The Project Gutenberg eBook of Granada, Poema Oriental, precedido de la Leyenda de al-Hamar, Tomo 1

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Title: Granada, Poema Oriental, precedido de la Leyenda de al-Hamar, Tomo 1

Author: José Zorrilla

Release date: September 3, 2017 [eBook #55480]

Language: Spanish

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*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK GRANADA, POEMA ORIENTAL, PRECEDIDO DE LA LEYENDA DE AL-HAMAR, TOMO 1 ***

Nota del Transcriptor:

Se ha respetado la ortografía y la acentuación del original.

Errores obvios de imprenta han sido corregidos.

Páginas en blanco han sido eliminadas.

La portada fue diseñada por el transcriptor y se considera dominio público.


GRANADA
POEMA ORIENTAL

PRECEDIDO DE LA
LEYENDA DE AL-HAMAR

POR
DON JOSÉ ZORRILLA

TOMO PRIMERO
NUEVA EDICIÓN

MADRID
IMPRENTA Y LITOGRAFÍA DE LOS HUÉRFANOS
Juan Bravo, 5.—Teléfono 2.198.
1895


Más de cuarenta años hace que salió á luz este Poema; y aun cuando su numerosa edición fué bien pronto agotada por el público, no ha vuelto á imprimirse. Vicisitudes de la vida del autor y vicisitudes del Poema mismo, cuyo tercer tomo se anunciaba constantemente aunque nunca llegara á escribirse, fueron causa de que la obra más extensa de Zorrilla, y en que él cifraba mayor empeño, sea hoy un libro raro, casi desconocido de la generación actual.

La viuda del gran poeta deseó reimpri[Pg 8]mir los bellísimos versos del Granada, en memoria de su amante esposo y como legado que él dejó para auxilio de una numerosa familia; pero su intento hubiera sido estéril sin el noble concurso de que la propia interesada da razón más adelante.

Esta obra, pues, no sale nuevamente al público para pedir lauros nuevos á la crítica, sino para propagar su lectura entre los que sólo conocen de ella que el peregrino ingenio á quien se debe lleva por sobrenombre El cantor de Granada.


[Pg 9]

CARTA
AL
Excmo. Sr. D. JOSÉ MARTÍNEZ DE RODA

SENADOR POR LA PROVINCIA DE GRANADA

Madrid 1.° de Junio de 1894.

Mi distinguido señor y amigo: No sé cómo manifestar á Ud. mi agradecimiento por el favor que me hace publicando el Poema de mi difunto esposo. Demuestra Ud. con ello ser digno hijo de la hermosa comarca que él cantó, á la vez que consecuente con la amistad que Zorrilla le tuvo, y de la cual dejó prueba consignando sus últimos versos en el Álbum de la Ilustre Señora á quien Ud. ha dado su nombre.

Gracias, pues, de mi parte, así como de las hijas adoptivas del poeta, favorecidas todas por su generosidad; y aun cuando me consta que Ud. deseaba ser nuestro protector anónimo, yo creo de rigurosa justicia hacer pública esta carta en las primeras páginas del libro, como muestra de un reconocimiento que conservará siempre vivo en su corazón la que hoy se le ofrece amiga y servidora, q. b. s. m.,

Juana Pacheco,
Viuda de Zorrilla.


Este Poema es propiedad de la viuda de Zorrilla, sin cuyo consentimiento no podrá reimprimirse, ni en todo ni en parte.

Queda hecho el depósito que previene la ley.


[Pg 11]

JUICIO ANTICIPADO DE ZORRILLA
SOBRE SU OBRA

Había pensado (escribe) anteponer á mi poema un académico y razonado discurso en forma de prólogo, obra desde luego de algún amigo mío, persona de alta reputación literaria y de grande autoridad, para que le sirviese de escudo y protección y previniera en su favor la opinión pública, manifestando abiertamente la parcialidad de la suya; pero he desistido de semejante pensamiento, porque he reflexionado que, si el poema fuere bueno, no necesitará de protec[Pg 12]ción; y si fuere malo, no bastarán para protegerle todas las autoridades reconocidas de la Cristiandad y del islamismo.

El que crea, sin embargo, que con él pretendo realizar la novena maravilla (dado que el Escorial sea la octava), y asombrar al mundo con un poema épico, está en un error, y me honra mucho suponiéndome tan sobrado de alientos. Mi obra, á la cual notará el discreto que llamo Poema oriental, no es más que una enorme leyenda, en la cual otro ingenio más competente hallará reunidos los materiales necesarios para construir el clásico edificio de la magnífica epopeya encerrada en la época de la conquista de Granada. Avergonzado al ver que extranjeros autores han llamado antes que nosotros á las puertas de la Alhambra, ya con el grosero aldabón de la novela descabellada é insulsa, como Florián, ya con el martillo de la juiciosa y galana historia, como Washington[Pg 13] Irving, heme arrojado á abrir el cancel de su misterioso alcázar al genio feliz á quien sea dado apoderarse de su encantado recinto.

Tales son, y no otras, las limitadas pretensiones de mi Poema.


FANTASÍA

Bruselas, 21 de Febrero de 1852.

AL SEÑOR
DON BARTOLOMÉ MURIEL
EN PRENDA DE AMISTAD

Fantasía

I

¿Imaginas que son, Muriel amigo,
Barreras para mí tiempo y distancia?
¿Piensas que porque Flandes me da abrigo,
Mientras tú habitas en la inquieta Francia,
Mi voz no puede platicar contigo,
Mi pie no puede visitar tu estancia?
¡Error! Por ti los imposibles puedo,
Y aunque de Francia parto en Francia quedo.
¿No sabes que el poder de los poetas[Pg 18]
Es inmenso, Muriel: que cuanto tocan
Hechizan con su magia: que, sujetas
Á su poder, las almas se convocan
Á oirles: que con prácticas secretas
Hablan con el ausente, al muerto evocan,
Reedifican de un soplo las ciudades
Y hacen retroceder á las edades?
¿Sus órdenes no sabes que obedecen
Ejércitos de genios que á millares
Amigos por doquier les favorecen,
Haciéndoles los montes y los mares
Transponer: que doquiera se aparecen
Sin respetar ni tiempos ni lugares:
Para quienes no hay diques, ni barreras,
Policías, aduanas, ni fronteras?
¡Mísero amigo mío! ese medroso
Són que á los pies de tu callado lecho
Percibes con pavor, que tu reposo
Turba agitando tu apenado pecho,
No es del chisporroteo bullicioso
Que alza tu lamparilla, en el estrecho
Círculo ahogada del cubierto vaso:
Es el rumor de mi imprevisto paso.
Soy yo, que los espacios transponiendo[Pg 19]
De mi secreta magia con el arte,
En alcázar fantástico pretendo
Tu cairelado lecho transformarte.
Soy yo, Muriel, que, ante tu faz abriendo
Su dorado cancel, voy á guiarte
Á través de una espléndida morada
Por misteriosos seres habitada.
Sí, yo soy quien asalto tu aposento.
Despierta, pues; la inspiración ahora
En mis entrañas inflamarse siento
Con fuego creador que las devora.
Incapaz de guardar mi pensamiento
El tropel de delirios que atesora,
Va á romper impetuoso sus barreras
Y á lanzar en la sombra sus quimeras.
Yo, poeta que al mundo fuí evocado
Del fondo de una abierta sepultura,
Camino de fantasmas rodeado,
Sueños de mi creencia y mi locura.
Manes que sus sepulcros han dejado
Para seguirme por la tierra obscura,
Conmigo van y con mi aliento aspiran,
Doquier me cercan y doquier me inspiran.
Sobre sus alas con errante vuelo[Pg 20]
Los antros más recónditos visito,
De la pasada edad levanto el velo,
En sus viejos alcázares habito,
El sueño de sus héroes desvelo,
Sus caballeros á la lid concito,
Y al eco audaz de mi inspirado acento
Acuden cabalgando sobre el viento.
Á veces á la luz de las estrellas,
Por una soledad no conocida
Ni habitada jamás, sigo sus huellas
Escuchando el relato de su vida
En una lengua cuyas frases bellas
Una armonía exhalan nunca oída,
Y sin auxilio de palabra ó letra
En mi encantado corazón penetra.
En aquellas fantásticas regiones
El tesoro riquísimo se encierra
De aquellas misteriosas tradiciones
Que la historia veraz de sí destierra,
Más que de sus recónditos rincones
Tenaz la poesía desentierra,
Y que, al amparo de la fe y del arte,
Forman en su región un mundo aparte.
Allí están las tristísimas bellezas[Pg 21]
Que lloraron incógnitos amores:
Los héroes sin prez cuyas proezas
No ensalzaron jamás los trovadores:
Armado el paladín de todas piezas,
Coronadas las vírgenes de flores,
Tendidos los de Oriente sobre chales
Ornados con moriscos almaizales.
Allí están las purísimas mujeres
Que, encerradas en santos monasterios,
Conversaron del cielo con los seres
De la virtud sondando los misterios:
Que oyeron en sus místicos placeres
De los santos Querubes los salterios
Y cuyo corazón, libre de amores,
Se espigó y se secó como las flores.
En medio de estos seres ideales,
Que no están amasados con la escoria
De que fuimos formados los mortales,
La vanidad de la mundana gloria
Despreció y halló bálsamo á los males
De nuestra frágil vida transitoria,
Tejido espeso de miserias largas,
De días de pesar y horas amargas.
Allí es donde, á la luz de las creencias[Pg 22]
De nuestra infancia, quemo á las memorias
De nuestra hermosa patria las esencias
De la fragante poesía. Historias
Cuyo relato embarga las potencias
Son las de estas visiones ilusorias,
Compañeras alegres de mis cuitas,
De edad mejor imágenes benditas.
Espíritus que en torno de mi lecho
Velan y por mi bien se multiplican,
La pesadilla ahuyentan de mi pecho,
Mis penosos ensueños dulcifican,
Del corazón en la impureza hecho
Los malignos intentos purifican,
Y transforman el campo de mi mente
En un florido Edén resplandeciente.
Ellos en mis vigilias solitarias
Me distraen con dulcísimas memorias,
Me hechizan con sus himnos y plegarias
Y á que escriba me incitan sus historias:
Por sus regiones vago imaginarias,
Abrazo sus visiones ilusorias,
Y en otra creación, con otros seres
Paso mi vida, parto mis placeres.
Por eso elijo las nocturnas horas[Pg 23]
Para hacer el relato de mis cuentos,
Labrando en las tinieblas incoloras
Las torres de mis locos pensamientos.
Por eso de sus sombras protectoras,
Asaltando á favor tus aposentos,
Vengo á hacerte, Muriel, la pobre ofrenda
De esta loca y fantástica leyenda.
Tú que, amigo sincero, mis pesares
Cariñoso y leal has consolado:
Tú que del infortunio en los azares
Apoyo generoso me has prestado:
Tú que con honda fe de mis cantares
El poder misterioso has invocado
Del duelo y el afán como anatema,
Escucharás benigno mi poema.
Tú, que sabes del mundo retirarte,
Sin que pueda el turbión de sus insanos
Delirios en su vértigo arrastrarte:
Que de una noble sociedad de hermanos
Has sabido en tu cámara cercarte
Para escuchar mis cuentos africanos,
Quiero que des tu nombre á la portada
De mi oriental leyenda de Granada.
¡Y ojalá dure la memoria mía[Pg 24]
Cuanto duren los siglos venideros,
Y corra este papel, famoso un día,
De la tierra los ámbitos enteros:
Para que desde Norte á Mediodía
Vayan nuestros dos nombres compañeros,
Y el tuyo brille en la futura historia
Al resplandor de mi futura gloria!
Óyeme pues, Muriel, antes que vuelen
Las horas de los sueños y visiones:
Antes de que los genios se desvelen
Contrarios de mis vagas creaciones,
Y las parleras auras les revelen
El oculto poder de mis canciones:
Antes, en fin, que el Sol con rayos puros
Disipe mis poéticos conjuros.
Óyeme lejos del tumulto loco
De la revuelta sociedad, y fía
Que no nos faltará, si yo la evoco,
Para escuchar mis versos compañía.
Yo, que á mi voz animo cuanto toco,
Voy á poblar la atmósfera vacía
De multitud de espíritus atentos
Que contigo á la par oigan mis cuentos.
Al soplo de mi aliento poderoso,[Pg 25]
Va á circundarnos y á prestarme oído
Ese mundo de sombras vagaroso
Por tus preciosos lienzos repartido.
Ese mundo fantástico en reposo
Mantenido hasta hoy, va desprendido
Del muro á hacer de mi velada parte:
Porque, ¿qué hay imposible para el arte?
Yo amo, Muriel, los lienzos y esculturas
Que tu curiosa cámara guarnecen;
Sus soñadas ó históricas figuras
Amigos de mi infancia me parecen:
De otra vida anterior memorias puras,
Recuerdos que mi sér rejuvenecen,
Genios tal vez de mi existencia guías,
Que la conducen á mejores días.
La causa ignoro, mi razón no alcanza
Por qué ha unido, Muriel, mi loca idea
Á un porvenir de luz y de bonanza
Cuanto el lugar de tu mansión rodea:
Mas cuanto en mis delirios de esperanza
Mi corazón, supersticioso, crea,
Lo veo de tus cuartos y pinturas
Ornado con los muebles y figuras.
Ellos han escuchado los primeros[Pg 26]
De mi laüd morisco la armonía,
Y, á crëer en fanáticos agüeros,
Padrinos son de la fortuna mía.
En brazos de esas damas y guerreros
Salen mis versos á la luz del día,
Y yo de su presencia no renuncio,
Crédulo, en mi favor, al fausto anuncio.
Yo, en el campo del arte peregrino,
Doquier del arte adorador profundo,
Que presentado á ser voy imagino
En brazos de las artes en el mundo:
Y pues me trajo entre ellas mi destino
Á desplegar las hojas en que fundo
Mi esperanza á la gloria que ambiciono,
Á ilusión tan dichosa me abandono.
Murillo, Rafaël, Salvator Rosa,
Piombo, Teniers, Tiziano, Stein, Morales,
Cuyas firmas de mano vigorosa
Leo sobre esos lienzos inmortales,
Aunque, viles, no logren otra cosa,
Para mis pobres cantos orientales,
Yo de vuestra presencia los auspicios
Acepto con afán como propicios.
Y tú, dulce y amante Garcilaso,[Pg 27]
Cortesano cantor de los pastores,
Que cuenco pastoril el áureo vaso
Hiciste do libaste tus amores:
Tú que entre miel y ámbar á tu paso
Sembraste versos que brotaron flores,
Ve si á los míos tu dulzura inspiras
Desde ese marco en que tenaz me miras.
Y vosotros, bizarros personajes,
Seres faltos de sér, á quien del caos
Para adornar sus fondos y paisajes
Sacó el genio vivífico: animaos.
Á mis cristianos himnos y salvajes
Sonatas africanas despertaos:
La poesía en las pasadas eras
Movió los montes y domó las fieras.
Vivificaos, pues, y en torno mío
Agrupaos ¡oh imágenes hermosas
Del amor, el pesar, la fe y el brío!
Venid ceñidas de fragantes rosas,
Ó devorado el corazón de hastío,
Visiones del desierto pavorosas,
Diana impura, llorosa Magdalena,
Vigorosa Judit, robada Elena.
Alba severo, incógnitos señores[Pg 28]
De plegados vuelillos y valonas,
Apáticos flamencos fumadores,
Zagales cuyas cabras juguetonas
Pasto buscan de céspedes mejores:
Del marco desprended vuestras personas,
Formad una callada fantasía
Que auditorio idëal preste á la mía.
Revivid á mi acento, yo os conjuro,
Creaciones que estáis en el dominio
De la imaginación: congreso impuro
De dioses ya sin cielo, del triclinio
Baja á mi voz, y aunque te sea duro
Renunciar del Parnaso al patrocinio,
Ven á adorar en mis severos cantos
La gloria de otros númenes más santos.
Venid lúbrica Venus, rubia Ceres,
Diosas en otros tiempos inmortales,
Otros genios á ver y otras mujeres
Hollando vuestro altar y pedestales.
Nuevas Divinidades, nuevos seres
De prez y de virtud más celestiales,
Dan hoy á una mejor mitología
Con más íntima fe más poesía.
¡Gracias, bellas quimeras! ya os percibo;[Pg 29]
Dejad de mis conjuros al acento
La vil materia en que creó cautivo
Vuestro ficticio sér un pensamiento.
Apréstate, Muriel: al soplo vivo
De mi fecundo é inspirado aliento,
Voy á abrir á tu atónita mirada
El recinto de la Árabe Granada.

II

Mas la planta ¡oh Muriel! ten un momento
Antes que huelles su frondosa vega,
Porque traidor me asalta un pensamiento.
Mal retenida entre tus labios juega
La sonrisa del que oye y, caballero,
Aunque tenaz no cree, cortés no niega.
Que extrañas ¡ay de mí! por ella infiero,
Que con sincera convicción cristiana,
Hoy en són tan veraz como severo
Mi voz resuene, cuando ayer mundana
Y de la tierra escándalo profano
El vicio y el placer cantó liviana.
¿Quieres saber, Muriel, por qué el mundano[Pg 30]
Laüd dejando, en harpa vibradora
Las glorias de la Cruz canto cristiano?
¿Quiéres saber por qué, bebiendo ahora
Mi inspiración en el venero vivo
De nuestra Fe, mi voz consoladora
Levanto en el tumulto revulsivo
De nuestro siglo turbulento, al duelo
Del corazón buscando lenitivo?
Pues voy audaz á descorrer el velo
Que tal misterio encubre, en una historia
Que con orgullo y sin temor revelo.
Reservada y recóndita memoria
Del libro inmaterial del alma mía:
Historia sólo para mí: ilusoria,
Poética y gentil alegoría
Nada más para el mundo, á cuyo oído
Jamás imaginé que llegaría.
Aparta, pues, del límite florido
De Granada, que estás casi pisando,
Tu pie, menos feraz y entretenido
Sendero agreste tras de mí tomando,
Y avancemos, Muriel..... pero medita
Que en la región del alma vas entrando.

[Pg 31]

LAS DOS LUCES

Es la existencia golfo que se agita
Circundando islas mil, cuyo olëaje
De la nada en las playas se limita.
Naves las almas son en que el pasaje
Hacemos de este golfo, cuyo centro
El punto es de partida en este viaje.
Centro es la cuna: una isla mar adentro
En la mitad del golfo colocada,
Do alma y cuerpo se salen al encuentro.
Al mar cada alma desde allí lanzada
Va de una en otra isla escala haciendo,
Hasta dar en las playas de la nada:
Allí en la inmensa eternidad cayendo,
Náufrago el cuerpo en la ribera espira
Al criador su nave devolviendo.
Amor, deleite, lujo, ambición, ira,
Gloria, amistad, honor, fama, y orgullo,
Islas son donde reina la mentira.
Desde ellas nos reclama con arrullo
Fascinador: de danzas y canciones
Nos envía al pasar manso murmullo:
Á ellas con falaces ilusiones[Pg 32]
Nos atrae, y, viajeros perezosos,
Vamos haciendo escala en las pasiones.
Fe, ciencia, religión..... son luminosos
Faros que por las varias latitudes
Nos guían de estos mares procelosos.
«¡Voga!» nos dicen con su luz «no dudes.
¡Voga!» y, pilotos de arte y experiencia,
Vamos haciendo escala en las virtudes.
Por las pasiones va nuestra existencia
Sus riquezas gastando, y adquiriendo
Por las virtudes va nueva opulencia.
Las naves bien lastradas al tremendo
Vaivén resisten y oleaje fuerte:
Las vanas ceden al embate horrendo.
Era yo joven: mi conciencia inerte
Dormía, cuando al mundo audaz y solo
Salí fiado en la voluble suerte.
Lëal, franco, inexperto, extraño al dolo,
Creyendo en cuanto vi con fe sincera,
Mío el mundo juzgué de polo á polo.
Mi alma entonces, góndola ligera
En manos de señor joven y ansioso
De vida mundanal y placentera,
Se dejaba guiar por el undoso[Pg 33]
Y turbulento mar de la existencia,
Ya á naufragar vecina, ya en reposo
Vogando de aura mansa á la influencia:
Al sol ardiente y á la tibia luna
Meciéndose en el mar con indolencia
Siguió siempre mi nave y mi fortuna
La dulce poesía, compañera
De mi gozo y mi afán desde la cuna:
Y con voz ora humilde, ora altanera,
Mis placeres canté, mis ilusiones
Hechicé, la ventura pasajera
De la vida fugaz en mis canciones
Celebré; y ora crédulo, ora impío,
Templé mi lira con inciertos sones.
Abordé en mi demente desvarío
Del golfo de la vida las riberas
Todas, sin otra ley que mi albedrío.
Sus islas visité más hechiceras:
Gloria, amistad, amor, deleite, oyeron
Mis insensatas cántigas primeras:
Y doquier por el golfo me aplaudieron,
Y de lauros cargáronme la frente,
Y embriagándome al fin, me embrutecieron.
Triunfé, amé, disipé, reñí insolente.
¿Qué saqué de esta vida vergonzosa?
Hastiado el corazón, seca la mente.
Mi alma, nave sin lastre, en peligrosa[Pg 34]
Marcha me conducía abandonado
Al olëaje de la mar undosa.
Entonces recordé mi sosegada
Niñez: cuando mi madre me tenía
Sentado en sus rodillas y posada
Su mano en mi cabeza, dirigía
Mi atención al altar donde radiante
Se elevaba una imagen de María.
Y entonces recordé la voz vibrante
Del monje que en el púlpito exclamaba:
«La existencia más larga es un instante;
»Honor, gloria, poder, todo se acaba
»Con ella: sólo nuestras obras viven,
»Y ¡ay del que con sus obras no se cava
»Su tumba! Todos del Señor reciben
»Para el bien un talento, y Dios ordena
»Que el suyo todos para el bien cultiven.»
Recordé que esto oí en la edad serena
De la cándida fe, cuando la mente
Virgen recibe la impresión ajena
Que conserva indeleble eternamente.
Hasta entonces jamás mirado había
Detrás de mí: tornéme ansiosamente
El rastro á ver de la existencia mía:
¿Qué vi? la inmensidad del ocëano
Que tras de mí desierta se extendía.
La nave de mi alma un solo grano[Pg 35]
De lastre no llevaba, ni una sola
Flor de las islas conservó mi mano.
El rumor de una ola y otra ola
No más en torno oía, y el profundo
Són de la mar que el corazón desola
Blando susurre ó muja furibundo.
¿Me comprendes, Muriel? te voy contando
La historia de mi alma: lo que al mundo
Nadie cuenta jamás: lo que llevando
Va cada cual consigo, cuidadoso
En el inquieto corazón guardando.
Lo que el hombre no dice vergonzoso,
Mas lo que á solas piensa en el momento
En que cierra su párpado al reposo.
Iba yo, pues, al olëaje lento
Del golfo de la vida en la barquilla
De mi alma vogando, el pensamiento
Tornado á mi niñez, de toda orilla
Lejos, el corazón triste y vacío
De lo pasado, viendo que la quilla
Del alma no dejaba entre el bravío
Olëaje señal, y nuevo rumbo
Dar meditando al barquichuelo mío:
Y he aquí que de las ondas al balumbo
Avanzando al azar ciego y perdido
De olas en olas y de tumbo en tumbo,
Vi una isla á lo lejos; decidido[Pg 36]
Torné á ella mi proa y tomé suelo
En país para mí desconocido;
La Isla de la Razón era, que el Cielo
Puso en mitad del viaje de la vida.
La rica nave, el débil barquichuelo
Que allí aporta sin rumbo, la perdida
Brújula cobra y desde allí dirige
Su viaje á fácil playa. Guarecida
La Razón de esta isla, en ella rige
Como reina, teniendo en su ribera
Dos luces siempre ardiendo, y una elige
De las dos el que arriba, su postrera
Travesía al hacer: cada uno enciende
Su antorcha en una y, breve ó duradera,
Con esta luz su travesía emprende,
Cuerdo ó desatinado, el navegante
Que á sí no más en la elección atiende.
De saltar en su isla en el instante
«De la fe es esta luz, del siglo es esta»
Me dijo la Razón: y, vacilante
En la difícil elección funesta
Entre la fe y el siglo, al alma mía
Entre las luces de ambos dejó puesta.
La antorcha de la fe no despedía
Más que un rayo de luz tranquilo y puro,
Que por la limpia atmósfera subía
Recto á perderse en el azul obscuro[Pg 37]
De la pura región, que el ojo humano
No contempló jamás fijo y seguro.
Á la luz de la fe nada cercano
Sobre el haz de la tierra se alcanzaba:
Pero en la altura del zenit lejano
Veíase una estrella y se dudaba
Si la luz de la fe de ella venía,
Ó la luz de la fe se la prestaba.
Yo entre la tierra y la región del día
Este rayo común juzgué, y no en vano,
Que comunicación establecía.
Circundaba este rayo soberano
Rico enjambre de abejas luminosas
Con alas de oro, cuanto más cercano
Al resplandor su vuelo más hermosas:
Y en el centro del rayo refulgente
Labraban sus panales oficiosas.
Quemábalas al fin el foco ardiente
Y en lugar de cenizas, convirtiéndolas
En bellísimas aves, de repente
La luz del rayo místico impeliéndolas,
Tomaban vuelo hacia el zenit palomas,
Águilas, cisnes, garzas y oropéndolas;
Y abrasada su miel, suaves aromas
Exhalaba que en la aura derramándose
Embalsamaban mar, valles y lomas.
La luz del siglo, móvil elevándose,[Pg 38]
Culebreaba con llamas refulgentes
De su foco en redor desparramándose,
Formando con sus llamas transparentes
Un bello árbol de luz que reflejaba
Los colores del iris esplendentes.
Bajo este árbol radiante vegetaba
Innumerable colección de flores,
En la que muchedumbre se criaba
De mariposas, ricas en colores,
Agradables en forma y movimiento,
Y en gala incomparables y en primores.
Susurro vago y apacible y lento
Con sus alas hacían y en contorno
De aquel árbol de luz giros sin cuento:
Mas al fin deslumbradas y al bochorno
Del fuego enloquecidas, acercándose
Al foco abrasador, del rico adorno
De sus puros colores despojándose,
Poco á poco en la luz se iban lanzando
Y unas tras otras en la luz quemándose;
Y un poco de humo fétido exhalando,
Polvo las mariposas se volvían,
Su sitio ante la luz á otras dejando.
Más bellas las abejas renacían
En la luz de la Fe, y las mariposas
Polvo en la luz del siglo se volvían.
¿Quién de aquestas dos luces misteriosas[Pg 39]
La alegoría mística no advierte?
La miel de las abejas oficiosas,
Que en aroma á su luz la fe convierte,
Son las obras del hombre, que embalsaman
Su memoria triunfante de la muerte.
El polvo que de sí cuando se inflaman
Las mariposas sueltan, son las horas
Que en el siglo sin fruto se derraman.
Estériles así ó germinadoras
Son, sin fe, mariposas nuestras vidas
Y abejas con la fe trabajadoras;
Las almas naves á la mar partidas,
Ricas, seguras, con la fe vogando,
Con el siglo, sin lastre, sumergidas.
Todas de la Razón van arribando
Á la isla: en sus luces toman fuego
Y siguen á las costas navegando.
Yo, que ha ya siete lustros que navego
Por la existencia, á la Razón arribo
Y en su luz tomo de mi antorcha el fuego:
Y el escaso talento que recibo
Del Señor para el bien, constante abeja
Labrando mi panal, con fe cultivo.
Pienso que de mi fe duda no deja[Pg 40]
En ningún corazón mi alegoría,
Pues mi alma en sus luces se refleja.
¿Qué es un poeta? Un ave en la sombría
Selva del mundo por su Dios lanzada
Para llenar sus senos de armonía:
Mas no para gorjear desatinada
Día y noche, la selva ensordeciendo,
Malgastando la voz que le fué dada
Para elevarla audaz sobre el estruendo
Mundanal, y con fe consoladora
La gloria de su Dios enalteciendo.
No al poeta se dió la voz sonora
Como engañosa voz á la sirena,
Ni como al cocodrilo voz traidora;
La del poeta el ánimo serena
Del hombre por la tierra peregrino:
Dulce y divina voz que le enajena,
La patria celestial de donde vino
Recordándole siempre y aliviando
La fatiga mortal de su camino.
¡Ay del poeta que, sin fe cantando,
Sólo murmullo efímero levanta
Como el agua y el aire susurrando!
¡Ay del poeta que su fe no canta
Y la gloria del pueblo en que ha nacido,
Enronqueciendo en vano su garganta!
¡Mariposa y no abeja!—Tal ha sido[Pg 41]
La causa que, tenaz, de esta obra mía
En el asiduo afán me ha sostenido.
Cambia con mi razón mi poesía,
Y á la luz de la fe recapacito
Que he sido mariposa hasta este día.
Ha siete lustros que la tierra habito,
Ave insensata que en la selva trina
Con inútil gorjear, y necesito
Utilizar la inspiración divina
Que al poeta da Dios, el sacrosanto
Sino cumpliendo á que mi sér destina.
Y he aquí por qué cuando hoy mi voz levanto,
Cristiano y Español, con fe y sin miedo,
Canto mi religión, mi patria canto.
Con mi destino cumplo como puedo;
Y si sucumbo por llenarle, en suma,
Con Dios en paz y con mi patria quedo.
Ahora, Muriel, en alas de mi pluma
Volvamos al dintel de mi poema;
(Puesto que es fuerza que de tal presuma.)
En tanto, pues, que en la jornada extrema
Tocamos, ven conmigo hacia Granada,
Regio florón de la oriental diadema.
Ven de mi narración la no trillada[Pg 42]
Senda siguiendo: al arabesco estilo
La encontrarás de flores alfombrada.
No es un camino real tirado al hilo
Derecho y espacioso, mas conduce
Por medio de un vergel al regio asilo
Del alcázar Muslim, y se introduce
Antes por bib-arrambla do las flores
Verás más bellas que el Genil produce.
Fátima la Zegrí, perla de amores,
Cual su nombre lo dice: la Azafía
Cándida como el suyo: la en albores
Extremada Jarifa: albor del día,
La dicha así por su beldad, Zoraya:
Zaida, que fuego en el mirar tenía:
La espejo de constantes Almeraya:
Zelinda, la orgullosa Alpujarreña:
Borina, prez de la murciana playa:
Zora, la voluptuosa Malagueña:
Zobeika, la rival de Sarracina:
Lindaraja, la ardiente Zahareña,
Y cuantas tuvo, de beldad divina
Prodigios humanados, nobles moras
La conquistada corte Granadina.
Hallarás en mi libro encantadoras
Leyendas, orientales fantasías,
Que más dulces tal vez te harán las horas,
En rimas pobres, pues al fin son mías,[Pg 43]
Pero halagüeñas para aquel que aprecia
La Hispana gloria y los pasados días.
No encontrarás los númenes de Grecia
Invocados en él: genios distintos
Asisten á mis héroes en su recia
Caballeresca lid; bajo sus plintos
Los templos de la Cruz no dan ya paso
Á Venus ni á Plutón, ni en los recintos
De la Alhambra jamás trotó el Pegaso:
Que el rayo vivo de la Fe Cristiana
Cegó á las Musas y quemó el Parnaso.
Hallarás en mi libro, á la Africana
Usanza, algo excesiva galanura,
Pues fiel la lira con la acción se hermana
Y el tono que la da seguir procura:
Mas no el poema juzgues de la vaga
Leyenda de Al-hamar por la lectura.
Su narración fantástica divaga
Enfática y difusa á cada punto
Por su argumento celestial, que halaga
Tal vez, mas tal vez cansa; su conjunto
Ni en forma, ni en estilo da en efecto
De mi poema idea, aunque su asunto
Se encuentra al del poema tan afecto
Que, á faltar la leyenda, desmembrada
Su acción parecería é imperfecto
Su plan, como palacio sin portada.[Pg 44]
Tal es mi obra.—Ahora penetremos,
Muriel, en el recinto de Granada.
¡Y ojalá que á sus términos extremos,
Como á risueño fin de alegre viaje,
Al compás de mi cántico lleguemos!
¡Y plegue á Dios que el bárbaro ropaje
De mi cuento Muslim vuelva con pompa
Manto imperial el albornoz salvaje!
¡Y plegué á Dios que, cuando el canto rompa,
Se me torne el laüd que me acompaña
La de homérico són épica trompa,
Que el eco lleve de mi voz á España!

III
INSPIRACIÓN

¡Cristiana inspiración, hija del cielo,
Que diste sér á mi canción primera,
De mi existencia en el placer y el duelo
Guía siempre lëal y compañera!
Tú que, al vestirme mi mortuorio velo,
Dirás conmigo mi oración postrera:
Tú que abrirás con el sepulcro al alma
De la tranquila eternidad la calma:
[Pg 45]Tú que, al soplo de un aura perfumada,
Con mi espíritu errante has recorrido
los desiertos del África abrasada,
Pensil de palmas, de serpientes nido:
Y los cármenes frescos de Granada,
Edén para los Árabes perdido:
Y los talleres de Albión obscura:
Y de París la bacanal impura:
Tú que, perenne, con materna mano
Conservaste en mi alma por doquiera
De la Esperanza el incorrupto arcano
Y de la Fe la inextinguible hoguera:
Tú que, al cruzar el arenal mundano,
Has templado mi sed rabiosa y fiera
Aplicando á mis labios la ambrosía
Del cáliz de la dulce poesía;
No me abandones hoy que necesito
Purificar y esclarecer mi idëa,
Al fuego santo del fanal bendito
Do inflamó Dios tu inextinguible tea.
Hoy que anhelo una voz de eco infinito,
Que más que de mortal robusta sea,
Para enviar á la tierra en que vi el día
En alas de un cantar el alma mía.
¡Inspiración católica, más fuerte[Pg 46]
Que los tres elementos destructores
De la envidia, del tiempo y de la muerte!
Ciñe mi sien y mi laüd de flores:
Mágico encanto en mis palabras vierte
Y, en brazos de los vientos voladores,
Del turbio Sena al pobre Manzanares
Lleva mi corazón en mis cantares.
Vuela y á España di que todavía
Sin ira y sin pavor mi voz resuena
Sobre el festín de la centuria impía,
Que á sus míseros hijos envenena
Brindándoles las copas de su orgía,
Que la revolución con sangre llena:
Dila que hasta que espire en mi garganta
Celebrará su gloria y su fe santa.

[Pg 47]

LEYENDA
DE
MUHAMAD AL-HAMAR EL NAZARITA

REY DE GRANADA

DIVIDIDA EN CINCO LIBROS

Libro de los Sueños.

INTRODUCCIÓN

En el nombre de Aláh clemente y sumo
Que da sombra á la noche, luz al día,
Voz á las aves y á las hierbas zumo:
Cuya suprema voluntad podría
Tornar de un soplo el universo en humo,
Y que atesora en mí su poesía,
Escrita os doy para su eterna gloria
Del príncipe Al-hamar la regia historia.
Bálsamo que disipa la amargura,
Luz del pesar sombrío ahuyentadora,
Es su sabrosa y celestial lectura
Risueña como fuente saltadora,
Grata como del campo la verdura,
Bella como la grana de la aurora,
Tierna cual de la tórtola las quejas,
Dulce como el panal de las abejas.
Destila de sus versos ambrosía[Pg 50]
Su dulce narración maravillosa:
Exhala su fecunda poesía,
Grato como la esencia de la rosa,
Mágico són de incógnita armonía;
Y cual lluvia de Abril, que lenta posa
Sus gotas en la flor, vierte en el alma
Su amena relación plácida calma.
Encierra sus conceptos peregrinos
Misteriosa virtud y fuerza varia:
Aplacan el rigor de los destinos
Elevados á Aláh como plegaria:
Regalan á quien lee sueños divinos
Leídos en la alcoba solitaria,
Cuya influencia y compañía amiga
Calman del cuerpo la mortal fatiga.
No hay sér bajo el imperio de la luna
Que su lección sagrada no comprenda,
Ni Aláh produjo criatura alguna
Que no sienta placer con su leyenda.
El pez á quien abriga la laguna,
El ave que del árbol hace tienda,
La fiera que entre rocas se sepulta,
El reptil que en los céspedes se oculta:
Y en su colmena el zumbador insecto,[Pg 51]
Y en su corteza el röedor gusano,
Y el árbol recio en su vigor perfecto,
Y el aire inquieto en su vagar liviano,
Y el sordo incendio en su humear infecto,
Y en su ciego furor el ocëano,
Prestan oído respetuoso y grato
Al armónico són de su relato.
Esculpido en las hojas de sus flores
Se guarda en el Edén por altos fines:
Y los justos en él habitadores,
Los ángeles que velan sus confines,
Las hurís que alimentan sus amores
Y los genios que pueblan sus jardines,
Gozan en descifrar sus caracteres
En la paz de sus místicos placeres.
Tal es la historia peregrina y bella
Que os doy en estas hojas extendida,
Para que el pasto y el deleite de ella
Os alivien las penas de la vida:
Pues la luz que en sus páginas destella
Despierta el alma á la virtud dormida,
Y eleva el corazón y el pensamiento
Á la pura región del firmamento.
Y aunque en idioma terrenal y humano[Pg 52]
Para la humana comprensión la escribo,
De espíritu más alto y soberano
Su luminosa inspiración recibo.
Guía mi corazón, guía mi mano
Sér á quien dentro de mi sér percibo,
Y el genio ardiente que en mi pecho habita
La palabra me da que os doy escrita.
Leedla, pues; y el ámbar que perfuma
Del Paraíso la mansión divina,
Y el resplandor que de la esencia suma
Derramando los mundos ilumina,
Y el rumor que levantan con su pluma
Las alas de Gabriel cuando camina,
Embalsame y alumbre y dé contento
Á cuantos lean el divino cuento.

[Pg 53]

Nació Al-hamar y sonrió el destino
Contemplándole amigo: la fortuna,
Fijando un punto su inconstancia, vino
Amorosa á mecer su blanda cuna:
Y, el curso de su carro diamantino
Parando en el zenit, la casta luna
Tendió desde él con maternal cariño
Tierna mirada sobre el regio niño.
Del ángel que custodia su persona
Bajo las alas de perfume llenas,
Dió sus primeros pasos en Arjona
Sobre el tapiz fragante de azucenas
Que dan al pueblo natural corona,
Sus vegas en redor ciñendo amenas:
Y sin dolencia corporal alguna
Llegó á la juventud desde la cuna.
Ánimo noble y continente bello,[Pg 54]
Porque inspirara afecto y simpatía,
Dióle el Señor. Espléndido destello
Puso en sus ojos de la luz del día:
La gracia de el del cisne dió á su cuello
Dió á su voz de las auras la armonía:
Dió á su talle lo esbelto de la palma,
Y el temple de los genios á su alma.
Dió el carmín de la aurora y de la nieve
La limpieza á su tez; dió á su cintura
La grave majestad con que se mueve
El león, y del corzo la soltura:
Del sabio á su palabra dió lo breve,
La paz del niño á su sonrisa pura,
Y al corazón sin miedo y sin codicia
La fe, la lealtad y la justicia.
Diestro en la lid, en el consejo sabio,
Seguro en la virtud, fuerte en la ciencia,
Modesto en la victoria, en el agravio
Perdonador y sobrio en la opulencia:
En la mano la dádiva, en el labio
El consuelo y la paz, de la violencia
Castigador, y hermoso en la persona,
Nació digno Al-hamar de la corona.
Chispa encendida de la fe en la hoguera[Pg 55]
Su estrella fué. Su celestial influjo
En el erial de la vital carrera
Por luminosa senda le condujo.
La ventura tras él fué por doquiera,
Su presencia doquier el bien produjo;
Amigos y enemigos le admiraron
Y la historia y el tiempo le afamaron.
Luchas civiles de la gente mora
Le llamaron urgentes á la guerra,
Y lidió con honor desde la aurora
Hasta que en sombra se sumió la tierra.
Llevó al fin su bandera vencedora
Del verde valle á la nevada sierra:
Y de un día de Abril en la alborada
Aclamado por rey entró en Granada.
Pequeña población recién tendida
En el seno amenísimo de un valle,
Por donde Darro en sonorosa huída
Abre á sus hondas perfumada calle,
Era entonces Granada, y parecida
Á africana gentil de suelto talle,
Que fatigada en calurosa siesta
Á la sombra durmióse en la floresta.
Y cuando digo población pequeña[Pg 56]
Á la de hoy la imagino comparada:
Pues no era entonces cual después fué dueña
De dilatados términos Granada.
Bella ciudad de situación risueña
Y de bizarros Árabes poblada,
Era ciudad no grande, no opulenta,
Mas ya por su valor tenida en cuenta.
Á una orilla del Darro que mojaba
De sus labradas puertas los umbrales,
(Por bajo de la cádima alcazaba
Ceñida de murallas colosales)
Un barrio se extendía que habitaba
Raza de los egipcios arenales
Oriunda: gente audaz, de miedo ajena,
De negros ojos y de tez morena.
Tribu, como nacida en el desierto,
En sus gustos voluble y pareceres,
De este jardín á su escasez abierto
Doblemente apegada á los placeres.
Sus blancas azoteas eran huerto
Cuidado con afán por sus mujeres,
Y sombreaban sus altos miradores
Toldos fragantes de enredadas flores.
Gozaban de sabrosos alimentos,[Pg 57]
Ocio oriental y cómodo vestido;
Cercaban sus alegres aposentos
Blandos cojines de sutil tejido:
Revestía sus limpios pavimentos
Mármol de Macäel blanco y pulido,
Los muros preciosísimo estucado
Y el friso trabajoso alicatado.
Sostenían los ricos arquitrabes
De sus claros moriscos corredores
Columnas ligerísimas. Sus naves
Adornaban arábigas labores,
Sutiles cual la pluma de las aves,
Tan brillantes como ella en sus colores;
Frutales desde el huerto á las ventanas
Alargando limones y manzanas.
Sus patios, que en albercas espaciosas
Reciben unas aguas cristalinas
Al cuerpo gratas y al beber sabrosas,
Pilas eran de baño alabastrinas,
Sembrado el borde de arrayán y rosas,
Donde las bellas moras granadinas
El seco ardor de la mitad del año
Ahuyentaban de sí con fresco baño.
Y en las serenas noches del estío,[Pg 58]
Á la luz misteriosa de la luna,
Al són del agua del plateado río,
Y al compás de una cántiga moruna
(Dulce recuerdo del país natío
Que no se olvida en la mejor fortuna),
Sentábanse á danzar en la ribera
La alegre Zambra, y la Jeíz ligera.
Tal fué la tribu y las mansiones tales
Que á una margen del Darro se extendían,
Mirándose en sus líquidos cristales
Á cuyo són los dueños se adormían:
Y tan gratas sus casas orientales
Eran, tal el contento en que vivían,
Que con justicia los que en él moraron
El barrio del deleite le llamaron.
La otra ribera del sonante río
Era una verde y desigual colina,
Cuya enramada falda daba umbrío
Y ancho tapiz al agua cristalina,
Y cuyo lomo, seco en el estío,
Fundamento á una torre casi en ruina,
Que sirviendo á dos términos de raya
Era alminar á un tiempo y atalaya.
Domínase en la cumbre de esta altura[Pg 59]
La extensión de la vega granadina,
Rica alfombra de flores y verdura
Que tendió ante sus plantas la divina
Mano de Aláh: tesoro de frescura,
Manantial de salud y peregrina
Mansión de toda dicha, cuyas suaves
Auras encantan con su voz las aves.
Ven desde allí los ojos embebidos
Cien alegres y blancos lugarejos,
Que de palomas asemejan nidos
Entre las verdes huertas á lo lejos;
Y montes cien que, por el sol heridos,
Descomponen su luz con mil reflejos
Que lanza el agua y el metal que encierra
Pródiga madre su fecunda tierra.
Allí anidan al par todas las aves
Y se abren á la par todas las flores:
Con la rápida alondra águilas graves,
Con la murta el clavel de cien colores;
Se respiran allí cuantos las naves
De oriente traen balsámicos olores,
Y allí da el cielo deliciosas frutas,
Y encierran minas las silvestres grutas.
Allí, bajo aquel cielo transparente[Pg 60]
Donde vieron su Edén los Africanos,
Hállase aún en ideal viviente
La mujer de contornos sobrehumanos,
De ojos de luz y corazón ardiente,
De enano pie y anacaradas manos,
Cuya generación guardarán solas
Las árabes provincias españolas.
Moran allí esas célicas huríes,
Que pintan las muslímicas leyendas
Reclinadas en frescos alhamíes,
Sobre lechos de azahar, bajo albas tiendas;
Cuyos labios de rosas y alelíes
Guardan, de ardiente amor sabrosas prendas,
Palabras que embelesan los oídos
Y besos que adormecen los sentidos.
Aquellas celestiales hermosuras
Que coloca el Korán en su divina
Fantástica mansión de las venturas,
Cuya mirada el iris ilumina,
Cuyo aliento desparce esencias puras,
Cuyo seno y espalda alabastrina,
Velando mal sus mágicos hechizos,
Negros circundan y flotantes rizos.
Vense del cerro aquel gigantes cimas[Pg 61]
Que eternas cubren seculares nieves,
Donde por grietas mil sus hondas simas
Ríos destilan en arroyos breves:
Y allí, cosechas para dar opimas,
Refréscanse al pasar las auras leves,
Que bajan luego á fecundar la vega
De las fuentes al par con que se riega.
Vese también por el siniestro lado
El valle de Genil, cuyos raudales
Bañan la verde amenidad de un prado
Cubierto de avellanos y nopales.
Gózase allí de un aire perfumado
Con el subido olor de los frutales,
Del cantueso, tomillo y mejorana,
Que el aura mueve al revolar liviana.
Y entre este barrio de delicias lleno
Y esta florida y desigual colina,
Se extiende el valle cuyo fértil seno
Fecunda el Darro que por él camina:
Y es el lugar más grato y más ameno,
La situación más bella y peregrina
De cuantos ríos fertiliza y baña
En la extensión de nuestra rica España.
Aquí, pues, á la margen de este río,[Pg 62]
En la aromada falda de esta altura,
En una noche límpida de estío,
Y al són del agua que á sus pies murmura,
Arrobado en extraño desvarío
La alameda cruzaba á la ventura
Al-hamar, que en paseo misterioso
Olvidaba las horas del reposo.
Único sér con movimiento y vida
En la nocturna soledad errando,
Sin que la tierra por su pie oprimida
Crujir se oyera con el césped blando
De que la tierra inculta está mullida,
Algún insomne le juzgó temblando
Alma que torna á visitar la huesa
Del cuerpo en cuya cárcel vivió presa.
Flotaba suelto el alquicel nevado,
Blanqueaba del turbante el albo lino,
Y relucía en piedras engastado
El puño del alfanje damasquino:
Y este blanquear y relucir callado,
Á intervalos oculto del camino
Entre los troncos que al pasar cruzaba,
Faz de visión á su persona daba.
Y tal avanza silenciosa y lenta[Pg 63]
Del solitario valle en la espesura,
Y al verla calla el ruiseñor que cuenta
Sus amores al aura, y á la hondura
Del río se desliza soñolienta
La culebra enroscada en la verdura,
Y el vuelo tiende á la contraria orilla
Espantada la tímida abubilla.
En tanto el noble príncipe, sumido
En el mar de sus propios pensamientos,
Ni atiende al ave que ahuyentó del nido,
Ni al reptil que saltó, ni á los acentos
Que el ruiseñor ahogó: y embebecido
Continúa avanzando á pasos lentos,
Hasta perderse en la arboleda obscura
Que se espesa del valle en la angostura.
Formaba esta recóndita arboleda
Un extendido bosque de avellanos,
Guardador de una espesa moraleda
Donde sus utilísimos gusanos
Daban por fruto delicada seda,
Que labrada después por diestras manos
Iba en preciosas telas y tejidos
Á todos los mercados conocidos.
Brotaba una sonora fuentecilla[Pg 64]
En medio de esta fértil enramada,
Vertiendo sus cristales por la orilla
De tilos aromáticos orlada.
Hallábase en redor, con maravilla
De los ojos, la tierra cultivada,
Y (obra admirable de cuidosas manos)
Hechos jardín los céspedes villanos.
Corría allí suavísimo el ambiente
Cargado con la esencia de mil flores,
Y al respirarle huían de la mente
Los pensamientos tristes, sinsabores
Y duelos ahuyentando; y la corriente
Del manantial remedio á los dolores
Era del cuerpo débil, cuyos males
Cedían al beber de sus raudales.
Lugar divino en la región humana
Colocado era aquél: retiro augusto
De algún Genio de estirpe soberana
Que el sacro Edén abandonó por gusto:
Destierro acaso de una hurí que vana
Apreció su beldad más que fué justo:
Cita acaso de un Silfo en sus amores:
Lecho tal vez del Ángel de las flores.
Allí á Al-hamar inspiración secreta[Pg 65]
Á hallar condujo solitario asilo,
Y allí, al mirarse en soledad completa,
Irguió la frente y respiró tranquilo:
Y á la sombra y al són que esparce inquieta
La extensa copa de oloroso tilo,
Sentóse alzando la real mirada
Al cielo azul de su gentil Granada.
Y allí á sus hondos sentimientos dando
Pábulo y campo en la mansión del pecho,
Con la influencia del lugar hallando
Á ellos el corazón menos estrecho,
Poco á poco la espalda reclinando
Fué de la hierba en el mullido lecho,
Y poco á poco deleitosa calma
Le aquietó el corazón, le arrobó el alma.
El canto de las aves anidadas
En el ramaje fresco, el campesino
Aroma de las hojas, oreadas
Con manso són por el errante y fino
Aliento de las brisas perfumadas,
Y el suave arrullo del raudal vecino,
Daban al sitio en que Al-hamar yacía
Célica paz y mágica armonía.
Ansiaba el rey grandeza venidera,[Pg 66]
Gloria, poder, celebridad futura:
Ansiaba que su corte la primera
Fuése en valor, en lustre y en cultura:
Ansiaba darla fama duradera
Con prodigios de rica arquitectura:
Mas veía al par escaso su tesoro
Para hacer realidad sus sueños de oro.
Gozaba su exaltada fantasía
Con la bella ilusión de sus intentos:
Sus soberbios alcázares veía
Llenar la tierra y dominar los vientos:
Admiraba la gala y simetría
Que daba á sus labrados aposentos,
Y en sus doradas letras africanas
Leía ya las suras musulmanas.
Pensaba en las mil torres de los muros
Que á su noble ciudad dieran confines,
Fuerza rëal y límites seguros:
Pensaba en la extensión de sus jardines,
Asilos del deleite, y en los puros
Baños, y en los ocultos camarines
Del voluptuoso Harén de las mujeres,
Santuario del amor y los placeres.
Y embebecido en pensamientos tales,[Pg 67]
Y embriagado tal vez con la esperanza
De hacer un día sus proyectos reales,
Si la fortuna amiga en la balanza
Su ambición y poder ponía iguales
Guiando el porvenir siempre en bonanza,
No percibió el dulcísimo beleño
Que iba en sus miembros derramando el sueño.
Poco á poco sus párpados cedieron
Á lenta pesadez, y sus pupilas
La claridad y la visión perdieron;
De los árboles mil las verdes filas,
De las aves y fuentes se le fueron
Borrando las imágenes tranquilas:
Y su imaginación quedando en calma,
De la vigilia al sueño pasó el alma.
Dos veces intentó los ojos vagos
Echar en rededor y á los sonidos
Atender, para alzarse haciendo amagos;
Pero cedieron otra vez rendidos
Sus párpados y miembros: anchos lagos
De sombra cada vez más extendidos
Envolvieron su inquieta fantasía,
Y un instante después... el rey dormía.
En calma universal, en paz completa[Pg 68]
Quedó el frondoso valle, y la vecina
Corriente del arroyo y la aura inquieta
Le arrullaron con suave y campesina
Música.—Y en tal cláusula el poeta
Interrumpe su historia peregrina,
De agua y aire los sones halagüeños
Poniendo fin al Libro de los Sueños.

[Pg 69]

Libro de las Perlas.

En el sagrado nombre del que en el orbe impera
Oculto del espacio tras la cortina azul,
Que arregla de los astros la incógnita carrera,
Señor de las tinieblas, origen de la luz,
Del Libro de las Perlas comienzo la escritura
En verso claro y fácil á comprensión común.
Leed; ¡y plegue al cielo que os sea su lectura
Raudal de fe sincera, venero de salud!
¡Oh genios invisibles, que erráis en las tinieblas
En grupos impalpables, sobre alas sin color!
Vosotros, leves hijos del aire y de las nieblas,
Que amigos de las sombras aborrecéis al sol:
Vosotros cuya ciencia comprende los mil ruidos
Que pueblan el espacio con misterioso són,
Y comprendéis los cantos, murmullos y gemidos,
Con que susurra el árbol y canta el ruiseñor:
Vosotros, que asaltando con silencioso vuelo[Pg 70]
Los áureos miradores del desvelado rey,
Llenáis de miedos vagos sus horas de desvelo
Con los siniestros ruidos que á su cristal hacéis;
Vosotros, que á la reja del camarín estrecho
Do la cautiva sueña con su perdido bien,
Con vuestro aliento puro enviáis hasta su lecho
Mil bellas ilusiones de amor y de placer:
Vosotros, favoritos del genio y la armonía,
Que á par de las abejas saltáis de flor en flor,
La gota estremeciendo titiladora y fría
Con que el rocío baña su virginal botón:
De vuestra poesía verted en mí el tesoro:
Lo armónico prestadme de vuestra vaga voz,
Porque mi mano pueda sacar del arpa de oro
Las cláusulas que dignas de mi relato son.
Cercadme, sostenedme con vuestro influjo santo
En la divina empresa que audaz acometí.
¡Oh genios de la noche! divinizad mi canto,
Y el libro de las Perlas guiad hasta su fin.
Guiad en él mi pluma,
Iluminad mi mente,
Y á la belleza suma
De asunto tan gentil
Haced que el pensamiento[Pg 71]
Se eleve noblemente,
Y llegue al firmamento
Mi acento varonil.
Yo trazo aquí el relato
De tan divina historia,
Yo pinto aquí el retrato
De tan divino sér,
Que la palabra humana,
Ni la mortal memoria
Querrán con ansia vana
Contar y comprender.
Mi historia es tanto bella
Cuanto la lumbre vaga
De solitaria estrella
En recio temporal:
Cual la canción doliente
Que caprichosa maga
Murmura de una fuente
Bajo el fugaz cristal.
No hay lengua que la cuente
Ni mano que la trace.
El cuadro en vuestra mente
Fingid más ideal,
El tono que á vuestra alma[Pg 72]
Más predilecto place
Dadle, y la luz, la calma
Que falta al mundo real.
Encima figuraos
De secular colina,
Cuando el nocturno caos
Platea el resplandor
De la modesta luna,
Que, amante, sin fortuna,
Eterna peregrina
Del sol tras el amor.
Fingíos una extensa
Riquísima llanura
Cubierta de verdura,
Y de caprichos mil
Llenadla: figuráosla
En la estación viciosa
Que abrir hace á la rosa
Su pétalo gentil.
El céfiro de aromas
Cargado nos orea
La faz: brotan las lomas
Con juvenil vigor
Mil hierbas, con que el viento[Pg 73]
Inquieto juguetea
Con manso movimiento
Y lánguido rumor.
Fingíos una vega,
Que parte en cien pedazos
De un río que la riega
El líquido cristal,
Que caprichoso extiende
Los transparentes brazos
Doquier que el cauce tiende
Su lecho desigual:
Fingíos esta vega,
Cuya cubierta verde
Al horizonte llega
Y en su extensión se pierde,
Poblada de castillos,
De caprichosas ruinas,
De alegres lugarcillos,
De chozas campesinas;
De huertos pintorescos,
De arroyos cristalinos,
De bosquecillos frescos,
De móviles molinos,
De blancos palomares,[Pg 74]
Rebaños y yeguadas,
Bodegas, colmenares,
Establos y toradas:
Fingid que en ella alcanza
La vista por doquiera
La campesina danza,
Á que en tranquila holganza
Y en amistad sincera,
Tras del trabajo ociosa
Se entrega bulliciosa
La alegre multitud:
Fingid este relato
Oído al són sencillo
(Mas cual ninguno grato)
Del tosco caramillo,
Y al trémulo y quejoso
Balar del cabritillo,
Y al canto trabajoso
Del soterrado grillo:
Fingíos que, lejana,
Del monasterio antiguo
Doblando la campana
Con su clamor despierta
Al perro, que está alerta[Pg 75]
En el redil contiguo
Y en demostrar se afana
Ladrando su inquietud:
Y atento el ojo tiende
Al campanario viejo
De donde el són se extiende;
Y ve el móvil reflejo
Del esquilón, que gira,
Y el resplandor le admira
Del bronce que repele
Los rayos de la luz:
Fingíos este suelo
Tan bello coronado
Con un hermoso cielo
De transparente azul,
En cuyo fondo puro,
Quebrando el horizonte,
Sobre el perfil obscuro
Del apartado monte,
Por cima del convento
Mansión de la virtud,
Pomposas, salutíferas, inmarcesibles ramas
Del árbol sacrosanto de la eternal salud,
Destácanse en el campo del limpio firmamento
Los dos abiertos brazos de la cristiana Cruz.
¿Tenéis en la memoria[Pg 76]
Tan mágica pintura?
¿Miráis esta llanura
Tan bella cual mi pluma pintárosla intentó?
Pues es más halagüeña,
Más plácida y risueña
La celestial historia
Que en este libro frágil os voy á contar yo.
El Libro de las Perlas
Encierra en sus conceptos
La historia y los secretos
De un Ángel favorito de su inmortal Señor.
Venid á recogerlas:
Que Dios, que el Paraíso
Por cuna darle quiso,
Dió á par á sus palabras de perlas el valor.
De perlas elegidas
En las de más pureza,
Más precio y más belleza:
Las perlas de la Gracia, las perlas de la Fe:
Las perlas que, vertidas
Por su divina mano,
Harán del sér humano
Que recogerlas sepa un ángel como él fué.
Todo en silencio duerme[Pg 77]
En la arboleda umbrosa
Donde Al-hamar reposa:
En calma universal
Yacer parece inerme
Naturaleza entera,
Cual si á sopor cediera
De atmósfera letal.
La cuádriga argentina
Del carro de la luna
Su curso al mar declina:
Y de su carro en pos,
Sombría, taciturna,
Su negro velo tiende
La lobreguez nocturna
Ante la luz de Dios.
La escasa y vacilante
Que radian las estrellas
Da apenas espirante
Su postrimer fulgor:
Reflejo moribundo,
Que cuando espire en ellas
Hará del ciego mundo
Un bulto sin color.
Ya lo es. Doquier se carga[Pg 78]
De espesa sombra, y queda
Sumida la arboleda
En densa obscuridad.
Indefinible encanto
Doquier la vida embarga;
Exhala pavor santo
La muda soledad.
Y he aquí que en este punto,
Del fondo de la fuente
Que arrulla mansamente
El sueño de Al-hamar,
La faz resplandeciente
De un Genio, que ilumina
La linfa cristalina,
Se comenzó á elevar.
Tocó en el haz del agua
Su cabellera blonda:
Quebró la frágil onda
Su frente virginal:
Dejó el agua mil hebras
Entre sus rizos rotas,
Y á unirse volvió en gotas
Al limpio manantial.
Como vapor ligero[Pg 79]
Del lago se levanta:
Cual de aromosa planta
Exhálase el olor:
Cual del albor primero
Del día que amanece
Fantástico aparece
El vago resplandor.
Del agua cristalina
Así elevó serena
Su aparición divina
El Genio celestial,
Cuyo contorno aéreo
Rodea alba aureola
Que el valle tornasola
Con luz matutinal.
Al fuego repentino
Que en torno á sí derrama,
Soltó su alegre trino
Despierto el ruiseñor:
Su voz de rama en rama
Las auras extendieron,
Y en cánticos rompieron
Mil aves en redor.
Dió un paso en la pradera,[Pg 80]
Y al agitar el viento
Su rica cabellera,
El aire se aromó;
Dejó escapar su aliento,
Y cuanto allí vivía
Su aliento de ambrosía
Con ansia respiró.
Y entonces la callada
Blanca visión llegando,
Donde por sueño blando
Vencido está Al-hamar,
Los céspedes por lecho,
La mano perfumada
Le puso sobre el pecho,
Y así le empezó á hablar:
«Ilustre y venturoso
Caudillo Nazarita,
Tu místico reposo
Bendice al despertar.
Tu espíritu, que lucha
Con mi visión, se agita
Medroso en vano: escucha
Mi voz, rey Al-hamar.
»Mi voz es la armonía[Pg 81]
Cuando habla á un sér amigo
De Dios, y es lo que digo
Más dulce que la miel:
Mi origen es el cielo,
Mi edad es la del día,
Mi esencia es el consuelo,
Mi nombre es Azäel.
»Yo soy un ángel y era
El ángel más perfecto,
El sér más predilecto
Del sabio Criador.
Moraba yo en la esfera
Más alta y más vecina
Á la mansión divina
De mi inmortal Señor.
»Un día..... ¡día aciago!
Cruzóme fugitivo
La mente loca un vago
Delirio criminal:
Pensé, mirando altivo
Mi esencia y mi hermosura,
Que no era criatura
Á las demás igual.
»Imaginé que origen[Pg 82]
Más puro y soberano
Me pudo dar la mano
Del Hacedor tal vez:
Mas ¡ay! los que su mente
Por su altivez dirigen,
Verán cuán torpemente
Soñó su insensatez.
»Apenas un momento
Tan orgullosa idea
Brotó en mi pensamiento
Y en él lugar la di,
Tiniebla inesperada
Cegó mi mente rea,
Y ante la faz airada
Del Criador me vi.
»Desnudo ante la vista
Del Dios que le llamaba,
Como arrancada arista
Mi sér se estremeció;
La luz de su presencia
Mi nada iluminaba:
Juzgóme, y su sentencia
Así me fulminó:
«Tres siglos es preciso[Pg 83]
»Que llores por tu yerro:
»Sal, pues, del Paraíso:
»El globo terrenal
»Te doy para destierro:
»Tus nobles atributos
»Te dejo: nobles frutos
»De tu hálito inmortal.
»Que broten de tus lágrimas
»En el lugar que mores
»El germen de las flores
»Y el manantial del bien.
»Sé allí su luz vivífica,
»Sé tú su astro benigno,
»Y vuelve al Cielo digno
»Del celestial Edén.»
»Dijo: y tendí mi vuelo
Llorando hacia la tierra:
Caí sobre este suelo,
Y en este manantial
Do tengo mi retiro
Mi espíritu se encierra;
Yo soy el que suspiro
De noche en su raudal.
»Yo soy el que velando[Pg 84]
En esta margen bella
Pródigo vierto en ella
La vida y la salud.
Tú en ella sin respiro
Me vienes estrechando,
Y yo la fe te inspiro,
La ciencia y la virtud.
»Tú luchas por la gloria
De tu falaz creencia,
Y espléndida existencia
Preparas á tu grey:
Y yo que sé tu historia,
Tu origen y tu sino,
Arreglo tu destino
Por misteriosa ley.
»Sí, tú eres una espada
Que blande ajena mano:
Tú á impulso soberano
Obedeciendo vas:
Tú siembras la simiente
Que encuentras apilada:
Mas siembras diligente
Para quien va detrás.
»De aquí me desalojas[Pg 85]
Cuando estos sitios pueblas,
De aquí conmigo arrojas
La gracia y el pudor:
Mas yo vi en las tinieblas
Resplandecer tus ojos,
Te conocí, y de hinojos
Di gracias al Señor.
»Su vista rutilante,
Que el universo abarca,
Posada en tu semblante
Desde tu cuna está:
Y el dedo omnipotente
Sobre tu noble frente
Grabó la regia marca
Que á conocer te da.
»Naciste favorito
Del genio y de la gloria;
Tu nombre es la victoria,
Tu voluntad ley es.
Tu tiempo es infinito,
Tus huellas indelebles;
Los montes son endebles
Debajo de tus pies.
»¿Tú anhelas un tesoro?[Pg 86]
Mis lágrimas son perlas:
El Darro te trae oro:
Plata te da el Genil:
Cien minas en tu suelo
Posees: despierta á verlas,
Y haz de este valle un cielo
Para tu grey gentil.
»Encumbra este hemisferio
Con el poder de Oriente.....
Yo en él haré á otra gente
Plantar su pabellón.
Yo te daré un imperio,
Mas tú para pagarme
Tendrás al fin que darme
Tu fe y tu corazón.
»Adiós ¡oh Nazarita!
Mi aparición recuerda
Cuando el pesar te muerda
Con aguijón de hiel:
No olvides en tu cuita
Que abrió sobre este suelo
La fuente del consuelo
El ángel Azäel.»
Tal dijo: y el divino[Pg 87]
Sér misterioso alzando
La mano que posando
Tenía en Al-hamar,
Al fondo cristalino
Volvióse de la fuente,
Que su cristal bullente
Sobre él volvió á cerrar.
El ámbar que exhalaba
Su aliento de ambrosía,
La luz que derramaba
Su forma, la armonía
De que su voz llenaba
La selva, y el encanto
Con que su influjo santo
Divinizó el vergel,
Como neblina leve
Que desvanece el aura
Al punto que se mueve,
Se disipó con él:
Dudar pudiendo en suma
La mente deslumbrada
Si fué visión soñada
El ángel Azäel.
Tornó á la antigua calma[Pg 88]
Y soledad primera
El bosque y la pradera:
Y el príncipe Al-hamar,
Sintiendo libre el alma
Del fatigoso ensueño,
De su tenaz beleño
Se comenzó á librar.
Su mente obscurecida
Se iluminó: la historia
Del sueño en su memoria
Se comenzó á aclarar;
Y al fin, el cuerpo suelto
De su sopor y vuelto
Á la razón y vida,
Se despertó Al-hamar.
La vista echando en torno
Del sitio solitario,
Reconoció el contorno;
Mas como al ángel no,
Sonrisa de desdeño
Mostrando el juicio vario
Que forma de su sueño,
En la ciudad pensó.
Pensó que de ella ausente[Pg 89]
Pasó la noche entera:
Pensó en su inquieta gente
Y se aprestó á partir,
Mirando tras el monte
Rayar la luz primera
Del sol, que al horizonte
Comienza ya á subir.
Compuso en la cintura
La faja tunecina;
La suelta capellina
Sobre la espalda echó,
Y el aura respirando
Del bosque y la frescura
Del alba, el césped blando
Con leve planta holló.
Dió un paso en la pradera,
Y alzando repentina
La brisa matutina
Su vuelo en el verjel,
Como una mies ligera
Dobló el ramaje umbrío,
Y sacudió el rocío
Depositado en él.
Surcaron desprendidas[Pg 90]
Sus gotas el ambiente,
Cual lluvia transparente,
Espesa, universal:
El aire deshacerlas
No pudo, y esparcidas
Quedaron como perlas
Sobre la hierba igual.
Ráfaga, empero, errante
La brisa fué: su impulso,
Durante un solo instante,
Sin fuerzas espiró.
Irguióse la arboleda
Con rápido repulso,
Y todo al punto á leda
Tranquilidad volvió.
Vertió desde la cumbre
Del monte al hora misma
El sol su nueva lumbre:
Deshizo su arrebol
La atmósfera en su prisma
De múltiples colores,
Y abriéronse las flores
Á recibir al sol.
Debajo de la tienda[Pg 91]
De sus plegadas hojas,
Las clavellinas rojas,
Los rojos alhelís
Mostráronle con franca
Exposición su ofrenda
En otra perla blanca
Cercada de rubís.
Detuvo la indecisa
Planta Al-hamar: su labio
Bañó dulce sonrisa
Su sueño al recordar,
É incrédulo, si sabio,
Juzgándolo quimera,
Tornó por la ladera
El paso á enderezar.
Y por mostrar desprecio
De sueños infundados,
Los céspedes mojados
Pisaba sin temor,
Con indignado y recio
Paso, truncando altivo
El tallo inofensivo
De una y otra flor.
Mas pronto perturbado[Pg 92]
Su corazón de nuevo
Latió desconcertado,
Y comenzó á creer
La aparición soñada
Del celestial mancebo
Inspiración enviada
Por celestial poder.
De cada flor que rota
Derriba, ve que intacta
La desprendida gota
Resbala, y sin perder
Su redondez compacta,
En la mullida hierba
Entera se conserva,
Maciza al parecer.
Tendió la regia mano
Á la que más vecina
Halló; mas al cogerla
Reconoció Al-hamar
Su sino sobrehumano:
La gota cristalina
Era una gruesa perla,
Cual nunca las dió el mar.
Su limpia transparencia,[Pg 93]
Su peso, su tamaño,
Su origen, tan extraño
Á cuanto oído fué,
Aclaman infinita
En número, inaudita
En precio la opulencia
Del rey que las posee.
No tiene en las ignotas
Minas que avara encierra
Tesoro igual la tierra
Ni en piedra, ni en metal:
Cada una de las gotas
Del celestial rocío
De plata vale un río
En precio á un reino igual.
¡Bendito el que tesoro
Tal poseer le cabe!
¡Bendito el que le sabe
Empleo digno dar!
¡Dichoso el Nazarita
Amir del pueblo moro,
En quien está bendita
La estirpe de Nazar!
Cayó Al-hamar de hinojos,[Pg 94]
Y alzando al firmamento
Las manos y los ojos,
Con exaltada fe,
«Señor, dijo, yo admito
Un dón tan opulento,
Y á dón tan infinito
Corresponder sabré.»
Y así Al-hamar diciendo,
Y el dón agradeciendo
Que liberal le envía
La mano del Señor,
Las perlas recogía.....
Y acaba al recogerlas
El libro de las perlas.
¡De Aláh sea en loor!

[Pg 95]

Libro de los Alcázares.

¡Granada! Ciudad bendita
Reclinada sobre flores,
Quien no ha visto tus primores
Ni vió luz, ni gozó bien.
Quien ha orado en tu mezquita
Y habitado tus palacios,
Visitado ha los espacios
Encantados del Edén.
Paraíso de la tierra,
Cuyos mágicos jardines
Con sus manos de jazmines
Cultivó celeste hurí,
La salud en ti se encierra,
En ti mora la alegría,
En tus sierras nace el día,
Y arde el sol de amor por ti.
Tus fructíferas colinas,[Pg 96]
Que son nidos de palomas,
Embalsaman los aromas
De un florido eterno Abril:
De tus fuentes cristalinas
Surcan cisnes los raudales:
Bajan águilas rëales
Á bañarse en tu Genil.
Gayas aves entretienen
Con sus trinos y sus quejas
El afán de las abejas
Que en tus troncos labran miel:
Y en tus sauces se detienen
Las cansadas golondrinas
Á las playas argelinas
Cuando emigran en tropel.
En ti como en un espejo
Se mira el profeta santo:
La luna envidia el encanto
Que hay en tu dormida faz:
Y al mirarte á su reflejo
El arcángel que la guía,
Un casto beso te envía
Diciéndote:—«Duerme en paz.»
El albor de la mañana[Pg 97]
Se esclarece en tu sonrisa,
Y en tus valles va la brisa
De la aurora á reposar.
¡Oh Granada, la sultana
Del deleite y la ventura!
Quien no ha visto tu hermosura
Al nacer debió cegar.
¡Aláh salve al Nazarita,
Que derrama sus tesoros
Para hacerte de los Moros
El alcázar imperial!
¡Aláh salve al rey que habita
Los palacios que en ti eleva!
¡Aláh salve al rey que lleva
Tu destino á gloria tal!
Las entrañas de tu sierra
Se socavan noche y día;
Dan su mármol á porfía
Geb-Elvira y Macaël;
Ensordécese la tierra
Con el són de los martillos,
Y aparecen tus castillos,
Maravillas del cincel.
Ni un momento de reposo[Pg 98]
Se concede: palmo á palmo,
Como á impulso de un ensalmo,
Se levanta por doquier
El alcázar portentoso
Que, mofándose del viento,
Será eterno monumento
De tu ciencia y tu poder.
Reverbera su techumbre
Por las noches, á lo lejos.
De las teas á la lumbre
Que iluminan sin cesar
Los trabajos misteriosos,
Y á sus cárdenos reflejos
Van los Genios sus preciosos
Aposentos á labrar.
¿De quién es ese palacio
Sostenido en mil pilares,
Cuyas torres y alminares
De inmortales obras son?
¿Quién habita el regio espacio
De sus cámaras abiertas?
¿Quién grabó sobre sus puertas
Atrevido su blasón?
¿De quién es aquella corte[Pg 99]
De galanes Africanos
Que le cruzan tan ufanos
De su noble Amir en pos?
En su alcázar y en su porte
Bien se lee su nombre escrito:
Al-hamar.—¡Aláh bendito,
Es la Alhambra!—¡Gloria á Dios!

[Pg 100]

ALHAMBRA

¡Salud, favorita bella
Del Amir más poderoso!
¡Salud, tienda de reposo
De la gloria y el placer!
¡Vele Dios tu buena estrella,
Dichosísima señora!
¿Quién de ti no se enamora
Si una vez te llega á ver?
Al-hamar vertió en tu seno
De sus perlas los tesoros,
Te hizo perla de los Moros,
Puso reinos á tus pies.
Noble Reina, de labores
Tu real manto arrastras lleno,
Y cada una de sus flores
Un soberbio alcázar es.
Hermosísima Africana,[Pg 101]
Ríe y danza voluptuosa:
Tu albo seno es una rosa
En lo fresco y lo gentil.
Regocíjate, Sultana,
Ríe y danza sin pesares,
Que el compás de tus danzares
Llevarán Darro y Genil.
Ríe y danza: ¿quién descuella
Como tú en poder y gala?
¿Quién compite, quién iguala
Tu opulenta majestad?
Donde tú sientas la huella
Van sembrando los amores
La semilla de las flores
Que perfuman tu beldad.
¿Dónde está la altiva reina
Que á la par de ti se ostente?
¿Dónde está la que su frente
Se corone como tú?
Son jardines tus cabellos,
Que aromado el viento peina
Cuando Mayo prende en ellos
Tocas de verde tisú.
Diadema con que se ciñe[Pg 102]
Tu Granada, son tus brillos
Del color en que se tiñe
Roja el alba al purpurar;
Tus diamantes son palacios
Engastados en cintillos
De murallas de topacios,
Que deslumbran el mirar.
Y esas bóvedas ligeras
Cual prendidos cortinajes,
Y esos muros como encajes,
Delicados en labor,
De las manos hechiceras
De los Genios han salido,
Que en secreto ha sometido
Á su dueño el Criador.
¡Regia Alhambra! ¡Áureo pebete,
Perfumero de Sultanas!
Tus arábigas ventanas
Son las puertas de la luz.
El Oriente se somete
Á tus pies como un cautivo,
Y hace bien de estar altivo
De tenerte el Andaluz.

[Pg 103]

GENERALIFE
Y GRANADA Á VISTA DE PÁJARO

Entre lirios mal velado
El galán Generalife
Da al ambiente enamorado
Dulces besos para ti;
Como Ondina que ligera
Huyendo desde su esquife,
Vuelto el rostro á la ribera,
Se los da á quien queda allí.
¿Que Sultán su alcázar tiene
De jardines enramado,
De una peña así colgado
En mitad del aire azul?
Con los siervos que mantiene
El del Bósforo sonoro
No hará nunca á fuerza de oro
Otro igual en Estambul.
Del peñón en la alta loma[Pg 104]
Semejando está que vuela,
Como rápida paloma
Que se lanza de un ciprés:
Mas si el ojo se asegura
De que inmoble está en la altura,
Le parece una gacela
Recostada entre una mies.
Sus calados peristilos,
Sus dorados camarines,
Sus balsámicos jardines
De salubre aire vital,
De los Silfos son asilos,
Que, meciéndose en sus flores,
Cantan libres sus amores
En su lengua celestial.
Y en las noches azuladas
Del verano, oculta cita
Trae amantes á las Hadas
Sus caricias á gozar:
Y al rayar el alba hermosa
Que interrumpe su visita,
En sus alas de oro y rosa
Tornan vuelo á levantar.
Atalaya de Granada,[Pg 105]
Alminar de excelsa altura
De la atmósfera más pura
Colocado en la región:
¿Qué no ven de cuanto agrada
Tus ventanas por sus ojos?
¿Qué se niega á los antojos
Del que asoma á tu balcón?
Junto á ti los Alijares
Ataviados á lo moro
En el río de aguas de oro
Ven su gala y brillantez;
Más allá, sobre pilares
De alabastro, Darlaroca
Con su frente al cielo toca,
Que la sufre su altivez.
Á su par los frescos baños
De las Reinas granadinas,
Cuyas aguas cristalinas
Se perfuman con azahar
Y se entoldan con las plumas
De mil pájaros extraños,
Que se van con grandes sumas
Á las Indias á comprar.
Á tu izquierda el montecillo[Pg 106]
Cuyo pie Genil evita,
Reflejando en sí la Ermita
De los siervos de la Cruz:
Á tu diestra el real castillo
Sobre el cual voltea inquieta
La simbólica veleta
Del bizarro Aben-Abuz.
Más allá los cerros altos
(Cuyo nombre y cuya historia
Dejarán dulce memoria)
Del Padul y de Alhendín:
Y allá más los grandes saltos
De las aguas de la sierra,
Cuya eterna nieve cierra
De tus reinos el confín.
Á tus pies Torres-Bermejas
Con sus cubos pintorescos,
Que avanzadas y parejas
Aseguran tu quietud:
Y bajo ellas, el espacio
Respetando del palacio
De su rey, los valles frescos
Donde habita la salud.
¡Oh pensil de los hechizos,[Pg 107]
Bien amado de la luna!
¿Qué echa menos tu fortuna
En la gloria en que te ves?
Abre, avaro, antojadizos
Tus moriscos ajimeces,
Y ve qué es lo que apeteces
Con Granada ante tus pies.
De tu vista caprichosa
¿Qué no alcanzan los deseos?
Sus mezquitas, sus paseos,
Su opulento Zacatín,
Su bib-rambla bulliciosa
Con sus cañas y sus toros:
De valor y amor tesoros
Albunést y el Albaicín:
Sus colmados alhoriles,
Sus alhóndigas rëales,
Sus sagrados hospitales,
Regias obras de Al-hamar,
Todo está bajo tu sombra
¡Oh florón de los pensiles!
De tus plantas siendo alfombra
Y encantándote el mirar.
¡Oh palacio de la zambra,[Pg 108]
Camarín de los festines,
Alto rey de los jardines,
De aguas vivas saltador,
Real hermano de la Alhambra,
Pabellón de auras süaves,
Favorito de las aves,
Y del alba mirador:
De los pájaros el trino,
De las auras el arrullo,
De las fiestas el murmullo
Y del agua el manso són,
Dan al ámbito divino
De tu alcázar noche y día
Una incógnita armonía
Que embelesa el corazón!
Encantado laberinto
Consagrado á los placeres,
Tú escalón del cielo eres,
Tú portada del Edén.
En tu mágico recinto
Escribió el amor su historia,
Y á los justos en la gloria
Las huríes se la leen.

[Pg 109]

AL-HAMAR EN SUS ALCÁZARES

Liberal de sus erarios,
Protector del desvalido,
Fiel, lëal para el vencido
Y del sabio amparador:
Por amigos y contrarios
Estimado en paz y en guerra,
Es la egida de su tierra
Al-hamar el vencedor.
En la paz, rey justiciero,
Oye atento en sus audiencias
Y da recto sus sentencias
Por las leyes del Korán.
En la guerra, compañero
Del soldado, buen guerrero,
Por valiente va el primero
Como va por capitán.
Ostentosa en aparato,[Pg 110]
Costosísima en su porte,
Á los ojos de su corte
Muestra su alta dignidad:
Pero al dar con tal boato
Real decoro á la corona,
Niega sobrio á su persona
Lo que da á su majestad.
No dejado, mas modesto
En su gala y vestidura,
Da á su cuerpo limpia holgura
Y elegante sencillez:
Y recibe á su presencia,
Dondequiera al bien dispuesto,
Con cordial benevolencia
Al dolor y á la honradez.
Franco, afable, igual, sencillo
En su vida y ley privada,
En su pecho está hospedada
La leal cordialidad;
Y depuesto el regio brillo,
Los amigos de su infancia
En el fondo de su estancia
Hallan siempre su amistad.
Sus más fieros enemigos[Pg 111]
Los Amires castellanos
Le visitan cortesanos
Y le piden protección:
Y él les trata como á amigos,
Con sus nobles les iguala,
Les festeja y les regala
Sin doblez de corazón.
Moderado en sus placeres
Cual frugal en sus festines,
Da opulento á sus mujeres
Mesa opípara en su harén;
Pero no entra en sus jardines
Tierno amante ó fiel esposo
Hasta la hora del reposo,
Como á un Príncipe está bien.

El Korán cuatro sultanas
Le permite, y como tales
En sus Cámaras rëales
Alojadas cuatro están.
Á las cuatro tiene vanas
El amor del Nazarita,
Mas ninguna es favorita
En el alma del Sultán.

Las almées y los juglares[Pg 112]
De más gracia y más destreza
Tiene á sueldo, con largueza
Atendiendo á su placer:
Y en sus fiestas familiares
Las prodiga el noble Moro
Cuanto pueden amor y oro
Por espléndido ofrecer.

Es su harén del gozo fuente
Y de fiestas laberinto:
Estremece su recinto
Siempre alegre conmoción,
Y resuena eternamente
Por los bosques de la Alhambra
El compás de libre zambra,
De las músicas el són.

Al-hamar en tanto, á solas
Con sus íntimos cuidados,
En el bien de sus estados
Piensa inquieto sin cesar;
Y sobre las mansas olas
De aquel mar de dicha y calma
Brilla el faro de su alma,
Vela el ojo de Al-hamar.

Afanoso, inquieto, activo[Pg 113]
Mientras dura el día claro,
De los débiles amparo,
Peso fiel de la igualdad,
Sin quitar pie del estribo,
Sin dejar puerta, ni torre,
Ni mercado, ve y recorre
Por sí mismo la ciudad.

Por doquier con recta mano
La justicia distribuye,
Por doquier sagaz se instruye
De las faltas de su ley,
Y la enmienda soberano
Del bien de su pueblo amigo,
Porque sirva de castigo
Y de amparo de su grey.

Así el noble Nazarita,
Rey y luz del huerto ameno
De Granada, Edén terreno
Modelado en el Korán,
Sus alcázares habita
De virtud siendo rocío,
Siendo rayo del impío
Y decoro del Islam.

Vencedor, nunca vencido,[Pg 114]
Rey piadoso, juez severo,
En la lid buen caballero
Y en la paz sol de su fe:
De sus pueblos bendecido,
De enemigos respetado,
Y de fieles rodeado,
El excelso Amir se ve.

Y así mora el Nazarita
Sus alcázares dorados,
Misteriosamente alzados
Del placer para mansión.
Mas ¿quién sabe si él habita
Su morada encantadora,
Y el pesar oculto mora
En su regio corazón?

Triste, insomne, solitario,
Como sombra taciturna
Que á su nicho funerario
Un conjuro hace asomar,
Á las brechas angulares
De su torre de Comares
En la lobreguez nocturna
Tal vez asoma Al-hamar.

Apoyado en una almena[Pg 115]
De la gigantesca torre,
Del río que á sus pies corre
Oye distraído el són,
Y contempla en los espacios,
Que la espesa sombra llena,
De su corte y sus palacios
El fantástico montón.

Pertinaz á veces mira
Del fresco valle á la hondura,
Sombra, espacio y espesura
Anhelando penetrar:
Muévese allí el aura mansa
No más: de mirar se cansa,
Y el rostro vuelve y suspira
Melancólico Al-hamar.

¡Cuántas veces en la almena
Le sorprende la mañana,
Y al afán que le enajena
Treguas da su resplandor:
Y sin dar un hora al sueño,
De Granada vuelve el dueño
De sí á echar lo que le afana,
De sí mismo vencedor!

Mas ¿quién lee sobre su frente[Pg 116]
El oculto pensamiento
Que tras ella turbulento
Lleva el alma de él en pos?
Sólo Aquél que da igualmente
Las venturas y los males,
Y las dichas terrenales
Con el duelo acota.—Dios.

Dios, que tierra y mar divide,
La eternidad sonda y mide,
Del espacio sabe el límite
Y del mundo ve el confín.
Dios, cuya grandeza canto,
Y con cuyo nombre santo
Al libro de los Alcázares
Reverente pongo fin.

[Pg 117]

Libro de los espíritus.

RECUERDOS

¿Qué flor no se marchita?
¿Cuál es el fuerte roble
Que el huracán no troncha
Ó el tiempo no carcome?
¿Qué dicha no se acaba?
¿Qué hora veloz no corre?
¿Qué estrella no se eclipsa?
¿Qué sol nunca se pone?
¿Adónde está el alcázar
En cuyas altas torres
La tempestad no ruge
Cuando el nublado rompe?
¿Quién es el que ha cruzado
El piélago salobre
Sin que su nave un punto
La tempestad azote?
¿Quién fué por el desierto[Pg 118]
Pisando siempre flores?
¿Ni quién pasó la vida
Sin duelos ni pasiones?
¿Ni quién es el que en calma
Durmió todas las noches
Sin que el pesar un punto
Tenido le haya insomne?
Ninguno. El rey altivo,
Como el esclavo pobre,
Al reclinar cansados
Su frente por la noche.
Ya en mendigada paja,
Ya en ricos almohadones,
Perciben que un gusano
El corazón les röe.
Es el afán secreto
Que agita eterno, indócil
Al corazón, y gira
Con la veleta móvil
Del pensamiento vano.
¡Dichoso el que conoce
Que Dios tan sólo llena
El corazón del hombre!
Por eso el Nazarita,[Pg 119]
Que aunque de Dios favores
Sin tregua ha recibido,
Á humanas condiciones
Sujeto está, va presa
De afanes interiores
Rumiando pensamientos
Que su atención absorben.
Va solo, atravesando
El enramado bosque
Que cubre el fresco valle,
Donde al mullido borde
De fuente cristalina
Que mana entre las flores,
Un sueño misterioso
Le embelesó una noche.
Va solo, meditando
Los agrios sinsabores,
Que danle de su reino
Civiles disensiones.
De Dios pesa la mano
Sobre su pueblo y torpe
Tal vez contra sí mismo
Va á dirigir sus golpes.
¿Qué han hecho al fin sus sabios[Pg 120]
Proyectos creadores?
¿Qué al fin han producido
Tesoros tan enormes
Como él ha dispendiado
Para elevar el nombre
De su gentil Granada
Sobre el de cien naciones?
Cubrió los verdes cerros
De gigantescas moles:
Tornó en frondosos cármenes
Sus valles y sus montes:
Mas la soñada dicha
De sus intentos nobles
¿Do está si á los humanos
No pudo hacer mejores?
Riqueza dió á los Moros,
Con la riqueza dióles
Poder, victoria, fama.....
Mas dió á sus corazones
Con ella más deseos
Y orgullo y vicio dobles:
Y al fin ¿qué es lo que logra?
Doblar sus ambiciones.
Con ellas la discordia[Pg 121]
Germina al par: mayores
Triunfos tal vez alcancen
Sus armas: tal vez logren
Á empresas más gloriosas
Dar cima, y sus pendones
Clavar sobre los muros
Que á los contrarios tomen.
Mas ¡ay cuando su fuerza
Contra ellos mismos tomen!
Mas ¡ay cuando su ciencia
Se emplee en invenciones
De pérfida política,
De códigos traidores
Que, leyes pregonando,
Su destrucción pregonen:
Y el reino que él fundara
De tanto afán á coste,
Por él seguro acaso
De extrañas invasiones,
Tal vez consigo mismo
Luchando se destroce,
Y abra á un sangriento circo
Su alcázar sus balcones!
Tal vez un rey cristiano,[Pg 122]
Sagaz y fuerte entonces,
Desde Castilla viendo
Los árabes discordes,
La hoguera de sus iras
Certeramente sople
Y al frente de Granada
Presente sus legiones.
Así Al-hamar discurre,
Con cálculos precoces
Llorando por Granada,
La flor de sus amores;
Así Al-hamar se aflige,
Y á solas por el bosque
Se mete, absorto y triste
Con sus cavilaciones.
Era una hermosa tarde
De Abril: los resplandores
Del sol, que á ocaso baja
Manchando el horizonte
Con tintas de oro y púrpura,
Los pardos torreones
Alumbra de la Alhambra
Con rayos tembladores.
Ya la última montaña[Pg 123]
Á largo andar transpone
El sol: ya dora sólo
Los altos miradores
De los palacios árabes:
Cayendo al fin se esconde
Tras la montaña entero,
Y allá la mar le sorbe.
El pálido crepúsculo,
Que va tras él, recoge
La luz que al día resta;
Da un paso más, y el orbe
Con cuanto bello abarca
En lúgubres crespones
Emboza poco á poco
La silenciosa noche.
Nubló su espesa sombra
Los ojos brilladores
Del distraído príncipe,
Y al mundo real volvióle:
Volver quiso él las bridas
De su caballo, dócil
Á su llamada siempre,
Pero rebelde hallóle.
Era el caballo de árabe[Pg 124]
Raza, leal y noble;
Mas por la vez mi primera
Su origen desmintióse.
La voz de su jinete
Desconoció: aplicóle
La espuela; y, al sentirla,
Feroz encabritóse.
Mira Al-hamar en torno
Si hay algo que le asombre,
Y al extender la vista
El sitio reconoce;
Junto á la fuente se halla
Á cuyo són durmióse
Años atrás soñando
Con célicas visiones.
La idea más recóndita
De su cerebro entonces
Se levantó espantando
Su corazón. Las dotes
Divinas del espíritu
Que allí le habló: los dones
Que recibió del Cielo
Desque á él aparecióse:
Su celestial historia,[Pg 125]
Sus celestiales órdenes
Que obedeció arrastrado
De impulsos superiores:
De gloria y de opulencia
Las altas predicciones,
En todo con sus místicos
Oráculos conformes,
Todo fué cierto; todo
Cual lo soñó cumplióse.
¿No será, pues, su raza
Quien sus afanes logre?
¿No es, pues, el Dios que adora
El Dios de sus mayores,
Y él hizo una diadema
Con que otro se corone?
Su mente obscurecieron
Densísimos vapores:
Dudó: tembló dudando:
El corazón turbósele,
Y así exclamó en la sombra
Con temerosas voces,
Que ahogó el murmullo manso
Del manantial y el bosque:
«Espíritu, que el fondo[Pg 126]
»De ese raudal esconde:
»Yo obedecí sumiso
»Tus misteriosas órdenes,
»Y soy la sola víctima
»De tu presencia; tórname,
»Pues, á la fe primera,
»Ó con tu ley abóname.»
Dijo: y, como acosado
Por invisible golpe,
Saltó el caballo fiero
Con repentino bote,
Por medio de las sombras
Lanzándose á galope:
Y el rey arrebatado
Á su pesar sintióse.

[Pg 127]

LA CARRERA
I

Lanzóse el fiero bruto con ímpetu salvaje
Ganando á saltos locos la tierra desigual,
Salvando de los brezos el áspero ramaje,
Á riesgo de la vida de su jinete real.
Él con entrambas manos le recogió el rendaje
Hasta que el rudo belfo tocó con el pretal:
Mas todo en vano: ciego, gimiendo de coraje,
Indómito al escape tendióse el animal.
Las matas, los vallados, las peñas, los arroyos.
Las zarzas y los troncos que el viento descuajó.
Los calvos pedregales, los cenagosos hoyos
Que el paso de las aguas del temporal formó.
Sin aflojar un punto ni tropezar incierto,
Cual si escapara en circo á la carrera abierto,
Cual hoja que arrebatan los vientos del desierto.
El desbocado potro veloz atravesó.
Y matas y peñas, vallados y troncos[Pg 128]
En rápida, loca, confusa ilusión
Del viento á los silbos, ya agudos, ya roncos,
Pasaban al lado del suelto bridón.
Pasaban huyendo cual vagas quimeras
Que forja el delirio, febriles, ligeras,
Risueñas ó torvas, mohinas ó fieras,
Girando, bullendo, rodando en montón.
Del álamo blanco las ramas tendidas,
Las copas ligeras de palmas y pinos,
Las varas revueltas de zarzas y espinos,
Las yedras colgadas del brusco peñón,
Medrosas fingiendo visiones perdidas,
Gigantes y monstruos de colas torcidas,
De crespas melenas al viento tendidas,
Pasaban en larga fatal procesión.
Pasaban, sueños pálidos, antojos
De la ilusión: fantásticos é informes
Abortos del pavor: mudas y enormes
Masas de sombra sin color ni faz.
Pasaban de Al-hamar ante los ojos,
Pasaban aturdiendo su cabeza
Con diabólico impulso y ligereza,
En fatigosa hilera pertinaz.
Pasaban y Al-hamar las percibía[Pg 129]
Pasar, sin concebir su rapidez,
En más vertiginosa fantasía,
En más confusa y tumultuosa orgía,
Más juntas, más veloces cada vez:
Y atronado su espíritu cedía
Á la impresión fatídica, y corría
Frío sudor por su morena tez.
Y en su faz estrellándose el viento,
La ponía en nerviosa tensión,
Y cortaba el camino al aliento,
Y prensaba el cansado pulmón;
Y, golpeando en sus sienes sin tiento
De su sangre el latido violento,
Sus oídos zumbaban con lento
Y profundo y monótono són.
Ya creía que, huyendo el camino
Del corcel bajo el cóncavo callo,
Galopaba sobre un torbellino,
Mantenido en su impulso no más;
Ya creía que el negro caballo,
Por la ardiente nariz y los ojos
Despidiendo metéoros rojos,
Rastro impuro dejaba detrás.
Ya sorbido por denso nublado,[Pg 130]
Con la lluvia, el granizo y centellas
De que lleva su vientre preñado,
Cree que va fermentando á la par;
Nubes cruza tras nubes, y en ellas,
Del turbión al impulso sujetos,
Mira mil nunca vistos objetos
Remolinos eternos formar.
De este vértigo horrible transido
Caminaba á las riendas asido,
En los corvos estribos seguro
Y entre el uno y el otro borrén
Empotrado, dejando abatido
Por el bruto llevarse en lo obscuro:
Y empezaba á perder el sentido
Del escape mareado al vaivén.
Rendido y las fuerzas perdiendo
Al vértigo intenso cedió;
Y loco el cerebro sintiendo,
Los ojos cerrar no pudiendo
La ciega mirada fijó,
Tenaz contracción manteniendo
No más su equilibrio, y corriendo
Cual otro fantasma siguió.
Y espacios inmensos cruzando,[Pg 131]
Y atrás á la tierra dejando,
Las vallas de sombra saltando
Que cercan el mundo mortal,
Creyóse su mente perdida
En tierra jamás conocida,
Región de otra luz y otra vida,
De atmósfera limpia é igual.
Y vió que un alba serena
Con blanquísimos reflejos
Amanecía á lo lejos
En esta nueva región:
Y el alma, exenta de pena
Cruzando el éter tranquilo,
Volaba á un eterno asilo
En otra inmortal mansión.
Suavísimo arrobamiento,
Deliquio dulce invadióle,
Y encima del firmamento
En el Edén se creyó.
Luz vaga alumbró su mente
Y ante los ojos pasóle
El Paraíso esplendente
Que Mahomad visitó.
El místico y nocturno[Pg 132]
Viaje del Profeta
Juzgó que iba á su turno
Sobre el Borak á hacer:
Y la ilusión sujeta
Á lo que de él relata
La bóveda de plata
De un cielo empezó á ver.
Los astros vió suspensos
De auríferas cadenas
Y sus lumbreras llenas
De espíritus de luz:
Espíritus inmensos
En formas de caballos,
De corzos y de gallos
De enorme magnitud.
Vió islas encantadas
Flotando en los espacios,
Con templos de topacios
Y muros de marfil:
Y casas fabricadas
De nácar, cuyas puertas
De ébano dan abiertas
Sobre jardines mil.
Allí sobre alhamíes[Pg 133]
De cedro y palo-rosa,
Bajo la sombra undosa
Del tilo y del moral,
Yacer vió á las huríes
Que, á mil amores tiernas,
Conservarán eternas
Su gracia virginal.
Y atravesó campiñas
Fresquísimas y amenas
De bosques de ámbar llenas
Y cerros de cristal,
Y prodigiosas viñas,
Que en frutos dan opimos
Las perlas en racimos
En tallos de coral.
Vió grutas pintorescas
Por Sílfides moradas,
Cubiertas sus portadas
Bajo el flotante tul
De mil cascadas frescas
Que, atravesando prados
De hermoso añil sembrados,
Van tintas en su azul.
Caer las vió en riberas[Pg 134]
Donde reposan mansos
Los monstruos y las fieras
De tierra, viento y mar:
Y en plácidos remansos,
El sueño entreteniéndolas,
Vió cisnes y oropéndolas
Bañarse y juguetear.
Y vió dorados peces
En tumultuoso bando
Á flor de el agua á veces
Pacíficos nadar,
Y á veces, elevando
Por cima de las olas
Los lomos y las colas,
La orilla salpicar.
Vió luego estos ríos
Crecer sin vallares,
Perdiéndose en mares
De leche y de miel:
Y en ellos navíos
Do van los amores
Meciéndose en flores
De uno á otro bajel.
Murmullo tras ellos[Pg 135]
Levantan sonoro
Mil góndolas de oro
De concha y marfil,
Do van Silfos bellos
Vogando con velas
De chales y telas
De seda sutil.
Espuma levantan
Inquietos remando
Los mil gondoleros
Que van tripulando
Los barcos veleros;
Y danzan ligeros
Y armónicos cantan
Alegre canción:
Y mil gayas aves,
Que siguen las naves,
Al sol esponjando
Sus plumas distintas
De mil varias tintas
De azul, gualda y oro,
Imitan en coro
Del cántico el són.
Al lejos el viento[Pg 136]
Responde á su acento
Allá en la arboleda
Moviendo rumor:
Y el eco, que atento
En lo alto se queda,
Burlón le remeda
Cual sabe mejor:
El cuadro divino,
La paz, la ventura,
Perfume, frescura,
Y luz celestial
De aquel peregrino
País, torna pura
Al rey granadino
La calma vital.
Y en rápido vuelo
Pacífico y blando
Los aires surcando
Se siente llevar:
Y ve que, sin suelo
Do fije el caballo
El áspero callo,
Cruzando va el mar.
Del líquido el fondo[Pg 137]
Contempla pasando,
Y alcanza mirando
Del agua al trasluz
El álveo redondo,
Que puebla radiante
Cohorte flotante
De peces de luz.
Sutiles vapores
Le impelen süaves
Y costas y naves
Se deja detrás:
Y espacios mayores
Cruzando en su vuelo
Aborda del cielo
Las costas quizás.
Avanza y niebla
Pálida ve
Que el aire puebla,
Según pie á pie
Ganando va
Aquel extenso
Espacio inmenso
Do errando está:
Y le parece
Que se ennegrece[Pg 138]
Mar, niebla y viento
En torno de él,
Y que se acrece
Cada momento
El movimiento
De su corcel.
Anochece,
Y obscurece
Más apriesa
Cada vez
El ambiente,
Que se espesa
Con creciente
Lobreguez.
El camino
Desparece:
Y, sin tino
Ni destino
Que comprenda,
Sobre senda
Audazmente
Carrilada
Por un puente
De movible
Tirantez,
Tan delgada
Como el hilo[Pg 139]
En que se echa
Descolgada
Una oruga,
Como arruga
Que en tranquilo
Lago tiende
Cuando hiende
Su agua el pez,
Tan estrecha
Como el filo
De una espada,
Como flecha
Disparada,
Cual centella
Desatada,
Va sin huella
Perceptible
El perdido
Nazarita,
Con horrible
É infinita
Rapidez.
Es el puente
De la vida,
Que la gente
Á luz venida[Pg 140]
Ha por fuerza
De pasar.
El que intente
Y haga entera
Su carrera,
Y de frente
Sin caída
La salida
Logre hallar,
Por las puertas
Celestiales
Á las huertas
Inmortales
Como un ángel
Ha de entrar,
Las delicias
Eternales
Y los gustos
Perenales
De los justos
Á gozar.
Á este paso
Tan estrecho,
(Cuyo escaso
Corto trecho
Es camino[Pg 141]
Tan dudoso
De cruzar,
Pero fallo
Riguroso
Del destino
Y ley santa
Que acatar),
Se adelanta
Vigoroso
El caballo
Misterioso
De Al-hamar.
Temeroso
De mirar,
Espumoso,
Siempre hirviente,
Rebramando
Eternamente
Y azotando
Siempre el puente
Con horrísono
Bramar,
Bajo de él
Hierve el mar.
Israfel
Allí está[Pg 142]
Para ver
El que va
Sin caer,
Y pasar
No dejar
Al infiel:
Y he aquí
Que por él
Va á pasar
El corcel
De Al-hamar:
Llega, avanza:
Ya se lanza,
Ya en él entra.
Ya se encuentra
Suspendido
Sobre el puente
Sacudido
Por el piélago
Bullente,
Cuyo cóncavo
Rugido
Se levanta
Sin cesar.
Aturdido,
Sin mirar[Pg 143]
Á la indómita
Corriente
Que le espanta,
Sin osar
Aspirar
El ambiente
Que le anuda
La garganta,
Sin que acuda
Tierra ó cielo
En su ayuda,
Vuela y pasa,
Justiciero
Rey prudente,
Juez severo
Y valiente
Caballero,
El primero
De la casa
De Nazar.
El puente
Vacila
El Príncipe
Oscila,
Perdido
El sentido,[Pg 144]
Demente,
Transido
De horror.
Ya toca
La opuesta
Ribera:
Ya poca
Carrera
Le cuesta.
¡Valor!
Ya llega:
Le ciega
El pavor.
¡Ah! ¡Dadle
Favor!
¡Salvadle,
Señor!
Saltó.
Pasó
Con bien
Y allá
Cayó
De pie.
Salvo
¡Oh!
Ya
¿Quién
Ve
Do
Va?

[Pg 147]

Libro de las Nieves.

INSPIRACIÓN

No hay más que un solo Dios. Él solo es grande,
Solo infinito, omnipotente solo.
Nada hay que para ser no le demande
Licencia: Él pesa la virtud y el dolo,
Y el premio envía ó el azote blande.
Todo lo oye y lo ve de uno á otro polo,
Y cosa no hay por elevada ú honda
Que á su mirada universal se esconda.
No hay más que un solo Dios, cuya crëencia
Luz es y salvación: doquier la marca
Brilla de su poder y de su ciencia.
Dios solo es triunfador; solo monarca
Del universo es Él: su omnipotencia
Con ley universal todo lo abarca:
Su presencia inmortal todo lo inunda,
Todo lo vivifica y lo fecunda.
Él los mundos arregla ó desordena[Pg 148]
Según su excelsa voluntad divina:
Él al tiempo dirige: Él encadena
Los elementos á sus pies: domina
El huracán: tras el nublado truena:
Luce á través del alba purpurina:
Entapiza con nieve las montañas,
Y abrasa con volcanes sus entrañas.
El murmullo del agua, el són del viento,
El susurro del bosque estremecido
Por sus inquietas ráfagas, el lento
Arrullo de la tórtola, el graznido
Del cuervo vagabundo, todo acento
Por ave, fiera ó eco producido,
El nombre santo de su Dios pronuncia,
Su gloria canta, su poder anuncia.
Él los errantes astros encamina:
Él azula la atmósfera serena:
Él crea y Él destruye, alza y arruina:
Él, infalible juez, salva y condena:
Él solo ni envejece, ni declina:
Él solo el hueco de los mundos llena:
El orbe encima de su palma cabe:
Solo Él no yerra nunca: solo Él sabe.
No hay más que un solo Dios. Los que le niegan[Pg 149]
Con altivez blasfema, palidecen
Cuando al umbral de su sepulcro llegan:
Los que en su ciencia ruin se ensoberbecen
Y de Él se mofan, al morir le ruegan.
Por Él existen y por Él perecen
Todos. No hay más que un Dios. Ante su nombre
¿Qué es el orgullo y el saber del hombre?
Siglo, que audaz el de la luz te llamas
Y por miles de plumas y de bocas
El manantial de tu saber derramas:
Siglo de ciencia, que el error derrocas,
La virtud premias y el ingenio inflamas:
Siglo, que dices que á la cumbre tocas
De la dicha, que el mundo civilizas
Y tu raza de sabios divinizas:
Siglo de prensas y de bolsa y agio,
Que, en carros de vapor, hasta la luna
Intentas difundir el gran contagio
De la ciencia, y parar á la fortuna
Con tus empresas mil..... ¡siglo de plagio
Que, en solos nueve lustros, en sí aduna
Más maestros, artistas y doctores
Que hubo en ciento estudiantes y lectores!....
¿De dónde vienen los que nacen? ¿Dónde[Pg 150]
Van los que mueren? ¿Dónde, en qué lejano
Lugar se acuesta el sol? ¿En cuál se esconde
La luna de su luz? ¿Cuál es la mano
Que les guía á los dos? Habla, responde,
Orgullo necio del saber humano,
Hojea el libro de tu ciencia osada:
¿Qué es lo que sabes de tu origen?—Nada.
No hay más que un solo Dios, que nada ignora:
Él conoce las puertas de la tierra;
Abre las de la cuna y de la aurora:
Las de la noche y de la tumba cierra.
Más allá de las dos Él solo mora,
Él solo sabe lo que allá se encierra;
De allá viene, allá va quien nace y muere.
¿Por qué? Su voluntad así lo quiere.
Mas detente ¡oh Espíritu divino!
¡Oh Arcángel de la Fe! Tú, cuyo paso
Buscando un día al corazón camino
Ahogó á las Musas y aplanó el Parnaso:
Único fuego que del cielo vino,
Calma tu inspiración en que me abraso:
No ensayes en el arpa del poeta
Los cantos del salterio del Profeta.
Mi limitada comprensión humana,[Pg 151]
Mi ruda voz y tosca poesía
Eleve, sí, tu inspiración cristiana
Y dignas sean de la patria mía.
Enaltece mi ingenio, porque ufana
Pueda hijo suyo apellidarme un día,
Y de mi nombre, si al olvido vence,
La tierra en que nací no se avergüence.
Mas dejemos al siglo ir desbocado
De los pasados siglos tras la herencia,
En el carro del oro arrellanado,
Ó suspendido en alas de la ciencia.
Dejémosle seguir la ley del hado
Según su voluntad ó su conciencia,
Sin que perturbe su insensata orgía
El himno audaz de la creencia mía.
Tiéndeme, pues, tu alas de zafiros,
Y lejos de él transpórteme tu vuelo
Donde sus carcajadas y suspiros
No desgarren del aire el puro velo.
De él á través con luminosos giros
Álzame adonde, con eterno hielo
Cubriendo su cerviz, Sierra Nevada
Salutíferas auras da á Granada.
Llévame á los recónditos asilos[Pg 152]
De aquellas misteriosas soledades,
Cuyos monstruos de nieve ven tranquilos
Nacer y perecer razas y edades.
Muéstrame las cavernas y los silos
Donde van á dormir las tempestades,
Por cima del peñón desconocido
En que suspende el águila su nido.
Del Supremo Hacedor la sabia mano
No creó sin destino esos lugares
Inaccesibles al orgullo humano:
Ni envueltos en sus mantos seculares
De nieve espían sin cesar en vano
Esos gigantes blancos tierra y mares.
Subamos, pues, sobre las auras leves
Al misterioso alcázar de las nieves.

[Pg 153]

LA CARRERA
II

En las desiertas cumbres que la sierra
Á las legiones de la luz levanta,
Paso al cielo tal vez desde la tierra:
Allí, donde árbol, animal, ni planta,
Ni vegeta, ni vaga, ni se encierra
Bajo la eterna nieve, y se quebranta
Cuanto vida ó calor toma del suelo
Al peso de una atmósfera de hielo,
Se abre por las montañas un camino,
Más bien un tajo, que sus breñas parte
Como una faja de planchado lino,
El cual dirige al colosal baluarte
De la nieve. Jamás tan peregrino
Sendero supo fabricar el arte,
Ni inspirarle á la mente más risueño
Maga oriental en hechizado sueño.
Á ambas orillas de su senda blanca[Pg 154]
Labra caprichos mil el aire helado,
Que el ampo trae que el remolino arranca,
Dejándole doquier cristalizado.
La agua congela y el vapor estanca
Y cincela sutil filigranado
Del hielo en el cristal, cuyas labores
Descomponen la luz en mil colores.
Mas como sus espléndidos reflejos
De la nieve se estrellan en la alfombra,
Y en el mate cristal de sus espejos
Mata al color la blanquecina sombra,
Todo es blanco doquiera, cerca y lejos:
Todo el país descolorido asombra
Con su igualdad la vista: blanco el suelo,
Blanco el espacio puro, blanco el cielo.
Y allá del peñascal en la estrechura,
Por el lugar do empieza este sendero
Á blanquear en el fin de la llanura,
Comienza á negrear bulto ligero.
Crece..... se aclara como va la altura
Ganando. Es un mortal: un caballero
Moro: y, conforme lo veloz que sube,
Parto fué su corcel de alguna nube.
El ampo de la nieve no desflora[Pg 155]
Con el herrado casco en su carrera,
Y, al ver la forma aérea y voladora
De jinete y corcel, se les tuviera
Mejor por ilusión fascinadora
Que por seres de vida verdadera:
Pues ¿quién sino fantásticas visiones
Osaran arribar á estas regiones?
Mas ¿quién bajo los pliegues ve espumosos
Del mullido tapiz de copos leves?
¿Quién conoce los seres vaporosos
Que la región habitan de las nieves?
¿Quién sabe qué destinos misteriosos
Les dió Aquél que, con dos palabras breves
Cuando hizo el orbe, al hielo cristalino
Del sol su destructor puso vecino?
Él solo, Dios. Recóndito misterio
Envuelve los contornos liminares
De aquel helado y silencioso imperio
Escondido entre rocas seculares.
Solo Él ve lo que encierra este hemisferio,
Por entre cuyos blancos valladares
La ardua ascensión al último acomete,
Cual suelta nube, el Árabe jinete.
De peñón en peñón, de risco en risco,[Pg 156]
El tortuoso camino va siguiendo
Sobre su negro potro berberisco,
Y á los nublados bajo sí va viendo
Fermentar en sus vientres el pedrisco
De invisibles torrentes al estruendo,
Y según sube hacia la azul esfera
Va aflojando el caballo su carrera.
¿Quién es?—Vuela perdido en la distancia:
Su forma es vaga sombra todavía.
¿Do va?—¿Y quién su poder ó su arrogancia
Sabe? Tal vez á la mansión del día.
Genio, tal vez allí tiene su estancia:
Mortal, de un filtro acaso se valdría;
Mas ya trepa al confín: ya poco á poco
Modera su corcel su ímpetu loco.
Ya
Se
Ve
Que
Dando
Se va,
Más blando
Al freno.
Ya no bota[Pg 157]
De ira lleno,
Ni va ajeno
De derrota
Desbocado,
Como mata
Que arrebata
Desbordado
Rapidísimo
Turbión.
Ya se dilata
Su fauce henchida
De comprimida
Respiración,
Y, vïolento,
Danza el aliento
Que le sofoca
De su pulmón,
Con resoplido
De dolorido
Cóncavo són.
Doble columna gruesa
De fatigoso aliento,
Que hace vapor el viento
Sutil de esta región,
Cual humareda espesa,[Pg 158]
Por la nariz opresa
Vierte tras sí en la atmósfera
El árabe bridón.
Ya deja la boca herida
Más libre al bocado obrar,
Y más siente ya la brida
Que pudo el señor cobrar.
Ya el vértigo loco cediendo
Que ciego siguió á su pesar,
Va su ímpetu fiero perdiendo
Y empieza cansancio á mostrar.
Ya su rápido escape acortando
Detenerse pretende quizá:
Ya se templa, é igual galopando
Va en un aire pacífico ya.
Y aunque de espuma y de sudor blanquea,
Relincha audaz é inquieto cabecea;
Y aunque jadeando de fatiga está,
Aun piafa y se encabrita y escarcea,
Y los ijares con la cola airea,
Y corvos saltos de costado da.
Ya cambia: ya el trote medido levanta,[Pg 159]
Y, el cuello engallado, segura la planta,
Altivo en la sombra mirándose va.
Ya lenta y suavemente su dueño le refrena:
Se acorta: ya en el paso su marcha va serena:
Recógele: obedece: paró. ¡Loado Aláh!
¡Vertiginoso vuelo! ¡Fantástica carrera!
Más rápido su impulso que el de las nubes era:
Caballo y caballero volaban á la par
En alas de un nublado. La alondra más ligera,
Ni el águila más rauda, pujante y altanera,
Pudieron un instante su rapidez tomar.
Al fin cesó.—Las bridas en el arzón dejando,
Los miembros extendiendo, con ansia respirando,
Repúsose el jinete sobre la silla al fin:
Y absorto, las miradas en derredor tendiendo,
Se halló de extensas nieves en un desierto horrendo,
Océano de hielo, sin costa ni confín.
¡Ni flor, ni fiera, ni ave por la región extraña
Do se contempla aislado!—Sólo hay una montaña
Que gruta cristalina taladra por el pie.
¿Y un mar y un paraíso, que ha visto el caballero,
De espíritus y genios poblados? ¿Y el sendero
Por do hasta allí ha subido?—Delirio, sueño fué.
Sobre la nieve intacta ni rastro ve ni huella,[Pg 160]
Ni marca de camino en rededor sobre ella;
Todo es una esplanada inmensa, sola, igual.
No hay más que nieve. Es blanca la claridad del cielo:
Blanco el espacio: blanca la inmensidad del suelo:
Los horizontes blancos. ¿Qué busca allí un mortal?
¿Adónde esta comarca estéril y desierta
Da paso? ¿De qué silos recónditos es puerta
Su misteriosa gruta? ¿Qué mano la labró?
Tal vez en ella moran espíritus dañinos
Que á los mortales odian, y los fatales sinos
En dirigir se ocupan del que mortal nació.
Tal vez es la risueña y espléndida morada
De alguna dolorida y encantadora fada,
Que el vano amor lamenta que puso en un mortal.
Tal vez es la bajada del reino del olvido,
Adonde caen las almas después de haber salido
De la penosa cárcel del cuerpo terrenal.
¿Quién sabe? El caballero al pie de la montaña
Ante esta gruta, que ornan de arquitectura extraña
Labores y arabescos de nácar y cristal,
Permanecía inmóvil: cuando he aquí que el eco,
Hendiendo sonoroso su embovedado hueco,
Le trajo estas palabras en canto celestial:
«Ilustre y venturoso[Pg 161]
Caudillo Nazarita,
La gloria y el reposo
Te aguardan á la par.
Tu mente, que no alcanza
Misterio tal, se agita
Dudosa en vano.—Avanza,
Avanza, ¡oh Al-hamar!»
Es Al-hamar: el noble monarca granadino.
Es él, que arrebatado sobre las auras vino
Á dar en esta helada é incógnita región.
Es Al-hamar: su nombre retumba por el hondo
Cóncavo de la gruta, cuyo vacío fondo
Repite de su canto el fugitivo són.
Á este eco, en la sonora profundidad perdido,
Cual de invisible fuerza magnética impelido
El árabe caballo feroz se encabritó.
Asir quiso el jinete las bridas, mas fué tarde:
Piafando y relinchando con orgulloso alarde
Por la sonora gruta el palafrén entró.

[Pg 162]

ALCÁZAR DE AZAEL

Lanzóse el bruto indómito,
Con arrogante empeño
Luchando con su dueño,
Que cede á su vigor,
Por bajo de una bóveda
De fábrica divina,
Tan pura y cristalina,
De tan sutil labor,
Que su techumbre cóncava
De transparente hielo
La claridad del cielo
Deja á través gozar,
Y, en un inmenso pórtico
De regia arquitectura,
Más diáfana y más pura
La viene á derramar.
Mas ¿qué mirada humana[Pg 163]
Á penetrar se atreve
En esta soberana
Morada celestial?
¿Qué mano alza profana
El pabellón de nieve,
Que los misterios debe
Velar de un inmortal?
El techo, almohadillado
Con planchas de diamantes,
La lumbre en mil cambiantes
Del sol vierte á trasluz.
Y el suelo, trabajado
Sobre cristal de roca,
Su brillantez provoca
Volviéndole su luz.
Los límpidos pilares,
Do asienta la segura
Soberbia arquitectura
Su peso colosal,
En torno, transparentes,
Reflejan á millares
Los círculos lucientes
Del Iris celestial.
Y de este centelleante[Pg 164]
Alcázar encantado,
Que en hielo está labrado
Y entre la nieve está,
Al interior radiante,
Do alguna maga habita,
El noble Nazarita
Adelantando va.
Del luminoso pórtico
Del diáfano edificio
Apena el frontispicio
Magnífico pasó,
Entró bajo una espléndida
Colgada galería,
Que á un patio conducía
Que á su remate vió.
El firme pavimento
Retiembla estremecido
Bajo el galope unido
De su veloz corcel,
Su paso y movimiento
El eco prolongado
Del hueco artesonado
Marcando detrás de él.
De aquella galería[Pg 165]
Cruzó la luenga arcada:
Pasó de otra portada
Por bajo el arco: entró
Al patio, que veía
De lejos, y el ardiente
Caballo de repente
Plantóse y relinchó.
Cual la espiral flotante
Del humo que despide
Pebete en que fragante
Perfume ardiendo está,
Y ráfaga perdida
Por bajo la divide,
Y la mitad partida
Leve á la altura va:
Poder así invisible
En paso imperceptible
Caballo y caballero,
Sin fuerza separó;
Y el bruto, cual ligero
Vapor desvanecido,
De él libre y dividido
El príncipe se vió.
Miró Al-hamar en torno[Pg 166]
Y, al contemplar de cerca
La fábrica y adorno
Del patio de cristal
Hecho, ó tallado en hielo,
Halló que era un modelo
Del patio de la alberca
De su Palacio real.
Aquel es el arranque
De su alta torre: aquellos
Los ajimeces bellos
Que sobre el patio dan:
Aquel es el estanque:
Los arrayanes éstos
Que, por su mano puestos,
En su redor están.
Aquellos los pilares
Del corredor: aquellas
Las bóvedas de estrellas
De cedro y de marfil;
La estancia de Comares
Aquella, do su magia
Dejó la comarajia
En su labor sutil.
Los ricos tiene enfrente[Pg 167]
Calados pabellones
Del patio de leones,
Con su oriental jardín:
Y allí está el mar bullente,
Que al Hierosolimita
De Salomón imita;
Es otra Alhambra en fin.
Es otra Alhambra, pero
Más que la Granadina
Hermosa; una divina
Alhambra celestial.
Alcázar hechicero,
Labrado con vivientes
Materias transparentes
De germen inmortal.
Los muros trabajados
Con ricos arabescos
Y flores y estucados
Prodigios del cincel,
Los gabinetes frescos
Que adornan escrituras
Divinas, miniaturas
Del oriental pincel,
Son obra misteriosa[Pg 168]
De soberano artista,
Que ni en humana vista
Cabrá, ni en comprensión:
Y aquellos tan macizos
Muros, y quebradizos
Calados de su hermosa
Y aérea mansión,
En su materia mística
Encierran una esencia,
Que infunde una existencia
Á su insondable sér:
Y toda aquella fábrica
Tan pura y transparente
Es creación viviente
De incógnito poder.
Mirábala embebido
El Nazarita príncipe,
Cuando llegó á su oído
La deliciosa voz
Que oyó de la caverna
En la extensión interna
Sonar, cuando detúvose
Su palafrén veloz.
Y la escondida música[Pg 169]
Que en torno de él resuena
De júbilo le llena,
Le embriaga el corazón,
Y la palabra mística
De aquel cantar de gloria
Le trae á la memoria
Antigua aparición.
Dibújase en su mente
Un valle de Granada
Con una fresca fuente
De lánguido rumor,
En una perfumada
Noche, sin nube alguna
El Cielo, de la luna
Plateada al resplandor.
Y cuanto más escucha
Su armónico concierto,
Un rumbo va más cierto
Tomando el corazón.
Triunfante de la lucha
Con la ilusión pasada
Del valle de Granada,
Al comprender su són.
—«Salud ¡oh Nazarita![Pg 170]
Bien llegues á las nieblas
Cuya región habita
Tu genio protector.
Ha visto en las tinieblas
Resplandecer tus ojos:
Te conoció, y de hinojos
Dió gracias al Señor.
»Su vista rutilante,
Que el universo abarca,
Posada en tu semblante
Desde tu cuna está,
Y el dedo omnipotente
Sobre tu noble frente
Grabó la regia marca,
Que á conocer te da.
»Naciste favorito
Del genio y de la gloria:
Tu nombre fué victoria,
Tu voluntad ley fué.
Tu tiempo es infinito,
Profundas son tus huellas,
Propicias las estrellas
Son á Nazar: ten fe.
»Avanza, Nazarita;[Pg 171]
Radiante aquí tu estrella
Con viva luz destella,
Aquí en tu Alhambra estás:
Aquí mana infinita
La fuente del consuelo.
Avanza, aquí del cielo
Más cerca reinarás.»
De la celeste música
La letra así decía,
Y, atento á su armonía,
El príncipe Al-hamar
Permanecía atónito
Sin voz ni movimiento,
En dulce arrobamiento
Gozando sin cesar.
El agua, de que llena
La alberca está, ondulante
Refleja cada instante,
Más vario resplandor,
Cual si una luz serena
Bajo la linfa clara
Recóndita radiara
Con trémulo fulgor.
Debajo de su planta[Pg 172]
Percibe que el divino
Concierto se levanta,
Del manantial detrás,
Y al borde cristalino
De la colmada alborea,
Que está á sus pies, se acerca
Cada momento más.
Y he aquí que en este punto
Del fondo transparente
Del agua donde siente
La música sonar.
De un sér resplandeciente
El rostro, que ilumina
La linfa cristalina,
Se comenzó á elevar.
Tocó en el haz del agua
Su cabellera blonda:
Quebró la frágil onda
Su frente virginal:
Dejó el agua mil hebras
Entre sus rizos rotas,
Y á unirse volvió en gotas
Al limpio manantial.
Aéreo, puro, leve,[Pg 173]
Cual nube vaporosa
Que mansa el aura mueve
Y transparenta el sol,
Ciñendo de oro y rosa
Flotante vestidura,
Como el del alba pura
Suavísimo arrebol:
La paz en el semblante,
La gloria en la sonrisa,
Apareció radiante
El ángel Azäel;
Y sus mortales ojos
Fijando en la improvisa
Aparición, de hinojos
Cayó Al-hamar ante él.
Del agua se alzó fuera
Y, al esparcir el viento
Su blonda cabellera,
El aire perfumó:
Dejó escapar su aliento,
Y cuanto allí existía
Su aliento de ambrosía
Con ansia respiró.
Del suelo á la techumbre[Pg 174]
El místico palacio
Reverberó la lumbre
De su divina faz,
Cuya fulgente aureola
Purpúrea tornasola
El aire del espacio
Y de las aguas la haz.
Y he aquí que su alba mano
El ángel extendiendo
Y alzando y atrayendo
Al príncipe hacia sí,
Con plácida sonrisa
Y acento soberano,
Que armonizó la brisa
Fragante, hablóle así:
«Yo visité en un sueño
Tu espíritu en la tierra,
Mostrándote halagüeño
Tu porvenir en él.
Tesoros te di y gloria,
Tu esclava hice á la guerra,
Grabando en tu memoria
La imagen de Azäel.
»Iluminé tu ciencia,[Pg 175]
Colmé de sabios planes
Tu humana inteligencia
Y al logro te ayudé.
Cual tu ambición lo quiso
Cumpliendo tus afanes,
Terreno paraíso
Tu rico imperio fué.
»Yo inoculé en tu alma
El germen de la duda
Para turbar la calma
De tu crëencia vil:
Para que espuela fuera
Con cuya lenta ayuda
Á la verdad se abriera
Tu corazón gentil.
»Brotar hice en tu suelo
Para calmar tus penas
Las aguas del consuelo,
Que á conocer te di:
Mas de tristeza llenas
Cien noches has pasado,
Y al agua no has llegado
Cuyo raudal te abrí.
»Al verte victorioso,[Pg 176]
Temido y opulento,
Tu corazón atento
Sólo á la tierra fué.
Dudaste, mas dudando
No osaste perezoso
El rostro á mí tornando
Poner en mí tu fe.
»Y hacia el fatal destino
Á que traidora guía
La falsa fe, te vía
Adelantar Luzbel:
Y el fin de tu camino
Mostrándome decía:
Caer era su sino:
Le pierdes, Azäel.
»Lloraba yo abismado
En mi amargura, viendo
Mi afán tan malogrado,
Tan sin valor mi fe:
Y, en mi pesar y enojo
Postrer esfuerzo haciendo,
Con temerario arrojo
Entre ambos me lancé.
»Luchamos: el Eterno,[Pg 177]
De mi dolor movido,
Caer dejó en su oído
Su nombre y dió á mis pies.
Sumíle en el infierno:
Y en alas de un nublado
Te traje arrebatado
Adonde en paz te ves.
»Los pérfidos espíritus
Que en pos de ti traías,
Las vanas fantasías
De tu crëencia ruin
Mostrábante. ¡Quiméricos
Esfuerzos! ¡Sueños breves!
Aullando, de mis nieves
Se quedan al confín.
»Mas ¡ay! yo te conquisto
Los cielos..... y ¡cuán caro
Me cuesta á mí el amparo
Que liberal te doy!
Dos siglos ha que existo
Aquí, expiando un yerro,
Y añado á mi destierro
Uno, por ti, más hoy.
»Á condición tan dura[Pg 178]
Tu salvación compraba,
Nazar; mas yo te amaba
Tanto, que la acepté;
No supe resignarme
Á arrebatar dejarme
Tan noble criatura,
Y tu alma rescaté.
»¡Oh! juzga bien en cuánto
Me es cara tu alma buena,
Cuando á mi larga pena
Cien soles añadí
Por ella. Ahora el santo
Fallo, inmutable, extremo,
Oye que el Juez Supremo
Fulmina contra ti.
»Hoy mismo, en apariencia,
Perecerá á las manos
De incógnita dolencia
Tu cuerpo terrenal:
Más junto á mí existencia
Tendrás, hasta que ufanos
Habiten los cristianos
Tu alcázar oriental.
»Yo les haré á Granada[Pg 179]
Cercar como un enjambre:
Con ellos vendrá el hambre,
La muerte y el baldón:
Y talarán tus tierras,
Y en sanguinarias guerras
Tu raza aniquilada
Será sin compasión.
»Tú lo verás: estrella
Fatal para tu gente,
Tú verterás sobre ella
Roja, siniestra luz:
Y lidiarás conmigo
En pro del enemigo,
Sobre el pendón de Oriente
Hasta clavar la Cruz.
»Ahogado el Islamismo
Y desbandada y rota
Tu raza, gota á gota
Su sangre en ti caerá:
Su sangre es tu bautismo,
Y este de afán y duelos
Misterio, de los Cielos
Las puertas te abrirá.
»No hay más que un Dios. Justicia[Pg 180]
En Él no más se encierra.
Tu empresa fué en la tierra
Dios sólo es vencedor:
Por eso te es propicia:
Mas nadie entra en su gloria
Sin pena expiatoria
Hasta del leve error.
»Tal es nuestra sentencia:
Tal es el purgatorio
Que la alta Providencia
Nos señaló á los dos.
Obra de nuestras manos,
En dón propiciatorio
Se han de ofrecer, cristianos,
Un Rey y un pueblo á Dios.
»Tú el Rey: el pueblo el tuyo.
Tan sólo dignamente
Así me restituyo
Al Cielo, que dejé.
Apróntate obediente
Á dividir conmigo
La gloria y el castigo
Que para ti acepté.
»¡Sús, pues, oh Nazarita![Pg 181]
De Dios al pie del trono,
Rogándole en tu abono,
Le respondí de ti.
¡Sús, pues! Á la bendita
Empresa apresta el brío;
Mortal, te hice igual mío;
Sé digno tú de mí.»
Dijo Azäel: estático
Á su divino acento,
Embebecido, atento,
Estúvose Al-hamar:
Cedió su noble espíritu
Al celestial destino,
Y se empezó el divino
Misterio á efectuar.
«Mira,» le dijo entonces
El ángel desterrado:
Y (hacia el lugar tornado
Que el ángel señaló)
El muro en dos partido,
Sobre invisibles gonces
Girando dividido,
El Nazarita vió.
Se abrió sobre un espejo[Pg 182]
En cuyo misterioso
Cristal, con el reflejo
De un matinal albor,
Se alumbra una campiña,
Que Mayo lujurioso
Con su fecundo aliña
Primaveral verdor.
Una ciudad, fundada
Al pie de una alta sierra,
Domina aquella tierra
Por donde arroyos mil
Serpean: es Granada,
Su vega, sus alturas
Y las corrientes puras
De Darro y de Genil.
Espléndida cohorte
De Moros atraviesa
Por su alameda espesa
Llevando un ataúd,
Y á la muralla corva
De la morisca corte
Se agolpa á verles torva
Callada multitud.
Llegáronse á la puerta[Pg 183]
De Elvira aquellos fieles
Muslimes; allí abierta
La turba les dejó
Paso, y subiendo á espacio
La cuesta de Gomeles,
Entrada en el palacio
Bib-el-Leujar les dió.
La multitud atenta
Y silenciosa iba
En pos su marcha lenta
Siguiendo: y, al tocar
La puerta judiciaria,
La triste comitiva
Paróse voluntaria
Dejándose cercar.
Entonces, elevando
El ataúd en hombros
Los que le van llevando,
Y puesto junto á él
Un Alfakí, inspirando
Doquier pavor y asombros,
«¡Llorad!—(dijo él llorando)
»Con lágrimas de hiel.
»¡Llorad toda la vida,[Pg 184]
»¡Oh huérfanos Muslimes!
»¡La flor de los alimes,
»¡La palma de Nazar,
»¡La gloria del Oriente,
»Cayó del rayo herida!
»¡Llorad eternamente,
»Llorad sobre Al-hamar!»
Así con ronco acento
El Alfakí clamando,
Del ataúd alzando
El paño funeral,
Al pueblo los despojos
Del rey mostró; y al viento
El pueblo, al caer de hinojos,
Dió un ¡ay! universal.
Á este eco de agonía,
Que atravesó perdido
El aire hasta su oído,
Se estremeció Al-hamar.
Quitóse del espejo
Do escena tal veía,
Y se tornó el reflejo
Del vidrio á disipar.
«¡Ea!—Azäel le dijo—[Pg 185]
»Monarca de la tierra,
»El ataúd encierra
»Tu polvo terrenal;
»Mas, de los cielos hijo,
»Del ataúd te exhalas.
»Desplega, pues, tus alas,
»Espíritu inmortal.»
Entonces el rey árabe
Sintióse aéreo, leve,
Cual luz que el aire mueve,
Cual nube que va en él.
Sólo era ya un espíritu,
Una visión ligera,
Un alma compañera
Del Ángel Azäel.
El silencioso vuelo
Ambos á dos alzando,
En el azul del cielo
Perdiéronse los dos;
Y, entre sus auras leves
Su rastro abandonando,
El libro de las nieves
Concluye. ¡Gloria á Dios!

[Pg 186]

EPÍLOGO

¡Gloria á Dios!—De Al-hamar el Granadino
Así la historia celestial concluye;
Llámala el Musulmán cuento divino,
Y en libros su relato distribuye.
Su sacra inspiración del Cielo vino
Y al Cielo desde aquí se restituye;
Tradición oriental, es la portada
Del oriental poema de Granada.
Cual dos cisnes que, al par atravesando
El mar azul con encontrado vuelo,
Isla apartada en su extensión hallando
En ella toman anhelado suelo,
Reposan juntos, y á partir tornando
Tornan la anchura á dividir del cielo,
Y de su voz un punto los sonidos
Se elevan en el aire confundidos:
Como dos peregrinos que una tienda[Pg 187]
Dividen del desierto en la desnuda
Soledad, de Al-hamar en la leyenda
Dos poetas ocúltanse sin duda.
Uno á Aláh en sus cantares se encomienda,
Otro al Dios de la Cruz demanda ayuda.
¿Quién no percibe en ella confundidos
Brotar de sus dos arpas los sonidos?
Dióles á ambos el Genio soberano
La misma inspiración, el mismo aliento:
Mas pasando tal vez de una á otra mano
De uno y otro el armónico instrumento,
El Árabe poeta y el Cristiano
Sacan de él á la par distinto acento,
Exhalando mezclada su armonía
La Árabe y la Cristiana poesía.
Confundidos así sus dos cantares
Entonan á una voz los dos cantores,
Y de la Cruz divina los altares
El poeta oriental orna con flores
Que tejen las hurís sus tutelares;
Pero de un solo SÉR adoradores,
«No hay más que un solo Dios»—dice el Cristiano;
«No hay más Dios sino Dios»—el Africano.
Tal es la historia peregrina y bella[Pg 188]
Que os dan sobre estas hojas extendida.
Lëedla sin temor: nada hay en ella
Que la razón rechace, ó la fe impida;
La luz que de sus páginas destella
Despierta el alma á la virtud dormida,
Y eleva el corazón y el pensamiento
Á la pura región del firmamento.
Lëedla pues: y el ámbar que perfuma
Del paraíso la mansión divina,
Y el resplandor que de la Esencia suma
Derramado los mundos ilumina,
Y el rumor que levantan con su pluma
Las alas de Gabriel cuando camina,
Embalsame y alumbre y dé contento
Á cuantos lean el divino cuento.

FIN DE LA LEYENDA DE AL-HAMAR.


GRANADA
POEMA ORIENTAL

Cristiano y español, con fe y sin miedo,
Canto mi religión, mi patria canto.

[Pg 191]

LIBRO PRIMERO
EXPOSICIÓN

I
INVOCACIÓN

En el nombre de Dios omnipotente,
Cuya presencia el universo llena,
Cuya mirada brilla en el Oriente,
Nutre las plantas y la mar serena,
Canto la guerra en que la hispana gente
Al África arrojando á la agarena,
Selló triunfante con la Cruz divina
Las torres de la Alhambra granadina.
¡Espíritu de Dios único y trino,[Pg 192]
Ángel Custodio de la Fe Cristiana,
Único fuego que del Cielo vino,
Única fuente que incorrupta mana,
Único rayo del fulgor divino,
Única inspiración que soberana
Eleva al Criador la poesía:
Yo invoco tu favor para la mía!
Sostén mi voz, mi espíritu aconseja:
Mas tolera que en carmen Africano
Recoja alguna flor con que entreteja
Cairel morisco á mi laúd cristiano:
Ni juzgues que mi fe de Ti se aleja,
Si algunas veces del harén profano
Las alkatifas perfumadas piso,
Ó invoco á las hurís del paraíso.
Voy la gloria á cantar de dos naciones
Por religión é instintos enemigas,
Que, fieles á la par á sus pendones,
Prodigaron al par sangre y fatigas,
Rojas brotar haciendo sus legiones
Con la sangre común aguas y espigas:
Y cual la de los dos corrió mezclada,
Junta debe su gloria ser cantada.
Pues no porque en su límpida entereza[Pg 193]
Conserve yo la fe de los Cristianos
Que hicieron del desierto á la aspereza
Volver á los vencidos Africanos,
Del vencedor loando la grandeza
Trataré á los vencidos de villanos.
No: siete siglos de su prez testigos
Los dan por caballeros si enemigos.
Lejos de mí tan sórdida mancilla:
Antes selle mi boca una mordaza
Que llame yo en la lengua de Castilla
Á su raza oriental bárbara raza.
Jamás: aún en nuestro suelo brilla
De su fecundo pie la extensa traza,
¡Y, honrado y noble aún, su sangre encierra
Más de un buen corazón de nuestra tierra!
¡Augusta sombra de Isabel! perdona
Si mi ruda canción osa atrevida,
Llegando irreverente á tu persona,
Del féretro evocarte á nueva vida.
Sé que la gloria que inmortal te abona
No puede por mi voz enaltecida
Ser: mas yo bajo á tu mansión mortuoria
No á engrandecer, sino á adorar tu gloria.
Díselo así al Católico Fernando,[Pg 194]
Si en medio de las dichas celestiales
Alguna vez, por el Edén vagando,
Recordáis vuestras glorias terrenales,
La obscura tierra desde el sol mirando:
Y al escuchar mis cánticos mortales,
Mirad á vuestra gloria, que me inspira,
No al rudo canto de mi tosca lira.
Y vosotros, guerreros de Castilla,
Honor de sus más ínclitos solares,
Nobles Condes de Cabra y de Tendilla,
Merlos, Téllez, Girones y Aguilares,
Cárdenas y Manriques de Sevilla,
Fieles Vargas, intrépidos Pulgares,
Córdovas generosos de Lucena,
Impávidos Clavijos de Baena:
Mendozas de alta prez, Portocarreros
Y Ponces de León, de cuya historia
Sus anales jamás perecederos
Henchidos guarda la Española gloria:
Y vosotros también, ¡oh caballeros
Árabes! dignos de gentil memoria:
Muza, postrero campeador del Darro,
Indeciso Boabdil, Zagal bizarro,
Aly-Athar insepulto, Hamet Rondeño,[Pg 195]
Lince de las fronteras castellanas,
Reduán inalterable y zahareño,
Gazul de las doncellas africanas
Querido, Hacén tenaz, Ozmín trigueño,
Tarfe, horror de las crónicas cristianas;
Y vosotras, sultanas granadinas
De nombres y leyendas peregrinas:
Aija la varonil, matrona osada
Jamás rendida á su fatal destino:
Zoraya, la cautiva renegada,
Por cuyos hijos la discordia vino
Á derribar el trono de Granada:
Moraima la de Loja, á quien su sino
Obligó á encomendar sin esperanza
Vida y honor á Castellana lanza;
Perdonadme también si mis canciones,
Á través de los mármoles tendidos
En vuestros solitarios pantëones,
Hieren en ronco són vuestros oídos.
Sé que merecen más vuestras acciones
Que elogios en mi voz mal atendidos:
Mas si, en fuerzas escaso, á tal me atrevo,
Es porque sé lo que á mi patria debo.
Sé que es la empresa donde me he empeñado[Pg 196]
Dédalo obscuro, inmensurable abismo,
Do sólo penetrar han intentado
Necia temeridad ó alto heroísmo:
Conozco que, en mi orgullo, demasiado
Fío en mi corazón, fío en mí mismo:
Mas supera la fe mi atrevimiento,
Y fío en Dios que abonará mi intento.
Deliciosos recuerdos de otros días
De honor y de placer, de amor y gloria,
Que envuelta en romancescas fantasías
Guardáis oculta vuestra bella historia,
Exhalada en confusas armonías
De himnos de amor y gritos de victoria:
Dad á mi corazón, dad á mi aliento
Generoso poder, canoro acento.
Águilas que os cernéis con corvo vuelo
Sobre el Atlas y el Cáucaso; pastores
Que sesteáis á la sombra del Carmelo
Y bajáis al Jordán los baladores
Ganados: y vosotros los que en pelo
Montáis salvajes potros voladores,
Hijos de los ardientes vendavales
Que barren los egipcios arenales;
Tribus perdidas y á las de hoy extrañas,[Pg 197]
Para quienes la Europa no se ha abierto,
Que incendiáis al huir vuestras cabañas
Y en la Zahara avanzáis el paso incierto;
Gacelas de las árabes montañas,
Apareadas palmas del desierto;
Caravanas errantes á quien ellas
Dátiles dan y leche las camellas;
Palomas de los cármenes floridos
Que bordan las colinas de Granada;
Golondrinas leales que los nidos
En la Alhambra colgáis; enamorada
Raza de ruiseñores que escondidos
Gorjeáis de su bosque en la enramada,
Arroyos que, á su sombra, bullidores,
Laméis su césped y mecéis sus flores;
Sierras que cubre el sempiterno hielo
Donde Darro y Genil beben su vida;
Valles salubres, transparente cielo
De la Alpujarra aún mal conocida;
De Málaga gentil alegre suelo
De la hermosura y del amor guarida;
Mar azul cuyo lomo cristalino
Á las quillas de Agar prestó camino:
Abridme los tesoros encantados[Pg 198]
De vuestras glorias mil tradicionales;
Dadme á beber los que guardáis sagrados
De inspiración inmensos manantiales;
Germinad en mi mente, no estudiados,
Vuestros cantos de amor meridionales,
Por que pueda brotar del arpa mía
Vuestra oriental y virgen poesía.
De sus cuerdas despréndanse sonoras
Esas modulaciones nunca oídas
Por los pueblos de Europa, y de las moras
Tribus por nuestros pueblos aprendidas;
Esas notas ardientes, tentadoras,
Que aun hoy por tosca mano repetidas
Renuevan en los huertos de la Alhambra
La de veloz compás morisca zambra.
Venid en torno á mí, generaciones
Ateridas del Norte, que con pieles
Vestís nuestras moriscas tradiciones,
Rasgando sus bordados alquiceles:
Venid á oirlas en sus propios sones
Y lengua original de bocas fieles,
Al pobre són de bárbara guitarra
Debajo de un peñón de la Alpujarra.
Venid, aprenderéis del Mediodía[Pg 199]
Cuál el origen es de los cantares
Que jamás comprendió vuestra alma fría;
Sabréis cómo entre bélicos azares
Nació la abrasadora poesía
De nuestros bellos cantos populares;
Y en el lujo oriental de su riqueza,
Considerad su bárbara grandeza.
Pues por hijos de bárbaros osada
Vuestra historia nos da, sea en buen hora:
No esa bárbara estirpe renegada
Será por mí; mas á admirar ahora
Venid el rastro que dejó en Granada
La ilustración de nuestra estirpe mora:
Y en el lujo oriental de su riqueza
Adorad nuestra bárbara grandeza.
Sí: yo os voy á contar la historia bella
De esos á quien llamáis fieros salvajes,
Y fío en Dios que entenderéis por ella
Que puede despreciar vuestros ultrajes
Quien Alhambras dejó sobre su huella,
Quien labró fortalezas como encajes,
Y quien colmó por cóncavo arrecife
Las albercas del real Generalife.
Yo os voy á hablar del mágico recinto[Pg 200]
De esta por ellos habitada tierra,
Y á mostraros lo que este laberinto
De jardines y alcázares encierra.
En llanto y sangre le dejaron tinto,
Pero tan fértil con su amor y guerra,
Que la flor más silvestre aromatiza
Y el más vulgar recuerdo poetiza.
Yo os haré ver, de nácar, concha y oro
Sobre arcos, sus balsámicos pensiles,
Do brotan junto al cedro el sicomoro,
Junto al nudoso abeto las gentiles
Palmeras, junto al álamo inodoro
El plátano aromado, las sutiles
Hebras de la ancha pita entre rosales,
Y el fragante limón entre nopales.
Yo os haré ver su pueblo primitivo,
Mitad rudo pastor, mitad guerrero,
Cuyo robusto labrador activo,
Cambiado en la ocasión en caballero,
Lidió, veloz Numida al golpe esquivo,
Con el jinete colosal de acero:
Y aplazando con él treguas extrañas,
Corrieron toros y jugaron cañas.
Yo os haré oir sus cuentos populares[Pg 201]
Y sus caballerescas tradiciones
En torno y al calor de sus hogares;
Vendréis á sus nocturnas reuniones
Conmigo, sus combates singulares
Juzgaréis, sus civiles disensiones
Lamentaréis, saldréis á sus campañas
Y testigos seréis de sus hazañas.
Vendréis á sus palacios construídos
Para la guerra á un tiempo y los placeres,
Y leeréis en sus muros, revestidos
De miniaturas, de oro en caracteres
Con sacra fe caballeresca unidos
Los nombres de su Dios y sus mujeres:
Sin que halléis en la casa que fué suya
Nada que en pro de su saber no arguya.
De fakíes, de reyes, y vasallos
Os contaré los gozos y las cuitas:
Os haré penetrar en sus serrallos
Y asistir á sus rondas y á sus citas:
Y sus muebles, sus armas, sus caballos,
Sus bazares, sus baños, sus mezquitas,
Desde el hogar hasta la móvil tienda
Todo lo váis á ver en mi leyenda.
Que es del poeta grande á maravilla[Pg 202]
El poder, y radiante su mirada,
Como un fanal que las disipa, brilla
En las tinieblas de la edad pasada.
Venid, pues: con las lanzas de Castilla
Os voy á conducir hasta Granada:
Y, á pesar de sus fieros Africanos,
En la Alhambra entraréis con los Cristianos.
Tal es, tan grave, tan inmensa y alta
La empresa nueva y colosal que intento:
Tal es la altura que atrevido asalta
Descarriado quizá mi pensamiento;
Mas si del vuelo en la mitad me falta
Fuerza al impulso ó á las alas viento,
Siempre sabré sin deshonor que, en suma,
No me faltó el valor, sino la pluma.
¡Tierra oriental, mansión de la alegría,
Favorita del sol y de las flores,
Santuario del valor, cuna del día,
Paraíso del ocio y los amores,
Tesoro y manantial de poesía!
Voy á cantar tu gloria y tus primores.
¡Tierra de bendición, al Cielo santo
Pide la suya tú para mi canto!
¡Salve, ciudad del sol, Granada bella,[Pg 203]
Amor de Boabdil, huerto florido
Que entre nieves estériles descuella,
Taza de nardos, de palomas nido,
Diamante puro que sin luz destella,
Edén entre peñascos escondido,
Ilusión de esperanza y sueño de oro
Que halaga aún al corazón del Moro!
¡Salve, vergel en donde el alba nace
Y donde el sol poniente se reclina,
Donde la niebla en perlas se deshace
Y las perlas en plata cristalina:
Donde el placer sobre laureles yace
Y Dios sonríe y la salud domina!
Divino objeto de mi canto rudo,
Yo al empezar mi canto te saludo.
Heme aquí, vueltos hacia ti los ojos,
Descubierta al nombrarte la cabeza,
Con amoroso afán puesto de hinojos,
Rendido adorador de tu belleza,
Ofrecerte mis cantos por despojos
Si dignos son de tu inmortal grandeza;
Tiéndeme, pues, bellísima Granada,
Al elevar mi voz una mirada.
Y ¡plegue á Dios que mi amoroso acento[Pg 204]
Por cima de los montes y los mares
Lleve á tu Alhambra sonoroso viento
Que armonía mejor dé á mis cantares!
Y si te dan á ti contentamiento
Y algún premio por ellos me buscares,
Dame á tu vez ¡oh flor de mis amores!
Sepultura al morir entre tus flores.

[Pg 205]

II
NARRACIÓN

Un siglo de desorden y abandono
Para mal de Castilla había corrido,
Y cinco reyes afirmar su trono
Bajo el regio dosel no habían podido;
Y todo un siglo, con civil encono
En contiendas sacrílegas perdido,
Sólo dejaba al pueblo Castellano
Ira en el corazón, sangre en la mano.
Débil el rey, el prócer insolente,
Hecho el soldado á la rapiña, al oro
Aficionado el clero irreverente,
Rico el Judío y descuidado el Moro,
Fué la justicia inútil é impotente:
Nadie atendió al honor, nadie al decoro:
Nadie seguro en tan infanda tierra
Al deber acudió, sino á la guerra.
Constituyóse el noble en soberano,[Pg 206]
Y el soldado en señor: el caballero
Se hizo juez, el obispo cortesano,
Soldado el labrador, aventurero
El holgazán, bandido el artesano:
Y, mucha la ambición, poco el dinero,
Robó al débil el fuerte, y en la obscura
Tienda el judío vil se hartó de usura.
Rebelde á su Monarca la nobleza
Alzó banderas y allegó parciales:
Cada solar cambióse en fortaleza,
Cada escudo en pendón: y por leales
Todos dándose á par y con fiereza
Temeraria batiéndose, á los males
Abrieron ancha puerta, y fué la España
Confusa lid, universal campaña.
Hasta el Rey portugués entró en Castilla
Su esposa haciendo á su sobrina Juana,
Y dividióse en bandos cada villa
En pro ó en contra de la unión profana.
Airado el Santo Padre á tal mancilla,
La sacrílega unión declaró vana:
Mas, al rayo de su ira, el vulgo ciego
En lugar de extinguir avivó el fuego.
La fe apagada y el honor extinto,[Pg 207]
Perenne manantial de desconsuelos,
Denso caos, confuso laberinto
De pasiones, de crímenes y duelos
De la España infeliz era el recinto:
Y hundiérase su gloria, si los cielos
No la enviaran un astro de ventura
Que la alumbrara en noche tan obscura.
Grande, digna, legítima, valiente
Cual repentino el sol tras un nublado
Aparece más puro y refulgente,
Apareció Isabel. Tronó indignado
Sobre el clamor de la confusa gente
Su regio acento, y su pendón sagrado
Alzando en el tumulto de improviso,
Postróse el pueblo y la acató sumiso.
De ella en pos el Católico Fernando
Al frente apareció de sus legiones,
En las banderas de Aragón mostrando
Las barras á la par de los leones.
Todo el que noble se juzgó á su bando,
Por honor ó por miedo, sus pendones
Unió: y el porvenir con luz más pura
Comenzó á esclarecer la edad futura.
Monja en Coimbra la Princesa Juana,[Pg 208]
Sin fe su causa y sin valor su bando,
Vencida la arrogancia Lusitana,
Rey de Sicilia y Aragón Fernando,
Reina Isabel en tierra castellana,
Quietos los nobles y seguro el mando
Bajo el doble poder de entrambos reyes,
Tornó España á su prez, tornó á sus leyes.
Acotó la licencia y el cinismo
De las viejas costumbres relajadas
La Inquisición severa: el Judaísmo
Sepultó su avaricia en las moradas
De sus obscuras lonjas: á sí mismo
Volvió el honor Hispano sus miradas,
Y un siglo entero sin virtud ni gloria
Vió que manchaba su cristiana historia.
Avergonzada entonces la nobleza,
Entregó á los monarcas los castillos
Con que á la rebelión dió fortaleza:
Y arrancando sus puentes y rastrillos,
La plebe licenció que la pobreza
Llevó á su bando; y, libre de caudillos
Tales, volvió el labriego á sembrar grano
Y volvió á su taller el artesano.
Vióse libre el erial de bandoleros,[Pg 209]
De cohechos el foro, de judíos
El mercado, la plebe de usureros,
La sociedad de vagos, y de impíos
La fe: vióse el erario con dineros,
Con disciplina la milicia, y, bríos
Dando á Castilla el genio de otra era,
Tornó á su fuerza y dignidad primera.
Generación empero entre el bullicio
De eslabonadas y feroces guerras
Nacida, y avezada al ejercicio
De entrar por muros y trepar por sierras,
Llegó en ésta el valor á ser un vicio
Y el pelear costumbre: y en sus tierras
No hallando ya enemigos á las manos,
Pensó al fin en los fieros africanos.
Como león que hambriento se despierta
Y, al tender la mirada adormecida
De la llanura en la extensión desierta,
Á lo lejos cruzar mal conducida
La lenta caravana á ver acierta,
Y avanzado la garra entumecida,
Crespa la greña y la mirada fosca,
Para asaltarla en el jaral se embosca:
Así tendió famélica mirada,[Pg 210]
Despertando al honor, el castellano
Hacia el florido reino de Granada,
Embalsamado harén del africano.
Así Castilla alerta y emboscada
De Isabel bajo el trono soberano,
Sólo esperaba su orden impaciente
Para caer sobre la mora gente.
La Católica Reina, sus enojos
Con varonil prudencia refrenando,
Fijos tenía los atentos ojos
En el redil del agareno bando:
Y, resuelta á arrancar sus granos rojos
Á Granada uno á uno, con Fernando
Esperaba en el Cielo oir la hora
Del exterminio de la raza mora.
Y tenía ya Dios determinado
El desastroso fin de aquella gente,
Y al término fatal era llegado
El poder de las tribus del Oriente.
El trono de Al-hamar había ocupado
Su penúltimo rey, y, á su occidente
Tocando ya la berberisca luna,
Huía hacia Castilla su fortuna.
La discordia civil vertido había[Pg 211]
El licor de su copa envenenada
En el alma del árabe, y ardía
El cráter de un volcán bajo Granada:
Mas oculto en la tierra todavía
El fuego asolador, aposentada
Parecía en la Alhambra la ventura,
Firme su solio, su quietud segura.
Reinaba allí Muley Hasán: guerrero
Más que rey y político, su mano
Nunca el cetro empuñó, sino el acero:
No temió nunca, sino odió al cristiano.
Ni nunca treguas respetó altanero,
Ni manchó su decoro soberano
El tributo pagándole rendido
Por su padre Ismaël que fué vencido.
En diez años de próspero reinado,
Al porvenir mirando y al decoro
De su trono, Muley había logrado
Su ejército doblar y su tesoro.
De África con los reyes coligado,
Prevenido á la lid se había el Moro:
Y de víveres y armas hecho apresto,
En pie sus plazas de defensa puesto.
Numerosos sacó de Berbería[Pg 212]
Escuadrones de tropas auxiliares,
Del desierto veloz caballería,
Saeteros de Fez almogavares:
Y un pie de sus fronteras no tenía
Sin avanzados puestos militares,
Ni un cerro de sus reinos á la raya
Sin el ojo sagaz de una atalaya.
Seguro como un águila en su nido
En Granada Muley, por sus fronteros
Guardado, y de sus súbditos temido
Por los decretos de su ley severos,
Reinaba en celebrar entretenido
Con sus enamorados caballeros
Justas, zambras, saraos deslumbradores
En honor de la hurí de sus amores.
Es esta la cautiva seductora
Que Isabel de Solís niña y cristiana
En Martos se llamó, y á quien ahora,
En el serrallo de Muley sultana,
Zoraya llaman, en la lengua mora
Lucero precursor de la mañana:
Astro en verdad de amor y de hermosura,
Mas precursor de asolación futura.
Por el ardiente amor de esta cautiva[Pg 213]
Olvidado Muley de Aija su esposa,
De su presencia y de su amor la priva:
Y Aija, como oriental, fiera y celosa
Y, como Reina y afrentada, altiva,
Disimula la rabia que la acosa
Alentada no más por la esperanza
De tomar en los dos feroz venganza.
Un hijo tiene, Abú-Abdilá llamado,
Del Rey versátil, y por ella propia
En odio de Muley amamantado;
Mozo gallardo, de su padre copia.
Mas contrario á su padre por el hado
Fatal en que nació, traidor acopia
El odio hacia Muley que Aija respira,
Y el que su estrella personal le inspira.
Guárdale la sultana con desvelo
Y témele el Monarca por instinto:
Ódiale la Zoraya, con recelo
De que á sus hijos dañe cuando, extinto,
Del amor de Muley la prive el Cielo:
Y Abú-Abdilá entretanto, en el recinto
De Granada parciales allegando,
Sagaz se forma poderoso bando.
Sospéchalo Muley; la favorita,[Pg 214]
En el amor del Árabe fiada,
Diestra su odio á su rival excita:
Pero menos contra ambos osa á nada
Cuanto más el Monarca lo medita.
Nace así la carcoma de Granada,
Y Hasán en el peligro se adormece,
Y el tiempo vuela, y el peligro crece.
¡Escrito estaba y del amor fué pena!
Perdió Eva al padre de la raza humana,
Á Hércules Deyanira, á Troya Elena,
Lucrecia al solio y majestad Romana,
Florinda á Don Rodrigo; y la Agarena
Gente perdióse por la vil cristiana
Que, dando impura á Boabdil hermanos,
Dió á sus almas rencor, hierro á sus manos.
¡Escrito estaba! comprendiólo luego
El postrimer Monarca granadino;
Y, según el Korán, el hombre ciego
Torcer no puede su fatal destino.
¡Escrito estaba! lágrimas de fuego
Vertiendo del Padul sobre el camino
Lo dijo Abú-Abdil, hacia Granada
Triste volviendo la postrer mirada.
Y escrito estando é inmutable siendo[Pg 215]
El fallo del destino, hacia su ruina
Arrastrado por él iba corriendo
Sordo y ciego Muley, á la divina
É inexcusable voluntad cediendo:
Y, esclavo del amor que le domina,
En mantener no más piensa á Granada
Esclava de su hermosa renegada.
Sólo por eso su grandeza estima,
Su prez en mantener piensa por eso:
Por eso ardor de combatir le anima,
Triunfos soñando su amoroso exceso.
Por eso de su alcázar desde encima
Del muro y agobiado bajo el peso
De su amante ambición, se le veía
Mirar la vega al transponer el día.
Desde el adarve real de su alcazaba
De la Alhambra, Muley con complacencia
Del granadino reino contemplaba
La amenidad y próspera opulencia:
Y al cristiano poder desafiaba
Con desdeñosa y bárbara insolencia.
Al lejos divisando los pajizos
Muros de sus castillos fronterizos.
Sonreía el infiel con arrogancia,[Pg 216]
Mirando las montañas guardadoras
De su tierra, y en fértil abundancia
Las tribus de sus pueblos moradoras.
Sonreíase al ver en la distancia
Del África arribar las naves moras,
Sobre un mar que parece en lejanía
Un ceñidor azul de Andalucía.
Embriagábase el Árabe de orgullo
Contemplando la espléndida hermosura
De su vega, y servíale de arrullo
El misterioso són con que murmura
La soledad, y el singular murmullo
Que armoniza doquier el aura pura,
Cuando orea con ala sosegada
La región por los hombres habitada.
Absorto contemplaba el noble Moro
La vega granadí, huerta extendida
De su corte á los pies, rico tesoro
De ocio y placer y manantial de vida:
Y el alma de Muley, en sueños de oro
Con pereza oriental adormecida,
Se gozaba en mirar desde la altura
Por milésima vez tanta hermosura.
En aquel cielo azul y transparente,[Pg 217]
Pabellón de cristal sin mancha alguna,
Lucen sobre la tierra eternamente
Sereno el rojo sol, blanca la luna.
Allí Genil su límpida corriente
Vierte con Darro y Monachil á una,
Brotando á sus regueros creadores
En vasta profusión frutos y flores.
Allí el cedro fragante y los almeses
Amados de los pájaros campean
De Jericó á la par con los cipreses;
Las vides de Falerno allí se orean
Entre pajizas y preñadas mieses.
Que magnolias espléndidas sombrean:
Y allí las cañas del Jordán sonoras
Zumban entre las palmas cimbradoras.
Las de la humana ciencia más ignotas
Salutíferas plantas allí quiso
Dios fecundar, y de las más remotas
Tierras los frutos dió á su paraíso:
Los sagrados laureles del Eurotas,
Los poéticos tilos del Pamiso,
De Estambul los ardientes tulipanes,
De Cartago los frescos arrayanes.
Por sus fragantes y purpúreas rosas[Pg 218]
Sus rosas la cediera Alejandría:
Por sus morenas hijas voluptuosas
Sus hijas la Circasia la daría:
El zumo de sus vides deliciosas
La campiña de Chipre envidiaría,
Su frescura los bosques de la Ausonia,
Sus árabes pensiles Babilonia.
Tal es la vega de Granada: tales
Las delicias que encierra, y que el monarca
Desde sus ajimeces orientales
Con mirada de halcón ufano abarca.
Tal es su reino entero; y en sus reales
Alientos le parece ofrenda parca
Que llevar á los pies de la que adora,
De Zoraya, lucero de la aurora.
Por eso se extasía contemplando
Sus tierras y su corte defendida
Por las bravas legiones de su mando,
De mil y treinta torres guarnecida:
Y al pensar en la corte de Fernando,
En sus tierras aun no establecida,
«¡Venga á pedir, exclama, si se atreve,
El vil tributo que Muley le debe!»
Y he aquí que, concluyendo en estos días[Pg 219]
El plazo de unas treguas especiales
Que acotaban las locas correrías
Lícitas por las treguas generales,
No pasando la empresa de tres días,
No batiendo tambor ni alzando reales,
Presentóse en la vega una mañana
Un escuadrón de gente castellana.
Corto, pero á la lid apercibido,
Componíanle apenas cien jinetes
Que estatuas parecían de bruñido
Sonante acero. El rostro en los almetes
Bajo de las viseras escondido
Traían: sobre malla coseletes
De triples pasadores barrëados,
Los caballos de hierro encubertados.
Mazas de nueve puntas y afiladas
Hachas de desarmar en los arzones:
Puñales de Milán y anchas espadas
De Toledo en la cinta, los lanzones
Al brazo y, en lugar de las rizadas
Plumas, una cruz de oro en los crestones
Y otra al pecho, diciendo en un letrero:
Á su luz vivo y á su sombra muero.
Del cristiano escuadrón á la cabeza[Pg 220]
Marchaba un caballero de Santiago
Comendador, templando la fiereza
De un potro negro, que al continuo halago
De su señor responde con nobleza
Cabeceando orgulloso, y al amago
Del acicate esquivo, á cada instante
Quiere escapar con ímpetu pujante.
Era este capitán don Juan de Vera
Del solar de Mendoza: Castellano
De recto juicio y de virtud severa,
Celoso asaz del esplendor cristiano,
Conoce y teme la morisma entera
Su audaz valor y su pesada mano:
Y en el tumulto de la lid confusa,
Quien valiente no es su encuentro excusa.
Con paso grave y continente altivo
Por entre el moro pueblo, que le mira
Con ojo torvo y ademán esquivo,
Llegó Don Juan al torreón de Elvira:
Y vuelto á un renegado que cautivo
Trae, con voz que majestad respira
Y en Español, mirando á su decoro,
Dijo, aunque sabe bien la habla del Moro:
«Di al capitán del puesto, en Africano,[Pg 221]
Que de estas puertas al umbral espera
Licencia para hablar al soberano,
En nombre de su Rey, Don Juan de Vera:
Y que para él y su escuadrón cristiano
Pide hospitalidad franca y sincera
Por una noche; pues, su real mensaje
Cumplido, torna á continuar su viaje.»
El renegado en árabe tradujo
Lo dicho al capitán, el cual, montando
Una yegua que Córdoba produjo
Y en sus dehesas pació su césped blando,
Por la árabe ciudad les introdujo
Hasta que, el alto Bib-Leujar pasando,
De sus bosques cruzando el laberinto
Les dejó de la Alhambra en el recinto.
Regia hospitalidad y alojamiento
Cómodo el moro rey, de su alcazaba
En una de las torres al intento
Dispuesta, dióles: muchedumbre esclava
Á sus órdenes puso, cuyo atento
Cuidado pronto á su obediencia estaba:
Y les sirvió en opípara comida
Con caliente manjar fresca bebida.
De ella al fin un kadí, severo anciano[Pg 222]
De barba luenga y paternal mirada,
Llegó á Don Juan y díjole: «Cristiano,
La luz de Aláh te alumbre. Tu embajada
Recibirá mañana el soberano.
Huéspedes del monarca de Granada
Sois tú y los tuyos esta noche; mide
Por tu deseo su largueza, y pide.»
«Anciano, replicó Don Juan de Vera,
Da gracias á tu rey por su hospedaje,
Y dile que jamás de otra manera
Á caballeros de mi fe y linaje
Que tratára esperé: que á la primera
Luz del próximo día mi mensaje
Que oiga le ruego: pues la misma tarde
Debo partir. He dicho: Dios te guarde.»
Retiróse Don Juan á su aposento:
Mas no sin ver si su cristiana gente
Tenía cerca de él alojamiento
Á caballeros tales conveniente;
Y, con todo el rigor del campamento
Guardado el torreón militarmente,
Después de haber sus oraciones hecho
Tendióse armado en el morisco lecho.

[Pg 223]

LIBRO SEGUNDO
LAS SULTANAS

I
EL CAMARÍN DE LINDARAJA

Era una noche azul, pura, serena
Del fructífero Mayo, perfumada
Con el aroma de sus flores, llena
De la armonía mística exhalada
Por las auras y fuentes, que en la amena
Soledad de los bosques y los huertos
Misteriosas susurran, y alumbrada
Por la luna creciente con inciertos,
Trémulos y argentinos resplandores:
Era una noche, en fin, de esas hermosas
Noches de paz, inspiración y amores,[Pg 224]
En que derrama Dios sobre Granada,
Africana dormida entre las rosas,
Los rayos de sus ojos creadores
Y el aura de su aliento embalsamada:
La misma noche en que Don Juan de Vera
Huésped del Moro en sus palacios era.
Y era un regio y magnífico aposento
De la oriental Alhambra, donde el oro,
El cobalto y el nácar, en labores
Mágicas trabajadas á lo moro,
Brillaban desde el techo al pavimento,
Á los suaves y tímidos fulgores
Que una aromada lámpara esparcía
Que en una taza de alabastro ardía.
Á un lado de esta cámara ostentosa
Y por bajo de un arco que cubría
Damasquino tapiz, se abría paso
Una estrecha y cruzada galería,
Formada de esta estancia por el muro
Y un balcón, por do entraba misteriosa
De los astros la luz, el aire puro
Y el són del agua que, en raudal escaso,
Vertía Darro por el valle obscuro.
El suelo de esta estancia deliciosa[Pg 225]
Era de blanco mármol, á pedazos
Cubierto de alkatifas argelinas
Y cojines de raso azul y rosa:
Sus puertas se cerraban con cortinas
De telas de oro y seda, que con lazos,
Broches y trenzas de ámbar y corales,
Se recogían en profusos pliegues
Al gusto de los pueblos orientales:
Y en el segundo cuerpo de los muros
Se abrían dos moriscos ajimeces
De exquisita labor y árabes, puros,
Elegantes contornos
Y calados y espléndidos adornos.
Tras de sus celosías iba á veces
El Rey ocultamente, de sus serios
Afanes esquivándose un instante,
Á sorprender los íntimos misterios
De las mujeres Moras
De esta cámara real habitadoras;
Gozando así en secreto
Desde aquellas arábigas ventanas
Las voluptuosas danzas, las moriscas
Cántigas y nocturnas diversiones
Á que, con sus esclavas y odaliscas,
Se entregaban alegres las sultanas.
El balcón, que en el fondo[Pg 226]
De la estancia se abría
Más allá de la estrecha galería,
Era otra especie de ajimez, labrado
Con el más exquisito y rico adorno
Por arquitectos Moros inventado:
Y un deleitoso camarín fingía,
Cuyas ventanas rodëaba en torno
De cedro una movible celosía.
Era pues el balcón de aquella estancia
Regia y maravillosa
Un mirador calado, que aspiraba
De su ajimez morisco por los huecos,
De los vecinos huertos la fragancia,
La música del agua rumorosa,
Que en la sombra corría,
Y el canto de las aves que albergaba
La arboleda del río, y cuyos ecos
Murmurador el aire allí traía.
Entre este camarín y este aposento,
Con caracteres de oro (en una faja
De púrpura y azul que se tendía
Por bajo el circular cornisamento
Del ajimez) escrito se veía
Un rótulo miniado, que decía:
«Mirador de la hermosa Lindaraja
Y á fe que el mirador es un portento[Pg 227]
De la elegante arquitectura Mora
Y un santuario de amor y poesía:
Regalo al fin de un Árabe opulento
Á la mujer feliz que le enamora.
En esta regia cámara moruna,
De aquella hermosa noche en las primeras
Horas, al suave claro de la luna
Y al rumor de las ráfagas ligeras
Que entraban por las árabes ventanas,
Yacía, al parecer sin pena alguna,
Hada gentil de su mansión divina,
La más bella y feliz de las sultanas
Que habitaron la Alhambra granadina.
Los mullidos cojines, apilados
Bajo su cuerpo leve, sostenían
Muellemente sus miembros delicados:
Sus perezosos brazos se tendían
Sobre la pluma sin vigor: caían
Sus rizos de la faz por ambos lados
Sobre sus blancos hombros: ancho, lleno,
Del morisco jubón bajo la seda,
Al aspirar con hálitos pausados,
Se dibujaba su redondo seno
Cual dos montones de apretada nieve
Que en la redonda copa de ancho pino[Pg 228]
El aire cuaja lento y manso mueve:
Y á través del calzón, de cuyo lino
Los pliegues mil su cuerpo peregrino
Ceñían, bien bajo el tejido leve
Podíanse admirar, y á pesar de ellos,
De su cintura y muslo alabastrino
La pura tez y los contornos bellos.
Su enano pie calzaban
Chinelas de brocado: sus tobillos
Ajorcas primorosas adornaban
Hechas de gruesas perlas, que horadaban
Por su grueso mayor áureos arillos:
Sus brazos dobles sartas de corales,
Sus orejas riquísimos zarcillos:
Y, á usanza de las Moras principales,
Ostentaba sus uñas nacaradas
Con azul costosísimo miniadas.
Era en verdad bellísima la Mora,
Y merecía bien tanta riqueza,
Y ser de tal estancia moradora,
Y mandar con despótica entereza,
Y obedecida ser como señora.
Una mirada de sus negros ojos
Más que un alcázar para el Rey valía:
Por solo un beso de sus labios rojos[Pg 229]
Una ciudad frontera vendería:
Por el más infantil de sus antojos
La cabeza más noble inmolaría:
No tenía su amor precio ni raya
En la alma de Muley.—Es la Zoraya.
Es ella, la sultana favorita
Que á solas en su cámara le espera:
Y aunque parece que feliz dormita
Y que nada la acosa, ni la altera,
Secreto afán su corazón agita
Y sueña... ¡Como sueña la pantera
Con la sangre caliente
En que espera aplacar su sed ardiente!
Entoldada la luz de sus pupilas
Con los cerrados párpados conserva,
Sus facciones inmobles y tranquilas:
Grata molicie al parecer la enerva:
Pero su corazón guarda un intento
Harto feroz, cuya afición proterva
Se oculta en su reposo soñoliento
Como un áspid letal bajo la hierba.
Imagen bella, voluptuosa y pura
De las hurís que colocó Mahoma
En su eternal Edén, por su hermosura
Parecía una cándida paloma[Pg 230]
En la forma ideal de su figura:
Un cuerpo de mujer en que se encierra
El puro sér de un ángel, á la obscura
Región mortal de nuestra baja tierra
Enviado, á perfumarla con su aroma
Y á derramar en ella su ventura.
Pero la torva luz de su mirada,
La cortina de sombra que en su frente
Tiende su ceño cuando mira airada,
La contracción apenas perceptible
Con que el extremo de su labio ardiente
Arruga su sonrisa,
De la escondida peligrosa hoguera
Que arde en su doble corazón avisa,
Y en la faz de la Mora
Con resplandor siniestro reverbera.
Muley por su belleza seductora
Luz de la aurora la llamó..... y tal era
La luz de este lucero de la aurora:
Tal es Zoraya que á Muley espera.
Oyóse al cabo en el jardín vecino,
Bajo el abierto mirador cercano,
El dulce són de un cántico africano
Que una morisca guzla acompañaba:
Són con que la anunciaba de contino
La llegada del Rey atenta esclava.[Pg 231]
Estremeció los miembros de la Mora
Movimiento nervioso: mas tan leve,
Que resbalar no hizo
Por su cuello, más blanco que la nieve,
El más ligero descompuesto rizo:
Ni de su blando lecho
Un pliegue solamente descompuso:
Ni con respiración más presurosa
Se hincharon los contornos de su pecho.
Inmóvil, silenciosa,
Cual si no le sintiera ni aguardara,
En su aparente sueño y perezosa
É incentiva postura
Dejó la hermosa que Muley llegara
El veneno á beber de su hermosura.
Envuelto en su alquicel, bajo el plegado
Pabellón de la azul tapicería,
Apareció Muley: tendió callado
Una sagaz mirada escrutadora
Por sobre cuanto en derredor había,
Y dilató su labio desdeñoso
Sonrisa de placer, viendo á la Mora
Que sobre los cojines en reposo
Con abandono tentador yacía.
Llegóse á ella y contempló un instante[Pg 232]
La tranquila expresión de sus facciones,
Por milésima vez con ojo amante
Recorriendo voraz las perfecciones
De aquel cuerpo, velado escasamente
Por el leve ropaje transparente
Sobre los apilados almohadones.
Llegóse y admiró bajo la pura
Nívea tez, á través de su blancura,
La red sutil de las azules venas,
Cuyo tejido transparente indica
Que aquella piel purísima y nevada
Encubre el alma ardiente y vivifica
La complexión fogosa, enamorada,
Que á su tez atribuyen las morenas;
Y percibió el aroma con que el baño
Su cuerpo perfumó, de que las Moras
Granadinas usaban todo el año;
Y el rumor escuchó, sensible apenas,
De su respiración igual y suave,
Y sin poder con su amoroso exceso
Sobre su boca de coral, que sabe
Y trasciende al alöe de Corinto,
Depositó Muley un amplio beso
Que crujió de la estancia en el recinto.
Abrió Zoraya los ardientes ojos,[Pg 233]
Y al fijar su mirada
Sobre la faz del Árabe, cambiada
De colérica en tierna, con acento
Más grato que el murmullo soñoliento
Que levanta la brisa en la enramada,
Díjole, disipando los enojos
Que acaso al despertar fingió indignada:
«Te esperaba, Señor: aunque dormía,
»Mi corazón velaba, y en mi sueño
»La leve huella de tu pie sentía
»Que á mis amantes brazos te traía,
»Bizarro Amir, de mi existencia dueño.»
«Apenas en los altos alminares
(Contestóla Muley)» la voz sonora
»Del muezín anunció la última hora
»De la oración del día,
»Á favor de las sombras tutelares
»Vengo á ti, manantial del agua pura
»En que templa su sed el alma mía,
»Y heme á tus pies, Lucero de la aurora,
»Que me alumbras doquier con tu hermosura.
»Llamásteme en secreto,
»Sol de mi corazón, y aquí me tienes
»Á tu absoluta voluntad sujeto.
»Habla; ¿Qué quieres de tu esclavo? ¿Bienes?[Pg 234]
»Mi reino es tuyo: véndele. ¿Deseas
»Regocijos y zambras? Mis juglares
»Llama, mis nobles Árabes convoca;
»Y aquéllos con mil juegos malavares,
»Y éstos con toros, cañas y torneos,
»En fiesta interminable, libre y loca,
»Sacien en Bib-arrambla tus deseos.
»¿Ó tal vez algún vil desventurado
»Tu enojo excita? Nómbrale, y aunque haya
»Mi amigo sido ó su niñez pasado
»Junto á mí, y yo partido mi grandeza
»Con él, te juro por tu amor, Zoraya,
»Que te enviaré mañana su cabeza.»
Decía así Muley, en la locura
De la pasión que el alma le devora,
Y sonreía oyéndole la Mora
De la pasión del Árabe segura.
Sus dedos de marfil entre la cana
Barba de Hasán con infantil cariño
Pasó y con complacencia la Sultana,
Dejándola aromada con su mano:
Y con caricia tal, propia de un niño,
Trajo á sus pies sobre el cojín liviano
Trémulo de placer al Africano.
Zoraya entonces, su gentil cabeza[Pg 235]
En el hombro del Moro reclinando,
Y el fuerte talismán de su belleza
Contra el alma del Árabe empleando,
Así le empezó á hablar, el suave aliento
De su boca balsámica de intento
Hasta la boca de Muley enviando,
Diálogo tal entre los dos trabando:
ZORAYA
Sabes cuánto te amé. Niña y cautiva
Me crié al lado tuyo entre las flores
De los jardines de tu Alhambra: esquiva
Después á los halagos tentadores
De tus bizarros nobles Granadinos,
Negué mi juventud y mi belleza
Á cuanto no eras tú con entereza.....
¡Sentía ya ligados nuestros sinos!
Hizo en ti de los astros la influencia
Su efecto al cabo: me encontraste hermosa,
Cediste del destino á la sentencia,
Y pagaste mi amor, y fuí dichosa.
La tierra en que nací y el amoroso
Dulce calor del maternal regazo,
El acento del padre cariñoso,
Su castillo feudal que, en el ribazo
De un cerro, se levanta pintoresco
Cercado de alamedas, cuyo arrullo[Pg 236]
Salud le daban y armonía y fresco
De despeñadas aguas al murmullo,
Todo lo echó por fin de mi memoria:
Y, del nombre y la fe de mis mayores
Renegando, las puertas de su gloria
Perjura me cerré por tus amores.
MULEY HASÁN
¿Y cuándo lo olvidé, luz de la aurora?
¿No comprendí tu abnegación y entero
Mi corazón te di? Tú eres señora
Dél todavía; lo que quieras quiero.
ZORAYA
Quiero, Señor, decirte lo que acaso
No te deje otro afecto libremente
Comprender y juzgar: porque traspaso
Los límites tal vez de lo prudente
Con tan audaz revelación; empero
Más que el respeto y la prudencia fuerte
Mi cariño por ti, salvarte quiero
Aun á peligro de mi propia muerte.
MULEY HASÁN
¡Salvarme! ¿Y de qué riesgo? Habla.
ZORAYA
Un instante
Oye en calma, Señor. Yo, que las horas[Pg 237]
De tu existencia en vela paso amante,
Sé por tu bien lo que imprudente ignoras.
Tienes, Señor, un hijo cuya estrella
Á Granada es fatal, según los sabios
Que su horóscopo hicieron.
MULEY HASÁN
La luz de ella
Pende no más de un soplo de mis labios.
ZORAYA
Y el soplo de tus labios sólo pende
De un acero traidor que en tu garganta
Le corte.
MULEY HASÁN
¿Abú Abdil....?
ZORAYA
Señor, atiende.
MULEY HASÁN
Prosigue.
ZORAYA
De él y de su madre es tanta
Por reinar la impaciencia, que á estas horas,
Traidores á su rey y de él parciales,
Bajo los techos de las casas moras
Se afilan en silencio mil puñales.
MULEY HASÁN[Pg 238]
Sé que Aija.....
ZORAYA
Me detesta.
MULEY HASÁN
¡Ay si te mira
Sólo un momento con semblante torvo!
ZORAYA
¡Y Hay de ti, si la rabia que la inspira
No sofocas, Muley! No será estorbo
Ya ni el filial ni el conyugal cariño
Para intentar el crimen: la serpiente
Da emponzoñados huevos, y el que niño
Para su padre fué desobediente.
Traidor para su rey será mañana.
MULEY HASÁN
Desecha tu temor, Zoraya mía:
Los conozco á los dos: mas será vana
Su obstinada ambición: se les espía.
ZORAYA
¿Pero ignoras. Señor, que está plagada
Tu corte de los suyos?
MULEY HASÁN
Sé sus nombres.
ZORAYA[Pg 239]
¿Y sabes que propalan por Granada
Que Dios está por él?
MULEY HASÁN
Pero los hombres
Crédito no les dan.
ZORAYA
Rey, te equivocas:
Aly-Athar el de Loja y la Alpujarra
Toda con él, sus esperanzas locas
Apoyan con la fe y la cimitarra.
MULEY HASÁN
La fe y mis cimitarras á sus breñas
Les volverán.
ZORAYA
Te engañas: los villanos
Reniegan de su fe, según las señas.
Pues pactan contra ti con los cristianos.
MULEY HASÁN
Zoraya, sus delirios ha venido
Á contarte algún loco. Te detestan
Y ambicionan reinar: mas nunca han sido
Del Nazareno amigos.
ZORAYA
Pues se aprestan
Los Nazarenos á su voz.....[Pg 240]
MULEY HASÁN
¡Patrañas
Por derviches lunáticos vertidas!
ZORAYA
Empresas ciertas, aunque asaz extrañas:
Peligrosas, Muley, mas emprendidas.
Yo, por ti en vela, presentí el estrago
De este huracán que nubecilla asoma;
Sé que es tu hijo y te dirán que lo hago
Por amor á los míos: pero toma.
Tal diciendo Zoraya, de entre el raso
De los blandos cojines tunecinos,
Prevenidos sin duda para el caso
De antemano, sacó dos pergaminos:
Y con aquella singular sonrisa
En cuya móvil expresión graciosa
Algo tal vez siniestro se divisa,
Á Muley presentóselos la hermosa:
Y al tomarlos Muley: «Mira, le dijo,
»Á través de esta tinta venenosa,
«El alma de la madre y la del hijo.»
Desplególos Muley, aproximándose
Al vaso de alabastro transparente
Donde la luz ardía, demudándose[Pg 241]
Su semblante al lëer: con ojo ardiente
La Mora le espió, de su creciente
Cólera apercibiéndose, y su flecha,
Viendo herir en el blanco, dulcemente
En el mullido lecho reclinándose,
Tornó á la antigua calma, indiferente.
Más torvo, más feroz á cada instante
Según adelantaba en su lectura
Se tornaba del Árabe el semblante.
Fulguraban sus ojos: insegura
Plegaba una sonrisa repugnante
Su desdeñoso labio, y la amargura
De la hiel que el escrito rebosaba
En su lívida faz amarilleaba.
«¡Traidores!—dijo al fin, el pergamino
Con los crispados dedos estrujando.—
¡Traidores! En buen hora, en su destino
Con ceguedad estúpida fiando,
Abrirse intenten al poder camino
Y astutos formen revoltoso bando:
¡Pero poner por escalón del trono
Al cristiano!... Jamás se lo perdono.
Jamás: jamás.» Y con ahogado acento
Repitiendo «jamás,» como una fiera
Enjaulada, cruzaba el aposento[Pg 242]
De uno á otro lado, cual si presa fuera
De vértigo infernal. Sagaz, atento
Y abierto apenas de la Mora el ojo,
Por más que indiferente pareciera,
Seguía con afán su movimiento,
La progresión pesando de su enojo.
De repente Muley frente á la Mora
Paróse, y cual si en ella se aprestara
La cólera á estrellar que en sí atesora
El exaltado corazón, la dijo
Con destemplada voz y cara á cara:
«¿Y por qué medios, tan sagaz, penetras
Los secretos de Aija y de su hijo?
¿Quién te trajo las llaves
Del misterio encerrado en estas letras?
Si esto es una verdad, ¿cómo la sabes?»
—«Señor, dijo Zoraya levantando
La cabeza con calma,
Desecha tu temor, templa tu ira:
Quien vendió á Abú Abdil vendió su alma
Al padre del pecado y la mentira.
Este secreto de tu raza infando
Yace en la tumba ya: libre respira,
Muley: la esclava te veló tu sueño
Y el mensajero vil de esa escritura,[Pg 243]
Al descolgarse audaz de tu alcazaba
Por la torre del Agua, sepultura
Á demandar no más bajó á tu esclava.
—¡Á ti, Zoraya!—Á mí; porque yo vivo
Tan sólo para ti,—Mas..... no comprendo.....
—¿De qué me sirve, pues, tanto cautivo
Como me das, Muley? De los traidores
Argos les hice yo: de ellos aprendo:
Y como ellos también, compro traidores;
Me acechan sin cesar, y les acecho:
Tus secretos espían, y yo el suyo
Bajo á buscar al fondo de su pecho.
No tienen mis esclavos otro oficio,
Ni Abú Abdil ni Aija un pensamiento
Oculto para mí: mi sér, mi vida,
Consagrados están á tu servicio.
En esos pergaminos te presento
La desnuda verdad: está cumplida
Mi obligación. Desde hoy nuestra existencia,
Señor, está en tu mano.
Lee y lee sin pasión: juzga y sentencia:
Castiga justo, ó liberal perdona:
Tú eres el soberano:
Mas escoge entre el hijo y la corona.
En cuanto á mí, Señor, yo soy tu esclava;
Que en la balanza igual de tu justicia
No sea yo jamás peso, ni traba.[Pg 244]
El noble amor, que abrigo
En mi pecho por ti, no es de cristiano
Cobarde corazón; yo, pues, contigo
Triunfaré ó moriré como sultana
Que tu lecho y tu amor no partió en vano,
Amir: porque mi sangre es castellana,
Pero mi corazón es africano.»
Calló Zoraya y se tornó en el lecho
Á reclinar tranquila:
Y el Rey quedó como de mármol hecho
Contemplándola, inmóvil y derecho,
Dilatada de asombro la pupila.
Jamás la vió ni la creyó dotada
De corazón tan varonil y entero,
Ni sospechó que su alma apasionada
Atesorara amor tan verdadero.
Indolente, pasiva, abandonada,
Henchida la juzgó de amor sincero
Siempre: mas siempre tímida, indecisa,
Y á toda intriga al parecer ajena,
Con el cariño de su Rey pagada
De su dorada esclavitud, precisa
Por los preceptos de la fe agarena.
Hombre Muley de cabellera cana,[Pg 245]
Pero de joven corazón y aliento
Heroico y viril, halló contento
Un alma varonil en la sultana.
Absorto de ello en el primer momento
En crëer vaciló lo que veía:
Bajó á su corazón su pensamiento
Y ahogó su voluntad con la alegría:
Y cuanto más dudaba,
Tanto más en la duda se engreía:
Y cuanto más crecía
La inacción que su sér paralizaba,
El fuego del amor que le hechizaba
Más violento en su pecho se encendía.
Conocíalo bien la artificiosa
Y astuta renegada, y contemplando
Llegada la ocasión, que codiciosa
Preparó en muchos años con constante
Mañoso afán y con prudencia mucha,
La máscara arrojó de su semblante
Y cara á cara se aprestó á la lucha.
Ya era Muley su esclavo: sus antojos
Leyes eran para él: sólo tenía
Para adorarla corazón, y ojos
Sólo para mirar lo que veía
Por sus ojos Zoraya. Era ya tarde[Pg 246]
Para que su razón iluminara
Su avasallado corazón: yacía
Ciego esclavo á los pies de su señora:
Y el Monarca despótico, el guerrero
Indomable, el león de las arenas
Abrasadas de Zahara,
Esclavo de la esclava á quien adora,
Era no más que tímido cordero
Amarrado de amor con las cadenas.
Pero ¡así estaba escrito, y aun lo llora
La gente del desierto que en sus venas
La sangre guarda de la raza Mora!
Por eso fascinado, enloquecido
Por su pasión, Muley veía sólo
De la Mora el amor apetecido
Tanto por él, pero jamás el dolo,
Mas nunca la ambición de soberana:
Y por eso rendido
Á tal fascinación, con ambas manos
Tomó los pies enanos
De la Mora gentil, y enardecido
Por su insana pasión, puso sobre ellos
Muchas veces sus labios soberanos.
«Sí (exclamó): tú lo has dicho, que conmigo
Vencerás ó caerás como sultana:
Y has dicho la verdad; tú soberana[Pg 247]
Conmigo reinarás: yo te lo digo.»
Volvió la renegada la cabeza
Hacia el Rey otra vez con la sonrisa
De un ángel (y la aureola de belleza
De una visión que en sueños se divisa
Circundaba su faz), y en el sonoro
Idioma de los Árabes le dijo:
«Amir, tú eres mi dueño y yo te adoro.
Te dije la verdad: mas es tu hijo.»
Agolpóse la sangre á la mejilla
Del Rey á estas palabras, y con rabia
Concentrada exclamó: «No es hijo mío
Quien favor contra mí pide á Castilla.
De la palma jamás la dulce savia
Fecundó la mortífera cicuta:
No es hijo mío quien mi fe mancilla,
Y yo, sin vacilar, contra el impío
Alzaré de las leyes la cuchilla.
—Piénsalo, Amir.—Mi ley es absoluta.
—Muley, en su favor habló el destino.
—Yo haré mentir la predicción aciaga,
Y su estrella fatal, que nos amaga,
Apagaré en mitad de su camino.»
Reverberaban de Muley los ojos[Pg 248]
Y chispeaban los ojos de la Mora
Con vívidos destellos:
Éstos de la ambición devoradora
Con el triunfante resplandor, y aquéllos
Con el torvo fulgor de los enojos.
Pasaron todavía unos instantes
De plática en secreto
Uno de otro en los brazos: el objeto
De tal conversación le comprendía
El corazón no más de ambos amantes:
Sólo el susurro de su voz se oía.
Á poco, de los brazos de la Mora
Desprendiéndose el Árabe, embozóse
En su blanco alquicel y hacia el calado
Arco del mirador adelantóse.
Siguióle hasta el umbral la encantadora
Sultana, con un beso regalado
Sellando el labio de Muley, quien presto
Á desaparecer por la excusada
Galería la dijo: «Aláh te guarde,
Lucero de la aurora.
—Él te acompañe, Amir, dijo Zoraya:
Perdona empero al alma enamorada
Si duelo te causó.—La llama que arde
Inextinguible, inmensa
En mi pecho, Zoraya idolatrada,[Pg 249]
Al amor que en el tuyo se atesora,
Digna procurará dar recompensa.
—Los destinos, Señor.....—Yo haré que fijos
En tu favor los astros permanezcan:
Yo te lo juro, luz del alma mía,
Tú reinarás y reinarán tus hijos:
Deja que el tiempo corra y ellos crezcan.»
Dijo el Rey y tomó la galería:
Y por verle cruzar el lindo huerto
Adonde oculta la escalera baja
Y la esclava le espera al entreabierto
Postigo, descorrió la celosía
Del dorado balcón de Lindaraja
Zoraya, y saludóle muchas veces,
Mientras en el jardín le distinguía
Desde los arabescos ajimeces.
Y he aquí que mientras ella contemplaba
El jardín, y la espalda al aposento
Para mirar á su Señor tornaba,
Bajo la celosía que se alzaba
De una de las ventanas que en el muro
Lateral de la cámara se abrían,
Sagaz, osado, atento,
Como á la voz secreta de un conjuro
Asomó un rostro pálido un momento:[Pg 250]
Un rostro de mujer en que lucían
Dos ojos como rayos en lo obscuro.
Clavaron estos ojos en la Mora,
Vuelta hacia el huerto aún, una mirada
Rencorosa, tenaz, devoradora:
Y las palabras lúgubres dejando
Una á una á salir con voz ahogada,
Cual sin querer la idea formulando
En la palabra apenas pronunciada,
Murmuró la mujer allí asomada:
«¿Tú reinarás y reinarán tus hijos,
»Porque hará que los astros permanezcan
»En tu favor resplandeciendo fijos?.....
»¡Deja que el tiempo corra y ellos crezcan!»
Dijo: y, volviendo el rostro la sultana
Hacia el rico aposento,
Tornó á desaparecer en un momento
El rostro de mujer de la ventana.

[Pg 251]

II
EL SALÓN DE COMARES

Amanecía apenas: los reflejos
De la rosada luz del sol naciente
Á dorar comenzaban á lo lejos
De la ancha sierra la arbolada frente:
Y empezaba la aurora purpurina
Ostentosa á tender su velo de oro
Prendido en el Oriente,
Sobre la extensa vega granadina,
Ceñidor de verdura,
Morisco chal que envuelve la cintura
De la ciudad en donde reina el Moro.
Comenzaba á sus cárdenos fulgores
La tierra fértil á tomar colores,
Exhalando de sí el aroma suave
De la humedad nocturna, y comenzaba
La flor á abrirse, á gorjear el ave,[Pg 252]
Y la brisa del alba revoltosa
Á estremecer del bosque, donde erraba,
La cabellera verde y rumorosa.
Fresca, gentil, risueña,
Á la primera luz de la mañana
Se despertaba la ciudad sultana,
De cien ciudades orgullosa dueña:
La ciudad del amor y de las flores:
La ardiente y hermosísima africana,
Que reclina su frente soberana
Sobre el fresco tapiz de mil colores
Que á sus pies tiende su florida tierra,
Y cuyas orlas por doquier remata
Con caireles de lázuli y de plata,
Ya el mar que en torno de ella se dilata,
Ya la nevada fronteriza sierra.
Asomado á un balcón de la alta torre
Llamada de Comares, cuyo asiento
El Darro besa que á su planta corre
Regando huertas mil en curso lento,
Esperaba el Rey árabe la hora
De recibir al castellano Vera,
Quien no quería que en la Corte Mora
La venidera aurora[Pg 253]
Su embajada sin dar le amaneciera.
La gente granadina
Con la nueva alarmada
De aquella ceremonia, aglomerada
Ante Bib-el-Leujar, la matutina
Luz aguardaba con afán, curiosa
De conocer el fin de esta embajada,
Más misteriosa cuanto no esperada.
Mil interpretaciones
Daba á su objeto el vulgo: comentaban
Los viejos y santones
Las causas y políticas razones
Que pudieron mover al Rey cristiano
Á enviar á la ciudad del africano
La enseña militar de sus legiones:
Mas fatigaban el discurso en vano;
Ignoraba hasta el Rey las intenciones
Con que vino á su Corte el castellano.
Este á su vez, y en tanto, prevenido
Para cumplir con su misión, oía,
Desde la torre que ocupaba, el ruido
Que de ella al pie la multitud hacía.
Ya antes del alba con atento oído,[Pg 254]
Ojo sagaz y espíritu mañero,
La situación inspeccionado había
De la árabe ciudad el caballero.
De pechos en la almena
De su torre moruna,
Al resplandor de la creciente luna
La contempló de fortalezas llena,
De muros bien cercada,
Bajo un clima feliz y en cultivada
Campiña, rica, saludable, amena,
Por tres ríos á par fecundizada,
Y favorita, en fin, sin duda alguna
Del amor, de la próspera fortuna:
Y el noble castellano, inteligente
En el arte y estudios de la guerra,
Vió que estaba en su tierra
Bien prevenida la africana gente.
Comprendió de Don Juan el buen sentido
En la quietud de su nocturna vela,
Que había el moro Rey, muy entendido,
Coronado sus torres y alminares
Por uno y otro atento centinela,
Y diestra y sabiamente repartido
Sus vigías y puestos militares:[Pg 255]
Concluyendo por fin Don Juan de Vera
De la ciudad entera
La nocturna revista,
Diciéndose á sí mismo sin reparo
Cuánto iba á ser al Castellano caro
Lograr de aquella tierra la conquista.
Hallábase en la torre todavía
El buen Comendador, rectificando
Á la primera luz del nuevo día
El juicio que hecho por la noche había,
Cuando vió que á su torre aproximando
Un escuadrón de Moros se venía,
La plaza del aljibe atravesando.
Dejó la almena, convocó su gente
Y, á la plaza bajando,
La tendió de los Árabes enfrente.
Entonces el wazir, que administraba
La justicia del reino
Y el gobierno interior de la alcazaba
Del granadino Rey, ante la fila
De los jinetes árabes saliendo,
Fuése para Don Juan, con faz tranquila
Y sosegada voz así diciendo:
«La fe de Aláh te alumbre, castellano.[Pg 256]
»Has demandado con la luz primera
»Al Rey hablar: ven pues, que ya te espera
»Del Consejo en presencia el soberano.»
Encontrando la arenga algo altanera
Y contemplando al Árabe un momento,
«Vamos» dijo no más Don Juan de Vera:
Y á paso noble, majestuoso y lento,
De la ancha plaza atravesó el espacio
Que apartaba no más su alojamiento
De las doradas puertas del palacio.
De la soberbia torre de Comares
En la ostentosa cámara, alfombrada
Con alkatifas persas, perfumada
Con pebeteros de oro y con millares
De extrañas, ricas y olorosas flores
Que en sus pensiles dan los Alijares,
Esperaba Muley al castellano
En medio de su Corte y su nobleza,
Queriendo ante los ojos del cristiano
Hacer ostentación de su grandeza.
Con la rosada luz de la mañana
Resplandecía en toda su hermosura
La labor africana[Pg 257]
De aquella estancia regia, que figura
Un pabellón de rica filigrana,
Trabajo de algún Genio por ventura
Según la tradición mahometana.
En torno de Muley, sobre divanes
De púrpura, los viejos consejeros,
Los kadís y los nobles capitanes
Del ejército, estaban los primeros.
De su Rey menos cerca,
De pie, con respetuosos ademanes,
Los demás cortesanos caballeros
Ocupaban el patio de la alberca
Á sombra de sus frescos arrayanes.
El estanque y las fuentes del palacio,
Ornadas con vistosos surtidores,
Poblaban el espacio
De caños de cruzados saltadores
Que, deshechos en gotas en la altura,
Doblaban del ambiente la frescura
Como perlas cayendo entre las flores,
Que al borde crecen de la alberca pura
Llena de pececillos de colores.
Del wazir precedido[Pg 258]
Y de diez caballeros Castellanos
Por decoro seguido,
Armado de los pies hasta las manos,
Del manto de Santiago revestido,
Con apostura grave y altanera,
Por medio de los nobles Africanos
El patio atravesó Don Juan de Vera.
Torva mirada de los ojos fieros
Del círculo de Moros caballeros
Pesó sobre Don Juan desde su entrada,
Manteniéndose en él tenaz, clavada,
Hasta los pies de el granadino trono;
Bien revelando el animoso encono
Con que su roja Cruz se ve en Granada.
Don Juan, empero, en ademán tranquilo,
Y mesurado aunque orgulloso porte,
Avanzó hasta el marmóreo peristilo
Que da entrada al salón do está la corte:
Llegó hasta el trono de Muley, y en tierra,
Sin humildad, hincando una rodilla,
Presentóle una caja en que se encierra
Su regia credencial dada en Sevilla.
Tomóla sin abrirla el Africano[Pg 259]
Con altivo desdén, y del prolijo
Ceremonial haciendo al castellano
Amplia merced, lacónico le dijo:
«Ya te escucha Muley: habla, cristiano.»
Púsose en pie Don Juan, y con pausada
Voz, que pudo entender el más lejano,
De esta manera expuso su embajada:
«Yo, Don Juan de la Vera, caballero
»Comendador del Orden de Santiago,
»En nombre de mi Rey vengo: primero,
»Á reclamar el atrasado pago
»De tu tributo anual íntegro, entero,
»Y después, de Castilla con Granada
»La tregua á prolongar, que es acabada.»
Dijo Don Juan y enrojeció el semblante
Del Árabe la cólera: en la estancia
Rumor universal cundió al instante
De indignación terrible, la arrogancia
De tal mensaje oyendo: más de un guante
Se alzó en contestación de su jactancia:
Más de un Moro dió un paso hacia adelante,
Puesta la mano en el alfanje: empero
Sus iras atajó Muley severo.
«Cristiano (dijo el Rey con voz airada),[Pg 260]
»Ve á decir á los Reyes castellanos
»Que han muerto ya los Reyes de Granada
»Que pagaban tributo á los cristianos:
»Que la moneda entonces acuñada
»No conocemos ya, ni nuestras manos
»Labran ya más metales que el acero
»De que forja su arnés el caballero.
»Oiste: parte, pues. Yo te perdono
»La vida y la embajada. Á la frontera
»Del reino salvo llegarás: mi encono
»No infringirá mi fe: mas la postrera
»Colina al transponer donde mi trono
»Se respeta y tremola mi bandera,
»De mí hablar oirás, yo te lo juro,
»Castellano. Ve en paz, que vas seguro.»
«Moros, dijo Don Juan con altanero
Mas tranquilo ademán: si mi mensaje
Os ofendió, ved bien que el mensajero
Ni un punto le ha añadido: mi lenguaje
Fué exactamente el de mi Rey: y espero
Que ninguno por él me hará el ultraje
De esquivar con desdén, si es que me halla,
El bote de mi lanza en la batalla.»
Dijo Don Juan. Los nobles Africanos,[Pg 261]
De los valientes siempre apreciadores,
Abrieron en silencio á los cristianos
Paso, ahogando en el pecho los rencores
De raza y religión. Los castellanos
Volvieron á montar sus piafadores
Corceles: y, dejando á rienda suelta
La ciudad, dieron á Castilla vuelta.
* * * * *
Cuando el sol de aquel día en Occidente
Irradiaba sus últimos reflejos,
Ya transponía la cristiana gente
Los cerros fronterizos. Á lo lejos
Les vió desde sus torres impaciente
El árabe Monarca, cuyos viejos
Mas perspicaces ojos todavía
Penetran la confusa lejanía.
El brillo de las lanzas castellanas
Apenas se sumió en el horizonte,
Y apenas, embozada en sus livianas
Sombras, la noche á descender del monte
Comenzó, cuando Hasán sus africanas
Armas pidió diciendo: «Que se apronte
»Una hueste elegida y numerosa
»Á partir en la noche silenciosa.»
«Yo la conduciré.» Llamó en seguida[Pg 262]
Á su wazir Abú-l'Kazín, que era
Gobernador de la ciudad, y «cuida
»(le dijo) bien de que se cumpla entera
»Mi voluntad. Después de mi partida
»Pon á Aija en una torre prisionera
»Con su hijo, y á habitar manda que vaya
»En el Generalife la Zoraya.
»Ten á ésta como mi única sultana,
»Á Aija y Abú Abdil como traidores.
»Yo á tocar á una villa castellana
»Una alborada voy con mis tambores,
»Y tardaré lo más una semana
»En volver á la Alhambra. ¡Ea, señores,
»Á caballo y silencio! los soldados
»En Bib-arrambla esperan convocados.»
Dijo Muley, su intimación postrera
Dirigiendo á sus guardias: y, montando
En su caballo de batalla, que era
Un árabe veloz, partió tomando
La cuesta de Gomeles, con guerrera
Planta en la plaza real desembocando:
Y, al frente de su hueste, de Granada
Salió á empresa de todos ignorada.

[Pg 263]

LIBRO TERCERO
ZAHARA

I
GONZALO ARIAS DE SAAVEDRA

Está Zahara en una altura
Entre montaña y colina,
Sentada en la peña dura
Que asoma la cresta obscura
Por entre Ronda y Medina.
Cuando encienden los cristianos
De noche hogueras en ella,
No distinguen los paisanos
Si son sus fuegos lejanos
Luz de atalaya ó de estrella;
Y cuando el alba naciente[Pg 264]
Dora la almenada villa,
Se confunde fácilmente
Con la armadura que brilla
El riëlar de la fuente.
Sus atalayas pusieron
Los moros en ella un día,
De fosos la circuyeron,
Y apriesa la abastecieron
Porque el invierno venía.
Tuviéronla muchos años
De los cristianos guardada,
Con mil ardides extraños,
Causándoles muchos daños
En guerra tan prolongada.
Á la sombra guarecidos
De sus breñas y pinares,
Bajaban como bandidos
Y robaban atrevidos
Alquerías y lugares.
Toleraban los cristianos[Pg 265]
En silencio sus desmanes:
Pero pensando á las manos
Coger á los africanos
De aquel peñón gavilanes.
Estaban los insolentes,
Aunque pocos, confiados,
Conociéndose valientes:
Los cristianos, más prudentes,
Les cogieron descuidados.
Todos los de aquella tierra,
Procurándose en secreto
Mil utensilios de guerra,
Atravesaron la sierra
De asaltarla con objeto.
Y una noche la asaltaron,
Y guardarla no supieron
Los Moros que la fundaron;
Cinco veces la cobraron
Y otras cinco la perdieron.
Entonces los vencedores[Pg 266]
Doblaron su alta muralla,
Y abrieron fosos mayores
Para guardar previsores
La prenda de la batalla.
Estrecha y sola una senda
Dejaron en todo el cerro,
Porque mejor se defienda,
Si se empeña otra contienda,
Su sola puerta de hierro.
Por eso en sus torreones
Y en sus anchos murallones
Guardó la morisca villa,
Sobrepuestos, los blasones
De los Reyes de Castilla.
Tal es Zahara: y en la altura
Del cerro en que está fundada,
Y por la fragosa hondura
De sus barrancos guardada,
Siempre estuviera segura.
De los Moros, como el nido[Pg 267]
De un águila suspendido
En inaccesible peña,
Si menos la hubiera sido
Su fortuna zahareña.
Pero su alcaide cristiano
Nació con estrella aciaga,
Y Dios apartó su mano
Del infeliz castellano,
Y el rayo de Dios la amaga.
Porque ¡ay! ¿qué la han de valer
Su muro y torres de piedra,
Si los ha de mantener,
Sin fortuna y sin poder,
Gonzalo Arias de Saavedra?
¡Desventurada es la historia
De este buen Gobernador,
Bravo capitán sin gloria,
Blanco de mala memoria
Y de fortuna peor!
Desdichada fué su raza:[Pg 268]
No hubo cálculo ni traza
Que al revés no le saliera,
Ni bando, opinión ó plaza
Que, suya, prevaleciera.
Siguió su padre Hernán Arias
De Enrique el Rey las banderas
Á las de Isabel contrarias,
Y perdieron las primeras
Sus empresas temerarias.
Del de Cádiz se allegó
Hernán á los partidarios,
Y el encono se extinguió
De los grandes sus contrarios,
Y Hernán Arias se fugó.
De los Moros amparóse
Y por los Moros mantuvo
Á Tarifa; mas tornóse
La suerte: capitulóse,
Y Arias que entregarse tuvo.
Caballeros en Castilla[Pg 269]
Intercedieron por él,
Y, olvidando su mancilla,
Le indultó Doña Isabel
Confinándole á Sevilla.
Bien único hereditario,
En su aljarafe tenía
Un torreón solitario,
Y allí su infortunio varió
Fuése á llorar noche y día.
Mas he aquí que maltratado
Por el tiempo el edificio,
Y él imposibilitado
De gastar sólo un cornado
De su hacienda en beneficio,
En un temblor que agitó
Las tierras circunvecinas
Su torre se desplomó,
Y Hernán Arias pereció
Sepultado entre sus ruinas.
¡Desventurado Hernán Arias![Pg 270]
Las estrellas tan contrarias
Le fueron en paz y en guerra,
Que hasta se le abrió la tierra
Sin exequias funerarias.
Su hijo Gonzalo, heredero
De su fortuna fatal,
Aunque habido por guerrero
Valiente y buen caballero,
Lo pasó siempre bien mal.
De su padre la memoria,
Lo siniestro de su historia
Y proverbial desventura,
Le hicieron, sin prez ni gloria,
Pasar una vida obscura.
Dotado de alto valor,
De ciencia y destreza rara
En la guerra, con honor
De alcaide gobernador
Le enviaron al fin á Zahara.
Dióle la reina Isabel[Pg 271]
Compadecida este cargo:
Pero, dándoselo á él,
El mejor panal de miel
Se le hubiera vuelto amargo.
Era Gonzalo un valiente
Y entendido capitán,
Tan audaz como prudente:
Mas ¿qué hará si no le dan
Ni bastimentos ni gente?
«Tu lealtad y tu bravura
»Tendrán á Zahara segura»
Le dijeron, y le enviaron
Á Zahara: mas no contaron
Con su innata desventura.
Sin víveres y sin oro
Con que pagar sus soldados,
No puede ni su decoro
Sostener, ni contra el Moro
Tenerles subordinados.
Su gente se le rebela[Pg 272]
Y él, sólo, en continua vela,
Su fortaleza recorre,
Y hace á veces centinela
El mismo en alguna torre.
«Si no por obligación,
»Por vuestro bien ayudadme,»
Les dijo en una ocasión:
Y su alférez Luis Monzón
Contestóle ébrio: «Pagadme.»
Y el pobre Gobernador,
Sin influencia y sin pan,
Se vió inútil capitán
De gentes que sin temor
Ni amor hacia él están.
Pedía al gobierno amparo
De víveres ó dinero:
Pero el gobierno reparo
No ponía, y el frontero
Seguía en su desamparo.
Dos veces quiso salir[Pg 273]
Á correr la mora tierra:
Mas sus gentes, al oir
Que se trataba de guerra,
No le quisieron seguir.
Tal era la situación
De Zahara en esta ocasión;
Tal es el afán que arredra
El brío del corazón
De Gonzalo Arias Saavedra.
Por eso sus castellanos
Se están mal entretenidos
En casa de los villanos,
En pensamientos livianos
Con las mozas divertidos;
Pues por demás licenciosos
Son siempre nuestros soldados,
Cuando en puestos apartados
Les dejan vivir ociosos,
Por libres ó mal pagados.
El Rey moro, que sondara[Pg 274]
Su abandono y su pobreza,
Se dijo: «Es cosa bien clara
Que me da la fortaleza
Quien así la desampara:
Conque tomarla es razón.»
Y Hasán dispuso á este fin
Misteriosa expedición,
Dándole gente en unión
La Alhambra y el Albaicín.
Salió, pues, de la ciudad
Muley en la obscuridad,
Sin decir de esta salida
La razón desconocida,
Para más seguridad.
Y es fama que el Africano,
De Bib-arrambla al pasar
Bajo el arco, dijo ufano:
«Le tengo de festonar
Con cabezas de Cristiano.»
Era una tarde nublada[Pg 275]
De tormenta amenazada:
El viento ronco mugía,
Y en anchas gotas caía
Á espacios lluvia pesada.
Cerróse en obscuridad
El cielo: la tempestad
Desgarró las nubes pardas,
Y brilló en las alabardas
El relámpago fugaz.
Entre la enramada espesa
De un pinar de que se ampara,
Con la gente de su empresa
Iba Muley á hacer presa
En la descuidada Zahara.
Caídos los martinetes
Sobre las mojadas telas
Revueltas á los almetes,
Caminaban los jinetes
El lodo hasta las espuelas.
Mohino el Rey por demás,[Pg 276]
De los pasos el compás
Oyendo con mal humor,
Iba: junto á él un tambor
Y los peones detrás.
Tras éstos los saeteros
Y hasta cien arcabuceros:
Luego los escaladores,
Luego trompas y atambores,
Y luego los ingenieros.
Tras ellos, en pelotones
Flanqueados por dos alas
De jinetes con lanzones,
Muchos negros con escalas
Para entrar los torreones.
La media noche sería,
¡Espantosa noche á fe!
Cuando de la roca umbría
Sobre que Zahara dormía
Se detuvieron al pie.
Contó el Rey cuidadosamente[Pg 277]
Las hogueras y señales,
En que convino prudente
Con sus guías, y la gente
Partió en dos bandos iguales.
Guardando el cerro dejó
Los jinetes: apostó
Los saeteros mejores,
Y él con los escaladores
Por el peñasco trepó.
La obscuridad, la tormenta,
Patrocinan su ascensión
Ardua, silenciosa y lenta:
Todo Muley lo hubo en cuenta
Con astuta previsión.
El ruido de sus pisadas
Sofoca el ruido del viento,
Y las aguas despeñadas
Por las ásperas quebradas
Con estrépito violento.
Tal vez descienden rodando[Pg 278]
De roca en roca chocando
Pedazos de las montañas,
Pinos, chozas y alimañas
Consigo al valle arrastrando.
Tal vez una encina añosa,
Arraigada en un peñón
Todo un siglo, estrepitosa
Se rompe con temerosa
Y atronadora explosión.
Tal vez algún lobo, fuera
De su cueva sorprendido,
Bajo una peña cogido
Invoca á la muerte fiera
Con un espantoso aullido.
Tal vez por algún torrente
Arrastrada una serpiente
De un precipicio á la hondura,
Rasga la atmósfera obscura
Con un silbido estridente.
¡Horrible noche es aquella,[Pg 279]
En que, mientras contra Zahara
Ronca tempestad se estrella,
De la tempestad se ampara
Muley audaz contra ella!
La villa desventurada,
Por el viento sacudida,
Por el turbión anegada
Y en las tinieblas velada,
Reposaba adormecida.
Apena en un torreón
De su vieja ciudadela,
Encogido en un rincón
Murmura escasa oración
Un cristiano centinela.
Tal vez duerme sin afán
Al calor de su gabán
En su garita, al arrullo
Que viento y agua le dan
Con su continuo murmullo.
Y tal vez, sobre la mano[Pg 280]
La barba y en la rodilla
El codo, sueña el cristiano
Una aurora de verano
En un lugar de Castilla.

[Pg 281]

II

¡Tremenda noche! La lluvia,
Desgajándose á torrentes
Por las quebradas vertientes
De la sierra, con fragor
Á la hondura de sus valles
Consigo arrastrando baja
Los árboles que descuaja
Del vendaval el furor.
¡Tremenda noche! Iracundos
Los rebeldes elementos
Amagan de sus cimientos
Las montañas arrancar:
Y, en la cresta de la roca
Donde se halla suspendida,
Con ímpetu sacudida
Tiembla Zahara sin cesar.
Á una aspillera asomado[Pg 282]
De su antigua ciudadela,
El buen Arias está en vela,
Ocupado en escuchar
Los rumores que á su oído
En sus alas trae el viento,
Y un fatal presentimiento
No le deja sosegar.
Nada sus tenaces ojos
Ven en noche tan cerrada:
No percibe ni oye nada
En la densa lobreguez,
Más que el velo tenebroso
Y la voz de la tormenta,
Cuya furia se acrecienta
Con horrible rapidez.
Á sus pies reposa Zahara:
Sus tejados ve, á la lumbre
Del relámpago, en la cumbre
Donde el pueblo se fundó:
Mas la roja llamarada
Que el relámpago refleja
Le deslumbra y no le deja
Comprender lo que á ella vió.
Al resplandor instantáneo[Pg 283]
Con que el pueblo se ilumina,
Cree tal vez ver la colina
Con el pueblo vacilar:
Y á veces, en el instante
De iluminarse de lleno,
Cree ver de Zahara en el seno
Vagas visiones errar.
Blancos bultos, misteriosas
Sombras, móviles reflejos
Tras los muros á lo lejos
Moverse y lucir cree ver;
Cual si, haciendo de ellas vallas,
Los espíritus del monte
De sus torres y murallas
Se quisieran guarecer.
¡Delirios vanos! ¡Quimeras
De su débil fantasía!
Pasa el pobre noche y día
En continua agitación,
Y, con fe supersticiosa
Creyendo en su fatalismo,
Recela hasta de sí mismo,
Trastornando su razón.
¡Ilusiones! Arias sólo[Pg 284]
Oye el vendaval que brama
Y el agua que se derrama
Por los tejados rodar,
Y en los muros del castillo
El rumor acelerado
De los pasos del soldado
Que acaban de relevar.
Oye el sordo remolino
Con que rueda la tormenta
Haciendo girar violenta
Las veletas de metal,
Y zumbar estremecida
La mal sujeta campana,
Y temblar en la ventana
El desprendido cristal.
Todos reposan en Zahara,
La atalaya de Castilla:
Sólo se oyen por la villa,
En la densa obscuridad,
El agua de las goteras
Y el rumor del vago viento,
Que ruge con el acento
De la ronca tempestad.
Sólo en apartada torre[Pg 285]
Del mal guardado castillo,
Con el fulgor amarillo
De una lámpara al morir,
Velan algunos soldados
Y se siente desde fuera
El rumor de una quimera
Y jurar y maldecir.
Óyense sus carcajadas,
Sus apodos insolentes:
Pues en esto han tales gentes
Contentamiento y placer;
Se juntan en borracheras
Para acabarlas riñendo,
Y vuelven en concluyendo
Desde reñir á beber.
Y al calor de las orgías
Y al vapor de los licores,
Disertan de sus amores
En obsceno platicar;
Pues su lengua irreligiosa,
Sin respetos y sin vallas,
Sólo de sangre y batallas
Ó mujeres ha de hablar.
De éstas se miran algunas,[Pg 286]
Con los soldados más mozos
En impúdicos retozos
Y deshonesto ademán,
Que, osadas y descompuestas,
Ó blasfemando ó riñendo,
Hasta embriagarse bebiendo
Desatinadas están.
La trémula llamarada
De una hoguera agonizante
Presta á su rudo semblante
Una expresión más feroz;
Y, recibiendo la bóveda
La algazara en su ancho hueco,
Remeda con largo eco
La desentonada voz.
Harto de vino y de amores,
En dos bancos apoyado,
Cantaba un viejo soldado
Al són de un roto rabel,
É hiriendo á compás la mesa
Con plato, jarra ó cuchillo
Aullaban el estribillo
Ellos y ellas con él.
Brindaban, y á cada brindis[Pg 287]
Insensatos blasfemaban,
Y reían y danzaban
Completando la embriaguez:
Y sus sombras, en silencio,
Gigantescas, agitadas,
Cual fantasmas convidadas
Erraban por la pared.
«¡Á ellos!» gritaron voces:
Y entraron el aposento,
Diez á diez y ciento á ciento,
Los moros del Rey Hasán;
Y apenas á las espadas
Acudieron los cristianos,
Les cercenaron las manos
En donde tan mal están.
Lidiaron acaso algunos:
Pero tantos les entraron,
Que al fin les acuchillaron
Con las hembras á la par.
Á los gritos de los Moros
Los Cristianos despertaban:
¡Pero los tristes se hallaban
Cautivos al despertar!
La soñolienta pupila[Pg 288]
Prestaba crédito apenas
Á las cuerdas y cadenas
Con que atados dos á dos
Por los Árabes se vieron,
Á quienes con lengua y ojos
Pedían piedad de hinojos
En el nombre de su Dios.
Las lágrimas de las madres,
De los niños los sollozos,
Los esfuerzos de los mozos,
El dolor de la vejez,
Son inútil resistencia:
Porque á todos los infieles,
Atados como lebreles
Les arrastran á la vez.
En vano lucha la virgen
Desesperada con ellos,
Que con sus propios cabellos
Mordaza ó cordel la dan:
En vano niños y enfermos
Yacen sin fuerzas postrados;
En tropel como ganados
Todos á los hierros van
Fueron tristísimas horas[Pg 289]
Las de noche tan sangrienta.
¡Á quien de ella pidan cuenta,
Malas cuentas ha de dar!
Mas no Arias, á quien el mundo
Con su fe abandona en Zahara,
Porque Dios no desampara
Á quien de Él se va á amparar.
Corazones como el suyo,
Almas cual la que le anima,
Dios tan sólo las estima
En su pristino valor:
Aniquilado bien pronto
El cuerpo que les encierra,
Vuelve su polvo á la tierra
Y su esencia al Criador.
Creyó al fin Gonzalo Arias,
Desde la torre en que vela,
Sentir en la ciudadela
Un verdadero rumor
De voces y de pisadas,
Y distinguir en la sombra
Muchas gentes agolpadas
Á la muralla exterior.
Iba el caracol de piedra[Pg 290]
Á tomar del muro, cuando
Por él su escudero entrando
Dijo: «¡Los moros, Señor!»
Asió al punto Arias Saavedra
Un hacha y un triple escudo
Que halló á mano, y torvo y mudo
Lanzóse hacia el corredor.
Por el caracol torcido
Se hundió como una callada
Sombra, y la puerta ferrada
De las almenas abrió.
Confuso tropel de moros
Llenaba el adarve estrecho:
Gonzalo Arias derecho
Á los Moros se lanzó.
Tendió del primer hachazo
Los dos que halló delanteros,
Y al querer tirar del brazo
La mano de otro segó.
Á tan repentino ataque
La morisma, acorralada,
Abrió círculo espantada
Y en el centro le dejó.
Mas Arias, que no veía[Pg 291]
De vergüenza y de ira ciego,
Cerróse con ellos luego
Con ímpetu asolador:
Y, al ver el horrendo estrago
Que en ellos su brazo hacía,
Ninguno se le atrevía,
Embargados de pavor.
Pero sobre ellos cargaba
Gonzalo Arias con tal brío,
Que adelante les llevaba
Sin dejarles revolver;
Y uno, que frente arrestado
Le hizo, entre dos almenas
Le derribó atravesado
Y en el foso fué á caer.
Aquel hombre despechado,
De mirada centelleante,
De colérico semblante
Y de fuerzas de Titán,
Sin más que un broquel y un hacha,
Pálido y medio desnudo,
Peleando solo y mudo
Con desesperado afán;
Aquel hombre aparecido[Pg 292]
De repente en medio de ellos,
Erizados los cabellos,
Cual de un vértigo infernal
Poseído, hizo á los Moros
Concebir honda pavura,
Contemplando en su figura
Algo sobrenatural.
Un instinto irresistible
De temor supersticioso
De aquel hombre misterioso
En tropel les hizo huir,
Cual si vieran, bajo el rostro
De aquel hombre temerario,
Un espíritu contrario
De Mahoma combatir.
Abandonó, pues, el muro
Todo el pelotón alarbe,
Y dejó sobre el adarve
Solo á aquel hombre fatal.
Crispado, calenturiento,
Á las almenas de piedra
Asomóse Arias Saavedra
Presa de angustia mortal.
Allá abajo, en las tinieblas,[Pg 293]
Por las calles de la villa
En la lengua de Castilla
Invocar á Dios oyó.
«¡Á Dios (dijo con desprecio)
Á Dios invocáis ahora!
¡Miserables! Ya no es hora:
Sucumbid, pues, como yo.»
Y á largos pasos tomando
Del castillo la escalera,
Fué á dar como una pantera
En el patio principal.
Un capitán de Granada
Allí amarrados tenía
Cuantos perdonado había
La cimitarra fatal.
Arias, de un salto, se puso
Delante del africano
Y, asiendo con una mano
Las bridas de su corcel,
Le dió en el frontal de acero
Tan descomunal hachazo,
Que caballo y caballero
Vinieron á tierra de él.
Los Árabes que más cerca[Pg 294]
Del capitán se encontraron,
Sobre Gonzalo cargaron
Con gritería infernal:
Pero dieron con un hombre:
Y el primero que imprudente
Se llegó á Arias, en la frente
Recibió el golpe mortal.
El capitán, desenvuelto
De su caballo caído,
Vino como tigre herido
Sobre el alcaide á su vez:
Recibió su corvo alfanje
El castellano forzudo
Dos veces en el escudo,
Con serena intrepidez;
Y al verle ébrio de coraje
Descargarle el tercer tajo,
Metióle el hacha por bajo
Y el brazo le cercenó.
Saltó el pedazo partido
Con la cimitarra al suelo,
Y el Moro, con un aullido
De dolor, se desmayó.
Saltó Arias de él por encima[Pg 295]
Y, del caballo tendido
Quedándose guarecido,
Volvió la lid á empezar.
Acométenle los Moros:
Mas ningún golpe le ofende
Por delante, y se defiende
La espalda con un pilar.
Entraba en esto en el patio
El viejo Rey de Granada:
Mas detúvose á la entrada
Á admirar el varonil
Aliento de aquel solo hombre
Que, sin casco ni armadura,
Tiene á raya la bravura
De los hijos del Genil.
Estaba Gonzalo Arias
De sangre y sudor cubierto
Tras del caballo, que muerto
Á sus plantas derribó,
Anhelante de fatiga,
Descolorido y rasgado,
Como un espectro evocado
Del panteón que le guardó.
Al ver con cuánta destreza[Pg 296]
De tantos se defendía,
De tan alta bizarría
Pagado el viejo Muley:
«¡Teneos!» gritó á los Moros;
Y, yéndose al Castellano,
Le dijo afable: «Cristiano,
Ríndete: yo soy el Rey.»
No pudo Arias de cansancio
Contestar. «Quienquier que fueres
(Añadió el Rey), valiente eres:
Ríndete á mí y salvo irás.»
Arias, ronco de fatiga,
Pero con alma serena,
Dijo: «Muerto, enhorabuena:
Pero rendido, jamás.»
«Cristiano, repuso el Moro,
Yo soy Muley y rendirte
Á mí no será desdoro.»
Y Arias dijo: «Y yo, Muley,
Soy Gonzalo Arias Saavedra,
Y mientras me quede aliento
Y en Zahara quede una piedra,
La mantendré por mi Rey.»
Ahogó la piedad del Moro[Pg 297]
Respuesta tan arrogante,
Y, colérico, «¡Adelante,
Saeteros!» exclamó.
Atravesado de flechas
Hincó Arias una rodilla
Gritando «¡Cristo y Castilla
Por los Arias!» Y espiró.
Cortáronle la cabeza,
Y en el arzón delantero
La ató un negro de Baeza
Por trofeo de valor.
Tal fué el fin desventurado
Del bravo alcaide de Zahara:
La suerte le negó avara
Todo, menos el honor.
* * * * *
Cuando del día siguiente
Comenzó á lucir la aurora,
Daba á Granada la vuelta
La morisma victoriosa.
Marchaba Muley delante,[Pg 298]
Y, en el centro de su tropa,
Dos mil cautivos atados
Al carro de su victoria.
Mandó el Rey que los Cristianos,
Guardados por buena escolta,
Fueran delante á Granada
Por la vereda más corta;
Pero prevenido habiéndole
Que, por si las tierras próximas
Se levantan, con presteza
Caminar es lo que importa:
«¿En qué está, dijo, el retraso?
—En los cautivos que estorban.
—Pues bien, dijo con desprecio,
Obligadles á que corran,
Y lleguen los que llegaren:
Los mozos á las mazmorras,
Las muchachas al harén
Y los viejos á la horca.»

[Pg 299]

III

Era la noche del siguiente día
En que el fiero Muley salió de Zahara,
Vencedor insolente. Era una obscura
Y nebulosa noche: no lucía
En el cielo la luna: venda impura
De nubarrones cárdenos cubría
La luz serena de su antorcha clara.
Ceñían por doquier el horizonte
Negros grupos de nubes apiñadas,
De vapores eléctricos preñadas,
Y alcanzábanse á ver de monte en monte
Del frecuente relámpago, azuladas,
Arder las repentinas llamaradas.
Á un balcón de la torre de Comares
Asomada en silencio, la altanera
Aija escuchaba con el alma entera
Lejano són de gritos populares
Que, por la densa atmósfera perdidos,
Traía á sus oídos,[Pg 300]
De cuándo en cuándo, ráfaga ligera.
Tras ella Abú Abdilá sobre su hombro
El noble rostro juvenil tendía,
Como su madre oyendo con asombro
La confusa y extraña vocería
Que, en las tinieblas de la noche, el viento
Con eco sordo resonar hacía
Bajo el techo del cóncavo aposento.
—«¡Oyes, hijo Abdilá! con ansia dijo
La sultana.—Sí, madre, y no comprendo.....
Contestó Abú Abdil. ¡Tal vez maldijo
Nuestra fortuna Aláh!» Con ojo fijo
La espesa sombra penetrar queriendo,
Aija le interrumpió:—«Calla: estoy viendo
Moverse algo en el bosque..... ¿Oistes, hijo?
—¿Un ruiseñor?—Sin duda: mas no canta
Tan recio el ruiseñor.....  escucha atento.
¿Le oiste?—Sí.—Pues bien, hijo, ese aliento
De un pájaro no cabe en la garganta.
—Oid, Señora, oid; más cerca el pío
Del ave se oyó ahora.—Es una seña
Que viene de las márgenes del río.
—Sí, y en hacerse comprender se empeña.»
Acercáronse más á la calada
Barandilla exterior del antepecho:
Mas Aija, de repente y sin ser dueña[Pg 301]
De sí misma, cubriendo con su pecho
El pecho de Abú Abdil, gritó: «¡Hijo mío!»
Silbando entró por el postigo estrecho
Del balcón una flecha disparada
Desde el bosque, y, tocando en la labrada
Piedra del arco, rechazó, en el lecho
De Abú Abdil cayendo despuntada.
«¡Traidores!» exclamó Aija, á nuestra vida
También atentan!» Mas alegremente
La interrumpió Abdilá, teniendo asida
La flecha: «Madre (dijo) trae cosida
Una carta.—Lee pues.» Rumor de gente
Se oyó en el corredor en este instante,
Y una esclava, asomándose á la puerta,
Dijo: «¡El wazir!» Para la audaz Sultana
Fué cosa nada más que de un momento
En el pecho ocultar la carta abierta,
La flecha devolver por la ventana,
Y serena quedar sobre su asiento.
Al punto mismo Abú-l'Kazín, ministro
De las venganzas de Muley, entraba
El nocturno registro
Á hacer que en el salón acostumbraba,
Desque la torre de Comares era[Pg 302]
Del Granadino Príncipe y su madre,
Por orden de Muley, prisión severa.
Saludó Abú-l'Kazín con afectada
Ceremonia, mostrando que lo hacía
Sin respeto y en pura cortesía:
Aija, en sus almohadones recostada,
Ni volvió la cabeza desdeñosa,
Ni le otorgó siquiera una mirada;
Abú Abdilá, imitando á su orgullosa
Madre, no contestó tampoco nada.
Abú-l'Kazín entonces, en sombrío
Silencio y con feroz torvo semblante,
La estancia registró con vigilante
Y prolija atención. «Es deber mío,»
Dijo al fin, dirigiendo á la Sultana
Una mirada donde el odio brilla,
Y añadió: «Nuestro Rey llega mañana
Vencedor de las armas de Castilla.»
Aquí, consigo sin poder, la Mora
Díjole: «¿Son por ello esos clamores
Que turban el reposo?—Sí, Señora:
El pueblo aplaude, como siempre, ahora
Á los Reyes que vuelven vencedores.»
Una mirada le lanzó de fuego[Pg 303]
La Mora y con desdén le dijo luego:
«Tienes razón, Abú-l'Kazín: mañana,
Si volvieren vencidos, por traidores
Les silbará la multitud villana.
—Vele Aláh por el Rey, y no permita
Que el pueblo tenga por traidor, Sultana
Á quien abrigue sangre Nazarita!
—Eso te digo yo. Los hijos tienen
La sangre de los padres, y el que incita
Al padre contra el hijo, lo previenen
Las suras del Korán, á Dios irrita
Y su raza por Dios será maldita.
—Sultana, tus palabras.....—El anuncio
Son del desprecio en que te tengo.—Holgara
La razón en saber.—Está muy clara.
—Pronúnciala, Sultana.—La pronuncio:
Tu padre, Abú-l'Kazin, fué tornadizo
Y traidor á su Dios, y yo detesto
Á los hijos de padre que tal hizo.
No lo olvides jamás.—¡Oh! lo protesto.
—Déjanos, pues, en paz.—La vez postrera
Volveré nada más, cuando el severo
Rey de Granada de su ley el yugo
Imponeros me ordene.—Aguarda fuera
Sus órdenes en tanto, carcelero,
Hasta que hayas de entrar como verdugo.»
Salió el wazir, brillando en su pupila[Pg 304]
El fuego del rencor: y la Sultana,
Luego que oyó el rumor de los cerrojos
De la postrera cámara lejana,
La carta á desplegar volvió tranquila,
Devorando lo escrito con los ojos.
Mirábala Abdilá con impaciencia,
Procurando leer en su semblante
Lo que ella en el escrito. En apariencia,
Si el wazir la acechara en este instante.
No pudiera, al mirar su indiferencia.
Sospechar que el papel era importante.
Leyó con avidez, pero serena:
Y aquella alma viril, que dominaba
Del placer el exceso y de la pena.
No dejó percibir á quien miraba
El gozo inmenso de que estaba llena.
¡Tanto era altiva, perspicaz y brava!
«Hijo mío Abdilá, dijo tras breve
Pausa, vas á partir. La muerte fiera.
De tu padre á la vuelta, aquí te espera,
Y abajo espera quien salvarte debe.
No el Cielo señaló tu real cabeza
Para ceñir una corona en vano;
Tu destino de Rey he aquí que empieza;
Cumple, pues, tu destino soberano.»
Dijo y le dió la carta, que decía:[Pg 305]
«Vuelve tu esposo vencedor, Sultana,
»Y la guadaña de la muerte impía
»Su mano trae; no aguardes á mañana:
»Cuando oigas luego que en silbar porfía
»El ruiseñor al pie de tu ventana,
»Descuelga á tu hijo Abú Abdilá por ella.
»Y un buen caballo le valdrá y su estrella.
»No temas ni vaciles: los verjeles
»De este valle, á tu vista tan tranquilo,
»Á un escuadrón de Abencerrajes fieles
»Dan á estas horas misterioso asilo.
»Mi escritura conoces, no receles,
»Sultana, una traición: pende de un hilo
»Del Príncipe la vida: mas, burlada
»La muerte, volverá..... Rey de Granada.
»Aunque en firmar sé acaso que aventuro
»Mi cabeza, la suya es lo primero:
»Sírvate pues mi nombre de seguro
»Y alumbre tu razón Aláh infinito.»
Al pie de este renglón, claro y entero,
De Aly-Macer el nombre estaba escrito.
Leía Abú Abdilá, y á la lectura[Pg 306]
De la carta fatal palidecía:
Y, leyendo en su rostro su pavura,
La madre el ceño varonil fruncía.
«Hijo de Reyes, como Rey procura
Obrar, le dijo al fin. ¿Fortuna impía
Te acosa? Acosa, pues, á tu fortuna:
Mala es mejor tenerla que ninguna.»
Tal diciendo, la intrépida Sultana
Llamó en voz baja á sus esclavas. Quiso
Abú-l'Kazín dejárselas, por vana
Demostración de libertad y viso
De autoridad y pompa soberana,
En la prisión. Entraron al aviso
Todas de su señora, y la severa
Sultana las habló de esta manera:
«Necesito una escala: en el momento
Desgarrad vuestras tocas y almaizales;
Los tapices que tiene el aposento
Trizas haced: mis lienzos y mis chales
Rasgad y, hasta que lleguen al cimiento
De la torre, anudad los desiguales
Pedazos: no os paréis en necias dudas:
Rasgadlo todo, aunque os quedéis desnudas.»
Hechas á obedecer, sin más demora[Pg 307]
Rasgaron la oriental tapicería
Que la ostentosa cámara decora,
El chal con que cada una se ceñía,
El rico pabellón de crujidora
Seda que el lecho de Abdilá tenía.
Cuanto á las manos se las vino asieron,
Y, formando un cordón, le retorcieron.
La Sultana y el Príncipe, afanosos,
En tal ocupación las ayudaron,
Y de esta ocupación con los curiosos
Incidentes, que alegre la tornaron,
Del alma de Abdilá los temerosos
Tristes presentimientos se ahuyentaron:
Y rebosaba en gozo y osadía
Cuando el largo cordón se concluía.
Á poco un risueñor en la enramada
Los tres largos silbidos de su trino
Precursores lanzó. Corrió agitada
La Sultana al balcón, y más vecino
Volvió á silbar el ruiseñor: callada
É inmóvil escuchó: su oído fino
Y ojo avaro alcanzaron, en la hondura,
De un hombre el movimiento y la figura.
Un momento después, en la maleza[Pg 308]
Que al mismo pie del torreón crecía,
El ruiseñor silbó: la fortaleza
Y la continuidad con que lo hacía
Su voz, de la que dió naturaleza
Al ruiseñor un tanto desdecía
De cerca oída: pero al libre viento
Era bien fácil confundir su acento.
Ató Aija á Abú Abdil por la cintura
La punta de los lienzos anudados,
De su firmeza y solidez segura;
Los brazos un momento entrelazados
Tuvieron madre é hijo con ternura
Cordial: los labios trémulos, rasados
De lágrimas los ojos, no encontraron
Palabras, mas sus lágrimas hablaron.
Deshízose la madre la primera
Del cariñoso lazo, y saltó el hijo
Por la baranda del balcón afuera,
Teniendo el lienzo las mujeres fijo.
«Madre, dijo él, ¡adiós por vez postrera!
—¡Hijo de mi alma, adiós! ella le dijo,
Y, bajando la voz:—honra tu nombre,
No vuelvas sino Rey: lucha y sé hombre.»
Dijo: y, á una señal, franqueza dando[Pg 309]
Las esclavas al lienzo, por la obscura
Región del aire, suelto, fué bajando
El Príncipe Abdilá: justa pavura
Le acongojó cuándo se vió colgando
Sobre la inmensa tenebrosa hondura;
Vaciló su cerebro y, los antojos
Del miedo por no ver, cerró los ojos.
Un momento después cuatro forzudos
Brazos en las tinieblas de él asieron:
Una daga cortó junto á los nudos
El lienzo, á hombros tomáronle, y huyeron.
Los brazos de las Moras, á tan rudos
Esfuerzos no hechos, libres se sintieron
De repente del peso, y la Sultana
Se echó con ansiedad á la ventana.
Miró, escuchó, sin voz, sin movimiento,
Parando en su atención hasta el latido
Del corazón y el curso del aliento:
Pero ni gente, ni señal, ni ruido
Se percibía: á la merced del viento
El lienzo por abajo desprendido
Flotaba, y era todo allá en la hondura
Silencio, soledad, sombra, pavura.
Apartóse en silencio la Sultana[Pg 310]
Del ajimez: la tela recogida
Poco á poco volvió por la ventana:
Mas al entrar la punta suspendida
Por fuera del balcón, de la Africana
El corazón mortal volvió á la vida;
La punta trae de salvación un gaje
Infalible: el blasón Abencerraje.
Besóle la Sultana, y su altanera
Tranquilidad cobró: despidió luego
Sus esclavas y, sola, dijo, fiera
Reverberando en su mirada el fuego
Del corazón: «Que venga cuando quiera
Muley.» Y en los cojines con sosiego
Tendiéndose, al pesar y al miedo ajena
Segura de Abú Abdil, durmió serena.

[Pg 311]

IV

Y he aquí que la Sultana
Cual Reina soberana,
Y acaso en su ventana
Detrás de la persiana
Oyó sobrecogida
Que por la peña hendida
Diez hombres que, en huída
Corriendo á toda brida
que el real Generalife,
en esta noche mora,
velaba en esta hora,
tendida en un diván,
cruzar el arrecife,
conduce hacia la sierra,
veloz y són de guerra,
hacia la sierra van.
El rostro peregrino
Zoraya hacia el camino
De polvo un remolino
Sombra el país vecino
¿Quien puede á estos parajes
Lanzarse en tan salvajes
Tan ásperos pasajes
Los diez Abencerrajes
llegando á la ventana,
miró: mas ¡vana empresa!
velaba con espesa
al ojo más sutil.
(se dijo la Sultana)
caballos, audazmente
salvando?—Solamente
que salvan á Abú Abdil.

FIN DE LOS VERSOS CONTENIDOS EN EL TOMO PRIMERO.


[Pg 313]

Zorrilla, al publicar este Poema en 1852, ilustró el tomo primero con notas y discursos que, si entonces juzgaba de necesidad para satisfacer á lectores y críticos, hoy parecen excusados, después del casi medio siglo que separa la primitiva de la presente edición. El poeta quiso demostrar que á la factura de los versos había hecho preceder un estudio de la lengua árabe, de la historia del reino de Granada, de las vicisitudes de la conquista y de cuantos personajes iban á figurar en los diversos libros del Poema. Dudaba, tal vez, de que se le tuviese por verídico en las tradiciones, lenguaje, usos y costumbres de los moros; por lo cual puntualizó en multitud de notas la exactitud de los conceptos y hasta la pureza de las palabras. Reconocidas [Pg 314] por la crítica estas cualidades en la obra, no es necesario reproducir tan numerosos comprobantes, que, en vez de esclarecer, embarazan la lectura y sonoridad de los versos. Por esto se han suprimido aquí, del mismo modo que una extensa biografía de Mahoma, inserta al final del volumen y que el propio Zorrilla declara ser en su mayor parte traducción de acreditados libros franceses.

Hay, sin embargo, en los discursos y desahogos del autor ciertos pasajes que no deben suprimirse, porque corresponden á la historia literaria del tiempo y al carácter peculiar del poeta, tales como la explicación de la dedicatoria á su amigo Muriel y la sátira con que Zorrilla se revuelve contra los censores anticipados de su obra, émulos, á su juicio, tan impotentes como menguados.

He aquí la manera con que explica la Fantasía dedicada á D. Bartolomé Muriel en las primeras páginas del libro:

«Habiéndome algunos amigos manifestado en París deseos de conocer mi Poema de Granada antes de su publicación, se reunieron una noche en casa del Sr. Muriel para oirme leer algunos de sus libros ó cantos, á pesar de mi propósito de no manifestar[Pg 315] su manuscrito. La circunstancia de hallarse presentes á esta lectura D. Fernando de la Vera y D. Cayo Quiñones de León, cuyos antepasados tomaron en la conquista de Granada no poca parte, y á cuyas hazañas consagro en mis versos no pocos recuerdos, me obligaron á continuar en siguientes noches la lectura de mi obra, á cuyo objeto reunió el Sr. Muriel una corta sociedad de amigos en su elegante casa. La amistad cordial que al Sr. Muriel me une, y las agradables horas pasadas en sus aposentos, cubiertos de preciosos cuadros y llenos de artísticas curiosidades, me inspiraron esta fantasía, procurándome la ocasión de darle con ella un público testimonio de mi amistad y de lo caras que son á mi corazón las memorias de la suya.»

Sobre las censuras anticipadas y murmuraciones más ó menos cultas que se hacían del Poema cuando aún no se había publicado, escribe Zorrilla lo siguiente:

«Á los desocupados escritores de anónimos y á los autores rapsodistas, á quienes apesara desdichadamente la reputación ajena, pero que no pueden labrarse la propia sino royendo los talones de los que van delante de ellos, en su incapacidad de abrirse por[Pg 316] sí mismos un camino, les aconsejaré que antes dé seguirme á Granada den una vuelta por Toledo, donde hallarán á mi buen amigo el Sr. D. León Carbonero y Sol, quien, con honra suya y provecho de la juventud, explica en aquella ciudad la lengua árabe, y el cual, con su rica erudición oriental y poética, y su excelente método de enseñanza, les pondrá tal vez con el tiempo en estado de caminar conmigo por los senderos montañosos que conducen á la Real alcazaba de la Alhambra.

Á los literatos que, á pesar de lo expuesto, me supongan más ambiciosos intentos ó más vanaglorioso amor propio, dispuestos á no ver de mi obra más que los defectos, hijos naturales de una temeraria osadía ó de una quijotesca vanidad; y á los sabios críticos que quieran aprovechar la ocasión de lucir sobre Granada sus académicas disertaciones y sus artículos enciclopédicos, les contaré solamente un cuento, que estoy sintiendo corrérseme en el papel por los puntos de la pluma, el cual, aunque viejo, espero que les ayude á formar su juicio sobre mi Poema, si lo leen; que sí lo leerán, pues yo procuraré dárselo despacito para que lo rumien y digieran.

Lidiaba una tarde en la plaza de Sevilla el famoso Pedro Romero, el diestro de mejor trapo y más certero pulso que pisó jamás arena del redondel. Llegado el caso de estoquear un toro de mal trapío y tor[Pg 317]cida intención que, empeorado con la lidia, tomaba el bulto y dejaba el capote, comenzó Romero á trastearle cuidadosa y maestramente, arrastrándole la muleta para encariñarle á ella y traerle después sin riesgo á una estocada por los altos y á una muerte de buena ley. Un chusco sevillano, mozo y rico, decidor y zambrero, amigo de los ganaderos y conocedor de las marcas de sus ganaderías, apadrinador de la gente de cuadrilla, acompañador de los encierros y presenciador de los apartados, donde gustaba lucir el potro cartujo, la manta jerezana, la espuela vaquera y el castoreño apresillado, y gran partidario, en fin, de Costillares, hallando sin duda largo el juego de Romero, cuyo riesgo no comprendía, y pareciéndole la ocasión oportuna para zumbarle en presencia de su rival, empezó á decirle con no poco esforzadas voces y dejo no menos provocador:—«¡Bueno, señor incomparable, bueno: que va á llevar ese toro más pasos que las procesiones del Viernes Santo! De matar se trata, que no de pasear esa oveja mansa. ¡Que no se diga que por tanto paso se pasa el tiempo y no se pasa la pavura! ¡Vamos, un puntazo por lo que sea!.... y que no haya que dar á esa espada una compañera sacada de las costillas, como nuestra madre Eva.» La alusión á Costillares produjo el efecto que el chusco deseaba, y aplaudieron sus partidarios y rieron los de los tendidos; lo cual oyendo[Pg 318] Romero, dejando plantada á la fiera y á los espectadores suspensos, llegóse bajo el palco del zumbador mancebo, la muleta recogida en la zurda y el estoque suspendido en el dedo corazón, y díjole con aquella sorna peculiar de la gente de plaza:—«Su mercé parece, por sus razones, profesor del arte, y se ve á la legua lo acostumbrado que está á dar lecciones como maestro: conque no le deje por poco, y tome sin cortedad el lugar que le corresponde, que yo estoy pronto á escucharle. Baje, pues, su mercé y hágame su explicación á la cabeza de la res.»

Y decía bien Pedro Romero: las lecciones de torear se dan á la cabeza del toro.»

París, 15 Abril 1852.

José Zorrilla.

FIN DEL TOMO PRIMERO