The Project Gutenberg eBook of Vida de Don Duarte de Meneses, tercero Conde de Viana, y sucessos notables de Portugal en su tiempo

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Title: Vida de Don Duarte de Meneses, tercero Conde de Viana, y sucessos notables de Portugal en su tiempo

Author: Agostinho Manuel de Vasconcelos

Release date: August 15, 2016 [eBook #52808]
Most recently updated: September 4, 2016

Language: Portuguese

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Portugal).)

*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK VIDA DE DON DUARTE DE MENESES, TERCERO CONDE DE VIANA, Y SUCESSOS NOTABLES DE PORTUGAL EN SU TIEMPO ***


NOTA DEL TRANSCRIPTOR:

—Los errores obvios de impresión y puntuación han sido corregidos.

—Se ha mantenido la acentuación del libro original, que difiere notablemente de la utilizada en español moderno.

—Se ha mantenida la “s larga” (ſ) y las acentuaciónes con el signo ~ del libro original (ã, ẽ, ĩ, õ, ũ y q̃).

—El transcriptor de este libro creó la imagen de tapa utilizando la portada del libro original. La nueva imagen pertenece al dominio público.


[i]

VIDA
DE
DON DVARTE
DE MENESES,

TERCERO CONDE
DE VIANA.

Y SVCESSOS NOTABLES
de Portugal en ſu tiempo.

POR DON AVGVSTIN MANUEL,
i Vaſconcelos.

A DON DVARTE LVIS DE MENESES,
Conde de Tarouca, del Conſejo
de ſu Mageſtad, Comendador
de Albufeira
.


Con licẽcia de la Inquiſiciõ, Ordinarío, i delRey.

EN LISBOA.

Por Pedro Craesbeeck Impreſſor delRey, año 1627.


[ii]

LICENÇAS.

EM cumprimento do que V. Illuſtriſsima me manda por ſeu deſpacho, li este livro, que tem por titulo, Vida de D. Duarte de Meneſes terceiro Conde de Viana composto por D. Agoſtinho Manoel; não tem couſa contra N.S Fé Catholica, & bons coſtumes; & todas as que nelle ſe relatão, me parecem mui dignas de ſerem divulgadas, pelo grande intereſſe, que da lição dellas reſultarâ a todos os que quiſerem imitar, & ſeguir o exemplo de hũ famoſo varão, que tam inſigne foi pelo esforço de ſeu invencivel animo, como pelo continuo exercicio das muitas, & ſingulares virtudes, de q̃ foi dotado; das quais, & de ſuas victorias puderaõ estar eſcritos muitos cõmentarios, ſe a naçaõ Portugueſa, por ſua natural emulação ou deſconfiança, não fora tam avarenta no eſcrever, como prodiga no obrar, porêm neſte breve compendio eſtaõ referidas ſuas obras, por hum tam excellente, & levantado eſtillo, que a viſta desta proſa não tem quẽ procurou, ſe fizeſſe, que envejar nos verſos porque tanto ſuſpirou, quem ſenhoreando o mundo todo, achava, que sô elles lhe avião faltado para fazer inmortal ſua fama & ficar ſingular em tudo. Lisboa 1. de Dezembro de 626.

Diogo Oſorio de Caſtro.

Imprimaſe, viſta a aprovação do Inquiſidor Diego Oſorio de Castro. Lisboa 3 de Dezembro de 626.

O Biſpo Inquiſidor geral.

Podeſe imprimir, Lisboa 5. de Dezembro de 616.

Señor

Eugenio Cabreira.

LI por mandado de V Magestade eſta hiſtoria do Conde de Viana, cõposta por D Agoſtinho Manoel, & não acho nella couſa algũa, que impida o imprimirſe; antes muitas muito excellentes, aſsi deſte ilustriſsimo capitão, honra em ſeus tempos da naçaõ Portugueſa, como do eſcriptor, que he hum dos grandes eſpiritos nos noſſos: tem grande juizo na eleiçaõ, & eloquencia na narraçaõ: enſina muita doutrina politica, muita moral; livro he a meu parecer; digno de trazeremno nas maõs todas as peſſoas, que tem a ſeu cargo adminiſtraçoens publicas, ou governos; porque em cada folha acharaõ ponto, quelhes ſirva. Dos que hoje eſcrevem em Eſpanha, que eu conheço nenhum tem milhor eſtito que D. Agoſtinho; & verdadeiramẽte merece que V. Mageſtade o honre, & alente, ſe quer para que ſeja exceiçaõ da má fortuna, que neſte Reyno tem sempre todos os grandes engenhos. Guarde Deos a Catholica peſſoa de V. Mageſtade. Lisboa 18 de Dezembro de 1616.

D. Vicente Nogueira.

QVe ſe poſſa imprimir eſte livro visto as licenças do S. Officio, & Ordinario, que offerece, & depois de impreſſo torne para ſe taxar, & ſem iſſo não correrà, a 19. de Dezembro de 626.

Araujo.——Meſquita.——Pimenta da Breu.——D. de Melo.——Cabral.

Eſtà conforme com o original. Lisboa 29. de Mayo de 627.

Diogo Oſorio.

Taxaſe eſte liuro em 160. reis, em Lisboa a 31. de Mayo de 627.

Araujo.——D. de Mello.——Pimenta da Breu.——Cabral.


[iii]

A DON DVARTE

LVIS DE MENESES

CONDE DE TAROVCA,

del Conſejo de ſu Mageſtad,

Comendador de Albufeira.

ESte libro por tantas razones de V. Señoria, le ofreſco, ò por dezir mejor, le reſtituyo a ſu caſa, deſeando ſatisfazer las obligaciones, en que le estoi de deudo, i ſervidor. No parecerà adulacion quando ſe conoce, q̃ V. Señoria en el eſtado preſente de ſu poca edad, más ſe diſpone a grandes pueſtos, que los poſſee: i que en lo que và obrando, ſe vè un retrato verdadero de lo que eſcrivo; correſpondiendo de ſuerte al valor, i grãdeza de ſus maiores, que no les puede añadir menor gloria la ſuceſsion, que la aſcendencia. Guarde Dios a V. Señoria muchos años como deſseo: de mi eſtudio, a 20. Maio de 627.

Don Auguſtin Manuel,

i Vaſconcelos.


[1]

VIDA DE
DON DVARTE
DE MENEZES,

TERCERO

CONDE DE VIANA, I

ſucceſſos notables de Portugal
en ſu tiempo.

POR D. AVGVSTIN MANVEL.

Argumento del Libro Primero.

NObleza, padres, patria de D. Duarte: deſcripcion de Ceuta, i de la Prouincia del Habat en Berberia. Su niñez, i criança: varias eſcaramuças, en q̃ ſe hallô ſiendo mui moço, i de q̃ ſalio felizmẽte. Paßa el Conde D. Pedro de Menezes a Portugal a ſus pretẽſiones: dexale por ſu teniente en aquella frontera, en edad de quinze años. Celebres victorias, que tuvo en eſta auſencia. Singulares[2] honras, i recibimiento, que la ciudad de Lisboa, el Rey D. Iuan el primero, i los Iffantes ſus hijos hizieron al Cõde D. Pedro. Titulo que entonces le dierõ de Villa Real, i otras mercedes. Muerte del Rey, ſentimiento, que moſtraron en ella los Portugueſes. Buelta del Cõde a Ceuta. Coſas todas ſuccedidas en eſpacio de diez i nueve años; deſde el de mil quatrocientos, i quatorze; haſta el de mil, i quatrocientos, i treynta i tres.


VIDA DE
DON DVARTE
DE MENEZES

TERCERO CONDE

de Viana.

LIBRO PRIMERO.

NO pudo la ignorancia introduzir demanera el Imperio, q̃ tiene vſurpado en las coſas humanas, q̃ deſluſtraſse en todo, el conocimiẽto, q̃ ſe deue a la virtud; i la diſminuyeſse la eſtimacion, que ſolo alcança en los tiempos, que florece; ſiendo tal ſu fuerça, que en los màs calamitoſos ſe conocen los buenos, aunque ſe premien los malos. Eſte daño comun a los Reynos, afligiò menos al de Portugal, por la entereza, i prudencia de algunos de ſus Principes; que ſuelẽ ſer los autores principales deſte deffecto. Fue uno, i de los mejores el Rey Don Iuan el primero, hijo ilegitimo del Rey Don Pedro, de[3] tan excelentes partes, que juſtamente le hizieron ſu Rey los pueblos, con aclamaciõ general, meneſteroſos entonces, màs que nunca, de un buen Principe, por las calamidades, que havian ſufrido en el precedẽte reynado, de ſu hermano D. Fernando; donde los vicios alcançaron los premios, que ſe devian a las virtudes. Començò, pues, D. Iuan a reynar primero en los animos, q̃ en los pueblos; que fue medio màs ſeguro de hazerſe Rey. i luego eſtimando los Heroes Portugueſes, q̃ aquel ſiglo produxo de admirable esfuerço, i conſtancia; i en tanto numero, que pudiera, con juſta razon, igualarſe a qualquiera de los paſsados; i con mucha, cauſar nota en lo preſente, ſi como en tiempos dichoſos, durara el menoſprecio de los vicios, i la emulacion virtuoſa, con que los buenos aſpiravan a ſer mejores, i los malos, por lo menos, a parecer buenos. Eſcrevir la vida de los que verdaderamente lo fueron, ni es accion nueva, ni condenada: porque los antiguos, con quien las virtudes tenian màs fuerça, uſavan dexar ſu poſteridad enrequicida con eſtos exemplos, i memorias de varones ſingulares; para que los venideros ſe diſpuſieſſen a coſas glorioſas. Pero depravòſe, entre otras buenas coſtumbres, eſta tan neceſſaria, principalmente entre los Portugueſes, mâs por falta de eſcriptores, que de hechos; porque ſiendo innumerables los que en todas edades engrãdecieron eſta nacion, como de embidia no conocen ſus naturales ventajas unos a otros, aſsi ſe desluzen de las excelencias de la fama con la murmuracion. Deſta ſuerte falta la noticia libre de dudas, i ponen en contingencia la verdad de ſer creyda (que es alma, i eſſencia de la hiſtoria). Y quiçà penſando, que el eſcrivir las buenas partes, i aciertos de sus mayores, es con animo de offenderlos, por no tener las que celebramos dellos, quedan con el animo no bien affecto, i expueſto el Hiſtoriador a lo que ſuele obrar en unos el poder ſuperior, i en otros el atrevimiento, i paſſion.

(2) Y aunque el rezelo deſto me ha tenido algo dudoſo, confieſſo que conſiderando el valor de Don Duarte de Menezes tercero Conde de Viana, me determinè[4] a deſeſtimar contradiciones por dar a mi patria la vida deſte clariſsimo varon, para eſpejo deſta edad; i veneracion de aquella tan agradable, en que los Principes fiados en ſu valor, no embidiavan glorias agenas: premiãdo ſingularmẽte las virtudes de los vaſſallos, llenandolos, quando vivos de bienes de fortuna, i quando muertos de los de la fama; con igual gloria por lo que con eſto ſe califica el valor de ſus obras, en la que redunda al Principe por el agradecimiento, que mueſtra con los que ya no le pueden ſeruir: accion verdaderamente real, pues dà animo a los vivos para emprender grandes coſas, i honra a los muertos, en lo perpetuo de ſu fama.

(3) Fue admirable en eſto el Rey D. Alfonſo el quinto: porque viendo por ſus ojos las acciones valeroſas deſte cavallero, las vezes, q̃ passó a Berberia, deſpues de honrar ſus deſcendientes con mercedes, i nuevos titulos: añadio a ſu memoria eſte de maior alabança, i duracion; i mandò a Gomez Eanes de Zuzara cavallero de la Orden de Chriſto, i guarda maior del Archivo deſte Reyno, que hizieſle relacion de ſu vida, y hechos por una carta particular ſuya llena de mil favores, q̃ trahe al principio de ſu obra, aſsàs digna de veneracion para la buena memoria deſte Principe; q̃ obligaua con los mãdatos igualmente, que con los premios. La hiſtoria aũq̃ eſcrita con el eſtilo toſco de aquella edad, i falta en partes, tiene mucho de puntual, i verdadera: pues para eſcrivirla con màs acertamiento, i mejor averiguar las coſas, paſsò a Africa. Bien es verdad, que olvidò algunas, a que eſtá ſujeto quien haze vidas particulares, i refiere otras poco advertidas: mas tambien eſte yerro fue culpa de aquellos tiempos, en que la ſenzillez, i buen animo ſe conformava con las palabras, i las obras.

(4) Yo ſinò he hecho eſto, por no ſer ya neceſſario, he procurado, con todo el cuidado poſsible, apurar la verdad; i ofreſco eſcrivirla ſin odio, ni affeccion; affectos de que me hallo libre: aunque no conſiga màs premio que la verdad, que por lo que tiene de virtud lo es de ſi meſma.

(5) Don Duarte de Menezes nacio en Lisboa Ciudad Metropoli de Portugal, reynando[5] en ella el Rey Don Iuan el primero, en el año de mil quatrocientos i quatorze. Fue hijo natural de D. Pedro de Menezes Conde de Viana, i Villa Real: decendiente por varonia de D. Pedro Bernardo, el que llamaron de S. Fagundo (que es lo meſmo que Sahagun en Caſtilla) por ſer ſeñor de aquella tierra, y de otras muchas en aquel Reyno, en los tiẽpos del Rey D. Alfonſo el ſeptimo, intitulado Emperador de las Eſpañas.

(6) Don Pedro Bernardo, como a origen de los Menezes, es el primero, que trahe el Cõde Don Pedro en ſu libro de linages, i con el todos los Autores, que cuerdamente eſcriven deſte appellido: calificando por apocripha la opinion, que comunmente anda introduzida en el vulgo, de q̃ procedẽ de una hija de Ordoño Rey de Leon, i de Tello, ſeñor, ò natural de un cortijo, q̃ llamauan Menezes; añadiendo a eſto otras fabulas, como ſucede de ordinario en todas las mentiras, q̃ del apoyo de unas nacẽ otras: dando la adulaciõ motivo para ſemejãtes cuẽtos. Porq̃ cõ el deſſeo de iluſtrar los linages de los màs poderoſos, buſcã para antiguarlos, coſas ſin propoſito, muchas vezes ignorando, q̃ entonces los buelven ſoſpechoſos, quãdo intẽtan novedades; q̃ por la maior parte ſirve ſolo de desluzir lo cierto, y quedar en opiniõ lo verdadero.

(7) La ſucceſsion de D. Pedro llegò a D. Alõſo Tello de Menezes, conſervada ſiempre en ricos hombres, i los maiores ſeñores de Caſtilla. Eſte pues, ſiendo un gran cavallero, mereciò ſer odiado por ſus virtudes del Rey D. Pedro el cruel, el qual con la violencia, con q̃ hizo otras muertes, matô tambien a Martin Alfonſo Tello de Menezes, hijo de D. Alfonſo. Y temiẽdoſe no paſſaſſe a mâs la crueldad del Rey: porq̃ tras haverle caido en ſoſpecha, era cierto aborrecerle, i mui vereſimil acabarlo, ſi pudiera; ſe retirò con ſu caſa, i familia a Portugal, donde el Rey D. Alfonſo el quarto llevado de la mucha calidad, i grãdes partes de D. Alonſo Tello, le diò el oficio de maiordomo maior de ſu caſa (q̃ ſiempre fue de los primeros en la de los Principes). Y luego ſu hijo D. Iuan Alfonſo Tello, ſiẽdo deſpues Cõde de Barcelos, lo fue ſu nieto tãbiẽ de Viana, D. Iuã Tello, padre de D. Pedro de Menezes q̃ lo fue de D. Duarte, de quiẽ voy eſcreviẽdo.

[6]

(8) Sobre la primogenitura deſta familia ay grandes controverſias entre los que la hazen de todo, governandoſe conforme la volũtad, ô el aborrecimiẽto, que tienen a las coſas. Yo por cumplir con mi obligacion referirè ambas opiniones, ſin decidirlas; porque no ſiendo lo eſſencial de mi hiſtoria eſta aueriguacion, devo no parecer apaſsionado. Las hiſtorias Caſtellanas, i entre ellas Salazar de Mendoça, que eſcrivio diligentemente deſta familia, quieren, que Martin Alfonſo de Menezes ſea el hijo ſegundo de D. Alfonſſo Tello, i el Conde de Barcelos el mayor. La corriente de los Portugueſes affirma lo contrario. Probabilidades ay para todo. En coſa tan envejecida quien podra declarar lo cierto? aſsi como indeciſo, lo dexo a los más genealogicos de profeſsion, i eſtudios; a los qua les confieſſo ſe deven muchas alabãças, por la diligencia, i curioſidad; ſi bien corren grã riesgo, como la experiencia enſeña, pues ſi dizen la verdad, como deven, ſe hazen odioſos, ſujetos a los peligros de los que la profeſsã: ſi la callan faltan a ſu obligaciõ. A eſtos dos cavalleros, cuya decendencia ſi incluyò en quaſi toda la nobleza de Portugal, añadẽ los Caſtellanos tercero hermano, hijo tambien de D. Alfonſo Tello, que con menos poſteridad, dexò ſucceſſores en Talavera de la Reyna, que oy ſe conſerva en caſas de cavalleros conocidos.

(9) Por otra parte procedia tambien D. Pedro de Menezes de los Reyes de Caſtilla, porque el Conde de Barcelos caſó? con Doña Guiomar de Villalobos biſnieta del Rey D. Sancho. De manera que en calidad no le faltava al Cõde D. Pedro para Principe, màs que no haver ſido vaſſallo, porque debaxo deſte nombre fue de los màs illuſtres de Heſpaña.

(10) Mientras biudo tratô amores con una donzella de ſu primera muger D. Margarita de Miranda, por nõbre Iſabel Domingues; la qual en eſte grado de gente, era de ſangre noble, i limpieza conocida: i pruevaſe, por ſer la caſa del Conde de las primeras deſte Reyno, i le ſervian los nobles del (cõforme dizen Ruy de Pina, i Gomez Eanes.) Eſta fue la madre de D. Duarte, i el ſentimiento, i deſconfiança, que tenia de no ſer legitimo, le obligò[7] a proceder de ſuerte, que vino a ſer ſin duda más honrado.

(11) A los nueve meſes de ſu edad, paſsò el Rey D. Iuan a la conquiſta de Ceuta, aſsiſtiẽdole el Conde D. Pedro, con cinco nauios a ſu coſta, bien artillados de gente, i baſtimiẽtos. Moſtrò deſpues en la toma igual valor a ſus mayores; con que fue gran parte para ganarſe aquella plaça. Al principio dudò el Rey ſuſtentalla; mas conociendo ſu importãcia, i los bienes, i comodidades, que de tenerla reſultavan a Eſpaña, determinó dexarle preſidio baſtante a ſu defenſa; i a cargo de perſona de calidad, i esfuerço. Hallauaſe preſente el Condeſtable Don Nuño Aluarez Pereira, en quien concurrian eſtas, i otras muchas, i auentejadas partes. Offrecioſela el Rey por pueſto no deſigual a ſu fama. Deſculpòſe por ſu mucha edad, i por el animo que trahia de retirarſe del deſaſſoſsiego de la Corte a la quietud de un monaſterio, que deſpues exẽplarmẽte executò. Otros tãbien ſe eſcuſaron de aquella tenencia, por ſus conveniencias, que reconocian differentes al deſſeo, q̃ dificultavan, del Rey: pero el Cõde D. Pedro allanando todos con ſu animo, ſe ofreciô al cargo de mayor honra, que codicia. Y porq̃ ſus años (que no llegavan a treynta) no abonavan la peticion, neceſsitando aquel oficio de muchas canas, i experiencia: tomô por ſu valedor al Maeſtro de Chriſto D. Lope Dias de Soſa, ſu primo ſegundo, perſona mui conſiderable en aquellos tiempos. Eſtimava el Rey ſus brios, i otras calidades, en q̃ fundava grandes eſperanças: i aſsi, deſdeñando otros ofrecimientos, que con eſte exemplo, ſe propuſieron de algunos cavalleros de mucha virtud, i meritos; antepuſo los del Cõde. Y llamandolo en preſencia de todos, le diò en tenẽcia el caſtillo de Ceuta, de propriedad para el, i ſus decendientes. Fue eſte acto, para el Cõde de grãde hõra: porq̃, contra el eſtilo ordinario con q̃ los Reyes hazian ſemejãtes mercedes, le entregò las llaues deſta fortaleza, ſin tomarle omenaje della; aunq̃ lo empeñò cõ palabras, i favores de publico agradecimiẽto, como Principe cuerdo; ſiẽdo eſte el modo más ſeguro de grãgear los ſubditos; i diſponerlos a q̃ pierdã las vidas por el ſervicio real con guſto, i brio: por las ventajas, i[8] gallardia, con que ſirvẽ los màs finos al Principe agradecido, i honrador; moneda, i premio de poca coſta a quiẽ le dà; i de gran eſtima en quien la recibe.

(12) Partiô el Rey con eſto para Portugal, dexando de guarnicion en Ceuta dos mil i ſeiſcientos hombres, en que entravan muchos cavalleros; que en este Reyno llaman Fidalgos. Y al cabo de cinco años hallandoſe el Conde biudo, con dos hijas legitimas, i D. Duarte muy niño: por aliviar los gaſtos de ſu caſa quizo llevarlos a Ceuta. Y el Rey, por que los trabajos de guerra tan continua, tuvieſsen aquel refugio, i compañia de la muger (ò por otras cauſas) lo caſó ſegũda vez cõ hija del Mariſcal deſte Reyno. Però fueron los lutos primero, que las bodas, muriendo ella en el paſſage, deſde el Algarve a Ceuta, do llegaron los híjos; ſiendo D. Duarte a penas de ſeis años. Començò luego a eſtimarle como tal, notando en su agudeza, i compoſtura, una niñez exercitada en todas las buenas coſtumbres, que en un cavallero, como proprias, luzen màs. El Philoſopho penſó, q̃ de la educacion primera, pendian los aciertos de la edad ſiguiente. Por eſſo los antiguos tuvieron tanto cuidado en la diſciplina de los moços; porque en encaminar bien los principios, conſiſte las màs vezes el ſucceſſo del fin. Devia el Conde eſta vigilancia a Iuan Alvarez Pereira (deudo ſuyo, i fundador illuſtriſsimo de la caſa de los Condes de la Feria) por haverſele dexado, quando paſsô a Ceuta, i fue criado eſte tiempo con particular ſolicitud ſuya. Continuòla el Conde al fin, como buen padre, ſeñalandole maeſtros en todos los exercicios de cavallero, en que ſaliò excelente; i con tambien inſtituida juventud, que no ſe le conociò ja màs vicio alguno, que la manchaſſe. Deſta templança le naciò al Conde deſſeo de hazelle clerigo, trayendole, con eſte intento, en habito eccleſiaſtico. Peró el valor es fuego, que no ſe diſsimula; en aquellos pocos años dava mueſtras de grandes brios. No tenia diez cumplidos, quando, a diſguſto del padre, ſaliò a campaña a eſcaramuçar con los Moros: con la qual demonſtracion ſe acabò de perſuadir el Cõdé a mudarle de eſtado; ajuſtandoſe a ſu natural, como padre prudente, i que deſſea el[9] bien, i aumento de los hijos: porque en aquella edad dictaua la naturaleza con maior pureza la inclinacion, que con ſingular affecto le llevava a la milicia. Iuzgava a deſacierto deſvialle deſte camino, por no dar en el yerro en que caen muchos padres, los quales torciendo a ſu guſto la vida, i eſtado de los hijos, los ocaſionan a que vivan ſiempre deſcontẽtos, i aun poco medrados; por la dificultad, con que el arte emienda los affectos de la naturaleza.

(13) Eſto fue lo, que ſin duda, ayudò a Don Duarte a apartarſe de los vicios; demás de ſer naturalmente bien inclinado: porque ſe ocupó deſde muchacho en las armas; tẽplãdo el hervor de la mocedad, con la diſciplina del padre, a quien tuvo por maeſtro en eſta ocupacion. Siendo ſu exemplo, eſcuela de maior eſtima, que la celebre del Thebano Epaminondas, de cuya doctrina ſe jactava tanto Philippo Rey de Macedonia ſu diſcipulo, q̃ la anteponia a ſus maiores fortunas. Y juſtamente ſe deve comparar el Conde D. Pedro con los vale̊roſos capitanes antiguos; por lo que eſta guerra de Ceuta tuvo de larga, i peligroſa. Y aſsi ſucedieron en el cõtinuas ocaſiones, para moſtrar ſu prudencia, i valor, recibiendo los enemigos del nõbre Chriſtiano, muchos daños, i la Chriſtianidad grãdes provechos. Porq̃ puſo termino a la inſolencia, i crueldad de aquellos barbaros Mahometanos, cuya inundaciõ (como exãbres, q̃ libremente diſcurren por los cãpos) tyranizò tantos Reynos, i monarchias. Refrenò la amenaza perpetua, con que vivia el de Heſpaña. El qual con ſervidũbre de mâs de 700 años aun padecia, en aquella ſazon, el tyrano dominio, con q̃ ellos poſſeyan el Reyno de Granada, ſiẽdo de lo mejor, i màs rico della. Eran ſus puertos, i coſta, los confines de Ceuta: i eſta ciudad eſcala de los ſocorros de Africa, cõ q̃ los Caſtellanos trabajavã en vano de recuperar aquel Reyno: porq̃ lo impoſsibilitava el paſſage, q̃ haziã perpetuamẽte, inumerables exercitos de Berberia, en ayuda del Granadino. Por dõde es ſin duda, q̃ de la toma, i defẽſa deſta ciudad, ſe originò grã parte de ſu ruina. De q̃ ſacò una verdad, como infalible, q̃ todo eſto deve Eſpaña a la memoria del Cõde D. Pedro, i a ſus decẽdientes: pues la librò[10] de las afliciones, en que eſtava padeciendo jugo tan inſolente. Y para màs prueva dello, i por parecerme neceſſario a la inteligencia de nueſtra hiſtoria, harè relacion del ſitio, antiguedad, i fortaleza de Ceuta; i de la provincia del Habat; que es donde ſe incluye, de q̃ han eſcrito no pocos Autores: mas no ſerà eſto, por parecerme con ellos en ingenio, i diligencia, ſino porque haviendoſe acabado de conquiſtar eſta ciudad, devo con igual puntualidad, i noticia, referir las coſas, que ellos encarecieron con ſu eloquencia.

(14) Es la provincia del Habat, parte de lo que antiguamente ſe llamò Mauritania Tingitania, i deſpues Berberia, una de las mâs nobles de Africa; i adonde ſe conservã (aunque en pedaços) las memorias de muchas ciudades edificadas por los Romanos, i Godos; que tantos tiempos la ſujetaron. Perdiò ultimamente ſu eſtimacion, con la ereccion del Imperio de Fez, i aumento de aquella ciudad: a fuer de los edificios grandes, de cuyas ruinas nacen las màs vezes, veneracion, i eſtima a nuevos palacios. Dividiòſe eſte Reyno en ſiete provincias, i fue la quarta la del Habat; nombre impueſto por los Sarracenos, q̃ hizieron eſta particiõ, i los ultimos, q̃ la invadierõ, i dominaron. Dieronle principio, al Poniẽte, deſde las lagunas de la provincia de Aſgar; i de alli corriendo al Levante, comprehẽde las ſierras, que caen ſobre el eſtrecho de Gibraltar, terminandoſe con ellas en la Gomera. Rodeala el Oceano Herculeo por la parte del cierço: al medio dia, las aguas del Erguila, dilatandoſe haſta Oriẽte ſiete leguas de Poniente a Levãte, i màs de treynta i cinco de Tramontana al medio dia. Tierra llana, fertil, i regada de muchos rios caudaloſos; q̃ baxan de algunas ſierras, que la ciñen. Son las màs notables ocho; donde los Portugueſes, con increyble virtud, acometieron hechos glorioſos, como veremos en muchos caſos eſparſidos por eſta historia. Conviene repetirlas por eſta cauſa: i con màs cuidado, por deſcubrir las fuerças, i engenio del enemigo; i para dar conocimiento de la tierra. Algunos preſumen, que eſtas ſierras ſon los ſiete mõtes, que Plinio llamò hermanos, por la ſemejãça, i Ptolomeo, Hepta, Adelphi: i el octavo Abila, de que diremos luego: porque quedan[11] a las eſpaldas de Ceuta, a quien dieron nombre. En los que le ſeñalan, varían Iuan Leõ, i Luis del Marmol; convienẽ, en que corren deſde antes de Ceuta, por toda la marina, haſta llegar quaſi a Melilla, q̃ ay treynta leguas; con que acaba la Mauritania Tingitania. Suelen ver mucha parte dellas deſde la ciudad de Malaga, que queda en el paraje del Peñõ. La primera eſtà jũto a la ciudad de Ezaguẽ, i ſe eſtiende diez leguas de largo al Leuante, i quatro en ancho. Sigueſe la de Benizequer, màs rica, i mejor poblada. Tiene ocho de Poniente a Levante; confina con la de Beniharos. Y eſta, quiere Marmol, que incluya todos los ſiete hermanos: comiença de Alcaçar el Quibir, i diſcurre ſiete leguas, por el miſmo curſo. Vezina a ella apparece la Benîtelit ocho leguas de Tanjar, la tierra a dentro al medio dia. Peró la que campea ſuperior a todas, ſiendo la màs aſpera, i de quaſi impoſsibles entradas; es la de Benihazen. En igual continuacion a la paſſada; i más diſtante un poco, la de Amegara, en eſpacio de tres leguas de largo, i una de ancho; quedandole a dos i media, házia el medio dia Alcaçar el Ceguer: i a un lado, en medio de Ceuta, i Tanjar, la ſierra de Huat Idris, Vaterer, i Quadrès; que todos eſtos nõbres le dan ſus naturales. Es iluſtre entre los Moros, por la fortaleza, i valor de ſus moradores, i no menos, por ſer patria, i naturaleza de aquel famoſo Helul, cuyas hazañas, i proezas (como a Orlando los Franceſes) celebrã los Africanos en muchas obras de proza, i verſo. Muriô en la gran batalla de las navas de Toloſa, ſiẽdo capitan general del Rey de Marruecos, en el año, q̃ apuntó Marmol acertadamẽte, de mil duzientos i doze, mejor q̃ Iuan Leõ, q̃ se engañò en el q̃ ſeñala. Es la ultima ſierra la de Beni Huet Fileh: la qual comiença en el mediterraneo; i para en Tetuan ſiete leguas de Ceuta. Sin eſtas ocho, legua i media della, quaſi en frente eſtá la Ximera, que los naturales llaman Alcudi, i los antiguos Abila. Philoſtrato, Euſtachio, i Paulo Oroſio, la dixerõ Abinna, i Abenna; ſi bien el nombre Latino en Punico quiere dezir, monte alto (como enſeñò Avieno) i parece màs ajuſtado, q̃ el Griego, que le nombrò, Aliba; attendiendo, quiçà, a unas ſeñales, que ſe ven en eſte[12] ſitio, aunq̃ no muy deſcubiertas, de una fuente deſte nombre. Es una de las dos colunas de Hercules, de cuya grandeza, i ſecretos, ſe originaron muchas fabulas, que los Autores Griegos, i Latinos, celebraron; con menos noticia, i conocimiento de ſus coſas, que admiracion; ſerviendole de portento aquel celebre monte, tan fabuloſo, como mal conocido de los Romanos, i ſujeto tarde a ſu imperio.

(15) Entre eſtas ſierras ay gran numero de poblaciones, caſerias, i aduares. Tienen ſu ſeñorio los Gomeres, nacion antigua, i noble: i tãto que generalmente ſe reputa por la mejor de Africa; porque decienden de los Arabes, i conſervan eſta nobleza, ſin mezcla de otras naciones, aſsi en los dialectos de la lengua, como en las coſtumbres; imitando a ſus maiores con tanta ambicion, i conſtancia, q̃ deſprecian el vivir en las ciudades, por que en los campos ſe aparientan ſolamente unos con otros. Deſte principio naciò llamarenſe vulgarmente Alarabes con dos letras añadidas, a ſu origen primitiva. De ſus vicios, valor, i reputacion, cuentan mucho Luis del Marmol, i Iuan Leon: donde ſe puede entender las cauſas porque vinieron a eſtas ſierras. Su modo de vivir es apacentando ſus ganados; que es la hazienda, de que ſe ſuſtentan, recogiendoſe de noche en ſus aduares (ſon unas tiendas de madera, como diremos adelante.) Eran tan eſtimados por ſu esfuerço, que los Reyes de Granada los eſcogian para ſu guardia: i de contino trahian quinientos en ella, i aun deſte tiempo dexaron en aquella Ciudad, vna calle de ſu nombre, que eſtâ, ſubiendoſe de la plaça nueva, a la Alhambra. Ganavan tambien ſueldo en todas las guerras, que havia contra los Chriſtianos, de quienes eran grandes enemigos. Solo en la religion degeneraron de ſus aſcendientes; porq̃ ſiguieron la Mahometana, que como pèſte del Cielo penetrô, con maior exceſſo, lo mâs oculto deſta tercera parte del mundo. Goviernanſe por Xeques, ò Philarcos (aſsi los llama Tacito) que ſon como Principes; nombre, i autoridad dirivada de los primeros, que poſſeyeron aquellas ſierras. Ay gran cantidad en ellas de gente ruſtica; aunq̃ otra mui valiente, i politica, i es tanta la muchedũbre,[13] que conforme a la cuenta de Marmol, ſe pueden juntar màs de ciento i ſetenta mil hombres de pelea, doblando, por lo menos, eſte numero, los viejos, i impedidos con mugeres, i muchachos. Y dexando a parte los montes: por toda eſta provincia del Habat, eſtan derramadas onze ciudades, i villas de conſideracion, ſiendo la principal, como cabeça, i corte, Ceuta. De ſu antiguedad dudaron algunos eſcriptores, haziendola fundacion de los Romanos; però los Africanos lo contradizen, queriendo, que ſe deva a un hijo de Noè, duzientos i treynta años deſpues del diluvio univerſal. Su primer nombre fue Esliſa: perdido eſte por algun accidente del tiempo, que baſta aborrarlo todo, tomò el de Ceuta de los ſiete montes, que hemos referido. Fue ſiempre de grande eſtima, trato, i nobleza: por la ſalud, llaneza del ſitio, i comodidad de ſu puerto, para el paſſage de Eſpaña, de quien queda en traveſia de cinco leguas, por lo más largo. Iaze a la boca del eſtrecho de Gibraltar, en el parage de Algezira. Los Romanos la enoblecieron, i preſidiaron, por eſta cauſa. Iuan Leon, por el Marmol, quieren erradamente, que ellos la llamaſsen, Ciuitas, i la conſtituyen con el mismo engaño, por cabeça de la Mauritania Tingitania. Siendo pueſta en la diviſion, que hizieron los Romanos de aquellas provincias, en la Ceſarienſe; aſsi lo trahen Sexto Rufo en ſu Epitome Paulo Oroſio, San Iſidro, i otros muchos, contando la Tingitania (conforme la particion, que comẽçaron los Emperadores, Auguſto, i Othon; i concluyeron los hijos del gran Coſtantino) por provincia de Heſpaña Transfretana; ſeñalandole los ſiete montes, hermanos, por linderos, i confines. En la proſperidad, en q̃ la tenian los Romanos, ſe la ganaron los Godos, con igual reputacion, governandola debaxo de titulo de Conde; ſiendo eſta dignidad, no eſpecial en la manera, q̃ oy ſe uſa, ſino general a todos los q̃ governavan alguna provincia. Deſta manera lo fue el Conde, i traydor D. Iulian, que la entregô a los Arabes victorioſos, en cuyo dominio durò, aunque con diverſas fortunas, i ſeñores, haſta que nueſtro Rey Don Iuan la reduxo a ſu Real corona,[14] como hè eſcrito. Señoreavala entõces Zaide Rey de Fez, del linage de los Benemerines, teniendo en ella un Alcayde de valor, llamado Calabençala; Gomez Eanes le haze ſeñor della, i otras ciudades de aquella coſta, no ſe con que fundamento.

(16) Echado eſte Moro de Ceuta, la defendió valeroſamente, el Conde, de dos peligroſos cercos del Rey de Fez: i de inumerables correrias, con que los enemigos la moleſtavã, havia quatorze años, con feliciſsimos ſucceſſos, no paſſando dia alguno ſin rebato; ſiendo el tiempo de maior peligro: porque era a los principios, en que los Moros ſentian eſta perdida, con las veras, q̃ duele màs una afrẽte reciente, que olvidada. Viendo, pues, los brios, i partes del hijo, aficionado ſummamẽte a ellos, i reconociendo en el, quanto trabajaua por imitarlo, quizo tomarlo por compañero deſta gloria: deſſeando en eſtremo, q̃ participaſse de la fama, para diſponerlo aſsi, a que heredaſse ſus virtudes, i nombre, ya q̃ le faltava la caſa. Por eſto lo encargò en aquella edad, de algunas entradas menos conſiderables. Y moſtrando alli la fortuna, los favores, que le havia de hazer en otras emprezas, no rehuzò fiarle las maiores.

(17) La primera, que Gomez Eanes cuenta, i que ſe deve quaſi todo el buen ſucceſſo a ſu valor, fue una, por Henero de mil quatrocientos veynte i ſiete, en viſpera de los Reyes i paſsò deſta ſuerte. Tenia el Conde en Ceuta, entre otros cavalleros, a Martin Alfonſo de Miranda ſu cuñado, hermano de ſu primera muger. Y cõ el valor heredado de ſus abuelos, era reputado por uno de los mejores ſoldados, i màs valiẽtes de aquella plaça. Eſte, pues, deſſeando avantejarſe a los cõpañeros en peligros, ya que no podia en la fama; ſaliò eſte dia por orden del Conde a dar campo largo de leña, i heno (aſsi dizen los fronteros de Berberia al foragear) llevando para eſcolta, quarenta cavallos. Los atajadores engañados con una niebla eſpeſſa, aſſeguraron el campo, ſin tener viſta del enemigo; el qual ſabiendo deſta ſalida, con quatro mil cavallos ſe fue a correr la ciudad. Tomole de improviſo eſte rebato, i Martin Alfõſo, aunque tuvo contradiciones, los embiſtiò tã deſordenadamente, que la temeridad por[15] poco le coſtara la vida, ſi D. Duarte, que eſtava de guardia, con otros cavalleros, no llegara a ſocorrerle. Sacòle del peligro, desbaratãdo al enemigo: ſeñalandoſe entre todos de manera, que parece, que la naturaleza ſe anticipava a darle brios; i el cielo le animava a deſpreciar los miedos comunes a aquella edad; que no llenava treze años, en preſagio de las hazañas futuras. De donde colijo, que es de tanta fuerça la virtud heroica, que viene a imprimir en el animo humano vn cierto ſemblante de divinidad, que produze acciones, que ſiendo naturales, ſon ſemejantes a milagroſas; pues no ay duda, que valor tan adelantado, como el que moſtrò D. Duarte en eſta ocaſion, ſe puede contar entre los prodigios, que tan celebre hizo la antiguedad, con los Heroes, i ſemidioſes, que introduxo en la veneracion, i memoria de los virtuoſos: los quales fueron los primeros ſiempre, que començaron a imortalizar la virtud, con la fama; deſpues que la vieron menoſpreciada; porque convidados deſte premio, la ſiguieſsẽ los ambicioſos, igualmente, que los buenos. Era entre ellos el primer acto de honra, la cavalleria; accion generoſa, i que inventó el valor, para fortalecerſe; mas abatida deſpues del vzo demaſiado; porque entró el reſpeto a repartirla. Y con eſto degenerò de ſus principios, fundando en la neceſsidad, lo que era merecimiento. Examinavãſe mejor en aquellos tiẽpos, i por lo menos, durava en los cavalleros, el deſſeo de parecerlo, i de conſervar la nobleza, con las obras, con q̃ la adquirieron ſus maiores; i aſsi por acclamaciõ publica de los fronteros, armò, entonces, el Cõde, cavallero a D. Duarte, en campaña, à viſta del enemigo; que cõ muchas algazaras ſolenizava eſte acto, glorioſo para el mancebo; no le cauſando toda eſta gloria, vanidad, ò ſoberbia, como de ordinario ſuccede a los moços: antes oyendo ſus alabanças, con modeſtia, le ſervieron de eſpuela, para merecer otras: procurando no baxar de la primera opinion, que es la fortuna mayor de todas.

(18) Pocos dias deſpues deſte ſucceſſo, caſó el Conde, a D. Beatriz ſu hija maior, con D. Fernando de Noroña, hijo del Conde de Gigon, i Norueña, nieto por ambos padres de los Reyes D. Fernãdo de Portugal, i D. Hẽrique[16] de Caſtilla: i ennoblecieron mucho eſte caſamiento, las virtudes del novio, que no erã deſiguales a ſu calidad. Andan comentarios de ſus hechos, vulgarmente repetidos en lugares màs ſuyos, que eſte; i por eſſo no los referimos. Perô en nueſtra Africa conquiſtada por los Portugueſes (ſiendo Dios ſeruido) tẽdran el lugar, que merecen.

(19) Haſta Septiembre del año ſiguiente de mil quatrocientos i veynte ocho: no hallo màs que correrias ordinarias, en que D. Duarte ſiempre fue el primero. Peró en eſte mes, viſpera de la natividad de nueſtra ſeñora, ſe le offreciò igual gloria, que la paſſada. Tenian los Moros en la ſierra Ximera, un Xeque, por caudillo llamado Cidetalpa, de grãde reputacion, i esfuerço. Eſte trahia penſamiento de ſuceder en la fama a otro mui valiente, por nombre Dabu: el qual havia ſuſtẽtado aquella guerra, deſde la toma de Ceuta, ſiendo frontero, uniuerſalmente reſpetado por toda aquella provincia, i por otros Xeques, i ſeñores della, como defenſor, i amparo de ſus vidas, i haziẽdas. Quedaron con ſu muerte temeroſos de ſu ruina: però Cidetalpa herido màs deſte miedo, con la emulaciõ, ô embidia de ſus hechos, comẽçò ablazonar contra los ſuyos, que a penas lo eſcuchavan, quando determinò de hazer vna entrada luzida, con intento, que ſegun le ſucedieſſe, diſpornia el empeñar ſu credito, en otra guerra, ô dexarla; viendo, que por ſu parte andava tan deſmayada, que como gente attonita, i vagabunda, viviã màs como conquiſtados, que como enemigos. Iuntò un grueſſo exercito de gente eſcogida, i diſpueſta para qualquier peligro. El Conde entretanto diò licẽcia a muchos fronteros, para que ſe vinieſsẽ para el Reyno a ſus pretenſiones, pareciendole juſto procurar el galardon de ſus trabajos; i que no havia ſatisfacion, que no merecieſſe un ſoldado, quando en ſu mano eſtà la paz de la Republica: la qual no ſe alcança, ſi no por la guerra; ni la guerra ſe conſerva, ſino con ſoldados; ni los ſoldados ſe grangean, ſino con premios. Cidetalpa no ignorava el eſtado de Ceuta; i que ſu preſidio no paſſava de ochenta cavallos, i duzientos inffantes. Tẽtò entrarla de noche; i en lo màs ſerrado della, con todo el ſilencio, que pudo, i buena[17] ordenança ſe fue arrimando al muro, con quatrocientos cavallos. La vigilancia del Cõde era la guarnicion más importante, q̃ defendia a Ceuta. El dia antes tenia mandado Alvaro Gil, criado ſuyo, de quien fiava eſte ſecreto (perſona a propoſito) la tierra a dentro del enemigo, a reconocerle, por ſaber la cauſa, porque no corria, havia tantos meſes. Sintió la gente de guerra, que trahia Cidetalpa, con los de la ſierra, i luego las armas; i retiròſe a Ceuta, ya con dificultad. Dieron jũtamente ſeñal las atalayas, de haver Moros en el campo, i ellos deſcubriendoſe con vozes, i gaitas, a ſu modo (que es, el que tienen de pelear) eſcaramuçando a una, i a otra parte de la ciudad, deſafiaron a los Chriſtianos. El Conde, entõces, reparando en la muchedumbre, i que era de noche, procurò templar el impeto de ſus ſoldados; porque incitados de lo que oyan, querian ſalir, màs a caſtigar los Moros, como dezian, que a vencerlos. En eſto, Iuan Perera, Auguſtin de Acuña, cavallero brioſo, i mancebo, con otros tres, pidierõ al Conde licencia, para ſalir a mezclarſe con el contrario, i reconocer la fuerça, que trahia: deſſeavalo el Conde, però la obſcuridad de la noche, le dificultava eſte deſſeo: vino al fin a conſentirlo; mas con precepto de no embiſtir, por no empeñarſe, haſta q̃ llegaſſe la mañana. Son los Portugueſes demaſiadamente eſcrupuloſos en la hõra, i aũq̃ es falta, q̃ ſe origina de ſu nativa deſcõfiança: con todo muchas vezes tiene ſus aſomos de virtud; i fuera cordura, ſi la governara la tẽplãça; mas todas las demaſias son dañoſas, principalmente en los exercitos, donde ſe corre rieſgo, ſiẽpre, los extremos. El q̃ tuvierõ eſtos quatro cavalleros, ſe diſculpa en el menoſprecio, con q̃ tratavan los Moros, venciẽdo millares cada dia; i por eſſo Iuan Perera mal ſofrido, i deſconfiado, propuſo a ſus cõpañeros, q̃ ya que ſalian, hizieſſen una gallardia; que parò en acometer una ala de cavallos, que ſe moſtravan màs inſolentes. El Cõde receloſo deſta temeridad, mandó a Don Duarte, i a D. Fernãdo, de Noroña (q̃ en aquella ſazõ, ſe hallò en Ceuta) no les acudieſſen; porq̃ ſe ofendiò de ſu inobediẽcia, î desordẽ: i queria con eſte exẽplo advertir a los demàs. Cõ todo, deſpues q̃ viô muerto el uno dellos,[18] que ſe llamava Ruy Mendes, con aquel enojo, dixo al hijo, i al yerno, que ſalieſsen a ſocorrerlos con cavalleria, i algunos infantes. No pudo el enemigo reſiſtirles, porque D. Duarte, peleãdo cuerpo a cuerpo cõ Cidetalpa, le matò por ſu mano: haziẽdo tales proezas, q̃ bastarã a vẽcer fuerças mayores. D. Fernando, con eſta gloria fue ſiguiẽdo al enemigo ya desbaratado; el qual por ſalvarſe, deſordenadamẽte, ſe metiò en la ſierra. Era inpenetrable por aquella parte, para los nueſtros, porq̃ no la ſabian; i dificultoſas las entradas: i aſsi les fue facil a muchos, ſalvar las vidas, entre aquellas maleſas. Peligró deſpues la de D. Fernando en eſte alcance; porq̃ dexandoſe llevar de ſu animo, ſe entró en el mõte, adõde ſe hallò cercado de una tropa de Moros: inveſtierõle por todas partes, matãdole primero el cavallo; mas el, con la deſeſperacion de vengar la vida, mâs q̃ con la eſperança de ſalvarla; peleò a pie conſtantemente, haſta q̃ D. Duarte ſu cuñado, rompiendo por todos cõ ſingular esfuerço, le hizo lugar; para que tomaſſe otro cavallo; i deſpues, aunq̃ trabajoſamẽte ſe dierõ entre los dos, tan buena maña, que cõ muerte de algunos bolvierõ a poner en huyda, a los q̃ quedavan. Recogiòſe D. Duarte, con doblado triũpho; porq̃ el librar ſu cuñado de aquel aprieto, le añadio grãde gloria al vencimiento: i el padre recebiendolo en los braços, le dió con ellos la corona, con que los antiguos premiavan ſemejantes hechos, dignos de imitacion, i alabanças, por la fuerça, con que excita el valor, la honra, q̃ ſe consigue, immediata a las hazañas; premio de maior eſtimacion, que los que en otras ocaſiones repartẽ grandes Principes, por mueſtra de ſu liberalidad, muchas vezes intempeſtiva. Murieron de los enemigos, más de dos mil; i de los nueſtros, ſolo el cavallero referido, a quiẽ Gomez Eanes no dà apellido. Eſta tan gran deſigualdad de muchedũbre de Moros, a los pocos Chriſtianos, q̃ se hallarõ, hizo reputar eſta victoria por milagroſa; i más con lo q̃ los Moros teſtificarõ, q̃ al enveſtir los Portugueſes, apellidando Santiago, vieron, q̃ los ayudava otra gente mui màs blãca, que ellos de otro trage, i ſemblante. Refiero eſta tradiciõ, porq̃ la hallo eſcrita en los autores de aquel tiẽpo, como indubitable; para q̃ ſe note[19] quales eran los Portugueſes entõces, q̃ alcançavan eſtos favores del cielo; por el valor, i zelo, con q̃ defendiã ſu cauſa, ſin mirar otros provechos particulares ſuyos, cuya codicia ha reduzido a terminos miſerables, las conquiſtas, que nueſtros aſcendientes començaron, ſolo con la mira del ſervicio de Dios (q̃ es el autor de las victorias) i el bien publico de ſu patria, i ſu Rey, contentandoſe con la buena fama; quiçà oy no tan eſtimada, como ſeria razon: i es la cauſa, de donde ſe originan las perdidas, i caſtigos, que encadenados unos en otros, amenazan cierta ruyna: deviendoſe temer, ſi con los exemplos paſſados, no bolvemos a renovar las virtudes, que dieron a Portugal reputacion, i imperio. Pareciome admirable la confiança de un caſo, que en eſta ocaſion ſucedió a un cavallero, deudo del Conde, por nombre Alonſo de Acuña. Iva en pos un Moro, q̃ le huya, i al darle un golpe, haziendole amagos del con la eſpada, le reſvalò de la mano, i le cahiô en el ſuelo; peró gritando al Moro, que la levantaſse, i ſe la dieſſe; fue tanto el miedo, que llevava, q̃ bolviô humilde, a obedecerle: Alonſo de Acuña, entonces, compadecido de ſu flaqueza le dexó eſcapar livremente, de q̃ fue muy alabado: i con razon, porque el ſaber perdonar los enemigos, tiene tanto de valor, como el ſaber vencerlos.

(20) Quedaron los Moros tan quebrantados deſte ſuceſſo, que en los dos años ſiguiẽtes, de veynte i nueve, i treynta, no oſaron a ſalir de las ſierras. Però D. Duarte aborreciẽdo el ocio, que afemina a los hombres màs esforçados, i ſuele ſer un daño oculto, q̃ poco a poco và debilitando la virtud, haſta derribarla, no ceſſava de moleſtarlos. Y a los diez i nueve de Março, deſte año ultimo, entrô con ſetenta cavallos, i ſeſenta de apie, en lo màs aſpero de la ſierra de Mexeqiſe, i arrazò dos poblaciones grandes, que eran Alfayates, i Colleate, talando muchas cazerias, i aduares, donde hallò grueſſo deſpojo; porque los tomò tan repentinamente, q̃ a penas les diò lugar, màs, q̃ para tener miedo. Eſtâ eſta ſierra, ſegun la ſitua Gomez Eanes, ſiete leguas de Ceuta. Entiẽdo yo, q̃ es la de Benihuet Filoth, q̃ algunos llaman Benigued Elfethot, por eſtar frõtera a Ceuta, i a Tanjar, pueſta[20] en el rio de las entradas; i por eſſo le dan eſte nombre, junto a la ciudad de Tetuan. Es pequeña, aunque de muchas fuerças; porque la habitavan los hombres más valientes, i belicoſos, que tenia Berberia en ſus fronteras. Fuerõ un tiẽpo vaſſallos del ſeñor de Tetuã, i tan moleſtados de los Chriſtianos de Ceuta; que ſe puede dezir, que ſe ſuſtentavan de ſus ſementeras, i coſechas. Y por eſta conſideracion, los Reyes de Fez los tomaron a ſu devocion, librãdolos de tributos, i favoreciẽdolos ſummamente, por la neceſsidad, que tenia dellos; que es quando los ſubditos ſon màs libres. Eſta fue la vez primera, que los nueſtros ſubieron a aquella ſierra, i conocieron ſus moradores. Con eſte principio nada ſe ocultava, i defendia al valor de D. Duarte, de quien començavan a experimentar los golpes, de que haſta entonces no tenian otra noticia, màs que la fama, que en eſte caſo ſolamente, hazia las coſas menores. Grangeô en eſta jornada tanto, que diò confiança al Cõde, para executar el deſſeo, q̃ trahia de paſſar a Portugal, a componer negocios forçoſos, de la ſuceſsion de ſu caſa. Determinoſe tratar dello, perſuadido, no haria falta ſu preſencia, dõde aſsiſtia ſu hijo; porq̃ ya todas las coſas de aquel govierno, ſe hazian por ſu conſejo, i autoridad; aunque la gloria de los buenos ſuceſſos, ſolo ſe attribuya al Conde.

(21) Pidió licencia al Rey: llegòle en Abril deſte año de treynta. Y aunque reſuelto dexar a D. Duarte encargado de aquella plaça, ſabiendo ſer mui capaz, i baſtante para ello, con todo, como prudente, tomò antes los votos, i el parecer de los cavalleros, i ſoldados, que le aſsiſtian; para que aprovada una vez eſta reſolucion, deſpues no la murmuraſſen, diziendo, que ſe governava por aficiõ de padre; que ſiempre haze maiores las acciones de los hijos. Aprovaronla todos conformemente, no teniendo D. Duarte diez i ſeys años; edad mui poca, para tan grande elecciõ. Y por màs que ſus merecimiẽtos la calificavan, ſiempre fuera culpable al Conde, ſi faltaran de junto a ſu perſona, algunos, que ayudarã a ſu juentud. Eſta dificultad emendò el Conde, con la perſona de Ruy Gomez de Sylva, ſu yerno, Alcaide de las fortalezas de campo maior, i ouguela; el qual ſiendo ſu frõtero,[21] deſde la toma de Ceuta; en la opinion, i valor, tenia de los primeros lugares della; añadiendo a eſto grande experiencia, i conocimiento de los ardides, i cautelas de los Moros, con que ſe ſingularizava entre todos. Encomendòle entonces más particularmente, la aſsiſtencia, i conſejo del cuñado: i a el, llamandolo a ſu apoſento, i travandole de la mano, con mucho amor, dixo.

Aunque procedes de manera, que de ninguna coſa neceſsitas menos, que de mis advertencias, con todo ſoy padre cuidadoſo, i como tal, he de amoneſtar una, i muchas vezes; ya que tu aumento, i mi aficion, me llevan a Portugal: Dexote en mi lugar, porque quiero, que participe tu nombre de la gloria, que mereces. Haſta aqui ſe me davan a mi las gracias de las victorias: començaràs aora a lograr dellas, i a poner en olvido, las que debaxo de mi nombre alcançaſte, con que de nuevo me darâs embidia, i triũpho. Trabaja, pues, como eſpero, por acreditar mi auſencia; que pues fio de tus pocos años mi reputaciõ, deßeo, q̃ todos lo juzguẽ por acierto, i q̃ ſolos nueſtros enemigos lloren eſta elecciõ. Sean Dios, i la hõra, tu guia, i luego el conſejo; ſin el qual, te mãdo, no camines en nada. Luze en la milicia, cõ maiores vẽtajas de los moços, el voto, i experiẽcia de los viejos: tẽplaran tus brios, i governarã tus deſſeos. Conoſco, q̃ los tienes, de ſer honrado, mas no ay coſa, que no ſe facilite a la mocedad, i ſe dificulte a la prudencia. Eſcucha a todos, i aprende de todos; que no ay frontero en eſta plaça, que no te pueda ſer maeſtro. Haſta los yerros ſe diſculpan con la imitacion; quando ſe ſigue la opinion de los buenos. Todos los ſoldados, que te quedan, te criaron: i aßi tienes de oyr a cada uno, como a padre; obligandolos[22] primero con el agrado, a que te digan libremente ſu parecer; porque en el amor no ay adulacion, ni verdad en los reſpetos. Bien veo, que entre tantos, no ha de faltar alguno, que ſe quexe de tu precedencia, i que condene mi reſoluciõ, por más que la tengan aprovado. Perô tu templança ha de moderar eſte ſentimiẽto. Y con eſto te encomiendo, que el trato de los cavalleros ſea igual, i facil: de manera, que te juzguen por compañero, i no por capitan. Conſiſte en eſta conformidad, nueſtra dicha, ſiempre ſuſtento eſta frontera, la igualdad de los animos; porque con la diuiſion, nada ſe conſerva. De tus aciertos no procures otro teſtigo mejor, que eßos; barbaros, que ves a nueſtros ojos, velando ſiempre ſobre nueſtras acciones; ellos baſtan para publicarlas. Y aſsi con los tuyos, no ſolo has de repartir los bienes, ſino la fama, attribuyendo tus hechos a ſu valor, para obligarlos deßa ſuerte, a que hablen de ti, como entereſſados, i no como embidioſos. Acabo con advertirte, que tus coſas ſon las que me llevan al Rey mi ſeñor, a pedirle la ſuceſsion deſta plaça para ti: pienſo obligarle con ſu neceſsidad; porque eſta es la que fuerça a los Principes, a nueſtras conveniencias. Seran tus obras la maior valia: i quando no baſten, entonces me valdre de mis ſervicios; de que deſſeo logres el premio, ya que mi caſa paße a otro dueño; i que no ſeas tu, hijo mio, en quien ſuſtẽte mi nombre, i calidad. Mas Dios, que lo permite, tambien ſerâ ſeruido, aventajarte en los premios, como haze en los merecimientos.

A eſto D. Duarte prometiendo de ſi modeſtamente, offreciô cuidado, i obediencia: i el padre dandole otras inſtrucciones màs ſecretas ſe paſsò a Portugal.

[23]

(22) Fue recebido en Lisboa, con grande applauſo. Ruy de Pina, dize, que el Regimiento, i Conſejos, le ſalieron a encontrar en la playa, i de alli le llevaron, a manera de triumpho, a la Igleſia maior, donde en un Panegyrico, ſe refirieron ſus hechos, i hazañas, al pueblo. Eſte modo de agradecimiento publico, pareciò novedad en eſte Reyno, por la cortedad, con que ſe uſa en el, de engrandecer las coſas de ſus naturales. Però bien merecen ſus alabanças tan grandioſas demonſtraciones: por lo mucho, que con ſu exemplo, deſpiertã, i obligã los animos. Hallò el Conde al Rey en Santaren. Paſsô a beſarle la mano, i a dos leguas, le eſperò el Iffante D. Duarte, primogenito (aun entonces, no ſe llamavan Principes) i a dos pieças, el Rey en palacio. Hõrólo deſpues, con extraordinarios favores: dandole ſu meſa, lado, i amiſtad publicamente.

(23) Mientras eſto paſſava en Portugal, Don Duarte en Ceuta, adminiſtrava ſu cargo con templança, i prudencia; procurando conocer las coſas, i ſer conocido de todos; que es de grandiſsima importancia a los principios. Però los Moros como vieron auſente al Cõde, convertieron ſu temor en eſperança; haviẽdo reconocido la ciudad, por un Alfaqueque, por nombre Cidemus, q̃ con ocaſion de reſcatar eſclavos (ſon los mercaderes, que tratan en eſto) entrava con familiaridad en Ceuta. Notô el eſtado, en que eſtavan los Portugueſes; con los ſemblantes triſtes, por la auſencia del Conde: i juzgò eſta triſteza, a que procedia de miedo de ſu falta, i no de aficiõ, que le tenian; pues era capitan, q̃ a los moços havia criado i a los viejos honrado, i engrãdecido a todos. Eſte engaño de Cidemus, hizo juntar los Xeques de aquella ſierra, i deſpues que hablaron en ſecreto, començaron a diſcurrir entre ſi de los males, i daños, que ſufrian; i a repreſentar las injurias, i exagerarlas, diziendo; que la ocaſion los eſtava llamando, para que reſtauraſſen ſus vidas, honras, i caſas; que ſu gran Propheta ſe enojaria de que dilataſſen en acabar con tan vil gente como eran los Portugueſes; la qual ſin razon, ni juſticia, de puros codicioſos, aſpiravã a introduzirſe en imperios agenos: q̃ ſegun andavan ſeñores, i arbitros de ſu tierra[24] parecia, que no deſcanſarian, haſta ponerla toda debaxo de ſu yugo; que era afrentoſa coſa, imaginarlo; i mucho màs la aflicion, en q̃ andavan, ſin lograr los frutos de ſus coſechas; que de ſus ganados, i ſementeras, quien ſino los Chriſtianos cogian el provecho? q̃ Dios ſe movia, ſin duda, a eſta vengança, pues tenia auſente el capitan, que los amedrentava, ô por mejor dezir, huydo, por no ver la deſtruycion de los ſuyos; q̃ dexava en ſu lugar un moço, q̃ a penas tenia edad para ceñir eſpada, quãto mâs para defender fortalezas; q̃ con eſto juzgava por gloria poca, el vencer aquella gente medroſa, i ſin cabeça: q̃ otra coſa no era ſu triſteza, ſino adivinar ſu ruina; que era tiempo ya, que bolvieſſen a cobrar reputacion, i vengaſſen ſus injurias. Provocados con eſtas, i ſemejantes razones, tomaron las armas, debaxo del govierno de Marzoco Xeque, principal, valiente, i determinado, jurando primero morir, ò vencer. Convocò luego gran multitud de gente, de que formò un numeroſo exercito, repartido en dos tropas. Y el dia ſeñalado, apartando la una, para correr la ciudad, ſe emboſcò con la otra en los molinos de los cañaverales; ſitio a propoſito para el engaño, por ſer boſque mui ſerrado, i poco deſviado de Ceuta; a penas media legua. Don Duarte ſabia mui enteramẽte, por ſus atalayas, lo que paſſava. Y aſsi jũtando a conſejo a los Fidalgos, i fronteros de maior cuenta; deſpues de darſela de todo, les hablo deſta manera.

Grande immodeſtia fuera la mia, ſi os juntara (ſeñores) con el intento, que acoſtumbran, en eſtas ocaſiones, los demás capitanes; para repreſentar peligros, i exortar a la virtud. Pues una, i otra coſa, ſe eſcuſa, con ſaber las razones, que os obligan a ello, i me iſentan de ſemejantes raſonamientos: maiormẽte, quando reconoſco, lo que el Conde mi ſeñor me encareciô el obedeceros. Oy comienço a militar debaxo de vueſtra bãdera, con maior guſto, pues veo, que ſois tales, que me acredita igualmente, el ſer vuestro ſoldado, que vueſtro capitan.[25] Conſentidme eſte nombre, ya que es vueſtro el govierno; pues de honrarme con el, os ſigue maior gloria. Eſta ha de ſer vueſtra, como tambien la culpa, en todo lo que nos fuere ſucediendo. Porq̃ no ignora el mundo, que mis pocos años obedecen a vueſtra experiencia; i que a ella principalmente dexo encargado el Conde mi padre ſu reputacion. Bolved por ella, pues deveis a eſta confiança, morir por ſu defenſa. Vueſtras canas, i conſejo, me forman otro del que ſoy; i eſto es lo que me haze no correr en vueſtra preſencia: porque conoſco, que no paßo de executor de vueſtras ordenes. Las q̃ me dieredes puntualmente vereis obſervadas; i eſpero gloriarme tanto de vueſtra obediencia, como de la victoria. Compañeros ſois todos, en las que mi padre tiene alcançado en eſta plaça: aſsi que ſu auſencia, no puede cauſarme deſconfiãça, ni a nueſtro enemigo ſoberbia: pues en vueſtro valor tenemos el Conde presẽte.

Añadió a eſto otras palabras, i cumplimiẽtos. Habló a cada uno de por ſi, cõ particular eſtimacion; votòſe deſpues diverſamẽte: por que las atalayas no conformaron en el aviſo de las eſpias; i hizieron ſeñal, ſolamente, de una tropa, que vieron. D. Duarte ſaliò, con todo, aunque recatado: puſo ſu gente en un tieſſo, de manera q̃ eſperò a ver lo q̃ hazia el enemigo, q̃ deſcubierto, cargò cõ grãde impetu a los almocadenes del cãpo (ſon atajadores.) D. Duarte, entõces, recibiò al enemigo, haziendole roſtro por algun eſpacio, i luego tentò ſacarlo a un llano; porq̃ la aſpereza de la tierra, impedia ſu cavalleria, a que no ſe meneaſſe tan ſueltamẽte, como la contraria. Cõ eſto D. Duarte fingiò retirarſe; i los Moros cevados en eſte miedo, ſe hallaron fuera de la ſierra. Alli bolviò ſobre ellos D. Duarte con tanta gallardia, i pujança, que a penas tuvieron animo para huyr deſcompueſtamente. Marſoco, que andava ſuſtentando la eſcaramuça en lo màs peligroſo, haziendo todo lo que devia a un valiẽte capitan, poniẽdoſe[26] delante de los medroſos, cõ vozes, i lagrimas procurô detenerlos. Nunca tuvo ley, ni razõ el miedo, apoderado una vez del animo, mal ſe reſiſte. Nada aprovechò a Marſoco: porq̃ los ſuyos, aũq̃ cobrarõ brios con ſus palabras, bolvieron tan floxamente a la eſcaramuça, q̃ los Chriſtianos los tornaron a desbaratar cõ facilidad. Marſoco deſeſperado de la reſiſtencia, ſe llevô tambien de la dulçura del vivir, con menos animo del que moſtrò al principio. Eſcapò en la ſierra, i con el poco màs de ciento de los ſuyos; porq̃ los demàs quedaron, ô muertos, ò captivos. Reconocia deſpues eſte Moro a los Portugueſes por invencibles, en quienes ſin duda, havia valor màs q̃ humano: alabança digna de referirſe, por ſer hallada en boca del enemigo, que la haze menos ſoſpechoſa.

(24) Fue de grande importancia eſta victoria a Don Duarte: porque tomò motivo de ella, para ſolicitar otras con más brio, i reputacion, obrando en el quaſi, como en ſu padre: porque los Moros juzgãdo ambos por una miſma coſa temian al mãcebo igualmẽte, que al viejo. Recogido a la Ciudad, determinò de valerſe de aquella felicidad, que ſiempre allana impoſsibles, i dar ſobre algunos aduares de la ſierra de Mexequiſe, por ver ſi podia enflaquecerlos, de ſuerte que llegaſſe a conſumir la inteligencia, que trahian de contino en nueſtro daño. Eſtos aduares ſon unas poblaciones de ciento, ó dozientas tiendas pueſtas en rueda, que hazen un ambito redondo, donde los Alarabes meten ſus ganados de noche. Son de color de burel negro, hecho de lana de pelos de cabras, i de telas de palma, todo rebuelto, i texido, que haze un paño grueſſo, i mui tiezo, para reſiſtir la furia del Sol, i del agua; eſtan aſſentadas unas con otras tan juntas, que forman un muro al rededor, i no ſe puede entrar en el, ſino por dos puertas, i eſtas las ſierran de noche con eſpinos, porque los leones no entren a hazer daño. En Arabigo quierẽ dezir, circulo redondo: uzavãlos antiguamẽte de la miſma manera, que aora los barbaros Africanos. Ay autor, que afirma, q̃ deſta forma eran los tabernaculos, i tiendas de los Iſmaelitas Cedarenos, negros aburelados, conformandoſe al uzo de Arabia, del miſmo[27] color, i modo, mui conforme al nombre de Cedar, que es obſcuridad, i tenieblas. Con la invaſion de los Arabes, ſe introduxeron en Africa; por donde a los q̃ los poblaron, llamaron deſpues Alarabes. Viuẽ en los cãpos, i ſierras, ſiguiẽdo los paſtos mejores para ſus ganados, que es lo de que viven, i ſe ſuſtentan. Era Benaiame, el aduar principal, i cabeça de los demàs. Diò ſobre el Don Duarte, con poca gente, perô con ſecreto, i lo quemó antes que fueſſe ſentido: con tãta preſteza executava ſus deſignios, q̃ ſe puede contar por maravilloſa entre ſus excelencias, por ſer parte de grãdes fortunas entre los ſoldados. A la buelta, arrazò de camino, Abodmi, i Beluaſen, aduares de menos cuẽta en la miſma ſierra, i degollô en ellos ciẽto i treinta Moros, ſin los que traxo cautivos, q̃ fuerõ en maior copia. Entre ellos muriò un hijo de Dabu, de quien ya hezimos mencion, moço de haſta quinze años, que, por los brios, q̃ ya moſtrava, era la eſperança, en q̃ toda aquella ſierra fundava ſu libertad. Otro moço cautivaron de riqueza ineſtimable, llamado Lagamuci, de manera que fue eſte ſuceſſo mui conſiderable por el deſpojo, i la opinion, que alcançò D. Duarte.

(25) Entre tanto, el Conde D. Pedro, hecho ya Conde de Villa Real, i Alferez maior deſte Reyno, tratò de pedir al Rey D. Iuan la ſuceſsiõ de Ceuta, i del titulo, para D. Duarte: però no tuvo efeto eſta pretenſion, porq̃ la contradixo, ſolicitandola para ſi ſecretamẽte D. Beatriz ſu hija maior, heredera legitima de ſu caſa, intercediẽdo en eſto la Inffante Doña Leonor, que era ſobrina de D. Fernando de Noroña ſu marido, nieto del Rey D. Iuan el primero de Caſtilla, yerno del Cõde de Gijon, padre de D. Fernando. Quedò al fin indeciſo el negocio, porq̃ tambien el Cõde D. Pedro, aunq̃ amava al hijo con exceſſo, i deſſeava ſus aumentos; era facil a mudar de voluntad, i quizo complazer la hija, i no deſagradar al yerno. Valiòſe el Rey deſtos embaraços, para ſuſpender el deſpacho, cevando a todos de eſperanças: conſiderando, que no ay Principe bien ſervido ſin ellas; i eſte principalmẽte, q̃ ſupo praticar eſta lecion, entendiendo ſu conveniencia mejor q̃ todos: ſiẽdo grande maeſtro de prometer aun antes[28] del Rey; i es cierto, que diſponiendo de lo q̃ no era ſuyo, alcançó la corona; teniendo pretendientes, mas juridicos, aunque de menos poder, i maña, que fue la juſticia, que tuvo en ſu favor. Verdad ſea, que en eſta ocaſion, fueron baſtantes las honras, que hizo al Conde, publicas, para remuneracion de ſus ſervicios; porque el Rey conociendo la ambicion de ſus vaſsallos, i quanto ſe llevavan de exteriores preeminencias, no rehuzava eſte genero de premiar; juzgandolo por màs acertado, i màs conveniente para un Principe, q̃ el de apurar los patrimonios, i erarios, que sõ los nervios de la Republica. Eſte fue el camino, con que los Romanos entendian perpetuar la ſuya: i es grande ignorancia, ò mucha embidia, la de aquellos, que aconſejan a ſus Reyes lo contrario; porque un Principe miſerable de honras, i favores, adquiere aborrecimiento con los ſubditos, de manera que deſdeñan el ſervirle, facilmente; quando no ay honrado, que no anteponga la autoridad, al interes.

(26) Eſta fue la primera dignidad, que la perſona del Conde, alcançô en Portugal, por que haſta entonces, aunque lo llamen las hiſtorias Conde, lo era ſolamente de Ayllon, ò Aguilar, en Caſtilla: paſsòſſe a aquel Reyno, muerto ſu padre, q̃ fue el primero de Viana, el qual ſiguiendo la voz, i fortuna de la Reyna Doña Beatriz ſu ſobrina, hija del Rey D. Fernando, i de Doña Leonor Telles, ſu prima hermana; le matarõ en Penela, ſus vaſſallos proprios, indignados, de que ſe moſtraſſe contra el Maeſtro de Auis, a quien el pueblo acclamava por Rey. Mas deſpues entrando el de Caſtilla en portugal, a lo de la ſuceſsion deſte Reyno, de que moſtrava ſer heredero, por morir ſu ſuegro con ſola eſta hija; con la rota, que tuvo, no pudo continuar ſu derecho; i el Maeſtro de Auis, fundado en el de la guerra, màs que en otro alguno, començò a aſpirar al Reyno, con notable felicidad. Firmòla en todo el caſamiẽto, que hizo en Inglaterra, con Doña Felippa hija del Duque de Lencaſtre, caſando otra cõ el Rey de Caſtilla, que ſe acomodò tambien con los tiempos, conſiderando, que los titulos, con que reynava en Caſtilla, padecian las miſmas dudas, que los de Portugal, por[29] haver ſido el Rey D. Henrique ſu padre baſtardo, del Rey D. Alfonſo el undecimo, i hazerſe Rey por odio de ſu hermano D. Pedro, que fuerõ las cauſas del de Portugal. Concluyeronſe entonces las pazes deſtas coronas, contentandoſe cada uno deſtos dos Principes, con lo que ya havian hecho ſuyo; ſabiẽdo, que facilmente pierde todo, quiẽ codicia todo; maiormente, quando la juſticia, de lo que ſe adquiere, ſe eſtablece con las armas, que la fortuna govierna a ſu arbitrio. Quieto, pues, el Rey D. Iuan, entendiò, que pueſto que la plebe havia ſido la cauſa principal de cõſeguir el Reyno; todavia para ſuſtentarſe tenia neceſsidad de la nobleza, i aſsi procuró conduzir a ſu amiſtad los nobles auſentes, que eran ſus maiores enemigos. Andavan los Reyes en aquel tiempo mui depẽdientes de los ſubditos, i trabajavan por obligarlos tanto, como por ſer obligados. Entrò en eſte numero el Conde Don Pedro con la Condeſſa Doña Mayor Puerto Carrero ſu madre, los quales duraron en Caſtilla valídos, i venerados, mientras reynò la Reyna Doña Beatriz ſu ſobrina: però con ſu muerte ſe acabò la valia, como ſucede de ordinario en las coſas, que ſe ſuſtentan de favores agenos. Vinieron a eſte Reyno, adonde el Rey le reſtituyò, ſin el titulo, i juriſdicion, todas las rentas, que havian poſſeydo ſus aſcendientes. Añadiò el Conde a las de ſu caſa muchas, con el primer caſamiẽto, que hizo, i aora con eſte ultimo, con la hija heredera de Miſer Paſaña, Almirante de Portugal, con que alcançò en dote eſte oficio.

(27) D. Duarte con eſtas nuevas, ni ſe ofendió, ni hablò palabra de quexa alguna, antes moſtrò en las gracias, que dió al padre por ſus cartas continuas, que de nada ſe acordava menos, que del complimiento de ſus promeſſas; porque no paſſavan ſus deſſeos a más que verle con vida, i grandeza. El viejo obligavaſe deſta conſtãcia, però no oſava renovar las coſas ya cõpueſtas; pareciendole, q̃ ſe guardarian para mejor tiẽpo, aunq̃ tãbiẽ ſe puede imaginar, q̃ no andava deſeſperado de tener hijos legitimos deſte quarto matrimonio, por eſta cauſa parava en lo primero.

(28) En medio deſtos ſuceſſos adoleſció gravemẽte el Rey D. Iuan en Alcochete, Riberas[30] del Tajo, i de alli esforçandole la enfermedad, ſe paſſó a Lisboa, donde muriò, en quatorze de Agoſto, de mil quatrocientos i treinta i tres, en el de ſu edad, de ſeſenta i cinco. Lloraron ſu muerte los Portugueſes con grãdes encarecimientos, notando que perdiã Rey, a quien el ſceptro mejoró de virtudes: coſa bien nueva en los Principes, por ſer el eſtado donde algunos empeoran; mas el ſe hizo digno del imperio, que tuvo, mucho màs deſpues que reynò. Sucediòle D. Duarte ſu hijo maior, i primero deſte nombre. Y luego el miſmo dia fue levantado, i jurado por Rey, aſsiſtiendole el Conde en eſte acto, como Alferez maior, que fue la primera vez, en que exercitò eſte oficio. Eſto acabado, i compueſtas ſus coſas, ſe fue para Ceuta, llevãdo conſigo algunos cavalleros deudos ſuyos, como fueron Ruy Dias de Soſa, hijo de D. Lope Dias de Soſa, Maeſtro de Chriſto, i Gõçalo Rodrigues de Soſa ſu ſobrino; porque deſſeavan aſsiſtir en aquella plaça, como frõteros. Y en llegando el Conde, al punto D. Duarte ſu hijo, deſpues de bezarle la mano, le reſtituyò el govierno, ſin alterarſe en el ſemblante, ni en las palabras, antes humillandoſe a ſus braços, le moſtrô con igual animo, que no rehuſava nada por miedo, ni pretendia por ambicion.


[31]

ARGVMENTO
DEL
LIBRO SEGVNDO.

PRudencia, con que D. Duarte governava Ceuta por orden del Conde ſu padre, deſſeãdo introduzirle en el cargo: Embidias, que reſolultaron deſte intẽto entre algunos fronteros calificados. Entradas, que hizo la tierra dentro del enemigo. Lugares, que arrazô con notable fortuna: Emulacion de Don Sancho de Noroña: traças, que uzó D. Leonor hermana de D. Duarte, para haver del Rey la ſuceſsion de Ceuta, para ſu dote: Fin, que tuvo eſta pretenſion: Iornada infelice, que los Inffantes de Portugal hizieron contra Tanjar: Muerte del Conde D. Pedro de Meneſes, ſucediendole ſu yerno Don Fernando de Noroña: Venida de Don Duarte a Portugal: Grandes honras, i mercedes, que le hizo el Rey: Muerte deſte Principe, i lo ſucedido deſpues della, haſta entrar en el govierno deſte Reyno el Infante D. Pedro, ſiendo el Rey D. Alfonſo de ſeis años. Con lo demâs ſucedido haſta el de mil quatrocientos i treynta i nueve.


[32]

VIDA DE DON DVARTE DE MENESES TERCERO CONDE de Viana.

LIBRO SEGVNDO.

(1) HAlló el Conde en Ceuta en boca de todos, alabãças del ſezo, i valor, con q̃ D. Duarte governô en ſu auſencia; i eſtẽdiaſe la fama a los enemigos; los quales fatigados de miedo, por las rotas conſiderables, que havemos contado, no oſavan a deſmandarſe ni ſalir un paſſo, de lo màs aſpero, i oculto de las ſierras; de manera que con eſto Ceuta mâs parecia lugar metido en Heſpaña, q̃ frõtera de Berberia; porq̃ a eſta paz ſe acrecẽtava grã copia de baſtimẽtos, con que D. Duarte procuroprocuró ſiẽpre tener contenta, i mantenida la ciudad; i como era hombre recto, i no eſtava odiado por algun vicio; ſupo ganar la voluntad de todos; conciliando los extremos, de facil, i autorizado, en un medio agradable, que adquiria los animos màs rebeldes. Eſto obligò al Conde, a dexarle la deſpoſicion de todas las coſas; reſervandoſe ſolamente el conſejo, i ſuperioridad del oficio, en lo màs preciſo, i neceſſario de ſu perſona. Bien entendian los prudentes, que el hazer eſto ſin limitacion alguna, i en ſu preſencia, era introduzirle en la ſuceſsion de aquel cargo: i aunq̃ lo aprovavã muchos, q̃ no attendian a odios, ó enojos particulares, i miravan la utilidad publicas; Cõ todo havia otros, que de pura embidia lo murmuravan, ſeñalando algunas conveniencias; que conſideradas, más deſcobrian ſu paſſion, que fundamento de algun bien comun. Y como no ay maldad, que no tenga valedores, ô ſombra de algun bien, con que los malos ſiempre disfraçan ſus pretenſiones. Baſtaron eſtas para deſcomponer a D. Duarte, de ſuerte que pudo quitarle la embidia, lo que tan liberalmente le concedia la virtud. Diremos las cauſas, ſin las quales mal ſe conocẽ los effectos, ſiendo uno, i otro neceſſario para[33] la inteljgencia de la hiſtoria.

(2) Deſpues, que los Portugueſes entendieron los bienes, que le reſultavan de la conquiſta de Berberia, una vez empeñados en ella con la ſuſtentacion de Ceuta, tomarõ eſta frontera para eſcuela adonde criaſſen ſus hijos, i aprendieſſen las primeras letras de la honra, deſdeñando el ocio de la patria, que entonces con la paz uniuerſal, que gozaua, iva debilitando los animos poco a poco. Guiados deſta conſideracion, entrò en Ceuta deſpues de aquellos cavalleros Soſas ya referidos, D. Sancho de Noroña, hijo tercero de los Condes de Gijon, i hermano de Don Fernando, yerno del Conde. Era eſto en los principios del año de mil quatrocientos, i treynta, i cinco. Y D. Sancho ſiendo uno de los maiores caualleros en ſangre, i virtudes deſte Reyno, llevó conſigo otros muchos, cõvidados de ſu liberalidad, diſcrecion, i agrado (calidades todas, que conſtituyen un buẽ corteſano, i hazen un ſeñor bien quiſto, i amable) ò inſtados tambien de ſu exemplo, que es el general provecho, que produzẽ las reſoluciones acertadas de los mayores. Con ſu gallardia reforçò el Conde el preſidio, porque (ſegun Gomez Eanes notò) paſſarõ de cincuenta cavalleros los que acompañarõ a Don Sancho, a ſu costa.

(3) Tentò el Conde feſtejar la entrada deſte hueſped, con diſponer alguna la tierra dentro del enemigo; porque D. Sancho no deſſeava otra coſa, ni el Conde le podia regozijar, como queria, con fieſta, q̃ màs le agradaſſe; q̃ ſolo eſtas ſe acoſtumbravan en aquellos lugares. Communicó eſte penſamiento con ſu hijo, i aſſentarõ ambos dar en Cencẽ, lugar de duzientas caſas, cinco leguas de Ceuta en la ſierra de Mexequiſe: i luego ſobre Tetuan. Eſta empreſa ultima no ſe declarò; porque tenia mucha dificultad, i el Conde temia hallar reſiſtencia en los fronteros, i quiſo cevarlos en la jornada primera, para facilitar la ſegunda. Apartò Don Duarte cinquenta cavallos, con la preſteza, i valor, que acoſtumbrava, i arrazò a Cencen, ſin dexarle piedra ſobre piedra. Importò la preſa un gran deſpojo de ganado, i otras preſeas de eſtima; porque era el pueblo rico,[34] i los moradores con la diſtancia, i aſpereza del ſitio vivian deſcuidados deſte acometimiento.

(4) Sucediô a eſte, proſperamẽte el de Tetuã, porque la fortuna parece que andava apoſtada a halagar a Don Duarte por deſpertar a los embidioſos de ſus glorias, que aun entõces ſoſſegavan con la eſperãça de igualarle en la fama. La ciudad de Tetuan (que los Africanos llaman Tetevain, que quiere dezir ſolo un ojo) yaze riberas del Cuſque; el qual baxando de las ſierras del Atlante maior, tira derecho al Levante, quaſi ſiete leguas de Ceuta, haſta meterſe en el Oceano, dõde ſe forma una barra, no mui capaz; por el arriba una legua eſtà la poblacion en ſitio freſco, i hermoſo, cercado de viñas, arboledas, huertas, q̃ por la copia de las aguas vezinas, ſon de mucho vicio; es fundacion de los naturales, aunq̃ deſpues la ſeñorearõ los Romanos, i ultimamente los Godos: peró cõ la general ruina de Heſpaña, ſe la ganarõ los Mahometanos: a eſtos, una armada Caſtellana, en el año de mil i quatrociẽtos, con q̃ eſtuvo muchos deſpoblada: deſpues un Granadino la fortalecio de manera, que fue los tiempos futuros una de las plaças más fuertes, i de maior porte, que tenian los Reyes de Fez. En eſte tiempo no havia llegado a tanta opulencia; pero tendria haſta mil caſas, i guarnicion baſtante para defender la entrada por aquella parte a los Chriſtianos. Gomez Eanes la haze diez leguas de Ceuta, ſiendo no màs que ſiete; perô eſte engaño no preſumo, que es culpa ſuya, ſino de los copiadores de ſus eſcritos; que como andan de mano, ſon los yerros tantos, como las letras: i verdaderamente, que a penas dan noticia cierta de las coſas; en el camino tres leguas de Ceuta, i cinco de Tetuan, tenian los Portugueſes hecho un caſtillo, a que Gomez Eanes llama de Almiñecar, de una meſquita, que alli hallaron apropoſito, de ſuerte q̃ los nuestros ſe aprovecharon deſta comodidad, para llevar la infanteria en barcos, por ir más deſcançada haſta aquel caſtillo: i advierte eſte autor, que eſta fue la vez primera, que los Portugueſes hizieron eſto, por huyr los muchos pantanos, de que eſtà llena aquella ſierra, por ſer mui baxa, i humeda; demàs que[35] la marea con qualquier creciente, i las aguas, que baxan de la ſierra, hazẽ un rio, q̃ llaman oy del cañaueral en invierno, tan hondo, q̃ a penas ſe puede vadear ſin mucho peligro: eſta dificultad era de maior rieſgo para la gẽte de a pie, i aſsi fuerõ de gran remedio los barcos.

(5) Reſuelto el Conde en mandar a D. Duarte ſobre Tetuan, partieron trecientos infantes por mar haſta el caſtillejo, i D. Duarte cõ ciento i cinquenta cavallos eſcogidos, por tierra, a prima noche, deſſeando llegar a tiẽpo, que la obſcuridad hizieſſe maiores ſus fuerças, teniendo por coſa mui favorable, el aſſaltar de noche al enemigo; porq̃ ſiẽdo de ſuyo eſpantable, las armas, i el eſtruendo dellas; el deſcuido, i falta de prevencion, confunde, i acobarda aun haſta los mâs praticos, i esforçados, de manera que ni ſaben, ni pueden valerſe de remedio alguno. Era por el mes de Outubre, i havia llovido de manera, que paſsò la cavalleria con mucho trabajo eſte camino haſta que ſe juntò con los de apie, ſiendo màs de media noche. D. Duarte, entonces, con acuerdo, i prudencia, ordenò, q̃ deſcanſaſsẽ un poco, i dieſſen de comer a los cavallos, porque a penas podian dar màs paſſo. Eſtando en eſto, vieron los almocadenes (aſsi llaman en Africa a los corredores del campo) unos fuegos, i oyeron vozes, como de Moros: dieron aviſo a Don Duarte, i començòſe a diſcurrir lo que hariã: quien dizia era temeridad paſſar adelante, eſtando deſcubiertos del enemigo; pues no havia duda, que aquellas vozes eran dellos, i los fuegos, ſeñales, con que ſe ayuntavan; que en un inſtante acudiria tal muchedumbre; que a penas tendrian lugar para retirarſe; mayormente quando le atajaſſen el paſſaje del rio, adonde era impoſsible eſcapar alguno con vida; que el perderlas era menos, ſi ſalvaſſen las honras, porque eſto hallavan, por màs difficultoſo, quando no ſolo havian de pelear con los cõtrarios, ſino tambien con los pantanos; donde era màs forçoſo, que peligraſsen, dando ocaſion a una perpetua infamia, con que los enemigos offendieſſen la reputacion Portugueza, diziendo, que morian anegados como cobardes, por huyr de ſus golpes; q̃ la temeridad no era hõra, ni esfuerço, la prudẽcia[36] ſi, i la conſideracion: que eſtas partes erã las que davan las victorias, i no irritavan al cielo; que muchas vezes caſtigava ſemejantes reſoluciones: otros en contrario afirmavan cõ maior conocimiento de aquella tierra; que aquellos fuegos eran de paſtores, i de gente, que hazia arrope, ocupada en las vendimias, (era el ſuſtento ordinario de Tetuan) i las vozes de unos animalejos, a manera de zorras; (llamanſe Adibes) los quales en los aùllos, no hazen differencia de los alaridos de aquellos barbaros: que ſeria notable mẽgua ſuya, bolver a Ceuta, ſin ver los muros de Tetuan, quando ſalieron con eſſe intento; q̃ para ellos no havia paſſo impoſsible en Berberia; pues en los más dificiles hallavan los ſocorros del cielo, que no ceſſava en darle ſingulares victorias.

Como (clamò D. Duarte) conſentireis, ſeñores, que blazonen nueſtros enemigos, que huymos de imaginaciones? i que para amedrentarnos, baſten vnos animales; que otra coſa no ſon aquellas vozes? Si la reputacion, i el valor, es lo que nos ſuſtenta en Ceuta, ſerâ bueno, que lo aventuremos todo, aunque ſea a trueque de las vidas? Pareceos, que paßarâ ni un dia, ſin que ſe publique en Berberia eſta entrada, i que ſe ſepa tan vil acaecimiento? Quien, pergunto, ha de encubrir nueſtra cobardia? Por ventura, como podremos eſcapar de ſer notados, ô de mal conſejo, o de mucho miedo? Havra infamia, que ſe iguale a eſta? Ambas coſas nos dañan igualmente: por lo menos no ſe ha de dezir en algun tiempo, que ocaſione tal deſatino. Para empreza tan facil, yo baſto ſolamẽte. Los que en ella quiſieren acõpañarme, ſiguen ſu honra. Si fueren pocos, maior gloria nos eſpera. O compañeros aqui teneis Don Duarte capitan de los brioſos ſolamente: buſquen otro caudillo los cobardes.

Hablando eſto colerico, i animoſo diò de piernas al cavallo. Fueſſe con el D. Sancho, i[37] no quedò cavallero, q̃ no le acõpañaſse. Animòſe la otra gente con eſta reſoluciõ: comẽçò a marchar, offreciendoſe a ſu capitan, a no deſempararlo, haſta lo ultimo de la vida. Bolviò Don Duarte a darle gracias deſte offrecimiento, con palabras llenas de mil favores, con que ſe encendieron de nuevo, procurando cada uno, con la prieſſa, i ſemblante deſmentir el miedo, i ſer el primero que llegaſſe. Eſtavan cinco leguas del caſtillo, que era grande eſpacio de camino para lo que quedava de la noche; i por eſſo llegaron al amanecer, con que el enemigo tuvo viſta de los Portugueſes. Viendo Don Duarte, que no podia ya executar ſu deſignio, haziendo dos alas de la cavalleria; i tomando en medio la infanteria, ſe fue derecho a la ciudad, por moſtrarſe bizarro; i acercandoſe lo màs que pudo, huvo Chriſtiano, que clavò vna lança en la puerta principal della. Diò buelta entonces, con la miſma ordenança, i eſpacio, ſin conſentir a los ſuyos, que ſe rebolvieſſen con el enemigo; el qual dividido en tropas, les venia aſſaltando por los lados, haziendole mucho daño; porque la ſierra eſpeſſa de arboles, i azequias, forçava a los nueſtros a caminar con mucho tiento, i cuidado, por una ſenda eſtrecha; ignorando los boſques, de cuya maleza ſe aprovechavan los Moros, como quiẽ las ſabia para moleſtar los Chriſtianos. Viendoſe D. Duarte en aquel aprieto, con un terrible impetu rompiò un eſquadron contrario, que lo tomava por la frente, i lo fue llevando haſta campaña raza. Mas el Moro entreteniendo eſte brio con moderada reſiſtencia, dava lugar a que los ſuyos en tropas caminaſſen con mucha prieſſa, provocandoſe unos a otros; con que iva creciendo el numero, baxando de aquellas ſierras, con intento de atajar el vado del rio, que era el paſſo donde el enemigo penſava tomarlos a las manos con mayor eſtrecheza. Entendió Don Duarte eſte penſamiento, i llegando al caſtilejo, encomendó los infantes a Don Sancho, para que los embarcaſſe; i el animando, con valientes razones, la cavalleria, ordenò, que procuraſse vadear el puerto con las lanças en hieſtas, de manera que pudieſſe offender luego que[38] ſalieſſen en tierra, porque el enemigo derramandoſe por las orillas, eſtava de la otra parte eſperando el ſuceſſo para enveſtirlos. Fue el primero D. Duarte, que con valiente reſolucion ſe echò al agua, i los demàs en ſu ſeguimiento; però los Moros empeçando a defender la ſalida, los dexaron paſſar libremente; i fiandoſe en el numero, los acometieron por todas partes, con muchas algazaras, i gritos, que manifeſtavan ſu alegria. Duraron con eſto porfiadamente en la eſcaramuça, aunque tan confuſos, i ſin orden, que le pareció a D. Duarte poca gloria el desbaratarlos, ſino fueſſe con exceſsivo daño. Venciò al fin, degollãdo màs de cinco mil; i los otros juzgando, que no havia coſa impoſsible, ni dificultoſa, a gente tan determinada: deſempararon el campo, huyendo a toda furia. Con eſta victoria ganò D. Duarte gran reputaciõ, i nombre, por la prudencia, valor, i acuerdo, que moſtrò en ella. Antes de entrar en Ceuta, quiſo D. Sancho de Noroña, que D. Duarte le armaſſe cavallero, honrãdoſe tanto de ſer ſu ſoldado en aquella ocaſion, que rompió en alabanças ſuyas. Eſcuchòlas D. Duarte con gran templança, confeſſando dever todo a ſu valor, i al de ſus compañeros (que aſſi llamava a ſus ſoldados) i pidiendole, dexaſſe aquel acto para el Conde: no lo conſentiò D. Sancho; antes bolviendo a inſtar con palabras màs encarecidas, ſe apearon, i le armò cavallero, haviendo entre ambos grãdes cumplimientos, i pocas ceremonias, en q̃ moſtraron modeſtia, hidalguia, i valor.

(6) La notable conformidad deſtos dos cavalleros, ſe turbò deſpues a bien pocos dias, por culpa de D. Sancho, i ſolicitud de los embidioſos de D. Duarte; los quales procurarõ tomarle por cabeça de ſus quexas; i el cevandoſe en ellas, moſtrò la ambicion, que haſta alli tenia oculta; i como es vicio, que no guarda ley, ni tiene fin, ni termino; deſde entonces començò a ſer enemigo, quaſi deſcubierto, de D. Duarte; creciendo el odio con los tiempos, i la emulacion con los ſuceſſos. Deſte paſſado, que referimos, ſe originarõ eſtas enemiſtades, porque algunos fronteros afrẽtados de ciertas palabras aſperas, con que D. Duarte vituperò los cobardes en aquella ocaſion; pareciendoles, que pues lo eran, no hablava[39] con otros: fomentaron la embidia, cõ que muchos cavalleros miravã la continuacion, i excelencia de ſus victorias: i entre todos induzieron a D. Sancho con adulaciones, i engaños; que ſiempre ſuenan bien en los oydos del ambicioſo. Dezianle, que ſu calidad no ſufria mando ageno, i mucho menos ſu esfuerço: que razon havia para ſalir al campo a la obediencia de D. Duarte; q̃ las canas, autoridad, i oficio del padre, aũ parecia duro, q̃ le preſidieſſe, quanto màs un moço poco apaſible. El lugar de caudillo ſuyo, ſolo a ſu Rey ſe devia, no a un ſoldado, a quien igualauan todos los que eſtavan en aquella plaça; haviendo muchos, que lo excedian en la edad, i experiencia; que ſi el valor dava ventajas, no era menos el de Don Sancho, antes mui ſuperior; que con eſto no era juſto, que ſufrieſſen ver uſurpar la gloria de ſus hechos, a un mancebo, que a penas tenia años baſtantes para empuñar la lança, quanto màs el baſton. Deſcubrieron con eſto los intentos del padre, i el eſtado, en que eſtava, de quebrantado, viejo, i impedido. Perſuadianle a que la ſuceſsion de aquella plaça competia por derecho, i razon a D. Fernando de Noroña ſu hermano, i que era bien atendieſſe, a que no quedaſſe defraudado de la herencia, ſiendo ſu muger la hija mayor, legitima heredera del Conde Don Pedro: que a no ſer eſto, màs ſe devia a Doña Leonor ſu hija ſegũda, para dote de ſu caſamiento, que a D. Duarte moço, i ſin meritos. Tuvo eſta ſeñora noticia de la conjuracion, i con la codicia de muger, que de ordinario ſon faciles a vencerſe de ſu interes; començò tambien a ayudar a los embidioſos, contra ſu hermano. Al principio hallò repugnancia en el padre; deſpues entendiendo la confiança, que hazia de un medico ſuyo Iudio, que vivia en ſu ſecta, el qual con el engaño de la religion, tenia otros muchos de entremetido, i palabrero; como era mui acepto al Cõde, porq̃ le governava la ſalud q̃ es el maior biẽ de la vidatorciòle D. Leonor, a q̃ introduxeſſe ſu pretẽſiõ en el animo del Conde. Allanólo el Iudio cõ ſus traças, i obligólo a que deſpachaſſe al Rey D. Duarte, un criado ſuyo ſolamente a pedirle de merced la tenencia de Ceuta, para la perſona, que caſaſſe con Doña Leonor.[40] Para eſta menſaje eſcogiô Doña Leonor un hombre mui a ſu propòſito, llamado Vaſco Dois, que demàs de haverla criado, pendia de ſus acrecentamientos, i tenia ingenio, i entendimiento aplicado para ſemejantes caſos, i prompto para qualquier maldad. Llegò, pues, a Lisboa, i dando una carta de creẽcia al Rey, propuſo la peticion del Conde, encareciendo entre ſus grandes ſervicios, virtudes, i partes de Doña Leonor ſu hija, condenando juntamente las faltas de capacidad, prudencia, i valor de D. Duarte, moſtrando gran dolor en repetirlas, i que a màs no poder lo hazia, ſolo por el zelo, que devia guardar al ſervicio de ſu Rey, i ſeñor. Fundôſe en eſto lo principal de la pretenſion; por que el Rey ſiempre ſe havia moſtrado mui affecto a las coſas de D. Duarte, i para deſcõponerlo deſta aficion, fueron neceſſarias tantas diligencias; aunque el amor de los Principes es màs facil a mudarſe, q̃ el de los otros hombres, principalmente quando ſe trata de ſus conveniencias, que ſon las cauſas, que más los perſuadẽ. Eſtrañò el Rey la reſoluciõ del Conde, porque le havia oydo por vezes lo contrario, i las relaciones, que de contino venian de Ceuta, ſolo de D. Duarte hablavã, i de ſus hechos; i era cierto, que el Conde no diô lugar a que vituperaſſen al hijo, aunque conſentiô en el penſamiento de Doña Leonor. Peró examinando el Rey con maior advertencia, a Vaſco Dois, de todo lo q̃ paſſava, aunque hallò en ſu informacion grande conſtancia en lo propueſto, arguyendo della alguna verdad; ſe deliberò, con todo, a no conceder por entonces al Conde lo que pedia, haſta enterarſe de todas las dudas; maiormente quando determinava, en caſo, q̃ fueſſe cierta la inhabilidad de Don Duarte, dar Ceuta a D. Fernando de Noroña, pues de yerno a yerno ninguno havia, que la merecieſſe mejor que el. Mandò al Conde, que le embiaſſe a ſu hijo para verle; porque queria deſengañarſe por ſus ojos, de lo que, quiçá, ſe engañava por los oydos. El deſabrimiento deſta reſpueſta ſoſſegò a Doña Leonor de ſus imaginaciones; i el Conde, aunque deſſeava darle guſto, porque era el govierno de ſu vida, i caſa; con todo amava mucho a D. Duarte; i aſsi holgòſe, aunque interiormente del[41] deſpacho del Rey; i determinando embiarle el hijo, lo deſviò D. Leonor, por no ſe deſcobrir la paſsion, i engaño, con que ſe havia informado a un Rey, en cuya preſencia ſe deven tantas verdades, i ſe dizen tan pocas. No hallo, que deſte negocio tuvieſſen noticia los contrarios de D. Duarte; porque fue hecho en gran ſecreto; però igualmente creſcia la fama del, que la embidia dellos; porque los animos una vez mordidos deſta ſierpe ponçoñoſa, mal ſe quietan, ſino con la muerte del que aborrecen: i es cierto, que el embidioſo es el maior enemigo, que tiene la miſeria humana, pues acuſa a la virtud por los medios, que no la alcança, haziendoſe inferior del embidiado; confeſſando excelencias dignas de que ſe deſſeen, ſiendo vltimamente tan ignorante, que ſaca daño para ſy del bien ageno.

(7) D. Duarte tomò en aquellos dias a Benagara, poblacion grande de la ſierra de Benifilet, de donde traxo gran copia de ganado, con otro mucho deſpojo. Iuzgòſe eſta jornada por de mucho rieſgo, i fortuna; i añadiòle eſtimacion la malicia, con que algunos dizian, que las rezes de aquel lugar tenian màs puntas, que las de la ſierra de Mexequiſe, como burlando del ſuceſſo. No entró en el Don Sancho, porque deſcubiertamente rehuzava ſalir en eſtas entradas, ſubordinado a Don Duarte; i el Conde, aunque ſentia eſta diuiſion, diſsimulava, feſtejando las felicidades del hijo; mas Don Duarte con maior ſufrimiento, i prudencia todas las vezes que ordenava alguna ſalida, aviſava a Don Sancho, para que eſcogieſſe lo que le eſtuvieſſe mejor; i deſta ſuerte, aunq̃ le dava ocaſion a la embidia, le procurava tẽplar el odio: mas ſon eſtos vicios inſeparables, i no es buen camino de atajarlos, quando los embidiados logran la honra con proſperidades.

(8) Reſultaron deſtas tanto miedo en los Moros, que no ſe dando por ſeguros los de la comarca, i ſierras de Tetuan, Mexequiſe, i Benamade, trataron de rendirſe al Conde, i bivir de paz en ſu proteccion, dandole un moderado tributo de ſus coſechas. Porque con eſta fingida libertad, querian diſculpar la ſervidumbre verdadera. El Conde[42] no admitiò el partido, porque pidiò le pagaſſen todo el quinto de los frutos, que cogieſſen. Los Moros entonces bolvieron a las armas, incitados con la deſeſperacion; i aunque el Rey advertidamente no reprehendiò al Conde, por la eſtima, en q̃ le tenia; ſin duda quedó ſentido, de q̃ negaſſe amparo a los afligidos; por ſer eſte el modo de maior utilidad para las conquiſtas; pues del buen acogimiento, que ſe haze a los conquiſtados, ſiendo voluntariamente rendidos, ſe grangea muchas vezes màs, que con las armas, cuyos ſuceſſos ſon varios, i peligroſos. Deſta vez bolviò ſobre Tetuan Don Duarte; i ſi bien la hallô ſin gente, puſo por tierra ſus edificios, que eran muchos, i mui hermoſos; por no dexar aquel padraſto en pie, en caſo que los Infantes fueſſen ſobre Tanjar; ſiendo aquel el camino donde pudieran los Moros facilmente impedir el paſſo al exercito, ſuſtentando aquella ciudad.

(9) Acabòſe eſte año con lutos en Portugal, haviẽdoſe comẽçado cõ fieſtas, i fue la cauſa, ſaber el Rey la priſion, i rota de los Reyes de Aragon, i Navarra; el Infante Don Henrique, ſus cuñados, hermanos de la Reyna Doña Leonor ſu muger. Eſtes Principes entraron en Italia con una poderoſa armada, ſobre la pretenſion, que tenia Aragon al Reyno de Napoles, por la adopcion de Iuana Reyna ſuya. Sucedioles infelicemente: fueron preſos, i desbaratados por Genoveſes, i por Phelipe Maria Esforcia Duque de Milan; que recelando el poder Aragones, tan vezino a ſus eſtados, defendieron el Napolitano, en favor de Iuana; i ultimamente el de Milan, con nueua conveniẽcia, reſtituyô la libertad al Rey Don Alfonſo de Aragon, i le ayudò a cobrar a Napoles: de donde fue deſpues Rey pacifico. Portugal entonces hizo alegrias publicas, aunque duraron tan poco, que ſervieron de afligir màs al Reyno.

(10) Por eſte tiempo bolviô el Conde de Ouren del Concilio de Baſilea, que ſe comẽçò en Ferrara, i concluyò en Florencia; ſobre la union de las Igleſias Latina, i Griega. Aſsiſtiò el Cõde como embaxador extraordinario del Rey (q̃ era ſu tio, hermano de ſu padre)[43] i el Papa Eugenio agradecido al cuidado del Rey, le concedio la Cruzada para la cõquiſta de Africa, i facultad, para que los cavalleros militares de las Ordenes de Chriſto, i Avis, pudieſſen legitimamente caſar abſolviendolos del voto, que primero hazian de caſtidad, que quedò en el conjugal. No tuvo effecto eſta gracia, haſta el reynado de Don Manuel, que nuevamente la impetrò, porque no ſe expedieron Bulas dello por falta de dinero. De otra haze mencion Ruy de Pina, tambien olvidada, i que nunca ſe puſo en pratica: i fue, para que los Reyes de Portugal ſe pudieſſen coronar, i ungir de la manera que lo uzavan los de Francia, i Inglaterra. Huvo ſciſma entonces en la Igleſia, q̃ tardò en deshazerſe los fines de Eugenio, i de Martino ſu ſuceſſor. Però llegando el de Nicolao tercero, por la renunciacion de Felix (q̃ havia ſido Duque de Saboya, hõbre de buena vida, i con favor de Milan, i otros potẽtados ſe llamò Põtifice) ſe compuſo todo, i apaſiguaron diſcordias, que ya amenazavan la paz, q̃ havia entre los Principes Chriſtianos, quebrantada ſiempre por eſtas cauſas.

(11) En los principios del ſiguiente año de mil quatrocientos i treynta i ocho, metió D. Duarte a ſaco las villas de Benamade, i Caudil, vezinas a Tetuan, pueſtas en ſu termino; ſalió en ſu defenſa un Moro Xeque dellas de grande valor, i opinion, por nombre Bucar Caudil: matôlo en ſingular batalla; alcançando dos victorias ſeñaladas en eſte dia, de particular eſtima, i gloria: fueron baſtantes para que Tetuan temeroſa deſtos ſuceſſos, cõ el miedo de los nueſtros, ſe deſpoblaſſe de todo, desẽparãdola ſus moradores; haziẽdo la fama, lo q̃ haſta alli no pudierõ las armas: ſi bien es cierto, q̃ las que ſe apercebian en Portugal, dieron tambien cauſa a eſte miedo: porq̃ ya ſe ſonava en Berberia, q̃ los Infantes paſſavan a ella con grande poder, a cõquistar Tanjar. El fin deſta jornada fue tan deſaſtrado como el principio. Referirlo hemos en ſuma, porq̃ ſe hallo en el D. Duarte, en cuyo diſcurſo de vida, fuerõ notables las coſas, que ſucedierõ a eſte Reyno de bien, i de mal; porque era el tiempo de ſu virilidad, donde los animos andavan màs ambicioſos de virtud, i de imperio; que es lo que màs[44] vezes ocaſiona a ſemejantes ſuceſſos. Antes que ſe reſolvieſſe eſta empreſa por Agoſto, pariò la Reyna una hija, que llamaron del nombre de ſu madre; que deſpues fue muger del Emperador Federico tercero.

(12) Aunque es verdad, que no ſe puedẽ prevenir los acaecimientos con certeza, por màs que ſea grande la pratica, i la prudencia (porque ſon llenas de tenieblas, i confuſion, las coſas de los mortales) todavia los grãdes hechos no ſe han de emprender ſin grãdes fundamentos; deviendo ſer guiados con mucha conſideracion, i conſejo; porque el impetu, i la temeridad los atropella, i desbarata. Tuvo eſta reſolucion mucho de arrojada: porq̃ pueſto que el Rey gaſtò màs de un año, en conſultas, i preparaciones; no eſcuchava cõtrarios pareceres, ſiendo los acertados; falta ordinaria de los Principes, q̃ dã a la adulaciõ mejor ſemblante, que a la verdad. No faltò quien ſe la dixeſſe deſcubiertamente; mas importava poco, por no ajuſtarſe a ſu guſto; ſobre muchos pareceres diverſos, ſe aſſentò la empreſa de Africa. Fueron los autores, q̃ la fomentaron, i la concluyeron los Infantes, D. Henrique, i D. Fernando, por màs que D. Pedro, D. Iuan, i el Conde de Barcelos, la contradixeron prudentemente. Eran eſtos cinco hermanos del Rey; aunque cada uno de por ſy, de ſingulares meritos, i prudencia; mucha parte, para que el Reyno eſtuvieſſe en miſerable eſtado; porque dividido en tantas grandezas, deſluſtravan en algo la Real, conſumiẽdo el patrimonio, de ſuerte q̃ quando más eſtirado, llegava a lo forçoſo de los gaſtos, ſin dar lugar a lo voluntario; de manera que el Rey tenia hermanos para aconſejarſe, mas no para enriquecerſe; porque la bondad dellos màs le ſervia de deſaſsoſsiego, que de aumento. Gozava paz con caſtilla, i alianças con Inglaterra, Francia, i otros Principes de la Chriſtiandad; però los ſubditos, no ſufrian bien eſte ocio, i peor los Infantes, porque andavan mendigãdo eſtados: no les ſufriendo ſu altivez vivir como particulares. El primero, que habló en eſto, fue D. Fernando màs moço, i màs pobre; ſeguiòlo D. Henrique, por brioſo, i aficionado a cõquiſtas, i en particular a la de Africa, porque ſiempre que paſſó a ella, bolviô victorioſo; de[45] que ſe prometia, nadie le podria hazer reſiſtencia, ſucediendole todo igualmente; aſsi lo poſsible, como lo mui dificultoſo, con mucho, ò poco aparejo: porque haſta la proſperidad, en q̃ eſtava Ceuta, con las victorias del Cõde D. Pedro, i ſu hijo, le dava animo, i eſperãças. El deſſeo deſtes Principes era ganar Tanjar; i el Rey conſiderando, faltava gente, dineros, i armas, q̃ ſon los fundamẽtos de la guerra; dificultóla al principio. Deſpues tornò a trabajar, i enflaquecer los ſubditos cõ pedidos, i tributos, q̃ es ſiẽpre el ultimo ſocorro de los Principes, aunq̃ muchos le hazen el primero. Diziaſe con eſto, que en guerras voluntarias, i en que los pueblos no entran a defenderſe, ſino ſolamente a ofender, por el guſto del Principe, no podiã ellos imponer eſtas cargas legitimamente, aunq̃ la guerra fueſſe juſta; q̃ no ſiendo euidentemẽte neceſſaria, en todo el peligro manifieſto, q̃ metieſſen a los vaſſallos, de que pudieſſen ſeguirſe muertes, i daños, pecava el Principe grauemente. Eſta advertencia ſin otras de no menos conſideracion, tuvo el Rey Don Duarte. Perô no ay gente, que más facilmente atropelle la razon, i el derecho, que los poderoſos, donde ſe atravieſſa algo de guſto, ò paſsion propria. Divulgòſe luego la empreſa, que haſta eſto ſe errò; porque es el ſecreto, el alma de los negocios, que deſvia las prevenciones contrarias, maiormente en tales caſos. Comẽçarõ los inconvenientes a crecer cõ las preparaciones: porq̃ demás de ſer cierto, q̃ en los grandes movimientos ſiẽpre ſuelẽ ocaſionarſe grandes dificultades. Vn Reyno acoſtũbrado largo tiẽpo a tener paz, ſuele faltarle todo lo neceſſario para la guerra. Aliſtaronſe luego quatorze mil hombres, i al punto de la ocaſion ſe hallaron ſolamente ſeis mil, mal armados, i poco ſatisfechos: rieſgo, q̃ ſe corre ſiẽpre en jornadas mal diſpueſtas. No ſucediô paſſo en eſta, q̃ no fueſſe preſagio de ſu infelicidad: i parece, q̃ Dios la iva impidiẽdo por los medios miſmos, con que el Rey la preparava. Llegaron los Infantes Don Henrique, i D. Fernando, a Ceuta a veynte i dos de Agoſto de mil quatrocientos i treynta i ſiete; año el màs fatal, i calamitoſo, que tuvo deſde ſu principio eſta corona; porque diò cauſa, a q̃ mucho deſpues no enxugaſsẽ las lagrimas, de[46] que aun oy duran las ſeñales.

(13) El Conde D. Pedro, ni D. Duarte, no aprovaron la reſolucion de los Infantes; aunque como los vieron en Ceuta los hoſpedaron con mucha grandeza, i fauſto; mas deſpues que praticaron largamente ſobre el intento, deſconfiaron de poder atajarlo. Salió D. Henrique la buelta de Tanjar, i ſin contradicion alguna, llegò a ponerla cerco por mar, i por tierra. El Conde offreciôſe para acompañarle, perô el Infante lo rehuzò, por verle mui enfermo; i en ſu lugar llevò el guion Real D. Duarte, como Alferez maior. De lo noble, i iluſtre de Portugal, no faltò perſona en eſte exercito: porque el Infante D. Henrique, como Principe bien quiſto, i grande favorecedor de la nobleza, le amavan todos ſingularmente, tanto por lo que entereſſavã, quanto por ſus virtudes, i aſsi le ſiguierõ muchos: i aunque voy recopilando el ſuceſſo, es digno de memoria, lo que cuenta Ruy de Pina, acerca de los eſtandartes, que los Portugueſes entonces vſavan traher en ſus exercitos, para esforçar los animos, i excitarlos a la imitacion de quien llevavan delante de ſus ojos: al guion Real, ſiguian el de la Cruzada; una imagen de nueſtra ſeñora: el ſanto Leño, i otras Reliquias; luego los retratos del Rey D. Iuan el primero; del Condeſtable D. Nuño Alvarez Pereira; ſingular hõra para ſus deſcendientes, i no para olvidar en los ſiglos venideros.

(14) Los Moros entretanto, con el miedo del grande poder, que trahian los Infantes; que la fama hazia mucho maior del que era, guarnicieron a Tanjar con ſiete mil hõbres; i llamando otros ſocorros por toda Berberia, acudieron a ſu defenſa de diverſas partes, haſta diez mil cavallos, i noventa mil de a pie. Antes que entraſſen la ciudad, quiſo el Infante darles batalla; ſaliò de los alojamientos, con ſus banderas tendidas, provocando al enemigo; i deſpues de haver eſtado tres horas en orden de pelea, le acometiô, i hizo retirar, haſta bolverlos a ſus quarteles. Al otro dia tornaron a dar ſegunda viſta los Moros en maior numero, por amedrentar los Chriſtianos: però en varios recuentros, q̃ acometieron en treynta i ſiete dias, que duró eſte ſitio, ſe ofrecieron caſos raros, i coſas[47] admirables, i grandioſas. Notaronſe milagros; i ay quien afirme, que al quinto dia del cerco, en que los Portugueſes ſe avantajarõ de ſus quarteles, con grande mortandad del enemigo; apareciò una Cruz blanca en el cielo. Deſpues deſcanſando los nueſtros dos dias, dieron un aſſalto porfiado a la ciudad; i queriendo ſegundar el Infante, ſe hallò cercado de los Reyes de Fez, Marruecos, Beles, i Tafilete; que con liga univerſal, por bien de ſu religion, i eſtados, havian juntado un poder immenſo, para echar los Portugueſes de Africa. Defendieronſe con notable esfuerço, mientras la neceſsidad no diò otro combate màs furioſo, i cruel, que el de los Barbaros, que era cõtinuo ſin ceſſar una hora: porque la gente inumerable ſiempre llegava de refreſco. Apretava a los Portugueſes no menos la hambre, que el enemigo: comieron todas las beſtias, ſin que la neceſsidad preciſa de la guerra exceptaſe los cavallos: vino a faltarles agua; porque los poços de que a coſta de ſu ſangre, podian ſacar alguna; eſtavan por los enemigos llenos de coſas aſqueroſas, i hediondas; i deſta ſuerte tanto los trabajava la ſed, como la hambre. En tan eſtrema eſtrechura aconſejaron al Infante eſcuchaſſe ultimamente los partidos, que los Moros offrecian; deſengañados de vencer gente tan determinada a morir; i aunque no muy decentes; cargavale el pezo de conſiderar, que havia ſido cauſa de aquel deſacierto, donde acabava lo màs iluſtre de Portugal. Llegò tarde el arrepentimiento, como en las coſas mal conſideradas de ordinario ſuele ſuceder. Tambien le acuſava la conciencia en no haver obedecido la Orden del Rey. Aſsi que ſobraron coſas en eſta jornada, que la ayudaron a ſu mal ſuceſſo. El que tuvo fue, concluyr el Infante, que dexandole los Moros la mar libre para embarcar ſus gentes ſe obligava a entregarle Ceuta; para ſeguridad dello, dió en rehenes al Infante Don Fernando ſu hermano; i en teniendole los Barbaros en ſu poder, bolvieron a combatir los nueſtros, los quales deſeſperados con el impetu, i deſſeo de ſalvar las vidas, ſe hizieron con las armas, paſſo haſta que ſe embarcaron, i llegaron a Portugal con perdida de quiniẽtos ſoldados, i entre[48] ellos ocho fidalgos, muriendo mâs de quatro mil de parte del enemigo. Quedó con eſto el concierto roto, i el Infante D. Hẽrique ſin obligacion de cumplirlo, tomãdoſe por cauſa para no entregar a Ceuta; ſiendo la coſa de que màs ſe hablò en aquellos tiempos, i en que el Rey conſultó al ſacro Collegio, i a todos los Principes de la Chriſtiandad, i tuvo el fin, que ſe verà.

(15) Sirvio en eſte laſtimoſo cerco, D. Duarte, con valor conocido, i brio ſingular, en los pueſtos de maior peligro. Pero antes, pocos dias, que ſe alçaſſe, lo forçò el Infante, biẽ a pezar ſuyo, a que fueſſe a Ceuta a ver al Conde ſu padre, que con grandes inſtancias le pidiò al hijo para encomendarle ſus coſas, antes que murieſſe. A eſta ſazon eſtava en lo ultimo de la vida, porque ſe le aumentó la enfermedad, deſpues que paſſaron los Infantes a Tanjar; ó fueſſe tambien con la pena de aquel ſuceſſo: ò por los males, que le obligavan a eſtar ſiempre en cama como tollido. Llegò a Ceuta D. Duarte, i hallò al Conde quaſi eſpirando; però con tan entero juyzio, i firme entendimiento, que deſpues de haver confeſſado muchas vezes; recebido el Viatico, hecho teſtamento, i todos los actos, que devia un ſeñor Chriſtiano, i prudente: llamó al hijo, i le hablò delante de ſus criados, deſta ſuerte.

Eſtas ſeran (hijo mio) las ultimas advertencias, que oygas de mi boca; i por eßo imagino de tu obediẽcia, que eſtudiarâs por ellas ſiempre, pues deves a mi amor, i cuidado todo eſto reſpeto. Trabajê quanto pude, porque heredaras mi caſa, i oficio: no lo permitiô el cielo, quiçâ por hazerte mâs honrado; pues la verdadera felicidad, es parecer digno della; en lugar deſta herencia, (que es tan de la fortuna) te dexo otra del animo, que es de maior estima, conforme la opinion de los Sabios: los quales tienẽ ſolo por buenas las coſas honeſtas, i por malas las cõtrarias; i ninguna de las que no tocan al alma, como el poder, riqueza, i otras cuẽtan entre bienes, males. Reconocido[49] pues del beneficio, que te ha hecho Dios, procura darle continuas gracias, i obligarle con ellas, a que no te deſampare: pues el primer grado de la honra, es amar a Dios, i ſeguir a la virtud. Criête en ella deſde niño, cumpliendo con el oficio de buen padre. Solicita pues aora no errar eſte camino, que tan adelante llevas, pues te lo tienen tan facilitado el exercicio, i tu buena naturaleza. Con el zelo de la Religion acompaña al de la fidelidad, que con tantas razones de ſubdito, i cavallero deves a tu Rey, i a tu patria. Ambos ſon dueños de tu vida, aſsi que a ſu diſpoſicion eſtà que vivas, o no, honrado. Por donde no conviene, que examines ſus mandamientos, pues no le toca al ſubdito, más que la obediẽcia. En la preſteza de la execucion has de moſtrar tu hidalguia, i valor. En los particulares de tu eſtado poco tengo, que amoneſtarte, pues elegiſte el de ſoldado, donde en tus cortos años llegaſte a conocer la diſciplina, q̃ a penas ſe puede aprẽder en muchos. Entretanto, q̃ tarda el premio, ſeguirâs la corte de tu Rey, tomãdo, ſus acciones por regla de tus merecimientos; porque quanto en otras ſe enseñan vicios: es en la de Portugal virtudes. Verás muchos dechados dellas, pues no ay Infante de los nueſtros, que no ſea un perfecto Principe; gran dicha de los virtuoſos, i vẽtura de los tiẽpos. Cõviene agradarlos igualmẽte, por más que la inclinaciõ te lleve a ſeguir a alguno. Dexarâs cõ las armas el parecer ſoldado, por ſer nombre faſtidioſo a los palacios; mas ni por eßo te entregues de manera a la Corte, q̃ no te puedas librar de ſus daños. Advierte hijo, q̃ mâs crueles enemigos te eſperã en la paz, q̃ en la guerra: peligrarâs, ſino andas aduertido,[50] porq̃ haziendo menos ruido por domeſticos, tienẽ maior poder en los animos, i cõ mucha facilidad lo eſtragan, i arruinan. Entras en ella mãcebo, brioſo, criado en otros exercicios mui diferẽtes de los q̃ alli ſe uzã. Luego acudiran tus iguales a deſvanecerte. Con ellos, ni ſeas ſingular, ni facil; cuerdo, i agradable ſi; porq̃ no te murmurẽ, ni deſprecien. Para cõverſar familiarmẽte buſca los buenos; guardãdote de los q̃ tienen opiniõ de malos, no menos q̃ de ſerpientes, cuya amiſtad inficiona mâs q̃ ſu veneno. Por eſte medio alcançaràs buen nõbre, i la gloria de ſer bien quiſto; no deſeſtimãdo la aclamaciõ publica, aunq̃ no ſiẽpre juſtificada. Huiràs los q̃ condena, i aborrece, pues en ſu cõpañia haſta tus buenas partes ſerã defectos. Vltimamente te acuerdo, q̃ la corteſia, agrado, modeſtia, i liberalidad, ſon las coſas, que mâs dominan los coraçones: ocultã faltas, i diſsimulã liviandades. Eres moço, tẽdras algunas, en q̃ la edad ſea màs culpable, q̃ la razõ; bueno es hazer de manera, q̃ quien las murmurare, en tu exterior, i ſemblante vea lo cõtrario; porq̃ no ay deſdicha, q̃ ſe iguale al ſer hypocrita de vicios; quãdo la nobleza es parto de la virtud exercitada; la qual con obras ſe conserva, i ſin ellas ſe pierde.

Dictò el Cõde eſtos, i otros preceptos, con el coraçõ tan ſeguro, i el ſemblante tan alegre, que no moſtrava el peligro, en q̃ eſtava. Bolvió a echarle ſu bendiciõ, i encomẽdarle màs a ſolas la cõpañia de D. Leonor ſu hermana: el amparo de la familia: la correſpondencia dalos amigos. D. Duarte a todo, ya q̃ no pudo hablar con lagrimas, con el animo le prometiò no olvidarſe de ſus mandatos. El Conde entonces buelto a Dios, pueſtas las manos, con evidentes ſeñales de ſu ſalvaciõ, eſpirò en los fines de Septiẽbre, deſte año de 1437 a los ſeſenta de ſu edad, i de ſu generalato[51] veynte i dos, q̃ fue el tiempo, que governò a Ceuta, con guerra tan prolija, i porfiada, q̃ no devo callar una coſa maravilloſa, que encarece bien el rieſgo della, i el valor deſte cavallero; i es, q̃ traxo diez i ſeis años continuos una cota veſtida, ſin deſnudarla de dia, jamâs de manera que llegô a rompella, como ſi fuera un jubon ordinario por muchas partes.

(16) Alcançò todas las calidades, que ſe requieren para un perfecto capitan, no deſdeñando las de corteſano, i ſabio, en que fue excelente, con muchas letras, erudicion, i noticia, mezclando otras virtudes del animo, q̃ lo igualaron a aquellos iluſtres varones, que los antigos celebran por maiores. Fue cazado quatro vezes: la primera, con D. Margarita de Miranda, hija de Don Martin Alfonſo de Miranda Arçobiſpo de Braga, Primaz de las Heſpañas: ſingular matrona de meritos, calidad, i riqueza. Tuvo della dos hijas, de q̃ ya hizimos mencion, q̃ la maior, i heredera caſó con D. Fernando de Noroña, ſegundo Cõde de Villa Real, progenitor de los q̃ oy cõ titulo de Marqueſes deſta villa, i Duques de Camina, ſucedieron en ſu nõbre, valor, i grandeza. Fue D. Leonor la ſegunda, i tratada a caſar con D. Fernãdo primogenito del de Barcelos; murió ſin cõſeguirlo; peró ſin embargo de lo que havemos contado, que hizo cõtra D. Duarte, tuvo excelencias de gran ſeñora, i tanto amor a ſu padre, que ſe mandò enterrar a ſus pies; aunque la deſdora en algo el rancor, que ſiempre moſtrô a ſu hermano; pues en el teſtamento, que hizo, i oy ſe guarda, excluye de ſu herencia, muriendo ſin hijos, los de D. Duarte, i toda ſu linea; llamando los de ſu hermana menor Doña Beatriz, de quien deſcienden los ſeñores de Mafra, i Ericeira. Tal es el odio, quando ſe arraiga entre deudos.

(17) Casô deſpues el Conde ſegunda vez cõ una ſeñora Coutiña, hija de Gonçalo Vazques Coutiño Mariſcal deſte Reyno, q̃ muriò antes de efectuarſe el matrimonio. La tercera fue con hija de Hernando Martines Coutiño, de la qual huvo D. Beatriz, que casô con D. Fernando de Vazconcelos, hijo de D. Alonſo, ſeñor de Caſcais, que era baſtardo del Infante D. Iuan, uno de los hijos delRey D. Pedro, i de Doña Ines de Caſtro.[52] Deſtos cavalleros procede la caſa de Monſanto: el quarto, con la heredera del Almirante Miſer, Emanuel Peſaña, de que no quedò ſuceſsion: ſin eſtos tuvo màs dos hijas ilegitimas, una que ſe llamò Doña Iſabel, i fue muger de Ruy Gomes de Silva, Alcaide de Campo Maior, i Ouguela; decendiente por varonia de D. Gutierre alderete de Silva; q̃ fue el primero, que deſte apellido entrô en eſte Reyno; donde tuvo gran lugar, i nõbre. Quedaron ſus herederos por cabeças deſta familia, como lo era Ruy Gomez; i naciẽdo deſte matrimonio D. Diego de Silva (que a reſpeto de ſu madre, ſe añadiò tambien Meneſes) diò principio a los Condes de Portalegre; Marqueſes ya de Gouvea: de Doña Aldonça de Meneſes, ſegunda hija natural del Conde: fue marido primero Ruy Noguera, noble cavallero, i rico, Alcaide de los Alcaceres de Lisboa: i muriendo ſin ſuceſsores, casò con Luys de Azevedo, de igual calidad, i rẽtas, Preſidente de hazienda (llamanlos Veedores los Portugueſes) i entonces dexò una hija unica, en quien inſtituyò un maiorazgo, con obligacion de llamarſe Meneſes; i fue muger de Iuan Rodrigues de Sá, ſeñor de Sever, que ſon calificados progenitores de los Condes de Matoſiños, i Penaguion, Camareros maiores de Portugal. Pareciòme dar eſta noticia de la iluſtre poſteridad del Cõde D. Pedro, por quan eſtendida yaſe en nobleza principal deſte Reyno.

(18) Fue ſu muerte contada tambien entre las infelicidades del Rey D. Duarte; porque en ſu valor, prudencia, i edad, conſideravã los Portugueſes el arrimo principal, en q̃ ſe fundava la guerra de Berberia, la qual temian aora con maiores veras, viendo, que la liga de los Principes Moros aun no eſtava deshecha, i la reputacion Portugueſa aventurada a perderſe facilmente: ſi aquellos barbaros ſupieſſen gozar del eſtado preſente, diſcurriendo caſi como vencedores por los campos de Ceuta; ſiendo cierto, tras un yerro ſuceder otros, con que el enemigo ſe mejoraria, i nueſtras coſas ſe debilitaran, perdiendo mucha parte de la reputacion, que las hazia temeroſas, i veneradas. D. Duarte al fin ceſſando en el llanto, en que fue mui continuo, notãdo començava ya a experimentar la falta de[53] ſu padre en ocaſion tan apretada; procurò no deſemparar aquella fuerça mientras no llegaſſe Don Fernando ſu cuñado, a quien elRey la havia encomẽdado con el titulo de Cõde de Villa Real, luego que muriò el ſuegro; vino, i entregóſela con tanta conſtancia, que no ſe puede juzgar, ſi lo havia ſentido, ò no; porque ſu modeſtia, aſsi como deſcubrió grã valor en los ſuceſſos proſperos, moſtrava ſufrimiento en los adverſos. Diſpuſo ſu jornada a Portugal, en compañia de D. Leonor ſu hermana; però no ſe effectuó en quanto durarõ las amenazas de la liga; i como hazia hõra ſolamente de ſervir a ſu Principe; lo primero que atropelló fue ſu conveniẽcia, i luego la autoridad, poniendola en el zelo de no huyr al peligro, ni dexar coſa por hazer, que fueſſe de ſu obligaciõ. Los Moros entretãto aguardãdo a ver lo en q̃ parava la entrega de Ceuta, derramarõ ſus gentes por Africa; i el de Fez, quedãdoſe cõ la perſona del Infante, haziẽdole mil caricias, i buenos tratamientos, lo dexò en poder del Alcayde de Arzila para eſte efecto, i ſe bolvió a Fez.

(19) Con eſto D. Duarte reſolviò partirſe, amediado el año de mil quatrociẽtos treynta i ocho, cõ proſpero viage de quatro dias ſurgiò en Lisboa; i de alli paſsò a Aviz, villa de Alentejo, cõvẽto, i cabeça de aquel maeſtrazgo; donde elRey, con la nueva deſaſtrada de los hermanos, ſe havia retirado, huyẽdo tãbiẽ de la peſte, q̃ por muchas partes fatigava a Portugal, porq̃ tras tantas perdidas, no le faltaſſe eſta; viniẽdo unas ſobre otras. Peró muchas vezes la ceguedad de un Principe no conoce ſus yerros por los aviſos, ni por las quexas de los ſubditos, ſino por los manifieſtos caſtigos de Dios; deviendoſe ſacar dello la emienda, i conocimiento de la templança, i cuidado, con que han de procurar governarſe, para dar buena cuenta de ſu oficio; pues lo es el reynar, i tã trabajoſo, q̃ los Sabios lo juzgan por de grã rieſgo; ſi la vanidad humana no ſuſpẽdiera eſta cõsideraciõ; porq̃ ſi los trabajos de los Reyes no fueſſen acõpañados de las comodidades de ſu grandeza, no havria ſujeto, que lo pudieſſe llevar. Andava elRey inquieto, vagando de un lugar a otro; i con ſer recto, ſabio, i gran catholico, vivia deſaſſocegado, i penoſo; porque la conciẽcia le hazia[54] cargo de los deſaciertos, i daños de aquella empreſa. El Infante D. Henrique cõfuſo, i triſte, parô en el Algarve, i los cavalleros que le acompañavan, entraron en la Corte, con los ſemblantes tan macilentos de la hambre, i trabajos, que paſſaron, i tan cargados los coraçones, i los cuerpos de luto, q̃ elRey començô de nuevo a entriſtecerſe; i ellos por obligarle a ſus deſpachos, con aquellos exteriores, no hallavan premio que hartaſſe ſu ambicion. Ruy de Pina cuẽta, que entre todos fue ſolo Alvaro Vaz de Almada, Conde de Abranches, el que entrô a ver al Rey veſtido de gala, i con diferente trage, i alegria de los otros; porq̃ ſolo en ſus obras virtuoſas hallava el galardon dellas; aũque elRey como ſabia, que las ocaſiones perdidas laſtiman de manera, que caſi no admiten conſuelo, porque falta la eſperança de cobrarlas, i el arrepentimiento llega tarde, i ſin fruto; andava verdaderamente afligido de las dificultades, conſiderãdo en la libertad del hermano, a quien amava mucho, i no dava lugar a otro conſuelo, que hablar de contino en eſte caſo, trayendole tan preſente ſiempre, que vino a ſer gran cauſa de ſu muerte.

(20) Con todo ſe aliviò mucho con ver a D. Duarte, el qual deſpues de bezarle la mano, i entregarle Doña Leonor de Meneſes, ſu hermana (q̃ recogió en palacio) ſin dar quexas, ni ofrecer memoriales de ſervicios, ſe mezclò entre los demàs corteſanos, moderãdo cõ eſtas virtudes la fama militar, moleſta a los ocioſos, moſtrandoſe tan obediente a las advertencias del padre; que la primera accion, que hizo en la corte, fue disfraçar ſus merecimientos; i luego poco curioſo en el traje, i mui comedido en las palabras, ſe compuſo tanto, que los que ſolian juzgar las perſonas graves por ſolas las apariencias, preguntavã, porque era tan nombrado: mas elRey obligado ya de ſu talento, comunicandole muchas vezes ſobre las coſas de Berberia, en q̃ ocupava lo màs del tiempo, i dandole parte de los negocios ſecretos de maior importãcia; yva provando, i aprovando ſu prudẽcia, valor, i conſejo, con que un dia como en ſatisfacion publica le dixo eſtas, ò ſemejantes palabras delante de los Infantes, i otros grãdes, deſpues de referir los muchos ſervicios,[55] que havia recebido de ſu mano.

Don Duarte, mucho pueden vueſtros meritos, pues llegan a obligar a un Rey, a que ſe mueſtre culpado, i arrepentido; ſiendo la coſa mâs indigna de la mageſtad, por lo que arguye de haverſe governado ſin conſejo, i con paſsion; teſtigo es Dios, que no la tuve quando os quité la ſuceſsion de Ceuta, pues ni por darla a un hijo mio lo hiziera; perô llevome a eſte yerro alguna informaciõ menos cierta, que la que es justo ſuene a los oydos reales. En eſto os confieſſo mi culpa, i la condeno, pues di maior credito a una embidia, que a la fama, que me aſſegurava de vos lo que aora veo. El daño es mio ſolamente, pues me quito vueſtra perſona del pueſto, que mâs le ajuſtava: pero mientras no ocupais los muchos, en que eſpero poneros, para ſatisfazerme deſta offenſa, quiero, que aſsiſtais a mi lado, dõde con vueſtro conſejo, i virtud me ſereis de igual utilidad, que en Ceuta. Sus peligros tiene el aconſejar los Principes: no os doi deſcanſo, ſino trabajo, ni premio, ſino merecimiẽto. Los q̃ grangeò vueſtro valor en la guerra cõtinuarâ en la paz vueſtra prudencia: uno i otro conſidero igualmẽte en vueſtro animo, con q̃ me obligais a no reparar en edad tan deſigual para eßo, preciandome de elegiros por conſejero, quando a penas llegais a veynte i quatro años.

Callô, i D. Duarte ſin alterarſe, ni enſoberbecerſe (ſiẽdo los favores de los Principes poderoſos a deſcomponer la modeſtia del eſpiritu màs hõrado) reſpõdio humilde, i agradable.

(21) Iurô con eſto de conſejero, oficio ſiẽpre de grande eſtima, i ſolo de rieſgo en tiẽpo de un mal Principe; poco deſpues le hizo Alferez maior, q̃ vacò por muerte de ſu padre, i le diò en propriedad la tenencia del caſtillo de Beja, ciudad de la provincia de Alentejo, una de las tres chancellerias, que los Romanos[56] tuvieron en la Luſitania, conocida por el nombre de Pax Iulia. A eſtos cargos añadiò algunas rentas, i luego la muger; porque lo caſó con Doña Iſabel de Melo, hija de Martin Alonſo de Melo cavallero mui conocido en las hiſtorias Portugueſas, por ſu esfuerço, i calidad; viuda ya de Iuan Rodrigues Coutiño; el qual no dexando herederos, lo fue D. Iſabel de los bienes libres del primer marido, con que llevò gran dote al ſegundo.

(22) Eſtas, i otras mercedes tuvieron termino con la muerte delRey, que ſucediò a breves dias deſpues, porque ſe cansò la fortuna de ver premiar a un hombre, que lo merecia. Bolviò a picar la peſte en Avis, i elRey huyẽdo della, como de daño irreparable, ſe paſſó a Thomar; conociendo, que aquellas aflicciones eran pregoneros de Dios. Alli enfermò herido deſte mal (a lo que algunos dizen) ſi bien otros le dan por motivo el gran diſguſto, que le cauſó la perdida de Tanjar, i ſaber los malos tratamientos, que padecia el ſanto Infante D. Fernando en ſu cautiverio; porq̃ viendo el de Fez, que ſe dilatava la entrega de Ceuta, i que los Chriſtianos no paravan en ſus correrias penſó reduzirlos con el mal trato, que hazia al Infante, de cuyo fin, i virtudes diremos algo adelante.

(22) ElRey acabo de treze dias de ſu enfermedad, muriò a los nueve de Septiembre, de mil quatrocientos i treynta i ocho, a los quarenta i ſiete de ſu edad: perdida tan general creyeron pronoſticava el cielo eſpantoſo, el año antes, con ſeñales. Vieronſe cometas de exceſsiva grandeza, en diverſas partes. Padeciò el Sol eclypſe el miſmo dia de ſu muerte: en la de ſu coronacion, le avisô un Aſtrologo gran judiciario, i medico, por nombre Guedeja, reynaria poco, i ſiempre infelicemente: fue tan verdadero, q̃ no durò ſu govierno màs que cinco años; ſiẽpre con muertes, i entierros continuos. Los Portugueſes fatigados con tantos accidentes hizieron grandes demõſtraciones en ſu muerte; porq̃ lo contavan entre los mejores Reyes que tuvieron; ſiendo tan ſabio, i virtuoſo, como deſdichado: i quanto es dificil hallarſe un Rey tan bueno, i querido, como el lo fue de ſus ſubditos, tanto màs lamentavan eſta falta, perſuadidos, a que como es merced rara[57] del cielo, un Principe tal, raramente ſe alcançan otros ſemejantes. Dexô de la Reyna Doña Leonor, hija delRey D. Fernando el primero de Aragon, i Cicilia, cinco hijos: el Principe D. Alonſo, que ſucedio en el Reyno, quinto deſte nombre, i el primero, que tomò aquel titulo, en vida del padre; los Infantes D. Fernando padre, que fue delRey D. Manuel: Doña Leonor, muger del Emperador Federico tercero: D. Catalina, que ſiendo deſpoſada con el Rey de Inglaterra, muriò ſin concluyrſe el caſamiento: D. Iuana ſegunda muger del Rey D. Henrique el quarto de Caſtilla. Con tan luzida poſteridad, parece, que el cielo quiſo reſtituir deſpues de muerto, al Rey, las fortunas, que merecia, ſiendo vivo.

(23) Al ſegundo dia de ſu muerte aclamarõ por Rey D. Alfonſo niño de ſeis años en la plaça de Thomar, i luego juraron por Principe heredero, en falta de que no tuvieſſe hijos, a ſu hermano el Infante D. Fernando. Eſta diligencia diſpuſo la fidelidad, i valor del Infante D. Pedro tio de ambos; porque notava como prudente inconvenientes, que ſe atajavan por eſta via, aſſegurando la ſuceſsiò de ſus ſobrinos, quando eſte Reyno eſtava lleno de tantos ſujetos Reales; que facilmente podian aſpirar al ſupremo imperio, guiados de alguna ambicion, i de otras novedades, q̃ por la maior parte ſe ocaſionan en los reynados de Principes moços: tãbien ſe puede preſumir, q̃ la preuencion del Infante, fue neceſſaria para grangear al pueblo, por el amor que moſtrava a los niños; como prendas del Rey D. Duarte, cuya memoria no ceſſavan de llorar affectuoſamente con el dolor reciente de ſu perdida.

(24) Aſsiſtiò D. Duarte en aquel acto, haziẽdolo, ſegũ la coſtũbre de Portugal, cõ grãdes ceremonias; andãdo por las calles la nobleza, i los eſtados: en los lugares màs publicos; rõpẽ el dia antes los eſcudos de las armas reales, por el Principe muerto, cõ grãdes lutos, i lagrimas: i luego al otro dia, veſtidos de gala, i alegria, diziẽdo a vozes: Real real por el Rey de Portugal, ſe apellidã por todo el pueblo; ſiendo en todo Reyno cõ real põpa; en la corte lleva el Alferez maior, el eſtandarte arbolado el dia del alevantamiento. Cumpliò D.[58] Duarte con ſu oficio mui enteramente; i el Infante D. Pedro deſpues q̃ concluyò todo lo q̃ tocava a eſte acto, convocò a cortes para aquel proprio lugar; accion, q̃ acoſtũbran hazer todos los Principes en la entrada de ſu govierno, para acariciar los animos, i conocer el que tienẽ los ſubditos en ſu obediencia: aunq̃ el Infante lo reſolviò con maior neceſsidad por dar cũplimiento al teſtamẽto del Rey, en el qual, entre otras diſpoſiciones ſobre la educaciõ de ſus hijos, dexava a la Reyna ſu muger por tutora, i curadora de ellos, i governadora del Reyno, mientras duraſſe el impedimiento de la edad del Rey.

(25) Causò deſabrimiento eſta reſolucion al pueblo, diziendo, como ſe havia de ſufrir, q̃ haviendo en el Reyno los Infantes D. Pedro, D. Iuan, i D. Henrique; Principes naturales, i cada uno capaz de qualquier gran govierno, ſe le antepuſieſſe la Reyna eſtrangera; que de fuerça no havia de ſaber los eſtilos, coſtumbres, i fueros Portugueſes, ni librarſe de las imperfeciones, a q̃ el ſexo feminil eſtá ſujeto.

(26) Son tan varios los deſſeos, i diferẽtes los pareceres de los hõbres, q̃ no ſe puedẽ hazer obras, ni dezir palabras, con aplauſo general. Eſtas del pueblo tuvieron ſus contradiciones en la nobleza; i aunque al principio no pareció màs que un juyzio ſuelto, i a penas con fundamento; llegò poco a poco a hazerſe ſedicion popular, començando por los inquietos, en corrillos, i lugares ſolos, haſta que penetrò a los más apartados en las plaças publicas. Eligieron cabeça a propoſito, i con motin ya declarado, con la ordinaria confuſion, con que ſuele el pueblo deſsear las coſas; pidierõ al Infante D. Pedro por governador; i entendiaſe, que en nada deſto era culpado el Infante, por ſu poca codicia, i mucha modeſtia. Irritòſe la Reyna con la propueſta, i como muger, que con facilidad ſe mueven a iras, i dificultoſamente las diſsimulan; no ſe contentò con moſtrar ſu enojo, i publicarlo con palabras aſperas contra el cuñado; perô notando, que ſu remedio conſiſtia en haver ſeparacion entre los Infantes, por deſunirlos, i grangear alguno, que ſe oppuſieſſe a la autoridad de D. Pedro; tẽtò traher a ſy a D. Iuan; eſto por medio de ſus acreſcentamientos, que ſon los que violentan,[59] i deshazen la conformidad màs compueſta.

(27) Ordenava el Rey D. Duarte caſaſse el hijo con Doña Iſabel hija del Infante D. Pedro; i eſtava eſte matrimonio tratado con cedulas ya paſſadas, i aprovacion de los eſtados. Quiſo la Reyna trocarlo para una hija de D. Iuan del miſmo nombre, que fue los tiempos adelante Reyna de Caſtila, i madre de la catholica; peró el Infante rehuzando haſta la pratica, ſe moſtró tan deſentereſſado en eſte particular, i amigo del hermano, que en quanto viviò, jamàs ſe apartò de ſu amiſtad, ofendido de la propueſta tanto, como deſpreciador de iguales offrecimientos. La Reyna entonces halló acogida en el Conde de Barcelos D. Alfonſo, el qual por ſer caſado con hija del Conde de Gijon, tia de la Reyna, meſclando con el parenteſco conveniencias particulares; admitiô de buena gana amparar ſu cauſa. Muchos otros cavalleros ſiguieron tambien ſus parcialidad, llevados de ſus intentos, cuyas acciones, ni apruevo, ni cõdeno; peró entre todos D. Duarte no deſdeñò el ſervirla; antes aſsiſtiendola con la miſma fidelidad, que ſi fuera vivo el Rey ſu marido, cumpliò con el agradecimiento, q̃ devia a ſu memoria; de màs que a voto de los prudentes, ſu partido tenia entonces la maior parte de fidelidad; porque el Rey niño eſtava debaxo de la tutela de la madre: aſsi q̃ el tomar ſu voz, era acudir a la razon de ſubdito, a quien no toca mudar goviernos, ſino obedecerles, i ſeguir la perſona de ſu Rey dõde quiera que eſtè. D. Duarte advertido deſta obligacion, no quiſo deſdezir de las que tenia por tantas cauſas.

(28) Mucho daño hizieron eſtas ſediciones a Portugal, por ſer ſu medio, el que màs arraiga la quietud, i bien publico; aſsas examinado en lo preſente; pues los accidentes, q̃ ſe originaron dellas, le derribaron, i reduxeron a eſtado; que antes de repararſe bien, no huvo aflicion, que no padecieſſen; i dolor, q̃ no le laſtimaſſe; ſiendo los medicamentos, que le aplicaron para ſanar, medicos poco zeloſos del bien publico, por ſangrientos, i entempeſtivos, los que le cauſaron maior daño.


[60]

ARGVMENTO
DEL
LIBRO TERCERO

GOvierno; inconvenientes, que reſultaron de la ambiciõ de la Reyna D. Leonor. Oppoſicion, que hizo al Infante D. Pedro ſu cuñado. Como ſe apartô D. Duarte de Meneſes de ſu bando, i el Infante quedò en cortes con titulo de regente abſoluto. Diſcordias de Caſtilla, i ſocorros, que le dio Portugal a cargo de D. Duarte. Renunciaciõ del govierno por el Infante, en manos del Rey D. Alfonſo ſu ſobrino, yerno i pupilo. Enemiſtad, i odios, con que le perſiguieron ſus emulos. Quienes eran, i que cauſas tuvieron para eſte deſacierto: el q̃ moſtro el Rey en armar contra el Infante. Su muerte, virtudes, i deſcendencia, i otras coſas, que acontecieron deſde el año de treynta i nueve, haſta el de cincoenta, i cinco.


[61]

VIDA DE
DON DVARTE
DE MENESES
TERCERO CONDE
de Viana.

LIBRO TERCERO.

(1) GOvernó la Reyna un año, q̃ fue el de mil quatrocientos i treynta i nueve, con mando abſoluto, en virtud del nombramiento del Rey ſu marido: peró fueron tantas las contradiciones del pueblo, que interpueſtos los cuñados por bien de paz, ſe conformaron en dexar a la Reyna la educacion de ſus hijos; proviſion de oficios, i mercedes. Al Infante D. Pedro, las armas, i defenſa del Reyno; al Cõde de Arrayolos, la adminiſtracion de la juſticia: era hijo ſegundo del de Barcelos, de gran ſujeto, i valor, i tan apartado de las paſſiones del padre, que no le ſeguia, en lo que no mirava a la utilidad publica, que era ſolo ſu animo. Apaſiguaronſe con eſte triunvirato los exteriores del pueblo; mas fue por tan corto tiempo, que llegò arrebantar deſpues con maior violencia, como mina encubierta; porque el remedio, que ſe tomò en eſtas recõciliaciones, dividiò de nuevo los animos entereſſados, no quedando alguno de los tres abſoluto para ſus conveniencias, que era lo que cada uno deſſeava, i juntos todos aborrecian. Dizian, que haviendo tantas cabeças vivian ſin una, que los governaſſe triſtes, i afligidos: que de la miſma manera que la Religion no permitia muchas deidades, ni el cielo dos ſoles: tal eran los Reynos, porque ſiendo uno ſolo ſu cuerpo, ſe avia de regir por la prudencia de uno; que hazer lo cõtrario ſeria confundir las coſas, i dar motivo, a que con la diſſenſion de los que governavã, ſiendo muchos, ſe hizieſſen parciales los ſubditos, llevados de ſus particulares; que era facil de anegar la nave, donde los marineros no eran conformes; que las màs vezes por odio, ó por ambicion, ſe opponian a los pareceres unos de otros, con que alteravan los[62] acuerdos neceſſarios a los peligros, i la execucion, ò ſe ſuſpendia, ò ſe negava: que ſiendo eſto caſi proprio a todos los Reynos: en el de Portugal, aun militavan otros fundamentos màs apretados; pues los Portugueſes de puro brioſos, i altivos, llevavan mal cortejar, i aſsiſtir a tantos; i de no hazerlo, ó perdian ſu autoridad los que governavan; ò los pretendientes ſu negocio, ſin eſta ordinaria adulacion: que los buenos por la maior parte encogidos, ſe encerravan en los limites de ſu bondad, i no andavan de ordinario en la plaça, i a los ojos de los governadores; dõde los malos, como gente más eſparſida, i aſiſtente, disfrutavan el premio de ſus merecimientos: que no havia duda, que governando uno, ſe cercenavan reſpetos de ſangre, i familiaridades; coſas que fatigan de ſuerte a una Republica, que no ay aflicion, que ſe le aventaje: porque la opreſsion de haver muchos previligiados, es tan dañoſa, como la de los enemigos; que no lo ſon menos los reſpetos, pues alcança generalmente a todos, que no exceptua perſonas, llegando a obrarſe coſas injuſtas ſin culpa de los que goviernan, porque los inferiores miden ſus utilidades ſiempre por razones extrinſecas, como ſon el deudo, ò la amiſtad.

(2) Eſtas, i otras razones, andavan en boca, no ſolo de los prudentes, i zeloſos, que llorã de cõtino las afliciones publicas; pero tambiẽ en la de todo el pueblo; el qual como ſi fuera obligacion ſuya mudar el govierno, lo emprendiò hazer; primero con quexas en ſecreto, i luego conjuntas, i ſediciones, como la vez paſſada, en otro levantamiento màs peligroſo: porque no quedô de la gente popular, i ordinaria, oficial alguno mecanico, que no tomaſſe las armas, i corrieſſe a palacio atrevidamente. Es el impetu, i furia de un pueblo, de manera que por falta de conſideracion no echa de ver los peligros, que le eſtà amenazando, aunque aya llegado al punto de caerſe en ellos, i naturalmẽte ſe inclina ſiẽpre al peor conſejo, ſin que baſte a perſuadirle el ſaber, ni la prudẽcia de los hombres graves, i bien experimentados; i con eſta ſu condicion cae en el atoladero de ſu daño, i ſe llega a rendirſe, es con el cuchillo en la gargãta. Para ſoſſegar eſta muchedumbre ſalierõ[63] D. Duarte, i otros muchos cavalleros de los màs principales, i bien quiſtos del pueblo, cuya preſencia ſuele ſerenar maiores tormẽtas: peró en eſta tenian por ſoſpechoſa a la nobleza; i como era fundada tambien en la aficion, que moſtravan al infante D. Pedro, a quien pidian por governador ſolamente, ſin compañeros; fue neceſſario, que el miſmo, como a quien màs tocava la quietud de tal deſconcierto, hablaſſe a los principales fautores. Iuntólos en la Igleſia de los Carmelitas, i eſtrañòles el modo, diziendo; que no era de la lealtad de los Portugueſes tales demonſtraciones con ſus Principes: intentavã en la paz, lo que ni aun los enemigos ſe atrevieran en la guerra; que las ſediciones civiles diſponian los Reynos a ruinas ciertas; i con la fuerça offendian la mageſtad, i deſluſtravan la antigua fama de ſus maiores: eligieſſen procuradores, a quien dieſſen inſtruccion de lo que pretendian pedir en Cortes. Es razon amigos (continuó el Infante) q̃ vueſtro zelo, i moderado, ſea la mancha de mi reputacion: que diran mis enemigos? que los mal intencionados? ſino que os incito, i ſin ambicion lo cauſa, i os dà las ordenes de lo que intentais; ſabeis la verdad, i a ella ſolo apelarè deſte agravio: ah no esforceis ſu malicia! Siempre los motines fueron deſagradables al Principe, de igual peligro a quiẽ los mueve: vueſtro buen animo ya le conoſco, i agradeſco: no deis lugar a la ira, miniſtra ſiẽpre de deſaciertos, i conſejera de deſordenes. En un punto quereis perder la fama, que en tantos ſiglos alcançaſtes, de leales. Ah Portugueſes, que diran las naciones eſtrangeras? Como, i havra quien os aventaje en obediencia; ſiendo tan ſeñalados en valor. Encareciôles con eſto el de los Infantes ſus hermanos; a quien devian reſpeto, i amor. El que les tenia la Reyna; ſu virtuoſo proceder, i ſingulares meritos. Oyeron eſto poſtrero deſapaſiblemente, i tanto que moſtraron no admitir quietud, menos que con dexar la Reyna el govierno: porque las perſonas, que cõ maior atencion notavan eſta muchedumbre; cõsideravan los animos de un pueblo, que no hazia nada dividido; ni por parecer de pocos, ſinó que todos juntos ſe entendiã a una voz, i juntos callavan con la igualdad, i firmeza,[64] que ſe pudiera creer, que tenian, quiẽ los governaſſe. La Reyna, como muger facil a enojos, i poco aſtuta en ocultar ſentimientos; de todo el que moſtrava, hazia culpado al Infante D. Pedro, publicandolo por autor deſta rebelion: mas lo cierto era, que manifeſtava aora, con màs claridad, el odio heredado, que por diſcurſo de años tuvo encerrado en el coraçon, ſegun ſe entendiò ya en vida del Rey ſu marido. Para eſte aborrecimiento ſeñalavan como cauſa principal, las diſſenſiones, que huvo entre el Rey D. Fernãdo de Aragon, padre de la Reyna, i el Conde de Vrgel ſuegro del Infante; ſobre la ſuceſsiõ de aquella corona; en que por el derecho de ſu muger, moſtrava el Infante ſer heredero forçoſo della; i conſideravaſe, la Reyna temia, que el Infante, una vez apoderado del govierno abſoluto de Portugal, quedaria con fuerças, i poder para alentar eſta pretenſion; porque eſtava el derecho en las armas del màs poderoſo, que con eſte titulo lo poſſehia el Rey D. Fernando de Aragon.

(3) Andava Caſtilla igualmente por eſte tiẽpo, tan trabajada, como Portugal; i aunque ſea con brevedad, que profeſſo; darè noticia de las cauſas, por lo mucho que ſe mezclarõ con las nueſtras, i parte, que le alcançò a Don Duarte. Reynava en aquel Reyno D. Iuan el ſegundo; Principe menos cuidadoſo, que otros de ſu autoridad: porque la mucha aſtucia del Condeſtable D. Alvaro de Luna, le havia reduzido de manera a ſu voluntad, q̃ parece no tenian ambos coraçones, màs que un movimiento. Deſta privança tan prodigioſa, ſe ofendieron gravemente los grandes, i ſeñores de Caſtilla: creyẽdo, que la inclinacion facil del Rey llegava a hazer dueño al Condeſtable de ſus vidas, honras, i haziẽdas; i como aun entonces durava en ellos el deſſear parecerlo en las acciones, i brios: moſtraron a ſu Rey el daño, que reſultava a ſu corona de tener un valido tan codicioſo, como dizian era D. Alvaro; el qual abusò de manera de ſu fortuna, que vino los tiẽpos adelãte a ſer el monſtruo, i exemplar más vivo de ſus mudanças, i deſconciertos; determinaron cõ eſto deshazer el pezo del privado, reſervando el de la fidelidad; perô en union tan apretada fue impoſsible diſguſtar al valido, i agradar[65] al Rey: i aſsi atropellando todo rompieron el ñudo de la obediencia, con que quiſieron ſer desleales, por parecer zeloſos. Haviã entrado en Caſtilla entonces los Infantes de Aragon D. Pedro, i D. Henrique, cuñados del Rey; i ſiendo por naturaleza inquietos, i ambicioſos, ſufrian tambien mal a D. Alvaro; porq̃ no lo hallavan propicio a ſus aumẽtos; i los aborrecia ſumamente conociẽdolos por enemigos, ſiẽdolo el tan declarado ſuyo, que determinó echallos de Caſtilla, por aſſegurarſe en la valia; repreſentando maior peligro en la oppoſicion de los Infantes, que en el deſabrimiento de los grandes; haſta que juntandoſe todos, experimentò, que el privado no tiene mayor adverſario, que ser aborrecido de muchos: concluyeron pues todos en procurar su ruina; porq̃ el favor, que el Rei le hazia, como mal repartido, cauſava zelos a los grandes, a los iguales embidia, i a los pequeños odio; viendo tambien, que el Reyno ſe yva empobreciendo con las riquezas del valido; i las ordenes de los negocios ſe pervertian; i el enteres particular ahogava el publico: començaron a desacreditar al Rey, cõ que ſolo lo era en el nombre, i luego menospreciandole con engañoſo pretexto, acudieron a las armas con voz de bien publico, que es ſiempre la cubierta deſtas maldades: el Rey con eſta demonſtracion andava combatido por todas partes ſin ſaber reſoluerſe, porque la afficion del Condeſtable le obligaua a no reparar en el peligro, i cõ eſte deſcuido fue creciendo de manera, que los Infantes excluyeron al Condeſtable del govierno, i ſe apoderaron de la perſona del Rey: matandole la luz màs biva que tiene la Mageſtad Real, i haziendo ſu authoridad imaginada: pues dura es la condicion de un Principe, que no puede en tanto numero de criados eſcoger alguno màs digno de confiança, por dicha de eleccion, ó fuerça de merecimiento: quando a los vaſſallos puede eſtar bien, q̃ la dignidad reconoſca el merito, i la afficion ſuſtente el ſeruicio.

(4) Destas diſcordias de Caſtilla, ſe alentaron de nueuo las de Portugal, porque el Infante Don Pedro aviendo llamado a Cortes quietò al pueblo: i la nobleza deſeando la compoſicion deſtos Principes, offrecio[66] a la Reyna tratar de concordias; però ella induzida de la proſperidad que los hermanos trahian en Caſtilla, communicandolos muy a menudo; i alentando ſus eſperanças con las promeſſas que les hazian: cerró los oydos al trato, eſcuchando ſolamente aquellos que le aconſejauan; procuraſſe la Ruina del Infante, por qualquier medio que fueſſe, ſin deſiſtir del gouierno, ò largar de ſu mano la perſona del Rey ſu hijo; que mientras lo tenia en ſu poder tendria las coſas a ſu guſto; que los ſocorros de Caſtilla eran ciertos, i aſsi no le quedava que temer ruin ſucceſſo a ſus deſeos: Contrarios eran a eſto los diſcurſos de Don Duarte, i a ſi màs conuenientes al bien de la Reyna i Reyno; notaua en q̃ de las diſcordias ciuiles ſuele ordinariamẽte nacer la perdicion de los eſtados, con que ſe cõſumen, i deshazẽ unos a otros, i tal vez quãdo ſe entremeten fuerças eſtrangeras ſe leuantã con todo, ò lo deſtruyen haſta el fundamento. Hablò a la Reyna con eſta reſolucion, y dixo.

Grande es la confiança de un buen criado, pues llega pareciendo locura oponerſe a la voluntad de ſu Principe: i pedirle la razon de lo que haze. Como es poſsible (ſeñora) que no pondere V. Alteza el modo con que ſe và deſpeñando, (ſeame licito dezillo aſsi) en un negocio, de cuyo acierto pende ſu vida, i la de tantos ſeruidores ſuyos; los que deßean hazer algun hecho de importancia han de alargar la conſideracion, i eſtenderla por todo el diſcurſo de la obra, porque en el progreſſo, i ſin de las empreſas ſuele auer mayores difficultades, que en el principio dellas: Emprende vueſtra Alteza echar del gouierno publico deſte Reyno, quando menos al ſeñor Infante Don Pedro ſu cuñado, hermano del Rey mi ſeñor, Principe de grande authoridad, i credito, aſsiſtido de ſus hermanos; ſolicitado del pueblo; i bien quiſto de la[67] nobleza. Demos que las cauſas de nueſtra parte ſean juſtificadas, el effecto parece impoſsible: pues ſi todos a una boca piden por Gouernador al Infante; ay por ventura quien reſiſta a eſte applauſo? O quien ſea Iuez deſta cauſa; ſi lo es el Reyno, el Reyno lo acclama. Si los Infantes, ellos lo eligen. Si los nobles, ſon los primeros, que lo aprueuan. No fuera perder el ſezo luchar con vna fiera: o impedir la corriente del Occeano? Pues no es menos (ſeñora) ſeguir la reſolucion, que os aconſejan; haſta aqui fundauades en derecho vueſtro intento; ya parece codicia, ô thema, que a ſer zelo del bien publico, eſte os perſuadiera a apaziguar diſcordias, que ſon los incendios que abrazan a una Republica. No ay utilidad para ella, como la paz, i la union, dividiendoſe muere, i unida vive, i ſe conſerva: comiença a arder por vueſtro reſpecto, ſino aplacais el fuego acabarâ, ſin duda, breviſsimamente. Iuzgue V. Alteza, que fama dexarâ a la poſteridad con eſte ſuceſſo. Direis, que vueſtra pretenſion es tratar del Reyno de vueſtro hijo; pues, pregunto, como le quereis deſtruir los ſubditos? i ſi deſſeais hazer mercedes, como entrais primero por caſtigos? Reynaſtes en Portugal, i no os duele ſu miſeria? Los que rehuzan vueſtro govierno, dan por causa, que ſois muger, i eſtrangera. Dadme licencia, a que pergunte, en que moſtrais lo contrario deſto? Eſtà en vueſtras manos el ſociego deſte Reyno, i no le admitis? eſcuchais dos, que os ſiguen, i no muchos, que os niegan? ya que advertis en los amigos, porque no contais los adverſarios;[68] en numero tan deſigual, que puede aconteceros, que no ſea vuestra deſtruicion? aun deſtos pocos, que os reconocẽ, vereis quantos ſon menos en la ocaſion; porque mâs no ſiguierõ vueſtra perſona, ſino vueſtra fortuna. Quando la juzgueis proſpera con el ſocorro, que os prometen los ſeñores Infantes vueſtros hermanos, advertid: que entonces ſe ha de temer la contraria; i prevenirſe mui de ante mano para las adverſidades; pues ſobre coſas tan movibles, es deſvario aßegurar confianças: i aunque havemos de eſperar buenos suceßos, no es justo, que preſumamos tanta certeza dellos; porque que la fortuna es varia, i no ſe dexa regir por razon, ni por fuerça; maiormẽte no paßando, a mi ver, de cumplimiento (ſi bien ſe conſidera) la promeſſa de los Infantes. Son pretenſores de eſtados en Caſtilla; como han de alejarſe a Portugal? Su poder no es firme, i quãdo no ſe funda en fuerças proprias, facilmente derriba el más encumbrado; ſiẽdo cierto, que las confederaciones, i ligas de los potentados, no tienen más ſeguridad, de quanto importa a cada uno en particular; teniendo ſolo por parenteſco ſu conveniencia, pues ſegun las ocaſiones; ſe van afloxando, ò apretando con maña, i arteficio, debaxo de colores diferentes.

La libertad deſta pratica deſabrió a la Reyna de manera que de alli adelante tratô D. Duarte de bolver ſobre ſy; porque anduvo tan prudente, i cuerdo en eſta ocaſion, que pagando a la Reyna la deuda, en que le eſtava por ſu marido, ſervió a ſu Rey, i no ſe odiò con el Infante; ſiendo a todos amable, i a ninguno ſoſpechoſo; ni con eſta templança ſe puede dezir, que fueſſe neutral, pues pueſta la mira en el ſervicio de ſu Rey, moſtró claramente, que no convienen parcialidades cõ la lealtad de ſubditos: ni a eſtos toca alterar[69] el govierno, ò ſeguir voz, q̃ ſuene diviſiõ; pues con ella ſe facilitan peligros a la Republica.

(5) Del vando de la Reyna eran las cabeças principales D. Alonſo Conde de Barcelos, D. Alonſo ſeñor de Caſcais, i ſu hijo D. Fernãdo de Vaſconcelos, el Prior de S. Iuan, D. Nuño Fernandes de Goes, el Arçobiſpo de Lisboa D. Pedro de Noroña, i D. Sancho ſu hermano; però la maior parte deſtos, i otros cavalleros, aſpiravan o a ſus vẽgãças, ò a ſus cõueniẽcias; i aſsi tomavan eſte camino para alcançar lo q̃ deſſeavan conociendo q̃ en los tiempos alterados con el agua rebuelta ſiempre, quedan las manos llenas a los autores de las diſcordias; q̃ por eſta cauſa lo ſon tambiẽ de la paz deſpues q̃ tienẽ en ſy el fruto de ſu malicia. Al revez deſto D. Duarte ſaliô pobre, i honrado deſta guerra domeſtica; porq̃ es punto en que dan los brioſos de zelo, i hõra, no ignorado de alguno, però ſeguido de mui pocos.

(6) Fueron en vano todas las diligencias, q̃ el Infante D. Pedro, i ſus hermanos, D. Hẽriq; i D. Iuan, hizieron para aplacar la Reyna; mas deſengañados del poco efeto, acudierõ al govierno, porq̃ no ſucedieſſe lo q̃ al enfermo peligroſo, q̃ miẽtras debaten los medicos ſobre el remedio, ſe paſſa el tiẽpo de la cura. Tratarõ de llamar a cortes, i determinôſe en ellas que el Infante D. Pedro fueſſe governador, con titulo de regente: notificaronſelo a la Reyna; i poco deſpues largaſse los hijos; porq̃ tãbien ſe reſolviò no cõvenia tenerlos en ſu poder, pues criados en la dotrina de ſus odios, no fueſſen principio de maiores males. Como en eſtas deliberaciones no ſe eſperava el guſto de la Reyna, cõ la brevedad, que fueron decididas; fuerõ executadas; i ella con algunos de ſu bãdo (q̃ ya començavã a faltarle muchos) ſe retirò a Almerin, i de alli cõ maior prieſſa, i en ſon de huyda a la villa del Crato; encomiẽda, i cabeça del Priorato de S. Iuã. Reſolviò eſta retirada ſin neceſsidad, ò aprieto alguno, ſolamẽte por moſtrar miedo al Reyno, de las aſſechanças del Infante, ya governador; i con eſte penſamiento ſaliò de noche de Almerin, fingiẽdo grãdes alborotos, i vozes, de q̃ la veniã a prender, por diſsimular cô las tinieblas el engaño: luego q̃ llegò al Crato divulgò por el Reyno algunas cartas, en que pedia a la nobleza le reſtituyeſſen[70] el govierno, i los hijos, meſclãdo entre otras palabras, muchas amenazas de romper guerra, i meterla en eſte Reyno: tornòſe con eſto a encender el fuego, de que ya no ſe via tãta llama; i el Infante por atajar eſtos, i otros inconvenientes; acudiò en perſona al Priorato, i aſſegurò las fortalezas, que ſe le rendieron ſin alguna contradicion: deſpues marchò la buelta del Crato, donde la Reyna havia metido copia de gente de guerra Caſtellana, a cargo de D. Alonſo Henriques tio ſuyo; perô el Infante, aunque lo ſabia, fue caminando tan de eſpacio, que bien ſe entendiò, que no queria vencer la Reyna, ó detenerla, ſino darle lugar a que ſe arrepentieſſe, ò se retiraſſe. El Prior de S. Iuan, entõces, receloſo del cerco, deſamparò la villa, impoſsibilitado de ſuſtẽtarla; i la Reyna ſe entrò por Albuquerque, en Caſtilla, en Deziembre de mil quatrocientos i quarenta.

(7) No hallo q̃ la acompañaſſe en eſte cõflicto, de los Portugueſes, màs q̃ el Prior de S. Iuan: porque el Cõde de Barcelos andava ya tan tibio en eſte bando, deſpues que le viò caydo; q̃ ſe fue a ſus tierras de la Beira, i ſolo tratò de aſſegurarſe: i el Arçobiſpo D. Pedro que era ſu cuñado, acomodandoſe con los tiempos; procuró ſalvarſe en el ſagrado de ſu Igleſia, de los fines, que comunmente reſultan deſtas diſſenſiones.

(8) Fue el Arçobiſpo una de las perſonas de maior lugar, que tuvieron aquellos ſiglos, en eſte Reyno; i verdaderamente merece gran culpa en negar ſu autoridad, i talento, a la quietud i deſcanſo de la Reyna, de quien era tio, primo hermano del Rey ſu padre; porq̃ ceſſaran los rompimientos, que dieron motivo a que la Reyna murieſſe deſpues deſterrada, i afligida quando por el oficio de buen paſtor era obligado a unir ſus ovejas, i no derramarlas. Però con eſto moſtrô bien los daños, que cauſan Prelados, q̃ ſiendo Ecleſiaſticos, en la profecion, ſon en los cuidados ſeglares. Con el deſamparo, q̃ hizo de ſu Igleſia, andava Lisboa tan ſuelta, que los ciudadanos con motines, i otras licencias, pareciã arbitros de la paz, i la guerra; i como procedian con las conſciencias rotas, moſtravan tambien enfermas las fidelidades; porque de una corrupcion nacia la otra; ſiendo cierto, [71]q̃ el eſtrago de las conciencias es la fuente de todos los males, que padece una Republica; que eſtas ſon ſus enfermedades intrinſecas, q̃ como no trahen dolores publicos; quando ſe curan es con deſcuido; i como no ſanan nũca, van creciendo poco a poco haſta llegar a ſer irremediables; i aſsi el Arçobiſpo atropellando eſtos inconvenientes, trepeçava en otros maiores, con menos decencia, de lo q̃ permitia la razon, dando lugar a que ſe murmuraſſe de ſu codicia; que lo llevava a tratar de coſas tan agenas de ſu obligacion, en tiempo, que ſu Igleſia neceſsitava tanto de cuidado, vigilancia, i reformacion; por los vicios, que ſe originavan de las deſordenes referidas.

(9) El retiramiento de la Reyna ſoſſegó apparentemente los animos Portugueſes, obedientes ya ſin contradicion alguna al Infante D. Pedro; mas deſpues de auer governado dos años, q̃ fueron el de quarenta i uno, i dos; conſiderò eſte Principe quanta neceſsidad tenia de velar ſobre las coſas de Caſtilla, pues era ſolo la parte de donde ſe podia temer, q̃ la Reyna hallaſſe recurſo a ſus deſſeos. Andavan ſus hermanos tan ſeñores en aquel Reyno, que la voluntad del Rey Dõ Iuan eſtava màs a ſu diſpoſicion, que los pueblos; porq̃ los grandes con el odio q̃ tenian al Cõdeſtable no repararõ en el deſluzimiento de ſu Principe, conociendolo por facil para mouerſe a qualquier accidente. Cõ eſtos i otros referidos en las hiſtorias Caſtellanas q̃ dexo, porq̃ no ſon de mi juriſdicion; Llegó el Condeſtable D. Aluaro de Luna a valerſe de Portugal; confederãdoſe primero cõ el Maeſtro de Alcantara; porq̃ herido de la miſma enfermedad, neceſsitava del miſmo remedio: ſuſtẽtavan ambos ſus eſtados mui a pedaços, porq̃ los Infantes diſcurrian victorioſos por todas partes, ganandole los mayores lugares. Apretados pues, recorrierõ al Infante Gouernador, el qual temeroſo de q̃ eſte rayo le alcãſaſſe a herir, viendo que la Reyna no ceſaua un momento en ſu pretenſion; determinó ſocorrerlos con acuerdo de los Infantes ſus hermanos, i de los ſeñores, i cavalleros del Conſejo; perſuadieronſe a eſto por cartas del Rey de Caſtilla, que el Condeſtable envió al Infante Gouernador; en que ſe quexava[72] de los cuñados grauemente, i permitia al Condeſtable meter gente, i armas eſtrangeras para defender ſus rentas, i eſtados; pareció eſte pretexto baſtante al Infante para entrar en eſtas coſas, no como medianero, mas como parte; porque como la guerra ſe auia de hazer em nombre del Rey; La confederacion, i amiſtad que tenia con el de Caſtilla lo forſaua a ſemejante ſocorro: pediòlo a gran prieſſa el Maeſtro de Alcantara; porque ſe iua rindiendo ſu eſtado con la miſma, a la voz de los enemigos; parte con el miedo, i lo más con las armas; i como quedaua lo más del en eſtremadura. Iuſgò el Infante Gouernador, que aquello era acercarſe mucho a Portugal; i con eſte recelo tratò de acudirle breuemente; juntò dos mil cauallos diuididos em quatro cõpañias, a quienes ſeñalò por capitanes, caualleros todos de nombre valor, i ſangre.

(10) Nombrò entonces por general deſta empreſa a Don Duarte de Meneſes; i eſta es la ultima confiança, que ſe puede dezir de ſu fidelidad, pues auiendo ſeguido a la Reyna a los principios, en quanto juſtificò ſu cauſa; deſpues ſe quizo valer el Infante, de ſu valor para ſuſtentar la contraria.

(11) Partiò Don Duarte la buelta de Alentejo; entrò en Caſtilla por aquella parte de la ciudad de Badajòz haſta la fortaleza de Mõtanches, donde le eſperaua el Maeſtro de Alcantara: ſin llevar orden cierta, ni inſtruccion de lo que auia de hazer, que el Infante lo remitiò todo a ſu parecer, i prudencia, cõformandoſe con el tiempo, i los ſucceſſos: aunque en eſta incertidumbre bien conociò Don Duarte que lo màs iua a parar en deſtruir los Infantes de Aragon: ſalieron ſus gentes a impedirle el paſſo, i quiſieron inueſtille antes que ſe juntaſſe con el Maeſtro; porque llevavan partido muy auantejado; però Don Duarte recebiendolos con notable brio los desbaratô en tan pocas horas, q̃ parece encarecimiento referirlo, y le degollò màs de quinientos hombres.

(12) Eſta rota fue de grande importancia para el Maeſtro, porque en todo aquel contorno no quedò fortaleza que no ſe le rindieſſe: solo la de çalamea ſe puſo en defenſa, ſobre[73] la qual fue luego Don Duarte. Es çalamea ò como otros pronuncian Zalamea, villa pueſta en el deſtricto de la ſerena cabeça de ſu encomienda: ſu nombre le dieron los Arabes Mahometanos, ó porque eran de los Arabes Salameos, que a differencia de las otras naciones ſe llamaron aſsi, por ſer confederados, i compañeros de los Nabatheos; ſignificando en ſu lengua Arabica la palabra, Salama, lo miſmo que, Paz: ô por otra cauſa que ſe ignora, quitandole el ſuyo antigo, que no ſin grande fundamento algunos entienden, que es la antiga Ilipa de la qual haze memoria Tito Liuio; Ptolomeo, llamandola Ilipula: i la ſitua cerca de la Luſitania en los Turdetanos, i aſsi eſtá quatro leguas de Guadiana, i veinte de Cordoua; conformando todo una hermoſa columna, que oy ſe vè en ella, i la trahe Ambroſio de Morales, en la qual eſtâ vna elegante Inſcripcion: i en ella Municipium Iulipenſe. No dudo que de la mudança deſtos nombres de Ilipa a Zalamea: fueſſe por ventura alguna razon ſuperior, ó por la ſignificacion del nombre de la Paz, por la que oy tiene eſte lugar con la Imagen de un Chriſto crucificado de modeſta eſtatura, pueſto en el trono de la Cruz, repreſentando bien al vivo, la paz, que nos truxo del cielo, i la eſtà dando, i repartiendo de ſus precioſiſsimas llagas, con gran liberalidad, i largueza derramando rios caudaloſiſsimos de gracias, i dones de ſalud ſpiritual, i corporal; de que yô vi muchos milagros authenticos. Don Duarte rindio en dos dias a Çalamea: retiroſe la gente al Caſtillo que era fuerte con buen foſſo, i murallas; però los Portuguezes alentados con la victoria paſſada en el ſegundo aſſalto lo entraron con muerte de muy pocos. El Maeſtro dio la villa a ſaco por acariciar los ſoldados, i moſtrar a los rebeldes el fin de ſu porfia: con eſte exemplo fueron mejorando ſus coſas notablemente: mas el offendido de la gente de algunos lugares, quizo que Don Duarte vzaſſe con ellos de la licencia de vencedor, paſſando unos a cuchillo, i otros deſpojandolos. Mas Dõ Duarte, por no mãchar la piedad; con q̃ tratava los vencidos, deſviò eſto con buenas palabras; i no ſe ſupo ſe tenia inſtruccion en ſecreto del Infante[74] Governador, para quitar eſta ganancia a los ſoldados; porque los deſentereſados juzgavan a gran cordura no adelantarſe tanto en deſtruir los ſubditos de un Rey amigo, i vezino, aunque fueſſe con permiſsion ſuya; que ſuele acaecer, que acabadas las diſſenciones domeſticas conociendo el engaño en que andava, i cahiendo en la razon de quanto le conviene vaſſallos proſperos, tener por affrenta lo que antes juzgava por neceſsidad; i entonces aborrece a los inſtrumentos de ſu colera.

(13) Los Infantes de Aragon aunque por eſta parte no trahian tan proſpera la fortuna; con todo aſſegurandoſe con la perſona del Rey, no oſavã a largarla de ſi un punto: antes con mueſtras de aſsiſtido, i màs venerado le cercavan como prezo, governandole los movimientos por ſus conveniencias: Tubo traça el Condeſtable tras muchas diligencias que el Rey mandaſſe al Infante Dõ Henrique a governar la Andaluzia, en ſon de aquietarla, i reduzirla a ſu obediencia. Engañòſe el Infante con las appariencias, i la codicia: i como ignorava los ſecretos por donde el Condeſtable negoceava; tubo a demonſtracion de amor el deſpacho; mas procedioſe en el con trato tan doble, que luego que llegó a aquella Provincia, no ubo quien le obedecieſſe en ella. El Infante Governador ordenó a Don Duarte paſſaſſe allà unido con las gentes de los Maeſtros de Calatraua, i Alcantara, i Conde de niebla, i otros muchos ſeñores, que tomaron la boz del Rey, i el partido de Don Alvaro ſob color de libertar a ſu Principe de la priſion en que le tenian ſus cuñados. Allanoſe la Andaluzia, i Don Duarte por mandato del Infante ſe bolviò a Portugal.

(14) Entretanto la Reyna Doña Leonor pendiente deſtos ſucceſſos aſsiſtia en Toledo, olvidada de los hermanos, i poco favorecida del cuñado, viviendo con tanta eſtrecheza, i apretura, que fueron notables las neceſsidades que paſsó en aquella ciudad: donde Don Fernando de Noroña, Conde de Villa Real fue ſolo el que de Ceuta le embiò un gran prezente de dinero, joyas, i otras coſas, ſolo a fin de ayudarla[75] a ſu ſuſtento, ſin que en eſto offendieſſe la paz univerſal que gozava eſte Reyno; porq̃ a eſte ſocorro le obligó màs la memoria del deudo, que tenia con aquella Princeza, que novedad de intentar ſu buelta: aſsi paſsô algunos tiempos, haſta que con la ordinaria mudança dellos trató de bolver a Portugal a ſus hijos, i ponerſe en manos del Infante Governador.

(15) Deſta reſolucion reſultò al Infante grande alegria, porque deſeava moſtrar al mundo lo mucho que trabajò, porque la Reyna no llegaſſe a aquel eſtado; però el cielo que ordenava otra coſa, no quizo darle vida para lograr la concordia; porque aviendoſe quaſi capitulado, murió en Toledo por Hebrero de mil quatrocientos i quarenta i cinco: ſu muerte affirman muchos Autores, fue de Veneno diſpueſto por Don Alvaro de Luna, temiendola igualmente, que a ſus hermanos; i ſoſpechando, que por medio de Pero Lopez de Ayala, Alcayde de Toledo perſona de valor, les queria entregar aquella ciudad: eſtas cauſas miſmas dezian mataron la Reyna de Caſtilla quaſi a un tiempo, i el Rey diſsimulò eſtas maldades entre otras que avia permitido al Condeſtable, porque el aborrecimiento con q̃ tratava las coſas de Aragon era igual al amor que tenia a Don Aluaro: i aſsi attendiendo ſolamente a ſu acrecentamiẽto, erã muchos los yerros q̃ ſe ocaſionavã deſta privança; quedando entre los limites de la prudencia dar la mano a los merecimientos, i recompenſar los ſeruicios, porque la virtud adonde ſe halla, ſe ha de honrar en conſideracion ſolo del ſujeto, i la ſufficiencia; que en todos tiempos ha viſto el mundo hombres nueuos en la cumbre de grandes honras.

(16) Bolvio a esforçarſe el partido de Don Alvaro, con las muertes de las dos Reynas, i como no era nada pereçoſo, ni deſcuidado en todo lo que le tocava, hallò ocaſion de acabar de una vez con los Infantes de Aragon; porque por inſtantes ivan de mal en peor ſus coſas, i el Rey Don Iuan deſcubiertamente, i con quexa publica prevenia gente para echallos del Reyno. Por conſejo de D. Alvaro pidiò ſegũda vez ſocorros al Infãte[76] Gouernador por ſus embaxadores, declarandoſe en el diſignio; i el Infante guſtò tanta de la reſolucion i pratica, que aunque no lo manifeſtò con las palabras, facilmente ſe entendió por las obras: porque no ſolo concediò el ſocorro que pidiò Caſtilla, però por authorizarlo, i juſtificarlo mas, mandò a Dõ Pedro ſu hijo mayor con el; moço de haſta quinze años, i el Principe de mayores eſperanças que tenia eſte Reyno; al principio del negocio determinó el Infante gouernador de ir en perſona; però mudò de deſignio pareciẽdole cierto que el gouierno de Portugal no ſufria auzencias, quando los enemigos domeſticos eran tantos, i tan poderoſos, que a penas podia atajar con prudencia, i vigilancia las aſſechanças con que cercauan al Rey Don Alfonſo para hazerle dueño de ſus enemiſtades; i como la edad del Rey no paſſaua de treze años, hallaua mayor peligro, no pudiendo aduertirlo como a hombre, ni guardarlo como a niño. Ivaſe criando en el odio del tio induzido de algunos, a quien oya de contino haſta que echò raizes, i tan grandes, que ſe puede creer, que la ſangre, i memoria de ſu madre tubo tambiẽ harta parte en eſta perſecucion.

(17) La prudencia del Infante Gouernador era mucha, i preſumia nouedades de las demonſtraciones menos conſiderables, que iuã ſuccediendo; que un prudente todo lo aduierte, i nada deſprecia, todo le ſirue de auiſo, i de conſejo. Pareciole mejor tentar con beneficios al Conde de Barcelos ſu medio hermano, que era el mas entero emulo que tenia, i cabeça de todos los demàs, i reduzirlo a ſu amiſtad por eſte camino: i como lo conocia por ambicioſo, tomô por inſtrumẽto de las reconciliaciones ſu miſma ambiciõ: diſpuſo al Rey le dieſſe la ciudad de Bragança con titulo de Duque della; acceptó el Cõde la merced; però no la agradeciô al Autor della, ſino al Rey que no ſabia como moço lo que hazia, ni lo que dava; perô quizo de aquella manera disfraſſar ſu ingratitud, i no obligarſe a olvidar ſus paſsiones. Vacò deſpues por muerte de Don Diego, hijo mayor del Infante Don Iuan la dignidad del Condeſtable. El Infante pues conociendo la malicia de la tierra en que avia ſembrado el[77] primer beneficio, rehuzò hazer el ſegundo en el Conde de Ouren primogenito del de Bragança; el qual ſe deſcubriò por pretendiẽte de aquel cargo. Fundava ſu derecho en que era nieto del Condeſtable Don Nuño Aluarez Pereira, por cuyo reſpecto ſe diera al defuncto Don Diego como hijo de Doña Iſabel nieta del miſmo Condeſtable; i aunque la razon era ſufficiente; el derecho era poco, porque la juſticia no ſe funda en conſideraciones, i reſpectos, ſino en fundamẽtos, i verdad; el officio ſin duda eſtava devoluto a la corona, i cõ eſta certeza ſe dio a ſu hijo D. Pedro hijo del Infante. Sintio el Cõde de Ouren mucho eſta proviſion, i retiróſe de la Corte para ſus lugares, i aviendo ſido uno de los que más profeſſaron la amiſtad del Infante ſu tio, entonces ſe declarò por ſu enemigo; borrando con eſta offenſa todos los fauores que avia recibido, porque no ay aggrauio, que no viva ſiglos en un coraçon vengatiuo, ni beneficio, cuyo agradecimiento en el paſſe del momento en que ſe recibe.

(18) Todas eſtas coſas precedieron al ſocorro de Caſtilla, q̃ no deſayudaron a la brevedad, i cuidado con que ſe hizo. Eſtava el Infante Governador en Coimbra por eſte tiẽpo, i llamando del Algarve a D. Henrique ſu hermano para la execucion deſta jornada, aſſentada por ambos; i por el conſejo, i los mayores del Reyno; armò Don Henrique cavallero a ſu ſobrino Don Pedro dos dias antes de ſu partida. Solemnizòſe el acto con muchas fieſtas, i hecho ya Condeſtable, partiò la buelta de ciudad Rodrigo, cõ quatro mil Infantes, i dos mil cavallos, gẽte luzidiſsima, i en q̃ entrava la nobleza de Portugal; porque no ubo cavallero, q̃ por agradar al Infante perdieſſe la ocaſion de adularle con hazer offrecimiento de acompañar al hijo; i el moço de por ſi era amable por ſu buen talle, brio i cortezia, q̃ ſon las partes, que màs facilmente vencen animos del pueblo.

(19) En eſta empreza eſcogiò el Infante Gouernador a Don Duarte de Meneſes, por conſejero, i ayo de Don Pedro, encomendãdole a ſu prudencia el pezo del negocio, i a ſu valor, i arbitrio, la diſpoſicion de la guerra. Mandò al hijo, que en todo le obedicieſſe, i a el que en todo governaſſe al hijo,[78] i cumplieron tan bien los dos con la comiſſion, que no ubo acciõ deſta jornada deſacertada.

(20) Supo el Condeſtable en ciudad Rodrigo, que el Rey de Caſtilla, con las anſias que tenia de deſtruir los cuñados, los cercò en la villa de Olmedo, ſin eſperar por el ſocorro Portuguez; i los Infantes temeroſos, de que las fuerças de los contrarios ſe reforçaſſen con la llegada de Don Pedro; quizieron antes provar ſu fortuna; i ſaliendo de la villa, dieron batalla al Rey en campaña de poder a poder, haziendo todo lo que devian a mui valientes cavalleros; quedaron al fin vencidos muerto Don Henrique, i herido el de Nauarra. Sin embargo deſta nueua obligò Don Duarte al Condeſtable a que marchaſſe adelante con ſu campo, porque no eſtavan ſeguros aun del ſucceſſo que reſultò de la victoria; i como los grandes de Caſtilla andavã tan rebueltos, tanto tiempo avia, no ſe imaginava, que ſe podian ſoſſegar en breve.

(21) El Rey de Caſtilla luego que tubo noticia, de q̃ el Condeſtable no parava con ſu exercito, lo embiò recibir con Don Aluaro de Luna, i otros muchos cavalleros, por la poſta haſta donde pudieſſen; i el ſe fue a eſperarlo a Mayorga con toda ſu Corte; donde llegado le hizo notables fieſtas, i agaſajos; moſtrãdoſe mui liberal, i cortès con los Portugueſes; aunque Don Pedro no le quedô inferior en las dadiuas, porque fueron muchas las q̃ repartiò por los cavalleros Caſtellanos. Todos eſtos aciertos ſe deven a Don Duarte, porque no diſponia menos biẽ las acciones de la paz, que los peligros de la guerra.

(22) Concluyoſe con eſto la de Caſtilla, i las coſas de Don Alvaro ſe mejoraron grandemente; ſi bien deſpues ſe canſô la fortuna en fauorecerle, i con el exceſſo con que le ſubiò con otro mayor le deshizo: cauſando tanto miedo, i eſpanto ſu caida; como admiracion ſu proſperidad; porque ya mas antes del ubo en aquella corona quien alcançaſſe mayores honras mas generales, i menos eſperadas; poſſeyendo largo tiempo ſu govierno heredado por el Rey Don Iuan el Segundo de Caſtilla, adminiſtrado, i repartido por el. Honró mucho el Rey a Don Duarte, en eſte viage; que fue la primera vez que le conociò de[79] viſta, porque ſu fama a todo alcançaua. Communicolo, i tratôlo entonces familiarmente, haziendolo de ſu conſejo, coſa que los Portugueſes eſtrañaron, por la facilidad con que murmuran de ſus naturales. Deſta merced tomò motiuo ſin duda de no bolverſe a Portugal con Don Pedro, porque no le conſentia ſu animo vivir ocioſo, i como la conquiſta del Reyno de Granada prolijamente durava; alcançò del Rey Don Iuan grandes fauores, para ſervirle en ella.

(23) Inclinòſe a eſto entre otras cauſas, pareciẽdole cordura huir las diſſenciones, i trabajos ciuiles, que ya amenazauan a Portugal, i que luego ſuccedieron, i quaſi los prophetizò, conſiderando prudentemente, que de quan cargado eſtava de enfermedades el Reyno, no avia coſa que prometieſſe buena eſperança de ſu mejoria, no la aplicando Dios poderoſamente per medios no alcançados de los hombres.

(24) Avia ocho años, que el Infante Don Pedro governaua a Portugal ſingularmente, quando los odios de ſus enemigos començaron a recoger el fructo de ſus ſiſañas: cumplio el Rey quatorze por Henero de mil quatrocientos quarenta i ſeis, i el Infante en Cortes, que llamô a Lisboa para eſte effecto; toda la ſolemnidad hizo en ſus manos reales dexacion del govierno. Fue buen dia para ſus contrarios: però el Rey mejor aconſejado, rehuzo aceptarlo, i ſe lo bolviô a encargar con nuevas demonſtraciones de amor, i agradecimiento: el Infante entonces engañoſe cõ la accion pareciẽdole natural, i no preſtada como era, i al fin cõtinuò en ſu officio, haſta q̃ los emulos incitados cõ aquellas mueſtras ſe dierõ tales traças, q̃ metierõ al Rey en zelos del suegro, entẽdiendo q̃ aquel camino era màs ſeguro para ſus pẽſamientos, por la facilidad cõ q̃ los Principes oyen ſemejantes praticas; de q̃ no ay edad libre, ni valor ezento; deziã, q̃ el Infante ya no tratava de governar, ſino de reynar; grãgeando los ſubditos, i repartiẽdo por ellos mercedes, i privilegios, eximiendolos de tributos, con q̃ los enriquecia, procurando enflaquecer el patrimonio real, ſolo a fin de fortalecer ſu partido; que para eſte effecto los iva atrahiendo, de manera q̃ no ſolo era querido, però adorado[80] del pueblo; que llegava a dedicarle eſtatuas publicas llamandole Padre de la patria, como ſi no tubieron Rey, i ſeñor natural; que el Infante, no ſin grande induſtria, i cuidados ſuperiores ſe avia confederado en Caſtilla con el Condeſtable Don Alvaro de Luna; q̃ ſin duda fueron entrambos los inſtrumentos de la muerte de la Reyna ſu madre, i del Infante Dõ Iuan ſu tio, ſolo por quitar de en medio las perſonas que podian opponerſe a ſus pretenſiones; que atendiendo a encaminarlos dividia los officios publicos, i fortalezas conſiderables por ſus màs familiares; que ſin duda eſto no mirava a vivir como particular, ni a contentarſe con ſer ſubdito. Hallaron para approuar eſtas maldades muchos teſtigos induzidos falſamente, que deponian con la capa de zeloſos, i ſin deſcubrir paſsion, ó enemiſtad declarada.

(25) Es eſta la gente màs pernicioſa de una Republica, porque engañan con la verdad apparente, ſiendo la mentira, el aſpid que ſe oculta entre las flores del zelo, i de la razon. Tubola el Rey de enojarſe, aunque poca de eſcucharlos, i menos en creerlos; peró teniẽdo reſolucion de moço, ſobre appetitos de Principe, baſtò eſte engaño para hazer ſoſpechoſo al tio; i deſpues començando a temelle, deſeo deſtruille. El Infante quiſo acudir a ſu honor, mas era ya tarde; porque los Principes cierran los oydos a la diſculpa, quando entrã el miedo en el coraçon: era tambien el Rey muy moço para ſaber pezar las coſas, i los ojos a penas abiertos no veian más que los colores que le querian moſtrar los que le aſsiſtian, hallãdoſe mâs poderoſos entonces; porque el Infante no ſolo dexò el govierno, pero tambiẽ la Corte; retiroſe a Coimbra, ciudad cabeça de ſu eſtado, riberas del mondego, i treinta i quatro leguas de Lisboa: creciò la acuſacion con la auzencia, i ſus enemigos, ya negociavan, no como de antes en ſecreto, però mui en publico, infamando ſu lealtad, i virtudes; quien más apretava en las diligencias era el Conde de Ouren, ayudado del Arçobiſpo de Lisboa, i Don Sancho de Noroña ſu hermano; porque el de Bragança eſtava en la Beira, mas de allà buſcava ſus inteligencias para inquietar al hermano. Emplearon en eſto un fulano de Berredo protonothario,[81] hombre aſtuto, i eloquente, i que en Roma donde eſtuvo años, avia cobrado opinion de entendido, i Curial. Con eſte pretexto para acudir mejor al engaño, ſe hizo mui familiar con el Infante, i tanto, que ſe puede dezir, q̃ en ſu proprio pecho, i apoſento ordenava los enredos con que provocava al Rey cõtra el deſcuidado Infante, porque ſo color de avizos le revelava mentiras: deſte hombre, i aquellos ſeñores, ſalio la conjuracion de tan terrible hecho, i como le concibieron, aſsi lo executaron.

(26) Contra eſta violencia no le aprovechò al Infante el apartamiento que hizo para Coimbra, porque allâ tenian ſus enemigos, quien le notaſſe haſta el menor deſcuido, q̃ ſin parar iva al Rey hecho ya culpa. En eſto llegò el Infante Don Henrique a la Corte, i publicoſe que era a defender la causa del hermano, i el pueblo contentiſsimo, andava deſenfrenado por las calles, dandoſe los parabienes deſta nueva. Trocaronla luego, en q̃ ò no quizo, ò no pudo. Algunos le culpan, otros le abſueluen; perô nadie hallo que dexaſſe de confeſſar, que no avia en Portugal perſona, que pudieſſe atajar eſtos inconvenientes, ſino Don Henrique por ſu autoridad, i reſpecto. El Rey moço; el Infante D. Iuan muerto; la Reyna muger, i entereſſada el Duque Don Alfonſo autor; ſu hijo maior complice: el Infante Don Pedro Reo; Don Pedro de Noroña enemigo: los demàs parciales: al fin ſolo el, quedava libre, para la compoſicion deſtos odios: maiores alabanças merece el Conde de Arrayolos, hijo segundo del de Bragança: el qual eſtando en Ceuta por general, por muerte de D. Fernando de Noroña, tuvo noticia de lo q̃ paſſava, i luego ſe vino a Santaren, donde ſe havia mudado el Rey con la corte, para ver ſe podia componer eſtos deſabrimientos; amava al Infante D. Pedro ſumamente; i como hermano del Conde, i hijo del de Bragança, procuró impedir ſu determinacion; però ellos deſpues que no pudieron perſuadirlo a ſu vãdo, ſe valieron de maña, i echarõ en la corte una voz fingida, con cartas ſupueſtas, de q̃ el Rey de Fez venia ſobre Ceuta con gran poder. Obligò al Conde la honra a bolver a ſu plaça, i no ſe apartò della, haſta q̃ las coſas[82] tuvieron el deſaſtrado fin que veremos.

(27) Antes del Conde, havia venido tambien de Ceuta, donde eſtava por frontero, Alvaro Vaz de Almada, Conde de Abranches gran ſervidor del Infante, i enemigo del de Ouren, eſtimado por ſu valor, qualidad, i ſervicios del Rey, i de aquellos Principes: en ſu preſencia llegò a deſafiar con palabras aſperas a todos los que calumniavan de deslealtad al Infante; reptandolos de aleves, i diziendo, que en el campo defenderia eſta cauſa el ſolo a tres juntos. La maldad ſiempre fue cobarde, porque toda ſu induſtria pone en la vengança. Callôſe la demanda, i el de Abranches ſe fue a Coimbra, ſiendo el que ſeguiô la fortuna del Infante, haſta lo ultimo de la vida, dando un ſingular exemplo de amiſtad, i esfuerço, igual a los que màs celebra la antiguedad.

(28) Dos años paſſaron en eſtas diſcordias con varios debates, i ſucceſſos, todos encaminados a deſtruir al Infante, porque ſus enemigos no paravan en eſte intento, ni el Rey en darles credito, con el miedo q̃ ſiẽpre cree, quanto más imagina. Coſa es eſtraña, q̃ los mâs principales eran miniſtros de ſu paſsiõ, i otros como alanos, que ſe criavan de ſangre humana, andavan ladrando tras la del Infante, criminandole aora de nuevo la muerte de la Reyna Doña Leonor; i para encẽder màs la ira del Rey en eſta vẽgança perſuadiã a los Infantes niños, a q̃ la clamaſſẽ como hijos, i partes màs offendidas. Cõ tãtas culpas ſupueſtas, repetidas ſiẽpre por todos lados; vino el Rey a reſolverſe a armar contra el Infante en ſon de caſtigarle como culpado en el crimẽ de leſa Mageſtad; i aunq̃ al principio eſte conſejo fue diſpueſto lẽtamente cõtra el q̃ dan los ſabios, q̃ quieren q̃ las coſas grãdes eſten hechas, antes q̃ conſultadas; cõ todo eſſo deſpues ſe dierõ prieſſa a executar la maldad, porq̃ no ſe aſſeguravan del Rey por moço, i por la afficion q̃ moſtrava a ſu muger (Princeſa digna de grandes loores) por la paciencia cõ que ſe portò en eſte caſo, ſiendo tã entereſſada en el, q̃ de una parte andava la quietud, i credito de ſu marido, i de la otra la vida, i hõra de ſu padre. Trabajô (mas ſiẽpre en vano) por cõponerlos, cõ lagrimas, ruegos, i encarecimiẽtos: entretãto padecer cõ el ſpiritu,[83] no quedò libre la reputaciõ de la pena; porq̃ le imputarõ en aquellos dias, q̃ D. Alvaro de Caſtro camarero maior del Rey, i q̃ los años ſeguiẽtes fue Conde de Monſanto; cavallero cõfidente, i brioſo; le hablava amores; el Rey cõ aquel impetu primero lo mãdo prẽder; mas ſoltarõle luego, porq̃ ſe aueriguo la verdad; i el autor de la mẽtira quedò ſin caſtigo; q̃ eſſo fue el exceſſo maior, q̃ ſe puede dezir deſtos tiẽpos, en q̃ andavan las maldades favorecidas, i las innocencias caſtigadas.

(29) Mientras ſe infamava la opinion del Infante con editos, ſe aparcebieron tambien las armas, convocando gente, i haziendo levas por todo el Reyno. Avisò los pueblos, i la nobleza del caſo; i como tocava en poca fidelidad contra el Principe, no huvo cavallero, que dexaſe de venir a Santaren donde el Rey eſtava acudiendo con prieſſa, i cuidado a moſtrar ſu obediencia, i lealtad; porque en eſtas materias mucho maior peligro ſe corre por las demonſtraciones; que por el effecto, i la tardança ſe acuſa por delito, como la brevedad ſe encarece por fineza.

(30) Preſumo, aunq̃ no ſolo he podido apurar con mâs que una probabilidad, que Don Duarte de Meneſes ſe vino en eſta ocaſion de Caſtilla a Portugal; porque los dos años antes, i parte deſte tercero, que era el de mil quatrocientos i quarenta i nueve, eſtuvo ſerviendo de frontero en Granada: deſpues ò fueſſe con expreſſo mandato del Rey, ò por otro aviſo que tuvieſſe de que armava con aquella fama de caſtigar rebeldes, pareciendole obligacion preciſa de ſubdito; a quiẽ no toca eſcudriñar los ſecretos del Principe; ſino obedecer ſus mandamientos: Acudiò a la corte; quando appareció en ella, fue a tiempo, en que con la final determinacion aſſentó el Rey en el Conſejo; priſiõ perpetua; deſtierro; ó muerte del Infante. Admira cierto, q̃ haviendo hecho tantas amiſtades, tubieſſe tanta falta de amigos en eſta ocaſion, i que entre tantos votos no ſe hallaſſe uno de vida, que hablaſſe libremente, i cõ verdad al Rey. Mas eſta es la comun deſdicha de grãdes, q̃ todo lo q̃ ſe les habla, ha de ſer agradable a ſus oydos. La Reyna ſolamẽte cõ el amor de hija le eſcreviò la ſentẽcia difinitiva: dizẽ, que al leer la carta ſin alterarſe, ni dar otra[84] ſeñal de triſteza, eſtuvo un gran rato perguntando al menſagero por la ſalud, i entretenimientos del Rey: i que deſpues comiò a las horas ordinarias mui ſeguramente; i la noche gaſtò con gran quietud, i repoſo, en lo que ſiempre acoſtumbrava. Enfurecierõſe ſus enemigos con eſta conſtancia, porque luego la ſupieron: i como al otro dia por parecer del Conde de Abranches ſe reſolviò el Infante a venirſe a Santaren a defender en campo ſu honra, i lealtad: ſiendo eſta reſolucion tan peligroſa como honrada; porque quando los juſtos reſpectos no hallan buena acogida, toqueſe el pulſo a las fuerças, i ſino ſon poderoſas valganſe del ſofrimiẽto, cuerdamente eſperando el beneficio del tiempo: Eſte penſamiento ſe trocò al Rey, porque le dixeron, que con exercito poderoſo ſe venia a entrar en Lisboa: entonces mandò a Don Duarte a que ſe metieſſe en Pombal, cinco legoas de Coimbra (plaça importante) porq̃ era paſſo de Lisboa, villa de haſta quiniẽtos vezinos, con un Caſtillo baſtantemente fuerte; pueſta en la ribera del Arunca, rio pequeño, que algo antes nace de unas ſierras vezinas, i a breve eſpacio muere, en el Mondego; celebre no tanto por ſu nombre, quanto porq̃ la fama approvada de muchos, le haze ſegunda patria, en el retiramiento, i ſepultura de nueſtro Liuio Portuguez, el inſigne Iuan de Barros. Euripides imaginò, que importava para la fortuna de un hombre nacer en lugar noble: però más glorioſo es, que aya hecho famoſo al Pombal eſte varon ſingular como otro Homero (a Eſmirna ciudad de Aſsia la menor en la Ionia) que ſi le diera nombre la grandeza de ſu tierra.

(31) Como el Infante entendiò la venida de Don Duarte, torcio el camino por la ſierra, que dizen de Anſion; i ſe fue derecho al convento de la Batalla, dividida ſu gente en tropas; porque parecieſſe màs acompañamiento, que exercito; llevava ſus banderas tendidas, i eſcrito en ellas, Lealtad, Iuſticia, i Vengança: i toda la ordenança que ſe guarda en la guerra. En el numero ſe difiere; los màs dizen que no paſſava de mil cavallos, i ſinco mil Infantes; pocos para campo, y muchos para acompañamiento: en eſta reſolucion peccó de arrojado el Infante, porque el Rey[85] aunque ſe hallava con treinta mil hõbres; la proviſion, i baſtimentos eran tan limitados por la eſterilidad del año, i poco aparejo de carruaje, i artilleria, que la miſma muchedũbre difficultava el deſeo del Rey; i ſi el Infante tuviera mayor ſufrimiento, ô diferente conſejo, no ay duda, que ó ſus coſas ſe mejoraran, ò ſu muerte no fuera tan apreſurada; perô affrentas deſta qualidad pueden mucho en pechos honrados, quando en ellos ſe antepone ſiempre la honra a la vida; porque la fama es el bien mayor de los buenos, i el theſoro donde fundan ſus felicidades.

(32) Llegò el Infante por jornadas largas a tres leguas de Lisboa; i ſus enemigos, que a cada paſſo ſuyo, ivan abreviando los de ſu deſtruicion; apretaron entonces al Rey con la amenaça del cercano peligro; que le perſuadio màs reziamente, temiendo que ſi ſe entraſſe en Lisboa, ſe apoderaſſe della, como ciudad metropoli del Reyno, i donde ſiẽpre hallò fauores publicos del pueblo; el qual como beſtia de muchas cabeças de contino ſe govierna por extremos de amor, i aborrecimiento. Con eſto ſacò el Rey ſus hueſtes de Santaren, i diôſe tanta prieſſa a ſeguir al Infante que lo alcançò junto a la villa de Alverca en el ſitio, que llaman la Alfarrobeira, que deſpues dio nombre a eſta rota; era por Mayo, i el calor grãde del dia, le obligô al Infãte a hazer alto, por dar un poco de deſcanço a ſu gente, que del camino, i la incomodidad venia deſanimada. Los corredores del campo Real, ò fueſſe de induſtria, ó a caſo; ſe encontraron con los del Infante, i meſclandoſe otros ſoldados, que por adelantarſe en la adulacion, procuravan hazer merecimiento deſte zelo demaſiado, començaron en bozes, i denueſtos infames provocar a la perſona del Infante, tratandole de traydor, i que ſe queria alçar con el Reyno, i otras coſas ſemejãtes. Todas eſtas diligencias fueron neceſſarias para deſcomponer una modeſtia tan leal, como la del Infante; el qual con el dolor deſta ofenſa impaciente de oyr ſemejantes palabras; mandò a un artillero, que diſparaſſe una pieſſa por amedrentar a aquella gente vil, induzida (ſegun ſe entendio)[86] de los enemigos del Infante: ſuccediò q̃ eſte tiro fue tan dieſtramente hecho, que paſso haſta la tienda del Rey; i ſiẽdo el miedo mayor que el peligro, ſe alborotaron los Reales de manera, que ſin guardar pueſto, ni orden, i obediencia alguna; ſe embiſtieron màs, en forma de pendencia particular, que de batalla, conforme el uzo de la milicia. Peleoſe de ambas partes con un odio, i porfia, como ſi fuera contra los enemigos de la Fè. Veianſe padres contra hijos, i hermanos contra hermanos, governando ſolo la afficion las lealtades de cadauno. Finalmẽte el Infante quedo desbaratado, i ſin vida, i de los ſuyos no eſcapò nadie de muerto, ó preſo.

(33) Es digno de referirſe lo que ſe cuenta del Conde de Abranches; entre eſte cavallero, i el Infante havia muchas prendas de cõfiança, i amor; i fue de manera, que hizieron los dos un contrato firmado con juramentos, i otros vinculos de amiſtad, antes algunos dias de partir de Coimbra; de que en aquella jornada ſeguirian una fortuna, cõ la eſtrecheza, que ſi las vidas de ambos fuerã una ſola; i aſsi lo parecio, porque ſe puede dezir, que ſolo vn golpe los matò a entrãbos. Pudo ſalvarſe el Conde, pero luego que ſupo en el real la muerte del Infante, retirandoſe a ſu tienda a deſcançar un poco, comiò ſoſſegadamente; i deſpues entrandoſe en la fuerça de la pelea, haviendo recibido muchas heridas, i muerto muchos contrarios, ſe dexò caer en medio dellos desfalecido con la falta de la ſangre, i diziendo eſtas ultimas palabras. Hartaos rapazes. Murió màs valiente que devotamente; aunque es de creer, que en aquel punto ſocorreria Dios a una alma que ſupo tambien cumplir con las obligaciones de la honra, i amiſtad, con tanto esfuerço. Mayormente quando perdiò la vida por defender una innocencia.

(34) La ceguedad, i odio con que el Rey mirava las coſas del Infante, le hizo juzgar eſtas muertes por grande proſperidad, igualando eſta victoria a las primeras que ſus mayores alcançaron contra Moros. Començò a celebrarla con fieſtas, recibiendo los parabienes della, con aquella adulacion que los animos apaſsionados inventaron para entretener ſu brio; porque ſiendo governado con poca[87] prudencia, i menos conſejo, como era aquel encuentro el primero en que viò las armas deſnudas, no hazia differencia de amigos, i enemigos. Tres dias ſe detuvo en el campo por ſuſtentar la victoria, conforme el uſo de aquella edad; i no le quedò por hazer alguna demonſtracion publica, con intento de juſtificar eſta guerra, porque la licencia de los tiempos dava lugar para todo; i los emulos del Infante no ſe contentavan con acabarle la vida, ſino mancharle la honra, que era lo que procuraron tantos años; aconſejarõ al Rey, que hizieſſe entrada publica en Lisboa a manera de triunfo, llevando delante de ſi, los deſpojos de la que acclamavã por victoria, en que ſe notavan màs los de ſu deſacierto; pues no havia coſa dellos, que no manifeſtaſſe la innocencia del Infante, el arrojamiento del Rey, i la malicia de los conjurados.

(35) En Lisboa derramô por la Chriſtiandad relaciones del caſo, hechas con aquella verdad con que hizieron las demàs coſas; peró no baſtarõ eſta, i las demàs diligencias para q̃ generalmente no fueſſe manifieſta la juſtificacion del Infante: porque la ſingularidad, i excelencia de ſus virtudes, le diò en la fama la ſatisfacion, que el Rey ſu ſobrino, yerno, i pupilo por tantos caminos le devia; midiendo eſta paga, por las q̃ ſuelẽ dar los Principes quando màs obligados.

(36) La muerte del Infante executada con tanto rigor, i violencia, eſpantó, no ſolo como trueno; però paſſando adelante, hiriò tambien como rayo, a los que ſe hallaron cerca del peligro; però con eſto no ſe puede negar, que vino a perderſe tanto por ſus virtudes, quanto por los vicios agenos, i para maior gloria ſuya; pues entonces ſe calificaron ſus merecimientos, quando no havia ya que temer dellos. Con todo ſucediò en eſte caſo, lo que en pocos ſuele acaecer: i es, que reſultò una paz univerſal de una maldad tan conocida; ſiendo las màs vezes eſtos, los motivos de muchas diſcordias, quedando ſiempre de tan grandes incendios, alguna centella, que baſta a reſuſcitar llamas, que abrazan regiones, i monarchias enteras. Muriò con el Infante la vengança tambien de ſu muerte: aunque Ruy de Pina, Ieronymo[88] de Çurita, Philipo de Cuminis, cõ otros muchos hiſtoriadores Portuguezes notaron advertidamente; que de los graves odios que en eſta ocaſion ſe ſembraron, vinieron deſpues los deſcendientes deſtos Principes acoger en ſi el fructo amargo dellos, con tan encontrados ſucceſſos, que el Rey Don Iuan el Segundo, hijo del Rey Don Alfonſo, i nieto por ſu madre Doña Iſabel, del Infante Don Pedro; por ſola eſta cauſa, aunque con otro pretexto llegô a matar por juſticia a D. Fernando, tercer Duque de Bragança, que era nieto tambien del Duque Don Alfonſo, Autor deſtas diſcordias del Infante: aſsi que en la innocẽcia del nieto, ſe caſtigò la culpa del aguelo; ſiendo entonces eſtrañada communmente en las cauſas que ſe buſcaron para manchar tambien la fama, i lealtad del Duque D. Fernando, q̃ pareciò coſa prevenida, por igualar ſu muerte a la del Infante D. Pedro, pues quando murian ambos innocẽtes, murieſſen tambien ambos infamados.

(37) Eſta deſgracia, como ſi fuera original, ſe eſtendiò a toda ſu familia de manera, que de ſu muger, i hijos no quedó alguno, que no perdieſſe con la patria el ſociego, i la hazienda. Deſterraronſe para diverſas partes; mas los tiempos ſiguientes diô buelta la fortuna; favoreciẽdolos con tanta felicidad, q̃ en breves años de tres hijos que le quedaron; fue el mayor D. Pedro, Rey jurado de Cataluña; el ſegundo Don Iaime, Cardenal, i Arçobiſpo de Lisboa; Don Iuan q̃ ſiendo caſado con Carlota ſucceſſora de Iuã, Rey de Chipre; muriò intitulado Rey de aquella Isla. De las hijas que fueron otras tres, fue la mayor la Reyna Doña Iſabel, de Portugal; la ſegunda Duqueza de Cleves, i ſe llamò Doña Beatris; la ultima Doña Phelipa, que vivió recogida ſin eſtado, en el Monaſterio de Odivelas, de San Bernardo, i alli jaze ſepultada. Entre tales ſucceſſos el cielo màs ayrado que benigno con eſtos Principes, por ſecretos Iuizios ſuyos, nunca entendidos de los mortales, hallaron mayor deſdicha en las proſperidades, que en los infortunios; porque ni tuvieron vida para gozarlas, ni muertes que no fueſſen violentas: moſtrando que no ſolo fueron herederos de las virtudes del padre, però tambien del modo, i deſgracia de ſu muerte.

[89]

(38) Mas bolviendo a Don Duarte en llegando a Pombal, hechò ſus eſpias para ſaber el eſtado de la tierra; i conociendo, que el animo del Infante no era otro, que bolver por ſu credito en preſencia de ſu Rey, i que a eſſo ſe partia a Santaren: procurò eſtar a la mira ſoſſegando los animos de aquellos pueblos; los quales ſe alteravan ſegun los movimientos del Infante, governandoſe por ſus acciones; però como nunca deſdixo del camino de la fidelidad, más trabajo tuvo Don Duarte en quitar el temor del Rey, i de ſus familiares, que el deſaſſociego de los contrarios: porque ſiempre el miedo en eſtas coſas es peor, que el effecto. Sabida la muerte del Infante en Coimbra, ſe entregô aquella fortaleza, i a ſu exemplo las demàs de ſu eſtado, ſin haver quien oſaſſe, no ſolo a contradezirlo, perô ni aun a mentar un nombre tan odioſo, cuya acuſacion ſe acriminava en las plaças igualmente, que en los palacios; los ſoſpechoſos, con maior cautela, i vigilancia: porque el Rey andava notando en los ſemblantes la juſtificacion deſte caſo; como ſi la conſciencia ſe quietara con las demonſtraciones: mas baſtaron eſtas para olvidar en breve tiẽpo, lo q̃ ſe preparò en muchos años.

(39) Deſpues de algunos ſe moſtrô el Rey mejor informado de la innocencia del Infante; i reſtituyendo a ſu cuerpo (que andava vagando con la propria fortuna, que vivo) ſepultura Real en el Convento de la Batalla; paſſó editos, en que le declarò por fiel; con que deſautorisò no menos ſu credito, q̃ ſi le matara de nuevo: entendiendoſe, que el error de un Rey, nunca tiene enmiẽda; pues en las llagas, que una vez haze, laſtima tanto la cura, como los golpes. Eſta reſtitucion fue hecha à inſtancia de los Duques de Borgoña, Phelipe, i Iſabel, hermana, i cuñado del Infante; intercediendo juntamente la autoridad de Calixto tercero, que entonces regia la ſilla de S. Pedro: i el Rey humillandoſe a ſus ruegos, quiſo obligarle con eſta obediẽcia, a que le concedieſſe la Cruzada, para paſſar en perſona a Berberia; la qual tuvo el effecto, que veremos adelante.

(40) En la entrada del año de mil quatrocientos i cinquenta, ſe bolviò Don Duarte a la Corte, i deſde entonces haſta el de[90] cinquenta i ocho no hallo ſuceſſo, en que entraſſe: porque la paz, q̃ gozava eſte Reyno era más llena de peſte, i otros caſtigos publicos, que denunciavan la ira de Dios, q̃ de glorias militares; pues haſta la conquiſta de Africa andava mui tibia con las diſſenciones domeſticas.

(41) Entre tanto, fue lo màs notable, q̃ paſsò en Portugal, el caſamiento de la Infante D. Leonor hermana del Rey, que ſe effectuò a nueve de Agoſto, de mil quatrocientos i cinquenta i uno, con Federico electo Rey de Romanos. Celebróſe con muchas fieſtas, porq̃ el Rey tambien quiſo alegrar el pueblo, i divertirlo de las memorias del Infante D. Pedro, en cuya aficcion durava con notable triſteza: porque la peſte, que afligia a eſte Reyno, lo obligava a q̃ la tuvieſſe por caſtigo de aquella perſecucion injuſta: i renovòſe aun màs con la muerte de la Reyna D. Iſabel, que ſucedio en Deziembre de mil quatro ciẽtos i cinquenta i cinco: haviendo precedido el Março antes, el dichoſo nacimiento del Principe D. Iuan deſte nombre, el ſegundo, Principe digno de imortales alabanças. De cuya vida, i acciones, entre otros autores, que eſcrevieron de ſus hechos; deſcurri yo tambiẽ largamente con menos adulacion, i màs certeza: pareciendome, que la virtud de ocupacion tan honeſta, llegaſſe a deſpertar los ingenios Portugueſes, para que fueſſen agradecidos a la buena memoria de ſus Reyes; pues le devian amor, i tratamiẽto de padres: i con el comovimiento de las acciones valeroſas, i prudentes, que huvo en ſus tiempos, ſe procuraſſe en eſtos la emulaciõ dellas; de que parece ay màs olvido, de lo que conveniera.

(44) La muerte de la Reyna, quiſieron algunos, que fueſſe ordenada por los enemigos del Infante; i aſsi la lloraron los Portugueſes muchos dias; porque le ſaltô una Princeſa de grandes merecimientos. Però deſte mal nacieron otros bienes, que fue alçarſe el deſtierro a D. Pedro ſu hermano, que andava por Caſtilla pobre, i afligido. Bolviòle el Rey el maeſtrazgo de Avis, i otras rentas baſtantes para el ſuſtento de ſu grandeza.


[91]

ARGVMENTO
DEL
LIBRO QVARTO

EL Rey D. Alfonſo paßa a Berberia: rinde Alcaçar el ceguer: buelveſe a Portugal, dexando encargado aquel preſidio a D. Duarte de Meneſes. Virtudes, en que mâs reſplãdecio en ſu govierno: entradas, que hizo, i eſcaramuças, que tuvo con los Moros, de que alcançò muchas victorias ſeñaladas. Aßedio primero, de que defendio eſta plaça contra el poder del Rey de Fez; ſuceſsos deſde el año de cinquenta i cinco haſta el de cinquenta i nueve.


VIDA DE
DON DVARTE
DE MENESES
TERCERO CONDE
de Viana.

LIBRO QVARTO.

(1) COn la perdida de Cõſtãtinopla, que ſucedió en el año de mil quatrocientos cinquenta i tres, Calixto tercero, que entonces preſidia en la Igleſia, con la vigilancia, i piedad de Paſtor univerſal della; perſuadiò cõ màs zelo, que fruto, por ſus delegados, a todos los Principes Chriſtianos a una liga, contra Turcos, que andavan muy ſuperiores en poder, i fortuna; concluyôſe en eſte de cinquenta i quatro: i tomaron la Cruzada, que era la inſignia, debaxo de la qual avian de militar en aquella empreſa. Fue el Rey Don Alfonſo de los[92] primeros, que la aceptaron; i armò buen numero de velas; però deſpues de largas prevẽciones, por accidentes, i dudas, que huvo entre los coligados, ſe deshizo la union; pudiẽdo poco el ruego, i ſolicitud del Pontifice: mas el Rey viendoſe con las armas en la mano, las bolviò contra Berberia; aviſandole antes D. Sancho de Noroña (que eſtava por general en Ceuta) los rumores, que ſonavan, de que el Rey de Fez venia ſobre aquella ciudad, con poderoſo exercito: però eſta fama parò en amenazas ſolamente, por donde el Rey màs ambicioſo de gloria, que neceſsitado de otro motivo, con aquel apetito, que para los Principes moços es ley màs poderoſa, que la razon; ſe fue a Lagos con ſu hermano el Infante D. Fernando, i D. Pedro ſu cuñado (que ya por eſte tiempo eſtava reſtituido) el Marques de Villa Vicioſa, i otros ſeñores, i fidalgos del Reyno; donde con aſſiſtencia del Infante D. Henrique ſu tio juntó una grueſſa armada de duzientos i veynte vaſos, conforme quiere Ruy de Pina, aunque Damian de Goes, acreſcienta màs ſeſenta.

(2) Determinado, pues, en dar ſobre Alcaçar el ceguer; partiò de Lagos, i llegò a la playa de Tanjar a los veynte i ſeis dias de Octubre, de mil quatrocientos cinquenta i ocho: alli eſtuvo un dia aguardando, que llegaſſen algunos navios, que faltavan; i ſiendole el viẽto eſcaço, quiſo combatir aquella fortaleza: mas el Infante D. Henrique, ayudado de D. Duarte de Meneſes (que fue tambien deſte parecer) con los capitanes de maior nombre, i experiencia; lo contradixeron con muchas razones; i al fin perſuadido a eſto fue ſobre Alcaçar el ceguer. Es ciudad pueſta ribera del Oceano Herculeo, entre Ceuta, i Tanjar, quaſi en igual diſtancia, en lo màs angoſto del eſtrecho de Gibraltar; porque queda en el parage de Tarifa, donde no ay màs de traveſia, que cinco millas de la coſta de Africa a la de Eſpaña: junto quaſi a ſus murallas pierde ſu nombre, entrandoſe en la mar, el Balone, rio de menos aguas, que fama; cuya boca pone Ptolomeo en ſiete grados de longitud; i de latitud treynta i cinco, i cinquẽta minutos. Es lugar pequeño, i nuevo, porque le fundó Iacob Almançor, quarto Rey de[93] los almohades, por facilitar el paſſo de Eſpaña, adonde paſſava todos los años cõ ſus exercitos, para hazer guerra a los Chriſtianos; hallando el camino, q̃ hazia para ir a Ceuta, fragoſo, i aſpero, i el puerto de Alcaçar razonable, i menos trabajoſo. Deſde alli apreſtava ſus armadas, i armava ſus baxeles, q̃ andavan en corſo, por todo el eſtrecho, teniẽdo mucha madera en las tierras al rededor de la ciudad, buena para eſte efeto: llamòla Alcaçar el ceguer, q̃ quiere dezir, palacio pequeño, a diferencia del de Alcaçar el quibir, o viejo, que es mâs sũptuoſo; i de otros q̃ tenia otras ciudades de maior mageſtad. La preſencia continua deſte Principe la enriqueciò deſpues de edificios, comercio, i nobleza; porque hizierõ trato de ſu inclinacion los ſubditos, de ſuerte q̃ creciendo ſiempre, por eſte tiempo, era una de las plaças importantes de Berberia.

(3) Llegado el Rey a Alcaçar, tratò luego de ſaltar en tierra. Pero el enemigo cõ haſta quinientos cavallos, i mucha infanteria, ſalio a defender el deſembarcadero; i huyendo con perdida, ſobreviniendo la noche, tuvo el Rey tiẽpo de aſſentar ſu real, ſin dificultad. Repartieronſe los quarteles de los Chriſtianos, i dada ſeñal, acometierõ las trincheras del enemigo: ganarõlas brevemẽte haſta meterlos en la ciudad; yẽdo en ſu ſeguimiẽto. Serrarõ los Moros las puertas, defendiẽdolas de manera que no las pudierõ los nueſtros derribar, ni quemar; porq̃ eſtavan cubiertas de chapas de hierro, i deſde lo alto del muro con la artilleria, hachos de fuego, i otras armas, hizierõ mucho daño a los Portugueſes. Retirarõſe entõces, i el Rey provocado con la reſiſtencia, otro dia mandó arrimar las mantas para picar a prieſſa el muro; i al Infante Don Henrique con ſu gente puſieſſe las eſcalas por otra parte, procurando ſubir: deſta manera ſe començô un rezio aſſalto, andando el Rey con ſu guardia, animando la gente, i dando orden en todo lo que convenia para reforçar el combate; durô dudoſo haſta media noche. A eſte tiempo el Infante hizo aſſeſtar una pieſſa grueſſa de artilleria hàzia una parte del muro, que le parecio eſtar màs flaca, i como al primer tiro cayeſſe gran parte del; Los Moros, que vieron la entrada abierta, a la poſtre cayeron de[94] aquella gallardia, i ſe offrecieron al Rey con ciertas condiciones honeſtas; aceptôlas el Infante en ſu nombre: i en cumplimiento dellas, deſampararon la ciudad, i la dexaron libre al vencedor. Entrò en ella el Rey a pie en proceſsion, fueſſe derecho a la Meſquita, i deſpues de hazerla conſagrar a la advocacion de nueſtra Señora de la Concepcion, i de dar gracias al Cielo, por la victoria recebida: tratò de eligir General para aquella plaça. Tuvo muchos oppoſitores el cargo; porq̃ el ſer de tanto rieſgo, eran los gajes, q̃ más los convidava a pretendelle. Però el Rey advertiendo, que en las proviſiones de cargos publicos, han de ſer publicas las qualidades del que fuere proveido; porque a ſer de otra manera, es màs ſuerte, que eleccion; la hizo de D. Duarte, con penſamiento de ſoſſegar a los pretendientes; porque eſta es la ventura de acomodar los oficios en las perſonas màs dignas, que ſe grangean los quexoſos igualmente, que los provehidos; porque ſiempre los benemeritos ſon los ojos del pueblo; i las proviſiones, que haze la acclamacion publica tienen otros aciertos, que no ſe pueden conſiderar en las demàs.

(4) Deſta fueron publicos los agradecimientos, que ſe dieron al Rey, por el Infante Don Henrique; porque eſte Principe tenia tanto cuidado de la nobleza, que eſtimava como proprias, las mercedes, que recebia: ſiẽdo eſte zelo tan provechoſo a los Reyes, como a los ſubditos; pues entre las gracias, que ſe le dan de ſemejantes beneficios, ſe mezclan otras advertencias de grande eſtima, que ſiempre ſon mejor oydas por el camino de la adulacion, que de la libertad; quando las verdades dichas a ſecas a los Principes deſagradã màs de lo que perſuaden; por la coſtumbre quaſi comun de eſcuchar ſolamente con guſto lo màs agradable.

(5) Señalòſe D. Duarte en eſte cerco con grãdes ventajas, ſerviendo de avẽturero; porque los pueſtos principales de exercito, ocuparon el Rey, los Infantes, i el Marques de Villa Vicioſa; i no ſacó menos fama de obedecer, que de quando mandava: porque ſabia ſer ſoldado tambien como capitan, preciandoſe ſolo de cumplir enteramente con la obligacion de la honra, ſin dar lugar a la vanidad,[95] ó a la ſobervia, antes moſtró con una ſingular modeſtia, que no rehuzava nada por temor, ni aſpirava por codicia. El Rey pues en el acto de encargar eſte oficio a D. Duarte, procedio con toda la beneuolencia de palabras, i favores publicos, con que los Principes ſaben obligar a los ſubditos, quando quierẽ; que por la maior parte es, en la ocaſion, en q̃ juzgan les ſon meneſter. Al darle las llaves de la fortaleza, i el baſton de General, diſcurrio largamente por ſus merecimientos, eſtãdo preſentes los Infantes, ſeñores, fidalgos, i capitanes del exercito; i deſpues màs en publico, i en voz alta, de manera que lo eſcuchaſſen todos, mirandole con alegre, i ſerena frente, le hablò deſta manera.

No rehuzo el confeßaros (D. Duarte) por acreedor tan en publico, quando las deudas, en que me haveis pueſto, ni ſon ſecretas, ni de calidad, que olvidallas no ſea condenar yo miſmo mi reputacion. Siento los muchos, que os aventajan en los premios; no os igualando en los meritos: por ajuſtarme a ellos, os encargo deſta plaça; porque conoſco de vueſtro valor, que ſolo tendreis por merced la occaſion de exercitarle. Librome con eſto de una reſtituicion, en que os eſtava del govierno de Ceuta; pues ſe os quito ſin razon, haviendola vos ſuſtentado igualmente, que el Conde vuestro padre: pero ſiendo eſta la ſegunda fortaleza, que ganamos en Berberia, ſois vos el primero, con que podemos aßegurarla en eſtos principios; q̃ es quando las perdidas tienen la vehemencia de ſu dolor, i la vengança propria, maiores affectos: differentes alabanças merece, el que defiende una plaça recien rendida; de aquel que la conſerva, deſpues a largo tiempo de conquiſtada. Eſpero, que me ſirvais de ſuerte en eſta conquiſta, que os deva nueſtra Real corona mâs ciudades,[96] que eſta, haziendola puerta, por donde entremos victorioſos a ſeñorear haſta Fez, a cuyo imperio puedo aſpirar ſeguramente, con vueſtro braço, i prudencia.

Callò, i D. Duarte pueſto de rodillas, reſpondiò en eſta forma.

Sereniſsimo Senhor, ya no me queda lugar de ſolicitar otro galardon a mis ſervicios, quando V. A. me aventaja tãto en repetirlos; premiandome el zelo, cõ que los hize, que es ſolo el que merece tanta ſatisfacion: en eſta de aora hallo el cumplimiento de mi deſſeo; pues confieſſo a V. A. una ambicion, que me abrazô ſiempre, i fue de morir por el ſervicio de Dios, i vueſtro. Haſta aqui no os puedo negar, que vivia quexoſo, i aun quiçâ impaciente, quando haviendo enemigos deſta corona, eſtava ſin las armas en las manos. Que honrado ay, ſeñor, q̃ no tenga por afrenta el ocio? La fortaleza ſin exercicio, eſtá cerca de entorpecerſe: dizelo la experiencia, i la virtud lo acclama; ſin ella, que valen dichas? Podran enriquecer a uno, però no honrarlo. Verdad es, que eſte cargo me deviades de juſticia, aun no entra aqui gracia, porque la guardo para ſuplicaros empleeis muchas en ſu conſervacion. Eſta es ciudad mâs vueſtra, que todas; pues la ganaſtes por vueſtro braço. No olvideis eſta gloria, que aumentarâ, ſin duda, dignidad a vuestra grandeza, en el grado, que và de lo adquirido, a lo heredado. Serâ uno de vueſtros titulos Reales, que el tiempo, ni la embidia podran borrar jamâs. Añadio a vueſtro abuelo algo de ſus proezas, el ſer ſeñor de Ceuta; pareciendole, que en nada moſtrava mâs ſu mageſtad, que en publicar ſus brios: dellos ſe originaron los Reyes, i ſolo tuvieron de Principes, lo que tuvieron de[97] fuertes; obligaciõ es de los nueſtros mâs preciſa, pues ſe hizieron por ſu valor ellos miſmos: quedando por herencia deſta corona, conquiſtar imperios, de quien los goza tan ſin derecho, i razon, como eſtos barbaros; ſi tras deſto conſiderais eſta fuerça, vereis el empeño, que os dexa para conſervarla. No la reguleis por el tamaño, ſino por la importancia: fue eſcogida por los Moros para paſſage, i eſcala de Eſpaña. Eſtà, como veis, en lo mâs angoſto deſte eſtrecho; cõ maiores comodidades de madera, i puerto para navios, cõ que los enemigos infeſtavã toda eſta costa. Deſtas utilidades, que ellos poſſehian, nacerâ, ſin duda, la prieſſa, con que bolveran a conquiſtarla; que a mi ver, no tardarâ mâs, que en quanto llegue la perdida a la noticia del Rey de Fez; de ſu poder ſoy yo teſtigo. No lo advierto, porque lo tema, ſino para que advierta V. A. las obligaciones, que lleva a los ſoldados, que dexa en eſte preſidio. Es el favor de la milicia, credito, i autoridad de los Reyes: noteſe en ſus aumentos, i ſe echarâ de ver facilmente. Eſta merced ſola os ſuplico, que aunq̃ auſente, continueis en ver los peligros, i las dificultades, que allana vueſtro agradecimiento: ſingular grandeza de los Reyes, poder eſtar preſentes a los ſubditos en ſus hechos repreſentados en ſus capitanes, i mucho mâs en los beneficios, que les hazen. Frequentandolos, tẽdreis vaßallos valeroſos, imperios dilatados, enemigos ſiempre vencidos; i ſobre todo una fama glorioſa, que vencerâ tanto, como las armas; pues no la dâ menor cũplir con eſta obligacion.

Besòle tras eſto la mano, i con el todos los que ſe hallaron preſentes a eſte acto. Fue de increyble guſto; i los ſoldados viendoſe favorecidos dieron a vozes ſeñal de ſu alegria.

[98]

(6) Con la eleccion de D. Duarte ſe offrecieron de nuevo muchos cavalleros para quedar en Alcaçar; que eſto es otro bien, que alcança un Principe, quando acierta en lo q̃ elige; que grangea todos con la merced de uno. Compueſto al fin todo lo q̃ tocava a la defẽſa deſta frontera, deſpachó el Rey con la nueva, navios a Portugal, i cõ los màs del armada, ſe fue a Ceuta, donde llegò martes por la mañana veynte i quatro de Octubre. Alli acabò de concluyr otras coſas, i remunerô con muchas dadivas, i mercedes, a todos los q̃ le ſirvieron en eſta ocaſion, ſin haver otros memoriales, i conſultas, mâs que ſus ojos; que ſi ſer pudiera verlo todo, fueran fieles, i grandes ayudadores para el acertamiento de los Principes, haviendo aſsi muchos bien premiados, i muchos menos quexoſos; por la eſtrecheſa de algunos miniſtros, que la aconſejan a titulo de no cargar la hazienda Real; i quiçà ſolo para que aya màs para ſy, i ſus adherẽtes. Ruy de Pina, Gomez Eanes, i Damian de Goes, encarecẽ mucho los deſpachos generales, q̃ diò el Rey en aquella ciudad, ſin otra interceſsiõ, q̃ la de los merecimiẽtos, conociẽdo quan grande falta es en vn Principe, embiar un ſubdito de ſu preſencia, con el ſemblante, i coraçon triſte; porque no ay daño, q̃ llegue al de ſer Rey de vaſſallos mal contentos; por los grandes inconveniẽtes, que reſultã dello.

(7) Portòſe D. Duarte en el govierno deſta plaça, aunque pequeña, i limitada, de ſuerte que ſe echava bien de ver, el talento, que tenia para los maiores: i aſsi no moſtró menos lo que era en lo poco de un preſidio, que ſi governara una provincia entera; ſi biẽ con lo exterior de la perſona encubria eſta verdad, para cõ muchos, q̃ ſe muevẽ por apariẽcias a calificar los ingenios; porque hablava, comunmente poco, mas eſto con reſolucion, i modeſtia; de que naciò ſer juzgado por menos entendido de aquellos, que quieren con la lengua ſuplir la falta de la prudencia, i del animo.

(8) Naciale deſto, ſer tan prevenido, i maduro en ſus conſejos, que ya màs propuſo coſa, que no ſucedieſſe; con que adquirió gran reputacion mui util para la guerra, i tan importante, q̃ el enemigo lo confeſſava por adiuino de ſus penſamientos; aunque hazia deſto[99] particular eſtudio deduziendo de los caſos, exemplos, i ſemejanças; i no ſe contentando con que las eſpias que de contino, embiava, inquirieſſen lo ſecreto de los deſignios, i ardides de los ſoldados; ſino tambiẽ el particular de los votos del pueblo, que las màs vezes deſcubre lo flaco, i fuerte de los eſtados.

(9) Sabia por eſta cauſa tanto de los enemigos, como de ſus ſoldados; entre los quales todo ſu cuidado empleò en reformar la diſciplina militar algo cahida, con los tiempos licencioſos, ya referidos; i para que eſta reformacion (que ſiempre ſuele ſer odioſa) tuvieſſe lugar, i buena diſpoſicion en los animos; començô a hazerſe primero amar, i luego a temer; de cuyos extremos formò un reſpeto agradable, para emendar los daños, que reſultan de la floxedad, i rebeldia, en obedecer la gente de guerra Portugueſa; porque en brios tan embotados poco obligava el amor, ſino ſe meſclara tambien la ſeveridad, que a ſolas cada coſa irrita màs de lo que aprovecha, i aſsi no le fue de pequeño trabajo, diſciplinarlos con clemencia, i caſtigarlos ſin ira.

(10) Para eſto fue grande expediente el modo, que tomó de vivir ſin diferenciarſe en nada de los demàs; antes haziendo documentos del exemplo, enſeñava con las obras, ſiendo el primero en el deſvelo, trabajo, i neceſsidad, con que remediava, i acudia a todos; tan incanſable, que en la ocaſion de los cercos (que veremos deſpues) no dava tres horas continuas al repoſo; alentando los cãſados, curando los enfermos, i rodeando los compañeros; llamando a todos por ſu nõbre, i cevandolos, con dadivas, ya de eſperanças, ya con honras publicas, i agradecimientos a la virtud militar, que en grado eminente luzia en eſte valeroſo capitan; acõpañavale una ſingular piedad, que lo hazia màs excelente; ſiendo ſu primera alabança el ſer tan religioſo en las coſtumbres, que ſiẽpre procurò, que ſus ſoldados no lo parecieſſen en las deſordenes; rehuſando admitir a los q̃ ſiguen eſte nõbre, por comodidad de ſus deleites. Deſta manera militava igualmẽte cõtra los vicios, q̃ contra los Moros; i andava tan cuidadoſo en quitar a ſu ſoldados occaſiones de offender a Dios, que más parecia[100] Alcaçar el ceguer un monaſterio, que un preſidio.

(11) Si oya juramento, caſtigavale primero de palabra, i deſpues con alguna pena a los incorregibles. Quando permitia juegos, cõdenavalos en publico; porque deſta ſuerte los atajava con menos violencia, pues por darles guſto, no havia ſoldado, que vſaſſe de libertad, aunque fueſſe indifferente; que el deſſeo de imitarle, i complacerle, emẽdava la inclinacion, muchas vezes, quando el apetito la deſordenava por otra parte.

(12) Tenia gran cuenta en reſcatar los cautivos Chriſtianos, i para eſto vendia con gran liberalidad, haſta lo mas neceſſario de ſu caſa. Al igual deſta piedad, uſava otra, no menos digna de perpetuas alabanças; porque ya más ſe canſava en admitir, i favorecer Moros, que ſe reduzian a nueſtra ſagrada Religion; dandoles con el Baptiſmo (que era la libertad del alma) tambien la del cuerpo, i bienes, con que pudieſſen vivir modeſtamente; con que acariciò muchos por eſte modo; que deſpues de Chriſtianos fueron mui dañoſos al enemigo, por la conſtancia, i fidelidad, con que ſirvieron a D. Duarte en las entradas, q̃ continuamente hazia por ſus caſas, i poblaciones.

(13) Su liberalidad no exceptava perſonas, ni eſtados; porque en todos, con larga mano deſpendio ſiempre quanto pudo. En eſta virtud le encarece tanto Gomez Eanes, q̃ cuenta prodigalidades ſuyas, quaſi ſucedidas de ordinario. A Xeque Laros, Moro riquiſsimo, i el màs poderoſo de aquella ſierra (de que havemos de hazer mencion deſpues) alargò libremente el reſcate de un hijo ſuyo, a quien queria mucho, ſiendo gran cantidad de ducados, i otras muchas joyas de precio inextimable: i nota, que en menos de tres años diò màs de treciẽtos cavallos. De veſtidos, joyas, dineros, i otras coſas, es increyble lo que repartia por todos; pareciendo impoſible, que en hazienda tan limitada, como la ſuya, cupieſſe tanta largueza; porque es cierto, que ya màs ſalio de ſu preſencia ſoldado, ó perſona alguna afligida, ſin ſocorro, i conſuelo de ſu neceſsidad, ó diſguſto.

(14) Deſte animo tan generoſo en las dadivas, procedia el que moſtrava en las paſsiones,[101] no ſiendo menos liberal en perdonar offenſas, quando no tocavan a la honra, de q̃ fue ſiẽpre mui eſcrupuloſo, aunq̃ no tanto, q̃ llegaſſe a deſcõfiado; mas era ſingular el brio q̃ hazia, de no ſolo tomar vengãça de enemigos, però en ſu lugar les hazia todo el bien, q̃ podia; entendiendo, q̃ ſolo los hombres cobardes eran vengativos, pues de medroſos deſſean matar a ſus contrarios, por librarſe aun de la ſombra de temer.

(15) Sobre todo amava grandemente a la verdad; i eran ſus palabras tan infalibles, que llegô a ſer la ultima confiança de los Moros, ſiendo ellos el miſmo engaño. Mas tiene la virtud el poder de hazerſe eſtimar de los que màs la aborrecen. Por eſto no ſufria, q̃ ſe trataſse, ni por eſtratagema, cõ nadie doblemẽte; dezia, q̃ la mentira nunca fue provechoſa, i la verdad era màs neceſsaria con los enemigos, que con los amigos. Fiados en ſu palabra ſolamente, i ſin otros rehenes deſempararõ los Moros a Tarifa en la toma de aquella ciudad, confeſſando, que no querian otra ſeguridad, que la promeſſa de D. Duarte.

(16) Concluyo con notar tres coſas, que por excelencia luzieron en eſte cavallero. Fue mui zeloſo del bien publico, i del ſervicio de ſu Rey; cuidadoſo del provecho de los particulares; i olvidado de ſu conveniencia; porque nunca tuvo oficio, en que no ſalieſſe màs pobre, de lo que auia entrado; ni pidiò coſa, q̃ no fueſſe en orden a ſus ſoldados; tan dexado de los aumentos proprios, q̃ ſolo tuvo de rico, el no haver ſido codicioſo; riqueza por cierto de gran eſtima, i valor; aunque eſta parte, como era en tiempos de un buen Rey, ſerviale de memorial para ſus ſervicios; porque holgava màs de dar premios, a quiẽ los merecia, que a quien los pedia: condenando con eſto a los Principes, que tienen por buena razon de eſtado, no hazer mercedes, a los que no tratan de ſuplicarlas; como ſi la peticion, i el ruego, fuera merecimiento: i aſsi màs quieren, que ſu corte eſtè llena de importunos, que ſu reyno de benemeritos; bien diferente de lo que deve hazer un Principe prudente.

(17) Partido el Rey, como avemos dicho, a Ceuta, lo primero, q̃ hizo D. Duarte en Alcaçar, fue pedir a Dios ayuda, i aciertos en ſu govierno[102] eſtilo, que guardava ſiempre en el principio de ſus acciones; i por eſſo las acabava con tãta gloria. Deſpues bolviò los ojos a las coſas de ſu oficio. I conociendo quanto importava a los capitanes, que les ſalieſſen favorables los principios de ſus empreſas, porque en ellos ſe gana, ò ſe pierde el animo, i la reputacion, procurò reconocer la defenſa de aquella plaça. Hallòla poco fuerte en el ſitio por naturaleza, porque era en tierra llana, arenales todos, i pantanos; donde el arte ſolamente podia obrar, aunque con dificultad, algun reparo. El caſtillo baſtantemente fuerte; porque quedava en lo ſuperior de la ciudad: la muralla algo deshecha. Y aſsi acudiẽdo a reparar la parte, que los nueſtros deſmantelaron, hizo al rededor una profunda cava, a manera de dique, que facilmente ſe llenava de agua; i luego repartiẽdo por las puertas, i muro guardas, i centinelas, nombrò en los pueſtos de maior peligro, a los fidalgos de màs ſatisfacion; haziendo todo con tanta pontualidad, como ſi ſe viera cercado ya del enemigo. Al quarto dia ſalio el miſmo en perſona a reconocer la tierra del contrario; lo uno, por tomar lengua de ſus intentos; i tambien, por que era neceſsario limpiarla de lugares diſpueſtos para emboſcadas; i aſsi hizo tala general de arboles, viñas, i heredades, de q̃ havia gran copia por aquella parte de tierra firme, al rededor de Alcaçar.

(18) Los Moros, con el dolor deſta perdida, andavan por aquella ſierra incitandoſe unos a otros, con lagrimas, i alaridos; màs como gente vagabunda, que como hombres belicoſos: porque juntandoſe en tropas, ſin eligir cabeça, que los governaſſe, moſtravan unas vezes, que querian acometer la ciudad, i luego deſviandoſe, con el miedo (a manera de goſques, q̃ ladran de lexos, deſſeando morder la perſona, de que huyen) andavan derramados, ſin tener lugar cierto, mudando jũtamente las familias; porq̃ diſcurriendo por todos en ninguno ſe aſſeguravan. A eſta deſorden, i confuſion, ſe ſiguió un impetu, que fue cauſa de que un Moro valiente de aquella ſierra offendido de la deſtruicion, que Don Duarte hazia en las heredades (que aun miravan como ſuyas) incitandole la codicia màs que la honra: le enveſtiò con[103] trecientos Infantes, que pudo juntar de aquella muchedumbre: i algunos cavallos de mejor reſolucion: mas los Portugueſes, ſiendo a penas cinquenta, lo recibieron de manera, que a los primeros golpes no oſarõ los Moros a paſſar a delante, con el brio primero; antes huyendo deſcompueſtamente, dexaron cautivo (como en pena de ſu ſoberbia) al Moro, que los acaudillava: deſte ſupo D. Duarte, como ſe eſperava en Tanjar al Rei de Fez, i como venia con penſamiento de cercar a Alcaçar.

(19) Reynava Muley Abdalà Moro robuſto, i de valor; ambicioſo de fama, aunque de animo ſervil, i ſujeto a privados, principalmente a Muley Aboacim Benantus; el qual ſiendo de ſangre de los Benemerines, con eſta qualidad tenia otras mui proprias para validos de Principes; como eran traça, diſsimulacion, ſufrimiento, i prudencia. Quando ſucedió la toma de Alcaçar, andava el Rey Moro en el Reyno de Tafilete, con propoſito de venirſe a Tremecen, por aſſegurar una rebelion, que le fatigava con amenazas; mas callãdola entonces por acudir al ſocorro de Alcaçar dió buelta a Fez, a toda prieſſa, i de alli ſe paſsò a Tãjar en tres jornadas; dõde aguardò el exercito, q̃ marchava màs de eſpacio, por el exceſsivo numero de gentes, que trahia.

(20) Deſte aviſo diò cuenta luego D. Duarte al Rey, repreſentandole los pocos baſtimentos, que havia dexado en aquella fortaleza; eſto por culpa de un miniſtro deſcuidado, a quien ſe havia encomendado aquella proviſion; i fue eſte deſcuido tan perjudicial, que puſo en rieſgo la defenſa deſta plaça, dando larga materia, a que en el diſcurſo del cerco ſe murmuraſſe de los Principes, que en tales negocios, en que les và no menos que la honra, i reputacion, los fien menos, q̃ de ſus ojos, quando puedẽ; cuya advertencia ataja todas las faltas, porque es cierto que el cuidado del Principe en eſto obliga a los miniſtros, por cuya mano paſſa, a mucha confiança; que podria ſer ſe diſminuyera, ſi el Rey no lo huviera de ver, ni entender las deſayudas, que unos ſe ſuelen hazer a otros, por ſus reſpetos particulares, en gran daño de ſu ſervicio; i mucho diſcredito, ya que no ſea total[104] impedimento de effectos mui importantes: accion harto uſada en cortes, i cauſa de inconvenientes grandes, como ſe viô bien en el cuidado, que diô al Rey, i a ſu Conſejo, eſtãdo en Ceuta, ſobre lo que ſe haria en reparo de tan gran falta. El Rey, como era brioſo, i mancebo quiſo entrarſe en Alcaçar, i eſperar el cerco. Los Infantes D. Henrique, i Don Fernando, offrecian ſus perſonas para eſte effecto, reſervando la de ſu Rey, como ſuprema; la qual no es bien aventurarſe, ſino en la ultima aflicion de un Reyno; pues de ſu ſalud depende la ſeguridad del: dañandole màs una temeridad, ò arrojamiento, como cabeça; que muchos deſaciertos de los otros miembros: màs faciles de reparar, aunque grandes, que el menor daño del Principe. Todavia el nueſtro ſe reduxo al voto de ſu conſejo, que fue de parecer, que plaça adonde aſsiſtia D. Duarte de Meneſes, ſolo de proviſion neceſsitava, però no de cabeça: mucho menos de la del Rey, a cuya grandeza, i mageſtad, no convenia el dexarſe ſitiar de otro. Aſſentado eſte acuerdo quiſo el Rey paſſar los limites de gallardo, i mandò deſafiar al de Fez, por dos fidalgos, que fueron Martin de Tavora, i Lope de Almeida (ambos mui valientes, i determinados) para pelear de poder a poder. Embarcaron en Ceuta, i al tomar tierra en Tanjar, los hizo el enemigo cañonear del muro, advertido por ſus eſpias a lo que ivan. Con eſto començaron los Moros a amotinarſe contra ſu Rey, pareciendoles dilatava mucho el ſitiar Alcaçar, dando la culpa ſolamente al privado; ſiendo ordinaria deſdicha dellos, aplicarles los daños, que ſuceden, aunque no tengan culpa. Perſuadianſe, que Muley Aboacin aborrecia mucho la guerra, porque en ella neceſsitava el Rey de los fuertes, i virtuoſos; gente a vezes poco grata a algunos privados; moderandoſe eſte recelo en la paz, donde el poder, i la adulacion obran màs libremente.

(21) Aboacin, pues, penetrandole eſte ſentimiento haſta el coraçon, perſuadiò a ſu Rey començaſſe el cerco, enviando algunas vandas de cavallos a cargo del Alcayde de Alcaçar el Quibir buen ſoldado, para impedir la obra de la cava, que D. Duarte continuava con ſingular diligencia. Llegó el Alcayde[105] à viſta de la ciudad; i queriendo echarſe en una emboſcada con dos mil cavallos, travó con los demàs una eſcaramuça con los Chriſtianos, que eſtavan de guarda a la obra; tentó deshazerla, mas todo fue en vano; porque D. Duarte ſaliendole al encuentro hizo retirar los Moros con alguna perdida, apartandolos del muro con la artilleria, que no ceſſava en moleſtarlos: i reconociendo la reſulucion de los nueſtros, no hizo el Alcayde màs, los primeros ocho dias que el Rey de Fez tardò en llegar, que correr por el campo libremente, ſin oſar a bolver ſobre la foſſa, cuya fabrica no parava un momento, trabajando en ella D. Duarte, i con ſu exemplo los demàs fidalgos con el miſmo cuidado, que los otros oficiales. Al dia de S. Martin onze de Noviembre appareciò el de Fez ſobre Alcaçar, trayendo gẽtes de Granada, i toda Berberia; i por ſer el Principe màs poderoſo, i rico della, juntò campo de cien mil combatientes.

(22) Alojóſe ſin contradicion, porque Don Duarte ſe ocupò en reconocer enteramente las fuerças del enemigo, deſde un baluarte del muro, donde eſtava tan deſcubierto, q̃ le alcançò una flecha, haſta herirle en un labio: de q̃ le quedó ſeñal ſiempre, biẽ honrada, como prueva de ſu valor; eſtas ſon las heridas, que los antiguos llamavan inſignias de la virtud, i de tanta honra, i eſtima para los capitanes maiores, que llegò Servilio a objectar a Galba, de que tenia el pecho, i la cara liſa, i ſin ellas, ſolo por notarle de cobarde, de dõde acoſtũbravan los Romanos andar con la toga ſuelta, i ſin tunica muchas vezes, de manera que con facilidad pudieſſen moſtrar al pueblo, las que havian recebido en ſervicio de la Republica, como ſe cuenta, que hizo Marco Antonio, a quien ſiguieron los Eſpartanos, i otras naciones llevadas de la gloria deſte coſtumbre.

(23) Mientras el de Fez ſe yva alojando, con tantas tiendas, i pavellones, que parece, que le faltava tierra donde cupieſsẽ; convaleciô Don Duarte de la herida: i con maravilloſo esfuerço en el ſemblante, i en las palabras, animava los ſuyos, moſtrandoſe tã alegre en aquel peligro, como ſi tuviera cierta la victoria; i tentando prudentemente[106] hazer alguna ſalida contra el enemigo, començó a deſaſſocegarle de manera, que no paſſava dia ſin eſcaramuça; i ſiempre felizmẽte de ſu parte.

(24) Vinieron algunos cavalleros de Ceuta, de que diremos a ſu tiempo los nombres, i refiriera ſus proezas, ſino temiera faltar a la brevedad deſte compendio, reduzido ſolo a dar noticia de la vida, i hechos de D. Duarte, i de algunos ſuceſſos, que por maior acaecieron en ſu tiempo; dexando lo demàs a quienes por obligacion han eſcrito, ò eſcriven las coſas de Portugal.

(25) En eſte cerco ſon inumerables los que tuvieron los Portugueſes, en que moſtraron ſingular virtud, i valor. De dos trahe Gomez Eanes (que ſe llamavan Alonſo de Miranda, i Rodrigo viejo Comendador de Almourol) dos acciones grandioſas, i fueron, q̃ llegando apartados en dos bateles a la playa de Alcaçar para entrarſe en ella, deſembarcaron en ocaſion, que los Moros tomavan alojamientos; i como lo primero, q̃ ocuparõ fue la marina, por evitar el ſocorro de los ſitiados, ſin embargo deſſo ſaltarõ en tierra, moſtrando brio, i bizarria; i el enemigo teniẽdo por menoſprecio aquella temeridad, mandó a algunas mangas de arcabuzeros, para q̃ los tomaſſen vivos; mas ellos ſe defendieron tan esforçadamente, que ſe ſalvaron en la ciudad ſin rieſgo alguno. Eſtas, i otras tales gallardias, fue mucha parte, para que los Moros no difirieſſen un punto, el batir la ciudad, continuamente, i por todas partes, con barbara arrogancia, i deſorden. Durò la bateria algunos dias con poco daño de los nueſtros.

(26) Entre tanto D. Duarte ordenó a los ſuyos, confeſſaſſen devotamente; diziendo, que pues aquella cauſa era de la fé, con ella ſe havian de fortalecer: luego conociendo, q̃ en la ciudad havia algun miedo de la multitud de los Moros, pueſto en la plaça de armas, en medio de todos, de ſuerte que lo oyeſſen, començô a dezir.

(27) Mil gracias doy al cielo, que llego a pediros albricias (o Portugueſes) de q̃ os veais en la ocaſion, q̃ ha tanto tiẽpo, q̃ vueſtras honras ſuſpiran. Haſta aora os afrentavades con razon, de tomar armas[107] cõtra eſtos Moros, ſiẽpre pocos para vueſtro valor. Ya ſe vê eßa vega, i mõtañas, ocupadas con tãtos millares, i reduzidos en eſta cortedad de tierra, los moradores de quaſi toda Berberia; cõvido a vueſtro esfuerço para eſta victoria, por la reputaciõ, q̃ alcançareis cõ ella; pues en tanta deſigualdad, ſerâ deſigual la fama, q̃ publicarâ vueſtros hechos. Diferẽte es eſte, del q̃ ſucedio en el cerco de Tanjar, dõde los cercados erã en mucho maior numero, q̃ los cõbatientes: teneis ocaſion, con q̃ ſoldar aquella quiebra paſſada; fatal ſiẽpre, i digna de lagrimas: dudo, q̃ el enemigo fiado en ſu multitud eſfuerce ſu cobardia, porq̃ os cõfießo, que quiſiera preſtarles animo, para que en ſu reſistencia hallarades mâs gloria: porque ſiendo gente advenediſa, biſoña, flaca, i deſarmada, noto, que tiene ſu perdicion en la muchedumbre. Pues que baſtimientos no han de apurar; ni que petrechos le han de ſer baſtantes, que no lleguen a conſumirſe con ſu propria neceſsidad? Notad la riguridad del tiẽpo, en q̃ emprẽden eſto; la fragoſidad deſtos lugares veſinos, ſu aſpereza, i eſtrechura, i vereis en ſus moradores, el trabajo, con q̃ vivẽ divertidos en eſta ocupacion: q̃ han de hazer; o quiẽ les ha de acudir. Si de lexos, primero los conſumirâ la neceſsidad, o la impaciencia? de cerca, donde, o como? Acreſcentad a eſto, la inquietud de ſus animos: viven de la libertad, i ſolo a los vicios conocen ſujecion. Su milicia es la deſorden, peleãdo como barbaros, i no como ſoldados. Pues ſin diſciplina, que exercito con ſu grandeza miſma no ſe pierde? Son ſus caudillos el robo, i la tyrania: a eſtos tienen obediencia; porque ſu crueldad no differencia ſexo, ni deſtingue eſtados.[108] El exemplo de Tanjar capaz, es de q̃ os mueua a eſte conocimiento: no tengo que advertiros, ni encomendaros en el, ſino que peleeis como Portugueſes, i cõ el ultimo deſengaño, de que vueſtra vida conſiſte en las armas; que no ay otro camino de ſalvaros, pues no ſea mâs peligroſo, que ellas.

(28) El remedio màs eficaz, para que los ſoldados ſe reſuelvan a pelear obſtinadamẽte, es quitarles la eſperança de alcançar la ſalud, ſino por la punta de la eſpada. Sobre eſtas razones encareciò D. Duarte advertidamente, la aleuoſia, i crueldad de los Moros. Soſſegòſe, viendo el aplauſo, con que los ſuyos ſe offrecian al peligro. Por otra parte el Rey de Fez, aunque moço, de conſejo de Aboacin Bonantus, viſitava de ordinario ſu campo, con grande apparato, i ſobervia: i haviendo batido en vano la ciudad algunos dias, conociendo, que ſu fortaleza conſiſtia màs en los azeros de los Portugueſes, que en la fuerça de ſu muralla; deſpues que la conſiderô por vezes, al nono dia del cerco, llamò a ſu tienda los Alcaydes, i otros capitanes, i hablóles deſta manera.

(29) Hallome, que eſtoi corrido, i que a penas oſo hablaros, viendo, que llega la oſadia de una gente tan deſeſperada, como los Portugueſes, a emprender cõquiſtar nueſtras fortalezas dentro en nueſtras proprias caſas, i defenderſe de un exercito capaz de rendir el mundo, ſiendo tan pocos como veis: quando nueſtros maiores deſpues de dominar a Eſpaña glorioſamente, por eſpacio de ſietecientos, i mâs años, aun oy tienen ſujeto parte della; ſin duda, que eſte atrevimiento ſe funda ſolo en nueſtro deſcuido; pues ſi de una vez lo huvieramos caſtigado, no ſe atrevieran a paßar mares, ni a profanar nueſtro imperio cõ ſus banderas; poſſeen Ceuta, cercan a Tãjar, ganan a Alcaçar, i ſobre todo menoſprecian nueſtro nombre, i poder. Y vôsotros[109] tan cobardes, i deſcuidados, q̃ pareceis delãte de mi, ſin tomar ſatisfaciõ de tantas injurias. Haſta aqui mi corta edad ſalvò mi credito. Però que accion no condenarâ el vueſtro? Governo mi niñez vueſtra ambiciõ, i olvidada de los reſpetos publicos atẽdia a ſus particulares, infamãdo la reputaciõ, con que havemos ſeñoreado a Berberia. Como, i que razon podreis dar de vueſtra tibieza? quando teneis los Chriſtianos dẽtro en vueſtros muros. Dezidme el titulo, con q̃ entrarõ en ellos? Fueron a caſo de ſus maiores? o no les coſto a los nueſtros ſus vidas? Por conſervar la ſuya infamemente deſamparô a Ceuta el Rey Buhale, intentando deſpues grangearla por trato, quãdo no quizo defenderla con las armas. O amigos, i que afrẽta tã grãde! ſean teſtigos los cielos, q̃ no ay cõsuelo, q̃ me aliente a ſufrir lo q̃ veo; pues diera la mitad de mi corona, porque mi enemigo me igualara en poder, ſolo por hartaros de ſu ſangre, i ſatisfazerme cõ la vengança, que pide ſu oſadia. Bolved por vos; no me contẽto, con q̃ deſterremos eſta gente de Africa, ſino q̃ tras caſtigarla, por los robos, i latrocinios, q̃ haze en ella, los deſpojemos de Heſpaña; dõde eſpero reſuſcitar la fama de nuestros maiores, con igual felicidad, i fortuna.

La arrogancia deſta reprehenſion, fue eſcuchada de los Alcaydes, con gran miedo, i maior aborrecimiento; porque conocieron las palabras de Aboacin en la boca del Rey; el qual por diſculpar ſu avaricia, i atraher a ſy la voluntad del moço, le imponia, en que hizieſſe cargo a los Alcaydes de ſu culpa. Però como la privança tiraniza los coraçones de los ſubditos, ſujetandolos a una ſervidũbre volũtaria, i aborrecida; callarõ los Alcaides, i bezãdo el pie al Rey cõ ſu acoſtõbrada ceremonia, dierõ las gracias al privado, ſiẽdo[110] eſta diligencia mui propria en los ſubditos, q̃ de ſus offenſas procuran ſacar ocaſiones de obligar como meneſteroſos, a los que aborrecen como offendidos. Con eſto ſe renovò el combate de la ciudad con tanta eſtrechura, que començò a faltar baſtimento a los cercados.

(30) Determinò nueſtro Rey ſocorrerlos en perſona, i para eſte effecto partiò de Ceuta con toda la armada junta. Parò en frente de Alcaçar, i el enemigo temiendo, que deſembarcaſſe, eſtuvo a la mira, para ver lo que hazia, mientras el Rey començò a prevenir baxeles para echar gente en tierra. Conocio D. Duarte la eſtratagema, i hizo inclinacion de ir a recebirla. El enemigo con eſte engaño corrio a gran prieſſa a la playa confuſamente, i ſin reparar las eſpaldas, D. Duarte entõces dio en el, con tal esfuerço, que le degollô mucha gente, ayudado de la artilleria de la armada, que tirò muchas pieſſas grueſſas, con que hizo mortandad conſiderable. La preſencia de dos Principes tan poderoſos, engrãdecio ſingularmente la deſtreza, valor, i ardid, con que D. Duarte peleò en eſta ocaſiõ, recogiendoſe ſin deſorden, ni daño alguno, de manera que no perdio un ſoldado. Deſpues tentó meter baſtimentos por el rio, mas no pudo, porque el Moro lo havia atajado con vigas grueſſas, i maderos: i a la poſtre el Rey entendiendo, que ſu aſsiſtencia, en aquel puerto, era de poca utilidad a los cercados, dando muchas eſperanças a D. Duarte, de q̃ bolveria con maior ſocorro; ſiguiò ſu derrota a Portugal, i deſembarcó en el Algarve, i ſe vino a la ciudad de Evora, donde hallò tan apurada la hazienda Real, i los pueblos tan afligidos, i gaſtados de tributos, i donativos, que no les fue poſsible continuar el penſamiento, que trahia; entõces conocio el mal govierno, que tenia, en no ſaber guardar para poder gaſtar; pues las ſuperfluidades de los Reyes, trahen conſigo muchos inconuenientes de moleſtias publicas; ſiendo forçoſo ſuplir ſu neceſsidad, con la aflicion de los particulares, quando fuera juſto, que conſideraran, que no ay Principe rico con vaſſallos pobres; ni Rey poderoſo con ſubditos moleſtados.

(31) Havia ya treynta i ſiete dias, que Don[111] Duarte eſtava ſitiado, padeciendo increibles trabajos; porque los Moros de noche, i de dia con continuas mangas de arcabuzeros remudados a tiempos, limpiavan la muralla de cõbatientes, i con eſto quaſi ſin impedimento alçavan montañas de tierra, que igualavan los muros, haſta que, como en una llanura podian combatir con los cercados. Mas ellos viendoſe perdidos ſe animavan con ſu capitan, que no ſolo los esforçava con ſu exẽplo; pero curando los heridos, i exalçando en particular las hazañas de cada uno, los tratava con gran cortezia, i benignidad, inchiẽdo a unos de eſperanças, a otros de glorias; i cõ ſus buenas razones, i cuidado le aſſeguravan todos, moririan primero, que deſmayaſsen en la defenſa.

(32) Apretava a los nueſtros, no menos la hãbre, que el enemigo; i D. Duarte con eſta neceſsidad fue eſtrechando la racion, de manera que ſaliò rumor entre los Moros, que los cercados perecian; i ayudandoſe tambien de un tiro mui grueſſo, con que de nuevo batieron la muralla, la deſmantelaron por una parte. Mandò entonces el Moro dar un aſſalto con màs ruido, que effecto; durò porfiadamente; i los nueſtros moſtraron en eſte dia ſer invencibles; porque haviendo tan pocos, que a penas llegavan a quinientos ſoldados, rechaçaron valientemente al enemigo, por muchas vezes peleando ſiempre con diverſa gente, porque la ivan mudando cõ otra nueva; i los Chriſtianos ſiendo ſiempre unos, nunca diſminuyeron de ſu primer brio.

(33) En eſta ſazon entrô en el puerto de Alcaçar un baxel de Portugal, lleno de eſperanças de ſocorro, el qual deſeſperò màs los cercados; porque entẽdieron, q̃ era ſupueſto; i D. Duarte teniẽdo modo para entrar vitualla por una parte menos guardada del contrario, auisò a D. Sancho de Noroña (Conde de Odemira, i Adelantado maior del Algarve, que aſsiſtia por general en Ceuta) del eſtado, en que eſtava: i aunq̃ a eſte cavallero le tocava tanto el ſocorrerle; rehuzò hazerlo deſabridamente: porq̃ ciega el odio los caminos de la honra, i no dexa libres los movimiẽtos del animo, para diſcurrir contra la paſsion, q̃ los tiraniza. D. Sancho fue uno de los maiores ſoldados de ſu tiempo, i por no parecer[112] ſoſpechoſo en ſus alabanças (como ſu deſcendiente) ſerè mâs corto en ellas, que en referir ſus faltas. Eſtrañóſe mucho la que tuvo en eſta ocaſion, no pareciendo accion de cavallero, ſino vengança de hombre ordinario, acordarſe entonces de las emulaciones, que trahia con D. Duarte, con otro caſo, que ſucediò entre Martin de Tavora, i Gõçalo Vaz Coutiño, bien extraordinario; tenian odio antiguo, i hallandoſe en eſte cerco juntos en una refriega, viò Martin de Tavora, que cautivaron los enemigos al que lo era ſuyo, i arrojandoſe al peligro con aquel animo, que ſi fuera para ſocorrer un hermano, ò el maior amigo: librô a Gonçalo Vaz, i el dandole las gracias deſte beneficio quedaron en ſus enemiſtades. Mas la de D. Sancho fue condenada de todos, mucho màs quando ſe fundava en faltar al ſervicio de ſu Rey. No le obſtò deſpues al premio, aunque manchò en parte ſus virtudes, ſiendo hartas: dãdoſe a conocer por hombre, con quien las paſsiones podian mucho, pues no las vencia con el valor, que a los enemigos.

(34) Como D. Duarte ſe vió tan deſemparado, determinó de dar cuenta al Rey por Luys Alvares de Soſa (que era el que havia llegado a aquel puerto por alentar a los cercados) i con eſto eſcriviò una carta en Frances (que ſabia eſta lengua màs que medianamente) i atãdola en una piedra la hizo arrojar de lo alto del muro al baxel; no pudo ſalvarle, i cayò en el campo; recogiola el enemigo, i con ver lo que contenia, alegre, i perſuadido, de q̃ ſupueſto la eſtrechura, en que D. Duarte eſtava, i q̃ confeſſava a ſu Rey, con aquella llaneza, i encarecimiento, con que un neceſsitado deſcubre miſerias a ſu Principe, quando las padece por ſu cauſa; qualquier partido eſcucharia; ordenò a Aboacin, que le eſcrevieſſe en eſta forma.

La clemencia, como virtud digna ſiempre, de que viva en el pecho de los Principes, obliga al mio (o Duarte) a que por mis ruegos perdone tu locura. Sabemos el miſerable eſtado, en q̃ estâs, i no te negamos, que merece muchas alabanças tu valor, i fidelidad. Tengote por eſto aficcion, i no menos a la memoria[113] de aquel buen viejo tu padre, que tãto tiempo ſuſtentô a Ceuta. Llevado deſto me perſuado a amoneſtarte, que te põgas en nueſtras manos. Hará mi Rey contigo, lo que hizo el tuyo con los nueſtros, quando ganô eſſa plaça. Quiero, que me devas eſte beneficio, pues es maior el q̃ hazes en ſalvar tu vida, i la de eſſos miſerables, que te acompañan, que en perderla deſeſperados, por el furor militar de nueſtra gente; pues incitada de otras offenſas deſſea hartar ſu colera con tu muerte.

(35) Fue incluſo en eſte papel, el que ſe hallò de D. Duarte; corrieron luego los Chriſtianos a ſaber lo que havia; recelò D. Duarte, que no ſonaſſe mal la carta a los oydos de los ſuyos; porque deſcõfiados del ſocorro, i quaſi en la ultima deſeſperacion de la ſalud, andavan triſtes, i ſin hablar palabra: D. Duarte bolviendoſe a ellos con el ſemblante màs riſueño, como de coſa nueva, encubrió las del papel, diziendo por maior, i ſin declararſe, q̃ los enemigos ivan conociendo el esfuerço de los Portugueſes: que no cayeſſen deſta opinion, pues baſtava pelear como tales: que de Dios, cuya era aquella cauſa, eſperava otro ſocorro màs breve, que el que ſu Rey podia embiarles; aunque no deſconfiaſſen deſte, pues no tardava, ſegun las preparaciones, que ſe aviſavan; que el cielo bolvia por ellos, pues enflaquecia los contrarios, i les piſava aquel orgullo, con q̃ entraron en aquel cerco. Repreſentòles algunas razones, aunq̃ fingidas, de la carta, que moſtravan miedo en los enemigos, i con eſto encareciò la fama, que alcançarian, ſaliẽdo victorioſos de aquel ſitio, como eſperava, i que libres de las fatigas, quan agradable les havia de ſer la memoria de lo que havian ſufrido por Dios, por ſu Rey, i por ſus honras.

(36) Tomaron mucho brio los Portugueſes con eſtas palabras, i D. Duarte reſpondio a Moley Aboacin en ſuma, agradecia ſu aficciõ, aunq̃ no admitia el cõſejo: porq̃ notava en ſu gẽte valor para vẽcer exercitos maiores, que el de ſu Rey: juntaſſe todos los del mundo,[114] quando deſeaſſe combatir con los Portugueſes; q̃ lo q̃ ſentiã mucho, era no ver abreviado en aquel cãpo toda Berberia: q̃ no los querian conſumir del todo, por tener con quien pelear ſiẽpre: q̃ eran de la calidad del rayo, que moſtrava ſu fuerça en la maior reſiſtencia: q̃ ſe querian ver eſto por experiencia, no ſe alejaſſen tanto, pues todas aquellas traças parecian inventadas por el miedo: que a el le dezian, q̃ ſu Rey tratava de darle aſſalto, q̃ para eſte efecto mandaria arrimar el proprio las eſcalas al muro, para q̃ con menos trabajo lo pudieſſen ſubir, i entrar a averſe cõ ellos màs de cerca, q̃ era lo que màs deſſeavan ſus ſoldados. Amedrentò eſta reſpueſta a los enemigos, i fue cauſa, de q̃ alçaſſen el cerco. Replicó el Moro, i D. Duarte con maior prudẽcia mandò tirar una pieſſa al menſſagero, porq̃ entendia el daño, q̃ podia reſultar de ſemejantes platicas, en la poſtrera aflicion de un cerco, donde todo el partido es conveniẽte.

(37) El enemigo por ultima diligencia llevantò un fuerte de madera ſuperior a la ciudad de donde la batia ſin ceſſar un punto con muchas pieſſas de exceſsiva grandeza. Salio Don Duarte de noche, i deshizo eſta machina, i luego otras, que hizieron de nuevo, i con eſto afloxò algo la bateria; mas viendoſe perecer de hambre, determinò mandar al Rey con eſta nueva, a Rodrigo Alonſo, hombre noble, i uno de los màs valientes fronteros de aquella plaça, lo embarcô en un navio, q̃ tenia retirado en el rio, defendiẽdolo todo lo poſsible, porq̃ el enemigo no lo quemaſſe, aunq̃ lo procurò hazer con grande fuerça. Divulgòſe entõces por el real, q̃ los cercados entravan ya a comer los cavallos, i la eſtrechura era de ſuerte, q̃ entre los nueſtros uvo votos de q̃ lo hizieſſen. Perô D. Duarte, ya q̃ no tenia otro remedio, por deſmẽtir eſta fama, ordenô a D. Henrique de Meneſes, ſu hijo maior (moço a penas de quinze años) que con treinta cavallos eſcogidos, de los màs hermoſos, i bien penſados, ſalieſſe a deshazer una trinchera, de que recebian algun daño. Eſto fue tan de repente, q̃ el enemigo admiró aquella viſta, como de coſa no imaginada. Cargó a defenderla el Alcayde de Tanjar, por tocarle aquel pueſto; i Don Duarte ſocorriendo al hijo, i el de Fez[115] a los ſuyos, ſe peleô quaſi de poder a poder i fue eſte dia tan glorioſo para los nueſtros, q̃ a no eſconder la ocaſion el roſtro, ſe pudo ſepultar el nõbre deſte barbaro; però no quiſo la fortuna acabar en una hora el imperio, que con increyble favor havia levantado en mucho tiempo. Finalmente los Moros acobardados ya con tantas perdidas, i fatigados de otros accidentes, q̃ no los moleſtavã menos, porq̃ la rigoridad del invierno les offendia de ſuerte, q̃ muchos, q̃ eſcapavan las vidas de nueſtras manos, las acabavan en la de ſu aſpereza. Comẽçaron a desãparar el cãpo, i los primeros hizierõ puente para los demàs, conociẽdo la obſtinaciõ de ſu Rey; el qual tãto por ira, como por brio, rehuzava eſcuchar los Alcaydes, que a bozes le pedian deſiſtieſſe de aquel ſitio. Rieſgo corre quien ſe oppone deſcubiertamente al guſto de un Principe moço ya empeñado en una empreſa: porque la razon, que es ſolo el juez de los Reyes, anda menos admitida en los pocos años, por falta de conſideracion, i ſobra del apetito, las canas por la experiencia, lo advierten; i aunque executan las coſas con menos prieſſa deliberanſe con maior eſpacio, en que ſuele conſiſtir mucho del acierto de los ſuceſſos.

(38) Continuava el Rey Moro en su porfia, i los Alcaydes temeroſos de ſu enojo, procuravã màs librarſe de ſu colera, que del impetu de los contrarios; porque Aboacin no osãdo tampoco a contradezir el amo, esforçava ſu intento, ſolo por moſtrar a los ſuyos, quã en vano ſe quexarõ al principio de ſu deſcuido. Perô a lo ultimo viendo, q̃ el real ſe amotinava, i q̃ los motines ſon cauſa de muchos deſpeñaderos, principalmente para los validos; bolvio a juſtificar ſu parecer delante del exercito; i ſiendo todos los que deſſeavan hablar al Rey libremente con zelo de buenos criados, entre una gran copia de Alcaydes, i Caciques, q̃ alli aſsiſtiã; uno fue ſolo el q̃ rõpio eſte ſilẽcio, i aũ no fue poco hallarſe uno; porq̃ la comiſsiõ de deſviar a un Rey de lo q̃ deſea, ſiẽpre es mui aſpera, i peligroſa, por eſtar ſus oydos tan acoſtũbrados a engaños, q̃ cueſta mucho un deſengaño. Al fin ſe lo vino a dar el Cadi (tiene entre los Moros el lugar, i reſpeto, q̃ entre noſotros el Cardenal legado)[116] juntando para eſſo los Caciques, por autorizar màs el conſejo, i tambien porque ayudaſſe al cumplimiento lo ſuperſticioſo de la ſecta, entrò al Rey, diziendo; que «las quexas laſtimoſas de ſus gentes le obligavan, como a voz de Dios, a quien por oficio competia denunciar ſu voluntad; repreſentar a ſu Alteza quiſieſse alçar aquel cerco, pues no havia coſa en el, que no contradixeſse a la razon, i a la milicia: que las iras, i enojos celeſtes no ſe aplacavan con fuerça, ó deſeſperacion, ſino con lagrimas, i arrepentimiento: que en eſto conſiſtia el vencer los contrarios, pues el caer en ſus manos, ſiendo una gente tan ciega, i poco poderoſa, no era otra coſa, que diſpoſiciõ del gran Propheta, para que bolvieſſen ſobre ſy con eſta afrenta; que no importava el poder humano, quando del immenſo ſe derivavan las victorias de nueſtros enemigos; q̃ el cielo de irritado con ſus offenſas, era el primero, que los ſujetava a nueſtras manos: que no havia monarchia tan fuerte, a que conſejeros poco conſiderados no derribaſsen, màs que fuerças contrarias: que huyeſſe los aduladores, como pernicioſos, i peſte de la Republica; que menos amor tiene a ſus Principes, i maior a ſus conveniencias; i eſcuchaſſe los prudentes, i zeloſos, cuyo voto ſe encaminava ſiempre a la conſervacion publica, ſiendo la coſa, q̃ màs fortalece los imperios, i ſuſtẽtã los Reynos.» Añadiò, q̃ todo eſto represẽtava de parte del grã Propheta, por cauſar miedo, i reſpeto a ſus palabras: porque es ſingular la veneracion, con que aquellos barbaros attienden a ſemejantes ſuperſticiones.

(39) Pareciòle, con eſto, a Aboacin, que eſta practica mirava màs que todos, a offenderle; porque bien ſe entendia, que las acciones del Rey no tenian de ſuyas màs, que el movimiento, i la execucion; però la voluntad, de q̃ dependian, era toda del valido: i como la edad del Rey, i la aficcion publica, i ſecreta, con que lo tratava, no le dava lugar para moſtrarſe inocente en eſta culpa, i echar a los hombros del Rey, los deſaciertos de lo mal hecho, quedandoſe el con las gracias de lo acertado; conociò, que el Cadi hablava mui a lo juſto, i que la conſonancia de ſus palabras tenian màs alma, en lo que moſtravan del animo, que en el ſonido dellas; i aſsi tomando[117] la mano a los otros Alcaydes pueſto de rodillas, dixo al Rey: que las razones del Cadi (como de hombre ſanto, a quien la religion acreditava) no admitian contradicion; que era verdad, que los Chriſtianos alegres deſdeñavan todo el peligro, ſabiendo, q̃ no havia coſa en aquel ſitio, que no peleaſſe por ellos; que paſſava de treynta años, que ſuſtentavan glorioſamente a Ceuta, librãdoſe de otros cercos tan apretados; que no era poſſible, que en eſte ſe huvieſſen de rendir por otro trato, que el de las armas; que para eſto faltava lo principal, la artilleria, i polvora; que era juſto bolvieſſe los ojos al clamor de los ſubditos, en cuyo aplauſo ſiempre ſe conſiderava el mejor conſejo; principalmente quando aquel exercito lo màs del conſtava de labradores, que vivian de ſus ſementeras; i eſtos como nervios de la Republica, i a quien ſe devia el ſuſtento della, deſtruidos una vez pereceria el Reyno; q̃ el invierno havia entrado, i tan aſpero, que fatigava igualmente los alojamientos, que los enemigos; i ſobre todo, no era creyble la hambre, que ſe dezia de los cercados; pues haviendoſe dicho, que comian haſta los cavallos, los vieron gordos, i luzidos; que ſin duda ſu Rey al paſſar de Ceuta los havia baſtecido de mantenimientos, i eſperanças de maiores ſocorros; pues peleavan tan confiados, i vencedores; que ſupueſto eſtas dificultades, que totalmente impoſsibilitavan aquella empreſa, devia ſu Alteza ſuſpenderla haſta el verano ſiguiente, i entonces con doblado poder, i fuerças, bolver ſobre aquella plaça, procurando ganar todas las que tenian uſurpadas los Chriſtianos en Berberia: porque era mui conveniente de una vez extinguir aquella plaça, antes que vinieſſe a dilatarſe tanto que deſpues haſta la tierra para retirar ſus familias les faltaſſe.

(40) Tienen los privados en los conſejos, q̃ dan a ſus Reyes otra fuerça, i aplauſo, con q̃ perſuaden màs facilmente, que otros votos de los màs cuerdos conſejeros; i es la cauſa, porque llevan embuelto en ſus razones el imperio, con q̃ la fortuna los hizo validos, i ſingulares entre todos los demàs. Reduxoſe[118] el Rey al parecer de Aboacin, haviendo perdido tres mil hombres en cinquenta i tres dias que durò, al ſegundo de Henero de mil quatrocientos cinquenta i nueve, alçò el cerco quaſi de repente.

(41) D. Duarte entre tanto vſando entre las armas terreſtres, valerſe ſiempre de las celeſtiales, hallandoſe libre de aquella affrenta; bolviò a dar gracias al cielo en una proceſsiõ publica, reconociendo a Dios por autor de tan grande felicidad; luego deſpachó aviſo al Rey, el qual con el cuidado, i anſia del ſocorro, andava ſin quietud, por todo el Reyno, de una ciudad, en otra (a manera del enfermo, que con el ardor, de la fiebre, en ninguna parte del lecho halla deſcanſo). Parò al fin en el Algarve en la ciudad de Faro, por eſtar màs cerca de Berberia: feſtejó la nueva al paſſo, que la deſſeava; i en el agradecimiento no pareciò Rey obligado, que por la maior parte olvidan los beneficios, que reciben al tiempo de la ſatisfacion: pues fue mui entera la q̃ diò, con honras publicas del capitan, i copioſas mercedes a los demàs ſoldados, i cavalleros.

(42) Los nombres de los que ſe paſſaron de Ceuta a Alcaçar, para ſervir en eſte cerco, ſon eſtos, los que trahen Ruy de Pina, i Gomez Eanes; i pareciòme referirlos para gloria de ſus deſcendientes, ſin embargo de que no havrà pocos embidioſos, que quieran deſluſtrar eſte trabajo: mas yo como procedo en el ſin reſpeto, ni aficion, facilmẽte deſprecio eſte genero de maldizientes; por quienes dixo un Sabio; que a ninguna gẽte devian màs los buenos, porq̃ muchas vezes los excitavã a la virtud, por no caer en ſu malicia. Fue el primero Martin de Tavora, hermano ſegundo de Alvaro Perez de Tavora, noble cavallero, en qualidad, valor, i vaſſallos. Eſte pues yẽdo con Lope de Almeyda (como havemos dicho) al deſafio del Rey de Fez, ſe apartò del compañero en el camino, i ſe entrò en Alcaçar: i Lope de Almeyda ſe fue al Rey, por cumplir con ſu commiſsion; aunque deſpues por ſus merecimientos, i nobleza, vino a ſer Conde de Abrantes, con otros oficios ſuperiores deſte Reyno, i dexô iluſtre decendencia. Luego vino Iuan da Sylva de Meneſes, hijo de Ruy Gomez de Sylva, que los tiempos[119] ſiguientes debaxo del nombre de Amador, con maravilloſa converſion en Italia, dõde paſsó con la Imperatriz Doña Izabel: fundó la orden de los Amadeos, que oy milita en la Religion Seraphica de los Franciſcanos ſiendo colocado ſu nombre en el catalogo de los Santos beatificados. Acompañólo en la jornada de Alcaçar Diego de Sylva, que fue deſpues el primer Conde de Portalegre, i Alfonſo Telles ſus hermanos, Rodrigo de Soſa, i Iuan de Soſa tambien hermanos, Hernãdo Telles, Arias de Miranda, Iuan Rodrigues de Sà, que caſó con nieta del Conde Don Pedro; Diego de Acuña, Rodrigo Caſco de Vaſconcelos, Iuan Pinto, Duarte Cerveira, Duarte de Melo, Gomez Arias, i otros muchos de igual valor, i no de menos calidad. Sin eſtos eſtavan en Alcaçar D. Alfonſo de Vaſconcelos, nieto del Infante D. Iuan, que fue hijo del Rey D. Pedro, i de Doña Ines de Caſtro. Don Henrique de Meneſes, primogenito de D. Duarte, Vaſco Martines de Soſa Chichorro, D. Pedro de Noroña, D. Pedro Deça, i D. Iuan ſu hermano, D. Alvaro de Atayde, Nuño Vaz, Montero maior, i Gonſalo Vaz ſu hermano, Alonſo Pereira Repoſteiro maior del Rey, Alvaro de Faria comendador del caſal, Rodrigo Iuan, i Pedro Borges, Iuan Peſtaña, Rodrigo de Melo, hijo de Martin Alonſo de Melo, que deſpues fue primer capitan general de Tanjar, i Conde de Olivẽcia, cavallero de gran virtud, i nobleza: Rodrigo Lopez Cotiño, Martin Correa, fidalgo del Infante D. Henrique, Diego Correa, Iuan de Lima, Alonſo de Miranda, Eſtevan de Gama, padre de aquel famoſo D. Vaſco de Gama, Almirante perpetuo de los mares de la India Oriental, i Conde de la Videguera, Alonſo Hurtado de Mendoça, con tres hijos, i Rodrigo Gonſales de Caſtelblanco con cinco.

(43) No es tan larga como deviera la relacion, que haze Gomez Eanes deſtos, i otros cavalleros, pues alcançando quaſi aquellos tiempos ſe contenta con dezir por mayor, muchos ſin appellido, de que a penas podemos ſaber quien eran; i a otros, les nombra los padres, ò deudos, como ſi eſto baſtara para hazerlos conocidos. Era notable entonces la falta, ò ignorancia, que havia[120] de ſaber eſcrevir hiſtorias, porque los hombres como ſiempre ſiguen lo màs neceſſario, i de que ſus Principes màs ſe agradan, dexavan las letras por las armas; ignorando, que de ambas coſas reſulta igual utilidad a la Republica, pues de balde trabajan en ella los varones ſingulares, para ſuſtentarla, i engrandecerla, ſi las acciones de ſu vida no quedaſſen, como exemplos eſcritos en los annales publicos, que para eſte efecto ordenarõ los prudentes.

(44) Deſte deſcuido infiero una quexa, que juſtiſsimamente tengo contra algunos genealogicos deſte tiempo, que governandoſe en lo antiguo, por conjecturas, ſiendo las hiſtorias tan inciertas, i diminutas, ſin examinar particularmente lo tocante a cada uno; por maior condenan, i abſuelven; manchan, i ennoblecen, deſtruyendo a ſu arbitrio lo limpio, i lo noble; de que reſulta daños de mucha conſideracion al bien publico, i que merecian grandes advertencias; en que muchos Reynos zeloſos de ſu conſervacion, i aumento, repararon con leyes prohibitorias de libros de linages, con que totalmẽte extinguieron eſte mal uzo, màs introduzido en Portugal, de lo que es razon; quando excede la curioſidad, i lo juſto.

(45) Mas dexãdo eſto a parte, no le ſufriò ſu valor a D. Duarte ocioſidad alguna: por lo q̃ deziã los Moros, que ya más repoſava, ſiendo como el Sol, q̃ no deſcãſa en ſu curſo; i aſsi cõ la coſtumbre, que tenia de buſcar al enemigo en ſu caſa, i ſuſtentarſe de ſus coſechas; viendoſe libre del cerco, i hallandoſe ſin baſtimentos para repararſe, mientras llegavan los del Reyno, quiſo correr la campaña de Tanjar, donde havia muchas aldeas llenas de ganados, i otras riquezas. Derramòſe eſta voz, porque no fue tan callada, que ſe ocultaſſe a las atalayas del enemigo, el qual juntando en gran ſecreto ochocientos cavallos, i tres mil Infantes a cargo de Xarate Alcayde de Tanjar; eſperò a D. Duarte en una emboſcada, i el ignorando eſta prevencion, entendiẽdo del miedo, que el Rey de Fez moſtrò en el cerco paſſado, ſe eſtendia a los ſubditos, i con aquella fama nadie oſaſse a reſiſtirle. Salió de Alcaçar a prima noche, ſin revelar a nadie ſu penſamiento, encargando la infanteria a Alfonſo[121] Telles ſu ſobrino, i a una legua de la ciudad hizo alto con toda ſu gente, i llamando a parte los cavalleros, que llevava conſigo (que eran muchos, de los que havemos nombrado) conſultò lo que haria: quiẽ dezia fueſſe ſobre Anexames lugar rico, i grande, pueſto a poniente de Tanjar, al parecer deſcuidado de aquel encuentro, por ſu capacidad, i diſtancia. D. Duarte intẽtava derribar unos fuertes, que el enemigo iva levantando, para defenſa de aquellas aldeas. Iuzgò a temeridad apartarſe màs de Alcaçar; porque era tarde, la tierra aſpera, i poco conocida, i el rieſgo mui grande, mandò a Mahamede con veinte peones, a que en ſon de ſalteadores, entraſse a deſpertar las centinelas del enemigo, i deſpues fingiendo miedo, ſe retiraſſe haſta meterlos en la emboſcada.

(46) Era Mahamede perſona mui capaz para eſte engaño, porque con los que de contino hazia a ſus naturales, havia adquirido credito con D. Duarte, i lo eſtimava con particular cuidado, por la verdad, i valor, con q̃ ſervia a los Chriſtianos; i deſpues continuando en eſte exercicio, tuvo el fin, que diremos. Con eſta orden tomò el camino de Benambros aldea frontera a Alcaçar, q̃ le quedava al naciente; començò a alterar con gritos disfraſſados al enemigo; el qual ſoſpechoſo del ardid, embió primero tres exploradores, a que aſſeguraſſen la tierra con perros (uzanlos en Africa llevar conſigo en tales ocaſiones, criados en eſte exercicio con notable inſtincto por el raſtro conocen ſi ay enemigos, o no, en campaña). Don Duarte aviſado de las Atalayas ordenò a quatro cavallos que ſalieſſen al encuentro de los Moros, i los perros con notable manſedumbre ſe venieron a halagar a los nueſtros. Pareció novedad, i obediencia devida, haſta de las fieras, a la Religion Catholica. Con eſto los tres Moros, tomados de improviſo, ſe rindieron los dos, i el tercero huyendo a uña de cavallo fue aviſar a Xarate, que eſtava en un valle detenido, no lexos de nueſtra gente. Deſcubrioſe entonces, i mandò haſta ciento i ſeſſenta cavallos, que fueſſen eſcaramuçando con los Chriſtianos por detenerlos.

(47) Puſo D. Duarte la frente en Benãbros[122] i començò a marchar ordenadamente contra aquel lugar, con intento de fortificarſe en el, ſi el enemigo proſiguieſſe en acometello, porque le quedava en medio una ſierra mui eminente con paſſo peligroſo, ſi a caſo lo atajaſſen. Venia Xarate detras caminando muy deſpacio haſta ajuntarſe con Abdala Laros Xeque de los famoſos, i valientes del Reyno de Fez, que con gran copia de lanças, i peones ſaliô al rebato. Entonces ſe fue acelerando, i los Portugueſes deſconfiados de la retirada, le hizieron rostro, que baſtò para hazellos huir. Don Duarte ſin conſentir a los ſuyos que los ſiguieſſen con paſſo màs ligero, llegò al lugar, i alli eſperò por ſus gentes, que venian algo derramadas: i hecho vn eſquadron de la cavalleria, guarneciendo ambos lados de arcabuzeros, i balleſteros, tomò el camino de Alcaçar intentando atraueſar la ſierra, porque eſtava màs cerca; los Moros que la conocian mejor, como lo vieron en la cumbre repartiendo ſu gente en dos tropas, quedando Xarate con la una, fue picando la retaguarda de los nueſtros, i Abdala Laros apreſurandoſe quanto pudo ſe adelantò por un atajo para ponerſe en las raizes del monte, i tomarlos en medio: notò Don Duarte quan peligroſa era la baxada, conſiderando el intento del enemigo, i mandò a Alfonſo Telles, que ſe quedaſſe en lo alto con los Infantes, i algunos cavallos para aſſegurar las eſpaldas, mientras el con los demàs lo acometia.

(48) Affrontaronſe valientemente, i Xarate ſin poder ſufrir eſtar ocioſo, inveſtió tambien a Alfonſo Telles; durò la pelea de ambas partes muchas horas en un peſo, porque los Moros eran muchos, i de los màs esforçados de Berberia; perô Don Duarte corrido de que tardaſſe eſta victoria mâs tiempo de lo que acoſtumbrava, entrandoſe en la fuerça de la batalla, como quien havia nacido para atropellar ſin miedo los mayores impoſsibles, abozes, dixo.

Que es eſto (Portugueſes mios) ya deſconoceis los enemigos, que por instantes venceis; eſtos ſon los miſmos, que ayer con ſu Rey, i todo ſu poder[123] hiziſtes retirar affrentoſamente. Quien detiene vueſtro valor? bolved por nueſtra reputacion.

Animados con eſtas palabras, ſalieron en breve eſpacio victorioſos con muerte de cien Moros, i ciento i diez i ſeis cautivos, todos perſonas de conſideracion, entrando en ellos un hijo de Abdala Laros, Moro de brio, i que el padre con la ſeguridad de la empreza, quiſo que ſe hallaſſe en ella con otro hermano, que muriô deſpues de haver cumplido muy bien con ſu obligacion. Fuera mayor la mortandad, ſi un Alfaqueque advertido, por nombre Balarao, no la atajara ardiloſamente: porque como era de noche (el traje con que peleavan los nueſtros en aquel tiempo, era comun a los Moros,) començò en lengua Portugueza apellidar Sanctiago: i con eſte ardid, hizieron lo miſmo muchos de ſus compañeros, i fue parte para que ſe eſcapaſſen engañando a los Portugueſes, perô la mayor copia ſe ſalvò eſcondida en la maleza del monte.

(49) Reſultò alguna vtilidad a Don Duarte deſta victoria, porque el reſcate de los cautiuos fue de importancia, però el con ſu acoſtumbrada liberalidad repartiò lo que le tocava por los ſoldados pobres de ſu preſidio.

(50) Por eſte tiempo entrò Don Fernando, Marques de Villa Vicioſa en Alcaçar, con lucido acompañamiento de criados, i cavalleros, llevando tres hijos conſigo mancebos, que en aquella edad davan mueſtras de raro esfuerço. Obligole la fama de Don Duarte a buſcar el credito de ſer ſu ſoldado, i erale tan affecto, que no he podido deſcubrir otra cauſa que lo lleuaſſe a aquella frontera, màs q̃ eſte deſeo. Durò en ella pocos meſes, porque el Rey lo llamò con prieſſa, mas en ellos moſtrò ſu valor, i brio, procurando ſer el primero que procurava verſe con el enemigo. Don Duarte llevado de ſu correſpondencia, i amiſtad, quizo eſtar a ſu orden, el tiempo que gaſtò en Alcaçar entregandole el baſton, mas el rehuzando, no ſolo el cargo, però acudiendo con otras palabras de mayor cortezia, le acõpañô ſiẽpre como ſoldado[124] particular en muchas entradas que hizo conſiderables. Las que merecen ſingular memoria, i aun mayor eſtimacion fue vna que ſuccediô a quinze de Henero, en que ſe quemaron quatro aldeas pueſtas ſobre el rio Guadeleon, de màs de duzientas caſas ricas; i luego en veinte del miſmo mez ſe hizieron ſeñores de la villa de Benambros, cabeça de la ſierra de la Maſmuda: glorioſo con eſtas, i otras victorias ſe bolviò el Marquez a Portugal con ſus hijos, dexando en Alcaçar gran copia de baſtimẽtos, i armas a contemplacion de Don Duarte, a quien confeſſava por uno de los famoſos Capitanes que avia, i muy digno de ſer comparado a los mayores antigos.

(51) Llevô encargado el Marquez ſolicitar al Rey D. Alonſo ayudaſſe con mayor pũtualidad la fortificacion de aquella plaça; pues entonces neceſsitava de gran cuidado por las amenazas, q̃ decontino hazia el de Fez de bolver ſobre ella: para aſſegurarla del ſegundo ſitio, nada le era tan conveniente como guardar la marina, de ſuerte que quedaſſe libre para entrar ſocorro a la ciudad. Conſideroſe el modo, i aſſentoſe, que ſe hizieſſe una cortina muy fuerte, (Gomes Eanes la llama Couraça) deſde la playa haſta dentro en la muralla. Facil es determinar ſe haga alguna coſa conveniente, però muy difficil dar la forma, i traça, ſea de la manera, que más convenga; lo uno conſiſte ſolo en buena voluntad, i deſeo, però lo otro requiere ſezo, i pratica; i aſsi en los conſejeros es neceſſario buena intencion, i mucha experiencia de las materias que tratan para acertarſe.

(52) Mientras ſe preparava la obra, i los materiales ſe embiavan del Reyno; apparecierõ por algunos dias muchos Moros en tropas muy cerca de Alcaçar en ſon de eſcaramuça. Don Duarte que no ſufria ſemejantes atrevimientos, quiſo caſtigarlos: i a veinte i dos del mez ſeguiente ſaliò con quarenta i cinco de acavallo a limpiar la tierra deſtos embaraços, encargando a Rodrigo Vaz Alcaforado, criado que avia ſido de ſu padre, hidalgo de grande experiencia, i valor la guarda de la ciudad; i corriendo Don Duarte haſta Benãbros una legua larga al enemigo, ſin hallar reſiſtencia, i viendo que anocheſia, tratò[125] de dar buelta a Alcaçar: mas los compañeros deſeoſos de algun recuentro, le hizieron grandes inſtancias, i a ſu perſuacion fueron de cerro en cerro, haſta q̃ deſcubrieron una Aldea de cien caſas, riberas del Cañete, i algunos Moros eſparſidos por aquel cãpo; con eſte alvoroço mandò D. Duarte a Iuan Peſtaña, i Hernando Cabral con tres mangas de arcabuzeros q̃ fueſſen a quemarla, i Alfonſo Telles con haſta veinte cavallos cõtra los Moros. Paſsò Iuan Peſtaña el Rio trabajoſamente, porq̃ venia grande por ſer invierno, i halló impedido el puerto de una pared hecha a propoſito por los Moros para aquel efecto; gritò a D. Duarte q̃ la deshizieſſe entretanto que iva a obedecelle. Alfõſo Telles hallando ganado, en lugar de Moros començò a recogerſe con eſta preza. Los Moros de la ſierra, que ya tenian noticia de lo que paſſava, llamandoſe unos a otros, tomando por caudillo a un Xeque muy valiente ſe aceleraron de manera a tomar el paſſo del Rio, q̃ ya quando dio buelta Iuan Peſtaña, i Alonſo Telles ſe hallarõ atajados. Acudió D. Duarte, i el Moro, q̃ le viô nõbrãdole a vozes le hizo una gran cortezia, diziendo q̃ en aquel dia ſe veria qual era màs valiente; reſpondiôle Don Duarte cõ ſemblante riſueño, i cortez, ſe alegrava de verlo tã brioſo, porq̃ le daria mayor gloria aquel vẽcimiento. Con todo D. Duarte recogiẽdo entre ſi la preza, procurò hazer eſpaldas a los ſuyos, haſta que paſſaron quaſi a nado el Rio, i luego tomò un camino q̃ le quedava màs eſtrecho por tener los lados amparados con la eſpeſura del mõte, porq̃ el numero de los Moros paſſava de mil i quinientos, i temia q̃ le rodeaſſen ſu gẽte, q̃ era tã poca q̃ no llegava por toda a ciẽ hombres. Los Moros ſin oſar a cometerlos lo ivan ſiguiẽdo, i por poco perdiera la vida D. Duarte, porq̃ como venia el ultimo de todos eſcapò milagroſamẽte a dos lãças cõ q̃ le hizierõ tiro, aũq̃ de la una quedó laſtimado, però no herido.

(53) Cõ eſto los Moros cobrãdo ſobervia de nueſtra retirada, comẽçarõ a acercarſe, i llamar a los nueſtros, Ahudes (en àrabigo ſuena Iudios) colerico D. Duarte deſta licẽcia, diò ſeñal para acometer; i bolvió ſobre ellos cõ tal impetu, q̃ a los primeros golpes mató por ſu mano al Xeque principal; i embuelto entre los demás[126] ciego, i furioſo con la reſiſtencia cayò con el cavallo en un barranco; trabajaron por levantarle Iuan Peſtaña, Rodrigo Paez, i Alvaro de Faria; i fuera cierto el peligro; ſi Don Duarte con menos animo del que acoſtumbrava tener en los mayores no bolviera con nuevos brios, i los acabara de vencer con valeroſa determinacion.

(54) Succediò que algunos Infantes Portugueſes viendo la cayda de Don Duarte, i dãdole ya por muerto, con eſte miedo, i poca conſtancia huieron a Alcaçar, publicando la nueva luego; mas Rodrigo Vaz Alcaforado mãdãdo al inſtãte cerrar las puertas de la ciudad, ſe previno para la defenſa: llegó entretanto Don Duarte con màs de tres horas de noche, i queriendo entrar, rehuzò Ruy Vaz abrirle la puerta haſta enteràrſe del ſucceſſo. Eſta accion tan acertada, i digna de grandes alabanças encarecio D. Duarte grandemente, no ceſſando dar las gracias a aquel hidalgo de lo bien que havia procedido, porque en ninguna ocaſion dexava eſte famoſo Capitan de alabar a ſus ſoldados las determinaciones lucidas que hazian, con que diſsimuladamente vituperava las otras, en q̃ cada uno procurava abſtenerſe, mas por el reſpecto que tenian a Don Duarte muchas vezes, que por ſu credito dellos. Refiere Gomes Eanes, que en eſta eſcaramuſa murio Gonçalo Peres Malafaya, ſingular cavallero de virtudes, i de valor, i fue de los primeros fronteros calificados que en Africa mataron los Moros.

(55) Ya en toda ella ſonavan las prevenciones que hazia el Rey de Fez para bolver ſobre Alcaçar, i Don Duarte con eſte recelo apreſurava quanto podia dar principio a la Cortina; començôla un Lunes de la ſemana ſancta, que ſe contavan veinte i dos de Março; i ſiendo el primero que llevava los materiales, pudo tanto eſte exemplo que en primero de Iunio del miſmo año en ſetenta i un dias ſe concluyo no quedando cavallero que no trabajaſſe igualmente que los officiales.

(56) Tuvo el Alcayde de Tanjar noticia deſta obra, i para impedirla, jũtò mil i quinientos cauallos, i muchos Infantes; Don Duarte porque conocia el provecho que reſultava[127] della mientras ſe hazia por moleſtar al enemigo, i quitalle la oſadia deſte penſamiento lo iva a buſcar de dia, i de noche; ſuccediò a eſta ſazon, que haviendo aplazado una entrada, communicandola a ſus fronteros; dos centinelas que eſtavan de poſta en el muro aſſegurados con el ſilencio de la noche, ſe deſcubrieron uno a otro la reſolucion de D. Duarte, contando muy por extenſo el modo que ſe havia de guardar en ella. Oyolos un Moro Almograve (aſsi llaman las eſpias) el qual ſabiendo muy bien la lengua Portugueſa con el deſeo de aprovechar a los ſuyos ſe venia a echar las màs noches al pie del muro, entendiendo lo que paſſava, ſe fue a Tãjar a dar el aviſo, a tiempo que el Alcaide ſalia con la gente que tengo referido. Pareciòle al Moro con aquella facilidad con que ſe creen las coſas favorables, mas que las adverſas; que de aquella vez no podia eſcaparſe Don Duarte de muerto ò cautivo, i que la ciudad quedava quaſi a ſu arbitrio, i con mucha alegria marchó con ſu gente la buelta de Anexames, i alli tuvo conſejo de emboſcarſe i dexar entrar a Don Duarte la ſierra dentro con que era fuerça desbaratarlo. Eſte parecer no pudo ſer tan oculto por el alvoroço que tenian los Moros entre ſi, cõ la certeza de la victoria; que no llegaſſe a oydos de un eſclavo Chriſtiano q̃ eſtava en aquel lugar; i cõſiderando el peligro de los nueſtros, determinò remediarlo, aunq̃ fueſſe aventurando la vida. Tenia un Moro llamado Aſmede por amigo particular: llamòlo a ſolas: diole cuẽta del ſucceſſo, aſſegurandole muchos intereſſes, q̃ podria ſacar ſi lo fueſſe a dezir a Don Duarte. Es la fé de los Moros muy vendible, i no tiene otra ley que la ganancia.

(57) Partioſe con eſta eſperança Aſmede a Alcaçar, i llegó a punto que Don Duarte eſtava ya para ſalir; dudô de la infalibilidad del aviſo, aunque el Moro lo juſtificô de manera, que vino a darle credito, deſpues que conociol el engaño aſſegurado por los deſcubridores: porque ſaliendo a reconocer las emboſcadas, el enemigo enfadado de la tardança, imaginando lo que paſſava, i que eſtavan deſcubiertos, los fue ſiguiendo, i Don Duarte ſaliol a vengarlos, con ciento i veinte cavallos. Los Moros entonces los[128] encontraron con quatrocientos, i travando una porfiada eſcaramuça en la mayor fuerça della, conociendoſe poca mejoria en los dos campos començaron los Moros a huir, i Dõ Duarte metiendoſe con el miedo que moſtravan, a ſeguirlos, reparò en que temor tan intempeſtivo moſtrava algun ardid, i con eſto no conſentiô a los ſuyos que ſiguieſſen el alcance, aunque tambien naciò eſte recato de haverſele rompido el freno del cavallo, i detenerſe en adereçarlo.

(58) Fue milagroſo el ſucceſſo porque los Moros ayudados ya de todo ſu poder cõ los de la ſegunda emboſcada, bolvieron a cargar en los nueſtros con tal furia, que a ſer màs lexos de la fortaleza corrieron mucho rieſgo; mas Dõ Duarte por atajarlos deſpues de haver hecho mucho daño al enemigo, ſe amparò de la artilleria, retirandoſe haſta ponerſe debaxo del muro. Tuvo eſta jornada aſſas de felicidad, porque hallò remedio en la verdad de un Moro, que por naturaleza, i religion, no profeſſan màs que mentir: moſtròle Don Duarte grande agradecimiento a Aſmede, i con ſingulares beneficios le honrò deſpues, i ſe ſiruio de ſu aſtucia para ſus emprezas, porque ſabida ſu traycion por los Moros ſe vino a Alcaçar con el miedo del caſtigo, i durô muchos años en el ſeruicio de nueſtros Principes de quienes recibiò mercedes, i priuilegios.


[129]

ARGVMENTO
DEL
LIBRO QVINTO.

SEgundo ſitio de Alcaçar: cuidado, i virtud con que lo defendiô D. Duarte, i los cavalleros Portuguezes que ſe hallarõ en esta ocaſion. Muertes de Principes en eſte Reyno: viene a el Don Duarte llamado de el Rey, dale titulo de Conde de Viana, buelve a Alcaçar: ſierras, i lugares que reduxo a la obediencia deſta Corona. Reſolucion que el Rey tomô de paſſar a la conquiſta de Tanjar, iornada que ſuccediò infelizmẽte. Enpreſa de Tanjar executada contra el voto de Don Duarte. Viſtas que tuvieron los Reyes de Portugal, i Caſtilla; entrada del Rey en la ſierra de Benacofu. Matan los Moros a Don Duarte; conocio ſu fin antes: ſeñales ciertas de ſu salvacion: i ultimamente ſe trata de ſus decendientes. Eſto en diſcurſo de cinco años deſde el de cinquenta i nueve al de cinquenta i quatro.


[130]

VIDA DE
DON DVARTE
DE MENESES
TERCERO CONDE
de Viana.

LIBRO QVINTO.

ESforçavaſe el ruydo de las armas, i poder con que el Rey de Fez bolvia ſobre Alcaçar, i no ſe hablava ya en otra coſa; porque Don Duarte ſabia q̃ havia llegado a Tanjar para hazer reſeña de ſus gentes. Hallò dobladas que en la ocaſion paſſada con que formô un exercito que cubria la tierra, trahiendo en el mucha variedad de fieras disformes, mas para cauſar miedo a los nueſtros, que provecho a los ſuyos: i un lunes veinte i dos de Iulio de mil quatrocientos cincuenta, i nueve, appareciò ſobre Alcaçar caſi de repente.

(2) Don Duarte acoſtumbrado a eſtas viſtas, quiſo ſalir a eſperarlo, i darle la bien venida con alguna faccion honroſa, repartiendo primero los pueſtos, i guardas de las puertas a los cavalleros màs brioſos, i deſcõfiados; ubo entre ellos grande emulacion ſobre pedir cadauno la parte màs flaca, i peligroſa. D. Alfonſo de Vaſconcelos quedô entre la puerta de Fez, i Ceuta; eſta tenia el Almirante Rodrigo de Melo; Martin de Tavora la de Fez, i en guarda de la Cortina Alfonſo Furtado de Mendoça con tres hijos ſuyos. Deſpues diſpuſo en la primera noche una encamiſada, i aviendola aprovechado muy a ſu guſto, ſe le offreciò otra ocaſion gallarda de moſtrar ſu valor, i fue que haviendo eſcrito al Rey le embiaſſe Doña Iſabel de Caſtro ſu muger con toda ſu caſa a Alcaçar; llegô entonces a aquel puerto. Serviole a Don Duarte de animo lo que a todos es deſmayo; i pareció mayor esfuerço, viendo que ſe apercebia para recebirla; porque ſe tenia a temeridad entrar en aquel aprieto una muger[131] quando la experiencia, i la razon moſtravan ſer cordura deſviarlas de ſemejantes cercos; porque no ſiendo de utilidad alguna las más vezes enflaquecen con ſus lagrimas los brios de los que procuran defenderlas; dãdo muchas vezes cauſa de que ſe expõgan a partidos no decentes por ſalvarlas; culpa fuera eſta en Don Duarte a no conocer las virtudes de ſu muger, tan parecidas a las ſuyas, que ſin duda tenian ſus dos coraçones una miſma inclinacion, i esfuerço.

(3) Admiró el enemigo eſta reſolucion, aunque procurò impedirla; i Don Duarte dandole rebato le fue entreteniendo con una eſcaramuça, mientras Doña Iſabel entrò por una puerta de la Cortina en la ciudad, i ſe fue derecha a la Igleſia mayor, adonde eſtuvo en vigilia toda aquella noche a fuer de aquella coſtumbre antigua, haſta por la mañana en que oyò Miſſa? i deſpues deſde un balvarte eſtuvo viendo el campo contrario con aquella fortaleza, i conſtancia, que ſi fuera ſu marido.

(4) Gaſtó el enemigo todo el mes de Iulio en batir la ciudad con tanta porfia, q̃ ſe notô que havia recebido màs de diez mil cañonaços grueſſos. En los primeros de Agoſto ſuſpendiò la bateria, porque acertò de caer ſu Paſchua entonces: feſtejaronla ſolenniſsimamente con rigozijos militares, i mueſtras de cavalleria. Valioſe D. Duarte deſte embaraço para ſaber como ſe guardava el Rio; porque deſeava hazer por alli alguna ſalida provechoſa; para eſte effecto, mandò un Moro tã gran ſu confidente, que no le encubria ſus pẽſamientos, i ardides: havia tiempos que ſe paſſara a los Chriſtianos, i D. Duarte acariciandolo con premios, i buenas palabras, alentò la ſolicitud con que andava de contino meſclado entre los enemigos deſcubriendo ſus intentos. No he podido ſaber ſu nombre, aunque preſumo que era Mahamede de quiẽ havemos hablado antes, ſiendo ſu fama tan digna de veneracion, como de vituperio la de algunos malos Chriſtianos, que de cobardes, i medroſos del poder grande q̃ vieron en los cõtrarios, o tãbien llevados de ſu malicia ſe paſſaron a los Moros. Eſtos les revelarõ la ocupaciõ de nueſtro Moro, el qual ignorãdo aun el aviſo, ſe entrò en el cãpo como acoſtũbrava.[132] Aboacin vigilante ya ſobre ſu caſtigo, ſupo tanto, que lo cogio en el hurto, i haviẽdolo trahido a la preſencia del Rey le afeò con grandes maldiciones la traicion que hazia, a los de ſu ley, i religion: reſpondiò el ſoldado ya de Chriſto, abominandola, i confeſſando que bivia en la fé verdadera de los Chriſtianos. Tornoſe Aboacin a aſſegurarſe en lo que dezia; bolviò ſegunda i muchas vezes a hazer la miſma Confeſsion, aviſando quaſi a bozes la ceguedad de los Moros: irritòlos con eſto mucho màs, i Aboacin fue el primero que le dio una lançada, luego con dos ſaetas le clavaron el vientre, i pecho, cortandole las piernas, i medio muerto le traxeron un eſpacio a viſta de la ciudad, donde la poca vida que le quedava ſe la arrancaron con dos balas: ni ſolo como Leones rabioſos ſe encrudelecieron ſobre el eſtando bivo, ſino que como ſuzios buytres deſpedaçaron el cuerpo muerto, i lo hecharon a los perros.

(5) Fue de grande ſentimiento para Don Duarte eſte expectaculo, i no podiendo ſufrir a ſus ojos tantas crueldades, determinò vengarlas; mas los barbaros orgulloſos, i alegres de haver llegado a ſu Real algunas pieſſas de campaña de exceſsiva grandeza; en que tenian la ultima confiança renovaron la bateria, i a los primeros tiros deſmantelaron un pedaço de la muralla. Hizieron con eſto particular fieſta, dandoſe ya los parabienes de la victoria. Pero Don Duarte alçando trincheras por la parte de dentro al nivel del muro, fue reparando eſte daño con tãta brevedad, que a penas diò cuidado: entretanto hizo aſſeſtar dos pieſſas en frente de aquellas grueſſas del enemigo, i fue hecho con tanta deſtreza, que al primer balaſo las deſencavalgaron; luego ordenó a los balleſteros, que tiraſſen con flechas llenas de alquitran, i fuego que ſe abrian, i hechavan de ſi una llama inextinguible no por medio de la polvora, ſino de otras materias, i todos a un tiempo en tal copia, que a manera de nubes encubrian al Sol. Fue de mucho effecto eſta, i otras invenciones de fuego, con que D. Duarte poco a poco iva desbaratando los enemigos, i ſin duda como la malicia entonces de los hombres era menos, que la de nueſtros tiempos, era menos tambien la invencion,[133] que ſe tenia en las eſtratagemas de la guerra: peleava el valor con menos ſubtileza, i lo màs de las victorias ſe devia al animo, aunque ni por eſto condenô lo que deſpues hallò en utilidad deſte exercicio, pues ſe origina de exemplos, i reglas, que los famoſos Capitanes obſervan para abonar ſu prudencia, i engrandecer ſu acuerdo, i aſtucia. Como ſe hecha bien de ver en Don Duarte cuyo talento para eſtas coſas fue ſingular.

(6) No paſſava dia en que de los nueſtros no ſe hizieſſe alguna faccion, cõ que el enemigo iva desfalleciendo, viendo que los cercados ſe burlavan de ſu poder, i lo tenian en tan poco, que en el de nueſtra Señora de las Nieves un criado del Rey, por nombre Galaaz Gallo, mancebo brioſo en medio del dia, juntandoſe con otros veinte de ſu edad i eſpiritu llegaron a quemar las caias de aquellas pieſſas con que los Moros batian la ciudad; i el Almirante Rodrigo de Melo embidioſo deſta hazaña, i conociendo la confuſion que havia cauſado al enemigo, viendole que andava preparando otros feſtones para aſſentar las pieſſas les puſo fuego a ſus ojos, degolandole alguna gente: i retirando la ſuya libre, i ſin daño, diò notable demonſtracion de ſu esfuerço, i experiencia.

(7) Caſi ſucceſsivamente ſaliò Martin de Tavora con Don Pedro de Noroña ſu yerno, i Rodrigo de Soſa, Vaſco Martines de Soſa, i Iuan de Soſa ſus ſobrinos; i dieron en el quartel que les quedava oppueſto con tanta fuerça, que puſieron en huyda al Alcayde de Alcaçar el Quibir que lo tenia a ſu cuenta; però bolviendo en ſi con eſta affrenta acudiò a remediarla, i algunos de los nueſtros ſocorriendo a Martin de Tavora, como fueron Nuño Vaz de Caſtelblanco, Gonçalo Vaz ſu hermano, Iuan Rodrigues de Sà, i otros cavalleros: Creciò de manera la eſcaramuça, que alberotô los reales, i obligò ſalir al Rey de Fez deſcompueſto de ſu tienda, penſando que era desbaratado; haſta que ſabiendo lo que paſſava eſtimulado de la honra, cargò ſobre Martin de Tavora, que como un Leon bravo andava con ſus compañeros, cercado de muchos eſquadrones por todas las[134] partes con gran rieſgo de ſus vidas. A las algazaras de los Moros advertiò Don Duarte lo que paſſava, i como Capitan prudente, ſalió con mucha prieſſa, a recoger a aquellos cavalleros, i aunque los viò vencedores, i el daño que havian hecho al enemigo con todo entre las gracias meſclò templadamẽte algunas reprehenſiones, de que huvieſſen ſalido encontrando la orden que tenian de no deſamparar ſus pueſtos; i ponderando el rieſgo a que ſe exponian, i los inconvenientes q̃ reſultavan deſtas ſalidas, tratò de obligarlos con juramento, ya que el valor atropellava la obediencia; hizieronlo todos excepto Alfonſo Furtado de Mendoça, porque en ſus canas, i prudencia hallô D. Duarte que eſtavan los brios màs ſoſſegados que en la edad, i loſania de los mancebos.

(8) Era Alfonſo Furtado qualificado, i valiẽte cavallero, de cuyos hechos, i nobleza hazen ſeñaladamente memoria las hiſtorias deſte Reyno, porque tuvo en el, gran lugar, i reputacion; cargado ya de años, i de ſervicios, ſe vino de Lisboa a Alcaçar el ceguer con la noticia deſte ſitio, trayendo conſigo tres hijos muy ſemejantes al padre en el eſfuerço. Deſeavan ſummamente emplearſe en alguna faccion peligroſa, i con eſta ambiciõ fomentada de ſus pocos años, i menos experiencia, violentaron al padre, a que de nuevo contravinieſſe al mandato de Don Duarte, haziẽdo alguna ſalida al enemigo; la deſcõfiança del buen viejo, encaminó la reſoluciõ de los moços, porque le parecia, que haſta a ſus hijos devia moſtrar con el exemplo a no temer rieſgos, ni a huyr peligros. Para executarlo aſſentô con los hijos hechaſſen delante fuera de las trincheras dõde eſtava tres ſoldados de valor, en que entrava Pedro de Mendoça, hijo ultimo de Alfonſo Furtado, para que enbeſtieſſen los Moros como deſmandados, i entonces tendrian ocaſion de hazer lo que deſeavan, a titulo de recogerlos.

(9) Eſto que al principio no pareciò màs q̃ una gallardia, tuvo tal empeño en el ſucceſſo, que fue neceſſario el grande acuerdo de Don Duarte, para remediarlo: porque encõtrandoſe una eſquadra de cavallos con los tres Chriſtianos offendidos en la reſiſtencia[135] de ſus golpes appellidaron ſocorro, que fue la mitad del exercito, i por la nueſtra ſaliò Alfonſo Furtado con haſta treinta hombres: Encendioſe el rebato de ambas partes peleando los Portugueſes, mas por ganar honra, que ſalvar las vidas, i los Moros perdiendo muchas, i atropellados de ſu deſorden, ivã creciendo cada vez màs, con que apretavan los nueſtros inconſideradamente con la muchedumbre. Bien deſcuidado deſto andava Don Duarte proveyendo lo neceſſario con perpetua vigilancia, quando viò lo que paſſava, i que Don Alfonſo de Vaſconſelos, i Rodrigo de Melo ſe deſcolgaron del muro con valiente determinacion, i ſe fueron a Alfonſo Furtado, que eſtava ya herido en la boca, i en un braço. Con eſte rumor no quedô hombre en Alcaçar, que no procuraſſe ſer el primero en llegar. Mas D. Duarte acudiẽdo a ſerrar las puertas, por la de la Cortina ſalió con gran prieſſa, i toda la cavalleria a recoger aquellos cavalleros, i bolviendolos a poner en ſus pueſtos, dandoles lugar para q̃ deſcanſaſſen, el miſmo dia los hizo llamar jũtos, i les hablò deſta manera.

(10) No puedo negaros (ſeñores) el juſto enojo en q̃ oy me aveis pueſto, quando no ſolo os aſsiſto como Capitã, ſino os amo como padre. Perô quiero valerme deſte nõbre para reprehẽder cõ blãdura lo q̃ pudiera caſtigar cõ rigor. Es poſsible q̃ ignoreis el q̃ moſtravã los antiguos en eſte delicto? pues llegava a ſer capital entre los mayores Capitanes. Fabio Maximo fue entregado al pueblo Romano deſpues de ſer cõdenado a muerte, porq̃ peleô cõtra el edicto de ſu Emperador, aũq̃ ſaliò victorioſo: i Aulo Mãlio Torquato en la guerra q̃ hizo cõtra Francezes, llegô a matar ſu hijo, porq̃ paßò ſus mandatos: quiẽ no los tuvo ſiẽpre por inuiolables, i ſacroſãctos? i cõ mucho fundamẽto, pues q̃ coſa cõſerva la milicia, ſino la obediẽcia? eſta verdad tiene qualificado la experiẽcia con exẽplos. Mirenſe los muchos exercitos q̃ ſalieron vencedores cõ ſolo[136] ella en partido muy deſiguales. Penſais que tantos millares de Moros ſon vencidos por nuestro braço; o que baſtan ſeiſcentos hombres, que tenemos, a reſiſtir a duzientos mil, que vemos en eſte cerco? es engaño. Su deſorden los vence màs que nueſtro valor, porque fuera impoſsible a la miſma naturaleza uzar de temeridades ſin mucho daño. Quando cercaron la ciudad, por acudir a vueſtras honras os encarguê los puestos mâs peligroſos. Biſoñeria fue, perdonadme el deſempararlos, i poca diſciplina pues os aventuraſtes, a que el enemigo fiado en ſu muchedumbre procuraße entrar por aquel paſſo hallandole abierto, i ſin guarda. Tuvierades entonces deſculpa a tan grande affrenta? no por cierto: o por ventura no manchara el ſucceſſo perpetuamente vueſtra fama? Por Dios que me digais, que motiuo tuviſtes para provocar el enemigo con eſta ſalida tan ſin tiempo? ſi fue ambicion de gloria no es buen camino eſte para grangearla, porque la temeridad es tanta locura, que aun en los aciertos ſe condena: una coſa es oſadia, i otra esfuerço. Nunqua el valor deſdeñô la prudencia, antes ambas juntas forman un ſoldado brioſo, i honrado; mas lo quedavades en guardar vueſtros pueſtos: porque la ley màs cierta de la honra es cumplir cada uno con ſu obligacion.

Tras deſta reprehenſion entrò la alabança, i agradecimiento de la virtud, con que aquel dia pelearon; temploſe con las ultimas palabras la deſapacibilidad de las primeras, i Alfonſo Furtado que parecia el reprehendido las agradecio todas. Con eſto por alegrarlos de nuevo, i olvidarlos de aquel deſabrimiento, ordenô Don Duarte otra ſalida, que aſsi moderava ſus enojos, no obligando menos con los caſtigos, moſtrando que ſi los dava[137] era màs con deſeo de emienda, que no de vengança.

(11) Quebrantado el enemigo con tantas eſcaramuças ſe rindiò primero a la opinion, i valor de los Portuguezes, confeſſandolos por inexpugnables. Peró con porfia eſtraña, deſpues que ceſsò la bateria, bolviò los aſſaltos, i duró en ellos con igual daño, i deſabrimiento, haſta faltarle la comida, i la municiõ. Tenia Aboacin prevenido eſta falta con mãdar gran copia de Camellos a Mequines por baſtimentos: mas roboſelos en el camino Xeque Laros (Moro de que havemos hecho mencion) que offendido del Rei de Fez, le negô la obediencia deſcubiertamente, i con mueſtras ya de enemigo, i levantado, andava fatigando aquel Reyno, a ſon de agraviado, con perpetuos robos, i talas, alterando los fieles con quexas, i ruegos, ultimamente con las armas. Temiolas el de Fez con particular cuidado, por el que causò en el real generalmente, entendiendo que la trayciõ de aquel Moro ſe fundava en alguna aliança que huvieſſe hecho con los Chriſtianos. Finalmente ſe reſolviò en levantar el cerco por bolver las armas contra Xeque Laros.

(14) Don Duarte entretanto deſde la muralla hizo mueſtra de ſu gente, q̃ victorioſa, i alegre, diò mil vayas a los Moros, viendo q̃ ninguno oſava ſer el ultimo en la retirada; i entonces ſe entendiò el daño, que havian recibido, porque aunque no ay Autor que refiera con certeza el numero de ſus muertos, de nueſtra parte lo fueron veinte i uno, i de la ſuya una grã cãtidad, ſegũ ſe ſupo deſpues. Durô tantos dias eſte cerco como el primero, ambos defendidos gallardamente con el increible valor de Don Duarte de Menezes, i los demâs fronteros, no eſtando en la defenſa ninguno ocioſo, los impedidos ponian animo, peleavan los de entera edad, niños, i mugeres trahian agua piedra, i refreſco a los ſoldados; ſiendo Doña Iſabel de Caſtro la primera que curava por ſu mano los enfermos, i heridos, alentando mucho con eſto, i remediando a los pobres, con tanta piedad, y aſsiſtẽcia q̃ ſe le deven iguales alabanças, q̃ al marido. Los cavalleros q̃ ſe hallaron de ſocorro, en eſta occaſion fueron los proprios que aſsiſtieron en la paſſada, porque tardò tã[138] poco en bolver el Rey de Fez, q̃ no diò lugar a q̃ ſe apartaſſen de Alcaçar; demàs q̃ cõ eſte reſelo no ubo quien quizieſſe deſampararla.

(15) Halló eſta nueva al Rey en Santaren, donde con una proceſsion general dio gracias a Dios de tan felice ſucceſſo, alargandoſe igualmente, que la vez paſſada, en alabanças de Don Duarte, i de aquellos cavalleros, q̃ le aſsiſtiã, entre los quales huvo muchos q̃ deſeoſos del premio, ô forçados de otras cõveniẽcias ſe vinieron a Portugal. Peró Don Duarte como todo ſu cuidado empleava en el ſervicio de ſu Rey, dioſe todo al biẽ publico, ſin q̃ en el particular ſuyo hablaſſe una ſola palabra, i aſsi quando los otros trataron de ſus pretenciones, entonces bolviô los ojos a reſtaurar la fortaleza; rehizo la Cortina de que el enemigo arruinò un gran pedaço; fabricò de nuevo vn buen alojamiento en el caſtillo, para los Capitanes generales, que ſerviò de ennoblecer, i fortalecer la ciudad.

(16) Deſpues procurò, que los ſoldados màs pobres tuvieſſen tambien ſatisfacion de tanto trabajo, repartiendo pagas, i ſocorros por todos; i vendiendo para eſte effecto haſta la plata de ſu ſervicio. Aviſô luego al Rey, de como cada uno en particular le havia ſervido, porque nunca uſurpava la gloria de las coſas, que otro havia hecho, antes le ſervia de fiel teſtigo; i porq̃ el enemigo ayudaſſe a eſta paga, fue ſobre Anexames, i otras aldeas pueſtas en la ribera de Guadaleon, i tardô en rendirlas, lo que en acometerlas.

(17) La proſperidad de tantos ſucceſſos no ſolo amedrentò a Berberia; però llenò de eſperãças al Rey, para cõſiderar, q̃ empeñandoſe con mayor poder en aquella conquiſta, teniendo tal capitan podia eſtender ſu imperio por aquella parte. Con eſte animo, i deſeo de moſtrar a Don Duarte el que tenia de honrarle le llamò al Reyno por Abril del año ſeguiente de mil quatrociẽtos i ſeſſenta. Partiò en ſu cumplimiento, dexando por teniente en Alcaçar Alfonſo Telles de Menezes ſu ſobrino, cavallero de brio, i experiencia, i de quien oſava fiar ſu reputaciõ.

(18) Al llegar a Lisboa adonde eſtava la Corte, le ſalió a recibir, lo màs noble della a la Marina; i el Rey con ſingulares honras, i publicas demonſtraciones mudandoſe, entõces[139] a Santaren le diò el titulo de Conde de Viana de Camiña (que tuvieron ſus mayores) referiendo largamente en eſta donacion los ſeñalados, i grandes ſervicios, que la corona Portugueſa le devia.

(19) Como el Rey por inclinacion tratava de proſeguir la conquiſta de Africa; començò a poner eſte penſamiento en pratica, encaminãdolo a que el Reyno lo reputaſſe por util, i ayudaſſe con impoſiciones, i donativos, ſin los quales ſe impoſsibilitava la jornada. Mas era cierto, que ſegun el eſtado del Reyno eſtava debil, i flaco, ſin las fuerças de la guerra, que era el dinero, i con otras ſemejantes calamidades, començava aora a ſintir los daños generales, i los pueblos ſobre cuyos hõbros cargava eſte pezo, ſabiẽdo q̃ la demaſiada liberalidad del Rey, era vicioſa prodigalidad, cõq̃ empobrecia el Reyno, dãdo màs por coſtũbre, q̃ por remuneraciõ, ſacãdo de las affliciones publicas las mercedes particulares: propuſierõ en unas cortes, q̃ entõces ſe celebrarõ en Lisboa, cõſideraſſe el Rey eſte daño, i trataſſe irſe a la mano en el, cerrãdola a mercedes no juſtas pues la miſma juſticia q̃ cõcede premio al que lo merece, lo niega a otra gẽte menos neceſſaria en las Reſpublicas, i a vezes pernicioſa: para ſãzonarle en eſta peticion le concedieron ciento i cinquenta mil doblas de oro para ſu deſempeño. El Rey vino en ello facilmente en quanto a prometerlo, perô ſiempre executò lo contrario. Con eſtas dificultades ceſſô deſta vez la jornada de Africa, porque tambien el Rey enfermò gravemente, aunque convalecio con breuedad.

(20) Succediò por eſte tiempo la muerte del Infante Don Henrique harto ſentida de los Portuguezes, i mucho màs de ſus Reyes, i cõ razon de todos por ſus grandes partes, i proceder: porque alcançando los tiempos calamitoſos de las diſcordias ciuiles deſte Reyno; ya mâs ſe entendiò trataſſe de otra coſa que de enriquecerle con las conquiſtas de Africa, i deſcubrimiẽtos del Occeano, de que fue el origen, i promovedor, i a quien por eſte reſpecto, i el de ſus virtudes ſe deve ſingular memoria. Fallecio en el Algarve dexando por ſu heredero al Infante Don Fernando, el qual tresladò ſu cuerpo el año de mil quatrocientos ſeſſenta i uno al inſigne, i real[140] Monaſterio de la Batalla de Religioſos dominicos.

(21) Menos llorada fue la muerte del Duque Don Alfonſo de Bragança ſu hermano, que tambien ſobrevino entonces; Principe poco afable, aũque de gran valor, è induſtria. Succediole Don Fernando Marquez de Villavicioſa ſu hijo ſegundo, por haver muerto el Marques de Valencia el año antes, ſin hijos legitimos. I ſin embargo de tantos lutos; diſpuſo Don Fernãdo ſu primogenito paſſar a Africa en compañia del Conde de Viana con mil hombres pagos a ſu coſta, i otros muchos cavalleros de ſu caſa: porque en aquel tiempo condenavan los mayores el ocio con ſu exemplo, i los ſeñores antes querian que ſus hijos ſe criaſſen en medio de los exercitos, que de las ciudades.

(22) Bolvio el Conde por Abril deſte año, i apenas llegado a Alcaçar con la gana que tenia de verſe con el enemigo, corriò brevemente, tres vezes, haſta la ciudad de Tanjar, haziendo, en todas, tanto daño al enemigo, que le degollò mâs de ſetecientos hõbres, i quemò quatro lugares muy ricos, que fueron Palmera, Ceta, Aamar, i Leonçar.

(23) Mucho es para alabar una accion, que le ſuccedió al Conde en una entrada deſtas; i fue, que ſiguiendo los nueſtros denodadamente el alcance, Don Henrique de Menezes, no ſatisfecho de haver muerto por ſu braço algunos Moros, ſe empeñò en ſeguir a uno en que hallô mayor reſiſtencia; i fue tãto ſu brio, que hechandoſe el Moro al mar ſe hechò tras del, i le mató; con tanto rieſgo de ahogarſe, que anduuo largo eſpacio luchando con las ondas, i los enemigos; porque paſſando el Conde en perſecucion de la victoria, i viendolo en aquel peligro, no perdiẽdo pũto en ſu officio, la fue continuando ſin dar lugar a que los ſuyos ſe deſmandaſſen en ſalvar al hijo. Però el cielo que lo guardava para mayores coſas le diò valor para vencer las ondas igualmente que a los cõtrarios. Eſta conſtancia del Conde no fue deſigual a la que eſcriuẽ de los Capitanes inſignes, que atropellavan los reſpectos de la ſangre por acudir al mayor, de ſus honras, i obligaciones.

(24) Halloſe D. Fernãdo en todas eſtas ocaſiones,[141] portandoſe con gran valor, i prudencia, i meſclando con la Magestad de Principe, ſolicitud, i cuidados de ſoldado particular: porque ſiẽdo el primero en los peligros, moſtrava ſerlo tambien en obedecer, i guardar las ordenes del Conde, como de ſu Capitan, haziendo ley inviolable cõ ſu exemplo; en q̃ particularmente hizo ſingular eſtudio, luego que conociò el animo depravado de algunos cavalleros, que entre la embidia, i el enojo, comẽçaron en vano a induzirle cõtra la authoridad del Cõde; procurãdo poner por medio de ſu vẽgança, la grãdeza del nacimiẽto de D. Fernando, q̃ era lo miſmo q̃ lo obligava a moſtrarſe apazible, i obediẽte. Solicitado del Duque ſu padre bolviò brevemente a Portugal, donde el Rey agradecido a tãtos ſervicios, le diô cõ el titulo de Cõde el eſtado de Guimaranes, q̃ deſpues con el de Duque, quedò en los primogenitos de Bergança cazole tãbiẽ con D. Iſabel hija del Infante D. Fernando ſu hermano de q̃ nacio D. Iaime, q̃ ſiẽdo IIII. Duque de Bergãça, caſado con hija de la gran caſa de Medina Sidonia en Caſtilla, i jurado por Principe heredero deſta corona; por el Rey D. Manoel ſu tio, hermano de ſu madre, entrando a reinar; es biſaguelo del ſereniſsimo Duque de Bergãça, q̃ oy bive ultima reliquia de los Principes de la ſangre real deſte Reyno.

(25) Poco deſpues parecieron entre los Moros de aquella comarca dos hijos de Calabẽçala, Alcayde que fue de Ceuta, Alcaçar, Tãjar, i Arzila (como eſtà referido) los quales còmo vieron muerto ſu padre, i ellos deſpojados por los nueſtros de ſu grandeza, porque de toda ella ſolamente les quedava la ſierra de Gibelfabibi, que cae al norte de Alcaçar poco mas de ſeis leguas; tierra fertil, i poblada, perô limitada, i corta; començaron primero con ruegos, i luego con amenazas a repreſentar a ſus naturales la affrenta que padecian, ſuſtentando los Chriſtianos tanto tiempo en ſus tierras; i con animo de deſtruirlos tomaron las armas, juntando ſiete mil cavallos de las ſierras Gibelfabibi, i de Benima Grafot, con el Alcayde de Tãjar, i aſsi jũtos todos embiãdo delãte a correr a Alcaçar, ſe entraron en una emboſcada cerca de la ciudad. Tuvo luego auizo el Conde, i ſaliò a ellos, i los desbarato, degollãdole[142] los principales, i màs valientes Capitanes, que trahian. Fue eſta Rota de las màs ſintidas, i lloradas que los enemigos tuvieron, porque de más de caer ſobre tantas, quedaron ſin eſperança alguna de remedio: deſcãſando el Conde por no tener que vencer lo que quedava del mez de Iulio, i los tres ſiguientes.

(26) Por el fin de Octubre ſe acabò de deſpoblar la ſierra de Amegara, porque el Conde fue ſobre ella, i la reduxo a nueſtra obediencia con muerte de los caudillos que la defendian, i governavan. Quedava a un lado della, hazia Arzila, la ſierra de Luſmara, con muchas aldeas grandes, i bien pobladas. Era la principal, i cabeça Nazere; rendiola el Cõde a penas entrado en Alcaçar de la sierra, i de camino deſtruyô Bogalmaee, lugar pueſto en ſitio eminente, i ſuperior a Guadeleon, q̃ lo cerca con ſus aguas, i aſsi quaſi inexpugnable. Con eſte hecho, ſin otros de menos cuẽta que particularmente eſcriue el Coroniſta Gomes Eanes, concluyò el Conde el año de mil quatrocientos i ſeſſenta i uno, haviendo ſido glorioſo a los Portugueſes por ſu abundancia, i felicidad de los ſucceſſos que tuvieron en Berberia.

(27) En Ceuta, deſpues de muchas entradas, i otras victorias que alcanſó Don Pedro de Menezes tercero Conde de Villa Real; ſujetò las ſierras de Benihaſcen, i Benitelid, que algunos llaman Chebit, i quedaron ſus moradores tributarios de Portugal (ſervicio de ſingular reputacion para eſta Corona) i eſtando el Rey en Torreſvedras le preſentô una copa hecha del oro deſte tributo; que fue el primero, que pagaron los Berberiſcos a los Portugueſes como en preſagio de los muchos, que havia de rendirle aquella parte de Africa por el valor deſte cavallero, i de ſus decẽdientes, a cuyas proezas ſe deve mucho en eſta guerra; pprque moſtrô en ella igual virtud al de ſu aguelo, de quien fue digno ſucceſſor en nombre esfuerço, i grandeza.

(28) Ya por eſte tiempo tratava el Rey, con menos conſideracion que deviera en negocio de tanto pezo, paſſar a Tanjar, llevandoſe tanto de ſu appetito como del brio del Infante[143] Don Fernando ſu hermano; fundava eſta deſorden en el parecer de Diego de Barros, i Iuan Falcon, que ſiendo cavalleros màs valeroſos que prudentes, haviẽdo eſtado cautivos en aquella ciudad, facilitaron al Rey el poder ganarla por una parte, a lo que deziã, del muro menos guardado de los Moros; i luego en el principio del año de ſeſſenta i dos, hallo en las historias del Reyno, que el Rey continuando eſte penſamiento, remetiò al Conde de Viana, a Diego de Barros, i Iuan Falcon, para que juntandoſe con un Iuã de Eſcalona (que fue tambien compañero ſuyo en el cautiverio) los encaminaſſe a que reconocieſſen de nuevo la diſpoſicion en q̃ eſtava Tanjar.

(29) Llegaron a Alcaçar en ſazon que Don Henrique de Menezes entrava en aquel lugar mal herido, i victorioſo de unos coſſarios Francezes, que con algunos navios moleſtavan el eſtrecho con robos continuos. Saliò a ellos a pezar del Conde ſu padre, porq̃ tuvo a temeridad eſte hecho; màs como en eſtas acciones ſiempre juzgava todo el arrojamiento por de eſtima; armòle una caravela con treinta fronteros eſcogidos, i reſueltos a morir, ô vencer, i otro pequeño, que luego deſgarrò; el Coſſario con tres baxeles, viendo a Don Henrique pareciendole navio de preza, lo fue a encontrar, con menoſprecio, i enviſtiendoſe gallardamente por las proas, travaron por todas partes: peleoſe muchas horas igualmente, haziendo los Francezes ſu dever, però no podiendo deſazirſe, ni eſcaparſe por más que lo procuraron, entrò Don Henrique finalmente la capitana, ſin que en los otros les quedaſſe perſona q̃ no fueſſe muerta, ò herida; tal fue la porfia con q̃ ſe cõbatio. Tuvoſe la victoria por los q̃ biẽ la cõſiderarõ por admirable, por la fortaleza del enemigo ſuperior en fuerças, i gente. El Conde ſaliò a la playa recibir al hijo, llevandolo en ſus braços tan mal tratado, que eſtuvo muchos dias ſin eſperança de vida; però es ſingular el valor, i virtud q̃ D. Iſabel de Caſtro ſu madre moſtrô en eſta ocaſiõ, pues dexãdo al hijo en poder del padre, acudia por ſus manos, i con grã cuidado a curar los demás heridos, tratãdo al enemigo cõ la miſma piedad q̃ a los Portugueſes, de q̃ ſuccediô, q̃ los coſſarios deſpues[144] de ſanos dandoles el Conde libertad, para que ſe fueſſen donde quiſieſſen, ſe quedaron algunos en ſu compañia lleuados del beneficio, i agradecimiento, que conquiſta los animos màs invencibles en las armas.

(30) Con eſte ſucceſſo reposò el Conde haſta el mez de Agoſto, en q̃ ſupo de Alonſo de los Arcos Caſtellano de Tarifa; como tenia cercado a Gibraltar, i eſtava falto de vituallas; pidiendole ſocorro con brevedad, i diligencia. Eſte auizo tardô al Conde, porque paſsò primero a Ceuta, i Pedro de Albuquerque, que governava aquella plaça, queriendo lleuar la gloria de ſocorrerla primero cõ alguna emulacion, i embidia, detuvo la nueva al Conde, de manera que partiendoſe al inſtante que entendiò lo que paſſava; quando llegó a Gibaltar, havia el Duque de Medina Sidonia entrado ya la ciudad, i retirado los Moros al Caſtillo que combatia fuertemente. Llamoſe Gibaltar en ſus principios Heraclea, por ſer fundacion de Hercules el Thebano; pueſta en una larga enſenada, que haze la mar en el eſtrecho Gaditano contrapueſto a Tanjar, en las raizes del Calpe, una de las fabuloſas columnas de Hercules, en cuyo nombre perſeveró, haſta que con la perdida general de Eſpaña, Tarif le preſtò el ſuyo; i le dijerõ Gibaltar, de Gibel, i Tarif, que ſuena en Arabigo lo miſmo que monte, ſi bien algunos lo derivan de Gebel, i Aar, ò de Tarf, q̃ es la cũbre del mõte. Dominaranla los Arabes, haſta que el Rey Don Fernando el Quarto de Caſtilla la ganò; perdiò ſu hijo D. Alonſo el vndecimo, i reſtaurò a ſu coſta D. Iuã Peres de Guſman, primer Duque de Medina Sidonia (de quien vamos hablando) varon inſigne, i de excelentes virtudes.

(31) El Duque apretó el combate al caſtillo, i ſabiendo que el de Viana venia a hallarſe alli; le ſalió a recibir grã trecho de la ciudad con grandes cumplimientos, dandole la obediencia de ſoldado, i ſuplicandole una, i muchas vezes quizieſſe governar aquel ſitio; rehuſolo el Cõde con ſu acoſtũbrada modeſtia, i tomó una pica para ſervir; mas los Moros deſcõfiados de ſu defẽſa, ſe entregarõ al Duque por trato, pidiẽdo para rehenes de ſu ſeguridad la palabra ſolamente del Conde de Viana, (tanto fiavan della). El Duque obligo[145] corteſmente al Conde a que ſe encargaſſe de aquella gente, i paſſandolos conſigo a Alcaçar, les diò paſſo ſeguro a Tanjar.

(32) El año ſeguiente de 73. por el mez de Abril, rindio a Safa, lugar en los confines de tierra de Benamenir, i de Luſmara a dos leguas de Tanjar en lo más alto, i fragoſo de la ſierra, de haſta quinientas caſas, con tan aſperas entradas, que no pudieron ſubir los cavallos màs que uno a uno. Entrò el Conde con eſtraña dificultad, i peligro, por lo màs agrio, i lo màs defendido, i degollando dos mil hõbres, prendio quatrocientos. No oſó el Alcayde de Tanjar occupar el paſſo de la ſierra al paſſarla Don Duarte, con que llegô a Alcaçar con la preza entera.

(33) Sobre tantas perdidas como los Moros padecian continuamente por el braço, i valor del Conde; ſintieron eſta con mayor deſeſperacion, porque el ſitio, i fortaleza de Safa los aſſegurava de ſu ruina.

(34) Mientras eſto paſſava en Alcaçar, el Rey de Fez deſpues que ſoſſegò la rebelion de Xeque Laros, con ſu muerte, ſe vino a Tanjar; de donde communicò amigablemente al Conde preſenteandoſe con igual agrado, i correſpondencia; haviã travado grande amiſtad deſpues que el de Fez conoció la virtud, i esfuerço del Conde por tãtas vezes, i ſiẽpre en ſu daño: i verdaderamẽte que dava cõ eſta eſtimaciõ un grã exẽplo de buẽ Principe, pues ni la differẽcia de la religiõ, ni la diviſiõ de los animos, ni los daños recibidos por ſu mano i govierno, le impedia reconocer el valor, en quiẽ lo tenia, ſiẽdo más duro de cõfeſſar en el enemigo; mas era tãto, i tã publico el del Cõde, q̃ mayor veneraciõ le tuvierõ ſin duda los Moros q̃ los miſmos Portuguezes, pues aquellos cõ el miedo, i eſtos cõ la embidia, parece andavan juntamẽte apoſtados a engrãdecer, i deſluſtrar ſus hechos, i ſiẽdo las acciones tan encontradas, no moſtrava menos brio el Conde en vencer con las armas a unos, que con el ſufrimiento a los otros.

(35) Obligado deſtas mueſtras ſolicitò haver del Rey Moro, por reſcate, ô liberalidad el cuerpo del Santo Infante D. Hernãdo, como reliquia ineſtimable, por la particular devocion q̃ le tenia. Anda de ſu vida, muerte, i milagros un volume pequeño, grande en la[146] materia. Tendre diſculpa a no diſcurrir dellos, por no offender con la cortedad de mi talento la lecciõ tã agradable de ſus virtudes.

(36) Fueron ocioſas todas las diligencias que hizo el Conde ſobre eſte particular, aunque muchas, i mui apretadas; i quedando ſin effecto ſe bolviò el Moro a Fez, dexãdo reforçado el preſidio de Tãjar, con tres mil cavallos, i por Alcayde a Abraim Bename, Moro de gran opiniõ, i fortuna; porq̃ Xarate aunq̃ era muy valiẽte, fue depueſto del cargo por deſdichado. Cõſideraciõ importãte en la guerra dõde la felicidad tiene mucha parte. Eſta prevẽcion naciò ſin duda de averſe diuulgado la jornada del Rey, intenpeſtivamente con que vino a noticia del enemigo; ſiendo maxima certiſsima de los Principes entendidos reſervar para ſi miſmos los fines de ſus movimiẽtos haſta el tiempo en q̃ importa, i es forçoſo deſcubrirlos. Perô como las emprezas ſe yerran al principio facilmẽte ſe van desliſando los medios: fuerõ pocos cõſiderados, los q̃ tomò Portugal en eſte negocio en q̃ uvo màs debates q̃ conſultas, aunq̃ tãbien no faltarõ advertẽcias del Conde, el qual deſpues de haver cumplido la comiſsiõ de Diego de Barros, i Iuã Falcõ, viẽdo el muro de Tãjar muy deſpacio los bolvió a embiar al Rey cõ eſta nueva, hallãdo poſsible el caſo, i encomẽdãdole el ſecreto, i diſsimulaciõ cõ q̃ avia de proſeguirlo, eſcreviendole era mejor acuerdo le remitieſſe a Alcaçar gẽte, i armas poco a poco, cõ todo el reſguardo, porq̃ deſta ſuerte ſin otro eſtruẽdo, ni cuidado ſe podia executar ſu deſignio ſagaz, i aventajadamente.

(37) Offendiò eſta propueſta al Cõde de Villareal, porq̃ cõ la buelta de los reconocedores informado de la facilidad, i grãdeza de la jornada ſe deſcubriô por oppoſitor para la execuciõ. El Infante D. Fernando por otra parte haziaſe dueño della, i el Rey no queria reduzirſe a no paſſar a Berberia; de manera q̃ con tãtas incõſideraciones preſumiẽdoſe q̃ el Cõde de Viana dava eſtos aviſos por hallarſe ſolamẽte en aquella ocaſion, comẽçarõ los entereſados a tener celos de ſu zelo, i cõ eſto moviã al Rey a lo q̃ peor le eſtava. Pudo al fin el de Villareal introduzirſe en la materia, porq̃ ſu calidad, valor, i prudẽcia erã fiadores, para peligros mayores. Todavia como en eſte ſe[147] havia de hallar el Rey, quiso enterarſe primero por ſus ojos de la diſpoſiciõ en q̃ eſtavã las coſas de Tanjar; fueſſe a Ceuta llevãdo cõſigo a Iuan Falcon, i Diego de Barros, con los quales examinô todo lo q̃ paſſava, i aſſegurò de nuevo al Rey del ſucceſſo, con q̃ finalmẽte ſe determinò ſu paſſage. Advierte Ruy de Pina, que al partirſe eſte cavallero, le hizo el Rey algunas mercedes importãtes para ſu caſa, porque aſsi ſe obligã a los ſubditos, a que menoſprecien las vidas en el ſervicio de ſu Rey, grangeando muchas vezes cõ un favor deſtos, grandes felicidades para ſu corona.

(38) Sabia el de Viana todas eſtas diligencias, aunque las callava prudentemente; porq̃ deſcubriô embidia en el Conde de Villa Real; ambicion en el Infante D. Hernãdo; i brios en el Rey; i como no ſe hallava con fuerças capazes de luchar cõ tales emulos, remetia al ſufrimiẽto, i diſsimulaciõ eſte agravio, aũq̃ eſperava del, mayor gloria, porq̃ las prevenciones no ſe ajuſtavan a la neceſsidad, creciendo muchos inconvenientes con la dilacion, de ſuerte, q̃ pudo juzgar aliſonja de fortuna lo que muchos imaginaron que fuera ofenſa.

(39) En eſte verano fueron muy continuas las eſcaramuças, que el Conde tubo con los Moros, porque el Alcayde de Tanjar con la fuerça que todos los que de nuevo goviernã tienen en ſus principios, procurava emendar la fortuna de Xarate, deſeãdo avẽtajarſe, a los que haſta alli haviã peleado cõ el Cõde: mas deſengañoſe brevemẽte; porq̃ deſpues de haver corrido varias vezes a Alcaçar ſiẽpre con perdida, ſabiendo un dia por ſus eſpias, q̃ el Conde havia pueſto por tierra muchas aldeas del Farrobo, i Benavolẽſe, i ſe retirava cõ grã preza, le ſaliò al encuentro con quatrociẽtos i ſeſſenta cavallos, i mil peones. Trahia el Conde repartida ſu gente en tropas, que era menos la mitad, que el enemigo; i mandando adelantar la preza con la ſuya enviſtio al Alcayde, antes que el Moro ſe pudieſſe determinar en lo q̃ havia de hazer. Eſte repẽte deſcõpuſo al enemigo de manera q̃ cõ poca reſiſtẽcia ſe puſo en huyda, i el Cõde cõtẽtãdoſe cõ vẽcerlos, le hizo puẽte de plata, como dizẽ.

(40) A los diez de Iulio ſe jũtarõ los Xeques, de las ſierras de Anjara, Farrobo, i Benabolẽſe, i perſuadidos de uno màs venerable en canas,[148] i conſejo llevados del miedo, i fama invencible del Conde ſe reduxeron a ſu obediencia. Eſta accion contradixeron muchos fronteros Portuguezes, pareciendoles quitaria la paz, la ganancia que hallavan en la guerra; mas el Conde anteponiendo el bien publico al particular, ſe la otorgò debaxo deſtas capitulaciones.

Serian tributarios del Rey de Portugal, dando por eſte reconocimiento dos doblas de oro cada padre de familias; biudas una; niños, i donzellas nada.

Eſtarian a la obediencia de los generales de Alcaçar el ceguer ſeguro de los Chriſtianos, i amparados de ſus capitanes.

No darian favor, ô conſejo a los Moros contrarios; i ſabiendo de ſus ardides, entradas, ô deſinios los revelarian luego al Conde ſin ocultar coſa, q̃ fueſſe en daño de los Portugueſes.

Darian paſſo libre por ſus tierras ſin alterarſe ni hazer otro movimiento; mantenimientos, i hoſpedaje a buen precio, i todo el trato de amigos.

Podrian libremente los Moros ſembrar i coger ſus coſechas, vender ſus fructos en Alcaçar, i por todas tierras de Christianos, no paßando de treinta los que fueren juntos a eſtas ferias.

Siendo neceßario acudirian con armas, perſonas a Alcaçar, ſerviendo cõ fidelidad, diligencia, i cuidado.

Eſto miſmo ſe havia de guardar puntualmente con los generales, i fronteros de Ceuta.

(41) Publicado eſte aſsiento, ſe guardò deſpues inviolablemente en vida del Conde; porque la verdad, i agrado con que tratava a los Moros de paz, los hazia andar puntuales en ſu obediencia, conſiderando en ella muchas utilidades, que el Rey de Fez les negava con el ſeñorio abſoluto, i tiranico, con[149] q̃ aquellos Principes dominã ſus vaſſallos; ſiẽdo màs ſu govierno Deſpotico, q̃ Monarchico.

(42) Con eſta proſperidad no oſaron los Moros de Luſmara a reſiſtir al Conde, en una entrada que hizo en Octubre ſiguiente deſte miſmo año, de que ſacô mucho ganado. I porq̃ ſe hallava falto de vituallas, i Portugal ocupado en apreſtar la empreza de Tanjar, no attendia a otra coſa, olvidãdo, o quiça no pudiendo remediar todo: porque las fuerças eran menos q̃ el animo: y el Rey cõ el appetito, i ambicion de dilatar ſu imperio, obſtinavaſe en ſu parecer, ſin haver nadie q̃ ſe atrevieſſe a contradezirlo; reſolviendoſe los màs prudentes, i ſoldados a ſer compañeros deſte error; porq̃ queriã màs aventurarſe, i perderſe con el, q̃ caer en ſu deſgracia. Era uno deſtos el Cõde de Viana, el qual deſpues q̃ entẽdiò q̃ el Rey le tenia por ſoſpechoſo en eſta jornada por aſſegurarle, i deſmẽtir la opiniõ q̃ ſus emulos esforſauã quãto podiã; embiò al Reyno ſus dos hijos D. Hẽrique, i D. Fernãdo, que era el ſegundo, ambos de gentil diſpoſicion, i brio para q̃ acõpañaſſen el Rey, i juntamẽte apercibieſſen otras coſas neceſſarias.

(43) Entretanto no ceſſava un punto de moleſtar al enemigo, i allanando la ſierra de Benamenir, q̃ fue la vez primera q̃ la corriò, quemãdo a Ramele, q̃ era el lugar principal q̃ tenia fuerte, i rico, deſpues a pocos dias corriò a Tanjar por enflaquecer aquel Alcayde de opinion, i gente, juzgandolo aſi por neceſſario, para lo que ſe pretendia. I notando, q̃ en todo aquel cõtorno, ſolo la ciudad ſe ſuſtentava por el enemigo, llegò a deſafiarle al pie del muro de perſona a perſona; ò de la manera que quizieſſe, mas el Alcayde, covarde con eſta reſoluciõ, reſpõdiò cõ la artilleria, de manera q̃ fue forçado apartarſe el Conde; ſiẽdo tã dueño del cãpo, i ſierras, q̃ andava por ellas cõ la ſeguridad q̃ en Alcaçar. Aquel dia llamó a un Moro de preza, vezino de Tãjar, i embiolo al Alcayde con una copia de Carneros, pidiẽdo, q̃ como cavallero los repartieſſe por los Chriſtianos cautivos; porq̃ era eſtraña la piedad con q̃ ſe dolia de los affligidos.

(44) Bolvió en ſi el Alcayde de Tanjar, con tantas perdidas, ſabiẽdo q̃ los ſuyos le notavã de cobarde por el ſucceſſo paſſado, ſe reſolviò en buſcarle; mas la buena fortuna del Cõde[150] ſe diô ocaſion de nueua affrenta, porq̃ en el mez ſeguiente fue ſobre Benamaqueda, i a la buelta topò con el Alcayde, y lo venciô, degollandole quinientos hombres.

(45) Eſta rota pudiera debilitar los animos, i guarnicion de Tanjar, ſi el Alcayde en la vigilancia, prudencia, i buen ſemblante con q̃ governava, no disfraçara el miedo con los ſuyos, pareciẽdo con ellos más vencedor que vencido. Llegavan eſtas victorias a los oydos de nueſtro Rey, ſin la fama que merecian por la emulacion de los enemigos del Conde: i como trahian todo el govierno del Reyno entre manos, arbitravan a ſu guſto en todo, alterandoſe con eſtos ſucceſſos, i temiendo q̃ el valor del Conde fueſſe tanto, que llevado de la ocaſiõ, i felicidad, ſe diſpuſieſſe a emprẽder la cõquiſta a Tanjar: por deſviarlo deſta gloria, hizieron con el Rey a q̃ partieſſe de Lisboa a ſiete de Nouiembre con dos mil cavallos, i algunos Infantes, ſiendo entrado el invierno con riguridad de aguas, i frios; con que no faltò murmuracion contra miniſtros que hazen a ſus Reyes executores de ſu paſſion, meſclando algunas appariencias de zelo que ſuelen engañar, aun a Principes advertidos.

(46) Entrô la armada en el eſtrecho con viento eſcaſo, i alli le ſobrevino tan gran tormenta, que ſe dividiò toda, deſgarrando unos navios a Ceuta, otros a Alcaçar; i algunos ſoçobraron: ſalvôſe el Duque de Bragãça, i ſus hijos, i otros muchos cavalleros quaſi milagroſamente a nado, i el Rey ſe fue a Alcaçar con no poco rieſgo de ſu vida. Eſtos principios pronoſticaron la deſdicha de los fines: mas la tema del Rey, i del Infante tuvo neceſsidad de otros deſengaños, para que llegaſſen a conocer ſu yerro, que es accion aſſas difficultoſa en los poderoſos, i de grandes peligros; porque como el remedio de los aciertos, conſiſte en el arrepentimiento la naturaleza como ofendida de los ſuperiores, quiere emendar una culpa con que ſe cometan muchas, i aſsi van engazando yerros haſta deſpeñarſe, como en eſte caſo ſe probó bien.

(47) Aunq̃ el Rey tenia tomada la determinaciõ mucho de antes; viẽdoſe en Alcaçar quiſo juntar a cõſejo más para eſcucharlo, q̃ ſeguirlo; i por no acabar de deſabrir al Conde[151] de Viana de todo punto, porque en aquellos pocos dias havia notado, i viſto las maravilloſas coſas que hiziera en ſu ſervicio. Entraron como treinta perſonas; uvo deſputas ſobre ſi convenia acometer a Tanjar tambien por mar. Vencieron en votos al Conde de Viana, que ſe opuſo a eſta reſolucion, fundado en la incertidumbre, i riguridad del invierno, i aſpereza de aquella coſta, con otras razones militares, que la experiencia, i la razon aprovavan con grandes ventajas, mas nada aprovechò, para que el Rey no ſiguieſſe lo contrario. Partiò entonces Luis Mẽdez de Vaſconcelos con doze velas, i el Rey con lo reſtante del Campo, por tierra. Amanecierõ ſobre Tanjar, i Luis Mendez trabajando por deſembarcar ſu gente, eſtuvo a pique de perderſe, porque las olas andavan tan bravas, q̃ no ſe domaron con los remos. Y eſto ſolo ſirvio de deſpertar el enemigo, el qual vigilante antes, con eſte avizo, començò a jugar ſu artilleria contra la Armada; i el Rey advertiendo lo que paſſava, deſeſperado ya del effecto ſe bolviò a Alcaçar, i de alli a Ceuta engrãdeciendo con alabanças al Conde de de Viana, i culpãdo los pareceres q̃ lo havian perſuadido a no darle el credito que merecia ſu valor, i experiencia: peró en eſtas palabras más ſe condenava a ſy miſmo, que a otro alguno, pues ſe dexô llevar de adulaciones, conociẽdo la verdad, i entereſa del Conde, quãdo no ay Principe tan limitado, q̃ no entienda, quien le habla màs a lo juſto, i lo que le conviene, aunq̃ es ordinaria traça ſuya deſcargar ſiempre ſu error ſobre aquellos q̃ le aconſejan en los caſos adverſos, llevandoſe ſolos la gloria, i alabança de los proſperos.

(48) Deſte deſabrimiento del Rey tomaron motivo los emulos del Conde de Viana para enviſtir con el Infante D. Hernando, deſengañados ya de q̃ el Rey attendieſſe a ſus perſuaciones; mas el Infante con la demaſiada ambiciõ de aquella empreza andava màs diſpueſto a oyr ſemejantes deſacuerdos; i aſsi diferia al Conde de Odemira, que con particular adulacion le movia a que de ninguna manera deſiſtieſſe de acometer a Tanjar. Premiole eſte Principe el conſejo, como ſi fuera en gracias ya del effecto, con la encomienda mayor de Sanctiago; coſa que el[152] de Odemira pretendia havia mucho tiempo. Tocavan al Infante eſtas proviſiones, porque era Maeſtro de las Ordenes Militares de Chriſtus, i Sanctiago, ſobre ſer Duque de Beja, i Viſeu, con otras muchas tierras, i ſeñorios.

(49) Por eſte tiempo Don Pedro Primogenito del Infante Don Pedro, ſe partiò de Ceuta a Cataluña en dos galeras, que de alla vinieron a buſcarle, i el Rey ſu cuñado aunque al principio le diò licencia, deſpues ſe la fue ſuſpendiendo de manera, que Don Pedro preſumiô que lo hazia por reſpeto de Caſtilla, porque el Rey D. Henrique tambien era oppoſitor a Aragon, i la amiſtad eſtrecha que tenia con el Rey Don Alfonſo ſobre el parenteſco de cuñado dava ſoſpechas para todo. Don Pedro pues dexando eſcrito al Rey ſus proteſtos, i cumplimientos; ſe embarcò en las dos galleras, i llegò a Cataluña; donde le juraron por Principe, i a pocos mezes fue muerto por los miſmos Catalanes de veneno, como avemos referido. Quedoſe el Infante Don Fernando en Alcaçar, con deliberacion declarada de bolver a Tanjar, aunque el Conde de Viana le parecia impoſsible el buẽ ſucceſſo deſta jornada.

(50) Mas el Infante, como era eſto lo que más ſolicitava, procuró ſeguir el conſejo del Conde de Odemira; i para reſintir al de Viana de ſuerte, que el miſmo ſe apartaſſe, tomò para ſi el quinto de vna rica cavalgada, que por derecho competia a los generales de Alcaçar que ſe hizo aquellos dias, en la qual ſe havia hallado el Infante, i el Conde, i perô no quedò perſona, que no lo murmuraſſe, ni dexaſſe de alabar al Conde por la modeſtia, con que ſe portò en eſta particion, ſiendo tan liberal en renunciarla, como el Infante corto en repartirla, aunque bien ſe entendiò a lo que tirava aquel penſamiento.

(51) Deſpues tornò el Infante a hazer conſejo con los cavalleros, que le aſsiſtian en Alcaçar ſobre la gente que era neceſſaria para la execucion de ſu deſeo. Llevantoſe Hernãdo Telles en medio, i pidiò al Infante declaraſſe ſi tenia licencia del Rey ſu hermano para acabar aquella empreza; hiriole mortalmente la pergunta, aunque callô la reſpueſta: i el de Odemira, que conoció ſu enojo por[153] liſonjearle, mas deſcubiertamente ſe deſcõpuſo en palabras con Hernando Telles (cavallero de ſingular animo, i viçarria, aunque mancebo) con que ſe deſviò aquella platica; tratandole ſolamente ſobre la propueſta del Infante, en que el de Viana diſcurrio deſta ſuerte.

Bien ſe (ſeñores) que las differẽcias de los votos que eſcuchamos en eſte negocio, nacen mâs de alguna particularidad, a que no puedo dar remedio, que de otra conſideracion alguna, en que ſe note zelo, i cuidado de lo que más importa, con que no dudo, que ſiempre mi pratica parecerâ ſoſpechoſa. Baſtante ocaſion era eſta para dexarme llevar del parecer arrojado de otros. Mas pues eſtoy aqui para dezir lo que ſiento, donde ſolo ſe deve tener la mira al ſervicio de Dios, i honra de mi Rey, no tratare de la mia: por temeridad juſgo ponerſe a una buelta de dado, i en poder de la ciega fortuna mâs poderoſa en la guerra, que en otra parte, vidas, i ſeñorios: la reputacion Portugueſa, donde ſolo peleamos con ella, i nos cueſta el grangearla tanta ſangre, i trabajo, fuerça es perderla en eſta occaſion; porque ſiendo Tanjar una plaça de las más fuertes, i bien guarnicidas, que tiene el Rey de Fez, parece coſa impoſsible, que ſe pueda entrar con tan poca gente, como tenemos. Paſſa de tres mil ſoldados ſu presidio, lleno de vituallas, artilleria, i mucho esfuerço: el ſocorro a la puerta, i que ha de venir por tierra firme, que es ſuya, i de ſus Principes, que eſtan ſin otros embaraços de guerra, ni rebeliones: concluida la de Xeque Laros con ſu muerte; Tremecen quieto; i al fin no ay coſa en el Reyno de Fez, que quite acudir a Tanjar en el aprieto; tiene un capitan de mucha experiencia, i brio,[154] que ſabe guardar ſus muros, de manera que no puede el deſcuido ayudarnos, por mâs que nos certifiquen lo contrario. Contra eſto, que razon ay de nuestra parte para acometer un hecho tan ſin prudencia? el conocimento, i la memoria de las coſas paſſadas, es una luz, i guia de las operaciones humanas, principalmente en las guerras, cuyos errores ninguna diſculpa reciben, ni aun conſientẽ remedio; porque en ſiendo cometidos, cahe la pena ſobre ellos. Prodigioſas fueron ſiempre las jornadas de Tanjar, no permita vueſtra Alteza, que eſta acabe de ſer tumba de nueſtras honras. Eſperemos tiempo, el nos dirâ lo que havemos de hazer: andamos felices en las entradas, però no en los exercitos. Quiçâ nueſtro ſufrimiento, i valor podra occaſionar ſu ruina; i pues ſomos vencedores en lo poco, Dios ordenarà, que ſea tambien en lo mucho.

A eſto reſpondiò el Conde de Odemira, llevado de ſu antigua enemiſtad.

Si advertis (ſeñores) en las difficultades, que tienen ſemejantes emprezas, ſin mirar primero ſus provechos, i bienes, no ſerâ mucho, que os embarace lo que acabaſtes de eſcuchar aora: perô ſi diſcurris en lo particular deſta, avergonçareisos, en penſar, que tantos apparatos ſean para ningun effecto. Deliberôſe nueſtro Rey en venir ſobre Tanjar, trahiendo conſigo lo mâs luzido de ſu Reyno: ſerâ condenar ſu prudencia, i conſejo, dexar de proſeguir esta determinacion: todos los motivos, que la occaſionaron, eſtan en pie; ningun accidente ha quebrantado fuerças, ni animos; pues que cauſa havemos de dar para deſculpar eſte yerro. La advertencia[155] del enemigo, i ſu vigilancia, eßa es la que nos ha de dar maior gloria, que vencerlos con ſu deſcuido, no merece gracias; que les ſomos ſuperiores es llano, a quien mirare lo que pocos Portugueſes han hecho contra innumerables Moros en Ceuta, i las demàs fronteras: pues como ſe han de recelar tres mil, quando millares ſe vencen cada dia? Nueſtra gente mâs ſe ha de contar por el valor, que por el numero. Cien Portugueſes baſtan para eſta empreſa: Mi voto es, que vueſtra Alteza execute eſta noche, lo que ha tantas, que nos deſvela: ſalgamos ſeñor, i ſea Tanjar triumpho, gloria un Infante de Portugal, ya que fue de otro oprobrio, i ſepultura.

(52) Aprovóſe el parecer en conformidad del guſto, que moſtrava el Infante, que fue ſolo la juſtificacion, a que attendia el Conde de Odemira, el qual por liſonjealle más, alcançò del Inffante en ſecreto, que el de Viana no le acompañaſſe en eſta jornada. Luego apartô cien cavallos, i ſin dezir nada ſaliô de Alcaçar a prima noche.

Fue Tanjar tumba, un tiempo de la nobleza de Portugal, por las anſias, con que ſus Principes aſpiraron ſin fuerças baſtantes a conquiſtarla. Eſtà pueſta en la coſta del Occeano Atlantico, quaſi en la boca del eſtrecho de Gibaltar, en ſitio llano, i apazible. Tiene Fez al cierco en diſtancia de cinquenta leguas. De ſu primer nombre, que fue Tingide, tomò aquella provincia Mauritania, el de Tingitania, por differenciarſe de las Ceſarienſe, i Sitifenſe, que tambien ſe denominaron de Ceſaria, i Sitife, ciudades cabeças ſuyas: fue lo ſiempre Tanjar de la Tingitania, por ſu autoridad, i grandeza. Los naturales le llaman oy Tanja, i mezclan ſu fundacion con mil cuentos fabuloſos, a que ſu abundancia, i riquezas dierõ motivo: Iuan Leon, i por el Marmol, i otros dizẽ, q̃ los Romanos la fundaron, i ennoblecieron, i que[156] ſeñoreandola deſpues los Godos, quedò ſujeta a Ceuta. Perdiòſe quando eſta, i los Alarabes la reſtauraron, i fortalecieron con la gẽte mejor, i màs valiente de Berberia, de que eſtaua llena por eſte tiempo.

(53) Entretanto Diego de Barros, i Iuan Falcon ſe fueron al Conde de Viana, proteſtandole con muchas razones, quiſieſse aviſar al Rey de la reſolucion; porque el Iffante no tomando ninguno de los conſejos acertados (coſa mui dañoſa en los peligros) mientras quiſo ſeguir el del medio, no ſe atreuiô, ni proveyò, como era meneſter; quando llegò a Tanjar era ya mañana, i por no deſcubrirſe, ſe emboſcò aquel dia, embiando al Mariſcal corrieſse el enemigo, haſta que en el ſiguiẽte effectuaſſe lo que tenia determinado. El Rey en ſabiendo lo que paſſava, mandó adelantar a Vaſco Martines de Soſa (ſu capitan de la guardia de cavallos) para que de ſu parte detuvieſse al Iffante, i a ſus eſpaldas partiò de Ceuta, quaſi por la poſta, con ochociẽtos cavallos, i muchos infantes; mas fue tãta la prieſſa, que ſe dió en caminar, imaginando, que el Inffante aſſaltaria a Tanjar ſin el, que vencio el camino en mui pocas horas. Los infantes de canſados, quedaronſe en Alcaçar; i el Rey notando grande ſilencio, en el campo, quanto más ſe acercava ſin hallar el hermano, entendiò, que avia entrado a Tanjar, i començò a feſtejarlo con la facilidad, que hizo todo. En eſto llegò el Mariſcal, que contô lo que paſſava, i el Rey enojado del ſucceſſo, i mucho màs contra el hermano, ſin querer encõtrarle, ſe bolviò a Alcaçar, con que anduvo quinze leguas en aquella noche ſin deſcanſar. Vinoſe el Inffante tras el Rey, por aplacarle, mas el; como Principe, que no ſabia enojarſe contra lo mal hecho, que tambien es falta de valor, i una de las maiores, que ſe conſideran en los Reyes, i de maior daño para los Reynos; no paſsò ſu enojo de una reprehenſion menos aſpera, de lo que el Inffante merecia, por los deſabrimientos, con que ſe huvo en eſta materia: reſultaron della nuevas murmuraciones contra el Cõde, que era el fin de todo, porque el Inffante moſtrandoſe ſentido de la diligencia, que ſe hizo con el Rey; juzgò por autor al Conde, i como los induzimientos del de Odomira, no ceſſavan[157] un punto de perſeguirle, procuravan otros deſacreditarlo, con tan differente effecto, de lo que era ſu animo, que quanto màs le perſeguian, tanto màs le acreditavan, i engrandecian.

(54) El Rey, entonces, menos deſabrido, ſe fue a Ceuta con penſamiento de paſſar de alli a Gibaltar, a verſe con el Rey D. Henrique de Caſtilla ſu cuñado, i el Infante acompañandolo haſta aquel lugar, pudo tanto con ſu autoridad, que alcançò licencia del hermano para bolver a Tanjar; conociẽdoſe en eſſo, como en otras varias acciones, que no ay deſvios humanos, que puedan impedir los ſuceſſos, que la providencia divina diſpone por otras cauſas, pues con aver tantas en eſta jornada para atajar la futura deſgracia, vino el appetito de un Principe a poder màs, que la razon, i la experiencia, hallando ſiempre pareceres, que approvaſſen tales deſaciertos.

(55) Por otra parte el Infante guiado del conſejo del Conde de Odemira, huyô de ſeguir el de Viana, que ſin embargo de ſus quexas, tornó con ruegos, i perſuaciones a encarecerle el error de aquel acometimiento; i como vió, que a penas lo eſcuchava, con ſolo quatro criados ſe fue a Ceuta, adonde el Rey lo embiava a llamar, para paſſar a Caſtilla, i hazer antes alguna entrada en tierra del enemigo. El Infante apreſtado con quatrociẽtos hombres, en diez i nueve de Henero (q̃ era noche de S. Sebaſtian) dos horas antes de amanecer ſe puſo en Tanjar: los Portugueſes atemorizados cõ prodigios, q̃ por todas partes amenazavan, notarõ vn Cometa, cõ largas, i ſangrientas crines, q̃ ſeguia a la Luna, en mitad de ſu claridad, pueſto ſobre aquella ciudad. Mirò Gomez Freire al Cielo (perſona de grãde prudencia, ceſo, i calidad, i en alta voz) dixo.

Ah noche fatal, i deſdichada, para quien te aparejas?

Ivan los hombres con eſtas ſeñales con tanta triſteza interior, que a penas davan paſſo, que no juzgaſſen, que era para la ſepultura.

(56) Llegados al muro le arrimaron quatro eſcalas, i ſubieron como cien hombres, mas reconocidos por la poſta, yẽdo Iuan de Soſa[158] a herirle con la lança, ſe arrojô del muro abaxo, i començò a dar bozes; i los nueſtros penſando, que del eſtruendo naceria otra confuſion, que embaraçaſse al enemigo para poder defenderſe, tocaron reziamente al arma, quando el enemigo acudió con gran valor a ſu defenſa; esforçòſe con el peligro, i ultimamente hallando los Chriſtianos deſordenados, fue degollando en ellos, ſin que el Inffante pudieſſe valerlos, màs que con el ſentimiẽto. Quiſo arrojadamẽte ſubir al muro, i morir con los demàs compañeros; però el Conde de Odemira, i otros fidalgos lo deſviarõ deſte intento, alẽtandole deſta aflicion, haſta q̃ ſ vino a Alcaçar.

(57) Nueva tan deſaſtrada llegô primero, q̃ las reliquias del campo, a Ceuta, como tienẽ de coſtumbre ſiempre las infelicidades; i el Rey animandoſe para el conſuelo, mandò al Conde de Viana, q̃ de ſu parte fueſſe luego a darſele al Inffante, el qual pidiendo al Conde le perdonaſſe no ſeguir ſu cordura, i parecer, ſe aliviò de la perdida. Fue mui grande, la que recibiò eſte Reyno, porque murieron màs de duzientas perſonas calificadas en valor, i ſangre, quedãdo preſas otras ciento. Anduvo el enemigo revolviendo entre los nueſtros, para ver ſi hallava el cuerpo del Conde de Viana, porque juzgava, que a quedar vivo no podia llamar victoria aquella, quando el baſtava a reſtaurar maiores calamidades. Cuentaſe, que en eſta ocaſion dixera un moro viejo gran ſoldado, a ſu Alcaide, eſtas palabras

Abrahem Bename, en vano buſcas el cuerpo de D. Duarte de Meneſes entre eſſos, que miras ſin vida; pues en la deſorden, i poca diſciplina, que moſtraron en eſte caſo los Portugueſes, veo, que no ſe hallò en el.

Tanto era el reſpecto, con que hablavan de ſu perſona los enemigos, i la proſperidad de ſu opinion.

(58) El Rey no quiſo divulgar la nueva, haſta q̃ ſe embarcò a Gibaltar, q̃ fue el miſmo dia, que ſe la dieron. Eſtava el de Caſtilla aguardandolo, i llevando los dos la grãdeza de ſus cortes, i eſtados, a cabo de algunos dias, q̃ eſtuvieron juntos, aſſentaron coſas, que nunca tuvieron[159] cumplimiento, aunque fueron juradas en manos de D. Iorge de Acoſta Obiſpo de Evora, ſucediendo en eſtas viſtas lo que en todas, que ya màs lo tratado en ellas ſe guardò nunca. Andavan los ſeñores de Caſtilla deſabridos con el Rey dudando de la legitimacion de ſu hija D. Iuana, que era Princeſa unica de aquel Reyno; porque la madre viviendo con menos honeſtidad de lo q̃ requeria ſu grãdeza, dava ocaſiõ a q̃ ſe juzgaſſe al Rey ſu marido por inhabil para tener hijos; i que el pueblo no paraſſe en ſola eſta malicia. El Infante D. Alonſo hermano del Rey de Caſtilla con eſta, i otras cauſas, ſe inquietò de manera que llegô a armar contra el hermano, haziendoſe cabeça de los inobedientes, i malcontentos. Quiſo entonces el Rey caſar al Principe D. Iuan de Portugal, con la Princeza heredera de Caſtilla, i al Rey D. Alfonſo con ſu hermana la Infanta D. Iſabel, que deſpues fue la Reyna Catholica, però el Cielo deſviò el acierto deſtos matrimonios por caſtigar a Heſpaña, con una guerra poco menos que civil, que duró haſta la muerte del Rey Don Alfonſo, de que ay eſcritos copioſos commentarios.

(59) Tornòſe el Rey de Gibaltar a Ceuta, donde entrò de nuevo en otro penſamiento de tomar Arzila, ciudad tambien de aquella coſta, metida dentro en un arrecife, que alli haze el mar Occeano Herculeo, la qual ſe llamò antiguamente Zilia, i los naturales, con poca corrupcion dizen Azeila; eſtà quarenta i ſiete leguas de Fez, i ſiete a Poniente del eſtrecho; porque el yerro, con que ſe acometio a Tanjar, le atormentava el coraçon para hallar algun modo, con que pudieſſe reſtaurar el credito, que imaginava menoscabado con la ſobra de animo, que tenia; peró muchas vezes pierdẽ los Principes tanto por dar en valientes, ſi es con temeridad, como por ſer cobardes.

(60) Con eſta imaginacion ſe fue a Alcaçar, i de alli con el Infante entrando en la ſierra, por el puerto, que llaman de Alfeixe. Al amanecer diò en unas aldeas, que hallò deſpobladas, con el aviſo, que tuvieron deſta entrada: deſpues corriò ſin ceſſar, haſta legua i media, por la ſierra, con no poco daño del enemigo; anocheciole en eſto,[160] i paſsô el rio de Tagadarte, por alojarſe a ſu orilla; però fue tanto lo que lloviò aquella noche, i la recia tempeſtad, que ſobrevino, que el rio ſiẽdo mui pequeño ſe hizo un mar, i el Rey por eſta cauſa ſe viô perdido, ſin poder paſſar adelante, bolviendoſe triſte, i afligido a Alcaçar, i luego a Ceuta. Pareciole entonces deſpedir ſus gentes, porque ſe deſengañò de la tema, con que andava de un yerro en otro, ſin conſejo, ni prudencia, ſolo por la ambicion de moſtrar valor; ſiendo tan cõpañero en eſte deſeo el Infante ſu hermano, que no ſe podia juzgar de ambos, qual deſacertava màs.

(61) Eſte Principe eſtando en Portugal como maeſtro, que era de las dos ordenes militares de Chriſto, i Sanctiago, mandò con edicto publico, que todos los cavalleros deſtos habitos, vinieſſen a ſervirle en eſta empreſa, compeliẽdolos con amenazas, i aunque es lo cierto, que no faltò alguno, q̃ voluntariamẽte dexaſſe de ſeguir el Infante, ſiẽdo ſu exemplo, i el del Rey maior fuerça que todos los demás mandamientos: Con todo como eſte negocio tocava a juriſdicion, i los cavalleros profeſſavan maior zelo, que en eſte tiempo eſtando aqui en Ceuta deſpues de deſpedidos, i con licencia, para que pudieſſen bolverſe a ſus caſas, entre las dos ordenes eſcogierõ a Gonſalo Gomez de valladares Comendador del Mogadouro del habito de Chriſto, i Martin Vaz Maſcareñas, comendador de Aljuſter de Sanctiago, cavalleros de prudencia, i virtud; para que notificaſſen al Infante declaraſſe no eſtar obligados los cavalleros a ſemejantes violencias, ſiendo accion voluntaria, i libre ſeguir los maeſtros en ocaſion de guerra, que no fueſſe declarada en ſus eſtatutos, a quien para maior ſeguridad ſe remetiã.

(62) Quando la libertad ſe funda en razon, i juſticia, no es buen Principe, el que la condena, ò caſtiga: pues los buenos ſiempre permiten, que los ſubditos negocien como ſubditos, i no como eſclavos; maiormente en las coſas, en que no mueſtran interes proprio, pues la cauſa publica ha de tener differente aſsiento en el animo del Principe, cuyas orejas, quanto màs abiertas eſtan para los quexoſos, tanto más cumplen con la obligacion de ſu oficio, ſin que para eſtos ſean neceſſarios[161] nuevos tribunales, pues miniſtros con gran dificultad emiendan yerros de otros miniſtros, por no ſe acuſar a ſy meſmos, i aſſi los Reyes lo han de hazer como obligacion preciſa ſuya. El Infante no ſolo los eſcuchô agradablemente, pero examinando los eſtatutos, i privilegios, ſin remetirlo a nadie, ni dilatarlo, viendo todo por ſus ojos, concediò lo que pedian aquellos cavalleros, i con eſto ſe paſsó a Portugal con la maior parte de la armada.

(63) Quedòſe el Rey en Ceuta fatigado con tantas adverſidades, que le herian màs porq̃ tocavan en la inclinacion, de que màs ſe preciava, que ſiempre ſuele ſer lo que ſe ſiente con maior vehemencia; i no acabando de reſolverſe en dexar a Berberia ſin alguna demonſtracion, que reparaſse las paſſadas, reconocida la ſierra de Benacofu, partiò cõ ocho cientos cavallos, deſseoſo de verſe con el enemigo roſtro a roſtro; acompañaronle el Duque de Bargança, los Condes de Guimaranes, Faro, Villa real, Penela, i Monſanto, el de Viana con D. Henrique, i D. Fernando ſus hijos, i otros muchos cavalleros de igual calidad, i virtud, aprovando primero eſta entrada, porque queria moſtrar a ſu Rey el valor, con que le ſervia; ſiendo gran ventura de los tiempos, en que los Principes toman las armas, tanto para conocer los ſubditos, como para ſer conocidos dellos.

(64) El dia, que el Rey ſaliô de Ceuta ſe fue alojar al caſtillo de Almiñecar, i deſcanſando un rato, entrò de noche en la ſierra: diſta quaſi tres leguas de Ceuta, incluyendoſe en la miſma, que Marmol llama Huat Idris, ſiendo el nombre de Benacofu impueſto por los naturales, por algun accidente, de que no ſabemos la cauſa. Son reputados ſus moradores, por los màs valientes hombres de Berberia: luzieron en eſta occaſion, porque el Rey pareciendole, que todo ſe allanava a ſu poder, anduvo diſcurriendo por la ſierra, como vencedor deſpues de hazer una gran preſa de gente, i ganados; i queriendoſe paſſar a Tetuan, embiô màs de la mitad de los ſuyos adelante. Los Moros provocados de ſu affrenta, i deſtruicion, juntandoſe en gran copia, elegieron una cabeça, i luego cargaron con impetu ſobre los nueſtros,[162] que los descompuſieron al primer encuentro; i deſpues peleando valientemente, valiendoſe de los lugares aſperos, i fragoſos de la miſma ſuerte que de las armas, a penas davan tiempo a los Chriſtianos para defenderſe. Eſta oſadia fue cauſa para que en un momẽto ſe le juntaſſe al enemigo un inmenſo exercito; i los nueſtros ſin ſaber camino, ni ſenda, que no fueſſe en daño ſuyo, començaron a derramarſe de manera q̃ fue forçado al Rey retirarſe obligado de algunos fidalgos: i quedandoſe el Conde de Villa Real en la retaguarda algo lexos, por aſſegurar las eſpaldas, mandò el Rey al Cõde de Viana, que detuvieſſe los Chriſtianos para hazer roſtro al enemigo, mientras el ſe ſalia de la ſierra.

(65) Conoció el Conde el rieſgo de la comiſſion, porque muchos de los nueſtros como biſoños en aquellas entradas no hizieron tanto ſu dever, i deſampararon el campo, llevados de ſalvar las vidas; i ſin embargo de ver a ſu Rey en tan evidente peligro, atropellaron primero la honra, i luego la obediencia. El Conde con eſta deſeſperacion ſin que le aprovechaſſen bozes, ni ruegos: dizen, que reſpondiò al Rey.

Señor, dura coſa me encarga V. A. en occaſion, en que me hallo ſin mis ſoldados, i con otros, que ni os obedecen, ni me ſiguen; perô pues grangeo con mi vida el ſalvar la vueſtra, en mi muerte vereis el zelo, que ſiempre tuve de ſerviros.

Con eſto ſe bolviò a Dios, como quiẽ mucho de antes, el coraçon preſago en los males, le denunciava aquella hora por ultima: i haziendo un breve acto de contricion, proteſtando que moria por ſuſtentar la fé de Ieſu Chriſto, de cuyos aumentos tratò ſiempre, con tantas anſias; i tambiẽ por librar a ſu Rey de aquel peligro (obligacion preciſa de ſubdito) ſe oppuſo a los contrarios tan esforſadamente, que los detuvo, a que no ſiguieſſen al Rey: i peleando con notable conſtancia, i valor, aviendo muertos por ſu braço los más oſados, que por grangear la gloria de vencerle, ſe adelantavan a los otros, por[163] herirle, le mataron el cavallo: apeòſe para darle el ſuyo Nuño Martines de Villalobos, però no pudo, porque ſin executar el intento, quedò ſin vida, dando exemplo de notable fidelidad, pues ſiendo criado del Conde quiſo morir por defendelle, igualando en eſto a lo que el amo hizo con el Rey. Viendo pues el Conde de Monſanto en aquel aprieto al de Viana, corriô tambien por ſocorrerle, i dandole otro cavallo, trabajando por ſubirle en el, el Conde mal herido, i con menos fuerça, pueſto un pie en el eſtribo no pudo llegar al otro, porque hallò los aſiones largos, i embaraçandoſe en eſto, tocó con la eſpuela en la anca del cavallo, de manera que le hizo dar corcobos, con que el Conde bolvió a caer en el ſuelo: gritò entonces al cuñado, q̃ ſe ſalvaſſe, i repetiendo aquellas palabras del pſalmo (en tus mãos, Señor, encomiendo mi eſpirito) acabó de rendirle con mueſtras de invencible ſoldado de Chriſto, i de ſu Rey.

(66) Los Moros concluyendo con eſta muerte el triumpho maior, a que aſpiravan, la ſolemniſaron con grandes alaridos, deſpedaçando el cuerpo muerto de manera q̃ fue un dedo la maior parte, que dexaron del entera. Eſte fue el fin glorioſo del Conde de Viana D. Duarte de Meneſes, al qual pronoſticarõ primero algunas ſeñales, como ſucede en las muertes de grandes hombres. Cuentan Ruy de Pina, i Damian de Goes, que muchos años antes, ſe la denunciò un Religioſo Abbad del Convento de las Sarzedas de S. Bernardo, por nombre fray Luis, que era famoſo judiciario, diziendole, que auia de morir en occaſion, q̃ militaſse debaxo del mando de otro capitan; deſpreciò el Conde el aviſo, con la prudencia, i cordura, con que ſe deven vituperar de todo punto los profeſſores deſta ſciencia, quando exceden la moderacion, i limite, que la Igleſia les permite; porque es gente, que guarda ſiempre poca fidelidad, i que totalmente con eſtos eſtudios ſe inhabilita para el ſervicio de la Republica, occupada en inquirir la inclinaciõ de los hombres, que crehen de mejor gana las coſas inciertas.

(67) Sucediò el falecimiento del Conde a 20. de Henero del año de mil quatrocẽtos ſeſsẽta[164] i quatro, cumpliendo en ſu edad cinquenta; i porque no falte a ſus aficionados el conocimiento de ſaber, qual era ſu diſpoſicion, i talle; fue bien proporcionado, mas de pequeño cuerpo; cargado moderadamente de carnes; blanco, i el roſtro, i preſencia tan agradable, que facilmente le juzgara qualquier por hombre de bien, i creyera de buena gana, q̃ lo era; algo tartamudo, però no de ſuerte que diſonaſse a los oydos: con eſto hablava de eſpacio con màs ſeveridad, que alegria; era de memoria firme, i entendimiento mui deſpierto; de buena complexion, i eſtremada ſalud; i aunque verdaderamente fue arrebatado en lo mejor de ſu edad perfeta, para los q̃ conſideran la fama con las glorias militares; viviò un largo tiempo, pues quaſi deſde la cuna las començô a lograr, alcançando los verdaderos bienes, que conſiſtẽ en la virtud; i para que ſe entienda el ultimo grado a que podia llegar el valor, i fortuna de un hõbre, es prodigio admirable, que notan los autores deſte capitan; que nunca fueſſe vencido, ni ſalieſſe menos que vencedor de las batallas, en que ſe hallô, que fueron muchas, como ſe echa de ver por lo referido.

(68) Dudavan los antigos de Iulio Ceſar, ſi la dicha igualava al brio, ſiendo ambas coſas mui neceſſarias para un capitan, pues en la felicidad, mueſtra la providencia (de donde pẽden las cauſas ſegundas) que aprueva ſu eleccion. Por eſto los antigos tuvieron gran cuidado en encargar las empreſas a valeroſos, i bien afortunados, q̃ es la principal coſa, de q̃ Mario ſe jactava en el ſenado Romano; a los màs famoſos igualô nueſtro Conde, pues ſiẽdo en vida invencible, fue feliſsimo tambien en la muerte, librando a ſu Rey della, quando importa tanto la vida de un Principe, como el ſuſtento de la patria, a cuya ſalud deven los ſubditos las vidas, honras, i haziẽdas. Cumpliò al fin el Conde con todo ello, i moſtrò bien ſer Portuguez en la muerte, por lo que luziò en ellos el amor de ſus Principes, con más ventajas, que en otras naciones; i como eſte genero de acabar era el màs honrado, quiſo el cielo darſele por premio, i realce de ſus glorioſas acciones, i admirables hazañas, que con gran perfeccion obró en la vida.

[165]

(69) El Rey entre el ſentimiento, i las gracias, aquel miſmo dia llamò a Don Henrique de Meneſes ſu hijo; i le diò liberalmente el titulo, caſa, i oficio del padre: aunque los tiempos adelante le quitô la villa de Viana, i le diò las de Valencia, i Loule, de que tomó el titulo de Conde. Luego embiò a conſolar a la muger, la qual con ſu grande fama, i virtudes, no pudo reſiſtir a la pena deſta falta, con que vivió deſpues algunos años, aunq̃ ſiẽpre como quaſi muerta; doblòle la aflicion el ſaber la crueldad, con q̃ aquellos barbaros ſe encrudelecierõ ſobre el cuerpo difunto del marido, de que ſe alcãçó ſolamẽte un diẽte, q̃ ella tenia guardado, q̃ deſpues ſus hijos traſladaron a Sanctaren, i le labraron una capilla mui hermoſa en el Convẽto de S. Franciſco, donde le puſieron en honorifica ſepultura.

(70) Dexò el Conde muchos deſcendientes de iguales merecimientos, porque fue caſado dos veſes: la primera con Doña Iſabel de Melo, de que tuvo una hija ſola, por nõbre Doña Maria, que casò con D. Iuan de Caſtro hijo heredero del Conde de Monſanto.

De D. Iſabel de Caſtro ſu ſegunda muger hija de la miſma caſa de Monſanto, uvo D. Henrique, que le ſucedió, el qual deſpues de hallarſe con el padre en las ocaſiones más peligroſas, q̃ tuvo con Moros; aſsiſtiô con el Rey D. Alfonſo en la toma de Arſila, donde quedô por general con la retencion de Alcaçar: juntamente acompañò a ſu Rey en las guerras de Caſtilla; i ſaliendo mal herido de la batalla de Toro, diò motivo para que el Rey le dieſſe la ſucceſsion de las dos plaças, que tenia para un hijo: però vino a morir ſin ellos, tambien a manos de los Moros, como el padre, en la ſierra de Ferrobo, aviendo ſido caſado con hija del ſegundo Duque de Bergança Don Fernando.

(71) Llamôſe el hijo ſegundo Don Garcia de Meneſes, i fue clerigo, por ſus letras, i talento Obiſpo de Evora, i de la Guardia juntamente: beneficios entonces compatibles, aũque deſpues prohibidos, por el Concilio de Trento: mezclò eſte Prelado entre ſu mucha erudicion, algunas acciones de ſoldado, porque ſe preciò de ſerlo, i moſtrò tanto valor en occaſiones, q̃ no deſdixo de la imitaciõ del Padre, no ſolo en las guerras, q̃ tuvo Portugal[166] con Caſtilla, però tambien en Italia, donde paſsó con una grueſſa armada, que el Rey D. Alfonſo embió al Papa Sixto quarto, contra Turcos; entonces hizo una oracion en el conſiſtorio capaz de igualarſe con las de Tulio, i Demoſthenes; mas todos eſtos progreſſos deſdorò el fin, que vino a tener, i le acaeciò, eſtando en el Caſtillo de Palmela, cõ vehemẽtes ſoſpechas de veneno, por una cõſpiracion, de que fue arguido contra el Rey D. Iuan el ſegundo.

(72) Deſta deſgracia participò D. Fernando ſu hermano tercero (que llamaron Narizes) porque las perdiô en un recuentro de Africa: i ni eſte ſervicio, ni otros infinitos, que hizo a la corona Portugueſa, fueron parte para evitar la muerte, que le diò el miſmo Rey D. Iuan por la miſma culpa, que al hermano Obiſpo. Dexo muchos deſcendientes, que oy duran noblemente.

(73) D. Iuan de Meneſes hijo quarto del Conde de Viana fue, aunque el ultimo de ſus hermanos, el primero en las virtudes, tomãdo eſta herencia del padre, i la fortuna de los tiempos, en que los Principes premiavan merecimientos, conociendo, que los benemeritos eran acreedores de ſu grandeza. Alcançò a quatro, como fueron los Reyes Don Alfonſo, de que avemos hablado, D. Iuan el ſegundo, D. Manuel, i D. Iuan el tercero, en cuyo reinado muriò: ſiendo ordinario aborrecer, ó mudar el Principe, lo que ſu anteceſſor dexa aprovado; con todo las partes de D. Iuan de Meneſes eran tantas, que obligò a todos a ſervirſe de ſu talento, i valor en los maiores pueſtos, i oficios deſta Corona, en la paz, i en la guerra. En la de Africa fue general de Tanjar, i Arzila: i en Portugal, de las armadas del mar Occeano, i en la que el Rey Don Manuel mandô a Italia en ſocorro del Veneſiano; bolviendo deſta empreſa le hizo ſu maiordomo maior, aviendolo ſido antes del Rey D. Iuan el ſegundo Ayo, i governador del Principe D. Alfonſo ſu hijo: deſpues le dieron el Priorato del Crato del habito de S. Iuan, i el titulo de Conde de Tarouca, i el de Alferez maior con otras muchas rentas del eſtado.

(74) Sin eſtos hijos tuvo D. Duarte otro baſtardo, que llamaron D. Pedro, avido en ſu[167] mocedad, el qual encubriô eſta falta con ſus virtudes, no ſiendo deſigual en ellas a los legitimos.

(75) Al Conde Prior ſucediò D. Duarte de Meneſes ſu hijo maior; i en el oficio de Alferes maior D. Luis de Meneſes, que era el tercero, en cuya poſteridad ſe conſerva. A D. Duarte de Meneſes diò el Rey D. Manuel el generalato de Tanjar en propriedad para el, i ſus herederos: i deſpues yendo por Virrey a la India, durò en aquel govierno algunos años, añadiẽdoſele (como notó Iuan de Barros) por ſu gran calidad, i lugar, ſalario al ordinario, que llevaron los otros governadores, que le precedieron. Llamòſe ſu hijo maior D. Iuan, i fue general de Tanjar, i embaxador de Roma del Rey D. Iuan el tercero.

(76) Su nieto ſiendo del miſmo nombre luziò en los proprios cargos tanto, que la glorioſa memoria de nueſtro Rey D. Phelipe el ſegundo, hizo del grande eſtima, i aviendole encargado muchas armadas, i el govierno del Reyno del Algarve, lo embiò tambien a la India con grandes poderes. Diego de Couto en la ultima Decada, que anda de mano, latamente diſcurre ſobre ſus virtudes, q̃ fueron muchas, i mui dignas de perpetuas alabãças, i no es la menor, no ſolo ninguna codicia, mas tanta pureza, i deſinteres, que ſalio pobre, i mui endeudado de aquel govierno; coſa ſucedida pocas vezes, i aſsi como rara, màs eſtimable, i que ſe deve deſsear la imiten los que ocupan pueſtos tan grandes, donde ſe apuran los animos màs deſentereſados, i ſe examinan los zeloſos del bien publico.

(77) Su hijo primero D. Luis, fue quarto Cõde de Tarouca a imitacion de ſus maiores; governando a Tanjar, dexô por ſuceſſor a Don Duarte, que es el que vive, i por eſſo no hablo aora de ſus coſas, tales, que en cierta manera aſſeguran grandes eſperanças, i efectos, por ſu modeſtia exceſsiva a ſus pocos años, deſtreza en exercicios de cavallero, mucha curioſidad, i eſtudio a lenguas, i libros: medios mui neceſsarios, i ayudadores a diſponer un ſeñor a ſaberlo ſer, i conſeguirlo aventajadamente, cumpliendo bien, con ſu honra (ò digno de alabanças el que lo alcançare, i màs en unos, que en otros tiempos) i obligar a ſu Rey a nuevas mercades, i augmentos ademàs[168] de los que ſe deven a ſu caſa, en cuyo fundador halló la Religion defenſa; los Reyes, amor, i verdad, con muchos, i ſuperiores ſervicios; la patria reputacion; i ſu poſteridad gloria.

FINIS.


ERRATAS.

PAg. 4. lin. 11. borreſe coſas. Pag. 5. verſ. lin. 25. ſi, diga ſe. pag. 7. verſ. lin. 6. para Portugal, diga, a Portugal. pag. 11. lin. 15. Filh. diga Fileh. Pag. 12. verſ. lin. 15. Esliſa diga Eſsiliſa. pag. 27. lin. 1. del Rey, diga, de Rey. Pag. 27. lin. 18. nieto diga nieta. ibi lin. 19. yerno diga, hermano. pag. 29. lin. 1. verſ. esforçandole, diga, esforçandoſe. pag. 56. lin. 12. coranaciõ, diga coronacion. pag. 59. lin. 13. arraiga, diga, arrieſga, pag. 68 lin. 20. pues diga, porque. pag. 76. lin. 23. del diga, de. ibi ver. lin. 15. para, diga, a ſus lugares. pag. 88. verſ. lin. 12. quitar, diga, quietar. pag. 96. lin. 16. añadir ã, borreſe ã. pag. 100. ver. lin. 22. Tarifa, diga, Gibaltar. pag. 105. lin. 18. deſte, diga, deſta. pag. 107. verſ. lin. 6. que, diga, pues. ibi verſ. lin. 7. pues, diga, que. pag. 115. lin. 18. caciques, diga cacices. ibi verſ. lin. 1. lo miſmo. pag. 129. lin. 10. cinquenta, diga, ſeſenta. pag. 130. verſ. lin. 18. eſtuvo, diga, paſsò. pag. 131. verſ. lin. 8. aſsegurarſe, diga, aſsegurar. idem lin. 9. aviſando, diga, acuſando. pag. 133. lin. 18. alberoto, diga, alboroto. pag. 132. ver. lin. 4. condenó, diga, condeno. pag. 135. verſ. lin. 1. partido, diga, partidos. pag. 136. verſ. lin. 7. bolvió los, diga bolviò a los. pag. 141. lin. 13. mais, diga mas. Pag. 144. lin. 7. monto, diga monte. ibi. verſ. lin. 4. 73. diga 63. pag. 148. lin. 9. fueron, diga, fueſsen. ibi. lin. 148. lin. 5. verſ. Outubre ſiguiente, borreſe ſiguiente. pag. 149. verſ. lin. 1. borreſe, ſe. Idem lin. 18. a Tanjar, diga de Tanjar. pag. 155. lin. 18. llano, diga fuerte. pag. 157. lin. 15. ceſo, diga, ſeſo. pag. 157. lin. 7. Henero añadaſe del año de 64. pag. 16. verſ. lin. 12. ſeñales, diga ſeñal. pag. 50. lin. 17. da, diga, de. pag. 57. lin. 22. ſe, diga, le. pag. 72. verſ. lin. 13. tenia otras, diga, en otras. pag. 141. lin. 20. los, diga algunos.