban de cultivarlos dos años consecutivos, ó si la familia que lo usufructuaba desaparecía ó salía del «calpulli», pasaba la parcela en análogas condiciones á otra de las familias del linaje[357].

Fig. 238.—Mapa de las ruinas de la Sección Mejicana (México).

Las costumbres hereditarias de los Mejicanos difieren de las de la generalidad de las tribus Americanas. Los efectos personales del difunto (salvo los que se sacrificaban en los funerales) pasaban á sus hijos varones; sus derechos posesorios ó de usufructo sobre la parcela ó «tlalmilli» que le había sido asignada, los heredaba el mayor de sus hijos varones, y á falta de éste, los demás ó los hermanos y tíos del muerto. El mayorazgo tenía obligación de cultivar la parcela heredada y mantener á [254] sus hermanos y hermanas hasta que contraían matrimonio y obtenían á su vez (los varones) otra porción de tierra cultivable. Si alguna de las hijas permanecía soltera por motivos religiosos, era mantenida por el templo. Si alguno de los varones era incapaz ó inválido, el «calpulli», en común, atendía á su miserable subsistencia.

Fig. 239.—Alfarerías Mejicanas.

Gobierno y organización social.

8.—La Sociedad Mejicana aborigen, esencialmente tribal y comunista[358], fué una especie de democracia militar, en la que era electivo todo cargo. La tribu estaba compuesta por veinte linajes (calpullis), agrupados en cuatro fratrias[359].

Como en casi toda América, los «calpullis» Mejicanos tenían sus propias denominaciones totems, sus sacerdocios, ritos, cere[255]monias, arsenales y templos. Estaban también gobernados por un Consejo de Jefes[360] (tehcutli), que á su vez elegía un jefe superior civil (calpullec), y otro militar (ahcacautin ó «hermano mayor»), quien, además de su mando guerrero, ejercía en tiempo de paz funciones penales y policíacas. Eran estos jefes respetadísimos en los «calpullis», y sus cadáveres se cremaban ceremoniosamente[361].

Los «calpullis» estaban agrupados en «fratrias» mágico-religiosas, de carácter esencialmente militar. Las cuatro fratrias Aztecas, por ejemplo, eran, en definitiva, cuatro divisiones ó cohortes de las huestes tribales, con su respectivo capitán ó jefe.

Fig. 240.—Ruinas de Mitla (Grecas).

El conjunto de estos «calpullis» y «fratrias» formaba la tribu, cuyo Gobierno Supremo residía en el Consejo Tribal (tlatocan, lugar de discursos), compuesto de veinte miembros (tlaotani, habladores), uno por cada «calpulli». Reuníase este Consejo una vez cada diez días, salvo casos extraordinarios. Sus facultades eran omnímodas, sus deberes directivos y judiciales, sus decisiones inapelables[362].

[256] Con prudenciales intervalos se reunía también el Consejo en sesión magna y pública, á la que concurrían los veinte «hermanos mayores» de los «calpullis», los capitanes de los fratrias, los jerarcas sacerdotales, etc., etc. En tales juntas tribales extraordinarias podía pedirse la reconsideración de anteriores decisiones del Consejo, fundándose en razones de interés público.

Tenía también la tribu Azteca dos jefes supremos. El jefe ejecutivo civil llevaba el curioso título de «cihua-cohuatl» (serpiente hembra)[363], y era respecto á la tribu lo que el «calpullec» para los clanes. Cuidaba este funcionario de la ejecución de los decretos del Consejo y de la recolección y distribución proporcional de los tributos. Era también juez supremo y lugarteniente del «jefe de hombres»[364].

Fig. 241.—Estatua de Tlaloc (Chichen-Itza).

El jefe militar de la tribu Azteca ó «tlacatecuhli», cuyas funciones hemos especificado anteriormente, lo fué también de la Confederación, cuyo carácter, esencialmente guerrero, dió al oficio de «tlacatecuhli» excepcional importancia. Si á esto se añade la investidura sacerdotal de dicho jefe y la servil veneración de sus subordinados, no es extraño que los antiguos [257] cronistas le tuvieran por rey ó emperador absoluto de los pueblos Mejicanos. El «tlacatecuhli» debía elegirse precisamente de entre los cuatro capitanes de fratrias, y era ungido[365] en el templo principal del "Dios de la Guerra."

Fig. 242.—Pictografías en Sta. Rita (Honduras).

La esclavitud.

9.—Aunque el carácter igualitario de las sociedades Americanas excluye la idea de clases ó castas[366], la esclavitud existía entre los Mejicanos en forma limitada y rudimentaria. Eran tenidos por esclavos los expulsados de los «calpullis» por su mala conducta, y en especial los que dejaban dos años sin cultivo la parcela de tierra que les había sido asignada. El que así delinquía contra su «calpulli» era considerado como indigno de pertenecer á él, y si no quería morirse de hambre debía perder su libertad y trabajar en una parcela ajena por la miserable pitanza que su legal poseedor se [258] dignara concederle. Tenía éste sobre su esclavo una especie de posesión exclusiva (adversus omnes), un indiscutible derecho á usufructuar su trabajo y aprovecharlo para cultivar su tierra. Si el esclavo persistía en su indolencia, era castigado con penas infamantes; si recalcitraba, era entregado á los sacerdotes para los sacrificios. Así se fué formando entre los Aztecas una casta especial y despreciada de parias, que inicia la esclavitud y robustece la idea de la propiedad individual en las primitivas agrupaciones indígenas[367].

Fig. 243.—El "Tlacatecuhli" ó Jefe de hombres.

La familia.

10.—La familia Azteca se basaba generalmente en el patriarcado. Los «calpullis» observaban la ley de exogamia. La mujer se consideraba como propiedad individual y exclusiva [259] del marido, siendo los lazos matrimoniales más fuertes que en las demás tribus del Norte de América. El «calpulli» arreglaba privativamente los enlaces[368] y castigaba severamente á los adúlteros, que eran expulsados del «calpulli», perdían su protección y se convertían en parias. Las leyes sociales del «calpulli» prescribían terminantemente el matrimonio de todos sus miembros. Los que se negaban (salvo votos religiosos) á contraerlo, tenían la misma pena que los adúlteros[369]. Claro es [260] que no teniendo estas prohibiciones de interés social base moral propiamente dicha, no consiguieron evitar el concubinato, que era lícito, y sólo limitado por la situación económica del individuo, ni modificar en las tribus Aztecas los bestiales excesos y nefandos vicios que los carcomieron y aniquilaron con su gangrena abyecta[370].

Fig. 244.—Piedra del Sol (Museo de Méjico).

Mercados.

11.—El patriarcado, la esclavitud, las costumbres matrimoniales y las hereditarias de los Aztecas demuestran claramente que el concepto del valor é importancia de la propiedad personal había hecho camino en el primitivo Méjico. Confirma esta importante conclusión histórica la indudable existencia en los poblados Aztecas de mercados y ferias regulares y frecuentes. Celebrábanse tales mercados cada cinco días. El tráfico era activísimo. Se trocaban granos, cacao, alimentos, bebidas, vestidos, ornamentos, útiles, armas, alfarerías[371] y demás objetos necesarios para la vida material del indígena, para el adorno y sostenimiento de sus mansiones comunales y para la provisión de aquellos ágapes bárbaros, cuya abundancia y suntuosidad tanto deslumbraron á los Conquistadores Españoles, que no vacilaron en compararlos con los opulentos festines de la antigüedad clásica[372].

No se usaban en los mercados pesas ni medidas. Las transacciones eran simples permutas, sin moneda ó intermediario de cambios, á no ser que consideremos como tal á aquellos [261] «zontlis» y «xiquipiles» de cacao, á aquellos "cañutillos de ansarones llenos de granitos de oro" ó á los pedacitos de estaño ó cobre en forma de T, de que nos hablan los antiguos cronistas[373]. Había en estos mercados tribunales de justicia. Los robos y demás delitos eran frecuentes, el enjuiciamiento sumario y las penas cruelísimas y bárbaras[374].

Tribus de Michoacan, Nicaragua, etcétera.

12.—No estuvo limitada la civilización Azteca, que en sus rasgos esenciales dejamos descrita, al territorio del Anahuac y sus cercanías. Con raras excepciones las tribus principales de la llamada por los Arqueólogos Norteamericanos «Sección Mejicana» (División del Pacífico)[375], no obstante pertenecer á distintas familias lingüísticas, se diferenciaron poco en sus culturas. No es aventurado, pues, el considerarlas como vástagos ó desmembraciones de un mismo tronco etnológico, de una civilización única en su antigüedad y orígenes, en vez de estudiarlas como grupos culturales distintos, desarrollados á la par en regiones geográficas diferentes[376].

Fig. 245.—Idolo de un templo Maya.

Acaso la organización político-social de la Confederación Azteca [262] fué superior á la de sus vecinos; pero es indudable que aventajaron algunos de éstos á las tribus Nahuatl en otros aspectos de su cultura indígena.

Fig. 246.—Pirámide del Sol en San Juan (Teotihuacán).

Los Tarascos de Michoacan formaron pueblos progresivos y sedentarios. Sus habitaciones de piedra y mezcla, sus orfebrerías y trabajos en pluma y sus admirables armaduras, rodelas, escarcelones, etc., etc., atestiguan sus adelantos materiales. Su lengua era además armoniosa y llena de vocales, sus ritos y ceremonias complicadísimos[377]. Los Otomis, vecinos de los anteriores (Chiapas, Guerrero, etc.), cuya lengua era de las más extendidas en el Méjico del siglo xvi, no fueron tan salvajes como algunos cronistas los pintan. Eran tributarios de la Confederación Azteca, supieron cultivar sus feraces tierras y se distinguieron por sus endechas, cantares y musical instinto[378].

[263] Los Totonecas (Veracruz, etc.) fueron los probables constructores de las pirámides y templos de Teotihuacán. Aunque tributarios también de los Aztecas, les superaban en cultura. En su principal población, la célebre Cempoalla, abundaban las casas de piedra, rodeadas de jardines hermosísimos. Describen esta ciudad los antiguos cronistas como un verdadero «paraíso terrestre», juicio que no parece muy exajerado, teniendo en cuenta la situación geográfica de estos pueblos y las notables ruinas en ellos descubiertas.

Los Zapotecas de Oaxaca y sus vecinos los Mixtecas (Guerrero y costa del Pacífico), formaban agrupaciones poderosas independientes y de avanzada cultura. Era tradicional creencia en los primeros que las imponentes ruinas de Mitla, llamadas en su lengua «Ryo-Ba» ó "entrada á la tumba", con sus enormes palacios de grandes salones y monolíticas columnas, fueron sepulcro de sus antepasados. Supieron también los Mixtecas perpetuar en jeroglíficos la memoria de sus mitológicas leyendas. La lengua Zapoteca no dejaba de ser armoniosa. Fué conocida en Méjico con el nombre de «ticha-za» ó «lengua de los nobles».

Los Mayas.

13.—Dejando de lado algunas otras tribus de menor importancia histórica que también poblaban los territorios de Méjico, Guatemala, Nicaragua y Honduras á principios del siglo xvi[379], estudiaremos sólo las pertenecientes á la familia lingüística «Maya Quiche», que por el número y poderío de sus centros de población predominaron, al par de los Aztecas, sobre [264] todos los demás grupos indígenas de la "Sección Mejicana".

Con excepción de los Huaxtecas, que habitaban al Norte del Estado de Veracruz y Sur del de Taumalipas (Río Panuco y Golfo de Méjico), todas las tribus de la familia Maya-Quiche vivían en territorios contiguos.

Fig. 247.—Lámina del Códice "Porfirio Díaz" (Mus. Méjico).

Los Mayas propiamente dichos ocupaban los actuales Estados del Yucatán, Campeche y parte del de Chiapas, y los Quiches y Cakchiquels se extendían hacia el Sur, en la República de Guatemala[380].

Alcanzaron estas tribus el alto grado de cultura. Su remota afinidad con sus vecinos los Nahuatl parece desprenderse de sus tradiciones, confirmadas en este punto por las investigaciones modernas[381].

Fig. 248.--Lámina del "_Códice Colombino_" (Museo de Méjico).

[265] Los Mayas eran muy cobrizos, de cráneo achatado (deformación artificial), bajos y muy fuertes. Cuando por vez primera los visitaron los Españoles, encontráronlos divididos en gran número de grupos tribales independientes, fragmentos acaso de la legendaria Confederación de Nachan, Colhuacan (Ciudad de la Serpiente) ó Xibalba, fundada por el fabuloso semidios Votan en sus peregrinaciones mesiánicas[382].

Con certeza, sabemos muy poco de los usos, organización social y costumbres de estas tribus. Vivían principalmente de [266] sus cosechas de maíz. Sabían aprovechar la miel y la cera de las abejas; eran tejedores habilísimos y teñían sus finas vestiduras de algodón y sus preciosas plumas con matices duraderos y brillantes[383]. Con sus fuertes canoas llegaron hasta Cuba y mantuvieron con las tribus meridionales de las costas del Golfo continuo y provechoso tráfico[384].

De la historia y complicados mitos de los Maya-Quiches, sólo encontramos en las crónicas noticias dudosas y fragmentarias[385]. Su Mitología y tradiciones han llegado, sin embargo, hasta nosotros, si es que aceptamos, sin beneficio de inventario, las copias y traducciones del célebre "Popol Vuh"[386], libro sagrado de los Quiches Precolombianos, ó los datos que nos proporcionan los "Anales de los Cakchiquels" y los "Libros de Chilam-Balam", recopilados á principios del siglo xvi por algunos indígenas Yucatecos[387].

[267]

Calendarios.

14.—Una de las pruebas más convincentes de la afinidad de las tribus de la "Sección Mejicana" es la extensión y semejanza de su peculiarísimo sistema de medir el tiempo.

Fig. 249.—Relieves de Chiapas.

El año solar Mejicano, etc., tenía 365 días. Los años se agrupaban en ciclos de 52 y sub-ciclos ó indicciones de cuatro, y se dividían en dos partes, una de 360 días, ó sean 18 meses de 20 días, y otra de cinco días, que se añadían al último mes para completar los 365 días del año. Cada uno de los 20 días del mes tenía su nombre y símbolo. Los sacerdotes, sin embargo, numeraban los días sólo desde el 1 hasta el 13 (número sagrado), repitiendo los nombres y números, á contar del décimotercio. En esta forma, los días del mismo número y nombre sólo ocurrían cada trece meses de veinte días, que formaban el año lunar ó religioso (260 días), distinto del solar ú ordinario (365). Los días se [268] indicaban también con signos especiales de significado místico, semejantes á los esculpidos en la célebre y enorme "piedra del sol", descubierta en la plaza de Méjico[388]. El calendario ceremonial ó astrológico fijaba las fechas de los festivales y sacrificios y servía también á los sacerdotes para combinar sus cábalas, predicciones y horóscopos[389].

Agricultura.

15.—Ya hemos visto que las tribus de la "Sección Mejicana" fueron esencialmente sedentarias, y que el maíz se cultivaba extensamente. Los campos, en general pequeños, estaban bien roturados y se regaban con acequias. Se cultivaban también en casi todas las tribus el cacao, el magüey ó áloe (Agave Americana), de usos variados é importantes (papel, pulque, etc.), el algodón, que tejían hábilmente, la pimienta, las judías y frutas diversas. Los trabajos agrícolas se consideraban honrosos, y á ellos se dedicaban todos los varones hábiles del grupo, exceptuando los sacerdotes, los funcionarios públicos y los jefes militares[390].

Artes mecánicas.

16.—Son indudables los progresos de las tribus "Nahuatl" en las Artes Mecánicas. Puede decirse que habían alcanzado la edad del bronce. Muchas de sus armas, adornos y utensilios eran de esta aleación. Fueron orfebres habilísimos. Las arracadas, zarcillos, ajorcas, collaricos, moscadores, ventalles, etc., que envió Cortés al Emperador Carlos V, asombraron á la Corte Española. Las alfarerías Mejicanas, en especial las de la región [269] Meridional, nada tenían que envidiar á las de sus vecinos de la región de los Pueblos[391].

Fig. 250.—Mapa ruinas de la Sección Mejicana (América Central).

Escultura y pintura.

17.—Poco tenemos que añadir á lo dicho en otro capítulo, al hablar en general de la pintura y escultura indígenas. Es indiscutible que las esculturas Mejicanas, sus ornamentados y colosales ídolos, sus formas animales, y los variadísimos adornos de sus máscaras, discos, vasos, columnas, etc., dan la nota más alta de las actividades estéticas de la Raza Americana [270] primitiva, pero también es cierto que en ninguno de los restos llegados hasta nosotros como muestras de los perdidos ó destrozados por las devastaciones del tiempo y de las guerras, encontramos algo que pueda calificarse de verdadera y exclusivamente artístico.

Otro tanto puede decirse respecto á la pintura. Las pictografías de los escasos Códices genuinamente Precolombianos, que han podido conservarse hasta hoy, y los laberínticos y desproporcionados dibujos de algunos edificios en ruinas, son imitaciones convencionales de formas vivas, sin arte, armonía ni belleza[392].

La escritura.

18.—Muchas tribus de la "Sección Mejicana", y en especial los Cakchiquels, Quiches y Mayas, se aproximaron en sus pictografías simbólicas al sistema de escritura fonético.

Si bien se ha observado que los Aztecas no pasaron del sistema de escritura jeroglífico, de interpretación convencional de los símbolos, ó sugestión pictográfica de ideas asociadas, llamada por algunos autores escritura "ikonomática"[393], parece ser que los Mayas adelantaron un paso más hacia el sistema alfabético, representando con sus símbolos "calculiformes", verdaderos sonidos silábicos. Este probabilísimo carácter fonético de las pictografías de la familia Maya, las separan claramente de las Nahuatl, con las que algunos autores las confunden[394].

[271]

Fig. 251.—Cuchillo de Silice, mango de madera, con incrustaciones de turquesas (Coll. Hertz).

Tanto las pictografías Nahuatl como las Maya-Quiches eran de colores brillantes y se hacían en pieles preparadas al efecto, en tejidos de algodón ó fibras de áloe (magüey) y en las columnas, muros, etc., de los templos y demás edificios públicos. Sus objetos eran generalmente administrativos, ceremoniales, religiosos ó mnemónicos.

El tiempo y las continuas y destructoras guerras por una parte, y por la otra el equivocado celo de algunos eclesiásticos de pasados siglos[395], han destruído casi todos estos preciosos ejemplares pictográficos, imposibilitando hasta hoy la interpretación de los poquísimos é incompletos Códices indiscutiblemente Precolombianos que se guardan en Bibliotecas y Museos y la de las inscripciones talladas con símbolos idénticos en las numerosas ruinas de la América Central y de Méjico.

No pueden, por tanto, considerarse tales Códices, etc., como documentos históricos, propiamente dichos, sino como monumentos arqueológicos, que demuestran por comparación la superioridad cultural de los Mayas sobre las demás tribus de la primitiva América[396].

Arquitectura.

19.—Patentizan también esta superioridad cultural los innegables progresos de su arquitectura, evidenciados por las rui[272]nas de sus templos, palacios, etc. Corresponde á los arqueólogos el detenido estudio de estas ruinas, por lo que nos limitaremos nosotros á mencionar los más notables.

Fig. 252.—El Anahuac según Clavijero.

Partiendo de Zacatecas hacia el Sur, encontramos los murallones y pirámides truncadas de "Los Edificios". Ya en el [273] Anahuac, y en el probable sitio de la histórica Tula, descubrimos fragmentos de cariátides y columnas talladas, entre otras ruinas de casas ó templos. Al N. E. de la ciudad de Méjico, y en la célebre Teotihuacán (Ciudad de los Dioses), divisamos las gigantescas pirámides del Sol y de la Luna y los montículos y restos megalíticos que bordean el "Camino de los muertos".

De la opulenta "Tenochtitlan" ó Méjico del siglo xvi nada queda ni se ha descubierto, exceptuando algunas horribles imágenes y el supuesto calendario de piedra porfírica de que hablamos anteriormente.

En las ruinas de Xochicalco (Nahuas) podemos todavía admirar el cerro perforado, con galerías y túneles, escalonado en amplias terrazas y coronado con una especie de templo-pirámide de granito cubierto de relieves y dibujos emblemáticos. Al Oeste de Puebla de los Angeles está la conocida Pirámide de Cholula, y al entrar en el Estado de Oaxaca las grandiosas é interesantes ruinas de Mitla, con sus enormes recintos de columnas simplicísimas y sus murallas pétreas, cuajadas de pictografías y tallas de abigarradas líneas, colores y formas[397].

Siguiendo hacia el Este, hasta los valles del Río Usumacinta, hallamos las pirámides, teo-callis y palacios ruinosos de Palenque, cuyas talladas losas, numerosas tumbas y colosales estátuas de figuras tranquilas, solemnes y en actitud adorante han hecho pensar á algunos Arqueólogos que la majestuosa Palenque fué tal vez un lugar sagrado ó centro religioso donde se congregaba [274] un pueblo de devotos y residía el alto sacerdocio de los Mayas.

Fig. 253.—Tubería de Terra-cota en Oaxaca.

Al Oeste, y en la región de los Lacandones, encontramos las ruinas de la misteriosa "Lorillard City", y penetrando en la península del Yucatán llegamos á las estupendas construcciones de Uxmal; á la magnífica "Casa del Gobernador", con sus complicadas tallas; al "Palacio de las Monjas" y la "Cueva del Mago"; á las no menos asombrosas de "Chichen Itza", la llamada "Torre del Caracol" y al "Castillo", de hermosas columnas imitando serpientes; á las reliquias, también ophíticas, de "Tikal", etcétera, y, por fin, á los soberbios despojos monolíticos de "Copan" (Honduras-Chorti), la ciudad sagrada de los Mayas, que con las mencionadas ruinas del Yucatán representan la cúspide cultural de la Sección Mejicana, la nota arquitectónica más alta de los artífices y constructores indígenas[398].

[275]

Religión y Magia.

20.—Los rasgos esenciales de las creencias mágico-religiosas y de las Mitologías Uto-Aztecas y Mayas son los mismos que los del resto de las tribus aborígenes. Claro es que el transcurso del tiempo y la prolongada residencia en un mismo territorio de grupos tribales populosos, complicaron los cultos y engrandecieron los templos; pero si prescindimos de algunas divinidades características ("Huitzlipochli", "Tlaloc", etc.) y algunas ceremonias peculiares, cuyo estudio excede los límites de este Compendio, poco ó nada tenemos que añadir á lo ya manifestado en los capítulos IV y V de este Título.

Fig. 254.—Tumba cruciforme (Oaxaca).

Las abominaciones de la magia, los sacrificios humanos y la antropofagia ritual, predominaron horriblemente. Las legendarias predicaciones del Suave "Quetzatcoatl" de los Aztecas ó del Votan de los Mayas, no consiguieron moderar la crueldad refinada y la sed de sangre de aquellas muchedumbres bárbaras, que, incitadas hasta al delirio por sus sacerdotes, sacrificaban anualmente millares de víctimas en las repugnantes aras de sus divinidades guerreras, para devorar sus palpitantes miembros en horroroso festín de caníbales[399].

[276]

El sacerdocio y su influencia.

21.—Formaban estos sacerdotes, á principios del siglo xvi, una clase social organizada y preponderante. Los "shamanes", magos y hechiceros de las tribus de la América del Norte se convirtieron en la "Sección Mejicana" en un cuerpo definido y de jerarquía complicada y estricta, cuya influencia política fué paulatinamente aumentando y sobreponiéndose á la de los guerreros, hasta adquirir en casi todos los grupos tribales un predominio absoluto y despótico[400].

Fig. 255.—Casa de las columnas de Mitla.

Esta preponderancia política de los sacerdotes, su afán de ostentación en las ceremonias, su prurito de conservar entre unos pocos iniciados el secreto de sus pretendidos poderes míticos (escritura jeroglífica, calendarios, etc.) y su natural deseo de aumentar el tamaño y bárbara suntuosidad de los teo-callis y demás lugares sagrados, influyeron decisivamente en la evolución cultural de las tribus de Méjico y Centro de América[401].

Conclusiones generales.

22.—El sucinto bosquejo que dejamos apuntado de la llamada Civilización Mejicana esclarece un tanto las causas de su rápida decadencia. La falta de unidad nacional en las tribus Confederadas, el odio contenido de los tributarios á sus implacables tiranos y la envidiosa y constante enemiga de los [277] calpullis mismos entre sí, producían un estado público de continua inquietud y desconfianza.

Si á esto se agregan los degradantes vicios que corrroían aquellas colmenas humanas, sus terrores religiosos y sus hechicerías nefandas, no puede extrañarnos que sobre aquellos enormes falansterios, mezcla extraña de cultura y salvajismo, flotara una especie de anatema misterioso, de profecía trágica y terrible, de destino fatal y sangriento[402].

Vivía, en efecto, el indio Mejicano entre mortificantes alarmas, pululaban los espías hasta en el interior de sus hogares comunales, amargaba sus días el miedo de lo desconocido, afligían sus noches quimeras horrendas. El vaso de su paz estaba lleno de rencores; el goce brutal y efímero de sus triunfos guerreros no podía calmar sus lacerantes angustias[403].

Los comunismos teocrático-militares de los Aztecas y de los Mayas habían edificado con sangre sus ciudades y asentado en iniquidad sus templos. No podían perdurar. Brillaron un punto en la historia con fulgores rojizos, y pasaron después "como el polvo que arrebata el viento en la era y como el humo de sus hogares".


[278]

CUESTIONARIO

1.—¿Cuáles fueron las principales tribus de la familia lingüística Uto-Azteca y qué regiones ocuparon?

2.—¿Qué entendemos por tribus Nahuatl, Aztecas ó Mejicanas y qué territorios ocuparon?

3.—¿Qué tribus formaron la Confederación Azteca y cuál fué su extensión, ciudad principal y carácter?

4.—¿Cómo guerreaban los Mejicanos y con qué objetos?

5.—¿Cómo se designaba y qué atribuciones tenía el "Jefe de hombres"?

6.—¿Puede confundirse este "Jefe supremo militar" con un monarca absoluto?

7.—¿Qué tributos imponían los Mejicanos á los pueblos vencidos y cómo se recolectaban?

8.—¿Llegó la Confederación Azteca á constituir imperio, monarquía ó sociedad civil propiamente dicha?

9.—¿Cómo estaban divididas las tierras en el Méjico indígena y cómo se distribuían y heredaban?

10.—¿Cómo estaban organizadas y cómo se gobernaban las tribus Mejicanas?

11.—¿Hubo esclavos en Méjico? ¿Quiénes lo eran y por qué causas?

[279] 12.—¿Cómo estaba constituida la familia Azteca y cuáles fueron sus costumbres matrimoniales, mortuorias, etc.?

13.—¿Hubo mercados y ferias en Méjico?

14.—¿Cómo se traficaba en tales mercados y qué clase de moneda (si alguna) se empleaba?

15.—¿Qué se sabe de los llamados Toltecas, de los Tarascos, Otomis, Totonecas, Zapotecas, etc., y qué territorios ocuparon estas tribus últimas?

16.—¿Qué se sabe de las tribus de la familia lingüística Maya-Quiche y qué probables afinidades étnicas tuvieron con las tribus Nahuatl?

17.—¿Ha llegado hasta nosotros algo de los ritos, Mitología é Historia de los Maya-Quiches? ¿En qué forma?

18.—¿Qué sistemas peculiares para medir el tiempo tenían las tribus de la Sección Mejicana?

19.—¿Hicieron los Mejicanos y Mayas progresos de consideración en las Artes mecánicas, pintura y escultura?

20.—¿Qué carácter tuvo la escritura ikonomática de los Aztecas y la posiblemente silábica de los Mayas?

21.—¿Cuáles son los más notables restos de las construcciones Aztecas y Mayas?

22.—¿Cuáles fueron las prácticas y creencias mágico-religiosas de las tribus de la Sección Mejicana?

23.—¿Formó el Sacerdocio en ellas clase jerárquica definida?

24.—¿Qué carácter tuvo este Sacerdocio y cuál fué su influencia en las agrupaciones Aztecas y Mayas?

25.—¿Cuáles fueron las principales causas de la decadencia y aniquilamiento de las tribus Aztecas y Mayas?


[280]

REFERENCIAS

Generales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores, y en especial Winsor, op. cit., I, ch. III, y II, ch. VI con sus notas y referencias. Oviedo, Hist. General. Las Casas, Apologética, etc. Gomara, Hist. General. Bancroft, Native Races, etc., vols. V y VI. Diccionario Universal de Historia y Geografía (México 1853-56). Fray Diego Durán, Hist. de las Indias de Nueva España é Islas de Tierra Firme (Edición Ramírez y Mendoza, Méjico 1867-80). Herrera, Décadas de Indias (Décadas III, IV, V). Robertson, Hist. de América, lib. VII (Barcelona, 1840), etc., etc.

Especiales.—Son numerosísimas. Mencionaremos sólo Icazbalceta, Obras (Ed. Agueros, México, 1896-98). Alonso de Zorita, Hist. de la Nueva España, I (Ed. Suárez, Madrid, 1909). Kinsborough, Antiquities of Mexico, etc. (Londres, Bohn, 1831-48). Orozco y Berra. Hist. Antigua, y de la Conquista de México (México, 1880). Id., Geografía de las lenguas y Carta Etnográfica de México (México, 1864). Solís, Historia de la Conquista de México (Ed. Barcelona, 1770). Tylor, Anahuac, etcétera (Longmans, 1861). J. Zaragoza, Not. Hist. Nueva España (Madrid, 1878). Granados y Galvez, Tardes Americanas (México, 1778). Nic. León, Familias Lingüísticas de México (México, 1902). Pimentel, Cuadro descriptivo y comparativo de las lenguas indígenas de México (México, 1874-75). Antonio Peñafiel, Monumentos del Arte Mexicano Antiguo, 3 vols. [281] Infolio Imperial (Berlín, MDCCCXC). Larrainzar, Estudios sobre la Historia de América, etc. (México, 1875-78). H. Strebel, Alt. México (Hamburgo, 1885). Waitz, Amerikaner, vol. II (1864). Ad. Bastian, Culturlander des alten America (Berlín, 1878). Las obras citadas en las notas del presente capítulo y en las de los referentes á la "Vida Psíquica" del Indio Americano (IV-V).

Fuentes.Bernal Díaz del Castillo, Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España (Hist. Prim. Ind. II). Icazbalceta, Coll. de Documentos para la Historia de México (1858-66). Id., Nueva Colección de Documentos (1886-92). Pacheco y Cárdenas, Coll. de Documentos. Ternaux-Compans, Voyages, relations et memoires originaux, etc. Obras Históricas de Don Fernando de Alva Ixtlilxochitl (Ed. Alfredo Chavero). Diego Muñoz Camargo, Historia de Tlascala (Ed. Alfredo Chavero). Fr. Bernardo de Lizana, Hist. del Yucatán (Ed. Mus. Nac. México). Dorantes, Sumaria Relación de las cosas de Nueva España (Ed. Mus. Nac. México). Gaspar de Villagra, Hist. Nueva México (Museo Nacional México). Los Anales del Museo Nacional de México, (1.ª época, vols. I á VII, y 2.ª época, vols. I á V). Crónica Mexicana, escrita por D. Hdo. Alvarado Tezocomoc hacia el año MDXCVIII, anotada por Orozco y Berra, etc. (Edición Vigil, México). Sahagún, Hist. General de las cosas de la Nueva España (Ed. Jourdanet y Simeón, París, 1880). Boturini, Idea de una Nueva Hist. Gen. de la Amca. Sepnal. (Ed. Madrid, 1746). Clavijero, Historia Antigua de México, etc. (Ed. Española, Londres, 1826). Hdo. Cortés, Cartas de Relación (Hist. Prim. de Indias). Landa, Rel. de las cosas del Yucatán (Ed. de la Rada y Delgado, Madrid, 1884). Fuentes y Guzmán, Hist. de Guatemala ó recordación Florida, etc. (Ed. J. Zaragoza, Madrid, 1882-83). Alonso de Zurita, Rapports sur les differents classes de chefs, etc. (Ed. Ternaux Compans, París, 1840). Fray Gerónimo de Mendieta, Hist. Eclesiástica Indiana (Ed. Icazbalceta, México, MDCCCLXX). Los preciosos Manuscritos de la Bca. Escurialense, relacionados y descritos críticamente por el P. M. Gutiérrez (La Ciudad de Dios, vol. LXXXI [282] núms. Abril 5-20, Mayo 5-20, Junio 5-20-1910). Los Ms. de la Colección Muñoz (Ac. de la Historia), vols. II, III, IV (Ixtlilxochilt); VII, VIII (Mem. Nueva España); IX, X, XI, XII, XIV, XVI (Pimas); XVII (P. Kino); XXII, XXIII, XXIX (Cohahila); XXX, XXXI, XXXIX (Zapolitatlan); XLI (Alonso de Çorita, Relación, 1633); XLII (Orden sucesión en terrenos y baldíos), etc. Col. Mata Linares, vol. I, XXXIX, XLI, XCXXIX, XCXXXVI, etc. Bca. Nacional Madrid, Ms. (I. 43), (I. 89), (I. 116), (I. 28, 29, 31), etc. Colecciones García Figueroa (Ac. de la Hist., Madrid). Bureau of Am. Etnology, Report 3 (Thomas, Mtos. Mayas); 1 (Central American Picture writing, etc.); 16 (Thomas, Maya Códices); 19 (Symbols Maya Year; Mounds Northern Honduras; Calendario Maya) y Boletín 28-1904 (Descrip. Colecciones Seller), etc., etc.

Códices indígenas.—Los citados en las notas del presente capítulo; los llamados de "Porfirio Díaz", "Baranda", "Dehesa", publicados por la Junta Colombina México (México, 1892); El Fejervary-Meyer, Museo de Liverpool (Ed. Duc. de Loubat, Berlín, 1901); el Codex Nuttall (Cambridge, Mass., 1912), el Codex Osuna (Madrid, 1878), etc., etc.

Bibliografías.Winsor, op. cit., I, pág. 153 y sig. y apéndices I, II, pág. 397 y sig. Icazbalceta, Bibliog. Mexicana del siglo xvi (México, 1886). Bancroft, Native Races, vol. V-136, etc. Bca. Hisp. Americana Sepnal. de Beristain y Souza (Ed. Vera-Amecameca, 1883). Leclerc, Biblioteca Americana, etc. (París, 1878). Las notas de Bandelier (10, 11, 12 Rep. Peabody Museum). Field, Essay towards an Indian Bibliog. (N. Y., 1873). Fischer, Bca. Mexicana, etc. (Londres, 1869). Pinart, Catalogue de livres rares et precieux, etc. (1883, París). Los Catálogos de Hiersemann, Quaritch, etc., y las citadas en los capítulos anteriores (Títs. I y II).


[283]

CAPÍTULO VIII
TRIBUS DE LA AMÉRICA DEL SUR
(DIVISIÓN DEL ATLÁNTICO)

1.—Observaciones generales. 2.—La región Amazónica. 3.—La familia Tupi-Guarani. 4.—Los Tapuyas. 5.—Arawaks. 6.—Caribes ó Karinas. 7.—Las tribus del alto Orinoco y alto Amazonas. 8.—Las de las mesetas Bolivianas. 9.—La Región Pampeana. 10.—Las tribus del Gran Chaco. 11.—Pampeanos y Araucanos. 12.—Patagones y Fueguinos. 13.—Los Calchaquies.

Observaciones generales.

1.—Conformes están los modernos etnólogos en circunscribir las culturas aborígenes de la América del Sur, á la zona geográfica llamada Andina, que se extiende desde Chile y las Provincias Argentinas Mediterráneas, hasta más allá de las mesetas de Colombia. Las tribus de esta región llegaron antes del Descubrimiento á los grados superiores del barbarismo; formaron curiosos organismos sociales y construyeron curiosos edificios.

Fig. 256.—La primera representación gráfica conocida de los Aborígenes Americanos (Augsburgo 1497 á 1503).

En cambio, las tribus del Este de la referida Zona Andina, vivieron, salvo raras excepciones, en estado salvaje; construyeron sólo rudimentarias chozas, su vida social fué nula y su existencia física abyecta.

Estos evidentes contrastes nos autorizan á dividir en primer lugar las agrupaciones Sud-Americanas primitivas, en dos [284] grandes Secciones Geográficas, la del Océano Atlántico y la del Pacífico[404], que estudiaremos separadamente.

La clasificación lingüística de la multitud de tribus que poblaron estas dos grandes Secciones ofrece dificultades insuperables. El irritante y extraordinario número de lenguas irreducibles desconocidas ó no estudiadas, su irregular distribución en el Continente, la facilidad de los movimientos emigratorios de las diversas tribus á lo largo de sus enormes vías fluviales, la natural inestabilidad y despreocupación de los primitivos colonos Europeos, etcétera, etc., han hecho hasta ahora infructuosos los admirables esfuerzos científicos de antiguos y modernos filólogos para establecer una clasificación exacta de las Sud-Americanas lenguas[405].

Fig. 257.—Niño Indio (Época actual).

Teniendo esto en cuenta, y con el único fin de sistematizar en lo posible nuestro estudio de la América Aborigen, adoptaremos la clasificación que de las tribus [285] Sud-Americanas hace Brinton, fijando como siempre nuestra atención en aquellas agrupaciones tribales, más cuidadosamente estudiadas y de mayor interés por sus asociaciones históricas.

Distingue el mencionado filólogo en el Grupo del Atlántico dos regiones (Amazónica y Pampeana) y otras dos (Colombiana y Peruana) en el Grupo del Pacífico[406].

Fig. 258.—Danza ceremonial.

La Región Amazónica.

2.—Comprende la Región Etnológica, llamada Amazónica, los inmensos territorios regados por el Amazonas, el Orinoco y sus numerosísimos y caudalosos afluentes, incluyendo los Estados de Santa Cruz y el Beni, en Bolivia, casi todos los del Brasil, los de Venezuela y las Guayanas y las grandes y pequeñas Antillas. Los extensísimos bosques y prodigiosos valles tropicales de estos dos colosales sistemas hidrográficos ofrecían al hombre primitivo abundantísima caza y pesca, sabrosísimos frutos y abundancia de naturales recursos. Tales facilidades de vida, unidas al efecto depresivo de un clima ardiente y húmedo, enervaron, sin duda, las actividades de los aborígenes, haciéndoles perezosos y nómadas. Por otra parte, los miles de kilómetros de vías fluviales navegables que caracterizan esta parte del Continente Sud-Americano, proporcionaron á las tribus comunicaciones naturales y fáciles, que aprovecharon para diseminarse en dilatadas regiones geográficas.

No es extraño, pues, que encontremos en esta Sección algu[286]nas familias lingüísticas cuyos miembros llegaron á grandes distancias de su probable lugar de origen. De entre ellas las más conocidas y dispersas son la "Tupi-Guarani", la Tapuya, la Arawak y la Caribe, cuyas peculiaridades etnológicas, etc., indicaremos sucintamente[407].

Fig. 259.—Danza del Escudo "Warraus" (Guayana Británica).

La familia Tupi-Guarani.

3.—La célebre familia lingüística de los Tupis, Guaranis, Baranis, Curios, etc., fué una de las más notables, extendidas y numerosas de toda Sudamérica. Desde las Guayanas al Paraguay y desde las mesetas del Brasil á las costas de Bolivia, se hallaba, con más ó menos variantes, la llamada "Lingua geral do Brasil", derivada esencialmente de la de los Tupis, y una de las más suaves, musicales y flexibles de las conocidas en América.

Vivían estos indígenas en aldeas provisionales, llamadas "Tabas", compuestas de miserables y escasos ranchos, que se abandonaban por conveniencia. Las aldeas abandonadas se denominaban "taperâs ó taboeiras". Cultivaban el algodón, el maíz y la mandioca y eran aficionadísimos al tabaco, que fumaban en pipa, mezclado con otras yerbas. Los Omaguas y Cocamas, de cabezas deformadas "como mitras", enseñaron á los Europeos los usos del "caout-chout", del que hacían vestidos, sandalias, etc.; trabajaron [287] hábilmente los metales y vivieron en aldeas permanentes.

Las demás tribus de la familia Tupi-Guarani, no pasaron de los grados inferiores del barbarismo. Algunas de sus alfarerías, sin embargo, (igasanas) pueden competir con las mejores de Sud-América.

Fig. 260.—Indios Caribes (Akawais).

Su organización social no difería en esencia de la del resto de las tribus Americanas. El "morubixabá" ó jefe de los guerreros tenía autoridad absoluta en tiempo de guerra y limitada en el de paz por las decisiones del Consejo ("nheemougaba"). Las jefaturas eran generalmente hereditarias, formando sus titulares dentro de la tribu una clase social privilegiada y distinta de los "mboyás" ó chusma indígena. Eran antropófagos, polígamos, sin limitaciones ni freno; vivían en común en los recintos tribales, y sabían construir canoas rudas y fuertes. Supieron también algunas de estas tribus defender sus provisiones de las crecientes periódicas de sus grandes ríos, enterrándolas en aquellas cuevas ó silos hondos, peculiares de las tribus Amazónicas. Reconocían un poder superior (Tupá-¿Quién eres?), y multitud de espíritus activos y malignos; conservaban los huesos de algunos magos famosos (pagés-piages ó caraibes) en chozas especiales y aisladas, atribuyéndoles poderes oraculares y rindiéndoles especial reverencia. Su Mitología era rica é imaginativa, y esperaban como la mayoría de las tribus Americanas al redentor ó maestro extraordinario que había de venir de lejanas tierras (Sumé). Con excepción de las tribus próximas á los dominios Incásicos (Omaguas, [288] Chirihuanos, etc.), desconocían todas el vestido, siendo en cambio aficionadísimas al adorno, las músicas y danzas, embriagándose en ellas con rapé de parica (Turas-Río Madeira) ó los zumos fermentados del "curupá" (Omaguas) y otras varias plantas[408].

Fig. 261.—Indios Onas (Tierra del Fuego).

Los Chiriguanos ó Chirihuanos, cuyo valor militar y canibalística fiereza tan profundo terror [289] inspiraban á los guerreros Quechuas, son históricamente célebres por su tenaz resistencia á los diez mil hombres de guerra del Ynca Yupanqui y á los soldados del virrey Toledo[409].

Fig. 262.—Choza Yaghan (Tierra del Fuego).

Los Tapuyas.

4.—Rivaliza en antigüedad y extensión con la familia Tupi ó Guarani la de los Tapuyas (enemigos), cuyas numerosas bandas poblaron y aún pueblan en parte el Continente Sud-Americano, desde los 5° á los 20° de latitud Sur, y desde el Océano Atlántico al Río Xingú (Pará, Matto-Grosso, Goyaz, etc.). Eran también conocidos con los nombres de Crens ó Guerens (antiguos, pueblo antiguo) acaso por suponer que antes de la llegada de los Tupis fueron los Tapuyas dueños de la costa del Atlántico, cuyos depósitos conchíferos (sambaquis) parece ser que construyeron.

La apariencia física de los Tapuyas no era del todo desagradable, y la conformación de sus cráneos es idéntica á la de los [290] descubiertos en los yacimientos declarados pre-glaciales de Lagoa-Santa[410]. Algunas tribus de esta familia como los llamados Botocudos, deformaban de tan horrible manera su labio inferior con "botoques" ó pedazos de piedra ó madera, que ante los ojos europeos no podían menos de aparecer repugnantes.

No pasaron en general estas agrupaciones del salvajismo. Vivían desnudos, sin organización tribal definida ni más habitaciones que los abrigos naturales del bosque. No fabricaron alfarerías ni canoas. Eran caníbales por costumbre y nómadas por temperamento. Fueron, en cambio, cazadores habilísimos y de las raras agrupaciones indígenas que supieron usar antorchas de fibras vegetales, revestidas de cera de abejas. Aunque faltos de ideas religiosas concretas, sepultaban cuidadosamente sus muertos y veneraban con temor las almas desencarnadas de sus jefes.

Fig. 263.—Indio Yaghan, arreglando su arpón (Hyades y Deniker).

La lengua de los Tapuyas es de difícil fonética y contrasta con el resto de las Americanas por su tendencia á las formas [291] aisladas y su escasa proporción de palabras aglutinantes. Habitan actualmente algunas de estas bandas salvajes en las cercanías de los Ríos Madeira, Tapajos, Dulce, etc., en los bancos meridionales del Amazonas (Mundrucus, Paiguizé) y en los boscajes del Yapurá y el Putumayo (Miranhas, etc.)[411].

Fig. 264.—Indios Guaranis ó Carios (Schmide).

Los Arawaks ó Maipures.

5.—La familia lingüística de los Arawak ó Maipures es también una de las más extendidas de Sudamérica. Ocupaban sus tribus parte del alto Paraguay (Guanas, etc.) y las mesetas Bolivianas (Moxos, etc.), y llegaban, casi sin solución de continuidad, hasta las Grandes y Pequeñas Antillas y las Lucayas ó de Baháma.

Fueron los primeros aborígenes Americanos que conocieron los descubridores Europeos. Las palabras indias recojidas por Colón y sus compañeros en Haiti, Cuba, etc., pertenecen á las formas dialectales de esta familia lingüística.

La cultura de los Arawak ó Maipures era, en general, superior á la de los Tupis y Tapuyas. Cultivaban el maíz, el tabaco, y la mandioca. Sabían tejer el algodón en finos paños, y sus armas de piedra tenían notable pulimento. Labraban el oro, hacían [292] máscaras de madera, tallaban ídolos y construían canoas.

Fig. 265.—Topu Calchaqui (Ambrosetti).

Algunos grupos (Guayanas) estaban organizados tribalmente, con matriarcado, clanes y sistema totemístico. Sus casas (no comunales) estaban provistas de hamacas, esteras de fibras y alfarerías, relativamente perfectas. Tenían rica Mitología, danzas y ritos definidos y lugares reservados para cementerios. Las tribus más conocidas y notables de esta familia son la de los Antis ó Campas, del "Gran Pajonal" (Ríos Ucayali, Pachitea, etc.), que sabían domesticar monos, cotorras, tapirs, etc., conviviendo en sus chozas con ellos; los Guanas, del Alto Paraguay, pacíficos é inteligentes; los Tarumas (Guayana Británica), célebres por sus alfarerías y sus hermosos perros de caza; los Maipures, propiamente dichos, y los Moxos, del Alto Mamoré, heroicamente evangelizados por los misioneros Jesuítas[412].

Fig. 266.--Juego del látigo (Arawaks).

[293]

Los Caribes.

6.—Los Caribes ó Karinas, vecinos y enemigos implacables de los Maipures, etc., llegaron desde las Guayanas hasta las Antillas y las Lucayas. En la época del descubrimiento Colombino se hablaban sus dialectos en las mencionadas islas y en el Continente, desde la boca del río Esequibo hasta el golfo de Maracaibo y las dichas Guayanas, tierra adentro. Según antiguos misioneros, el dialecto Cumanagoto (Cumaná ó Nueva Andalucía) era corriente á lo largo de estas regiones hasta más allá de Caracas.

Fig. 267.—Chiriguanos y Matacos.

La cultura de la mayoría de estas tribus, cuya ferocidad se ha hecho legendaria (Caníbal, de Karina), era muy semejante, y acaso superior, á la de sus vecinos los Arawak, etc. Sus canoas eran grandes y muy marineras; supieron tejer hamacas de algodón ó pita, con sus torzales y rapacejos, cultivar la tierra y fabricar alfarerías notables. Los célebres petroglifos del Esequibo y la isla de San Vicente se atribuyen á los Caribes por la mayoría de los Arqueólogos. Los ritos mágico-religiosos de estas tribus (Cumanagotos, etc.) eran definidos y complejos. Sacrificaban maíz al sol y á la luna; tenían sus magos (piayes) y sus fetiches y cremaban ceremonialmente sus cadáveres.

La base de su organización social era el grupo ó grupos de parientes (clan exogámico) que convivían en casas grandes, redondas, con particiones, formadas de madera y techadas de palma. En algunos lugares [294] (Deltas del Orinoco, etc.) las levantaban sobre postes en el agua, como los habitantes prehistóricos de los lagos Europeos. Las flechas de guerra de los Caribes eran herboladas, con un veneno tan mortífero y activo que, en rasguñando, la herida era incurable. La antropofagia de estas tribus era sólo ritual y consecuencia de guerreros triunfos. Sus alimentos ordinarios eran el cazabe, los plátanos, el pescado y carne de monte. Eran muy aficionados á músicas y cantos, se pintarrajeaban imitando animales (sus "totems"), se horadaban las orejas y ternillas de la nariz, distinguían los meses por las lunas y observaban por las estrellas los tiempos[413].

Fig. 268.—Indios Macusi (Caribes).

Tribus del Alto Orinoco y el Alto Amazonas.

7.—Forman parte los extensos llanos de Venezuela de la enorme cuenca de los afluentes del Amazonas y el Orinoco. Están cubier[295]tos de altísimos pastizales y espesos bosques, que las llanuras invernales convierten en pantanos y los ardores estivales en insalubres ciénagas. Poblaban y aún pueblan estas inexploradas regiones escasos grupos salvajes de afinidades filológicas inciertas. En las páginas de los viajeros y en las crónicas de las Misiones de esta comarca (antiguo territorio de Caqueta) encontramos un sinnúmero de nombres de tribus desaparecidas ó transformadas, cuya clasificación es imposible.

Fig. 269.—India Ona (Tierra del Fuego).

Otro tanto puede afirmarse de las confusas tribus del Alto Amazonas. No hay regiones en el Continente Americano que más desesperen al historiador y al filólogo. Los datos de que disponemos son tan contradictorios y los cambios tribales tan rápidos y continuos, que es pretensión inútil el concordar las noticias de los cronistas antiguos con las observaciones de los etnólogos modernos.

De tales tribus las más conocidas ó mejor estudiadas son los Otomacos, del Río Meta; los gitanescos Guahibos, del Casanare; los Panos, del Ucayali; los Cashibos, del Aguaitía, repugnantes endocaníbales; los indómitos Jibaros (Río Pastaza, Santiago, etc.), cuyos extraños atambores de guerra y cabezas peculiarmente disecadas se admiran hasta hoy en los Museos y los Maynas ó Mayorunas, etc., sometidos por Diego de Vaca cerca del antiguo San Francisco de Borja (1616), evangelizados con heroicas fatigas por Franciscanos y Jesuítas, y [296] perpetuados por el glorioso mártir Francisco de Figueroa en una preciosa y verídica relación histórica[414].

Las Mesetas de Bolivia.

8.—La región Oriental de la República de Bolivia, bañada por el Beni, el Mamoré y demás tributarios del caudaloso Madeira, estaba poblada por multitud de tribus de diferentes familias lingüísticas. Las más conocidas de entre ellas son las de los Chiquitos, que habitaban principalmente la región de su nombre, entre los 16° y 18° de latitud Sur, desde las fuentes del río Paraguay hasta el territorio de los Incas.

Fig. 270.—Indios Timbues (Schmidel).

Sometidos por Nuño de Chaves (1557), formaron estas tribus el núcleo principal de las Reducciones Jesuíticas de esta comarca, adoptando con relativa facilidad costumbres sedentarias y agrícolas. Su lengua, en extremo flexible, fué medio ó vehículo para la cristianización de las tribus [297] vecinas (Yurucarés, Arounas, Morotocos, etc.), que merced al ardiente y abnegado celo de los Jesuítas, fueron paulatinamente agrupándose en las aldeas permanentes de los Chiquitos, á cuya lengua procuraron los Misioneros reducir sus dialectos bárbaros.

Fig 271.—Indios Querandies (Schmidel).

La gloriosa muerte del P. Arce y sus heroicos compañeros, alma de estas incipientes cristiandades, las invasiones de los Paulistas y mercaderes de esclavos, la disolución de la Compañia de Jesús y los luctuosos acontecimientos posteriores, no llegaron á extinguir por completo las aldeas de Chiquitos, que en número de 20 ó 30.000 viven hasta hoy en parte de sus territorios tribales, y conservan el régimen cooperativo ó comunista que sus Misioneros instauraron[415].

[298]

La Región Pampeana.

9.—Al Sur de las altiplanicies que separan las aguas del Bajo Amazonas de las de los afluentes del Plata, se extiende el Continente en llanuras inmensas regadas por numerosos ríos navegables. Comprende de Norte á Sur esta región llamada Pampeana, los territorios del Gran Chaco, las célebres Pampas desde el río Salado al río Negro, y los desiertos rocallosos y estériles de Patagonia y las soledades Antárticas. Está limitada al Este por el Océano Atlántico y al Oeste por la Cordillera de los Andes.

Fig. 272.—Indios Arounas.

Sus tribus indígenas forman una sección etnográfica peculiar distinta de la Peruana y acaso remotamente relacionada con la Amazónica. Para facilitar el estudio de tales tribus y sin pretensión alguna dogmática, podemos clasificarlas en tres grupos geográficos de límites más ó menos definidos. Forman el primero de estos grupos las tribus del Gran Chaco; las Araucanas y Pampeanas propiamente dichas, el segundo, y el tercero, las Fueguinas y Patagónicas.

Tribus del Gran Chaco.

10.—Se conoce con el nombre de Gran Chaco la región que se extiende del río Salado hacia el Norte hasta los 18° próximamente de latitud Sur, limitada al Este por los ríos Paraguay y Paraná, y al Oeste por la Cordillera Andina. Es un país ondulado de grandes llanuras y bosques espesos, abundante[299]mente regado por tres hermosos ríos: el Pilcomayo, el Salado y el Vermejo, que lo dividen de N. O. á S. O., en tres fajas casi paralelas (Chaco Boreal, Central y Austral) aunque de distinta extensión[416]. La suavidad de su clima, la abundancia de caza de sus enmarañadas selvas y la sabrosa pesca de sus ríos y lagos, facilitaron la vida de las tribus indígenas que densamente lo poblaron. Prescindiendo de los grupos tribales relacionados filológicamente con los Tupis ó Guaranis, las principales familias lingüísticas del Gran Chaco, son las de los Matacos, Lules, Charruas y Guaycurus.

Fig. 273.—Cetro de mando (Ambrosetti).

Habitaban los Matacos en populosas rancherías extendidas por las riberas del Vermejo. Eran menos fuertes y altos que la generalidad de los indios del Gran Chaco. Al decir de sus Misioneros, fueron naciones viles, indómitas, salvajes y refractarias á toda cristianización. Viven hasta hoy, aunque muy reducidos en su número, en sus primitivos boscajes, prefiriendo la vida del gitano nómada á la sedentaria del agricultor.

La antiguamente poderosa nación de los Lules habitaba principalmente en las márgenes del Salado y el Tabiriri. Evangelizados primero por el célebre P. Bárcena, huyeron á sus bosques, y sólo reaparecen años después en la historia de las Misiones del Chaco (Colegio de Córdoba de Tucuman), sin que pueda afirmarse con certeza que los Lules ó Tonicotes, estudiados por los Jesuítas del siglo xviii (P. Machoni), sean los mismos que el P. Bárcena evangelizó.

A la nación Charrua, sangrientamente célebre en la historia del Río de la Plata, pertenecían los formidables Yaros, Chanes, [300] Bohanes, etc. Sus tribus eran también muy numerosas. Usaban las bolas arrojadizas y la flecha, con precisión terrible; desconocían en general la fabricación de alfarerías, y vivían en ranchos misérrimos. Eran grandes cazadores, vagabundos incorregibles, sanguinarios y arrestados en la guerra, astutos, inconstantes, vanidosos en extremo é inclinados al juego y la embriaguez. Solos ó aliados con otras tribus resistieron con indomable furia los avances del conquistador.

Fig. 274.—Alfarerías (Alto Amazonas).

A la extendida familia lingüística de los Guaycurus pertenecían, entre otras tribus, las de los Abipones, genialmente estudiados por uno de los misioneros (Dobrizhoffer); los feroces Tobas, que todavía pueblan parte del Gran Chaco, refugiados en sus espesuras; los Vilelas, del Río Salado (25° á 26° latitud Sur), y los célebres Querandies[417], de corta y luctuosa historia.

Con excepción de los Payaguás (Río Paraguay), tribus esencialmente nadadoras, marineras y de curiosa Mitología y costumbres, todos los indígenas del Chaco fueron ginetes admirables. La rápida propagación del caballo en América favoreció sus errantes y guerreras costumbres. Verdaderos Centauros de la selva, sus corceles y sus lanzas de guerra fueron por mucho tiempo para el Europeo motivo de constante inquietud y terror.

[301] Por lo demás, los indios del Gran Chaco no pasaron, en general, de los grados superiores de salvajismo. Encontramos en algunos de sus grupos indicios de totemismo y exogamia. Obedecían á sus caciques, eran fetichistas, veneraban á sus manes y temían á sus magos y hechiceros[418].

Pampeanos y Araucanos.

11.—Al Sur del Gran Chaco, y hacia los 35º de latitud, empieza la Región de las Pampas. No hemos de detenernos á describir la grandiosa belleza de sus llanuras como mares, la inacabable variedad de sus pastos y la honda serenidad de sus desiertos sin término. Útil es, sin embargo, recordar estos rasgos fisiográficos de la Pampa para mejor comprender las peculiaridades de sus aborígenes.

Fig. 275.—Indios Caribes.

Una sola familia lingüística (Auca ó Aucaniana) ocupaba á trechos tan dilatadas tierras. Pertenecen á ella, no sólo los [302] "Pampas", propiamente dichos (Guarpes, Moluches, Pehurenches, Ranqueles, etc.), de la República Argentina, sino también los célebres Araucanos ó Mapuches del Sur de la República Chilena.

Fig. 276.—Mapa de Sud-América de la Edición Latina de Schimdel (1599).

Formaban los "Pampas" hordas nómadas y bárbaras que se estacionaban en míseras tolderías mientras duraban sus subsistencias y emprendían despiadados merodeos cuando el hambre ó la ocasión les incitaba al pillaje y la guerra. Fueron asombrosos ginetes. Sirvióles el caballo de medio de transporte y terrible elemento de guerra; aprovecharon su piel para múltiples usos, y su carne y su sangre para alimento. Fueron siempre indómitos, errabundos, ladrones, borrachos y abyectos. Refractarios á toda cultura, vivieron del saqueo y la matanza, temiendo sólo á sus hechiceros y caciques, creyendo en sus "gualiches" y repugnantes brujerías, degollando sin piedad y peleando sin concierto. Salvo los Moluches ó Manzaneros (Río Limay, etc.), sedentarios y agricultores, las demás tribus "Pampas" sólo supieron cultivar su astucia de serpientes, su temeridad de leones y su crueldad de felinos carniceros.

[303]

Fig. 277.—Placa de bronce calchaquie (Coll. Lafone Quevedo).

La "Expedición al Desierto", del dictador Rosas (1833), debilitó un tanto los salvajes bríos de estos indios; pero volvieron bien pronto á asolar los territorios de la República, hasta que el general, J. A. Roca y sus esforzados compañeros Villegas, Lavalle, Winter, Lagos, etc., merced á habilísimo plan de combate, y después de años de fatigas abnegadas (1874-1885), consiguieron aniquilar el feroz poderío de los principales caciques, izar la Bandera Nacional en los últimos baluartes de su irreducible barbarie, y abrir en consecuencia miles de leguas de feraces y hermosísimos campos á su actual estado de civilización y progreso[419].

Los indomables Araucanos, como los llamó Ercilla, ó Mapuches (hombres de la tierra), como ellos mismos se llamaron, ocupaban en el siglo xvi la mayor parte del territorio de la República Chilena, desde la actual provincia de Coquimbo á la de Chiloé [304] inclusive (29° á 45° lat. Sur). Divididos localmente en tribus del Norte, del Sur, etc. (Picunches, Huiliches, etc.), hablaban todos dialectos de la misma lengua (Chilidegu), exageradamente alabada por algunos, pero indudablemente suave, harmoniosa, flexible y apta para la oratoria, á que tan aficionados eran aquellos guerreros. Hasta hoy se habla esta curiosa lengua por cerca de cien mil individuos de raza indígena pura, que habitan en la comarca Chilena del Arauco.

Fig. 278.—Caribe (Guayanas).

Son las tribus Mapuches célebres en la Historia Americana por sus épicas luchas con los conquistadores Incásicos (Huayna Capac, Tupac-Yupanqui) primero, y con los Españoles más tarde, y alcanzaron un grado de cultura indiscutiblemente superior al de sus afines de las Pampas[420].

Vivían los Mapuches en chozas (rucas) de madera ó paja, muy separadas entre sí, y formando rancherías ó pueblos (lov) á la orilla de los ríos y arroyos. En cada ruca vivía una familia; [305] predominaba el patriarcado, y la condición de las mujeres era inferior y penosa. Cultivaban éstas la tierra (maíz, patatas, etc.), tejían durables mantas (chamales), fabricaban ollas y cestos, y desempeñaban en general todos los duros menesteres de la vida bárbara, en tanto que sus maridos, hijos ó hermanos, cazaban, pescaban ó preparaban sus continuas expediciones de guerra.

Fig. 279.—Mapa del Gran Chaco del P. José Jolis (1789).

Tenían los Araucanos jefes supremos y secundarios de paz y de guerra. La autoridad de tales jefes (toquis), casi siempre hereditaria, estaba limitada por el Consejo, y los usos y costumbres tribales (ad-mapos). Los brujos y curanderos eran consultados y temidos. Ante la ruca de las hechiceras (machis) se construían altares (rehué) donde sacrificaban animales y hombres á los manes ú otros espíritus (pillan). Por lo demás, los Mapuches eran muy aficionados á fiestas, juegos (uño) y danzas. La embriaguez y otros vicios más vergonzosos corroían sus agrupaciones. Eran versátiles, crueles en extremo, astutos, orgullosos, incansables en la lucha y antropófagos por venganza. Según antiguos cro[306]nistas, superaron á los demás indígenas de Sud-América en valentía, táctica y arrogancia. Resistieron en efecto durante siglos al formidable empuje de los soldados españoles, y pasaron á la posteridad como héroes de epopeya clásica[421].

Fig. 280.—Pictografía de Pederneira (Brasil).

Patagones y Fueguinos.

12.—En las costas Patagónicas del Océano Pacífico, habitaban algunas tribus distintas de las Araucanas ó Mapuches. La más conocida es la de los Chonos ó Concones "de cabello teñido de rojo y cara color de acebuche", visitados por los Misioneros Jesuítas del siglo xvii. Vivían estos indígenas en lucha constante con sus vecinos los "Huiliches"; eran ictiófagos, grandes nadadores, y sabían construir fuertes piraguas.

En las inmediaciones del estrecho de Magallanes vivían los Patagones, Chonek ó Inaken (Hombres), célebres por su aventajada estatura (1,73 metros á 1,83), que ha dado margen á no pocas fábulas y leyendas. Se alimentaban principalmente estas tribus de mariscos, y aprovechaban también la carne y la grasa de las toninas y lobos marinos que tanto abundan en estas regiones. [307] Fabricaban canoas capaces para nueve ó diez indios, y se aventuraban con ellas á respetables distancias. Andaban desnudos ó mal cubiertos con pieles en bruto, carecían de toda organización social y creían en la virtud de sus ensalmadores ó magos. No pasaron de los grados últimos del salvajismo. Su lengua de curiosa permanencia, es en extremo gutural y áspera.

Otro tanto puede decirse de las diversas tribus (Yahgans, Onas, Aliculufs, etc.), que habitan las inhospitalarias costas de la Tierra del Fuego. Tienen todas ellas desde hace siglos el triste privilegio de ocupar sin progresos apreciables, el rango más bajo de la escala cultural de los Aborígenes de Sud-América[422].

Fig. 281.—Indio Tehuelche.

Los Calchaquies.

13.—Para completar nuestro ligerísimo bosquejo de las tribus de la sección Atlántica, réstanos tan sólo mencionar la misteriosa civilización Calchaqui, independiente de la Incásica, anterior á ella, y peculiar del suelo Argentino.

Vivían principalmente los Calchaquies [308] en los territorios actuales de las Provincias Argentinas de Catamarca, Tucuman y Salta. Fueron las únicas tribus de esta Sección Etnológica que supieron construir murallas de piedra (Andalgalá, etc.). Sus tumbas, momias, orfebrerías de oro impuro, cobre y bronce, merecen detenidísimo estudio. Aunque la mayoría de estas reliquias arqueológicas tienen evidentes semejanzas con los productos del arte Quechua, muchas de ellas (campanas, placas, pectorales, topus, etc.) parecen alejarse en absoluto de las influencias Peruanas, y acercarse en cambio al arte de los Zuñis (Pueblos) ó al de los Chiriquis del Darien. La discusión del problema arqueológico que tales observaciones plantean es ajena al objeto de este libro.

Atribuyen los Misioneros á las tribus Calchaquies curiosas costumbres matrimoniales, cultos y ritos complejos (manismo, magia, astrolatría) y habitaciones cómodas y bien ordenadas. Fueron sin duda estas tribus las más cultas de la Sección Atlántica, supieron tejer finas telas, adornarse con plumas y brillantes joyeles, y fabricar preciosas cerámicas. Desgraciadamente, sabemos muy poco de cierto sobre sus caracteres psíquicos y sociales. De su lengua sólo han llegado hasta nosotros algunas palabras. Aceptaron voluntariamente á mediados del siglo xv, la dominación Incásica; resistieron después tenazmente á la conquista Española, hasta que trasladada al actual Quilmes la última de las tribus de este nombre (1670), se extinguió allí paulatinamente[423].


[309]

CUESTIONARIO

1.—¿Qué dos grandes grupos etnográficos pueden hacerse de las tribus Sudamericanas?

2.—¿Qué regiones geográficas comprenden, respectivamente, estos dos grandes grupos?

3.—¿Qué territorios comprende la llamada Región Amazónica?

4.—¿Cuáles son las familias lingüísticas más conocidas y dispersas de esta Región?

5.—¿En qué territorios Sudamericanos se hablaba la llamada "Lingua Geral do Brazil"?

6.—¿Cuáles son las tribus más conocidas de la familia lingüística Tupi-Guarani y cuáles fueron sus costumbres, etc.?

7.—¿Qué territorios habitaban los Tapuya?

8.—¿Cuáles son las tribus más estudiadas de esta familia y cuáles sus usos, costumbres, etc.?

9.—¿Qué territorios ocupaban las tribus de la familia lingüística Arawak ó Maipure?

10.—¿Cuáles fueron sus tribus más notables y cuáles sus usos y costumbres peculiares?

[310] 11.—¿Qué territorios ocupaban las tribus ó bandas de la familia lingüística de los Caribes ó Karios?

12.—¿Cuáles fueron sus costumbres peculiares?

13.—¿Qué grupos indígenas poblaban las regiones del Alto Amazonas y el Alto Orinoco?

14.—¿Qué tribus ocupaban principalmente las altas mesetas Bolivianas?

15.—¿Quiénes fueron los Chiquitos y cuál su actuación histórica?

16.—¿Qué territorios comprende la región etnológica llamada Pampeana?

17.—¿Cuáles son las principales familias lingüísticas del Gran Chaco?

18.—¿Qué se sabe de los Matacos, Lules, Charruas, Payaguás, Vilelas, Abipones, etc.?

19.—¿A qué familia lingüística pertenecen los Querandies?

20.—¿Qué territorios ocupaba la familia lingüística llamada Auca ó Aucaniana?

21.—¿Qué peculiaridades etnológicas caracterizan á los Pampeanos?

22.—¿Quiénes eran los Mapuches, qué territorios ocuparon y cuáles fueron sus usos y costumbres peculiares?

23.—¿Por qué son notables estas tribus Mapuches en la Historia del Continente Americano?

24.—¿Qué se sabe de los Patagones y Fueguinos?

25.—¿Quiénes fueron los Calchaquies y qué grado cultural alcanzaron?


[311]

REFERENCIAS

Generales.—Las obras mencionadas en los capítulos anteriores, en especial Deniker, Keane, Pí y Margall, Herrera, Oviedo, etc., etc.

Especiales.Angelis, Coll. de Obras y Docum. de las Prov del Río de la Plata, vols. I, IV. Carranza, Exp. al Chaco Austral, etc. (B. Aires, 1884). Hitte y H. Teu Kate, Notes ethnographiques sur les Indiens Guayaquis, etc. (La Plata, 1897). Lafone Quevedo, Arte del P. Tavolini (Bca. Lingca. Museo de la Plata, Sec. Chaco). Agassiz, Voyage au Brasil, etc. (Trad. Vogelli, París, 1869). Barao, A. Amazonia (Lisboa, 1883). Henderson, Hist. of Brazil (London, 1821). Koster, Voyages dans la partie Septentrionale do Brasil, etc. (París, 1818). Meyer, Bogen und Pfeil in Central Brasilien Etnographiske Studie (Leipzig, 1895). Ruiz de Montoya, S. J., Arte, vocabulario, tesoro y catecismo de la lengua Guarani (1640), Ed. Platzmann (Leipzig, 1876). Vasconcellos, Chronica da Comp. de Jesu do Estado de Brasil, etc. (2.ª Ed., Lisboa, 1865). Febres, S. J., Arte de la Lengua General del Reino de Chile, etc. (Lima, 1765). Guevara, T., Hist. de la Civiliz. de Araucania (Santiago, 1898). Lenz, Int. á los estudios Araucanos (Santiago de Chile, 1896, Anales de la Universidad). Id., Estudios Araucanos, etc. (Santiago, 1895-97) Borda. Hist. de la Comp. de Jesús en Nueva Granada (Poissy, [312] 1872). Tauste, Fr. De arte, vocabulario, etc. de la lengua de Cumaná, (Ed. Platzmann—facs. de la de Madrid, 1680,—Leipzig, 1888), y las obras citadas en las notas del presente capítulo.

Fuentes.Guido Boggiani, I Caduvei (Guaycurus), Roma, 1895. Centenera, La Argentina (Coll. Angelis, Bs. As., 1836). Díaz de Guzmán, La Argentina (Coll. Angelis, B. A., 1835). Figueira, El Uruguay en la Exp. Hist. Amer. de Madrid (Montevideo, 1892). Lafone Quevedo, Lenguas Argentinas, Idioma Mbaya (An. Soc. Cient. Arg., B., A., 1896). Id., Idioma Abipon (Bol. Ac. Ccias. de Córdoba, 1897). Id., Indios Chanasas (Bol. Inst. Geog. Arg., 1896, B. A.). Moreno (Fco. P.), Not. sobre las Antig. de los Indios del tiempo anterior á la Conquista (Bol. Ac. Cienc. Córdoba, 1874). Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Comentarios, etc. Alonso de Ovalle, Hist. Rel. del Reyno de Chile (Roma, 1646). Doc. Inéditos para la Hist. de Chile, coleccionados por D. J. T. Medina (Santiago, 1888-1902); los Anales, Mus. Nac. de Chile; los de la Universidad de la Rep. de Chile; las Memorias del Museo Paraense (Goeldi), Pará, 1900. Guerreiro, Relacion Annal das cousas que fazeram os padres da Companhia de Jesus, etc., no Brasil, nos annos 1602-1608 (Lisboa, 1605). Claude d'Abbeuille, Hist. de la Mission des Peres Capucins en l'isle de Maragnon et terres circonuoisines, etc. (París, Huby, 1614). Archiv. do Museu Nacional do Rio de Janeiro (en especial, vol. VI, Río, 1885); las colecciones Etnológicas del Museo de Berlín, Británico, Arqueológico de Madrid, Museo Nac. Bs. As., Museo de la Plata, etc.; los An. Museo de la Plata, Sec. de Arqueología (1892), partes I, III; Id. Antropológica, partes I, II (1896); las Crónicas y Relaciones de Misioneros citadas en las notas del presente capítulo, etc., etc.

Bibliografías.—Las mencionadas en los capítulos anteriores y las referencias, notas, etc., de las obras citadas de Deniker, Ambrosetti, Lafone Quevedo, Barbosa Rodríguez, Brinton, Barros Arana, Keane, Conde de la Viñaza (Tabla, etc.), Ehrenreich, Hasting's Cyclopedia, Winsor, N. & C. H., vol. II, Pí y Margall, etc., etc.


[313]

CAPÍTULO IX
TRIBUS DE LA AMÉRICA DEL SUR
(SECCIÓN DEL PACÍFICO)

1.—La Región Colombiana. 2.—Tribus del Itsmo y costas adyacentes. 3.—Los Chibchas. 4.—Tribus Sud-Colombianas y Ecuatorianas. 5.—La Región Peruana. 6.—Principales tribus. 7.—Los Quechuas. 8.—Culturas Preincásicas. 9.—El Imperio de los Incas. 10.—La Religión Incásica. 11.—El Sacerdocio y el culto. 12.—Los Amautas. 13.—El Gobierno Incásico. 14.—Organización social. 15.—Repartición de los productos. 16.—Reglamentación del trabajo. 17.—Arquitectura. 18.—Agricultura y ganadería. 19.—Medios de comunicación. 20.—Colonias y guarniciones. 21.—Artes mecánicas. 22.—Consideraciones generales.

La Región Colombiana.

1.—Comprende aproximadamente la Región Etnológica llamada Colombiana los territorios montañosos del Continente Sudamericano, desde el Orinoco hasta el Pacífico y desde la línea Ecuatorial á la República de Costa Rica. Las altas cadenas de montañas que atraviesan esta zona geográfica, sus hondos valles y caudalosos ríos de abundante pesca y fértiles riberas, influyeron decididamente en la vida y costumbres de sus tribus indígenas, separándolas de los grupos de la Sección Atlántica, y dirigiendo de Norte á Sur sus movimientos emigratorios.

A fin de metodizar en lo posible nuestra investigación, dividiremos las tribus de la Región Colombiana en tres grandes grupos geográficos: 1.º, Tribus del Itsmo y costas adyacentes; 2.º, Tribus Chibchas; 3.º, Tribus Sud-Colombianas y Ecuatorianas, y fijaremos sucintamente los rasgos característicos de tales grupos, dedicando preferente atención al estudio de las tribus Chibchas, de excepcional interés para el historiador y el etnólogo.

Tribus del Istmo y costas adyacentes.

2.—En la Región comprendida entre el mar de las Antillas y el Océano Pacífico, desde el Río Chagres, al Norte (Panamá), hasta la Bahía Buenaventura (Colombia), y limitada al Este por una línea aproximada é imaginaria, que partiendo de este punto geográfico y atravesando la actual provincia de [314] Zamora, termina en el Cabo Codera, vivían en la época del Descubrimiento gran número de tribus pertenecientes á diversas familias lingüísticas.

Fig. 282.—Terraza superior en Ollantay-Tampu.

Las más conocidas de entre ellas fueron la de los Cunas, del Panamá, la de los indómitos Dorasques, de las cercanías de Chiriqui, la de los Onotos ó "Señores de la laguna", hermosos ejemplares de su raza y constructores de chozas ó habitaciones lacustres, y las de los Timotes ó Merigotos, de los distritos de Mérida y el lago Valencia.

En general, todas estas tribus alcanzaron á las primeras etapas del barbarismo. Así lo evidencian las alfarerías zoomorfas, etc., y los curiosos útiles líticos encontrados en sus montículos sepulcrales y abovedadas tumbas[424].

Los Chibchas.

3.—Los Chibchas, propiamente dichos, ó Muiscas, fueron miembros de la familia lingüística de tribus que se extendía en ambas direcciones, desde el Itsmo de Panamá hasta Costa Rica [315] y Colombia. La lengua Chibcha y sus dialectos estaba en el siglo xvi muy extendida en el Reino de Nueva Granada (hoy Colombia), siendo, según algunos autores, «lengua general» en tales regiones. En general, la cultura de las tribus de esta familia fué más ó menos idéntica. Casi todas cultivaban el suelo, tejían algodón, extraían el oro de las arenas de sus ríos, etc., lo modelaban en ornamentos é idolillos y eran conocidos como traficantes enérgicos.

Fig. 283.—Guerrero Dorasque.

Las numerosas reliquias encontradas en los grupos de sepulcros ó cementerios de la Provincia de Chiriqui (Costa del Pacífico), en absoluto semejantes á las recojidas en Bogotá, Tunja, etc., demuestran la extensión territorial de estas culturas y permiten también á los Arqueólogos incluir á las tribus del Chiriqui en la familia de los Chibchas.

Forman el precioso botín arqueológico Chiriqui gran número de objetos de piedra pulimentada, de alfarerías notables y variadas, de ornamentos de oro, cobre y estaño de formas abigarradas y aleaciones diversas. La abundancia de tales ornamentos en esta región hizo que los Conquistadores Españoles la llamaran «Castilla del oro», con cuyo nombre es conocido en las primitivas historias[425].

[316] Los Chibchas, propiamente dichos, ó Muiscas, representantes genuinos de esta familia lingüística, habitaron antiguamente la Cundinamarca y conquistaron las altiplanicies Andinas de Bogotá y Tunja, los valles de Pacho, Fusagasugá, Caqueza y Tensa y desde Santa Rosa y Sogamoso á los llanos del Río Meta.

Fig. 284.—Calle del Triunfo. Murallas del Palacio de Inca (Cuzco).

Conocemos muy poco de cierto sobre su organización social. Parece que estuvieron gobernados por cinco jefes principales ó caciques, dos de los cuales, el Zipa, ó Bogotá, al Sur, y el Zaque ó Hunsa (Tunja) subyugaron á principios del siglo xvi á los caciques de los valles cercanos. No existía Confederación de tribus; antes bien, la enemiga entre el Hunsa y el Zipa era tradicional y constante. El Hunsa y el Bogotá eran jefes militares ó civiles con caracteres sacerdotales marcadísimos.

Su poderío no fué en absoluto despótico. Las materias graves ó de interés general se decidían por el Consejo de "principales y caciques". Los oficios del «zaque» y del «zipa» eran [317] hereditarios y privativos de determinadas familias ó gentes. Predominaba el matriarcado exogámico, la poligamia y el matrimonio por precio. Embalsamaban los cadáveres de los jefes y sepultaban con ellos á sus mujeres, esclavos, armas y útiles en ceremonias mortuorias especiales y solemnes[426].

Cultivaban el maíz (abá), la patata, la coca, el tabaco, etc. Hacían rapé (Tabaco de Tunja) y bebidas fermentadas (chicha) y sabían resinar los árboles. La propiedad individual de las tierras era desconocida[427] y estimada la de los bienes muebles y subsistencias. Tenían mercados públicos (Aipé, Bacatá, Zipaquirá etc.) y ferias en épocas fijas. Obtenían oro y cobre de Moniquirá y otros lugares, y esmeraldas de las minas de Somondoso. Medían por palmos, contaban con los dedos de las manos y pies (sistema vigesimal) y usaban como intermediario de cambios una especie de moneda de "tejuelillos de oro de media pulgada de diámetro"[428]. Sus usos penales eran sanguinarios. Casi todos los delitos se castigaban con la muerte. A la mujer adúltera, al ladrón y al sodomita se les empalaba en forma horrible.

En general, los Chibchas fueron tímidos, poltrones y cobardes; pero como el valor militar era camino de honores, y los ataques de los Panches amenazaban constantemente los dominios del «Zipa», tenía éste en sus fronteras guarniciones de indios aguerridos (guechas, varón que mata), que elegía entre los guerreros tribales y colmaba de favores, según sus hazañas. [318] Usaban estos guerreros flechas, picas, macanas y tiraderas ó estólicas, y sus jefes se adornaban con penachos, arracadas y patenas de plumas, oro y esmeraldas.

Vivían los Chibchas en el siglo xvi en casas de madera cubiertas de paja y defendidas con empalizadas y cercos. En los del «zaque» y «sugamuxi», etc., colgaban láminas áureas. La piedra parece que empezaba á emplearse en las construcciones, como lo demuestran las ruinas del Valle del Infiernito (Oeste de Leiva) y el notable obelisco de la Serranía de Pacho[429].

Fig. 285.—Tapicería encontrada en una tumba de Aucon.

Eran hábiles tejedores, vestían casi todos con mantas de algodón finas y cubrían sus cabezas con gorros ó sombreros de alta copa, según sus oficios y dignidades. Sabían alear y laminar los metales. Sus orfebrerías y cerámicas tenían en cada tribu carácter especial y factura distinta. Las de Chiriqui y las Quimbayas fueron acaso las más perfectas. Desconocieron la escritura jeroglífica, y sus pictografías y petroglifos (Gameza, Pando, etc.), son escasos, [319] groseros é indescifrables[430]. Eran animistas y manistas. Adoraban al Sol, al Arco Iris, etc., y propiciaban en especial á los arroyos, ríos y lagos. Sus numerosos sacerdotes (jeques) no se diferenciaban en sus funciones y supuestas facultades de los «shamanes» y hechiceros del resto del Continente. El famoso cacique «Sugamuxi», sucesor del maligno y legendario hechicero «Indacansás»[431], es el prototipo de tales nigromantes. Los sacrificios humanos eran ceremoniosos y frecuentes. Los «mojas ó sacerdotes niños» se recluían cuidadosamente en los templos para sacrificarlos al llegar á la pubertad. El célebre «cacique dorado» de las antiguas crónicas, fué probablemente uno de estos «mojas», que, desnudo y espolvoreado de oro, se sacrificaba á los espíritus de la laguna[432].

La mitología Chibcha era rica é interesantísima. Sus principales leyendas giraban alrededor del semidios Bochica[433], célibe, virtuoso y austero, cuyas mesiánicas y civilizadoras [320] predicaciones fueron contrarrestadas por las deletéreas de la mítica hechicera Huitaca, instigadora del sensualismo, la embriaguez y otros abyectos vicios que enervaron las agrupaciones Chibchas y facilitaron á los soldados españoles la conquista de aquellas extrañas gentilidades[434].

Fig. 286.—Jefe ó Sacerdote Chimu. (Alfarería Valle Chincama)

Tribus Sud-Colombianas y Ecuatorianas.

4.—Cerca del territorio de los Chibchas vivían algunas tribus (Panches, Muzos, Colimas, Paniquitos, etc.), acaso pertenecientes á una sola familia lingüística, y aliadas entre sí para guerrear con sus poderosos vecinos. Eran, en general, y según antiguos cronistas "gente bestial y de mucha salvajía". Vivían, sin embargo, en habitaciones permanentes, momificaban sus cadáveres y sabían tejer con fibras de magüey preciosas esterillas y mantas[435].

La Cuna del Imperio Incásico (según Markham).

En los actuales Estados de Cauca, Antioquía, Tolima, etc., las tribus indígenas han cambiado tanto desde el siglo xvi que [321] es imposible determinar quiénes fueron los constructores de las reliquias arqueológicas que en tal región abundan. Los terremotos y las guerras por una parte, y el vandalismo de los buscadores de tesoros por la otra, han destruído gran número de estos preciosos restos; pero los túmulos sepulcrales de los distritos de Frontino y Dabeiba y las ruinosas murallas de piedra del valle del Plata (Tolima) atestiguan todavía la cultura material de aquellos pueblos.

En Popayán y los valles del Sierra vivían los célebres Guanucos ó Coconucos, adoradores del Sol, con ritos solemnes, coros de vestales y numerosísimo sacerdocio, cuyos probables descendientes, los Moquxes ó Guanabianos, viven hasta hoy en la vertiente occidental de la Cordillera, dedicados á sus faenas agrícolas, celebrando sus disolutas danzas al son de la «marimba» y narcotizándose con estramonio.

Fig. 287.—Puerta monolítica de Tiahuanaco.

En la parte más escarpada de la Cordillera Oriental, hacia las fuentes del Río Fragua (1-2° lat. Norte), vivían los Andaquis, supuestos guardianes de la legendaria «Caverna del Sol» y sus fabulosos tesoros, y probables constructores de templos subterráneos y edificios ciclópeos.

Los territorios que circundan el Golfo de Guayaquil estaban ocupados por numerosas tribus, de las cuales la más conocida es la de los Cañaris, que habitaban en los ardientes valles de la costa, y antes de ser subyugados por los Incas (siglo xv), tenían cierto grado de cultura, evidenciada por las peculiares [322] hachas de cobre y preciosos trabajos en oro recogidos por los arqueólogos en sus tumbas[436].

Fig 288.—Plano del Cuzco (siglo xvi).

La Región Peruana.

5.—Las condiciones fisiográficas de la «Región Peruana» no impidieron al hombre primitivo poblar sus accidentados territorios. En aquellas punas elevadísimas, y sin más vegetación que el «ichu» ó pasto de los montes, en los valles hondos de las abras Andinas y en aquellos oasis de los yungas ó tierras bajas, que interrumpen la monotonía de los arenosos desiertos de la costa, vivieron durante siglos agrupaciones populosas y [323] enérgicas, que luchando con la naturaleza supieron levantar pueblos y templos, fertilizar las tierras y llegar al más alto grado de cultura material alcanzado por su raza en América.

Las dificultades de la clasificación lingüística de estos interesantísimos grupos se ha exajerado un tanto por los antiguos cronistas. Afirman, con fundadas razones, los modernos etnólogos, que la gran mayoría de las tribus de la costa Peruana y los valles Interandinos, desde Quito y la línea Ecuatorial hasta el desierto de Atacama, pertenecía á las familias lingüísticas Aymará, Quechua, Yunca ó Mochica, Puquina y Atacameña[437].

Fig. 289.—Puente sobre el Río de las Pampas.

Principales tribus.

6.—La lengua Aymará era general entre las tribus Collas, Pucasas, Charcas, etc., que ocupaban desde tiempos remotos las mesetas y vertientes occidentales de los Andes y las cuencas del Desaguadero y de los lagos Aullaga y Titicaca (15 á 20° latitud Sur). Los Collas, que habitaban en la meseta del Titicaca y en los valles inmediatos, vivían en chozas cónicas de piedra cubiertas con la paja de la puna y agrupadas en pueblecillos, [324] cuidaban sus rebaños de llamas y alpacas, obteniendo lana para cubrir sus cuerpos y defender sus cabezas (chucos, gorros) del intenso frío de las alturas, y cosechaban al abrigo de los collados, ocas, quinuas, patatas, etc., que con la abundante pesca de la laguna Titicaca, la caza de patos y perdices en sus orillas, y la de guanacos y vicuñas en las montañas, bastaban y sobraban para sus necesidades físicas. Eran fuertes, audaces y ágiles. Sus jefes, familias y linajes (Ayllus) vivieron en continua lucha. Rendían culto á los espíritus de la naturaleza (animismo) y á los manes y sepultaban en curiosas tumbas superficiales de piedra á sus venerados muertos. Las imponentes ruinas de Tiahuanaco se admiran aún en los antiguos territorios de las tribus de esta familia[438].

Fig. 290.—Sonajero Chiriqui.

[325] En el ángulo Sudoeste del lago Titicaca vivían las tribus de los Urus, etc., que hablaban la lengua Puquina, moraban en grandes canoas y acaso fueron los constructores de los curiosos «cromlechs» de Charasani y Umabamba[439].

Los Yuncas (yunca-cuna, "moradores de tierra caliente") ocupaban los valles de la costa del Pacífico desde el Callao á la Serranía de Amotape (5 á 14° lat. Sur). Hablaban la lengua Yunga ó Mochica, de dificilísima fonética; eran animistas y manistas. Sus huacas, como carros artificiales, y sus vastísimas necrópolis (Ancon, etc.) han proporcionado á los arqueólogos preciosas y abundantes reliquias, tejidos multicolores y de complicada trama, alfarerías, husos, anillos y adornos de madera y metálicos. Vivían los Yuncas, y en especial sus jefes, en casas de columnas de adobe; construían acueductos é irrigaban extensamente sus campos, fertilizándolos con guano, que extraían de las islas. Eran navegantes temerarios. Usaban canoas de cueros de lobo marino ó de simples haces de totora, y balsas de madera provistas de vela, timón y quilla. Predominaba entre ellos el matriarcado, llegando á veces las mujeres (Capullanas ó Sayapullas) á ejercer las jefaturas tribales.

Fig. 291.—Sonajero de arcilla (Chiriqui).

Cerca de la actual ciudad de Trujillo construyeron los admirables palacios del «Gran Chimu», de factura análoga á la de sus recintos sepulcrales, y los depósitos y canales de Chicama y Nepeña. De la organización política de estas tribus no se [326] tienen noticias ciertas. Créese, sin embargo, que los Chimus dominaron desde Tumbez á Ancon y el valle de Huarcu (Cañete), imperando en los de Rimac, Lurin, etc., los jefes Sechuras ó Chinchas[440].

Fig. 292.—Restos de un puente Incásico (Río Huatanay).

Los Quechuas.

7.—La lengua Kechua ó Quichua, ó «General del Perú», se hablaba sin interrupción por las numerosas y sedentarias agrupaciones Huancas, Incas, Quitus, etc., que poblaban los vastos territorios de la Región Peruana desde Quito hasta Coquimbo (0 á 32° lat. Sur), extendiéndose su influencia por el N. E. y S. E. hasta los bancos del Putumayo y del Napo, las llanuras de Mojos y las actuales Provincias Argentinas de Tucuman, Córdoba, etc. La cuna ó lugar de origen de las tribus de esta dilatada familia lingüística pa[327]rece haber estado en las cercanías de Quito, desde donde emigraron los primitivos linajes hasta las orillas septentrionales del Titicaca, siguiendo posiblemente la cuenca del alto Marañón y la altiplanicie Inter-Andina[441].

Fig. 293.—Muralla del Templo de Huiracocha (cerca de Cacha).

Casi todas las mencionadas tribus alcanzaron desde tiempos remotos á los grados medios del barbarismo. Estaban organi[328]zadas en clanes ó linajes (ayllus), gobernadas por jefes tribales (curacas) y dedicadas al pastoreo y la horticultura. Los Huancas del valle de Jauja y sus cercanías vivían en casas semejantes á torreones cilíndricos (huancas), de considerable diámetro y altura, dispuestas en hilera y unidas por estrechos pasadizos. Practicaban el escalpe, eran animistas, rendían á los cadáveres de los antepasados («malquis») un culto análogo al de los HopisKatcinas») y, como los Iroqueses, sacrificaban y devoraban ceremonialmente los perros ó gozques (alcos) que en sus poblados abundaban[442].

Los Cajamarqueños formaron también agrupaciones organizadas y construyeron enormes sepulcros y extrañas grutas funerarias, abiertas las más de las veces en las paredes casi perpendiculares de las quebradas profundas.

Fig. 294.—Indio Quechua. (Época actual.)

Los Cozas y Mantas desarrollaron en las cercanías de Quito la poderosa nación de este nombre (Quitus), gobernada por scyris ó jefes-hereditarios. Predominó entre ellos el patriarcado y la monogamia y sepultaron sus muertos en montículos ó sepulcros superficiales y de piedra (tolas), semejantes á las chulpas Aymarás y distintas de las tumbas Quechuas[443].

Los Quechuas propiamente dichos ó Cuzqueños, habitaron la zona del Apurimac hasta las Pampas; los Incas vivieron entre el Apurimac y Paucartampu, y los Canas y Cauchis en[329]tre el Cuzco y el lago Titicaca. La primera de estas tribus dió su nombre á la lengua general del Perú, y la segunda á la casta ó linaje conquistador de todos sus territorios, formando las cuatro el probable núcleo del llamado Imperio de los Incas[444].

Fig. 295.—Ruinas de Pisac (Valle de Yucay).

Fig. 296.—El Perú Primitivo y sus probables Centros Culturales.

Culturas Preincásicas.

8.—Las culturas de las tribus mencionadas son indudablemente anteriores á la dominación Incásica. Las estupendas construcciones de Thiahuanaco, Chimu, Sacsahuama, Abancay, Ollantaytampu, etc.; los andenes ó campiñas artificiales parceladas de las alturas de la sierra; el pastoreo de las llamas, alpa[330]cas, guanacos y vicuñas; los cultivos perfeccionados del algodón, el maíz y la patata; las vastas necrópolis de Trujillo, Jauja, Cajamarca, etc., y acaso los petroglifos de Tacna, Pasco y Arequipa, implican ciertamente la existencia remota y autóctona de centros culturales populosos y organizados. No nos corresponde su estudio. Afirmaremos sólo que la tan decantada civilización Incásica surgió de la decadencia y la ruina de estos centros culturales, acaso desmembraciones del neolítico y poderoso Imperio de los legendarios Piruas, de aquellos misteriosos Hatun-Runa ó gente antigua, adoradores del Con-Illà-[331]Tici-Viracocha (Dios, creador de la luz, que habita en el espacio, maestro del mundo), tal vez representados en las imperecederas y sujestivas tallas de la puerta monolítica de Tiahuanaco[445].

Fig. 297.—Corte de una huaca (Tumulus).

El Imperio de los Incas.

9.—Hasta el siglo xiv de nuestra Era todo es obscuro y dudoso en la historia Peruana. Es, sin embargo, tradición constante y no desmentida, que á mediados del siglo xiii el caudillo Manco Ccapac (1240) sometió los «ayllus» del valle de Vilcamayu, formando en el Cuzco una agrupación ó dominio teocrático, que sus once ó doce sucesores[446] se encargaron de [332] extender, no limitándose, como los Aztecas, á obtener tributos de las tribus conquistadas, sino ocupando militarmente sus territorios é imponiendo en ellos su culto, lengua y costumbres.

Fig. 298.—Tiaguanaco.

La política de los Incas fué absorbente en extremo. Cimentado su poder en los alrededores del Cuzco, fueron paulatinamente subyugando las tribus cercanas, ya ofreciéndolos pacíficamente las ventajas de un supuesto gobierno paternal y próvido, ya lanzando contra ellas miles de guerreros que las sometían á fuego y sangre. El Inca Ccapac Yupanqui completó la conquista de los «ayllus» Quechuas; Uira-cocha anexionó á sus dominios el de los Aymarás; Pachacutec-Yupanqui ("el que cambia el mundo"), héroe favorito de las tradiciones Incásicas, avasalló los territorios del «Gran Chimu»; su sucesor, Tupac-Yupanqui, dominó á los Quitus y Yuncas, llegando con sus soldados hasta las inmediaciones del Maule (34°), y [333] su hijo, Huayna Ccapac, consolidó la ocupación del Norte de Chile, y después de encarnizados combates ahogó en sangre la rebelión de los Quiteños, cuyos indómitos «scyris» ayudaron más tarde al usurpador Atahualpa á deponer y asesinar á su hermano Huascar (Inti-cusi-Hualpa), último jerarca independiente de la célebre dinastía de los Incas.

En esta época (1523) se extendía el Imperio Incásico desde Popayán hasta el Maule; estaba dividido en cuatro regiones, la del Norte ó Chinchay-suyu, la del Este ó Anti-suyu, la del Oeste ó Cunti-suyu y la del Sur ó Colla-suyu, correspondiente á los cuatro puntos cardinales de la ciudad del Cuzco, y se designaba en conjunto con el nombre de Ttahuantin-suyu, ó las cuatro provincias juntas[447].

La Religión Incásica.

10.—Vimos en capítulos anteriores que los Incas, y en especial las clases privilegiadas, adoraron al Viracocha como Creador Supremo y deidad misteriosa, subordinando á este Sér Superior las demás divinidades en que creyeron[448]. Fueron éstas idénticas en su esencia á las animistas y astrolátricas del resto del Continente. Idolatraron en general los Peruanos ciertos objetos sagrados (huacas), probables representaciones ó vehículos del «paccarina» ó divinidad peculiar y totémica de cada linaje (ayllu). El «paccarina» principal del privilegiado y [334] dominante «ayllu» Incásico, fué el Sol, y de aquí que los soberanos y su casta se dijeran unidos á él con estrecho vínculo de mítico parentesco y procuraran imponer en los territorios que subyugaban el esplendoroso culto de su divino antecesor y padre. Los «paccarinas» de los demás linajes eran, como en toda América, animales, fenómenos y objetos naturales, momias, etc., etc. Cada «ayllu» tenía su «paccarina», al que rendía especial acatamiento, y cada familia una serie de ídolos ó fetiches de barro, piedra ó metales preciosos (huacas ó conopas) relacionados directamente con los objetos y fenómenos naturales que influenciaban su vida diaria[449].

Fig. 299.—El camino alto de los Incas (Helps).

El manismo y la creencia firme en la vida de ultratumba predominaba en todas las tribus. La huaca de cada Inca se guardaba con su momia (malqui) en suntuosos se[335]pulcros (huacas, tolas, chulpas), que se convertían por ello en lugares sagrados, donde el alma del muerto se veneraba y servía con especialísima pompa[450]. No eran menos grandiosos los templos dedicados al Sol y demás divinidades astrolátricas en todas las provincias del Imperio. Fueron los más notables el de Coricancha, en el Cuzco; el de Pachacamac, en el valle de Lurin; el de Rimac, cerca de Lima[451], y los de Vilcas, Huanuco y la isla de Titicaca. Las paredes y cornisas del de Coricancha estaban chapeadas de oro, de oro eran los objetos del culto, y en la pared de Occidente, y esculpida en una plancha de oro bruñido, fulguraba la imagen del adorado astro[452].

Fig. 300.—Ruinas en el Lago Titicaca.

[336]

El Sacerdocio y el culto.

11.—Los variados ritos y ceremonias religiosas de los Peruanos estaban relacionadas con el curso del Sol y el cultivo de los campos. El año (huata) estaba dividido en doce meses (Quillas) lunares, entre los que se repartían once días (allca-canquis), para completar así el año solar, que empezaba el 22 de Junio. Además de los festivales extraordinarios, correspondía á cada mes del año uno especial y como de rúbrica. Los más solemnes eran los de los solsticios y equinocios que se observaban y fijaban cuidadosamente. En todos ellos se sacrificaban y quemaban llamas, alpacas, etc., y en ocasiones excepcionales (grandes victorias, conflictos extremos, etc.) se sacrificaban también niños y niñas estrangulándolos y arrojando sus cuerpos á las piras propiciatorias[453].

Fig. 301.—Hechicero ensalmando (Isla Santo Domingo).

En la fiesta del equinocio de otoño (mosoc-nina, fuego nuevo) se renovaba el fuego sagrado, conservado el año entero por las célebres vestales ó vírgenes del Sol (aclla-cuna), que vivían recluídas en monasterios adjuntos á los templos astrolátricos, gobernadas por las mama-cunas ó matronas, cociendo tortas rituales (zancu), fermentando chicha, ó tejiendo para su esposo, el Sol, ó para el Inca, finas telas y mantas. Hacían voto [337] de castidad, y eran sepultadas vivas si osaban violarlo; pero claro es que el Inca, como encarnación del Sol, podía elegir de entre ellas sus concubinas y aun cederlas graciosamente á los miembros de su familia ó casta[454].

Además de las vírgenes del Sol, servía y reglamentaba los cultos Incásicos una numerosa casta jerárquica de sacerdotes, magos, adivinos, sacrificadores, ermitaños, etc., á cuya cabeza estaba el «Villac-Unu»(cabeza que habla), miembro de la familia imperante, hechicero privilegiadísimo, intérprete consagrado de la palabra del Sol, jefe del Consejo de su tribu y segunda persona del Imperio[455].

Fig. 302.—Bajo relieve del Sol (Habana).

Los Amautas.

12.—El «Villac-Unu» y sus subordinados guardaron secreta la pretendida clave de lo mágico religioso, que reputaban ciencia divina; pero felizmente no fueron como los sacerdotes Aztecas y Mayas, representantes únicos de la intelectualidad de [338] su pueblo. Al lado de esta falsa ciencia surgió en el Perú el humanismo de los Amautas ú hombres sabios[456]; surgieron los poetas, los cantores y recitadores de historias que, sin pretensiones hieráticas, conservaron y en parte nos legaron los ingenuos decires de los Incas. Conocemos muy poco el verdadero carácter de este curioso alborear literario. Careciendo los Incas de escritura, sólo pudieron transmitir á la distancia sus ideas por medio de los quipus ó cuerdas con nudos de varios colores y tamaños, instrumento necesariamente limitado y puramente mnemónico, que si bien no logró alcanzar la perfección representativa que le conceden algunos autores[457], pudo muy bien, ayudado por la tradición oral, perpetuar censos, leyes, sucesos históricos y aun composiciones poéticas y [339] salvar del olvido los amorosos y melancólicos yaravies de los bardos Incásicos, varios diálogos y escenas de sus composiciones dramáticas, y algunos argumentos de sus cantares legendarios y heroicos.

Fig. 303.—Bloque de granito tallado (Rodadero).

Fig. 304.—Los Quipus.

El arte curativo de los Peruanos estuvo también en manos de sus Amautas, que usaron empíricamente ciertas plantas medicinales (descubiertas por la casta ó sociedad medicinal de los Charasanis ó Calahuayas) y fueron además cirujanos audaces y hábiles[458].

Gobierno Incásico.

13.—Y estas fueron las únicas manifestaciones libres de las actividades psíquicas del Indio Peruano. Todo lo demás estuvo concentrado en el Inca, foco y resumen de lo científico, lo religioso y lo mágico, corazón y mente de su pueblo, dios-rey, señor soberano y único (Sapullan-Inca), "amigo de los pobres" (Huaccha-Cuyac) y jefe supremo de los guerreros. Sus atavíos deslumbraban; sus insignias (borla, llautu, suntu-paucar ó gorro, etc.) eran sacratísimas; los utensilios de su morada eran de oro; cuanto se rozaba con su persona era destruído ó aislado, [340] y hasta los más altos personajes llevaban una carga sobre los hombros en señal de homenaje cuando comparecían en su presencia. Se tenía especial cuidado de conservar puro su linaje solar, y su única esposa legítima (Ccoya) debía ser hermana suya de padre y madre. Entre los hijos de esta unión incestuosa podía el Inca, de acuerdo con su Consejo, elegir y «dar la borla» al que creía más apto para sucederle. Si moría sin sucesión legítima ó sin haber designado heredero, sus hijos naturales y los demás miembros del Consejo de su linaje elegían y «daban la borla» á aquel de los hermanos del muerto que consideraban más hábil para desempeñar el elevadísimo cargo.

Fig. 305.—Canoa india del Golfo de Paria.

Los hijos naturales del Inca habidos en las «vírgenes del Sol» ó en concubinas de otros «ayllus» pertenecían todos á su linaje, y, por consiguiente, los últimos Incas llegaron á estar rodeados de un numeroso grupo de parientes ú Orejones, del que se elegían privativamente los oficiales públicos[459].

Así se formó en el Perú una casta superior, definida é imperante, institución agena al carácter igualitario de las primitivas Sociedades Americanas y resultante lógica de la política con[341]quistadora del «ayllu del Sol», de la divinización de su jefe el Inca y de la fusión paulatina de las tribus que subyugaba en el todo comunista de sus dominios[460].

Fig. 306.—Cráneo Peruano Trepanado (Mus. Washington).

Por lo demás, el Gobierno Incásico no difiere esencialmente de los tribales del resto de América. El Inca fué, en definitiva, un jefe militar divinizado, semejante al «Tlacatehcuhli» Azteca. Los poderes legislativos y judiciales del Imperio fueron principalmente ejercidos por el Consejo de Orejones (ayllu del Sol), que, como el de la Confederación Mejicana, decidía todas las materias graves, limitaba el posible despotismo del Inca, podía elegirlo, darle autoridad, y hasta deponerle de su elevado cargo si se hacía, á su juicio, indigno de desempeñarlo. El Villac-Unu tenía también atribuciones gubernativas casi iguales á las del Inca y, como el cihualtl-cohuatl de los Aztecas, ejercía la jefatura civil de los dominios Incásicos, sustituía en sus ausencias al Inca y velaba por el fiel cumplimiento de las decisiones del Consejo[461].

Organización Social.

14.—La organización social del Perú indígena estuvo basada en la de las antiguas behetrías (ayllus), y fué, por tanto, comunista. Las heterogéneas tribus que componían el extenso Imperio formaron un gran ejército industrial, disciplinado y simétrico, un organismo productor y automático regido militarmente por el Inca y su dominador «ayllu».

[342] Cada valle ó provincia ó conjunto de «ayllus» estaba gobernado por una especie de virrey (Ccapac ó Teicuyriroc, "el que lo ve todo") de la casta del Inca. Los «ayllus» estaban divididos en secciones de diez familias (chuncas), gobernadas por un curaca ó decurión (chunca-camayu); diez chuncas formaban una Pachaca (100), á cuyo frente se ponía un centurión (Pachaca-camayu), y diez pachacas formaban una huaranca (1.000), regida por otro curaca (Huaranca-camayu) más elevado. En los valles en que había muchas huarancas se ponía un Señor (Unu-camayu), que dependía del Ccapac ó virrey y era á su vez gobernador de los curacas, de Pachaca y Huaranca. Todos estos cargos eran electivos y los desempeñaban los más hábiles[462].

Fig. 307.—Momia en una huaca de Pisco.

Los miembros de cada una de las diez familias que componían la chunca, se clasificaban según su edad y consiguiente aptitud para el trabajo. La familia (Puric) era patriarcal y monogámica, y tenía sus propios manes (conopas) y ceremonias (ritos de paso)[463].

Ni la época del matrimonio, que era indisoluble, ni la elec[343]ción de esposa, pertenecían al individuo. Cuando llegaba á la edad prescrita para ser jefe de familia (Puric-huayna), tomaba obligatoriamente la compañera que la autoridad quería dejarle, después de apartar las jóvenes más hermosas del «ayllu» para dedicarlas al templo ó al servicio del Inca y su casta. La comunidad labraba una casa á cada matrimonio, asignándole asimismo una parcela de tierra cultivable (chácara ó tupu), que se aumentaba ó disminuía proporcionalmente al aumento ó disminución de la familia, ó á la dignidad que adquiría su jefe. Si éste moría, la tenencia de su chácara ó tupu pasaba á su sucesor, que se constituía en mayorazgo con obligación de alimentar á la mujer y los hijos del difunto, hasta que éstos llegaban á la edad prescrita ó aquella contraía un nuevo enlace[464].

Fig. 303.—Llamas en las punas.

Repartición de los productos.

15.—Las tierras pertenecían á la comunidad. Las cosechas se dividían en partes desiguales entre el gobierno (Inca, etc.), el templo ó su sacerdocio (huaccha) y los cultivadores (pueblo). [344] La parte del gobierno podía aumentarse gravando la del templo, y los sobrantes de ambas volvían al pueblo. El gobierno tenía en las provincias y en el Cuzco, gran número de depósitos que en tiempo de guerra se abrían para avituallar los ejércitos, y servían en el de paz para mantener á los ancianos, lisiados ó enfermos (Puñac-ruccu, etc.). Si por acaso venía un año de mucha esterilidad, abríanse también los referidos depósitos públicos, prestando á las provincias azotadas los mantenimientos necesarios, con cargo de devolverlos en los años de hartura, por su cuenta y medida cierta.

Fig. 309.—Ruinas Incásicas.

La parte del pueblo se repartía proporcionalmente entre los "huayna-puric" ó jefes de familia presentes en la recolección. Los ausentes, los pastores, soldados, obreros y demás individuos empleados en servicio del Inca ó su gobierno, subsistían de la parte de este último.

La parcelación, adjudicación, etc., se hacía anualmente por ciertos funcionarios imperiales (Runay-Pachaca) que tomaban buena nota de los productores de cada provincia, sus aptitu[345]des y carácter, comunicándoselo al Virrey (Ccapac ó Tacuyriroc), para que á su vez informara ante el Inca[465].

Fig. 310.—Fortaleza de Sacsahuaman (Cuzco).

Las disputas entre las familias, chuncas, etc., y los delitos de sus individuos, se dirimían y castigaban por jueces especiales y muy respetados. Las sentencias no tenían apelación y las penas eran severísimas[466].

Si algún «ayllu» disminuía en su número por razón de guerra, pestes ú otras involuntarias, era también deber de dichos jueces, levantar contingentes en los «ayllus» vecinos para reponer en lo posible las pérdidas del damnificado.

Reglamentación del trabajo.

16.—La ociosidad estaba en absoluto proscrita del Imperio Incásico. No se consentía que ninguno fuese haragán y anduviese hurtando el trabajo á otros, ni había en esto diferencias entre el pueblo y la casta imperante. El poder central ó sus lugartenientes, distribuían el trabajo según las circunstancias. [346] Tal distrito, daba los mejores alfareros; tal otro, los orfebres más hábiles. El obrero recibía del gobierno la materia prima, no estaba sobrecargado de tareas y era atendido con solicitud cuidadosa. Ninguno que no fuese casado podía, por ejemplo, trabajar en las minas, "para que las mujeres le aderezasen el mantenimiento", y en todos los trabajos rudos había establecidos turnos (mita) por los que de tiempo en tiempo entraban unos trabajadores y salían otros[467]. La división del trabajo, fuente de todo progreso industrial, era insignificante ó nula. Aunque á veces se consultaban las aptitudes de los individuos destinándoles preferentemente á los trabajos que mejor desempeñaban, en general no había separación de artes ú oficios. Los hombres, las mujeres y hasta los niños aprendían de todo y trabajaban en todo. Como se trabajaba para la comunidad, las iniciativas individuales no tenían objeto. La industria aumentaba pero no progresaba. Los Incas, en resumen, no estuvieron industrialmente organizados, sino industrialmente ocupados. Fueron soldados sumisos de un ejército igualitario, cuidado como se cuida un rebaño que alimenta y produce, y sometidos á una disciplina estricta[468].

Fig. 311.—La piedra de Chavín.

[347]

Fig. 312.—Indio Peruano (Región de los bosques).

Tributos y forma de recolectarlos.

17.—Independientemente del producto de las tierras y del oro y plata de las minas tributaban los «ayllus» maíz, quinua, chuño, mantas, vestidos, armas, etc. Se les imponían también pechos y derramas extraordinarias cuando así lo exigían las necesidades del Imperio. Los tributos se pagaban sin dificultad y se recolectaban sin exacciones. En los que se entregaban en especie nunca se tomaba más de lo justo, y se eximía de los pechos á los que sólo tenían un hijo ó hija. En días determinados comparecían los principales curacas de los valles ante el Inca, proponiendo la necesidad ó hartura de sus territorios é informando en justicia si el tributo era poco ó mucho. Sabiendo el Inca que no mentían, tenía muy en cuenta sus manifestaciones; pero si había cautela hacía gran castigo y acrecentaba el tributo. Llevábase, además, en el Cuzco exacto censo de la población del Imperio, reuniendo las estadísticas anuales de nacimientos y fallecimientos, que los valles mandaban al Inca, registrados en sus quipus. Y en todo esto había gran certidumbre y nadie tramaba fraudes ó engaños. La proporcionalidad estricta de los tributos y la facilidad con que se satisfacían, mantuvieron sumisos á los tributarios, convirtiéndoles poco á poco en ruedas de una gran máquina, ó piezas de un gran tablero de ajedrez manejadas hábilmente por la privilegiada casta de los Incas[469].

Arquitectura.

18.—La organización del trabajo que dejamos apuntada nos explica la ciclópea grandeza de los edificios Incásicos, que nos asombran precisamente por la cantidad de gente y trabajo que su construcción representa. Las piedras de los muros aparecen concertadas con admirable justeza. Los bloques se traían de [348] distancias increíbles. No nos compete el estudio detenido de estas ruinas. Algunas de ellas, como las del Cuzco, Ollantaytampu, Huanuco el Viejo, etc.; las chulpas de Sillustani y del Collao, y las sepulturas de todo género dispersas en estos territorios son de grandísimo interés para los arqueólogos. Nada tenía esta arquitectura de verdaderamente artístico. Casi todos los techos eran de paja ó madera, las ventanas raras, las puertas pequeñas y las habitaciones sin comunicación entre sí. No había, ni aun en los templos y palacios mismos, columnas, arcos ni empalmes, y su sencillez, su simetría y sólido trabajo reflejaban el carácter y curiosa composición del edificio político de los Incas[470].

Fig. 313.—Pila del Inca.

Agricultura y ganadería.

19.—El sistema administrativo del Perú contribuyó, sin duda, al desarrollo de su agricultura. Ni un solo pedazo de tierra cultivable dejó de aprovecharse. Se irrigaban los desiertos de las costas y se construían en las montañas terrazas altas como las de la célebre «Andenería», del valle de Vilcamayu. Estas terrazas ó Andenes se hacían escalonados y se fertilizaban con vías de agua, que arrancaban de lo alto de las montañas. Tanto estos canales como los de las costas eran las más de las [349] veces de considerable longitud y tamaño. Ya cortados á pico en la montaña, ya sostenidos con mampostería ruda, ya formando túneles, regaban perfectamente los campos. Los turnos de riego eran rigurosos. Cada tupu ó parcela recibía la cantidad de agua que necesitaba. Otro tanto sucedía con el guano y demás abonos, repartidos, como el agua, equitativamente. El resultado de estos inteligentes trabajos fué notabilísimo. Los Incas recogieron las más hermosas cosechas de patatas y maíz conocidas en el mundo. Las de algodón fueron excelentes, y abundantísimas las de coca, aji, quinua, etc.[471].

Fig. 314.—El Inca Yupanqui (Según Marcoy).

Los grandes rebaños de llamas y los de huanacos y vicuñas proporcionaban carne para el pueblo, charqui para los soldados y viajeros y lana para toda clase de tejidos. No era permitido matar ningún animal sino en las grandes cacerías periódicas (chacu) ordenadas por el Inca. En estas mismas monterías se cuidaba de soltar las hembras y algunos machos elegidos, esquilando todos los demás y matando los necesarios para carne. La lana de los huanacos se repartía al pueblo; la finísima de las vicuñas, como el oro y la plata, se reservaba para el Inca. Los quipu-camayoc ó contadores, llevaban exacta cuenta de las piezas cazadas, esquiladas ó muertas en cada una de estas monterías[472].

[350]

Fig. 315.--Gruta sepulcral en el Rodadero (Wiener).

Medios de comunicación.

20.—Los medios de comunicación eran necesarísimos para mantener unido el Imperio. Del Cuzco irradiaban excelentes caminos para todas las provincias y valles. Eran fáciles, bien nivelados y de cinco ó seis metros de ancho. El de la costa fué uno de los más notables. A intervalos se construían albergues (Corpa-huassi) ó estaciones, y los mensajeros oficiales (chasquis) corrían de uno á otro con celeridad extraordinaria, entregando en cada estación el mensaje ó quipu que llevaban á otro corredor, que á su vez lo llevaba y entregaba en la estación siguiente. La rapidez de estos chasquis era tal, que el Inca podía, por ejemplo, comer en su palacio lo pescado el día anterior en el Pacífico, á cerca de 500 kilómetros del Cuzco. También había en los referidos caminos almacenes de armas, vituallas, etc., para poder concentrar los ejércitos en cualquier punto y sin preparación previa[473].

Colonias y guarniciones.

21.—Intimamente relacionada con los medios de comunicación estaba la costumbre de trasladar colonias de una región á otra del Imperio, para evitar los peligros de la subdivisión excesiva de los "ayllus" y favorecer el intercambio de productos y el bienestar del pueblo. Los colonos se llamaban mitimaes. Los valles de Tacna y Moquegua, por ejemplo, y los bosca[351]jes orientales se colonizaron con mitimaes de las aldeas cercanas al Cuzco.

Fig. 316.—Adorno auricular encontrado en Chaucay.

Se establecieron también en las fronteras colonias militares para propagar en las tribus vencidas el culto y los usos Incásicos, dando al tiempo mismo ocupación al sobrante de la población agrícola de los «ayllus» recargados. Los soldados de cada «ayllu» se distinguían en estas colonias ó guarniciones por sus armas y adornos. Las de los Incas y Chancas eran la maza de cobre (champi), la lanza de punta de bronce (chuqui) y una especie de palo con cabeza de bronce ó piedra en forma de estrella de seis puntas (macana). Los Collas y Quechuas usaban las bolas; los Antis, arcos y flechas y, en general, las armas defensivas eran el escudo (hualcanca), el casco (umachucu) y á veces las corazas metálicas. La disciplina estricta de la vida civil Incásica lo era aún más estrecha en lo militar. De aquí que los guerreros del Cuzco fueran irresistibles para las tribus no disciplinadas, que los Incas dominaron fácilmente[474].

Artes mecánicas.

22.—El oro se extraía en grandes cantidades de las arenas de los ríos de la Provincia llamada de Caravaya; la plata de las minas se separaba de la escoria en hornos (huayra) de considerable tamaño. El cobre abundaba en Collas y Charcas, y el zinc para aleaciones en las orillas orientales del Titicaca. Todos estos metales se trabajaban hábilmente, en especial el oro y el cobre. Los tejidos Incásicos eran variados y finísimos; sabían bordarlos con lentejuelas de oro y plata y teñirlos con matices brillantes. Las alfarerías, de múltiples colores y formas, fueron, sin embargo, las más acabadas muestras del adelanto material, creencias y costumbres de las tribus de la Región [352] Peruana. Las colecciones de los Museos de Berlín, Madrid, etc., son abundantísimas. Muchos vasos antropomorfos y zoomorfos se usaban como conopas ó fetiches. Otros se destinaban á usos domésticos ó funerarios. Abundaba en muchos de ellos lo abigarrado y lo grotesco, y, lo que es más raro y acaso excepcional, en la América Indígena había algunos representativos de lo obsceno y degradante[475].

Consideraciones generales.

23.—Y con esto terminamos nuestro brevísimo bosquejo de la Civilización Incásica. A pesar de su solidez aparente, tuvo mucho de artificial y caediza. Como todos los comunismos agrarios indígenas, llevaba en sí misma los gérmenes de su destrucción y fenecimiento. Los Incas no la crearon; se limitaron á sistematizarla, á reunir los «ayllus» primitivos bajo su despótico cetro, á centralizar sus gobiernos tribales en el gobierno del «ayllu» imperante. No fué, pues, el Perú de los Incas arquetipo de socialismos patriarcales, como sostienen sus entusiastas, sino una vasta y simétrica aglomeración de comunismos tribales idénticos á los Iroqueses, Aztecas, etc. Es, pues, inútil extenderse en consideraciones filosóficas sobre los defectos ó ventajas de su gobierno. Sólo es concebible entre los primitivos. No es posible suprimir de raiz en el hombre civilizado y libre, las ideas de iniciativa individual y propiedad privada, convirtiéndole por el ministerio de la ley en una especie de máquina. El desarrollo de la agricultura y las facilidades de la vida humanizaron un tanto las costumbres del Indio Peruano y los cultos astrolátricos suavizaron los sacrificios; pero, por lo demás, las mismas inquietudes, las mismas rencillas, las mismas abominaciones que gangrenaron los calpullis Aztecas ulceraron los «ayllus» Incásicos.

Las verdaderas bases del Imperio de los «hijos del Sol» fue[353]ron la superstición y la barbarie. Sólo así se explica que la llegada de los Europeos determinara su ruina, y que bastase un puñado de Españoles para sacudirlo y aniquilarlo[476].


[354]

CUESTIONARIO

1.—¿Qué territorios comprendía la Región llamada Colombiana?

2.—¿Qué territorios ocupaban los Chibchas?

3.—¿Qué sabemos de sus usos, gobierno y costumbres?

4.—¿A qué familias lingüísticas pertenecían las tribus de la Región Peruana?

5.—¿Qué tribus hablaban la lengua Amayrá y qué se sabe de ellas?

6.—¿Qué tribus hablaron la lengua Yunga ó Mochica?

7.—¿Qué cultura alcanzaron los primitivos Quechuas?

8.—¿Qué tribus formaron el núcleo del Imperio Incásico?

9.—¿Son las culturas de las anteriores tribus anteriores á la dominación Incásica?

10.—¿Cómo se formó y cómo estaba dividido el Imperio Incásico?

11.—¿Cuáles fueron las principales creencias de los Incas?

12.—¿Qué se sabe de su Sacerdocio y su culto?

13.—¿Quiénes fueron los Amautas y qué importancia tienen los Quipus?

[355] 14.—¿Cómo se gobernaba el Imperio Incásico?

15.—¿Cómo estuvo organizado socialmente el Perú Incásico?

16.—¿A quién pertenecían las tierras y cómo se repartían sus productos?

17.—¿Cómo estaba reglamentado el trabajo?

18.—¿En qué consistían los tributos y cómo se recolectaban?

19.—¿Qué particularidades tenían los edificios, templos y tumbas Incásicas, y cuáles son las ruinas más notables?

20.—¿Qué desarrollo alcanzó entre los Incas la Agricultura y la Ganadería?

21.—¿Qué medios de comunicación había en el Perú Incásico?

22.—¿Quiénes eran los Mitimaes?

23.—¿A qué grado de adelanto llegaron en el Perú Incásico las Artes Mecánicas?

24.—¿Cuáles fueron las muestras más acabadas de su cultura material?

25.—¿Es posible la organización político-social del Perú Incásico en la época actual?


[356]

REFERENCIAS

Generales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores. Winsor, op. cit. N. & C. H. of A. Cap. IV, notas y apéndices. Coleti, Dizionario Hist. Geog. de la América Meridionale (Venezia, 1771). Acosta, Hist. Nat. y Moral de las Indias, etc. (Ed. Madrid, 1792). Humboldt, Vue des Cordilleres, etc. (París, 1816). Humboldt & Bonpland, Voyage aux Regions equinoxiales du Nouveau Continent, etc. (París, 1816-1831). Humboldt, Ansichten der Natur (Sttugart, 1849), etc., etc.

Especiales. Región Colombiana.E. Uricoechea, Mem. sobre las antigüedades Neo-Granadinas (Berlín, 1854). Acosta, Comp. Histórico de Nueva Granada (Ed. París, 1848). Pérez, Geografía del Estado de Cauca. Id., Geog. del Estado de Colima (Bogotá, 1862, 1863). Oviedo y Baños, Hist. de Venezuela (Madrid, 1885). Dr. Ernst, Zeitschrift für Ethnologie (1875). Marcano, Etnographie Pre-Colonibiene de Venezuela. Cassani, Hist. Nuevo Reino de Granada (Ed. París, 1889). Holmes, The use of gold & other metals among the inhabitants of Chiriqui (Smith. Inst., 1887). Posada Arango, Essay Etnographique sur les Aborigenes de l'Etat d'Antioquia (Bull. Soc. Anthrop., París, 1889). Bollaert, Antiquarian et Ethnological [357] Researches in New Granada, Ecuador, etc. (London, 1860). Restreppo, Los Chibchas antes de la Conq. Española (Bogotá 1895), etc., etc.

Especiales. Región Peruana.—Las obras especiales sobre la Etnología, Arqueología, Historia primitiva, etc., de esta Región, son numerosísimas. Las más generalmente consultadas, son las siguientes: Markham, The Incas of Peru (London, 1910). Lorente, Hist. Ant. del Perú (Lima, 1860). Id., Hist. de la Civilización Peruana (Lima, 1880). Prescott, Conq. of Peru (Boston, 1847). Belaunde, El Perú Antiguo y los modernos Sociólogos (Lima, 1908). Wiener, Perou y Bolivie (París, 1880). Richard Inwards, Temple of the Andes (London, 1884). Rivero & Tschudi, Antigüedades Peruanas (Lima, 1851). Desjardins, Le Perou avant la Conquéte Espagnole, etc. (París, 1858). Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Voyage to South America (5 Ed. Londres, 1807). Castelnau, Expedition dans les parties centrales de l'Amerique du Sud, etc., 3.ª parte (Antiquités des Incas, París, 1854). Squier, Perou, Incidents of travel, etc. (London, 1877). Basadre, Riquezas Peruanas (Lima, 1884). Reiss & Stubel, Peruvian Antiquities: The Necropolis of Ancon, etc. (Trad. Keane, Berlín, 1880, 1887). Raimondi A., El Perú, etc. (Lima, 1890-1902). Bastian, Culturlander des Alten. America (Berlin, 1886). William Van Bravant, Bolivie (París-Bruselles, 1909). Mendiburu, Dic. Hist. Biog. (Callao, 1874, 1890). E. W. Middendorf, Perú, etc. (Berlín, 1893). Marcos Jiménez de la Espada, Ant. Gentes del Perú (Extracto Apológ.ca de Fray Bartolomé de las Casas) Madrid, 1892. R. P. A. Villalba, El Sistema tonal de la Música Incásica (Revista "La Ciudad de Dios", Mayo 1910). Los trabajos publicados por el Mercurio Peruano (Lima 1791, 1795). Museo Erudito (Cuzco, 1837). Revista Peruana y Revista histórica (Org. Inst. Hist. del Perú), en especial los de González de la Rosa, Larraburu, Patron, Polo, Max-Uhle, Romero, Riva Aguero, etc. Para el estudio de las lenguas indígenas de la Sección Sur del Pacífico, véase Conde de la Viñaza, op. cit., (Cuadro Alf. Geog., pág. 330 y sig. y sus referencias al texto). Von Tschudi, Organismus der Ketschua Spra[358]che (Leipzig, 1884). Dr. Miguel Angel Mossi, Manual del Idioma General del Perú, etc. (Córdoba, Rep. Argentina, 1889), y las autoridades citadas por Brinton (A. R. pág. 164 á 228). Winsor, N. C. H. of. A. I, pág. 278, nota 2.ª, etc., etc.

Fuentes.Pedro Cieza de León, Crón. del Perú, parte I, (Hist. Prim. de Indias). Id., Parte II (Edición M. J. de la Espada. Madrid, 1880). Juan de Betanzos, Suma y Narración de los Incas (Ed. M. J. de la Espada, Madrid, 1880, Bibl. Hisp. Ultramarina). Pedro Sarmiento de Gamboa, Hist. de los Incas (Ed. Dr. Pietschmann, Berlín, 1906). Pedro Pizarro, Relación (Doc. Inéd. para la Hist. de España, vol. V, pág. 20). Polo de Ondegardo, Relación de los Fundamentos, acerca del notable daño que resulta de no guardar á los Indios sus fueros, etc. (Col. Doc. Inéditos de América y Occeanía de los Arch. del Reino y en especial del de Indias, vol. XVII, pág. 5, 177). Relaciones Geográficas de Indias (Perú), Madrid, 1881, 1897. Tres Relaciones de Antigüedades Peruanas (Santillán, Anónima ó de Blas Valera, S. J. y D. Joan de Santa Cruz Pachacuti). Intción M. J. de la Espada, Madrid, 1879. Molina, Fábulas y Ritos de los Incas (B. N.). Ms. Trad. Markham (Hakluyt Soc. 1873). Fray Martín de Murua, Hist. de los Incas (Archivos de Loyola). Arriaga Pablo Joseph, S. J., Extirpación de la Idolatría del Perú (Lima, 1621, Ed. Contreras). Ramos Gavilán, Hist. del célebre Santuario de Ntra. Sra. de Copacabana (Lima, 1621, por Imp. Contreras). Fray Pedro Simón, Noticias Históricas (1.ª parte) de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, etc. (Cuenca, 1627, Imp. La Iglesia). Fray Antonio de la Calancha, Crónica Moralizada del Orden de San Agustín del Perú, vol. I (Barcelona, 1638). Lucas Fernández de Piedrahita, Hist. Gral. de las Conq. del Nuevo Reino de Granada, 1.ª parte (Amberes, 1688). Bernabé, Cobo (S. J.), Hist. del Nuevo Mundo (Editada con Intción. valiosas notas, etc., por D. M. J. de la Espada, Soc. Bibliof. Andaluces, Serie 1.ª, vol. 19-22). Garcilaso de la Vega, Com. Reales, 1.ª parte (Madrid, CIƆIƆCCXXIII). Montesinos (Fdo.), Memorias Hist. y Pcas. del Perú, é Informaciones hechas por mandado de D. Francisco de [359] Toledo, Virrey del Perú (Ed. de D. M. J. de la Espada, Coll. Lib. Raros y Csos., Madrid, 1882). Reginaldo de Lizárraga, Relación (Publicada por D. Carlos Romero en la Rev. Histórica de Lima, vol. II, Trim. III-IV, 1907). Felipe Huaman Poma de Ayala, Nueva Crónica y Buen Gobierno (Ms., Librería Real de Copenhague, descubierto Dr. Pietschmann). Castellanos, Hist. del Nuevo Reino de Granada (Ed. A. Paz y Melia, Coll. Escritores Castellanos, Madrid, 1886). Juan de Velasco, Hist. del Reino de Quito (Quito, 1844, Imp. del Gobierno). Fr. Pedro de Aguado, Recopilación Historial de Sta. Marta y Nuevo Reino de Granada, 1.ª y 2.ª parte (Coll. Muñoz, Ms. Academia de la Historia). Véanse también en esta colección los tomos 2, 11, 39, 44, 65, etc., y en la de Mata Linares (Ac. Historia), los vols. 4, 43, 96 (ms.), etc., etc.

Bibliografías.—Las generales relacionadas en los Capítulos anteriores. Winsor, N. & C. H. of America, I, pág. 259, 282. Restreppo, op. cit., Introducción y, en especial, la recopilada en la traducción de Markham, de la Historia de Sarmiento de Bengoa, etc. (Hakluyt Society, Serie II núm. 22 (1907), pág. 269 á 358). Véase también Pascual de Gayangos, Catalogue Ms. Spanish Language in the British Museum, vol. I, IV, Londres, 1875, 1893, etc., etc.


ÉPOCA SEGUNDA
DESCUBRIMIENTO
SIGLOS XV y XVI


[363]

ÉPOCA SEGUNDA
DESCUBRIMIENTO
SIGLOS XV y XVI

TÍTULO PRIMERO.
Antecedentes del descubrimiento.

CAPÍTULO I.
EXPLORACIONES PRE-COLOMBIANAS

1.—Viajes dudosos. 2.—Islandia y sus Vikingos. 3.—Las Sagas. 4.—Vinlandia 5.—Importancia de estos viajes. 6.—El Este y el Oeste 7.—Las rutas medioevales. 8.—Los Turcos Otomanos. 9.—La Geografía Medioeval 10.—Viajes italianos. 11.—Los Portolanos. 12.—La brújula y el Astrolabio. 13.—Enrique el Navegante. 14.—El Cabo Bojador. 15.—El Cabo de Buena Esperanza. 16.—Resultados de estos viajes.

Viajes dudosos.

1.—Hay algo de doloroso y solemne en el espectáculo histórico de la vida humana, desarrollándose durante siglos en dos hemisferios distintos, sin que los pueblos del uno tuvieran la menor idea de la existencia de los del otro. El verdadero contacto entre el mundo Europeo y el Americano, empieza á fines del siglo xv. Es posible y hasta probable, que con anterioridad á esta fecha algunas embarcaciones Japonesas fueran arrastradas por las corrientes oceánicas hasta las costas del Oregón ó California; que algún marinero francés, navegando hacia el Africa, fuese á parar á las costas Brasileñas; que los Arabes del siglo xii, llegaran hasta las Canarias y las Azores, ó que arribaran á los bancos de Terranova los audaces balleneros Bascos. No hay razones para negar estos hechos, ni tampoco pruebas ciertas para afirmarlos. [364] No tienen, por otra parte, importancia alguna para la Historia Americana. Pertenece su estudio al campo del diletantismo erudito y no al de las investigaciones útiles y serias[477].

Fig. 317.—Casco en construcción á fines del siglo xv.

Fig.318.—Buque Genovés. Siglos xiv-xv.

Islandia y sus Vikingos.

2.—No sucede lo mismo con los viajes de los Normandos ó Vikingos en los siglos x y xi de nuestra era. No pudiendo soportar algunos señores feudales (jarls) de la Noruega del siglo ix, el tiránico yugo del Rey Haroldo, abandonaron su patria seguidos de sus fieles vikingos (reyes del mar). Familiarizados con el Océano y ansiosos de conquistar con sus hazañas un lugar preferente en la Walhalla heróica, dirigieron sus afiladas proas á lejanas tierras. Atravesaron algunos el Mediterráneo para pelear en Bizancio; singlaron otros hacia Escocia é Irlanda, y se refugiaron los más en las costas septentrionales del Atlántico. Uno de estos guerreros vikingos descubrió la [365] Islandia, fundando entre sus fiords una pequeña aldea (Reikjavik) que, aumentada por inmigraciones sucesivas y enriquecida por las aventuras comerciales y piratescas de sus habitantes, llegó á convertirse después de medio siglo en colonia aristocrática y floreciente.

Fig. 319.—La Islandia de Olaus Magnus (1539).

Las sagas.

3.—Vinculados más ó menos estrechamente con su antigua patria, conservaron estos vikingos sus tradiciones y costumbres. En los obligados ocios de sus largos inviernos árticos, recitaban con fruición sagas ó relatos históricos y poéticos, que escritos con el correr de los siglos (xiii y xiv) por pacientísimos cronistas, nos dan clara idea de la mitología, carácter é historia de la Noruega é Islandia de los siglos medios. Son estas sagas concisas y realistas. Su estilo sencillo y vibrante, refleja la veracidad y rudeza de sus héroes. Se consideran por los estudiosos, como fuentes históricas dignas de crédito[478].

[366]

Vinlandia.

4.—Varias de estas crónicas, y en especial la de Erico el Rojo (Eyrikssaga Rauda), nos cuentan que en el año 876 un atrevido navegante llamado Gunnbjörn, descubrió las costas de Groenlandia, donde los hielos le obligaron á invernar.

Fig. 320.—El Príncipe Enrique el Navegante.

Más de cien años pasaron sin que volviera á hablarse de tal suceso, hasta que Erico el Rojo (983), visitó las costas descubiertas por Gunnbjörn, dándolas, por su vegetación, el nombre de tierra verde (Groenlandia), y estableciendo en ellas una colonia. En 986 Bjarni Herjulfson, navegando hacia Groenlandia, entrevió las costas del Sur. El célebre Leif, hijo de Erico el Rojo, impresionado por la conversión del Rey Olaf, de Noruega, introdujo el cristianismo en Islandia y Groenlandia, y deseoso de aventuras marítimas emprendió en el año 1000 una expedición hacia el Sur descubriendo extrañas tierras, á las que dió los nombres de Helulandia (tierra de piedras), Marklandia ó tierra de la madera (Nueva Escocia) y Vinlandia ó tierra de la vid. En la primavera del año 1001 volvió á Groenlandia con un rico cargamento de madera.

En el año 1007, Thorfin Karlsefin, rico comerciante de Islandia, equipó tres ó cuatro naves para reconocer las nuevas [367] tierras, y llegó á las costas de Vinlandia. Trató de establecer allí una colonia, pero la hostilidad de los indígenas (Skrelingos) le hizo abandonar su empresa. Atacados furiosamente en el año 1010, Thorfin, con los que sobrevivieron después de la refriega, volvió á Groenlandia con la escasa madera que pudo recoger.

Prescindiendo de la trágica expedición de Thorvard (1011-1012), no vuelven á mencionar las sagas ninguna otra exploración ó colonización de la Vinlandia de Leif, etc., situada, según la opinión más probable, en las inmediaciones del Cabo Cod (38° lat. Norte)[479].

Fig. 321.—Marco Polo.

Importancia de estos viajes.

5.—Estos viajes de los Normandos nada añadieron al caudal de conocimientos geográficos de la Edad Media. Fuese por la distancia, ó por lo precario de sus resultados comerciales, [368] hasta en Islandia misma se miraron sin interés. No puede, pues, afirmarse en absoluto, que los normandos del siglo x descubrieran América. En el Hemisferio Oriental, las expediciones Islandesas no dejaron más recuerdo que el relacionado de las sagas, y en el Occidental no tuvieron más alcance que el de pelear con algunos grupos indígenas (acaso Algonquinos) y cortar unos cuantos árboles. Es altamente probable que Leif Ericsson y sus Vikingos llegaran con sus naves á costas que hoy sabemos ser las de América, pero es absurdo atribuir á ta[369]les aventuras aisladas mayor importancia histórica que la que tienen en realidad. Con y sin los mencionados viajes de los Normandos, siguió Europa ignorando la existencia de América, hasta que descubrió Colón sus primeras costas.

Fig. 322.—Astrolabio de Regio Montanus (1468).

Fig. 323.—Mapa Catalán del 1375.

El Este y el Oeste.

6.—El lujo de la Europa Medioeval se alimentaba principalmente con los productos del Asia menor, India, China, Arabia y Persia. Los diamantes de Golconda, los rubíes del Oxus y Ceylan, los zafiros y amatistas de Cambay y las perlas de la India, eran codiciadísimos en los alcázares y cortes Europeas. Las especias, las drogas, perfumes, tintes y maderas de olor, de Siam y China; el cristal de Samarcanda y Kadesia, los tejidos de Damasco, etc., etc., eran objeto de provechosísimo tráfico. Las ciudades del Oriente (Calicut, Pulicat, etc.) eran en la Edad Media los mayores mercados de objetos suntuarios. Europa entera dependía de ellas para satisfacer sus fastuosos hábitos y en cambio de tales productos, Europa proporcionaba al Oriente sus lanas y sus metales. La balanza de comercio se inclinaba sin embargo al Oriente, y las exportaciones y ventas de la India, Persia y Arabia, dominaron siempre á las importaciones Occidentales.

[370] Desde tiempos antiguos, el Este y el Oeste estuvieron comercialmente vinculados. En los tiempos bíblicos de José, los mercaderes Ismaelitas llevaban ya bálsamos y myrra de Gilead al Egipto. Salomón dominó las rutas de Tadmor al Mar Rojo. El Berenice de Ptolomeo Philadelfo, era importante puerto de mercantiles traspasos. Los caminos Romanos siguieron en Siria y Asia Menor antiguas vías comerciales, y las rutas medioevales aprovecharon á su vez los caminos Romanos. El Continente Europeo anheló siempre las riquezas del Asiático[480].

Fig. 324.—Islas fabulosas según miniatura del siglo xv.

Las rutas.

7.—Por tres principales rutas llegaban hasta Europa los codiciados productos del Oriente. La ruta marítima más meridional arrancaba de China y Japón, concentraba los productos [371] en Malaca, y desde allí, por la costa de Malabar, seguía hasta Ormuz, y por el Mar Rojo hasta el Cairo, de donde pasaba á Alejandría y el Mediterráneo. La más septentrional adquiría generalmente sus productos en las costas occidentales de la India, embarcándolos hasta Ormuz y Bagdad (por el Tigris) y conduciéndolos desde allí en caravanas hasta Tabriz (Persia), el mar Caspio y el Mediterráneo. Además de estas rutas marítimas, que eran las más comunes en la Edad Media, seguían los mercaderes otra terrestre más larga, difícil y erizada de peligros, á través del desierto chino de Obi hasta Kashgar, Samarcanda, etc.; desde allí á Astrakan y el mar Caspio, y luego [372] por el Don y el Volga hasta Crimea y las costas del Mar Negro.

Fig. 325.—Atlas de Santarem. Fines Siglo xv.

Fig. 326.—Parte del Portolano Laurenciano.

Claro es que todos estos caminos eran inseguros y árduos. Había que atravesar desiertos, escalar montañas, luchar con los piratas de mar y tierra, afrontar las tempestades del Océano Indico y sufrir extraordinarias penalidades; pero á pesar de tan gravísimos obstáculos, las ciudades levantinas de Alejandría, Tana, etc., estaban siempre llenas de productos orientales, que las embarcaciones Italianas, Españolas ó Provenzales, llevaban á sus respectivos países. Los Italianos llegaron á tener en Alejandría, Constantinopla, Damasco, Alepo, etc., establecimientos fijos (fondachi), desde donde repartían las mercancías del [373] Oriente á las ciudades del Mediterráneo. La célebre Venecia fué el prototipo de tales ciudades. De su puerto salían numerosas flotas para España, Portugal y Flandes, y bien guardadas expediciones terrestres, que atravesando los Alpes comerciaban en los valles del Rhin y el Danubio. El mayor conocimiento de las riquezas del Este después de las Cruzadas (1096-1291), aumentó este activísimo y provechoso tráfico, y durante los siglos xiii y xiv surcaron el Mediterráneo numerosísimas naves, galeras y argosias que llevaban á Alejandría maderas, metales y otros productos Europeos, y volvían con sedas, especias, piedras preciosas, etc., á las costas Españolas é Italianas[481].

Fig. 327.—Descubrimiento de Groenlandia.

Los Turcos Otomanos.

8.—Al finalizar la Edad Media, las tierras y costas frecuentadas por los comerciantes Europeos, sufrieron cambios políticos que hicieron impracticables las rutas que dejamos apuntadas. Surgieron avasalladores los Turcos Otomanos, y sus feroces caudillos rindieron en poco tiempo y á sangre y fuego hasta Constantinopla y el Bósforo. Sus sanguinarias huestes saquearon ó destruyeron los fondachis, asesinaron ó esclaviza[374]ron á los mercaderes y arrebataron el dominio comercial del Mediterráneo á Venecia y á Génova, que pretendieron oponerse á sus devastadores avances. Todos los caminos comerciales entre el Asia y Europa cayeron bajo su tiránico y bárbaro dominio, y los métodos de cambio, los medios de transporte, el sistema comercial entero que traía á Occidente las riquezas del Oriente, quedó interrumpido y aniquilado.

La demanda de tales riquezas persistía y aumentaba. La consolidación de las Monarquías feudales hizo á las naciones Europeas del siglo xv más ricas y prósperas; avivó en sus potentados el afán de lujo y adorno, y acrecentó su deseo de adquirir los codiciados productos del Asia. Se hizo necesario por ello encontrar nuevos caminos para llegar á la India, nuevas vías comerciales que permitieran al Occidente reanudar su activa comunicación con los mercados Orientales[482].

Fig. 328.—El cosmógrafo Martín Behaim.

La Geografía medioeval.

9.—Hasta la mitad del siglo xiii, el conocimiento de tierras y mares de la generalidad de los estudiosos no era mayor que el de los Griegos y Romanos del siglo i.º Las obras de Ptolomeo y Pomponio Mela, eran artículo de fé para los geógrafos de la [375] Edad Media. Ni las visitas de Arabes é Judíos al Oriente, ni las Cruzadas mismas que se desarrollaron en territorio restringido, aumentaron tales conocimientos. El Océano Atlántico (mare tenebrosa) era el nebuloso y terrífico límite del mundo. Creían los ignorantes que el agua hervía en el Ecuador, y que los pavorosos dragones, monstruos y endriagos del mar ignoto, tragarían sin remedio al que osase surcarlo. La idea misma de la esfericidad de la tierra, familiar desde los tiempos de Aristóteles á todos los hombres de cultura, se desconoció por el vulgo de la Edad Media. Los navegantes y cosmógrafos, los hombres como Dante y Colón, no dudaron jamás de tal esfericidad; pero teólogos hubo que, interpretando á su antojo bíblicos textos, la pusieron en tela de juicio. El mundo habitable para la Edad Media se reducía á los tres continentes de Europa, Asia y Africa, que formaban una masa contínua y extendida en parte del globo. El resto del mismo se juzgaba cubierto de mares de navegación imposible. Los tres continentes no se conocían totalmente, y sobre mucho de lo conocido ó explorado [376] sólo se tenían ideas vagas ó fabulosas y erróneas. Los pocos mapas que existían estaban basados en tradiciones y leyendas. Eran códices ilustrados y caprichosos, repletos de tradiciones y referencias literarias, meras descripciones sentenciosas sin justeza alguna geográfica. La revolución intelectual que había de desarraigar estas equivocaciones y prejuicios, fué iniciada y favorecida por el Renacimiento Italiano, continuada por los Portugueses y coronada por el descubrimiento de América[483].

Fig. 329.—El Imperio Veneciano y sus factorías comerciales (siglo xv).

Fig. 330.—Rutas comerciales entre Europa y Asia (siglo xiv y xv).

Viajes italianos.

10.—A mediados del siglo xiii se hicieron en Italia algunos viajes cuyas relaciones circularon rápidamente. El misionero Franciscano Juan de Plano Carpini, atravesó el Sur de Rusia y las estepas del Turkestan, llegando á los territorios del Khan Karakorúm de Mongolia y escribiendo á su vuelta una curiosa relación de su jornada. Años después, Guillermo de Rubruquis fué enviado por Luis XI á visitar al Emperador Mongólico. De su viaje á través del Cáucaso, Persia y Siria, nos legó un relato más amplio y preciso que el de Carpini. Los viajeros Monte Corvino y Pordenone siguieron el ejemplo de los anteriores y, como ellos, escribieron sendos libros.

Los más notables de toda esta pléyade de exploradores me[377]dioevales fueron los mercaderes Venecianos Nicolás y Mateo Polo, y su sobrino Marco que en jornadas sucesivas llegaron al Cathay (Norte de China) permaneciendo más de veinte años en la fastuosa corte de Kublai Khan, donde Marco alcanzó dignidades importantes. Volvieron á Italia en 1292, por el Tonkin, Java, Bengala, Ceylan y el Mar Rojo, tardando en el viaje tres años. La celebérrima relación de estos viajes, escrita por Marco Polo en los tristes días de su cautiverio en Génova, impresionó más que ninguna otra las imaginaciones medioevales. El célebre Cathay, con sus riquezas fabulosas y ciudades enormes; el Cipangu (Japón), maravilloso y próspero; las "12.700 islas", del Archipiélago del Océano Indico, etc., etc., preocuparon hondamente á los navegantes de posteriores siglos. Como [378] más adelante veremos, el descubridor de América anotó y estudió estas relaciones con atención predominante y especialísima.

Fig. 331.—El mundo de Fra Manro (1439).

Fig. 332.—Cabo de Buena Esperanza.

Los viajes Italianos hacia el Oeste, contribuyeron también á esclarecer y precisar las ideas geográficas de la época. En 1270, Lancelote Malocello llegó hasta las islas Fortunadas (Canarias). En 1291, Tedisio Dona y Ugolino Vivaldi, pasaron el estrecho de Gibraltar é hicieron rumbo al Sur en demanda de la India, pereciendo en su audaz empresa. Las Azores y Madeira fueron conocidas por los navegantes Italianos (siglo xiv) antes de su definitiva ocupación en el siglo xv[484].

[379]

Los Portolanos.

11.—Los geógrafos, astrónomos y experimentadores Italianos, contribuyeron también y muy eficazmente á facilitar las navegaciones medioevales. Los célebres "portolanos" ó cartas marítimas sustituyeron á los antiguos mapas, llegando durante los siglos xiv y xv á sorprendente exactitud geográfica. Produjeron tales portolanos una verdadera transformación de la cartografía de los siglos medios; marcaron en mares y costas con relativa precisión los más frecuentados rumbos, y se hicieron indispensables para los navegantes.

Fig. 333.—El Mundo de Ptolomeo.

Sin embargo, el objeto principal de estos "portolanos", base de los mejores mapas del siglo xv, fué asegurar la navegación del Mediterráneo, y no se extendieron más allá de sus mares y puertos.

La brújula y el astrolabio.

12.—Por consiguiente, todo lo que fuera en el siglo xiv pasar del paralelo 27, en Africa; del 60, en Europa, ó de las Islas Azores, era navegar en lo ignoto y peligroso. Para tales navegaciones de altura se requerían instrumentos náuticos que permitieran calcular con exactitud singladuras y derroteros. Las propiedades de la aguja magnética fueron conocidas en los siglos medios, pero su uso no parece haber sido general [380] en la navegación hasta fines del siglo xiv. Se atribuye tradicionalmente su propagación á los pilotos de Amalfi. A mediados del siglo xv, la brújula, provista de su "rosa de los vientos" y montada en aparatos especiales, era un elemento infaltable en el equipo de los navegantes, y fué conocida y usada por los principales cartógrafos.

El astrolabio, predecesor del quintante y sextante, se usó también en el siglo xv por los marinos Italianos, y en rudimentaria forma los cronómetros y tablas astronómicas necesarias para fijar la longitud por la altura de los cuerpos celestes, y la medida de las diferencias de tiempo. La posibilidad de calcular aproximadamente las latitudes, longitudes y rumbos, hizo factibles las navegaciones extensas y animó á los navegantes del siglo xv, á emprender la serie de exploraciones marítimas que condujeron gradualmente al conocimiento de América[485].

Fig. 334.—Buque del siglo xv.

Enrique «El Navegante».

13.—Los verdaderos iniciadores de las exploraciones referidas fueron los marinos portugueses que, alentados por el Gran Príncipe "Enrique el Navegante", descubrieron las costas Occidentales y Meridionales del Continente Africano.

En el año 1419, el Príncipe Enrique, hijo de Juan II de Portugal, estableció en el célebre promontorio de Sagres un cen[381]tro activísimo de exploraciones geográficas. Enrique era virrey de los Algarves y Gran Maestre de la Orden del Cristo. Sus talentos militares eran famosos en la Europa de la época. El Papa Martín V, el Rey Juan de Castilla y Enrique de Inglaterra, le ofrecieron el mando de sus ejércitos. Rechazadas tan gloriosas ofertas, se retiró á los Algarves y dedicó sus energías y su genio al progreso de la navegación y los descubrimientos. Su expedición al Africa le hizo conocer las rutas de los mercaderes de Tunez y Gambia; aprendió después todo lo que la geografía medioeval podía enseñarle, estudió el uso de cartas é instrumentos náuticos, atrajo á su corte á los más hábiles marinos extranjeros y convirtió el puerto de Lagos en el punto de partida para viajes lejanos, más célebre del siglo xv. Su ardiente celo de cruzado, su deseo de propagar el cristianismo en tierras de infieles, su voluntad firmísima y bien inclinada (talent de bien faire, era su enseña), su instinto de explorador y su genial curiosidad científica, le hicieron anteponer á todo los intereses de la ciencia geográfica. Consiguió inculcar á sus capitanes su entusiasmo y su espíritu, perfeccionó buques, instrumentos y cartas, equipó y costeó expediciones, y creó y sostuvo hasta su muerte aquella admirable Escuela Náutica de Sagres, donde se formaron la mayor parte de los cosmógrafos, viajeros y pilotos, que transformaron, con sus descubrimientos y sus viajes, la historia y el comercio del Mundo[486].

Fig. 335.—La Mar Tenebrosa (Olaus Magnus).

El Cabo Bojador.

14.—Preocupóse primero el Príncipe Enrique de la exploración y colonización de Madeira, Porto-Santo, etc., que duró [382] algunos años (1418-25), para afrontar el problema del Cabo Bojador que nadie osaba doblar en aquellas épocas. Y no era, por cierto, falta de valor lo que detenía á los marinos portugueses, sino la novedad del caso, porque llegar al Cabo referido era penetrar en la terrible zona tórrida, en la mar tenebrosa de los antiguos, importaba traspasar los límites legendarios del Cabo Non del que, según el proverbio medioeval, se volvía ó no se volvía. (Quem passar ó Cabo de Não, ou voltará ó Não).

En el año 1434, Gil Eannes, uno de los marinos más audaces de Sagres, intentó la temeraria empresa. El éxito coronó sus esfuerzos. Dobló el terrible Cabo, desembarcó en las costas y volvió á Portugal, trayendo á su Príncipe, como símbolo de vida, un manojo de rosas cogidas en la que hasta entonces se creía región del fuego y de la muerte. El viaje de Gil Eannes marcó una era de descubrimientos. Traspasada la secular barrera y desvanecido el terror á lo ignoto, los viajes marítimos hacia el Sur adelantaron rápidamente. En 1441 Nuño Tristán dobló el Cabo Blanco, en 1442 exploró Gonzálvez el Río del Oro (Río d'Ouro), en 1460 descubrió Diego Gómez las islas de Cabo Verde, y en 1462 llegó Cintra á Sierra Leona y entrevió las Costas de Guinea[487].

Fig. 336.—Buque Normando (Tapicería Bayeux).

El Cabo de Buena Esperanza.

15.—El espíritu investigador del Gran Príncipe Enrique no se extinguió con su muerte (1460). La obra iniciada en Sagres fué continuada en los reinados de Alfonso V y Juan II con [383] creciente empeño. En el año 1472 Juan de Santarem y Pedro de Escobar cruzaron el Ecuador desde las costas de Guinea; tres años más tarde descubría Fernando Póo, la isla de su nombre; en 1484 llegaba Diego de Cam á la embocadura del Río del Congo, y en 1485 hasta el grado 22 latitud Sur. Arraigaron estos viajes la convicción geográfica de que navegando hacia el Sur, y á lo largo de las costas de Guinea, se llegaría al fin de la tierra africana y se erigieron en los puntos descubiertos pilares representativos de la posesión é indicadores de las etapas sucesivas del camino á la India.

Fig. 337.—Buque Veneciano (siglos xiv-xv).

Finalmente, en 1486, Bartolomé Díaz partió de Lisboa y dobló la extremidad meridional del Africa. Adelantóse hacia el Oriente, pero su tripulación sublevada rehusó seguir adelante. Bartolomé Díaz tuvo que retroceder. Por las tempestades sufridas en la punta Africana, la puso el nombre de Cabo Tormentoso. D. Juan II, al oir la relación del viaje de su Capitán, cambió tan siniestro nombre por el de Cabo de Buena Esperanza. El suceso conmovió á Portugal y fué inmortalizado por sus poetas. Se había encontrado el ansiado paso que conducía á Cathay y á la India, la ruta marítima hacia el Oriente, que los viajes posteriores de Vasco de Gama (1496), [384] y Alburquerque (1563), abrieron al comercio mundial[488].

Fig. 338.—Descubrimiento de los Portugueses en Africa (siglo xv).

Resultados de estos descubrimientos.

16.—Los resultados políticos y geográficos de estas exploraciones no se hicieron esperar. La extensión de las tierras descubiertas, el oro que en pequeñas cantidades trajeron de ellas algunos navegantes, y acaso los beneficios del naciente tráfico de esclavos negros, cuyo futuro y cruel desarrollo no pudo Enrique el Navegante alentar, y menos preveer, determinaron al Pontífice Eugenio IV á conceder á los Monarcas portugueses el dominio de las tierras que más allá del Cabo Bojador (con inclusión de las Indias) descubrieran.

Desarrollaron, por otra parte, estos viajes, la navegación y la ciencia geográfica. Las embarcaciones portuguesas (barca, barinel, nao, berganttín, etc.) y en especial las carabelas [385] de velas latinas, preferidas por sus condiciones marineras para viajes difíciles, fueron las mejor construídas y equipadas de su tiempo. Los pilotos, cosmógrafos y cartógrafos de Sagres y Lisboa, tanto portugueses como extranjeros, perfeccionaron los instrumentos náuticos conocidos y construyeron portolanos notables. Los monjes del monasterio Murano de Venecia (Fra Mauro, Fra Bianco, etc.), dibujaron, por orden y á expensas del Príncipe Enrique, el célebre mapa Camaldolese, acaso el más completo de su época. El sabio cosmógrafo alemán Martín Behaim, miembro durante años de la "Junta de Matemáticos" del Rey Juan II, introdujo en Portugal las célebres tablas astronómicas (efemérides), impresas años antes en Nuremberg, y construyó su afamado globo terráqueo. Las ideas de Ptolomeo y Pomponio Mela sobre la conformación de tierras y mares, cambiaron radicalmente[489].

Fig. 339.—La tumba de un Jarl Vikingo.

Entre los arriesgados y hábiles marinos que acompañaron al ilustre descubridor del Cabo de las Tormentas ó Buena Esperanza en su célebre viaje, estaba Bartolomé Colón, hermano menor del que luego había de descubrir el Continente Americano. Poco tiempo después y como más adelante veremos, le encontramos en Inglaterra negociando con sus monarcas el [386] proyecto de su hermano Cristóbal que había concebido el genial designio de traficar con el ensoñado Oriente, de monopolizar sus riquezas, de llegar en fin al Cathay de Marco Polo, navegando hacia el Oeste.

Fig. 340.—Buque portugués (siglo xv).

Aquel oscuro navegante Genovés que había vivido año tras año en Lisboa, ignorado del mundo entero, iba á dar fin al período medioeval é incierto de los viajes Italianos y las exploraciones Africanas, iniciando gloriosamente la era de los grandes descubrimientos.


[387]

CUESTIONARIO

1.—¿En qué siglo conocieron los Europeos el Continente Americano?

2.—¿Quiénes eran los Vikingos, y cómo colonizaron á Islandia?

3.—¿Qué se entiende por Sagas y qué crédito histórico merecen?

4.—¿Cómo se descubrió la tierra llamada Groenlandia?

5.—¿Quién fué Leif y qué tierras descubrió?

6.—¿Qué importancia tienen los viajes de los Vikingos?

7.—¿Puede afirmarse que descubrieron la América?

8.—¿Qué relaciones comerciales existían en las Edades Antigua y Media entre el Occidente y el Oriente?

9.—¿De dónde venían á la Europa Medioeval las especias: sedas, piedras preciosas y demás objetos suntuarios?

10.—¿Por qué rutas llegaban á la Europa Medioeval los productos del Oriente?

11.—¿Qué importancia tuvieron en esta época las ciudades del Mediterráneo?

12.—¿Qué consecuencias tuvieron para el Comercio Medioeval las conquistas de los Turcos Otomanos?

13.—¿Qué ideas tuvieron los hombres de la Edad Media sobre la esfericidad de la Tierra?

[388] 14.—¿A qué se reducía para los Geógrafos medioevales el Mundo habitable?

15.—¿Qué carácter tenían los Mapas de la Edad Media?

16.—¿Qué expediciones notables hicieron los viajeros italianos del siglo xiii?

17.—¿Qué importancia tuvieron los viajes de Marco Polo?

18.—¿Qué adelantos geográficos suponen los portolanos?

19.—¿Qué navegantes vulgarizaron en la Edad Media el uso de la brújula y el astrolabio?

20.—¿Quién fué Enrique el Navegante?

21.—¿Qué importancia histórica y científica tuvo la Escuela Náutica de Sagres?

22.—¿Qué efectos produjo el descubrimiento del Cabo Bojador?

23.—¿Quién dobló el Cabo de Buena Esperanza y abrió la ruta marítima portuguesa hacia el Oriente?

24.—¿Cuáles fueron los resultados políticos de los viajes de los portugueses?

25.—¿Cuáles fueron sus resultados geográficos y qué mapas y globos notables se construyeron en este período?


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REFERENCIAS

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[390] Geografía y Comercio.F. Vicomte de Santarem, Essay sur l'Histoire de la Cosmographie pendant le Moyen age (3 vols., 1849-1852). Beazley, The Dawn of Modern Geography. Vol. I y II (1897-1901). Kunstmann, Die Kenntniss Indiens in XV. Jahrhunderts (1863). Heyd, Geschichte des Levantehandels im Mittelalter (2 vols. Trad. Francesa-1885-1887). Nordenskiold, Facsimile Atlas to the Early History of Cartography (1889) etc., etc.

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[391]

CAPÍTULO II
ESPAÑA EN EL SIGLO XV

1.—Los Reyes Católicos. 2.—Pacificación del Reino. 3.—La Santa Hermandad. 4.—Los Consejos. 5.—Los Corregidores. 6.—Medidas financieras. 7.—Las Órdenes Militares. 8.—La Guerra de Granada. 9.—Judaizantes y Conversos. 10.—La Inquisición. 11.—Expulsión de los Judíos. 12.—Mudéjares y moriscos. 13.—Conclusiones generales.

Los Reyes Católicos.

1.—Para darnos exacta cuenta de los sucesos que se desarrollaron en la Segunda Época de la historia del Continente Americano, forzoso es que arrojemos una rápida ojeada sobre el estado de la nación Española al finalizar el siglo xv.

Hay pocos ejemplos históricos de una transformación más rápida y completa que la experimentada por España (1474-1516) al pasar de la situación anárquica en que se encontraba en tiempo de Enrique IV á la grandeza y viril expansión que alcanzó en el reinado de Fernando é Isabel.

Contados son los cambios sociales de esta índole, que se producen pacíficamente, y cuando así sucede, siempre se encuentran, al lado de circunstancias felices que inician y empujan el movimiento, eminentes personalidades á cuyo genio y habilidad se debe gran parte del éxito.

En la España del siglo xv surgió la imponente figura de Isabel de Castilla y la de su esposo Fernando de Aragón, conocidos en la historia con el nombre de "Reyes Católicos".

Isabel la Católica fué, en efecto, gran reina y mujer extraordinaria. De clarísimo entendimiento y formal energía, vivió con su pueblo y para su pueblo. Amiga sincera de cuantos lucharon por Castilla, nadie hizo más insigne á su patria, ni la amó más, ni la sirvió mejor.

Su matrimonio con Fernando de Aragón, sagaz y prudente político, realizó lo que durante siglos había sido el constante [392] ideal de monarcas aragoneses y castellanos: la reunión en un solo Estado de los tronos de Aragón y Castilla.

Unidas así ambas coronas pudieron los monarcas realizar sus levantados proyectos, terminar la guerra de la Reconquista, consolidar la monarquía absoluta, y establecer, con base firme, la unidad religiosa y nacional de sus dominios[490].

Pacificación del Reino.

2.—Era necesaria toda la energía y prestigio de los nuevos soberanos para restablecer en Castilla los principios de autoridad y orden destruídos en tiempo de Enrique IV.

La monarquía castellana se resentía de su origen feudal, y su autoridad fluctuante fué muchas veces juguete de la ambiciosa osadía de los magnates que con sus guerras intestinas asolaban el reino.

Fig. 341.—Autógrafo de la Reina Isabel la Católica.

El pueblo no era súbdito del Rey, sino de los potentados. Era imposible transitar por los caminos públicos sin verse expuesto á todo género de ataques, las ciudades obedecían al más fuerte, y las vidas y haciendas de los ciudadanos estaban á merced de los antojos de turbulentos señores ó de los avances de mesnadas famélicas.

Comprendió Isabel la necesidad de hacer justicia severísima para cortar de raiz tan graves males. En 1477 abrió en Sevilla audiencia pública para oir á los perjudicados por las luchas y [393] banderías encabezadas por el Duque de Medina Sidonia y su rival el Marqués de Cádiz. Pocos había en Sevilla, dice un cronista de la época, libres de culpa. Todos fueron castigados severamente. Otro tanto sucedió en Castilla y en Galicia. El Duque de Alba se vió obligado á restituir la villa de Miranda que tenía detentada, y su alcalde de Salvatierra fué ahorcado por insultos á la justicia de Isabel. Los agentes reales Acuña y Chinchilla hicieron derribar en Galicia hasta cuarenta y seis castillos, restituyeron bienes y beneficios usurpados por los nobles y condenaron á muerte, sin aceptar compensaciones monetarias, á los que se habían hecho reos de crímenes, violencias ó abusos de autoridad.

Fig. 342.—Sello rodado de los Reyes Católicos.

Con tales procedimientos se logró en pocos años pacificar el desordenado reino, reprimir los excesos de los nobles é ir consolidando el poder de los Reyes[491].

La Santa Hermandad.

3.—Se reconstituyeron también las antiguas hermandades, establecidas por las ciudades para defenderse de malhechores, refundiéndolas de acuerdo con las Cortes de Castilla en un solo cuerpo de policía y defensa pública que se llamó la Santa Hermandad, compuesto de más de dos mil jinetes y numerosos infantes que, divididos en compañías, se destacaron en los puntos estratégicos de las aldeas y caminos públicos. Organizáronse también justicias locales (alcaldes) con jurisdicción exclusiva é inapelable para diversos delitos.

Al ocurrir algún robo, asalto ó violencia, echábanse á vuelo las campanas de la iglesia más próxima, y los destacamentos de [394] la Santa Hermandad emprendían la persecución de los delincuentes que eran juzgados por los alcaldes sumarísimamente y asaeteados ó colgados. La prontitud, igualdad y severidad de tales castigos, limpiaron bien pronto de malhechores los dominios castellanos. Desaparecieron las represalias y venganzas privadas, y la seguridad de vidas y haciendas se afirmó y normalizó.

[395]

Fig. 343.—La Reina Isabel la Católica.

Fig. 344.—El Rey Fernando el Católico.

Los Consejos.

4.—El vigor de la administración monárquica se exteriorizó además en el desarrollo de organismos administrativos de índole menos popular. Se reorganizó el antiguo Consejo Real convirtiéndose en poderoso instrumento del trono. Entró á formar parte de él una mayoría de letrados, versadísimos en el antiguo derecho, imbuídos de la idea de la monarquía absoluta, desligados de la nobleza y el clero, é interesados, por consiguiente, en robustecer, aun á despecho de ambos, la dignidad y prestigios de la Corona. Entendía en general este Consejo en todos los negocios del Estado, y se subdividió con el andar del tiempo en tres cuerpos (Consejo de Justicia, de Estado y de Hacienda) con funciones claras y definidas. El Consejo de Justicia era, en cierto sentido, el representante general del antiguo Consejo Real, y tomó el nombre de Consejo de Castilla. Su presidente era el funcionario más elevado del Reino, y con los miembros letrados conocía y hasta decidía, secundando la política de los reyes, todos los asuntos de interés nacional[492].

[396]

Los Corregidores.

5.—La preponderancia obtenida por los soberanos en los negocios de gobierno general por intermedio de sus Consejos, se extendió á los asuntos locales de las ciudades, etc., por la designación de Corregidores, que gobernaban conjuntamente con los alcaldes ó regidores, y como representantes de la Corona, los negocios de cada pueblo. Defendían siempre las prerrogativas de los monarcas, y ejercían funciones de vigilancia y protección. Poco á poco fueron extendiéndose las facultades de estos corregidores, y predominando sobre los fueros y privilegios de las ciudades, los decretos y disposiciones del poder monárquico.

Medidas financieras.

6.—Los Consejos, Corregidores y demás oficiales públicos daban autoridad y eficacia á los mandatos de los reyes, pero su mantenimiento era costoso, y la Corona carecía de recursos. Determinaron los reyes conseguirlos, y ayudados por los representantes de las ciudades, hicieron que las Cortes, convocadas en Toledo, ordenaran una investigación en los bienes que los monarcas anteriores habían enajenado ó cedido á los magnates y los eclesiásticos. Con tal eficacia y habilidad trabajaron el Cardenal Mendoza y D. Fernando de Talavera, designados como jueces instructores de la validez de semejantes donativos, que la mayoría de las pensiones, pueblos, tierras, vínculos, etcétera, así conseguidos por los nobles, fueron restituídos á la Corona. No por ello se empobrecieron éstos, pero se consiguió, en cambio, establecer una relación más equitativa y normal entre las rentas de la Corona y las de los nobles, debilitando la influencia de estos últimos[493].

Las Órdenes militares.

7.—Otro aumento más considerable de las rentas reales, que quebró al mismo tiempo los más fuertes y legendarios apoyos de la nobleza, fué la absorción en la Corona del Gran Maestrazgo de las Órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara. Con el correr de tres siglos de constantes guerras con [397] los musulmanes, estas órdenes militares habían acumulado grandes riquezas, beneficios, ciudades y territorios, y sus posesiones y consiguiente predominio se extendían por toda la península. A la cabeza de cada una de estas órdenes estaban los Grandes Maestres cuyas riquezas, séquito militar y prestigios, les hacían poderosísimos y soberbios. Eran estos grandes maestres los más turbulentos de los nobles, y más de una vez se opusieron abiertamente y en armas á la Corona, promoviendo gravísimos conflictos.

Fig. 345.—Vista general de la Alhambra de Granada.

En 1487, habiendo quedado vacante el Maestrazgo de Calatrava, se presentó de improviso el rey Fernando en el Capítulo, y obligó á dicha asamblea á elegirle Gran Maestre. En 1494 el Gran Maestre de Alcántara renunció el cargo en el mismo rey Fernando, siendo nombrado, en cambio, Arzobispo de Sevilla. Al morir el Gran Maestre de Santiago se hizo elegir el Rey para el cargo, y poco después dictó Isabel un decreto declarando el Maestrazgo de las Órdenes militares anexo para siempre á la Corona real, con lo que acumuló rentas principescas, suprimió el peligro de sublevaciones y turbulencias, é [398] hizo volver á su Corona todas las tierras, beneficios, castillos, aldeas, etc., con que la piedad y el espíritu caballeresco y guerrero había dotado durante siglos á las poderosas Órdenes[494].

Fig. 346.—Toledo. San Juan de los Reyes.

La guerra de Granada.

8.—Una vez pacificado el reino y consolidado el trono pudieron los Reyes Católicos dedicar todas sus energías á la anhelada obra de la Conquista de Granada, último baluarte de la dominación mahometana en España. Hacía largo tiempo que los reyes de Castilla y Aragón no hacían progresos notables en la antigua y patriótica empresa de reconquistar el país ocupado por los moros. Las fronteras musulmanas eran casi las mismas que las definidas siglos antes, por el rey Fernando el Santo. Los moros se habían acostumbrado á despreciar al cristiano, y aprovechando las debilidades de los monarcas, y el turbulento estado de Castilla, penetraban á menudo en sus términos, llevándolo todo á fuego y sangre. Los Reyes Católicos decidieron terminar de una vez por todas una guerra que duraba ya setecientos años.

Difícil se presentaba la empresa, pero el espíritu de Isabel infundió en todos el fuego sagrado del amor á la gloria: organizó ejércitos, formó planes de campaña, y reunió, con firme y decidida constancia, poderosos aprestos bélicos.

Granada, la ciudad querida de los moros, centro y principal [399] asiento de su dominio, fué sitiada por Isabel y Fernando y á pesar del rigor de la estación, del fuego que abrasó el campamento cristiano, y del valiente furor de los defensores agarenos, Granada se rindió y en las torres de su Alhambra se enarboló el pendón de Castilla, cesando para siempre en España la dominación mahometana[495].

Judaizantes y conversos.

9.—Era imposible que monarcas tan previsores y políticos como Isabel y Fernando dejasen de afrontar, según su criterio, las cuestiones religiosas que agitaban la España del siglo xv. Según las ideas de la época todo elemento racial ajeno al español y todo elemento heterodoxo, debían desaparecer. Junto á la población cristiana no podía vivir otra de religión distinta sin grave peligro para la primera.

Los judíos españoles, famosos como médicos, astrólogos, matemáticos, y en especial como mercaderes y prestamistas, fueron siempre odiados por el pueblo, y la protección que les dispensaron los nobles, y hasta las leyes mismas, no pudo librarles de continuas persecuciones y violencias. En los siglos medios, y en especial después de las terribles matanzas de Sevilla, Córdoba, etc. (1391), abjuraron muchos sinceramente ó por conveniencia su fé judaica, aceptando el bautismo y haciéndose cristianos nuevos, marranos (de maran-âtha-anatema sobre tí) ó conversos.

Dotados de excepcionales talentos llegaron algunos á elevados destinos. Fuese, sin embargo, por sus exacciones como usureros y almojarifes (recaudadores de impuestos), por creerse (no sin razones) que seguían menospreciando á la Iglesia, y practicando en secreto sus antiguos ritos, ó por sospecharse que se entregaban á brujerías ó artificios mágicos para destruir á los cristianos viejos, la enemistad contra ellos perduró, y la opinión pública, confundiendo á todos los conversos en el mismo recelo, les persiguió sin distingos, equivocándose [400] muchas veces y vejando sin causa á personas de acendradas creencias.

Por otra parte, los naturales anhelos de proselitismo de los no convertidos, la indiscutible influencia del panteismo filosófico y de la cabala (supersticiones, brujerías, prácticas vedadas, etc.) israelita sobre muchos espíritus, y las frecuentes alianzas de familias judías con las cristianas de rancio abolengo, debilitaron la fé de muchos católicos, que practicaron en secreto los ritos y cultos hebreos, y fueron tachados de judaizantes[496].

Fig. 347.—Espada del siglo xv.

La Inquisición.

10.—En 1477, hallándose los reyes en Sevilla, el predicador dominico Fr. Alonso de Ojeda hizo públicos cargos contra estos. Isabel y Fernando, en vista de tales denuncias, y para evitar mayores males, pidieron y consiguieron del Papa Sixto IV (1478) una bula que les autorizó expresamente á elegir inquisidores para sus reinos, con todo el poderío, jurisdicción y autoridad de los jueces eclesiásticos ordinarios. Con estos caracteres de especialidad y dependencia del poder civil comenzó á funcionar en Sevilla (1480) el Tribunal de la Inquisición ó Santo Oficio, que adoptó, desde luego, las penas y procedimientos establecidos por las prácticas tradicionales y por el «Directorium» de Fr. Nicolás Eymerich, inquisidor general de Aragón (siglo xiv) que defendía el uso del tormento. El 6 de Febrero de 1481 se celebró el primer Auto de fé, y á diez y seis de sus reos se les aplicó la pena de la hoguera. Multitud de conversos de Sevilla huyeron temerosos de ser acusados. En un solo auto de la Inquisición de Toledo (Marzo 1487), fi[401]guraron 1.200 reos, y en otro del año anterior (Agosto 16, 1486) fueron declarados relaxos y condenados á la hoguera 25, algunos de ellos de verdadero viso. El celo de los Inquisidores fué excesivo. Diferentes Breves del Papa Sixto IV (29 Enero 1482, 23 Febrero y 2 de Agosto 1483), aluden á sus extralimitaciones, y hablan de "víctimas inocentes". Alejandro VI censuró al inquisidor Torquemada, trató de que fuera depuesto, y amparó á muchos procesados españoles que á su Santa Sede recurrieron[497].

Fig. 348.—Catedral de Burgos.

Expulsión de los Judíos.

11.—Pero la autoridad de la Inquisición se extendía solamente á los bautizados, y por tanto los judíos que seguían siéndolo no estaban sujetos á su jurisdicción. Los mencionados judíos, que odiaban como apóstatas á los conversos (meschunadim), veían con placer sus sufrimientos, juzgándose libres de la persecución del Santo Oficio, mientras permanecieran fieles á la ley Mosáica. Los Inquisidores, por otra parte, no podían sufrir con paciencia que los numerosos judíos del reino practicaran á la luz del día sus cultos protegidos por las leyes y exentos, (salvo casos de proselitismo, hechicería; etc.), de su autoridad. Abogaron, pues, por la conversión forzosa de los referidos judíos ó por su expulsión del territorio.

Los Reyes Católicos dudaron mucho antes de resolver, pero [402] excitada su indignación con el célebre proceso al judío Mosé Franco y sus compañeros por el asesinato verdadero ó forjado del Niño de la Guardia[498], antepusieron en su ánimo el interés espiritual de sus súbditos al material, y, siguiendo el ejemplo de otras naciones[499], dictaron (1492) un célebre edicto expulsando de los dominios españoles á todos los judíos que no quisieron bautizarse. El año mismo que vió la toma de Granada y el descubrimiento de América presenció el destierro de cien mil judíos españoles, y el bautismo forzoso de cincuenta mil más, que prefirieron permanecer en sus hogares. Así se inició en España la política de intransigencia que tan funestos resultados había de dar más tarde, y así resolvieron los Reyes Católicos la cuestión judía, y cimentaron en sus dominios la unidad religiosa y social[500].

Fig. 349.—Llevando al suplicio á un condenado (Estampa de la época).

[403]

Mudéjares y moriscos.

12.—Faltaba solucionar el problema de los musulmanes, más numerosos, útiles y vinculados á la sociedad española del siglo xv que los judíos mismos.

En la Edad Media la población de las ciudades musulmanas que se rendía á los cristianos, era protegida por las leyes. Salvo los prisioneros de guerra que se tenían por esclavos, los demás habitantes de dichas ciudades conquistadas llamadas Mudéjares conservaban sus propiedades y su fé. Prácticamente, casi toda la población rural del reino de Valencia, Sur de Castilla, etc., era Mudéjar.

Fig. 350.—Moneda de los Reyes Católicos.

Fig. 351.—Moneda de los Reyes Católicos.

La conquista de Granada sometió á sus habitantes á los Reyes Católicos. Eran los moros granadinos hábiles, trabajadores é industriosos, y su agricultura, ciencia, artes é industrias estaban adelantadísimas. Los vencedores de Granada garantizaron las vidas, haciendas y religión de los vencidos, pero los entusiasmos religiosos y antipatías raciales de la época, exigieron bien pronto el destierro de los mahometanos, ó su bautismo. Talavera trató primero con ardiente celo de convertirlos individualmente; pero la suavidad y lentitud de tales procedimientos impacientaron á los intolerantes que urgieron á los Reyes [404] para que tomaran una medida radical. Prevaleció esta última política, y por el edicto de 1502 se expulsó á los Mudéjares de los dominios castellanos. Muchos emigraron al Africa, otros quedaron en España, renunciaron al Koran, aceptando el bautismo y se sometieron á la autoridad de la Inquisición[501]. Los así bautizados se conocieron con el nombre de Moriscos.

Fig. 352.—Capacete del siglo xv. (Armería Real).

Conclusiones generales.

13.—No corresponde á nuestro estudio el discutir con amplitud las causas y consecuencias para España de la expulsión de judíos y moriscos, ni mucho menos investigar la obra de la Inquisición Española, apasionadamente defendida ó atacada por sus partidarios ó sus enemigos.

Debemos juzgar estos hechos con serenidad de espíritu, y no olvidarnos que los grandes principios de libertad é igualdad, escritos hoy en nuestros Códigos Fundamentales, eran en absoluto ajenos á la mentalidad del siglo xv. Si el éxodo judáico fué doloroso y cruel; si la emigración de los mudéjares privó á España de utilísimos súbditos, empobreciéndola y aniquilando su industria; si la Inquisición, al convertirse en instrumento político, cometió abusos é incurrió en crueldades, culpa no fué, sin duda, de Isabel la Católica, cuya buena fé no han puesto en duda ni los más encarnizados adversarios de su política, y que no tuvo otros motivos para obrar como obró, que su afán ardiente de mantener en sus dominios la pureza [405] de la fé cristiana y de evitar los irremediables conflictos que en épocas de incultura y fanatismo religioso ocasionan fatalmente las diferencias de religión y raza.

Fig 353.—España en el siglo xv.

No puede dudarse, además, que si hubiera persistido en España aquel estado de anarquía religiosa, dolorosas incertidumbres, sangrientas represalias y continuos tumultos, mal hubieran podido los Reyes dedicar al descubrimiento Colombino sus entusiastas energías. La política absolutista y centralizadora iniciada por los Reyes Católicos, tuvo siglos después consecuencias funestas para España, pero favoreció la Colonización y hasta la Independencia del Continente Americano. Por otra parte, la atención prestada por Isabel y Fernando á esta luctuosa parte de su política, no les impidió dedicarse á regularizar los demás asuntos del Reino. Aumentaron los tribunales de Justicia, hicieron modificar en las Cortes de Madrigal y Toro la laberíntica jurisprudencia de la Edad Media, favorecieron el comercio y las artes mecánicas, elevaron el crédito público y llegaron por fin á hacer de la España anárquica y empobrecida que recibieron de Enrique IV, no sólo la nación más respetada y poderosa del siglo xv, sino la única capaz física y espiritualmente de emprender y realizar en menos de un siglo el descubrimiento, conquista y colonización de las Indias.


[406]

CUESTIONARIO

1.—¿Quiénes fueron los Reyes Católicos?

2.—¿Qué importancia histórica tiene Isabel de Castilla?

3.—¿En qué estado dejó el reino el monarca Enrique IV?

4.—¿Qué medidas tomó Isabel para pacificarlo?

5.—¿Qué fué la Santa Hermandad?

6.—¿Cómo estaba organizada y cuáles fueron sus funciones?

7.—¿Cómo organizó Isabel de Castilla sus Consejos?

8.—¿Qué nuevo elemento introdujo en ellos?

9.—¿Qué funciones desempeñaban los Corregidores?

10.—¿Qué resultado tuvo el nombramiento de estos Corregidores?

11.—¿En qué estado se encontraba la Hacienda Española al ascender al trono los Reyes Católicos?

12.—¿Qué medidas tomaron para reconstituirla?

13.—¿Qué importancia tenían en España las Órdenes Militares?

14.—¿Qué hicieron los Reyes para reducirlas?

15.—¿Qué territorios españoles ocupaban los musulmanes en el siglo XV?

16.—¿Qué importancia tuvo la Conquista de Granada para la Unidad Nacional Española?

17.—¿Qué se entendía en España por judaizantes?

18.—¿Eran odiados por el pueblo los judíos y conversos?

[407] 19.—¿Cómo se instituyó la Inquisición ó Santo Oficio, y cómo empezó á actuar?

20.—¿Fué excesivo el celo de los Inquisidores?

21.—¿Quiénes eran los mudéjares y qué importancia industrial tenían en la España del siglo XV?

22.—¿Cómo debemos juzgar la obra religiosa de los Reyes Católicos?

23.—¿Qué resultados tuvo en siglos posteriores para España?

24.—¿Benefició la colonización del Continente Americano?


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REFERENCIAS

Generales.—Además de las mencionadas en el capítulo anterior: Lafuente, Historia de España, lib. III, IV. Altamira, Hist. de España, vol. II. Mariejol, L'Espagne sous Ferdinand et Isabelle, París, 1892. Cánovas del Castillo, Historia general de España, etc., etc.

Especiales.Lea, A. History of the Inquisition of Spain, vol. I. Id., The Moriscos in Spain, etc. Id., Chapters of the Religious History of Spain, etc. J. M. Antequera, Hist. de la Legislación Española (1874). Hinojosa, Historia del origen del régimen municipal en León y Castilla. Clemencín, Elogio de la Reina Católica (Mem. Real Acad. de la Historia, t. VI). Boissonade, Historia de la reunión de la Navarre á la Castille, etc., (1479-1531), París, 1893. Eguilaz, Reseña hist. de la Conq. del Reino de Granada por los Reyes Católicos, según los cronistas árabes (Granada, 1894). M. Jiménez de la Espada, La Guerra del Moro en el siglo xv. (Bol. Ac. Hist. XXV). Hurtado de Mendoza, Guerra de Granada (Ed. Bca. Clásica). Fidel Fita, S. J. La Inquisición anormal planteada en Sevilla, etc., (Bol. Ac. Hist.). Paz y Melia, Cuadros ó Narraciones de la Sociedad Española del siglo xv, etc., (Madrid, 1878). Rodrigo, Verdadera Hist. de la Inquisición (3 vols.) Amador de los Ríos, Los Judíos de España y Portugal, (3 vols. 1875-1876). W. Maurenbrecher, Spanien unter den Katholischen Königen, etc., (1857). Danvila y Collado, El Poder Civil en España (6 vols. 1885-1987). [409] Clarke en Cambridge Modern. Hist. I, cap. XI. Hefele, El Cardenal Jiménez de Cisneros y la Iglesia Española á fines del siglo xv, etc. (Barcelona, 1869), etc.

Fuentes.—Colección de Documentos Inéditos para la Hist. de España, en especial, vol. I, III, VI, XIII, XIX, XXIV, XXVIII, XXIX y LI. Cortes de los Antiguos Reinos de León y Castilla (Ac. de la Hist., 4 vols., 1861-1864), en especial vol. IV. Bernáldez, Historia de los Reyes Católicos (Ed. 1878). Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos (Ed. Valencia, 1780). Petri Martyris Anglerii (1488-1526), Opus Epistolarum (Amsterdam, 1670). Alberi, Relazioni degli Ambasciatori Veneti, 1.ª serie, vol. I, III (1839-1853). K. v. Hoefler, Despeschen des Venetianischen Bolschafters, etc. (Viena, 1884). Rodríguez Villa, Bosquejo Biog. de la Reina Doña Juana (Madrid, 1874) y los documentos de la Época en los Archivos del Vaticano (Roma), Indias (Sevilla), Simancas, etc.

Bibliografías.Lavisse y Rambaud, Hist. General, vol. IV, pág. 373-74. Potts Cheyney, Europ. Background Am. Hist., pág. 323-24. Altamira, Hist. de España, vol. IV (Guía Bibliográfica), pág. 500 á 505 y las notas y referencias de las obras citadas de Lafuente, Lea, Mariejol, etc., etc.


Cristóbal Colón, tomado del busto de la Galería Capitolina (Roma).


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TÍTULO II
El Descubrimiento.

CAPÍTULO I
CRISTÓBAL COLÓN (1446-1494)

1.—Juventud del descubridor de América. 2.—Lecturas. 3.—Portugal. 4.—Colón y Toscanelli. 5.—Don Juan II. 6.—Colón en España. 7.—Juntas de Córdoba y Salamanca. 8.—Las Capitulaciones. 9.—Preparativos. 10.—El Primer viaje. 11.—Exploraciones. 12.—Regreso á España. 13.—La Bula de Alejandro VI y el Tratado de Tordesillas.

Juventud del Descubridor.

1.—Poco se sabe de cierto sobre la juventud del Descubridor de América. Aunque aficionadísimo á escribir cartas, memorias, diarios de navegación, etc., en ninguno de los documentos que legó á la historia hace mención de la fecha de su nacimiento. Su hijo Don Fernando y su amigo Fray Bartolomé de las Casas, tampoco aportan en sus libros datos suficientes para reconstruir una relación ordenada y auténtica de la juventud Colombina. Los triunfadores de hoy se deleitan á veces en recordar su humilde origen. Colón, por el contrario, parece esforzarse en arrojar un velo sobre su nacimiento y familia, afanoso de atribuirse ascendencia ilustre. Su hijo Fernando, con muy buen sentido, se contenta con la gloria de su padre y prescinde de tales sutilezas[502]. Es, sin embargo, opinión generalmente aceptada y comprobada, que Cristóbal Colón nació en Génova alrededor del año 1446. No puede afirmarse con certeza, como hacen muchos de sus biógrafos, que hiciera estudios en la Universidad de Pavía, pero cierto es que, siendo [412] todavía muy joven, no sólo dominaba el arte de la navegación, sino que conocía á fondo el latín, en cuya lengua escribían generalmente los cosmógrafos y filósofos de la época.

Lecturas.

2.—Entre las obras que más leyó, estudió y comentó, estaban la "Historia General" y "Geografía" de Eneas Sylvius (luego Pío II), la entonces célebre «Imago Mundi» de Pierre d'Ailly (siglo xv) y sobre todo los ya citados viajes de Marco Polo[503].

Fig. 354.—Monumento de Cristóbal Colón en Granada.

Colón anotaba estas obras con observaciones marginales, que han llegado hasta nosotros, y revelan en el cuidadoso anotador gran curiosidad por el Oriente, y justo criterio crítico para rectificar con su propio saber y experiencia los errores geográficos, etc., de los autores mencionados. Por ejemplo, de las afirmaciones de Pierre d'Ailly, fíjase principalmente Colón en la cita Aristotélica, aducida por el autor para afirmar que "entre el término de España y el principio de la India el mar era pequeño y navegable en pocos días". Entre las palabras Bíblicas llaman poderosamente su atención las del profeta Esdras[504] sobre la conformación de la tierra (1/7 mar—6/7 tierra). Reunía también el estudioso marino cuantas observaciones hacía ó le comunicaban sobre la existencia de tierras más allá de las Azores y Canarias.

[413]

Portugal.

3.—La mayor parte de estos trabajos preparativos los hizo Colón en Portugal donde fijó su residencia (1470 ó 71 á 1484) después de haber navegado veintitres años. ("Yo he andado veintitres años en la mar sin salir della").

No es probable que en Portugal fuesen muy abundantes los recursos del futuro Almirante, y posiblemente vivió trazando cartas geográficas que dibujaba primorosamente. Casó allí (1474 á 1475) con Doña Felipa Mogniz Pelestrello, hija de un célebre navegante Genovés al servicio del Príncipe Enrique, y siguió con ahinco sus estudios geográficos.

Fig. 355.—El desembarque de Colón en América. (Grabado de 1493).

Los años posteriores á este matrimonio forman en la historia Colombina un período importantísimo, pues si su pensamiento de navegar la parte desconocida de los mares que se extienden entre Europa y las Indias, y conocer en toda su extensión la redondez de la tierra, había nacido en su alta inteligencia mucho tiempo antes, es indiscutible que en Lisboa adquirió tal pensamiento mayores proporciones y se convirtió en proyecto formal, práctico y demostrable[505].

Colón y Toscanelli.

4.—Por tal lo reputó el sabio físico Florentino Pablo Toscanelli, á quien Colón consultó sus planes, exponiéndole con [414] toda claridad las dudas que aún abrigaba sobre la viabilidad de su empresa. Toscanelli remitió á Colón, como contestación de su consulta, una carta que había escrito (1474) al Canónigo de Lisboa Fernán Martínez, amigo y familiar de Don Juan II, sobre lo posible y fácil que en su sentir era encontrar el país de las especias, siguiendo el derrotero que Colón indicaba. Volvió Colón á escribir á Toscanelli recibiendo nueva respuesta, con un mapa aclaratorio, en la que le daba mayores seguridades aún que en la primera estimulándole á emprender cuanto antes el viaje. Aunque la autenticidad de esta correspondencia ha sido puesta en duda por algunos historiadores, la opinión general acepta su existencia y no cabe duda que, si bien no dió á Colón sobre el Oriente y el Océano Atlántico, más datos que los que ya tenía en las obras de Ailly y Marco Polo[506], fortaleció y definió sus convicciones geográficas.

Fig. 356.—Isla Española (1534).

Don Juan II.

5.—Animado Colón por estas cartas de Toscanelli, y habiendo reunido mayor caudal de observaciones en los viajes que en servicio de Portugal hizo á los mares del Norte (1477) y á las Costa de Guinea (1482), decidió presentar su proyecto al rey Don Juan II, y solicitar su apoyo para ponerlo en práctica. Oyó el Monarca al genial navegante y refirióle al Obispo de Ceuta D. Diego de Ortiz, y á los médicos Maestre Rodrigo y Maestre Joseph (Judío este último) reputados como los más sabios cosmógrafos del Reino. No informaron bien tan califi[415]cados sujetos, antes bien, rechazaron como irrealizable el proyecto, tachando á su autor de presuntuoso y visionario. El Consejo Supremo, convocado por el Monarca, tampoco fué favorable á Colón. El rey, sin embargo, no pareció darse por convencido. Con cautela, é inquiriendo cada día más de Colón por intermedio del mismo Obispo Diego de Ortiz, determinó aparejar, prescindiendo del genial solicitante, una carabela y enviarla al Océano con el rumbo por éste indicado. Después de navegar muchos días y leguas sin hallar nada y padecer terribles tormentas, volvieron á Portugal los tripulantes de la referida carabela maldiciendo del viaje y de los proyectos del genovés Colón. Desengañado éste de Portugal y su rey, envió á Inglaterra á su hermano Bartolomé para que sometiera la idea á Enrique VII, y determinó él mismo solicitar el apoyo de la Francia[507].

Fig. 357.—Isla de Cuba (Helps).

Colón en España.

6.—Pero ninguna de éstas naciones debía de llevar á cabo el descubrimiento de América. Antes de emprender Colón su viaje á París, dirigióse á la Ciudad española de Huelva, para dejar allí á su hijo D. Diego, con la familia de su tía materna. A su paso por la villa de Palos, albergóse en el Convento de la Rábida, y trabando plática con su Prior Fray Juan Pérez, expúsole sus proyectos de llegar por el Occidente hasta las Indias, sus visicitudes en Portugal y su intención de acudir á Francia. Entusiasmado Fray Juan Pérez con la idea, instó á Colón para que desistiese de su viaje á Francia y solicitase el apoyo de los Reyes Católicos. Accedió el ilustre marino y á principios del 1486, apoyado por el referido Prior de la Rábida y sus influyentes amigos los Duques de Medina Celi, y Medina Sidonia, [416] propuso por primera vez á los Reyes, sus ideas y designios[508].

Juntas de Córdoba y Salamanca.

7.—Sometieron los Monarcas el asunto á personas peritas, para que presididas por Fray Fernando de Talavera, examinaran las proposiciones de Colón. Reunióse una Junta en Córdoba, ante la cual, parece que Colón receloso de lo ocurrido en Portugal, se limitó á dar explicaciones superficiales. Fuese por ésta ó por otras razones, el caso fué, que la referida Junta de Córdoba, reputó irrealizable lo que el Genovés proyectaba. La Reina, sin embargo, fuese expontáneamente, ó urgida por Fray Diego de Deza, Fray Antonio de Marchena, Quintanilla, Cabrero y demás protectores de Colón, no desahució por completo al futuro Almirante. El mismo Fray Diego de Deza promovió en 1487, nuevas Juntas para reconsiderar los proyectos Colombinos. Formaron parte de tales Juntas, los más conspícuos miembros del claustro Salmantino y reuniéronse en Salamanca, parte en el Convento de San Esteban, parte en la granja de Valcuevo. Parece indudable que Colón fué más explícito en estas Juntas que en las de Córdoba, pues aceptaron sus proyectos aconsejando á los Reyes Católicos que proporcionaran al Genovés los recursos necesarios para el viaje[509].

Fig. 358.—Armas de Cristóbal Colón.

Fig. 359.—Medalla de Alejandro VI.

El Contrato.

8.—Transcurrieron cinco años más de paciente espera por parte de Colón, hasta que al fin, después de realizada la Conquista de Granada y á pesar de las vacilaciones de Fernando el Católico, que temía disgustar á sus nobles otorgando al Geno[417]vés las prerrogativas que solicitaba, mandó llamar al tenaz marino cuando se preparaba ya éste á abandonar la corte española, y ofreciendo sus propias joyas para costear la expedición, decidió al tesorero Santangel, á adelantar fondos y firmó con su esposa las célebres capitulaciones entre la Corona Española y Colón, por las cuales se nombraba al marino genovés y á sus sucesores, Almirante de las tierras que descubriera, Virrey y Gobernador de las mismas, y se le daba entre otras mercedes, el diezmo de los productos de las referidas tierras. El constante genovés regresó gozoso al Convento de la Rábida. Su fé y su tenacidad, habían triunfado de toda clase de obstáculos[510].

Fig. 360.—Universidad de Salamanca.

Preparativos.

9.—Dedicóse en seguida con febril actividad á adquirir y equipar las tres naves de que debía constar la expedición y se asoció con los Pinzón, marinos tan hábiles como valientes, y de autoridad entre la gente de mar de aquella costa, sin cuya ayuda, y á pesar de las cédulas reales, le hubiera sido casi imposible reclutar hombres y obtener buques para su viaje de descubrimiento.

Fig. 361.—El Padre Marchena.

[418] Las dos carabelas, Pinta y Niña, fueron suministradas á la Corona por el pueblo de Palos; la Santa María, perteneciente al piloto Vizcaíno Juan de la Cosa, fué probablemente fletada con el contingente voluntario que dieron los Pinzón. El 2 de Agosto de 1492, la escuadrilla estaba lista para hacerse á la mar provista de víveres para un año. La Santa María era la mayor de todas las carabelas (140 á 180 toneladas) y la única que tenía cubierta. Montábala el Almirante, llevaba en su palo mayor el estandarte de Castilla y en el trinquete la enseña del Almirante (cruz verde sobre blanco). La Pinta llevaba por capitán á Martín Alonso Pinzón, y por piloto á su hermano Francisco. La Niña, que era la menor y más velera, iba mandada por Vicente Yáñez Pinzón. La tripulación total de las tres naves era aproximadamente de ciento veinte hombres[511].

El primer viaje.

10.—El viernes 3 de Agosto de 1492, antes de salir el Sol, zarparon las carabelas Colombinas del puerto de Palos y tomaron rumbo á las Canarias. El día 4, arreciando el viento, se rompió el timón de la Pinta; remedióse esta avería como se pudo, haciéndose en las Canarias otro nuevo. Se detuvieron unos días. En la madrugada del 6 de Septiembre salió el [419] Almirante de la Gomera, proa al Oeste, bajando algo hacia el Sur, para seguir la zona que Marco Polo llevó en su viaje terrestre hasta la China. Hacia el 13 de Septiembre, Colón, que era vigilantísimo, echó de ver que la aguja magnética se desviaba hacia el Oeste, dejando de señalar fijamente á la estrella polar; los pilotos notaron algo después este fenómeno, que alarmó á los navegantes, y del que aún desconocemos en gran parte la causa. Colón los tranquilizó con la invención de una ingeniosa teoría, que al cabo tuvo él mismo por cierta. Muchos pájaros, hierbas, etc., que venían del Occidente, persuadían á los navegantes de que la deseada tierra no podía distar mucho. En fin, á las dos de la madrugada del día 12 de Octubre (1492), un cañonazo de la Pinta dió la alegre nueva. El vigía Triana fué el primero que vió la tierra del Nuevo Mundo[512].

Fig. 362.—El Triunfo de Colón, bosquejado por el mismo.

En la mañana del 12, Colón, ricamente vestido, y acompañado de los Pinzón y oficiales reales, se dirigió á tierra á ban[420]deras desplegadas. Al desembarcar, postróse reverente, y desenvainando la espada y levantando la bandera castellana, tomó posesión, en nombre de los Reyes Católicos, de la isla descubierta que llamó San Salvador ó Guanahani, y creyó ser una de las del mar de la China, descritas por Marco Polo.[513]

Exploraciones.

11.—El día 14 de Octubre volvió Colón á levar anclas, y navegó durante diez días entre las islas del Archipiélago, llegando el día 28 á las costas de Cuba. La "Pinta", sin órdenes del Almirante, se separó de la expedición en demanda de las riquezas cuya existencia dedujo su comandante Pinzón de las señas de los indígenas de Guanahani. Volvió naturalmente, sin botín alguno, y Colón, aunque dolorosamente impresionado por el hecho, supo disculpar la deserción de su segundo. La flotilla descubrió en seguida la isla de Hayti, que Colón llamó La Española. Naufragó allí la nao "Santa María", edificándose con sus despojos en la costa un pequeño fuerte, que se llamó «La Navidad», en el que dejó el Almirante reducida guarnición á las órdenes de Diego de Arana[514].

Fig. 363.—El Convento de la Rábida.

Regreso á España.

12.—Con el resto de sus tripulantes, embarcados en «La Pinta» y «La Niña», emprendió Colón su regreso á España (Enero 4, 1493). Experimentó en el viaje recias tempestades, pero pudo al fin llegar á las islas Azores. Hizo desde allí rumbo á Lisboa, donde desembarcó, siendo recibido por los Monarcas portugueses. El día 13 de Marzo salió de Lisboa, y en[421]tró por último al Puerto de Palos, el 15, después de siete meses de ausencia.

Fué recibido en el pequeño puerto con aclamaciones entusiastas. Despachó un mensajero á Barcelona, donde se encontraban los monarcas, y marchó á Sevilla á esperar sus órdenes. Pronto fué llamado á la Corte, y después de un viaje triunfal y precedido de los indígenas que consigo trajo á España, compareció, colmado de gloria, á presencia de los Reyes Católicos. Relató con vívidos colores su viaje y descubrimientos, y renovó sus antiguos votos de rescatar de los infieles el sepulcro de Cristo con el producto de sus empresas[515].

Fig. 364.—Patio del Convento de San Esteban de Salamanca.

La Bula de Alejandro VI, y el tratado de Tordesillas.

13.—La noticia de la vuelta de Colón se extendió rápidamente. La Europa entera creyó que los países por él descubiertos eran los mismos que algunos años antes había descrito Marco Polo. Así lo creyó también el Almirante. Las regiones recién visitadas recibieron el nombre de Indias Occidentales, y sus habitantes de entonces el de Indios, que hasta hoy conservan.

De aquí surgió una nueva dificultad. Años atrás, y como antes dijimos, el Papa había concedido á los Portugueses la propiedad de los países que descubrieran; pero como tal concesión, después del viaje Colombino podía lesionar los dere[422]chos de la Corona Española, recurrieron también los Reyes Católicos al Papa para confirmarse en la soberanía de las nuevas tierras descubiertas.

Ocupaba entonces la sede pontificia Alejandro VI, quien para evitar toda disputa entre las dos naciones, y de acuerdo con los conocimientos geográficos de la época, trazó por una Bula (4 de Mayo de 1493) una línea de demarcación de un polo á otro, á cien leguas al oeste de las islas Azores. España era reconocida como soberana de todas las tierras de infieles que conquistase al occidente de tal línea: Portugal conservaba igual derecho al oriente de ella.

El Rey de Portugal no se conformó con la división hecha por el Pontífice. Se entablaron negociaciones diplomáticas entre los dos países y por fin D. Juan II aceptó que se desviase la línea divisoria, 370 leguas al occidente de las Azores. Esto fué lo estipulado en el Tratado de Tordesillas, con fecha 7 de Junio de 1494[516].


[423]

CUESTIONARIO

1.—¿Qué se sabe de la infancia de Cristóbal Colón?

2.—¿Dónde nació y en qué fecha?

3.—¿Qué estudios hizo en su juventud?

4.—¿Qué libros consultó y anotó especialmente?

5.—¿Cuántos años navegó antes de fijar su residencia en Lisboa?

6.—¿Qué importancia histórica tiene en la vida del Almirante Colón el período de su residencia en Portugal?

7.—¿Quién fué Toscanelli y qué relaciones tuvo con Colón?

8.—¿Cuál fué la actitud del Rey Juan II ante los proyectos de Colón?

9.—¿Qué resultados obtuvo en la expedición que envió?

10.—¿Quiénes fueron en España los primeros protectores de Colón?

11.—¿Qué medidas tomaron los Reyes Católicos al conocer los proyectos que les expuso el ilustre marino?

12.—¿Qué dictaminaron sobre los mismos las Juntas de Córdoba?

13.—¿Qué dictaminaron las de Salamanca, y quién las inició y activó?

14.—¿Qué contrato otorgaron en favor de Colón los Reyes Católicos?

[424] 15.—¿Cómo se armaron las célebres carabelas, qué nombres, tonelaje y tripulación aproximada tenían?

16.—¿Quiénes mandaban la "Pinta" y la "Niña"?

17.—¿Quiénes proporcionaron principalmente los fondos para la expedición?

18.—¿Qué incidentes ocurrieron en el primer viaje de Colón?

19.—¿Cuál fué la primera tierra americana que descubrió Colón?

20.—¿Cuál es la fecha del descubrimiento de América?

21.—¿Qué otras islas exploró Colón en este primer viaje?

22.—¿Cuánto tardó en el viaje de ida y vuelta?

23.—¿Cómo fué recibido Colón al regresar, en Portugal y en España?

24.—¿Qué línea de demarcación fijó la Bula de Alejandro VI?

25.—¿Cómo modificó esta Bula el Tratado de Tordesillas?


Referencias: Véanse las del Capítulo anterior (Tit. 1.º Cap. 11.º), y las del Capítulo siguiente.


[425]

CAPÍTULO II
CRISTÓBAL COLÓN (1493-1500)

1.—El segundo viaje. 2.—La Isabela. 3.—El Memorial á los Reyes. 4.—Disturbios en la Colonia. 5.—Exploraciones. 6.—Bartolomé Colón. 7.—Guerra contra los indígenas. 8.—Juan de Aguado. 9.—El tercer viaje. 10.—Sublevación de Roldán. 11.—Colón y Bobadilla. 12.—Actitud de los Reyes Católicos. 13.—Viajes de los Cabots. 14.—Viajes de los Corte Real.

El segundo viaje.

1.—La primavera y el verano del año 1493, fueron para Colón verdaderamente felices. Grandioso fué su recibimiento en Barcelona. Los Reyes Católicos le hicieron sentar á su lado para oir la relación de su viaje; fué confirmado en sus privilegios y aclamado con entusiasmo. A últimos de Mayo se ordenó el inmediato equipo de una segunda expedición á las tierras descubiertas. Se comisionó para prepararla á Colón mismo, y al Archidiácono de Sevilla Fonseca.

Fig. 365.—Retrato de Cristóbal Colón (según un grabado de Capriolo, 1596).

Salió de Cádiz esta segunda expedición el día 26 de Septiembre de 1493. Se componía de diez y siete buques y 1500 hombres de todas las clases sociales. Caballeros é hijosdalgos, ansiosos de gloria y riquezas, y artesanos de todos los oficios, partieron en esta flota. Embarcaron también doce eclesiásticos á las órdenes del Vicario Apostólico P. Boyl. La escuadrilla se avitualló conve[426]nientemente y se tomaron á bordo, vacas, ovejas, gallinas, etc., gran cantidad de semillas y plantones de árboles frutales para tratar de aclimatarlos en la colonia.

Después de una escala corta en las Islas Canarias, llegó la expedición (domingo, Noviembre 3) á la Isla Dominica en las Pequeñas Antillas. Visitó después las de Marigalante, Guadalupe, Santa Cruz, etc.; tocó después en las costas de la de Puerto Rico, llegando por fin á la Española el día 27 de Noviembre.

Dolorosa fué la sorpresa de Colón y sus compañeros al desembarcar en el sitio en que se edificó el fuerte Navidad. Sólo vió en él montones de cenizas y cadáveres de españoles. La pequeña guarnición que en el primer viaje quedó en la Española, había perecido. Desolado el Almirante por tan triste suceso, decidió abandonar aquellos lugares. Hizo rumbo al Nordeste, y desembarcó á orillas de un río, en cuya risueña vega se veían algunas chozas indígenas. En esta parte de la isla de Hayti (Española), fundóse la primer ciudad Europea del Nuevo Mundo, que en memoria de la reina Isabel, fué llamada Isabela[517].

Fig. 366.—Armadura de Cristóbal Colón.

La Isabela.

2.—Todos trabajaron en ella con febril energía. Edificóse un arsenal, un templo y una fortaleza; se construyó un hospital, se repartieron solares, se ordenaron calles y plazas, y se circunvaló la naciente ciudad con murallas defensivas de piedra. Pero el exceso de trabajo, la escasez de víveres, averiados en el viaje, y [427] las enervantes influencias del clima, ocasionaron á los colonos graves enfermedades. Empezó además en todos el desanimo y la indisciplina. El oro y la plata soñados no parecían tan fácilmente. Colón mismo cayó enfermo y el desaliento fué aumentando. A principios de Enero (1494) dos jóvenes y valientes caballeros, llamados Alonso de Hojeda y Ginés de Gorbalán, penetraron en el interior de la isla reconociendo la supuesta región aurífera de Cibao. Colón aprovechó sus entusiastas relatos para levantar el decaído espíritu de sus subordinados, y apenas se repuso, decidió explorar el mencionado Cibao, con más gente de guerra y mayor detenimiento[518].

Fig. 367.—Carta autógrafa de Cristóbal Colón.

El memorial á los Reyes.

3.—Necesitábanse, sin embargo, refuerzos y víveres en la naciente colonia, por lo que el Almirante despachó á España á Antonio de Torres con nueve buques, entregándole un memorial para los Reyes en el que pintaba con vivos colores la fertilidad y belleza de la isla, las esperanzas que abrigaba de [428] obtener grandes cantidades de oro en su expedición al Cibao, y la necesidad que tenía la Isabela de ropas, medicamentos, vino, arroz, etc., que vinieron de España en cantidad escasa, fuese por mala fé, ó gitanería de los proveedores de la flota, ó por negligencia ó animosidad del Arcediano Fonseca, encargado, como dijimos, de aprovisionarla. Proponía también Colón á los Reyes, en el memorial referido, que diesen permiso á algunas carabelas para que trajeran anualmente á la Española ganados y otros mantenimientos, "las cuales cosas se podrían pagar en esclavos de estos caníbales, etc." Esta propuesta del Almirante, que los Reyes no decidieron, tenía sus antecedentes en los viajes de los portugueses al Africa, y estaba, por tanto, dentro de las ideas de la época. Colón, por otra parte, no propuso tan inhumano tráfico como fin, sino como medio ó arbitrio ocasional y económico. No hay razón, pues, para calificarle de traficante de esclavos, como lo hacen algunos de sus biógrafos[519].

Fig. 368.—Firma de Cristóbal Colón.

Significa: Servus Supplex Altissimi Salvatoris. Jesus, María, Joseph. Christo Ferens, ó sea: Siervo humilde del Altísimo Salvador Jesús, María, José. El que lleva á Cristo, es decir, Cristóbal, porque tal es la significación de Christophorus.

Disturbios en la colonia.

4.—Mientras la flota de Torres surcaba el Océano, aumentaban las enfermedades en la Isabela, y crecía el descontento. Bernardo Díaz de Pisa, contador de la colonia, promovió un motín que, si bien pudo sofocarse, acentuó la antipatía que los colonos españoles profesaban ya al ilustre marino de Génova. En cuanto recobró éste la salud emprendió con algunos hombres de guerra el reconocimiento de las regiones ponderadas [429] por Gorbalán y Hojeda. Grande fué su desengaño al explorar el Cibao y no hallar en él las minas deseadas; pero como los indios le presentaron algunas pepitas de oro, coligió que debía haber mayor cantidad en aquellos alrededores. Edificó en el sitio más pedregoso el fuerte de Santo Tomás, regresando después á la Isabela.

Encontróse allí con nuevas dificultades. Las provisiones escaseaban más cada día, los soldados se resistían al trabajo, y la indisciplina de todos amenazaba convertirse en rebelión franca. Para conjurar tan graves peligros distribuyó Colón por el interior de la isla á los colonos más rebeldes en pequeños destacamentos, á cuyos jefes aconsejó que usaran de templanza en sus relaciones con los indígenas. Nombró, además, una Junta Provisoria de Gobierno, y tomando tres pequeñas carabelas, se hizo á la mar (Abril 24) con rumbo al Occidente y en demanda del oro que en Cibao no había encontrado en abundancia[520].

Fig. 369.—Preparando el segundo viaje.

Exploraciones.

5.—Costeó primero Colón la parte meridional de la isla de Cuba y, apartándose luego hacia el Sur, descubrió la de Jamaica (Mayo 14, 1494), cuyos naturales le recibieron cordialmente. Empleó el mes siguiente en navegar entre las numerosísimas islas de aquellos parajes siempre con rumbo al Oeste. La costa de Cuba parecióle interminable, las provisiones escaseaban. Era necesario volver y demostrar que la expedición no había sido estéril. Exigió, por tanto, á los pilotos, entre ellos [430] al célebre cartógrafo Juan de la Cosa (en cuyo mapa del año 1500, Cuba aparece claramente como una isla) que juraran solemnemente que la tierra que estaban costeando era el Continente y el principio de las Indias[521].

Dos días más de navegación hubieran bastado al Almirante para llegar á la punta occidental de la isla de Cuba, y posiblemente hubiera descubierto el Yucatán ó Méjico. Sus ilusiones, sin embargo, dieron origen al primer proyecto de vuelta al mundo. Si hubiese tenido abundancia de provisiones, dice D. Fernando Colón, no hubiese vuelto á España sino por el Oriente. Antes de regresar á la Isabela exploró nuevamente las costas meridionales de Jamaica, y las de la Española misma. Quiso lanzarse desde allí hacia las islas que llamó de los Caribes, pero debilitado por cuatro meses de hambre, trabajos y zozobras, sintióse acometido de grave postración, que se convirtió en profundo letargo, con insensibilidad alarmante. Al verle en aquel estado creyeron los expedicionarios llegada la última hora de su jefe, y decidieron volver á la Isabela cuanto antes.

Allí fué recibido el Almirante (Septiembre, 20) por su hermano D. Bartolomé, que por orden de los Reyes Católicos había traído á la Española tres naves con víveres y bastimentos[522].

Bartolomé Colón.

Fig. 370.—El Adelantado D. Bartolomé Colón.

6.—Si lamentable era el estado de la colonia á la salida del Almirante, más aún lo era á su regreso. Las enfermedades, el desencanto, el hambre insaciable, los disturbios y la indisciplina habían aumentado. Bartolomé Colón, nombrado por su hermano Adelantado, ó Gobernador militar de la isla, fué mu[431]cho más severo que el Almirante, y se hizo, por tanto, más odioso á los colonos, que le consideraban como extranjero y se resistían á obedecerle. Por otra parte, la población indígena, cansada de los abusos y violencias de los españoles, amenazaba rebelarse. Pedro Margarite, que mandaba la fortaleza de Santo Tomás, desertó y, acompañado del Vicario apostólico Boyl, algunos otros eclesiásticos y varios descontentos, se apoderaron de los buques que Bartolomé Colón había traído, y se hicieron á la vela para España, donde llegaron quejándose amargamente del Almirante y de su hermano, y declarando sin ambages que no había en las tales Indias ni oro, ni cosa alguna de provecho[523].

Fig. 371.—Carabelas en "La Española" (Grabado siglo xvi).

Guerra contra los indígenas.

7.—Apenas se repuso Cristóbal Colón de su grave dolencia, emprendió con su hermano una activa campaña contra los indios que duró nueve ó diez meses. Las armas de fuego, el acero, la caballería, y los feroces perros que, según Las Casas, "podían matar cien indios por hora", hicieron comprender cruelmente á los aterrorizados indígenas que era inútil resistir. Se impuso á los sometidos imposibles cargas. Los que vivían cerca de las minas debían tributar por cabeza, media onza de oro nativo cada tres meses; los que vivían lejos, una arroba de algodón en bruto. Desesperados los indios talaron sus campos y huyeron á los montes. Algunos caciques ofrecieron tributar con sus cosechas si se les eximía de la obligación de entregar cantidades de oro que no tenían. Colón no aceptó el cambio.

[432] Necesitaba oro en abundancia para demostrar que era valiosa la colonia. La guerra de exterminio prosiguió. Los soldados españoles penetraron hasta lo más intrincado de los bosques para perseguir á los fugitivos, y redujeron á la esclavitud á los pocos que quedaron con vida. La población aborigen de la Española quedó reducida á la tercera parte[524].

Fig. 372.—La Carabela "Santa María".

Juan de Aguado.

8.—Entre tanto, los Reyes Católicos, atendiendo las reclamaciones del P. Boyl, Margarite y sus compañeros, nombraron á Juan de Aguado comisario especial, sin otro encargo que el de examinar escrupulosamente el gobierno y administración de Colón y sus hermanos en Indias. Salió Aguado con cuatro embarcaciones llevando consigo á D. Diego Colón, hijo del Almirante. Llegaron á la Española en ocasión que éste último guerreaba con los indios. Aguado, extralimitándose en sus poderes, no guardó á Colón las consideraciones debidas. Como era natural, la arrogante actitud del Comisionado alentó á los enemigos del anciano marino. Aguado, cuando se consideró con informes suficientes, decidió regresar á España. Colón determinó también acompañarle para explicar en la Corte su conducta. Estando los buques disponibles prontos á zarpar, fueron destrozados por un huracán que se desencadenó sobre la isla. Colón no se arredró y con los despojos del naufragio mandó construir una embarcación que llamó «La Santa Cruz» y fué el primer buque [433] construído en el Nuevo Mundo que cruzó los mares. Hiciéronse á la vela Cristóbal Colón y Diego de Aguado el día 10 de Mayo, quedando al frente del gobierno de la Española D. Bartolomé Colón y D. Diego.

Colón al llegar á Cádiz, sin duda para atenuar la mala impresión que iba á causar en España la llegada de las carabelas cargadas de enfermos, se presentó en público con la barba crecida y vistiendo el sayal franciscano[525].

Fig. 373.—Mapa de Cuba (según Wyfliet, 1597).

Tercer viaje.

9.—No bien supieron los soberanos la llegada del Almirante, le invitaron á pasar á la Corte. Sus argumentos convencieron á los Reyes, pero la escasez de recursos de la Real Hacienda impidió reunir con rapidez los auxilios que solicitaba el descubridor para su colonia. Por otra parte, los informes propagados por los descontentos de la Española, arredraron á todos. Nadie se decidía á emprender el viaje. En Junio de 1497, á instancias repetidas del mismo Colón, dictóse por los Reyes un decreto eximiendo de pena á todo criminal (salvo á los heréticos, falsificadores, etc.) que pasara á Indias. A pesar de esta orden y de la incansable actividad del Almirante, la enemistad de Fonseca y las absorbentes preocupaciones de los [434] Reyes, detuvieron dos años los aprestos de la tercera expedición á Indias. Armóse por fin con cuatro naos y dos pequeñas carabelas, que pilotadas por Colón mismo salieron de Sanlúcar de Barrameda el día 30 de Mayo de 1498. Siguiendo las indicaciones del lapidario Jaime Ferrer, decidió Colón hacer rumbo hacia el Sur y seguir luego la línea Equinoccial hacia el Oeste. Dividió su flota en las Canarias, enviando tres buques á la Española y siguiendo con los otros tres hacia el Sur y el Occidente. Después de largos días, de penosas calmas y terribles calores, llegó á la Isla de Trinidad, y siguiendo más al Sur avistó el continente que llamó «Isla Santa» cerca de las bocas del Orinoco. Dos semanas después se convenció de que la tierra se extendía indefinidamente al Sur y al Oeste, y de que había llegado á un Nuevo Mundo. Excitado su místico espíritu por las pasadas tribulaciones, creyóse enviado especial de la Divina Providencia, según los decires de los Profetas, para llevar á lejanos mundos el nombre de Cristo, y en una carta dirigida á los Reyes les anunció haber descubierto el Paraíso Terrenal, y pintando con entusiasta dicción aquel "filero de corriente que venía rugiendo con grande estrépito" (bocas del Orinoco), y aquellas "lomas líquidas que salían y entraban como en pelea del agua dulce con la salada", díjoles haber llegado al «fin del Oriente», y á los cuatro grandes ríos genesiacos que salían del «Arbol de la vida» y su fuente. Reconoció fijo en esta idea las costas del golfo de Paria (Costa de las Perlas), é hizo luego rumbo á la Isabela para reparar [435] sus averiadas naves, y enviar á su hermano D. Bartolomé á explorar y tomar posesión de los maravillosos territorios descubiertos[526].

Fig. 374.—El "Paraíso Terrestre" de Cristóbal Colón (Costa de las Perlas).

Fig. 375.—Colón á bordo de su carabela (Reconstitución según documentos de la época).

Sublevación de Roldán.

10.—Aumentaba en tanto en la Española el desorden y las turbulencias. D. Bartolomé Colón, acaso el más fuerte, prudente y enérgico de los tres hermanos, había recorrido la mayor parte de la isla guerreando con los indios y fundado la villa de Santo Domingo, pero durante su ausencia surgió un grave desacuerdo entre D. Francisco Roldán, alcalde mayor de la isla, y D. Diego de Colón, dividiéndose los colonos en dos enconados bandos. D. Bartolomé Colón, dándose cuenta de la gravedad del caso, despachó á Roldán un emisario amistoso. Negóse este último á tratar con él, obligando al adelantado D. Bartolomé Colón á nombrar un tribu[436]nal especial que procedió sumariamente y condenó á muerte á Francisco de Roldán y á sus principales partidarios[527].

Llegó en esto á la Isabela el Almirante y comprendiendo que no tenía fuerzas bastantes para reducir á Roldán, hizo de la necesidad virtud y transigió con las exageradas pretensiones del alcalde rebelde, para así pacificar la anarquizada isla.

Fig. 376.—Parte Oceánica del Globo de Behaim (1492) demostrando la posición del Continente Americano, ignoto para los hombres de aquella época.

Colón encadenado.

11.—En Mayo de 1499 supieron los Reyes Católicos, por cartas del mismo Colón, el melancólico estado de la Española. Las dichas cartas, que en cierto modo confirmaban los malos informes que sobre las colonias propagaban en España los enemigos del Almirante, decidieron á los soberanos á nombrar como Juez pesquisidor de las tierras de Indias al Comendador de Calatrava D. Francisco de Bobadilla, que salió de España en Julio del año 1500. El domingo 23 de Agosto llegó á la naciente ciudad de Santo Domingo que gobernaba D. Diego, hermano del Almirante. Allí le escribió Cristóbal Colón y ni siquiera se dignó responderle, antes bien, hizo información secreta y pública contra el Almirante, y al llegar éste á Santo Domingo, el recibimiento que le hizo fué «mandalle poner unos grillos y metelle en la for[437]taleza...» echando también á D. Diego preso en una carabela cargado de fierros... Aprisionó también á D. Bartolomé, y embarcó á los tres hermanos en la carabela «La Gorda» mandada por el honrado Capitán Alonso Vallejo, que el mes de Octubre del año 1500 salió del puerto de Santo Domingo con sus ilustres prisioneros. No bien salieron del puerto se arrodilló Vallejo ante el Almirante para quitarle por sí mismo los grillos. No lo consintió Colón. Seguro de su inocencia prefirió aguardar tranquilo á que los Reyes se los mandaran quitar, si de su orden se los habían echado[528].

Fig. 377.—Misa en la Costa (Grabado del siglo xvi).

Actitud de los Reyes.

12.—En pocos días de navegación llegaron todos á Cádiz. Si extraordinario fué el asombro que produjo en España la llegada de Colón, cuando volvió de su primer viaje, no fué menor el que todos experimentaron al saber que había llegado á Cádiz con una barra de grillos. Un grito de indignación surgió en todas partes, reprobando la severidad de Bobadilla. Los Reyes escribieron afectuosamente al anciano marino doliéndose del proceder de sus enemigos y remitiéndole fondos para que se presentara en la corte cual convenía á su rango de Almirante. Diéronse, además, por satisfechos de su conducta, le devolvieron sus bienes y privilegios, aseguráronle que no se haría caso de las informaciones de Bobadilla, á quien inmediatamente se quitaría el mando. Prometiósele, además, enviar por dos años á la isla Española persona capaz de ponerla en orden.

[438] Cumpliendo lo prometido nombraron los Reyes sucesor de Bobadilla al Comendador D. Nicolás de Ovando, con jurisdicción sobre todas las tierras del Nuevo Mundo hasta entonces descubiertas[529].

Los Cabots.

13.—Las exploraciones de los Ingleses en el Continente Norte Americano, que habían de dominar en su mayor parte con el transcurso de los siglos, fueron iniciadas por Juan Cabot, que en el año 1497 salió del Canal de Bristol con rumbo á las Indias. La historia de este audaz marino y de sus hermanos puede relatarse en pocas líneas. Nacido en Génova, como Colón, se estableció con su familia en Bristol, centro entonces del comercio con las pesquerías de Islandia. Allí recibió noticias del primer viaje de Colón, y decidió proponer al rey Enrique VII una empresa análoga (1496). Aceptó el monarca inglés la idea, y á pesar de las reclamaciones del embajador español Puebla, otorgó á Cabot y á sus tres hijos carta patente para navegar "al Norte, Este ú Oeste con cinco buques de pabellón inglés, para descubrir y explorar islas, regiones ó provincias de paganos en cualquier parte del mundo".

Fig. 378.—Portada de la Historia de Oviedo (Edición 1526).

La expedición, compuesta de un solo buque llamado "Mathew" ó "Mathews", salió de Bristol en el mes de Mayo, descubriendo en Junio 24 la costa americana, que supuso ser la de China en el territorio del "Gran Cham" y volviendo en se[439]guida á Inglaterra. Una segunda expedición salió de Bristol en Abril de 1498, y exploró una parte de la costa de Norte América. Probablemente la mandaba también Juan Cabot. Ni volvió ni se supo más de él. Posiblemente murió ó se perdió en el viaje, dejando el mando á su hijo D. Sebastián. Tampoco puede determinarse con precisión la parte de Norte América visitada en este segundo viaje. Los embajadores españoles Puebla y Montalván, al informar á los Reyes Católicos sobre el suceso y refiriéndose á un mapa que en Inglaterra se hizo, dijeron haberse costeado 400 leguas. La opinión más aceptada es que los Cabots visitaron la costa del actual Labrador, recorriendo el golfo de San Lorenzo hasta el Cabo Cod. Así al menos puede deducirse del mapa hecho en 1500 por el piloto Juan de la Cosa, que es el mejor y más fidedigno de la época.

Fig. 379.—Patio del Alcázar de Sevilla.

El segundo viaje de los Cabots consideróse en Inglaterra como un fracaso comercial. Lo encontrado no era seguramente el ensoñado Cathay, y aunque hablaron los Cabots de ricas pesquerías, los mercaderes de Bristol, que se enriquecían con las Islandesas, no consideraron conveniente armar nuevas expediciones. Por otra parte, el deseo de propagar el cristianismo [440] en tierras de infieles, no era bastante para que Enrique VII se decidiera á seguir adelante en la empresa, y aunque tanto él como su sucesor Enrique VIII, otorgaron algunas patentes de navegación, el interés por los viajes á Indias decayó en absoluto y no volvió á surgir hasta que la Inglaterra protestante de Isabel, por razones políticas y comerciales, que en su lugar enunciaremos, decidió atacar á España en América, y destruir su supremacía en el mundo colonial y marítimo[530].

Fig. 380.—Monumento á Cristóbal Colón en Madrid.

Los Corte Real.

14.—Análogas tentativas á las de los Cabots en Inglaterra hicieron los hermanos Corte Real en favor de la corona portuguesa. Autorizados también estos pilotos por una carta patente (Marzo 12, 1500), hízose á la vela uno de ellos (Gaspar Corte Real), alcanzando "una tierra muy fría y de grandes bosques" que se cree fueran las costas occidentales de Terranova. En la primavera de 1501 hizo Gaspar Corte Real otra nueva expedición, de la que nunca volvió. De la correspondencia de Pascualigo y Cantino y del mapa construído por este último piloto, se deduce que Corte Real llegó en este viaje á la punta Sur de Groenlandia, derivando hacia el Labrador y visitando acaso las costas N. E. de los Estados Unidos. Miguel Corte Real equipó en [441] Mayo 1502 otra expedición de tres buques para buscar á su hermano. Tampoco volvió. El Rey Don Manuel, condolido de la pérdida de sus navegantes, fletó dos carabelas (1503) para ver de encontrarlos. Fué inútil. Nunca pudo saberse cómo ni dónde perecieron. En recuerdo suyo todos los mapas portugueses dieron á Terra Nova el nombre de «Tierra de los Corte Real». Y esto fué lo único que durante siglos supo el mundo europeo de los navegantes audaces que perecieron en los lejanos mares septentrionales[531].


[442]

CUESTIONARIO

1.—¿Cómo estaba compuesta la flota del segundo viaje Colombino?

2.—¿Qué tierras Americanas descubrió el Almirante en este viaje?

3.—¿Cuál fué la primer ciudad Española del Nuevo Mundo?

4.—¿Qué resultado tuvieron las exploraciones del Cibao?

5.—¿Qué solicitó Colón de los Reyes Católicos en su célebre memorial?

6.—¿Qué medidas tomó Colón para reprimir los disturbios de La Española?

7.—¿Qué juramento exigió Colón á sus pilotos en las costas de Cuba?

8.—¿En qué fecha descubrió la isla de Jamaica?

9.—¿Qué resistencias suscitó en La Española el nombramiento de Bartolomé Colón?

10.—¿Qué tratamiento dió Colón á los indígenas?

11.—¿A quién nombraron los Reyes Católicos Comisario especial de Indias?

12.—¿Cuál fué su actitud respecto á Colón?

13.—¿En qué buque volvieron á España Colón y Aguado?

14.—¿Qué descubrió Colón en el tercer viaje?

[443] 15.—¿Qué ilusiones se forjó sobre las tierras descubiertas?

16.—¿Cómo se solucionó la rebelión de Roldán?

17.—¿Que tratamiento dió Bobadilla al Almirante Colón y á sus hermanos?

18.—¿Qué hicieron los Reyes cuando Colón llegó á España encadenado?

19.—¿Quién fué nombrado sucesor de Bobadilla?

20.—¿Quién fué Juan Cabot?

21.—¿Qué viajes hicieron los Cabots, y qué territorios Americanos descubrieron?

22.—¿Qué resultado práctico tuvieron sus expediciones?

23.—¿Quiénes fueron los hermanos Corte Real?

24.—¿Qué territorios Americanos descubrieron?

25.—¿Qué mapas inmortalizaron su nombre?


[444]

REFERENCIAS

Generales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores, en especial Herrera, Oviedo, Las Casas, Gomara, Acosta, Robertson, Winsor (vol. II, pág. 4 y sig.), Gunter, Errera, Gaffarel, Lafuente, etc. Son también de utilísimo estudio K. Kretschener, Die Entdeckung Amerikas (2 vols. y atlas). Harrisse, Discovery of North America, etc., (1892). Gaylord Bourne, Spain in America (1904). Luigi Hughes, Cronologia delle Scoperte é delle Esplorazione Geografiche dell ano 1492 á tuto il Secolo xix (1903). Bancroft, Central America (I). Sophus Ruge, Geschichte des Zeitalters der Entdeckungen (1881). Oskar Peschel, íd., íd., (2 Edición, 1877), etc., etc.

Vida y Viajes de Colón.Gallo, Senarega y Giustiniano. (Vse. Vol. I, Thacher; Christopher Columbus). Fernando Colón, Historia del Almirante (Ed. Madrid 1892, 2 vols.). Washington Irving, Life & Voyages Christopher Columbus. Henry Harrisse, Christophe Colomb (2 vols. 1884). J. M. Asensio, Cristóbal Colón, su vida, sus viajes y sus descubrimientos (2 vols., 1891). John Boyd Thacher, Christopher Columbus (3 vols. [445] 1903-1904). Winsor, Christopher Columbus (1892). Cesare Lollis, Vita di Christophoro Colombo, etc. Roselly de Lorgues, Christophe Colomb (París, 1886), etc., etc.

Cabots y Corte Real.G. E. Weare, Cabots Discovery of North America (1897). Harrisse, John Cabot, the Discoverer of North America, etc., (1896). Id., Decouverte et evolution Cartographique de Terre Neuve (1900). Bidle, Memoir of Sebastián Cabot. Deane en Winsor, N. & C. H. of A. (vol. III). Harrisse, Les Corte Real et leur voyages au Nouveau Monde (1883). C. R. Markham, Journal of Columbus, (1893), (Traducción Documentos Cabots y Corte Real), etc., etc.

Fuentes.—Archivo de Indias, de Simancas, del Vaticano, del Consejo de Indias, Biblioteca Colombina (Sevilla), etc. J. Ramos Coelho. Algunos Documentos do Archivo Nacional da Torre de Pombo (1416-1529). M. J. de Navarrete, Colección de los viajes y descubrimientos, etc. (5. vols., 1825-1837). Colección Doc. Inéditos para la Historia de España (112 vol., 1842-1896). Pacheco y Cárdenas, Col. Doc. Inéditos, etc. (42 vols., 1864-1884, Tabla Cronológica del vol. XXXIII). Doc. Inéditos de Ultramar, segunda serie (11 vols., 1885-1898). La publicación del Gobierno Italiano, Racolta di Documenti é Studi (6 partes, 14 vols., 1892-1896). Ternaux Compans, Relations, etc. (20 vols., 1837-1841). Muñoz, Historia del Nuevo Mundo (Ed. 1793). Para los escritos de Colón mismo, véase Lollis, Raccolta Colombiana (1892-1896). Cartas y Relaciones de Colón (Bca. Clásica, vol. CLXIV). Duquesa de Berwick y de Alba, Autógrafos de Colón (1892) y Nuevos Autógrafos Colón y Relaciones de Ultramar (1902). Véanse además la Narración Dr. Chanca en Bernáldez, Hist. de los Reyes Católicos, Cap. CXVIII á CXXXI (Ed., 1878). Guglielmo Berchel, Fonti Italiani per la Storia della Scoperta del Nuovo Mondo, etc. (Raccolta Colombiana, parte 3.ª vol. I y II). Pedro Mártir de Anglería, Cartas y Décadas Oceánicas (Ed. Torres Asensio, Madrid, 1892, 4 vols.) y las relaciones de viajes de Grynaeus (Novus orbis, etc., 1532). Ramusio (Navigationi, etc., 1550-1565). R. Hakluyt (Principal Navigations, etc., Ed. Londres, 1809), etc., etc.

[446] Bibliografías.—Vse. Bancroft en Central America (I) Ruge, op. cit. Gaylord Bourne, op. cit., pág. 320-326. Larned, Literal, of Am. Hist, pp. 58 y sig. Winsor, N. & C. Hist. of America, vol. II, Introducción y pág. 20 á 128, etc. Harrisse, Bibliotheca Americana Vetustísima (N. Y., 1866) y sus adiciones (París, 1872). Ch. Leclere, Biblioteca Americana (París, 1872) y las publicaciones de Justus Perthes Geographischer Anstalt, Wagner; Geographisches Jahrbuch, Berner; Jahresbericht der Geschichtswissenschaft, etc., etc.


[447]

CAPÍTULO III
LA LINEA DE LA COSTA (1499-1508)

1.—Alonso de Ojeda. 2.—Viajes de Alonso Niño y Vicente Yáñez Pinzón. 3.—Viajes de Lepe y de Bastidas. Segundo viaje de Ojeda. 4.—Vasco de Gama. 5.—Pedro Alvarez Cabral. 6.—El cuarto viaje de Colón. 7.—Santo Domingo. 8.—El Continente. 9.—Jamaica. 10.—Últimos años de Colón y su muerte. 11.—Américo Vespucio. 12.—Sus viajes. 13.—Sus escritos. 14.—El nombre de América.

Alonso de Ojeda.

1.—Mientras Colón luchaba en La Española, otros exploraban los confines de su célebre «Paraíso Terrestre». La esplendorosa descripción de estas regiones y el mapa de las mismas enviado á los Monarcas, decidieron al audaz Ojeda, que tanto se había distinguido por su valor y pericia en La Española, á intentar una expedición á la Costa de las Perlas, que pronto armó ayudado por los comerciantes sevillanos. Acompañábanle en esta aventura dos hombres notables: el famoso piloto y cartógrafo Juan de la Cosa y Américo Vespucio, ó «Morigo Vespuche» como le llamaba el mismo Ojeda, y que, como más adelante veremos, estaba destinado á dar su nombre al Nuevo Mundo. La flota de Ojeda, compuesta de cuatro buques, se hizo á la vela en Mayo de 1499, siguiendo el derrotero de Colón en su tercer viaje.

Avistaron al Continente cerca de Paramaribo en Surinam, costeando después al Norte y al Oeste la actual Guayana Británica y Venezuela (Pequeña Venecia), que Ojeda llamó así al ver en el Golfo de Maracaibo una agrupación de chozas indígenas levantadas en el agua sobre postes, que le recordaron los canales de la Reina del Adriático.

Los resultados geográficos de este viaje están expresados gráficamente en el mapa de Juan de la Cosa (1500). Recogió Ojeda cuantas perlas y pedazos de oro le fué posible obtener, y se dirigió á La Española. Allí permaneció dos meses, vol[448]viendo á España no sin invadir en son de guerra dos de las Pequeñas Antillas y capturar cerca de 200 indígenas (Arawak) para venderlos como esclavos[532].

Viajes de Niño y Yáñez Pinzón.

2.—Poco después de salir Ojeda de Cádiz, Alonso Niño, experto piloto de Moguer, que había acompañado á Colón en su segundo y tercer viaje, salió de Palos con una pequeña carabela (50 toneladas), é hizo rumbo á la Costa de las Perlas, donde llegó días antes que Ojeda. El éxito de su viaje, considerado como el más beneficioso de su tiempo, avivó el deseo de seguir explorando la parte septentrional de Sud América.

Fig. 381.—Grabado de la portada de la Edición Alemana de la primera Carta de Colón.

El descubrimiento de la parte del Continente situada al Sur de la Línea Ecuatorial, que debía corresponder á Portugal, según la línea de demarcación fijada por el tratado de Tordesillas (1494), se hizo casi simultáneamente por los navegantes Españoles y los Portugueses. En Noviembre de 1499, Vicente Yáñez Pinzón, compañero de Colón en el primer viaje, obtuvo de los soberanos permiso para armar una expedición descubridora. Salió de Palos el 18 de Noviembre, hizo primero rumbo al Sur hasta las islas de Cabo Verde y luego al Sud Oeste. Desvióle una tempestad de su derrotero, haciéndole derivar más al Sur de lo que se proponía. El 20 de Enero avistó la costa oriental del Brasil. Después de repetidos é inútiles inten[449]tos de traficar con los naturales (Guaranis), siguió costeando hasta la boca del Amazonas que, á semejanza de Colón, creyó ser el Ganjes Indico. De los tres buques que componían la flota descubridora sólo volvió uno á España (Sep. 30, 1500), donde Yáñez Pinzón dió cuenta de su viaje legado á la posteridad por Juan de la Cosa, en su mapa, y por Mártyr de Anglería en sus crónicas[533].

Fig. 382.—Colón en la Isla Margarita (Grabado en las Décadas de Herrera).

Viajes de Lepe y Bastidas.

3.—La ruta de Pinzón fué seguida unas semanas más tarde por Diego de Lepe, que llegó en la costa Brasileña hasta más allá del Cabo San Agustín (Lat. Sur). Volvió á España antes que Pinzón (Junio, 1500). En Octubre del 1500, Rodrigo de Bastidas, notario de Sevilla, y Juan de la Cosa, armaron otra expedición que salió de Cádiz y recorrió las costas septentrionales de Sud América desde el Cabo de la Vela hasta Nombre de Dios, la provincia de Santa Marta, las bocas del Magdalena, la Punta Caribana, el puerto de Cartagena y el Golfo de Urabá (Darien). Forzados á arribar á la Española por el mal estado de sus buques que allí se [450] fueron á pique, Bastidas fué preso por orden de Bobadilla por supuestos tratos comerciales ilícitos con los indígenas. Llegó procesado á España (Sep. 1502), donde pronto fué absuelto de las injustas acusaciones[534].

Fig. 383.—Fascímil de la carta de D. Bartolomé Colón en 1503, para interesar al Papa en su proyecto de colonizar y cristianizar á Veragua (Gaylord Bourne—Spain in América).

Segundo viaje de Ojeda.

4.—En Enero de 1502 el incansable Ojeda, asociado con Juan de Vergara y García de Ocampo, armó otra pequeña flota, llegando al Golfo de Paria, desde donde recorrieron la costa (Boca del Dragón) traficando con los indígenas hasta una tierra regada que éstos parecían llamar Curiana, y que Ojeda llamó Valfermoso. Vergara fué desde allí á Jamaica por provisiones, y Ojeda, después de visitar la Isla de Curaçao, llegó á Coquibacoa, objeto de su viaje, fundando allí un pequeño establecimiento que llamó Santa Cruz, probablemente en la actual Bahía Honda. Vergara volvió pronto de Jamaica sin provisiones suficientes. Surgió entonces una desavenencia entre los copartícipes. Predominó Vergara que llevó [451] á Ojeda preso á la Española. Pronto fué puesto en libertad, pero la expedición resultó un completo fracaso. En esta forma, y en el intervalo transcurrido entre la llegada á España de la carta de Colón anunciando su descubrimiento de la Costa de las Perlas (1498) y la salida del mismo para su cuarto viaje, quedó explorada la costa Atlántica de Sud América desde el Cabo San Agustín (8° Lat. Sur) hasta el Istmo de Panamá[535].

Fig. 384.—Sepulcro de Colón (Sevilla).

Vasco de Gama.

5.—Entre tanto, el Rey don Manuel de Portugal, celoso de los éxitos y actividades de los descubridores españoles, se propuso rivalizar con ellos continuando la exploración de la ruta Oriental, hacia las Indias, abandonada desde la hazaña de Bartolomé Díaz en el Cabo de Buena Esperanza (1486). En el verano de 1497, un joven de singular audacia y voluntad de hierro, llamado Vasco de Gama, se hizo á la vela con cuatro buques desde el puerto de Lisboa. Después de detenerse en las islas de Cabo Verde, se lanzó hacia el Sur por el Atlántico, hasta llegar al paralelo 30° desde donde derivó hacia la costa Africana, deteniéndose en la Bahía de Santa Elena, después de noventa y tres días de no ver sino cielo y agua, y hacer, por tanto, la navegación, sin escalas, más larga de su época. Dobló después el Cabo de Buena Esperanza y cruzó el Océano Indico hasta Calicut, en la costa Malabar del Indostán. [452] Llevó á Lisboa las primeras noticias del estupendo viaje de Vasco de Gama su asociado Coelho (Julio 10-1499). Pocas semanas más tarde volvió á Lisboa Vasco de Gama mismo. Seis años antes Colón anunció orgulloso al Rey Juan que, navegando hacia el Oeste "había llegado á las Indias". Al volver Vasco de Gama, y mientras declinaba la estrella de Colón, el Rey D. Manuel tuvo á su vez la satisfacción de comunicar cortésmente á los Reyes Católicos que "un noble de su corte, llamado Vasco de Gama, y su hermano Pablo habían llegado por el Oriente á las verdaderas Indias, y que habían encontrado en ellas grandes ciudades, ríos, edificios y pueblos abundantísimos en especias y piedras preciosas, que los buques portugueses seguirían trayendo á Europa en cantidades inmensas". Si comparamos los hechos relatados en esta comunicación (Julio 1499) con los desgraciados sucesos de la Española y los escasos resultados comerciales de los viajes de Colón, podremos darnos cuenta exacta del efecto que produjo en España y en sus reyes[536].

Fig. 385.—El testamento de Isabel la Católica (Cuadro de Rosales).

Pedro Alvarez de Cabral.

6.—A principios del siguiente año (1500) salía del puerto de Lisboa, con destino á la India, una poderosa flota, compuesta de 12 grandes naves y una carabela, bajo el mando de Pedro Alvarez de Cabral. Después de salir de las Islas de Cabo Verde siguió Cabral la ruta y, probablemente, los consejos de [453] Vasco de Gama, navegando en el Atlántico con dirección Sud-Oeste. Arrastrado, acaso, por la corriente occidental ecuatorial, desvióse de su derrotero, arribando á las costas del Brasil (Abril 21), cerca del actual Porto Seguro (18° lat. Sur). Cabral llamó Santa Cruz á la tierra descubierta, despachó á Portugal uno de sus buques para dar cuenta del suceso y siguió su viaje hacia la India. Cabral no se dió cuenta de la importancia de su descubrimiento, ni creyó haberse desviado gran cosa de su derrotero al Cabo de Buena Esperanza, como lo prueba el hecho de haber anunciado el Rey D. Manuel á los soberanos españoles, después de la vuelta de Cabral á Lisboa, que la tierra por él descubierta era "muy conveniente y necesaria para el viaje á la India"[537].

Fig. 386.—Américo Vespucio (Montanus).

El cuarto viaje de Colón.

7.—Nada nos dice Colón en sus escritos de la impresión que produjeron en su ánimo los viajes de Cabral y de Vasco de Ga[454]ma. En los meses que siguieron á su tercer viaje dedicó el Almirante gran parte de su tiempo en escribir el célebre «Libro de las Profecías», curiosa recopilación de pasajes bíblicos, que suponía profetizaban el rescate de la Ciudad Santa y el Monte Sión, y el descubrimiento y conversión de las Indias. En Febrero del 1502 todavía dirigió al Papa Alejandro VI una corta relación de sus viajes, identificando á la Española con el Tarshish y el Ophir de la Sagrada Escritura y anunciándole que emprendería, en nombre de la Santa Trinidad, viaje nuevo, el cual será á su gloria... y con el fin de gastar lo que se hobiese en presidio de la Casa Santa á la Santa Iglesia...[538].

Fig. 387.—Mapa de Walseemüller del 1507, que fué el primero en que se dió al Nuevo Mundo el nombre de "América".

Sin embargo, el objeto inmediato de este cuarto y último viaje Colombino fué el encontrar un estrecho en la tierra firme, revelada por los viajes de Ojeda, Pinzón y Bastidas, que le [455] permitiera pasar al Océano Indico. Los monarcas españoles se apresuraron á ayudar á Cristóbal Colón para este viaje, y en Mayo 9 del 1502 salió de Cádiz con cuatro embarcaciones, acompañado por su hermano D. Bartolomé, su hijo menor D. Fernando y dos ó tres intérpretes de lengua arábiga por si, encontrándose el estrecho, eran necesarios en las Indias. El tiempo favoreció al Almirante, que llegó en veintiún días de las Canarias á la Martinica (Junio 15).

Fig. 388.—La Isla de Jamaica y parte de La Española (Isolario de Santa Cruz).

Santo Domingo.

8.—Aunque los Reyes Católicos, deseosos de evitar disturbios, no le habían dado permiso para tocar en la Española sino en su viaje de vuelta, como una de las embarcaciones que llevaba hacía mucha agua, determinó el Almirante cambiarla en la referida isla por alguna de las naves que Ovando, sucesor de Bobadilla, había llevado á la Española cuando fué á tomar posesión de su gobierno (Abril 1502). El Comendador Ovando, obedeciendo las instrucciones de los Reyes, prohibió al anciano Virrey la entrada en sus dominios. Estaba en esta [456] ocasión reunida en el puerto de Santo Domingo una flota de 28 buques, con la que Bobadilla, el rebelde Roldán y muchos de sus compañeros se disponían á volver á España, llevando consigo algunos caciques cautivos (Guarionex, etc.) y buena cantidad de oro nativo en pepitas de considerables tamaños. Parece ser que el Almirante aconsejó á Ovando que detuviese la salida de esta flota, pues preveía una violenta borrasca. Se despreciaron sus pronósticos, y apenas zarparon los referidos buques se desencadenó un terrible huracán que echó á pique á más de 20, sin que pudiera salvarse ni uno solo de sus tripulantes. Bobadilla, Roldán y sus cómplices, que iban en la nave capitana, perecieron también en el naufragio. Colón tuvo la suerte de escapar sin pérdidas sensibles. No es extraño que su hijo D. Fernando, al relatar esta catástrofe, tuviese por cierto "que fué providencia divina, porque si arribaran éstos (Bobadilla, Roldán, etc.) á Castilla, jamás serían castigados como merecían sus delitos..."[539].

El Continente.

9.—Abandonó el Almirante la Española, dirigiéndose al S. O.; pero las calmas que sobrevinieron, impidiéndole vencer la fuerza de las corrientes, le hicieron derivar hasta los llamados Cayos de Morant, y desde allí, empujado en otra dirección, hasta las isletas del Sur de Cuba, visitadas ya en su segundo viaje (Jardines de la Reina). Aprovechando un buen viento volvió á su primer rumbo, descubriendo la Isla de los Pinos (Guanacoa ó Guanacos), donde vieron los expedicionarios una canoa indígena, de 25 remeros, cargada con varios objetos de utilidad y adorno, destinados, sin duda, al tráfico con las tribus Mayas de Yucatán y Honduras, como lo demuestra el hecho de llevar almendras de cacao, que si se les caían "procuraban todos, dice D. Fernando Colón, cogerlas con el mayor ahinco, como si se les hubiera caído un ojo"[540]. [457] Obstinado Colón en sus ideas, creyó entender por los gestos de los indígenas que se encontraba á "nueve jornadas de andadura de una rica provincia (Ciguare), desde donde, á diez jornadas, es el río Gangues"[541]. De haber puesto proa á Occidente, en pocos días de navegación hubiera descubierto el Imperio Mejicano. No lo hizo así, despreciando ó no entendiendo las indicaciones de los indígenas, sino que, prosiguiendo en busca del ansiado estrecho, puso rumbo al Sur para tierra firme. Al segundo día descubrió el hoy Cabo de Honduras, y desde allí, después de ochenta y ocho días de espantable tormenta, "que los navíos tenía yo abiertos, dice el Almirante, e las velas rotas y perdidas anclas y jarcia y cables... la gente muy enferma, todos contritos... y esmortecidos los que teníamos por esforzados...", llegaron á un cabo en que la costa vol[458]vía rápidamente, formando un ángulo casi recto, encontrando, al cambiar la dirección, mar más bonancible y vientos favorables, por lo que el Almirante denominó esta punta Cabo de Gracias á Dios. Siguieron desde allí su rumbo por lo que hoy forma la República de Costa Rica, y vieron algunos indios (Chiriquis) con láminas de oro puro colgadas al cuello, que los españoles les trocaron por baratijas insignificantes.

Fig. 389.—Isla de la Trinidad, Boca del Dragón, etc. (Isolario de Santa Cruz).

Fig. 390.—Costa del Brasil (Isolario de Santa Cruz).

Los informes obtenidos en estas costas de la existencia de un rico país, al que, por la manera de pronunciar los indios, dieron en llamar Veragua, decidieron á Colón á reconocerlo. Seguro de que había llegado al Aureo Quersoneso de los antiguos, y que no debía estar lejos el paso á la India, siguió la costa hasta la parte más estrecha del Istmo de Panamá, llegando el 2 de Noviembre á la abrigada bahía de Porto Belo. Después de explorar la llamada provincia de Veragua, luchar con los indígenas y reconocer el caudaloso río de Belén (B.ª Limón) [459] donde pretendió fundar una colonia, desanimado, enfermo de gota, y escaso de provisiones, puso proa al Norte (Mayo 1503) abandonando el Continente. El día 10 fueron á dar otra vez á Jardines de la Reina. Sufrieron allí terribles privaciones y borrascas muy recias. Como las tablazones de las carabelas parecían «un panal de abejas», y era imposible llegar á la Española con tan desvencijados cascos, aprovechó Colón un buen viento y partió para Jamaica. Con grandes trabajos, y achicando el agua que llenaba las embarcaciones, hasta con cubas y calderas, dieron fondo en las cercanías de Puerto Bueno (Dry Harbour).

Jamaica.

10.—Varó el Almirante en aquella playa sus carcomidas embarcaciones, las ató fuertemente, y apuntalándolas por ambos lados para evitar todo movimiento, hizo construir sobre su cubierta, en los castillos de popa y proa, habitaciones para toda la gente[542]. No nos detendremos á relatar las extraordinarias y románticas aventuras de los náufragos en el año que pasaron en Jamaica. Los dramáticos incidentes del maravilloso viaje á la Española de los heroicos Méndez y Fieschi, en una frágil canoa; el anuncio del eclipse total de luna, que tanto aterrorizó á los indígenas; la llegada de Diego de Escobar, comisionado de Ovando, defraudando las anhelantes esperanzas de todos; y el canallesco motín de Francisco Porrás, sofocado con sangre, pertenecen á la biografía de Colón más bien que á la historia de sus descubrimientos. Rescatados por las carabelas enviadas por Ovando á instancias de Méndez, Colón y sus asendereados compañeros, llegaron á Santo Domingo el día 13 de Agosto de 1504.

Últimos años y muerte de Colón.

11.—El día 12 de Septiembre salió el Almirante para España, y después de un viaje largo y difícil desembarcó muy enfermo y achacoso en Sanlúcar de Barrameda (Noviembre 4). Supo al llegar la gravedad de su protectora la reina Isabel, que falleció [460] el 24 del mismo mes en el castillo de la Mota de Medina del Campo. Cuando le fué posible, pasó á la Corte para relatar á D. Fernando su último viaje. Recibióle el Regente con bondadosa indiferencia. Todos estaban ya cansados de las célebres Indias, por las que durante catorce años de descubrimientos tan grandes sacrificios había hecho España, sin obtener las decantadas riquezas del ensoñado Ophir del Almirante, que agoviado por sus pesares y dolencias no pudo ni siquiera ponerse en camino para recibir á D. Felipe y D.ª Juana, hija de los Reyes Católicos. Comisionó, sin embargo, para ello á su hermano Bartolomé, entregándole una carta súplica para los nuevos reyes. Sus fuerzas siguieron decayendo. Hizo su testamento, dió á su hijo saludables consejos y espiró en Valladolid el día 20 de Mayo del año 1506, oscura y cristianamente[543].

Fig. 391.—Vasco de Gama.

[461]

Su carácter.

12.—La persona de Colón aparece rodeada de nebulosidades. No se conoce retrato auténtico suyo. El cronista Mártyr de Anglería que estaba en Valladolid en el momento de su muerte, no se ocupa de ella en sus cartas. Aquel «Cristóbal Colón de la Liguria» de cuyo maravilloso descubrimiento daba cuenta al caballero Borroneo (Mayo 14-1493), ¡no le mereció al morir ni la mención más insignificante!... ¡El marino genial, el virrey de las Indias, el que dió á Castilla y á León un Nuevo Mundo, desapareció del escenario de la vida ignorado y en silencio!

Pocos hombres de acción, sin embargo, nos han descubierto con más ingenuidad las interioridades de su espíritu. Sólo conocemos á Vasco de Gama, á Magallanes y demás caudillos de la época, por lo que hicieron; ignoramos lo que pensaron. Colón, en cambio, nos legó su alma en sus escritos, y sabemos por ellos cuáles fueron sus ilusiones, sus esperanzas, sus entusiasmos de cruzado, sus tribulaciones, sus amores y sus desvaríos.

Las crónicas, por otra parte, nos lo presentan como leal y magnánimo, amante de la justicia, fiel á sus soberanos, sobrio, tenaz, temerario é incansable.

Tuvo graves errores. Dominado por místicas exaltaciones y febriles ensueños, fué terco y antojadizo, apasionado y orgulloso. Gravó á los indígenas con trabajos excesivos, y tuvo al gobernar españoles parcialidades y preferencias irritantes. Fuese por su falta de tino político ó por su calidad de extranjero, siempre dió lugar á reclamaciones y disturbios. Pero tales defectos desaparecen ante la magnitud de sus adversidades. Su resignación y sus dolores, grandes como su genio, borraron sus manchas con el poderoso disolvente de las lágrimas.

Como marino práctico, es, sin disputa, el mayor de su siglo; muy observador y compulsador de los fenómenos naturales, vigilantísimo y, con todo, en todo desgraciado, bien por los buques que perdió, bien por lo largo y penoso de sus viajes.

El mundo le es deudor de la empresa más fecunda en resultados grandiosos que han visto los tiempos. Su nombre y sus [462] hechos marcaron el principio de la Historia Moderna. Murió sin saber que había descubierto el Nuevo Mundo. No sospechó la gloria que la posteridad había de darle[544].

Fig. 392.—Un desembarco de Ojeda.

Américo Vespucio.

13.—El lugar que ocupa el célebre Florentino, Vespucio, en la historia del descubrimiento de América, es un curioso ejemplo de la posibilidad de conquistar un nombre con el auto-anuncio y el auxilio de la imprenta. Américo Vespucio (Amerigo Vespucci)[545], había nacido en Florencia, en Marzo de 1452. En el 1492 pasó á España como agente comercial de los Medici. Aparece su nombre en los documentos españoles de la época como empleado del contratista Berardi, que armaba y equipaba por cuenta de los gobiernos las expediciones marítimas á Indias. Parece ser que se contagió con el entusiasmo de los que partían y se embarcó en una de estas expediciones con el deseo de "ver mundo" y hacer "algo famoso y duradero". Y aquí empiezan sus imposturas,[463] pues afirma que hizo este viaje en el año 1497, siendo así que no existe mención ni oficial ni particular de la existencia de tal viaje en ningún documento, registro ni libro de la época. No existió, pues, más que en la relación del pretencioso Florentino, que antidató su primera salida de Sevilla con el único objeto de atribuirse la prioridad del descubrimiento del Golfo Mejicano y las costas de Honduras, es decir, de la tierra firme, que Colón tocó en su tercer viaje[546].

Fig. 393.—Corriendo un temporal.

Sus cuatro viajes.

14.—A pesar de las eruditas y apasionadas tentativas de algunos historiadores que mantuvieron la veracidad del referido viaje de Vespucio en 1497, la sana crítica histórica lo rechaza como apócrifo. El primer viaje que hizo Vespucio fué acompañando á Ojeda en 1499; el segundo, con Diego de Lepe, que descubrió, como dijimos, la costa Sud Americana, hasta los 8° [464] de latitud Sur; el tercero, con un capitán portugués (1501) que se proponía explorar las tierras descubiertas por Cabral, y recorrió la costa del Brasil hasta cerca de Porto Alegre y el Atlántico hasta la isla de Nueva Georgia, y el cuarto (1503), que no pertenece á la Historia Americana, con otra expedición portuguesa destinada á explorar "una isla en el Este llamada Malaccha", cuya riqueza había ponderado Cabral al volver de Calicut después de haber descubierto el Brasil (1501)[547].

Fig. 394.—Página de la Cosmographiae Introductio, donde se da al Nuevo Mundo el nombre de América. (Edición 1507).

Américo Vespucio no fué el iniciador ni el jefe de ninguna de estas expediciones, y su nombre ni siquiera se menciona en ninguna de las crónicas y numerosos documentos relativos á estos viajes, existentes en los Archivos Españoles y Portugueses. Si sus célebres cartas no se hubieran publicado en latín y circulado profusamente entre los estudiosos de la época, la historia apenas si recordaría á Vespucio como cartógrafo en Portugal ó, cuando más, como examinador de pilotos en España.

Sus escritos.

15.—Las cartas que determinaron la celebridad de Vespucio fueron dos. Una, escrita desde Lisboa, á Lorenzo Piero Francesco de Medici (Marzo ó Abril 1503) y publicada á principios del año 1504 (Mundus Novus), y otra, escrita también en Lisboa[465] y dirigida á su compañero de colegio Pietro Soderini, más extensa que la de Medici. La versión francesa de la carta de Soderini, hecha por Rene II, Duque de Lorena, fué traducida á su vez al latín y publicada (1507) en un apéndice de la «Cosmograpiae Introductio», de Martín Wadseemüller, profesor de Geografía en el Colegio de S.t-Dié (Lorena). Estas dos cartas, en las que Vespucio no vaciló en forjar ó anti-datar viajes y atribuirse toda la gloria de ajenos descubrimientos, circularon en numerosas ediciones y profusamente[548].

Fig. 395.—Mapa de la provincia de Veragua (Según Helps).

Ahora bien, como la relación del tercer viaje Colombino no se publicó en latín hasta el año 1508 (Paesi Novamente Ritrovati), y las de Vespucio circulaban desde los años 1504 y 1507, claro es que la fama del cartógrafo Florentino, como descubridor del Continente Sud Americano, eclipsó la de Cristóbal Colón, que hasta en esto fué desgraciado. Nada había de original en las tales relaciones de Vespucio, pues el mismo calificativo[466] de Nuevo Mundo (Mundus Novus) que dió á las tierras descubiertas, había sido usado en análogo sentido (región ignota del globo) por Cristóbal Colón en una de sus cartas, por su hermano Bartolomé en uno de sus mapas ó bosquejos, y por Pedro Mártyr de Anglería en sus Décadas Oceánicas[549].

Fig. 396.—Mapa del primer viaje de Ojeda (según Helps).

El nombre de América.

16.—Considerado Vespucio por los geógrafos extranjeros de su época como el descubridor del Nuevo Mundo, era lógico que dieran á tal región su nombre. Así Martín Wadseemüller, al enumerar las diferentes partes del mundo en su Cosmographiae Introductio (1507), dice: "En el sexto clima hacia el polo antártico están situadas, etc... y la cuarta parte del globo que, habiendo sido descubierta por Americus, puede llamarse Amerige, tierra de Américo ó "América". En otro lugar de la misma obra insiste en que debe darse á esta cuarta parte del globo el nombre de "tierra de Américo, su descubridor, ó "América", desde que también Europa y Asia derivan sus nombres de mujeres". Como entre los nombres de "Amerige" y "América" el último era más eufónico y tenía cierta analogía con los de [467] Asia y Europa, preponderó sobre el primero, y los numerosos mapas y geografías alemanas se encargaron de propagarlo é imponerlo, á pesar de que el mismo Waldseemüller, cuando supo la verdad de los hechos, dejó de usar el nombre de América, designando en su mapa del año 1513 á Sud América con el nombre de "Terra incognita", y reconociendo claramente que había sido descubierta por Colón. En España el nombre de América no se usó hasta mediados del siglo xviii[550]. Hasta entonces todos los documentos, crónicas, historias, etc., conocieron las tierras Americanas con el nombre de "Las Indias". El célebre Miguel Servet, que Calvino condenó á la hoguera, fué el primero que se opuso á que se diera al Nuevo Mundo el nombre de Américo Vespucio, en vez del de Colón, su verdadero descubridor. La costumbre pudo más que su protesta, y quedó consumada esta injusticia histórica[551].

Fig. 397.—El Geógrafo Gerardo Mercatore.


[468]

CUESTIONARIO

1.—¿Qué territorios descubrió Alonso de Ojeda?

2.—¿Qué territorios descubrió Alonso Niño?

3.—¿A qué parte del Continente llegó Vicente Yáñez Pinzón?

4.—¿Qué importancia geográfica tuvieron los viajes de Lepe y Bastidas?

5.—¿Qué descubrió Ojeda en su segundo viaje?

6.—¿Qué parte de la costa Americana se exploró desde el año 1498 al 1502?

7.—¿Qué importancia tiene el viaje de Vasco de Gama?

8.—¿Fueron los viajes Portugueses más importantes que los Españoles en resultados económicos?

9.—¿Cuál fué el objeto del viaje de Cabral?

10.—¿Qué parte de Sud América descubrió?

11.—¿Qué objeto tuvo el cuarto viaje de Colón?

12.—¿Trató de buscar un estrecho ó paso á las Indias?

13.—¿Qué incidentes ocurrieron en Santo Domingo?

14.—¿Qué parte del Continente recorrió Colón en este viaje?

15.—¿Dónde creyó que había llegado?

16.—¿Qué tribulaciones sufrió el Almirante en esta navegación?

17.—¿Qué incidentes notables ocurrieron en el año que pasó en Jamaica?

18.—¿Cómo se comportó con él el Gobernador Ovando?

19.—¿Dónde y cómo murió Cristóbal Colón?

[469] 20.—¿Qué juicio ha formado la Historia de su carácter y su obra?

21.—¿Quién fué Américo Vespucio?

22.—¿Qué viajes hizo indubitables?

23.—¿Qué célebres cartas escribió y en qué idioma?

24.—¿Dónde y cómo se publicaron y propagaron?

25.—¿Por qué dió su nombre á América este navegante Florentino?


[470]

REFERENCIAS

Generales.Humboldt. Exámen Critique de l'Histoire de la Geographie du Nouveau Continent (1836-1839). P. Ricardo Cappa, S. J. Estudios Críticos acerca de la Dominación Española en América (vol. I). Washington Irving, Compañeros de Colón (1831) y las mencionadas en los capítulos anteriores.

Vasco de Gama y Cabral.F. Hummereich, Vasco da Gama un die Entdeckung des Seeweges Nach Oclinden (1898). E. G. Ravenstein, A Journal of the first Voyage of Vasco da Gama, 1497-1499 (1898). Pero Vas Caminha en Alguns Documentos da Torre do Tombo, 108. Paesi Novamente Ritrovati, Cap. LXIV (en la Raccolta Colombiana, pte. III). J. A. de Varnhagem, Historia General do Brazil, I, 423. João de Barros, Decadas da Asia, (Ed. 24 vols., 1778-1788) y las mencionadas en el Tít. I, Cap. I, (Viajes Portugueses).

Américo Vespucio, y el nombre de América.A. M. Bandini, Vita di Amerigo Vespucci (1893). J. A. de Varnhagem, Amerigo Vespucci; ses caractère, ses ecrits, sa vie et ses Navigations (1865). Hughes en la "Raccolta Colombiana". Markham, Letters of Amerigo Vespucci (1894). Quaritch, en The first four voyages of Amerigo Vespucci (1893), reproduce [471] en facsímile la edición original de la carta de Soderini publicada en Florencia (1505-1506). Santarem, Recherches Historiques, etc., (1842). L. Hughes, La Vicende del nome "Amerika" (1898). Kretschmer, "Der Name des Neuen Weltteils en su Entdeckung Amerikas, etc., etc.

Bibliografías.Winsor, N. & C. H. of America, vol. II, cap. II, III, Notas Críticas. Bourne, Spain in America, pág. 329-321. Fumagalli en Bandini, Vita de Amerigo Vespucci (Ed. Uzielli, 1893), y las mencionadas en los capítulos anteriores.


[472]

CAPÍTULO IV
EL PRIMER CENTRO DE COLONIZACIÓN ESPAÑOLA
FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS (1495-1522)

1.—Ovando en La Española. 2.—Los repartimientos y las encomiendas. 3.—Rápida disminución de los Indios. 4.—Descubrimientos y nuevas poblaciones. 5.—D. Diego de Colón. 6.—Las Prédicas de Montesinos. 7.—Fray Bartolomé de las Casas. 8.—Las Casas y el Cardenal Cisneros. 9.—Los negros Africanos. 10.—La colonia de Tierra Firme. 11.—La Conquista de Cuba. 12.—Ponce de León y el descubrimiento de La Florida. 13.—Lucas Vázquez de Aillón. 14.—Expediciones de Hernández de Córdoba y de Grijalva.

Ovando en «La Española.»

1.—Al narrar el segundo viaje de Cristóbal Colón apuntamos los principios de la historia colonial de la isla Española. Dijimos que, una vez sofocada la rebelión de los indígenas (1495), se les impusieron tributos pesadísimos. En compensación de tales tributos, y acaso por sugestión de los caciques mismos, se aceptó que los indígenas trabajaran en las tierras repartidas á los colonos, forma de prestación personal que no era ajena al sistema tribal de las agrupaciones primitivas. Dos años más tarde, cumpliendo Colón una de las condiciones de la capitulación del rebelde Roldán y sus compañeros, concedió á varios de ellos parcelas de tierra cultivadas por los indios, dividiéndolas en extensiones capaces de contener diez mil y veinte mil plantas de cazabe. Estas parcelaciones (repartimientos) fueron la base general de la colonización española en toda América[552].

Dióse el próximo avance en el desarrollo de las instituciones coloniales, bajo el gobierno de D. Nicolás de Ovando que, como también dijimos, vino á La Española (1502) á sustituir [473] á Bobadilla y á calmar rebeldías y descontentos. Era el Comendador de Lares, según Las Casas, varón prudentísimo y amigo de justicia, honestísimo en su persona y celoso de su autoridad.

Fig. 398.—El Golfo de Méjico en 1520 (Archivo de Indias).

Firmaron los reyes su nombramiento é instrucciones adjuntas en Septiembre de 1501, y el día 13 de Febrero de 1502 partió de Sanlúcar, llevando 32 naves con 2.500 hombres, la mayor parte nobles é hijosdalgos. Hasta entonces no había salido para las Indias escuadra más numerosa.

Después de penosa travesía llegaron al puerto de Santo Domingo (15 de Abril 1502). Procuró el nuevo gobernador arreglar la administración desconcertada de la isla. Reedificó la población de Santo Domingo: mandó se empezasen varios edificios sólidos, entre ellos el llamado La Fortaleza, residencia del gobernador, el monasterio de San Francisco, el hospital de San Nicolás, etc.

[474] Tropezaba Ovando con serias dificultades para el buen gobierno de la colonia. Los 2.500 hombres que, atraídos por las maravillas Indianas llevó consigo á La Española, iban con la pretensión de acaparar oro, sin trabajo ni penalidades, y volver ricos á España.

No se ocuparon, pues, de cultivar la tierra, fértil en demasía. Se proveyeron, en cambio, de herramientas y víveres, y salieron en interminable procesión buscando las codiciadas minas, y creyendo que bastaba llegar á ellas para recoger las soñadas riquezas.

Fig. 399.—La Isla de Santo Domingo (siglo xvi).

Pero como las minas exigían rudo y penoso trabajo para producir algún oro, y no sabían explotarlas, pronto volvieron los españoles á Santo Domingo desengañados, hambrientos y llenos de deudas.

Cebáronse en ellos las enfermedades, al extremo de que en poco tiempo murieron más de mil, cifra elevadísima, si se considera que apenas había 2.800 en la isla.

Morían tan deprisa y en tales números, dice Las Casas, que "el clero no tenía tiempo de hacerles funerales"[553].

Los repartimientos y encomiendas.

2.—Se había ordenado á Ovando que tratara á los indios como hombres libres, abonándoles salario por su trabajo. Pronto se convenció de que el indio, indolente y ajeno á toda idea de salario ó propiedad privada, se negaba á trabajar huyendo de los españoles é imposibilitando, por tanto, su educación y conversión. En vista de ello, los reyes ordenaron á [475]Ovando (Marzo, 1503) que repartiera los indios en aldeas, dándoles tierras inalienables, que les encomendara á un protector, que estableciera en cada una de dichas aldeas escuelas primarias para catequizarlos, prohibiéndoles sus antiguos ritos y ceremonias é impidiendo que fueran tiranizados por sus caciques. Se ordenó también por los reyes que favorecieran los enlaces matrimoniales de los colonos con las mujeres indígenas.

Para reducir á los indios al trabajo dictóse otro Real decreto (Diciembre, 1503) ordenando que se les compeliese y obligase á trabajar en la construcción de edificios, beneficiamiento de minas, etc., mediante los salarios que el gobernador fijara, debiendo proporcionar, al efecto, los jefes tribales un cierto número de individuos «como hombres libres y no como siervos».

Fig. 400.—El Adelantado D. Diego Velázquez.

En cumplimiento de estos decretos, Ovando encomendó á cada colono grupos de cincuenta ó de cien indios con sus respectivos jefes gentiles, haciendo también parcelas ó repartimientos especiales para el cultivo de las tierras del rey. Se acompañaba los repartimientos con cédulas especiales, en las que se encomendaban (A vos D. ... se os encomiendan) los grupos ó clanes indígenas á los españoles con el derecho de aprovechar de su trabajo y la obligación de instruirles en la doctrina cristiana.

Los trabajos en las minas de los así encomendados duraban seis ú ocho meses, y como las tales minas estaban distantes, al ausentarse los hombres caía sobre las mujeres todo el peso de la familia. Esta obligada separación, el terrible recargo de trabajo, los crueles tratos de los encomenderos, y la desespera[476]ción general, hicieron disminuir los nacimientos indígenas y aumentaron terriblemente el coeficiente de mortalidad[554].

Rápida disminución de los indios.

3.—La población indígena de La Española disminuyó rápidamente. Sufrieron los aborígenes americanos, como todos los primitivos, las desastrosas consecuencias de su contacto con una raza dominadora. Es una vulgaridad histórica, á todas luces errónea, el aceptar, sin examen crítico, las apasionadas diatribas de Fray Bartolomé de Las Casas y sus glosadores, contra los colonos y gobernantes de Santo Domingo, y declararles causantes únicos, por sus crueldades, de un fenómeno etnológico cien veces repetido en la historia moderna[555]. Los conquistadores españoles de los siglos xv y xvi no fueron ni más ni menos crueles que los de cualquier otra nación.

Fig. 401.—Autógrafo de Pánfilo de Narváez.

Cierto es que sus guerras con los indígenas fueron destructoras y cruelísimas; que las campañas del Higney son una página negra en la historia de aquellos impiadosos caudillos; que las matanzas encabezadas por Ovando en Jaragua, su pérfida conducta con Anacaona, el espantoso suplicio de aquellas tribus incendiadas, alanceadas y perseguidas como alimañas fero[477]ces, nos horrorizan hoy como horrorizaron entonces á Isabel la Católica y á su Presidente del Consejo de Indias D. Alvaro de Portugal, cuando de tales hechos tuvieron conocimiento. Cierto es también que muchos colonos sometieron á sus encomendados á inhumanos martirios y que los bergantines españoles arrancaron de Las Lucayas miles de indios para venderlos en los mercados públicos, martirizándolos, agobiándolos de fatiga y quemándolos á veces á fuego lento[556].

Fig. 402.—Autógrafo del cronista Oviedo.

Evidentemente contribuyeron estas crueldades á la extinción de la raza indígena, pero no fueron, sin embargo, las únicas causas de su fenecimiento en La Española. Hubo otras menos estudiadas, pero no por ello ineficaces. Importaron los blancos enfermedades epidémicas que se cebaron furiosamente en las tribus indias. La viruela fué una de las más destructoras. Nos cuenta el cronista Pedro Mártyr, que en las aldeas infestadas morían los indios "como carneros". Había, además, en las agrupaciones aborígenes enfermedades endémicas y peculiares de la raza, que causaban numerosas víctimas. El célebre "matlaza huatl" Mejicano, por ejemplo, que no atacaba á los Europeos, barrió en el Anahuac poblados enteros (1545 y 1576). Esta misma epidemia destruyó en 1618 la gran mayoría de las tribus indias de Massachusetts.

Por otra parte, la población de La Española, cuando Colón la descubrió no llegaba, ni con mucho, á 3.000.000, como afirma Fray Bartolomé de Las Casas; oscilaba entre 200 y 300.000 almas, de las que en el año 1508 quedaban sólo 60.000, que disminuyeron hasta 46.000 en el año 1570, y hasta 14.000 en[478] el 1573. En el año 1570 apenas quedaban en La Española dos aldeas indígenas[557].

Descubrimientos y nuevas poblaciones.

4.—La triste suerte de los indígenas y los incidentes luctuosos de su dominación han oscurecido los demás sucesos ocurridos en La Española en el gobierno de Ovando, que después de someter el Higney y Jaragua dedicó sus energías á poner en orden la administración de la isla. Organizó el laboreo de las minas estableciendo cuatro hornos de fundición en los que recogía anualmente cerca de 1.000.000 de pesos: espurgó la isla de los viciosos que daban mal ejemplo, enviándoles á España, ó quitándoles los indios encomendados, castigo entonces muy temido, y gobernó, en fin, con gran discreción y prudencia. Envió á Ponce de León á Boriquen ó San Juan de Puerto Rico, isla descubierta por Colón en el segundo viaje, para que la explorase. Penetró Ponce de León en el interior de la referida isla, fundando allí, con autorización de Ovando, una rica colonia y dominando á los indígenas en pocos años. Envió también Ovando (1508) á Sebastián de Ocampo, para que averiguara definitivamente, si la isla de Cuba era ó no tierra firme. Convencióse Ocampo de que era una isla como había indicado en su mapa Juan de la Cosa. En esta misma época, Juan Díaz de Solís y Vicente Yáñez Pinzón descubrieron y costearon parte del Yucatán sin fundar allí colonia alguna.

La expedición de Ocampo alrededor de Cuba, fué uno de[479] los últimos acaecimientos del gobierno de Ovando. En Julio del 1509 llegó á La Española D. Diego de Colón, después de ganar ante el Consejo de Indias su pleito contra el rey Don Fernando y ser nombrado, en consecuencia, Gobernador y Capitán General de las Indias. Ovando, después de ser absuelto en el juicio de residencia que instauró D. Diego, abandonó La Española (Sept. 1509), falleciendo en Alcántara (donde se halla enterrado) el 29 de Mayo de 1511[558].

Fig. 403.—Mapa de Martín Waldseemüller (1508).

[480]

D. Diego de Colón.

5.—Don Diego de Colón, que había contraído matrimonio en España con la hija de D. Fernando de Toledo, pariente próximo del Rey Católico, llegó á La Española acompañado de parte de su familia y de una numerosa comitiva de personas de ambos sexos pertenecientes á distinguidos linajes, estableciéndose en la isla con inusitada magnificencia y fausto. Los hijos de Colón gozaron al fin de los honores y recompensas debidas á su padre.

Fig. 404.—Armas del Historiador Oviedo.

Estableció en seguida D. Diego de Colón una pequeña colonia en Cubagua, obligando á los indígenas de las Lucayas á bucear sin descanso para sacar las conchas de perlas que abundaban en la pequeña isla. Regularizó en Santo Domingo los repartimientos, y encomendó á sus parientes y comitiva los indios aún no destinados. Celoso, sin embargo, el rey Don Fernando de la influencia de D. Diego en la colonia, y deseoso de disminuirla, creó un nuevo empleo al que estaba anexo el derecho de repartimiento de indios, nombrando para desempeñarlo á Rodrigo de Alburquerque, que entró rapazmente en posesión de sus funciones (1514). Impaciente por hacer fortuna, sacó á subasta los indios que quedaban, adjudicándolos en grupos á los colonos que le ofrecieron mayor precio. Esta nueva forma de repartimiento agravó, naturalmente, la situación de los indígenas que se vieron sometidos por sus interesados dueños á trabajos más crueles y penosos[559].

[481]

Las Prédicas de Fray Antonio de Montesinos.

Fig. 405.—El Cardenal Jiménez de Cisneros.

6.—Los misioneros Dominicos de La Española no vieron nunca con indiferencia estos sufrimientos de los indios. Desde su llegada á Santo Domingo en 1510 juzgaron los repartimientos como contrarios al derecho natural y á la caridad cristiana y consideraron al indígena como sér de razón y libertad, capaz de sacramentos y derechos. En el año 1511, Fray Antonio de Montesinos predicó un impetuoso y elocuente sermón en la Iglesia de Santo Domingo condenando los abusos de los encomenderos. [482]Sus superiores, á quienes se quejó D. Diego de Colón, aprobaron como piadosa la doctrina del predicador de su Orden. Los Franciscanos, uniéndose á los encomenderos, defendieron los repartimientos como mal menor y necesario. Se agrió la controversia llegando los Dominicos hasta á negar los sacramentos á algunos de sus compatriotas que tenían indios encomendados. Dirigiéronse ambos partidos al Rey Don Fernando, que reunió algunos jurisconsultos y teólogos para oir á los diputados de La Española. Decidióse en favor de los Dominicos la parte especulativa de la controversia, pero los repartimientos continuaron, pues el Rey Fernando, deseoso de complacer á los encomenderos, declaró autorizada por las leyes divinas y humanas la esclavitud de los indios, y otorgó, para que no tuviese dudas, nuevas encomiendas á sus cortesanos[560], mandando publicar una instrucción en la que se ordenaba fuesen los indios tratados con suavidad, vestidos y alimentados sin miserias, y enseñados con cristiano celo. Tal instrucción fué letra muerta ó papel mojado para los codiciosos encomenderos. Los Dominicos comprendieron perfectamente su inutilidad, y sostuvieron que mientras los individuos tuviesen interés [483]de tratar á los indios con rigor, ningún reglamento público podía hacer ligera su servidumbre. Algunos pasaron á Europa para buscar mantenedores de su doctrina. Los que quedaron en la isla siguieron con prudencia propagándola. Las violentas disposiciones de Alburquerque colmaron la medida, avivaron el celo Dominico, y proporcionaron á los oprimidos un protector activo, valeroso, inteligente y de prestigio que tomó á su cargo la defensa de su desgraciada causa. Llamóse tal defensor Fray Bartolomé de Las Casas[561].

Fig. 406.—Ruinas de la casa de D. Diego Colón.

Fray Bartolomé de Las Casas.

7.—Nació en Sevilla el año 1474, y estudió latín, metafísica, ética, derecho, etc., en la docta Universidad de Salamanca. Partió para América en 1502 con el gobernador Ovando. Como todos sus compatriotas, dedicóse en La Española al cultivo de la tierra valiéndose de los esclavos indios. Residiendo aún en[484] la Isla se hizo sacerdote, siendo el primer ordenado en Indias, y cantando la primera misa nueva que se celebró en América. Acompañó á Velázquez á Cuba, y en premio de sus servicios obtuvo en Trinidad un repartimiento en compañía de su amigo del alma Pedro de Rentería. Trataron ambos con benignidad á sus encomendados compadecidos de los sufrimientos de los demás indios. Ciertos pasajes de la Sagrada Escritura revelaron á su alma la injusticia de los repartimientos, avivaron su caridad y le decidieron á consagrar su vida entera á libertar á los indios de su durísimo yugo. Tanto él como su asociado Pedro de Rentería, vendieron sus tierras, dieron libertad á sus encomendados y determinaron pasar á España para hacer triunfar en la Corte sus generosas ideas[562].

Fig. 407.—Fray Bartolomé de Las Casas.

Fig. 408.—Autógrafo de Fray Bartolomé de Las Casas.

[485]

Las Casas y el Cardenal Jiménez de Cisneros.

8.—En el año 1515 logró Las Casas conferenciar extensamente con el rey D. Fernando y exponerle la desesperada situación de los indios. El fallecimiento del monarca (Diciembre, 23) interrumpió estas gestiones. Volvió Las Casas á Sevilla y, alentado por el P. Deza, presentóse en Madrid con cartas de este último ante el ilustre Cardenal Jiménez de Cisneros, y el embajador Adriano, Dean de Lovaina, que á la sazón regían la España.

Fig. 409.—Territorio concedido á Fray Bartolomé de Las Casas.

El prudentísimo Cisneros acogió con caritativo interés las ardorosas instancias de Las Casas, y encomendó á tres reposados varones de la Orden de San Jerónimo el planteamiento en Indias de las reformas anheladas. Volvieron todos á Santo Domingo, pero los comisionados Jerónimos no pudieron ó no supieron sustraerse á la influencia de los conquistadores, y su presencia en la isla fué completamente ineficaz para la protección y defensa de los indios[563].

Los negros africanos en América.

9.—Haremos una brevísima pausa en este relato para refutar enérgicamente la opinión de los que sin espíritu crítico atribuyen al Apóstol de los Indios la introducción en América de los esclavos negros. La referida imputación es errónea y calumniosa. En primer lugar, cinco años antes de que Las Casas tuviera con el rey Don Fernando su primera entrevista, ya había ordenado éste, de acuerdo con la Casa de Contratación (1510-1511), que se enviaran á América cincuenta esclavos[486] africanos, y se favoreciera el tráfico negrero en las costas de Guinea. El gobierno español, y no Las Casas, fué, pues, el primero que trató de libertar al indio esclavizando al africano. En 1517 esta política fué preconizada en La Española por los Jerónimos enviados por Cisneros, por el clero todo, por las autoridades y por Las Casas mismo que, como Enrique el Navegante, no podía tener en el siglo xvi la moderna noción política de los "derechos inalienables", ni podía prever los horrores é influencias á que había de dar lugar en lo futuro el desarrollo de tan inícuo comercio.

Fig. 410.—La Casa de D. Fernando Colón en la antigua Sevilla.

Conforme con tales opiniones, consecuente con los usos de la época, y deseando, además, ajustarse á los constantes y expresos deseos de Isabel la Católica en favor de la libertad de los indios, decidió la Corona española enviar á sus posesiones americanas 4.000 negros, concediendo para ello las necesarias licencias al contratista Gomenot, Gobernador de Bresa, que vendió su contrato ó asiento á unos comerciantes genoveses por 25.000 ducados. El desarrollo de los trapiches azucareros en las Antillas, y la rápida disminución de los indios, favorecieron, naturalmente, la introducción de los esclavos negros. Al asiento de Gomenot siguió el de los alemanes Cigner y Sailler (1528), y á éste el de Gómez Reynel (1595) que, merced á la unión de España y Portugal (1580-1640), consiguió el privilegio exclusivo de importar á las Indias 38.250 esclavos [487]negros durante nueve años. Estos fueron los principios del tráfico negrero de América, cuyo desarrollo y consecuencias estudiaremos en la Época Colonial y es, por tanto, ridículo reprochar á Las Casas el imaginario pecado de pensar como pensaban los hombres de su tiempo, y condenarle sin más trámite por no haberse anticipado á los enciclopedistas franceses del siglo xviii, ó á los Próceres Argentinos del xix, que borraron para siempre la esclavitud de los Códigos Fundamentales de la República[564].

La Colonia de Cumaná.

10.—El fracaso de los comisionados Jerónimos no desalentó en su obra redentora al «Apóstol de los Indios». Volvió á Castilla, donde siguió sus gestiones con tenaz insistencia, siendo solemnemente recibido por Carlos I en la villa de Molins del Rey, y consiguiendo un espacio considerable de tierra Americana para establecerse en él con los españoles que quisieran seguirle, distinguirse de los demás vistiendo hábitos blancos con cruces rojas en los pechos, y consagrarse á propagar en América el Evangelio y la civilización cristiana por medios absolutamente pacíficos.

El territorio concedido para la realización de tan romántico proyecto fué el de Cumaná en la Costa de las Perlas.

Después de tres años de luchas árduas consiguió Las Casas desembarcar en él (1521) con un puñado de entusiastas. Existía ya en aquellas regiones un monasterio de la Orden de Santo Domingo, partidaria siempre de las doctrinas del infatigable propagandista. Desgraciadamente, en la vecina isla de Cubagua pescaba también perlas, al llegar á Cumaná los nuevos cruzados, aquel joven Alonso de Ojeda[565], de quien Las Casas dijo [488]más tarde "que si no hubiera nacido, nada habría perdido el mundo". Ojeda necesitaba esclavos y ocurriósele cogerlos en Tierra Firme declarándolos convictos de canibalismo. Al llegar á Cumaná pidió en el monasterio de Santo Domingo papel para iniciar contra los indios los mencionados procesos de antropofagia. Empezó á instruirlos, pero como el procedimiento le resultó lento y engorroso, cortó por lo sano, penetró algunas leguas al interior matando considerable número de indios y embarcando los que pudo en sus naves. Los indios de Cumaná, que habían visto á los Dominicos entregar á Ojeda el papel que les pidió, al que atribuían virtudes ocultas, tuviéronlos por cómplices de su atropello. Incendiaron el monasterio, degollaron á los Dominicos y destruyeron á sangre y fuego la incipiente colonia. Los españoles que pudieron salvarse de la feroz matanza huyeron á Santo Domingo, donde, afortunadamente para él, se encontraba á la sazón el entusiasta Apóstol.

Fig. 411.—Ponce de León en la Florida (según Herrera).

Grande fué el dolor y el desaliento de Las Casas al saber lo sucedido. Resignóse, sin embargo, humildemente; aceptó, sin quejas, la muerte de sus ilusiones, y ansioso de paz y descanso, profesó en el monasterio de Santo Domingo (1522). Allí permaneció varios años profundizando sus estudios teológicos y escribiendo algunas de sus obras[566]. De ellas, y de los incidentes posteriores de la admirable vida del celoso «Protector de los Indios», hablaremos en el Tomo II.

Fig. 412.—Ponce de León, descubridor de la Florida.

[489]

La Conquista de Cuba.

11.—Deseoso D. Diego de Colón de extender sus dominios, entregó á D. Diego de Velázquez tres naves para que se apoderara de la isla de Cuba. D. Diego de Velázquez, antiguo compañero de armas de Bartolomé Colón, y Ovando, era en la colonia muy respetado y popular. Su gentileza y carácter jovial le hacían simpático como caudillo y no tardó, por tanto, en reunir trescientos hombres que gustosos le acompañaran en la empresa. Entre ellos estaban Pánfilo de Narváez, Las Casas y Hernán Cortés, el futuro conquistador de Méjico. Desembarcaron los expedicionarios en Las Palmas, y tomaron posesión de la isla sin resistencia alguna de parte de los naturales (Siboneyes-Arawak?). Un cacique Haitiano (Hatuey), que había llegado á Cuba huyendo de los españoles y se había posesionado de la parte oriental de la isla, trató de rechazar la invasión, pero sus guerreros fueron destrozados por los castellanos, y su jefe condenado á la hoguera. Poco tiempo después Pánfilo de Narváez, comisionado por Velázquez, que para contraer matrimonio hubo de ausentarse de la isla de Cuba, penetró en el Camagüey para dominarlo. A unas 30 leguas de Bayamo (Cueyba) encontró Las Casas la célebre imagen allí dejada por Ojeda é idolatrada por los Siboneyes. En una barranca próxima á Caonao fueron sorprendidos los expedicionarios [490] por 7.000 indios que, no obstante la pusilanimidad é imprudente abandono del caudillo Narváez, contuvieron los soldados españoles degollándolos impiadosamente. Esta matanza, en la que, según la pintoresca expresión de Las Casas, «no quedó ni piante ni mamante», difundió el terror en toda la comarca, y los castellanos la subyugaron bien pronto. Diego Velázquez, que había vuelto á la isla, ordenó en seguida á Narváez que regresara á la costa Norte. Estableció las poblaciones de Baracoa, Trinidad, etc., hizo repartimientos de indios, designó ayuntamientos y quedó como Gobernador. El rey de España nombróle más tarde Adelantado y le confirmó en su gobierno[567].

Ponce de León y el descubrimiento de «La Florida».

12.—El celebérrimo y pintoresco hidalgo D. Juan Ponce de León, Gobernador de Puerto Rico, nombrado por Ovando, después de haber pacificado[568] (como entonces se decía) la isla alanceando, «aperreando»[569] ó esclavizando á los indígenas, fué depuesto de tal gobierno á instancias de D. Diego Colón, á quien de derecho pertenecía. Había oído hablar el referido Ponce de León de una isla situada al Norte de La Española llamada «Bimini», donde existía un manantial maravilloso, cuyas aguas tenían virtud de rejuvenecer á todos los que las tocaban ó bebían. Fuese con el objeto de encontrar este manantial fantástico, ó simplemente con el de explorar la isla, consiguió una patente ó capitulación del Emperador Carlos V (Febrero 23, 1512), para descubrirla y colonizarla.

Fig. 413.—Descubrimientos de Hernández de Córdoba y Grijalva (Helps).

[491] El 3 de Marzo salió de Puerto Rico con el piloto Alaminos y después de tocar en San Salvador, avistó la costa Norte Americana en las cercanías del Río San Juan (30° lat. Norte). Por la risueña apariencia de la que creyó isla, y por haberla descubierto en Pascua Florida, dióle el nombre de «Florida» que hasta hoy conserva. Navegó después alrededor de la península hasta cerca de la Bahía del Apalache, al Oeste, haciendo en Mayo, 23, rumbo al S. E. Siguió buscando durante tres meses, entre las Bahamas, la fabulosa «Bimini» hasta que en Sept. 17, dejando un buque mandado por Juan Pérez para que continuase la exploración, decidió volver á Puerto Rico.

Pocos meses después consiguió otra patente para colonizar la «isla de Benini» y la «isla Florida», y en 1521 emprendió nuevo viaje para averiguar si en verdad la Florida era una isla y para establecer en ella colonias. Gastó en esta empresa el conquistador la mayor parte de su fortuna, arribando con sus dos buques y sus 200 hombres á las inmediaciones de Tampa Bay. En un encuentro con los indígenas (Timaquanos) perdió muchos de sus soldados, y cayó tan gravemente herido que decidió abandonar su empresa y volver á Cuba, donde al poco tiempo murió[570].

Fig. 414.—Mapa de los descubrimientos de Ponce de León (Woodbury Lowery).

[492]

Francisco Hernández de Córdoba.

13.—Cuatro años después de la vuelta de Ponce de León de su primer viaje á la Florida (Febrero, 1517), Francisco Hernández de Córdoba salió de la Habana con tres buques y 110 hombres. El gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, les había vendido uno de los buques con la condición de que se lo pagaran en esclavos arrancados de Las Lucayas. Entre los expedicionarios iba el ingénuo y verídico cronista Bernal Díaz del Castillo. Apenas se hicieron á la mar, reputando injusta la pretensión de Velázquez, pues ni Dios ni el rey, como dice el referido cronista, mandaban esclavizar á los hombres libres, decidieron convertir en descubridora la expedición emprendida con fines piratescos.

Después de veintiocho días de navegación llegaron á las costas del Yucatán (Pontanchen). En un encuentro con los indígenas (Mayas) perdió Córdoba la mitad de su gente, decidiendo volver á Cuba. Los serios temporales que le sorprendieron en el viaje de vuelta, hicieron que las embarcaciones derivaran de su rumbo, yendo á parar á una bahía de la península de la Florida (Charlotte Harbour), que el piloto Antón de Alaminos reconoció como por haberla visitado con Ponce de León en su primer viaje. Al desembarcar en la referida bahía, fueron los españoles nuevamente atacados por los indígenas (Timaquanos). Alaminos y Hernández de Córdoba [493]cayeron heridos, pudiendo, con grandes dificultades, ganar los botes para huir de la furia de los indios. Hicieron en seguida rumbo á la Habana, desde donde Hernández de Córdoba envió á Velázquez una relación de su viaje, muriendo diez días después de sus heridas[571].

Juan de Grijalva.

14.—Los informes suministrados por Hernández de Córdoba, determinaron al gobernador de Cuba á preparar otra expedición, cuyo mando entregó á Juan de Grijalva, capitán que se había distinguido en la conquista de la isla.

Grijalva salió de Santiago de Cuba en Mayo de 1518. Descubrió la isla de Cozumel y continuó su viaje por las costas del golfo, sufriendo de parte de los indios menos daños que su desgraciado antecesor Hernández de Córdoba.

Fig. 415.—Juan de Grijalva (según Herrera).

Desembarcó en una isla, que llamó de los sacrificios, por los restos humanos que encontró en sus templos, y siguió hasta la de San Juan de Ulúa, alcanzando á navegar hasta Panuco, y encontrando por todas partes poblaciones numerosas y tierras cultivadas con esmero.

[494] Convencido de que todas estas regiones formaban parte de algún poderoso país, que no era posible invadir y conquistar con tan escasos recursos, volvió á Cuba Hernández con la esperanza de reunir fuerzas suficientes para dominar los territorios descubiertos.

Pero la gloriosa conquista y dominación de Méjico, que tales guerreros habían preparado, estaba reservada, como más adelante veremos, para Hernán Cortés, brillante personalidad histórica de la conquista española en América[572].


[495]

CUESTIONARIO

1.—¿Por qué fué enviado Ovando á La Española?

2.—¿Cuáles fueron los acontecimientos más notables de su gobierno?

3.—¿Cuál fué el origen de los repartimientos ó encomiendas?

4.—¿Qué graves males ocasionaron en La Española?

5.—¿Cuáles fueron las principales causas de la disminución de la raza indígena en La Española, Cuba, etc.?

6.—¿Qué lección etnológica se deduce de tal disminución?

7.—¿Qué descubrimientos se hicieron durante el gobierno de Ovando?

8.—¿Quién colonizó la isla de Puerto Rico?

9.—¿Quién sustituyó á Ovando en el gobierno de La Española?

10.—¿Qué males produjo la conducta de Alburquerque?

11.—¿Cómo juzgaron Fray Antonio de Montesinos y los Dominicos las encomiendas y repartimientos?

12.—¿Qué consiguieron con sus predicaciones y reclamos?

13.—¿Quién fué Fray Bartolomé de Las Casas?

14.—¿Dónde y cómo decidió dedicarse á la protección de los Indios?

[496] 15.—¿Qué resultados tuvo su entrevista con el Cardenal Cisneros?

16.—¿Cómo se introdujo en América la esclavitud Africana?

17.—¿Qué intervención tuvo Las Casas en su desarrollo?

18.—¿Qué territorios obtuvo Las Casas del Emperador Carlos V?

19.—¿Qué le acaeció al colonizarlos?

20.—¿Quién conquistó la isla de Cuba?

21.—¿Qué intervención tuvieron en tal conquista Las Casas y Pánfilo de Narváez?

22.—¿Quién descubrió la Península de La Florida?

23.—¿Qué ilusión abrigaba Ponce de León al emprender su viaje á la legendaria Bimini?

24.—¿Qué descubrimientos hizo Francisco Hernández de Córdoba?

25.—¿Qué descubrimientos hizo Juan de Grijalva?


[497]

REFERENCIAS

Generales.Peschell, Races of Man. Harrise, Discovery of North America. José Antonio Saco, Historia de la Esclavitud (1875-1878). Manuel José Quintana, Vida de Españoles célebres, y las mencionadas en los capítulos anteriores.

Bartolomé de las Casas, etc.Antonio de Remesal, Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa (1619). J. A. Llorente, Oeuvres de Las Casas, 1822. Carlos Gutiérrez, Fray Bartolomé de Las Casas, sus tiempos y su Apostolado, Madrid, 1878. Antonio María Fabié, Vida y escritos de D. Fray Bartolomé de Las Casas, 1879. Hefele Ch. J., El Cardenal Jiménez de Cisneros y la Iglesia Española á fines del siglo xv y principios del xvi. L. Galindo Vera, Historia, vicisitudes y política tradicional de España, respecto de sus posesiones de Ultramar (Mem. Ac. de la Hist. Bol. XI). Nuix J., Reflexiones imparciales sobre la humanidad de los Españoles en Indias. Mac Nutt, Bartholomew de Las Casas, etc., London, 1909. Sobre los escritos, controversias, etc., de Las Casas mismo, véase mi Vol. II.

Cuba y Puerto Rico.Carrera y Justiz, Int. al Estudio de las Instituciones Locales de Cuba, vol. I, (1906). Pezuela, Ensayo Histórico de Cuba. P. J. Guiteras, Historia de la Isla de Cuba, etc., etc.

[498] Descubrimiento de la Florida.A. G. Barcia, Ensayo Cronológico para la Historia general de la Florida, etc., (1723). Shea, Ancient Florida en Winsor, N, & C. H. of A., vol. II, cap. V., la citada obra de Woodbury Lowery. Spanish Settlements, etc. Theodore Irving, Conquest of Florida. Buckingam Smith, Coll. Doc. para la Hist. de la Florida, Londres, 1857, etc., etc.

Bibliografías.Bourne, Spain in América, pág. 332 y sig. Larned, Lit. of Am. Hist, pág. 59 y sig. Winsor, Narrative & Critic History of America, vol. II, notas á los cap. IV-V. Woodbury Lowery, op. cit., notas á los cap. II, III, etc. Altamira, Hist. de España, vol. II, pág. 521 y sig., etc., etc.


[499]

CAPÍTULO V
EN DEMANDA DEL ESTRECHO (1508-1522)

1.—Concesión á Ojeda y Nicuesa. 2.—Último viaje de Ojeda. 3.—Expedición desgraciada de Nicuesa. 4.—Enciso y Vasco Núñez de Balboa. 5.—Alianzas de Balboa con los Indios. 6.—El descubrimiento del Mar del Sur. 7.—Pedrarias Dávila. 8.—Expediciones en el Istmo. 9.—Ejecución de Vasco Núñez de Balboa. 10.—Juan Díaz de Solís y el descubrimiento del Río de la Plata. 11.—Hernando de Magallanes. 12.—Su viaje y su muerte. 13.—Sebastián del Cano. 14.—Conclusiones generales.

Concesión á Ojeda y Nicuesa.

1.—En el año 1508, el célebre Alonso de Ojeda y D. Diego de Nicuesa, acudieron al rey Don Fernando solicitando autorización para fundar colonias en Tierra Firme, en los alrededores del golfo de Urabá (Darien) y el río Atrato. Tanto Ojeda como Nicuesa tenían gran privanza en la Corte española, y aunque la exploración de semejantes territorios pertenecía de derecho á los herederos de Colón, el monarca concedió á Ojeda toda la costa Norte de Sud América, desde el cabo de Vela al golfo de Urabá (Darien), con el nombre de Nueva Andalucía, otorgando á Nicuesa el actual Istmo de Panamá y sus costas, desde el golfo de Urabá al Oeste, hasta más allá del cabo Gracias á Dios, en Honduras, con el nombre de Castilla del Oro, que se transfirió más tarde (1513) á la parte Septentrional de Sud América, llamada comúnmente Tierra Firme. El famoso piloto Juan de la Cosa fué nombrado Alguacil Mayor de Urabá y lugarteniente de Ojeda[573].

Último viaje de Ojeda.

2.—Ojeda salió de La Española (Noviembre, 1509) con cuatro embarcaciones y trescientos hombres. Le acompañaba el veterano Juan de la Cosa y el más tarde célebre conquistador [500]del Perú Francisco Pizarro. Desembarcaron los expedicionarios cerca del actual puerto de Cartagena, penetrando en el interior para conseguir esclavos indios. Resistieron encarnizadamente los indígenas á los aventureros españoles, peleando con flechas herboladas[574], que ocasionaron la muerte á más de setenta, incluyendo al piloto Juan de la Cosa. Ojeda abandonó tan inhospitalarios lugares, hizo rumbo al Oeste, y en el límite de su provincia edificó un fuerte que llamó de San Sebastián. Pocos días después fué herido en otro encuentro con los indígenas. Pudo salvarse cauterizando la herida con planchas ardientes, pero su estrella empezó á declinar. De trescientos hombres sólo le quedaban sesenta, los víveres escaseaban y su situación entre tribus hostiles se hacía insostenible. Decidió volver á La Española para conseguir recursos. Después de penalidades sin cuento, murió (1515) agobiado y en la miseria[575].

Fig. 416.—Provincias concedidas á Ojeda y Nicuesa (1508).

Expedición de Nicuesa.

3.—Los recursos de Nicuesa, rico plantador de La Española, sus condiciones personales, su popularidad en la colonia, y la fama de la región que se le había concedido, le permitieron [501] reunir setecientos hombres y una escuadrilla de cinco naves y dos bergantines. Diez días después de la partida de Ojeda (1509), hízose á la vela desde Santo Domingo. Fué igualmente desgraciado en su expedición. Después de naufragar en las cercanías de Veragua, fundó un pequeño establecimiento, cerca del actual pueblo de Aspinwall, que llamó Nombre de Dios. Los rigores del clima, la insalubridad de aquellos lugares, la escasez de víveres y las continuas fatigas fueron aniquilando á los soldados de Nicuesa, que quedaron reducidos á setenta ú ochenta. En el mes de Noviembre de 1510, llegaron á Nombre de Dios dos bergantines capitaneados por Rodrigo de Colmenares y enviados desde Urabá (Darien) para socorrer á los exhaustos colonos. Halló Colmenares á Nicuesa "en mayor desdicha que la de hombre alguno, extremadamente macilento y escuálido, con sesenta compañeros..." que "no les tuvo menos compasión que si los hubiere hallado muertos..." Comunicóle que los hombres de Ojeda habían cruzado el golfo de Urabá, estableciendo en el Darien (Santa María de la Antigua), una colonia relativamente próspera. Como el Darien estaba dentro de los límites de la concesión de Nicuesa, y supo que se había encontrado oro, decidió embarcarse con Colmenares esperando imponer en la nueva colonia su autoridad. Sabedores, sin embargo, los Urabenses que pretendía Nicuesa apoderarse del oro que habían ellos conseguido con gran trabajo, rechazaron al desgraciado gobernador en cuanto llegó, y le obligaron á [502] embarcarse con sólo diez y siete hombres en el mismo bergantín que le había llevado al Darien. El 1.º de Marzo de 1511 hizo Nicuesa, con sus diez y siete soldados, rumbo á La Española. Jamás hubo ya noticia de ellos[576].

Fig. 417.—Viaje de Ojeda.

Fig. 418.—La región de "Tierra Firme", á la que el rey Don Fernando trasladó el nombre de "Castilla del Oro" en 1513, según mapa del 1597.

Enciso y Vasco Núñez de Balboa.

4.—Antes de llegar Ojeda á La Española herido y maltrecho, había salido, con rumbo á San Sebastián, el bachiller Martín Fernández de Enciso, su asociado y amigo. Enciso era valiente, honesto y bien reputado en la colonia, pero no tenía tacto para manejar hombres. Apenas llegó á alta mar vió, con gran sorpresa, salir de un barril de provisiones al audaz hidalgo extremeño Vasco Núñez de Balboa, llamado el esgrimidor que, procesado en Santo Domingo por deudas, había recurrido á tan arriesgado ardid para huir de sus acreedores. No agradó mucho á Enciso la presencia á bordo de tan peligroso huésped, y aun le amenazó con abandonarle en una isla desierta. El atrevido[503] soldado consiguió bien pronto desarmar las iras del bachiller, y juntos siguieron navegando hasta desembarcar en Cartagena. Allí encontraron á Francisco Pizarro acaudillando los hambrientos soldados de Ojeda que, después de haber esperado cincuenta horribles días á su desgraciado jefe, habían decidido abandonar la colonia. Agregáronse á las tripulaciones de Enciso, siguiendo todos viaje hacia el golfo de Urabá. Siguiendo las indicaciones de Vasco Núñez de Balboa, conocedor de aquellas costas por haberlas recorrido con Bastidas, decidieron establecerse en la parte occidental del golfo, donde, según Balboa, no usaban los indios flechas herboladas. Allí fundaron una villa que se llamó Santa María del Darien. Pero las demasías autoritarias y la falta de tino de Enciso sublevaron bien pronto á los colonos. Amotináronse contra él, le negaron obediencia y acordaron ofrecer el mando á Nicuesa, é interinamente á Vasco Núñez. Enciso tuvo que resignarse y abandonar su naciente villa del Darien. Sabemos ya lo acaecido al imprudente Nicuesa cuando llegó á ella. Carecía,[504] como Enciso, de dotes políticas. Balboa las tenía, y fué, por tanto, confirmado en el gobierno. Enciso pasó á España para quejarse al rey de los procederes de Balboa, y á dar cuenta del desgraciado suceso de Diego de Nicuesa[577].

Fig. 419.—Mapa llamado de Lenox (1534).

Fig. 420.—Vasco Núñez de Balboa (según Herrera).

Alianzas de Balboa con los Indios.

5.—Libre ya Balboa de disensiones y obstáculos, dedicó todas sus energías á obtener provisiones guerreando con los indios. Atacó primero, y contrajo después alianza ofensiva y defensiva con el cacique de la tribu ó región de Careta ó Coiba, cuya hija tomó por mujer. Con sus aliados indígenas emprendió expediciones guerreras contra las tribus de Acla, etc., enemigas de la de Careta, que destrozó subyugando también á los jefes tribales de Poncha, Comagre, etc., con los cuales parece ser que formó una especie de confederación ocasional con fines guerreros, parecida á las descritas al hablar de las guerras indígenas. En una de las expediciones emprendidas por Balboa con sus confederados indios, obtuvieron los españoles más de 50 libras de oro (12.000 pesos). Cuentan las crónicas que al ver cómo lo pesaban y disputaban sobre su [505]reparto, uno de los hijos del cacique de Comagre, perdió la paciencia, dió un fuerte puñetazo á la balanza é increpó á los codiciosos, diciéndoles: "yo os enseñaré una región abundante de oro donde podréis saciar vuestra sed... cruzando estas montañas (y con el dedo señalaba los montes del Sur), desde los promontorios podréis ver otro mar donde hay naves no menores que las vuestras... Todo aquel lado que mira al Sur cría oro en abundancia..."

Balboa en ese momento carecía de provisiones y fuerzas para emprender la exploración indicada por su aliado, pero no olvidó la advertencia, y en el verano de 1513, habiendo recibido noticias de que estaba en camino un nuevo Gobernador nombrado por la Corte para ejecutar la sentencia contra él dictada, decidió parar el golpe acometiendo una empresa que por sus beneficios le congraciara con el Rey.

Fig. 421.—El Río de la Plata (Isolario de Alonso de Santa Cruz).

Reunió en el Darien un elegido contingente de ciento [506]noventa soldados, y el día 1.º de Septiembre salió de Careta con sus fieles amigos indígenas decidido á descubrir el mar y las regiones auríferas descritas por el indio de Comagre, ó á perecer en la demanda[578].

Descubrimiento del Mar del Sur.

6.—Con guías y taladores, que proporcionó el cacique de Poncha, penetraron los castellanos en las tenebrosas espesuras tropicales y cruzando, con increíbles fatigas y penurias, escarpados cerros, híerbosas ciénagas, grandes ríos, sobre los que echaron puentes de entrelazadas y grandes vigas; realizando, en fin, una expedición que aun hoy sería hazañosa y dificilísima, llegaron á la región ocupada por la tribu de Cuarecua, cuyo lascivo y abyecto jefe recibió á los expedicionarios en actitud hostil. Atacóle Vasco Núñez con fiereza, destrozando á los guerreros Cuarecuanos, poniéndoles en desordenada fuga [507] llegando hasta sus chozas y "echándoles allí los perros, que destrozaron unos cuarenta, para castigar sus nefandos vicios".

Fig. 422.—Parte de Sud América en la edición de Ptolomeo (1522).

Dejando en Cuarecua, ya subyugada, muchos de sus compañeros que, no acostumbrados aún á tantos trabajos y hambre, habían caído enfermos, tomó Vasco Núñez nuevos guías y se encaminó á las cumbres de las montañas. Por fin, el 25 de Septiembre del 1513 los guías Cuarecuanos mostraron á Balboa unas altas cumbres desde las cuales se podía ver el otro mar. "Las miró Vasco atentamente, dice el cronista Pedro Mártyr, mandó parar la tropa, fué delante él solo, y ocupó el vértice primero que ninguno. Postrándose en tierra, hincado de rodillas, y alzando al cielo las manos, saludó al mar Austral (Océano Pacífico)... y dió infinitas gracias á Dios y á todos los santos del cielo que le habían guardado la palma de una empresa tan grande..."

Fig. 423.—Patagón (Estampa del siglo xvi).

En señal de posesión erigieron los descubridores por aras unos montones de piedras y empezaron á descender las montañas. Salióles al encuentro con sus guerreros el cacique de Chiapes[579]. Cayeron sobre ellos los españoles "saludándoles con las escopetas y la jauría de alanos", los atemorizaron, trabaron después con su cacique buena amistad y, guiados por él mismo, descendieron de las cimas de las montañas hasta la anhelada costa, adjudicando al imperio castellano, delante de testigos y de los escribanos reales, "todo aquel mar y todas las tierras adyacentes á él". Con [508] nueve rudas canoas (culchas) facilitadas por los Chiapeños, lanzóse á explorar la Ensenada de San Miguel. Poco le faltó para ahogarse, pues tan pronto como se lanzaron á alta mar, "se vieron embestidos de tal lucha de las olas que no sabían á dónde dirigirse ni parar". Refugiáronse en una isla próxima que casi cubrió durante la noche el flujo del mar. Cuando al amanecer quedó la isla en seco por el reflujo, repararon como pudieron las destrozadas culchas y regresaron á la costa medio muertos de hambre y de sed. Después de penetrar Balboa en los territorios del cacique Tumaco, que obsequió á los conquistadores con 600 pesos de oro y gran cantidad de perlas, deseoso de dar cuenta de su gran descubrimiento, resolvió volver al Darien. Emprendió el viaje de vuelta por tierras de varios caciques (Tecocha, Pacra, Tubanamá, etc.), cuyas tribus dominó de grado ó por fuerza, y después de varios meses de hambres, fatigas, luchas é increíbles trabajos, llegó al Darien (Enero 19, 1514) ufano de su heróica empresa y descubrimiento, sin haber perdido, peleando, un solo hombre, y cargados de un rico botín. Por cartas de Pasamonte y del mismo Vasco Núñez supo el rey Católico la hazaña de su caudillo, le admitió nuevamente á su gracia nombrándole en carta á Pedrarias (Sept. 27, 1514) Adelantado de la región de la costa que tan felizmente había conseguido subyugar[580].

Pedrarias de Avila.

7.—Antes de emprender Balboa su expedición al Pacífico, la corte española, conocedora de los luctuosos sucesos del Darien [509] (Antigua), resolvió enviar un jefe que le quitara el mando que se había arrogado sin mandato real. Fué elegido para el cargo el implacable veterano Pedro Arias de Avila (Pedrarias), protegido de Fonseca y tenido por valeroso y firme. Alistáronse con Pedrarias, llamado «el justador» 1.200 soldados aguerridos de las campañas de Gonzalo de Córdoba, siendo tal el entusiasmo por la empresa, que tuvo necesidad Pedrarias de negar embarque á más de dos mil voluntarios que, aun á su propia costa, querían partir. Acompañaban á Pedrarias su esposa la denodada D.ª Isabel de Bobadilla, de gran privanza en la corte, Diego de Almagro, Hernando de Soto, Benalcázar, etc., más tarde con Pizarro conquistadores del Perú. Era escribano general y veedor de la expedición y la colonia el cronista González de Oviedo, iba como Alcalde el licenciado Espinosa, y el bachiller Enciso como Alguacil Mayor. La llegada al Darien de tan numeroso contingente (Julio, 1514), convirtió la miserable y turbulenta colonia de la Antigua en villa importante. Se edificaron nuevas residencias oficiales y se levantó una iglesia catedral que consagró D. Juan de Quevedo, Obispo nombrado para Castilla del Oro y el Darien.

Fig. 424.—Mapa de Pigafetta (Ed. Amoretti).

Apenas llegó Pedrarias á la Antigua, residenció ó procesó á [510] Balboa por su conducta anterior. Instruyó el proceso Gaspar de Espinosa y, merced á los buenos oficios del Obispo Quevedo y de D.ª Isabel de Bobadilla, fué absuelto Vasco Núñez de toda responsabilidad criminal en el suceso del desgraciado Nicuesa, aunque se le condenó civilmente á indemnizar á su encarnizado enemigo Enciso de los perjuicios que alegó haber sufrido[581].

Expediciones en el Istmo.

8.—Despachado este negocio, y como las provisiones almacenadas por Balboa eran insuficientes para mantener á todos, envió Pedrarias tres expediciones con el objeto de buscarlas entre los indios, explorando al mismo tiempo el país. Conforme con sus instrucciones y con los acuerdos del Consejo ó Asamblea Magna que se reunió en la Antigua (Darien), decidióse á abrir un camino á través del Istmo, escalonando fortalezas de Norte á Sur. No hemos de detenernos á describir en detalle los inhumanos hechos de los capitanes de Pedrarias. Sus atrocidades sin freno trocaron bien pronto la amistad de los indios hacia el europeo en odio encarnizado y feroz. Juan de Ayoras saqueó y agotó la región de Comagre; el sanguinario Morales y su compañero Francisco Pizarro llegaron hasta la isla de las Perlas, y después de degollar hombres, mujeres y hasta niños, incendiar bohíos, y recoger oro y perlas, cruzaron el golfo de San Miguel, tratando de volver al Darien por Biru, viéndose obligados á retirarse y desistir de la empresa. Vasco Núñez fué derrotado en Dabaibe con graves pérdidas; Becerra perdió en el Cenu su vida y la de sus soldados; Gonzalo de Badajoz tuvo que apelar á la fuga en las cercanías del golfo de Parita, y lo propio aconteció á Meneses en el efímero establecimiento de Santa Cruz, y á Pedrarias mismo, que capitaneó en persona una expedición al Cenu, y hubo de contentarse con reconstruir la aldea de Acla, término Norte, del camino[511] del Istmo, que llegaba hasta Panamá la Vieja, fundada en la expedición que acaudilló Gaspar de Espinosa[582].

Fig. 425.—El cronista Herrera.

Ejecución de Vasco Núñez de Balboa.

9.—Como los leguleyos y oficiales públicos, que habían ido al Darien con Pedrarias, odiaban á Vasco Núñez de Balboa, que les pagaba con la misma moneda despreciándoles y no regalándoles esclavos indios, como hacían los demás capitanes[583], intrigaron el ánimo del suspicaz y atrabiliario Pedrarias, asegurándole que Balboa quería rebelarse contra él. Vino, en tanto, de la corte el nombramiento de Adelantado en favor de Balboa, y la orden de que prosiguiera sus descubrimientos en las costas del Sur. Tan justo premio á los méritos de Balboa irritó en grado extremo los celos y suspicacias del Gobernador Pedrarias. Guardóse bien de comunicárselo al interesado, marchando, en cambio, hacia Acla con sus intrigantes [512] cortesanos para aprisionar al hidalgo. Por mediación del Obispo Quevedo pudo librarse éste de los insanos furores de Pedrarias. Prometió contraer matrimonio con una de sus hijas, que á la sazón se encontraba en España, permitiendo por su parte el de Avila, que Balboa, como Adelantado Real, continuara sus descubrimientos en el Mar del Sur. Reanudó Vasco Núñez, después de este incidente con Pedrarias, sus interrumpidos trabajos. Como le pareciera difícil encontrar al otro lado del Istmo madera suficiente y apropiada para construir embarcaciones, decidió Balboa transportar á través de las montañas la cantidad necesaria para armar dos pequeñas naves, y hacerse con ellas á la mar. Realizó con ímprobos trabajos su arriesgada empresa, estableciendo su astillero en el Río de las Balsas. Desde allí, y con sus dos rudimentarias embarcaciones, hizo una infructuosa expedición á la Isla de las Perlas. Faltándole, sin embargo, alquitrán y cordajes para seguir sus exploraciones, y habiendo llegado, además, á sus oídos que venía al Darien otro Gobernador (Lope de Sosa) para sustituir á Pedrarias, quiso cerciorarse de la verdad de tales diceres, y envió al Acla á su lugarteniente Garabito con un pequeño destacamento. Si el Gobernador nuevo había llegado, debían volver á informar á Balboa para emprender todos inmediatamente su expedición al Sur, sin contar con su beneplácito. Si Pedrarias continuaba en el mando debían los emisarios de Balboa entrar á Acla, y limitarse á pedir cordajes y alquitrán.

Fuese por una razón ó por otra, el infame Garabito traicionó á Balboa. Avistóse con Pedrarias, comunicándole que Vasco Núñez no pensaba casarse con su hija porque seguía enamorado de la hija del cacique Careta y había decidido embarcarse con ella y constituir un gobierno independiente en las costas del Mar del Sur. Estos y otros astutos chismes de serviles soldados, que el envidioso Gobernador acogía con avidez de perseguido, entenebrecieron hasta tal punto su débil espíritu que, entregándose por completo en manos de sus menguados consejeros, decidió llamar á Balboa con un pretexto, y procesarle, cuando llegara con sus compañeros, por delito [513] de alta traición. Vino Balboa del Acla sin sospechar lo que le esperaba. Francisco Pizarro le redujo á prisión apenas llegó. Instruyó un proceso Gaspar de Espinosa, condenó á los rebeldes, y aunque solicitó para ellos clemencia, Pedrarias fué implacable, é hizo decapitar á Vasco Núñez y sus fieles amigos Valderrábano, Botello y Arguello (1517) en la plaza pública del Acla.

Fig. 426.—Globo terráqueo de Schoner.

Así terminó la rápida y brillante carrera del desgraciado Vasco Núñez de Balboa, una de las personalidades más simpáticas y atrayentes de aquellos luctuosos tiempos. Incansable en el trabajo y los peligros, afable con sus subordinados, prudente, caballeresco, hábil y valerosísimo, supo ganarse amigos entre los indígenas como nadie lo había hecho antes que él. Si hubiera vivido se hubiera anticipado á Pizarro y Almagro en la conquista del Perú. Si las noticias del descubrimiento del Mar del Sur hubieran llegado á tiempo á la corte española, la ciega enemistad de un mandatario violento, y las pérfidas intrigas de unos cuantos fracasados é ineptos, no hubieran privado al mundo de capitán tan gallardo, y tal vez hubiera cambiado por completo la historia de la Conquista española en la sección del Pacífico de la América del Sur.

En el año 1519 trasladó Pedrarias el gobierno del Darien á Panamá, que se hizo villa en 1521. La Antigua fué abandonada. En 1519, Gaspar de Espinosa recorrió al Noroeste y al [514] Oeste las costas del Mar del Sur hasta el Golfo de Culebras, y en el 1522 Pascual de Andagoya penetró con sus soldados unas veinte leguas al interior del país de Biru, obteniendo de los costeños nuevos datos sobre la grandeza del imperio de los Incas.

Un desgraciado accidente le obligó, sin embargo, á volver enfermo á Panamá.

Más tarde, Juan de Basurto siguió el rumbo de Andagoya; pero deseoso de obtener mayores recursos, marchó primero á La Española, muriendo en «Nombre de Dios».

Así, llegó el año 1524 sin haber adelantado en el Mar del Sur más de lo que su inmortal descubridor Vasco Núñez de Balboa adelantó.

Con razón afirmaba el cronista Pedro Mártyr, que nunca bajo el mando de Pedrarias, "se hizo cosa alguna digna de alabanza sino matar y ser muertos, asesinar y ser asesinados..."[584].

Juan Díaz de Solís y el descubrimiento del Río de la Plata.

10.—Dijimos anteriormente que la noticia del descubrimiento de Cabral fué gran motivo de alarma para la corte española. Deseoso Fernando el Católico de eclipsar á los portugueses, encontrando el estrecho que había de conducir á las islas de Las Especias, después de nombrar á Balboa adelantado del [515] Mar del Sur, con orden de explorar sus costas, eligió al veterano navegante Juan Díaz de Solís, el más hábil, dice Herrera, de los marinos españoles de su época, para que explorara el Océano más allá de Castilla del Oro en una distancia de 1.700 leguas ó más, si le fuera posible, pero teniendo cuidado de no tocar en los territorios que, por el tratado de Tordesillas, pertenecían á la corona portuguesa. Fletó Solís tres pequeñas carabelas (una de 70 toneladas y dos de 30) con setenta hombres de tripulación, embarcó provisiones para dos años y medio, y se hizo á la vela desde Sanlúcar el día 8 de Octubre de 1515. Hizo rumbo al Brasil, llegó á las inmediaciones del actual Río Janeiro, y desde este punto, pasando cerca de las islas de Santa Catalina y de Lobos, entró en el puerto de Candelaria (hoy Maldonado), del que tomó posesión á nombre de su rey (Febrero 2, 1516). Dióse inmediatamente cuenta de que se hallaba en la desembocadura de un inmenso río que llamó de Santa María ó "Mar Dulce". Penetró en él, y con una carabela llegó hasta la isla de San Gabriel primero, y de Martín García después. Desembarcó allí (inmediaciones de Martín Chico) con ocho de sus compañeros y, al alejarse de la orilla, fué furiosamente asaltado por los salvajes (Guaranies), que asesinaron á todos los castellanos, con excepción de uno (Francisco del Puerto), y devoraron sus destrozados cuerpos con canibalística y repugnante avidez. La muerte de su jefe decidió á los marinos á volver á España. Francisco de Torres y el piloto[516] Diego García tomaron el mando de las carabelas. Al emprender el viaje de retorno naufragó cerca de Santa Catalina una de las embarcaciones, viéndose obligados sus tripulantes á permanecer en aquellas playas. Las otras dos carabelas (que se habían adelantado), después de recalar en la costa del Brasil (cabo de San Agustín) y cargar unos cientos de quintales del palo de este nombre, hicieron rumbo á España llegando á Sevilla en los primeros días de Septiembre (1516)[585].

Fig. 427.—Las islas de Los Ladrones.

Hernando de Magallanes.

11.—El virey portugués Alfonso de Alburquerque, célebre conquistador de Malaca (Aureo Quersoneso), despachó una flota en Diciembre del 1511 á las islas de Las Especias que, á principios del 1512, visitó Amboina y Banda, volviendo á Malaca con un rico cargamento de clavo[586]. El hecho de estar tales islas 50° de longitud al Este de Calicut, hizo revivir el antiguo proyecto Colombino de llegar á ellas navegando hacia el Occidente. Fernando de Magallanes resolvió realizarlo. Había nacido este célebre marino en Portugal hacia el año 1480. Fué paje del rey Don Manuel (1495), vió volver triunfante á Cabral y Vasco de Gama, se alistó en la expedición de Almeida (1505), permaneciendo siete años en las Indias Orientales, y tomando parte en la Conquista de Malaca. Al volver á Portugal, y después de pelear en Marruecos, fijo en su idea de llegar á las islas de Las Especias, navegando hacia Occidente, propuso su proyecto al rey Don Manuel, que lo rechazó de plano, negando también á Magallanes algunas otras mercedes que por sus campañas de Azamor (Africa) solicitaba.

Herido Magallanes en su orgullo con las negativas del rey de Portugal, se desnaturalizó con actos públicos y pasó á Castilla[517] á ofrecer sus servicios al Emperador Carlos V, prometiéndole llegar navegando hacia el Occidente, hasta Malaca y Maluco (las Molucas) islas donde crecían las especias y que creían no se hallaban dentro de lo perteneciente á Portugal, según la línea de demarcación trazada por Alejandro VI.

Fig. 428.—Hernando de Magallanes.

[518] Aceptó el Emperador la propuesta de Magallanes, capituló solemnemente con él y su compañero el astrónomo Ruiz Falero, y después de algunas dificultades materiales y, á pesar de los esfuerzos del embajador portugués para impedir la salida de la expedición, consiguió hacerse á la vela desde Sanlúcar de Barrameda el día 20 de Septiembre del 1519[587].

Fig. 429.—Autógrafo de Magallanes.

Su viaje y su muerte.

12.—Componíase la flota de Magallanes de cinco pequeñas naves (Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago) de las que la mayor (San Antonio) apenas cargaba 150 toneladas. Las tripulaciones (270 hombres) eran singularmente cosmopolitas. Había marineros de todas las comarcas del mundo. Iban entre ellos algunos jóvenes ansiosos de aventuras, uno de los cuales (Pigafetta) nos legó en su diario la mejor relación de este viaje.

Rumbeó la escuadrilla el SE., tocando en las Canarias y siguiendo después al S. y cuarta al SO., lo que motivó un altercado entre Magallanes y uno de sus subalternos, Juan Cartagena, perdiendo la paciencia el primero, que mandó poner en un cepo al rebelde, nombrando capitán de la nao San Antonio á Antonio de Coca primero, y á Alonso de Mezquita más tarde.

El 8 de Diciembre llegaron á la costa del Brasil; el 13 fondearon en Río de Janeiro, de donde zarparon el 27, siguiendo á lo largo de la costa con rumbo al Sur.

Avistaron el cabo de Santa María, y reconocieron y navegaron el Río de la Plata hasta convencerse que allí no existía paso alguno.

El 21 de Marzo entró la armada en el puerto de San Julián, [519] y Magallanes demostró su propósito de invernar allí; pero su gente, desesperanzada de encontrar el paso, se resistió, acordando pedirle que volviera á España.

Manifestó Magallanes que no retrocedería, lo que dió lugar á la sublevación de las tripulaciones de los buques San Antonio, Concepción y Victoria, mandadas por Quesada, Mendoza y el ya mencionado Cartagena.

Notificaron los sublevados á Magallanes su resolución de abandonar el viaje, contestándoles éste que para hablar del asunto fueran á su buque, donde les esperaba.

Como era natural, se negaron á obedecer. Magallanes decidió jugar el todo por el todo. Detuvo la lancha de la San Antonio, que fué á llevarle las proposiciones de los sublevados, y envió al alguacil Espinosa á La Victoria con una carta para Mendoza, su capitán. Apenas Mendoza cogió la carta, echóse Espinosa sobre él, dándole una mortal puñalada en el cuello. Muerto Mendoza, Magallanes envió quince de sus fieles que, sin gran resistencia, izaron su bandera en La Victoria. Atemorizados los capitanes de La Concepción y la San Antonio, trataron de hacerse á la mar. Garreó, sin embargo, la San Antonio yendo á dar sobre la nave de Magallanes, que la recibió con fuego nutrido, tomándola luego al abordaje. Dominada así la insurrección, mandó Magallanes descuartizar á Mendoza, degollar á Quesada y abandonar á Cartagena, y al clérigo Sanchez Reina, en aquella tierra desierta. Previos cuatro meses de invernada, continuó viaje la escuadra el día 20 de Agosto (1520). Descubrieron el río Santa Cruz, afirmándose Magallanes en su propósito de seguir costeando aquellas regiones hasta encontrar el estrecho. El 21 de Octubre dobló el llamado Cabo de las Vírgenes.

Antes de seguir más hacia el Sur convocó á sus capitanes á junta para averiguar el estado de los víveres.

Aunque resultó que apenas podían durar tres meses, los capitanes opinaron que era bien pasar adelante y acabar la demanda que se llevaba.

Fig. 430.—Ruta de Magallanes á través del Océano Pacífico (Mapa Winsor. U. & C. H. of A., vol. II).

Sólo el portugués Gómez se opuso, alegando escasez de [521] provisiones, á lo que Magallanes replicó: Aunque tuviese que comer los cueros de las vacas con que van forradas las entenas, he de pasar adelante, y descubriré lo que he prometido al emperador.

Con esto entraron al estrecho que lleva el nombre de su descubridor, surcándolo con mucho trabajo en veinte días, sin ver habitante alguno, avistando sólo de noche hogueras en la costa del Sur, que llamaron Tierra del Fuego.

Durante la travesía, el portugués Gómez, que mandaba la San Antonio, desertó con ella vergonzosamente.

El 27 de Noviembre, y después de doblar el cabo de Todos los Santos, desembocó, por fin, Magallanes en el nuevo Océano, que llamó Pacífico, dejando descubierto el estrecho tenebroso que ciñó á sus sienes la corona de la inmortalidad[588].

Dura fué la travesía de aquel océano jamás surcado, y cuya anchura no podía Magallanes sospechar, porque nadie en su tiempo suponía existente en el globo tan inmensa masa de agua. Navegaron los intrépidos descubridores semanas tras semanas; las provisiones faltaron; llegaron á comerse hasta el forro de cuero de la parte baja del palo mayor, y cuantas ratas había á bordo.

Más de veinte hombres murieron de escorbuto, y otros estaban próximos á perecer, cuando el 6 de Marzo de 1521 avistó Magallanes unas islas que formaban parte de un archipiélago que denominó de los Ladrones (Marianas), en donde se detuvo tres días para buscar víveres.

El 16 de Marzo descubrió otra isla y en seguida muchas más á las cuales dió el nombre de San Lázaro (Filipinas). En ellas trabó relaciones de amistad con varios caciques, cambió presentes y recogió noticias para hacer más tarde su conquista.

Fig. 431.—Tierras del Estrecho de Magallanes (Isolario de Alonso de Santa Cruz).

[522] El señor más poderoso con quien trataron los castellanos, era el rey de la extensa isla de Zebú, que se declaró vasallo del rey de España. No les cabía duda de que habían llegado al principio del Asia, puesto que el esclavo malayo Enrique, que iba con Magallanes, pudo hacerse entender con los indígenas. Llegaron al islote de Mactan. Al amanecer del 27 de Abril de 1521, desembarcó en él Magallanes con un puñado de valientes. Fueron furiosamente atacados por los indígenas, y hubieron de retirarse con grandes pérdidas, siendo la mayor la del mismo Magallanes, que peleando esforzadamente quedó muerto de muchas heridas[589].

[523]

Sebastián del Cano.

13.—El resto del viaje se hizo, en su mayor parte, por regiones ya recorridas por los portugueses. Pocos días después del desgraciado fin de Magallanes, sus sucesores en el mando, Barbosa y João Serrão, fueron también asesinados por los indígenas. Sólo quedaban 150 hombres, y decidieron abandonar La Concepción, que estaba ya averiadísima, y seguir el viaje con la Victoria y la Trinidad. Después de salir de Las Filipinas, tocaron en la costa Oeste de Borneo y bajaron hacia Las Molucas. Cargaron especias en abundancia y se prepararon para volver á España; la Victoria por el Océano Indico y la costa de Africa y la Trinidad por Panamá, cruzando el Pacífico. Tuvo esta última que abandonar su temeraria empresa. De sus 54 tripulantes sólo sobrevivían 19 cuando se abandonó el viaje, y sólo cuatro de entre éstos pudieron, después de años de cautiverio, volver á España.

La navegación de la Victoria fué también peligrosa, no sólo por las tempestades de las costas Occidentales de Africa, sino por la falta de víveres. Viéronse obligados á arribar á Cabo Verde. Sabedores los colonos portugueses de esta isla que la Victoria volvía de la India con especias, retuvieron como cautivos á los tripulantes de una lancha que había ido á tierra á buscar socorros. La Victoria tuvo que hacerse á la mar apresuradamente con sólo 22 hombres. Por fin, después de una ausencia de tres años menos trece días, llegaron á Sevilla el día 7 de Septiembre del 1522. Los cautivos de Cabo Verde fueron pronto devueltos á España por los portugueses, y el emperador Carlos V recibió en su corte, solemnemente, á los 31 heroicos marinos que habían sido los primeros en dar la vuelta al mundo. Al piloto Sebastián del Cano, que los capitaneaba, se le entregaron como premio quinientos ducados; y autorizándosele á usar un escudo de armas coronado con un mundo con la siguiente leyenda: "Primus circundediste me"[590].

Fig. 432.—El estrecho de Magallanes, según Van Speilbergen (East & West Indian Mirtor, Ed. Hakluyt).

[524]

Conclusiones generales.

14.—Colón y Magallanes son las dos grandes figuras de esta época heróica de la Historia Americana; y, aunque sólo separadas por un cuarto de siglo, pertenecen, en realidad, á distintas edades. No hay en Magallanes nada del medioeval y profético misticismo Colombino. Es un hombre de acción, fuerte, enérgico, sufrido y eminentemente práctico. El viaje Colombino, rompiendo las barreras seculares del Océano, fué un acto de fé sublime. El viaje de Magallanes, sin embargo, era bastante más arduo. Más de la mitad de los navegantes ingleses y holandeses, que lo intentaron á fines del siglo xvi, tuvieron que desistir de sus empresas. El primer[525] viaje Colombino duró treinta y cinco días. La expedición de Magallanes puede decirse que empezó después de la durísima invernada de San Julián. Por estas y parecidas razones, el juicio póstumo de la historia consagra á Magallanes como navegante incomparable, y considera su viaje como el mayor esfuerzo humano que han presenciado los siglos.


[526]

CUESTIONARIO

1.—¿Qué territorios concedió la Corona española á Ojeda y Nicuesa y qué nombres se les dió?

2.—¿Qué descubrió Ojeda en su último viaje, y dónde murió?

3.—¿Qué resultados tuvo la expedición de Nicuesa y cuál fué su fin?

4.—¿Quién fué Enciso y qué viaje emprendió?

5.—¿Quién era Vasco Núñez de Balboa?

6.—¿Qué alianzas hizo Balboa con los indígenas?

7.—¿Le fueron útiles para sus empresas descubridoras?

8.—¿Quién descubrió el llamado «Mar del Sur»?

9.—¿Qué ruta siguió su descubridor?

10.—¿Quién era Pedro Arias de Avila, y qué personajes históricos le acompañaron al Darien?

11.—¿Qué resultado tuvieron las exploraciones de Espinosa, Morales, Ayoras y Badajoz en el Istmo?

12.—¿Cómo trataron á los indígenas?

13.—¿Cuál fué el motivo de la enemistad de Pedrarias y Balboa?

14.—¿Quiénes fueron los verdaderos culpables de tal enemistad?

15.—¿Qué expedición emprendió Balboa á través del Istmo y con qué objeto?

16.—¿Dónde y cómo murió Vasco Núñez de Balboa?

17.—¿Cuál es el juicio de los historiadores sobre la persona y gobierno de Pedro Arias de Avila?

[527] 18.—¿Quién descubrió el Río de la Plata?

19.—¿Dónde y cómo murió su descubridor?

20.—¿Quién fué Hernando de Magallanes?

21.-¿En qué expediciones estuvo antes de pasar á España?

22.—¿Qué capituló con el emperador Carlos V?

23.—¿Qué ruta siguió en su viaje de circunnavegación, y cuáles fueron los más notables sucesos de este viaje?

24.—¿Dónde y cómo murió Magallanes, y cómo terminó el viaje de circunnavegación Sebastián del Cano?

25.—¿Qué importancia tiene el viaje de Magallanes en la historia de la civilización?


[528]

REFERENCIAS

Generales.Giovani Battista Ramusio. Navigationi et Viaggi (Venecia, 1565). Raynal, Histoire Filosofique & Critique des etablisements & du Comerce des Europeus dans les deux Indies (Ed. 1781) y las mencionadas en los capítulos anteriores.

Balboa y Pedrarias.Markham, Traducción de la Relación de Pascual de Andagoya (Hakluyt Loc., vol. XXXIV, 1865). Cartas de Vasco Núñez de Balboa (Doc. Inéditos, y Navarrete, Coll. vol. III). Dictamen de «Gil Rodríguez de Arellano», etc. (vol. XXXVII, Doc. Inéd.), etc., etc.

Descubrimiento del Río de la Plata.J. Toribio Medina, Juan Díaz de Solís. Samuel, A. Lafone Quevedo, Juan Díaz de Solís. P. Vicente Gambón, S. J. Lecc. Hist. Argentina, Clemente Fregueiro, Hist. Argentina, etc., etc.

Vida y viaje de Magallanes.—Diario de Pigafetta (en Ramusio, Viaggi, fol. 389, 409; y en Stanley, First Voyage Round the World, 1874). Epístola de Maximiliano Transilvano, etc. (Ramusio, fol. 383, 389). Relación del Portugués, compañero de Eduardo Barbosa (Ramusio, fol. 410). Diario de Francisco de Alvo, contramaestre de la Almiranta y piloto de la nao Victoria (Ms. Archivo de Indias). Relación del último viaje al estrecho de Magallanes de la fragata Santa María de la Cabeza, en los años 1785-1786 (Madrid, 1788). Hale (Rev. Ed. E.) en Winsor N. & C. H. of A., vol. II, cap. IX, pág. 591, [529] etc. Hakluyt, Princ. Navigations (Glasgow, 1903, 1905). Vida é Viagens de Fernao de Magalhaes, con apéndice original. Diego Barros Arana (Real Academia de Lisboa). J. H. H. Guillemard, Life of Ferdinand Magellan and the first Circunnavigation of the globe (1891). Blair y J. A. Robertson, The Philippine Islands, vol. I (1903), etc., etc.

Bibliografía.Bourne, op. cit., pág. 33, etc. Winsor, N. & C. H. of A., II, 343, 613, etc. (Notas Críticas, cap. V y IX), las notas de Guillemard de la Rel. Viaje fragata Santa María de la Cabeza, y las mencionadas en los capítulos anteriores.

FIN DEL TOMO I

FOOTNOTES:

[1] Vse. Emerson, Essays. History. Frowde, Short Studies on great subjects. On History. Max Nordau, Interpretation of History (Londres, 1910), pág. 6 y sig. Letelier, La evolución de la Historia (Santiago de Chile, 1900), Vol. I, pág. 12 y sig. Altamira, La Enseñanza de la Historia, pág. 113 y sigtes. Julián Ribera, Lo científico en la Historia, pág. 2, etc. Sheldon Barnes, Studies in Historical Method. Bushnell Hart. Imag. in History (Am. Hist. Review, Vol. XV, 402). F. I. Teggart, The Circunstance and the substance of History (Am. Hist. Review, vol. XV, n.º 4), etc., etc.

[2] En la guía para el estudio de la Historia Americana de los Profesores de la Universidad de Harward (E. U.). Ed. Channing y A. Busnell Hart (Guide to the Study of American History, 1903, N. Y.), libro por más de un concepto recomendable y utilísimo, los eruditos compiladores, arrastrados por su mal entendido patrioterismo, descartan el Continente Sud Americano de la Historia General de América "porque los Latino-Americanos no han contribuído con nada de importancia, á la masa de la experiencia política y social del mundo... y porque los Españoles Americanos han adelantado muy poco en estos últimos siglos, etc." (Latín Americans have made no significant contribution to the world's stock of social & political experience, etc., página 4). La afirmación de Channing y Hart es tan peregrina y presuntuosa (boastfull, como ellos mismos dicen), que basta enunciarla para evidenciar su ridiculez.

[3] La vida independiente de las distintas nacionalidades Americanas, no debe, á mi juicio, estudiarse en la Historia General de América, sino en la Historia Particular ó Nacional de cada uno de los referidos países.

[4] En la imposibilidad de mencionar, aunque sea someramente, todas estas publicaciones, relacionadas por otra parte (las principales) en las "Referencias" y "Notas" de este primer tomo del Compendio, refiero á los estudiosos al resumen de Winsor. N. & C. H. of. A., Vol I, Apéndice VI, pág. 437, que enumera las publicaciones Arqueológicas Americanas más importantes.

[5] Véase Winsor. H. &, C. H. of. América, Vol. VIII, Ap. 1.º, pág. 412, y Comp. Guide to Am. Hist. (Chaming & Hart), pág. 39 y sig. Sobre los Archivos Españoles, véase la acertada descripción de William R. Shepperd (The Spanish Archives, etc., pág. 2 y sig., con sus notas y referencias). En general Comp. Langlois. Manuel de Bibliographie Historique, pág. 77 y siguientes.

[6] Como modelos de Colecciones Populares de Fuentes, que tan útiles serían para los Alumnos Argentinos, si se hiciesen, citaremos entre otros los Leaflets de Chaming & Hart (American History Leaflets, etc., New York), publicados bimensualmente; los Documentos Ilustrativos de Preston (Howard. W. Preston. Documents Illustrative of American History, New York), el "Quellenbuch", de Albert Pichter (Leipzig 1885), las series de B. Teller (L'histoire de France racontée par les Contemporaines. París 1880 á 1910), etc., etc. La mejor de las Bibliografías generales de Fuentes que conozco es, á mi juicio, la de Bernheim (Lehrbuch der Historischen Methode. Leipzig, 1894), pp. 188-202 y 436 y sig. Sobre el moderno Seminarium Alemán, etc., véase Langlois, op. cit. Lib. II, pág. 340 y sig. Altamira, Enseñanza de la Hist., pág. 21 y sig., etc., etc.

[7] Los catálogos de la Biblioteca Pública de Brooklyn, y el "Catálogo de Historia, Biografías y Viajes", que publica la Biblioteca de Boston, son muy valiosos. Sobre la Bibliografía Norte Americana, véase Channing & Hart. Guide, pág. 35 y sig. Winsor, N. &. C. H. of A. Vol I. Int. y VIII. pág. 469, etc. Larned, Lit. Am. Hist. pág. 4 y sig. Adams. C. K. A Manual of Historical Literature (N. Y.), etc., etc. Sobre Bibliografía en General y Bibliografía Histórica Vse. Altamira. Ens. de la Hist. pág. 175 y sig. Ch. V. Langlois, Manual de Bibliog. Hist. Cap. I. III., pág. 2 y 125, etc., etc. La obra bibliográfica, á mi juicio, más notable publicada en Sud América, además de las de Icalbazceta, es la "Biblioteca Hispano-Americana" del Dr. J. M. Beristain de Souza (Méjico 1816-1821), 3 Volúmenes. Se refiere sólo á los escritores, nacidos, educados, ó que vivían en América del Sur, y es, por tanto, de grandísimo interés. Harrisse, en su "Biblioteca Americana Vetustissima", enumera algunas Bibliografías de Hist. Americana. Los Catálogos del insigne Peruano León y Pinelo (Madrid 1629), aumentados por Barcia (1737-1738), son también utilísimos.

[8] V. Channing & Hart. Guide. pág 49 y sig y 227 y sig.—N S. Shaler en Winsor. N. & C. H. of. A. vol. IV-pág. I á XXX, en especial pág. XX-XXX. Elisée Reclus. Geog. Universel (Nord. & Sud-América).—Livingston Farrand. Basis of American History pág. 3 y sig. Cap. I á IV, y referencias, pág. 272 y sig.—Sheldon Barnes, op. cit. pág. 35 y sig. Dodd Mead's Cyclopedia I. pág. 436 y sig. y sus Bibliografías, etc., etc.

[9] Vse. Langlois y Seignobos, Int. aux. Etudes Historiques, Lib. II y III, pág. 43 á 275. Balmes, El Criterio, cap. XI y sig. Dumont, Tratado de las Pruebas Judiciales, según los Ms. de Jeremías Benthan (Trad. Gómez de Castro), vol I y II. David I. Hill, The Ethical Function of History (Am. Hist. Review, Oct. 1908). Para la Bibliografía de la Metodología Histórica, Vse. Channing & Hart, Guide, pág. 31 y sig. Dodd, Mead. Cyclopedia, vol. IX, pág. 454. Langlois, Manual de Bibliog. Hist., pág. 176, 586, etc. Repertorie Methodique pour la Synthese historique, etc. (Publicado por la Rev. de Synthese Hist., París, 1903), etc.

[10] Génesis, Cap. I. 28-II-7.

[11] Lo Prehistórico en el sentido estrictamente etimológico de la palabra, es del dominio de la Geología. No puedo aceptar las hipótesis evolucionistas de Haeckel y sus discípulos, (Keane. Etnology-Cap. II-III y sus notas Id. Man Past & Present. Cap. I-Deniker. Races of Man. Cap. I, etc.), sobre los supuestos antecesores pliocenos, etc., etc. Véase Southall—Recent origin of Man. pág. 30 y siguientes. Nadaillac "Les premiers hommes"-T-I-Cap. I, Quatrefages "L'Espece Humaine", Libro II-Capítulo X-pág. 65, etc., etc.

[12] "Man may be assumed to be prehistoric wherever his croniclings of himself are undersigned.... The term has.... no chronological significance but in its relative application corresponds to other archælogical, in contradistintion to geological periods, etc., etc." D. Wilson—Prehistoric Man. pág. 223 etc. (London 1846).—Wilson fué el primero que adoptó el término de prehistórico en el sentido expresado en el texto. Véase Winsor. Narr. & Critic. Hist. of America—I. pág. 376 y sigtes.

[13] Considero aquí la Etnología y la Arqueología como ciencias auxiliares de la historia, y no como desmembraciones de la Antropología. (Véase Keane—Etnology, pág, 5 y sigtes). No puedo tampoco aceptar la extensión que los arqueólogos americanos del Norte (Vse. New International Encyclopedia 1905-906 "Archeology American" que sigue á Thomas. Int. to the Study of North American Arch. Cap. I-II-III) dan á los objetos de la Arqueología Americana, ni la que Keane (Etnology-Cap. I) y los etnólogos de su escuela dan á los objetos de la Etnología. Cada una de estas ciencias tiene su campo de investigación limitado, y no podemos extenderlo sin caer en confusiones lamentables. (Vse. Wundt-Philosophische Studien-Vol. V, pág. 110 y sig.). Navilie-Nouvelle Clas, des Sciences (París 1901). Deniker-Races of Man. páginas 8 á 11. Topinard-Element d'Antropologie, pág. 216 (París 1885, Em. Schemidt-Centralblat für Antropologie, etc., vol. II, pág. 97 (Breslau, 1897), etc...)

[14] Véase Dana. Manual of Geology (4 Ed. New York. 1895 pág. 57 y sig.)—Prestvich. Geology Chemical, Physical & Stratigraphical (Oxford—1888). Zittell-Eastman Text Book of Paleontology (London 1900)—y en especial las memorias, boletines, etcétera, del United States Geological Survey oficina del Ministerio del Interior de los Estados Unidos de América, encargada de las investigaciones referentes á la estructura geológica y recursos minerales (Geología Económica) del país, preparación de su mapa topográfico, etc., etc. (Véase también Walcott. U. S. Geolcal. Survey. Washington 1895), y los trabajos de Burckart. Prófils Geologiques etc., y "Coupe Geologique", etc., en los An. del Museo de la Plata (La Plata 1900.—Partes I á III.ª).

[15] La tabla de sucesión geológica en general aceptada por los científicos, distingue las edades y períodos siguientes:

I. Primaria ó Paleozóica.
II. Secundaria ó Mezozóica.
III. Terciaria ó Cenozoica. {
Período Eoceno (principio de vida).
   "        Mioceno (media vida).
   "        Plioceno (plenitud de vida).
IV. Cuaternaria. {
   "        Pleistoceno.
   "        Post Pleistoceno.
   "        Contemporáneo.

Véase Keane—Etnology, pág. 51 y sig. New Int. Cyclopedia. Vol VIII. "Geology".

[16] El sabio Agassiz ha constatado huellas de los fenómenos glaciales en los valles del Amazonas y en el Río de la Plata, y opina se extendieron á todo el continente (Voyage au Bresil.—París 1869-pág. 428). Comp. Ameghino. Ant. Hombre en el Plata-T. II.º Cap. 10, 11, 14.—El límite de la moraina en los Estados Unidos puede indicarse por una línea que, partiendo de Nueva York, cruce el lado Eirie y continue hacia el Oeste y Sur del Misouri, para confundirse luego con la frontera Canadiense. Marca esta moraina terminal el límite de la invasión glacial en el segundo período—Véase I. Geikie—The Great Ice Age, etc., p. 416.—Dodge's. Advanced Geography—pág. 63 y 95. Haynes. Prehist. Arch. of. N. A. en Windsor. Narr. & Crit. Hist. of. Am. p. 332-333. Notas 1 y 2.

[17] Canchales, morainas, cantos perchados, bloques erráticos, y en especial el espeso estrato aluvial de limo y arena fina que los geólogos llaman «loess» y caracteriza la primera invasión glacial.—Véase Haynes. op. cit. Geikie, íd. Bonney-Ice work, Past & Present pág. 27 y sig. (New-York.—1890). New. Intn. Cyclopedia. "Geology"-"Glacial period"-"Glaciers"-Vol. VIII-pág. 242-402-403.

[18] La célebre é ingeniosa hipótesis de Croll, basada en las variaciones seculares de la excentricidad de la órbita terrestre (James Croll. Climate & Times, etc. Edinburgh 1885), no está comprobada científicamente, (véase Wright's-Ice Age in North América. pp. 405-505 y 585-95-Edición 1889).

[19] Fiske (Excursions of an Evolutionist pág. 57-66 y Discovery of America. pág. 7 y sigs.) T. 1.º y Keane, (Etnology p. 56, Cap. IV) al aceptar sin beneficio de inventario la hipótesis de Croll, hacen durar 300 ó 400.000 años las épocas glaciales que, según sin probar afirman, empezaron en el período plioceno de la edad terciaria. Pecan tales afirmaciones de gratuitas. La ciencia moderna tiende á colocar las invasiones glaciales (Véase Haynes en Windsor N. & C. H. of América, pág. 332 y siguientes) en los últimos períodos de la edad cuaternaria, (Hand-Book of Am. Indians. Part. I. Bull. 30 Bur. of Am. Etnology-pp. 60 y 96. Washington 1907) y á sustituir el elemento cataclísmico de "fuerza" (Howarth-Mammoth & the Flood), al elemento "tiempo" y á la uniformidad gradual preconizada por Lyell. (Geological Evidences of the Antiquity of Man. 4 Ed. London 1873.) Véase Winsor op. cit. Tomo I. págs. 332-33-82-86-87.

[20] En el hemisferio Sur, los glaciales Patagónicos se extendieron hasta las costas Argentinas y la Nueva Zelandia quedó cubierta de hielo. No se ha comprobado, sin embargo, con absoluta certeza el sincronismo del período glacial del hemisferio Sur, con el del hemisferio Norte. Véase New Intn. Cyclopedia Vol. VIII-pág. 402—Darwin Geol. Obs. in S. América pág. 21 y sig.—Ameghino op. cit. Tomo I.º, etc., etc.

[21] El conocimiento de la naturaleza de esta progresión, hace posible por el estudio de los fósiles de un estrato dado, averiguar la fase evolutiva de la vida (posición filogénica) en que existieron y asignar edad al estrato en que se encuentren. La palabra edad no indica aquí número de años, sino período evolutivo de vida. Véase Zittel-Eastman, Text Book of Paleontology (London 1900) pág. 28-71. Nicholson & Lydekker Manual of Paleontology pág 9-23 (London 1889), comp. Dana Man. of. Geolg. pág. 14 y sigts. 4.ª edición (N-S-1895).

[22] Las pretendidas evidencias del hombre terciario en América aducidas por algunos investigadores, no pueden en manera alguna aceptarse como científicas. Ni el célebre cráneo fósil de "Calaveras County" mantenido como terciario por Whitney, Fiske, etc., ni los hallazgos de Lyell, ni el "hombre Natchez" desenterrado por Dowler, en el delta del Missisipí, ni el llamado Lansig man tienen la antigüedad que algunos arqueólogos ansiosos de notoriedad han querido atribuirles. La existencia del hombre terciario en América debe rechazarse por improbada y acaso por improbable. Véase Bancroft Native Races T. IV. pág. 44 y sig. Haynes en Winsor's Nve. & Crit. Hry. of América. Tomo I. p. 375 y siguientes, etc., y Conse. en especial Handbook of Am. Indians Part. I. (Bull. 30 Bureau of Am. Etgy.) Páginas 59-74-188-759, etc.

[23] Véase Winsor Nan & Crit. Hist. of América. Vol. I. p. 332. Nadaillac. Les Premiers Hommes. I. p. 54 y sig. y L'Amerique Prehistque. p. 15 y sig. Keane. Etnology Cap. IV. p. 52 y sig., y en especial Foster Prehist. Rces. of the U. S. p. 21, y cuadro pág. 80. Comp. Lydekker (Geogcal. Hist. of Mammals) que llama á Sud América, la "región neogeica" considerándola como area de dispersión y evolución en los períodos Miocenos de muchas formas animales primitivas ó generalizadas en el sentido biológico.

[24] La causa de la extinción de estos animales gigantescos, no se ha podido explicar aún, dice Lydekker (op. cit. pág. 221) satisfactoriamente.—Howorth (Mammoth & the Flood. p. 307-444) conforme con la tradición bíblica, (Vigouroux. Les Libres Saints etc. 2 Ed. Tomo III. cap. IV y VII) da por causa de tal desaparición, el Diluvio del Génesis (Gén. cap. VI y VII). Keane (Compendium of Geog. Central & S. América Vol. I. pág. 29), se inclina á la caprichosa solución de Church y atribuye la rápida extinción de dichas faunas al avance del "mar pampeano" y al descenso de los montes del Brasil, hipótesis que á más de no estar comprobada científicamente, en el mejor de los casos no explicaría la desaparición de las faunas de Norte América. (Véase Foster op. cit. p. 21 y sig.)

[25] Véase Guide to the Antiquities of Stone Age British Museum y comp. con Gde. to Fossil Mammals & Birds, y Reptiles & Fishes (British Mus.) con los valiosos trabajos de Moreno, Lydekker, etc. Paleontología Argentina (Anales Museo de la Plata ptes. I-V) y con Ameghino (Ant. Hombre en el Plata. Tomos I y II) y Burmeister (Phisikalische Beschseivuns der Argentinischen Rep. pág. 23 y siguientes).

[26] Génesis.—Cap. I-Vol. 27-II-7.—Comp. Vigouroux. loc. cit. Peña y Fernández. Arqgía. Prehistca., pág. 125 y sig.—Winsor. Narr. & Crit. Hist. of América. Vol. I. pág. 382 y sigtes., etc.—El historiador Fiske (Discovery of America-Vol. I. pág. 2 y sigtes.) se declara á priori partidario del hombre Mioceno-Terciario (pág. 7), afirmando con sobrada ligereza que el hombre glacial es "conocidísimo por los arqueólogos" y que los Esquimales son descendientes de "el hombre de las cavernas" (pág. 15) hipótesis caprichosa y absolutamente rechazada por investigadores prudentes. (Véase Thomas. Int. to the Study of Am. Arch. Cap. IV. página 44 y siguientes y Handbook of Am. Indians. Vol. I. p. 433).

[27] Vse. Yrjo Hirn.—The Origins of Art. Cap. II.-V-VIII. Otis T. Mason. The Origins of Invention, pág. 2 y sigtes. Alfred. C. Haddon. Evolution in Art. Cap. I-pág. 15 y sigtes.

[28] Dellembaugh (The North Amcans. of Yesterday-Preface VII), y otros arqueólogos niegan toda importancia al "estilo" como criterio de investigación cronológica. Sin dejar de reconocer que tal criterio está sujeto á sinnúmero de errores de observación y juicio, es indudable que sirve de poderoso auxiliar en estas obscuras cuestiones. El estado actual de la Arqueología Americana, nos autoriza, pues, á adoptar el término medio de Thomas (op. cit. p. 11, y siguientes) y Haynes en Winsor. Narr & Cric. Hist. of. Am. Vol. I. p. 329 y siguientes. Cse. Hand Book. of. Am. Indians. (pág. 60 y siguientes).

[29] Ya antiguamente había dicho Lucrecio: (De rerum natura. Lib. V. p. 239)....

.....Arma antigua manus, ungues, dentesque fuerunt.
Et lapides, et item sylvarum fragmina ramei.
..........................................
Posterius ferri, vist est œrisque reperta.
Et prior œris erat quam ferri, cognita usus....

[30] Mortillet. La Prehistorique antiquité de l'homme. Lubock Prehistoric Times. (p. 14). Winsor Nve. Crit. Hist. of America Vol. 1.º p. 383 y siguientes. Peña y Fdez. Arqgía. Phca. (pág. 218) y siguientes, etc.

[31] Squier & Davies. Ancient Monuments, encontraron gran variedad de objetos de bronce en las minas de Chimu, (Perú). Holmes, An. Rep. Bur. of Etn. 1884-85 Ancient Art of the Chiriquis. (pág. 35 á 53,) nos describe varias aleaciones de cobre y estaño, ó cobre y oro en objetos encontrados en los límites de la Pcia. de los Chiriquis Colombia, figuras humanas, ó representaciones animales, (figs 36 á 40 op. cit.), de cobre brillante, (aleación) campanitas y otros objetos. Lafone Quevedo (Londres y Catamarca-1888) Moreno, (Notas sobre Antropología Argent. Geogcal. Journal Dec. 1901), y en especial Ambrosetti en precioso y definitivo trabajo (El Bronce en la región Calchaquie. B. Aires-1904), demuestran científicamente la existencia del bronce entre los Calchaquies de las regiones Argentinas; pero estos hechos arqueológicos, no son bastantes á mi juicio, para afirmar en general la edad del bronce Americano. La única verdad científica que tales hechos demuestran, es que los habitantes de Chimu, aniquilados por los Ancas, los Chiriquis de Colombia, y los Calchaquies de la Argentina, habían alcanzado un grado superior de cultura y que fueron tan expertos metalúrgicos y hábiles orfebres como aptos eran para fabricar las hermosas vasijas que en color y factura rivalizar pueden con las más perfectas de los Etruscos. Vse. Thomas-North. Am. Arq. (pág. 11 y sigtes.) Keane Etnology, p. 335. Dellembaugh. North Amcans. of Yesterday. (pág 33 y sig.) Bol. Inst. Geogco. Argent. Vol. XVII-XVIII-XIX-XX (Ambrosetti. Notas Arq. Calchaquie).

[32] Sobre el uso del cobre entre los Indios de la América del Norte, Vse. el Hand book of American Indians North of Mexico. Vol-I. (pág. 343), y su bibliografía, (p. 346-347). Thomas op. cit. pág. 58 y sigtes. Keane. Man Past & Present (pág. 354 y sigtes.)

[33] Véase Thomas op. cit. pág. 6 y siguientes. Dellenbaugh op. cit. pág. 10, etcétera, y comp. Deniker Races of Man. p. 511 y siguientes y sus notas. Abbot Primitive Industry, pág. 18-64. Foster op. cit. página 9 y siguientes E. T. Stevens Flint Chips. pág. 14 y sig. Fiske op. cit. I-1-19 y las Notas al Cap. del Prof. Haynes en Winsor N. & C. H. of América I-369. Marcelin Boule estudia sintéticamente el estado de esta cuestión científica, (Revue d' Anthropologie-188 pág. 647) extractando las razones aducidas en pro ó en contra de la aceptación de los útiles líticos hasta ahora encontrados en América, como pruebas de la antigüedad del hombre. Véase también Holmes Stone. Imp. of the Potomac, etc. (15 Rep. Bur. of Etnology).

[34] Winsor op. cit. p. 332 Tomo I.º (Cap. Prof. Haynes y sus notas).

[35] Memoires de la Soc. Ant. Nord 1845 p. 49 y siguientes. Lacerda y Peixoto Cont. ao Estado Antrco. das Razas Indnas. do Brasil. (Río Janeiro 1876 Mus. Nac.) Carta de Lund á Rafn (Lagoa Santa. Marzo 28-1844.) Comp. Keane Man Past a Present p. 358 y siguientes Deniker Rac. of Man pág. 511 y sus notas sobre la llamada raza de Lagoa Santa ó Paleo—Americana.—Nadaillac Am. Prehis. pág. 27 y siguientes. "Lund, decía Quatrefages (L'Homme Foss. de Lagoa Santa. Cong. Antrop. Moscow 1879 v. xxxv) ha tenido indudablemente el honor de descubrir el hombre fósil en América y el de afirmar tal descubrimiento en épocas en que la existencia del hombre cuaternario en el viejo Continente se consideraba todavía dudosa"... Comp. Keane Etnology, pág. 98 y siguientes.

[36] Nadaillac op cit. pág. 28 y siguientes. Deniker op. cit. pág. 508. Keane Etnology pág. 99 y siguientes.

[37] Arrastrado Ameghino por el delirio de las fechas remotísimas, sostuvo que el estrato geológico Pampeano, donde encontró estos fósiles, se remontaba al período plioceno ó terciario. Burmeister, cuyas afirmaciones refrendó el célebre geólogo Soren Hansen, demostró que las formaciones pampeanas pertenecían á dos épocas geológicas distintas siendo pre-glaciales solo las inferiores, y claramente cuaternarias las superiores, donde Ameghino encontró los fósiles. Véase Keane Etgy. página 98 y comp. Ameghino Ant. Homb. en el Plata, Tomo II,º, pág. 81 y siguientes.

[38] Su caparazón está compuesto de planchas exagonales sólidamente unidas y ornamentadas á veces con protuberancias cubiertas también con escamas epidérmicas consistentes. La especie más conocida es el "Glyptodon Clavipes" de los estratos pleistocenos Argentinos. Para la descripción completa consúltese Lidekker The Extinte Edentates of Argentina (An. Museo de la Plata, Vol. III. parte 2.ª 1894.) Nadaillac, Am. Preh. pág. 28 y siguientes y compse. Ameghino, op. cit. Volumen II. cap. IX-X-XI-XIV-XV.

[39] "El hombre seguramente, dice Ameghino, op. cit. pág. 532, habitaba las corazas de los Glyptodon" Burmeister (Anles. Mseo. Pco. de B. Aires) cita un Glyptodon cuya concha tenía 1 metro 64 diámetro longitudinal, 1 metro 32 de diámetro transversal y 1 metro 05 de altura, Strabon (Geog. Lib. xvi) al describir los "Chelenofagos" nos dice que cubrían sus cabañas con conchas de enormes tortugas, que algunas veces por su magnitud les servían hasta de embarcaciones.

[40] Véase Nadaillac op. cit. p. 29 y siguientes. Keane Etnology p. 98 y siguientes. Deniker Races of Man. p. 511 y siguientes.

[41] "Vasta Necrópolis de razas perdidas" la llama Reclus (Tomo xix pág. 672) copiando á Moreno. (Véase Keane Etnology pág. 89 nota 2ª)

[42] En Winsor. Narr. & Crit. Hist. of America Tomo 1.º pág. 329 y sig. (Prehist. Arch. of N. A.)

[43] Abbot. Primitive Industry. Cap. XXXII y sus notas. Comp. Deniker. Races of Man p. 511. Nadaillac. Am. Preh. pág. 19 y sigtes, y sus notas.

[44] Farrand (Basis of Am. Hist.) Cap. V. p. 71. conforme con Holmes. Preliminary Revision of the Evidence Relating to Aur. grav. Man. etc. (Amcan. Anthrop. I p. 107-121 y sigtes.), dice textualmente: "the presence of man in America at such an early date (cuaternaria) is extremely doubtfull. Thomas. (Int. to the Study of. N. A. Arch. pág. 7, dice. "We put aside glacial or paleolithic man of America, (se refiere á la del Norte) pág. 5, as yet wanting in the credentials which entitle him to a place in the scientific circles".... En el mismo sentido Keane. Et. (pág. 105 y sigtes.) Dellenbaugh-North Americans of Yesterday-Preface. VII-y Handbook Am. Indians Pt I-pág. 60.

[45] Holmes Traces of Glacial Man in Ohio (Journal of Geol. I-147-163)

[46] Bromer. Memoirs of Exploration in the Bassin of the Mississipi. V. Farraud. op. cit. (pág. 70)

[47] Véase Handbook of Am. Ind. Parte I ª "Lansig Man." (pág 759).

[48] Foster. op. cit. pág. 77. Fiske-Discovery of America. Tomo I pág. 7. etc., etc.

[49] Vse. Handbook of Am. Ind. Pte I ª "Calaveras, Man" (pág. 188).

[50] Para el estado actual de la opinión científica y de la discusión sobre la existencia del hombre paleolítico en Nte. Amca. pueden también consultarse Winsor, op cit-Notas Cap. Haynes. (pág 340 y sigtes), y Handbook. Am. Ind. Antiquity of Man. P. I. (pág 60.)

[51] A. Jakob. Unsere Erde. (pág. 47).

[52] Véase Nadaillac. Les Prem. Hommes. Vol I.ª p. 45, y comp. con Keane, Etnology. p. 58 y sigtes. Fiske. Disc. of. Amca. Vol. I.º pág. 10-28, y Winsor, Narr. & Crit. Hist. of Am. Vol. I.º (pág. 382 y sigtes).

[53] El elemento cataclísmico de fuerza, opuesto á la uniformidad gradual de Lyell Student's Elements of Geology. (pág. 159 y sigtes.), tiene por sostenedores á eminentes Geólogos, como Huxley, Prestwich, etc., y en especial á Howarth. (Mammoth & the Flood). pág. 307-44, y Southall. (Ep. of the Mammoth etc.) pág. 190-204 y Cap. 10.—Comp. con Lapparent Traité de Geologie. 2.ª ed. pág. 1282-85 y Vigouroux. Les livres Saints, etc. Vol. IIIº Cap. V y VI.º

[54] Rodolfo Cronau, por ejemplo, en el Vol. I.º pág. 29-31 de su Hist. Gral. de América, que en traducción española circula profusamente á pesar de sus falsedades sinnúmero, y evidente superficialidad científica, dice textualmente: (Ed. Espla.) "La edad remotísima (?) del hombre en California está confirmada (?)... por los objetos de su industria encontrados allí, los cuales obligan á sostener la opinión de que el hombre ha sido contemporáneo en América, del mastodonte, etc... y, que por tanto, existía ya en tiempos tan remotos, (Los 100.000 años de Hæckel, p. 29), que el cerebro humano es impotente para formarse idea de ellos"... Tal es el caso de "mischief ó maliciosa confusión" que tan acertadamente condena Huxley.

[55] Véase Keary. Dawn of History. Cap. II, pág. 38 y sigtes.

[56] Reclus. Earth and its inhabitants, III-IV-V-Shaler en Winsor. N. & C. H. of. Am. (Vol. IV pág. I á XXX).

[57] "Sudden cataclysm", dice textualmente "Keane (Etgy. p. 110 y sigtes.) such as those of the early geologists", aceptando implícitamente la opinión de Howorth, sobre la evidencia del diluvio, que niega en otro lugar glosando á Haeckel, y en especial á Topinard (L'homme dans la Nature, Cap. II á XXII, etc.)

[58] Véase Lyell. Ant of Man (4. Ed.), Cap. 2. Lubbock. Prehist Times (Cap. VII). Nadaillac. Les Prem. Homm., Vol I, Cap. V. Southall Rec. Org. of Man etc. chap. XII y Epoch of the Mammoth ch. 5.....

[59] Véase Nadaillac. Am. Phque. Cap. II, pág. 49 á 72 Deniker. Rac. of Man. p. 51. Winsor. Narr. & Crit. Hist. of America, p. 392 y sig. V. I. (Notas á Haynes). Foster. Pve. Races of U. S., cap. IV.

[60] Report Peabody Museum-1873, p. 21.

[61] On artificial Shell Heaps of Fresh Water Mollusks (Am. Mgs. Maine-1873).

[62] Jeffries Wyman. Primer investigador científico de los "Shell Heaps" de América del Norte (sus principales estudios están en American Naturalist 1868, y en el Report II. Peabody Museum, 1874). Véase también Peabody Museum Reports XX y XXII. Bancroft. Nat. Races-IV-739, y Foster. op. cit. cap. IV.

[63] Ameghino. Ant. del Hom. en el Plata. Tom. I, pág. 302 y sigtes.

[64] Véase Keane. Etgy. pág. 100. Reclus-XIX-pág. 352 y sigtes. Lacerda y Peixoto. Contribuçoes para ó estudo Anthropologico das raças indígenas. Arch. do Mus. Nac. Río Janeiro. Vol. I, 1876 y Mem. Soc. Anthrop. París, 2.ª serie. Vol II (1875-1882), pág. 535. H. von Ihering. A Civilisaçao Prehist. de Brazil (Revta. do Museu Paulista). (Vol. I, pág. 95. San Pablo, 1893). Véase también mi Cap. I.

[65] Moreno. Cimet. et "paraderos" Prehist., etc. (Rev. Antrop. 1874), pág. 72 Verneau. Crânes Prehist. de Patagonia (1894, L'Antrop., pág. 420. Deniker. Races of Man, pág. 513. Keane. Etgy., págs. 98 á 100).

[66] Véase Nadaillac Op. cit. pág 70. Report "Peabody Museum" 1874, pág. 20, donde se relacionan 20 ornamtos. de oro y plata encontrados en las Chinchas, y existentes en dicho Museo. Comp. "J. J. Navarro" (Mayor Gral. Escdra. del Pacífico). "Diario de la ocupación de las Islas Chinchas" (1864-65), en mi Archivo de familia.

[67] Véase Joly. Man before the metals. Chap. IV. Lyell. Op. cit. pág 121 y sig. Keane. Etnology, Cap. V, pág. 98-105, que sigue en este punto á "J. I. Worsaac". Prehistory of the North. En contra Southall. Op. cit. 121 y sig.

[68] "Les sambaquis datent certainement d'une èpoque reculée... Le somme de travail (?) qui representent ces amas est vraiment prodigieuse." (Vol. XIX, pág. 359).

[69] Los Athapascos atribuían al gran "Kiokkenmodingo", situado en la Punta San Jorge (San Francisco California), á los fantásticos extranjeros (Hohgates) que se transformaron en estrellas. (Véase Bancroft) Nat. Races, Vol. III, pág. 177 y sigtes.

[70] Véase, entre otros, á Winsor. Op. cit. p. 392 y sus notas. (Vol. I. Jeffries Wyman. Report. Peabody Museum T. I. p. 25 (1872)). Nadaillac. Am. Preh. p. 66 y siguientes. Keane. Etgy. p. 99 á 105. Foster. Preh. Races, pág. 97-156.

[71] Véase Nadaillac. Prem. Homnes. Vol. I, Cap. II y III. Keane. Etnology. p. 90 y sigtes. Boyd Hawkins. Researches on the Evidences on Caves. Cap. II-VII. British Museum. A. Guide to the Antiquities of Stone Age (1902), etc., etc.

[72] Véase mi Cap. I y sus notas.

[73] Winsor. Op. cit. I, pág. 390. Handbook of Am. Indians. pág. 21-71-515. Nadaillac. Am. Pque. p. 23-27-71 y sigtes. Farrand. Basis Amcan. Histry. Cap. V. Foster. Fren. Races, pág. 27-130, etc.

[74] A. S. Packard. Cave Fauna of North Amca. (Mem. Nat. Ac. Sciences. Vol. VI-1888). Hovey. Celebrated American Caverns (Cincinnati, 1882).

[75] Mercer. The hill Caves of Yucatan, pág. 122 y sigtes.

[76] Putnam. Report Peabody Museum (1875). Véase Winsor. Op. cit. Vol. I, pág. 367-390.

[77] Véase H. C. Yarrow. A further contribution to the story of the mortuary customs of the N. Amcan. Indians (Ist. Report Bur. of Etnology 1879-1880-II, pág. 92 y sigtes). Farrand op. cit., pág. 84 y sigtes.

[78] Principalmente en todo el curso del Río Rojo del Norte, en el del Missisipí y en la región Sud de los grandes lagos, hasta el golfo. Vse. Thomas. Int. Arc. p. 59.

[79] Farrand. Op. cit. pág. 74. Thomas. Op cit. pág. 50. Nadaillac. Am. Prehist. Chap. III-IV. Fiske. Discry. of America p. 140 y sigtes. Vol. I.

[80] Thomas. Op. cit. p. 52 á 79. Hand Book of Am. Indians. pág. 950. Farrand. Op. cit. p. 73.

[81] Son piramidales los mayores conocidos, ó sea el Cahokia Mound (Illinois) y el Etowa. (Cartersville-Georgia)

[82] Se encuentran principalmente en Wisconsin y algunos en Ohio y Georgia. El más famoso es el Serpent Mound (Ohio). Vse. Thomas, op. cit. pág. 55. Putnam. Serpent Mound. (Century Mag. Abril 1890). Farrand. Op. cit. pág. 76.

[83] Vse. Hand Book Am. Ind. pág. 950. Thomas. Op. cit. Fiske. Op. cit. pág. 142 y sigtes.

[84] Vse. Farrand. Basis of Am. Hist. pág. 76. Thomas. Op. cit. Chap. IX. El mejor ejemplo de esta clase de restos es el llamado "Fort Ancient" (en Ohio). Vse. Hand Book of Am. Ind., pág. 469. sobre los célebres vestigios de Newark (Ohio), y Thomas Op. cit. pág. 129 y sigtes.

[85] Farrand. Op cit. pág. 77, refiriéndose á los "recintos" observados en Arkansas. Comp. Thomas, p. 132 y 12.º Report Bureau of Etnology, que demuestran la absoluta semejanza de estos vestigios con las habitaciones aborígenes de los siglos xvi-xvii.

[86] Farrand. Op. cit. pág. 77. Thomas. Op. cit. chap. IX. Comp. Winsor N. & C. H. of Am. p. 808 y sigtes. (Vol. I). Holmes.(15th An. Rep. B. of) Et. Potomac Stone Implements. Vse. también Dellenbaugh. North. Americans of Yesterday, p. 272 y sigtes. Nadaillac. Am. Pque. Cap. IV-V. Abbot. Primitive Industry. Cap. IV-VIII.

[87] Véase Thomas. op. cit. pág. 80 y sigtes., y especialmente la admirable relación (12th Anual Report Bureau of Etnology) por el mismo autor (Pgs. 17 á 722) de las exploraciones practicadas en los "Mounds" profusamente ilustrado, y con magnífico mapa de la distribución de dichos montículos. Sobre esqueletos y sepulturas, véase Thomas, pág. 84. Int. Archgy y Comp. Id. Burial Mounds of the North. Section of U. S. (Wisconsin-Illinois, etc.) 5th An. Rep. Bur. Etgy. 1883, pág. 9 al 110.

[88] Vse. Thomas. Op. cit. p. 87. Comp. Farrand. Op. cit. p. 79. Dellenbaugh. Op. cit. pág. 88-123.

[89] Thomas. Op. cit. Cap. VIII. Farrand. Op. cit. pág. 79. Comp. Holmes. (Art in Shell Ancient Americans) (2nd An. Rep. Bur. Et. pág. 81 y sigtes.), sus datos sobre las conchas como moneda, pág. 236-239, y su bibliografía.

[90] Vse. Thomas. Int. Arch. pág. 113 y sigtes.

[91] Vse. Thomas. Op. cit. Cap. X-XI. Moorehead. Prehistorie Implements-páginas 28-69 y sus referencias.

[92] No obstante el justo rechazo por la Smithsonian Insttion. del manuscrito de Pidgeon (Vse. Winsor N. & C. H. of Am. pág. 400 y sigtes. V-I), sus especulaciones sobre el simbolismo y antigüedad de los mounds sedujeron á muchos Arqueólogos, como Conant (Foot prints of Vanished Races); Bancroft (Native Races, Vol. V, pág. 539); Foster (Preh. Races, pág. 195 y sigtes.) Nadaillac. (Amp. Pque. p. 185) que los copia (en especial á Foster), é hicieron vacilar hasta al célebre investigador Squier (Squier & Davis. Anc. Mounds Mississipi Valley), que aun reconociendo haber sido algunos "Mounds" (los de Nueva York) construídos por los Iroqueses, se inclina en otros (Missisipí) á la idea de la raza extinguida. Los Manuales de Baldwin Short aceptan sin observación estas erróneas hipótesis. Vse. Thomas. Cap. X-XI, y para la historia y bibliografía de esta controversia Winsor. (N. & C. H. of Am. Tom. I, p. 400-402 y sus notas), y Handbook, of Am. Ind. p. 949 y sigtes.

[93] Los Arqueólogos del Bureau of Etnology han explorado más de 2.000 mounds, recogiendo cerca de 40.000 objetos. (Vse. 5th Rep. B. of Et. 1888, y Thomas Op. cit., Cap. V-IX).

[94] Garcilaso de la Vega. La Florida del Inca, etc. Edición Madrid. (Oficina real, año CIƆIƆCCXXIII). Deseto, y Cta. de la Tierra Florida, por Fernando de Soto, escrita por un caballero de Elvas (1557). Traducida al Inglés por R. Hakluyt, editada por Rye (Hakluyt Society. Londres, 1851).

[95] Comparando la distribución geográfica de los mounds con la de los antiguos establecimientos de las tribus Indias, se ha llegado á determinar con precisión científica que los constructores de dichos mounds fueron los Algonkinos, Dakotas, Muskokis, Cherokees, etc. Vse. Deniker Races of Man p. 515. Thomas. Op. citadas y Hand Book of Am. Indians. (B of Et) p. 950 y sigtes.

[96] Es la llamada por Thomas "División del Pacífico", en contraposición á la de los "mounds", que llama "División del Atlántico". Vse. Thomas. op. cit. p. 17-48 y sigtes.

[97] Thomas. Op. cit. pág. 160 y sigtes. Powell. 5.º An. Rep. Bureau of Etgy. (Mapa.)

[98] Thomas. Op. cit. p. 170 Farrand. B. of A. H. p. 82. Nadaillac. Am. Phque. p. 201 y sigtes. Deniker. Op. cit. pág. 520.

[99] Vse. Keane. Compdio. Geog. N. Amca. Vol. II, pág. 61 y sigtes. (Plateau Country). Powell. Explortion. of the Colorado River, & its tributaries. Dulton. Tertiary Hist. of the Grand Cañon of the Colorado (U. S. Geol. Survey-1882. P. II). Dodge. Advced Geog. p. 165 (Plateau States). Redway & Hindman. Geog. P. 65.

[100] Vse. Thomas. Op. cit. p. 208 y sigtes. Farrand. p. 83. Keane. Man. Past. & Pt. p. 399-201. Hand Book. An. Ind. p. 305 y sigtes. Winsor. Op. cit. I, p. 395. Para descripción antigua. Vse. "Memorial" de Fray Alonso Benavides (Madrid-1630). Deben también constse. Fiske Disc. of Amca. pág. 93 y sigtes. Dellenbaugh. Amcans. of Yesterday, p. 220. Bandelier Final. Rep. of Invest. among the Indians of the S. W. U. States. (Arch. Inst of Amca Papers. Am. Series IV-569), etc., etc.

[101] Thomas. Op. cit. pág 208 y sigtes. Nordenskiold. The cliff-dwellers of the Mesa Verde. Virdsall. The Cliffs-dwellings of the Cañon of the "Mesa Verde" (Am. Geog. Soc. Bull. XXIII, p. 584-620). Nadaillac. Op. cit. p. 212 y sigtes. C. Mindeleff. Aboriginal Remains Verde Valley (13 Rep. B. of Et. p. 179-255). J. W. Fewkes. Archcal. Eption. to Arizona in 1895 (17 Rep. B. of Etgy. II Pte. p. 536 á 592). Woodburry Lowery. Spanish Settlements U. S. Chap. II-III.

[102] Los primeros exploradores Españoles las describieron dándoles el nombre de "estufas". Vse. Narración de Castañeda (pág. 414-418 de su reproducción, por Winship en el 14 Rep. B. of Etgy) Vse. Pacheco y Cárdenas. Doc. Indias. Vol. XIX, p. 529. Descto. de Cibola. (Para descripción moderna y científica) Vse. Hand Book Am. Indians B. of Etgy. (pág. 710-11).

[103] Thomas. Op. cit. p. 210. Bureau of Etgy. Stevenson (3-Rep. pág. 511 á 547). (2-Rep. p. 307). Holmes. W. H. (4th Rep. pág. 266-358). Cushing. (Id. pág. 493. J. W.) Fewkes. (17 Rep. II Pte. p. 527-741) y (22nd Rep. Pte. I, p. 17-193).

[104] Thomas. Op. cit. pág. 206 y sigtes. Nadaillac. Am. Preh. p. 214 y sigtes.

[105] Thomas. Op. cit. p. 215 y sigtes. Nordeuskiold. Op. cit. H. B. Am. Ind. p. 309 y sigtes.

[106] Castañeda. Op. cit. (Ed. Winship. 14 Rep. B. of Etgy. pág. 416 y sigtes). Véase Nadaillac. Op. cit. pág. 210.

[107] Thomas. Loc. cit. Farrand. Pág. 84 y sigtes. Op. cit. Nadaillac. Op. cit. p. 223-25.

[108] Mindeleff. "Casa Grande Ruin" (13 An. Rep. B. of. Etgy. p. 289-319). Hand Book Am. Ind. p. 210.

[109] En esta región (Calle del Río Gila) se han encontrado restos de un sistema de irrigación artificial (canales, etc.) que abrazaba áreas extensas. Vse. Hodge. Prehistoric Irrigation in Arizona (Am. Antrop. VI, pág. 323-330). Thomas. Op. cit. 221 y sigtes.

[110] Seri Indians. by W. S. Mac. Gee (17 Rep. B. of Et. p. 9 á 296. 1.ª pte.), Comp. Exploraciones del P. Kino (S. J.) en Apostólicos Afanes Ste. Jesu (p. 252 y sigtes.) escritos por un Padre de su Provincia. (Barcelona 1754). Comp. Mindeleff. Pueblo Architecture (8th A. R. B. of Et. pág. 13 á 94).

[111] "The ruins along the Salado appear to indicate structures of substantially the same type". Vse. Thomas, op. cit. p. 221.

[112] Thomas. Op. cit. p. 223 y sigtes. Bandelier. Fnal. Rep. of Invest. among Ind. S. West. U. S. (Arc. Ins. of Am. Papers. Serie IV, pág. 569).

[113] Los "Tarahumare". Vse. Lumholtz. Unknown Mexico. Vol. I, Cap. IV-V-VIII, pág. 117-62-64-75.

[114] Vse. Winsor. N. & C. H. of A. I, pág. 394 y sigtes. Foster Ph. Rces. of Amca. Nadaillac. Op. cit. pág. 257 y sigtes.

[115] Thomas. Op. cit. p. 229. Hand Book. of Am. Ind. pág. 305-309. Mindeleff. Navajo Houses (17th Rp. B. Et. II Pte. p. 475).

[116] Mindeleff. Cliff. Ruins of Cañon Chelly Arizona (16th Am. Rep. B. of Et. pág. 162-163-191).

[117] Hodge. The Enchanted Mesa (Nat. Geog. Magzne. VIII-273-284). H. Book. Am. Ind. pág. 10 (Acoma) y 665 (Katzimo).

[118] Mindeleff. Casa Grande Ruin (13 Rep. B. of Et. p. 289-318). Nadaillac. Op. cit. p. 225 á 250.

[119] Vse. Relación Alvarado-Expdción. Coronado (14th An. Rep. B. of Et. Pte. 1.ª, p. 594). Farrand. Op. cit. p. 85 y sigtes.

[120] "Es difícil, decía Montaigne (Cap. XXXI, p. 231. Edción. Cotton, Tom. I), reducir á nuestra balanza las cosas divinas sin perder y desperdiciar gran cantidad de su peso". ¿Quis enim hominum potest scire consilium Dei?... etc. dice Salomón en la Sabiduría (Cap. IX. V. 13) Comp. San Agustín. De-Genes-ad-lit. Lib. II, Cap. IX...

[121] Las especulaciones filosóficas de los Avicena, Cisalpino, Paracelsus (1520), Fabricius, etc. Vse. Solórzano. Pol. Ind. pág. 18 y sigtes. (Ed. Madrid, MDCXLVIII), como las hipótesis antropcas. de Morton. (Vse. Schoolcraft, Ind. Tribes. P. II). Agassiz. (Vse. Nott & Gliddon. Types of Mankind) y demás corifeos del poligenismo ó pluralidad de especies, han perdido toda importancia científica. Creo con Deniker (Races of Man. p. 71) "estéril y fútil esta polémica entre poligenistas y monogenistas." (Confme. Darwin. Desc. of Man. p. 252-280), ajena por otra parte á nuestro objeto. El dogma cristiano de la "unidad de origen y especie del linaje humano" (Génesis II. 7-21-23. Concilios. IV, Letran, Vaticano, etc.: Dog. de fide), está plenamente confirmado por la etnología moderna. (V. Keane. Etnogy. Cap. VII-VIII. Topinard. Anthrop. Intción. Peschell. Races of Man. pág. 6. Deniker. Op. cit. p. 21. Winsor. Narr. & C. H. of A., Vol. I, pág. 372 y sigtes., etc.)

[122] Aunque la cuna del género humano es desconocida (Vse. Powell. On limit. of use of Anthrop. data-Ist. Rep. B. of Etgy., p. 73 y sigtes.), es sentir tradicional (Vse. Peña y Fernández. Arch. Phca., p. 105 y sigtes.), también confirmado por los Etnólogos (V. Keane. Etgy., p. 336 y sigtes.), que estuvo en Asia. Establecida la antigüedad cuaternaria del hombre Americano, la cuestión pierde en importancia (Vse. Flower & Lydekker. Int. to the Study of Mammals, p. 743 y sigtes.), y los argumentos aducidos en favor del origen Asiático de los Americanos, pueden también servir para demostrar el origen Americano de los Asiáticos. (Vse. Keane. Encyclop. Britca. "American Indians").

[123] Linneo. (1738-83). "Homo Æthiopicus, Mongolicus, Americanus, Caucasicus". Keane. Etgy. Cap. VII. Winsor. Op. cit., Vol. I, pág. 370 y sigtes. Farrand. Op. cit., pág. 87 y sigtes.

[124] Keane. Op. cit., Cap. X.—Man Past & Present Cap. X. Deniker. Op. cit. p. 282. Dellenbaugh. Op. cit., p. 456. Confme. también por razones históricas Solórzano. Pol. Ind. Lib. I, Ch. V. "Alguna redundancia de chinos y tártaros". Vse. también Robertson. Hist. de Amca., Vol. II, pág. 20 y sigtes.

[125] Keane. Man Past & Present., pág. 349 y sigtes. Confme. Herrera, Década I, Libro I, Ch. VI, p. 10. Hist. Ind. Occles. "De las otras partes más políticas de Europa, dice, no parece haber rastro de haber pasado antes que nuestra gente Castellana"...

[126] Creyeron algunos autores que las culturas Aztecas, Mayas ó Incásicas, indicaban pertenecer tales pueblos á razas distintas (Vse. mi Cap. II) de la Americana, venidas á América en los tiempos históricos (Vse., entre otros, Brasseur de Bourbourg). Hist. Nat. Civ. de Mexique (París 1857-58). Popol Vuh (1861). Le Manuscrit Troano, etc. No hay tal vinculación entre culturas y razas. "Razas distintas, dice Lubbock (Orig. of Civil, p. II), en estados culturales semejantes, presentan generalmente más puntos de semejanza entre sí que una misma raza en dos etapas distintas de su historia." Por otras razones, y siguiendo á Boyd Dawkins (Early Man in Britain, p. 233), considera Fiske (op. cit. I, p. 18) á los Eskimales como de raza distinta. Esta hipotética afirmación de Fiske y otros (Vse. Robertson. Op. cit. VII. p. 24), ha sido claramente refutada por los etnólogos modernos. Vse. Farrand. Op. cit. p. 104 y sigtes. Winsor. Op. cit. I, 367-390. Thomas. Op. cit., p. 35 y sigtes. Hand Book Am. Ind. (B. of Et. p. 433 y sigtes.)

[127] Vse. Powell. Whence came the Am. Ind. (Forum-Febro. 1898). E. Morse. (Meeting Am. Association-Detroit-1897).

[128] Es ocioso discutir las aventuradas teorías de algunos etimologistas respecto á las supuestas identidades entre las lenguas Basca, Japonesa, China, etc., y la Iroquesa, Othomi, Peruana, etc "Cuando veo, dice Brinton (On Various supposed relations between Amer. & Asiatic races, p. 151), tantos volúmenes dedicados á esta equivocada investigación, etc... siento lástima del tiempo perdido por tantos hombres de intelectual valía, que pudieron emplear mejor sus esfuerzos..."

[129] Las semejanzas ó coincidencias observadas por algunos autores (Vse., entre otros, Laffiltau. Mœurs des Sav. Americaines. París. MDCCXX V. Vol. I, p. 10 á 490. Láminas I á XIX) y atribuídas á supuestas importaciones extranjeras, son más fácil y lógicamente explicables por la igualdad de constitución mental de la especie humana. "Siendo la inteligencia deseos ó necesidades humanas, dice Thomas (Mound Exp. 1894, pág. 528 y sigtes.) substancialmente los mismos siempre, y en todas partes, las primitivas obras de arte que á tales aspiraciones respondían, debían ser substancialmente las mismas, donde las condiciones eran semejantes". Vse. Keane. Etgy. pág. 128 y sigtes., 369 y sigtes. Vse. también Mason. The Org. of Invention, p. 13 á 32. Haddon. Evtion. in Art. p. 200 y sigtes. Irko Hirn. Orig. of Art. p. 45 y sigtes. y su Bibliografía.

[130] "Para propósitos históricos, dice Powell (1st Rep. Bur. of Etgy. p. 73 y sigtes.), no puede usarse ningún dato pictográfico, cuya única importancia y gran interés en América es el exhibir el principio del lenguaje escrito". De aquí el error de los que pretendieron ver en el célebre y discutido petróglifo de la Dighton Kock, por ejemplo, caracteres rúnicos, japoneses ó símbolos cristianos, que no han existido jamás. Vse. H. B. Am. Ind., p. 390-1. Garrick Mallery (10th Rep. B. of Etgy. p. 25-777). Thomas. (12th Rep. B. of Et. p. 347). Dellembaugh. Op. cit., pág. 38-59.

[131] En América no existieron jamás hasta la llegada de los Españoles buques de vela ú otros, capaces de grandes distancias marítimas, comparables á los del antiguo Continente. Las velas izadas por Cortés en el lago Mejicano maravillaron á los Aztecas. (Prescott. Conq. of Mexico, IV-28). Las canoas encontradas por Colón en el cuarto viaje (Fdo. Colón. Vda. Almte. Cap. XVI, etc.), eran manejadas á pala; los mismos Esquimales, acaso los más avezados marinos del Continente Americano, sólo conocían el "kayak" y el "umiak" manejados con pala ó remos. Vse. Hand Book. Am. Ind. I. "Eskimo"-"Navigation". Thomas. Op. cit. 35 á 47. Keane. Man P. & P. p. 356. Ratzel. The Hist. of Mankind, 896. Vol I, p. 41.

[132] Vse. Robertson. Op. cit. T. II, p. 22 y sigtes. Nadaillac. Am. Prehist. página 507 y sigtes. Baldwin. Anc. Amca., p. 165 y sigtes. Sentenach. Ensyo. sobre la Amca. Prehist., p. 17 y sigtes. Andrés Roeha. Tratado único y singular del origen de los Indios, etc. (Lima, 161.) Reeditado-1891-Madrid, que reasume las opiniones de su época sobre el punto. Lo propio, Menaseh Ben Israel. Origen. Americanos. Amsterdam, 1650. (Reedición Pérez y Junquera, Madrid) antecesor judío del célebre y obsesionado Kinsbarough. (Mexican Antiquities. London, 1831-48). 9 vols. Idem Solórzano. Op. cit. Lib. I, Cap. V. Herrera. Loc. cit. Gomara. Hist. Ind., fol. 120. Pérez del Pulgar. Continuación. Décadas Herrera. Bca. Nacnal. de Madrid. Sección Ms. (I. 22 á 31 y 85). Para la Atlantida. Cse. H. B. Am. Ind., pág. 111, y Windsor. Op. cit. I, 141 y sigtes.

[133] Virchow. Anthropgie. Amerika (p. 144-56) llega hasta afirmar, que ni el arqueólogo más práctico notaría diferencias materiales entre los útiles líticos de ambos hemisferios. Vse. Keane. Etgy., p. 345. Abbot. Prim. Indtry., p. 25 y sigtes. Foster. Op. cit., p. 18 y sigtes. y Cse. Catálogo Museo Británico "Stone Age", etc., etc.

[134] Véase Dodd Mead Cyclopedia "Man" Nadaillac. Prem. Hommes I, p. 38 y sigtes.

[135] Vse. Robertson. Op. cit. Vol. II, p. 29. Nadaillac. Am. Prehist., p. 509. Keane. Etgy., p. 365 y M. P. & P., p. 289. Comp. con Winsor. Op. cit., Vol. I, p. 328 y sigtes., etc.

[136] Thomas. Op. cit., p. 374 y sig. Dellenbaugh. Op. cit., p. 328 y sigtes., etc.

[137] Vse. Feijóo. Teatro Critico. Disc XV, p. 349, Vol. V. (Madrid MDCCXXXIII).

[138] El Bureau of American Etnology organizado en 1879 bajo la dirección de la Smithsonian Institution, es la primera autoridad en la materia (N. America). En Sud América sólo existen trabajos aislados, algunos de ellos valiosísimos, que citaremos en su lugar. Vse. H. Book Am. Ind. Bull 30. B. A. Etgy., p. 171, para la relación de los trabajos, etc., de dicha Ofna. Pública hasta el año 1908.

[139] Vse. Robertson. Hist. Am. II, p. 48 y sigtes. Farrand. Op cit., p. 89. Keane. Man P. & P. Chap. X, p. 348 y sig.

[140] Vse. Robertson. Op. cit., p. 49, II. Farrand. P. 90, op. cit. Keane. P. 349, op. cit. Ulloa. Not. Am., p. 307.

[141] Oviedo. Sumario, p. 46 y Vida Colón, Cap. 24. Robertson. Loc. cit. Farrand. Loc. cit. Keane. Loc. cit. Deniker. Races of Man, p. 60 y sigtes. Cse. Winsor. N. C. H. of A. I., Cap. V y sus notas.

[142] Keane. M. P. P., Chap. X. Farrand. Loc. cit. Robertson. Id. íd. Winsor. Loc. cit.

[143] Keane. Loc. cit. Farrand. Op. cit., Cap. X. Deniker. P. 62 y sigtes.

[144] Oviedo. Sumario. P. 41-51. Las Casas. Brev. Rel. Pág. 4. Torquemada. Mon. Ind., p. 580. Oviedo. Histria. Lib. III. Cap. VI. Herrera. Décdas. I. Lib. XX. Cap. V. F. Lozano. Desc. G. Chaco, pág. 71 y sig.

[145] Robertson. P. 52 y sig. Herrera. Dec. I. Lib. II. Cap. XVI. Keane. Loc. cit.

[146] Gumilla. Orinoco. Vol. II. 12-70-237. Laffiltau. Mæurs de Sav. Am. I. 515. Robertson. Pág. 52 y sig.

[147] Robertson. Op. cit., p. 60. Dellenbaugh. Op. cit., p. 18 y sigtes. Solís. Conquista Méjico. Vol. I. pág. 48 y sig. (Ed. Barcelona-1770).

[148] Palafox. Vdes. del Indio. P. 34 y sig. (Ed. Madrid 1893). Las Casas. Brev. Relción. de la Destrucción de las Indias. P. 38 y sig. (Sevilla, 1552). Raynal. Phil. & Pol. Hist., etc. (Trad. Yustamond. London, 1776). Vol. I-Vº. G. Migrodde. Tyrranies, et cruates des Espagnols. (Amberes, 1579). Phillips. Tears of the Indians (London, 1656, etc.)

[149] Keane. M. P. & P. Cap. X. Dellenbaugh. Op. cit., p. 18 y sigtes. y compse. Robertson. Op. cit., p. 68 y sigtes. Ulloa. Not. Amer. pp. 222. Venegas. Hist. California I, 66. Keane. Etgy. Cap. XIII, etc. etc.; sostienen con abundancia de datos algunos escritores, que la superioridad del blanco sobre el Indio obedece más bien á la influencia del medio y la educación, que á diferencias innatas de capacidad psíquica. Vse. Farrand. Op. cit., p. 254 y sigtes. Brinton. American Race, p. 42. Boas. The mind of primitive man (Science. N. S. XIII-281). Am. Moure. "Les Indiens de la province de Mato-Grosso" (Now. Annales de Voyages. 1862).

[150] Vse. Deniker. Op. cit., p. 126. Ratzel. Hist. of Mankind. Vol. I, p. 24 (London 1896).

[151] Vse. Keane. M. P. P. loc. cit. Robertson. Loc. cit. Compse. con Farrand. Op. cit., p. 260 y sigtes.

[152] Vse. Robertson. P. 89 y sig. Op. cit. Dellenbaugh. Op. cit. Cap. IX. Un cazador osado y hábil era colocado por la opinión pública al lado del guerrero más distinguido, y la alianza con el primero era frecuentemente preferida á la alianza con el segundo. Charlevoix. Hist. Now. Frce. III-115. Comp. Pedro Mártyr Anglería. Décadas p. 48, Vol. II. Gumilla. Op. cit. II-4.

[153] Vse. como ejemplo la relación de Catlin (North. Am. Ind. I, pág. 170 y sigtes.) de las mutilaciones y crueldades de las ceremonias religiosas anuales de los Mandanes. (E. U.) Reimpreso con las viñetas originales en Smithsonian. Rep. 1865. Pte. II.

[154] Vse. Farrand. Op. cit., pág. 266. Brinton. Am. Race., pág. 43 y sigtes. Lang. Myth Ritual & Religion. Vol. I. Cap. III y IV. con sus notas y referencias. Schoolcraft. Algic Researches. I. 41-P. Hierome Lalemant-Relations de la Nouvelle France 1648-pág. 70-etc. etc.

[155] Robertson. Op. cit. p. 99 y sig. Los "Iroqueses" se llaman á sí mismos los "primeros de los hombres". (Robertson. Op. cit., p. 213). La palabra "Caribe" (Rochefort. Hist. des Antilles. p. 455) significa "pueblo guerrero". Los "Cherokees" llaman á los Europeos "nadas" ó "raza maldita". (Adair. Hist. Am. Ind. p. 32). Otros llamaban á los conquistadores "espumas del mar", "hombres sin padre ni patria", "errantes en el Océano." Vse. Brinton. Am. Race, p. 42.

[156] Vse. Deniker. Op. cit., p. 124. Vierkandt. Naturwolker und Kulturwolker, p. 49 y sigtes. Brinton. Am. Race, pág. 45, etc., etc.

[157] Morgan. Ancient Society, pág. 35 y sigtes. Fiske. Disc. of Amca. I, p. 22 y sigtes.

[158] Adoptó Morgan (Ancient Society, pág. 39 y sig.) el criterio de Grosse considerando la civilización como sujeta á la producción, y á la persecución de mayor número y más fáciles medios de satisfacer necesidades y deseos, etc. Vse. Grosse. Die formen der Wirtschaft, etc., pág. 231 y sigtes. (Leipzig 1896).

[159] Vse. Otis T. Mason. Origins of invention. Pág. 84. Cap. III y 258. Cap. VII. Morgan. Op. cit., pág. 128 y sig.

[160] Vse. Otis T. Mason. Op. cit., p. 291. Fiske. Disc. of. Amca. I, pág. 27, que considera la falta de animales domésticos (buey, caballo, etc.) en América (período pastoril) como una de las causas del retardado desarrollo de las culturas indígenas. La facilidad de obtener el maíz originario de América, acaso también retardó los adelantos agrícolas.

[161] Vse. Deniker que critica esta clasificación de Morgan, y la modifica adoptando el criterio de Vierkandt Geogr. Zeitschr, III-256-315, fundado en los rasgos psíquicos, individualidad, etc. Claro es que tales clasificaciones (Deniker, Vierkandt, etc.) son de carácter general, aplicables á las distintas razas de la especie humana y no á las distintas tribus ó regiones de una sola raza. Vse. Brinton. Am. Race. pág. 48. Otis T. Mason. Op. cit. Cap. V-VII, pág. 155-257.

[162] Vse. mi nota Tit. I. Cap. II. Otis T. Mason. Op. cit. Cap. XI-XII, pág. 366, 410. Winsor. Op. cit. I, pág. 325 y sigtes.

[163] Morgan. Op. cit., p. 318. Comp. Deniker. Op. cit., pág. 127. Fiske. Op. cit. I, pág. 30-47.

[164] Vse. Maspero. Hist. Anc. Peuples Orient, pág. 150 y sigtes. (Hachette. 1904). C. Schuchhardt. Schliemann's Excavations, pág. 19 y sigtes. (Troya), 94-135. (Tiryns), 135 y sigtes. (Mycena), Trad. Sellers. Comp. Fiske. Op. cit. pág. 27 y sigtes.

[165] Tal sucedía, por ejemplo, en las familias lingüísticas Uto-Azteca y Quechua. Vse. Brinton Am. Race. pág. 28 y sigtes. y sus referencias.

[166] Vse. Lewis H. Morgan. Ancient Society (N. S. 1898) íd. íd. Houses & House life of Am. Aborg. (N. Y. 1881). Bandelier Reports Peabody Museum. H-12-13. Dr. Gustav Brühl. Die Culturvölker Alt Americas (Cincti. 1887). Brinton. Amcan. Race. 1901. Id. íd. The Myths of the New World. (3rd. Ed. Philfia. 1896). Farrand. (Op. cit.) Thomas. Int. Am. Archeol. pág. 47 y sig. Hand Book Am. Ind. North of Meco (B. A. E.)

[167] Deniker. Races of Man. pág. 128 y sigtes. Powell. Int. to Study of Am. Lang. (B. of Etgy. 1880).

[168] Vse. especialmente Garrick Mallery. Sign Language among N. A. Indians compared with that of other peoples & deaf mutes. (I Rep. Bur. of Etgy). Pág. 262-572.

[169] Deniker. Op. cit., pág. 129 y sig. Comp. Schoolcraft. Hist. Ind. Tribes U. S. Part. I, pág. 280 y sigtes.

[170] Para demostrar la generalización del lenguaje de gestos entre los Indios Norte Americanos, cita Garrick Mallery (op. cit., pág. 312 y sigtes.) el ejemplo de un profesor de sordo-mudos que pudo fácilmente comunicarse con varias tribus indias sin saber una sola palabra de sus lenguas. Es conveniente, sin embargo, hacer notar que le "lenguaje de gestos" del Indio Americano no puede confundirse con el moderno de los sordo-mudos, que presupone el conocimiento del alfabeto. Vse. Dellenbaugh. N. Am. of Yest. Pág. 17 y sigtes. Deniker. Op. cit., pág. 129. New Intnal. Cyclopedia. (Dodd Mead N. Y.) Vol. V, pág. 100 "Deaf Mutes".

[171] El célebre "Catálogo de las lenguas" de Hervás (1800-805), seguido de cerca por Adelung, en su "Mitrídates" (1805), Bopp (Vergleichende Grammatik), etc. (véase Conde de la Viñaza. Bib. Esp. de Leng. Indíg. de América. Prólogo), fué la piedra angular y punto de partida de la ciencia filológica y, en especial de la glotología de las lenguas Americanas. Hervás fué el primero que sistematizó los admirables trabajos aislados y valiosas noticias lingüísticas de los misioneros Españoles y Portugueses, á quienes tanto debe la Filología de América. (Vse. Max Muller. Doct. of the Science of Language. N. York, 1891). Vse. p.ª la filología en general y su historia científica. New. Int. Cyclopedia (Dodd. Mead & Cº). Vol. XLV, pág. 17 y sigtes., y su selecta Bibliografía.

[172] Vse. Hand. Book. Am. Ind. Parte I, pág. 757. Farrand. Op. cit., pág 81. Dellenbaugh. Op. cit., 18. Conde de la Viñaza. Op. cit., Prólogo. Powell. Evolution of Language. (1st. Rep. B. E) Id. Map of linguistic families North of Mexico (B. A. E). Winsor. Op. cit., I. Apéndice IV. Brinton. American Race. Chap. I. Keane. M. P. & P., pág. 357-68, y Etgy., pág. 558 y sigtes. Deniker. Op. cit., 130 y sig. Dean Byrne. Gen. Principles of the structure of Language. I. página 136. Pí y Margall. Hist. Gral. de América. Tomo I. pág. 578 y sigtes., etc. etc.

[173] Vse. Powell. Indian Ling. Fam. North of Mexico (Vth. Rep. Bur. of Etgy. 1891) y su precioso mapa, hoy fundamental en la materia. Comp. Keane. Man Past & Present, pág. 361 y sigtes. Deniker. Op. cit., pág. 519 y sigtes. Dellenbaugh. Op. cit., pág. 17 y sigtes. Es curioso notar que la mayor parte de las familias lingüísticas están agrupadas en la parte montañosa del Oeste de N. América. De 59 familias, 40 están entre el Pacífico y las Montañas Roquizas mientras que en todo el resto del Continente Norte-Americano sólo hay 19 familias. Lo propio se observa en Sud América. Podemos reducir á 12 los grupos lingüísticos de la vertiente del Atlántico, mientras que en los Andes y la vertiente del Pacífico se agrupan enorme número de lenguas. Vse. Deniker, pág. 519, op. cit.

[174] Conde de la Viñaza, op. cit. Prol.

[175] Keane. Central & S. America (Stanford's Geography). Vol. I, pág. 42 y sigtes. Conde de la Viñaza. Op. cit. Cuadro Alfabético, pág. 331, y Markham. (Journal Anthrop. Inst. 1895), pág. 234 y sigtes.

[176] Vse. Mooney. The Sacred formulas of the Cherokees. (6th Rep. B. of gtgy.). Tusayan Snake Ceremonies. Fewkes (16th Rep. B. of Etgy.). Bourke-Snake, Dances of the Mokis, pág. 28 y sigtes.

[177] Por ejemplo, el Chinook Jargon, usado en la costa del Pacífico, desde California hasta Alaska, para el comercio de pieles, etc., compuesto de palabras inglesas, francesas, chinooks, etc. Vse. H. Book Am. Ind. N. of Mco. p. 274. Pilling. Bibliogphy. Chinookan Lan. (Bull. B. Et. 1893). Hale. Manual of the Oregon trade Language. N. York, 1890.

[178] De aquí sus deseos de la propagación de las llamadas "Lenguas Generales", ó sean la "Quechua", Guarani, etc. (Vse. Keane. Cent. & South. Amca., pág. 37, vol. I), y los esfuerzos de la Corona Española para que se enseñara el Castellano á los Indígenas "que voluntariamente quisieran aprenderlo". Reales Cédulas al Virey Velasco (Perú) de Julio 3-1586, y Julio 25-1605, citadas por Solórzano. Pol. Ind. pág. 216. Vse. al respecto Acuña. Nuevo Descto. Amazonas. (Madrid, 1641). Edición. Madrid 1891-p. 160. P. Ruiz y Blanco. Conversión en Piritu. (Edición Madrid 1892), pág. 50. Torquemada. Mon. Ind., Lib. VI, Cap. II, y P. Joseph Gumilla. Hist. Nat. Civil y Geogca. Naciones. del Orinoco. (Barcelona MDCCLXXXXI). Caps. IV.—V.—pág. 30 y sigtes.

[179] Vse. Deniker. Op. cit., pág. 135. Holmes. Art in shell Anc. Am. (3^{rd} Rep. B. of Etgy.) pág. 240 y sigtes. Dellenbaugh. Op. cit., pág. 46 y sigtes. F. Parkman. Yesuits in N. A. in the XVI Century. Int. XIV. Morgan. League of the Iroquois, pág. 97. Schoolcraft. Hist. Nat. Tribes U. S. Part. II, pág. 231.

[180] Vse. Holmes. Art in Shell Anc. Am. (3rd Rep. B. A. E.), pág. 236 y sigtes. y su bibliografía.

[181] Vse. Garrick Mallery. Picture writing of the Am. Ind. (10^{th} An. Rep. Bur. of Et. pág. 25-777). Id. íd. Pictographs of the N. A. Indians (4th Rep. Bur. of Et. páginas 19-233). Deniker. Op. cit. pág. 137.

[182] De los Dakotas. Vse. Dellenbaugh. Op. cit. Cap. III, pág. 62. Schoolcraft. Op. cit. Parte I.ª pág. 238 y sig.

[183] La petición de los jefes "Chippewas" al Pte. de los Estdos. Udos., por ejemplo, y otros citados por Garrick Mallery. (Pic. N. A. Ind.), pág. 50-58-127-205. Véase también Dellenbaugh. Op. cit. Cap. III.

[184] Los tatuajes de los "Haidas", Garrick Mallery Op. cit. (10th Rep.), característicos é inconfundibles, pág. 400-407, y Cap. VIII pág. 215-223. Vse. asimismo Cap. IX y XX (significado) y pág. 777. (Bibliogfía). Entre las pictografías más curiosas están las de los Navajos, hechas con arena de distintos colores, con significado religioso. (Vse. Mountain Chaut. Mathews, 5th Rep. B. of. Etgy.) y Stevenson (Mythical Sand Painting Navajo Indians. (8th Rep. B. Etgy.), pág. 223 y sigtes.)

[185] Los pintaban en rojo, en pedazos de madera (red sticks), ó corteza de árbol. Algunos de ellos se han conservado como el "Walam-Olum" (palos pintados), que describe Brinton, Vol. V. Library of Am. Ab. History. "The Lenape & their Legends". Vse. Dellenbaugh. Op. cit. pág 47.

[186] Tribu de los Algonquinos. Vse. H. B. Am. Ind. pág. 858. Pte. I. El silabario fué hecho por los misioneros, con el único objeto de evangelizar estas tribus. (Véase Le Clerq). First Estabment. of the Faith in New-France (Trad. Y. G. Shea N. Y. 1891). Vol. I. No puede, pues, considerarse propiamente como indígena. De la misma clase es el silabario de los "Sauks" (Tribu Algonquina), citado por Mooney. (Am. Anthrop. Ian. 1899. Pág. 143).

[187] Poderosa tribu desprendida de la familia de los Iroqueses. Vse. H. B. Am. Ind. B. of Et. pág. 245. Mooney. Myths of the Cherokees (19th Rep. Bur. Etgy.). (Id. Sacred formulas of the Cherokees 7th Rep. B. Etgy.). El silabario fué hecho por el cherokee Sequoyah en 1821 é inmediatamente adoptado por su tribu, que pudo con él perpetuar sus tradiciones, fórmulas sagradas, etc. Hasta hoy está en uso. Vse. Dellenbaugh. Op. cit. pág. 53.

[188] Fiske. Op. cit., pág. 56 y sigtes. y sus notas bibliogcas. Vse. Lucrecio. De Rer. Natura. Lib. V-967-987. Horacio. Sat. Lib. I. Sat. III. Rousseau. Dso. sobre desigdad. de las Condnes. (Ed. Espla. 1775, pág. 56). Deniker. Op. cit., 231 á 239. H. B. Am. Ind. loc. cit. y 809-451. Dodd Mead Cyclop. "Marriage", "Man". Robertson. Op. cit., pág. 109 y sus notas, y en especial Mac Lennan. Studies on Ancient History (London, 1876). Pág. 21 y sig. Morgan. Ancient Socty., pág. 172 y sig. Spencer. Principles of Sociology. Vol. I, pág. 621-797. Comp. Garcilaso de la Vega. Comentarios Reales. (Madrid CIƆIƆCCXXIII) I. Lib. III, Cap. VIII. Figueroa. Op. cit., pág. 255, y en general los antiguos cronistas. (Vse. Cap. I).

[189] Vse. Farrand. Loc. cit. Deniker. Loc. cit. H. B. Am. Ind., 809-437-221, etc. Brinton. Loc. cit. Fiske. Loc. cit. Heckewelder. Histry., Manners & Cond. Ind. Nat. 1-208. Westermarck. Orig. of Human Marriage (1890), pág. 64 y sigtes. Owen Dorsey. Op. cit. (B. Et. 3rd Rep.), pág. 309. Powell. Op. cit. (1st Rep. B. E.), pág. 47. Letourneau. Evolution of Marriage, pág. 318. Robertson. Op. cit., pág. 78. Lettres Edifiantes. 23-318. Laffittau. S. J. Mœurs de Sanv., I-554-580. Lozano. Desc. Gran Chaco, 70. Herrera. Dec. I, lib. II, cap. XVI. Gumilla. Op. cit., II-12-70-237, etc.

[190] H. B. Am. Ind. 909. Deniker. Op. cit., 221. Farrand. Op. cit., 140-159-185-221-226. Brinton. Op. cit., pág. 49, sostiene que en la mayoría de las tribus la condición de la mujer no era más dura que la de la aldeana moderna. Compse. Robertson. Op. cit., pág. 82. Laffittau. Op. cit., I-560. Charlevoix. Nouv. France, III-285. Herrera. Década IV, Lib. IV, Cap. VII, etc.

[191] Letourneau. Evtion. of Marriage. Chap. X-XII, etc. H. B. Am. Ind., 809-457, etc. Ploss. Das Weibb (5.ª Edción., II, Cap. XI-XVI). Owen Dorsey. Soc. Omaha (3rd Rep.), pág. 251 y sigtes. Dellenbaugh. Op. cit., C. XII. Gumilla. Op. cit., II-233-238. Herrera. Décdas. VI. Lib. I, Cap. IV-VII. Lib. IX, Cap. IV. Charlevoix. Hist. du Paraguay. II-422. Laffittau. Op. cit., I-590. Lozano. Op. cit., pág. 92. Lettres Edifiantes, X-200. Robertson. Op. cit., pág. 84 y sigtes. Arriaga. Estirpción. de la Idolatría en el Perú, pág. 88 y sig.

[192] Gumilla. Op. cit., I-212. Lozano. Descrip. Gran Chaco, págs. 68-100-101. Robertson. Op. cit., II-86. Farrand. Op. cit., 201-202. Deniker. Op. cit., 247-270. Barros Arana. Op. cit., pág. 77 y sigtes. vol. I. H. Book. Am. Ind., pág. 266. Jenks. Childhood of Gishib the Ojiwa. Fewkes. Hopi Katcinas (21th Rep. B. of Et.) y en especial Matilda C. Stevenson. The Religious Life of the Zuñi Child., 5th Rep. B. of Et., pág. 533 y sigte.

[193] Farrand. Op. cit. 250-251. Deniker. Op. cit. 242. Robertson. Op. cit. II-186 y nota 61. Dellenbaugh. Op. cit. 388. Brinton. Am. Race. pág. 51 y sigtes. íd. Rel. of Primitive Peoples, pág. 209-18. Thomas. Int. Am. Arch. 56 y sigtes. Dumont. Mem. Louisiana (Natchez) I. pág. 225. Galanti. Op. cit., 114. Irko Hirn. Orig. Art. 51-59-182-184-300. Barros Arana. Op. cit., 101 y notas. Lozano. Op. cit. 408, etc. Schoolcraft. Op. cit., III-193, IV-155-224. Lafittau. Op. cit. II-386-406. Gomara. Hist. III-28. Bancroft. Nat. Races, I-555. Twaites Jesuit Relations. I. LXXII. Cattlin. Op. cit. I-483. Foster. Op. cit., 169; etc. Charlevoix. Hist. Nouv. France, III-351. Blanco. Op. cit., pág. 35. Herrera. Dec. I, lib. III, etc. Cieza de León. Crónica, caps. 28 y 33. H. Book. Am. Ind. (B. A. E.), 951 y sig. y en especial la preciosa monografía de H. E. Yarrow, A further Cont. to the Study of Mortuary Customs, etc. (1st Rep. B. A. E.), pág. 87 y siguientes.

[194] Powell. Wyandot Gvernment (1^{st} Rep. B. A. E.), págs. 60, 68 y sigtes. Id. íd. Lim. Anthrop. Data (Rep. B. A. E.), pág. 34. Brinton. Am. Race. 18, 47, etc. Fiske. Op. cit. I, 69 y 55 y sigtes. Farrand. Op. cit., Cap. XIII. Keane. Etgy., pág. 6, Man Past & Present., pág. 397 y sigtes. Deniker. Op. cit., 240-247. Morgan. Syst. of Consanguinity, pág. 29 y sigtes. Id. íd. Ancient Society, pág. 48 y sigtes. Owen Dorsey. Soc. Omaha (3rd An. Rep. B. A. E.), pág. 215-370 y sus referencias. Dellenbaugh. Op. cit., cap. XV. H. Book. Am. Ind. (B. A. E.), 15, 143, 205, 247, 303, 499, 693, etc. Robertson. Op. cit., pág. 78 y sig. Lozano. Desc. G. Chaco, pág. 32. Fernández. Relación Chiquitos, pág. 47. Acosta. Hist. IV, ch. XIX. Oviedo. Hist. Lib. III, ch. 6. Ruiz y Blanco. Con. Piritu, pág. 57 y sigtes.

[195] H. Book. Am. Ind. pág. 15. Farrand. Op. cit. 315. Parkmann. Jesuits in North. Amca. 17th Century Int. XVII. Owen Dorsey. Soc. Omaha, pág. 220 y sigtes. En algunas tribus existía la esclavitud. Los cautivos de guerra eran las víctimas usuales. Su vida y suerte eran más ó menos la de sus dueños; pero como los hijos de estos esclavos nacían esclavos, formaron en algunos pueblos (Tribus, Pacífico, etc.), una clase especial y permanente, distinta de la de los miembros del clan, de quien eran esclavos. H. B. Am. Ind. pág. 15-205. Compse. Herrera. Dec. VIII. Lib. IV. Capítulo VIII.

[196] Totem, derivado de la raiz Algonquina "od" ó "rot", lo que pertenece á una persona; en sentido amplio su clan, su tribu (Brinton. Am. Race. pág. 45). El "totem" no era nunca un objeto determinado, sino una clase de objetos, y en eso se distinguía del "fetiche". (Deniker. Op. cit. pág. 247). Vse. Dodd-Mead-Cyclop. "Totem". Keane. (Etn. pág. 11), discute la definición de Garrick-Mallery (10 Rep. B. A. E.) y cree que el carácter del Totem fué sociológico antes que mitológico, y la de Miss Fletcher (The import of Totem-American Ass. Detroit. 1897), que cree originado el Totem en los raptos ó visiones histéricas. (Keane. M. P. & P., pág. 397). En cambio Deniker, loc. cit. está conforme con Garrick-Mallery, y lo propio Frazer. Totemism (London, 1887). Smith. (2nd Rep. B. A. E., pág. 77 y sig.). Lang. Myth, Ritual & Religion. I.º 61-75-200, etc. II.º 91 á 100, 226, etc. Mgr. A. Le Roy. La Religion des Primitifs, pág. 109-123 y 169-258-456, etc. Vse. también mi Capítulo III y sus referencias. El P. Ruiz y Blanco. Conversión en Piritu, dice textualmente (Edición Suárez. Madrid 1892, pág. 51) hablando de los Cumanagotos (Colombia). "Al sapo tienen por Dios de las aguas, y por eso no lo matan". Comp. Garcilaso de la Vega. Com. Reales. Vol., I, pág. 42 y siguientes.

[197] Farrand. Op. cit., 112, 160, 206, 208. H. B. A. Ind. 227, 203, etc. Fiske. Op. cit., I, pág. 16 y sigtes. Morgan. Ancient Socty., pág. 102 y sigtes. Bandelier. On the Art & Mode of war of the Ancient Mexicans (Peabody Museum 10th An. Rep.) Brinton. Amer. Race, pág. 41 y sigtes.

[198] Farrand. Op. cit., 119, 135, 160, 208, 10, 12. Deniker. Op. cit, pág. 248 y sig. Fiske. Op. cit., pág. 62 y sig. Robertson. Op. cit., I, pág. 187 y sigtes., y sus notas.

[199] Farrand. Op. cit., 155-59 y 205-210. H. B. American Ind., 260. Keane. Etgy., páginas 7 y sigtes. Powell. Wyandot Governement., pág. 49-59 (1st. Rep. B. A. E.) Dorsey. Soc. Omaha, pág. 227 y sigtes. Acosta. Historia, IV, chap. XIX. Barros, Arana. Op. cit., vol. I, pág. 83 y sigtes.

[200] Farrand 207-211-193. Op. cit. Brinton. Op. cit. 47 y sigtes. Morgan. The league of the Iroquois, pág. 31 y sigtes. El P. Galanti. S. I., dice textte. hablando de los Tupis, "O lidiador (Mombi-xaba), ó chefe da tribu era electivo. Tinha autoridade absoluta em tempo de guerra, moderada no de paz"... Compdio. Hist. Brasil. 115. Dorsey. Socgy. Omaha, pág. 240. Powell. Wyandot Gment. pág. 63-68. Robertson, pág. 101 y sigtes. y Nota 36. Lozano Desc. Grau Chaco 93. Meléndez. Tesoros verdaderos, etcétera. H. B. Morgan, Ancient Society. 71. Fiske. Op. cit. I. 101 y sigtes. (Aztecas, Montezuma). Vse. también la curiosa Historia del llamado "King Phillip (Wampanoag)" Markham. Narr. Hist. of King Phillips War. Baudelier-Reports Peabody Museum (11.º-12.º-13.º)-íd.-The Delight Makers pág. 135 y siguientes.

[201] Farrand. Op. cit., 155-157 (Iroqueses), 188-213 (Azteca), 166 Illinois, etc., etc. Brinton. Op. cit., 49. Parkman. Jesuits in N. A. 17th Centry. Introduc. XXI. Morgan. League of the Iroquois pág. 97 y sigtes. Morgan. Anc. Socty., 119. Fiske. Op. cit., I. 72 á 82 (Iroqueses), 94 á 40 (Aztecas). H. Book Am. Ind. 337, etc. Entre las alianzas ocasionales, pueden citarse la de las tribus de Virginia y Maryland, llamada Powhatan por los historiadores, los Siete fuegos del Consejo de los Dakotas, etc., etc. (H. B. Am. Ind.), pág. 337.

[202] H. B. Am. Ind., 169, 171, 264, etc. Letourneau. Property its origin & development, pág. 44 y sig. Deniker. Op. cit., 245 y sigtes. Robertson. Op. cit. 102 y sigtes., y nota 34. Gilüi. Nachreis. Lande Guiana, 397. Farrand. Op. cit., 140, 201 y 202. P. Mártyr de Anglería. Décadas, 1-45. Barros Arana. Op. cit., I, pág. 98. Dorsey. Soc. Omaha, 366. Fowell. Wyand. Gov. 500-81. Gumilla. Op. cit., I, 265. Venegas. Hist. de la California, I, 66. Consecuencia de la propiedad comunal es la hospitalidad del Indio Americano, tan decantada por algunos escritores. Desde que los alimentos eran libres y propiedad común, el indio no era más que un guardián de ellos por las circunstancias. El odio al extranjero era común á todos; las tribus y el indio en general tenían poco de caritativos. La palabra "hospitalidad" no es, pues, aplicable al caso. Farrand. Op. cit., 255.

[203] Vse. Robertson. 107 y sigtes H. Book Am. Ind. 497, etc. Mayne. Early Hist. of Institutions, pág. 49 (London 1875). Keane. Etgy. pág. 6 y sigtes. Brinton. Op. cit. pág. 46, cita el caso de los "Heit suk" y "Kiva Kuilt" (Costa N. O. Edos. Udos.), que á pesar de tener dialectos de la misma familia, en unos regía el sistema del patriarcado y en otros el matriarcado. (Vse. Boas. 5th Rep. to the British Am. of Science, pág. 38). Powell. Sostiene sintéticamente que la evolución social indígena no fué como la europea del militarismo al industrialismo, sino del parentesco á la propiedad, etc. (Limtions. Antropcal. Data. 1st Rep. B. A. E. pág. 34 y sig.). Vse. Hoffman. Menomini Indians (14 Rep. B. A. E.). Mac Cawley. Seminole Indians (5. Am. Rep. B. A. E.) pág. 469. Los indios Guaranis, dice Lozano, aunque divididos en parcialidades, respetaba cada una á sus caciques hereditarios, á quienes el rey eximió de tributo en cuanto nobles, después de las probanzas de los Indios (Conq. Río de la Plata. I pág. 384. B. A. 1873). Vse. Oviedo. Lib. III, Cap. 6, pág. 97. Cassani. Hist. Nuev. Rno. de Granada. 226. Charlevoix. Hist. Now. France. III, 467. Lettres Edifiantes. XX-106-III. Herrera. Dec. I. Lib. I, Chap. 16 y Lib. II, 44. "Los caciques de las islas (Cuba) podían hacer hablar á sus cenis (divinidades) y por su intermedio imponer tributos." (Id. Dec. I. Lib. III, Cap. 3.º)

[204] Deniker. Op. cit., 256. Dellenbaugh. Op. cit., 375. H. Book Am. Ind., 230 Rau. Smitniau. Rep. 1872. pág. 271. Hittell. Hist. Calfnia., I, 139 (Relación Vizcaíno, 1602). Mason. Op. cit., 365. Thurn. British Guiana, pág. 270. Acuña. Op. cit., 116-130. Robertson. Op. cit., II, 107 y sigtes. Herrera. Dec. II, 193, 2, etc. Letourneau. L'Evolution du Commerce, pág. 52 sig.

[205] Deniker. Op. cit. 256. Mason. Org. Inv. 366-412. Id. íd. Bows Arrows & Quivers. N. A. Abor (Smithsonian Rep. 1893), pág. 631. Mortillet. Rev. Ecole. Anthrop. (1892). Vol. II, 92-93. Hough. Primitive Am. Armour (Rep. U. S. Nat. Mus. 1893), pág. 625. Brinton. Am. Race. 138. Robertson. Op. cit. II, 114 y Notas (37 á 42) Charlevoix. Op. cit. (Nuv. France). 215-376. Mooney. Ghost Dance Religion (14th Rep. B. A. E.) pág. 790. Dellenbaugh. Op. cit. 248 y sigtes. y Chap. II. Lozano. Op. cit. 410 y sigtes. Id. íd. (Gran Chaco). 95, íd. íd. (Paraguay) I, 144. Herrera. Déc. I. Lib. VI. Ch. 8. III. Lib. IV. Ch. 16, etc. Adair. Hist. Am. Ind. pág. 150-231-368, etc. Colden. Hist. Five Nations. pág. 125. Farrand. Op. cit. 241 y sigtes. Vargas Machuca. Milicia Indiana, I, 282 y sig. (Modo de dar guazavaras y recibirlas). II, 76-95 y sigtes (De que se hace la "yerba"), etc. Morgan. League of the Iroquois. I. 69 á 331. Abbot. Op. cit. Cap. II. V. XIX-XX-XXI, etc. Foster. Op. cit. 202 y sigtes. Blanco. Conv. Hiritu. 28. Laffitau. Op. cit. II, 69-248. Lett. Edftes. XVII-XX-XXIII, etc. Gumilla. Op. cit. I. 286. H. Book Am. Ind. 71-21-203-535-735. Moorehead. Op. cit. 212. Rep. B. A. E. 14th (Mooney). 9th (Murdoch). 18th (Nelson). 13th (Fewkes). 15th (Holmes). 2nd (Stevenson). 6th (Boas). Reports. Nat. Mus. E. U. 1897. (Maguire) 1888. (Niblaek) 1896. (Wilson). Bandelier. (10th An. Rep. Peabody Mus. 1877), pág. 107-128. Proce. U. S. Mus. Vol. XVI, pág. 219. Mortillet. Empoisonnement des Armes (Rev. Ecole. Anthop. 1891), I. 97-106. Squier. Nicaragua II. 437. Dorsey. (3rd Rep. B. A. E.), pág. 312-23. Galanti. Op. cit. I. 119-123. Barros-Arana. Op. cit. I. 83 y sig. Garcilaso de la Vega. Op. cit. II. 242, etc. Colecciones Museo de la Plata, Museo Británico, etc.

[206] Listen to the words of warning.... (Longfellow. Hiawatha. I. pág. 116 (Ed. Routde)).

[207] Rel. Nauf. y Com. Alvar Núñez Cabeza de Vaca. I. pág. 70 (Ed. Suárez). Oviedo. Op. cit. I-457.

[208] Deniker. Op. cit., 144 y sig. Farrand. Op. cit., 222 y sig. H. Book Am. Ind. (B. E.), 116-467, etc. Robertson. Op. cit. I-87-94 y sus notas. Mason. Op. cit. Cap. VI, 186-89.

[209] Deniker. Loc. cit. Farrand. Loc. cit. Mason. Op. cit., Cap. IV. Bunge. Lehzbuch Physiol. Chemie, pág. 110. Paine. Hist. Amca. I, 259-333. Dellenbaugh. Op. cit., 247-377. Fiske. Op. cit. I, 83-84. Robertson. Op. cit. I, 92-94 y sus notas y Apce. Notas 25-27-28-29-30. Compárese Barrere. Rel. France Equinox., página 155. Oviedo. Hist. Ind. Lib. VII á XV, en especial Ch. II al VIII, Lib. VII. Barros Arana. Op. cit., I, 78. Galanti. Op. cit., I, pág. 110. Lozano. Cta. Río de la Plata. Cap. XIII-IX. Garcilaso de la Vega. Com. Rles. I, Ch. XIX á XXIII. Herrera. Décadas. Tabla Gral., Vol. IV. Gomara. Hist. Gral., 198-206. Vargas Machuca. Milicia. Indna. II, pág. 126, 128.

[210] Farrand. Op. cit., 225-239 H. B. Am. Ind. (457-467-491). Gautier. (Káolin Bolivia). Sur un Certaine Argile blanche, etc... (pasa). Actes. Soc. Scient. Chile. Vol. V, 1895 (Ptes. I-3). Jenks. Wild rice gatherers of the upper lakes (19th Rep. B. A. E.), pág. 185 y sig. Dodd Mead's. Cycdia. "Man", "Food", etc.

[211] Farrand conforme con Keane. M. P. & P., pág. 419, dice textualmente: "Cannibalism as a practice can hardly be said to have existed in North America certainly not North of the Mexican border.... In practically all cases it was an empty form". (Op. cit., pág. 226). Esta rotunda afirmación es simplemente ridícula ante la sana crítica histórica. (Vse. H. Book Am. Ind. B. Etgy.), pág. 201 y sigtes.

[212] Hay que tener especial cuidado, dice Powell, (Limtions. of use of some Anthrop-data.) (1st Rep. B. A. E., pág. 78 y sigtes.) antes "de aceptar los datos de nombres, etc., de cualquier autor, sobre cualquier tribu Indígena". Lo de conservar, afirma Acuña hablando de los Indios Aguas, sus esclavos para comerlos en sus borracheras, es dicho común de los Portugueses, que andan metidos en este trato (el de esclavos indios)... "No hay en todo este río (Amazonas) carnicerías públicas en que todo el año se pesa carne de Indios, como publican los que á título de evitar semejante crueldad, la usan ellos mayor, etc..." (Cbal. de Acuña). Nvo. Descto. del Gran Río de las Amazonas, 1641. (Edción. Madrid, 1891. Lib. Rar. y Csos. II, página 120-121).

[213] La idea del Canibalismo estaba tan extendida (S. A.), que muchos pueblos del Amazonas declaraban que "preferían ser comidos por sus parientes antes que por los gusanos". Vse. Markham. List of Tribes, etc. (Journ. Anthrop. Inst. 1895, pág. 233). Mason. Op. cit., pág. 407 y sigtes. Steinmetz. Endo Kannibalismus, pág. 16 y sigtes. Martins. Zur. Ethnographie Brasiliens, 1867, pág. 430. Keane. M. Pst. & Psnt. pág. 418 y 419. Deniker. Op. cit., 146 y sig. H. Book Am. Ind. (B. A. E.), loc. cit. Dodd Mead's. Int. Cyclopedia. "Cannibalism". Bancroft. Nat. Races. II-181 y sigtes. Robertson. Pág. 126-127 y sus notas. Nadaillac. Am. Preh., 56-61. Dellenbaugh. Op. cit., 367-68-71. Barros Arana. Op. cit., I-81. Mooney. Our last Cannibal Tribe, pág. 11 y sigtes. Letourneau. Bull. Anthrop. París, X-777 (1887), XI-27-72-123 (1888). Galanti. Op. cit., 157-194-96-87. Compárese Lozano. Conq. Río de la Plata, I-392. Nájera. Desengaño Guerra de Chile, pág. 94. Charlevoix. Hist. Now. France, III-208-209 y I-259, II-14, III-21. Lettres Edifiantes. XXIII, pág. 277. Blanco. Conversión en Piritu, pág. 37 y sigtes. P. Mártyr de Anglería. Déc. I, pág. 16. Oviedo. Hist. I, pág. 125 y sigtes. Herrera. Década I, 80-16-272. Déc. II, Cap. I-II, etc. (Vse. Tabla Gral., Vol. IV).

[214] Garcilaso de la Vega. Com. Reales. I. 13-198, (Cap. XXII). Herrera. Déc. I, 24, II. En Tlascala el fuego era Dios de la vejez. I, 161. I-II, 262. 1, etc., y III, 27. 1. Compárese Payne. Hist. Am. I, 376-400. Mason. Op. cit., 82 y sigtes. 228 y sigtes. Deniker. Op. cit., 749 y sigtes. Farrand. Op. cit., 239. H. Book Am. Ind., 459-515, etc., y en especial las observaciones de W. Hough, jefe del departamento especialmente dedicado en el Museo Nacional de Washington á los métodos del salvaje para obtener fuego. (Vse. Proceedings. U. S. Nat. Museum, Dep. Etgy., 1888-1890, pág. 181-184, etc., etc.).

[215] Vse. Cabeza de Vaca. Naufragios. (Ed. cit.), I. 77-84. Schoolcraft. Op. cit. Ptes. I-IV. Pí y Margall. Op. cit. Epílogo IV. Farrand. Op. cit., 225-239. Deniker. Op. cit., 152 y sigtes. Robertson. Op. cit., 143. (Vol. II) y Nota 56. Charlevoix. Hist. Nouv. France. III. 332. Mason. Op. cit., pág. 52-75. 84 y sig. H. Book Am. Ind., 226, 467, 849, 943, etc. Lafittau. Op. cit., II, 28. Abbot. Primitive Industry. 261 y sig. Los "Metates" Mejicanos (Mettatl) eran también usados por los Indios de Arizona y Nvo. Méjico (H. B. 849). Vse. también Fewkes. Arch. Exption. to Arizona. 17th Rep. B. A. E. y Two Summers in Pueblo ruins (22th Rep. B. A. E.). Stevenson. The Zuñi Indians (23rd Rep. B. A. E.). Barber. Moqui Food-Preption. Am. Nat. XII. 456. Jenks. Wild rice gatherers. (19th Rep. B. A. E.). Mason. Migration & the Food Quest. Smitnian. Rep. 1894. I, etc., etc.

[216] Mason. Op. cit., 106. H. Book Am. Ind. 433 (Eskimo) y 600. Una ley de la Liga de los Iroqueses mandaba que si un mensajero se acercaba á los fuegos de una aldea, debía llevar una antorcha como símbolo de paz. (H. B. 601). Vse. también Hough. Develop. of Illumination (Smithnian. Rep. 1901-1902). Thomas. Int. N. H. Arch., pág. 37. Dellenbaugh. Op. cit., 252, etc. Herrera. Déc. V, 75, I, etc. Para el uso del fuego en las ceremonias, véase, entre otros, Mathews. Mountain Chant, que describe la danza del fuego de los Navajos (5th Rep. B. A. E.). Garcilaso de la Vega. Op. cit., I. 18 etc.

[217] Deniker. Op. cit., 154. Farrand. Op. cit., 232-234. Mason. Op. cit., 75-152-161. Robertson. Op. cit., II. 143. H. B. Am. Ind., 181-505-477. Cushing. Pueblo Pottery. (4th Rep. B. A. E., pág. 473 y sigtes.) Colecnes. vasijas Incásicas. Museo Arqco. de Madrid. Ambrosetti. La Civltion. Calchaquie, (XII. Cong. Amtes. París. Compte Rendu). Outes. Los Querandies, pág. 71-124. (Factura muy parecida á la de las Cerámicas Zuñis). Ambrosetti. Alfarerías Calchaquies (muy perfectas). Museo Pcial. Entre Ríos (Rev. Mus. de la Plata. Vol. III, 1892). Dellenbaugh. Op. cit., 99-122 y 428. Nadaillac. Am. Phr. 162 y sigtes. Thomas. Op. cit., 87 á 97-245-273. Galanti. Op. cit., pág. 108. Barros Arana. Op. cit., I., pág. 79 y sig. Restreppo. Los Chibchas antes de la Cta. Espla. Cap. XII-XIII, etc. Museo Nacional de Méjico. Breve Guía Descriptiva. Stevenson. Colecnes. Pblos. Zuñi, Wolpi, Arizona, etc. (3rd An. Rep. B. A. E., pág. 519). (2nd An. Rep. B. E. 337 á 421). Holmes. Pottery of Ancient Pueblos (4th An. Rep., pág. 266-358). Id. Orig. & Develop. of form. & ornament in Ceramic Art. (4th Rep. B. E), página 437 y sig. Id. Arte Antguo. Chiriquis (6th An. Rep., pág. 35-37.) (6th Rep. B. E., pág. 195). Colleccion Seller. Mseo. Arqco. Berlín. (Bull. 28. Bur. Etgy., pág. 75-635), etc., etc.

[218] Deniker. Op. cit., pág. 158. Robertson. Op. cit., 196 y sus notas. Cabeza de Vaca. Naufgios. I. Cap. XXVI. H. Book Am. Ind., 150-194-468. Lozano. Conqta. Río de la Plata. I. 229-427, etc., y 199 y sigtes. (mate) en que cita á Ruiz Montoya. Conqta. Esptual. Oviedo. Hist. III. 113. Galanti. S. I. Op. cit., I. 112. Gumilla. Op. cit., I. 257-286 (Otomaques). Letourneau (Sociologie. París 1880) habla también de un polvo llamado "parica" que tomaban los Indios del Amazonas en la misma forma que los Otomaques, entre dos personas, y soplando una con un tubo el polvo en la nariz de la otra. (Letneau. 44 y sigtes., y Gumilla, loc. cit.). Vse. también Gatschet. Creek Migrations Legends II. 56. Hardlicka. Tesvino Among Apaches (Amcan. Anthrop. VI. 190). Meléndez. Tesoros Verdaderos. III. 369. Ulloa. Not. I. 249-337. Lozano. Desc. Gran Chaco. 56-103. Torquemada. Mon. Ind. I. 335, etc., etc.

[219] El "Calumet" (con ó sin recipiente, para tabaco) era uno de los objetos más sagrados de los Indios de Nte. América. El simbolismo del "Calumet" en sus colores era generalmente de Asamblea, Walhalla ó Consejo de Dioses, y los tratados ratificados fumando el calumet no podían violarse sin incurrir en sus iras. Cada aldea tenía su "calumet" ó "pipa de paz". El que viajaba con ella era intangible aun pasando entre enemigos. Entre los Iroqueses era costumbre fumar tabaco durante las tormentas para atraer la lluvia. Se acompañaba generalmente este curioso holocausto con danzas especiales. Vse. Dellenbaugh. 171-364 y sigtes. H. B. Am. Ind. 191. Farrand. Op. cit., 137 (Sioux). Mac Guire. American Abor. Pipes (Rep. Nat. Mus. 1887, página 468). Thomas. Op. cit., 99. Lafittau. Op. cit. II. 231. Twaites. Jes. Relations. I. LXXIII. (Ed. 1696-1901). Lesueur. Le dance du Calumet (Soirees Candienues. IV. 1864). Dorsey. Omaha Sociology. (3rd Rep. B. A. E.), etc.

[220] Farrand. Op. cit., pág. 213 y Cap. III-IV. Deniker. Op. cit., pág. 160 y sig. Robertson. Op. cit. pág. 189 y sig. (Notas 51-56). Dellenbaugh. Op. cit., Cap. VIII, pág. 194. Brinton. Am. Race, pág. 51. Fiske. Op. cit., pág. 76-84. Thomas. Op. cit., 339-342. H. B. Am. Ind., pág. 77-126-131-165-410-515-601, etc., y Bibliografías. Herrera. Déc. II. 183. II. 190. II. 47. II. 288. 1-I. 46. I. 22-2. I. 23-1. I. 24-2. V. 8-2. IV. 63-2. (Vse. Tabla Vol. IV). Lozano. Conq. Río Plata. I. 383-417-424, etc. Barros Arana. Op. cit., I. 79. P. Diego Rosales. Hist. Gral., Lib. I, Cap. XXV-XXVI-XXVII. Morgan. Houses & house life Am. Ind. 126 sigtes. Cattlin. Am. Ind. I. 81. Brinton. Lineal Measures of Sem. Civ. Nat. of Mco. & C. Aca. (Essays of an Americanist, pág. 433.) Galanti. Op. cit., I. 84-85 (Tabas, etc.) Lafittau. Op. cit., II. 4. Torquemada. Op. cit., I. 247. Barrere. Nouv. Rel. France Equin., 146-147. Wilson. Account of Guiana. Purchass. Pilg. Vol. IV, pág. 1263-91. Gumilla. Op. cit., I. 255-383, etc. Oviedo. Sum., pág. 53 y sigtes. B. A. Etgy. Rep. 17 (Mindeleff) 3rd. (Dorsey) 14th. (Winship., Coronado Exption.). Mason. Op. cit., 247 y sigtes., etc., etc.

[221] Deniker. Op. cit., 170. Westermark. Human Marriage, pág. 196-212 y sigtes. Irko Hirn. Orig. of Art., 196-214, y su biblogfia. Ratzell. Volkerkunde I. 64. Delisle. Deformation Craneane Cons. Am. París. 1892, pág. 300. Tylor. Primve. Culture. II. 24. Steinen. Unten der Naturvolquen, pág. 75-86-184. Heriot. Travels through Canada, pág. 293. Garrik Mallery. (10th Rep. B. A. E., pág. 418 y sig.) Thurn. Ind. Guiana (196-305). Dobrizhoffer. Abipones. I. 19. Farrand. Op. cit., 228-235. Robertson. II. 136-138-139. Comp. H. Book Am. Ind., 16-310, etc. Acuña. Op. cit., 116-130. Lozano. Conq. Río de la Plata. I. 393. Oviedo. Hist. III. Ch. V. Charlevoix. Hist. Now. Fce. III. 323-278-327. Gumilla. Op. cit., I. 191-202-67. Herrera. Déc. IV Lib. III, X, etc.

[222] Lafittau. II. 53 Purchass Pilg. IV. 1287. Lettres Edifiantes. XX. 223. Holmes. Art in Shell Am. Amcans. 2nd Rep B. E., pág. 188 y sigtes. Deniker. Loc. cit. Farrand. Op. cit., 236. Dall. 3rd Am. Rep. B. E. pág. 192 y sig. H. Book Am. Ind. 97-151. Dellenbaugh. Op. cit., 122-125. Garcilaso de la Vega. I. 27-296 (Urcos). Abertura orejas símbolo dignidad. I. 217. Sob. II. 179, etc., etc...

[223] Garcilaso de la Vega. Op. cit. I. 217. Vse. Barros Arana. Op. cit., I. 82. El Indio Chileno, por excepción digna de nota, no usaba pinturas, tatuajes ni deformaciones Étnicas, á pesar afirmación Letourneau (Sociologie, pág. 78), que dice se perforaban la nariz. (B. H. 83).

[224] Farrand. Op. cit., 234. Deniker. Op. cit., 184. Mason. Org. Inv., 224, Cap. VII. Dellenbaugh. Op. cit., pág. 89 y sigtes. Catten. Smithnian. Rep. (1885), pág. 450-451. Dorsey. (3rd Rep. B. E., pág. 310). Carta Coronado. Relación Post. Cibola y Narrción. Jaramillo. (14th Rep. B. Etgy., 562-566-587). H. Book Am. Ind., 125-153-310-477, etc. Bancroft. Nat. Races, Vol. II, pág. 484. Z. Nuttall. Peabody Mus. Papers (Trabajos en plumas). En las Salas Capitulares del Real Monasterio del Escorial, existe un preciosísimo ornamento (mitra) típico de esta clase de adornos. Vse. también Holmes. (3rd An. Rep., pág. 293). Robertson. II. Nota 48. Fdo. Colón. Vda. del Almirante. Cap. XXIV. Mathews. Navajo Weavers (3rd An. Rep., pág. 175). Prescott. Conq. of Mexico. I. Ch. V. II. Cap. 1. Garcilaso de la Vega. Op. cit., I. 217-300-312, etc. II. 137-139-272, etc. Squier. Nicaragua, pág. 295. Lozano. Conq. R. Plata. II. 384, etc., etc.

[225] Robertson. Op. cit., II. 89. Gumilla. Op. cit., II-I. 4. Acuña. Op. cit., I. 156. Bancroft. Nat. Hist. of Guiana, 280. Farrand. Op. cit., 224. Deniker. Op. cit., 189. H. Book Am. Ind., 460-580. Lozano. Conq. Río Plata. I. 395-407. Barros Arana. Op. cit. I. Cap. IV. Adair. Hist. Am. Ind. I. 216 y sig. Jesuit Relations. (Ed. Twaites). I á LXXIII. Dellenbaugh. Op. cit., 270 y sigtes. Mason. Op. cit., 258 y sig. Galanti. Op. cit., 111. Rev. Insto. Geogco. Brasilero. Vol. II. Pág. 552, XII. pág. 372-354. Schoolcraft. Ind. Tribes. I-VI. Pí y Margall. Op. cit., Epílogo. Vol. II. Bureau of Etgy. Reports. 2nd (Holmes). 9th (Murdoch). 6th (Boas). 11 (Turner). 14 (Hoffmann). 18 (Adison), etc. Cse. también Rau. Prehist. Fishing. Smithsonian Institution. Rep. XXV. (1884).

[226] Deniker. Op. cit., 193. Hahn. Die Hansthiere, etc. (Leipzig. 1896). I. 321-241. Farrand. Op. cit., 225. Robertson. Op. cit., II. 91-92-97. (Nota 30). Gumilla. III. 902. Buffon. Hist. Philque. et Pol. de deux Indes. IV. 364. Fiske. 83-84. I. Op. cit. Mason. Orig. Ind. 183-291. Olv. Ordinaire. (Rev. Etngie. 1887). Vol. VI. 282. Dellenbaugh. Op. cit., 335. Brinton. Am. Race. 51. I. I. von Tschudi. "Das Lama". (Zeitschrift für Ethnologie. 1885. s. 108). Sagard. Hist. Canada. I. 265-266. (Ed. 1866). Brinton. Myths of N. World. 22-1868. Schoolcraft. Ind. Tribes. I. 80. Bancroft. Nat. Races. I. 538. H. B. Am. Indians. 21-388. Rep. (B. A. E.) expte. 2nd. (Holmes). 3rd. (Stevenson) 14. (Winship) 23. (Stevenson), etc.

[227] H. Book Am. Ind. 126-131-165-601 y 603. Powell. 20th Rep. B. A. Egy. (Technology-Implements.)

[228] Herrera. Déc. I. 21-101-150-26-131. II. 196 (La Española). III. 267. 1 (Est-Magallanes). IV. 198-1. (Nva. Espña.), etc. Véase también H. Book. Am. Ind. 157-330-436, etc. Deniker. Op. cit., 277. Farrand. 237 y Cap. II. Mason. Org. Inv. 325, 365, etc. Thurn. Ind. Brit. Guiana, pág. 195 (Londres 1883). Mason. Cradles Am. Abor. (U. S. Nat. Mus. Rep. 1887), pág. 161-235. Relación Castañeda (14th Am. Rep. B. A. E., pág. 190). Dellenbaugh, pág. 276. Robertson. 144 y sig. y Nota 55-6. Op. cit., V-II. Labat. Voyages. II. 91-131. Lafittau. Op. cit. II. 213. Bur. Am. Etgy. Reports. 6.º (Boas), 592 y sig 9.º (Murdoch). 344-58. II (Turner), 241-308-312. 14.º (Hoffmann), pág. 292 y sigtes., etc., etc.

[229] Parkman. Conspiracy of Pontiac 1. 339, describe este episodio luctuoso en palpitantes páginas. Vse. H. Book Am. Ind. 51-483. Spencer. Sociology. III, 201-203. Groos. Die Spiele der Menschen, pág. 508-509. Irko. Hirn. Orig. Art. pág. 20 y sigtes. Deniker. Op. cit. 196. Lumholtz. Unknown Mexico 1. 272 y sigtes. Adair. Hist. Am. Indians. I. 421. Dellenbaugh. Op. cit. 321. Mooney. 14. Rep. B. A. E. 1.002-1.003. Robertson. Op. cit. II. 195. Lafittau. Op. cit. II. 358. Herrera. Dec. II. Lib. VII. Cap. 8. Dec. IX. Lib. X. Cap. 4. Charlevoix. Hist. Nouv. France. III. 261-318. Lozano. Paraguay. I. 149, y en especial Culin. American Indian Games. 24 Report. B. A. E.

[230] H. Book Am. Ind. 400. Deniker. Op. cit, 197. Dellenbaugh. Op. cit., 285 y sig. Bandelier. Delight Makers. 39 y sigtes. Prescott. Conq. of Mexico. 52. Acosta. Hist. Ind. Lib. V, Cap. XXX. Morgan. League of the Iroquois. II. 280. Garcilaso de la Vega. Op. cit., I. 194-208-204. Rivero y Tschudi. Aut. Peruanas, pág. 116. Von Tschudi. Die kechua Sprache. II. 110. Bme. Mitre. Ollantay (Nva. Rev. B. A. 1881, pág. 44). Markham. Ollantay (Tradción. Olivares. Intción.) V. F. López. Irko Hirn. Org. Art. 150 y sigtes. Bur. Am. Etgy. Rep. 15th-16th-19th II. (Fewkes). 19th. (Powell). 23rd. (Stevenson). 9th. (Bourke) y su Bibliografía. Spencer. Sociology. I. 797. Groos. Op. cit., 246-247. Comp. Oviedo. Hist. I. 75 y sigtes. Schoolcraft. Op. cit., V. 428 y sigtes. Frazer. Golden Bough, pág. 22 y sigtes.

[231] Farrand. Op. cit. 252. Deniker. Op. cit. 199. Parkman. Jes. in North Amca. LXVIII. Dellenbaugh. Op. cit. 325 y sig. Robertson. Op. cit. II. 198 y sus notas. Charlevoix. Nouv.-France III. 297. Laffittau. Op. cit. 1. 523. Sloane. Nat. Hist. Jamaica Intción. pág. 48. H. B. A. Ind. pág. 381. Jesuit Relations (Ed. Twaites) I á LXXIII. Morgan. League Iroquois II. 18. B. A. Et. Rep. 3. (Dall) pág. 98 (Dorsey) pág. 399. 16th pág. 267. (Fewkes.) 19th II pág. 506 (Mooney.) 5th 387. (Mathews.) 14th pág. 650 á 1.004. (Mooney.) 9th 448 y sig. (Bourke.) etc., etc. Véase también Irko Hirn. Op. cit. 150 y sigtes. Bourke. Snake Dance of Mokis, pág. 178 y sigtes. Fewkes. Snake Ceremonies. Jour. Am. Etgy. & Arch. Vol. IV. 115 y sig. Spencer. Princip. of Sociology I. 743 y sig. Groos. Op. cit. 221. Schoolcraft. Op. cit. II. 59. III. 187. V. 526-684. Acosta. Hist. II. 444. Bancroft. Nat. Races. I. 101-105. Frazer. Golden Bough I. 22-23. Barros-Arana. Op. cit. I. 89 y sig. Lozano. Conq. Paraguay, etc., I. 392 y sig. Herrera. Déc. II. 198. I. V. 64. I. II. 195. Dorsey. Ponca Sun Dance (Field. Col. Museum. Vol. VII. n. 2. Déc. 1905, etc.).

[232] Mooney. Ghost Dance Rel. (14^{th} Rep. B. A. E. pp. 994-995). Irko Hirn. Op. cit., 220 y sigtes. Spencer. Origin of Music (Essay. II. 443-435). Gourney. Power of Sound, pág. 159 y sigtes. Wallaschek. Primitive Music. 210-213-88-113. Lafittau. I. 552. H. Book. Am. Ind. 959. Dellenbaugh. Op. cit., 308 y sig. Vargas Machuca. Op. cit., II. 96. Garcilaso de la Vega. Op. cit., 66-I. 65-II. Herrera. Déc. II. 182-2 147-1-282-2. III. 93-2. IV 261-1, etc. Curtis. Songs of Anc. America, pág. 23 y sig. Farrand. Op. cit., 261. Hoffman. Mide Wiwoin Ojibwa. (7 Rep. B. B. E., pág. 148). Lumholtz. Op. cit., I. 475. Mathews. The basket drum (Am. Antrop. N. S. VII, 2.º, 2 Abril 1894) Bandelier. Arch. Tour, pág. 150, comentando á Bernal Díaz del Castillo. Filmore. Harmonic Structure Ind. Music. (Am. Antrop. N. S. Abril 1899). Murdoch. Eskimo (9th An. Rep. B. A. E., pág. 388). Culin. Games. Am. Ind. (24. Rep. B. A. E.), pág. 76-309. Smith. World Earliest Music, pág. 57 y sigtes., etc., etc.

[233] Los conceptos primitivos de la forma relacionados también con los cuatro puntos cardinales, dieron origen á representaciones semejantes á la cruz y la swastica, extendidas por toda América, y cuyo significado místico, ya fuese invocatorio ó emblemático del sol, la fecundidad ó la lluvia, nada tiene que ver con la interpretación cristiana de la Cruz, ni mucho menos con los ritos Budhistas, como han sostenido equivocadamente algunos arqueólogos. Vse. H. B. Am. Ind. (B. A. E.) 326, 567. D. Charnay. Anc. Cities of the New World. 150. 215. Hamy. Rep. Acad. Sciences (Noviembre 1882). Nadaillac. Am. Preh. 175, 326. Stevenson. Myth. Sand Painting Navajos (8. Rep. B. A. E.). Dellenbaugh. Op. cit. 459. Alviella. Migration des Symboles. II. 217. Th. Wilson. The Swastica, the earliest known symbol. pág. 21 y sig. y su Bibliografía. Brinton. Myths of the New World. pág. 83, 120 y sigs., Comp. Herrera. Dec. II. 172. 2. III. 59, I, etc., etc.

[234] Vse. Irko. Hirn. Op. cit. Cap. XVIII al XXI. Farrer. Primitive manners & customs. pág. 65. 66. Guaita. Sciences maudites. II. II. pág. 185. Deniker. op. cit. 201 y sig. y sus notas. Haddon. Evolution in art. pág. 77 y sig. Von-den-Steinen. Unt Natürvolk Zent Brasil pág. 47, 118, etc. Farrand. op. cit. pág. 289. Dellenbaugh. op. cit. pág. 161 y sig. y sus notas. Boas. Kwakuilt Indians (Report. Nat. Mus. 1895). Murdock. Eskimos (G. Rep. B. A. E.). Wilson. Prehist. Art. pág. 477 y sig. Bandelier. Final Report. pág. 152 y sig. íd. Archeol. Tour in Mexico, pág. 78 y sig. Charnay. op. cit. pág. 210 y sig. Cushing. Study of Pueblo Pottery (4. Rep. B. A. E.). Holmes, Origin & development of form in Ceramic Art (4. Rep. B. A. E.). íd. Ancient Art of Chiriquis (6. Rep. B. A. E.). Nadaillac. Am. Preh. pág. 263 y sig. Robertson. op. cit. II. pág. 176 y sus notas. Baessler. Ancient Peruvian Art (Ed. Keane. 1902-1903. pág. 49 y sigs. y sus referencias). Hand Book Am. Ind. pág. 99 (Arts.) 325 (Color Symbolism). 403 (Dry Painting) 425 (Engraving) 456 (Fetishes) etc., y sus referencias. Bancroft. Nat. Races. pág. 328 y sig. Thomas. Introd. American Archeol. pág. 203 y sigs. Winsor. Narr. & Critic. Hist. of America I. 225. etc., etc.

[235] Vse. Ruskin. The seven Lamps of Architecture, pág. 186 y sig. (Ed. Allen. 1906), Milá y Fontanals. Op. Completas. Tom. I, pág. 17 y sigs. Brinton (Religions of Prim. People, pág. 233 y sig.) glosando á Darwin (Descent of Man. pág. 581), opina lo contrario con razones á mi juicio insubsistentes y empíricas. Comp. L. H. Gray en Hasting's Enciclopedia. pág. 832.

[236] Deniker, op. cit. pág. 204 y sig. Mason. Orig. of Inv. pág. 33 y sigs. Dellenbaugh. op. cit. pág. 171 y sig. Hasting's Encyclop. Relg. & Ethics. I. 832 y su Bibliografía. Baessler. An. Per. Art. (Trad. Keane. 128 y sig). Thomas. op. cit. página 31 y sig. Wiener. Perou et Bolivie, pág. 655 y sig. Waitz. Anthrop. der Naturvolker III. Pte. I.ª (Leipzig). H. B. Am. Ind. (B. A. E.), pág. 342, 847, etc. y sus abundantes bibliografías. Vse. también mi Cap. II, Tít. I y sus notas.

[237] Vse. Deniker. loc. cit. Restreppo. op. cit. Cap. XIV, como ejemplo típico del sistema de numeración de palabras simples hasta el núm. 4, y las demás hasta el 20, completas.

[238] Los Caribes, Tupis y otras tribus, América del Sur, cuentan por las manos y pies empleando así, el sistema decimal; así por ejemplo, 5=una mano. 10=dos manos. 12=dos manos y dos dedos. 15=dos manos y un pie. 20=Hombre completo. Vse. Deniker. Op. cit. pág. 223-H. B. Am. Ind.-(B. A. E.)-pág. 353. McGee. Primitive Numbers. 19. Rep. B. A. E. pág. 178 y sig. Trumbull. Numerals in Am. Ind. Lang. (Trans. Am. Philol. Ass'n 1874). Restreppo. Op. cit. cap. XIV. pág. 159 á 163. y Cse. opinión Duquesne y Barón Humboldt.

[239] H. B. Am. Ind. (B. A. E.) loc. cit.-Brinton. Origin of Sacred Numbers (Am. Anthrop. 1894). Brinton. Myths of the New World. 183 y sig. Id. Religions of Primitive People. pág. 119 y sig etc., etc.

[240] Vse. H. Book Am. Ind. (B. A. E) pág. 189 etc. Deniker. Op. cit. pág. 225.

[241] Deniker. Op. cit. pág. 227 y sig. H. B. Am. Ind. pág. 430 y sig. S. Holm. Meddels, on Groenl. pág. 101 (Copenhagen 1887).-Prescott. Conq. of Mexico, pág. 43 y siguientes.

[242] Para el desarrollo, tendencias y estado actual de la llamada "Ciencia de las Religiones" Vse. Brinton. Religión of Prim. Peoples. pág. 3 y siguientes. Jastrow. The Study of Religion pág. 1 á 129. Mgr. A. Le Roy. La Religion des Primitifs. pág. 2 y siguientes (cap. I) y sus notas y Bibliografía.

[243] Vse. Brinton. Rel. of. Prim. Peoples pág. 63 y sig. íd. Myths of the New World pág. 65. Mathews. Etnography of the Hidatsa pág. 48. Com. Mgr. A. Le Roy. La Religion des Primitifs pág. 171 y sig. Sacred Books of the East (Edición Max-Muller), vol. 1, pág. 92. Allauson Pictou—Pantheism. pág. 28 y siguientes y su Chronolog. Syllabus—Vse. también Jastrow—The Study of Religion—pág. 75, 93, 121, etc. Morgan. League of the Iroquois—pág. 143. Parkman—Jesuitism North America. Introd. LXVIII. Robertson. Op. cit. II 177. Ciceron. De Natura Deorum.—Lib II cap. II (Númen prestantissimæ mentis) Torquemada—Mon. Ind. II 415. Herrera—Dec. IV, Lib. IX. V. Lib. IV. etc. Laffittau. Op. cit. I 108. Hasting's. Cyclop. Rel & Ethics. vol. I pág. 381 (A. H. Keane).

[244] V. Brinton. Rel. Prim. Peoples-pág. 31 y sig. Mgr. Le Roy. Op. cit. pág. 428 y sig.-Jastrow op. cit. 173 y sig. y sus notas y bibliografías. Séneca (Epístola 117). Nec ulla gens ut non aliquis Deos credat, etc. Ciceron (De Nat. Deorum. Lib. II ch. IV). Omnibus enim innatum est et in animo quasi insculptum, esse Deos. Hobbes. Leviathan. "the seed of Religion is only in man". (Cap. XII. p. 56, Ed. Routledge). Lang. Myth, Magic & Religion. Ch. I. Vol. I. Clodd. Animism, pág. 11. Tylor. Op. cit. I. 350 y sig. Keane. Etsy pág. 216. De Quatrefages. L'Espece Humaine (2. Ed. p. 356). Deniker. Op. cit. pág. 214 y sig. Tiele. Komp. der Religiongeschicte (3. ed. Breslau. p. 28). Reville. Prol. Hist. des Religions. (París 1883. p. 18 y sig). Entre los antiguos cronistas y misioneros, consúltese Figueroa. Rel. Maynas. (ed. Suárez. pág. 235). Lettres Edifiantes en especial 11, 12, 13, 132, 177, etc. Lozano. Desc. Gran Chaco. pág. 59. Gumilla. Op. cit. II, 156. Ulloa. Not. Am. 335 y sig. Purchas. Pilgrims. IV. p. 1273. Sahagún. Hist. Gral. Nva. Esp. II. 2, 3, 4, 24, etc. Lozano. (Charruas y Guayaquies). Conq. Río de la Plata. I. 383. Ritas. (Triunfos, pág. 16), refiriéndose á las tribus de Cinaloa, dice textualmente... "no tienen el menor conocimiento de Dios, ni de alguna falsa divinidad", opinión evidentemente ligera é inexacta.

[245] Vse. Jastrow, op. cit. 129, 273 y sig. Mgr. Le Roy. Op. cit. 135 y 153. Brinton. Op. cit. pág. 69 y sig. Clodd. Animism. 34 y sig. Th. Koch. Zum Animismus Sudamericanischen Ind. pág. 116 y sig. J. N. Hewit. Orenda & Def. of Rel. (Am. Anthrop. New Series. Vol. IV. pág. 33 y 46). Farrand. Op. cit. pág. 249. Comp. Laffittau. Op. cit. I, 360. Goblet D'Alviella en Hasting's Cyclop. pág. 535 y sig. En Nicaragua la palabra "yulio" era: "el aire que salía por la boca"..., aquello que les hace á ellos estar vivos, é ydo se queda el cuerpo muerto... (Inf. Pedrarias Dávila en Oviedo, op. cit. vol. IV, pág. 39). "Ehecalt" entre los Aztecas expresaba "el aire" y "el alma", y personificado en los Mitos se decía nacido de Tezcatlipoca (alma del mundo), llamado también "Yoollichicalt" (viento de las noches). Vse. Brinton. Myths of the New World. pág. 74, y sus notas. La célebre definición de su alma dada al morir por el Emperador Adriano:

"Animula, vagula, blandula,
Hospes comesque corporis..."

se asemeja mucho á la noción indígena. Vse. Allinus Spartianus. "Adrianus" Ch. XV en "Scriptores Historiæ Augustæ".

[246] Laffitau. Op. cit. I, 370. Oviedo, op. cit. I, 126; III, 35, etc. Clodd. Op. cit. 51. Barros Arana. op. cit. I, 105. Keane. Geog. II. 224 (Infierno de Masaya). J. Toribio Medina. Aborig. Chile, 2 á 213. Prescott. Conq. of. Mexico, p. 37. (Tezcatlipoca). Herrera. Dec. III, lib. 2, cap. 66. Figueroa. Maynas. 221. Galanti. Op. cit. I, 115. Lozano. Conq. Río Plata, I, 385. Tylor. Prim. Culture. I, 2173 y sig. Won Tschudi. Beiträge Zur Kennt des Alt. Peru. 156 y sigs. Bertonio. Vocab. Aymará (huaca). Sobre la curiosa coincidencia filológica del "huaca" peruano y el "Wakan" de los Dakotas. Véase Brinton. Rel. Prim. Peop. pág. 61 y sig. Debemos hacer notar que el "Animismo", como teoría etnológica de Spencer, Tylor, Clodd, Von-Gennep, etc., es tan insuficiente para explicar la emoción religiosa como la célebre frase de Petronio ("El temor es el origen de los Dioses"), ó las hipótesis de Euhemerus (Manismo) Empédocles y Lucrecio. El animismo, ó creencia en las almas y espíritus de las cosas inanimadas, no es, ni mucho menos, un rasgo peculiar de las religiones primitivas. La idea del alma cósmica, manifestándose individualmente desde el hombre al astro, y desde la piedra al sapo, pertenece á las religiones Americanas, lo mismo que al Panteísmo de Spinoza ó al de los Neo-Platónicos. El Animismo, como el Manismo, el Fetichismo, etc. no son formas ó etapas religiosas características, sino fenómenos secundarios del sentimiento religioso, ó usando la feliz expresión de Castren "una circunstancia en la Doctrina de los Dioses" ("nur ein Moment su der Götterlehre"), Castren, Finnische Mythol., citado por Brinton. Rel. Prim. Peop. pág. 136. Véase también Brinton. Op. cit. pág. 46 y sig. Von Ende, Hist. Nat. de la Croyance, pág. 21. Mgr. Le Roy. Op. cit. pág. 2, 162, 170, etc. Jastrow. Op. cit. p. 120 y sig. Squier. Serpent Symbol, etc., pág. 127 y sig. y sus notas y Bibliografías.

[247] La importancia en las religiones primitivas de los conceptos de la luz y la obscuridad es tal, que algunos escritores sostienen que la "adoración de la luz es el fundamento de toda religión". Vse. Fried. Freihold Die Lebensgeschichte der Menschheit Bd. I. S. 35. Brinton. Rel. Prim. Peop. pág. 74 y sig. íd. Myths of the New World. Cap. VI. Clark. Indian Sign Lang. pág. 189. Musters. Among the Patagonians. ch. V. Winsor. Op. cit. I. apce. V pág. 429. H. B. Am. Ind. (B. A. E.). pág. 909, etc.

[248] Vse. Brinton. Rel Prim. Peop. pág. 81. Markham en Hasting's Ciclop. I. 472. Hagar. Peruvian Astronomy. Cap. "Taurus", "Scorpio", etc. (Journ. Am. Folk Lore. Vol. IX, etc.) Lang. Myth, Ritual & Religion. I. 123 á 127, 159, 178. II. 214, 278, etc.

[249] Las llamadas alucinaciones hipnogógicas, ó ilusiones vívidas vistas por los nerviosos en los momentos inmediatamente anteriores ó posteriores al sueño, son asiduamente cultivadas por los primitivos. Véase Maury. Annales Medico-psychologiques. Vol. XI. pág, 252 y sig. Brinton. Nagualism. pág. 7 y sig. El viajero Spix dice de las tribus de los bosques del Brasil, "que nunca parecen completamente despiertos". Vse. Brinton. Rel. Prim. Peoples. pág. 69. Idem. Essays of an Americanist. página 293.

[250] Léese en el Antiguo Testamento: "He oído lo que dijeron los Profetas, que en mi nombre profetizaban mentira y dicen: he soñado, he soñado..." (Jeremías, capítulo XXIII. v. 25-28). "¿Qué tienen que ver las pajas (sueños) con el trigo (realidad), dice el Señor?..." (Jeremías, cap. 27-9). Compse. Hobbes. Leviathan, cap. XII, p. 57. Ed. citada. Mooney. The Ghost, Dance Religion, etc. (Mesiánica, inspiración de un sueño, sacerdotes hipnotizados y catalépticos), 14. Rep. B. A. E. pág. 650 y 1.104. Kroeber. Am. Anthrop. IV. n.º 2. Una de las fiestas Mágico-Religiosas más extrañas de los Yroqueses, es la de los sueños ("onouhuaron" "onouhara" cabeza al revés), escena de delirios en que los Indios fingiéndose locos, furiosos ó epilépticos, se confundían y vagaban en una especie de Saturnal abigarrada y carnavalesca, convirtiendo las aldeas en frenéticos manicomios. Vse. Laffitau.Op. cit. I. 367. Morgan. League of the Yroquois, lib. I, pág. 205. Jesuit Relations. PP. Dablon y Chamonat(1655-6), 42, 154 y 23-50 (1642). P. Brebeuf. S. J. Rel. des Missions (1636), pág. 117. En los horribles suplicios del citado P. Brebeuf y otros mártires jesuítas del Canadá, etc. (Lallemaut, Garnier, Daniel, Lejeune, etc.), tuvieron decisiva influencia los sueños y visiones de los shamanes. Vse. Parkman. Jes. in N. A. pág. 377. Tanner. Soc. Jesu. Militans pág. 531 y sig. Donohoe. The Iroquois & the Jesuits. pág. 27 y 31 Consúltese también, en general, H. B. Am. Ind. pág. 400. Clodd. Op. cit. pág. 25 y sig. Thurn. Ind. Guiana, pág. 340-346. Robertson, op. cit. II. 182. Charlevoix. Hist. Nouv. France. IIC. 260-350. Galanti. Op. cit. I. 116. Oviedo. op. cit. vol. IIC lib. XXIX, cap. XXII, etc. Brinton. Rel. Prim. Peop. 64 y sig., Mgr. Le Roy. Op. cit. pág, 153 y sig. Deniker. Op. cit. pág. 218, etc., etc.

[251] Vse. Brinton. Rel. Prim. Peop. 23-68 y sig. Mgr. Le Roy. Op. cit. 153 y sig. Clodd. op. cit. pág. 86. Spencer. Principles of Sociology I. 142 y sig. Frazer. On Certain Burial Customs, etc. (Jour. Antrop. Inst. Agosto 1885). Vignoli. Myth & Science, p. 43. Payne. Op. cit. 339-594. Robertson. Op. cit. II. p. 85 y sus referencias. Torquemada. Mon. Ind. Lib. 7. ch. XIX. Prescott. Conq. of Mexico, p. 37 y sig. Lozano. Conq. Río Plata. pág. 428, H. B. A. Ind. (B. A. E.) pág. 944 y sus referencias. W. Gill. Myths & Songs of S. Pacific. p. 28-34. Clark. Ind. Sign Lang. pág. 113 y en especial el precioso estudio del Dr. S. R. Steinmetz. Ethnologische Studien zur ersten Entwicklung der Strafe Bd. I. ss. 141-287. (Leyden 1894). Para el espiritismo indígena, sus fenómenos, sesiones, etc. muy parecidas á las modernas. Consúltese S. Hagar, en Hasting's Cyclop. pág. 433. Calancha. Crónica Moralizada, vol. I. p. 411 (Barcelona 1639). Mendieta. His. Ecles. Indiana. pág. 84. Herrera. Dec. III. 310-15. etc. etc.

[252] Carriere. Die Kunst im Zusammenhang der Culturentivickelung. I. pág. 50-252.

[253] Homero. Illiada II. 177 III. 277, etc. Cons. Lang. Myth, Magic & Religion II. 206 y siguientes.

[254] Qui ne prend aucun soin des choses cey bas. Youtel. Journ. Hist. d'un voyage de L'Amerique. pág. 225 (París 1713).

[255] Vse. Brinton. The Myths of the N. World pág. 69 y sig. Rel. Nouv. France pour l'An 1637. (Jesuit Relations) pág. 49. Comp. Morgan. The league of the Iroquois. pág. 141. Lib. II. Parkmann. Jesuits in North America. Int. LXVII. etc., etc.

[256] Garcilaso de la Vega según F. Blas Valera. Com. Reales. Vol. I. pág. 276. (Ed. citada). Comp. Acosta. Hist. Nat. etc., de las Indias. Cap. V. Prescott. Conq. of Perú. pág. 43 y sus notas.

[257] Vse. Brinton. Op. cit. p. 70 y sig. Dyneley Prince en Hasting's Cyclopedia. Vol. I. pág. 321. Keane. en íd. íd. pág. 381 y sus referencias. P. Ehrenreich. Mythen und Legenden der SudAmericanischen Urvolker. (Berlín 1905) pág. 82 y sig. y su bibliografía. Seler. Int. Tonalamalt. Ed. Aubin. pág. 39. Markham en Hasting's Cyc.dia pág 470. R. Inwards. The temple of the Andes, pág. 28 y sig. Comte de Crequi Montfort. Mission Scientifique Francaise. Tiahuanaco (1903) pág. 14 y sig. y en especial y para formarse exacta idea del concepto Incásico del "Viracocha" consúltense los "Himnos á Viracocha", recogidos por Pachacuti Yamqui Salcamayhua en la preciosa traducción de Lafone Quevedo en colaboración con el P. Mossi (Los Himnos Sagrados de los Reyes del Cuzco). Talleres. Mus. La Plata 1882, que enmienda el texto de Jiménez de la Espada (1879) de la "Relación de Antigüedades de este Reino del Perú del citado Salcamayhua (1620). Es curiosa también la coincidencia del pensar del sentencioso Inca Yupanqui con el del filósofo Persa Omar Khayam (Fitzgerald Ed. Routledge). And that inverted bowl... etc. (Vse. Hasting's Cyclop. Markham. loc. cit.)

[258] ...Quod est hoc verbum, quia in potestate et virtute imperat inmundis spiritibus et exeunt?... (Lucas. Cap. IV. v. 36). Conf. Génesis. Fiat lux, etc...

[259] Vse. Brinton. Rel. of. Prim. Peoples. pág. 86 y sig. Idem. Myths of the New World, pág. 318. Los indios Quiches (América Central), explican en uno de sus mitos la creación del mundo, haciendo decir al Creador "Uleu" tierra, que surgió de los mares á su palabra. (Popol. Vuh. Livre Sacré des Quiches, pág. 10). Gill. Myths & Songs of the South Pacific, pág. 6, etc.

[260] Brinton. Rel. of. Prim. Peoples. pág. 103. Clark. Indian Sign Language. página 309. Hyades & Deniker. Mission Scient. au Cap. Horn. pág. 376. Brinton. Rig Veda Americans (1890). pág. 12, etc. Mathews. The Mountain Chant etc. (5 Rep. B. A. E. pág 465). Sahagún. Hist. Nva. España. Lib. VI. Mgr. A. Le Roy. op. cit. 297, 306, 310, etc., etc. Compárese Rev. Kenelm Vaugham. The divine Armory Holy Scripture pág. 369 y sig.

[261] Brinton. Rel. of. Prim. Peoples. 107 y sig. Comp. Kenelm Vaugham. op. cit. 255 y sig.

[262] Brinton. Op. cit. 109 y sig. Klemm. Culturgeschichte, II, págs. 368 y sig. Frazer. Totemism, pág. 171 y sig. Lang. Myth. Mag. & Rel. I. 114. Irko Hirn. Op. cit. 285-287. Tylor. Prim. Culture. II, 124 y sig. Jastrow. Op. cit. pág. 104. Jevons. Int. to the Hist. of Rel., Ch. VI á XII. Frazer. Totemism. pág. 456 y sig. Deniker. Op. cit. pág. 252. Keane. M. P. & P. pág. 141. Mgr. Le Roy. Op. cit. 82, 218 á 58, etc. L. Marillier. Grand. Encyc. (Tabou). Solomon Reinach. Cultes Mythes et Religions. Int. II y pág. 18 y sig.

[263] Vse. Brinton. Op. cit. pág. 110. Tylor. Prim. Cult. I, 110 y sig. y mis notas, á los párrafos 12, 13 y 14 de este Capítulo.

[264] E. Scherer y Prof. Kuhn, citados por Brinton. Rel. of Prim. Peoples, pág. 112 y siguientes.

[265] Por ejemplo, entre los Indios del Norte del Canadá el zorro ártico que cazan lanza un estridente aullido que suena "khaih"; la luz se expresa con la palabra "yekkaih", y de aquí deducen que el zorro fué el animal que pidió la luz, y la obtuvo por el mágico poder de la palabra. Vse. Morice. Trans. Roy. Soc. Canadá. 1892, página 125. Comp. Brinton. Rel. Prim. Peoples. pág. 118. Idem. Myths of the New World, Ch. 1-2-3. Mgr. Le Roy. op. cit. 328 y 331. Morris Jastrow. Op. cit. pág. 247. E. G. Squiers. Serpent Symbol in America, pág 39 y sig. (N. S. 1851). G. Bruhl. Culturvölker Alt. Americas. Ch. 10-19 (1876-78). Winsor. N. & L. H. of Am. I. 430-436 (Apce. V). Fried. Max Muller. The Philosophy of Mythology. (Cont. Review. Dec, 1871). Vignoli. Myth & Science. pág. 18 y sig. Lang. Myth, Ritual & Religion. I. 159. II. 89, etc. H. Book of Am. Ind. pág 964-972. Powell. Sketch of Mythology. Amer. Ind. Rep. (B. A. E.), pág. 8-50, las referencias y bibliografías de los autores citados y las sumariadas en Chamberlain Journ. Am. Folklore XVII-III (1865) etc., etc.

[266] Vse. mis notas á los párrafos de este Capítulo y Comp. con Tylor Prim. Culture II, 382. Wescott. Symbolism of numbers, pág. 7, 21, etc.

[267] Brinton. Rel. Prim. Peop., pág. 122. Idem. Myths of the New World, Cap. VII, pág. 226. Tylor. Prim. Cult. 226, 283, 301, etc. Schoolcraft. Oneota, pág. 342. Cushing. Zuñi Creation Myths, pág. 379. Prescott. Conq. of Mexico, pág 28 y sig. Idem. Conquest of Perú, pág. 67 y sig. y sus referencias.

[268] Brinton. Rel. Prim. Peop., pág. 126. Idem. Myths of N. W., pág. 103 y 106.

[269] Brinton. Myths of the New World, pág. 184 y sig.

[270] Brinton. Rel. Prim. Peop., 128. Idem. Essays of an Americanist, 135 y 147. Lang. Myth. Mag. & Rel. I, 104. II, 46. etc. Tylor. Prim. Cult. I, 434. II, 40, y sus referencias.

[271] Brinton. Myths of the New World, pág. 19 y sig. Idem. American Hero—Myths, pág. 5 y sig. Tylor. Prim. Culture. I, pág. 312, 326, etc. J. Barbosa Rodríguez. Paranduba Amazonense (Curupirá, etc.). Galanti. S. J. op. cit. 1, 117. (Sumé). Southey. Hist. do Brasil, I, 324 y sig. Schoolcraft. Ind. Tribes. V, pág. 420 y sig., etc. (Manibozho). Brebeuf. S. J. Rel. Nouv. France (1636), pág. 99 (Ioskeha, etc.). Acosta. Hist. Nuev. Mdo., I, Cap. 4, VI, Cap. 19, etc. (Tonapa ó Viracocha). Tres Relaciones Peruanas, pág. 16 y sig. (Madrid-1879). Lafone. Quevedo. El culto de Tonapa, página 10 y sig. Von Tschudi. Beiträge sur Kennt. des Alten Perú, pág. 120 y sig. Brasseur. Hist. du Mexique, I, pág. 302. Prescott. Conq. of Mexico, pág. 44. Torquemada. Mon. Ind. Lib. VI, Ch. 24. (Quetzalcoalt). Restreppo. Chibchas antes de la Conquista. Cap. II y III (Bochica), etc. etc.

[272] Brinton. Myths of the New World, pág. 191. Farrand, op. cit., pág. 255 y sig.

[273] Brinton. Prim. Rel. pág. 131 y sig. A. C. Haddon. Magic & Fetishism, pág. 64 y sig. Rialle. Mythologie Comparée, pág. 9 y sig. (Ch-I). Waitz. Anthropologie der Naturvölker, II, pág. 185. El Fetichismo, como el Animismo, solo son elementos de las Religiones Americanas, y no etapas de su evolución, como erróneamente sostienen Tylor, etc., etc. Vse. Tylor. Prim. Culture, I, 131 á 210. Compárese Le Roy. Op. cit., pág. 169, 154, etc. A. Reville. Proleg. de l'Hist. des Religions, pág. 80. Pietschmann. Zeitschrift für Ethnologie BS. X., pág. 156. etc.

[274] Brinton. Rel. Prim. Peoples, 138 y sig. Idem. Myths of the New World, 153, 181, 187, 71, 163, 181, etc. Klemm. Culturgesehichte. Bd., II. s. 316. Montesinos. Memorias Antiguas del Perú (Col. lib. Esples. Raros y Curiosos, vol. XVI. Madrid. 1882), pág. 29 y sig. Venegas. Hist. de California, I, pág. 456. Clodd. Animism, pág. 55 y sig. Owen. Folklore of the Musquokie Indians, pág. 35 y sig. Comp. Fostermann. Day Gods of the Mayas (Bull. 28 B. A. E. p. 557). Reville. Native Religions Mexico & Perú, pág. 28 y sig. Waring. Forms of Solar and Nature Worship, pág. 95 y sig. G. A. Dorsey. Ponca Sun Dance (Field Columbian Museum, vol. VIII, n.º 2. Chicago, 1905). Garcilaso de la Vega, op. cit. Lib. I. Cap. IX y X, Lib. II, Cap. I, etc. Payne. Op. cit. I, 464. Matilda C. Stevenson. The Sia (II, Rep. B. A. E., pág. 351 y sig.). Laffittau, op. cit. I, pág. 167. Robertson, op. cit. II. pág. 184 y sus referencias. Gomara. Hist. Gral. Ind. Lib. II, Cap 82. Charlevoix. Hist. Nov. France, III, pág. 417, 419, etc., etc.

[275] Brinton. Rel. Prim. Peop. 144 y sig. Idem. Myths of the New World, pág. 59, etc. Guigniaut. Relig. de l'Antiquité. Vol. I, pág. 509. Meyen. Die Ureinwohner von Perú, pág. 28 y sig. Restreppo. Op. cit. pág. 53 y sig. Tylor. Prim. Cult. I, pág. 76; II, pág. 146, 210, etc. Garcilaso de la Vega. Op. cit. Libro I. Cap. X, pág. 13. Prescott. Conq. of Mexico, pág. 29 y sig. Herrera. Dec. III. Lib. II. Cap 16. Torquemada. Mon. Ind. Lib. 13, cap. 47. Clodd. Anmism, pág. 20 y sig.

[276] Thurn. Op. cit. pág. 302. Powell. 1^{st} Rep. B. A. E. pág. 8 á 60. Clodd. Op. cit. 73 y sig. Tylor. Prim. Cult. I, pág. 321 y sig. Max Muller. Nat. Rel. pág. 171 y sig. Olivares. Hist. Chile. Lib. I, ch. 12. Reville. Native Religions Mexico & Perú, página 231 y sig. Lang. Myth. Magic & Religion II, pág. 56. Keane. Etn. pág. 185 y sig. Schoolcraft. Op. cit. Pie Ve pág. 28 y sig. (Caribes), 252, 222 (Creeks), etc. Tylor, I, pág. 135 (Prim. Culture), I, pág. 327. II, 148, 160, etc. Comp. Northcote, W. Thomas en Hasting's Enciclopedia, pág. 483 y su abundantísima Bibliografía.

[277] Brinton. Rel. Prim. Peoples, pág. 145 y sig. Idem. Myths of the N. W. página 257 y sig. Klemm. Op. cit. B. S. II, s. 315. Tylor. Op. cit. II, 273. Smet. Oregon Missions (N. I. 1847), pág. 351. Lang. Op. cit. (Myth, Mag. & Rel.) II, pág. 281. Schoolcraft. Op. cit. I, pág. 318 (Ritos Pawnees), Clodd. Op. cit. pág. 64. Payne. Op. cit. I, pág. 415. Lozano. Conq. Río Plata, I, pág 420. Herrera. Dec. III. Lib. II, Cap. XVI. Restreppo. Op. cit. pág. 75 y Caps. IV, V y VI. Compárese por vía de curiosidad etnológica. Maury. Religion des Grecs. Vol. I, pág. 69 (Cultos de "Demetrius").

[278] Clodd. Op. cit. 66 y sig. Mooney. Sacred formulas Cherokees (T. Rep. B. A. E. pág. 301-18). Dorsey. Siouan Cults, pág. 365 y 520. Payne. Op. cit. I, pág. 464. Morgan. League of the Iroquois, II pág. 121 y sig. Brinton. Rel. Prim. Peoples. pág. 150. Tylor. Op. cit. I, pág. 428. Reville. Nat. Rel. Mexico & Perú, pág. 73 y sig. Compse. (en especial los cultos Sioux), con el Himno á "Hapi", dios del Nilo, en Wallis Budge. Egyptian Rel. pág. 17 y sig.

[279] Brinton. Op. cit. pág. 151. Idem. Myths of N. W. pág. 118, 119, 169, 217, etc. Tylor, op. cit. I, pág. 428. II, 196. I, 429. II, 136 á 203, etc. Clark. Indian Sign Lang. pág. 241. Mathews. Et. of the Hidatsa. Clodd. Op. cit. pág. 56 y sig. Keary. Outlines of Primitive Belief. pág. 63 y sig. A. de Orbigny. L'Homme Americain. Vol. II, página 365, etc. Bancroft. Nat. Races, pág. 118 y sig.

[280] Brinton. Rel. P. P., pág. 147 y sig. García. Orig. de los Indios. Lib. IV. Ch. 26. Montesinos. Op. cit. pág. 218 y sig. (Huacanquis). Torquemada. Op. cit. Libro VI. Ch. 41. Tylor. op. cit. I-291. II-241. "Adoran, dice Garcilaso de la Vega (op. cit. I Cap. IX y X, pág. 12), grandes peñas y los resquicios de ellas, cuevas hondas, guijarros y piedrecitas..." Véase también Clodd. Op. cit., pág. 42 y sig. H. B. And. Ind. pág. 457. Lang. Myth. Mag. & Rel. I. 150-154. Marcos Jiménez de la Espada. Ant. Gentes del Perú (Ed. Madrid, 1892. Extracto de la Apologética de Fray Bme de las Casas), nos habla de una muy rica Esmeralda en la provincia de Manta, la cual ponían en público algunos días, y la gente adoraba..., pág. 54 y sig. Sobre la universalidad y simbolismo mundial del antiquísimo culto de la piedra. Vse. Champollion Figeac (Coll. Didot), pág. 159 y sig. (Piedras animadas del "Hermes Trimegisto"). Wallis Budge. Egyptian Magic, pág. 23 y sig. San Agustín. Ciudad de Dios. Lib. VIII. Ch. 23. Peña y Fernández. Arq. Preh. pág. 521 y sig., etc., etc.

[281] Vse. Brinton. Rel. Prim. Peop. pág. 158 y sig. Keary. Outlines of Prim. Belief. pág. 26. Tylor. Prim. Cult. I-422, II-208, 343, etc., y en especial el precioso estudio ya citado de Northcote. W. Thomas en Hasting's Cydia, pág. 483 y sig. con sus abundantes referencias críticas, etc.

[282] Vse. Lafittau. Op. cit. I, pág. 229. Haddon. Op. cit. pág. 174-228. Dellenbaugh. Op. cit. 376. Outes. Alfarerías del Noroeste Argentino (Anales: Museo Plata, tomo 1.º, segunda serie, pág. 5-49), en su descripción de los "vasos apodos". Ameghimo. Antig. Hombre Plata. I, pág. 540 y sig., plancha XI. Ferguson. Tree Serpent Worship. pág. 79 y sig. Lang. Op. cit. I, pág. 154-276. Gougeneau de Monsseaux. Hautes Fenom. de la Magie. pág. 45 y sig. (París, 1864) los Ophitas consideraban á la serpiente como "el más pneumático de los animales gnósticos". Vse. Muller. Hist. Crít. du Gnosticisme (Voc. 16, pág 167 y sig.). Brasseur de Bourbourg. Hist. Nac. Civ. México & América Central, I pág. 241 (Cultos "Cihua Cohualt", "Acpaxapo"), Serpiente con cara de mujer (III. 30) Idem, íd. Popol Vuh, p. CCXIX y sig. Vse. también la curiosa descripción P. Figueroa (Misión Mayna) del "Iñerre", de los indios del Marañón y la "madre del agua" (Serpiente), pág. 234 y sig. y las preciosas monografías de Fewkes. Tusayan Flute & Snake Ceremonies (19. Rep. B. A. E. Parte II, pág. 964-993), y Tusayan Snake Ceremonies (16. Rep. B. A. E., pág. 266), así como Clodd. Op. cit. pág. 76 y sig. Deniker. Op. cit. 219 y sig. Comp. Tylor. Op. cit. II, pág. 7, 217, 281, 314, etc. Brinton. Rel. Prim. Peoples, pág. 158 y sig. "Idem". Myths of the New World. pág. 129 y sig. y sus referencias 201, 230, 142, 277, etc. Northcote W. Thomas en Hasting's Cycdia, pág 483 y sig. y sus notas bibliográficas. Squier. The Serpent Symbol in America (Ed. 1851), pág 31 y siguientes, etc.

[283] Vse. Haddon. Magic & Fetishism. pág. 64 y sig., sus notas y bibliografía. H. B. A. Ind. R. of Mexico, pág. 456 y sig. y sus referencias. Brinton. Rel. Prim. Peoples. pág. 67, 131 y sig. Mgr. Le Roy. op. cit. pág. 31, 66, 270, 290 á 295, 349, 454 y sus notas. Lang. M. M. & R. II, pág. 217. Tylor. op. cit. I, pág. 431, y II, 131, 144, etc.; 210, 220, 231, etc. Keane. M. P. & P., pág. 56, 57. Ehrenreich (P.), en Hasting's Endia pág. 384. Goblet d'Alviella. Orig. & growth of the Concep. of God (Hibbert Lectures), pág. 78 y sig. (1892). Dodd Mead's Encdia Vol. XI, pág. 709. Cushing. Zuñi Fetishes (2nd Rep B. A. E. p. 248, etc.) Murdoch. Point Barrow, etc. (9th Rep. B. A. E. pág. 171). Nelson. Eskimo about Behring strait (18th Rep. B. A. E., pág 48, etc.) Muller. Origin & growth of Religion, pág. 287. Bourke. Medicine Men of the Apache (9, Rep B. A. E., pág. 443 y sig.). Farrand, op. cit. 259 y sig. Herrera. Dec. II, 48-2==136, 2-III, 66-1-IV, 10-1-VI, 117-2==138-2, etc., etc. Comp. Jastrow, op. cit. pág. 75 & 78.

[284] Brinton. Rel. Prim. Peoples. pág. 174 y sig. Idem, Myths of N. W., pág. 18 y sig. Cogolludo. Hist. del Yucatán, lib. IV. Cap. VIII. Freiholld. Die Lebensgeschichte, pág. 131 y sig. Tylor. Op. cit. II, pág 224 y sig., etc.

[285] A. Van Gennep. Les Rites de Passage, pág. 13 y sig. Lang. Myth, Ritual & Rel. I, 250 y sig.

[286] Vse. el precioso estudio de Mooney. Ghost Dance Religion, etc. (14, Rep. B. A. E. Pte. II. pág. 654 á 1117), y su bien seleccionada bibliografía. Cse. también Brinton. Rel. pág. 178 y siguientes.

[287] Brinton. Rel. of P. P., pág. 179 y sig. Clark. Indian sign language, pág. 165-169. Von Tschudi. Beiträge sunt Kentniss des Alten Peru, pág. 154 y sig. Brinton. Myths of the N. W. pág. 112 y sig. Spencer. Essays, II, pág. 460. Emmanuel. La danse Grecque Antique, págs. 196, 198, 302, 303. Irko Hirn, op. cit. pág. 108 y sig.

[288] Vse. Tylor, op. cit. II, pág. 340 y sig. Brinton. Rel. P. P. pág. 186 y sig. Mg. A. Le Roy. Op. cit. pág. 88, 306, 311 á 351. Joseph De Maistre. Eclaircissements sur les sacrifices (Oeuvres Choissis Edition Roger), I, pág. 233 y sig. Jastrow, op. cit. 191-204. Dodd. Mead's Cydie XV-289. Richtenberger, Encyc. des Sciences Religieuses, vol. X y XI, pág. 131, etc. Tiele. Artículo "Religion", en la Enciclopedia Británica (9.ª Edición), etc., etc.

[289] Solís. Conq. de Méjico. Lib. III. Cap. III. Prescott. Conq. of Mexico. pág. 36 y sig. Sahagún. Hist. Nueva España. Lib. I. Cap. 2, 5, 10, 24, 29, etc. Torquemada. Mon. Ind. Lib. 7, ch. 19. Lib. 10. ch 14, etc. Gomara. Op. cit. ch. 219. Ixtlilxochilt. Hria. Chichimeca, ch. 45, etc. Herrera. Dec. 3ª. Lib. II. Cap. 15 y sig., etc. Fiske. Disc. of America, I, pág. 119-121; II, 272 y sig., 341-345. Prescott. Conq. of Peru. pág. 43, 44, 50 y 51. Garcilaso de la Vega. Com. Reales. Pte I. Lib. II. Cap. 9, etc. Cieza de León. Crónica, cap. 72. Acosta. op. cit. Lib. V, ch. 19, etc. Markham. Fables and rites of the Incas, pág. 54-59. Morgan. League of the Iroquois, pág. 175 y sig. Historia Ritos. Ind. Nva. España (Bca Escorialense. Ms. X-ij-21). Costumbres y fiestas indios. R. España (Bca Escse Ms. K-iij. f. 331), y el precioso Códice Ms. iluminado con viñetas parecidas al Telleriano, "Historia Yndios de la Pcia Mechoanan, por un fraile menor descalzo c iiij-s. f. 210. Comp., asimismo, Keane en Hasting's Cycdia, pág. 381 y sig. P. Ehrenreich, en la misma pág. 385, etc. y sus bien seleccionadas bibliografías.

[290] Brinton. Rel. of. Prim. Peop., pág. 190 y sig. Oviedo. Hist. Ind., Lib. X, Cap. XI. Balboa. Historia del Perú, pág. 123-128. Sahagún. Hist. Nueva España, Lib. I. Cap. XXI-XII. Mgr. Le Roy, op. cit., pág. 288 y sig. Calancha. Crón. Moralizada, I-173 y sig.

[291] Hasting's. Cycdia., pág. 355. Waitz. Anthrop. der Naturvolker, III-204-221. Lafittau. Op. cit. 11-327. Macguire. Am. Aborig. Pipes (U. S. N. Museum. 1897), pág. 563. Rep. B. A. E. 5.º (Mathews). 23 (Stevenson), etc. Hand Book Am. Ind., pág. 46 y sig. y su bibliografía. Thomas. Int. Am. Arch., pág. 175 y sig. Nadaillac. Am. Preh., pág. 283 y sig., etc., etc.

[292] Haddon. Magic & Fetishism, pág. 2 y sigtes. Mgr. Le Roy, Op. cit., pág. 328-360. Irko Hirn. Op. cit., pág. 278-297. H. Book Am. Ind., pág. 782 y sigtes. Lang. Magic & Religion, pág. 10 y sigtes. Id. Myth, Rit. & Religion I. pág. 96-121-276 (Mandanes), etc. Dodd Mead's Cdia. XI. 710. Lafittau. Op. cit., I-534 y sig. Comp. Rivet. Mistique, Vol. III, Cap. XII á XXXVI. Lactancio. Div. Inst., Lib. IV. Ch. 37. Biblia. Reyes (I. Cap. 3), III-22. I-33. Paralelipop, II-Ch-8. Josué, VII-18, etc., y también Morris Jastrow: Op. cit., pág. 104 y 301-38. Tylor. Prim. Cult. I-14, etc. Schoolcraft. Op. cit., IV-491 y sig. Spencer. Princip. of Sociology, I-102. Frazer. Golden Bough, I, pág. 9, 12, 193, 206. Rochas d'Aiglun. L'exteriorisation de la sensibilité, pág. 72, 117, 139. Hartland. Legend of Perseus, III-257 y sigtes. Guaita. Sciencies Mandites, I, pág. 185 y sig. Van Gennep. Op. cit., pág. 61, 91, 110. Enemoser. Hist. of Magic. (trad. Howit), I-29, 101, 271, 297, II-207, 452, 465, etc., etc., Comp. Wallis Budge. Egip. Magic., Cap. III, pág. 65 (Figuras Mágicas).

[293] Joan de Grijalva. Crónica de N. P. S. Agustín en N. España (Bca. Nacional-Madrid), Cap. XV á XX ... (eran ciertos indios hechiceros, á quienes ellos llamaban nahuales, que por arte diabólica hacían pedazos á los indios). Fray Antonio de Calancha. Crón. Moralizada (1638), Lib. VI, Cap. XVIII, XIX, XX, f. 622 á 683 (Canchus ó comehombres, sus nefandos ritos, f. 629 y sigtes.). Catlin. Letters II-117 (Uso arsénico hechiceros Mandanes), etc. Jesuit Relations (1637), pág. 51 (Hechicero Yossakeed y sus infamias) H. Book Am. Ind. (Espinos), pág. 433. Ambrosetti. La leyenda del Yaguareté Abá. Anales Soc. Cient. Argentina, XLI, pág. 1 á 14 (1896). Mac-Leman. "Lykantropy" (Encdia Británica). Bancroft. Native Races II-470 y sig. "Ces seducteurs (magos), dice Charlevoix, ont un veritable Commerce avec le pere du meusonge ... (Hist. Nou. France, III. pág. 362 y sig.) Schoolcraft. Op. cit, IV, pág 645 y sig. Karsh. Unanismus oder Päderastie und Tribadie den Naturvolken, etc. (1901), III, pág. 141-145. Barros Arana. I, 105, op. cit. (Costumbres groseras y vergonzosas que degradan al hombre, etc.). Haveloch Ellis. Etudes Psicologie Sexuel, II, pág. 17 y sig. Bernal Díaz del Castillo. H. Vra. Cta. N. Esp. Cap. 208. Von Gennep. Rites de passage, pág. 91 y sigtes. (Ritual obsceno en los Pueblos). Westermark. Origin & Development. Moral Ideas, pág. 456 y sig. Le Roy. Op. cit. pág. 340 y sig.

[294] Morris Jastrow. Op. cit., pág. 296 á 321. Le Roy. Op. cit., pág. 357 y sig., y las autoridades citadas en las notas anteriores de este Capítulo.

[295] La distinción entre el mago ó sacerdote y el brujo ó maleficiador se hacía en todas las tribus indígenas, y los últimos tenían penas las más de las veces terribles. Sobre este difícil punto vse. Baudelier. Delight Makers, Cap. IV, etc., hasta el fin. Le Roy. Op. cit., pág. 321 y sig. Powell. Wyandot Government. 1st Rep. B. A. E., pág. 60 y sigtes. (Brujería, castigada pena muerte).

[296] Haddon. Op. cit., pág. 50, etc. Brinton. Myths of the N. W., pág. 304 y sigtes. Bourke. Medicine men of the Apache (9. Rep. B. A. E., pág. 443 y sig., y su bibliografía, pág. 596). Mrs. Stevenson. Religious life of the Zuñi Child (5. Rep. B. A. E., pág. 533 y sigtes.). Owen Dorsey. Sionan Cults (11. Rep. B. A. E., pág. 361, 520). Hofmanm. Menomini Indians. (14. Rep. B. A. E., Pte. I, pág. 60 á 157). Restreppo. Op. cit., Cap. XI y sigtes. H. B. A. Ind., pág. 785, 836, etc. Mathews. Mountain Chaut (5. An. Rep. B. A. E., pág. 387 y sigtes.). Keane. M. P. P., pág. 377. Farrand. Op. cit., pág 251, etc. Robertson. Op. cit., III-188. Oviedo. Op. cit, Lib. V, Ch. I, Herrera. Dca. I, Lib. III, Ch. IV, etc. Charlevoix. Nouv. France III, pág. 361-64. Ribas. Triunfos, etc., pág. 17 y sigtes. Fco. Jarque. Ruiz Montoya en Indias II, Cap. XXII; III, Ch. X, etc. Galanti. Op. cit., I-118. Stanbury Hagar en Hasting's, Cdia. I, pág. 485. Lang. Myth, Magic & Relig. I, pág. 84 y sigtes. Parkmann. Jesuits in N. A., pág. 29 y sig., Cap. IV, V, VI, etc. Figueroa. Op. cit. (Mohanes), pág. 236 y sigtes. Brinton. Rel. of P. P., pág. 58 y sig. Middendorf. Keshua Wörterbuch, s. v.º Deniker. Op. cit., pág. 214, 223. Lozano. Conq. Río Plata I, pág. 400 y sigtes. Prescott. Conq. of Mexico, pág. 32 y sig. Id. Conq. of Perú, pág. 47 y sig. Dellenbaugh. Op. cit., pág. 353 y sig. Nadaillac. Op. cit., Ch. VII, VIII, IX. Thomas. Int. Am. Archeol., pág. 249, 357 á 362. Dobrizhofler. Abiponibus, I-163. Tylor, Prim. Cult. I-309, etc. Vargas Machuca. Op. cit., II-85 y sig. Muster. Patagonia, pág. 12 y las bibliografías y referencias de estos autores, etc.

[297] Stevenson. The Sia, II Rep. (B. A. E.), pág. 80, 116. Mathews. Mountain Chaut (5. Rep. B. A. E, pág. 426). Lafittau. Op. cit., I, pág. 273 y sig. Steinen. Unten der Naturvölkern Zentral Brasil, pág. 229, 303. Frazer. Adonis, Attis, Osiris, pág. 373 y sig. (2.ª Id. 1907). H. B. Am. Ind. (B. A. E.), pág. 837 y sus referencias. Haddon. Op. cit., pág. 46 y sig. Max-Bartels. Medecin der Naturvölkern, pág. 23 y sig. Deniker. Op. cit., pág. 227. Keane. M. P. P., pág. 376, 379; compse. 288, 341. Jastrow, op. cit., pág. 273, 316. Herrera. Dec. Iª, 60-1,234-1; IIª, 187-1, 194-1; IVª, 100-2, etc., etc.

[298] Vse. Lang. Myth, Magic & Rel., pág. 84 á 119, y sus referencias. H. Book. Am. Ind. (B. A. E.), pág. 783 y sig., y sus referencias. Le Roy. Op. cit., pág. 348. Acosta. Hist. II, pág. 367 y 368. Arriaga. Extirp. de la Idolat. del Perú (1621), pág. 39 y sigtes. y el estudio de Stansbury Hagar en Hasting's, Cyclopedia pág. 433, y sus notas y selecta bibliografía; compse. Rivet. Op. cit. III, Cap. XVI á XVIII.

[299] V. Brinton. Rel. P. P., pág. 145, 251. Id. Myths of the N. W., pág. 336 y sig. Brasseur. Hist. du Mexique, Lib. III, Ch. I-II. Sahagún. Hist. Nueva España, Lib. VI, Cap. 29. Compse. Le Roy. Op. cit., pág. 210, etc.

[300] P. Allouez S. J. en Rel. Nouv. France (1630), pág. 99, citado por Brinton. Myths of the N. W., pág. 340. Compse. asimismo Sahagún, op. cit., Lib. VI, Cap. I-4, y las obras citadas de Mathews, Mooney (B. A. E.), Morgan, (League Iroquois), etc.

[301] "Oh, Viracocha, Señor del Universo", etc.; vse. Lafone Quevedo, Los Himnos Sagrados de los Reyes del Cuzco (M. de la Plata, 1892); vse. también el precioso estudio sobre la palabra Viracocha, por el sabio filólogo Peruano S. Leonardo Villar (Lima, 1887).

[302] Brinton. Myths of the N. W., pág. 343 y sig. Sthefens. Travels in Yucatan II, pág. 122. Rivero & Tschudi. Antiqs. of Perú, pág. 159 y sig. Garcilaso de la Vega. Op. cit., Libro VI, Ch. XXX. Xeres. Relación Conqta. del Perú, pág. 322 y sig. (Hres. Prim. de Indias, Vol. II, Rivra.).

[303] Morris Jastrow. Op. cit., pág. 305 y sig. Brinton. M. of the N. W., pág. 337 y sig. Id. R. of P. P., Lecture VI, pág. 215 y sig. Tylor. Prim. Cult. II, pág. 401 y sig. Le Roy. Op. cit., pág. 430 y sig., etc., etc.

[304] Vse. Farrand. Op. cit., pág. 91 y sig. Brinton. Am. Race, pág. 56 y sig. Deniker, op. cit., pág. 281 y sig. Keane. M. P. & P., pág. 351 y sig. Powell. Ind. Ling. Fam. (B. A. E. 7th. Report., pág. 5-160), etc., etc.

[305] Powell. Ind. Ling. Families (T. Rep. B. A. E. Mapa) y mi Apéndice I.

[306] Farrand. Op. cit., pág 104. Fiske. Disc. of Am. I, pág. 18 y sig., y sus notas. Dawkins. Early Man in Britain, pág. 233 y sig. Thomas. Int. Am. Arch., pág. 35, 47 y 146. Winsor. N. & C. H. of A., I-103, 109 y Bibfía. de esta controversia. H. Book Am. Ind. N. of Mexico, pág. 433 á 437 y su Bibliografía.

[307] Vse. mi capítulo IV, Título II y sus notas y bibliografías.

[308] Vse. mi Capítulo V, Título II y sus notas y bibliografías.

[309] Rink. Eskimo Tribes, pág. 28 y sig. Brinton. Am. Race., pág. 59 y sig. Farrand. Loc. cit. Boas. Central Eskimo (6. Rep. B. A. E., pág. 399 y sig., y sus notas). Petitot. Vocabulaire Français; Esquimau, pág. 6 y sig. Hough. Org. & Range. Eskimo Lamp. (Am. Anthrop., 1898, pág. 118). Cranz. Hist. of Groenland, pág. 79 y sigtes. Nansen. First Crossing Groen., pág. 299 y sig. Nelson. Eskimo, about Behring Strait (18. Rep. B. A. E., pág. 28 y sig.). Murdoch. Am. Anthrop. (1888). pág. 107 y sig. Dall. Tribes of the Ext. N. W., pág. 89 y sig. A. Pfiztmaier. Darlegungen Grönländischer Verbalformen (Viena, 1885), pág. 17 y sig. Schoolcraft. Op. cit., III, pág. 401. Bancroft. Nat. Races, II-572, etc. Deniker. Op. cit., pág. 137, 160, 292, 520, etc. Keane. Etg., pág. 299, 370 y sig. Id. M. P. P., pág. 353 y sig. Id. Geog. N. Aca (Stanford's), I, pág. 69, 595. Pí y Margall. Op. cit., I, pág. 921 y sig. Hall. Life with the Esquimaux, I, 25, 319, y II, 121, 331. Pilling. Biblig. of Eskimo Language, pág. 4 y sig. Cartensens. Two Summers in Groenland (London, 1890), pág. 25 y sig., y H. Book Am. Ind. (B. A. E.), pág. 433 y sigtes., con abundantísima bibliografía.

[310] Vse. H. Book Am. Ind., pág. 628. Lumholtz. Unknown Mexico, I, pág. 79, 113, etc. Kino (1690) en Docs. Hist. Mexico, 4 s., I, pág. 230. Mühlenpfordt. Méjico, II, pág. 531 y sig.

[311] Brinton. Am. Race, pág. 68. Farrand. Op. cit., pág. 92, 129, 270. H. Book Am. Ind., pág. 109, 111 y su Bibliografía. Schoolcraft. Op. cit., V-172, 179. Bancroft. Op. cit., I-38. B. A. E. Reports: 5.º (Mathews). 9.º (Bourke), 3.º (Mathews), 1.º (Yarrow)-(Royce), 8.º (Stevenson), 14.ª (Parker Winship), 2. (Mathews); 18, 2nd. pte. (Royce, Intcion. Thomas), etc. Pilling. Bibl. Athapascan Lang. (B. A. E.), Bulletin 14 (1892). Deniker. Op. cit., pág. 524, etc. Pí y Margall. Op. cit., I-905. Keane, M. P. P., 382 y sig. Id. Geog. N. A. (Stanford's) I-539, etc. Conde de la Viñaza. Op. cit., pág. 836 y núms. 397 (Hervás), 547 (Orozco y Berra), 576 Pimentel, Filología Mexicana. T. III. Consúltese también la preciosa carta del P. Provcial. de Mexico (S. J.) (1752) á los Ples. de España (S. J.) B. N. Madrid, Ms. PV, fol. C-32, núm. 82 (copia).

Sobre los Navajos en especial. Vse. B. A. E.: Rep. 3 (Mathews), pág. 371, 439; Rep. 1. (Yarrow), pág. 124; Rep. 5.º (Mathews), pág. 387 y sig.; Rep. 8.º (Stevenson), pág. 229 y sig.; Rep. 2.º (Mathews, pág. 152 y sig.); Rep. 17 (Mindeleff) 2.ª pte., pág. 475, 516. Brinton. A. R., 69, 74, 115, 117, etc. Farrand. Op. cit., pág. 176 y 285. Dellenbaugh. Op. cit., pág. 61, 150, 199, 412, 445, etc. Mason. Or. Inv., pág. 37, 112, 117, 310, etc.

Sobre los Apaches en especial. Vse. H. B. Am. Ind., pág. 63 y Bibliog. Clavijero. Storia California, I-29. Benavides. Memorial, pág. 50. Bancroft. Op. cit., V-641. Oñate, en Docs. Inéditos Mco., XVI, pág. 114, 303, 388. Kino (Rdo. P.), en Doc. Hist. Mexico, Serie 4.ª I, pág. 346. B. A. E. Rep. 14 (Mooney); 8 (Stephen) 9 (Bourke). Schoolcraft. Op. cit., I, pág 229, 241; II, pág. 125, 134; V, pág. 202, 214, etc. Mollhausen. Journey from Mississipi to Pacific, I, pág. 182 y sig., etc., etc.

[312] En algunas tumbas de las márgenes del Río Delaware se han encontrado objetos de los Haydahs, de la Isla de Vancouver. Vse. Brinton. Am. Race., pág. 77. Thomas. Op. cit., pág. 158 y sig. H. B. Am. Ind., pág. 332. Rau. Smithsonian Report (1872). pág. 271. etc.

[313] Vse. Hoffmann. "The Midewiwen of the Ojibwa". 7th. Rep. B. A. E., pág. 143 y sig. Farrand. Op. cit., pág. 151.

[314] Vse. mi Capítulo II de este Título y sus referencias. Gallatin. American Antig. Soc. Trans., II, pág. 23, 305, etc.

[315] Brinton. Myths of the N. W., pág 191 y sig. Mary A. Owen, en Hasting's Cdia., pág. 319 y sig.

[316] Farrand. Op. cit., pág. 151, etc. Jenks. Wild-Rice Gatherers of the Upper Lakes. 19 Rep. B. A. E., pte. II, pág 1026, 1034, etc.

[317] F. Parkman. The Conspiracy of Pontiac, I, pág. 27 y sig. "Llamaban los Lennapés á las demás tribus de su familia, hijos, nietos, sobrinos, etc." Parkman. Op. cit., nota 1, pág. 30, vol. I.

[318] Vse. F. Parkman. Conspiracy of Pontiac, etc., I, pág. 166, 217, 229, 257-59, etcétera.

[319] Vse. Hand Book Am. Ind. N. of Mco., pág. 690 y sus referencias.

[320] "Pantera que vuela", "Meteoro" (1775-1813). Vse. Eggleston. Tecumseh and the Shawnee Prophet, pág. 18 y sigtes. Drake. Life of Tecumseh & his brother, etc. (Cinti 1841) pág. 31 y sig. Tammanend, célebre y virtuoso jefe indio cuyo nombre sirvió de enseña á varias sociedades políticas de los Estados Unidos hasta el actual "Tammany Hall", era también Algonquino (Leni-Lenapé del Delaware). Vse. Myers. Hist. of Tammany Hall (N. Y., 1901), pág. 14 y sigtes. Winsor. N. & C. H. of A., III, pág. 469 y sigtes., y sus notas críticas.

[321] Vse. H. B. A. Ind. pág. 40, 73 (Arapaho); 150 (Blackfoot); 385 (Delaware), etcétera, y sus referencias y bibliografías. Brinton. A. Race, pág. 74, 80. Bancroft. Op. cit., III, pág. 237. Conde de la Viñaza. Op. cit., pág. 335 y núms. 367, 370, 372, 397, etc. Schoolcraft. Op. cit., III-401, 596, etc. Parkmann. Consp. of Pontiac, I-28 y sig.; II-31 y sig., etc., etc. Pilling. Bibliog. Algonquin Languages (Bull. 13, 1891, B. A. E.). Keane. Geog. N. A. (Stanford's); II, pág. 254. Farrand. Op. cit., pág. 143, 165, etc., y la bibliografía pág. 283. Orozco y Berra. Op. cit., pág. 40. Deniker. Op. cit., pág. 526, 527. Keane. M. P. P., pág. 383 y sig. Dellenbaugh. Op. cit., pág. 48, 152. Thomas. Int. Am. Arch., pág. 48, 159, etc. Fiske. Discovery, pág. 46. Winsor. N. & C. H. of America, III, pág. 27 y sigtes., etc., etc.

[322] "... para asegurar la paz y el bienestar universales..." (né-skêû-no^{n}'). Vse. H. Book Am. Ind., pág. 616 y sus referencias.

[323] Haio°-hwá-thá. Vse. Hale. Iroquois book of rites, pág. 29 y sig. H. B. A. Ind., pág. 546. Longfellow tomó á este personaje mítico como héroe de su precioso poema Indio.

[324] Vse. los Capítulos III y IV de este Título.

[325] Su extensión fué limitada al Nordeste por los poderosos y crueles Ojibwas y al Sur por los Cherokees mismos que no pertenecían á la Confción. de las 5 ó 6 tribus. Vse. Farrand. Op. cit., pág. 269 y sigtes.

[326] Vse. Capítulos IV y V del presente título y sus bibliografías y referencias.

[327] H. B. Am. Ind., pág. 615 y sig. (Iroqueses), 223 (Cayugas), 245 (Cherokees), 335 (Conestogas), 438 (Eries), 585 (Hurons), etc., y sus bibliografías. Morgan. League of the Iroquois: Lib. I (Estructura de la Liga), pág. 3, 120; Libro II (Espíritu de la Liga) pág. 141, 305; Libro III (Incidental en la Liga), pág. 3, 140 y sus preciosos mapas (Ed. Dodd Mead's, N. Y., 1904). Thomas, pág. 48, 157, 160, op. cit. Bancroft. Op. cit., III-246 y sig. Schoolcraft (Gallatin), III-401 B. A. E.: Rep. 1.º (Powell), 2 (Smith), 3 (Owen Dorsey), 5 (Royce), 7 (Mooney), 13 (Dorsey), 21 (Hewit), 19, 1.ª (Mooney), etc. Pilling. Bibliog. Iroquaian Lang. (B. A. E., Bulletin 6.º). Brinton. Am. Race., pág. 42, 81, 85. Farrand. Op. cit., pág. 148, 160, 214, 284 (Bibfía.). Cadwallader Colden. Hist. of the Five Ind. Nat., pág. 31 y sig. Lafittau. Moeurs de Sav. Americains. Tab. Alfabetique, pág. 291 y sig., "Iroquois." Parkmann. Jesuits in N. A. Int. Liii y sig. Raguenau. Relation des Hurons (1648), pág 30 y sig. Twaites. Jesuit-Relations (1642), pág. 35, 1858; (1653), pág. 63, etc.; (1637), pág. 119 etcétera, y las citadas por Parkmann en sus notas á Jesuits in N. A., y H. B. A. Ind., pág. 615, 223, 245, 335, 438, 581, etc. Keane. M. P. P., pág. 389-90, 26, 385. Id. Geog. of N. A. (Stanford's) I, pág. 67, 71, etc., etc.

[328] Vse. Rel. Cab. de Elvas (Hakluit), II, pág. 563 y sig. Gatschet. Migration Legend, I, pág. 121, 131 y sig. Oviedo. Op. cit., II, pág. 554 y sig. Woodbury Lowery. Spanish Settlements, etc., pág. 212 y sig. Garcilaso de la Vega. Florida del Inca (Ed. Madrid, 1723), lib. V, pte. I, cap. VII y siguientes.

[329] Thomas. Op. cit., pág. 48, 163-4. H. B. A. Ind., pág. 67 (Apalaches), 363 (Creeks), 289 (Choctaw), 961 (Muskokis), etc., y sus referencias. Bancroft. Op. cit., II, pág. 249. Herrera, II, Déc. IV, Lib. IV, Ch. IV. Oviedo. Op. cit., III, pág. 583. Alvar Núñez. Cabeza de Vaca. Nauf. I, pág. 528 (H. P. Indias). Brinton. A. R., pág. 85, 89. Farrand. Op. cit., pág. 94, 168, 174, y Bibliog. pág. 270, 285. Pilling. Bibliog. of the Muskhogean Lang. (Bull. 9.º, B. A. E.). Maccawley. Seminole Indians, etc., B. A. E., 5th Rep., pág. 469 y sig. Biedma. Col. Doc. Florida, pág. 46 y sig. Keane. M. P. P., pág. 390. Dellenbaugh. Op. cit., pág. 154, 445. Mooney. 19 Rep., B. A. E., Pte. I. pág. 3 y sig. Cde. de la Viñaza. Op. cit., pág. 337. Schoolcraft. Op. cit., III, pág. 511. Shea. Cath. Missions., pág. 429, etc., etc.

[330] Oviedo. Hist. Gen. Nat. de Ind., 1-560 y sig. "... De cómo el Gobernador Hernando de Soto fué al pueblo de Jalameco (?) é cómo la caçica Señora de aquella tierra le festejó", etc. Sigue Oviedo en este capítulo la Relación del hidalgo Rodrigo Rangel (que acompañó á Soto en la conquista) á la Audiencia Real de Sto. Domingo. Soto visitó los Yuchis en Abril, 1540. Vse. Oviedo, loc. cit., pág. 561.

[331] Brinton. A. R., pág. 89 y sig. Gatschet. Science (1895), pág. 253. Cárdenas y Cano. Ens. Crit. Hist. Florida, pág. 46 y sig. Robertson. Op. cit., II-108. Charlevoix. Hist. Nouv. France, III-419, 467. Lettres Edifiantes, XX-III-106, etc. H. B. A. Ind., pág. 315, 316, 657, etc., y sus bibliografías. Keane. M. P. P., pág. 392. Gatschet. Karankaway Indians (1891), pág. 12 y sig. Conde de la Viñaza. Op. cit., pág. 392. Thomas. Op. cit., pág. 49. Farrand. Op. cit., pág. 95 y sig. Pimentel. Op. cit., II-409. Woodbury Lowery. Op. cit., pág. 55, 63, 457, etc. Biedma. Collec. Doc. Florida, pág. 50. Pí y Margall. Op. cit., I, pág. 747, etc., etc...

[332] Vse. A. N. Cabeza de Vaca. Nauf. I, pág. 46 y sig. (Ed. Suárez). Winship. Coronado Expedition (14, Rep. B. A. E.), pág. 391, 527 y sig. H. B. Am. Ind., pág. 169 (B. A. E.) y sus notas y referencias.

[333] Vse. H. Book Am. Ind., pág. 769. Murch. Hist. of the great Massacre by the Sioux in 1868, pág. 12 y sig.

[334] H. B. A. Ind., pág. 376 (Dakotas), 103 (Assiniboin), 547 (Hidatsa), 797 (Mandanes), etc., y sus notas y referencias. Thomas llama à los Sioux "beduínos de Norte-América". Int. N. A. Arch., pág. 49, 157, 162-8, etc. Vse. también B. A. E. Reports 7.° (Powell), 15.º (Mc. Gee), 15.° (Dorsey), 14.° (Mooney), 11.° (Dorsey), etc. Bulletin 22. Mooney. Siouan Tribes to the East. Bulletin 20. Boas. Chinook texts. Bulletin 5.° Pilling. Bibliog. Siouan Lang. Bulletin 15.º Pilling. Bibliog. Chinookan Lang. Jes. Rel. (Twaites) (1667). III-23, etc. (1658) 21, 39. (1640) 35, etc. Keane. Geog. (Stanford) N. A. I., pág. 536 y sig. Schoolcraft. Ind. Tribes, II-141; V-39, 193; VI-34, etc., etc. Charlevoix. Op. cit. (Ed. Shea), III-31. Shea. Catholic Missions, pág. 348 y sig. Alegre. Hist. de la Cia. de Jesús, I, pág. 336. Brinton. A. R. pág. 98, 100. Farrand. Op. cit., pág. 133-47 y 246-270. Bibliog. (282). Deniker. Op. cit., pág. 528. Keane. M. P. P., pág. 391 y sig. Woodbury Lowery. Op. cit., pág. 66 y sig. Coll. Doc. Florida, pág. 58. Dellenbaugh. Op. cit., pág. 60, etc. Pí y Margall. Op. cit., cap. XXXIII y XXXIV. Will & Spinden. The Mandans, pág. 23 y sig., y en especial la preciosa obra de Catlin, Letters & Notes, etc., I, 81, 181 y sigtes y el Smithsonian Rep. (1885).

[335] Vse. Woodbury Lowery. Op. cit., pág. 49, 75, 337 y sig. Encic. Británica. "California". Winsor. N. & L. H. of A. I-81, 328; II-433 y sig. Bancroft. Hist. California, I-67; II-322, etc. Relación ó diario de la navegación que hizo Juan Rodríguez Cabrillo, etc., en Coll. Doc. Flo., pág. 173, 186, etc. Herrera. Vol. III, Déc. 7, Lib. V. Cap. III y IV, etc. (Vse. Tabla, Vol. IV). Fiske. Op. cit., I-39 y sig. McGee & Hewitt. The Seri Indians (17 Rep. B. A. E.), pte. I, pág. 9 á 296, y la preciosa bibliografía de su Sumario histórico (pág. 50 á 122). H. B. Am. Ind. N. of M., pág. 190, 269, 273, 296, 438, 521, 723, 737, 806, 921, etc., etc., y sus referencias. Murdoch. Point Barrow Esp. (9 Rep. B. A. E.), pág. 11, etc. Bancroft. Nat. Races, III-564 y sigtes. Farrand. Op. cit., pág 180 y sig. Galiano. Viaje corbetas Sutil y Mejicana (1802), pág. 167 y sig. Schoolcraft. Ind. Tribes, etc., III-109, IV-24 á 38. Pacheco y Cárdenas. Doc. Ind., XIV-165 (B. Nal. Madrid., Ms., 18669). P. Kino (Id., Ms. I-149, H-78). Benavente (P. Miguel, S. I.) Reflexiones, etc. (B. N. Madrid. Ms. I-153). Relación viaje D. Pedro Porter, etc. (B. N. Madrid, Ms. S-52). Descubto. Californias. Anónimo (B. N. Madrid, Ms. I-89). P. Kino, en Doc. Hist. México, 4.ª Serie, I-349. Villa-Señor. Teatro Americano, pte. II, pág. 405. Powers. Tribes of California, pág. 14 y sigtes. Deniker. Op. cit., pág. 531 y sig. Keane. M. P. P., pág. 379 y sig. Drake's Narrative en Hackluyt, vol. IV, pág. 41, II-44, 246, etc. Pí y Margall. Op. cit. I. Chap. 39, 40, etc., etc.

[336] Vse. Woodbury Lowery. Op. cit., pág. 69 y sig. Bandelier. Historical Introduction to Studies Among the Sedentary Indians of New Mexico (Arch. Instte of America Papers I-1-33).

[337] Vse. mis notas al Cap. II, Tít. I, y Holmes. Pottery of Ancient Pueblos (B. A. E., 4 Rep., pág. 266 á 358). Cushing. Study of Pueblo Pottery, pág. 473, 479, 520 (4 Rep., B. A. E.). Fewkes. Archeological Exp. to Arizona (17 Rep., B. A. E., pág. 527, 741, II pte.). Hough. Archeolog. Field Work in Northeastern Arizona (Report U. S. National Museum for 1901). Mason. Woman's Share in Primitive Culture, pág. 91, 113. Thomas. Int. to. N. A. Archeol., pág. 170, 203, 220, etc., etc.

[338] Las tribus de los Pueblos, reducidas á 10.000 almas, siguen viviendo hasta hoy en el mismo territorio, repartidas en unas 27 aldeas habitadas, de las cuales sólo Acoma y algunas Hopis ocupan los sitios mismos que ocupaban en la época de la Conquista. Vse. Farrand. Op. cit. pág. 183.

[339] Vse., en primer lugar, el precioso estudio de Winship y su bibliografía, pág. 602 (14 Rep. B. A. E., pág. 339 á 602), en el que se transcribe la Relación de la Jornada de Cibola por Pedro de Castañeda, de Nácera. La Relación Postrera de Sibola (pág. 566), sacada por el ilustre Americanista García Icalbazceta de los papeles del P. Motolinia, autor de una célebre descripción de los Indios de Nva. España (Coll. Doc. Hist. Méjico. Ed. Icalbazceta, Vol. I). Vse. también Woodbury Lowery. Op. cit., pág. 69 y sig., y sus notas. H. Book Am. Ind., pág. 209, 221 y sus notas 675, etc. Brinton. A. R. pág. 113 y sig. B. A. E. Reports 2 (Cushing), íd. (Stevenson), 3 (Id.), 4 (Cushing), 5, 11 y 23 (Matilde Stevenson), 8 (Mindeleff), 13 y 16 (Id.), 15, 17, 19, 21 y 22 (Fewkes), etc., etc. Para la vida social y moral de los Querés (Rito de los Fríjoles), léase la deliciosa Narración de Bandelier. The Delight Makers, pág. 39 y sigtes. (Koshare, etc.). Vse. también en general á Thomas. Pág. 203, 233, op. cit. Hodge. Pueblo Indio Clans (Am. Anthrop., IX-345). Deniker. Op. cit., pág. 534. Keane. M. P. P., pág. 399. Fiske. Discovery, I-87. Nadaillac. Am Prehist., cap. V, pág. 198. Winsor. N. & I. H., I, pág. 395 y sigtes. Dellenbaugh. Op. cit., pág. 133 y sig. y cap. XVI. Conde de la Viñaza. Op. cit., pág. 874, 383, 389, etc., etc.

[340] Vse. Brinton, A. R. pág. 118. La familia Uto-Azteca es la más numerosa de las hoy existentes en Norteamérica. Según los censos Norteamericanos y Mejicanos, vivían en ambos territorios, en 1880, cerca de 2.000.000 de indios á ella pertenecientes. Vse. Anales del Ministerio de Fomento, Méjico, para 1881, citados por Brinton, op. cit., pág. 120 Comp. Orozco y Berra, Geog. Lenguas Méjico, IX parte, página 252, etc.

[341] Se debe esta conclusión principalmente á los admirables trabajos filológicos de Joh. Carl. Ed. Buschman, que dedicó gran parte de su vida á seguir los rastros de la lengua Nahuatl ó Azteca en Méjico y Estados Unidos. Vse. Buschman. Die Spuren der Aztechischen Sprache im Nordlichen Mexico, etc. (Berlín, 1859), pág. 815 y sig. Cse. también Buschman. Gramatik der Sonorischen Sprachen, Pte. I, pág. 266, y Pte. II, pág. 215 y sig. Pérez de Rivas. Triunfos, etc., lib. I, cap. XIX. Powell. Int. to the Study of Indian languages (B. A. E., 1880, 2.ª Ed.), pág. 43 y sig. Conde de la Viñaza. Op. cit., cuadro Alfco., etc., pág. 371 (Nahualt), pág. 372, 378, 383, 388, 390, etc., etc.

[342] Bourke. Snake Dance of the Moquis, etc., pág. 57 y sig. Farrand. Op. cit., pág. 95, 98, 118, 119, etc., y 144, 146, 147. Fewkes. Hopi Katcinas, etc. (21, Rep. B. A. E.), pág. 120 y sig. H. B. A. Ind. (B. A. E.), pág. 327 (Comanches), 521 (Hopis) y sus abundantes bibliografías. Brinton. A. R., pág. 120 y sig. Clark. Ind. Sign. Lang., pág. 118 y sig. Thomas. Op. cit., pág. 139, 229, etc.

[343] Mota Padilla. Hist. Nva. Galicia (Edición Icalbazceta, 1870), pág. 71 y sig. Tello. Fragmentos Hist. Nva. Galicia (Doc. Méjico. II, 369). cap. IX á XXXV. Pacheco y Cárdenas. Doc., vol. XV, pág. 392, 398. Herrera. Dec. VIII, cap. XXIII, etcétera. Winship. Coronado Expedition, 14 Rep., B. A. E., pág. 350, 356. etc., y sus bien elegidas fuentes y referencias. Mda. Stevenson. The Sia (11 Rep., B. A. E.), pág. 20 y sig. Davies. Spanish Conq. New Mexico, pág. 351-52 (Expción. Vargas, 1692). McGee. Seri Indians (17 Rep., B. A. E., 1.ª pte.), pág. 254 y su copiosa bibliografía sobre Misioneros Jesuítas en N. A. Sobre las Exploraciones y trabajos. P. Kino. Vse. Apostólicos Afanes S. J. (Barcelona, 1754). pág. 59 y sig., y la preciosa carta circular del P. Provincial de México á los PP. Ples, de España (1752), B. N. Madrid, Ms. PV., fol. 32, núm. 82, etc.

[344] Lumholtz. Unknown Mexico, vols. I y II. H. B. A. Ind. (B. A. E.), pág. 575 y sus referencias.

[345] Vse. Brinton. A. R., pág. 128. Thomas. Op. cit., pág. 233 y sig. Keane en Stanford's Compendium. Cent. & South Amca., vol. II, pág 45 y sig. Fiske. Discovery II, pág. 38 y sig. Dodd Mead's. Cyclopedia "Mexico".

[346] Vse. Prescott, Conq. of Mexico, pág. 11 y sig. Clavijero. Stor. del Messico I, lib. II. Ixtlilxochitl. Hist. Chichimeca, cap. 32, etc. Veytia. Hist. Ant., libro III, cap. III. Torquemada. Mon. Ind., lib. II, cap. XXX. García Icalbazceta. Obras (Ed. Agueros, 1896), vol. I, pág. 310, 363 y sig., lib. II, pág. 148. Fdo. Alvaro de Tezocomoc. Crón. Mexicana (Pub. en vol. IX de Kinsborough. Ant. of Mexico), cap. I, pág. 5. Bandelier. 10th Annual Rep. Peabody Mus., pág. 96 y sig., etc., etc.

[347] Vse. Prescott. Op. cit., ch. I, apce. pte. I, etc., y sus autoridades y referencias. Thomas. Op. cit., pág. 235 y sig. Winsor. N. & C. H. of America, chap. III, vol. I, pág. 132, 153 y las autoridades citadas en sus págs. 155 y sig. Brinton. Am. Race, pág. 126 y sig. Bancroft. Nat. Races, ch. 5-7. Bandelier. 11th Report Peabody Museum, pág. 387 y sus admirables notas críticas y abundantes referencias.

[348] Bandelier. On the Art of War, etc. (10^{th} Report Peabody Museum, pág. 96 y sigtes, y sus notas y referencias). Waitz. Amerikaner, vol. II, pág. 38 y sigtes., etc., etc.

[349] Vse. Fiske. Op. cit., I, pág. 118 y sig. Bandelier. Loc. cit. (10th Report), pág. 123 y sigtes. Bancroft. Nat. Races, etc., II, pág. 145 y sigtes.

[350] Vse. Charnay. Am. Cities of the New World, pág. 215 y sigtes., y los bajo-relieves existentes en el Museo de Madrid.

[351] Bandelier. (10 Rep., nota 139). Bernal Díaz del Castillo. Op. cit., ch. XCII. Prescott. Op. cit., II, pág. 362.

[352] Los Mejicanos fueron muchas veces escarmentados por sus enemigos, como en el ataque á Mechoacan (1479, según Chavero, Calendario Azteca, pág. 4), por ejemplo, que no se atrevieron á repetir. Vse. Bandelier, 10th Report, pág. 142 y notas 176, 177, 178, 179 y 180.

[353] Mendieta. Hist. Ecles. Ind., lib. II, pág 131 (Edición Icalbazceta). Vse. Bandelier, 10th Rep., pág. 139 y sig., notas 164, 165, 166, etc., y en especial notas 185 y 186. Compárese Squier, Perú, Inc. of Travel, etc., pág. 116 y sig., sobre las fortificaciones Incásicas (Pisac, Piquillacta, etc.), muy superiores á los Aztecas, que apenas llegaron á los "pucarás" ó fuertes de los Aymarás, de Bolivia, op. cit., pág 191.

[354] Vse. Bandelier. 10^{th} Report. pág. 149, notas 189, 190, 191 y 192. Prescott. Op. cit., lib. IV, caps. V á VIII y la preciosa descripción de Icalbazceta, Obras I, Opúsculos varios, pág. 317, 336 y sig.

[355] Vse. Fiske. Op. cit., I, pág. 116 y sigtes. Prescott. Op. cit., cap. II, pág. 12, 26. Bandelier. 11th Rep., pág. 412, 413 y sus abundantes notas y referencias.

[356] Vse., por ejemplo, Bernal Díaz del Castillo, Conq. Nueva Esp., caps. XXXVIII y XXXIX, pág. 33, vol. II. Hist. Prim. Ind.

[357] Vse. la relación de Alonso de Çorita (1653), tomo XLI. Colección Muñoz. Acad. de la Hist. Madrid. Costumbres y Ftas. Indias Nva. España, Bca. Escorialense. Ms. K., iij 8, fol. 331 (Anónimo). Vse. también, en especial, Bandelier, On the distribution and tenure of lands, etc. (11th An. Rep. Peabody Museum, pág. 39, y sig. y sus notas y referencias).

[358] Vse. Bandelier. Op. cit., pág. 429 y sig. y sus notas. Fiske. Discovery of America, I, pág. 401 y sig. Nadaillac. Am. Preh., pág. 210 y sig. Herrera. Déc. III, lib. IV, cap. XV. Torquemada. Op. cit., lib. II, cap. LXVIII, pág. 189 y sig. Alonso de Zurita. Rel. cit., fol. 17 y sig. Motolima, Historia, etc., Trat. II, cap. V, pág. 110 y sig. Relaciones Ixtlilxochitl. Vols. II, III, IV de la Coll. Muñoz (Academia de la Historia). Comp. Robertson. Op. cit., vol. IV, pág. 10 y sig. Prescott. Conquest of Mexico, pág. 6 y sigtes. Cartas Relaciones de Hdo. Cortés. Vol. I, pág. 1 á 153. Bancroft. Nat. Races, II, pág. 230 y sigtes., etc., etc.

[359] Bandelier. II Rep. Peabody Mus., pág. 385 y sigtes, y sus notas y referencias.

[360] Vse. Gomara. Conq. de Mexico, Hist. Prim. Ind., I, pág. 435 y sig. (Caballería del Tecuitli).

[361] Vse. mi capítulo II de este título y Bandelier, 12.º Rep. Peabody Museum, pág. 396 y sig., con sus notas y referencias.

[362] Vse. Gomara. Op. cit, pág. 437 y sig. Nadaillac. Am. Preh., pág. 211 y sig. Bandelier. Loc. citado, pág. 397, 398 y sig., con sus notas y referencias. Bernal Díaz del Castillo. Conq. Nueva España (Hist. Prim. Indias), II, pág. 86 y sig. Compárese Thomas. Op. cit., pág. 305, etc. Prescott. Conq. of Mexico, I, pág. 93 y sig. Brinton. A. R., pág. 131 y sig. Fiske. Discovery, etc., I, pág. 101 y sig., y las relaciones de Palacio, Bustamante, etc., en los tomos I, XXXIX, LXII, LXXXVI, etc., de los Ms. de la Coll. Mata-Linares (Ac. de la Hist.).

[363] En la Mitología Azteca, "cihuacoalt" era esposa de la suprema deidad de la noche, ó Tezcatlipoca. Vse. Squier. Serpent Symbol, etc., pág. 160, 183. Compárese Muller. Geschichte der Americanischen Urreligionen (Basel, 1855), pág. 41 y sig. Fiske. Discovery, I, pág. 111, etc.

[364] Vse. Bandelier (12 Rep. Peabody Museum), pág. 660 y sigtes. Torquemada. Op. cit., lib. XI, cap. XXIV y sigtes. Vetancourt. Teatro Mexicano, pte. II, trat. II, ch. I. Bernal Díaz del Castillo. Op. cit., cap. XCI. Tezozomoc. Cca Mexicana, etc., caps. XIX-XXI, etc., etc.

[365] Vse. Bandelier (12 Rep. Peab. Mus.), pág. 668 y sig., y sus abundantes notas y referencias sobre el carácter sacerdotal del "Tlacatecuhli". Comp. Fiske. Discovery, I, pág. 109. G. Brühl. Die Culturvölker Alt. Amerikas, pág. 337-8. Gomara. Op. cit. (H. Pvos. Ind., I), pág. 435 y sigtes. ("la jura y coronación del Rey"), etc. Prescott. Conq. of Mexico, pág. 22, 29 y sus notas y referencias.

[366] Prescott. Loc. cit., pág. 70 y 71. Siguiendo principalmente á Sahagún y Torquemada, parece apuntar la idea de que los mercaderes formaban "clase" ó "casta" privilegiada en Méjico. La afirmación es errónea. No hubo nunca en Méjico casta ó clase especial de mercaderes. La consideración que algunos de ellos gozaron se debió á sus hechos personales. Vse. Bancroft. Op. cit., vol. II, cap. XII, pág. 387. Bastian. "Culturlaender", vol. II, pág. 697 y sigtes, y en especial Bandelier (12 Rep.), páginas 600 y sig., notas 69 y 80.

[367] Vse. Prescott. Op. cit., pág. 73 y sig. Fiske. Op. cit., pág. 109 y sig. Herrera. Déc. III, lib. IV, cap. XV. Alonso de Zurita. Relación citada, fol. 41, etc. Torquemada. Mon. Ind., lib. XIV, cap. XVI y sigtes., y en especial Bandelier (12 Report citado), pág. 610 y sigtes., y notas 82 á 92.

[368] Bandelier. Loc. cit., pág. 609 y 619 y sigtes. y notas 107 á 110. Comp. Fray Antonio de Remesal. Hist. de la Prov. de S. Vte. de Chyapa y Guatemala, etc. (Madrid, 1619), lib. VII, cap. XII.

[369] Vse. Zurita. Op. cit., pág. 118, 121. Mendieta. Hist. Eclesc. Indiana, lib II, ch. XXIV, pág. 126 y sigtes. Bandelier. Report citado, pág. 609, nota 80. Oviedo. Hist. Ind., libs. XXXII y XXXVIII, vol. III. Las Casas. Apologética, caps. LII á CVIII, etc.

[370] Vse. Bandelier. Rep. cit., pág. 625 y sig., y notas 124, 128. Sobre los repugnantes vicios contra natura. Vse. Bernal Díaz del Castillo, cap. CCVIII, pág. 309. La carta del P. Piere de Gaud en Col. Ternaux-Compans. Doc., 1.ª serie, vol. X, pág. 197, etc., etc.

[371] Vse. Bernal Díaz del Castillo (Cap. XCII, pág. 89, H. P. Ind., II). Gomara. Op. cit., pág. 347 (H. Prim. Ind., I). Cartas de Relación de Cortés (Carta II, pág. 32). (Hist. Prim. Ind., I): "Hay á vender muchas maneras de filado... que parece propiamente alcaicería de Granada", etc. Comp. Bandelier (12 Rep.), pág. 601 y sigtes. Prescott. Op. cit., I, pág. 71 y sigtes. Fiske. Discovery, I, pág. 108 y sigtes. y las notas y referencias de los anteriores.

[372] Vse. Cortés. Cartas de Relación, I, II, pág. 17 á 50 (Hist. Prim. Ind., I). Bernal Díaz del Castillo. Op. cit., pág. 86: "De la manera é persona del gran Montezuma, y de cuán gran Señor era" (Cap. XCI). Compse. Morgan. Houses & House life, etc., pág. 240 y sigtes. y su famoso ensayo crítico "Montezuma's Dinner" (North Am. Review, Abril, 1876).

[373] Prescott. Op. cit., pág. 63 á 76. B. Díaz del Castillo, pág. 89:... "y por el largor y gordor de los cañutillos tenían entre ellos su cuenta que tantas mantas ó que "jipiquiles de cacao" valía..." Compse. Bandelier. (12 Rep.), pág. 602, nota 74. Conforme al sistema numeral de los Mejicanos, la base para contar los "cacaos" era el número 20: así 400 cacaos (20 x 20) formaban un "zontlie", 20 "zontles", ó sean 8.000 un "xiquipilli" y tres de éstos una carga (24.000 gramos). Vse. García Icalbazceta, Obras, vol. I, pág. 323 y sig.

[374] Vse. Prescott. Op. cit., pág. 3 y sig. Nadaillac. Am. Preh, pág. 313. Bandelier (12 Rep.), pág. 609 y sus notas.

[375] Vse. Thomas. Op. cit., chap. XVI, pág. 233 y sigtes. Comp. Brinton. A. R., pág. 153 y sigtes. Nadaillac. Am. Preh., pág. 263 y sigtes. y sus notas.

[376] Vse. Thomas. Op. cit., pág. 312 y sigtes.

[377] Vse. Brinton. A. Race, pág. 137 y sig. Thomas. Op. cit., pág. 339 y sig. Dr. Nicolás León. Anales del Museo Michoacano, vol. I, pág. 114 y sig. Bancroft. Nat. Races, etc., vol. II, pág. 407, 408 y sus bibliografías. Beaumont. Crónca. Mechoacan (Pcia.), vol. III, pág. 78 y sigtes. Hist. Indios Mechoacan, por un Frayle Menor Descalzo, Bca. Escse. (Ms. c-iiij-s-f.) Historia y ritos Indios Nva. España, Bca. Escse. (Ms.) (Anónimo), x-i-j-21. A. de Ulloa. Países entre Veracruz y Guanajuato. Am. Hist., Ccion. Mata Linares, vol. 41., pág. 7 y sigtes. (Ms.). Colección Muñoz, vols. X, XI, XII, Ac. Hist. (Ms.) (Crónica de Mechoacan). Véase también Cde. de la Viñaza. Op. cit., pág. 390, etc., etc.

[378] Vse. Brinton, pág. 135 y sig. Id. Ancient Nahualt Poetry (Lib. Aborig. Amer. Lit.), pág. 132 y sigtes. Sahagún. Hist. Nva. España, lib. X, ch. 29. Keane. Cent. & South America, II (Stanford's), pág. 100 y sigtes. Thomas. Op. cit., pág. 234. Se hablaba la lengua Othomi ó Hia-Hiu en todo el Estado de Querétaro y en parte de los de San Luis, Guanajuato, Michoacan, México, Puebla, Veracruz y Tlascala. Véase Conde de la Viñaza. Op. cit., pág. 378 (Tab. Gral.). Icalbazceta. Bibliog. Mex. de siglo xii, núms. 114, 115, etc.

[379] Chapanecas, Chontales, etc. Vse. Brinton. A. Race, pág. 139 y sigtes. Sahagún. Hist. Nva. España, lib. X, ch. VI. Herrera. Déc. II, lib. V, ch. VIII, y déc IV, lib. X, ch. II, etc. Strebel. Alt. Mexico, pág. 71 y sig. Pimentel. Leng. Indíg. Mexico, volumen III, pág. 341 y sigtes. Prescott. Op. cit., pág. 162 y sigtes. Bernal Díaz del Castillo. Op. cit., cap. XLI. Desiré Charnay. The Ancient Cities of the N. W., caps. VII, VIII (Teotihuacán), pág. 129, 482, etc. Cortés. Cartas de Relación II, pág. 13 y sigtes. H. Pvos. Indias (... II). Gomara. Op. cit., pág. 318 y sigtes. (H. P. I., vol. I). Conde de la Viñaza. Op. cit., pág. 393, 399, 472, etc. (Tabla General). Nadaillac. Op. cit., pág. 364 y sigtes. Thomas. Op. cit., pág. 341, 268, 275, 318-19, etc. Bandelier. Arch. Tour., etc., pág. 74 y sigtes. Sahagún. Hist. Nueva España, lib. X, cap. VI. Oviedo. Hist. Gral. de las Ind., lib. XXVIII, ch. XII y lib. XLII, ch. V y sigtes. Adam (L.). La langue Chiapaneque, pág. 3 y sigtes. Peralta. Costa Rica, Nicaragua, Panamá en el siglo xvi, pág. 775 y sigtes. El nombre de esta tribu parece originario del de su "totem", ó sea el guacamayo (Chapa). Vse. Brinton. Op. cit., pág. 146, etc., y las Collec. Strebel (Mus. Etnol. Berlín).

[380] Vse. Nadaillac. Op. cit., pág. 264 y sigtes. Thomas. Op. cit., pág. 234, etc. Bancroft. Nat. Races, vol. IV, cap. II y sig. Brinton. A. Race, pág. 135 y sigtes. Winsor. N. & C. H. Am., I, pág. 132, y II, pág. 343, 397, 402, etc., y sus notas.

[381] Vse. Brinton. Op. cit., pág. 154. Herrera. Déc. III, lib. IV, cap. VIII. Brinton. The Maya Chronicles (Lib. of Aborig., lit. I, 1882). Sahagún. Hist. N. E., lib. X, cap. XXIX, sec. 12. Thomas. Op. cit., pág. 312 y sigtes., estudia con critica clarovidencia estos problemas.

[382] Vse. Brasseur de Bourbourg. Hist. de Nac. Civil Am. Centrale, II, pág. 57 y sigtes. Torquemada. M. Ind., I, ch. XV, XX. Bancroft. Op. cit., V, pág. 619 y sigtes.; II, pág. 523 y sigtes.; III, pág. 460 y sig., etc., etc. J. Pérez. Katunes de l'histoire Maya, pág. 14 y sigtes. Sobre la autenticidad, etc., de estos "Katunes" (de kat, piedra, y tun, interrogar), ó piedras grabadas; vse. Stephens, Yucatán, Ap. tomos I y II. Winsor. Op. cit., I, pág. 134. Compse. también las Relaciones de Ixtlilxochitl en Col. Muñoz (Ac. Hist.), vols. II, III, IV (Ms.)

[383] Col. Muñoz (Ac. Hist. Madrid), vol. LII. Copia Ms. del recibo de la Casa de Contratación del envío de H. Cortés (1519). Bca. Escse. (Ms.), Costumbres de Nueva España, k-iiij-8. Descrip., Col. Seller, Museo Berlín, en Bull. 28 (1904), B. A. E., pág. 11 á 636. Herrera. Déc. III, lib. IV, ch. V. I. de Grijalba. Crónica de la Orden de S. Agustín (1624) Mexico, pág. 29 y sigtes. (B. Nal. Madrid, Raros).

[384] Vse. Brinton. Loc. cit. Herrera. Déc. I, lib. V, cap. V. Cogolludo. Historia Yucatán (Madrid, 1688), pág. 7 y sigtes. Bdo. de Lizana. Historia Yucatán (1633), (Ed. Museo Nal. Mco.) pág. 31 y sig., etc.

[385] Vse., entre otras, Landa. Relación de las cosas del Yucatán (Edición de don Juan de Dios de la Rada y Delgado, Madrid, 1884). Fuentes y Guzmán. Recordación Florida (Ed. de D. Justo Zaragoza 1882-83), I-II. Oviedo. Op. cit., vol. III, libs. XXXII, XXXIII, etc. Las Casas. Apologética Hist. de las Indias (Ed. Serrano y Sanz, Madrid, 1909), en especial caps. CCXV á CCXLIV. Gomara. Op. cit., pág. 430 y sigtes. (H. Prim. Ind.). Mártyr d'Anglería. "De Orbe Novo", déc. VI, lib. VI, etc. Respecto á la lengua Maya, su extensión, etc., vse. Conde de la Viñaza, op. cit., pág. 385 (Quiche), 369 (Maya ó Yucateco), 360 (Huaxteco), etc., etc., y sus referencias.

[386] Vse. Brasseur de Bourbourg. Popol Vuh, etc. (París, 1861). Winsor. N. C. H. A., pág. 116. Brinton. A. R., pág. 158.

[387] Brinton. Annals of the Cakchiquels (Pilh, 1885), que es Extracto del Ms. incompleto encontrado en el Convento de S. Fco., de Guatemala y pubdo. en el Boletín Soc. Econ. Guatemala, núms. 29-43 con el nombre de "Memorial de Tecpan-Atittlan". Los libros de Chilam-Balam fueron publicados por Brinton. ("Books of Chilam-Balam", Ess. of an Am., pág. 255-73). Vse. también Brinton. A. R., pág. 158. Winsor. N. I. H. of A., I, loc. cit., etc., etc.

[388] Vse. Thomas. Op. cit., pág. 241. Bandelier. Arch. Tour., pág. 54 y sigtes. Bancroft. Native Races, II-520, IV-506. Prescott. Conq. of Mexico, pág. 68 y sig. Winsor. N. & C. H. of America, I, pág. 179. Keane. M. P. & P., pág. 410.

[389] Para las interpretaciones (hipotéticas) del sistema del calendario Azteca-Maya y sus símbolos, vse. Squiers. Some new discoveries, etc., Amer. Journ. of Science & Arts (2.ª serie, Mayo 1849). Brasseur. Chron. Hist. des Mexicaines (Actes Soc. Etnographie, 1872, vol. IV), y en especial Thomas, op. cit., pág. 243, etc. Id. Day Symbols of Maya Year (16 Rep., B. A. E.), pág. 199 á 265. Id. Mayan Calendar Systems (19 Rep. B. A. E.), pág. 690, 818 y sus abundantes referencias. Comp. Fray Diego Durán. Hist. de las Indias de Nva. España, etc., II-231. (Edción. José Fdo. Ramírez, Méjico, 1867-80).

[390] Prescott. Op. cit., pág. 61 y sig. Brinton. A. R., pág. 131, 156, etc., y sus referencias. Landa. Rel. Cosas del Yucatán (Ed. Madrid, 1881), I, pág. 110 y sigtes. Bandelier. 11th Rep. Peabody Museum y sus abundantes notas y referencias.

[391] Thomas. Op. cit., pág. 244. Bancroft. Nat. Races, II-115, etc. Fiske. Op. cit., I-133 y sigtes. B. A. E. (Seller, Fosterman, etc.). Descrip. Coll. Seller, Museo de Berlín, Bull. 28, pág. 11 á 635. Comp. Gomara. Op. cit., pág. 298: (Rescate que hubo Joan de Grijalba de los Indios de Potonchan), y pág. 322: (El presente que Cortés envió al Emperador por su quinto, etc.) Vse. también Winsor. N. & I. H. of Amca. pág. 416 del tomo I, apce. IV, y Catálogos Antigüedades Huavis (Oaxaca), Tecas y Matlatzincas (Michoacan), por D. Nic. León (Museo Nac. Mexico).

[392] Thomas. Op. cit., pág. 245 y sigtes. Nadaillac. Am. Preh., caps. VI y VII, pág. 263 y sigtes. Vse. los Códices Perezianus (Manuscrit dit Mexicaine núm. 2 de la Bib. Imperiale, etc., París, 1864). Fejervary Meyer. Museo Liverpool, Ms. 12.014 (Pdo. por el Duque de Loubat, 1901). Troano. (Museo Arqueológico de Madrid). Maya-Dresden. Libría. Real Dresde (Reproducción Foesterman, Dresden, 1892) los relieves de Palenque. Winsor. N. & I. H. of Aca. pág. 201, etc., etc.

[393] Thomas. Int. N. A. Arch., pág. 246. Prescott. Op. cit., pág. 45. Nadaillac. Op. cit., pág. 268. Zorita. Hist. Nva. Esp. (Ed. Suárez, 1910), I. pág 36, que sigue á Benavente (Motolinia). Clodd. The Story of Alphabet, pág. 78. Brinton. The Ikonomatic Method of Picture Writing (Ess. of an Americanist, pág. 213 y sigtes). Isaac Taylor, Hist. of Alphabet, I-24.

[394] Brinton. Op. cit., pág. 157. Thomas. Mcripts. Mayas (B. A. E.), Rep. I, pág. 209 á 245, 3rd Rep., pág. 25, 6th Rep., pág. 309, 19 Rep., pág. 418 y sig., Bull. 18 (The Maya Year), etc. Rosny. Doc. Ecrits. Ant. Amca., pág. 71. Winsor. N. & C. Hist. of Amca., I, pág. 196 y sig.

[395] Vse. Brasseur de Bourbourg. Ms. Troano, I-9. Prescott, I-103. Brinton. Myths., pág. 10, etc. Bancroft, IV-92, etc. Rosny. Essay sur le dechiffiement, etc. (París, 1876), pág. 5 y sigtes. Bruhl. Die Culturvolken Alt. America, pág. 327, 350. Winsor. Op. cit., I, pág. 203. Comp. el precioso estudio de Icalbazceta, De la destrucción de Antigüedades Mejicanas, etc., en defensa del Obispo Zumárraga (Méjico, 1881, pág. 12 y sigtes.), á quien se atribuye ligeramente, por muchos autores, la destrucción de innumerables Ms. Mejicanos.

[396] Los Códices Aztecas y Mayas más conocidos son, entre otros, el Codex Mendoza, que se conserva en la Biblioteca Bodleiana, el Telleriano Remensis (Bca. Nacional París), el Vaticanus (Bca. del Vaticano), el de Dresde (Bca. de Dresde), el Troano (Museo Arqueológico Madrid), el Cortesiano (Id. íd.), el Pereziano (Bib. Nac. París), y el Tonalamatl (París, B. N.). Casi todos estos Códices han sido lujosamente reproducidos por Kinsborough (Am. Antiquities, I á IX), Foerstemann, y en especial por los magníficos infolios del Duque de Loubat (Tonalamatl Berlín, MDCCCC); Mexicano-Vaticano detto Ríos, Roma, 1900; Mexicano Borgiano (Propda. Fide), Roma, 1898, etc. Sobre el origen, carácter, procedencia, tentativas de interpretación, etc., consúltense las introducciones de Seler, etc., á las citadas ediciones de Loubat, y en especial el resumen de Winsor, op. cit., I, pág. 201 y sig. con sus notas y referencias.

[397] Vse. Thomas. Int. N. A. Arch., pág. 253, 269 y sig. Nadaillac. Am. Preh., pág. 350, 368 y sig. con sus notas. Des. Charney. Anc. Cities of the N. W., pág. 75, 152, etc., caps. IV, V, VI, etc., y cap. XXIV, pág. 480 y sig. Winsor. Op. cit., I, pág. 175, 186, etc., y sus notas y referencias. Bandelier. Arch. Tour., pág. 40, 69, 233, 320, etc. Id. 10th Rep. Peabody Museum, pág. 146 y nota 186, y pág. 184, nota 190, etc., etc. Bancroft. Op. cit., IV, pág. 530, 518, 471, 474 y sigtes. (en especial capítulos VII y X). Compse. Museo Mexicano, I-185, etc. Almaráz. Memoria de los trabajos de la Comisión Científica de Pachuca (Méjico, 1865, pág. 18 y sigtes). García Cubas. Estudio Comp. entre las pirámides Egipcias y Mejicanas (Méjico, 1871, pág. 4 y sig. Guía Descrip. Mus. Nac. México, pág. 19 y sig. Branz-Meyer. Mexico as it was, etc., pág. 178 y sig. 3.ª Edición). Carriedo. Palacios de Mitla (Ilustración Mexicana, vol. II). Fiske. Op. cit., II-259 y sig. y las relaciones antes citadas de Cortés (en especial carta 2.ª). Gomara, Bernal Díaz del Castillo (en especial, capítulo LXXVIII), etc., etc.

[398] Vse. Thomas. Op. cit., pág. 276 á 305 y sus referencias. D. Charney. Op. cit., pág. 194 á 262; 440 á 459; 371 á 414; 323 á 371; 459 á 482; 473 y sigtes., etc. Nadaillac. Op. cit., pág. 319 á 335 y sigtes. y sus notas y referencias. Bancroft. Op. cit., IV, pág. 289, 145, 118-79, etc. Winsor. N. & C. Hist. of America, I, pág. 191 y sig.; 153 á 190; 190 á 198, etc., y sus notas y referencias. Stephens & Caterwood. Travels in Central America (N. I. 1841), II, pág. 310. Rau. The Palenque Tablet (Smithsonian Contribution, vol. XXII). A. del Río. Desc. del terreno y Población Antigua, Ac. Hist. Madrid, Ms. (Pub. en Dic. Universal de Geografía, Méjico, tomo VIII, 528). Brasseur de Bourbourg. Palenque, pág. 5 y sig. Brinton. M. of the N. W., pág. 95 y sig. Violet le Duc. Habit Humaine, Int., pág. 69 y sig. Brasseur de Bourbourg. Hist. Nat. Civ. du Mexique, etc., vol. II, pág. 23. Palacio. Carta á Felipe II en Pacheco y Cárdenas. Doc. Inéd., VI, 47. Karl Scherzer. Ein Besuch ben dei zumen von Quirigua (Viena, 1855, pág. 23 y sig.) Squier. Nicaragua, etc. (Ed. 1860, N. Y.), pág. 207 á 362, etc.

[399] Vse. Reville. Rel. de Mex. et Amerique Centrale, pág. 23 y sig. Winsor, Op. cit., I, apce. V, pág. 431 y sig. Bancroft. Op. cit., vol. III, ch. VI al X. Prescott. Op. cit., I, ch. III, Int. Nadaillac, op. cit., pág. 296. Tylor. Prim. Culture II, pág. 279, etc. Compse. las relaciones. Sahagún, Torquemada, Mendieta, Motolinia, Ixtilxochitl, Clavijero, etc. Gomara (H. P. I., pág. 444 y sig. "Del desollamiento de hombres", etc.). Bernal Díaz del Castillo (H. P. I., II, pág. 309: Como los Indios de toda la N. España tenían muchos sacrificios y torpedades), etc., cap. CCVIII. Comp. Las Casas. Apologética (Ed. Bailly-Baillere, 1909), pág. 337, 509, etc.

[400] Vse. Fiske. Op. cit., I, pág. 109. Prescott, loc. cit. Thomas. Int. N. A. A., pág. 356 y sigtes. Nadaillac. Op. cit., pág. 298 y sig. Gomara. Op. cit., pág. 443, 449. B. Díaz del Castillo. Op.[fixed its clear on normal res. image] cit., pág. 89, etc.

[401] Brinton. Myths of the New World, pág 283 y sig. Thomas. Op. cit. pág. 249 y 356 á 370.

[402] Vse. Bandelier. 12 Rep. Peabody Museum, pág. 558, nota 4ª, comentando á Orozco y Berra. Geog. de las lenguas y Carta Etca. de México, ptes. III, IX (Méjico, pág. 252). Vse. también Fiske. Op. cit., I, pág. 110 y sig. y las Relaciones de Cortés y Bernal Díaz del Castillo, etc., etc.

[403] Oseas, XIII-3.

[404] Vse. Deniker. Op. cit., pág. 543 y sig. Keane. M. P. P., pág. 416 y sig. Id. Etnology, pág. 162 y sig. Id. Stanford's Compendium Cent. & S. A. I, pág. 43 y sig. Alcide D'Orbigny. L'Homme Americaine de l'Amerique Meridionale (París, 1839), vol. I, pág. 21 y sig. Brinton. A. R., pág. 164 y sig. P. Ehzenreich. Mythen und Legendem der Sudamericanischen Urvolker, pág. 28 y sig. y su abundante y bien seleccionada bibliografía. Reclus. Geog. Universelle (París, 1890-94), vols. XV, XIX. Pí y Margall. Op. cit., I, pág. 292 y sig., etc., etc.

[405] La primera tentativa seria de clasificación de las lenguas indígenas Sud-Americanas se debe á nuestro sabio filólogo Hervás y Panduro, op cit., seguido por Adelung en su Mitrídates. Humboldt (Personal Narrative, vol. VI, pág. 438 y sigtes., 1826) declaró impracticable la clasificación de estas lenguas, cuya mayor parte eran de las llamadas "incertæ sedis" por los Botánicos. Orbigny (op. cit.) se limita á la parte del Continente por él visitada (Sur, paralelo 12). Aportan preciosos datos Von Tschudi en su admirable libro "Organismus der Khetschua Sprache" (Leipzig, 1884) y Von Martins "Beiträge sur Ethnographie und Sprachenkunde Sud Amerikas zumal Brasiliens" (Leipzig, 1867, 2 vols.), que es una verdadera mina de informaciones generales. Una de las tentativas modernas de clasificación más notables es la de Lucien Adam "Trois familes lingüistiques des bassius de l'Amazone et de la l'Orenoque", (Compte-Rendu du Congres Internationale des Americanistes, 1888, pág. 489 y sigtes.), á quien sigue en gran parte Brinton, A. R., pág. 168 y sigtes. Compse. Conde de la Viñaza, op. cit., Intcion., etc.

[406] Brinton. A. R., pág. 171, etc.

[407] Vse. Acuña. Nuevo Descto. del Gran Río de las Amazonas (Ed. Madrid, 1891), pág. 2 y sigtes. Gumilla-P. Joseph. Hist. Nat., etc., de las Naciones situadas en las Riveras del Río Orinoco (Barcelona, MDCCLXXXI). Agassiz. Voyage au Brasil (París, 1869), pág. 71 y sigtes. Marajó. As Regioes Amazonicas (Lisboa, 1895), pág. 24 y sigtes. Carvajal. Descto. del Río de las Amazonas (Sevilla, 1894), pág. 12 y sig. Humboldt. Travels in South America (Trans. Bohn. Libry.), II, pág. 95, 138, 329, etc; III, pág. 10 y sigtes.

[408] Discuten los etnólogos si los Tupis Brasileños descienden de los Guaranis Paraguayos, etc., ó éstos de aquellos. Según Varnhagen, Hist. Gral. do Brazil, pág. 13 y sigtes., el tupy (de ypy-generación y T-ypy ó T-upi, de sí mismo) debió ser el tronco principal del que emanaron las demás tribus. Sea de esto lo que fuere, conformes están historiadores y etnólogos en asignar á ambas familias origen y lengua esencialmente idénticos. Vse. sobre estos puntos y en general sobre la familia de los Tupis ó Guaranis, Galanti, op. cit. I, pág. 93 y sigtes. Couto de Magalhaes. O Selvajem (Río Janeiro, 1878), pág. 24 y sigtes. Frey do Vicente Salvador. Hist. do Brazil, pág. 32 y sigtes. Brinton. A. R., pág. 230 y sigtes. Von Martius. op. cit. Bd. I, s., 185. Techo. Hist. Prov. Paraguay, lib. XI, cap. II (Chiriguanos), lib. X, cap. IX, etc. Pöppig. Reise in Chile und Peru, Bd. II, 3, 423, etc. Coleti. Dizionario Storico-Geografico dell America Meridionale, vol II, pág. 38. Waitz. Anthrop der Naturvolker, Bd. III, 3, 425 y sigtes. Deniker, op. cit., pág. 567 y sig. Ambrosetti. Los indios Cainguá, Bol. Inst. Geog. Arg., vol. XV. La Hilte y Ten Kate (Guayakis). Museo de la Plata, Anthrop II. Barboza Rodrigues. Rev. da Exposiçao Anthrop. Brasileira Río Janeiro, 1882. D'Orbigny., op. cit., vol. II, pág. 324. Keane. M. P. & P., pág. 438 y sig. íd. Stanford's Geog. C. & South-America, I. pág. 257, 473, etc. Balbi. Atlas Etnographique du Globe XXVII. Lozano. Conq. Río Plata, I, pág. 382 y sig. Ulrich Schmidel. Viaje al Río de la Plata (Edición anotada). Gral. Mitre, cap. XX, LII, etc., y el precioso prólogo de Lafone Quevedo, pág. 56 y sigtes. Pí y Margall, op. cit. I, pág. 643, ch. XVII y sus referencias. Oviedo. Lib. XXIII, ch. XII (Baranis). Acuña, op. cit., pág. 116 y sigtes. (Edición Madrid, 1891). Rui Díaz de Guzmán. His. Arg. (Colección de Angelis), lib. I, cap. V. Guevara. Hist. Paraguay, Río de la Plata y Tucuman (Col. Angelis), ch. II, III y sigtes. Sobre la "Lingua Geral do Brazil" (Tupi-Guarani). Vse. en primer lugar la preciosa Arte de Gram|atica de lingoa mais usada na costa do Brazil | Feyta pelo padre Joseph de Anchieta do Cõpañia de ¦Iesv¦ Coimbra, 1595, fol. I, 58 (Ej. Bib. Nac. Madrid). Conde de la Viñaza, op. cit., Cuadro Alf., pág. 351, 358. La Edición Platzman (Leipzig, 1876) del Arte, vocabulario, tesoro y catecismo de la lengua Guarani del P. Ruiz de Montoya, y la correcta y copiosa "Bibliografía da lingua Tupi on Guarani tambem chamada lingua geral do Brazil", coleccionada por Alfredo do Valle Cabral (Río Janeiro, 1880), vol. VII. Annaes Bib. Nac. do Rio de Janeiro, etc., etc.

[409] Garcilaso de la Vega. Com. Reales, I, lib. VII, cap. XVII, pág, 245 y sigtes., "á los niños y muchachos (de las tribus vecinas de los Chiriguanos) los amedrentan y acallan con solo el nombre".

[410] Descubiertos por Lund. Vse. mi cap. I, tit. I (Hombre Paleolítico).

[411] Vse. Keane. Stanford's, Compendium, C. & S. A. I, pág. 46 y 554. Brinton. A. P., pág. 236, 238, etc. Galanti, op. cit., pág. 124 y sig. Acuña, op. cit., pág. 181 y sig. Deniker, op. cit., pág. 562, etc. Pí y Margall, op. cit., I, ch. XVII, XVIII y XIX, y sus referencias. Lacerda y Peixoto. Contrib. ao estudo Anthrop. das raças Indig. do Brazil. Archiv. de Mus. Nac. Río Janeiro, vol. I (1876), pág. 47 y sig. íd. vol. VI (1884), pág. 205, etc., y sus referencias. Ehrenreich "Ueber die Botocudos" Zeitschr. für Ethnol., 1887, pág. 2 á 50. Dr. M. P. Rey. Etud. Anthrop. sur les Botocudos (París, 1880), pág. 4 y sigtes. (Tésis). Von Tschudi. Reise in Sud Amerika, Bd. II, pág 281, etc., etc.

[412] Brinton. A. R., pág. 241 y sig. Olivier Ordinaire. "Les Sauvages da Perou (Revue d'Etnographie, 1887, pág. 272). D'Orbigny. L'Homne Americain, vol. II, pág. 104 y sus notas. Hervás. Cat. Leng., vol. I, pág. 261. Amich. Comp. Hist. de la Seráfica Rel., pág. 36 y sig. Castelnau. Exp. dans l'Amerique du Sud, II, pág. 480. Von den Steinen. Durch Central Brasilien, ss. 295-307. Martius. Etnographie, Bd., I, s. 683. Everard F. Im. Thurn. Among the Indians of Guayana, pág. 171 y sig. F. X. Eder. Descriptio Provinciæ Moxitarum (Budœ, 1791), pág. 212 y sig. Relación del Primer viaje de Don Cristóbal Colón (Bca. Clásica), vol. CLXIV, pág. 3, 184, etc. Fernando Colón. Hist. del Almirante Don Cristóbal Colón (Ed. Madrid, 1892), I, cap. XXXI y sigtes. Acuña. Op. cit., núm. II y sig. Gumilla. Op. cit., I, Ch. 10 y sig.; II, pág. 36 y sig. Herrera. Déc. I, lib, II, ch. XVII, lib. VI, ch. X, etc. Pedro Mártyr d'Anglería. Sum. Hist. Ind. Occ. fol. 7-41 (Coll. Ramusio, vol. III). Oviedo. Op. cit., lib. III, ch. XII y sig.; V, ch. I, XVII, etc. Fray Iñigo Abad y Lasierra. Hist. etc., de San Juan Bta. de Puerto Rico, ch. IV y sigtes. Deniker. Op. cit., pág 556 y sigtes. y sus notas. Pí y Margall. Op. cit., I, ch. XXI. Keane. M. P. & P., pág. 434, 435. Id. Stanford's Compendium C. & S. A., I-431, II-330 y sigtes. Conde de la Viñaza. Op. cit., tabla pág. 367, 374, etc., etc. Sobre el Totemismo en estas tribus, vse. Frazer, Totemism & Exogamy, vol. III, cap XXII. Simons. An Exploration of the Goajira Peninsula, etc. Proc. of the Roy. Geog. Soc. New Series (1885), pág. 781 y sig.

[413] Im. Thurn. Among the Indians of Guiana, pág. 168 y sig. P. Matías Ruiz y Blanco. Conversión en Piritu, etc. (Ed. Suárez, Madrid, 1892), pág. 45 y sigtes. Fr. Antonio Caulin. Hist. Corog. Nat. y Evangélica de la Nva. Andalucía, etc. (Madrid, 1779), lib. I, caps. XII al XV. Gumilla. Op. cit., pte. I, ch. VI, VIII, XIV; pte. II, ch. VIII. Oviedo. Op. cit., pág. 32, 66, 123 y sigtes. Pedro Mártyr d' Anglería. Op. cit., fol. XXII y sig. (III Col. Ramusio), Brinton. A. R., pág. 257. Chaffangen. L'Orenoque et le Canra, pág. 310 y sig. Barboza Rodríguez. Pacificaçao dos Crichanas (Río Janeiro, Mus. Nac., 1885). Ehrenreich. Vehrand. Anthrop. Gesell. (1888, Berlín), pág. 541 y sig. Pinart. Apercu sur l'ile d'Aruba, etc., pág. 9 y sig. Michelena y Rojas. Exp. Ofic. Amer. Ind. (Bruselas, 1867), pág. 51 y sig. Von den Steinen. Durch Central Brasilien, s. 303 y sig. Keane. M. P. & P., pág. 340, 434 y sig. Deniker. Op. cit., pág. 551 y sig. y sus referencias. Cde. de la Viñaza. Op. cit., tabla pág. 345, 347. etc. Pí y Margall. Op. cit., I, ch. XX y sus notas, etc., etc.

[414] Vse. P. Francisco de Figueroa. Rel. Miss. Comp. Jesús en el país de los Maynas (Ed. Suárez, 1904), pág. 25 y sigtes. Fray Diego de Salinas. Crónica de la Religiosísima Provincia de los Doce Apóstoles del Perú, de la Orden de N. P. S. Francisco, etc. (Lima, 1651), caps. XXVII á XXXVI. J. Chantre y Herrera. S. J. Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús en el Marañón Español. (Madrid, 1901), pág. 121 y sigtes. Keane. M. P. P., pág. 417 y sig. Deniker. Op. cit., pág. 561 y sigtes. Humboldt. Pers. Narr., vol. VI, pág. 332 y sig. (Londres, 1826). F. S. Gilii. Saggio di Storia Am., tom. III, lib. III. Codazzi. Geog. de Venezuela, pág. 247 y sig. Cassani. Hist. de la Prov. de la Comp. de Jesús, Nvo. Reino de Gda (Madrid, 1741), fol. 148 y sigtes. Rojas. Estudios Indígenas (Caracas, 1878), pág. 165 y sig. Gumilla. Op. cit., pág. 63 y sig. Coleti. Dizionario Storico Geogco., etc., I, pág. 159 y sig. Chaffangon. Op. cit., pág. 154, 177, 183, etc. Michelena y Rojas. Exp. Am. del Sur, pág. 148 y sig. Crevaux. Voy. Am. du Sud (París, 1888), pág. 558 y sig. Conde de la Viñaza. Op. cit., tabla pág. 363, 412, etc. Brinton. Am. Race, pág. 262 á 295 y sus abundantes notas bibliográficas.

[415] Ocupan actualmente los Chiquitos el distrito del alto Guaporé (Brasil) y parte de la Prov. de Sta. Cruz de la Sierra (Bolivia), y viven bajo el régimen comunista en cuanto al producto de sus cosechas, etc. Vse. Keane. Stanford. Comp. C. & S. A. I, pág. 255 y sig. Sobre las costumbres y peculiaridades de las tribus de las mesetas Bolivianas. Vse. P. Fernández. S. J. Rel. Hist. de las Miss. de los Indios que llaman Chiquitos, etc. (Edición Paraguay, 1896), I, pág. 19 y sig. II, pág. 15 y sig. Muratori. Il Cristianesimo Felice (Venecia, 1743), pág. 22 y sig. Orbigny, op. cit. II, pág. 154 y sus referencias. Hervás. Cat. Leng. I, pág. 159. Weddell. Voyage dans la Bolivie, pág. 421 y sig. Lettres Edifiantes, etc., II, pág. 142, 174, etc. Memorial P. Joseph Barreda al Marqués de Valdelirios (1753), en vol. II., de la relación citada del P. Fernández. Von Martius. Ethnogr. und Sprach Bd. I, s. 412. Brinton. A. R pág. 295 á 307. Deniker. op. cit. pág 411 y sig. Conde de la Viñaza, op. cit. Tabla pág. 352, 389, 397, 399, etc., etc., y sus referencias. Vse. también el Mapa del P. José Jolis. Saggio sulla Hist. Gran Chaco (1799). Pí y Margall, op. cit. I, cap. VII, VIII, IX, X, etc., y sus referencias.

[416] Vse. Keane. Stanford Comp. C. & S. A. I. pág. 367 y sig. Lozano. Desc. Chozog. Gran Chaco, etc. (Córdoba, 1733), pág. 27 y sig. Burmeister. Desc. Phisique Rep. Arg. (París, 1876), I, pág. 214 y sig, etc., etc.

[417] El origen Guaycurú, de los Querandies, y sus afinidades etnológicas con los Charruas y Abipones ha sido brillantemente demostrado por el sabio Arqueólogo Argentino Lafone Quevedo (vse. Ann. Soc. Cientca. Argna., vols. XLI, XLII, Idioma Mbaya; Bol. Ac. Ccias. Córdoba, vol. XV, idioma Abipon; Bol. Inst. Geog. Arg., vol. XVIII; Indios Chanases, etc., etc.), y en especial por mi antiguo discípulo (hoy maestro) F. Outes, en un precioso estudio documentado ampliamente. (Vse. Outes). Los Querundies (B. A., 1879), pág. 10 y sigtes. y sus apéndices 1 á 9. En contra, Brinton. A. R., pág. 326, que clasifica los Querandies en la familia lingüística Aucaria ó Araucana.

[418] Keane. M. P. P., pág. 440. Ehrenreich. Urbewohner Brasiliens, pág 103 y sig. Deniker. Op. cit., pág. 573 y sig. Martín de Moussy. Desc. Confed. Argent., vol. II, pág 129, etc. Lafone Quevedo. La Raza Amna. de Brinton, etc., Bol. Inst. Geog. Argent., XIV, pág. 524, etc., vol. XVIII, pág. 124, 127, etc. Ambrosetti. Alfarerías Minuanes, Bol. I, Geog. Arg., vol. XIV (1893), pág. 212 y sig. Pelleschi. Indios Matacos, Bol. I, G. A. (1897), pág 173. Brinton. A. R., pág. 307 y sig. Ulrich Schmidel. Op. cit. (Ed. B. A., 1903), cap. V y sig., y en especial el Prólogo del Traductor Lafone Quevedo, pág. 56 y sig. y sus notas y refcias. y Apces. Lozano. Desc. Chorog. Gr. Chaco, pág. 12 y sig. Dobrizhoffer. Historia de Abiponibus (Viena, 1784), pág. 15 y sig. A. S. Carranza. Exp. al Chaco Austral (B. A., 1884), pág. 421. Von Bravant. Bolivie, pág. 171 y sig. (Sobre el asesinato del célebre Antropólogo Dr. Crevaux). Martius. Ethnog. Bd., I-226, 244, etc. Gilii. Saggio. Hist. Am., III, pág. 362. P. Machoni de Cerdeña. Arte y Vocab. Lengua Lule y Tonicote (Madrid, 1732), pág. 1 á 8. Del Techo. Op. cit., vol. III, ch. 15; I, pág. 174, 280; II, pág. 190, etc. Lozano. Conq. Par. y Río de la Plata. I, pág. 378, etc. Outes. Op. cit., Bibliografía, pág. 185 y sig. Apce. I. Pí y Margall. Op. cit. I, pág. 521, etc. Viñaza. Op. cit., tab. 366, 399, etc., Sobre el Totemismo de los Indios del Chaco, vse. Techo, op. cit. (Ed. Ascion. del Paraguay), vol. III, pág. 294, que dice textualmente: "Los Indios del Chaco toman el nombre de cualquier especie de Peces; la consideran como protectora, y la veneran tan supersticiosamente, que preferirían morir á comer de ella..." Peca, pues, de ligero Frazer en su reciente obra Totemism & Exogamy al afirmar que sólo los Guariros y los Arawak en Sud América tienen un sistema de Totemismo y Exogamia. Vse. vol. III, pág. 571. op. cit.

[419] "Las últimas huestes salvajes, etc ... acosadas en sus propios aduares ... hanse visto obligadas á clavar en tierra la tradicional lanza y presentarse sumisos al Gobierno", etc., decía el General Winter (Feb. 9 de 1885) al comunicar al Gobierno Argentino la sumisión del célebre cacique Saihueque, último vástago de la barbarie vencida. Vse. la admirable Crónica del Río Negro de Patagones, de J. J. Biedma, pág. 689, etc. Sobre los caracteres etnológicos de las tribus Pampas. Vse. Martín de Moussy, An. Com. Arch. Am. (1865), pág. 215 y sig. Lucio de Mansilla. Una excursión á los Indios Ranqueles (B. A. 1870), vol. II, pág. 29 y sig. Keane. M. P. & P., pág. 429 y sig. Deniker. Op. cit., pág. 572 y sig. y sus referencias (notas 1 y 2). Brinton. A. R., pág. 322, etc. V. Gambón. S. J. Leccnes. Hist. Arg., II, pág. 262 y sig. Saldias. Hist. Conf. Argna., Rozas y su época, vol. II, pág. 129 y sigtes. Lista. Viaje al país de los Tehuelches (B. A., 1878), pág. 18 y sig. Id. Explor. de la Pampa, etc. (Buenos Aires, 1883), pág. 44 y sig. Conde de la Viñaza. Op. cit., pág. 380, 384, etc. (Tabla). Archivo Nac. de B. A. Campaña del Desierto y en especial Hernández, Vuelta de Martín Fierro, núms. 2, 4, 5, pág. 8 y sig., útil é importantísimo resumen poético de la vida del antiguo Gaucho Argentino y de las tolderías y costumbres de los Indios Pampas.

[420] Si los Pampeanos cruzaron los Andes hacia Chile, ó los Araucanos hacia las llanuras Argentinas, es punto etnológico no dilucidado. Parece, sin embargo, más plausible la primera hipótesis, pues no es probable que los Araucanos abandonaran voluntariamente sus risueños valles para internarse en las llanuras desiertas. Lo que parece evidente es la afinidad etnológica de los Mapuches con los Pampas y sus marcadas diferencias con los Quechuas Peruanos y los Tapuyas Brasileños. Véase P. Riccardi, Mem. della Soc. Ethnograf. di Firenze (1879), pág. 139. José T. Medina. Los Aborígenes de Chile, pág. 21 y sig. Darapsky. Lengua Araucana (Santiago de Chile, 1888, pág. 3 y sig.). Brinton. A. R., pág. 322 y sig. En contra (Afinidades Kechuas), Deniker, op. cit., pág. 550, siguiendo Siemiradzki, Mittheil Anthrop. Gesellsch., vol. XXVIII, pág. 127. Sobre la lengua de los Mapuches, vse. Amunategui Solar, Encdas. Indígenas en Chile (Santiago, 1909), vol. I, pág. 38 y sig. Rodolfo Lenz. Dic. Etimológico y estudios Compvos. citados, por Amunategui, pág. 40. J. T. Medina. Aborígenes de Chile, pág. 51 y sig. Bern. Havestadt, Chilidigu, sive res Chilenses (Westphalia. 1777, Ed. Platzmann, Leipzig, 1883), llegó hasta decir que debía sustituirse al Chilidigu el Latín como lengua sabia. Vse. también Barros Arana. Hist. de Chile, vol I, pág. 49 y sigtes. y sus notas. Conde de la Viñaza. Op. cit., tabla pág. 338 y sus referencias, etc., etc.

[421] J. T. Medina. Op. cit., pág, 14 y sig. Amunategui Solar. Op. cit., pág. 35 y sig. Barros-Arana. Op. cit. I, pág. 32 y sig., y sus ilustradas notas críticas. Ercilla. La Araucana (Ed. Rivadeneyra), canto I, XVI, XXV, etc. Brinton, loc. cit. y sus notas. Pí y Margall. Op. cit. I, pág. 487. Molina. Comp. de la Hist. Nat. y Civil del Reino de Chile, vol. II, Lib. II. Pedro de Oña. Arauco Domado, cantos II, V, VI, etc. D'Orbigny. Voyage dans l'Amerique Mle. II, ch. XXI, etc. González de Nájera. Desengaño de la Guerra de Chile, pág 86 y sig. D. Rosales. Hist. Gral. Reino Chile, lib. I, cap. XXV y sig. P. Miguel de Olivares. Hist. Civil de Chile, lib. I, ch. 14 y sig. Ruiz Aldea. Araucanos y sus costumbres, pág. 2 y sig. Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán. Cautiverio Feliz (Coll. Hist. de Chile, vol. III). Guevara. Hist. de la Civ. de Araucania, I, pág. 176 y sig. Pedro de Usauro Mne. de Bernabé. La Verdad en Campaña (Ed. Reyes Santiago, 1898), etc., etc.

[422] Vse. Brinton. Pág. 327 y sig. Biedma. Op. cit., pág. 78 y sig. Deniker. Op. cit., pág. 574 y sig. Desc. Costa Mar del Sur llamada Patagonia, etc., por lo que vido y anduvo D. Antonio de Biedma (Col. Mata Linares. Ac. Hist., vol. VIII). Keane. Stanford Compendium C. & S. A. I, pág. 307. Id. M. P. & P., pág. 432. Musters. The Races of Patagonia. Joun. Anthrop. Inst. vol. I (1875), pág. 193. Moreno. Viaje á la Patagonia. Settentr. (B. Aires, 1876), pág. 22 y sig. Id. Viaje Pat. Austral (B. A., 1879), pág. 5 y sig. R. Lista. Viaje al país de los Tehuelches (B. A., 1878), pág. 14 y sig. Id. La Tierra del Fuego. Bol. Inst. Geog. Arg., vol. II (1881). Darapsky. Bol. Inst. Geog. Arg., vol. X (1889), pág. 367 y sig. Id. Fueguinos. Bol. Inst. Geog. Arg. vol. X, pág. 275. Bridges. Tierra del Fuego. Bol. Inst. Geog. Arg., vol. XIV (1893), O. Nordenskjold. "Das Feuerland". Geog. Zeitsch, vol. II, pág. 664 y sig. Orbigny. Op. cit., vol. II, pág. 26. Nic. del Techo. Op. cit., lib. VI, cap. IX (Chonos). Hervás. Cat. Lenguas, I, pág. 136. Lovisato. Cosmos: Fascic. IV (1884). Lista. Mis exploraciones, etc. (B. A., 1880), pág. 24 y sig. Hyades. L'Etnographie des Fuegiens en Martial. Mission Scientifique du Cap. Horn. I, ch. VI. Sarmiento de Gamboa. Viaje al Magallanes, pág. 321 y sig. Viaje al Mag. de la Fragata Sta. María de la Cabeza, etc. (Madrid, MDCCLXXXXIII, pág. 329 y sig.). Barros-Arana. Op. cit. I, pág. 39 y sig., y sus referencias, etc., etc.

[423] Ambrosetti. El Bronce en la Región Calchaqui. An. Mus. Nac. de B. A., vol. XI, pág. 163 á 314. Id. La Civilization Calchaqui (Compte. Rendu. XII. Cong. de Amtas. París. Sepbre., 1900), importante síntesis de las conclusiones de este sabio Arqueólogo. Id. Notas Arch. Calchaqui. Bol. Inst. Geog Arg., vol. XVII, XVIII. XIX, XX y otras obras del mismo autor (vse. su Indice Bibliográfico). Ameghino. Op. cit. I, pág. 525 y sig. Nic. del Techo. Op. cit. (Ed. Uribe), I, pág. 173, 247; II, pág. 392, etc. Lozano. Op. cit., lib. IV, ch. IX y sig. V, ch. III. Garcilaso de la Vega. Op. cit., vol. I, pág. 164. Deniker. Op. cit., pág. 548 y sig. Lafone Quevedo. Londres y Catamarca, pág. 41 y sig. Ten-Kate. Exp. Arch. Catamarca, etc. Rev. Mus. La Plata, V, pág. 328. Toscano. La Región Calchaquina (B. A., 1898), pág. 24 y sigtes., etc., etc.

[424] Deniker. Op. cit., pág. 548 y sig. Catat. Les Habit. du Darien (Revue Ethnogr., 1888). Pinart. Les Indiens du Panama (Rev. Ethnogr., 1887, pág. 117 y sig.). Hardenburg. The Indians of the Putamayo ("Man.", vol. X, núm. 9, pág. 81). Keane. M. P. P., pág. 417. Teitschrift für Ethnologie, 1876, s. 359. F. Pérez. Geografía del Cauca, pág. 229 y sig. Oviedo y Baños. Hist. Venezuela, vol. II, apéndice (Ed. Madrid, 1885). Rojas. Est. Indígenas (Caracas, 1878), pág. 18 y sig. Comp. Navarrete. Viajes, etc., vol. III, pág. 9. Acosta. Compend. Hist. Gen. Nueva Granada. Conde de la Viñaza. Op. cit., tabla pág 349, 354, 379, 392, etc., y sus referencias. Lares. Resumen Act. Acad. Venezolana (Caracas, 1886), pág. 35 y sig. Marcano. Ethnographie Precolomb. de Venezuela (París, 1889). Brinton A R., pág. 178 y sig. y sus notas. Oviedo. Hist. Gen., lib. I, cap. XXIV. Herrera. Déc. VI, pág 116, 149; VII, pág. 192; VIII, lib. III, cap. V-VIII, etc. Castellanos. El. Varones III., pte. II, Elejia. I, Cantos I-II Narr. Voyage; Federmann (Ternaux-Compans I, ch. I á XIII). Fray Ant. Caulin. Hist. Corog. Natural y Evang. Nueva Andalucía, lib. I, ch. XII-XV, etc. Pí y Margall. Op. cit., vol. I, pág. 601 y sig., etc., etc.

[425] La curiosa identidad de formas y facturas de algunos objetos Chibchas y Calchaquies (independientes de la influencia Incásica), como campanas, placas pectorales, etc., y la palpable semejanza de las alfarerías de estas dos regiones arqueológicas con las de la Región de los Pueblos, así como las semejanzas fisiográficas de todos estos territorios, me inclinan á asimilar tales culturas (Calchaquies-Chibchas), formando con ellas un grupo cultural Sudamericano-Andino, independiente del Incásico y tal vez vinculado al de los Pueblos. Vse. Ambrosetti. Bronce Calchaquie, pág. 27 y sig. Nadaillac. Am. Preh., pág. 460 y sig. y sus referencias. Restreppo. Los Chibchas antes de la Conq. Espla., pág 130 y sig. I. W. Fewkes. Arch. Exp. to Arizona in 1895 (17 Rep., B. A. E., parte II), pág. 625 y sig. y el precioso estudio de Holmes, The use of gold & other metals among the Ancient Inhabitants of Chiriqui, etc. (Smithsonian Inst., 1887), pág 2 y sig.

[426] Vse. Restreppo. Op. cit., cap. VII-VIII. Pí y Margall. Op. cit., vol. II, ch. XIX, pág. 292, etc. Herrera. Déc. VI, pág. 136, 149; VII, pág. 192; VIII, lib. III, cap. V-VIII, etc. Fiske. Discovery, II, pág. 296, etc. Oviedo. Hist. Gen., vol. II, lib. XXVI. ch. XXII-XXIII, etc. (Rel. Jiménez de Quesada).

[427] Afirma lo contrario el sabio Arqueólogo Colombiano Restreppo, fundándose únicamente en la autoridad de Fray Pedro Simón, Not. Historiales, II, 309-11, que el mismo Restreppo considera poco fidedigna (vse. notas 1 y 2, pág. 21 y Prólogo bibliográfico de la citada obra de Restreppo). No es posible suponer que los Chibchas fueran los únicos Americanos que tuvieron antes de la Conquista la idea de la propiedad individual de la tierra, agena en absoluto al sistema tribal (vse. mi ch. IV, título II).

[428] Vse. Restreppo. Op. cit., cap. XI. Castellanos. His. Nuevo Reino. Canto VII. Rodríguez Fresle. El Carnero (Ed. Felipe Pérez-Colombia) Cap. XI. La mejor colección de estos tejuelos es la de Ràndale (Museo de Berlín. Etnog.).

[429] Vse. Oviedo. Op. cit., cap. XXIII. Restreppo. Op. cit., pág. 120 y sig. y fig. 10, lámina V del Atlas.

[430] Vse. Oviedo. Op. cit., cap. XXIII. Restreppo. Op. cit., cap. XIII-XV y sus referencias. Compse. Garrick Mallery. Pict. Writing. Am. Indians (10th Rep. B. A. E.), cap. III, sec. I-II.

[431] Vse. Restreppo. Op. cit., cap. XVI y sigtes., preciosa síntesis crítica de la historia de los Chibchas y de sus tradicionales Leyendas: El cacique "Sugamuxi", taimado é inteligentísimo, fué bautizado (1541) con el nombre de D. Alonso, y sepultado en Sogamoso por los Franciscanos con el siguiente pomposo epitafio: "Aquí yace... el gran Sugamuxi, cacique, el mejor hombre de Cundinamarca, alegría y honra de su tierra, amigo de los hijos del sol; al fin reverenció las luces del sol que resplandece. Roguemos por su alma". (Vse. Restreppo. Op. cit., cap. XIX.)

[432]

... Dijo de cierto rey que sin vestido
En balsas iba por una piscina
A hacer oblacion segun el vido
Ungido todo bien de trementina
Y encima cantidad de oro molido,
Desde los bajos pies hasta la frente
Como rayo de sol resplandeciente.
* * * * *
Los soldados, alegres y contentos,
Entonces le pusieron El Dorado.

Castellanos. Elegía á Benalcázar, Canto II, pág. 453 (Var. III. Indias, Ed. Rivadeneira). Restreppo. Op. cit., cap. VI-VII.

[433] Bochica era Sua, el blanco, el día, el Este, etc. Vse. Brinton. Myths of the N. W., pág. 91, 115, 217, etc. Lang. Myth. Ritual & Religion, I, pág. 128 y sig. Tylor. Prim. Culture, I, pág. 353 y sig. Restreppo. Op. cit., cap. IV, etc., etc.

[434] Vse. Restreppo. Op. cit., ch. XVIII. Acosta. Comp. Histco., pág. 139. Keane. M. P. P., pág. 421 y sig. Oviedo. Op. cit., lib. XXVI, cap. XI y sig. (Relación San Martín y Nebrija) y cap. XVIII y sigtes. (Relación Jiménez de Quesada). Comp. Deniker. Op. cit., pág. 545. Fiske. Disc. II, pág. 294. Nadaillac. Am. Preh., pág. 459 y sigtes. y sus referencias. Piedrahita. Hist. Nuevo Reino de Granada, cap. V y sigtes. Pí y Margall. Op. cit., I, pág. 292, etc. Conde de la Viñaza. Op. cit., tabla pág. 375, 397, etc. Uricochea (Mem. sobre Antigüedades Neogranadinas; Berlín, 1854, pág. 6, 10 y sig.). Hastings. Ciclopedia I, pág. 462, 473. Castellanos. Hist. Nuevo Reino de Granada y Epme. de la Conquista (Ed. Paz y Melia), vols. I y II. Vargas Machuca. Mit. y Descrip. de las Indias, I, pág. 27 y sig., etc., etc. Las colecciones arqueológicas Chibchas más notables son las del Museo Colombino de Chicago (Cnes. Restreppo), las del Nacional de Bogotá, Real de Berlín. Arqueológico de Madrid y las particulares de E. y V. Restreppo. (Vse. Restreppo. Op. cit., Introducción y notas bibliogcas. y Atlas). Comp. Brinton. A. R., pág. 181 y sus notas.

[435] Vse. Fray Antonio Caulin. Hist. Chorog. Nat. y Evangélica de la Nueva Andalucía, lib. I, cap. XII y XIII. Pí y Margall. Op. cit., I, pág. 601 y sig. Oviedo. Op. cit., II, pág. 392 y sig. Herrera. Déc. VI, lib. I, ch. II. Brinton. A. R., pág. 189. Comp. Castellanos. Hist. de Antioquía, pág. 506 y sig. (Varones Ill. de Indias, parte III), etc., etc.

[436] Vse. Brinton. A. R., pág. 193 y sig. y sus notas. Herrera. Déc. VII, lib. III, ch. IV. F. Pérez. Geog. del Estado de Tolima (Bogotá, 1863, pág. 76). Withe. Journ. of the Roy. Geog. Socty., pág. 250, etc. (1883). Posada Arango. Essai Ethnog. Aborig. Antioquía (Bull. Soc. Antrop., París, 1871). Castellanos. Hist. Antioquía, Cantos I á XIV (Varones Ill. de Indias, pág. 507 y sig.). Conde de la Viñaza. Op. cit., página 395, etc. Douay. Congres d'Americanistes, 1887 (Compte Rendu, pág. 772 y sig.). M. I. Albis. Bull. of the Am. Ethnolog. Society, vol. I, pág. 51 y sig. Codazzi en Pérez. Geografía Colima, pág. 81 y sig. (Bogotá, 1863). Garcilaso de la Vega. Com. Reales, lib. VIII, ch. V. F. G. Suárez. Est. Histco. sobre los Cañaris (Quito, 1878). M. L. Henzey. "Le Tresor de Cuenca" (Gazzette de Beaux Arts, Agosto, 1870), etc., etc.

[437] Vse. Keane. C. S. A. (Stanford), I, pág. 191 y sig. Brinton. A. R., pág. 202 y sig. Nadaillac. Am. Prehist., pág. 387 y sig. Winsor. Op. cit., I, pág. 212 y sig. (Markham). Cieza de León. Crónica del Perú, chap. XXXI y sig. (Hist. Prim. Ind., II, pág. 379 y sig.). C. Reginald Enock. Perú, pág. 3 y sig. Humboldt. Vue des Cordilleres, etc., pág. 106 y sig. Wiener. Perou & Bolivie, pág. 71 y sig. Lorente. El Perú de los Incas, pág. 14 y sig. Paz Soldan. Dic. Geog. y Estco. del Perú (Lima, 1879). Rivero & Tschudi. Peruvian Antiquities (N. Y. 1853), pág. 117 y sig. Raimondi. El Perú (Lima, 1874-1902), partes II, III, etc., etc.

[438] Vse. Brinton. A. R., pág. 216. P. Ludovico Bertonio. S. I. Arte de la lengua Aymará, pág. 4 y sig. (Ed. Platzmann, Leipzig, 1879). Forbes. Aymará Indians (Journal of Ethnolog. Society of London, 1870), pág. 270 y sig. Squier. Travels in Peru (New York, 1877), chap. XIV-XV. D'Orbigny. L'Homme Americain, I. pág. 307 y sig. Keane. M. P. P., pág. 424 y sig. Cieza de León. Crónica del Perú, parte 1.ª, cap. CV, etc. Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. VI, cap. XXI. Keane. Etnology, pág. 138 y sig. Conde de la Viñaza. Op. cit., tabla pág. 339 y sus referencias, etc., etc. Las estupendas ruinas de Tiahuanaco son la nota más alta de la arquitectura aborigen Americana, y acaso de la megalítica del mundo. Sus estructuras ciclópeas, estátuas colosales y enigmáticos relieves perduran á través de los siglos. Incluyendo la maravillosa puerta monolítica de Acpana, los templos todos que hubo en este Egipto Americano parece que estuvieron consagrados á Viracocha, númen Supremo de los Aymarás, cuyo culto rivalizó con el del Sol, hasta que fué incluído por los dominadores Incas en el panteón de sus dioses astrolátricos. Para la descripción y estudio de las ruinas Preincásicas de Tiahuanaco, Sacsahuana, Abancay, Ollantaytampu, etc., véanse, entre otros, Ruge, Geschichte der Zeitalters der Entderkungen, pág. 331 y sig.; Wiener, Perou et Bolivie. pág. 17 y 22 y sus referencias; Markham en Winsor, N. & I. H. of Amca., I, chap. IV, notas y referencias; Nadaillac, Am. Prehist., pág. 400 y sig. y sus notas, y en especial la admirable y definitiva monografía de Richard Inwards, The Temple of the Andes (London, 1884, pág. 12 y sig.); la de Markham, Megalithic Age of Peru (American Congresos Stuggart, 1904), y las preciosas obras de Stubel & Uhle, Die Ruinenstatte von Tiahuanaco (Breslau, 1893), pág. 19 y sig.; Comte de Crequi Monfort, Mission Scientifique Française, Fouilles de Tiahuanaco (1903), pág. 47 y sig., y Barón & Baronne C. de Meyendorf, L'Empire du Soleil (París, 1909), cap. VII á XIX.

[439] Vse. Markham en Winsor. Op. cit., I, pág. 226 y sus referencias. Conde de la Viñaza. Op. cit., tabla pág. 384 y referencias. Acosta. Hist. de las Indias, pág. 62 y sig. (Ed. 1591). Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. VII, cap. IV. Fray Ludovico Gerónimo de Oré. Rituale seu Manuale Peruanni, etc., extractado por Brinton, (Proc. of the Am. Philosof. Soc. 1890). Relaciones Geograf. de Indias Perú, vol, I, pág. 82 (Madrid, 1881). Brinton, A. R., pág. 223, etc., etc.

[440] Sobre los Yuncas, sus ruinas, etc., véanse, entre otros: Nadaillac, A. P., pág. 395 y sig.; Winsor, op. cit., nota 1.ª, cap. IV, pág. 275 y sus referencias; la soberbia obra de Reiss & Stubel, Peruvian Antiquities: The necropolis of Ancon, etc. (Trad. Keane, Berlín, 1880-87), en especial vol. I y III; Cieza de León, op. cit., pág. 414 (Hist. Prim. Indias); Wiener, op. cit., cap. I á X; Brinton. A. R., pág. 225 y sig.; Squier, Perú, pág. 170 y sigtes (N. Y., 1877); Fernando de la Carrera, Arte de la lengua Yunga (Ed. Lima, 1880); Bastian, Die Culturlander Alt. America, Bd. II; Garcilaso de la Vega, Com. Reales, lib. VI, chap. XXXII y sig.; Calancha, Crón. Moralizada, lib. II, cap. XXV, lib. III, cap. I, etc. Miguel Feijóo, Rel. Desc. de la Ciudad y Prov. de Trujillo, etc., cap. I, pág. 2 á 12, y la nota bibliográfica sobre Trujillo y el Gran Chimu en Wiener, op. cit., pág. 91.

[441] Vse. Von Tschudi. Organismus der Ketschua Sprache, s. 21 y sigtes. Conde de la Viñaza. Tabla pág. 385 y sus abundantes referencias. Markham. Travels of Pedro Cieza de León, Introd., pág. XX y sig. (Londres, 1864). Bollaert, Antiquarian & Ethnological Researches, pág. 78 y sigtes. Bastian. Die Culturlander des Alten Americas, Bd. 11, s. 91 y sig. Lorente. Hist. Ant. del Perú, pág. 45 y sig. Brinton. A. R., pág. 205 y sig. Vicente F. López. Les Races Aryennes du Perou (París, 1871), pág. 16 y sig. Markham en Winsor. Op. cit., I, pág. 341 y nota 2. Deniker. Op. cit., pág. 546 y sus referencias. Uhle. Cultur Sud Amerik-Volker, vol. II, pág. 109 y sig. (Berlín, 1889-90). Keane. M. P. P., pág. 422 y sig; Id. Etnology, pág. 138. Cieza de León. Crón. del Perú, parte I (Hist. Prim. de Indias), cap. XCIX y sigtes., etc., etc. Winsor. Op. cit., I, pág. 278, nota 2.

[442] Vse. Brinton. Op. cit., pág. 205. Lorente. Op. cit., pág. 81 y sig. Garcilaso de la Vega. Com. Reales I, ch. X. Wiener. Perou y Bolivie, cap. XIV. Cieza de León. Crón. del Perú, parte II, chap. XLIX y L, etc., etc. Comp. Morgan, League of the Iroquois, I, pág. 201, 207; II, pág. 257, 261, etc. (White dog Sacrifices). Tusayan Katcinas (15 An. Rep. B. A. E.), pág. 251 á 304 y sus referencias.

[443] Vse. Brinton. Op. cit, pág. 207. Winsor. Op. cit., pág. 268 y sus notas. Juan de Velasco. Historia de Quito, etc. (Ed. Lima, 1844), vol. I á III, en especial I, pág. 29 y sig. Montesinos. Mem. del Perú (Ed. M. S. de la Espada, Madrid, 1882), cap. XXV y sigtes. Cieza de León. Op. cit., parte II, cap. XLI y sig. Garcilaso de la Vega. Op. cit., I, pág. 224, 273, etc. Wiener. Op. cit., pág. 525 y sigtes. Relación Santillán en "Tres Relaciones Peruanas" (Ed. Ministerio de Fomento, 1879), pág. 15 y sig., etc.

[444] Vse. Fiske. Op. cit., II, pág. 301 y sig. Nadaillac. Op. cit., pág. 407 y sig. Markham en Winsor. Op. cit., I, pág. 224. Juan José de Betanzos. Suma y Narración de los Incas (Ed. M. J. de la Espada, Madrid, 1880), cap. III y sig. Cieza de León. Crónica, parte II, cap. IV y sig. Relación Licenciado Santillán (Ed. cit.), núm. 2 y sigtes. Prescott. Op. cit., pág. 11 y sig. Keane. M. P. P., pág. 420 y sig. Lorente. Hist. Ant. del Perú, pág. 78 y sig. Hastings. Cyclopedia I, pág. 469, etc., etc.

[445] Vse. Lorente. Pág. 93 y sig. Montesinos. Op. cit., pág. 2 y sig. y las autoridades citadas en mi nota 1, pág. 324. Comp. Cieza de León. Op. cit., parte II, cap. IV y V, y Garcilaso de la Vega, op. cit., I, lib. I, cap. I á XIV, y en especial Markham en Winsor, op. cit., I, pág. 214 y sig. y sus notas y referencias.

[446] Los nombres de los doce Incas, desde Manco Ccapac á Huascar, que podemos considerar como personajes históricos, las épocas probables de su gobierno y el orden de su sucesión, según se transmitió á los Españoles por los Amautas, que lo conservaron en sus quipus, son, según la gran mayoría de los cronistas, como sigue:

Manco Ccapac 1240
Sinchi Rocca 1260
Lloque Llupanqui 1280
Mayta Ccapac 1300
Ccapac Yupanqui 1320
Inca Rocca 1340
Yuhuar-huaccac 1360
Uira-cocha 1380
Pachacutec Yupanqui 1400
Tupac Yupanqui 1440
Huayna Ccapac 1480
Inti-Cusi-Hualpa ó Huascar 1523

Vse. Markham en Winsor. Op. cit., I, pág. 231 y nota 3, que compara y resume al respecto las antiguas Crónicas. Wiener. Op. cit., pág. 53. Lorente. Op. cit., páginas 112 á 229. etc., etc.

[447] Me abstengo de fijar, aun aproximadamente, la población del Imperio Incásico, pues creo aventurado todo cálculo al respecto. Son, sin embargo, muy exageradas las afirmaciones de algunos cronistas (Vse. Garcilaso, Pachacuti, etc.) y acertado el límite de 4.000.000 que, fundándose en razones muy atendibles, fija el P. Ricardo Cappa S. J. en sus Est. Crít. acerca de la Dom. Española en América, parte II (Perú Incásico), pág. 178, 198 y sus referencias. Sobre las conquistas, historia externa y formación del Imperio Incásico. Vse. como resumen el admirable de Markham en Winsor, op. cit., I, pág. 228 y sigtes. con sus notas y referencias, é in-extenso, Montesinos, op. cit., cap. XIV á XXVIII. Garcilaso de la Vega. Op. cit., I, fol. 32 á 275 y 302 y sigtes. Cieza de León. Op. cit., parte II, cap. VIII-IX y XXI á LXXIII. Juan de Betanzos. Suma y Narración de los Incas (Ed. M. J. de la Espada, Madrid, 1880), cap. V á XVIII. Santillán. Relación cit., núms. 5, 6, 7, 8, 34, etc. Joan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui. Rel. de Ant. de este Reino del Perú (Tres Rel. Ant. Peruanas, Madrid, 1879, Min. de Fomento), pág. 240 á 325. Lorente. Op. cit., pág. 113 á 220. P. Martín de Murua. Hist. Gen. del Perú y Descendencia de los Incas (Col. Muñoz, Ac. Historia). Prescott. Op. cit., pág. 11 y sig. y sus notas. Fiske. Op. cit., II, pág. 324 y sig., etc., etc.

[448] Vse. mis capítulos IV y V de este título y sus notas y referencias.

[449] Vse. Markham en Winsor. Op. cit., I, pág. 232 y sigtes. Brinton. Myths of the N. W., pág. 125 y sig. P. Joseph de Arriaga. Extip. de la Idolatría (Lima, 1621). pág. 118 y sigtes. Bruhl. Die Culturvölker Alt-Amerikas, pág. 127 y sig. Prescott, Conq. of Peru, pág. 21 y sig. y sus notas. Nadaillac. Am. Preh., pág. 436 y sig. Muller. Geschichte der Americanischen Urreligionen, pág. 97 y sig. Reville. Lect. on Native Religions Mexico & Peru (trad. Wicksteed, London, 1884), pág. 31 y sig. Bastian. Die Culturlander des Alten Amerika (Berlín, 1878), vol. I, Sec. Alten Peru. Compse. Cieza de León. Op. cit., parte I (H. P. I.), cap. XV y sigtes.; íd. parte II (Ed. M. J. de la Espada, Bca. Ultna.), pág 103, 118, etc. Betanzos. Suma y Narración de los Incas (Ed. M. J. de la Espada, Bca. Ultna.), cap. XI, XIV, etc. Relación Anónima (Ed. Min. Fomento, Madrid, 1879), pág. 140 y sig. Información de las Idolatrías de los Incas (Coll. Doc. Inéditos, Arch. Indias), XXI, pág. 198. Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. I, cap. IX-X; lib. II, cap. I á X; lib. III, cap. XXI y sig.; lib. IV, cap. I y sig., etc. Markham en Hastings. Ciclopedia I, pág. 469, etc., etc.

[450] Sobre el manismo Peruano, sus ceremonias y curiosos ritos espiritistas, sus misterios, etc., véase el precioso resumen de Hagar en Hastings, op. cit. I, pág. 433 y sus notas y bibliografía. Comp. Calancha. Crón. Mor. I, pág. 68 y sig. Cieza de León. Op. cit., I, cap. CXI. Véase también R. Cappa. S. J., Op. cit. II, apc. VIII. Santillán. Relación cit., núms. 20 á 32, etc., etc.

[451] Famosos por sus pretendidos oráculos y dedicados á las conopas de los Yuncas (el pez, el zorro, etc.) Vse. Markham en Hastings, loc. cit. Garcilaso de la Vega. Op. cit., pág. 34-1, 32-2, 37-1, 209-1 (Rimac, "el que habla"), 306-2, etc. Wiener. Op. cit., pág. 698 y sig. Cieza de León. Op. cit., I, cap. LXXII, etc.

[452] Vse. sobre esta imagen del Sol á J. R. Gutiérrez (Rev. Per., II, Lima, 1879), citado por el P. R. Cappa. Op. cit., II, cap. II. Sobre los templos del Cuzco, véase á Cieza de León. Op. cit., I, cap. XCII, etc.; Id. II, cap. XXVII. Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. III, cap. XXV y sig. Rel. Santillán. Op. cit., núms. 2, 34, 35, etc. Prescott. Op. cit., pág. 41, 56. Nadaillac. Op. cit., pág. 410. Markham en Winsor. Op. cit., I, pág 238 y sig. Fiske. Op. cit., II, pág. 338 y sig., etc., etc.

[453] Vse. Markham en Winsor. Op. cit., I, pág. 236 y sus notas. Id. The Incas of Peru (London, 1910), pág. 108, 115 y sigtes. Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. II, ch. XXII; VI, ch. XX; VII, ch. IV á VII. Fr. Antonio de la Calancha. Crón. Mor. (Barcelona, 1638), lib. I, ch. X, XI, XII, etc. Betanzos. Suma y Narr. de los Incas, cap. XIV. Cieza de León. Op. cit., II, cap. XXVIII, XXX. Relación de Santillán, núms. 26, 27, 30, 31, etc. Rel. Anónima (Blas Valera, S. J.), pág. 141, 178 (Ed. Ministerio de Fomento). Prescott. Conq. of Peru, pág. 41, 56. Syst. Rel. dans l'antiquité Peruvienne. Arch. Soc. Am. de France, n. s. III, pág. 86, 140, etc.

[454] "Centellas del infierno, novicias del engaño... y profesas de la lujuria" llama Calancha en su Crón. Mor. cit., lib. IV, fol. 805 y sig., á estas vestales ó Acllas. Vse. también Markham. Incas of Peru, pág. 105. Id. en Winsor. Op. cit., I, pág. 240 y sus notas y referencias. Cieza de León. Op. cit., II, pág. 105, 155, etc. R. Cappa S. J. Op. cit., II, pág. 131. Santillán. Rel. cit., núms. 34, 35, 36, 37, etc. Rel. Anónima Blas Valera. S. J. citado, pág. 178 y sig. Prescott. Op. cit., pág. 54 y sig. Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. IV, ch. I á VII. Zárate. Conq. of Peru, II, pág. 7 etc. Pedro Pizarro. Rel. del Desc. y Conq. Reinos del Perú (Coll. Doc. Inéd. Hist. España, vol. V), pág. 238 y sigtes., etc., etc.

[455] Sobre el Villac-Unu ó Vilahoma, véase, en especial, Cieza de León, op. cit., II, pág. 107, 122. Markham, en su última obra "The Incas of Peru" (London 1910), pág. 123, dice textualmente: "The High Priest (Villac-Unu) being an ascetic, was never present (en las fiestas)". Esta afirmación de Markham, fundada únicamente en la Rel. Blas Valera, pág. 157, es, sin duda, exagerada, y me inclino, con el sabio Americanista M. J. de la Espada (nota 1, pág. 157, Rel. Anónima), á la interpretación de Cieza de León, loc. cit., que es la de mi texto. Comp. Bruhl. Die Culturvölker Alt. Amerikas, pág. 328 y sigtes.

[456] Vse. Brinton. A. R., pág. 212. Markham. Incas of Peru, pág. 41 y sig, 106, 140, 142, etc. Rel. Polo de Ondegardo (Trad. Markham). Hackluyt Soc., 1873, páginas 199 y sig. Cieza de León. Parte II, cap. XII, etc. Fiske. Discovery II, pág. 293. Una de las principales misiones de los Amautas era la conservación de la lengua Rana-simi, ó Quechua puro, lenguaje oficial del Cuzco, y su propagación en todos los dominios del Inca. Vse. Markham Inc. of Peru, pág. 139. Id. en Winsor. Op. cit., I, pág. 241.

[457] Sobre los Quipus, véase Markham en Winsor, op. cit., pág. 243 y sus notas. Fiske. Op. cit., II, pág. 299 y nota 1. Tylor. Researches Early. Hist. of Mankind (London, 1805). pág. 154 y sig. Cieza de León. Op. cit., parte II, pág. 39 y sig. Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. II, ch. XIII; lib. VI. cap. VIII-IX, etc. Wiener. Op. cit., pág. 771 y el precioso artículo del erudito Peruano Guimaraes (Rev. Histórica del Perú, vol. II, trimestre I, pág. 55 y sigtes), comentando el discurso de Max-Uhle en la Universidad de Pensilvania, con las observaciones aclaratorias del referido Peruanista Dr. Max-Uhle. Comp. Bastian. Op. cit., III, pág. 72 y sig.

[458] Vse. mi cap. V de este título y sus notas y referencias. Brinton. A. R., pág. 212 y sig. Vse., especialmente, Markham. Incas of Peru, pág. 145 y sigtes, y su apéndice D, ó sea la traducción libre del drama Inca "Apu Ollantay", del siglo xv, según el manuscrito de D. Justo Pastor Justiniani, cura de Laris y descendiente del Inca Huayna-Ccapac. Vse. también Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. II, caps. XXVII y XXVIII. Nos habla asimismo Markham de algunos otros Cantos insertos en el Manuscrito Nueva Crónica y Buen Gobierno, de D. Felipe Huaman Poma de Ayala (4.º, 1179 págs.), descubierto por el Dr. Pietsckmann en la Librería Real de Copenhague. Vse. también Lafone Quevedo y P. Mosi (Ens. Mit. de los Himnos Sagrados de los Reyes del Cuzco. Tall. Museo de la Plata, 1892). Sobre los conocimientos medicinales de los Amautas. Vse. Markham. Incas of Peru. pág. 157 y sig. Id. en Winsor. Op. cit., I, pág. 244 y sus notas. Modesto Basadre. Riquezas Peruanas (Lima, 1884), pág. 17 y sig. Sobre el cráneo trepanado descubierto en Yucay. Vse. Markham en Winsor. Loc. cit. y las referencias de su nota. Comp. Reports Peabody Museum. March, VII-IX. Wiener. L'Empire des Incas, pág. 80 y siguientes, etc., etc.

[459] La costumbre de perforarse las orejas, agrandándolas, era peculiar de los Incas y su linaje, y les dió el nombre de Hatunzincriyoc, "hombres de orejas grandes", que los cronistas antiguos convirtieron en Orejones. Vse. Markham. Op. cit., pág. 67. Sobre el Inca, sus insignias, atavíos, etc. Vse. Markham. Op. cit., pág. 121, 274, 292 y sigtes. Id. en Winsor. Op. cit. I, pág. 245. Cieza de León. Op. cit. II, caps X á XVII, etc. Betanzos. Suma y Narr. Incas, cap. XL, etc. Garcilaso de la Vega. Op. cit., I, pág. 114, 206-53-99 y sigtes, etc. Santillán. Rel. cit., núms. 18, 40 á 51, 54, etc. Rel, Anónima Blas Valera, S. J., pág. 175 y sig., etc., etc.

[460] Vse. Fiske. Op. cit., pág. 302 y sig. Bruhl. Op. cit., pág. 321 y sig. Confse. con el luminoso estudio de V. A. Belaunde, "El Perú antiguo y los modernos Sociólogos" (Lima, 1908), pág. 37 y sigtes. Spencer. Princ. of Sociology, II, pág. 346, etc., etc.

[461] Vse. Brinton. Loc. cit. Bruhl. Op. cit., pág. 340 y sig. Fiske. Op. cit., II, pág. 334 y sig. Cieza de León. Op. cit., parte II, cap. XXVI. Garcilaso de la Vega. Lib. VII, cap. VIII, etc. Sobre la deposición de Urco y la guerra de los Chancas. Vse. Cieza de León. Op. cit, II, cap. XXXVIII, XLVI. Garcilaso. Op. cit., lib. V, cap. XVIII-XX, etc. Comp. Lorente. Op. cit., pág. 155 y sig. Relación J. de Sta. Cruz Pachacuti, pág. 270 y sig. Montesinos. Op. cit., pág 176 y sig. Markham. Incas of Peru, pág. 80 y sig. Betanzos. Suma y Narr. de los Incas, cap. XVI-XVIII, etc., etc.

[462] Vse. Markham en Winsor. Op. cit., I, pág. 250 y sig. Id. Incas of Peru, cap. XI. Relación Santillán, núms. 9, 10, 21, etc. Cieza de León. Op. cit., caps. XVIII y XIX, parte II. Lorente. Op. cit., pág. 255 y sigtes. Fiske. Op. cit., II, 348. Brinton. Op. cit. (A. R., pág. 211), etc., etc. Comp. Rel. Anónima (Valera), pág. 198 y sig.

[463] Vse. Fiske, op. cit. II, 348. Relación Santillán, núm. 11 y sig. Markham. Incas of Perú, pág. 160 y sigtes. Las clasificaciones de los miembros de la familia ó purie, eran las siguientes:

Puñuc-rucu (viejo que duerme). Más de 60 años.
Chanpi-rucu (medio viejo). Trabajo ligero. De 50 á 60.
Puric huayna (paga tributo). Hábil. De 25 á 50.
Yma-Huayna (casi joven). Trabajador. De 20 á 25.
Coca palla (recogedor de coca). De 16 á 20.
Pucllac huancra (trabajos ligeros). De 8 á 16.
Ttanta raquizic (que recibe pan) De 6 á 8.
etc., etc.

Vse. también Garcilaso de la Vega, op. cit., lib. IV, cap. XII-XV, lib. V, X-XII, etc., etc. Lorente, op. cit., pág. 237 y sig. Betanzos, Suma y Narr., pág. 73 y sig. etc., etc.

[464] Santillán, op. cit. núm. 17. Prescott, op, cit., pág. 23 y sig. Cieza de León, op. cit., II, cap. XXX y sigtes. Cappa, S. J., op. cit. II, 147 y sig. Garcilaso de la Vega, lib. IV, cap. XIII; lib. III, cap. VIII (cómo casaban en común y cómo asentaban la casa), etc., etc.

[465] Vse. Santillán, op. cit., núms. 16, 54, 56, etc. Cieza de León, op. cit., II, cap. XVIII-XIX. Lorente, op. cit., 241 y sig. Markham. Incas of Peru, pág. 138 y sig. Prescott, op. cit., pág. 28 y sig., y sus notas y referencias. Fiske, op. cit., II, pág. 358 y sig. Markham en Winsor, op. cit., I, pág. 251, etc., etc.

[466] Vse. Cappa, op. cit., pág. 159 y sig. Santillán, 12, 13, 14. Rel. cit., núm. 12. La Relación Anónima (Blas Valera), pág. 139 y sigtes. inserta en XXIV incisos las leyes y penas Incásicas principales. Parécenme, sin embargo, demasiado concretas y categóricas las afirmaciones del Jesuita Valera (Rel. Anónima. Vse. en la Revista del Perú. Int. Hist. Tomo II, Trim. II. González de la Rosa sobre Blas Valera S. J.) y me inclino á la opinión del prudente Santillán (Rel. cit. n.º 13) dice que "Las penas de los que cometían cualquier delito parece que eran todas arbitrarias." Comp. Garcilaso de la Vega, pág. 48, 49, 135, 49, 109, etc.

[467] Vse. Cieza de León, II, cap. XVIII, XIX. Santillán. Rel. cit., n.º 36 y sigtes. Cappa, op. cit., II, 143 y sigtes. Prescott, op. cit., pág. 41 y sig. Lorente, op. cit., pág. 312, y sig. etc., etc.

[468] Vse. Fiske, op. cit., II, pág. 319, 355, etc. Garcilaso, op. cit., lib. V, cap. IX, Comp. Spencer. Princip. of Sociology, II, 694. Bandelier. Rep. Peabody Museum, vol. II, pág. 423 y la obra citada de Belaunde, que critica á Spencer y sigue á Cunow. Org. Imp. Incas.

[469] Vse. Cieza de León. Op. cit., II, cap. XII, XVIII, XIX. Santillán. Rel. cit., núms. 14, 15, 40, 51, 52, etc., etc.

[470] Squier. Peru inc. of Travel, etc. (London, 1877), pág. 154 y sig. Markham en Winsor. Op. cit., I, pág. 246, 272 y sig. y sus notas y referencias. Id. Incas of Peru, pág. 318, apéndice C (según Squier, Larraburu, etc.). Reiss & Stubel.. Necropolis of Ancon, Peruvian Antiq. (Trad. Keane), 1880-87, vol. I, pág. 49 y sig. Nadaillac. Am. Preh., pág. 393 y sigtes. Wiener. Perou & Bolivie, pág. 468 y sigtes. Cieza de León. Parte I, cap. LXIX y sig. Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. IX, cap. XIII, etc., etc.

[471] Markham en Winsor. Op. cit., I, pág. 252, etc., y sus notas. Cieza de León. Op. cit., I, cap. XXI y sig.; II, cap. XVII, XXVI, etc. Fiske. Op. cit., II, pág. 359 y sig. y sus notas. Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. VIII, caps. IX á XV; lib. II, cap. XXVIII; lib. V, cap. IV, XV, XXIV, etc. Max Steffen Die Landwirst, etc. der Altamericanischen Kulturvolkern (Leipzig, 1883), pág. 231 y sig. y sus bibliografías.

[472] Markham en Winsor. Loc. cit., Humboldt. Views of Nature, pág. 125. Garcilaso de la Vega. Op. cit., lib. VIII, cap. XVI y sig. Cieza de León. Op. cit., parte II, cap. XVI (Cazas Reales). Santillán. Op. cit., núm. 16, etc. Comp. Markham. Incas of Peru, pág. 22, 30, etc.

[473] Markham en Winsor. Op. cit., I, pág. 255. Id. Incas of Peru, cap. XII, página 173 y sigtes. Wiener. Perou et Bolivie, pág. 556 y sigtes. y su nota 1. Cieza de León. Op. cit., I, cap. XXXVIII-IX. Garcilaso de la Vega. Lib. III, cap. VII. Humboldt. Vue des Cordilleres, vol. II, pág. 186 y sig., etc., etc.

[474] Markham en Winsor. Op. cit., 3, pág. 255 y sig. Garcilaso de la Vega. Op. cit., I, fol. 97, 104, 221, etc. Markham. Incas of Peru, pág. 164 y sig. Rel. Anónima (Valera), pág. 158. Wiener. Perou et Bolivie, pág. 684 y sig. Brinton. A. R., pág. 209 y sig. Lorente. Op. cit., pág. 263 y sig. Prescott. Op. cit., pág. 22 y sigtes., etc., etc.

[475] Vse. Nadaillac. Am. Preh., pág. 412 y sig. y sus notas. Wiener. Perou et Bolivie, págs. 590 á 633 y sus notas. De La Rada y Delgado. Compte Rendu Cong. Americanistes Compenhague (Vasos Peruanos, Museo Archco. Madrid), pág. 236, Reiss y Stubel. Op. cit., División 2, 3. Vse. también Reports Peabody Museum, IX, pág. 195, 277. Markham en Winsor. Op. cit., pág. 258 y sus abundantes referencias, pág. 270-2 y sus notas.

[476] Vse. Fiske. Op. cit., II, pág. 361 y sig. Letourneau. Property, etc. (Trad. Inglesa, Bohn. Lib.), pág. 151 y sig. Cappa. Est. Crit, II, pág. 166 y sig. Markham. Incas of Peru, pág. 165 y sigtes. Prescott. Op. cit., pág. 45 y sig., y muy especialmente la obra de Belaunde citada, que discute lucidísimamente las opiniones de los anteriores y las de Spencer, Desjardins, Bandelier, etc. Confme. William de Greef, "The Evolutions of Political Doctrines & Beliefs" (Cap. Perú), Saavedra, "El Ayllu", pág. 15 y sigtes., y el mismo Markham, que, no obstante sus entusiasmos á lo Prescott por la tan decantada obra social de los Incas, declara textualmente (Incas of Peru, pág. 171) que "he is gradually approaching the discovery that Peruvian Socialism was not a conception of the Incas"... Sobre las abyecciones Incásicas, véase Montesinos, op. cit., cap. XVIII y sig. Fray B. de la Calancha. Op. cit., lib. III cap. XVIII y sig. Rel. Anónima (Blas Valera), pág. 189 y sigtes., etc., etc.

[477] Véase Anderson.—América not discovered by Columbus (Chicago 1883), páginas 119 y sigtes. Winsor. N. & C. H. of America. I, pág. 59, 72 á 78 y sus notas y referencias. Gaffarel. Etude sur les rapports de l'Amerique et de l'Ancient Continent avant Cristophe Colomb (París 1869), pág. 24 y sigtes. Fiske. Discovery, pág. 150 y sigtes. y sus notas y referencias. Joubert. Geographie de Edrissi (París, 1836-40) Vol. I-200-II-26.

[478] Vse. Bugge. (Am. Hist. Review. Enero 1909). Mogk. Norwvegischisländische Literature en Paul Grundriss der Germanischen Philologie II-2 Ed. (Strasburgo 1902), pág. 117 y sigtes. Fiske. Discovery I, pág. 198. Winsor. N. & C. H. of A. I. pág. 61 y sigtes. y sus notas y referencias.

[479] Vse. Fiske. Op. cit. I. 151 y sigtes. y sus referencias. Winsor. N. & C. H. of A. I. Cap. II. Laing. Heims kringla I. pág. 33 y sig. Rink. Danish Greenland. pág. 10 y sig. Reeves. The Finding of Wineland the Good, pág. 22 y sigtes. (Ed. London 1890). Rafn. Antiquitates Americana. (Copenhague, 1837) pág. 16 y sigtes. Carlyle. Early Kings of Norway, pág. 28 y sig. Du Chaillu. Viking Age (N. Y. 1890), pág. 43 y sig. Egede. Description of Greenland (London 1745), pág. 65 y sig. Lavisse y Rambaud. Hist. Generale II, pág. 763 y en especial Fischer. The discovery of the Norsemen in America, pág. 5 y sigtes. y sus referencias.

[480] Beazley. Dawn of Modern Geography. II, pág. 321 y sig. Marco Polo. Travels. Trad. Marsden. London 1854. Lib. II Chap. I y sig. Heyd. Geschichte de Levantehaudels. Robertson. Hist. América. Lib. I, pág. 12 y sig. Fiske. Discovery I, página 256 y sigtes. Clive Day. Hist. of Commerce. Cap. IX-X. Potts Cheyney. Europ. background. Am. Hist. pág. 12 y sigtes. y sus referencias.

[481] Cheyney. Op. cit. pág. 22 y sig. Hayd. Op. cit. I. pág. 165, etc. II. 43, 67, 430, etc., etc. Beazley. Op. cit. II. Chap. VI. Lavisse y Rambaud. Hist. Generale. II. pág. 342, 480, etc., etc. Webster. Gen. Hist. of Commerce pág. 81 y sigtes. Winsor. N. & C. H. of America. I. pág. 69 y sig. y sus notas.

[482] Zinkeissen. Geschichte des Osmanischen Reiches, etc., I. 65 y sigtes. Heyd. Op. cit. II. 259, 267, 285. etc. Bury en Cambridge Modern Hist. I. 73-82. Lavisse y Rambaud. Op. cit. III. 827 y sigtes. Clive Day. Op. cit. Cap. X. Webster. Op. cit. página 89 y sigtes. Harvey Robinson. Hist. of Western Europe I. Cap. XIX-XXII y las notas y referencias de los anteriores.

[483] Cheyney. Op. cit., pág. 57 y sig. y sus referencias. Lavisse y Rambaud. Op. cit. III. pág. 544 y sig. IV. 306 y sig. etc. Winsor. N. & C. H. of A. I. pág. 15 y sig. y sus notas. Id. II. pág. 24 y sig. Fiske. Op. cit. I. 295 y sigtes. Santarem. Essay Sur l'Histoire de la Cosmographie. I. 75, 164 y sigtes., etc., etc.

[484] Winsor. Op. cit. II. pág. 30 y sig. Id. Cristopher Columbus. Cap. VI. The Travels of Marco Polo (Trad. Marsden. London 1854). Lib. II. Cap. IV y sig.-III. XXIII y sigte. etc., etc. y sus notas. Lavisse y Rambaud. Op. cit. II 481 y sig. Cheyney. Op. cit. Cap. III con sus notas y referencias. Fiske. Discovery. I. 277 y sig. Las ediciones de Avezac de los viajes de Carpini. Pordenone y Rubruquis. Beazley. Dawn of Mod. Geog. II. Cap. V. etc. La edición de Marco Polo, que se reputa anotada por Colón, es la latina de 1485 (De regionibus orientalibus), y se conserva en la B.ca Colombina de Sevilla.

[485] Cheyney. Op. cit. pág. 56 y sigtes. y sus notas. Santarem. Ess. Sur l'Histoire de la Cosmographie, I. 280 y sig. Neckham (1157-1217). De natura Rerum. Lib. II. Ch. XCVIII. Humboldt. Exámen Critique. I. 274 y sig. Fiske. Discovery. I. 315 y siguientes y sus notas. Webster. Gen. Hist. of. Com. pág. 81 y sig. etc., etc. Vse. Sobre las obras de Neckham á Chappell en "Nature" (Junio 15, 1876).

[486] Vse. R. H. Major. Vida do Infante Don Henrique, etc. (Trad. Ferreira, Lisboa 1876). Cap. I á V y Cap. XVII. Lavisse y Rambaud. op. cit. IV-877 y sig. Cheyney. Op. cit. 59 y sig. y sus notas. Azurara. Chronica do descobrimento é Conquista de Guiné (Ed. Carreira. Notas. Santarem. París, 1841) pág. 37 y sig. Fiske. Discovery. I. 316 y sig. y sus notas, etc., etc.

[487] R. H. Major. Op. cit. pág. 134-191 y sus notas. Fiske. Op. cit. I. pág. 318 y siguientes y sus notas y referencias. Azurara. Discovery & Conq. of Guinea (Ed. Beazley. Hakluit Soc. Pub. Vol. 95 y 100, 1896-1898). I. Cap. VII-XXIV etc., y sus referencias. Lavisse y Rambaud. IV. pág. 876 y sig. Cheyney. Op. cit. pág 64 y sigtes. y sus notas. Winsor. N. & C. H. of America, loc. citado, etc., etc.

[488] Cheyney. Op. cit. pág. 69 y sig. Fiske. loc. cit. Major. Op. cit. Cap. XIV á XVIII.—A Journal of the first Voyage of Vasco de Gama. (Ed. Ravenstein. Hakluyt Soc. Vol. 90-1898). Azurara. Op. cit. (Hakluyt Soc. Vol. 100-1898). Cap. XLII y sig. En "Las Luisiadas", el Genio del Cabo Tormentoso dice á Bartolomé Díaz.

.... Eu son aquelle occulto e grande cabo
A quem chamais vos outros Tormentorio
.............................
Aqui toda a Africana costa acabo
Neste meu nunca visto promontorio
.............................
A quem vossa ousadia tanto offende.....

(Camoens. Os Luisiadas. V. 50).

[489] Cheyney. Loc. cit. Fiske. Op. cit. 1, pág. 321, etc. Major. Op. cit. Cap. XIX á XXI y sus referencias. C. Raymond Beazley en Am. Hist. Review. (Vol. XVI. núm. 1. Oct. 1910) pág. 11 y sigtes. I. Janssen. L'Allemagne et la Reforme. I. (Allemagne á la fin Moyen Age. Trad. Paris) pág. 112 y sigtes.

[490] Altamira. Historia de España, II, pág. 366 y sig. Nervo. Hist. de Isabel la Católica, pág. 15 y sigtes. Lafuente. Hist. de España. Vol. II. (Lib. IV), pág. 253 y sigtes. Prescott. Hist. of the Reigne of Ferdinand and Isabella. Cap. I á VI, etc.

[491] Vse. Lafuente. Op. cit., Lib. III. Ch. 32-33. IV, 1 y 2. Altamira. Op. cit., Vol. II, pág. 367 y sig. Cheyney. Op. cit., pág. 83 y sig. Pérez. Los Reyes Católicos en Sevilla, pág. 12 y sigtes. Lavisse y Rambaud. Hist. Gen. IV, pág. 325 y sigtes. Nervo. Hist. Isabel la Católica, pág 7 y sigtes. etc., etc.

[492] Lafuente. Loc. cit. Altamira. Op. cit. II, pág. 441 y sig. Antequera. Hist. de la Legislación Española, 194-197-347, etc. Cheyney. Op. cit., pág. 86 y sig. Prescott. Ferdinand & Isabella, pp. 135-160, etc., etc.

[493] Vse. Antequera. Op. cit. 348-353, etc. Pulgar. Crónica de los Reyes Católicos, II, Chap. XCV, etc. Colmeiro. Int. á las Cortes de los Antiguos Reinos, II, 63-64. Mariejol. L'Espagne Sous Ferdinand et Isabelle, VI, p. 24 y sig. Lafuente. Op. cit. Lib. IV. Cap. II, etc., etc.

[494] Vse. Lafuente. Op. cit. Lib. IV. Cap. X. Altamira. Op. cit. II, pág. 9, 403, etc. Cheyney. Op. cit. pág. 92 y sig. Prescott. Op. cit. Cap. IX. Cortes de los Antiguos Reinos. IV, 191-192 Mariejol. Op. cit. 63 y sigtes. Nervo. Op cit. 78 y sig. etc., etc.

[495] Hurtado de Mendoza. Guerra de Granada (B.^{ca} Clás.^{ca}), pág. 14 y sigtes. Nervo. Op. cit. pág. 105 á 177. Prescott. Op. cit. pág. 203 á 251. Lafuente. Op. cit. IV, páginas 276 á 304, etc., etc.

[496] Altamira. Op. cit. Vol. II, pág. 23-27-140-162-421-426, etc. Lafuente. Op. cit. Lib. IV, pág. 240-267 y sig. Menéndez y Pelayo. Heterodoxos Esp.les I, pág. 569 y sigtes. Mariejol. Op. cit. pág. 44 y sig. Rodrigo. Hist. Inquisición, I, p. 132 y sig., II, pág. 37 y sig. Lea. Hist. of the Inquisition of Spain, I, pág. 81 y sig. y sus notas y referencias. Amador de los Ríos. Los Judíos de España y Portugal, I, pág. 150 y sig., II, p. 260 y sig., etc., etc.

[497] Altamira. Op. cit., pág. 92-421-461 y sig. Lafuente. Loc. cit. Cheyney. Op. cit., pág. 96 y sig. Rodrigo. Op. cit. Vol. II. Cap. XVI y sigtes, sus Apéndices y referencias. Lea. Op. cit. I. Cap. IV-V con sus notas y numerosas referencias. Cambridge, Modern History. Vol. I, Cap. IX, pág. 347 y sig. Schimarcher, Geschichte von Spanien. Vol. III, (1492-1516), pág. 34 y sig. Nervo. Op. cit., pág. 79 y sig. etc., etc.

[498] El proceso á que me refiero fué conocido con el nombre del Santo Niño de la Guardia, por el martirio que algunos judíos y conversos hicieron sufrir, según resulta de sus confesiones, á un niño de pocos años en quien escarnecieron la pasión y muerte de Jesús. Como el proceso en cuestión parece adolecer de ciertos vicios, y no existen ó no se conocen otras pruebas del crimen que las relacionadas en él, ha sido negado el hecho por algunos investigadores modernos. Véase sobre este punto Lea. Rel. Hist. of Spain, pág. 437 y sig. y sus notas y referencias. P. Fidel Fita. Vol. IX y XI (Julio, Sep. 1887). Real Ac. de la Historia. Martínez Moreno. Hist. del martirio del Santo Niño de la Guardia, pág. 12 y sig. (Madrid 1866). Altamira. Op cit. II, pág. 425 y sig. etc., etc.

[499] Los judíos fueron expulsados de Sajonia en 1432, de Mayence en 1438, de Inglaterra en 1290, de Augsburgo en 1439, etc., etc. Vse. Lea. Rel. Hist. of Spain, pág. 438. Janssen. Geschichte des deutschen Volkes, I, pág. 403 y sig., etc.

[500] Vse. Altamira. Op. cit. II pág. 417 y sig. y sus referencias. Lea. Hist. of the Inquisition of Spain, I, Cap. III y sus notas y referencias. Cheyney. Op. cit. pág. 98 y sig. Bernáldez. Hist. de los Reyes Católicos, Cap. XLIV y sig., etc., etc.

[501] Lafuente. Op. cit. II. Lib. IV. Cap. VII-XIV, etc. y sus notas. Altamira. Op. cit. II, pág. 412 y sig. y sus referencias. Lea. Hist. of the Inq. in Spain, pág. 59 y sigtes. y sus notas. Id. The Moriscos of Spain, pág. 22 y sigtes., etc., etc.

[502] Vse. Sophus Ruge. Columbus (1902), cap. I (Der Romandes Jugendlebens). Fernando Colón, Hist. del Almirante, etc. (Ed. Madrid 1892), cap. I, pág. 3 y sigtes. Las Casas, Hist. de las Indias, I, 42-43. Asensio. Cristóbal Colón, lib. I, cap. I, página 4 y sig., etc.

[503] Eneas Silvius, Historia Rerum Ubique Gestarum (Venice, 1477). Ailly, Imago Mundi (Impresa entre 1480 y 1484). Los viajes de Marco Polo que pudo ver Colón, fueron los de la edición de Amberes, 1485 (?). Vse. Lollis, Vita di Colombo, pág. 63 y sigtes. Thacher, Columbus III, pág. 462 y sig., etc.

[504] Vse. Raccolta Colombiana, Pte. I, vol. II, pág. 291. Id., pte. II, vol. II. Nota marg. núm. 10, etc. Asensio, op. cit., lib. I, cap. II, pág. 24 y sig. Gaylord Bourne, Spain in America, pág. 10 y sigtes., etc., etc.

[505] Asensio, op. cit., cap. III, pág. 43 y sig. Winsor, Christopher Columbus, cap. VI, pág. 102 y sig. y sus referencias, etc.

[506] Vse. Gailor Bourne, op. cit., pág 12 y sig. Asensio, op. cit., cap. IV, pág. 65 y sig. Winsor, Columbus, pág. 107 y sig. Fiske, Discovery, I, pág. 349 y sig. Vignaud, Toscanelli and Columbus, pág. 5 y sigtes. Fernando Colón, Hist. del Almirante (Ed. citada), pág, 34-38, etc., etc.

[507] Barros, Da Asia, lec. I, lib. III, cap. IX y sig. Lollis, op. cit., pág. 65 y sig. Asensio, op. cit., cap. IV, pág. 66 y sig. y referencias. Bourne, op. cit., pág. 15 y sig. y sus notas. Winsor, op. cit., cap. VI, VII, pág. 102 á 148 y sus notas, etc., etc.

[508] Fernando Colón, op. cit., cap. VIII-IX. Las Casas, Hist. de las Indias, II, 78-79. Oviedo, Hist. Gen. I, 19 y sigtes. Harrise, Christophe Colomb., II, 193-194. Asensio, op. cit., cap. V, pág. 80 y sig. Winsor, op. cit., pág. 149 y sig. etc., etc.

[509] Bourne, op. cit., 17 y sig. Fernando Colón, op. cit. cap. XI y XII. Asensio, op. cit., pág. 90 á 160 (vol. I). Winsor, op. cit., pág. 160 y sigtes. Lollis, op. cit., 104 y sig. Navarrete, Colección de los viajes, etc., II, 9 y sig. etc., etc.

[510] Asensio. Op. cit., I, pág. 160 y sigtes. y sus notas y referencias. Fiske, Discovery, I, pág. 404 y sig. Sobre el tesorero Santangel, el episodio de las joyas de la Reina, y en general la intervención de los Judíos en el Descubrimiento Colombino. Vse. Kayserling, Christopher Columbus, pág. 10 á 85, y sus notas y referencias.

[511] Navarrete, Viajes. II. 12, 15, III. 578, etc. Bourne, op. cit., pág. 20 y sig. y sus referencias y notas. Asensio, op. cit., pág. 179 á 268, con sus notas y documentación. Winsor, op. cit., pág. 145 y sig. Sobre las Carabelas, su forma, etc., véase el estudio de Monleón (Centenario, I, 59) y Duro. Disquisiciones. Vol. I. 3.ª

[512] Vse. Relación del Primer viaje de Colón, etc., puesta sumariamente por Fray Bartolomé de las Casas, (Bca. Clásica Vol. CLXIV), pág. 3 y sigtes. Fernando Colón, op. cit., Cap. XV á XXIII. Winsor, op. cit., pág. 191 y sigtes. Asensio, op. cit., Libro II. Cap. III, pág. 290 y sig., con sus notas y referencias, etc., etc.

[513] Colón. Rel. citada (sumariada por Las Casas), pág. 5 á 25. Winsor, op. cit., pág. 191 y sig. y sus notas y referencias. Bourne, op. cit., pág. 23 y sig. y sus notas. Asensio, op. cit., I, pág. 290 y sig., (cap. III-IV). Fiske, Discovery, pág. 420 y sig., y sus notas, etc., etc.

[514] Colón. Rel. citada, pág. 25 á 133. Winsor, op. cit., pág. 219 y sigtes., y sus referencias. Fernando Colón, op. cit., cap. XXIII á XXXVII. Bourne, op. cit., pág. 24 y sigtes. Asensio, op. cit., pág 336-379 y sus notas y referencias, etc., etc.

[515] Vse. Asensio, op. cit, I, pág. 365 á 480, con sus notas, documentación y referencias. Winsor, op. cit., pág. 235 á 253. Fernando Colón, op. cit., I, cap. XXXVIII á XLIV, etc., etc.

[516] Winsor, op. cit., pág. 253 y sigtes. Id., Narr. & Crit. Hist. of America, vol. II, pág. 1 á 129 con sus notas y referencias. Bourne, op. cit., pág. 27 y sigtes. y sus notas Thacher, Columbus, II, folios 59-124 y sig. Fiske, Discovery, II, 580 y sig., dá el texto latino de la Bula de Alejandro VI. Thacher, op. cit., II, fol. 175, facsímil de la Bula y Traducción del Tratado de Tordesillas, Comp. Asensio, op. cit., pág. 486 y sig. y mi cap. I, Tit. I, Pte. II.

[517] Fernando Colón, op. cit., I, pág. 173-222. Oviedo, Hist. Gen. I, 31. Navarrete, Viajes, II, 41. Las Casas, op. cit., II, 3-11-24, etc. Asensio, op. cit., lib. III, cap. I al IV y sus referencias. Winsor, Christopher Columbus, pág. 243 y sigtes. Fiske, Discovery I, 464 y sig. Pedro Mártir Anglería, Década Oceánica, I, lib. I y II, (Ed. Torres Asensio, 1892), etc.

[518] Gaylord Bourne, op. cit., pág. 93 y sig. Winsor, op. cit., pág. 290 y sig. Asensio, op. cit., I, 643 y sig. Cartas de Colón, (Bca. Clásica), pág. 205 y sig. Las Casas, op. cit., II, 24-27. Herrera, op. cit., Dec., I, 15 á 116 y sig., etc., etc.

[519] Vse. el Memorial (Enero 30-1494) con las respuestas de los Reyes en Rel. y Cartas. Cristóbal Colón, (Bca. Clásica), pág. 205 y sig. "En esto, decían los Reyes respecto á los esclavos, se ha suspendido por agora, hasta que venga otro camino de allá, etc...", (pág. 214). Vse. sobre el punto. Asensio, op. cit., I, pág. 684 y sig. Winsor, Columbus, pág. 282 (según Helps). Bourne, op. cit., pág. 36 y sig. Vse. mi Cap. I, Tít. I, Pte. II.

[520] Asensio, op. cit., I, 659 y sig. Bourne, op. cit., pág. 40 y sigtes. y sus referencias. Winsor, op. cit., pág. 300 y sig. Fernando Colón, I, pág. 228-238, etc., etc.

[521] Vse. Navarrete, Viajes, II, 145. Thacher, op. cit., II, 327, traduce el juramento de los pilotos. Comp. Ruge, Columbus, pág 175. Lollis, Colombo, pág. 235-237. Peschel., Zeitalter, etc., pág. 200 y sig. Bourne, op. cit., pág. 41 y sig.

[522] Vse. F. Colón, op. cit. I, 166. Bernáldez, Hist. Reyes Católicos, cap. CXXIII. Las Casas, op. cit, II, 79 y sig., etc., etc.

[523] Bourne, op. cit., p. 42 y sus notas. Asensio, op. cit., I, pág. 685 y sig. Winsor, op. cit., pág. 301 y sig. Pedro Mártir de Anglería, Ed. cit., I, lib. IV, cap. I á III. F. Colón, op. cit., I, pág. 267 y sig. etc., etc.

[524] Las Casas, Hist., II, 75-96, etc. Pedro Mártir de Anglería, Ed. cit., pág. 205-220. Fernando Colón, vol. II, pág. 21-26, etc., etc.

[525] Vse. Asensio, vol. II, pág. 31 á 153, con las aclaraciones y documentos A. H., pág. 91-153, etc. Bourne, op. cit., pág. 43 y sig. Bernáldez, Hist. de los Reyes Católicos, cap. CXXXI. Navarrete, Viajes, V, 162, etc., etc.

[526] Vse. Cartas de Colón, (Ed. cit.), pág. 269 y sig. Asensio, op. cit., vol. II, pág. 95 á 215, etc., con las aclaraciones y documentos. A. H. (pág. 91-153) y A. (pág. 361 y sig.). Bourne, op. cit., pág. 47 y sig. y sus referencias. Navarrete, Viajes, II, pág. 212, etc. Las Casas, op. cit., II, pág. 209 y sig. Pedro Mártir de Anglería, op. cit., pág. 257 y sig., etc., etc.

[527] Vse. Asensio, op. cit., pág. 197 y sig. y aclaraciones. B. C. (pág. 364 y sig.). Cartas de Colón, (Ed. cit.), pág 264 y sig. Fernando Colón, op. cit., cap. LXV á LXXXI, vol. II, Ed. cit., pág. 32 y sig. Bourne, op. cit., pág. 50 y sig. y sus referencias.

[528] Vse. Cartas de Colón, (Ed. cit.), pág. 310-324, en especial la escrita al Ama del Príncipe D. Juan. Herrera, Dec. I, lib. IV, cap. X. Asensio, op. cit., II, pág. 301 y sig. y aclaraciones. D. E., II, pág. 381 y sig. Las Casas, Hist. II, pág. 478. Bourne, op. cit., pág. 52 y sig., etc., etc.

[529] Vse. Asensio, op. cit., pág. 392 y sig. Las Casas, Hist., II, pág. 492 y sig. Fernando Colón, op. cit., II, pág. 121-133. Fiske, Discovery, I, pág. 480 y sig. y sus referencias. Winsor, H. & C. Hist. of America, vol. II, pág. 5 y sig. con sus notas. Thacher, op. cit., II, pág. 350 y sig. y sus notas. Herrera, Dec., I, 87-110, etc. Helps, Spanish Conq. in America, vol. I, lib. II, cap. II, pág. 89 y sigtes. etc., etc.

[530] Vse. Fiske, Discovery, II, pág. 2 y sig. y sus notas. Weare, Cabot's Discovery of North America, pág. 35 y sig. Harrisse, John & Sebastián Cabot, pág. 114 y sig. Id., Discovery of North America, pág. 321 y sig. Gaylord Bourne, op. cit., pág. 55 y sig. y sus notas. Deane, en Winsor, N. & C. H. of America, vol. III. Harrisse, Decouverte et Evolution Cartographique de Terre Neuve (1900), pág. 22 y sig., etc., etc.

[531] Fiske, Discovery, II, pág. 5 y sig. y sus notas. Bourne, op. cit., pág. 64 y sig. Goes, Chronica en Markham, Journal of Columbus, pág. 230 y sig. Harrisse, Discovery of North America, pág. 63 y sig. Winsor, N. & C. H. of A. II, pág. 105 y sig., etc., etc.

[532] Vse. Respuestas al Fiscal Real en el pleito contra Diego de Colón. Navarrete, Viaje III, 4-11 y 539 á 615, etc. Helps, Spanish Conquest, I, 263-280, etc. Oviedo, op. cit., 1-76, 11-132, etc. Las Casas, op. cit., II, 389-434. Herrera, Dec. 1.ª, lib. IV, cap. I á IV. Humboldt, Exámen critique de l'Histoire de la Geographie du Nouveau Continent (1836-1839), I-313 y IV-195 á 220. Winsor, N. & C. H. of A. II, pág. 204 y sig. y sus notas. Bourne, op. cit., pág. 70 y sig., etc., etc.

[533] Rel. Viaje de Niño. Biblioteca Mar. Esp. II, pág. 525. Navarrete, Coll. cit., III, 11 á 19, 540 á 544, etc. Herrera, Dec. I, lib. IV, cap. V. Irving, Comp. of Columbus, pág. 28-32. Winsor, N. & C. H. of A., II, pág 105, notas 4 á 7, etc., etc.

[534] Navarrete, Coll. cit., III, 5, 23, 80, 552 á 594, etc. Documentos Inéditos, XXXI, 5, 100, 102, 119-230, II, 366, etc. Humboldt, Ex. Crit., I, 360, IV, 224, etc. Irving, Comp. of Columbus, pág. 43 y sig. Winsor, N. & C. H. of America, II, pág. 187 y sig. y 205 á 207. Notas 6 á 12, 1 á 8, 1 á 10, etc., etc.

[535] Navarrete, Coll. III, 28, 32, 85, 89, 91, 103, 107, 591, etc., etc. Irving, op. cit., pág. 45-56. Humboldt, Ex. critique, I, pág. 360. IV, 226, etc. Winsor, N. & C. H. of America, II, pág. 189 y 207 y sus notas 11 á 16. Véase también el Mapa de Juan de la Cosa y mi cap. VIII, tít. II, América Indígena.

[536] Winsor, N. & C. H. of A., II, pág. 42, nota 4-44, notas 2, etc. Fiske, Discovery, I. 498 y notas. Bourne, op. cit., pág. 72 y sig. Ravenstein, Vasco de Gama, etc., XVIII, pág. 113 y sig., etc., etc.

[537] Gandavo, Historia da Provincia Santa Cruz (Lisboa, 1576), cap. I. Barrios, Asia, Dec. I, lib. V, cap. II. Machado, Memoria sobre ó descobrimento do Brasil (Río Janeiro, 1855). Peschel, Zeitalter, etc., pág. 263 y sig. Fiske, Discovery, II, pág. 97. Osorio, De Rebus Emmanuelis, etc., (ed. 1791), I, pág. 277 y sig. Bourne, op cit., pág. 77, etc., etc.

[538] Vse. Cartas de Colón, Ed. citada, pág. 331 y sig. Navarrete, Viajes, II, pág. 260 (Extractos libros de las Profecías). Lollis, Raccolta Colombiana, (Reprod. libro de las Profecías, Pte. I, II, pág. 164). Navarrete, II, pág. 280, 282, etc., etc.

[539] Vse. Fernando Colón, op. cit., II, pág. 139 y sig. Asensio, op. cit., II, pág. 425 y sig. y aclaraciones C. y D., II, pág. 638 y sig. Bourne, op. cit., pág. 77 y sig. Navarrete, Viajes, III, pág. 556, etc. Las Casas, op. cit., III, pág. 22 y sig., etc., etc.

[540] Vse. Asensio, op. cit., cap. II, lib. V, pág. 451 y sig. y mi Cap. VII, Pte. 1.ª, pág. 260, etc.

[541] Vse. Cartas Colón, Ed. cit., pág. 367 y sig. Asensio, op. cit., II, pág. 458. Bourne, op. cit., pág. 79 y sus notas, etc., etc.

[542] Fernando Colón, Hist. II, pág. 136 á 210. Asensio, op. cit., II, pág. 440 y sig. y aclaración D, pág. 642 (Carta Colón, Jamaica, Julio 7, 1503). Winsor, Christopher Columbus, pág. 437 y sig. Fiske, Discovery, I, pág. 504 y sig. y sus referencias, etc., etc.

[543] Vse. Fernando Colón, op. cit., II, pág. 210 y sig. Asensio, op. cit., II, pág. 479 y sig. y aclaraciones E á I, pág. 653 y sig. (Testamento de Colón, Mayo 19, 1506, pág. 678). Winsor, Christopher Columbus, pág. 477 y sig. Ruge, Columbus, pág. 205 y sig. Thacher, Columbus, III, 469 y sig. Bourne, op. cit., pág. 81, etc., Comp. P. Ric. Cappa, S. J. Estudios críticos, Parte I (Colón en América), pág. 172 á 328 y sus referencias.

[544] Compse. los juicios de Asensio, Cappa, Winsor, Ruge, Roselly de Lorgues, etc., etc. Vse. Oviedo, Hist., I, 81. Thacher, Columbus, III, 505 y sig., y en especial, las Cartas del Almirante (Ed. citada) su Libro de las Profecías.—Mártyr de Anglería, Carta CXXX, etc., en la edición citada (Torres Asensio), I, pág. 17 y sig.

[545] "Amerigo" de "Amalrich" (alemán). "Amaury"(francés antiguo) "el que se endurece en los trabajos". Vse. Fiske, Discovery, II, pág. 24 y sigtes. y sus notas (sigue las monografías de Varnhagem).

[546] Hughes, Racc. Colombiana, pt. V, II, pág. 115 y sig. Markham, Letters of Amerigo Vespucci, pág. 3 y sigtes. Navarrete, Viajes, II, pág. 214 y sig., III, 544 á 590. Bourne, op. cit., pág. 84 y sig. y sus notas. En contra, y según Varnhagem, Gaffarel op. cit., II, 163, etc.

[547] Hughes, Cronología, pág. 7 á 12 y sig. Markham, Letters of Americo Vespucci, pág. 53, etc. Bourne, op. cit., pág. 82 y sig. Fiske, Discovery, II, pág. 26 y sig. Sidney Steward Gay, en Winsor, N. & C. Hist. of America, vol. II, pág. 129 y sigtes., y notas críticas (Winsor), pág. 153 y sig.

[548] Vse. Bourne, op. cit., pág. 90 y sig. Quaritch, The first four voyages of Amerigo Vespucci, V y sigtes. Winsor, Notas bibliográficas, etc., á Howard Gay, N. & C. H. of A., II, pág. 154 y sig., etc.

[549] De la carta de Medici se conocen hasta el 1550 cerca de 45 ediciones. De la de Soderini fueron menos numerosas, pero como se puso en los textos de Geografía, su influencia en los escolares fué más poderosa y amplia. Vse. Bourne, op. cit., pág. 92 y sigte. y sus notas. Cartas de Colón, (Ed. cit.), pág. 311 y sig. Wiesser, Die Karte des Bartolomeo Colón, etc., (Ed. Innsbruck, 1893). Mártyr de Anglería, Ed. cit. (Torres Asensio). Cartas CXXX, CXXXVIII, CXLII, pág. 13 y sig. (vol. I). En España y Portugal no se publicaron las cartas de Vespucio hasta el siglo xix. Las Casas, Herrera, Oviedo, Barros, etc., ni las mencionan. Vse. Bourne, op. cit., pág. 92, etc.

[550] En el Atlas de López (Madrid, 1788). Vse. Hughes. Le vicende del nome "America", pág. 41 y sigtes.

[551] "Amerigen quasi Americi terram, sive American, dicemdam cum et Europa et Asia á mulieribus sua sortita sint nomina" (Cosm: Introd., fol. 3-6 y 15-6), citado por Kretschmer, Entdeckung Amerikas, pág. 364. Vse. también Hughes. Le vicende del nome "America", pág. 17 y sig. Winsor, N. & C. H. of A. II, pág. 176 (notas). Harrisse, Cristophe Colomb, II, 97. Herrera, Dec. I, 182, I, y las referencias de la Tabla General (vol. IV). Markham, Vespucci Letters, pág. 68-109 (copia Las Casas, Hist.). Bourne, op. cit., pág. 98 y sig., etc., etc.

[552] Vse. Las Casas, Hist., II, 103 y sig. Herrera, op. cit., Dec. I, lib. III, cap. XIII. etc. Thacher, Columbus, III, pág. 94 y sig. y mi cap. II, tít. II, época I y II de este título.

[553] Las Casas, Hist., III, 33 y sigtes. Herrera, Dec. 1, 157 y sig. Fiske, Disc., II, 437 y sig. Helps, op. cit., I, 205 y sigtes. Winsor, N. & C. H. of A., pág. 319 y sig. J. A. Mac Nutt, Barthelemew de Las Casas (N. Y. 1909), pág. 28 y sigtes, etc.

[554] "Pagándoles (á los indios), decía el decreto de 20 Diciembre 1503, el jornal que por vos fuese tasado, lo cual hagan é cumplan como personas libres, como lo son, y no como siervos... é non consintades ni dedes lugar que ninguna persona les haga mal ni daño, ni otro desaguisado alguno... so pena de la mi merced y de 10.000 maravedís para la mi cámara, etc..." Vse. Las Casas, Hist. III, 65 y sig. Fabié, Ensayo Histórico, pág. 52 y sigtes. y sus referencias. Herrera, Dec. I, lib. V, cap. XII y sig. Mac Nutt, loc. cit. Gutiérrez, Fray Bartolomé de Las Casas, pág. 33 y sig. Vse. también el texto íntegro del decreto de Isabel la Católica (Segovia, Dic. 20 del 1503) en Doc. Inéditos de Indias, XXI, 209. Compse. Middeldyk, Hist. of Puerto Rico, 29-45. Bourne, op. cit., pág. 208 y sig., etc.

[555] Waitz en su Introduction to Anthropology (London, 1863), cita gran cantidad de ejemplos ilustrativos de este rápido aniquilamiento de las razas aborígenes, op. cit., pág. 145 y sigtes. Comp. también Peschel, Races of Man., pág. 152 y sig. G. Stanley Hall, Adolescence, II, pág. 648-750 (Tratamiento de razas adolescentes). Bourne, op. cit., pág. 210 y sigtes., etc., etc.

[556] Vse. Robertson, op. cit., I, 138 y sig. y sus notas. Oviedo, op. cit., lib. III, cap. XII, etc. Herrera, Dec. I, lib. VI, cap. III y sigtes. Las Casas, Relación de la Destrucción de las Indias (1552). Doc. Inéditos, vol. VII, pág. 155 y sigtes. Helps, op. cit., lib. III, pág. 125 y sig. Vse. también Ruiz Martínez (Conf. Ateneo de Madrid, 1892, Mayo), pág. 5 y siguientes.

[557] Sobre la viruela, véase Waitz, op. cit., pág. 145 y sig. Comp. Pedro Mártyr de Anglería, Dec. Oceánicas, III, lib. VIII. Hakluyt, Voyages, V, pág. 294 y sig. Herrera, Hist. Gen., Dec. II, lib. X, cap. XVIII. Motolinia, Hist. Ind. Nueva España, (Doc. para la Hist. de México), I, pág. 15 y sig. Humboldt, New Spain. Las Casas, Hist., III, pág. 101. Oviedo, Hist. General, I, pág. 71, y los cronistas de su época calculan la población indígena de La Española en 1.000.000 de habitantes. Comp. Peschel. Zeitalter, etc., pág. 429 y sig., etc. Este fenómeno de la despoblación indígena, dice el historiador Norteamericano Bourne, se repitió en los estados Orientales de Norte América, "pero como no hubo ningún Las Casas, la desaparición de los indígenas se consideró como providencial." Cita las palabras de Denton sobre la despoblación de Long Island (1670), que traduzco literalmente: "Se ha observado generalmente que donde los ingleses van á colonizar, una mano divina les abre el camino, desalojando ó haciendo desaparecer los indios, sea por guerras entre ellos, ó por alguna rabiosa enfermedad mortal que los extingue". Vse. Bourne, op. cit., pág. 214.

[558] Herrera, Dec. I, lib. VII, cap. I, 4. Lib. VI, cap. XVII. Dec. VI, lib. VII, cap. I, etc. Robertson, op. cit., I, pág. 197 y sus notas. Bourne, op. cit., pág. 133. Winsor, N. & C. H. of A. II, pág. 319 y sig., etc.

[559] Robertson, op. cit., I, pág. 199 y sig. y sus notas. Oviedo, Hist. lib. III, cap. I. Herrera, Dec. I, lib. VII, cap. IX y sig. Lib. VIII, cap. II. Lib. IX, cap. V. Lib. X, cap. XII y sig. Helps, op. cit., lib. IV, vol. I, pág. 164 y sigtes. y sus notas y referencias, etc., etc.

[560] Fonseca, Obispo de Palencia, era dueño de 800 indios; el Comendador Lope de Conchillos, su principal asociado en la dirección de los negocios de Indias, tenía 1.100. Estos encomenderos "sui géneris" despachaban mayordomos á La Española, etc., para arrendar á los colonos sus esclavos. Lo propio sucedía con muchos otros cortesanos, que tenían en Indias esclavos y tierras por privilegio ó merced de la corona. Vse. Herrera, Dec. I, lib. IX, cap. XIV, etc. Comp. Las Casas, Hist. de las Indias, vol. III, pág. 365-380.

[561] Fiske, op cit., II, pág. 447 y sig. Robertson, op. cit., I, pág. 227-230, etc. Oviedo, Hist. Gen., lib. II, cap. VI, vol. I. Fray Agustín Dávila Padilla, Hist. de la fundación de la Prov. de Santiago de Méjico, pág. 303 y sig. Mac Nutt, op. cit., pág. 40 y sig., etc.

[562] Vse. Robertson, op, cit., I, pág. 225 y sus notas. Fiske, op. cit., II, pág. 438 y sig. y sus referencias. Las Casas, Hist. de las Indias, vol. IV, pág. 365 y sig. Mac Nutt, History of Las Casas, pág 40 y sigtes. Gutiérrez. Fray Bartolomé de Las Casas, etc., cap. I, II, pág. 5 y sigtes. Winsor, N. & C. Hist. of America, II, cap. V, (Ellis), pág. 299 y sig. Comp. la Conferencia de D. A. M. Fabié en el Ateneo de Madrid (Abril, 1892), etc., etc.

[563] Gutiérrez, op. cit, cap. II y III, pág. 85 y sig. Mac Nutt, op. cit., cap. VI, pág. 67 y sig. Antonio M. Fabié, (Conf. Ateneo, cit.), pág. 14 y sig. Fiske, Discovery, II, pág. 450, etc.

[564] Bourne, op. cit., pág. 269 y sig. y sus referencias. Saco, Historia de la Esclavitud, pág. 74 y sig. Doc. Inéditos de Indias, I, 284-326, etc. Helps, Spanish Conquest, I, 362-365, II, pág. 5 y sig. Herrera, op. cit., Dec. I, lib. IX, cap. V, etc. Gutiérrez, op. cit., cap XV, pág. 399 y sig. Mac Nutt, op. cit., pág. 92 y sig. Fiske, op. cit., II, pág. 455 y sig. Woodbury Lowery. Spanish Settlements, pág. 3 y sig. y sus notas. Altamira, Hist. de España, III, pág. 226, etc.

[565] No debe confundirse con el célebre Ojeda, compañero de Colón, cuyas hazañas relatamos en el capítulo anterior, como lo hace, por ejemplo, Llorente. (Oeuvres de Las Casas, vol. I, pág. 139).

[566] Fiske, Discovery, pág. 458 y sig. Helps. op. cit., II, pág. 35 y sig. Mac Nutt, op. cit., cap. VIII á XII, pág. 92 y sig. Gutiérrez, op. cit., cap. IV, pág. 182 y sig. Herrera, op. cit., Dec. III, 48, I, etc. (Véase Tabla General, Cumaná, etc.).

[567] Vse. Herrera, op. cit., Dec. I, lib. IX, cap. II-IX, etc. Gutiérrez, op. cit., pág. 41 y sig. Bourne, op. cit., pág. 149 y sig. Mac Nutt, op. cit., pág. 40 y sig. Robertson, op. cit., pág. 207 y sig. Bartolomé de Las Casas, Hist. I, pág. 40 y sig. Oviedo, Hist., lib. XVII, cap. III. Pezuela, Ensayo Histórico de Cuba, I, pág. 22 y sig. P. S. Guiteras, Hist. de la Isla de Cuba, pág. 240 y sig. y sus citas. Carrera y Justiz, Int. á la Hist. de las Instituciones Sociales de Cuba, (Habana, 1905), vol. II, pág. 16 y siguientes, etc., etc.

[568] En las ordenanzas dictadas por Felipe II en 1573 se mandó que el término pacificación se sustituyera por el de "Conquista". Vse. Woodbury Lowery. Sp. Set., pág. 134, nota 2, etc.

[569] Los castellanos perseguían á los indios con sus perros de presa, algunos de los cuales, como el célebre "Becerrillo" de Ponce de León, participaba en el botín. Véase Oviedo, op. cit., I, pág. 547, IV, 593, etc.

[570] Vse. Winsor, N. & C. H. of A. II, pág. 231 y sig. y sus notas y referencias (pág. 283, etc.). Woodbury Lowery, Sp. Settlements, pág. 123 y sigtes. y sus referencias. Col. Doc. Inéd. (Capitulación con Ponce de León) XXII, pág. 33-38. Herrera, Dec. III, lib. I, cap. XIV. Barcia, Int. al Ens. Cronológico de Cárdenas y Cano, para la Hist. General de la Florida, pág. 23 y sig. Buckingham Smith, Col. Doc. para la Hist. de la Florida, pág. 54 y sig. Oviedo, Hist, lib. XXXVI, cap. I, etc. Bourne, op. cit., pág. 33 y sigtes. con sus notas y referencias, etc., etc.

[571] Bernal Díaz del Castillo, Hist Verdadera, vol. I, cap. I, p. II y cap. VI. Herrera, Dec. II, lib. I, cap. XVII-XVIII. Oviedo, op. cit., vol. II, pág. 139. Gomara, Hist., lib. II, cap. III. Barcia, Ensayo Cronológico, cit. fol. 3 y sig. Pedro Mártyr de Anglería, op. cit., Dec. IV., cap. I y II. Las Casas, Hist., IV, pág 358 y sig. Winsor, N. & C. H. of A., II, pág. 214 y sig. y sus notas. Bourne, op, cit., pág. 152 y sig. Woodbury Lowery, op. cit., pág. 148 y sig. y sus referencias.

[572] Las Casas, Hist., IV, pág. 422 y sig. Bourne, op. cit., pág. 149 y sig. Fiske, Discovery, II, pág. 243. Herrera, op. cit., Dec. II, cap. LIX-LX, etc. Winsor, N. & C. H. of A., II, pág. 201 y sig., sus notas críticas y referencias. Robertson, op. cit., pág. 252 y sig., etc., etc.

[573] Vse. Navarrete, Coll. III, 116, etc. Coll. Doc. Inéditos, XXXII, pág. 13-25-29-51, etc. Bourne, op. cit., pág 106 y sig. Winsor, N. & C. H. of A. II, pág. 191 y sig. y sus notas.

[574] Vse. Relación Pascual de Andagoya en Navarrete, Coll. Doc. Sec. III, vol. III, núm. VII. pág. 393 y sig. Castellanos, Varones Ilustres, dice: que los Indios de Santa Marta eran llamados caribes

"No porque allí comiesen carne humana
Mas porque defendían bien su casa..."
Elegías, Pte. II, canto 3.

[575] Doc. Inéd., XXXI, 529-533, y XXXII, 101, 103, 231, etc. Oviedo, op. cit., II, pág. 421. Las Casas, op. cit., III, 289-311. Navarrete, Coll. III, 170. Herrera, Dec. I, lib. VII, cap. VII, etc., y lib. VIII, cap. III-V. Bourne, op. cit., pág. 107 y sig. Winsor, N. & C. H., II, pág. 197 y sig. Irving, op. cit., pág. 54-102, etc., etc.

[576] Vse. Pedro Mártyr de Anglería, Dec. II, vol. II (Torres Asensio). pág. 62 y sig. Oviedo, op. cit., II, 465-477. Las Casas, Hist. III, 329-347. Herrera, Dec. I, lib. VII, cap. XIV, lib. VIII, cap. I á III, etc. Manuel José Quintana, Vida Españoles Célebres (Bca. Autores Españoles vol. XIX), pág. 283 y sig. Helps, op. cit., I, pág. 303 y sig. Irving, op. cit., pág. 103 y sig. Comp. la preciosa carta al Rey de Vasco Núñez de Balboa (Enero 20, 1513) en Navarrete, Coll. vol. III, núm. 4, pág. 358.

[577] "Después se presentó al Rey, que estaba en Valladolid, donde habló familiarmente conmigo, y me interesó acremente en contra del esgrimidor Vasco Núñez, y por diligencia de Anciso se pronunció sentencia contra él..." dice Pedro Mártyr de Anglería, op. cit., Dec. II, lib. VI, cap. III, pág. 138 (Ed. Torres Asensio). Comp. Fiske, Discovery, II, pág. 370 y sig., las autoridades citadas en la nota del párrafo anterior. Navarrete, Bib. Marítima, cap. II, pág. 666, etc., etc.

[578] Quintana, Vida de Balboa (loc. cit.), pág. 289 y sig. Bourne, op. cit., II. pág. 109. Pedro Mártyr de Anglería, Dec. II, lib. III á VI (vol. II, pág. 65-133, Torres Asensio). Carta de Vasco Núñez de Balboa al Rey en Navarrete Coll. tomo III, núm. 5, pág. 375, etc. Markham. Int. á la Trad. Inglesa de la Relación de Pascual de Andagoya (Navarrete, III. núm. 7, pág. 393), y las pág. 8, 9, 10, etc. de la traducción referida con sus notas. Oviedo, op. cit., III, pág. 5 y sig. Helps, op. cit., vol. I, lib. VI, pág. 237 y sigtes. Bancroft, Central América, I, pág. 129, 133 y sigtes. Id., México, vol. III, pág. 552 y sig. Herrera, op. cit., Dec. I, lib. IX. Winsor, N. & C. H. of A., II, pág. 194 y sig., etc., etc. La traducción inglesa de Markham de la Relación de Pascual de Andagoya forma el volumen 34 (1865) de las publicaciones periódicas de la Hakluyt Society.

[579] Sobre la vida y costumbres de estas y otras tribus del Istmo, Vse. Relación de Pascual de Andagoya (Navarrete, III, núm. 7, pág. 393). Su traducción y notas de Markham, citada, pág. 7 á 10, etc. Pedro Mártyr de Anglería, ed. citada, II, pág. 95 y sig. y mi cap. IX, época I.

[580] Vse. Quintana, loc. cit. Pedro Mártyr de Anglería, Dec. III, lib. I á III (pág. 209 á 284, vol. II, Torres Asensio). Carta de Vasco Núñez al Rey (Enero 20, 1514) en Navarrete, coll. III, 358-375. Herrera, loc. cit. y Dec. I, lib. X, cap. I. á VI. Ruge, Geschichte des Zeitalters, etc., pág. 346 y sig. Carta escrita por el rey Don Fernando sobre el descubrimiento de Balboa (Navarrete, coll. III, pág. 355). Comp. Helps, loc. cit. (lib. VI, cap. I) y sus notas. Doc. Inéd., XXXVII, pág. 282 (Carta del Rey á Vasco Núñez, Agosto, 19, 1514). Id., vol. XXXVII. Varias cartas del Rey á Pedrarias, á Alonso de la Fuente, "nuestro tesorero de Castilla del Oro," y á Vasco Núñez, pág. 285 y sig. y extractos pág. 193 y sigtes. Sobre la credibilidad de las cartas de Vasco Núñez, véase la nota de Navarrete en el vol. III de su Colección, pág. 385, y sobre el nombramiento de Adelantado, véase Pedro Mártyr de Anglería, op. cit., pág. 285 y Sabin. Dictionary, vol. XIII, núm. 56-338, citado por Winsor, N. & C. H. of A. II, pág. 212, Nota 1. etc.

[581] Pedro Mártyr de Anglería, op. cit., Dec. II, lib. VII, pág. 141 y sig. Fiske, op. cit., II, pág. 377 y sig. Helps, op. cit., vol. I, lib. VI, cap. II, pág. 260 y sig. y sus notas. Winsor, N. & C., H. of A. II, pág, 196 y sig. y sus notas críticas. Relación Pascual de Andagoya, loc. cit. (Trad. Markham), pág. 2 y sigtes. y sus notas (Vse. Introducción), etc., etc.

[582] Pedro Mártyr de Anglería, op. cit., Dec. IV, lib. IX, pág. 96 y sigtes. (vol. III, Torres Asensio). Helps, op. cit., vol. I, lib. VI, cap. II, pág. 265 y sigtes. y sus notas. Winsor, N. & C. H. of America, II, loc. cit. y notas, pág. 212. Relación Andagoya (Trad. Markham), pág. 8 y sigtes., sus notas y su precioso Mapa (Istmo de Panamá, 1513 á 1523).

[583] "Suplico á vuestra Majestad, decía Balboa en su carta al Rey (Enero 20, 1513), que no deje venir bachilleres ni licenciados salvo en medicina... porque no ha venido aquí (Darien) ninguno que no sea un demonio y lleve la vida de tal. Y no sólo son ellos malos, sino que traman y levantan infinidad de intrigas, pleitos é iniquidades perjudicialísimas porque la tierra es nueva, etc..." Vse. Navarrete, coll. III, pág. 374. Comp. Helps, op. cit., I, pág. 248.

[584] Vse. Winsor, N. & C. H. of America II, pág. 199 y sig. y sus notas, pág. 213 y sig. Navarrete, coll. III, pág. 337 á 355. Pedro Mártyr de Anglería, vol. III, (Torres Asensio), pág. 97 y sig., vol. II, pág. 142 y sig. y 209 y sig. La figura de Pedro Arias de Avila, llamado por algunos "Furor Domini" y el hecho de la ejecución de Balboa han sido juzgados con apasionamiento excesivo por Oviedo que tuvo como "Veedor" del Darien serias dificultades con Pedrarias, y por el cronista Herrera que lo copió. Vse. Oviedo, Hist. III, 21, 51, 83, etc. Herrera, Dec. II, lib. I, II, III. Dec. III, lib. IV, V, VIII, etc. En la controversia del referido historiador Herrera con D. Francisco Arias Dávila, Conde de Puñonrostro, decidió Gil Ramírez de Arellano "del Consejo de Su Majestad", nombrado árbitro, que Herrera había ido demasiado lejos (Vse. Doc. Inéditos, vol. XXXVII, pág. 215 y sig., y comp. Cartas de Balboa, Oct. 16, 1515). Sigo, pues, en mi texto, principalmente la Relación de Pascual de Andagoya (loc. cit.), testigo imparcial de los sucesos, y la de Pedro Mártyr de Anglería. Sin justificar en manera alguna á Pedrarias, creo que tan culpables como él fueron los que le envenenaron y precipitaron. Si no hubiese decapitado al Descubridor del Pacífico, apenas mencionaría la historia su nombre y su muy insignificante personalidad. Vse. Markham (Trad. Andagoya), pág. 9 y sig. y sus notas.

[585] Vse. Herrera, Dec. II, lib. I, chap. VII. Navarrete, Viajes, III, pág. 134. Pedro Mártyr de Anglería, op. cit., Dec. III, lib. X, cap. III, (pág. 472, vol. II, Torres Asensio). Hakluyt, Voyages, V, pág. 307. I. Toribio Medina. Juan Díaz de Solís, vol. I, pág. 250 y sigtes. Samuel A. Lafone Quevedo, Juan Díaz de Solís, pág. 5 y sigtes. P. Vicente Gambón, S. J., Lec. Hist. Argentina, vol. I, pág. 44 y sigtes., etc., etc.

[586] Vse. Rouse, Lec. X, 1, 521 (London, 1846), citado por Bourne, op. cit., pág. 114. Comentarios de Alfhonso d'Alburquerque, segundo virey de la India (Trad. Gray Birch, Ed. Portuguesa, 1774), Hakluyt Loc., vols. LIII-LV, LXII-LXIX, en especial vol. LIII, pág. 23 y sigtes, etc., etc.

[587] Guillemard, Life of Magellan, pág 17 á 180. Lord Stanley, First Voyage Round the World, pág. 187 y sig. Bourne, op. cit., pág. 118 y sig. Navarrete, Viajes, IV, 325 y sig. Relación del último viaje al Estrecho de Magallanes de la Fragata de S. M. Santa María de la Cabeza (1785-1786), Madrid, 1788, pág. 173 y sigtes. y sus notas y referencias.

[588] Gunther, Zeitalter der Entdeckungen, pág. 75, etc. Lord Stanley, First Voyage, etc., pág. 193 y sig. Bourne, op. cit., pág. 123 y sig. Guillemard, Magellan, pág. 163 y sigtes. y sus referencias. Diario de Francisco Alvo (Ms. Archivo Indias), Rel. Viaje Santa María de la Cabeza, pág. 188 y sigtes. Oviedo, Hist., pte II, lib. XX, cap. II, fol. 13. Pigafetta, cap. III y sigtes. y Maximiliano cap. II, etc., en Ramusio, Viaggi, etc., fol. 390 y sig. Herrera, Dec. II, lib. IV, cap. IX y sigtes., etc., etc.

[589] Bourne, loc. cit. Guillemard, op. cit., pág. 220 y sigtes. Pigafetta en Lord Stanley, First voyage, etc., pág. 68 y sig. Pedro Mártyr de Anglería, op. cit., Dec. V, cap. VII, (vol. III, Torres Asensio, pág. 309 y sig). Herrera, Dec. III, lib. I, cap IV, pág. 6. Relación viaje Fragata Santa María de la Cabeza, pág. 191 y sig. Comp. el Diario de Alvo (Ms.), y Gomara, op. cit., cap. 95, fol. 43, etc., etc.

[590] Vse. Guillemard, Magellan, pág. 306 y sig. Bourne, op. cit, 128 y sig. y sus notas. Herrera, Dec. III, lib. I, cap. XIV, pág. 132 y sig., etc., etc.






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both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and Michael
Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark.  Contact the
Foundation as set forth in Section 3 below.

1.F.

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1.F.4.  Except for the limited right of replacement or refund set forth
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or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.


Section  2.  Information about the Mission of Project Gutenberg-tm

Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
electronic works in formats readable by the widest variety of computers
including obsolete, old, middle-aged and new computers.  It exists
because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
people in all walks of life.

Volunteers and financial support to provide volunteers with the
assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
remain freely available for generations to come.  In 2001, the Project
Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.


Section 3.  Information about the Project Gutenberg Literary Archive
Foundation

The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
Revenue Service.  The Foundation's EIN or federal tax identification
number is 64-6221541.  Its 501(c)(3) letter is posted at
http://pglaf.org/fundraising.  Contributions to the Project Gutenberg
Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
permitted by U.S. federal laws and your state's laws.

The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
throughout numerous locations.  Its business office is located at
809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
business@pglaf.org.  Email contact links and up to date contact
information can be found at the Foundation's web site and official
page at http://pglaf.org

For additional contact information:
     Dr. Gregory B. Newby
     Chief Executive and Director
     gbnewby@pglaf.org


Section 4.  Information about Donations to the Project Gutenberg
Literary Archive Foundation

Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
spread public support and donations to carry out its mission of
increasing the number of public domain and licensed works that can be
freely distributed in machine readable form accessible by the widest
array of equipment including outdated equipment.  Many small donations
($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
status with the IRS.

The Foundation is committed to complying with the laws regulating
charities and charitable donations in all 50 states of the United
States.  Compliance requirements are not uniform and it takes a
considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
with these requirements.  We do not solicit donations in locations
where we have not received written confirmation of compliance.  To
SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
particular state visit http://pglaf.org

While we cannot and do not solicit contributions from states where we
have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
against accepting unsolicited donations from donors in such states who
approach us with offers to donate.

International donations are gratefully accepted, but we cannot make
any statements concerning tax treatment of donations received from
outside the United States.  U.S. laws alone swamp our small staff.

Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
methods and addresses.  Donations are accepted in a number of other
ways including checks, online payments and credit card donations.
To donate, please visit: http://pglaf.org/donate


Section 5.  General Information About Project Gutenberg-tm electronic
works.

Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
concept of a library of electronic works that could be freely shared
with anyone.  For thirty years, he produced and distributed Project
Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.


Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
unless a copyright notice is included.  Thus, we do not necessarily
keep eBooks in compliance with any particular paper edition.


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